Conversacion Con Aranguren (Muguerza)

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    Del aprendizaje magisteriode la insumisinConversacin con Jos Luis L. Aranguren *

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    J. M. La verdad don Jos Luis es que no s muy bien Q quin ha podidoocurrrsele la idea de esta entrevista. Usted ha relatado en alguna ocasincmo Luis FeHpe Vivanco le llamaba para callar iuntos por telfono . Perotambin nosotros somos muy capaces de pasarnos as callando iuntos largosrotos como nos ha sucedido ms de una vez. ,.

    J. L A Vengo, djese usted de historias y decdase a lanzarse in mediasres. ien imagino que uno entrevista de este gnero tendr que comenzarpor su niez y se me ocurre preguntarle para echar a andar si su niezfue alegre o triste

    o dira que mi infancia fue feliz, salvo por lo que se refiere a la muertede mi madre, que se produjo cuando yo tena cuatro aos. Yo haba sidoun nio muy esperado, muy deseado, pues ninguno de los hermanos queme precedieron, dos nias y otro nio, logr sobrevivir. Y me vi rodeadodel cario de mis podres, y por lo pronto de mi madre, hasta que sta muri.

    Sele qued grabado este ltimo acontecimiento?S Recuerdo que me hicieron pasar a la habitacin donde acababade morir. scomo si la estuviera viendo todava, en su habitacin de nuestrocasa del Mercado Grande devilo, que, por cierto, lo estn ahora restaurando.Podra entrar en la casa y recorrerla hasta el ltimo rincn. Podra dar conaquello habitacin sin vacilar.Viviusted en esa casa desde su nacimiento?As es. Lo que sucede es que, despus de morir mi madre, pas tantoo ms tiempo en Son Sebastin que en vila. Mi padre, como he dicho,me quera mucho, lo mismo que a mi hermano ms pequeo, dos aosms pequeo, aunque tal vez yo fuese el ms mimado, por eso de las circunstancias de mi nacimiento. Pero sus mltiples negocios le absorban gran* La entrevista que sigue procede del libro de E. Lpez-Aranguren, 1. Muguerza y 1. M,Valverde Retrato de Jos Luis Aranguren Galaxia Gutenberg-Crculo de Lectores, Madrid, 1993,reproducindose aqu por cortesa de los editores.

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    parte de su tiempo, de modo que no siempre poda prestarme la atencinque crea que necesitaba. Y de ah que menudeasen mis estancias, ms omenos prolongadas, en San Sebastin, con mis abuelos maternos y demsfamiliares vascos.

    i ednde proceda su familia vascal apellido Aranguren procede del pueblo de este nombre en Vizcaya,no del valle navarro de Aranguren. Pero digamos que al menos una cuartaparte de mi sangre es alavesa, de Amurrio aunque Amurrio es quizs unpueblo ms vizcano que alavs, por ms que administrativamente pertenezcaa lava. Y, en cuanto a m, pos tambin algn t iempo all , as como enBilbao, adems de en San Sebastin. En cualquier coso, confieso que de

    nio me encontraba ms a gusto en el Pas Vasco que en Costilla, en vila,sin dudo porque ero ms divertido para m.Qurecuerdos guardo de esos estancias

    l principal, el de mi abuelo o, mejor dicho, mi abuelastro materno.Mi abuela se haba casado en segundos nupcias con l, que era capitnde la marina mercante. Como mi abuela tena uno posicin acomodadoel marido acab dejando la mar y se afinc en San Sebastin, donde lehicieron comodoro del Club Nutico y adquiri cierto relevancia en la vidasocial de la ciudad. Se llevaba muy bien conmigo y me abri horizontesnuevos: me ense a nadar me ense a pescar, y me ense tambinalgo de euskero, as como a cantor y tocar el piano. Lo mayor porte deesas cosos que aprend de nio, creo que las aprend de l. Y sas erantambin las principales diversiones de mi infancia.

    zNoeran diversiones un tanto solitariasTa l vez. Cloro tambin jugaba con otros chicos, tanto all como envila, en el Rastro o el Poseo de San Roque. Pero ms que jugar, hadadeporte por as decirlo y no tuve pandillas de amigos, como otros nios demi edad. Mi abuelo fue, en cierto modo mi mejor amigo de esos aos.

    einfluy alguna otra persona en esos aos dentro o fuera del mbitofamj iarFuera del m to familiar, tuve en vila una especie de preceptor oprofesor particular, a cuyo casa iba o tomar clases hasta los nueve aos,en que ingres en Madrid interno en el colegio. Se l lamaba don Luis y norecuerdo su apellido, ni volv nunca despus a saber de l, aunque creoque muri relativamente [oven y de modo algo irregular. Supongo que debade ser profesor en el Instituto, y me pregunto si habra ido a parar a vila

    por alguno razn relacionada con una cierta actitud inconformista. Al menosdaba esa sensacin y hasta no s si circulaban rumores en tal sentido. Am me impresion por su manera, digamos, diferente de hablar y de pensar. ISEGORN15 1997

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    y lo que s parece haber sido muy buena es la preparacin que recib, espe-cialmente en gramtica y matemticas. El primer da de colegio, recuerdoque nos pusieron a los recin llegados un ejercicio escrito, que acab yentregumucho antes que el resto de mis compaeros y result ser el mejor.

    ablemosde su etapa del ca/egio que usted ha evocado en el textoNuestra Seora del Recuerdo recogido entre otros lugares en su libraCrtica ymeditacin.Nuestra Seora del Recuerdo era el colegio que, en rgimen de inter-nado, tenan los Jesuitas en Chamartn de la Rosa Sin duda por el hechode su ubicacin madrilea, era el mejor de entre los varios colegios jesuticosde la Espaa de la poca, algunos tan renombrados como el de El Polo,en Mlaga donde, como es sabido, estudi Ortega. En el nuestro habaalumnos venidos de todos los puntos del pas, incluida, por ejemplo, Catalua. No le result un poco dura la experiencia del internado a la edadde nueve aos? o verdad es que no. El rgimen de vida era, s, bastante austero. Seposaba, por ejemplo, mucho fro. Yo nunca he tenido sabaones ms queall. Y la comida, aunque suficiente, no era demasiado exquisita ni variada,siendo roro el da que no nos ponan lentejas. Eso s, si no te comas todolo que te servos en el plato, lo que quedaba en l se converta en el primerplato de lo comida siguiente. De ah contraje yo el hbito, que ha perduradohasta hoy da, de servirme poqusimo y, por supuesto, no dejar nunca que

    sobre nodo. Pero, a cambio de todo eso, me estimulaba el contado conlos compaeros y lo prctico de deportes colectivos. La mismo tarde de millegada, hojeando unas colecciones de revistasencuadernadas, tal vezel Blan-co Neqro descubr dos deportes para m desconocidos: el boxeo, que natu-ralmente no llegu a practicar, aunque me di por enterado de que existaJack Dempsey, y el ftbol, que s que practiqu, aunque sin mucho xito.Jugaba de portero, y primero. vez recuerdo que rezaba para que no memetieran demasiados goles. No sufr una goleada escandalosa, pero, vistola cosa retrospedivamente, tampoco hice grandes mritos como para ins-cribirme en la gloriosa tradicin de los porteros vascos. Uno curiosa variedaddel ftbol que practicbamos mucho consista en jugarlo subidos o unos zan-cos, sobre los que tambin se hadan correros. Adems, jugbamos pelotaa mano en el frontn, o en la pared que hado sus veces, y solamos montaren bicicleta en lo que hoyes el Pinar de Chamartn, que era propiedad delcolegio. En conjunto lo pasbamos bien, hasta el punto de que nunca envidila condicin de mediopensionista de mi hermano, cuando ingres un porde aos ms tarde y no pudo quedarse interno por rozones de salud. lamedio pensin era un roro privi legio que slo se conceda por alguna raznexcepcional. Enmi clase nicamente disfrutaba de l un compaero, Kirkpatrick 5EGORN 5 1997

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    de cpellido, que luego se hizo militar y form parte del famoso equipo deequitaci6n de lo Olimpiada de Amberes. Te permita dormir en caso y estorms con lo familia, o lo que, en coso contrario, nicamente veas duranteel curso cuando te visitaba los jueves por la tarde o los domingos, o enlas cortos vacaciones de Navidad pues ni siquiera en Semana Santa aban-donbamos el colegio, salvo paro la acostumbrada visita a los Monumentosel Jueves y Viernes Santo, en que ramos llevados a Madrid. Cuando vinomi hermano, mi padre se haba ya trasladado desde vila a capital. Peroyo, aunque echara o veces de menos la vida famil iar , me encontraba a gustoen el colegio.

    isiquiera la disciplina le resultaba excesivamente rgidaa disciplina, en efecto, era severo. Y algunos alumnos se quejobonde las palizas que les propinaban los Hermanos, pues eran stos, y no los

    Podres jesuitas, los encargados de administrar esa clase de castigos. Peroyo nunca tuve la experiencia de un castigo, pues era demasiado buen alumno.Quiero decir que era muy buen estudiante, aunque tal vez no exactamenteun empolln. Pero me gustaba estudiar y sacaba excelentes notas. En la ceremonia de entrego de premios de final de curso, presidida frecuentementepor el ey apenas me daba tiempo a sentarme, pues na haba llegado ami asienta tras recoger el premio de Matemticas cuando ya me estabanllamando para recoger el de Historia, y as sucesivamente.

    onociusted personalmente a lfonsoXBueno s, me daba la mano cada vez que recoga un premio. y no despertaba celos entre sus compaeros tonto premioNo creo. En cualquier caso, mi fama como estudiante se vea con-trapesado por mi absoluto mediocridad deportiva. Y yo personalmente admi-raba, si no envidiaba, el prestigio de mis compaeros deportistas que gozaban, digamos, de una estima social muy superior. Era el caso de Dez olque lleg o jugar en el Oviedo y hasta fue internacional por un solo partido.En ms de uno ocasin me habra cambiado por l.

    Qulecturas recuerdo de sus aos de colegaLas tpicas de un colegio de esa ndole. En el texto de evocacin deNuestra Seora del Recuerdo que usted mencionaba antes, yo aluda o loshazaas de Tom Playfair, un supuesto alumno como nosotros de los jesuitaspero nodo menos que en un colegio de los Estados Unidos. Y aventurasde misiones y cosos as. De vez en cuando caa en mis monos alguna noveloedificante del podre isco y todo lo ms, figrese, algo de Pereda. Ni siquieraa los ms formales de la clase se nos permita leer hasta yo muy mayoresPequeeces del padre Coloma aunque se nos hablaba de ella todo el ratocomo si se tratase de la mejor novela espaolo de los tiempos modernos.

