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1 CREO EN LA MISERICORDIA Introducción Más allá de cualquier desprestigio lingüístico o social al que se pueda prestar, volver a la misericordia es retomar la carga de un valor sin el que la trayectoria de la persona no sería humana. Esto equivale a decir que, antes que nada, la misericordia es una valor humano, algo que pertenece al cimiento de nuestra más básica estruc- tura. Algo tan simple parece ser negado por el mal que hace estragos en la historia. Pero no hay que dejarse llevar por espejismos: la misericordia entre humanos está ahí desde los tiempos ancestrales. Volver a la misericordia es un trabajo humano y espiritual. Es regar las raíces más profundas. Es bajar al sótano donde anida nuestra necesidad y nuestro anhelo de vida. Por eso, reflexionar-orar en torno a la misericordia es una tarea básica de fe, ya que en aprender una fe basada en la misericordia reside mucho del éxito del ca- mino cristiano. Por otra parte, todos lo sabemos, ahí reside uno de los núcleos más importan- tes, si no el más importante, del Evangelio. Aprender y vivir la misericordia es capaci- tarse para el Evangelio, ya que sin ella vivir la utopía de Jesús, utopía de misericordia, resulta imposible. Al hacer trabajo espiritual en torno a la misericordia estamos si- tuándonos en el núcleo duro del Evangelio. La Palabra de Jesús será nuestro guía principal. El Papa Francisco ha convocado para finales de este año un inusitado “año santo de la misericordia”, año extraordinario para volcarse a este misterio de la mi- sericordia. Iremos también desgranando algunos aspectos del documento Misericor- diae vultus (El rostro de la misericordia). Aprender de quien aprecia este valor puede sernos muy útil. Dice en el nº 3: “Hay momentos en los que de un modo mucho más intenso estamos llamados a tener la mirada fija en la misericordia para poder ser también nosotros mismos signo eficaz del obrar del Padre”. Quizá este sea uno de esos “momentos”: se te da la posibilidad de acercarte con sosiego a este valor evan- gélico y humano. ¿Cómo desaprovechar la ocasión? Al aplicar los componentes de la Palabra y de las palabras buenas a nuestro caminar humano y cristiano descubriremos nuevos perfiles del misterio de la miseri- cordia. Una nueva posibilidad, una nueva oferta que puede enriquecer nuestra vida. I CREO EN LA MISERICORDIA QUE ANIDA EN EL SUBSUELO DE LO HUMANO Y NUNCA DESAPARECE, AUNQUE LA MALDAD AFLO- RE 1. Un pensamiento inicial

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CREO EN LA MISERICORDIA

Introducción

Más allá de cualquier desprestigio lingüístico o social al que se pueda prestar, volver a la misericordia es retomar la carga de un valor sin el que la trayectoria de la persona no sería humana. Esto equivale a decir que, antes que nada, la misericordia es una valor humano, algo que pertenece al cimiento de nuestra más básica estruc-tura. Algo tan simple parece ser negado por el mal que hace estragos en la historia. Pero no hay que dejarse llevar por espejismos: la misericordia entre humanos está ahí desde los tiempos ancestrales. Volver a la misericordia es un trabajo humano y espiritual. Es regar las raíces más profundas. Es bajar al sótano donde anida nuestra necesidad y nuestro anhelo de vida. Por eso, reflexionar-orar en torno a la misericordia es una tarea básica de fe, ya que en aprender una fe basada en la misericordia reside mucho del éxito del ca-mino cristiano. Por otra parte, todos lo sabemos, ahí reside uno de los núcleos más importan-tes, si no el más importante, del Evangelio. Aprender y vivir la misericordia es capaci-tarse para el Evangelio, ya que sin ella vivir la utopía de Jesús, utopía de misericordia, resulta imposible. Al hacer trabajo espiritual en torno a la misericordia estamos si-tuándonos en el núcleo duro del Evangelio. La Palabra de Jesús será nuestro guía principal. El Papa Francisco ha convocado para finales de este año un inusitado “año santo de la misericordia”, año extraordinario para volcarse a este misterio de la mi-sericordia. Iremos también desgranando algunos aspectos del documento Misericor-diae vultus (El rostro de la misericordia). Aprender de quien aprecia este valor puede sernos muy útil. Dice en el nº 3: “Hay momentos en los que de un modo mucho más intenso estamos llamados a tener la mirada fija en la misericordia para poder ser también nosotros mismos signo eficaz del obrar del Padre”. Quizá este sea uno de esos “momentos”: se te da la posibilidad de acercarte con sosiego a este valor evan-gélico y humano. ¿Cómo desaprovechar la ocasión? Al aplicar los componentes de la Palabra y de las palabras buenas a nuestro caminar humano y cristiano descubriremos nuevos perfiles del misterio de la miseri-cordia. Una nueva posibilidad, una nueva oferta que puede enriquecer nuestra vida.

I CREO EN LA MISERICORDIA QUE ANIDA EN EL SUBSUELO DE LO HUMANO Y NUNCA DESAPARECE, AUNQUE LA MALDAD AFLO-

RE

1. Un pensamiento inicial

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“Las flores más hermosas crecen sobre el estercolero” (J. Ferrat) Hasta el estercolero tienen componentes químicos buenos en su interior que

proporcionan el nacimiento y crecimiento de una flor hermosa. Una metáfora elo-cuente: las personas tienen todas dentro una posibilidad de compasión y de miseri-cordia. En los escenarios de inhumanidad crece la solidaridad y el amor.

2. La luz de la Palabra: Isaías 42,1-4.6-7

“Así dice el Señor: "Mirad a mi siervo, a quien sostengo; mi elegido, a quien pre-

fiero. Sobre él he puesto mi espíritu, para que traiga el derecho a las naciones. No gritará, no clamará, no voceará por las calles. La caña cascada no la quebrará, el pábi-lo vacilante no lo apagará. Promoverá fielmente el derecho, no vacilará ni se quebra-rá, hasta implantar el derecho en la tierra, y sus leyes que esperan las islas. Yo, el Señor, te he llamado con justicia, te he cogido de la mano, te he formado, y te he hecho alianza de un pueblo, luz de las naciones. Para que abras los ojos de los ciegos, saques a los cautivos de la prisión, y de la mazmorra a los que habitan las tinieblas".

Casi siempre leemos este primer cántico del siervo de Isaías aplicado a Jesús y

desde su entrega de la vida. Y, claro está, es una lectura totalmente aceptable pero actualizante. Los biblistas se han preguntado muchas veces quién ese siervo. Las teo-rías son varias. Una de ellas casi pasa desapercibida: no sería extraño que ese siervo fuera Ciro II rey de Persia, el conquistador y fundador del imperio persa. Un militar joven y luchador, uno que cometió todos los desmanes que se comenten en las gue-rras. Uno que mandó quemar a reyes vencidos vivos. ¿Cómo uno así podría ser “el siervo”? Isaías lee la coyuntura: si este Ciro da un decreto de repatriación que afecta al pueblo judío (que pensó que nunca más volvería de Babilonia a Jerusalén) es que puede ser considerado como mediación de salvación. No puede ser solamente un rey cruel, sino que dentro de sí hay algún germen de bondad para dar una orden huma-nitaria como es la vuelta de los refugiados. La misericordia en el subsuelo de lo hu-mano.

Esta mediación pagana es un elegido y sostenido por Dios mismo. Dios también elige lo que nos parece malo, no solamente lo bueno. Sobre él se derrama el Espíritu, porque la fuerza de este no queda constreñida al comportamiento moral; obra como el viento y actúa inusitadamente. De tal manera que el pagano es mediación de alianza y de luz, mediación que recuerda el amor de Dios y que abre un horizonte al pueblo. Por él se hace una obra de liberación, ya que los caminos de Dios pasan tam-bién a través de la debilidad histórica. La misericordia es un misterio más amplio que nuestras valoraciones humanas.

3. MV 2

“Misericordia: es la ley fundamental que habita en el corazón de cada persona cuando mira con ojos sinceros al hermano que se encuentra en el camino de la vida”.

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La misericordia es ley fundamental y por ello universal. Anida en toda la realidad, por muy cruel que esta se manifieste a veces. Al habitar en el corazón, para desvelar-la, hay que hacer el camino del corazón. No es suficiente apelar a principios o normas morales. La manera de mirar es decisiva. Hacerlo con “ojos sinceros”, con mirada que encierra humanidad, es la forma de que pueda aflorar. Las miradas duras bloquean la misericordia. No puede haber misericordia si no hay encuentro en el camino, cami-nar juntos, experiencias compartidas. Una misericordia en caminos separados es muy difícil de conseguirla.

4. Aplicaciones

• Una división moral peligrosa: Aquella que divide entre buenos y malos. Es peli-

grosa porque ni los buenos lo son tanto como ellos dicen, ni los malos lo son tan-to como nosotros decimos. La realidad es más compleja y equívoca. Por eso con-viene abandonar esa catalogación, lo que no es minusvalorar a la bondad o ba-nalizar la maldad, sino tener otra perspectiva de comprensión de la realidad. Je-sús valora en base a la dignidad que tiene toda persona, no en base a la morali-dad. Eso le permite ser misericordioso incluso con quien moralmente es cuestio-nable (la pecadora de Lc 7, la adúltera de Lc 8, Mateo de Lc 5). Si no quieres que-dar bloqueado en temas de misericordia habrá que abandonar esa clasificación y no apearse de la indeleble dignidad con que está dotada toda persona, toda creatura. La misericordia tiene que ver con la dignidad.

• Fe en la bondad fundamental de toda persona: Hay mil y un motivos para aban-donar esta fe, vistas las maldades que nos inferimos. Pero no habrá manera de entender nada sobre la misericordia si desistimos de tal fe. Para no caer en ello habrá que hacer continuas prácticas de lectura de la realidad desde la bondad fundamental, ya que las certezas se adquieren con muchos estímulos. El resulta-do de esa lectura no es ningún angelismo, creyendo que estamos en el paraíso. Sino, sabiendo nuestra dura realidad, mantener viva la certeza de que el bien hace parte de nosotros en modos muy alentadores.

• No estrellarse contra el muro de las apariencias: Ya que las apariencias no sola-mente engañan, sino que nos destrozan y nos hacen abandonar amargados el camino de la bondad y de la misericordia. Pero las apariencias son falaces, tram-posas, nos inducen a error en casi todos los casos. Por eso tiene que haber algu-na manera de sortear el muro infranqueable de las apariencias. La palabra, la cercanía, la mirada bondadosa, la piedad, ponerse en el lugar del otro, tocar su realidad, quizá sean caminos para llegar a saltar con agilidad tal muro.

• Cuando la misericordia queda velada: Por prejuicios, estereotipos, habladurías, insidias, envidas, etc. Todas esas realidad velan el corazón de la persona y con ello nos incapacitan para la misericordia. Como decía Bauman, es preciso rasgar tales velos para ver que estamos hechos para vivir el uno con y para el otro. Quien logre acercarse a esa verdad fundamental, a esa identidad esencial, será mucho más proclive la misericordia y el peso muerto de los prejuicios no le afec-tará tanto. De cualquier manera, hay que repetirse que la misericordia no desa-parece por muy velada que esté. Anida en el fondo del cimiento humano y no desaparece porque procede de la dignidad.

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• No dejarse invadir por el torrente de la maldad: Porque, a veces, la maldad es un auténtico torrente que amenaza llevarse todo por delante. Maldades sociales, a nivel de país, de planeta incluso, nos tocan (las que nos hacen ver que los distin-tos son malos, que los frágiles no tienen derechos, que los males de los que es-tán lejos no me afectan, que las desgracias grandes de quienes mueren no son por culpa mía, etc.). No ceder al torrente de la maldad para que pueda surgir el pequeño y refrescante manantial de la misericordia.

5. Itinerario de misericordia

Trata de repasar una serie de personas que conozcas mejor, que estén más cerca

de tu vida. Mira cómo es distinta la perspectiva que tenemos de ellas si las miramos con misericordia o sin ella. ¿Cómo sería tu relación ellas si la misericordia estuviera activa? Trata de imaginar una sociedad asentada en la misericordia. ¿Por qué no an-helarla?

