Crítica Óntica a una Estética Cuántica
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Crítica óntica a una estética cuántica
Reneé Acosta
No hay edificación vanguardista más triste que la que está fundamentada sobre
cimientos tan sólidos como una torre de barajas. Peor resulta cuando los
principios que sustentan padecen de la argumentación que Tarski llamaría
contrastabilidad de verdad; es decir, cuando los objetivos están elevados por
encima de los resultados corroborables. Babel no cayó por el lenguaje, sino por
los deficientes cimientos que llevaron a la pérdida de la lengua adánica. Así es
el nacimiento mal logrado de la última vanguardia que tuvo su parto en febrero
de 1999 en Granada.
Ante los reveses de la literatura española de finales del siglo XX, aparece el
manifiesto de la estética cuántica abanderado por el poeta Gregorio Morales;
como anunciación de la equivocidad de las tendencias, un manifiesto cuya
apócrifa acta de natalidad se vincula con la persistencia neo edificadora de las
vanguardias; dando a luz a la última de su casta que, por cierto, nació muerta.
Pero, si bien Octavio Paz arrojó su hipótesis acerca del fin de la tradición de la
ruptura, desde México donde el estandarte estridentista aturdía en gran alarde
su sumatoria de las vanguardias italianas y dadaístas, con el grito de ¡viva el
mole de guajolote!; en suma, desde un país que no tuvo realmente sino que
tradición y poca tradición de la ruptura -y así nos queda claro en el ensayo de
poesía mexicana del siglo XX de José Luis Martínez sobre los primeros
cincuenta años de la poesía mexicana- es así que en España, allá muy lejos,
cruzando el mar del laberinto de la soledad, sin importarles, en sus términos,
un bledo, las revelaciones del ogro filantrópico, ni las revelaciones del
cuadrivio; se lanzan como Altazor sin paracaídas al último y deplorable vuelo
de las vanguardias: la estética cuántica.
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Básicamente, para partir desde el principio hay que recurrir como diría el
filósofo mexicano Eduardo Nicol desde los principios que son necesidad, de
dicha estética que desde su aparición, hace más de una década, continúa
atorada en el eterno retorno del nudo gordiano de la pregunta: ¿qué es la
estética cuántica?, pregunta que el bueno de Gregorio Morales se ha
desgañitado por contestar, llevando más dudas que respuestas acerca de esta
pregunta sustancial. Y es que aún en la hipotética, pero generosa, posición de
otorgarle alguna validez estructural a los planteamientos del manifiesto,
dijéramos, acaso, que sus postulados fuesen correctos; aún así nos quedaría
un camino verdaderamente difícil de sustentar al ver los resultados concretos
de las obras, los hijos de la estética cuántica. Pero ya hemos dicho que esta
última vanguardia nació muerta, muerta por deficiencia de hemoglobina, por
asfixia discursiva, muerta como el mismísimo cadáver de Balzac. Sus enlaces
de ADN están de principio, en sus principios, descoyuntados, amnésicos, sin
información ni memoria alguna que transmitir; aún peor es un cadáver que no
sabe quién es.
En su libro titulado, precisamente, El cadáver de Balzac, este buen hombre que
es Gregorio Morales, se lanza a sustentar una estética aposentado sobre
analogías entre los términos de los verdaderos cuánticos como Eddington o
Schrödinger, a una perorata seudo hermenéutica de la interpretación cuántica
de la realidad y, como si no fuera suficiente, de la realidad-en-el-arte. Y ese es
uno de los verdaderos dilemas del manifiesto cuyo diagnóstico genético ya
hemos mencionado, pero para una mayor depuración, habría que concebir a
este texto manifestante de una gran ingenuidad, como un zombie. Al menos la
obra de Balzac prosigue viva por encima de su cadáver; mientras que la
zombificación terca y necia, más que necesaria, de la estética cuántica
española ha llevado paulatinamente a sus integrantes a desintegrarse
cuánticamente. Y es que otro de los problemas irredimibles de esta pobre y,
después de doce años, leprosa vanguardia, es la enumeración de principios
morales más que estéticos, de manera que la estética cuántica es más una
ética que una estética cuyo mayor problema ha sido responderse a sí misma
en una óntica de ¿qué hace al arte cuántico, un arte cuántico?.