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    Por cierto que el autor del poema que apareco al principio de ese libroel padre Alarcn sobrino del novelista Pedro Ruiz de lorcnera profesornuestro, si bien eso es lo nico memorable que me ha quedado de l. Encambio tuve un profesor de matemticos, cuyo nombre he olvidado quedeba de estar all medio castigado y del que guardo un recuerdo tan gratocomo el de don Luis, el de vila, con el que compart a algunos rasgos decarcter como su inconformismo. Pero volviendo a los l ibros, a mi en cuantoalumno destacado me corresponda oficiar como ledor o las horas de comer,en que lea desde un plpito a mis compaeros de comedor las Memoriasde un francmasn y libros por el estilo. sas eran las leduras que hadamosen el colegio, los libros que se encontraban en la biblioteca de la Divisin.Naturalmente en casa lea otras cosas, desde Edmundo DAmicis, sin dudademasiodo liberal para los gustos de los jesuitas aun si no menos rosceoque estos lt imos hasta Salgad o Jul io Verne. Aunque nos hacan estudiarla,l iteratura clsica no leamos tampoco En este sentido lo enseanza del presumiblemente mejor colegio de Espaa dejaba bastante que desear.

    ampocolean nado de filosofa? N o qu va. Los exmenes estaban controlados por el Instituto de Ense-anzo Media correspondiente, que en nuestro caso era el Cardenal Cisnerosde Madrid y la enseanza de las diversas asignaturas se atena al libro detexto del catedrtico de turno. El de Literatura, por ejemplo lo haba escrito

    don Mario Mndez Bejarano, un seor bastante manitico para quien todolo andaluz era siempre lo mejor y, en especial, si era de Sevilla. A los autoresandaluces les dedicaba as, pginas y pginas, incluso aunque no comulgaracon sus ideas y lo hiciera para meterse con ellos, como ocurra precisamentecon el padre Colomo , que no era santo de su devocin pero s, en cambiosevil lano. Pues bien, en el colegio se nos haca aprender el texto de memoriaaun cuando a los jesuitas les pareciese abominable con tal de que eso nossirviera paro aprobar sin problemas los exmenes de la asignatura. Y algosernejcnte aconteca con lo asignatura de Filosofa, que en el Instituto corrao cargo de don Eloy Luis-Andr, el abuelo de nuestro comn amigo CarlosThiebout. Luis-Andr, que haba oposi tado frente a Ortega a la ctedro deMetafsica de lo Univers idad Central, era discpulo de Wundt, y la psicologawundtiana no les iba ni les vena paro nada a los profesores del colegio.De modo que de nuevo nos hadan aprender su texto de memoria con lonica finalidad de aprobarlo y ni siquiera se tomaban la molestia de con-t rarrestar sus enseanzas con las de lo filosofa escolstica. En r igor porlo tanto, no aprendimos ni uno cosa ni otra. Y la filosofa, desde luego,no entraba particularmente en mis intereses por entonces.

    Usted naci en 1909 el ao de la Semana rgica Y a lo largo desu infancia tuvieron lugar acontecimientos importantes a nivel nacional oISEGQRN15 1997)

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    internacional como la guerra de Marruecos o lo rimer Guerra Mundialites llegaba al colegio algn eco de esa realidad? illegaba, llegaba con sordino. Como lector en las comidas del colegio,en las que excepcionalmente se lean noticias o artculos de peridicos metoc informar del atentado que cost la vida a Eduardo Dato. Y antes, todavaen vila, recuerdo haber ledo a los porteros de la casal que eran analfabetos,todo lo relativo estallido de la Guerra Mundia l. En mi familia se recibala prenso diaria, concretamente el Be y a veces le o a mi padre comentartalo cual acontecimiento. Sobre la guerra de Marruecos, por ejemplo. Perotodo eso estaba en el trasfondo, lo mismo que la posible conflictividad social.

    En la plcido vida del colegio estbamos sustrados a cualquier perturbaciny prcticamente no nos enterbamos de nodo. Tampoco se nos indoctrinabaexcesivamente desde un punto de vista poltico. En todo caso, el antdotocontra futuros males de esa procedencia se confiaba o la formacin religiosa.Quclase de religiosidadles inculcaban?

    E ro un colegio de jesuitas. Junto a formas de piedad ms suaves, comola de la Virgen a cuya advocacin se acoga, coexistan otros de tono untanto tremendista, de acuerdo con lo interpretacin convencional de los Ejer-cicios Espirituales ignacianos, que hacamos coda ao en uno caso de ejerciciosque se encontraba dentro del recinto. No era el tipo de piedad que, andandoel tiempo, iba a parecerme ms satisfactorio. Pero, en algn sentido msprofundo, no todo ero probablemente inautntico en aquella religiosidad ele-mental. Y, por lo dems, a lo largo de mi vida he mantenido o mantengotodava verdadera amistad con sacerdotes jesuitas nado elementales, ni reli-giosa, ni filosfico, ni teolgicamente hablando, como Ramn Ceol, tambinantiguo alumno del colegio aunque no compaero mo de curso, o los tres ss hacia los que he sentido siempre la mayor devocin, o saber, Llanos,DezAlegra y Gmez Caffarena.

    legadoel momento como se despidi usted del colegio?Pues de uno formo sumamente natural, como quien da por cerradoun captulo y pasa sin ms la pgina. Yo haba sido prefecto de lo Con-gregracin de San Estanislao de Kostka, acaparando todos las dignidades

    colegiales, desde Prncipe o Emperador. E incluso, yo en la adolescencia,se me hizo alguno insinuacin por si hubiera en m indicios de vocacinreligioso, coso que, desde luego, no era el coso. Al terminar el colegio, queen los dos ltimos aos del bachillerato haba pasado a ser el tambin delos jesuitas de Areneros de Madrid me propusieron formar parte de la Con-gregacin de los Luises, que agrupaba o los antiguos alumnos y tena susede en la calle de Zorril lo, pero yo estaba yo un poco harto y me interesabanotras cosas, como por ejemplo el descubrimiento que acababa de hacer delo mujer. As que decid pasar lo pgina y respirar, digamos, aire fresco. 8EGORA 5 1997

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    oque diceme hoce pensaren el finalde Nuestro Seora del Recuerdoque por cierto es un texto dedicado o un compaero suyo de ciase el poetaJos Antonio Muoz Roios: usted visito el colegio al cabo de los aos conocasin de /0 festividad del mismo asiste o misa y posea por el iordtn sin-tindose embargar por la emocin pero se resiste o quedarse a la reuninde los antiguos congregantes y guarecerse en el pasado de mo o que optapormarcharse deindok todo atrs

    Eso es. All contaba que uso un reloj de pulsera cuyo segundero tieneel mismo tamao que las otras manecillas y recorre la mismo esfera queellas. Poro muchos el girar incesante de esa aguja genera uno sensacinangustiosa, como de sentir que se escapa el tiempo, esto es, la vida. Peroel reloj es en definitiva como el mundo que cambia vertiginosamente. Y,como el mundo, tambin mi reloj avanza inquieto hacia adelante, dejandoatrs un pasado en que sera demasiado fcil, y hasta engaoso, buscarresguardo. Hasta que, aada, se le rompo el muelle de la vida y se le saltelo cuerda...

    u supuso para usted la nueva vida que emprenda en su iuventud? a lo he dicho, una bocanada de aire fresco. Acab el bachilleratoen 1925. Estaba predestinado a estudiar Ingeniera de Caminos, consideradala carrera de rns brillante porvenir, pero ese verano contraje unas fiebrestifoideas y la convalecencia me impidi comenzar a su debido t iempo lasclases en la academia preparatoria en que haba sido matriculado, de modoque hubo que dar el curso por perdido. En vista de lo cual, me mondaronlo que restaba de ese curso a estudiar francs en Angulema. Pero, entretanto,mi actitud se iba volviendo menos pasiva y o mi regreso decid que na meapeteca ser ingeniero e iba a hacer Letras, concretamente Derecho. Al aosiguiente me encontr, pues, estudiando el curso de acceso universitario aLetras, que era comn a Derecho y Filosofa. La asignatura de lgica endicho curso lo daba Besteiro, con quien despus llegu a tener cierta amistad,cuando pos o estudiar Filosofa, pues viva en la calle de Carranza y mifamilia en la de Sagasta, lo que me permita acompaar le hasta su cosocuando salamos juntos de lo Facultad o ltima hora de lo maana. Pero

    por aquel entonces yo segua sin pensar en dedicarme a la filosofa, cosaque mi padre tampoco habra entendido. Mi familia no era una familia inte-lectual, yo he dicho alguna vez que he sido el primer intelectual de la familia.Y, en aquella poca, yo mismo no tena demasiado de intelectual y lo quems me interesaba era disfrutar de la vida. M padre me compr mi primercoche cuando cumpl dieciocho aos, y dedicaba a pasearme en l casi tantotiempo como a la carrera de Derecho. Tuve; s, buenos profesores de Derecho,como Posada, Jimnez de Asa, Garrigues o Prez Serrano, que serfa luegoel padre de lo Constitucin republicana. Y por mi parte segua siendo unbuen estudiante. Pero, como le deca, frecuentaba tonto o ms el Poseo deISEGORA/15 1997

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    Coches del Retiro, un lugar muy indicado para relacionarse con el otro sexo,que el viejo casern de la calle de San Bernardo. Para introducirme en loque entonces se llamaba la vida alegre cont con la ayuda inestimable deun primo mo por va paterna, mi primo Eduardo, bastante juerguista y muje-riego, con quien iba de noche o cabaretsy viaj por Europa en varas ocasiones.Tambin solamos ir o los correros de caballos o o la pera y al teatro,siempre con chicos, claro. sea que de un nio ejemplar pas a convertirse en un ployboy.A lgo as, ms o menos. Mi estilo de vida cambi un poco en los ltimosaos de carrera, cuando tuve mi primero novia formal, una chica chilena,sobrino del poeta Vicente Huidobro, que viva en lo colle de Santa Engrada,

    muy cerco de lo ma. Pero, s, fueron aos de relativo disipacin. Carecia totalmente de inquietudes polticasNo me apasionaba la poltica, para ser ms exactos. Mi padre eroun hombre de derechas, pero de temperamento liberal. No le escandalizexcesivamente la Dictadura de Primo de Rivera, pero tampoco, a pesar deser monrquico, lo instauracin de lo Repblica. Loverdad esque la Dictadurade Primo de Rivera slo tropez con la oposicin de los crculos intelectuales,y hasta los sindicatos socialistas se mostraron dispuestos o colaborar en mayoro menor medida con ella. A m, que empezaba a experimentar una levepolitizacin como resultado de mi paso por [a Universidad, me pareci mol,claro, el destierro de Unamuno, o quien ya hoba ledo y escuchado en con-

    ferencias. Pero lo Facultad de Derecho estaba bastante menos politizada quela de Filosofa, o lo que no ira hasta despus de acabar Derecho, yo instauradala Repblica, en 1932 En cuanto o sto, la vea con simpata. Mi to Luis,hermano de mi madre, con quien mantuve siempre una muy afectuosa rela-cin, ero republicano y me haba predispuesto favorablemente hacia lo Rep-blica desde tiempo atrs. Pero mis inquietudes polticos no pasaban de ah.Como tompoco posaran, cuando subieron algo de tono al irme a la Facultadde Filosofa, de un republicanismo moderado, orteguiano por ms seas,que era lo que predominaba en dicha Fccultcd.