6. Palabras que alientan

A pesar del aviso de tormenta, las nubes no descargarán. Aunque el terreno sea de la muerte, aquí la hierba apuesta por la vida, el río fluye jovial contra el silencio. De esa piedra que custodia el amor de los que se marcharon y promete mantenerse erguida varios siglos, así es tu historia: sobre los miedos, sobre las derrotas, un temblor de esperanza aviva lo que duerme. No te entregues a todo lo perdido: celebra que hay un mundo aún esperándote. Pregúntale a los pájaros qué le otorga la tarde a quienes vuelan. Puede que jamás haya crecido una flor más perfecta que este día.

Braulio Ortiz Poole

II CREO EN LA MISERICORDIA QUE SE HERMANA CON LA FRAGI-LIDAD Y QUE ES CASA DE AMPARO PARA QUIEN LLORA EN LA

NOCHE

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1. Un pensamiento inicial

“Y en los tiempos oscuros, ¿habrá canto? Sí. Habrá canto sobre los tiempos oscu-ros” (Bertolt Brecht).

Por mucha que sea la oscuridad, la voz de quien tiene dentro la misericordia no

se apagará. Por eso, el canto del misericordioso, en sus variadas formas surge en la noche e ilumina a muchos (leer los “nadie” de E. Galeano).

2. La luz de la Palabra: 1 Sam 1,9-18

“Después que comieron y bebieron en Silo, Ana se levantó. Mientras tanto, el sa-cerdote Elí estaba sentado en su silla a la puerta del Templo del Señor. Entonces Ana, con el alma llena de amargura, oró al Señor y lloró desconsoladamente. Luego hizo este voto: «Señor de los ejércitos, si miras la miseria de tu servidora y te acuerdas de mí, si no te olvidas de tu servidora y le das un hijo varón, yo lo entregaré al Señor para toda su vida, y la navaja no pasará por su cabeza». Mientras ella prolongaba su oración delante del Señor, Elí miraba atentamente su boca. Ana oraba en silencio; sólo se movían sus labios, pero no se oía su voz. Elí pensó que estaba ebria, y le dijo: «¿Hasta cuándo te va a durar la borrachera? ¡Ve a que se te pase el efecto del vino!». Ana respondió: «No, mi señor; yo soy una mujer que sufre mucho. No he bebido vino ni nada que pueda embriagar; sólo me estaba desahogando delante del Señor. No tomes a tu servidora por una mujer cualquiera; si he estado hablando hasta ahora, ha sido por el exceso de mi congoja y mi dolor». «Vete en paz, le respondió Elí, y que el Dios de Israel te conceda lo que tanto le has pedido». Ana le dijo entonces: «¡Que tu servidora pueda gozar siempre de tu favor!». Luego la mujer se fue por su camino, comió algo y cambió de semblante”.

Una escena que, más allá de la narración de la primera parte del nacimiento de Samuel, es de inmisericordia por parte de quien habría tenido que ser cauce de misericordia, el sacerdote del templo de Silo. Sentado en la comodidad de “su silla” y en la lejanía del lugar donde se ora (“en la puerta del Templo”), interpreta la fragili-dad y pesar de Ana como una falta moral, como una borrachera. La lejanía y la “ofi-cialidad” son obstáculos para una mirada misericordiosa. No sabe de lágrimas quien debiera haber sido experto en ellas. Confunde la fragilidad y llanto del corazón con una borrachera; no sabe de corazones quien habría de ser maestro para conectarlos con el misterio. Cuando la mujer abre un resquicio a la razón de su llanto (“por el exceso de mi congoja y por el dolor”) parece que el sacerdote cambia de dirección, aunque persiste la frialdad y la dureza. El autor parece decir que lo que no saben escuchar los oficiales del culto lo sabe escuchar el Dios de misericordia para quien una lágrima de un desconsolado es más valiosa que muchos templos. Y es mejor la misericordia que acoge los llantos que las grandes ofrendas y construcciones con las que se quiere honrar a la divinidad. Dicen los biblistas que 1 Samuel tiene una gran carga de profecía (en el canon hebreo figura entre los profetas). Dicen que también Ana es figura de Israel, estéril y ofendida por otros pueblos, pero escuchado por el Dios de la misericordia. Son las maneras que tienen de consolarse los pobres: nadie me escucha, pero Dios me escu-

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cha. Habría que dar vuelta a este argumento: porque yo te escucho, Dios te escucha en mí. Porque yo me apiado de tu situación, Dios derrama su piedad en ti. Porque me suscitas misericordia, puede imaginarte la que suscitas en el corazón del Padre. Rostros de la misericordia de Dios para quien llora en sus noches, esta sería una ma-nera de decir el sentido de la vida cristiana.

3. MV 2

“Misericordia: es la vía que une Dios y el hombre, porque abre el corazón a la es-peranza de ser amados para siempre”.

Pretender unirse a Dios por modos “místicos” tiene siempre un peligro. El cauce de amor, cuyo rostro es la misericordia, es el camino con más garantías, es el “amor más grande” (Jn 16). La seguridad de que este es el camino bueno nos habría de lle-var a no estar siempre dándole vueltas a las ideas religiosas y trabajar más planes concretos de misericordia, de amparo, de solidaridad, de abrazo social. Así se saciará esa sed de amor que anida en el corazón de toda persona, de toda realidad. Si quie-res ser amado/a, sé misericordioso.

4. Aplicaciones

• Leer con aprecio los “caminos desorientados”: No con condenas morales o re-

chazos ideológicos, sino con la pregunta de si encierran dentro de ellos algo bueno, porque, muy probablemente, lo encierran. No leerlos desde el autoenga-ño de una conciencia moral superior: ellos son los desorientados, sino desde la empatía de quien quiere acoger esa supuesta desorientación para leerla y valo-rarla desde un punto de vista misericordioso, comprensivo, tolerante, aceptador. Y si a esa lectura acompaña el “no saber”, saber encajarlo con humanidad.

• Leer el rostro frágil de la persona “rota”: Porque las personas nos rompemos, como los jarros de loza. Y eso se manifiesta en nuestro rostro frágil, sufriente, enajenado a veces. Leer y aprender ese rostro como se lee y aprende el rostro de quien se ama. No juzgar a partir de ese rostro, no condenarlo porque la condena caería sobre nuestro corazón, condena por inhumanos. Decirse en directo: es el rostro de Jesús.

• Gustar el sabor de las lágrimas ajenas: Porque es lógico que gustemos la amargu-ra de nuestras lágrimas. Pero las lágrimas de los otros también son amargas y al-gunas de ellas solamente pueden ser asumidas sin se comparte su amargura. So-bre todo, las lágrimas de los pobres que nadie consuela, “lo más terrible que hay sobre la tierra” según Qoh 4. Esas lágrimas habrían de ser nuestro verdadero “sagrario”, lugar explícito de la presencia del Jesús misericordioso.

• Latir con el latido débil y alterado de quien sufre: No con el latido acompasado, fuerte y seguro de quien manda, de quien es fuerte socialmente, de quien es im-portante. El corazón del frágil late con taquicardias, con arritmias, con paradas, con fragilidad. Aprender esos latidos, esos intereses, esos sueños, esos anhelos que quizá no sean los nuestros pero por serlo de personas en fragilidad deman-dan un plus de humanidad y su cuota de misericordia.

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• Animar el canto en la noche de quien no tiene fuerzas para cantar: Porque hay quien ante tanta adversidad ha tirado la toalla, y con razón. Tratar de recoger esa toalla, pera ver si, entre lágrimas, se es capaz de cantar, de hacerle ver que mientras se cante habrá esperanza y de que el opresor teme el canto del pobre. Cantar en la noche no solamente para espantar males (“quien canta su mal es-panta”), sino para hacerles frente.

5. Itinerario de misericordia

Cultiva tu tendencia a mezclar tu camino con la gente sencilla. Trátales de esa

manera entrañable que les haga verse interlocutores válidos y apreciados. Interésate por sus fragilidad sin echar leña al fuego de la mera lástima. Que nunca te dejen indi-ferentes las lágrimas de los empobrecidos.

6. Palabras que alientan

¡Estar aún aquí tan pegado a este suelo y respirando! ¿Cómo corresponder la generosidad de los instantes? Es posible que nunca alcance el don de habitarlos sin más, ligeramente, pero apenas el borde ¡qué dichoso me insiste, cómo, inmenso! No he sabido llorar cuanto debía y así voy viendo este vaivén de horas sin saber dar las gracias, siempre en vilo.

Andrés Neuman

III

CREO EN JESÚS QUE IMPACTABA POR SU MISERICORDIA. PARA ÉL NADA HAY MÁS ACÁ NI MÁS ALLÁ DE ELLA Y DESDE ELLA DE-

FINE A DIOS Y A LA PERSONA

1. Un pensamiento inicial

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“Hay personajes que han ejercido una colosal influencia en la historia, porque es-tán en el origen de unas caudalosas “corrientes de experiencia”, que avanzan con períodos de crecida y de estiaje por el cauce histórico, engrosando su caudal con los pequeños o gigantescos afluentes de las experiencias personales. Sin quererlo, crea-ron civilizaciones que aún determinan la geografía actual: Confucio, Buda, Mahoma, Jesús. ¿Qué energía especial poseían estos hombres?¿Cuál es el secreto de su éxito?” (José A. Marina).

¿No habría que pensar que el secreto de Jesús es, justamente, su honda miseri-

cordia, su comprensión distinta de lo humano, su situarse en ese otro punto de mira que el del interés, el egoísmo y el salvar el propio pellejo? ¿No habría que pensar que su energía procede de su hondo amor, de su pasión por la persona y de su pasión por Dios?

2. La luz de la Palabra: Mc 10,46b-50

“Cuando salía de Jericó con sus discípulos y una considerable multitud de gente,

el hijo de Timeo, Bartimeo, ciego, estaba sentado junto al camino pidiendo limosna. Al oír que era Jesús Nazareno, empezó a gritar: -Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí. Muchos le intimaban a que guardase silencio, pero él gritaba más y más: -Hijo de David, ten compasión de mí. Jesús se detuvo y dijo: -Llamadlo. Llamaron al ciego diciéndole: Ánimo, levántate, que te llama. Él tiró a un lado el manto, se puso en pie de un salto y se acercó a Jesús. Entonces Jesús le preguntó: -¿Qué quieres que haga por ti? El ciego le contestó: -Rabbuni, quiero ver. Jesús le dijo: -Vete, tu fe en Dios te ha salvado. Inmediatamente recobró la vista y lo seguía en el camino”.

Este texto se inscribe en la subida a Jerusalén en la que Jesús quiere ver él mismo

y quiere hacer ver a sus seguidores (a quien lee hoy la Palabra) el sentido de su en-trega. Desde ahí, no hay que dejarse atrapar por la mera narración. Los verdaderos ciegos son los seguidores (nosotros) que tienen problemas para aceptar la tesis espi-ritual del mesianismo entregado. Ellos están muy ceñidos el “hijo de David”, al me-sianismo potente que anhelan. Por eso están ciegos, por su anhelada superioridad, por su autorreferencialidad (como nosotros). La manera de liberarse de esto es la “compasión” de Jesús, su misericordia que reorienta las bases de la persona.

Desde ahí se puede entender la pregunta de Jesús: “¿Qué quieres que haga por ti?” como la gran pregunta de la misericordia. Por esa pregunta percibía la gente que Dios mismo se ponía al servicio y a la disposición de los pobres. Era Dios mismo quien preguntaba al necesitado. Esto es lo que impactaba de Jesús: Dios de misericordia que envuelve a la persona de misericordia. Dios y persona en el mismo envoltorio: la misericordia.

3. MV 1

"Jesucristo es el rostro de la misericordia del Padre...Ella se ha vuelto viva, visible y ha alcanzado su culmen en Jesús de Nazaret...Jesús de Nazaret, con su pala-bra, con sus gestos y con toda du persona revela la misericordia de Dios".

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Los cristianos sabemos de Dios lo que Jesús nos ha mostrado en sus compor-tamientos: Jesús perdona, Dios perdona; Jesús acoge a pecadores, Dios acoge a pe-cadores; Jesús consuela a quien llora, Dios es un Dios de consuelo, etc. Jesús es mise-ricordioso con todos, más allá de su fragilidad moral, Dios es misericordioso con to-dos por encima de cualquier debilidad. Es rostro de la misericordia de Dios en su ma-nera de actuar.

