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octubre2017nº61

En este número hay un andén abierto a los lectores de CpA: cuatro microrrela-tos que pasaron dos duros filtros para estar aquí: un jurado y los propios lecto-res. Cuatro perlas como cuatro soles.

Edita: Grupo Andén C/ Feijoo, 6 - 28010 Madrid | [email protected] | www.grupoanden.com

Comité editorial: Alejandro Moreno, Víctor García Antón, Leticia Esteban | Editora: Natalia Muñoz.

Asesores de contenidos: Sergi Bellver, Juan Carlos Márquez y Kike Cherta (España), Juan Martini y Mónica Pano (Argentina),

Mª Luz Carrillo (México)

Publicidad: [email protected] | Diseño: www.jastenfrojen.com

Ilustración: Coordinación: www.leticiaestebanilustracion.com

Ilustración portada e interior: Laura Maestro | https://www.domestika.org/es/lauramaestro

nove

dade

s

Con la colaboración de:

elmuro [3]

andénuno [5]

La batalla de los Árboles Caídos, Stephanie Vaughn

andéndos [11]

Dos microrrelatos de Elena Casero

andéntres [15]

Ganadores del Microconcurso “Andén Abierto”

cuentoscomochurros [18]

lapuertadelanevera [20]

diccionariodesaturno [21]

sinopsis [22]

brevemente [24]

Relatos en cadena

dindondin [26]

decamino [27]

entrecocheyandén [28]

Un rayo truena, Iago París

3

En este número de Cuentos para elandén escucharemos las historias del

tío Roofer, contadas por una de las

voces vivas del relato norteamericano

actual: Stephanie Vaughn; Elena

Casero traerá consigo una calle llena

de inquietantes muñecos; nos debatire-

mos entre la felicidad y el disparate en

La puerta de la nevera y Diccionario de

Saturno, y leeremos las sinopsis de La

ventana, una novela que aún no tiene

autor. Y más cosas. No te quitamos más

tiempo, esperamos que lo disfrutes.

Cuentos para el andén

@cuentosanden

[email protected]

www.grupoanden.com

Te escuchamos:

elmuro

Finalistas:

La vida en un pensamiento

Fco. Enrique Pérez. Madrid (España)

Alcoba. Tania Amador

Alcorcón, Madrid (España))

Viaje. Juanjo Giacoy. Villa Adelina,

Buenos Aires (Argentina)

Tema: Añejo Ganadora: Los silencios del vino. Miguel Veiga - Logroño (España)

Concurso de fotografía Participa enviando tus fotos a [email protected] las bases y mira las fotos en Facebook y grupoanden.comTema del próximo concurso: Farolas

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andénuno

La batalla de los Árboles CaídosStephanie Vaughn

TÍO Roofer era un hombre corpulento, simpático y con los

dientes separados; acostumbraba a estrecharte la mano

con demasiada fuerza, y aunque tenía mal carácter siempre

estaba sonriendo. Era el propietario de un concesionario de

coches, de una gasolinera y de una zona de aparcamiento

para la venta de coches de segunda mano. En su día, sin

embargo, había jugado a fútbol americano a las órdenes del

famoso entrenador Paul Brown. Cuando mencionaban el

problema que tío Roofer tenía con la bebida, los miembros

de mi familia siempre añadían que Roofer no había sido

capaz de superar lo del fútbol. "Después de haber jugado

para Paul Brown, cómo vas a volver al norte de Ohio para

vender coches", solían decir.

Tío Roofer era diabético y bebía bourbon.

Tío Roofer era alcohólico y tomaba litio a la hora de comer.

Un día, tío Roofer, el bourbon y el litio se subieron juntos

al coche para ir a Cleveland a ver un partido de los Browns.

Y en el camino de vuelta un muro de hormigón les salió al

encuentro.