    moy por qu tom l decisin de estudi r filosofl terminar la carrera de Derecho, trabaj un ao como pasante enun bufete de abogados, lo que no me result muy excitante que digamos.Sin duda bien aconsejado, mi padre me sugiri la oportunidad de ampliarestudios en lo London School of Economics. Pero yo haca algn tiempo quehaba empezado a sentirme atrado por la fi losofa. Haba ledo} como dije,a Unamuno, y asimismo lea a Ortega. s a su condicin de antiguo alumnode los jesuitas, stos siempre me hablaron de Ortega con reservas, con loque no consiguieron sino incrementar m curiosidad por conocer su obra.Por otra parte, estaban los libros que Ortega haca traducir en su editorial

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    de Revista de Occidente. Mi iniciacin en la filosofa contempornea se produjoprecisamente a travs de ellos. Y, en fin, la Facultad de Filosofa de lo Uni-versidad Central, eminentemente orteguiana, ejerca sobre m una seduccincada vez mayor y acab hacindome desistir de lo ideo de irme o Londres.

    moera aquella acultadEra de veros esplndido, aunque yo estudiaba por Ibre y no lleguo implicarme plenamente en lo vida de la Facultad. Tengo en cuenta quepara m la de Filosofa constitua una segunda carrera, empezado a una

    edad l igeramente superior o la media del alumnado. Las clases se impartanyo en lo Ciudad Universitaria, mientras que mi familia se haba trasladadoentretanto a nuestro cosa de lo calle de Velzquez, de suerte que me eramenos cmodo desplazarme. Y, sobre todo haba in iciado a par ti r del aotreinta y cuatro un nuevo noviazgo con la que luego sera mi mujer. Portodo ello, mi asiduidad no era la de un estudiante corriente y slo asistaa los clases que de hecho me interesaban, a lo que coadyuvaba no pocolo f lexibi lidad del llamado Plan Gordo Morente, que ero realmente un plande estudios magnfico. En rigor, codo quien poda programarlos como mejorle conviniera y elegir tanto las materias como sus propios profesores, y nohaba ms que tres exmenes o lo largo de toda la carrera: uno de ingreso,que me ahorr por tener lo licenciatura de Derecho, otro intermedio y elexamen final, en los que nos examinaban representantes de las diversos reasde estudio. Los profesores anticuados y ajenos nuevo espritu de la Facultadlo tenan muy difcil, pues nadie se matr iculaba en sus clases y hasta huboalguno que tuvo que reclutar a familiares suyos a fin de cubrir el mnimode asistencia requerido para poder poner el curso en marcha. En cuantoa dicho nuevo espritu, Ortega era su mximo inspirador y todo giraba entorno a l, a quien flanqueaban, adems de Morente, Zubiri y Gaos. Estencleo de profesores contaba con la adhesin prcticamente unnime delos alumnos, que se hallaban convencidos de que lo que se les enseabano desmereca de lo que se les. podra estar enseando en cualquier otroUniversidad europea de cal idad. Me refiero, natura lmente, a uno filosofade cuo ms o menos fenomenolgico, pues lo fenomenologa era el tipode pensamiento que gozaba de mayor reputacin dentro de lo filosofa con-tinental. Sus clsicos, por otra parte, eran los clsicos que estaban siendotraducidos, con pulcritud y rigor, en Revista de Occidente: Brentano, Husserl,Scheler y dems. Era un ambiente francamente estimulante, que se ajustabaadems o la perfeccin al propsito modernizador que quera Ortega imprimira todas sus empresas. La Iglesia de esos aos, por ejemplo, no dejaba decontemplar semejante ambiente con recelo y tal vez por ello incrust en elplan de estudios una asignatura presuntuosamente llamada de Sociologa,en r igor de Doctr ina Social de lo Iglesia, que desentonaba del resto y carecade todo relevancia. En cambio el ambiente de la Facultad s que canectaba

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    con todo un ambiente de renovocron intelectual artstico literario y hastacientfico no slo filosfico que se estaba gestando en el pas desde losaos veinte. Los estudiantes de filosofa de aquel la Facultad incluso los noimplicados a fondo como yo mismo tenamos conciencia de pertenecer ouna cierto aristocracia intelectual de formar parte de algo as como un clubintelectualmente distinguido.

    ero ese elitismo por otro lado muy orteqoiono no les desconectabaun poco en cambio de la situacn social poltica del pas que se ibaencrespando ms y ms /0 largo de los aos treintaQuizs un poco s. Por lo que hace o los profesores lo desconexinobviamente dependa de cada cual. Morente o Zubir i por ejemplo estabanms profesionalmente absortos en su dedicacin a la filosofa. Pero Ortegatena una declarada voluntad de intervencin en la vida polt ica y Gaos inter-

    vendra en ella con mayor radicalismo que su maestro. Aunque no fue micaso los estudiantes eran o veces an ms radicales tanto si se orientabanhaca la izquierda como si lo hacan hacia la derecho. Y la interaccin entreprofesores y alumnos era de doble direccin. Quiero decir que los primerospodan ir en ocasiones a remolque de los segundos. En la famosa proclamacinde Ortega Delenda est Monarchia influyeron discpulos jvenes suyos comoMara Zcmbrono por ejemplo y otro tanto sucedi con el no menos famosoNo esesto no es estocon que pretendiera rectificar el rumbo de la Repblicapretensin en porte inducida por estudiantes de distinto signo entre los quese contaba por ejemplo Jos Antonio Maravall. Yo no mantena por aquelentonces ninguno relacin con unos ni con otros y poro m como supongoque para la mayora de los alumnos la impronta orteguiana era una improntade moderacin. Lo situacin general en efecto se estaba complicando. Lasizquierdas pecaban con frecuencia de temerariamente imprudentes comoen el amago revolucionario de Asturias. Y los derechas hacan no menosfrecuentemente gala de una cerril obcecacin por no hablar del peligro quesupona el sedar ms intransigente del Ejrcito. Pero ninguna de esos difi-cultades se presentaba como insuperable y yo dira que cotidianamente viva-mos instalados o eso crea yo al menos en una aparente normalidad queno haca presagiar lo catstrofe que luego sobrevino.

    ose era consciente de que estaba fragundose una guerra civilo excluyo que hubiera gente mejor informada o ms clarividente. Perofjese hasta qu punto no ramos conscientes mi famil ia y yo menos

    que el 18 de julio de 1936 tenamos proyectado salir de Madrid hacia SanSebastin de veraneo y que por increble que parezca hicimos el viaje comosi tal cosa sin enterarnos hasta llegar all de lo que ocurra. Cierto es queal cruzar la glorieta de Cuatro Caminos un piquete de milicianos detuvolos dos coches en que viojbamos para proceder o un registro formulario.

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    y que asimismo percibimos alguna agitacin al pasar por Burgos y VitoriaPero no eran incidentes anormales en esta clase de viajes aunque el primeronos alarmara un poco y no les dimos mayor importancia. Eso s cuandoen San Sebastin nos enteramos de que el Ejrcito de frica se haba sublevadocomprendimos enseguida lo gravedad del asunto Y cuando al poco tiempocomprobamos el alcance de la sublevacin comprendimos tambin que porms que durase aquella guerra como de hecho dur la suerte de la mismaestaba echada

    mo re ccion usted nte eso comprob cinSuperado el estupor inicial con lo conviccin de que no me poda iden

    tificar con ninguno de los dos bandos Tambin en esto mi actitud seguasiendo orteguiana Qu hizo Ortega en efecto sino callar y marcharse delpas? la guerra civil desat en el seno de la Repblica una dinmica deconflictos internos que al margen ya de la sublevacin militar la abocabana un catico callejn sin salida como los hechos comenzaron a demostrarbien pronto; pero tampoco era cosa de identif icarse con el Ejrcito sublevadosobre el que al fin y al cabo recaa la responsabilidad de aquel desastrey al que apoyaban entre otros los sectores ms retrgrados de la sociedadespaola En consecuencia Ortega desengaado de sus sueos de moder-nizacin de Espaa opt por sumirse en el silencio y marchar al extranjeroMi padre intuy perfectamente cul era mi estado de nimo y por eso antesde la cada de Son Sebastin me ofreci la posibil idad de irme a Francia:Con tu dominio del francs me dijo no tendrs problemas y yo me encar-gar de atender econmicamente a tus necesidades hasta que te abras cami-no Como sucede con las guerras civiles la nuestra haba dividido a mi.familia Mi padre comprenda que mi actitud no coincida con lo ms derechistade mi hermano quien al da siguiente de entrar las tropas se enrolara comovoluntario en el Requet y sera herido en el frente y condecorado. Pero mepidi en cambio que no me fuese tampoco con los que huan a refugiarseen Bilbao donde adems del Gobierno Vasco se encontraban mis parientesmaternos muchos de ellos nacionalistas Mi to Luis uno de cuyos hijos fueConsejero de Sanidad con el presidente Aguirre estaba all en lo que serael ltimo reducto republicano de la zona y de all a l caer Bilbao marchara[unto con su hijo al exilio a Venezuela Lo mo habra sido tal vez marchara Francia como mi padre vea bien Pero no obstante me qued Param quedarme en Espaa ero quedarme con los mos Adems de mi padretambin haba ido a parar a San Sebastin la familia de mi novia con quienme casara poco despus a comienzos del ao treinta y ocho No me llamabaa engao acerca de lo que entraaba semejante decisin de permaneceren Espaa pues a esas alturas no caban dudas de que lo que se le venaal pas encima era una verdadera dictadura mucho ms dura desde luegoque la de Primo de Rivera Y bueno tambin Ortega acabara regresandoISEGORN15 1997

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    a Espaa, cosa que se le critic, como se le podra haber criticado que semarchara. sas opciones son siempre opciones personales, mucho ms quepolticas. Al regresar, tuvo que acomodarse mejor o peor a la nueva situacin,aun sin dejar de guardar frente a ella una distancia crtica. Pero volvi porquetena aqu sus races, su centro de gravedad. No volvi tanto para seguirhaciendo filosofa, por r s que lo siguiera haciendo, cuanto para vivir aquo, si se quiere, para morir aqu. Los reflexiones que yo me hice eran porel estilo de stos. Y decid quedarme. Con todas las consecuencias.

