CUADERNO CARITAS 12 · 6 Repercusión Social de la Fe. “Año de la Fe”. Principios de la...

Formación para las Cáritas

Parroquiales

Curso 2012-2013

Formación para las Cáritas ParroquialesCurso 2012-2013

REPERCUSIÓN SOCIAL DE LA FE“Año de la fe”

Principios de la Doctrina Social de la Iglesia y su vinculación con el

Modelo de Acción Social de Cáritas.

4 Repercusión Social de la Fe. “Año de la Fe”. Principios de la Doctrina Social de la Iglesia y su vinculación con elModelo de Acción Social de Cáritas. Curso 2011-2012

5Repercusión Social de la Fe. “Año de la Fe”. Principios de la Doctrina Social de la Iglesia y su vinculación con elModelo de Acción Social de Cáritas. Curso 2011-2012

Cáritas Diocesana de CórdobaC/ Pérez de Castro, 414001 CORDOBAwww.caritascordoba.es

Material elaborado por Cáritas Dicesana de Cordoba para la formación y animación comunitaria de las Cáritas Parroquiales.

IMPRIMÁTURDemetrio Fernández González, Obispo de Córdoba.5 de septiembre de 2012.

INDICE

PRESENTACIÓN .…………………............………………………............……….. 5

SUBRAYADOS DEL PAPA PARA EL AÑO DE LA FE “PORTA FIDEI” …………………………...............................…..........……….... 7

FORMACIÓN Y REFLEXIÓNPRINCIPIOS DE LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA .............. 13 Introducción ……………………….....................…………......…………. 15 La persona humana y su dignidad …………….....................………. 17 Cuestionario para compartir en grupo ……………....................…. 20

La solidaridad …………………………………..........................………… 21 Cuestionario para compartir en grupo ……...................…………. 24

El bien común ………………………………….............................……… 25 Cuestionario para compartir en grupo ……….........................…. 28

La justicia …………………………………..............................….……….. 29 Cuestionario para compartir en grupo ………......................……. 34

COMPARTIMOS LA FE A LA LUZ DE LA PALABRA DE DIOSORACIÓN Y ENCUENTRO ………………………....................….........…… 35 Oración y encuentro ……………........…....……....................……….. 37 La persona es lo primero ……………………........................……….. 38 Lo que nos pueden enseñar los pobres ………....................…….. 41 Dadles vosotros de comer ……………………...........................…… 43 No excluir a nadie …………………………….............................…….. 45



PRESENTACIÓN

Como cada año, Cáritas Diocesana presenta un material formativo para todos los grupos parroquiales de Cáritas. El reto no es otro, sino ofrecer un cauce común de formación doctrinal que consolide los cimientos de nuestra vocación y misión, junto con el aprendizaje de herramientas y métodos que mejoren nuestras acciones e intervenciones a favor de los más desfavorecidos.

Es posible, que la conclusión a la que llegamos, después de la reflexión y profundización de los temas propuestos en cada curso, nos parezca siempre parecida, pero las dimensiones que conlleva el ministerio de la caridad son múltiples y el compromiso que se desprende a nivel personal y comunitario es tan rico y profundo, que solo avanzando por esta vía de formación comunitaria, iluminados por la Palabra de Dios y la Doctrina Social de la Iglesia, podremos llegar a redescubrir la verdadera Caridad de Cristo y ponerla por obra.

El Papa Benedicto XVI ha querido convocar en este año, un “Año de la fe”. Sin duda un año importante para dedicarse a reavivar y a profundizar los contenidos de nuestra fe. Para nuestros grupos parroquiales de Cáritas, “será también una buena oportunidad para intensificar el testimonio de la caridad”. Nos recuerda el Papa que, “la fe sin la caridad no da fruto, y que la caridad sin fe sería un sentimiento constantemente a merced de la duda. La fe y la caridad se necesitan mutuamente, de modo que una permite a la otra seguir su camino. Gracias a la fe podemos reconocer en quienes piden nuestro amor el rostro del Señor resucitado,”1 “Cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis”2

REPERCUSIÓN SOCIAL DE LA FE

1 Porta Fidei. Nº 142 Mt 25, 40


Teniendo como fondo el “año de la fe” y el compromiso social que se desprende de su vivencia, es importante reflexionar sobre la estrecha vinculación entre la FE que profesamos y la OBRAS que realizamos. Tal como nos dice Benedicto XVI “volver a aprender la fe, para vivirla con mayor conciencia y madurez en la vida cotidiana.”3 El Año de la fe, nos aporta pautas concretas de acción. Ya que ahondar en los cimientos de la fe de la Iglesia, es al mismo tiempo, penetrar en el mensaje de su Doctrina Social y de su incidencia en la misión de Cáritas, hoy.

Invitaros a todos los grupos de Cáritas a leer, reflexionar y trabajar este material con ilusión y empeño. Estamos seguros de que nos ayudará a vivir con más hondura nuestro servicio a favor de los últimos y no atendidos de nuestra sociedad.

Manuel Mª Hinojosa PetitDelegado Diocesano.

3 La alegría de la fe. Pag.5. Benedicto XVI

“la puerta de la fe”

SUBRAYADOSDEL PAPA

PARA EL AÑO

DE LA FE

“PORTA FIDEI”



Antes de adentrarnos en los puntos de reflexión sobre la Doctrina Social de la Iglesia, es conveniente que iniciemos una lectura pausada sobre la Carta Apos-tólica PORTA FIDEI “La Puerta de la fe”, que el Papa nos dirige a todos en este “Año de la fe”, con el fin de que renovemos y avivemos la fe y los valores inspi-rados por ella.

A continuación transcribimos algunos subrayados del Papa, que nos ayu-daran a penetrar con mayor hondura en el mensaje social que este año vamos a profundizar y que nacen de una vida de fe viva, renovada y comprometida.

“EXIGENCIA DE REDESCUBRIR EL CAMINO DE LA FE”

“La puerta de la fe” (cf He 14, 27), que introduce en la vida de comunión con Dios y permite la entrada en su Iglesia, está siempre abierta para nosotros. Se cruza ese umbral cuando la Palabra de Dios se anuncia y el corazón se deja plasmar por la gracia que trasforma. Atravesar esa puerta supone em-prender un camino que dura toda la vida”. (nº 1)

El Papa subraya ”la exigencia de redescubrir el cami-no de la fe para iluminar de manera cada vez más clara la alegría y el entusiasmo renovado del encuentro con Cristo. (…) Sucede hoy con frecuencia que los cristianos se preocupan mucho por las consecuencias sociales, culturales y políticas de su compromiso, al mismo tiempo que siguen considerando la fe como un presupuesto obvio de la vida co-mún. Este presupuesto no solo no aparece como tal, sino que incluso con frecuencia es negado, (…) a causa de una profun-da crisis de fe que afecta a muchas personas”. (nº 2)

“… UN TIEMPO DE REFLEXIÓN”

(,,,) “Debemos descubrir de nuevo el gusto de alimentarnos con la Palabra de Dios, transmitida fielmente por la Iglesia, y el Pan de la vida, ofrecido como sustento a todos los que son sus discípulos. (…) Para ello, vamos a vivir un tiempo de especial reflexión y redescubrimiento de la fe. Toda la Iglesia podrá adquirir una “exacta conciencia de su fe, para reanimarla, para purificarla, para confirmarla y para confesarla” (nº 3 y 4)

SUBRAYADOS DEL PAPA PARA EL AÑO DE LA FEPORTA FIDEI “La puerta de la fe”



“… UN TIEMPO DE RENOVACIÓN”

“La renovación de la Iglesia pasa también a través del testimonio ofre-cido por la vida de los creyentes: con su misma existencia en el mundo, los cristia-nos están llamados efectivamente a hacer resplandecer la Palabra de verdad que el Señor Jesús nos dejó”(...)

