Cuaderno de notas de "Los lanzallamas", de Rachel Kushner

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Rachel Kushner Cuaderno de notas de Los lanzallamas

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Cuadernos de notas de la novela "Los lanzallamas", de Rachel Kushner. Los lanzallamas comienza con un asesinato y acaba con una desaparición. Entre uno y otra, Reno, su protagonista, va dando bandazos entre preguntas incómodas sobre la libertad y el sentido de las cosas, el poder y la identidad, las graves consecuencias de las acciones políticas y el material insignificante con el que componemos nuestras vidas. Historia de amor y novela de formación a la vez, Los lanzallamas es una obra profunda y radical, fascinante y conmovedora que sigue relampagueando en la mente del lector meses después de terminada su lectura. «Agárrense, éste es un viaje que no querrán perderse.» Ron Charles, The Washington Post «La novela [de Kushner] triunfa porque está llena de historias y relatos todos ellos diferentes y brillantes, todos ellos especiales, todos ellos tremendamente vivos.» James Wood, The New Yorker «Los lanzallamas es un puñetazo en el estómago, y el estilo de Kushner es de una viveza

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Rachel Kushner

Cuaderno de notas de Los lanzallamas

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LA CRÍTICA HA DICHO DE

Los lanzallamas...

«La prosa intrépida y centelleante de Rachel Kushner enciende la es-cena artística neoyorquina de los setenta y el trasfondo italiano de Los lanzallamas.»

–Elissa Schappell, Vanity Fair

«Una de las experiencias literarias más apasionantes y de más alto octanaje que he vivido en diez años […] Con ecos de DeLillo, Docto-row o Carey, Kushner tiene un talento extraordinario que pone al servicio del paisaje, de la vida y del lenguaje. Sería capaz de caminar quinientas millas para conseguir su próximo libro.»

–Colum McCann, autor de Que el vasto mundo siga girando

«Esta novela tiene una confianza pura e inequívoca en sí misma y en el significado de lo que quiere transmitir: eso que no vimos que faltaba en la ficción estadounidense escrita por mujeres hasta que lo encontra-mos en la obra de Kushner. Más que la última novela de moda: un li-bro que cuestiona los esquemas de lo que la convención considera “un gran libro”»

–Laura Miller, Salon

«La vida contemplada con ejemplar intensidad a lo largo de cientos de páginas y miles de frases remachadas con la precisión que sólo da el detalle: ésa es la sensación que deja Los lanzallamas. Eso es lo que es, y no podría ser mejor: Los lanzallamas es una novela política, una

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novela feminista, una novela de sexo y romance, y una especie de thri-ller. Prácticamente en todas sus páginas hay al menos un párrafo que merece ser releído, que vale la pena releer.»

–Tom Bissell, Harper’s Magazine

«[Una] maravilla de novela, enorme, rica… Las frases policromadas [de Kushner] están llenas de esa añoranza y arrepentimiento que tam-bién encontramos en las obras de Thomas Pynchon, cuya influencia se aprecia en toda la novela. Un libro lleno de brillo, grave, de una brutal ausencia de sentimentalismo, y escrito de manera tan espectacular que roza la grandeza.»

–Craig Seligman, Bloomberg News

«La novela de la que más se ha hablado este año […] Los lanzallamas tiene estilo, engancha y es una obra de ficción excelente sobre la esce-na artística y política de los setenta.»

–Ana Djordjevic, Flavorwire

«Muy estimulante… Es imposible no dejarse llevar por el poder que exhibe la autora a la hora de transmitir la vitalidad de la época […] Una novela con una brillante capacidad para captar la relación entre el riesgo y el arte, patente en el retrato que hace de la Edad de la Ino-cencia de Reno… y de Nueva York.»

