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P ocos de los que hemos seguido con interés la historia y desarrollo de la antropología mexicana podemos dudar de la importancia del libro que reseño. Es un libro que, como buen rompecabezas, puede llevar, a quien pretenda armarlo, a callejones sin sali- da, o recompensarlo permitiéndole construir un todo con el conjunto de sus partes. En mi caso particular quie- ro pensar que obtuve un panorama general de su contenido, incluso antes de leer la última de sus páginas. El li- bro que coordinó Gabriela Vargas Ce- tina trae consigo nuevas interesantes, entre ellas, la que nos marca el rumbo que en los últimos años ha tomado “eso que llamamos antropología mexicana”. El libro de nueve capítulos con tomas fotográficas realizadas por casi todos sus autores, una bibliografía general además de una introducción, incorpo- ra la labor en el extranjero de nueve antropólogos que, aunque no son todos mexicanos, sí pertenecen en su totalidad a una de las instituciones de trabajo y entrenamiento antropológi- co más importantes de toda América Latina. He mencionado al CIESAS y a sus centros repartidos por los cuatro puntos cardinales mexicanos. Para que se entienda mejor qué quiero decir por “cambio de rumbo de la antropología mexicana”, será nece- sario que bosqueje lo que hasta ahora yo entendía por antropología en nues- tro país, en particular a partir del siglo XX, y que subraye en qué puntos se distancia de la antropología anglosajo- na tradicional. En lo que sigue reseña- ré de manera breve aspectos de la his- toria de la antropología mexicana; mencionaré los elementos básicos de la antropología anglosajona y compa- raré ambas perspectivas con las que emergen de los ensayos que aparecen en este volumen. San Lorenzo Teitipac, zapoteca del Valle, Vittorio D’Onofri, : Centro de Investigacio- nes Sociales, Universidad de Colima. (coord.) Mirando… ¿hacia afuera? CIESAS, México, . Servando Ortoll

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Pocos de los que hemos seguidocon interés la historia y desarrollo

de la antropología mexicana podemosdudar de la importancia del libro quereseño. Es un libro que, como buenrompecabezas, puede llevar, a quienpretenda armarlo, a callejones sin sali-da, o recompensarlo permitiéndoleconstruir un todo con el conjunto desus partes. En mi caso particular quie-ro pensar que obtuve un panoramageneral de su contenido, incluso antesde leer la última de sus páginas. El li-bro que coordinó Gabriela Vargas Ce-tina trae consigo nuevas interesantes,entre ellas, la que nos marca el rumboque en los últimos años ha tomado “esoque llamamos antropología mexicana”.El libro de nueve capítulos con tomasfotográficas realizadas por casi todossus autores, una bibliografía generalademás de una introducción, incorpo-ra la labor en el extranjero de nueveantropólogos que, aunque no sontodos mexicanos, sí pertenecen en su

totalidad a una de las instituciones detrabajo y entrenamiento antropológi-co más importantes de toda AméricaLatina. He mencionado al CIESAS y asus centros repartidos por los cuatropuntos cardinales mexicanos.

Para que se entienda mejor quéquiero decir por “cambio de rumbo dela antropología mexicana”, será nece-sario que bosqueje lo que hasta ahorayo entendía por antropología en nues-

tro país, en particular a partir del sigloXX, y que subraye en qué puntos sedistancia de la antropología anglosajo-na tradicional. En lo que sigue reseña-ré de manera breve aspectos de la his-toria de la antropología mexicana;mencionaré los elementos básicos dela antropología anglosajona y compa-raré ambas perspectivas con las queemergen de los ensayos que aparecenen este volumen.

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San Lorenzo Teitipac, zapoteca del Valle, Vittorio D’Onofri,

: Centro de Investigacio-nes Sociales, Universidad de Colima.

(coord.)

Mirando… ¿hacia afuera?CIESAS, México, .

