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COREA DEL NORTE VIAJE AL PAÍS SECRETO Muchos han conocido su existencia por el pulso nuclear que le ha echado a Esta- dos Unidos. Las sanciones han acabado de aislar y empobrecer a la única nación del mundo regida por una dinastía comunista. Un periodista de EPS ha pasado 48 horas en el pequeño y díscolo país asiático. Por José Reinoso. Fotografía de Hiroji Kubota. OBSOLESCENCIA. El antiguo poderío industrial coreano (en la imagen, la fundición Kim Chaek, la más gran- de del país) ha quedado obsoleto tras cesar la ayuda soviética.

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COREA DEL NORTEVIAJE AL PAÍS SECRETOMuchos han conocido su existencia por el pulso nuclear que le ha echado a Esta-dos Unidos. Las sanciones han acabado de aislar y empobrecer a la única nacióndel mundo regida por una dinastía comunista. Un periodista de EPS ha pasado 48horas en el pequeño y díscolo país asiático. Por José Reinoso. Fotografía de Hiroji Kubota.

OBSOLESCENCIA. El antiguo poderíoindustrial coreano (en laimagen, la fundiciónKim Chaek, la más gran-de del país) ha quedadoobsoleto tras cesar laayuda soviética.

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ué desea beber?–Una coca-cola.La azafata da un res-

pingo como si hubiera metido los dedos enun enchufe, y contesta con sequedad:

–No hay.–Entonces, un zumo de naranja.–Aquí tiene –dice mientras alarga una

fanta, quizá sin saber que es producidapor la misma compañía estadounidenseque ha provocado su mueca.

Son las 12.15. El Tupolev ruso de lacompañía norcoreana Air Koryo surca elcielo chino rumbo al país más recluido delmundo mientras algunos pasajeros hojeancon interés The Pyongyang Times, un pe-riódico en inglés de ocho páginas que titu-la en primera: “Feliz cumpleaños, KimJong Il”. En la foto, tomada el día de Año

Nuevo de 1997 en la Escuela Revoluciona-ria Mangyongdae, un niño con un unifor-me verde oliva coloca un pañuelo rojo so-bre los hombros del líder mientras cae lanieve. El gorro de piel del muchacho estácubierto de copos; el de Kim Jong Il, no.

La mayoría de los pasajeros son asiáti-cos, pero también hay un puñado de occi-dentales y un grupo que parece de algúnpaís de Oriente Próximo. Una hora y cuar-to después de haber salido de Pekín, elavión aterriza en Pyongyang.

Pyongyang, capital de la única di-nastía comunista del mundo, ha accedidoa que un periodista de EL PAÍS entre en suterritorio, en medio de la crisis nuclearque mantiene con Estados Unidos, paraque durante dos días y medio “conozca larealidad del país” y “escriba lo que vio yescuchó”: lo que vio con los dos oficialesdel Gobierno que no le dejarán solo ni unmomento durante su estancia y lo que es-cuchó por boca del traductor. No tendráacceso a nadie de la población que no seaalguno de los funcionarios previstos en elprograma. No en vano, Kim Jong Il se jac-

ta de haber convertido la República norco-reana en “una fortaleza impenetrable”.

“Cuando quiera salir del hotel, le ro-gamos que nos avise para que podamosayudarle”, advertirá poco después PaekChol Ho, uno de los dos guías, que se alo-jarán en el mismo hotel. “Hasta que re-grese a Pekín estamos en el mismo barco”.El barco es el viejo Mercedes amarillo conalfombra rosa de flores que servirá en losdesplazamientos entre un hotel de más decuarenta pisos prácticamente vacío, cla-vado en una isla del río Taedong y alejadodel centro de la ciudad, y una serie de vi-sitas a los monumentos al espíritu revolu-cionario y antiimperialista que abrazaneste país con el aire frío y seco del telón deacero. Los dos guías sólo estarán ausentesdurante la entrevista con Kim KwangHyok, un alto funcionario del Ministeriode Asuntos Exteriores.

