Conversacion Con Angel Fernandez-1

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•t- bloque de la sensatez, el pacto entre el balón y el alarido: "¡No dejen de gritar, muchachos, que sólo nos van ganando 7 a O!" O IÜ3 •^EP**O' CONVERSACIÓN CON ÁNGEL FERNÁNDEZ No podría detallar ni describir tal multitud aunque gozara, de diez lenguas, diez bocas, unavoz infatigable y pulmones de bronce. La Ilíada 152 L<2 t>oz efe/ Azteca Durante décadas, Ángel Fernández puso apodos indelebles a los futbolistas mexicanos y convirtió sus crónicas en épicas donde todo exceso y todo delirio eran bienvenidos; trapecista sin red protectora, se lanzó en maromas verbales extremas, inventó un lenguaje tan eficaz que hacía ameno el peor partido y ofendía a los académicos. Si el Mago Septién es el narrador de radio por excelencia, Ángel Fernández es el narrador de la televisión. El Mago es un virtuoso del estadioima- ginario: "Estamos en la parte baja de la séptima entrada. Cuenta llena: tres bolas, dos strikes y dos onts en la pizarra. El estadio está a reventar, no cabe un alfiler... ¡y sigue llegando gente! Último lanzamien- to... pelota rumbo a la goma, toletazo... la pelota se va... se va... ¡se fue! ¡¡Automovilistas que circulan por el Viaducto... hay un bólido en su camino!!" El Mago describe con minucia acciones que no se ven, cuenta remotas hazañas de beisbolistas con intensi- 153 U

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bloque de la sensatez, el pacto entre el balón y elalarido: "¡No dejen de gritar, muchachos, que sólonos van ganando 7 a O!"

O IÜ3 •^EP**O'

CONVERSACIÓNCON ÁNGEL FERNÁNDEZ

No podría detallar ni describir tal multitudaunque gozara, de diez lenguas, diez bocas,unavoz infatigable y pulmones de bronce.

La Ilíada

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L<2 t>oz efe/ Azteca

Durante décadas, Ángel Fernández puso apodosindelebles a los futbolistas mexicanos y convirtió suscrónicas en épicas donde todo exceso y todo delirioeran bienvenidos; trapecista sin red protectora, selanzó en maromas verbales extremas, inventó unlenguaje tan eficaz que hacía ameno el peor partido yofendía a los académicos.

Si el Mago Septién es el narrador de radio porexcelencia, Ángel Fernández es el narrador de latelevisión. El Mago es un virtuoso del estadio ima-ginario: "Estamos en la parte baja de la séptimaentrada. Cuenta llena: tres bolas, dos strikes y dos ontsen la pizarra. El estadio está a reventar, no cabe unalfiler... ¡y sigue llegando gente! Último lanzamien-to... pelota rumbo a la goma, toletazo... la pelota seva... se va... ¡se fue! ¡¡Automovilistas que circulanpor el Viaducto... hay un bólido en su camino!!" ElMago describe con minucia acciones que no se ven,cuenta remotas hazañas de beisbolistas con intensi-

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dad de radioteatro, crea un estadio donde la gentesigue llegando como una permanente marea, convier-te al Viaducto en la invisible frontera de los violentospelotazos.

Aunque Ángel Fernández ha sido un notable cronistade radio, su verdadero sello surgió en la televisión,donde hay mayor espacio para la imaginación. Cuan-do el espectador ve la acción ya no hace falta decir queun fortísimo defensa alemán avanza a velocidad, bastala metáfora: "Hans Peter Brigel, que en alemán quieredecir: Ferrocarriles Nacionales de Alemania." Cris-tóbal Ortega debuta con el América: "¡América des-cubrió a Cristóbal!"

Además de la imaginería y los juegos de palabrasÁngel Fernández busca nudos dramáticos para po-tenciar la narración. Un delantero se escapa a profun-didad y Ángel Fernández recurre a palabrasemblemáticas: "Pique... freno... amague... \\¡FOGO-NAZO CEGADOR!!!... (((((¡¡¡Enorme BANG\!!))))), ¡so-bre un trazo versallesco de Ubirajara, el Hijo delGeneral no perdona y horada la portería de la CruzAzul con un gol de excepcional coraje!, ¡la Pandillano se rinde! ¡Goooooooooooool!", hasta que llega larepetición y la voz de Ángel recrea la jugada conemoción delirante: "¡Qué manera de cucharear elenvío de Ubirajara, de destroncar al Confesor Corne-ro, de jalar del gatillo cuando ya Supermán Marínachicaba el ángulo, kriptonita pura\... ¡¡el Hijo delCoronel manda al Confesor al Concilio de Trento!!...esto es ¡el juego del hombre!"

Los niños lo imitaban con una cuchara a mane-ra de micrófono, los futbolistas de todos los es-tratos, del Torneo de los Barrios a la Liga Española,hablaban su idioma, los radios de transistores erangolosamente escuchados en pleno estadio: el par-tido se desdoblaba en otro, inventado por ÁngelFernández.

i».