En aquella época vivíamos en Oklahoma y tuvimos que

coger un avión para ir a Ohio al funeral. Mi abuela vivía sola

en Killbuck, también Ohio, en el número 7 de la calle South

Mad Anthony. La calle se llamaba de ese modo en honor al

general Mad Anthony Wayne, que ganó la batalla de los

Árboles Caídos y expulsó a los indios del Territorio del

Noroeste, permitiendo así que los colonos blancos se apro-

piaran de aquellas tierras. Cuando, de pequeña, me explica-

ron el origen del nombre de la calle, tuve la impresión de

que Mad Anthony Wayne había librado aquella batalla en

defensa de nuestra familia, como si la casa de madera blan-

6

andénuno

ca de mi abuela hubiese estado en aquella calle de adoqui-

nes desde siempre, esperando la llegada de nuestros ante-

pasados provenientes del este.

El año en que murió tío Roofer a mi abuela todavía le que-

daban veinte años de vida y estaba tratando de decidir si

sería capaz de continuar viviendo sola con las secuelas de

una cadera fracturada. La fractura se había resuelto con unos

clavos de metal, pero ahora tenía una pierna casi ocho centí-

metros más corta que la otra, una pierna que le sobresalía

ligeramente del cuerpo formando un ángulo extraño. Mi

abuela tuvo que subirse a un autobús para ir al pueblo donde

vivía mi tío. Cuando me la imagino emprendiendo aquel

largo viaje en otoño a través de las colinas que dan forma al

valle Killbuck y que desembocan en la fértil llanura del lago

que hay más al norte; cuando me la imagino a merced del

traqueteo del autobús que la llevó al entierro de su único hijo,

me imagino también su pierna asomándose al pasillo y los

esfuerzos que debió de hacer para acercarla al asiento cada

vez que alguien pasaba por su lado para ir al servicio. Me ima-

gino su bolso, grande y negro, descansando en su regazo y

apretado contra su cuerpo para mantenerlo a salvo de los vai-

venes del autobús. Estábamos a finales de octubre y llevaba

golosinas de Halloween para los nietos con los que se iba a

encontrar en el funeral. Puedo verla palpando de cuando en

cuando el enorme bolso que seguía en su regazo y abriéndo-

lo para comprobar que, durante el trayecto, las golosinas no

se habían aplastado. Cuando nos reunimos con ella en la

estación de autobús, su sonrisa reflejaba cuánto se alegraba

de ver a unos seres vivos.

—Mirad lo que traigo —nos dijo—. He pensado en voso-

tros.

Mi abuela alisó la tapa de celofán de las dos cajas de

golosinas y nos las dio a mi hermano y a mí: cada una con-

tenía doce nubes con forma de gato de color naranja y

negro. Las cajas todavía retenían el calor de su cuerpo, un

7

andénuno

calor que notamos en las manos. Para entonces, ni mi her-

mano ni yo comíamos nubes con forma de gato y por eso

intercambiamos una mirada de secreto reconocimiento: no

nos quedaba otra que fingir que seguíamos siendo lo sufi-

cientemente pequeños como para entusiasmarnos con

aquellas deliciosas golosinas que nuestra abuela nos había

traído desde tan lejos y con tanto cuidado el día que iba a

asistir al entierro de su único hijo.

Tras el funeral, acompañamos a mi abuela al valle

Killbuck en un Lincoln Continental del concesionario de

Roofer, que había quebrado tiempo atrás. Aquel coche tenía

elevalunas eléctrico y tapicería de piel, y eso nos hizo sentir

como una familia acomodada. Nadie mencionó a Roofer.

