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CORAZONES EN LLAMAS Una Colección de Sermones Bíblicos TOMO II Daniel O. Plenc
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CORAZONES EN LLAMAS
Una Colección de Sermones Bíblicos
TOMO II
Daniel O. Plenc
CORAZONES EN LLAMAS
Tomo II Una Colección de Sermones Bíblicos
Daniel O. Plenc
Paraná, Entre Ríos
2020
CORAZONES EN LLAMAS
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PREFACIO
Predicar es una oportunidad que alegra e intimida a la vez, por la consabida responsabilidad que implica. Es que al ocupar ese tiempo central de la liturgia cristiana, el predicador se convierte en facilitador de la adoración, la edificación y la evangelización. En ese ámbito de gracia se lee y expone la Biblia, con el objetivo final de llegar a los oyentes con un mensaje de salvación y transformación. Los sermones bíblicos ayudan a preparar a la iglesia para el servicio y la misión, mientras capacitan a sus miembros para dar al mundo el mensaje de misericordia y esperanza.
Sin embargo, predicar no es fácil. Demanda mucha oración, estudio de las fuentes inspiradas, reflexión y un gran valor espiritual para colocarse al frente y ofrecer a los asistentes aquello que se ha preparado. Es natural que los encargados de presentar sermones: en reuniones de oración, encuentros espirituales diversos, espacios de evangelización y celebraciones religiosas de la congregación, sientan alguna necesidad de ayuda.
No es sencillo encontrar un tema, ordenar las ideas, los argumentos y las ilustraciones, mientras se expone el sentido auténtico de los textos bíblicos elegidos, sin dejar de apuntar a las grandes y profundas necesidades de los oyentes. Con todo, es un privilegio hablar de Dios, mostrar a Jesús como el salvador de los hombres y apelar a una vida cristiana auténtica y comprometida.
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Preparar sermones es un arte que se ensaya lenta y trabajosamente, sin terminar nunca de aprender. Los sermones que componen esta obra han sido preparados a lo largo de mi ministerio de más de 30 años. Corresponden a épocas muy distintas y a circunstancias de las más variadas. No son modelos, sólo esfuerzos cargados de limitaciones, puestos al servicio del Señor desde los púlpitos de muchas congregaciones diferentes.
Aclaradas estas cosas, me atrevo a compartir con los queridos hermanos y pastores, un conjunto de sermones, con algún tipo de organización temática, con la esperanza de que sean adaptados, mejorados y utilizados para bendición de la iglesia, en su búsqueda del reavivamiento, la reforma y la preparación para el reino de Dios.
Sean estos temas presentados para la gloria de Dios y para el cumplimiento de sus grandes propósitos para con todos los hombres dispuestos a oír su mensaje en este tiempo final.
Dr. Daniel Oscar Plenc
Universidad Adventista del Plata
Entre Ríos, Argentina
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ÍNDICE GENERAL
LA ORACIÓN: DERRAMAR EL ALMA .................................. 6
ORACIONES ESCRITAS Y CANTADAS ................................ 6
LOS SECRETOS DE LA ORACIÓN EFICAZ ........................ 14
TE ENSEÑARÁ EL CAMINO .................................................. 24
LA ORACIÓN DE SALOMÓN: “TÚ OIRÁS DESDE LOS CIELOS” ..................................................................................... 26
LA ORACIÓN DE DANIEL: “OYE LA ORACIÓN DE TU SIERVO” .................................................................................... 29
LA ORACIÓN DE HABACUC: “AVIVA TU OBRA” .......... 32
PIDE LO QUE QUIERAS ........................................................ 39
¿NO HAS PODIDO VELAR UNA HORA? ............................ 42
UNA VIDA DE ORACIÓN ...................................................... 46
LA ORACIÓN DE JESÚS ......................................................... 52
EL SUEÑO DE LA CONFIANZA ............................................ 55
ORACIÓN Y SÚPLICA ............................................................ 58
HÁGASE TU VOLUNTAD...................................................... 61
TODO CUANTO LE PEDIMOS ............................................. 64
LA ORACIÓN DEL ANCIANO APÓSTOL ........................... 68
LA ORACIÓN Y EL AMOR ..................................................... 76
MÁS DE LO QUE PEDIMOS .................................................. 82
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CUANDO DIOS DICE QUE NO ........................................... 85
LA CENA DEL SEÑOR: “QUIERO INVITARTE A COMER” ..................................................................................................... 88
PASADOS POR ALTO ............................................................. 88
“MI SANGRE DEL NUEVO PACTO” .................................... 93
CRISTO Y LA PASCUA ........................................................... 97
CRISTO, NUESTRA PASCUA .............................................. 101
COMUNIÓN CON LA SANGRE Y EL CUERPO DE CRISTO .................................................................................... 105
LA ACTITUD DE CRISTO .................................................... 110
“NO SOY DIGNO” ................................................................. 115
SANTA CENA: ¿ALEGRÍA O TRISTEZA? ........................... 122
LA SANTA CENA Y LAS AVENIDAS DEL ALMA ............. 128
SANTA CENA: ¿PASADO, PRESENTE O FUTURO? ........ 133
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LA ORACIÓN: DERRAMAR EL ALMA
ORACIONES ESCRITAS Y CANTADAS
Introducción:
Escribió Elena G. de White: “Como parte del servicio religioso, el canto no es menos importante que la oración. En realidad, más de un canto es una oración” (La educación, p. 164).
Muchos cristianos, en todas las épocas, no sólo han practicado la oración privada sino que han escrito algunas de ellas.
La Biblia contiene muchas oraciones, y unas 100 letras del Himnario adventista son verdaderas oraciones. La propuesta de este culto consiste en leer algunas oraciones (famosas o no) como si fueran nuestras y que nos comuniquemos con Dios por medio de ciertos himnos cuyas letra son oraciones.
Desarrollo
Elena G. de White sugiere una breve y significativa oración matinal:
Sea tu oración: “Tómame, ¡oh Señor!, como enteramente tuyo. Pongo todos mis planes a tus pies. Úsame hoy en tu servicio. Mora conmigo y sea toda mi obra hecha en ti” (El camino a Cristo, pp. 69, 70).
Agustín de Hipona (354-430).
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“Y ahora, Señor, concédeme saber qué es primero: si invocarte o alabarte; o si antes de invocarte es todavía preciso conocerte.
Pues ¿Quién te podría invocar cuando no te conoce? Si no te conoce bien podría invocar a alguien que no eres tú.
¿O será, acaso, que nadie te puede conocer si no te invoca primero? Mas por otra parte: ¿cómo te podría invocar quien todavía no cree en ti; y cómo podría creer en ti si nadie te predica?
Alabarán al Señor quienes lo buscan; pues si lo buscan lo habrán de encontrar; y si lo encuentran lo habrán de alabar.
Haz pues, Señor, que yo te busque y te invoque; y que te invoque creyendo en ti, pues ya he escuchado tu predicación. Te invoca mi fe. Esa fe que tú me has dado, que infundiste en mi alma por la humanidad de tu Hijo, por el ministerio de aquel que tú nos enviaste para que nos hablara de ti” (Confesiones, libro I, capítulo I, 1, 2).
Muchos de los Salmos bíblicos son oraciones: Por ejemplo el Salmo 86.
“Inclina, oh Jehová, tu oído, y escúchame, porque estoy afligido y menesteroso. Guarda mi alma, porque soy piadoso; salva tú, oh Dios mío, a tu siervo que en ti confía. Ten misericordia de mí, oh Jehová; porque a ti clamo todo el día. Alegra el alma de tu siervo, porque a ti, oh Señor, levanto mi alma. Porque tú, Señor, eres bueno y perdonador, y grande en misericordia para con todos los que te invocan. Escucha, oh Jehová, mi oración, y está atento a la voz de mis ruegos. En el día de mi
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angustia te llamaré, porque tú me respondes. Oh Señor, ninguno hay como tú entre los dioses, ni obras que igualen tus obras. Todas las naciones que hiciste vendrán y adorarán delante de ti, Señor, y glorificarán tu nombre. Porque tú eres grande, y hacedor de maravillas; sólo tú eres Dios. Enséñame, oh Jehová, tu camino; caminaré yo en tu verdad; afirma mi corazón para que tema tu nombre. Te alabaré, oh Jehová Dios mío, con todo mi corazón, y glorificaré tu nombre para siempre. Porque tu misericordia es grande para conmigo, y has librado mi alma de las profundidades del Seol. Oh Dios, los soberbios se levantaron contra mí, y conspiración de violentos ha buscado mi vida, y no te pusieron delante de sí. Mas tú, Señor, Dios misericordioso y clemente, lento para la ira, y grande en misericordia y verdad, mírame, y ten misericordia de mí; da tu poder a tu siervo, y guarda al hijo de tu sierva. Haz conmigo señal para bien, y véanla los que me aborrecen, y sean avergonzados; porque tú, Jehová, me ayudaste y me consolaste”.
Agustín de Hipona
“Tardíamente he llegado a amarte a Ti que posees una rectitud tan antigua y no obstante tan nueva. Tardíamente te he amado. Y he aquí que Tú estabas dentro y yo fuera y allí te busqué. Desprovisto de amor irrumpí bruscamente en el amor que Tú habías creado. Tú estabas conmigo y yo no era contigo. Largo tiempo estuve yo lejos de Ti por cercarme aquellas cosas que, sin Ti, nada son. Tú llamaste e imploraste y venciste mi sordera. Tú brillaste y refulgiste y disipaste mi ceguera. Tú exhalaste tu fragancia. De ahí tomé yo aliento de vida y desfallezco sin Ti. Ya he saboreado esto y padezco ahora hambre y sed. Tú me has tocado y todo yo soy una llama que ansía tu paz. Tú nos has
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hecho para Ti, y nuestros corazones no conocen el reposo hasta no hallar descanso en Ti”.
Simple oración, de Francisco de Asís
Señor, has de mí un instrumento de tu paz.
Allí donde haya odio [...] que yo ponga el amor
Allí donde haya ofensa [...] que yo ponga el perdón
Allí donde haya discordia [...] que yo ponga la unión
Allí donde haya error [...] que yo ponga la verdad
Allí donde haya duda [...] que yo ponga la fe
Allí donde haya desesperación [...] que yo ponga la esperanza
Allí donde haya tinieblas [...] que yo ponga la luz
Allí donde haya tristeza [...] que yo ponga la alegría.
Oh Maestro que no busque tanto
Ser consolado [...] como consolar
Ser comprendido [...] como comprender
Ser amado [...] como amar.
Porque
Es dando [...] que uno recibe
Es olvidándose [...] que uno encuentra
Es perdonando [...] que uno es perdonado
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Es muriendo [...] que uno resucita.
Oración de Lutero
Oración del soldado desconocido
ESCUCHA DIOS [...] (Poema encontrado en el cadáver de un soldado muerto en acción)
¡Escucha Dios! Yo nunca hablé contigo [...]
Escucha Dios [...]
¡Escucha Dios! Yo nunca hablé contigo.
Hoy quiero saludarte. ¿Cómo estás?
¿Tú sabes? Me decían que no existes,
y yo, tonto, creí que era verdad.
Anoche vi tu cielo. Me encontraba
oculto en un hoyo de granada [...]
¡Quién iría a creer que para verte
bastara con tenderse uno de espaldas!
No sé si aún querrás darme la mano;
al menos, creo que me entiendes.
Es raro que no te haya encontrado antes,
sino en un infierno como éste.
Pues bien [...] Ya todo lo he dicho;
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aunque la ofensiva nos espera
para muy pronto; Dios, no tengo miedo
desde que descubrí que estabas cerca.
¡La señal! [...] Bien, Dios: ya debo irme.
Olvidaba decirte que te quiero.
El choque será horrible [...] En esta noche,
¡quién sabe! Tal vez llame a tu cielo.
Comprendo que no he sido amigo tuyo,
pero ¿me esperarás si hasta ti llego?
¡Cómo! ¡Mira Dios: estoy llorando!
Tarde te descubrí [...] ¡Cuánto lo siento!
Dispensa: debo irme [...] ¡buena suerte!
(Qué raro: sin temor voy a la muerte [...])
Oración: “Señor ayúdame...”
Dame Dios mío
Dame Dios mío lo que te queda.
Dame, lo que jamás se te pide.
No te pido ni reposo ni tranquilidad,
ni la del alma, ni la del cuerpo.
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No te pido ni la riqueza, ni el éxito, ni la salud.
Tanto te piden esto Dios mío, que ya no debes tenerlo.
Dame Dios mío lo que te queda.
Dame lo que se te rechaza.
Quiero la inseguridad y la inquietud,
quiero la tormenta y la lucha.
Que tú me lo des, Dios mío definitivamente,
que yo esté seguro de tenerlo siempre,
porque no siempre tendré el coraje de pedírtelo.
Dame Dios mío lo que te queda,
Dame lo que otros no quieren,
pero dame también:
El coraje, La fuerza,
La fe.
Oración del estudiante
Oh Dios,
Fuente de la sabiduría,
Principio supremo
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De todas las cosas.
Derrama tu luz en mi inteligencia
Y aleja de ella las tinieblas del pecado
Y de la ignorancia.
Concédeme penetración para entender,
Memoria para retener,
Método para aprender,
Lucidez para
Interpretar y expresarme.
Ayuda el comienzo de mi trabajo,
Dirige su progreso,
Corona su fin,
Por Cristo nuestro Señor.
El Padrenuestro
“Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy. Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores. Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal; porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos. Amén” (Mateo 6:9-13).
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LOS SECRETOS DE LA ORACIÓN EFICAZ
Introducción
La oración de Ana registrada en 1 Samuel 1 es un ejemplo de oración auténtica y eficaz. El contexto es una historia triste con un final feliz; comienza con las lágrimas de una mujer sufrida y termina con un cántico de triunfo y alabanza. La oración y el poder de Dios obraron la diferencia.
Quisiera que analicemos juntos, a la luz de la experiencia de Ana, los secretos de la oración eficaz. Encontramos en el relato de 1 Samuel 1 por lo menos tres elementos para nuestra vida de oración.
Desarrollo
Orar es abrir el corazón a Dios
Según se lee en 1 Samuel 1:1-8, la vida no era fácil y placentera para Ana. Era estéril y en las sociedades orientales la incapacitad para concebir era considerada una maldición divina. Esto alteraba notoriamente el hogar y podía conducir al divorcio. (Recordemos que algunas notables mujeres de la Biblia fueron liberadas de la esterilidad por intervención divina: Sarai, esposa de Abram; Rebeca, esposa de Jacob; la esposa de Manoa, madre de Sansón; Elizabet, esposa de Zacarías y madre de Juan del bautista.)
En efecto, su hogar no era feliz a pesar de ser religioso y rico. Elcana, un levita de la familia de Coat, en concordancia
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con la costumbre que en esa época se consideraba legítima, practicaba la poligamia. Ana era su preferida, pero Penina le había dado hijos.
Ana era permanentemente despreciada por su rival a causa de su esterilidad. Esto se agravaba durante las fiestas nacionales. Especialmente en ocasión de la Pascua, Elcana llevaba a su familia a la casa de Dios, haciendo un recorrido de los 19 kilómetros que separaban a Silo de Ramá. Allí la ridiculizada Ana perdía el apetito y se abstenía de participar de la fiesta.
Ana aprovechó uno de esos viajes para hacer de su problema un motivo de oración, y lo hizo muy eficazmente (1 Samuel 1:9-16). Ella era una mujer atribulada, pero no era malhumorada ni se encerraba en un sentimiento de autocompasión. Era una fiel hija de Dios y buscó refugio en él. Pidió un hijo, y prometió dedicarlo por entero al servicio de Dios. Por largo rato Ana oró al Señor con lágrimas, y de todo corazón. Su oración es un modelo de oración eficaz.
La historia de Ana enseña que quien ora eficazmente abre plenamente su corazón al Señor. (De paso, C. Peter Wagner, considerado el padre del Movimiento para el Crecimiento de la Iglesia, tiene la hipótesis de que el cinco por ciento de una congregación tiene el don de la intercesión y que un ochenta por ciento de los que tienen el don son mujeres).
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Acostumbrado a escenas de intemperancia, Elí la reprendió por su aparente estado de ebriedad. Con serenidad, Ana le explicó su dolor y su inocencia. Dijo: “he derramado mi alma delante de Jehová”.
¿Puede el alma ser derramada? Es una declaración metafórica. Significa sincerarse completamente, manifestar al Señor todo lo que hay en el interior, bueno o malo. Significa presentarse tal como se es y con las propias palabras realizar la petición. No es adornar frases armadas y conocidas con palabras elegantes, pero huecas. Nosotros decimos “abrir el corazón”.
Elena G. de White lo expresa en esos términos: “Dios nos habla por la naturaleza y por la revelación, por su providencia y por la influencia de su Espíritu. Pero esto no es suficiente, necesitamos abrirle nuestro corazón... Orar es el acto de abrir nuestro corazón a Dios como a un amigo” (El camino a Cristo, p. 92).
“Tenemos a menudo que postrarnos y llorar a los pies de Jesús por causa de nuestras culpas y errores; pero no debemos desanimarnos” (El camino a Cristo, p. 64).
Amado Nervo escribió su libro La amada inmóvil en recuerdo de Ana Cecilia Luisa Dailliez, quien murió de fiebre tifoidea en 21 días. El poeta pidió a Dios morir antes que ella. Dice: “En memoria de Ana encontrada en el camino de la vida el 31 de agosto de 1901. Perdida -¿para siempre?- el 7 de enero de 1912”. El libro comienza con un Ofertorio.
OFERTORIO (Deus dedit, Deus abstulit).
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Dios mío, yo te ofrezco mi dolor:
¡Es todo lo que puedo yo ofrecerte!
Tú me diste un amor, un solo amor,
¡un gran amor!
Me lo robó la muerte...
y no me queda más que mi dolor.
Acéptalo, Señor:
¡Es todo lo que puedo ya ofrecerte!...
Orar es confiar enteramente en Dios: en su poder y sabiduría (1 Samuel 1:17-20)
Con la bendición de Elí, Ana salió de la presencia de Dios. Salió muy diferente de cómo había entrado. Recuperó el apetito, se le fue la tristeza. Se había entregado totalmente al Señor confiando en su poder y sabiduría para responderle. Tenía la paz del cielo en su semblante. Ahora la enemistad de Penina no la perturbaba; sus frases hirientes y sus miradas burlonas dejaron de importarle.
Y Dios recompensó esa actitud de fe. Luego de nueve meses de feliz espera llegó un hermoso niño, que para ella era un regalo de Dios. Lo llamó Samuel que significa: “oído por Dios”.
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El ejemplo de Ana nos muestra que quien ora con eficacia, confía totalmente en el poder y la sabiduría del Señor para responderle.
“Forma parte del plan de Dios concedernos, en respuesta a la oración hecha con fe, lo que no nos daría si no se lo pidiésemos así” (El conflicto de los siglos, p. 580).
“Nuestra fe en Cristo no debe estribar en que veamos o sintamos que él nos oye. Debemos confiar en sus promesas. Cuando acudimos a él con fe, toda petición alcanza el corazón de Dios. Cuando hemos pedido su bendición, debemos creer que la recibiremos y agradecerle de que la hemos recibido. Luego debemos atender nuestros deberes, seguros de que la bendición se realizará cuando más la necesitamos. Cuando hayamos aprendido a hacer esto, sabremos que nuestras oraciones son contestadas” (El Deseado de todas las gentes, p. 170).
Amado Nervo continúa su reflexión sobre la oración:
“¿Inutilidad de la plegaria?...
Lo que sucede debe suceder y está bien que así suceda. Los designios de Dios se patentizan en los hechos inevitables, y todo lo inevitable, es bueno.... La única plegaria posible es, por lo tanto, la que nos enseñó Jesús desde la montaña, en una tarde misteriosa de otros siglos: ‘¡Hágase tu voluntad, así en la tierra como en el cielo!’
Sí, la petición es inútil; pero no lo es la oración”
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(La amada inmóvil, p. 19).
Circuló en Internet un relato titulado: “El gato del pastor”. Según el texto, Dwight Nelson contó una historia verdadera acerca del pastor de su iglesia. Este tenía un gatito que trepó a un árbol en su patio de atrás y luego tuvo miedo de bajar. El pastor lo “engatusó”, ofreciéndole leche tibia, etc. El gatito no podía bajar. El árbol no era suficientemente robusto para trepar, así que el pastor decidió que si ataba una soga a su auto y lo alejaba para que el árbol se inclinara, entonces podría alcanzarlo y tomar el gatito. Hizo todo esto, verificando su progreso en el auto con frecuencia, entonces le pareció que si iba sólo un poquito más, el árbol se inclinaría lo suficiente como para alcanzar el gatito. Pero como él movió un poco más, la soga se cortó. El árbol hizo “boing” y el gatito instantáneamente voló por el aire –fuera de la vista.
