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CRÍTICA LITERARIA ANTONIO GARCÍA BERRIO
ALUNMA: JANINE GALA BRAVO
1º C ESTUDIOS INGLESES UMA
2014-15
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CAPÍTULO VII. ASPECTOS CONTEXTUALES Y FANTÁSTICOS EN EL CONTENIDO LITERARIO:
IDEAS Y REPRESENTACIONES
1. LA NOCIÓN DEL CONTENIDO LITERARIO
Para la concepción clásica, el “contenido” literario era algo relativamente
equivalente a la “sabiduría” general, de manera que fuese una enseñanza agradable.
Ideas que daban lugar a conclusiones inadecuadas al verdadero ser de lo literario y de lo
poético.
El factor de diferencia más convencional que establece el contenido literario en
relación con el contenido de los discursos utilitario-racionales, es la convención
gramatical y pragmática que recibe el nombre de ficcionalidad. Es decir, determinados
rasgos textuales del discurso literario disponen psicológicamente la receptividad
(pragmática) de los lectores para que asuman el contenido de estos textos como una no-
verdad, por más que los efectos de las ficciones literarias en le experiencia puedan ser
más útiles o sugestivos que los de la mayoría de los discursos verdaderos que llegan a
nuestro conocimiento (L. Doležel).
Dado que no todas las modalidades genéricas de la literatura son narrativo-
ficcionales, se ha planteado desde antiguo cuál será el rasgo más amplio de la literariedad,
que recubra el de la ficción. La respuesta a esta pregunta para nosotros será la iniciativa
intensional, con sus consecuencias de estilización y metamorfosis. Esa estilización y
metamorfosis acaba siendo equivalente a la “ficcionalidad verosímil” (Quijote).
Resumiendo:
La propiedad literaria de la estilización, con sus consecuencias de transformación
(metamorfosis) de lo real objetivo en sí, resulta más extensible y generalizable que la
ficcionalidad al total de las manifestaciones de la literatura.
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2. INCORPORACIÓN LITERARIA DE LAS REPRESENTACIONES CONCEPTUALES:
LITERATURA, IDEAS Y MENTALIDADES.
Tenemos que constatar que en la actualidad y tras la concentración crítica de los
formalismos, la estilística y el estructuralismo en el dominio de las formas artísticas, la
atención intelectual a las ideas (sobre todo en el sentido culturalista del “método” de
Lovejoy y Boas) ha rebajado comprobadamente su interés y vigencia.
La modificación de las actitudes teóricas y críticas sobre las decisiones en torno a
“las ideas” y a las “formas” se habría limitado a secundar los cambios directivos del gusto
literario en el cultivo vanguardista del arte moderno.
Así, las ideas de ambientación revolucionaria de Tolstoi y Dostoievski resultan ser
parte fundamental del contenido de la gran novela rusa de los últimos decenios del XIX,
y antesala de la Revolución de 1917.
En España es fundamental entender el juego de ideas políticas, religiosas y artísticas
(Galdós, Valera y Pardo Bazán).
La revisión de Lovejoy a la Historia cotejada de la Filosofía (de Platón a Schelling)
con relación al mundo de las ideas literarias evidencia la debilidad o la condición
secundaria y casi irrelevante del pensamiento filosófico y científico en cuanto tales
asumido por los creadores literarios. La consecuencia principal de esto es que frente a la
“sistematicidad” que preside la orientación de ideas en Aristóteles, Leibniz o Kant, la
Literatura no filtra sino asitemática y asiladamente sus ideas. Este hecho orienta
decisivamente la vitalización real del pensamiento sistemático.
Han de ser entendidos por tanto en términos de expresión de mentalidades de
época los balances entre ideas filosóficas y científicas en la Literatura. Por ejemplo la
corriente de irreligiosidad escéptica liberadora que se mueven entre la veta de ateísmo
que muchos vislumbran e Marlowe o Shakespeare; o la insondable ironía de Cervantes.
Resumiendo:
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Antes que amontonar ahora datos consabidos sobre evidencias claras, interesa a
la Crítica actual señalar el peculiar modo diferenciante con que las ideas filosóficas
(predominantemente morales, religiosas o científicas) se hacen ideas literarias.
En este sentido el periodo del Romanticismo alemán resulta particularmente
ilustrativo. Filósofos como Hegel vivieron en estrecho contacto con grandes poetas como
Hölderlin. En esta vía, Unger se adelantaba al concepto bajtiniano de eticidad (o
personificación ficcional) como encarnación personificada de las ideas.