“El año de la fe es una invitación a una auténtica y renovada conversión al Se-ñor, único Salvador del mundo. Dios, en el misterio de su muerte y resurrección, ha revelado en plenitud el Amor que salva y llama a los hombres a la conversión de vida mediante la remisión de los pecados (cf He 5, 31 (…) Gracias a la fe, esta vida nueva plasma toda la existencia humana en la novedad radical de la resurrec-ción. (…) La “fe que actúa por el amor” (Gal 5,6) se convierte en un nuevo criterio de pensamiento y de acción que cambia toda la vida del hombre”. (nº 6)

“La caridad de Cristo nos apremia” (II Cor 5,14): es el amor de Cristo el que llena nuestros corazones y nos impulsa a evangelizar.(…) hoy es necesario un compromiso eclesial más convencido a favor de una nueva evangeliza-ción para redescubrir la alegría de creer y volver a encontrar el entusiasmo de comunicar la fe. (…) La fe, en efecto, crece cuando se vive como experiencia de un amor que se recibe y se comunica como experiencia de gracia y gozo. Nos hace fecundos, porque ensancha el corazón en la esperanza y permite dar un testimonio fecundo: abre el corazón y la mente de los que escuchan para acoger la invitación del Señor a aceptar su Palabra para ser sus discípulos. (…) La fe sólo crece y se fortalece creyendo; no hay otra posibilidad para poseer la certeza sobre la propia vida que abandonarse en las manos de un amor que se expe-rimenta siempre como más grande porque tiene su origen en Dios”. (nº 7)

“… UN TIEMPO DE FORMACIÓN-COMPRENSIÓN”

“Es necesario redescubrir los contenidos de la fe profesada, celebrada, vivida y rezada, y reflexionar sobre el mismo acto con el que se cree, es un compro-miso que todos debemos hacer propio en este año. (…) En este sentido, un camino útil para comprender de manera más profunda no sólo los contenidos de la fe sino, juntamente también con eso, el acto con el que decidimos entregarnos totalmente y con plena libertad a Dios. (…) El conocimiento de los contenidos de la fe es esencial para dar el propio asentimiento, es decir, para adherirse plenamente con la inteligencia y la voluntad a los que propone la Iglesia”. (nº 9 y 10)

“Para acceder a un conocimiento sistemático del contenido de la fe, to-dos podemos encontrar en el Catecismo de la Iglesia Católica un sub-sidio precioso e indispensable. El Catecismo ofrece una memoria permanente de los diferentes modos en que la Iglesia ha meditado sobre la fe y ha progresado en la doctrina, para dar certeza a los creyentes en su vida de fe.

Compromiso unánime: redescubrir y estudiar los contenidos funda-mentales de la fe, sintetizados sistemática y orgánicamente en el Catecismo de la Iglesia Católica”. (nº 11)

“… UN TIEMPO PARA CENTRARNOS EN CRISTO”

“Es decisivo recorrer la historia de nuestra fe…Con la mirada fija en Jesu-cristo, “que inició y completa nuestra fe” (Heb 12,2). La alegría del amor, la respuesta al drama del sufrimiento y el dolor, la fuerza del perdón, todo tiene su cumplimiento en el misterio de su Encarnación, de su hacerse hombre, de su compartir con nosotros la debilidad humana para transformarla con el poder de su resurrección”. (nº 13)

“… UN TIEMPO PARA RECORDAR LOS EJEMPLOS DE FE QUE HAN MARCADO LA HISTORIA DE LA SALVACIÓN”

“Por la fe, María acogió la palabra del Ángel y creyó en el anuncio de que sería la Madre de Dios (Lc 1, 38). Por la fe, los Apóstoles dejaron todo para seguir al Maestro (Mt 10, 28)…Por la fe, fueron por el mundo entero, siguiendo el mandato de llevar el Evangelio a toda criatura (Mc 16, 15)

Por la fe, los discípulos formaron la primera comunidad reunida en torno a la enseñanza de los Apóstoles…(He 2, 42-47)

Por la fe, los mártires entregaron su vida como testimonio de la verdad del Evangelio.

Por la fe, hombres y mujeres han consagrado su vida por Cristo, dejando todo para vivir en la sencillez evangélica, la obediencia, la pobreza y la castidad, signos concretos de la espera del Señor que no tarda en llegar.

Por la fe, muchos cristianos han promovido acciones a favor de la justicia, para hacer concreta la palabra del Señor (Lc 4, 18-10)

Por la fe, hombres y mujeres de toda edad, cuyos nombres están escritos en el libro de la vida, (Ap 7,9; 13,8) han confesado a lo largo de los siglos la belleza de seguir al Señor Jesús donde se les llamaba a dar testimonio de ser cristianos: en la familia, la profesión, la vida pública y el desempeño de los carismas y minis-terios que se les confiaban”. (nº 13)


“… UN TIEMPO PARA DAR TESTIMONIO DE CARIDAD”

“El año de la fe será también una buena oportunidad para intensificar el testimo-nio de la caridad. San Pablo nos recuerda: “Ahora subsisten la fe, la esperanza y la caridad, estas tres. Pero la mayor de ellas es la caridad” (1Cor 13,13). La fe sin la caridad no da fruto, y la caridad sin fe sería un sentimiento constante-mente a merced de la duda. La fe y la caridad se necesitan mutuamente, de modo que una permite a la otra seguir su camino. En efecto, muchos cristianos dedican sus vidas con amor a quien está solo, marginado o excluido, como el primero a quien hay que atender y el más importante que socorrer, porque precisamente en él se refleja el rostro mismo de Cristo. Gracias a la fe podemos reconocer en quie-nes piden nuestro amor el rostro del Señor resucitado. “Cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis” (Mt 25, 40): estas palabras suyas son una advertencia que no se ha de olvidar, y una invitación perenne a devolver ese amor con el que él cuida de nosotros. Es la fe la que nos permite reconocer a Cristo, y es su mismo amor el que impulsa a socorrerlo cada vez que se hace nuestro prójimo en el camino de la vida. Sostenidos por la fe, miramos con esperanza a nuestro compromiso en el mundo, aguardando “unos cielos nuevos y una tierra nueva en los que habite la justicia (2Pe 3, 13; cf Ap 21, 1)” (nº 14)

INIVITACIÓN FINAL DEL PAPA…

“Que este Año de la fe haga cada vez más fuerte la relación con Cristo, el Señor, pues sólo en él tenemos la certeza para mirar al futuro y la garantía de un amor auténtico y duradero.Confiemos a la Madre de Dios, proclamada “bienaventurada porque ha creído” (Lc 1, 45), este tiempo de gracia”. (nº 15)

PRINCIPIOS DE LA

DOCTRINA SOCIAL

DE LA IGLESIA

formación y reflexión ...