Nada más aterrizar llegan las prime-ras señales de que Corea del Norte vivepreparada para la guerra. Un remolquecon un radar descansa junto a la pista deaterrizaje. Grandes carteles con imágenesde soldados victoriosos aplastando al ene-

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migo siembran las calles. Algunos camio-nes se desplazan cargados de soldados porlas amplias avenidas, que la falta de com-bustible y el aislamiento económico handejado desiertas. Son algunos de los 1,2 mi-llones de militares que pueblan un país de22,2 millones de habitantes. El 20% de loshombres entre 17 y 54 años forma parte delas Fuerzas Armadas.

“Si Estados Unidos cree que va aaplastarnos, está muy equivocado. El pue-blo está decidido a resistir. Tenemos algran dirigente general de acero invencible[Kim Jong Il]. La unidad monolítica entreel líder, el partido y el pueblo no puede serdestruida por las armas nucleares de Esta-dos Unidos”, dice Ryu Sung Rim, oficial delComité de Relaciones con el Extranjero.

Ryu, como millones de norcoreanos,desde funcionarios hasta camareros, re-cepcionistas o dependientes, luce en la so-lapa una bandera roja ondeando con elrostro de uno de los padres de la patria. En

algunos casos es el de Kim Il Sung, funda-dor de la República Democrática Popularde Corea y presidente del país, pese a quefalleció en 1994; en otros, el de su hijo y he-redero, Kim Jong Il, secretario general delPartido de los Trabajadores, comandante

supremo del Ejército Popular y presidentede la Comisión Nacional de Defensa.

Los eslóganes y los grandes retratosque siembran campos, pueblos y ciudadesse encargan de que nadie olvide que Kimpadre es el “presidente eterno”, y como talreina sobre las vidas de los ciudadanos.“Viva el gran líder camarada Kim Il

Sung”, dice uno; “Larga vida al generalKim Il Sung”, se lee en otro; “El gran lídercamarada Kim Il Sung estará siempre connosotros”, reza un tercero.

En el centro de Pyongyang existe unagigantesca estatua del padre de la revolu-

ción. Construida en 1972, con motivo de su60º aniversario, se eleva sobre la colinaMansudae delante de un gran mural querepresenta el monte Paektu, donde la his-toria oficial asegura que el dirigente ini-ció el movimiento para la liberación de laocupación japonesa.

Japón se anexionó Corea en 1910, cuyo

DISCIPLINA DE MASAS. La disciplina militar norcoreana (a la izquierda, un desfile en Pyongyang) no es superior a la que exhiben losmanifestantes en las habituales y multitudinarias demostraciones organizadas de adhesión al líder Kim Jong Il (sobre estas líneas).

El 20% de los varones norcorea-nos entre 17 y 54 años formaparte de las Fuerzas Armadas

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LÍDER ETERNO.Pese a que murió en1994, Kim Il Sung,padre de Kim Jong Il,sigue siendo el presi-dente del país y el‘líder eterno’ de losnorcoreanos. En estaimagen, altos dirigen-tes del Gobierno pre-sentan sus respetosante una estatua deldirigente fallecido.

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50 EPS FOTOGRAFÍA DE RENÉ BURRI

HABAS CONTADAS.Sólo el 18% de lasuperficie del país escultivable (en la ima-gen, un arrozal). Laagricultura no da abas-to para alimentar a lapoblación, que, peseal reparto de racionespor parte del Gobiernoy de la ONU, pasahambre, sobre todoen las ciudades.

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domino mantuvo, con mano de hierro,hasta el final de la II Guerra Mundial, en1945. Tras la contienda, el país fue dividi-do en dos, bajo el paraguas de la Unión So-viética en el norte y de Estados Unidos enel sur. La partición, que debía haber sidotemporal, acabó conduciendo a la crea-ción en 1948 de dos países, con sistemaspolíticos, económicos y sociales diame-tralmente opuestos, y a la guerra de Corea(1950-1953).