4. Aplicaciones

• Cegueras sociales que bloquean la misericordia: Tienen que ver mucho con los intereses de poder y con los prejuicios que los alimentan. Los inmigrantes nos quitan el trabajo; los pobres nos engañan; las empresas públicas van mal; todo el mundo es egoísta; la sociedad es descreída; los que no viven en rectitud moral son malas personas, etc. Son, en parte, cegueras sociales que, más allá de su po-sible desajuste en el análisis, bloquean la misericordia, nos hacen ser duros con esas personas o esos sectores sociales. Automáticamente las entrañas se nos endurecen. Y nos contagiamos ese endurecimiento. Es preciso desbloquear esos mecanismos. Y si el Evangelio no contribuye a ello, ¿para qué nos sirve el Evan-gelio más allá de su uso religioso?

• El peligro sempiterno de la autorreferencialidad: Es una palabra que le gusta mucho al Papa Francisco (EG 8). Es referirlo todo a uno mismo. El yo es el centro. Y lo que no pase por él, acomodándose a él, es como si no existiera. Dado que la situación de los frágiles no enriquece ese yo, no se tiene en cuenta. Hablar de misericordia en personas de fuerte autorreferencialidad es imposible. El yo es un tóxico que lo invade todo, lo quema y lo reduce a la propia persona. Las situa-ciones que demandan una actitud misericordiosa terminan por existir para que quien no logra desbancarse del búnker del yo.

• Una compasión que reoriente las bases de la persona: Porque una compasión como producto de una manera de ser religiosa, no toca con frecuencia lo que son las bases de la persona, las maneras elementales de funcionar, los mecanismos que nos componen antes de ser personas religiosas. La misericordia como valor humano y evangélico apunta a esos elementos de fondo: la relación, la visión de la persona y de la sociedad, el dinero, la afectividad, la acogida, la sensibilidad para situaciones ajenas, etc. Ahí es adonde apunta el cambio que pretende la misericordia.

• Creer en la “gran pregunta”: Hace falta tener fe en que la gran pregunta de la misericordia ("¿Qué puedo hacer yo por ti?") es eficaz para ser cauce de miser-cordia efectiva. Si esa pregunta no se hace, si no tiene contenido real, si no llega a la realidad del frágil, hay que preguntarse si la espiritualidad de la misericordia no está, aún, en estadios muy iniciales

5. Itinerarios de misericoRdia Que te ronde la "gran pregunta". Que puedas ir incorporándola en cosas pe-queñas, en actuaciones cotidianas. Que te pueda venir a los labios y que eso sea un compromiso real.

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6. Palabras que alientan Nada más indeleble que la huella de la esperanza, cuando están las cosas por hacer y los días prometen ocasiones. Luego todo se hace para olvidar, no salen las horas, no se amoldan los veranos al dibujo, no cuadran las cuentas. Es el tiempo primero el que se hace a la medida del deseo: todo crece y crece, la estancia se hace enorme; lejana, la lejana raya del mar; el cielo nunca se acaba, nunca terminará el anuncio de lo feliz. Feliz aquél que quiere ser feliz, el que intenta pronósticos dorados, planea paraísos, urde edenes, quema torvos agüeros y a sí mismo se elige dios. Los años divinos nunca insisten, mas dejan un reguero de gracia que permite ahogar lo que nos queda.

Alfonso Canales

IV CREO EN EL DIOS MISERICORDIOSO QUE JESÚS NOS MOSTRÓ CON SU VIDA, ALEJÁNDOME DE OTRAS IMÁGENES DE DIOS Y

ABRIÉNDOME AL HERMOSO ABRAZO DE SU AMOR

1. Un pensamiento inicial "No convirtamos sencillamente a Dios en el suplefaltas que remedia nuestras carencias, en la clave de bóveda de un sistema del que Él sólo sería una parte, aun-que fuera la parte decisiva" (J. de la Croix Kaelin). Este pensamiento pertenece al peculiar prólogo de la obra, ya antigua, de Robinson Sincero para con Dios. Pero sigue vigente. Los imaginarios tienen larga vida, están siempre ahí (mírese el tema de la oración de petición). Hacer de Dios no el remedio de nuestras carencias sino su acompañante, su colaborador en la empresa de construir la vida. Ahí su misericordia encuentra un sitio adecuado.

2. La luz de la Palabra: Gén 3,20-24

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“El hombre llamó a su mujer Eva, por ser la madre de todos los que viven, El Señor Dios cosió pellizas para el hombre y su mujer y se las vistió. Y el Señor Dios dijo: -Si el hombre es ya como uno de nosotros, versado en el bien y en el mal, ahora solo le falta echar mano al árbol de la vida, tomar, comer y vivir para siempre. Y el Señor Dios lo expulsó del jardín de Edén colocó a los querubines y la espada llamean-te que oscilaba para cerrar el camino del árbol de la vida”. Este texto es del P (vv.14-24) y sostiene una tesis verdadera, aunque propia de sectores clericales que luego a ellos les cuesta cumplir: aspirar al poder, tener una conciencia de poder y de lo que se puede lograr con él es el gran cataclismo para la humanidad y para la creación. El “árbol de la vida” es, básicamente, el tema del po-der (el texto no sabe aplicar eso mismo a Dios, aunque a veces se insinúa: un Dios sin poder. La renuncia al poder no es por no colisionar con Dios, sino porque el poder pervierte, incluso a Dios). Justamente la vida “para siempre” (incluso para el mismo Dios) es el abandono del poder, el alejamiento de posiciones de poder. Pero en el texto se ha colado una imagen, una metáfora que casi es más del J que del P: Dios mismo hace de sastre para coser unas pellizas a Adán y Eva porque, como van desnudos, pueden pasar frío. Ahí está el perfil del Dios de misericordia: cose, hace un favor a quien no ha entendido el tema de la relación menor, a quien ha fallado en lo más básico de la relación humana. No lo deja en su desamparo, en su ruina, sino que sigue amándole y le hace el favor de coser para él. Cose con mimo y con lágrimas; con mimo porque ama, con lágrimas porque cose para quien se ha ido por otro camino. Pero cose. Una misericordia que va más lejos ce cualquier mal, dis-puesta a estar ahí a pesar de cualquier desvarío, sin demandas, sin quejas, sin recor-dar derechos o pagos pendientes.

3. MV 6

"'Paciente y misericordioso' es el binomio que a menudo aparece en el AT pa-ra describir la naturaleza del ser de Dios. Su ser misericordioso se constata concre-tamente en tantas acciones de la historia de la salvación donde su bondad prevalece por encima del castigo y la destrucción".

Si esta es la orientación que el Papa quiere dar a la perspectiva sobre Dios, los

creyentes de hoy habríamos de suscribirla. Por lo tanto, no habría que hacer equili-brios para ir abandonando otras perspectivas que hemos aprendido y han configura-do nuestro imaginario religioso (juez, vengador, cruel con los enemigos, etc.).

4. Aplicaciones • El poder como camino opuesto a la misericordia: Pretender mezclarlos es una

ofensa a la persona. Disfrazar el poder de misericordia, una injuria. Cuanto más se aferra uno al poder, tanto más si incapacita para la misericordia. Por eso, quien anhele una vida en misericordia ha de hacer, a nada que pueda, un aleja-miento explícito de los ámbitos de poder. Ambas realidades, lo decimos, son in-compatibles. Esto ocurre en el mismo Dios: es Dios de misericordia porque no lo

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es de poder. Amar el no-poder para disfrutar de una perspectiva misericordiosa de la vida.

• Una relación “menor”, la más saludable: Es aquella que se asienta en el respeto, la tolerancia, el trato igualitario a la persona, aunque ésta sea socialmente pos-tergada o personalmente débil. Grandes crímenes (muertes, delitos sexuales, etc.) antes que pecados morales son pecados contra la relación. Al no entender bien la relación menor, se sitúa uno en términos de explotación. Y entonces se puede llegar a los mayores disparates. La relación que Dios entabla con la histo-ria es "menor", de respeto, comprensión, misericordia y acogida.

• ¿Podemos amar a un “Dios menor”?: A muchas personas les resulta esto difícil, cuando no rechazable. Dios es un Dios de poder y como tal hay que adorarlo. Es el esquema religioso que funciona por el ensalzamiento. Pero la Palabra nos di-buja el perfil de un Dios menor, que "cose" para vestir al desnudo. ¿Se puede amar a un Dios así? En la medida en que uno "cosa" igualmente para el desnudo, en la medida en que la misericordia se considere no una virtud derivada, sino una manera de situarse en la realidad, una forma de estar en el mundo. Entones será grato y agradecible tener un Dios menor, ser hijos de un Dios menor.

• La misericordia más allá de resquemores, diferencias, desvaríos, posicionamien-tos opuestos: Porque a veces se es misericordioso (¿más bien "caritativo"?) con esos ingredientes. Si se quiere ser misericordioso al estilo del Dios que "cose" para el desnudo, será preciso abandonar esos parámetros. Quizá no se trata de pasar página sin más, sino, acogiendo de la manera más humana el pasado, dis-frutar del presente con la persona y mirar juntos un futuro distinto. De cualquier modo, instalarse en el agravio es la mejor manera de bloquear la misericordia.

• Una misericordia “con mimo y lágrimas”: Ya que no se puede tener misericordia si no se valoran los detalles, los pequeños caminos, las circunstancias concretas. Una misericordia "en general", a toda la humanidad, puede quedar en nada. La "actualización local" es imprescindible para el camino de la misericordia. Y, a la vez, y precisamente por esa concretez, muchas veces a la misericordia le acom-pañarán las lágrimas del sufrimiento, de la empatía y aun del desacuerdo. Una misericordia "llorada" es, quizá, misericordia de calidad.

5. Un itinerario de misericordia

No pienses que es algo inútil la mejora del imaginario sobre Dios. Muchas co-sas espirituales y no tanto depende de ese imaginadrio, de ese "disco duro". Trata de abandonar pacíficamente viejas imágenes de Dios; pregúntate si las nuevas que vas recibiendo tienen el atractivo suficiente para engancharte.

6. Palabras que animan SI no has visto un cántaro vacío, rojo, terroso, seco, áspero, no sabrás qué es un alma en su solemne soledad de barro hueco.

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Y, si no has visto un alma derramada, no sabrás qué es un cántaro, su sonora soledad si lo golpeas y retumba su nada. Como el alma.

José Jiménez Lozano

V CREO EN LA MISERICORDIA Y NO EN EL JUICIO, CREO EN EL

AMOR Y NO EN EL TEMOR, CREO EN LA FELICIDAD Y NO EN EL PECADO

1. Un pensamiento inicial

"Es un hecho que la teología cristiana se ha elaborado de manera que a cual-quier teólogo le resulta más fácil hablar del sufrimiento que de la alegría; más fácil también hablar del dolor que de la felicidad. La aspiración más inmediata y natural de cualquier ser humano, la aspiración y el deseo de ser feliz en esta vida, es una cosa que resulta muy difícil de encontrar en los tratados de teología, en los escritos de espiritualidad y en los libros de liturgia (J.M.Castillo). Porque la felicidad se asocia al placer, y éste al fallo moral, al pecado. La bús-queda de la felicidad es una constante en el hecho humano. La espiritualidad habría de prestarle más atención.

2. La luz de la Palabra: Sant 2,12-13; 1 Jn 4,18; Sir 14,11.14 “Hablad a la manera y actuad a la manera de quienes van a ser juzgados por una ley de hombres libres, porque el juicio será sin misericordia para quien no ejer-ció la misericordia: la misericordia triunfa sobre el juicio”. En modos coactivos, el estilo de Sant, se quiere animar al creyente a no juzgar al otro, a tener controlado el mecanismo de juicio que anida en el ser profundo de la persona. Jesús, y otros como él, han atraído porque tenían controlado ese mecanis-mo. La misericordia se hace imposible cuando no hay control del juicio. Mucho de la vida nos llevaría a creer que el juicio, el mal, va a triunfar sobre la misericordia, so-bre el bien. Pero no es así: la última palabra la tiene el bien y la misericordia, por mucho que el juicio embista. El triunfo de la misericordia es signo de que el reino ha llegado a su plenitud (Mt 25).