1. A la luz de las palabras del Papa, ¿qué es lo que más te conmueve, te preocupa, te exige…, de la vivencia que tienes de la fe?

2. ¿En qué dimensión, piensas que debes comprometerte con más fuerza?

3. ¿Qué dificultades y debilidades tienes a la hora de vivir la fe?¿Dónde te apoyas?

4. Desde el grupo de Cáritas… ¿Cómo podemos fortalecer nuestra identidad en la fe de la Iglesia?



INTRODUCCIÓN

Todos sabemos que la doctrina social es un esfuerzo por presentar la enseñanza cristiana respecto a la vida social. Nos indica cuales son las tareas y responsabili-dades que tenemos los cristianos en el campo del compromiso social y va creando un adhesión universal de cara a la solución de los problemas concretos de la vida social.

Para realizar su cometido, la doctrina social se nutre de la Sagrada Escritura y de la Tradición de la Iglesia; pero emplea también el derecho natural y ofrece ar-gumentos de razón que le permiten entrar en diálogo con quienes no comparten nuestra fe y ofrecerle así, una valoración ética que para ellos sea válida.

El Magisterio de la Iglesia, nos recuerda con insistencia la necesidad de conocer y de vivir la doctrina social cristiana. Juan Pablo II subrayó la importancia de esta doctrina y la necesidad de formar la conciencia social de los cristianos a todos los niveles y en todos los sectores; recordó, además, que “confiar responsablemente en esta Doctrina social, estudiarla con seriedad, procurar aplicarla, enseñarla, ser fiel a ella es, en un hijo de la Iglesia, garantía de la autenticidad de su com-promiso en las exigencias sociales, y de sus esfuerzos a favor de la liberación o de la promoción de sus hermanos”4

Los que trabajamos en Cáritas, sabemos que el compromiso social del cristiano implica mucho más que el simple conocimiento de un conjunto de principios, de juicios y de directrices; es sobre todo la decisión de identificarse con Jesús -de bus-car la santidad- a través de la práctica fiel de los deberes sociales. Debe ser para nosotros una enseña dinámica y vital, ya que se refiere a una realidad viva, que goza de unidad y permanencia doctrinal en relación con los valores del evangelio. “Entre los principales deberes del hombre de hoy, ha de ser sagrado para todos el tener en cuenta y cumplir las exigencias sociales”5. De hecho, la separación entre la fe que se profesa y la vida cotidiana es uno de los más graves errores.

La Iglesia nos brinda una enseñanza permanente y de gran riqueza para el servi-cio de la caridad que caracteriza nuestra misión de Cáritas en el seno de la comu-nidad cristiana y de la sociedad. Su Doctrina Social sigue ofreciendo, con vigencia plena, respuestas útiles y solidarias ante las “cosas nuevas” que la sociedad de hoy nos está mostrando y que, vividas desde la fe, nos exige asumir compromisos.

FORMACIÓN Y REFLEXIÓNPRINCIPIOS DE LA DOCTRINA SOCIAL

DE LA IGLESIA

4 Juan Pablo II, Discurso en Puebla, 28-I-79, n III, 7.5 Gaudium et spes, nº 30



Ahondar en los principios fundamentales que la Doctrina Social de la Iglesia nos propone, representa un pozo de oportunidades inmenso para sus-tentar sobre roca nuestro ser y quehacer en el contexto social y eclesial en que vivimos. Simboliza, de manera especial, la unidad entre identidad y acción, ser y quehacer, pensamiento y acción.

Para conseguir esta unidad de pensamiento y acción, vamos a partir en nuestra reflexión de dos presupuestos: un primer razonamiento sobre lo que nos marca el Magisterio de la Iglesia y, en segundo lugar, la vinculación que esta reflexión mantiene con nuestro modelo de acción social, que para nosotros debe ser el ma-nual que oriente y sostenga nuestras acciones.

El amor se va realizando en la historia, no es sólo futuro. Se concreta en el esta-blecimiento de las relaciones humanas regidas por la dignidad de la persona, la solidaridad, el bien común y la justicia y los demás principios de la doctrina social de la Iglesia.

PRINCIPIOS DE LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA

PRIMER PRINCIPIO: LA PERSONA HUMANA Y SU DIGNIDAD

… DESDE EL MAGISTERIO DE LA IGLESIA:

La Iglesia considera “la dignidad de la persona humana” como el primer principio de su doctrina social y el fundamento de los demás principios. Por ello se con-sidera como un deber de todo cristiano la defensa de la dignidad de la persona humana y la denuncia de cualquier atentado a dicha dignidad.

Somos Hijos de Dios, creados a su imagen y semejanza6, y en esa experiencia radica el sentido más profundo de nuestra dignidad: lo humano es sagrado7. Por consiguiente, todas las personas y cada una de ellas poseen una dignidad radical. Son un fin en sí mismas, y nada está por encima de esa condición.

Esa dignidad, que deriva de la voluntad con que Dios creó al hombre y a la mujer no es algo otorgado por otros, es inseparable del hecho mismo de vivir, aunque las condiciones reales de existencia y el pecado personal y colectivo la condicio-nen y la hagan más difícil de reconocer. Descubriéndose amado por Dios, el ser humano comprende su propia dignidad trascendente, aprende a no contentarse consigo mismo y a salir al encuentro del otro creando una red fraterna y solidaria de relaciones humanizadoras8

… DESDE EL MODELO DE ACCIÓN SOCIAL DE CARITAS:

La dignidad de las personas, en cuanto que somos hijos e hijas de Dios, es el valor que sustenta nuestro Modelo de Acción Social. Este es el principio donde se apoyan todas nuestras acciones.

Es por ello, que promover la dignidad de todas las personas, para Cáritas, es la manifestación de su propia identidad. Es el reflejo que nos identifica. De nada

6 Gn 1, 267 Pacem in terris, 9-1; Gadium et Spes, 26: Christifideles Laici, 278 Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, nº 4



valdría tener claros conceptos de identidad, si después nuestras acciones no fa-vorecen este valor primordial.

El Modelo de acción social de Cáritas, sitúa este principio en primer lugar hacien-do que la persona sea el centro de todas nuestras acciones. Esto conlleva realizar un trabajo que dignifique a la persona.

El Amor de Dios y en consecuencia, afanarse por la dignidad de la persona, es la razón que debe motivar nuestra acción en Cáritas, como signo y testimonio para los pobres y excluidos, de que una realidad nueva, esperanzadora y trascendente, es posible.

Este principio fundamental, debemos hacerlo concreto y real, “dar por hecho”, que lo hacemos puede llevarnos a engaño, por eso es preciso revisar de dónde partimos y cómo hacemos nuestro trabajo. El modelo de acción social de Cáritas nos marca un estilo en el que la dignidad de la persona cobra un papel primordial, para ello, es necesario:

Optar por acompañar a la perso-na en su proceso, partiendo de las potencialidades que posee.

No centrarnos en los proble-mas, ni en dar y satisfacer material-mente, como si esto fuera la razón de nuestra acción.

