Crisis y transición en la fase imperialista (ed revire, 2015)

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D. Haffner Crisis y transición en la fase imperialista REVIRE / 2015

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Índice de la obra: Introducción I. Fuerzas productivas II. Modos de producción III. El estancamiento de las fuerzas productivas IV. Descomposición, crisis y revolución V. Primera crisis orgánica del modo de producción VI. Crisis actual VII. ¿Una nueva etapa transicional?

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D. Haffner

Crisis y transición en la fase imperialista

REVIRE / 2015

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Introducción Una cuestión central para la política revolucionaria es saber cuál es el momento que actualmente atraviesan las fuerzas productivas. Esta cuestión puede resultar caprichosa y hasta sectaria si se la enfrenta de forma errada. Así lo demuestran quienes se limitan únicamente a cuál es la definición de fuerza productiva o a establecer en qué fechas se desarrollan y en qué otras no lo hacen, o, peor aún, sí hay avances tecnológicos y cómo medirlos. El principal error de estos abordajes es restringir la cuestión a lo inmediato. Primando proseguir una fe o iniciar una nueva, sin entender a qué viene en verdad toda su palabrería. Por ello, para empezar, hemos de marcar lo que importa verdaderamente en el debate:

1. Si existe o no una fase de descomposición del modo de producción capitalista como existió en el resto de los modos de producción, como por ejemplo el feudal.

2. Si nos encontramos en dicho periodo o si Lenin y otros cuadros del socialismo de su época se equivocaron al decir que el imperialismo era dicho periodo.

3. Si la crisis actual puede abrir una situación revolucionaria mundial. En los primeros dos apartados veremos cómo emplearon Marx y Engels al término fuerza

productiva y que lugar le dieron en el desarrollo de los modos de producción clasistas, evitando caer en una visión cerrada o univariable. Luego, en los apartados III y IV, nos centraremos en la especificidad capitalista y en su fase actual de descomposición, incorporando los aportes de Lenin y Trotsky. En el apartado V haremos algunos comentarios al estudio de la primera crisis estructural del capitalismo. Ello va servir más que nada para corregir los errores a los que tienden los análisis economicistas. Para terminar, en los apartados VI y VII analizaremos la situación actual y sus perspectivas políticas.

Bs. As., Febrero 2015

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I. Fuerzas productivas La fuerza productiva , dice Karl Korsch, es “la capacidad de trabajar real de los hombres vivos: 1

la capacidad de producir mediante su trabajo y con la utilización de determinados medios materiales de producción y en una forma de cooperación determinada por ellos los medios materiales para la satisfacción de las necesidades sociales de la vida, lo que quiere decir, en condiciones capitalistas, la capacidad de producir «mercancías».Todo lo que aumenta ese efecto útil de la capacidad humana de trabajar (y por lo tanto, en condiciones capitalistas, inevitablemente también el beneficio de sus explotadores) es una nueva «fuerza productiva» social. Hay que contar entre las fuerzas productivas materiales, junto a las naturales, la técnica, la ciencia, ante todo la organización social misma y las fuerzas creadas en ella por cooperación y división industrial del trabajo, las cuales son desde el principio energías sociales.” (Karl Marx, p. 211­2). 2

Es decir, que fuerza productiva es todo aquello que aumenta históricamente la capacidad humana de trabajar, habiendo en su interior una variada gama de elementos.

Esta síntesis que nos brinda la cita de Korsch tiene su fundamento en toda la obra de Marx. Por ejemplo, en el primer capítulo de El capital, en el cual se hallan todos los conceptos que sirven de base para el edificio teórico que explica el modo de producción capitalista, hay una definición clara de fuerza productiva:

“La magnitud de valor de una mercancía se mantendría constante, por consiguiente, si también fuera constante el tiempo de trabajo requerido para su producción. Pero éste varía con todo cambio en la fuerza productiva del trabajo. La fuerza productiva del trabajo está determinada por múltiples circunstancias, entre otras por el nivel medio de destreza del obrero, el estadio de desarrollo en que se hallan la ciencia y sus aplicaciones tecnológicas, la coordinación social del proceso de producción, la escala y la eficacia de los medios de producción, las condiciones naturales. La misma cantidad de trabajo, por ejemplo, produce 8bushels de trigo en un buen año, 4 en un mal año. La misma calidad de trabajo produce más metal en las minas ricas que en las pobres, etc. Los diamantes rara vez afloran en la corteza terrestre, y de ahí que el hallarlos insuma, término medio, mucho tiempo de trabajo. Por consiguiente, en poco volumen representan mucho trabajo.” (El Capital I, p. 49)

Donde vemos que las fuerzas productivas efectivamente están hechas por “el nivel medio de destreza del obrero, el estadío de desarrollo en que se hallan la ciencia y sus aplicaciones tecnológicas, la coordinación social del proceso de producción, la escala y la eficacia de los medios de producción, las condiciones naturales.”

Lo mismo dice Marx en una obra previa: “Prescindiendo de las diferencias que se dan en las energías naturales y en la destreza

adquirida para el trabajo entre los distintos pueblos, las fuerzas productivas del trabajo dependerán, principalmente:

1 Para el estudio del uso concepto recomendamos textos de Marx y Engels de La ideología alemana en adelante. Al respecto, dice acertadamente G. Therborn: “In Engels’ Outlines and Marx’s Economic and Philosophical Manuscripts, and in The Holy Family, Produktivkräfte (or in Engels, Produktionskraft) is merely one word among thousands. In The German Ideology, however, it emerges as a strategic concept in a new historical and social theory. ” (Science, class and society, p. 356) 2 En las citas, salvo se aclare lo contrario, las bastardillas, subrayados o itálicas son de los autores originales.

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“1. De las condiciones naturales del trabajo: fertilidad del suelo, riqueza de los yacimientos, etc.

“2. Del perfeccionamiento progresivo de las fuerzas sociales del trabajo por efecto de la producción en gran escala, la concentración del capital, la combinación del trabajo, la división del trabajo, la maquinaria, los métodos perfeccionados de trabajo, la aplicación de la fuerza química y de otras fuerzas naturales, la reducción del tiempo y del espacio gracias a los medios de comunicación y de transporte, y todos los demás inventos mediante los cuales la ciencia obliga a las fuerzas naturales a ponerse al servicio del trabajo y se desarrolla el carácter social o cooperativo de éste.” (Salario, precio y ganancia, p. 208) 3

En este sentido, es muy importante ir contra el sentido común moderno que ve fuerzas productivas sólo en la tecnología. O, peor aún, en su noción vulgar, que asocia el progreso productivo a productos de moda como celulares o televisores, prestándole atención únicamente a lo aparente e inmediato de la producción capitalista. Tal punto de vista superficial es propio de la ideología burguesa, que sólo pretende perpetuar su dominación. El proletariado debe ser capaz de superar tales espejismos."

Dice Marx con claridad: “Ricardo observó acertadamente que la máquina estaba en continua competencia con el

trabajo, y con harta frecuencia sólo podía introducirse cuando el precio del trabajo subía hasta cierto límite, pero la aplicación de maquinaria no es más que uno de los muchos métodos empleados para aumentar las fuerzas productivas del trabajo. Este mismo proceso de desarrollo que deja relativamente sobrante el trabajo simple simplifica, por otra parte, el trabajo calificado, y, por tanto, lo deprecia.” (Salario, precio y ganancia, p. 230) 4

Y describe otras fuerzas productivas que no son sólo maquinaria, como la división manufacturera del trabajo:

“A través del análisis de la actividad artesanal, de la conversión de los instrumentos de trabajo en específicos, de la formación de los obreros parciales y de su agrupamiento y combinación en un mecanismo colectivo, la división manufacturera del trabajo genera la gradación cualitativa y la proporcionalidad cuantitativa de procesos sociales de producción, o sea determinada organización del trabajo social, y desarrolla así, a la vez, una nueva fuerza productiva social del trabajo.” (El Capital I, p. 443­4)

O lo que Marx denomina en otro apartado cooperación: “Así como la fuerza ofensiva de un escuadrón de caballería o la fuerza defensiva de un

regimiento de infantería difiere esencialmente de la suma de fuerzas ofensivas y defensivas que despliega por separado cada jinete o infante, la suma mecánica de fuerzas de obreros aislados difiere esencialmente de la potencia social de fuerzas que se despliega cuando muchos brazos cooperan simultáneamente en la misma operación indivisa, como cuando corresponde, por ejemplo, levantar un peso, hacer girar un manubrio o quitar de en medio un obstáculo. El efecto del trabajo combinado, en tales casos, no podría lograrlo el trabajo de individuos aislados, o sólo podría alcanzarlo en espacios de tiempo mucho más prolongados, o sólo en una escala ínfima.

3 Dice Marx prácticamente lo mismo en uno de sus borradores: “Todos los adelantos de la civilización, por consiguiente, o en otras palabras todo aumento de las fuerzas productivas sociales, if you want de las fuerzas productivas del trabajo ­tal como se derivan de la ciencia, los inventos, la división y combinación del trabajo, los medios de comunicación mejorados, creación del mercado mundial, maquinaria, etc.­ no enriquecen al obrero, sino al capital…” (Grundrisse 1, p. 249) 4 El subrayado es nuestro.

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No se trata aquí únicamente de un aumento de la fuerza productiva individual, debido a la cooperación, sino de la creación de una fuerza productiva que en sí y para sí es forzoso que sea una fuerza de masas”. (El capital I, p. 395­6)

Podría alguno objetar que no hay cooperación ni división manufacturera del trabajo sin maquinaria. Pero tal argumento es tan necio como falaz, ¿Acaso hay maquinaria sin división del trabajo? ¿Acaso hay alguna de estas otras dos sin ciencia? ¿Puede existir alguna de estas tres sin naturaleza, o sin trabajadores?

Pues, en efecto, los trabajadores, en tanto portadores de fuerza trabajo que llevan al mercado, son también parte de las fuerza productiva de una sociedad:

“El proletario, por ejemplo, (...) que se ve desplazado de su 'posición de fuerza productiva, la única que se le tolera, por otras fuerzas productivas más eficaces; este proletario recibe ya con ello y por ello la misión real de revolucionar sus condiciones de vida.” (La ideología alemana, p. 336)

“La fuerza productiva que desarrolla el obrero como obrero social es, por consiguiente, fuerza productiva del capital. La fuerza productiva social del trabajo se desarrolla gratuitamente no bien se pone a los obreros en determinadas condiciones, que es precisamente lo que hace el capital. Como la fuerza productiva social del trabajo no le cuesta nada al capital, como, por otra parte, el obrero no la desarrolla antes que su trabajo mismo pertenezca al capitalista, esa fuerza productiva aparece como si el capital la poseyera por naturaleza, como su fuerza productiva inmanente.” (El capital I, p. 405)

“Distingamos: la fuerza de trabajo es mercancía no capital en manos del obrero, y constituye para él un rédito en la medida en que pueda reiterar constantemente su venta, funciona como capital en manos del capitalista, después de la venta, durante el proceso de producción mismo. Lo que aquí funciona dos veces es la fuerza de trabajo: como mercancía que se vende a su valor, en manos del obrero;como fuerza productiva de valor y de valor de uso, en manos del capitalista que la ha comprado. Pero el dinero que el obrero recibe del capitalista no lo recibe sino después de haberle concedido a éste el uso de su fuerza de trabajo, después que la misma está realizada ya en el valor del producto laboral.” (El capital II, p. 465) 5

Extrañamente, pese a estas palabras, tal es el grado de enajenación de algunos economistas, que sólo asignan al trabajo muerto el lugar de fuerza productiva. Olvidando que la alienación que producen las relaciones capitalistas no sólo hace de los productos del trabajo ­las mercancías­ algo extraño, ajeno y hostil a sus hacedores ­los obreros­; sino que también produce la pérdida de la conciencia de las real interacción de los denominados sujeto y objeto en el proceso de objetivación de los individuos . Es decir, para ellos, el hombre ­en este caso el teórico­ carece de 6

conciencia real del mundo y su acción en él. La visión que atribuye sólo a un elemento ­ la máquina, la ciencia o “el capital global”, por ejemplo ­ las propiedades de la interrelación de diversas cosas, es propia del pensamiento enajenado. La creencia de que toda la historia pasa por esta determinación externa e incontrolable es un equívoco teórico que lleva al materialismo contemplativo, postura contra la que Marx escribió sus brillantes tesis sobre Feuerbach. Lejos de tal esa cómoda y pasiva concepción, la militancia revolucionaria se fundamenta en la praxis del proletariado.

5 Las bastardillas son nuestras. 6 “la objetivación [aparece entonces] como lapérdida del objeto y como sometimiento servil a él; la apropiación, como alienación, como enajenación” (Manuscritos filosófico­económicos de 1844, p. 106)

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Vale hacer una aclaración antes de continuar: Es cierto que hay una distinción teórica en El capital sobre la fuerza de trabajo y el trabajador. Con respecto a esto, algún distraído podría decir que, en todo caso, más acertado es asignar sólo a las mercancías el lugar de fuerza de productiva y no así al obrero. Empero, ¿Cómo hacemos entonces para medir el estado de las fuerzas productivas? Ya que no se puede entender solamente a la fuerza de trabajo como una variable cuantitativa y calcularla siempre en relación a la gastada y a la disponible. La fuerza de trabajo debe ser medida también cualitativamente. Y para hacerlo hay que acudir también al proletariado como indicador, que es quien encarna la fuerza de trabajo, y a las condiciones histórico­sociales en que las que se reproduce –salud, educación, esperanza de vida, politización–. Pues creer que las fuerzas productivas y la fuerza de trabajo son dos cosas distintas por definición, y creer que cualquier acercamiento de las mismas es un retroceso teórico con respecto a Marx, es sólo una muestra de una incomprensión del movimiento de la realidad, cuyo método de investigación taxonómico es más propio de la lógica formal que del materialismo dialéctica.

En cambio, al contrario de los teóricos que se sienten más cómodos cerca del trabajo muerto que del vivo, Marx explica la interrelación de las fuerzas productivas. Y, según el objeto explicativo de cada capítulo o cada texto, enfoca de distintos ángulos la interrelación de la fuerza productiva. Por ejemplo, veamos lo determinante de las condiciones naturales:

“La misma cantidad de trabajo, por ejemplo, produce 8bushels de trigo en un buen año, 4 en un mal año. La misma calidad de trabajo produce más metal en las minas ricas que en las pobres, etc. Los diamantes rara vez afloran en la corteza terrestre, y de ahí que el hallarlos insuma, término medio, mucho tiempo de trabajo. Por consiguiente, en poco volumen representan mucho trabajo. Jacob pone en duda que el oro haya saldado nunca su valor íntegro.Aún más cierto es esto en el caso de los diamantes. Según Eschwege el total de lo extraído durante ochenta años de los yacimientos diamantíferos brasileños todavía no había alcanzado, en 1823, a igualar el precio del producto medio obtenido durante 18 meses en las plantaciones brasileñas de caña o de café, aun cuando representaba mucho más trabajo y por consiguiente más valor. Disponiendo de minas más productivas, la misma cantidad de trabajo se representaría en más diamantes, y el valor de los mismos disminuiría. Y si con poco trabajo se lograra transformar carbón en diamantes, éstos podrían llegar a valer menos que ladrillos. En términos generales: cuanto mayor sea la fuerza productiva del trabajo, tanto menor será el tiempo de trabajo requerido para la producción de un artículo, tanto menor la masa de trabajo cristalizada en él, tanto menor su valor. A la inversa, cuanto menor sea la fuerza productiva del trabajo, tanto mayor será el tiempo de trabajo necesario para la producción de un artículo, tanto mayor su valor. Por ende, la magnitud de valor de una mercancía varía en razón directa a la cantidad de trabajo efectivizado en ella einversa a la fuerza productiva de ese trabajo.”(El capital I, p. 49­50)

O la importancia de la maquinaria: “Las fuerzas productivas que surgen de la cooperación y de la división del trabajo, como

hemos visto, no le cuestan nada al capital. Son fuerzas naturales del trabajo social. Nada cuestan, tampoco, las fuerzas naturales como el vapor, el agua, etc., incorporadas a procesos productivos. Pero así como el hombre necesita pulmones para respirar, necesita también una "hechura de mano humana" para consumir productivamente las fuerzas naturales. Para explotar la fuerza del agua se requiere una rueda hidráulica; para aprovechar la elasticidad del vapor, una máquina de vapor. Con la ciencia ocurre como con las fuerzas de la naturaleza. Una vez descubiertas, la ley que rige la desviación de la aguja magnética en el campo de acción de una corriente eléctrica, o la ley acerca de la magnetización del hierro en torno al cual circula una

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corriente eléctrica, no cuestan un centavo. Pero para explotar estas leyes en beneficio de la telegrafía, etc., se requiere un aparato muy costoso y complejo. Como ya hemos visto, la máquina no desplaza a la herramienta. Ésta, de instrumento minúsculo del organismo humano, crece en volumen y cantidad hasta convertirse en herramienta de un mecanismo creado por el hombre. En vez de hacer que el obrero trabaje con su herramienta, el capital lo hace trabajar ahora con una máquina que maneja ella misma sus herramientas. Por eso, si a primera vista es evidente que la gran industria, mediante la incorporación de gigantescas fuerzas naturales y de las ciencias de la naturaleza al proceso de producción, no puede menos que acrecentar extraordinariamente la productividad del trabajo en modo alguno resulta tan evidente, por otra parte, que esa fuerza productiva acrecentada no se obtenga gracias a un gasto mayor de trabajo. La maquinaria, al igual que cualquier otra parte componente del capital constante, no crea ningún valor, sino que transfiere su propio valor al producto para cuya fabricación ella sirve.” (El capital I, p. 470­1)

Por un lado, las condiciones naturales determinan objetivamente la fuerza productiva del trabajo y el tiempo socialmente necesario de labor. Por el otro, tan necesaria como la naturaleza, la maquinaria también es determinante, aunque de otra forma. Al igual que los trabajadores, la división del trabajo y la ciencia . 7

La riqueza del estudio marxista de la fuerza productiva del trabajo está en el invocar una gama variada de elementos o momentos (naturaleza, división del trabajo, maquinaria, obreros especializados), que abstraídos unos de otros no sólo no sirven conceptualmente sino que directamente no existen, procurando captarlos en su interrelación, en su movimiento, diferenciándolos, por supuesto, pero siempre a condición de saberlos parte del mismo fenómeno. Tomar una parte de la fuerza productiva enajenándola del todo para adjudicarle la centralidad del movimiento es un viejo y común error teórico, que bien criticó Marx a los jóvenes hegelianos. Ya lo había cometido Feuerbach con la religión, y Max Stirner con el "yo". Actualmente este debate se ha corrido desde la filosofía a la ciencia, pero arrastra el mismo error metodológico: el tomar la parte por el todo, sin poder ver realmente la totalidad.