Nadie recordó lo atractivo que había sido ni su talento pro-

metedor. Nadie habló de sus buenos tiempos ni de los

malos. Nadie sugirió la posibilidad de que su muerte fuese

un suicidio, una especie de rendición. En vez de eso, nos

limitamos a escuchar a mi padre, que nos habló de la glacia-

ción Wisconsin. Según nos contó, los glaciares erosionaron

la capa superficial del suelo de Canadá, dieron forma a los

Grandes Lagos y depositaron la mejor tierra precisamente

en el lugar donde las dos ramas de nuestra familia acaba-

rían viviendo. Todos asentimos con la cabeza, prestamos

atención y miramos agradecidos por las ventanillas, incluso

mi abuela, que seguía utilizando ambas manos para sujetar

aquel gran bolso negro contra su regazo. La explicación de

mi padre desembocó en la Ordenanza Noroeste, la ley de

1787 que permitió dibujar las líneas rectas que más adelan-

te se convertirían en carreteras y también recubrir pantanos,

rebanar colinas y caminar sobre el agua.

—Fijaos en el trazado de esta carretera —señaló mi

padre—. Solo un ingeniero desde su despacho de

Washington podría haber proyectado una carretera que

pasara por aquí.

Mi padre había decidido dar un rodeo a través del valle y

andénuno

8

coger la ruta más larga para llegar a casa. De una carretera

estatal pasamos a una carretera secundaria y de ahí, a un

camino estrecho y serpenteante que avanzaba junto al

lecho de un arroyo.

—Pero este camino es otra historia —continuó—. Este

camino sigue el trazado de un antiguo sendero indio. Este

camino lo abrieron un grupo de pioneros que tuvieron la

sensatez de leer la tierra.

—Supongo que sabes que tenemos sangre india —inte-

rrumpió mi abuela.

—No —dijo mi madre—. ¿Sangre de quién?

—De los hurones.

—No me lo habías dicho nunca —se extrañó mi

madre—. ¿Quién era indio?

—Es que soy una caja de sorpresas —repuso mi abuela.

—¿Te refieres a uno de los indios que Mad Anthony

Wayne expulsó de Ohio? —preguntó mi hermano.

—Me refiero a mi tatarabuela.

—Supongo que no estuvo en la batalla de los Árboles

Caídos —dijo mi hermano.

—No sé mucho sobre ella —reconoció mi abuela—. Está

muerta.

—Los hurones sí que sabían planificar un buen camino

—intervino mi padre.

—¿Por qué nadie me explica nada sobre mi propia fami-

lia? —se quejó mi madre.

—Supongo que la batalla de los Árboles Caídos fue algo

así como una guerra civil —insistió mi hermano—. Unos

cuantos de los nuestros les arrebataron la tierra a otros de

los nuestros.

—Siempre he pensado que fue Roofer el que heredó la

sangre india ?dijo mi abuela.

—La batalla de los Árboles Caídos no tuvo nada que ver

con una guerra civil —aclaró mi padre—. Fue un conflicto

fronterizo.

9

andénuno

—Se le adivinaba en la cara —añadió mi abuela—. Tenía

los pómulos altos. Y a veces también se le adivinaba en los

ojos.

—Sí, tenía los pómulos altos —concedió mi madre—. Es

lo que lo hacía tan guapo.

En realidad, con el pelo color caoba y la piel sonrosada,

Roofer tenía un aire irlandés. Sin embargo, para cuando

vimos aparecer la torre de los juzgados entre los árboles,

después de haber atravesado todo el valle, en mi imagina-

ción Roofer ya había empezado a convertirse en un indio

hurón que cazaba osos y marcaba senderos. Era como si los

pasajeros de aquel coche nos hubiésemos puesto de acuer-

do en admitir que Roofer tenía los pómulos altos y que

seguramente había heredado el gen indio de mi abuela.

Absortos, todos asentíamos con la cabeza cuando nos

detuvimos delante del número 7 de la calle South Mad

Anthony y reconocimos las grietas y los desconchados de la

fachada de la vieja casa. Sabía que mi hermano y yo íbamos

a subir corriendo las escaleras para ir a mirarnos en el espe-

jo del tocador y tratar de decidir si nos parecíamos a los

indios hurones o no. Bajamos del coche en silencio y aquel

momento marcó el final definitivo de la conversación fami-

liar sobre quién había sido Roofer. Lo relegamos al pasado,

un pasado tan vago y remoto como un antiguo camino

indio. En adelante, cada vez que uno de nosotros mencio-

naba su nombre, lo hacía en algún comentario escueto:

"Mira, Roofer solía vender ese tipo de coches" o "Esa es la

jugada que se le daba bien a Roofer". Eran comentarios que

siempre dejaban entrever una historia más compleja. Pero

en compañía de la familia nos habíamos vuelto incapaces

de hablar de esa historia.

tw Del libro: Alfa, Bravo, Charlie, Delta. Sajalín Editores, 2017. Traducción: Ana Crespo.Stephanie Vaughn (Millersburg, Ohio) pasó su infancia y adolescencia en los diversos lugaresdonde su padre, militar de los Estados Unidos, fue destinado: Ohio, Nueva York, Texas, Oklahoma,Filipinas e Italia. Sus relatos han sido publicados en The New Yorker y en varias antologías denarrativa breve norteamericana. Hoy es profesora de literatura inglesa y escritura creativa en laUniversidad Cornell.

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andéndos

Dos microrrelatos deElena Casero

DESDE hace días las calles se han llenado de

muñecos. Dicen que han salido de los conte-

nedores y los vertederos. La mayoría son tan

nuevos que todavía van envueltos en sus cajas

mortuorias. Entre ellos he reconocido a mis

dos barbies, aquellas rubias que tiré a la basu-

ra hace unos años. Los vecinos les disparan

desde las terrazas. Caen, pero se levantan de

nuevo y siguen caminando.

No nos atrevemos a salir a la

calle porque, desde el fondo

oscuro de su mirada muerta,

saben que les tenemos

miedo. Su inquietante pre-

sencia nos obliga a recordar

un pasado de abundancia.

A Esperanza Temprano

Ecos del pasado

12

andéndos

MIENTRAS aguardaba a que avanzara la cola

ha estado charlando con un tipo como él. Es

lo que ocurre cuando te pasas un par de

horas de espera. Lo de menos es el motivo:

unas veces es por el pan, otras por una oferta

especial, otras para cobrar el subsidio, otras

por puro aburrimiento, las más por aparcar la

soledad.

El tipo este con el que ha estado hablando

—Fernando, le ha dicho que se llama— era

más hablador que él y se ha despachado a

gusto. Varias veces ha intentado contarle lo de

su hijo, el pequeño, pero cada vez que empe-

zaba a hablar, él le cortaba y hablaba de los

suyos.

Cansado, le ha puesto una excusa y se ha

marchado. Ni se ha notado porque la cola ha

quedado prácticamente en el mismo sitio.

Paseando por la ciudad ha visto otra, para el

estreno de una película, y se ha quedado en

ella. Al momento ha llegado un hombre serio,

taciturno, con cara de preocupación. Después

de las preguntas de rigor, se han puesto a

hablar y le ha contado lo de la otra noche con

el perro. Se ha quedado de piedra y no es para

menos. Se ha ido animando a contarle lo del

pequeño en vista de su interés. La cola apenas

avanzaba. Al mirar hacia atrás, ha visto que

daba la vuelta en la esquina. Casi al llegar a la

taquilla, le ha dicho adiós y se ha ido hacia el

Eulogio, el del quinto

13

andéndos

final de la cola. Se ha puesto detrás de una

señora oronda, con aspecto de buena conver-

sadora. Le ha entrado bien, se nota que tiene

experiencia en conversaciones y mujeres. A

ella le ha contado lo del mayor. La pobre se ha

quedado de piedra. Hay gente muy sensible.

Se le han saltado unas lagrimillas. La cola

seguía avanzando. Le ha dicho que le guarda-

ra el turno que iba a comprar el diario, aunque

no piensa regresar. Ha mirado el reloj y ha visto

que era hora de volver a casa.

