Continuidad Falangista Al Servicio de Espana Raimundo Fernandez Cuesta 1955

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CONTINUIDAD FALANGISTA AL SERVICIO DE ESPAÑA

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CONTINUIDAD FALANGISTA AL SERVICIO DE ESPAÑA

RAIMUNDO FERNÁNDEZ-CUESTA

CONTINUIDAD FALANGISTA AL SERVICIO DE ESPAÑA

Prólogo y recopilación de textos de

AGUSTÍN DEL RIO CISNEROS

EDICIONES DEL MOVIMIENTO MADRID, 1955

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CONTINUIDAD FALANGISTA AL SERVICIO DE ESPAÑA

ÍNDICE GENERAL

PRÓLOGO ........................................................................................................................................................ 4

1953-1955.......................................................................................................................................................... 9

EN LA INAUGURACIÓN DE UN GRUPO DE VIVIENDAS PROTEGIDAS ................................................. 9 DECLARACIONES PERIODÍSTICAS A LA AGENCIA REUTER............................................................... 10 EN LA CLAUSURA DEL I CONGRESO NACIONAL DE LA FALANGE ................................................... 13 EN MEMORIA DE JOSÉ ANTONIO, CON MOTIVO DEL XVII ANIVERSARIO DE SU MUERTE ......................................................................................................................................... 21 EN EL COLEGIO MAYOR «CESAR CARLOS»........................................................................................ 22 EN LA INAUGURACIÓN DEL COLEGIO MENOR «JOSÉ ANTONIO».................................................... 23 EN EL HOMENAJE A LOS ESCRITORES GALARDONADOS CON LOS PREMIOS LITERARIOS DEL MOVIMIENTO, DEL AÑO 1953................................................................ 25 EN EL XVII CONSEJO NACIONAL DE LA SECCIÓN FEMENINA............................................................ 27 AL DAR POSESIÓN DE SUS CARGOS A LAS NUEVAS JERARQUÍAS SINDICALES ............................................................................................................................................... 30 EN EL XX ANIVERSARIO DE LA PROCLAMACIÓN DE FALANGE ESPAÑOLA DE LAS J. O. N. S. ................................................................................................................. 32 DECLARACIONES POLÍTICAS AL SEMANARIO «EL ESPAÑOL».......................................................... 36 EN LA CONFERENCIA NAVAL PESQUERA............................................................................................. 39 EN LA CONCENTRACIÓN FALANGISTA DE PUEBLA DE ALMORADIEL.............................................. 40 EN LA I ASAMBLEA ECONÓMICA NACIONAL DE LA INDUSTRIA TEXTIL .......................................... 43 «EL CÓDIGO PERMANENTE DEL 18 DE JULIO».................................................................................... 46 EN LA CONMEMORACIÓN DEL XVIII ANIVERSARIO DEL ALZAMIENTO NACIONAL Y FIESTA DE LA EXALTACIÓN DEL TRABAJO.................................................................... 47 AL CONMEMORAR EL DÍA DEL CAUDILLO............................................................................................. 48 EN EL HOMENAJE DE LAS HERMANDADES ZARAGOZANAS AL GOBIERNO Y AL CUERPO DIPLOMÁTICO HISPANOAMERICANO ...................................................... 49 EN LAS II JORNADAS MEDICAS DE VALENCIA ..................................................................................... 50 «29 DE OCTUBRE» XXI ANIVERSARIO DE LA FALANGE ................................................................................ 53 LEALTAD Y CONTINUIDAD HISTÓRICA .................................................................................................. 54 DECLARACIONES AL DIARIO «A B C» EVOCACIÓN DEL MITIN FUNDACIONAL DE LA FALANGE .................................................................................................................................................. 55 EN EL I CONGRESO NACIONAL DE GANADERÍA .................................................................................. 57 EN EL HOMENAJE A LOS PREMIOS LITERARIOS DEL MOVIMIENTO DEL AÑO 1954.................................................................................................................................................... 58 AL IMPONER LA MEDALLA DE HONOR DE LA VIEJA GUARDIA VALLISOLETANA AL CAMARADA JOSÉ ANTONIO GIRÓN DE VELASCO .......................................... 60 EN LA I ASAMBLEA NACIONAL DE PROFESORES ADJUNTOS Y AYUDANTES DE UNIVERSIDAD............................................................................................................... 61 AL CONSEJO DE MANDOS SINDICALES ................................................................................................ 63 EN EL HOMENAJE AL CAMARADA MANUEL TORRES GARRIDO........................................................ 64 EN LA PROCLAMACIÓN DE CANDIDATOS SINDICALES A PROCURADORES...................................................................................................................................... 65 EN EL HOMENAJE AL CAMARADA CARLOS RUIZ................................................................................. 69 LA VICTORIA INMUTABLE ....................................................................................................................... 70 AL CONMEMORAR LA LLEGADA DEL EJÉRCITO DE LIBERACIÓN A VINAROZ..................................................................................................................................................... 72 EN EL ANIVERSARIO DE LA UNIFICACIÓN POLÍTICA DEL MOVIMIENTO .......................................... 74

ÍNDICES .......................................................................................................................................................... 75

ÍNDICE DE TEMAS..................................................................................................................................... 75 ÍNDICE DE LUGARES................................................................................................................................ 79

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CONTINUIDAD FALANGISTA AL SERVICIO DE ESPAÑA

PRÓLOGO

SE incorporan en este volumen los discursos y escritos del Ministro Secretario General del Movimiento, camarada Raimundo Fernández-Cuesta, que fueron pronunciados o publicados desde el 13 de septiembre de 1953 al 19 de abril de 1955.

Bajo la denominación «CONTINUIDAD FALANGISTA AL SERVICIO DE ESPAÑA» se agrupan 35 textos correspondientes a discursos, alocuciones, declaraciones y artículos, que han expresado el sentido político del Movimiento en importantes circunstancias de la vida española, respondiendo a los temas fundamentales que plantea la actividad nacional y orientando el rumbo de la existencia colectiva hacia las metas proclamadas en la doctrina de la Revolución falangista: la justicia social en nuestra comunidad, el fortalecimiento económico-político de España y su digna participación en el concierto histórico con los demás pueblos al servicio de la civilización cristiana.

Este libro sigue la recopilación de discursos y escritos de Raimundo Fernández-Cuesta que ha venido haciéndose hasta la fecha y que se han publicado en volúmenes sucesivos bajo los títulos de «Intemperie, Victoria, y Servicio», «El Movimiento Político Español», «Afirmación Falangista» y, ahora, «Continuidad Falangista al Servicio de España».

Quedan reflejadas en estas páginas, con claridad sugestiva, una serie de problemas que afectan a la comunidad española. Van del ámbito espiritual —pasando por la perspectiva política— al plano económico, y de la línea ideológica que configura la interna unidad social hasta la proyección exterior de España, en cuanto refleja y explica una actitud política y moral afirmativamente definida en la crisis planteada en el siglo XX por el comunismo al mundo occidental.

Se percibe así diafanamente la trayectoria política de España: desde la fundación de Falange en 1933, que alumbró la fuente del heroísmo nacional; siguiendo a través de la Guerra de Liberación de 1936 a 1939, en que fué derrotado el comunismo en tierra española; del período de la segunda guerra mundial —de 1939 a 1945—, en que salió indemne la. independencia, la integridad y la soberanía de nuestra patria; a través de los años del bloqueo exterior instigado por el marxismo internacional, felizmente vencido por la sagacidad y la entereza de Franco, asistido por la leal conducta del pueblo español agrupado bajo las banderas del Movimiento nacional, etapa en la cual el servicio de la Falange fué decisivo, hasta la época actual en que ha culminado el signo de la victoria de España abriéndose todos los horizontes del mundo civilizado a la comprensión de su verdad y su colaboración en las tareas constructivas que interesan a la comunidad de los pueblos,

Precisamente corresponde este libro a un momento en que, cancelado ya el paréntesis de dificultad internacional, se abre el camino seguro para el desarrollo de la vida española hacia los objetivos anhelados a través de la Revolución Nacional: la realización de los valores hispánicos, el engrandecimiento nacional y el establecimiento de una comunidad social justa y progresiva, con un mejoramiento efectivo de los niveles culturales y económicos de esa colectividad.

El signo que define este tiempo es el de la continuidad: continuidad histórica de España, continuidad del ideal moral y político que inspiró la salvación nacional en 1936; continuidad de la ilusión, de la esperanza y del esfuerzo del pueblo español durante estos años de difícil y leal servicio; continuidad de los principios políticos que dieron la victoria a la empresa española del 18 de Julio; continuidad en la promesa y en la voluntad de cumplir los afanes de la Revolución española, suscrita con las vidas de los mejores, y continuidad en la decisión de abrir al pueblo español un horizonte claro, limpio, honesto y fecundo para su vida, tanto en los fines relativos a su destino individual y familiar como en los del destino colectivo, dentro de una Patria digna, fuerte y libre.

Y como la Falange es escueta y totalmente servicio a España, la clave de esta etapa política contemporánea habrá de ser la «continuidad falangista al servicio de España», lema que sirve para denominar este libro y que anima el pensamiento de su autor dándole un acento común a la diversidad de los temas y de los motivos tratados en las distintas ocasiones.

Resalta el interés de algunos hechos políticos que han reclamado la atención del cantarada Raimundo Fernández-Cuesta en el curso de estos dos últimos años. Entre ellos, como hito fundamental en el proceso político español, la celebración del I Congreso Nacional de Falange al conmemorar el XX aniversario de la Fundación, que permitió proclamar nuevamente la afirmación falangista de servicio al pueblo español, haciendo un balance de las jornadas históricas cumplidas y esclareciendo el rumbo de la vida política. Por otra parte, las manifestaciones más importantes del quehacer nacional han encontrado la reflexión oportuna y la norma orientadora, a fin de integrar todas las tareas colectivas en un sentido de unidad.

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CONTINUIDAD FALANGISTA AL SERVICIO DE ESPAÑA

El desenvolvimiento de la política general ha alcanzado la expresión dialéctica necesaria en la voz de nuestro Ministro Secretario General del Movimiento: en el XX aniversario de la proclamación de Falange Española de las J.O.N.S., en la conmemoración del Alzamiento Nacional, al recordar la llegada del Ejército de Liberación al Mediterráneo, al valorar la unificación política del Movimiento y en otras coyunturas políticas.

En el aspecto económico merecen especial mención los discursos pronunciados en la I.Asamblea Nacional de la Industria Textil, en el I Congreso Nacional de Ganadería y en la Conferencia Nacional Pesquera.

La línea sindical cuenta en estas páginas con oportunas orientaciones, dirigidas a las nuevas jerarquías sindicales, al Consejo de Mandos Sindicales y en la proclamación de candidatos sindicales a Procuradores.

Respecto a las tareas intelectuales y su función en la vida política española, se recogen aquí las palabras pronunciadas con motivo de los Premios Literarios del Movimiento de los años 1953 y 1954, las dedicadas a los Profesores adjuntos y ayudantes de Universidad en la I Asamblea Nacional que celebraron y las dirigidas a los estudiantes del Colegio Mayor «César Carlos».

Sobre el sentido social de la sanidad española, ofrece especial interés el discurso pronunciado en las II Jornadas Médicas de Valencia.

Las declaraciones y los artículos de prensa respondieron, ágilmente, a la actualidad política.

Los diversos sectores de la Falange han recibido la incitación política —el estímulo, la consigna o la orientación— para la acción eficaz en los diversos campos de la vida nacional. Entre ellos, y de un modo particular, la Sección Femenina, la Vieja Guardia, el Frente de Juventudes, el S. E. U., los Sindicatos nacionales, Excombatienles y otros organismos del Movimiento.

Se registran aquí también, como en los volúmenes anteriores, las notas de fidelidad al recuerdo de José Antonio y al compromiso de su mensaje, a la significación de las fechas del «29 de Octubre» y del «18 de Julio», lealmente entendidas como fundamentos históricos de una nueva época española, y a la consecuente disciplina nacional bajo el mando del Caudillo, Francisco Franco.

* * *

A fin de entender claramente la línea del Movimiento, su raíz, su desarrollo y su proyección, elegimos varios párrafos de este libro, que damos a continuación. El tema de la continuidad política resulta así valiosamente explicado desde la perspectiva falangista. La razón de origen y el balance de actuación de la Falange desde su nacimiento, el afán por una sociedad española justa, la manera de comprender las correlaciones del Movimiento con el Estado, la prefiguración de una nueva etapa histórica española, la exigencia del ideal político del 18 de Julio en todo supuesto de continuidad, la previsión necesaria para la garantía del futuro histórico de España, el debido cumplimiento de la unificación y la unidad falangista como seguridad de la Revolución Nacional, hallan su oportuna referencia en los textos siguientes:

RAZÓN DE ORIGEN Y BALANCE DE ACTUACIÓN DE LA FALANGE DESDE SU NACIMIENTO

«Nació la Falange hace hoy veinte años, porque las izquierdas hacían imposible la vida española y las derechas se mostraban incapaces e impotentes para remediarlo; nació porque se confundía la justicia social con el odio y el sectarismo, y el patriotismo con los intereses individuales de partido o de clase; nació en Madrid, mitad hostil y mitad indiferente, en el que pocos se dieron cuenta de la importancia del hecho, que, a lo sumo, valoraron como un gesto simpático y valiente del hijo del dictador; nació en una España oficial divorciada de la España vital y que buscaba en unas elecciones la panacea de sus males; nació de la mente y del alma de un hombre cuya voz era el eco director de lo más auténtico español y del afán de una juventud de derribar, aunque fuera con estrépito, la fal sedad, la podredumbre, el egoísmo y la tragedia que atenazaban a los españoles; nació en uno de esos días del otoño madrileño, tibios y acariciadores, incitantes a dejarse llevar por el goce de vivir, y en el que, sin embargo, se trazaron las líneas magistrales del Movimiento político más puro que ha nacido en España y que iba a ser levantado a fuerza de sangre generosa y de sacrificios sin límites.

Apenas nacida, durante tres años fué objeto de sañuda persecución Tiros y cárceles por las izquierdas; intrigas, malévolos silencios y deliberadas exclusiones electorales por las derechas, que al privar a José Antonio de la mínima garantía que representaba el acta de diputado, le facilitaron su entrada en la, cárcel, antesala de su martirio.

Durante la Cruzada luchó heroicamente en los frentes de combate y padeció martirio en las retaguardias rojas. Terminada aquélla, trabajó por la reconstrucción nacional con fe, con ahinco, sin regateos, cargando a veces con culpas que una confusión de nombres y denominaciones deliberadas,

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llamando Sindicato a lo que no lo es y falangista a quien a lo mejor ni afiliado estaba, unida a una clara mala intención, ha permitido atribuirle y que se cobijara bajo nuestra bandera protectora tanta mercancía de contrabando.

Terminada la guerra mundial, y cuando España y el Régimen fueron objeto del ataque más injusto que pueblo alguno sufriera, y hasta la misma Naturaleza nos negara el agua y el pan, no de modo figurado, sino físico y efectivo, formó el cuadro en torno a vuestra persona, a todo cuanto los acontecimientos demandaran, después de verse libre de los que a ella habían venido en los días cómodos de triunfo, atraídos por el imán del cargo o de la vanidad, pero que cuando las tornas se cambiaron y el viento fué de fronda, se autoeliminaron envueltos en el fango de la traición y de la cobardía.

Y ahora, pasados esos momentos, llegada la reparación, sigue en su puesto con la misma fe de siempre en vos, con la misma voluntad de cumplir en cada circunstancia la misión que le corresponde en servicio de España.

Este brevísimo y esquemático recuerdo, balance o como queráis llamarlo, de la actuación de la Falange en sus veinte años de existencia, es la mejor demostración de su eficacia nacional en la lucha de España contra el comunismo y contra el bloqueo internacional, y para ponerse, en fin, en condiciones de colaborar con el mundo occidental, en el que la nueva invasión de los bárbaros ha provocado una reacción de solidaridad.»

EL AFÁN POR UNA SOCIEDAD ESPAÑOLA JUSTA Y EL MAÑANA POLÍTICO

«No ha nacido la Falange para hacer demagogia ni para excitar a al revuelta. Nació de un sincero deseo de un mundo mejor, de que la sociedad se organizase sobre bases más justas que aquellas sobre las que estaba organizada, de que la libertad de los hombres, que el régimen liberal proclamaba a voces, pero que no aseguraba de hecho porque no podía existir mientras una minoría económicamente poderosa dominaba a las demás, fuera efectiva, lo que no podría ser en tanto la burocracia del Estado socialista ahogara la espontaneidad y personalidad humanan. Nació con el propósito de cambiar muchos de los conceptos y fundamentos de la economía; la empresa, como obra de conjunto y no como feudo capitalista; la necesidad del capital, como factor de la producción, pero no el capitalismo como poder político; el trabajo, como honor y rango jerárquico-social y no como mercancía; la valoración política y humana del trabajador y no su consideración puramente material de máquina, herramienta o tomillo; el obrero, con derecho a adquirir la técnica de su profesión, pero también una cultura formativa de su espíritu; la iniciativa privada, respetada; pero la iniciativa pública, vigilante y supletoria; la seguridad social, como base de una tranquilidad de vida presente y futura; la preocupación por las llamadas clases medias, factor de equilibrio en la dinámica social, con el riesgo de su proletarización cada día más creciente, emparedadas entre el odio marxista y el desprecio oligárquico, y que padecen la angustia económica del proletariado sin haber obtenido la justa protección que éste despierta.»

«Ante España se abre un futuro al que hemos de dar contenido análogo al presente para que la línea doctrinal y de acción, no se quiebre. El lograrlo depende de nosotros mismos principalmente.

Si el mañana nos encuentra unidos física y políticamente, ese mañana nada significará para quienes lo miran con el temor de lo incierto ni para quienes lo esperan con el regocijo del cambio. Las personas habrán muerto, envejecido o cambiado; pero la Falange, revitalizada con sangre nueva y hasta quizá en una reencarnación más perfecta que la actual, seguirá siendo un factor decisivo en la vida de España, y en el problema constitucional que, no obstante la previsión legal, ese futuro puede plantearnos, la Falange tendrá, llegado el momento, que decir su palabra, sin que ninguna tenga que pronunciar ni el comunismo con sus violencias ni el liberalismo con sus arrumacos.»

CORRELACIONES DEL MOVIMIENTO CON EL ESTADO

Claro está que, entendido así el Movimiento, nada tiene de extraño d que nosotros queramos que él Estado incorpore su manera de sentir y de pensar, y que el Movimiento constituya el único cauce político a través del cual el Estado reciba sus sustancia y su contenido.

Al Estado no le basta ni la fuerza ni el poder ejecutivo. Necesita de una base política de sustentación, de una doctrina que le infunda contenido, de un sistema de formas que desenvuelvan el proceso de su vida.

El Estado español, gracias al Movimiento, dispone de todos esos ingredientes. Conforme a ellos, se ha constituido y funciona en plena normalidad. Lógico y necesario es darle la máxima vitalidad para que la máquina estatal rinda cuanto debe rendir. Lo contrario nos llevaría al absurdo de un Estado en contradicción con su propia sustancia, sin saber adonde iba ni para qué existía; un Estado montado en falso y traidor a sí mismo.

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CONTINUIDAD FALANGISTA AL SERVICIO DE ESPAÑA

El Estado, pues, manda y ejecuta. El Movimiento, inspira y colabora. El Estado tiene una responsabilidad que le impide decir y hacer muchas cosas que al Movimiento, más espontáneo y libre, no le está vedado. El Estado ha de tener toda la serena y tranquila autoridad que corresponde al soberano, mientras al Movimiento le corresponde la pasión política y el entusiasmo popular. El Estado es arquitectura, es forma, que se ha de llenar con el contenido que le dé el Movimiento. Por eso veréis que al lado de cada función o de cada oficina preestatal, el Movimiento abre su cauce para que toda esa corriente no llegue al Estado de una manera desordenada o borrascosa, sino perfectamente definida y ordenada. Pero todo esto, que en teoría es facilísimo de comprender, en cambio en la realidad puede presentar muchas dificultades, porque si resulta que al Movimiento y sus órganos los sometemos de una manera directa y exclusiva a la autoridad del Estado, convirtiendo a ese Movimiento en una oficina estatal con su independencia y con su lozanía, perderá también su razón de ser y podemos suprimirle impunemente, y en lugar de ser un instrumento vitalizador y colaborador con el Estado haremos de él un instrumento sumiso y de pura duración, pero al mismo tiempo, si el Movimiento se entiende que no tiene otra misión sino la de perturbar la vida del Estado, la de recrearse en hacer resaltar cuáles son sus defectos, en lugar de tratar de perfeccionarle y de ayudarle a vivir, entonces se convertirá en una oleada de arena que no hará más que hacer rechinar los cojinetes de esa maquinaria. Por consiguiente, la relación entre el Estado y el Movimiento tiene que desenvolverse dentro de un sentido y pensamiento común, encaminado a realizar su verdadera misión, que es el servicio de España.

Mas esta concepción del Movimiento, que reputamos de ortodoxa, y de la posición que dentro de él tiene la Falange, si nos impone deberes, nos otorga también derechos, y uno de esos, de estos derechos, es el de la igualdad de trato. Si nosotros por ese concepto de la disciplina y de la unidad no adoptamos posiciones partidistas ni parciales y muchas veces tenemos que refrenar la espontaneidad y la intimidad de nuestras ideas y sentimiento con la reflexión de la responsabilidad, a nadie que se diga o que se crea integrado dentro del Movimiento le pueden estar permitidas actitudes, hacer ni decir cosas que nosotros, por respeto a esa misma lealtad, no decimos ni hacemos, y de lo contrario nos consideramos con derecho a calificar de traición y de cobardía a los que falten a esa unidad con sus ataques. Traición, porque tratan de perturbar y encizañar la unidad de ese Movimiento al que dicen servir y a ese Estado del que se sirven y del que, por regla general, disponen del caballo de Troya de magníficas posiciones oficiales. Traición, y además de traición, cobardía, porque cuentan de antemano con las nobles y benévolas reacciones del Poder Público, que saben que a lo más les va a causar una pequeña molestia, o un ligero arañazo, que no les va a impedir continuar en sus funciones y seguir aparentando y jugando el papel de mártires o de perseguidos.»

ANTE UNA NUEVA ETAPA HISTÓRICA

«Se abre ante España ahora una nueva etapa histórica, de inmensas posibilidades. Por ella, desaparecidos muchos de los obstáculos y preocupaciones, debemos marchar con paso más rápido hacia la vigorización y continuidad del Movimiento nacional, continuidad que implica dos tareas fundamentales; una, seguir llevando a cabo la Revolución nacional en lo que aún esté pendiente; otra, defenderla contra las contingencias y peligros, que si hoy día no existen, merced a vuestra presencia, no sabemos si en el mañana pueden aparecer.»

EL IDEAL POLÍTICO DEL 18 DE JULIO Y LA CONTINUIDAD

«Esa eufónica frase, la continuidad histórica, no es otra cosa que la marcha normal de un pueblo independiente, atenido a su educación, a su moral y a su economía. En modo alguno puede ser la petrificación de ese pueblo en un punto, elegido arbitrariamente, de su Historia. Esto equivaldría a detenerlo en cualquier arco de su órbita, mientras los pueblos poderosos, sólidos y creadores, recorrían la suya sin cesar. Esa continuidad tampoco se logrará eliminando las cláusulas fundamentales, que, a partir del 18 de Julio, son fuente de nuestra constitucionalidad y manantial de legitimidad del Poder jurídico. Franco la ha impulsado y garantizado, desde el primer día de su caudillaje, mediante una tarea históricamente inigualada que tiene como expresión de su realidad, como soporte de su existencia y como aglutinante de la comunidad nacional la Religión, que alcanza fuero jamás disfrutado en nuestro país; la creación económica, que nadie logró; el Ejército, resucitado tras una agonía secular; la unidad, consolidada e indiscutida; la iniciación y desarrollo de la reforma agraria para millones de españoles que también dieron su sangre en pro de una auténtica comunidad nacional; la paz social; el respeto, basado en la independencia y la fortaleza de nuestra Patria, obtenido en el ámbito internacional; la supresión razonable y progresiva de la angustia económica de millones de trabajadores. Todo esto, que ha torturado a los españoles desde hace más de un siglo, es la exacta continuidad histórica que José Antonio postuló y Franco ha establecido.»

LA PREVISIÓN Y LA GARANTÍA DEL FUTURO HISTÓRICO DE ESPAÑA

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CONTINUIDAD FALANGISTA AL SERVICIO DE ESPAÑA

«La continuidad exige no solamente acción, sino también previsión. Es verdad que es difícil señalar límites al porvenir. La vida escapa a cálculos y pronósticos, fluida entre las mallas del tiempo; mas por un sentido de responsabilidad ante el mañana, por el respeto a la memoria de los que derramaron su sangre para evitar nuevas luchas civiles y por ese deber de continuidad, se ha de rodear al Movimiento de aquellas defensas precisas para que el futuro lo encuentre lo suficientemente firme contra las inexperiencias o las malas voluntades, para que adquiera un carácter constitucional de manera que nada se pueda intentar contra él sin realizar un acto de fuerza o de ilegalidad; para no volver a todo aquello que ha sido destruido, para que nuestros hijos y descendientes no nos consideren como fracasados o como ingenuos, y para que no nos maldigan por haberles dejado abandonados a la incertidumbre política y convertirlos el día de mañana en posibles víctimas de también posibles tribunales de desfalangización.»

LA UNIFICACIÓN Y EL MOVIMIENTO

«La Unificación, como se deduce de la simple lectura del decreto que la establece, la entendemos nosotros como el conjunto de esas fuerzas anteriormente citadas sometidas a la doctrina del Movimiento, a su organización y ala disciplina de su Jefe Nacional. Claro es que, así concebido el Movimiento, debe ser lo suficientemente ancho y profundo para que en él quepan todos los que de buena fe quieran venir a él, a fin de que no quede fuera ningún sector valioso de la Nación, pero tiene que ser también lo suficientemente fuerte y aséptico para resistir contagios, desviaciones y actuaciones aisladas y por cuenta propia.

La Unificación, como esencia del Movimiento y, en su consecuencia, del Movimiento mismo, por la misión que le está atribuida de garantizar que el Estado no se convertirá en otro diferente al que tantos sacrificios ha costado alumbrar, posee un rango de primerísima jerarquía que, sin embargo, no concuerda con la categoría jurídica de la disposición que la ampara, siendo conveniente para el cumplimiento de los fines que al Movimiento incumben, que aquel rango adquiera la institucionalidad que debe corresponderle dentro de la mecánica del Estado.»

LA UNIDAD FALANGISTA Y LA SEGURIDAD DE LA REVOLUCIÓN NACIONAL

«Esta unidad, como la de todos los militantes de F.E.T. y de la J.O.N.S. y, en definitiva, la de todos los hombres que han luchado por hacer el Movimiento Nacional y luchan por mantener lo que éste significa en la vida política española, es el verdadero camino para esa continuidad que tanto nos preocupa y tanto deseamos no se quiebre en el futuro.

Bueno, conveniente y necesario es adoptar garantías jurídicas y políticas a tal fin encaminadas, pero nuestra unidad sin fisuras, nuestra voluntad granítica, nuestra decisión sin titubeos, lo serán aún mejor para conseguir que la Revolución Nacional que España, con Franco a la cabeza, está llevando a cabo, lejos de desembocar el día de mañana en la esterilidad o pararse para volver al pasado, tenga la continuidad que exigen los sacrificios que representa y hasta la valoración universal que ha alcanzado.

En nosotros mismos está, pues, la clave del mañana, el que éste sea seguro y no preñado de incógnitas o inquietudes. Franco hace todo lo posible para disiparlas; ayudémosle en tal empeño y sepamos cumplir con nuestro deber como él cumple el suyo. Estoy cierto que todos los aquí presentes estamos dispuestos a hacerlo.»

* * *

Y quede aquí este esbozo del libro como esquema incitante para la lectura del pensamiento falangista expresado —con el rigor y la galanura que le caracteriza— por el Ministro Secretario General del Movimiento, camarada Raimundo Fernández-Cuesta, que es también, a su vez, personificación de una continuidad en deservicio a una misma doctrina política, nacida del alma creadora de José Antonio y conducida históricamente hasta nuestros días por Francisco Franco. ¡Arriba España!

Madrid, 22 de abril de 1955.

AGUSTÍN DEL RIO CISNEROS

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1953-1955

EN LA INAUGURACIÓN DE UN GRUPO DE VIVIENDAS PROTEGIDAS

Palabras pronunciadas en Carballo (Coruña), al inaugurar el grupo de viviendas protegidas "Bergantiños", construido por la Obra Sindical del Hogar, y un Hogar del Frente de Juventudes, el 13 de septiembre de 1953.