7 Dicho de otro modo: “Todo progreso de la química multiplica no sólo las aplicaciones útiles del mismo material, extendiendo así, con el crecimiento del capital, las esferas en que éste se invierte; hace más: enseña a arrojar de nuevo al ciclo del proceso de la reproducción las deyecciones del proceso de producción y consumo, creando así, sin una inversión de capital previa, nueva materia de capital. Al igual que en el caso de una explotación de lariqueza natural incrementada por el mero aumento en la tensión de la fuerza de trabajo, laciencia constituye unapotencia de expansión del capital en funciones, independientemente de la magnitud dada que haya alcanzado el mismo. Dicha potencia reacciona a la vez sobre la parte del capital original que ha ingresado a su fase de renovación.” (El capital I, p. 749)

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II. Modos de producción Visto cómo utiliza el socialismo científico el término fuerza productiva, pasemos al lugar que juega dicho concepto en el análisis marxista de las sociedades:

“La producción de la vida, tanto de la propia en el trabajo, como de la ajena en la procreación, se manifiesta inmediatamente como una doble relación —de una parte, como una relación natural, y de otra como una relación social—; social, en el sentido de que por ella se entiende la cooperación de diversos individuos, cualesquiera que sean sus condiciones, de cualquier modo y para cualquier fin. De donde se desprende que un determinado modo de producción o una determinada fase industrial lleva siempre aparejado un determinado modo de cooperación o un determinado peldaño social, modo de cooperación que es a su vez, una ‘fuerza productiva’; que la suma de las fuerzas productivas accesibles al hombre condiciona el estado social y que, por tanto, la ‘historia de la humanidad’ debe estudiarse y elaborarse siempre en conexión con la historia de la industria y del intercambio.” (La ideología alemana, p. 30)

Más específicamente, la relación entre las fuerzas productivas y las relaciones sociales de producción determinan los modos de producción de cada sociedad:

“Las relaciones sociales en las que los individuos producen, las relaciones sociales de producción, cambian, por tanto, se transforman, al cambiar y desarrollarse los medios materiales de producción, las fuerzas productivas. Las relaciones de producción forman en conjunto lo que se llaman las relaciones sociales, la sociedad, y concretamente, una sociedad con un determinado grado de desarrollo histórico, una sociedad de carácter peculiar y distintivo. La sociedad antigua, la sociedad feudal, la sociedad burguesa, son otros tantos conjuntos de relaciones de producción, cada uno de los cuales representa, a la vez, un grado especial de desarrollo en la historia de la humanidad” (Trabajo asalariado y capital, p. 78­9)

Además de corresponder a cada modo de producción determinadas fuerzas productivas y relaciones sociales de producción, también corresponden conflictos específicos:

“...la fuerza productiva, el estado social y la conciencia, pueden y deben necesariamente entrar en contradicción entre sí, ya que, con ladivisión del trabajo, se da la posibilidad, más aún, la realidad de que las actividades espirituales y materiales, el disfrute y el trabajo, la producción y el consumo, se asignen a diferentes individuos [trabajando algunos, no haciéndolo otros], y la posibilidad de que no caigan en contradicción reside solamente en que vuelva a abandonarse la división del trabajo.” (La ideología alemana, p. 33)

Y esta contradicción entre las fuerzas productivas y las relaciones sociales de producción 8

son las que dinamizan, permiten y generan los cambios sociales: “Al llegar a una determinada fase de desarrollo [dice Engels], las nuevas fuerzas

productivas puestas en marcha por la burguesía —principalmente, la división del trabajo y la reunión de muchos obreros parciales en una manufactura total—y las condiciones y necesidades

8 No hay que olvidar, por cierto, las siguientes palabras de Korsch: “la «contradicción entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción» como motor oculto de todo el desarrollo histórico de la producción material y de la formación social económica basada en ella no es pues sino la expresión objetiva de lo mismo que Marx en el Manifiesto comunista y en muchos otros lugares de su obra expone como la contraposición y la lucha de las clases sociales. Por eso se equivocan completamente los recientes intérpretes de Marx que, invirtiendo literalmente la relación admitida por Marx mismo y por marxistas como Lenin, pretenden deducir la contraposición de las clases como mera forma de manifestación de una atemporal «dialéctica» de las fuerzas productivas y de las relaciones de producción. Con esa interpretación no sólo quedan por detrás del materialismo histórico de Marx, sino que caen, por detrás aun del idealismo histórico de Hegel, en un punto de vista metafísico y pura y simplemente místico.” (Karl Marx, p. 213)

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de intercambio desarrolladas por ellas se hicieron incompatibles con el régimen de producción existente, heredado de la historia y consagrado por la ley, es decir, con los privilegios gremiales y con los innumerables privilegios de otro género, personales y locales (que eran otras tantas trabas para los estamentos no privilegiados), propios de la sociedad feudal. Las fuerzas productivas representadas por la burguesía se rebelaron contra el régimen de producción representado por los terratenientes feudales y los maestros de los gremios; el resultado es conocido: las trabas feudales fueron rotas, en Inglaterra poco a poco, en Francia de golpe; en Alemania todavía no se han acabado de romper. Pero, del mismo modo que la manufactura, al llegar a una determinada fase de desarrollo, chocó con el régimen feudal de producción, hoy la gran industria choca ya con el régimen burgués de producción, que ha venido a sustituir a aquél. Encadenada por ese orden imperante, cohibida por los estrechos cauces del modo capitalista de producción, hoy la gran industria crea, de una parte, una proletarización cada vez mayor de las grandes masas del pueblo, y de otra parte, una masa creciente de productos que no encuentran salida. Superproducción y miseria de las masas —dos fenómenos, cada uno de los cuales es, a su vez, causa del otro— he aquí la absurda contradicción en que desemboca la gran industria y que reclama imperiosamente la liberación de las fuerzas productivas, mediante un cambio del modo de producción.” (Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana, p. 647) 9

De este modo se puede entender la diferencia sustancial de los modos de producción y las contradicciones que explican sus cambios.

En una carta de 1846 Marx explica la necesidad de cambiar las relaciones sociales de producción para poder seguir desarrollando las fuerzas productivas, pues estas últimas, en determinado momento del desarrollo de las sociedades de clase, llegan a un punto decisivo de la contracción con las relaciones sociales de producción, poniendo en peligro el aprovechamiento del desarrollo de las fuerzas productivas:

“Los hombres nunca abandonan lo que han conquistado, pero esto no quiere decir que no renuncien nunca a la forma social en la que han adquirido ciertas fuerzas productivas. Por el contrario, a fin de no ser despojados del resultado obtenido y de no perder los frutos de la civilización, están obligados, a partir del momento en que la forma de su comercio deja de corresponder con las fuerzas productivas adquiridas, a cambiar todas sus formas sociales tradicionales. Empleo aquí la palabra comercio en su sentido más amplio, análogo al Verkehr alemán. Por ejemplo: el privilegio, la institución de gremios y corporaciones, el régimen reglamentado de la Edad Media, eran relaciones sociales que sólo se correspondían con las fuerzas productivas adquiridas y con el estado social anterior, del que aquellas instituciones habían brotado. Bajo la tutela del régimen de las corporaciones y las ordenanzas, se acumularon capitales, se desarrolló el comercio marítimo, se fundaron colonias; y los hombres habrían perdido estos frutos de su actividad, si se hubiesen empeñado en conservar las formas a la sombra de las cuales habían madurado aquellos frutos. Por eso estallaron dos truenos: la revolución de 1640 y la de 1688. En Inglaterra fueron destruidas todas las viejas formas económicas, las relaciones sociales con ellas congruentes y el Estado político que era la expresión oficial de la vieja sociedad civil. Por tanto, las formas económicas bajo las que los hombres producen, consumen y cambian, son transitorias e históricas.Al adquirir nuevas fuerzas productivas, los hombres cambian su modo de producción, y con el modo de producción

9 Las bastardillas son nuestras.

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cambian todas las relaciones económicas, que no eran más que las relaciones necesarias de aquel modo concreto de producción.” (Correspondencia, p. 16) 10

En 1859, Marx hace una breve sistematización teórica de todos estos conceptos: “...en la producción social de su vida, los hombres contraen determinadas relaciones

necesarias e independientes de su voluntad, relaciones de producción, que corresponden a una determinada fase de desarrollo de sus fuerzas productivas materiales. El conjunto de estas relaciones de producción forma la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la que se levanta la superestructura jurídica y política y a la que corresponden determinadas formas de conciencia social. El modo de producción de la vida material condiciona el proceso de la vida social, política y espiritual en general. No es la conciencia del hombre la que determina su ser, sino, por el contrario, el ser social es lo que determina su conciencia. Al llegar a una determinada fase de desarrollo, las fuerzas productivas materiales de la sociedad entran en contradicción con las relaciones de producción existentes, o, lo que no es más que la expresión jurídica de esto, con las relaciones de propiedad dentro de las cuales se han desenvuelto hasta allí. De formas de desarrollo de las fuerzas productivas, estas relaciones se convierten en trabas suyas. Y se abre así una época de revolución social. Al cambiar la base económica, se revoluciona, más o menos rápidamente, toda la inmensa superestructura erigida sobre ella. Cuando se estudian esas revoluciones, hay que distinguir siempre entre los cambios materiales ocurridos en las condiciones económicas de producción y que pueden apreciarse con la exactitud propia de las ciencias naturales, y las formas jurídicas, políticas, religiosas, artísticas o filosóficas, en una palabra, las formas ideológicas en que los hombres adquieren conciencia de este conflicto y luchan por resolverlo. Y del mismo modo que no podemos juzgar a un individuo por lo que él piensa de sí, no podemos juzgar tampoco a estas épocas de revolución por su conciencia, sino que, por el contrario, hay que explicarse esta conciencia por las contradicciones de la vida material, por el conflicto existente entre las fuerzas productivas sociales y las relaciones de producción. Ninguna formación social desaparece antes de que se desarrollen todas las fuerzas productivas que caben dentro de ella, y jamás aparecen nuevas y más altas relaciones de producción antes de que las condiciones materiales para su existencia hayan madurado en el seno de la propia sociedad antigua. Por eso, la humanidad se propone siempre únicamente los objetivos que puede alcanzar, pues, bien miradas las cosas, vemos siempre que estos objetivos sólo brotan cuando ya se dan o, por lo menos, se están gestando, las condiciones materiales para su realización. A grandes rasgos, podemos designar como otras tantas épocas de progreso, en la formación económica de la sociedad, el modo de producción asiático, el antiguo, el feudal y el moderno burgués. Las relaciones burguesas de producción son la última forma antagónica del proceso social de producción; antagónica, no en el sentido de un antagonismo individual, sino de un antagonismo que proviene de las condiciones sociales de vida de los individuos. Pero las fuerzas productivas que se desarrollan en el seno de la sociedad burguesa brindan, al mismo tiempo, las condiciones materiales para la solución de este antagonismo. Con esta formación social se cierra, por tanto, la prehistoria de la sociedad humana.” (Prólogo a la 11

contribución a la crítica de la economía política, p. 182­3) Hay un error frecuente en muchos autores con respecto a esta cita, que es no hacerle caso,

alegando que es un desliz, un error que entra en contradicción con todo el resto de la obra de Marx y que, en consecuencia, no debe ser recuperado. Sin embargo, no hay tal contradicción. En 10 Las bastardillas son nuestras. 11 Las itálicas son nuestras.

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este pasaje vemos un elemento fundamental y bastante olvidado: la necesidad de una demarcación de distintos momentos en un modo de producción. Dos elementales, aunque no únicos, son el de génesis y el de descomposición. Es decir, cada modo de producción vive distintos momentos históricos los cuales deben ser diferenciados, estudiando la especificidad y las potencialidades de cada uno. En este sentido, vemos que la cita en cuestión no hace otra cosa que expresar que existe un momento, una determinada fase histórica, en la cual “las fuerzas productivas materiales de la sociedad entran en contradicción con las relaciones de producción existentes, o, lo que no es más que la expresión jurídica de esto, con las relaciones de propiedad dentro de las cuales se han desenvuelto hasta allí”. Y que en tal momento, las relaciones de producción del modo de producción, en este caso del capitalismo, dejan de ser una forma de desarrollo de las fuerzas productivas, pasando a ser una traba. Abriéndose en dicho nueva fase “una época de revolución social”.

Esta concepción histórica­metodológica subsiste en toda la obra de Marx. En este pasaje, por ejemplo, el autor alemán nos habla de la descomposición del feudalismo y la apertura de la génesis del capitalismo:

“Este modo de producción [el feudal] supone el parcelamiento del suelo y de los demás medios de producción. Excluye la concentración de éstos, y también la cooperación, la división del trabajo dentro de los mismos procesos de producción, el control y la regulación sociales de la naturaleza, el desarrollo libre de las fuerzas productivassociales. Sólo es compatible con límites estrechos, espontáneos, naturales, de la producción y de la sociedad. Al alcanzar cierto grado de su desarrollo, genera los medios materiales de su propia destrucción. A partir de ese instante, en las entrañas de la sociedad se agitan fuerzas y pasiones que se sienten trabadas por ese modo de producción. Éste debe ser aniquilado, y se lo aniquila. Su aniquilamiento, la transformación de los medios de producción individuales y dispersos socialmente concentrados, y por consiguiente la conversión de la propiedad raquítica de muchos en propiedad masiva de unos pocos, y por tanto la expropiación que despoja de la tierra y de los medios de subsistencia e instrumentos de trabajo a la gran masa del pueblo, esa expropiación terrible y dificultosa de las masas populares, constituye la prehistoria del capital. Comprende una serie de métodos violentos, de los cuales hemos pasado revista sólo a aquellos que hicieron época como métodos de la acumulación originaria del capital. La expropiación de los productores directos se lleva a cabo con el vandalismo más despiadado y bajo el impulso de las pasiones más infames, sucias y mezquinamente odiosas. La propiedad privada erigida a fuerza de trabajo propio; fundada, por así decirlo, en la consustanciación entre el individuo laborante independiente, aislado, y sus condiciones de trabajo, es desplazada por la propiedad privada capitalista, que reposa en la explotación del trabajo ajeno, aunque formalmente libre. ” (El capital I, p. 952)

Marx plantea entonces, que dadas las condiciones de propiedad propias del feudalismo, llega un momento en que las potencialidades de aumentar cualitativa y cuantitativamente la producción del trabajo que se desarrollaban en el propio seno de dicha sociedad empezaron a atentar con su organización, con su forma de propiedad, dando inicio a la destrucción de la misma. Plantea también que en inicio del declive, “en las entrañas de la sociedad se agitan fuerzas y pasiones que se sienten trabadas por ese modo de producción. Éste debe ser aniquilado, y se lo aniquila”. Las fuerzas y pasiones refieren a las fuerzas productivas y a las nuevas clases sociales que surgen del propio feudalismo y las cuales inauguran el capitalismo.

Ahora bien, al plantear grados de desarrollo que suponen la autodestrucción de una sociedad, en este caso la feudal, y al decir que las relaciones sociales se vuelven trabas de las fuerzas

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productivas, Marx piensa en las condiciones de la revolución socialista. En el próximo apartado, por tanto, hemos de tratar el lugar de las fuerzas productivas en los procesos revolucionarios y qué se entiende por “estancamiento”, ya que algunos autores suelen tomar literalmente esta expresión, postulando o adjudicando a otros la idea de que a partir de cierto día las fuerzas productivas se detuvieron y no volvió a girar maquinaria o surgir avance científico en el mundo.

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III. Trabas a las fuerzas productivas Marx y Engels nos dan la pauta para el entendimiento de la historia, mas siempre a condición de la acción sobre ella. El socialismo científico es el estudio de la transición, es la ciencia de la acción revolucionaria del hombre. De ahí que todos sus análisis se ocupen con suma rigurosidad del capitalismo, de su génesis a su ocaso, pero apuntando siempre al comunismo.

Veamos entonces qué nos dicen los dos autores sobre la crisis y la revolución: “Si San Sancho [Max Stirner] ‘hubiera’ dejado a un lado, por un momento, las ideas en curso

de los juristas y los políticos acerca de la propiedad privada y la polémica en contra de ellas, si hubiera concebido, sencillamente, esta propiedad privada en su existencia empírica, en su relación con las fuerzas productivas de los individuos (...), difícilmente se le ‘habría escapado’ (...) que la propiedad privada es una forma de intercambio que corresponde necesariamente a ciertas fases de desarrollo de las fuerzas productivas, que no puede descartarse ni de la que se puede prescindir para pasar a la producción directa de la vida material, mientras no se hayan creado fuerzas productivas para las que la propiedad privada represente un obstáculo y una traba.” (La ideología alemana, p. 419­20) 12

Dos años después amplían: “Toda transformación del orden social, todo cambio de las relaciones de propiedad es

consecuencia necesaria de la aparición de nuevas fuerzas productivas que han dejado de corresponder a las viejas relaciones de propiedad. Así ha surgido la misma propiedad privada. La propiedad privada no ha existido siempre; cuando a fines de la Edad Media surgió el nuevo modo de producción bajo la forma de la manufactura, que no encuadraba en el marco de la propiedad feudal y gremial, esta manufactura, que no correspondía ya a las viejas relaciones de propiedad, dio vida a una nueva forma de propiedad: la propiedad privada. En efecto, para la manufactura y para el primer período de desarrollo de la gran industria no era posible ninguna otra forma de propiedad además de la propiedad privada, no era posible ningún orden social además del basado en esta propiedad. Mientras no se pueda conseguir una cantidad de productos que no sólo baste para todos, sino que se quede cierto excedente para aumentar el capital social y seguir fomentando las fuerzas productivas, deben existir necesariamente una clase dominante que disponga de las fuerzas productivas de la sociedad y una clase pobre y oprimida. La constitución y el carácter de estas clases dependen del grado de desarrollo de la producción. La sociedad de la Edad Media, que tiene por base el cultivo de la tierra, nos da el señor feudal y el siervo; las ciudades de las postrimerías de la Edad Media nos dan el maestro artesano, el oficial y el jornalero; en el siglo XVII, el propietario de manufactura y el obrero de ésta; en el siglo XIX, el gran fabricante y el proletario. Es claro que, hasta el presente, las fuerzas productivas no se han desarrollado aún al punto de proporcionar una cantidad de bienes suficiente para todos y para que la propiedad privada sea ya una traba, un obstáculo para su progreso. Pero hoy, cuando, merced al desarrollo de la gran industria, en primer lugar, se han constituido capitales y fuerzas productivas en proporciones sin precedentes y existen medios para aumentar en breve plazo hasta el infinito estas fuerzas productivas; cuando, en segundo lugar, estas fuerzas productivas se concentran en manos de un reducido número de burgueses, mientras la gran masa del pueblo se va convirtiendo cada vez más en proletarios, con la particularidad de que su situación se hace más precaria e insoportable en la medida en que aumenta la riqueza de los

12 La itálica es nuestra. 12

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burgueses; cuando, en tercer lugar, estas poderosas fuerzas productivas, que se multiplican con tanta facilidad hasta rebasar el marco de la propiedad privada y del burgués, provocan continuamente las mayores conmociones del orden social, sólo ahora la supresión de la propiedad privada se ha hecho posible e incluso absolutamente necesaria.” (Principios del comunismo, p. 92­3) 13

Se establece así la necesidad de poder saber cuándo se forman trabas al desarrollo de las fuerzas productivas. O, dicho de otro modo, en qué momento histórico de la formación socio­económica mundial se despliegan a tal grado tendencias propias del modo de producción capitalista que obstruyen el desarrollo de las fuerzas productivas –que son la posibilidad de que los hombres satisfagan las necesidades sociales de su época–, y, lo que es lo mismo, que obstaculizan el desarrollo productivo general convirtiendo lo que fueran en un primer momento del capitalismo progresos, en algo cada vez más nocivo para la sociedad.

