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Centenario Consagración al Corazón de Jesús Vida FER Fin de curso UNER en Cáceres Para meditar El Evangelio a la lámpara del Sagrario ConviRIE 2019 Una experiencia inigualable

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CentenarioConsagración al Corazón de Jesús

Vida FERFin de curso UNER en Cáceres

Para meditarEl Evangelio a la lámpara del Sagrario

ConviRIE2019

Unaexperienciainigualable

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Editorial: Apasionados colaboradores de Dios

Mensaje para la Jornada del migrante y el refugiado

Homilía en el centenario de la consagración al C. de J.

Carta pastoral por el centenario de la consagración al S.C.

La liturgia, encuentro con Cristo

Resonancias en nuestra Iglesia de hoy

La FER en el mundo: Valencia

La FER en el mundo: Cáceres

La FER en el mundo: Jaén

Palabras de santo

El Evangelio a la lámpara del Sagrario

Orar con el obispo del Sagrario abandonado

Cordialmente, una carta para ti

Cartelera recomendada

Con mirada eucarística

Conoce y vive

Familia Eucarística Reparadora

Desde la fe

Sum

ario

16 Sancti, veniteLa liturgia

encuentro con Cristo32Con mirada eucarísticaLa voz

de la encina

28BienaventuranzasOrar con el obispo del Sagrario abandonadoRevista y editorial

fundadas por

san Manuel González García

en 1907

Edita:

Misioneras Eucarísticas de Nazaret

Tutor, 15-17, 28008 - MADRID

Tfno.: 915 420 887

E-mail: [email protected]

www.elgranitodearena.com

Imprime:

Gráficas Acerino

ISSN: 2340-1214

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En portada: Tres participantes de

ConviRIE 2019, que tuvo lugar en

Alarcón (Cuenca) del 1 al 8 de julio.

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EDITORIAL

Apasionados colaboradores de Dios

T ras los meses estivales, retomamos las ac-tividades propias del curso: trabajo, cole-gio, clases, etc. Si bien hasta octubre no se

da un inicio completo (muchos grupos UNER, por ejemplo, comienzan en este mes sus reu-niones), septiembre no es ya considerado un período vacacional.

Volver a la rutina es, para muchos, una pe-sada carga, un peso casi insoportable, una cruz. Es cierto que necesitamos tiempos de descan-so para poder dar el máximo de nosotros mis-mos. Más aún, numerosos estudios actuales demuestran que, a mayor descanso y desco-nexión, mayor será la efectividad laboral pos-terior. «Dios descansó el día séptimo de toda la obra que había hecho» (Gn 2,3) y, de igual manera, nos invita a descansar al menos un día a la semana.

El Catecismo de la Iglesia Católica, recono-ce esta situación para quienes sus labores com-portan una verdadera cruz y, pensando en ellos, afirma que el trabajo «puede ser también re-dentor. Soportando el peso del trabajo, en unión con Jesús, el carpintero de Nazaret y el Cruci-ficado del Calvario, el hombre colabora en cier-ta manera con el Hijo de Dios en su obra re-dentora» (n. 2427).

Afortunadamente muchas personas pueden entender el trabajo en su triple dimensión. En primer lugar, trabajar implica aceptar una oca-sión única de auto-realización. No importa el tipo de actividad que se desarrolle. Lo mismo un ingeniero, un artista o un funcionario, tie-nen en el trabajo la ocasión de crecer, apren-der, servir y, consecuencia de ello, ser más per-sonas, seres humanos cada día más realizados y felices.

Además, el trabajo tiene una consecuencia grupal indispensable para las culturas y socie-dades. Ningún trabajo, por aislado que sea, de-

ja de ser un servicio a la comunidad. No es ne-cesario que pensemos en un voluntariado o la-bores netamente dedicadas a la ayuda de las personas, como podría ser un enfermero o un médico. Lo mismo un barrendero que un artis-ta son artífices de un mundo mejor desarro-llando su actividad propia.

Finalmente, mirando el trabajo desde una óptica creyente, podemos contemplar con es-tupefacción y alegría, que nuestro trabajo no solo nos ayuda a nosotros mismos y a la socie-dad sino que, de forma tan grandiosa como misteriosa, ayuda a prolongar en el mundo la labor creadora de Dios. Él mismo ha querido hacer de cada uno de sus hijos un continuador de su obra. Jesús trabajó hasta los 30 años co-mo carpintero, y el Evangelio nos narra que crecía «en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres» (Lc 2,52).

¡Qué fantástico comprobar que nuestras sencillas vidas de cada día, con sus alegrías y sus tristezas, lo mismo en la convivencia fami-liar que en las labores cotidianas son verdade-ra y eficaz colaboración en la obra creadora y redentora de Dios! Él así lo ha querido. ¡Cómo no estar sinceramente agradecidos por ello!

No siempre podremos trabajar en aquello en lo que hemos soñado pero, si somos cons-cientes que estamos siendo mucho más que simples máquinas, permitiremos que nuestro trabajo sea, además de productivo, generador de paz a nuestro alrededor. El deseo de ser ac-tivos y fecundos colaboradores de la obra de la creación y la redención, es lo que, sin lugar a dudas, marcará nuestro estilo cristiano de trabajar.

¿Hemos imaginado alguna vez la actitud con la que trabajaría Jesús en la carpintería de Na-zaret? ¡He ahí una buena oración para llevar a la práctica en este mes de septiembre! «

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Q ueridos hermanos y herma-nas: La fe nos asegura que el Reino de Dios está ya miste-

riosamente presente en nuestra tierra (cf. Gaudium et spes, 39); sin embar-go, debemos constatar con dolor que también hoy encuentra obstáculos y fuerzas contrarias. Conflictos violen-tos y auténticas guerras no cesan de lacerar la humanidad; injusticias y dis-criminaciones se suceden; es difícil

superar los desequilibrios económi-cos y sociales, tanto a nivel local co-mo global. Y son los pobres y los des-favorecidos quienes más sufren las consecuencias de esta situación.

Las sociedades económicamente más avanzadas desarrollan en su se-no la tendencia a un marcado indivi-dualismo que, combinado con la men-talidad utilitarista y multiplicado por la red mediática, produce la «globa-

lización de la indiferencia». En este escenario, las personas migrantes, re-fugiadas, desplazadas y las víctimas de la trata, se han convertido en em-blema de la exclusión porque, además de soportar dificultades por su mis-ma condición, con frecuencia son ob-jeto de juicios negativos, puesto que se las considera responsables de los males sociales.

La actitud hacia ellas constituye una señal de alarma, que nos advier-te de la decadencia moral a la que nos enfrentamos si seguimos dando es-pacio a la cultura del descarte. De he-cho, por esta senda, cada sujeto que no responde a los cánones del bienes-tar físico, mental y social, corre el ries-go de ser marginado y excluido.

Por esta razón, la presencia de los migrantes y de los refugiados, como en general de las personas vulnera-bles, representa hoy en día una invi-tación a recuperar algunas dimensio-nes esenciales de nuestra existencia cristiana y de nuestra humanidad, que corren el riesgo de adormecerse con un estilo de vida lleno de comodida-des. Razón por la cual, «no se trata sólo de migrantes» significa que al mostrar interés por ellos, nos intere-samos también por nosotros, por to-dos; que cuidando de ellos, todos cre-cemos; que escuchándolos, también damos voz a esa parte de nosotros que quizás mantenemos escondida por-que hoy no está bien vista.

Nuestros miedos«¡Ánimo, soy yo, no tengáis miedo!» (Mt 14,27). No se trata sólo de mi-grantes, también se trata de nuestros miedos. La maldad y la fealdad de nuestro tiempo acrecienta «nuestro miedo a los “otros”, a los desconoci-

Mensaje para la Jornada del migrante y del refugiado

Dar espacio a la ternuraBajo el lema «No se trata sólo de migrantes», el próximo 29 de septiembre la Iglesia celebra la 105ª Jornada mundial del Migrante y del Refugiado 2019, acontecimiento que cada vez adquiere mayor importancia por la actual situación mundial. El papa Francisco, con el deseo de concientizar sobre esta realidad, nos ofrece el siguiente Mensaje pontificio.

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dos, a los marginados, a los foraste-ros [...]. Y esto se nota particularmen-te hoy en día ante la llegada de mi-grantes y refugiados que llaman a nuestra puerta en busca de protec-ción, seguridad y un futuro mejor.

Es verdad, el temor es legítimo, también porque falta preparación pa-ra este encuentro» (Homilía, Sacro-fano, 15/2/2019). El problema no es el hecho de tener dudas y sentir mie-do. El problema es cuando esas du-das y esos miedos condicionan nues-tra forma de pensar y de actuar hasta el punto de convertirnos en seres in-tolerantes, cerrados y quizás, sin dar-nos cuenta, incluso racistas. El mie-do nos priva así del deseo y de la ca-pacidad de encuentro con el otro, con aquel que es diferente; nos priva de una oportunidad de encuentro con el Señor (cf. Homilía en la Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado, 14/1/2018).

«Porque, si amáis a los que os aman, ¿qué premio tendréis? ¿No ha-cen lo mismo también los publica-nos?» (Mt 5,46). No se trata sólo de migrantes: se trata de la caridad. A través de las obras de caridad mostra-mos nuestra fe (cf. St 2,18). Y la ma-yor caridad es la que se ejerce con quienes no pueden corresponder y tal vez ni siquiera dar gracias. «Lo que está en juego es el rostro que que-

remos darnos como sociedad y el va-lor de cada vida [...]. El progreso de nuestros pueblos [...] depende sobre todo de la capacidad de dejarse con-mover por quien llama a la puerta y con su mirada estigmatiza y depone a todos los falsos ídolos que hipote-can y esclavizan la vida; ídolos que prometen una aparente y fugaz felici-dad, construida al margen de la reali-dad y del sufrimiento de los demás» (Discurso en la Cáritas Diocesana de Rabat, 30/3/2019).

Movidos por la compasión«Pero un samaritano que iba de via-je llegó adonde estaba él y, al verlo, se compadeció» (Lc 10,33). No se trata sólo de migrantes: se trata de nuestra humanidad. Lo que mueve a ese samaritano, un extranjero para los judíos, a detenerse, es la compa-sión, un sentimiento que no se pue-de explicar únicamente a nivel racio-nal. La compasión toca la fibra más sensible de nuestra humanidad, pro-vocando un apremiante impulso a «estar cerca» de quienes vemos en situación de dificultad.

Como Jesús mismo nos enseña (cf. Mt 9,35-36; 14,13-14; 15,32-37), sentir compasión significa reconocer el sufrimiento del otro y pasar inme-diatamente a la acción para aliviar, cu-rar y salvar. Sentir compasión signifi-

ca dar espacio a la ternura que a me-nudo la sociedad actual nos pide re-primir. «Abrirse a los demás no em-pobrece, sino que más bien enrique-ce, porque ayuda a ser más humano: a reconocerse parte activa de un to-do más grande y a interpretar la vida como un regalo para los otros, a ver como objetivo, no los propios intere-ses, sino el bien de la humanidad» (Discurso en la Mezquita “Heydar Ali-yev” de Bakú, Azerbaiyán, 2/10/2016).

«Cuidado con despreciar a uno de estos pequeños, porque os digo que sus ángeles están viendo siempre en los cielos el rostro de mi Padre ce-lestial» (Mt 18,10). No se trata sólo de migrantes: se trata de no excluir a nadie. El mundo actual es cada día más elitista y cruel con los excluidos. Los países en vías de desarrollo siguen agotando sus mejores recursos natu-rales y humanos en beneficio de unos pocos mercados privilegiados. Las guerras afectan sólo a algunas regio-nes del mundo; sin embargo, la fabri-cación de armas y su venta se lleva a cabo en otras regiones, que luego no quieren hacerse cargo de los refugia-dos que dichos conflictos generan.

Quienes padecen las consecuen-cias son siempre los pequeños, los po-bres, los más vulnerables, a quienes se les impide sentarse a la mesa y se les deja sólo las «migajas» del banquete

(cf. Lc 16,19-21). La Iglesia «en sali-da [...] sabe tomar la iniciativa sin mie-do, salir al encuentro, buscar a los le-janos y llegar a los cruces de los cami-nos para invitar a los excluidos» (Evan-gelii gaudium, 24). El desarrollo exclu-sivista hace que los ricos sean más ri-cos y los pobres más pobres. El autén-tico desarrollo es aquel que pretende incluir a todos los hombres y mujeres del mundo, promoviendo su creci-miento integral, y preocupándose tam-bién por las generaciones futuras.

«El que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor; y el que quiera ser primero, sea esclavo de todos» (Mc 10,43-44). No se tra-ta sólo de migrantes: se trata de po-ner a los últimos en primer lugar. Je-sucristo nos pide que no cedamos a la lógica del mundo, que justifica el abusar de los demás para lograr nues-tro beneficio personal o el de nuestro grupo: ¡primero yo y luego los demás! En cambio, el verdadero lema del cris-tiano es «¡primero los últimos!».

«Un espíritu individualista es te-rreno fértil para que madure el sen-tido de indiferencia hacia el prójimo, que lleva a tratarlo como puro obje-to de compraventa, que induce a des-interesarse de la humanidad de los demás y termina por hacer que las personas sean pusilánimes y cínicas. ¿Acaso no son estas las actitudes que frecuentemente asumimos frente a los pobres, los marginados o los úl-timos de la sociedad? ¡Y cuántos úl-timos hay en nuestras sociedades! Entre estos, pienso sobre todo en los emigrantes, con la carga de dificulta-des y sufrimientos que deben sopor-tar cada día en la búsqueda, a veces desesperada, de un lugar donde po-der vivir en paz y con dignidad» (Dis-curso ante el Cuerpo Diplomático, 11/1/2016). En la lógica del Evan-gelio, los últimos son los primeros, y nosotros tenemos que ponernos a su servicio.

«Yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante» (Jn

10,10). No se trata sólo de migran-tes: se trata de la persona en su tota-lidad, de todas las personas. En esta afirmación de Jesús encontramos el corazón de su misión: hacer que to-dos reciban el don de la vida en ple-nitud, según la voluntad del Padre. En cada actividad política, en cada programa, en cada acción pastoral, debemos poner siempre en el centro a la persona, en sus múltiples dimen-siones, incluida la espiritual. Y esto se aplica a todas las personas, a quie-nes debemos reconocer la igualdad fundamental. Por lo tanto, «el desa-rrollo no se reduce al simple creci-miento económico. Para ser auténti-co, debe ser integral, es decir, promo-ver a todos los hombres y a todo el hombre» (Populorum progressio, 14).

