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IMPRENTA, GUERRA Y ECONOMÍA LA FORMACIÓN DE ESPACIOS PÚBLICOS EN LA INDEPENDENCIA DE CHARCAS (BOLIVIA) Esther Aillón Soria * RESUMEN: Este artículo aborda tres ángulos en la formación de espacios públicos en la guerra de independencia de Charcas (Bolivia). Partiendo del contexto de circulación del texto independentista se exploran tres ámbitos que contribuyeron a que el debate político tomara el primer plano. Se sopesa la contribución de los impresos e imprentas de Buenos Aires para irradiar nuevos referentes políticos hacia Charcas, a los artesanos tipógrafos convertidos en soldados-tipógrafos que experimentaron el campo de batalla como un espacio de aprendizaje del oficio tipográfico. Finalmente se analiza la política estatal pro-imprenta del Mariscal Sucre y la organización de la Sociedad Tipográfica de Bolivia, que configura un tercer escenario que alimentó la formación de espacios (políticos) públicos asociados a la imprenta. PALABRAS CLAVE: Guerra de Independencia, Charcas, Mariscal Sucre, Sociedad Tipográfica de Bolivia. * Doctora en Historia. Universidad Mayor de San Andrés – La Paz (Bolivia). Correo electrónico: [email protected] CUADERNOS DE HISTORIA 33 DEPARTAMENTO DE CIENCIAS HISTÓRICAS UNIVERSIDAD DE CHILE SEPTIEMBRE 2010: 63 - 84

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IMPRENTA, GUERRA Y ECONOMÍAla formación De espacios públicos en la inDepenDencia De

cHarcas (bolivia)

Esther Aillón Soria*

resUmen: Este artículo aborda tres ángulos en la formación de espacios públicos en la guerra de independencia de Charcas (Bolivia). Partiendo del contexto de circulación del texto independentista se exploran tres ámbitos que contribuyeron a que el debate político tomara el primer plano. Se sopesa la contribución de los impresos e imprentas de Buenos Aires para irradiar nuevos referentes políticos hacia Charcas, a los artesanos tipógrafos convertidos en soldados-tipógrafos que experimentaron el campo de batalla como un espacio de aprendizaje del oficio tipográfico. Finalmente se analiza la política estatal pro-imprenta del Mariscal Sucre y la organización de la Sociedad Tipográfica de Bolivia, que configura un tercer escenario que alimentó la formación de espacios (políticos) públicos asociados a la imprenta.

palabras clave: Guerra de Independencia, Charcas, Mariscal Sucre, Sociedad Tipográfica de Bolivia.

* Doctora en Historia. Universidad Mayor de San Andrés – La Paz (Bolivia). Correo electrónico: [email protected]

CUADERNOS DE HISTORIA 33DEPARTAMENTO DE CIENCIAS HISTÓRICAS

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PRIntInG, WAR, And ECOnOMytHE SHAPInG OF PUbLIC SPACES In tHE IndEPEndEnCE OF

ChARCAs (BOLIVIA)

this article covers three angles in the formation of public spaces during the independence war of Charcas (Bolivia). Within the context of the circulation of pro Independence printed texts, three fields are studied that contributed to the fact that political debate should take the first place. Special emphasis is given to printed texts and printing works in buenos Aires to expand new political referents towards Charcas, to type-setting artisans who became type-setters soldiers going through the experience of the battle field as the space for learning the art of typography. Finally, there is an analysis of Mariscal Sucre’s policy in favor of printing establishments ant the organization of the typographical Society of bolivia which is a third scene that nourished the formation of (political) public spaces associated to printing.

Key words: Independence war, Charcas, Mariscal Sucre, typographical Society of bolivia.

Recibido: junio 2010 Aceptado: agosto 2010

Introducción

E n las dos últimas décadas se desarrolla el estudio de problemas centrales del siglo XIX a partir de una historia política renovada1. En esta visión, el

paso del Antiguo Régimen al siglo XIX se convierte en un terreno fértil para el análisis del surgimiento de una nueva cultura política con conceptos nuevos como la conformación del espacio público “moderno”. En este periodo, mediado por el tránsito revolucionario al principio de la soberanía nacional, salen a luz, con mayor claridad, como novedad o superpuestos, conceptos como libertad de imprenta y pueblo cuya aparición generó prácticas políticas asociadas a ellos.

La incorporación de nuevos temas en la historia política incluye el ámbito de la formación de la opinión pública, para cuyo análisis, una referencia ineludible ha sido el estudio de Jürgen Habermas que tiene como aporte central

1 Por ejemplo, sobre elecciones, representación política, ciudadanía, libertades individuales, construcción de la Nación, prácticas y valores políticos. En este sentido son autores de referencia Antonio Annino, Hilda Sábato, François-Xavier Guerra y Annick Lemperiéré, entre otros.

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la formulación de que tanto lo público como la publicidad tienen varias capas lingüísticas históricamente superpuestas en su concepto sociológico2. Para el advenimiento de la opinión pública es necesaria la aparición del público. De acuerdo con Habermas éste se posibilita cuando el poder y la vigilancia de los poderes públicos han sido puestos de lado en la discusión, cuando se introducen a ésta ámbitos no problematizados hasta ese momento y cuando se produce el “desenclaustramiento” del público, esto es, cuando se constituye un público más amplio que el formado por personas privadas. Al público se le presupone instrucción y patrimonio suficientes para acceder al mercado de bienes culturales. La constitución del público ya comenzó a dibujarse en instituciones de sociabilidad del Antiguo Régimen que cumplieron el papel de organizar la tendencia a la discusión, particularmente en la ciudad que sirve de infraestructura para la remoción de la publicidad representativa o cortesana3.

Recientes estudios sobre la formación del espacio público hispanoameri-cano han planteado reparos a esta formulación, principalmente por su visión teleológica –lineal y progresiva– al intentar buscar “en el pasado premoderno gérmenes, fuentes y orígenes de la modernidad cultural y política”; por centrarse en formas de comunicación de las elites, dejando de lado formas más antiguas como el pasquín y más populares como el rumor, y por basarse en la experiencia de una parte de Europa dejando de lado el área hispánica de ese continente4.

Se advierte además que conceptos clave en el modelo de Habermas, como sociedad burguesa, no se adecuan a la realidad hispanoamericana de fines del siglo XVIII y principios del XIX. Así también, se propone dar un giro al con-cepto de “esfera pública”, entendida como un espacio abstracto e inmaterial por el plural de “espacios públicos”, esto es, aspectos más palpables del mismo fenómeno (calle, plaza, palacio, café, imprenta y, sobre todo, ciudad), en el que

2 Habermas analiza cómo el sustantivo de lo público se formó en alemán, inglés y francés entre los siglos XVII y XVIII, adquiriendo su función en la sociedad burguesa. Pero en sus orígenes viene de palabras legadas desde el griego. Habermas, Jürgen, Historia y crítica de la opinión pública. La transformación estructural de la vida pública. Barcelona: Gustavo Gili S.A., 1986: 44. El estudio de Habermas tiene el propósito de mostrar la transición europea a formas de comunicación modernas.