“Abajo el imperialismo”, dice una ins-cripción junto a la estatua. Dos parejas derecién casados hacen una reverencia trashaber depositado un ramo de flores a lospies de la efigie de bronce de varios pisosde altura. “Es la costumbre”, dice Paek.Ellas lucen el vestido tradicional norco-reano; ellos, chaqueta y corbata. Miran al

extranjero con una mezcla de curiosidad ydesconfianza. La colonia occidental enPyongyang ronda las 200 personas, sobreun total de dos millones de habitantes.

El culto a los dos líderes es parte dela educación de un pueblo que vive com-pletamente aislado del exterior. Hasta elpunto de que, en el calendario norcoreano,los años se cuentan a partir del nacimien-to de Kim Il Sung, en 1912, año 1 de la eraJuche. El año 2003 equivale a Juche 92. Elmayor exponente de este culto es la plazaque lleva su nombre. Situada en el centrode la capital, es el corazón de las multitu-dinarias manifestaciones que el Gobiernoha organizado desde que estalló la crisiscon Estados Unidos el pasado octubre.

Según Washington, Pyongyang reconocióentonces que había mantenido secreto suprograma nuclear en contra de lo pactadoen 1994, por lo que decidió suspender el envío de combustible. Corea del Norte, queniega haber reconocido nunca nada, reac-cionó expulsando a los inspectores del Or-ganismo Internacional de la Energía Ató-mica y abandonando el Tratado de No Pro-liferación.

En el lado sur de la plaza, rodeada porimponentes edificios públicos, dos gran-des retratos de Marx y Lenin dialogan conel de Kim Il Sung en el lado norte. “Viva elglorioso Partido del Trabajo de Corea”. Enel pavimento, miles de puntos marcancada 60 centímetros las posiciones que de-ben ocupar los manifestantes en una cua-drícula perfecta.

En el ala oeste se levanta el Palacio deEstudios del Pueblo, una biblioteca que re-cibe cada día a 10.000 estudiantes, mientrasen el este, la plaza se abre al río Taedongentre la figura de un guerrillero antija-ponés y una llamada a las tres revolucio-nes, la ideológica, la cultural y la tecnoló-gica. “El presidente Kim Il Sung y nuestrodirigente camarada Kim Jong Il dijeronque el intelectual también es el motor de larevolución”, explica Han In Yong, el otroguía. “Por eso los símbolos del partido sonla hoz, el martillo y el pincel”.

Muchos de esos intelectuales se for-man todos los días en el Palacio de Estu-dios del Pueblo. Una estatua de mármolblanco de Kim Il Sung de varios metros dealtura preside el vestíbulo. Está sentado

ante un paisaje del monte Paektu de un in-tenso color rosa. En el primer piso hay unmural con la imagen de su hijo. “Viva elgeneral Kim Jong Il, sol del siglo XXI”. Labiblioteca, que costó 100 millones de dóla-res, fue construida en 1982. “Tiene 600 sa-las y 30 millones de libros”, dice una guía.“Todos a estudiar, el partido, el ejército yel pueblo”, reza un eslogan en el vestíbu-lo. La primera sala de la visita es la dedi-cada a las obras del presidente eterno. Losestudiantes leen, toman notas y repasanlos pensamientos del gran líder arrebuja-dos en sus abrigos. Cuando levantan losojos se encuentran con los del padre y elhijo, cuyo díptico cuelga en la pared.

La anfitriona da una explicación so-bre la sabiduría de Kim Il Sung. “En unaocasión, el gran líder camarada vino aesta sala y probó una de las mesas. ‘Cadapersona tiene una estatura’, dijo. Desdeentonces todas las mesas son regulablesen altura e inclinación”. Un pasillo qui-rúrgico, de altos techos, conduce a otra es-tancia. En ella, un profesor da un curso debiología, mientras los alumnos siguen susindicaciones en una decena de monitoresde televisión colgados del techo como sifueran máscaras de oxígeno. La luz esmortecina. “Sigamos el ejemplo del am-biente de estudio revolucionario de losguerrilleros antijaponeses”. La siguientees la sala de Internet. Una dirección ex-tranjera tecleada rápidamente bloquea elordenador.