HE de corresponder a la bienvenida del alcalde de este hermoso pueblo con unas breves palabras, breves, pero sinceras. A la gran satisfacción que he tenido de venir a Galicia y de visitaros se une, en estos momentos, la de poder asistir a la inauguración de este grupo de viviendas, que constituye una prueba más de la eficacia de un Régimen, de un Gobierno, de unas autoridades y, sobre todo, de la eficacia de un sistema.

Vosotros recordáis perfectamente lo que sucedía anteriormente a nuestro Régimen: que los hombres públicos gastaban la mayor parte de sus energías en conciliar intereses opuestos, en armonizar intrigas, en atender pedigüeños y en contraer compromisos para preparar los futuros tinglados electorales, y éste, en realidad y en honor de la justicia, más que culpa de aquellos hombres, era culpa del sistema.

En cambio, ahora esas energías se gastan en obras efectivas, en realidades concretas, y así habréis visto que cuando el Gobierno ha venido a celebrar Consejo de Ministros, bajo la presidencia de Franco, en La Coruña, resulta que ha atendido, en lo posible, una serie de problemas que habían sido perfectamente estudiados, encauzados y presentados por el Consejo Económico Sindical de la Falange, es decir, por uno de los organismos fundamentales de nuestro Régimen, de nuestro sistema.

Pero tenemos que hacer constar también en estos momentos felices para vosotros que hay que resaltar la eficacia de los hombres de la Falange, que si la Falange tantas veces ha tenido que pechar y cargar con responsabilidades que no eran suyas, es justo también que se hagan resaltar sus méritos y sus servicios cuando, como en esta ocasión, hay una realidad que nadie puede negar y nadie puede desconocer.

Quiero también aprovechar esta oportunidad para hacer resaltar toda la inmensa labor política y social que está realizando en esta provincia la Falange gallega, la Falange que, habiendo suprimido y hecho desaparecer toda clase de diferencias, trabaja unida como un solo hombre al servicio de Galicia y España; en definitiva, que ha sabido poner en tensión las mejores cuerdas de su fe y de su entusiasmo, a las órdenes de unas jefaturas y de unas autoridades y jerarquías provinciales y locales que han sabido hacer vibrar las mejores cualidades del alma falangista y de los falangistas gallegos.

En estos momentos en que el mundo vive convulso y estremecido, en plena agitación política y social, quizá porque no ha sabido romper el nudo de sus propios problemas (porque para ello hubiera sido preciso llegar a calar el cuchillo en la propia carne y llevarse en el corte los trozos podridos y putrefactos), para los españoles tiene que ser un motivo de orgullo y satisfacción, de firmeza y seguridad al ver cómo España, en medio de todas las campañas de que ha sido víctima, en medio de todas las críticas que se le han dirigido, en medio de todos los silencios malévolos que también se le han hecho, España constituye una excepción en ese mundo y constituye como un oasis en medio de este desierto de fe espiritual, de solidaridad humana, de deseos de verdadera y auténtica justicia entre los hombres, que es hoy la característica de este mundo que tanto nos crítica y que tanto nos ha perseguido; pero la obra de la razón se abre ya camino y se abre paso, primero, porque tenemos la razón, pero, además, porque en defensa de esa razón nosotros hemos sabido emplear las armas de un pensamiento político y social que consista en una unidad entre todos los hombres y todas las clases de España, en una lealtad a esa doctrina inconmovible en los momentos más difíciles, en que tantas cosas y tantas personas parecían tambalearse en España víctimas del miedo y víctimas de la cobardía, y porque, además, hemos sabido, aun en esos momentos más difíciles, formar el cerco, el cerco apretado y unido, como lo seguimos y lo seguiremos formando siempre, en nombre de ese gallego y de ese español ejemplar, el primero de todos, que es Francisco Franco.

Y nada más, sino deciros que me llevo una verdadera alegría al contemplar esta realidad más, esta obra efectiva del Gobierno, del Régimen, de la Organización Sindical, de la Falange, en definitiva, y que os deseo podáis gozar de ella con mucha felicidad, por muchos años, y siempre con el pensamiento puesto en España y en el hombre que la acaudilla. ¡Arriba España! ¡Viva Franco!

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DECLARACIONES PERIODÍSTICAS A LA AGENCIA REUTER

Declaraciones hechas al director de la citada agencia en Madrid, señor Henry Buckley, antes del Primer Congreso Nacional de la Falange. Publicadas en "Arriba" el 25 de octubre de 1953.

—¿Cuáles son los fines de esta primera gran Asamblea de Falange?

—La fecha del vigésimo aniversario del acto del teatro de la Comedia en el que José Antonio Primo de Rivera definió las líneas fundacionales de la Falange, es una excelente ocasión para que realicemos un examen interno que nos revele cuáles han sido los efectos del paso de veinte años —de veinte años cuajados de acontecimientos difícilmente igualables en la Historia española y universal— por el cuerpo de doctrina y acción política de la Falange.

Naturalmente, el próximo Congreso contendrá una reafirmación de principios mil veces más fuertes al templarse en la realidad cotidiana de España. Pero al mismo tiempo nos prepararemos para encarar el futuro que se abre ante nosotros mediante las previsiones que la experiencia nos ha enseñado en un período pleno de dificultades.

Creemos que es sintomático que esta revisión y puesta al día que representa nuestro Congreso coincida con el plazo de veinte años, que es el que comprende la vida de una generación, y en este caso, de la generación política que fundó la Falange. Pero, por otra parte, este Congreso equivale a la manifestación solemne y pública, tan vinculada a la solemnidad entrañable de este aniversario, de una actividad vigilante que nunca ha faltado a la Falange: la de vigilar su propio desenvolvimiento biológico y la de acompasarlo con lo que José Antonio llamó la suprema realidad de España.

—¿Sería apropiado atribuir a Falange Española carácter de partido «fascista»?

—No sólo no sería apropiado, sino sumamente inconveniente. En 1934 gran número de periódicos españoles publicaron una nota redactada por José Antonio Primo de Rivera en la que rehusaba terminantemente la invitación para asistir a un Congreso internacional fascista que se celebraba a la sazón en Montreux y al que había sido invitado, y aprovechaba la ocasión para declarar que «Falange Española de las J. O. N. S. no es un movimiento fascista. Va perfilándose cada día con caracteres peculiares y está segura de encontrar precisamente por ese camino sus posibilidades más fecundas».

Si en 1934 —tratamos de reconstruir el panorama internacional de aquella fecha y los asentimientos internacionales que lograba el fascismo— la Falange definía así su posición, hay que concluir cuál habría sido su clara trayectoria independiente cuando el Movimiento Nacional ha desenvuelto muchas de aquellas posibilidades fecundas que previo nuestro Fundador.

Se puede decir muy claramente que, a pesar de los fuertes y repetidos intentos de atracción ideológica, a pesar de que ésta ha llegado en ocasiones potenciada por una situación geopolítica ventajosa y a pesar de que incluso esta atracción halló eco sentimental en determinados núcleos, el Estado y la Falange han mantenido rigurosa y ejemplarmente esta independencia como uno de los puntos en que se manifestó la voluntad de nuestro Fundador de manera más inequívoca. Todo género de suspicacias universales, aun las más aviesas, no han podido deformar esta verdad.

—¿Creen los falangistas que su sistema sirve los intereses de España mucho mejor que el sistema democrático liberal?

—Sin duda alguna que ésta es la creencia unánime de todos los falangistas y aun de muchos españoles que no lo son. Porque la oposición entre ambos sistemas no la plantean como se plantea en la pregunta, es decir, entre el sistema falangista y «un» sistema democrático liberal. El único sistema democrático liberal que conocen los falangistas y los españoles es el que nos enseña nuestra propia Historia. Y no la de unos años simplemente, sino la que se extiende desde que en 1812 los llamados «doceañistas» establecieron el sistema implícito en la Constitución de Cádiz hasta el 18 de julio de 1936.

Ante este sistema democrático liberal, que la experiencia de ciento veinticuatro años ha demostrado como único posible en España, y del que quiero ahorrarle, porque cualquier compendio de la Historia lo hará mejor que yo, la mención de las calamidades políticas que han supuesto para muchas generaciones españolas, no cabe siquiera establecer la comparación. Bástenos el balance de tres presidentes del

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Consejo —Cánovas, Dato y Canalejas— y un cardenal — Soldevilla— asesinados por los anarcosindicalistas en período de la democracia monárquica.

Como ejemplo de las dos soluciones, si la del Movimiento Nacional o la liberal democrática, tiene más alto sentido de sus. obligaciones en materia de cooperación internacional, baste decir que fué un Gobierno liberal quien declaró la guerra a los Estados Unidos en 1898 El Movimiento Nacional ha firmado, en cambio, un pacto de amistad y de mutua ayuda con este país, ahora el más importante del mundo.

—¿Cómo son nombrados los altos cargos de Falange y los consejeros y directivos provinciales?

—De acuerdo con nuestros Estatutos, los altos cargos de la Falange son nombrados libremente por un Jefe Nacional, a propuesta del Ministro Secretario General.

Los consejeros provinciales son natos, electivos y de libre nombramiento del Ministro Secretario General; los consejeros electivos son designados libremente por las organizaciones locales y su mandato dura tres años. Igual período de duración en su misión tienen los designados por la Secretaría General.

—¿Cómo se recaudan los fondos para los gastos de la organización falangista?

—La organización falangista, en su línea política pura, está sostenida fundamental y principalmente por las cuotas de sus afiliados, cuya recaudación se realiza exclusivamente a través de nuestras Jefaturas locales y provinciales.

Así, por ejemplo, la Prensa del Movimiento, que reúne cerca de cuarenta periódicos, es una empresa totalmente privada, y su explotación se desenvuelve dentro de los estrictos términos jurídicos que regulan las empresas de esta naturaleza.

Ninguna ventaja de orden administrativo o fiscal ampara el patrimonio de la Falange. Las únicas subvenciones que la Falange recibe del Estado están consignadas a aquellas secciones a las que el Estado ha encomendado misiones de orden sanitario, educativo o asistencial.

— ¿No podía llegar a constituir peligro él dejar todo el Poder exclusivamente en manos de un solo partido?

—Creo honradamente que la Falange no se ha planteado este problema, pues ni actualmente le está atribuido todo el Poder ni sus fines se reducen a esta necesidad de alcanzar el Poder pleno, que justo es decir —y he aquí otra diferencia de las infinitas que podriamos extraer— caracterizó a los llamados regímenes totalitarios.

La Falange persigue informar la voluntad española con preferencia a alcanzar poder en España, en donde justo es señalar que se puede llegar a cualquier puesto del Estado y su Administración sin haber sido jamás falangista de hecho ni de derecho. Otra cosa es que el propio instinto de conservación del Estado y la necesidad de que éste haya de nutrir sus cuadros con los hombres más aptos, llame a funciones estatales y administrativas a falangistas, como de hecho sucede y de lo que nos enorgullecemos. Pero es preciso insistir en que el fin principal de la Falange es lograr un clima político congruente con los tres postulados esenciales de nuestro Movimiento: con la unidad, la grandeza y la libertad de España.

—Aparte sus agrupaciones juveniles, ¿abarca el Movimiento falangista también alguna milicia?

—Las Milicias de Falange fueron disueltas con la desmovilización que siguió al término de la guerra en 1939. Eran unidades militares mandadas por jefes y oficiales del Ejército y encuadradas en las grandes unidades de éste. Sus filas estaban compuestas por voluntarios a los que una fidelidad política llevaba a luchar en aquellas unidades codo a codo con las propiamente nutridas por los reemplazos llamados a filas. Si me detengo tanto en explicar la composición y fines de aquellas Milicias es para decirle que después de su desmovilización no ha habido más Milicias de Falange en España, en donde el Ejército de Tierra, Mar y Aire, por un lado, y el Orden Público en su totalidad, por otro, dependen de sus Ministerios respectivos, sin que en su organización y funciones tengamos ninguna intervención.

La Milicia Universitaria es una organización paramilitar dirigida por jefes y oficiales del Ejército, y se ocupa de la transformación de los universitarios, durante los meses de vacaciones y mediante la asistencia a cursos desarrollados en campamentos, en una reserva útil de oficialidad que habría de cubrir los mandos subalternos del Ejército en cualquier movilización.

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—¿Serán públicas las sesiones de este magno Congreso del XX aniversario de su Fundación?

—Serán públicas todas las sesiones plenarias. Pero las labores del Congreso serán preparadas en buena parte en el seno de las Comisiones, cuyo trabajo, por su misma índole, será privado, si bien todas sus conclusiones serán publicadas. Regirá, pues, el mismo grado de publicidad que apetece el más generoso sistema parlamentario en esta materia.

—¿Tomará parte en él la Sección Femenina?

—En todos los aspectos del Congreso, como una de las Secciones (y diré que de las más eficaces y entusiastas) que componen la Falange, contaremos con la presencia y cooperación de nuestra Sección Femenina.

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EN LA CLAUSURA DEL I CONGRESO NACIONAL DE LA FALANGE

Discurso pronunciado en el Paraninfo de la Universidad Central de Madrid él 28 de octubre de 1953.

CAMARADAS TODOS: No puedo dar por terminada esta sesión plenaria y clausurado el Congreso sin dirigiros unas palabras de felicitación por vuestra labor y para agradeceros la colaboración que ella representa.

Después de un meditado estudio sobre los distintos puntos sometidos a vuestra reflexión, habéis aprobado unas conclusiones referentes, unas, a temas de nuestra propia Organización; otras, a problemas concretos de la Administración pública; otras, en fin, tienen un contenido exclusivamente político, y habéis formulado un conjunto y unas líneas de acción futura que constituyen un cuerpo de doctrina y que marcan bien claramente el pensamiento de la Falange y su posición en lo social, en lo económico, en lo cultural, en todos los problemas, en fin, excluyendo la acusación fácil de que no está preparada para ellos.

Este Congreso, al que habéis sabido dar la seriedad y altura necesarias, y en el que ha culminado la labor llevada a cabo durante todo un año por la Falange, es acontecimiento de la máxima importancia en la vida política española, y como tal, ha despertado en nosotros ilusión y confianza justificadas; en otros, recelos que no lo están, y en todos, la lógica expectación.

Pero nos interesa que no sea objeto de especulación ni nadie se sienta después defraudado porque no decimos inconveniencias ni echamos los pies por alto, como hubieran querido algunos para llamarnos después insensatos o perturbadores. En cambio, sí queremos demostrar con él a los que ahora precisamente creen que ya nada tenemos que hacer, que nuestra hora ha periclitado, que somos un recuerdo o un estorbo, que, lejos de ser así, la Falange sigue constituyendo el núcleo de la unidad del pueblo español, de su insobornable dignidad y de su sentido nacional de independencia, más necesario de mantener y proclamar cuanto más intensas sean las relaciones internacionales y más posibles las influencias ajenas.

También ha venido a demostrar el Congreso que hoy clausuramos la vitalidad y la capacidad política de la Falange, su afán de perfeccionamiento y de adaptación a las exigencias de cada momento y circunstancia y la necesidad de no anquilosarse, de hacer de tiempo en tiempo un alto en la labor diaria y subir hasta las cimas de la montaña para ver si vamos por el camino derecho o hemos sufrido desviación, máxime ahora, en que se aire una nueva etapa en la vida política de España, marcando los objetivos a llenar en ella y los medios para lograrlo.

La vida de la Falange ha estado desde su origen repleta de dificultades, nacidas éstas principalmente de causas de todos conocidas y aludidas por mí en otras ocasiones, entre las que destacan nuestra posición doctrinal, contraria a derechas e izquierdas; nuestra llegada al Poder con precipitación a instancias de la guerra y en unión de otras fuerzas políticas, y los diversos criterios existentes sobre la Falange y el Movimiento, la relación entre ambos y su función en la política de España.

De aquí arrancan las críticas de muchos magníficos camara-das, que no aceptan, como nosotros tampoco aceptaríamos, si nos dejáramos llevar de la espontaneidad de nuestros sentimientos, más que posiciones absolutas de todo o nada, olvidando la realidad de las cosas, que en política la presencia activa es fundamental, y que nuestro puesto no hubiera quedado vacante}, ya que otros lo habrían ocupado. ¿Os figuráis lo que el Movimiento hubiera sido sin nuestra presencia en él y sin el contrapeso que ella supone? Olvidando, en fin, que nosotros no podemos libremente ni ligeramente desembarcarnos de la nave en la cual vamos con tantos miles de camaradas, a los cuales no podemos dejar abandonados en la desorientación y en el desprecio.

De aquí también nuestra completa discrepancia con quienes conciben y ven el Movimiento como el conjunto de todas las fuerzas que se unieron en un patriótico propósito de salvar a España del comunismo, con sus características doctrinales y de táctica cada una, y en el que la Falange no es más que una de las fuerzas que tomaron parte en la contrarrevolución, y cuyo significado queda diluido en ese Movimiento. No; para nosotros es el conjunto de todas esas fuerzas anteriormente dichas, pero en cuanto aceptan la doctrina económico-político-social de la Falange y la disciplina de su Jefe Nacional.

Y esta afirmación mía no es puramente gratuita, está avalada por toda una realidad histórica y por la autoridad de unos textos legales aprobados hace muchos años.

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Claro está que, entendido así el Movimiento, nada tiene de extraño el que nosotros queramos que el Estado incorpore su manera de sentir y de pensar, y que el Movimiento constituya el único cauce político a través del cual el Estado reciba su sustancia y su contenido.

Al Estado no le basta ni la fuerza ni el poder ejecutivo. Necesita de una base política de sustentación, de una doctrina que le infunda contenido, de un sistema de formas que desenvuelvan el proceso de su vida.

El Estado español, gracias al Movimiento, dispone de todos esos ingredientes. Conforme a ellos, se ha constituido y funciona en plena normalidad. Lógico y necesario es darle la máxima vitalidad para que la máquina estatal rinda cuanto debe rendir. Lo contrario nos llevaría al absurdo de un Estado en contradicción con su propia sustancia, sin saber adonde iba ni para qué existía; un Estado montado en falso y traidor a sí mismo.

El Estado, pues, manda y ejecuta. El Movimiento inspira y colabora. El Estado tiene una responsabilidad que le impide decir y hacer muchas cosas que al Movimiento, más espontáneo y libre, no le está vedado. El Estado ha de tener toda la serena y tranquila autoridad que corresponde al soberano, mientras al Movimiento le corresponde la pasión política y el entusiasmo popular. El Estado es arquitectura, es forma, que se ha de llenar con el contenido que le dé el Movimiento. Por eso veréis que al lado de cada función o de cada oficina preestatal el Movimiento abre su cauce para que toda esa corriente no llegue al Estado de una manera desordenada o borrascosa, sino perfectamente definida y ordenada. Pero todo esto, que en teoría es facilísimo de comprender, en cambio en la realidad puede presentar muchas dificultades, porque si resulta que al Movimiento y sus órganos los sometemos de una manera directa y exclusiva a la autoridad del Estado, convirtiendo a ese Movimiento en una oficina estatal con su independencia y con su lozanía, perderá también su razón de ser y podemos suprimirle impunemente, y en lugar de ser un instrumento vitalizador y colaborador con el Estado haremos de él un instrumento sumiso y de pura duración, pero al mismo tiempo, si el Movimiento se entiende que no tiene otra misión sino la de perturbar la vida del Estado, la de recrearse en hacer resaltar cuáles son sus defectos, en lugar de tratar de perfeccionarle y de ayudarle a vivir, entonces se convertirá en una oleada de arena que no hará más que hacer rechinar los cojinetes de esa maquinaria. Por consiguiente, la relación entre el Estado y el Movimiento tienen que desenvolverse dentro ele una armonía, de la independencia y la colaboración, y dentro de un sentido y pensamiento común, encaminado a realizar su verdadera misión, que es el servicio de España.

Mas esta concepción del Movimiento, que reputamos de ortodoxa, y de la posición que dentro de él tiene la Falange, si nos impone deberes, nos otorga también derechos, y uno de ésos, de estos derechos, es el de la igualdad de trato. Si nosotros por ese concepto de la disciplina y de la unidad no adoptamos posiciones partidistas ni parciales y muchas veces tenemos que refrenar la espontaneidad y la intimidad de nuestras ideas y sentimientos con la reflexión de la responsabilidad, a nadie que se diga o que se crea integrado dentro del Movimiento le pueden estar permitidas actitudes, hacer ni decir cosas que nosotros, por respeto a esa misma lealtad, no decimos ni hacemos, y de lo contrario nos consideramos con derecho a calificar de traición y de cobardía a los que falten a esa unidad con sus ataques. Traición, porque tratáis de perturbar y encizañar la unidad de ese Movimiento al que dicen servir y a ese Estado del que se sirven y del que, por regla general, disponen del caballo de Troya de magníficas posiciones oficiales. Traición, y además de traición, cobardía, porque cuentan de antemano con las nobles y benévolas reacciones del Poder Público, que saben que a lo más les va a causar una pequeña molestia, o un ligero arañazo, que no les va a impedir continuar en sus funciones y seguir aparentando y jugando el papel de mártires o de perseguidos.

Pero claro está que nosotros también aceptamos la responsabilidad, la responsabilidad de nuestros propios actos; pero no la responsabilidad de aquellos actos que un clima de confusión, de no clara determinación de funciones, han permitido atribuirnos, y así ha resultado durante todos estos últimos años, que si en España se hacía el estraperlo, era la Falange la culpable; que si la vida subía en España, era la Falange quien la encarecía; que si la vida y las relaciones comerciales no eran fáciles, eran los Sindicatos, con su intervencionismo, los que lo provocaban; que si la misma vida y la relación internacional no eran francas ni claras, era la totalitaria Falange la causante de ello. Pero, en cambio, olvidaban o callaban todo lo bueno que la Falange ha hecho. Y olvidaban, por ejemplo, entre otros detalles, que la única pena de muerte que se ha impuesto en España por delitos económicos ha sido a un pobre falangista, a un pobre falangista cuya responsabilidad seguramente no sería mayor que la de alguno de esos enriquecidos que por el mundo andan. Por eso, pues, camaradas, es absolutamente fundamental que sigamos con nuestra fe; sin la fe nada podremos hacer. Si Pilatos permitió que el pueblo eligiese entre Barrabás, que era un malhechor, y Jesús, que era la Verdad, fué porque no tenía fe. Para que se hubiese podido enfrentar con el pueblo en defensa de la verdad, hubiese sido necesario el que creyesen esa verdad, y Pilatos era un escéptico.

Debemos tener, pues, plena fe en que nuestra doctrina, inconmovible en lo fundamental, pero sometida en lo accidental a todas las revisiones que la vida exige, es la única que puede llevar a cabo la renovación de España y que incluso puede señalar una nueva etapa en la historia de las ideas políticas y de rescate de muchos conceptos —Patria, Poder, Democracia, Representación, Libertad, Justicia social—,

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llenándolos de un contenido más real y más de acuerdo con las exigencias de los tiempos nuevos, ya que en muchos de esos conceptos la sustancia se había evaporado y quedaba tan sólo la forma.

Es fundamental que el mundo se entere de que no somos una amarga píldora totalitaria que hay que tragar por razones de conveniencia —y si lo fuéramos, lo diríamos, con todas sus consecuencias—, sino una doctrina montada sobre una base cordial y humana que haga posible la convivencia social en el interior y en el exterior, y a los que le niegan al Movimiento esas cualidades debemos preguntarles si realmente lo conocen, si saben cuál es nuestra doctrina y nuestra razón de existir, si saben por qué hemos luchado y si conocen el pensamiento de José Antonio» su vida, y si saben por qué murió. Probablemente, no, y nosotros se lo vamos a decir en pocas palabras.

José Antonio, al crear la Falange, la lanzó a la inmensa tarea de salvar al hombre de la quiebra total que le amenazaba. El hombre, siempre el hombre, en su sentido de persona, es decir, en su función terrena y en el respeto de su fin sobrenatural, es lo que se busca sacar a flote de la riada que todo lo anega.

No discrepa la Falange de otros sistemas políticos sólo por imperativos doctrinales, sino por la falta de protección humana de que, por unas u otras razones, esos sistemas adolecen. La Revolución francesa, con sus ya clásicas declaraciones de derechos que suponen un avance decisivo en el respeto al hombre, ha llegado a ser incapaz para satisfacer sus propios principios de garantizar la persona humana contra los ataques del comunismo.

El comunismo, por principio, desconoce y desprecia esa persona humana, y cuando como reacción defensiva contra él surgen los llamados Estados totalitarios, la Falange, lejos de dejarse arrastrar por criterios demoledores del hombre y de convertirlo en una cosa al servicio del más fuerte o en un tornillo del engranaje estatal, hace de él el arco de su construcción política, tendiendo a armonizar su libertad con un Estado que constituya su mejor garantía para que esa libertad sea efectiva.

José Antonio sabía que el problema más dramático de la historia de las ideas políticas es el de las relaciones del individuo con el Estado y el criterio para fijar los límites de esas relaciones. Ese problema no se conoció en la antigüedad. Ante la «polis» griega y la «civitas» romana, el hombre no cuenta. El problema surge con el Cristianismo, al fijar éste la igualdad de origen, de destino y de naturaleza humana; pero es en la Edad Moderna cuando adquiere su carácter político y jurídico al coincidir la aparición del Estado soberano con la soberanía política y jurídica del individuo que el Renacimiento había exaltado. Hasta entonces, el problema consistía en saber quién mandaba. Ahora había, además, que señalar los límites de ese mando.

Por eso, la Revolución inglesa de 1688, la declaración de derechos de Virginia de 1776 y la Revolución francesa de 1789, fijaron en la teoría y en la práctica esos límites. El liberalismo había entrado en el campo del Derecho público con un concepto autónomo e independiente de la democracia. Esta exige que en la formación de las leyes intervenga el ciudadano; aquél, que se fijen los límites del Poder. Por eso, un Gobierno puede ser colectivo, democrático y tiránico, y puede no serlo el gobierno de uno solo cuando su poder está limitado.

Mas como no sólo basta saber quién manda ni cuándo se manda, sino que hay que saber también para qué se manda, el Estado puede ser democrático, liberal y arbitrario porque ejerza el poder por el poder, y no para el bien de la comunidad. Por eso, nuestros escritores clásicos decían «que sé reina sobre el pueblo, con la justicia y para la paz».

Por consiguiente, el criterio para fijar los límites de las relaciones entre el Estado y el individuo no puede ser cuantitativo, ni de regateos, sino buscando la razón de esos mismos límites. Si, al fin y a la postre, individuo y Estado son voluntades humanas encaminadas a un mismo fin, el bien de la comunidad, la autoridad del Estado no ha de estar limitada por la del individuo, ni el individuo por el Estado, sino ambos por una ley superior de ética que diga lo que es bueno, lo que es malo, lo que es la verdad, lo que es el error, independientemente de que sean uno o varios los que lo digan o los que lo hagan.

Con arreglo a estas ideas, José Antonio construyó su doctrina política y de las relaciones del individuo con el Estado, y, por tanto, ese totalitarismo tan manoseado, tan traído y llevado, tan frivolamente aplicado, se convierte en nosotros en un sistema en el que el hombre no aparece desconectado de toda base social ni dogmática, como si fuese un mundo aparte, principio y fin de todas las cosas, sin más norma ni autoridad que su razón y su albedrío, sino hermanado con sus semejantes en unidades naturales de convivencia, dentro de un destino común español, sin. cuya dimensión sería un hombre mutilado.

Mañana es el XX aniversario de la fundación de la Falange. Nuestra alegría queda disminuida por el dolor de no poder celebrarlo con su Fundador y los mejores camaradas, con los que nos dieron la luz de su cerebro y el ejemplo de su sacrificio. De los que aquí estamos, unos hemos vivido día a día esos veinte años, otros se han incorporado en su correr; pero todos hemos aportado a la común tarea nuestro esfuerzo y nuestras posibilidades. A muchos de nosotros esos veinte años nos abruman con el peso de su histórico contenido y con el temor de no haber sabido hacer honor a la» responsabilidad que el destino dejó caer sobre nuestros hombros, aunque tengamos la conciencia tranquila de haber puesto el alma entera por

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conseguirlo y haber dejado jirones de nuestra existencia, pedazos de nuestro ser, y estar dispuestos ai seguir haciéndolo; pero todos, viejos y jóvenes, no miramos a la Falange con perspectiva de pasado, sino con realidad de presente e ilusión de porvenir.