Servando Ortoll

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Antropologia “moderna”

Fue a partir del siglo XX que se dio loque Ralph L. Beais llama la “antropo-logía moderna”, aquella que dejó dedepender en la palabra escrita para de-dicar sus esfuerzos a obtener informa-ción directa del trabajo de campo. Perohay un elemento adicional: la antro-pología moderna mexicana recibió en una inyección vitalizadora a travésde la Escuela Internacional de Arqueo-logía y Etnografía Americanas en laCiudad de México, financiada y san-cionada en parte por instituciones ygobiernos extranjeros. Cito a Beais:

Oficialmente, la idea para esta institu-ción fue expresada, por primera vezen , por el doctor Nicholas Mu-rray Butier, entonces presidente de laUniversidad de Columbia. En estaidea estaba influido por Franz Boas,frecuentemente considerado como elfundador de la antropología modernaen Estados Unidos. Boas concibió laidea de un gran centro internacionalde antropología […]. La escuela fueaprobada oficialmente por el gobiernomexicano en , cuando Justo Sie-rra, entonces secretario de InstrucciónPública, autorizó un subsidio anual de pesos y el uso de las instalacio-nes del Museo Nacional de Arqueolo-gía e Historia. Los estatutos de laescuela fueron aprobados el de sep-tiembre de por representantes delos gobiernos de Prusia, Francia y Mé-xico y por las universidades de Har-vard, Columbia y Pennsylvania. Estosestatutos convocaban a la investiga-ción en arqueología, etnología y an-tropología de México y de los paísesvecinos. También hacían un llamado ala publicación de resultados de inves-tigación y a la formación de estudian-tes para que fueran investigadorescompetentes. En su corta vida, antes

de la primera guerra mundial, los directores de la escuela incluyeron aEdward Seler, Franz Boas, Alfred M.Tozzer, George Engerrand y ManuelGamio.1

Es significativo que la idea de esta Es-cuela Internacional de Arqueología yEtnografía Americanas se originara enla Universidad de Columbia y que fuerael polifacético Manuel Gamio, primeregresado mexicano de antropología enesa universidad, quien la dirigiera du-rante parte de su efímera existencia.Gamio fue fundamental en más de unsentido: concibió, como se le criticacon frecuencia, una antropología me-xicana que trabajara con el Estadomexicano y bajo su influencia directa.“Para Gamio —afirma el antropólogoArturo Warman—, la ubicación de laantropología como servidora del Esta-do era no sólo lógica y natural, sinodeseable. Para él, la función del antro-pólogo era la de gobierno. Creía que elejercicio de esta disciplina daría uncarácter científico al quehacer político.No podía, no debía existir brecha en-tre ciencia y Estado, sino maridajeestrecho.”2

Viene al cuento Gamio porque, demanera un tanto indirecta, fue tam-bién antecesor del grupo que participóen el libro que reseño: cuando suapuesta de colaborar de manera estre-cha con el gobierno no funcionó,

decidió investigar mexicanos fuera deMéxico. Lo pudo hacer porque, comoocurrió con muchos de los autores re-señados, Gamio estudió en el extran-jero y esto le permitió establecer redescon antropólogos e instituciones filan-trópicas más allá de nuestras fronteras.Además, su nombre, dada su energíainagotable, había despertado interésentre varios observadores extranjeros.En un memorándum que encontré enel Rockefeller Archive Center, se dicelo que sigue sobre Gamio, quien habíadecidido para entonces adentrarse enel campo de la educación:

Hay en la Ciudad de México un an-tropólogo con el nombre de M. Ga-mio. Gamio estudió antropología enHarvard [sic] y regresó a la Ciudad deMéxico impresionado por el hecho deque cualquier política nacional de edu-cación debería estar basada en un es-tudio antropológico y etnológico muycuidadoso de las gentes de México.3

Según la misma fuente, Gamio habíapersuadido al gobierno mexicano deque se realizara una encuesta antropo-lógica, misma que él dirigió durantecinco o seis años, durante los cualesdos “revoluciones” habían ocurridosin que interfirieran en su estudio.4

Gamio demostró que la “cultura sub-yacente” en la región que había anali-zado —al parecer cercana a la Ciudadde México— era predominantemente

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Ralph L. Beais, Antropología en el México con-temporáneo, traducción de Rubén Páez y RosaH. Yáñez Rosales. Arturo Warman, , “Todos santos y todosdifuntos: crítica histórica a la antropología me-xicana”, en De eso que llaman antropología mexi-cana, Arturo Warman (coord.) et al., NuestroTiempo, México.