En este sentido, es importante ver la diferencia que hay en entender a las fuerzas productivas en sí y para sí. Pues mientras los científicos de la burguesía buscan entender el sistema capitalista en lo inmediato para intentar perpetuar su clase y, por ende, al propio sistema; los revolucionarios comunistas buscan entender enteramente los elementos centrales de la historia humana, como las fuerzas productivas, para poder aprender de las revoluciones y los pasajes de un modo de producción a otro, buscando con ello adquirir herramientas que ayuden a terminar con la explotación del hombre por el hombre. Muchos autores autodenominados marxistas caen en el error de estudiar el capitalismo como si este fuese una totalidad autónoma, cerrada en si misma, sin fases históricas, sin similitudes con otros modos de producción. En estas visiones suele olvidarse la génesis y la descomposición propia de los modos de producción basados en la explotación; pensando, en su lugar, que prácticamente todo acontecimiento o elemento del capitalismo es funcional al propio capitalismo, desde una crisis a una guerra; y que el mismo puede auto perpetuarse, por ser tal el destino al que apuntan sus tendencias internas, entre las cuales no prepondera ninguna en particular, ni la caída de la tasa de ganancia, sino que se niegan entre todas ellas dándole equilibrio al modo de producción, siendo los antagonismos meras contradicciones. En este mismo error caen quienes postulan que las fuerzas productivas son sólo las maquinarias, puesto que, de ser así, siempre se van a poder crear aparatos que ayuden a la producción. Salvo que se extermine a la humanidad, van a seguir surgiendo innovaciones. Esta idea, que en un principio parece ser tranquilizadora, pues da una definición precisa y fácil de lo que es la fuerza productiva, es un obstáculo epistemológico inmenso, por terminar castrando al método marxista, quitándole su potencialidad universal y reduciendo uno de sus conceptos fundamentales a la forma vulgar que adopta en el sistema capitalista. Así, la fuerza productiva, de ser todo aquello que aumenta históricamente la capacidad humana de trabajar, se convierte en la expresión ideal de lo que el burgués quiere que sea: una mercancía o un bien de producción, enajenándole al hombre todo su lugar en la producción, quitándole su rol de fuerza productiva y adjudicándoselo a objetos que, dado el fetichismo de la mercancía, terminan por parecer extraños del hombre a pesar de ser su trabajo, a pesar de ser una extensión de si, parte del hombre mismo, su “cuerpo inorgánico”, como dijera Marx en las Formen.

Ahora bien, volviendo a la anterior cita, en ella Engels marca la importancia de poder saber cuándo se forman trabas al desarrollo de las fuerzas productivas. Ya que, como decíamos antes, las mismas suponen una de las condiciones de posibilidad para la construcción del socialismo.

13 El subrayado de este renglón es nuestro. 13

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Analicemos a continuación dónde podemos observar el momento en el que las relaciones sociales de producción impiden el libre desarrollo de las fuerzas productivas, y el por qué de su relevancia.

En primer lugar, retomemos algo recién expuesto. En la cita anterior de Principios del Comunismo, Engels señala que la transición al socialismo no se puede dar porque, entre otras cosas, las “fuerzas productivas no se han desarrollado aún al punto de proporcionar una cantidad de bienes suficiente para todos” . 14

Podemos ver con mayor claridad este planteo en La ideología Alemana: “Por ejemplo, mientras las fuerzas productivas no se hallen todavía lo suficientemente

desarrolladas para hacer más superflua la competencia y tengan, por tanto, que provocar constantemente ésta, las clases dominadas se propondrían lo imposible si tuvieran la ‘voluntad’ de abolir la competencia, y con ella el Estado y la ley. Por lo demás, antes de que alcancen el desarrollo necesario las relaciones que tienen que producirla, esta ‘voluntad’ sólo nace de la imaginación de los ideólogos.” (p. 387)

La importancia de este punto estriba en que la construcción del socialismo debe erigirse sobre los hombros de una producción que posibilite la libertad y la equidad de los hombres (la producción tanto de obras científicas como de alimentos que posibiliten la construcción del socialismo ). Y la sociedad capitalista desde sus inicios no pudo garantizar objetivamente tal 15

posibilidad, aunque si prometerla. Marx y Engels advirtieron, al ver el gran desarrollo de su época, la cercanía de tal momento, pero no puede confundirse el avizorar tal momento con el tenerlo presente.

Hoy en día podemos decir que esta situación ha sido superada. Que las posibilidades brindadas actualmente por la industria y la ciencia moderna son ya suficientes desde fines del siglo XIX y principios del siglo pasado. En casi la totalidad del siglo XIX, en cambio, a pesar de todo el desarrollo capitalista, no existían tales condiciones materiales. De ahí que Marx y Engels confundieran las crisis coyunturales de 1848, propias de un capitalismo todavía en expansión, con una crisis que pudiese iniciar el socialismo . 16

14 Marx y Engels ya habían escrito algo parecido previamente: “En la realidad, las cosas ocurrían, naturalmente, de otro modo: los hombres sólo se liberaban en la medida en que se lo prescribía y se lo consentía, no su ideal del hombre, sino las condiciones de producción existentes. Sin embargo, todas las liberaciones anteriores tuvieron como base fuerzas de producción limitadas, cuya producción insuficiente para toda la sociedad sólo permitía un desarrollo siempre y cuando los unos satisficieran sus necesidades a costa de los otros y, por tanto, los unos ­la minoría­ obtuvieran el monopolio del desarrollo, al paso que los otros ­la mayoría­, mediante la lucha continua en torno a la satisfacción de las necesidades más apremiantes, se veían excluidos por el momento (es decir, hasta la creación de nuevas fuerzas revolucionadoras [sic] de la producción) de todo desarrollo.” (La ideología alemana, p. 517) 15 Marx y Engels son quienes advierten la necesidad de abandonar el socialismo utópico para crear una corriente política de base científica. Sin embargo, ellos dan el primer gran aporte, no una teoría acabada. No por nada Engels en el prólogo al tercer tomo del capital critica a quienes buscan definiciones en El capital y no una metodología. Recién a principios del siglo XX la tercera generación de marxistas dan los mayores aportes al estudio y desarrollo de la revolución, como Resultados y perspectivas de Trotski o Huelga de masas, partido y sindicatos de Luxemburg. Sobre la necesidad de la producción de bienes básicos como alimentos, la revolución China y la Rusa son un perfecto ejemplo. Al derrotarse a la revolución mundial, se les veda las conquistas del progreso de la humanidad y tienen que enfrentarse a una trágica perspectiva, poniendo este vedo sobre la mesa una de las principales bases para la revolución mundial. 16 Faltaba además el desarrollo y autodesarrollo de la clase obrera, quien estructural y subjetivamente estaba impedida de llevar adelante la revolución socialista. El estudio de este proceso lo detalla Gramsci en su breve Análisis de las situaciones. Relaciones de fuerzas.

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Así mismo no debe confundirse el desarrollo de la producción mundial con el desarrollo local. Los bolcheviques, y Trotski en especial, fueron quizá los únicos en seguir a Marx y Engels en este punto. Ellos supieron que Rusia, fruto del desarrollo desigual y combinado, a pesar de ser una economía capitalista atrasada tenía que encaminar la lucha por el socialismo dado las condiciones de posibilidad que abría el desarrollo de las fuerzas productivas a nivel mundial. 17

Hay un segundo elemento que marca la obstrucción del desarrollo de las fuerzas productivas, el cual advirtió muy bien Lenin en la obra de Marx. Este es la tendencia a la concentración del capital que predomina en la etapa imperialista:

“El monopolio ejercido por el capital se convierte en traba del modo de producción que ha florecido con él y bajo él.” (El capital I, p. 953)

Es decir, las fuerzas productivas que la anarquía de la producción capitalista –la libre competencia– prometían desarrollar infinitamente, se ven rezagadas bajo la forma monopólica que asume el capital. Pues es principalmente la competencia obliga a una industria a producir innovaciones tecnológicas constantes para producir más en menos tiempo, abaratando los costos y dejando en la quiebra a sus rivales. Y al ir cobran realidad la tendencia histórica a obstruirse la libre competencia ­que, por cierto, nunca existió en estado puro­ el desarrollo de la investigación científica y de maquinarias tiende a estancarse, y las competencia económica se vuelve susceptible de asumir otras formas, como la guerra. 18

Abramos un breve paréntesis sobre este punto. El monopolio no niega absolutamente la competencia, ni la competencia sólo se puede dar sin monopolios. Desde un inicio del capitalismo surge la tendencia de los capitales a la concentración. Sólo que esta última, a partir del grado de desarrollo de las contradicciones del sistema propias de la fase imperialista, cobra formas particulares. 19

17 Véase el libro de Trotski La revolución permanente 18 En los últimos apartamos veremos el rol que asume la caída tendencial de la tasa de ganancia en este fenómenos orgánico del devenir capitalista. 19 “Lenin, en relación a sus conclusiones continúa remarcando las tendencias contradictorias: ‘Como hemos visto, la base económica más profunda del imperialismo es el monopolio. Se trata de un monopolio capitalista, esto es, que ha nacido del seno del capitalismo y se halla en las condiciones generales del mismo, de la producción de mercancías, de la competencia, en una contradicción constante insoluble con dichas condiciones generales. Pero, no obstante, como todo monopolio, engendra inevitablemente una tendencia al estancamiento y a la descomposición. Puesto que se fijan, aunque sea temporalmente, precios monopolistas, desaparecen hasta cierto punto las causas estimulantes del progreso técnico y, por consiguiente, de todo progreso, de todo movimiento hacia adelante, surgiendo así, además, la posibilidad económica de contener artificialmente el progreso técnico. ‘Naturalmente, bajo el capitalismo, el monopolio no puede nunca eliminar del mercado mundial de un modo completo y por un período muy prolongado la competencia (en esto consiste, dicho sea de paso, una de las causas de lo absurdo de la teoría del ultraimperialismo). Desde luego, la posibilidad de disminuir los gastos de producción y de aumentar los beneficios por medio de la introducción de mejoras técnicas obra en favor de las modificaciones. Pero la tendencia al estancamiento y a la descomposición inherente al monopolio, sigue obrando a su vez, y en ciertas ramas de la industria, en ciertos países, por períodos determinados llega a imponerse.’ Otra vez en este caso, Lenin marca como esta fase superior que es el imperialismo posee una tendencia (incluso él mismo lo subraya) al estancamiento y a la descomposición, cuestión que se analiza explícitamente en el documento sobre fuerzas productivas. En este sentido, Lenin luego afirma: ‘Todo el mundo conoce hasta qué punto el capital monopolista ha agudizado todas las contradicciones del capitalismo. Basta indicar la carestía de la vida y el yugo de los cartels. Esta agudización de las contradicciones es la fuerza motriz más potente del período histórico de transición iniciado con la victoria definitiva del capital financiero mundial.

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En tercer lugar, las fuerzas productivas como la clase trabajadora (o fuerza de trabajo) o la naturaleza, tienen también relevancia en la historia. Los suelos que pierden su riqueza, los recursos naturales que se agotan, ponen límites concretos a la producción y ahondan el monopolio, puesto que muy pocos capitales pueden afrontar los costos de producción de ramas poco productivas. La minería a cielo abierto es claro ejemplo. Debido al agotamiento de las fuentes minerales, debe acudirse a formas de explotación de recursos naturales cada vez más nocivas para el medio ambiente. La utilización cuantiosa de recursos como el agua en zonas donde hay horarios reducidos de uso de ese servicio para los poblados, la pérdida de fertilidad del suelo, la contaminación tóxica de los alimentos y las bebidas, el acortamiento de la vida y las discapacidades físicas y de intelecto en la población. Puede objetarse que tal salvajismo en la producción es aislado y que excepciones no pueden servir para medir el modo de producción. Sin embargo, hace ya varias décadas vemos a estas excepciones incrementarse cada vez más, volviéndose más bien síntomas, indicadores de una tendencia putrefacta. Ya no es sólo superexplotación del proletariado, como en el siglo XVIII, ni la extinción de alguna especie de animal aislada. El agua potable es un bien que cada día es más escaso, cosa impensada hace un siglo. La propia agricultura atenta contra la gente y contra el suelo. Cada año es necesaria 20

‘Los monopolios, la oligarquía, la tendencia a la dominación en vez de la tendencia a la libertad, la explotación de un número cada vez mayor de naciones pequeñas o débiles por un puñado de naciones riquísimas o muy fuertes: todo esto ha originado los rasgos distintivos del imperialismo que obligan a caracterizarlo como capitalismo parasitario o en estado de descomposición. ‘Sería un error creer que esta tendencia a la descomposición descarta el rápido crecimiento del capitalismo. No; ciertas ramas industriales, ciertos sectores de la burguesía, ciertos países, manifiestan, en la época del imperialismo, con mayor o menor fuerza, ya una, ya otra de estas tendencias. En su conjunto, el capitalismo crece con una rapidez incomparablemente mayor que antes, pero este crecimiento no sólo es cada vez más desigual, sino que esa desigualdad se manifiesta asimismo, de un modo particular, en la descomposición de los países más fuertes en capital. ‘De todo lo que llevamos dicho más arriba sobre la esencia económica del imperialismo, se desprende que hay que calificarlo de capitalismo de transición o, más propiamente, agonizante.’ Lenin concibe que se trata de un capitalismo de transición, de su fase superior en tanto que las contradicciones se agudizaron a tal punto que los monopolios en sí mismos representan una centralización de la producción pero se evidencia que no es para el provecho de la humanidad, sino para la perpetuación de una clase social. En este sentido, se dan las condiciones materiales para la superación del capitalismo como modo de producción, en tanto ‘nos hallamos ante una socialización de la producción y no ante un simple ‘entrelazamiento’; que las relaciones de economía y propiedad privadas constituyen una envoltura que no corresponde ya al contenido, que debe inevitablemente descomponerse si se aplaza artificialmente su supresión, que puede permanecer en estado de descomposición durante un período relativamente largo (en el peor de los casos, si la curación del tumor oportunista se prolonga demasiado), pero que, sin embargo, será ineluctablemente suprimida’. 20 En el segundo Encuentro Nacional de Pueblos Fumigados “Recordaron a víctimas de los ‘agrotóxicos y el modelo de agronegocios’: Nicolás Arevalo y José Rivero, niños ‘muertos por intoxicación por agrotóxicos’ en Puerto Viejo Lavalle (Corrientes); Ezequiel Ferreyra, niño muerto por ‘manipular agroquímicos en condiciones de explotación infantil en la empresa Nuestra Huella’ en Pilar (Buenos Aires) y a Néstor Vargas, trabajador rural muerto por ‘manipular agrotóxicos como trabajador explotado’ en un establecimiento rural de Vera (Santa Fe).” “El viernes 15, en Estados Unidos, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner detalló en público una reunión con la empresa Monsanto (líder mundial en semillas transgénicas y agroquímicos) y anunció que la compañía confirmó la radicación de una planta en Córdoba. ‘Es un inversión muy importante en Malvinas Argentinas, Córdoba, en materia de maíz con una nueva semilla de carácter transgénico. También dos centros de investigación y desarrollo, uno en Tucumán y otro en Córdoba’, adelantó la Presidenta en la sede del Consejo de las Américas y precisó que, en el encuentro con los ejecutivos de Monsanto, les explicó la posibilidad de ‘extender la frontera agropecuaria’ hacia la Patagonia.” “El documento final de los pueblos fumigados explicitó el ‘repudio al anuncio de Monsanto de radicar su proyecto de producción de semillas transgénicas más grande del mundo precisamente en Córdoba’ y recordó que la empresa es ‘claramente cuestionada en el juicio’ por fumigaciones en Ituzaingó Anexo. ‘En lugar de un modelo productivo basado

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nuevos avances científicos para explotar de igual manera la misma tierra. Nuevas semillas transgénicas, agrotóxicos . Limitando la posibilidad de cultivo a muy pocos capitales, 21

desgastando la tierra y llevando a la quiebra a los pequeños productores. Entonces, la pauperización de la naturaleza además de ser funcional a la concentración de capitales, empobrece y agota las condiciones de producción y a la producción en si, limitando sus posibilidades cada vez más.

La población crece, por otro lado. Pero ese crecimiento no necesariamente hace que crezca proporcionalmente la clase obrera. Buena parte de los nacimientos nos dan futura población sobrante, no así desocupados que forman parte de la clase obrera en tanto ejército de reserva. Como bien señala Hobsbawm, a partir de entreguerras, el desempleo ha sido una gran enfermedad en el mundo, cuestión impensada en las fases de génesis y de desarrollo del capitalismo, donde más bien faltaba mano de obra y era imperiosa la proletarización.