–Megan O’Grady, Vogue

«De vez en cuando uno da con un libro que quema: tan ardiente, tan brillante, que te nubla la vista. Y al cabo de un rato, todo aquello a lo que mires llevará su marca: tu mundo adquirirá sus tonalidades, des-cubrirás a sus personajes andando por la calle y el corazón te latirá en el pecho durante unas cuantas manzanas, como si acabaras de salvar-te de algo por los pelos. Así es como me sentí después de leer la brillan-te novela de Rachel Kushner, Los lanzallamas.»

–Lauren Groff, autora de Los monstruos de Templeton

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«Este libro es un rescoldo al rojo vivo… Kushner es una contadora de historias nata, aunque vale la pena leerla sólo por sus frases. Pero hay algo más por lo que vale la pena leerla: por su ambición y por su capa-cidad para llevar la novela más allá de los límites de lo personal y de adentrarse en el compromiso con el gran mundo.»

–David Ulin, Los Angeles Times

«[Una] novela sensual, intensa y política […] El atractivo de Los lan-zallamas reside en su prosa deslumbrante y fluida.»

–Bob Minzesheimer, USA Today (Crítica destacada – Tres estrellas)

«[Los lanzallamas] me encantó, de principio a fin.»

–Maria Semple, The New York Times

«[Esta] novela es un rayo que lo enciende todo con su percepción asombrosa y con una precisión increíble, que nos recuerda a la joven Joan Didion.»

–Maud Newton, NPR

«Absorbente… Increíble… Llena de milagros y amenazas.»

–Holly Silva, St. Louis Post-Dispatch

«Brillante y estimulante… Kushner aborda sin miedo temas como el arte, la muerte y la agitación social y, al hacerlo, logra escribir ese tipo de novela implacable y envolvente que obliga al lector a levantar la vista y comprobar que la habitación en la que estaba no ha desapare-cido sin que se diera cuenta.»

–Eugenia Williamson, The Boston Globe

«Reno, la protagonista de la novela de Rachel Kushner Los lanzalla-mas, es exactamente igual que la propia novela: bella, ambiciosa y entregada a la observación profunda de la sociedad. La señora Kush-

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ner capta toda la energía y el artificio del mundo del arte, pero tam-bién disecciona las nociones de clase, género y modernidad. No soy capaz de recordar cuál fue la última novela que leí que contuviera tantos ingredientes, utilizados con tanta brillantez.»

–Tash Aw, The Wall Street Journal

«Valiente, llena de confianza y de una profunda imaginación.»

–Peter Carey, The Sydney Morning Herald

«Kushner escribe como una llamarada.»

–Karen Long, The Cleveland Plain Dealer

«[Kushner] es una maestra de la ambientación: crea mundos, no habi-taciones. Una de las maniobras más sorprendentes del libro es su ca-pacidad para representar el mundillo del arte neoyorquino con abso-luta verosimilitud… Kushner, que ha escrito mucho sobre el arte, sabe cómo imbuir a sus textos veneración, extravagancia y humor a partes iguales.»

–Christopher Bollen, Interview

«Brillante… A través de una moto Valera, Kushner vincula con gran astucia el mundo del arte de los setenta con los movimientos de van-guardia de principios del siglo xx. La notable capacidad de Kushner para mezclar historias personales e interpersonales y su prosa, bella e intensa, mantienen a la novela a salvo de cualquier intento senten-cioso.»

–Ben Lerner, Frieze

«Una armonía densa, hermosa, polifónica, que recuerda a Bolaño.»

–Jesse Barron, The Paris Review Daily

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«Estimulante, de gran complejidad psicológica y de una intensidad perfecta: estamos ante una novela contemporánea apasionante, con muchas probabilidades de convertirse en un referente cultural.»

–Emily Temple, Flavorwire

«Una historia de amor sobre una revolución… Muy sentida y profun-damente humana, embriagadora… [Los lanzallamas] deja una pro-funda impresión al lector de nuestra era, y se leerá durante muchos años.»