    usignific oguerra para ustedn un momento dado no mucho antes de mi boda, mi quinta fuemovilizada y hasta llegu a pedir ser enviado al frente de Aragn, con unregimiento de artillera. A pesar de ello, siempre me he vanagloriado deno haber contribuido a derramar una sola gota de sangre de ningn com-patriota. Y cuando algn antiguo combatiente franquista, ms entusiasta desus hazaas blicas que yo, me preguntaba con irr itacin cmo poda estartan seguro habiendo servido en una unidad artillera, tena que adorar queme limitaba a conducir el vehculo de mi batera, con el que, desde luego,nunca atropell a nadie. Por lo dems, tampoco estuve demasiado tiempoen el frente, pues ca enfermo y me mondaron a un hospital de Zaragoza,para devolverme a San Sebastin destinado o servicios auxiliares. la verdades que no estaba hecho para la guerra. Antes de mi movilizacin, habaposado varios meses en el Toledo recin l iberado, como entonces se deca.Mi padre tena la representacin de la Tabacalera en vila y por extensin,

    le asignaron la de Toledo, tras haber causado boja el representante en estociudad, donde se mantena, en cambio, intacto lo plantil lo. omol no podaocuparse de los dos representaciones, me pidi que le echara una monoen Toledo, que era una ciudad casi sin vida, con el frente estabilizado enla otra ori llo del Tajo, y donde apenas tena nodo que hacer, salvo acercarmea uno oficina o firmar papeles o ltimo hora de lo tarde. De modo quecontaba con todo mi tiempo para dedicarlo a leer y meditar, lo mismo queo mi vuelto desde Zaragoza a Son Sebastin. Lo guerra, poro m, supusouna especie de retiro espiritual, que se prolongara en lo inmediata postguerrahasta finales del cuarenta y uno, pues, debido a un diagnstico errneo,me hube de instalar en el campo por un larga temporada paro curar deuna supuesto tuberculosis. Durante ese retiro se acentuaron mis preocupa-ciones filosficos, dobladas con una fuerte intensidad de preocupaciones reli-giosos. omole digo le mucho, desde Son Juan de la Cruz a Kierkegaard.y hasta pude empalmar esas lecturas con la onda fenomenolgico de mistiempos de estudiante a travs de libros como santo de Rudolf Otto, que,aunque era ms bien un autor neokantiano, haba sido traducido en evistade Occidente y haca algo as como una fenomenologa sui generis de loreligin. De esa poca data tambin mi apasionamiento, que alguno vez ISEGORN15 1997

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    he reconocido cuando ya se haba apagado un tanto, por la obra de MaxScheler, que para m era preferentemente el Scheler l timo, o penlt imo,llevado o interesarse por el problema de la religiosidad a raz de su pasajeraconversin al catolicismo. En Espaa ese Scheler fue principalmente conocidoa travs de su discpulo Poul Ludwig l cndsberq un judo que vino o la Uni-versidad de Barcelona en los aos treinta huyendo del nazismo y entr encontacto all con Joaqun Xirau y los entonces jvenes filsofos que trabajabancon l, como JosMara Cclscmiql, a quien usted conoci bien. En resumidascuentas, no slo tuve t iempo paro leer, sino poro empezar a reflexionar porm mismo, aunque sin ser tal vez demasiado consciente de que lo estabahaciendo. omohe escrito alguna vez empezaba a filosofar, pero un pocoa lo Monsieur Jourdain cuando hablaba en prosa sin saberlo. Esosignificaronpara m los aos de la guerra y los inmediatamente siguientes, aos de reco-gimiento. Imagino que era mi manera de digerirla y de sobreponerme oella.

    nsusMemorias y esperanzas spoolos usted describe ese movimientode repliegue previo a su madurez como un movimiento en cierto modoinverso al del despliegue que supuso el comienzo de laiuventodn realidad, ambos momentos, o ambos movimientos, secomplementany se exigen mutuamente, como lo sstole y lo distole, los contracciones ylas dilataciones del corozn. Lo que sucede es que el repl iegue, y la soledad,se prolongaron esos aos ms de lo que lo hubieran hecho en circunstanciasnormales. Adems de la supuesta enfermedad, que me oblig a adoptar

    un rgimen casi de sanatorio, haba sin duda otros razones para que asocurriera, como cuento en ese libro. Por ejemplo, una cierta sensacin deinseguridad, una timidez invencible o que tard mucho en vencer, si algunovez lo venc del todo Escriba mucho por entonces, pero no llegu a publicaresos escritos, que desaparecieron hoce tiempo, y hasta me persuad de quemi actividad intelectual era un asunto privado y que no tena mucho sentidotrotar de hacerlo pblica. Esta lt ima posibi lidad lo vea como sentenciadade antemano a la frustracin o, ms exactamente, lo afrontaba con enormedesgano. En cornbio, me sumerg profundamente en mi nueva vida familiary en lo idea de fundar un hogar. Nuestro pr imer hijo haba nacido en SanSebastin, antes de terminar la guerra, y lo esper y dese con no menosilusin que mis padres o m. uando la guerra finaliz, nuestra cosa deMadrid estaba inhabitable. Haba sido saqueada en los primeros momentosdel levantamiento militar, como muchos otros del burgus barrio de Salamancacuyos dueos se encontraban de vocaciones ese verano, y luego sirvi poroacoger en condiciones de extrema precariedad a decenas de fami lias eva-cuadas de los frentes, con motivo del avance de las tropas que cercaronla capital. Nos instalamos, por tanto, en nuestro finca de la dehesa de ElCerezo, en las cercanas de vila, un lugar tranquilo y propicio al intimismo. EGORN 1997

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    JavierMuguerza

    A Madrid a la casa de Velzquez, no nos trasladamos hasta que estuvorestaurada. All iran naciendo el resto de mis hijos y tambin mori ra mipadre, lo que fue p ara m un golpe muy duro. A la reclusin familiar contribuatambin el sombro panorama de lo v id a espaolo de la postguerra. Au nq uenosotros no sufrimos estrecheces, no ero posible permanecer ajenos a lossufrimientos, de todo t ipo, de tantsima gente. Slo muy poco a poco la inti-midad de la familia se fue abriendo a la de un reducido crculo de amigos.En cuanto a m, la soledad intelectual fue en los primeros t ie mp os absolutay me senta completamente al margen de la vida del pas. Lo guerra habamarginado a miles y miles de espaoles. A muchos, incontables, los habamarginado de lo vida misma, arrebatndosela. A otros, los margin erren-cndolos de su formo de vida habit ual , arrastrndoles al exilio o a la crcel,o privndoles del ejercicio de su profesin y su trabajo con depuracioneso sanciones de diverso gnero. Pero ni siquiera quienes nos encontrbamosen el bando de los vencedores, por hablar en esos crueles trminos, podamossustraernos al peso de la tragedia. Yen mi coso yo le he explicado las rozonespor las que me encontraba en ese bando. De modo que tambin yo mesenta marginado aun cuando en condiciones incomparablemente ms favo-rables que las de tontos otros. Pero me senta realmente marginado confinadoen la vida privada. Como lo tengo escrito, pensaba que en la vida pblico,a la que uno no puede renunciar sin mutilarse, no haba lugar poro m.Es decir, tena ms o menos oscuramente lo conciencia de que estaba dems. s s eran los razones lt imas del repl iegue de que estomas hablando.

    erousted lentamente empieza a asomarse a esa vida pblica a publi-car: hablemos de su primer libroAlgunos piensan todava que mi primer libro fue La filosofa de EugenioO Or5 Pero, en rigor, no es as. El primer libro que escrib con volunt adde publ icarlo fue un libro sobre Son Juan de la Cruz, terminado de redactoren 1943 per o que, sin embargo no dar a a conocer hasta mucho ms tarde,como estudio introductor io a una edicin de sus obras. Lo haba escrito por opresentarlo a un certamen nocional sobre lo espirituali dad de San Juan dela Cruz, convocado un ao antes y declarado desierto al cabo de otros tres,tras haberse ampliado el plazo de presentacin, tal vez para que alguien

    de algn peso pudiese concurrir a l, cosa que, finalmente, no debi desuceder. Yo ero un perfedo desconocido y mi texto o no lo leyeron, o nolo entendieron, o no les gust, de modo que, como el concurso era un concursonocicnol, me sent nacionalmente descalificado. Entretanto, yo haba obtenidoya otro premio en un concurso literario convocado en Elche sobre l pen-samiento filosfico de Eugenio D Ors. Yo ero lector de rsdesde antesde la guerra, de las Glosas que publicaba en ElDebate y que luego siguieronpublicndose en los peridicos de la llamada zona nacional durante aqulla,una de los pocas cosas que se podan leer en la prensa de dicha zona,

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    as como en la de la postguerra Como he escrito alguno vez vea en lal malogrado mattre penser de uno derecho civilizado desgraciadamenteinexistente en nuestro pas El texto mo premiado en 1944 se public alao siguiente en la revisto Escorial po r recomendacin del propio don Eugenioo quien le gust mucho hasta el punto de dedicarle varias Glosas elo-giossimas Incluso lleg a jugar po r algn tiempo con el equvoco de queAranguren pudiera ser en realidad un heternimo suyo Cuando le conocpersonalmente a raz del premio me insisti en que ampliara aquel opsculohasta convertirlo en un libro que es el que apareci po r fin en 1945 pocodespus del anticipo de Escorial se fue pues mi primer libro publicadoyo que no el primero que escrib

    on ese motivo entr usted en uno relacin personal con D Ors. uefue decisiva para m Aparte del afecto que le cobr me converten visitante semanal de su casa y contertulio de los reuniones que all secelebraban con asistencia de numerosos escritores de algunos de los cualesme hara amigo Antes de eso yo no conoca apenas a nadie de aquel mundointelectual y viva sumamente retrado Poro mi gusto tal vez dicho ambienteresultase excesivamente mundano pero contribuy qu dudo cabe a romperm aislamiento D Ors que ero un gran conversador dominaba con su per-sonalidad aquellas sesiones lo que con todo probabilidad no le desagradabaPero contra superficiales apariencias no era un hombre pagado de s mismoni infatuado sino consciente de sus limitaciones que no haca consigo unaexcepcin del ejercicio de su proverbial irona Recuerdo que cuando Ortega

    regres o Espaa coincidi alguna que otro vez con D Ors en reunionessociales Ortega nunca se tom demasiado en serio filosficamente a D Orscoso que o ste no poda posarle desapercibido aunque yo no sabra decirsi verdaderamente le morti ficaba El coso es que uno tarde en que Ortegahaba permanecido ms bien circunspectamente silencioso mientras D Orsdaba rienda suelta o sus ocurrencias a lo largo de lo tertulia alguien quisohalagarle dicindole en un aporte cuando Ortega se hubo ido: Hoy maestroha eclipsado usted a do n Jos Ortega y Gasseh o lo qu e D Ors responderacon zumbona modestia haciendo un guio a su interlocutor: Es que ysabe usted desplazo mayor tonelaje Por lo dems el brillante ingenio deD Ors sabo ser malicioso y hasta mordaz cuando quera y a veces cuandono quera pero nunca con quienes respetaba y desde luego no con los quetena po r sus amigos Conmigo y aun cuando ero una persona en el fondomuy reservado que haba incluso teorizado la preservacin de su intimidadfue siempre extraordinariamente afable

    En la tertulio de D Ors y tambin a travs de Escorial conocera usteda los que pasaron a ser entonces sus amigos generacionales: Vivanco Rosalesy Panero adems de Jos Mara Yalverde y tambin Pedro Lan y DionisioRidrueio etctera.