Encaminarnos hacia acciones in-tegrales, que abarquen a la persona como conjunto.

“Atender a la persona que acu-de a nuestras Cáritas con la máxima dignidad, considerándola “tem-plo de Cristo”. Lo que nos lleva a estar en continua actitud de crítica per-sonal y comunitaria para estar alertas a aquellas actitudes que revelan lo contrario: juicios moralizantes, la superficialidad con la que tratamos a las personas, no confiar en las capacidades de las personas para resolver sus necesidades,….

Con palabras de Juan Pablo II, podríamos decir que “Hoy más que nunca, la Igle-sia es consciente de que su mensaje social se hará creíble por el testimonio de las obras, antes que por coherencia y lógica interna”9

Nuestra acción debe responder a un modelo de relación rompiendo la duplicidad entre donador y receptor, entre ellos y nosotros, que imposibilite la fraternidad. Por eso la opción que dignifica a la persona es el acompañar, a pesar de que a veces, tenemos una dificultad práctica: reconocer que podemos recibir de los que ayudamos, que necesitamos de ellos para realizarnos como seres huma-nos.

9 Centesimus Annus, nº 57



SEGUNDO PRINCIPIO: LA SOLIDARIDAD


El principio de solidaridad, es ampliamente utilizado por el Magisterio social de la Iglesia. Nos recuerda el sentido de participación solidaria, y significa el conjun-to de vínculos que unen a las personas entre sí y las impulsa a la ayuda mutua y recíproca.

En este sentido, la solidaridad se convierte en el fin y en el criterio para organizar la sociedad, y es otro de los principios fundamentales de la enseñanza social cris-tiana: no como simple deseo moralizante, sino como explícita y legítima exigencia del ser humano10

La solidaridad significa promover la exclusiva dignidad de toda persona –con independencia de su raza, nivel social, ideas políticas, etc.- y contribuir a que se desarrolle de modo íntegro; tiende a que todas las personas puedan actuar en la sociedad con la conciencia y la responsabilidad propias; y es, por tanto, el dina-mismo que vivifica y potencia las instituciones sociales.

“La solidaridad es la determinación firme y perseverante de empeñarse por el bien común; es decir, por el bien de todos y cada uno, ya que todos somos verdaderamente responsables de todos”11. Aunque la solidaridad comprende a todas las personas, una razón de urgencia hace que la solidaridad sea más necesaria cuanto más difíciles sean las situaciones en las que viven12.

No puede faltar la solidaridad en la vida social: como todos son verdaderamente responsables de todos, nadie puede adoptar una actitud cómoda, remisa o destructiva del esfuerzo común. De hecho “los pro-blemas socio-económicos solo pueden ser resueltos con la ayuda de todas las formas de solidaridad: soli-daridad de los pobres entre sí, de los ricos y los pobres, de los trabajadores entre sí, empleados… Así se explica que la solidaridad sea algo únicamente una “virtud de los aco-modados”, sino de todos, porque todos deben contribuir a instaurar relaciones de

CUESTIONARIO PARA COMPARTIR1. Comparte de este primer principio, aquello que más te

haya llamado la atención ¿Por qué?

2. La dignidad de la persona, es el valor que debe sus-tentar todas nuestras acciones, ¿Qué actitudes deberíamos asumir para fomentar este principio? ¿Crees que desde Cáritas realizamos acciones que no amparan este valor? ¿Cuáles?

3. ¿Qué compromiso deberíamos asumir en este sentido, como grupos de Cáritas?

NOTAS

10 Vida humana, solidaridad y teología, Ateneo de Teología, Madrid 199011 Sollicitudo rei Socialis 3812 Mc 12,41-42; Ef 4, 28; Lc 66-68; CA 57



hermandad, que no consisten solo en las ayudas económicas, porque la “virtud de la solidaridad va mas allá de los bienes materiales”13

Aún más, a la luz de la fe, la solidaridad tiende a superarse a sí mismo, al reves-tirse de las dimensiones específicamente cristianas de gratuidad total, perdón y reconciliación. Entonces el prójimo no es solamente un ser humano con sus dere-chos y su igualdad fundamental con todos, sino que se convierte en la imagen viva de Dios Padre, rescatada por Jesucristo y puesta bajo la acción permanente del Espíritu Santo. Por tanto, deber ser amado, aunque sea enemigo, con el mismo amor con que le ama el Señor, y por él se debe estar dispuesto al sacrificio, incluso extremo: “dar la vida por los hermanos”14

El principio de la solidaridad, expresado también con el nombre de “amistad” o “caridad social”, es una exigencia directa de la fraternidad humana y cristiana: un error, “hoy ampliamente extendido, es el olvido de esta ley de solidaridad humana y de caridad, dictada e impuesta tanto por la comunidad de origen y la igualdad de la naturaleza racional en todos los hombres, cualquiera que sea el pueblo a que pertenezca, como por el sacrificio de redención ofrecido por Jesu-cristo en la cruz, a favor de la humanidad pecadora”15.

La virtud de la solidaridad va mas allá de los bienes materiales. Difundiendo los bienes espirituales de la fe, la Iglesia ha favorecido a la vez el desarrollo de los bienes temporales, al cual con frecuencia ha abierto vías nuevas. Así se han veri-ficado a lo largo de los siglos las palabras del Señor: “Buscad primero su Reino y su justicia, y todas esas cosas se os darán por añadidura” (Mt 6,33)16


La solidaridad es la vía que se descubre ante el acompañamiento personalizado. Nos posibilita el encuentro con el hermano –fraternidad- y con Dios. Por eso, la solidaridad es un principio que debe ser asumido en Cáritas, como estilo de vida.

La voluntad por vivir la solidaridad social, adquiere para nuestros grupos de Cá-ritas valor y fuerza, no solo en una actitud de solidaridad personal, sino asumida y manifestada por la comunidad cristiana.

Esto implica que en nuestros grupos de Cáritas trabajemos por:

Convertir la “soledad” en “solidaridad”

La “desconfianza” en “colaboración”

Promover la comprensión y la confianza mutua.

La ayuda fraterna, la amistad…

La verdadera experiencia comunitaria siempre genera valores solidarios, por eso crear espacios de acogida, de humanización y de encuentro nos responsabiliza para que este principio fundamental de la doctrina social, no quede como tarea de unos pocos, sino como un sello que identifica a toda la comunidad cristiana.

Esto implica que nuestros grupos de Cáritas, han de constituirse en comunidades que anuncian, denuncian y viven la experiencia del compromiso, de la comunión fraterna y la solidaridad, a través de la comunicación cristiana de bienes.

Desde de los valores evangélicos y la solidaridad fraterna, Cáritas será signo elo-cuente de creación de vida, sobre todo en un contexto de ruptura, de negatividad y de muerte, como el que estamos viviendo. Como virtud, la solidaridad cristiana, es un ejercicio de comunicación de los bienes espirituales aún más que la comu-nicación de bienes materiales.

A nivel personal y comunitario realizar un verdadero ejercicio de crecimiento ha-cia la comunión cristiana de bienes, vida y acción:

• Comunión de Bienes: Compartiendo nuestros bienes materiales en continuo proceso de desprendimiento para caminar a una auténtica liberación.