–Sólo tiene acceso nacional –reconocela guía.

–¿Tienen sala de prensa?–Sí, recibimos muchos periódicos ex-

tranjeros, incluso europeos.–¿Se puede ver?–Ahora debe de estar cerrando. Ade-

más no tenemos tiempo para visitar las600 salas.

La terraza que corona la bibliotecaproporciona una magnífica vista de la pla-

Una tragedia silenciosaPor Ignacio CembreroEl 16 de febrero fue una buena jornada. Ese día, Kim Jong Il, el lí-der norcoreano, cumplió 61 años, y, para celebrarlo, las racionesalimentarias fueron algo menos escasas y en muchos pueblos yciudades de Corea del Norte hubo unas horas más de luz eléctri-ca. Fue un paréntesis en el calvario que desde 1995, desde quese empezaron a notar los efectos del desmoronamiento de la UniónSoviética, padecen 22 millones de norcoreanos.

El 17 de febrero fue una jornada normal, como otras muchasdesde hace ocho años. Recuerdo, hace cuatro años, a miles deciudadanos demacrados caminando horas y horas por las callessin apenas tráfico de Pyongyang, Haeju o Kaesong por falta detransporte público o, a veces, empujando un camión derrengadopara intentar hacerle arrancar y subirse a bordo. “Se ha fijado quela única parte robusta del cuerpo de los coreanos son las panto-

rrillas, de lo mucho que andan”, señalaba un experto en ayuda hu-manitaria.

Caída la noche, pueblos y ciudades, excepto la capital, que-daban prácticamente a oscuras porque el alumbrado público nose encendía. Sólo permanecían iluminadas, en las plazas o en loscruces de carretera, las estatuas o los carteles en los que Kim IlSung, el presidente eterno, fallecido en 1994, y Kim Jong Il, su hijo,aparecen rodeados por obreros sonrientes que han cumplido conlos objetivos de producción o soldados valerosos dispuestos aarrollar al enemigo imperialista. La carencia de energía significaque numerosas fábricas han dejado de producir, que los trenessólo circulan entre dos apagones y que hace ya mucho tiempo quese suprimieron los vuelos interiores.

La luz se corta para ahorrar o por culpa de las frecuentes ave-rías de una red vetusta. Por eso, en los hospitales del país que fueel escaparate del comunismo en Asia no hay ya incubadoras, nohay unidades de cuidados intensivos y los cirujanos operan de día

El hambre se ha cobrado entremedio millón y dos millonesde vidas en los últimos 10 años

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za y el despliegue de iconos comunistas.Desde el otro lado del río sube con fuerzauna marcha militar. “Vamos al ejército, eldeseo de todos los jóvenes coreanos escumplir el servicio militar”, dice la can-ción, que envuelve la ciudad.

¿Es ése el deseo de los jóvenes? Difícilde saber. Son inaccesibles para los extran-jeros, incluso para los escasos que llevantiempo viviendo en el país. “Es casi impo-sible”, dice Olga, una joven rusa que estu-dia en la Universidad Kim IlSung. “Allí hay algunos corea-nos para ayudarnos, pero cam-bian muy a menudo. Los otrostienen miedo de nosotros, aun-que los profesores son muy pa-cientes e incluso nos hacen re-galos (fruta, dulces o galletas)el día de Año Nuevo o el delcumpleaños del dirigente ca-marada Kim Jong Il”, quieneste año recibió por su aniver-sario, el 16 de febrero, tres ca-ballos blancos del presidenteruso, Vladímir Putin.

La falta de combustible hadejado sin calefacción vivien-das, universidades, ministe-rios e incluso hospitales, cuan-do las temperaturas en invier-no descienden hasta 20 gradosbajo cero. La penuria de fluidoeléctrico provoca cortes en lared de tranvías y trolebuses, y deja en tie-rra ascensores. Cuando cae la noche enPyongyang sólo las luces trémulas de lasviviendas rompen la oscuridad.