Se sentará ante la mesa de la cocina. Cenará

algo recalentado, unas sobras o abrirá unas

latas. Mañana tiene previsto ir a unos grandes

almacenes. Gracias a la conversación con la

señora oronda, se ha enterado de que una ter-

tuliana de los programas de corazón firmará su

libro. Es una ocasión magnífica. Tras la cena,

verá las noticias y algún programa donde la

miseria humana se manifieste en todo su

esplendor. Así, mañana tendrá nuevos temas

de conversación en cualquier otra cola.

tw Del libro: Luna de perigeo. Ed. Enkuadres, 2016.Elena Casero (Valencia, 1954). Técnico de Empresas Turísticas y jubilada parcial enFord España S.L., aunque hubiera preferido ser músico. Ha publicado los libros Tangosin memoria (1996), Demasiado Tarde (2004), Tribulaciones de un sicario (2009),Discordancias (2011) y Donde nunca pasa nada (2014). Ha colaborado en diversoslibros colectivos y sus relatos han sido publicados en varias revistas y antologías.

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andéntres

Ganadores delMicroconcurso “Andén Abierto”

Adiós, RayuelaConcha García. Cartagena. España

MIENTRAS la lluvia, sin piedad, borraba la rayuela, nuestra

respiración acelerada empañaba el cristal, la tiza se escurría

en el asfalto y la inocencia se esfumaba de puntillas.

El tiempoLuz María BoladoMadrid. España

YO soy el ovillo de lana y tú el gato que en tu juego me des-

madejas, me golpeas y me lanzas lejos, y luego me atrapas

con tus zarpas. A veces tus uñas me hacen cosquillas y otras

rasgan la lana.

Yo me presto al juego y me deslío arrastrando mis hebras

por el suelo.

Pero no sé quién es Ella: la que devana la madeja, extraña-

mente ausente a nuestros devaneos, teje que te teje.

16

andéntres

tw Microconcurso Andén Abierto es un concurso de microrrelatos convocadopor CpA para abrir un andén a sus lectores. Se abrió convocatoria para micro-rrelatos de un máximo de 100 palabras durante 48 horas, en las que se recibie-ron 116 textos. Seis relatos fueron preseleccionados por jurado; publicamosaquí los cuatro que fueron elegidos ganadores por votación abierta enFacebook, por orden de mayor a menor número de votos.

Saturday NightAndrés PascuasBogotá. Colombia

EL hombre escuchaba 10:15 Saturday Night. Se prendió un

cigarrillo y se asomó a la ventana. En la calle no se veía ni un

alma. Solo las luces de los carros que pasaban y se borraban

una tras otra en el pavimento mojado. Algunas cosas de-

saparecen de repente, pensó. El cigarro se acabó, la canción

terminó y las luces de los coches se difuminaron despacio,

antes de borrarse definitivamente.

Salvando al mundoHernán Federico SeminoJosé Hernández. Argentina

CADA vez que se ata la capa roja al cuello me dice que va a

salvar al mundo. Luego estira los puños y juega a que vuela

de la cocina al living y de ahí hasta el patio. Al llegar al limo-

nero su boca es una batería de sonidos: ¡Punch! ¡Paw! ¡Tuf!

Salvar al mundo le da hambre. Por eso le traigo una leche

chocolatada bien fría. Pensar que lo que para él es un juego

resulta ser la pura verdad. Está realmente salvando al

mundo. Al mío.

cuentoscomochurros

18

EL banco está mojado porque ha llovido. Igualmente

se sienta el viejo y las palomas corren a su encuentro

porque son las tres de la tarde.

Es agradable saber que el tiempo sirve para algo. El

tiempo sirve para dar de comer a las palomas aun-

que haya llovido.

Las tres dela tarde

cuentoscomochurros

19

tw Colaboración mensual con Cuentos como Churros: ellos eligenuna de las cuatro fotografías seleccionadas de El muro y cocinancon ella un rico churro que publicamos aquí. I Fco. EnriquePérez, finalista de nuestro Concurso de Fotografía de este mes.

