CristologiìaI Laicos CTPL 2014

133
Cristología – 2014 – ISET Juan XXIII - CTPL Cristología Curso Teológico Pastoral para Laicos - CTPL Hno. Francisco Javier Sáez de Maturana, sc Contenido 1. Conocer a Jesús para seguirle 2. Las fuentes para conocer a Jesús 3. Algunos datos históricos sobre Jesús 4. La tierra de Jesús 5. Los orígenes y la infancia de Jesús 6. Jesús vive una experiencia decisiva 7. Una pasión envuelve su vida 8. Maestro de lo cotidiano 9. Unido a su Abba 10. Los signos del Reino 11. Llama a su seguimiento 12. Las mujeres y los niños 13. Reaccionan ante Jesús y su mensaje 14. Fiel hasta el final 15. ¡Dios ha resucitado a Jesús! 16. Los títulos dados a Jesús 17. Jesús, Dios y hombre verdadero 1

Transcript of CristologiìaI Laicos CTPL 2014

Page 1: CristologiìaI Laicos CTPL 2014

Cristología – 2014 – ISET Juan XXIII - CTPL

CristologíaCurso Teológico Pastoral para Laicos - CTPL

Hno. Francisco Javier Sáez de Maturana, sc

Contenido1. Conocer a Jesús para seguirle2. Las fuentes para conocer a Jesús3. Algunos datos históricos sobre Jesús4. La tierra de Jesús5. Los orígenes y la infancia de Jesús6. Jesús vive una experiencia decisiva7. Una pasión envuelve su vida8. Maestro de lo cotidiano9. Unido a su Abba10. Los signos del Reino11. Llama a su seguimiento12. Las mujeres y los niños13. Reaccionan ante Jesús y su mensaje14. Fiel hasta el final15. ¡Dios ha resucitado a Jesús!16. Los títulos dados a Jesús17. Jesús, Dios y hombre verdadero

Estas páginas son una síntesis del libro: Jesús. Volver a los comienzos. Francisco Javier Sáez de Maturana. Primera edición: ISET Juan XXIII, Lima 2010. Segunda edición: EDIBESA, Madrid 2014.

11

Page 2: CristologiìaI Laicos CTPL 2014

Cristología – 2014 – ISET Juan XXIII - CTPL

Conocer a Jesús para seguirle

Los cristianos proclamamos a Jesús como lo que es, Hijo del Padre e Hijo de María, verdadero Dios y verdadero hombre, que está sentado a la derecha del Padre. Pero no podemos olvidar que tuvo también una historia como la nuestra. Como hombre, vivió experiencias humanas; hizo opciones; se entregó apasionadamente por hacer realidad el sueño de Dios, y en ese empeño sufrió, tuvo éxitos, alegrías y fracasos, y por él dio su vida.

Ese hombre, Jesús de Nazaret, igual a nosotros menos en el pecado, en el cual habitaba la plenitud de Dios, es el modelo único de nuestro seguimiento. Hasta tal punto lo es que sólo se es cristiano si se es discípulo de Jesús, es decir, si se le sigue, y no se es cristiano si no se le sigue.

Si queremos conocer a Dios y queremos saber cuál es su voluntad sobre nosotros y nosotras, sus planes y exigencias, en este momento de nuestra vida, no podemos hacer otra cosa sino mirar a Jesús. En él encontramos el único camino que tenemos para conocer al Dios verdadero es Jesús. En Jesús se nos revela el Dios verdadero: todopoderoso, pero en el amor, pobre y sufriente por amor; absoluto, pero también protagonista de una historia humana, y cercano a cada persona, ¡a toda persona! Por Jesús sabemos que nadie está fuera del amor entrañable del Padre Dios. ¡Nadie!

Jesús es el mejor fruto de esta historia nuestra, y sería una tragedia si un día la humanidad lo olvidara.

Los cristianos creemos que en ese hombre se ha encarnado Dios; otros no lo creerán así. Pero no basta con creer sin más. Es preciso que lo conozcamos mejor, que descubramos cómo ha vivido y qué es lo que ha querido introducir en la historia humana, quién es Dios para él, cómo creyó, en qué creyó…

2Las fuentes para conocer a Jesús

Hay que volver a las fuentes, a fin de saber quién fue y quién es Jesús. Contamos con fuentes no cristianas, como Flavio Josefo, el Talmud, Plinio el joven… Contamos con fuentes cristianas, como los evangelios apócrifos o extracanónicos, que son de gran interés, pero que no nos enseñan nada nuevo sobre Jesús y los medios de comunicación han utilizado indebidamente. Y, las principales fuentes son, sin lugar a dudas, los evangelios canónicos.

Fuentes cristianas

Los evangelios canónicosLos evangelios canónicos de Marcos, Mateo, Lucas y Juan, son la fuente por excelencia para conocer a Jesús. A los tres primeros se les llama “sinópticos” por las semejanzas que guardan entre sí, y son los que tradicionalmente han sido considerados como la fuente histórica más fiable. Aunque el evangelio de Juan tiene mucho más de construcción teológica, aporta también detalles concretos de enorme precisión informativa.

Los evangelios canónicos nos remiten a una palabra sin texto, a una historia transformadora y viva, a una presencia actual imposible de encerrar. La persona y la historia de Jesús es lo primero y lo fundamental para nosotros.

2

Page 3: CristologiìaI Laicos CTPL 2014

Cristología – 2014 – ISET Juan XXIII - CTPL

Los evangelios canónicos no son libros didácticos, que exponen una doctrina académica sobre Jesús. Tampoco son unas biografías redactadas fríamente para informarnos con detalle de la trayectoria histórica de Jesús: una sucesión cronológica de los acontecimientos, las palabras y los hechos de Jesús.

Lo que se recoge fundamentalmente en los evangelios es el impacto causado por Jesús en aquellos hombres y en aquellas mujeres de la primera hora que se sintieron atraídos por Jesús y respondieron a su llamada. En ellos encontramos la experiencia que vivieron ellos y ellas con él, lo que marcó sus vidas y las orientó hacia su seguimiento, caminando con él, y después de Pascua, anunciándole hasta los confines de la tierra.

Los evangelios apócrifosAlgunos autores cristianos antiguos recogen en sus escritos dichos de Jesús o

recuerdos sobre él, pero la información más relevante se encuentra en los llamados “evangelios apócrifos”, que son un grupo de escritos de naturaleza muy variada, que imitan el género literario de los evangelios canónicos y contienen algunos recuerdos sobre Jesús, pero parcialmente. En general son escritos tardíos, pero hay algunos de ellos que son relativamente tempranos y podrían contener recuerdos válidos sobre Jesús.

Una precisión: Apókrypho es una palabra griega que significa: enseñanza secreta u oculta. El mensaje de los evangelios apócrifos, elaborados por grupos más bien sectarios, no puede ser leído ni entendido por todos, sino tan sólo por los que pertenecen al grupo; el resto, tanto paganos como cristianos, no son dignos de esta enseñanza escondida

Un grupo de estos evangelios, compuestos o reelaborados en el seno de grupos gnósticos, fueron hallados en 1945 en Nag Hammadi (Egipto) en los restos de un monasterio copto. Se trata de textos importantes para conocer la literatura de grupos marginales cristianos a partir del siglo segundo. Son interesantísimos para los expertos en este tipo de literatura, pero poco digeribles para el lector medio de hoy, que sería incapaz de leer uno de estos evangelios de principio a fin sin caer presa de un aburrimiento mortal.

Atendiendo a su contenido pueden clasificarse en varios grupos: Evangelios de la infancia (Protoevangelio de Santiago), Evangelios de dichos (Evangelio de Tomas), Evangelios de la pasión y resurrección (Evangelio de Pedro), etc. de Jesús a María Magdalena cuando se le apareció.

Algunos de ellos son interesantes para el estudio de los dichos de Jesús, y para conocer cómo pensaban y vivían algunos grupos cristianos de los primeros siglos.

Para el estudio de los dichos de Jesús, el más interesante de todos es el Evangelio de Tomás. Contiene ciento catorce dichos, de los cuales setenta y nueve tienen paralelos en los sinópticos. Según algunos, esta colección de dichos es muy antigua, y es independiente de los evangelios sinópticos y de sus fuentes.

Los evangelios apócrifos son también interesantes para conocer la visión de Jesús y de la iglesia que tenían algunos grupos cristianos en los primeros siglos. Lo más interesantes en ellos, muchas veces, no es lo que dicen sobre Jesús, sino lo que dicen sobre las comunidades y grupos en los que fueron compuestos, que revelan el rostro de un cristianismo más plural. Son pues, de gran importancia para la reconstruir la historia de los orígenes del cristianismo.

Hay pequeñas referencias en otros libros del Nuevo Testamento y en escritos de los Padres Apostólicos que nos ofrecen breves datos sobre Jesús.

Fuentes no cristianas

Entre las fuentes no cristianas que mencionan a Jesús, se encuentran: las romanas, las judías, las helénicas y las islámicas.

3

Page 4: CristologiìaI Laicos CTPL 2014

Cristología – 2014 – ISET Juan XXIII - CTPL

Escritos romanosEntre los escritos romanos mencionamos a los que nos han quedado de la mano

del historiador Tácito (55-120), el escritor Suetonio (75-155) y Plinio el Joven (61-115), legado del emperador Trajano. Son menciones indirectas, ya que de lo que tratan estos autores es de describir la “abominable superstición” (Tácito) del cristianismo.

Sus referencias tienen un valor documental importante, pues son observadores neutrales e incluso hostiles al movimiento cristiano. No dudan en ningún momento de la existencia de Jesús. Ofrecen de él una imagen esquemática: Jesús es oriundo de Judea, ha sido ejecutado bajo Tiberio por el gobernador Poncio Pilato y, en el momento en que escriben, es venerado por sus seguidores “como un dios”. Los datos se compaginan plenamente con lo que dicen las fuentes cristianas.

Escritos judíosEntre las fuentes judías pueden mencionarse el Talmud y, sobre todo, a Flavio

Josefo (37-100 d.C.). En el Talmud se habla de Jesús en una docena de pasajes. Se le llama Yeshú o se le designa despectivamente como Ben Pandira o Ben Pantera, sugiriendo que es hijo ilegítimo de un soldado romano que violó a María. La imagen que dibujan de Jesús se puede resumir así: “Practicó la brujería” (hizo milagros); se burló de las palabras de los “sabios” (los maestros de la ley); expuso las Escrituras como los fariseos; tuvo cinco discípulos; “desvió a Israel” de su camino; “fue colgado” (crucificado) como falso profeta y seductor la víspera de una fiesta de Pascua. Esta imagen hostil encaja, sin embargo, en lo esencial con los datos evangélicos.

Flavio Josefo, a través de sus dos obras fundamentales, La guerra de los judíos y Las antigüedades judías, es quien más datos aporta sobre la Palestina de los tiempos de Jesús. Un texto de Las antigüedades judías hace referencia a Jesús. Texto problemático, ya que existe en cuatro versiones distintas desde las que no resulta sencillo reconstruir la original. Reproducimos la que aparece en la historia universal de Agapio:

Por esta época, hubo un hombre sabio llamado Jesús, de buena conducta; sus virtudes fueron reconocidas, y muchos judíos y de otras naciones se hicieron discípulos suyos. Y Pilato lo condenó a ser crucificado y a morir. Pero los que se habían hecho discípulos suyos predicaron su doctrina. Contaron que se les había aparecido tres días después de su crucifixión y que estaba vivo. Quizás era el Cristo sobre el que habían dicho cosas prodigiosas los profetas.

Es innegable que esta cita, aun remitiendo a un núcleo indiscutido de autenticidad, recibió algún “retoque” cristiano.

Escritos helénicosLas fuentes griegas o helénicas son pocas y de un peso menor. En ellas, Jesús no

aparece si no indirectamente, como “el rey de los sabios judíos”, o como “el crucificado”. Los dos autores de este tipo de escritos provienen de la misma ciudad helenística de Siria, Samosata. Sus nombres son Mara bar Sarapion y Luciano. Ambos dejan claro que Jesús sufrió una muerte violenta. Luciano habla explícitamente de una crucifixión

Escritos islámicosEl Corán, documento del siglo VII d.C. es una fuente histórica tardía sobre la vida

de Jesús y depende de las fuentes cristianas, canónicas y apócrifas, y de las fuentes judías. En algunos suras, el Corán se refiere a Jesús: “Issa-ibnu-Mariam”, es decir, Jesús hijo de María, a quien Alá, Dios, ha dado “capacidad de hacer milagros, pruebas claras de verdad”: Dios ha hecho un profeta santo.

4

Page 5: CristologiìaI Laicos CTPL 2014

Cristología – 2014 – ISET Juan XXIII - CTPL

Subraya la santidad de Jesús, pero niega que sea el Hijo de Dios, ya que “de ninguna manera puede tener Dios ningún tipo de hijo”. Se afirma de Jesús que éste ha sido enviado por Dios y merece ser llamado “Al Masih”, es decir, “Mesías”, “Cristo”.

Jesús no dejó de anunciar a un “enviado y mensajero que llegará después de mí”: éste es el profeta Mahoma.

3Algunos datos sobre Jesús

El primer dato seguro sobre Jesús es que realmente existió, no es un mito o un superhombre o un espíritu puro, sino una persona de carne y hueso. No es un personaje inventado, aunque sobre él se hayan dicho cosas contrapuestas. Hoy día esto no lo duda nadie medianamente culto y conocedor de la historia judía y romana. Jesús vivió durante los tres primeros decenios de nuestra era en Palestina.

De Jesús, como de tantos otros personajes ilustres de la sociedad de hace dos mil años, es imposible recomponer los datos para rellenar una mínima ficha con fotografía. No se sabe el día de su nacimiento, ni el color del pelo ni el de los ojos, ni la fecha exacta de su muerte. Los historiadores han logrado hacer aproximaciones, pero sólo eso, aproximaciones, con alto valor histórico.

Nace hacia el año 6 a.C.

El monje Dionisio el exiguo, de comienzos del siglo VI d. C, calculó que Jesús había nacido el año 753 de la Fundación de Roma y esa fecha se ha impuesto, hasta el día de hoy, como "año cero" de la era común. Pero los cálculos históricos modernos indican que se equivocó, de manera que Jesús nació hacia el año 6 a.C. La fecha de la media noche del 25 de diciembre es simbólica y está vinculada al culto del Sol, que celebraba ese día su fiesta.

Judío de Galilea

En su pueblo, la gente lo llamaba Yeshúa bar Yosef, “Jesús, el hijo de José”. En otras partes le decían Yeshúa ha-notsrí, “Jesús el de Nazaret”. El nombre de Jesús en castellano se deriva de la forma griega Iesous. En la Galilea de los años treinta era lo primero que interesaba conocer de una persona: ¿de dónde es?, ¿a qué familia pertenece? Si se sabe de qué pueblo viene y de qué grupo familiar es, se puede conocer ya mucho de su persona. En esta cultura, la identidad de una persona arranca de su grupo. No interesa tanto la “descripción psicológica” del individuo cuanto el “grupo” al que pertenece.

Para la gente que se encontraba con él, Jesús era “galileo”. No venía de Judea; tampoco había nacido en la diáspora, en alguna de las colonias judías establecidas por el Imperio.

Tiene una familia

Conocemos el nombre de su padre legal, José, del que hablan muy poco las fuentes, salvo pequeñas alusiones indirectas en Mateo y Lucas. En su pueblo le llamaban “Jesús, el hijo de Yosef-José”. Su madre se llamó Miryam-María. Un nombre muy evocador. Recordaba a la hermana de Moisés y de Aarón, llamada “Miryam, la profetisa”. En el NT aparece María con suma discreción: nada se sabe de su nacimiento ni de su muerte y casi nada de su vida.

Jesús tuvo parientes, que reciben el nombre de “hermanos”. Conocemos incluso, los nombres de los hermanos varones: José, Judas y Simón. Los evangelios no nos

5

Page 6: CristologiìaI Laicos CTPL 2014

Cristología – 2014 – ISET Juan XXIII - CTPL

dicen los nombres de las hermanas, aunque la tradición posterior dirá que son María y Salomé.

Jesús es miembro de una familia típica judía. De todos modos, él superó los lazos familiares y para él, lo importante no es la familia de sangre, sino la “familia de hermanos y hermanas con un padre común: el Padre Dios”. Así dirá: “¿Quiénes son mi madre y mis hermanos? Y mirando a los que estaban sentados a su alrededor, añadió: Éstos son mi madre y mis hermanos. El que cumple la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre”. Jesús ama a su familia, pero sus palabras derriban cualquier muro que pretenda apoderarse de él y encerrarle en un ámbito privado y estrecho, incluso el familiar. Se opone a todo espíritu de nepotismo. Y este dato es importante, dado el papel preponderante que en el mundo judío tenían los vínculos de consanguinidad.

En el evangelio de Juan se afirma que la madre y los hermanos estaban con Jesús, al principio de su actuación pública, mostrando que de alguna forma le aceptaban, pero después añade que ellos no creían en él, sino que pretendían utilizar sus “poderes” en provecho propio. No obstante, después de la resurrección encontramos a varios familiares como miembros de la comunidad cristiana. La madre de Jesús formó parte de la comunidad de Jerusalén. Santiago fue uno de los testigos de la resurrección, y llegó a ser en los años cuarenta el dirigente de la comunidad jerosolimitana. Otros hermanos del Señor fueron igualmente cristianos.

Jesús era judío, de la zona de Galilea, al norte de Israel. Hablaba arameo, pero conocía también el hebreo y el griego. Pasó casi toda su vida en Nazaret, trabajando con su padre José, y ejerciendo el mismo oficio.

Es célibe

En los escritos del NT no leemos nada sobre el estado civil de Jesús. ¿Cuál es, pues, el argumento en que se basan estos autores para afirmar eso?

Ellos sostienen que en tiempos de Jesús todo judío se casaba. Es verdad que en la sociedad judía del siglo I, el celibato estaba mal visto y era algo vergonzoso. Y para ello se basaban en Génesis, donde se ordena a Adán y Eva: “Sean fecundos, multiplíquense y llenen la tierra”. El hombre que no estaba casado o no tenía hijos, al no cumplir este mandato divino, era tildado por algunos como “asesino” o “medio hombre”. Si Jesús era un judío piadoso y fiel, conclusión: Tuvo que estar casado, pues de lo contrario su credibilidad como maestro hubiera sido puesta en duda.

Todo buen judío se casaba en tiempo de Jesús, eso es indudable, pero hubo también excepciones, y no pocas, como: Los monjes esenios, Jeremías, profeta de Israel, el profeta Elías parece no haber tenido esposa e hijos. Y Eliseo, su discípulo, abandonó su casa y su trabajo y empezó una nueva vida itinerante, lo cual indicaría que nunca se casó. En la época de Jesús encontramos otro gran profeta célibe: Juan el Bautista.

Es cierto que los judíos no veían con buenos ojos el celibato, y hasta lo consideraban una ofensa a Dios, pero ciertas personas lo practicaban en casos excepcionales, y por motivos religiosos.

Siendo así las cosas, si bien no era lo habitual, ni mucho menos, no tiene por qué resultar tan raro pensar que Jesús de Nazaret también haya permanecido célibe. Si personas relevantes entre los judíos fueron capaces de no casarse por amor a Dios, nada tiene de extraño que Jesús hubiera hecho lo mismo.

Hay una frase de Jesús, que leemos en los evangelios y que parece confirmar su celibato. Cierto día, mientras enseñaba que el hombre no debe divorciarse de su mujer, sus discípulos le dijeron: “Entonces es mejor no casarse”. Y Jesús respondió: “No todos pueden entender esto. Porque hay eunucos que nacieron así; hay otros eunucos hechos por los hombres; y otros se hacen eunucos a sí mismos por el Reino de los Cielos”. Estas palabras de Jesús sobre el celibato, que según él “no todos

6

Page 7: CristologiìaI Laicos CTPL 2014

Cristología – 2014 – ISET Juan XXIII - CTPL

pueden entender”, parecen una autojustificación suya frente a las críticas de sus enemigos por el hecho de que permanecía soltero.

Visto todo lo anterior, podemos asegurar que Jesús fue célibe, y no que estuvo casado, pues de lo contrario alguna referencia a su esposa o a sus hijos hubiera aparecido en el NT.

El celibato de Jesús que comparte la mesa con pecadores, que anticipa ya desde ahora la fiesta final del Reino, que acoge a las prostitutas y perdona a la adúltera no tiene los rasgos de una soledad dolorosa, impuesta por Dios, para desolidarizarse con aquel pueblo impenitente. El celibato de Jesús es la consecuencia de una total disponibilidad al servicio del Reino.

Trabaja como artesano

Siempre hemos escuchado que José y Jesús tenían la profesión de carpinteros. Sin embargo, el término griego que indica su profesión en los evangelios es el de tekton, que significa exactamente “constructor”, pero podríamos calificarlo como “artesano”.

Fue san Justino, un Padre de la Iglesia del siglo II, quien equiparó tekton y carpintero, y desde entonces se asumió como la traducción oficial, pero no es exacta, ya que en realidad el oficio sería el de realizador de construcciones, fueran de madera, piedra o hierro.

El tekton, en las ciudades, construía edificios y era muy apreciado, tanto que también muchas veces era el oficio de sacerdotes y escribas.

Sin embargo, Jesús era sólo un tekton de pueblo y es fácil imaginar que sus trabajos habituales fueran parecidos a los de cualquier albañil de hoy: arreglar las casas, hacer nuevas dependencias en ellas y construir nuevas. También trabajaría la madera y haría utensilios caseros y para el campo, puertas, ventanas y sillas. Puede ser que participara trabajando a jornal en la construcción en la vecina Séforis, capital de Galilea, situada a 5 km. de Nazaret, y que entonces estaba e plena reconstrucción tras haber sido destruida por los romanos pocos años atrás.

Jesús tuvo su chacra, para cultivar en ella productos de consumo habitual en la casa, pero no era campesino, pues tenía un oficio heredado del padre.

Es laico, del pueblo llano

No pertenecía a la tribu de Leví, sino a la tribu de Judá, por lo que no era de familia sacerdotal. En los evangelios jamás se dice que Jesús fuera sacerdote. Los únicos sacerdotes que mencionan son los del Templo de Jerusalén, como Zacarías, padre de Juan el Bautista.

Jesús nació como judío laico, ejerció su ministerio público como judío laico y murió como judío laico. No hay ninguna tradición histórica fiable que le atribuya origen levítico o sacerdotal. Jesús fue considerado de linaje davídico. Esto, aunque pudo granjearle una mejor valoración entre algunos judíos, al mismo tiempo le integraba en la categoría de “laico” en un momento de la historia de Israel en que, tanto en Jerusalén como en Qumrán, la clase sacerdotal, y no el laicado, movía las palancas del poder. Por el simple hecho de ser un laico de una oscura población rural de la Baja Galilea, Jesús era ya marginal para los poseedores del poder religioso cuando puso los pies en Jerusalén.

Si hubiera sido sacerdote, los primeros discípulos lo hubieran anunciado como tal, pero nada de eso sucede. El propio Pedro, después de la resurrección, reconoce en Jesús al profeta prometido, al Mesías esperado, pero no al sacerdote anunciado.

Entre los cristianos se ha hecho habitual ver a Jesús como “sacerdote” o “sumo sacerdote”. Esta visión proviene de un cristiano del siglo I, del que no sabemos el nombre, que escribió la llamada carta a los Hebreos. En este escrito se dice que Jesús es “sumo sacerdote” por su muerte y exaltación.

7

Page 8: CristologiìaI Laicos CTPL 2014

Cristología – 2014 – ISET Juan XXIII - CTPL

Tres lugares importantes en su vida: Nazaret, Cafarnaún, Jerusalén

Toda vida humana gira en torno a unos lugares, también sucede así con Jesús. Hay tres lugares que enmarcan su geografía vital. Casi toda su vida la pasó en la pequeña aldea de Nazaret en la montaña galilea. Allí convivió día a día con la miseria creciente de los campesinos. Allí se empapó del dolor de la gente más humilde, de sus gozos fundamentales, de su esperanza difícil, de sus grandes interrogantes. Fue un perfecto desconocido como todos sus paisanos. Allí fue despertando su conciencia, en contacto vital con el hálito, el dolor, la esperanza de su gente. Allí fue conociendo lo que latía en el fondo de la conciencia de su pueblo, de sus compatriotas judíos, de sí mismo: la promesa de liberación de Dios. Lo lento, lo cotidiano, lo oscuro...

Llegado un momento, deja Nazaret y se traslada a Cafarnaún. Ahí se sitúa el centro de la vida pública de Jesús. Allí llamó a sus primeros discípulos. Allí encontró acogida en casa de Pedro. Allí tuvo su base para su actividad itinerante.

Jesús se quedó fundamentalmente en Galilea hasta poco antes de su muerte. Y, cercano ya el final de su vida, se encaminó con los discípulos por última vez a Jerusalén para la fiesta de Pascua. Jesús se movió sobre todo en Galilea, pero como todo buen judío miraba a Jerusalén como su centro espiritual y es muy probable que acudiese allí de manera regular para celebrar las fiestas judías principales, para gozar la cercanía de Dios, para soñar la renovación de Israel, y seguramente también para indignarse del poder religioso y político que allí reinaba.

Su actividad pública dura unos tres años

Inició Jesús su actuación pública el año 28 d.C., pasados los 30 años de edad, durante el mandato del emperador Tiberio y siendo Herodes Antipas tetrarca de Galilea.

Si nos fijamos en los evangelios sinópticos, el tiempo de la actuación pública de Jesús fue de algo más de un año. En ellos sólo se menciona una estancia en Jerusalén con motivo de la Pascua, durante la cual fue detenido y condenado a muerte. Pero el evangelio de Juan narra tres fiestas pascuales de Jesús en Jerusalén, hablando en total de cuatro viajes entre Galilea y Jerusalén. El lugar de los acontecimientos es para el cuarto evangelio, ante todo, Jerusalén.

Según esto tenemos que contar más o menos con dos o tres años de actividad pública de Jesús, rodeado de sus discípulos. También los sinópticos dan a entender que ya había habido choques en Jerusalén antes del último que fue grande y resultó mortal para Jesús. La exposición del evangelio de Juan, según la cual Jesús en repetidas estancias en Jerusalén y en varios enfrentamientos con las autoridades judías, se había ganado su enemistad, hace más comprensible el desenlace de su vida.

Condenado a muerte de cruz

Fue apresado, sometido a juicio por las autoridades judías y por las fuerzas romanas de ocupación, y condenado a pena de muerte. Murió crucificado siendo Poncio Pilato prefecto de Roma en Palestina y Caifás sumo sacerdote presidente del Sanedrín.

Podemos incluso proponer una fecha con mayores probabilidades de acierto que para ningún otro acontecimiento de su vida: el 14 de nisán, 7 de abril, del año 30, la víspera de la Pascua, cuando contaba alrededor de 36 años.

Murió crucificado, sí, pero sus discípulos confesaron que Dios le había “resucitado” o “glorificado”, y que ellos se habían encontrado con él.

48

Page 9: CristologiìaI Laicos CTPL 2014

Cristología – 2014 – ISET Juan XXIII - CTPL

La tierra de Jesús

Para conocer a Jesús, es importante mirar a la tierra de la que es hijo. Una tierra llamada con muchos nombres: Canaán, Palestina, Tierra Prometida, Israel o Tierra santa. En esa tierra Jesús tomo su identidad humana. No nace ciudadano del mundo, sino que progresivamente se hace.

Así es la tierra de Jesús

Es una franja de terreno que tiene como límites naturales: Al norte la región de Fenicia y las montañas de la alta Galilea; al este, el río Jordán, que nace en el monte Hermón, unos 30 km. al norte del lago de Galilea; al oeste baña sus costas el Mar Mediterráneo; finalmente, al sur limita con las prolongaciones de los desiertos de Arabia y el Sinaí.

Es un territorio reducido, de alrededor de 10.000 km². Sólo si sumamos la Transjordania, llega a ser 25.124 km².

Cuatro regionesEn aquella época estaba dividida en cuatro regiones administrativas principales:

Judea, en el sur; Samaría en el centro; Galilea en el norte; y Perea, al otro lado del río Jordán. Otras regiones mencionadas en los evangelios son las siguientes: Abilene, Iturea, Gaulanítide, donde se encontraba Betsaida, pueblo de Pedro, Andrés y Felipe, y Cesarea de Filipo, donde tendrá lugar la confesión de Pedro; Traconítide y Batanea. Por último, encontramos la Decápolis, que, como sabemos, era una región formada por diez ciudades. En los mapas se puede ver al sur la región de Idumea, que en tiempos de Jesús se hallaba anexada a la región de Judea.

La Galilea de los gentiles Galilea fue conquistada y colonizada por los israelitas en tiempos lejanos, formando parte del Reino de Israel. Al ser una región multicultural, se la tenía como casi pagana e inculta. Era conocida como “Galilea de los gentiles”, por haber sido invadida también primero por los asirios y luego por los babilonios. En ella, la tolerancia religiosa era mayor y las costumbres estaban más paganizadas, lo que no quita que hubiera muchos galileos fieles al judaísmo común, semejante al de los judíos de Judea. De todos modos, los judíos ortodoxos tenían en menos a las gentes de Galilea por su ignorancia, su escasa ortodoxia, su relajada interpretación de la Ley y su falta de interés por las tradiciones cultuales y las reglas de pureza. Se decía en un texto rabínico: “Ningún hombre debe casarse con la hija de uno de esos ‘aldeanos’, pues son como animales impuros y sus mujeres como reptiles”. El Talmud recoge la fórmula despectiva “galileo estúpido”.

Galilea era una región fértil, de clima suave y con vientos húmedos que venían del mar, y eminentemente agrario. La Alta Galilea estaba poco poblada, y sus montañas eran refugio de gentes que habían huido de la justicia. En la región montañosa estaba Nazaret, y más al norte Séforis. La Baja Galilea era un territorio de cerros, a cuyos pies nacía la llanura de Yezrael, una comarca muy fértil. La zona del lago era rica y poblada. Alrededor del lago de Galilea crecía el nogal, árbol que se goza en el clima más frío..., la palmera, que medra con el calor, higueras y olivos, que requieren un ambiente más templado...

El lago de Galilea se llamaba también mar de Galilea, de Genesaret o Tiberíades, haciendo referencia a las poblaciones que se hallaban en sus orillas. La pesca en las aguas dulces del lago era fundamental para sus habitantes.

Las ciudades más importantes a orillas del lago eran: Cafarnaún, Magdala y Tiberíades. En tiempo de Jesús tendría Galilea unos 150.000 habitantes.

9

Page 10: CristologiìaI Laicos CTPL 2014

Cristología – 2014 – ISET Juan XXIII - CTPL

Le llaman Nazareno

Nazaret era una población minúscula de la Baja Galilea, tan insignificante que en el AT no se la menciona nunca. Incluso cuando el libro de Josué describe detalladamente la región de Galilea, nada dice de Nazaret. Tampoco la nombra Flavio Josefo, que conocía muy bien la zona, al describir las guerras judías contra los romanos, menciona ciudades galileas, pero ignora completamente a Nazaret. Y el Talmud enumera una lista de 63 ciudades galileas de la que está ausente Nazaret. Debió de haber sido, pues, una pequeña aldea sin ninguna importancia. En tiempos de Jesús la aldea alcanzaría alrededor de los 200 habitantes.

Nazaret está situada en un alto, a unos 340 metros de altura. La tierra es fértil y rica; en terrazas construidas artificialmente cultivaban entonces vides de uva negra; en la parte más rocosa crecían los olivos de los que se recogía la aceituna. En las tierras de la falda de la montaña cultivaban los productos típicos del área mediterránea: cereales, hortalizas, etc.

Jesús, vivió allí del trabajo y cuando habló de pobreza lo hizo con la naturalidad de quien conocía perfectamente que ser pobre era formar parte de la mayoría del pueblo. Por ello, sin duda, clamó con vigor profético contra la riqueza de Israel, la aristocracia laica, los ancianos nobles, y la aristocracia sacerdotal.

Una sociedad de mayorías pobres

Los campesinos y “artesanos de Galilea vivían en una situación más parecida a los hebreos de Egipto, sin seguridad material o social, sin una familia que pudiera garantizar la propiedad de la tierra. Habían perdido o estaban perdiendo la “herencia de Dios”, que era precisamente la tierra.

En aquellas sociedades, el abismo entre unas clases y otras era enorme. La clase dirigente y gobernante, constituida por propietarios sacerdotes de Jerusalén, burócratas especializados, generales del ejército, comerciantes, tenía riqueza considerable y algunos poder político.

Las clases inferiores eran cuatro: los campesinos, los artesanos, los “impuros” y “degradados” y los “despreciables”.

Así estaba la situación política

El taller de artesano y el oficio de Jesús favorecía el contacto con la gente y los comentarios de todo tipo sobre la vida ordinaria. Sin duda, las conversaciones de los mayores ilustraban al muchacho de José sobre la historia y la situación de su patria.

Galilea y toda Palestina habían sido conquistadas por los romanos el año 63 a.C. Desde el año 27 a.C. al 14 d.C., el emperador de Roma fue el gran Octavio Augusto, un gobernante hábil que supo llevar la paz y la prosperidad a todos los rincones del Imperio. Le sucedió Tiberio, que murió, después de Jesús, en el año 37.

Los romanos eran los conquistadores y tenían 3.000 hombres en toda Palestina, el grueso de las tropas dominadoras estaba cerca de Jerusalén, en Cesárea. En la vida ordinaria su presencia no se notaba demasiado; se sentía más el peso de la administración local. Los romanos dejaban que los judíos se gobernaran según sus leyes con tal que pagasen los impuestos y se sometieran a Roma. Cuando conquistaron Palestina nombraron rey a Herodes el Grande, que no era judío, pero fiel a Roma.

Herodes hizo grandes obras públicas, fortalezas y reconstruyó el Templo. Se casó diez veces y, como consecuencia de su miedo a ser destronado, cometió múltiples asesinatos, incluidos el de la esposa más querida y los hijos que tuvo con ella. Se sentía tan odiado por los judíos que, temiendo que el día de sus funerales nadie le llorase, ordenó prender a los principales nobles de su reino y encerrarlos a

10

Page 11: CristologiìaI Laicos CTPL 2014

Cristología – 2014 – ISET Juan XXIII - CTPL

todos, con la orden de ejecutarlos tras su muerte. Así todas las familias le llorarían también a él.

Por voluntad de Herodes el Grande su reino se dividió entre tres de sus hijos:- En Galilea y Perea quedó Herodes Antipas, la autoridad política judía durante

toda la existencia de Jesús. - En la parte del sur de Palestina, Samaria y Judea, gobernó Arquelao, tan torpe

como político que en el año 6 los romanos lo desterraron y pasaron a gobernar ellos directamente con un procurador. En tiempos de Jesús el más famoso fue Poncio Pilato (26-36), bastante impopular por su arrogancia y falta de respeto a las tradiciones judías.

- En territorios del norte, al otro lado del río Jordán, gobernó Filipo.En el año 18 Herodes Antipas inauguró en la orilla del mar de Galilea la ciudad

que llamó Tiberíades en honor de Tiberio, emperador reinante. Allí trasladó su corte Herodes y se fue poblando de funcionarios y comerciantes.

Herodes Antipas no fue un gobernante destacable por nada, se limitaba a vivir a lo grande inspirándose en los griegos y a hacer el juego a los romanos. No se preocupó demasiado de su pueblo y se saltaba las leyes judías a su antojo, como en el caso de contraer matrimonio con la mujer de un hermano suyo. Por tal motivo, Juan el Bautista lo denunció públicamente y se ganó con ello la muerte. Herodes oyó hablar de Jesús y quiso conocerlo, pero Jesús mostró tanto desinterés por él como por Tiberíades; y cuando en el juicio tuvo que presentarse ante él, ni siquiera se dignó dirigirle la palabra. En el año 39 los romanos lo desterraron a las Galias.

En el ambiente de Palestina iba surgiendo un descontento cada vez mayor hacia los gobernantes judíos y romanos. En tiempo de Jesús aún no era muy significativo, fue en el año 66 cuando estalló la rebelión de los judíos que llevaría a la destrucción de Jerusalén por las tropas de Tito y a la gran dispersión en el año 70.

Grupos sociales y religiosos

En la sociedad en que iba creciendo Jesús había, como en cualquier otra, unos grupos más significativos que influían en la colectividad. No se les puede llamar partidos políticos como los de hoy. Lo político, lo religioso y lo social estaban tan entrelazados que eran inseparables. Jesús los conocía y sabía de su forma de entender la vida. Básicamente había tres grupos.

Los saduceosLos saduceos eran sacerdotes dirigentes del pueblo judío, vinculados al Templo

de Jerusalén, y laicos propietarios de tierras. Ideológicamente eran conservadores en lo político y legalistas en lo religioso, afines a los círculos que controlaban el poder y el dinero. Se mostraban complacientes con los romanos porque les respetaban el Templo y sus tradiciones.

Los saduceos no gozaban de buena fama entre el pueblo. En el evangelio aparecen pocas veces, pero cuando lo hacen están en oposición a Jesús y deseosos de ponerle trampas.

Los sacerdotes del partido saduceo, que no eran todos los sacerdotes, sino los Sumos Sacerdotes, se consideraban a sí mismos como los verdaderos representantes del sacerdocio, del linaje de Sadoc, sacerdote de los tiempos de Salomón. En la época de los Macabeos, algo más de cien años antes de Jesús, se organizaron como partido político-religioso y estuvieron prácticamente dirigiendo el país hasta que las potencias colonizadoras apoyaron a los fariseos para equilibrar las fuerzas.

En lo doctrinal tomaban la Ley al pie de la letra y era la única autoridad religiosa que admitían; permitían a sus escribas algunas actualizaciones de la Ley, pero esas nuevas leyes no tenían la misma autoridad que la antigua, como defendían los fariseos. Su conservadurismo les llevaba a no admitir otro tipo de creencias ya presentes en el ambiente popular, como la resurrección, porque la Ley no hablaba de

11

Page 12: CristologiìaI Laicos CTPL 2014

Cristología – 2014 – ISET Juan XXIII - CTPL

ello. Vivían encerrados en sí mismos y los contactos con el pueblo eran siempre problemáticos porque se sabían rechazados.

Los fariseosEl nombre “fariseos” proviene de la palabra hebrea perushim y significa

“separados”, aunque no se sepa muy bien de qué o de quién estaban separados. Sus orígenes se remontan a la época de los Macabeos y a la resistencia al intento de helenización del judaísmo (cf. 1 y 2 Macabeos).

Los fariseos, en tiempos de Jesús, eran unos 6.000, y estaban presentes por todas las poblaciones y enseñaban que la santidad debía ser algo accesible a todos y no sólo a las clases sacerdotales privilegiadas. Para lograrlo, traducían la Ley a leyes muy particulares que difundían entre todo el pueblo. Para ellos, el Reinado de Dios iba a llegar por el cumplimiento estricto de la Ley, pues en ella estaba contenida la voluntad de Dios. Eran celosos de la religión judía y hacían lo posible por difundirla a otros pueblos. Eran de clase media baja, laicos y sacerdotes, trabajadores y comerciantes. En general eran muy bien considerados por el pueblo.

En lo doctrinal, los fariseos daban igual importancia a la Ley escrita y a la tradición oral, que se transmitía de generación en generación y que después cristalizó en el libro del Talmud. Los fariseos tenían una gran capacidad de adaptación a las necesidades del pueblo y sabían actualizar la Ley. Creían en los ángeles y en la resurrección.

Respecto a la colonización romana no eran partidarios de un enfrentamiento armado, pero algunos de ellos, llegado el momento, se pusieron aliado de los extremistas revolucionarios. Como grupo fueron los únicos que sobrevivieron a la destrucción de Jerusalén por los romanos en el año 70 y los que restauraron la religión judía.

Los escribasA los escribas se les conoce también como los “letrados”, “rabinos” o “doctores

de la Ley”, soferim en hebreo, aunque no todos llegaban a obtener este último título. Trabajaban a niveles muy diversos de la administración y del sistema judicial, dependiendo de su rango, especialización y sabiduría. En concreto, desempeñaban dos funciones: redactar escritos, contratos, cartas,... e incluso debían dar fe pública de ellos, es decir, actuar como notarios; y estudiar las Escrituras sagradas y en especial la Ley, porque ello convenía mucho a su oficio muy relacionado con el derecho. Algunos de ellos eran personas expertas en la Ley, que creaban y aplicaban una interpretación adaptada de la misma y un sistema normativo derivado con el fin de regular la vida cotidiana.

Entre los escribas es probable que hubiera sacerdotes no aristócratas y levitas así como laicos pertenecientes a grupos religiosos de orientación ideológica bien definida, como los fariseos, saduceos o esenios.

Los escribas no podían cobrar por su labor docente, y sólo podían obtener ingresos si hacían un trabajo para el Templo u otro oficio civil como hizo, por ejemplo, Pablo de Tarso, quien conocía el oficio de curtidor y se había ganado así la vida cuando era rabino en Jerusalén. Pero si sólo se dedicaban a su profesión de rabinos, debían de vivir exclusivamente de las ayudas que recibían, aunque estaban exentos de impuestos.

Los escribas cultos y los doctores expertos en la Ley gozaban de gran prestigio y autoridad. Cuando paseaban por la calle, iban vestidos con la túnica de escriba, y de ese modo se daban a conocer; al verlos, todos se levantaban, menos los obreros que estaban trabajando, y los llamaban “maestro”, “padre”. Les reservaban los primeros puestos en los banquetes y en la sinagoga. Es importante destacar que la categoría del escriba se refiere a una actividad profesional, mientras que ser sacerdote o levita era un estatus heredado.

12

Page 13: CristologiìaI Laicos CTPL 2014

Cristología – 2014 – ISET Juan XXIII - CTPL

Los eseniosEl movimiento esenio, surgió, según unos a finales del siglo III a.C. o comienzos

del II a.C.; para otros, su aparición se da en la época de los macabeos, junto a saduceos y fariseos.

Los esenios, como los fariseos, descendientes de los hasidim, los “piadosos”, eran grupos de judíos que vivían en pueblos y ciudades, repartidos por Jerusalén, la alta Galilea, Damasco y el desierto de Judá. Filón de Alejandría habla de unos cuatro mil esenios. Se enfrentaron al judaísmo oficial del Templo de Jerusalén, porque no estaban de acuerdo con la situación en que se hallaba y con la situación de acomodo de los sumos sacerdotes con el imperio seléucida. Crearon una red de casas para la asistencia de los más pobres. Eran muy respetados. Josefo destaca la opción por la vida de santidad de este movimiento, en contraposición con el estilo de vida de los saduceos y fariseos.

Eran una auténtica secta, cuyos miembros eran sacerdotes y laicos. Los más representativos y radicales de ellos eran los aproximadamente doscientos monjes que hacia el año 130 a.C., incapaces de soportar la usurpación por parte de los asmoneos del oficio del sumo sacerdote, se retiraron de Jerusalén y del Templo y se fueron al desierto, yendo a vivir a las cuevas de Qumrán, a orillas del Mar Muerto, pues consideraban que en aquella sociedad no se podía vivir según Dios quiere. En la soledad del desierto construirán una “comunidad santa separada”, la “comunidad utópica”. La comunidad esenia se entiende a sí misma como un templo inmaterial que reemplaza transitoriamente al Templo de Jerusalén, mientras que en él se siga realizando un culto indigno. Ningún grupo se le podía comparar y hasta tenían un calendario distinto al oficial. Se distinguían por su radicalidad en la vivencia de la Ley judía.

Los monjes de Qumrán habían dejado a sus familias en sus lugares de origen al ingresar en la comunidad. No obstante, al parecer, hubo moradores de este monasterio que llevaron consigo a sus familiares, pues en el cementerio se encontraron esqueletos de mujeres y niños enterrados junto a los de hombres. Algunos investigadores, al respecto de esas mujeres y niños, afirman que podrían ser esenios que vivían en otro lugar, y que al morir fueron llevados a Qumrán para ser enterrados.

Se llamaban “los hijos de la luz”, en contraposición a los gentiles y a los pecadores que son “hijos de las tinieblas”. En tiempo de Jesús eran unos doscientos cincuenta monjes, viviendo en silencio total, vestidos de blanco, y recibían también el apelativo de “varones de santidad”.

Aunque no aparecen en el NT, es muy probable que Jesús conociera este movimiento.

La resistencia armadaAl morir Herodes el Grande se produjeron importantes levantamientos populares,

pero en el año 6 d.C., hubo uno de especial envergadura, que tenía fuertes connotaciones religiosas: Fue el liderado por Judas el Galileo, natural de Gaulanítide, territorio vecino de Galilea, pero actuaba en Judea, atizando a la población contra Roma y promoviendo una revuelta teocrática y pacífica por la cuestión de los tributos que los romanos querían imponer. La razón del levantamiento de Judas era la siguiente: La tierra es de Dios y no del emperador. Por tanto, éste último no tiene derecho a gravar la tierra con impuestos.

Las reclamaciones populares contra los impuestos ya habían sido dirigidas a Arquelao. Pero con la deposición de éste y el paso del territorio que gobernaba a la jurisdicción directa del imperio, bajo la dirección de un prefecto, exaltó más los ánimos. Judas no era zelote, pues el grupo de zelotes se organizó entre los años 66-68 d.C., pero sus ideas contribuirán a promover el enfrentamiento militar contra los romanos y al posterior nacimiento de este grupo.

13

Page 14: CristologiìaI Laicos CTPL 2014

Cristología – 2014 – ISET Juan XXIII - CTPL

En tiempo de Jesús no había una resistencia armada continuada y sistemática contra Roma, como hubo antes y habrá entre los años 40 y 60, y posteriormente. Fue el retorno de los gobernadores romanos, tras el paréntesis de Agripa I, lo que suscitó reacciones populares inmediatas. Grupos de alzados en armas empezaron a actuar por todo el país contra las clases altas y contra los romanos. Para los romanos, eran simplemente bandidos, lestai en griego, salteadores de caminos, o sicarios, denominados así por la sica o puñal pequeño con que iban siempre armados.

No hay que asimilar, sin más, a estos grupos con los zelotes. Pero, ¿quiénes eran los zelotes? Josefo dice de ellos que estaban de acuerdo con los fariseos en muchas cosas, pero no podían soportar la pasividad de ellos ante la opresión, con gran tenacidad se aferraban a la libertad y reconocían únicamente a Dios como su soberano y rey. Josefo los llama “zelotes”, palabra que proviene del griego zelotés, “celosos de la Ley”, aunque ellos se llamaban con la palabra hebrea qanná’, equivalente a zelotés. Comenzaron con el celo por la Ley, pero después, ese celo por los ideales de libertad e igualdad los hizo extremistas, y evolucionaron hacia la línea violenta, al morir Agripa I (44 d.C.), el rey que observaba la Ley y que encarnó a ojos de muchos judíos las esperanzas más o menos inmediatas de una liberación del yugo de Roma.

El grupo más radical era el de los sicarios. Sus militantes empleaban habitualmente la daga curva, sica, que escondían debajo de la túnica, arriesgando la propia vida, y lo hacían en cualquier circunstancia contra la vida del oficial romano, del recaudador del fisco imperial, y del judío colaboracionista.