• Comunión de Vida: Nuestro talante ha de ser visible en los ámbitos don-de nos movemos: familia, trabajo, amistades, lugares de compromiso,…porque esta es una manera de comunicar al resto del mundo nuestro mensaje: la li-beración está en Cristo. Y esto a través de un estilo de vida sencillo, cercano, humilde, ….

• Comunión de Acción: Con un compromiso que nos lleve de manera real y efectiva a trabajar por las personas últimas, las no atendidas.

13 Catecismo de la Iglesia Católica, nº 194214 Cfr. 1 Jn 3, 16; Sollicitud rei socialis, nº 40 y nº 4615 Pio XII. “Summi pontificatus16 Catecismo de la Iglesia Católica, nº 1942



TERCER PRINCIPIO: EL BIEN COMÚN


El conjunto de principios recogidos en la doctrina social de la Iglesia nos aporta los elementos de discernimiento que precisamos para valorar las realizaciones humanas que no son, ni mucho menos, ajenas a la concepción del amor, pues este ha de ir concretándose socialmente en unas relaciones humanas justas.17

Dos son especialmente relevantes: el bien común y el destino universal de los bienes creados. Ambos deben ser reafirmados con toda su fuerza desde la opción preferencial por los pobres18

El Magisterio de la Iglesia define el bien común como “El conjunto de condiciones de la vida social que hacen posible a las asociaciones y a cada uno de sus miem-bros el logro más pleno y más fácil de la propia realización”19

El bien común abarca a todo el hombre, es decir, tanto a las exigencias del cuerpo como a las del espíritu. Ello nos obliga a poner nuestro centro de atención no en el bienestar de la mayoría, sino preferencialmente en quienes sufren las consecuen-cias de un orden socioeconómico injusto, allá donde quiera que se encuentren.

Por otra parte, los bienes, creados por Dios, lo son para el uso de todos los ha-bitantes de esta tierra. Su sentido último no tiene que ver esencialmente con la apropiación, sino con su utilización, con la nota de ser instrumentos para el desa-rrollo de las personas y no fines en sí mismos. Así, cualquier injusta distribución de los mismos, su absolutización o su indebida apropiación son contrarios a la realización de la justicia.

NOTAS

CUESTIONARIO PARA COMPARTIR1. Comparte de este segundo principio, aquello que más te


2. Nos dice el Magisterio de la Iglesia, que la virtud de la solidaridad va mas allá del compartir bienes materia-les… ¿Cómo vivo en mi vida personal esta dimensión? ¿Y a nivel comunitario?


17 Apostolicam actuositatem nº 8; Centesimus Annus, nº58; Deus Caritas Est, nº 2618 Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, nº 18219 Gaudium et Spes, nº 26



El bien común obliga a todas las personas, a los organismos y asociaciones pri-vadas, a grupos y a los gobernantes que deben velar por una recta aplicación. Todos debemos tener en cuenta las necesidades y las legítimas aspiraciones de los demás.


Desde Cáritas, nuestra aportación al bien común debe descubrir las necesidades humanas presentes en la realidad, entendiéndolas como un sistema complejo. Esta comprensión no se queda en las necesidades más materiales y evidentes, como las relativas a la subsistencia y a la protección, sino que reconoce también el afecto, el entendimiento, la libertad, el ocio, la participación, la creación, la identidad y la espiritualidad como necesidades y exigencias humanas. Además, no las reduce a carencias, sino que las entiende también como potencialidades. Se trata de una acción integral.20

Nuestra acción ha de abrir caminos e invitar a otros a ponerse en marcha y tra-bajar a favor del bien común. Un amor que no busca el bien más completo de los otros –los pobres y excluidos- no puede ser entendido como un amor verdadero. De ahí que nuestro amor, hacia los más desfavorecidos, tiene que ser eficaz, creí-ble, inteligible y significativo. Por ello, lo más importante de nuestras acciones en Cáritas, es que lleguen a convertirse en puntos de referencia, en caminos abiertos que inviten a trabajar en este sentido.

Es importante por tanto, que los grupos de Cáritas centremos nuestro trabajo con las personas no sólo única y exclusivamente en los bienes materiales. No olvide-mos que lo económico es el valor en el que se sustenta este modelo de sociedad en la que vivimos y que tantas situaciones vitales, humanas, desigualdades, injusti-cias están provocando a nuestro alrededor.

Como comunidad cristiana, como grupo de Cáritas debemos aportar otra mane-ra de construir sociedad poniendo el acento en otros valores, en otros bienes no materiales y que, afortunadamente, poseemos en abundancia: la solidaridad, el compromiso, la denuncia,…

Sólo desde esa vuelta de tuerca, aportando otra manera de vivir (“Vive senci-llamente para que otros sencillamente puedan vivir”) y entender las relaciones humanas podremos hacer factible aquello a lo que aspiramos y creemos profun-damente, el Reino de Dios.

Los bienes materiales decrecen cuanto más se dan, pero los bienes espirituales, los bienes no tangibles (el amor, la ternura, la cercanía, el compromiso,…) cuanto más se dan se multiplican.

20 Modelo de Acción Social de Cáritas.



CUARTO PRINCIPIO: LA JUSTICIA


La justicia en sus diversos aspectos es, por naturaleza, una virtud social: “dispone a respetar los derechos de cada uno y a establecer en las relaciones humanas la armonía que promueve la equidad respecto a las personas y al bien común”21

En la Biblia, la palabra justicia tiene un sentido plurivalente, y se aplica tanto al ámbito moral y religioso cuanto al plano jurídico y social. La justicia se atribuye en primer lugar, a Dios; pero también se atribuye a los hombres como un don divino al que estos deben corresponder. En la Sagrada Escritura, se refiere ha-bitualmente al conjunto de las virtudes y se identifica con la santidad. Algunos textos bíblicos hablan de la justicia como virtud especial.

En el Antiguo Testamento.

La caridad fraterna, como virtud, es quizá la novedad más importante de la ense-ñanza cristiana; lo que no significa que esté ausente en el Antiguo Testamento, en el que explica bajo diversas formas. Sin embargo la virtud social por excelencia de la antigua ley es la justicia y la relación social más subrayada resulta el derecho. Además del Decálogo (Ex 20, 12-17), el Antiguo Testamento impone diversos pre-ceptos que regulan las relaciones de igualdad entre personas: condena la usura, el fraude, la retención del salario.22 Encontramos también algunos consejos sobre la justicia:

- “dichosos los que guardan el derecho, los que practican en todo tiempo la jus-ticia” (Salmo 106, 3)- “tesoros mal adquiridos no aprovechan, mas la justicia libra de la muerte” (Prov 10, 2…)

Esta justicia, también se pone de relieve en relación al culto “El ayuno es inútil si se quiere hacerlo compatible con la opresión” (Is 58, 6-8)

En la Biblia, Dios es el Justo por excelencia. Frente a las constantes caídas e infi-delidades del pueblo elegido, comienza a desarrollarse un concepto más profun-do de la justicia de Dios como Dios fiel y misericordioso. Por eso, la justicia entre

NOTAS

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2. Cómo grupo de Cáritas, una de las aportaciones que podemos ejercer a favor del bien común, es descubrir las necesidades humanas presentes en la realidad. ¿Cómo ejercemos este valor? ¿De qué medios nos valemos? ¿Qué dificultades encontramos?