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“En el amor no existe temor; al contrario, el amor acabado echa fuera el te-mor, porque el temor anticipa el castigo; quien siente temor aún no está realizado en el amor”. Temor y amor son incompatibles, aunque se den en la vida ("Odi et amo", de Cátulo). Uno anula al otro. Quien aspira a una vida en amor ha de ir poniendo coto al temor, a cualquier temor. Cuanto menos temor, más amor; y viceversa. Eso sola-mente es posible con un amor "acabado", trabajado, logrado, vivido. No es algo au-tomático el echar fuera el temor porque éste, y la culpa, se hallan arraigados en lo profundo de la estructura humana (están ahí antes, incluso, que la religión). Por eso, los trabajos por erradicar el amor han de ser constantes y empeñados. De esa mane-ra triunfará el amor. La práctica de la misericordia entrañable puede ser un cauce muy bueno para ese increíble logro. “Hijo, en la medida de tus posibilidades, trátate bien…No te prives de pasar un buen día”. Es un texto que le gusta al Papa Francisco (EG 4). Tratarse bien no es simple hedonismo; es tener misericordia con el camino humano, ser benigno sin abandonar una actitud crítica. Como gran parte del interrogante de nuestra vida se dirime en el presente, privarse de pasar un buen día cuando este viene a la mano sería de necios, ya que los malos días vendrán puntuales a su cita. Es la misericordia con uno mismo, con su sencilla trayectoria histórica. Desde ahí, quizá, se podrá animar y ayudar a otros a disfrutar de su presente en formas sencillas y humanas.

3. MV 5 "¡Cómo deseo que los años por venir estén impregnados de misericordia para poder ir al encuentro de cada persona llevando la bondad y la ternura de Dios! A to-dos, creyentes y lejanos, pueda llegar el bálsamo de la misericordia como signo del Reino de Dios que está ya presente en medio de nosotros". Habría que animarse a sumarse a esta "campaña" del Papa en torno a la mise-ricordia. Nuestra adhesión a la comunidad eclesial ha de ser más que en aspectos formales en estos otros contenidos existenciales y evangélicos. Enfocar las activida-des pastorales, educativas, sanitarias, solidarias desde esta perspectiva de miseri-cordia puede ser un motivo de reorientación para estos próximos años.

4. Aplicaciones Valorar sin juzgar: Valorar conlleva tener activada la capacidad crítica y la benig-

nidad, ambas juntas. No se excluyen. Se puede ser crítico y, a la vez, ser com-prensivo y benigno, valorando todos los aspectos del problemas, no solamente aquellos que hacen dificultad. Supone también mantener una cierta ecuanimi-dad, sin dejarse llevar por exageraciones que deforman la realidad. Para ello es muy oportuno, cuando se valora, hacer que aflore lo bueno, para que lo negativo

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no se coma todo el pan del morral. En definitiva, valorar es algo que depende del amor. Si este estuviera ausente, caeríamos en el pozo negro del juicio.

Libres de temor: Porque el temor anida en el fondo de la estructura humana, desde los tiempos ancestrales. Esto es anterior a la religión, aunque ésta, a ve-ces, no ha hecho sino acrecentar ese temor primordial. Habría que aspirar a una vivencia de la fe sin temor, a no temer a Dios, a no temer al más allá. Una fe libre de temores sería una enorme liberación. Y si la fe no logra alejar el temor ¿cum-ple su función liberadora? ¿Echa fuera los “demonios” a los que está sujeta la historia?

o Y una fraternidad libre de temores vanos, donde, como hemos dicho, uno puede ser él ante el otro, donde se está libre de juicios y de pre-juicios, donde hay transparencia de tal manera que no hay que jugar a varias cartas a la vez. ¿Es posible una comunidad así o es un sueño inalcanzable?

o Y, finalmente, una sociedad con el temor controlado, cuestionando ese dinamismo que mueve un altísimo porcentaje de nuestra relación social. Quizá haya que comenzar por no temer a quien camina cerca, a quien transita en las calles, a quien se sienta a tu lado en el autobús. Funcionar socialmente sin temores daría mucho juego para el sueño de una sociedad distinta

Creer en la felicidad: No solamente desearla, sino creer en ella. Creer que es cau-ce de vida y de acercamiento a la verdad de la persona y a la verdad de Dios. Es algo más que el escueto “carpe diem” de quien tiene pocos horizontes. Se trata de sacar jugo a la vida, de exprimir las gotas o chorros de felicidad que contiene dentro. Se trata de mirar adentro de la realidad y disfrutar de la comunión, de la sintonía, de la familiaridad. ¿Cómo se va a pretender ofrecer un “credo” sin dis-frute? ¿Cómo hablar y rememorar a Jesús sin brillo en los ojos, sin entusiasmo, sin gozo por él? Creer en la felicidad que se construye, que se elabora, no que te toca o no toca, como una lotería. Contribuir a la dicha, he ahí una hermosa apor-tación a la historia.

5. Itinerario misericordioso

Acostúmbrate, al menos, a dejar en stand by el tema del juicio a la persona.

Ser lentos para el juicio es una ayuda. Ir directamente a la persona antes de emitir un juicio: preguntar, valorar y dejar espacio al otro. A partir de ahí ejercer el discerni-miento más benigno que se pueda. Y no renunciar a un cierto nivel de felicidad. Utili-zar los recursos a la mano: belleza, lectura, ahondamiento, contemplación.

6. Palabras que alientan

La palabra y el amor se implican. Todas las desgracias que ocurren entre los hombres proceden de que éstos rara vez pronuncian la palabra recta. La palabra recta es siempre aquella que pronuncia el amor.

Ferdinand Ebner,

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VI CREO QUE DIOS ES MADRE DE ENTRAÑAS BUENAS, QUE SE ACUERDA DEL BIEN DE SUS HIJOS Y QUE DISFRUTA CON SUS

LOGROS Y ÉXITOS

1. Pensamiento inicial

“Cuando un recién nacido aprieta con su pequeño puño, por primera vez, el dedo de su madre la tiene atrapada para siempre” (G. García Márquez). El tema materno se presta a idealizaciones, pero es el vínculo físico que nos une con la historia. Y con una historia de afectividad, de amor. El amparo natural de la madre es el amparo que se demanda a la vida desde el primer momento en que vivimos. Necesitados de amparo; esa es una demanda elemental.

2. La luz de la Palabra: Os 11,1a.2a.3-4

“Cuando Israel era niño, lo amé. Cuanto más lo llamaba, más se alejaba de mí. Yo enseñé a andar a Efraín y lo llevé en mis brazos, y ellos sin darse cuenta de que yo los cuidaba. Con correas de amor los atraía, con cuerdas de cariño. Fui para ellos co-mo quien alza una criatura a las mejillas; me inclinaba y le daba de comer”. Los comentaristas dicen que en este texto aparece la figura del padre que prodiga a su hijo toda clase de cuidados. Así lo ha hecho Dios con Israel, pero éste se fue, en adultez, por caminos de lejanía de su padre, de Dios. Hizo pactos y alianzas con otros pueblos, porque Israel, siendo un país minúsculo, debía pactar el poder con los grandes. Esos pactos, lógicamente, conllevaban la aceptación del estilo de vida, de la religión incluso, de aquellos con quienes se pactaba. Por ansia de poder, o de supervivencia, se abandonaba al “pobre Dios” Yahvéh y se afiliaban a los dioses fuertes de los imperios. Y allí quedaba Dios en su soledad honda. Pero, como era un Dios de amor y de misericordia, esperaba siempre la vuelta, la imposible vuelta por-que volver significaba entrar en el desamparo político. Y la adhesión a Yahvéh no era tan fuerte como para permitir tal desamparo. Una misericordia en el desamparo, esa es la del Dios de Israel. Pero los verbos empleados en este texto más parecen verbos “maternos”: “lo amé…lo llamaba…enseñé a andar…llevar en brazos…cuidarle…alzarlo a las meji-llas…inclinarle…darle de comer”. Toda una serie de cuidados cercanos a la actividad materna. La piedad ha creado la figura materna de María porque, quizá, la paterna de Dios resultaba excesivamente dura. Pero, en realidad, en Dios mismo, como en toda persona, hay una dosis de feminidad y, con ella, de maternidad. Todavía hay quien en su imaginario le cuesta sentir a Dios como madre. Pero hay elementos bí-blicos que nos podrían ayudar a ello. Parece que la relación materna tiene, cuando funciona bien, esas dos notas: recordar principalmente lo bueno de los hijos y celebrar sus éxitos. En Miq 7,19 se

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dice que Dios arroja los pecados al fondo del mar porque es totalmente olvidadizo del mal y no tiene en cuenta más que el bien. Como decía el Hno Roger, Dios es amor y solamente amor. Por eso, se alegra de los éxitos de los humanos, ya que Dios no pretende su éxito a nuestra costa. El Dios misericordioso como una madre renun-cia a su parte de Dios; todo lo quiere para nosotros.

3. MV 9

“La misericordia de Dios es su responsabilidad por nosotros. Él se siente res-ponsable, es decir, desea nuestro bien y quiere vernos felices, colmados de alegría y serenos”. En ese deseo hondo de Dios sus derechos no cuentan, el afán de sacar ganan-cias para él no existe, la tentación de ser protagonista no aparece. Su único premio es nuestra dicha, nuestro salir a flote, nuestro éxito. Por eso se interesa tanto por nosotros: si fracasamos, él fracasa; si triunfamos, él triunfa. Como día E. Hillesum, hemos de ayudar a Dios a que no fracase. Lo hemos de hacer amparándonos como él nos ampara.

4. Aplicaciones Un cristianismo materno: Ya que ha sido exclusivamente paterno y patriarcal. Y

en esta época nuestra en que ha saltado por los aires el modelo patriarcal, ir pensando en una experiencia creyente maternal puede ser una salida. Nos pue-de llevar al imaginario de un Dios entrañable, jugoso, engendrador de vida, cáli-do. Aquella pregunta de J. Hierro sigue vigente: “¿Cómo entrar en el alma rom-piendo sus hielos?”. ¿Cómo hacer una fe más cálida, una oración, una teología, más reconfortantes. ¿Cómo la experiencia cristiana ha de contribuir a que la vida no se nos “hiele” en esta tierra? La elaboración de una espiritualidad de un Dios, madre misericordiosa, podría, quizá, ayudar.

Hondamente necesitados de amparo: No es ningún desdoro percibirse como ne-cesitados de amparo. Que en el extremo de un planeta ínfimo, en la esquina de un universo del conjunto de los posibles universos, unos seres vivan demandan-do amparo es normal. Amparar no es dar la razón, cosa que se hace en un juicio. Amparar es abrigar - acoger - arropar - cobijar - refugiar - respaldar -salvaguardar -tutelar - valer. Toda una obra de envolvimiento amoroso. Por eso decimos que amparo y misericordia van unidos.

Misericordia en el desamparo: Porque la misericordia es la mejor medicina para el desamparo. Y dado que desamparo hace parte, indefectiblemente, del camino humano, la práctica de la misericordia es su mejor remedio. Antes de cualquier otra pregunta, antes incluso que la pregunta por la justicia, habría que hacerse la pregunta por el amparo. Porque el amparo hace referencia a la más básica digni-dad. Y, dado que toda persona, toda realidad, es digna, es por ello mismo mere-cedora de amparo. Después vendrá lo demás.

Memoria y olvido: Las dos cosas son necesarias en la vida y en la relación huma-na y fraterna. Memoria para no tropezar en la misma piedra, para devolver la dignidad a quien se quiso arrebatar. Sin memoria la vida se vuelve peligrosamen-

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te superficial. Y luego, olvido, no tener siempre archivados los agravios, vaciar la “papelera” de las ofensas cotidianas que anidan en el corazón, se quedan y ter-minan por hacernos amarga la vida. Un olvido saludable, generoso, oferente, no destalentado y superficial.

Esto hay que celebrarlo: El componente celebrativo lo tenemos muy limitado a celebraciones oficiales, religiosas o sociales. Pero habría de saltar esos límites y anegar el camino humano. Lo que se celebra, lo lúdico, lo festivo, lo cantado, es algo que entra por una vía de gozo al fondo del corazón. Por eso es tan impor-tante, porque lo festivo aleja y contiene los inevitables desamparos existencia-les. De ahí que las madres celebran los éxitos de sus hijos quizá no tanto por ellas mismas, sino para alejar los desamparos de los hijos a los que aman. Esa mecánica relacional es exportable a las otras relaciones humanas, incluida la comunitaria.

5. Itinerario misericordioso

Los trabajos de amparo fraternos, son trabajos “maternos”. Hay que intentar

que nuestros itinerario relacionales tengan calidez, pero no esa calidez estereotipada del modelo religioso, sino desde el corazón. Todo se contagia: el hielo y la calidez también.