Para los zelotes el reinado de Dios era incompatible con cualquier dominación extranjera. Aceptar al César romano como rey era violar la Ley, que reconoce sólo a Yahvé único Señor. En consecuencia, el pago de impuestos a Roma era una idolatría y una apostasía, pues implicaba el sometimiento al César como señor. Tenían la simpatía del pueblo, sobre todo, en el campo, en donde reclutaban sus efectivos, porque reclamaba la supresión de impuestos, la redistribución de la propiedad y la liberación de los esclavos. De hecho, cuando en el año 66 d.C. organizan una revuelta en Jerusalén, lo primero que hacen es quemar los archivos oficiales para impedir el pago de las deudas.

Zelotes y sicarios fueron protagonistas y víctimas de la ofensiva romana del 66-70.

Los herodianosEl nombre de “herodianos” procede de herodiani, y con él se designaba a los

seguidores políticos de Herodes. Eran los adeptos y partidarios de Herodes en medio del pueblo. También podrían considerarse bajo este nombre a los militares no romanos, que servían a Herodes y a sus hijos, sobre todo a Antipas. Eran fuerzas militares profesionales, regulares y permanentes, distribuidas por Galilea y Perea, sobre todo, en las ciudades y en las fortalezas, como es el caso de Tiberíades y Maqueronte. Estos soldados velaban por el orden, protegiendo el territorio de bandidos, y ejercían acciones de tipo policial, a modo de milicia urbana. Había pequeñas guarniciones capitaneadas por un centurión en diversas localidades, como Cafarnaún, pues allí había una oficina de recaudación de impuestos, que posiblemente era aduana entre el territorio de Antipas y el de Filipo. La mayoría de éstos eran judíos, no obstante existe la posibilidad de que algunos fueran mercenarios extranjeros. Durante el reinado de Antipas no hubo nunca oficiales romanos estacionados con carácter permanente en Galilea.

Las fiestas

Después del regreso del destierro de Babilonia (año 538 a.C.) los judíos, Para mantener su identidad como pueblo, van a poner el acento en la Ley, Torá, y en el

14

Page 15: CristologiìaI Laicos CTPL 2014

Cristología – 2014 – ISET Juan XXIII - CTPL

Templo. Así nace el concepto de “Judaísmo”, que llegará hasta la época de Jesús, y posteriormente.

Un buen judío piadoso era, ante todo, monoteísta, admitía la existencia de un único Dios, Yahvé, vivo y personal, santo e inaccesible, pero también cercano a sus criaturas y providente.

Un judío piadoso creía en “un Dios” que había llamado a Israel para ser “su pueblo” y le había entregado la Ley como guía para llegar a él. Así, pues, ¿cómo agradecer a Dios estos beneficios? En el judaísmo nacieron ciertas instituciones y prácticas para expresar la gratitud a Yahvé: el Templo de Jerusalén, las fiestas, el sábado, la sinagoga, entre otras.

Entre los judíos, había dos tipos de fiestas:- Las “fiestas nacionales”, impuestas por la Ley, y eran las siguientes: la

Pascua, las Semanas o Pentecostés, la de los Tabernáculos, llamadas “fiestas de peregrinación”, la del Año nuevo. Más adelante se añadió también la fiesta de la Dedicación y otras.

- Las “fiestas de tipo familiar” como la circuncisión, la fiesta de introducción en la vida religiosa del niño cuando éste lee por primera vez un trozo de la Ley, llamada bar mitzvá, matrimonio, funerales.

Dentro de los días religiosos de los judíos, el sábado era el que tenía mayor importancia. El sábado, shabbat, era el “día de reposo”, y de oración al terminar la semana. Comencemos por estas últimas fiestas, para luego seguir con las nacionales.

La circuncisiónTodo varón judío es circuncidado, aún hoy. Jesús también fue circuncidado al

octavo día de su nacimiento y le pusieron el nombre. ¿Por qué se celebra el octavo día? La respuesta la encontramos en la Biblia:

Dios crea el mundo en seis días y el séptimo crea el sabrá, consagrándolo para su gloria y el descanso, como se lee en Génesis. El octavo día es el destinado al hombre, en el que se le entrega el mundo, completamente creado, para su custodia. Dios asocia al hombre con su creación para continuar la tarea y transformar el mundo en una morada digna para el propio Creador y todo ser humano. Circuncidar al niño “al octavo día” significa hacerlo Hombre completo, porque con el rito de la Alianza firmada con su propia sangre queda asociado a Dios.

El bar mitzváCumplidos los 13 años de edad, al final de la pubertad, el varón judío celebra en

familia el bar mitzvá; las mujeres celebraban el bat mitzvá. El significado de este término es el siguiente: bar, en arameo, quiere decir “hijo de”; así como bat significa hija. Mitzvá significa precepto y mitzvot, los preceptos. A partir de este momento, el niño pasa a ser “hijo del precepto”. Es decir, “hijo de la Ley”. Ya es considerado adulto y puede tomar parte del minian, el grupo de al menos 10 varones necesario para la oración en la sinagoga.

El shabbatPara Jesús y sus paisanos, el sábado era el día de descanso semanal. El término

“sábado” proviene del hebreo shabbat, que significa “cesar”, “pararse”, “descansar”. Nadie trabajaba, ni en el campo ni en la casa. Durante este tiempo de reposo sagrado, desde la puesta del sol del viernes hasta puesta de sol del sábado, toda actividad o trabajo manual era severamente prohibido (moler, coser, cocinar, escribir, cavar, cargar...) y, a menudo, con un castigo muy riguroso.

Era una fiesta familiar, con almuerzo mejorado incluido. El respeto al sábado era sagrado, pues era uno de los rasgos esenciales de la identidad judía, como pueblo elegido y comunidad de la Alianza. Con el descanso del trabajo diario, ese día recordaban la libertad que Dios les había dado al sacarlos de la tierra de la esclavitud.

15

Page 16: CristologiìaI Laicos CTPL 2014

Cristología – 2014 – ISET Juan XXIII - CTPL

Jesús vivió y respetó el sábado, pero no temió las críticas al sanar en este día, pues para él “el sábado ha sido hecho para el hombre, y no el hombre para el sábado”. Para Jesús el sábado era el mejor día para liberar a las personas de sus dolencias.

La Pascua (Pésaj)Esta fiesta nació entre los antiguos pastores, nómadas o seminómadas, de origen

semita. Al llegar la primavera, la mayoría de ellos se preparaba para la trashumancia. Pero antes de ponerse en camino y con el deseo de obtener fecundidad para el ganado y ahuyentar toda clase de maleficios, sacrificaban un cordero. Con la sangre del animal untaban los palos de la tienda, a fin de que no se acercara el demonio exterminador. En esta fiesta, de carácter familiar, el padre tenía el papel principal. Se comía el animal sacrificado con panes de cebada sin levadura y con hierbas amargas, que eran, ni más ni menos, las plantas silvestres del desierto escogidas para sazonar sus alimentos. Comían con los lomos ceñidos y las sandalias en los pies, como para una gran marcha, y con el báculo del pastor en la mano.

La fecha de la Pascua está dada en textos sacerdotales y en el libro del Éxodo, según los cuales había de celebrarse el 14-15 del primer mes judío, nisán (marzo-abril), es decir, en el plenilunio, porque es la noche del mes en que hay más claridad. Técnicamente hablando, había dos fiestas distintas: la de Pascua, que duraba solamente un día, y la de los panes ázimos, que duraba los siete días siguientes. La Pascua caía el día 14 del mes judío de nisán, los ázimos se celebraban desde el 15 de nisán hasta el 21. A efectos prácticos, se trataba de una sola fiesta larga, y los judíos a menudo se referían a ese período total de ocho días como “la Pascua” o “los Ázimos”“.

Se convirtió, con el tiempo, en la fiesta principal, tomando un total carácter religioso-liberador, llegando a ser una fiesta de peregrinación a Jerusalén. Llegaban a la ciudad peregrinos de muchos lugares. Josefo habla de cantidades enormes de personas.

La fiesta se prolongaba durante siete días en un ambiente de alegría y de sentimientos profundos de identidad judía.

Las Semanas (Hag Shavuot) Es la segunda fiesta anual. Se celebraba en el mes de siwan (mayo-junio). Era la

fiesta de la cosecha o de la siega. Terminada ésta, el judío daba gracias a Dios ofreciéndole frutos de su trabajo, en proporción a los bienes recibidos. También era un momento para compartir con los más pobres: esclavos, levitas, emigrantes, huérfanos y viudas. Después quedó asociada al recuerdo de la Alianza y de la Ley dada por Dios en el Sinaí, por medio de la cual los salidos de Egipto se comprometían a formar un pueblo de hermanos, en el que se comparte cuanto Dios les ha dado. Su nombre se basa en el mandato bíblico de contar siete semanas desde la segunda noche de Pascua y celebrar el día 50 como un día santo. De ahí el nombre no judío de “Pentecostés” que significa “día 50”. No es una casualidad que el autor de Hechos de los apóstoles sitúe en ese día la venida del Espíritu Santo.

Los Tabernáculos (Hag hasukkot o Sukkot)Es la tercera y la última de las tres fiestas de peregrinación. Para Josefo es “la

más santa y la mayor de las solemnidades judías”. Se celebraba en otoño, en el mes de tishrí (septiembre-octubre), tiempo en el que se guardaban los productos del campo, se pisaba la uva y se molía la aceituna. Se daba gracias a Dios y se compartía con los pobres. Nació, pues como fiesta agrícola. Luego se la relacionó con el tiempo pasado en el desierto, en recuerdo de las chozas que se hacían durante su peregrinación a la Tierra Prometida, de ahí que se llamara también fiesta de las “tiendas” o de las “chozas” (sukkot). Era la más espectacular y popular de todas las fiestas.

16

Page 17: CristologiìaI Laicos CTPL 2014

Cristología – 2014 – ISET Juan XXIII - CTPL

Las instituciones religiosas y políticas

La sinagogaNacida, probablemente, en la época del exilio babilónico, la sinagoga,

“asamblea”, es la comunidad reunida y el espacio de la reunión; es la casa del pueblo. Es la Escuela de oración, de lectura y de enseñanza de la Torá. Erigida y dirigida generalmente por laicos para laicos, en general fariseos, y en ocasiones sacerdotes, vive en competencia con el sacerdocio y el Templo, que era el espacio sagrado.

Había sinagogas esparcidas por todo el territorio judío; se hallaban presentes, también, en el territorio del imperio, fundamentalmente en las grandes ciudades.

Una sinagoga no era un templo. En este respecto, el judaísmo era semejante a las demás religiones antiguas, aunque había también diferencias sustanciales. Únicamente existía un Templo judío, que estaba en Jerusalén, y su cámara más interior estaba vacía, dedicada al culto del Dios invisible, en vez de ser la residencia de un ídolo que representa al dios. Las sinagogas no eran sagradas, y el acceso a ellas no quedaba limitado a los ritualmente impuros. En las sinagogas no se sacrificaban animales. Los judíos podían hacer en estos edificios las cosas normales que hace la gente cuando se junta: comer, cantar, rezar, instruirse mutuamente, discutir, compartir información y cotillear.

El Templo, el clero y los levitasReconstruido por Herodes, el templo de Jerusalén fue devastado por las tropas de

Tito en el año 70. El inicio de la revuelta del 66 había sido, precisamente, la negativa a continuar con los sacrificios por el emperador y por el imperio.

En la época de Jesús estaba en su esplendor y era causa del orgullo de los judíos y de la admiración de todos los que lo visitaban. En él se ofrecía el sacrificio diario y a él acudían los judíos cuando la Torá así lo prescribía. A él peregrinaban para las tres grandes fiestas: Pascua, Pentecostés y Tabernáculos.

El corazón del Templo era el “santo de los santos”, habitáculo del arca de la alianza, aunque vacío, a esta altura, por la desaparición de la misma en el 587 a. C. En él ingresaba una vez al año el Sumo Sacerdote para expiar por los pecados de todo el pueblo.

Un templo de estas características suponía la existencia de un clero y de una casta sacerdotal. Podríamos dividirla en el alto clero, que eran los sacerdotes descendientes de Aarón, y el bajo clero formado por los levitas, descendientes de la tribu de Leví, al servicio de los sacerdotes. El sumo sacerdote era el jefe de la clase sacerdotal a la vez que presidente del Sanedrín, lo que lo convertía en una figura preponderante de la vida política y religiosa de Israel. Luego venían los sacerdotes y, por último, los miembros del bajo clero: los levitas. El número del personal del Templo se calcula en 20.000 personas.

El SanedrínTambién llamado “senado”, “consejo” o “presbiterio”, el Sanedrín ejercía la

administración de justicia y, parcialmente, el gobierno en los asuntos internos de Israel. Su poder no se mantuvo siempre idéntico, pero en la época de Jesús, cuando Judea no dependía del poder de Herodes sino directamente del procurador romano, conoció una ampliación de sus atribuciones.

Legislaba en todo lo que se refería a la vida de Israel, y era acatado por todos, incluso con el auxilio de Roma, reacia a inmiscuirse en las cuestiones religiosas del pueblo, como la autoridad legítima.

Lo presidía el sumo sacerdote. El resto de sus setenta miembros pertenecían al alto clero, por un lado, y a los escribas y doctores de la ley los restantes. Estos eran mayoritariamente fariseos. En los primeros predominaba la ideología saducea. Sus reuniones se desarrollaban en el Templo. Después del año setenta, fue integrado con exclusividad por escribas fariseos.

17

Page 18: CristologiìaI Laicos CTPL 2014

Cristología – 2014 – ISET Juan XXIII - CTPL

Existían, también, pequeños tribunales locales, encargados de recibir las causas y transferirlas, si fuera el caso, al gran Sanedrín de Jerusalén.

5Los orígenes y la infancia de Jesús

Si se acude a los evangelios y se indaga la cronología de la vida de Jesús, aparecen datos curiosos que, cuando menos, requieren una explicación e interpretación.

Sobre el origen e infancia de Jesús hay cosas sorprendentes. El evangelio más antiguo, el de Marcos, no se ocupa para nada de los antepasados, de la infancia, adolescencia y juventud de Jesús. Mateo y Lucas sí hablan de estos temas, aunque con diferencias.

Mateo, que escribe su evangelio para los judíos, se remonta hasta Abraham para hablar de Jesús. Dice que Jesús fue concebido virginalmente, que nació en Belén, que fue adorado por unos Magos de Oriente, perseguido por Herodes y que huyó a Egipto para después regresar y vivir en Nazaret la mayor parte de su vida.

Lucas comienza sus escritos sobre Jesús relacionándolo con Juan el Bautista. Habla de la Anunciación de un ángel a María para decirle lo que va a pasar.

Afirma que Jesús nace en Belén y que le adoran unos pastores. Más tarde Jesús, como todo buen judío, es circuncidado y presentado en el Templo. Lucas añade la escena curiosa de un Jesús preadolescente enseñando en el Templo a los viejos doctores una nueva forma de entender la Ley de Moisés, en la que ellos eran los más sabios y expertos. Finalmente se apunta que Jesús vive en Nazaret durante unos veinte años sin que se sepa nada de él.

El evangelio de Juan, es totalmente diferente a los otros tres. Se refiere a los orígenes de Jesús desde una clave poética que lo sitúa en la mente de Dios, incluso antes de la creación del mundo. Pero nada se dice en concreto sobre los aproximadamente treinta primeros años de su vida.

La primera conclusión posible, en este conjunto de datos sobre el origen de Jesús y su infancia, es que a los autores de los evangelios no les interesaba nada hacer una biografía de Jesús. No pretendían hablar del Jesús físico sino del significado que tenía para ellos. En consecuencia, dan prioridad a transmitir los significados y, si para ello necesitan algún dato físico e histórico de Jesús entonces, y sólo entonces, lo utilizarán.

Hay que advertir que los relatos de la infancia en la mentalidad judía eran una forma de hacer una síntesis de la vida de esa persona. Por eso, en el caso de Jesús, estos relatos han de ser leídos con la misma clave de toda su vida: desde la Pascua, esto es, desde el convencimiento de que las promesas de Dios se han cumplido en Jesús. .

Concebido de María, por obra del Espíritu Santo

Mateo y Lucas dicen que Jesús fue concebido virginalmente. Lo normal para engendrar un ser humano es la unión sexual de un hombre y una mujer. Estos dos evangelistas afirman que Jesús fue engendrado en una mujer sin la colaboración sexual del hombre. ¿Qué quiere decir esto?

No se sabe si lo que se cuenta fue físicamente así. Los milagros son posibles. Lo que más importa es el significado de ese hecho. Y, visto desde la experiencia de la

18

Page 19: CristologiìaI Laicos CTPL 2014

Cristología – 2014 – ISET Juan XXIII - CTPL

Resurrección, los primeros cristianos pensaron que Dios estaba con Jesús mucho antes del final de su vida.

Afirmaron que ciertamente lo estaba desde el momento en que Jesús decide ir a Jerusalén y asumir la suerte de los profetas, a la cual Dios responderá con la exaltación del justo; y esto lo representan con la imagen de la Transfiguración. Luego se cuestionan sobre el valor mesiánico de la predicación de Jesús y la autoridad de su doctrina y se responden positivamente poniendo en la escena del Bautismo de Jesús la bajada del Espíritu Santo sobre él. Las comunidades de Mateo y de Lucas se preguntan si la totalidad de la vida del Maestro se ajusta al plan de Dios, y al responderse positivamente narran cómo el Espíritu de Dios estaba con Jesús desde el mismo momento del nacimiento y de su concepción. Para los creyentes, Jesús es la novedad absoluta respecto a otros grandes personajes bíblicos (Moisés, Gedeón, Sansón, Samuel, Juan Bautista), y lo expresan narrando su origen milagroso y su concepción virginal.

¿Cómo sucedió en realidad la concepción de Jesús? Nunca lo sabremos con certeza. Además no afecta nada a la fe, o no debería afectar, el que Jesús fuera engendrado corno el resto de los humanos. De hecho, para los primeros cristianos éste no era el tema que más les preocupaba.

¿Dónde nació Jesús?

Todos le conocían de mayor como “El profeta de Nazaret”. Sin embargo, según los evangelios de Lucas y Mateo, Jesús nació en Belén de Judá, cerca de Jerusalén, En tal población, según Mateo, vivían José y María cuando nació Jesús, En cambio, según Lucas, el joven matrimonio vivía en Nazaret y fueron a Belén con motivo de un censo ordenado por las autoridades, Los datos no coinciden, Para Mateo, Jesús nace en su casa y los Magos van allí a adorarle. Para Lucas, Jesús nace en un establo de animales de los muchos que había por los alrededores de Belén aprovechando las cuevas naturales de la zona, Allí no van los Magos, sino los pastores.

Lucas habla de un censo, pero ¿se dio ese censo en la fecha indicada por el evangelista? En realidad, Lucas está más preocupado por la reflexión teológica que por la historia, por este motivo, se encuentran algunos errores de datación. Sin embargo, lo esencial, Lucas lo presenta correctamente, por ejemplo: Augusto tuvo cuidado de que a su muerte todo el orbis terrarum estuviese registrado. Este hombre, que destruía sin piedad personas y pueblos enteros, que se hacía llamar “salvador del mundo”, y que mandó acuñar en las monedas inscripciones como “César, hijo de la divinidad”, jactándose de su poder, ordenó un censo de “todo el mundo” habitado. El censo tenía una finalidad: que nadie se libre de pagar los impuestos. Todos tenían que ser fichados, y declarar a un tiempo sus bienes inmuebles y campos y sus posesiones móviles, tales como los rebaños, animales de carga..., para así poderlos expoliar. Así celebra el “salvador del mundo” su grandeza. Y es en ese tiempo cuando nace el verdadero Salvador del mundo, el verdadero Hijo de Dios. Éste es el mensaje de Lucas.

La presentación de Lucas es clara, aunque haya una serie de datos que no son exactos. El primero de ellos es que para el censo, no era requerida la presencia de la esposa, pues el cabeza de familia declaraba por todos. El segundo dato es que el censo se hacía siempre en el lugar del domicilio actual. El tercer dato inexacto es que Quirino no será nombrado legado en Siria hasta el año 6 d. C., con el encargo de organizar Judea. Su censo fue entre el 6 y el 11 d.C., cuando hacía diez años que había muerto Herodes el Grande. Por este motivo, hubo un alzamiento, que ya conocemos, pues los judíos consideraban el censo del pueblo como un auténtico sacrilegio inspirado por el diablo, que de esa manera usurpaba el papel de Dios, el único Señor de su pueblo. El alzamiento fue liderado por Judas el Galileo, quien incitó al pueblo a la revuelta contra los romanos, cuando Quirino realizaba el censo en Judea.

19

Page 20: CristologiìaI Laicos CTPL 2014

Cristología – 2014 – ISET Juan XXIII - CTPL

Por otro lado, Mateo, en su genealogía de Jesús, lo enraíza en el pueblo judío y le hace descendiente de David, el gran rey de los judíos a quien todos veneran como el artífice de la edad de oro del pueblo de Israel. Para hacerla ver, Mateo se remonta hasta Abraham y va enlazando una generación con otra hasta llegar a José, padre de Jesús. Lucas, en la su, subraya el universalismo de Jesús y lo hace provenir desde más atrás, retrocede hasta Adán y al mismo Dios, Y, otro dato, en la tradición judía, Belén era considerada como “la ciudad de David”, En el libro de Samuel se cuenta cómo en Belén vivía David con su padre Jesé cuando fue ungido por el profeta como rey de Israel.

Para reforzar esta misma idea de Mateo de mostrar a Jesús como el Mesías descendiente de David está la otra lectura que se puede hacer de la concepción virginal de Jesús, En efecto, había una profecía de Isaías que anunciaba que de una doncella o virgen le nacería al rey un hijo que sería Emmanuel o Dios-con-nosotros. Lucas no pone el acento en la virginidad de María como hecho biológico, sino en el origen sobrenatural de Jesús, en que fue engendrado por el Espíritu de Dios, como lo fueron otros personajes de la antigüedad judía, que al ser llenados del Espíritu de Dios quedaban autorizados para cumplir una misión,

Por todos los medios se insiste en la idea de que Jesús es hombre, pero es algo más que un hombre y todo lo que en él acontece, desde que nace hasta que muere, tiene un mucho de divino. Pero esto lo descubren desde la resurrección, Antes, Jesús no llamó especialmente la atención entre sus contemporáneos.

Entonces, ¿dónde nació Jesús? Los evangelios no resuelven la cuestión, dicen que en Belén y en Nazaret. Pudiera ser que fuera en Nazaret y situaron la escena del nacimiento en Belén por razones de catequesis, para “hacer ver” a los judíos que Jesús era el nuevo David, el ungido por Dios para formar un nuevo pueblo. Lo importante no es el lugar, sino el significado que se desea expresar. No interesaba aclarar de dónde era, sino afirmar que en Jesús se cumplen las promesas y profecías y que para ellos es la cabeza del nuevo pueblo de Dios, no fundado ya en la raza y en la sangre, sino en la fe en el resucitado.

Vive años en el silencio de Nazaret

Nada se sabe del Jesús que vive en la mayor parte de su vida. Un largo silencio se extiende durante sus treinta primeros años y sólo una referencia evangélica de Lucas dice que Jesús crecía en edad y en sabiduría delante de Dios y de los hombres. Esto significa que, sabiendo que Jesús estaba “lleno de sabiduría”, desde siempre, como niño, adolescente y joven, fue creciendo y madurando como cualquiera. Ver las cosas así es tomarse en serio la encarnación, es decir, la asunción de la condición humana con todo lo que esto conlleva.

El desarrollo normal de Jesús llamó la atención desde muy pronto. Algunos cristianos, bienintencionados, sin lugar a dudas, imaginaron que Jesús no podía ser tan “normal”, puesto que era el Hijo de Dios. Por este motivo, compusieron relatos en los que se resaltaba su condición divina ya desde niño.

En las familias judías las responsabilidades de la educación estaban repartidas según los sexos, el padre educaba a los niños y la madre a las niñas. En el caso de Jesús su primer educador sería José, y de él aprendería los primeros comportamientos y las primeras enseñanzas para la vida.

El pueblo judío ha sido siempre muy religioso, acostumbrado a vivir el quehacer de cada día en relación constante y consciente con Dios. El respeto por la Ley y su familiaridad con ella, así como la vivencia de la relación continua con Dios sería, sin duda, el primer aprendizaje de Jesús. José enseñaría a su hijo el shemá, la oración que todo buen judío repetía por la mañana y por la noche (Dt 6,4-9). Esta oración se acompañaba de otras de bendición y acción de gracias en los principales momentos del día, en las comidas y al inicio del trabajo.

20

Page 21: CristologiìaI Laicos CTPL 2014

Cristología – 2014 – ISET Juan XXIII - CTPL

La educación se completaba en la sinagoga, que era en cada población el centro religioso y cultural. Desde un siglo antes del nacimiento de Jesús, ya se había ordenado que todos los niños judíos debían acudir a la escuela. El principio era sólo para los varones, ya que las mujeres se quedaban en casa, al lado de la madre. A partir de los 4 o 5 años de edad, debían pasar primero por la bet ha séfer, la “casa del libro”, donde aprendían a leer con los libros de Escritura. No todos aprendían a escribir, pues era una tarea reservada a los escribas. Después se pasaba a la bet ha talmud, la “casa de la instrucción”, donde se estudiaba la Ley, sobre todo la Ley oral, que estaba compuesta por las tradiciones y preceptos no contenidos en la Escritura.

Al llegar a la adolescencia o juventud, si querían seguir estudiando, se buscaban un maestro y el muchacho quedaba incorporado a la “casa de la investigación”, donde se accedía a una especie de enseñanza superior que consistía, por medio de la conversación y el debate, en el estudio de la Ley escrita y sus prescripciones.

Todo esto, en realidad, era un ideal, pues a la hora de la verdad, muchos niños no tenían acceso al estudio, bien porque en algunas aldeas no había escuela, bien porque desde muy temprana edad los niños debían colaborar en las tareas del campo.

Aunque la enseñanza se realizaba preferentemente al aire libre, en el campo o bajo un olivo o una higuera, se usaba también la sinagoga para la enseñanza; incluso, algunas sinagogas tenían una sala reservada exclusivamente para las clases.

La aldea de Nazaret era muy pobre, pero es muy probable que Jesús siguiera las dos primeras etapas de la formación, pues era capaz de leer bien los libros sagrados y demostró saber discutir, argumentar y razonar en base a sus conocimientos.

El trabajo era necesario para poder vivir y culturalmente no era mal visto por los intelectuales, ellos mismos lo practicaban. De otra forma, el pueblo no podría pagar los impuestos que les presionaban de tres direcciones: la administración romana, la administración local y la religión. Todo padre de familia judío procuraba para su hijo una ocupación, pues los rabinos decían: “El que no le enseña a su hijo un oficio, le enseña a robar”. José, sin duda, iba enseñando a su hijo el oficio de carpintero, que, como sabemos, incluía, además del trabajo con la madera, lo que hoy entra también en el oficio de albañil, y el hierro. Justino, que nació en Samaria unos cincuenta años más tarde, dice que habría fabricado arados y yugos.

Jesús crecía y constataba en el ambiente que no todas las personas tenían lo mismo. En la Palestina de entonces había una clase dirigente y rica, formada por los sacerdotes del Templo de Jerusalén, los altos funcionarios, los terratenientes y comerciantes. Un nivel intermedio eran gentes con pequeñas posesiones, artesanos y comerciantes autónomos que llevaban una vida sin lujos y sin excesivos apuros; y, en el nivel inferior, estaban los pobres, los desamparados, temporeros, jornaleros, gentes que vivían de la caridad ajena y los esclavos.

6Jesús vive una experiencia decisiva

En Jesús vemos a un hombre apasionado y lleno de una fuerza que le impulsa. Pero, ¿de dónde le vino a Jesús toda la fuerza para hacer lo que hizo? ¿Dónde se inspiró? ¿A quién pretendió imitar? Éstos y otros interrogantes similares vienen a la mente de cualquiera con un poco de curiosidad. No se puede explicar un Jesús que de pronto aparece en la escena pública, y durante casi tres años realiza toda clase de signos y propuestas revolucionarias, sin que todo ello tenga un trasfondo profundo.

21

Page 22: CristologiìaI Laicos CTPL 2014

Cristología – 2014 – ISET Juan XXIII - CTPL

No hay datos ciertos que hablen explícitamente de todo el proceso por el que pasó Jesús para configurarse como una personalidad tan cautivante. Pero sí existen los indicios suficientes para adivinar dónde se sitúan las paredes maestras del edificio de su personalidad.

Un pueblo lleno de esperanza

“El pueblo estaba a la espera...”, leemos en el evangelio de Lucas. A medida que Jesús iba creciendo se daba cuenta de algo que flotaba en el ambiente judío: Era la esperanza. Desde tiempos antiguos, y a pesar de los golpes recibidos, el pueblo judío siempre ha guardado un rescoldo de esperanza en medio de las cenizas de sus derrotas, y, donde otros pueblos se han hundido y desaparecido, él ha sabido siempre resurgir y retomar el horizonte de su historia. En tiempos de Jesús, la esperanza se concretaba en una inminente intervención de Dios para modificar la suerte del pueblo elegido e instaurar su Reino. Esto hacía vivir la esperanza en alerta máxima.

Casi todos habían organizado su vida en torno al eje de la espera de la intervención de Dios para reinar. Pero la esperanza adoptaba muchas y contradictorias figuras. No todo el mundo se ponía de acuerdo en cómo y cuándo Dios iba a intervenir. En la sinagoga le enseñaron a Jesús a leer los libros sagrados y le explicaban las diversas concreciones de la esperanza del pueblo. Básicamente, se decía: “Vendrán unos tiempos en que Dios regirá directamente los destinos de la humanidad, en que la antigua Alianza del pueblo con Dios en el Sinaí ya no se romperá jamás; el pueblo de Dios será un pueblo libre y soberano”.

Las esperanzas eran diversas, como vemos, y las formas de esperanza que acabamos de señalar de ningún modo eran incompatibles entre sí. Y la esperanza no era fácil, como nos sucede hoy. Pero donde había un rescoldo de fe, volvía a brotar una llama de esperanza, como nos sucede también hoy, a pesar de todo. Es preciso cultivar esa hermana más débil, más frágil, más vulnerable, que es la esperanza, por eso necesita especiales cuidados, hasta que se convierta en un hábito del corazón. Es necesario cultivarla permanentemente y reforzarla sin descanso. La esperanza vence al miedo.

Jesús, un hombre con inquietudes

En el ambiente de esperanza en que él vive hay una preocupación latente en todas las gentes: ¿Dónde está Dios? ¿No es el amigo de la vida? ¿No va a intervenir? Si se consultaba la Escritura, Dios había prometido intervenir de forma definitiva en la historia humana, había anunciado un salvador, un Mesías que hiciera realidad los anhelos más queridos por unos y otros. Pero la realidad era que Dios estaba callado. Y Jesús observaba también que los diversos grupos entendían a Dios de forma diferente. Estos interrogantes del ambiente serían también los de Jesús. Jesús debía de ser un muchacho muy sensible y despierto, un buscador nato que no se conformaba con lo primero que le decían. Quería experimentar.

Otro tipo de interrogantes posiblemente le vendrían a Jesús de la escucha y lectura de los profetas, en particular de Isaías, y su sensibilidad por la suerte de los pobres, de los olvidados del pueblo. Éstos parecían más importantes para los profetas que para la sensibilidad religiosa del momento.

La respuesta a las preguntas e inquietudes personales la iba a encontrar Jesús cuando tenía “unos 30 años”, como leemos el tercer evangelio, aunque seguramente serían entre 33 y 34, cuando se encuentra con Juan el Bautista. Era un hombre en plena madurez. Era ya tiempo de decidirse.

Un profeta en el río Jordán

22

Page 23: CristologiìaI Laicos CTPL 2014

Cristología – 2014 – ISET Juan XXIII - CTPL

Hacía tiempo que Jesús venía oyendo de la actividad de algunos grupos radicales de crítica al sistema religioso que se englobaban bajo el término de “movimiento bautista”. No era un movimiento organizado, sino más bien un conjunto de personalidades carismáticas individuales. Se habían apartado de lo que ellos consideraban las iniquidades de la sociedad de Judea y se habían ido a las riberas del Jordán.

Al frente de cada uno de estos grupos había un predicador que se rodeaba de discípulos. Todos ellos daban mucha importancia a la inmersión en el agua, que no sólo se prescribía para la purificación física, sino también para la purificación moral, como ordenaba el profeta Isaías: “Lávense, purifíquense, aparten de mis ojos el mal de sus actos; dejen de obrar el mal; aprendan a obrar bien; busquen la justicia;… defiendan al huérfano, sostengan a la viuda”.

El más famoso de estos predicadores y bautizadores era Juan, apodado el Bautista o el Bautizador, que predicaba en clave escatológica, teñida de apocalíptica, en la zona del desierto, que no era simplemente arena y el Jordán no era simplemente agua. Si lo único que hacía falta para bautizar era agua, aun admitiendo que tuviera que ser agua de un río, siempre habría podido utilizarse la de cualquier sitio además de la del Jordán. En otras palabras, Juan no sólo bautizaba en el Jordán, sino que había escogido el Jordán para bautizar. Este dato del río Jordán, aparentemente sin importancia, sí que la tiene. Juan bautizaba frente a Judea, o en Perea, y bautizaba en la parte derecha del río Jordán. Lo hacía en ese lugar para que salieran por el otro lado; de ese modo atravesaban el río en la misma región en la que, según la tradición, Josué había entrado en la tierra prometida atravesando el Jordán.

Según Juan, el pueblo estaba ya tan corrompido por su rebeldía ante Yahvé, es decir, por el pecado, tan abocado a la perdición, que ya no valían componendas. Para Juan, la opresión y la calamidad que estaban sufriendo eran el efecto y la manifestación del gran desorden del pecado. Israel necesitaba eliminar la raíz de esa maldad. Tan grave era la situación, que ni siquiera podían alegar el privilegio de la elección que Dios había hecho del pueblo en su padre Abraham, porque la Alianza sagrada estaba rota. Era preciso partir de cero, había que comenzar de nuevo la historia de la salvación, había que arrepentirse, recibir el bautismo de conversión, al otro lado del Jordán, y pasar hacia la tierra prometida a crear una sociedad nueva, el pueblo convertido, el pueblo que quería Dios.

El mensaje de Juan, acompañado de un gesto

El profeta del Jordán tenía un mensaje contundente: El juicio de Dios. Juan estaba convencido de que la intervención de Dios en su pueblo y en la historia de los hombres era algo que estaba a punto de producirse. Dios iba a llegar como Juez inmisericorde que actuaría de forma implacable contra los hombres que permanecieran aferrados a sus errores y pecados y, a la vez, actuaría como Salvador de quienes aceptasen cambiar. Juan había renunciado a su futuro como sacerdote, categoría que le correspondía por ser hijo del sacerdote Zacarías, y se había ido al desierto como signo de que, una vez más, como antiguamente, Dios preparaba a su pueblo en ese lugar para hacerle entrar en una nueva tierra prometida, en la nueva humanidad.

Juan acompañaba su mensaje con un gesto externo significativo: el bautismo. Cualquier persona, fuera quien fuera, sin importar la clase social o su manera de vivir la religión, que aceptara su mensaje debía bautizarse sumergiéndose en el Jordán como signo visible de su deseo de ser una persona nueva, de lavarse de su vida anterior para transformarse en otra persona, de que dejaba de vivir según los principios del egoísmo para vivir desde las exigencias de Dios. Bautizarse era aceptar el perdón ofrecido por Dios y dar el primer paso para cambiar de vida, convertirse, aceptar el camino de la justicia y cumplir la voluntad de Dios.

23

Page 24: CristologiìaI Laicos CTPL 2014

Cristología – 2014 – ISET Juan XXIII - CTPL

El responsable, según el Bautista, de hacer este juicio de Dios, de separar los buenos de los malos, era un delegado de Dios que no se conocía aún, pero que estaba a punto de llegar.

Jesús y el Bautista

Jesús, en su deseo de perfección y de búsqueda profunda de Dios, escucha el mensaje del Bautista y conoce a la gente que acude a él en demanda del perdón de los pecados y con el deseo de llevar una nueva vida agradable a Dios. Le impresiona el estilo contestatario de Juan, en particular la poca o nula importancia que da a las transgresiones de las tradiciones, al Templo, al sacerdocio oficial y a los grupos religiosos que había conocido hasta el momento. Ve que el Bautista está en sintonía con las esperanzas de los marginados y expulsados del sistema religioso y social de su época y que ofrece la salvación a todos, sin necesidad de hacer cosas raras y de retirarse de la vida social para llegar a la santidad.

El bautismo de Jesús

Todos los datos apuntan a que el encuentro de Jesús con Juan el Bautista fue decisivo en su vida. El bautismo recibido por Jesús significó un antes y un después en su vida. Así lo entendió el propio Jesús, la gente que lo conoció y la primera comunidad cristiana.

Las narraciones evangélicas presentan hechos con fundamento histórico, sí, pero interpretados desde diferentes claves y escritos después de la resurrección de Jesús. En el relato que nos ocupa, podemos afirmar que lo más probable es que Jesús acudió a ser bautizado por Juan y pasó con él un tiempo de reflexión y diálogo que le llevó a un cambio radical. En los evangelios se mezcla lo que pensó Jesús sobre su Bautismo y lo que interpretó después la comunidad cristiana.

Juan pedía la conversión a quienes se bautizaban. Al acudir Jesús al Jordán, ¿acaso se consideraba un pecador? La verdad es que no hace falta ser un pecador para convertirse e iniciar una vida diferente. Jesús se bautiza por su deseo profundo de encontrar a Dios, su anhelo de perfección, su solidaridad con su pueblo inmerso en el caos, y porque acepta los planteamientos religiosos y éticos de Juan que predica con firmeza la inminente llegada de Dios para instaurar su anhelado Reino.

Una cosa es evidente: En el bautismo, Jesús vivió una experiencia decisiva. Y la comunidad vio, además, en el bautismo la investidura de Jesús como enviado de Dios, como siervo elegido para cumplir la misión especial de Mesías de los pobres. Basta acudir a la literatura de los libros antiguos de la Biblia para comprobar el paralelismo de estilo y simbología que existe entre otras investiduras de Dios a los profetas con lo que se dice de Jesús. No podemos pensar en la literalidad de lo que se cuenta: se rasgan los cielos, baja el Espíritu en forma de paloma y se escucha la voz de Dios. Esas imágenes hablan de un momento especial en que Jesús toma conciencia de la compasión del Padre Dios, que le inunda, y le quiere para ser presencia suya entre sus criaturas maltrechas. Los discípulos y discípulas de Jesús, después de la Pascua, releyeron la vida de Jesús, y descubrieron cómo en el bautismo, Jesús tomó conciencia de ser el enviado de Dios. Fue un paso decisivo en su vida, Jesús deja su pasado de carpintero y asume el de profeta.

Cada imagen de la escena del Bautismo tiene un significado preciso: el cielo que se rasga expresa que Jesús anula la fractura entre lo humano y lo divino, entre lo profano y lo sagrado, al ser él la comunicación definitiva entre Dios y el hombre. El Espíritu que baja “como una paloma” alude a que como este animal acude a su nido, así el Espíritu de Dios tiene su casa en ese Jesús que muestra tal compasión y amor a la humanidad. La voz “este es mi Hijo” expresa que Jesús es la presencia de Dios en la tierra porque se comporta como tal.

24

Page 25: CristologiìaI Laicos CTPL 2014

Cristología – 2014 – ISET Juan XXIII - CTPL

Este momento del compromiso de Jesús no tiene por qué ser breve, tal vez, como apunta Lucas, fuera la conclusión de muchas horas de oración. Y, visto desde la resurrección, es un momento especial en el que Dios se hace presente en la vida y actuación de Jesús. Sus seguidores interpretaron que si el Espíritu de Dios estaba con Jesús en la Resurrección, también lo está ahora en el inicio de su entrega dando vida.

Jesús se separa del Bautista

No se sabe el tiempo que Jesús estuvo con Juan, siendo, de algún modo, discípulo suyo. Pero lo más seguro es que en ese tiempo con Juan, Jesús fue descubriendo lo que el Padre Dios quería de él.

La separación de Juan debió producirse en un momento determinado, como refleja el evangelio de Juan y la comisión que envía Juan a Jesús para preguntar si él era el Mesías. Como consecuencia, Jesús forma grupo propio y se va a bautizar a otro lugar diferente, en la zona de Judea. Existió una cierta rivalidad y envidia entre los discípulos porque, a partir de algún momento, comenzó a ir más gente con Jesús que con Juan.

También parece históricamente cierto que Jesús dejó esta modalidad de predicación a partir de la detención de Juan y cambia de estilo, deja el desierto y se va de predicador itinerante por todas las poblaciones, comenzando por la zona de Galilea.

Diferencias entre Jesús y Juan

Las diferencias con Juan no están sólo en el mensaje, sino también en el estilo:- Juan invitaba a la conversión a los pecadores pero no comía con ellos, era un

hombre austero que vivía con lo mínimo. Jesús come con los pecadores y le acusan de comilón y bebedor en comparación con el Bautista; ni él ni sus discípulos hacen el ayuno de devoción.

- Juan recibía a la gente en la orilla del Jordán. Jesús se mezcla con la gente, sin distintivos de vestimenta ni de nada, se comporta como un desviacionista de la religión oficial haciendo públicamente determinadas transgresiones a la Ley, para que todos vieran que su comportamiento era el querido por Dios frente al propuesto por otros grupos, principalmente los fariseos, que estaban obsesionados por la letra de la Ley y, con ello, producían la segregación y la separación de la gente. Frente a la santidad promovida por los fariseos de separaciones y preocupación por las purificaciones, Jesús prescinde de todo y se gana la enemistad de este grupo.

- Juan está persuadido de la misericordia de Dios con los que se convierten, pero presenta la imagen de un Dios colérico que viene para aniquilar. Jesús no niega el juicio, pero su experiencia de Dios le lleva a proclamarlo como Padre amoroso y compasivo, que quiere la salvación para todos. Lo importante es vivir el presente como tiempo de opción y decidirse por los valores del Reino que encarna Jesús mismo.

- Para Juan, el reinado de Dios está por llegar, pero es futuro. Jesús proclama que el Reino ha llegado como buena noticia para los pobres, los pecadores, los que no cuentan…

Herodes mandó decapitar a Juan

La popularidad no impedía que Juan fuese una persona radical, exigente y austero consigo mismo y con los demás. Herodes no pudo aguantar la denuncia pública de que su matrimonio con la mujer de su medio hermano era algo reprobado por Dios. Y, menos aún, supo encajar la popularidad creciente de Juan que reunía multitudes a su alrededor, temiendo una rebelión. Por los dos motivos, lo encerró en la fortaleza de Maqueronte y no tardó en hacerlo decapitar.

25

Page 26: CristologiìaI Laicos CTPL 2014

Cristología – 2014 – ISET Juan XXIII - CTPL

7Una pasión envuelve su vida

Jesús vivió una experiencia decisiva al lado de Juan y, en concreto, en el bautismo. Queda envuelto en una pasión que le lanza a hacer presente el sueño de Dios, y ese sueño no es otro que el Reino. Es la irrupción de un mundo nuevo, rebosante de vida abundante para todos, y se manifiesta, en primer lugar, dando vida, haciendo a los hombres más humanos, más fraternos. Ése será el compromiso que adoptará en la vida, el motivo de su trabajo y de su lucha diaria. Todo ello lo encontramos sintetizado en las palabras que pronuncia el mismo Jesús, y que leemos en el evangelio: “Después de que Juan fue arrestado, marchó Jesús a Galilea, proclamando la buena noticia de Dios. Decía: ‘El plazo se ha cumplido. El Reino de Dios se ha acercado. Conviértanse y crean en el evangelio’”.

Se traslada a Cafarnaún

Mateo menciona que al inicio de su predicación Jesús trasladó su domicilio a Cafarnaún, situada en la orilla septentrional del lago de Genesaret, a la que convirtió en “su ciudad”. Por su situación estratégica pudo convertirse en base permanente para su actividad itinerante. Allí reunió a sus primeros discípulos, fue acogido en casa de Pedro, hizo numerosos signos y se dolió por su incredulidad.

La expresión “Reino de Dios”, tan querida por Jesús, es equivalente a la de “Reino de los cielos”. Por ejemplo, en el evangelio de Marcos se emplea la primera expresión, mientras que en el de Mateo se emplea la segunda. La razón de que Mateo hable de Reino de los cielos es porque los judíos nunca pronuncian el nombre de Dios, y usan sustitutivos para referirse a él. Como Mateo escribió su evangelio para cristianos que vivían en Antioquía de Siria y que provenían del judaísmo, emplea la segunda expresión.

Desde el comienzo de su aparición pública Jesús se presenta anunciando el Reino o Reinado de Dios. Este Reino de Dios no es de este mundo, pero está como latente y a punto de irrumpir en él, si quieren cambiar de mentalidad o cambiar de corazón (meta-noein) para poder acogerlo.

El Reino es el corazón de su mensaje

Jesús no hace una descripción detallada ni sistematizada del Reino de Dios. Su mentalidad semítica no lo llevaba a preocuparse por forjar conceptos o definiciones claras y distintas.

Jesús no es un escriba judío ni un sacerdote del Templo. Lo suyo no es enseñar una doctrina religiosa ni explicar la ley de Dios ni teorizar sobre la divinidad. Propiamente, Jesús no enseña una doctrina para que sus discípulos la aprendan correctamente y la cumplan. Jesús anuncia un acontecimiento que pide ser escuchado y atendido pues lo puede transformar todo. Él lo está ya experimentando e invita a todos a compartir su experiencia: Dios está tratando de introducirse en la historia humana. Es lo mejor que nos podía suceder.

26

Page 27: CristologiìaI Laicos CTPL 2014

Cristología – 2014 – ISET Juan XXIII - CTPL

Todos los investigadores piensan hoy que esto que Jesús llama “Reino de Dios” es el corazón de su mensaje, la pasión que animó toda su vida, la razón por la que fue ejecutado. Y, naturalmente, este “Reino de Dios” no es una religión. Va más allá de las creencias, los preceptos y ritos de cualquier religión. Es una experiencia nueva de Dios que lo resitúa todo de manera diferente.

Jesús era un hombre eminentemente activo. Además, todo el mundo sabía de qué hablaba porque tenían una formación religiosa y saber aquello era parte de la cultura ambiental.

Lo que Jesús hace son los signos externos que debían anunciar ese Reino de Dios. Y como es él personalmente quien hace los signos, todos entienden que hay una relación muy estrecha entre ese Reino de Dios y su persona.

