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(por Alfredo Araya)

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de LUIS DURAND.

EN LAS TERMAS DE CAUQUENES

recuerdo que en-ciende en lo mas 1.—Vista panoramicaintimo su luz nos-

talgica embellecida por una evocacidn amorosa.Pero en el corazon del hombre, a pesar de todp,

siempre alienta un soplo ignorado de juventud querenace y robustece cuando el ensueno nos viene aacariciar con sus alas impalpables. Vamos pensan-do en ello mientras el trencito de la Braden repe-■cha los primeros cerros pintorescos, que se van em-pinando lentamente hasta formar la imponente ca--dena de montanas andinas. Es este un viejo cami-aio para nuestros recuerdos. Un camino cordial y

de la Estacion y Bano. 2.—Vista del Parque

cual nos referiremos en esta pequefia crdnica.Y es que desde que uno desciende del tren, siente el

influjo del medio, como un estimulante generoso queacaricia v acoje al viajero, tal si fuera un viejo co-nocido que nos abriera sus brazos carinosos, en me¬dio de una naturaleza expldndida y bajo el toldomagico de un cielo de turquesa. ;Aire, aire fresco,esencia virginal y olorosa nacida del coraz6n de losmontes, viene a refrescar nuestros pulmones! Ru¬mor de aguas Claras que se destrenzan entre la

afectuoso que nos pone en contactc con el pasado yparece irfundirnos un soplo de energia nueva querefresca el espiritu y pone un latido jubiloso en elcorazdn.

Nos sentimos confiados y optimistas. Y esto esseguramente porque vamos a visitar un bello y por¬tico rincdn campesino en donde siempre experimen-tamos la impresidn de encontrar un refugio amable

y afectuoso. Enpocas partes de

* la Zona Centralde nuestro pais, ya una distanciamuy corta de lacapital, (mds omenos 3 horas deplacentero viaje)ha reunido la na¬

turaleza un con-

junto mayor dedones para la sa-lud del cuerpo ydel alma, comoen estas Termasde Cauquenes,que es el hermo-sisimo paraje al

Tal nos ha ocu-

rrido a nosotros,que vivimos ano-

rando aquellos diashermosos, perdidosya en la infinita

lejania del tiempoy de los cuales yano podremos vol-ver a disfrutar con

la intensidad y elencanto que lespresta la juventud,sino por medio del

■■ estos dias en que el verano se ha hechopresente con fuerza inusitaaa, el hombrede la ciudad, cualesquiera que sea su con-

; a dicion y actividad, siente su espirituatormentado por el deseo de ir a respirar un airemds fresco, mas puro, mas cordial v piadoso para suihumanidad fatigada por la tremenda lucha del dia-nio vivir.

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(AIDMACstanellla

Angadiilla,

-AMARGOS) ^

CORRAL?IMzncerof

iVavi a VALDIVIA!}

ALTQS hornos

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caprichosa ondulaci6n del terreno. Y en tanto lospdjaros cantan tan dulcemente, tan cristalinamenteque dan la impresidn de que sus pios trizan tambieneste cristal brillante que es la atmosfera y sacudenuna fibra recondita de nuestro ser.

jComo vienen los recuer-<dos a agolparse a nues-tra mente! Conocemos es¬

te puente que cruza so¬mbre el Cachapoal torren-toso. Muchas veces con-

templamos desde el la ma-gica luz del atardecer.Vimos como los cerros se

•arrebujaban de azulada.sombra. Sentimos la infini-ta paz de este campo chi-leno, que aqul tiene algo de'bravlo y de erizado como-si las rocas que bordeanel rio fueran fieras hie-raticas que defienden lasbellezas que lo rodean. Co-nocemos tambien, esteparque apacible, envueltoen un halo de serenidad,■de apacible dulzor, fresco,umbroso, poetico, como silo hubieran hecho para so-3iar con el amor.

Nos hemos detenido pa-<ra descansar de esta salu-dable fatiga del repecho, ydel agitado rebullir deaiuestros pensamientos. Yello nos ha servido paraevocar una tarde de otono,ya lejana y destenida dedistancia, pero que ahorase rejuvenece dentro denosotros como un recuer-

do de ayer. Sentados enuno de los riisticos buncos

que se esconden como unaamorosa invitacidn entreel follaje, en aquella oca-sidn nos entregabamos aidelicioso disfrutar de todala paz del ambiente. Seavecinaba el creptisculo yde pronto una ligera bri-sa hizo sonar su flauta deensueno entre las altas ra-

mas de los acacios. El sol,se iba. Se iba como un

principe opulento que vis-tiera su m&s bello mantode purpura y de oro. Y en-tonces comenzo sobre el

parque una lluvia de hojasfinas, leves, barnizadas de

sol. Caian temblando sobre el pasto, y a veses se de-tenian en el aire dulce, como un p&jaro dormidoque instintivamente moviera las alas. Atoajo estabael rio cantando, en tanto entre las raraas, los pd-jaros se despedian del dia. Tenia la tarde un suave

aroma. Tenia la tarde una

dulce tristeza... Tenia latarde una luz pensativacomo la de los ojos de lamujer que adoramos cuan-do nos entrega su ultimamirada. ;Alma! Toda laemocidn de ese recuerdo

esta Integra y fragantecomo una flor que entreel sombraje recibe la luztimida del sol. Pero el re¬

cuerdo no quiere que sedeshaga ante la luz de larealidad. Es mejor. Eamas bello guardar los te-soros del sentimiento, her-mosa huella erne nos dejael tiempo, para poder so¬nar, para poder hundirnoamas ilusionadamente en el

pasado.;Termas de Cauquenes!

Casa cordial y acogedora,plena de dulce paz y tran-quilidad. Que gozo se sien-te de pasear lentamentebajo tus corredores. Quealegria viendo la alegriade los demas, de aquelloaque Uegaron con el espi-ritu hecho trizas y con elcuerpo herido por un maldespiadado. Aqui encon-traron junto con la belle-za que puso el SupremoArtifice, el agua de la vi-da, de la leyenda azul.

Y tambien los pajaroaque hablan su lenguajemusical; los arboles quecantan cuando el vientoenreda sus anillos azulesentre el follaje de los mon-tes, donde vive el secretode los suenos...

1.—Terraza del Comedor. 2.—Segundo PuenteHotel. 3.—Paseo de las Vertientes. 4.—Rocas

del encanto. h. D.

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