Rockefeller Archive Center (en adelante RAC),Col. Laura Speliman Rockefeller Memorial (enadelante LSRM). Series III, subseries , caja ,folder ; memorándum de P.R. a R.B.F. ¿Nue-va York?, Pocantico Hilis, Nueva York, demayo de . Ibid.

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india, y que por lo tanto, “el sistemaeducacional derivado de antecedentesoccidentales europeos tendría valordudoso”.5 El entusiasmo del reseñadordel trabajo de Gamio no fue compar-tido por las autoridades gubernamen-tales, y en menos de dos años elantropólogo mexicano por excelenciaestaba desempleado. Aunque no porello había perdido por completo suscontactos con el Estado mexicano.

De todas formas y para entonces, susuerte lo favorecía: tenía contactos im-portantes en Estados Unidos y se ha-bía propuesto analizar un problema degran envergadura: las condiciones dela población de origen mexicano ennuestro vecino del norte. El de di-ciembre de , en excelente inglés,Gamio escribió desde el Cosmos Cluben Washington una carta acompañadapor un proyecto para investigar “losantecedentes y condiciones presentesde la población mexicana extranjera[alien]” en Estados Unidos. Y añadió:

Tras haber dedicado los últimos años de mi vida a la investigación deproblemas sociológicos análogos enmi propio país, sería muy gratificantepara mí colaborar con ustedes duran-te el año próximo en el estudio de esteproblema particular, con el entendi-miento por supuesto, que yo tendríatodas las facilidades necesarias para talestudio de las autoridades guberna-mentales e instituciones científicas deMéxico, que poseen datos que yo ten-dría que consultar.6

Su proyecto fue aprobado. En cartafechada el de enero de , Gamioescribió:

El doctor Charles E. Merrian, directorde la Social [Science] Research Coun-cil, me escribió hace tres días indicán-dome que los Comités respectivoshabían aprobado definitivamente elproyecto que presenté sobre la pobla-ción mexicana inmigrante en EstadosUnidos y me decía que el asunto ha-bía sido turnado a la Spel[l]manRockefeller Memorial con el fin deobtener los fondos correspondientes.7

Dije que Manuel Gamio fue el ante-cesor de varios de los autores que for-man parte de este libro y que su traba-jo tuvo, entre otras cosas, el mérito deser reconocido en suelo estadouniden-se. Retorno a la obra que reseño.

El “campo” antropológico y sus derivados

Desde sus inicios anglosajones, la an-tropología ha utilizado la metáforaagraria de “campo” en, al menos, dossentidos diferentes: se hace trabajo “decampo” cuando se parte hacia un lu-gar alejado y en extrema pobreza, endonde también se habla una lenguaextraña, y dentro de su propio hábitatse estudia a una tribu primitiva.8 Lanoción de “campo” aquí tiene que ser

diferenciada de la de '“ciudad”: al inicio de la investigación antropológi-ca se iba de la ciudad al campo; del

Ibid. RAC, Col. LSRM, series III, subseries , caja ,folder ; carta de Gamio y propuesta al señorLawrence K. Frank; Cosmos Club, Washington, de diciembre de .

San Francisco del Mar, huave, Vittorio D’Onofri,

RAC, col. LSRM, series III, subseries , caja ,folder ; carta de Manuel Gamio al señor Law-rence K. Frank; México, de enero de .

Algunas de las ideas que presento en estasección provienen de mi relectura de ClydeKluckhohn, “The Personal Document in An-thropologcal Science”, en Louis Gottschalk, Cly-de Kluckhohn y Robert Angell, , The Use ofPersonal Documents in History, Anthropolopyand Sociology, Social Science Research Council,Nueva York, pp. -.

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centro a la periferia; del primer al ter-cer mundo. La otra idea de campo,también metafórica, tiene que ver conun “espacio virtual” dentro del cual se realiza, idealmente, el trabajo antro-pológico.9

Estas y otras nociones se ven aplas-tadas o destruidas parcialmente en ellibro que reseño. Me explico. En al me-nos cinco de los trabajos que aquíaparecen, los antropólogos van literal-mente del tercer al primer mundo:Roberto Melville (Estados Unidos),Lourdes de León Pasquel (EstadosUnidos), Gabriela Vargas Cetina (Ca-nadá), Steffan Igor Ayora Díaz (Italia)y John B. Haviland (Australia). Dosmás van del tercer al otrora llamadosegundo mundo: Daniela Spenser (Ru-sia) y Witold Jacorzynski (Polonia).