Un hermano al que amar«Así pues, ya no sois extranjeros ni forasteros, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios» (Ef 2,19). No se trata sólo de migrantes: se trata de construir la ciu-dad de Dios y del hombre. En nues-tra época, también llamada la era de las migraciones, son muchas las per-sonas inocentes víctimas del «gran engaño» del desarrollo tecnológico y consumista sin límites (cf. Laudato si’, 34). Y así, emprenden un viaje ha-cia un «paraíso» que inexorablemen-te traiciona sus expectativas. Su pre-sencia, a veces incómoda, contribu-ye a disipar los mitos de un progreso reservado a unos pocos, pero cons-truido sobre la explotación de mu-chos. «Se trata, entonces, de que no-sotros seamos los primeros en verlo y así podamos ayudar a los otros a ver en el emigrante y en el refugiado no sólo un problema que debe ser afron-tado, sino un hermano y una herma-na que deben ser acogidos, respeta-dos y amados, una ocasión que la Pro-videncia nos ofrece para contribuir a la construcción de una sociedad más justa, una democracia más plena, un país más solidario, un mundo más fra-

terno y una comunidad cristiana más abierta, de acuerdo con el Evangelio» (Mensaje para la Jornada mundial del migrante y del refugiado 2014).

Queridos hermanos y hermanas: La respuesta al desafío planteado por las migraciones contemporáneas se puede resumir en cuatro verbos: aco-ger, proteger, promover e integrar. Pe-ro estos verbos no se aplican sólo a los migrantes y a los refugiados. Ex-presan la misión de la Iglesia en rela-ción a todos los habitantes de las pe-riferias existenciales, que deben ser acogidos, protegidos, promovidos e integrados. Si ponemos en práctica estos verbos, contribuimos a edificar la ciudad de Dios y del hombre, pro-movemos el desarrollo humano inte-gral de todas las personas y también ayudamos a la comunidad mundial a acercarse a los objetivos de desarro-llo sostenible que ha establecido y que, de lo contrario, serán difíciles de alcanzar.

Por lo tanto, no solamente está en juego la causa de los migrantes, no se trata sólo de ellos, sino de to-dos nosotros, del presente y del fu-turo de la familia humana. Los mi-grantes, y especialmente aquellos más vulnerables, nos ayudan a leer los «signos de los tiempos». A tra-vés de ellos, el Señor nos llama a una conversión, a liberarnos de los ex-clusivismos, de la indiferencia y de la cultura del descarte. A través de ellos, el Señor nos invita a reapro-piarnos de nuestra vida cristiana en su totalidad y a contribuir, cada uno según su propia vocación, a la cons-trucción de un mundo que respon-da cada vez más al plan de Dios.

Este es el deseo que acompaño con mi oración, invocando, por in-tercesión de la Virgen María, Nues-tra Señora del Camino, abundantes bendiciones sobre todos los migran-tes y los refugiados del mundo, y so-bre quienes se hacen sus compañe-ros de viaje.

Papa Francisco

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Q ueridos hermanos y hermanas: Al renovar el centenario de la consagración de España al Co-

razón de Jesús, asumimos la misión que el Señor ha dado a la Iglesia de hacer presente su rostro y tomamos a todos los que viven en España sin ex-cepción, como lo hizo nuestro Señor, que dio la vida por todos los hombres, deseando responder a ese amor agra-decido que hemos recibido de Él. So-mos su hechura, no podemos vivir sin el amor, sin su amor. Esas palabras que tantas veces hemos escuchado las ha-cemos nuestras: «A nadie debáis más que amor». Es con ese amor con el que deseamos vivir y pedimos que lle-gue a todos los hombres.

Hemos repetido juntos cuando cantábamos el salmo responsorial: «Tú eres, Señor, el lote de mi here-dad». ¿Cómo entender esta expre-sión? Mirémonos a nosotros mismos y descubramos lo que hay en lo pro-fundo de nuestra existencia: hay de-seos y capacidad de infinito; existe hambre de justicia y de fraternidad; hay deseos de saber para no ser ma-nipulados; existe el gusto por la fies-ta, por la amistad, por la belleza que se muestran en todo ser humano. Des-

cubramos el gozo al que nos invitaba a vivir el salmista, encontrando en el Señor plenitud y salidas en las tor-mentas y oscuridades, dirección en el camino que hacemos para la vida y la libertad, el consejo, la instrucción, la seguridad que nos impide vacilar en el camino, la alegría de saber que Dios no nos entrega a la muerte, sino que es quien nos sacia, nos infunde gozo, vida y alegría.

En el Corazón de Cristo se nos muestra y revela la realidad de Dios y la realidad del hombre que desea vi-vir en verdad y no negociar con la ver-dad, sin acomodarse a las circunstan-cias. ¡Qué bueno es ver a un Dios que sale a nuestro encuentro!, ¡qué gran-de es este Dios que habla nuestro len-guaje y que comparte nuestras preo-cupaciones!, ¡cómo alcanza la vida este Dios que se nos revela en Jesu-cristo! Él hace verdad y vida esas pa-labras del Concilio Vaticano II y nos invita a vivirlas: «los gozos y las es-peranzas, las tristezas y angustias de los hombres de nuestro tiempo, so-bre todo de los pobres y de cuantos sufren, son los gozos y esperanzas, las tristezas y las angustias de los discí-pulos de Cristo» (GS 1).

Hermanos: somos el pueblo de Dios. Y este pueblo que camina en España quiere renovar y consagrarse y consagrar a España una vez más al Corazón de Jesús. Somos el pueblo de Dios que vive entre el pueblo que camina en España, sentimos el gozo de sabernos hermanos de todos los hombres. Asumimos con toda nues-tra vida la misión que nos ha confia-do el Señor y también la responsabi-lidad en la misión que nos dio Él, de no desentendernos de nada que afec-te al ser humano ni de nadie. A todos los ponemos junto al Señor sabiendo que quien cuida a todos es Él. Quie-nes creemos en Jesucristo, sabemos que no podemos vivir la fidelidad y estar a gusto si olvidamos a alguien; todos son nuestros hermanos. Es ver-dad que ser pueblo no coincide con ser todos miembros del pueblo de Dios. Pero quizá esto lo entendamos mejor si nos preguntamos, desde la mirada de Cristo, qué es ser pueblo.

Ser pueblo es mucho más que una categoría lógica, es una categoría mís-tica; es mucho más que un concepto, es una llamada, es una convocación a salir del encierro individualista, del interés propio o de grupo, de esa la-guna personal o de grupo en la que nos gusta estar y volcarnos al cauce de un río que avanza y reúne en sí la vida de todos, la historia del territo-rio que atraviesa y vivifica. Hemos de sentir el gozo de ser pueblo que tie-ne una geografía y una historia y to-ma decisiones en su destino, pero lo hacen todos. Ser pueblo es habitar un espacio juntos y saber hacer memo-ria de una historia muy grande que no empieza anteayer, sino que tiene

muchos siglos. Ser pueblo es saber que se nos convoca permanentemen-te a recuperar la vecindad, el cuidado de los unos y los otros, el saludarnos los unos a otros, reconociendo que vivimos juntos y que todos son dig-nos de atención; todos son dignos de nuestra amabilidad y de nuestro afec-to, preocupándonos por lo que nos afecta a todos y socorriéndonos mu-tuamente. Estoy convencido de que solamente un pueblo crece si se pre-guntan todos los que pertenecen a él, aunque sea desde perspectivas distin-tas, pero con convicción profunda, ¿quién es mi prójimo? Cuando olvi-damos esta pregunta habrá grupos, pero no hay pueblo. Esto es precisa-mente lo que nos enseña el amor de Dios, manifestado en el Corazón de Jesús.

La Palabra de Dios que hemos pro-clamado nos hace tres preguntas y nos pide tres compromisos cuando el pueblo de Dios hace la consagra-ción de España al Sagrado Corazón. Preguntas y compromisos que quie-ro poner al alcance de todos los hom-bres y mujeres de buena voluntad. Tres preguntas y tres compromisos que se convierten en misión:

1. ¿Quién es mi prójimo?O el compromiso de vivir con un co-razón grande y nuevo. Un corazón grande como les pidió Dios a Elías y a Eliseo. A ambos les pidió servir al pueblo de Dios y desde ese pueblo a todos los hombres. Pero también les pidió un compromiso: a Elías le dijo Dios «urge sucesor tuyo», urge que te despojes de todo y entrégaselo a Eliseo todo. Ponerle la capa es signo

de darle y hacerle partícipe de todo lo que Dios le había dado. La respues-ta de ambos fue inmediata. Elías, cuan-do pasó al lado de Eliseo, le echó el manto encima, es decir, le hizo partí-cipe de todo lo que le había dado Dios. Y Eliseo también ofreció lo que tenía en sacrificio y marchó tras Elías po-niéndose a su servicio. Dios les pidió ponerse al servicio del prójimo de-jando todo, solo iban con el amor de Dios y la fuerza de Dios.

Eso es precisamente lo que Jesús nos quiere decir en la parábola del buen samaritano (Lc 10,25-37). Es lo que Jesús nos dice hoy en esta con-sagración al Sagrado Corazón: que

tengamos un corazón con las medi-das de su corazón. La única manera de construir lazos sociales entre los hombres, de vivir en amistad y paz, es comenzar reconociendo al otro co-mo prójimo, es decir, hay que hacer-nos prójimos. Tomar al hombre co-mo fin y nunca como un medio; no demos valor al otro por lo que el otro pueda darme o servirme, pues eso es tomar al otro como cosa. Cuando lo consideramos como fin, reconoce-mos que todo ser humano es mi se-mejante, es mi prójimo. El otro, nos enseña Jesús, no es mi competidor, ni mi enemigo, es mi hermano sea quien sea. El samaritano se pone al herido que encuentra en el camino sobre el hombro y asegura que reciba cuida-do. Nos enseña lo que es el amor de Dios y el amor al prójimo. A quien encontremos tirado, pongámonoslo al hombro como lo hizo el samarita-no. Solamente cuando ponemos al hombro al otro, comenzamos a con-

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El domingo 30 de junio, en el Cerro de los Ángeles, y bajo su imponente imagen de 30 metros, tuvo lugar la celebración del centenario de la consagración de España al Sagrado Corazón de Jesús y la renovación de esta especial entrega. Más de 12.000 personas se dieron cita en una cálida mañana veraniega para la celebración eucarística y posterior renovación de la consagración ante el Santísimo Sacramento. Presidió la celebración el cardenal Carlos Osoro, arzobispo de Madrid, a quien acompañaron más de 20 obispos (también Mons. Renzo Fratini, nuncio de S.S.) y cientos de sacerdotes. Ofrecemos, a continuación el texto completo de la homilía.

Para que el amor del corazón de Dios llegue a todos los hombres

Centenario de la consagración al Sagrado Corazón

En el Corazón de Cristo se nos revela la realidad

de Dios y la realidad del hombre que desea

vivir en la verdad

Vista general de la explanada en el Cerro de los Ángeles durante la celebración eucarística.

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siderarnos y entendernos como pró-jimos, pues no se trata de reconocer al otro semejante, sino de reconocer-nos como capaces de ser semejantes.

Hoy el Señor nos invita a creernos y a vivir que todo hombre es mi her-mano y a hacerme prójimo. Es condi-ción indispensable para vivir mi pro-pia humanidad. ¡Qué corazón el de nuestro Señor, que, siendo Dios, se hizo prójimo de todos los hombres!; nos ha regalado su amor, hagámonos semejantes a Él

2. ¿Cómo mostrar el amor? O el compromiso de vivir con un co-razón apasionado por la libertad. El amor hay que mostrarlo cara a cara, esto es imprescindible para que los humanos seamos efectivamente hu-manos. No se trata de mostrar el amor por intereses personales. En el juicio final (Mt 25,31-43) se nos descubre otra dimensión del amor; fijémonos en los que habían sido declarados benditos: por haber dado de comer y de beber, por haberle alojado, ves-tido, visitado, pero no sabían que ha-bían hecho estas cosas. Porque la con-ciencia de haber tocado a Cristo he-rido en el hermano, de haber sido pró-jimo, se da a posteriori cuando todo se ha cumplido.

Nos decía el apóstol san Pablo que «para vivir en libertad, Cristo nos ha liberado». Nos alentaba y animaba a no caer en la esclavitud, pero sí a vi-vir en esa libertad que nos hace escla-vos los unos de los otros por amor. Nunca olvidemos ese «amarás al pró-jimo como a ti mismo». Mostrar el amor de Dios, impide que nos destru-yamos (cf. Gal 5,1. 13-18).

El Señor nos invita a hacer formas perdurables del amor. Y eso se hace viviendo el compromiso y la pasión por la libertad y la justicia. ¿No veis a nuestro lado instituciones que son perduración de intenciones y deseos de amor al prójimo y de dejar mues-tras de ese amor? Cuántas institucio-nes, congregaciones, fundaciones per-

duran porque ese amor al prójimo se estableció de una manera permanen-te e hicieron posible que la justicia to-mase rostro: instituciones para enfer-mos, para ancianos, para niños aban-donados, para pobres tirados. Hubo hombres y mujeres que amaron y cuan-do estaban dando de comer o visitan-do, amaban con el amor mismo de Dios. El amor de Dios es necesario para perdurar, sino estas instituciones desaparecen con el promotor.

Hagamos posible que el amor vi-vido hacia los otros se institucionali-ce en obras que muestren ese amor. Entregar libertad en esta tierra sola-mente es posible con la pasión por amar a todo ser humano que encon-tremos en este mundo. No es cuestión de ideas, es cuestión de corazón, que nos lleva a ver que es urgente y nece-sario institucionalizar el amor sin que pierda por ello el frescor y la lozanía de un amor que contagia libertad.

3. ¿Cómo ser testigos del amor más grande? O el compromiso de vivir la misión a la intemperie, en los caminos por los que transitan los hombres. Hay dos cuestiones que nos muestra el Evan-gelio que hemos proclamado:

1) La decisión de Jesús de ir a mos-trar públicamente su amor: marcha a Jerusalén, donde lo estaban buscan-do y vigilando sus movimientos, sim-plemente porque mostraba el amor de Dios con todos los hombres. En las rupturas y los enfrentamientos hay que poner el amor incondicional.

2) Por otra parte, está su deseo de entrar por todos los caminos donde transitan los hombres: entra en Sama-ría, donde el aprecio a los judíos era nulo, se les consideraba enemigos. Allí

sintió el rechazo por ser judío y no le dan alojamiento. Atrevámonos a des-cubrir en este encuentro lo que signi-fica no amar por razones de creencias o de ideologías, los odios que se pue-den engendrar entre vecinos, las divi-siones en las que son los pobres los que más sufren. Sin embargo Jesús ama en todas las circunstancias, Él ha venido a traer la paz y la reconcilia-ción, quiere hacer de este mundo una gran familia. Precisamente por eso, cuando Santiago y Juan viven el de-seo de la venganza, Jesús les habla con firmeza y les muestra que solo debe-mos amor, que el camino de los hom-bres es dar el amor de Dios, devolver la reconciliación, dar perdón.