Pero, procedente de la China del capi-talismo rojo, lo que supone una auténticabofetada para el extranjero es la ausenciade tráfico. Tan sólo algunos vehículos detransporte público se desplazan por unascalles que recuerdan las fotos del Madridde los carros de caballos.

Los norcoreanos se desplazan a pie.

Desde que amanece hasta que el paisaje seborra en la noche, miles de personas for-man largas hileras en las aceras, en las ca-rreteras, en los caminos que se internanen un campo que espera con ansia la pri-mavera para iniciar la siembra. Parecendesplazados de una guerra de la que todoshablan, pero nadie quiere. Unos pocos semueven en bicicleta, otros corren para su-birse a un camión cargado de campesinos.Muchos son soldados. Fuman con frui-

ción. Caminan por los arcenes, bajo los tú-neles de la autopista que une Pyongyangcon la ciudad sureña de Kaesong. Son lasangre que fluye por las arterias vacías deCorea del Norte. Porque el Ejército Popu-lar es lo primero para un régimen que de-dica a defensa el equivalente al 25% delPIB, que en 2001 ascendió a 21.800 millonesde dólares.

“Recibe lo mejor de la cosecha nacio-nal y tanto como quiere”, explica GeraldBourke, portavoz del Programa Mundial

de Alimentos (PMA) de la ONU. Pasa de-lante de los 6,4 millones de niños, mujeresembarazadas y ancianos a los que el PMApretende alimentar este año. Son los casosmás urgentes de un país que desde media-dos de los años noventa sufre la hambru-na como consecuencia de las dificultadeseconómicas que vive desde la caída del co-munismo en Europa del Este y la desinte-gración de la Unión Soviética. Una cir-cunstancia que se vio agravada por los re-

petidos desastres naturalesque afectaron a la producciónagrícola la pasada década (sóloel 18% de la superficie de Co-rea del Norte es cultivable).Desde entonces han fallecidopor esta causa, según las esti-maciones, entre 500.000 y dosmillones de personas.

El PMA no logra cubrir susnecesidades. De las 611.00 to-neladas de cereales y otros ali-mentos que precisaba el añopasado sólo pudo distribuir430.000 por la falta de donacio-nes de Japón y Estados Uni-dos. Este año pretende repartir512.000 toneladas. De momen-to, 2,9 millones de personas noestán recibiendo los alimentospor falta de ayuda. “La situa-ción es muy preocupante”,dice Bourke. “Podemos perder

el progreso de los últimos años”.Estos alimentos vienen a complemen-

tar los que recibe el 70% de la población através del Sistema Público de Distribución(SPD): 270 gramos de cereales al día porcabeza, “menos de la mitad de lo que co-rresponde a una persona en cualquiercampo de refugiados del mundo”, dice. Elotro 30% de la población son agricultores,que se quedan con 219 kilos por persona(600 gramos al día). El resultado es que elhambre se ceba en la población urbana.

y pegados a una ventana para poder seguir interviniendo si se pro-dujese un corte de electricidad. Sólo se opera, además, con anes-tesia local –la total obligaría a utilizar una ayuda respiratoria de laque no disponen–, aunque el médico alemán Norbert Vollertsenasegura haber presenciado intervenciones sin anestesia.

Pero ¿quién ingresa en unos hospitales carentes de medicinas,de calefacción y de comida para alimentar a los pacientes? Pocosenfermos y en contadas ocasiones. “Cuando se corre de boca enboca que hemos recibido un cargamento de medicinas europeas,la gente acude masivamente al hospital”, afirmaba Yun Yo Gun, di-rector del Hospital Popular de Bongchon. Entre dos suministros demedicamentos, los hospitales son cascarones vacíos en los que sóloadministran brebajes y pócimas de la medicina tradicional coreana.A pesar de todo ello, una pancarta propagandística exhibida cadaaño en el desfile de la victoria asegura, no sin ironía: “Tratamientomédico gratuito y prolongación de la vida de los ciudadanos”.

