Creación y Redención

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Creo que hay dos “planos”: el de la Creación y el de la Redención. La Creación es limitada por naturaleza; la Redención es para vencer esa limitación. La Creación produce felicidad, pero incompleta y efímera; la Redención es para superar esa incompletitud y “efimeridad” (no sé qué término usar). La Creación crea seres ínfimos y efímeros, que se realizan, sí, pero al fin son víctimas; la Redención es para redimir a las víctimas. Pues bien; creo que la misión de Jesús cae enteramente en el plano de la Redención; realiza y ejecuta la Redención. Jesús es creatura, al ser hombre, pero su misión va más allá de lo que corresponde a la creatura. Jesús fue recibiendo y comprendiendo su misión redentora durante su vida. No se planteó su misión en el plano de la Creación, no fue realista en este orden de cosas. No tomó las precauciones debidas ni buscó los medios adecuados para construir una sociedad feliz en este mundo; no pretendió un reino político-social-económico donde los seres humanos pudieran dejar definitivamente de ser víctimas. Un “reino” así NO PUEDE construirse en el plano de la Creación, ni siquiera con el auxilio del Creador, porque el Creador no interviene: actúa sólo a través de las leyes naturales que han producido a esos seres ínfimos y efímeros, y no puede (no quiere, porque así no es su plan) contravenir esas leyes. Por lo tanto, Dios realiza un plan de Redención EN OTRO PLANO, mediante Jesús. Y así lo fue entendiendo Jesús, durante su vida de hombre verdadero, judío de esa época. Su comportamiento, desde el punto de vista de la Creación, fue una locura; sólo podía conducirlo al fracaso, y así fue aparentemente, en este plano. Pero Jesús confió en Dios, su Padre, a toda costa y hasta el extremo; esta es la única explicación de su comportamiento. Confió en triunfar en otro plano, un nuevo plano, el de la Redención no intervencionista, para redimir la Creación. Y así fue, creemos los cristianos. Para nosotros los cristianos, es una conclusión “a posteriori” de la Cruz/Resurrección, claro;

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Creo que hay dos “planos”: el de la Creación y el de la Redención. La Creación es limitada por naturaleza; la Redención es para vencer esa limitación. La Creación produce felicidad, pero incompleta y efímera; la Redención es para superar esa incompletitud y “efimeridad” (no sé qué término usar). La Creación crea seres ínfimos y efímeros, que se realizan, sí, pero al fin son víctimas; la Redención es para redimir a las víctimas.

Pues bien; creo que la misión de Jesús cae enteramente en el plano de la Redención; realiza y ejecuta la Redención. Jesús es creatura, al ser hombre, pero su misión va más allá de lo que corresponde a la creatura. Jesús fue recibiendo y comprendiendo su misión redentora durante su vida. No se planteó su misión en el plano de la Creación, no fue realista en este orden de cosas. No tomó las precauciones debidas ni buscó los medios adecuados para construir una sociedad feliz en este mundo; no pretendió un reino político-social-económico donde los seres humanos pudieran dejar definitivamente de ser víctimas.

Un “reino” así NO PUEDE construirse en el plano de la Creación, ni siquiera con el auxilio del Creador, porque el Creador no interviene: actúa sólo a través de las leyes naturales que han producido a esos seres ínfimos y efímeros, y no puede (no quiere, porque así no es su plan) contravenir esas leyes. Por lo tanto, Dios realiza un plan de Redención EN OTRO PLANO, mediante Jesús. Y así lo fue entendiendo Jesús, durante su vida de hombre verdadero, judío de esa época. Su comportamiento, desde el punto de vista de la Creación, fue una locura; sólo podía conducirlo al fracaso, y así fue aparentemente, en este plano.

Pero Jesús confió en Dios, su Padre, a toda costa y hasta el extremo; esta es la única explicación de su comportamiento. Confió en triunfar en otro plano, un nuevo plano, el de la Redención no intervencionista, para redimir la Creación. Y así fue, creemos los cristianos. Para nosotros los cristianos, es una conclusión “a posteriori” de la Cruz/Resurrección, claro; pero para Jesús, no; él fue entendiéndolo “a priori” (aunque bastante a ciegas todavía). Por eso no hizo un proyecto político-social-económico realista y por eso no huyó ante el (esperable e inevitable) trágico desenlace de su actitud utópica en este plano, sino que confió. Para él, la cruz no fue un contratiempo que trastocó sus planes, sino que fue, al contrario, lo que los cumplió; pero en otro plano, porque se trata de la Redención.

Sin embargo, la nueva creación que emerge de la antigua, no es “ex nihilo” sino “ex vétere”. Brota y crece en este plano, a partir del germen que fue y es Jesús (la semilla enterrada que murió y germinó para dar fruto), y se nos revela para apelar a nuestra colaboración: la levadura en la masa que hará fermentar la sociedad para hacerla emerger y culminar, con el auxilio no intervencionista de Dios. “La Creación entera gime con dolores de parto esperando la manifestación de los hijos de Dios”.