Pero, por otra parte, en el camino tiene tres encuentros significativos. A los tres personajes les quiere con-quistar el corazón con su amor: el pri-mero y el tercero se aproximan al Se-ñor para decirle «te seguiré a donde vayas» o «te seguiré». Al segundo, es el Señor quien le hace una propues-ta de seguimiento, le dice: «sígue-me». A los tres les pide que entren en la órbita de su amor. A quienes di-cen «te seguiré», el Señor les dice que «el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza» o «déja-me primero despedirme de mi fami-lia», es decir, no han descubierto la novedad del amor de Dios manifes-tada en Cristo, fiarse de Él con todas las consecuencias o todo es nuevo, entra por este camino de amor, sola-mente tiene amor y es eso lo que vas a tener como fuerza de cambio de es-te mundo, para hacer el camino en-tre los hombres.

El segundo tuvo una invitación di-recta de Jesús, «sígueme», pero clau-dicó, tenía otros amores. «Déjame primero ir a enterrar a mi padre», es decir, me quedo con lo viejo que es vivir desde mí, en mí y para mí, pre-fiero mirar para atrás. Ninguna de es-tas tres reacciones crea futuro. Don-de no hay amor no hay futuro, donde solamente se piden cuentas y no se da

la mano, donde se abren muros y no se crean pistas para comunicarnos, donde no se hacen puentes sino que se derriban, no hay presente ni futu-ro. Ser testigos del amor en todas las circunstancias es nuestra misión.

El Señor que nos ha hablado, den-tro de unos momentos se hace pre-sente entre nosotros en el misterio de la Eucaristía. Acojamos su presen-cia. Hagamos el compromiso de acer-car a nuestra vida su amor, que es la fuerza que da presente y futuro. Un amor para todos, un amor que rega-la libertad, un amor que edifica el presente y el futuro haciendo pre-sencia viva en medio de todos los ca-minos de los hombres, escuchando a todos e invitando a todos a parti-cipar como decía san Pablo VI para la construcción de una civilización del amor. Percibid cómo el Señor nos dice «sígueme», pero también des-cubramos la necesidad de decirle «te seguiré». Tanto en un caso como en otro, que sea para manifestar su amor a todos los hombres. Sagrado Cora-zón de Jesús, en ti ponemos nuestra vida y la de España en tu Corazón. Cuídanos, haznos hermanos que sin-tamos la necesidad de decirnos per-dón y de perdonar. Amén

Card. Carlos Osoro

San Pablo nos anima a vivir en la libertad de hacernos esclavos,unos de otros, por amor

Arriba: Mons. Carlos Osoro da la bendición con el Santísimo tras la renovación de la consagración al Corazón de Jesús. Debajo: Asistentes al acto.

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A l igual que hace cien años, los impulsos en la tarea evangeliza-dora que Jesucristo ha confiado

a su Iglesia tienen su origen en la ac-ción del Espíritu Santo que congrega a los fieles en la comunión del pueblo de Dios, enriquecida con la multitud de carismas que dan forma a los dife-rentes estados de vida en la Iglesia.

2.1. La concordia en la Iglesia brota del Corazón de CristoCon una bella imagen, el papa san Gregorio Magno (+604), al comen-tar Ez 1,24 (oí un tumulto como de campamentos), compara la Iglesia a un gran campamento que avanza en medio de la batalla, formado por di-ferentes escuadrones que represen-tan los diferentes estados de vida del cristiano (sacerdotes, consagrados y seglares). En este campamento todos los santos viven en concordia.

Y es que, los distintos órdenes de fieles, viviendo concordes desde el co-mienzo de la santa Iglesia hasta el fin del mundo, combaten contra las po-tencias aéreas, mueven el campamen-to, y sucede como si sonaran los cam-pamentos, porque en ellos resuenan, como alabanza del Dios omnipotente, las espadas de las virtudes y las armas de los milagros (cf. Hm. Ez. I, 8,10).

La concordia, obra del Espíritu Santo, debe ser custodiada como bien magnífico sin el cual la misión de la Iglesia no prosperará. Y bien sabemos que la concordia es siempre ejercicio de corazón con Corazón (cum Cor-de). Cuando se unen los corazones

de los fieles en el amor del Corazón de Cristo se cumple el deseo que Él mismo expresa al Padre: «Y por ellos yo me santifico a mí mismo, para que también ellos sean santificados en la verdad[…] para que todos sean uno, como tú, Padre, en mí, y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado» (Jn 17,19. 21).

La concordia que brota del Cora-zón traspasado del Redentor nos po-ne en el sendero de la recta compren-sión de la reparación. El papa san Pa-blo VI, al conmemorar en 1965 el se-gundo centenario de la fiesta del Sa-grado Corazón de Jesús, invitaba a to-da la Iglesia a seguir profundizando en el misterio del Corazón de Cristo para que los fieles todos, renovando el espíritu de esta devoción, procu-ren el debido honor al Sagrado Cora-zón, reparen con fervorosos obsequios todos los pecados y acomoden su vi-da a las normas de una genuina cari-dad, que es la plenitud de la ley: «He aquí pues nuestro deseo, nuestra vo-luntad: que en esta ocasión la institu-ción de la fiesta del Sagrado Corazón, oportunamente reflexionada, sea ce-lebrada con digno prestigio de todos

ustedes, venerables hermanos, los obispos de la Iglesia de Dios y de la población a ustedes confiada. Desea-mos que a todas las categorías de los fieles sean explicadas en el modo más adaptado los profundos y misterio-sos fundamentos doctrinales que ilus-tran los infinitos tesoros de la caridad del Sagrado Corazón; que se les indi-que los elementos particulares sagra-dos que cada vez más forman parte de la devoción de este culto, dignas de la más alta consideración con el fin de obtener que todos los cristianos, animados y con una nueva disposi-ción espiritual, ofrezcan el debido ho-nor a aquel Corazón divino, reparen los innumerables pecados con testi-monios de un entrega cada vez más fervorosa, y conformen la vida ente-ra a los preceptos de la verdadera ca-ridad que es el cumplimiento de la ley (cf. Rom 13,10)» (Investigabiles divi-tias Christi).

De nuevo, son los santos quienes nos enseñan a responder sin miedos al Amor de Dios y a poner en Él toda nuestra confianza. Así lo expresaba santa Maravillas: «Todo está en con-fiar del todo en su Corazón y aban-donarse amorosamente en sus ma-nos. Llevará al alma por oscuridades, le dará a gustar su “bendita Cruz”, ha-rá de ella lo que quiera, pero todo la conducirá a adentrarse más en ese Corazón que tanto la ama» (Carta 6236). El Corazón traspasado de Cris-to, a la vez que nos revela la inmensi-dad del Amor divino, nos pone ante el drama del pecado que es siempre rechazo de su amor.

2.2. La reparación: reacción de amorLa validez de cuanto tuvo lugar aquel 30 de mayo de 1919 ha quedado con-

firmada por los innumerables frutos de santidad, no exentos de persecu-ción, que se han producido en este tiempo. Los gestos de mayor amor hacen siempre emerger la brutalidad del odio. Así fue en el pasado y así se-rá mientras caminamos en este mun-do que aún aguarda ser liberado de la esclavitud del pecado (cf. Rom 8,21). Los discípulos de Cristo reconoce-mos en la persecución y el rechazo, por odio a la fe, la verdad de lo que Él mismo nos anunció: «mirad que os envío como corderos en medio de lo-bos» (Lc 10,3) y «seréis odiados por todos a causa de mi nombre» (Mt 10,22). Pero, al mismo tiempo, des-cubrimos con asombro inmarcesible la fuerza del amor que Él nos ha re-galado: un amor que permite ofrecer bendición a los que nos maldicen, ale-gría a los que siembran tristeza, co-munión a los que crean división, paz

a los que quieren guerra; un amor que nada ni nadie nos puede arrebatar, porque tiene su origen y su meta en Dios: «¿Quién nos separará del amor de Cristo?, ¿la tribulación?, ¿la angus-tia?, ¿la persecución?, ¿el hambre?, ¿la desnudez?, ¿el peligro?, ¿la espada?... Pero en todo esto vencemos de sobra gracias a aquel que nos ha amado» (Rom 8,35. 37). En los mártires reco-nocemos la mejor herencia de la con-sagración vivida hace cien años. En ellos reconocemos la verdadera ale-gría: la que nace del amor más fuerte que el odio y que la muerte.

Un fruto admirable de lo realiza-do en 1919 es, sin duda, la estela nu-merosa de mártires que en los años dramáticos de la persecución religio-sa, durante la Guerra Civil, reaccio-naron con amor y perdón ante quie-nes les arrancaban la vida por odio a la fe. ¿Cómo no vamos a dar gracias

a Dios por tantos frutos de santidad nacidos de aquella consagración de España al Corazón de Jesús en 1919? No faltan en nuestros días quienes pretenden desterrar de la sociedad y de las instituciones toda referencia a Cristo y a la Iglesia. ¿Cómo no vamos a proclamar a gritos a nuestros con-temporáneos que sólo en Cristo está la salvación? En un momento de la historia como el actual, en que el ol-vido de Dios está provocando heri-das inimaginables en la vida de tan-tas personas, ¿cómo no vamos a sen-tirnos urgidos por el amor de Cristo a llevar a todos el bálsamo de la mi-sericordia que brota de su Corazón?

Al final de la Exhortación de los obispos españoles en el cincuentena-rio de la consagración de España al Corazón de Jesús, se dirigía la mira-da a los restos del monumento que fue bendecido en 1919 y destruido al

Ofrecemos la segunda parte de la Carta pastoral escrita por los obispos de Getafe con motivo del centenario de la consagración de España al Sagrado Corazón de Jesús. Lleva por título «Custodiar el presente: la reparación necesaria».

Mirar al que traspasaron (II)Carta pastoral por el centenario de la consagración al S.C.

Admirable intercambio de ternura: el que nos consuela con su amor,

recibe consuelo cuando nos dejamos curar por

Él y le devolvemos amor

Momento en que el pueblo de Dios reunido en el Cerro de los Ángeles renueva su consagración al Sagrado Corazón de Jesús.

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inicio de la dramática Guerra Civil española, el 7 de agosto de 1936 (pri-mer viernes de mes), para invitar a los fieles a levantar el corazón hacia Cris-to Jesús. Cincuenta años después, al cumplirse el centenario, aquellas pa-labras mantienen su fuerza: «Frente al monumento reconstruido en el Ce-rro de los Ángeles se conservan las ruinas del monumento demolido y el recuerdo de la imagen fusilada. Sím-bolo de nuestros desórdenes y peca-dos, pero también de tantas genero-sas muertes por la fe de obispos, sacer-dotes, religiosos y seglares. Desde ese pasado, que hemos de asumir con hu-mildad y gratitud, levantemos el co-razón hacia Cristo Jesús, que nos pre-side en el centro de la Patria y nos pro-mete: «Reinaré en España» (Comi-sión Permanente De La Cee [XVIII Reunión], Exhortación Cincuentena-rio de la consagración de España al Co-razón de Jesús, 11).

Erigir un monumento al Corazón de Jesús es proclamar que el Amor de Dios es siempre más fuerte que el odio. Los restos del primer monumento nos recuerdan la importancia de reaccio-nar con amor y perdón ante el odio y la ofensa. Como un signo de la Provi-dencia, el corazón de aquella prime-ra imagen –conservado por las MM. Carmelitas del Cerro de los Ángeles– no sufrió ni los impactos de las balas ni el efecto destructor de la dinamita. Incluso caído en su imagen, el Cora-zón de Cristo reina. En el origen de toda guerra y confrontación, hay siem-pre un corazón dividido. El amor que se nos muestra en el Corazón de Cris-to es capaz de curar las heridas de la división. Se mantienen los restos del primer monumento para recordarnos la fuerza de este amor. Cuando las ex-presiones de odio, burla y desprecio a los creyentes parecen por momen-tos multiplicarse en un mundo que se obstina en plantearse como si Dios no existiera, la reacción de amor es especialmente urgente. Esta reacción, que va más allá de la lógica humana,

es posible para quien se deja abrazar por el amor misericordioso de Dios. Lejos de proyectar sobre nuestro mun-do una mirada triste y desesperanza-da, el encuentro con Cristo que nos ama transforma la tristeza en gozo y el desaliento en esperanza.

La reparación del hombre al Cora-zón de Jesús y con el Corazón de Jesús encuentra su fundamento en esta re-acción de amor. Dios nos ha amado primero, de modo que somos invita-dos a devolver amor por amor (cf. 1Jn 4,7-12). Pero nunca con la pretensión de pagar simétricamente. El amor de Dios siempre desborda nuestras posi-bilidades y supera nuestras expectati-vas. Y sin embargo, ese mismo exceso hace brotar un plus de amor en el co-razón de la criatura que busca devol-ver amor. Bien lo explicó el papa Pío XI en la encíclica Miserentissimus Re-dentor: «si lo primero y principal de la consagración es que al amor del Crea-dor responda el amor de la criatura, sí-guese espontáneamente otro deber: el de compensar las injurias de algún mo-do inferidas al Amor increado, si fue desdeñado con el olvido o ultrajado con la ofensa. A este deber llamamos vulgarmente reparación. Y si unas mis-mas razones nos obligan a lo uno y a lo otro, con más apremiante título de justicia y amor estamos obligados al deber de reparar y expiar: de justicia, en cuanto a la expiación de la ofensa hecha a Dios por nuestras culpas y en cuanto a la reintegración del orden vio-lado; de amor, en cuanto a padecer con Cristo paciente y “saturado de opro-bio” y, según nuestra pobreza, ofrecer-le algún consuelo» (n. 5).

La reparación al Corazón de Jesús es posible porque Él nos ha amado pri-

mero: ejercicio que consiste en poner amor donde otros lo quitan, con y des-de su Corazón sagrado. Hasta tal pun-to es poderoso el amor de Cristo que no solo cura las heridas de nuestro pe-cado, sino que nos capacita para ofre-cerle una digna reparación, es decir, nos capacita para percibir el horror del pecado, sentir dolor por las ofensas a Dios y amar por los que no le aman. Admirable intercambio de ternura: el que nos consuela con su amor, recibe consuelo cuando nos dejamos curar por Él y le devolvemos amor.

2.3. La consagración renovada en un Año jubilarLa mirada agradecida a la consagra-ción de 1919 nos hace más plenamen-te conscientes del tiempo de gracia que el Señor nos regala. Invitamos a renovar la consagración de España al Corazón de Jesús no solo para recibir la herencia santa del pasado, sino tam-bién para custodiar el presente de gra-cia, conscientes de poder participar ya en este mundo en el hoy de Dios.

La liturgia, concebida en la anti-güedad como vida del cielo en la tie-rra, nos invita a vivir el presente co-mo el hoy de Dios.