Pero ¿dónde está la hambruna? La hambruna se intuye, por

ejemplo, en la mirada perdida de algunos de los críos de la guar-dería Veintinueve de Abril de Haeju, una ciudad portuaria, que noresponden a los mimos que les prodigan las monitoras. “No estánbien por culpa de la escasa alimentación” que reciben, confesaráKang Sung Sun, la directora del establecimiento. Corea del Norteno es Etiopía o la región africana de los Grandes Lagos; la tragediaes discreta, nadie agoniza en la calle, ante las cámaras de televisión.

Los expertos en ayuda humanitaria o los funcionarios de laONU sólo la entrevén para que puedan confirmar en sus informesque existe realmente y Corea del Norte siga recibiendo alimentosy medicinas que, según denunció el suizo Jean Ziegler, relator deNaciones Unidas, son “acaparados por el ejército, los servicios se-cretos y el Gobierno”. La tragedia azota, sobre todo, a zonas delpaís inaccesibles para los extranjeros y se ha cobrado ya 220.000,según ha reconocido implícitamente el régimen norcoreano, y has-ta 2,5 millones, según algunas ONG y el disidente Hwang Jang-Yop, que fue el ideólogo del partido comunista norcoreano. ●

PRIVILEGIOS. Los altos dirigentes militares y políticos son la aris-tocracia de este país comunista y gozan de todos los privilegios.

FOTOGRAFÍA DE MARTIN PARR

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54 EPS FOTOGRAFÍA DE MARTIN PARR

Justificación del Gobierno: “Los cam-pesinos producen los alimentos”. Loque les sobra va a los denominadosmercados agrícolas, fuera del controlestatal. Los alimentos básicos de la po-blación son el maíz y el arroz.

Fuera de la ciudad, en las carrete-ras comarcales, aparecen los carros demadera y los arados tirados por bueyes.El 50% de la flota de tractores está pa-rado por falta de gasolina y piezas derepuesto. Regularmente se ven camio-nes averiados en los arcenes. Un acor-deonista se desplaza en bicicleta. “KimIl Sung dijo que donde suena alto lacanción está la victoria de la revolu-ción”, explica Han.

La penuria alimentaria se producemientras la economía atraviesa gravesdificultades, pese a las re-formas emprendidas por elGobierno. En julio del añopasado anunció un fuerteincremento de los precios,al eliminar los subsidios, ymodificó la paridad delwon, que pasó de 2,15 pordólar a 150. La tarifa deltransporte se multiplicópor 20 (un billete de metrocuesta ahora dos wons); elprecio del arroz pasó de 0,9a 46 wons; el del maíz, de0,68 a 24, y el de un kilo decarne de cerdo, de 8 a 170wons.

Al mismo tiempo se in-crementaron los salariospara incentivar la producti-vidad, en una cantidad quedependía del tipo de trabajo(más para soldados, mine-ros y científicos y menospara oficinistas). El sueldode un funcionario pasó dela noche a la mañana de 100 a 2.000wons. Mientras tanto, el euro, que haganado peso frente al dólar estadouni-dense, llega a cotizarse en el mercadonegro a 800 wons, frente al cambio ofi-cial de 152. El visitante está obligado apagar en euros o dólares.

Resultado: unas diferencias socia-les crecientes, familias urbanas que de-dican hasta el 85% de los ingresos a cu-brir las necesidades alimentarias y unainflación rampante. “Como mucho, lareforma ha tenido un éxito parcial”,dice Glyn Ford, miembro del Parla-mento Europeo, quien estuvo en Coreadel Norte en febrero. Otras fuentes sonmenos diplomáticas. “Es un rotundofracaso, la economía está moribunda.En algunas ciudades, la situación es de-sastrosa”.

“El gran deseo de Pyongyang esnormalizar las relaciones con EstadosUnidos”, asegura Ford. Un paso que lepermitiría acceder a la financiación delBanco Mundial o el Fondo MonetarioInternacional y salvar una economíalastrada por la falta de energía y la ve-tusta maquinaria.