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Me pareciera ver en el buen Gregorio a una especie de Gutierritos de la
estética peleando contra los molinos eléctricos. Si al menos, eufemísticamente,
supusiéramos que en un universo paralelo este manifiesto subsistiera, no sería
por sí mismo, sería única y solamente por el principio lógico de contrastabilidad
de Tarski, en el sólido edificio de una obra, aunque fuera solo una, sin importar
si es literaria, plástica o histriónica, que le quitara de la cabeza el cucurucho de
burro a esta zombificada fantasmagoría; pero no. Como diría Heriberto Yépez:
“los malos escritores develan el oficio de escribir, porque en ellos todo es
grotesco, descarado; transparentan aquello que los buenos escritores han
sabido ocultar y sublimar eficientemente.” Así sucede cuando el incauto lector
se aproxima a estos textos que en realidad son pretextos para figurar más
egótica que iluminadamente, sobre las aguas sagradas de la ecuménica
revelación cuántica.
Esto no es una estética
Olvidémonos de la palabra estética, esto no es una estética, como la pipa de
Magritte no es una pipa. No, esto no es un manifiesto, es más bien el
reglamento redactado en un club dietético. Es hasta cierto punto vergonzoso de
pena ajena, la apropiación de un campo de pensamiento como es la cuántica,
en favor de algo menor a una moneda de tres pesos, fraudulenta, que se
entrona poseedora de una estética novedosa –como tanto insisten en llamar- o
a la vanguardia; para hablar de un manifiesto que lo único que manifiesta es el
haberse calzado unos zapatos muy grandes.
Porque lo primero en hablar debe ser la obra y al final, la obra. Inversamente,
nuestro gutierritos cuántico, cuyo ego gordiano no hace más que intentar
responder la problematicidad de su propio manifiesto que, para ser fieles a la
verdad mejor sería mencionar de aquí en adelante como pre-texto, intento,
simulacro; como quien corrige mil veces los planos y nunca construye la casa;
mucho se ha encargado de lanzar filosofemas sin ser filósofo, haciendo cada
vez más enredoso su argumento de estar lanzando un novedoso método de
arte nuevo. Y no me refiero a la legitimidad de la búsqueda estética en la
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cuántica, no, ese es el verdadero diamante, del cual se ha querido apoderar
Gregorio. Me refiero al manifiesto en su desequilibrio endémico, que se
presenta como una panacea novedosa y a la hora de la verdad no solo no
cumple con lo prometido, no solo las obras no son ni novedosas, ni
vanguardistas, ni periféricas, ni excéntricas; sencillamente se encuentra el
incauto explorador ante una poesía ordinaria, y no solamente ordinaria, sino
francamente mala dentro de lo ordinario.
Es por esto que nuestro héroe mítico, nuestro gutierritos cuántico, se ha robado
el fuego sagrado de la cuántica para asar bombones con él. Dice el nuevo
proteo: “La estética cuántica es un método independiente de estudio y
producción artística inserto en el nuevo paradigma científico surgido de la
biología, astronomía, psicología y física contemporáneas. Tiene su propia
lógica, su propia coherencia y sus propios objetivos” (Manifiesto de la estética
cuántica. Granada 1999) Hasta aquí da la pantalla de sus sublimes
aspiraciones, donde subrayo la palabra “método”. Pronto, unos cuántos
párrafos adelante comprobaremos mediante sus propias contradicciones que
no tiene idea de lo que es en realidad un método.
Esta vanguardia en su desiderata subatómica nos da gato por liebre; da el
gatazo para el lector neófito o entusiasta, de ser un verdadero manifiesto con
una verdadera propuesta estética; pero que como el gato de Schrödinger esta
medio vivo y medio muerto, zombificado entonces en una poesía sin latidos.
Y es que Gregorio no se da cuenta de la dirección de la crítica que se ha
extendido sobre él y que, como a Garbancito, se lo ha tragado. La crítica más
enterada o visionaria, no se opone a los planteamientos de la teoría M, ni al
teorema de incompletitud de Gödel, el principio de incertidumbre de
Heissenberg, o la función de onda de Schrödinger, ni a la teoría de super
cuerdas y todas sus derivaciones filosóficas; no, ni siquiera se oponen al neo
racionalismo o neo idealismo de los religiosos del doctor quantum, ni al tao de
la física, ni a la metafísica de la física. No. Se oponen a aceptar un trapo
ordinario de cocina como si fuera la máquina aceleradora de neutrones, capaz
de abrirnos una puerta dimensional a otros estados, quintaesenciados del ser.