Desde 1983 Ángel Fernández no narra un partidode televisión. Televisa consideró su cambio al Canal13 como "alta traición" y el 13 no le ha ofrecido unnuevo contrato. En 1986 volvió al radio para cubrir elCampeonato Mundial.

No muy lejos del Estadio Azteca, en Tulyehual-co, Ángel Fernández vive sus años de silencio. Loespero en su sala un martes en la mañana. Meentretengo viendo un afgano de peluche de metroy medio de estatura y un retrato al óleo dondeÁngel parece pegar un alarido como una versiónmoderna del fabuloso Sténtor, que atraviesa Lalitada lanzando un grito superior al de cincuentahombres. Desde la cocina, un radio difunde mú-sica ranchera.

—¡Bajen ese radio!Aun en persona, la voz de Ángel parece transmitida

desde algún sitio; no pierde el timbre del micrófono;Sténtor en XEWTV, el homérico pulmón que gritaba lashazañas de los héroes.

Arde el Asturias

Además del retrato del locutor, hay otro cuadrosignificativo: los tres hijos menores de Ángel Fernándezvestidos como infantes de palacio; uno sostiene unsombrero de tres picos, otro un papalote, y el terceroestá sentado en un caballito de palo. El óleo tieneextrañas huellas esféricas. "Son balonazos", me explicasu hijo Ari, "de chicos no sabíamos que era una obrade arte y lo usábamos de portería."

Ángel Fernández se sienta en la cabecera de la mesa,lleva puesta una gorra de beisbolista que dice "Colo-rado", camisa azul celeste, pantalones blanc >s conrayas rojas y azules, calcetines blancos, zapatos negros decharol. Debe tener unos sesenta años ("nací/an 2 deagosto de hace como mil lunas"), peofno áoarentamás de cincuenta. Se sirve huevos revueltos con salsa

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roja. Desvío la vista de su gorra al Sagrado Corazónque preside el comedor.

—¿A usted se le ocurrió ese cuadro? —señalo elretrato de los infantes.

—Sí, la idea es mía; sobre todo me gusta el detalledel caballito de palo. Hay que restaurarlo —hasta lasfrases más serenas surgen con un poderío inusual. Ensu presencia, todo tiene una dimensión de eco. Losnombres de sus hijos (Andrea, Armando, Aldo, Alí yAri) son la quíntuple resonancia de su inicial. Aridesayuna con nosotros. En un momento en que Ángelse levanta a contestar el teléfono, Ari habla de lospartidos narrados por su padre; lo admira sin reservas:"Mi papá lee muchísimo y en el fútbol te habla de los,. oy.mos y cosas increíbles; para mí, el partido quemejor ha narrado es la final del Mundial del '78,Argentina-Holanda."

Armando llega a saludar mientras su padre hablade sus inicios como locutor. "En mis épocas de laSecundaria 4 era muy aficionado al béisbol y seguíacon entusiasmo las crónicas de radio del MagoSeptién. No iba al fútbol; yo vivía en la coloniaGuerrero y el Estadio Asturias quedaba lejísimos,ahí por Chabacano, donde las calles empezaban atener nombres exóticos, la verdad es que ni meatrevía a hacer una excursión tan bárbara. En 1936,si no me falla la memoria, fui'de metiche al ParqueAsturias. De pronto la tribuna de sol, donde yoestaba, se empezó a incendiar y corrimos a la desombra, lo que más me llamó la atención fue lagente tan bien vestida, con sus trajes y sus sombre-ros y sus corbatas, un mundo totalmente descono-cido, el de los asientos numerados. El incendio nome importó para nada, me concentré en la reacciónde la gente." (Ahí se dio cuenta de que la canchasólo era una porción del espectáculo. Ante lastribunas de madera devoradas por las llamas, pasódel deporte a una forma de la épica.)

—No tenía ningún interés periodístico, lo quepasa es que mi madre era muy amiga del señorBecerra Ácosta y de Rodrigo de Llano, de Excel--sior, y me dijo "vente a trabajar aquí con estosamigos". Estuve un año en sociales. Te estoy ha-blando de cuando tenía 15 años. Luego pasé a lasección deportiva. En aquellas épocas Excélsior sehabía apoderado de los medios de comunicaciónmás poderosos, y entre lo que le sobraba había unespacio de información deportiva en Radio Mil,así es que me embarcaron. Me acostaba a la una,después de trabajar en el periódico, y me levanta-ba a las siete para ir a Radio Mil. Debo haberhecho muchas víctimas entre la gente que me es-cuchaba.

Narré mi primer partido en 1961, un Atlante-América, en el Torneo Jarrito de Oro. En esa épocanadie improvisaba ante el micrófono y los locutoresdecían el nombre entero de los jugadores. ¡Perdíasunas diez jugadas al recitar todos los apellidos de unbrasileño! Por eso empecé a usar apodos: es másrápido decir un nombre guerrero; además, como quele pones un emblema a un escudo en blanco, y a losjugadores les fascina. Hace unos días me encontré aaquél al que le puse Míster Joe, el Gran Tiburón,Quijadón Goyo Cortez, y me dijo: 'Ya nadie hacefamosos a los jugadores.' A algunos no les quise decirnombres guerreros porque su nombre ya era muygrande, como un Carlos Reinoso. A Enrique Borja aveces le decía el Cyrano por su tremenda nariz, peromuy poco, porque su fama era demasiado grandecomo Enrique Borja.