Cada mañana iniciamos la oración litúrgica de las horas escuchando la Palabra viva de Dios en boca del sal-mista: «Ojalá escuchéis hoy su voz» (Sal 95,7). Por eso, hemos querido que la celebración del centenario de la consagración de España al Cora-zón de Jesús se enmarcara en el ritmo propio de la liturgia, en un Año jubi-lar que coincide en el tiempo con el año litúrgico en curso.

Siendo la liturgia «la cumbre a la cual tiende la actividad de la Iglesia y al mismo tiempo la fuente de donde mana toda su fuerza» (SC 10), la ce-lebración de nuestro centenario de-be dejarse moldear por la sagrada li-turgia. El Año jubilar concedido por la Santa Sede a la diócesis de Getafe se presenta así como oportunidad de participar en los misterios de la vida

de Cristo, al ritmo de la liturgia, des-de el Corazón de Cristo.

La feliz invitación de san Grego-rio Magno, dirigida al médico Teodo-ro, nos ofrece un camino seguro para vivir el año litúrgico desde el Corazón de Jesús: «aprende el Corazón de Dios en las palabras divinas para que con más ardor suspires por los bienes eter-nos» (Ep. 5,46). La Palabra de Dios proclamada en la asamblea litúrgica y meditada en el diálogo de la oración aparece como el camino privilegiado para aprender el Corazón de Dios. Jun-to a ella, la participación cada vez más fructuosa, activa y consciente en la Eu-caristía constituye el medio principal para honrar el Corazón de Jesús y ser abrasados en el fuego de su amor, co-mo hermosamente enseñó san Pablo VI: «con todo, en primer lugar, de-seamos que, por medio de una más in-tensa participación en el Sacramento del altar, sea honrado el Corazón de Jesús, cuyo don más grande es preci-samente la Eucaristía. En el sacrificio eucarístico, en efecto, se inmola y se recibe a nuestro Salvador, pues vive siempre para interceder a favor de no-sotros (Heb 7, 25), cuyo Corazón fue abierto por la lanza del soldado y ver-tió sobre el género humano el torren-te de su Sangre preciosa, mezclada con agua. En este excelso sacramento, ade-más, que es el vértice y el centro de los demás Sacramentos, “la dulzura espi-ritual es gustada en su misma fuente y se hace memoria de aquella insigne caridad que Cristo ha demostrado en su pasión» (S. Tomás de Aquino, Opúsculo, 57). Es necesario, entonces –utilizando las palabras de san Juan Damasceno–, que «nos acerquemos a Él con deseo ardiente [...] para que el fuego de nuestro deseo, como reci-biendo el ardor de las brasas, destru-ya, quemándolos, nuestros pecados e ilumine los corazones de tal manera que en el contacto habitual con el fue-go divino nosotros también nos haga-mos ardientes y semejantes a Dios» (De fide orth., 4,13).

A la luz de estas enseñanzas des-cubrimos la importancia de cuidar, junto a la participación en la Eucaris-tía, la adoración del Santísimo Sacra-mento como forma concreta de vivir a diario la consagración. ¡Cuánto de-seamos que la Basílica del Sagrado Corazón de Jesús, en el Cerro de los Ángeles, acoja sin tardar mucho una capilla de adoración perpetua! El ado-rador confiesa, más allá de lo que cap-tan los sentidos, la Presencia amoro-sa de Cristo que en su bondad infini-ta se queda con nosotros en el Santí-simo Sacramento sosteniendo nues-tro peregrinar en este mundo y anti-cipándonos la gloria del Cielo. El ado-

rador, recogido en oración ante el Se-ñor, responde al amor de Cristo aman-do incluso por aquellos que no le aman. Escondido a los ojos del mundo, sa-be el adorador que el daño del peca-do solo puede ser restaurado por el Amor misericordioso que brota del Corazón traspasado. Por eso, sabe tam-bién el adorador, que no hay verdade-ra misión evangelizadora que no ten-ga en el Santísimo Sacramento su pun-to de partida y de llegada. La Eucaris-tía es, en efecto, fuente y culmen de la vida cristiana, también de la evan-gelización.

Ginés García Beltrán (Obispo) y José Rico Pavés (Obispo Auxiliar de Getafe)

Cuando las expresiones de odio a los creyentes

se multiplican, la reacción de amor es

especialmente urgente

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E n este libro de canto monástico celta se encuentra el himno eucarístico latino más antiguo conoci-do: un canto para la comunión que comienza por

las palabras Sancti venite (que se acerquen los santos). Este inicio parece presuponer la antigua invitación eu-carística para la comunión de Oriente y de Occidente: Sancta sanctis (lo santo para los santos). En efecto, en la antigüedad el sacramento era denominado sancta (las cosas santas) y los cristianos sancti (los consagrados por el bautismo).

Cosas santas para los santosEl elemento más famoso del Antifonario de Bangor es este venerable himno eucarístico Sancti, venite, sumite Christi Corpus, que no se encuentra en ningún otro tex-to antiguo. Es una pieza excepcional porque en la co-munión solían cantarse textos bíblicos: del Antiguo Tes-tamento como profecía de la eucaristía (Melquisedec, cordero, maná, salmo 33: «Gustad y ved», etc.) o tex-tos netamente eucarísticos (pan de vida, etc.). Quizá a la difusión de una antífona extrabíblica contribuyó la leyenda de que este himno había sido escuchado por san Patricio y su discípulo san Sechnall de labios de los mismos ángeles.

Monjes celtas cantando latínEl texto del himno del antiguo manuscrito, encontra-do en Bobbio por Muratori (1697), lo publicó P. F. Mo-ran en Essays on the Discipline and Constitution of the Early Irish Church, refiriéndose a él como una pepita de oro del antiguo Rito celta. La versión de John Ma-son Neale (1867) contribuyó poderosamente a su di-fusión tanto entre católicos como anglicanos de Gran Bretaña; luego, en 1895, F. E. Warren publicó la edi-ción facsímil (HBS). Para la difusión y mejor compre-sión de este bello texto eucarístico, ofrecemos una ver-

sión en nuestra lengua y una breve explicación de sus partes.

Estructura del cantoEl canto inicia invitando a los bauti-zados a la comunión –bajo las dos es-pecies– con el cuerpo y la sangre de la Redención (1); se insta también a los salvados a la alabanza por el ali-mento de la comunión (2), ya que el acontecimiento de la liberación se ha-ce signo sacramental (3): fue en la cruz, donde el Hijo de Dios derramó esta misma sangre para salvarnos (4) y se entrega ahora en los divinos mis-terios. Es muy interesante, en este contexto eucarístico, la endíadis de los términos sacerdote y víctima al can-tar la oblación universal (5) prefigu-rada como sombra por los sacrificios de la antigua Ley (6). Cristo, dador de la Luz (7) y de la Vida (9), mani-fiesta su señorío y cuidado por noso-tros con la Eucaristía, prenda de la gloria futura (8). La Iglesia, en su can-to, invita a todos los creyentes de pu-ro corazón a recibir el pan del cielo y a beber de las fuentes de la salvación (10). El himno concluye con la con-templación que hace pasar del altar de este mundo –donde comulgamos– al altar del cielo, desde donde Cristo, alfa y omega, vendrá como Señor a juzgar al mundo (11).

Sobresalen en este canto los gran-des conceptos de gracia y salvación. También resuenan la teología tipoló-gica del primer Testamento (Ley co-mo sombra), la teología joánica (Pan de vida), la teología paulina (el mis-terio de la sangre y de la cruz) y la es-peranza que muestra el Apocalipsis (alfa y omega). Por todo ello, bien merece que este himno sea difundi-do y que algunas de sus once estrofas

sean cantadas bien co-mo antífona de comu-nión o como himno para la bendición eu-carística.

La fe eucarística eclesialAlgunas antífonas más del Antifonario Ben-chorense completan esta rica doctrina eu-carística. Así, otro can-to de comunión dice: «Hemos recibido el Cuerpo del Señor, he-mos bebido su San-gre; no temamos nin-gún mal porque el Señor está con no-sotros». También propone el salmo 33 como canto para comulgar: «Gustad y ved…». El texto que sigue can-ta la esperanza en la vida perdurable: «Recibid este sagrado Cuerpo del Se-ñor y la Sangre del Salvador, para la vida eterna. Aleluya». El manuscrito añade este otro versículo evangélico: «Este es el pan vivo que ha bajado del cielo. Aleluya. El que come de él vivirá para siempre. Aleluya». Y cul-mina con este corolario donde resue-na la antífona hispana de postcomu-nión, indicativo de la intensa relación entre las Iglesias celta y goto-hispa-na: «Alimentados con el Cuerpo y la Sangre de Cristo te alabamos siem-pre, Señor. Aleluya».

El himnólogo alemán Daniel des-taca la afinidad entre este himno eu-carístico celta y una antífona de la an-tigua Iglesia de la Galia cantada du-rante la comunión del Tiempo Pas-cual: Venite populi («Venid pueblos

al sagrado e inmortal misterio. Parti-cipad del sacrificio; con temor y fe, acerquémonos; con las manos puras, recibamos la prenda del perdón. Pues el Cordero de Dios se ofreció por no-sotros al Padre en sacrificio. A Él úni-camente adoremos y glorifiquemos con los ángeles. Aleluya»; S. Grego-rio de Tours, De Mirac. II,13).

Hoy, en el Rito romano, la invita-ción a la Comunión fusiona dos citas bíblicas: llama al sacramento «Cor-dero de Dios» (Jn 1,29.36) y a los cristianos «invitados a la mesa del Señor» (cf. Ap 19,9). Pero no olvi-damos que nuestra condición de in-vitados al Banquete del Cordero vie-ne dada por el Misterio celebrado en los sacramentos, signos santos que nos santifican.

Manuel G. López-Corps, Pbro.

El Antifonario Benchorense es un manuscrito procedente del monasterio de Bangor (Belfast, Irlanda del Norte) y conservado en la Biblioteca Ambrosiana de Milán (Italia); contiene una interesante colección de cánticos, himnos, colectas para el Oficio Divino y algunas antífonas para la Misa cuyos textos se remontan al siglo séptimo.

1. Sancti venite,Christi corpus sumite,sanctum bibentes,quo redempti sanguinem.

2. Salvati Christicorpore et sanguine,a quo refectilaudes dicamus Deo.

3. Hoc sacramentocorporis et sanguinisomnes exutiab inferni faucibus.

4. Dator salutis,Christus filius Dei,mundum salvavitper crucem et sanguinem.

5. Pro universisimmolatus Dominusipse sacerdosexistit et hostia.

6. Lege praeceptumimmolari hostias,qua adumbranturdivina mysteria.

7. Lucis indultoret salvator omniumpraeclaram sanctislargitus est gratiam.

8. Accedant omnespura mente creduli,sumant aeternamsalutis custodiam.

9. Sanctorum custos,rector quoque, Dominusvitae perennislargitor credentibus.

10. Caelestem panemdat esurientibus,de fonte vivopraebet sitientibus.

11. Alpha et Omegaipse Christus DominusVenit, venturusiudicare homines.

1. Santos, venidrecibid el Cuerpo de Cristo;bebed la santasangre que os ha redimido.

2. Salvados por el Cuerpoy la Sangre de Cristo,que ahora nos alimentanelevamos alabanzas a Dios

3. Por este sacramentodel Cuerpo y de la Sangretodos hemos sido rescatadosde las fauces del infierno.

4. El dador de salvación,Cristo Hijo de Dios,salvó el mundopor la sangre en la cruz.

5. Por todo el mundose ha inmolado el Señorsiendo a la vezSacerdote y Víctima.

6. En la Ley se mandabainmolar víctimas;estas eran sombrasde los divinos misterios.

7. Dador de la Luzy Salvador de todosdistribuyes con largueza a los santos gracia abundante.

8. Vengan todoscon pura fe de corazón,reciban la eternasalvaguarda de salvación.

9. Protector de los santosGuardián y Señor,Dispensador de la vida eterna para los creyentes.

10. El pan del cielosse da a los hambrientos,de la fuente vivase da a beber a los sedientos.

11. Alfa y Omegaes Cristo el Señor:viene el que vendráa juzgar a la humanidad.

La liturgia, encuentro con CristoSancti venite

Antiguo himno eucarístico

Detalle del Antifonario de Bangor.

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Resonancias en nuestra Iglesia de hoy

Querida ConviRIE, ¿o debería lla-marte «querido»? Es que algunos te llaman campamento RIE...Ja, ja. En realidad da lo mismo cómo me llame porque el objetivo de todo este fantástico conjunto de activida-des vividas por gente joven, divertida, creyente y feliz, es siempre el mismo.

Hablas de objetivos y puede parecer una pregunta de perogrullo, pero hoy en día, que hay taaantos campamen-tos y ofertas de actividades estivales para niños y jóvenes, ¿qué tiene de particular una ConviRIE? ¿Cuál es el objetivo último de estos días de con-vivencia?Normalmente tenemos varios obje-tivos. El primero es que los días de campamento nos ayuden a caer en la cuenta o volver a recordar el amor que Dios nos tiene y que descubri-mos de una forma especial en la Eu-caristía, para no dejar de ser agrade-cidos por tenerle tan cerca cada día. Otro de nuestros objetivos es cono-cer un poco más a nuestro amigo Je-sús, porque nos damos cuenta que es ¡como un pozo sin fondo! Siem-pre podemos aprender algo nuevo sobre Él, sobre todo para ir parecién-donos más a Él cada día (que es co-mo el gran objetivo de nuestra vida

como cristianos y eso tú lo sabes bien, Granito de Arena). Para ello, ca-da año elegimos un tema sobre el que profundizar. En esta ocasión hi-cimos un breve recorrido de la his-toria de la salvación, pasando por la creación, la vida de Jesús, la venida del Espíritu Santo y la vida de la Igle-sia. Un buen repaso, vamos.

¿Se me queda algún objetivo? Ah, claro, por supuesto. También tene-mos como objetivo disfrutar mucho de todas las actividades, divertirnos, compartir y, muy importante, volver todos a casa sanos y contentos. Sin duda, fuera de estas metas que cada año nos proponemos, se consiguen muchas otras sin que nos demos cuen-ta, porque los días de la ConviRIE son una oportunidad estupenda pa-ra hacer nuevos amigos, para apren-der a convivir, a colaborar, a desarro-llar algunas habilidades interperso-nales que nos hacen crecer mucho; incluso para los más pequeños es to-do un desafío de cara a destrezas de desarrollo personal.