6. Palabras que alientan Y el discípulo dijo: "¿Es la pregunta a Dios pregunta a Dios solo?". Y el maestro respondió: "Dios cambia con nosotros. Dejó de ser Dios antes de existir, porque Él no existe más que por nosotros". Y añadió: "Para ser, cada vez, la invariable pregunta a la infinita pregunta a nosotros mismos".

Edmond Jabès

VII CREO EN LA COMUNIDAD SOSTENIDA POR LA MISERICORDIA,

ANCLADA EN ELLA, BUENA DE CORAZÓN Y DE VIDA SIMPLE

1. Pensamiento inicial

“No vacilar en nuestros propósitos es la más segura manera de suprimir las sutilezas de la inteligencia y los matices de la sensibilidad, que son el mayor encanto de la vida” (N. Gómez Dávila).

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No hemos de temer vivir en un cierto desamparo institucional y personal. pre-tender tenerlo todo claro y perfilado es un imposible. Más aún, en lo inacabado anida la misericordia. La bondad y la sencillez son hermanables con la fragilidad.

2. La luz de la Palabra: Rom 14,1-9

“Acoged al débil en la fe, sin discutir sus razonamientos. Hay quienes creen

poder comer de todo; otros flaquean y comen verduras. El que come, no desprecie al que no come; y el que no come, no juzgue al que come, pues Dios lo ha acogido. ¿Quién eres tú para juzgar a un criado ajeno? Que se mantenga en pie o que caiga es asunto de su amo; pero se mantendrá en pie, porque el Señor puede sostenerlo. Hay quien distingue unos días de otros y hay quien considera que todos son iguales; que cada cual siga sus propias convicciones. El que se preocupa de observar un día, se preocupa por causa del Señor; el que come, come por el Señor, pues da gracias a Dios; y el que no come, no come por el Señor y da gracias a Dios. Ninguno de noso-tros vive para sí mismo y ninguno muere para sí mismo. Si vivimos, vivimos para el Señor; si morimos, morimos para el Señor; así que ya vivamos ya muramos, somos del Señor. Pues para esto murió y resucitó Cristo: para ser Señor de muertos y vivos”.

La carta a los Romanos es el texto paulino de mayor calado, texto de madurez

(el último de los paulinos). En él Pablo ha hecho un descubrimiento formidable: Dios ha ideado en Jesús un mecanismo de rehabilitación que le vale a la persona la posibi-lidad de una vida totalmente nueva, libre de cualquier constricción (la ley, el pecado, la muerte como paradigmas opresores). Esa nueva vida según el espíritu es la que abre los horizontes de la existencia. Se puede respirar, se puede aspirar a lo nuevo, se puede pensar que cualquier situación tiene salida, se puede creer que la libertad existe y es posible, se puede aspirar a vivir sin ataduras, hay maneras de entender las fragilidades históricas (la culpa, el miedo, etc.) sin que éstas te hundan.

Pero Pablo no es un iluminado. Él percibe que esa formidable intuición ha de verterse en el molde concreto de lo comunitario con sus minuciosos y peculiares di-namismos. La vida en comunidad desvela la evidencia de si se ha entendido o no la rehabilitación de Jesús. Por eso mismo, el cauce comunitario es decisivo.

Y en este texto pone Pablo el cimiento de ese estilo de vida nuevo vivido en el molde de la comunidad: débiles y fuertes han de poder vivir juntos. Esto será impo-sible sin comprensión y misericordia. Estas han de manifestarse en flexibilidad, res-peto y comprensión, yendo al fondo del asunto: que se está unido en torno a Jesús, que Él interesa, que Él es lo importante. El resto siempre puede ser relativizado. Esto no es mero transigir con asuntos cuestionables, no es pasar sin dar importancia a las cosas, no es mirar para otro lado. Se trata de entender que, seamos como seamos, tenemos un hueco en la comunidad porque tenemos un hueco en el interior de Je-sús. Lo demás, sigue siendo relativo. Todos “somos del Señor”. No es uno de otro, sino todos de él. De ahí que haya que ser flexibles con comidas, días señalados y otras prácticas a las que los mecanismos religiosos se aferran tenazmente. Es algo relativo. Lo importante es “ser del Señor”. Y eso incluye la misericordia. Ese es el verdadero cimiento de la comunidad. Sin este cimiento el edificio de la fraternidad se tambalea. Y se puede afianzar con cosas sencillas que hablen de un corazón aco-

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gedor y que se tienda a comportamientos sencillos, lejos de las “complicaciones” de los sistemas religiosos.

3. MV 10

“La misericordia es la viga maestra que sostiene la vida de la Iglesia. Todo en

su acción pastoral debería estar revestido por la ternura con que se dirige a los cre-yentes; nada en su anuncio y en su testimonio hacia el mundo puede carecer de mi-sericordia”.

Es preciso hacer verdad estos asertos hermosos para que no se desvirtúe el

mensaje cristiano. Y es preciso hacerlo en lo concreto de la vida comunitaria. Los comportamientos antimisericordiosos son una siembra de desconfianza. Estar “re-vestidos de ternura”, mezclados a ella tendría que hacer cambiar muchas prácticas religiosas que no la incluyen porque están en otro ámbito, tienen otras preocupacio-nes.

4. Aplicaciones

La puerta del misterio de Dios y del misterio de la persona: Esa puerta no es otra

que la acogida que no pone requisitos, la apertura que se hace sin condiciones previas. Por eso mismo, la misericordia sin acogida es imposible. Los prejuicios, las generalizaciones, los estereotipos, son velos que ocultan que el sentido de la vida es vivir con y para y el otro. Y que el sentido de la misma fe es parecido: ser uno con Dios. Es preciso reducir lo más posible la influencia nociva de tales anti-valores y llegar a la clarividencia de que vivimos por la acogida de Dios y por la acogida de las personas.

Sostenidos por un Jesús acogedor y misericordioso: No por nuestros andamiajes sistémicos, por nuestras por otra parte necesarias planificaciones. Jesús está en el fondo de la vida sosteniéndola, siendo cimiento de este edificio histórico que es frágil. Quien se siente sostenido por otro quizá el mismo se convierta en sos-tén para un tercero. Del mismo modo que, para curar, necesitamos sanadores heridos, para sostenernos necesitamos sostenedores sostenidos, gente que haya experimentado que a él también lo sostienen. De lo contrario, brotará la certeza de que se está en un nivel moral superior. Y desde ese nivel, la misericordia co-mo cimiento de la comunidad será una realidad imposible.

Las convicciones personales son sagradas: Incluso aunque estén equivocadas. Habrá que trabajar para ayudarles a salir del error, pero son sagradas. Cuando una persona adulta toma una decisión, aunque no nos guste, habrá que respe-tarla. Si este respeto básico no existe entre los miembros de la comunidad, el cimiento se resquebraja y la misericordia se evapora. Otra cosa es que las con-vicciones sean discernibles, cuestionables incluso. Pero la comunidad ha de ser ágil para respetarlas en su diversidad y en sus modos con frecuencia extraños y paradójicos.

¿Qué es “ser del Señor”?: No puede ser un simple pensamiento, un “dulce pen-samiento”. Tiene que ser algo más. No puede confundirse con asuntos de ads-cripción religiosa. Tiene que ser algo parecido a ser como Jesús, funcionar con

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sus modos de comportamiento, con sus valores. Y si esto es así, ser de Jesús es, ante todo, funcionar con misericordia, porque es la nota básica que define el ser de Jesús. Si la comunidad no es del Señor, si no funciona con misericordia, no cumple el requisito básico del grupo cristiano.

El testimonio de una comunidad misericordiosa: No será tanto un testimonio ideológico cuanto vital. Y una manera sencilla de concretizarlo es, como decía el Hno Roger, construir comunidades buenas de corazón y de vida simple. Comuni-dades en las que se perciba que sus miembros se acogen, respetan, acompañan y quieren. Comunidades de vida sencilla, ajustada a sus pretensiones, disfrutado-ras de los más sencillos gozos de la vida. Con eso, se hace el mejor testimonio, aunque no haya carga religiosa explícita, sin estar ésta descartada.

5. Itinerario de misericordia

Mira a tu propia comunidad con mirada acogedora; sopesa con discernimien-

to lo que tiene de bueno y no tanto. Termina por creer que es hoy para ti lugar de vida y de fe. Intenta colaborar al testimonio de una vida sencilla y de corazón bueno.

6. Palabras que animan

NO hay nadie miserable si levanta los ojos en la noche y percibe la piedad de los cielos en la lenta deriva de las constelaciones. Eloy Sánchez Rosillo

VIII CREO QUE LA VIDA COMUNITARIA PUEDE SER VIVIDA COMO UN OASIS DE MISERICORDIA EN EL QUE SE PUEDE SER UNO

MISMO ANTE EL OTRO Y DONDE LAS FRAGILIDADES SE CON-VIERTAN EN IMPULSOS DE VIDA

1. Pensamiento inicial

“Siempre he sabido que en el fondo del corazón de todos los seres humanos

hay misericordia y generosidad. Nadie nace odiando a otra persona por el color de su piel, su procedencia o su religión. El odio se aprende, y si es posible aprender a odiar, es posible aprender a amar” (N. Mandela). La misericordia es una aprendizaje, no algo dado sin esfuerzo. La comunidad puede ser lugar donde hacer ese aprendizaje con garantías de éxito. Por eso, el anhe-lo de la misericordia habrá de ir parejo al anhelo de una vida en comunidad.

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2. La luz de la Palabra: Jn 21,15-17

“Cuando acabaron de almorzar, le preguntó Jesús a Simón Pedro: -Simón, hijo

de Juan, ¿me amas más que estos? Le respondió: -Señor, sí; tú sabes que te quiero. Le dijo: -Apacienta mis corderos. Le preguntó de nuevo, por segunda vez: -Simón de Juan, ¿me amas? Le respondió: -Señor, sí; tú sabes que te quiero. Le dijo: Pastorea mis ovejas. La tercera vez le preguntó: -Simón de Juan, ¿me quieres? Pedro se puso triste porque la tercera vez le había preguntado: “¿Me quieres?”, y le respondió: -Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que te quiero. Le dijo: Apacienta mis ovejas.

Jn 21 es un apéndice del EvJn con trasfondos comunitarios. Quizá el de la jus-

tificación de las comunidades petrinas frente a las paulinas. Cosas del siglo I. Hay quienes dicen, incluso, que la triple aseveración de que Pedro ama a Jesús alude y reorienta la triple negación de Jn 18. Cosas de la piedad.

Pero, desde el punto de vista textual, hay algo que, quizá, nos puede ser de interés. Hay un juego de palabras entre dos verbos de parecido significado: agapao y fileo. El primero es amor de amante, el segundo amor de amigo. El primero es amor a tumba abierta, total, entrega absoluta, donación sin límites. El segundo es amor de relación, de respeto, de aprecio, de cariño, de generosidad, amor de amistad que no demanda la entrega “del alma”. Ambos son amores hermosos, pero hay una diferen-cia de nivel.

Pues bien, Jesús pregunta a Pedro si le ama y emplea agapao. Pedro le res-ponde diciendo que le ama con fileo, es decir, Pedro percibe su fragilidad y no se atreve a lanzarse al amor a fondo y se queda en el amor de amistad que quizá pueda llegar a ser algún día amor de fondo. Por eso, cuando le dice por tercera vez si le ama, Jesús emplea fileo. O sea: me amas con todas tus dificultades. Eso “entristece” a Pedro porque es la cruda realidad. El camino al amor de Jesús a fondo ha de pasar por aceptar las propias limitaciones. Un amor que no pasa por ellas no es realista y en el momento de la dificultad hará crac. Lo mismo pasa con la relación comunitaria (san Ignacio decía que los jesuitas habrían de ser “amigos”, no hermanos, esto es mucho pedir).

De cualquier manera, es interesante que Jesús no retira a Pedro su tarea pe-trina de “apacentar”, de confirmar la fe de sus hermanos. La debilidad no es óbice para la función de animar la fe. No le retira su confianza porque quizá Pedro, tras la comprobación de su evidente fragilidad, de su ser Cefas (piedra, testarudez, dificul-tad para entender la propuesta de Jesús), esté en mejores condiciones reales para confirmar la fe de sus hermanos.