3 Habermas, 1986. Coincidiendo con Habermas, Lemperiere afirma que la ciudad es un lugar clave en la creación del espacio público: lugar natural de la política, espacio público de deliberación, lugar del gobierno “público”, de las comunidades completas y auto gobernadas y; marco donde maniobran las autoridades regias, los cuerpos sociales, los actores populares y los informales. Guerra, François, Annick Lempériere et al., Los espacios públicos en Iberoamérica. Ambigüedades y problemas. Siglos XVIII-XIX. México: Centro Francés de Estudios Mexicanos y Centroamericanos - Fondo de Cultura Económica, 1998, p. 116.

4 Guerra y Lemperiére, op. cit., p. 9.

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el público de estos espacios sería no tanto un público moderno reducido sino el pueblo en toda su diversidad5.

En un plano teórico, para que las personas privadas participen de la discu-sión haciendo uso de su capacidad de raciocinio, hace falta que desaparezcan las barreras institucionales, como la censura, que son un obstáculo para la formación de un público informado y en condiciones de formarse una opinión propia. Aunque en este artículo no abordamos la cuestión de la Inquisición y sus disposiciones sobre la censura, nos centraremos en tres ámbitos que nos permitirán evaluar un aspecto de la conformación de la opinión pública en Charcas y la transformación de su cultura política6.

La conformación del público en Charcas tenía una textura particular. Quizás una de sus peculiaridades fue la conformación de una cultura letrada en la Colonia, sin la presencia de imprenta en su suelo, lo que no impidió una amplia producción intelectual y su difusión haciendo uso de los tipos de imprenta en América y en Europa7. Paralelo a ella, la circulación de los pasquines o anónimos manuscritos –asociados a la crítica e insubordinación política al menos desde el siglo XVII–, conformaron otro ámbito del público8. Otros aspectos de este tema fueron, por ejemplo, la formación de un mercado legal e ilegal de libros, así como las prácticas frente a la censura eclesiástica.

En el largo plazo, la guerra es una coyuntura que multiplica el debate político. A lo largo de ella se amplificaron los espacios para la discusión política, los escritos, aparece la prensa política, y los pasquines siguen tejiendo sus redes de opinión. Todos estos elementos abonaron el camino de ingreso de la imprenta a Charcas y conformaron un entorno positivo para la configuración de un pú-blico distinto. Si bien el “público ilustrado” era quizás reducido, el “pueblo” compuesto por clases urbano-populares y las rurales, también participaba del debate político, de hecho llevaba varios siglos de familiaridad con el escrito

5 Ibíd., p. 10.6 “En las disputas entre colonias y madre patria, de las que surgió la primera formulación

de los derechos humanos, no desempeña la libertad religiosa el papel decisivo, sino la cuestión de la participación política del público constituido por personas privadas en la elaboración de aquellas leyes que afectaban a su esfera privada”. Habermas, op. cit., 1986, p. 295.

7 Al respecto, ver la contribución de Barnadas, Joseph Ma., bibliotheca boliviana Antiqua. Impresos coloniales (1534-1825). Sucre: Fundación Cultural del Banco Central de Bolivia/Archivo y Biblioteca Nacionales de Bolivia/Centro de Estudios Bolivianos Avanzados, 2008.

8 Ver por ejemplo, Torico Panozo Vitaliano, El pasquín en la independencia del Alto Perú. México: Benemérita Universidad Autónoma de Puebla/Plaza y Valdés, 1997.

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y el impreso9. Si bien la censura y el analfabetismo pudieron ser un obstáculo para la formación de un público más amplio, fueron solo eso, un obstáculo.

En la base de la creación del espacio público se encuentra el desarrollo del mundo del texto10 y de la cultura escrita11 que particularmente en la formulación de Habermas, privilegia el contacto con la llamada “galaxia de Gutemberg”, al proponer que sobre todo con el surgimiento de la prensa política y la circulación del impreso “el texto se convierte en un foro, el mundo del impreso como un medio de persuasión y los escritores en sus ministros”12. Empero, el texto manus-crito precedió a la aparición del impreso y fue de divulgación menor y distinta. En este sentido, es importante contribuir a sopesar el problema de la adopción de la imprenta en un tejido social de estas características, tratando de entender el entramado con el poder político antes y después de la independencia.

En este artículo abordaré tres momentos y aspectos de la imprenta en Charcas que muestran cómo se van produciendo esas transformaciones en la esfera pública durante la guerra de independencia. Primero abordaré el papel de los impresos bonaerenses a partir de 1810. En segundo lugar, incluiré al análisis al tipógrafo de guerra, una de las figuras más particulares de la historia de la

9 De acuerdo a la experiencia histórica europea ni la remoción de estas barreras produjo el ideal de una opinión pública total. Por el contrario, la publicidad burguesa –si bien se aproximó a la universalidad– se resolvió por otro camino con el advenimiento de la masificación de la cultura que, sometida a las leyes del mercado, penetra en la esfera reservada de las personas, el raciocinio tiende a transformarse en consumo y el marco de la comunicación pública se disgrega. Habermas, op. cit.,1986, p. 190.

10 Utilizamos este concepto para referirnos a la amplia gama de expresiones de comunicación escrita. El mundo del texto articulaba a los productores de texto (autores e impresores), a las personas y lugares que posibilitaban su circulación (libreros, comerciantes de libros, voceadores, puestos de libros, portales, etc.), a los lectores, a los que actuaban como intermediarios de los analfabetos, a los que –entre estos últimos– se aproximaban de alguna forma a este mundo; y a las diversas formas de textos (periódicos, panfletos, etc., algunas de las cuales se detallan en el trabajo). Utilizamos en general el concepto de texto impreso pero no en el sentido de negar la existencia de textos manuscritos ni la relación y coexistencia entre uno y otro. Desde un punto de vista global, como plantea Chartier, se lo puede entender como “modalidades de producción, transmisión y recepción de lo escrito”. Chartier, Roger, Espacio público, crítica y desacralización en el siglo XVIII. Los orígenes culturales de la Revolución francesa. Barcelona: GEDISA, 1995, p. 249.

11 Nos aproximamos a la definición que entiende cultura escrita como la capacidad de escri-bir, es decir, componer de manera correcta una cierta gama de textos, y la capacidad de leer, es decir, descifrar comprendiendo una gama, en general, más vasta de textos. Petrucci, Armando, Alfabetismo, escritura y sociedad. Barcelona: Gedisa, 1999.

12 Baker, Keith, Inventing the French Revolution. Essays on French Political Culture in the Eighteenth Century. Cambridge: University Press, 1990, p. 187.

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imprenta en la guerra. Finalmente me aproximaré a la fundación de la Sociedad Tipográfica de Bolivia (1827).

Los sentidos políticos del texto independentista

En el periodo previo a la independencia, circularon en Charcas una enorme cantidad de textos que expresaron dos grandes tendencias de la confrontación política que se abrió con mayor fuerza a partir del proceso de independencia. Por una parte, el orden colonial emitió una cantidad importante de textos impresos con la finalidad de mantener el statu quo, controlar la emisión y circulación de textos prohibidos a través de bandos, periódicos, hojas sueltas, impresos y discursos políticos. Por otra parte, desde 1810 se emitieron textos desde Buenos Aires que reclamaban independencia, promovían la libertad de imprenta y la libre circulación de las nuevas ideas –como eje político de configuración de la opinión pública. Se expresaron en una gama de formas y estilos literarios y periodísticos: libelos, panfletos, pasquines, cedulillas, hojas sueltas, folletos, impresos, reimpresos, discursos, textos políticos y periódicos que no solo se produjeron en la ciudad de Buenos Aires sino fuera de ella y circularon hasta en alejadas zonas rurales13. De esta premisa, se sigue que el texto que circuló en la independencia representó los sentidos socio políticos de la contienda y expresa que fue uno de los vehículos principales de la confrontación con el orden colonial.