—En ocasiones ustedrebautizaba a todo un equipo:las Chivas Rayadas se convirtieron en el Rebaño Sa-grado.

—Eso del Rebaño Sagrado es un poco sacrilegopero en el fútbol sí son sagrados.

—O Cruz Azul, la Máquina que pita y pita.

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—En ese caso tenía muy presente el corrido de1901 que habla de una máquina que va "pita y pita ycaminando"; éste es un nombre bonito para un clubcomo Cruz Azul; en lugar de Cementeros, que suenaa pesadote, pienso que una máquina es más impre-sionante porque está llena de sonido y el cemento notiene ningún sonido, no vibra.

Lo peor que le puede pasar a un cronista, y dehecho le pasa a casi todos, es perder la concentraciónen el juego por estar platicando de 20 mil temas queno vienen al caso. PJay que saber soldar los datos. Losdatos no son misterio, están al alcance de toda lagente, pero no todos logran que sean inherentes a laacción. De nada sirve decir "mide 1.96, pesa 80 kilos",eso no sirve así, tiene que haber una cierta armonía; sile llega un balón a Dazaev, el portero ruso, lo ves ensu magnífica estatura, entonces dices: "¡Caray, los deComunicaciones le tienen envidia a esta torre, nadamás de ver eso, señores, se entristece la RKO Pictures,éste sí es ei Hombre de los Rayos Aníbal" Los cro-nistas actuales no son buenos mezcladores, usanadornos deshilacliados que no se ligan con el partido.Casi todos tienen temor de que no gusten lospuntachos.La primera vez que transmití una pelea de box, llegóun productor y dijo: "¡Que hablen la mitad!" Enton-ces nadie sabía cuál era la cantidad; los antiguoslocutores de radio transmitían como los modernos detelevisión, se tragaban los detalles, pero nadie puedehacer un trabajo pensando en si va a gustar o no, nopuedes transmitir con miedo, hay que entrarle fuerte.Mucha gente está en contra de que alguien hable confuerza, pero una cosa es chillar, emitir unos gritos tipomono de la jungla o Tarzán, y otra cosa es hablarvehementemente. Y esto no todos pueden hacerlo;necesitas posesionarte, que la emoción se meta porcada uno de los poros... ¡y se mete la emoción!,mucha gente no comprende esto porque sus estadosde ánimo son calmos, en cambio quien puede provo-

car una erupción dentro de sí mismo se impregna dela emoción y habla vibrando. En esos momentos esun actor-—.

La cajuela mágica del Rey Pelé

—Su predilección por Brasil es abierta, ¿tiene otrosequipos favoritos?

—Más que en equipos que me gusten, pienso enequipos que trascienden, como el América, que creóla época del fútbol moderno al encarársele fuertemen-te a las Chivas, creó otra era que también fue la de latelevisión. El América lo hizo requetebién y no haperdido su personalidad del Poderoso, el Desafiante,es el antihéroe. Cuando era niño el ¿auun era elNecaxa, pero yo no sabía de fútbol. En mis tiemposde locutor todo mundo decía que era americanista,pero las Chivas dicen que soy chiva. Si a los jugadoresse les preguntara "¿A qué club te gustaría ir?", habríasolamente cuatro equipos en el fútbol mexicano, dondeestá el dinerote.

—Sus narraciones de billar son muy técnicas, en,cambio en el fútbol no se preocupa tanto de lasestrategias; todo apunta, a la épica.

—En el fútbol resulta alarmante, casi repulsivo,que un entrenador se pase días ensayando formacio-ne^ y movimientos para que un cronista "adivine" alos dos minutos todo su planteamiento. Yo jamás meatreví a estos "prodigios". Se sabe que el mareajepersonal murió en el Mundial del '70 y que el basquet-bol es el papá del fútbol de rotación y marca de zona,pero como cronista no sirve de nada que lo digas deuna manera técnica; pienso que lo técnico suscita unaespecie de repulsa; la mecánica es i laravillosa pero losdatos científicos son para correr, algo de terror. A míme interesan los deportes ñor si dimensión feérica,todos tienen un algo, han sido 'ouseñados para pro-vocar emociones.

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—Usted viajó mucho con la selección nacional,¿cómo era su relación personal con los jugadores?

—En Europa pensaban que yo era el director téc-nico de la selección, lo cual me daba mucho gusto;también decía los discursos en las embajadas. Debohaberles caído en la panza a .Ugunos, pero me llevababien con la mayoría. El Chalólo Díaz, que luego fuealcalde, me regaló un sarape con la leyenda: "Alamigo del futbolista". Algunos se quejaban... a veceste extralimitas, es natural que como locutor digas:" Para mí que la inyección que le pusieron a Pata Benditaen el Mundial del '74 fue una inyección paralizanteporque ya no hace nada", y Pata se enojó, pero noguardó rencor. Me lo acabo de encontrar y somosamigos de abrazo, compañeros de armas.