3. MV 12

“La primera verdad de la Iglesia es el amor de Cristo. De este amor, que llega

hasta el perdón y al don de sí, la Iglesia se hace sierva y mediadora ante los hombres. Por tanto, donde la Iglesia esté presente, allí debe ser evidente la misericordia del Padre. En nuestras parroquias, en las comunidades, en las asociaciones y movimien-tos, en fin, dondequiera que haya cristianos, cualquiera debería poder encontrar un oasis de misericordia”.

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El Papa emplea la expresión “oasis de misericordia” y dice que eso deberían

ser las comunidades de cara a cualquier persona. Pero difícilmente podrán serlo si, de cara al interior del grupo, no se vive en el gozo de ese “oasis”, sabiendo que es un lugar buen para una experiencia de misericordia, de humanización. Si se ve que eso es así al interior de la comunidad, la sociedad percibirá más claramente el valor de la misericordia.

4. Aplicaciones

Una casa que acoge la propia historia: Somos muy celosos guardianes de nuestra

historia personal. Difícilmente la ponemos sobre la mesa de la comunidad, sobre todo en sus lados más cuestionables. Sin embargo, si queremos que la comuni-dad sea oasis de misericordia habremos de pensar que no hay mejor ámbito para que nuestra historia sea acogida que el de la comunidad. Si por desconfianza, temores, o malas experiencias de relación eso todavía no se da, hay que animar-se a seguir trabajando. La comunidad que acoge la historia de sus miembros tie-ne un cimiento muy fuerte para la buena relación.

¿Es posible ser uno ante el otro?: Es el nivel máximo de acogida y de verdad: que, sabiendo el otro cómo eres, te permita ser tú mismo, hacer tus procesos, tus caminos, andar las experiencias que se crean oportunas para la construcción de la persona. ¿Es esto posible o hay que renunciar como si se pidiera algo exce-sivo a la VR? Quizá sea un horizonte de no fácil alcance. Pero quitarlo de salida del anhelo de la VR sería empobrecerla. Por lo menos, podríamos mantenerlo como anhelo, como sueño, siempre que hagamos algo en esa dirección para que no sea una mera ensoñación.

Tenaces en la relación: Porque es en la relación donde se juega la posibilidad de entrar en el gozo y el sentido de la vida común. De ahí que en persistir en ella, más allá de fracasos anide el éxito. Persistir sin que éstos agosten el potencial de amor que hay en la persona. Para ello, ser pacientes, aprender a relativizar, res-pirar cuando nos oprima el interior, colaborar sencillamente, seguir siendo ama-bles y cercanos. Son las puertas abiertas que pueden propiciar una mejoría en la relación, un aguante sin heridas profundas.

La gozosa resiliencia: Porque, experimentada la fragilidad, podemos hacer de esta no un mar donde naufraguemos, sino un trampolín que nos dé nuevos arrestos para seguir en el empeño de la construcción de la fraternidad acogedora y misericordiosa. Tenemos dentro resortes y fuerzas que, activados, nos pueden llevar, en el momento del conflicto, a entrever posibilidades nuevas que antes no veíamos. Eso nos ayudará no solamente a no echarnos a la cuneta del des-aliento, sino a recabar, en nosotros y en los demás, las energías interiores para seguir construyendo la obra común.

Mantener la confianza: Experimentada la fragilidad del hermano, tendemos a retirarle la confianza. No hace eso Jesús con Pedro. ¿Cómo mantener la confian-za después del fracaso? Con una valoración más ecuánime del hermano: si antes valía, algún valor seguirá manteniendo. Con una lectura ajustada a la realidad: no todo es fallo en el hermano. Con la sensatez que da segundas oportunidades aunque luego evalúa a ver cómo van las cosas. En cualquier caso, si el fallo nos

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hace retirar la confianza al hermano es que todavía la misericordia no se ha ins-talado en nuestra casa.

5. Itinerario de misericordia

Elabora pensamiento y sentimientos sobre tu propia fragilidad y la de tu gru-

po. Cree que puede ser integrada en el itinerario comunitario. No entres en fases de desaliento por la evidencia de que nuestro género de vida “no da mucho”. Cree en la posibilidad de estar a gusto con tu grupo. Anhela una vida de acogida fuerte. Trabaja en esa dirección.

6. Palabras que animan

TAMBIÉN sucede a veces ser más libre y de nuevo salir a cielo abierto. Y no saber si es que llegó la hora o una mano callada fue guiándote a los naranjos de esta calle tibia, con los frutos de luz redonda y clara como puerta de nuevo hacia las cosas. Has debido cruzar sin darte cuenta aquella encrucijada de hace tiempo. Pero esta vez quién susurraba, cómo encontraste tú mismo la salida. Y ya, libres de escamas, son tus manos un agua sin memoria derramándose con ojos asombrados por el mundo. Tiene el perdón su hora, como el trigo. Vagamente recuerdas que hace tiempo llevabas una carga, estabas solo. O acaso, en una carta gris, te extraña tu vieja letra. Pero se ha cerrado esa herida, y lo sabes: has nacido. Joaquín Moreno Pedrosa

IX

CREO QUE LA MISERICORDIA HACE AL SEGUIDOR DE JESÚS CREÍBLE EN LA VIDA. CREO QUE LA MISERICORDIA PUEDE SER

MOTOR DE HUMANIDAD Y FUENTE DE VERDAD

1. Pensamiento inicial

“Nosotros ya no somos cristianos; hemos superado el cristianismo, porque hemos vivido no demasiado lejos de él y sí demasiado cerca, pero sobre todo porque

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es de él de donde hemos salido; nuestra piedad más severa y más delicada a la vez nos impide hoy seguir siendo cristianos” (F. Nietzsche).

Es el pensamiento de un ateo militante. Pero nos puede interpelar. ¿Cómo ser

creíble ante instancias así, ante la instancia de la secularidad actual? Quizá haya que comenzar aceptando que, como lo reconocen desde Ezequiel hasta el Vat.II, nuestros estilos de vida han conllevado la semilla de la increencia porque, en lugar de ser esti-los misericordiosos y humanos, han sido otra cosa.

2. La luz de la Palabra: 1Pe 3,13-17

“Y además, ¿quién podrá haceros daño si os dais con empeño a lo bueno? Pe-

ro aun suponiendo que tuvierais que sufrir por ser honrados, dichosos vosotros. No les tengáis miedo ni os asustéis; en lugar de eso, en vuestro corazón reconoced al Mesías como a Señor, dispuestos siempre a dar razón de vuestra esperanza a todo el que os pida una explicación, pero con buenos modos y respeto y teniendo la con-ciencia limpia. Así, ya que os difaman, los que denigran vuestra buena conciencia cristiana quedarán en mal lugar. Más valdría padecer porque uno hace el bien, si tal fuera el designio de Dios, que por hacer el mal”.

1Pe es una carta escrita a cristianos emigrados que sienten el desamparo de

ser una tremenda minoría en el ancho mar del paganismo. El autor quiere decirles que tienen en la comunidad una patria (no se trata tanto de la patria del cielo). Por ello, pueden vivir con sosiego su extranjería social y creyente.

Es cosa curiosa que, más allá de los cuestionables códigos domésticos que 1Pe maneja, la espiritualidad que elabora este texto no es, contra lo que se podría espe-rar de un texto dirigido a una minoría, algo cerrado, displicente con la mayoría, en-quistado en el pequeño grupo que busca amparo en sus pequeños y delimitados per-files. Por el contrario, el autor anima a abrirse a la sociedad pagana, a confraternizar con ellos, a sentirse ciudadanos, aunque las dificultades sean muchas.

Darse a lo bueno ha de ser una constante más allá de incomprensiones y de sufrimientos. El autor cree que el bien triunfa sobre el mal y que éste no tendrá la última palabra. Incluso cree que es posible dar razón de una esperanza (no de una religión), algo que engloba también a los paganos, pues a ellos también les afecta el futuro, el horizonte, la esperanza. Las formas también son importantes, el respeto y los buenos modos ya que indican estratos más hondos de comprensión, sintonía y misericordia. Esta actitud de benignidad crítica no está exenta de sufrimiento pero constituye la base de una misericordia social real que pueda ser motor de transfor-mación y fuente de un amor verdadero.

3. MV 12

“Es determinante para la Iglesia y para la credibilidad de su anuncio que ella

viva y testimonie en primera persona la misericordia. Su lenguaje y sus gestos deben transmitir misericordia para penetrar en el corazón de las personas y motivarlas a reencontrar el camino de vuelta al Padre”.

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La misericordia es una realidad determinante para la credibilidad. Mientras estemos sujetos a la norma y dejemos de lado la misericordia, pretender ser creíble del amor de Jesús es muy difícil. Por eso hay que cuidar en lenguaje y los gestos, los comportamientos cotidianos. Si no la puerta del corazón se cierra y la conexión con el misterio de Dios se hace imposible.

4. Aplicaciones

Creíbles por la misericordia y la entrañabilidad: No tanto por la pretendida fuer-

za de los argumentos o por la relevancia de las obras. Al final nos hacemos creí-bles por la misericordia y la ternura. Lo demás, queda en suspenso. Por eso mis-mo habrá que recuperar la calidez no solamente de la doctrina, sino de los com-portamientos, las miradas, las actuaciones concretas. Si esa calidez escasea, si el “hielo” persiste, no es fácil que la comunidad cristiana se haga creíble en esta sociedad.

Humanizar, la gran tarea: Si queremos que la misericordia sea realmente motor de humanidad, en pura lógica, la tarea pendiente es humanizar la vida y la expe-riencia creyente. En esta segunda, la gran tarea de la espiritualidad y de la teolo-gía misma es hacer un Dios mas “humano”. Deshumanizar a Dios, poner en el le-jano pedestal de lo distinto es hacerle un flaco favor al Dios de la misericordia que Jesús nos ha mostrado como vecino de nuestro barrio, acompañante de nuestros caminos, compartidor de nuestra suerte. Temer rebajar a Dios por su humanización es un vano temor. Por el contrario, lo divino entra por la humani-zación en la verdad de la persona. Y también, humanizar la experiencia creyente, conectarla más con lo humano, darle más arraigo antropológico, para no crear superestructuras muy amenazadas de autoengaño.

Un amor social discernido: Porque no se trata de vivir en la sociedad con un “buenismo” sin fuste. Por eso es necesario el discernimiento continuado sobre nuestro amor a la sociedad. Pero ello no ha de ser obstáculo para apearse del empeño de mirar y compartir la vida social con aprecio, con respeto y con amor. Solo de esta manera nos haremos fuerte ante la negativización, el desafecto e, incluso, el odio social.

La benignidad crítica: Es la gran propuesta espiritual para ser creíble en el seno de la sociedad. Benignidad quiere decir proclividad del corazón, lectura desde la bondad, aprecio de lo positivo, certeza de que el bien anida en los pliegues el alma de las personas. Y ello sin abandonar una actitud crítica, sensible a la justi-cia y a la verdad, ya que pretender la misericordia sin verdad y sin justicia es desvirtuar las cosas. La benignidad crítica puede ser un camino sensato y cordial de conexión social y un antídoto contra el peligro de desclasamiento social con el que está amenazada la VR.

Desvelar el rostro de “la otra sociedad”: Porque quizá existe una sociedad distin-ta a la que vemos, a la que presentan los medios en primera instancia, a la que se refieren los tópicos. Una sociedad interesada por los valores de la profundi-dad, apreciadora de la belleza y del bien, solidaria entrañablemente en la des-gracia, agradecida con la vida y con la misma muerte. Esa sociedad existe, aun-que no aparezca en primera instancia y sea necesario hacer lecturas ahondadas de lo que nos pasa.

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5. Itinerario de misericordia

Por encima de tópicos, intenta hacer una lectura benigna y crítica de la socie-

dad hasta percibir que hacer parte de ella, como hacer parte de una familia, es una suerte, más allá de las innegables limitaciones. Iniciar o continuar caminos de recon-ciliación social; agradecer la alegría y el disfrute que nos viene del lado de la socie-dad. Desde ahí podremos entender que la misericordia pueda ser fuerza social de transfoirmación.