El pastor se sintió muy mal. Caminó a todos los vecinos de alrededor preguntando a la gente si no había visto un gatito. No. Nadie había visto un gatito perdido. Oró, “Señor, yo sólo te encomiendo este gatito a tu cuidado, y se fue a sus ocupaciones. Unos pocos días después él fue al almacén y se encontró con uno de sus miembros de iglesia. Ocurrió que al mirar en su carrito del mercado se asombró al ver alimento para gato. Esta mujer era una persona que odiaba los gatos y todos sabían esto, así que él le preguntó: “¿Por qué está comprando alimento para gato cuando Ud. odia tanto a los gatos?” Ella contestó: “Ud. no va a creer esto”, y le contó como su pequeña hija había estado pidiendo por un gato, pero ella se lo había negado. Entonces unos pocos días después, la niña había comenzado de nuevo, así
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que la mamá finalmente le dijo a su pequeña hija: “Bien, si Dios te da un gato, te permitiré quedarte con él” (¿Puede ver hacia donde se dirige esto?).
Ella le dijo al pastor: “yo vi a mi hija ir afuera al patio, ponerse de rodillas, y pedir a Dios por un gato. Y realmente, pastor, Ud. no va a creer esto, pero yo lo vi con mis propios ojos. Un gatito de pronto venía volando por el cielo azul, con sus patas extendidas, y aterrizó justo en frente de ella”. Nunca desestime el poder de Dios, porque al estar actuando en un caso, puede estar respondiendo a la oración de otro.
Orar es agradecer; no olvidar agradecer por las bendiciones recibidas (1 Samuel 1:21-28)
De acuerdo a la costumbre común del Oriente, Ana amamantó a su niño por unos tres años. Como madre piadosa aprovechó ese precioso tiempo para educarlo al máximo de sus posibilidades. Luego se encaminó a Silo para cumplir con su voto de consagrarlo a Dios como nazareo. No fue fácil separarse de su tierno niño. Lo más probable es que Elí ya había olvidado el incidente con la mujer hacía tanto tiempo atrás. Ahora Ana se lo recuerda con alegría.
La ilustrativa historia de Ana nos recuerda que quien ora eficientemente, no debe olvidar de agradecer al Señor por las bendiciones recibidas.
Solemos ser desagradecidos con frecuencia por las muchas bondades de Dios. “Felices los que pueden dar sin recordar y recibir sin olvidar”. “Recibimos diariamente las
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bondades del cielo, y nuestros corazones debieran rebosar de amante gratitud hacia Dios... El pensar y meditar en la bondad de Dios hacia nosotros cerraría las avenidas del alma a las sugerencias de Satanás” (Testimonies, tomo 4, p. 222).
“Y DIOS SE ACORDÓ DE ANA”
(Oración para dedicar un niño)
Con mi niñito en los brazos
vengo a tu casa, Señor;
y mi oración es un himno
de gozosa exaltación.
Por este niño oraba
y me diste lo que pedí;
¡el Creador del universo
también se acordó de mí!
Yo lo dedico a mi Dios
todos los días que viva
para que escuche su voz
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y con humildad le sirva.
Que sea fuerte con su fuerza
y sabio con su saber
y cuando a su Dios se acerque
siempre niño se ha de ver.
Y cuando en la Nueva Vida
te alabe la Creación
pon mi nota en la armonía
de la Eterna Adoración.
(María Delia Borges)
Conclusión
Cristo tiene poder para transformarnos en hombres de oración eficaz y poderosa cuando abramos plenamente nuestro corazón a Dios, confiemos totalmente en su poder y no seamos ingratos ante la evidencia de su bondad.
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Ante cada bendición podríamos decir con Ana: “Yo soy aquel que estuvo aquí orando a Jehová, por esto oraba, y Jehová me dio lo que le pedí”.
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TE ENSEÑARÁ EL CAMINO
Introducción
Una hermosa definición del tema de los Salmos: “El hombre está en dificultades, pero Dios lo socorre. Este es el tema –de alcance universal- del libro de los Salmos” (Comentario bíblico adventista del séptimo día, tomo 3, p. 625). Y una de nuestras dificultades tiene que ver con las decisiones, o con las indecisiones. ¿Qué tengo que hacer? ¿Cómo debo actuar? ¿Qué me conviene? ¿Qué querrá Dios de mí?
Veamos algunos pasajes de los Salmos donde se nos hará claro que Dios puede y quiere conducir nuestra vida, y que es nuestro privilegio pedírselo.
Desarrollo
Dios puede guiar tu vida
Salmo 16:7. “Bendeciré a Jehová que me aconseja; aun en las noches me enseña mi conciencia”.
Salmo 16:11. “Me mostrarás la senda de la vida; en tu presencia hay plenitud de gozo; delicias a tu diestra para siempre”.
Salmo 25:8-12. “Bueno y recto es Jehová; por tanto, él enseñará a los pecadores el camino. Encaminará a los humildes por el juicio, y enseñará a los mansos su carrera. Todas las sendas de Jehová son misericordia y verdad, para los que guardan su pacto y sus testimonios. Por amor de tu nombre, oh Jehová, perdonarás también mi pecado que
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es grande. ¿Quién es el hombre que teme a Jehová? Él le enseñará el camino que ha de escoger”.
Salmo 32:8. “Te haré entender, y te enseñaré el camino en que debes andar; sobre ti fijaré mis ojos”.
Debes pedirle que lo haga
Salmo 25:4, 5. “Muéstrame, oh Jehová, tus caminos; enséñame tus sendas. Encamíname en tu verdad, y enséñame, porque tú eres el Dios de mi salvación; en ti he esperado todo el día”.
Salmo 37:3-6. “Confía en Jehová, y haz el bien; y habitarás en la tierra, y te apacentarás de la verdad. Deléitate asimismo en Jehová, y él te concederá las peticiones de tu corazón. Encomienda a Jehová tu camino, y confía en él; y el hará”.
Salmo 86:11. “Enséñame, oh Jehová, tu camino; caminaré yo en tu verdad; afirma mi corazón para que tema tu nombre”.
Conclusión
Buscar la dirección de Dios es una experiencia de fe, ya que implica confiar en la sabiduría, el poder y el amor de Dios. Trae consecuencias positivas y felices, porque el Señor habrá de guiarnos por el camino mejor.
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LA ORACIÓN DE SALOMÓN: “TÚ OIRÁS DESDE LOS
CIELOS”
(2 Crónicas 6:1-7:3).
Introducción
David había realizado todos los preparativos para edificar un templo para Dios en Israel. Compró la era de Ornán el jebuseo y construyó allí un altar (2 Samuel 24:16-25). Realizó el proyecto y reunió materiales, pero el Señor le impidió hacerlo.
Su hijo Salomón ascendió al trono en el año 971 a. C. y en el cuarto año de su gobierno (primavera del 966) comenzó a construir (2 Crónicas 3:2). Después de siete años de cuidadoso trabajo, el rey preside la ceremonia de dedicación del majestuoso templo. La época era propicia. Corría el séptimo mes y el pueblo de todas partes viajaba a Jerusalén para la fiesta de las cabañas.
En 2 Crónicas 6:1-11 se registra el momento cuando Salomón bendice al pueblo y a Dios. Desde el versículo 12 y hasta el 42 se describe a Salomón arrodillándose sobre un estrado de bronce para elevar su oración en la dedicación del templo (existe un relato paralelo en 1 Reyes 8).
El rey de Israel se arrodilla ante el Rey del universo, con toda reverencia. Así también: “Los discípulos de Cristo deben precaverse hoy contra la tendencia a perder el espíritu de reverencia y temor piadoso” (Profetas y reyes, p. 33).
Desarrollo
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Salomón reconoce la fidelidad de Dios en cumplir sus promesas (versículos 14-17)
Recuerda las promesas ya cumplidas: dio a Israel la tierra de Canaán y dio a David un sucesor de su trono.
Las promesas de Dios están condicionadas a nuestra lealtad hacia él. Debemos andar delante de Dios. Hemos de guardar entonces su camino y andar en su ley. La fidelidad de Dios en el pasado nos alienta en el presente.
Salomón implora la presencia de Dios (versículos 18-20)
Dios está por encima del universo que ha creado; es inmensamente grande. Sin embargo el Señor promete acompañar a sus hijos.
Dios le dijo al fugitivo Jacob: “yo estaré contigo” (Génesis 31:3). Dios le dijo al temeroso Moisés: “Ve, porque yo estaré contigo” (Éxodo 3:12). El perseguido David reconoció: “no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo” (Salmo 23:4). Dios dijo al amenazado Israel: “No temas, porque yo estoy contigo” (Isaías 41:10). El Señor dijo a sus discípulos: “He aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” (Mateo 28:20). Dios le dice a la auto engañada Laodicea: “Entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo” (Apocalipsis 3:20).
Salomón sabe que el Señor perdona a sus hijos arrepentidos que oran y confiesan sus pecados (versículos 21-39)
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Cuando pecaren contra el prójimo. Cuando fueren derrotados por haber prevaricado (faltar a sabiendas a alguna obligación, quebrantar promesas).
Cuando no hubiere lluvias por haber pecado. Cuando hubiere hambre o enfermedad.
Cuando pecaren contra Dios y fueren llevados cautivos. El pecador impenitente renuncia a la protección de Dios. Alejarse de Dios es colocarse en manos del enemigo.
Salomón invita a Dios (versículos 40-42)
Lo invitó para que el Señor morase en la casa que había edificado. Invitemos nosotros también a Dios a nuestras vidas y a nuestros hogares.
Conclusión
Ni bien termina la oración de Salomón, Dios responde con una manifestación de su presencia (2 Crónicas 7:1-3).
La mejor respuesta a nuestra oración es recibir la presencia de Dios en nuestra vida cotidiana.
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LA ORACIÓN DE DANIEL: “OYE LA ORACIÓN DE TU
SIERVO”
(Daniel 9:3-19)
Introducción
Corría el año 537 a. C. y el profeta Daniel estaba preocupado por su pueblo. A pesar de sus 80 años era sin duda un hombre ocupado y a su vez estudioso de las Escrituras.
No podía relacionar los 2300 años con los 70 predichos por Jeremías (29:10). El período de cautividad estaba terminando (605-537, son unos 68 años) y Daniel se inquietó al pensar en la apatía del pueblo ante la necesidad de prepararse para el retorno.
En ese momento buscó a Dios en oración y ayuno con sinceridad y fervor. Su oración (Daniel 9:4-19) es una de las más notables de la Biblia. “El ejemplo de la oración y la confesión de Daniel nos es dado para nuestra instrucción y fortalecimiento…” (Review and Herald, 9 de febrero de 1897). “Su oración es elocuente en su sencillez, y de un fervor intenso” (Profetas y reyes, p. 407).
Desarrollo
Daniel reconoce la grandeza, la trascendencia y la fidelidad de Dios (Daniel 9:4)
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El Señor es digno de ser reverenciado. Él es nuestro Padre y nos ama profundamente, pero no somos iguales. Debemos acercarnos a Dios dejando a un lado toda liviandad, toda frivolidad, toda indiferencia. “La presencia de Dios hace que tanto el lugar como la hora de la oración sean sagrados” (Profetas y reyes, p. 34).
Cuando Dios hace un pacto con los hombres él siempre cumple su parte del acuerdo. Él no falla ni deja de cumplir sus promesas. Sólo nuestra desobediencia puede alejarnos de él. El amor y la obediencia siempre van juntos.
Daniel se identifica con su pueblo y ruega el perdón de Dios (Daniel 9:5, 6)
En el pueblo había pecado, iniquidad, impiedad, rebelión y desobediencia.
¿Podría decirse algo diferente de nosotros?
Daniel contrasta la justicia de Dios con las injusticias de Israel (Daniel 9:7-14)
Dice: hay confusión por haber pecado. Rebelión y desobediencia. Impenitencia.
Daniel implora el favor de Dios y apela a su misericordia (Daniel 9:15-19)
No hay confianza propia, sino confianza en la misericordia del Señor.
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Nosotros también apelamos a nuestra necesidad y al amor de Dios.
Conclusión
Daniel 9:20-23 da la idea de que Daniel no concluye su oración, sino que la respuesta llega antes.
Nunca demora el Señor en venir a nuestro encuentro cuando buscamos de corazón su perdón, su restauración y su redención.
“Cuán reconfortante es saber que el cielo está cerca de la tierra”. Está a la distancia de una oración (Comentario bíblico adventista del séptimo día, tomo 4, p. 877).
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LA ORACIÓN DE HABACUC: “AVIVA TU OBRA”
Introducción
El pequeño libro de Habacuc es uno de los más interesantes del Antiguo Testamento por su contenido siempre actual. Es la historia de un profeta que comienza quejándose y termina orando. Es un hombre sincero y franco.
El libro fue escrito en un momento de profunda apostasía, quizá durante el reinado de Manasés o de Amón, en torno al año 630 a. C. Babilonia había vencido a los asirios y ahora se presentaba como una terrible amenaza para Israel.
Analicemos sintéticamente el contenido del libro y detengámonos en la hermosa oración del profeta.
Desarrollo
Habacuc pregunta y Dios le responde
El profeta se queja contra la aparente indiferencia de Dios en relación a la descarada apostasía de Judá (1:1-4).
Dios le comunica que utilizará a los caldeos para castigar la mala conducta de Judá (1:5-11).
Habacuc se vuelve a quejar. ¿Por qué Dios castiga a los impíos por medio de otros aún más impíos? (1:12-17).
Dios le dice que sus planes deben ser aceptados con fe sencilla (2:1-4).
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El Señor le asegura que conoce los pecados de Babilonia y que, como rey del universo, los ha de castigar a su tiempo (2:5-19).
No debemos dudar de la sabiduría de sus caminos (2:20).
Habacuc se arrepiente de su temeridad y pide misericordia para Judá (3:1, 2).
El Señor le asegura que él derrotaría a sus enemigos (3:3-16).
Habacuc confía finalmente en el plan de Dios.
Habacuc ora (en forma de salmo o himno)
Con temor implora misericordia: “Oración del profeta Habacuc, sobre Sigionot. Oh Jehová, he oído tu palabra, y temí. Oh Jehová, aviva tu obra en medio de los tiempos, en medio de los tiempos hazla conocer; en la ira acuérdate de la misericordia” (3:1, 2). El Señor no sólo corrige a su pueblo; también castiga a sus enemigos. Por ello el profeta pide que la obra del Señor sea reavivada.
Nuestra seguridad está en la misericordia del Señor, no en nuestra bondad.
El Señor viene a juzgar y liberar a su pueblo. El cuadro es estremecedor y a la vez sublime. Temán estaba en Edom y Parán es el Sinaí.
Las heridas de la cruz son la fuente de su poder. La gloria de Dios destruye a los impíos. El Señor viene para salvar a su
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pueblo. Dice la Biblia de Jerusalén: “Tranquilo espero el día de la angustia”.
Se refiere al final a la confianza incondicional en Dios: “Aunque la higuera no florezca, ni en las vides haya frutos, aunque falte el producto del olivo, y los labrados no den mantenimiento, y las ovejas sean quitadas de la majada, y no haya vacas en los corrales; con todo, yo me alegraré en Jehová, y me gozaré en el Dios de mi salvación. Jehová el Señor es mi fortaleza, el cual hace mis pies como de ciervas, y en mis alturas me hace andar. Al jefe de los cantores, sobre mis instrumentos de cuerdas” (3:17-19).
Luego de la invasión babilónica, Israel quedaría desolado. Así ocurrirá otra vez en los días finales de la historia cuando las plagas caigan sobre la tierra.
Hay gozo y esperanza cuando hay entrega y fe en la fidelidad de Dios. El regocijo de la fe. Aparece la idea de que la causa de Dios triunfará.
Conclusión
Habacuc comenzó con una queja y terminó con un himno de confianza en Dios.
Los tiempos venideros no serán fáciles, pero la vida de los hijos de Dios está en la serena confianza en los planes de Dios.
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EL PADRENUESTRO
Introducción
Dijo Jesús: “Vosotros, pues, oraréis así: Padre nuestro que están en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu Reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy. Perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores. No nos metas en tentación, sino líbranos del mal, porque tuyo es el Reino, el poder y la gloria, por todos los siglos. Amén” (Mateo 6:9-13).
“El Padrenuestro tiene dos secciones: la primera trata acerca de la gloria de Dios, y la segunda de las necesidades humanas. Cada sección tiene tres partes. Las primeras tres son pedidos en favor del nombre de Dios, de su reino y de su voluntad. Las siguientes tres son pedidos de alimentos, perdón y protección” (Beatrice S. Neall, “Oraciones en la Biblia”, Guía de estudio de la Biblia,
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enero-marzo 2001, edición para maestros, trad. Rolando A. Itin [Buenos Aires: ACES, 2000], p. 10).
Con este modelo de oración, Jesús enseñó el significado de la relación del hombre con Dios. Veamos a través del Padrenuestro lo que Jesús nos enseñó acerca de Dios, acerca de nosotros mismos y de nuestra relación con Dios.
Desarrollo
A quién oramos
“Vosotros, pues, oraréis así: Padre nuestro que están en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu Reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra”.
¿Qué nos enseña acerca de Dios?
(a) Que Dios es un Padre, nuestro Padre.
(b) Que Dios es sublime y santo.
(c) Es el sustentador.
(d) Es el Redentor.
(e) Es soberano.
Quién ora
“El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy. Perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores. No nos metas
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en tentación, sino líbranos del mal, porque tuyo es el Reino, el poder y la gloria, por todos los siglos. Amén”
¿Qué nos enseña sobre nosotros mismos?
(a) Somos hijos de Dios.
(b) Somos terrenales pero esperamos su Reino.
(c) Necesitamos su sustento.
(d) Somos pecadores: necesitados perdonar y ser perdonados.
(e) Estamos expuestos a la tentación y al mal.
Cómo oramos
Siguiendo el patrón de Jesús, nuestras oraciones deben incluir (Richard C. Leonard, “What Jesus Christ Said About Worship”).
(a) Alabanza y adoración a Dios.
(b) Sumisión a su voluntad.
(c) Expresión de nuestra dependencia de él para todas nuestras necesidades.
(d) Confesión de nuestro pecado y reconocimiento de las condiciones necesarias para recibir el perdón.
(e) Atribuir gloria a Dios.
Conclusión
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El Padrenuestro nos impresiona por su sencillez y profundidad. Esta oración modelo que Jesús enseñó a sus discípulos encierra grandes vislumbres del Dios al cual oramos, de nosotros mismos, y de nuestro diálogo con Dios.
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PIDE LO QUE QUIERAS
Introducción
Hay momentos frente a los cuales el hombre suele pensar en su vida. Sea frente a la enfermedad, la muerte, un nuevo año o al escuchar la voz de la conciencia. En momentos como esos desearíamos tener alguna fuente milagrosa en la cual echar unas monedas y pedir lo que quisiéramos que ocurra. O nos gustaría creen que es realidad el cumplimiento de un deseo formulado al ver cruzar una estrella fugaz en el firmamento. Quizás recordemos de nuestra niñez algún cuento de hadas en el cual se ofrecía a alguna persona la oportunidad de pedir lo que quisiera. ¡Si tuviéramos nosotros esa oportunidad!
En las Escrituras encontramos relatos interesantísimos de personas a quienes se les dio la oportunidad de pedir lo que quisieran. Algunas veces Dios ofreció ese privilegio. Otras veces fueron gobernantes, reyes y profetas.
Algunos ejemplos. La historia de Salomón es la más conocida (1 Reyes 3:5-15). Elías ofreció a Eliseo algo similar (2 Reyes 2:6-9). Asuero se lo ofreció a Ester (Ester 5:1-3). Herodes a la hija de Herodías (Mateo 14:6-10; Marcos 6:21-24).
Lo que más nos interesa, sin embargo, es descubrir en la Biblia algunos ofrecimientos similares que Dios hace a todos los creyentes.
Desarrollo
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Los ofrecimientos de Jesús
Pasajes clave: Mateo 7:7-14: Juan 14:13, 14; 15:7. De manera que para alcanzar nuestros mejores anhelos los creyentes no necesitamos de una fuente milagrosa, de una estrella fugaz, ni de un hada prodigiosa. Dios ha entregado al creyente un medio admirable, la oración.
“Las mayores victorias de la iglesia de Cristo o del cristiano no son las que se ganan mediante el talento o la educación, la riqueza o el favor de los hombres. Son las victorias que se alcanzan en la cámara de audiencia con Dios, cuando la fe fervorosa y agonizante se aferra del poderoso brazo de la omnipotencia” (Patriarcas y profetas, p. 179).
“En la tarea de rescatar almas de sus engaños, se realizará mucho más por medio de la oración humilde hecha con el espíritu de Cristo que utilizando muchas palabras sin oración”. (El colportor evangélico, p. 113).
“¿Por qué han de ser los hijos e hijas de Dios tan remisos para orar, cuando la oración es la llave en la mano de la fe para abrir el almacén del cielo, en donde están atesorados los recursos infinitos de la Omnipotencia?” (El camino a Cristo, p. 94).
Es probable que estemos perdiendo innumerables bendiciones por no aprovechar debidamente el privilegio que Dios nos otorga de pedir.
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Las condiciones
Aunque la promesa es para todos, hay algunas condiciones indispensables.