Dios actuando en la historia

Jesús sugiere con un lenguaje poético, cómo actúa Dios y cómo sería el mundo si hubiera gente que actuara como él. Podemos decir que “Reino de Dios” es la vida tal como la quiere construir Dios. ¿Cómo sería la vida si en Roma reinara Dios y no Tiberio? ¿Cómo seria la vida en Galilea si en Tiberíades reinara Dios y no Antipas? ¿Cómo sería la vida en el pueblo judío si el Templo de Jerusalén estuviera regido por Dios y no por Caifás? El “Reino de Dios”: esto es lo primero y absoluto para Jesús, lo que relativiza y sitúa en su verdadero lugar todo lo demás: leyes, tradiciones, cultos y culturas. Podemos decir que Jesús sólo buscaba una cosa: que hubiera en la tierra hombres y mujeres que comenzaran a actuar como actúa Dios. Era su pasión: ¿cómo sería la vida si la gente se pareciera más a Dios? ¿Cómo se trasformaría el mundo si los sacerdotes de Jerusalén, los escribas de la Ley, los terratenientes de Galilea, los legados de Roma actuaran como quiere Dios.

Marcos señala también que el Reino de Dios es una Buena Noticia. El Reino de Dios es la intervención de Dios en la vida de los hombres no para fastidiar; al contrario, es un regalo, algo beneficioso y generador de alegría: es Buena Noticia, y sólo Buena Noticia. Además, Dios interviene a cambio de nada, actúa gratis. Por eso, Jesús se alejó de Juan, que anunciaba la intervención de Dios como algo tremendo y pedía la conversión de la gente apoyado en el temor. Para Jesús, hay que alegrarse de que Dios intervenga y recurre al ejemplo de una boda para ilustrar lo que dice: la venida de Dios es como la llegada del novio, que es la señal del comienzo de la fiesta. Jesús no exige a sus discípulos el ayuno ni penitencias, quiere en ellos la alegría como signo de positiva intervención de Dios en la historia.

Los destinatarios del Reino

El Reino es para todos, pero los pobres son los primeros. “Los pobres son los destinatarios privilegiados del Evangelio”, dirá Benedicto XVI.

Las fuentes cristianas son claras: Jesús amó, defendió y se dedicó a los más pobres e indefensos de la sociedad. Los amó efectivamente con un corazón entrañable, haciéndoles un lugar en su propia vida, y así hacerles ver que tienen lugar en el Reino de Dios, es decir, en el corazón del Padre.

Su corazón, que late desde las entrañas del Padre, no soporta el sufrimiento de los pobres, por eso está convencido de que son ellos los que necesitan escuchar antes que nadie la bendición de Dios. Los defendió para que pudieran creer en un Dios defensor de los últimos. Sabe que la compasión de Dios está pidiendo que se haga justicia, antes que nada, a los más indigentes y humillados y que, por tanto, el Reino de Dios es para ellos. El Reino no pertenece a todos por igual: a los grandes hacendados que gozaban escandalosamente en Tiberíades y a los mendigos que malviven en las aldeas. Tiene que abrirse de manera muy especial a estos últimos, a los que, día a día, se topan con las barreras levantadas por los ricos acaparadores de

27

Page 28: CristologiìaI Laicos CTPL 2014

Cristología – 2014 – ISET Juan XXIII - CTPL

tierras y las poderosas familias herodianas, a los que se les cierran todas las puertas, incluso las del Templo.

Cada uno de nosotros tiene sus preferencias, sus gustos, que manifiestan lo que llevamos en el corazón, lo que cada uno es; también Jesús se asemejó en esto a nosotros. Como verdadero hombre que era, tenía su particular sensibilidad, sus sentimientos, que, al manifestarlos con hechos y palabras, revelaban lo más íntimo de sí mismo, pues, como él mismo dijo: “De lo que rebosa el corazón habla la boca”. Jesús tuvo preferencia por los más pobres y marginados de la sociedad que no pudo ni quiso disimular. Es la misma preferencia que Dios manifestó en el AT.

A ellos se dedicó sin poder político, ni económico, ni religioso alguno. Sólo contaba con la fuerza de su palabra y sus gestos, y es con palabras y gestos como proclama desde los pobres algo que todos deben saber: ¡Que los maltratados son los hijos predilectos de Dios! Lo primero para Jesús es el Reino, y en él, una vida digna, sana y dichosa para la gente.

Vive entre los más pobresLos evangelios nos dicen que Jesús vivió en medio de los pobres. No sólo se

acercó y ayudó a uno o unos cuantos mendigos o necesitados que se encontró o que acudieron a él. Jesús vivió entre ellos. Es decir, vivió con el estrato más oprimido: los que están en lo más bajo de la escala social.

En Galilea, la inmensa mayoría de la población era pobre pues estaba compuesta por familias que luchaban día a día por sobrevivir, pero al menos tenían un pequeño terreno o algún trabajo para asegurarse el sustento, viviendo toda su vida al nivel de la pura subsistencia.

Pero, cuando en los evangelios se habla del “pobre”, se está hablando del que no tiene ni lo necesario para vivir. Es la persona que vive al límite o por debajo del mínimo vital. Jesús habla siempre de estos últimos. Es la familia cuando, víctima de la enfermedad o de las deudas, de una sequía o una muerte, es expulsada de sus tierras y se ve reducida a la miseria y obligada a vivir de la mendicidad. Son los desposeídos de todo.

Jesús vive entre ellos, porque son los pobres quienes definen en qué consiste el Reino y en qué consiste para Dios ser rey, ser Dios: Compasión gratuita con el que sufre. El Reino es ante todo para los pobres, porque Dios es misericordia y justicia, y atiende en primer lugar a los que más sufren y necesitan. Cuando llega el Reino de Dios, los pobres ya no son los sufrientes objetos de la opresión y la humillación, sino sujetos con la dignidad propia de ser los primeros hijos de Dios.

¿Por qué elige a los pobres?Jesús vivía una vida insegura y de itinerante, y, por este motivo, estaba siempre

cercano a este mundo de indigentes. Vivía prácticamente como uno de ellos: sin techo y sin trabajo estable. No llevaba consigo ninguna moneda con la imagen del César, por lo que no tenía problemas con los recaudadores. Vivía entre los excluidos haciendo presente el Reino de Dios y su justicia. Era su forma de vida, que le condujo a la marginación.

Identificado con ellos y sufriendo de cerca sus mismas necesidades, Jesús va tomando conciencia de que, para estos hombres y mujeres, el Reino de Dios sólo puede resultar una “buena noticia”.

¿Por qué los pobres? Porque ése es el dinamismo de la encarnación: nada tiene de extraño y complicado. Jesús se sabe enviado por el Padre-Madre para que sus hijos tengan vida, y si es Madre, como cualquier madre, da más amor y más cuidado a los más pequeños y débiles de la casa. Y ésa fue su práctica: se colocó junto a “los sin vida”, sencillamente porque son imagen de Dios e hijos suyos. Y es que lo único que interesa a Dios es el hombre y el mundo. Y aquí conviene recordar aquella frase de Juan Pablo II, “el camino de la Iglesia es el hombre”. Jesús se puso de parte de los “débiles”, de los “nadie”, de los que sufrían más de la cuenta por causa de quienes acaparaban un poder que se traducía en agresiones constantes a la vida de aquellas

28

Page 29: CristologiìaI Laicos CTPL 2014

Cristología – 2014 – ISET Juan XXIII - CTPL

gentes”. Ellos, los pobres, son los primeros destinatarios del Reino. Este “privilegio” de los últimos, los pequeños, es crucial para entender bien en qué consiste el Reino de Dios que Jesús anuncia.

Son ellos, los desposeídos, a los que Jesús declara felices, incluso en medio de esa situación injusta que padecen, no porque pronto serán ricos como los grandes propietarios de aquellas tierras, sino porque Dios está ya viniendo para suprimir la miseria, terminar con el hambre y hacer aflorar la sonrisa en sus labios. Él se alegra ya desde ahora con ellos. Si su reinado es acogido, todo cambiará para bien de los últimos. Ésta es la fe de Jesús, su pasión y su lucha.

Y son los pobres los primeros destinatarios del Reino, no porque sean mejores que los demás, ni porque estuvieran mejor preparados para recibir a Dios, sino porque son los que más necesitan escuchar esa buena noticia del Dios amigo de la vida. Al respecto dirá G. Gutiérrez: “La razón última de amar a los pobres, no es porque ellos sean mejores que los ricos, sino porque el Dios compasivo de la vida no quiere que les sea quitada la vida a los más débiles de sus hijos e hijas”. Los pobres a los que Jesús se acerca sólo se definen por su “necesidad”, sea cual fuere su identidad cultural o religiosa.

¿Está cerrado el Reino a los ricos?

Jesús fue severo con las riquezas y, a veces, también con los ricos. Llama “injustas” a las riquezas, porque en realidad son efecto y causa del empobrecimiento de los pobres. En la parábola del pobre Lázaro, se pone bien de manifiesto que hay un rico porque hay un pobre, y viceversa. Por eso, no se puede servir a Dios y al dinero acumulado y convertido en “dios”. Un dinero obtenido por explotación, fraude y usura es “riqueza de iniquidad”, que provoca dos fatídicos males: deshumaniza al rico y aplasta al pobre en la miseria. Jesús llega a decir: “¡Ay de ustedes, los ricos, porque ya han recibido su consuelo!”.

¿Es que Jesús estaba contra los ricos? No. Jesús no fue un fanático defensor de los pobres rechazando a los ricos. Sólo quiere ser signo claro de que Dios no abandona a los últimos, y lanza un grito en su nombre para construir un mundo nuevo donde los últimos y las últimas sean los primeros y las primeras.

Jesús no fue un extremista que sólo acepta a “sus pobres”. Busca y ama también a los que poseen casa, tierras, bienes… a quienes anuncia el Reino. No hay que olvidar que entre los discípulos o amigos de Jesús hubo gente que vivía desahogadamente, en un mundo de pobres. Se dejó invitar a mesas bien surtidas, por ejemplo, a las comidas que organizaban los publicanos, que eran gente que no pasaba precisamente hambre y, además, el dinero que tenían era de origen oscuro y bastante dudoso. Y en dos ocasiones, que sepamos, asistió a algunos banquetes donde fue perfumado con ricos y caros perfumes, por unas mujeres que daban que hablar.

Además, sabemos también que Jesús solía ir acompañado de mujeres a las que hoy llamaríamos señoras “de buena sociedad”, que además “le ayudaban con sus bienes”. Tal es el caso de Juana, la mujer de Cusa, un hombre que ocupaba un puesto de confianza en la corte, ya que era nada menos que un administrador de Herodes. En este contexto se menciona también a una tal Susana, que, si es nombrada, debe ser porque era persona conocida. Y Lucas termina diciendo que también iban con Jesús “otras muchas que le ayudaban con sus bienes”. Eran mujeres que poseían bienes. Y tan cierto como eso, es que no se reservaban aquellos bienes para ellas, sino que, con lo que tenían, ayudaban a Jesús y al grupo. Algo parecido hay que decir de Marta y María, cuya casa frecuentaba Jesús.

Pero, sin duda, más significativa fue la relación que Jesús mantuvo con los publicanos, algunos de los cuales eran individuos que manejaban mucho dinero, que extorsionaban a la pobre gente y que además eran los colaboradores más directos con el poder imperial, ya que ellos eran quienes cobraban los impuestos para los romanos. Pues bien, sabemos que Jesús mantenía buenas relaciones de amistad con esta clase

29

Page 30: CristologiìaI Laicos CTPL 2014

Cristología – 2014 – ISET Juan XXIII - CTPL

de gente, poniendo en una ocasión al menos a uno de ellos como ejemplo de buena conducta ante Dios, en contraste con los “observantes” fariseos.

Es evidente, pues, que Jesús no tuvo inconveniente en mantener buenas relaciones con gente de dinero. Pero teniendo en cuenta que hizo eso solamente cuando se trataba de personas que no se aferraban a retener sus bienes, sino que estaban dispuestas a dar lo que tenían. Eso es lo que pasó con Zaqueo.

Amigo de pecadores

Impresionaba su acogida de los últimos, pero lo que provocó más escándalo y hostilidad hacia Jesús fue su amistad con los pecadores mientras eran todavía pecadores. Nunca había sucedido algo parecido en la historia de Israel. La acogida respetuosa, amistosa y simpática de Jesús a pecadores indeseables era algo insólito.

¿Quiénes eran los llamados “pecadores”? No es fácil precisar quienes forman este grupo de personas. En la literatura rabínica hay listas de oficios despreciables, y los que los ejercían eran considerados sociológicamente pecadores. Sin embargo, no parece que estas personas entraran dentro de esta clasificación. Algunos autores incluyen entre los pecadores a la gente corriente, al pueblo ignorante, del que se decía: “esa masa que no conoce la Ley y están bajo maldición”, como se lee en el evangelio de Juan. Pero, no se debe confundir pecador con tanta gente que al no conocer los innumerables preceptos de la Ley, porque no tenían ni tiempo ni medios para seguir las minuciosas observancias, no los cumplían, al menos en su integridad, ni con tanta gente del campo que, después de caer en estado de impureza, descuidaban los ritos preceptivos de purificación.

Los “pecadores” son más bien personas que han transgredido la Alianza de manera deliberada, desobedeciendo radicalmente la Ley, sin que se observe en ellos signo alguno de arrepentimiento. No se le aplica a cualquiera ese calificativo. “Pecadores” son los que profanan el culto; los que desprecian el gran día del Yom Kippur, día de la expiación por los pecados; los delincuentes, los que colaboraban con Roma en la opresión al pueblo judío, los usureros y estafadores, y las prostitutas. Se los considera como personas que traicionan al Dios de Israel y quedan excluidas de la salvación. Son “los perdidos”. De ellos habla Jesús en sus parábolas.

Con publicanos y mujeres de mala fama Roma confiaba la tarea de recaudar los tributos e impuestos sobre las tierras y

los productos del campo a prestigiosas familias bien seleccionadas que respondían con su fortuna de su cobro eficaz. Estos funcionarios del fisco romano actuaban de manera implacable buscando sacar el mayor provecho, a través de extorsiones, para ellos mismos. No son éstos los publicanos o recaudadores de los que hablan las fuentes cristianas.

Los “publicanos” de los evangelios son los recaudadores que cobran los impuestos de las mercancías y derechos de tránsito en las calzadas importantes, puentes o puertas de algunas ciudades; los podríamos llamar “funcionarios de aduanas”. Entre ellos estaban los grandes recaudadores o “jefes de publicanos”, que han logrado que se les conceda el control de estos peajes y derechos de aduana en una determinada región, como era el caso de Zaqueo, con sus esclavos y demás subordinados que se sientan en los puestos de cobro. Los segundos “publicanos”, al servicio de los grandes, constituyen un colectivo formado por gentes que no han podido encontrar un medio mejor para subsistir. Este trabajo, considerado como una actividad propia de ladrones y gente poco honesta, era tan despreciado que a veces se recurría a esclavos.

Sobre todo, es con estos últimos “publicanos” con los que Jesús se encuentra en su camino, y no sólo eso, sino que los busca, como es el caso de Mateo, quien luego sería llamado para formar parte del grupo de sus discípulos. Constituyen un grupo

30

Page 31: CristologiìaI Laicos CTPL 2014

Cristología – 2014 – ISET Juan XXIII - CTPL

típico de pecadores desprestigiado socialmente: el equivalente tal vez del grupo de “prostitutas” en el campo de las mujeres.

Asimismo, Jesús escandaliza también por relacionarse con mujeres de mala fama, provenientes de los estratos más bajos de la sociedad. En las ciudades de cierta importancia, las prostitutas trabajaban en pequeños burdeles regidos por esclavos; la mayor parte eran también esclavas, vendidas a veces por sus propios padres. Las prostitutas que vagaban por las aldeas eran casi siempre mujeres repudiadas o viudas sin protector, que se acercaban a fiestas y banquetes en busca de clientes. Al parecer, son éstas quienes se acercan a las comidas que se organizaban en torno a Jesús.

Para Jesús, en el Reino hay sitio para los pecadores, publicanos y prostitutas. No se dirige a ellos en nombre de un Juez irritado, sino en una actitud amistosa y acogedora, en nombre de un Padre compasivo. Ningún profeta de Israel había actuado así. Jesús desconcertó a todos, y no sólo entonces, la prueba es que tampoco las comunidades cristianas se atrevieron más tarde a actuar de forma parecida con los pecadores.

Ahí, en los márgenes, encontró a Dios aquel judío marginal y libre. Eso le hizo exultar de alegría y bendecir a Dios. Desde ellos lo proclamó, y desde ellos invitó a todos a preparar su Reino. La masa del pueblo lo recibió con entusiasmo desbordante, pero los grupos dirigentes no pudieron entenderle, y lo rechazaron de manera brutal, matándolo fuera de las puertas de la ciudad.

El Reino es salvación total

El Reino de Dios es salvación, liberación. Esta palabra lleva a casi todos a pensar en algo bueno que sucede después de la muerte. En cambio, para Jesús la salvación es la participación en el Reino, y éste ya ha comenzado. La salvación se actúa en cada momento, y comprende a todo el ser humano, en cuerpo y alma, en el aquí y en el más allá. Para subrayar esta dimensión del Reino en el presente es preferible hablar de Reinado de Dios.

El mensaje de salvación se concreta para Jesús en sentirse amado entrañablemente, perdonado de todo y en la alegría del reencuentro con Dios. Vivir esto en la vida de cada día, aquí y ahora, es experimentar la salvación, lo contrario es alejarse del Reino y adentrarse en el mundo de las tinieblas. El señorío de Dios en el mundo significa que todo lo que se hace por amor, y sólo lo que se hace por amor, tiene futuro y permanece para siempre. Y sólo el amor puede lograr que la justicia de Dios, la única que llena al ser humano, sea realidad.

8Maestro de lo cotidiano

Quienes le veían caminar por las aldeas y escuchaban sus enseñanzas le llamaban rabí, maestro, y rabuní, mi maestro. Le llamaban así, pero sabían que no era un maestro titular, en el sentido técnico de la palabra. Jesús no pertenecía a la comunidad de rabinos. No había cursado la carrera que le acreditaba como tal. Jesús

31

Page 32: CristologiìaI Laicos CTPL 2014

Cristología – 2014 – ISET Juan XXIII - CTPL

fue “maestro popular”, como esos sabios orientales, cuya sabiduría procede de sus vivencias profundas.

El pueblo tenía maestros que alimentaban su “cultura religiosa” basada en la Ley. La voluntad de Dios para su pueblo venía de ella. Eran los maestros quienes la conservaban y actualizaban semanalmente en las sinagogas, con la lectura de las Escrituras. Las grandes celebraciones y fiestas del Templo la reavivaban.

“Enseña con autoridad”

Los maestros eran muy respetados y apreciados. Pero al escuchar a Jesús, algo empezó a cambiar entre las gentes sencillas. Hablaba como un maestro, pues sabía enseñar, pero no lo confundían con los escribas o intérpretes de la Ley. Conocían a Jesús, ya que era uno de ellos, y sabían muy bien que su autoridad, no se cimentaba en la ciencia sino en la experiencia. La gente percibe en sus palabras un plus de credibilidad que les hace cuestionar la autoridad de la enseñanza de los escribas. Tanto era así, que dirán: “Enseña con autoridad, no como los escribas”.

¿Por qué se entusiasmaba la gente con Jesús? Los maestros o escribas no enseñaban nada que sacaran de sí mismos, sino que

se basaban por completo en las Escrituras; sin embargo, Jesús expresaba lo que surgía de su corazón, de su experiencia de Dios, sin esa constante referencia a los textos sagrados. No es que Jesús no conociera y, por tanto, no supiera interpretar la Escritura como un verdadero escriba, que lo sabía, pero lo hacía con menos frecuencia que los fariseos y escribas. Utiliza la Escritura como instrumento y medio, no como objetivo y finalidad. No utiliza la tradicional introducción profética, “así dice Yahvé”, sino “Yo les digo”. Por otro lado, muchas de sus afirmaciones comienzan con el término hebreo y arameo Amén, que se traduce como “les aseguro” o “en verdad”, empleado para resaltar algo de manera contundente, reemplazando el “así dice el Señor” de los profetas. Jesús manifestaba de ese modo su autoridad y que su enseñanza revela la voluntad de Dios.

Con las parábolas comunica lo que hay en su corazón

Una parábola en labios de Jesús es una lección en colores al alcance de niños y adultos, sobre los más hondos enigmas del corazón humano.

No fue Jesús el inventor del género parabólico. Entre los judíos y los griegos eran conocidos relatos semejantes. Las parábolas son comparaciones entre un acontecimiento patente de la vida ordinaria, que sería la forma literaria, y una verdad latente, o sea, el mensaje que encierra. En el AT está presente, por ejemplo, en la parábola que emplea el profeta Natán con David, a propósito del pecado del rey al hacer matar a Urías.

Sin embargo, la vivacidad particular de Jesús, debida a su gran talento narrativo, hace que sus parábolas sean únicas, y permiten acercarse al brillo de sus ojos, a su propia vida. En ellas, y a través de ellas, Jesús comunica con enorme sencillez lo que vive: Dios es bueno; su bondad lo llena todo; su misericordia está irrumpiendo ya en la vida. Las parábolas hablan de Dios, del Reino que anuncia y de él mismo.

En sus parábolas se refleja la vida de Galilea: los trabajos de la gente sencilla, sus rebaños y sus viñas, las siembras y las cosechas, la pesca en el lago y las fiestas. Se fija en los pajarillos, y con el corazón lleno del Padre compasivo y amoroso, dice a la gente: “¿No se venden dos gorriones por un as? Pues ni uno cae en tierra sin el consentimiento del Padre de ustedes. ¡Hasta los cabellos de sus cabezas están contados! No tengan miedo. Ustedes valen más que una bandada de pajarillos”.

En las fuentes cristianas se han conservado cerca de cuarenta parábolas narradas con mayor o menor extensión, junto a una veintena de imágenes y metáforas que se han quedado en un esbozo. Son sólo una muestra de las que Jesús

32

Page 33: CristologiìaI Laicos CTPL 2014

Cristología – 2014 – ISET Juan XXIII - CTPL

pronunció. Se conservaron, siendo reinterpretadas y adaptadas a las nuevas situaciones y necesidades de las comunidades, aquellas que más se grabaron en el corazón y en el recuerdo.

Jesús no cuenta parábolas para entretener a la gente, tampoco son una estrategia pedagógica para hacerse entender por una audiencia de analfabetos. Las parábolas tienen como finalidad ayudar a las personas a caer en la cuenta de las experiencias de cada día para que a partir de ellas puedan abrirse al Reino de Dios, puedan ver lo que sucede en el encuentro con Dios. Por eso dirá: “¿Con qué compararemos el Reino de Dios o a qué parábola recurriremos?”. Busca acercar el Reino a cada persona a fin de que se abra, salvando toda clase de resistencias y obstáculos, a la experiencia de un Dios que está llegando a sus vidas como amor y misericordia infinitos.

Dan que pensarUna vez le preguntaron a Jesús sus discípulos: “¿Por qué les hablas contando

parábolas?”. La respuesta, en su forma más dura es inesperada: “A los de fuera todo se les propone en parábolas, de modo que por más que miren, no vean; por más que oigan, no entiendan; no sea que se conviertan y sean perdonados”. Es posible que esta respuesta tenga por detrás el rechazo de los judíos a la buena noticia de Jesús, y el evangelista ha puesto en su boca estas palabras. Si miramos a Jesús y su estilo de hablar y de actuar, estas palabras podrían ser traducidas así: “Para los que están fuera todo es misterioso, de modo que, como está escrito, ven y no ven, oyen y no entienden; que se conviertan, pues, y Dios los perdonará”. Sin embargo, es cierto que las parábolas de Jesús parecen tener esa doble dimensión: oscura para los de fuera, transparente para los de dentro. La cuestión es quiénes están fuera, y quiénes dentro. Dicho de otro modo: los de dentro son los que entran; los de fuera, los que no entran. Las parábolas no bendicen lo que uno ya es, sino que invitan a participar del Reino que inaugura Jesús.

Y al terminar una parábola, Jesús repite con frecuencia: “Quien tenga oídos para oír, que oiga”, o, como dice un autor: “El que tenga orejas, que las use”. El mensaje no es misterioso ni enigmático ni sólo para iniciados, sino abierto a todo el que quiera escuchar. Pero para comprenderlo es preciso entrar en la parábola, dejarse transformar por su fuerza: es así como entra el Reino en las personas.

Invitan a mirar con ojos nuevosLa gente de Galilea esperaba el Reino, por eso acogieron con entusiasmo a Jesús.

Pero inmersas como estaban las personas en un ambiente de espera apocalíptica, según el cual la anhelada irrupción de Dios se iba a dar de manera espectacular, les costaba entender que en lo que decía y hacía Jesús, sin señales grandiosas ni nada parecido, estuviera emergiendo el Reino.

Con enorme paciencia, Jesús les enseña a captar con el corazón las señales de la presencia salvadora de Dios en las cosas corrientes de la vida, y, a la vez, su propia experiencia de Dios. Sus protagonistas son un labrador, un campesino que siembra en el campo o un mercader que hace sus negocios, una lámpara que se enciende en una habitación oscura o una mujer que busca la moneda perdida.

Hablar del Dios del Reino le gustaba, pero lo hacía una y otra vez con parábolas. “En rigor, Jesús no enseñó a Dios, sino que lo narró; sabe que Dios no es enseñable en sentido estricto, sólo es narrable”. Con parábolas como la de la oveja descarriada, la de los jornaleros de la viña o la del padre compasivo Jesús está queriendo decir: “Dios no es como te lo imaginas, y por eso, otro mundo es posible”.

Felices ustedes

Las bienaventuranzas son un género literario muy común en la cultura oriental. Se trata de exclamaciones en las que se declara dichosas o bienaventuradas a

33

Page 34: CristologiìaI Laicos CTPL 2014

Cristología – 2014 – ISET Juan XXIII - CTPL

determinadas personas o grupos. A los que las reciben se les llama “bienaventurados”, “felices”, “dichosos” o “afortunados”. El término “bienaventurados”, en aquella época indicaba la felicidad plena y total que de por sí era considerada como una característica celosa y exclusiva de las divinidades. En el mundo pagano, en efecto, los dioses contaban con algunas prerrogativas exclusivas, únicamente de ellos, y una de éstas era la felicidad. Cuando se percataban de que alguien en la tierra alcanzaba un nivel de felicidad que ellos consideraban exagerado, pues temían que se acercase demasiado a su nivel, lo azotaban con alguna desgracia.

Pues bien, Jesús declara de manera rotunda que el Reino de Dios es para los pobres, y por eso les llama “felices”, “bienaventurados”. No está queriendo decir que se lo pasan bien o que son felices de acuerdo a nuestros cánones de felicidad. Él los ve humillados, indefensos, hambrientos, llorando de rabia e impotencia, y está convencido de que son ellos los que necesitan escuchar urgentemente, y antes que nadie, la noticia de la llegada del Reino. Para Jesús el meollo de la felicidad es el favor de Dios, y ellos lo tienen. Y les dice:

“Felices ustedes, los pobres, que no tienen nada, porque el Reino de Dios les pertenece; felices los que ahora pasan hambre, porque serán saciados; felices los que ahora lloran, porque reirán”.

Jesús no los declara felices en el futuro, no. En medio de esa situación injusta que padecen, les declara felices, no porque pronto serán ricos como los grandes propietarios de aquellas tierras, sino porque el Reino se está haciendo presente para que la miseria y el hambre terminen y hacerles sonreír de gozo. Él se alegra ya desde ahora con ellos. No les invita a la resignación, aunque no pocas veces las bienaventuranzas han sido y son usadas para invitar a la resignación, llegando a decirse, poco más o menos: “Los pobres, los hambrientos, los que ahora les toca sufrir... no deben desesperar; tengan paciencia, que Dios les hará ricos y felices... en el más allá”. Eso es una adulteración indecente del evangelio. Jesús les invita a la esperanza. No quiere que se hagan falsas ilusiones, sino que recuperen su dignidad. No quiere ilusionarles con ventajas económicas, ni quiere introducirles en la lucha por los bienes de la tierra. No tiene un lugar para ofrecerles algún tipo de descanso. Pero lleva algo infinitamente superior: la palabra del Reino, el camino de la nueva humanidad.

Todos tienen que saber que Dios es el defensor de los pobres. Ellos son sus preferidos. Dios es Padre y es Madre, es verdad, pero además “amor asimétrico”. Si su reinado es acogido, todo cambiará para bien de los últimos. Todos deben saber que Dios no es enemigo de la felicidad, sino que es el autor de la misma, y desea que esta felicidad llegue a ser la condición habitual de cada ser humano. Ésta es la fe de Jesús, su pasión y su lucha.

Las bienaventuranzas expresan la esencia del evangelio, el espíritu y la letra del relato de Jesús. Probablemente no forman parte de un discurso. Más bien son gritos lanzados por Jesús en ocasiones diversas para alentar a los pobres. Fueron recopilados más tarde en la comunidad cristiana.

Los valores que en ellas se enuncian son transgresores de los valores culturales de las culturas judía, helénica, romana y del siglo XXI. No se escucha el clamor del deseo humano, es decir, la pasión de tener, de poder y de ser. Para comprenderlas se necesita del fuego del Espíritu de Jesús, y así se podrá captar el valor de estas transgresiones del orden vigente.

Hay dos versiones de las bienaventuranzas: Se encuentran en los evangelios de Mateo y Lucas. Sabemos que Mateo y Lucas habrían utilizado para componer sus evangelios dos fuentes: el evangelio de Marcos y la fuente de dichos de Jesús, denominada Q. Ya que el evangelio de Marcos no trae ninguna bienaventuranza, las que tienen en común ambos habrían sido tomadas de Q.

Las bienaventuranzas en el evangelio de Mateo

34

Page 35: CristologiìaI Laicos CTPL 2014

Cristología – 2014 – ISET Juan XXIII - CTPL

Aun cuando en el evangelio se presente el Sermón de la Montaña como un paralelo de la nueva Ley del Sinaí dada por Jesús como nuevo Moisés, no debe ser tomado como un código de leyes sino como un evangelio, una buena noticia: lo que salva no es la ley sino el amor. Dios quiere garantizar la felicidad humana, llevar al hombre a su verdadero destino y liberarle de los ídolos: dinero, eficacia, éxito, poder, salud, sexo, progreso, ciencia, etc. Nada hay que pueda destruir al ser humano para siempre; ni la injusticia, ni el dolor, ni la misma muerte tienen ya la última palabra para quienes hacen la voluntad de Dios.

El mensaje fundamental de Jesús es que nadie, especialmente los pobres y marginados, debe estar subordinado a ningún sistema, sea social, político o religioso. A la base de las normas del Sermón de la Montaña está el amor, el hombre nuevo liberado para cosas mayores.

Las bienaventuranzas son una magnífica síntesis de la sociedad alternativa propuesta por Jesús frente a la que él denuncia y considera injusta y caduca. Ésta se asienta en la riqueza, el prestigio social y el poder convertido en dominio sobre los demás. En cambio, la sociedad del Reino de Dios, cimentada sobre la pobreza voluntaria, el amor y la entrega servicial, garantiza el pleno desarrollo humano de todas las personas, y no sólo de algunos.

Para que haya una nueva sociedad, existen unas condiciones previas, como son: suscitar el sentido crítico para detectar y desenmascarar la injusticia, y provocar el inconformismo y el deseo de cambio que lleva a rechazar la propia complicidad en un sistema opresor y marginador.

Después Jesús propone dos condiciones básicas para construir el nuevo orden social: opción por la pobreza (Felices los que eligen ser pobres), que se traduce en la renuncia a toda ambición, la solidaridad efectiva con los que padecen pobreza real y la fidelidad a esa renuncia (Felices los perseguidos por su fidelidad a pesar de la oposición que suscita).

Jesús, desde las bienaventuranzas de Mateo, asegura que siendo fiel a esas dos preocupaciones básicas, los oprimidos se verán liberados de la opresión, pues los que sufren encontrarán consuelo aquí y ahora, en comunidades de mujeres y hombres que se hacen pobres; los sometidos heredarán la tierra, gozarán de plena libertad e independencia. Y los que ansían la justicia se verán satisfechos.

En las bienaventuranzas se describen también las relaciones humanas de la nueva sociedad. En ella habrá solidaridad activa (Felices los que prestan ayuda), sinceridad en las conductas, nacida de la ausencia de ambiciones (Felices los limpios de corazón) y cada cual se ocupará de procurar la felicidad de las personas (Felices los que trabajan por la paz)

Esta forma de relacionarse incide en la relación con Dios: quienes son solidarios experimentan la solidaridad, el amor y la compasión de Dios en ellos (porque esos recibirán ayuda), quienes son transparentes y sencillos experimentarán la presencia inmediata y continua de Dios en sus vidas (porque ellos verán a Dios), y quienes trabajen por la felicidad humana tendrán experiencia de Dios como Padre y lo harán presente en el mundo (porque Dios los llamará hijos suyos).

En síntesis, lo que Jesús propone no es un programa para el más allá, sino un nuevo tipo de sociedad, una forma diferente de vivir la existencia personal y colectiva basada en la solidaridad, en la igualdad verdadera y en la fraternidad: es el Reino en acción.

Esto no es una utopía, entendida como algo ilusorio e irrealizable, sino una utopía posible, que se va haciendo día a día aunque la meta parezca un sueño lejano. El Reino de Dios es posible si hay conversión de corazón, esto es, si se acoge a Jesús y su propuesta. La forma de conseguirlo es vivir los nuevos valores propuestos por Jesús, y vivirlos en grupos, en comunidades que van siendo levadura en la masa social. El cristianismo, más que una religión, es, sobre todo, una nueva forma de vida y se es discípulo de Jesús en la medida en que se es, personal y comunitariamente,

35

Page 36: CristologiìaI Laicos CTPL 2014

Cristología – 2014 – ISET Juan XXIII - CTPL

motor de cambio por ser testigo vivo de aquel nazareno, judío marginal, crucificado, que vive Resucitado.

Jesús va más allá de la Ley

La Ley, Torá, era el orgullo de los judíos, pues, según la tradición, era Dios, el único verdadero, quien la había entregado a su pueblo por medio de Moisés, y viviendo según sus preceptos tenían garantizada la salvación, la felicidad. Las disposiciones de la Ley cubrían todos los ámbitos de la existencia. Era lo mejor que habían recibido de su Dios. No la sentían como un yugo pesado o una carga fastidiosa. Las Diez Palabras, el Decálogo, son “palabras de Yahvé”.

A la vuelta del exilio, la Ley adquiere un puesto central en la religión judía. Los deportados en Babilonia habían descubierto en ella la seña de identidad nacional: Era una especie de “patria ambulante”. La observancia del sábado, de la circuncisión, de las leyes de pureza ritual…marca las fronteras de la comunidad judía. Desde Esdras (¿389 a.C.?), el padre del judaísmo y de la restauración después de la cautividad de Babilonia, la Ley es el criterio supremo de la identidad judía. Todo, hasta el mismo culto, estaba subordinado a ella.

Los escribas y fariseos, que daban inmensa importancia a la Ley, hicieron crecer en torno a ella toda una casuística, considerada necesaria para resolver los problemas éticos de la vida cotidiana. Pero, en no pocos casos, la letra de la Ley se queda en pura letra, sin el debido fundamento religioso. La Ley, desgraciadamente, se convierte en fin en sí misma. Hasta se llega a confundir la voluntad de Dios con las “tradiciones humanas”.

Jesús ama la LeyJesús amó la Ley, como revelación de la conducta justa y ordenada por Dios a

Israel, y, ni por lo más mínimo se le hubiera pasado por la cabeza abrogarla para sustituirla por otra. Es judío y no renuncia a la herencia religiosa de su raza. Pero, seducido totalmente por el Reino de Dios, Jesús no se concentra en la Torá. El Dios de la Alianza estaba presente en su vida siempre, pero con frecuencia habla de él sin apelar a la Ley y sin preocuparse de que su enseñanza entre en conflicto con ella. No vive pendiente de observarla escrupulosamente, ni manda a sus discípulos que la estudien, como lo hacían otros rabinos. Jesús busca la voluntad de Dios desde otra experiencia que va más allá de la Ley. No parece que para Jesús la Ley de Moisés hubiera caducado, como pensaba Pablo. Pero, con su inimitable y soberana libertad, puso tal carga de liberación en su base, que sobrepasa cuanto pudo hacer el apóstol.

La Ley es importante, pero el Dios que Jesús lleva en las entrañas es el compasivo y misericordioso, y desde él vive. No basta vivir pendientes de lo que dice la Torá, y así estar seguros de cumplir la voluntad de Dios. Para Jesús, la voluntad de Dios apunta siempre al amor y la misericordia, que, en el fondo, es el contenido de la Ley. Por eso, casi todas las interpretaciones que hace Jesús de la Ley, e incluso las aparentes infracciones de algún precepto, son justificadas por él apelando al argumento del amor y la misericordia.

Lo importante es el Reino: ése es el querer de Dios. Y para ser del Reino no basta con ser observantes de las leyes, sino hijos e hijas que se parezcan a Dios y traten de ser buenos como lo es él.

Es el hombre libreSe relaciona con total libertad con gente considerada impura, sin importarle las

críticas de los sectores más observantes. Come con pecadores y publicanos, toca a los leprosos y se mueve entre gente indeseable. La verdadera identidad de Israel no consiste en excluir a paganos, pecadores e impuros. Para ser el “pueblo de Dios”, el pueblo del Abba, Padre de todos, es preciso romper con aquello que separa y excluye.

36

Page 37: CristologiìaI Laicos CTPL 2014

Cristología – 2014 – ISET Juan XXIII - CTPL

En el Reino de Dios, la verdadera identidad consiste en no excluir a nadie, en acoger a todos y, de manera preferente, a los marginados.

Ve que las prescripciones que declaraban impuras a las personas, que en su tiempo eran escrupulosas por demás en algunos grupos radicales, las apartaban de Dios y les impedían entrar en el Templo y tomar parte en el culto. Por eso dirá: “Nada de lo que entra en la persona puede mancharla. Lo que sale de dentro es lo que contamina”. Algunos se preocupan mucho de observar las leyes de pureza para no quedar manchados. Para Jesús, ese tipo de impureza no llega a contaminar a la persona. La contaminación ritual desde el exterior no reviste tanta importancia porque no toca el corazón. La impureza, en el sentido pleno, nace del interior, y desde ahí malea a la persona y se manifiesta luego en palabras y gestos malos. Para acoger a Dios, lo importante no es evitar contactos externos que nos puedan contaminar, sino vivir con un corazón limpio y bueno.

El sábado en favor de la vidaLa actuación de Jesús ante la prescripción del sábado, la fiesta semanal

considerada por todos como un regalo de Dios, es especialmente significativa. Según las tradiciones más antiguas, era un día bendito y santo, instituido por Dios para descanso de sus criaturas.

En tiempos de Jesús, el sábado no era sólo una ley exigida por fidelidad a la Alianza. Se había convertido en signo y emblema de la identidad del pueblo judío frente a otros pueblos extraños, juntamente con la circuncisión y la abstención de alimentos impuros. Los romanos, que no interrumpían su ritmo de trabajo con una fiesta semanal, admiraban, respetaban y hasta “envidiaban” esta venerable costumbre. Para los judíos era una ley tan sagrada y tan arraigada en su conciencia que, en los combates contra Antíoco IV Epífanes, muchos judíos habían perdido su vida por negarse a combatir, al ser atacados en sábado.

Justamente por ser una seña de identidad importante para Israel, existía un verdadero debate sobre la manera más perfecta de observar el descanso semanal. Los esenios de Qumrán eran, sin duda, los más rigurosos. Basta leer algunas de sus normas: “Nadie vaya al campo para hacer un trabajo en sábado... Nadie coma en sábado algo fuera de lo ya preparado de víspera... Nadie preste auxilios de parto al ganado en sábado y, si cae en una cisterna o en un hoyo, no sea rescatado en sábado... Si un ser humano cae en un lugar pantanoso o en un depósito de agua, nadie lo extraiga con una escalera, una cuerda u otro medio”. Entre los fariseos, en general, se defendía una interpretación algo más comprensiva. En concreto se permite quebrantar el sábado en dos casos: para defender la propia vida contra los enemigos y para salvar a una persona o un animal si se encuentra en peligro de muerte. En principio, las curaciones estaban prohibidas en sábado, a no ser que el enfermo estuviera en peligro de muerte.

Jesús había sido educado en la observancia del sábado y lo ha guardado toda su vida, como cualquier judío de su tiempo. En sus enseñanzas no existe invitación alguna a transgredir el reposo del sábado, como si tal reposo careciera de importancia. Al contrario, lo que hace es devolverle su sentido más genuino: el sábado, como todo lo que viene de Dios, siempre es para el bien, el descanso y la vida de sus criaturas. Su perspectiva no es la de los fariseos ni la de los esenios. Lo que a él le preocupa no es observar escrupulosamente un precepto que refuerza la identidad del pueblo, sino “cómo” debe ser observado. Desde su experiencia de Dios, lo que no se puede tolerar es que una ley impida a la gente experimentar su bondad de Padre. Por eso se atreve a curar en sábado a enfermos que, ciertamente, no están en peligro inminente de muerte. Su actuación provocó al parecer la reacción de los sectores más rigoristas de su tiempo, y Jesús aprovechó para explicar la razón última de su actuación. El sábado es un regalo de Dios.

Dios no ha creado el sábado para imponer al pueblo una carga ni para hacerle vivir encadenado a un conjunto de normas. Lo que Dios quiere es el bien de las

37

Page 38: CristologiìaI Laicos CTPL 2014

Cristología – 2014 – ISET Juan XXIII - CTPL

personas. Ésa es la verdadera intención de toda ley que viene de él. Nada es bueno ante Dios si va en perjuicio del servicio al hermano. Dios siempre “cede sus derechos”: “El sábado se hizo para el hombre y no el hombre para el sábado”, dirá Jesús.

Jesús cura en sábado no a cualquier enfermo, sino, sorprendentemente, según las fuentes, a unos cuantos enfermos crónicos, que podrían haber sido curados cualquier otro día de la semana. ¿Por qué insiste Jesús en curar en sábado, ganándose así la hostilidad de los fariseos que le reprochan sus acciones? ¿Por qué no se muestra más flexible y evita el conflicto? Este es un punto clave: Las curaciones en sábado no quedan al margen de la experiencia que Jesús tiene de Dios. El sábado está consagrado a Dios; las curaciones son signos de la irrupción del Reino de Dios. Para Jesús, devolver la salud a una persona, restablecerla, es un signo del Reino; el hecho de curar a un enfermo expresa la llegada del Dios misericordioso a su vida y, por consiguiente, cualquier día de la semana es bueno para que la persona quede libre del mal que la aflige y recupere la humanidad digna y compartida con los demás hombres, pero el sábado de manera particular, por ser el día consagrado al Dios de la vida y origen de todo bien. El sábado es el día indicado para que la compasión de Dios se despliegue gracias a la actividad curadora de Jesús. Curar en sábado no es transgredir el día de reposo, sino darle su sentido pleno.

Jesús defiende su actuación en sábado con audacia: “¿Qué está permitido en sábado: hacer el bien o hacer el mal, salvar una vida o destruirla?”. ¿Se puede “matar” a un enemigo en defensa propia y no se puede “curar”? ¿Se puede cometer un mal tan grave como el homicidio y no se puede hacer algo tan bueno para un enfermo como es curarlo? ¿Se puede salvar a una oveja que ha caído en un hoyo y no se puede curar a un ser humano postrado por la enfermedad? Jesús no espera a que pase el sábado para curar a un enfermo. Se le hace insoportable ver a alguien sufriendo y no actuar de inmediato. Al día siguiente tal vez esté ya en otra aldea anunciando el Reino a otras gentes. Lo importante no es la Ley, sino la vida que Dios quiere para todos los que sufren.

Lo primero es el amor

Para Jesús, el “primer” y el “segundo” mandamientos de la Ley, esto es, amar a Dios y amar a los demás, es lo central. Asocia de manera íntima e inseparable estos dos preceptos que gozaban de gran aprecio en la tradición religiosa del pueblo judío. Según las fuentes cristianas, cuando se le pregunta cuál es el primero de todos los mandatos, Jesús responde recordando, en primer lugar, el mandato que repetían todos los días los judíos al recitar la oración del shemá al comienzo y al final de la jornada: “El primer mandato es: “Escucha, Israel: el Señor, nuestro Dios, es el único Señor, amarás al Señor, tu Dios, con todo su corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas”“. Estas palabras que él reza cada día le ayudan a vivir amando a Dios con todo su corazón y todas sus fuerzas. Esto es lo primero, pero enseguida añade otro mandato que está recogido en el viejo libro del Levítico: “El segundo es: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. “No hay otro mandamiento mayor que éstos”.

El amor a Dios y al prójimo es la síntesis de la Ley. Los preceptos legales quedan vacíos, cualesquiera que sean, si no se deducen del amor o van contra el amor. Sólo el amor construye la vida según la voluntad de Dios. Y hay algo más: No es posible amar a Dios y desentenderse del hermano. El querer de Dios es que todo hombre y toda mujer descubran las exigencias del amor en la vida de los que les rodean. No es posible decir que se cumple la Ley y adorar a Dios en el Templo, o alabarle en la sinagoga y olvidar a las criaturas de Dios que sufren. Lo que va contra el amor, va contra Dios, y es construir una vida en base a la mentira.

¿Es lo mismo, para Jesús, el amor a Dios y el amor al prójimo? No. El amor a Dios no puede quedar reducido a amar al prójimo, ni el amor al prójimo significa que sea ya, en sí mismo, amor a Dios. Para Jesús, el amor a Dios tiene una primacía

38

Page 39: CristologiìaI Laicos CTPL 2014

Cristología – 2014 – ISET Juan XXIII - CTPL

absoluta y no puede ser reemplazado por nada. Es el primer mandato. No se disuelve en la solidaridad humana. Lo primero es amar a Dios, el Abba: buscar su voluntad, entrar en su Reino, confiar en su perdón. Es el amor filial. La oración se dirige a Dios, no al prójimo; el Reino se espera de Dios, no de los hermanos. Pero el horizonte de nuestro existir no es Dios a secas, sino Dios y el prójimo, con una radicalidad inseparable y similar. El amor a Dios es el primero de los mandamientos, porque Dios, como Abba que es, es quien funda la realidad del prójimo, del hermano, quien la ilumina y la hace últimamente inteligible. El amor al prójimo, el amor fraternal, viene después, lo mismo que el agua es después de la fuente, o el rayo de sol es después del sol.

Para Jesús, el amor al prójimo no es una ocasión para practicar el amor a Dios o una especie de amor indirecto a Dios. Él ama, ayuda y cura a la gente porque sus entrañas se conmueven al ver tanto sufrimiento. Hay que dar un vaso de agua al sediento porque tiene sed; hay que dar de comer al hambriento para que no se muera; hay que vestir al desnudo para que se proteja del frío.

No es posible, por tanto, amar a Dios con todo el corazón, con toda el alma y con todas las fuerzas y sentirse hija e hijo suyo sin desear lo que él quiere y sin amar incondicionalmente a quienes él ama como Padre. En el amor al prójimo es donde se descubre la verdad del amor a Dios.