–Geoff Mak, Vol. 1. Brooklyn

«[Los lanzallamas] explota en infinitas direcciones, en el tiempo y el espacio: lleva al lector a recorrer continentes y océanos casi por todo el mundo, y le introduce en las profundidades de las almas de sus vívidos personajes, que habitan en una era oscuramente vívida… La ficción de Kushner está plagada de personajes, de historias y de Historia, de da-tos… Está tan viva, dentro de sus mundos específicos e imaginados, que da la impresión de que podría estallar. Pero eso no ocurre. Y tal vez esa sea la razón por la que Rachel Kushner va camino de la grandeza.»

–Bill Morris, The Millions

«Los lanzallamas es un puñetazo en el estómago, y el estilo de Kush-ner es de una viveza extraordinaria… Su mundo no sólo cobra vida y salta de la página: se hincha y se instala en el cerebro del lector, ejer-ciendo sus capacidades proféticas.»

–Josh Davis, Time Out New York

«La segunda novela de Kushner se desarrolla bien superado el límite de velocidad y sin contar con dispositivo de seguridad alguno. Pero la fina-lista del National Book Award nunca pierde el control… Inolvidable.»

–Yvonne Zipp, The Christian Science Monitor

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«Una joven artista de Nevada, enamorada de las motos, encontrará intrigas y traiciones en el Nueva York de los setenta.»

–People

«Deslumbrante… Rachel Kushner nos introduce en el epicentro –al rojo vivo– de los setenta: el arte conceptual, las carreras de motos, la clase adinerada italiana y los secuestros y las actuaciones terroristas descontroladas que la aquejaron. Una irresistible mezcla de alto octa-naje. Kushner aborda sin miedo los grandes interrogantes: la autenti-cidad, la elección… [y] la clase social… [Una] novela generosa, ambi-ciosa y original.»

–Cristina García, The New York Times Book Review

«Provocativa y apasionante… [Una] novela compleja, exigente y alta-mente inteligente sobre los impostores que no emite una sola nota en falso.»

–Anne Chudobiak, The Montreal Gazette

«[Una] novela imaginativa que se mueve a un ritmo trepidante.»

–Jeff Baker, The Oregonian

«Rachel Kushner entrelaza la historia de un industrial italiano con la de una joven que se insinúa en la escena artística neoyorquina de los seten-ta y lo hace con tal maestría que convierte a Los lanzallamas en ese tipo de novela que seduce lentamente, hasta que el lector no puede dejarla.»

–Sherryl Connelly, New York Daily News

«Lo que corre peligro en Los lanzallamas, como veremos, es la liber-tad. Pero no la libertad ultranacionalista del imperialismo norteame-ricano, sino la Libertad con mayúscula: la libertad existencial, mate-rial y humana.»

–Joshua Furst, The Jewish Daily Forward

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«Con sus equilibradas descripciones de la época y el lugar, la fuerza de sus diálogos, su sentido del viaje, tanto del viaje real como del viaje existencial… esta chica sabe escribir. Y ya estamos esperando la si-guiente muestra de su extraordinaria imaginación.»

–Karen Brady, The Buffalo News

«Los lanzallamas no sólo logra atrapar la violenta energía de las ma-nifestaciones políticas italianas: también transmite la intensidad del Nueva York más radical en su expresión de las artes visuales con su prosa brillante y tumultuosa.»

–Jimmy So, The Daily Beast

«Es tan buena que asusta. Hace que todos esos discursos que se pre-ocupan sobre el estado de la novela actual parezcan simples bobadas.»

–Hermione Hoby, The Guardian

«Provocativa y brillante.»–The Sunday Times Style

«Esta rutilante novela, la segunda de Kushner, está cuidadosamente estructurada, sin dejar de resultar estimulante para el lector.»

–Duncan White, The Telegraph

«Una novela fascinante, que encandila… Una novela profundamente inteligente y que engancha, que emplea todas las virtudes de la narrativa de antes para celebrar los absurdos y triunfos del arte de nuevo cuño.»

–Jake Kerridge, Sunday Express

«Aun con toda esa pasión política y lo riguroso de su investigación, Los lanzallamas sale adelante propulsada por la energía de su poder narrativo. Y es esa energía la que sitúa al libro en un estado de revolu-ción continua y la que enriquece nuestra conciencia de la Historia.»