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    JavierMuguena

    Al l y en las reuniones que asimismo tenamos en casa de Juana Mord.Valverde ero el benjamn del grupo de poetas integrado, junto con l, porlos tres primeros. Pero, por su edad, no perteneca o nuestra generacin. a /lomada generacin del treintay seis.-Bueno yo siempre me he mostrado reticente con el concepto orteguianode generacin, pues el criterio ms adecuado para delimitar una generacinno me parece que haya de ser la edad de sus miembros, sino ms bienel acontecimiento o conjunto de acontecimientos que marca a dicha gene-racin. As entendido aquel concepto, creo que s, que acaso tenga sentido

    hablar de una generacin del treinta y seis. Slo que, en nuestro coso lageneracin del treinta y seis abarcara a cuantos fueron marcados por laguerra civil, incluidos, por consiguiente, y con tonto o mayor motivo, quienesse hallaban tras lo guerra en el exilio.s era la actitud que subyaca a un sonado artculo que publicarausted ya en los aos cincuenta sobre /0 necesidad de recuperar o lo inte-lectualidad del exilio. Pero si le parece vamos a ocuparnos antes de susamigos falangistas los que usted ha llamado cfa/angistas liberales. riabtausted mantenido alguna relacincon la Falange durante su etapa universitariacon anterioridad a laguerra civil

    No ninguna, aunque podra haberlo hecho si hubiera participado msintensamente en la vida estudiantil de la anteguerra. Fuera de la Universidad,en el terreno propiamente poltico, la Falange no pintaba nado. Su fundadorJos Antonio Primo de Rivera sonaba, claro, un poco ms por el hecho deser hijo del General, pero los falangistas, jonsistas y dems no pasaban deconstituir grupsculos excntricos, ms o menos mimticos del fascismo euro-peo. Ahora bien, en la Universidad los haba que se sentan incluso prximosa Ortega lo que no quierenecesariamente decir que Ortega se dejara quererpar ellos, aunque a veces pudiera producir esa impresin. No olvide ustedque el propio Jos Antonio Primo de Rivera invocaba el magisterio de Ortegani que Ramiro Ledesmo Ramos haba colaborado en la Revisto de Occidente.Nuestro buen amigo Jos Antonio Maraval l, a quien antes me refer, podrahaberle informado mucho mejor que yo de todo esto, pues l s tuvo algncontado con dichos sectores estudiantiles. Mi primer contacto con ese falan-gismo que cabra apellidar de liberal no se produjo hasta despus de laguerra por las vas que estamos recordando. Perosi su liberalismo se entiendeen un sentido amplio, que podra lindar en uno de sus extremos con el libe-ralismo conservador y cuyo contrapolo sera, en el otro extremo, un falan-gismo, digamos, de izquierdos, creo que en efecto, no sera inapropiadohablar de un falangismo liberal. A diferencia de otras familias del Rgimende Franco, comenzando por lo Falange totalitaria con la que algunos deellos haban coqueteado, aquellos falangistas queran entenderse con un don

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    el prendiz je l m gisterio de l insumisin

    Gregorio arano con el propio Ortega y susdiscpulos como Julin Marfasque no estaban bien vistos justo porque se les tenfa por liberales. Y tambinhaba en ellos aun si confusamente a veces una cierta voluntad regene-racionista y modernizadora as como la intencin de rescator determinadastradiciones intelectuales oficialmente proscritas como la Institucin Libre deEnseanza o la Generacin del noventa y ocho. Naturalmente corran elriesgo de verse instrumentalizados en ese empeo por el Rgimen o cuandomenos por los responsables ms inteligentes de este ltimo. Pero tambinms tarde cuando el Frente de Juventudes o el Sindicato Espaol Universitariodieron por algn tiempo olbergue a un difuso izquierdismo falangista el Rgi-men pudo utilizar a esos organizaciones como una especie de vlvula deescape paro los inquietudes de las jvenes generaciones. En cualquier casoeso era todo lo que haba en lo Espaa del momento una vezque las autnticasizquierdas y hasta la mismsima oposicin rnonrquicc se convencieron deque el final de lo Segunda Guerra Mundial no iba a traer consigo la remocindel General Franco que seconsideraba inamovible. Lo que esms importanteel falangismo liberal se manifestaba sinceramente dispuesto a laborar porla superacin de los heridas de la guerra civil. En alguna ocasin yo discrepamigablemente de Dionisio Ridruejo a propsito de lo que l denomin loconciencia integradora de nuestra generacin pues me pareca que otorgabaun protagonismo excesivo a nuestro grupo generacional en el que yo mismono me acababa de sentir plenamente integrado. Por otra parte comenzabaa ver con creciente escepticismo lo posibilidad de llevar a cabo aquel proyectodestinado a chocar frontalmente con lo que era la esencia del franquismoa saber el designio de mantener o toda costa el espritu de la guerra civilo mejor dicho de mantenerse en el poder gracias a l. Pero de lo sinceridadde Ridrueio y sus amigos falangistas liberales no dud nunca aun cuandoentreviera que cualquier intento de hacer evolucionar al Rgimen de Francodesde dentro estaba al menos por aquel entonces condenado al fracaso.El lt imo de esos intentas en el reducido 6mbito de la Universidad serfoel del Ministerio de Educacin de Ruiz Gimnez con el que colaboraranentre otros falangistas liberales Pedro Lan y Antonio lavar Y ya sabemoscmo acab. Cuando con ese y otros motivos el fracaso se hizo evidentelos falangistas liberales supieron reconocerlo y rectificar anteponiendo susactitudes liberales a su pasado falangista aun al precio del ostracismo polticoy hasta del exilio interior cuondo no el exterior. caso de Ridrue]o fue eneste sentido ejemplar. Pero en los aos de que hablamos tales acontecimientosquedaban lejos todava. Mis discrepancias con ellos cuando los hubo fueronsiempre amistosas por la sencilla razn de que la relacin que mantenamosera tambin de amistad y no poltica ni siquiera ideolgico. Ello rezaba espe-cialmente para con el grupo de las poetas mencionados y lo amistad estabapor encima de los encontronazos por motivos polticos que se dieron a vecesentre nosotros como el que por mi parte tuve con Leopoldo Panero queISEGORIA/15 1997

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    Javier uguerza

    ero hombre de carcter difcil, o propsito de uno gira potico por Hispanoamrica que en mi opinin constitua una accin de propaganda oficiollsto.Pero, ya ve, eso no impidi que aos despus me dedicara un poema. Encualquier coso, nuestros cominos divergan. Y alguna vez he recordado quecasi por los mismas fechas en que l contrapona su Canto personal al Cantogeneral de Neruda, yo vioiobo con la imaginacin a Amrica para iniciarel dilogo, a mi juicio inaplazable, con los intelectuales espaoles exiliados,que es lo que pretend con el ensayo sobre La evolucin espiritual de losintelectuales espaoles en la emigracin a que usted haca alusin.

    uacogido tuvo en Espaa yen Amrica eso propuesto de dilogo?Sobre la acogida en Espaa, quiero decir, en lo Espaa oficial, nopoda hacerme demasiadas ilusiones, como lo prueba el eufemismo del propiottulo, que ero una concesin por anticipado o lo censura, pues la simplemencin del exilio resultaba intolerablemente malsonante y slo a lo largodel texto me permit introducirle. El artculo aparecera en Cuadernos is-panoamericanos que era una publicacin dependiente del Ministerio de Asuntos Exteriores. Pero, antes de que apareciera, me llam a su despacho elentonces ministro de Informacin paro pedirme que lo retirase. La entrevistacomenz de manera cordialsima, con la propuesta por parte de l de quenos tuteramos y todo clase de circunloquios prevas, mas cuando seconvencide que me mantena en mis trece y no haba nodo que hacer, la conversacinse hizo tensa, abandonamos el tuteo y la coso acab con uno despedidaglida. La tesis de mi artculo era que, aunque separados por lo guerra civil,

    los intelectuales espaoles continubamos formando uno nico comunidady no podamos ignorarnos mutuamente ni perseverar en la incomunicacin,pero hgase cargo de que en aquellas fechas, todava en 1953 los exiliadosy, de modo sealado, los intelectuales exiliados constituan oficialmente loAnti-Espaa. Entre estos ltimos, en cambio, la acogida de mi artculo nopudo ser ms favorable. Hubo uno respuesto colectiva} con un montn defirmas, que se publ ic en Cuadernos Americanos de Mxico, y recib entraables testimonios personales de Juan Ramn irnnez Amrica Castro, Claudia Snchez-Albornoz, Francisco Ayala, Juan Marichal y muchos otros. Deentre los filsofos, respondieron muy positivamente mi antiguo profesor JosGaos, Mara Zambrano, Juan David Gordo Boceo, Jos Ferrater Moro etctera. Como es lgico, aqu no se supo nodo de esa reaccin, salvo, es desuponer, en los alturas oficiales, donde estoy seguro de que no hizo ningunogracia.

    Ustedse estaba convirtiendo ya en un personaje molesto Pero la malafama vena de ms atrs pues en tonto que intelectual catlico hobtaestado publicando en Correo Literario, desde 1949, una serie de cola-boraciones que seran luego recogidas en el libro Catolic ismo da tras da ISEGORA/15 1997

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    de 7955. Cmo cay este libro en el ambiente del catolicismo espaol dela poca?Enlos medios, digamos, nacional-catlicos, en que sin dudo est ustedpensando, cay como un tiro, aunque los sectores incipientemente renovadoresdel catolicismo espaol le prodigaron una esperanzadora recepcin. No hoyms que comparar los reacciones de dos revistos catlicas, ambos de Barcelona pero de contrapuesto significacin, como eran Cristiandad por unlado, y Ciervo por el otro. En rigor, el libro se hallaba concebido comoun honesto ejercicio de accin cotlicc y prolongaba mis inquietudes religiosas del perodo de la guerra y la postguerra. En alguno ocasin he reconocido que, o lo largo de ese perodo, experiment un fervor rel igioso comoluego no he vuelto a experimentarlo nunca. Y mi actitud crtico frente o loreligiosidad oficialmente imperante, incluido el nccionol-cotolicismo, no

    pasaba de morigerada. De ah que yo mismo sintiese lo necesidad de distanciarme coba de los aos de ese libro, que es lo que de algn modotrat de hacer en mi Contralecturo del catolicismo de finales de los setenta.Pero los circunstancias, obviamente, eran muy diferentes en los cincuenta,como tambin lo era mi manera de considerarme catlico o, sin ms,religioso.En cualquiercaso Catolicismo da tras da tuvoproblemascon lacensuraeclesistica como ya 05 haba tenido el libro tres aos anterior Catolicismoy protestantismo como formas de existencia, a pesarde su carcterms terico

    on ese libro, en cierto sentido, fue an peor, a pesar de que, comousted apunta, no era precisamente un texto destinado al consumo popular.Concretamente, la concesin del nihil obstat en 95 le acab costando alpadre Ceal un destierro a Chile, impuesto por su Orden al cabo de variosaos. Eso y al parecer, su part icipacin en las Conversaciones Catlicasde Gredas, que tampoco eran, la verdad, como para alarmar a nadie, salvopor la presencia en ellas de gente como yo.Pero uno s se explica que Catolicismo y protestantismo, en razn us-fomente de su envergadura terica causase alarmo en aquel ambienteLo alarmante, en todo coso, sera el hecho de que en l se hablaba

    del protestantismo con naturalidad y sin demasiados aspavientos, ademsde con algn conocimiento de causa. Muy poco gente se haba tomado entrenosotros la molestia, por ejemplo, de leer a Lutero de primera mano. Dehecho, el nico lugar de Madrid donde se podan encontrar sus obras erala biblioteca de la Casa de los jesuitas de lo calle de Pablo Arando, adondeestuve yendo o diario a trabajar durante bastante tiempo. Lo que o m meinteresaba en ese libro ero la contraposicin entre dos modos de entender,y de vivir, el cristianismo, segn que el talante de uno y otro, del catolicismoy del protestantismo respectivamente, as como la situacin histrica que