Un ejemplo sería como dentro del universo literario abigarrado de personajes de Galdós,
con tan aparente visualidad de las “fisonomías”, lo que en realidad se aprecia son alas
constantes advertencias del novelista sobre la manera de hablar de los personajes, más
que sus retratos fisionómicos propiamente dichos. (Este es el concepto de polifonía)
Este concepto bajtiniano de “polifonía” remite también al marco intelectual de
ideas difundidas en el conjunto social de individuos en una época y en un espacio dado
(el “cronotropo”). La articulación colectiva de esa variedad individualizada de ideas se
constituye en mentalidad.
En el sentido de “mentalidad”, mejor aún que en el de “espíritu de época”, la
Literatura contribuye de manera decisiva a captar y asimilar ese término medio colectivo
de las ideas sociales. Precisamente porque no se trata de “ideas puras” como las de los
filósofos o científicos, sino de ideas fuertemente abiertas y comunicadas de las
representaciones fantástico-simbólicas de la imaginación y de la sentimentalidad ética.
Ejemplos de ello son Cervantes y Shakespeare en el sentido de que el gran artista es aquel
que percibe lo aún no resuelto en la mentalidad de su propia época, y es capaz de
formularlo ante la conciencia de sus contemporáneos y sucesores, cristalizado en
expresiones que llegan a ser identificadas como el “estilo de una época”
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3. LA FANTASÍA COMO POTENCIA FUNDADORA DE LA FICCIONALIDAD LITERARIA
El que las ideas racionales se integren a través de la variedad de “procedimientos”
en las formas artísticas vivas seguramente más ostensibles de la mentalidad de época en
la que se constituyen acontece sobre todo por mérito de la peculiarización ética; o, más
en general, según nuestro concepto de estilización o de transfiguración de la base real
del contenido en términos de metamorfosis. En uno y otro caso, la capacidad psicológica
que actúa es la imaginación, ya sea creando representaciones ilusionistas sobre lo real a
trasvés de la fantasía, consciente y apegada a las reglas lógicas constitutivas de nuestras
representaciones del mundo; o bien de otra manera, mediante la imaginación
propiamente dicha, cuyo papel es rescatar los impulsos simbólicos de la sentimentalidad
pre-consciente.
El arte realiza según esto, dobles modelos ficcionales y fantásticos de las formas
reales. Así llamó Aristóteles poética a la actividad de construir simulacros o dobles
verbales que la imaginación acepta y asimila como posibles o verosímiles.
Hay que tener en cuenta que la llamada Poética de Aristóteles se integra en el conjunto
de una obra filosófica total, en la que el gran pensador pretendía fundar una descripción
global de mundo físico, psicológico, lógico, dialectico, retórico-moral y metafísico. Al
hacerlo, encontró y describió con el mayor cuidado esa peculiaridad del comportamiento
de los hombres, que construye y asimila formas no verdaderas como dobles válidos e
incluso ejemplares para dirigir la conducta y la experiencia de los hombres y para regular
el equilibrio psíquico de sus pasiones (Kátharsis) través de una ficción sumamente
agradable.
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4. FANTASÍA E IMAGINACIÓN
Frente a las representaciones de la fantasía, los productos de la actividad creativa
de la imaginación son de naturaleza muy diferente. Las primeras consisten en imágenes
depositadas en la experiencia sensitiva de los lectores. (La eficacia evocativa de la Ilíada).
Los escritores ilustran y conducen la experiencia sensitiva previa de sus lectores fundando
vivacísimas representaciones fantásticas.
Lo peculiar en el trabajo de la fantasía es la condición elaborada y consciente de
las imágenes resultantes, constituidas en representaciones sobre la base de la experiencia
cognitiva reglada (nómica). Pero la Literatura opera también con otros productos
imaginativos, simbólicos y mitos, de naturaleza no necesariamente consciente y
materializable en “representaciones sensibles”
Los símbolos pueden alcanzar a veces corporeizaciones fantásticas personales
(por ejemplo, Alonso Quijano y Sancho Panza, símbolos respectivos del idealismo
espiritual y del pragmatismo materialista); mientras que otras veces se trasfunden en
constituyentes conceptuales menos evidentes y más abstractos.