–David Winters, The Independent

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«Los lanzallamas es una bestia extraña y fascinante, llena de ideas y sustentada por la propulsión muscular de la prosa de Kushner, que emerge como artista llena de talento con un cuaderno de dibujo entre las manos, que llenará de escenas apasionantes y atractivas.»

–Robert Collins, The Sunday Times

«Los lanzallamas se sirve con un juego de fuegos artificiales en forma de escenas llenas de agilidad, rivalidades entre artistas, tensión entre extremistas, y la complicada historia de una familia adinerada… Kus-hner se arriesga y confía en la fuerza de su prosa densa, que aumenta con su abrumadora bravuconería.»

–Eileen Battersby, The Irish Times

«Kushner observa los círculos artísticos neoyorquinos de finales de los setenta con sarcástica precisión y con humor incisivo, y utiliza la ama-bilidad descriptiva de Reno para llenar sus páginas de retratos de gran viveza y estrafalarios cameos… La novela [de Kushner] es todo un logro precisamente porque no cae en la conectividad paranoide ni en el universalismo deliberado. Al contrario: triunfa porque está llena de historias y relatos todos ellos diferentes y brillantes, todos ellos espe-ciales, todos ellos tremendamente vivos.»

–James Wood, The New Yorker

«Los lanzallamas se despliega dando lugar a una pantalla más grande y más nítida que la que muestra cualquier novela americana de los últimos tiempos, que yo recuerde. Sucede ante nosotros como si se proyectara en una sala de IMAX, o tal vez como si se hubiera rodado utilizando una película con más grano de lo habitual… pero lo cierto es que Kushner sabe escribir. Su prosa demuestra un aplomo, un tien-to, y una riqueza de matices morales que nos recuerda a Robert Stone o a Joan Didion… [Kushner] exhibe una sensibilidad constantemente alerta ante la belleza alocada, sensual, a veces devastada… Persuasiva y conmovedora. Provocadora.»

–Dwight Garner, The New York Times

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«Veinte de esas brillantes páginas [de Los lanzallamas] pueden supo-ner la carrera de un escritor: una escena de la vida nocturna neoyor-quina es una pincelada de comedia, conmoción y violencia. Pero lo que realmente sorprende es su capacidad para conducir esa trama zig-zagueante con una maestría tal, que puede incluso dejarla sin control de vez en cuando… Los lanzallamas se cierra con dos fotografías in-creíbles: una en negro, y otra en blanco. Las dos resultan tan llamati-vas como esas imágenes del desierto que Reno se empeña en captar, pero tienen una riqueza y una capacidad evocativa aún mayor. Agá-rrense: éste es un viaje que no querrán perderse.»

–Ron Charles, The Washington Post

«[Los lanzallamas] comienza con un asesinato y acaba con una des-aparición. Entre uno y otra, va dando bandazos entre preguntas incó-modas sobre la libertad y sobre el sentido de las cosas, el poder y la identidad, las graves consecuencias de las acciones políticas y el mate-rial insignificante con el que componemos las vidas propias y ajenas. Los lanzallamas emerge en medio de una acumulación de capas for-madas por alusiones, recuerdos, obras de arte imaginadas y sinopsis de películas reales o inventadas: un mundo elaborado como si fuera un collage, delicadamente orlado de suspense.»

–Mindy Farabee, San Francisco Chronicle

«Un retrato incisivo y fascinante de una joven que trata de encontrar su camino.»

–Library Journal (crítica destacada)

«Kushner, con su incisiva capacidad de observación, muestra lo que supone eliminar la línea que separa la vida del arte en un estudio neo-yorquino o la que separa la vida de la muerte en las batallas callejeras de Roma. Kushner ha forjado una historia cosmopolita de creatividad y destrucción plagada de detalles incandescentes y de un dramatismo propulsivo.»