1.- Pide lo que quieras, pero pide con fe, confiando en el poder de Dios para dar y en la sabiduría de Dios para darte lo mejor (Marcos 11:24; Santiago 1:6, 7). “Dios es demasiado sabio para equivocarse y demasiado bueno para negar un bien a los que andan en integridad” (El camino a Cristo, p. 96).
2.- Pide lo que quieras, pero pide conforma a la voluntad de Dios (Santiago 4:3; Romanos 8:26; 1 Juan 5:14).
3.- Pide lo que quieras, pero hazlo con un espíritu de perdón (Mateo 6:12, 15).
4.- Pide lo que quieras, pero pide con la disposición de obedecer a Dios (Proverbios 28:9; 1 Juan 3:22).
Conclusión
Echemos mano de esta fuente maravillosa para obtener poder y sabiduría a fin de conducir nuestras vidas de acuerdo al ideal que Dios tiene para sus hijos.
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¿NO HAS PODIDO VELAR UNA HORA?
Introducción
Entre las muchas cosas que contiene la Biblia, una de las más interesantes son sus preguntas.
Quisiera que analicemos hoy una gran pregunta que Cristo le formuló a Pedro. Leamos Marcos 14:32-38. “Vinieron, pues, a un lugar que se llama Getsemaní, y dijo a sus discípulos: Sentaos aquí, entre tanto que yo oro. Y tomó consigo a Pedro, a Jacobo y a Juan, y comenzó a entristecerse y a angustiarse. Y les dijo: Mi alma está muy triste, hasta la muerte; quedaos aquí y velad. Yéndose un poco adelante, se postró en tierra, y oró que si fuese posible, pasase de él aquella hora. Y decía: Abba, Padre, todas las cosas son posibles para ti; aparta de mí esta copa; mas no lo que yo quiero, sino lo que tú. Vino luego y los halló durmiendo; y dijo a Pedro: Simón, ¿duermes? ¿No has podido velar una hora? Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil”.
La pregunta es: “¿No has podido velar una hora?” Velar significa vigilar, observar.
Recordemos rápidamente la experiencia de Pedro. Fue traído a Jesús por su hermano Andrés. Entonces se llamaba Simón (Jesús lo llamó Ceras o Pedro); ambos eran de Betsaida (Juan 1:40-42). Pasaron los días y Jesús llamó a Pedro de entre los pescadores de Galilea para ser un discípulo suyo (Mateo 4:18). Sea por su edad o por su personalidad se transformó en el
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principal de los seguidores de Jesús. Siempre encabezaba las listas (Mateo 10:2).
¿Cómo era el carácter de Pedro? “Temerario, agresivo, confiado en sí mismo, rápido para percibir y apresurado para actuar, pronto para vengarse, y, sin embargo, generoso para perdonar” (La educación, p. 33). Era uno de los tres que estaban más íntimamente relacionados con Jesús (Mateo 17:1). Era autosuficiente, confiado en sí mismo (Mateo 26:30-35). Fue invitado a orar con Jesús en el Getsemaní (Mateo 26:36-41). Fue entonces cuando les dirigió la escudriñadora pregunta: ¿Así que no habéis podido velar conmigo una hora?
¿Qué podemos aprender de este relato de los Evangelios? ¿Por qué debemos velar y orar?
Desarrollo
La tentación vence al que descuida la oración
Leamos Mateo 26:41. “Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil”.
“Las tinieblas del malo cercan a aquellos que descuidan la oración. Las tentaciones secretas del enemigo los incitan al pecado; y todo porque no se valen del privilegio que Dios les ha concedido de la bendita oración” (El camino a Cristo, p. 94).
Otro texto importante es 1 Pedro 5:8. “Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar”.
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La naturaleza humana es débil
“Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil” (Mateo 26:41). La carne es la naturaleza humana caída.
Pedro era sincero cuando prometía fidelidad hasta la muerte, pero no conocía sus flaquezas, su temperamento contaminado por el pecado. Cristo no los reprochó, pero les recordó la fragilidad de la naturaleza y de las decisiones humanas.
Es la única manera de conocer a Cristo y obtener fuerzas para alcanzar la victoria ante los conflictos de la vida cristiana
“Vino luego a sus discípulos, y los halló durmiendo, y dijo a Pedro: ¿Así que no habéis podido velar conmigo una hora? Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil” (Mateo 26:40, 41).
La Biblia destaca vez tras vez la necesidad de velar y orar (1 Corintios 16:13; Colosenses 4:2; 1 Tesalonicenses 5:4-10).
Uno de los hábitos más provechosos en la vida cristiana es el de “velar con Cristo una hora” cada día.
“Sería bueno que cada día dedicásemos una hora de reflexión a la contemplación de la vida de Cristo. Debiéramos tomarla punto por punto, y dejar que la imaginación se posesione de cada escena, especialmente de las finales. Y mientras nos espaciemos así en su gran sacrificio por nosotros, nuestra confianza en él será más constante, se reavivará nuestro
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amor, y quedaremos más imbuidos de su Espíritu” (El Deseado de todas las gentes, p. 63).
Conclusión
Frente a la mayor crisis de la historia, el Señor nos pregunta: “… ¿duermes? ¿No has podido velar una hora?”. Y nos aconseja: “Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil” (Marcos 14:37, 38).
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UNA VIDA DE ORACIÓN
Introducción
Cada uno de los Evangelios presenta a Jesús desde una óptica diferente. Tres de ellos se parecen, los llamados evangelios sinópticos, porque presumiblemente Mateo y Lucas se basaron en Marcos. Sin embargo son diferentes y enriquecen nuestra comprensión de la persona de Cristo.
Lucas, entre otras cosas, enfatiza la importancia de la oración. Desarrollaremos el tema sobre una idea de Leon Morris (1914-2006), erudito anglicano del Nuevo Testamento
(Luke: An Introduction and Commentary [Inglaterra: Inter-Varsity Press, 1974], p. 46. Publicado en Lecciones para la Escuela Sabática, abril-junio 1987, p. 41).
Desarrollo
Lucas nos cuenta la historia de Jesús como una vida de oración
“Aconteció que cuando todo el pueblo se bautizaba, también Jesús fue bautizado; y orando, el cielo se abrió, y descendió el Espíritu Santo sobre él en forma corporal, como paloma, y vino una voz del cielo que decía: Tú eres mi Hijo amado; en ti tengo complacencia” (Lucas 3:21, 22).
“Pero su fama se extendía más y más; y se reunía mucha gente para oírle, y para que les sanase de sus enfermedades. Mas él se apartaba a lugares desiertos, y oraba” (Lucas 5:15, 16).
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Como lo describió también Elena G. de White. “Ninguna vida estuvo tan llena de trabajo y responsabilidad como la de Jesús, y, sin embargo, cuán a menudo se le encontraba en oración. Cuán constante era su comunión con Dios... En una vida completamente dedicada al beneficio ajeno, el Salvador hallaba necesario retirarse de los caminos muy transitados y de las muchedumbres que le seguían día tras día. Debía apartarse de una vida de incesante actividad y contacto con las necesidades humanas, para buscar retraimiento y comunión directa con su Padre. Como uno de nosotros, participante de nuestras necesidades y debilidades, dependía enteramente de Dios, y en el lugar secreto de oración, buscaba fuerza divina, a fin de salir fortalecido para hacer frente a los deberes y las pruebas. En un mundo de pecado, Jesús soportó luchas y torturas del alma. En la comunión con Dios, podía descargarse de los pesares que le abrumaban. Allí encontraba consuelo y gozo” (El Deseado de todas las gentes, p. 330).
Otros textos: Lucas 6:12; 9:18, 28, 29; 10:21; 11:1.
“Cuando los discípulos escucharon la manera en que Jesús oraba, comunicándose íntimamente con su Padre celestial así como se comunica un amigo con otro, quedaron grandemente impresionados. Sus oraciones eran diferentes de las de los dirigentes religiosos de su tiempo, muy diferentes de todo cuanto habían oído. La oración formal, expresada en declaraciones fijas y como si fuera dirigida a un Dios impersonal muy distante, no tiene la realidad y la vitalidad que deben caracterizar a la verdadera oración. Los discípulos pensaron que si sólo pudieran orar como Jesús oraba, se aumentaría
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muchísimo su eficacia como discípulos” (Comentario bíblico adventista del séptimo día, tomo 5, p. 769).
Más pasajes de Lucas: 22:31, 32, 39-46; 23:46, 34.
Lucas registra que Jesús relató parábolas sobre la oración
Una de ellas es la parábola del amigo que viene a medianoche (Lucas 11:5-13).
Veamos la siguiente aplicación de las lecciones de la parábola. “La oración es la clave para el avivamiento espiritual. Si el avivamiento es obra soberana del Espíritu Santo, ¿qué es lo que hace que el Espíritu Santo se mueva en los corazones del pueblo de Dios para darles nuevo poder y mayor osadía? La respuesta es sencilla: la oración.
¿Cuántas veces ha pasado usted una noche entera de rodillas delante de Dios? ¿Con cuánta frecuencia ha llamado su iglesia a todos los miembros para un ayuno prolongado y oración? ¿Pudiera ser esta la razón por la cual no está experimentando el avivamiento espiritual en su vida y en su ministerio?
En el evangelio según Lucas se nos da una gran secreto: ‘¿Quién de vosotros que tenga un amigo, va a él a medianoche y le dice: Amigo, préstame tres panes, porque un amigo mío ha venido a mí de viaje, y no tengo qué ponerle delante; y aquel, respondiendo desde dentro, le dice: No me molestes, la puerta ya está cerrada, y mis niños están conmigo en cama; no puedo levantarme, y dártelos? Os digo, que aunque no se levante a dárselos por ser su amigo, sin embargo por su importunidad se
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levantará y le dará todo lo que necesite. Y yo os digo: Pedid, y se os dará; buscar, y hallaréis; llamad, y se os abrirá” (Lucas 11:5-9). El Señor responderá la oración incesante y será tocado por nuestra importunidad, Es importante entender la dinámica de este pasaje.
En primer lugar, el hombre que solicita los panes es amigo del que los tiene. No debemos acercarnos a Dios como si El fuera un extraño. Él es nuestro Padre celestial, y está deseoso de darnos todo lo que necesitamos. Necesitamos un avivamiento en nuestra vida y sobre todo en nuestra iglesia. Estamos cansados de los servicios muertos y de los cultos de oración sin vida que hemos estado teniendo. Necesitamos un despertamiento espiritual. No nos acercamos a Dios como si fuera un extraño, sino como un amigo.
En segundo lugar, no estamos pidiendo para nosotros mismos. El hombre a quien Jesús presenta como ejemplo ha recibido un visitante a una hora avanzada de la noche y no tiene nada para servirle. La hospitalidad oriental exige que se les de comida a los que llega a la casa. De igual modo la iglesia es visitada por pecadores hambrientos que necesitan vida espiritual. Asimismo muchas de las alacenas de la iglesia están vacías, y los pecadores salen del edificio de la iglesia vacíos, y sin salvación, para no regresar nunca. Nuestra petición a Dios está, pues, justificada; necesitamos el avivamiento por causa de aquellos por quienes Cristo murió, de aquellos que no han hallado el significado de la vida eterna.
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En tercer lugar, la hora es avanzada. No hay ninguna otra parte en el mundo donde se pueda hallar seguridad y alimento. Sólo nosotros tenemos la capacidad para satisfacer las necesidades de este mundo. Si nosotros no lo hacemos, ¿quién lo hará? Si no lo hacemos ahora, ¿cuándo lo haremos? Este es el estado en que se encuentra nuestra sociedad en todo el mundo. Si somos suficientemente sensibles a los asuntos del mundo, podremos entender que la hora está avanzada.
En cuarto lugar, la puerta pudiera estar cerrada, pero puede abrirse. En el corazón del hombre que acude a pedir los tres panes hay la esperanza de que vaya a recibir una respuesta positiva. El avivamiento es posible para toda iglesia... Aunque la puerta parezca estar cerrada ahora, usted tiene que creer que el Dios que está detrás de la puerta, la abrirá, si usted no desmaya, sino que persiste en oración.
Por último, para que alguien persista en la oración tiene que desarrollarse un deseo intenso. El hombre que salió a buscar los tres panes tenía temor de perder su reputación. Si alguien oía que los visitantes que habían llegado a su hogar no habían sido bien atendidos, hubiera perdido su reputación, y mejor le hubiera sido morir… Para que alguien persista en la clase de oración que es necesaria para el avivamiento, tiene que llegar a sentirse desesperado delante de Dios” (Paul Yonggi Cho, Mucho más que números, ps. 125-127).
Encontramos también la parábola de la viuda y el juez injusto (Lucas 18:1-8). El relato presenta dos personajes: un juez que hacía lo que le parecía y una viuda desvalida que reclamaba
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con persistencia por una propiedad hipotecada. El carácter del juez es la antítesis de Dios, pero la persistencia de la viuda debe ser imitada con mucha mayor razón.
Finalmente tenemos la parábola del fariseo y el publicano (Lucas 18:9-14). También hay dos personajes: el fariseo –del más alto nivel de religiosidad hebrea, confiado en sí mismo, considerándose santo, se alabó delante de Dios. Dijo: “Dios, debieras estar agradecido de tener una persona como yo entre los que han venido a adorarte. Soy incomparablemente superior a la gente común… Ahí tienes, Señor, un ejemplo de lo que quiero decir: ese despreciado recaudador de impuestos. Me regocijo de no ser un pícaro como él” (Comentario bíblico adventista del séptimo día, tomo 5, ps. 825, 826). El publicano: -del nivel más bajo de la escala social, considerándose pecador suplicó misericordia y perdón. Dijo: “Sé misericordioso y compasivo conmigo porque soy pecador”. El publicano fue aceptado por Dios y declarado justo, mientras que el fariseo se retiró como había venido, sin la misericordia y la gracia de Dios.
Conclusión
El ejemplo de Jesús nos muestra que: “La oración es, más que un deber, una necesidad” (Comentario bíblico adventista del séptimo día, tomo 5, p. 822).
Aprender a orar es aprender a vivir como Cristo. Ese es el mensaje que Lucas nos ha dejado.
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LA ORACIÓN DE JESÚS
Texto: Juan 17.
Introducción
La oración de Juan 17 cierra los momentos que Jesús compartió con sus discípulos en el aposento alto. Antes de cantar y partir hacia el Getsemaní, Jesús ora por ellos. Es una oración intercesora del Hijo al Padre (Juan 17:1, 9).
La oración está dividida en tres partes: (a) Jesús ora por sí mismo (Juan 17:1-5). (b) Jesús ora por sus discípulos (Juan 17:6-19). (c) Jesús ora por los futuros creyentes (Juan 17:20-26).
La oración en favor de los discípulos y los futuros creyentes tiene tres motivos, los que serán motivo de nuestra reflexión.
Desarrollo
Por la unidad de la iglesia
“Y ya no estoy en el mundo; mas éstos están en el mundo, y yo voy a ti. Padre santo, a los que me has dado, guárdalos en tu nombre, para que sean uno, así como nosotros” (Juan 17:11).
“Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste. La gloria que me diste, yo les he dado, para que sean uno, así como nosotros somos uno. Yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfectos en unidad, para que el mundo
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conozca que tú me enviaste, y que los has amado a ellos como también a mí me has amado” (Juan 17:20-23).
Jesús pidió por un vínculo semejante a la unidad intratrinitaria. La familia de Dios se amplía para integrar a los creyentes. La unidad de los creyentes da testimonio de Cristo y del amor de Dios ante el mundo.
Por una experiencia de gozo pleno
“Pero ahora voy a ti; y hablo esto en el mundo, para que tengan mi gozo cumplido en sí mismos” (Juan 17:13).
No un gozo circunstancial, sino el gozo permanente de Cristo.
Por la protección del mal y la santificación en la verdad
“Cuando estaba con ellos en el mundo, yo los guardaba en tu nombre; a los que me diste, yo los guardé, y ninguno de ellos se perdió, sino el hijo de perdición, para que la Escritura se cumpliese” (Juan 17:12).
“Yo les he dado tu palabra; y el mundo los aborreció, porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal. No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad” (Juan 17:14-17).
La palabra, recibida por los creyentes, opera un cambio que los hace distintos al mundo, los santifica (aparta).
Conclusión
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La oración de Jesús en favor de sus discípulos se cumplió en la vida de los primeros cristianos. Estos fueron unidos (Hechos 1:14; 2:1, 42, 46), estaban alegres (Hechos 2:46; 5:41; 13:52) y se apartaron del mal.
Falta cumplirse el último ruego de Cristo: el del encuentro definitivo con su pueblo (Juan 17:24). Permitamos que el ruego de Cristo se cumpla en nosotros.
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EL SUEÑO DE LA CONFIANZA
Introducción
En Hechos 12:1-19 se encuentra uno de los relatos más fascinantes de la era apostólica. Con base en este incidente reflexionamos acerca de la confianza en el poder divino en la hora de la crisis.
Desarrollo
La iglesia oraba; Pedro confiaba
Herodes Agripa I, nieto de Herodes el Grande, hermano de Herodías, se proponía reeditar la historia de Pilato y Jesús, matando a Pedro para quedar bien (Hechos 12:1-4). Esto ocurría por el año 43 ó 44. Herodes procuraba aparecer como un piadoso prosélito judío. Los cuatro grupos de soldados que estaban de guardia se rotaban.
La iglesia oraba por el preso Pedro: “Así que Pedro estaba custodiado en la cárcel; pero la iglesia hacía sin cesar oración a Dios por él” (Hechos 12:5). La Biblia de Jerusalén traduce de esta manera: “La iglesia oraba insistentemente por él a Dios”. En griego podría interpretarse como “fervorosamente”.
Dice Elena G. de White: “Se daban cuenta de que habían llegado a un punto en que sin la ayuda especial de Dios, la iglesia de Cristo sería destruida” (Hechos de los apóstoles, p. 117).
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La noche anterior a la entrega, Pedro podía dormir entre su custodia. “Y cuando Herodes le iba a sacar, aquella misma noche estaba Pedro durmiendo entre dos soldados, sujeto con dos cadenas, y los guardas delante de la puerta custodiaban la cárcel” (Hechos 12:6).
No era la primera vez que Pedro dormía en una situación difícil. Ocurre que hay dos tipos de sueño: El sueño de la confianza (Marcos 4:35-41; Salmo 127:2; 4:8) y el sueño de la indiferencia; de la negligencia (Marcos 14:32-42). Elena G. de White lo dice con palabras muy significativas: “Pero la situación extrema del hombre es la oportunidad de Dios” (Hechos de los apóstoles, p. 118).
Pedro había experimentado el sueño de la negligencia; ahora duerme el sueño de la confianza: “Entra en la celda, donde yace Pedro, durmiendo el apacible sueño de la confianza perfecta” (Hechos de los apóstoles, p. 118).
La iglesia oraba, pero no confiaba
El Señor libera milagrosamente a Pedro (Hechos 12:7-11) por medio del ministerio de los ángeles.
“El relato de estas visitas angélicas debe proporcionar fuerza y valor a aquel que trabaja para Dios. Hoy día, tan ciertamente como en el tiempo de los apóstoles, los mensajeros celestiales recorren toda la anchura y longitud de la tierra, tratando de consolar a los tristes, proteger a los impenitentes, ganar los corazones de los hombres a Cristo. No podemos verlos personalmente; pero no obstante, ellos están constantemente
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con nosotros para dirigirnos, guiarnos y protegernos” (Hechos de los apóstoles, p. 123).
La iglesia seguía orando. “Y habiendo considerado esto, llegó a casa de María la madre de Juan, el que tenía por sobrenombre Marcos, donde muchos estaban reunidos orando” (Hechos 12:12).
Sin embargo, la iglesia no confiaba totalmente en que Dios podría obrar la liberación (Hechos 12:13-19). El nombre Rode, significa Rosa en griego. Ante su informe le contestaron: “Estás loca”. “¡Es su ángel!” Quedaron atónitos por el maravilloso relato, y por su propia incredulidad.
Autores católicos dicen que Pedro fue a Roma y fundó la iglesia allí. Sabemos que tiempo después estuvo en Jerusalén (Hechos 15) y en Antioquía (Gálatas 2:11-14).
Conclusión
Dios nos ayude a ser creyentes de oración perseverante. El Señor permita que aprendamos a confiar plenamente en el ilimitado poder del cielo para obrar en nuestro favor.
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ORACIÓN Y SÚPLICA
Introducción
La siguiente es una definición de diccionario: “ORACIÓN. Diálogo del hombre con Dios. Es un acto de adoración y comunicación, e incluye la presentación de nuestros deseos a Dios, en el nombre de Jesucristo y con la asistencia del Espíritu Santo (Juan 14:13, 14; Romanos 8:26, 27; Filipenses 4:6)” (Diccionario ilustrado de la Biblia, p. 466).
Sigue diciendo la misma fuente: “El Nuevo Testamento manda orar en todo tiempo (Lucas 18:1; Efesios 6:18; 1 Tesalonicenses 5:17), y en todo lugar (1 Timoteo 2:8)” (Diccionario ilustrado de la Biblia, p. 466).
Veamos algunas expresiones interesantes de Pablo sobre la oración. De ellas sacaremos orientaciones para nuestra propia vida de comunión con el Señor.