—En ocasiones decía usted: "Créanme que es elhombre más feo que he visto en mi vida,.. "

—Pero nunca a los de aquí. Por cierto que con losjugadores extranjeros trataba de enterarme de ellosantes de que llegaran. Por ejemplo, alguien me dijoque Demianenko, un lateral de la Unión Soviética, erael jugadorazo estrella, así es que lo bauticé como elDemonio Rojo, antes de que nadie Jo conociera, y medio un gusto terrible porque estando yo en el Canal13 todos los de Televisa le empezaron a decir alsegundo partido el Demonio Rojo.

—¿ Qué recuerdos tiene de Beckenbauer, de Pelé,de Cruyff?

—El Príncipe Franz era en realidad un dictador,una especie de kaiser o de führer (que quiere decir"líder"), por la manera en que dominaba al resto delequipo; era el político, la fuerza demoledora de opi-nión en la selección de Alemania. El Príncipe Bec-kenbauer es de una altísima educ ición, pero lo que éldice es el trueno; nadie tose y te ios dicen "sí, Franz".

Pelé fue mi compañero --n transmisiones y lo acom-pañé en sus famosas clínicas. Pelé es el hombre siem-pre dispuesto a servir, tiene un don maravilloso de

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dar su tiempo a toda la gente. Tú vas en las calles deRío de Janeiro con Pelé, los niños lo identifican ypara su automóvil, que usualmente es un fuera deserie (si le va mal trae un Mercedes Benz), abre lacajuela y saca pequeñas lemhrancas, recuerdos, lla-veritos, fotografías. Si es el santo del capitán CarlosAlberto, de la cajuela mágica de Pelé salen los regalosy el pastel. Es la única institución auténtica del fút-bol.

Cruyff es un caballero, haz de cuenta que estáshablando con un tranquilo hombre de negocios. El99 por ciento de los grandes estrellas posee un altogrado de educación y de humildad. Amancio se diouna media vuelta y le pegó a Toño Munguía en. unjuego que celebramos en España..Munguía salió le-sionado y lo llevaron en ambulancia a un hospital.Amancio fue a verlo antes que ningún otro; ése es yngran estrella.

De lo versallesco a lo imperial •

Ángel Fernández vive en un conjunto de varias casaspor las que transita como un Luis en Versalles; ahíestán el chateau, el belvedere, el petit trianon. Sería

'imposible imaginarlo en una casa; el hombre delgrito superior a las 50 voces vive para lo múltiple,rodeado de sus borbónicas colecciones: muebles dehoja de oro, jarrones y tibores, copas y copas decristal cortado, vajillas de porcelana. Las construccionesestán separadas por un jardín con dos fuentes, alberca,una pequeña cancha de fútbol con portería reglamen-taria.

Pasamos de la casa donde desayunamos al cuartode billar: una mesa de campeonato, muñequeada amano, con plaquitas en el borde que llevan los nom-bres de Juan Navarro, Joe Chamaco, Gabriel Fernán-dez y otros astros de las tres bandas. En la pared, unsinfín de fotografías de Ángel; vestido de mariachi en

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un par de ellas, con sus sacos de proverbial solapa enla mayoría, al lado de Isela Vega, Carlos Lico y MarcoAntonio Muñiz, Pelé, la selección nacional.

Seguimos la conversación en el jardín, en una mesacon sombrilla. A nuestra izquierda, una fuente cir-cundada de estatuas —el David en miniatura, uncocker spaniel de porcelana—; al fondo, la casa quealberga el estudio, la biblioteca y el cuarto de Ángely su esposa; dos mosqueteros dorados protegen laentrada. Le pregunto por su afición a lo versallesco.

—El jefe don Luis —la voz de Ángel se alza sobreel zumbido de los camiones que circulan por la calza-da México-Tulyehualco— construyó el Versalles enlo que antes era una porqueriza y quiso rodearse detoda l^pompa, increíble, llamó a jardineros y diseña-dores de todo el mundo; los italianos han dominadosiempre en esto, les encanta recargar las cosas; el ita-liano es todo él recargado en su manera de hablar y dedecir, por eso la sorpresa más grande de mi vida eshaber conocido al narrador italiano Najado Martelini,que es el jefe de deportes de la RAÍ. Nando todavía vinoal Mundial de México pero sufrió una volcadura delcorazón, se asustó y ya no narró desde las canchasmexicanas. Se evitó la pena de ver una Italia muypálida. Bueno, pues yo esperaba que ese hombre tu-'viera la vehemencia de los sicilianos y que dijera cosasfascinantes, y no. Todo lo que le agregó al fútbol fueun "golpe de testa" de fulano. Me pareció decepcio-nante; un italiano seco no cabe en la estructura de loque debe ser el italiano. Cuando los italianos hicieronVersalles le pusieron espejos y candiles, logrando algoque da la impresión de ser magnífico, aunque es chocosopor recargado. De los estilos de diseño que el mundocreó, el que más me gusta es el de Bonaparte, el estiloImperio. Tiene una combinación excelente de bron-ces con maderas; hay lujo, hay esculturas, pero conmás armonía, aunque a Bonaparte también le gustabarecargarse y fuerte, muy fuerte.