21 Catecismo de la Iglesia Católica, nº 180722 Lv 19, 15, 35; Dt 23, 20; 24, 14-15



los hombres no puede limitarse a una relación de estricta igualdad, sino que debe estar siempre acompañada de la misericordia.

Si bien Dios es el Justo por antonomasia, justo es también el hombre cuando vive de acuerdo con las exigencias de la Alianza; sin embargo, la debilidad del hombre es evidente: no es capaz de cumplir sus propias obligaciones; por eso Dios es pa-ciente y rico en misericordia.

En el Antiguo Testamento son frecuentes las exhortaciones a vivir lo que nosotros llamamos justicia social: al igual que Dios ha librado al pueblo de la esclavitud de Egipto, los israelitas no deben imponer el yugo de la opresión al prójimo.

Un lugar importante lo ocupa el cuidado de Yahvé por los pobres y por los opri-midos, que se encuentran a merced de los prepotentes y le es imposible obtener justicia. Son personas a las que solo les queda el recurso de Dios, que toma defen-sa de los débiles23; por eso, los “pobres de Yahvé” son los humildes, los limpios de corazón, los que ponen la confianza en Dios (Sal 40, 18)

Nuevo Testamento.

Estas mismas enseñanzas se encuentran en el Nuevo Testamento: Dios ensalza a los humildes, colma de bienes a los hambrientos; en cambio, dispersa a los sober-bios y deja con las manos vacías a los ricos24. Jesús se presenta como heraldo de las bienaventuranzas a los pobres y a los hambrientos; pero esa bienaventuranza no se consigue solo por soportar la necesidad, sino por hacerlo en unión con Cris-to. El Señor propone, además, una “justicia superior”, el amor a Dios y al prójimo en su más completo radicalismo, hasta amar a los enemigos,25 se hace posible gracias a la plena donación de Cristo. Es un amor que, por deber de justicia, debe comenzar por los más pobres y necesitados, como nos muestra la parábola del samaritano. Es la caridad de Cristo que se hace solidario con toda la miseria e indigencia humana, hasta identificarse con los más necesitados. El amor cristia-no es, sobre todo, una actitud interior; por eso resulta más importante formar el corazón de las personas que crear estructuras jurídicas y sociales, y es preferible fomentar los aspectos positivos que castigar los negativos.


Y SE TRASCIENDE EN LA CARIDAD

La doctrina de la Iglesia nos enseña que la convivencia humana se apoya sobre dos columnas: caridad y justicia. La caridad exige la realización de la justicia como condición necesaria para su verdad; no se puede ver en el amor la única relación interpersonal, como si las reglas jurídicas fuesen inútiles. Sin justicia, la caridad

24 Lc 1, 51-5325 Mt 5, 43-48

23 Pr 22, 22-23; Ez 34, 2-4



se hace ilusoria, el respeto de los derechos de los demás es un signo necesario del amor, y toda injusticia es, al menos indirectamente, una falta de caridad. El con-cepto de caridad coincide prácticamente con lo que podríamos llamar “la perfecta justica del evangelio”

Así como la caridad requiere la justicia, la justicia requiere la caridad; por tanto la justicia exige la práctica de la caridad como cualidad necesaria, pues solamente el amor hace descubrir en el prójimo su dignidad de persona: una justicia mera-mente “cosificada” e impersonal es siempre imperfecta.

El amor al prójimo y la justicia no solo no se opone, sino que son inseparables y se complementan mutuamente. Esta afirmación la hemos reflexionado muchas veces en nuestros grupos de Cáritas.

Sabemos, por nuestro modelo de acción social, que solamente el amor sincero al prójimo puede dar la fuerza necesaria para hacer efectiva la justicia en el mundo. El amor cristiano implica y radicaliza las exigencias de la justicia, dándoles una motivación nueva y una nueva fuerza interior. El amor es el motor que nos mueve y la experiencia de sentirnos amados por Dios nos posibilita amar a los herma-nos.

La caridad, entendida como la realización del amor de Dios, y el amor, como ex-periencia profunda de lo humano que se realiza en la justicia y se trasciende en la caridad, se tornan en la motivación fundamental de nuestra acción.

Separar la caridad y la justicia sería la perversión del amor cristiano. La caridad inspira la justicia y la exige rigurosamente. La justicia es la primera exigencia, el límite mínimo, el punto de partida y la “condición sine qua non” de la caridad. Amar es, ante todo, respetar efectivamente la dignidad personal y los derechos

del prójimo: se ama al prójimo si se desea que reciba todo lo que le es debido.

No olvidemos que la carta de presentación con la que Cáritas se identifica y se da a conocer es el lema “trabajamos por la justicia”

Eso en nuestros grupos debemos hacerlo real a través de:

• Vivir en nuestras vidas, en nuestras familias, en nuestras comunidades, relacio-nes que lleven a que en ellas se ejercite la justicia como forma de conviven-cia humana que nos hace sentir más persona y más en consonancia con el plan de Dios: todos las personas del grupo trabajando en equipo sin buscar honores, ni prestigio, dejando que afloren los carismas de cada cual; con relaciones de igual-dad entre esposos, con relaciones de justicia entre los hijos, ….

• Denuncia de las situaciones que vulneran la dignidad de las personas (de-nuncia profética).


NOTAS

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2. La vivencia de la caridad nos exige una justicia en grado mayor, pues supera la ley, ¿Cómo vivimos esta exigen-cia cristiana con los más desfavorecidos? ¿Nos confor-mamos en nuestros grupos realizando solo “lo que hemos hecho siempre”?


oración y encuentro ...

COMPARTIMOSLA FE

A LA LUZDE LA

PALABRA DE DIOS



ORACIÓN Y ENCUENTRO

El evangelio es una llamada a la interioridad y a la verdad de la fe. No importa sólo el hacer las cosas, dice el Señor, sino el saberlas hacer. Se pueden hacer cosas muy bue-nas, pero se pueden hacer muy mal. Bastaría recordar aquello de: “Aunque diera en limosnas todo lo que tengo y entregara mi cuerpo a las llamas, si no tengo amor, nada me aprovecha” (I Cor 13, 3). Parece imposible, pero todo eso se puede hacer sin amor, y todo lo que se hace sin amor es algo vacío e inauténtico, ni sirve para nada, sino para engordar el ego y no puede agra-dar a Dios.

Evitar este error está en nuestra mano. El camino es la oración personal y comu-nitaria, la escucha de la Palabra de Dios que nos ilumina y nos abre el corazón a su amor misericordioso. Por eso, es muy importante que cuidemos la oración en nuestros grupos de Cáritas. Dedicar tiempo a saber lo que el Señor nos dice y sen-tir su ánimo y fortaleza para que con su ayuda, podamos servir a los que sufren, como a él le agrada, con un corazón dispuesto y sincero.