Por eso mañana, cuando vayamos a rendir al Jefe Nacional del Movimiento el testimonio de nuestra lealtad, le debemos presentar también el de nuestra insobornable decisión de que, pase lo que pase, siempre estaremos dispuestos a poner nuestra voluntad, nuestra inteligencia y nuestro entusiasmo en servicios de España, de la Falange y en su propio servicio, y a no arriar nunca la bandera de lo nacional, que como inspiradora de nuestra conducta toda, nos viene guiando desde hace veinte años. ¡Arriba España! Queda clausurado el I Congreso Nacional de la Falange.

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EN EL XX ANIVERSARIO DE LA FUNDACIÓN DE LA FALANGE

Discurso pronunciado en la Concentración Falangista celebrada en el Campo de Deportes de Chamartín, de Madrid, el 29 de octubre de 1953.

CAUDILLO DE ESPAÑA: Estos miles de hombres que veis aquí, congregados ante vuestra presencia, han venido de todos los confines de la Patria para renovaros, con el más cálido entusiasmo y la más firme decisión, la lealtad y adhesión inquebrantable de la Falange entera en esta fecha histórica del veinte aniversario de su fundación, evocadora de tantas alegrías y de tantas penas, de tantos acontecimientos, unos felices y otros desgraciados; de tantos camaradas que cayeron y de tantos recuerdos, en fin, que en este momento desfilan vertiginosamente por mi memoria en ráfagas de emoción.

Y han tenido un especial deseo de fundir la conmemoración fundacional con este homenaje, que si José Antonio con su genio creara laj Falange y con su sacrificio la enalteciera, vos le habéis dado el brillo de vuestra Jefatura y defendido en todos los momentos y circunstancias por graves que fueran.

Están aquí desde el último militante hasta la más alta jerarquía, y bajo el rojo de sus flechas en todos ellos late un corazón de auténtico español que estalla de gozo ante las alegrías de la Patria, que la congoja oprime cuando las desgracias la golpean y que van a lanzar al viento, para que éste lo recoja y haga llegar su eco al último rincón de España, como expresión de esa adhesión y de ese entusiasmo de que antes hablaba, el «¡Viva Franco!» más impresionante que jamás se haya escuchado.

Pero su entusiasmo no es fuego de artificio que en cascada chisporreante ilumina el cielo unos momentos para volver rápido a la oscuridad, sino luz constante y consciente que guía¡ sus actos y que nace de saberos intérprete de sus ideales, de sus pensamientos políticos y de su razón pública de existir.

Por eso han querido también con este acto respaldar la fructífera labor que durante un año han venido realizando por toda España Asambleas comarcales y provinciales, que han culminado en el Congreso ayer clausurado, en el que han sido aprobadas las conclusiones que recogen la visión falangista de los problemas de España, sus ilusiones, sus inquietudes, y que serán sometidas a la consideración de vuestra Jefatura Nacional.

Esta concentración y ese Congreso, sobre los que tanto se ha especulado y comentado, desde atribuirles demandas exigentes del Poder hasta de ser el canto del cisne de una fuerza política agonizante, constituyen una prueba de la madurez política, de la vitalidad y de la fuerza renovadora de la Falange y aval de que su valor no es puramente nostálgico y de pieza de museo que apreciamos con amor y respeto de coleccionista de historia, sino que tiene una proyección de presente y de porvenir.

Nació la Falange hace hoy veinte años, porque las izquierdos hacían imposible la vida española y las derechas se mostraban incapaces e impotentes para remediarlo; nació porque se confundía la justicia social con el odio y el sectarismo, y el patriotismo con los intereses individuales de partido o de clase; nació en Madrid, mitad hostil y mitad indiferente, en el que pocos; se dieron cuenta de la importancia del hecho, que, a lo sumo, valoraron como un gesto simpático y valiente del hijo del dictador; nació en una España oficial divorciada de la España vital y que buscaba en unas elecciones la panacea de sus males; nació de la mente y del alma de un hombre cuya voz era el eco directo de lo más auténtico español y del afán de una juventud de derribar,, aunque fuera con estrépito, la falsedad, la podredumbre, el egoísmo y la tragedia que atenazaban a los españoles; nació en uno de esos días del otoño madrileño, tibios y acariciadores, incitantes a dejarse llevar por el goce de vivir, y en el que, sin embargo, se trazaron las líneas magistrales del Movimiento político más puro que ha nacido en España y que iba a ser levantado a fuerza de sangre generosa y de sacrificios sin límites.

Apenas nacida, durante tres años fué objeto de sañuda persecución. Tiros y cárceles por las izquierdas; intrigas, malévolos silencios y deliberadas exclusiones electorales por las derechas, que al privar a José Antonio de la mínima garantía que representaba el acta de diputado, le facilitaron su entrada en la cárcel, antesala de su martirio.

Durante la Cruzada luchó heroicamente en los frentes de combate y padeció martirio en las retaguardias rojas. Terminada aquélla, trabajó por la reconstrucción nacional con fe, con ahinco, sin regateos, cargando a veces con culpas que una confusión de nombres y de denominaciones deliberadas, llamando Sindicato a lo que no lo es y falangista a quien a lo mejor ni afiliado estaba, unida a una clara mala intención, ha permitido atribuirle y que se cobijara bajo nuestra bandera protectora tanta mercancía de contrabando.

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Terminada la guerra mundial, y cuando España y el Régimen fueron objeto del ataque más injusto que pueblo alguno sufriera, y hasta la misma Naturaleza nos negara el agua y el pan,, no de modo figurado, sino físico y efectivo, formó el cuadro en torno a vuestra persona, dispuesta a todo cuanto los acontecimientos demandaran, después de verse libre de los que a ella habían venido en los días cómodos de triunfo, atraídos por el imán del cargo o de la vanidad, pero que cuando las tornas se cambiaron y el viento fué de fronda, se autoeliminaron envueltos en el fango de la traición y de la cobardía.

Y ahora, pasados esos momentos, llegada la reparación, sigue en su puesto con la misma fe de siempre en vos, con la misma voluntad de cumplir en cada circunstancia la misión que le corresponde en servicio de España.

Este brevísimo y esquemático recuerdo, balance o como qúe-ráis llamarlo, de la actuación de la Falange en sus veinte años de existencia, es la mejor demostración de su eficacia nacional en la lucha de España contra el comunismo y contra el bloqueo internacional, y para ponerse, en fin, en condiciones de colaborar con el mundo occidental, en el que la nueva invasión de los bárbaros ha provocado una reacción de solidaridad.

Y es que la Falange, por no ser un grupo de políticos profesionales, sino el alma militante de un Movimiento político cuyas razones de existir al cabo de veinte años, lejos de debilitarse, han adquirido una dimensión universal por la pugna entre el mundo cristiano y libre y el materialismo soviético; ha nacido con vocación de permanencia, aunque otra cosa piensen quienes no desaprovechan ocasión para preparar su papeleta de defunción. Son los que al caer los regímenes italiano y alemán decían que nosotros, totalitarios sin originalidad, teníamos que caer también. Son los que, normalizadas las situaciones internacionales y no siendo precisas actitudes difíciles ni de sacrificio, dicen que a la Falange nada queda ya por hacer. Son, en fin, los que, alegando recelos y antipatías o prevenciones exteriores, quieren aprovechar la innegable eficacia de las obras de la Falange, pero haciéndolas exclusivamente técnicas o administrativas, privándolas de los apellidos de su gloriosa estirpe, como si fueran incluseras o nacidas por espontánea generación, cuando son el fruto de una siembra que la Falange empezó hace veinte años, que ha cuidado con esmero y que ahora ofrece gustosa a España.

Son los que la niegan toda coherencia doctrinal, méritos y servicios con la misma audacia e injusticia que se atribuyen el monopolio doctrinal del Movimiento y una autoridad pública que si realmente tienen debían emplear en robustecerlo y no en intentar resquebrajarlo. Son los que la califican de izquierdista por no repudiar lo noble y valioso que haya en un sector de la vida española, con la misma arbitrariedad que los rojos la califican de reaccionaría porque no repudia lo igualmente noble y valioso que haya en los otros. Son los que la llama)n totalitaria, olvidando las palabras y escritos de su Fundador y su raíz espiritual, católica y de respeto a la dignidad humana, incompatible con tal totalitarismo.

La Falange se precia de haber inspirado un Movimiento político auténticamente español, enraizado con nuestras más puras tradiciones, adecuado a nuestro tiempo, nuestras circunstancias y nuestras características y personalidad, que no quiere ser antipático, sino cordial, lo mismo en política interna que en las] relaciones exteriores; un Movimiento que no lo entendemos como coto cerrado de unos cuantos, sino lo suficientemente ancho para que no quede fuera de él ningún sector valioso y lo suficientemente aséptico para resistir todos los contagios, y que si a veces tiene que adoptar un tono polémico y defensivo, opuesto a sus propósitos de integración, es obligado por las actitudes de los demás, que si no despreciamos y dejamos sin respuesta, es para que no quede flotando la duda de si nuestro silencio es motivado por la verdad de sus argumentos o por pobreza dialéctica; nos preciamos de haber incorporado como factor operante la acción y el entusiasmo político de las llamadas masas neutras, cuya neutralidad no era falta de patriotismo, sino perplejidad y agnosticismo srnte el juego de los partidos políticos o de sus hombres; nos preciamos de haber cristianizado y españolizado la preocupación social, coto antaño de apatridas organizaciones, librando a los obreros de la opresión fetichista de esas Internacionales, sin que renuncien en un ápice a las justas aspiraciones a que como hombres, como trabajadores y como españoles tienen derecho.

De toda esta labor, de toda esta aportación falangista, habéis sido, pues, guía, conductor y estímulo, y por eso tenemos a orgullo y a justicia recordarla a España y al mundo como obra de Franco y de la Falange en este acto de entrañable compenetración entre ambos.

El reconocimiento de la razón de España llegó al fin. Ese reconocimiento fué conseguido con plena dignidad, sin desviaciones de línea ni derrotero, dialogando sincera y noblemente con la gran nación sobre la que hoy pesa la mayor responsabilidad en el porvenir del mundo, a la que un régimen liberal declaró la guerra mientras que la totalitaria España de Franco le ha estrechado la mano en gesto de recíproca comprensión, y es obra de vuestra visión política, de vuestra tenacidad, de vuestra firmeza de convicciones y de conducta, con la asistencia de la opinión pública y el refrendo del pueblo español, que en ésta, como en otras ocasiones, ha pasado con vos la valla de todas las responsabilidades; mas permitid a la Falange, solidarizada con vos, que se sienta partícipe de ese reconocimiento no sólo por su histórica y militante

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posición anticomunista de luchas en las calles del Madrid rojo, en la España de la Cruzada, en los campos helados de la Rusia soviética, sino por su disciplina consciente y no borreguil, siempre observada, y por su adhesión fervorosa a vuestra persona sin titubeos, a vida o muerte, aun en aquellos momentos en que tantas gentes malvadas o atemorizadas aconsejaban e intrigaban para que cambiarais de política y nos tiraseis por la borda como lastre perjudicial. Os lo hemos agradecido desde lo más hondo de nuestras almas y a vuestra lealtad hemos correspondido con otra análoga.

Se abre ante España ahora una nueva etapa histórica, de inmensas posibilidades. Por ella, desaparecidos muchos de los obstáculos y preocupaciones, debemos marchar con paso más rápido hacia la vigorización y continuidad del Movimiento nacional, continuidad que implica dos tareas fundamentales: una, seguir llevando a cabo la Revolución nacional en lo que aún esté pendiente; otra, defenderla contra las contingencias y peligros, que si hoy día no existen, merced a vuestra presencia, no sabemos si en el mañana pueden aparecer.

No ignoramos que al hablar de revolución, para unos suena a heterodoxa y para otros, en cambio, a mera retórica, a tópico o a engaño. Pero a los primeros podemos decirles que la revolución no ha de tener sólo un sentido anticristiano, demagógico, tumultuario, sangriento y partidista, sino uno cristiano, constructivo y nacional; que tradición y revolución, merced al Movimiento, han dejado de ser términos antagónicos al actualizarse la primera y dar a la segunda un contenido espiritual y nacional, siendo ambas enemigas del conservadurismo estancado y del materialismo demagógico, y que no hemos de empeñarnos en hacer retroceder al mundo y en negar que las revoluciones van dejando una huella en la vida, modelando pueblos y sociedades con los cuales es preciso contar en la humana convivencia.

Y a los segundos, a los que afirman que la revolución ni se ha hecho ni se hará en España, les pregunto también si no es revolución el haber sustituido el montaje y el contenido del Estado existente el 18 de julio; si no es revolución toda la transformación industrial, agrícola, económica, hecha con arreglo a un pensamiento coordinador, a un plan de conjunto; si no es revolución toda la valoración política auténticamente nacional, de gran estilo, en la que se sacan a primer plano de la luz pública nuestras históricas reivindicaciones, que pesan sobre nosotros desde hace siglos, que nos abruman y que nos acucian a encontrar su justa e inteligente reparación, teniendo la esperanza los hombres de nuestra generación de no morir sin verla realizada, y si no es revolución el que España haya recobrado el prestigio internacional, la dignidad y la independencia que había perdido hace muchos años; que se haya emancipado de una política de tutela, de marchar a remolque de intereses ajenos, de haber terminado con aquellos tiempos de oprobio en que no se podía no ya resolver, sino ni siquiera hablar de los problemas internacionales que más vitalmente le afectaban, en cuanto ello podía causar la más pequeña desazón a nuestros poderosos y altruistas tutores internacionales.

Sobre esas realizaciones concretas, ya enumeradas y de todos conocidas, lo importante es que hoy se ha creado en la conciencia española una resuelta voluntad renovadora y una juventud heredera de esa decisión y que acepta el legado de llevar a término cuanto nosotros hayamos dejado pendiente.

Por eso nuestros remordimientos por lo no hecho están compensados por la certeza de haberse abierto el cauce por el que, se quiera o no, seguirá discurriendo, unas veces en torrente, otras plácida y serenamente, el caudal de nuestra Revolución Nacional.

Ahora bien, esta Revolución fundamentalmente inalterable en cuanto a posición dogmática, en lo circunstancial y adaptable, no puede quedar anclada en una fecha. El tiempo no pasa en balde; la vida tiene en cada momento sus exigencias; los problemas que ayer se presentaban acuciantes han sido ya resueltos o han perdido actualidad, y así vemos que de nuestros puntos programáticos algunos hacen referencia a supuestos hoy día inexistentes.

Por eso, bebiendo siempre en el hontanar de nuestra dogmática, que es lo suficientemente puro y caudaloso para no preciar de otros ájenos que nos harían perder la autenticidad, hemos e revisar lo que sea revisable y prescindir de lo que ya sea peso muerto, convirtiendo en ordenamiento positivo aquellas declaraciones de nuestros puntos doctrinales y de las leyes constitucionales del Movimiento que tienen todavía valor de principio y que no han saltado aún al campo de la realidad.

Si al liberalismo, con ciento cincuenta años de existencia, y si al comunismo, con cerca de cuarenta, se les sigue considerando con capacidad creadora y de renovación, el falangismo, que más que un programa concreto y, como tal, perecedero, es una actitud y un entendimiento de la vida que por unas y otras razones no ha podido rendir todo lo que lleva dentro, rechaza con toda energía la acusación de anacronismo o senectud, y a la pretensión de la existencia de una tercera fuerza en España, que no tiene de tal más que el nombre, opone la fuerza efectiva que revela la presencia de estos ciento cincuenta mil camaradas.

El Movimiento no es sólo una expresión abstracta, sino una realidad concreta, con un contenido ideológico, con una masa de afiliados, base humana de sustentación, y un sistema de instituciones y

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organismos que han de actuar, cumplir la función para que fueron creados, perfeccionarse o ser sustituidos por otros. De lo contrario, caerán en el descrédito y en la ineficacia ellos y el sistema y el Estado que el Movimiento inspire; sería puramente administración, burocracia o un Estado de partido o de otra clase cualquiera, pero de un contenido y de una forma política totalmente diferente al que ilusionadamente queremos hacer.

La continuidad exige no solamente acción, sino también previsión. Es verdad que es difícil señalar límites ají porvenir. La vida escapa a cálculos y pronósticos, fluida entre las mallas del tiempo, mas por un sentido de responsabilidad ante el mañana, por el respeto a la memoria de los que derramaron su sangre para evitar nuevas luchas civiles y por ese deber de continuidad, se ha de rodear el Movimiento de aquellas defensas precisas para que el futuro lo encuentre lo suficientemente firme contra las inexperiencias o las malas voluntades, para que adquiera un carácter constitucional de manera que nada se pueda intentar contra él sin realizar un acto de fuerza o de ilegalidad; para no volver aj todo aquello que ha sido destruido, para que nuestros hijos y descendientes no nos consideren como fracasados o como ingenuos, y para que no nos maldigan por haberles dejado abandonados a la incertidumbre política y convertidos el día de mañana en posibles víctimas de también posibles tribunales de des-falangización.

Para la vida del Estado, por muy democráticas que sean sus características, son necesarios, además de la ley y de las instituciones, el calor de la opinión pública y el entusiasmo popular. La ley, las instituciones frías, objetivas, despersonalizadas, son refractarias a él o si lo despiertan necesitan de una expresión personal que lo polarice y recoja. Por eso, nosotros, creyentes doctrinalmente de la Falange y del Movimiento como instituciones, os expresamos, en cuanto sois, el símbolo y la encarnación de ellos, sin lisonjas ni gestos teatrales, sino con doctrinal entusiasmo, nuestra adhesión y nuestros elogios.

La Falange, que desde hace diecisiete años ha ligado su suerte a la vuestra, que ha conocido con vos todas las vicisitudes que España ha vivido durante ellos, aquí representada por estos miles de hombres, os renueva por mi boca el juramento de lealtad que os hiciera, esa lealtad que no ha estado nunca graduada por las buenas o por las malas horas, esa lealtad que ni los éxitos ahuyentaron ni las preocupaciones disminuyeron.

Contad con ella para todo, para el trabajo silencioso y para el entusiasmo popular, y si alguna vez, Dios no lo quiera, porque España lo precisara, la llamaseis de nuevo a la pelea, dentro o fuera de la Patria, tened también la seguridad de que os seguirá como un solo hombre, en alto sus banderas y gritando como ahora lo hace: ¡Viva Franco! ¡Arriba España!

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EN MEMORIA DE JOSÉ ANTONIO, CON MOTIVO DEL XVII ANIVERSARIO DE SU MUERTE

Alocución pronunciada en Radio Nacional de España, en Madrid, él 20 de noviembre de 1953.

UN año más, un nuevo aniversario de la muerte de José Antonio y una nueva expresión pública de la vigencia de su recuerdo en la vida española.

José Antonio no es sólo el amigo, el camarada o el jefe político que cayera en la terrible tragedia de nuestra guerra civil. Si fuera así, su muerte, pese a las extraordinarias cualidades que en él concurrían, tendría una estimativa personal para los que estuvieron unidos a él por el afecto y la coincidencia ideológica, o habría encendido la dolorosa emoción que provoca la muerte en plena juventud, sobre todo cuando llega trágicamente y por noble causa. En uno u otro caso sería tan digna de llorar como la de otros miles de españoles que también murieron por salvar a su Patria.

No; la muerte de José Antonio significa algo más que eso. Si José Antonio en vida fué arquetipo, coincidencia armónica de humanas perfecciones, después de muerto su figura se ha deshumanizado para convertirse en el símbolo y encarnación de cuanto la Falange encierra como Movimiento juvenil, renovador, intelectual y contemporáneo.

José Antonio, al crear la Falange, realizó un hecho de primera magnitud histórica, que con el tiempo ha ganado hondura, anchura, trascendencia, valoración en suma, en España y en el mundo todo. Sus discursos, sus artículos, sus arengas, sus intervenciones parlamentarias, alimentarán quién sabe hasta cuándo el pensamiento de los escritores, de los ensayistas, de los políticos; pero siendo esto importante, lo es más el que su doctrina está tan llena de vigor y de claridad que ha calado en el alma del pueblo y ha sido aceptada por los sectores más amplios y opuestos de la opinión, porque representa el ideario popular de nuestro tiempo.

Ello explica que a los diecisiete años de su muerte esa doctrina mantenga tal fuerza de sugestión, que haya hecho posible el espectáculo ejemplar que acaba de ofrecer la Falange con su Congreso Nacional y la magna concentración con que fué epilogado. Durante varios meses se ha examinado a la luz de aquellos enunciados doctrinales la obra realizada y se han señalado las metas que quedan por alcanzar. En este examen han participado falangistas de todos los pueblos y provincias, hombres de muy diversa preparación y cultura, y ha sido posible una gradual y estrecha colaboración entre unos y otros gracias a la claridad de los esquemas ideológicos y a la seguridad y actualidad de sus expresiones, poniendo esos acontecimientos de manifiesto una vez más en el orden de los hechos algo que los esfuerzos polémicos de nuestros detractores se empeñaban en mantener confuso: la originalidad de nuestro Movimiento y su vital eficacia.

La muerte de José Antonio, que hoy recordamos, lejos, pues, de haber traído el fracaso de sus ideales, como esperaban los que la decretaron, ha sido la mejor y más generosa semilla para engrandecerlos, difundirlos y enraizarlos. Este culto a las ideas de José Antonio, debido a su actualidad; esta fidelidad al significado de su sacrificio debida a su grandeza, es el más firme homenaje que puede ofrecerle nuestro pueblo, y es, por otra parte, el más profundo servicio que José Antonio ha prestado a España.

Mantengamos siempre vivo el recuerdo de su persona, pero acompañándole siempre también de la lealtad a todo aquello por lo que él murió. Si lo hacemos así, seguiremos llorando su desaparición física, pero habremos logrado, en cambio, que su obra no muera y la permanente presencia e influjo de su pensamiento en la vida de España.

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EN EL COLEGIO MAYOR «CESAR CARLOS»

Palabras pronunciadas en el citado Colegio Mayor, de Madrid, al celebrar el aniversario de su fundación, el 21 de noviembre de 1953.

SIEMPRE es para mi muy grato venir a este Colegio y pasar un rato entre vosotros, máxime cuando el motivo de la visita es, como en esta ocasión, celebrar el triunfo de algunos de sus colegiales. El ambiente intelectual y cordial que en él domina proporciona tranquilidad al ánimo y sosiego a quien tanto lo necesita por hallarse precisamente en medio de la vorágine de la lucha política, de la intriga y del ataque. Por eso, estos momentos son de alivio espiritual al poder abandonar una actitud de defensa y de recelo y verse envuelto en otra de camaradería y espontaneidad.

Hay quienes vienen a la política por un impulso vital que les hace ansiar el mando o el poder; quiénes, por arrivismo o propósitos egoístas; quiénes, por creerse elegidos de los dioses para la función pública; pero también hay quienes vienen a la política, mejor dicho, se ven metidos en ella por una jugada del destino que les colocó ante la encrucijada de la deserción o del deber. Para éstos, la tarea diaria es una constante lucha consigo mismos, con sus íntimas vocaciones o manera de ser.

Os digo todo esto para que comprendáis cuan cómodamente me encuentro aquí y cuánto os he agradecido vuestra invitación, y os lo digo también a modo de advertencia, por si alguno de vosotros os encontraseis ante encrucijada análoga a la antes aludida no desertéis tampoco y seáis fieles a lo que España demande de vosotros, aun cuando ello sea contrario a vuestra íntima inclinación.

Varios años lleva funcionando este Colegio. Por él han pasado ya muchos españoles, a los que ha proporcionado no sólo una acogedora estancia, sino también un ambiente intelectual y político claro y definido, que ha influido en su formación humana y cultural, en su futuro comportamiento, y que ha dado los mejores resultados.

De aquí, de este Colegio, han salido hombres para la cátedra o para profesiones del más alto nivel cultural, como son los que entre nosotros se encuentran, y a los que hemos venido a distinguir con la imposición del «Botón de Oro». Pero hombres también que han sabido hacer honor a la lealtad, y que jamás utilizaron su prestigio y jerarquía social como arma de intriga, ni de arrivismo, ni de escándalo.

Hoy hace veinte años de la fundación del S. E. U. Su vida ha corrido paralela a la de la Falange y a ella ha estado y seguirá estando indisolublemente unido, de tal forma que no se concibe la una sin el otro, siendo, quizá, el S. E. U. donde esa vida falangista haya dado los mejores frutos y ha sido más fecunda.

Vosotros y este Colegio sois una prueba de ello, y el proclamarlo así llena mi ánimo de inmensa satisfacción y de confianza en el futuro.

La conquista del Estado es objetivo político de primera magnitud, de absoluta necesidad; pero la única manera de conseguir y, sobre todo, de mantener ese objetivo es situar en el Estado a quienes a la preparación adecuada unen la auténtica fe política.

Y en el S. E. U. esas dos cualidades se consiguen juntas. Por eso, el S. E. U. ha sido el núcleo, el vivero principal de la vieja Falange, ha seguido siéndolo de la posterior en el tiempo y seguirá siéndolo en la del mañana, y los puestos rectores de la vida española con hombres salidos de él se han de cubrir. Ello será la mejor garantía de una continuidad de pensamiento y de una eficacia de acción, así como el mentís más rotundo a los que propalan la esterilidad cultural, ideológica y formativa de la Falange.

Yo brindo porque este Colegio siga haciendo honor en lo cultural y en lo falangista al sentido imperial de su denominación, y porque la estrella del éxito os siga a todos guiando en vuestras vidas.

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EN LA INAUGURACIÓN DEL COLEGIO MENOR «JOSÉ ANTONIO»

Palabras pronunciadas en el acto de su inauguración en la Casa Prisión de José Antonio, de Alicante, el 30 de noviembre de 1953.

Es Alicante, por trágico destino, ciudad unida para siempre al nombre de José Antonio. En ella padeció su martirio y ella fué el escenario de las etapas definitivas de su vida. Contra los muros de esta cárcel se estrellaron sus últimos pensamientos; sobre el tosco madero de una mesa escribió sus adioses y su última voluntad; la tierra estéril del patio carcelario, por el riego de su sangre, se convirtió en la más fecunda de España y en una tumba abierta en tierra alicantina quedaron grabadas las huellas de su cuerpo.

No es preciso, por tanto, esforzarse para hacer comprender con qué respeto y emoción hemos de venir aquí y de qué respeto y emoción han de estar veladas mis palabras: el respeto que se debe a una vida ofrecida al servicio de la Patria y la emoción del recuerdo de una muerte digna de esa vida, recuerdo Que en estos lugares adquiere su máxima intensidad, porque los huesos de José Antonio reposan ya bajo las piedras filipenses de El Escorial; pero el árbol delicado de sus venas, aquí se liquidó la torre geométrica de su pensamiento, aquí fué donde se deshizo y es aquí, en el mismo lugar en el que el crimen fué consumado, donde su sangre, siempre fresca, repite la invitación al entendimiento para que fuera la última que se derramara en discordias civiles.

Por primera vez después de muchos años, una voz profana ha venido a turbar el religioso recinto, donde hasta ahora sólo se escuchara la voz del sacerdote que rezaba la misa por el eterno descanso de su alma, y es que la Falange, obediente a su última consigna, ha querido deshabitar de odio esta casa, iluminándola con la plegaria y el recogimiento para que un día, pasados los años, fuera posible la realización de esta ceremonia que hoy venimos a celebrar.

Entre los varios proyectos que se han acariciado durante estos años para dar a esta Casa-Prisión una aplicación que permitiera consagrarla a la memoria del Fundador, ninguna mejor ni más feliz que esta de confiarla al Frente de Juventudes, para que en ella estableciese un Colegio Menor.

Se cumple con ello una ley natural de sucesión, que permite a los hijos heredar y poblar con sus voces e inquietudes la casa del padre; pero el padre no muere nunca por completo para su estirpe; por el contrario, renace y se renueva, se aviva y rejuvenece como un constante manantial en la sangre y en el pensamiento de cada uno de sus hijos; son éstos, con su vitalidad y su penetración en el futuro, los que permiten conservar y trasplantar ese papado, los únicos que pueden darle formas y caracteres de permanente actualidad. Por eso, si a la triste emoción del recuerdo de José Antonio agregamos ahora la alegría de la esperanza, nuestras palabras resultarán fiel reflejo y exacta expresión de mi pensamiento y de nuestro estado de ánimo.