“Ama al prójimo como a ti mismo”, es decir, “no hagas a nadie lo que no quieres que te hagan a ti”, era la “regla de oro” de la Torá. Algo semejante sucedía en otros ámbitos, como sabemos por dichos de Tales de Mileto, Pitaco de Mitilene, Isócrates y Confucio. Jesús nunca leyó a Tales de Mileto, ni a Pitaco o Confucio…, pero, al igual que a ellos, le preocupó la humanitas, de ahí las semejanzas en este sentido. Jesús no quiso expresar a toda costa algo nuevo, sino algo que podía ser comprendido desde siempre por el hombre, si tiene los ojos abiertos y un mínimo de sentido común. Por eso dirá Jesús: “Traten a los demás como quieren que les traten a ustedes”.

Y ¿cómo tratar a los demás? Jesús vendría a decir: “Pues miren a la vida, y, en ella, encontrarán la respuesta para saber qué hacer de manera concreta. Pónganse en el lugar del otro y pregúntense: ¿Qué querríamos para nosotros? Ésta es la mejor manera de saber cómo actuar con el prójimo”.

9Unido a su Abba

La experiencia de Dios, Padre de todos, fue central y decisiva en la vida de Jesús. El mensaje y la actuación de Jesús no se explican sin esa vivencia radical de Dios. Aunque Jesús vive su fe arraigada en la fe su pueblo judío, no se remite mucho al pasado, sino que él siente a Dios actuando ahora defendiendo la ternura y la justicia a favor de las víctimas, de los excluidos y de los pobres. No propone una doctrina nueva sobre Dios, ni critica la idea de Dios de Israel, sino que transmite la imagen de Dios como el Dios compasivo, amigo de la vida y de la felicidad de sus hijos e hijas.

Jesús lo llamará Abba, con lo que expresa su confianza total en Dios y su disponibilidad incondicional. Su caminar no se apoyará en la religión del templo ni en la doctrina de las escribas, sino en la experiencia de Dios como Padre, en su confianza y fidelidad a él. Jesús también se siente lleno de la fuerza del Espíritu bueno del Padre para enfrentarse a todas las situaciones, y para anunciar la buena noticia a los pobres y oprimidos. Aunque ya antes los habían invocado a Dios como padre en sentido

39

Page 40: CristologiìaI Laicos CTPL 2014

Cristología – 2014 – ISET Juan XXIII - CTPL

genérico, Jesús lo llama Abba, Padre mío querido. Esto implica una experiencia más íntima de intimidad, cariño y cercanía, pero también de respeto y sumisión.

Jesús no llama a Dios Padre, Abba, por hacerlo más cercano a la gente. El Padre de Jesús es el paterfamilias, pero no como el padre sexista patriarcal de Galilea celoso de su honor y su poder, sino como Padre bueno, absolutamente bueno. Jesús quiere hacer ver a la gente que la solicitud amorosa del Padre está presente envolviendo la existencia de toda criatura. Jesús lo capta como bondad y salvación y está convencido que lo más importante para Dios son las personas, más que los sacrificios o el sábado. Y este Padre bueno es cercano y compasivo. Basta con invocarle como ¡Padre! Y es Padre bueno de todos, de los buenos y de los malos, como ese hijo que se ha ido de casa. Es el Dios del perdón y de la vida. Solo espera que crea en él.

Jesús no separa nunca Dios de su Reino, que es su proyecto de transformar el mundo para humanizar la vida.

Se retira a orar

Jesús nació en un pueblo que sabía rezar. Todo judío piadoso comienza y termina el día confesando a Dios y bendiciendo su nombre. Esta oración de la mañana y de la noche era una costumbre en tiempos de Jesús. Todos los varones se sienten obligados a practicarla a partir de los 13 años. Probablemente, Jesús no pasa un solo día de su vida sin hacer la oración de la mañana al salir el sol y la oración de la noche antes de ir a dormir. Tanto la oración del amanecer como la del anochecer comenzaban con la recitación del shemá. Le seguía la shemoné esré. Es posible que, en los tiempos que le dejaba su labor, Jesús repetía esta oración varias veces al día.

Oraba con todo el cuerpo: de pie, con los brazos en alto, mirando al cielo, de rodillas, postrado en tierra. Y lo hacía desde cualquier estado de ánimo: alegre, confiado, dolorido..., hasta con gritos y lágrimas.

Ora entre los pequeños

Jesús ora también al curar a los enfermos. Lo trasluce su gesto de imponer sobre ellos las manos para bendecirlos en nombre de Dios y envolverlos con su misericordia. Mientras sus manos bendicen a los que se sienten malditos y transmiten fuerza y aliento a quienes viven sufriendo, su corazón se eleva a Dios para comunicar a los enfermos la vida que él mismo recibe del Padre. Repite el mismo gesto con los niños. Hay ocasiones en que Jesús “los abraza y los bendice imponiéndoles las manos”. Los pequeños deben sentir antes que nadie la caricia de Dios. Mientras los bendice, pide al Padre lo mejor para ellos.

Hay un texto que refleja el sentimiento profundo de Jesús ante lo que va aconteciendo. Los 72 discípulos regresan contentos de la misión. Está entusiasmado, es decir, se siente arrebatado por Dios, y se dirige al Padre con alegría, movido por el Espíritu, pues los demonios obedecen a su nombre. Está feliz y da gracias al Señor de cielo y tierra con un grito que le sale del corazón porque la gente a su alrededor encuentra alivio; los cansados y agobiados se recuperan y la gente sencilla lo ve y lo entiende, descubriendo así el amor de Dios que enjuga sus lágrimas: “Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a los sabios y prudentes, y las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, pues así fue tu beneplácito. Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo sino el Padre, ni nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquél a quien el Hijo quiera revelarlo”.

La oración no separó a Jesús de la vida. Jesús actuaba; de la acción iba a la oración, y la oración lo metía más y más en la vida. Contemplando el corazón del Padre, leía los nombres de los pequeños, sus predilectos, y hacia ellos dirigía su vida.

40

Page 41: CristologiìaI Laicos CTPL 2014

Cristología – 2014 – ISET Juan XXIII - CTPL

Enseña a orar

Jesús deja en herencia a sus discípulos y discípulas una oración que condensa en pocas palabras lo más íntimo de su experiencia de Dios, su fe en el Reino y su preocupación por el mundo.

Esta oración de Jesús, llamada popularmente el “Padrenuestro”, ha sido considerada por las primeras generaciones cristianas la oración por excelencia, la única enseñada por Jesús para alimentar la vida de sus seguidores. La manera de orar propia de un grupo expresa una determinada relación con Dios y constituye una experiencia que vincula a todos sus miembros en la misma fe. Así entienden también los primeros cristianos el “Padrenuestro”: su mejor signo de identidad como seguidores de Jesús.

En su forma externa, el Padrenuestro podría ser una oración judía, pues todas sus palabras tienen una resonancia israelita.

El Padrenuestro ha llegado a nosotros en dos versiones ligeramente diferentes, una en el evangelio de Mateo y otra en el de Lucas. El texto de Mateo es más extenso, pues ha introducido varios añadidos para darle a la oración un tono más solemne y redondeado, propio de la piedad judía y que se detectan en el análisis riguroso del texto. Lucas, por su parte, introduce modificaciones de menor importancia. En Lucas la oración se inicia con “Padre”, en Mateo, con “Padre nuestro”. La versión castellana es una traducción de la versión latina, que adopta normalmente la versión larga de Mateo, aunque en algún momento prefiere la versión de Lucas. Todavía en el siglo II se conocía otra versión, la de la Didajé, probablemente basada en la versión de Mateo. Hoy se piensa que la lucana reflejaría bien la ocasión histórica y habría conservado mejor el tenor de la oración original, es decir la invocación y el número de peticiones; la versión de Mateo, con todo, transmitiría fórmulas y un sabor más próximo a la primitiva. Es posible, incluso, que ambos ofrezcan ya dos recensiones diversas de la que Jesús enseñó; en cualquier caso, el Padrenuestro es de Jesús.

Esta sería la oración que enseñó Jesús:

“Padre, santificado sea tu nombre; venga tu Reino; danos hoy nuestro pan de cada día; perdónanos nuestras deudas como nosotros perdonamos a nuestros deudoresy no nos lleves a la prueba”.

El Padrenuestro es la aceptación de las bienaventuranzas hecha oración, plegaria. Tanto es así que a cada bienaventuranza corresponde una petición del Padrenuestro. Y al igual que en el Padrenuestro las primeras peticiones tienen que ver con la humanidad, con el Reino, y después las otras atañen a la comunidad, del mismo modo sucede en las bienaventuranzas.

El Padrenuestro, la oración de Jesús, condensa en pocas palabras su experiencia de Dios, su fe en el Reino y su preocupación por el mundo.

¡Padre! Es la primera palabra de Jesús al dirigirse a Dios. Es orar sintiéndose hijos queridos del Padre y hermanos solidarios de todos. Es Padre del cielo, sin pertenecer a ningún pueblo ni religión.

Santificado sea tu nombre. Es desear que el nombre de Padre sea reconocido y venerado como fuerza salvadora y dadora de vida para todos.

Venga tu Reino. Es el grito anhelante de que se vaya abriendo camino el Reino entre los hombres y mujeres como semilla y levadura de verdad, de justicia, de compasión y perdón. Si el Padre reina, ya no habrá dominio de los poderosos sobre los débiles, los ricos sobre los pobres.

41

Page 42: CristologiìaI Laicos CTPL 2014

Cristología – 2014 – ISET Juan XXIII - CTPL

Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Que se haga la voluntad del Padre y no la nuestra. Que en la creación entera se haga lo que él quiere y no lo que desean los poderosos de la tierra.

Danos hoy el pan de cada día. Es pedir al Padre el alimento que necesitamos para vivir todos. Que todos los hambrientos de la tierra puedan comer y vivir con dignidad.

Perdónanos nuestras deudas como también nosotros perdonamos a nuestros deudores. Estamos en deuda con Dios por no responder al amor del Padre, por no entrar en su Reino. Al hacer esta petición, estamos diciendo: “Queremos que tu perdón transforme nuestros corazones y nos haga vivir perdonándonos mutuamente.”

No nos dejes caer en la tentación, no sucumbir a ella, rechazando definitivamente el Reino y su justicia. Porque somos débiles y expuestos a toda clase de peligros y riesgos que nos alejen definitivamente del Reino de Dios.

Líbranos del mal. Es decir: Arráncanos del mal. Es la misma petición anterior.

Así es Dios

Para decir a la gente cómo es el Padre Dios, cuenta parábolas. La más sorprendente y entrañable es la del padre bueno, también llamada “del hijo pródigo”.

Jesús habla a los perdidos, que “estando todavía lejos” ve a su hijo, se le “conmueven las entrañas”, pierde el control; echa a correr, cosa de un Dios que es bien distinto de aquel que escuchaban de los escribas o a los sacerdotes. Habla de Dios como un padre que no se guarda para sí su herencia, que no anda obsesionado por la moralidad de sus hijos, que espera siempre que jamás hubiera hecho un padre judío; le abraza y le besa efusivamente como una madre. Cuando el hijo va a confesarse, el padre interrumpe su confesión, pues quiere ahorrarle más humillaciones y le restaura como hijo.

Así es el Dios, Padre de Jesús: como un padre conmovido hasta sus entrañas, acogiendo a sus hijos perdidos y suplicando a los hermanos a acogerlos con el mismo cariño. Un padre que busca conducir la historia de los hombres hasta una fiesta final donde se celebre la vida y la liberación de todo lo que esclaviza y degrada al ser humano. Jesús habla de un banquete abundante, habla de música y de baile, de hijos perdidos que despiertan la compasión del padre, de hermanos invitados a acogerse.

Y Jesús contó otras parábolas igualmente provocativas y sorprendentes, como la del dueño de la viña que quería trabajo y pan para todos. Contrató a diversos grupos de trabajadores. A los primeros a las seis de la mañana, luego hacia las nueve, más tarde a las doce del mediodía, a las tres de la tarde e incluso a las cinco, cuando sólo faltaba una hora para terminar la jornada. Para sorpresa de todos, a cada uno le pagó un denario: lo que se necesitaba para vivir durante un día. Este dueño de las viñas no piensa en los méritos de unos y otros, sino en que todos puedan cenar esa noche con sus familias. Cuando los primeros protestan, ésta es su respuesta: “¿Es que no tengo libertad para hacer lo que quiera con lo mío? ¿O tienen ustedes que ver con malos ojos que sea bueno?”. Jesús estaba sugiriendo, nada más y nada menos, que para Dios no cuentan los méritos, pues él no funciona con los criterios que nosotros manejamos. Desde sus entrañas de misericordia, Dios, más que fijarse en nuestros méritos, está mirando cómo responder a nuestras necesidades. ¿Será tan bueno?

Una tercera parábola nos ayuda a percibir al Dios de Jesús. Es la del fariseo y el

recaudador o publicano que subieron al Templo a orar. El fariseo reza de pie y seguro.

Su conciencia no le acusa de nada. Cumple fielmente la Ley y la sobrepasa. No es

hipócrita. Dice la verdad. Por eso da gracias a Dios. Es un santo auténtico. Seguro que

cuenta con la bendición de Dios. Sin embargo, el recaudador se retira a un rincón. No

se atreve ni a elevar sus ojos del suelo. Sabe que es pecador, pero no puede cambiar

de vida. Ése es su problema. Por eso, no promete nada. No puede dejar su trabajo ni

42

Page 43: CristologiìaI Laicos CTPL 2014

Cristología – 2014 – ISET Juan XXIII - CTPL

devolver lo que ha robado. Sólo le queda abandonarse a la misericordia de Dios: “Oh

Dios, ten compasión de mí, que soy pecador”. Nadie querría estar en su lugar. Dios no

puede aprobar su conducta. Inesperadamente, Jesús concluye su parábola con esta afirmación: “Yo les digo que este recaudador bajó a su casa justificado, y aquel fariseo no”. Jesús los agarra a todos por sorpresa. Los esquemas prefijados quedan por tierra. Para Jesús, lo decisivo no es cumplir las prácticas religiosas escrupulosamente, sino abandonarse a la misericordia y a la compasión de Dios, que actúa movido sólo por su ternura hacia quienes se confían a él.

Así ha de ser el hombre, según el corazón de Dios

La ocasión para hablar de cómo ha de ser el hombre para parecerse al Padre Dios, se la prestó un maestro de la Ley que se encontraba en el grupo al que Jesús estaba hablando en una ocasión. Con aire de erudito y con la intención de ponerle la zancadilla, le propone una pregunta: “¿Qué es lo que realiza profundamente al hombre?, ¿qué debo hacer para poseer la vida en plenitud, para ser feliz totalmente?, ¿dónde se halla la vida eterna, la vida realizada?” Era la pregunta propia entre “teólogos” en las diversas escuelas; una de esas preguntas para lucirse y que daba para enredarse en puras teorías.

Jesús le desconcierta haciéndole otra pregunta, que, de tan sabida, la responde con rapidez: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo”. Jesús aprueba su respuesta. Pero el maestro vuelve con otra pregunta que suena a postura a la defensiva: “Y ¿quién es mi prójimo?”.

La pregunta del experto en la Ley no es descabellada. Para un cristiano es fácil saber quién es el prójimo, esto es, “toda persona”. Pero en la época de Jesús había un serio debate sobre la cuestión de quién era el prójimo, y había visiones distintas de las cosas. Unos hacían una interpretación más bien restrictiva: el prójimo es aquel que pertenece a mi mismo clan, a mi familia; otros realizaban una lectura más amplia y sostenían que el prójimo es cualquiera que habita dentro del confín de Israel, o sea, todo miembro del pueblo de Dios; por último, la más amplia de todas las interpretaciones, afirmaba: el prójimo es también el extranjero que habita dentro de los confines de Israel. En definitiva, el concepto de prójimo en tiempos de Jesús no era unívoco, admitía variedad de interpretaciones. Por ello, si el escriba hace esta pregunta, en su deseo de justificarse, se deduce que él se posicionaba por una interpretación restrictiva.

Jesús cuenta la parábola del buen samaritano, a fin de responderle. Habla de un hombre asaltado y abandonado medio muerto en la cuneta de un camino solitario. Afortunadamente, por el camino aparecen dos viajeros: un sacerdote y un levita. Vienen del Templo, después de realizar su servicio cultual. El primero que pasa es el sacerdote, que no es que vaya a Jerusalén desde Jericó, sino al revés, vuelve a casa tras haber pasado varios días entre incienso, santidad, pureza. El herido lo ve llegar esperanzado: es de su propio pueblo; representa al Dios del Templo; sin duda, tendrá compasión. No es así. Al toparse con el moribundo “dio un rodeo y siguió su camino”. No es una persona insensible, no es un ser cruel. Es algo peor que eso: es una persona imbuida de la mentalidad religiosa ritual que todo desvirtúa. Es un hombre religioso, pero la observancia de la religión lo hace inhumano. Para estar a bien con Dios, el hombre se ha de alejar de sus semejantes. La religiosidad ritual, que separa entre puros e impuros, separa a este hombre de los demás para elevarse y encontrarse con Dios. Este sacerdote hace el mal convencido de estar haciendo el bien, y no hace el bien para no incurrir en un error, es decir, en impureza. ¡Es tremendo!

“Del mismo modo también un levita…”. Los levitas eran los miembros de la tribu de Leví, encargados de todo aquello que tenía que ver con el cuidado del Templo. También de ellos se suponía siempre el estado de pureza ritual. Pero “…pasando por

43

Page 44: CristologiìaI Laicos CTPL 2014

Cristología – 2014 – ISET Juan XXIII - CTPL

allí lo vio y se fue por otra parte”. El texto es atroz y despiadado en esta denuncia que hace; está presentando a las personas religiosas, dos hombres piadosos y escrupulosos en el culto a Dios, como más peligrosas que los bandidos. Los bandidos hieren, ¡pero las personas religiosas dejan morir! Están tan absorbidas por el respeto a la Ley de Dios que no se percatan de que dicha Ley causa sufrimiento a los individuos. ¿A qué “Dios” han orado y rendido culto en el Templo? Desde luego no al Abba, el Dios de Jesús.

Por el camino aparece un tercer viajero. No es sacerdote ni levita. Ni siquiera pertenece al pueblo elegido. Es un odiado samaritano, miembro de un pueblo que a él le desprecia cordialmente. El herido lo ve llegar atemorizado. ¿Quién era el samaritano en el contexto social de aquella época? El samaritano era un enemigo del pueblo de Israel, un herético, un endemoniado impuro; siempre que se encontraban judíos y samaritanos ocurrían incidentes, que muy a menudo terminaban con algún muerto de por medio. La situación, pues, era de temer. Todo hacía pensar que el samaritano daría el golpe de gracia sin piedad al moribundo.

De ese hombre no se podía esperar nada bueno; tampoco podría reprocharle nadie que acelerara el paso en semejantes circunstancias, y se preocupara por su propia seguridad. Sin embargo, el samaritano “lo vio y tuvo compasión”, se le conmovieron las entrañas. Tan pronto como lo ve, comulga con la desgracia de aquel hombre y la comparte sin condiciones. Su sentimiento es afectivo y efectivo. Se acerca a él y hace todo lo que puede: derrama aceite y vino sobre sus heridas y se las venda, lo sube a su caballo, lo conduce a la hospedería y lo cuida. No renuncia a su viaje y, al día siguiente, antes de partir, encomienda al posadero que cuide a aquel hombre que le confía; y no sólo le paga lo que le debe hasta el momento, sino que le da como adelanto dos denarios, el jornal de dos días, para los gastos que se ocasionen, y se compromete a pagar cuando regrese los gastos suplementarios que el herido demande. ¿Qué más habría podido hacer si se tratara de un hermano o de un amigo? Pero él ni siquiera conocía al hombre al que socorre, y éste, en cuanto sane de sus heridas, seguirá su camino sin saber ni el nombre de la persona a quien debe la vida. El modo de actuar del samaritano es lo que le hace acertar con el deseo de Dios, pues el mandamiento verdadero es el amor y la atención a la vida del prójimo.

Jesús miraba la vida desde el margen del camino, con los ojos de las víctimas necesitadas de ayuda. No había duda: Para él, la mejor metáfora de Dios era la compasión con los heridos. Y la única manera de ser como Dios y actuar de manera humana era actuar como aquel samaritano. Jesús viene a decir: “Así ama Dios. Como el hombre samaritano ama al herido del camino. Y lo único que hace es curar la herida ajena, sin atender a los títulos que pudiera exhibir, como el de compatriota, pariente o amigo”. Es curioso, pero ni siquiera se menciona que fuera hombre religioso, como lo eran el sacerdote y el levita. Más bien se evita mencionarlo. Sólo se dice que atiende a un hombre a título de hombre, sin echar un guiño a Dios. Hace por el necesitado lo que éste necesita, sin pedirle nada a cambio, ni a él, ni a Dios. Actúa con entera gratuidad y con entera sencillez. Hace lo que no es natural, de la forma más natural: amar a fondo perdido. Así ama Dios.

10Los signos del Reino

Muchos investigadores, centrados en un racionalismo radical, han pensado que es imposible la existencia de milagros. Sin embargo, desde hace algún tiempo, a la vista de los testimonios de la antigüedad, tanto judíos como paganos, como son hechos prodigiosos de algunos rabinos y sanaciones en determinados templos griegos, la cuestión se tiende a considerar desde otro punto de vista.

44

Page 45: CristologiìaI Laicos CTPL 2014

Cristología – 2014 – ISET Juan XXIII - CTPL

Hasta no hace mucho, se pensaba la naturaleza con leyes fijas e inmutables, que únicamente Dios podía romperlas en determinadas circunstancias y ocasiones. Actualmente, esto ha cambiado. Se tiene en cuenta la mentalidad de la época, convencida de vivir en un mundo poblado por espíritus y demonios que tenían poder e influencia sobre las personas, y, por supuesto, sin conocimiento de las leyes que rigen la naturaleza. Para los antiguos, el mundo estaba gobernado por Dios o por los dioses y, por tanto, sometido a su voluntad (o a su capricho).

No hizo Jesús muchas cosas espectaculares. Nunca exhibió sus poderes. Nunca “rompió las leyes de la naturaleza”. Los milagros no debieran interpretarse como acciones divinas que contradicen las leyes de la naturaleza, dadas por el mismo Dios, sino como revelación más profunda de la forma como Dios se relaciona con su creación. En los relatos de curaciones, exorcismos y otros, llamados habitualmente “milagros”, no se habla de suspensión alguna de las leyes de la naturaleza, sino de las prácticas compasivas de Jesús que abrieron la realidad y la vida a los abatidos de la casa de Israel.

Con las entrañas conmovidas

Jesús realizó acciones, curaciones extraordinarias y llamativas. Las fuentes cristianas lo afirman de manera unánime: “Recorría toda Galilea... proclamando la buena noticia del Reino y curando toda enfermedad y dolencia en el pueblo”. Movido por su amor compasivo, proclama el Reino de Dios poniendo salud y vida en las personas y en la sociedad entera. Lo que Jesús busca, antes que nada, entre aquellas gentes de Galilea no es que sean mujeres y hombres muy religiosos, sino ayudarles a disfrutar de una vida más sana y más liberada del poder del mal, porque eso es lo que quiere para sus criaturas el Padre creador. La primera mirada de Jesús no se dirige hacia los pecadores que necesitan ser llamados a conversión, sino hacia los que sufren la enfermedad o el desvalimiento y anhelan más vida y salud, pues ha venido “para que tengan vida, y vida abundante”.

Es un dato irrefutable desde el punto de vista histórico que Jesús tenía poderes y los utilizaba para liberar a los que estaban oprimidos por enfermedades del cuerpo y del espíritu y, alguna vez también, para solucionar una necesidad o urgencia que afectase a un grupo de personas.

Jesús es ante todo activo, poco amigo de teorías. Ve el mal como el enemigo del hombre y, al ser enemigo del hombre, es enemigo de Dios, por lo tanto, lo combate. Lucha contra el mal y sana del mal porque lo “siente”, lo “padece” cuando lo descubre, y salva al que lo padece, porque se compadece del ciego, del leproso, del muerto, del epiléptico, del hambriento. En Jesús, compasión es mirar la desgracia del otro como propia, apropiarse su dolor y dejarse afectar por él.

Las curaciones de Jesús han de entenderse como una expresión de su amor personal, de un Jesús amoroso, que se apiada, que tiene misericordia de los hombres, como ha destacado Marcos: “Jesús, saliendo (de la barca) tuvo misericordia de ellos, porque eran como ovejas sin pastor y comenzó a enseñarles muchas cosas”. “Y oyendo que pasaba Jesús el Nazareno se puso a gritar: ¡Hijo de David, Jesús, ten misericordia de mí! Muchos lo reprendían para que callara. Pero el gritaba todavía más fuerte: ¡Hijo de David, ten misericordia de mí!...”.

A Jesús le preocupa la misma preocupación de Dios: el sufrimiento de los más desgraciados. Él se compadece, deja que penetre en sus entrañas, en su corazón, en su ser, ese sufrimiento y lo hace suyo. Luego, ese sufrimiento que le duele en lo más profundo, provoca su reacción y se convierte en comportamiento concreto, activo y comprometido en todo su vivir y actuar a través de acciones diversas orientadas siempre a erradicar el sufrimiento o, al menos, aliviarlo, tratando que todos tengan una vida más digna, sana y feliz.

El dolor profundo de Jesús se expresa en las fuentes con la expresión: “se le conmovieron las entrañas”.

45

Page 46: CristologiìaI Laicos CTPL 2014

Cristología – 2014 – ISET Juan XXIII - CTPL

Los enfermos son muchos

Los enfermos eran muchos y con dolencias diversas, propias de un país pobre: Había ciegos imposibilitados para captar la vida de su entorno; sordomudos sin posibilidad de comunicarse, de alabar, de bendecir; paralíticos incapaces de actuar con normalidad; desquiciados por los mil avatares de la vida; leprosos o enfermos de la piel, avergonzados y humillados de sentirse sucios y repulsivos a los que todos rehúyen, con vidas condenadas a la soledad, pues, son separados de la comunidad no por temor al contagio, sino porque son considerados “impuros” que pueden contaminar a quienes pertenecen al pueblo santo de Dios. La prescripción era cruel: “El afectado por la lepra... irá gritando: “Impuro, impuro”. Todo el tiempo que le dure la llaga quedará impuro. Es impuro y vivirá aislado”.

Ciegos, sordomudos, paralíticos, desquiciados, leprosos…forman parte de una humanidad que no puede comunicarse con normalidad: ver, oír, hablar, andar o ser útiles, acercarse a los otros…. ¿Dónde está ahí el verdadero milagro? En esa situación, el verdadero milagro consiste en que los hombres y mujeres puedan vivir en plenitud y relacionarse entre sí, en libertad, de manera que no estén a merced de otros más poderosos, sino que vean y escuchen y se comuniquen por sí mismos.

Muchos son enfermos incurables, abandonados a su suerte e incapacitados para ganarse el sustento; viven arrastrando su vida en una situación de mendicidad que roza la miseria y el hambre. Jesús los encuentra tirados por los caminos, a la entrada de los pueblos o en las sinagogas, tratando de conmover el corazón de la gente. Hombres y mujeres, que se hallaban aplastados, dominados por diversas dolencias e impotencias, en un mundo de pobreza como aquél donde vivían, o más bien morían, los campesinos y “prescindibles” de Galilea. Bebés y niños indefensos que caían víctimas de sarpullidos repentinos y fiebres funestas. Mujeres adolescentes destinadas a convertirse en esposas y madres de una nueva generación de Israel que empezaban a tener hemorragias incontrolables en la pubertad y eran incapaces de concebir. Enfermedades incontables causadas por infecciones no tratadas debidamente y por virus que se difundían debido a la falta de higiene o a las insalubres condiciones de vida.

Jesús no empieza convocando para el Reino a los sanos y fuertes, a los ricos y entendidos, sino a los pobres de su entorno, muchos de ellos enfermos, poseídos por demonios de diverso tipo, deteriorados, rotos. A su juicio, la enfermedad no es signo del pecado del hombre, sino ámbito donde Dios tiene que actuar para manifestar su Reino. Por eso, el signo de Jesús será curar a los enfermos, un signo de amor.

Los leprosos sufren con especial dramatismo

La lepra, entonces, se trataba, más que lo que hoy sabemos de esa enfermedad, de personas afectadas por diversas dolencias de la piel (soriasis, tiña, erupciones, tumores, eccemas...) que, al extenderse por todo el cuerpo, pueden provocar repugnancia.

La tragedia de estos enfermos no consiste tanto en el mal que desgarra físicamente su cuerpo cuanto en la vergüenza y humillación de sentirse seres despreciados, pues su padecimiento les venía, según la religión de la época, como castigo de Dios por haber pecado. Esto les hacía malditos. Y esto tenía consecuencias dramáticas: No podían casarse ni tener hijos, no podían participar en las fiestas y peregrinaciones, ni, por tanto, dirigirse a Dios. Es decir, quedaban condenados al ostracismo.

Los leprosos se consideraban abandonados por Dios y se sabían de hecho abandonados por los hombres, estigmatizados por sus vecinos, excluidos en buena parte de la convivencia.

46

Page 47: CristologiìaI Laicos CTPL 2014

Cristología – 2014 – ISET Juan XXIII - CTPL

Se preguntan: ¿Por qué a mí?

Los enfermos de Galilea, como los de todos los tiempos, se hacían la pregunta que brota espontáneamente desde toda enfermedad grave: “¿Por qué a mí?”, “¿por qué ahora?” La pregunta brotaba desde lo más profundo, y no se quedaba sólo en el aspecto físico, sino que entraba en la dimensión religiosa. Padecían el mal, pero lo que verdaderamente les angustiaba era el origen del mismo, que para ellos no estaba en una disfunción orgánica, sino más allá. El enfermo pensaba: “¿Por qué Dios, creador de la vida, me retira su espíritu de vida? ¿Por qué me abandona?”.

Para el judío, una vida rebosante en salud y vigor es una vida bendecida por Dios, pues en él está el origen de la salud y la enfermedad, y él es el dueño de la vida y de la muerte. Una vida enferma, lisiada o mutilada era una maldición. Él dispone de todo como Señor de la vida y de la muerte. Por eso los israelitas entienden que una vida fuerte y vigorosa es una vida bendecida por Dios; una vida enferma, lisiada o mutilada es una maldición.

La gente del tiempo de Jesús veía de ordinario en la ceguera, la lepra o cualquier otro tipo de enfermedad grave el castigo de Dios por algún pecado o infidelidad. Por el contrario, la curación siempre era vista como una bendición de Dios. Por eso, como Dios no quiere la muerte del pecador, sino que se convierta y viva, el pueblo de Israel esperaba que la intervención final de Dios traería una vida llena de salud para todos: “En aquel tiempo, nadie dirá: “Estoy enfermo”, porque al pueblo le será perdonada su culpa”.

Los enfermos se veían a sí mismos, y eran vistos, como abandonados por Dios, no-amados, y eso provocaba dentro del “pueblo elegido” malestar y turbación. Surgían preguntas cargadas de sospechas: ¿Cómo es que Dios no los bendice como a los demás? ¿Por qué les retira su aliento de vida? Respuesta: Lo más seguro es que su vida no agrada a Dios. La solución era clara: Era preciso vigilarlos y no cabía otra opción que excluirlos, en mayor o menor grado, de la convivencia religiosa y social. Según la tradición de Israel, “los cojos y ciegos no han de entrar en la casa de Dios”. La exclusión del Templo, lugar santo donde habita Dios, recuerda de manera implacable a los enfermos lo que ya perciben en el fondo de su enfermedad: Dios no los quiere como a los demás.

Que experimenten el amor de Dios

Ciertamente Jesús llama a la conversión, le preocupa el pecado, por eso denuncia con firmeza los pecados que impiden la entrada en el Reino, pero lo prioritario ya lo hemos dicho.

Jesús devolvía la vida a muchos enfermos. Pero no sólo se preocupaba de su mal físico, sino también de su situación de impotencia y humillación a causa de la enfermedad. Médicos había, pero no daban a los enfermos lo que necesitaban. Jesús asegura lo que los médicos no podían proporcionar con sus remedios: una relación nueva con Dios que les ayuda a vivir con otra dignidad y confianza ante él. Les demuestra que no están condenados a ser víctimas impotentes. No se trataba de una protesta política, en el sentido de que Jesús hiciera discursos abiertamente antigubernamentales o tramara en secreto una rebelión armada, pero sí era política en un sentido más importante. En la presencia de Jesús, o bajo su influencia, personas que anteriormente habían estado paralizadas o tullidas por fuerzas que no podían controlar, empezaban a recomponer sus vidas gracias a dos cosas que él les ofrecía: un nuevo sentido de pueblo, de comunidad y una nueva confianza personal.

Las curaciones eran el modo por medio del cual Jesús anunciaba que Dios está llegando y los más desgraciados pueden experimentar su amor compasivo. Las curaciones son pequeños signos del mundo nuevo que Dios quiere para todos. Ésta es la terapia de Jesús: el amor creador.

47

Page 48: CristologiìaI Laicos CTPL 2014

Cristología – 2014 – ISET Juan XXIII - CTPL

Curar a los marginados, agobiados, excluidos, enfermos y endemoniados de su condición herida y rota es lo que le mueve a Jesús por las aldeas de Galilea. Ésta es, en primer lugar, su misión. ¡Cuánta paz y consuelo debió llevar Jesús a tantas personas angustiadas, enfermas, rotas!

Jesús trabaja el “corazón” del enfermo, desde la terapia del amor, para que confíe en Dios, liberándose de sentimientos de culpabilidad y de abandono por parte de Dios, que crean la enfermedad. Jesús lo cura poniendo en su vida el perdón, la paz y la bendición de Dios.

La curación por la fe

¿Qué es lo que curaba a los enfermos? Era ante todo su propia fe, la fe que en ellos suscitaba Jesús al verse amados incondicionalmente. Lo que él hace, de entrada, es reavivar la fe de los enfermos: “No temas, sólo ten fe”; “hijo mío, tus pecados te son perdonados”. Ante Jesús, el enfermo se abre a Dios confiadamente, y se produce la curación. Jesús no cura para probar su “divinidad” o para mover a la gente a creer en él o en Dios. En eso consistía precisamente la tentación que le pone el “diablo” en el desierto: “Si eres Hijo de Dios, manda que estas piedras se conviertan en panes”, o “tírate del alero abajo, para que Dios te mande un ángel y se entere la gente de quién eres”. En la misma línea hablan, burlándose, los espectadores de la cruz: “¡Que baje ahora de la cruz, para que lo veamos y creamos!”.

Jesús, que confiaba sin vacilaciones ni reservas en Dios, pide la fe para que sea posible la curación, ya que la confianza en la bondad de Dios es capaz de despertar incluso posibilidades desconocidas que no están de ordinario a disposición del ser humano. “Tu fe te ha curado”, repite Jesús una y otra vez. Él lo ha dejado claro: La fe puede curar. La fe lo puede todo o “todo es posible para el que cree”. La fe puede mover montañas. Como contraprueba, se dice expresamente que en su pueblo de Nazaret Jesús no pudo hacer ningún milagro, porque no creían.

He ahí el mayor don que hizo Jesús a los enfermos: devolverles la fe en sí mismos y darles así la capacidad para curarse. “Contra todo paternalismo milagrero, esto es lo más característico de los milagros de Jesús y la suprema discreción de Dios: curar haciendo que los seres humanos se curen a sí mismos” (J. Sobrino). El hombre se da a sí mismo a Dios por su fe. Así obra Dios, con suma discreción, desde dentro y desde “abajo”. Dios obra a través de las fuerzas de la creación. La fe es la profunda convicción vital de que Dios es esa misteriosa fuerza de bien que opera en el seno de toda la realidad, material y espiritual. Todas las fuerzas de la creación (las “espirituales” y las “materiales”, también la medicina, los medicamentos y las técnicas terapéuticas) son obra y acción curativa de Dios. Cuando una pastilla hace que me sienta mejor, está “actuando” Dios.

Realiza exorcismos

Los exorcismos realizados por Jesús son dato histórico incuestionable. Las fuentes cristianas recuerdan a Jesús como exorcista y a sus discípulos los llama para que convivieran con él y para enviarlos a predicar con poder para expulsar demonios. Alguien ha dicho, empleando un lenguaje distinto, que hoy podríamos llamarle “amigo de los locos”. Allí donde otros hombres y mujeres de su tiempo suponían que los pobres estaban condenados a padecer bajo el poder de espíritus perversos, Jesús les ve como hijos de Dios muy amados, seres capaces de vivir en libertad, y desde ahí se siente enviado por Dios, para expulsar a los demonios, haciendo Reino precisamente en aquellos a quienes la misma estructura social y familiar condenaba a la locura. Los

48

Page 49: CristologiìaI Laicos CTPL 2014

Cristología – 2014 – ISET Juan XXIII - CTPL

que pretenden mutilar este elemento del evangelio, como si fuera un residuo mitológico, destruyen el mensaje del Reino.

Jesús se fijó de un modo especial en los endemoniados, que eran para él los exponentes más claros de un mundo oprimido, que no logra abrirse a la luz y a la comunicación gratuita y libre. Precisamente ellos, los que podían aparecer como una prueba palpable de la lejanía de Dios, vinieron a convertirse para Jesús en lugar privilegiado de la acción de Dios, junto con los leprosos. Jóvenes endemoniados tal vez fueran hijos e hijas atribulados a quienes resultaba imposible hacer frente a las realidades de la vida dentro de su entorno y se alejaban sin rumbo de sus familias, pasando a vivir de limosnas y manifestando su dolor y sus sentimientos físicos de impotencia de maneras impredecibles.

Ciertamente, no fue único. Había otros muchos, sobre todo judíos, que querían liberar a los endemoniados, pero Jesús era diferente. Probablemente sus combates con los espíritus malignos no resultaban del todo extraños en las aldeas de Galilea, pero había en su actuación algo que, sin duda, sorprendía a quienes lo observaban de cerca. Jesús se acerca al lenguaje y los gestos de los exorcistas de su tiempo, pero, al parecer, establece con los endemoniados una relación muy peculiar. No usa los recursos utilizados por los exorcistas: anillos mágicos, aros, amuletos, incienso, tripas de pez ahumadas, leche humana, cabellos. Su fuerza está en sí mismo. Basta su presencia y el poder de su palabra para imponerse. El encuentro de personas con Jesús, hombre de calidad humana poderosa y desbordante, les devuelve la seguridad psíquica, la humanidad.

Por otra parte, a diferencia de la práctica general de los exorcistas, que conjuran a los demonios en nombre de alguna divinidad o personaje sagrado, Jesús no siente necesidad alguna de revelar el origen de su poder. No explica en nombre de quién expulsa los demonios, no pronuncia el nombre mágico de nadie, ni invoca a ninguna fuerza secreta, como, por ejemplo, la invocación de Salomón, que tenía entre los judíos fama de hombre sabio, conocedor de ciencias ocultas y experto en exorcismos. Jesús se enfrenta a los demonios con la fuerza de su palabra: “Sal de él”; “cállate”; “no vuelvas a entrar en él”. Todo hace pensar que, mientras combate a los demonios, Jesús está convencido de estar actuando con la fuerza misma de Dios.

La fama de exorcista de Jesús debió ser tal, que movió a algunos a utilizar el nombre de Jesús como medio para exorcizar: “Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu nombre y se lo hemos prohibido, porque no es de nuestro grupo”. Jesús replicó: “No se lo prohíban...”.

Sus adversarios le acusanLa actuación de Jesús con los endemoniados provocó un impacto mucho mayor

que sus curaciones. La gente quedaba sobrecogida y se preguntaba dónde estaba el secreto de una fuerza tan poderosa. Algunos, sus adversarios, no discuten el que Jesús haya realizado tales exorcismos, sino el origen de su poder; en realidad, veían en él un peligro y lo acusaban de estar “poseído” por un espíritu maligno y de actuar como agente de Belzebú. A Jesús, por el contrario, le confirmaba en una convicción que iba creciendo en su corazón: si el mal está siendo vencido y es posible experimentar la derrota de Satanás, es que el Reino de Dios ya está llegando, y dirá: “Pero si por el Espíritu de Dios expulso a los demonios, es que ha llegado a ustedes el Reino de Dios”. Porque aquí se trataba de erradicar lo más hondo del anti-Reino, aquello que niega de raíz, que se opone de raíz al Reino de Dios: los espíritus inmundos.

Además, parece que los mismos cristianos tendieron a silenciar los exorcismos de Jesús, pues resultaban difíciles de comprender y se prestaban a malentendidos: Mateo, que sigue de cerca de Marcos, ha eliminado en su relato la curación del “endemoniado” de la sinagoga de Cafarnaún. El evangelio de Juan no menciona ningún exorcismo.

¿Por qué le acusaban los escribas del partido de los fariseos? Le acusan, en primer lugar, basándose en la creencia popular según la cual las enfermedades eran

49

Page 50: CristologiìaI Laicos CTPL 2014

Cristología – 2014 – ISET Juan XXIII - CTPL

causadas por los demonios, los cuales provocaban las enfermedades para después curar a las personas y hacer que los adoraran como salvadores suyos, poniendo fin a la enfermedad de la cual ellos mismos son la causa.

Por otro lado, sin duda piensan que, curando a los posesos y acogiendo a los marginados, tal como él lo hace, Jesús pone en riesgo la sacralidad de Israel, que, según ellos, sólo puede mantenerse expulsando o encerrando a posesos e impuros. Los escribas y fariseos se consideraban los representantes de la Ley y del orden legal de la sociedad, pero lo hacen levantando en torno a los “buenos” del pueblo un muro de seguridad según la Ley y dejando fuera, “encadenados” y “presos” de su locura o pecado, a los poseídos. Y acusan a Jesús, porque ayuda y libera a los endemoniados. Con la Ley en la mano, la sociedad debe expulsar y controlar, es decir, “encarcelar” con violencia legítima a los endemoniados, para mantener el orden del sistema. Una buena estructura social sólo se edifica y defiende encadenando a los que considera culpables, posesos, delimitando bien lo puro y lo impuro, lo decente y lo peligroso. Por eso, quien acepta y cura, quien valora y reintegra en la “buena sociedad” a este tipo de posesos, pone en riesgo el orden de los limpios ciudadanos.

Jesús realiza sus exorcismos sin ponerse bajo el control del Templo, como era de esperar en un buen exorcista, sin cumplir las normas de seguridad que instauran los escribas y no lo hace por olvido o descuido, sino porque así lo exige su mensaje de Reino, para abrir un nuevo camino de humanidad. Desde ese fondo dice: “Nadie puede entrar en la casa del Fuerte y saquear sus bienes a menos que primero ate al Fuerte. Y entonces saqueará su casa”. “Si yo expulso a los demonios con el Espíritu de Dios, el Reino de Dios ha llegado a ustedes”. Ante la acusación de los escribas, Jesús responde que actúa con el aliento/dedo (poder) de Dios y de esa forma viene a presentarse como el Más fuerte: por eso ha podido penetrar en la “casa del Fuerte”, Satanás, y ha comenzado a “saquear” sus bienes. Jesús y su mensaje de liberación tienen la fuerza necesaria para atar a Satanás y saquear su casa, liberando a las personas que están bajo su dominio. En este momento Satanás se arruina porque ya no es dueño de su casa.

Los escribas “ven” a Satanás en un lugar, allí donde se “rompe” su Ley. Jesús le ve en otro distinto, allí donde los pobres se encuentran expulsados y oprimidos. Eso significa que, según Jesús, el bien de los pobres importa más que el cumplimiento de un precepto de la Ley.

Atento a las carencias de los hombres

En una ocasión había ido a con sus discípulos para descansar y pasar el día juntos con la lonchera, cerca del lago de Galilea, lejos de los lugares habitados, probablemente al este de Betsaida, territorio que pertenece a Filipo y que, por tanto, no está bajo la jurisdicción de Antipas. Pero el olor a misericordia es “perfume de suave olor”, y la gente llegó de todas partes al lugar donde iban a desembarcar: eran “cinco mil hombres”, “sin contar mujeres y niños”; en el segundo relato de la multiplicación se rebaja la cifra a “cuatro mil”. Jesús los miró y vio que estaban a la deriva. Tenían guías, pero ya vamos viendo cómo estaba el panorama. Y Jesús siente compasión de todos aquellos que están como ovejas sin pastor, sin consuelo, sin alimento, sin vida verdadera.

Como la compasión de Jesús no tiene días laborables y feriados, al verlos, se siente conmovido y reacciona movido por la pasión que le invade. Les empezó a hablar de las cosas del Reino, pues sabe que tienen hambre de una palabra de esperanza. Y, como se hacía tarde, los discípulos se inquietan y ven que lo más sensato es que despida a la gente para que busquen hospedaje y comida. Ellos, en la escuela de Jesús, han tenido tiempo más que suficiente para estar atentos al hambre del pueblo. Conocen el problema, lo lamentan, hasta podrían estar dispuestos a “denunciarlo”, pero, “no es su problema”. Jesús piensa: “El hambre de las ovejas que van perdidas por el mundo sin pastor sí es nuestro problema”. Les dice: “¿Cuántos

50

Page 51: CristologiìaI Laicos CTPL 2014

Cristología – 2014 – ISET Juan XXIII - CTPL

panes tenemos para nosotros? ¡Empiecen a repartirlos! ¡Denles ustedes de comer!”. Los discípulos desenvainan sus juiciosos discursos: “¡No tenemos más que cinco panes y dos peces!”. Jesús no discute y les exige implicarse. Toma los cinco panes que traían para ellos, para la comida de paseo, alza los ojos, los bendice, con la confianza de que el Padre puede hacer obras grandes en la debilidad, empezará a partirlos en trozos y se los da para que los repartan, así como los peces. No se dice que los “multiplicara”, sino que partió los panes y los repartió, junto con los peces.

Movido por su corazón compasivo, provoca la apoteosis del Reino haciendo mesa compartida: un mundo nuevo que es del todo don de Dios, y en el que los discípulos tan sólo han de aportar la pobreza de sus cinco panes y algunos peces, es decir, de lo que tienen, viéndose así implicados y vinculados a la compasión de Jesús. Se desborda el entusiasmo popular y la multitud enfervorizada está dispuesta a todo, aclamándole como el profeta esperado, incluso “pretendían proclamarlo rey”, como leemos en el evangelio de Juan. Al ver esto, Jesús, que quiere preservar a los discípulos de todo entusiasmo mesiánico, les obliga a ellos, participantes seguramente del estallido popular, a irse solos rápidamente con la barca en dirección de Betsaida o Cafarnaún.

Este relato nos habla también de Eucaristía. En él vemos los cuatro gestos que recoge el texto del relato de la cena de despedida en Lucas: Jesús dice a sus discípulos: “Hagan que la gente se siente”; “toma” la pobreza de cinco panes; alza los ojos y “los bendice”, es decir, pone la debilidad de nuestro pan entre nosotros y Dios, con la confianza total de que él puede hacer cosas grandes en la debilidad de los medios humanos; los “parte”: el Reino es como el pan partido y repartido; los “da” para que los repartan a todos. Y sobran doce cestos, como para alimentar a las doce tribus de Israel.

A pesar de la escasez de alimentos con que empezó la comida, la palabra de Jesús invitando a compartir lo que cada uno tenía logró que hubiera para todos y aún sobrara. Evidentemente, cada uno que contó a otro el episodio lo fue narrando de una manera más maravillosa. Más tarde, en la comunidad primitiva el relato adquirió dimensiones eucarísticas que ya no reflejaban sólo la anécdota ocurrida, sino la misma presencia de Jesús en la primitiva comunidad cristiana.