En casa, su mujer le preguntará por qué se sentó en el

banco mojado, por qué no esperó a que el sol tibio de

octubre hiciera más agradable el paseo. El viejo no

explicará nada. Cenará a las nueve y se acostará a las

diez. Se levantará a las ocho. Continuará agarrándose

al orden de las manecillas para pilotar los días, con una

tozudez excesiva que le hará parecer severo, obtuso,

egoísta. Tendrá miedo al despertar hasta ver la hora en

el reloj de la mesilla. Apuntará de un modo celoso las

citas del médico y los días de cobro de la pensión y los

aniversarios de los funerales para las misas.

Necesitará que la muchacha contratada para limpiar-

les el polvo y lavar las sábanas llegue a las en punto

y se vaya a las y media, y se parará abrumado, casi

con la confusión de un niño que se pierde, ante el

cartel de Cerrado por vacaciones en el bar donde lee

el periódico los domingos.

El viejo hará estas cosas y resultará difícil para los hijos

que no pueden cancelar una visita o para el portero

del edificio que atiende los radiadores. Será también

una heroica resistencia ante el barrido que hace el

tiempo, un modo de agarrarlo y vigilarlo y detenerlo.

La rutina es buena para las palomas. Buena para la

memoria y para los relojes. Buena para los viejos, para

este viejo, aunque a veces le deje mojados los panta-

lones porque a la hora del paseo haya llovido.

Mónica

De acuerdo, no es un

disparate venir aquí a

refrescar las ideas cuando

estudias. Pero vuelve

a tu mesa.

Marisa

No pierdas la calma. O

piérdela, pero no lo

pagues con el chorizo.

Gracias.

MónicaSi perdiste la calma, bús-cala en las ramas de loschopos, a orillas del río, oen el sonido del mar.

Marco Garcia

Que el viento te lleve

sin prisa, ya habrá

tiempo de regresar.

Antonio Maldonado¡He encontrado trabajo! ¡Dejaremosde comer bocadillosde viento!

Viento

https://monisinmas.wordpress.com

https://twitter.com/el_mal_donado

Déjale una nota al mundo en La puerta de la nevera: www.grupoanden.com

Calma

Sandra SánchezCariño, no entiendo tu

encargo del post-it."Disparate" no lleva

tilde en la primera "a".

20

lapuertadelanevera

Disparate

http://letricidiospremeditados.blogspot.com.es

FELICIDAD

1. Sonrisa de la conciencia.

Chelo Cadavid

2. Meta deseada por d

eportistas y

sedentario

s.

Lydia Martí

DESEO

1. Susurro de la Felicidad. Chelo Cadavid

2. Superpoder invisib

le. Rosi García.

http://dibujandounpensamiento.blogspot.com.es/

PUENTE

1. Trozo de suelo que no perte

nece a ninguna

orilla, y por e

so las une. Garcés

2. Obra de ingeniería

. Sirve para cruzar d

esde

la nada a ninguna parte ig

norando las aguas

turbulentas. Ernesto Tancovich.

Una nueva civilización está empezando de cero en

Saturno, aún no tienen claros algunos conceptos,

¿les echas una mano con el diccionario?

Participa en www.grupoanden.com

2

3

1

diccionariodesaturno

21

22

Tenemos el título del próximo éxito editorial, nos falta la

sinopsis ¿nos ayudas? Participa en www.grupoanden.com

«La ventana»Ernesto se despierta una mañana cualquiera de domingo y des-

cubre que tras la ventana solo hay otra ventana, y tras ella otra

ventana, y tras ella un Carrefour donde solo hay cientos de seño-

ras obesas idénticas comprando mortadela sin fin. Una inquie-

tante historia que te llevará al límite.

Melanio

¿Qué llevará a una joven invidente a pasar día tras día de pie

frente a la ventana? Justo eso está a punto de descubrir Pablo

quien, junto a Nora, aprenderá que para ver, lo último que nece-

sitamos son los ojos.