Aquella frase que José Antonio escribiera en su testamento, aquí redactado, continúa teniendo actualidad, porque sigue habiendo gente a la que un interés personal, un complejo de mimetismo o una ceguera no le ha permitido en ningún momento identificarnos tal cual somos: un Movimiento libre de prejuicios y de formulismos, adaptado al ser, a la Historia y a las necesidades de nuestra Patria, que contiene en sí los gérmenes más fecundos de la buena tradición española, con las semillas más fértiles de la prosperidad en el futuro; un Movimiento popular en el que caben todos los españoles con tal de que sientan el orgullo de serlo y la voluntad de rescatan las auténticas bases de ese orgullo; una llamada providencial a la unidad y al quehacer en común, por encima de pequeñas pasiones aldeanas; una llamada a la intimidad de la conciencia de todos los hombres: los de las izquierdas y las derechas, los del campo y la ciudad, los aristócratas y los obreros, los ricos y los pobres, para que depongan sus odios y diferencias, su monarquismo o su republicanismo, su adscripción a este o al otro grupo, color o tendencia, y alcen como única meta terrena de sus afanes aquella por la que a lo largo de los siglos han luchado y han muerto tantos millones de españoles: España. Pero no una España desolada y amarga, sino la España en la que José Antonio quería sustituir las pequeñas preocupaciones por un haz apretado de ideas y de actitudes, la concepción católica del hombre, la implantación de la justicia social y la grandeza de la Patria.

Vosotros, los que en esta casa solariega de la Falange, signada con la sangre de su Fundador, vais a haceros hombres pertrechándoos con las armas del estudio, sois los llamados a seguir traduciendo en hachos esa concepción de España que José Antonio soñara. Si os llamaran visionarios, como a nosotros nos lo llamaron, seguid vuestro camino; si os llamaran arcaicos, corno a nosotros nos lo llaman, seguid vuestro camino; si se empeñaran en encasillaros como revolucionarios o reaccionarios, seguid vuestro camino también; un camino que si ha de merecer la pena de ser andado y no sentarse en las laderas para sestear, seguramente será áspero y difícil, que la comodidad no suele ser fructífera; reblandece y apaga, pero no germina, y, en cambio, las mejores hazañas tuvieron por estímulo y compañía las dificultades y el

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sacrificio; un camino al que debéis llevar el ánimo dispuesto lo mismo a las grandes empresas que en él se os puedan presentar que a las pequeñas y cotidianas del corriente vivir. Realizadas sin dudas ni titubeos, con afán de vocación y perfección de servicio, pensando que lo mismo las grandes que las pequeñas, las extraordinarias que las vulgares, son tareas que contribuyen al ordenado vivir de España y son piezas necesarias de su arquitectura, elementos de su integridad.

Pensad y no olvidar que José Antonio recibió la muerte con -a decorosa dignidad que a un hombre corresponde y con la cristiana resignación que a un designio de Dios un católico debe; pero pensad también que ésa fué siempre su norma de conducta, lo mismo en ese momento de suprema valoración que en todos los de su vida.

Esta es mi consigna, camaradas juveniles: por encima de toda su dogmática, la Falange cuenta con el hombre. La Revolución que ansia no se podrá hacer si no se empieza por el hombre mismo, si éste no ve las cosas y la vida a través de un prisma nuevo y mejor que antes, si no siente, no piensa ni actúa con limpieza moral, con sinceridad, con valor si es preciso, buscando siempre la verdad, la justicia y el bien.

Por eso es fundamental vuestra formación humana como base de la política y social, y no podréis encontrar mejor ambiente para conseguirla perfecta que éste que vais a tener. El recuerdo de José Antonio, aquí agudizado y más exigente que en parte alguna, os servirá de magisterio. Inspiraos en su manera de ser, imitad su vida, y si el destino os colocare en trance análogo al que él se encontró, imitad también su muerte española y cristiana.

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EN EL HOMENAJE A LOS ESCRITORES GALARDONADOS CON LOS PREMIOS LITERARIOS DEL MOVIMIENTO, DEL AÑO 1953

Palabras pronunciadas con motivo de los premios 18 de Julio, 1 de Octubre, 29 de Octubre y XX Aniversario de la Falange en el acto de homenaje celebrado en el hotel Fénix, de Madrid, el 20 de diciembre de 1953.

PENSÓ la Secretaría General del Movimiento que convocar un concurso de obras, artículos y ensayos en los que se explicaran ideas y acaeceres de aquél era objetivo de limpia intención y enjundioso contenido. Cual lo pensó lo hizo; su convocatoria tuvo un amplio eco, y hoy, en torno de esta mesa nos hemos congregado para festejar la concesión de los premios y rendir a los galardonados el tributo de nuestra admiración y nuestro agradecimiento por habernos deparado el regalo de los mismos y la ocasión de sacar a la luz pública el contenido intelectual que el Movimiento encierra.

En las obras recompensadas, además, naturalmente, del mérito literario y doctrinal, se ha tenido presente el sentido inspirador de cada una de ellas, el impacto que han querido alcanzar, el flanco que buscaban proteger, el bien o la belleza que resaltar, logrando así proyectar sobre la actual vida española un haz de propósitos económicos, sociales, religiosos y poéticos, bien acompañados de la belleza de la expresión y del rigor del pensamiento.

Haciendo sobre los trabajos premiados un conciso recorrido con fines descriptivos, vemos que el artículo de Juan Velarde se encuentra situado en la línea económica y social del Movimiento, frente a las tendencias monopolísticas perjudiciales al bien común de la sociedad, al igual que el de Fermín Yzurdiaga, en «Alcalá», pone de manifiesto, con la claridad cristiana que teológicos argumentos le proporcionan, la autenticidad católica de la Falange y la mala fe o el error de los que la niegan.

La crónica de Gómez Tello publicada en Arriba describe con palabras rebosantes de sincera emoción ante el espectáculo contemplando el Berlín silencioso y dolorido de los días posteriores a las trágicas jornadas de protesta contra el comunismo,

En La estela y la estrella, selección valiosísima de artículos y conferencias de Eugenio Montes, nuestro egregio camarada nos da pruebas, una vez más, de su enorme talento literario y de una lealtad siempre lozana, que no han podido marchitar los vaivenes de la vida ni del tiempo.

La rebelión de los estudiantes, de David Jato, es la historia de la rebelión de la juventud falangista universitaria alzada contra la suciedad, la sosería y la desespañolización, a impulsos de motivos radicalmente contrarios; libro en el que se valoran personas y actitudes y se explican los comienzos de un camino abierto hace veinte años, que llega hasta nuestros días sin una desviación y que ha de continuar siendo andado con paso firme y alegre por la juventud universitaria.

García Venero, en su obra sobre Maura, al resaltar las excelsas cualidades del gran estadista, demuestra cómo fué víctima de un engranaje político que hizo inútiles todos sus esfuerzos por sacudir a España de su modorra y ponerla en marcha hacia una transformación de la vida nacional, y de una conjura, anticipo en cierto modo del gran bloqueo que España hubo de sufrir en el año 1945.

Y, por último, el Canto personal, de Leopoldo Panero, carta perdida a alguien que por su actitud sucia y rencorosa merece el desprecio de cuantos hablan o escriben la limpia lengua castellana; respuesta cargada de dignidad, de nobilísima ira, pero siempre expresando el dolor por la tremenda injusticia del insulto y la remota esperanza del arrepentimiento. Canto a la verdad de España, a su entereza legendaria, a su altiva dignidad; canto a José Antonio, como ejemplaridad de un espíritu de auténtica unidad española; canto a la fecundidad de su sacrificio.

El canto de Panero, que tiene una transparencia de verbo y una claridad de pensamientos envidiables, posee, además, la arrebatadora vehemencia necesaria para interpretar fielmente la reacción personal de los miles de hombres que en España fueron a la guerra y padecieron cautiverio o vejámenes sin cuento, víctimas de esas gentes a cuyo servicio hay plumas capaces de poner todo el rencor de los estratos más oscuros de su biología. Panero—él nos lo ha dicho—no es de los poetas que se encierran en su torre de marfil, aunque marfileños sean sus versos; es poeta de la calle. Por eso no ve a España desde el Olimpo de su desdén, sino que está identificado con su alma, con las alegrías y tristezas de su Historia, y la siente y la ama a través de sus paisajes entrañables, estén bañados por la lluvia norteña o por el sol de la luz mediterránea.

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«Frente a la poesía que destruye debe alzarse la poesía que promete», dijo quien incorporó a la política un sentido poético y, como tal, constructivo. Poesía, y de la mejor calidad, se da en José Antonio, en su pasión arrebatada por España, en su emoción incontenible ante las injusticias sociales, en su anhelo de alcanzar para los españoles la armonía, el ritmo y la medida de un orden integrador; en el temblor de su alma, sensible como un sismógrafo a lo bueno, lo bello e inteligente; en el transcurso de su vida y en su muerte, modelo de decorosa dignidad y cristiana resignación, ungida por el martirio y ofrendada a Dios y a España. Siguiendo, pues, esa consigna, frente a la inteligencia repelente que disgrega hombres, clases y pueblos, cultivamos la que integra, unifica y aprieta, empleando como armas para lograrlo la dialéctica y el amor.

La Falange, que desde el primer día de existencia ha buscado siempre a la inteligencia como motor de sus actos y decisiones, tenía que convocar a los que la tuvieran y fueran capaces de dar prueba de ella. Por eso os llamó, y vosotros acudisteis sin demora a la llamada para demostrar la jerarquía cultural del Movimiento, para demostrar que su nivel poético alcanza muy altas cotas, para demostrar, en fin, cómo no permanece ajena a ningún aspecto de la vida española, cuyo despliegue total de actividades constituye siempre objetivo de su preocupación.

El Movimiento Nacional ha de ser juvenil, no en un sentido-cronológico, sino en el de ilusión e ímpetu. El Movimiento Nacional no es sólo vitalismo, es también reflexión. Ambos son ingredientes necesarios para su existencia; por eso no deben ser estimados con un espíritu de rivalidad, sino de colaboración, no viendo en la juventud un afán presuroso y obligado de desplazamiento, sino una continuidad hereditaria que no excluye la originalidad. El Movimiento propugna una cultura cuyo objetivo no sea únicamente retrospectivo, desenterrador de valores del pasado, y aspira a que esos valores, lejos de impedirle seguir hacia adelante, le impulsen a ello, alzando sobre los mismos una intelectualidad que, en vez de hallarse divorciada del Estado, sea gonfaloniero de su doctrina, de su estilo y hasta de su porvenir; una intelectualidad, en suma, que no se pierda en narcisismo, sino que se dé toda en servicio de España y del destino de ésta en lo universal. Que vuestras mentes de escritores y vuestro corazón de españoles, guiados por la clara luminosidad de sus destellos, funcionen siempre armónicamente para el logro de tan alta empresa, es lo que os ruega este sincero admirador de vuestro talento y modesto artesano de la política.

A los premiados, pues, mi felicitación más cálida y mi agradecimiento más sincero, que muy cordialmente hago extensivo a todos los concursantes y al Jurado calificador, que con tanta imparcialidad y justicia han cumplido su cometido, y gracias a los que aquí han venido, dispensándonos el honor de su compañía y la solidaridad que su presencia supone con las ideas que han sido expuestas y con los propósitos que nos han reunido. En prueba de esa solidaridad, levantamos nuestras copas por España y por Franco.

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EN EL XVII CONSEJO NACIONAL DE LA SECCIÓN FEMENINA

Discurso pronunciado en la sesión de clausura celebrada en el Castillo de Javier, en Pamplona, el 21 de enero de 1954.

UNA vez más la Sección Femenina concentra sus huestes sobre un punto de la geografía española para hacer un acto de afirmación, de fe, y también para hacer recuento de la labor realizada en el pasado y programa para el futuro, recuento cada vez más extenso e importante y programa cada vez más legítimamente ambicioso.

Estas reuniones que la Sección Femenina viene celebrando desde hace diecisiete años, además de servir para esa rendición de cuentas antes aludidas, son la expresión de la tenacidad de Pilar, que ha taladrado las más duras rocas de la indiferencia y el escepticismo. Ella ha sabido ganarse con la sinceridad de su conducta, su lealtad a una misión y la más absoluta entrega a la misma el respeto de todos los españoles, la admiración y el cariño de todos los falangistas, y en especial de vosotras, las que la seguís y secundáis en su tarea.

La Sección Femenina no ha venido al Movimiento para hacer política reclamando votos o envenenando al pueblo, sino para defender aquellas virtudes que han sido siempre gala de la mujer española y para demostrar lo que es capaz de realizar estimulada por los ideales de aquél. Y así, durante casi veinte años, estáis llevando a cabo una labor de educación, divulgación y proselitismo muy superior a los medios de que habéis dispuesto, gracias al espíritu de sacrificio y disciplinada austeridad, de los que

Pilar es el más alto ejemplo, y aunque en España y fuera de ella se están ya dando cuenta de esa labor, nunca está de más compensar vuestra modestia y pudor propagandístico con la precisa divulgación para hacer honor a la importancia de vuestra labor y al prestigio de la Falange.

Muchos son estos servicios y obras realizadas, pero hay una que no se puede reflejar ni en cifras ni estadísticas y que es mucho más valiosa que cualquier otra: la ejemplaridad de una conducta que no conoce el cansancio físico ni moral, ni el. desaliento, ni la desilusión, y que no tiene otro norte ni otra finalidad que servir siempre a unos ideales y honrar la memoria de los que cayeron por él. Por eso vuestros triunfos nos enorgullecen a cuantos a la Falange pertenecemos, los consideramos como propios y nos complace el hacerlos resaltar y divulgarlos.

Este año ha sido elegido como lugar de reunión Navarra, y en verdad que la elección no podía ser más acertada. Es Navarra tierra recia y noble, franca y clara, que no admite componendas ni medias tintas cuando están en riesgo sus tradiciones, en la 'que sus hijos, lo mismo los de las montañas y valles pirenaicos que los de la Ribera, creen en Dios y aman a España y están siempre dispuestos a morir en su defensa, como lo hicieron el 18 de julio y lo harán cuantas veces sean precisas.

Bien ha hecho, repito, la Sección Femenina al elegir Navarra para las sesiones de su Consejo y Javier para la clausura del mismo, porque Javier es un foco de espiritualidad, cuyos rayos, traspasando montes y mares, han llegado a las más lejanas tierras y a los más remotos paisajes. Con ellos el calor de la fe cristiana ha encendido miles de corazones hasta entonces envueltos en el hielo de la paganía, haciéndolos arder en el amor de Dios y del prójimo. Merced a esa fe, grandes parcelas de la Humanidad, hundidas en la noche triste y oscura del error o de la ignorancia, han llegado a ver la luz de la verdad, que, guiando los actos de su vida, han hecho a los hombres mejores cuando la han respetado y peores cuando se han apartado de ella.

Por eso la Sección Femenina, cuya obra tiene también un contenido espiritual y misionero, tenía que sentirse atraída por este lugar y por el espíritu que en él reina, que ha constituido instrumento principalísimo en la empresa de mantener la unidad de la fe católica contra los desgarrones protestantes y haber contribuido así a dar al Renacimiento un sentido católico opuesto al exclusivamente antropológico y racionalista, creando así en la historia moderna una línea cultural perfectamente caracterizada, distinta de la seguida por otros pueblos, y que ha dado a España su personalidad inconfundible.

Por defender esa línea, esa actitud, de una manera constante, a sabiendas de que materialmente no le interesaba sacrificar vidas y bienes, España luchó sin desmayo, ganándose en los tiempos de esplendor la acusación de la leyenda negra y en los tiempos de decadencia el calificativo de arbitraria y pintoresca. Es cierto que sucumbió en la pelea, pero al cabo del tiempo la otra línea vencedora ha llegado a las últimas y lógicas consecuencias de sus propios principios, colocando al mundo en la trágica situación de la que pugna por salir.

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A España se le ofreció, pues, una oportunidad única de probar su razón, pero se le ofrece no solamente a ella, sino también a los pueblos de su estirpe, formando todos un bloque espiritual de influjo decisivo en el porvenir del mundo. Esos pueblos se encuentran hoy en un momento crucial, víctimas la mayoría de ellos de los estragos de un liberalismo atomizante, meramente formal. Hoy se hallan desengañados de siglo y medio de tales experiencias y en todos ellos existen fuertes núcleos de opinión, cada vez más importantes, que vuelven los ojos a España buscando inspirarse en su actual pensamiento y en su presente acción, para adaptar ambos a las circunstancias especiales autóctonas de cada uno de esos países, convencidos de que, en otro caso, el desemboque de su vida pública sería de tendencia comunista o la tiranía del más audaz.

Ni ellos ni nosotros podemos desaprovechar el momento. Hacerlo sería imperdonable y traicionaríamos un destino y una obligación histórica que la vida nos impone. Pero ello no implica ni supone, como algunos podrían alegar, la vuelta al punto en donde la bifurcación de las dos líneas comenzara, sino la puesta al día, la adaptación al presente, al desarrollo al través del tiempo de sus principios básicos fundamentales, asimilando cuanto de bueno los grandes movimientos sociales e históricos han ido descubriendo; respetando y valorando al hombre y a su razón, pero no declarándoles absolutos soberanos, sino sometiéndoles a unas normas superiores y a las limitaciones de la convivencia social; dando al proletariado el rango político y social que legítimamente merece y ha conquistado en la vida moderna, pero no aceptando su dictadura ni la de ningún otro sector social; preocupándose por la técnica y el progreso científico, pero no para materializar la vida, sino para dar al hombre el decoroso bienestar a que tiene derecho sin merma —y aun como estímulo— de los valores del espíritu; prescindiendo de la ficticia representación inorgánica del sufragio universal, que conduce al fraccionamiento partidista, obstáculo para la ordenada vida de los pueblos, y sustituyéndole por una representación de comunidad profesional, de vida local o provincial, y, sobre todo, logrando la unidad política, clave y base de nuestra existencia pública, unidad que no excluye los matices ni las diferencias de criterio, pero que exige una coincidencia, no vaga y abstracta que pueda encubrir discrepancias decisivas, sino concreta, sobre nuestros puntos doctrinales, sobre la disciplina y sobre los propósitos para el futuro.

Y así como España, una y varia, es un producto de las características bien definidas de las regiones que la integran —sobria Castilla, exuberantes e imaginativas Andalucía y Levante, dulce y compleja Galicia, recias y francas Navarra y Aragón—, así esa unidad política está integrada por varios elementos, fundamental y colectivamente, Falange y Tradición, que, fundidos en un todo, forman el bloque medular de la política española, al que corresponde darle tono y sustancia, velar por su pureza y garantizar su continuidad en el futuro, pues de otro modo esa política española habría sido un colosal fraude y una colosal traición a todos los sacrificios de nuestra Cruzada.

Por eso nosotros hemos de fomentar cuanto tienda a hacer más sólido ese bloque y combatir los propósitos claros u oscuros de debilitarlo y de restablecer no ya una situación francamente enemiga, sino cualquier otra que sin serlo implique la vuelta a procedimientos que el Movimiento también repudia, por haberse demostrado —en España, en el pasado, y en los países en que ha vuelto a dominar, en el presente— su peligrosidad como antesala de marxismo o su ineficacia para contenerlo.

Una gran política necesita de un sentido de la Historia y la exacta valoración de la realidad social; aquélla, para darle altura y continuidad; ésta, para darle sugestividad y eficacia. La política del Movimiento busca devolver a España la dignidad y el prestigio a que por su Historia tiene derecho; pero busca también llevar a cabo, no una tarea de fría sociología, de ficheros y estadísticas, sino una obra de justicia social, con ímpetu y calor y movida por su sincero sentimiento de humanidad; en definitiva, pues, una política que lo mismo en su vertiente social sea de autenticidad y no de sucedáneo.

Vosotras, que no tenéis por qué sumergiros en estas reflexiones doctrinales, compartís instintivamente todas esas ideas que os ligan al Movimiento Nacional, instintivamente las queréis y trabajáis en su servicio. Por eso sois parte fundamental del mismo y sin vosotras sería incompleto. Vuestro instinto no os engaña, estáis en el buen rumbo, seguidle como hasta ahora, que él os llevará a la labor eficaz española y cristiana, y por serlo, falangista, que estáis llevando a cabo con un afán de superación que nunca se satisface. Que él os permita presentaros en vuestro próximo Consejo con un balance aun superior al que a éste habéis traído y que cuan nuevas «Marta y María» os afanéis en la tarea diaria, sin dejar de escuchar la voz inspiradora de nuestros más altos ideales.

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EN LA TOMA DE POSESIÓN DEL DELEGADO NACIONAL DE EX COMBATIENTES

Palabras pronunciadas al dar posesión de su cargo al camarada Tomás García Rebull en la Secretaría General del Movimiento, en Madrid, el 30 de enero de 1954.

JOSÉ Antonio Girón, nuestro querido camarada, con reiterada insistencia venía solicitando su cese en la Delegación Nacional de ex Combatientes, fundando su petición en no poder dedicar a ella, ai causa de su agobiadora labor ministerial, todo el tiempo necesario y toda la atención precisa, y aunque reconocíamos la sinceridad y legitimidad de la demanda, el afecto fraternal que a nuestro camarada profesamos, su prestigio y cualidades que le adornan, nos hacían demorar egoísta y sentimentalmente la aceptación de su renuncia, máxime cuando actos como la concentración del Alto de los Leones en octubre de 1952 hacían paradójico y extraño el cese de quien tan destacada participación en él había tenido.

Mas la demanda de Girón, múltiples y reiteradas veces repetida con firme decisión, y, sobre todo, la honestidad política y la preocupación por el servicio que la motivaban, vencieron nuestra resistencia y accedimos, con harto dolor y sentimiento, a la solicitud. Claro es que ello no supone más que una separación meramente formal y burocrática de esta Secretaría General, pero que no se ha producido en lo más mínimo en el aspecto humano, en el falangista y en el de la colaboración y coincidencia de unos mismos ideales presentes y futuros.

Por eso yo quiero aprovechar esta oportunidad que se nos brinda para hacer el elogio de la persona y de la obra de Girón, tan legítimamente conquistado a lo largo de muchos años de lucha y trabajo, con la satisfacción de que al hacerlo exaltamos también la obra de la Falange. Porque a José Antonio, como a tantos de nosotros nos ocurre y con orgullo tenemos que proclamarlo, por encima de todos sus títulos y méritos oficiales, lo que realmente le caracteriza y le identifica en la vida española es el ser militante de la Falange. Por eso, todas las alabanzas que merece sobre la Falange recaen, como cualquier crítica que se pudiera hacer a su obra, a la Falange, en definitiva, iría dirigida. Los falangistas, y yo el primero, nos sentimos orgullosos de él, proclamándole camarada ejemplar muy querido.

Viene a sustituirle el teniente coronel García Rebull, cuyas dos Medallas Militares y la Palma de Plata son los mejores títulos de su cualidad de combatiente y falangista, que excusan toda presentación, por otra parte innecesaria, ya que de todos es conocida su personalidad y su historia, siendo la mejor alabanza que de él puede hacerse el hecho de que haya sido elegido para suceder a José Antonio.

Si buen Delegado, pues, han perdido los ex combatientes, buen Delegado han encontrado, y en verdad que ellos merecen nuestro máximo interés, cariño y atención, porque ellos han sido los artífices de la reconquista espiritual y material de España de su regeneración, esto es, de su generación de nuevo, porque son el ejemplo vivo de los sacrificios hechos, reproche constante ante el posible olvido de los mismos y alerta ante cualquier desviación posible; porque, en fin, a ellos España debe su permanencia como nación unida y libre, al salvarla de los desgarrones separatistas y de la esclavitud marxista. Ellos merecen, pues, nuestro respeto, nuestro mejor trato y nuestro permanente reconocimiento.

A ti, camarada Girón, nuestra gratitud por los servicios que has prestado en la Delegación Nacional que dejas, y a ti, camarada Rebull, nuestra esperanza y nuestra ilusión por los que vas a prestar, y a todos los aquí presentes, que renovemos nuestra voluntad de permanecer firmemente unidos en torno de esos ideales por los que los combatientes lucharon, porque contra esa unidad nada podrán los enemigos de ayer, los de hoy y los de mañana.

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AL DAR POSESIÓN DE SUS CARGOS A LAS NUEVAS JERARQUÍAS SINDICALES

Discurso pronunciado en la Delegación Nacional de Sindicatos, de Madrid, el 8 de febrero de 1954.

UNAS breves palabras de saludo a todos los presentes y de comentario o breve glosa al significado de este acto.

En el afán de perfección por la Organización Sindical que a todos nos guía, se han acordado unos cambios en algunos de los Mandos de esa Organización. El transcurso del tiempo en unos casos, la mejor adecuación de cada hombre a cada cargo, en otros; la petición personal en los demás y en todos el deseo de servicio, han sido las razones determinantes de esta modificación, que ha; dejado incólume, inconmovible, la amistad, la camaradería, el reconocimiento de la valía y de los servicios de los interesados. Y precisamente por eso, porque no se trata de una separación, sino de un relevo, quiero expresar mi gratitud a todos los que han sido sustituidos y otorgar un margen de crédito y de confianza a los que vienen, camaradas los unos y los otras de larga y brillante historia política, de méritos y de experiencia, condiciones cada una de ellas necesarias, pero no bastantes separadamente, para justificar un nombramiento, porque es preciso de ambas conjuntamente para la garantía del acierto en la designación.

No creáis, sin embargo, que venís a disfrutar de una sinecura, sino a ocupar un puesto de trabajo y de dificultad. Por la Organización Sindical, bien lo sabéis vosotros, pasa la vida entera de la nación. A la Organización Sindical le corresponde enfrentarse diariamente con los problemas de esa vida, el buscarle soluciones y tratar de conciliar intereses y opiniones diversas; el explicar y convencer, en definitiva, y procurar que triunfe la justicia y el interés público con la menor merma del interés privado.

La tarea sindical es cada vez mayor y más amplia; es cada vez, por tanto, más difícil y más delicada, y, por ello, también a los Mandos, a las jerarquías sindicales, les corresponde cada vez una mayor responsabilidad. De vuestros aciertos dependerá, muchas veces, que se encaucen los problemas, y de vuestros errores dependerá no solamente que se agraven, sino que incluso puedan provocarse grandes perturbaciones públicas.

A las jerarquías sindicales, desde el más modesto enlace hasta el jefe nacional de un Sindicato, les corresponde una tarea en cierto modo incompatible y paradójica: de un lado, tienen que recoger ambientes, opiniones y aspiraciones, destacar injusticias y hacerlas llegar a quien deba conocerlas y a quien deba remediarlas; de otra parte, les corresponde imponer la autoridad, la disciplina, y evitar perturbaciones económicas y sociales. Y de esta doble obligación, de esta doble vertiente, de esta acción de doble cara resultan a veces para los Mandos sindicales situaciones verdaderamente trágicas y angustiosas, porque si ellos son los encargados de mandar en los Sindicatos, la primera condición, además de su nombramiento, es tener autoridad moral e inspirar la confianza a los que se manda, y éstos, por regla general, la niegan a los que no satisfacen sus intereses y ambiciones. No creáis con esto que os digo que mis palabras buscan el desánimo, sino todo lo contrario: hacer resaltar las dificultades de vuestro cargo para que se valoren bien estas dificultades, para que se os preste la ayuda que necesitéis, porque la Organización Sindical, desde su origen, está prestando a España un servicio incalculable, un servicio que las gentes de buena fe reconocen, pero que aquellos que tienen la firme decisión de criticar al Régimen en todo caso tratan de ignorarlo, cuando, si se pudiese, deberíamos dar la lección de suprimir por algún tiempo la Organización Sindical para que viesen lo que pasaba. Pensad lo que sería de España si toda esa vida económico-social no tuviese el cauce sindical por donde discurrir. Sería la vuelta a la anarquía, a las luchas, a la competencia, a la rivalidad y a un gasto extraordinario de energías por parte de obreros y empresarios para conquistar parvos resultados; sería la economía en pérdida y España en sobresalto.

A la Organización Sindical le sería facilísimo hacer demagogia, levantar la bandera de la oposición y de la crítica, pero sabe que su misión no es atraerse clientelas ni jugar a los revolucionarios; Su misión es más importante: demostrar con su inteligencia, con su labor, la eficacia del sindicalismo español para elevar el nivel de vida económico y social de España. La Organización Sindical no es tampoco un instrumento al servicio de ideas o doctrinas ajenas; tiene la suya propia. Por eso, con verdadero asombro tiene que escuchar, a veces como si fuesen nuevas, cosa que está harta de decir y explicar reiteradamente e incluso de implantar. Ese pensamiento político le da personalidad y característica y a él tiene que ser leal, porque si no se convertiría en un cuerpo sin alma o en un cuerpo con un alma ajena, ya que a muchos de los que atacan a los Sindicatos les irrita, más que su existencia, el que sean nuestros y no suyos.