Desarrollo
Oración y súplica
Primer pasaje: “orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos” (Efesios 6:18).
Hay otros pasajes con ideas similares. Romanos 8:26, 27 dice que debemos orar con la ayuda del Espíritu.
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“¡Cuán a menudo el tiempo nos ha revelado la completa insensatez de algunas de nuestras oraciones, y cuán agradecidos estamos de no haber recibido nunca algunas de las cosas que pedimos!” (Comentario bíblico adventista del séptimo día, tomo 6, p. 1045).
Mateo 24:42 presenta la idea de velar.
Oración, ruego y acción de gracias
“Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias” (Filipenses 4:6).
Al hablar de oraciones, se refiere seguramente a las peticiones generales. Ahora el ruego es una oración por propósitos particulares o necesidades específicas. La acción de gracias no debiera estar ausente.
Rogativas, oraciones, peticiones y acciones de gracias
“Exhorto ante todo, a que se hagan rogativas, oraciones, peticiones y acciones de gracias, por todos los hombres” (1 Timoteo 2:1).
“Mas la que en verdad es viuda y ha quedado sola, espera en Dios, y es diligente en súplicas y oraciones noche y día” (1 Timoteo 5:5).
Las “rogativas” (del griego déesis) son plegarias o peticiones; es decir, oraciones que buscan satisfacer necesidades personales. Las “oraciones” (del griego proseujé) tienen que ver con la comunión con Dios. Las “peticiones” (del griego énteuxis)
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son de nuevo súplicas o pedidos. Y las “acciones de gracias” (del griego eujarist) son agradecimientos.
Timoteo era pastor de la iglesia de Efeso y recibió estas valiosas instrucciones de Pablo acerca de la oración.
Conclusión
A orar se aprende orando y a orar bien se aprende permitiendo la obra del Espíritu Santo.
Las palabras del apóstol Pablo pueden servirnos en este permanente aprendizaje del verdadero significado de la oración.
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HÁGASE TU VOLUNTAD
Introducción
Vamos a meditar en una frase del Padrenuestro que muchos cristianos repiten regularmente: “Padre nuestro que estás en los cielos… Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra” (Mateo 6:9, 10).
Cristo nos enseñó a orar para que pronto “acabe el reinado del pecado y que llegue el momento cuando la voluntad de Dios sea tan universalmente cumplida en la tierra como lo es ahora en todos los otros dominios de la creación” (Comentario bíblico adventista del séptimo día, tomo 5).
Si estamos preparados para vivir en ese reino donde todo estará en armonía con la voluntad de Dios nos conviene pensar en ese gran tema.
Desarrollo
Necesitamos conocer y vivir la voluntad de Dios
El apóstol Pablo escribió sobre esto en Romanos 12:2. “No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta”. El texto habla de no conformarse (amoldarse) al mundo, sino transformarse. Es decir, permitir que Cristo cambie la naturaleza interior. Renovarse en una mente nueva capaz de discernir, y comprobar, es decir, distinguir la voluntad de Dios.
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Otro pasaje de Pablo: “Por tanto, no seáis insensatos, sino entendidos de cuál sea la voluntad del Señor” (Efesios 5:17). Habla de ser entendidos en los planes y propósitos de Dios para la vida.
Cristo habló con mucha claridad sobre este tema. A los que conocían la voluntad de Dios (Mateo 7:21), como a los que no la conocen y no deben rendir cuentas de la misma manera (Lucas 12:47, 48). Es claro, en este sentido, que Dios ilumina y capacita a los sinceros (Juan 7:17).
La vida de Cristo es nuestro ejemplo de obediencia y sumisión a la voluntad de Dios
El autor de Hebreos aplica a Cristo las palabras del Salmo 40:6-8. “He aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad” (Hebreos 10:9).
Esa era su primera necesidad, su único propósito (Juan 4:34; 5:30; 6:38). Sometió su voluntad aún en la suprema agonía (Lucas 22:42).
¿Cuál es la voluntad de Dios?
1.- Es su voluntad salvarnos eternamente (Juan 6:39, 40).
2.- Quiere renovar nuestra vida por medio del evangelio (Santiago 1:18).
3.- Nuestra santificación, o consagración completa (1 Tesalonicenses 4:3).
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4.- Que seamos agradecidos en todas las circunstancias (1 Tesalonicenses 5:18).
5.- Que hagamos el bien (1 Pedro 2:15). En este caso vale la siguiente declaración tomada del Comentario bíblico adventista del séptimo día: “La mejor forma de silenciar la crítica es no dar ocasión para ella”.
Conclusión
Los que viven según la voluntad de Dios se preparan para la eternidad (1 Juan 2:17).
Hagamos nuestra la oración del salmista: “Enséñame a hacer tu voluntad, porque tú eres mi Dios; Tu buen espíritu me guíe a tierra de rectitud” (Salmo 143:10).
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TODO CUANTO LE PEDIMOS
Introducción
La oración puede ser algo hermoso. Podemos aprender siempre a orar y a pedir conforme a nuestras profundas necesidades. Veamos brevemente en la Biblia lo que significa orar y pedir a la Divinidad.
Desarrollo
Cuando oramos, el Padre nos oye
Deuteronomio 4:7 nos dice que Él está muy cerca de nosotros. “Porque ¿qué nación grande hay que tenga dioses tan cercanos a ellos como lo está Jehová nuestro Dios en todo cuanto le pedimos?”.
En el Sermón de la Montaña, Jesús enseñó que podemos orar a Alguien que en realidad lo sabe todo. “No os hagáis, pues, semejantes a ellos; porque vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad, antes que vosotros le pidáis”.
De esa manera podemos pedir sin ningún temor. “Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá. ¿Qué hombre hay de vosotros, que si su hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿O si le pide un pescado, le dará una serpiente? Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará buenas cosas a los que le pidan?” (Mateo 7:7-11). O como se lee en un pasaje paralelo:
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“Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?” (Lucas 11:13).
A veces basta con que nos pongamos de acuerdo en peticionar por algo en especial. “Otra vez os digo, que si dos de vosotros se pusieren de acuerdo en la tierra acerca de cualquiera cosa que pidieren, les será hecho por mi Padre que está en los cielos” (Mateo 18:19).
Se nos asegura que Dios nos dará más de lo que pedimos. “Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros, a él sea gloria en la iglesia en Cristo Jesús por todas las edades, por los siglos de los siglos. Amén” (Efesios 3:20, 21).
En 1 Juan 5:14, 15 se nos dice que su voluntad es soberana y buena. “Y esta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye. Y si sabemos que él nos oye en cualquiera cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hayamos hecho”.
Cuando oramos, Jesús intercede
Por eso hemos de orar en el nombre de Jesús. “Y todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si algo pidiereis en mi nombre, yo lo haré” (Juan 14:13, 14).
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Hay promesas del Señor para aquellos que piden en su nombre. “Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho” (Juan 15:7). “No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca; para que todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, él os lo dé” (Juan 15:16).
La respuesta del Señor se basa en el amor del Padre. “En aquel día no me preguntaréis nada. De cierto, de cierto os digo, que todo cuanto pidiereis al Padre en mi nombre, os lo dará. Hasta ahora nada habéis pedido en mi nombre; pedid, y recibiréis, para que vuestro gozo sea cumplido” (Juan 16:23, 24). “En aquel día pediréis en mi nombre; y no os digo que yo rogaré al Padre por vosotros, pues el Padre mismo os ama, porque vosotros me habéis amado, y habéis creído que yo salí de Dios” (Juan 16:26, 27).
Cuando oramos, el Espíritu Santo nos ayuda
Así lo enseña el apóstol Pablo: “Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles” (Romanos 8:26).
Necesitamos grandemente esa intercesión del Espíritu Santo para que nos enseñe a pedir como conviene.
Conclusión
Orar es una experiencia trinitaria. Oramos al Padre, en el nombre del Hijo y con la asistencia del Espíritu Santo.
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No perdamos la oportunidad de participar de esa hermosa experiencia, de la cual mucho nos enseña la Biblia.
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LA ORACIÓN DEL ANCIANO APÓSTOL
Texto: “Por lo cual también nosotros, desde el día que lo oímos, no cesamos de orar por vosotros, y de pedir que seáis llenos del conocimiento de su voluntad en toda sabiduría e inteligencia espiritual, para que andéis como es digno del Señor, agradándole en todo, llevando fruto en toda buena obra, y creciendo en el conocimiento de Dios; fortalecidos con todo poder, conforme a la potencia de su gloria, para toda paciencia y longanimidad; con gozo dando gracias al Padre que nos hizo aptos para participar de la herencia de los santos en luz” (Colosenses 1:9-12).
Propósito: Inspirar en los oyentes el deseo de alcanzar una norma más elevada de crecimiento cristiano.
Proposición: Aunque el apóstol conocía las virtudes de la iglesia de Colosas, a través de una oración invita a los creyentes de entonces y de ahora a alcanzar una norma más elevada de santificación, a través del conocimiento de Dios y de su voluntad que lleva a vivenciar eficazmente el cristianismo.
Introducción
Después de una larga travesía los viajeros llegaron a la plaza de Apio, distante 65 kilómetros de Roma. Las multitudes que atestaban la carretera abren paso y aquel anciano de cabellos grises, encadenado juntamente con un grupo de criminales, reciba miradas de desprecio y es hecho objeto de bromas groseras y burlonas. De repente con un grito de alegría, un hombre sale de entre la multitud y se echa sobre el cuello del
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anciano preso y lo abraza con lágrimas en los ojos. Otros siguieron, ya que muchos reconocen en aquel anciano a quien en sus días de lozanía y libertad había proclamado el evangelio de la salvación en Corinto, Filipos y otros lugares. Los discípulos rodean al patriarca del evangelio y toda la multitud se detiene. Los soldados aunque impacientes por la demora no se atreven a interrumpir aquel feliz encuentro. En el rostro cansado y dolorido de Pablo, los discípulos ven reflejada la imagen de su Señor. Aseguran a Pablo que no dejarán de amarlo y recordarlo. Sentían una deuda de gratitud tan grande hacia el apóstol que si se les hubiese permitido hubieran llevado a Pablo en andas hasta la ciudad.
Lucas cuenta que él “dio gracias a Dios, y tomó aliento”. “Con paso más firme y corazón gozoso continuó su camino. No se quejaría del pasado, ni tampoco temería el futuro. Sabía que cadenas y aflicciones le esperaban, pero también que debía rescatar almas de un cautiverio infinitamente más terrible, y se regocijó en sus sufrimientos por causa de Cristo” (Hechos de los apóstoles, p. 359).
En Roma el apóstol fue entregado al capitán de la guardia del emperador. El buen informe que recibió de Pablo y la carta de Festo motivaron que fuera tratado con clemencia, y en lugar de una prisión, se le permitió vivir en una casa alquilada. Tenía libertad de recibir amigos, de escribir y de trabajar por Cristo, aunque estaba constantemente encadenado a un soldado.
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Las cartas a los filipenses y a los colosenses fueron escritas desde ese lugar. Dirigiéndose a los colosenses, el apóstol decía: “Por lo cual también nosotros, desde el día que lo oímos, no cesamos de orar por vosotros, y de pedir…” (Colosenses 1:9).
En este momento quisiera descubrir cuál era la petición del gran apóstol de los gentiles por la iglesia de Colosas, que seguramente podría representarnos a nosotros también.
Desarrollo
El apóstol pedía que los cristianos tengan un conocimiento completo de la voluntad de Dios (Colosenses 1:9).
“Por lo cual también nosotros, desde el día que lo oímos, no cesamos de orar por vosotros, y de pedir que seáis llenos del conocimiento de su voluntad en toda sabiduría e inteligencia espiritual” (1:9).
Era su anhelo que conocieran la voluntad de Dios. La Biblia abunda en declaraciones sobre la voluntad de Dios. Además toda la Palabra inspirada revela la voluntad soberana del Señor.
Es nuestro privilegio estudiar el libro sagrado y los escritos inspirados en busca de la voluntad de Dios para nuestras vidas.
“El primero y más alto deber de toda criatura racional es el de escudriñar la verdad en las Sagradas Escrituras y luego andar en la luz y exhortar a otros a que sigan su ejemplo. Día tras día deberíamos estudiar diligentemente la Biblia, pesando
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cada pensamiento y comparando texto con texto. Con la ayuda de Dios debemos formarnos nuestras propias opiniones ya que tenemos que responder a Dios por nosotros mismos” (El conflicto de los siglos, p. 656).
Al comentar el pasaje de Colosenses 1:9, Elena G. de White declara: “Tal es el conocimiento que Dios invita a recibir, y fuera del cual todo otro es vanidad e insignificancia” (El ministerio de curación, p. 333).
Era su anhelo que conocieran plenamente la voluntad de Dios. “Llenos del conocimiento”, implica algo total, completo. La Biblia de Jerusalén traduce: “que lleguéis al pleno conocimiento de su voluntad…”.
Era su deseo que para conocer plenamente la voluntad de Dios tuvieran sabiduría e inteligencia espiritual. “Sabiduría”, viene de la palabra griega sophía (se usa 51 veces en el Nuevo Testamento) que se traduce siempre como sabiduría. Ver textos como Lucas 2:40, 52; Hechos 6:10; 1 Corintios 2:6, 7; Colosenses 3:16. “Inteligencia” viene de una palabra que se usa siete veces en el Nuevo Testamento y se traduce como “entendimiento” o “inteligencia”. Sólo que esta sabiduría o esta inteligencia es “espiritual”. No es una infatuada intelectualidad desposeída de espiritualidad, ni tampoco una espiritualidad ingenua e ignorante, sino una inteligencia espiritual.
El apóstol oraba para que ese conocimiento de la voluntad de Dios se revelara en una vida cristiana consecuente (Colosenses 1:10 pp).
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“Agradándole en todo” (1:10). Otros ejemplos bíblicos del término “agradar” se encuentran en Juan 8:29; Romanos 8:7, 8; 2 Timoteo 2:4; 1 Juan 3:22.
No hemos de vivir para agradarnos a nosotros mismos, ni a los hombres, sino a Dios (Colosenses 1:10 dice “Agradándole”). Ver Romanos 15:1, 3; Gálatas 1:10; 1 Tesalonicenses 2:4. Hemos de agradar a Dios “en todo” (como lo dice 1 Tesalonicenses 4:1). ¿Es nuestra vida en todo momento y en cada cosa agradable a los ojos de Dios?
“Llevando fruto en toda buena obra” (1:10). La Biblia habla mucho de los frutos. Cristo enseñó que el árbol es conocido por sus frutos (Mateo 3:16, 20; 12:33). La semilla que cae en buena tierra da fruto (Mateo 13:8, 23). Cuando los pámpanos están unidos a la vid producen frutos (Juan 15:1-16). Llenos de frutos de justicia (Filipenses 1:11). Los buenos frutos son las buenas obras. ¿Es fructífera nuestra vida cristiana?
“Y creciendo en el conocimiento de Dios” (1:10). Cuando la Biblia habla de conocer (hebreo Yadá o griego Ginosko) a Dios no se refiere a un conocimiento intelectual, sino relacionado. Apunta a la familiarización. Conocer a Dios es tener comunión con él. No se refiere a deducción intelectual sino a una relación personal. Este tipo de conocimiento relacionado es la base de la experiencia cristiana (Juan 17:3).
Como lo expresó Elena G. de White: “…el amor no puede ser exigido; no puede ser obtenido por la fuerza o la autoridad. El amor se despierta únicamente por el amor. El conocer a Dios es amarle; su carácter debe ser manifestado en
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contraste con el carácter de Satanás” (El Deseado de todas las gentes, p. 13).
“Cuando conozcamos a Dios como es nuestro privilegio conocerle, nuestra vida será una vida de continua obediencia. Si apreciamos el carácter de Cristo y tenemos comunión con Dios, el pecado llegará a sernos odioso” (El Deseado de todas las gentes, p. 621).
El apóstol oraba para que este tipo de conocimiento experiencial de Dios fuera progresivo. “Creciendo” (Colosenses 1:10. Ver 2:2; 3:10; Efesios 4:12, 13).
“Fortalecidos con todo poder” (Colosenses 1:11). No es nuestro poder, sino “la potencia de su gloria” (Ver 2 Corintios 12:7-9). El cristiano debe ser poderoso en Dios (Hechos 1:8; 6:8; 10:38; 1 Corintios 4:20; Efesios 3:20, 21). “Poder” viene de la palabra griega Dinamis, raíz de dinamita o dinamismo.
“Para toda paciencia y longanimidad” (Colosenses 1:11). Paciencia, se usa 32 veces en el Nuevo Testamento con las siguientes traducciones: paciencia, perseverancia, tolerancia. En otras palabras: aguante, tenacidad, constancia. Es una virtud activa que implica resistencia bajo presión (Romanos 2:7; 5:3; Colosenses 1:11; Hebreos 10:36; 12:1; Santiago 5:11; Apocalipsis 14:12). Longanimidad, se usa 14 veces en el Nuevo Testamento como longanimidad, mansedumbre, tolerancia, paciencia, clemencia, largura de ánimo. Esta es una virtud pasiva: tolerancia, indulgencia (Efesios 4:2; Colosenses 3:12; 2 Timoteo 4:2).
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“Con gozo dando gracias al Padre” (Colosenses 1:12). Pablo oraba para que fueran cristianos gozosos, alegres. Salvador Iserte escribió: “Una cara triste nos deprime como un día lluvioso, pero un rostro sonriente nos contagia la alegría como la primavera en flor. La salud física y moral –el buen funcionamiento del organismo, la paz interior y la tranquilidad de conciencia- se exteriorizan en una franca sonrisa. Todo estado del alma se manifiesta al exterior… No solamente el rostro es el espejo del alma, sino que influye sobre ella”.
Alguien escribió lo siguiente:
¿Qué cuesta una sonrisa? Nada.
¿Cuánto puede producir? Mucho.
¿Qué tiempo dura? Un instante.
¿Y su memoria? A veces toda la vida.
¿Quién es tan rico que no la necesite? Nadie.
¿Y quién es tan pobre que no pueda darla? Ninguno.
¿Se empobrece el que la da? Al contrario, se enriquece.
¿Se puede comprar, vender o hurtar? Sólo se puede ofrecer gratuitamente.
¿Quién es el que está más necesitado de una sonrisa? El que no tiene ninguna para dar.
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La palabra gozo (del griego Jara) es muy común en la Biblia (Lucas 2:10; 10:17; 19:6; Juan 20:20; Hechos 5:41; 8:39; 11:23; 13:48; Romanos 12:12; 2 Corintios 13:11; Gálatas 5:22; Filipenses 4:4; 1 Tesalonicenses 5:16; Santiago 1:2; Apocalipsis 19:7).
El gozo cristiano se convierte en gratitud a Dios. Debemos ser cristianos agradecidos. La palabra gratitud viene de la palabra anterior (Jara): gozo o alegría. Hay sobradas razones para ser agradecidos. Oliver Cromwell (1599-1658), líder político y militar inglés, decía: “Señor, cuánta gente hay que tiene hambre y no tiene qué comer. Cuánta gente tiene alimentos, pero no tiene apetito. Y yo te doy gracias porque me das las dos cosas: hambre y comida”. Ver Colosenses 1:12-14.
Conclusión
¡Cuán elevado es el ideal de vida que Pablo presenta para la iglesia! Si el apóstol viviera hoy, ¿vería contestada su oración en nuestras vidas?
Bien podemos apropiarnos del ideal que el apóstol expresa por medio de su oración en favor de los colosenses.
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LA ORACIÓN Y EL AMOR
Introducción
En el texto que estudiaremos, Pablo estimula a los corintios a dar generosas contribuciones para los pobres de Jerusalén. Veamos 2 Corintios 9:12-15. “Porque la ministración de este servicio no solamente suple lo que a los santos falta, sino que también abunda en muchas acciones de gracias a Dios; pues por la experiencia de esta ministración glorifican a Dios por la obediencia que profesáis al evangelio de Cristo, y por la liberalidad de vuestra contribución para ellos y para todos; asimismo en la oración de ellos por vosotros, a quienes aman a causa de la superabundante gracia de Dios en vosotros. ¡Gracias a Dios por su don inefable!”.
Los resultados de la generosidad de los corintios en favor de los cristianos necesitados de Jerusalén no tardarían. Ellos darían gloria y alabanzas a Dios. Demostraría la sinceridad de los creyentes de Corinto (los judíos cristianos solían sospechar de la conversión de los gentiles). Mostraría también que los corintios se sentían espiritualmente unidos a sus hermanos judíos. Manifestarían un espíritu de oración y amor, desapareciendo así las hostilidades entre las iglesias de origen pagano y la iglesia madre de Jerusalén.
Veamos otras traducciones de 2 Corintios 9:14: “Y además orarán por ustedes con mucho cariño, por la gran bondad que Dios les ha mostrado a ustedes” (Dios habla hoy). “Y con su oración por vosotros, manifiestan su gran afecto hacia vosotros a causa de la gracia
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sobreabundante que en vosotros ha demostrado Dios” (Biblia de Jerusalén).