En esta enorme difusión de textos, también los libros tuvieron parte. Provenían tanto del interior del espacio colonial como del exterior, particu-larmente de Europa. Ya desde entonces, la divulgación de las nuevas ideas se produjo a través de mecanismos legales y clandestinos que contribuyeron a afianzar algunas formas del texto como los libros, los folletos y la prensa.

Desde fines del siglo XVIII y en la independencia, uno de los géneros preferidos fue la sátira14, emblemático en la apertura del debate político, que se dio a conocer a menudo por medio de los pasquines, hojas sueltas que cir-culaban con profusión desde el siglo XVIII. Éstos ridiculizaban los símbolos de la autoridad colonial, alcanzaron gran difusión por su forma de circulación, generaron charlas políticas en reputados cafés de las ciudades, plazas y lugares

13 Aquí no se menciona la enorme cantidad de textos que por su parte emitieron las instan-cias del poder con el fin de preservar el orden social, mismos que unas veces eran de carácter preventivo y otras represivo; unas veces normativos y otras en reacción a los nuevos discursos. Tampoco se toma en cuenta la cantidad de libros y textos que circulaban libremente.

14 Escrito agudo, picante o mordaz que censura o pone en ridículo a personas o cosas.

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públicos iniciando o aumentando el malestar de las autoridades que observaban la lectura de estos textos acompañada de señales de irreverencia; causadas en parte por el tono en que eran introducidos al debate nuevos temas.

Pero hubo, sin duda, otros géneros literarios perseguidos por el orden colo-nial. La prensa política de la independencia muestra una gama de posiciones alrededor del panorama político que se vivía entonces. Este elemento merece ser destacado, pues el orden colonial vislumbró la prensa como un instrumento para ejercer su influencia y la utilizó como arma de combate contra la propa-gación de nuevos referentes políticos que se difundían en publicaciones de contenido revolucionario15.

En resumen, una variada gama de textos expresan la confrontación y el debate de las ideas. La prensa, la folletería y las hojas sueltas exteriorizan los intentos de ejercer la libertad de expresión, discutiendo temas más allá de los limitados por la censura. El texto independentista alimentó las discusiones po-líticas, contribuyó a conformar una nueva cultura política16 porque cuestionaba la subordinación a legítimas potestades y al orden político.

La imprenta sirvió de sobremanera para generar discusión y convencimiento entre una enorme comunidad receptora de los impresos en las filas de los ejérci-tos en disputa, entre los guerrilleros y entre la población sujeta a fuego cruzado. Así como los realistas producían escritos y manifiestos, también los ejércitos opuestos elaboraban sus propios impresos buscando defender o abandonar los referentes políticos coloniales. Dentro del ambiente político e intelectual de la guerra de independencia17, la imprenta fue uno de los elementos concurrentes

15 Bastos critica la ausencia de esta capacidad en el caso de las autoridades del orden colonial en el Brasil independentista. Bastos P. Neves, Lucía María, “Ingerencia do poder público na produçao das ideias a censura no Brasil na primeira metade dos oitocentos”. Ponencia. París: II Congreso Europeo de Latinoamericanistas, 1998, p. 15.

16 Bastos P. Neves, op. cit., 1998, p. 8.17 La guerra de la independencia, como conflicto político armado que desembocó en la

independencia de Bolivia, se desarrolló entre 1809 y 1825. Este largo periodo, de tres lustros, se divide en varios momentos políticos que son, al menos: (1809-1810) alzamientos juntistas a nombre de Fernando VII liderados por criollos con participación social heterogénea; (1811-1812) continuación de los movimientos de indígenas, mestizos y sectores populares que contribuyen a la gestación de las guerrillas por medio de alianzas multi-étnicas con participación de indios, mestizos y criollos; (1812-1815) momento alto de participación popular e iniciativa política de más de un centenar de guerrillas de diferente envergadura lideradas por mestizos y criollos en el territorio de la Audiencia de Charcas. Entre 1811 y 1814 se produjo el ejercicio de nuevas formas de representación política para la organización de los Cabildos constitucionales, la elec-ción de representantes ante las Cortes de Cádiz, y de diputados ante los Congresos del Río de la Plata. También entre 1810 y 1818 los grupos guerrilleros actuaron en relación de subordinación

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que ayudó a enriquecer el debate político, contribuyó a remover el orden colonial y a introducir nuevos referentes políticos18.

La imprenta y los impresos fueron introducidos a la Audiencia de Charcas por los Ejércitos Auxiliares del Río de La Plata, por el Ejército del Rey, y más tarde por el Ejército Libertador de Bolívar, procedente del norte. Estas fuerzas tenían como base de su organización política y militar a Buenos Aires, Nueva Granada y Lima, respectivamente; espacios que ya integraron la imprenta a su repertorio comunicativo, entre los siglos XVI y XVIII.

Los únicos grupos militares que no contaron con imprenta fueron las guerrillas. Por ejemplo, en el extenso Diario del Tambor Vargas, las formas de comunicación que señala en este guerrillero (el único que ha dejado una fuente de este tipo) eran variadas, pero ninguna producto de una imprenta de la guerrilla. Éstas se realizaban por medio de banderas, señales, emisarios y comunicaciones manuscritas propias (boletas de resguardo, circulares, ofi-cios, comunicaciones epistolares, indultos, nombramientos, órdenes y partes). Algunos impresos que circularon, pudieron haber llegado desde el Río de La Plata y “fueron intercalados en forma de copias autógrafas y fragmentadas sin referencia a la fuente ni al propósito del autor del texto del Diario”. Entre los doce documentos se encuentran: “Proclama del rey don Fernando VII. Bayona, mayo 8, 1808”, “Proclama de la Junta de Regencia. Gaceta de Cádiz, febrero

con los cuatro Ejércitos Auxiliares del Río de La Plata enviados por la Junta Revolucionaria de Buenos Aires (1810-1818), aunque no tuvieron éxito en el propósito de liberar el territorio de la Audiencia de Charcas como parte de las provincias del Río de La Plata, de acuerdo con la última distribución territorial colonial. Con el retorno del absolutismo en 1815, se produce un claro reflujo de la actividad guerrillera. En periodos intermitentes y sobre todo entre 1818 y 1821, la Audiencia de Charcas sigue bajo el poder realista de Lima. La campaña de Los Andes de José de San Martín y su desembarco en Lima, obvia el territorio del Alto Perú. Entre 1822 y 1824 se desarrollan las acciones del Ejército Libertador de Bolívar para llegar hasta el Alto Perú. En Charcas, en tanto, el absolutismo realista de Pedro Antonio de Olañeta campea en el territorio incluso después de las batallas de Junín y Ayacucho. El Ejército Libertador tras su ingreso al territorio de Charcas, convierte a la guerrilla de Ayopaya, la única sobreviviente de la guerra, en parte de su ejército de línea. Se produce el desenlace de la “guerra doméstica” que concluye con la derrota del absolutismo en Charcas (1824-1825). En 1825 se firma la Convocatoria a la Asamblea Deliberante del Alto Perú que delibera si la Audiencia de Charcas se anexa al Perú, al Río de La Plata o se declara independiente; última opción que se adoptó por mayoría de votos.