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¿un método “sin recetas”?
El problema de esta apestada vanguardia es que en doce años no ha podido
producir ni un solo poema a la altura de sus aspiraciones; ni una sola pintura
revolucionaria; ni nada que corresponda objetivamente al discurso
grandilocuente del manifiesto; motivo por el cual al buscar a sus integrantes
hemos encontrado muchas sillas vacantes, al no encontrar su posición tal vez
podamos saber su trayectoria.
Lo más cercano a la propuesta son los poemas contenidos en el Canto
cuántico del propio Morales, mismos que resultan fríos e insípidos, repletos de
una pastosa cursilería plagada de lugares comunes, carentes de efecto; pues
no basta con decir protón para que por la magia del quantum, el poema
adquiera la singularidad cuántica y el efecto prometido en sus ensayos.
Tampoco hemos de convertir a Gregorio Morales en un Gregorio Samsa. Su
ensayística, sin ser un Paz de revelación, ni un Bataille, ni un Bachelard;
sostienen un proyecto a lograr -bien fundamentado por los físicos cuánticos, no
por Morales- de una propuesta con gran competencia en el espectro de los
campos epistemológicos, semióticos, espirituales, psicológicos, teológicos y de
la ontología. Pero, mientras no exista una fundamentación consolidada en los
resultados concretos de la exploración artística, no puede llamarse estética ni
en el sentido del término de Baumgarten ni en el kantiano. Por esto es
necesaria una crítica óntica de los principios del manifiesto para responder a la
pregunta de que es la estética cuántica.
Morales confunde ética con estética del arte, y estética kantiana; confunde
poiésis con hermenéutica; ontología con física; lógica con retórica. Resulta que
la tarea de Morales es de índole filosófica, no filológica. Nada tiene que ver la
gramática en esto. Como dice Pessoa: sáquenme de aquí a la metafísica. El
problema del manifiesto es rigurosamente óntico, bajo la evidencia de que en
doce años de chapoteo interminable no ha podido responder rigurosa (ni
claramente) la pregunta: ¿qué es la estética cuántica? Se ha limitado a
argumentar con los fundamentos de la escuela de Copenhague, pero sin una
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obra de arte (ya no pidamos que sea cuántica, sino que al menos sea decente)
por tanto sus supuestos son más parapléjicos que Stephen Hawking.
Seguido continúa el maestro diciendo:
“Todo lo anterior conforma el nuevo paradigma del que hemos hablado
anteriormente y del que no podrá zafarse cualquier creador comprometido con
su tiempo. Pero no son en modo alguno recetas para producir
instantáneamente arte ni literatura cuánticos.”
Y ¿qué es, entonces, la estética cuántica según el evangelio de Morales?, nos
dice el proteo cuántico en su manifiesto sus presupuestos –que bien afirma al
decir que no son recetas, porque no lo son; lo que ignora es que un método o
un manifiesto si debe presentar una descriptividad de lo que propone como
nuevo- para una estética cuántica. Dice Arthur Danto al respecto: “El manifiesto
define un cierto tipo de movimiento, cierto estilo, al cual el manifiesto en cierto
modo proclama como el único tipo de arte que importa. Es un mero accidente
que algunos de los principales movimientos del siglo XX carecieran de
manifiestos explícitos” (Arthur Danto. Después del fin del arte. Paidós. España
1999) De esto se sigue que la propuesta de Morales tampoco es un manifiesto.
Esto no es un manifiesto
Veamos pues cuales son estos principios tan innovadores que nos están
regalando a los artistas cuánticos la verdad y el camino para una estética
cuántica. Estos son los principios de su “manifiesto”:
1º) La devolución al hombre y a la mujer del papel de imaginadores activos del
universo.