Entonces, además de los desocupados clásicos, que conforman el ejército de reserva del capital, hay otro tipo de desempleado, el que jamás tuvo ni tendrá trabajo. Esta población

en la contaminación, envenenamiento y muerte es posible producir sin agrotóxicos. Nuestra lucha es por una producción sana y sustentable en el tiempo, como lo hacen campesinos e indígenas que resisten los desalojos y desmontes en todo el territorio nacional’, explicó Pablo Riveros, uno de los moderadores del encuentro.” “El primer Encuentro nacional de Pueblos Fumigados fue en 2010 en Santa Fe. Este segundo encuentro tuvo la particularidad de contar con mayor presencia de pueblos y organizaciones, y sobre todo de explicitar la articulación para el lanzamiento de la ‘Campaña nacional contra los agrotóxicos y por la vida’, que aborda seis ejes: sistema productivo (monocultivo, transgénicos, agrotóxicos), soberanía alimentaria, legal (presentación de denuncias, creación y reforma de leyes, reclasificación de agrotóxicos), salud, educación (‘nunca más escuelas fumigadas’) y difusión.” “El eje del encuentro fue el cuestionamiento al modelo agropecuario, pero fue englobado en la situación macro del ‘modelo extractivo’ (petróleo, minería, monocultivo forestal). ‘La megaminería y los agronegocios destruyen nuestras formas de vida y nuestro entorno en nombre de un supuesto crecimiento económico que sólo es lucro para unos pocos’, alerta el documento final del encuentro, advierte la ‘violencia desatada’ sobre los militantes que cuestionan el modelo extractivo y exige la ‘derogación de la ley antiterrorista’.” (Página/12 25/6/12) 21 Hay mucha información al respecto. Por ejemplo: “¿Qué es el glifosato y para qué se usa?” “El glifosato es un herbicida que aniquila todo tipo de plantas. Se usa como herbicida total, es decir, de forma no selectiva, para matar hierbas y arbustos. El glifosato es el herbicida más utilizado en el mundo y sus preparados se venden bajo diversas marcas. El más vendido es el RoundUp, comercializado por Monsanto, cuya venta le supone miles de millones de euros cada año.” “En agricultura, además, se utiliza de forma intensiva en asociación con los cultivos transgénicos. Monsanto y otras multinacionales venden semillas modificadas genéticamente para hacerlas tolerantes al glifosato, de forma que los agricultores pueden rociar el herbicida sobre el cultivo en crecimiento, matando el resto de malezas. Esta práctica ya está dando problemas, por la proliferación incontrolable de plantas resistentes al herbicida.” “¿Es peligroso?” “Numerosos estudios han demostrado que el glifosato es nocivo para la salud de personas, animales y medio ambiente. Gilles­Enric Seralini (especialista en biología molecular de la Universidad de Caen, Francia), ha demostrado que el glifosato estimula la muerte de las células de embriones humanos. También descubrió que algunas células de la placenta humana son muy sensibles al glifosato, incluso en dosis muy inferiores a las utilizadas en agricultura. Se ha llegado a determinar que una exposición 500 veces menor a la que tiene lugar en los campos tratados con este herbicida induce a la muerte celular.” “Los riesgos son mayores para las mujeres embarazadas, pero no solo les afectan a ellas. La práctica de deportes o el simple paseo por el campo en zonas fumigadas pueden dar lugar a efectos perjudiciales para la salud. Otras pruebas toxicológicas independientes han revelado toxicidad subaguda (lesiones en glándulas de la saliva), toxicidad crónica (inflamación del estómago), daños genéticos (en células sanguíneas), trastornos reproductivos (esperma menor y anómalo en ratas y conejos), y cancerígeno (aumento de la frecuencia de tumores de hígado y de tiroides en ratas).” “El glifosato se infiltra en el suelo, es muy soluble en el agua y persiste de dos a seis meses. Contamina los acuíferos, es tóxico para la fauna acuática, los animales domésticos o el ganado y se esparce sin control por el subsuelo. Además, cada preparado herbicida que contiene glifosato viene acompañado de otras sustancias que facilitan su absorción y que multiplican su toxicidad.” (http://losagrotoxicosmatan.org/category/investigacion/)

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sobrante, a su vez, no necesariamente tiene un potencial revolucionario, es más proclive al lumpen proletariado, es decir, a engrosar las filas de los soldados de la reacción.

Esta degradación de las clases desposeídas está acompañada de un aumento de la población mundial y de la expectativa de vida mediante la medicina burguesa. Pero que haya más gente y que existan formas de que tal gente viva en el capitalismo no es garantía de nada, ni de que esa gente viva bien,ni que mucho menos esa población se constituya en fuerza de trabajo y por ende que se produzca socialmente bajo todas las potencialidades humanas. La medicina burguesa es sólo accesible al burgués y la misma está completamente vedada a la mayoría, en una población mundial que además de ver el aumento cuantitativo de sus desposeídos ve engrosarse la brecha entre estos y las clases poseedoras.

En quinto lugar, el desarrollo de la ciencia se ha estancado rápidamente en la modernidad. Las ciencias sociales están sumidas en la ideología y su estudio de la realidad está orientado por los grandes capitales. Las expectativas y promesas de las escuelas clásicas de la modernidad, como la ilustración, fueron cambiadas por la desesperanza y la rendición de las corrientes que dominan la academia hace varios años: el postestructuralismo y luego el postmodernismo. La única escuela que ha hecho verdaderos progresos en este campo, la marxista, ha sufrido una fuerte academización que ha minado su potencial revolucionario. Ya no hay grandes cuadros internacionales, de la talla de Luxemburg, ni mucho menos obras comoEl estado y la revolución o La revolución permanente. Las otras ramas de la ciencia están dominadas en su totalidad por la industria. Lo cual, especialmente por estar en la fase imperialista del capitalismo, limita enormemente su desarrollo. La creación de innovaciones que pueden satisfacer la demanda de bienes básicos de toda la humanidad actual no sólo se ha cumplido, sino que también se han descubierto formas de combatir y exterminar muchos problemas sociales, tanto médicos como psicológicos u educativos. O hay pistas que hacen posible lograrlo. Sin embargo, la industria necesita realizar sus productos, y para ello requiere constante consumo, es decir, constantes necesidades. ¿Y cómo van a solucionar por completo las necesidades? Sería arruinar el negocio. Por ello se compran patentes de inventos para sacarlos del mercado. Ya que tales inventos reducirían considerablemente la tasa de ganancia o desaparecieran ciertos problemas de los cuales viven algunas ramas de la industria. Tal es el caso, por ejemplo, de la industria farmacéutica y médica, quienes tienen por negocio las enfermedades.

Otro elemento importante es la división del trabajo fabril. Esta fuerza productiva si bien acelera la producción, ya la Unión Soviética nos demostró como ya están dadas las condiciones materiales para avanzar en esta distribución del trabajo, ya no sólo por fábrica, sino en toda la sociedad. Sin embargo, como dice Marx:

“La misma conciencia burguesa que celebra la división manufacturera del trabajo, la anexión vitalicia del obrero a una operación parcial y la subordinación incondicional de los obreros parciales al capital como una organización del trabajo que acrecienta la fuerza productiva de los mismos, denuncia por eso con igual vigor todo control y regulación sociales y conscientes del proceso de producción, control y regulación en los que ve un cercenamiento de los sacrosantos derechos de propiedad, de la libertad y de la ‘genialidad’ que se determina a sí misma del capitalista individual. Es sumamente característico que los entusiastas apologistas del sistema fabril no sepan decir nada peor, contra cualquier organización general del trabajo social, que en caso de realizarse la misma transformaría a la sociedad entera en una fábrica.” (El capital I, p. 334)

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Por último, agreguemos otro elemento. La ideología alemana señala que la sociedad al satisfacer sus necesidades genera otras nuevas. Por ello, al lograr la satisfacción de las necesidades más básicas e instintivas ­animales­, los hombres han empezado tener tiempo libre. Y en dicho tiempo, lejos de dedicarse sólo a comer, descansar y reproducirse ­signos de la enajenación del trabajo moderno­, los hombres, o más bien ciertos grupos, erigieron las artes. Fuerza productiva hoy atrapada en las celdas de la industria cultural y la cultura de masas.

Vemos entonces el desarrollo contradictorio de cada fuerza productiva y de todas las fuerzas en su conjunto (pues si bien se deben diferenciar para su estudio, todas ellas son una unidad); como las mismas hoy son engranajes oxidados en la máquina capitalista, que entorpecen y obstruyen cada vez más el sistema; y vemos que la razón de estas contradicciones descansa en las relaciones sociales de producción que agotan los recursos naturales, sumen en la barbarie a las personas, atrofian la producción industrial y encadenan la ciencia.

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IV. Descomposición, crisis y revolución Marx y Engels, además de señalar sus trabas, nos advierten que las fuerzas productivas a partir de cierto momento son susceptibles de volverse fuerzas destructivas:

“Resumiendo, obtenemos de la concepción de la historia que dejamos expuesta los siguientes resultados: 1° En el desarrollo de las fuerzas productivas, se llega a una fase que surgen fuerzas productivas y medios de intercambio que, bajo las relaciones existentes, sólo pueden ser fuente de males, que no son ya tales fuerzas de producción, sino más bien de destrucción (maquinaria y dinero)” (La ideología alemana, p. 81)

Es decir, que, a partir de determinado momento, la descomposición del sistema se opera mediante sus propios elementos y no por causas externas o solamente subjetivas, abriéndose una etapa en la cual sólo el socialismo nos puede salvar de la barbarie y la destrucción.

Esta etapa agónica, que a principios del siglo pasado autores como Lenin denominaron imperialismo , es la que se pone en juego al hablar del estancamiento de las fuerzas productivas. 22

Una etapa en la cual tales fuerzas empiezan a deformarse y a apagar sus facetas progresivas bajo el capitalismo, trasformándose en su opuesto, en destrucción, haciendo cada vez más necesaria la lucha por el socialismo.

Es por esto que es absurdo creer que las fuerzas productivas se estancan de un día a otro y de ahí en adelante se abre un periodo de transición tan largo como lo requiera la revolución mundial. Tales lecturas son caricaturas de Marx y Trotsky. Debemos entender a la historia como una totalidad concreta en constante devenir, que va encarnando –conciente e inconcientemente– distintos momentos los cuales son específicos y diferenciables entre ellos. Y que entre cada uno de estos momentos hay cambios sociales, grandes procesos históricos que operan con una temporalidad distinta a la de la vida individual de cada hombre.

Antes hicimos una cita de Engels que decía que las trabas al desarrollo de las fuerzas productivas podían llegar rápido por el avanzado grado de desarrollo que genera en ellas el capitalismo. Empero, esto no quiere decir que tal cambio ocurra de un día para el otro. En el mismo texto, a la pregunta de sí “será posible suprimir de golpe la propiedad privada”, Engels responde:

“No, del mismo modo que no se puede aumentar de golpe las fuerzas productivas existentes en la medida necesaria para crear una economía colectiva. Por eso, la revolución del proletariado, que se avecina según todos los indicios, sólo podrá transformar paulatinamente la sociedad actual, y acabará con la propiedad privada únicamente cuando haya creado la necesaria cantidad de medios de producción.” (Principios del comunismo, p. 94)

Así, del mismo modo que va costar y tardar re­encausar la sociedad en el socialismo, el nuevo avance histórico de las fuerzas productivas no supone la creación de una nueva máquina, sino la reorganización de toda la sociedad para socializar los logros capitalista, contrarrestar los destrozos que operan su descomposición capitalista, y avanzar en el desarrollo integral de la producción del hombre reconciliado con su trabajo. Hay que entender la temporalidad propia de

22 “El imperialismo ha surgido como desarrollo y continuación directa de las propiedades fundamentales del capitalismo en general. Pero el capitalismo se ha trocado en imperialismo capitalista únicamente al llegar a un cierto grado muy alto de su desarrollo, cuando algunas de las propiedades fundamentales del capitalismo han comenzado a convertirse en su antítesis, cuando han tomado cuerpo y se han manifestado en toda la línea los rasgos de la época de transición del capitalismo a una estructura económica y social más elevada.” (El imperialismo, fase superior del capitalismo, p. 112)

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las fases históricas. Sólo así podremos darles dimensión correcta e intervenir adecuadamente en ellas.

Ya explicado por qué nos hallamos en la fase decadente del capitalismo, la única que actualmente puede anteceder al socialismo, cabe analizar el lugar de las crisis dentro del modo de producción en general y más específicamente dentro de esta etapa.

Toda transición de una sociedad a otra está determinada también por la crisis: “Bajo esta prosperidad general, en que las fuerzas productivas de la sociedad burguesa se

desenvuelven todo lo exuberantemente que pueden desenvolverse dentro de las condiciones burguesas, no puede ni hablarse de una verdadera revolución. Semejante revolución sólo puede darse en aquellos períodos en que estos dos factores, las modernas fuerzas productivas y las formas burguesas de producción incurren en mutua contradicción. (…) Una nueva revolución sólo es posible como consecuencia de una nueva crisis. Pero es también tan segura como ésta.” (La lucha de clases en Francia, p. 128)

Pero no toda crisis abre una senda revolucionaria. Podemos hallar centralmente dos tipos de crisis. Las que ponen en juego la reproducción estructural del sistema, y son un tipo particular de crisis económica­social determinado por el abismal grado de la caída de la tasa de ganancia y el estancamiento de la producción. Esta crisis, que daremos a llamar estructural de aquí en adelante, requiere, para salir de ella, una gran destrucción de las fuerzas productivas, tal fue el caso de las grandes guerras mundiales. Por su parte, las crisis coyunturales son más recurrentes y hasta en cierto grado funcionales al sistema. Los dos tipos de crisis parece que pueden volverse crisis orgánicas, es decir, situaciones en las que la reproducción del capitalismo está en peligro. No sólo por las tendencias del propio modo de producción, sino también por otro momento que no es genéticamente resultado necesario del propio modo de producción, cual fuerza ciega. Este momento es el del aprovechamiento político de la crisis económica y social por parte de una clase obrera consciente y organizada dentro de un partido político revolucionario propio, con un programa socialista e independiente de las de las distintas fracciones de la burguesía. 23

Marx y Engels creyeron que la crisis pasajera de 1848 podía abrir las puertas a una nueva sociedad, pero no tardaron en darse cuenta de su error. Lenin y Trotsky, en cambio, no se confundieron con la crisis abierta en la gran guerra. Pues en la etapa anterior al imperialismo era imposible el surgimiento de una crisis que pusiera fin al modo de producción capitalista. Sin embargo, esto no quiere decir que toda crisis de nuestra época sea necesariamente estructural. Sólo hubo una vez tal situación, entre las dos guerras mundiales. Actualmente parece ponerse en marcha una, pero la ausencia del factor subjetivo obrero y el aprendizaje de la experiencia de la

23 Entendemos que se requeriría un estudio más detallado de las crisis coyunturales del siglo XX, especialmente la del 70’, que trajo un alza inmensa en la lucha de clases, pero dicha cuestión merece un trabajo aparte. Aunque podríamos señalar es más probable que las crisis estructurales generen grandes fisuras hegemónica al interior del sistema burgués y en sus expresiones políticas, dando condiciones materiales más propicias al despertar clasista y a la lucha del proletariado. Sin embargo, también debemos decir que en condiciones particulares, como en una etapa transicional en reflujo (pues en la etapa transicional, “cuando lo nuevo no termina de nacer y lo viejo no termina de morir”, ya no necesariamente opera la economía como principal determinación de la historia, sino cobra mayor relevancia la ideología y la conciencia sobre la historia), las crisis coyunturales pueden dar un impulso inesperado superando lo meramente coyuntural, volviéndose potencialmente orgánicas. No olvidemos la diferencia entre la lucha por reformas políticas en estados obreros degenerados a la lucha por la toma del poder de un Estado capitalista. Tal fue el caso de fines de los 60’­inicios de los 70’. Vemos, en cambio, que las crisis de los 90’ o la del 2001 en la Argentina, si bien llevaron a una movilización popular, ésta estuvo lejos de tener una vanguardia o un programa político del proletariado.

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gran depresión y las guerras mundiales de la burguesía hacen que la misma no despliegue todas sus potencialidades.

Esto no es un mero detalle. La crisis económica no lleva por sí sola al socialismo. Una “conmoción total” del sistema, un proceso revolucionario, necesita la acción revolucionaria de las masas:

“Si no se dan estos elementos materiales de una conmoción total, o sea, de una parte, las fuerzas productivas existentes y, de otra, la formación de una masa revolucionaria que se levante, no sólo en contra de ciertas condiciones de la sociedad anterior, sino en contra de la misma «producción de la vida» vigente hasta ahora, contra la «actividad de conjunto» sobre que descansa, en nada contribuirá a hacer cambiar la marcha práctica de las cosas el que la idea de esta conmoción haya sido proclamada ya una o cien veces, como lo demuestra la historia del comunismo.” (La ideología alemana, p. 41)

Ahora bien, abierto el proceso y derrotada la revolución, o prolongado demasiado tiempo el proceso prerrevolucionario, quedan abiertas las puertas a la reacción contrarrevolucionaria. Y el capitalismo puede aprovechar la coyuntura para volver a poner en marcha el sistema bajo una nueva ficción de progreso.

En el siguiente pasaje Marx nos habla de cómo puede utilizar la burguesía los estragos de la crisis en su favor en el caso de que la dirección del proletariado sea derrotada, o no exista, o no sepa llevar adelante la toma del poder:

“Las relaciones burguesas de producción y de cambio, las relaciones burguesas de propiedad, toda esta sociedad burguesa moderna, que ha hecho surgir como por encanto tan potentes medios de producción y de cambio, se asemeja al mago que ya no es capaz de dominar las potencias infernales que ha desencadenado con sus conjuros. Desde hace algunas décadas, la historia de la industria y del comercio no es más que la historia de la rebelión de las fuerzas productivas modernas contra las actuales relaciones de producción, contra las relaciones de propiedad que condicionan la existencia de la burguesía y su dominación. Basta mencionar las crisis comerciales que, con su retorno periódico, plantean, en forma cada vez más amenazante, la cuestión de la existencia de toda la sociedad burguesa. Durante cada crisis comercial, se destruye sistemáticamente, no sólo una parte considerable de productos elaborados, sino incluso de las mismas fuerzas productivas ya creadas. Durante las crisis, una epidemia social, que en cualquier época anterior hubiera parecido absurda, se extiende sobre la sociedad: la epidemia de la superproducción. La sociedad se encuentra súbitamente retrotraída a un estado de súbita barbarie: diríase que el hambre, que una guerra devastadora mundial la han privado de todos sus medios de subsistencia; la industria y el comercio parecen aniquilados. Y todo eso, ¿por qué? Porque la sociedad posee demasiada civilización, demasiados medios de vida, demasiada industria, demasiado comercio. Las fuerzas productivas de que dispone no favorecen ya el régimen burgués de la propiedad; por el contrario, resultan ya demasiado poderosas para estas relaciones, que constituyen un obstáculo para su desarrollo; y cada vez que las fuerzas productivas salvan este obstáculo, precipitan en el desorden a toda la sociedad burguesa y amenazan la existencia de la propiedad burguesa. Las relaciones burguesas resultan demasiado estrechas para contener las riquezas creadas en su seno. ¿Cómo vence esta crisis la burguesía? De una parte, por la destrucción obligada de una masa de fuerzas productivas; de otra, por la conquista de nuevos mercados y la explotación más intensa de los antiguos. ¿De qué modo lo

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hace, pues? Preparando crisis más extensas y más violentas y disminuyendo los medios de prevenirlas.” (Manifiesto del Partido Comunista, p. 37­8) 24