18 La imprenta contribuyó a difundir la discusión en torno a la emergencia de un nuevo sistema de referentes políticos que combina ideas, imaginarios sociales, valores y comportamientos que configuran una nueva forma de sociedad. El impreso contribuyó a que esta discusión se diera en una escena pública abierta, fuera de los límites de los círculos privados donde hasta entonces se había desarrollado. Guerra, François-Xavier, Modernidad e Independencias. Ensayos sobre las revoluciones hispanoamericanas. Mafre-Fondo de Cultura Económica, México, 1992.

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12, 1810”, [“Conjuración de Martín de Alzaga contra la Patria en Buenos Aires]”, “Gazeta ministerial del gobierno de Buenos-Ayres, Viernes 10 de julio de 1812” y “Acta de Independencia de las Provincias Unidas en Sud América. Tucumán, julio 9, 1816”.

Estos documentos se leían entre los comandantes y a veces, se los leía y divulgaba entre la tropa y la población. Dirigida a esta última se utilizaban circulares, arengas y discursos19.

Esto quiere decir que la guerra fue un periodo de aprendizaje fundamental para la familiarización del impreso como parte de la contienda política, fue un escenario ampliado del debate político y para el adiestramiento de manos para el desarrollo del arte de Gutenberg y la conformación del oficio del tipógrafo.

Impresos bonaerenses en Charcas (1810-1818)

A pesar de que los ejércitos porteños ingresaron al territorio del Alto Perú, entre 1810 y 1818, en cuatro expediciones militares, no hay certeza de que hubieran llegado con imprentas a este territorio. El Virreinato del Río de La Plata incorporó la imprenta a su territorio en el siglo XVIII, pero especialmente con las invasiones inglesas a Buenos Aires, a principios del XIX20, cuando la imprenta fue considerada “insigne compañera de la lucha”, valorada más que la libertad personal que se abría camino con las ideas independentistas y las corrientes liberales.

Autores argentinos señalan que los ejércitos del Río de La Plata contaron con tipógrafos en sus filas en todas las actuaciones militares que culminaron en el desmembramiento del antiguo Virreinato del Río de La Plata en cuatro entidades soberanas: Argentina, Uruguay, Paraguay y Bolivia; aunque no dan más referencias.

Lo preponderante fue que los rioplatenses llegaban al territorio de Charcas con impresos o los enviaban desde el área controlada por la Junta Revolucionaria

19 Santos Vargas, José, diario de un Comandante de la Independencia Americana, 1814-1825. Trascripción, Introducción e Índices de Gunnar Mendoza L. Siglo XXI, México, 1982, p. 513.

20 “Fueron los ingleses quienes llevaron a Montevideo la primera imprenta que existió en esa ciudad, la misma que dio a la publicidad varias hojas sueltas y los siete números de la Estrella del Sur. Reconquistada Buenos Aires, se retiraron las tropas inglesas de esta plaza, como también de Montevideo pero dejaron la imprenta. El 9 de septiembre de 1807 se embarcaron los últimos soldados británicos y hasta el 29 del mismo mes no se vendió la imprenta” (el subrayado es mío).

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de Buenos Aires. Muchos de estos textos fueron impresos en idiomas indígenas, principalmente, quechua y aymara, y también en guaraní. Tenían el objetivo de convocar a los indios, cholos y mestizos a apoyar las iniciativas de la Junta de Buenos Aires y sus cuatro expediciones militares al Alto Perú.

La imprenta que sirvió a este propósito fue la Real Imprenta de los Niños Expósitos de Buenos Aires. Esta imprenta perteneció a los jesuitas de la provin-cia de Córdoba, y fue reinstalada en Buenos Aires21. Imprimió algunos escritos de Charcas, como los del obispo San Alberto, cuyos ejemplares se distribuyeron por todo el Virreinato incluyendo el Alto Perú, sirviendo asimismo para la difu-sión de las ideas de Mayo propugnadas por letrados, como Mariano Moreno22 quienes formados en la Universidad de Chuquisaca, retornaron a Buenos Aires después de la derrota del mayo chuquisaqueño de 1809:

La revolución halló en la prensa, tan de antemano establecida en Buenos Aires, un auxiliar poderoso para difundir desde Mayo las ideas de la época nueva. “Es singular (dice un compatriota) que para escribir la gaceta hubiese servido al doctor Moreno una pequeña imprenta, la única de todo el territorio, que había pertenecido a los jesuitas”23.

Entre los impresos que salieron de las prensas bonaerenses, la Gazeta de buenos Aires tuvo un papel central. A través de ella se difundieron, por ejem-plo, las proclamas de adhesión de los alto-peruanos a la Junta Revolucionaria de Buenos Aires pocos meses después de su instalación, como el “Acta de reconocimiento y obediencia a la Junta Gubernativa de la capital del Río de La Plata por las provincias de la Real Audiencia de los Charcas: Potosí, Plata, Cochabamba y La Paz hasta los límites del Virreinato de Lima”. [La] Paz, 16 de noviembre de 1810.

21 La Imprenta de la Casa de Niños Expósitos de Buenos Aires fue fundada por el Virrey Vértiz en 1779 con el objetivo de que “los hijos adoptados por la Patria debían ennoblecer por el trabajo la desgraciada oscuridad de su origen y hacerlo desaparecer a los ojos de la sociedad, por la importancia del oficio benéfico a que se destinaban”. Entre 1779 y 1802 vivieron allí 2 017 niños y niñas. Hasta 1806, se imprimieron en esos talleres un promedio de siete impresiones por año. Durante las invasiones inglesas tuvo una inusitada actividad en la impresión de periódicos como El telégrafo (1801) y Correo del Comercio (1810), redactado por Manuel Belgrano. Esta imprenta se transformó en Imprenta del Estado en 1824. Algunos tipos y materiales fueron adquiridos en 1824 para formar la Imprenta de Salta.

22 Fue Secretario de la Junta Revolucionaria de Buenos Aires establecida el 25 de mayo de 1810 con la cual tuvo disensiones, razón por la cual tuvo la intención de irse a Londres, pero murió en el viaje. Barnadas, op. cit., 2002.

23 Gutierrez, Juan María, “Orígenes del arte de imprimir en la América Española”. En La Revista de buenos Aires, VII, 1865.

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La inexistencia de imprenta como parte de los pertrechos de los ejércitos auxiliares del Río de la Plata, en sus incursiones al Alto Perú, se hizo patente, por lo menos, en la expedición de Juan José Castelli (1810-11), porque mani-festando su deseo de imprimir en el Alto Perú tuvo que mandar a construir una imprenta en Potosí para publicar la obra del erudito Tadeo Haenke, cosa que no se hizo efectiva porque su derrota militar lo llevó a desocupar rápidamente el territorio del Alto Perú. Es claro que si ese ejército auxiliar hubiera contado con una imprenta en sus líneas, Castelli no habría mandado a construir una.

