CORRIENTE FORMALISTA

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1. Corriente formalista. En un primer momento, el objeto de la D. estuvo centrado exclusivamente en la enseñanza. «COMENIO DECIA nosotros nos atrevemos a prometer, , una Didáctica Magna, esto es, un artificio universal para enseñar todo a todos. Enseñar realmente de un modo cierto, de tal manera que no pueda menos que obtenerse resultado. Enseñar rápidamente, sin molestia o aburrimiento para el que enseña ni el que aprende, antes al contrario, con el mayor atractivo y agrado posible para ambos. Y enseñar con solidez, no superficialmente, ni solamente palabras, sino guiando al niño a las verdaderas letras, a las suaves costumbres, a la piedad profunda». El campo de la D. en la definición anterior queda perfectamente delimitado. Sin embargo, en la obra incluye capítulos que pertenecen a la Pedagogía propiamente dicha y a la organización escolar. Era lógico que, a principios del s. XVII, cuando todavía no se habían separado las distintas ciencias de la educación de su madre común, ni algunas, como la D., estaban suficientemente desarrolladas para ser motivo de un tratado, se interfiriesen los campos de unas y otras. Tampoco en J. F. Herbart (v.) ni en sus discípulos hay una Didactica. independiente del resto de la Pedagogía; por el contrario, sus temas los incluye en las obras Pedagogía general derivada del fin de la educación y Bosquejo para un curso de Pedagogía. El padre de la Pedagogía científica extrema el formalismo, y consecuentemente adquiere excesiva importancia la observancia meticulosa de los sucesivos momentos o pasos que ordenan la lección. Los llamados «grados formales de la enseñanza» son, según Herbart, cuatro: claridad, en el que se hace la presentación del objeto de conocimiento; asociación, en el que se relaciona con los contenidos adquiridos anteriormente; sistematización, en el que se establece orden y sistema; método, que atiende a la aplicación práctica de lo aprendido. En esta tendencia formalista se perfilan la enseñanza, como única área de

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 1. Corriente formalista. En un primer momento, el objeto de la D. estuvo centrado exclusivamente en la enseñanza. «COMENIO DECIA nosotros nos atrevemos a prometer, , una Didáctica Magna, esto es, un artificio universal para enseñar todo a todos. Enseñar realmente de un modo cierto, de tal manera que no pueda menos que obtenerse resultado. Enseñar rápidamente, sin molestia o aburrimiento para el que enseña ni el que aprende, antes al contrario, con el mayor atractivo y agrado posible para ambos. Y enseñar con solidez, no superficialmente, ni solamente palabras, sino guiando al niño a las verdaderas letras, a las suaves costumbres, a la piedad profunda». El campo de la D. en la definición anterior queda perfectamente delimitado. Sin embargo, en la obra incluye capítulos que pertenecen a la Pedagogía propiamente dicha y a la organización escolar. Era lógico que, a principios del s. XVII, cuando todavía no se habían separado las distintas ciencias de la educación de su madre común, ni algunas, como la D., estaban suficientemente desarrolladas para ser motivo de un tratado, se interfiriesen los campos de unas y otras.            Tampoco en J. F. Herbart (v.) ni en sus discípulos hay una Didactica. independiente del resto de la Pedagogía; por el contrario, sus temas los incluye en las obras Pedagogía general derivada del fin de la educación y Bosquejo para un curso de Pedagogía. El padre de la Pedagogía científica extrema el formalismo, y consecuentemente adquiere excesiva importancia la observancia meticulosa de los sucesivos momentos o pasos que ordenan la lección. Los llamados «grados formales de la enseñanza» son, según Herbart, cuatro: claridad, en el que se hace la presentación del objeto de conocimiento; asociación, en el que se relaciona con los contenidos adquiridos anteriormente; sistematización, en el que se establece orden y sistema; método, que atiende a la aplicación práctica de lo aprendido. En esta tendencia formalista se perfilan la enseñanza, como única área de acción de la D., y la lección, como la actividad fundamental del acto didáctico. De tal manera que durante mucho tiempo la enseñanza se ha practicado en las instituciones educativas como forma única, hasta el extremo de que hoy se conocen estas instituciones con el nombre de «centros de 'enseñanza».            En el examen del concepto enseñanza se puede observar que, por una parte, desborda el campo propio de la D., mientras que por otra, la D., al menos tal como se entiende en la actualidad, no la tiene como su único objeto. Es verdad que la palabra enseñanza tiene un significado poco preciso que hace difícil su análisis; quiere decir «mostrar o indicar», y abarca desde lo que se deja ver involuntariamente hasta lo que se enseña de manera intencionada. Dentro de esta segunda acepción situamos la enseñanza didáctica, encaminada a convertir en accesibles para el discente determinados contenidos culturales que por sí solo no podría asimilar. Mas no siempre que exponemos o enseñamos algo lo hacemos con aquella pretensión. El comerciante, póngase por caso, muestra sus artículos al clientes con la única

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mira de incitarlo a la compra.            Para que en D. se pueda hablar de enseñanza es necesario que exista: a) un enseñante o docente, b) un sujeto discente, c) actividad por ambas partes, d) unos contenidos que el docente transmite. El papel fundamental, dentro del formalismo didáctico, le corresponde al que enseña; el discente cumple con ser mero receptor del mensaje. Como puede deducirse, tal concepción ha traído consecuencias funestas, tales como el monopolio de los signos verbales en la transmisión (verbalismo), el archivo en el alumno de todo lo transmitido sin que se pusieran los medios para que lo transformara (memorismo), uso desmedido de los libros de texto (enseñanza libresca), ignorancia de las necesidades e intereses del discente, etc.            Autores contemporáneos como el alemán K. Stóker y el italiano R. Titone se encuadran aquí, aunque con las variantes propias de la evolución natural de la ciencia. Para Stóker, la D. equivale a «doctrina de la enseñanza», o sea, «la teoría de la instrucción y de la enseñanza escolar de toda índole y de todos los niveles. Trata de los principios, fenómenos, formas, preceptos y leyes de toda la enseñanza sin reparar en ninguna asignatura en especial». Aparece, como vemos, en la definición de Stóker el término instrucción unido al que parece ser el objeto específico, enseñanza. Ambos son conceptos afines, pero no idénticos. Instrucción equivale a una enseñanza de ciertas características, tales como adaptación al alumno, desarrollo de sus facultades y logro de efectos duraderos y formativos. Para R. Titone, la D. es «una teoría de la didaxis, es decir, de la docencia». Tiene como objeto específico y formal la dirección del proceso de enseñar hacia fines inmediatos y remotos, de eficacia instructiva y formativa. La inclusión de la formación moral dentro de la D. hace que su campo se ensanche y llegue a interferir el propio de la Pedagogía. Autores como A. Pacios no están de acuerdo con esta postura. La D., para él, se ocupa del «estudio de la actividad instructiva que tiene por objeto la producción de la educación intelectual», y el entendimiento no tiene referencia propia a la bondad como tal, sino a la verdad.