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—Si hasta los italianos son parcos al narrar fútbol,¿qué impresión causaba usted en el extranjero?.. —En España, debe haber sido en 1968 en la despe-dida de Gento, estaba narrando el primer tiempo yMatías Prats interrumpió su narración para decir:"Quiero que escuchen a Ángel Fernández" y atrave-só todo el estadio para saludarme. Es uno de los másgrandes homenajes que me han hecho en mi vidaporque Matías Prats era el ídolo de los locutores delos viejos tiempos en España. En Gijón, en 1964,cuando yo estaba transmitiendo un juego de Chivas,la gente volteaba a verme a mí en vez del juego. Yoestaba realmente apenado ante tanta gente que meveía platicar el fútbol.

—¿ Y en Wembley qué reacción tuvo?—Los ingleses son los más locos del mundo para

transmitir el fútbol. Ésa fue otra de las grandes sor-presas de mi vida. Yo esperaba que los ingleses fue-ran muy pulcros, que se fueran muy despacito. No.Parece que están transmitiendo la guerra; pegan unosgritos que sacuden en serio. Golpean las cabinas,patean, son terribles. Creo que ahí me empataron.

La playa de Hugo y la guerra total

—En una entrevista que le hizo Cristina Pachecousted definía al público como su "coro formidable".

—Con un estadio lleno estás en el punto maravillo-so, en el centro de tu sueño. Con un estadio vacío,estás en el centro de los vendedores que vocean cerve-zas, refrescos, cigarros; estás muy emocionadc trans-mitiendo y de pronto se oye una voz en el fondo quedice "chicles, paletY', es decepcionante, como parabajar y pegarle a alguien; prefieres e! silencio total aesos gritos que te recuerdan que <;stás solo en unestadio, haciendo tu guerra 50/0. Les estadios vacíosson desoladores. Si yo fuera gerente de un club rega-laría boletos por millones, no permitiría un estadio

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vacío, invitaría cincuenta, cien escuelas y llenaría lastribunas de niños, del precioso alborozo que debeexistir en las expresiones populares. Hay clubes que se¡han acostumbrado a jugar en estadios vacíos, o semi-vacíos cuando están de fiesta. Esto es terrible para eljugador porque entonces él tiene que meterse un corodentro, tiene que autosugestionarse, corno Hugo Sán-chez cuando fue a jugar a Munich, vio la nieve caer ydijo "estoy en Cancún y la nieve es una arena blanca";la autosugestión es necesaria para el narrador y para eljugador. Siempre tienes que pensar que vas a ver unabatalla de gente que quiere ser algo; este principio loes todo, hay que ser muy respetuoso con los jugado-res, y los jugadores deben saltar a la cancha pensando"¿qué tengo que hacer para pagar mis ilusiones?" Lospartidos de eliminatoria para la copa del mundo sonla guerra total, el total de lo que uno sueña, debes salira morir ahí, a ofrecer una resistencia inaudita. Cuandolos referís tienen un poquitito de manga ancha yarbitran, como ellos dicen, "a la europea-", las guerrasse vuelven sordas y terribles, ya no hay color rosita.

—¿ Qué sentía Ángel Fernández en el minuto 90,después de la batalla fragorosa?

—Sales en medio de la gente y de los gritos y de loscornetazos. No hay nada más hermoso que ver a lagente colgada de los puentes de los peatones despuésdel partido. Si el fútbol lograra que la gente se divir-tiera así en cada partido, estaríamos ante una felicidaddeportiva que poco a poco se iría traduciendo en unafelicidad total.

—¿ Es el fútbol una imagen de otro mundo posible ?—Es el mundo irreal que gozamos durante 90

minutos en los grandes días.—¿Alguna vez sintió que había fracasado al narrar

un juego, como si hubiera fallado un penalty?—No siempre estás contento con tu trabajo, pero

te contagia el entusiasmo de la gente, sientes el orgullode narrar la fiesta. A veces te sientes triste, al final de

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un Mundial, por ejemplo, y lloras por la nostalgia,porque eso ya se volvió como la Montalván o laConesa: son escenas del pasado, aunque te las repitanya están en nostálgico blanco y negro.

—¿ Qué tan nostálgico es usted?—Todos estamos llenos de nostalgia, nos gusta

imaginar la manera en que la felicidad le llegaba a lagente de otras épocas. No pensamos tanto en lossufrimientos pasados, el ser humano extrañamentemira hacia abajo, nadie ha escrito poemas de lostopos, el ser humano admira a las hormiguitas, perorara vez hará un poema a las trabajadoras hormigas;en cambio, algo que vuela y da la sensación de liber-tad, como las abejas, te lo pones hasta en el manto; losemperadores se ponían abejas en los mahtos porquerepresentan el trabajo de un gran conjunto en pos dela libertad.