La obra que Castelli quería imprimir pertenecía al naturalista alemán Tadeo Haenke quien llegó al Alto Perú como parte de las expediciones Malaspina y Nordenflicht. Después de recorrer el mundo, Haenke decidió establecerse en Bolivia. Al tiempo de la Guerra de Independencia residía en Cochabamba donde conoció al jefe militar porteño, Castelli.24 Haenke llegó a reunir una extensa obra escrita y una colección de piezas naturales de sus viajes, particularmente de sus recorridos por el Alto Perú, que sorprendieron al jefe de la expedición militar porteña quien tuvo como primera determinación mandar a fundir tipos en Potosí para que se imprimiera, lo más rápido posible, esa obra:

En el año 1810, cuando el Ejército Auxiliar de Buenos Aires ocupó el Alto Perú, M. Castelli encontró a este filósofo allí, que había escrito un extenso trabajo sobre la historia natural del país. Inmediatamente, Castelli tomó medidas para hacer fundir tipos en Potosí, con el objetivo de imprimir el trabajo, empero la repentina partida de los Patriotas puso fin al proyecto25.

Castelli, formado en Chuquisaca y parte de la generación de ilustrados charqueños, estaba fascinado con la obra de este sabio naturalista que residía en Cochabamba, ciudad que era permanentemente ocupada por fuerzas realistas y patriotas. Tras el desalojo de Castelli y su retorno a Buenos Aires después de una desastrosa campaña militar, se divulgó la noticia de la existencia de estos manuscritos y Manuel Sarratea, “talentoso, amante de la ciencia” y autoridad política de Buenos Aires, intentó ponerse en contacto con Haenke para obtener el manuscrito y hacerlo imprimir en Londres; intención que tampoco tuvo efecto

24 En esa época, Vicente Pazos Kanki describió a Haenke como un caballero, miembro de la Academia de Ciencias de Praga y Viena, quien visitó América como parte de la expedición mineralógica del Barón de Nordenflicht en su calidad de naturalista de su Majestad Católica. En 1792, acompañó a la célebre expedición Malaspina para la exploración del Océano Pacífico. Visitó Asia, los principales países de Europa, Estados Unidos, México, Perú y Chile. Y luego de haber visitado todos estos países fijó su residencia en la provincia de Cochabamba, prefiriéndola sobre todas las regiones del globo que conoció.

25 Ibíd.

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porque Cochabamba “durante casi toda la revolución, ha estado ocupada por las tropas reales. Es de esperar que, tras la victoria de los Patriotas, la publicación de este trabajo, tan relevante para el mundo, no se demorará”26.

Durante la segunda expedición rioplatense a Charcas, presidida por el abo-gado Manuel Belgrano (1812-1813), varias impresiones en español continuaron enviándose al Alto Perú. Se trataba de comunicaciones originadas en el Río de la Plata como la “Oración patriótica” del Arzobispo de Charcas que fue impresa en la Imprenta de la Independencia de Buenos Aires, financiada por el mismo Belgrano27. No obstante, el historiador Loza afirma que durante esta expedición este ejército llevaba una pequeña imprenta para la publicación de boletines y proclamas que no he podido corroborar. Hasta entonces, “todos los pasquines, libelos y otros papeles sediciosos que circularon eran manuscritos, imitándose algunos caracteres de imprenta, arte al cual se dedicaban con provecho no pocos calígrafos y maestros de escuela”. Más adelante afirmó, sin embargo que: “En la batalla de Salta (febrero de 1813) el ejército de Belgrano ganó al [realista] de Pío Tristán pero no pudo haber llevado una imprenta porque las vanguardias no llevan elementos que les incomoden28.

Por el contrario, Santiago Vaca Guzmán, basado en la información oral de algún sobreviviente de la guerra, afirmó que Belgrano trajo una imprenta:

A ser exactas las noticias que hemos podido obtener, tomadas de un testigo ocular, los primeros tipos que se introdujeron al Alto Perú fueron conducidos por don Manuel Belgrano, quien llevó consigo en la expedición que se condujo a su cargo una pequeña imprenta manual destinada probablemente a la publicidad de proclamas y documentos oficiales29.

Esta aseveración fue reiterada por Jorge R. Bermúdez, quien sostuvo que como parte del movimiento independentista se produjo simultáneamente la introducción de la imprenta en ciudades tan importantes como Buenos Aires, Montevideo, Caracas y Bogotá. Muchas de ellas fueron volantes o “de caminos” y fue una de este tipo la que se habría establecido en Oruro (Charcas), dejada en

26 Ibíd.27 Viva la Patria. Oración patriótica que con motivo de los gloriosos triunfos de nuestras

armas en Chile dixo el dr. dn. Felipe de Iriarte, Arzobispo de Charcas. Buenos Aires: Imprenta de la Independencia, 1817.

28 Loza, op. cit. (destacado mío).29 Cit. en Unzueta,, Fernando, “Periódicos y formación nacional: Bolivia en sus primeros

años”, en: Latin American Research Review, 35, 2, 2000, pp. 35-72.

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esa ciudad a raíz de la derrota de Vilcapugio (octubre de 1813) por el ejército rioplatense de Manuel Belgrano30.

Todos estos indicios permiten hacer algunas hipótesis provisionales. Si los ejércitos porteños contaron con imprenta en sus filas, éstas funcionaron mo-mentáneamente pues el control de los territorios no era permanente. Ellos no dejaron estas “imprentitas” o imprentas volantes, por ejemplo, a los caudillos guerrilleros alto-peruanos que los apoyaron incondicionalmente.

Solo al finalizar la guerra, el Ejército Libertador de Bolívar y la adop-ción de la imprenta como parte del programa estatal de “ilustración”, posi-bilitaron la incorporación definitiva del arte de Gutenberg en esta parte de Hispanoamérica.

La materialidad de la imprenta y el tipógrafo de guerra

Los conjuntos militares que actuaron en este territorio incorporaron paulati-namente la imprenta como parte de sus recursos de convencimiento, información y campaña. Pequeñas imprentas fueron “llevadas a lomo de mula… transpor-tadas por todo el interior del antiguo virreinato, desde Jauja a Chuquisaca…”31 Es difícil precisar cuántas “imprentitas” existieron en toda la campaña militar, puesto que varias fueron efímeras y otras pasaban de un bando a otro, de acuerdo a las victorias y derrotas militares.

Las imprentas volantes de los ejércitos en campaña formaban parte de los pertrechos militares y tenían el mismo valor que el archivo y el hospital militar en campaña, por lo que era común encontrar en la correspondencia solicitudes para surtir útiles de imprenta junto con el botiquín y las municiones32. Éstas fueron conducidas y manipuladas por los tipógrafos de guerra, al mando de un maestro que conducía estos pequeños talleres tipográficos que consistían en una pequeña prensa junto con una mínima provisión de tipos que cargaban sobre mulas, que “… apenas bastaban para publicar hojas sueltas y cuando más, dos páginas en folio”33.

30 Bermúdez, Jorge R., Gráfica e identidad nacional. Universidad Autónoma Metropolitana Xochimilco: México, 1994.

31 Medina, José Toribio, La imprenta en Arequipa, el Cuzco, trujillo y otros pueblos del Perú durante las campañas de la independencia (1820-1825). Imprenta Elzeviriana: Santiago de Chile, 1904.

32 Pivel Devoto, Juan, La misión de Francisco J. Muñoz a Bolivia (1831-1835), Imprenta El siglo Ilustrado, Montevideo, 1933.