Otros relatos de milagros

Los relatos de Jesús caminando sobre el agua y la tempestad calmada, que conservan recuerdos de unas intervenciones de Jesús, salvando a los discípulos de unos peligros graves, de unas situaciones de dificultad y emergencia extremas, cuando ya nada esperaban en medio del lago, testifican que, en Jesús resucitado, Dios es más fuerte que todas las fuerzas del mal e invitan a no temer y a sentir en la propia impotencia la presencia confortadora de Jesús resucitado.

Los relatos de revivificaciones de muertos son reflejo de recuerdos de acciones de Jesús, cuando lleno de autoridad y compasión, pronuncia palabras poderosas dirigidas a Lázaro, el amigo muerto: “¡Lázaro, sal afuera!”; a la hija de Jairo, cuya muerte fuera o no fuera real: “Talita kum... Muchacha, a ti te lo digo: Levántate”; o al hijo de la viuda de Naín: “Joven, a ti te lo digo: Levántate”. Y quieren anunciar que la muerte no es el final, que la vida vencerá también en los muertos; que Dios, al igual que Jesús, enjugará tantas lágrimas provocadas por la muerte. Que él es el Señor de la Vida. En la narración de las bodas de Caná, posiblemente recuerdo de una boda a la que acudieron Jesús, su madre y sus discípulos, Juan quiere decirnos que con Jesús viene la sustitución de la antigua Alianza por la nueva Alianza, la del vino mejor de las bodas, que Dios quiere celebrar con la humanidad y con toda la creación, viviendo en alegría compartida.

Las curaciones y exorcismos, especialmente, también las multiplicaciones de pan, las revivificaciones… todos los llamados “milagros”, sólo se pueden entender cabalmente si los situamos en el marco del Reino de Dios.

51

Page 52: CristologiìaI Laicos CTPL 2014

Cristología – 2014 – ISET Juan XXIII - CTPL

No hay que olvidar que un hecho prodigioso por sí mismo, desde que una persona se caiga de un quinto piso y sólo se rompa una pierna hasta que la selección de fútbol del Perú gane por tres cero a la de Francia, no basta para ser calificado de milagro, aunque en los medios de comunicación se emplee ese término. Sólo se puede hablar de milagro como tal cuando se considera que ese suceso más o menos maravilloso, tiene relación con Dios y su Reino.

Come con pecadores

Jesús realizó curaciones, exorcismos y revivificaciones…, y salió al paso de las carencias humanas. Todos ellos son signos del Reino. Pero el hacer mesa compartida con pecadores públicos, es un signo fundamental en el actuar de Jesús, podría decirse: El verdadero milagro. Se puede afirmar que la acción simbólica más impresionante de Jesús fue el compartir mesa con los despreciados y el acogerlos incluso en el círculo de sus discípulos.

En la tierra de Jesús, sentarse a la mesa con alguien siempre era una prueba de respeto, confianza y amistad. No se comía con cualquiera. Eran estrictas las distinciones de rango, de “honra” social. Cada uno comía con los suyos. Compartir la misma mesa quería decir que se pertenece al mismo grupo, y que, por tanto, se marcan las diferencias con otros: Los paganos comían con los paganos, los judíos con los judíos, los varones con los varones, las mujeres con las mujeres; los ricos con los ricos; los pobres con los pobres. “El que come con un idólatra, se asemeja al que come con un perro”, se decía.

Las fuentes recogen fielmente primero la sorpresa: “¿Qué? ¿Cómo es que come con los publicanos y pecadores?”. ¿No guarda las debidas distancias? ¿Cómo puede comportarse así? ¡Esto es vergonzoso! Luego vienen las acusaciones, el rechazo y el descrédito: “Ahí tienen un comilón, bebedor de vino, amigo de pecadores”. Las reacciones no son, evidentemente, por sus hábitos gastronómicos, sino que van mucho más lejos.

Estas comidas con los publicanos son signos proféticos que, más impresionantes que las palabras, anuncian de un modo que no puede pasar inadvertido: ahora es el tiempo del Mesías, el tiempo del perdón. En el tiempo y contexto de Jesús, no se podía hablar de Reino sin comida, sin el hecho de que campesinos, artesanos y “prescindibles” de Galilea pudieran juntarse y en torno a la mesa. En aquella situación, la comida de cada día no era algo que se daba por supuesto, pues muchos no la tenían asegurada, ya que vivían en el límite del hambre y de la muerte. Por otra parte, comer juntos significaba romper las barreras sociales, ricos y pobres, propietarios e indigentes, y religiosas, puros e impuros. Para Jesús, el Reino de Dios es una mesa abierta donde pueden sentarse todos. No hay que reunirse ya en torno a mesas separadas que excluyen a otros para salvaguardar su propia identidad, como se hacía normalmente. La identidad del grupo de Jesús es no excluir a nadie.

En su Reino de vida, Jesús incluye a todos; encarna plenamente para estas mujeres y hombres el amor de Dios, el Abba, y, de ese modo, brota en ellos la alegría de existir al experimentar el ser amados, como la escena en que está Leví, el publicano, solo, sentado a la mesa de los impuestos y atado a una profesión que le hacía despreciable. Y a quien después le vemos sentado a la mesa de la gratuidad, junto a Jesús, y celebrando su vida transformada. Los ojos de Jesús supieron ver más allá de las apariencias; vieron en el publicano un discípulo, un seguidor. Leví se sintió mirado por primera vez de otra manera; alguien ha creído en él y le ha dicho: “¡Ven!”.

Como Leví, los pecadores oficiales, es decir, los varones y mujeres que la tradición legal judía consideraba como impuros, se supieron amados por Jesús. Él se ubica al lado de publicanos y prostitutas, esto es, de aquellos que habían “vendido” su propia dignidad, su identidad de hijos de Dios, por razones de dinero. En los márgenes de Israel se hallaban ellos y ellas, como carne de cultivo de las diversas violencias y

52

Page 53: CristologiìaI Laicos CTPL 2014

Cristología – 2014 – ISET Juan XXIII - CTPL

opresiones. Allí fue a buscarles Jesús, para invitarles al Reino, iniciando con ellos un camino de nueva humanidad: no les condenó ni expulsó; no les obligó a reparar de un modo penitencial el mal que habían hecho, sino que les ofreció su solidaridad, la esperanza del Reino, comiendo con ellos. Su mensaje se identifica, por tanto, con un perdón de tipo religioso, en el sentido más hondo de la palabra.

Con todo esto lo que Jesús está anunciando es la venida del Reino de Dios y se está jugando la vida. Por eso se ha podido afirmar que “Jesús fue crucificado por la forma en que comía”.

11Llama a su seguimiento

Desde el momento en que decide separarse de Juan, Jesús inicia su apasionado anuncio del Reino de Dios y, en poco tiempo, provocó un verdadero impacto en las gentes sencillas de Galilea. Según afirman las fuentes cristianas, grandes multitudes, compuestas por mujeres y hombres, niños, jóvenes y ancianos, se le acercan. Unos movidos por la curiosidad, otros por la simpatía, se sienten atraídos por Jesús. Los que escuchaban sus parábolas, pasaban de la sorpresa o curiosidad inicial a la esperanza y al entusiasmo. Muchos le llevan a sus familiares enfermos o le piden que vaya a sus casas para curar a algún ser querido. Es preciso tener en cuenta lo siguiente: Su popularidad nunca decayó, sobre todo, entre los pobres campesinos de Galilea, y duró hasta el final de su vida. Este ambiente de entusiasmo en torno a Jesús es confirmado por Josefo, quien asegura que “atrajo a muchos judíos y también a muchos de origen griego”

“El que quiera venir en pos de mí...”

A Jesús se acercaban gentes de toda condición, pero, en su mayor parte, eran los pobres y desgraciados, gentes sin ningún relieve social, pescadores y campesinos que malviven de su trabajo; familias que le traen a sus enfermos; mujeres que se atreven a salir de casa para ver al profeta; mendigos ciegos que tratan de atraer a gritos la atención de Jesús; grupos que viven alejados de la Alianza y son reconocidos como “pecadores” que no practican la Ley; vagabundos y gentes sin trabajo que no tienen nada mejor que hacer. Iban y venían, lo acompañaban hasta las aldeas vecinas y luego se volvían a su pueblo. A todos ellos, ante los que se le conmueve el corazón, pues los ve “maltrechos y abatidos, como ovejas sin pastor”, les anuncia el Reino y les invita a su seguimiento.

Todos los que quisieran acoger el Reino, sin reparo alguno por su situación moral, social o religiosa, eran invitados al discipulado. Jesús no tiene prejuicios y a todos trata por igual, a diferencia de lo que ocurría entre los rabinos, que separaban a las personas entre puros e impuros, entre pecadores y cumplidores de la Ley. Leemos en el evangelio: “Llamando a la muchedumbre juntamente con sus discípulos, dijo: El que quiera venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame”.

Así fue. Jesús salió al encuentro de personas en situaciones muy diversas: hombres y mujeres, pobres y ricos, judíos y extranjeros, justos y pecadores…, invitándolos a todos a su seguimiento. ¿Cómo respondió la gente a su llamado? Si bien muchos sintonizaron con Jesús y se adhirieron a él, al menos afectivamente, no siempre se convirtió en una adhesión efectiva, profunda y duradera. Le escuchan con admiración, pero se resisten a su mensaje. Les resulta difícil el cambio de actitud y de vida que Jesús espera de ellos. Al parecer, poblaciones como Corozaín, Betsaida y la misma ciudad de Cafarnaún rechazaron su mensaje o permanecieron indiferentes.

53

Page 54: CristologiìaI Laicos CTPL 2014

Cristología – 2014 – ISET Juan XXIII - CTPL

Todos discípulos

No se sabe a ciencia cierta el proceso que siguió Jesús para formar el grupo de discípulos. Lo narrado en los evangelios tiene un fondo histórico y una interpretación teológica. La narración cuenta sólo el final del proceso y habla de un Jesús que les fue llamando y ellos, por toda respuesta, dejaron todo inmediatamente para seguirle, lo cual llama un poco la atención para tomarlo al pie de la letra.

¿Qué ocurrió? Desde el momento en que Jesús decidió separarse de Juan y predicar por su cuenta e invitó a todos al seguimiento. Todos los que quisieran incorporarse al nuevo estilo de vida que él proponía eran invitados al discipulado.

¿Cómo respondieron? Hubo de todo: unos le siguieron por un tiempo, pero se cansaron; algunos rechazaron su invitación como el joven rico del que habla el evangelio; otros se lo pensaron un poco o un mucho antes de irse con él; otros, fascinados por su figura y su mensaje, responderían positivamente al instante, afectiva y efectivamente.

Agrupando todos los datos que se dan en los evangelios se pueden establecer tres círculos concéntricos para describir a los seguidores de Jesús:

- Había un círculo amplio de gente, eran las “muchedumbres”, la gente del pueblo que se sentía atraída por la Buena Noticia del Reino que con él llegaba como oferta de salvación y bienaventuranza para los pobres, los pecadores, los marginados del sistema, y que estaban abandonadas, cansadas, oprimidas “como ovejas sin pastor”. Le siguieron muchos, pero era una adhesión débil y de poca consistencia. No les resultaba fácil el cambio de corazón.

- Un segundo círculo estaba compuesto de mujeres y hombres que se sintieron vinculados a Jesús y no tuvieron miedo a enfrentar obstáculos para seguirle. Algunos de ellos fueron llamados directamente por Jesús. Entre ellos estaban:

- los discípulos itinerantes, que, si bien no estaban siempre con Jesús, se habían desprendido de todo, seguían habitualmente a Jesús y eran enviados por él a anunciar el Reino. Entre ellos estarían los “setenta y dos”, citados en el evangelio de Lucas;

- los discípulos sedentarios, quienes continuaban en su vida habitual y desde allí ofrecían apoyo a los discípulos itinerantes.

Las mujeres discípulas estaban probablemente a medio camino entre los discípulos sedentarios (mujeres y hombres) y los itinerantes (todos ellos hombres). Ellas lo siguieron siempre, aunque no estuvieran permanentemente a su lado, y mostraron su adhesión incondicional hasta el final.

- Los doce era un grupo de hombres, llamados directamente por Jesús para que “estuvieran con él y para enviarlos a predicar con poder para expulsar demonios”. Es el grupo de los más íntimos que se convertirían en el referente del discipulado.

Todos los discípulos fueron llamados con el mismo nivel de exigencia y radicalidad. El llamado al seguimiento era igual para todos, pero las formas de ponerlo en práctica eran diversas.

El grupo de los doce

El grupo de los doce, precisamente doce, tiene la referencia histórica del pueblo judío, formado por doce tribus. Posiblemente el mismo Jesús reunió ese número para hacer ver que los tiempos mesiánicos habían comenzado, y que era el tiempo en que Dios iba a formar un nuevo pueblo apoyado, como el antiguo, en doce pilares fundamentales. De cualquier forma, así lo interpretaron los primeros cristianos después de la resurrección de Jesús y así lo transmitieron en todos los escritos. Por tanto, no importa tanto si realmente fueron doce los apóstoles y en la última cena estaban sólo doce, siete o veinticinco. Lo interesante es captar la idea de Jesús: a partir de él, Dios formaba un nuevo pueblo, una nueva alianza, una nueva historia, sin tener en cuenta la raza, la sangre o la condición.

54

Page 55: CristologiìaI Laicos CTPL 2014

Cristología – 2014 – ISET Juan XXIII - CTPL

La respuesta inmediata que dan los doce, cuando Jesús los invita a seguirle hay que verla desde el ángulo de la interpretación teológica. Se quiere resaltar que ante la invitación de Jesús quienes deseen llamarse seguidores ideales deberían renunciar a sí mismos, dejarlo todo al instante, abandonar el género de vida habitual y estar totalmente disponibles ante su oferta y la novedad del Reinado de Dios. La realidad es que este ideal no lo cumplieron ni los que conocemos como los “apóstoles”, pues siguieron a Jesús con dudas, dando tumbos y tropiezos, incluso hasta abandonarle en el momento, decisivo. Igual que puede suceder hoy con cualquiera que acepte su invitación. A esto hay que añadir que los doce fueron llamados siempre “discípulos”. Serán “apóstoles”, es decir, enviados, cuando después de Pascua salgan por los caminos a anunciar el Reino, con palabras y signos, después de haber recibido el envío por parte de Jesús resucitado.

Para formar el grupo de discípulos más cercanos Jesús llamó a dos hermanos de la aldea de Betsaida: Simón (apodado Pedro) y Andrés. El primero sabemos que estaba casado y residía en Cafarnaún. Otros dos hermanos fueron Santiago y Juan, los hijos del Zebedeo, y conocidos como “los hijos del trueno”. Los cuatro eran hombres habituados al duro trabajo de la pesca en el lago de Genesaret. Según Lucas 4,10, al parecer formaban como una pequeña sociedad, por lo que pertenecerían a lo que llamaríamos “clase media baja”.

El siguiente fue Mateo, un recaudador de impuestos, o publicano, que tenía su oficina en Cafarnaún. Su posición económica ofrecía un bienestar, cimentado en injusticias y extorsiones, especialmente entre los más pobres. Por este motivo, sobre todo, era por lo que se les tachaba de pecadores a los publicanos.

Después se añadieron al grupo: Felipe, Bartolomé, Tomás, Santiago el hijo de Alfeo, Tadeo, Simón el Cananeo o el Zelote (muy posiblemente, más que violento políticamente era un “celoso” de la Ley), y Judas Iscariote.

Entre las mujeres que seguían a Jesús, los evangelios recogen el nombre de algunas: María de Magdala, Susana, Juana, mujer de Cusa, administrador de Herodes, la madre de los Zebedeos, y María, la hermana de Marta y Lázaro. Más adelante veremos el lugar de la mujer en el discipulado.

Además de estos hombres y mujeres, que seguían a Jesús físicamente caminando con él por los caminos de Palestina, siempre o al menos con frecuencia, hay más gente que hubiera querido seguirle como ellos, pero que, por diversos motivos, no puedo hacerlo. Entre ellos están, por ejemplo: El endemoniado de Gerasa y Nicodemo, fariseo y autoridad entre los judíos.

La misión de los discípulos y discípulas

En Israel, eran los discípulos quienes elegían su maestro. A diferencia de ellos, Jesús toma la iniciativa de llamar a sus discípulos: “Llamó a los que él quiso”. En varios casos vemos que hay una invitación expresa, lo que se puede llamar una vocación. Otros y otras, sin recibir tal vez un llamado expreso, se sintieron fascinados por él o fueron curados… y se adhirieron al grupo. De todos modos, hubo por parte una aceptación expresa, pues no se pertenece al grupo de Jesús sólo por deseo propio. Tanto discípulos como discípulas se encuentran personalmente con Jesús, o mejor, son encontrados por Jesús.

¿Para qué llama Jesús a sus discípulos? Jesús los llama para que se vinculen estrechamente con él, para que le sigan, es

decir, para que vayan detrás de él, recorriendo los caminos pisando sus huellas y para que compartan su misma pasión: proclamar la llegada del Reino de Dios y hacerlo visible con signos de vida.

Los llama para ser “pescadores de hombres”, no en el sentido de hacer proselitismo, sino el de sacar la mejor calidad humana de esa mar turbia de inhumanidad que solemos ser los humanos, es decir, sacar “la mejor versión posible”

55

Page 56: CristologiìaI Laicos CTPL 2014

Cristología – 2014 – ISET Juan XXIII - CTPL

de cada persona: “cambiar el corazón de piedra en un corazón de carne”, o sacar ese ser humano libre y con las entrañas conmovidas al que cabría calificar como “hombre del Reino”, en correspondencia con el Reino de Dios anunciado por Jesús.

Los maestros judíos tenían discípulos, pero la originalidad de la llamada de Jesús es clara si los comparamos. Éstos enseñaban en lugares, o escuelas concretas, a ellos acudían discípulos con la idea de aprender la interpretación de la Ley. Memorizaban lo que el maestro les decía y, una vez superadas las pruebas y obtenido el título, se podían colocar en los mejores puestos de la organización social y religiosa de Israel. Jesús no hace nada de esto. Llama para iniciar un nuevo tipo de vida, para formar una nueva familia y para mantener una relación profunda y personal con él.

Con Jesús aprenden

Históricamente parece ser que Jesús se centró en un primer momento en instruir directamente a las gentes en general, a predicar a todos, pero, llegado un momento en que comprendió que la labor no daba todos los frutos esperados, cambió de táctica y se dedicó casi exclusivamente a formar e instruir al grupo reducido de discípulos, aunque no se desligaba de las masas.

Aquel grupo de discípulos y discípulas era la primera comunidad. Con él aprenderán que:

Es preciso radicalidadJesús, desde el horizonte de su referencia esencial a Dios, pide a sus discípulos

radicalidad, dejarlo todo para seguirle. La disponibilidad para proclamar los valores del Reino, para iniciar un nuevo estilo de vida, ha de ser absoluta. Jesús prescinde de las personas que empiezan a poner “peros” y excusas a su seguimiento. Los que dicen sí y después se quedan mirando hacia atrás añorando otro estilo de vida no sirven.

Jesús exige renuncias para seguirle, pero las renuncias no son lo fundamental en el seguimiento. Lo que fundamenta el seguimiento es el encuentro con Jesús y la incorporación a su camino, a su modo de vivir y de hacer, a su misma pasión, a su misión.

El amor por encima de todoEn la comunidad de Jesús, el amor ha de presidir todas las relaciones entre ellos

y hacia afuera. El amor gratuito e incondicionado, como respuesta e imitación al de Dios Padre, ha de ser la estrella polar que oriente todas las actuaciones y decisiones. No hay límites para el amor, ha de superar todas las barreras, incluso el amor ha de darse al enemigo, al romano invasor, a quien te roba y a quien te mata. Desde la relación con Dios el reto es nítido: ama como eres amado y amad como yo os he amado.

Perdonar siempreLa otra cara de la moneda del amor es el perdón, por eso Jesús les pide a los

suyos una capacidad infinita de perdón, perdonar sin límites, porque eso es justamente lo que hace Dios con cada uno. Es más, Jesús proclama que Dios no perdona si cada uno no hace lo mismo de corazón a su hermano. Así se lo deja de forma indeleble en la oración del padrenuestro: perdona nuestras ofensas como nosotros perdonamos a quienes nos ofenden.

Hacer el bienOtra regla de Jesús a los suyos es la de la iniciativa en hacer el bien: cuanto

quieran que hagan con ustedes, háganlo ustedes primero. Cambia el dicho que se oye frecuentemente: “no hagas a los demás lo que no quieras que te hagan”; o el otro de “vive y deja vivir”, ambos con buena dosis de indiferencia ante los demás.

Jesús no se conforma con los mínimos en las relaciones humanas, va al límite y pide a sus discípulos adelantarse, ponerse inmediatamente en lugar del otro y actuar

56

Page 57: CristologiìaI Laicos CTPL 2014

Cristología – 2014 – ISET Juan XXIII - CTPL

hasta lograr que todo y todos estén según Dios lo quiere. La consecuencia inmediata de esto es que Jesús pide a sus discípulos estar siempre con los ojos muy abiertos, sensibles a toda necesidad, activos y activadores para que las cosas cambien; hacerse próximo al otro, acudir hacia el necesitado como el samaritano.

Todos hermanosJesús quiere una familia nueva, no como la familia patriarcal que han dejado

atrás, con el único deseo de hacer la voluntad de Dios. Jesús lo decía abiertamente: “Estos son mi madre y mis hermanos. Quien cumpla la voluntad de Dios, ese es mi hermano, mi hermana y mi madre”.

Nadie está por encima de los demás. El “poder” en la comunidad no tiene la lógica del “subir”, sino la de bajar y servir. “El auténtico ascenso consiste en descender; que llegamos a lo alto cuando bajamos, cuando nos volvemos sencillos, cuando nos inclinamos hacia los pobres, hacia los humildes” (J. Ratzinger). Quien quiera ser el primero ha de bajar, situarse en último lugar y servir a los otros. Estas palabras expresan cómo ha de ser “hacia dentro” la comunidad de Jesús.

No quiere que entre ellos se llamen “maestro”, como lo hacen los maestros de la Ley. En esta familia no hay maestros, pues uno sólo es el Maestro, Jesús, del que todos aprenden. Tampoco ha de haber “guías”, como se consideraban los escribas para guiar a las gentes ignorantes. Todos han de abrirse a la experiencia del Reino de Dios. En esta nueva familia no hay tampoco “padres” que imponen su autoridad patriarcal dominante sobre los demás. Hay que tener en cuenta que, además de emplear el término padre en la familia, se usaba también para designar a los rabinos y a los miembros del Sanedrín. “Padre” significaba transmisor de la tradición y modelo de vida. Jesús prohíbe a los suyos reconocer ninguna paternidad terrena, es decir, someterse a lo que transmiten otros ni tomarlos por modelo. En el movimiento de Jesús desaparece toda autoridad patriarcal y emerge Dios, el Padre cercano que hace a todos hermanos y hermanas. Para el discípulo, su único modelo es el Padre del cielo y a él sólo debe invocar como “Padre”, el Padre lleno de amor y misericordia.

Por tanto, en la comunidad de Jesús, nadie está sobre los demás. Nadie es señor de nadie. No hay rangos ni clases. No hay sacerdotes, levitas y pueblo. No hay lugar para los intermediarios. “Jesús prohíbe esos títulos entre los suyos no tanto por los títulos en sí, sino por lo que reflejan: vanidad, ambición y poder como control y dominio sobre los demás” (M. Díaz Mateos).

Servidores de todosLa clave del comportamiento del discípulo es el servicio. “El mayor entre

ustedes sea servidor de ustedes”. Y cuando los discípulos discuten entre ellos sobre quién será el más importante, la respuesta de Jesús es cristalina: el que se haga más pequeño, el que actúe como criado y no como señor. No puede haber familia de hermanas y hermanos si cada cual va buscando las ventajas personales en todo y actúa por el propio interés. Para ilustrarlo, Jesús hizo el gesto de lavar los pies a sus discípulos tomando la condición de criado y servidor.

Orar en intimidad con el PadreY como savia que alimenta toda la vida del discípulo está la oración, Jesús

insiste sobre ella hasta la saciedad con su palabra y con su ejemplo. Los discípulos se admiraban de cómo oraba, de las noches enteras que pasaba en oración. Jesús no quería que los suyos hiciesen de la oración fórmulas y ritos externos, pedía sinceridad, ocultarse, si era preciso, para mantener la intimidad con el Padre, que eso es la auténtica oración.

El discípulo verdadero se preocupa únicamente de hacer la voluntad de Dios y, curiosamente, esto tan fundamental no es nada fácil de lograr. El mismo Jesús advierte que hay gente que puede hacer todo lo que hace él, milagros incluidos, y no cumplir la voluntad de Dios. No son sólo las obras el último baremo para decidir quién

57

Page 58: CristologiìaI Laicos CTPL 2014

Cristología – 2014 – ISET Juan XXIII - CTPL

es discípulo, sino el que esas obras respondan al cumplimiento de la voluntad de Dios, esto es, que abran caminos al Reino. Por eso, la súplica fundamental que el seguidor de Jesús debe hacer es: Padre, hágase tu voluntad.

Mujeres y hombres de pazEl discípulo ha de ser una persona de paz, pacificador y pacifista. Jesús le pide

no oponer violencia a la violencia, sino al contrario, si es preciso, que se deje machacar y no responda de igual forma que su agresor, rompiendo así el círculo diabólico de la violencia. Aunque esto exigirá, a veces, quebrar la “paz” de los que promueven la injusticia, la mentira, el sufrimiento de tantas mujeres y hombres…

Asumir su mismo destinoJesús no promete a los suyos ventajas especiales, ni a corto ni a largo plazo.

Más bien habla de lo contrario, y anuncia al discípulo que no será más que su maestro, y si a él le persiguen y le matan, lo mismo les ocurrirá a ellos. Cuando están preocupados por cómo obtener los mejores puestos en el Reino, él les pregunta si son capaces de beber el cáliz que él tendrá que beber. El seguimiento de Jesús no es un camino de rosas, tampoco es una pista entre zarzas preparada para masoquistas que disfrutan con el sufrimiento; Jesús no ama ni busca el dolor y el sufrimiento para él ni para los suyos. Porque es consciente de que amar a Dios, dejarse amar por Él, ser sus testigos y hacer su voluntad, genera conflicto y conlleva malos tragos, sufrimiento e incluso la muerte. Éste es el único sufrimiento que Dios quiere es aquél que se padece como consecuencia de la lucha contra todo sufrimiento humano.

12Las mujeres

A Jesús le preocupan y le ocupan todos los seres cuya vida se encontraba disminuida y amenazada. Entre los últimos de la sociedad, marginados por los que detentaban el poder religioso y civil, estaban las mujeres y los niños, padeciendo cada uno de estos grupos problemas diferentes, pero ellas y ellos seres absolutamente desvalorizados económicamente y, además, sin contar para nada ni religiosa ni civilmente.

El hecho de que Jesús acogiera a las mujeres y a los niños, los amara, curara, y escogiera a mujeres como discípulas, tratándolas con respeto y dignidad, hace que se descubran personas humanas y con valor a los ojos de Dios. Esta preferencia de Jesús es la misma de Dios Padre y Madre que no puede soportar ver a ninguno de sus hijos e hijas sufriendo.

La situación de la mujer judía

Jesús nació en una sociedad en cuya conciencia colectiva estaban grabados algunos estereotipos sobre la mujer, transmitidos durante siglos. Y él los pudo ir percibiendo en su familia y en la convivencia diaria con la gente.

Algo que marcaba una visión negativa de la mujer era el relato del Génesis en el que se decía que Dios había creado a la mujer solo para proporcionarle una “ayuda adecuada” al varón. Ése era su destino. Sin embargo, lejos de ser una ayuda, fue ella precisamente la que le dio a comer del fruto prohibido, provocando la expulsión de ambos del paraíso. La mujer, vista como peligrosa fuente de tentación y de pecado, y bajo la acusación de inclinarse con facilidad a la idolatría, era una idea ancestral grabada a fuego en el pensamiento colectivo del aquel pueblo. De aquí nacía una actitud: A la mujer hay que acercarse con cautela y es mejor mantenerla siempre sometida para evitar males mayores. En un libro de la Escritura se lee: “Una hija es tesoro engañoso para su padre; le quita el sueño por la preocupación: si es joven, no

58

Page 59: CristologiìaI Laicos CTPL 2014

Cristología – 2014 – ISET Juan XXIII - CTPL

se le quede en casa; si casa, no se la repudien; si doncella, no se la seduzcan; si se casa, no sea infiel; en la casa paterna, no quede encinta; en casa del marido, no quede estéril”.

Es lo que aprendió Jesús desde niño, pero él lo superó ampliamente, aunque, lamentablemente, ha sido un modo de pensar muy presente en la Iglesia nacida de Jesús.

Bajo el dominio del varónEn aquella sociedad patriarcal, dominada por los varones, la mujer era propiedad

del varón. No podía disponer de sí. Primero pertenece a su padre; al casarse pasa a ser propiedad de su esposo; si queda viuda, pertenece a sus hijos o vuelve a su padre y hermanos. Es impensable una mujer con autonomía. El Decálogo santo del Sinaí la consideraba una propiedad más del patrón de la casa: “No codiciarás la casa de tu prójimo, ni codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su sierva, ni su buey, ni su asno, ni nada que sea de tu prójimo”.

La función social de la mujer estaba bien definida: tener hijos y servir fielmente al varón. Los deberes de la mujer eran moler, coser, lavar, cocinar, amamantar a los hijos, hacer la cama al marido y, en compensación de su sustento, elaborar la lana (hilar y tejer); otros añadían el deber de prepararle la copa a su marido, de lavarle, la cara, las manos y los pies. Un rabino decía: “Se compra a la mujer por dinero, por contrato y por relaciones sexuales. Se compra al esclavo pagano por dinero, por contrato y por toma de posesión. Así pues, ¿hay alguna diferencia entre la adquisición de una mujer y la de un esclavo? ¡No!” La mujer es objeto de compra, de contrato laboral, de goce. No puede elegir, y puede ser comprada.

No gozaban de derechosNo tenían los derechos de que gozaban los varones. No podían tomar parte en

banquetes. Excepto en casos muy precisos, su testimonio no era aceptado como válido, al menos como el de los varones. En realidad no tenían sitio en la vida social. El comportamiento de mujeres que se alejan de la casa y andan solas, sin la vigilancia de un hombre, tomando parte en comidas o actividades reservadas a los varones, era considerado como una conducta desviada, propia de mujeres que descuidan su reputación y su honor sexual. Jesús lo sabía cuando las aceptaba en su entorno.

También la vida religiosa, controlada por los varones, colocaba a la mujer en una condición de inferioridad. Sólo en la celebración doméstica tenía alguna participación significativa, pues era la encargada de encender las velas, pronunciar ciertas oraciones y cuidar algunos detalles rituales en la fiesta del sábado. Por lo demás, su presencia era del todo secundaria. Las mujeres estaban separadas de los hombres tanto en el Templo como en la sinagoga. Las normas de pureza, interpretadas de manera rígida, sólo les permitían el acceso al atrio de los paganos y de las mujeres, no más allá.

En realidad, el verdadero “protagonista” de la religión judía era el varón: no hemos de olvidar que la circuncisión era el rito que constituía a alguien como miembro del pueblo de la Alianza, y se llamaban “pueblo de la circuncisión”. La mujer no tiene la misma dignidad que el varón ante la Ley. De hecho, estaba sometida a todas las prohibiciones lo mismo que el varón, pero no se contaba con ella como sujeto activo de la vida religiosa del pueblo: no tenían obligación de recitar diariamente el shemá, confesión oficial de la fe de Israel; tampoco estaban obligadas a subir en peregrinación a Jerusalén en las fiestas de Pascua, Pentecostés o las Tiendas. No era necesaria su presencia.

Bastaban los hombres en todo lo referente a la relación con Dios: todo estaba dirigido por los sacerdotes del Templo y los escribas de la Ley. Por tanto, no era necesario iniciar a las mujeres en la Torá: no estaban obligadas al estudio de la Ley, ni los escribas las aceptaban como discípulas. Sorprende la dureza de ciertos dichos rabínicos que, aun siendo de fecha posterior a Jesús, pueden sugerir algo de lo que se vivía también en sus tiempos: “Quien enseña a su hija la Torá, le enseña el libertinaje,

59

Page 60: CristologiìaI Laicos CTPL 2014

Cristología – 2014 – ISET Juan XXIII - CTPL

pues hará mal uso de lo aprendido”; “Antes sean quemadas las palabras de la Torá que confiadas a una mujer”. Hay, sin embargo, dichos, aunque escasos, que animan a los padres a enseñar la Torá también a las hijas.

De esta manera, las mujeres judías, sin verdadera autonomía, siervas de su propio esposo, recluidas en el interior de la casa, sospechosas de impureza ritual, discriminadas religiosa y jurídicamente, constituían un sector profundamente marginado en la sociedad judía, aunque es posible que en los pueblos de Galilea la mujer tuviera algo más de libertad, pudiendo salir al campo acompañando a los hombres y a los niños y no cubriéndose siempre el rostro con un velo. La oración que recomienda Rabí Yehudá para ser recitada diariamente por los varones, es una muestra del ambiente general en Israel:

“¡Alabado seas por no haberme hecho pagano!¡Alabado seas por no haberme hecho mujer!¡Alabado seas por no haberme hecho ignorante!”

Amigas entrañables

Entre los que rodeaban a Jesús había muchas mujeres, especialmente vulnerables en una sociedad patriarcal, que las sometía a la inferioridad y a la permanente sumisión al varón.

Las fuentes nos muestran a Jesús rodeado de mujeres amigas entrañables, como María de Magdala; las hermanas de Betania, Marta y María; mujeres enfermas como la hemorroísa o paganas como la siro-fenicia; prostitutas despreciadas por todos, como la mujer que le ungió con perfumes; o seguidoras fieles, como Salomé y otras muchas que le acompañaron hasta Jerusalén y no le abandonaron ni en el momento de su ejecución. Jesús era considerado Profeta, y tuvo que sorprender enormemente cómo se relacionaba con la mujer, pues ninguno de los profetas de Israel lo hizo de un modo semejante.

Las trata con respeto y simpatíaLas mujeres nunca escuchan de sus labios expresiones despectivas, ni

prohibiciones sin fin. Nunca le oyen exhortación alguna a vivir sometidas a sus esposos ni al sistema patriarcal. En Jesús no hay prejuicios frente a ellas. Sólo respeto, compasión y una simpatía que rompe esquemas.

Lo que hace Jesús, de manera tan sencilla y natural, es retomar el mensaje original, desde su experiencia de Dios, y presenta el auténtico significado de la mujer, echando abajo los estereotipos vigentes en aquella sociedad. Mientras se veía a la mujer como fuente de tentación y ocasión de pecado para el hombre, Jesús no la ve así. Así como había una tendencia general a prevenir a los varones de las artes seductoras de las mujeres, él los alerta frente a su propia lujuria: “Todo el que mira a una mujer deseándola, ya ha cometido adulterio con ella en su corazón”. En una sociedad donde la lujuria del varón no era considerada tan grave como la seducción de la mujer, Jesús pone el acento en la responsabilidad de los hombres. Quiere que cada cual asuma su responsabilidad en sus malos comportamientos, sin echar la culpa a la mujer de ellos.

A la mujer se la valoraba por su fertilidad, esto es, por su función de tener hijos. Jesús, en cambio, ve la grandeza y la dignidad de la mujer, lo mismo que la del varón, por su capacidad para escuchar el mensaje del Reino y acogerlo desde el corazón y en la vida. Una escena permite confirmar esto. En cierta ocasión, estaba Jesús hablando, y de entre la gente una mujer de pueblo alaba a Jesús ensalzando a su madre por lo único realmente importante para una mujer en aquella cultura: un vientre fecundo y unos pechos capaces de amamantar a los hijos. “¡Dichoso el seno que te llevó y los pechos que te criaron!”, dice. Jesús tiene en alta estima la maternidad, pero ve las cosas de otra manera. Tener hijos no es todo en la vida. Lo primordial para él es otra

60

Page 61: CristologiìaI Laicos CTPL 2014

Cristología – 2014 – ISET Juan XXIII - CTPL

cosa, por eso exclama: “Dichosos (aquí entran varones y mujeres) más bien quienes escuchan la Palabra de Dios y la ponen en práctica”.

La idea general era también que la mujer se dedicara a las tareas del hogar. Pues bien, en casa de sus amigas Marta y María, Jesús corrige esa manera de concebir a la mujer. Ante Marta, que se afana por acoger con todo esmero a Jesús, mientras su hermana María, en postura de reposo, sentada a sus pies, escucha su palabra, cuando aquella reclama la ayuda de María para realizar sus tareas, pretendiendo que sea él quien se ponga de su lado y le dé la razón, Jesús le dice, con cierto humor: “Marta, Marta, te preocupas y te agitas por muchas cosas; y hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola. María ha elegido la parte mejor, que no le será quitada”. Las tareas del hogar son muy dignas, pues son servicios necesarios, pero la mujer no ha de quedar reducida a ellas, según las costumbres establecidas. Hay algo más importante, a lo que la mujer tiene tanto derecho como el hombre, y es la escucha de la palabra de Jesús.

Ellas sí cuentanPara Jesús, las mujeres no son las “invisibles” en la sociedad, sino que las adivina

enseguida entre sus oyentes, cubiertas por su velo, y las tiene en cuenta al comunicar su mensaje. Al hablar a las gentes de la solicitud de Dios por sus criaturas, Jesús les hace mirar las aves del cielo, que “no siembran, ni cosechan, ni recogen en graneros, y el Padre del cielo las alimenta”. Los hombres que salían diariamente a trabajar el campo le entienden muy bien. A continuación les hace observar los lirios del campo, que “no se fatigan ni hilan..., pero ni Salomón, en toda su gloria, se vistió como uno de ellos”. Las mujeres, que se pasaban horas hilando y tejiendo la ropa de la familia en los patios de sus casas, y que nunca eran consideradas en su callada labor, le entienden a la perfección.

Con una sensibilidad nada habitual en una sociedad patriarcal, Jesús tiene la costumbre de hablar explícitamente de las mujeres haciéndolas “visibles” y poniendo de relieve su actuación. Narra la parábola del “amigo impertinente” que, con su insistencia, logra ser escuchado por su vecino, pero al mismo tiempo cuenta la de la “viuda inoportuna” que reclama tenazmente sus derechos hasta conseguir que el juez le haga justicia. Jesús no se encierra en un lenguaje que todo lo considera desde la perspectiva del varón. Se pone en el lugar de las mujeres y las hace protagonistas de sus parábolas.

Narra la parábola del “sembrador” que sale a sembrar su semilla, pero cuenta también la de la “mujer que introduce levadura” en la masa de harina. Aquellas mujeres, cuya labor callada no es tenida en cuenta, ven que aquel hombre se acuerda de ellas, y se alegran agradecidas. Jesús habla de la siembra que realizan los campesinos, tarea esa esencial para aquellas gentes. Pero recuerda también otro trabajo indispensable como es el que ellas hacen antes del amanecer, para que todos puedan comer pan. La cercanía que Jesús les hace disfrutar es, sin lugar a dudas, la mejor ayuda para que acojan su mensaje. Las compara, en su trabajo cotidiano, nada menos que con Dios, quien hace algo semejante a ellas cuando ponen la levadura al elaborar el pan: introducir en el mundo una fuerza transformadora.

Una parábola sorprendió, tal vez, de manera especial. En ella habla de una mujer angustiada que barre con cuidado toda su casa hasta encontrar la monedita de plata que se le ha perdido. Este lenguaje rompe todos los esquemas tradicionales, que tendían a imaginar a Dios bajo figura de varón. Un padre que acoge a su hijo o un pastor que busca su oveja son metáforas dignas para pensar en Dios. Pero, ¿cómo se le puede ocurrir a Jesús hablar de esta pobre mujer? Pues se le ocurre, y al hablar de esa mujer barriendo su casa ofrece a todos una metáfora digna del amor de Dios por los perdidos.

61

Page 62: CristologiìaI Laicos CTPL 2014

Cristología – 2014 – ISET Juan XXIII - CTPL

Jesús aprovecha cualquier situación para presentar a las mujeres como modelo de fe, generosidad o entrega desinteresada. Una pobre viuda, una enferma crónica o una madre pagana desesperada pueden ser un ejemplo a seguir por todos.

Discípulas suyas

Las mujeres siguieron a Jesús desde Galilea hasta Jerusalén, y no le abandonaron ni en el momento de su ejecución. Ellas formaron parte del grupo que seguía a Jesús desde el principio. Probablemente algunas lo hicieron acompañando a sus esposos. Otras eran mujeres solas, que eventualmente caminaban con él, aunque normalmente eran discípulas sedentarias, es decir, permanecían en sus casas. Jesús era un hombre libre, pero no les pide que compartan con él su vida de continuo, como pide a los doce y, en ciertos casos, a otros discípulos varones. Jesús no quiere provocar entre la gente el escándalo que supondría la convivencia de mujeres y hombres, solteros y casados, poniendo así en peligro lo esencial, que era el anuncio del Reino con hechos y palabras.

Por las fuentes, conocemos el nombre de algunas mujeres discípulas. No son las únicas ni mucho menos. María de Magdala ocupa un lugar preeminente, pues viene citada casi siempre en primer lugar, como Pedro entre los varones. Hay un grupo de tres mujeres que, al parecer, son las más cercanas a Jesús: María de Magdala, María, la madre de Santiago el menor y de José, y Salomé, lo mismo que entre los varones hay tres que gozan de una amistad especial: Pedro, Santiago y Juan. Es probable que Lucas haya querido establecer un cierto paralelismo entre las mujeres y los tres discípulos, a fin de subrayar de este modo la pertenencia de las mujeres al grupo de discípulos de Jesús.

Conocemos también el nombre de otras mujeres muy queridas por Jesús, como las hermanas Marta y María, que lo acogían en su casa de Betania, siempre que subía a Jerusalén, pues le pillaba de paso ya que distaba unos tres kilómetros de la capital, y le escuchaban con verdadero placer, aunque, al parecer, no le acompañaron en su itinerancia. Encontramos también a Juana, mujer de Cusa, administrador de Herodes.

Están con él en sus últimos díasEstas mujeres que siguieron a Jesús hasta Jerusalén tuvieron una presencia muy

significativa durante los últimos días de su vida. Es muy probable que la última cena de Jesús fuera compartida por otras personas y no sólo por los doce. Por esta razón, Juan en su presentación de esta cena no menciona a los doce sino “a los suyos”, es decir, a los “discípulos”, y entre ellos estaban las mujeres. Es natural que los evangelistas no nombren a las mujeres en la cena de despedida, y que sólo nombren a los doce, porque ellos son los que simbolizan a las doce tribus del nuevo Israel y porque, debido a ello, su presencia era indispensable. Pero no hay razón para pensar que ellas estuvieran ausentes, si habían ido con Jesús a Jerusalén y habitualmente comían con él.

Las fuentes testifican que la reacción de los discípulos y las discípulas ante el arresto y la ejecución de Jesús fue diferente. Mientras los varones huyen, las mujeres permanecen fieles y, a pesar de que los romanos no permiten ninguna interferencia en su criminal trabajo, asisten “desde lejos” a su crucifixión y observan más tarde el lugar de su enterramiento.

Ellas fueron ellas las primeras en experimentar a Jesús resucitado. Es claro que María de Magdala tuvo un protagonismo grande. De todos modos, en la comunidad cristiana circularon dos tradiciones: la que atribuye a María de Magdala la primera experiencia y la que da primacía a Pedro. Si María ocupa el primer lugar en el grupo de mujeres, y Pedro en el de varones, se debe probablemente a que a ambos se les atribuía un papel importante en el origen de la fe en Jesús resucitado.

62

Page 63: CristologiìaI Laicos CTPL 2014

Cristología – 2014 – ISET Juan XXIII - CTPL

13Reaccionan ante Jesús y su mensaje

Jesús fue una persona polémica y controvertida; igualmente su mensaje. Todo lo que en la primera parte de su vida fue calma y anonimato se convirtió durante su vida pública en tensión y popularidad. Las reacciones ante él fueron de todo tipo.

Los saduceos

Jesús no tuvo muchas relaciones con los saduceos. Ellos acudían a él para saber su postura sobre temas concretos. Por ejemplo, ante el tema de la resurrección, la respuesta de Jesús es apoyar tal creencia amparándose en un versículo de la Ley que no habla directamente de la misma pero que define a Dios como un Dios de vivos. Jesús no sólo les contradice, sino que les hace ver que, a pesar de ser unos especialistas en la Ley, encima no saben interpretarla correctamente.

El punto de mayor conflicto entre los saduceos y Jesús fue la cuestión del Templo. Ya se ha visto la postura de Jesús sobre el Templo y su poca importancia para adorar a Dios. Negar el Templo era uno de los mayores escándalos que se podían dar y posiblemente ésta fue una de las causas directas de la condena a muerte de Jesús.

Los saduceos rechazaron de plano a Jesús porque estaban atados a las tradiciones, a una visión conservadora de la vida que no les permitió ni oler la novedad que suponía Jesús. Se creían en posesión de Dios y no tenían más que leyes vacías. Buscaban sólo defender sus intereses económicos y de privilegio y vivían ajenos a la sensibilidad y necesidades del pueblo. Como máximos representantes de la ortodoxia vieron a Jesús como un laico contestatario, un anarquista que quería destruir todo el sistema religioso, un presuntuoso que decía ser el Mesías y un blasfemo que hablaba en nombre de Dios. Ellos fueron los verdaderos responsables de la muerte de Jesús, en connivencia con el poder romano.

Destruido el Templo en el año 70, ya nada queda de ellos. La escena pasa a ser dominada por los fariseos.

Los fariseos

Jesús tuvo muchos encuentros y discusiones con los fariseos sobre las leyes, quizá no hubo tanto enfrentamiento en la realidad (años 28-30) como el reflejado en los evangelios, pues éstos fueron escritos en un momento de tensión (años 80-90), cuando los fariseos no querían saber nada de los grupos judíos desviacionistas, entre ellos los cristianos, después de haber marcado muy claramente las diferencias en el concilio judío de Jamnia. Jesús era llamado por los fariseos e invitado a comer en sus casas para conocer su planteamiento respecto a las leyes. Los puntos de desacuerdo estaban en que Jesús no basaba su autoridad en las tradiciones, sino en sí mismo; decía “Yo les digo...” y equiparaba, de alguna forma, su persona a la Ley. Revalorizaba una ley más antigua si suponía mayor exigencia y estaba al servicio de la dignidad y de la libertad como en el caso del divorcio, que los fariseos admitían y Jesús rechaza. Y, en todo momento, Jesús tiene como principio que por encima de la Ley y la tradición está cumplir la voluntad de Dios y la atención a la persona.