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    condiciona a ambos talantes colectivos, permitiesen la instalacin del creyenteen una forma de existencia presidida po r la serenidad, el equilibrio la armonao abocado trgicamente a la angustia y la desesperacin, Concretamente,lo que contrapona yo all eran los llamados catolicismo culturcl y protestantismo existencial, El catolicismo cultural, que poda ejemplificorse enD Ors pero se emparentaba con el catolicismo clasicista litrgico de unRomano Guardini o con el tipo de espiritualidad di fundido desde la abadabenedictina de Mara Laach, haba adquirido cierta boga en el crculo delo revista Escorial y predominara tambin en las Conversaciones Catlicasde Gredas antes aludidas. Yo mismo, durante una breve estancia como becarioen el Instituto Luis Vives del Consejo de Investigaciones de Madrid habatraducido para m la obra de Guardini Geist der iturgie y ledo otras suyas,que congeniaban bien con el Glosario y dems libros de D Ors pero aquelcatolicismo demasiado luminoso, que consagraba el primado del lgos sobreel thos poda en el fondo resultar ms catlico que autnticamente cristiano,comenzaba a empacharme un tanto, sobre todo al contrastarlo con el crist ianismo de un Kierkegaard, que ejemplificaba a mis ojos el protestantismoexistencial. A Kierkegaard, ms luterano que el propio Lutero, me haba acercado a travs de Unamuno o de algunos telogos protestantes contemporneos sobre todo, a partir de la lectura del Sein und Zeit de Heidegger,en un ejemplar que me haba trado de Alemania mi pr imo Flix, otro hijode mi to Luis que se haba quedado en Espaa, eiernplor correspondientea lo quinta edicin de la obra, de 1941 la primera, po r cierto, en la quehaba desaparecido ya la dedicatoria a su maestro Husserl. Mi pensamiento,sin embargo, segua siendo catlico, aunque, eso s, llegu o la conclusinde que no haba un talante catlico ni una situacin histrica catlica privilegiados, puesto que, como escribira, el catolicismo no era asunto de ontropoloqlc ni de historia sino de gracia }, y desde luego no caba reducirloa una forma cultural. Del cruce, pues, de la pareja de conceptos catolicismocultural-protestantismo existencial vena a salir mi propia posicin, que cabracaracterizar como un catolicismo existencial, ejemplificado a lo largo delo historia por uno serie de testimonios vivos que discurren desde San Agustna Simone Weil. Recientemente, en unas conferencias que di sobre mi viday mi obra y que se van a publicar en uno revista que usted dirige, ustedme pregunt si mi concepcin del catolicismo existencial no era tambin enun cierto sentido pascoliana. Le respond con alguno vehemencia que no,pero era ms que nada por hacer un guio amistoso a un muy queridocolega jesuita all presente. Y no me cabe duda de que Pascal, a quien heledo sobre quien he escrito, habra de figurar tambin en aquella lista.

    omoquiera que sea ese catolicismo existencial no se acomodabademasiado fcilmente al catolicismo tradicional espaol esencialmente con-trarreiormista en consecuencia antiprotestante par definicin8EGORN 1997

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    Porlo que a m respecto, me precio de conocer un poco a fondo laEscolstica tarda espaola, as como otras variedades del pensamiento dela Contrarreforma que es un pensamiento impregnado siquiera sea rece-tivamente, del espritu de la Reformo y que, en cualquier caso, no se agotoen el antirreformismo. Lo que sucede es que el cotolicisrno tradicional espa-ol, profundamente ignorante, se enfrent siempre al protestantismo con laexclusiva finalidad de refutarlo } y no de comprenderlo y quien no compartieseesa actitud tena que ser paro l por fuerza un filoprotestcnte. Eso explicalas acusaciones de ser un protestante emboscado, y qu s yo cuntas otras,que llovieron por ese motivo sobre m.

    Catolicismo y protestantismo como formas de existencia podra pasarpor un libro de filosofa de lo religin no es as? pero su siguiente obraEl protestantismo y la rnorol, de 954, constitua bien una pieza dehistoriade las ideos ticas o simplemente de tica

    i aproximacin a lo tico se remonta o los cursos de Xavier Zubiride esos aos, impartidos como se sabe, al margen de la Universidad. Yohaba sido su alumno antes de la guerra y guardaba un gran recuerdo desus clases, pero haba tardado algn tiempo en retomar mi relacin conl, una relacin que se volvera luego muy estrecha y perdurara en definitivo,hasta su muerte. Si he tenido un maestro en filosofa, ese maestro fue Zubi ri .Por lo dems, Zubiri slo se ocupara de la tico oblicuamente, desde suinters por problemas antropolgicos y, en ltima instonco, metafsicos. Perosu enfoque de los mismos suscitaba problemas ticos que a m me parecieronacuciantes. Y, de hecho, uno de los primeros textos de tico si no el primeroestrictamente tol, que publiqu sera un breve ensayo titulado Zubiri y loreligiosidad intelectual, aparecido en el Homenaje a X. Zubiri que edi t en1953 la revista Alcal Una de las cuestiones que a m ms me acuciabanen mis primeras incursiones en el terreno de la tico era precisamente elde la conexin entre esta lt ima y la religin. Pero esa cuestin, bajo la formade una tensin entre moral y religin, era la que atravesaba de principioa fin mi libro sobre protestantismo y lo moral En l estudiaba dicha tensintomando como punto de partida la teologa occamista, paro cuyas impli-caciones ticas me centr en la obra del f ilsofo medieval Gabriel Biel, taninfluyente en Lutero y del que ya me haba ocupado en mi tesis doctoral,embrin de este libro. A cont inuacin proceda a contrastar los posicionesal respecto de Lutero y Colvino o del luteranismo y el calvinismo para serms exactos, en los que la tensin conduce o bien a alzaprimar luteranamentelo religin sobre la moral en un extremo, o bien a una disolucin eticistade la religin, como ocurrir a , en el otro extremo, con la secularizacin dela moral calvinista. En el curso de mi repasa de la histor ia del protestantismobajo esta luz me ocupaba tambin de Kont, como ya haba hecho en milibro anterior. Y conclua con una alusin a la tensin entre moral y religinISEGORA/15 1997 7

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    en el pensamiento contemporneo y en concreto, o su presunta resolucinen el atesmo. Lo causo ocasional de que me decidiera a dar a la imprentaestos reflexiones fue una conversacin can Pedro Lan, a la sazn Rector dela Universidad de Madr id, en la que me animaba a presentarme a la ctedrade tica, que llevaba vacante diez largos aos, desde la muerte de don ManuelGorda Morente.

    Qu le pareca usted la idea de retornar como catedrtico suantigua acultad de ilosofan principio, la idea me haca ilusin, si quiere que le diga la verdad.Pero, por otra parte, me constaba sobradamente que lo situadn de la Facultad, deteriorada hasta extremos increbles, ya no tena nada que ver conla que conoc, lo que me produca a la vez tristeza y desazn. Ortega, elrepresentante por antonomasia de la antigua Facultad de Filosofa, muri

    el 18 de octubre de 1955, justo el da antes del comienzo de mis oposiciones,y no puedo olvidar la pesadumbre con que march de su entierro directamente acto de constitucin del tribunal y de presentacin de los opositores.

    mofueronesas oposicioneso ctedra en juego ero una ctedra de ticoy Sociologa, denominacinesta ltima de la asignatura de Doctrino Social de la Iglesia que exista desdeantes de la guerra y cuyo t itular haba sido don Severino Aznar. omo ledije antes, a m esa asignatura, as concebida, no me haba interesado loms mnimo, pero la sociologa en smisma sque me interesaba. Sin embargo,

    la mixtura de tica y Sociologa, esto es, la fusi6n de ambas ctedras, nopareca obedecer a otras razones que las presupuestarios o, en el mejorde los casos, a la vieja divisin escolstica de lo tico en tica personal ytica social. En cuanto o las oposiciones, fueron bastante reidas, al menosa iuzgar por la incertidumbre del resultado, que se mantuvo hasta el ltimomomento. tribunal lo componan los profesoresZarageta, GmezArboleyo,Legaz, Font y Puig, y Arellano. A mf me votaron los tres primeros, pero comoel presidente del tribunal, que era don Juan Zarageta, votaba despus queel resto de sus miembros, fue a l a quien le toc6 deshacer el empate quearrojaba hasta entonces la votaci6n. Zarageta, como se sabe, era famil iarde Zubiri, por quien senta uno gran admiracin. Y me imagino que la opininde Zubiri debi6 de pesar lo suyo en el voto final de Zarageta. omotambinestoy seguro de que inf luy6 decisivamente en la actitud de G6mez Arboleya,introductor en Espaa de la teora sociol6gica, que se consideraba filosficamente discpulo suyo, y hasta en la de legaz que, como filsofo del Derecho, entroncaba ms o menos de lejos con Ortega a travs de su maestroec sns Siches. Zubiri, desde luego, se volc6 en mi apoyo, un apoyo queno tena precio, pues, a-unque estaba fuera de la Universidad, su autoridadintelectual era indiscutible. Y lo que ms le agradec es que dicho apoyo ISEGOR[A/15 1997

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    otorgaba a mi presencia en la Universidad, yo l a labor que en ella meaguardaba, un cierto sentido de continuidad filosfico que, interrumpida porla guerra, me corresponda de algn mo o tratar de preservar.i Pero por lo que se refiere a la filosofa moral iba a corresponderlealgo ms que eso En la obra de Unatnuno de Ortega o del mismo Zubirino faltan 5 preocupaciones ticas pero la tica como tal no hobia sidoexpresamente tematizada entre nosotros hasta la aparicin de su Etica en1958 tres aos despus de obtener usted lo ctedra Qu representa estelibroen el conjunto de su produccin? n realidad, se trata simplemente de la Memoria de Ctedra que hubede preparar poro los oposiciones y supongo que se le nota su adscripcina ese peculiar gnero literario. Pero, en rigor, no tuve que hacerme demasiadaviolencia para conseguir eso sntesis, pues, como se echo de ver, Zubiri seencuentra muy presente o lo largo de sus pginas y desde l caba volver

    la vista fcilmente tanto a Aristteles o la Escolstica con maysculas, y nola simplificadora vulgarizacin neotomista de la misma que pasaba en aquellosfechas por filosofa acadmica, como a Ortega o Heidegger. Por ejemplo,la tica que haca ma en dicho libro podra ser aristotlicamente caracterizadacomo una tico del bien, lo fel ic idad y los virtudes, pero tambin lo podraser como una pieza de tico existencial, Y, aunque no dejara de concedertoda la importancia que el caso requera al objeto material de la tico, queson, como la tradicin nos ensea, los actos, los hbitos y el carcter, param ero an ms importante la asuncin existencial, a lo Kierkegoord, de latotal idad de la vida en su sentido o travs de ciertos actos privilegiados,como vendran a serlo, echando m no ahora de Zubiri, el siempre o deuna vez por todas, en tonto que acto definitorio, o la hora de la muerteen tanto que acto definitivo. Pero mi mayor deuda para con Zubiri , desdeun punto de visto tico, provena all de su distincin entre moral comoestructuro y moral como contenido) que, partiendo de la idea orteguianade la vida humana como quehacer, subrayaba una decisiva particularidaddel hombre a saber, la de que ste, por tener que hacerse una vida queno le viene ya hecha coma al onimol, es estructural o constitutivamentemoral y salvo en casos patolgicos no le alcanza la posibil idad de ser amoral,por ms que luego pueda optar por esta aquella mor li y hasta poresta o aquella inmoral idad, es decir, por tales o cuales contenidos moraleso inmorales. De acuerdo con lgo que antes he apuntado, el de Zubiri eraun pensamiento eminentemente metafsico y la teora del bien o la real idadbuena sehallaba subordinada a lo metafsica o filosofa primera que consistaparo l en una teora de la realidad, aun cuando entendiese semejante subor-dinacin en un sentido harto ms sobrio que el de la Escolstica tradicionaly no llegase tampoco a tanto como Heidegger, para quien la tica acabarasiendo indiscernible de la ontologa. Y, a tenor de ello, mi propio enfoqueISEGORiN15 1997)