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Pregunta: ¿acaso alguien había despojado a la humanidad de su capacidad
imaginativa?. Al decir “imaginadores activos” presuponemos la relación
intersubjetiva entre la realidad llamada objetiva o a priori, y la realidad
aperceptiva a posteriori de la conciencia. De cualquier manera esto no es más
que retórica si la concebimos como supuesto de una estética, argumento válido
en otro contexto y sencillamente anexo a toda disertación. No es una definición
que nos permita aducir los caracteres morfogenéticos de una obra artística
cuántica, y si no es así entonces no es un principio.
2º) La certeza de que el ser humano es el creador de su realidad.
Simple y llana superación personal extraída de los siete pasos del empresario
verdaderamente exitoso y que no nos lleva a responder la pregunta
fundamental ¿qué ES la estética cuántica?.
3º) La síntesis de los opuestos en una totalidad integradora
¿Y qué acaso no todo el arte en su totalidad hace una síntesis de los opuestos
en una totalidad integradora? ¿no hay acaso una síntesis de opuestos en Klimt
como en los hermanos Karamazov, o en cien años de soledad. Esto no puede
ser de ninguna manera una descripción de una estética cuántica ¿qué es lo
que define al arte cuántico?
4º) La consideración de materia y conciencia como dos variedades de un
magma común y que pueden influirse recíprocamente, produciendo, entre otros
efectos, las llamadas “sincronías” o casualidades significativas, así como la
hipótesis de que la materia pueda ser inteligente (“El universo está constituido
de materia mental”, Eddington).
Esto únicamente explica el fenómeno de la paradolia, de la sincronicidad
producida por el llamado ordenador del cerebro. Lo que Lezama Lima definía
como simultaneidad ocurrente, en una anécdota de Bioy Casares. Pero ¡por la
tumba de Kant! ¿qué tiene esto que ver en la aplicación metodológica de la
exploración poiética?. El fenómeno de que la paradolia pueda ser aplicada a
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todos los hechos materiales de la causalidad, como la describe Bunge, en cuyo
conjunto estaría inmerso el arte; nada tiene que ver concretamente con la
creación poética o artística.
5º) El hincapié en que la tarea de toda vida es la “individuación”, es decir, el
emerger en la persona de su propia singularidad. Toda persona individuada
contribuye decisivamente al servicio de la comunidad, por lo que “individuación”
se opone radicalmente a “individualismo” o “egoísmo”.
¿Y no es la creación artística en general un emerger desde nuestra muy
individual “individuación”, desde nuestra propia singularidad? ¿en qué es
diferente toda creación artística a la creación de arte cuántico?
6º) La consciencia de que todo arte y todo escrito deben tener una esencia
holográfica, en correspondencia con el universo, donde la más ínfima parte
contiene el todo.
Sin comentarios. Escriban un poema cuya esencia holográfica en
correspondencia con el universo, desde la más ínfima parte contenga al todo.
¿Qué es una esencia holográfica en correspondencia con el universo? ¿y cómo
se aplica esto en un poema?. Esto es en todo término, como decimos en
México, ser Gallego.
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7º) La capacidad de penetrar en los “campos morfogenéticos” (Sheldrake) y
“registros akásicos” donde está almacenada la información de la humanidad y
del universo.
En las obras de la etno poesía y de la poesía mística chamánica, de la
ritualística mexicana, encontramos amplias muestras de retornos a los mitemas
elementales de sus cosmogonías de la creación. Huizinga desde la estética
propone también una búsqueda en los estados lúdicos e intuitivos de lo que
Jung define como arquetipos. Joseph Campbell así como Mircea Eliade y
Robert Graves subrayan la importancia y participación del rescate del mitema
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primitivo para la revelación poderosa de los lenguajes creativos. Claude Levy-
Strauss también habría de enfatizar la participación de la analogía en la
constitución formal de las estructuras taxonómicas y de las matrices sociales
en los pueblos tribales, y de cómo el hombre “primitivo” está equipado con las
mismas funciones del hombre “civilizado”; siendo el pensamiento salvaje, un
vaso comunicante con los conocimientos ulteriores de la humanidad. Algunas
grandes obras maravillosas como las de Afanasiev, Vladimir Propp y Todorov,
nos dan cuenta de la participación eterna del mito en la creación literaria; pero
¿cómo puede ser esta capacidad de penetrar los campos morfogenéticos, una
propuesta novedosa? Esto es, nada más ni nada menos, señoras y señores,
que el descubrimiento del hilo negro.