–Booklist (crítica destacada)

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«La exploración psicológica que Kushner hace de sus personajes es siempre incisiva. La novela está salpicada de sutiles detalles que nos trasladan a los setenta, y llena de descripciones de la época y de los lu-gares que nos hacen sentir verdaderamente como si estuviéramos allí.»

–Publishers Weekly (crítica destacada)

«Una novela sobre arte y política, pero también sobre las motos y la velocidad… Emocionante.»

–Kirkus Reviews (crítica destacada)

«Kushner está subiendo como la espuma: una novelista prodigiosa y que emociona.»

–Jonathan Franzen, autor de Libertad

«No tenía ni idea de cómo una novela podía ser a un tiempo erótica e inteligente. Ahora lo sé, aunque Los lanzallamas tiene su propia cate-goría entre los libros cautivadores. Y Kushner es la abanderada de lo extraño, lo maravilloso y lo real.»

–Rivka Galchen, autor de Atmospheric Disturbances

«En esta novela tan audaz, intrépida, romántica y de la desilusión, todo a un tiempo, atrevida desde el punto de vista intelectual e incluso subversiva, Rachel Kushner ha conseguido crear probablemente el personaje de la ingenua americana en el extranjero más atractivo que se conoce: Daisy Miller, en su capacidad de aguda observadora, o simplemente Reno, la vulnerable Reno piloto de motocicletas y aspi-rante a artista en la agitada Nueva York de los setenta o en la Italia de las Brigadas Rojas.»

–Francisco Goldman, autor de Di su nombre

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La primera foto que clavé en la pared para inspirarme cuando empecé a escribir lo que acabaría siendo mi novela Los lanzallamas fue la de una mujer con un trozo de cinta adhesiva en la boca. Esa mujer flotó sobre mi escritorio con su mirada grave, casi de asesina: llevaba pintu-ra de guerra en las mejillas y unas trenzas rubias le enmarcaban el rostro. Esas trenzas suponían un contrapunto travieso para la intensi-dad de la imagen, porque la pintura de guerra no era traviesa en abso-luto. Los trazos formaban esquirlas blancas, frías, que daban al rostro el aspecto de estar tallado en un bloque de hielo. No me fijé mucho en la cinta adhesiva que le cubría la boca (que era, en realidad, una tirita puesta sobre la foto, y no sobre los labios de la mujer). Pero esa ima-gen terminó en la sobrecubierta de Los lanzallamas. Una criatura del lenguaje, silenciada.

La segunda imagen era la del ingeniero de Ducati, Fabio Taglioni, posando tras una 750 GT del 71. La moto es de un color naranja me-talizado, y Taglioni viste un traje Brioni de sport. No tenía ninguna imagen de una chica montada en una moto, aunque el libro empieza con el narrador pilotando una por los circuitos de velocidad terrestre de Bonneville. La chica de la motocicleta era el título de una película protagonizada por Marianne Faithfull y Alain Delon (que en algunos países de Europa, como por ejemplo en Italia, se proyectó bajo el títu-lo de Naked Under Leather, «desnuda bajo el cuero»). En la escena más complicada a Marianne Faithfull le dobla un hombre bastante corpulento con una peluca rubia, como puede verse si se pasa la pe- lícula a velocidad lenta.

La foto de la joven con la pintura de guerra era de un documento de archivo de la Italia de los setenta, y para mí simbolizaba el germen de la