33 Medina, op. cit., 1904.

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Esas pequeñas imprentas estaban a disposición de los jefes militares, quienes elaboraban escritos para ser impresos en boletines, decretos, proclamas, noticias e incluso pequeños periódicos. Ese tipo de impresiones, ambulantes como el equipo en que se imprimían, fueron las primeras en el territorio del Alto Perú. Así: “cada vez que había noticias que comunicar a los soldados españoles… las ventajas alcanzadas por las tropas del rey”, se imprimía una de estas hojas en uno, en dos o en cuatro folios.

El tipógrafo de guerra actuó contratado por los ejércitos, como soldado-operario dentro de la tropa y oficiales o como recluta forzoso de la campaña. El impresor era unas veces un hombre de negocios incorporado a las filas de los ejércitos que podía imprimir con autorización de los jefes militares. Varios emigrados de guerra34, encontraron en la actividad tipográfica una forma de sustento. Los que eran “gente de armas, soldados y oficiales, se salvaron de la indigencia volcándose a los cuerpos argentinos, el elemento civil, trató de ganarse la vida en cualquier forma”. Una de ellas, fue participar dentro de los cuerpos militares dispuestos a adoptar las artes tipográficas35.

Pero la figura predominante fue la del soldado-operario, esto es, tipógrafos reclutados para operar una imprenta de propiedad del ejército, en cuyo caso la impresión no era un negocio autorizado, no tenía fines comerciales sino de propaganda política. En esas circunstancias, el tipógrafo de guerra era, ante todo, un ciudadano armado que ponía su oficio al servicio de la causa para la cual era reclutado, voluntaria o forzosamente, como refirió textualmente el discurso del patriota, escrito en 1811, en Buenos Aires:

El militar no es más que un ciudadano armado, un ciudadano que, olvidando su giro, abandonando su taller, ha hecho un pacto sagrado con la patria, de emplear su genio, sus talentos y sacrificar su vida en la gloriosa carrera de las armas, y en cambio el estado cuida de su subsistencia y toma a su cargo adelantar su fortuna, con los premios a que se haga acreedor”36.

34 Grupo de emigrados políticos de Charcas, principalmente patriotas que fugaron hacia el territorio del Río de la Plata, en tres olas sucesivas entre 1809 y 1815. También existió la ola de emigrados realistas con destino al Cusco, Lima o Europa. Ver Aillón, Esther, “Los tipógrafos y los inicios de la imprenta en Bolivia, en la primera mitad del siglo XIX”. Tesis presentada para optar al grado de Doctor en Historia. México: El Colegio de México, 2007.

35 Canter, Juan, “La instalación de la imprenta Gandarillas”. En boletín del Instituto de Investigaciones Históricas Emilio Ravignani, I, 1926-1927.

36 “Discurso de un patriota”. En Gazeta de buenos-Ayres, 71, Buenos Aires, 1811.

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Durante la guerra, estos premios fueron de tres tipos: reconocimientos mili-tares, sueldo de acuerdo al grado y especialización militar. Por eso, en las filas de los ejércitos, los artesanos, en general, tuvieron un lugar más reconocido que aquellos que no tenían oficio. Tener un oficio artesanal era una ventaja a la hora del reclutamiento de hombres para los ejércitos pues incorporaban con ellos conocimientos que eran volcados a la campaña militar. Carpinteros, armeros, coheteros, orfebres, sastres y fundidores, eran mejor retribuidos so-bre todo cuando mediaban enormes distancias entre el lugar de residencia y el campo de batalla.

En los combates, el tipógrafo de guerra era tomado en ocasiones como parte del botín. En los movimientos de derrotas y victorias de los respectivos bandos, la imprenta y el tipógrafo de guerra eran capturados como trofeo. Por eso, maestro, operarios y pertrechos pasaban de un bando militar a otro, como quedó registrada la toma que hizo el General Realista Pedro Antonio de Olañeta de la Imprenta Volante que era parte de la tropa del General Andrés de Santa Cruz, quien para entonces ya militaba en las filas patriotas:

Al llegar a Calamarca, tomamos ochenta prisioneros armados, 10 cajones de municiones, la Imprenta, su director, José Rodríguez, que fue sorprendido. Ya con ella no seducirán a los pueblos, llenándoles de embustes ni insultarán esta célebre invención que ha ilustrado tanto a las naciones37.

Con la independencia, los tipógrafos –como la tropa y oficiales que actuaron en la guerra– recibieron altos grados militares y privilegios, como se desprende a continuación del párrafo que sigue:

… durante la Guerra de Independencia y en los ejércitos de la patria, el tipógra-fo era equiparado al grado de capitán, gozando de sus preeminencias y, hasta 1855, se hallaba comprendido entre los exceptuados del servicio activo de las armas38.

Ese fue el argumento que presentaron, por ejemplo, los famosos impresores bolivianos Valentín y Rosendo Aillón, en Montevideo, para quedar exentos del servicio militar durante la guerra de la independencia, con lo que continuaron experimentando en la fabricación de prensas, tipos y otros útiles y materiales con los que luego retornaron a Bolivia, en 1825.

37 Parte de Pedro Antonio de Olañeta, General Realista. Calamarca, 1823, cit. en “La prensa en los albores de la república”. En La Razón. La Paz, 6 de Agosto de 1947.

38 Ugarteche, Félix de, La imprenta argentina. sus orígenes y desarrollo (1700-1929). Canals, Buenos Aires, 1929.

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Aunque el tipógrafo de guerra actuaba, con sus productos, entre los oficiales, la tropa, la población del área y el enemigo, no participaba en la elaboración del contenido de los impresos sino en la materialización de los mismos por medio de su oficio. Eran los jefes y oficiales los que decidían qué contenidos iban a ser impresos:

... entregados a su exercicio, [sic] al estudio de ordenanzas, y meditaciones sobre los libros importantes del arte de la guerra, ni pueden frecuentar cada día nuestras tertulias, ni debemos contar siempre con ellos para nuestras inocentes distracciones; pero cuando se trata de deliberaciones, quando [sic] la salud de la patria peligra, quando [sic] amenazan grande males, quando [sic] está en vísperas de que una muerte espantosa acabe con la vida política ¿cómo se han de mostrar indiferentes los militares?39

A diferencia de las imprentas conducidas por operarios americanos en el Alto Perú, en otros contextos de América del Sur los tipógrafos fueron reclu-tados incluso en Europa, buscando mayor experiencia para el funcionamiento de los talleres40.

Lograda la independencia, el tipógrafo de guerra desapareció junto con el momento político que permitió su génesis. Imprentas e impresores transitaron al periodo del caudillismo, otra época convulsiva, que tuvo momentos en los que los tipos de imprenta fueron utilizados para imprimir o para ser fundidos y convertidos en balas41.

La organización de la sociedad Tipográfica de Bolivia (1827): la política pro-imprenta del mariscal Antonio José de Sucre

Después de la independencia en 1825, y la fundación de la República de Bolivia, el Estado adoptó la medida de desarrollar el arte de Gutenberg en el

39 “Discurso de un patriota”, op. cit.40 Por ejemplo, para armar y poner en funcionamiento la Imprenta Portuguesa, la Imprenta

de la Carlota o la Imprenta de la ciudad de Montevideo, obsequiada por la hermana de Fernando VII al Cabildo de Montevideo, se trajeron al tipógrafo español Rafael Palacios y a dos tipógrafos portugueses. Furlong, 1929.