Entiendo que un objetivo es como una meta que quieres alcanzar. ¿Qué camino recorres para conseguirlo? Es decir, ¿qué actividades se realizan du-rante esta semana que dura una Con-

viRIE? ¿Cuáles son las favoritas de los participantes?¡Uy, las actividades son variadísimas! Hay algunas que se repiten todos o casi todos los días: la oración de la mañana y de la noche, la catequesis en relación al tema de cada día, los servicios que realizamos en grupo para colaborar con la limpieza y el or-den del campamento. Hay otras que van variando cada día y nos sorpren-den: concursos, gymkanas, juegos nocturnos, excursión, marcha, la Mi-sa del domingo, algún momento fes-tivo, el taller de oración, la feria del último día y mil cosas que se inven-tan los monitores y las hermanas. Te cuento un secreto: ciertas activida-

des varían de un año a otro, nos po-nemos creativos y salen cosas muy chulas. Pero hay algunas actividades que son un clásico de la ConviRIE, y que resultaría muy raro que no es-tuvieran en un campamento. Pero no te voy a contar cuáles son, porque si algún año participas sería genial que sea una sorpresa.

¿Las preferidas de los participan-tes? Bueno, cada niño tiene sus gus-tos y es más, diría que cada año, los que repiten, no disfrutan igual de ca-da actividad. Algunos esperan con ga-nas el taller de oración, porque es un espacio en el que viven la experien-cia de encontrarse con Dios y consi-go mismos. Otros disfrutan intensa-

mente el día de la excursión con la tí-pica hamburguesa. A otros les fasci-na el Furor (una especie de guerra de canciones). Y es verdad que una de las más esperadas es la noche del te-rror. No sé muy bien por qué nos gus-ta pasar un poco de miedo, pero lo cierto es que a la mayoría le encanta esa noche.

En las fotos que publica cada año El Granito de Arena aparecen niños y jó-venes (dentro de estos últimos inclui-mos a algunas Misioneras Eucarísti-cas) más que felices. Una pregunta doble: ¿por qué están todos tan son-rientes? También habrá alguna foto con menos sonrisas... Entiendo que

no se publiquen pero, ¿hay momen-tos menos felices en una Convi?¡Las fotos de la Convi son geniales! Nos hacen revivir muchos momen-tos y nos traen al recuerdo lo que ex-perimentamos en cada uno de ellos. Creo que estamos sonrientes porque se refleja en nuestros rostros la ale-gría que esos días se despliega entre nosotros: la expectativa de participar por primera vez o la ilusión de volver y reencontrarnos con amigos de otros lugares a los que no vemos desde la Convi anterior, el regalo de la amis-tad, todo lo que compartimos duran-te el campamento, el cariño y el am-biente de familia que se crea entre to-dos los que participan y por supues-

Ya decía san Manuel, hace muchos años, que tenemos que animarnos a hacernos chiquillos (o lo que sea necesario), con tal de acercar a todos a Jesús. Esta lección muchas veces implica saltar, correr, jugar, aventurarse, arriesgar, descubrir…, ¡qué importa lo que toque en cada momento si de eucaristizar se trata! Por eso, entrevistamos en esta ocasión a la ConviRIE que, ¡vaya si ha aprendido de san Manuel a hacerse niño, adolescente, joven…, para que todos puedan crecer un poquito en el amor a Jesús y a los hermanos! Veamos qué nos cuenta, ya que además este año celebra un aniversario especial en su historia.

Participantes en ConviRIE 2019, que tuvo lugar en Alarcón (Cuenca) del 1 al 8 de julio.

¡Viva la RIE! ¡Y la ConviRIE!

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¡En marcha! Esta vez vadeamos la presa.¡Los paisajes, fantásticos!

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to ¡la presencia de Jesús Eucaristía en-tre nosotros! Todos esos motivos nos ponen más que felices ¿cómo no es-tar sonrientes?

Y, como bien dices, hay alguna foto con menos sonrisas y alguna que otra lágrima. No podemos pu-blicarla porque exigiría varias pági-nas para explicarla pero ¡no te ima-ginas la cantidad de fotos que tene-mos con el 90% del campamento llo-rando desconsoladamente! Son del último día, cuando empiezan las des-pedidas. Esas lágrimas, por paradó-jico que parezca, explican las sonri-sas de las otras fotos que menciona-bas... Es que en el campamento es increíble cuánto nos unimos entre nosotros. Somos una verdadera fa-milia, un grupo de amigos que nos reunimos en torno a la figura del Gran Amigo: Jesús Eucaristía.

No te he preguntado tu edad porque ya lo investigué. ¡Este verano has cum-plido 30 años! ¿Nos cuentas cómo fue aquella primera ConviRIE 1989 y quiénes participaron? Ja ja, ya veo que has averiguado mi edad. Así es, este verano he cumpli-do 30 años. Te cuento que nací en San Andrés de Arroyo, un monasterio de Palencia, allí fue la primera Convi-RIE. Recuerdo que participaron un montón de niños, eran aproximada-mente 80, de distintos lugares de Es-paña (de los grupos RIE de aquel tiem-po). Nos lo pasamos genial, hicimos marchas, talleres, oraciones, veladas. Fue una experiencia muy bonita. Es-tuvimos allí 15 días, los monitores eran jóvenes de los grupos JER, tam-bién participaron hermanas y un sacer-dote de Málaga.

Gracias por hacerme esta pregun-ta, me refresca la memoria y me hace agradecer al Señor, una vez más, to-dos los regalos que me ha hecho du-rante todos estos años.

Al investigar un poco acerca de tu his-toria, también me he enterado de que

cada año os visitan algunos persona-jes un tanto particulares, unos parti-cipantes especiales de la ConviRIE, que van apareciendo a lo largo de los días en diferentes momentos, ¿me puedes contar de qué se trata?Sí, así es. Hemos tenido visitas de to-do tipo: vikingos, personajes de cuen-tos, vaqueros e indios, piratas, San-cho y el Quijote..., mucha variedad, sin duda. ¡Imagínate la de historias que hemos vivido y conocido en nues-tra ConviRIE a lo largo de estos 30 años! Este año han estado con noso-tros personajes de Pokémon, nos acom-pañaron todos los días, en diferentes momentos, pues necesitaban de la ayuda de los niños para resolver algu-nas dificultades de su mundo.

Lo que más me gustó de la histo-ria en esta ocasión, fue ver la reac-ción de varios niños que, cuando sa-lían los personajes, enseguida bus-caban un hueco en primera fila para verlos de cerca, escucharlos bien y enterarse de todo. Sus caras de ilu-sión escuchando lo que les contaban y pensando vaya a saber qué cosas, es de esas que se te quedan grabadas y no se olvidan fácilmente. ¡Todos los años pasa! Pero esta vez he caí-do más en la cuenta. Y te cuento es-to porque es un ejemplo de cómo la ConviRIE aporta mucho a los niños desde distintas áreas; todos sabemos lo importante que es en los más pe-queños (¡incluso en los que no lo son tanto!) el desarrollo de la ima-ginación, la fantasía, la creatividad y todo lo que esto despierta en ellos de cara a su crecimiento.

Si tú tienes 30 años serán cientos los participantes de ConviRIE de todos estos años. ¿De dónde han venido los participantes de este año? ¿Eran los mismos de otros años? ¿Cómo se en-teran de esta actividad y se apuntan?Muchos repiten de años anteriores, pero por supuesto, cada año también se apunta gente nueva. Este año han participado niños y adolescentes de

Huelva, Jaén, Málaga, Sevilla, Mur-cia, Madrid, Valencia, Zaragoza y Pa-lencia. ¡Y también hemos contado con una monitora de Argentina! Es-taba de paso por aquí y no se lo qui-so perder. ¡Imagínate cómo se habla-rá de la ConviRIE por el mundo!

La propaganda del campamento se distribuye por varios medios, pe-ro la manera más habitual de que los niños se enteran y se animan a parti-cipar es a través del contacto que es-tablecen con las hermanas y los mo-nitores en los grupos de la RIE, la ca-tequesis u otros grupos de las parro-quias o de Nazaret.

¿Y el futuro? Que no son pocos 30 años ininterrumpidos. ¿Piensas se-guir en activo o ya te sientes con ga-nas de jubilarte?¡En activo, por supuesto! Pero he de confesarte que me has sorprendido con esta pregunta. Porque no tengo ganas de jubilarme, en absoluto, pe-ro sí de reinventarme, al menos en al-gunos aspectos. Ya desde el año pa-sado me dan vueltas en la cabeza, sin parar, algunas ideas innovadoras pa-ra el año que viene. ¡Lo mismo el próximo artículo de El Granito de Are-na sobre la ConviRIE trae muchas novedades! Pero aún no estoy con-vencido. Lo que sí es cierto es que cada decisión que tomemos de cara al campamento quiere ser fruto de una escucha atenta de lo que el Espí-ritu Santo quiere ir realizando con nosotros, porque de una cosa esta-mos muy seguros: Él es el motor de toda esta iniciativa. Por eso, para que la ConviRIE siga siendo tan estupen-da como hasta ahora necesitamos es-tar siempre atentos a la acción del Es-píritu. Y eso da un poco de vértigo, te confieso, pero también es fascinan-te, porque el Señor nos pone siem-pre por delante el desafío de encon-trar la mejor manera de acercar y anun-ciar su presencia eucarística a todos. ¡En ello estamos!

Mª Ayelén Ortega Lo Presti, m.e.n.

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El último día, hasta tuvimos que consolar a los Pokémon abandonados...

Celebración eucarística, el domingo 7 de julio, como clausura de ConviRIE 2019.

Un clásico: la tradicional fiesta de disfraces, en la que podemos demostrar toda nuestra creatividad.

El grupo amarillo, durante la excursión.Hamburgueseando durante

la excursión a Cuenca.

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T uvimos la oportunidad de disfru-tar de un día caluroso tanto en temperatura como en deseos de

compartir la riqueza de los dones que hemos recibido. El grupo de Marías de los Sagrarios de Valencia de Alcán-tara, encabezado por su presidenta Carmen y por Mari Casares (presiden-ta anterior), tan querida por todos, te-nían a punto todo para el gran día.

Iniciamos con la cálida bienveni-da en la iglesia de Ntra. Sra. de Roca-mador, iglesia de estilo gótico y que data del siglo XVI, monumento his-tórico–artístico desde 1981. Ahí pu-dimos disfrutar de la historia, el arte, y la belleza que hay en este pueblo ex-tremeño, y comprender más su idio-sincrasia. También nos sirvió para de-cir «hay que volver», ya que en un día no podíamos agotar tantas otras bellezas que guarda esta zona.

El mejor tesoroPero el mejor tesoro estábamos por  recibirlo en la ermita de la Virgen de los Remedios, con la Eucaristía. An-tes y después de la Misa pudimos es-cuchar los testimonios de Hna. Ro-sa, religiosa de la comunidad de HH. de la Caridad del Sagrado Corazón; Milagros del grupo de Malpartida de Cáceres;  y Mª Luisa, que recién se incorpora el grupo Galilea de Cáce-res. Sus testimonios sobre la llamada

que Dios les ha hecho a seguirle, eran una invitación a ir a la raíz de nuestra propia vocación, mirando las dificul-tades como oportunidad para reafir-marnos en Él.

La Eucaristía animada con los can-tos de nuestro coro FER y presidida por D. Jesús Acedo no pudo tener me-jor marco que esta ermita situada en la altura, desde donde se contempla la belleza de la naturaleza. D. Jesús nos invitó a reavivar nuestra vocación de Familia Eucarística Reparadora, redescubriendo los dones que Dios puso en cada uno para entregarlos al servicio de los demás tal y como lo hicieron san Pedro y san Pablo, vi-viendo con confianza el amor de Je-sús y con coherencia y autenticidad el mandamiento del amor.

Después de hacer un recorrido a la ermita y la foto, continuamos el compartir de familia con la comida en un lugar céntrico, oportunidad para reafirmar lazos y conocer a nue-vos miembros. Aprovechamos pa-ra cantar las mañanitas a Paulina, del grupo de Valencia de Alcánta-ra, por su santo.

Uno de los párrocos, D. David (que es el Director de las Marías en ese pueblo) nos esperaba para el en-cuentro en la hora santa al Corazón de Jesús, ya que estando en su mes era un gozoso deber agasajarle. El texto bíblico de la oveja perdida, los textos de san Manuel, así como los cantos,  fueron el telón de fondo pa-ra dialogar con el Amo y recibir su invitación de hacer nuestro corazón semejante al suyo acogiendo a los más alejados.

Como anécdota podemos contar-les que algunos se tomaron al pie de la letra el texto bíblico y estuvieron haciendo de ovejas alejadas, pues por una distracción fueron a otra iglesia y no daban con el rebaño, y como mu-chos ya teníamos el teléfono en mo-do silencio no acababan de acertar a encontrarnos, hasta que alguien hizo de pastor y salió a su encuentro.

Agua vivaDespués de la hora santa nos sorpren-dió el bello detalle de una botella de agua para cada participante, que con un mensaje personal, además de que

L lega junio, y con él, el tiempo de ir clausurando el curso 2018-19, que hemos intentado trabajar pa-

ra reavivar el don de Dios que hay en nosotros. Nos reunimos en el semi-nario de Jaén, como ya es tradición, el día 18. Después de los saludos de bienvenida a los miembros de los dis-tintos pueblos y de expresar la alegría de sentirnos parte de una gran fami-lia, la Familia Eucarística Reparado-ra, comenzamos la jornada con una oración–reflexión. El lema de este curso nos lleva a redescubrir la llama-da a ser eucaristías vivas. La historia del grano de trigo, con ese proceso tan largo, y con frecuencia doloroso, hasta convertirse en pan tierno, nos servirá para profundizar en nuestra vida eucarística. El labrador que con cariño, paciencia y esperanza, prepa-ra la tierra; esa tierra que acoge la se-milla y la guarda para que no se la co-man los pájaros; las inclemencias del tiempo: sol, lluvia, viento, calor, he-ladas,… todas imprescindibles para que pueda crecer fuerte y dar el trein-ta, el setenta o el ciento por uno. De

nuevo aparecerá el labrador recogien-do el fruto. Después el molino que convertirá el trigo en fina harina y el panadero que hará el pan. ¡Cuánto es-fuerzo y trabajo para el alimento más cotidiano! Pues en él se fija Jesús y se hace Pan de vida.

«Las razones de ser de la Obra» fundamentales en la vivencia caris-mática, y entregadas por san Manuel en el libro Aunque todos yo no, orien-tarán el trabajo de grupo y la oración–adoración de la tarde.

A las 13 horas, D. Raúl Contreras, presidirá la celebración de la Eucaris-tía, origen, centro y meta de todo nues-tro ser y hacer.

Y así, sin casi darnos cuenta, lle-gan las 18:00 horas y para algunas momento de salir corriendo, casi sin despedirse, porque se van los auto-buses del pueblo.

Todos agradecemos el día tan bue-no que el Señor nos ha regalado y nos vamos contentos y convencidos de que el verano es tiempo de descanso de reuniones, pero no de olvidar la llamada a ser eucaristías vivas.