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insurrección que se apoderó del país en esa década. Ese germen tenía un nombre propio: «Autonomia». Autonomia era un movimiento, una oleada de gente no organizada que recorrió toda Italia, gente que se unió por distintos motivos y en distintos momentos para participar en actos al margen de la legalidad con el afán de encontrar una forma de acción y de construir vínculos de unión en un país donde la clase traba-jadora era impotente y tenía otra clase trabajadora por debajo, que vi-vía en condiciones de esclavitud. Y la encontraron: encontraron esa manera de actuar, unas veces llevados por el júbilo y otras por la rabia, siempre predispuestos a la revuelta, a la que acabaron sucumbiendo. Era una oleada humana formada por capas, la más violenta, sombría y clandestina de las cuales (que paradójicamente acabó por ser la más vi-sible y extendida) fueron las Brigadas Rojas. Los setenta en Italia se perfilaban como un tema perfecto para una obra de ficción, porque siempre acababa topando con material de trabajo de esa época: aunque todo empezó cuando conocí a una mujer italiana, de gran magnetismo, que no hablaba mucho y que, cuando yo le pregunté, inocente, qué es-taba haciendo en aquellos tiempos, qué cosas le interesaban, me miró fijamente y me respondió: «Niente». Había sido la novia de un terroris-ta de las Brigadas Rojas, según me enteré después. Aquel «niente» de su respuesta no significaba «nada»; significaba: «no me involucré en eso que vosotros llamáis trabajo. O intereses». Y podría añadir que conocí a aquella mujer en una casa junto al Lago de Como que estaba plagada de recuerdos fascistas de la madre de no sé quién: bustos de Mussolini y frases de D’Annunzio grabadas en el mármol.

Y esto enlaza con la tercera imagen que clavé en la pared mientras escribía: era la imagen de dos caballeros bien parecidos en la época de la Primera Guerra Mundial, en una motocicleta arcana con un sidecar en forma de bala. De los dos caballeros, el que va en el sidecar –pasi-vo, a merced del que controla el manillar– parece muy seguro de sí mismo. En realidad se parece a F. T. Marinetti. Así que hice como que era él, y me pregunté: «¿Por qué esta gente nunca construyó nada?» Dibujaron todo tipo de vehículos sobre el papel. Dijeron que la guerra era la única forma de higiene con que contaba el mundo. Pero no te-nían ninguna relación en absoluto con el mundo de la ingeniería, de las fábricas, de las máquinas o de las municiones, salvo que alguno de ellos perdió algún miembro –o la vida– en la guerra. Pero eso les sucedió a un montón de soldados, sin ser futuristas.

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Hay dos hilos argumentales importantes en Los lanzallamas: Italia en 1977, la cresta del movimiento, y el Nueva York de los setenta, una época que siempre me ha fascinado, cuando la ciudad tenía esa espe-cie de halo de Detroit: sin dinero, despojada de su base industrial y llena de basura. Grandes áreas del centro se convirtieron en zonas li-beradas de abandono, llenas de artistas y delincuentes. El apagón de 1977 ocupa un lugar especial en mi corazón: fue «el apagón malo», si se le compara con el de 1965, «el apagón bueno», cuando la gente se quedó en sus casas y se portó bien: ese acontecimiento cuyas textu-ras reprodujo DeLillo de manera tan memorable en Submundo.

Yo quería conjurar ese Nueva York que fue crisol de energías, soni-dos y sensaciones, y no un simple telón de fondo, un lugar que puede resolverse desde el punto de vista histórico, sociológico y urbanístico. Quería mostrarlo como una entidad que no podía reducirse porque se había convertido ya en personaje, al igual que un personaje de ficción bien desarrollado no puede reducirse a causas, razones y acontecimien-tos. Miré un sinfín de fotografías y estudié otras pruebas que me remi-tían al centro de Nueva York y al arte de mediados de los setenta. Tal vez una persona funciona como una especie de imán pervertido y por eso yo sólo encontraba imágenes de mujeres desnudas y de pistolas. El grupo llamado Up Against the Wall Motherfuckers, que aparece en la novela como ficticio, empapeló el Lower East Side a finales de los sesen-ta con carteles que decían: BUSCAMOS GENTE A LA QUE LE GUSTE DIBUJAR, con la imagen de un revólver. Ya me había encontrado con un montón de pistolas cuando investigaba sobre Italia: los elementos más activos del movimiento Autonomia tenían como arma oficial la Walther P38, que solía representarse con el pulgar hacia arriba y el dedo índice doblado. Vi cientos de imágenes de las revueltas de Roma, centenares de miles de personas de entre los cuales una décima parte, según me di-jeron, iban armados. Diez mil individuos recorriendo las calles de Roma con una pistola en el bolsillo. Pero entre los artistas de Nueva York, la verdad, no había esperado encontrar pistolas. Sin embargo, eso fue lo que encontré: muchas pistolas, como ya he dicho, y muchas mujeres desnudas. A veces, ambas en la misma imagen: Hannah Wilke con san-dalias de tiras de tacón alto y una pistolita en la mano; igual que Honey West, sólo que desnuda. Pero la mayor parte de las veces eran los hom-bres los que posaban con pistolas: William Burroughs, William Eggles-ton, Sandro Chia, Richard Serra. Y los dibujos de pistolas de Warhol.