Otro aspecto de disensión era la observancia de las leyes de pureza ritual. Mientras que los fariseos eran escrupulosos en su cumplimiento y consideraban, por ejemplo, un deber religioso separarse de los pecadores, Jesús y los suyos no las tenían en cuenta y comían y se relacionaban con todo tipo de personas. Jesús también les reprochaba su formalismo exterior y el legalismo moral a la hora de cumplir la Ley, pues olvidaban la visión profunda imprescindible para cumplir la voluntad de Dios; se quedaban en la letra sin ir al espíritu de la Ley. Los fariseos tenían de Dios un concepto mercantil, como alguien que va anotando lo bueno y lo malo que hace el

63

Page 64: CristologiìaI Laicos CTPL 2014

Cristología – 2014 – ISET Juan XXIII - CTPL

hombre y obliga a éste a esforzarse para que sus obras buenas pesen más que las malas en la balanza del juicio. Esta idea de Dios como usurero que cuenta las obras como las monedas era inadmisible para Jesús.

Los fariseos, como grupo, no tuvieron responsabilidad en la muerte de Jesús, aunque puedo haber algunos escribas del partido saduceo que sí influyeron en la misma.

Después de la destrucción del Templo de Jerusalén en el año 70, pasan a ser los grandes organizadores y líderes del pueblo. Son, por así decirlo, los creadores del “judaísmo” como hecho cultural.

La resistencia armada

Hay algunas coincidencias entre Jesús y los zelotes, al menos hacia afuera; de hecho, Jesús fue ejecutado entre dos de ellos y acusado políticamente de hacerse llamar “rey de los judíos”. Parece ser que en algún momento los zelotes le ofrecieron a Jesús un puesto de líder. Otra similitud es que Jesús se movía también en el mismo terreno de las clases humildes. Sin embargo, Jesús actúa de forma diferente porque para él el Reino ya está realizándose, mientras que para los zelotes era algo que había que acelerar por medio de la lucha armada. Además Jesús estaba abierto a todos, incluidos los extranjeros y los paganos, mientras que los zelotes los rechazaban y tenían un sentido nacionalista cerrado Y excluyente.

Entre los seguidores de Jesús se mencionan, sin mucha precisión, como hemos visto, algún zelote. Sin embargo, aun siendo una época turbulenta, los años de la actividad de Jesús fueron relativamente tranquilos. Parece claro, por lo menos, que no puede trasladarse al año 30 el clima de agitación que se vivió en la revuelta del año 66 y que concluyó con la destrucción del Templo a mano de las tropas de Tito en el año 70.

Jesús no se dejó asimilar por los violentos ni por ninguna autoridad política; a Herodes le llamó zorro, a Pilato le advierte que su autoridad viene de lo alto y rechazó que el César tuviera algo de divino. Ningún poder político puede pretender exigencias absolutas sobre nadie, ni en nombre de Dios, ni en nombre del pueblo.

Los violentos rechazaron a Jesús porque carecía de aspiraciones políticas y no estaba interesado por el poder. Él no entendió su misión como una lucha armada, ni su mesianismo con las dimensiones políticas que le daba parte de la tradición bíblica. El Reinado de Dios llegará como fruto de la intervención de Dios y no como resultado exclusivo de la revolución. Jesús rechaza también la violencia como forma de actuación: “Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que les odien, bendigan a los que les maldigan, rueguen por los que les maltraten”. Estas palabras eran justamente las que un violento no podía escuchar. Jesús era un impedimento a la pretensión absolutista de la lucha armada ya cambiar un César por otro.

Los alzados en armas posiblemente vieron con tristeza que Jesús no se entregara a su causa por las cualidades de líder que tenía, no captaron la profundidad de su mensaje y vieron con indiferencia que otras fuerzas le arrastraran a la muerte.

Los esenios

En relación con los esenios se pueden entender mejor algunos gestos y comportamientos de Jesús: su estado célibe y el ser radical en la entrega al servicio del Reino, la comunidad de bienes que existía en el grupo de Jesús, y la prohibición del juramento en nombre de Dios. Pero, al contrario que ellos, Jesús no es elitista, no forma un grupo cerrado del que queden excluidos los que tengan defectos físicos o los enfermos, no se refugia en un monasterio del desierto sino que va a los pueblos y las ciudades, no maldice a nadie y se mezcla con los pecadores, en sus comidas participan todos y sus enseñanzas no tienen secretos. Tampoco el grupo de Jesús está formado y organizado como comunidad de sacerdotes, son laicos.

64

Page 65: CristologiìaI Laicos CTPL 2014

Cristología – 2014 – ISET Juan XXIII - CTPL

Los esenios no podían aceptar a Jesús. Las posturas e interpretaciones de la Ley eran totalmente opuestas por cuanto los esenios eran los más radicales y conservadores. Algunas de las enseñanzas de Jesús van directamente a resaltar su oposición a los planteamientos de Qumrán; tal es la parábola del gran banquete, que leemos en el evangelio de Lucas, al que son invitados los pobres, lisiados, ciegos y cojos; justamente los que eran rechazados por los esenios. El punto de referencia para los esenios era la Ley, para los seguidores de Jesús, Dios. Lo importante es hacer la voluntad de Dios, que se concreta en el amor incondicional a las personas. Más aún, la oposición entre Jesús y los esenios era tal que, de haber caído Jesús en sus manos, lo hubieran condenado a muerte por rebelión contra la ley del sábado. Ésta era absolutamente intocable para los esenios, no podían rescatar en sábado a un animal que hubiera caído en un pozo, y en su calendario particular ninguna fiesta coincidía en sábado para proteger el carácter sagrado de tal día por sí mismo. Finalmente, los esenios no podían tolerar a quien defendiese el amor universal cuando ellos tenían como precepto sagrado odiar a los enemigos.

Los herodianos

En los evangelios sólo aparecen los herodianos, como tales, en una curación que hizo Jesús en sábado y en la cuestión del pago del tributo al César.

Los herodianos, que son “la voz de su amo”, Herodes Antipas, aparecen poco en la vida itinerante de Jesús, pero siempre como adversarios suyos. Como el soberano en Galilea busca matarlo, Jesús deberá huir de su querida tierra.

El pueblo sencillo

Jesús entusiasmaba al pueblo con su palabra, con sus gestos de acogida a todos, con sus signos y, lógicamente, el pueblo estaba con él. Los pobres de Galilea, nunca le quitaron su adhesión. Incluso, en Jerusalén, mucha gente, sobre todo los pobres, le dieron su adhesión y, con seguridad, no respondieron con repulsa a la acción de Jesús botando las mesas de los cambistas y vendedores de animales en el Templo. La aceptación que Jesús tuvo es clara.

Los sumos sacerdotes conspiraron en secreto contra Jesús, porque temían al pueblo; la acusación de “seduce a nuestro pueblo” supone que la gente está a favor de Jesús. Las fuentes distinguen entre la “gran multitud del pueblo y mujeres que se dolían y lamentaban por él” durante la subida al Gólgota para ser crucificado, de los magistrados. Leemos en una fuente: “Estaba el pueblo contemplando, mientras los magistrados hacían muecas”. En el momento de la muerte de Jesús “todas las gentes que habían venido a aquel espectáculo, al ver lo que pasaba, se volvieron golpeándose el pecho”.

Lo sucedido el viernes en que Jesús fue condenado, pidiendo su crucifixión, según las fuentes cristianas, se debió a que los “sumos sacerdotes y los ancianos persuadieron a la gente para que pidiese la libertad de Barrabás y la muerte de Jesús”. Puede ser que se diera esta actitud por parte de aquella gente porque los dirigentes fueron lo suficientemente hábiles para encontrar una acusación de peso que tuviera influencia en el pueblo. ¿Cuál fue esa acusación? La acusación que tuvo influencia en el pueblo, y que utilizaron las autoridades fue el anuncio profético que Jesús hizo sobre el Templo: Había tenido la osadía de decir que él se veía capaz de destruir el Templo y de reconstruirlo en tres días. Aquel anuncio era un ataque a lo más querido por los judíos. Sólo un falso profeta podía decir semejante cosa. Por otro lado, la profecía de aquel galileo no se había cumplido y el Templo seguía firme y sólido. Y si un profeta dice una profecía y ésta no se cumple, sólo cabe pensar que es un falso profeta, como bien sabían los judíos por las Escrituras. ¿Qué se podía esperar de aquel profeta atado y sin fuerzas, fracasado y vencido? Nada podía hacer. Sin embargo, Barrabás ofrecía más garantías de hacer realidad lo que ellos anhelaban.

65

Page 66: CristologiìaI Laicos CTPL 2014

Cristología – 2014 – ISET Juan XXIII - CTPL

El pueblo, que no es todo el pueblo, sino la parte de la población de Jerusalén que no conocía demasiado a Jesús y cuya vida dependía en buena medida del funcionamiento del Templo, como eran los mercaderes de animales, cambistas, curtidores y zapateros, millares de obreros que trabajaban por entonces en su construcción y otros que vivían del turismo religiosos, azuzados por las autoridades, aceptan sin replicar las decisiones de la autoridad del sumo sacerdote, hombre que contaba verdaderamente con el apoyo de Dios.

14Fiel hasta el final

Al ver el final de Juan el Bautista, Jesús se dio cuenta que el suyo no sería distinto. Lo comprobaba día a día a medida que su compromiso con el sueño de Dios, el Reino, era mayor y al ver cómo reaccionaban los grupos más influyentes de la sociedad. Pero esto no significa en modo alguno que Jesús tuviera que morir porque un supuesto designio oculto de Dios o porque su ira incontenible exigía sangre inocente para satisfacerse. Jesús tuvo que morir por una necesidad histórica bien perceptible: su vida al servicio del Reino levantó una oleada incomprensible de conflictividad. Los poderes religiosos y políticos experimentaron esa vida de Jesús como una auténtica amenaza. Y en una reacción de autodefensa, se aliaron todos para acabar con Jesús.

Al leer los relatos de los últimos días de Jesús, hay que tener muy en cuenta que los evangelios dan mezclado lo histórico y la interpretación teológica que se hizo después de la resurrección. La fe pascual de los escritores se ha apoderado de ellos y los ha transfigurado. Sin embargo, en este tema del proceso y muerte de Jesús las coincidencias son mayores que en ningún punto, lo que da pie a suponer que la base histórica común es mayor.

Los evangelistas narran con amplitud este momento trágico de Jesús. Mirando los evangelios vemos que los cuatro le dedican mucho espacio. Cada evangelio lo presenta con matices diferentes. Por ejemplo, en Marcos, la figura de Jesús aparece como un mártir aplastado, como un gusano y abandonado por todos. Juan, por su parte, lo presenta como Señor soberano que afronta la pasión y la muerte con una solemnidad y una lucidez que sólo el Hijo eterno de Dios puede tener. Teniendo la pasión y muerte como base histórica real, cada narración está marcada por la fe y la intencionalidad propia de cada autor.

Debe quedar claro lo siguiente: La pasión y muerte en la cruz de Jesús de Nazaret no es un hecho fortuito, ni fue el pago que se debía dar para frenar la ira de Dios. La pasión y muerte de Jesús aparece como el resultado de su palabra, de su vida y de sus opciones concretas que no fueron ingenuas de cara a los poderes de su tiempo.

Decide ir a Jerusalén

Era el mes de nisán del año 30. Durante más de dos años ha estado Jesús anunciando y haciendo Reino en Galilea y alrededores, pero su llamada es para todo Israel, por eso se dirige a la ciudad santa. Estaba convencido de que ese Reino iba a llegar, y, como enviado del Padre, subió a Jerusalén al acercarse los días de Pascua, rodeado de un grupo de discípulos y otras personas. Esa subida fue un acto de fe en el Dios de las promesas y en el valor de su mensaje. Subió desarmado y sin medios económicos para conseguir sus objetivos, porque el Reino no se logra con dinero ni con armas, sino con la trasformación de las personas. Por eso, para trasformar a las personas

66

Page 67: CristologiìaI Laicos CTPL 2014

Cristología – 2014 – ISET Juan XXIII - CTPL

desde el Reino y para el Reino, subió a Jerusalén, ciudad de la esperanza y las promesas, la ciudad de paz.

Tenía la certeza de que Dios hablaría a través de lo que él hiciera y de lo que hicieran con él en Jerusalén, pues ésta era la última oportunidad para la ciudad de la promesas y del Templo. Sus discípulos y aquellos que le acompañaban desde Galilea apoyaban su proyecto.

Los peregrinos iban en caravanas hacia Jerusalén, corazón de todos los judíos, para celebrar la fiesta de liberación. En una de esas caravanas, junto a sus discípulos, va Jesús. Un detalle de los evangelios es significativo: “Jesús iba por delante de sus discípulos, que lo seguían admirados y asustados”. Era muy consciente de lo que podría suceder y siguió adelante desafiando el inminente peligro. En ese trance “dirigiéndose a la gente y a sus discípulos, les dijo: Si alguno quiere seguirme, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y que me siga, porque el que quiera salvar su vida la perderá, pero el que pierda su vida por mí y por el evangelio la salvará”.

Entra en la ciudad deseando a todos paz

Una inmensa aglomeración de peregrinos llegados no sólo de Palestina, sino de países lejanos, llenaba la ciudad. Los judíos venidos de todo lugar se sentían hermanos dentro del pueblo elegido por Dios, y la Pascua enardecía sus corazones. La liberación de Egipto, motivo central en la celebración de esos días, suscitaba la nostalgia y la esperanza de verse liberados de la nueva potencia opresora: Roma. En esos días, el clamor por la liberación se eleva hasta el corazón de Dios. El ambiente es peligroso y, por eso, el representante del imperio ha llevado tropas, pues está en guardia contra toda acción subversiva que contagie a la gente.

La comitiva que iba con Jesús, ante la magnificencia del Templo, restaurado por Herodes el Grande para engrandecer su imagen ante el imperio, para atraer a los paganos y reunirlos en la explanada a fin de que alabaran su grandeza y la de la ciudad, se llena de euforia mesiánica. Él quiere recorrer este último tramo del camino montado en un asno. Por eso envía a dos de sus discípulos a prepararle el camino y la cabalgadura.

Jesús avanza en el asno, y al verlo los peregrinos y algunos habitantes de Jerusalén, enardecidos por el anhelo de la llegada del Reino de Dios y en ese ambiente pascual, comienzan a aclamarlo como rey: “¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor!”. La gente, llena de alegría por las obras de liberación que le habían visto hacer, corta ramas de los árboles del camino; otros levantan los ramos tradicionales de la fiesta de las Tiendas, que se componían de una rama de palma a la que se ataban otras dos más pequeñas de mirto y algunos extienden sus mantos a su paso. Son personas agradecidas a Jesús, y, de ese modo, expresan la esperanza de que al fin el Reino se hace realidad, de ahí el grito ¡Hosanna!, es decir, ¡sálvanos! Es un homenaje de los discípulos y otras personas que se unen a él.

El gesto de Jesús es intencionado Es un gesto netamente profético. No entra victorioso, como los que han vencido

en una batalla, cabalgando en un brioso caballo, o como le gustaba entrar a Herodes cuando llegaba a la ciudad, con todo el boato de la realeza, sino a lomos de un humilde pollino, un animal de carga. Por medio de este gesto expresa cómo es el Reino que él ha venido a traer de parte del Padre: un Reino diferente al de los romanos y al de Herodes; un Reino de paz verdadera, de justicia para todos. Sin duda alguna, bastante gente vio en el gesto de Jesús una crítica burlona al prefecto romano que, por esos mismos días, ha entrado en Jerusalén montado en su poderoso caballo, adornado con todos los símbolos de su poder imperial y a Herodes Antipas, cuya entrada había sido similar.

67

Page 68: CristologiìaI Laicos CTPL 2014

Cristología – 2014 – ISET Juan XXIII - CTPL

La comitiva de Jesús es festiva y no debió ser una manifestación pública masiva, pues de haber sido una multitud con gritos de “rey” o incluso de “Reino”, la acción hubiera sido incendiaria. Dado el estado de alerta en el que estaban los sumos sacerdotes en los días de Pascua por temor a perturbadores que incitaran a la multitud, y aún más el prefecto romano, la guarnición romana acantonada en la Torre Antonia hubiera interpretado que se trataba de un tumulto con intenciones hostiles; habría ido a su encuentro y habría reprimido duramente a los que se disponían a penetrar en ella. A pesar de la advertencia de cautela de algunos fariseos, preocupados por las consecuencias que pudiera tener la actitud de sus discípulos y seguidores, Jesús deja que lo aclamen. Este gesto simbólico para los miembros de su círculo, para quienes tenían ojos para ver, probablemente se produjo el día 2 de abril.

Detrás de toda esta escena está implícita la antigua profecía de Zacarías, en la que se contrapone la entrada triunfal de Alejandro Magno en alguna de las ciudades conquistadas por él y la del salvador mesiánico que vendrá un día a liberar al pueblo de Dios, y que Mateo cita, pero que debía de ser evidente para muchos de los que se encontraban presentes: “Salta de alegría, Sión, lanza gritos de júbilo, Jerusalén, porque se acerca tu rey, justo y victorioso, humilde y montado en un asno, en un joven borriquillo”. Jesús, que conocía la profecía, decidió cumplirla, con lo cual se declaró implícitamente “rey”. Sus seguidores lo entendieron y estuvieron de acuerdo: aclamaron al Reino que venía y a Jesús mismo como rey.

Al llegar cerca de la ciudad, posiblemente desde el monte de los Olivos, la gente iba exultando de alegría al ver Jerusalén, pero Jesús, con ternura y dolor, la mira y llora. Puede sorprender la imagen impresionante de Jesús llorando, si se piensa que su divinidad le dispensaba de las emociones humanas, pero ésas son ideas de la filosofía griega, y nuestro Dios no es el Dios de los filósofos. Jesús es igual a nosotros, menos en el pecado, no podemos olvidarlo. Él vivió las mismas emociones que mueven nuestro corazón y, como buen judío piadoso que amaba su ciudad, siente un profundo dolor porque se ha cerrado al Reino.

Jesús ha expulsado demonios, curado enfermos, movido corazones, pero ante la dureza de la ciudad nada puede. Quien se sintió feliz porque los pequeños entendían el mensaje del Reino, ahora, al final de su itinerario, llora.

Acude al Templo buscando al Padre querido

Había llegado a Jerusalén unos días antes del comienzo de la Pascua. Esto era frecuente, porque se tardaba una semana en cumplir con los ritos de purificación, necesarios para poder participar en la fiesta. Las personas que se habían purificado eran asperjadas al tercero y al séptimo día con agua lustral. Jesús y sus discípulos no acudieron al Templo a este cometido. Él va al Templo a encontrarse con el Padre, su Abba.

Jesús cruza la enorme explanada y entra en el patio de los gentiles, situado en uno de los pórticos que rodean la explanada, que era el lugar donde estaban los servicios necesarios para los peregrinos que llegaban: baños rituales para la inmersión purificadora y lugares para cambiar la ropa normal por las vestiduras blancas de los adoradores del Templo y las mesas donde se cambiaban las diferentes monedas del imperio por el shekel de Tiro, que era la única moneda que se aceptaba en el Templo, seguramente porque era la moneda más fuerte y estable en aquel momento, y las demás monedas eran consideradas “impuras”; los cambistas a las órdenes de los sumos sacerdotes cobraban suculentas comisiones. En ese mismo lugar se vendían a altos precios los animales “puros”, como ovejas y palomas, necesarios para los sacrificios de purificación de los pecados y el cumplimiento de los votos, que los peregrinos compraban allí en lugar de traerlos desde su casa, con el riesgo de que se perdieran o se lesionaran por el camino, en cuyo caso ya no servían para el culto, pues ¿cómo se iba a ofrecer a Yahvé algo que estuviera enfermo o impuro? ¿Podía Jesús sentirse ofendido por la sola presencia de aquellos vendedores y cambistas,

68

Page 69: CristologiìaI Laicos CTPL 2014

Cristología – 2014 – ISET Juan XXIII - CTPL

cuya labor era necesaria para el normal desarrollo del culto sacrificial? No. No es eso lo que le indigna, sino lo que todo ello encubre y que se encuentra en abierta oposición al Reino.

Realiza una acción audazCon decisión, realiza una acción audaz y provocativa, y de carácter simbólico, en

la línea de los profetas. Las acciones simbólicas formaban parte del vocabulario de un profeta. Llamaban la atención y al mismo tiempo transmitían un mensaje. A Jesús le mueve el deseo ardiente y apasionado de que el Templo sea un lugar de encuentro con Dios y no un mercado. El mayor amor que un hombre ha tenido a Dios sobre la tierra, le arrastra a reivindicar ese amor, sin concesiones, aun a riesgo de perder su libertad y su vida. La pasión de Dios le precipita a la pasión de cruz. Y “comenzó a echar fuera a los que vendían y compraban”; “volcó las mesas de los cambistas y los puestos de vendedores de palomas”; y, para terminar, “no permitía que nadie transportase cosas por el Templo”. No se sabe la envergadura de su acción. Tal vez fue una acción pequeña que interrumpió la actividad durante unos momentos, pues si hubiera tenido gran repercusión, hubieran intervenido rápidamente los guardias del Templo y los soldados de la guarnición romana. Pero el gesto estaba cargado de una gran fuerza profética y un significado de consecuencias imprevisibles.

Jesús va más allá de una reforma del culto o una denuncia de la vida corrupta de los sumos sacerdotes, que se enriquecen con las ganancias que obtienen de diezmos de los pobres, cada día están más endeudados, y de la venta de los animales, aunque indirectamente lo es. El gesto de Jesús es más radical: Ese Templo no es camino para la llegada del Reino, porque no está al servicio de la Alianza, sino de los intereses de los ladrones que se han refugiado en él y que viven a costa de la opresión de los pobres, a los que deberían defender y proteger. Lo que denunciaba Jeremías siglos atrás, al decir que el Templo se había convertido en una “cueva de ladrones”, vuelve a repetirse. Este Templo es lugar donde se esconden los ladrones y acumulan su botín.

Tarde o temprano era inevitable el choque frontal del Reino de Dios con aquel sistema. El gesto de Jesús es una “destrucción” simbólica y profética, no real y efectiva, pero anuncia el final de ese orden de cosas, por lo que queda claro que va mucho más allá de una “purificación” del Templo. El Dios de los pobres y excluidos no reina ni reinará desde ese Templo: jamás legitimará ese sistema.

La cena de despedida

Jesús sabe que sus horas están contadas y quiere celebrar con sus amigos más cercanos una cena en la que de alguna manera se despide, les advierte de lo que va a pasar y les quiere preparar para lo que viene.

¿Cuándo se celebró la cena de despedida? El jueves 6 de abril del año 30 d.C., el día antes de su pasión y muerte, Jesús, que se aloja en Betania, decide que cenará con sus discípulos en una casa ubicada dentro de las murallas de Jerusalén, y envía a dos de sus discípulos a preparar la comida. Los discípulos entran en Jerusalén para cumplir el encargo, de manera casi clandestina. Como no conocen el lugar exacto donde está la casa, siguiendo las indicaciones de Jesús, un hombre que lleva un cántaro les guía hasta ella. Probablemente, este hombre es un simpatizante o discípulo sedentario de Jesús.

La cena empezó el jueves al atardecer, y se prolongó durante el inicio de la noche del jueves al viernes. Como para los judíos el día empieza con la puesta del sol del día anterior, se puede decir que la cena tuvo lugar en viernes. Los evangelios sinópticos coinciden en atribuir un marco pascual a la última cena de Jesús. Los tres afirman que la cena tuvo lugar “el primer día de los Ázimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual”. Los tres consideran que aquel jueves era la vigilia de Pascua, es decir, el 14 de nisán, y que Jesús compartió la cena pascual, el séder, con sus discípulos. Sin embargo, hay detalles en los tres evangelios sinópticos que son

69

Page 70: CristologiìaI Laicos CTPL 2014

Cristología – 2014 – ISET Juan XXIII - CTPL

cuestionables, y ponen en entredicho que la cena de Jesús fuera la de la Pascua judía de aquel año. Por ejemplo, aunque se refieren a la última cena de Jesús como una cena pascual, no contienen alusión alguna al cordero pascual, que se debía sacrificar en el Templo, ni al pan ázimo ni a las hierbas amargas, elementos básicos en la celebración de la Pascua judía. Por otro lado, en el evangelio de Juan se presenta la cena de despedida como una comida celebrada en la noche en la que empieza el día de preparación de la Pascua, o sea, el jueves, 13 de nisán, día anterior a la fecha de la gran cena pascual, a celebrarse el viernes, 14 de nisán del año 30 d.C. Se trata, pues, de una cena que no parece coincidir con la celebración de la cena pascual judía de aquel año. En conclusión, por motivos cronológicos e históricos, tanto en lo referente a las circunstancias que rodean la cena como a la estructura de la misma cena, parece cierto que la cena de despedida de Jesús con los discípulos fue una comida festiva, en ambiente pascual, pero no propiamente la cena de Pascua. Así se deduce de la información que da Juan.

Además, hay algunos otros datos que llevan a inclinarse a favor de la exposición joánica: es improbable que el Sanedrín se reuniera en el día más solemne de los judíos, como era el día de Pascua. Dado que los discípulos y los esbirros lleven armas en el arresto, después de la cena, esto hace pensar que no era la noche de la vigilia pascual, pues les estaba prohibido portar armas en esa fecha. Por otro lado, que Simón de Cirene venga del campo al día siguiente, es decir, el mismo día de Pascua, es absolutamente imposible.

Fue una cena solemneLa cena se celebra al atardecer, en una sala, bien dispuesta con alfombras y

cojines y situada en la parte alta de la ciudad santa de Jerusalén. Los comensales eran los doce, y, muy probablemente, algunas mujeres. Es fácil que el servicio corriera a cargo de algún empleado del dueño de la casa, al que Jesús pudo aludir cuando les dijo a los suyos: “¿quién es mayor, el que está a la mesa o el que sirve?”. Comerían más o menos recostados, como era costumbre, y distribuidos en forma de U. Fue una cena solemne en ambiente pascual. Para él, seguramente no para los discípulos, es la cena de despedida.

Jesús quiso que fuera una cena festiva la del atardecer de aquel jueves del año 30 d.C., un día antes de que los judíos se reunieran para celebrar el gran banquete del año, la cena pascual, el viernes 14 de nisán, después de que el sol se hubiera puesto y empezara el día de Pascua.

La cena estaba presidida por Jesús, el Maestro. Todo se desarrolló según el orden habitual de los banquetes festivos. Al comienzo, el presidente de un banquete tomaba un panecillo redondo y decía sobre él la oración de bendición, a la que los asistentes respondían Amén. Luego partía un trozo de pan para cada comensal y se lo daba. Jesús convierte las oraciones de bendición y de acción de gracias, que se hacen al empezar y al terminar una comida, en una realidad diferente. Él acompañó la acción de partir el pan con las siguientes palabras: “Esto (el pan) es mi cuerpo (ofrecido) por ustedes”. O lo que es lo mismo: “Este pan que ahora parto es mi cuerpo que va a repartirse y a destrozarse por ustedes”. “Cuerpo” bíblicamente es el hombre concreto, la persona toda con sus proyectos y afanes. Jesús está diciendo: “Esto soy yo”. Jesús utiliza el simbolismo más común, el del pan, alimento básico y elemental en la mesa de los pobres, para expresar su entrega. Se ofrece a sí mismo como alimento a sus discípulos. Lo que ha hecho toda su vida, lo realiza ahora, con especial solemnidad y eficacia, como el resumen y expresión de toda su existencia. Como los gestos de los profetas, en el ofrecimiento del pan no sólo se anuncia, sino que se realiza ya la entrega de Jesús que culminará, dentro de muy poco, en el Calvario. El signo del pan recapitula toda la vida de Jesús y prefigura el hecho irrepetible y decisivo de la cruz.

Al decir “Esto es mi cuerpo ofrecido por ustedes”, no lo está pronunciando en sentido restrictivo, es decir, sólo para los discípulos, sino “por ustedes para todos”, para la totalidad del pueblo, buenos y malos, justos y pecadores, sanos y enfermos,

70

Page 71: CristologiìaI Laicos CTPL 2014

Cristología – 2014 – ISET Juan XXIII - CTPL

pobres y niños, judíos y no judíos,…”, quiere decir: “Este pan es toda mi persona que se ofrece por todos”.

Llegado el momento de separarse de los suyos, Jesús se planteó cuál sería su mejor memorial, y les dejó pan y vino, que desaparecen para dar vida a quien los come. Pensó que era el signo más expresivo que cabía encontrar de lo que fue su vida: Una vida entregada, una vivida y desvivida por los demás, verdadero signo del Reino de Dios, que es fraternidad, comensalidad, acogida mutua, amistad y compartir.

Al final de la comida, el que presidía tomaba su copa, llena de vino, la levantaba por encima de la mesa y pronunciaba la oración de bendición, a la que los demás comensales respondían: Amén. Después, empezando por el que había hecho la oración, todos bebían el vino de su propia copa. Sin embargo, Jesús no sigue la costumbre, sino que pronuncia la bendición sobre su copa y luego la pasa a sus discípulos, para que todos beban de ella. Y acompaña este gesto con unas palabras: “Esta copa (llena de vino) es la nueva Alianza (sellada) con mi sangre”. Igual que con el pan, invita a beber su copa, es decir, invita a participar de su vida, pero también a fortalecer los vínculos entre ellos, porque la copa es única. Y explicó también el gesto: “Este vino que se derrama es mi sangre, sangre de la Alianza, que va a derramarse por ustedes”. El vino es símbolo de vida, de la vida de Jesús, que al beberla los discípulos, se la apropian. La sangre de Jesús hace que toda la humanidad sea admitida en la nueva Alianza y en la intimidad con Dios. Las palabras sobre el pan y la copa de vino van dirigidas a los discípulos, y, por medio de ellos, a toda la humanidad, empezando por los pobres. Todos tienen derecho a participar de la salvación.

En toda comida festiva, los comensales permanecían en la mesa después de beber la copa de bendición. En este momento, Jesús les habla de otro banquete, el banquete final de la historia, el banquete del Reino de Dios. Les dice: “Yo les aseguro que ya no beberé del producto de la vida hasta el día en que lo beba nuevo en el Reino de Dios”. En otras palabras, para Jesús, aquella es la cena de despedida, pero no es el punto final, sino un punto y aparte: Será una cena que continuará y culminará en el Reino de Dios, por el que ha vivido con pasión. Así lo ha entendido la memoria litúrgica de las primeras comunidades, que han continuado celebrando la cena de despedida de Jesús, es decir, la Eucaristía.

Se quita el manto y toma la toallaY en un momento determinado, como leemos en el evangelio de Juan, Jesús se

pone a lavarles los pies. El desconcierto, la sorpresa y el estupor que llevaban los discípulos desde que Jesús tomó el pan, ahora crece. Un comensal en una cena judía, nunca se hubiera puesto a servir la mesa, y menos aún el que presidía la comida, ya que este trabajo se reservaba a los siervos. Los roles y estratificaciones estaban muy marcados, como sabemos, y no se podían transgredir. Sin embargo, Jesús realiza un gesto más escandaloso aún. Al que ocupa el lugar más elevado en una comida, no le está permitido ponerse a hacer lo que le corresponde a un esclavo, el que ocupa el nivel más bajo de la escala social, y Jesús lo hace.

Jesús se quita el manto y se queda sólo con la túnica. Después se ciñe la toalla para secar los pies cuando estén lavados y echa agua en una batea. Luego va pasando por detrás de cada uno de los discípulos y les va lavando los pies. Debían estar listos los recipientes de agua para las abluciones rituales antes de comer. Ignoramos si los comensales se lavaron las manos antes de comer, lo que sí parece es que se habían sentado a cenar sin lavarse los pies, cosa que se hacía antes de comenzar la comida. En realidad, Jesús no tenía una postura estricta sobre algunas normas de pureza ritual. Este lavado no era una medida higiénica, sino un rito derivado de un puritanismo religioso que pensaba que había que lavarse antes de comer, pues cierto contacto con personas “contagiaba” y, por eso, ante lo inevitable de su trato cotidiano en la calle, lo compensan todo con frecuentes abluciones. Hay todo una ceremonia para hacer este rito. Por eso el que lave los pies a sus discípulos en plena cena tiene un sentido mayor.

71

Page 72: CristologiìaI Laicos CTPL 2014

Cristología – 2014 – ISET Juan XXIII - CTPL

Pedro, el que ha vivido codo a codo con Jesús, no soporta el abajamiento del Maestro, no soporta tenerlo a sus pies: si se deja servir ya no le queda otra cosa que hacer en la vida sino lo mismo; si se deja servir pierde su estatus. Pedro necesita a su señor arriba para poder ser señor de otros, si se deja servir, toda la verticalidad en la que está construida la estructura de este mundo se derrumba.

Con estos gestos proféticos de la entrega del pan y del vino, compartidos por todos, y del lavado de los pies, Jesús convierte aquella cena de despedida en una gran acción sacramental, la más importante de su vida, la que mejor resume su servicio al Reino, la que quiere dejar grabada para siempre en sus discípulos.

“Hagan esto en memoria mía”, les dirá. Jesús es hijo del pueblo de la “memoria”. El pueblo de Israel conserva su memoria, no sólo con palabras, sino también con celebraciones rituales, gestos, liturgias… La liturgia, sobre todo, será un medio de hacer memoria, de hacer presentes los hechos salvíficos del pasado, especialmente en la liturgia de Pascua. Todos los judíos recordaban en la noche de Pascua aquellas palabras del libro del Éxodo: “Éste será un día memorable para ustedes, un día para hacer memoria, y lo celebrarán de generación en generación”.

En el “hagan esto en memoria mía”, hay una palabra muy importante: “esto”. Al decir “esto” no se refiere solamente al ritual sobre el pan y el vino, sino que incluye el lavado de los pies. Igual que para Jesús dichos signos fueron celebración de una vida entregada, debe serlo para sus discípulos.

Quiere orar

Acabada la cena “y después de cantar el himno, salieron al monte de los Olivos”. Jesús quiere irse a orar después de cenar, está inquieto; tanta adversidad nota que lo está llenando de angustia; la dureza de corazón acecha y es espesa y viscosa, amenaza como una red de muerte, como un lazo del abismo. En la misma cena uno de los suyos, Judas Iscariote, ha tenido un comportamiento inquietante y se ha marchado antes que todos; algo se está tramando y muy serio. Jesús se lleva a orar consigo a Pedro, con el que se enfrentó a propósito de su mesianismo, y a Juan y Santiago, que le pidieron los primeros puestos, al huerto de Getsemaní, los tres amigos de la primera hora, cuando todo comenzaba en Galilea.

La escena es estremecedora. En medio de la noche, Jesús se adentra en el huerto de Getsemaní. Jesús liberó a los endemoniados, ahora experimenta cómo lo consideran actuando por obra de Belzebú. Jesús abrazó a los pequeños, ahora se siente desprotegido hasta por el mismo Dios en el que confió. Se está sumergiendo en el mar de la vida. Hasta ahora ha practicado la compasión, ha sanado y aliviado, ahora es él el que necesita fortaleza, alivio y compasión. La soledad de Jesús es total. Sentirse solo es lo peor que a uno le puede pasar. Comienza a entristecerse y angustiarse, cae al suelo tocando su rostro la tierra, “como el grano en tierra y muere”.

Siente angustiaJesús quiere vivir, y le angustia tener que morir tan pronto y de ese modo. ¿Qué

pasará con el Reino, la pasión de su vida? Las fuentes sugieren su abatimiento con diversos términos y expresiones. Marcos habla de “tristeza”: Jesús está profundamente triste, con una tristeza mortal; nada puede poner alegría en su corazón; una queja se le escapa: “Mi alma está muy triste, hasta la muerte”. Se habla también de “angustia”: Jesús se ve desamparado y abatido; un pensamiento se ha apoderado de él: va a morir. Juan habla de “turbación”: Jesús está desconcertado, roto interiormente. Lucas subraya la “ansiedad”. Jesús experimenta horror ante lo que le espera.

Jesús sabía desde hacía varios días que su situación se había vuelto difícil, y que las autoridades lo buscaban para matarlo. Por lo tanto, aquella noche se encontraba en un estado emocional crítico, que aumentaba con el paso de las horas, y que

72

Page 73: CristologiìaI Laicos CTPL 2014

Cristología – 2014 – ISET Juan XXIII - CTPL

desembocó en el sudor de sangre. Desde el suelo, Jesús comienza a orar. La fuente más antigua recoge así su oración: “¡Abba, Padre! Todo es posible para ti; aparta de mí esta copa; pero no sea lo que yo quiero, sino lo que quieres tú”. En este momento de angustia y abatimiento total, Jesús vuelve a su experiencia original de Dios: Abba. Con esta invocación en su corazón se sumerge confiadamente en el misterio insondable de Dios, que le está ofreciendo una copa tan amarga de sufrimiento y muerte. No necesita muchas palabras para comunicarse con Dios: “Tú lo puedes todo. Yo no quiero morir. Pero estoy dispuesto a lo que tú quieras”. Dios lo puede todo. Jesús no tiene ninguna duda. Podría hacer realidad su Reino de otra forma que no entrañara este terrible suplicio de la crucifixión. Por eso le grita su deseo: “Aparta lejos de mí esa copa. No me la acerques más. Quiero vivir”. Tiene que haber otra manera de que se cumplan los designios de Dios.

Jesús se abandona totalmente a la voluntad de su Padre en el momento en que ésta se le presenta como algo absurdo e incomprensible.

El arresto

Históricamente Jesús fue arrestado al anochecer de un jueves en el huerto de Getsemaní, una finca de olivos situada en el valle del Cedrón, en la que había un molino de aceite, adonde iba frecuentemente con sus discípulos. El grupo de guardias al servicio del Sanedrín que le detuvo iba conducido por Judas y cumplían la orden de detención dictada por los sumos sacerdotes Anás y Caifás, con la aprobación de saduceos y algunos escribas. Al ser detenido Jesús, los discípulos que estaban con él ofrecen resistencia y hasta es posible que hubiera un breve combate. Jesús se opone a la defensa violenta y actúa con la mansedumbre que había predicado: “Amen a sus enemigos, hagan el bien a quienes los odian”. Sabe que el Reino no se gana ni conquista con la fuerza y se deja detener, no por cobardía o falta de deseo de vivir, sino porque conoce un poder superior, una más alta voluntad de vida, a favor del Reino. De este modo, Jesús evita que maten a los suyos en un enfrentamiento militar y asume la responsabilidad en todo el movimiento: “Si me buscan a mí, dejen a éstos”.

De la misma manera que antes tocaba a los enfermos y los curaba, ahora usa su “poder” no para salvarse a sí mismo, sino para curar al enemigo. Cuentan las fuentes que en la refriega violenta entre los guardias y alguno de los discípulos, en la que se blandieron armas, Jesús frenó la reacción de uno de los suyos, que había herido a uno de los captores, con un rotundo: “¡Basta ya!”. La lógica de Jesús rompe la de los discípulos de todos los tiempos que pretendan atacar con espadas, del tipo que sea. Después, los discípulos desaparecerán, pues no superan la hora de la verdad: la cruz. Para Judas, el seguimiento termina con la traición; para los demás termina en el miedo, el escándalo, el abandono y la dispersión.

Judas le traicionaJudas era un discípulo elegido por Jesús, como el resto de los doce. Era el

administrador del grupo. ¿Por qué traicionó la confianza y la amistad de Jesús? ¿Qué desfiguró su corazón hasta el punto de apartarle interiormente del Maestro y tomar una iniciativa indigna de un discípulo? Judas ha compartido con los doce el anuncio de la buena noticia de Jesús. Ha sido testigo de la compasión de Jesús dando salud, alimento, consuelo y salvación. Compartió con los demás las esperanzas y proyectos, pero tal vez éstos fueron tantos y tan diferentes a los de Jesús que se sintió “traicionado” por el Maestro. Confiaba en Jesús y estaba seguro que era el Mesías de Israel. Pero Jesús hablaba otro lenguaje, y su Reino, recién iniciado, se desplegaba en compasión y perdón, bondad y vida para todos, no con una guerra de liberación o con signos prodigiosos y espectaculares para destruir a los enemigos de Israel.

Después de la entrada en Jerusalén, pudo Judas desengañarse completamente y empieza a coincidir con las autoridades en que es un falso profeta, un falso Mesías. Se siente defraudado y herido. Brota el resentimiento, que puede ser diabólico, y ve que

73

Page 74: CristologiìaI Laicos CTPL 2014

Cristología – 2014 – ISET Juan XXIII - CTPL

la única salida es eliminarlo. Las treinta monedas y la presentación de Judas como ladrón parecen secundarias. Judas sobrevivió poco tiempo a Jesús. Con lo que le dieron los sumos sacerdotes, se compró un campo y allí encontró su terrible muerte.

Después del arrestoNo es fácil saber lo que ocurrió la última noche de Jesús en la tierra, después de

ser detenido por la guardia del Templo, pues las fuentes ofrecen versiones diferentes. Por los relatos se puede deducir que fue una noche confusa. Una cosa es clara: Jesús fue llevado ante las autoridades judías que lo habían mandado arrestar y que el papel del sumo sacerdote Caifás y de la aristocracia sacerdotal fue decisivo.

En primer lugar fue llevado a casa de Anás, y allí es sometido Jesús a un interrogatorio privado. En él se le pregunta sobre sus discípulos, lo que hace pensar que las autoridades tienen un cierto temor ante el crecimiento del movimiento naciente. Y se le interroga también sobre su doctrina.

Luego es llevado a casa de Caifás, donde sufrió otro interrogatorio por parte de varios miembros del Sanedrín. Allí ratifican la sentencia que ya había sido dada días antes de su entrada en Jerusalén, en una reunión formal del Sanedrín en pleno, en ausencia de Jesús, alegando que “es necesario que muera un hombre sólo por el pueblo y no que perezca toda la nación”. La mención sorprendente de un fuego y la presencia alrededor de él de los siervos, en la escena de la negación de Pedro, parecen indicar que, para este interrogatorio, el sumo sacerdote se había rodeado de algunos miembros influyentes del Sanedrín, que habían sido acompañados por sus siervos.

Al día siguiente por la mañana, Jesús fue trasladado desde la casa de Caifás hasta la presencia de Pilato, que vivía ordinariamente en Cesarea y sólo iba a Jerusalén en contadas ocasiones: con motivo de la Pascua, en grandes aglomeraciones de gente o cuando se temía algún tumulto. Ordinariamente se albergaba en el antiguo palacio de Herodes el Grande, el Pretorio, donde posiblemente recibió a Jesús. Desde allí, Jesús, ya condenado a muerte, fue llevado fuera de las murallas de Jerusalén para ser crucificado.

El proceso

Antes de su crucifixión, Jesús sufre un doble proceso o juicio: el judío y el romano. Así es como se ha pensado tradicionalmente. No obstante, parece que propiamente proceso como tal sólo lo es el segundo. En la comparecencia ante las autoridades judías se puede hablar de interrogatorio y condena.

El proceso judíoDespués del arresto es llevado a casa de Anás. Es un procedimiento totalmente

ilegal, desde el punto de vista jurídico. Anás había sido sumo sacerdote principal por muchos años, entre los años 5 a 15 d.C. Le sucedió su hijo Eleazar, durante los años 16 y 17. Éste fue sustituido por Caifás, yerno de Anás, nombrado por el gobernador Valerio Grato. No era, pues, desde hacía años, la máxima autoridad, pero era el cerebro gris, por la gran influencia que tenía, aun después de haber dejado el cargo. Como era el jefe de una familia sacerdotal que por sus intrigas se había impuesto ampliamente a las otras en la consecución del ambicionado cargo, no extrañará su participación en la conspiración y en la condena de Jesús.

La pequeña suma de dinero pagada a Judas con dinero del tesoro del Templo bien valía la pena, pues la desaparición de Jesús aseguraba la continuidad de las entradas financieras, principalmente, en el negocio de los animales que se sacrificaban en el Templo. Por otra parte, el revestir con una condena religiosa a los distintos pretendientes mesiánicos del tiempo so pretexto de fidelidad al César de quien se recibía la investidura religiosa, era la única forma de mantener el status quo de esta ambiciosa familia. Esta complacencia con el ocupador romano costó la vida

74

Page 75: CristologiìaI Laicos CTPL 2014

Cristología – 2014 – ISET Juan XXIII - CTPL

del último de los hijos de Anás en ocupar el cargo, con igual nombre que su padre, siendo asesinado en el año 67 por los zelotes, cuando intentaba persuadir al pueblo para que se enviara una delegación a Vespasiano, pidiendo que viniera con urgencia y tomara la ciudad. Lo que Josefo dice del hijo, vale también del padre: “orador elocuente que podía mover la opinión pública y silenciar a sus oponentes”.

Anás interroga a Jesús sobre sus discípulos y sobre su doctrina. Jesús, lejos de tomar la actitud servil y temerosa de los imputados en casos como éste, tratando de suscitar por todos los medios la compasión del juez, le responde: “He hablado abiertamente ante todo el mundo; he enseñado siempre en la sinagoga y en el Templo, donde se reúnen todos los judíos y no he hablado nada a ocultas. ¿Por qué me preguntas? Pregunta a los que me han oído lo que les he hablado; ya saben ellos lo que he dicho”.

El que Jesús fuese llevado primeramente a la presencia de Anás no fue sólo una atención que se le guardaba. Quizá pueda verse en él la mano oculta que se movía incansablemente hasta que se procedió contra Jesús. Prueba esto el hecho de que Jesús sea llevado primeramente a su presencia. Se le quería demostrar así que quedaban satisfechas sus repetidas instancias de dejar a Jesús fuera de combate.

Luego, conducen a Jesús atado a casa de Caifás, el hombre fuerte de Jerusalén por los años treinta, y que tenía excelentes relaciones con Pilato. No hemos de olvidar que los sumos sacerdotes eran seleccionados por el prefecto no por su piedad religiosa, sino por su disponibilidad para colaborar con Roma; por su parte, los sumos sacerdotes procuraban, por lo general, plegarse a una “prudente” colaboración que les permitiera mantenerse durante largo tiempo en el poder.

¿Hubo sesión oficial del Sanedrín? Si hubo reunión del Sanedrín, tal y como leemos en los evangelios, ésta fue totalmente fuera del mínimo respeto al procedimiento penal. Además, según la Mishná, las reuniones del Sanedrín están prohibidas en días festivos o preparatorios de las grandes solemnidades de Israel, no pueden celebrarse de noche y han de tener lugar en el atrio del Templo, no en el palacio del sumo sacerdote. Parece, más bien, que en realidad hubo, más que una sesión oficial del Sanedrín o un proceso en toda regla por parte de las autoridades judías, fue una reunión informal de un consejo privado de Caifás para hacer las debidas indagaciones y precisar mejor los términos en que se podía plantear la cuestión ante Pilato. Una vez detenido Jesús, lo que preocupa es poner a punto la acusación que llevarán por la mañana al prefecto romano: es necesario reunir en su contra cargos que merezcan la pena capital.