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    vier l l f u g l ~ e n

    de la consideracin estructural de la moral resultaba a su vez ms metafsicode lo que pasara a serlo con posterioridad. En cuanto o los contenidos delo moral, Zubiri tenda a pensar que stos, como en su caso, le habrande ser suministrados creyente por sus convicciones religiosos, que es loque por mi parte recoga en mi tesis de la apertura de lo tica a la religin,aunque dndome cuenta con el tiempo de que, en los modernos sociedadessecularizados, las fuentes de la moralidad se han diversificado y lo moralconcretamente vivida, a lo que en el libro se prestaba una gran atencin,presento una complejidad extraordinaria. Por lo dems, tambin me interesabaofrecer, aunque fuera indirectamente y al hilo de los problemas por m tratados,una visin panormica de la teora tico del momento, de varias de cuyoscorrientes entonces ms actuales me ocupaba por extenso y hasta creo habersido uno de los primeros en darlos a conocer en nuestro pas.

    uando su libro apareci usted llevaba ya tres aos en /0 ctedrade tic y Sociologa or cierto que tom posesin de el/a poco antes deconcluir 79 y a/ por de meses escosas tuvieron lugar los sucesos uni-versitarios de 79 6 que marcaran en cierto modo un hito en lo historiode fa Universidad boio el franquismo Qu impresin le produlo la Uni-versidad que se encontr? Los sucesos del cincuenta y seis culminaron con el brusco cierre delparntesis abierto por Ruiz-Gimnez y su equipo, que, como antes comentbamos, representaba el techo de la liberalizacin universitaria posible, porencima del cual ya no caba subir una pulgada o menos que el proceso

    se viese acompaado de reformas polticas a las que el Rgimen de Francono pareca dispuesto a acceder en modo alguno. El Opus Dei, que pocoa poco ira extendiendo sus tentculos para controlar el gobierno de la Universidad, como antes haba hecho con el Consejo Superior de InvestigacionesCientficas, demostr ser, pese a las nfulas tecnocratizantes con que luegogust de presentarse, ideolgicamente mucho ms retardatario que el folcn-gismo liberal. Y, como usted sabe muy bien, en ningn otro mbito universitariofue tan deplorable su influencia como en el de los estudios filosficos. Enla Facultad de Filosofa que ya me encontr, la situacin del profesoradoresponda, con contadas excepciones, a las peores previsiones que pudierahaberme hecho. Pero, en cambio, el alumnado con el que enseguida sintonic,era un alumnado intelectualmente inquieto y como con sorpresa comprobo raz de los acontecimientos del cincuenta y seis, tambin comenzaba aserlo polticamente.Enusted se fue despertando en esos aos un creciente inters por losproblemas de la [uventudComo no poda- ser de otra manero. De hecho, la juventud constitua,con mucho, el captulo ms interesante de mi nueva experiencia. Y al ocuparme

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    de ella me instalaba de algn modo en el futuro, lo que siempre resultabarns apasionante que instalarse en aquel presente. Por otro parte, y desdeun punto de visto sociolgico, no era posible eludir la constataci6n de queen Europa lo juventud seestaba convirtiendo en lo edad de moda un fenmenoocaso hoy generalizado o escala universal pero del que no haba apenasprecedentes en sociologa de nuestros culturas. T vez la juventud no seala edad de la razn, pero yo prefera partir de la conviccin de que losjvenes tienen siempre sus razones y me senta impelido o hacerme cargode ellas. Deestas consideraciones surgi mi trabajo sobre la juventud europeade hoy, originariamente publicado en la Revista de la Universidad de Madridy recogido poco despus en La luventud europea y otros ensayos de 96Desde una perspectiva ahora ms moral que sociol6gico, yo registraba all la perceptible inflexin de la mentalidad de los jvenes europeos de oquellosaos, que del existenciolisrno sortr iano estaban pasando a adoptar comoSchelsky haba visto bien, una actitud ms escptica hasta ms positivistaante la realidad social, polticamente traducible en ocasiones en un ciertoconformismo. Pero, junto a esa actitud mayoritaria, se detectaban asimismolos grmenes de una actitud rebelde, aun si a veces de una rebelda intilo sin causa, en minoras juveniles que ponan en telo de juicio la imperturbabilidad del sistema establecido y anunciaban lo formidable revuelta dela juventud de aos ms tarde. A m, por lo dems, me interesaba compararla situacin espiritual de esa juventud europeo con lo de nuestro pas, enalgunos rasgos semejante y en otros, claro, muy distinta. Y a este respectono poda por menos de felicitarme de lo excepcional oportunidad que medeparaban mi ctedra y sus seminarios donde el contacto con lo gente jovense volva cado da que pasaba ms estrecho y ms intenso.

    nesa coleccin de ensayos figuraban no menos de tres artculos dedi-cados al tema del catolicismo y los catlicoson los que, como reconoca en el pr61ogo del l ibro, estaba quebran

    tando lo promeso que me hice a m mismo de no volverme a ocupar deltema, tras de los sinsabores que me haba trado tiempo atrs. Pero el casoes que segua siendo un intelectual catlico y no poda desinteresarme tonfcilmente de mi condicin. Y, por otra parte, tambin en este punto lascosas empezaban a evolucionar a un ri tmo que pronto se hara vertiginoso.Todava en 958haba tenido que salir a lo palestra con La tica de Ortegapara defenderle, junto con Lan y Moras, frente o la ofensiva desencadenadapor el podre Ramrez, pero el oscurantismo de este l timo resultaba ya porentonces anacrnico. omo tambin se convertira en un anacronismo elespritu, un tanto empalagoso, de las Conversaciones Catlicas de Gredas,que caracteric en su da como el de un mstico Country Club seleciive exclusive aunque en honor de su fundador y organizador, don Alfonso Que-rejczu, hay que decir que en ellas, y en las Conversaciones Catlicos lnter-ISEGORIN15 1997 79

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    nacionales de San Sebastin organizadas por Carlos Santamara, comenzarona pronunciarse sin escndalo los nombres de Maritain Mauriac o Mouniery naci mi amistad con el padre Dubarle, as como mi relacin con los crculosintelectuales del catolicismo francs. De cualquier modo soplaban ya los airesdel Concilio Vaticano y lo hora del catolicismo au dessus de la mle habaquedado definitivamente desfasada. En uno de los artculos a que usted serefera, tras reconocer la innegable descristianizacin de parte de nuestrojuventud, yo apostaba para Espaa por un catol icismo abierto, integradory moderno Y tambin por un catolicismo que supiera aunar las exigenciasde la conciencio personal con los de lo conciencia social. No olvide ustedque estaban despuntando los tiempos del dilogo entre cristianos y marxistas.

    nseguidavolveremos sobre todo ello pero me gustarfa que hablsemosen este punto de un nuevo libro suyo publicado en 7963 si bien lo habaido dando a conocer en cursos anteriores a dicha fecha. Me refiero a ticoy poltica, un libro acaso no tan celebrado como la primera tico aunquesin duda no menos importante que apareci a /0 vez que otro ms breveImplicaciones de la filosofa en la vida contempornea sumamente reveladorde la evolucin que estaba experimentando pensamiento. En el primerode esos libros se abordaba la cuestin de una posible tica social en cuantodiferente de la tica personal pero lo llamativo es que la base de sustentacinde sus planteamientos haba que buscarla ahora mucho ms en las cienciassocia/es que en lo metafsica.

    S tiene usted razn al hacer hincapi en la simultaneidad de ambaspublicaciones. En las Implicaciones de /0 filosofa yo me haca eco de lacrisis contempornea del pensamiento metafsico que, aun si en ltima ins-tancia se remontaba al cuest ionamiento de este ltimo por parte de Kant,se vea ahora avivado por el auge del neopositivismo y la filosofa analtica,cuya penetraci6n entre nosotros estaba desplazando al predominio anteriordel existencialismo, la fenomenologa y dems. Y, por supuesto, al de lametafsica en general, escolstica o no. Naturalmente aqul no era el nicoindicador de semejante crisis, que no se presentaba simplemente como unacrisis espiritual sino tambin socioeconmica. Y, claro est, esas circunstanciastenan por fuerza que ejercer alguna repercusin en el intento de elaboraruna propuesta de tica social, aspecto ste de la tica que haba sido expre-somente dado de lado en mi tic aun si con la promesa de volver en otromomento sobre l. Por otra parte, yo era catedrtico de tica y Sociologa,y aunque eso no me converta en un socilogo profesional, como lo seraluego mi hijo Eduardo, s me oblig a adquirir una cierta familiaridad conlas ciencias humanas y sociales, cuyos cultivadores espaoles frecuentabanmi ctedra en una poca en la que no haba en el pas Facultades de Sociologani el menor asomo de voluntad de fomentar el estudio de esta ltima enlo Universidad. Las ciencias humanas y sociales, desde el Derecho a la Ciencia 8EGORN 5 1997

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    Poltica constituyen as el trasfondo de ti y poltica donde no hay encambio apenas rastro de metafsica hasta el punto de que el nombre deZubiri ni siquiera aparece registrado en el ndice de autores.

    omosu ttulo indica en el libro tambin se cuestionaba la reladnentre la tica y la poltican efecto se esbozaba all una tipologa de los posibles modos derelacionarse una y otra desde la primada de la segundo en el realismopoltico a su repulso moralista en el anarquismo pasando por lo vivenciade lo relacin como una imposibilidad trgico o lo configuracin de lo misma

    como una tensin dramtico que es lo posicin de la que me senta yme sigo sintiendo ms cercano aunque hoy acentuara lo necesidad e inclusola urgencia de un dilogo a fondo entre ambas instancias. y cmo se accedera concretamente de la tica a la poltica? neste libro comenzaba ocupndome de un primer acceso a la pol t icadesde la tica personal a travs de una tica interindividual a la que dien llamar tico de la alteridad. Con este motivo me detena en dos posiblesvas de moral izacin del Estado por la accin de los ciudadanos a saberla va liberal que parte de Montesquieu la va democrt ica que parte deRousseau. Pero incluso si se adopta este ltimo punto de partida la va delcontrato social no habramos rebasado an el plano de lo interpersonal.