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Chris Burden en los alrededores de Los Angeles, con un amigo que le dispara. Y mujeres sin ropa: Carolee Schneemann, Valie Export, Fran-cesca Woodman, Ana Mendieta… Y Marina Abramovic, que une los dos elementos: aparece desnuda y con un hombre apuntándole a la ca-beza con una pistola cargada. ¿Qué significaba todo aquello? Muchas cosas, no me cabe duda. Pero para empezar, significaba que los artistas estaban saliendo del estudio. Ahora el arte tenía una temática que no era vendible: empleaba gestos, cuerpos. Se desarrollaba en libertad, en un ámbito donde un tipo podía disparar un rifle, conducir una moto por el lecho seco de un lago drenado. Podía poner un montón de lo que fuese en el suelo… de basura, por ejemplo, o de troncos de madera. Podía meter una carretilla mecánica en un museo, o un coche de carre-ras. Pero todo eso es Historia del Arte. ¿Qué significaba para mí, para mi futura novela? Me enfrentaba a los placeres y a los quebraderos de cabeza de unir de algún modo a aquellas mujeres desnudas con las pis-tolas, de definir los rasgos de un campo narrativo: uno específico, en el que un narrador femenino, que tiene la última palabra y técnicamente todas las palabras, se ve continuamente sobrepasado, eclipsado y silen-ciado por el universo, muy masculino, de la novela en la que habita. Ésa fue la contradicción que tuve que bandear al tiempo que encontraba el modo de fundir lo que por naturaleza no eran más que imágenes icóni-cas, estáticas, con una corriente de vida: vida narrativa real.

Luego, a medida que iba escribiendo, otros acontecimientos de mi propio tiempo, de mi propia vida, empezaron a hacer eco a los que aparecían en el libro, como si estuviera jugando a un juego de llamada y respuesta. Mientras escribía sobre los subversivos de extrema iz-quierda se publicó en Estados Unidos un libro escrito por un colectivo francés anónimo. Se titulaba The Coming Insurrection (La insurrec-ción que viene) y sus responsables fueron arrestados en Francia. Mien-tras escribía sobre las revueltas, éstas empezaban a estallar en Grecia. Cuando escribía sobre los saqueos, empezaron los saqueos descontro-lados de Londres. El movimiento Ocupa nació en el campus de la Universidad de California, y resurgió más tarde como fenómeno mun-dial. Cuando tuve que describir los efectos de los gases lacrimógenos en una novela sobre los setenta me bastó, para documentarme, con ver las imágenes actuales que llegaban de Oakland, California.

En 1978 las Brigadas Rojas asesinaron al líder de la Democracia Cristiana y ex primer ministro italiano Aldo Moro. Ese mismo año

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Guy Debord rodó su última película, In girum imus nocte et consumi-mur igni. El famoso palíndromo en latín que la da título puede tradu-cirse así: «damos vueltas en medio de la noche, dentro de un círculo de fuego». La película incluye muchas fotos fijas que miré y analicé mu-chas veces mientras escribía. La relación de Debord con las mujeres y con las chicas jóvenes es muy extraña: sugiere que han sido utilizadas para alimentar una cultura banal del consumo (por ejemplo, para ven-der jabón) y sin embargo ve que él disfruta viéndolas en bikini, con su carne joven y su sonrisa dulce, cuando edita la imagen para encajarla en el fotograma. Mientras trabajaba conocí a una mujer que era ami-ga del único Situacionista del que Debord no renegó: el enigmático, el tristemente célebre Gianfranco Sanguinetti. «¿En qué anda metido?», pregunté enseguida. «¿Qué hace ahora?». La mujer se encogió de hombros y, con enorme frialdad y desdén, respondió: «Vive».