8º) La apuesta por la civilización y la conciencia surgidas de la integración de la
naturaleza y del inconsciente.
Esto es una ética, no una estética. Es cuestión de imaginarse a un artista
plástico diciendo acerca de su cuadro: es una apuesta por la civilización y la
conciencia surgidas etc, etc; para darnos cuenta de que esto no quiere decir
nada en el contexto de una estética, de un método y menos aún de un
manifiesto.
9º) La visión del cosmos como un fluido compacto donde, siguiendo la teoría de
la “no-separabilidad”, todo está interrelacionado.
La no separabilidad puede ser un principio físico o metafísico, pero sigue
estando, irónicamente, separado de la estética. Es posiblemente por la
aplicación de este principio en la interpretación revuelta de Morales, que se
distribuye la falla no discriminatoria hacia toda la propuesta. Todo está
interrelacionado, por eso resulta que en esta indiscriminación de lo que es y no
es, el todo –pero entendamos el todo por el TODO- queda interrelacionado.
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10º) La superación de la teoría positivista de la relatividad al tener en cuenta
que existe una velocidad superior a la de la luz (al menos, en la polarización de
partículas subatómicas).
¡¿El artista necesita superar la teoría de la relatividad para hacer arte?! ¿o
acaso se refiere que a través del arte se debe superar la teoría de la
relatividad? ¿cómo se hace una pintura tomando en cuenta que existe una
velocidad superior a la de la luz? ¿cómo se escribe un poema para la
superación de la teoría de la relatividad?
Analicemos punto por punto. Del principio primero al quinto plantea una ética.
El punto sexto plantea una hermenéutica, un modo de interpretar el mundo. El
séptimo plantea una psicología. El octavo propone nuevamente una ética. El
noveno es una hermenéutica y por último, el más hilarante de todos, es el de
convertirnos en físico matemáticos avanzados para poder superar ¡la teoría de
la relatividad! Pero en ni uno solo de todos estos seudo principios hay alguno
dedicado a la estética. Carcajada cósmica. Radio comedia gravitatoria. Teatro
sico eléctrico.
El Dr. Quantum calza grande
No pueden dar una receta por impotencia, porque no tienen ni la más remota
idea de cómo hacerlo. Siendo todos los incisos anteriores, presupuestos
morales que el señor Morales edifica como objetivos, y si los objetivos de una
estética son principios éticos, entonces se trata de una ética y no de una
estética.
Llegar a una estética cuántica es importante. Crear un arte cuántico es
importante. Lanzar un manifiesto después de las posturas históricas del arte de
postmodernidad en el fin del arte, no es ni importante ni necesario. Como bien
dice Danto varias de las corrientes del siglo XX ni siquiera estuvieron
enmarcadas dentro de un manifiesto.
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Si analizamos los manifiestos desde Tzara, Marinnetti, Maiakovski, Artaud, List
Artzubide; veremos que los objetivos si plantean una “receta” para hacer obras,
claramente distinguibles, como surrealistas, dadaístas, futuristas, del absurdo,
etcétera. En cambio, en el “manifiesto” de la “estética” “cuántica” todo se
plantea más bien, y ni siquiera, como una aproximación a una remota idea de
qué es lo que están haciendo.
Al no discriminar, según sus principios hermenéuticos, la interpretación del
mundo, todo aquello constituido por átomos resulta en una expresión cuántica.
Todo lo pensado, en tanto es real es cuántico y si es cuántico, se vuelve para
Morales: arte cuántico. En donde el reducto ad absurdum es tan plenariamente
sencillo como hablar de la búsqueda de la garnacha cuántica.
De esta manera Morales se ha dado a la labor de interpretar “cuánticamente” a
García Lorca; a hablarnos de la realidad cuántica de la objetividad
intersubjetiva del pensamiento cuántico. Todo es la perorata de un discurso
para incautos, mal construido. Morales nos presenta una extensión de las
reflexiones tipo superación personal de la cienciología y de los seguidores de la
sanación por el pensamiento positivo cuántico; siendo veraces o no,
sencillamente son válidas pero no responden la pregunta fundamental ¿qué es
la estética cuántica? y por tanto, no pueden ser aplicadas como argumentos de
peso para sustentar tal cosa.