¿Qué profunda y misteriosa relación existe entre la oración y el amor?
Desarrollo
La oración sin amor es formalismo
Pensemos, ¿por quiénes oramos?, y ¿por qué oramos? E. F. Scott dice que demasiadas oraciones son “oraciones de egoísmo”. Oramos por nosotros mismos, por nuestros problemas, por nuestra salvación, por nuestra familia, por nuestro país y por nuestra iglesia.
Elena G. de White escribió: “La falta de sentimientos humanitarios hacia los hombres es nuestro mayor pecado” (Obreros evangélicos, p. 148).
El amor tiene mucho que ver con la auténtica religiosidad. “El profesar pertenecer a Cristo sin sentir amor profundo, es mera charla, árido formalismo, gravosa y vil tarea” (El camino a Cristo, p. 44).
El amor sin oración es superficial
Alguien dijo sobre la oración: “Es de lo que más se habla en la iglesia pero que menos se practica”.
Oramos poco, intercedemos aún menos, y nuestro amor se torna superficial.
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Nos conformamos con ser padres buenos en vez de orar para ser buenos padres. Nos conformamos con ser hermanos buenos en vez de orar para ser buenos hermanos.
La oración motivada por el amor es eficaz
“La intercesión –al igual que otros tipos de oración- es fundamentalmente un encuentro creativo con Dios, pero que tiene la dimensión adicional del amor por los demás. ‘Ora mejor quien ama mejor”, nos dice un conmovedor himno antiguo’” (Wilma Weaver Kagels, “He orado por ti”, Revista adventista, abril 1982, p. 6).
“La cosa más grande que podemos hacer por Dios, el hombre y nuestros hijos es orar” (Ibíd., p. 7).
La Biblia registra notables oraciones motivadas por el amor: (a) La oración de Moisés (Éxodo 32:11-13, 31-33; Números 14:13-19). (b) La oración de Samuel (1 Samuel 12:22-24). (c) La oración de Jesús (Juan 17). (d) Las oraciones de Pablo (Romanos 1:9, 10; Efesios 1:16; Filipenses 1:3, 4; Colosenses 1:3; 1 Tesalonicenses 1:2, 3; Etc.).
El amor fortalecido por la oración es poderoso
Margaret Mayfield había terminado de hacer sus compras antes de Navidad en un centro de compras de San Antonio, California, Estados Unidos. Estaba colocando los paquetes en el asiento posterior de su auto, cuando sintió un arma apoyada contra sus costillas y un hombre que le decía:
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“¡Entre al auto y no se mueva! Soy Spephen Morin, el hombre que mató a la mujer del bar anoche”.
Los ojos del hombre eran una terrible mezcla de temor y odio. Margaret entró al auto. Morin la siguió y trabó las puertas.
La primera reacción de Margaret fue pedir misericordia por sus hijos, pero se dio cuenta de que era exactamente lo que el hombre deseaba: un sentido de absoluto control sobre un ser humano indefenso. En lugar de eso, comenzó a orar en voz alta por sus hijos, su esposo y ella misma. Oró por su agresor, rogando a Dios que le mostrara que Él se interesaba por gente como él, que se sentía rechazado y olvidado.
Después de unos quince minutos sintió una sensación de absoluta calma. Morin le preguntó por qué no estaba temblando de miedo. Ella le dijo cuál era el secreto de su paz. Entonces, mientras la gente pasaba a su alrededor, inconsciente de la potencial tragedia que se vivía en el auto estacionado, Morin comenzó a abrir su corazón. Le habló de una juventud infeliz, llevado de un hogar adoptivo a otro, y bien pronto metido en problemas con los vecinos y con la policía. Todo lo que había conocido era un eficiente desinterés y una ley sin amor.
Mientras derramaba su alma, Margaret estaba orando por él, por su liberación de los grillos del odio y de la desesperación. Llegó a mencionar a su hijo de cuatro años y dijo que prefería morir antes que permitir que su hijo pasara por lo que él había pasado. Margaret Mayfield le dijo que exactamente de esa forma era como Dios sentía en cuanto a sus hijos, y que había muerto por ellos.
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-Ahora entiendo lo que usted quiere decir –replicó Morin, y oró entonces-: “Jesús, lamento todo lo que he hecho. Por favor, sálvame”.
Morin vació las balas de su pistola en las manos de Margaret y le dijo que nunca volvería a usar un arma otra vez. Le pidió que lo llevara a la estación de ómnibus. Poco después, mientras cambiaba de ómnibus en Fort Worth, fue apresado por la policía. Al rendirse, explicó: “Hace unas pocas horas hubiera comenzado a disparar, y si era necesario hubiera matado a todos en este ómnibus, pero acabo de encontrarme con una mujer que se preocupó por mí y oró por mí. Ella me convenció de que yo no estaba totalmente rechazado por Dios y por los humanos. Soy diferente ahora”.
La oración había producido un milagro; había creado un compañerismo entre un criminal y su víctima (Daniel Augsburger, “De rodillas, hay brazos que nos unen”, Revista adventista, enero 1986, p. 4).
La oración modelo, el Padrenuestro, nos acerca a Dios y al prójimo. Invoca a Dios como Padre de todos, ruega por el reino donde todos vivirán en comunión, pide que no falte el pan para nosotros y para los demás, recuerda que todos necesitamos dar y recibir perdón.
Jesús dio su consejo en Mateo 5:43-48. Usa aquí la palabra “amor” (del griego agapáo) que significa respeto, cortesía
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y consideración, y no fileo, que es el amor espontáneo y emotivo. Como alguien lo dijo: “Nadie puede odiar a alguien por quien está orando”.
Conclusión
Orar y amar son necesidades supremas. Es necesario que aprendamos a orar con amor y a crecer en amor por medio de la oración.
Una antigua canción espiritual lo dice bien: “Oración sublime”.
La mejor oración es amor.
La mejor oración es amor.
Si no puedes amar necesitas orar.
La mejor oración es amor.
La mejor oración es amor.
La mejor oración es amor.
Si no puedes orar necesitas amar.
La mejor oración es amor.
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MÁS DE LO QUE PEDIMOS
Introducción
Texto: “Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros, a él sea gloria en la iglesia en Cristo Jesús por todas las edades, por los siglos de los siglos. Amén” (Efesios 3:20-21).
A veces pensamos que pedimos demasiado en nuestras oraciones. La realidad es que generalmente pedimos poco, sobre todo de aquellas cosas que Dios quiere concedernos. Pablo dice que Dios puede hacer mucho más de lo que le pedimos.
En la Biblia tenemos ejemplos de personas que se atrevieron a pedirle algo al Señor, y Dios los sorprendió otorgándole mucho más de lo que habían solicitado.
Desarrollo
Jacob pidió morir, y Dios le permitió ver no sólo a su hijo José sino a sus nietos. Génesis 46:30; 48:11.
Al suponer que José había muerto, Jacob perdió la alegría de vivir. No deseaba ser consolado de una pérdida tan grande (Génesis 37:35). Cuando supo que estaba vivo, no quiso más nada; estaba listo para morir.
Dios tenía para él todavía mayores sorpresas: habría de vivir para conocer a los hijos de José.
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Ana pidió un hijo, y Dios le dio cinco más del que había pedido. 1 Samuel 1:11; 2:20-21.
La Biblia de Jerusalén traduce las palabras de Elí: “Que Yahveh te conceda descendencia de esta mujer, a cambio del préstamo que ella ha cedido a Yahveh” (20).
Ana pidió un hijo y se lo prestó al Señor, y Dios la sorprendió devolviéndole otros cinco. La felicidad de Ana fue inmensa.
David pidió que Dios le salvara la vida, y le otorgó honra y majestad. Salmo 21:2-6.
Pidió que su vida fuera librada del enemigo. Sólo quería vivir.
El Señor le otorgó múltiples bendiciones: una corona, honra y majestad, alegría.
Salomón pidió sabiduría, y Dios le dio otras cosas: riquezas, gloria y longevidad. 1 Reyes 3:5-14 (11-13).
Salomón pidió una sola cosa, pero pidió bien.
Y como pidió bien, el Señor le otorgó además lo que no había pedido.
Conclusión
Cuando pidamos no tengamos temor de agotar las reservas del Señor. Pidamos mucho, y pidamos bien.
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No pidamos una pequeña porción de su Espíritu, ni un pequeño lugar en su reino. El Señor quiere sorprendernos dándonos mucho más de lo que podemos pedir.
Como escribió Thomas Goodwin: “En la respuesta a las oraciones, las gracias suelen venir en abundancia; aquello que hemos pedido no viene solo...” (La respuesta a la oración, ps. 110-111).
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CUANDO DIOS DICE QUE NO
Introducción
Una buena y una mala, ¿cuál primero? Lo malo es que no sabemos orar; lo bueno es que el Espíritu Santo nos ayuda. Lo malo es que no sabemos pedir; lo bueno es que Dios suele decirnos que no.
Es evidente que pocas veces sabemos pedir correctamente. Nuestro texto de partida es Romanos 8:26. “Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles”.
Lo cierto es que muchas veces nuestras oraciones parecen no ser contestadas. ¿No nos oye Dios? Sí nos oye, pero no siempre nos concede lo que le pedimos. Veamos algunos ejemplos bíblicos. ¿Cuáles son las lecciones de las negativas divinas? ¿Hay algo de bueno cuando Dios nos dice que no? (Sobre una idea de Thomas Goodwin, La respuesta a la oración, ps. 124-131).
Desarrollo
Primer relato. Abrahán pidió que la promesa se cumpliera en Ismael (Génesis 17:17-22).
El muchacho de 13 años era sano y hermoso (todos los hijos son lindos para los padres). Además él ya estaba demasiado viejo (99 años), no sólo para cambiar pañales, sino aún para poder engendrar. Sara también ya era suficientemente mayor como
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para tener que levantarse de noche a dar de mamar, y mayor para concebir un hijo. Por todo eso Abrahán pidió que Dios aceptara a Ismael como el hijo de la promesa.
Dios le dijo que no, porque su esposa Sara tendría un hijo. Abraham se rio y luego Sara se rio, y volvió a reír cuando el niño nació. Por esa razón lo llamaron, Isaac (risa).
Con todo, Dios había oído su oración por Ismael y lo habría de bendecir. Habría de bendecir también a Isaac para que tuviera descendencia, para que de él descendiera un gran pueblo, y para que fuera el antecesor del Mesías.
Segundo relato. Moisés pidió entrar en Canaán (Deuteronomio 3:23-27).
Quería terminar la obra comenzada y deseaba participar del cumplimiento de las promesas. Después de todo él había sido el portador de la idea de viajar a Canaán. Además había viajado 40 años para llegar a la frontera. Había luchado contra el faraón, contra los enemigos, contra el pueblo, contra el hambre y la sed. ¿Habría de llegar ahora hasta el límite para morir antes?
Y Dios le dijo que no. El Señor tenía planes diferentes para él y se negó a escucharlo. Moisés subió al monte, arregló su vida con Dios y murió solo. Nadie asistió a su funeral.
Dios lo había escuchado. El Señor lo resucitó y lo llevó a su reino. Moisés dialogó con Jesús en el monte de la transfiguración.
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Tercer relato. Cristo pidió que pasara la copa (Mateo 26:39, 42, 44; Hebreos 5:7).
En su condición de hombre clamó con lágrimas ser librado de la muerte. Había venido a morir, pero no quería hacerlo. El peso era tan grande y el porvenir tan oscuro que solicitó que la copa fuera retirada de sus manos.
Dios dijo que no; por eso tenemos esperanza de salvación. Porque Dios le dijo que no, dio su vida para liberarnos a nosotros.
Sin embargo Jesús fue oído. No fue liberado de beber la copa, pero su mano fue fortalecida para poder hacerlo. No era posible dejar de morir, pero el cielo lo sostuvo para ofrendarse por nuestra salvación.
Conclusión
Es evidente nuestra necesidad de la ayuda del Espíritu Santo. Se ha dicho que oramos al Padre, en nombre del Hijo y con la ayuda del Espíritu Santo. Al hacerlo tengamos la seguridad de que Dios siempre nos oye, aun cuando no nos otorgue exactamente lo que le hemos solicitado.
La fe nos permitirá confiar en él, en su poder, su sabiduría y su amor. Cuando Dios nos diga que no, sepamos que tiene un sí mejor para ofrecernos.
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LA CENA DEL SEÑOR: “QUIERO INVITARTE A COMER”
PASADOS POR ALTO
La última semana del ministerio terrenal de Cristo es conocida como la semana de la pasión. Empezó el domingo con la entrada triunfal a Jerusalén para terminar el viernes por la tarde con la crucifixión de Jesús. El sábado reposaría en la tumba para resucitar gloriosamente el primer día de la semana.
La ceremonia que hoy nos convoca fue instituida el jueves por la noche. Todos los preparativos se habían hecho cuidadosamente y allí en el aposento alto de Jerusalén, Cristo comenzó diciendo: “¡Cuánto he deseado comer con vosotros esta pascua antes que padezca!” (Lucas 22:15).
Dediquemos algún tiempo a la reflexión del significado de la Pascua y de la Cena del Señor como preparación para nuestra participación en el rito.
Desarrollo
¿Qué era la Pascua?
Los judíos la venían celebrando por 1500 años. ¿Qué sentido tenía esta celebración? Para entenderla tenemos que retroceder al año 1445 a. C.
Nueve plagas ya habían caído sobre Egipto y el corazón del Faraón seguía endurecido desoyendo la orden de Dios de librar
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a Israel de la esclavitud y la opresión. Después de muchos altercados, entrevistas y componendas, el Faraón había echado a Moisés y Aarón de su presencia, amenazándolos de muerte si volvían a insistir. Algunos días antes de la plaga final Dios se comunicó con Moisés para darle las últimas indicaciones.
Éxodo 12 nos relata el momento cuando Dios instituyó la Pascua. Éxodo 12:1, 2 nos sitúa en el momento histórico: Era en mes de Abib o “mes de las espigas” (corresponde más o menos al mes de abril), que luego del cautiverio fue reemplazado por Nisán de acuerdo al calendario babilónico. Éxodo 12:3, 4 informa que aunque la conmemoración comenzaba el día 14, los preparativos se iniciaban cuatro días antes. Según Éxodo 12:5 el animal elegido debía ser “sin defecto”, como símbolo adecuado de la integridad y perfección física y moral de Jesús. Éxodo 12:6, 7 dice que debían asperjar la sangre del cordero. Éxodo 12:8-11 menciona la levadura, como símbolo de impureza, corrupción y pecado (1 Corintios 5:7, 8). Éxodo 12:12, 13 presenta la última plaga, o muerte de los primogénitos. Entonces el Señor dice “pasaré” (del hebreo Pesaj y el griego Pásja, que en castellano le llamó Pascua). De modo que Pascua quiere decir “pasar por alto”. El relato de Éxodo 12 continúa en los versículos 21-23, 29-34, 37-41.
Elena G. de White lo dice muy bien: “La pascua fue ordenada como conmemoración del libramiento de Israel de la servidumbre egipcia” (El Deseado de todas las gentes, p. 608).
Por otro lado, la Pascua era profundamente simbólica, porque todo prefiguraba al Cordero de Dios que un día
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derramaría su sangre para liberar a los seres humanos de la esclavitud del pecado.
Jesús y sus discípulos participaron de la Pascua. Aquella cena del año 31 iba a ser realmente la última Pascua, ya que al otro día el símbolo se encontraría con la realidad, el tipo se encontraría con su antitipo. Cuando el cuerpo de Cristo fue clavado y herido y su sangre corrió por el tosco madero, él se convirtió en el verdadero Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Ya el cordero pascual que anualmente era inmolado dejó de tener significado.
¿Qué significa la Cena del Señor?
La Cena del Señor nació ese jueves por la noche de la semana de la pasión. Leamos Mateo 26:26-29. “Y mientras comían, tomó Jesús el pan, y bendijo, y lo partió, y dio a sus discípulos, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo. Y tomando la copa, y habiendo dado gracias, les dio, diciendo: Bebed de ella todos; porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados. Y os digo que desde ahora no beberé más de este fruto de la vid, hasta aquel día en que lo beba nuevo con vosotros en el reino de mi Padre”.
La Cena del Señor conmemora la muerte expiatoria de Cristo en nuestro favor. El pan representa el cuerpo puro de Cristo, quebrantado por nosotros y el vino simboliza la sangre pura de Cristo, derramada por nuestros pecados (1 Pedro 1:2, 19; Romanos 5:8, 9; Hebreos 9:13, 14; 13:12; 1 Corintios 5:7, 8). “El rito de la cena del Señor fue dado para conmemorar la gran liberación obrada como resultado de la muerte de Cristo” (El Deseado de todas las gentes, p. 608).
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Simboliza también la unidad de los cristianos y reitera la fe en la pronta venida del Señor.
El rito de humildad
En Juan 13:15 encontramos el mandato de Jesús: “Porque ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis”. ¿Qué es lo que Cristo había hecho y de lo cual debían tomar ejemplo? Lo encontramos en Juan 13:1-17.
Hacía tiempo que había una contienda entre los apóstoles (Lucas 22:24). Era la costumbre que en una fiesta un criado lavase los pies de los huéspedes. En esta ocasión todo estaba listo: la jarra, el lebrillo, la toalla, menos el siervo. Nadie quiso tomar el papel de siervo, humillándose ante los demás. Entonces Jesús lo hizo. “Esta acción abrió los ojos de los discípulos. Amarga vergüenza y humillación llenaron su corazón. Comprendieron el mudo reproche y se vieron desde un punto de vista completamente nuevo” (El Deseado de todas las gentes, p. 601).
¿Qué significa el lavamiento de los pies? “El rito que precede a la cena del Señor está destinado a aclarar malentendidos, a sacar al hombre de su egoísmo, a bajarle de sus zancos de exaltación propia y darle la humildad de corazón que le inducirá a servir a su hermano” (El Deseado de todas las gentes, p. 605). Está destinado a desterrar malentendidos entre hermanos, a recordarnos que todos somos iguales y que debemos servirnos los unos a los otros.
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Esta ceremonia tiene otro alcance espiritual. “Jesús le dijo: El que está lavado, no necesita sino lavarse los pies, pues está todo limpio; y vosotros limpios estáis, aunque no todos” (Juan 13:10). Así como una persona junta polvo en sus pies aunque se haya lavado antes, así el cristiano, aunque se haya bautizado lavando sus pecados, con el correr de los días acumula pecados que necesita limpiar; y el rito de humildad es un símbolo de la limpieza y el perdón de esos pecados.
El rito de humildad es una oportunidad para el examen de la propia experiencia religiosa y para la confesión del pecado. Una oportunidad para la reconciliación ante las divergencias, los roces, los malentendidos y el distanciamiento.
Conclusión
La fe en Jesús como el Cordero pascual, permite que seamos pasados por alto en nuestro destino de muerte, haciéndonos acreedores de la vida eterna.
Leamos 1 Corintios 11:23-26. “Porque yo recibí del Señor lo que también os he enseñado: Que el Señor Jesús, la noche que fue entregado, tomó pan; y habiendo dado gracias, lo partió, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo que por vosotros es partido; haced esto en memoria de mí. Asimismo tomó también la copa, después de haber cenado, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre; haced esto todas las veces que la bebiereis, en memoria de mí. Así, pues, todas las veces que comiereis este pan, y bebiereis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que él venga”.
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“MI SANGRE DEL NUEVO PACTO”
Introducción
La Santa Cena es uno de los ritos centrales del culto cristiano.
La última cena tuvo lugar en Jerusalén en el mes de Nisán (aproximadamente abril) del calendario hebreo. Era el jueves de la semana de la pasión y la primera luna llena de primavera. Los preparativos se realizan cuidadosamente en un salón del piso alto de una respetable casa oriental. Posiblemente se usaron finos metales, vajillas y juegos de copas. Se comía con los dedos sin cubiertos.
La fiesta de la Pascua recordaba la liberación del pueblo hebreo de su cautiverio en Egipto. Era una comida hogareña que comenzaba al anochecer. Se servía cordero asado con pan ázimo y copas de jugo de uva diluido. También había un plato con hierbas amargas que recordaba las penurias sufridas por los israelitas durante el cautiverio en Egipto. En Israel se acostumbraba cenar reclinados en divanes.
La alocución postrera de Jesús es hermosísima. Cuando la celebración terminó, Jesús y los apóstoles entonaron un himno, seguramente un salmo de David. Luego caminaron una media hora por el valle del Cedrón hasta el huerto de Getsemaní al pie del monte de los Olivos. En la última cena terminó el ministerio de Cristo y comenzó su pasión (Véase
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Ernest Hauser, “Lo que sucedió realmente en la Última Cena”, Selecciones, marzo 1989, ps. 17-21).
Mateo 26:26-29 resume maravillosamente la celebración de la Cena del Señor. Meditemos en el simbolismo de la sangre de Cristo como señal del nuevo pacto. “Y mientras comían, tomó Jesús el pan, y bendijo, y lo partió, y dio a sus discípulos, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo. Y tomando la copa, y habiendo dado gracias, les dio, diciendo: Bebed de ella todos; porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados. Y os digo que desde ahora no beberé más de este fruto de la vid, hasta aquel día en que lo beba nuevo con vosotros en el reino de mi Padre” (Mateo 26:26-29).