A un Johann Strauss lo relacionas con una época desueño, bellísima, azul con oro, con los hombresmagníficos, de frac, y las mujeres derrochando her-mosura por todos lados. Estamos hechos de todas lasépocas; somos el Nautilus de Julio Verne, somos MiguelStrogoff y su sacrificio maravilloso, somos un pocoErrol Flynn y un poco Mojica o Negrete o Solís oVicente Fernández. Aunque la vida también tiene suslados oscuros, sus oprobios, tiene a los soldadospegando su boca en eí lodo de las trincheras. Pero enmedio de la adversidad y del smog seguimos volando,somos los verdaderos supermen de la América.

—El locutor no puede dejar de narrar con entusias-mo aunque pierda su selección, ¿alguna vez se sintiódesesperado, incapaz de transmitir contra sus emocio-nes?

—No, ya hablamos de lo que son las guerras. A losjugadores que hicieron historia en España nunca seles llamó los Científicos o los Maestros, simplementese les llamó la Furia, una descripción total. A veces teduele rumiar una derrota; ante las debacles de todas las

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dimensiones que me han tocado, a veces el impactome ha dejado tembloroso. Pero no puedes dejar deseguir creyendo. Una vez me invitaron a platicar unaspersonas que me dijeron que "ya. no creían en el fútbolmexicano", y les contesté: "Ustedes están como pu-diera estar Cario Ponti, el esposo de Sofía Loren, si semuere Sofía, ¿volvería a creer en el amor, pensaría queexiste otra mujer tan subyugante y atractiva, que irra-die tanto como ella? ¡Pues sí!, porque el amor tieneuna virtud maravillosa: renace. El hombre siempretiene que reencarnarse, que volverse a hacer.

—Comparó la pasión por el fútbol con Sofía Loren,¿qué importancia le da a la mujer?

—La mujer es esencia, lo demás es paisaje.

Narración en la biblioteca

A un costado de la casa donde Ángel Fernández tienesu estudio y su dormitorio hay una jirafa de latón deSergio Bustamante; Ángel le palpa el-cuello, como elorgulloso propietario de un pura sangre y vamos a lapuerta, flanqueada por dos mosqueteros dorados quesostienen rollizas antorchas. Ángel cuenta que a unole faltaba un brazo; los pájaros anidaron en su axilahasta que el brazo apareció en La Lagunilla.

Ya dentro, Ángel Fernández muestra sus cuadrosfavoritos: Roberto Montenegro. María Izquierdo,Sergio Bustamante; una vitrina con memorabiliafutbolera (el silbato que el Mayor Mario Rubio usóen el Mundial y otros regalos); un Cristo de marfil;una charola de plata, regalo de las Chivas Rayadas"para pasar las galletas"; más porcelana, más cristalcortado. Sobre los libreros hay una parvada de pá-jaros de madera. Ángel Fernández pasa con rapidezde un anaquel a otro, habla de los autores con laceleridad de quien analiza a los integrantes de un ¡equipo:

—Aquí está uno de los nombres sagrados: García

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Márquez. Encuaderno en piel todos sus libros. Lotengo un peldaño abajo de William, para guardar lasproporciones; si no William se me chivea —pasa lamano sobre las obras de Shakespeare y de repente sedetiene, como si descubriera la escapada de undelantero—: ¡aquí está Mario! —saca los tomos deVargas Llosa y antes de devolverlos al estantepregunta—: ¿ conoces a John Dos Passos, mi granídolo? Éstas ya son palabras mayores: Keats, Kipling,Milton —se mueve de prisa a otro librero—; ahoraestoy leyendo a Monsiváis (Escenas de pudor yliviandad), me lo llevé a Acapulco, es muy bueno,pero como cronista prefiero a Novo, eso sí que erapura jiribiüa. Mira, estos libros no son tan conocidos,pero son excelentes: El universo de Posada de HugoHiriart, Crónica de la poesía mexicana de José JoaquínBlanco, Los recursos de la nostalgia de AlfonsoMorales. Aquí están las enciclopedias, al lado de unlibro sobre gatos, para que haya buena mezcla. Yclaro, los libros de deportes. Tengo un libro sobrelos diez mejores de Inglaterra donde está la estruc-tura sólida del fútbol inglés. Ve nada más que títulotan horrible: Mi amante el fútbol de Fernando Mar-cos —lo hojea, me señala un pie de foto—: ¡quéredacción tan pendeja!: "En una vecindad como éstavivimos Luis Spota y yo. Nuestros hijos tendrán unfuturo mejor", ¡ay, chus, parece que estaban casados!También he comprado todos los libros de PepeAlameda, pa' que no diga; qué increíble que a unagente del nivel de Pepe le hagan ediciones tan pinches.Ahí enfrente está el Ulises; el que haya leído a Joycepuede considerarse bien nacido.