41 Por ejemplo, la “Imprenta del Carmen” de La Paz, en 1875, “cuando estalló en la ciudad una asonada a favor del caudillo don Casimiro Corral; el edificio donde se encontraba la imprenta fue ocupado por los sediciosos que en medio del combate y habiéndoles faltado municiones, cargaron los fusiles con los tipos y destruyeron varios útiles”. Cit. en Paredes, Rigoberto, datos para la historia del arte tipográfico en La Paz. La Paz: Litografía Americana, 1898.

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nuevo Estado, para lo que promovió varias acciones, entre ellas, la organización de una sociedad por acciones.

Durante los tres años de mandato del Mariscal Sucre (1825-1828), se senta-ron las bases para el desarrollo de la imprenta. Este empeño tuvo dos vertientes fundamentales. Por un lado, encargó la repatriación de los impresores Aillón, parte de la generación de emigrados alto-peruanos al Río de la Plata durante la guerra. Por otro, promovió la conformación de una sociedad por acciones, caso del que nos ocupamos ahora.

Brevemente, el caso de Valentín Aillón42 ejemplifica la relación que existió entre los emigrados de la guerra de independencia, la familiarización con el oficio tipográfico y la asociación con el poder económico-político. Me refiero, particularmente, a la relación de Valentín Aillón con el presidente Antonio José de Sucre con referencia al proyecto de construir prensas para la nueva República.

Tras la independencia, y enterado de la existencia y experiencia de los hermanos Aillón que permanecían exiliados en Montevideo, el gobierno de Bolivia propuso su repatriación. Éstos aceptaron la invitación al enterarse del resultado de la Asamblea Deliberante y manifestaron su deseo de volver, llevando los conocimientos adquiridos en su exilio para la construcción de prensas. A su retorno a Bolivia, Valentín procedió a construir más prensas y tipos de impresión, “halagado y estimulado por Sucre para fabricar una segunda imprenta.” Aunque Bolívar manifestó sus reparos, pues no tenía confianza en el retorno de los emigrados del Río de La Plata porque los consideraba adeptos a los caudillos y a la política porteña, respaldó la repatriación.

Sucre inició la política pro-imprenta, no bien derrotó los últimos reductos monarquistas en el Alto Perú, solicitando que las dos imprentas que estaban en manos de los realistas se congregaran en Chuquisaca, donde fueron obse-quiadas a la Universidad San Francisco Xavier, formándose el taller que se conoció con el nombre de “Imprenta de la Universidad”. También permitió la existencia paralela de la “Imprenta del Ejército” que llegó a Chuquisaca con el ejército bajo su mando.

Las medidas adoptadas en 1825 y 1826, para impulsar la construcción de prensas e incentivar el establecimiento de talleres de imprenta oficiales y parti-culares en otras regiones de Bolivia, fue parte de un programa adoptado por su gobierno. Los esfuerzos por repatriar a los hermanos Aillón, tuvieron algunos

42 Los Aillón de este artículo no tienen relación de parentesco con la autora. Ver Aillón, op. cit., 2007.

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resultados en 1827, cuando se estrenaron las primeras prensas construidas en Bolivia bajo la dirección de Valentín Aillón.

Tras el análisis de las circunstancias de su repatriación, los vínculos con el gobierno de Sucre y el establecimiento de talleres de construcción de prensas y tipos, cabe preguntarse cómo se financió este proyecto. La respuesta fue la organización de la primera sociedad por acciones para el desarrollo de la tipografía en Bolivia.

La fundación de la Sociedad Tipográfica de Bolivia se realizó el 1 de marzo de 1827, y respondía a la aparición distintiva del mundo de la imprenta en el ambiente cultural boliviano. Pero también expresa la conjunción de los propósi-tos de una organización identificada con la ilustración, como representantes de la “civilización”, uniendo esfuerzos con los agentes económicos que recibieron con expectativa el ingreso de la tipografía.

La Sociedad Tipográfica de Bolivia definió sus propósitos al ser fundada como una sociedad anónima dedicada a la tipografía que se estructuró en 80 acciones de 100 pesos. Los socios accionistas y fundadores que participaron en esa empresa tipográfica fueron Mariano Enrique Calvo, Joaquín Lemoine, Mariano Dorado, Hilarión Fernández, Antonio José de Sucre, Facundo Infante, Manuel Urcullo, Francisco Medeiros, Francisco Xavier Orihuela, Tomás Frías, Casimiro Olañeta, Reynolds y “otras notabilidades”.

Esta Sociedad representaba la densidad de la elite en Chuquisaca, reunía en su seno a abogados, militares, políticos, patricios de 1809 junto a transmigra-dos de las filas realistas y representantes de los grupos mineros y mercantiles. Expresa que para el despegue de la tipografía boliviana, se unió la destreza y experiencia de los artesanos tipógrafos Aillón, con los “notables” de la ciudad letrada que eran, al mismo tiempo, administradores del Estado y miembros de los grupos mercantiles. De los doce accionistas, ocho eran altos funcionarios de la administración de Sucre. Se encontraban comerciantes que habían participado de los movimientos de 1809 como Joaquín Lemoine; fundadores de la República como el anterior, además de Manuel Urcullo y Casimiro Olañeta. También formaban parte del grupo, liberales que llegaron con el Ejército Libertador, como Sucre y el español Facundo Infante. Otros hombres de Estado como Tomás Frías también estaban en la Sociedad. Dorado, Orihuela y Medeiros eran connotados mineros y comerciantes entroncados con familias de grupos mercantiles de La Plata y Potosí, desde la Colonia.

Dos años después, la misma Tipografía de Aillón y Socios imprimió la lista de los accionistas en 1829. Algunos socios habían cambiado con el relevo de la Presidencia de Antonio José de Sucre. Ese año, el valor de las acciones se

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mantenía en 100 pesos, eran 35 accionistas, varios de los cuales estaban ausentes. Aillón poseía el 50% de las acciones. Observemos el siguiente cuadro:

socios accionistas, número De acciones y Directivas De la

socieDaD tipográfica De bolivia (1828-1829)

N° ACCIONISTA Acc. Directiva 1828 Directiva 18291 GREGORIO ALARCÓN 1 Director Director2 JOAQUÍN ALVAREZ 13 JOSEFA ALVAREZ 14 MARIANO ÁLVAREZ 25 JOSÉ HILARIO ARIAS 16 MARIANO ENRIQUE CALVO 1 Presidente Presidente7 MARIANO DORADO 1 Director8 FELIPE EGUSQUEAGUIRRE 1 Vicepresidente9 HILARIÓN FERNÁNDEZ 2 Director10 TOMÁS FRÍAS 111 GABRIEL GRAZ 4 Vice-Director Vice-director12 JOAQUÍN LEMOINE 1 Director Vicepresidente13 JUAN ESTÉVEZ LIZÁRRAGA 1 Director14 RAMÓN MOLINA 115 PEDRO MORALES 116 MANUEL ORTIZ ZÁRATE 217 FRANCISCO XAVIER ORIHUELA 118 JOSEFA PABÓN 119 MARCELINO ANTONIO PEÑARANDA 1 Director Director20 JOSÉ NARCISO REYNOLDS 1 Vice-director21 JOSÉ VENANCIO ROJAS 122 El heredero de MANUEL TORO 123 V A L E N T Í N A I L L Ó N 40

S O C I O S A U S E N T E S24 JOSÉ MATEO BERDEJA 125 MIGUEL MARÍA AGUIRRE 126 FRANCISCO MANUEL CAVIEDES 1 Vice-Director27 JUAN JOSÉ HOYOS 128 FERNANDO F. DE CÓRDOVA 1

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29 GABINO IBÁÑEZ 130 HIPÓLITO LEMOINE 131 LORENZO MALDONADO 1 Vice-director32 MANUEL MARTÍN SANTACRUZ 133 FRANCISCO IGNACIO MEDEIROS 134 JOSÉ MARÍA SUÁREZ 1 Vice-director Vice-director35 JOSÉ MARÍA CALVIMONTES 1

Total acciones 80

Fuente: “Aviso a los Departamentos”. Sucre, 1829.