Algo muy parecido aparece en Trabajo Asalariado y Capital: “Finalmente, a medida que los capitalistas se ven forzados, por el proceso que exponíamos

más arriba, a explotar en una escala cada vez mayor los gigantescos medios de producción ya existentes, viéndose obligados para ello a poner en juego todos los resortes del crédito, aumenta la frecuencia de los terremotos industriales, en los que el mundo comercial sólo logra mantenerse a flote sacrificando a los dioses del averno una parte de la riqueza, de los productos y hasta de las fuerzas productivas; aumentan, en una palabra, las crisis. Estas se hacen más frecuentes y más violentas, ya por el solo hecho de que a medida que crece la masa de producción y, por tanto, la necesidad de mercados más extensos, el mercado mundial va reduciéndose más y más, y quedan cada vez menos mercados nuevos que explotar, pues cada crisis anterior somete al comercio mundial un mercado no conquistado todavía o que el comercio sólo explotaba superficialmente.” (p. 92)

Ahora bien, en la fase imperialista no hay nuevos mercados por explotar, la concentración llega a sus últimas consecuencias y la guerra se muestra como la principal salida. Vemos entonces como éstas recuperaciones del capitalismo, estos intentos de ponerse en pié, hunden cada vez más al modo de producción y no liberan las fuerzas productivas. Sólo un verdadero 25

proceso revolucionario puede hacerlo: “…la gran industria ha tomado las contradicciones que dormían en el modo de producción

capitalista y las ha desarrollado hasta hacer de ellas tan violentas contraposiciones, que el próximo hundimiento de este modo de producción está, por así decirlo, al alcance de la mano; que las mismas nuevas fuerzas productivas no pueden mantenerse ni desarrollarse ulteriormente sino por la introducción de un nuevo modo de producción que corresponda a su actual grado de desarrollo” (Anti­Dühring, p. 216)

“Si examinamos esas conjuraciones de los muertos en la historia universal, observaremos en seguida una diferencia que salta a la vista. Camilo Desmoulins, Dantón, Robespierre, Saint­Just, Nopoleón, los héroes, lo mismo que los partidos y la masa de la antigua revolución francesa, cumplieron, bajo el ropaje romano y con frases romanas, la misión de su tiempo: librar de las cadenas e instaurar la sociedad burguesa moderna. Los unos hicieron añicos las instituciones feudales y segaron las cabezas feudales que habían brotado en él. El otro creó en el interior de Francia las condiciones bajo las cuales ya podía desarrollarse la libre concurrencia, explotarse la propiedad territorial parcelada, aplicarse las fuerzas productivas industriales de la nación, que habían sido liberadas; y del otro lado de las fronteras francesas barrió por todas partes las formaciones feudales, en el grado en que esto era necesario para rodear a la sociedad burguesa de Francia en el continente europeo de un ambiente adecuado, acomodado a los tiempos.” (El 18 brumario de Luis Bonaparte, p. 95­6)

Vemos así cuál es el principal problema de negar la existencia de la fase imperialista y las trabas de las fuerzas productivas: la negación del estudio que hace el socialismo científico de los

24 Las itálicas son nuestras. 25 Al respecto, Marx y Engels: “Los últimos siglos del Imperio romano decadente y su conquista por los propios bárbaros destruyeron una gran cantidad de fuerzas productivas; la agricultura veíase postrada, la industria languideció por la falta de mercados, el comercio cayó en el sopor o se vio violentamente interrumpido y la población rural y urbana decreció.” (La ideología alemana, p. 23) La gran diferencia es que el ocaso de la sociedad presente puede significar el fin de la humanidad.

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modos de producción y sus transiciones. ¿O acaso puede existir un modo de producción sin periodo de génesis, desarrollo y ocaso? De existir tales períodos, ¿Cómo advertirlos antes que ocurran o mientras están ocurriendo? Porque lo peor de las posturas contrarias no es decir que por ahora no estemos en una fase agónica, sino que pareciera que creen existen modos de producción ahistóricos sin periodos ni antagonismos reales. Pues lo antagónico es lo irresoluble, lo que tarde o temprano estalla por fuerza de sus antítesis. Este tipo de extravíos teóricos tiende a reducir los antagonismos a meras contradicciones que no tienen porque dar o darse cesación alguna, siendo su visión de lo social no dialéctica, donde las contracciones son fuerzas que se oponen y contrarrestan unas a otras sin preponderancia alguna, sin límites que de romperse anulen su relación antagónica. Semejantes visiones llevan a sostener que el capitalismo es infinito, o bien a que está dotado de la mágica capacidad de autosuperarse. Disfrazadas de revolucionarias, tales posturas sólo llevan a la inacción o a la desmoralización. Son incompatibles con la militancia revolucionaria.

Nosotros, en cambio, podemos resumir algo esquemáticamente nuestra postura de la siguiente forma: la obra de Marx y Engels muestra que a partir de cierto momento histórico los modos de producción como el feudalismo o el esclavismo entran en descomposición fruto de la contradicción entre las relaciones sociales de producción y las fuerzas productivas, quedando las primeras en crisis y las últimas estancadas. Lenin establece que dicha fase de descomposición en el capitalismo es el imperialismo, el cual inicia en el pasaje del siglo XIX al XX. Vimos además que dentro de este momento histórico cierto tipo de crisis pueden abrir una situación revolucionaria, es decir, transicional. Trotski ubica a la crisis abierta en entreguerras como el gran estallido del sistema en El programa de transición y nosotros decimos que actualmente se está desarrollando una crisis estructural de igual magnitud a partir de la cual puede llegar a abrir un periodo revolucionario.

Aclarado el verdadero problema que descansa detrás del debate sobre las fuerzas productivas, es decir, sobre la relación entre imperialismo, crisis y revolución, sin más preámbulos, pasemos a dos casos históricos que nos permiten pensar la transición al socialismo: las dos crisis estructurales que ha visto hasta hoy el capitalismo.

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V. Primera crisis estructural del modo de producción La gran depresión suele equipararse con la crisis, llegando muchas veces hasta a ser desligada de las guerras mundiales. Grave error, ya que dichos tres momentos son los síntomas más visibles de un proceso de mayor complejidad: la descomposición capitalista. Hagamos un breve repaso de este equívoco.

La burguesía internacional, una vez pasada la primera guerra mundial y derrotada la oleada revolucionaria abierta en Rusia, esperaba ver pronto una recuperación económica. Sin embargo, la economía mundial no estaba en la entrada de un nuevo ciclo de auge, como sí ocurrió en los periodos que sucedieron a las crisis del siglo XIX. Muy por el contrario, los empresarios no sospechaban siquiera la magnitud del problema que se avecinaba.

Y si bien hubo ramas productivas que se expandieron y algunos países con índices económicos favorables luego de la guerra, el estancamiento económico a nivel global que supuso el colapso del 30’ fue indiscutible. Como señala Dobb, esta crisis “se integra con total naturalidad en un cuadro que hemos llegado a asociar con la era monopolista (...): precios rígidos en una vasta gama de grandes industrias y el mantenimiento de los márgenes de ganancia, en lugar de la caída de los precios; producción restringida antes que reducción de costos, como remedio favorito de industriales y estadistas; una creciente y universal capacidad ociosa y un desempleo en persistencia y dimensiones sin precedentes” (Estudios sobre el desarrollo del capitalismo, p. 380).

En el caso de EEUU estas cuestiones se evidencian con claridad: en 1929 “la capacidad ociosa de plantas y equipos llegaba a la considerable cifra de 20%: margen de fuerza productiva desperdiciada que había crecido, hacia el año de la depresión más profunda, a un 50%” (Estudios sobre el desarrollo del capitalismo, p. 385). En cuanto al desempleo en este mismo país el mismo autor maneja datos de 13 millones de personas. En lo que respecta a los precios: “El Informe Final y las Recomendaciones del Comité Económico Nacional Provisorio aducía testimonios de que ‘muchas de nuestras industrias básicas manifestaron una clara reducción de la producción decidía por las empresas monopolistas o grupos industriales dominantes a fin de mantener precios y asegurar ganancias’; y en una de las monografías redactadas por el mismo Comité, acerca del Comportamiento de los Precios, señalaba que ‘durante la recesión de 1929­1933, centro de límites muy amplios hubo una tendencia a que la producción decayera menos donde los precios descendían más; a la inversa, donde los precios se mantenían, la producción caía con mucho mayor intensidad’ (Estudios sobre el desarrollo del capitalismo, p. 387). El mismo autor, aporta datos de la caída de la producción que en Estados Unidos en 1932 llegó al 55%, así como también de la contracción del intercambio internacional en un 40%de su monto de 1929 en valores y un 74% en cuanto a volumen físico. (Estudios sobre el desarrollo del capitalismo, p. 390).

El caso de Estados Unidos es sumamente importante ya que su economía pasó a predominar el escenario internacional. Fue el país más favorecido inmediatamente por la guerra, pues era el principal acreedor del mundo en los 20’, el centro financiero internacional se había mudado a Wall Street y, a la vez, fue el epicentro de la crisis. Ahora bien, parece esto algo contradictorio. ¿Acaso no fue Estados Unidos el mayor exportador del mundo en la década del 20’? Todo parece complicarse más si a esto sumamos, como dice Hobsbawm que “la situación parecía haber vuelto a la calma en 1924”, pues se había reanudado el crecimiento económico internacional (Historia del siglo XX, p. 85).

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Parece entonces la crisis algo sorprendente, repentino y, por lo tanto, incalculable. Sin embargo, Trotski ya en aquel entonces advirtió el error de analizar la historia sólo mediante datos sedicentemente económicos, superficiales y aislados (como el PBI o el capital fijo), sin ver el despliegue de la realidad en su totalidad. Él sabía que la crisis abierta en el 13’ no era otra más del capitalismo. Y entendía muy bien que analizándola como al resto de las crisis, sólo mediante tablas y cuadros económicos, no se entendía cabalmente su dimensión ni su lugar en la historia.

Decía Trotski en enero de 1926, contra el economicismo: “El profesor Bukshpan insiste en la naturaleza cíclica del desarrollo económico de posguerra.

¿Se puede establecer un ciclo más o menos regular? Yo creo que no. ¿Es esto una sublevación contra Marx y contra la teoría marxista del desarrollo cíclico? No es ninguna sublevación. ¿Por qué? Porque la teoría de Marx no es una teoría supra­económica. El ciclo es una expresión del ritmo interno de la historia misma en todos sus movimientos. ¿Pero en todas las circunstancias? No, no en todas. Así, por ejemplo la guerra comenzó en el segundo año de la crisis. En 1913 comenzó la crisis, y nadie duda que se trató de un hecho económico serio con, sobre todas las cosas, un aspecto social, porque una economía desnuda no viste a nadie. Lo que estamos diciendo aquí es que 1913 no es sólo un ejemplo de una crisis de mercados recurrente, sino, como mínimo, un cambio en la totalidad de la situación económica europea, y que Europa crecientemente se estremecía contra los límites del mercado. El desarrollo ulterior de las fuerzas productivas aproximadamente a la misma velocidad observada en Europa durante la mayor parte de las dos décadas anteriores fue extremadamente difícil. El crecimiento del militarismo, tuvo lugar no sólo porque el militarismo y la guerra crean mercados, sino también porque el militarismo es un instrumento histórico de la burguesía en su lucha por la independencia, por la supremacía, etc. No es accidental que la guerra haya comenzado en el segundo año de la crisis, revelando las grandes dificultades del mercado. La burguesía le tomaba el pulso al mercado a través del agente del comercio, a través del agente económico y del agente diplomático, lo auscultaba de la misma forma que nosotros, un joven Estado, intentamos auscultar el mercado mundial a través de nuestros agentes. La burguesía vio esto. Esto creó tensiones de clase, empeoradas por la política, y llevó a la guerra en agosto de 1914.

“En 1914, el capital cerró un maravilloso pacto. ¿Qué significa esto? ¿Hacia dónde iba el mercado? La verdad de las cosas es que el mercado no estaba actuando de acuerdo a Marx, sino de acuerdo a los gerentes. Que los gerentes están en contra de Marx, es indudable, pero el estado del mercado no estaba en contra de Marx, puesto que para los marxistas el estado del mercado no es una curva que se mete por la fuerza en la economía ­tómalo o déjalo. Esta curva brota de la economía. Si la economía tuviera que surgir de la política en esta instancia, a pesar del crecimiento del armamentismo en Europa, no podremos encontrar un ciclo normal.

“¿Y durante los primeros años después de la guerra? Los alemanes le llamaron a este momento ­y en general, los alemanes utilizan terminología precisa­ un mercado aparente porque los años 1919­1920 vieron hasta cierto punto una continuación de los métodos de guerra en el campo económico ­inflación, ciertos mínimos privilegios para los trabajadores basados en la inflación, esto es, sobre la dilapidación del capital básico, etc.

“En realidad, esto significó un debilitamiento del capital básico en Europa, pero externamente apareció como un ascenso. La destrucción en el comienzo de la guerra tuvo lugar en la forma de un ascenso. El mercado aparente era esto. Y entonces comenzaron los pagos de reparaciones de guerra, que se multiplicaron por las dificultades que comenzaron en 1913.

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“Desde sus mismos inicios los pagos de las reparaciones agravaron el nuevo proceso de declinación que comenzó en 1913. ¿Qué era lo que necesitaba el capitalismo? El capitalismo estaba languideciendo, comenzó a tener espasmos, y buscaba una salida. ¿Hay aquí un ciclo regular en funcionamiento? Camaradas, es difícil encontrar un ciclo regular en los espasmos, si eso es lo que uno está buscando. Esto sin embargo no significa que la teoría de Marx no es aplicable. Se puede aplicar, sólo que uno debe aplicarla correctamente.” (Naturaleza y dinámica del capitalismo, p. 87­9)

Hacemos esta extensa cita no porque creamos que ella explique la crisis en su totalidad. Por el contrario, es una respuesta específica. Su interés, más que nada, es metodológico. Un análisis marxista certero sabe que la política no es un mero reflejo de la economía: el restarle importancia al lugar de la política en los fenómenos históricos es un grave error.

Más adelante, agrega Trotsky: “En el libro del profesor Kondratiev yo me tropecé con el intento de mostrar grandes épocas

(aparentemente en 1923 o 1924), que caracterizan ciertas secciones de la curva capitalista, como un nuevo ciclo de aproximadamente 50 años. Yo recuerdo que incluso escribí (...) que esto era radicalmente erróneo. ¿En qué consiste aquí este ciclo? Carácter cíclico significa regularidad, exactitud, ritmo; el hecho de que se desarrolla a partir de las propiedades internas de la curva misma ­en esto consiste un ciclo coyuntural. ¿Pero cómo podemos hablar de un ciclo en este caso? Si uno es desordenado cronológicamente como para inducirnos a error, entonces nuestra historia se construiría de forma tal que estas curvas parecerían tener aproximadamente la misma longitud ­lo que en mi opinión, no es absolutamente el caso­ y sería posible trazar gráficos, aunque sea en forma aproximada, de grandes extensiones. Pero si uno trata de hacer esto para países individuales, todo se desintegra en el polvo. Un país individual está sujeto al ciclo de Marx de conjunto; pero estas ondas largas no están supeditadas a un país individual.

“Y en realidad esto es un error. Pero, una vez más, ¿cuál es el nudo del asunto? Las convulsiones en el desarrollo capitalista no surgen de la dinámica interna de los procesos capitalistas como tales, sino de las condiciones a las que los lleva su propio desarrollo, esto es, de la apertura de nuevos continentes, colonias y mercados para la actividad capitalista, o de los temblores militares revolucionarios que se atraviesan en su camino. Por ejemplo, aquí tenemos este nuevo y poderoso país, los EE.UU. ¿Puede crear estancamiento para Europa? Sí, puede. ¿Surge esto del ritmo interno del desarrollo europeo? No. ¿Y puede EE.UU. mantener a raya la revolución en Europa durante mucho tiempo? Si no hay revolución, entonces podrá hacerlo durante muchas décadas.

“Me gustaría, como le encanta hacer al profesor Kondratiev, examinar la decadencia europea en una onda larga, pero las cosas no suceden así.” (Naturaleza y dinámica del capitalismo, p. 91)

Y acá introducimos uno de los elementos más importantes para entender la situación mundial. Las relaciones que se dan entre los estados. Factor al que Trotski en 1921 agrega la economía (auges y crisis) y la lucha de clases al interior de cada estado y a lo largo del mundo (Naturaleza y dinámica del capitalismo, p. 31). Es importante entender esto, no como un nuevo dogma ni como una corrección a Marx, sino como una expresión más de lo que ya tenía establecido el socialismo científico: distinguir no sólo las condiciones objetivas (ellas no existen por sí solas), sino también las subjetivas, teniendo siempre en cuenta los elementos contradictorios y simultáneos de cada una en su interior. Dicho de otro modo, también analizar la lucha de clases, la lucha de las fracciones en el interior de cada clase y su proyección nacional e internacional (lucha al interior de y entre monopolios, estados, coaliciones, etc). Sólo mediante

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este tipo estudios los partidos revolucionarios podemos leer las crisis estructurales del sistema y el devenir del capitalismo; y por tal carencia los analistas burgueses se equivocaron en el 20’ y se equivocan ahora al profetizar un nuevo auge global, mostrando más sus deseos que la realidad.

Ahora volvamos a Estados Unidos y la crisis estructural de aquella época. Decíamos que parece algo confuso entender la crisis en el nuevo centro económico del mundo. Falta responder entonces, ¿Cuál ha sido la causa de semejante crisis?

Esta descansa en el propio crecimiento de la década del 20’. Continuando con el caso de EE.UU., donde se observa un aumento importante en la producción, se evidencia también que “tan grande fue la creación de bienes de capital que solamente entre 1925­1929 la demanda de máquinas herramientas creció en un 90% (...) Hecho notable a lo largo de este período, la tasa de incremento de la producción de bienes de capital (que creció en un 70% entre 1922 y 1929) fue casi el doble que la de los bienes de consumo” (Estudios sobre el desarrollo del capitalismo, p. 391). Aquí nos encontramos por lo tanto con la raíz de la cuestión. Retomando las formulaciones del propio Marx tenemos pues, que la crisis del 30’ tuvo su base material en la tendencia decreciente de la tasa de ganancia tras un aumento de la composición orgánica del capital con la peculiaridad de desarrollarse dentro de la fase superior del capitalismo. El crecimiento productivo desarrollado en Estados Unidos era contradictorio con el resto de la economía mundial, que todavía no se recuperaba de la gran guerra y las crisis sociales . Por ellos, el 26

crecimiento norteamericano sólo aceleró la concentración de la composición orgánica del capital, generando una gran debacle económica.

La magnitud que asume la crisis, entonces, es colosal, puesto que no sólo pone en jaque un ciclo económico, sino a la economía capitalista. El extremo al que llega en este periodo la tendencia al estancamiento de las fuerzas productivas es inobjetable. Luego del 30’ disminuye altamente el flujo de capital e incluso las migraciones. Las fronteras se cierran económicamente y con ellas el comercio internacional, algo antes impensado por el liberalismo económico. Esto, en países enteramente dependientes del capital extranjero, como Alemania en aquel entonces, destruyó su economía. Los mismo con los países exportadores que ya no tenían a quién vender. Por otro lado, el desempleo se vuelve una enfermedad crónica, empezando a sentirse nuevamente el fantasma del comunismo.