Ante Caifás le acusan a Jesús de ir en contra el Templo: por un lado está la acción directa que tuvo Jesús en el Templo, y, por otro, están las palabras pronunciadas por Jesús: “Yo destruiré este Templo hecho por hombres y en tres días construiré otro no edificado por hombres”. Además los testigos le acusan de proclamarse Mesías e Hijo de Dios y por haberse arrogado la pretensión de venir un día sobre las nubes del cielo, sentado a la derecha de Dios, esto es, como Hijo del hombre. “¡Es un blasfemo!”, grita el sumo sacerdote horrorizado. Aquel pobre hombre que está atado ante ellos no es el Mesías ni el Hijo de Dios. ¡Es un blasfemo! El veredicto es unánime: “Reo de muerte”.

Las autoridades condensan aquella noche todo lo que tenían acumulado contra Jesús y toman como causa directa del juicio la expulsión de los mercaderes del Templo. A los ojos de los saduceos, con Caifás a la cabeza, aquello fue lo máximo, pues lo vieron como una provocación total. Para ellos el sistema era correcto y estaba de acuerdo con la tradición y con la Ley. Jesús era un idealista peligroso que les había puesto en una disyuntiva: o se convertían y desmantelaban todo el sistema o le consideraban, de acuerdo con la Ley, un falso profeta al que había que ejecutar por blasfemo. Por cierto, no era la primera vez que se acusaba a Jesús de blasfemia, pues en dos ocasiones anteriores ya lo habían hecho los maestros de la Ley. En el caso del paralítico de Cafarnaún le dice Jesús: “Hijo, tus pecados te son perdonados”. La reacción de los maestros fue: “Está blasfemando. ¿Quién puede perdonar los pecados, sino Dios sólo?”. ¡Se está atribuyendo la autoridad del mismo Dios y el sentir de su

75

Page 76: CristologiìaI Laicos CTPL 2014

Cristología – 2014 – ISET Juan XXIII - CTPL

corazón! Los adversarios lo tienen claro: “Lleva dentro a Belcebú y expulsa a los demonios con el poder del jefe de los demonios”.

Blasfemia, para los judíos, era transgredir la Ley pronunciando el nombre divino, algo prohibido por el judaísmo, o maldecir a Dios. Pero de nada de esto podían acusar a Jesús. El motivo de la acusación será reclamar para sí mismo lo que es propio de Dios. Jesús sería tenido por blasfemo porque, de manera arrogante y presuntuosa, se habría hecho “igual a Dios”.

Aunque, según los evangelios, Jesús es condenado por “blasfemo” al haberse proclamado “Mesías” e “Hijo de Dios”, no es condenado por nada de esto. En ningún momento manifiesta pretensión alguna de ser Dios: ni Jesús ni sus seguidores en vida de él utilizaron el título de “Hijo de Dios” para confesar su condición divina. Tampoco se le condena por su pretensión de ser el “Mesías” esperado. Es posible que algunos de sus seguidores vieran en él al Mesías y lo hicieran correr entre la gente, pero, al parecer, Jesús nunca se pronunció abiertamente sobre su persona. A la cuestión de su mesianidad respondía de forma ambigua. Ni lo afirmaba ni lo negaba, pero es evidente que no aceptaba las connotaciones con las que estaban teñidas las proclamas de su mesianidad. Él tenía su propia concepción de lo que debía hacer como profeta del Reino de Dios y, lejos de ser protagonista de nada, dejaba en manos del Padre la manifestación definitiva del Reino y de su persona.

Es un peligro para todosPor supuesto, ninguno de los que toma parte en este interrogatorio piensa que

Jesús sea el Mesías. Lo que de verdad les preocupa no es clarificar su identidad. Ellos lo ven como un falso profeta que se está convirtiendo en un peligro para todos. Presentarse como Mesías no es “blasfemia”, pero sí algo políticamente explosivo que puede dar pie para acusarlo contra Roma, sobre todo porque su actitud en la capital comienza a ser una amenaza para la estabilidad del sistema. Las palabras “amenazadoras” sobre la destrucción del Templo y el “ataque” al mismo conforman, sin duda, la causa principal de la hostilidad de las autoridades judías contra Jesús y la razón decisiva de su entrega a Pilato. El relato cristiano no lo ha podido ocultar. El gesto del Templo es el último acontecimiento público que lleva a cabo Jesús. Ya no se le deja actuar. Su intervención en el recinto sagrado constituye una actuación grave contra el “corazón” del sistema. El Templo es intocable. Desde los tiempos de Jeremías, las autoridades habían reaccionado siempre violentamente contra los que se atrevían a atacarlo. En aquella ocasión, en torno al 610 a.C., el profeta Jeremías entró en el patio del Templo y lanzó contra aquel lugar santo la maldición que Dios le había ordenado pronunciar. Inmediatamente, los sacerdotes y profetas, y todo el pueblo le prendieron diciendo: “¡Vas a morir!” Sólo a duras penas logró Jeremías salvar su vida.

Jesús de Nazaret, liderando un grupo de seguidores e invitando a “entrar en el Reino de Dios”, es grave. Su actuación contra el Templo es una amenaza para el orden público lo suficientemente preocupante como para entregarlo al prefecto romano. Las cuestiones relativas al Templo no dejaban indiferentes a los romanos, como si se tratara de simples asuntos religiosos internos de los judíos. Es verdad que Pilato no tenía gran devoción por el Templo de Jerusalén, pero como político tenía que defenderlo, pues se trataba de un Templo reconocido y apoyado por la ley de Roma, que se comprometía a mantener su funcionamiento, nombrando incluso a sus sumos sacerdotes. Todo lo que pudiera interpretarse como un ataque contra el Templo era en el fondo un ataque contra Roma y Pilato tenía que evitarlo. Por eso, aunque quizá hubiera prendido a Jesús por su cuenta, como perturbador político, ya que conocía bien el peligro que encerraba cualquier alteración del orden en Jerusalén, sobre todo, en el clima de Pascua y con la ciudad repleta de judíos provenientes de todo el imperio, le interrogó y le condenó también porque ponía en riesgo el frágil statu quo del Templo, que garantizaba las relaciones entre la oligarquía sagrada del judaísmo y el poder de Roma.

76

Page 77: CristologiìaI Laicos CTPL 2014

Cristología – 2014 – ISET Juan XXIII - CTPL

El consejo de Caifás toma la resolución de entregarlo a Pilato, convencidos de que, casi con toda seguridad, el prefecto romano lo ejecutaría.

El proceso romano

“Y por la mañana, muy temprano, los principales sacerdotes con los ancianos y los escribas y todo el Sanedrín tomaron una decisión, y, atando a Jesús, se lo entregaron a Pilato”, leemos en el evangelio de Marcos. La decisión de las autoridades consiste, por tanto, en entregar a Jesús al poder del prefecto. Con eso queda plenamente salvaguardada la situación jurídica. La parte judía, que no posee el ius gladii, es decir, el “derecho de la espada”, o sea, la facultad de condenar a muerte, pues esa fue una de las medidas que los romanos le impusieron a la rebelde provincia de Judea cuando fue depuesto Arquelao, durante el año 6 d.C., tiene que dirigirse a los romanos para conseguir la ejecución de una pena de muerte. Este dato lo vemos reflejado en el evangelio de Juan, en la afirmación que las autoridades hacen ante Pilato: “A nosotros no nos es permitido dar muerte a nadie”.

Las fuentes narran que por la mañana del viernes, 7 de abril, fue llevado Jesús al Pretorio, palacio de Herodes donde se hospedaba el prefecto romano cuando iba a Jerusalén, para que lo juzgara y condenara. En el pretorio se encuentran una mañana de abril del año 30 un reo maniatado e indefenso llamado Jesús de Nazaret y el representante del más poderoso sistema imperial que ha conocido la historia. Aquel pobre galileo se encuentra sin recursos de defensa porque no es ciudadano romano.

Pilato ocupa su sede en la tribuna desde la que dicta sus sentencias, en lo alto de la grada que permite acceder al palacio, y frente a una pequeña plaza, desde la que puede seguir la gente el juicio público. Jesús es uno más entre los varios delincuentes que esperan esa mañana el veredicto del representante del César. Las autoridades del Templo lo han traído hasta aquí. Cuando llega su hora, Pilato no se limita a ratificar el proceso o las acusaciones que le transmite Caifás. No dicta un “ejecútese”. Busca su modo propio de plantear el caso. Aunque Jesús ha sido entregado como culpable por las autoridades judías, el prefecto desea asegurarse por sí mismo si este hombre ha de ser ejecutado. Es él quien impone la justicia del imperio.

El representante del impero opta en libertad: Escucha a los delatores, da la palabra al acusado y, prescindiendo de más pruebas y pesquisas, centra la cuestión en lo que realmente tiene más interés para él. El prefecto se da cuenta inmediatamente, en el interrogatorio, de que las acusaciones que le hacen a Jesús sobre su intervención en el Templo y las discusiones que pueda haber sobre su condición de verdadero o falso profeta son ajenas a él, pues se trata de asuntos internos de los judíos. No obstante, le preocupan las repercusiones políticas que puede tener el caso. Este tipo de profetas que despiertan extrañas expectativas entre la gente pueden ser a la larga peligrosos. Por otra parte, los ataques al Templo son siempre un asunto delicado. Quien amenaza el sistema del Templo está tratando de imponer algún nuevo poder. Las palabras de Jesús contra el Templo y su reciente gesto de amenaza pueden socavar el poder sacerdotal, fiel en estos momentos a Roma y pieza clave en el mantenimiento del orden público.

Las autoridades insisten contraatacando, pues tienen prisa y concretan: “Es un subversivo, un sedicioso que subleva al pueblo contra Roma y pretende ser rey de los judíos desde que comenzó su actividad en Galilea”.

El prefecto le pregunta: “¿Eres el rey de los judíos?”. Ésta es la pregunta decisiva desde la perspectiva del imperio. Pilato lleva el asunto a lo que realmente le preocupa. El título “rey de los judíos” era peligroso, pues significaba “rey de Judea”. ¿Será que Jesús está intentando restablecer una monarquía como la de los asmoneos o la de Herodes el Grande? Aquel hombre no va armado. No lidera un movimiento de insurrectos ni predica un levantamiento frontal contra Roma. Sin embargo, sus fantasías sobre el Reino de Dios, su crítica a los poderosos, su firme defensa de los sectores más oprimidos y humillados del imperio, su insistencia en un cambio radical de la situación, son una rotunda desautorización del emperador romano, del prefecto

77

Page 78: CristologiìaI Laicos CTPL 2014

Cristología – 2014 – ISET Juan XXIII - CTPL

y del sumo sacerdote designado por el prefecto: ningún “Dios” bendice aquel estado de cosas. Jesús no es inofensivo. Un rebelde contra Roma es siempre un rebelde, aunque su predicación hable de Dios.

A Pilato le inquietan, si esto es verdad, las reacciones imprevisibles de los presentes al oír las acusaciones: “Hemos encontrado a este hombre alborotando a nuestro pueblo, prohibiendo pagar tributos al César y diciendo que él es el Mesías rey”; “Solivianta al pueblo con sus enseñanzas por toda Judea, desde Galilea, donde comenzó, hasta aquí”. Era cierto que Jesús no tenía seguidores armados, pero su palabra atraía a las gentes. Estos casos había que cortarlos de raíz, antes de que el conflicto adquiriera mayores proporciones. No era necesario detenerse en las motivaciones religiosas de estos visionarios.

Pilato lo envía a Herodes AntipasDe todos modos, al oír que de lo que le acusan a Jesús empezó en “Galilea”, el

prefecto decide enviar al reo a Herodes Antipas, soberano de aquella región. No es muy comprensible este dato, pues Pilato tenía atribuciones para ajusticiarle en cualquier momento en Judea. Es posible que en la fuente cristiana se quiera destacar la confabulación de todos los poderes en la ejecución de Jesús, basándose en el Salmo 2, a fin de subrayar aún más la inocencia de Jesús: “Los reyes de la tierra se sublevan y los grandes conspiran entre sí contra el Señor y su Ungido”.

No obstante, leemos en los evangelios que le conducen al palacio donde residía Herodes cuando estaba en Jerusalén. El gobernante de Galilea había oído hablar de Jesús y de todo lo que hacía y tenía ganas de verle. No sabía qué pensar, pues unos decían que era Juan, que había resucitado; otros, que había aparecido el profeta Elías, y otros que alguno de los antiguos profetas había resucitado. Al fin se verá satisfecha su curiosidad en la mañana de aquel viernes, víspera de la Pascua.

Ante Herodes, Jesús contesta soberanamente con su silencio durante el interrogatorio. El tetrarca no lo ve peligroso y se burla de él. Lo devuelve a Pilato “vestido” con una lujosa vestimenta que se convierte en sentencia absolutoria: para él no es más que un loco. Pilato y Herodes se reconcilian, enfrentados siempre por envidias y conflictos de competencia, a costa de Jesús, como sucede tantas veces entre los poderosos.

El prefecto lo interroga de nuevo, pues, aunque no ve a Jesús lo suficientemente peligroso como para hacerlo desaparecer, no lo tiene, al parecer, todo claro. ¿Creía todavía que, pese a las acusaciones, era Jesús inocente? No parece que se pueda dar una respuesta afirmativa.

Los evangelios narran que Pilato propone a las autoridades y a la gente presente que elijan entre Jesús y Barrabás. Unos y otros, a una sola voz, piden el indulto de Barrabás. A este hombre se le presenta como un hombre de muy mala fama, como ladrón. Había cometido un asesinato, con motivo de una rebelión que había estallado en la ciudad. Se sospecha que se trata de un cabecilla de alzados en armas, que podía contar con las simpatías del pueblo. La transmisión de su nombre, lo mismo que la transmisión de los demás nombres que se mencionan en la antigua tradición de la pasión, es garantía de la fidelidad histórica del suceso narrado. Los presentes, encabezados por la autoridad judía, se burlan públicamente de la justicia, acusan falsamente de sedición a Jesús y piden la liberación de Barrabás.

La tercera vez que intenta salvar Pilato a Jesús es mandándole azotar para ver si la multitud se conformaba. La flagelación fue realizada en público, y no en privado, como suele representarse en cuadros y pinturas.

El acto tuvo lugar en una plaza llamada Gábata, en arameo, “El enlosado”, en castellano. Luego de desnudar a Jesús, los romanos lo ataron con las manos en alto para que no pudiera cubrirse ninguna parte del cuerpo con los brazos, y para que en caso de shock no cayera al suelo. El instrumento utilizado para azotarlo era el flagrum, compuesto de un mango corto de madera, del que salían dos o tres correas de cuero de unos 50 centímetros de largo, y en cuyas puntas había dos bolitas de plomo que servían para arrancar pedacitos de carne con cada golpe, y así lesionar más el cuerpo.

78

Page 79: CristologiìaI Laicos CTPL 2014

Cristología – 2014 – ISET Juan XXIII - CTPL

La flagelación no sólo dañó la parte exterior de Jesús, sino también sus órganos interiores. Después de esta tortura, Pilato interroga de nuevo a Jesús, pero se extrañó de que el reo no buscase ninguna cobertura; probablemente esperaba que le pidiese clemencia. Habría sido una ocasión excelente para mostrar su poder, pues, como es bien sabido, los que tienen poder saben perdonar muchas ofensas a quienes les van a pedir dinero o recomendación. Aquel pobre galileo nada podía ofrecer, pero todo indica que una petición suficientemente humilde habría bastado para satisfacer la vanidad del representante romano. Las palabras del prefecto a Jesús, así lo indican: “¿A mí no me hablas? No sabes que tengo poder para soltarte y poder para crucificarte?”.

Finalmente, el representante del imperio opta por la solución política de condenar a un inocente para contentar a la gente que gritaba y salvar el orden público. Como oficial romano, no puede poner en la sentencia: “¡Condenado por ser el Mesías de Dios!”. Nunca Roma hubiera aceptado esa condena, pues el imperio no se metía en asuntos de mesianismo religioso, a no ser que se pudieran traducir en forma política. Y lo condena como “rey de los judíos”.

Después se organiza una burla en torno a Jesús. Aludiendo al motivo de su condena: los soldados le coronan de espinas. Esta corona consistía en un verdadero casco que recubría toda la parte superior de la cabeza, ya que ésa era la forma de las coronas orientales del siglo I. Y no sólo se la colocaron, sino que según el evangelio “lo golpeaban con una caña en la cabeza”, clavándole aún más las espinas. Sabemos que la frente, las sienes y todo el cuero cabelludo constituyen una zona de nervios muy sensibles, cuyas afecciones neurálgicas son de las más dolorosas del cuerpo humano. Podemos, pues, imaginar la tortura producida por las decenas de agudísimas puntas penetrando en su cabeza, algunas de las cuales alcanzarían inclusive a llegar a los mismos huesos del cráneo. Aquellas espinas posteriormente fueron clavadas, remachadas y frotadas una y otra vez por los cabezazos que Jesús tuvo que haber dado mientras intentaba respirar colgado en la cruz. Por lo tanto, el sufrimiento de tal coronación lo acompañó hasta el momento de su muerte. Luego le ponen una tela roja a modo de manto.

La crucifixión

La crucifixión era un castigo para los delitos de carácter político o militar. Procede del Oriente. No se aplicaba mucho entre los griegos. Era frecuente entre los cartagineses y los persas, quienes sometían a ese castigo a los jefes del ejército y a los rebeldes. Por influencia de los persas llegó a los romanos, quienes la aplicaban a menudo entre los esclavos, los criminales, los traidores, así como entre los sediciosos y rebeldes de las provincias sometidas al imperio, como era el caso de Judea.

Jesús padece la muerte de Jesús más ignominiosa. Es la acreditación máxima de la solidaridad de destino del Creador con su creatura, del Dios de la Vida con el hombre que muere, padeciendo la muerte, y no cualquiera sino la que padecían los más pobres y desgraciados, los esclavos... Jesús lleva a Dios al extremo, al ponerse a sí mismo como portador del Reino, donde la miseria, lejanía y soledad son máximas.

Es llevado al GólgotaDespués de la condena oficial, pasado el mediodía, Jesús es llevado fuera del

recinto amurallado de la ciudad, pues dentro no se podía ejecutar a nadie; le cuelgan al cuello un cartel con la causa de la condena, juntamente con otros dos hombres también condenados.

Durante todo el camino, la áspera y desastillada madera que llevaba encima fue destrozando los tejidos de la espalda y provocando excoriaciones en sus hombros, totalmente cubiertos ya de heridas por la flagelación, y que ahora se reabrían y ahondaban a cada paso que daba. A Jesús y a los otros dos condenados que le acompañan, les escoltan unos cuatro soldados, lo que significa que Pilato no teme que

79

Page 80: CristologiìaI Laicos CTPL 2014

Cristología – 2014 – ISET Juan XXIII - CTPL

los seguidores de Jesús, condenado como presunto líder político del pueblo, “el “rey de los judíos”, realicen una acción para liberarlo. Las condiciones de seguridad son las normales.

A Jesús le cargan con el travesaño horizontal de la cruz, sobre las espaldas y atraviesa las estrechas calles de la ciudad en medio de la curiosidad natural de la gente. Gente del pueblo sencillo sigue con Jesús. No son muchos. La mayoría de los peregrinos que han llegado a Jerusalén está en otra cosa. A esas horas, miles de corderos están siendo sacrificados en el recinto sagrado. La mayoría de la gente se mueve febril rematando los últimos preparativos para la cena pascual. Sólo quienes se encuentran en su camino con el cortejo de los condenados o pasan cerca del Gólgota prestan atención. Unas mujeres, en medio del gentío que observa a los condenados camino de la cruz, se acercan a Jesús llorando por él.

Ya en el cerro rocoso del Gólgota, Jesús, con las manos clavadas a la altura de la muñeca en el travesaño horizontal, es levantado con ayuda de dos horquillas y, de ese modo, fijan el travesaño al palo vertical, que estaba clavado permanentemente en tierra y era utilizado en otras ejecuciones. Los pies estaban fijados por uno o dos clavos. Es probable que en la mitad del palo vertical hubiera una pieza de madera sobre la que el condenado podía descansar un poco el cuerpo, lo que contribuía a que la muerte tardara más en llegar y se prolongaran los sufrimientos. En la parte superior del palo vertical se colocaba el titulus, cartel que indicaba la identidad y el motivo de la condena; en el caso de Jesús fue escrito en tres lenguas: hebreo, latín y griego. Este cartel decía: “Jesús nazareno, rey de los judíos”. Este letrero quería servir de advertencia para la población, por si alguno quería seguir los pasos del hombre que colgaba en la cruz. De ordinario, la altura de la cruz no superaba mucho los dos metros, de manera que los pies del crucificado quedaban a treinta o cincuenta centímetros del suelo. De este modo, la víctima queda más cerca de sus torturadores durante su largo proceso de asfixia y, una vez muerto, puede ser pasto fácil de los perros salvajes. Jesús ha sido clavado a la cruz entre las nueve de la mañana y las doce del mediodía.

Los otros dos hombres sufren el mismo suplicio. Este punto es preciso no pasar por alto. Sus discípulos le han abandonado al final y, por eso, Jesús no ha muerto rodeado por la cruces de Pedro y Juan Zebedeo, o de los doce, como sería lógico si él hubiera sido un líder subversivo del orden político. Significativamente, sus discípulos “oficiales” le han abandonado. Por su parte, por lo que parece, Pilato y los sacerdotes no han intentado matar a los discípulos de Jesús, sino que les han dejado marchar, lo que supone que no les han tomado como peligrosos, o que han sabido que ellos se habían distanciado al fin de su Maestro. La tradición cristiana no ha escondido este dato, sino que lo ha puesto de relieve, mostrando, de un modo coherente, que Jesús ha muerto ajusticiado precisamente al lado de aquellos por quienes ha vivido, con los rechazados de la sociedad, por causas económicas, sociales o políticas…, que, al fin, parecen ser equivalentes. Su muerte se inscribe entre las muertes y asesinatos de millones de personas, dentro de la historia de la violencia humana.

Uno de los soldados acercó hasta la boca de Jesús una caña con una esponja empapada en vinagre. No se sabe la intención con la que se lo dieron a Jesús. Quizás lo hicieron por compasión o para reanimarlo, al ver que se moría tan rápido. Tal vez para acelerar su muerte, ya que según una antigua creencia la muerte de un crucificado se aceleraba al darle de beber. O tal vez para mofarse de él. Pero sea cual fuere la razón, lo cierto es que se trató de un acto humillante y ofensivo. Jesús ya no tenía fuerzas y no sabemos si lo bebió. Luego los soldados hicieron lo que era habitual: repartirse las ropas de los condenados.

Sabemos que la crucifixión era considerada como la más humillante de todas las penas capitales. Además, para los judíos, tenía un sentido particular de deshonra pues el que colgaba de un madero era maldito de Dios. Por tanto, era evidente que Dios no estaba de su parte.

80

Page 81: CristologiìaI Laicos CTPL 2014

Cristología – 2014 – ISET Juan XXIII - CTPL

Los evangelios relatan que dos hombres fueron crucificados junto a Jesús. Posiblemente alzados en armas. A uno de ellos, en aquella situación, le salieron gritos de desesperación, dolor y rabia por su suerte, hasta insultos contra aquel que “presidía” aquella ejecución con la pretensión de ser el “rey de los judíos”. El otro se muestra próximo a Jesús, justo entre los injustos, y le pide participar, en el futuro, en su Reino. Jesús asiente y garantiza a aquel hombre la bienaventuranza celestial: “Te lo aseguro, hoy estarás conmigo en el paraíso”. Para Lucas, Jesús no empieza su camino de Reino-paraíso, su proyecto de nueva humanidad, con gente piadosísima, con buenos funcionarios del Templo, con los religiosos, sino con los “malhechores”. Empezó su tarea con pobres y publicanos, con leprosos y expulsados, con gentes que estaban fuera de toda ley… es lógico que acabara entre marginales.

Abandono y confianza en la agoníaLa pasión es tiempo silencioso del Padre Dios. Insistimos, en las palabras de Jesús

no hay desesperación, pues es imposible desesperarse o maldecir de Dios con una oración que empieza con su nombre. Jesús no reprocha a Dios, como tampoco se lo hacía el salmista. Lo que Jesús hace es abrir su corazón y exponer la razón última de su sufrimiento más profundo: la experiencia de la lejanía del Padre, de su Abba y de su Dios.

El grito de la cruz muestra el inmenso dolor que tiene en aquel momento, la herida más profunda de aquella pasión. Pero esa herida no elimina la confianza. Como en Getsemaní, Jesús acepta confiadamente hacer lo que el Padre Dios quiere que haga, ser fiel, aunque con “gran clamor y lágrimas”, como leemos en la carta a los Hebreos, pese a experimentar la lejanía de su Padre amado. Su último suspiro es para decir: “Padre, Abba, en tus manos encomiendo mi espíritu”. Quien confió en el Padre siempre, morirá fiel al Dios en el que ha confiado toda su vida. Su muerte confirma su vida: confianza total en el Padre de todos, que a nadie rechaza de su perdón.

El que había pedido a sus discípulos “amen a sus enemigos” y “rueguen por los que les persiguen”; el que les insistió en perdonar siempre, leemos en Lucas, exclama: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”. Toda la vida Jesús había practicado y enseñado cómo es Dios: Amor y perdón inmerecido. Y no tiene otro modo de relacionarse con las personas que no sea el amor. Jesús, que es la manifestación plena de este Dios, también cuando está clavado en la cruz, ofrece el perdón, o sea, hace un ofrecimiento de vida a sus verdugos, quien quiera que éstos sean. Esto es lo que Jesús lleva en las entrañas y lo hace realidad también en el momento terrible de la cruz. Jesús, pobre, desnudo, escarnecido… y perdonando. Muere como ha vivido.

La muerte real y física, después de ultrajes, injurias, vejaciones y tormentos debió ser a las tres de la tarde, según leemos en los evangelios, luego la agonía duró unas dos o tres horas. Debió ser una muerte más rápida de lo esperado, provocada por una embolia cerebral fulminante. Por eso cuando una delegación judía fue a pedirle a Pilato que les quebrara las piernas, a los tres crucificados para que murieran rápido y pudieran retirar sus cuerpos, pues iba a comenzar la fiesta de la Pascua, en día sábado, y no querían que semejante espectáculo afeara su celebración, los soldados sólo les quebraron las piernas a los dos compañeros de suplicio. A Jesús no hizo falta, porque ya estaba muerto.

El evangelio de Juan anota aquí un detalle significativo. Dice que un guardia, para cerciorarse de la muerte de Jesús, le atravesó el costado con una lanza, “y al instante salió sangre y agua”. Se ha pensado que el detalle de la sangre y el agua no era real, sino un simbolismo creado por el evangelista para dejar algún mensaje. Primero, porque los cadáveres no pueden sangrar ya que el corazón ha dejado de bombear sangre. Y segundo, por la extraña afirmación de que brotó también agua. Pero hoy los estudios médicos han confirmado el testimonio de Juan. Según éstos, la flagelación que sufrió Jesús horas antes de su muerte debió producir una hemorragia en la cavidad pleural, entre las costillas y los pulmones. Y el fluido hemorrágico pudo separarse en dos elementos: un líquido seroso y claro, más liviano, arriba, y otro de

81

Page 82: CristologiìaI Laicos CTPL 2014

Cristología – 2014 – ISET Juan XXIII - CTPL

color rojo oscuro, más pesado, abajo. La postura rígida del cuerpo en la cruz favoreció esta separación. Por lo tanto, una lanzada no muy fuerte pudo sin duda abrir la cavidad pleural de manera que brotaran, sin mezclarse, los dos elementos de la hemorragia, es decir, la sangre y el agua.

Marcos relata que viendo morir a Jesús, el jefe de la tropa romana encargada de la ejecución y el mantenimiento del orden ante la cruz, confiesa: “¡En verdad, este hombre era Hijo de Dios!”. Un centurión del imperio es capaz de “comprender”, no así los sacerdotes del Templo, que se han reído de Jesús hasta el final. Ante un hombre como Jesús, siente respeto y admiración hasta la misma Roma. Más allá de la historicidad al pie de la letra de este hecho, aquí se está diciendo que los soldados de Roma, en cuanto tales, como personas, no son sin más unos malvados. Más aún, en contra de lo que sucede con los sacerdotes del Templo, los soldados del imperio pueden convertirse y confesar su fe en Jesús.

Además de los otros dos crucificados y los cuatro soldados, de la muerte de Jesús fueron testigos algunas mujeres, discípulas hasta el final, y amigos, manteniéndose este grupo a una cierta distancia. Están “mirando desde lejos”, pues los soldados no permiten que nadie se acerque a los crucificados subiendo hasta lo alto del montículo. Se nos dan los nombres de estas valientes mujeres que permanecen allí hasta el final. Todos los evangelistas coinciden en la presencia de María de Magdala, la mujer que tanto quiere a Jesús. Marcos y Mateo hablan de otras dos mujeres: María, la mujer de Alfeo, madre de Santiago el menor y Joset, y Salomé, la madre de Santiago y Juan. Sólo el cuarto evangelio menciona a “la madre de Jesús”, a una tía suya, hermana de su madre, y a “María, mujer de Cleofás”. Aunque se ha dicho con frecuencia que la presencia de estas mujeres ha podido reconfortar a Jesús, el hecho es poco probable. Rodeado por los soldados y los encargados de la ejecución, es difícil pensar que, durante su agonía, haya podido adivinar su presencia, obligadas como estaban a permanecer a distancia, perdidas entre la gente. Los doce, salvo Juan, según el cuarto evangelio, han huido y como grupo se han disuelto en Getsemaní.

Para los evangelios sinópticos Jesús murió el viernes, 15 de nisán, día de la Pascua. En tanto que para el evangelio de Juan la muerte ocurrió el viernes 14 de nisán y, desde luego, a la misma hora que en el Templo de Jerusalén se realizaba la degollación ritual de los corderos pascuales, es decir, la víspera de la Pascua. Según Juan, Jesús aparece como el verdadero cordero pascual, del que no se podía quebrantar hueso alguno.

Sobre la fecha de la muerte de Jesús, hay que decir que un buen número de investigadores sostiene que ha de preferirse a Juan sobre los sinópticos, pues no sería muy verosímil que las autoridades religiosas judías, encabezadas por el sumo sacerdote, pasaran la noche de Pascua atareados en la detención, el interrogatorio, la sentencia y la conducción hasta Pilatos de un profeta galileo con pretensiones mesiánicas. No parece probable que el prefecto romano estuviera disponible para constituirse en tribunal que debía juzgar y condenar a muerte a Jesús y hacer ejecutar luego la sentencia el día de Pascua, el día en que las fuerzas romanas se desplegaban para extremar la vigilancia de los miles de peregrinos congregados en Jerusalén. Además, el episodio de la libertad concedida a un preso con ocasión de la fiesta solemne judía, narrado por los cuatro evangelios, sólo tenía sentido si se producía el 14 de nisán, día antes de la Pascua, a fin de que así la persona liberada pudiera participar en el acto central de la fiesta, la cena pascual.

Muere en la noche más oscura. No entra en la muerte iluminado por una revelación sublime. Todo queda en las manos del Padre.

El escándalo y la locura de la cruz

Los discípulos no ocultaron ni maquillaron los datos de la pasión para que la muerte de Jesús fuese aceptado por todos. Después de la resurrección, el núcleo de su testimonio es que Jesús, el que había sido crucificado, ahora estaba resucitado. Y

82

Page 83: CristologiìaI Laicos CTPL 2014

Cristología – 2014 – ISET Juan XXIII - CTPL

comenzaron a escribir los evangelios narrando con detalle la pasión y muerte. Por eso hay tantas coincidencias, pero su preocupación no fue transmitir todos los datos con pelos y señales, sino solamente lo más significativo, y esto interpretado.

En la narración-interpretación de la pasión de Jesús han utilizado expresiones como “Día del Señor”, el “Día del Juicio de Dios”, que emplean los libros de los profetas. Allí se dice que aquel día se estremecerá la tierra, habrá oscuridad en medio del día. Todos estos detalles están puestos en alguno de los evangelios, pero son interpretaciones para significar que, para los seguidores de Jesús, aquel día era el “Día del Juicio de Dios” en que comenzaba una nueva humanidad; y la vieja, simbolizada en el velo del Templo, se rasgaba y posibilitaba que todo fuera Templo, lugar de la presencia de Dios.

15¡Dios ha resucitado a Jesús!

Lo más sorprendente de la vida de Jesús está al final, en lo que se llama la Resurrección. Si la vida de Jesús hubiera terminado como la de cualquier ser humano, con la muerte, y una muerte así, nadie se habría ocupado de él.

La noticia de su ejecución pública se hubiese comentado durante unos días, perdiendo intensidad a medida que pasara el tiempo y otros hechos impactantes ocuparan el primer plano de la actualidad. ¡Cuántas muertes provocadas por la guerra, el terrorismo, los avatares de la naturaleza, son olvidadas al cabo de unos días en la actualidad!

Pero, en algún momento no lejano a la crucifixión, sucedió algo extraño que hizo cambiar las cosas: los discípulos y discípulas de Jesús comenzaron a decir que Dios lo había resucitado. Y desde entonces comenzaron a reunirse en grupos para recordar al Maestro, y algunos no tardaron en morir por defender su nombre y su recuerdo.

La resurrección de Jesús provocó más revuelo que su muerte, hasta el punto de pasar a ser el centro de la fe de los cristianos, más todavía: por la resurrección de Jesús nace la fe cristiana. Los orígenes de la fe cristiana cronológicamente se remontan a la convivencia de los discípulos con Jesús terreno, y es cierto que esos momentos fueron trascendentales para los orígenes de la fe cristiana. Pero sólo fueron definitivos a partir de la resurrección. Lo dijo ya entonces Pablo a los corintios: “Si Cristo no ha resucitado, en vano se le anuncia y es inútil creer en él”. Más todavía: si no hay resurrección, “somos los más desgraciados de los hombres”, seguirá diciendo el apóstol, porque habríamos puesto nuestras esperanzas en un pobre fracasado, que terminó en la muerte como todos los mortales y además de la peor manera.

La resurrección es, pues, decisiva por tres motivos: para comprender a Jesús, para entender el cristianismo, para definirse como cristianos.

De entrada hay que decir que quienes esperen datos comprobables, experimentales, palpables sobre este tema y todo lo referido a Jesús lo tienen difícil. La resurrección no es un hecho verificable a través de documentos, o histórico en el sentido estricto del término, tal y como se entiende la historia en nuestros tiempos; pero sí es algo real que ha acontecido en la historia y ha transformado la historia y la vida de millones de personas a lo largo de los siglos.

Surge la noticia

El Reino de Dios, por el que Jesús vivió apasionadamente pareció fracasar completamente con su muerte en la cruz. Humanamente todo había acabado en un contundente fracaso, parecido al de un tal Teudas, que se daba el título de “profeta”,

83

Page 84: CristologiìaI Laicos CTPL 2014

Cristología – 2014 – ISET Juan XXIII - CTPL

y que convenció a un gran número de personas para que tomaran sus bienes y lo siguieran hasta el Jordán, cuyas aguas se abrirían a su orden y les ofrecerían un paso fácil, al igual que en el tiempo del Israel de los comienzos. Semejante también al fracaso de un tal Judas el Galileo, que como el grupo de hombres que lideraba “tenían una pasión invencible por la libertad, convencidos de que Dios es su único Señor y jefe”; atacó el palacio de Herodes en Séforis y se enfrentó a otros aspirantes a la realeza. Estos dos personajes son recordados por el doctor de la ley Gamaliel en el discurso que recoge Hechos 5,36-37.

Los enemigos de Jesús pensaron que lo habían derrotado finalmente eliminándolo. De ese modo creyeron que se habían librado de lo que él proponía. Pero se equivocaron.

Posiblemente el grupo de los más íntimos, los que le habían seguido por los caminos de Palestina y que después, por miedo lo habían abandonado en el momento crucial, permanecieron en Jerusalén algunos días después de la ejecución de Jesús. Más tarde regresaron al norte, a Galilea, de donde eran la mayoría, pues nada cabía esperar ya. La escandalosa muerte de Jesús echaba por tierra las promesas de la venida inminente del Reino. El hecho de que Jesús pendiera de la cruz, era una maldición, aunque fuera inocente: “Un colgado era una maldición de Dios”, se lee en el libro del Deuteronomio. Por eso nada extraña que los discípulos se dispersaran.

Pero, tanto en Jerusalén como en Galilea, surgió la misma noticia: ¡Jesús vive! Más tarde, unos y otros, dejaron de nuevo sus ocupaciones y comenzaron a anunciar a todos que el Jesús, nacido en Nazaret y ajusticiado en el Calvario, había sido resucitado.

La noticia se fue extendiendo poco a poco. Los comentarios eran de todos los colores: unos decían que aquellas mujeres y hombres estaban locos; otros veían imposible que pudiera acontecer una cosa así; había quienes sostenían que sus seguidores robaron el cuerpo y lo habían escondido; no faltaron los que consideraron que era una broma de mal gusto...; bastantes tuvieron miedo, otros dudaban y algunos creyeron. Pero los amigos de Jesús insistían, y afirmaban con rotundidad que ellos eran testigos de que estaba vivo, ellos lo habían visto, se habían encontrado con él, porque él se hizo “ver”.

Hacia una idea correcta de la resurrección de Jesús

Antes de seguir adelante, es preciso aclarar algunos puntos para, en lo posible, tener una idea correcta de lo que es la resurrección de Jesús.

- No se puede confundir la resurrección con la “revivificación de un cadáver”, que es lo que parece ser mucha gente se imagina cuando se habla de resurrección. Jesús no revivió, sino que resucitó. Revivir es volver a la vida que se tenía antes de la muerte. Por lo tanto, el que revive vuelve a ser un hombre mortal, porque vuelve a estar en este mundo, como uno de tantos. Eso es lo que ocurrió en el caso de Lázaro o en el del hijo de la viuda de Naín, como se puede ver en los evangelios. En estos casos, creo que el término más acertado es el de “revivificación”, más que de resurrección. Las personas mencionadas, que se consideran “resucitadas”, retornan a la vida presente y volvieron a experimentar la muerte después. Sin embargo, por resurrección se entiende la pertenencia a un mundo nuevo, la entrada en el mundo de Dios. Jesús resucitó. Esto quiere decir que Jesús no volvió a esta vida, sino a la vida de Dios. Esto no es un invento moderno, sino que es de lo más estrictamente tradicional. Ésta ha sido siempre la fe de la Iglesia, que se ha formulado de diversas maneras. Siempre ha expresado la fe a este respecto diciendo que Jesús resucitó para nunca más morir. Jesús no volvió a esta vida, sino que resucitó para la vida de Dios.

- Tampoco se puede confundir la resurrección de Jesús con la “inmortalidad de su alma”. Esta manera de pensar pertenece a la cultura griega. El Resucitado no es alguien que sobrevive después de la muerte despojado de su corporalidad. No olvidemos que los primeros testigos de la resurrección son judíos, y para un judío no

84

Page 85: CristologiìaI Laicos CTPL 2014

Cristología – 2014 – ISET Juan XXIII - CTPL

va por un lado la parte física o material de una persona, y por otro la parte espiritual. Para el judío, el “cuerpo” es toda la persona tal como ella está en el mundo y conviviendo con los demás. “Cuerpo”, para esa cultura, es la persona con todo su mundo de relaciones y vivencias, con toda su historia de alegrías y sufrimientos, de conflictos y heridas. Por eso, para ellos es imposible pensar a Jesús resucitado sin “cuerpo”, pues no sería un ser humano.

La resurrección es algo que le ha sucedido a Jesús. Algo que se ha producido en el Crucificado, y no es fruto de algo creado en la imaginación de sus discípulos y discípulas o un acontecimiento puramente subjetivo, un sentimiento interno de los discípulos que fueron los testigos. Ésta es la convicción de todos. La resurrección de Jesús es un hecho real, no producto de su fantasía ni resultado de su reflexión. No es tampoco una manera de decir que de nuevo se ha despertado su fe en Jesús. Es cierto que en el corazón de los discípulos y discípulas ha brotado una fe nueva en Jesús, pero su resurrección es un hecho anterior, que precede a todo lo que sus seguidores han podido vivir después. Es, precisamente, el acontecimiento que los ha arrancado de su desconcierto, de su escándalo y de su frustración, transformando de raíz su adhesión a Jesús. Ahora comenzará el verdadero seguimiento.

Resucitar es vencer definitivamente la muerte y, por consiguiente, escapar ya para siempre a ella. En consecuencia, se puede decir que quien revive vuelve a este mundo, mientras que quien resucita traspasa para siempre las fronteras de este mundo. Jesús, al resucitar, va al Padre y “ya no muere más”. Es el tránsito a la vida en Dios sin vuelta atrás, esto es, a la historia humana. Jesús no recupera su cuerpo físico sometido al poder de la muerte, sino un “cuerpo glorioso”, que recoge y da plenitud a su vida concreta desarrollada en este mundo. Jesús resucita con un “cuerpo” que recoge y da plenitud a la totalidad de su vida terrena. En consecuencia, el Padre Dios ha transfigurado el cuerpo físico del Jesús terrestre, en el cuerpo espiritual del Cristo glorioso, como el de la semilla en el fruto, el del gusano en la mariposa, y el del embrión en el recién nacido.

El Resucitado es el mismo que Jesús de Nazaret, pero un Jesús plenamente realizado en la gloria. Las apariciones son descritas por los evangelistas como una presencia real y hasta carnal de Jesús. Puede ser visto y tocado, come, camina con los suyos, dialoga con ellos, hasta quedar ocultado por una nube, como se ve en el relato de la ascensión. Su presencia es tan real que puede ser confundido con un caminante, un jardinero o un pescador. El hecho es que los discípulos que lo vieron tenían la seguridad de que no era un “espíritu” ni un “ángel”. Su cuerpo no se ha disuelto ni corrompido, sino que ha quedado transformado, continúa vivo más allá de la muerte. El cuerpo de Jesús es la garantía de su continuidad entre el antes y el después de la muerte: El que murió crucificado y fue sepultado era el mismo que resucitó. De ahí la preocupación por acentuar el hecho de las llagas, de que él comió y bebió con sus discípulos. Por lo demás, en los relatos de las apariciones se nota una evolución: de una representación más espiritualista se pasa a una materialización cada vez más marcada.

Si entendemos estos detalles narrativos de manera material, da la impresión de que Jesús ha regresado de nuevo a esta tierra para seguir con sus discípulos como en otros tiempos. Sin embargo, los mismos evangelistas nos dicen que no es así. Jesús es el mismo, pero no es el de antes; se les presenta lleno de vida, pero no le reconocen de inmediato; está en medio de los suyos, pero no lo pueden retener; es alguien real y concreto, pero no pueden convivir con él como en Galilea. Sin duda es Jesús, pero con una existencia nueva. El Resucitado es “el mismo”, mas no “lo mismo”.

¿Es la resurrección de Jesús un hecho histórico?Ahora bien, a la luz de esta distinción elemental que acabamos de hacer, ¿se

puede decir que la resurrección fue un hecho histórico? Depende: Si por hecho histórico se entiende lo que acontece realmente, sin duda alguna la resurrección fue un hecho histórico. Pero si por hecho histórico se entiende lo que se puede comprobar

85

Page 86: CristologiìaI Laicos CTPL 2014

Cristología – 2014 – ISET Juan XXIII - CTPL

en el espacio y en el tiempo, que es susceptible de verificación por medio de los criterios de la investigación histórica, que es determinable por la ciencia (la ciencia se basa en la razón y en lo comprobable por la experiencia), entonces hay que decir que la resurrección no fue un hecho histórico, no es algo que puede “ser probado”, porque Jesús resucitado no estaba ya en el espacio y en el tiempo, es decir, no estaba en este mundo, sino que había rebasado definitivamente las condiciones de la historicidad. La resurrección es un hecho real, aconteció en la historia, pero no es histórico. No es un suceso “objetivo”, “de este mundo”. La resurrección es un acontecimiento metahistórico, es decir, más allá de la historia; es un acontecimiento escatológico, esto es, la resurrección de Jesús es el final de la historia, no en sentido cronológico, por ser lo último, sino en sentido cualitativo, por ser algo en sí mismo insuperable y, por tanto, definitivo.

Desde este punto de vista se puede decir que lo histórico que ocurrió allí es que los discípulos experimentaron la presencia viva de Jesús por medio de algún tipo de vivencia histórica y así lo manifestaron a los demás. Jesús se les reveló como el Viviente. Es evidente que vivieron una experiencia transformante. Aquellos que le habían seguido, ahora le reconocen de un modo totalmente diferente, como resucitado, a la luz de la experiencia transformante de su presencia personal, nueva y real, y se lanzan a anunciarlo.

Por esto se comprende que los evangelios no cuentan el hecho mismo de la resurrección de Jesús, pues nadie fue testigo de la misma, sencillamente porque no podía haberlos. “Los cuerpos gloriosos no impresionan la retina”, dice L. González Carvajal. La palabra griega ófthe, que aparece en textos decisivos, se emplea en la Biblia griega para expresar la manifestación de Dios o de seres celestes normalmente inaccesibles a los ojos, tal es el caso de las apariciones a Abraham, Jacob y otros. Tomás de Aquino afirma que los apóstoles vieron a Jesús tras la resurrección: No con los ojos del cuerpo, sino con los “ojos de la fe”. La resurrección de Jesús queda en el misterio de la actuación de Dios”. Se cuentan las apariciones después de la resurrección, pero no la resurrección misma.

El Evangelio de Pedro, extracanónico, con un lenguaje más cargado de fantasía que de otra cosa, cuenta “cómo” resucitó Jesús, pero no fue aceptado por la Iglesia, ya que la conciencia cristiana percibió enseguida que no se puede hablar de la resurrección en sí misma. El texto dice así: “Pero en la noche en que brilló la luz del Señor, cuando los soldados hacían guardia en turnos de dos, resonó una gran voz en el cielo y vieron los cielos abiertos y dos varones que bajaban de allí teniendo un gran resplandor y acercándose al sepulcro. Y la piedra aquella que habían echado sobre la puerta, rodando por su propio impulso, se retiró a un lado, con lo que el sepulcro quedó abierto y ambos jóvenes entraron. Al verlo, pues, aquellos soldados, despertaron al centurión y a los ancianos, pues también éstos se encontraban allí haciendo la guardia. Y, estando ellos explicando lo que acababan de ver, advierten de nuevo tres hombres saliendo del sepulcro, dos de los cuales servían de apoyo a un tercero, y una cruz que iba en pos de ellos”.

Claves para comprender la resurrección de Jesús

Los testigos de que Jesús estaba vivo tuvieron que enfrentarse con un fenómeno que les desbordó y que superaba ampliamente su experiencia ordinaria y las posibilidades del lenguaje a su alcance. Todos son pillados a contrapié y tienen que hacer un esfuerzo para aceptar lo que se les impone con fuerza. Por eso, no es de extrañar que para intentar expresar adecuadamente aquello que les estaba sucediendo recurrieran al lenguaje simbólico y religioso con el que estaban familiarizados, y que era el del AT.

La clave de lo que somos, de nuestra forma de pensar, hablar y sentir, está en la cultura y en el lenguaje que utilizamos, Por eso, también en el tema de la resurrección, hay que recurrir al análisis del contexto cultural y lingüístico de las

86

Page 87: CristologiìaI Laicos CTPL 2014

Cristología – 2014 – ISET Juan XXIII - CTPL

palabras utilizadas para comprender su significado. Y nos llevaremos posiblemente más de una sorpresa.