Con fría sociología de estadísticas y de ficheros no se conquista a la masa proletaria ni se resuelven sus problemas; pactando con el comunismo, ocupando fábricas a lo florentino, tampoco. Es necesario

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realizar una política humana y sincera. Al obrero ni se le engaña ni se le deslumbra fácilmente; sabe distinguir perfectamente la sinceridad de la apariencia; el obrero quiere que se le respete como hombre y que se le valore como productor; el obrero quiere disponer de los medios económicos necesarios para llevar una vida digna de un ser humano, pero quiere también cultura, esparcimiento, voz y representación en las Asambleas en las que se hacen las leyes y se prepara la organización de la nación, y, sobre todo, quiere que no se le considere como mera herramienta, tornillo de una maquinaria que hay que engrasar y alimentar para que funcione, sino como parte integrante de una empresa y el primer interesado en que ésta marche bien.

Todas estas aspiraciones de los obreros y de los trabajadores encuentran o deben encontrar su único cauce en la Organización Sindical; demostración de que todas esas aspiraciones se están convirtiendo en realidad la tenéis en la formación profesional, las viviendas, en Educación y Descanso, en todas las Obras asistenciales y, en definitiva, en la labor diaria de los Sindicatos, reprimiendo unas, veces, impulsando otras, armonizando siempre, y no recogiendo las alabanzas cuando las cosas discurren normalmente, y teniendo que cargar, en cambio, con las culpas a la menor dificultad. Y por eso, camaradas que me escucháis, si realmente somos sindicalistas por convencimiento y no por retórica, si tenemos fe en el Sindicato tal como lo concibe la Falange, si no nos recreamos en la pequeña intriga y pequeños chismes, en la anécdota de tal fallo o de tal error, o hasta de tal abuso, para juzgar a través de ellos una obra y una Organización, en la cual están encuadrados millones de hombres y millares de Empresas, en la cual vienen a coincidir todos los intereses, todos los egoísmos y ambiciones de la Economía; si, por el contrario, tenemos amplitud de miras y verdadera ambición nacional, y no apetencias personales ni de grupo, entonces no tenemos más remedio que reconocer la extraordinaria obra realizada por la Organización Sindical, proclamarlo así con orgullo, como nosotros lo hacemos, y buscar su perfeccionamiento y su mejora, volcando en ella nuestra voluntad, nuestra inteligencia, nuestro trabajo, nuestra pasión, y reivindicando para ella, también, todas aquellas funciones que por ley y por su propia naturaleza sindical le corresponden, y que nunca debemos permitir que sean ejercidas ni detentadas por otros. Autoridad, trabajo, responsabilidad y valoración deben ser los pilares sobre los cuales se asiente la Organización Sindical española.

Y al daros posesión de vuestros cargos y al saludaros en ellos, yo os pido que os esforcéis en el cumplimiento de vuestro deber para que, de esta manera, al finalizar este año que ahora empieza, hayamos alcanzado nuevas metas de las muchas que corresponden al sindicalismo español que están todavía pendientes en su programa, pero con fe y con perseverancia lograremos, para bien de España, que se implanten total y absolutamente.

¡¡Arriba España!!

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EN EL XX ANIVERSARIO DE LA PROCLAMACIÓN DE FALANGE ESPAÑOLA DE LAS J. O. N. S.

Discurso pronunciado en el teatro Calderón, de Valladolid, el 4 de marzo de 1954.

HAY en la vida de la Falange fechas que constituyen a manera de hitos que van señalando el comienzo de cada una de las etapas de su historia. La del 4 de marzo es una de las que cumplen esa misión, ya que en ella se conmemora, como de todos es bien sabido, el acto celebrado en este mismo teatro a raíz de la fusión de las J. O. N. S. y de la Falange, fusión tan sincera, completa y duradera que hoy vienen a recordarla juntamente un viejo jonsista y un antiguo falangista a quienes veinte años de actuación común, de lucha y servicios han unido en entrañable camaradería y en coincidencia de ideales.

El que al cabo de esos años este acto no sea tan sólo un recuerdo histórico, un homenaje al pasado, sino que tenga la lozanía de la actualidad y sea esperado cada vez con ilusión creciente y expectación remozada, nos prueba siguen aún vigentes las palabras que aquí pronunciaron nuestros fundadores —José Antonio, capitanía, verbo y acción; Julio, inteligencia y trabajo; Ramiro, pasión razonada; Onésimo, encarnación del alma de Castilla—, y que en ellas, como en fuente inagotable de agua fresca y pura, hemos de beber para saciar, o al menos aliviar, nuestra sed de justicia social y de ambición española.

Hemos venido a esta Castilla, siempre la misma, según reza el viejo mote señorial; siempre la misma, en los robledales de Burgos, en los maizales de la Montaña, en las dehesas salmantinas o en las tierras de pan llevar de Palencia o Valladolid; a esta Castilla, centro medular de España, fuerza irradiante que lleva al mundo el carácter, la personalidad, la manera de ser de todo un pueblo. El hidalgo, como símbolo; el Cid, como héroe político; San Juan y Santa Teresa, como llama ardiente que derrite el alma en el fuego divino; a esta Castilla de hombres enjutos de cuerpo y expresión, sin una palabra vana ni un gesto ocioso, en los que la idea y el sentimiento se muestran con la exclusiva fuerza de la lógica o de la emoción; a esta Castilla en la que el azul del cielo, el ocre de las casas, el oro de los trigales, la transparencia del aire y la luz solar dan tono y color a un paisaje sin obstáculos y a un horizonte sin límites que estimula el ansia de expansión; a esta Castilla de los monasterios y de las catedrales, dé las fortalezas y de las murallas, de los mercados, las Cancillerías y las Universidades, de los monumentos y ciudades medievales, al lado de las cuales existen las industrias nuevas y los regadíos feraces, expresiones ambas de un pueblo que ha sabido armonizar el espíritu del pasado con la renovación de la vida y el progreso; a esta Castilla, en fin, de Somosierra y el Guadarrama, en donde falangistas y jonsistas castellanos, muchos de ellos aquí presentes, supieron demostrar que la doctrina en que creían no había sido mera palabrería, sino que encerraba una verdad capaz de empujar a la muerte y al sacrificio a toda una juventud.

Por eso, si éste es un acto de bien nacidos que se honran a sí mismos al honrar a sus progenitores, es también la ocasión para hacer recuento del fruto que aquella siembra ha dado y para hacer algunas reflexiones sobre la situación política presente y futura, ya que estamos atentos a los menores ruidos de la selva para señalar por dónde pueden venir la intriga o la amenaza, tengan una proyección inmediata o la vista puesta en horizontes más lejanos, porque no podemos ser tan ingenuos de suponer que el enemigo interior o exterior ha abandonado sus armas, ni tampoco aflojar nuestra tensión política, adormecida por el sosiego de la situación.

Pero ¿quiénes son los que están enfrente, política, social y nacionalmente hablando, de lo que este acto significa?

En primer lugar, aquellos a quienes irrita que queramos una nación fuerte y unida contra los fraccionamientos separatistas, muchas veces encerrados en el caballo de Troya de una conducta privada honesta y una religiosidad sincera; aquellos que no salen de su asombro al ver que España, al cabo de muchos años de no poder hacerlo, tiene una política internacional propia, acorde con su dignidad, su historia y sus derechos, como si ello fuera algo insólito, en los demás países lícito, pero que al nuestro estaba vedado por ser un pueblo en perpetua tutela internacional, cuando la situación del mundo ha venido a prestigiar las razones de nuestra guerra y la firmeza en mantenerlas, después de ella y de la mundial.

Tenemos también enfrente al marxismo, al que es tan patente nuestra repulsa, no por lo que pueda encerrar de afán de justicia social, sino por lo que supone de opresor y materialista, y ha sido y es tan resuelta nuestra actitud en su contra, y, por otra parte, se presenta con tanta claridad, que no tenemos por qué perder el tiempo en denunciarlo.

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Y tenemos enfrente, en fin, a los partidarios del sistema liberal parlamentario, que lo presentan como la única forma de gobierno y como la expresión de la perfección política, renacida después de una Edad Media de oscurantismo y tiranía.

Como es bien sabido, el sistema liberal democrático está montado sobre el siguiente razonamiento, con el que se pretende armonizar la libertad con la autoridad: El hombre, para vivir en sociedad, necesita estar subordinado a un Poder; el Poder ha de estar subordinado a la ley; la ley es producto de la voluntad de los ciudadanos, luego el hombre en sociedad se halla subordinado sólo a sí mismo y no es esclavo de nadie.

Pero desde el momento en que esa voluntad puede decidir qué es verdad y qué es mentira, qué es bueno y qué es malo, qué os justo y qué es injusto, al hombre cristiano inserto en el régimen liberal democrático se le plantea el problema de saber si esa democracia está o no conforme con su cristianismo, porque si admite que existen verdades objetivas, superiores y anteriores a la voluntad popular, no es demócrata, y si niega la existencia de esas verdades, por encima y como superiores de la fuerza del voto, no es cristiano.

Para resolver este problema se nos dice que esa voluntad popular no puede querer lo que no esté conforme con la ley y el orden natural establecidos por Dios; pero se olvida que desde el momento en que la voluntad popular esté limitada, de cualquier modo, ya no es soberana ni, por tanto, democrática; olvidando, además que quedará por resolver quién ha de decidir si la voluntad popular es o no conforme con ese orden natural, y que quien lo decida será, en realidad, el que mande, y olvidando igualmente que la Iglesia nos enseña que, salvada la justicia, cada pueblo puede darse el régimen más conforme a su carácter, tradición e instituciones; no siendo, por tanto, la democracia liberal, ni aun llamándose cristiana, superior a las demás formas de gobierno.

De aquí, pues, la situación, para nosotros falsa, en que tiene que encontrarse el demócrata cristiano que al tratar de conciliar conceptos opuestos resulte que ni es demócrata absoluto ni cristiano completo. De aquí que la democracia cristiana no pueda tener posturas absolutas, tajantes y resueltas, sino que ha de balancearse en la cuerda floja del mal menor como algo ineludible, aunque no se comparta convencional mente, llegando en algún país a hacer, por boca de uno de sus más distinguidos hombres públicos, el elogio, como prueba de cristianismo, del universalismo de razas que la Rusia soviética encierra, aunque, claro es, bajo la disciplina férrea del partido comunista, y también el parangón israelita, proletario e irreverente, de la divina persona de Jesús con la barbuda de Carlos Marx. De aquí su carácter adaptable a todos los regímenes y su falta de vigor y gallardía. De aquí el que nosotros seamos opuestos a ella y la miremos con verdadero temor, corroborándose esta opinión con la realidad de lo que sucede en aquellos países en que ha vuelto a imperar, en los que la inestabilidad política y el avance hacia el comunismo son bien patentes.

Por encima de argumentos y razones, de toda teoría, lo verdaderamente decisivo para nosotros es la impotencia de la democracia liberal para contener el comunismo, que no tiene inconveniente en aliarse con ella, considerándola como puerta abierta por donde penetrar en el Estado y su falta de contenido para hacer frente a la conmoción política y social que ese comunismo representa, y que está dotado de un poder de sugestión, satánico si se quiere, pero de innegable penetración en las masas. Ante ella, de nada sirven ni la fuerza bruta ni la vieja mecánica del liberalismo, sino que hay que oponer algo política y socialmente nuevo, e igualmente, capaz de despertar ilusión, y eso es lo que nosotros buscamos con nuestro Movimiento.

El dilema, pues, es bien claro: o mantenemos todo nuestro sistema político y nuestra concepción estatal, o pasamos a esa otra que se basa sobre la pluralidad partidista, la diversidad sindical, el parlamento soberano, la coalición de elementos dispares o antagónicos, como única fórmula de constituir gobiernos. Y como esto es un absurdo y sería una traición; como náusea, rabia y risa provoca tal dislate, y como estamos firmemente dispuestos a no tolerar que el rencor, o el despecho, o la ambición, puedan intentar siquiera —porque lograrlo ya sería otro cantar— fomentar un clima propicio a que pudiera retoñar ahora o más tarde alguna de las plantas secas, marchitas, de la vieja política, hemos de dedicar nuestras energías a perfeccionar nuestro sistema, a procurar que todas las organizaciones que integran el Movimiento —que ni viven por tolerancia ni han nacido clandestinamente, sino con la más solemne legalidad— tengan y aumenten no sólo el prestigio y la influencia propios de la misión que les está encomendada, sino también los que nacen de la valoración oficial que de esa misión se haga y del respeto que a la misma se tenga, y ni uno ni otra serán los debidos mientras haya gentes bien instaladas en los puestos de mando o disfrute del régimen que se consideren tan ajenos a ellas — a la Falange o a los Sindicatos, por ejemplo— como podrían considerarse de los norcoreanos, y a los que resbalan todos los ataques que a la Falange se puedan dirigir, sacudiéndose aséptica y despectivamente el traje para limpiarse del polvo de la más leve contaminación falangista que sobre ellos haya podido caer, mientras a esas organizaciones se las mira con carácter de transitoriedad, haciendo cálculos sobre su duración y esperando su caída, y mientras con olvido sospechoso se les excluye de actividades que les corresponden, a veces exclusivamente, encomendándose, en cambio, a otros organismos llamados a desaparecer.

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No ha nacido la Falange para hacer demagogia ni para excitar a la revuelta. Nació de un sincero deseo de un mundo mejor, de que la sociedad se organizase sobre bases más justas que aquellas sobre las que estaba organizada; de que la libertad de los hombres, que el régimen liberal proclamaba a voces, pero que no aseguraba de hecho porque no podía existir mientras una minoría económicamente poderosa dominaba a las demás, fuera efectiva, lo que no podría ser en tanto la burocracia del Estado socialista ahogara la espontaneidad y personalidad humanas. Nació con el propósito de cambiar muchos de los conceptos y fundamentos de la economía; la empresa, como obra de conjunto, y no como feudo capitalista; la necesidad del capital, como factor de la producción, pero no el capitalismo como poder político; el trabajo, como honor y rango jerárquico-social, y no como mercancía; la valoración política y humana del trabajador, y no su consideración puramente material de máquina, herramienta o tornillo; el obrero, con derecho a adquirir la técnica de su profesión, pero también una cultura formativa de su espíritu; la iniciativa privada, respetada, pero la iniciativa pública, vigilante y supletoria; la seguridad social, como base de una tranquilidad de vida presente y futura; la preocupación por las llamadas clases medias, factor de equilibrio en la dinámica social, con el riesgo de su proletarización cada día más creciente, emparedadas entre el odio marxista y el desprecio oligárquico, y que padecen de la angustia económica del proletariado sin haber obtenido la justa protección que éste despierta. En fin, un conjunto de ideas, de métodos y de actitudes que ahora se pretende hacernos pasar como novedad, mientras el Régimen, a lo largo de estos quince años, ha venido propagando, desarrollando y convirtiendo en realidad en una proporción que no sé si ha sido justamente apreciada, y aquí tenemos al principal artífice de esa labor, obediente a la voluntad de Franco, a la doctrina de la Falange y a su íntimo convencimiento.

Pero no hemos llegado a la meta ideal y, por consiguiente, no podemos pararnos. Sabemos que hay mucho que hacer, y no hemos de regatear esfuerzo para lograrlo ni para que nadie, aunque sólo sea verbalmente, pretenda colocarse delante de nuestros sinceros propósitos; sabemos, y queremos, que hay que impedir a toda costa que muchas de las ventajas concedidas en sueldos y salarios sean anuladas o disminuidas, no por las alzas inevitables, sino por otras abusivas e innecesarias; sabemos, y queremos, que hay que aumentar la riqueza nacional, pues el que exista es condición ineludible para que sea justamente repartida, y, por tanto, que se impone un esfuerzo mayor de obreros y empresarios; sabemos, y queremos, que hay que ir a un régimen de participación en beneficios y a una discriminación de salarios por rendimiento e incentivo; sabemos que de lo más hondo de nuestra alma sube un sincero afán de lograr esta justicia, afán tan sincero que por él murieron muchos de nuestros camaradas —y entre ellos, los cuatro que aquí nos hablaron hace veinte años— y que nos liga a una empresa en la que puede que perezcamos, pero de la que nadie nos podrá separar mientras sobrevivamos.

El que el Estado se considere depositario único de la soberanía pública y responsable de que ésta sea ejercida y administrada en bien de la comunidad; el que, siguiendo los mejores ejemplos de nuestra tradición, se muestre como defensor de su prestigio, de su dignidad y de su misión; el que no sea agnóstico ni indiferente y que tenga un pensamiento político y una doctrina inspirada en su tradicional fe católica y en la exigencia de la realidad social, no puede llevarnos a desembocar en la conclusión que algunos señalan de que defendemos un totalitarismo, ya anacrónico, incompatible con la actual situación del mundo y agotado.

Suprimid el Movimiento y veríamos lo que pasaba. Pasaba que habría que volver o al sistema de partidos, o a la catástrofe marxista, o a un Estado montado al aire, sin fe en sí mismo y sin justificación íntima de existir, objetivo de todas las apetencias y encomendado al entusiasmo con que fuera defendido por la fuerza pública. Crear un régimen, un sistema político es difícil y, por regla general, doloroso; pero arraigarlo y darle estabilidad no es menos difícil. Por eso el lograrlo, como en España ha conseguido el Movimiento nacional, es título de respeto y de prestigio para el mismo.

Hoy, en una España prestigiada por él, reinan el orden, la paz y la tranquilidad, esa tranquilidad que tanto irrita a quienes no contentos con traer, llevar e informar falsamente, quieren desvirtuar hasta las manifestaciones inspiradas en el más alto patriotismo, para presentarlas como prueba de la inestabilidad o transitoriedad del régimen, y a los que quieren ir depositando, suave e insensiblemente, el veneno sutil de la intriga, de la división y de la critica en las articulaciones del sistema político para que éste, en un momento dado, se encuentre paralizado e inútil cuando más necesaria sea su actividad.

Ante esa España se abre un futuro al que hemos de dar contenido análogo al presente para que la línea doctrinal y de acción no se quiebre. El lograrlo depende de nosotros mismos principalmente.

Si el mañana nos encuentra unidos física y políticamente, ese mañana nada significará para quienes lo miran con el temor de lo incierto ni para quienes lo esperan con el regocijo del cambio. Las personas habrán muerto, envejecido o cambiado; pero la Falange, revitalizada con sangre nueva y hasta quizá en una reencarnación más perfecta que la actual, seguirá siendo un factor decisivo en la vida de España, y en el problema constitucional que, no obstante la previsión legal, ese futuro puede plantearnos, la Falange tendrá, llegado el momento, que decir su palabra, sin que ninguna tenga que pronunciar ni el comunismo con sus violencias ni el liberalismo con sus arrumacos.

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Ahora bien, si nos dejamos seducir por el cargo o la molicie, engañar por las apariencias, envolver por la discordia, la envidia y la intriga entre nosotros mismos; dominar por los que quieren perdernos y vivir vanidosamente de lo que hayamos hecho y no de lo que podamos hacer llegado ese mañana —que, por cariño, gratitud y patriotismo, queremos sea lo más lejano posible— careceremos del prestigio y la autoridad necesarios para hablar y ser escuchados.

Camaradas que habéis tenido la gentileza de venir a escucharme: os pido me excuséis si he defraudado vuestra expectación. Quizás esperaseis de mí palabras de otro tono y de otro estilo. Sin embargo, he creído debía buscar, más que vuestro entusiasmo, vuestra reflexión. He creído mi deber sacrificar, si era preciso, el regalo de vuestros aplausos inmediatos al posterior examen de mis palabras, porque no hemos venido a hacer exhibiciones, sino a realizar un acto de recuerdo y de servicio. Podréis salir de aquí menos enardecidos, pero, en cambio, espero que mucho más firmes en vuestras creencias y en vuestras posiciones, y esto es lo importante.

Cada hora tiene su exigencia, y ésta no es la del arrebato y el griterío, sino la de la firme decisión en no dejar que otros se atribuyan o disfruten los beneficios que para España consiguió nuestra lealtad a un ideal y al hombre que lo encarnaba. No son las viejas habilidades políticas, sino nuestros muertos, los que mandan en España. Ellos, aunque parezca paradójico, son los que nos infunden vida y energía, los que nos dicen con su voz eterna, que llega a nosotros a través del tiempo y la distancia, que no podemos permitir ni que se olvide ni que se malogre su sacrificio. Para lograrlo, ya —y por fortuna— no es necesario el heroísmo ardiente de los tiempos de guerra, pero sí el heroísmo cotidiano de las horas de trabajo en el campo, en la fábrica y en el taller.

Admirable es el hombre que hace ofrenda de su vida por una noble empresa; pero igualmente lo es quien por ella cansa sus músculos o fatiga su cerebro. La verdadera aristocracia de la España de Franco no está representada ni por el señorito ocioso ni por el proletariado desarraigado y materialista de las grandes urbes, sino por los hombres de toda clase y condición que saben armonizar su propio esfuerzo con la nobleza de alma y la elegancia de espíritu propias del hidalgo castellano, del que vosotros sois representantes.

Cada uno en el puesto de servicio que nos ha tocado ocupar, con una recíproca lealtad y una íntima compenetración, vamos hacia un mismo fin y tenemos un mismo objetivo: España, que no es una palabra que pronunciemos con énfasis, ahuecando la voz y llenándola de trémolos patrioteros, sino unos hombres, una tierra, una Historia, una realidad, en fin, para cuya grandeza y libertad hace veinte años fuisteis aquí convocados por José Antonio al grito de «¡Castilla, otra vez por España!».

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DECLARACIONES POLÍTICAS AL SEMANARIO «EL ESPAÑOL»

Entrevista celebrada con el cantarada Juan Carlos Villacorta y publicada en el número 279 de "El Español", correspondiente a la semana del 4. al 10 de abril de 1954.

UNA Comisión ordenadora constituida en el Instituto de Estudios Políticos estudia en estos momentos la proyección de las conclusiones del I Congreso Nacional de la Falange sobre la realidad nacional. Para ello se ha formulado una serie de anteproyectos de acuerdo con las conclusiones del Congreso y relativos a diversos aspectos de la legislación española.

Esta es la afirmación más importante que me ha hecho el ministro secretario general del Movimiento, excelentísimo señor don Raimundo Fernández-Cuesta, en el curso de unas declaraciones que ha tenido la bondad de concederme para el semanario El Español.

Con su clara inteligencia política, el ministro secretario general del Movimiento me ha concretado la posición de la Falange en estos momentos. Atento siempre al desarrollo de la vida política del país, Raimundo Fernández-Cuesta, sensible a cada circunstancia y riguroso con los esquemas doctrinales, viene asumiendo, en un servicio infatigable de fidelidad al Caudillo, la difícil tarea de actualizar en cada momento la doctrina del Movimiento.

Por ello, mi primera pregunta ha sido la siguiente:

— ¿Quisiera señalarme el señor ministro cuáles son las tareas que la Falange se ha propuesto realizar este año como objetivos especiales?

El ministro me ha contestado así:

—La Falange, por principio, es enemiga de objetivar anticipadamente sus tareas. Permanentemente se propone una serie de fines contenidos en forma esquemática en sus puntos doctrinales y tiende en todo momento a su desarrollo y aplicación. Pero existe la especial circunstancia de haber celebrado su I Congreso, y con este motivo se desea, además de proponer el desarrollo legislativo de los acuerdos del Congreso, mantener en un nivel de máximo rendimiento y servicio a todos los órganos que dependen de modo directo de la Secretaría General del Movimiento.

— España entera —le digo seguidamente— se impresionó con las conclusiones del I Congreso Nacional de Falange al darse cuenta de que en ellas se contenían soluciones radicales a toda la problemática de la vida política española, soluciones que considero actualísimas y, al mismo tiempo, coherentes con la tradición doctrinal de la Falange. ¿Quisiera decir, señor ministro, en qué medida y en qué forma ese contenido va a ser proyectado sobre la realidad nacional?

Las palabras del ministro han sido éstas:

—En ello se trabaja actualmente. Dada la extensión de temas tratados, hay una Comisión ordenadora que está elaborando un índice de materias y soluciones según los departamentos a que afectan, dando contenido formal a aspiraciones puramente teóricas o doctrinales. Naturalmente que su tarea no se limita a elaborar este índice general, sino que estudia lo legislado en cada una de las materias y se propone formular una serie de propuestas encaminadas a perfeccionar concretamente la legislación en la forma más congruente con las conclusiones del Congreso.

El día en que se estudie la historia del pensamiento político contemporáneo habrá que recurrir necesariamente a los textos de Raimundo Fernández-Cuesta. Su vocación de jurista le ha llevado a profundizar en los temas del Derecho Político, sobre los que ha realizado originales ensayos. De todos es conocido el artículo publicado por José Antonio en Haz, con el título de España., incómoda, en el que el Fundador de la Falange reconocía, no sin cierto dejo de nostalgia en sus palabras, que «hoy no podemos aislarnos en la celdas, porque, decía él, «el desentendernos de lo que pasa fuera no sería servir a nuestro destino en el destino universal, sino convertir monstruosamente a nuestro destino en universo». Pues bien, Raimundo Fernández-Cuesta hubiera podido escribir palabras análogas.

—Si me hubiera dejado llevar de mis preferencias, leería principalmente libros de Derecho, que fueron mi lectura favorita hasta que empecé a actuar en la Falange. Hoy no puedo dejarme llevar de mis

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gustos. Leo desordenadamente y de un modo irregular con objeto de seguir en lo posible el curso de muchas cuestiones alas que no puedo ser ajeno.

Hablando de problemas culturales de nuestra actualidad, le he dicho: —Insistentemente, vuelve a hablarse del tema de la decadencia cultural española en términos que parecen evidenciar la subsistencia de una campaña. ¿Quisiera concretarme, señor ministro, cuál es la posición de la Falange frente a este problema?

El ministro me ha replicado rápidamente:

—Usted mismo me da la contestación. No creo en la decadencia cultural española, sino en la existencia de una campaña que la esgrime con un motivo más de ataque al Régimen. Pocas veces ha habido un florecimiento mayor en todas las manifestaciones de la cultura. No sólo en las bellas artes, con inclusión muy expresa de la literatura, sino en aquellas otras manifestaciones culturales que antes brillaban por su ausencia casi completa, España atraviesa un período de franca madurez. Jamás se han publicado tantos libros y revistas especializados en todos los ramos del saber humano como ahora se publican, y ello denota la existencia de equipos perfectamente preparados en todos los campos de las ciencias y de las letras. Basta mirar unos años hacia atrás, y nos encontraríamos personalidades señeras, pero aisladas, que gesticulaban contra la incultura nacional. Y tenían razón. Hoy esas personalidades hallan un clima de colaboración y comprensión que les permite trabajar en régimen de equipo y estar enlazadas con él resto del mundo.

Raimundo Fernández-Cuesta posee una cordial y viva sensibilidad artística. Me ha dicho que, aunque desgraciadamente no practica ninguna de las bellas artes, todas, sin embargo, le interesan. En pintura su escuela favorita es la veneciana, y su pintor favorito, el Tizziano. De la escuela museal española, Velázquez es el pintor que más estima. No soy un técnico en música, pero quizá por eso, me ha confesado, me atrae más la melodía que la técnica.

Raimundo Fernández-Cuesta, acaso por su larga estancia en Italia, conoce y ama el arte de Italia. Ya es sabido que toda la cultura del Renacimiento y del barroco español procede de Italia. De cuantos países conoce —y su misión o su vocación le han llevado a Francia, Suiza, Alemania, Bélgica. Holanda, Portugal, Brasil y Argentina— aquellos de los que conserva recuerdos más intensos, me ha dicho, son Italia y Brasil, por ]os dramáticos y decisivos acontecimientos que le tocó vivir durante el desempeño de sus Embajadas en El Quirinal y Río a lo largo de los años históricos de la guerra mundial.

Muchos son los personajes de la escena política contemporánea que Raimundo Fernández-Cuesta ha conocido en su larga misión diplomática.

— ¿Cuál es el más importante?

Su respuesta ha sido:

— Por no hablar más que de los muertos, citaré únicamente Mussolini.

Pero Raimundo Fernández-Cuesta sabe que el gran fenómeno social de nuestro tiempo es la irrupción de las masas trabajadoras en el campo de la política. Nuestro tiempo es eminentemente social.

Ello me ha llevado a formularle una última pregunta, que he concre-todo así:

—En algunos sectores se abriga la idea de que la Falange debería asumir una personalidad preferentemente sindical, a tono con la evolución y la creciente preponderancia de los movimientos sindicales en todo el mundo. ¿Quisiera el señor ministro indicarme la posición correcta frente a ella?