Lydia Martí

Después de la muerte de su marido, Leonor pasaba todas las

tardes sentada frente a la ventana, como esperando que algo

pasara. Lo que sucedió, no fue lo que ella esperaba. No siem-

pre hay que tener esperanzas y correr las cortinas. Una entre-

tenida historia ficticia… tal vez.

Marco Garcia

sinopsis

24

El deseoSemana 4 de concurso: 9 de octubre de 2017Ganador: Francesc Barberá

La ciudad del amor cambió totalmente a papá. Cuando

volvieron del viaje, mamá estaba entusiasmada. Pero no

tardó en arrepentirse de haber pedido aquel deseo. Papá

hacía cosas muy raras: todas las noches le cantaba una sere-

nata y le llenaba la habitación de rosas. Incluso llegó a con-

tratar un avión para que dibujara sus nombres en el cielo.

Han decidido volver a París. Papá quiere casarse frente a la

Torre Eiffel. Mamá está deseando regresar a aquel puente,

cerrar los ojos y pedir que todo vuelva a ser como antes.

Volver a empezarSemana 5 de concurso: 16 de octubre de 2017Ganadora: Trini Pestaña

Que todo vuelva a ser como antes me tiene desquiciada.

Mi marido no escarmienta y ha vuelto a casa. Apareció de

repente, pálido y esquelético, como el fantasma que siempre

fue. Dice que me sigue amando y que no le importa lo que le

hice. Mentira cochina. Le grito que se esfume, que con diez

años de cárcel, ya he pagado mi crimen. Él, a cambio de que

salgamos a dar el último paseo, promete no torturarme. Yo

consiento, aunque sé que miente, pues antes de pulsar el tim-

bre del ascensor, se sitúa frente al hueco de las escaleras y

vuelve a pedirme que le empuje.

brevemente

octubre

25

tw Relatos finalistas de octubre de 2017 del concurso Relatos en Cadena, organi-zado por la Cadena SER y Escuela de Escritores. Puedes leer todos los seleccio-nados en www.escueladeescritores.com o www.cadenaser.com.

brevemente

InmortalSemana 6 de concurso: 23 de octubre de 2017Ganador: Carlos Guillermo Ortuño

Vuelve a pedirme que le empuje. Esta vez desde la azotea.

Este maldito niño me tiene frito con el gusto que le ha cogi-

do a restregarme que es inmortal. Y yo no gano para sustos.

Salimos a pasear y se tira debajo de un camión. Nos vamos al

parque de atracciones y se lanza desde la noria mientras salu-

da al resto de usuarios. En el campo se come todas las setas

venenosas que encuentra.

Le he amenazado con dejar de ser su amigo si continúa

con esa actitud tan irresponsable.

Me dice que si lo hago se declara en huelga de hambre.

Y se ríe.

26

dindondin

V Premio Internacional de microrrelatosFundación César Egido Serrano

Entrega de originales: 23 de noviembre.

Premio: 20.000 $http://www.escritores.org

XIV Premio "Galileo" de relatos de ciencia y tecnología 2017 Entrega de originales: 15 de noviembre.

Premio: 1.000€http://www.escritores.org

Mexicráneos Paseo de la Reforma, México DF

Hasta el 15 de noviembre de 2017Actividad gratuitahttp://www.mexicraneos.com/17/

Festival Internacional de Jazz de Buenos Aires Distintas sedes

Del 15 al 20 de noviembre http://festivales.buenosaires.gob.ar/es/jazz

ILLUSTRATI nace en

2010 y es más que una revista:

es un espacio público dedica-

do a la ilustración (aunque no

solo), que se mueve en papel.

Una edición bilingüe

(italiano/inglés) que se distribu-

ye gratuitamente en librerías

de toda Italia… y tal vez tam-

bién fuera, unas siete veces al

año, y que circula también con

fuerza en Facebook.

