Crisis de Identidad 2

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CRÍTICA A LA METAFÍSICA ume hará una dura crítica a todas las ideas de la metafísica y, sobre todo, al concepto de substancia en su triple vertiente: la extensa (mundo), la pensante (cogitans) y la infinita (Dios). Las ideas de la metafísica no tienen su origen en ninguna impresión previa de la cual sea copia la idea y, por lo tanto, han de ser rechazadas como falsas. Veámoslo: Crítica a la idea de la existencia de una realidad exterior a nosotros ¿Existe alguna realidad extra mental que sea la causa directa e inmediata de las impresiones de nuestra mente? Contestar esta pregunta equivaldría a poder salir de nuestra mente, lo cual es imposible. Cuando afirmamos que existe una realidad material exterior a nosotros damos un salto ilegítimo de las impresiones a una supuesta realidad exterior independiente de nuestro pensamiento. El límite de nuestro conocimiento son las impresiones; más allá de ellas no es lícito afirmar nada, sino adoptar una actitud sanamente escéptica: " Por qué argumento puede demostrarse que las percepciones de la mente han de ser causadas por objetos externos distintos de ellas, aunque pareciéndose a ellas (si eso es posible), y no pueden surgir ni por la energía de la mente misma ni por la sugestión de algún espíritu invisible y desconocido, o por alguna otra causa que nos sea aún más desconocida? De hecho, se reconoce que muchas de estas percepciones, como en el caso de los sueños, la locura y otras enfermedades, no surgen de nada externo. Y nada puede ser más inexplicable que la manera en que el cuerpo debe operar sobre la mente para transmitir una imagen de sí misma a una substancia, que se supone de tan distinta, o incluso contraria, naturaleza. Es una cuestión de hecho la de que, si las percepciones de los sentidos pueden ser producidas por objetos externos que se asemejan a ellas, ¿Cómo puede resolverse esta cuestión? Por experiencia, desde luego, como todas las demás cuestiones de semejante naturaleza. Pero, en este punto, la experiencia es y ha de ser totalmente silenciosa. La mente nunca tiene nada presente, sino las percepciones, y no puede alcanzar experiencia alguna de su conexión con los objetos. La suposición de semejante conexión, por tanto, carece de fundamento en el razonamiento." Crítica a la idea de Dios La inferencia causal tampoco puede demostrar la

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CRÍTICA A LA METAFÍSICA

ume hará una dura crítica a todas las ideas de la metafísica y, sobre todo, al concepto de substancia en su triple vertiente: la extensa (mundo), la pensante (cogitans) y la infinita (Dios).

Las ideas de la metafísica no tienen su origen en ninguna impresión previa de la cual sea copia la idea y, por lo tanto, han de ser rechazadas como falsas. Veámoslo:

Crítica a la idea de la existencia de una realidad exterior a nosotros

¿Existe alguna realidad extra mental que sea la causa directa e inmediata de las impresiones de nuestra mente?

Contestar esta pregunta equivaldría a poder salir de nuestra mente, lo cual es imposible. Cuando afirmamos que existe una realidad material exterior a nosotros damos un salto ilegítimo de las impresiones a una supuesta realidad exterior independiente de nuestro pensamiento. El límite de nuestro conocimiento son las impresiones; más allá de ellas no es lícito afirmar nada, sino adoptar una actitud sanamente escéptica:

" Por qué argumento puede demostrarse que las percepciones de la mente han de ser causadas por objetos externos distintos de ellas, aunque pareciéndose a ellas (si eso es posible), y no pueden surgir ni por la energía de la mente misma ni por la sugestión de algún espíritu invisible y desconocido, o por alguna otra causa que nos sea aún más desconocida? De hecho, se reconoce que muchas de estas percepciones, como en el caso de los sueños, la locura y otras enfermedades, no surgen de nada externo. Y nada puede ser más inexplicable que la manera en que el cuerpo debe operar sobre la mente para transmitir una imagen de sí misma a una substancia, que se supone de tan distinta, o incluso contraria, naturaleza.

Es una cuestión de hecho la de que, si las percepciones de los sentidos pueden ser producidas por objetos externos que se asemejan a ellas, ¿Cómo puede resolverse esta cuestión? Por experiencia, desde luego, como todas las demás cuestiones de semejante naturaleza. Pero, en este punto, la experiencia es y ha de ser totalmente silenciosa. La mente nunca tiene nada presente, sino las percepciones, y no puede alcanzar experiencia alguna de su conexión con los objetos. La suposición de semejante conexión, por tanto, carece de fundamento en el razonamiento."     

Crítica a la idea de Dios

La inferencia causal tampoco puede demostrar la existencia de Dios, porque también aquí damos un paso ilegítimo pasando de una impresión a algo que no es objeto de impresión alguna.

El límite de nuestro conocimiento son las impresiones y si alguna idea (la de Dios, en este caso) no se funda o tiene su origen en una impresión, hay que rechazarla como falsa.

Hume no era un ateo ni un agnóstico; simplemente cumplió radicalmente los principios del empirismo: La idea de Dios transgrede los límites de nuestro

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conocimiento. Sobre esta cuestión solo cabe la creencia y nunca la certeza racional.