De este cuadro se desprende que, a diferencia del primer año, en los años 1828 y 1829, la Sociedad aumentó el número de socios; varios de ellos no vivían en la ciudad y otros estaban asociados a la actividad tipográfica, como Ramón Molina. No obstante, la composición social de esta sociedad refleja igual que en su primera directiva, la conjunción de los letrados con los grupos mercantiles mineros y comerciales de (al menos) Chuquisaca y Potosí.

Aillón tenía el control de la empresa con el 50% de las acciones, siendo previsible que con uno o dos aliados manejara los destinos de la Sociedad. Financió la empresa que le encargó el presidente Sucre asociando a su proyecto a miembros del grupo comercial, mercantil y letrado de Chuquisaca y Potosí. Logró construir el “taller de imprentas” que surtió de prensas y tipos a distintas imprentas de Bolivia durante varios años. Es decir, que una empresa tipográfica sin paralelo en ese tiempo, unió en sus propósitos y sus participantes al poder político con miembros de la elite económica, social y cultural, con prepon-derancia del primero porque el objetivo de esas prensas estaba fuertemente relacionado con el proyecto gubernamental de la naciente Bolivia.

Esta conjunción se aprecia, además, por la propiedad que se atribuye a la “Imprenta La Boliviana” que, en unos documentos aparece como “la imprenta de Aillón” y en otros como la “Imprenta del Estado”, como afirmó René-Moreno: “La Imprenta Boliviana era del Estado donde se estampaban todos los números de la Colección Oficial durante los años 1827, 1828, 1829 y 1830”43.

43 René-Moreno, Gabriel, biblioteca boliviana. Catálogo de la sección de libros y folle-tos. Edición facsimilar preparada por René Arze A. y Alberto M. Vázquez. Fundación Alberto Machicado, La Paz, 3 Vol., I, 1991 [1879].

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Empero, la “Imprenta La Boliviana”, de Aillón, fundada con la Sociedad Tipográfica no tuvo una larga vida. En 1829, sus socios manifestaron que “convencidos de que es imposible la venta de la imprenta, trabajada por el ciudadano Ayllón [sic], la cual no ha correspondido en los resultados, a las es-peranzas que concibieron, deberían tratar de que, puesta en ejercicio, produjera algo a favor del capital insumido en la empresa y fuese útil a la República”. Una de las razones de las pocas ganancias fue, de acuerdo con El Cóndor de bolivia, la impresión de tablas, cuadernos y otros materiales para las Escuelas Lancasterianas de Bolivia “que tanto tiempo han ocupado a la imprenta, se han hecho de balde”. Esto, por el bajo impacto numérico de alumnos que alcanzó esa experiencia pedagógica en Bolivia44.

En consecuencia, proponían ponerla al servicio del público para la impre-sión de hojas sueltas y la reimpresión de hojas interesantes para los lectores o la redacción de un periódico semanal, invitando a los chuquisaqueños a volcarse a esta empresa que fortalecería el debate y daría consejos saludables al gobierno45.

Aillón tuvo luego una azarosa vida política en Bolivia, vivió tres exilios a lo largo de su vida, lo cual quizá no era excepcional para la época. Su último exilio fue en 1847. Después de la batalla de Vitichi, en la que apoyó al gobierno de Velasco, fue perseguido por formar parte de un movimiento popular al que contribuyó con la redacción de una hoja El grito del pueblo. Murió al finalizar la década de 1860.

La Sociedad Tipográfica de Bolivia se creó dentro del ambiente de las asocia-ciones, sociedades de pensamiento e instituciones conexas con la tipografía, que comenzaban a prosperar en el siglo XIX en el entorno hispanoamericano, como organismos aglutinantes de “los amantes de las luces y las letras”; algunas de las cuales desembocaron en la conformación de sociedades tipográficas. Estas sociedades estaban en la base de los futuros gremios tipográficos y reunían a una gama social compuesta por sectores letrados que incluían a escritores, perio-distas, artistas, sociedades científicas, literarias y filantrópicas, y a los operarios de los talleres de imprenta organizados por los propietarios de imprenta.

La Sociedad Tipográfica de Bolivia contribuyó al desarrollo de los años iniciales del arte de Gutenberg dentro del ambiente del asociacionismo cultural del siglo XIX. En esta misma época se crearon otras imprentas del Estado e imprentas privadas, asunto que no abordamos aquí.

44 El Cóndor de bolivia. Chuquisaca, 29 de noviembre de 1827.45 El boliviano. Chuquisaca, 22 de agosto de 1829.

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A manera de conclusiones

La guerra de independencia fue un periodo de aprendizaje fundamental. Desde diferentes ángulos la sociedad experimentó la política de maneras hasta entonces desconocidas. Ni el escrito ni el impreso eran nuevos en Charcas sino la profusión de la temática política alrededor de los cambios de referentes polí-ticos, y la utilización cada vez más intensiva de la imprenta durante la guerra. Hemos visto tres ángulos de la formación del público en la Charcas agonizante y la Bolivia naciente. El texto independentista fue un amplio escenario de la contienda política; los impresos y las prensas bonaerenses jugaron un papel muy importante en la remoción de los valores políticos asociados a la monar-quía y al realismo. Asimismo la guerra fue el escenario para el aprendizaje y generalización del arte de la tipografía. Los soldados-tipógrafos contribuyeron al desarrollo del arte de Gutenberg y a la conformación del oficio del tipógrafo en Bolivia.

La llegada de la imprenta a Bolivia desencadenó procesos en los que cul-tura, economía y política entrelazaron sus intereses al amparo de la política de gobierno del mariscal Sucre, que logró entroncar las destrezas del impresor Aillón y el interés que despertó en sectores económicos. Un grupo mercantil y político vio en la imprenta una posibilidad de invertir y así optaron por par-ticipar en una empresa de asociación cultural, característica del ambiente del siglo XIX en Hispanoamérica.

La formación del público se nutrió también de la esfera del poder político que propició el despegue de la imprenta. Cómo se percibió esta nueva forma de cultura impresa, cómo se amplió el consumo del impreso y cómo se recon-figuró la comunidad receptora con nuevos referentes políticos, es algo que no hemos abordado aquí. Pero sin duda, la imprenta fue un pilar importante en la construcción de los espacios públicos y en el discurso de construcción nacional del primer liberalismo en Bolivia.

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