Todo esto, a su vez, se contrastaba enteramente con la Unión Soviética. Que, liberada en gran parte sus fuerzas productivas por la Revolución de octubre, pasaba por una etapa de crecimiento.

Hay que hacer énfasis sobre estos puntos. Cuando Lenin dice que “el imperialismo es una fase histórica especial del capitalismo que tiene tres peculiaridades; el imperialismo es: 1) capitalismo monopolista; 2) capitalismo parasitario o en descomposición; 3) capitalismo agonizante” (El imperialismo y la escisión del socialismo); al decirnos esto, nos explica que esta fase supone la posibilidad de la revolución proletarias. La posibilidad de conquistar el socialismo. Es decir, pasado a los términos antes analizados en la obra de Marx y Engels, que

26 “la aparentemente excesiva atención prestada a la economía de los Estados Unidos en los años 20, se justifica por el estancamiento relativo de la mayoría del mundo industrializado y de casi todos los productores de materias primas (incluyendo a EE.UU.) luego de la Primera Guerra Mundial. Gran parte de la prosperidad que se vio en lugares como Alemania durante la década de 1920 era dependiente del crecimiento de la economía norteamericana. El lento ritmo de crecimiento de la economía mundial hizo difícil a EE.UU. mantener el aumento de las tasas de ganancia con un crecimiento de las exportaciones netas. En definitiva, significó que la crisis financiera fuera de Norteamérica pudo infectar la prosperidad de ese país y así fue que, cuando Estados Unidos colapsó, lo mismo ocurrió en el mercado mundial.” (J. Devine, Las causas de la Gran Depresión de la década del '30 y lecciones para hoy)

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estamos en una etapa en la cual las fuerzas productivas rebasan con creces las relaciones sociales capitalistas. Ya no sólo hemos pasado las crisis de subsistencia propias de las sociedades precapitalistas, sino que la producción mundial puede satisfacer más que las necesidades básicas de todos sus habitantes. Ahora bien, al por fin volverse las formas de propiedad una traba al desarrollo rebasar la fuerza productiva, se exacerban y estallan los antagonismos del sistema de producción . Pues el desarrollo de las fuerzas productivas del capitalismo actual no sólo supone 27

que ya es posible ir al socialismo sin morir de hambre en el intento. Supone también que se han desarrollado tanto las fuerzas productivas que la composición orgánica del capital genera una caída cada vez más profunda de la tasa de ganancias, la cual, mediante la crisis económica y social, abre crisis estructurales potencialmente revolucionarias.

Cuestión que, como bien dijimos antes, es la que verdaderamente está detrás del estancamiento de las fuerzas productivas y la etapa histórica actual. En el periodo abierto por la gran depresión hubo numerosas procesos revolucionarios.

Ahora bien, las situaciones revolucionarias no son eternas. Y las oleadas insurgentes fueron traicionadas por el estalinismo y/o derrotadas por la burguesía. Por otro lado, la destrucción de las fuerzas productivas que ocasionó la segunda guerra mundial permitió el desarrollo económico. Había que reconstruir Europa. A lo que se añade que al dividirse el mundo con el crecimiento de la Unión Soviética se achicó el mercado mundial capitalista, lo cual obligó a la economía capitalista a buscar formas de suplir las ausencias. Además, esta división del mundo generó una tensión bélica que favoreció al crecimiento de la industria. No olvidemos que casi todos los descubrimientos, como las computadoras, se originaron en la industria militar.

Estos elementos, entre otros, posibilitaron, luego de la degeneración de los estados obreros y de la larga derrota de la revolución mundial, el avance productivo, una “época dorada” capitalista y también lo que algunos llaman una nueva revolución industrial. Sin embargo, esto no quiere decir que las formas de propiedad han dejado de ser una traba para el desarrollo productivo. Por el contrario, su orientación es marcada por estos grilletes. Ya vimos que las fuerzas productivas no son sólo tecnología y cómo a pesar de que esta se desarrolle la presente forma de propiedad de los medios productivos degenera su desarrollo, cobra formas destructivas cada vez más marcadas. Por otro lado, el programa trotskista jamás negó un desarrollo relativo de la productividad, como los ocurridos en los procesos recién nombrados, ya sea en todos o en cualquiera de sus ramas y momentos, puesto que esto no niega las tendencias al estancamiento y a la decadencia propias del imperialismo.

En palabras del propio Trotsky: “Hay razones para creer que la próxima reversión de la tendencia, en el sentido de un

resurgimiento económico ­que no se dará en todas partes con la misma fuerza­ también será de carácter mundial. En otras palabras, la crisis actual restaura el movimiento cíclico del capitalismo. (...)

“El mundo burgués, y con él la socialdemocracia, esperan salvarse con la nueva recuperación del comercio y la industria. Los teóricos de la Comintern temen esa perspectiva y niegan la

27 Vale aclarar que la contradicción fuerzas productivas­relaciones sociales de producción, que hallamos por primera vez en La ideología alemana no es distinta de la contradicción capital­trabajo, ser sociales­conciencia, base­superestructura, burguesía­proletariado, propiedad privada­trabajo, sino sólo una extensión más de la misma. Es más, para cada binomio podemos hallar una obra clásica del marxismo en la que es enfocada el antagonismo central del modo de producción desde distintos ángulos. Respectivamente: El capital I, La ideología alemana, El prólogo a la Contribución a la crítica de la economía política, El manifiesto del partido comunista, y los manuscritos del 44.

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posibilidad de una recuperación en la curva cíclica económica. Para nosotros los marxistas resulta perfectamente claro que un resurgimiento de la actividad económica no abrirá una amplia vía de salida de la crisis sino que conducirá a otra crisis, aun más aguda y penosa que ésta. Por otra parte, nos parece evidente la inevitabilidad de un cambio inminente del ciclo económico. Tenemos que pertrecharnos teóricamente para el próximo 'período de la poscrisis' y asumir un punto de partida correcto.” (Naturaleza y dinámica del capitalismo…, p. 133­4)

Para terminar, una última cuestión. Bien dijimos antes que la relación entre estados era clave a la hora de medir la situación internacional. Esto no quiere decir que la misma pueda evitar crisis. Tal argumento sería absurdo. Ahora bien, las acciones de la burguesía pueden afectar la forma en la que se da la crisis. Y, más importante aún, pueden evitar que la misma desemboque en una revolución, derrotando al proletariado.

Por ejemplo, Hobsbawm dice: “El sistema mundial no funcionaba correctamente —puede argumentarse— porque a

diferencia de Gran Bretaña, que había sido su centro neurálgico hasta 1914, Estados Unidos no necesitaba al resto del mundo. Así, mientras Gran Bretaña, consciente de que el sistema mundial de pagos se sustentaba en la libra esterlina, velaba por su estabilidad, Estados Unidos no asumió una función estabilizadora de la economía mundial. Los norteamericanos no dependían del resto del mundo porque desde el final de la primera guerra mundial necesitaban importar menos capital, mano de obra y nuevas mercancías, excepto algunas materias primas. En cuanto a sus exportaciones, aunque tenían importancia desde el punto de vista internacional —Hollywood monopolizaba prácticamente el mercado internacional del cine—, tenían mucha menos trascendencia para la renta nacional que en cualquier otro país industrial, puede discutirse el alcance real de las consecuencias de ese aislamiento de Estados Unidos con respecto a la economía mundial, pero es indudable que esta explicación de la crisis influyó en los economistas y políticos estadounidenses en los años cuarenta y contribuyó a convencer a Washington de que debía responsabilizarse de la estabilidad de la economía mundial después de 1945.” (Historia del siglo XX, p. 93)

Plantearse esta hipótesis es importante. Pues si bien es cierto que es imposible evitar las crisis, hasta las periódicas que no abren periodos de transición como las del siglo XIX, también es cierto que quizá EEUU pudo haber intentado amortiguar la crisis. Y esto nos abre otro panorama. No para hacer historia contra­fáctica. Si para pensar la crisis actual y el rol que ocupan los Estados en ella, ya que uno de los signos de la actualidad es el intento de hacer gradual las crisis. Intento que nos muestra que a diferencia de los actuales partidos obreros del mundo, la burguesía sí ha aprendido de la crisis de hace casi ya un siglo, acudiendo rápido al salvataje de los principales bancos norteamericanos, evitando un colapso tan abrupto como el de 1929.

Esto nos obliga a poner en juego otra variable: la clase obrera. ¿Pudo actuar de otra forma? ¿La victoria era posible? ¿Cómo evitar esos errores en el futuro? Rápidamente podemos contestar lo que nos ha enseñado la historia: si bien las condiciones estructurales hacían posible pensar en una victoria, la "crisis histórica de la dirección del proletariado" determinó en última instancia la derrota. Resulta en vano pensar "qué hubiera pasado si...", pero es muy importante estudiar la realidad y aprender de los viejos errores del pasado para intervenir correctamente en la crisis actual.

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VI. Crisis actual En la actualidad presenciamos un proceso que muchos economistas y analistas han comparado con la gran crisis del siglo pasado. Es decir, continuando con el tema en cuestión, estaríamos frente a una nueva crisis estructural: una abismal caída de la tasa ganancia, cese sustancial del desarrollo de las fuerzas productivas y apertura de condiciones objetivas que podrían posibilitar una situación revolucionaria. Sin embargo, ya algunos marxistas han caído en el disparate que repetir viejos análisis en lugar de compararlos con el presente. Sólo así se entiende que ni bien estalló la crisis de las hipotecas algún trasnochado declaró la tercera guerra mundial. Comedia de la que ya nos previno Marx en las primeras páginas de El dieciocho brumario de Luis Bonaparte. Por ello, antes de sacar conclusiones apresuradas, examinemos el devenir concreto de la presente crisis.

Si bien la bibliografía sobre el tema es vasta, hay cierta propensión a adjudicar a la especulación el ser causante de la crisis, como si la burbuja financiera y su forma inmediata, las deudas impagas (de hipotecas particulares a deudas nacionales) y la bancarrota de grandes bancos, fuesen el origen de todos los males . Muy por el contrario, bajo esa forma se expresa un 28

problema subterráneo y más complejo. La crisis es de producción y la explosión de la burbuja financiera sólo es un momento de la misma.

Marx dice al respecto: “La función del dinero como medio de pago trae consigo una contradicción no mediada. En

la medida en que se compensan los pagos, el dinero funciona sólo idealmente como dinero de cuenta o medida de valores. En la medida en que los pagos se efectúan realmente, el dinero ya no entra en escena como medio de circulación, como forma puramente evanescente y mediadora del metabolismo, sino como la encarnación individual del trabajo social, como la existencia autónoma del valor de cambio, como mercancía absoluta. Dicha contradicción estalla en esa fase de crisis de producción y comerciales que se denomina crisis dineraria. La misma sólo se produce allí donde la cadena consecutiva de los pagos y un sistema artificial de compensación han alcanzado su pleno desarrollo.” (El capital I, p. 168) 29

O sea que la imposibilidad de pagar y la posibilidad de hacerlo, según la circunstancia, encarna el trabajo social de determinada coyuntura y, por ende, las contradicciones que le son propias al trabajo capitalista. Es decir, dos de sus tendencias fundamentales, la caída de la tasa de ganancia y la lucha de clases.

Empecemos viendo la tasa de ganancia, sirviéndonos del estudio del caso estadounidense hecho por el economista pakistaní Anwar Shaikh. Como se ve en laFigure 1, la tasa de ganancia se estabiliza en 1983 luego de caer por tres décadas. En paralelo, la Figure 2 muestra como por los mismos años el aumento del salario real disminuyó considerablemente. La tercera figure 28 Varios cuadros teóricos y políticos de la burguesía, frente a esto, nos prometen una nueva luna de miel capitalista que debe empezar por recortar los préstamos, terminar con la especulación y los monopolios, “humanizar el capital”, ¡Oxímoron sí los hay! Mentiras de burgueses que no ven más allá de su propia nariz o de su billetera. 29 En una nota al pie Marx aclara: "La crisis dineraria tal cual se la define en el texto, como fase particular detoda crisis general de la producción y el comercio, debe distinguirse bien del tipo especial de crisis a la que también se llama crisis dineraria, pero que puede hacer su aparición de manera autónoma y que por tanto sólo por reacción ejerce un influjo sobre la industria y el comercio. Trátase de crisis cuyo movimiento se centra en el capital dinerario, reduciéndose por tanto su esfera directa de acción a la banca, la bolsa, las finanzas." (El capital I, p. 168) Ahora, al explicar el rol que juega la caída de la tasa de ganancia en esta crisis, dejaremos en claro porque no creemos que esta sea una crisis dineraria autónoma.

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muestra la manera en que sirvió a las patronales estadounidenses mantener bajo el salario para poder contener la caída de la tasa de ganancia, acudiendo al viejo método de aumentar el plusvalor absoluto. En la Figure 4 vemos otro proceso. Por un lado el ascenso de la tasa de interés a tres meses de los bonos del tesoro yanqui y el índice de precios de los bienes de capital hasta 1981. Por otro, la caída abrupta de la tasa de interés y el crecimiento cada vez menor de la otra variable.

De estos análisis Shaikh extrae la siguiente conclusión en su sexta figure. La caída de la tasa de interés y la contención de la tasa de ganancia sirvió para “elevar de manera muy significativa la tasa de beneficio de empresa. Este es todo el secreto del gran boom que comenzó en los años 1980.” (La primera gran depresión del siglo XXI, p. 8)

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(Cuadros reproducidos de Anwar Shaikh, The First Great Depression of the 21st Century)

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Luego de probarnos los mecanismos que pone en juego el capital para salvar sus beneficios

en Estados Unidos, Shaikh muestra que la baja del interés al igual que la desaceleración del crecimiento del salario real genera que los hogares obreros recurran a los préstamos para hacer frente a los precios que no estaban frenados como el salario . Sin embargo, la relación desigual 30

entre sus ingresos y sus deudas no podía ser eterna. “El gran boom era inherentemente contradictorio. La caída dramática de la tasa de interés desató una fiebre crediticia, y el peso de la deuda sectorial creció también dramáticamente.” (La primera gran depresión…, p.8) Situación que estalló en 2008, cuando las deudas impagables llevaron a la quiebra a grandes bancos.

Ahora bien, la fiebre crediticia no fue sólo de las familias yanquis. Si observamos el siguiente cuadro (el número 1 de Duncan), las familias ocupaban el segundo lugar en 2010 de la deuda norteamericana con 13,4 millones de dólares y el sector financiero el primer lugar con 14,2 millones. Por otro lado, en tercer y cuarto lugar hallamos al gobierno federal y al sector industrial con 9,4 y 7,4 millones respectivamente.

Esta diferencia de la industria frente a las finanzas, siendo la primera casi la mitad de esta última, no debe sorprendernos. Vale aclarar que esto no se debe a que las industrias no pidieran préstamos por no necesitarlos. Por el contrario, el sector productivo en el suelo estadounidense ha perdido lugar frente a la elevada competitividad de otras partes del mundo. Y el capital, siempre en búsqueda de mayores ganancias, apostó sus inversiones en el extranjero . Las figuras 31

que vemos a continuación lo muestran muy bien. La Figura 3 muestra como la balanza por cuenta corriente disminuye abruptamente mientras que aumenta la balanza financiera: aumenta la exportación de capitales y la importación de bienes. En laFigura 9 vemos como hasta principios de los 80 el crédito acompañaba al PBI, relación equitativa que se rompe con un incremento cada vez mayor del crédito en comparación del PBI. En ciertos años llega a ser el crédito más del triple que el PBI, cuando en los años posteriores al 80’ sólo supera en pocas ocasiones al PBI, nunca duplicándolo.

30 Shaikh esto lo demuestra con más cuadros que no citamos para no complicar más la lectura. Sin embargo, recomendamos ciertamente la lectura completa del texto. Por otro lado, dan cuenta de esto mismo los datos que proveen las figuras 8 y 9 y el cuadro 1 (reproducido más abajo) de R. Duncan, ¿Una nueva depresión mundial? 31 Este proceso no era nuevo: “Llegó la recuperación [de la gran depresión], y con ella, como se había previsto, los beneficios estadounidenses. Pero como los costes laborales eran menores en el extranjero, para el capital estadounidense se volvió más razonable, en lugar de exportar, invertir –allí donde fuera posible; mejor en Europa que en Japón– en la producción para los mercados locales, normalmente con tasas de beneficio más altas que las que se podían obtener de las inversiones en Estados Unidos. Con la gran expansión de las empresas multinacionales estadounidenses en el extranjero, las organizaciones obreras quedaron aún más debilitadas, no legislativa sino estructuralmente, desde mediados de la década de 1950.” (P. Anderson, La política interna de Estados Unidos, p. 10­11) Sin embargo, como muestran los gráficos que reproducimos a continuación, a partir de los 80’ el incremento del proceso tiene un fuerte impacto en la producción en el suelo norteamericano.

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(Reproducidos de Richard Duncan, ¿Una nueva depresión mundial?)

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En la Figura 10 vemos algo muy importante. Que haya disminuido la inversión en las empresas estadounidenses no quiere decir que se frenó su producción. Siguió en movimiento, al igual que la industria en el mundo . En paralelo y a razón de lo que debiera ser una gran caída 32

de la tasa de ganancia, contenida como vimos por la reducción del salario real, las fuerzas productivas se han incrementado. Empero, esto fue contrario a lo debiera suponer el progreso productivo, “la instauración de la alegría que profetiza el humo de las fábricas”. Dado el escaso salario real, este proceso ha generado un crecimiento sumamente contradictorio donde los productos no se podían realizar, y, de hacerse, era a cuenta de aumentar la burbuja financiera, poniendo en circulación dinero sin sustento. En el caso de las llamadas familias esto significó préstamos impagos, lo mismo ocurrió en los países oprimidos por el imperialismo. La demanda efectiva no se condijo con la oferta. Todo esto generó un alza de la capacidad productiva estadounidense que cayó abruptamente cuando la especulación financiera empezó a mostrar las fisuras que había abierto en la economía mundial.