Convivencia de fin de cursoLa FER en el mundo: Jaén

El pasado sábado 29 de junio, nos dimos cita y el autocar al punto estaba recogiendo Marías de los Sagrario desde Almoharín, Alcuéscar, Cáceres y Malpartida. También nos acompañaron simpatizantes y algunos más llegaron en auto. ¡Había llegado nuestro tan ansiado viaje eucarístico!

nos vino bien para el calor, era el símbolo del agua que hace reavivar nuestros dones: Cristo–Eucaristía.

Para concluir nos ofrecieron la merienda con los ricos dulces re-gionales, una delicia. Además, en tan agradable compañía, tuvimos la oportunidad de elaborar unos diplomas donde agradecíamos a Dios los dones particulares de ca-da uno de los participantes.

La despedida fue larga ya que no terminábamos de bajar del Ta-bor, y el regreso a casa saborean-do el rosario con el corazón agra-decido por haber recibido tantos dones sobre dones. Todos coinci-dían en lo bien que se había desa-rrollado la jornada.

Que el Señor nos conceda rea-vivar nuestros dones, y que como Familia Eucarística Reparadora contagiemos este don carismáti-co confiando en el amor y la pre-sencia de Quien nos conoce, nos elige, nos llama y se fía de noso-tros, todos los días, a pesar de nues-tras flaquezas y debilidades.

Grupo UNER (Cáceres)

Renuévate, desde el amor de Dios por tiLa FER en el mundo: Cáceres

Foto de familia delante del Santuario de la Virgen de los Remedios.

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Palabras de santo

E ncontramos en El Granito de Are-na de aquellos años la presenta-ción de este libro, que nos reve-

la cómo el corazón y la pluma de D. Manuel sabían escuchar y andar al mismo ritmo del Corazón de Jesús: «Un nuevo libro de nuestro Funda-dor: ¡Así ama Él! Este es el título del nuevo libro, próximo a salir a la luz, de nuestro venerado Fundador, el Excmo. Sr. Obispo don Manuel Gon-zález (+). Palpitaciones del Corazón de Jesús en el Evangelio y en la Euca-ristía, recogidas por el autor, que nos ponen al descubierto horizontes in-mensos del amor de Jesucristo. He aquí el prólogo: “El presente librito es, sin duda, de lo más fino y exquisi-to que ha salido de la pluma del gran Apóstol de la Eucaristía. Lo dejó ter-minado antes de morir, aunque el plan concebido en toda su amplitud pre-sentaba al ojo avizor del apóstol ma-yores y más ambiciosas perspectivas.

El título es verdaderamente suge-ridor. El Sr. Obispo de Palencia tenía el oído de su alma lleno de las divinas resonancias del Sagrario. Como el Discípulo predilecto, tuvo la santa osadía de pasarse la vida reclinado so-bre el pecho del Amado. E iba con-tando, una a una, en la hora silencio-sa del Amor, las palpitaciones del Co-razón de Cristo. Se las sabía de me-moria. Comprendía, con la larga ca-pacidad visual de los limpios de co-razón, el íntimo significado de aque-lla maravillosa euritmia, que produ-

ce, dentro del pecho de Jesús, como en una preciosa caja eufónica, el mis-terioso compás de sístoles y diástoles del Corazón del Hombre–Dios. El Sr. Obispo de Palencia nos cuenta en es-te librito lo que él ha sorprendido del Amor de Cristo en sus atrevidas pe-netraciones en la más íntima recáma-ra del Corazón Eucarístico de Jesús.

Este libro, que sale a la luz siete años después de la preciosa muerte de su autor es, por decirlo así, el “pre-cipitado” de los exquisitos aromas eucarísticos con que el Fundador de las “Marías” perfumó tantas almas y tantas obras. Por ello mismo, por ser “esencia concentrada”, hay que leer-lo despacio, en la intimidad, muy cer-ca del Corazón de Jesús, a la luz del Sagrario, hasta que, empapados en su sabrosa lectura, lleguemos a sen-tir, a través de la puertecita dorada del Tabernáculo, el divino y miste-rioso “tic tac” de las palpitaciones del Corazón de Aquel que, por amar al hombre, llegó al extremo de la lo-cura del Amor. José Mª González Ruiz, Pbro.» (El Granito de Arena, 20/12/1946, n. 902, p. 277).

Qué hace... y cómo amaEl libro, por tanto, apareció en el año 1947 con el título Así ama Él, y el sub-título «Palpitaciones del Corazón de Jesús en el Evangelio y en la Eucaris-tía». Ha alcanzado 8 ediciones (1947, 1951, 1956, 1974, 1979, 1983, 1991, 2004), y se encuentra en el primer to-

mo de las Obras Completas (nn. 234-372). También fue traducido al ita-liano, con el título Lui ama così.

Siguiendo el itinerario de las obras de D. Manuel, según los temas, po-dríamos decir que fue ahondando a lo largo de toda su vida en el conoci-miento de Jesús, descubriendo y trans-mitiendo a los demás sus propias vi-vencias y reflexiones acerca de qué hace, qué dice, cómo calla, cómo re-za y nos enseña a rezar el Señor, has-ta llegar a experimentar y a poner en palabras también el modo en que su Corazón ama y se desborda de amor por cada uno de nosotros.

El camino que nuestro autor fue trazando a través de cada etapa de su vida, y expresando en sus escritos, nos trae a la memoria las palabras del após-tol san Juan: «Lo que existía desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros propios ojos, lo que contemplamos y palpa-ron nuestras manos acerca del Verbo de la vida… os lo anunciamos» (1 Jn 1,1-4), «Dios es amor» (1 Jn 4,8). Y es que, al final de sus días, nuestro obispo también se centró en lo esen-cial, y nos recuerda, como san Juan de la Cruz, que «al atardecer de la vi-da nos examinarán en el amor». Por eso, nuevamente nos invita a acercar-nos al Maestro, a escuchar los latidos de su Corazón y aprender lecciones de amor en la escuela del Evangelio y la Eucaristía.

Buscar y dejarse encontrarEl libro está estructurado en tres par-tes y un epílogo. En la primera parte, «En busca de su Corazón», vemos cómo el verbo amar se entrelaza con otros dos verbos muy significativos: conocer y buscar. También el Catecis-mo de la Iglesia Católica comienza con

estas acciones: el hombre es capaz de conocer a Dios, y es el mismo Dios que se revela y viene a su encuentro. Se trata de conocerlo y buscarlo para amarlo, porque esta es la vida del hom-bre: conocer y amar a Dios, sabiendo al mismo tiempo que Él nos conoce y nos busca, y que «nos amó prime-ro» (1 Jn 4,19). Por tanto, san Ma-nuel nos propone ir al centro de la vi-da cristiana: buscar al Señor, conocer su Corazón, y dejarnos encontrar por Él, que nos irá transformando a su imagen, convirtiendo nuestro cora-zón de piedra en un corazón de car-ne; plenamente humano, abierto y misericordioso como el suyo.

En la segunda y la tercera parte, «Cómo ama a sus amigos» y «Có-mo ama a sus enemigos», se detalla el modo en que establece relaciones

de amistad con cada persona, pero también se contrapone el hecho de que esa amistad que Él ofrece no siem-pre es correspondida. D. Manuel ha-bla de amigos, que son sus discípu-los, aquellos que lo siguen y quieren conocerlo cada vez más y mejor. Pe-ro también habla de enemigos, y aquí no se refiere a personas a las que Je-sús no ame, sino a quienes lo recha-zan, lo ignoran o se alejan de Él, por-que no lo conocen de verdad y aún no han experimentado la infinita gran-deza de su amor.

Finalmente, encontramos un epí-logo en el que D. Manuel sugiere al-gunas pistas para poder acercarse al Corazón de Jesús vivo en el Evange-lio y en la Eucaristía, y así crecer en su conocimiento, amor, trato personal e imitación. Esta amistad con el Señor,

esta configuración de nues-tro corazón con el suyo no se alcanza por medio del propio

esfuerzo y voluntad, no es mérito nues-tro, sino que es una gracia que hay que pedir cada día en la oración: «Espíri-tu Santo, enséñanos por dentro y por fuera el Corazón de Jesús y esto nos basta» (OO.CC. I, n. 364).

Sacando virutasMucho se podría comentar acerca de este libro, pero preferimos invi-tarlos a disfrutar de su lectura y que cada uno descubra sus propios lati-dos. Sin embargo, antes de finalizar este artículo, es interesante dar unas pinceladas acerca de otra de las fa-cetas de D. Manuel que aparece en las páginas de este libro: la de forma-dor, pedagogo, maestro. Nuestro au-tor contempla la manera en que Je-sús forma a sus apóstoles, el proce-so que van haciendo, las dificultades que tienen en el camino, los elemen-tos principales de su vocación y mi-sión. Esta pedagogía divina es una

Sintiendo sus latidosEn 1935, san Manuel comenzó a escribir para la revista El Granito de Arena una serie de artículos con el título «Así ama Él». Al mismo tiempo, los iba preparando para ser publicados como libro, aunque esto se hizo realidad siete años después de su muerte, en 1947. Hoy es uno de sus libros más difundidos. Sus páginas fusionan la experiencia y el mensaje de toda su vida, y dejan percibir la comunión y la profunda sintonía que nuestro santo obispo tenía con el Señor.

Conocer a Jesús por su Corazón«¡Cuántas buenas almas me han pedido un libro que trate de es-to solo: qué es el Corazón de Jesús! Escribiendo estoy esas pala-bras y la pluma me tiembla entre los dedos. ¿Atrevimiento insen-sato? ¿Osadía sacrílega? ¿Profanación del misterio de los miste-rios de Jesús? Entrar en su Corazón, es decir, introducirse en ese divino laboratorio en que se han forjado la Eucaristía y la Iglesia; sumergirse en el manantial del que brotan las lágrimas resucita-doras que abren losas de sepulcros y ablandan corazones de pie-dra y los raudales de sangre que lavan pecados, redimen los mun-dos y divinizan a los hombres; asomarse al horno, y más, al vol-cán de donde ha salido y sale el fuego de amor que ha impedido e impedirá que el mundo se muera de frío y de egoísmo, y que ha conseguido y seguirá consiguiendo que los hombres amen a su Dios como a su Padre y se amen unos a otros como hermanos, y hasta den la vida por su Padre Dios y por sus hermanos los hom-bres; que los enemigos se perdonen y se abracen y que los huér-fanos tengan padres y valedores [...] ¡Todo eso e infinitamente más que eso, es el Corazón de Jesús!» (OO.CC. I, 237-238).

Portada de la 2ª edición.

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El Evangelio a la lámpara del Sagrarioformación «lenta, gradual y misteriosa». Como el carpintero trabaja la madera y saca las virutas, así el Señor trabaja en nuestras vidas.

San Manuel descubre estas características en el Evangelio, en la Eucaristía y en su propio seguimiento y configuración con Cristo. Nos deja claro que para ser apóstoles no hay recetas mágicas, no se trata de correr o quemar etapas. La pedagogía de Dios se manifiesta a cada paso de la propia existencia, incluye días de luz y de sombras, dificultades y fracasos, paciencia y mi-sericordia, muchas dosis de fe, confianza y amor. Es hermoso reconocer la mano del Maestro trabajando en nuestra propia vida, ayudándonos con su gracia a aprobar las asignaturas más difíciles, a seguir adelante a pesar de las incomprensiones y fatigas, a decirle sí ca-da día, en lo escondido, con humildad y sencillez, co-mo María. Ese es el estilo de Dios, así de misteriosas son sus sendas, así nos llama y nos quiere... Así ama Él.

Mª Andrea Chacón Dalinger, M.E.N.

Portada de la 1ª edición.Domingo 1 de septiembreXXII del Tiempo OrdinarioLc 14,1.7-14: El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido«Nada se dice en el Evangelio de cómo se defendía en el invierno de los rigores del frío y en el verano de los del calor. Y en cambio llevaba la misma vida de predica-ción al aire libre, de pueblo en pueblo y de opresiones fatigosas de turbas en verano como en invierno. Es cier-to que asistía a banquetes, pero siempre como sacerdo-te, buscando almas y siempre austero y sencillo, sin re-clamar bálsamos para ungir sus pies y cabeza, ni prime-ros puestos. Se le pregunta por su casa y responde que “las zorras tienen sus madrigueras y las aves del cielo ni-dos donde poner sus polluelos, más el Hijo del Hom-bre no tiene sobre qué reclinar su cabeza...”. Privación del rinconcito del hogar propio, ¡cuánto cuestas! Tiene amigos, es verdad, leales y sencillos, pero con sus testa-rudeces, sus ambicioncillas, sus ignorancias y sus cobar-días le daban más sufrimiento que alivio: “¿También vo-sotros estáis sin entendimiento? ¿Hasta cuándo os he de sufrir?”. Tiene parientes que lo importunan para pe-dirle favores, y no se fían del estado de su cabeza y mur-muran» (OO.CC. II, n. 2532).

Domingo 8 de septiembre XXIII del Tiempo OrdinarioLc 14,25-33: Aquel que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío«¡Cómo me enseña el Jesús de mi Comunión la nega-ción de mi espíritu, que es la más difícil! Negación del espíritu es reconocer con el entendimiento las dos nada, física y moral, que soy y aceptar con la voluntad el des-

precio que esas nada se merecen. Je-sús Sacramentado me enseña esa ne-gación callando perpetuamente y to-mando un modo de vivir en el Sagra-rio que, sin un milagro, le impide ha-blar. Ese Jesús que así calla entre los hombres en miles y miles de Sagra-rios es el Verbo o Palabra eterna de Dios, es su Idea... Si la eternidad de Dios tuviera momentos y en uno de esos se callara esa Palabra, ¡qué ho-rror!, ¡se moriría o se acabaría Dios! ¡Cosa imposible!» (OO.CC. I, n. 1283).

Domingo 15 de septiembreXXIV del Tiempo OrdinarioLc 15,1-32: Habrá más alegría en el Cielo por un pecador que se convierta«Tristeza de los pecadores, aun de los que ríen y alborotan por fuera, ¡qué amarga y pegajosa eres! El Hijo pródigo del Evangelio, llevado por sus lujurias a trocar las honestas delicias y comodidades de la casa paterna por la vida miserable y dura de un por-quero, ¡qué horrible ejemplo de esa roedora tristeza! Los males ajenos: Pueden ser causa de tristeza del alma que, por compasión a los que sufren, los siente como propios. Ésa es pre-cisamente la noción y el oficio del mi-sericordioso, o miserum cor, del cora-

zón que se siente miserable compa-deciendo la miseria de su prójimo. Y como este mal, aunque ajeno, se lle-ga a sentir como propio, produce tam-bién su tristeza. El ejemplo soberano de esta tristeza nos lo da el Corazón de nuestro misericordiosísimo Jesús sintiendo aquella tristeza de muerte que le hace sudar sangre, más que por los tormentos que veía venir sobre Él en su inminente pasión y muerte, por los pecados con que sus hermanos los hombres habían de inutilizar y piso-tear la sangre que por ellos iba a de-rramar» (OO.CC. III, n. 4090-4091).