—¿Nunca ha escrito?—No, soy muy respetuoso de los Alberti y los

Jiménez. Los he leído a todos. De joven tienes quecaer en Bécquer, pero para caer en Keats ya necesitasbastantes trapecios.

—¿No le escribía a las novias?

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— Sí, escribía miles de servilletas a las muchachas,no una, sino miles, pero cosas simplonas, no como lascartas a Nora Barnacle de Joyce. Si no tienes el don,nadie te cree lo que escribes, es difícil que una noviate crea que puedes desarrollar temas tan peliagudos,por eso mejor le pones lo simple:

Anoche soñé contigoSoñé y soñabaQue tu boquita besabaY me desperté llorando...

si no, no te creen. . . — Ángel Fernández ríe con fuer-za — . En estas carpetas guardo lo que escribo defútbol — lee la minuciosa descripción del gol con elque Hugo Sánchez rompió el récord de Alfredo DiStefano — . Tengo cientos de momentos registrados— coloca la carpeta en el estante. A unos treinta cen-tímetros de Keats y García Márquez, reposa la épicapersonal de Ángel Fernández. Volvemos al jardín.

Ahora sí no me medí: el gol más largo

Un coche entra a la casa. "¡Es Ají, el Vengadorí" Nosacercamos a saludar al hijo de Ángel, que juega en elAtlante, y a su novia Florence. Ángel los abraza,pregunta por el entrenamiento y los ojos le brillancuando Alí dice que metió nueve de doce goles en elinterescuadras.

Continuamos la conversación en el jardín:— ¿ Tenía rivalidades con sus compañeros de loca-

ción?-No hay rival id; .-: es, pero algunos se quieren lucir

con tus fallas. Tú dio"-. " A mí me han gustado mucholos piques de Zagii''"' '• ,.-u;l tu compañero, que esFernando Marcos, :>••>••> ci.-,r d ejemplo más palpablede un anticomparV" *"••'"• "ü piques, mucho re-ancomptemblar de la dcf -0 el primer

tiempo, no sé qué le vio a Zague", porque es contrerasde nacimiento. Por eso tuve gran placer un día en queme dijo frente a las cámaras: "Me encantó cómo jugóel Pato Baeza, del Necaxa", y le dije: "Qué bueno quele gustó, pero hay un pequeño detalle: Baeza no jugó,ni siquiera está en la banca." Entonces se levantó y mehabló como mujer rusa: "La próxima vez que me lohagas te mato." Sin embargo, quiero decir que Fer-nando Marcos también ha peleado en favor del fútbolcon una pasión desmedida. Tiene repulsa hacia todolo que es la humildad, pero no puede ocultar su admi-ración por el fútbol y esto lo exime de sus pecados.

—En el Mundial del '86 usted volvió a narrarpartidos, esta vez por radio.

—Sí, gané un premio nacional de periodismo poresas transmisiones. Ninguno de los integrantes de miequipo había narrado antes un partido. Cuando losentrevisté se me vino a la mente el Ángel Fernándezde hace mucho, diciéndole a Lalo Orvañanos, que erael hombre del béisbol, "¿por qué no me dejas hacer uncomentante?" Los muchachos lo hicieron maravi-llosamente bien, es lo más notable que me ha pasadoen mi vida. Nosotros fuimos una especie de ClubEdison, todos nos volvimos inventores, los mucharchos se inventaron a sí mismos.

—¿Signe yendo al estadio?—Sí, todavía puedo compartir con los aficionadas

de sol, como en mis viejos tiempos. Ahora ya no soycronista (oficialmente, vamos a decir). Me meto entrela gente y me la paso de maravilla, luego luego meinvitan de todo lo que estén tomando o de todo lo queestén comiendo, me echo mis buenos tacotes de lascanastas que las señoras llevan al fútbol. Aunquetambién estoy un grado al margen del verdadero afi-cionado que se la raja por sus colores. Me ven comoun narrador que a lo mejor va a decir algo del partido;me admiten dentro del club, pero no soy del club, noestoy totalmente integrado, además se vería mal que

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agitara una bandera 7 gritara "¡arriba Toluca!", lagente diría: "Mira al Ángel, de toluqueño en la porra."

El otro día incluso narré en el estadio de Oaxaca,me senté entre el público y empezaron a gritar "¡Quenarre, que narre!" Nunca había narrado juegos de lasegunda división y me solté narrando un pedacito; metocó el gol del Oaxaca y luego le cedí el micrófono amis compañeros. Salí del estadio con mi gol, muysuave.

—¿ Cuál ha sido su grito más largo?, ¿ el gol dejaira Cordón Banks?

—No, di mi grito más largo en el partido Rusia-Brasil, en el Mundial de España. Fue un gol de Eder,aquel extremo izquierdo. Ahí yo me dije: "Caray,entre los exagerados del mundo estoy yo." Siempí^.alargaba el grito para esperar a la repetición'y volvera narrar la jugada, pero esa vez me seguí toda larepetición sin parar. Ahí sí me mandé, fue un gol queno acababa; terminó el partido y seguía el gol.