Cada número aborda un tema

distinto, fruto del debate entre

diferentes argumentos aspiran-

tes, del que solo uno será el

desarrollado finalmente por

ilustradores, fotógrafos, escrito-

res y la misma redacción, que

se enfrentan a él con total

libertad. Todos los trabajos se

publican previamente en

Facebook y se hace una selec-

ción de los que verán final-

mente la luz en la edición de

papel, con especial atención a

la ilustración que ocupará la

portada.

tw ILLUSTRATI está completamente financiada por #logosedizioni, una pequeña editorial italiana, y se realizagracias al trabajo y al entusiasmo que cada día nos demuestran nuestros lectores y nuestros colaboradores fijos,más bien amigos, como Bizzarro Bazar, Nautilus, Extraliscio, Poemata, Librería Pagina 27... Todos los números sepueden descargar gratuitamente e imprimir desde la página web.

decamino

27

““

http://illustrati.logosedizioni.ithttps://www.facebook.com/ILLUSTRATI.logos/

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entrecocheyandén

DENTRO de escasos minutos ocupará con elegancia su

lugar ante el piano. Va a recibir con una inclinación casi

imperceptible el ruidoso homenaje del público. Y resurgirá

más fuerte cuando sus pies se adelanten en el escenario y

les regale su mirada. Entre tanto, experimentemos el poder

de la música.

Algunos hablarán de arpeggios, motivos, tropos y estro-

fas. Otros lo harán de sentimientos: elevación, tristeza, ten-

sión... Todos ellos no son capaces de sentir el poder evoca-

dor de la música. La música. Es mucho más.

Tocarán sus manos el teclado y sonará la noche, una

noche cálida y pesada en la que cruje la madera. Alguien

intenta derribar una puerta. Sus gritos roncos golpean

como puños la madera. Alguien más, desvalido, se oculta

en la esquina, en el interior. Tiembla y se abraza con fuerza

a la sábana que ha arrancado de la cama. Los golpes irrum-

pen en la escena. La casa, creída maldita, rodeada de árbo-

les y no de gente, no recibirá esa noche más visitas. La

puerta es tumbada. Una figura entra al pasillo y grita un

nombre. Más adentro, suenan cristales rotos. El intruso se

apresura, aparta de su camino muebles y sillas, encuentra

en la ventana la escena de una huida. Desde el bosque, la

niña se gira, puede ver la silueta tras el marco y corre,

comienza una débil llovizna. Los árboles se concretan y flu-

yen contra ella. Sus ropas mojadas arrastran hojas, la retra-

san. Se detiene. Un precipicio. Con la espalda hacia el vacío,

ve el oscuro bulto que se define entre los árboles. Un rayo

truena. Unas llamas incendian un árbol lejano. Ella se tira al

suelo y reza, grita, implora. Las raíces son traicioneras y se

enredan en sus pies, el hombre se cierne, tropieza contra el

Un rayo truenaIago ParísAlumno del taller de escritura de la biblioteca pública municipal Mario Vargas Llosa de Madrid.

29

entrecocheyandén

tw Iago Paríshttps://rinconescritorio.blogspot.com.es/Querido lector: le agradezco y felicito por haber llegado hasta aquí. Leer a unautor desconocido es atrevido porque muchas veces no sale ni como al autorle gustaría. Pero usted ha estado a la altura (y ser atrevido es sexy). Siga así.

suelo y se golpea. Solo se oye la lluvia. La niña se acerca, en

silencio, él no se mueve, pero está vivo. Los sonidos del

bosque cubren la escena. Un rayo truena. Poco a poco,

resalta el rozar de hojas, un cuerpo se arrastra al borde, es

empujado. Un cuerpo se pierde en la oscuridad, primero

con golpes secos, luego con gritos largos. Los silencios del

bosque cubren la escena. Hundido en el barro, un llanto

resuena. La noche que ya no es pesada y cálida. Ella se suel-

ta. Llora haber matado a su padre. Lo llora, porque eso es

que su madre está muerta. A su alrededor, rodeado de

negro y lluvia, también hay rojo, de él, casa y bosque arden.

Un rayo truena.