Desarrollo
El pacto en el Antiguo Testamento
La palabra “pacto” significa alianza, convenio, acuerdo. En el Antiguo Testamento es la traducción de la palabra hebrea Berit (se usa 285 veces).
Oseas 6:7 habla del pacto de Dios con Adán y sus descendientes, el que podría llamarse pacto “adámico”. En ese pacto Dios requería fe que se expresase en obediencia.
Génesis 6:18; 9:4-17 describe el pacto de Dios con Noé y sus descendientes. En ese pacto el Señor prometió no exterminar más la vida del planeta mediante un diluvio; la señal fue el arco iris en las nubes.
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Génesis 17:1-14; 18:19. Se habla del pacto de Dios con Abram y sus descendientes. El Señor prometía a la descendencia de Abram la tierra de Canaán. Dios requería una actitud de fe y obediencia. La señal sería la circuncisión de todo varón al octavo día.
Éxodo 19:1-8; 24:3-8; 31:18. Pacto de Dios con Israel. El Señor requería una fe que se exprese en obediencia. Moisés era el mediador. Era como una renovación y desarrollo del pacto con Abraham. La señal fue la sangre rociada sobre el pueblo y la entrega de las tablas de la ley (Deuteronomio 4:13; 9:9, 11, 15: 10:8; 1 Crónicas 16:15-17).
Jeremías 31:31-34. Trata del pacto nuevo de Dios con Israel luego del cautiverio. Es otra renovación del pacto con Abraham e Israel (Zacarías 9:11), en el cual se interioriza profundamente la ley.
El pacto en el Nuevo Testamento
Se traduce de la palabra griega Diatheke (33 veces). Éste nuevo pacto se cumplió en Jesucristo.
Ver: Hebreos 9:13-15, 18-22.
La señal del nuevo pacto es la sangre de Jesucristo (Mateo 26:28; Marcos 14:24; Lucas 22:20; 1 Corintios 11:25).
Entre las naciones de la antigüedad era una costumbre común sellar un pacto con sangre. A veces la sangre era la de una víctima. Entre los paganos, a veces era la sangre de las dos partes, cada una de las cuales bebía de la sangre de la otra. Se
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suponía que así el quebrantamiento del pacto se convertía en un asunto de vida o muerte.
“Así pues, el sentido de la Última Cena es que en ella se estableció un nuevo pacto, una nueva alianza entre Dios y los hombres, sellada con la sangre del sacrificio del Salvador” (Ernest Hauser, “Lo que sucedió realmente en la Última Cena”, Selecciones, marzo 1989, ps. 19).
“La sangre que Jesús derramó en el calvario ratificó o dio validez al nuevo pacto, así como la sangre de los becerros había servido para ratificar el antiguo pacto (Éxo. 24:5-8; Hebreos 9:15-23; Gál. 3:15) (Comentario bíblico adventista del séptimo día, tomo 5, p. 511).
Por la sangre derramada de Cristo hay perdón para nuestros pecados y paz para nuestra conciencia. El concepto de “remisión” (de la palabra griega Afesis) significa perdón o liberación. “Esta palabra se emplea en los papiros para referirse a la liberación de cautivos y a la remisión de deudas o castigo” (Comentario bíblico adventista del séptimo día, tomo 5, p. 511).
Conclusión
Dios se acerca para hacer una alianza con nosotros. Él dio lo mayor que alguien puede dar: su propia vida. ¿Podemos hacer menos?
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CRISTO Y LA PASCUA
Introducción
El Evangelio de Juan es diferente de los Sinópticos (Mateo, Marcos y Lucas). Su contenido es diferente; no se ocupa tanto de la vida y los actos de Cristo como su significado y enseñanza. Juan tiene más historias relacionadas con Jerusalén y el templo. Presenta los discursos de Jesús en el templo; en cambio los Sinópticos registran mayormente los sucesos ocurridos en Galilea. El ministerio de Jesús es más largo en Juan. Los Sinópticos describen aproximadamente un año de la vida de Cristo; en cambio Juan describe tres ciclos de fiestas judías.
Entre las fiestas, Juan menciona tres pascuas. Durante su ministerio Jesús se aplicó a sí mismo el significado de las fiestas. En un tiempo cuando prevalecía el formalismo y el ritualismo esto es muy importante. Veamos lo que Jesús enseñó en las tres ocasiones en que se celebró la Pascua durante su ministerio, ya que de ese modo podemos descubrir cosas importantes que enriquecerán nuestra comprensión de la Cena del Señor.
Desarrollo
Primera Pascua (Juan 2:13-3:36)
Se acercaba la fiesta y, como todo varón judío, Jesús viajó a Jerusalén (Juan 2:13). Después de purificar el templo, Jesús predijo su muerte y resurrección (Juan 2:18-22).
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El templo de Zorobabel, construido luego del exilio, fue reconstruido por Herodes el Grande. Se lo refaccionó bloque por bloque durante dos años (los judíos temían que si Herodes lo destruía, no volvería a levantarlo). Luego continuó embelleciéndolo y agregándole dependencias. El proceso continuó hasta el año 66. Al año siguiente comenzó la guerra de los judíos en la que el templo fue destruido (año 70) para nunca más reedificarse.
En contraste, Cristo reconstruyó el templo de cuerpo en tres días.
Fue en esa visita a Jerusalén que Jesús conversó con Nicodemo en el Getsemaní al pie del Monte de los Olivos. En esa entrevista nocturna, Jesús volvió a predecir su muerte (Juan 3:14, 15). Ninguna de sus palabras fue comprendida entonces.
Por lo que Jesús habló en esos días, entendemos que la Pascua tenía que ver con la muerte y resurrección del Mesías. Ese es también el significado de la Cena del Señor.
Segunda Pascua (Juan 6)
Jesús no asistió esta vez a Jerusalén, aparentemente por causa de la oposición (Juan 6:4; 7:1). Pero no por eso dejó de enseñar acerca del sentido de la Pascua y de la fiesta de los ázimos que la seguía.
Multiplicó los panes, alimentó a la multitud y se presentó como el pan de vida. En su enseñanza, comer el pan de vida significaba comer su carne y beber su sangre. Y esa expresión trae a la mente la figura del cordero pascual.
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El cordero de Dios debía morir, pero eso no era suficiente. Debe ser comido y su sangre debe aplicarse a nuestra vida interior.
Tercera Pascua (Juan 13-19)
La hora de su última Pascua había llegado y Jesús lo sabía (Juan 13:1). Jesús participó con sus discípulos. Habló, oró y cantó con ellos.
El día de Pascua, como a las tres de la tarde, la hora del sacrificio vespertino, Jesús murió en las afueras de Jerusalén. Era el 14 de Nisán. Al otro día comenzaba la fiesta de los panes sin levadura.
Los dirigentes judíos no entendieron el significado de esa fiesta. Lograron matar a Jesús sin perder su pureza ritual a fin de no verse impedidos de celebrar la Pascua (Juan 18:28; 19:31).
Como muchos otros, Nicodemo terminó de entender las enseñanzas de Jesús y se convirtió en discípulo de Cristo (Juan 19:39).
Conclusión
Es posible celebrar una fiesta sin comprender su significado, ni recibir su beneficio. Hasta hoy los judíos celebran la Pascua con panes sin levadura y con hierbas amargas, sin sacrificio de cordero.
Es posible para nosotros discernir el plan y el propósito divinos y participar de la bendición de Dios, “porque nuestra
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pascua, que es Cristo, ya fue sacrificada por nosotros” (1 Corintios 5:7).
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CRISTO, NUESTRA PASCUA
Introducción
El texto para esta ocasión es 1 Corintios 5:7. “Limpiaos, pues, de la vieja levadura, para que seáis nueva masa, sin levadura como sois; porque nuestra pascua, que es Cristo, ya fue sacrificada por nosotros”.
La Santa Cena del Nuevo Testamento siguió a la Pascua del Antiguo Testamento tan ciertamente como el bautismo tomó el lugar de la circuncisión.
¿De qué manera el sacrificio de la pascua nos deja lecciones acerca de Cristo? (Comentario bíblico adventista del séptimo día, tomo 1, ps. 561-569; Calvin B. Rock, Dimensiones de su amor, ps. 82-90). Meditar en Cristo como la realidad simbolizada por el cordero pascual parece oportuno en una Cena del Señor. Dice Elena G. de White: “La inmolación del cordero pascual prefiguraba la muerte de Cristo” (El conflicto de los siglos, p. 450).
Analicemos las instrucciones de Éxodo 12 acerca del cordero y pensemos en la persona de Cristo allí prefigurada. Y todo esto como una preparación para la celebración de la Cena del Señor.
Desarrollo
1.- “El animal será sin defecto” (Éxodo 12:5).
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Los sacerdotes inspeccionaban minuciosamente al animal; no se aceptaba ningún defecto físico. Así también, Cristo vivió en forma inmaculada; nunca pecó, nunca se apartó en lo más mínimo de la voluntad del Padre. Por eso puede ser nuestro Salvador. Esa es la razón por la cual puede ser nuestra pascua.
2.- “El animal será… de un año” (Éxodo 12:5).
El cordero de la pascua no podía ser un animal de mucha edad, sino uno muy joven. Del mismo modo, Cristo tuvo que morir en la plenitud de su vida. Su vida se truncó abruptamente y violentamente. Como hombre, no quería morir, pero lo hizo por nosotros. Por eso es nuestro salvador y es nuestra pascua.
3.- “y lo inmolará… entre las dos tardes” (Éxodo 12:6).
El cordero era sacrificado en la tarde (Deuteronomio 16:6). En la misma hora en que se sacrificaba la pascua en el templo de Jerusalén, Cristo moría en la colina del Calvario. Por eso Cristo es nuestra pascua.
4.- “Y tomarán de la sangre, y la pondrán en los dos postes y el dintel de las casas” (Éxodo 12:7).
No era suficiente matar al animal; su sangre debía asperjarse a ambos lados de la puerta y sobre el dintel con un ramillete de hisopo (Éxodo 12:22). La sangre liberaba de la muerte. También la sangre de Jesús fue derramada, pero de nada valdrá a menos que la apliquemos a nuestras vidas. Hay vida eterna gracias a esa sangre derramada (Romanos 5:8, 9; Hebreos
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9:13, 14; 13:12; 1 Pedro 1:2). Por eso Jesús es nuestra pascua sacrificada por nosotros.
5.- “comerán la carne” (Éxodo 12:8).
El sacrificio debía ser comido. Nosotros también debemos interiorizar a Cristo, de modo que él se incorpore a nuestra vida. Por eso Cristo es nuestra pascua.
6.- “comerán la carne y panes sin levadura” (Éxodo 12:8).
El animal era comido con panes sin levadura. Cada familia debía quitar toda levadura de la casa durante siete días (Éxodo 12:15, 19). En el concepto de Pablo, la levadura representa la malicia y la maldad (1 Corintios 5:6-8). La aceptación de Cristo debe eliminar el engaño y la hipocresía de nuestras vidas. Por eso Cristo es nuestra pascua.
7.- “comerán… con hierbas amargas lo comerán” (Éxodo 12:8).
La comida pascual no era enteramente deliciosa; incluía hierbas amargas. El sacrificio de Jesús fue terriblemente amargo. Sin embargo gracias a ese sacrificio él puede ser nuestra pascua.
8.- “ninguna cosa dejaréis de él” (Éxodo 12:10, 4).
Nada de la carne del animal debía echarse a perder. El animal era comido por completo. Tampoco el cuerpo del Señor sufrió corrupción. Así estaba profetizado (Hechos 2:27, 31; 13:35-37). Por eso Jesús fue nuestra pascua.
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9.- “y lo comeréis apresuradamente” (Éxodo 12:11).
La pascua fue comida con premura el día en que Israel salió de Egipto hacia Canaán. Con urgencia hemos de apropiarnos de la salvación provista por Cristo. No podemos permitirnos dilatar nuestra preparación para el reino de Dios. Por eso Cristo es nuestra pascua sacrificada.
10.- “ni quebraréis hueso suyo” (Éxodo 12:46).
El cordero debía comerse, pero no debía romperse ningún hueso. Recordamos que el viernes de la crucifixión, los soldados apresuraron la muerte de los ladrones quebrándoles las piernas. El peso de nuestros pecados había quebrantado ya el corazón de Jesús. Sus huesos no fueron quebrados conforme a la profecía (Salmo 34:20; Juan 19:36). Por eso Cristo es nuestra pascua.
Conclusión
La pascua tenía como centro el cordero. La fiesta recordaba los poderosos hechos de Dios en favor de su pueblo. Asimismo el centro de la Santa Cena es Cristo. Nos recuerda la gran obra de la salvación.
Recordemos estas ideas el tomar de los símbolos de la Cena del Señor.
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COMUNIÓN CON LA SANGRE Y EL CUERPO DE
CRISTO
Introducción
El rito que nos congrega se conoce hoy bajo distintos nombres: santa cena, cena del Señor, eucaristía (de una palabra griega que significa “acción de gracias”), partimiento del pan, o simplemente comunión. Me gustaría que pensáramos en este último significado.
¿Qué significa comunión? Literalmente es “participación en común”. Cuando aparece en el Antiguo Testamento (traducida del hebreo Sod) tiene el sentido de amistad, conocimiento íntimo. En el Nuevo Testamento (traducida del griego Koinonía) equivale a tener en común, participación, compañerismo. “En el lenguaje corriente se entendía por coinonía un grupo que se organizaba como consecuencia de haber recibido todos ellos un regalo en común” (Mario Veloso).
Basaremos nuestro análisis en un pasaje del apóstol Pablo en 1 Corintios 10:16-17, y trataremos de entender el significado de la Santa Cena como comunión. “La copa de bendición que bendecimos, ¿no es la comunión de la sangre de Cristo? El pan que partimos, ¿no es la comunión del cuerpo de Cristo?
Siendo uno solo el pan, nosotros, con ser muchos, somos un cuerpo; pues todos participamos de aquel mismo pan”.
Desarrollo
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La Cena del Señor implica comunión con Cristo; participar de ella nos pone en comunión con Cristo.
Veamos cómo se traduce 1 Corintios 10:16 en distintas versiones de la Biblia:
“La copa de bendición que bendecimos, ¿no es la comunión de la sangre de Cristo? El pan que partimos, ¿no es la comunión del cuerpo de Cristo?” (Reina-Valera).
“La copa de bendición que bendecimos ¿no es acaso comunión con la sangre de Cristo? Y el pan que partimos ¿no es comunión con el cuerpo de Cristo?” (Biblia de Jerusalén).
“Cuando bebemos de la copa bendita por la cual damos gracias a Dios, nos hacemos uno con Cristo en su sangre; cuando comemos del pan que partimos, nos hacemos uno con Cristo en su cuerpo” (Dios llega al hombre).
La copa bendecida por la oración nos permite participar de la sangre de Cristo (recordemos que comunión es participación). Cuando es recibida por fe y acompañada de la obra del Espíritu, participamos de los beneficios de la sangre derramada de Cristo. ¿Cuáles son esos beneficios? Puede limpiarnos de todo pecado (1 Juan 1:7) y reconciliarnos con Dios (Romanos 3:23-26).
Así le escribió Elena G. de White a una persona: “Hermano mío, venga tal como es, lleno de mancha y pecado. Ponga su carga de culpabilidad sobre Jesús y por fe reclame sus
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méritos. Acérquese ahora, mientras dura la gracia; venga confesando, venga con alma contrita, y Dios será amplio en perdonar. No se atreva a desperdiciar otra oportunidad” (Testimonios para la iglesia, tomo 5, p. 332).
Participar con fe de la Cena del Señor es entonces permitir que la sangre de Cristo purifique totalmente nuestra vida de todo pecado. Al participar del pan participamos del cuerpo de Cristo. Cuando lo recibimos con una experiencia de fe participamos de los beneficios de su cuerpo partido por nosotros.
¿Cuáles? El relato de la última cena dice que Jesús “habiendo dado gracias, lo partió, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo que por vosotros es partido; haced esto en memoria de mí” (1 Corintios 11:24). Cuando Pablo dice que su cuerpo fue “partido” por nosotros, está señalando que fue “entregado a muerte” por nosotros. Su muerte no fue la muerte de un mártir; no lo mataron los romanos. Más bien su muerte es una ofrenda por nuestros pecados. Pablo sigue diciendo: “Porque primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras” (1 Corintios 15:3). Jesús fue muerto como sacrificio o propiciación por nuestros pecados. Como lo registra Elena G. de White: “El sacrificio expiatorio visto por medio de la fe trae paz, consuelo y esperanza al alma temblorosa abrumada por el sentimiento de culpabilidad” (Review and Herald, 2 de septiembre de 1890).
Una paráfrasis del Nuevo Testamento vierte el pasaje de esta manera: “Cuando pedimos la bendición del Señor al tomar de la
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copa de vino de la santa cena, ¿no quiere esto decir que el que bebe de ella comparte con los demás las bendiciones de la sangre de Cristo? Y cuando partimos el pan para comerlo juntos estamos compartiendo los beneficios de su cuerpo” (1 Corintios 10:16).
La Cena del Señor implica comunión con nuestros hermanos: simboliza la unidad de los cristianos.
Leamos algunas traducciones de 1 Corintios 10:17.
“Siendo uno solo el pan, nosotros, con ser muchos, somos un cuerpo, pues todos participamos de aquel mismo pan” (Reina-Valera 1995).
“Aunque somos muchos, todos comemos de un mismo pan, y por esto somos un solo cuerpo” (Dios llega al hombre).
Habíamos mencionado que koinonía describía un grupo que poseía un regalo en común. Los creyentes aceptamos a Jesucristo como el regalo de Dios (Juan 3:16); por eso somos una “comunidad”. Recordemos que comunión implica compañerismo, amistad, participación de los buenos y malos momentos que atraviesan nuestros hermanos (Hechos 2:42, 46; Romanos 12:13; Hebreos 13:16).
Mediante la comunión con el cuerpo de Cristo los cristianos quedan unidos a Cristo y entre sí. La Cena del Señor nos pone en comunión con el resto de los comulgantes. Constituimos un cuerpo. Dice la señora White: “Acercarse a Cristo es acercarse unos a otros” (El hogar adventista, p. 158).
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Una paráfrasis del Nuevo Testamento traduce así: “Por muchos que seamos, todos comemos del mismo pan para simbolizar que formamos parte de un cuerpo: el de Cristo” (1 Corintios 10:17).
El espíritu de la Santa Cena es el espíritu de unidad y confraternidad. Somos un cuerpo (Filipenses 2:1-4; Efesios 4:1-3; Colosenses 3:12-15).
Conclusión
La Cena del Señor es una experiencia de comunión. Que al participar del rito de humildad podamos refrescar el profundo significado de vivir en comunión con nuestros hermanos, y que al participar de los emblemas del cuerpo y la sangre de Cristo, por medio de la fe vivamos una profunda experiencia de comunión con Jesús.
“La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros. Amén” (2 Corintios 13:14).
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LA ACTITUD DE CRISTO
Introducción
Participaremos de dos significativas ceremonias bíblicas: el rito de humildad y la Cena del Señor. Si deseamos que esto no sea una mera liturgia, sino que cumpla su verdadero sentido debemos participar con el espíritu de Cristo.
Quisiera que tomemos como texto motivador el pasaje de Filipenses 2:5-11. “Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre”.
Escuchemos como traduce este texto Una paráfrasis del Nuevo Testamento: “Jesucristo nos dio en cuanto a esto un gran ejemplo: porque, aunque era Dios, no demandó ni se aferró a los derechos que como Dios tenía, sino que, despojándose de su gran poder y gloria, tomó forma de esclavo al nacer como hombre. Y en su autoimpuesta humillación llegó al extremo de morir como mueren los criminales: en la cruz. Por eso Dios lo exaltó hasta lo sumo y le dio el Nombre que está por encima de cualquier nombre, para que al escuchar el hombre de Jesús no haya rodilla en el cielo, en la tierra ni en los
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abismos que no se doble, y para que toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre”.
¿De qué manera este texto puede ayudarnos a participar de la Cena del Señor con la actitud adecuada? ¿Cuáles son sus ideas principales?
Desarrollo
Se nos exhorta a imitar el sentir de Cristo; la actitud de Cristo (Filipenses 2:5-8)
¿Cuáles son las características de la actitud de Cristo?
1.- El amor (Filipenses 2:5). Por amor Cristo dejó el cielo para buscar al pecador; recubrió su divinidad con una naturaleza humana. ¿Quién condujo a Cristo al Calvario? “El amor por las almas perdidas llevó a Cristo a la cruz del Calvario” (Testimonios para la iglesia, tomo 9, p. 48).
Francisco E. Estrello escribió:
“Fue por buscarme a mí que te hermanaste
con la miseria y el dolor humanos;
y por ir tras de mí te fatigaste,
y sangraste, Señor, de pies y manos”
2.- La humildad (Filipenses 2:6, 7). Jesús tenía todas las características y los atributos de Dios; sin embargo, renunció
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voluntariamente a su igualdad con Dios y se humilló a sí mismo. Fue perfectamente humilde.