Domingo 22 de septiembreXXV del Tiempo OrdinarioLc 16,1-13: No podéis servir a Dios y al dinero«A Jesús, como Juez, se le supone siempre lejano; a Jesús como Amigo se le ve encima. Jesús Juez impone la terrible obligación y necesidad de la cuenta estrechísima de toda nuestra vida, es verdad; pero, por funesta ilu-sión que nos hacemos de que lo leja-no no va a llegar nunca, esa obliga-ción de la cuenta total nos pesa y ate-rra menos que la que nos impone en cada hora del día presente la fidelidad a la amistad de Jesús. Ante el Juez le-jano engañamos y adormecemos nues-

tra conciencia diciéndole: «Ya me arrepentiré y me haré bueno». Ante el Amigo de cada minuto, del Sagra-rio, no hay más remedio que o serle fiel al minuto o evitar su amistad, no darse por enterado de ella... Y esto ¿no es huir de Jesús Amigo más que de Jesús Juez? ¡Pobre Amigo Jesús!» (OO.CC. II, n. 3044).

Domingo 29 de septiembre XXVI del Tiempo Ordinario Lc 16,19-31: Recibiste bienes, y Lázaro males. Ahora él es aquí consolado y tú atormentado«Contra la tentación de impureza y diversiones desordenadas, la contem-plación de la parábola del Hijo pró-digo que, por divertirse desenfrena-damente y vivir lujuriosamente, per-dió fortuna, casa y cariño de familia, salud, amigos y comida, y vino a pa-rar a cuidar cerdos y alimentarse es-casamente de lo que a éstos sobraba... y también la parábola del rico Epu-lón, con los banquetes opíparos y lu-jos irritantes trocados en fuego y sed rabiosa, en el lugar de los tormentos y las llagas y hambres y paciencia de Lázaro, premiadas con la paz del Se-no de Abraham» (OO.CC. I, n. 1062).Recopilación: Sergio Pérez Baena, Pbro.

Siempre atentos a la voz de Jesús

«Lázaro y Epulón». Codex Aureus de Echternach (s. X). Museo Nacional Germano, Nuremberg.

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Orar con el obispo del Sagrario abandonado

E l apostolado del amén es bueno, bonito y barato, dice san Manuel González, engendra paz, trae la

paz. La paz es un fruto del Espíritu Santo, un don del cielo. Decir amén a todo no significa taparse los ojos a la injusticia, la opresión, el mal del mun-do. No. Decir «amén» significa: «te-ner para todo gusto lícito del prójimo que tratamos, para toda opinión en materias opinables, hasta para cual-quier capricho inocente o indiferen-te, un amén de apacible, cariñosa y sin-cera conformidad o deferencia respe-tuosa, al menos» (OO.CC. III, n. 5127).

«Los pacíficos son fuente de paz, construyen paz y amistad social. A esos que se ocupan de sembrar paz en todas partes, Jesús les hace una pro-mesa hermosa: “Ellos serán llamados hijos de Dios” (Mt 5,9)» (GE 88), dice el papa Francisco.

¡Qué mayor bien, qué gozo tan in-menso, qué certeza más firme que ser llamado hijo de Dios! Nada se le pue-de comparar. El Señor nos necesita como instrumentos de paz. Pero re-cordemos: nadie da lo que no tiene. Solo quienes están llenos de paz pue-den generar paz a su alrededor, en ca-da relación humana.

Dice san Pablo en la carta a los co-losenses: «que la paz de Cristo reine en vuestro corazón: a ella habéis sido convocados en un solo cuerpo» (3,15).

Es un don del Espíritu. Es un ras-go de identidad del discípulo de Cris-to. Es el saludo del Resucitado tam-bién hoy para nosotros: «Paz a voso-tros». Es un fruto del Consolador que siembra, de continuo, en el cuerpo místico de la Iglesia para que reine el diálogo, la acogida mutua, el amor de unos a otros, en las relaciones del ma-trimonio, de la familia, o cualquier otra comunidad eclesial.

Delante de Jesús Sacramentado, adorándolo con humildad y sencillez, de todo corazón y con toda el alma, pidámosle que nos llene de su paz, para que seamos generadores de paz y alegría, consuelo y felicidad, en su Nombre, con su gracia y su poder.

Oración inicialOh, Padre, de quien dimana todo bien, que has enviado a tu Hijo como Prín-cipe de la paz, para que construyamos unidad y comunión en la familia o en cualquier comunidad cristiana, su-mérgenos en el océano inmenso de tu paz, para que desaparezca de esta tierra todo vestigio de odio, rencor o venganza; así alcanzaremos de ti, por tu Espíritu, la civilización del amor, la cultura de la verdad y el gesto con-tinuo de la reconciliación. PNSJ.

Escuchamos la PalabraFlp 4,5-7

MeditaciónEl Señor Jesús ha prometido estar con nosotros siempre. Está cerca. Más ín-timo que nuestra más íntima intimi-dad. Está amándonos, bendiciéndo-nos, perdonándonos. Con Él nada nos preocupa. Porque Él es nuestro teso-ro, nuestra perla preciosa. Él es nues-tra paz. Cuando oramos con confian-za, cuando invocamos al Espíritu San-to, cuando nos reconciliamos con quien estábamos enemistados, cuando nos dejamos bañar en misericordia por el Sacramento del perdón, entonces el Consolador nos colma de paz.

Esa paz de Dios supera todo lo que podamos imaginar y pensar. Esa paz penetra e inunda nuestra mente, co-razón y alma, dejando un poso bellí-simo de sosiego, calma y quietud evan-gélica, fruto de la gracia, y no logro de un ejercicio de psicologización. Es la paz que nace de lo alto, la paz que cantaban los ángeles en la noche de Belén: «gloria a Dios en el Cielo y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad» (Lc 2,14).

Esa paz interior, fruto del Espíri-tu, se conserva también, por la ac-ción divina, en las tormentas del al-ma, en las noches oscuras de la fe, en las enfermedades terminales, en me-dio de las calumnias de otros, en los conflictos comunitarios, en los fra-casos pastorales, en la pérdida de los seres queridos.

Hermanos, os hablo por experien-cia propia y por lo que he podido es-cuchar, ver y palpar en bastantes per-sonas creyentes en algunas de las si-tuaciones antes mencionadas. Ha si-do un regalo inmenso (¡e inmereci-do!) de Dios sentirme enseñado por

tales cristianos (sacerdotes, seminaris-tas, consagrados y laicos). Su sufri-miento lo vivieron sin perder la paz, porque estaban abiertos a la acción de Dios, a la fuerza del Espíritu, a la con-fianza absoluta en las manos del Padre.

He sido un afortunado acompa-ñando a personas de fe en su sole-dad, enfermedades, persecuciones o muerte de familiares. Siempre he pal-pado que, en medio de su dolor y ari-dez en la oración nunca les faltó la paz. ¡Dios sea bendito! ¡Glorificado sea su Nombre!

Escuchemos nuevamente a san Manuel González«Apostolado menudo llamé a éste al principio y tentado estoy de elevarlo a grande, inmenso, al cerrar estas re-flexiones. ¡Cómo están pidiendo a

gritos la paz de los pueblos, de las fa-milias, de las comunidades, herman-dades y agrupaciones de hombres y la amistad de los corazones y el buen orden de la vida la intervención y mul-tiplicación de los apóstoles de dar la razón y por medio de su apostolado el apaciguamiento, el consuelo, la re-habilitación, la concordia, la cordia-lidad de las almas heridas y lastima-das por esta funesta avaricia de no dar la razón al que manda!

Corazón de Jesús, tan generoso en dar la razón al César en lo que es del César y tan sereno y apacible en negar-la en lo que no lo es, multiplica entre tu pueblo los menudos apóstoles de dar la razón al que en tu Nombre man-da...» (OO.CC. III, nn. 5125-5126).

«Sigo sin ver mi seminario, refu-giado siete meses en Gibraltar, otros

tantos en Ronda, cuatro sin residen-cia fija, esperando si me dejan entrar en mi diócesis, y desde noviembre de 1932, en Madrid... ¡También el Maes-tro querido fue echado y tuvo que es-conderse!...

¡Viva la paz de Jesús en el destie-rro! Como a Él y a sus padres, se me ha dicho: “Huye a Egipto y está allí hasta que te avise”» (OO.CC. III, n. 2154).

Oración finalBendito y alabado seas, Padre Dios, por el don de la paz, porque haces bie-naventurado a quien pacificas en su corazón, con el perdón y la misericor-dia; haznos instrumentos de tu paz para que seamos reposo para nues-tros hermanos. PJNS.

Miguel Ángel Arribas, Pbro.

Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque de ellos es el Reino de los Cielos

Mt 5,9

«¡Qué irradiación de paz, dominio de sí mismo, caridad atrayente y simpatía proyecta el amén prodigado afable y discretamente a esos mil tropiezos que el genio, los nervios y el amor propio de los demás nos regalan cada día, y cuando la naturaleza del tropiezo no lo permita sin mengua de nuestra conciencia, un gesto, al menos, que expresando la disconformidad insinúe deferencia y respeto al contrario!» (OO.CC. III, n. 5129).

Oramos juntos¡Señor, haz de mí un instrumento de tu paz! Que allí donde haya odio, ponga yo amor; donde haya ofensa, ponga yo perdón; donde haya discordia, ponga yo unión; donde haya error, ponga yo verdad; donde haya duda, ponga yo fe; donde haya desesperación, ponga yo esperanza; donde haya tinieblas, ponga yo luz; donde haya tristeza, ponga yo alegría.

¡Oh, Maestro!, que no busque yo tanto ser consolado como consolar; ser comprendido, como comprender; ser amado, como amar.

Porque dando es como se recibe; olvidando, como se encuentra; perdonando, como se es perdonado; muriendo, como se resucita a la vida eterna.

Oración atribuida a san Francisco de Asís

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Cartelera recomendadaCordialmente, una carta para ti

P ese a esta gran verdad, venimos tratando bastante mal el plane-ta que nos proporciona el sus-

tento y regala la oportunidad de de-sarrollarnos en todos los órdenes de la vida. Consecuencia de este maltra-to es la contaminación del aire que respiramos, problema en el que se centró este año el Día mundial del medio ambiente. Resulta alarmante, estimado lector, que mueran al año medio millón de personas debido a la contaminación producida solamen-te por los medios de transporte. En este sentido, hay que destacar que es-te sector representa la cuarta parte del total de las emisiones de gases tóxi-cos. Según los últimos informes, más de 33 millones de vehículos altamen-te contaminantes están circulando por las carreteras de la UE. Mientras esto ocurra, el aire que respiramos es-tará necesariamente contaminado.

Efecto invernaderoHoy está demostrado que el llamado efecto invernadero no solo está liga-do a las emisiones de CO2, sino que influye en la formación de las olas de calor que venimos padeciendo en Eu-ropa. Por tal razón, es preciso limitar dichas emisiones de gas tóxico. Cla-ro está que para llevar a efecto esa li-mitación son necesarias varias medi-das, entre ellas la utilización de las energías limpias o renovables. Es ur-gente dar un golpe de timón y cam-

biar de rumbo, porque vamos mal. Baste este dato: en los últimos 20 años el uso de energías renovables tan so-lo ha crecido en todo el mundo un 7%. Esto significa que la mayor parte de la energía que se viene utilizando es contaminante. De seguir así, muy pronto el aire del planeta Tierra será irrespirable.

Palabras del papaPor todo lo anterior, el papa Francis-co hizo un llamamiento, el pasado 14 de junio, a los participantes en el Con-venio promovido por el Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Hu-mano Integral. Destacó el pontífice en aquella ocasión que la crisis eco-lógica de nuestros días constituye una seria amenaza para el futuro de la es-pecie humana. También recordó al-gunos temas que ya aparecían en su encíclica Laudato si´ como, por ejem-plo, cuando dijo que «las prediccio-nes catastróficas ya no pueden ser mi-radas con desprecio e ironía». Des-graciadamente, y debido a la dejadez de unos y a la irresponsabilidad de otros, tales predicciones son hoy una amenaza real e innegable.

No olvidó el santo padre, ante la actual crisis climática, a los más vul-nerables: a los pobres. Refiriéndose al calentamiento global, afirmó: «An-te tal emergencia climática, debemos tomar las medidas oportunas para no cometer una grave injusticia con los

pobres y con las generaciones futuras […] Efectivamente, son los pobres quienes sufren el peor impacto de la crisis climática».

Generaciones futurasComo podemos comprobar, estima-do lector, junto a su gran preocupa-ción por los pobres hay otra no me-nos grande: las futuras generaciones. Estas generaciones «están a punto de heredar –denunció el papa– un mun-do en ruinas». Y añadió a continua-ción: «Nuestros hijos y nietos no de-berían tener que pagar el costo de la irresponsabilidad de nuestra genera-ción. Me excuso, pero quisiera subra-yar esto: ellos, nuestros hijos, nues-tros nietos no deberían pagar, no es justo que paguen el precio de nues-tra irresponsabilidad». Palabras du-ras contra quienes de algún modo son responsables de la actual contamina-ción del aire y de la crisis climática que padecemos.

Seguidamente, hizo una amplia referencia a estos tres puntos, los cua-les están íntimamente interconecta-dos: primero, una transición correc-ta; segundo, el precio del carbón y ter-cero, la transparencia en la notifica-ción de los riesgos climáticos.

Finalizó el pontífice su discurso con estas palabras cargadas de espe-ranza: «Hoy se necesita una transi-ción energética radical para salvar nuestra casa común. Todavía hay es-peranza y queda tiempo para evitar los peores impactos del cambio cli-mático, siempre que haya una acción rápida y decisiva».

Confiando, amigo lector, en que surgirá esta acción rápida y decisiva, te saluda cordialmente,

Manuel Ángel Puga

E l film El insulto nos habla de la complejidad de las re-laciones humanas y de la importancia y necesidad del perdón y la reconciliación. Toni, cristiano libanés, rie-

ga las plantas de su balcón. Un poco de agua se derrama ac-cidentalmente en la cabeza de Yasser, musulmán palestino, capataz de una obra. Entonces estalla una pelea. Yasser, fu-rioso, insulta a Toni. Él, herido en su orgullo, decide llevar el asunto ante la justicia. Comienza así un largo proceso en el que el conflicto tendrá, cada vez, mayores consecuen-cias, hasta llegar a convertirse en un caso nacional, enfren-tando a palestinos y cristianos libaneses. Un choque entre diferentes culturas y religiones que solo la tolerancia po-drá resolver.