Crítica a la idea de "yo"

Respecto a la substancia espiritual, cognoscente o "yo" ocurre lo mismo que con las examinadas anteriormente: no tenemos impresión alguna de ella, ya que si esto fuera así permaneceríamos invariables. No hay un sujeto distinto de sus actos , impresiones e ideas. No hay un "yo" recipiente que sea el substrato o soporte invariable de nuestros actos psíquicos. La identidad personal se forja a través de la memoria: gracias a ella se unifica nuestra existencia, ya que la memoria permite conectar en el tiempo la multiplicidad de impresiones que se suceden y que somos:

" No tenemos idea alguna del "yo" de la manera que aquí se ha explicado. En efecto, ¿de qué impresión podría derivarse esta idea? Es imposible contestar a esto sin llegar a una contradicción y a un absurdo manifiesto. Y sin embargo, ésta es una pregunta que habría necesariamente que contestar si lo que queremos es que la idea del yo sea clara e inteligible. Tiene que haber una impresión que de origen a cada idea real. Pero el yo o persona no es ninguna impresión, sino aquello a que se supone que nuestras distintas impresiones e ideas tienen referencia. Si hay alguna impresión que origine la idea del yo, esa impresión deberá seguir invariablemente idéntica durante toda nuestra vida, pues se supone que el yo existe de ese modo. Pero no existe ninguna impresión que sea constante e invariable.

Dolor y placer, tristeza y alegría, pasiones y sensaciones se suceden unas tras otras, y nunca existen todas al mismo tiempo. Luego la idea del yo no puede derivarse de ninguna de estas impresiones, ni tampoco de ninguna otra. Y en consecuencia, no existe tal idea: En lo que a mi respecta, siempre que penetro más íntimamente en lo que llamo mí mismo tropiezo en todo momento con una u otra impresión particular, sea de calor o de frío, de luz o sombra, de amor u odio, de dolor o placer. Nunca puedo atraparme a mí mismo en ningún caso sin una percepción, y nunca puedo observar otra cosa que la percepción. Cuando mis percepciones son suprimidas durante algún tiempo: en un sueño profundo, por ejemplo, durante ese tiempo no me doy cuenta de mí mismo, y puede decirse que verdaderamente no existo. Y si todas mis percepciones fueran suprimidas por la mente y ya no pudiera pensar, sentir, ver, amar u odiar tras la descomposición de mi cuerpo, mi yo resultaría completamente aniquilado, de modo que no puedo concebir qué más haga falta para convertirme en una perfecta nada."

YO O ALMA O MENTE

 HUMEE CREE IMPOSIBLE EL CONOCIMIENTO DEL ALMA Y REDUCE TODA LA VIDA PSÍQUICA A UN MERO “HAZ O COLECCIÓN DE PERCEPCIONES DIFERENTES, QUE SE SUCEDEN ENTRE SÍ CON RAPIDEZ INCONCEBIBLE Y ESTÁN EN

UN PERPETUO FLUJO Y MOVIMIENTO”.

      La filosofía anterior a Hume consideraba que el yo se identifica esencialmente con el alma. Aunque ya los filósofos griegos y el pensamiento escolástico habían desarrollado la noción del alma como una realidad espiritual, es seguramente Descartes el autor en quien la noción del yo como alma se presenta con más claridad. Para este autor la mente o “res cogitans” es una substancia dotada de simplicidad y permanencia, y con características por completo distintas a las e las substancia físicas (por ejemplo la inmaterialidad y la libertad).

      El punto de vista humano es en esta cuestión radicalmente opuesto al cartesiano, pero no tanto porque podamos encontrar en Hume una interpretación de la mente en términos materialistas (cosa a la que es ajena el pensamiento de este autor) sino por su negativa a aceptar el planteamiento substancialita aplicado a la esfera psíquica. Esta negativa enlaza con la crítica humana más general a todo el discurso o lenguaje substancialita. En el caso concreto de las mentes, Hume nos va a decir que las dos notas que la tradición cartesiana atribuye a la mente entendida como substancia, la simplicidad y la permanencia, no se encuentran en realidad en nuestra experiencia de lo psíquico: siguiendo el criterio empirista de conocimiento, Hume nos propone examinar si cuando miramos al interior de nuestra mente encontramos algo permanente y algo simple. Si dirigimos nuestra atención hacia el mundo mental encontramos más bien sucesión: a un pensamiento le sigue otro, a un acto de percepción un acto de la imaginación, a éste un recuerdo, y así sucesivamente; tampoco encontramos simplicidad: vemos más bien que en cada momento tenemos varias vivencias de distintos tipos (sentimientos, pensamientos, recuerdos, ...). En conclusión, nuestra mente no se nos muestra como una substancia pensante, es decir como algo simple y permanente, encontramos más bien pluralidad y cambio.

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      ¿Cómo debemos entender el yo y nuestra mente? Hume nos propone la siguiente metáfora: “la mente es una especie de teatro en el que distintas percepciones se presentan en forma sucesiva; pasan, vuelven a pasar, se desvanecen y mezclan en una variedad infinita de posturas y situaciones. No existe en ella con propiedad ni simplicidad en un tiempo, ni identidad a lo largo de momentos diferentes, sea cual sea la inclinación natural que nos lleve a imaginar esa simplicidad e identidad. La comparación del teatro no debe confundirnos: son solamente las percepciones las que constituyen la mente, de modo que no tenemos ni la noción más remota del lugar en que se representan esas escenas, ni tampoco de los materiales de que están compuestas.” (“Tratado de la Naturaleza Humana”, I, 4,6)

      El problema con el que se encuentra esta teoría es el relativo a un dato de experiencia: nosotros sentimos que somos uno y que somos los mismos a lo largo del tiempo (al menos en lo esencial). Ante esto Hume respondería que no tenemos un fundamento racional para la creencia de la identidad personal, y que sólo la memoria, (que nos muestra la sucesión de impresiones parecidas) nos garantiza la tesis de la continuidad de nuestra vida psíquica. La memoria y la imaginación crean en nosotros la ilusión de un objeto continuo y persistente: nuestro yo.