El ministro me ha contestado:

—La Falange, que valora la gran importancia del Sindicato, hasta el punto que ella misma es un Movimiento Nacionalsindicalista, no puede confundirse con su propia obra; los Sindicatos nacionales, pues, tienen una visión total de todos los problemas de España. Ahora bien: la relación entre Falange y Sindicatos es bien clara. Nunca y en ningún país ha existido un sindicalismo tan aséptico, tan amorfo, tan químicamente puro, que no haya obedecido a una inspiración política. La Falange ejerce hoy en España, con pleno derecho, esa inspiración, pero no subestima a los Sindicatos; por el contrario, los eleva a la categoría de órganos de representación y participación directa en él Poder, cosa que no hacen los demás movimientos sindicales sino en forma indirecta y por medio de luchas que consumen gran parte de las energías y muchas veces la vida de los propios sindicados.

Si Raimundo Fernández-Cuesta ha sido un impenitente viajero por las más diversas tierras del mundo, conoce palmo a palmo la tierra española, ('orno misionero de la verdad de la Falange, ha peregrinado por todos los rincones, y en muchas de esas peregrinaciones acompañó a José Antonio Primo de Rivera.

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Por eso, todos los matices del paisaje de España resuenan en su espíritu delicadamente cuando los evoca, y me ha dicho:

—Amo en el paisaje de España sus dos extremos: el extremo meridional, que representa la costa malagueña, y el extremo nórdico, que simboliza el País Vasco.

Yo creo que no hay ocio más refinado que el de la contemplación del paisaje pero existe >tra forma de diversión tan noble como ésa, la del deporte.

El deporte favorito de Raimundo Fernández-Cuesta es el de la esgrima, en el que llegó a alcanzar alguna perfección, pues lo practicó muchos años con el maestro Afrodisio. En la actualidad le gusta la caza, más que por el deporte en sí —según me ha dicho—, como pretexto para pasar un día en el campo.

Pretexto que constituye una rigurosa necesidad para quien como Raimundo Fernández-Cuesta tiene la mayor parte de sus horas requeridas por los múltiples trabajos de su difícil tarea.

("El Español".—Juan Carlos Villacorta.)

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EN LA CONFERENCIA NAVAL PESQUERA

Palabras pronunciadas en la sesión de clausura celebrada en el salón de actos del Instituto Nacional de Previsión, de Madrid, el 10 de abril de 1954

SIN títulos técnicos para hacerlo, pero respaldado por mi vinculación oficial y personal sobre los Sindicatos, antes de declarar clausurada esta Conferencia quiero dirigiros unas brevísimas palabras para felicitaros por la labor realizada en sus sesiones, que he seguido con la mayor atención, en las cuales los temas más importantes relacionados con la mayoría de los problemas de la pesca en España han sido tratados con sinceridad, conocimiento y conciencia de la responsabilidad, y expuestas también aspiraciones e ilusiones sobre los mismos, reflejándolas y plasmando todo ello en las conclusiones aprobadas, y que serán estudiadas por las altas autoridades de la Administración Pública, a las cuales corresponde deliberar sobre ellas.

Esta Conferencia ha tenido una extraordinaria importancia y ha despertado una esperanzada ilusión muy justificada, no sólo porque en ella se han congregado las representaciones más importantes de los sectores económico y social del Sindicato, armadores, capitanes, patrones, tripulaciones, industriales, hombres de ciencia, sino porque ha sido una prueba más del espíritu de compenetración en el planteamiento colectivo de los problemas por los mismos interesados en ellos, lo cual a nadie ha podido alarmar ni es nada insólito ni extraño, porque, en definitiva, no es más que la lógica consecuencia de aquella misión que por los principios doctrinales y nacionales del Régimen español al Sindicato le está encomendada.

El Sindicato, representante de la sociedad, órgano de expresión de las aspiraciones individuales y colectivas de los distintos sectores de la producción, cauce no contaminado con las discordias, ni las bastardías políticas, por donde esas aspiraciones llegan al Poder Público; el Sindicato, repito, que, en definitiva, no es otra cosa que la suma de las porciones alícuotas sindicales que cada uno de vosotros, hombres de carne y hueso, representáis, faltaría a su deber, traicionaría su propia razón de existir si permaneciese indiferente ante los grandes problemas de la vida nacional; si, cuando lo requiriese el interés público, no rompiese su silencio, no para crear conflictos, no para hacer peticiones arbitrarias, caprichosas o egoístas, sino para ofrecer al Gobierno y al Poder Público el servicio de sus conocimientos, de su experiencia, hasta de sus soluciones en todos aquellos problemas de su respectiva competencia.

El Sindicato no impone soluciones, pero sí le corresponde exponer, de una manera serena y ordenada, todas las necesidades de cada una de las distintas ramas de la economía nacional en ellos encuadradas, y ello es mucho más necesario en situaciones como la actual de la pesca, que preocupa e inquieta a todos los que de la pescan viven, no solamente a los grandes y a los poderosos, sino a los miles de trabajadores del mar, que en el mar buscan los medios de poder mantener modestamente su existencia.

La Organización Sindical, que a lo largo de todos estos años ha venido celebrando una serie de actos públicos, de Asambleas de Hermandades, de Congresos de Trabajadores y Económicos, ahora ha convocado esta Conferencia Pesquera, en la que, sin miras egoístas, con amplitud de horizontes, ha estudiado los temas y Ponencias más diferentes sobre casi todos los problemas relacionados con la pesca, construcción ordenada con arreglo a un plan, créditos pesqueros, enseñanzas técnicas, respecto a los convenios internacionales, dimensiones de las mallas, tonelaje mínimo, investigaciones biológicas y oceanográficas, puertos pesqueros, problemas tributarios, temario de lo más complejo porque compleja es también la materia, y que no tiene la pretensión de reclamar el monopolio del interés de la economía nacional, pero sí tiene la conciencia de su propia importancia; sobre todo para los directamente interesados, y por eso justifica tanto la preocupación vuestra como la preocupación de los Poderes públicos.

No solo por la forma con que las sesiones de vuestra Conferencia se han desarrollado, sino porque conozco íntima y directamente la vida sindical, considero mi deber hacer resaltar en este acto que la Conferencia representa una expresión más de ese noble propósito de colaboración y de diálogo con el Gobierno y Poder público, que ha caracterizado, caracteriza y caracterizará todas las actividades sindicales españolas. Y por eso, al declarar clausurada esta Conferencia y al dirigir mi más calurosa felicitación a los organizadores, a vosotros, sus componentes, y al rendir mi homenaje a la Marina española por toda la labor que en materia de pesca realiza, yo os digo que podéis dispersaros con la conciencia tranquila de que habéis cumplido con vuestro deber y con la confianza de que vuestras conclusiones serán examinadas con el mayor cariño e interés por el Gobierno y, sobre todo, por el Caudillo, ante el cual vais a acudir dentro de breves instantes para expresar de la manera más ferviente la adhesión a su persona y a lo que representa para la gente del mar, al grito que ahora os invito que lancéis conmigo: ¡Viva Franco! ¡Arriba España!

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EN LA CONCENTRACIÓN FALANGISTA DE PUEBLA DE ALMORADIEL

Discurso pronunciado en Puebla de Almorardiel (Toledo) el 16 de mayo de 1954.

AL cabo del tiempo vuelvo por Puebla de Almoradiel. Vuelvo a recordar la visita que hace veinte años José Antonio os hiciera, en la que, como en tantos pueblos y ciudades de España, volcó su corazón y su inteligencia en siembra generosa de ilusiones, afanes, ambiciones y servicios por una España mejor, libre de cuantas cadenas la sujetaban, de cuantos males la estaban destrozando, de cuantos rencores y egoísmos enfrentaban españoles contra españoles, clases contra clases y regiones entre sí, y con la idea de una Patria común.

Entre los que me escucháis, algunos seréis viejos camaradas asistentes a aquel acto que ahora recordamos; otros se habrán incorporado a nuestro común quehacer a lo largo del tiempo; mas unos y otros estáis aquí para proclamar con vuestra presencia que la Falange de Almoradiel y la de Toledo, al igual que la de España toda, guarda acrecentada la fe en aquellas ideas que José Antonio le inculcara, adaptadas a las circunstancias de cada momento, y que siguen teniendo lozanía de actualidad y permanente vigencia.

Porque si es cierto que muchas de aquellas ilusiones, ambiciones y afanes se han convertido ya en realidad, aun a costa de sacrificios, pérdidas y dolores que enorgullecen a los falangistas, y que siempre han de tener éstos presente en su memoria como estímulo a su deber y guía de su conducta, también es cierto que el entendimiento de España y sus problemas, la actitud ante la vida, la manera de ser, el sincero afán de justicia y de grandeza patria que la Falange encierra, pese a todas las flaquezas y errores individuales que sus detractores quieran alegar, sigue en alto, gallardo e incólume, como bandera que marca el comienzo de una etapa, ya indeleble en la Historia española, en la que cada día avanzamos más, y en la que, aunque quisiéramos, es ya imposible retroceder ni abandonar.

Y así, si recorremos mentalmente todos los grandes y trascendentales acontecimientos que han ocurrido en España en los veinte años que la Falange tiene de existencia —período frentepopulista y anárquico, guerras civil y mundial, etapa de reconstrucción nacional, obstáculos interiores o exteriores, reconocimiento de la razón de España— veremos que siempre ha cumplido con su deber y ha contribuido decisivamente, unas veces con su ímpetu, otras con su inteligencia y trabajo, y siempre con su disciplina y con su lealtad, a paliar el daño o a conseguir el éxito.

Hoy es en esta provincia de Toledo, ayer en la de Salamanca o Cáceres, mañana en otra cualquiera, en todas partes y en toda ocasión, la Falange, en torno a su Jefe Nacional, o en torno a los que en plano inferior le representan, da muestras de una capacidad de entusiasmo y de fe que prueba cómo ha calado en la vida nacional y cómo, en términos que quizá nosotros mismos no valoramos debidamente, ha dado un tono, un significado al Movimiento, que sin ella sería muy diferente de lo que, por fortuna, es.

Un régimen político para arraigar y perdurar en un pueblo necesita de varios requisitos, sustantivos unos, y otros, de procedimiento o ejecución. Necesita estar de acuerdo y no ser incompatible con el alma de ese pueblo, con los factores étnicos, geográficos, religiosos, culturales, económicos y sociales que a lo largo de los siglos han ido modelando su vida, su historia, su manera de-ser, su personalidad.

Necesita también de una doctrina política y de un hombre que la implante, que la lleve a cabo y que sea como la encarnación y símbolo de ella. Ambos, hombre y doctrina, se complementan, se necesitan y forman el binomio perfecto del engranaje político de un Estado. Pero, además, ese sistema político ha de recoger, para permanecer y perdurar, las palpitaciones de la vida presente, buscar soluciones a sus exigencias actuales, no quedarse al margen de la^ nuevas fuerzas que en ella aparecen o que en ella adquieren conciencia del valor de su misión, sino que, por el contrario, ese sistema ha de dar a tales fuerzas cauce, norma, medida para que, en lu¿,ar de ser riada destructora, sea energía que transforme y vivifique la comunidad social.

Por eso, y conforme a esas exigencias, el Movimiento político español es católico, porque el catolicismo no sólo es dogma de fe y verdad, sino que está unido a toda la Historia de España, a sus más trascendentales y universales hazañas, creadoras de su personalidad inconfundible como colectividad internacional —Reconquista, Descubrimiento e incorporación de América a la civilización cristiana, Contrarreforma, sentido antipagano del Renacimiento y, últimamente, nuestra Cruzada—; es social porque ha tenido muy presente que las injusticias, los egoísmos y las ideas anticuadas sobre la riqueza, la propiedad, la economía, el valor de los factores que en cada una de ellas interviene son la causa de las luchas sociales y de los odios que engendran; es sinceramente respetuoso con la persona humana y con cuanto la existencia y la dignidad de ésta implican en una sociedad regida por normas de derecho que

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forman el entramado de una seguridad jurídica y social, que son la garantía de que el Poder no será arbitrario, pero también de que cada individuo no lo será en sus relaciones con los demás ni con ese Poder mismo.

Es, en suma, pues, el nuestro un sistema político auténticamente nacional, en cuanto está de acuerdo con todas las características españolas y, a la vez, en cuanto sirve a España como comunidad, y esta eficacia y estos servicios los tenéis bien patentes en el mejoramiento de todos los aspectos de la vida nacional, en la industria, en la agricultura, en las obras públicas, en lo cultural, en el prestigio español ante el mundo, en una serie, en fin, de realizaciones que sólo en una mínima parte habrían bastado en tiempos pasados para llenar de elogios y de alabanzas a una obra de gobierno, y que son innegables, pese a la pasión y al odio que pueda cegar el reconocimiento de la verdad y de la justicia.

Todo ello constituye el secreto de la permanencia de nuestro Régimen, permanencia que tanto asombra a los que le creyeron solución de urgencia como el fin único de terminar con una situación anárquica de vileza y crimen, sin pararse a pensar lo que la justicia exigía hacer después que ese orden fuese restablecido, ni tampoco en la necesidad de suprimir las causas de esa anarquía.

Pero es también un régimen nuevo, en el que la restauración de valores tradicionales españoles no debe confundirse deliberadamente con la restauración de un sistema político anterior, pues el nuestro significa la instauración de un orden nuevo, cimentado en los sacrificios de nuestra Cruzada, en las preocupaciones que implicó, en el establecimiento patriótico que produjera, todo ello bastante más respetable, auténtico y superior como título de legitimidad de un Régimen a los votos emitidos con arreglo al sistema electoral más perfecto que se quiera. Afirmar que esa legitimidad sólo puede darla una elección es error que no compartimos y que confirma la Historia, en cuyas páginas han quedado grabadas las actas de nacimiento de la mayoría de los regímenes políticos del mundo por procedimientos bien diferentes a los de dejar caer papeletas en una urna para que luego su recuento, más o menos exacto, produzca el efecto mágico, el malabarismo, de sacar de ellas un régimen político que hay que respetar en obediencia leguleyesca, aun cuando sea contrario al alma del pueblo y a su bienestar.

La caída de la Monarquía en Francia, en 1789, origen precisamente del sistema liberal y germen del de elección; la primera República española, nacida en Alcolea; la segunda República, nacida realmente no de unas elecciones municipales sin fuerza legal para derribar la Monarquía, sino de la presión revolucionaria del pueblo en la calle y de la coacción material de un Comité revolucionario que fijó plazo fatal al Monarca para abandonar España, y tantos otros ejemplos que se podrían citar, son pruebas de la equivocación que señalamos.

Por eso, los que de buena o mala fe invocan el temor al mañana como argumento que pone en tela de juicio la continuidad del Régimen, deben tener presente que el pueblo español plebiscitariamente ha aprobado la norma reguladora de la continuidad formal de aquél, ya que la sustantiva estaba arraigada en el corazón y en la mente de los españoles, norma de rango institucional y que en razón de la mecánica que establece y de los juramentos que impone es garantía de respeto a los principios doctrinales del Movimiento contenidos en las leyes también de rango constitucional a que ese juramento hace referencia. Se observarán nuevos trámites, se andarán nuevos pasos, se dictarán los preceptos complementarios que sean necesarios, pero lo fundamental está ya hecho; el camino único a seguir, abierto, sin que a nadie sea lícito oponerse a él, so pena de caer en la herejía o en la delincuencia política.

Es preciso, pues, que los españoles nos identifiquemos con esta idea, hagamos a ella nuestro ánimo, la defendamos y propaguemos, y que a las objeciones y dudas que puedan alegarse opongamos la firmeza de nuestra convicción en el valor legal de la norma y en el respeto que merece por su origen y su contenido.

Camaradas, he querido venir a Puebla de Almoradiel para demostraros mi afecto y camaradería, para recordar una visita inolvidable para el pueblo que la recibió y para los que, como yo, la hicieron, pero también para hacer patentes las distintas circunstancias en que esas dos visitas, la de entonces y la de ahora, se han verificado.

En aquélla vinimos a combatir a un régimen, a demostrar sus injusticias, sus atropellos, sus fallos y sus equivocaciones. Vinimos a propagar la necesidad de derribarlo para que España! no desapareciera como nación, víctima de todos los separatismos, y como centro de convivencia social, víctima de todos los odios, llevados a las más feroces consecuencias. Vinimos exponiéndonos a todos los riesgos precisos, exposición que para muchos —José Antonio, entre ellos— se hizo, por desgracia, realidad. Vinimos, en fin, plenos de juventud y en alto la bandera de la Falange, tremolada por campos y ciudades, pidiendo que se enrolasen en ella campesinos aquí, allí obreros, estudiantes aquí, allí funcionarios, españoles, en fin, de toda clase, rango y condición, unidos por el común vínculo de la Patria, de la justicia y del trabajo, y por la ambición única de la unidad, la grandeza y la libertad españolas.

Hoy venimos con muchos más años y experiencia, pero con igual juventud espiritual, no a combatir un régimen, sino a exaltar sus realizaciones, fruto de aquellas ilusiones juveniles, de aquella siembra

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generosa, del esfuerzo de los que se enrolaron bajo aquella bandera y del sacrificio de los que en la empresa dejaron la vida. Venimos, pues, una vez más, a hacer patente nuestro permanente recuerdo a la memoria de los Caídos y nuestra no menos patente fe en unos ideales que a lo largo de veinte años han probado su bondad y eficacia para la vida de España. Y nada más, camaradas. Ahora, como entonces, contad conmigo para el servicio de la Patria y de la Falange.

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EN LA I ASAMBLEA ECONÓMICA NACIONAL DE LA INDUSTRIA TEXTIL

Discurso pronunciado en la sesión de clausura celebrada en el Instituto Nacional de Previsión, de Madrid, el 20 de junio de 1954.

DESPUÉS del magnífico discurso que acabáis de escuchar al ministro de Industria, comprenderéis que yo, en realidad, poco o nada debía decir, para que de esta manera las sesiones de vuestra Asamblea quedaran encuadradas dentro del marco de oro que forman el citado discurso y el no menos elocuente que en el acto de la inauguración pronunciara el ministro de Comercio.

En ellos han quedado orientados los diferentes e importantes problemas que la economía textil plantea y autorizadamente expuestos el pensamiento y la acción del Gobierno sobre la materia.

Sin embargo, aun después de las intervenciones citadas de mis dos compañeros, me creo obligado a deciros unas palabras a impulso de varias razones.

Primeramente, porque quiero felicitar a cuantos en esta Asamblea han intervenido: al jefe nacional del Sindicato Textil y a sus más inmediatos colaboradores por la capacidad directiva, unifica-dora y de organización que han puesto de relieve; a los técnicos, industriales y asambleístas en general, por el conocimiento de los Problemas relativos a la industria textil que han demostrado, por la altura de las discusiones sobre las cincuenta y nueve ponencias comprendidas en los cuatro conceptos —materias primas, industrialización, costos y mercados y comercio— en que el temario estaba dividido, verdadero curso de economía textil, y que han quedado plasmadas en las conclusiones que han de ser elevadas al Gobierno, y al señor Marcet, por su intervención.

Y mi felicitación, en fin, a la Asamblea por la vitalidad que ha demostrado en relación con esta parcela de la economía española, una de las más antiguas, de mayor solera y de mayor importancia y de una extraordinaria fecundidad, de la que ha dejado prueba y prole en los progresos de ella derivados en el comercio, en la agricultura, en la navegación, en el aprovechamiento de las fuerzas de la Naturaleza e incluso en el urbanismo y en el arte.

Pero mis palabras no han de limitarse tan sólo a elogiar vuestra labor y a realzar la importancia de la industria a la que habéis consagrado vuestro trabajo, sino que también —y ése es mi deber y la justificación de mi intervención en este acto— han de servir para hacer algunas reflexiones y sacar las consecuencias políticas del mismo.

La primera de ellas es que no debemos olvidar la decisiva participación que en la transformación de la economía mundial y en la vida moderna ha tenido la industria textil, pues si por un lado ha contribuido al desarrollo del capitalismo, mediante la aplicación de los inventos del vapor y de la máquina, y con la acumulación dineraria que implicaban, por otra parte, las condiciones infrahumanas en que se desarrollaba la vida de los trabajadores en las zonas textiles de Inglaterra sirvió de argumento a Carlos Marx para su teoría.

Es preciso también tener en cuenta la íntima —aunque muchas veces oculta— relación que han tenido algunos de los acontecimientos de la historia política del siglo XIX español con el desarrollo de la industria textil, y cómo muchos de los hilos de intereses económicos e industriales de otros países han sabido mover egoísta y hábilmente los muñecos de la farsa sobre el escenario de nuestra política, presentándolos vestidos con los disfraces más opuestos al papel que realmente representaban y al fin que perseguían, y haciéndoles recitar declamatorios, retóricos y altisonantes parlamentos sobre la libertad de los hombres y los pueblos, contrarios al verdadero diálogo de la obra.

Porque, en efecto, a poco que indaguemos en esos acontecimientos, encontraremos en ellos una causa, una raíz económica y una prueba de la ofensiva exterior contra el proceso de la industrialización de la vida española, muy especialmente en el sector textil, llevada a cabo unas veces con ataques directos, otras encubiertos bajo apariencias ideológicas, conflictos sociales, disensiones interiores e incluso enfrentamiento de regiones contra; regiones.

Y así vemos que la intervención de algunas naciones europeas en el proceso de emancipación de. los pueblos sudamericanos tenía como objetivo principal conquistar el fabuloso mercado consumidor que las nuevas naciones hermanas representaban. Y así lo vemos en las destrucciones deliberadas de los principales centros textiles durante la guerra de la Independencia. Y así lo vemos en la política librecambista, de tan dañosas consecuencias para nuestra industria textil, y que encontró los mejores defensores en muchos de nuestros mismos políticos, que sacrificaron, en el mejor de los casos, en

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holocausto de un doctrinarismo ingenuo, cuando no en servicio de intereses ajenos, el desarrollo de la industria nacional. Y así lo vemos, en fin, en el mismo problema del separatismo catalán, en el que fueron llama que avivó la hoguera los ataques a la industria de Cataluña, acusándola de querer prosperar en contra de la del resto de España, y enfrentando al fabricante textil con el cosechero, con el agricultor y con el consumidor en general.

Pero merece igualmente la pena destacar que todo ello fué posible en razón de la división de los españoles, que, faltos de un ideal común efectivo, se entregaron a luchas internas, inteligentemente fomentadas desde fuera con el señuelo de una libertad abstracta, que era, en realidad, nuestra esclavitud y la mejor arma para mantenernos bajo la influencia y la intriga de las políticas o conveniencias extranjeras.

Igualmente es oportuno recordar en esta ocasión el principio, ya proclamado en nuestro Fuero del Trabajo, de la subordinación de la economía a la política, la inversión del cual ha sido precisamente, como esbozado queda, la norma que ha regido la vida económica española durante el siglo pasado.

Mas nadie vea en este principio que recordamos el peligro de una perturbación imprudente de la producción, esa gran diosa a la que hay que defender de todos los riesgos, sino pura y únicamente la necesidad de subordinar la ordenación económica del pais al bienestar de la colectividad, lo cual no podrá conseguirse mientras, en descrédito de los demás que así no actúan, hay algunos que quieran sustituir el legítimo y necesario estímulo del beneficio por el afán de enriquecimiento vertiginoso o funden las ganancias en la habilidad especulativa, más que en el mérito, en el trabajo o en la capacidad; mientras se considere que el agio, la especulación y el lucro ilimitado son características de la empresa mercantil y tratar de cortar tales abusos pueda provocar carcajadas o suscitar sonrisas irónicas; mientras se entienda que la vida económica obedece a un determinismo materialista, que aleja toda posible influencia del esfuerzo individual, de la dirección inteligente de la empresa, del rendimiento y de la disciplina por parte del obrero, de la remuneración vital y adecuada a ese rendimiento por parte del empresario y de la interdependencia de los factores de la producción.

La ideología económica del Movimiento Nacional repudia lo mismo el determinado materialismo que el egoísmo individual, y proclama el predominio de criterios sociales y humanos. Pues bien, en cuanto quiere que esos criterios se impongan y sean respetados puede decirse que propugnan el señorío de la política sobre la economía, lo cual, por otra parte, a nadie tiene que extrañar hoy día, en que la mayoría de los problemas que los Estados tienen planteados son de carácter económico y social, sin que su solución pueda quedar al arbitrio individual, sino a la línea de la política colectiva que el Estado señala.

Esta subordinación de la economía a la política no representa, como suele argüirse por algunos, pérdida de la libertad individual ni de la iniciativa privada, ,sino tan sólo reconocimiento de la realidad social y ordenación de la vida económica, para que ésta no quede al capricho de las oligarquías financieras o de las demagogias obreristas, ni se convierta en campo de Agramante, en el que los abusos del más fuerte provoquen en los demás el odio y el afán de revancha.

Para el logro de estos fines nuestro Movimiento ha acudido a un sistema sindical en el que ios Sindicatos —no centros burocráticos, sino trozos palpitantes de la vida nacional—, más que instrumentos estatales son expresión de la vida asociativa con personalidad pública, con una auténtica línea representativa, pero con una no menos auténtica inspiración política, qué duda cabe, como sucede en todas las organizaciones sindicales del mundo, ya que si alguna hubiera sin ella bien pronto los grupos políticos se aprestarían a dársela.

Es preciso, por tanto, que se convenzan los que aun no lo están, casi siempre a causa de esa inercia conceptual que nos hace seguir viendo en el Sindicato el elemento de lucha y oposición al Estado que antes era, que el Sindicato nuestro es el mejor camino para conocer, estudiar y encauzar en su conjunto los problemas que afectan a cada rama de la producción, y esta Asamblea hoy, como ayer la de Pesca y tantas otras, son la mejor demostración de ello.

Es preciso también se convenzan quienes lo necesitan de que las actuaciones individuales o de grupo podrán tener un éxito momentáneo, según el amparo y protección que se les dé; pero a la larga desmoralizan, crean competencias, debilitan esfuerzos y son perjudiciales para la industria a que pertenecen y para el interés público. No sólo por esta razón egoísta, sino también en acatamiento a la norma legal, debe llegarse a la total integración —y se llegará antes o después— dentro del Sindicato correspondiente de todas las agrupaciones existentes, siempre, claro es, sin perjuicio patrimonial alguno y con respeto a los derechos que legítimamente deban respetarse.

En realidad, todo lo anteriormente dicho la Asamblea lo ha recogido en el espíritu y la letra de sus conclusiones, en las que han sido inteligentemente expuestas una serie de metas y aspiraciones no sólo de carácter técnico y económico, sino impregnadas también de sentido humano y sindical, que son reflejo del legítimo deseo de alcanzar el máximo desarrollo de la industria textil, no con una finalidad exclusivamente utilitaria, sino con la de contribuir al bienestar y satisfacción de las necesidades de los españoles —entre las

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cuales, naturalmente, cuento con las vuestras— dentro del Plan de conjunto de la economía nacional. Por eso esta Asamblea ha de tener su complemento y continuación en otra de la Sección Social del Sindicato, para así demostrar la necesaria y provechosa compenetración de todos los sectores del mismo en el estudio y resolución de sus problemas.

La Asamblea, pues, por la valía de sus componentes, por el conjunto de informaciones y aspiraciones que ha presentado, por el temario discutido, por las conclusiones aprobadas, por el espíritu que la ha presidido e incluso por haber servido de drenaje a vuestras inquietudes y haber desvanecido muchos fantasmas, ha de tener una decisiva influencia en la ordenación de este sector de la economía española, y aun sobre los restantes, agrícolas e industriales, dada la interdependencia que entre ellos existe, y que ha sido la primera en reconocer.

Pero claro es que no se puede caer en el optimismo ingenuo de suponer que todas las dificultades que podáis tener esta reunión va a servir para disolverlas como por arte de magia; pero sí que es un paso importantísimo a tal objeto, y su sola celebración y la intervención en ella de varios Ministros es la mejor prueba del interés del Gobierno por los problemas de la industria textil y de su afán de ayudaros a resolverlos, como es también prueba de reconocer al Sindicato como vuestra única representación y cauce para exponer vuestras razones y defender vuestros derechos. Por eso, con el espíritu realista e inteligente de hombres de lucha que sois, debéis seguir unidos en el Sindicato y trabajando en él con perseverancia y con fe, que es el mejor medio de alcanzar cualquier objetivo.

Eficacia, comprensión, visión de conjunto, espíritu de solidaridad, deseo de colaboración con el Gobierno e identificación con la finalidad perseguida por la Organización Sindical han sido los resultados y el signo de esta Asamblea.

No se os ha convocado a ella para hacer una demostración esporádica de agitación ni de propaganda, sino para que por primera vez en España se haga una exposición unitaria y de conjunto de la economía textil por todos los interesados: algodoneros, laneros, sederos, fibras especiales, y no con criterio partidista, sino con otro nacional.