3.- El espíritu de servicio (Filipenses 2:7). El señor tenía “forma de Dios”; sin embargo adoptó “forma de siervo”. Es decir que tomó los atributos de un esclavo.
En el aposento alto, el jueves de la semana de la pasión, se ejemplificó este espíritu de servicio. Mientras los discípulos discutían su prioridad en el futuro reino, él ocupó el lugar del esclavo ausente. Jesús vivió para servir (Mateo 20:28); ésta fue la pasión dominante de su vida.
4.- La obediencia (Filipenses 2:8). El Señor tuvo una sumisión perfecta a la voluntad de Dios. No hizo pecado, porque el pecado básicamente es desobediencia.
¿Cuál es nuestra actitud?
1.- ¿Hay amor en nuestra vida? ¿Compartimos el amor con los demás? Sor Juana Inés de la Cruz dijo: “Donde no hay amor, pon amor, y sacarás amor”.
2.- ¿Somos verdaderamente humildes? ¿Sabemos pedir disculpas, admitir nuestros errores y recibir consejos? ¿Sabemos perdonar y olvidar?
3.- ¿Nos caracteriza el espíritu de servicio? Descartes dijo: “No ser útil a nadie equivale a no ser nada”. R. Tagore escribió: “Yo dormía y soñaba que la vida era alegría. Desperté y vi que la vida era servicio. Serví y vi que el servicio era alegría”.
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4.- ¿Somos obedientes? ¿Es nuestra obediencia incondicional?
Cristo murió en la cruz: “y muerte de cruz” (Filipenses 2:8)
Son muchos los métodos que los hombres han utilizado para eliminar a los indeseables de la sociedad: la horca, el fusilamiento, la guillotina, la silla eléctrica, las cámaras de gas, etc.
En el tiempo de Jesús no existía otra muerte más horrible que la crucifixión. Estaba reservada para los esclavos, los no romanos o los más viles criminales. Implicaba oprobio y humillación extremos.
La crucifixión se realizaba en las calles o las plazas públicas. Los reos eran desnudados completamente; sus manos o muñecas eran clavadas en la cruz y allí pendía a veces durante varios días.
En 1968 se encontraron por primera vez los huesos de un hombre crucificado. La urna se hallaba cerca de Jerusalén y registraba en hebreo el nombre de Juan. Los arqueólogos los analizaron y llegaron a la conclusión de que pertenecían a un hombre joven crucificado en el primer siglo. Los calcañares de Juan se encontraban traspasados por un gran clavo de hierro y sus piernas habían sido dobladas de costado y el clavo las traspasó de esa manera. El arqueólogo adventista Siegfried H. Horn dice: “Los crueles verdugos usaban toda su imaginación para hacer que las últimas horas del condenado fuesen tan dolorosas e insoportables como pudieran” (Revista adventista, abril 1979, p. 6).
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El sacrificio de Cristo está representado en la Santa Cena. El cuerpo lacerado de Cristo está representado por el pan que partimos y distribuimos. La sangre de Cristo, que brotó de sus múltiples heridas, está simbolizada por el jugo de la vid.
Conclusión
Que al participar del rito de humildad el Espíritu de Dios grabe en nuestras mentes la actitud de Cristo. Que al participar del pan y del vino recordemos el inmenso sacrificio de Jesús en favor de nuestra salvación.
Leamos para terminar Filipenses 2:9-11. “Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre”.
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“NO SOY DIGNO”
Hay momentos frente a los cuales el ser humano se siente particularmente indigno. Uno de esos momentos es la Cena del Señor, al participar de los emblemas del cuerpo y la sangre de Jesús.
¿Quiénes son en realidad dignos de participar de la Cena del Señor? Ésta es una buena pregunta.
Hay un texto bíblico que ha detenido a muchos en su deseo de participar de este rito sagrado: “De manera que cualquiera que comiere este pan o bebiere esta copa del Señor indignamente, será culpado del cuerpo y de la sangre del Señor. Por tanto, pruébese cada uno a sí mismo, y coma así del pan, y beba de la copa. Porque el que come y bebe indignamente, sin discernir el cuerpo del Señor, juicio come y bebe para sí” (1 Corintios 11:27-29). ¿Quiénes son estos “indignos” y quiénes son los dignos de participar de los emblemas del cuerpo y la sangre del Señor?
Quisiera hablar brevemente acerca de esto para que podamos entender un poco mejor con qué sentimiento debemos participar de este rito simbólico tan solemne.
Desarrollo
En realidad, todos somos indignos
“Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó de su camino…” (Isaías 53:6).
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El hijo pródigo de la parábola representa a todos los que se apartaron de Dios como resultado del pecado. Cuando el joven volvió en sí y regresó a su padre llevaba consigo un sentimiento de indignidad: “Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, y ya no soy digno de ser llamado tu hijo” (Lucas 15:21).
Aunque nosotros hemos sido recibidos de nuevo en el hogar paterno, y aunque el Padre corrió para abrazarnos, sabemos que por naturaleza somos indignos de tan grande favor. Veamos como lo expresó Elena G. de White: “El amor de Dios por la raza caída es una manifestación peculiar de amor: amor nacido de la misericordia; pues todos los seres humanos son indignos. La misericordia implica la imperfección del objeto hacia el cual se manifiesta. Debido al pecado, la misericordia fue puesta en activo ejercicio” (En los lugares celestiales, p. 14).
Cristo es el único digno
En Apocalipsis 5:2, 3 hay una pregunta impresionante hecha por un ángel: “¿Quién es digno?”. Uno de los ancianos respondió que hay un solo ser en el universo que es digno de abrir ese libro que registra los eventos cumbres de la gran controversia para vindicar el carácter de Dios en el universo (Apocalipsis 5:4-14).
Si no fuera que Cristo es nuestra Pascua no mereceríamos participar de este rito tan significativo (1 Corintios 5:7, 8).
Recordemos el momento cuando Dios instituyó la Pascua antes que la décima plaga cayera sobre Egipto. La misma
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debía celebrarse el día 14 del primer mes del año llamado Abib y después del cautiverio Nisán. Un cordero debía ser sacrificado y con su sangre cada familia israelita debía rociar los postes y el dintel de la puerta. Esa noche el ángel de la muerte pasaría de largo en todas las casas cuyos integrantes estuvieran refugiados detrás del madero ensangrentado como su única seguridad (De paso, “pasar de largo” en hebreo es Pesaj, en griego se transliteró como Pasja y de allí nuestra palabra Pascua). A través del tiempo la Pascua sería un recordativo de aquella solemne noche de liberación.
Por eso decíamos que sólo Cristo es digno. Nuestra única seguridad se encuentra detrás del madero ensangrentado de Cristo y en la liberación del pecado gracias al sacrificio del Cordero de Dios.
Ser indigno no es:
1.- Tener un sentimiento de indignidad; no es tener conciencia de desmerecimiento.
Juan el Bautista, de quien Jesús dijo que “entre los que nacen de mujer no se ha levantado otro mayor que Juan el Bautista” (Mateo 11:11) dijo de sí mismo: “Yo a la verdad os bautizo en agua; pero viene uno más poderoso que yo, de quien no soy digno de desatar la correa de su calzado” (Lucas 3:16).
El centurión de Capernaum, a quien los judíos recomendaron a Jesús para que sanara a su siervo diciéndole: “Es
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digno de que le concedas esto; porque ama a nuestra nación, y nos edificó una sinagoga” (Lucas 7:4, 5), dijo luego a Jesús: “Señor, no te molestes, pues no soy digno de que entres bajo mi techo; por lo que ni aún me tuve por digno de venir a ti; pero di la palabra, y mi siervo será sano” (Lucas 7:6, 7).
Elena G. de White lo comenta de esta manera: “Los ancianos judíos que recomendaron el centurión a Cristo habían demostrado cuanto distaban de poseer el espíritu del Evangelio. No reconocían que nuestra gran necesidad es lo único que nos da derecho a la misericordia de Dios. En su propia justicia, alababan al centurión por los favores que había manifestado a ‘nuestra nación’. Pero el centurión dijo de sí mismo: ‘No soy digno’. Su corazón había sido conmovido por la gracia de Cristo. Veía su propia indignidad; pero no temió pedir ayuda. No confiaba en su propia bondad; su argumento era su gran necesidad. Su fe echó mano de Cristo en su verdadero carácter. No creyó en él meramente como un taumaturgo, sino como el Amigo y Salvador de la humanidad.
Así es como cada pecador puede venir a Cristo. ‘No por obras de justicia que nosotros habíamos hecho, más por su misericordia nos salvó’. Cuando Satanás nos dice que somos pecadores y que no podemos esperar recibir la bendición de Dios, digámosle que Cristo vino al mundo para salvar a los pecadores. No tenemos nada que nos recomiende a Dios; pero la súplica que podemos presentar ahora y siempre es la que se basa en nuestra falta absoluta de fuerza, la cual hace de su poder redentor una necesidad” (El Deseado de todas las gentes, ps. 283-284).
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Pablo, quizás el mayor apóstol del cristianismo, dijo de sí mismo: “Porque yo soy el más pequeño de los apóstoles, que no soy digno de ser llamado apóstol, porque perseguí a la iglesia de Dios” (1 Corintios 15:9).
Pedro, horrorizado ante la posibilidad de que Cristo le lavara los pies respondió; “Señor, ¿tú me lavas los pies?... No me lavarás los pies jamás” (Juan 13:6, 8).
2.- Sentirse pecador, acosado por tendencias pecaminosas, o estar atribulado por las dudas, la inseguridad y las caídas.
Un catecismo evangélico, al hablar acerca de quiénes pueden participar de la Santa Cena, dice: “A los ojos de Dios vale el que sinceramente se sienta necesitado de ello, y sin fingimiento desee ser hallado en Cristo, y apartarse de toda iniquidad. En este caso, puesto que las promesas se han hecho, y este sacramento ha sido instituido para alivio de los cristianos débiles y asaltados por las dudas, ha de llorar su incredulidad, y esforzarse de todo corazón en desechar su incertidumbre. Haciéndolo así, puede y debe acudir a la Cena del Señor para hallar en ella fortaleza para su alma” (Charles Hodge, Comentario sobre la primera epístola a los corintios, p. 213).
Elena G. de White declara: “Este rito no debe excluir a nadie, aunque algunos piensen lo contrario” (El evangelismo, p. 204).
Ser indigno es:
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1.- Venir a la mesa del Señor con indiferencia, negligencia, con falsa seguridad, no sintiendo la necesidad imperiosa del cuerpo y la sangre de Cristo. Venir con irreverencia y descuido. Participar, como dice 1 Corintios 11:29, “sin discernir el cuerpo del Señor”.
Éste era el problema de la iglesia de Corinto. Charles Hodge lo explica de la siguiente manera: “Si la Cena del Señor es en su misma naturaleza una proclamación de la muerte de Cristo, se desprende que los que asisten a ella como si fuera una comida ordinaria, o de manera irreverente, o con cualquier otro propósito que el que movió a instituirla, son culpados del cuerpo y de la sangre del Señor” (Charles Hodge, Comentario sobre la primera epístola a los corintios, p. 212).
2.- No sentir el deseo y la necesidad personal de conmemorar el sacrificio hecho por nuestros pecados.
3.- Acercarnos a la mesa del Señor sin espíritu de perdón, de unidad y confraternidad. Rehusar tener comunión con todos nuestros hermanos, sean pudientes o pobres, simpáticos o no (1 Corintios 11:17, 18).
Conclusión
Que estas reflexiones nos ayuden para que al participar del rito de humildad y de los emblemas del cuerpo y la sangre de Cristo lo hagamos con el sentimiento de que, a pesar de que no somos dignos de tan grande sacrificio, fue nuestra indignidad la que motivó su muerte, y es por nuestra indignidad que necesitamos desesperadamente recordar al cuerpo de Cristo
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quebrantado por nosotros y a la sangre de Cristo derramada por nuestros pecados.
Lectura para el partimiento del pan: 1 Corintios 11:23, 24. “Porque yo recibí del Señor lo que también os he enseñado: Que el Señor Jesús, la noche que fue entregado, tomó pan; y habiendo dado gracias, lo partió, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo que por vosotros es partido; haced esto en memoria de mí”.
Lectura para el vino: 1 Corintios 11:25. “Asimismo tomó también la copa, después de haber cenado, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre; haced esto todas las veces que la bebiereis, en memoria de mí”.
Lectura para terminar: 1 Corintios 11:26. “Así, pues, todas las veces que comiereis este pan, y bebiereis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que él venga”.
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SANTA CENA: ¿ALEGRÍA O TRISTEZA?
Introducción
Los ritos del bautismo y la Cena del Señor son altamente significativos: “son dos pilares monumentales” (El evangelismo, p. 202).
Vamos a plantearnos una pregunta: ¿Con qué sentimiento debemos participar de la Cena del Señor? ¿Es un momento de alegría o de tristeza? Hay personas que lloran; otros ríen.
La pregunta podría ser todavía más amplia: La vida del cristiano ¿es una experiencia de alegría o de tristeza? Más aún: Dios, ¿experimenta alegrías o tristezas?
Quisiera que al meditar en esto el Señor nos muestre la verdadera actitud con que debemos acercarnos a su mesa.
Desarrollo
Según la revelación, Dios experimenta una misteriosa combinación de gozos y penas
Debemos aclarar que el Señor trasciende a nuestra comprensión y que esos sentimientos no son humanos sino divinos. Por eso nos limitaremos a lo que escuetamente la Biblia presenta.
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Dios se entristece con nuestros dolores, por el pecado y sus desgarradoras consecuencias. “¿No se venden dos pajarillos por un cuarto? Con todo, ni uno de ellos cae a tierra sin vuestro Padre. Pues aun vuestros cabellos están todos contados. Así que, no temáis; más valéis vosotros que muchos pajarillos” (Mateo 10:29-31).
Elena G. de White comenta este texto: “Jesús nos conoce individualmente, y se conmueve por el sentimiento de nuestras flaquezas. Nos conoce a todos por nombre. Conoce la casa en que vivimos, y el nombre de cada ocupante… Cada alma es tan plenamente conocida por Jesús como si fuera la única por la cual el Salvador murió. Las penas de cada uno conmueven su corazón” (El Deseado de todas las gentes, p. 445).
Otro texto significativo: “De las misericordias de Jehová haré memoria, de las alabanzas de Jehová, conforme a todo lo que Jehová nos ha dado, y de la grandeza de sus beneficios hacia la casa de Israel, que les ha hecho según sus misericordias, y según la multitud de sus piedades. Porque dijo: Ciertamente mi pueblo son, hijos que no mienten; y fue su Salvador. En toda angustia de ellos él fue angustiado, y el ángel de su faz los salvó; en su amor y en su clemencia los redimió, y los trajo, y los levantó todos los días de la antigüedad” (Isaías 63:7-9).
La Biblia nos dice también que Dios tiene la capacidad de sentir mucho gozo. “Jehová está en medio de ti, poderoso, él salvará; se gozará sobre ti con alegría, callará de amor, se regocijará sobre ti con cánticos” (Sofonías 3:17).
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Otra declaración familiar: “Os digo que así habrá más gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve justos que no necesitan de arrepentimiento” (Lucas 15:7).
El cristiano también vive una rara mezcla de alegrías y tristezas (aparente contradicción)
La tristeza es una de las cosas más feas de nuestro mundo. ¿Hay lugar para la tristeza en la vida cristiana? Sí. Un cristiano puede sentir tristeza por la presencia y los efectos del pecado: los problemas, la enfermedad, la separación y la muerte.
La disciplina, aunque venga de Dios, no suele ser alegre: “Si soportáis la disciplina, Dios os trata como a hijos; porque ¿qué hijo es aquel a quien el padre no disciplina?... Es verdad que ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados” (Hebreos 12:7, 11).
Está la tristeza por sus propios pecados. “Porque aunque os contristé con la carta, no me pesa, aunque entonces lo lamenté; porque veo que aquella carta, aunque por algún tiempo, os contristó. Ahora me gozo, no porque hayáis sido contristados, sino porque fuisteis contristados para arrepentimiento; porque habéis sido contristados según Dios, para que ninguna pérdida padecieseis por nuestra parte. Porque la tristeza que es según Dios produce arrepentimiento para salvación, de que no hay que arrepentirse; pero la tristeza del mundo produce muerte” (2 Corintios 7:8-10).
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En este sentido se aplica la bienaventuranza de Jesús: “Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación” (Mateo 5:4).
A la vez el cristiano siente la alegría del perdón, la salvación, la confianza en Dios. Las palabras “gozo” y “alegría” se repiten decenas de veces en las Escrituras.
Sabemos que sólo cuando Cristo vuelva “huirán la tristeza y el gemido” (Isaías 35:10).
¿Cómo se puede estar triste y gozoso a la vez? Pero muchas veces es así.
La Santa Cena: ¿Alegría o tristeza? Evidentemente se conjugan ambas cosas
La última cena fue para Jesús un momento de aflicción (en contraste con los momentos alegres que solía pasar con sus discípulos). ¿Por qué? Por la ingratitud de los hombres a los que vino a salvar. Porque muchos no aceptarían su sacrificio. Él no estaba preocupado por su propio sufrimiento y humillación. “No pensaba en sí mismo. Su cuidado por ellos era lo que predominaba en su ánimo” (El Deseado de todas las gentes, p. 599). Sentía tristeza por los celos, las rencillas, el espíritu egoísta y de contienda que veía en los discípulos.
Cuando Jesús levó sus pies, ellos sintieron vergüenza y humillación. Dejarse lavar los pies es reconocer que el polvo del pecado se nos pega muy a menudo, y esto es humillante.
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El rito de humildad debe lavar los celos y el orgullo. Es entregar el corazón a Cristo para que él lo limpie. Debemos entristecernos de nuestro orgullo, de nuestras contiendas y divergencias a fin de gozar de la comunión con Cristo.
Elena G. de White dice que así ocurre en el lavamiento de los pies. “Se ve el pecado como Dios lo ve. Nuestros pensamientos no son pensamientos de complacencia propia, sino de severa censura propia y humillación” (El Deseado de todas las gentes, 606).
Con todo, este rito se convierte en una fuente de gozo (Juan 13:12-17). “El santo Vigilante del cielo está presente en estos momentos para hacer de ellos momentos de escrutinio del alma, de convicción del pecado y de bienaventurada seguridad de que los pecados están perdonados” (El Deseado de todas las gentes, ps. 605, 606).
También al tomar el pan y el vino se combinan los dos sentimientos, ya que debe haber un escudriñamiento propio (Mateo 26:21, 22; 1 Corintios 11:28) y al mismo tiempo podemos gozar de la obra redentora de Cristo (Hechos 2:42, 46).
“Pero el servicio de la comunión no había de ser una ocasión de tristeza. Tal no era su propósito. Mientras los discípulos del Señor se reúnen alrededor de su mesa, no han de recordar y lamentar sus faltas. No han de espaciarse en su experiencia religiosa pasada, haya sido ésta elevadora o deprimente. No han de recordar las divergencias existentes entre ellos y sus hermanos. El rito preparatorio ha abarcado todo esto. El examen propio, la confesión del pecado, la reconciliación de
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las divergencias, todo esto se ha hecho. Ahora han venido para encontrarse con Cristo. No han de permanecer en la sombra de la cruz, sino en su luz salvadora. Han de abrir el alma a los brillantes rayos del Sol de justicia. Con corazones purificados por la preciosísima sangre de Cristo, en plena conciencia de su presencia, aunque invisible, han de oír sus palabras: ‘La paz os dejo, mi paz os doy: no como el mundo la da, yo os la doy’” (El Deseado de todas las gentes, ps. 613, 614).
Conclusión
Seamos sensibles a la obra del Espíritu Santo a fin de expulsar el egoísmo amargo y recibir el amor, la gracia, la paz y el gozo que Dios quiere darnos.
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LA SANTA CENA Y LAS AVENIDAS DEL ALMA
Introducción
Nuestros sentidos (vista, oído, gusto, olfato y tacto) son una maravilla que los hombres de ciencia recién empiezan a entender.
Hablando de la vista, hoy se sabe que los colores ejercen influencia sobre la mente (estado de ánimo, pensamientos y conducta). Hay psicólogos que aseguran que los colores suscitan sentimientos específicos en las personas. El azul trasmite paz y contento, el rosa puede tranquilizar, el rojo produce vitalidad y ansia de ganar, etc. (Lowell Ponte, “Cómo influye el color en el ánimo y en la salud”, Selecciones, diciembre 1982, ps. 26-30).
El tacto es el primer sentido que se desarrolla en nosotros. Los científicos descubrieron que el tacto modela nuestra mente y nuestra salud. Las caricias que se reciben durante la infancia permiten, en la edad adulta, tener neuronas más sanas, mejor memoria, y después, menos trastornos del envejecimiento” (Lowell Ponte, “El sentido que forja nuestro futuro”, Selecciones, abril 1992, ps. 110-114).