El trasfondo históricoTras la formación del Estado de Israel gran cantidad de pa-lestinos se quedaron sin hogar. Muchos de ellos se refugia-ron en el Líbano, pero la sociedad libanesa sentía rechazo por ellos, llegando incluso a considerarlos enemigos. El ca-so de Toni y Yasser reabrirá viejas heridas. Como una bola de nieve, lo que comienza como un conflicto entre dos ciu-dadanos alcanza proporciones inusitadas, convirtiéndose en una batalla judicial que alcanza una dimensión nacional; una excusa para que aflore el odio religioso e ideológico hacien-do manifiesta la precaria coexistencia de musulmanes y cris-tianos en Beirut y avivando los recuerdos de atrocidades del pasado. La guerra civil, que terminó oficialmente en 1990, parece estar a punto de estallar de nuevo

Heridas del pasadoEn la película se entremezclan los conflictos políticos y reli-giosos y también las heridas personales que afectan a los pro-tagonistas, marcados por acontecimientos históricos trau-máticos ocurridos durante su juventud. Todo ello les lleva a sobredimensionar el altercado entre ambos.

La actitud arrogante, orgullosa y despectiva de uno de los protagonistas es reflejo de un corazón endurecido, inca-paz de abrirse a la necesidad el otro, marcado por ofensas pretéritas. Al ver la película brota la reflexión sobre la fragi-lidad humana y las huellas que dejan los acontecimientos del pasado, así como la importancia de los procesos de sanación, que hacen posible curar esas heridas y vivir reconciliados y en paz.

Aunque no está basada en un caso real, esta historia bien puede reflejar lo que muchas veces pasa en nuestra vida co-

La crisis climática actualApreciado lector: Como recordarás, el pasado 5 de junio se celebró el Día mundial del medio ambiente, efemérides con la que la ONU busca concienciar, año tras año, de la urgente necesidad de cuidar la casa común, el planeta Tierra. Como destaca esta organización mundial, «el ser humano es a la vez obra y artífice del medio que le rodea, el cual le da el sustento material y le brinda la oportunidad de desarrollarse intelectual, moral, social y espiritualmente».

Una discusión surgida de un incidente trivial puede tener graves consecuencias. Esta película es una crónica de cómo, a consecuencia del odio religioso e ideológico, un conflicto aparentemente insignificante, producido por un insultoa destiempo, puede llegar a propagarse hasta consumir a una ciudad entera o toda una nación.

El insultoDuración: 110 minutos - Año: 2017País: Líbano - Género: Drama judicial. Guerra de LíbanoDirector: Ziad DoueiriReparto: Adel Karam, Kamel El Basha, Christine

ChoueiriDónde verla: DVD, Youtube desde 6,99€

El perdón verdaderoSigno de grandeza

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A quí es la quietud rodeada del silencio que mana de una hilacha apenas perceptible que descorre la frente de los cielos. Por la montaña abajo, con

laderas que bajan sinuosas sus cánticos de luz y som-bra, se descuelga el misterio de la vida que llega a pre-cipitarse hasta este valle. Es una paz que anida en el es-píritu sin prisas, sin contornos, infinita.

Luz y sombraLuz y sombra, es el misterio que compone en perfecta sinfonía la música callada de la vida. Nuestra vida. Y por esa vereda silenciosa, que rodea a la tierra y a los mares, el hombre va entonando fervorosamente sus pa-sos en busca de un sentido y de un final. El gozo y la desdicha, la alegría y la tristeza, el encuentro y el aban-dono, la soledad, la compañía, el odio y el amor..., to-do el valle es una alianza comprometida de voces en-contradas que buscan el consuelo de una voz.

Se oyen pasos perdidos, son bocanadas de angus-tias circulares que levantan polvaredas de miseria en torno de la encina. Su sonrisa se extiende en un abra-zo bondadoso que acoge, que disculpa, que compren-de. Capaz del eterno disparate, el hombre se ha empe-ñado en matar a sus otros semejantes y teñir el barro del que está hecho con el rojo furioso de la sangre; ca-paz del eterno disparate, también el hombre se ha em-peñado en acoger a sus otros semejantes hasta verter su sangre y teñir el mismo barro con el rojo amoroso de la vida. Sigue la rueda de los pasos. Sigue la sonrisa de la encina.

Eternos soñadoresAmanece. La encina bondadosa muestra en sus ramas una leve humedad marcada por las estrellas de la no-che. Hasta la ventana amiga, donde se asoma una gale-ría que compite con muchas más ventanas todavía, quie-re estirarse a recoger la infinitud de un sueño. Nuestro sueño infinito. Somos eternos soñadores de verdad, de belleza, de justicia. Soñadores de eternidad. Pobres hu-

manos cargados de cortedad, de mi-seria, de pobreza..., pero amasados en el espíritu divino que recoge la som-bra de la encina. Bajo su sombra un banco de madera invita al pensamien-to sosegado, sin ninguna prisa.

Sin ninguna prisa en este mundo acelerado que demanda más veloci-dad al internet, más rapidez al celular y menos distancia al tren, al avión, al coche. El sueño es el suceso necesa-rio que no tiene tiempo ni medida, que solo tiene un escozor herido por un rayo inagotable de alegría.

Y la encina lo sabe, más aún, has-ta su copa poblada de hojas innume-rables, hospitalarias, llega un arrullo de palomas, con sus picos enlazados por el sueño más sublime, ese que consiste en amar y ser amado inclu-so cuando el cuerpo se haya conver-tido en una vil ceniza.

Suena el rezo del rosario que re-corre el perímetro del valle, donde las tapias parece que quisieran encerrar la visión de más allá. Pero las avema-rías saltan también hasta la copa de la encina misma y se dispersa desde arri-ba, por el mundo entero, una oración incandescente que invita a la herman-dad, a la amistad, al amor.

Dan palmadas las hojas de alegría. Se nota en la alegría de las caras.

El milagroUn año más, encina amiga, te hemos traído los hielos del invierno, la indi-ferencia disimulada que hace a nues-tro mundo impracticable. La pobre-za, el desatino, la soledad, el hambre resbalan por la piel como gotas cami-no del vacío. La indiferencia huma-na, el vacío que corrompe.

Pero tú, encina amorosa, nos ofre-ces unas manos atrayentes, unas ma-nos sujetas al final de unas ramas que

se abren a modo de una cruz. Y nos invitas a apoyarnos en tu tronco sin tiempo, segurísimo, nos invitas a en-contrar en el interior de tu corteza ra-zones para amar, para seguir. Tú te ha-ces palabra que invita al compromi-so, a la verdad comprometida.

Te haces palabra. Como ondas que se esparcen por el lago hasta la orilla, donde la infinitud comienza, tú ex-pandes la palabra. Son tus voces un carrusel de fuego, una ventisca de ai-re siempre nuevo, el vuelo de la brisa que enternece, sonido de alas, lágri-ma viva. Tú te haces palabra por el centro.

Tú tienes el poder de construir es-pacios donde no tiene cabida el disi-mulo, donde pueden reconstruirse los desastres, donde la felicidad vol-tea como una campana que arroja sin-fonías de paz y comprensión. Tú eres la única posible felicidad que sortea la pena de vivir. En torno a ti crece la dicha.

Crece el día hasta su ardor de tar-de. El horizonte serpea por un cielo in-calculable dejando su vestido de colo-res entre el blanco impoluto de las nu-bes. No es posible que este oasis reful-gente se muera en los disturbios de la noche. Se cruzan las miradas de la sie-rra como queriendo atrapar en sus pi-cachos la parte que les toca del mila-gro. Hay más oasis. En cualquier sitio habrá un niño saboteado por un cán-cer, un viejo cobijado en el alzhéimer, alguien que solo duerme en una casa hecha con cartones, una madre que no puede dar comida a un hijo, un para-do sin futuro, una patera con muerte, un solitario, un desengañado, un aban-donado, un peregrino... Hay muchas más encinas en el mundo. El universo está poblado de muchos otros árboles que abren sus ramas a la manera de una cruz acogedora. Acércate a tu en-cina, escucha su voz, hazle caso. Siem-pre dice lo mismo: «Venid a mí».

Teresa y Lucrecio, matrimonio UNER

Un año más tu sombra se despliega en el verano, como un oasis de frescura, para calmar el sofoco del calor. Y entre tus ramas se enreda una aventura de aire fresco que apunta a latitudes de más alto. Tu amistad se pinta de verde, del verde color de la esperanza.

La voz de la encinaCon mirada eucarísticatidiana: algo que comienza siendo un malentendido in-

significante, se convierte en un gran problema, perjudi-cando gravemente nuestra relación con la otra persona, repercutiendo, incluso, en quienes nos rodean. A través de la actitud de los protagonistas, la película refleja cuán-to nos cuesta reconocer nuestros errores. Con frecuencia los negamos, nos justificamos o culpamos a otros, con lo cual el conflicto permanece abierto.

El perdón nos liberaPedir perdón a tiempo puede evitar conflictos mayores. El perdón no es signo de debilidad, sino de grandeza, pues solo los de corazón grande son capaces de salir de sí mismos, y poner en primer lugar el bien del otro. El perdón restaura las relaciones rotas, devuelve la mirada fraterna al hermano, libera el corazón a quien lo pide y a quien lo da. No hay que tener miedo de abajarse, de ce-der, de desprenderse de uno mismo. Esa es la actitud que nos enseñó Jesucristo. «Perdonar setenta veces siete» y «poner la otra mejilla» no son solo palabras bonitas o ideales, sino el manual del cristiano, el camino de perfec-ción. Jesús vino a hacernos libres y nos enseñó a liberar nuestro corazón del odio, del rencor, del desprecio, es decir, de todo aquello que nos separa del hermano y nos impide caminar juntos.

El papa Francisco en su catequesis del 24 de abril de 2019 nos recuerda que el Evangelio de Mateo, inmedia-tamente después del texto del Padre Nuestro enfatiza pre-cisamente la quinta petición, la del perdón fraterno: «Si vosotros, perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdo-nará también a vosotros vuestro Padre celestial, pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre per-donará vuestras ofensas» (Mt 6,14-15). Si no perdonas, Dios no te perdonará. Tú cierras la puerta. Y si no pue-des hacerlo, porque te han hecho mucho daño, pídele al Señor que te dé la fuerza para hacerlo: Señor, ayúdame a perdonar. Aquí encontramos el vínculo entre el amor a Dios y el amor al prójimo. El amor llama al amor, el per-dón llama al perdón.

Jesús inserta el poder del perdón en las relaciones hu-manas. Especialmente donde debemos poner una barre-ra al mal, alguien debe amar más de lo necesario, para co-menzar una historia de gracia nuevamente. El mal cono-ce sus venganzas, y si no se interrumpe, corre el riesgo de propagarse y sofocar al mundo entero. La ley del ta-lión (lo que me hiciste, te lo devuelvo) Jesús la sustituye con la ley de amor: lo que Dios me ha hecho, ¡te lo de-vuelvo! Con una palabra, un abrazo, una sonrisa, pode-mos transmitir a los demás lo más precioso que hemos recibido ¿Qué es lo más precioso que hemos recibido? El perdón, que debemos ser capaces de dar a los demás.

Ana Mª Cayuso Prados, m.e.n.

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AgendaSeptiembre

Asuntosde familia

4Miércoles

14Sábado

15Domingo

21Sábado

29Domingo

Iglesia: Hasta el martes 10, viaje apostólico del papa Francisco a Mozambique, Madagascar y Mauricio.

Iglesia: Fiesta de la exaltación de la Santa Cruz

FER: Fiesta de Ntra. Sra. la Virgen de los Dolores, patrona de la congregación de Misioneras Eucarísticas de Nazaret FER: En 1901, san Manuel González García recibe la ordenación sacerdotal en la Capilla del palacio arzobispal de Sevilla, de manos de su arzobispo, el beato Marcelo Spínola y Maestre

Iglesia: 105ª Jornada mundial del migrante y del refugiadoFER: En 1901, san Manuel González celebra su primera Misa en la Iglesia de la Santísima Trinidad (Sevilla)

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Intención del papa para el mes de septiembrePara que los políticos, los científicos y los economistas trabajen juntos por la protección de los mares y los océanos.

Encuentro de animadores en MadridComo todos los años, en septiembre se realizará una nueva edi-ción del Encuentro de Animadores UNER, dirigidos a delegados, presidentes y responsables de grupos de la Familia Eucarística Re-paradora. Comenzará por la tarde del viernes 13, concluyendo con la comida del domingo 15. Las inscripciones deben realizar-se en la Delegación general de la UNER ([email protected]; teléfo-no 915 418 231).

Serie El viajero de AsísInspirada en Laudato si’ del papa Francisco, la serie animada «El viajero de Asís» es una iniciativa de la REPAM (Red Eclesial Pa-namazónica) que mediante ocho capítulos narra la dramática ur-gencia de volver la mirada sobre la actual crisis socio-ambiental y cómo podemos responder con pertinencia a las urgencias de-nunciadas en dicho documento.

El argumento de la serie muestra a san Francisco de Asís en pleno siglo XXI, visitando la madre tierra y conversando con las criaturas que en ella habitan. Su tocayo, el papa Francisco, le ha di-cho que grandes amenazas están poniendo en grave riesgo la vida sobre la faz de la tierra. Pese al desolador panorama, Francisco y las criaturas también contemplan la hermosura y la grandeza de la creación divina. En ella y en las resistencias emprendidas por los pueblos más desfavorecidos, encuentran las luces de esperanza y las posibilidades de transformar el rumbo de la vida en la tierra.

de la pluma de san Manuel GonzálezNuevas ediciones

Lo que puede un cura hoy 11ª edición

Primer libro escrito por san Manuel, en 1910. Traducido a siete idiomas, sigue transmitiendo la ilusión

de una vida entregada a la vocación sacerdotal 10 x 15,5 cm · 400 páginas

El abandono de los Sagrarios acompañados

8ª edición¿Puede, Jesús Eucaristía, estar abandonado en medio de muchedumbres cristianas? Pa-ra dar respuesta a este interrogante increí-blemente actual se escribieron estas páginas

13 x 20 cm · 112 páginas

10€

8€

Aunque todos... yo no 12ª edición

Libro para el curso 2018-2019

El libro de familia de la FER. La experiencia carismática de san Manuel que cambió toda su vida, contada en primera persona

13 x 20 cm · 140 páginas

9€

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¡La invención de la Sta. Cruz y la invención de la Familia Eucarística Reparadora! ¡Qué buenos inventos! Por la Cruz del Calvario Jesús nos redime y abre las puertas del Cielo. Por nuestra obra eucarística se abren y se trabaja por abrir las puertas cerradas por el abandono y la incomprensión de los Sagrarios de la tierra, para que los frutos de la Redención y la misma Carne y Sangre de Jesús sean manjar cotidiano de tantos hambrientos desconocedores de la gracia de Dios...La Cruz da y presenta la Vida. La FER no tiene más razón de ser que hacer caer en la cuenta de esa Vida...

Cf. San Manuel González

14 de septiembreFiesta de la exaltación

de la santa cruz