Ahora bien, puede advertirse que si bien dimos cuenta de la exportación yanqui de capitales, poco dijimos de su destino y de las consecuencias de dicha inversión en dichas zonas y en el mundo. Tampoco de cómo actuaron sobre Estados Unidos países como China o Japón, luego de ver crecer sus economías gracias a las políticas estadounidenses. Antes de ello, empero, para evitar reduccionismos, haremos un breve repaso de la política de la burguesía norteamericana en este periodo. Y para ello citaremos un texto de Perry Anderson donde analiza brevemente la historia estadounidense de las últimas décadas:

En los 80’ se abre “un nuevo régimen de acumulación. El orden neoliberal iba a promover la desregulación de los mercados, la desindicalización de los trabajadores, reducciones en los impuestos y la deflación de la oferta de dinero; en resumen, una regresión hacia normas del régimen liberal anterior a la Depresión, excluidos el patrón oro y la protección arancelaria.” (La política interna de Estados Unidos, p. 12)

“La arrasadora victoria de Reagan en las urnas, con un programa que prometía liberar del gobierno a las empresas en el país y restablecer el poder y la confianza estadounidense en el extranjero, le dio la posibilidad de emprender de inmediato un giro radical en la legislación que se decidía en Washington, en particular, la más atrevida remodelación de la estructura tributaria que se hubiera producido nunca, reduciendo los impuestos para todos, pero sobre todo y en particular para los más ricos; asimismo derrotó la primera huelga nacional que se le puso por delante, la del sindicato de controladores del tráfico aéreo. Fueron iniciativas muy populares, que gozaron del apoyo de los dos partidos y de la mayoría de la opinión pública. Pero a pesar de su gran éxito político, las reducciones de impuestos no remediaron la recesión de Volcker y tuvieron que ser retiradas parcialmente, aun cuando se produjo otra ronda en el segundo mandato de Reagan. Las recetas neoliberales, en cualquier caso, eran más ideológicas que puramente económicas: en la práctica se requería una gran dosis de keynesianismo militar para mantener en marcha el crecimiento y los grandes aumentos de gasto en defensa, que sostenían la demanda, generaron déficits anuales tres veces mayores que con Carter. A partir de 1985, el alivio de la recesión de Volcker y la devaluación del dólar, combinadas con la reducción de los salarios y los favores tributarios, permitieron una recuperación de las exportaciones industriales, restaurando la rentabilidad de las empresas; pero el comportamiento de la economía estadounidense no mejoró

32 Pero, como veremos más adelante, este crecimiento de la industria estadounidense tuvo un matiz importante, fue acompañado de una deslocalización de la industria, que mudaba y creaba sucursales en otros países para abaratar costos.

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sustancialmente. El dólar inicialmente alto, al atraer capital extranjero, aceleró la hipertrofia del sector financiero y aumentó el déficit comercial. El crecimiento general era menor que durante la década de 1970. Al final de la era Reagan, con su epílogo bajo el primer Bush, la deuda federal se había triplicado. El impasse que subyacía bajo el largo declive no se había resuelto.” (La política interna de Estados Unidos, p. 15)

“Clinton, señalado por los medios como el candidato más tranquilizador del Consejo de Dirección demócrata, obtuvo la presidencia en 1992 al escindir Pero al electorado republicano en un año de recesión. Una vez en la Casa Blanca, emprendió la vía opuesta a la de Reagan, elevando los impuestos para reducir el déficit con la creencia de que los mercados de bonos tenían la llave de la confianza de las empresas como motor de crecimiento. La reforma del bienestar, limitando las ayudas a los dependientes, envió a los mercados otra importante señal de que aquella iba a ser una administración responsable. La recesión cedió, el presupuesto pasó a una situación de superávit y al final del segundo mandato presidencial de Clinton la economía se expandía a gran velocidad.

“Pero aquella expansión no era más sana que la de Reagan. La deuda expurgada de las cuentas públicas reapareció, enormemente magnificada, en las cuentas privadas de las familias y de las empresas, a causa de la desregulación financiera que se convirtió en un rasgo diferencial de la presidencia de Clinton. La derogación de la Ley Glass­Steagall volatilizó la separación que se había establecido durante el New Deal entre los bancos comerciales y de inversión, y la Commodity Futures Modernization Act [ley de Modernización de Futuros] acabó con cualquier restricción sobre los tratos comerciales extrabursátiles en derivados. El capital extranjero, favorecido de nuevo por la elevada cotización del dólar, se precipitó a la bolsa de valores estadounidense, mientras la rentabilidad en la industria volvía a disminuir. En la artificial euforia de los últimos años de Clinton, el endeudamiento hipotecario se vio azuzado por los pródigos préstamos gubernamentales, las empresas obtenían créditos con la garantía de la cotización de sus propias acciones, proliferó la especulación en empresas de alta tecnología recién creadas y la bolsa subió vertiginosamente. De hecho, el keynesianismo bursátil había sustituido al keynesianismo fiscal­militar, dopando la demanda doméstica lo bastante como para dar lugar a un breve periodo de alto crecimiento.” (La política interna de Estados Unidos, p. 16­7)

“Desmintiendo su reputación como un régimen de la derecha radical, la presidencia de Bush fue en general pragmática en el terreno interno, no invirtió, sino que se adaptó a la inflexión de la acumulación neoliberal –y a la legitimación– heredada de Clinton. Frente a las mismas dificultades económicas que sus dos predecesores –al comienzo de su presidencia, una recesión cíclica; durante este, las insoportables presiones del largo declive–, Bush combinó las reducciones fiscales y el keynesianismo militar del primer mandato con el keynesianismo de precios de los activos del segundo: el déficit público triplicó en tamaño el de Reagan, y el raudal de hipotecas multiplicó el de Clinton, llevando la deuda hipotecaria hasta los 11 billones de dólares en un momento en el que el pib [PBI] del país rondaba los 14 billones. Sus tres reducciones de impuestos superaron el récord de Reagan en tamaño, aunque no en su escoramiento –bastante pronunciado– hacia los más ricos. Se reforzaron las leyes sobre quiebra en favor de los acreedores. Una agresiva iniciativa dirigida a privatizar parte de la Seguridad Social, idea ya anunciada por Clinton, se quedó en nada. Con el apoyo de los dos partidos se recortaron las libertades civiles y los gastos en defensa se duplicaron.” (La política interna de Estados Unidos, p. 19­20)

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“En términos macroeconómicos, la dirección quedó en manos de la Reserva Federal, donde Greenspan respaldó la nueva ronda de reducciones de impuestos como estímulo al crecimiento, rebajando repetidamente los tipos de interés para mantener las cotizaciones en bolsa y alentar la generalización de las hipotecas subprime. Pero la burbuja financiera creada durante la década de 1990 no podía mantenerse eternamente. En el otoño de 2008 sonó la llamada a capítulo para Bush y, ante el pánico general por el colapso de Lehman Brothers, la licuefacción del sistema bancario solo se pudo evitar mediante la compra de emergencia por el Tesoro de activos en riesgo de Wall Street por valor de 400.000 millones de dólares. Aquella debacle, herencia de la era de Clinton, aseguró la derrota de McCain pocas semanas después.” (La política interna de Estados Unidos, p. 21)

En estos pasajes vemos operar tres elementos que ya habíamos visto en los cuadros. El endeudamiento cada vez mayor, que varía de sector pero no desaparece. Es el estado el que se endeuda con Reagan y son las familias y las empresas las que lo hacen con Clinton. Por otro lado, la producción nacional tarda en recuperar. Reagan en un primer momento aumenta los gastos en defensa pero incrementar la demanda pero sólo logra generar déficit. Más útil le sería en su segundo mandato arremeter contra la clase obrera, reduciendo sus salarios. Y aún así el crecimiento económico en sus mandatos sería menor que en los 70’. Como muestraFigura 9 de Duncan el crédito no iba de la mano del PBI. Clinton por su parte, luego de la breve recesión de inicios de los 90’, genera un superávit al desregular la economía y abrir sus puertas a la especulación financiera. Pero el mismo termina siendo un arma de doble filo. Los gráficos anteriores lo demuestran. Pues en su mandato se dispara la caída de la balanza por cuenta corriente y crece desmedidamente la balanza financiera (Figura 3 de Duncan). El mismo crecimiento se da en el crédito y el PBI, los créditos masivos para el sector privado impulsan el gran crecimiento que mermaría en el 2000 (Figura 9 de Duncan). Por su parte, la capacidad industrial acompaña este crecimiento y luego cae (Figura 10 de Duncan). El crecimiento era contradictorio, como ya señalamos, había un recalentamiento de la economía que terminaría al no poderse realizar las mercancías producidas y al no poder cobrar todos los créditos que se habían dado.

El gobierno de Bush, por su parte, no sólo no ensayó otro patrón de acumulación, sino que hizo una suerte de fusión de las políticas de Reagan y Clinton. El resultado fue un inmenso crecimiento de las deudas de créditos (Figura 11 de Duncan). En la Figura 9 de Duncan puede verse como el crecimiento de los créditos es mayor que el de los 90’ pero que el PBI es menor que en los 80’ y 90’. Mostrando lo volátil del crecimiento. Y también las primeras señales de la crisis, que estallaría poco antes de la elección de Obama. En todo este periodo, también es importante marcarlo, el PBI no superó al de los 60’. El crecimiento económico neoliberal, pareciera, estuvo siempre atrofiado. Lo cómico es que hay quien dice, basándose en ese crecimiento, que las fuerzas productivas no están trabadas por las relaciones de producción y siguen desarrollándose libremente.

Por otro lado, hay que aclarar que la caída de la producción nacional, la pauperización de la población, el menor peso de los sindicatos, la mayor exportación de capitales, la disminución de la balanza por cuenta corriente y el aumento de créditos, se debía en gran medida a que las inversiones y la producción se había mudado a zonas más rentables por la mano de obra barata y la superexplotación permitida por sus gobiernos.

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(Reproducidos de Richard Duncan, ¿Una nueva depresión mundial?)

Para entender mejor el tema en cuestión veamos las relaciones de Estados Unidos con otros

países. Dice Perry Anderson al respecto de la relación con China: “Fue la irrupción a gran escala de China en el mercado mundial la que lo impulsó, al reducir

espectacularmente los costes laborales en la industria y ampliar, y a la vez financiar, el déficit comercial estadounidense, propulsando la deslocalización de las líneas de montaje estadounidenses a China y alimentando el capital ficticio en el país . El Acuerdo del Plaza 33

Inverso de 1995 dirigido a revalorizar el dólar fue el momento culminante, tanto para trasladar las empresas industriales a la República Popular China como para recuperar el dinero con el que se inflaron las burbujas bursátil e inmobiliaria de finales de siglo. A diferencia de las décadas de 1930 y 1980, pero de forma muy parecida a lo sucedido en la década de 1950, el cambio no fue propiciado por un modelo intelectual, sino que fue ofrecido en bandeja por las condiciones globales. Los bancos y las empresas, fondos de inversión y start­ups cosecharon los beneficios de la expansión planetaria de la economía capitalista mundial bajo el dominio monetario

33 “«Este enorme aumento de la política de la oferta cambió radicalmente la rentabilidad relativa del capital y la participación en la renta nacional del trabajo. Globalizó la inflación, lo que significaba que sus tasas se uniformizaron en todo el mundo, y atenuó la inflación a largo plazo. A continuación disminuyó la aversión al riesgo, y en la mayoría de los mercados emergentes el coste del crédito ha caído, mientras que la tasa de beneficio ha aumentado. No es de extrañar que aumentara mucho el crédito y financiara el boom en los precios de las acciones»: Michel Aglietta, «Into a New Growth Regime», nlr 54, noviembre­diciembre de 2008, p. 72.” [Nota de P. Anderson]

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estadounidense, enaltecida a posteriori como «globalización» y «la gran moderación». Aquella inflexión no suponía apartarse del orden neoliberal tal y como se había concebido en Viena, Chicago o Minnesota, sino profundizar en él.” (La política interna de Estados Unidos, p. 17)

Richard Duncan, por otro lado, nos habla del caso japonés y tailandés: “La creación realmente desestabilizadora de crédito se puso decididamente en marcha una

vez que Estados Unidos comenzó a incurrir en déficits por cuenta corriente superiores a los 100.000 millones de dólares desde principios de la década de 1980; pocos años después comenzó a experimentar también grandes déficits presupuestarios federales, que podía financiar gracias al creciente flujo financiero resultante. Podía afrontar el déficit porque podía imprimir todos los dólares que necesitaba. A medida que esos dólares entraban en los sistemas bancarios de países con superávit por cuenta corriente frente a Estados Unidos, actuaban como «base monetaria de gran potencia», pudiendo ser prestados una y otra vez por los bancos, lo que desencadenaba una explosión de creación de crédito, y esta generaba a su vez un sobrecalentamiento económico y un aumento vertiginoso de los precios de los activos, primero en Japón en la década de 1980, y luego en las economías de los «tigres asiáticos» en la década siguiente. En países como Tailandia, en particular, los aflujos de capital «caliente» atraídos por el crecimiento inicial inflaron una burbuja de crédito aún mayor. Finalmente, la inversión excesiva produjo sobrecapacidad y sobreoferta, seguidas por una espiral descendente de caída de los beneficios, bancarrotas y cracks bursátiles, dejando a sus bancos cargados con créditos incobrables y a sus gobiernos profundamente endeudados.

“Ahora bien, no cabe duda de que Japón, por ejemplo, obtuvo beneficios económicos tangibles de su crecimiento basado en las exportaciones; sin el poder de compra que provenía de su superávit comercial con Estados Unidos, su economía habría crecido mucho más lentamente durante las décadas de 1960 y 1970. Pero lo que se aprecia menos es el impacto expansionista que esos superávits tuvieron sobre el crédito interno una vez que entraron en el sistema bancario japonés. Fue esto lo que contribuyó a inflar la gran burbuja económica japonesa: la proporción entre el crédito interno y el PIB aumentó del 135 por 100 en 1970 a casi el doble, 265 por 100, en 1989. A mediados de la década de 1980 Japón trató, de hecho de exportar grandes cantidades de capital para evitar el sobrecalentamiento de su economía: a partir de 1985, frente a la brusca revalorización del yen, hubo una gran reubicación de capacidad productiva hacia otras economías de Asia Oriental, que impulsó el crecimiento de los Tigres Asiáticos: Tailandia, Indonesia, Corea del Sur, Malasia... (Figura 4). Pero después de tantos años de superávit comercial, aumento de las reservas internacionales y de la oferta monetaria, era imposible detener el proceso que provocó un gran sobrecalentamiento a finales de la década de 1980. Después de que la burbuja japonesa implosionara en 1990, los precios de la propiedad inmobiliaria cayeron más de un 50 por 100, y la bolsa un 75 por 100; veintidós años después, sus bancos están todavía sobrecargados con créditos incobrables y la deuda pública es la más alta del mundo, el 230 por 100 del PIB.” (¿Una nueva depresión mundial?, p. 9)

Estos análisis muestran que la especulación financiera no fue sólo estadounidense, sino que fue un fenómeno global. La baja tasa de ganancia que permitía la producción en países como Estados Unidos sólo podía ser compensada mudando la producción a los países “emergentes”. En la mayoría de estos países la clase obrera era muy pobre y poseía poco poder de resistencia frente a grandes estados como el chino. De este modo, fruto del gran flujo de capitales, el crecimiento de estos países emergentes se aceleró rápidamente. Sin embargo, el desarrollo de un país no se mide individualmente ni repite esquemas previos, como si todos tuviesen que afrontar

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literalmente el mismo desarrollo capitalista que Inglaterra. Muy por el contrario, el desarrollo histórico es desigual y combinado. En su mayoría, los capitales que prosperaron en los países subdesarrollados tenían sede en Europa o Estados Unidos. E invirtieron en búsqueda de competitividad y ganancia. Es decir, implantaron infraestructura moderna. Desarrollaron rápidamente la producción no por capricho, sino porque no tenían otra forma de competir. La tendencia capitalista al incremento de la composición orgánica del capital disminuye la tasa de ganancia general, obligando a todos los capitales a buscar e invertir en los lugares más rentables. Pero además de exportar inversiones de capital, los grandes monopolios imperialistas exportaron su crisis, generando un crecimiento sumamente inestable y volátil que tendió al rápido desarrollo productivo, llevando a países como China y Japón los beneficios y las miserias de la industria moderna. La sobreproducción y las deudas impagables no tardaron en llegar a Asia y África. Pero a pesar de que estas consecuencias podían ser previsibles, poco puede hacerse para frenar la vehemencia de la burguesía por la ganancia inmediata. En este sentido, parece absurdo el comentario de Duncan sobre la posibilidad de un crecimiento más lento que hubiese tenido Japón sin el superávit que proveniente de su relación con Estados Unidos. Como si no vender a los yanquis hubiese sido una posibilidad.

Sin embargo, si hubo otras medidas políticas, como el control de créditos internos, que, podría pensarse, quizá hubiesen modificado el asunto. No anular la burbuja financiera ni el “recalentamiento” productivo, pero sí hacer menos abrupta su explosión. Es importante esto en tanto permite entender la vinculación de las decisiones políticas con el decurso de la economía mundial y de la crisis.

Para pensar un poco mejor esta cuestión, tomemos el caso chino de nuevo. Con él además podremos entender otro elemento fundamental de la crisis, puesto que China se ha vuelto en los últimos años un actor económico clave en la economía mundial.

En su comentario al libro The Great Rebalancing de Michael Pettis, Hung Ho­Fung, da más datos sobre el proceso chino.

“El elevado ahorro y el bajo consumo de China son consecuencias de políticas concretas: contención de los salarios, una moneda subvalorada y contención financiera. Desde la década de 1990, el enorme suministro de mano de obra rural, cuyos derechos y acceso a servicios en el lugar de trabajo estaban negados por el sistema hukou, añadido a lo que Pettis describe como «sindicatos patrocinados por el gobierno que con más frecuencia ven las cosas desde el punto de vista del patrono más que de los obreros», aseguraba que los salarios crecieran mucho más despacio que la productividad, conteniendo así el crecimiento. La moneda subvalorada beneficiaba a los exportadores, pero hacía que el consumo doméstico fuera más caro; por ello, la política ha actuado como un velado impuesto sobre los hogares que se transfiere a los exportadores. Los bajos tipos de interés establecidos por los bancos estatales tanto para depósitos como para préstamos han constituido también un impuesto oculto para los hogares: mientras que los depósitos ordinarios han tenido que aguantar tipos de interés reales exiguos o incluso negativos, las empresas estatales y los organismos gubernamentales podían endeudarse con unos tipos de interés regalados para alimentar las orgías de construcción inmobiliaria o infraestructural. Esto de nuevo equivale a un subsidio al sector estatal a cuenta de depósitos financieramente contenidos.

“Este modelo de desarrollo produjo tasas de crecimiento milagrosos, mejorando rápidamente las infraestructuras y un sector manufacturero internacionalmente competitivo. Paradójicamente, aunque la tasa de crecimiento ha atraído una elevada inversión, la contención financiera que

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suponía también empuja al ahorro –en este caso, mayormente empresarial y gubernamental, en vez del ahorro de los hogares– hasta un nivel incluso mayor.