Primera clave: El contexto culturalLo primero es el contexto general de los creyentes. Éstos interpretan la vida

como una relación personal y colectiva con Dios, y viven en Alianza con él. Desde esta vinculación, el creyente sabe que Dios es el que no abandona en el peligro, en la enfermedad o en la muerte; y que es el que dice la última palabra, como se ve en el Canto del Siervo de Yahvé, que se encuentra en el libro del profeta Isaías. Dios es el que comunica vida y lleva junto a sí a los que creen.

Veamos algunas imágenes que tienen resonancia en los testimonios escritos sobre la resurrección: Ya en el comienzo del primer libro de la Biblia, el Génesis, se habla de Henoc, padre de Matusalén, quien anduvo por la tierra un montón de años y que un día desapareció porque “Dios se lo llevó”. Algo parecido le sucedió a Elías, “arrebatado al cielo en un carro de fuego en presencia de su discípulo Eliseo”. En el último libro de la Biblia, el Apocalipsis, se alude a la creencia presente desde antiguo de que Moisés fue subido a la presencia de Dios, “al cielo, en una nube”. Henoc era un patriarca; Elías, el mayor profeta de Israel; Moisés, el gran líder, cuyo sepulcro nadie sabía dónde estaba; y los tres, hombres justos.

Dios es, para el creyente judío, el ser que viene en ayuda del pueblo maltratado, apaleado y desterrado; el que cambia a sus fieles la suerte que le han impuesto otros hombres por la fuerza. El profeta Oseas se dirige al pueblo de Israel en el destierro y le dice: “Dentro de dos días Yahvé nos dará la vida, y al tercer día nos levantará, en su presencia viviremos”.

Por su parte, el profeta Ezequiel escribe un texto memorable sobre unos huesos secos que recobran la vida, por la intervención del Espíritu de Dios, y lo concluye anunciando al pueblo esclavo en el destierro: “Sabrán que yo soy Yahvé cuando abra sus tumbas y les haga salir de ellas. Infundiré mi espíritu en ustedes y vivirán; les estableceré a ustedes en su suelo, y sabrán que yo, Yahvé, lo digo y lo hago”.

Todo el proceso anterior, ¿eran intuiciones? Eran mucho más que intuiciones. Dios es Dios de Vida, lo era ahora y lo había sido siempre e iba acompañando ese proceso, inspirando su búsqueda. El hombre, a tientas y según su capacidad, en esbozos y pinceladas, iba descubriendo y dibujando quién es Dios.

Dentro de ese proceso de descubrimiento del designio de Dios hay un momento clave: En los años 168-164 a. C., un número incontable de fieles judíos fueron martirizados por orden de Antíoco IV Epífanes por permanecer fieles a la Ley. En esas circunstancias, empiezan a preguntarse: ¿Puede Dios abandonar definitivamente en la muerte a los que lo han amado hasta el extremo de morir por él? ¿No devolverá la vida a los que la han sacrificado por serle fieles? Eran probablemente las preguntas que se hacían los seguidores de Jesús ante su muerte. El profeta Daniel había respondido proclamando una fe nueva: al final de los tiempos, los que han permanecido fieles a Dios se salvarán. Así se lee en este libro: “Muchos de los que duermen en el polvo de la tierra se despertarán, unos para la vida eterna, otros para el oprobio y el horror eternos. Los sabios brillarán como el esplendor del firmamento; los que guiaron a muchos por el buen camino serán como las estrellas por toda la eternidad”. Los mártires fieles a Dios y los sabios que han guiado a muchos por el buen camino despertarán del sueño de la muerte. Ahora no son más que polvo, pero Dios los hará brillar como las estrellas.

Es revelador el segundo libro de los Macabeos, cuando describe el martirio de una madre y sus siete hijos por orden del sanguinario Antíoco IV. El segundo hijo se dirigía al rey diciendo en medio de la tortura: “Tú, criminal, nos privas de la vida presente, pero el Rey del mundo a nosotros que morimos por sus leyes, nos resucitará a una Vida eterna”. Y la madre animaba a sus hijos a soportar el martirio: “Dios, Creador del mundo, que hizo el género humano y ha creado todo lo que existe, les devolverá la vida con misericordia”.

87

Page 88: CristologiìaI Laicos CTPL 2014

Cristología – 2014 – ISET Juan XXIII - CTPL

Los discípulos compartían la fe en la resurrecciónLos discípulos compartían esta fe, promovida, sobre todo, por los fariseos y

rechazada por los saduceos, por no estar en las tradiciones antiguas, es decir, en la Torá. Es muy probable que, como judíos piadosos que eran, recitasen todos los días al amanecer y por la noche, esta bendición: “Bendito eres, Señor, que haces vivir a los muertos”.

Que esperaban que Dios no abandona a quienes le son fieles, da la vida y salva de todos los peligros, en particular, de la muerte, era claro. Esperaban la resurrección de los justos en el último día. Lo que resultaba insólito es que la resurrección se anticipara en una persona, antes de llegar el fin de los tiempos.

Aunque lo ocurrido con Jesús es totalmente nuevo, todo esto ayudó, sin duda, a los discípulos a interpretar lo que estaban viviendo. Pero, ellos ven más. La resurrección de estos mártires sólo le afecta a cada uno de ellos; nada tiene que ver con la salvación de los demás seres humanos. Por el contrario, los seguidores de Jesús terminan hablando de su resurrección como fuente de salvación para toda la humanidad: Jesús es “primicia” de una resurrección universal, inauguración de los últimos tiempos.

Los discípulos habían quedado muy “marcados” por Jesús. La crucifixión no había podido borrar de un golpe lo que habían vivido junto a él. En Jesús habían experimentado a Dios irrumpiendo en el mundo de manera nueva y definitiva. Su fuerza curadora destruía el poder de Satán y rescataba del mal a enfermos y poseídos, apuntando hacia un mundo nuevo de vida plena. Su acogida a los últimos como los privilegiados del Reino de Dios despertaba la esperanza de los pobres en un Dios que comenzaba a manifestar su fuerza liberadora frente a tanta injusticia y abuso. Sus comidas con pecadores e indeseables anticipaban el banquete final y la alegría de los últimos tiempos. Habían experimentado en Jesús la irrupción de la fuerza y el amor salvador de Dios, ¿no estaban experimentando ahora en su resurrección la irrupción liberadora de Dios inaugurando ya el Reino definitivo de la vida?

Segunda clave: El lenguajePara hablar de la resurrección tenemos que hacerlo en categorías humanas,

categorías que son siempre espacio-temporales, “históricas”, cuando, en realidad, estamos hablando de algo que pertenece por esencia a la vida de Dios y, por tanto, que desborda tanto el espacio como el tiempo.

El lenguaje para expresar esta experiencia será diverso, dando muestra de gran libertad y flexibilidad. Cada término o expresión tiene su perfil propio. Ninguno de ellos está en condiciones de expresar adecuadamente lo que queda más allá de las palabras. No hay una palabra mágica y luminosa para expresar la resurrección. Primero se dieron pequeñas confesiones de fe: “Jesús ha sido resucitado por Dios”; “Dios ha resucitado a Jesús de entre los muertos”; “ha sido glorificado”; “ha sido exaltado”, o su equivalente “está a la derecha de Dios”, es decir, que está al mismo nivel de Dios, es igual a Dios, aunque había vivido como un hombre pobre y aunque sus enemigos parecía que habían tenido más poder que él; “entrar en la

gloria”, “ir al Padre”, “retornar al Padre”, son expresiones para decir que Jesús vive totalmente en Dios; pero todo ello no implica, ni mucho menos, un alejamiento de Jesús respecto de los suyos, antes bien, conlleva una mayor cercanía de él para con sus discípulos: “me voy, pero vengo a ustedes”. “Resurrección”, “exaltación”, “glorificación”…son términos que van íntimamente unidos. En el evangelio de Lucas, la resurrección y la exaltación a la derecha del Padre, o ascensión, tienen lugar en la noche de Pascua; mientras que en Hechos, este mismo autor ubica la ascensión cuarenta días después de la resurrección. El lenguaje ha de amoldarse a esta experiencia tan nueva.

También lo expresarán con himnos, cánticos y discursos, y más adelante con relatos.

88

Page 89: CristologiìaI Laicos CTPL 2014

Cristología – 2014 – ISET Juan XXIII - CTPL

Encuentros con el Resucitado

Los discípulos más íntimos de Jesús proclamaban que estaba vivo porque había sido resucitado por Dios y que se les había aparecido. Detrás de estas palabras lo que se quiere transmitir no es que Jesús se apareciera como un fantasma luminoso que los dejaba boquiabiertos y convencidos de que era él, sino su experiencia del encuentro con Jesús vivo y su decisión de presentarle ante los demás como Cristo, Hijo de Dios, Señor... Es decir, como el elegido por Dios como modelo de hombre, y el confesado por los hombres como manifestación definitiva de Dios. Años después, recogieron estas experiencias de encuentro con el Resucitado: Son los relatos de “apariciones”.

¿Cuántas fueron las apariciones? Resulta muy difícil responder a esta pregunta, porque los datos que poseemos son inevitablemente fragmentarios e incompletos. Pablo da cuenta de cinco apariciones del Señor vivo; Marcos no conoce ninguna aparición, aunque indica que Jesús se dejará ver en Galilea. Mateo conoce una sola aparición a los once en Galilea. Lucas refiere dos apariciones en Jerusalén. Juan relata tres manifestaciones del Señor en Jerusalén, a las que hay que añadir una aparición en Galilea. Pero a esta lista hay que sumar otras apariciones, como, por ejemplo, la que tuvo Esteban mientras era martirizado. Si a esto unimos la aparición a Pablo, lo que se puede decir con seguridad es que las apariciones de Jesús a los suyos duraron un tiempo relativamente prolongado.

Los detalles de las apariciones no son fundamentales, y no tienen nada que ver con visiones o sueños, experiencias esotéricas o místicas. No se dice que caigan en un estado de percepción paranormal. Cada aparición empieza y termina cuando Jesús desea y decide. Además, Jesús no se presenta rodeado de una luz hiriente o de un alo sobrehumano, ni llega entre nubes o tempestades, como si fuera un ser celestial que baja a visitar la tierra. La normalidad es la nota común en todas las apariciones.

Lo central en las apariciones es el encuentro personal que mujeres y hombres tuvieron con Jesús lleno de vida. Por estos encuentros saben que él vive y está de nuevo con ellas y ellos; todo lo demás viene después. Los discípulos y discípulas se encuentran con aquél que los ha llamado al servicio del Reino y al que han abandonado en el momento crítico de la crucifixión. En un relato cristiano se lee: “Estaban todavía muertos de miedo a las autoridades judías y con las puertas cerradas, y se presenta Jesús en medio de ellos”. Nada ni nadie puede impedir a Jesús resucitado volver a estar en contacto con los suyos. Van caminando hacia Emaús, desconsolados y abatidos, y Jesús se pone a caminar con ellos, les explica las Escrituras, y le reconocen al partir el pan. Estaban pescando en el lago de Galilea, y se les hace presente…

El encuentro con las mujeres es especialmente emotivo. Ellas se encuentran con el que las ha mirado con respeto y simpatía, ha defendido su dignidad y las ha acogido en su compañía: “Jesús salió a su encuentro y las saludó; ellas se acercaron y se abrazaron a sus pies”; de nuevo experimentan su cercanía entrañable. María de Magdala se encuentra con el Maestro que la ha curado: todavía con lágrimas en los ojos escucha que Jesús la llama por su nombre con un tono inconfundible; sólo él la podía llamar así. No podemos saber cómo ocurrieron exactamente las apariciones, pero el testimonio que de ellos y ellas hemos recibido a cerca de lo que experimentaron con Jesús de nuevo en sus vidas, es impresionante.

Es preciso insistir en que no fueron los discípulos y discípulas los que encuentran a Jesús; ellos y ellas no han provocado el encuentro. Es él quien “sale a su encuentro”, “se hace ver”, y los sorprende. Él ha tomado la iniciativa, sin que medie requerimiento ni poder alguno de convocatoria de los discípulos sobre él. Se les hace presente cuando ninguno lo esperaba, desbordando sus expectativas. Todo es un regalo de Jesús resucitado.

Todos, pero sobre todo los discípulos varones, saben que lo han abandonado en los momentos más críticos, cuando la cercanía del amigo es más necesaria, y eso había dejado en ellos un sentimiento de tristeza culpable. Pero Jesús, sin pronunciar

89

Page 90: CristologiìaI Laicos CTPL 2014

Cristología – 2014 – ISET Juan XXIII - CTPL

una sola palabra de reproche, les tiende su mano. Jesús, que había hecho sentir el perdón del Padre a los no-amados, publicanos, prostitutas, pecadores en general, les acoge y perdona a ellos. Y lo hace regalándoles la paz y la bendición de Dios que había entregado a raudales a los sufrientes campesinos, a los enfermos y marginados de la sociedad y de la religión del Templo: “La paz con ustedes”, les dice. Los discípulos se sienten perdonados y acogidos en la comunión con él. Jesús sigue siendo el mismo. Perdón y paz que Jesús sigue regalando hoy y siempre a todos y todas, también a los verdugos.

La confianza que Jesús les ofrece, cura su infidelidad; y les libera de la tristeza, la cobardía y los miedos que les paralizan. El relato de Emaús describe muy bien la transformación que se produce en los discípulos al acoger en su vida a Jesús resucitado. Caminaban “con aire entristecido” y, al escuchar sus palabras, “sienten que su corazón se abrasa”; se habían derrumbado al comprobar la muerte de Jesús, pero, al experimentarlo lleno de vida, descubren que sus esperanzas no eran exageradas, sino demasiado pequeñas y limitadas; se habían alejado del grupo de discípulos, frustrados por todo lo ocurrido, y ahora vuelven a Jerusalén a contar a todos “lo que les ha pasado en el camino”. Para ellos empieza una vida nueva.

Jesús resucitado se manifestó a sí mismo a sus discípulas y discípulos, a aquellos que le amaban y le habían abierto sus corazones, a aquellos que tuvieron una relación con él. En definitiva, se apareció a aquellos que tenían “fe”, en su sentido fundamental, como apertura a Dios, aunque fuese parcial. Y ellos tuvieron que responder con la fe. Aquellos cuyos corazones estaban cerrados no pudieron reconocer a Jesús resucitado; él no pudo aparecérseles. Incluso Pablo, la única excepción obvia, por muy equivocado e inseguro que pudiera estar antes de su llamada “conversión”, fue honesto en su búsqueda y celoso por lo que percibió que era acorde con la voluntad de Dios.

Al tercer día

Afirmar que Jesús resucitó al tercer día no equivale a decir “pasado mañana”, sino que hay que entenderlo desde la clave del profeta Oseas: “Vamos a volver al Señor: él nos despedazó y nos sanará, nos hirió y nos vendará la herida. En dos días nos hará revivir, al tercer día nos restablecerá y viviremos en su presencia”. Los cristianos creen que para Jesús ha llegado este “tercer día” definitivo. Él ha entrado en la salvación plena. Con la resurrección de Jesús ha amanecido ya el “tercer día”, aunque a nosotros nos queden días de prueba y sufrimiento.

Con Jesús se ha iniciado la resurrección final, la plenitud de la salvación. Jesús es sólo el “primogénito de entre los muertos”, como dice Pablo a los Colosenses. Él es el primero que ha nacido a la vida definitiva de Dios. Jesús resucitó por un privilegio irrepetible, sino “como primicia de los que durmieron”, sigue diciendo Pablo a los corintios. Cuando nosotros resucitemos, la cosecha estará completa, pues si hay primicias, eso significa que hay cosecha. Y la cosecha somos nosotros. Ahora se puede, como Jesús, vivir sin miedo a morir y morir sin perder la vida.

¿Quedó vacío el sepulcro de Jesús?

Todos los evangelistas cuentan que, al día siguiente de la crucifixión, muy de mañana, unas mujeres se acercaron al sepulcro donde había sido depositado el cadáver de Jesús y lo encontraron abierto y vacío. Naturalmente quedaron sorprendidas y sobrecogidas. Según el relato, un “ángel” de Dios las sacó de su desconcierto con estas palabras: “No se asusten. Ustedes buscan a Jesús de Nazaret, el crucificado. ¡Ha resucitado! No está aquí. Miren el lugar donde lo pusieron. Ahora vayan a decir a sus discípulos y a Pedro: él va delante de ustedes a Galilea: allí le verán”. Se trata de un relato tardío. Las primeras confesiones e himnos litúrgicos que hablan de la resurrección de Jesús o de su exaltación a la vida de Dios no dicen nada del sepulcro

90

Page 91: CristologiìaI Laicos CTPL 2014

Cristología – 2014 – ISET Juan XXIII - CTPL

vacío. Tampoco Pablo de Tarso menciona este hecho en sus cartas. Sólo se habla del sepulcro vacío a partir de los años setenta. Todo parece indicar que no desempeñó una función significativa en el nacimiento de la fe en Jesús resucitado. Sólo adquirió importancia cuando el dato fue integrado en otras tradiciones que hablaban de las “apariciones” del Resucitado.

De todos modos, el sepulcro vacío no se trata de una invención, sino que se trata de un hecho histórico, porque de haber sido inventado este dato, lo lógico es que se hubieran puesto testigos varones del mismo y no mujeres, ya que éstas no eran consideradas como testigos competentes en un juicio en el judaísmo del siglo I. Por otra parte, la predicación del Resucitado no hubiese podido circular por la ciudad, si el pueblo y sus jefes hubieran podido mostrar el cadáver del Crucificado. Pero sus adversarios jamás negaron que el sepulcro estaba vacío, ni en el momento de los hechos, ni en las posteriores polémicas entre cristianos y judíos que transmitió la literatura rabínica. Se dijo que su cadáver no lo vieron las mujeres que acudieron de madrugada al sepulcro y que por eso se asustaron, que lo robaron sus discípulos, o los violadores de tumbas, y que todo parecía delirante, pero nadie intentaba negarlo, sino más bien confirmarlo. Se relató que Pedro y Juan fueron corriendo al sepulcro y que encontraron el sudario y los lienzos por el suelo y que Pedro “vio y no creyó”, y que Juan en cambio “vio y creyó”. Por lo que el hallazgo del sepulcro vacío fue un hecho susceptible de diferentes interpretaciones, pero, como tal, hecho indiscutible.

El Dios que ha resucitado a Jesús

Si los discípulos se cuestionaban sobre el mensaje y la actuación de Jesús, después de su trágica muerte; si les llenaba de perplejidad la duda sobre si el Dios a quien Jesús invocaba como Abba le daba la razón a él o a sus ejecutores, la resurrección y el encuentro con él iluminan su noche oscura.

El primer anuncio pascual, según el testimonio recogido por Pablo, no es “Jesús ha resucitado” sino “Dios ha resucitado a Jesús”. Para los primeros cristianos, la resurrección de Jesús no es una acción liberadora de Jesús sobre su propia muerte, sino una acción creadora del Padre Dios sobre la muerte del Hijo.

Dios no ha abandonado a Jesús. Dios ha rehabilitado a Jesús y lo ha declarado Cristo. Dios ha salido en su defensa, reivindicando a Jesús, y en él, su vida apasionada, su misericordia con los abatidos haciendo Reino, su pasión de cruz. Dios ha reabierto el proceso, y los apóstoles son testigos de ello, y lo proclaman en Jerusalén: “Ustedes mataron al jefe que lleva a la vida. Pero Dios le resucitó de entre los muertos; nosotros somos testigos de ello. Y por la fe en su nombre, este nombre ha restablecido a éste que ustedes ven y conocen”.

Jesús había escrito con su vida y con su muerte la historia de Dios en la tierra. El Padre no le había matado, pues Dios no mata, sino que es vida y da la vida. Pero había muerto en Dios, como enviado suyo, dejándolo todo en sus manos, por hacer realidad su sueño, que es el Reino de vida para los pobres. ¡Jesús tenía razón! Si la muerte de Jesús ponía en claro que su vida había acabado en un fracaso, como la de tantos falsos profetas, dejados de la mano de Dios, la acción vivificadora de Dios sobre el cadáver de Jesús ponía en evidencia que el mismo Dios acreditaba ante el tribunal de Israel, que la vida y la muerte de Jesús le pertenecían como algo propio e inseparable de su vida. Este hombre era de Dios, humanidad de Dios, Hijo de Dios, y, en tal sentido, Dios.

Lo que Jesús anunciaba en Galilea sobre la ternura y misericordia del Padre es verdad. La solidaridad de Jesús con los que sufren, su defensa compasiva de los pobres, su perdón a los pecadores, eso es precisamente lo que él quiere. Jesús tiene razón cuando busca una vida más digna y feliz para todos. Ése es el anhelo más grande que guarda Dios en su corazón. Ésa es la manera de vivir que agrada al Padre. Ése es el camino que conduce a la vida.

91

Page 92: CristologiìaI Laicos CTPL 2014

Cristología – 2014 – ISET Juan XXIII - CTPL

Y al darle la razón, Dios corrige la sentencia de los que se habían ensañado, ¡y por la vía legal!, con Jesús; desautoriza a quienes lo han condenado. En el AT se designa a Dios como el que está lleno de vida, que es capaz de darla a raudales, incluso hasta de hacer vivir a los muertos. De esta forma, el regalo de la mejor calidad de vida que se pueda imaginar, la resurrección, es como la palabra definitiva y más propia de Dios sobre algo. Si Dios interviene y da la vida a un muerto es la mejor prueba de que no es indiferente a lo que le ha ocurrido a esa persona.

Esto fue lo que pasó con Jesús. Dios se identificó totalmente con él y su forma de actuar, hasta tal punto, que cuando vio que asesinaron a Jesús, Dios se “amargó” (divinamente, pero se amargó), e hizo ver que aquello no iba a quedar así: Donde los hombres habían dicho “no” a la vida, a su mensaje, a su proyecto del Reino, Dios iba a decir “sí”; donde los hombres habían puesto la muerte, Dios iba a poner la vida; donde los hombres habían puesto punto final, Dios iba a poner punto y seguido. Dios es como Jesús lo sugiere en sus parábolas. La manera de ser y de actuar de Jesús es lo que el Padre quiere: Ésa es su voluntad. Jesús tiene razón porque busca la vida digna y feliz para todos, porque éste es el querer del corazón del Padre Dios.

Dios no sólo le ha dado la razón a Jesús, sino que le ha hecho justicia. El mal tiene mucho poder, pero sólo hasta la muerte: las autoridades judías y los poderosos romanos han matado a Jesús, pero no lo han podido aniquilar. Más allá de la muerte sólo tiene poder el amor insondable de Dios. Los verdugos no triunfan sobre las víctimas.

Vivir la vida de Jesús es estar destinado a morir la muerte de Jesús. Y morir la muerte de Jesús es estar destinado a vivir la vida de Dios. Gastarse y desgastarse para dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento, dar derecho al hombre sin derechos, dar esperanza al hombre desesperado, dar voz a los pueblos sin voz, bajar de la cruz a los pueblos crucificados... es hacer la obra propia de Dios: resucitar al Crucificado. Haciendo “aquí” la obra de Dios, en el amor, será creíble que “allí” existe Dios, pues “sólo el Amor es digno de fe”.

Enviados a hacer como Jesús

Los que se encontraron con el Resucitado fueron transformados. Los tristes y decepcionados seguidores de Jesús, se sintieron llenos de valentía para proclamarle vivo y continuar con su proyecto. Lo que llevaban dentro les estaba pidiendo ser comunicado y contagiado a otros. Según Juan, se les dice así: “La paz con ustedes. Como el Padre me envió, también los envío yo”: los once han de sentirse ahora “apóstoles”, es decir, “enviados” de Jesús, con la fuerza del Espíritu que él les da. No se les dice a quiénes. Tienen que hacer lo que le han visto hacer a él; su misión es la misma que él ha recibido del Padre; sólo se les pide prolongar y actualizar a Jesús, esto es: Sembrar el mundo de misericordia. Desde este punto de vista clave, la resurrección crea historia con la mirada puesta en el futuro.

Los once son constituidos testigos de esta experiencia del Resucitado. Con este grupo de testigos se pondrá en marcha un movimiento que predicará, en el nombre de Jesús resucitado, “la conversión para el perdón de los pecados” a todas las naciones.

“Vayan a Galilea”Las mujeres reciben este mensaje: “Vayan a decir a sus discípulos y a Pedro: Él

va camino de Galilea; allí lo verán, tal como les dijo”. “Las mujeres salieron rápidamente del sepulcro y, con temor, pero con mucha alegría, corrieron a llevar la noticia a los discípulos. Jesús salió a su encuentro y las saludó... Les dijo: No teman, digan a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán”. El apelativo “hermanos” , habla del vínculo que debe existir y prevalecer entre Jesús resucitado y sus discípulos. El acontecimiento de la resurrección, por muy extraordinario y sobrecogedor que sea, no debe ser percibido como una ruptura entre el presente y el pasado, entre la gloria del Resucitado y la humanidad de Jesús de Nazaret. Este hombre de Galilea, al que los

92

Page 93: CristologiìaI Laicos CTPL 2014

Cristología – 2014 – ISET Juan XXIII - CTPL

discípulos conocieron y siguieron, es el que se revela hoy como Señor de la gloria. Y aun siendo Señor, sigue siendo su “hermano” en humanidad. El poder que se manifiesta en su resurrección no lo aleja en nada de nuestra humanidad.

16Los títulos dados a Jesús

Hay vidas que han dejado huella en la historia de la humanidad, es verdad. Pero la vida de Jesús no es una vida como la de cualquier otro personaje relevante de la historia humana. No lo es porque nadie como él ha influido tanto, porque nunca se podrán establecer los rasgos precisos de su personalidad humana, pues los datos que tenemos sobre él están mezclados con lo que otros pensaron sobre él; y no lo es, finalmente, porque su vida no terminó con la muerte, sino que continúa todavía. Por eso la pregunta sobre su identidad hay que formularla en presente ¿quién es Jesús?

¿Cómo se veía Jesús a sí mismo?

En los escritos cristianos del NT, se encuentran más de 50 nombres diferentes referidos a Jesús. Los más frecuentes: Cristo o Mesías, 500 veces; Señor, 350; Hijo del Hombre, 80; Hijo de Dios, 75; Hijo de David, 20. Y también se le llama: maestro, profeta, hermano, siervo de Dios, cimiento, piedra angular, puerta, cabeza de todas las cosas, principio y fin de todo, el sí y el amén de Dios a los hombres, la luz, el camino, la vida, el pan verdadero, la vid, el agua, el buen pastor, la paz, la sabiduría de Dios, el poder de Dios, la gloria de Dios, la imagen visible del Dios invisible, el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, el nuevo Templo, el nuevo Adán, el verdadero maná, Dios con-nosotros, etc.

¿Qué nombre se atribuyó Jesús a sí mismo?Jesús no se atribuyó los nombres mencionados, excepto el de Hijo del Hombre.

Todos estos nombres no son fruto son confesiones de fe, de lo que para ellos era Jesús, cuando los primeros cristianos sintieron su presencia de resucitado. En el proceso de reflexión que se hizo durante los treinta años inmediatos a su muerte se le atribuyeron todos los títulos de honra y gloria que existían en los ambientes donde se le iba conociendo, fueran judíos, griegos o romanos. Al mismo tiempo se iban escribiendo los relatos sobre Jesús, algunos de los cuales después se recopilaron y estructuraron en los evangelios tal y como nos han llegado.

Por el trasfondo histórico que hay en los evangelios sí que se puede afirmar con bastante seguridad que Jesús no se vio a sí mismo con la pomposidad que le vieron los demás.

Recogiendo sólo los títulos que aparecen con más frecuencia, y que se utilizaban en tiempo de Jesús, se puede afirmar que, abierta y explícitamente, Jesús no se identificó totalmente con ninguno. El grupo de los discípulos y algunos de los que Jesús curó quisieron aclamarlo como el Mesías esperado, pero, aunque Jesús se identificaba con algunos rasgos del Mesías y alentaba las esperanzas mesiánicas, rechazó explícitamente este título e impuso lo que se llama el “secreto mesiánico”, la prohibición de decir en público a los demás que él era el Mesías, pues no participaba de las dimensiones políticas del mesianismo. Lo mismo habría que decir de títulos como Hijo del Hombre, Siervo de Dios o Siervo de Yahvé, Profeta e Hijo de David.

Estos nombres no le eran ajenos a Jesús, y en ellos encuentra inspiración para definir su vocación y concretar su misión. Asumirá algunos rasgos de ellos, aunque sin identificarse plenamente con ninguno. Es más, parece que a Jesús le complace que se hagan preguntas sobre su identidad sin aclarar nunca la respuesta, e incluso él fuerza que cada cual busque respuestas sobre él: “Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?”

93

Page 94: CristologiìaI Laicos CTPL 2014

Cristología – 2014 – ISET Juan XXIII - CTPL

Si quisiéramos llegar a saber la identidad de Jesús, no la encontraríamos en los títulos o nombres, sino en su vida toda, en sus obras y en sus palabras, y en lo que significa para aquellos y aquellas que se han encontrado con él.

Jesús no persiguió dignidades, y lo que impresionó a sus contemporáneos fue su actitud durante la vida y ante la muerte. El estilo de Jesús es el de un hombre apasionado por la vida y la dignidad de todos, que actúa con total libertad, sin miedo a nada ni a nadie, sin identificarse con ningún grupo social, religioso o político.

Jesús es la persona libre y soberana que habla con Dios de un modo considerado blasfemo en el mundo judío, que se permite el lujo de asumir comportamientos que sólo correspondían a Dios: perdonar pecados y modificar la Ley. Se identifica de tal forma con el Reino de Dios que lo vincula a su persona y se sitúa como punto de referencia imprescindible para determinar si se está o no a favor de Dios.

¿Pensó Jesús de sí mismo que era el enviado, el inaugurador del Reino de Dios? Es posible. Ahora bien, de lo que no hay ninguna duda es que tuvo conciencia de su especial relación con Dios, a quien llamó Abba, que se sintió más Hijo de él que nadie y que por hacer su voluntad asumió complicarse la vida. Ni la misma muerte fue un obstáculo en su fidelidad al Dios del Reino ni en la esperanza de abrir caminos a su Reino.

¿Cómo vieron a Jesús los primeros discípulos?

Los títulos señalados antes y recogidos en el NT reflejan lo que pensaron sobre Jesús quienes le conocieron y quienes admitieron la verdad de su persona y de su mensaje.

Los cristianos procedentes del judaísmo le siguieron llamando Jesús, y le confesaron como: Hijo del hombre, Mesías, Hijo de Dios, Señor, y otros títulos provenientes del AT, que podían subrayar en él algún rasgo positivo o que le connotaban como iniciador de un mundo nuevo. Fruto de la experiencia que habían tenido con Jesús a partir de la resurrección, reflexionaron y crearon otros títulos para explicar de algún modo lo inexplicable.

El apóstol Pablo presenta a Jesús como el nuevo Adán, como el Hombre en quien se ha manifestado verdaderamente lo humano. Así como el primer Adán llevó a la humanidad a la infelicidad, a la destrucción y a la muerte, del mismo modo el nuevo Adán, Jesús, el Hombre nuevo, por hacer siempre la voluntad de Dios, ha abierto para todos el camino de la plenitud humana, de la felicidad, de la salvación

En ese himno grandioso con que se inicia el evangelio de Juan, Jesús es llamado Palabra. Detrás de este nombre resuenan: el término griego Logos, la fe judía en la “Palabra de Dios”, en hebreo Dabar, y la meditación sapiencial sobre la “Sabiduría”. Para la cultura griega, en la realidad hay Logos; las cosas tienen su “lógica interna”. En la fe judía, Dios crea por la Palabra (Dabar) y con ella salva a su pueblo. Según la tradición sapiencial judía, el mundo y la historia están sostenidos y dirigidos por la “Sabiduría” de Dios.

En este himno, ante todo resuena la fe judía. La Palabra está en el principio de todo. Esta Palabra es Dios mismo hablando, comunicándose, revelándose en la creación y en la historia. Todo es creado y dirigido por esa Palabra. En esa Palabra, que todo lo llena, está la vida y la luz verdadera que ilumina a toda persona que viene a este mundo. Esa Palabra hecha carne es Jesús, él puede hablar de Dios, porque viene de Dios; en sus palabras y vida entera nos estamos encontrando con Dios. Él es Dios hablándonos, expresándose, comunicándose desde la vida vulnerable de un aldeano de Galilea.

Para saber de Dios, hemos de mirar y escuchar a Jesús. Dios es como fue Jesús: mira a cada ser humano con la misma mirada que Jesús ponía en la mujer, el niño, el pecador, el enfermo, el pobre…; acoge, cura, defiende, perdona, ama como Jesús lo hacía. Jesús es la mejor imagen de Dios. Más aún, es su misma realidad hablando, curando, levantando… desde la frágil vida humana.

94

Page 95: CristologiìaI Laicos CTPL 2014

Cristología – 2014 – ISET Juan XXIII - CTPL

Sin embargo, los primeros cristianos supieron distinguir bien: en multitud de ocasiones, llamarán Dios al Padre, y a Jesús le denominarán Hijo de Dios. En una época en que los soberanos de este mundo se autodenominaban de ese modo, los cristianos tienen la osadía de conceder a un Crucificado ese nombre. Luego, los cristianos de cultura griega, a finales del siglo I, darán un paso más y dirán: “Jesús es Dios”.

17Jesús, Dios y hombre verdadero

Jesús es Hijo de Dios, Dios mismo, y es verdaderamente humano. Es verdadero Dios porque en él se muestra quién es Dios: Amor y compasión, Padre y Madre, reivindicador de las víctimas y de los crucificados, que sólo busca la vida sana y la felicidad de todos y todas, empezando por los marginados y ninguneados.

Es verdadero hombre, de carne y hueso. En él aparece lo que es ser humano: solidario, compasivo, liberador, servidor de los últimos, Profeta del Reino de Dios…

Jesús nos es presentado en la Iglesia, desde los orígenes, no sólo como Jesús ni sólo como Cristo, sino como Jesús-Cristo, una misma moneda con la cara de Dios y la cruz del hombre, o al revés. En Jesús está quien es Dios y qué es ser hombre.

Sin embargo, ya en los primeros tiempos del cristianismo, cuando la fe cristiana entró en contacto con la cultura difundida en el imperio romano, hubo quien puso en cuestión, en unos casos la verdadera divinidad de Jesús, y en otros, su verdadera humanidad. Vamos a centrarnos a continuación en la segunda cuestión, pues se trata de una de las cuestiones que a no pocos cristianos no les queda medianamente clara.

Hombre, pero sólo en apariencia: el docetismo

Pronto hubo una corriente que afirmaba que la humanidad de Jesús, el Hijo de Dios, no era real, sino aparente, fue el docetismo, término que viene de la palabra griega dokein, que significa “semejar”, “parecer”. Los docetas están presentes ya en los escritos joánicos, en concreto, en el evangelio de Juan y en las cartas 1 Jn y 2 Jn, y en ellos su autor trata de responder a esta tergiversación de la fe cristiana, derivada del gnosticismo.

“Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros”, leemos en el cuarto evangelio. “Todo el que confiesa a Jesucristo manifestado en la carne, procede de Dios”, agregará Juan en su primera carta. “Porque han invadido el mundo muchos seductores que no confiesan a Jesucristo manifestado en la carne”, completará en su segunda carta.

Para los seguidores de esta corriente, el Verbo, la Palabra de Dios, había tomado un cuerpo humano ficticio para poder realizar la redención de los hombres en la cruz, muriendo de ese modo por ellos.

¿De dónde viene esta doctrina? Los que defendían esta doctrina pensaban el mundo con un esquema dualista: por una parte, lo espiritual, que era lo que contaba de verdad; y por otra, lo material, considerado como algo inferior, despreciable. Pero ahí no queda todo. Para ellos la materia era la fuente del mal. Pensando así, no podían aceptar que Dios, el ser espiritual por excelencia, pudiese tener contacto directo con el mundo material, imperfecto en su misma entraña.

Los cristianos verdaderos tuvieron que luchar tenazmente contra esta tendencia, que tuvo numerosas ramificaciones, pues mutilaban a su Señor y Salvador, despojándolo de su humanidad. Ignacio de Antioquia, un importante Padre Apostólico del siglo II, se enfrentará a los docetas en sus escritos. Por un lado tratará de reafirmar

95

Page 96: CristologiìaI Laicos CTPL 2014

Cristología – 2014 – ISET Juan XXIII - CTPL

el realismo de la encarnación de Jesús, recordando que nació en verdad de la Virgen María1, que padeció, murió y resucitó.

Pero por otro lado afirmará que sin la encarnación somos salvados sólo en apariencia2. Sólo si Jesús fue hombre la salvación llega a todas las dimensiones del hombre. Tertuliano, gran creyente y pensador entre los siglos II y III, dirá: “La carne de Jesús es el quicio de la salvación”. Cristianos laicos y pastores no podían aceptar de ningún modo que se redujera a Jesús a un puro ser divino.

La tendencia a deshumanizar a Jesús o, al menos, a disminuir su humanidad, ha continuado después entre los cristianos, hasta hoy.

¿Por qué ocupó un espacio en el pensamiento cristiano esta tendencia doceta? Puede ser debido a la reacción de la Iglesia de los primeros siglos contra la primera herejía sobre la identidad de Jesús: el arrianismo.

El nombre de esta herejía proviene de Arrio, sacerdote de Alejandría. Él y sus seguidores negaban la unidad profunda y absolutamente original de Jesús con Dios. Y lo que negaban, en realidad, era su divinidad.

La razón de todo la encontramos en la raíz neoplatónica de estas personas. Su sensibilidad cultural los llevaba a no soportar el hecho de que junto a Dios, el Único, la Suprema Verdad y el Sumo Bien, pudiese ubicarse alguien más.

Además, había algo que entraba en radical conflicto con la filosofía griega de corte neoplatónico, y era el tema del “sufrimiento”. Para esta corriente de pensamiento no tenía cabida el sufrimiento al hablar de la divinidad. No podía aceptar que Jesús, Hijo de Dios, Dios mismo, se hubiera hecho tan solidario con los hombres que padeciera la crueldad de la cruz.

La Iglesia en su liturgia rendía culto a Jesús, el que pasó haciendo el bien, siendo uno de nosotros, y murió en la cruz por nuestra salvación, como Hijo de Dios y Señor, considerándolo de ese modo igual a Dios. Pero, para los arrianos, Jesús, al que ellos llamaban el Verbo o Palabra de Dios, no era más que una criatura, mayor que todo el resto de la creación y merecedor de un nombre divino por su fidelidad a Dios, pero nada más que una criatura.

Ante tal estado de cosas, la Iglesia comenzó a insistir en la divinidad de Jesús y a destacar su ser parte de Dios. Hasta aquí todo bien, pero como sucede siempre que se acentúa polémicamente algo, el aspecto de la humanidad de Jesús, su ser parte de los hombres quedó ensombrecido, si bien no del todo, pues en el credo niceno queda constancia de su humanidad al decir: “…quien para nosotros los humanos y para nuestra salvación descendió y se hizo carne, se hizo humano, y sufrió, y resucitó al tercer día, y vendrá a juzgar a los vivos y los muertos”.

Fue en el primer concilio ecuménico de Nicea, convocado por iniciativa del emperador Constantino en el año 325, en el que hubo más de trescientos obispos,

1 “Para mí es bello morir caminando hacia ("eis") Jesucristo, en vez de poseer un Reino que llegue hasta los confines de la tierra. Le busco a Él, que murió por mí, le quiero a Él, que resucitó por nosotros. ¡Dejad que imite la Pasión de mi Dios!» (Romanos 5-6). Se puede percibir en estas expresiones ardientes de amor el agudo “realismo» cristológico típico de la Iglesia de Antioquia, atento más que nunca a la encarnación del Hijo de Dios y a su auténtica y concreta humanidad: Jesucristo, escribe Ignacio a los habitantes de Esmirna, “es realmente de la estirpe de David», “realmente nación de una virgen», “fue clavado realmente por nosotros» (1,1) (Benedicto XVI. Audiencia del 14 de marzo de 2007).2“Tapaos los oídos cuando alguien os diga algo fuera de Jesucristo, el cual es del linaje de David e hijo de María, que nació verdaderamente, comió y bebió, fue verdaderamente perseguido por Poncio Pilato, verdaderamente crucificado, y murió a la vista de los que habitan el cielo, la tierra y los infiernos. Él mismo resucitó verdaderamente de entre los muertos, siendo resucitado por su propio Padre. Y de manera semejante, a nosotros, los que hemos creído en él, nos resucitará su Padre en Cristo Jesús, fuera del cual no tenemos vida verdadera. Pero si, como dicen ciertos hombres sin Dios, es decir, sin fe, solamente padeció en apariencia —ellos si que son apariencia—, ¿por qué estoy en cadenas? ¿Por qué anhelo luchar con las fieras? Vana sería mi muerte y falso mi testimonio acerca del Señor. Huid de esos malos retoños que llevan fruto mortífero, pues el que comiere de él morirá. Esos no son del huerto del Padre, que si lo fueran mostrarían las ramas de la cruz y llevarían fruto incorruptible. Es por la cruz por la que el Señor os invita a su pasión, pues sois sus miembros. No puede darse la cabeza separada de los miembros, y el mismo Señor nos promete la unión, que es él mismo (San Ignacio de Antioquia. Carta a los Tralianos, 9-11).

96

Page 97: CristologiìaI Laicos CTPL 2014

Cristología – 2014 – ISET Juan XXIII - CTPL

donde se definió solemnemente la igualdad de Jesús con Dios. Para definir esta verdad se empleó el término “consustancial”. Jesús es desde siempre consustancial con el Padre. Según esta definición, Jesús no había sido “hecho” por Dios, ni siquiera antes de las otras criaturas y cosas, como decían los arrianos, sino que existía desde la eternidad con él, participando plenamente de su mismo ser divino.

El Credo niceno dice así: Creemos en un solo Dios Padre omnipotente (...); y en un solo Señor Jesucristo

Hijo de Dios, nacido unigénito del Padre, es decir, de la sustancia del Padre, Dios de Dios, luz de luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no hecho, consubstancial al Padre, mediante el cual todas las cosas fueron hechas, tanto las que están en los cielos como las que están en la tierra; quien para nosotros los humanos y para nuestra salvación descendió y se hizo carne, se hizo humano, y sufrió, y resucitó al tercer día, y vendrá a juzgar a los vivos y los muertos. Y en el Espíritu Santo.

La tendencia a deshumanizar a Jesús continuó manifestándose en nuevas corrientes heréticas, como el apolinarismo y el monofisismo.

No tuvo alma humana: el apolinarismo

Esta corriente fue liderada por el obispo oriental Apolinar (+390). Jesús no tuvo alma humana o alma racional como los demás hombres, porque si tenía esta alma podría pecar, y si existía esa posibilidad, ya no sería Dios, afirmaba este obispo.

Para solucionar el problema, en su lugar y sustituyéndola, sostiene que estaba la naturaleza divina, la cual daba vida y dinamismo a su cuerpo. Jesús era, por tanto, el resultado de la unión de su cuerpo y su divinidad. Gracias al primero era hijo de María y gracias a la segunda era Hijo de Dios.

Al ver que esta doctrina estaba en contradicción con la enseñanza tradicional de la Iglesia, según la cual la humanidad de Cristo es completa y perfecta, el apolinarismo fue condenado en el Sínodo de Alejandría (362) y en el Concilio de Roma (377). Poco después el Concilio I de Constantinopla (381) condenará a los apolinaristas, reafirmando dogmáticamente la plena humanidad de Jesús, a la que pertenece por su naturaleza un alma humana verdadera (y, por tanto, un verdadero intelecto humano y una libre voluntad).

El “credo” de Constantinopla, que tratará de armonizar la fe nicena con los nuevos desarrollos teológicos, a la vez que reforzar la cuestión de la divinidad del Espíritu Santo, es una “ampliación” del credo de Nicea:

Creemos en un solo Dios, Padre omnipotente creador del cielo y de la tierra, (...). Y en un solo Señor Jesucristo, el Hijo unigénito de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos, luz de luz, Dios verdadero de Dios verdadero, nacido, no hecho, consubstancial con el Padre, por quien fueron hechas todas las cosas; (...) Y (creemos) en el Espíritu Santo, Señor y vivificante, que procede del Padre, que juntamente con el Padre y el Hijo es adorado y glorificado…

Lo humano de Jesús ha sido absorbido por lo divino: el monofisismo

Años después, en el siglo V, el monje de Constantinopla Eutiques dio origen a otra herejía: el monofisismo. Defendía que lo humano de Jesús había sido absorbido por lo divino, perdiendo de ese modo la consistencia y la densidad propias.

El Concilio de Calcedonia, del año 451, definió solemnemente que Jesús, además de ser “perfecto por lo que se refiere a la divinidad”, también es “perfecto por lo que mira a la humanidad”.

Con esta última afirmación quería decir que era humanamente completo, que no le faltaba nada de lo que es verdaderamente humano en el hombre, siendo verdadero Dios: Jesús es verdadero Dios y verdadero hombre. Uno solo y el mismo Jesús, el Cristo, en dos naturalezas. Por decirlo de manera sencilla, tomando el ejemplo de J. R. Busto: Cuando Jesús dice: “yo como”, “yo camino”, “yo vivo”, “yo me

97

Page 98: CristologiìaI Laicos CTPL 2014

Cristología – 2014 – ISET Juan XXIII - CTPL

muevo”, es Dios quien está diciendo: “yo como”, “yo camino”, “yo vivo”, “yo me muevo”. Esto es lo que Calcedonia llamará la “unión hipostática”.

En definitiva: al ver a Jesús, vemos la verdadera imagen de Dios, la imagen de Dios mejor realizada. Y al ver a Jesús vemos al hombre más perfecto, al verdadero hombre. Y todos los demás seremos hombres en la medida en que realicemos en nosotros la misma imagen de Jesús. Ser auténtico hombre es ser como Jesús. Como leemos en la carta a los Romanos 8,29: “Estamos llamados a reproducir la imagen de su Hijo”.

En el siglo VII, algunos negaron que Jesús tuviera verdadera voluntad humana, pues consideraban que él sólo tenía una voluntad divina, la del Hijo eterno de Dios. Se les llamó “monotelitas”: una sola voluntad. Fueron condenados por la Iglesia por negar la verdadera identidad de Jesús en el concilio de Letrán, en el año 649.

No faltan personas buenas, creyentes de toda la vida que se resisten a admitir la plena y verdadera humanidad de Jesús, igual a nosotros, menos en el pecado.

Pero es claro: Jesús de Nazaret, al que la fe confiesa como Hijo de Dios, es un hombre. La humanidad de Jesús no es un mero vestido con que se cubre la divinidad. Y también es preciso decir que la divinidad de Jesús tampoco es un mero sombrero que se coloca sobre su humanidad, sino que entre ambas, humanidad y divinidad, se da la unión más profunda que puede darse, la unión personal. Es decir, que es la misma persona la que dice: “Yo…” en cuando Dios, y “Yo…” en cuanto hombre. Es decir, que la humanidad de Jesucristo, por ser humanidad de Dios, ha sido hecha absoluto.

98