Si pensamos en lo opuesto al tra-yecto del “campo” a la “ciudad”, debe-mos incluir a Victoria Novelo, quienen realidad, al hacer su trabajo “de ur-be” radicó en La Habana; DanielaSpenser, quien residió en Moscú, yWitold Jacorzynski, en Varsovia. Sí hu-bo, claro, quien fuera al “campo”, trassalir de México. Hablo de Steffan IgorAyora Díaz, quien trabajó en Cerdeña;Mauricio Sánchez Álvarez, quien pre-sentó “estampas etnológicas” a todocolor con explicaciones al calce que re-señan la vida cotidiana de serranos yvallenatos en su nativa Colombia, y de

Vargas Cetina, quien visitó varios luga-res en Canadá y Estados Unidos —du-rante varios veranos— para entendermejor el Powwow: supuesta invenciónestival de profesores nórdicos, intere-sados en fortalecer la identidad demiembros de diversas tribus canadien-ses y norteamericanas, a través de ce-lebraciones rituales, danza y muchasactividades recreativas.

En cuanto al “campo antropológi-co”, en su pesquisa prácticamente to-dos los colaboradores del libro brin-caron las empalizadas de su “terreno”profesional: Roberto Melville, porejemplo, acudió a fuentes históricaspara redondear la información queobtuvo para su trabajo; Victoria Nove-lo hizo otro tanto en Mérida y La Ha-bana, aunque se fundamentó tambiénen sus recursos de pesquisa antropoló-gicos; Daniela Spenser trabajó única-mente en archivos históricos rusos yWitold Jacorzynski desmenuzó tresimportantes mitos polacos, y analizó ala vez sus repercusiones políticas paraPolonia y sus habitantes de siglos: ju-díos y católicos.

Otro elemento importante que di-ferencia a la antropología mexicana

actual de la anglosajona, según sepractica en el CIESAS, toca la “obje-tividad” y “distanciamiento” quetradicionalmente se espera que losantropólogos asuman al realizar sustareas. Cito a Clyde Kluckhohn,antropólogo de Harvard:

[…] el investigador debe asegurarsede mantener cierto grado de impar-cialidad [detachment]. De lo contrarioarriesgará la pérdida de su propiaperspectiva al precio de obtener lacooperación completa del informantee intérprete. En el trabajo de campogeneral la regla usual es evitar conocercualquier individuo demasiado bien(esto es, demasiado personal e íntima-mente).10

En otras palabras y según Kluckhohn,el estudioso debe “preservar unaemancipación básica del nexo emocio-nal de la vida que trata de estudiar”.11

Esto era al menos lo que se esperabadel antropólogo estadounidense en. Medio siglo después y según lotestimonia el libro reseñado, los

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Esta segunda metáfora, como se sabe, no esprivativa de la antropología. Los interesados enuna discusión sobre el tema que propone abatirlas “empalizadas” entre disciplinas pueden con-sultar el siguiente artículo, al cual me suscribopor completo: Sigmund Diamond, , “¿Produ-cen las buenas vallas distinguidos académicos?”,en Estudios del Hombre, : -.

Klyde Kluckhohn, “The Personal Documentin Anthropological Science”, p. . Ibid.

San Juan Ixcotepec, chontal, Vittorio D’Onofri,

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antropólogos del CIESAS han roto esta“regla de oro”. La norma es que, lejosde mantenerse objetivos, distantes oimparciales, como se espera —o seesperaba—, participan directamente ycambian la vida de los individuos bajoestudio. Esto lo hicieron varios de losautores del libro, quizá más de maneraespontánea que planeada.