6. Palabras que animan

DESDE la tierra al aire y desde el agua al fuego, y regresar mil veces desde el fuego a la tierra y desde el aire al agua, combinando en mil formas los elementos puros de la vida, de acuerdo con el tenaz designio y el impulso de un orden. Sin principio ni fin, indeclinablemente. Y acatar el designio del ser, que se pronuncia en un hombre, en un pájaro, un árbol o una piedra, y allí respira y canta, allí crece o se abisma un minuto, años, siglos, y luego se diluye y brota de otro modo en otra parte, en otra latitud del espíritu que determina el ritmo de cuanto fue creado. Porque hay acabamiento --polvo, fragmento triste, mandato de la muerte-- sólo en las ilusorias y caducas presencias que la materia finge y sin pausa abandona, no en lo que indivisible y luminoso habita la casa sosegada de lo eterno. Eloy Sánchez Rosillo

X CREO EN EL TESTIMONIO DE LA MISERICORDIA, TESTIMONIO DE CORAZÓN ENTREGADO, DE PASIÓN POR LA VIDA Y POR

AQUELLO QUE NI LOS OJOS VEN NI LOS OÍDOS OYEN

1. Pensamiento inicial

“Quien dijo que todo está perdido, yo vengo a ofrecer mi corazón… No será tan fácil, ya sé que pasa, no será tan simple como pensaba” (Fito Paez).

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Mientras haya corazón entregado hay esperanza de que la misericordia brote, aunque sea entre las piedras. Pero la cosa tiene su dificultad. Hay que dar el paso de los anhelos a los caminos andados.

2. La luz de la Palabra: Mc 9,30-37

“Se marcharon de allí y fueron atravesando Galilea; no quería que nadie se ente-

rase, porque iba enseñando a sus discípulos. Les decía: -Al Hombre lo van a entregar en manos de ciertos hombres, y lo matarán; pero, después de que lo maten, a los tres días resucitará. Pero ellos no entendían aquel dicho y les daba miedo preguntar-le. Y llegaron a Cafarnaún. Cuando llegó a la casa, les preguntó: -¿De qué hablabais por el camino? Ellos guardaron silencio, pues en el camino habían discutido entre ellos quién era el más grande. Jesús se sentó, llamó a los Doce y les dijo: -Si uno quie-re ser primero, ha de ser el último de todos y el servidor de todos. Y cogiendo un criadito, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo: -El que acoge a un chiquillo de estos como si fuera a mí mismo, me acoge a mí; y el que me acoge a mí, no es a mí a quien acoge, sino al que me ha enviado”.

Pertenece este texto a la catequesis que Jesús hace a sus discípulos en privado

(Mc es el único que reporta los temas). A priori podría pensarse que los temas de tal catequesis sean espirituales (Dios, el cielo, la oración, la Palabra, etc.). Pero no, en Mc son temas “sociales”, relacionales. Temas que tienen que ver con la relación mi-sericordiosa con los demás. El Evangelio es libro “social”, trata de aclarar nuestras relación con Dios, con los demás, hasta que amanezca el “reino”.

Esta primera catequesis versa sobre la entrega. Jesús se define y presenta como un “hombre entregado” (de ahí su cercanía a los cantos del Siervo). ¿Cuánto le habrá costado entenderse así? ¿Cuántas lágrimas, quejas, resistencias, huidas, hasta entrar en ese designio del Dios humilde que se entrega a la vida?

No es de extrañar que el discipulado, nosotros, no entiendan. Aunque si tienen miedo en preguntar es que entienden. Lo que pasa es que ellos también tienen que entrar en ese designio y no han hecho todavía el itinerario espiritual de Jesús. Están aún en el nivel de “quién va a ser el jefe”. La misericordia entregada es el nivel últi-mo del asunto, aquel en ya no cuenta la autorreferencialidad y se ha salido de la conciencia aislada.

Jesús da dos vueltas de tuerca al asunto: primera: para ser primero según el reino hay que ser último, hay que entregarse. Esto es difícil si no se introduce en el imagi-nario la idea de un Dios menor y de un Jesús, él mismo, en el último puesto (como dice Foucauld). La segunda: un criadito es un prototipo de desamparo, no tiene el amparo de su padre, porque está sirviendo en casa ajena. Es preciso entregarse en el único amparo del Padre. ¿Puede el discipulado entrar por ese camino? Como deci-mos, es el último nivel de la espiritualidad de la misericordia.

3. MV 15

“No caigamos en la indiferencia que humilla, en la habitualidad que anestesia el

ánimo e impide descubrir la novedad, en el cinismo que destruye. Abramos nuestros ojos para mirar las miserias del mundo, las heridas de tantos hermanos y hermanas

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privados de la dignidad, y sintámonos provocados a escuchar su grito de auxilio. Nuestras manos estrechen sus manos, y acerquémoslos a nosotros para que sientan el calor de nuestra presencia, de nuestra amistad y de la fraternidad. Que su grito se vuelva el nuestro y juntos podamos romper la barrera de la indiferencia que suele reinar campante para esconder la hipocresía y el egoísmo”.

Toda la espiritualidad de la misericordia se bloquea cuando uno se encierra en sí

mismo como único ámbito de vida. La misericordia demanda salir, ir a, abrirse para compartir experiencias comunes. Y todo ello no desde una pretendida superioridad moral, sino desde la más elemental fraternidad humana.

4. Aplicaciones

La misericordia no es negacionista, sino posibilitadora: O sea, que para hacer el

camino de la entrega no hay que creer que eso me anula, que tengo que hacerlo para negarme, que la tristeza y la entrega son hermanas. Hay que funcionar con otros parámetros: la suerte que es entregarse; la indudable riqueza que recibo cuando me entrego; el gozo que nace de dentro cuando me doy al otro; las gra-cias que tengo que dar a quien me entrego porque me posibilita amarle. Esto no es lírica; es preciso creer que es una realidad.

Camino de realización: Se puede estar contento sirviendo. Por eso, me puedo realizar en esa línea. No es solamente el otro quien sale beneficiado. Lo más mío, mi razón de ser en el mundo, el sentido de mi caminar también sale beneficiado. Incluso hay que pensar que de la entrega que brota de la misericordia siempre se sacan “beneficios”. Si no los vemos palpablemente es que aún nos falta un ca-mino por recorrer.

Más allá de la autorreferencialidad y la conciencia aislada: Temas que subraya el Papa Francisco en EG. Estas hacen imposible la entrega y la misericordia porque se ciñen a lo estrecho del mundo de uno. Hay que romper esas fronteras peque-ñas, estrechas. La misericordia demanda espacios amplios. Para ser testimonio de misericordia es preciso tener interés por ámbitos ciudadanos y sociales que vayan un poco más allá de los muros de la casa. Fuera hay vida y ahí es donde es preciso construir itinerarios de misericordia.

Curso de amor a la vida: La misericordia demanda un amor incondicional a la vi-da. Para ello, habría que hacer y aprobar una especie de curso de amor a la vida, pues venimos de espiritualidades que iban en otra dirección (el Kempis, por ejemplo). ¿Cómo se va a ofrecer un camino de misericordia a una realidad, la so-cial, a la que no amamos?

Entregarse a lo “trascendente”: No entendido como algo del más allá, de lo di-vino, de lo religioso. Sino a eso que no se ve ni se oye pero está ahí. A esa música callada de la espiritualidad básica, a esos movimientos de lo humano en lo pro-fundo que tienen que ver con la profundidad en su sentido más amplio. Nos de-finimos como religiosos, pero no estaría mal definirnos como gente trascenden-te, que sabe mirar adentro, que se sitúa en perspectivas que no son comunes. Gente de mística, algo así, de ebullición, de pasión, de ánimo a prueba de limita-ciones.

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5. Itinerario de misericordia

No te apees de la certeza del valor de la entrega. Ten por seguro que la mirada

misericordiosa es buena para generar entregas. Desde ahí podrás mirar en dirección de lo profundo. Desde ahí podrás respirar mejor.

6. Palabras que animan No los viajes. No el sexo. No aventura ninguna. No el deporte. No los libros. Ni el arte. Ni la música. ¿Quién nos redime de la totalidad de la melancolía, de la totalidad de la tristeza, de la totalidad del dolor en el alma, sino Tú, tu delicada perpendicular hecha sólo de amor? Juan Antonio González Iglesias

XI CREO EN LA MISERICORDIA COMO BÁLSAMO DE HERIDAS,

COMO SOSIEGO DE INQUIETUDES, COMO ALEGRÍA INARREBA-TABLE

1. Pensamiento inicial

“Y en esto quiero conocer si tú amas al Señor y a mí, siervo suyo y tuyo, si hicie-

ras esto, a saber, que no haya hermano alguno en el mundo que haya pecado todo cuanto haya podido pecar, que, después que haya visto tus ojos, no se marche jamás sin tu misericordia, si pide misericordia. Y si él no pidiera misericordia, que tú le pre-guntes si quiere misericordia. Y si mil veces pecara después delante de tus ojos, áma-lo más que a mí para esto, para que lo atraigas al Señor; y ten siempre misericordia de tales hermanos” (San Francisco de Asís: Carta a un superior).

Las situaciones de no fácil solución pueden tomar otro rumbo si hay de por me-

dio una actitud misericordiosa y humanizadora. A veces es la única medicina para situaciones de dificultad. La misericordia en la mirada es síntoma de que está tam-bién en el corazón.

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2. La luz de la Palabra: Gén 50,15-21

“Al ver los hermanos de José que había muerto su padre, se dijeron: -A ver si José

nos guarda rencor y quiere pagarnos el mal que le hicimos. Y mandaron decirle: ‘An-tes de morir tu padre nos encargó: Esto diréis a José: Perdona a tus hermanos su cri-men y su pecado y el mal que te hicieron. Por tanto, perdona el crimen de los siervos del Dios de tu padre’. José, al oírlo, se echó a llorar. Entonces vinieron los hermanos, se echaron al suelo ante él y le dijeron: -Aquí nos tienes, somos tus siervos. Pero José les respondió: -No tengáis miedo. ¿soy yo acaso Dios? Vosotros intentasteis hacerme mal, pero Dios intentaba hacer bien para dar vida a un pueblo numeroso, como hoy somos. Por tanto, no temáis; yo os mantendré a vosotros y a vuestros hijos. Y los consoló hablándoles al corazón”. El libro del Génesis tiene como tema principal el de la Alianza y los avatares de su transmisión. Pero tiene un subtema que tiene que ver mucho con la misericor-dia: si a los humanos les es posible o no el vivir como hermanos. Génesis dice que es muy difícil, pero siempre queda un margen de posibilidad. Y ese margen se mantiene gracias a la misericordia. El texto tiene que ver con la última de las historias de fraternidad del Génesis: la dura relación entre José y sus hermanos, unos hermanos que venden a su her-mano. El Génesis dice que es posible llegar a una cierta reconciliación, pero siempre quedan miedos y trasfondos que hay que trabajar. En primer lugar está el miedo a la persona que no terminan nunca de ser su-perado. Solo el remedio de la misericordia fraterna podrá ser eficaz. De lo contrario, el miedo nos atenazará y nos echaremos atrás en la construcción de un camino de fraternidad. Mirar con misericordia lo negativo de la propia historia, personal y gru-pal, puede abrir puertas insospechadas. En segundo lugar, la necesidad de un perdón reiterado. Hay que ser muchas veces misericordioso para llegar a ser alguna vez del todo. Es precio hacer cada día prácticas de misericordia si se quiere que, algún día, alboree en nuestro grupo la hermosa mañana de una vida compasiva. Además, son precisas lágrimas y postraciones, verdadera conmoción interior. Con unas entrañas endurecidas por los distanciamientos o rencores mantenidos, pre-tender la misericordia es un imposible. En cuarto lugar, es preciso creer que en todo proceso de construcción de la misericordia Dios está acompañándonos. No es solamente obra nuestra. Él siempre está ahí sugiriendo, animando, facilitando los procesos históricos que lleven a mirar con benignidad al hermano y a la realidad. Y, finalmente, es necesario el consuelo que habla el lenguaje del corazón. Ese es el lenguaje propio de la misericordia: apunta al corazón y tiende a mover el cora-zón para que las heridas no hagan tanto daño, para que el sosiego venga de nuevo a la persona y para que la alegría que se mezcla a las lágrimas, alegría inarrebatable, sea posible.