El problema es que desde la génesis de sus principios se asoma la sombra de
no tener ni la más remota idea de cómo podría ser una obra de arte cuántica.
Si por un lado le reconocemos el intento de la aproximación; por el otro se le
recrimina el haber empañado la óptica de la crítica internacional para los
artistas cuánticos futuros, que a la vista de las anticipaciones precipitadas de la
“estética” española, pueden ser señalados dentro de este fallido aborto
ideológico. De esta manera, Morales a construido para todos los interesados en
un construcción del arte cuántico, un campo minado. Si bien se puede hacer
arte cuántico, el trabajo de Morales desacredita a priori los méritos del artista
cuántico ante la crítica, generando una prejuiciada incredulidad. Pero veamos
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una pequeña muestra de los Cantos cuánticos de este autor, para ver por que
afirmo que la cuántica en sí son unos zapatos muy grandes:
Partículas,
sois los ocres y oros
de la tarde de otoño,
el límpido azul
de una mañana,
el mar tornasolado
de turquesas y violetas,
la coagulada sangre
del crepúsculo,
los ágatas y jades
del bosque,
el seno rosado
de la joven
y este rostro mío,
oscuro,
asombrado,
que os interroga en el espejo.
Legitimidad de la búsqueda de una estética cuántica
La legitimación de una estética debe darse a priori mediante la propagación
sensible de sus manifestaciones, y no de sus manifiestos, artísticos. La
búsqueda de una integración holística, espiritual y artística, de las ciencias y las
artes a través de los nuevos descubrimientos de la física; son tan legítimos
como necesarios. Es necesario decir lo que es “la estética cuántica” española,
y lo que no es. Es necesaria una crítica óntica de la filosofía futura sobre el arte
cuántico, mucho más de lo que es, tímidamente, este compendio de
presupuestos éticos, fallidos, con aspiraciones estéticas.
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Se necesita ante todo responder ¿en dónde radica el ser de la verdadera
estética cuántica? ¿cuál es la diferencia del arte cuántico? ¿qué hace ser al
arte cuántico, cuántico? ¿Cuáles son las diferencias entre los objetivos de la
ciencia cuántica y el arte cuántico? ¿de qué manera se puede hacer arte
cuántico?. Si es necesaria la respuesta desde el objeto dialéctico y su
problemática en sí, desde la cosa misma, como decía Husserl; desde el ser de
arte cuántico, como diría Heidegger; desde la receta, como dice Morales. Para
los que sabemos de gastronomía una receta jamás es la misma. Una receta es
una ecuación que puede ser despejada de muchas formas.
A partir de los planteamientos de la estética del siglo XX como Luckacs, en la
crítica del arte; Lotman en el arte periférico; Eco, en la semiótica; Mandoki en la
socioestética de la poética y la prosaica; Bordieu; Barthes, en el grado cero de
la escritura; o como Marchescou en las exploraciones de la literariedad;
Huizinga en el intuicionismo y Jung en el arquetipo; podemos arrojar una
propuesta de una estética cuántica excéntrica y periférica. Una poesía
articulada con la poética étnica de Rothenberg y María Sabina. Una poética
céntrica o al margen de la sicomagia de Jodorowsky, retroalimentada en los
principios de la mística y la holística del pensamiento complejo. Como dice
Rothenberg: primitivo quiere decir complejo. Una poética bajo la rúbrica de las
exploraciones de Edgar Morín y en el nutrimento originario del pensamiento
antiguo como Pitágoras, Demócrito, Gorgias, Parménides, Aristóteles, Lao Tse,
Averroes, Avícena, San Agustín; de todas las tradiciones de vanguardia; en fin,
en absoluta libertad desde el libre pensamiento.
Tras la ruptura de la tradición de la ruptura, no es ya la búsqueda de lo nuevo
por la patológica compulsión por la novedad. Cada poeta, cada artista que
busca su voz y la encuentra, es una ruptura. No puede haber una total ruptura
con la ruptura porque quedaría solamente el pastiche. La ruptura no puede ser
hacia el exterior, con lo anterior, sino en el interior de la conciencia poiética con
sus propias expansiones y limitantes. Voz es ruptura. Estilo es ruptura. Como
dijo Danto: hay una clase de esencia transhistórica en el arte. Afirma también
que después del fin del arte no se puede retomar la postura de “X es arte y
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todo lo que no es X no es arte”; y por otra parte, muchas de las corrientes y
exploraciones han quedado fuera de los manifiestos por no tener uno como tal.