Considérese el caso de Lourdes deLeón Pasquel quien, según relata suexperiencia, trabajó del lado de unmixteco acusado injustamente de ho-micidio en Estados Unidos, para res-catarlo de la cárcel. En este inquietantelance, De León Pasquel puso su expe-riencia como lingüista al servicio deuna causa legítima (y también legal).12

Otro tanto aconteció con John B. Ha-viland, quien no sólo contribuyó consu obra publicada al esclarecimientode ciertas prácticas culturales en elestado australiano de Queensland, si-no que actuó como “experto” en be-neficio de los indígenas de esa zona yáreas aledañas. Victoria Novelo fue unaantropóloga más que rompió la reglade oro. En un cándido pie de página ymuy de pasada, reconoce que la seño-ra que la albergó mientras realizaba sutrabajo “de campo” en la “ciudad” deLa Habana, ¡se convirtió, “con el tiem-po”, en su suegra!

¿Cuáles pueden ser las implicacionesde estos cambios que percibo y que

comparto con ustedes? Para empezar y como lo mencioné al inicio, aunqueno todos los colaboradores de este libroson mexicanos, sí son profesores delCIESAS (o lo eran en el momento en que se editó este libro). Esto signifi-ca que, como catedráticos, influyen enla manera de hacer y pensar la antro-pología en sus alumnos y estudiantes.

En las próximas generaciones vere-mos antropólogos mexicanos sui gene-ris, que se diferenciarán de la escuelaantropológica anglosajona por unsentido del compromiso mucho másfirme y solidario con las personas queestudien; continuarán seguramentecon la corriente iniciada alguna vezpor Gamio y reforzada como hemosvisto por quienes son ahora sus profe-sores; aprenderán idiomas extranjerosaparte del inglés, evitando así el uso—tan generalizado por cierto entreantropólogos norteamericanos— deintérpretes que alteren la informaciónrescatada o inhiban a los informantes;no temerán asociarse de manera afec-tiva con parientes de sus estudiados;cruzarán sin temor las fronteras visi-bles o invisibles entre el primer y eltercer mundo, entre el campo y la ciu-dad, o entre la antropología y otrasramas afines, y obtendrán para sus es-tudios importantes becas de institu-ciones como el CIESAS para realizarsus investigaciones de doctorado. Sutrabajo será reconocido, en buena me-dida, en el extranjero.

Todo esto mirando hacia fuera, di-señando pesquisas que se realicen másallá de las fronteras nacionales, y queles den cierto grado de “libertad” o“distancia” del Estado mexicano quealguna vez pensó trabajarían para él, y

de los burócratas de las agencias gu-bernamentales que los habrán becado.

Palabras finales

No puedo cerrar esta reseña sin men-cionar dos artículos que a mí, comohistoriador, me parecieron particular-mente valiosos: el de Victoria Novelo,porque desarrolla con gran amenidad,fino humor y atinada didáctica las eta-pas por las que pasó la formulacióndel problema que deseaba investigar—la presencia de meridanos en LaHabana— y todas las dificultadesprácticas que tuvo que enfrentar (loque permite a los lectores tener unaidea de cómo se vive y la celeridad —nótese la ironía— con que se reali-zan pesquisas en esa isla caribeña, endonde tener acceso a un teléfono o auna fotocopiadora es un verdaderolujo); y el de Daniela Spenser, estudio-sa de los comunistas mexicanos en losarchivos del Comintern, quien, muta-tis mutandis, enfrentó frustracionesparecidas: un archivo desorganizadocon poca capacidad y menos personalpara atender usuarios, y equipos obso-letos (o inexistentes) para fotocopiar omicrofilmar documentos.

La interpretación de ambas antro-pólogas de su experiencia en el extran-jero nos habla no sólo de su gran tra-yectoria de investigadoras, sinotambién de la profundidad de susreflexiones que, más allá de perteneceral campo de la antropología, incum-ben al psicoanálisis: una rama delconocimiento que seguramente apare-cerá cada vez con más frecuencia enlos escritos de sus estudiantes.

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Este tipo de labor de “campo”, dicho sea de pa-so, se diferencia de la postura tradicional y pro-gobiernista de la lingüística oficial que profesa laDirección de Lingüística del Instituto Nacionalde Antropología e Historia. Véase Carlos GarcíaMora, “Y también existe la lingüística mexica-na…”, comunicado de García Mora a H-Méxi-co, de octubre de .