    Una tica sociol tendra en principio que ir ms all de dicho plano Yaunque ni Marx ni el marxismo la llamaran as yo examinaba la posibleconsideracin de la praxis marxista coma una tica social esto es comaun intenta de moralizar la vida del Estado desde la sociedad intento en ciertomodo compartido por lo tica social del segundo Sartre el Sartre a caballoentre el existencial ismo y el marxismo que precisamente par esa enlazabacon el Marx originario no estatalista y hasta en ocasiones antestatalista.Pero ni siquiera esto va de moralizaci6n del Estado que prolongaba la vorousseauniana bajo la forma ahora de uno democracia social pareca sufi-ciente para conseguir su propsito en tiempos como los nuestros de impotenciaciudadana si no se acompaaba a lo inversa de un intento de moralizacinde la vida social desde el Estado un Estado democrtica capaz de atendera las demandas de la ciudadana sobre la base de una plena participacinde la misma en la construccin de una eticidcd poltica. La nocin de eticidadcomo es sabido procede de Hegel pero mi recurso a ella no era hegelianay lo que pretenda sencillamente era instalarme en el plano de una ticatranspersonal o impersonal la tica de las instituciones pblicas que denomintica de la oliedod. Frente o las dos formas en esos das ms reputadasde institucionalizacin de una eticidad poltica el Estado del comunismo tota-litario y el de lo sociedad del bienestar mi libro se pronunciaba en favorde un Estado de justicia social autolimitado en el ejercicio del poder por

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    avier uguerza

    su condicin de Estado de Derecho y comprometido en la conquista de unademocratizacin real, es decir, no slo poltico, sino asimismo econmicay social, algo que, entre parntesis, no tena absolutamente nada que vercon el Estado espaol de la poca e incluso apuntaba a objetivos todavainalconzados por la prctica total idad de los Estados que conocemos hastahoy. En la actualidad, el Estado comunista se ha venido abajo y la sociedaddel bienestar atraviesa una profunda crisis, pero la justicia social, tal y comoall lo caracterizaba, contina siendo, me parece, uno aspiracin insatisfecha.

    dems de teorizar sobre ella hizo usted poltica durante aquellosaosDirectamente nunca. Yo estaba dedicado en cuerpo y alma a la Uni-versidad, y no iba o hacer poltica desde la ctedra pues siempre tuve claroque lo ctedra no estoba destinada a eso. Pero tampoco desarrol l ningunaactividad poltico fuera de la Universidad, o menos que por tal se entiendola accin ocasional, ysiempre por motivaciones ms morales que propiamentepolticas, en defensa de los derechos humanos u otras acciones por el estilo.Por lo dems, la nica actividad de oposicin estrictamente poltica que habraestado a mi alcance era la actividad conspiratoria, a veces necesaria y contanta o mayor frecuencia estril, pero para la que, en cualquier caso, nome senta vacado ni dotado. Lo que s entraba dentro de mis posibilidadesera desempear, adems de mi oficio como filsofo moral, otro oficio alque me apliqu desde luego con ahnco. Se trata del oficio al que cabrallamar para decirlo con el ttulo de un artculo mo de aquellos aos, el

    oficio del moralista en la sociedad cctuol, un oficio que, en lo versin adua-lizada del mismo que por mi parte propona, vena a identificarse con elejercicio de la funcin del intelectual dentro de dicho sociedad. El moralistaen tanto que intelectual, o el intelectual en tonto que moralista, tendra queservir de conciencio moral de la sociedad, dando voz a las inquietudes quela agitan y formulando en palabras sus problemas, lo que a menudo equivalea denunciar que existen esos problemas e implico apremiar o su resolucin.En el mbito restringido, pero no obstante pblico, de lo Universidad, micometido no ero slo el de ensear filosofa, sino asimismo el de formaro mis alumnos como intelectuales. Yeso quera decir alentar su sentido crtico,hacerles perder el miedo a la heterodoxia u opinin discorde de lo dominantey tambin, obviamente, fomentar su inters por los asuntos de la colectividad,tanto a ttulo terico como prctico. Pensemos, por ejemplo, en el dilogoentre cristianos y marxistas que hace un momento mencionamos. Lo queo m me incumba hacer con mis alumnos tanto cristianos como marxistasero invitarles a despojar de dogmatismo sus respectivos convicciones, as comoo articular coherentemente stas con el curso de su o tu in ayudandoa cado cual a encontrar su propio camino sin inmiscuirme en los detallesideolgicos del itinerario. Poro m esoero mucho ms importante que cualquier

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    rendimiento poltico de aquel dilogo y otro tanto tendra que decir , en general, de la formacin intelectual de los estudiantes que posaran po r mis monos,cualquiera que fuese su ideologa. Aunque, claro, liberar las mentes de losjvenes constitua en s misma ya uno accin de alcance poltico indudable,preludio o su vez de otras liberaciones que tampoco habran de resultar,en ltima instancio, polticamente inocuas. Goethe deca a propsito de losjvenes alemanes de su tiempo: Yo no puedo considerarme como su maestro,pero s puedo llamarme su libertador, yeso es lo que, en la modesta escalade mis posibil idades, habra querido ser yo para los jvenes espaoles sobrelos que pude ejercer alguna influencio y a los que ense, si algo les ense,a tomarse la libertad. En el Seminario Eugenio D Ors poro citar un botnde muestra, los asistentes nos tomamos ms de una libertad entonces inusual,desde lo de hablar libremente de lo divino y lo humano a la de protestaruna vez y otra po r escrito contra el atropello de tantas libertades como ecostrumbraban a ser atropelladas en aquellas circunstancias. Ahora bien, yono poda ensear en este punto a los dems sino algo que me haba l levadotoda la vida aprender y estaba an aprendiendo. Como he reconocido enms de una ocasin y hasta ha solido a relucir en esto mismo conversacin,de pequeo y de joven fui quizs excesivamente sumiso, y el resto de mivida consisti en buena parte en aprender o no serlo, en el aprendizaje dela insumisin. Pronto tendra ocasi6n de comprobar que la enseanza desemejante asignatura no estaba prevista, sin embargo en los planes de estudiode nuestra Universidad. Y que po r ensearla, como estaba yo osando haceren esas fechas, haba qu e pagar un precio.

    lque usted hubo de pagar en febrero de 7965 a los diez aos escasosde haber obtenido su ctedra fue nada menos que su expulsin de lo n -versidad: o v v aquefla experiencia?-Preferira no detenerme en el relato de unos acontecimientos que hansido relatados en numerosas ocasiones. Pero s quisiera insistir, de acuerdocon lo que respond a su anterior pregunta, en que los profesores que fuimosexpulsados de lo Universidad representbamos un factor demoderacin dentrode ella y no lo causo de sus males. Las reivindicaciones de los estudiantesa los que prestamos nuestro apoyo eran perfectamente rozonobles, comoocurra con su derecho a la l ibertad de expresin y asociacin, que ni siquieratrataban de hacer valer ms all de los lmites de la vida universitaria. Porlo dems, es cierto que tales reivindicaciones ponan a prueba la nula flexibil idad del sistema poltico imperante, temerosa de que las conquistas estudiantiles se extendieran a otros mbitos de la vida nocional. Pero lo queeso quera decir es que la politizacin de la Universidad era, en definitivo,fruto de la situacin general del pas, y no el resultado de ninguna conspiracinsubversiva organizada desdesu interior. A este respecto habra qu e recordarque la consigna politique d abord no es una consigna progresista, sino pro-

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    fundamente reaccionaria. Y a nadie mnimamente interesado en el funcio-namiento de la Universidad le podra ser indiferente que sta se polit ice hastael extremo de llegar a paralizarse cosa que en cambio les traa completamentesin cuidado a las autoridades franquistas que represaliaban al profesoradoencarcelaban a los estudiantes se mostraban dispuestas a suspender lasclases a la menor alteracin del orden pblico. La Universidad experimentun deterioro progresivo a partir de nuestra expulsin y en los ltimos tiemposdel franquismo con la polica instalada cada dos por tres en el recinto delas Facultades no haba quien trabajase en ella mientras que por el contrariola normalizacin poltica espaola tras el asentamiento de la democraciatrajo consigo la pacificacin de la Universidad hasta una despolitizacinde lo misma no siempre deseable al menos en tanto que refleje una ciertaatona de la sociedad en su conjunto como me do lo sensacin que se registrahoy da. Pero volviendo al sesenta y cinco reconozco que los tres profesoreselegidos como cobeza de turco para escarmiento del resto no estaban malelegidos pues Agustn Gorda Calvo representaba al sector de la joven con-testacin universitaria Enrique Tierno al de la izquierda ms tradic ional y a lo que podramos llamar lo disidencia cristiana. Sinembargo el problemade la Universidad como he dicho no radicaba en ella misma y el posteriordesarrollo de los acontecimientos demostrara la imposibil idad de resolverlocon eso clase de medidas. En este sentido bien se podra decir que nuestraexpulsin de la Universidad fue ton injusta como intil por ms mritos quecada uno de nosotros hubiera hecho para ganrsela.

    erolo que le preguntaba es cmo /e afect personalmente lo sucedidoBueno algunas personas muy cercanas a m han insistido en convencerme de que por una especie de pudor trot de ocultar y aun de ocultarmea m mismo hasta qu punto me sent afectado por aquello. Pero yo creoque no que simplemente lo viv con naturalidad. Cuando vuelvo la vistaatrs tengo que confesar que el perodo transcurrido entre finales de 1955

    y comienzos de 1965 fue universitariamente hablando el ms feliz fecundoy pleno de mi vida. Mi experiencia universitaria en los Estados Unidos meresult muy interesante pero era otra cosa careca del aliciente patriticode aqulla como tambin sera otro cosa mi retorno casi en vsperas yade la jubilacin a mi ctedra madrilea. Pero sentado esto creo que ense-guida supe hacerme cargo de que haba que dar esa etapa por cerraday continuartrabajando. Enlos meses siguientes o la expulsin de la Universidadredact a comunicacin humana que vio la luz ese mismo ao de 1965yero el primer l ibro en mucho tiempo que no haba tenido lo oportunidadde discutir previamente en mis dases. No era se el coso de Moral y sociedadque apareci en 1966 pero proceda de un curso monogrfico sobre la moralsocial espaola del siglo diecinueve dado aos antes en mi ctedra. Posterioro mi separacin de esta ltima fue en cambio o que sabemos de moral

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    el prendiz je l m gisterio de l insumisin

    uno breve introduccin o la tica que publ iqu en 1967 Y un ao despus,en 1968 aparecera El marxismo como moral La crisis del catolicismo de1969 lo escrib ya en la Universidad de Californi