Una de las mejores muestras de que es posible hacer arte cuántico la tenemos
en el músico polaco Krisztof Penderecki autor de “Dimensiones del tiempo y el
silencio”(1959-1960), “emanaciones” y “Kosmogonia”, entre muchísimas otras;
cuyas revolucionarias composiciones bien podrían definirse como cuánticas,
sin ser auto proclamado cuántico. Otro autor similar en su experimentación
musical es Gyôrgy Ligeti quien musicalizó parte de 2001 Odisea del Espacio,
del ya desaparecido Stanley Kubrick y que comparte la intensidad estética y la
patria con Bela Bartok, su máxima obra “la danza macabra” evoca una
sensación cósmica del espacio y el tiempo, de la conciencia y las ranuras de la
realidad entre el orden y el caos. También escribió sobre esta misma
experimentación la composición “Lux aeterna”. Ligeti inventó el término musical
“micropolifonía”, la describe de la siguiente manera: “La compleja polifonía de
las partes individuales está plasmada en un flujo armónico-musical, en el cual
las armonías no cambian súbitamente, sino que se mezclan con otras; una
combinación interválica claramente reconocible se va haciendo gradualmente
borrosa, y en esta nubosidad es posible discernir una nueva combinación
interválica tomando forma”
Otro trabajo revolucionario de Ligeti fue su experimento “poema sinfónico para
100 metrónomos”, un reto desde la reproducción del caos en el movimiento de
activación de los metrónomos, hacia el orden descendente que los lleva hasta
el silencio.
Todas estas obras no aparecieron como obras cuánticas y sin embargo lo son
y lo manifiestan sin manifiesto de por medio. Otro artista, en el campo del cine,
que pudiera también adecuarse a este concepto de cuántica sería el cineasta
Guy Maddin canadiense original de Winnipeg, centro de Canadá, al cual dedicó
su obra maestra “My Winnipeg” cuyo estilo pudiera definirse, en parte dentro
del retro por su técnica y dentro de la cuántica por la connotativa temporalidad.
Aunque esa es mi personal interpretación de Maddin y muchos pudieran no
estar de acuerdo
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Tal vez haya que reconocer que en el nombre lleva su definición, y los
principios morales de la ética cuántica de Morales, son, después de todo, en su
imprudente y muy gallega visión de las cosas, una invitación al nacimiento de
una verdadera estética cuántica.
Reneé Acosta
Escritora y filósofa chihuahuense. Radica actualmente en la ciudad de Durango. Correo electrónico.- [email protected] Publicaciones Nació en México DF 1976. El jardín del vértigo. Ed. AZAR. Chihuahua. 1999 Milésima de segundo por la muerte de Pablo Ochoa. Ed. Chihuahua ARDE. 2003 Moebius. Fondo Editorial de Tierra Adentro. CONACULTA. 2006 El sentido de las horas. Colecc. Flor de arena. Editorial. UACH 2008 Premios Premio Agustín Melgar de la Juventud en áreas artísticas. Gobierno del Estado de Chihuahua 2002 Concurso latinoamericano de publicación “Los ángeles también cantan”. Casa del poeta Peruano 2006 Mención honorífica del premio Estatal de la Juventud 2006 Graduada con Honores de la carrera de Filosofía de la Universidad Autónoma de Chihuahua por trayectoria artística 2007 Concurso de publicaciones de la UACH 2007-2008 Premio a la mujer chihuahuense destacada con la presea María Edmée Alvarez 2009 en el área de Literatura. Medalla José Saramago de la ASOLAPO Internacional 2009 Becaria del FONCA jóvenes creadores 2009-2010 Premio Internacional Gabriela Mistral de la Universidad de Chile 2011, por el poemario “El sentido de las horas” Premio AMMPE 2011 en la categoría profesional en el área de ensayo literario por el ensayo “Crítica óntica a una estética cuántica”