Alguna otra película, además de la de Debord, constituyó una importante fuente de inspiración: Wanda, de Barbara Loden, sobre una mujer que no duda en tirar su vida por la borda; o News from Home de Chantal Akerman, en la que la cámara recorre las calles desiertas del Bajo Manhattan. Anna, de Alberto Grifi y Massimo Sarchielli, es la madre de todas las películas sobre la Italia de los se-tenta. Y un dato curioso: Taxi Driver, clasificada X, pasó a ser clasi-ficada R cuando los productores retocaron el color rojo para que fuese menos intenso. The Feature, de Michel Auder, que vi en An-thology Film Archives: aparte de mí sólo había en la sala un anciano que arrugaba una bolsa de papel mientras Auder se gastaba el dinero de Cindy Sherman en prostitutas, imbuido en un papel de tipo des-preciable que bordó. Antes de casarse con Sherman Auder había es-tado con Viva, la superestrella de Warhol. Viva salió luego con el fotógrafo William Eggleston, en la época en que vivía en el Hotel Chelsea: justo después de que él hiciera Stranded in Canton, en la que sus amigos de Memphis salen jugueteando con pistolas y no paran de hablar, llevados por la metacualona.

Apelar a las imágenes es lanzar una petición de amor: siempre que-remos algo más que su gloria silente. Queremos que nos den una pista, una clave, un resquicio para salir a un espacio abierto, para dar con un registro, o con un tono, sin el cual el novelista se siente perdido.

Con estas imágenes empecé a escribir Los lanzallamas. Cuando terminé, me di cuenta de que tenía una reserva oculta, inmensa.

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Rachel Kushner

Los lanzallamas es su segunda novela y ha sido finalista del National Book Award en 2013 y uno de los diez mejores libros de ese año según el New York Times. Nombrado el libro más popular entre los críticos del Time, Los lanzallamas ha conquistado todas las listas de los mejo-res libros del 2013, incluyendo las de la BBC, Time, Vogue, Oprah, Slate, Guardian, y el New Yorker. El New York Magazine lo declaró el libro número 1 del 2013. La novela debut de Kushner, Télex desde Cuba, fue finalista del National Book Award en 2008, y del Dayton Literary Peace Prize, ganadora del California Book Award, y del New York Times Notable Book. Kushner es la única escritora que ha sido nominada al National Book Award por su primera y segunda novela. Su narrativa y ensayos han sido publicados en The New York Times, Guardian, Financial Times, The Paris Review, y Artforum. Es benefi-ciaria del Guggenheim Fellowship del año 2013.

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Título de la edición original de Los lanzallamas: The FlamethrowersTraducción del inglés: Amelia Pérez de Villar

Publicado por:Galaxia Gutenberg, S.L.

Av. Diagonal, 361, 1.º 1.ª A08037-Barcelona

[email protected]

Círculo de Lectores, S.A. Travessera de Gràcia, 47-49, 08021 Barcelona

www.circulo.es

Primera edición de Los lanzallamas: marzo 2014

© Rachel Kushner, 2013© de la traducción: Amelia Pérez de Villar, 2014

© Galaxia Gutenberg, S.L., 2014© para la edición club, Círculo de Lectores, S.A., 2014

Quedan reservados los derechos de todas las imágenes incluidas en este cuaderno de notas.

Preimpresión: Maria GarciaDepósito legal: B. 24105-2013

ISBN Galaxia Gutenberg: 978-84-15863-81-6ISBN Círculo de Lectores: 978-84-672-5807-3

N.º 34371

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