... aquí estoy, Señor para

hacer tu volutad



LA PERSONA ES LO PRIMERO

1.- ESCUCHAMOS LA PALABRA

Del Evangelio de San Marcos… (2, 23-3,6)

“Un sábado atravesaba Jesús un sembrado; mientras los discípulos iban arran-cando espigas. Los fariseos le dijeron:-Oye, ¿por qué hacen en sábado lo que no está permitido?El les respondió:-¿No habéis leído nunca lo que hizo David cuando él y sus hombres se vieron faltos y con hambre? Entró en la casa de Dios, en tiempo del sumo sacerdote Abiatar, comió de los panes presentados, que solo pueden comer los sacerdotes, y les dio también a sus compañeros.Y añadió:- El sábado se hizo para el hombre, y no el hombre para el sábado; así que el Hijo del hombre es señor también del sábado. Entró otra vez en la sinagoga y había allí un hombre con parálisis en un brazo. Estaban al acecho, para ver si curaba en sábado y acusarlo. Jesús le dijo al que tenía la parálisis:-Levántate y ponte ahí en medio.Y a ellos les preguntó:-¿Qué está permitido en sábado?, ¿hacer lo bueno o lo malo?, ¿salvarle la vida a un hombre o dejarlo morir?Se quedaron callados. Echando en torno una mirada de ira y dolido de su obs-tinación, le dijo al hombre:-Extiende el brazo.Lo extendió y quedó restablecido.En cuanto salieron de la sinagoga, los fariseos se pusieron a planear con los herodianos el modo de acabar con él”.

2.- REFLEXIONAMOS LA PALABRA

En el Evangelio que hemos leído, Jesús coloca a la persona -al paralítico- en medio de la asamblea, y plantea a los asis-tentes un interrogante, ¿qué hacemos con éste hombre? ¿Lo abandonamos o lo salvamos rompiendo la ley?

La ley y la norma es necesaria para la convivencia, Jesús no la desprecia, pero pone a la persona en el centro, la ley está al servicio de la persona y de la vida. Sería un error defender la ley por encima de todo, aún a costa de la persona. La enseñan-za de Jesús nos muestra como el orden social tiene que estar a favor de los más débiles y necesitados. Así lo hace con el paralítico.

La obediencia a Dios lleva siempre a buscar el bien del ser humano, pues su voluntad consiste en que el hombre viva en plenitud. Dios es Amor, y su gloria consiste precisamente en el bien sus criaturas.

En medio de nuestra vida, también hay personas necesitadas… ¿Las defendemos y las ponemos en primer lugar, al igual que Jesús nos enseña?

Hemos sido creados para hacer el bien, para ayudar, para infundir vida en los de-más. Este es el deseo más íntimo y oculto de nuestro corazón. Crear vida, regalar esperanza, ofrecer ayuda y consuelo, estar cerca de quien sufre, dar lo que otros puedan necesitar de nosotros.

Hemos de recordar que hacer el bien a la persona es situarla en el centro de todo, como hizo Jesús.

3.- COMPARTIMOS LA PALABRA…

Compartimos la resonancia de la Palabra de Dios y la oración con el grupo…

Presentamos al Señor nuestras necesidades, acción de gracias, nuestros sentimientos…



4.- ORAMOS JUNTOS...

Señor, tú me llamaste para ser instrumento de tu gracia, para anunciar la buena nueva, para sanar las almas. Instrumento de paz y de justicia, pregonero de todas tus palabras, agua para calmar la sed hiriente, mano que bendice y que ama. Señor, tú me llamaste para curar los corazones heridos, para gritar, en medio de las plazas, que el Amor está vivo, para sacar del sueño a los que duermen y liberar al cautivo. Soy cera blanda entre tus dedos, haz lo que quieras conmigo. Señor, tú me llamaste para salvar al mundo ya cansado, para amar a los hombres que tú, Padre, me diste como hermanos. Señor, me quieres para abolir las guerras, y aliviar la miseria y el pecado; hacer temblar las piedras y ahuyentar a los lobos del rebaño. Amén.

Santa María, Madre de los Pobres.Ruega por Nosotros.

LO QUE NOS PUEDEN ENSEÑAR LOS POBRES


Del Evangelio de San Marcos… (12, 38-44)

“En aquel tiempo enseñaba Jesús a la multitud y les decía:-¡Cuidado con los letrados! Les encanta pasearse con amplio ropaje y que les hagan reverencias en la plaza, buscan los asientos de honor en las sina-gogas y los primeros puestos en los banquetes; y devoran los bienes de las viudas con pretexto de

largos rezos. Esos recibirán una sentencia más rigurosa.Estando Jesús enfrente del cepillo del templo observaba a la gente que iba echan-do dinero; muchos ricos echaban en cantidades; se acercó una viuda pobre y echó dos reales. Llamando a sus discípulos les dijo:-Os aseguro que esa pobre viuda ha echado en el cepillo más que nadie. Porque los demás han echado de lo que les sobra, pero esta, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir.


En esta ocasión Jesús observa el gesto de una pobre viuda y llama a sus discípulos. De esta mujer pue-den aprender algo que nunca les enseñarán los escribas: una confianza total en Dios y una generosidad sin límites. Su gesto ha pasado inadvertido a todos, pero no a Jesús. La pobre mujer solo ha echado en el arca de las ofrendas dos pequeñas monedas, pero Jesús llama enseguida a sus discípulos para que aprendan de ella.

Esta viuda no anda buscando honores ni prestigio alguno; actúa de manera callada y humilde. No piensa en explotar a nadie; al contrario, da todo lo que tiene, porque otros lo pueden necesitar. Según Jesús, ha dado más que nadie, pues no da lo que le sobra, sino “todo lo que tiene para vivir”

Solo los pobres son capaces de hacer lo que la muchas veces estamos olvidando: dar algo más que las sobras.

Para nosotros, que estamos cerca del que sufre, tenemos que aprender a entre-garnos como la viuda del evangelio “dando todo”.



Más cerca del que necesita compañía o defensa…, Entregar nuestro tiempo y hasta nuestro descanso…Prestar nuestra ayuda personal y económica… Estar con el que sufre.

Las palabras de Jesús nos obligan a preguntarnos si vivimos solo dando de lo que nos sobra o sabemos dar también algo de nuestra propia vida.






Del Evangelio de San Mateo… (14, 13-21)

“Al desembarcar vio Jesús el gentío, le dio lástima y curó a los enfermos. Como se hizo tarde, se acerca-ron los discípulos a decirle:-Estamos en despoblado y es muy tarde; despide a la multitud para que vayan a las aldeas y se compren de comer.Jesús les replicó:-No hace falta que vayan, dadles vosotros de comer.Ellos le replicaron:-Si aquí no tenemos más que cinco panes y dos peces.Les dijo:-Traédmelos.Mandó a la gente que se recostara en la hierba, y, tomando los cinco panes y los dos peces, alzó la mirada al cielo, pronunció la bendición, partió los panes y se los dio a los discípulos; los discípulos se los dieron a la gente. Comieron todos hasta quedar satisfechos y recogieron doce cestos llenos de sobras. Comieron unos cinco mil hombres, sin contar mujeres y niños”.


El evangelista Mateo no se preocupa de los detalles del relato. Solo le interesa enmarcar la escena presentando a Jesús en medio de la “gente” en actitud de “compasión”. Lo hace tam-bién en otras ocasiones. Esta compasión está en el ori-gen de toda su actuación.