“Como tal, el ahorro excedente chino tiene que ser exportado al extranjero a cambio de la demanda externa de sus productos manufacturados. Habida cuenta del tamaño del mercado estadounidense y la elevada liquidez de los activos de Estados Unidos, especialmente de los valores del Tesoro, la mayor parte del ahorro excedente chino acaba dirigiéndose a Estados Unidos. Para Pettis, la compra china de activos en dólares es una política comercial «dirigida a generar superávits comerciales y elevar el empleo doméstico». Para la economía estadounidense, semejantes importaciones de capital a gran escala son «normalmente dañinas», ya que Estados Unidos «no tiene otra elección que responder a las crecientes entradas netas [de capital] con mayor inversión, mayor desempleo o mayor consumo». Con las entradas de capital empujando el dólar hacia arriba, abaratando las importaciones de productos manufacturados y penalizando a los fabricantes estadounidenses, «había pocos incentivos para que las empresas estadounidenses se endeudaran y aumentaran la producción a escala doméstica». En vez de ello, las masivas entradas de capital alimentaron el aumento de la burbuja inmobiliaria y del consumo financieramente endeudado.” (China se estanca, p. 164­5)

La crisis ha llegado a China tardíamente, por lo que su gobierno intenta ejercer presión sobre Estados Unidos para que alimente su superávit comercial, en tanto el país asiático posee un cuarto de los bonos de deuda yanquis, lo que obliga a Obama a sostener sus relaciones con aquél

Ahora bien, como señala Hung, el superávit de esta nación asiática no puede ser eterno : 34

“El reequilibrio chino no solo es crucial para el reequilibrio de Estados Unidos y de la economía global. También es esencial para prevenir una serie de crisis económicas dentro de la propia RPCh. Los dos motores del milagro chino –inversión y exportaciones– están empezando a desmoronarse. La infraestructura china se está volviendo excesiva en relación a su etapa de desarrollo, y los retornos decrecientes sobre infraestructuras de reciente construcción están agotando la capacidad prestamista del sector estatal, que ya está sobrecargada por préstamos anteriores. Mientras tanto, el consumo en Estados Unidos está decayendo y aumenta la consiguiente presión política sobre Pekín para que reduzca su superávit comercial.” (China se estanca, p. 167)

Este pasaje señala que en China ya se vislumbra la sobreproducción. Empieza a escasear demanda a sus mercancías, las inversiones en infraestructura pierden rentabilidad. Dicho de otro modo, al capitalismo se le está agotando cada vez más la capacidad de crecimiento. Y esto no sólo lo dice Hung, el propio Duncan observa que “afrontamos una saturación de la capacidad industrial a escala mundial.” (p. 19) ¿Qué puede hacer China con esto? Ninguna política es muy

34 Es más, ha empezado a agotarse. El cambio de dirección del PC chino y las nuevas medidas socioeconómicas muestran claras señales del intento de reorientar el curso del país ante la inminente crisis.

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esperanzadora . O esperar a que estalle la crisis o desacelerar la propia producción por su cuenta 35

, lo cual puede salvar algunos empresarios pero va dejar millares de desocupados. 36

Es muy importante advertir esto, puesto que nos permite entender por qué el capitalismo ha enfrentado la crisis actual, cuyo primer síntoma fue la especulación bancaria, con más créditos, o sea con más especulación. No olvidemos que la política de Bush y Obama frente a la quiebra bancaria fue darles 700 mil millones de dólares cada uno a entidades financieras, al mismo sector que acababan de colapsar . Esto, que puede parecer un sinsentido, es totalmente entendible en el 37

35 “­ En 2003 usted dijo [le preguntan a Duncan] que la economía china era una burbuja a punto de estallar. ¿Cómo la ve ahora? “­ Como una burbuja aún mayor a punto de estallar. Cuando escribí La Crisis del Dólar, el superávit comercial de China con Estados Unidos era de 80.000 millones de dólares al año; ahora es de 300.000 millones de dólares al año, pero Estados Unidos no puede seguir aumentando a ese ritmo su déficit comercial, y eso significa que el superávit comercial de China va a disminuir, creándole dificultades. En 2009, cuando su superávit comercial menguó significativamente, 20 millones de obreros fabriles perdieron sus empleos y tuvieron que regresar a su casa en el campo para cultivar arroz. Aquello estuvo a punto de hacer estallar su burbuja. La respuesta del gobierno chino fue dejar que los bancos chinos aumentaran los créditos totales de su sistema bancario un 60 por 100 durante los dos años siguientes. Como consecuencia de ese enorme estímulo, todo el mundo se endeudó, y los precios inmobiliarios subieron vertiginosamente. Pero ahora, cuando han pasado tres o cuatro años, nadie puede pagar esas deudas y el sistema bancario debe estar al borde del colapso –aunque oficialmente se informa de que los créditos irrecuperables son extremadamente pocos– y tendrán que ser rescatados por el gobierno. Todo el modelo chino tiene un serio problema: han estado aumentando la producción industrial un 20 por 100 anual durante décadas, y ahora existe una enorme capacidad excedente en todos los sectores. Los estadounidenses no pueden comprar más, y el 80 por 100 de los chinos gana menos de 10 dólares al día, de forma que tampoco ellos pueden comprar lo que producen en sus propias fábricas. Si siguen ampliando su producción industrial, el problema sólo puede empeorar. Creo que van a tener que seguir también el modelo japonés, y el gobierno tendrá que aceptar un gran déficit presupuestario para impedir que la economía se hunda en una depresión; si lo hacen enérgicamente, en el mejor de los casos pueden quizá mantener un crecimiento medio del 3 por 100 anual durante los próximos diez años. “­ Sin embargo, existe un mercado potencial de cientos de millones de personas para las compras de primera generación de automóviles y lavadoras, que está todavía por materializarse a una escala masiva. ¿No puede suceder todavía eso? ­ No es tan sencillo, a menos que los salarios chinos subieran considerablemente, porque la gente que gana 10 dólares al día no se puede permitir comprar una lavadora; y aunque pudiera, no cabría fácilmente en su minúsculo piso. Por otra parte, si los salarios chinos subieran al nivel astronómico de 15 dólares al día, todavía quedarían 500 millones de personas en la India que trabajan por cinco dólares al día, y los puestos de trabajo se desplazarían allí. De forma que existe un peligro real de una carrera hacia el abismo, a menos que se llegue a acordar un salario mínimo global.” (¿Nueva depresión mundial?, p. 27­8) 36 De esto hay algunos signos hace varios meses: “China ordered more than 1,400 companies in 19 industries to cut excess production capacity this year, part of efforts to shift toward slower, more­sustainable economic growth.” “Steel, ferroalloys, electrolytic aluminum, copper smelting, cement and paper are among areas affected, the Ministry of Industry and Information Technology said in a statement yesterday, in which it announced the first­batch target of this year to cut overcapacity.” (China cuts capacity in some industries to reshape economy, www.bloomberg.com 25/7/2013) 37 “En cuanto surgió la crisis el entonces presidente Bush lanzó un programa de “rescate de la economía” que hizo eje principalmente en otorgar 700 mil millones de dólares a distintas entidades financieras (AIG, Citibank, Fannie Mae y Freddie Mac), aumentar el límite del endeudamiento estatal de 10,6 billones a 11,3 billones de dólares, y hacerse cargo de las hipotecas de alto riesgo. Esta dádiva, que equivale a transferir dos mil dólares del bolsillo de cada ciudadano norteamericano al de los “exitosos” financistas, fue otorgada a cambio de una pequeña parte del paquete accionario de las empresas “rescatadas” y supervisión por parte de “reguladores” gubernamentales. A su vez, Obama anunció un plan económico que complementa lo anterior con otros 700 mil millones de dólares para ‘la reconstrucción de carreteras, puentes y escuelas, la informatización del sistema sanitario, la modernización de centros escolares… y recortes fiscales para la mayoría de los estadunidenses’ (...) Sin embargo, todo lo anterior deja sin respuesta varios problemas centrales.

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contexto actual. ¿Acaso pueden invertir en la producción? Si la misma excede en casi todo el mundo el momento actual del capitalismo, ¿Para qué producir si la demanda es baja en todo el mundo, si para mantener la tasa de ganancia se ha acudido a atacar el salario de los posibles compradores? Por lo demás, de hacerse, ¿Acaso la misma, de existir una nueva rama productiva rentable, no va generar sobreinversión, fruto de la especulación? No se puede pedir capital sin capitalistas.

En este sentido, Pablo Pozzi parece no equivocarse al afirmar que “en realidad todo lo que intenta hacer el paquete de ‘estímulo fiscal’ es resolver la presión financiera que la crisis ha descargado sobre los inversores privados y los especuladores inmobiliarios.” (La decadencia de Estados Unidos, p. 17) En la fase imperialista, donde el capital financiero cobra primacía por ser el único que puede crear ganancias, por más ficticias que sean. Y es por esto que es este mismo capital el que debe ser salvado.

“En la práctica lo que estaría ocurriendo [en Estados Unidos] es una fuertísima transferencia de ingresos desde los bolsillos de los contribuyentes al de los especuladores financieros. En términos que todos los analistas utilizan, esto sería una especie de keynesianismo financiero. Claro que en realidad no es tal. La idea del keynesianismo es inyectar dinero a través del gasto deficitario del estado para así generar consumo y reactivar la economía. Aquí no se trata de reactivar ninguna economía, y menos aún de generar consumo. El déficit del estado está siendo gastado en mantener una altísima tasa de ganancia...” (La decadencia de Estados Unidos, p. 20)

Con esto no queremos decir que la producción perdió su lugar en la economía. Por el contrario, es la propia producción la que pone en jaque a los capitalistas, obligando a los grandes capitales financieros, fusiones de capitales bancarios y empresariales, a buscar más fuentes de ingresos en la especulación, inventando subterfugios para contener la caída de la tasa de ganancia. En los datos analizados se trasluce esto claramente. Los excesivos créditos no han sido locura, fueron y son mecanismos para generar demanda, para contrarrestar el inmenso desarrollo productivo actual. Lo mismo que la lucha contra los salarios, no es un capricho de India o Bangladesh, en Estados Unidos vimos que también, pese a crecer la economía, los salarios reales sufrieron un fuerte golpe. Esta victoria de la burguesía sobre el proletariado lejos de impedir el crecimiento de una gran demanda, como algunos creen, en realidad busca contener la caída de la tasa de ganancia, pagando al proletariado un valor menor que el que le permite reproducir su fuerza de trabajo.

Por último, debemos señalar que todos estos problemas económicos han repercutido fuertemente en la política internacional, donde se han visto fuertes disputas en este último tiempo. Lo es la guerra de Ucrania, dónde Rusia, que acaba de sufrir una gran e inesperada devaluación, enfrenta a Estados Unidos y sus aliados por el dominio del suelo ucraniano. Europa, que tiene relaciones con los dos países, ha optado por Estados Unidos. Esto se debe en gran medida al dominio alemán de la Unión Europea y a su estrecha relación de la nación con el ejército más moderno del mundo, Estados Unidos. Sin embargo, es Rusia su principal fuente de combustibles, costando caro a Europa las sanciones económicas que Estados Unidos obliga a poner a los ex soviéticos. A su vez, este dominio de Alemania sobre el resto de los países de la Unión Europea, que hace que los más pobres de estos últimos carguen con los mayores costos de

El primero es que el New Deal fue un programa global que incluyó fuertes controles a la especulación financiera a través de la creación de organismos como la Securities and Exchange Commission (SEC), el aumento del encaje bancario, y el incremento en el poder de la Reserva Federal. Nada de eso se plantea ahora.” (La decadencia de Estados Unidos, p. 16)

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la crisis económica, ha generado dos procesos políticos que rememoran los peores fantasmas de la última gran crisis mundial. La ultraderecha xenófoba y fascista de Francia ha ganado las últimas elecciones y en países como Inglaterra se ha incrementado enormemente su porcentaje de votos. A su vez, en los países más afectados por la crisis del viejo continente el nacionalismo pequeñoburgués, como el de Podemos y Syriza, ha suplantado a lo que debiera ser una dirección política revolucionaria, poniendo a la cabeza del descontento social una opción burguesa disfrazada de anticapitalista. El apoyo de partidos trotskistas internacionales a estos procesos es una claudicación frente a la burguesía.

Algo parecido ocurre con los populismos de Sudamérica, donde corrientes autodenominadas trotskistas plantean un apoyo crítico a gobierno que intentar ser revolucionarios o anticapitalistas, ¡Cómo si Maduro, Evo, Dilma, Correa o Cristina no fuesen la misma derecha cada vez que la situación se los permite! Y eso por no nombrar a los compañeros de viaje, como Ollanta Humala. Aunque estos presidentes no pueden aprovechar la crisis actual para proponerse como salida. Todo lo contrario, la crisis muestra lo falso de sus promesas e ilusiones. De ahí las medidas reaccionarias que toman en estos momentos y la forma descarnada en la que reprimen y persiguen al movimiento obrero combativo. Tal es la crisis en estos países, que la caída de Venezuela ha hecho que Cuba tenga que negociar con Estados Unidos, dando uno de los más importantes pasos en la apertura al capitalismo. Los otros gobiernos de Sudamérica, si bien entregan a Estados Unidos y a Europa todo lo que pueden, en especial sus combustibles y minerales, ante la crisis de tales naciones, están empezando a hacer acuerdos con China y Rusia. Estos últimos países, al advertir la gravedad de la situación económica estadounidense, están intentando ganar terreno lentamente. Sin embargo, el poderío yanqui todavía sigue muy lejos del suyo y ni hablar del respaldo internacional que posee, puesto que una devaluación como la del rublo no podría haberse dado en Estados Unidos.

Por su parte, China, como dijimos anteriormente, está intentando maniobrar todo lo posible ahora que todavía está en la víspera de la crisis que está viendo sus primeras manifestaciones en la crisis inmobiliaria. Queda pendiente un análisis más minucioso de situación. Aunque podemos adelantar que la crisis ya ha tocado las puertas de su sistema político­social. La necesidad de limpiar el nombre del partido con una nueva política anticorrupción y las masivas protestas estudiantiles en Hong Kong son indicadores no despreciables. Más teniendo en cuenta el rol opresor que ocupa la burocracia sindical en China, la cual es completamente adicta al partido. Otro síntoma del agotamiento productivo chino es el hecho de que en los últimos años ha empezado a terciarizar la producción, invirtiendo y creando fábricas en África y Asia. Los acuerdos de Argentina con el gigante asiático parecen ir en ese camino, aunque la información al respecto todavía la oculta el gobierno.

En medio oriente Estados Unidos tiene otro frente de guerra. Lamentablemente, fruto de la crisis de la dirección del proletariado, la guerra antiimperialista está siendo encabezada por sectores nacionalistas y religiosos reaccionarios como el Estado Islámico. Sin embargo, los partidos revolucionarios no pueden darse el lujo de fingir que no ocurre nada relevante y limitarse a criticar al imperialismo y a la resistencia religiosa por igual, actitud tan fácil al intelectual burgués y tan cara al proletariado.

Todos estos conflictos internacionales tienen en vilo a la mayoría de los países del mundo, pero especialmente a Estados Unidos, quien ha visto multiplicado sus frentes de guerra cada vez más, ya sea en los campos de batalla como en los lobbys del globo. Además, a Obama se le suma el agravamiento de la situación en su frente más delicado: el interno. Por un lado, los

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estadounidenses que miran cada vez peor la necesidad de que sus hijos mueran en medio oriente para “liberar” naciones que parecieran no querer ser invadidas. La filtración de los informes de Julian Assange y Edward Snowden y hasta el propio senado yanqui con sus informes sobre las torturas de su programa antiterrorista han dado más leña al fuego. A esto se añade el descontento y las protestas masivas de la población negra ante la impunidad de los asesinatos racistas de la policía y los ataques de los que parecieran ser los próximos ganadores de la presidencia estadounidense, los republicanos. Sector que lejos de resolver el descontento de la población van a aprovecharlo para hacer más violenta la política exterior del imperialismo yanqui.

Como vemos, hemos vuelto a los factores fundamentales para el estudio de la situación mundial. La relación entre estados y la política interburguesa, las tendencias económicas fundamentales de la producción, y la lucha de clases. Y si bien puede decirse que este año se habló de ciertas mejoras en algunos países europeos y en Estados Unidos, no sólo ocurre lo contrario en el mundo, sino que la política internacional parece prometernos de todo menos prosperidad y crecimiento económico sostenido por varios años.

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VII. ¿Una nueva etapa transicional? Estamos frente a la crisis estructural del capitalismo en su fase imperialista. En todo el mundo el proletariado está pagando con su miseria las consecuencias: inflación, despidos, invasiones, y lucha con todas sus fuerzas materiales. Así lo vimos en Europa, donde hubo manifestaciones de trabajadores y jóvenes contra las medidas de ajuste. Sin embargo, en todas estas luchas el elemento subjetivo fundamental no ha terminado de madurar. La dirección de los trabajadores sigue en crisis y, en consecuencia, los enfrentamientos contra el colapso capitalista no asumen un programa obrero revolucionario capaz de conducirnos al socialismo. Es más, en varios países de Europa ganan cada vez más terreno dos enemigos del socialismo: de un lado, el fascismo; en segundo lugar, la centroizquierda, quien ya ha demostrado en la historia su imposibilidad de combatir al primero.

Falta a nivel mundial una vanguardia obrera que pueda hacer frente a la burguesía y es nuestro deber construirla. Pues sabemos que la crisis no ha terminado. Es más, recién empieza. Y la recesión, pese a lo que predigan los brujos del capital, va ser larga. Es decir, no faltarán condiciones objetivas para la agitación y la lucha.

Por otro lado, la paz que tanto pretende la burguesía ya ha empezado a romperse. Rusia, China, Alemania y Estados Unidos están buscando una reconfiguración de alianzas que ya ha originado la guerra en Ucrania. Hay que entenderlo, no existen las crisis ordenadas. Por más salvatajes que se quieran realizar, todo remiendo va ser efímero, salvo que veamos de nuevo una masiva destrucción de las fuerzas productivas y de buena parte de la población mundial.

Es importante, entonces, poner de pie al movimiento obrero en todas partes. Formar una organización internacional bajo un programa revolucionario, refundando así la IV Internacional. Agitar y construir en las fábricas y en los barrios. Luchar contra la burocracia, los gobiernos y las patronales en todo el mundo. Enfrentar las políticas de ajuste y recorte presupuestario con políticas de independencia obrera. Enfrentar a la burguesía en todas las instancias y momento de la lucha de clases, sin separarse jamás del proletariado, sin olvidar que las revoluciones son también guerra y huelga general, no sólo elecciones.

Hoy podemos afirmar que hay condiciones materiales cada vez mayores para la revolución mundial. Solamente falta la entrada del proletariado clasista a la escena política orientado por un partido verdaderamente revolucionario. Sólo así se podrá alcanzar, con un gobierno de los trabajadores, verdadera salida a la crisis implantando el socialismo.

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Índice Introducción I. Fuerzas productivas II. Modos de producción III. El estancamiento de las fuerzas productivas IV. Descomposición, crisis y revolución V. Primera crisis orgánica del modo de producción VI. Crisis actual VII. ¿Una nueva etapa transicional?

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