Por medio de los sentidos aprendemos y captamos cosas que luego recordaremos. Según datos tomados de un estudio realizado por la Mobil Oil Company: “Aprendemos el 1% por lo que saboreamos, el 3% por lo que olemos, el 11% por lo que oímos, y el 83% por lo que vemos. Recordamos el 10% de lo
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que leemos, el 20% de lo que oímos, el 30% de lo que vemos, y el 50% de lo que vemos y oímos a la vez”.
La Biblia nos habla acerca de los sentidos y Elena G. de White los llama “las avenidas del alma” (vías de acceso al alma). Dediquemos algunos momentos para reflexionar en lo que el Señor quiere decirnos acerca de este tema.
Desarrollo
Sabiendo que la mente y la memoria del hombre son frágiles, que somos propensos a olvidar; para recordarnos sus grandes obras Dios instituyó ritos, ceremonias y celebraciones sagradas.
Para recordar la creación, instituyó el sábado. El cuarto mandamiento comienza diciendo: “Acuérdate… porque…” (Éxodo 20:8-11). Para recordar la liberación de Israel de Egipto, instituyó la Pascua. Para conmemorar la muerte y la resurrección de Cristo, instituyó el bautismo. Para conmemorar su sacrificio por nosotros, instituyó la Santa Cena.
Cuando quiere que recordemos algo, Dios en su sabiduría estimula todos nuestros sentidos.
Si hay algo que nunca debiéramos olvidar es el sacrificio de Cristo realizado por causa de nuestros pecados.
Corría el año 31 d. C. Era un jueves por la noche cuando Jesús fue apresado en el Getsemaní; fue juzgado injustamente por la noche en el Sanedrín y llevado a Pilato, a Herodes y de nuevo a Pilato. Fue escarnecido, coronado de espinas, flagelado; estuvo sin comer, fue escupido y golpeado.
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Finalmente cargó la pesada cruz el día viernes, la llevó fuera de la ciudad al Monte Calvario; allí fue clavado brutalmente en la cruz y arrojado al hoyo. Finalmente, su corazón estalló; murió por nosotros.
Jesús instituyó la Cena del Señor en conmemoración de su muerte expiatoria en nuestro favor.
Pablo describe lo que ocurrió ese jueves de noche. “Porque yo recibí del Señor lo que también os he enseñado: Que el Señor Jesús, la noche que fue entregado, tomó pan; y habiendo dado gracias, lo partió, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo que por vosotros es partido; haced esto en memoria de mí. Asimismo tomó también la copa, después de haber cenado, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre; haced esto todas las veces que la bebiereis, en memoria de mí. Así, pues, todas las veces que comiereis este pan, y bebiereis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que él venga” (1 Corintios 11:23-26).
El pan sin levadura representa el cuerpo puro de Cristo quebrantado por nosotros. El vino sin fermento simboliza la sangre pura de Cristo derramada por nuestros pecados.
Es interesante notar que Jesús utilizó los cinco sentidos. La vista, porque vieron a Cristo, el pan y el vino. El oído, ya que escucharon las palabras de Cristo. El gusto cuando probaron el pan y el vino. El olfato al sentir el aroma del vino y del pan. Y el tacto cuando sus manos tocaron el pan y la copa. Todo fue “en memoria de mí”.
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Había algo que Cristo deseaba eliminar de sus discípulos para que pudieran participar con dignidad de esa cena.
Puede leerse esto en Lucas 22:19-24. ¿Cómo lo hizo? Juan 13:3-5, 12-15 cuenta del lavamiento de los pies. Todo estaba listo para que los pies de los presentes fueran lavados, menos el siervo que debía realizar la formalidad. Nadie quiso ocupar ese humilde lugar, excepto Jesús.
El rito del lavamiento de los pies, o rito de humildad, puede ayudar a solucionar problemas de interrelación; nos recuerda la necesidad de ser humildes y serviciales; nos aleja del orgullo y del deseo de supremacía. Por todo eso el Señor ordenó que el rito de humildad fuera practicado antes de cada Santa Cena.
La Santa Cena
Lectura para el pan: Mateo 26:26. “Y mientras comían, tomó Jesús el pan, y bendijo, y lo partió, y dio a sus discípulos, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo”.
Tres pasos se siguieron: oración por el pan, partimiento del pan y entrega del pan. Esos pasos pueden repetirse.
Lectura para la copa: Mateo 26:27, 28. “Y tomando la copa, y habiendo dado gracias, les dio, diciendo: Bebed de ella todos; porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados”.
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Podemos imitar esas acciones: descubrir el vino, orar por él y repartirlo a los participantes.
Conclusión
Lectura de cierre: Mateo 26:29. “Y os digo que desde ahora no beberé más de este fruto de la vid, hasta aquel día en que lo beba nuevo con vosotros en el reino de mi Padre”.
Permitamos que el mensaje de la cruz nos llegue por medio de todos nuestros sentidos.
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SANTA CENA: ¿PASADO, PRESENTE O FUTURO?
Introducción
Según la mitología, Jano recibió de Saturno la facultad de conocer tanto lo porvenir como lo pasado. Por ello fue siempre representado con dos caras. El nombre del primer del año deriva de allí.
Sabemos que el presente es más importante para nosotros que el pasado y que el futuro. Alguien dijo: “El pasado es una flor caída y el futuro es un pimpollo que quizás nunca abrirá, solo hoy la flor da su perfume con fragancia”. Otra afirmación similar: “Son muchos los que están tan ocupados con el ayer y el mañana que no tienen tiempo para el hoy” (Floyd O. Rittenhouse, Muéstrame tus caminos, p. 324).
Sin embargo el individuo está inevitablemente relacionado con su pasado y con su concepción del futuro. Al parecer los niños, adolescentes y jóvenes viven mucho del futuro y en la vejez se vive mucho del recuerdo. Todos debemos aprender a evaluar lo pasado y lo futuro.
¿Nos enseña la Biblia algo acerca de esto? ¿La Santa Cena, tiene que ver con el pasado, con el presente o con el futuro? Reflexionemos sobre esta pregunta al procurar entender mejor el significado de la Cena del Señor.
Desarrollo
¿Debemos recordar el pasado u olvidarlo?
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Hay una tensión aquí. Por un lado el profeta Isaías dice: “No os acordéis de las cosas pasadas, ni traigáis a memoria las cosas antiguas” (Isaías 43:18). Y por el otro el mismo autor dice: “Acordaos de las cosas pasadas desde los tiempos antiguos; porque yo soy Dios, y no hay otro Dios, y nada hay semejante a mí” (Isaías 46:9).
Es indudable que existen cosas que necesitamos recordar: “Por tanto, guárdate, y guarda tu alma con diligencia, para que no te olvides de las cosas que tus ojos han visto, ni se aparten de tu corazón todos los días de tu vida; antes bien, las enseñarás a tus hijos, y a los hijos de tus hijos” (Deuteronomio 4:9). “Guardaos, no os olvidéis del pacto de Jehová vuestro Dios, que él estableció con vosotros, y no os hagáis escultura o imagen de ninguna cosa que Jehová tu Dios te ha prohibido” (Deuteronomio 4:23).
El Espíritu Santo nos recuerdas lo que Jesús enseñó: “Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho” (Juan 14:26).
A veces Dios pide que se recuerden cosas concretas. “Recuerda, por tanto, de dónde has caído, y arrepiéntete, y haz las primeras obras; pues si no, vendré pronto a ti, y quitaré tu candelero de su lugar, si no te hubieres arrepentido” (Apocalipsis 2:5).
Por otra parte, Dios nos invita a olvidar otras cosas: “Y Jesús le dijo: Ninguno que poniendo su mano en el arado mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios” (Lucas 9:62).
Pablo da su testimonio en este sentido. “Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago:
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olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús” (Filipenses 3:13-14).
Las cosas del viejo hombre deben quedar en el pasado. “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas” (2 Corintios 5:17).
La razón para olvidar es esta: “Yo, yo soy el que borro tus rebeliones por amor de mí mismo, y no me acordaré de tus pecados” (Isaías 43:25).
Dios no les recordará su vida de transgresión. “Y cuando yo dijere al impío: De cierto morirás; si él se convirtiere de su pecado, e hiciere según el derecho y la justicia, si el impío restituyere la prenda, devolviere lo que hubiere robado, y caminare en los estatutos de la vida, no haciendo iniquidad, vivirá ciertamente y no morirá. No se le recordará ninguno de sus pecados que había cometido; hizo según el derecho y la justicia; vivirá ciertamente” (Ezequiel 33:14-16).
La Cena del Señor: pasado, presente o futuro
La Pascua hebrea cubría las tres dimensiones: En su dimensión pasada, recordaba la liberación de Egipto; en el presente, les daba un sentido de pertenencia y redención. Respecto del futuro, les vaticinaba la venida del Mesías como cordero expiatorio.
Dice Elena G. de White sobre la Santa Cena: “Es el medio por el cual ha de mantenerse fresco en nuestra mente el
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recuerdo de su gran obra en favor nuestro” (El Deseado de todas las gentes, p. 608).
“La Pascua señalaba el pasado y la liberación de los hijos de Israel; también era simbólica, al señalar hacia el futuro y a Cristo, al Cordero de Dios, herido por la redención de la humanidad caída” (Elena G. de White, Signs of the Times, 25 marzo 1880, publicado en Desde el corazón, trad. Miguel Valdivia [Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 2012], p. 223).
Los tres momentos de la comunión se mencionan en el texto de 1 Corintios 11:26. “Así, pues, todas las veces que comiereis este pan, y bebiereis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que él venga”. Respecto del pasado, conmemora la muerte expiatoria y redentora de Cristo en nuestro favor; sobre el presente, se anuncia a Cristo y del futuro, pronostica su regreso.
El mismo rito de humildad tiene que ver con el pasado, con el presente y con el futuro (Mateo 5:23-24).
Conclusión
Hemos de permitir que Cristo sea nuestro pasado, nuestro presente y nuestro futuro. Así nos enseña la Cena del Señor.
Como lo dice Hebreos 13:8. “Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos”.
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Sudamericano A Inicios De Los Años 50 19. Adventismo Nn: El Impacto De Las Nuevas Tendencias De
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Independientes En La Iasd 21. La Mies Es Mucha: Conceptos Inspirados Para Ganar Más
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22. La Soga Y La Plomada: Comentario Bosquejado De Oseas Y Amós
23. Fondos Para Servir: El Arte De Pedir Para Dar, Y Las Posibilidades De La Recolección Adventista
24. Gente De La Palabra: Luchas, Victorias Y Milagros De La Evangelización Pública Adventista
25. Portavoces Del Mensaje: Hombres Decisivos En El Evangelismo Público Adventista
26. Mensajeros De Valor: El Intrépido Colportaje Adventista De Inicios De Los 60
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28. Todo Un Mundo Por Ganar: El Perfil Del Ministerio Adventista En Los Inicios De La Obra En Sudamérica
29. Pagados Y Contados: Comentario Bosquejado Del Libro De Los Números
30. El Mesías En Acción: Comentario Bosquejado Del Evangelio De Marcos 1:1 A 4:29
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32. El Hombre A Quien Dios No Quiso Ayudar: Comentario Bosquejado De Marcos 9:42 A 16:20
33. Encrucijadas En La Biblia: Pasajes Bíblicos Complejos Enfocados Por Diferentes Métodos Hermenéuticos Contemporáneos
34. La Palabra Permanece: Revelación, Inspiración Y Doctrina De La Escritura
35. Un Pueblo, Un Libro, Un Mensaje: Sermones Que Exaltan La Vigencia Y El Poder De La Palabra De Dios
36. Con Dios A La Conquista: Comentario Bosquejado Del Libro De Josué
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37. Corazón De Fuego: La Historia Del Pastor Daniel Belvedere 38. El Pueblo Del Pacto: Hechos Destacados En La Historia De
Israel 39. Inquirir Para Cumplir: Antología De Estudios Exegéticos
Del Antiguo Testamento 40. De Profetas Y Milagros: Comentario Bosquejado Del
Segundo Libro De Los Reyes 41. Del Texto Al Púlpito: Ejercicios Exegéticos Para Una Mejor
Homilética 42. Misión Diversa: La Obra Adventista En Argentina A
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La Carta A Los Efesios 44. El Trono Es Del Señor: Comentario Bosquejado Del Primer
Libro De Los Reyes 45. Heraldo De La Felicidad: La Historia Del Pastor Francisco
Scarcella 46. Dios Sana A Su Cuerpo: Comentario Bosquejado De La
Primera Carta A Los Corintios 47. Él Viene Con Las Nubes: Estudios Exegéticos Y Teológicos
Sobre El Apocalipsis 48. Rumbo A Un Mundo Nuevo: Estudios Exegéticos Y
Teológicos Sobre El Apocalipsis 49. La Palabra Bien Trazada: Estudios Exegéticos Del Nuevo
Testamento. 50. El Espíritu Escudriña: Estudios Exegéticos Del Nuevo
Testamento 51. Las Arras Del Espíritu: Comentario Bosquejado De La
Segunda Carta A Los Corintios 52. Rueda Sobre Ruedas: Comentario Bosquejado Del Libro De
Ezequiel
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53. Dilo En Las Montañas: La Obra Adventista En La Región De Cuyo desde sus Inicios Hasta 1975
54. Un Siglo Iluminando: Inicios De La Misión Adventista En La Ciudad De Paraná
55. El Precio De La Profecía: Louis Were Y La Profundización Del Historicismo Adventista
56. Predicando En El Aire: Pioneros De La Radiofonía Adventista En Sudamérica Y El Mundo.
57. Predica La Palabra: Consejos Para Un Buen Sermón Expositivo
58. Adventismo En Marcha: El Ritmo Misionero De Los Años Sesenta en la Unión Austral
59. Luchando Por Altas Metas: La Evangelización Pública Adventista De 1966 A 1970 en la Unión Austral
60. Esfuerzos Recompensados: Ciclos Evangelizadores Emblemáticos En El Adventismo Mundial
61. Cautivos del Señor: Comentario Bosquejado De Esdras, Nehemías y Ester
62. Corazón de Rey: Comentario Bosquejado Del Primer Libro de Samuel
63. Las Batallas Del Señor: Comentario Bosquejado Del Segundo Libro De Samuel
64. Luz De Los Gentiles Y Gloria De Israel: Comentario Bosquejado Del Evangelio De Lucas 1:1 a 9:50.
65. Aptos Para El Reino De Dios:Comentario Bosquejado Del Evangelio De Lucas 9:51 A 17:4
66. Dios Es Propicio: Comentario Bosquejado Del Evangelio De Lucas 17:5 a 24:53
67. Tus Pecados Sepultados: Comentario Bosquejado del Abdías, Jonás y Miqueas.
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68. Fortaleza en el Dìa de la Angustia: Comentario Bosquejado De Nahum a Hageo
69. Monumentos De Fe Y Amor: La Construcción y Dedicación de Templos y Capillas Adventistas en Sudamérica entre 1925 y 1966
70. Dulce Esperanza: Los Progresos Adventistas en la Provincia de Tucumán Desde sus Inicios Hasta 1966.
71. Capturados Por El Gozo: La Historia Del Pastor Antonio Arteaga
72. Alumbrar Un Continente: Daniel Belvedere, Líder De La Evangelización Pública Sudamericana
73. Con Poder Y Valor: Las Estrategias De Evangelización Pública Adventista Entre 1955 Y 1960
74. Vestidos De Gala: Comentario Bosquejado De Zacarías Y Malaquías
75. Bueno en Gran Manera: Comentario Bosquejado de Génesis 1 al 11.
76. Bitácora Doctoral: Antología De Estudios y Apuntes Teológicos
77. Ejercicios de Posgrado: Antología De Estudios y Apuntes Teológicos
78. Hierba, Espiga y Grano Lleno: La Misión Adventista En La Ciudad De Paraná En Su Contexto Antropológico
79. El Aula de Cristo: Antología De Estudios Teológicos y Pastorales
80. Babilonia Está Afuera: Una Mirada Global Al Problema De La Disidencia En La Iglesia Adventista Del Séptimo Día
81. La Ciencia de la Redención: Antología De Estudios y Apuntes Teológicos
82. Ejercicios Doctorales: Antología De Estudios y Apuntes
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Teológicos 83. Dios Guía a Su Pueblo: Antología de Estudios Sobre
Historia del Adventismo. 84. La Simiente Bendita: Comentario Bosquejado Del Libro De
Génesis 12 al 26 85. De Ateo a Predicador: La Historia de William Simpson,
Primer Evangelista Metropolitano 86. La Esgrima de la Verdad: El Arte del Debate en la
Evangelización Pública Adventista 87. Guerras, Bestias y Debates: La Singularidad de la
Evangelizaciòn Profètico-Doctrinal en la Iglesia Adventista del Séptimo Día.
88. Pólvora & Azufre: El Tratamiento De Las Guerras Del Mundo En La Evangelización Pública Adventista
89. Te Llamarás Israel: Comentario Bosquejado Del Libro De Génesis 27 al 50.
90. Una Antorcha Que Ardía: La Historia del Pastor Walter Schubert
91. El Martillo del Señor: Las Primeras Experiencias Adventistas en la Evangelización Pública Sudamericana
92. Constitución Del Pueblo Santo: Comentario Bosquejado Del Libro De Deuteronomio 1:1 al 17:13
93. El Presidente Evangelista: El Ministerio del Pastor Walter Schubert en Buenos Aires
94. Haz Obra De Evangelista: Walter Schubert y la Multiplicación de Predicadores Adventistas
95. Larga Vida En La Buena Tierra: Comentario Bosquejado del Libro de Deuteronomio 17:14 al 34
96. Así Se Ganaron Miles: Las Enseñanzas de Walter Schubert Sobre Evangelización Pública Adventista
97. El Socorro Del Señor: La Relación Entre Daniel 11:40-45 y
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El Armagedón 98. El Gran Acople: La Adaptación Sudamericana de la
Tradición Evangelizadora Adventista. 99. Profeta y Estadista: Comentario Bosquejado del Libro de
Daniel 100. El Obrero Aprobado: Comentario Bosquejado De Las
Epístolas A Timoteo, Tito y Filemón 101. Poderoso Para Salvar: La Salvación Humana En Las
Escrituras 102. Hay Bálsamo en Galaad: La Respuesta De La Biblia A
Los Problemas Personales 103. Antropología Cultural: Una Mirada Adventista 104. Cómo Dios Corre el Velo: Estudios Sobre Revelación e
Inspiración. 105. Su Eterno Poder y Deidad: Ejercicios Teológicos Sobre la
Doctrina de Dios. 106. Es Hora De Vivir: La Estrategia del Pastor Daniel
Belvedere Para la Evangelización de Buenos Aires 107. Elocuencia y Simpatía: Experiencia, Enseñanzas Y
Métodos Evangelizadores Del Pastor Antonio Arteaga 108. Derribando Fortalezas: Experiencia, Enseñanzas Y
Métodos Evangelizadores Del Pastor Edward E. Cleveland 109. Alcance La Vida: La Palabra de Dios Actuando en la
Realidad Humana 110. Unidos En Cristo: Las Enseñanzas del Pastor Salim Japas
Sobre Evangelización Pública Adventista 111. Boga Mar Adentro: Contribuciones Metodológicas de
Destacados Evangelistas Adventistas 112. Maestro De Multitudes: El Pastor Salim Japas,
Evangelista, Docente y Líder Ministerial.
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113. Los Centuriones: E.E.Cleveland y la Formación de Evangelistas Adventistas.
114. Jesús Traspasó Los Cielos: Comentario Bosquejado De La Epístola A Los Hebreos
115. Cristo Como Pedagogo: Principios Bìblicos Sobre Didáctica y Aprendizaje.
116. Millones Por Alcanzar : La Vida Del Pastor Arturo Schmidt, Evangelista Mundial.
117. La Palabra En Buenas Manos: Estudios Teológicos y Exegéticos
118. Evangelista de Raza: La Historia Del Pastor Carlos Aeschlimann
119. El Rey Predicador: Comentario Bosquejado del Libro de Eclesiastés
120. Evangelistas For Export: Evangelistas Proyectados De Sudamérica Al Mundo
121. Preguntas Explosivas: Trasfondo, Formulaciones Doctrinales y Consecuencias de la Publicacion del Libro Questions on Doctrine
122. Vivir como Dios Manda: Comentario Bosquejado del Libro de Levítico
123. Padrón del Reino Venidero: Comentario del Libro de Crónicas
124. Conflicto Y Victoria: El Último Desafío del Pueblo de Dios
125. Barricadas Contra El Mensaje: Filosofías Contemporáneas Que Obstruyen La Predicación Del Evangelio
126. Clavos Bien Hincados: Sermones Que Exaltan El Poder De La Escritura
127. Esencias, Lo Fundamental de la Escritura
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128. Una Vida al Servicio de Dios: El Ministerio del Pastor Miguel Avellaneda
129. De Mujer A Mujer: Meditaciones Matinales Para Damas 130. De La Gloria Al Ocaso: Comentario Bosquejado Del
Segundo Libro De Crónicas 131. Endechas Con Esperanza: Comentario Bosquejado Del
Libro De Lamentaciones 132. Don Elías y las Doce Tribus