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Podría argüirse que Jesús esperó la intervención de Dios para bajarlo de la cruz, como le gritaban burlándose sus enemigos; pero no lo creo así; el “¿por qué me has abandonado?” es una interpretación de los discípulos que hay que conjuntar con “a tus manos encomiendo mi espíritu” y con “todo está cumplido”. Jesús se había identificado antes, en su cena de despedida, con el cordero pascual inmolado para redimir al pueblo. Confió en su triunfo final gracias a Dios, pero no por la intervención de Dios para bajarlo de la cruz.

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Es muy difícil entender y creer que existe realmente un plano de la Redención distinto del plano de la Creación. Las personas corrientes, que se basan en el sentido común de la experiencia habitual, como los antiguos judíos y los posteriores cristianos, han solido malinterpretar la revelación profética. Han creído en un Dios intervencionista.

Los discípulos de Jesús creían que la misión de Jesús consistía en liberar y restaurar a Israel instituyendo un reinado davídico. Pero con el método utópico pacífico irreal de Jesús, no se habría conseguido: los enemigos habrían vencido. Sobrevino la Cruz, el contratiempo que habría trastocado la misión de Jesús. Sin embargo, su experiencia de la Resurrección habría hecho renacer su esperanza en que Jesús, con poder sobrenatural, proseguiría su misión de restaurar a Israel interviniendo en un futuro inminente. Seguían esperando un reinado davídico, político-social-económico, impuesto en este mundo para liberar a las víctimas en el plano de la Creación, ahora por una Parusía intervencionista.

No entendían que DIOS NO INTERVIENE en el plano de la Creación. La Redención la ejecuta Dios en OTRO PLANO, que TRANSFORMA a la Creación para llevarla evolutivamente a una culminación futura que es inminente en tiempo personal, no en tiempo público. Con el “retraso o demora de la Parusía” lo fueron entendiendo, forzados por las circunstancias. El Reino no era una intervención de Dios para instaurar su reinado davídico mediante su mesías Jesús. Dios no interviene de esa manera en la historia ni en la naturaleza.

Pero el Reino tampoco es algo puramente moral, interior a las conciencias, celestial, etéreo, “espiritual” en el sentido de inmaterial y fantasmal. El Reino de Dios se va realizando en este mundo, por la acción redentora del Espíritu de Jesús en esta tierra, como la tierra en que crece la semilla, como la masa que es fermentada por la levadura, para producir al fin dinámicamente, “emergentistamente”, una nueva tierra que es el culmen del Reino, para restaurar y liberar no sólo a Israel, sino a la Creación entera.

Inminente en tiempo personal, para los de esta generación que “ven” la Resurrección; remota e ignota en tiempo público, para los que no la “ven”.

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Si Jesús reconoció un valor salvífico redentor a su muerte, para salvar a las víctimas con quienes se había solidarizado en vida, y lo manifestó simbólicamente en su cena de despedida identificándose con el cordero pascual de la tradición judía, que era inmolado para redimir al pueblo, ¿tiene esto sentido para nosotros? ¿Por qué esa atroz muerte suya, que le fue infligida por el poder romano a instigación del poder judío, podía tener un valor salvífico redentor? ¿Puede una muerte servir para otorgar vida?

Es algo extremadamente difícil de responder y comprender, desde luego. Pero creo que la fe cristiana me da la respuesta: -Porque Jesús vivió y murió en representación plena de Dios, del Dios Creador que es el Señor de la Vida y del Ser. Dios no puede morir; su anonadamiento redunda necesariamente en la restauración de su gloria; su muerte voluntaria a esta vida conlleva necesariamente la resurrección a otra Vida. Y su restauración/resurrección, al ser solidaria, “arrastra” consigo a todos los que hemos sido objeto de su amor solidario.

Respondido eso dentro de lo que cabe, queda otra pregunta: ¿Por qué esa resurrección fue revelada a los discípulos de Jesús? Dios podía haber resucitado a Jesús, y hacernos a todos partícipes de ello después de nuestra muerte, sin necesidad de comunicarlo a nadie. ¿Por qué lo comunicó?

Creo que la fe cristiana me da la respuesta: -Porque Dios quiso que los discípulos supieran que la actitud vital y moral de Jesús en favor de las víctimas de su entorno, apoyada en su profecía escatológica, había sido refrendada de manera definitiva. Para que entonces los discípulos se decidieran a proclamarlo, de modo que quienes lo creyeran se dedicaran a practicar una vida similar a la de Jesús, de acuerdo a los valores y criterios de Jesús, colaborando así a la obra redentora. Porque el culmen del Reino, la Omega, emerge a partir de una “materia prima” que es la sociedad transformada por el amor-agape jesuánico, en refuerzo del humanismo natural. Dios quiere la colaboración humana en su obra redentora; por eso Jesús se rodeó de una comunidad de discípulos a los que enseñó una actitud moral y vital, a los que comunicó el valor salvífico de su muerte anunciada, y a los que reveló su resurrección que lo refrendó. Para enseñarlo, comunicarlo y revelarlo a quienes quieran participar y colaborar desde ya en la obra redentora.