No he venido a esta sesión para hacer retórica, pero sí con la aspiración de encontrar la mejor y más adecuada palabra para destacar los auténticos perfiles de la verdadera industria textil, no de la que han deformado algunos con el agio y la especulación, convirtiéndola en procaz caricatura: para exaltar sus características de independencia del capitalismo financiero, de seriedad y tradición familiar, que hace se transmitan las fábricas y telares de generación en generación, como en culto doméstico, a cuya conservación se dedican amorosamente afectos y cuidados y se sacrifican, si es preciso, intereses materiales. La historia de la industria textil, muy en especial la catalana, está llena de ejemplos de ello, merecedores, por el valor humano y psicológico que representan, de ser descritos con la prosa de un Balzac o cantados con la lírica de un poeta.

Como secretario general del Movimiento me complazco en proclamarlo así, a la vez que os agradezco el esfuerzo realizado; y al declarar clausurada esta Asamblea no puedo por menos de reiterar a todos mi felicitación más sincera por haber sido capaces de prestar este nuevo servicio a la economía española, a España y a su Caudillo.

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«EL CÓDIGO PERMANENTE DEL 18 DE JULIO»

Artículo publicado en “Arriba” él 18 de julio de 1954.

LA solidez de algunos Estados, envidiada de buena fe o proclámala da con torpe intención por algunos de nuestros connacionales, tiene por asentamiento la perpetuidad de sus órganos políticos y sociales. Casi siempre esas normas constitutivas fueron adoptadas en momentos de crisis dramática, en que los pueblos carecían de reservas para el futuro e ignoraban hasta el probable curso de su historia. La fe y la unidad lograron sobreponerse, y su fruto fué cosechado gracias a la fidelidad a los códigos que suelen distinguirse por la fecha en que fueron adoptados. Aunque transcurran siglos, permanece vivo en esas naciones el hecho fundamental que las dio nueva personalidad o que logró convertirlas de colonia en Estado soberano y poderoso. Hemos de considerar todos los españoles, y sobremanera los falangistas, que el 18 de Julio no es, ni podrá serlo, una fecha inerte e inerme. La más dañosa de las revoluciones morales es la que incita a considerar que el tiempo pasado no tiene validez para el porvenir, aunque medien los supremos mandatos de la sangre, del dolor y de la voluntad irrecusable de la nación en armas.

En el curso de ciento veinte años tuvo España más de seis Constituciones, que sirvieron a toda clase de regímenes, incluso al personificado por una dinastía extranjera. La resolución de esa constante, empobrecedora y dolorosa pugna por allegar una norma jurídica y social que sirviera definitivamente al país, ocurrió el 18 de julio. Muy pronto se configuró que esta fecha no podía ser considerada de simple transición, y que representa un momento creador, comparable a las más trascendentales efemérides de la vida española. Jurídica y orgánicamente fué escrita entonces la primera página —que siempre es la fundamental— del Código decisivo de España. Volvíamos a la tradición milenaria de nuestro país, consecuente con los principios de Roma, transfundidos a la América hispana y a la América del Norte. Estábamos ante nuestra Declaración de Independencia, enlazándola con ese año en que se frustró, de 1808. Pero mediaba entre 1808 y 1936 la amarga y desoladora experiencia de los regímenes y constituciones superpuestos al ser espiritual y físico de la Patria. He aquí por qué las generaciones contemporáneas, tras los años ya empleados en la fidelidad y servicio al Código permanente del 18 de Julio, consideran este día la viva representación del porvenir. No ha íte ser envuelto en los rugosos legajos de la Historia, ni tampoco nos conformaremos con que se le rindan glaciales honores protocolarios, que traen a los labios amargo sabor de ceniza.

Creemos en la constante fuerza creadora y en la perfectibilidad jurídica de nuestro Código nacional, orgánico y legítimo. Muchas de las ilusiones, ambiciones y afanes expresados por la Falange antes de 1936 se han convertido en realidad. Cada día avanzamos más, y aunque fuéramos capaces de sentir abatimiento, fatiga o desgana, no podríamos retroceder ni abandonar. La mera hipótesis de una cancelación constituye una gravísima deslealtad a la identificación del 18 de Julio con el alma de nuestro pueblo, y con los factores étnicos, geográficos, religiosos, culturales, económicos y sociales que a lo largo de los siglos han ido modelando su vida. La conquista de la unidad, grandiosa y alcanzada meta sustantiva para la vida nacional, de la libertad ante el mundo, afianzada por la plena soberanía y la marcha firme y animosa hacia una renacimiento interior que en muchos casos es una creación, se deben a la dinámica de nuestra fecha capital. A ella se ha incorporado, legítimamente, por medio de los más severos requisitos que el Derecho y la Historia preceptúan, una doctrina política surgida de las entrañas del país, plebiscitada y aclamada en cien batallas militares y civiles. Y en el plano más elevado y siempre trascendental para España, el de la encarnación del pueblo en el Caudillo, el 18 de Julio nos deparó el hombre que implantó la doctrina, la dirige y la ejecuta y es el símbolo conjunto de la Patria y de la idea.

Este es un día siempre abierto y henchido de porvenir; jamás amenazado de cancelación u olvido. Tira de nosotros, empujándonos hacia el futuro y rigiendo todos los actos del presente. Es el día en que surge la revelación de la ley fundamental por la que se rigen la vida y el destino de España. Esa ley, ungida por la sangre y el sacrificio, contiene los principios fundamentales de la Nación, que luego han sido desarrollados e instituidos con previsión y serenidad, aclamados jurídica y sentimentalmente por la adhesión de la gran mayoría de los españoles.

La España y el Caudillo, que están presentes, con plena autonomía y dignidad jerárquica, en el plano de la política mundial, son la España revivida, luchadora y emancipada del 18 de Julio, y el Jefe del Estado que alzó a su país, saliendo de uno de los estamentos más nobles y entrañables del pueblo. Nuestra Falange, nuestro José Antonio, habían predicho el destino de la doctrina y del Caudillo con una lucidez que fulguraba en la triste noche de la Nación partida. Todas las premisas inequívocas de la vida exterior y la interna —que al fin son una misma— de España se hallan contenidas en la esencia del 18 de Julio y de su Código permanente, constitucional e institucional. La lealtad a ese día y al hombre que lo encarna son indeclinables para convivir y actuar dentro de la comunidad española de hoy y de mañana.

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EN LA CONMEMORACIÓN DEL XVIII ANIVERSARIO DEL ALZAMIENTO NACIONAL Y FIESTA DE LA EXALTACIÓN DEL TRABAJO

Discurso pronunciado en el acto celebrado bajo la presidencia del Caudillo en el Palacio Nacional, de Madrid, el 18 de julio de 1954.

AQUÍ están, Excelencia, los vocales de las Juntas Económicas y Sociales de los Sindicatos de toda España, que, al tomar posesión de sus cargos, vienen a rendiros su homenaje de adhesión en este día, que no es fecha encerrada en el museo de los recuerdos y del pasado, sino abierta a la vida y al futuro, y que nació de una larga preparación, de una gestación dolorosa y de la resuelta voluntad del pueblo español.

Todos han sido elegidos por la libre voluntad de sus compañeros de fábrica, de taller y de oficina, no para hacer carrera política ni para envenenar a los trabajadores, sino para que aporten su técnica, su experiencia y su espíritu nacional al logro de la paz social y al progreso y mejoramiento de la vida de España. Con ellos vienen también los nuevos campeones de las pruebas de Destreza en el Oficio y los galardonados con el título de empresas modelo.

Unos y otros, por encima de teorías y de doctrinas, os quieren y respetan, y se sienten identificados con vos, porque os ven como la mejor garantía de que el Estado que forjasteis sobre los principios del Movimiento nacional, seguirá cada vez con más brío y más ímpetu amparándolas, no sólo como productores, sino como hombres con todas las consideraciones y respetos que su cualidad de tal lleva implícita.

Los trabajadores aspiran a vivir mejor económicamente, pero también a que se les valore mejor política y socialmente. Saben que, a través del Sindicato, esas dos grandes aspiraciones están recogidas y van siendo satisfechas. Saben también que el sindicalismo ha pasado de tener un carácter antiestatal a ser la base de la misma organización del Estado; de ser fortín de lucha social y hasta de crimen, a un propósito de paz basada en la justicia; de buscar tan sólo el aumento de salarios y la disminución de la jornada, a una finalidad de seguridad social, económica, política y cultural; de ser exclusivamente representante de los obreros, a ser la representación de todos los sectores de cada rama de la producción, y no sólo en los problemas laborales, sino en los órganos de la vida municipal, provincial y nacional.

Nuestro sindicalismo tiene el orgullo de haber logrado alcanzar tres grandes objetivos: el de haber implicado al mundo del trabajo en la acción política nacional en proporciones desconocidas dentro y fuera de nuestras fronteras; ser instrumento de paz y concierto de voluntades entre todos los que intervienen en la producción, sin merma de su espíritu de defensa de los derechos de los trabajadores, ante la impotencia y el anacronismo de la economía y los métodos liberales para hacer frente a la acción tenaz, ininterrumpida y segura del comunismo; constituir la única solución posible para dar satisfacción cumplida a los anhelos de justicia social, sin caer en la tiranía comunista.

El espíritu del 18 de Julio, en el día de hoy precisamente y ante vos, que lo encarnáis, adquiere un valor de realidad tangible, y el sindicalismo español, modelado con arreglo a aquellas ideas, lo invoca; pero en su verdadera significación, que no es la de restablecer privilegios, egoísmos, oligarquías políticas, amparar nostálgicas vanidades, hacer tabla rasa de los avances y conquistas sociales ganados con tanto esfuerzo, sino la de acortar las distancias entre los que lo tienen todo y los que no tienen nada, la de valorar al trabajador, meterle en el alma el amor a la Patria y restaurar los valores espirituales que a lo largo del tiempo y de la Historia han formado nuestra personalidad.

Estos hombres, que son parte principalísima del pueblo español, la vanguardia de la Revolución Nacional, saben, valoran y agradecen vuestros esfuerzos, vuestros sacrificios, vuestra entrega total a España, a la que día a día, hora a hora, minuto a minuto, estáis entregando sin regateo vuestra existencia. Saben que teniendo todo el poder y toda la autoridad sois el hombre menos libre de España, porque ese poder y esa autoridad la habéis encadenado voluntariamente al servicio de Dios y de la Patria. Por eso, sobre malos españoles, serían, además, suicidas si no os ayudasen en la medida de sus fuerzas en la empresa en que estáis empeñados desde hace dieciocho años de devolver a España la unidad, la grandeza y la libertad que la habían arrebatado muchos años de abulias, cobardías, intrigas y egoísmos y olvido de la justicia y de la realidad social.

Por eso tened también la certeza de que cada uno de silos, desde su puesto de trabajo, seguirá cumpliendo con los deberes que le imponen la responsabilidad sindical y la fe en la doctrina social que acaudilláis —tan distante del .capitalismo egoísta como del comunismo tiránico—, y por el triunfo de la cual tantos trabajadores españoles a vuestras órdenes derramaron su sangre y perdieron su vida.

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AL CONMEMORAR EL DÍA DEL CAUDILLO

Alocución pronunciada en Radio Nacional de España, en Madrid, el 1 de octubre de 1954.

EL primero de octubre es para España una fecha de importancia trascendental. Significa el público reconocimiento de una serie de factores que al concentrarse en una persona elevan a ésta sobre el pavés de un destino providencial que impone el cumplimiento de la empresa para que ese destino la señalara. Tal reconocimiento implica también la legitimidad fundacional de los grandes cambios históricos, mil veces superior a la más perfecta mecánica legalista.

Afirmar lo contrario es error que confirma la Historia, en cuyas páginas están grabadas las actas de nacimiento de la mayoría de los regímenes políticos del mundo. La caída de la Monarquía absoluta en Francia, la primera República española, la Monarquía de Sagunto, la segunda República, nacida realmente no de unas elecciones municipales, sino de la presión del pueblo en la calle y de la coacción material de un Comité revolucionario, son, entre otras que pudieran citarse, pruebas de la equivocación que señalamos.

El primero de octubre Francisco Franco fué proclamado Caudillo del anticomunismo, con todos los enormes riesgos y responsabilidades que tamaña tarea representaba, pero también con toda a jerarquía, respeto y autoridad que llevaba implícita; de un anticomunismo de doble vertiente, de contención y creadora, bien distinto del sentimental, folletinesco y melodramático, inspirado en el miedo o el egoísmo y sin más objetivo ni finalidad que disponer de los medios habituales de represión. Para éste el comunismo se reducía a un problema puramente material, de orden público, sin querer o poder penetrar en su intimidad, analizar en qué consistía, cuáles eran sus causas, cuál el posible tratamiento y cuál su verdadera dimensión social

El anticomunismo prefalangista aportó la infructuosa y estéril victoria electoral del bloque que le representaba —la «victoria sin alas»—, que no logró impedir que el enemigo reapareciese a poco más poderoso y satánico que nunca, para llevarse a nuestros mejores camaradas y a tantos miles de españoles, y para hacer temblar en sus cimientos la existencia de la Patria, poniéndola en trance de derrumbamiento.

Fué la Falange la que alzó la bandera de ese otro anticomunismo positivo, eficaz, transformador de rutinarias convenciones sociales, entendido como tarea económica y como tarea moral, que si en lo intelectual oponía argumentos contra argumentos, dialéctica contra dialéctica, en lo emotivo consiguió estremecer las fibras del auténtico sentimiento nacional y de la justicia, y en lo humano hizo llegar a límites increíbles de heroísmo y martirio.

De este anticomunismo de nuestra Revolución Nacional es del que Flaneo fué consagrado Caudillo, título que revalidó durante tres años de nuestra guerra —la primera victoriosa contra el imperialismo soviético— y durante los posteriores hasta el actual, en los que, en medio de complicidades de unos, ingenuidades de otros y, al fin, desengaños de muchos, ha mantenido una posición categórica e inconmovible, que le ha conquistado el reconocimiento de lo exacto de su juicio sobre los objetivos del comunismo en la vida internacional.

Sin embargo, aun entendido como acabamos de explicar, el término «anticomunista» no nos gusta, porque no es idóneo, en realidad, para representar lo que somos ni para señalar a dónde vamos. Los hombres españoles que fueron a la alta ocasión de Lepanto no se llamaban antiturcos ni tampoco antimusulmanes. Se llamaban cristianos y defensores de Roma. Tampoco los Apóstoles y sus primeros seguidores se llamaban antirromanos, aun que el poderío de la Roma pagana gravitase sobre ellos. Los hombres de Lepanto salvaron a Europa; el apostolado cristiano sirvió a la redención de la Humanidad. Todos ellos eran creadores, fautores de una nueva existencia. Así, ante el comunismo, a la par de la defensa inequívoca contra la agresión militar y la réplica implacable contra la subversión, sólo cabe una actitud: la creadora actitud de España. Sostenerla es la mejor manera de asegurar lo que más nos importa: la permanencia y la continuidad de la civilización cristiana.

A esa permanencia y a esa continuidad Franco ha consagrado su existencia, y España, bajo el impulso del Movimiento Nacional, ha seguido una vez más su destino de luchar por causas que le interesaban no sólo a ella, sino al mundo entero, y que tenían, por tanto, un valor de universalidad. Los españoles nos enorgullecemos de recordarlo en esta fecha —que debe ser no sólo nuestra, sino de todos los pueblos que quieran vivir libres del yugo marxista—, y en la que designaron al Caudillo, que había de llevarles a su liberación, dando al mundo una lección de clarividencia y prestándole un servicio que quizá no haya sido todavía suficientemente apreciado.

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EN EL HOMENAJE DE LAS HERMANDADES ZARAGOZANAS AL GOBIERNO Y AL CUERPO DIPLOMÁTICO HISPANOAMERICANO

Palabras pronunciadas en el acto celebrado en el Casino de Zaragoza el 12 de octubre de 1954.

UNAS palabras para agradecer, en nombre del Gobierno, a las autoridades de Zaragoza esta comida, que además de la gentileza que representa nos ha deparado la satisfacción de congregarnos en torno de esta mesa con los distinguidos representantes de las naciones hermanas de Iberoamérica, y precisamente en este día de un común significado para todos los aquí reunidos, que si el Pilar es fiesta genuinamente española, es también pilar sobre el que se ha construido la historia de América. Cuando las naves colombinas, empujadas por los vientos de la ilusión y de la esperanza y llevando rumor de gloria sus amuras, arribaron a las costas de la Española, América nace a la Historia como entidad colectiva, sujeto de derechos y deberes y punto de partida de esa manera de ser y entender la vida que, por encima de todas las diferencias políticas, de simpatía o antipatía personales, incluso por encima de nuestra misma voluntad, constituye lo hispánico, y que nuestro Movimiento ha venido a afirmar al proclamar como principio fundamental el respeto al hombre en su total dimensión, esto es, como miembro de una sociedad en la que tiene derecho a vivir con decoro y dignidad, y como ser dotado de un alma capaz de salvarse o de perderse.

Se dice que África comienza en los Pirineos. No; lo que comienza en los Pirineos y desciende hasta el otro lado del Atlántico es el mundo hispánico, en el cual se conservan perfectamente delineados el legado filosófico de Grecia, el legado jurídico de Roma y el mensaje de amor entre los hombres que Cristo nos dejó; esto es, la civilización cristiana, que tanto nos afanamos por defender contra la avalancha del materialismo marxista que amenaza destruirla. Por ello, en la escisión que hunde al mundo, en la hendedura física y moral que en él se ha abierto, en la pugna en que se debate angustiosamente, nosotros, los hispánicos, tenemos una misión decisiva que llevar a cabo, oponiendo a la fuerza, si es preciso, la fuerza; pero también, al argumento, el argumento; a la dialéctica, la dialéctica; a la justicia social impuesta por el terror y la coacción, la justicia social basada en el amor y la caridad. Esto es, hemos de cumplir con esa misión mediante una actitud creadora, y no con una puramente negativa. A una etapa de recelo posterior a la emancipación e independencia americana sucedió una de hispanismo retórico, barroco y floreado, y a ésta ha sucedido la actual, de un hispanismo sobrio, enjuto, musculado, de indudable eficacia y contenido en lo cultural, en lo económico, en lo jurídico y en lo político. Por eso nosotros, los hispanos, en toda ocasión, y ninguna mejor que ésta, hemos de afirmar nuestra unidad fraterna, organizaría adecuadamente y emplearla para aquellas empresas que nos son comunes, como la que ahora se nos presenta de defender ese patrimonio de la civilización occidental que hemos contribuido a formar como pocos.

Señor embajador del Perú, permitid a un español de la España de Franco, de la España resurrecta del caos y de la anarquía, de las cenizas de los incendios y la sangre de los martirios, a un español que conoce, siente y comprende a América, que salude en vuestra patria hidalga a todas las naciones americanas, y que en esta Zaragoza inmortal, y en el Día de la Hispanidad de 1954, os pida hagamos votos por nuestra común grandeza y por que nuestra entrañable hermandad sea como el aire matinal que alivie al mundo del sofoco de tantas preocupaciones y jornadas angustiosas.

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EN LAS II JORNADAS MEDICAS DE VALENCIA

Discurso pronunciado en la sesión de clausura celebrada en él Paraninfo de la Universidad de Valencia el 24 de octubre de 1954.

SIEMPRE es grato venir a esta Valencia, donde el espíritu halla un sedante para el agotamiento del ajetreado vivir, como si se asomara a un luminoso ventanal desde donde se disfruta el panorama de mares sosegados y antiguos, de campiñas ubérrimas y cuidadas con esmero; pero lo es más cuando se conjuga ese placer del contacto casi físico con vuestra tierra deslumbrante con el honor de presidir, gracias a vuestra gentil invitación, la sesión de clausura de estas II Jornadas Médicas Valencianas, que han congregado no sólo a la más completa representación profesional de la provincia, sino de toda España, y que, por consiguiente, han rebasado el ambiente puramente local para transformarse en la manifestación de una inquietud médica nacional, que el Movimiento no puede desconocer.

Esta, y no otra, es la razón de mi presencia entre vosotros, porque si hay algo que define sustancialmente a la Falange es su preocupación humana, y si hay una profesión que esté íntimamente vinculada al hombre, hasta el punto de serle totalmente ajena a cualquier otra preocupación que no sea el hombre mismo, es la del médico.

No pretendo halagaros con frases que hagan propicia vuestra atención a mis palabras, pero sería injusto no proclamar desde el principio de ellos que la clase médica española cumple con magnífico espíritu, y a veces hasta con heroico renunciamiento, sin regatear esfuerzo ni desvelo, día a día, noche a noche, con esa difícil misión que le está confiada y que coindice con los valores esenciales, base de nuestra política: el servicio y el sacrificio.

Así, es digno de notar, en primer lugar, que en estas Jornadas, más que los problemas específicos de una patología profesional que interese sólo a los médicos, se han expuesto las necesidades de una medicina social que afecta a todos los españoles. Y es que esa atención hacia el hombre en las circunstancias de mayor desaliento, en la enfermedad y en el dolor, cuando desprendido de todo su sacrificio se muestra en su entera pequeñez, os capacita para hacer de vuestros problemas un diagnóstico objetivo y aplicarles la terapéutica que cure las raíces del mal.

Mas importa también recalcar la trascendencia política del médico, su profunda misión social, su condición de adelantado en la batalla librada desde el primer día de su existencia por el Movimiento Nacional para elevar el nivel de vida de los españoles. Y me refiero al hablar así a todos los médicos, a los que en el medio rural luchan con la incomprensión y la rutina de las gentes, y a los que en el medio urbano, cerca de los lugares de lujo y refinamiento, libran su oscura batalla con la miseria de los suburbios y derriban con su esfuerzo las barricadas que en torno a la ciudad levantan el odio y la ignorancia.

Y es por ello por lo que la Falange, y más concretamente la Delegación Nacional de Sanidad, a través de la cual se cumplen sus consignas en lo que se refiere al aspecto sanitario de España, pecaría de imperdonable desidia si no se enfrentase cara a cara con el problema médico, y no estuviese dispuesta a reconocerles lo que en justicia les corresponde como hombres y como profesionales.

Permitidme, pues, recordaros que antes de nuestra Cruzada, Falange Española había creado el Sindicato de Sanidad y que cuando irrumpió en la vida nacional con todos los derechos, pero también con todos los deberes que la victoria imponía, cuidó del aspecto sanitario en todas las actividades que acometió. Y así vemos cómo la Sección Femenina mantiene sus Cuerpos de Especialistas, Enfermeras y Divulgadoras; cómo el Frente de Juventudes ha sembrado el territorio de la Patria de Preventorios, Centros de reposo y Campamentos; cómo la Delegación Nacional de Sindicatos cuida, a través de las Obras Asistenciales, de la salud física del trabajador; cómo, en fin, todas las Delegaciones del Movimiento han venido preparando el terreno para que la» semilla del médico fructificase en él, al encontrar la ayuda que le es imprescindible.

Pero junto a la labor realizada por el Movimiento en el orden sanitario, el Estado ha llevado a cabo también la suya, importantísima. Y así hemos de mencionar la de la Dirección General de Sanidad, que, sirviendo las consignas acertadamente dictadas por el ministro de la Gobernación, tanto y tan esforzadamente ha combatido en favor del prestigio y la eficacia de la clase médica española, pudiendo citarse a vía de ejemplo el éxito, todavía reciente, obtenido por una de sus ramas en el XIII Congreso Internacional de la Lucha contra la Tuberculosis, que ha reunido en el maravilloso marco de la Ciudad Universitaria a las más prestigiosas figuras de la especialidad, ejemplo éste que, como otros que podrían citarse, son reveladores de la magnífica tarea que en este aspecto está llevando a cabo el ministerio de la Gobernación.

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Otro tanto podría decirse del ministerio de Trabajo, a través de su Dirección General de Previsión y del empeño personal de su ministro, el camarada Girón, en el campo de la Medicina social, tanto preventiva como profesional y de recuperación.

Mas no podemos limitarnos a hacer una exposición, siquiera sea sintética, de la labor desarrollada en el orden sanitario por el Estado y por el Movimiento, ni podemos estimarla como completa, sino que hemos de aspirar a mejorarla y perfeccionarla, pues aunque no cabe negar que se han conseguido ya metas infinitamente superiores a las logradas en otro tiempo y que podemos considerarnos orgullosos de los resultados obtenidos, todos sabemos, y vosotros mejor que nadie, que en la Medicina española existen problemas que ni el Movimiento ni el Estado pueden ignorar.

Vosotros los habéis expuesto aquí. En vuestras ponencias, de modo minucioso, os habéis ocupado de la enfermedad desde el punto de vista clínico y de los medios de combatirla en los más varios terrenos, pero yo no me puedo referir a todos por falta de tiempo y competencia. Por ello voy a tratar tan sólo de un tema de indudable actualidad y vigencia en la mente de todos, por su especial trascendencia y por lo que ha supuesto de revolucionario en la vida social española. Me refiero al Seguro Obligatorio de Enfermedad.

Desde antes del Movimiento, la Falange crea la Obra «18 de Julio», preámbulo ejemplar entonces como ahora es colaboración también ejemplar del citado Seguro. Y no se me oculta el peligro que esta declaración puede implicar, porque no ignoro que en torno al Seguro Obligatorio se concitan, por su misma importancia, las discusiones, las polémicas y aun las críticas de los que de cerca o de lejos se encuentran vinculados a la vida sanitaria española y, lo que es peor, las de muchos de sus beneficiarios que, sin su implantación hoy, no tendrían para la curación de sus enfermedades otro horizonte que el hospital o la Casa de Beneficencia. Vosotros, en las ponencias, habéis recogido con sinceridad y buena fe vuestras inquietudes ante un problema que tan directamente os atañe como médicos, pero estoy cierto que no habéis dejado de tener presente el porvenir de los miles de españoles redimidos de la miseria y de la muerte gracias al Seguro Obligatorio de Enfermedad.

El Seguro ha venido a resolver un problema más amplio que el estrictamente sanitario. Ha venido a resolver un problema social, más aún, psicológico; un verdadero problema humano, de amplísimo contorno, porque el Seguro de Enfermedad se ha preocupado por la salud física de los trabajadores, pero también por su salud moral, y ha sabido suprimir la angustia económica del enfermo, disipando el fantasma del complejo familiar, al reconocer al trabajador su derecho a la enfermedad, sin tener que fingirse sano para poder alimentar a su mujer e hijos, y al llevar esta certidumbre a los hogares modestos, el Seguro ha incorporado a la tarea una pléyade de médicos, que cumplen así una función de verdadero apostolado.

El Seguro ha elevado el nivel cultural de los españoles en materia de sanidad e higiene y no ha olvidado los legítimos intereses de los médicos, ya que se preocupa también de sus problemas familiares mediante la creación del Montepío, que garantiza a sus viudas y huérfanos ante la incertidumbre del porvenir. En el orden asistencial de la Medicina puede decirse que están atendidas todas las posibilidades en que frente a la enfermedad puede encontrarse el ciudadano, y ningún español dejará de ser atendido en caso de enfermedad por falta de medios económicos.

Meditad, pues, lo que todo esto significa a la hora de medir bien el pro y el contra de la cuestión, sus ventajas y sus defectos. Claro que ello no quiere decir que no existan deficiencias en la organización del Seguro, que hay que corregir, sin que al decir esto pretenda halagar a los sanitarios que me escuchan, en primer lugar porque ello no entra dentro de mis normas oratorias, y en segundo, porque por su carácter social el Seguro está establecido para los enfermos y no para los médicos. Porque vosotros sabéis mejor que nadie que es a través de estos fallos y deficiencias por donde se ha introducido el egoísmo de aquellos que en el Seguro, como en toda obra humana, sólo piensan en su medro o interés personal. Y así, por ejemplo, es de todos conocido que el Seguro Libre concede, por un precio a veces irrisorio, una serie de servicios que no están en armonía con la holgada posición económica de sus beneficiarios. Parece, pues, justo en principio, como una posible solución que no excluye otras, elevar la cuota en las cantidades precisas a estos beneficiarios, obteniéndose así del Seguro Libre ventajas para los sanitarios, que redundarían en aquellos que con desinterés ejemplar vienen colaborando en la gran tarea del Seguro Obligatorio.

De resolver este problema o, al menos, de encauzarlo se ocupa la Delegación Nacional de Sanidad, en íntimo contacto con la Dirección General y con el Consejo Superior de Colegios, y puedo adelantaros que se encuentran en preparación medidas que resultarán decisivas a este respecto.