La diferencia en el trabajo de estas dos facetas de la facultad imaginativa, la
fantasía y la imaginación, cristaliza en sus productos: imágenes y símbolos,
respectivamente, y ha sido subrayada desde el Romanticismo atribuyendo a la fantasía la
virtualidad creadora de imágenes y representaciones, mientras que la imaginación
produce símbolos.
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5. LA FICCIONALIDAD FANTÁSTICA COMO FORJA DE REPRESENTACIONES
La capacidad psicológica de convocar representaciones a través de la fantasía es
la propiedad aristotélica de la mímesis o imitación artística de lo real. La moderna Crítica
literaria denomina habitualmente con los términos de ficcionalidad y ficción a dicha
capacidad y a los productos del trabajo psicológico de construcción fantástica que son las
imágenes.
El resultado pragmático del efecto ficcional se funda como resultado en
estructuras textuales semánticas y sintácticas.
En segundo lugar se ha de considerar la gradatoria de modalidades de ficción, la
cual determina clases de ficcionalidad que van del verismo realista y naturalista (Balzac,
Galdós, etc.), especialmente atendido por grandes teóricos del realismo, a los relatos
modernos de ciencia ficción y de fantasía inverosímil.
Para discernir la gradatoria de combinaciones ficcionales antes aludida, resulta
muy ilustrativa la consideración de la que se viene denominando en la filosofía y la lógica
modernas, teoría de los mundos posibles (que distingue entre mundo real, el soñado, el
deseado, el temido, etc.). En los términos de esa teoría, T. Abadejo ha establecido la que
denomina ley de máximos semánticos, según la cual la presencia de componentes del
mundo ficcional no realista a cualesquiera componentes de la realidad que incluya un
relato.
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6. ESTILIZACIÓN O METAMORFOSIS COMO ALTERNATIVA DE LA FICCIONALIDAD
El importante componente ficcional de la Literatura no agota sin embargo la
descripción de las actividades psicológicas imaginativas que se vinculan al tipo de
experiencias cognitivas y de emociones promovidas por ella. Junto a lo ficcional no
verdadero, hay una enorme masa de textos aceptados como literarios, donde la historia
o los objetos glosados son rigurosamente reales. La constatación de esa evidencia ha
constituido una reserva importante contra la propuesta inmatizada de lo ficcional como
rasgo característico de la literalidad. En términos muy amplios y generales, se puede decir
que lo ficcional es el rasgo característico de un género literario, la novela con subgéneros
y modalidades menores; pero que no recubre la caracterización de amplios sectores de
la Literatura como el ensayo y sobre todo la poesía lírica.
El matiz necesario para extender el concepto de modificación del modelo de
mundo que implica lo ficcional, al total de la Literatura, puede aportarse ampliando la
manipulación imaginativa que entraña lo ficcional, al concepto de estilización y
metamorfosis transfigurante.
En este sentido puede decirse que el componente no verdadero de arrastre
ficcional según la “ley de máximos semánticos” puede estar representado, en el caso de
la peculiar “verdad transustanciada” que caracteriza al cuerpo mayor de la poesía lírica,
por la presencia textual de las transformaciones metamórficas y, en general, de todas las
modificaciones estilísticas y de perspectiva que determinan la imprescindible
metamorfosis de la estilización poética.
Hay que destacar que, aunque el recurso de la estilización transfigurante o de la
metamorfosis es reconocido desde antiguo, no se ha dado hasta ahora (no de manera
reconociblemente doctrinal) la propuesta dl mismo como una alternativa suplementaria
a la transformación ficcional, la cual podría considerarse en cierto modo una subclase
más en el juego imaginativo de la estilización propia de la metamorfosis literaria.
Resumiendo:
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La propuesta de recuperar el concepto tradicional de estilización y metamorfosis
como análogos englobantes de la ficcionalidad, salva y reconduce la objeción más fuerte
formulada contra la propuesta pragmatista del rasgo ficcional como un absoluto
equivalente de la literariedad.
AMPLIACIÓN BIBLIOGRÁFICA
Albaladejo Mayordomo, T., Semántica de la narración: la ficción realista, Madrid, Taurus,
1992.
García Berrio, A., Teoría de la Literatura.
Paraíso Almansa, I., Psicoanálisis de la experiencia literaria, Madrid, Cátedra, 1994.
Villanueva Prieto, D., Teorías del realismo literario, Madrid, Biblioteca Nueva, 2004.
Wellek, R. y Warren, A., Teoría literaria.