—¿A qué se dedica, ahora?—En los últimos cinco o seis años he trabajado con

grupos musicales. Alcancé resonantes éxitos con losVázquez y con el grupo Audaz. Es muy lindo que lehables aja gente en un baile, eso no se usaba. Ahorallega el Ángel y les platica de mil cosas. Por ejemplo,una historia de una señora que me encontré a la entra-da del baile y me dijo que le habían robado su dinero.Le pregunté: "¿Dónde lo tenía?", "No p's escondidoen el seno", "¿Y entonces cómo se lo robaron?", "Esque creí que el joven venía con buenas intenciones."Invento chistes y me la paso muy divertido haciendocoros. Con el grupo Audaz, fundado por el exlucha-dor Doménico el Audaz, yo cantaba "Mi gran Vera-cruz", y lo raro es que no me jitomatearon. Ahoraestoy con un grupo de Oaxaca que se llama Siluetas.

—¿Por qué salió de Televisa?—Porque me hicieron una muy buena proposición

de dinero en Canal 13 y trabajé reteagasto, pero

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reteagusto en el 13. Soy como un doctor que a vecesopera en el Humana y a veces en el Hospital General.La única lealtad que existe es la del trabajo bien hecho.En Televisa... ¿cómo se llamaba el gordo éste?, unoque ya ni sale, ¡Fernando Alcalá!, él me hacía la vidaimposible en el noticiero, faltaban dos minutos paraterminar y aún no entrábamos a deportes, los juevestenía que ir de Televicentro al Estadio Azteca, rifán-domela pero en serio, zigzagueando en el coche comoverdadero demente. Mis jefes me dijeron: "No tepreocupes, Alcalá no dura ni cinco años", y ése no erael tipo de respaldo que esperaba. Todo eso se empezóa combinar; me la rifaba para poder hablar durante unminuto en el noticiero.

Un deseo para Aladinoi

—Antes de los partidos, se encomendaba a Dios comolo hacía Nacho Calderón.

—¡Claro!—¿ Tiene algún santo de su devoción?—Lo peligroso de pedirle deseos a un santo es que

se pueden cumplir. Hay que tener mucho cuidad®con lo que uno pide. Prefiero no pedirle a los santos.

—¿ Ya una figura menor, digamos a Aladino, quéle pediría?

—Mi deseo sería... —hace una pausa, reflexiona,parece recordar instantes de una vida larga: sus días decantante ranchero, el primer partido que narró "poraccidente", aquella pelea de box en que le pidieron"que hablara la mitad", la enorme caminata de MatíasPrats para felicitarlo, el gol interminable de Eder, lainvención de un nuevo género narrativo: el cronistade bailes, tantos actos malabares frente al micrófo-no—, mi deseo sería vivir el tiempo que tengo destinadosin padecer enfermedades; el final es el mismo pero noquiero enfrentarme a una de esas monstruosas enfer-medades.

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—¿No le gustaría narrar otro partido?—Para mí sería maravilloso —hace otra pausa, se

quita la gorra que dice "Colorado", se acaricia elpelo—. He luchado, no creas que no. Sigo con elletrero de "vacante" en la puerta, lo cual me pareceextraño cuando trabajan más de ochenta o cien gentesen las crónicas de fútbol. Me ofrecen trabajos en elradio, pero no es lo que yo quiero. Si vuelvo a narrarserá un día de inmensa felicidad para mí, será redon-dear un ciclo que se truncó de pronto, por razonesinexplicables —entrecierra los ojos, como un delan-tero que mide un pase a profundidad... el balón vacayendo, el delantero cierra la pinza y de pronto todomundo sabe lo que va a ocurrir: se hace un silencioque es ya una anticipación del griterío—. Sí, pedir undeseo es peligroso, pero yo ya froté la lámpara.

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-•'•"~*»-T*«fC

EL PATIO DEL MUNDO

Que vengan aquí a jugara la pelota con nosotros,para que con ellos se alegren nuestras caras,

porque verdaderamente nos causan admiración.Asi, pues, que vengan, dijeron los señores. Y que

traigan acá sus instrumentos de juego, susanillos, sus guantes, y que traigan también sus

pelotas de caucho.

Popol Vuh

En mayo de 1990 cualquier aficionado al fútbol sabíaque el Mundial iba a depender, en gran parte, de quela rodilla de Gullit sanara a tiempo. Mientras tanto, alnorte de México, en la canícula de Sinaloa, se preparabaotro Mundial del que no se sabía casi nada. Losmexicanos, tan atentos a los detalles del Estadio SanSiró, ignorábamos que el deporte ritual del nuevomundo seguía vivo. De un modo soterrado, casi diríasecreto, el juego de pelota ha superado extraordinariasbarreras del tiempo y el espacio: desde hace tres milaños se practica en canchas que se dispersan del surde Estados Unidos a Centroamérica.

En el "Mundial" de Sinaloa se reunieron jugado, esy antropólogos para tratardc explicar la supervive iciade un juego que sintetiza la visión del munH.-j pr< His-pánico. Como suele ocurrir con otras "novedades'', elprimer despacho informativo salió del Popol Vuh.

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