Jesús no vive de espaldas a la gente, encerrado en sus ocupa-ciones e indiferente al dolor de aquel pueblo. “Ve el gentío, le da lástima y cura a los enfermos”. Su experiencia de Dios le hace vivir aliviando el sufrimiento y saciando el hambre de aquellas pobres gentes. Así hemos de vivir en nuestros grupos de Cáritas, si queremos hacer presente a Jesús en el mundo de hoy.

“Dadles vosotros de comer”. Frente al “comprar”, Jesús nos propone el “dar de comer”. No lo puede decir de manera más clara. Dios quiere que todos sus hijos e hijas tengan pan, también quienes no lo pueden comprar.


Vosotros sois luz del mundo y ardiente sal de la tierra, ciudad esbelta en el monte, fermento en la masa nueva. Vosotros sois los sarmientos, y yo la Vid verdadera; si el Padre poda las ramas, más fruto llevan las cepas. Vosotros sois la abundancia del reino que ya está cerca, los doce mil señalados que no caerán en la siega. Dichosos, porque sois limpios y ricos en la pobreza, y es vuestro el reino que sólo se gana con la violencia. Amén.

DADLES VOSOTROS DE COMER




Cinco panes y dos peces, son poca cosa, pero para Jesús es suficiente. Si compar-timos lo poco que tenemos, se puede saciar el hambre de todos. Esta es la alter-nativa de Jesús; una sociedad más humana y fraterna, capaz de compartir su pan con los hambrientos.

No podemos olvidar que si vivimos de espaldas a los hambrientos, perdemos nuestra identidad cristiana; no somos fieles a Jesús; a nuestras Eucaristías les faltará compasión y compromiso.

Lo primero es no perder su perspectiva fundamental: dejarnos afectar más por el sufrimiento de quienes no saben lo que es vivir con pan y dignidad. Lo segun-do, comprometernos en pequeñas iniciativas, concretas, modestas, parciales, que nos enseñan a compartir y nos identifican con el estilo de Jesús.


Compartimos la resonancia de la Palabra de Dios y la ora-ción con el grupo…



Feliz quién ha escuchado la llamada al pleno seguimiento del Maestro, feliz porque él, con su mirada, lo eligió como amigo y compañero. Feliz el que ha abrazado la pobreza para llenar de Dios su vida toda, para servirlo a él con fortaleza, con gozo y con amor a todas horas. Feliz el mensajero de verdades que marcha por caminos de la tierra, predicando bondad contra maldades, pregonando la paz contra las guerras. Amén.

NO EXCLUIR A NADIE


Del Evangelio de San Lucas… (7, 36-8,2)

“En aquel tiempo, un fariseo rogaba a Jesús que fuera a comer con él. Jesús, entrando en casa del fariseo, se recostó a la mesa. Y una mujer de la ciudad, una pecadora, al enterarse de que estaba comiendo en casa del fariseo, vino con un frasco de perfume y, colocándose detrás junto a sus pies, llorando, se puso a regarle los pies con sus lágri-mas, se los enjugaba con sus cabellos, los cubría de besos y se los ungía con el perfume. Al ver esto, el fariseo que lo había invita-do se dijo: “Si este fuera profeta sabría quién es esta mujer que lo está tocando y lo que es: una pecadora. Jesús tomó la palabra y le dijo:-Simón, tengo algo de decirte.Él respondió:-Dímelo, Maestro.Jesús le dijo:-Un prestamista tenía dos deudores: uno le debía quinientos denarios y el otro cincuenta. Como no tenían con qué pagar, les perdonó a los dos. ¿Cuál de los dos lo amará más?.Simón contestó:-Supongo que aquel a quien le perdonó más.Jesús le dijo:-Has juzgado rectamente.Y, volviendo a la mujer, dijo a Simón:-¿Ves a esta mujer? Cuando yo entré en tu casa no me pusiste agua para los pies; ella, en cambio, me ha lavado los pies con sus lágrimas y me los ha enjuga-do con su pelo. Tú no me besaste; ella, en cambio, desde que entró no ha dejado de besarme los pies. Tú no me ungiste la cabeza con ungüento; ella, en cambio, me ha ungido los pies con perfume. Por eso te digo, sus muchos pecados están perdonados, porque tiene mucho amor; pero al que poco se le perdona, poco ama.Y a ella le dijo:-Tus pecados quedan perdonados.Los demás convidados empezaron a decir entre sí:-¿Quién es este, que hasta perdona pecados?Pero Jesús dijo a la mujer:-Tu fe te ha salvado, vete en paz.”





Jesús había sido invitado por Simón. Pero no se le habían hecho ninguno de los gestos de hospitalidad que se usaban con un invitado al que se deseaba honrar. En las calles polvo-rientas de Palestina, ofrecer al huésped agua para los pies era un signo valioso de hospi-talidad, pues el agua era un bien escaso y precioso. El beso con que se recibía al invitado era señal de afecto y amistad. Era costum-bre ungir la cabeza con perfu-me. Ninguno de estos honores y amabilidades se usaron con Jesús. Simón invita a Jesús, pero no goza con su presencia, no cree en él.

La mujer pecadora entró en la casa de Simón, sin que nada la detuviera hasta llegar junto a Jesús, exponiéndose a ser expulsada y avergonzada. Amaba a Je-sús porque, aunque se reconocía pecadora, sabía que Jesús la habría acogido, la habría apreciado, le habría devuelto su dignidad perdida y la habría amado. Es lo que él hace cuando, después de defenderla de la condenación de los comensales, le dice: «Tus pecados quedan perdona-dos... Tu fe te ha salvado, Vete en paz». Ella salió transformada en otra mujer. Ha nacido de nuevo por la gracia de Dios.

El episodio es un verdadero himno a la misericordia de Dios. Jesús demuestra que Él es mucho más que un profeta. Sus gestos y actitud hacia los pobres y hu-mildes, cambian el corazón de la persona.

Nuestra postura es clara ante este texto de la Palabra de Dios. La mujer pecadora se había sentido acogida, amada, perdonada, salvada… por Jesús, y esta experien-cia de amor la lleva a cambiar y sentirse nueva. Este tiene que ser también nues-tro camino: cuidar la presencia del Señor, al igual que lo hizo la mujer pecadora; orar, tratar, alabar, besar los pies de Jesús…

Desde esta experiencia cercana de Jesús, nuestros grupos de Cáritas reflejaran en verdad, los mismos gestos de Jesús con los más desfavorecidos: sanando, com-prendiendo, consolando, justificando, amando…





Hora de la tarde, fin de las labores. Amo de las viñas, paga los trabajos de tus viñadores. Al romper el día nos apalabraste. Cuidamos tu viña del alba a la tarde. Ahora que nos pagas, nos lo das de balde, que a jornal de gloria no hay trabajo grande. Das al de la tarde lo que al mañanero. Son tuyas las horas y tuyo el viñedo. A lo que sembramos dale crecimiento. Tú que eres la viña, cuida los sarmientos. Amén.


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CUADERNO CARITAS 12 · 6 Repercusión Social de la Fe. “Año de la Fe”. Principios de la...

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