En un despacho sin calefacción jun-to a la plaza Kim Il Sung, Pyongyangacusa a Washington de estar estrangu-lándolo para que se derrumbe el siste-ma. “Estamos tomando medidas paradesarrollar la economía acorde con elnuevo siglo. Pero a EE UU no le gustaque nuestro país vaya bien, por eso nosniega la firma de un tratado de no agre-sión”, dice Kim Kwang Hyok. Y si al-guien espera el colapso del país se equi-

voca, dice el Gobierno. “Nuestro socia-lismo es diferente al de los países deEuropa del Este. Está fundamentado enla idea Juche [enunciada por Kim IlSung], cuyo principio filosófico es que elpueblo es dueño de todo y lo decide todo.Nuestro socialismo no es importado, ytodos en la sociedad están al servicio delpueblo”, dice Ryu. Por ello, quizá, losnorcoreanos no pueden desplazarse li-bremente por el país. “¿Para qué vas air a vivir a otro sitio?”, afirma Paek. “ElEstado te da la vivienda, y el poder po-pular decide si puedes viajar a otra ciu-dad, si allí hace falta gente o no”.

Mientras tanto, los dirigentes sue-ñan con la reunificación con el Sur, unameta que para Seúl, sin embargo, estálejos. “Hay que ir paso a paso”, dice unperiodista surcoreano que ha asistido a

un seminario en Pyongyang sobre la in-vasión japonesa. “Hemos tenido 15 guías para 50 personas durante toda lasemana”, dice. “Las diferencias entrelos dos países son muy grandes, creoque la unificación llevará tiempo”.

En Sinchon, un pueblo situado amedio camino entre Pyongyang y lafrontera con Corea del Sur, un museo-mausoleo de las víctimas de la guerracon el Sur explica el odio a Estados Uni-dos. Sus 16 salas albergan una profusamuestra de fotografías de los horroresdel conflicto. Se alternan con óleos querepresentan rostros depravados de sol-dados estadounidenses sometiendo a lasmás atroces torturas a hombres, muje-res y niños. “Los americanos mataron a35.383 personas en este cantón”, dice la

guía. Los norcoreanos siem-pre se refieren a sus enemi-gos de la guerra de Coreacomo los americanos, sinmencionar a los surcorea-nos. “Éstos son algunos delos artículos que llevabanlos espías”, explica mien-tras muestra un rosario yun crucifijo en una vitrinay señala a un sacerdote quesostiene un hierro candenteen uno de los cuadros. “Yono odio al pueblo america-no, sino a su ejército y a suGobierno”, aclara Ri KuanOk, subdirector del museo,quien perdió a sus padresen la guerra. “Pero el impe-rialismo es un enemigo ju-rado, no se puede vivir bajoel mismo cielo”.

Los ensayos de alarmaaérea, las películas en la te-levisión ensalzando al ejér-cito, los eslóganes tallados

en las montañas, la torre de 170 metrosde altura en Pyongyang con una llamaque simboliza la idea Juche, las camio-netas con altavoces arengando a la po-blación, los hoteles sin conexión telefó-nica con Corea del Sur o el acceso nega-do a la prensa a un hospital, a un puebloo a una simple tienda de alimentaciónson otras de las piezas del mosaico or-welliano que compone Corea del Norte.

“Es imposible saber hasta qué pun-to la gente cree en esto”, dice un euro-peo que reside en Pyongyang. “Haygente que empieza a saber lo que ocu-rre fuera, pero no puede expresarlo”.“Cómo no vas a creer cuando te haneducado desde pequeño en el sistema yno puedes ver otra cosa”, añade otrafuente. En la calle, un niño cruza la cal-zada con unas gafas iguales a las del di-rigente camarada Kim Jong Il. ●

FUTURO INCIERTO. El aislamiento y la dependencia de la esca-sa ayuda exterior lastra el porvenir de los niños coreanos.