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3. MV 15

“Cuántas heridas sellan la carne de muchos que no tienen voz porque su grito se

ha debilitado y silenciado a causa de la indiferencia de los pueblos ricos. En este Jubi-leo la Iglesia será llamada a curar aún más estas heridas, a aliviarlas con el óleo de la consolación, a vendarlas con la misericordia y a curarlas con la solidaridad y la debida atención”. Cuando se habla de misericordia es preciso hablar, a la vez, de heridas y de su curación o, al menos, del deseo de curarlas. Porque los trabajos evangélicos se resu-men, como ocurrió en la vida de Jesús, simplemente en “curar”. A eso estamos lla-mados/as.

4. Aplicaciones Heridas cronificadas: las más difíciles de curar porque, quizá, se ha desistido de

su curación, vista la enorme resistencia que ofrecen. Las dejamos de lado porque no sabemos cómo abordarlas; no hablamos de ellas para que no se rompa la quebradiza paz comunitaria. Pero están ahí y merecen una mirada de misericor-dia. Quizá no arregle la cosa, porque, tal vez, no tiene solución a la mano. Pero esa mirada puede romper el hielo que rodea el problema y un día se las podrá acoger y quizá sea el comienzo de su curación.

Bálsamo que no enajena: Así es la misericordia. Porque, a veces, usamos bálsa-mos que enajenan (el trabajo, la actividad, la distracción, el fútbol, la calle, etc.) o, cuando menos, no nos enriquecen mucho. La misericordia no es así porque su bálsamo pasa por el encaramiento y la aceptación benigna de nuestra situación. Y luego, abre horizontes de gozo que antes no se imaginaban.

Sosiego para un futuro que no veremos: Ya que el futuro es una instancia de desasosiego real para muchas personas, para no pocas instituciones. La miseri-cordia puede ser bálsamo que sosiegue al saber que nuestros días están en las palmas de un Padre misericordioso y de unos hermanos/as que aprecian la mise-ricordia. Y quizá desde ahí puedan surgir caminos insólitos.

Como los grandes ríos: Ya lo decía E. Leclerc: “Si confiáramos, pasaríamos la vida tan sosegada como los grandes ríos”. No libres de turbulencias, que también las tienen los grandes ríos. Pero con una calma esencial, con una paz básica que nos ayudaría a asimilar los inevitables avatares de nuestros caminos. Haríamos más vida la confianza en quien decimos confiar.

El apostolado de la alegría: Como lo define el papa Francisco. Para ese apostola-do es muy valiosa la misericordia. La persona percibe cuáles son las raíces de nuestra alegría. Y si encuentra que una de esas raíces es la misericordia, cree que es una alegría de calidad, merecedora de ser propuesta y contagiada. Misericor-dia y alegría son altamente compatibles.

5. Itinerario de misericordia

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Usa con profusión el bálsamo de la misericordia. No tiene efectos secundarios; siempre es productivo. Contribuye al sosiego de tu comunidad y a su gozo. Que con-tagies lo mejor de tu corazón y tengas cuidado con lo menos gozoso para que los demás no carguen con un peso que no les corresponde.

6. Palabras que animan:

NO es el canto del mirlo: es el silencio que nos deja, un silencio que es algo diferente del silencio porque en él suena aún el recuerdo del canto del mirlo. Ni silencio ni canto: lo que ocurre cuando el canto ya ha acabado y aún no ha empezado el silencio. Puedes llamarlo el alma. Miguel D'Ors

XII CREO EN LA FUERZA POLÍTICA DE LA MISERICORDIA, EN SU CA-

PACIDAD PARA REGENERAR LA VIDA SOCIAL, EN SU FUERZA PARA SANEAR SITUACIONES QUE SE DAN POR DESAHUCIADAS

1. Pensamiento inicial

“El amor es la fuerza más humilde, pero la más poderosa de que dispone el mun-

do” (Gandhi). Gandhi atribuía al amor una capacidad de transformación política. De hecho, fue el motor de su pacifismo. Lo mismo se podría decir de la misericordia. Es una vir-tud social, con capacidad para hacer lecturas de la realidad de más contenido hu-mano. Que su nombre no aparezca en los programas políticos no quiere decir que no tenga el potencial social al que aludimos.

2. La luz de la Palabra: Is 58,9b-10.12 “Cuando destierres de ti los cepos, y el señalar con el dedo, y la maledicencia; cuando partas tu pan con el hambriento y sacies el estómago del indigente, brillará tu luz en las tinieblas, tu oscuridad se volverá mediodía… reconstruirás viejas ciudades,

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levantarás sobre cimientos de antaño, te llamarán tapiador de brechas, restaurador de casas en ruinas”. La profecía lucha contra algo que parece inamovible: la persona religiosa cree que los ayunos rituales sirven para granjearse el favor de Dios. Pero la profecía plan-tea no un ayuno ritual, sino social. Ése será el que Dios querrá. Pero el ayuno social tiene un motor y ahí está el quid: el motor es la miseri-cordia, la visión humanizadora de la vida, la percepción de que somos familia huma-na y que la solidaridad entre familiares es lo normal y la violencia lo anormal. De ahí que la misericordia toma el rostro de la generosidad social y deriva en un tipo de sociedad fraterna: sin cepos porque ya no se quiere “atrapar” al otro; sin dedos que señalen a nadie, porque no se quiere condenar a nadie; sin maledicencia porque la benignidad emplea un lenguaje bendiciente. Y las relaciones económicas cobran otro impulso: partir el pan y saciar al indi-gente hace que la luz brille en las tinieblas y que la oscuridad se vuelva mediodía. O sea, el compartir económico, la mitigación de la cruel desigualdad social, alumbra un estado social de cosas nuevo. Son utopías viejas, planteamientos rudimentarios, pe-ro ¿funcionan o no funcionan? De ahí brota la nueva ciudad, aunque asentada sobre las ruinas de la limita-ción, hay posibilidad de una ciudad nueva en la que las brechas no aparezcan y las ruinas se levanten. Creer en la posibilidad de una ciudad nueva solo está en nuestras manos si el motor de la vida se activa con la misericordia.

3. MV 20

“No será inútil en este contexto recordar la relación existente en-tre justicia y misericordia. No son dos momentos contrastantes entre sí, sino dos di-mensiones de una única realidad que se desarrolla progresivamente hasta alcanzar su ápice en la plenitud del amor”. El amor envuelve la justicia y la misericordia. Quizá ahí se halle la “respuesta” a muchas de las aporías humanas, aunque no sea responder mucho. Pero saber que Dios envuelve con amor nuestros anhelos de justicia y nuestros caminos de miseri-cordia habría de animarnos justamente a las dos cosas, a anhelar la justicia y a ser misericordiosos.

4. Aplicaciones Ayunos sociales: Que son a los que apunta la profecía y el Evangelio: el ayuno de

vivir con menos para vivir mejor; el ayuno de vivir sencillamente para que otros sencillamente puedan vivir; el ayuno de vivir una economía de inclusión; el ayuno de paliar en la medida que se pueda la enorme desigualdad económica que nos aflige; el ayuno de no maldecir de la clase política en general; etc. Son ayunos en los que podemos tener parte, en una u otra medida. Únicamente si

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hay una mirada misericordiosa y benigna sobre el hecho social se puede uno animar a esta clase de ayunos.

Somos familia humana: Ya que esta es la verdadera familia, sobre la que se asienta la biológica, la comunitaria o cualquier otra. Pero la fuente de lo familiar está en la familia humana, en su grandeza y humildad. Saberse familia humana habría de dotarnos de una estructura misericordiosa para no renegar nunca de ella, para no abandonar la certeza de que el bien básico anida en cada uno de sus miembros, para esperar un futuro mejor para lo humano.

Podemos aspirar a una “ciudad de seres humanos”: Así lo formulaban los anti-guos monjes del desierto. Hemos de contribuir, en la medida que podamos, a que nuestra ciudad, nuestro barrio, nuestro pueblo, tenga el mayor nivel de hu-manidad posible. Desde los pequeños detalles hasta contribuciones de mayor ca-lado. Despreocuparse de la ciudad, ser poco sensibles a la ciudadanía, no cultivar la amistad cívica, son indicios de carencia de misericordia ciudadana.

Imposibles posibles: Hay logros sociales que nos parecen imposibles. Pero, si les aplicara una cierta dosis de misericordia podrían cobrar un impulso: mirar con misericordia implicativa la posibilidad de que la desigualdad económica y social mengüe; aplicar una dosis de misericordia global a la mezcla de pueblos, a la in-terculturalidad, a la ampliación de las familias con miembros de otros pueblos; poner a funcionar la misericordia con la tierra entendiendo que la cuestión del cambio climático es una cuenta atrás en la que estamos llamados a colaborar; creer que es posible una economía nueva poniendo otra conciencia al dinero y a nuestros bienes. Hoy son imposibles; pero una aplicación del dinamismo de la misericordia social puede que ayude a que estas realidades amanezcan.

5. Itinerario de misericordia

Intenta ver que la misericordia tiene una dimensión social importante. Mira en la

dirección de una sociedad nueva en la que estamos implicados. Siéntete familia hu-mana que aspira a un futuro mejor relacionado, más fraterno. Cree que las colabora-ciones en este campo, aunque sean muy sencillas, pueden tener un valor notable.

6. Palabras que animan Con tan poco como tienes -acordes, palabras, signos...-, temblando a solas, ¿pretendes que te hable el Dios prometido? Mira el jilguero. No es nada: miedo y plumas. Sin embargo, escondido entre las ramas, puede hacer que cante un árbol. José Mateos

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CONCLUSIÓN: CREO QUE, CREYENDO EN LA MISERICORDIA, PODRÉ LLEVAR

UNA VIDA MÁS MISERICORDIOSA

Porque los trabajos de la fe no solamente influyen en el imaginario religioso. A través de este influyen en la vida, en los comportamientos cotidianos. Por eso, el cultivo de la espiritualidad de la misericordia ha de llevar, sin duda, a mejorar los niveles de comportamiento misericordioso. Más aún, el contagio fraterno de este valor evangélico puede ser de gran ayu-da, ya que la debilidad nos cerca, y la “fiera” que anida en nuestro corazón puede ser mejor controlada para dar paso a comportamientos de misericordia común, tan ne-cesaria para la vida en comunidad. Aunque se manifiesta fuera, la misericordia está anclada en los fondos de la persona. Cultivar esos fondos, mediante la oración, la reflexión, el diálogo sereno puede ser una ayuda en nuestro caminar cristiano. Los trabajos de la fe puede también ayudarnos a entender la dimensión social de la misericordia no solamente como de cauce de conexión social, sino también co-mo rostro necesario de una espiritualidad que, como todas, si no adquiere perfiles históricos tiene de diluirse. Que Jesús, hombre de misericordia, impulse nuestros deseos de misericordia y que por ese impulso, pongamos rostro a nuestros anhelos espirituales.

CREO EN LA MISERICORDIA

Creo en la misericordia que anida en el subsuelo de lo humano y nunca desa-parece, aunque la maldad aflore.

Creo en la misericordia que se hermana con la fragilidad y que es casa de am-paro para quien llora en la noche.

Creo en Jesús que impactaba por su misericordia. Para él nada hay más acá ni más allá de ella y desde ella se define a Dios y a la persona.

Creo en el Dios misericordioso que Jesús nos mostró con su vida, alejándome de otras imágenes de Dios y abriéndome al hermoso abrazo se su amor.

Creo en la misericordia y no en el juicio, creo en el amor y no en el temor, creo en la felicidad y no en el pecado.

Creo que Dios es Madre de entrañas buenas, que se acuerda del bien de sus hijos y que disfruta con sus logros y éxitos.

Creo en una comunidad sostenida por la misericordia, anclada en ella, buena de corazón y de vida simple.

Creo que la vida comunitaria puede ser vivida como un oasis de misericordia en el que se puede ser uno mismo ante el otro y donde las fragilidades se convierten en impulsos de vida.

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Creo que la misericordia hace al seguidor de Jesús creíble en la vida. Creo que la misericordia puede ser motor de humanidad y fuente del verdadero amor.

Creo en el testimonio de la misericordia, testimonio de corazón entregado de pasión por la vida y por aquello que ni los ojos ven ni los oídos oyen.

Creo en la misericordia como bálsamo de heridas, como sosiego de inquietu-des, como alegría inarrebatable.

Creo en la fuerza política de la misericordia, en su capacidad para regenerar la vida social, en su fuerza para sanear situaciones que se dan por desahuciadas.

Creo que, creyendo en la misericordia, podré llevar una vida más misericor-diosa.

Fidel Aizpurúa Donazar Madrid 2015