Mas si este problema del Seguro ni ninguno de los otros que podáis tener y de los que habéis tratado en las Jornadas serán solucionados si no se afirma previamente la unidad, que es la base de toda actuación y de toda política. Mantenedla, y el problema del Seguro y los demás que os afecten alcanzarán la perfección que dentro de lo humano es posible alcanzar. Unidad es la consigna. Hoy día existe una verdadera multiplicación de servicios sanitarios. Prácticamente, cada organismo tiene su particular rama sanitaria, aislada de las demás y sin una dirección común. Esa unidad hay que lograrla por quien sea y

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desde el organismo que sea. Los médicos reclaman norma y medios para actuar. Sin esa norma y sin esos medios el río de la sanidad española, en vez de correr por un solo cauce, se dispersará en diversos afluentes, y en lugar de desembocar en el mar del éxito se romperá contra los acantilados de los egoísmos y de los defectos.

Salgo de esta clausura de las II Jornadas Médicas Valencianas con la certeza de que no habrán sido estériles vuestras deliberaciones. Salid vosotros también con la seguridad de que el Movimiento os ayudará a resolver vuestros problemas y aspiraciones, para que la Sanidad española sea ante las de los demás países un modelo, de igual manera que cada uno de vosotros lo sois coma médicos ante vuestros enfermos.

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«29 DE OCTUBRE» XXI aniversario de la Falange

Artículo publicado en él semanario "Juventud", de Madrid, el 28 de octubre de 1954.

NADA más ajeno a una auténtica actitud falangista que la melancolía o el narcisismo. José Antonio repugnó siempre estas dos actitudes porque entendía que, tanto una como la otra, respondían a motivaciones afectivas y sensuales, contrarias a la norma racional que debe presidir todo pensamiento político.

No hay razón ninguna que autorice la melancolía porque, en realidad, todos los planteamientos originales de la doctrina falangista siguen vigentes, hasta el punto de que la fecha del 29 de octubre continúa siendo una fecha radical, un tracto decisivo en el curso de la historia española que anuda la continuidad histórica y desde el que será en todo caso necesario partir, siempre que se quiera inaugurar un camino hacia el futuro. Siguen vigentes porque cuando José Antonio alzó la bandera de la Revolución y definió su contenido explicó bien claramente que el nuestro no era un Movimiento de partido, sino un Movimiento Nacional que servía a Señor que no puede morir y con ello quería afirmar que hay verdades sustanciales a las que no puede renunciarse, porque e]lo equivaldría a violar las leyes del destino histórico de España, pero que exista una técnica de servicio a esas verdades, técnica cambiante y circunstancial que debe adecuarse en cada momento a los problemas frente a los que se sitúa, y que sería una Profunda equivocación desconocer los datos de cada circunstancia histórica, porque es sobre este terreno movedizo sobre el que todo gobernante tiene que emplazar dramáticamente sus decisiones.

La fecundidad de la Falange, al cabo de veintiún años, reside en el hecho de que las soluciones que postulamos frente a la problemática de España son soluciones rigurosamente al nivel de nuestro tiempo, y ello es así precisamente porque continuamos siendo fieles a los principios doctrinales, que nunca fueron para la Falange recursos estratégicos para conquistar prebendas, sino soluciones ideadas para el mejor servicio de España.

Buena prueba de esa fecundidad es que a la hora de revisar la posición de la Falange, en la coyuntura de nuestro I Congreso Nacional, nuestros camaradas demostraron una impecable finura en el análisis de los factores que configuran y determinan la sociedad española contemporánea, estudio que se caracterizó por su lucidez y por su profundidad, y gracias al cual fué posible concretar un diagnóstico exacto y sugerir un tratamiento coherente.

Pues bien: ese repertorio de soluciones justas se renueva incesantemente en la medida en que los mismos problemas lo aconsejan, y así, la Falange puede encarar la inevitable tristeza de todo aniversario —pues no en vano la acción del tiempo corroe y desgasta— no sólo con esperanza, sino con auténtica seguridad. Pero ello, sin embargo, nos obliga a una más acendrada actitud de servicio, a una mayor exigencia con nosotros mismos, a un estar en forma que nos haga merecer esa seguridad, pues la Falange, como tantas veces se ha dicho, no es ni una burocracia ni un estatuto de privilegios, sino una posición de servicio a la que son llamados todos los españoles y que lucha por el bien de la comunidad total mediante la incorporación de los más valiosos elementos de la tradición histórica a un espíritu irrefutable y necesario de justicia social, mediante la integración armónica de cuanto de noble y justo y españolamente revolucionario pudiera existir en la vida política española.

Hemos, pues, de renovar en esta coyuntura nuestra conciencia militante y conformar todos nuestros actos según aquella norma que nos enseñara a fundar el orden social en la justicia, en el respeto profundo a la persona, en la generosidad y en la decencia, fundamentos todos ellos de nuestro modo de ser.

A la Falange corresponde en esta fecha revisar sus herramientas de servicio al Caudillo Franco y tener el valor, la imaginación y la voluntad necesarias para enfrentarse con las situaciones futuras y encauzarlas en la dirección adecuada. Nada mejor, a tal fin, que fortalecer nuestra unidad. Esta es hoy mi vieja, y siempre nueva, consigna. Sobre ella hemos de apoyar todos nuestros proyectos, proyectos que empalmarán siempre con la tradición joseantoniana y que animarán los nuevos mecanismos que integren las nuevas necesidades históricas, pero que en todo caso habrán de tener como misión ineludible la de ser un instrumento ágil que mantenga y realice una acción política que eleve el nivel cultural y moral de todos los españoles.

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LEALTAD Y CONTINUIDAD HISTÓRICA

Artículo publicado en "Arriba" el 29 de octubre de 1954

LA edificación de un Estado distinto y superior a los que acarrearon la decadencia política y económica es la tarea propuesta en el Acta de la Independencia española, formulada el 29 de octubre de 1933 por José Antonio. Para nosotros, ahora y siempre, su pensamiento ha de sobresalir y permanecer por encima de cualesquiera dictámenes de ponencias constitucionales: las pasadas y las futuras. No creemos que una comisión de diputados, o de senadores, o de notables de cualquier procedencia, haya planteado ni llegue a plantear con la agudeza, lucidez y acierto soberano que José Antonio mostró, las bases de la obra viva e inagotable que necesita la comunidad nacional y exige el ser físico de España. Esa idea de la comunidad nacional era en 1933 uno de los grandes acicates ofrecidos a los españoles, Porque contiene una radical eliminación de las irritantes e inmorales separaciones de que adolecía la existencia española.

Por la idea de la comunidad nacional, prevalecedora, el Acta de la Independencia triunfó. Ahí está el sufragio más imponente en cuantía, pluralidad de clases sociales, denuedo y abnegación que registra la vida española. Sobre el fundamento de la comunidad nacional se estableció, por José Antonio y por la guerra, el desarrollo de la continuidad histórica de la nación bajo el nuevo Estado.

Empleó José Antonio en su discurso de la Fundación, y en toda su obra, palabras y conceptos diáfanos, muy distintos a las vaguedades y nieblas de sus contemporáneos y de la generalidad de cuantos le precedieron en la política española. En gracia a su rigor mental y a su lealtad, evitó todos los peligros que encierran los vocablos traslaticios. Esa eufónica frase, la continuidad histórica, no es otra cosa que la marcha normal de un pueblo independiente, atenida a su educación, a su moral y a su economía. En modo alguno puede ser la petrificación de ese pueblo en un punto, elegido arbitrariamente, de su Historia. Esto equivaldría a detenerlo en cualquier arco de su órbita, mientras los pueblos poderosos, sólidos y creadores, recorrían la suya sin cesar. Esa continuidad tampoco se logrará eliminando las cláusulas fundacionales, que, a partir del 18 de julio, son fuente de nuestra constitucionalidad y manantial de legitimidad del Poder jurídico. Franco la ha impulsado y garantizado, desde el primer día de su caudillaje, mediante una tarea históricamente inigualada que tiene como expresión de su realidad, como soporte de su existencia y como aglutinante de la comunidad nacional la Religión, que alcanza fuero jamás disfrutado en nuestro país; la creación económica, que nadie logró; el Ejército, resucitado tras una agonía secular; la unidad, consolidada e indiscutida; la iniciación y desarrollo de la reforma agraria para millones de españoles que también dieron su sangre en pro de una auténtica comunidad nacional; la paz social; el respeto, basado en la independencia y la fortaleza de nuestra Patria, obtenido en el ámbito internacional; la supresión razonable y progresiva de la angustia económica de millones de trabajadores. Todo esto, que ha torturado a los españoles desde hace más de un siglo, es la exacta continuidad histórica que José Antonio postuló y Franco ha establecido.

¿Qué clase de continuidad histórica sería la que pudiera saltar por encima de todos esos valores morales y materiales constitutivos del país? Para un señor feudal, en los días liberadores de Isabel la Católica, la continuidad histórica consistía en perpetuar su fuero, contra la Corona y la unidad; su antepasado inmediato ni siquiera había encontrado a su albedrío personal de amo y señor el valladar jurídico de la Monarquía una. Hace ochenta años, en los momentos críticos que siguieron a la derrota francesa, el conde de Chambord, legítimo descendiente de la dinastía que fue destronada por la Revolución, pudo ser el rey de Francia. Habían transcurrido veinticinco años de la caída de Luis Felipe. Ante Chambord, que habría sido Enrique V, se avenían los monárquicos de las dos ramas, los republicanos con espíritu nacional de conciliación y las masas neutras. Pero ese mismo pueblo entendía que el futuro rey respetase y guardase lo que en varias fases de la historia de Francia el país había implantado y consolidado. La continuidad histórica en que creía Chambord difería fundamentalmente de la que después de tres cuartos de siglo profesaba la mayoría del país. El conde de Chambord perdió la Corona de Francia, y el país, estupefacto, se decidió a seguir su ruta. En pocos años obtuvo un imperio, ensanchó sus bases materiales, y el propio Chambord, muerto en 1883, asistió al renacer de Francia, en que él habría podido ser protagonista.

Nuestra lealtad, en este 29 de octubre, y nuestra fe política, determinan la ratificación de cuanto fué y es normativo de la Falange. La dinámica creadora, antes y después de la Victoria, como la gesta heroica para alcanzarla, es la que ha deparado el Caudillo de España. El pueblo de España, del que es voz exacta la Falange, no ha de consentir que se malogre la segunda ocasión más alta que ha tenido la Patria en el curso de cuatro siglos.

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DECLARACIONES AL DIARIO «A B C» Evocación del mitin fundacional de la Falange

Conversación con un redactor de "A B C", publicada en dicho periódico el 29 de octubre de 1954.

COMIENZA el ministro secretario general del Movimiento evocando el acto fundacional de Falange Española: —El Estado actual arranca del mitin cuyo XXI aniversario celebramos hoy: el mitin histórico del teatro de la Comedia. No quiero hablar de aquella situación caótica en que había colocado a España la II República. En el primer acto público que Falange Española organizó en el teatro madrileño de la Comedia se establecieron las cláusulas fundacionales del Estado actual. Fué José Antonio quien las definió en términos memorables, con una clarividencia, con una precisión y con un sentido de la realidad insuperables. Hoy lo que a nosotros nos importa es que las cláusulas fundacionales asentadas por José Antonio y llevadas a la Victoria por el Caudillo tengan una continuidad. Que no queden petrificadas. Que signifiquen una marcha continua. Que sean, en cierto modo, la base del Estado futuro, semejantes a aquellas que los Reyes Católicos establecieron en pugna con los señores feudales; es decir —en términos de nuestro tiempo—, en pugna con privilegios injustos.

— ¿Estuvo el señor ministro en el mitin de la Comedia?

—Estuve, sí; pero modestamente. Yo tenía con la familia de José Antonio desde la infancia una relación de íntima amistad. Pedí a José Antonio una entrada para asistir al mitin y me dijo que mi puesto era en el escenario, y allí me colocaron, detrás de los tres oradores.

—¿Qué efecto produjo en Madrid aquel mitin?

— De estupor. La gente pensaba que aquello era algo así como un mitin de la Unión Patriótica. Hubo mucha gente que acudió a la Comedia atraída por el prestigio, indiscutible y cada día más dilatado, del general don Miguel Primo de Rivera. Era su hijo quien organizaba aquel acto... Cuando José Antonio empezó su discurso nos pareció como si descorriera una cortina. Nos abrió un nuevo panorama. Nos ofreció unas perspectivas completamente desconocidas en España. Planteó un nuevo problema nacional. Una nueva doctrina social. Yo diría, con propósitos divulgadores, que José Antonio, respetando todos los valores espirituales de la derecha tradicional española, por primera vez defendió con un sentido nacional y humano las inquietudes sociales que las izquierdas de entonces pretendían llevar -con rencores, con resentimientos — al alma desnuda, y caldeada por la demagogia, del pueblo español.

—¿Qué repercusión inmediata tuvo el acto de la Comedia en la calle?

—Difícil ser cronista. Hubo altavoces para que todo el mundo oyera en la calle del Príncipe los discursos. Recuerdo que después del mitin de la Comedia se produjeron las primeras refriegas de la Falange contra sus enemigos; las primeras bofetadas. Luego, nosotros, con José Antonio, nos reunimos en el restaurante Amaya. Teníamos todos la impresión de que se había descubierto un nuevo horizonte. Que nacía una España nueva. Fué un acto de unidad. Allí estaban monárquicos y los de las J. O. N. S. Porque el grupo de las J. O. N. S. asistió también al mitin de la Comedia, y en este mitin se iniciaron las coincidencias fundamentales que luego, el 4 de marzo de 1934, impondrían la fusión. A mí se me encargó entonces de la Secretaría General, y este cargo lo desempeñé activamente hasta que me encarcelaron con toda la Junta Política de Falange, en mayo de 1936.

—¿Cómo recuerda usted a José Antonio? ¿Cómo era su carácter?

—Era profundamente sensible y vencía su timidez a fuerza de voluntad y porque tenía la conciencia del deber. «Tengo que hacer esto» —pensaba—, Y lo hacía, sobreponiéndose. Era valiente, pero de una valentía reflexiva, cerebral. Tenía excepcionales cualidades de inteligencia y estudio, que hicieron de él un abogado extraordinario, el mejor, el más moderno, el más poético, el más arrebatador de los oradores que yo he conocido. Le caracterizaban el rigor, la precisión, el orden. Detestaba la improvisación. Aborrecía las vaguedades. Amaba la lógica. Murió joven, y España perdió a uno de los hombres más extraordinarios que en las Letras, en la Jurisprudencia y, sobre todo, en la Política, hemos conocido. José Antonio era un poeta,

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pero un poeta sobrio, que empleaba su fantasía y sus enormes recursos dialécticos y líricos al servicio de unos ideales concretos. Yo recuerdo con emoción que él solo —único miembro de la Falange—, en las Cortes republicanas, se hizo respetar en aquel ambiente hostil, por sus virtudes dialécticas, intelectuales e incluso por su atracción personal. El periodismo le apasionaba. Era rápido, conciso y persuasivo. Ahí están los números de «Fe» y de «Arriba», en todos los cuales dejó la huella de su talento periodístico. Hizo muchas poesías. Yo sé que en la cárcel de Madrid estaba escribiendo una novela. ¡Qué se habrá hecho de ella! Amaba al pueblo, porque en el pueblo veía el objeto de su creación política, que se inició en este mitin de la Comedia que hoy conmemoramos.

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EN EL I CONGRESO NACIONAL DE GANADERÍA

Discurso pronunciado en el acto de inauguración celebrado en el Circo de Price, de Madrid, el 7 de noviembre de 1954.

IMPRESIONADO por la importancia de esta concentración, no puedo limitarme, conforme traía pensado, a declarar inaugurado este I Congreso Nacional Ganadero organizado por vuestro Sindicato Nacional, sino que me siento obligado a deciros unas palabras para expresar mi íntima satisfacción porque esta gran llamada de conjunto, que realizan después de cincuenta años de silencio o palabras aisladas los ganaderos españoles, sobre los que pesa tanta tradición gremial como historia y señorío, se haga precisamente bajo el signo del Sindicalismo Nacional, el cual ha convocado a los ganaderos para que den a conocer, mediante el diálogo, la gran verdad de que sus problemas particulares están en íntima conexión con los problemas particulares de los que tienen la misma actividad, y todos ellos reunidos constituyen un tema nacional digno de la mayor atención y cuidado.

No es esto, pues, un solo Congreso, sino, en realidad, varios reunidos, en los que se busca la armonía entre los heterogéneos intereses que los integran. Pero no es sólo el hecho económico, con todo su volumen, y hasta con la inmensa pesadumbre de sus cifras, el que tan sólo debe aglutinaros. No son las consecuencias sociales de ese importantísimo factor las que tan sólo deben reuniros, ni son sólo los problemas de la producción, de la fabricación y del comercio ganadero los determinantes de esta reunión, sino que este Congreso ha de poner de relieve ante vuestros ojos la necesidad de coordinación, de una acción conjunta, de una unidad total, y, en realidad, ha de buscar el despertar Una verdadera conciencia nacional, una preocupación por la ganadería, al igual que existe una preocupación y conciencia agrícola o industrial, agudizadas en determinados momentos y circunstancias, como, por ejemplo, ante una sequía o ante unas restricciones eléctricas, siendo preciso que esa preocupación no sea sólo oficial, sino que penetre en la entraña de la vida social y corporativa.

Venís, pues, a poner muchas cosas en su sitio, a encajar lo que estaba fuera de lugar y a actualizar y modernizar ideas, métodos y soluciones.

Todo esto se ha llevado a cabo, repito, bajo el signo sindical, como no podía menos de suceder, porque no hay zona de la vida española a la que no alcance el poder sensorial del Sindicato, su capacidad de captación de movimientos, inquietudes y necesidades, y ¡ay del día en que los Sindicatos dejen de percibir y recoger este latido vital de la sociedad española o en que vuelvan a convertirse en elementos de agitación y muerte!

Por fortuna, no es así, y vosotros lo demostráis con vuestra presencia en este acto y con la amplitud del temario que se somete a la deliberación del Congreso. Casi todos los temas de él tienen una poderosa proyección en nuestra economía, y en una somera concatenación de los conceptos producción, comercio, industria, consumo, exportación, alimentación y sanidad, está trazado el esquema de la trascendencia política, económica y social de cuanto aquí se exponga, se estudie y se someta después a los organismos competentes.

Todos los temas que aquí vais a empezar a discutir son hilo importantísimo de la gran madeja de la vida española, que hasta hoy han permanecido sin coordinada y metódica exposición, aunque muchos de ellos hayan sido tratados como uno de los capítulos de los varios Congresos convocados por la Organización Sindical.

Yo me felicito de que hoy este importante capítulo se erija en tema capital, en obra sustantiva que permita comprender la misión y la importancia de la riqueza que depende de vuestro desvelo y que permita también hacer llegar a nuestro Gobierno las aspiraciones para que esa riqueza se multiplique y se distribuya en forma proporcionada al esfuerzo puesto para producirla, que no es incompatible con el beneficio del propio consumidor.

No ignoro la complejidad de vuestras tareas; tampoco la cantidad de pasión que muchas de ellas suscitan; pero sé que vosotros, ganaderos de Andalucía la Baja y del Alto Pirineo; de Salamanca, la de las dehesas dilatadas; de los verdes contornos de las Vascongadas, Santander y Galicia, venís dispuestos a defender, sí, vuestras aspiraciones, pero también a lograrlas dentro de unos principios de justicia e interés nacional.

Por eso, pues, tengo plena confianza en que las conclusiones de este Congreso han de estar a la altura de sus participantes, y que el yugo simbólico bajo el cual se reúne trabaje el terreno en el que aquéllas han de fructificar.

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EN EL HOMENAJE A LOS PREMIOS LITERARIOS DEL MOVIMIENTO DEL AÑO 1954

Discurso pronunciado en el acto celebrado para la entrega de los premios 18 de Julio, 1 de Octubre y 29 de Octubre a los escritores galardonados, en el hotel Fénix, de Madrid, el 19 de diciembre de 1954.

A las palabras de gratitud de los galardonados con los premios literarios de 1954 de la Secretaría General del Movimiento correspondo con otras también de agradecimiento y de felicitación; felicitación por el triunfo conseguido, y agradecimiento, porque nos habéis deparado el regalo de vuestro ingenio y la ocasión de probar que la Falange, lejos de ser insensible a las expresiones de la inteligencia, las estimula y ampara, procurando que la risa, o al menos la sonrisa, haya sustituido al llanto que, según González-Ruano, acompañaba en España al escritor.

Rafael García Serrano, Maximiano García Venero, César González-Ruano, ganadores, respectivamente, de los Premios «18 de Julio», «1º de Octubre» y «29 de Octubre»; José María Cordero Torres, Jaime del Burgo y Salvador López de la Torre, que obtuvieron los accésits de esos premios, cada uno con su estilo peculiar —ágil, emotivo y nuevo, García Serrano; certero, directo y eficaz, García Venero; vario, creador y de fascinante interés, González-Ruano; serio y docto, Cordero Torres; erudito y documentado, Del Burgo; penetrante, crítico y sagaz, López de la Torre—, cada uno también sobre temas diferentes —políticos, bibliográficos, internacionales o narrativos—, pero unidos todos por el común denominador de un pensamiento y de un propósito nacionales, a cuyo servicio y exaltación los trabajos premiados van encaminados, han puesto de manifiesto su claridad de mente, su capacidad periodística y literaria y su lealtad a una trayectoria permanentemente unida con la doctrina, la actividad y las metas del Movimiento, que, quiérase o no se quiera —y nosotros claro que queremos—, marca el fin de una etapa y el comienzo de otra en la Historia de España.

Y es aleccionador, y no debe silenciarse, aunque la exuberancia de la realidad haga innecesarias las mejores palabras, comprobar cómo, al igual que ocurre en los demás aspectos de la vida española, en el literario y periodístico la Falange, por la cantidad y calidad de sus hombres y de sus obras, ha adquirido una jerarquía pareja, cuando no superior, a la de las más brillantes épocas anteriores,

El haber contribuido a esa valoración y a ese prestigio, juntamente con los premiados en el año último, es vuestro mérito y vuestro supremo galardón, del que tan orgullosos supongo estaréis. Y como en esa comunidad de pensamiento, sentimiento y acción que es la Falange lo bueno o lo malo que cada uno haga, el crédito o descrédito que cada uno merezca, sobre todos recae y a todos corresponde un trozo del público reconocimiento o de la pública aversión, los que aquí os acompañamos, fundidos en esa hermandad falangista, nos sentimos orgullosos de vosotros y solidarios de vuestra alegría y de vuestro éxito.

Por encima de la anécdota, de la circunstancia personal, del episodio concreto del posible desgaste de determinado organismo, que se puedan invocar como arma de ataque o argumento desvalorizados es evidente que el Movimiento Nacional, del que la Falange es sustancia y médula, ha calado en la inmensa mayoría de los sectores sociales españoles y toma su fuerza y autoridad del consenso popular de los mismos; consenso que, por una serie de gloriosas circunstancias históricas que son personales e intransferibles, ha sido depositado total y absolutamente en un hombre.

Ese Movimiento Nacional, al que vosotros servís con vuestra pluma, repugna toda interpretación parcial, provinciana o de corto horizonte, y ha aspirado desde su origen a ser un Movimiento integrador, a situarse en la Historia universal a base de una España capaz de proyectar al mundo ideas valiosas para la mayoría de los hombres, dichas con originalidad y avaladas por la ejemplaridad de una limpieza moral de intenciones.

La Secretaría General del Movimiento, al convocar este concurso de premios, lo ha hecho con el fin de incitar a los escritores y periodistas a que contribuyan a tales objetivos, y siente la satisfacción de ver cómo, a pesar del poco tiempo de vigencia del concurso, ha alcanzado una importancia que justifica la categoría de los trabajos premiados y el prestigio de sus autores.

Que esa capacidad literariamente nutricia que la Falange ha tenido—y que García Serrano nos recuerda— a la cual unos, con familiar cariño, son leales, y a la cual otros, ingratamente, vuelven la espalda; que esa potencia formativa de poetas, novelistas y ensayistas continúe, para brillo y esplendor de las letras españolas y para que cada año vengamos aquí a incluir nuevos nombres en la lista de Premios.

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Felicitemos a los triunfadores de este año, dediquemos nuestro recuerdo a los del pasado y esperemos la llegada de los futuros para que todos ellos sean como recios eslabones de una áurea cadena de inteligencia y continuidad que contribuya al prestigio intelectual de la Falange. Por ella, por España y por Franco alcemos nuestras copas ilusionadamente.

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AL IMPONER LA MEDALLA DE HONOR DE LA VIEJA GUARDIA VALLISOLETANA AL CAMARADA JOSÉ ANTONIO GIRÓN DE VELASCO

Discurso pronunciado en la Secretaria General del Movimiento, de Madrid, el 29 de enero de 1955.

LA Vieja Guardia de Valladolid ha querido demostrar a nuestro camarada José Antonio Girón el fraternal cariño y admiración que por él siente, y no ha encontrado mejor expresión falangista de hacerlo que entregarle una Medalla de la Vieja Guardia especialmente dedicada a él.

Y en esta casa solar de la Falange, ante los retratos de nuestros dos Jefes nacionales, ante estas banderas, símbolos de nuestros ideales, y ante vosotros, artífices y guardianes de su realización, yo ahora, más que como titular del cargo que transitoriamente ostento, como miembro de la Vieja Guardia falangista, a la que mientras aliente perteneceré, tengo la inmensa satisfacción de prender sobre lo camisa azul de nuestro camarada esta Medalla, constelada de luceros, símbolo de la veteranía y de la lealtad en el servicio de España y de la dedicación a ese servicio en tiempos en que muchos sesteaban o desertaban de él.

¡Qué os voy a decir de José Antonio que no conozcáis! En él coinciden el sentido social y castrense que son la esencia de la Falange, los dos polos del eje sobre el que ésta gira en su permanente laborar por una Patria cada día más justa y más de todos, y toda su vida, desde aquellos días del Valladolid prerrevolucionario, se conociera de su actuación de escuadrista ardoroso, pasando por su etapa de heroico combatiente en las Banderas de Castilla, hasta llegar al puesto que le convierte en ejecutor de la política social del Movimiento que Franco quiere y manda llevar a cabo, toda su vida, repito, ha seguido una línea recta de conducta, en la que ha ido apartando, a tiros antes, con acertadas disposiciones ministeriales ahora, los obstáculos que se oponen a que los españoles tengan Pan, Patria y Justicia, triple lema de tan vital contenido, de tan permanente necesidad y tan decisiva eficacia para la unidad de los mismos, que por mucho que se invoque y se repita jamás caerá en el tópico ni perderá su vigencia ni su poder de estímulo, atracción y galvanización colectiva.

Nada, pues, nuevo ni ignorado os puedo añadir en elogio de Girón, tan sólo que mis palabras en su honor dichas —y esto tampoco es nuevo— van acompañadas de un fraterno afecto que los años y la común tarea acrecen, y que mi voz senatorial, como un día Girón la calificara, espera encontrar siempre en la suya, más juvenil, el eco necesario para sonar unidas en cuanto sea útil o necesario en servicio de España y de la Falange. Esta unidad, como la de todos los militantes de F. E. T. y de las J. O. N. S. y, en definitiva, la de todos los hombres que han luchado por hacer el Movimiento Nacional y luchar por mantener lo que éste significa en la vida política española, es el verdadero camino para esa continuidad que tanto nos preocupa y tanto deseamos no se quiebre en el futuro.

Bueno, conveniente y necesario es adoptar garantías jurídicas y políticas a tal fin encaminadas; pero nuestra unidad sin fisuras, nuestra voluntad granítica, nuestra decisión sin titubeos, lo serán aún mejor para conseguir que la Revolución Nacional que España, con Franco a la cabeza, está llevando a cabo, lejos de desembocar el día de mañana en la esterilidad o pararse para volver al pasado, tenga; la continuidad que exigen los sacrificios que representa y hasta la valoración universal que ha alcanzado.

En nosotros mismos está, pues, la clave del mañana, el que éste sea seguro y no preñado de incógnitas o inquietudes. Franco hace todo lo posible para disiparlas; ayudémosle en tal empeño y sepamos cumplir con nuestro deber como él cumple el suyo. Estoy cierto que todos los aquí presentes estamos dispuestos a hacerlo. ¡Arriba España!

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EN LA I ASAMBLEA NACIONAL DE PROFESORES ADJUNTOS Y AYUDANTES DE UNIVERSIDAD

Discurso pronunciado en la sesión de apertura celebrada en el Instituto Nacional de Previsión, de Madrid, el 30 de enero de 1955.

DESPUÉS de oír las magistrales y autorizadas palabras del Rector magnífico de la Universidad de Madrid, a mí no me queda más, como ministro secretario general del Movimiento, que deciros cuan grato me es venir a inaugurar vuestras reuniones y vuestros trabajos, pues ello me permite comprobar que esta Delegación Nacional de Educación se encuentra en plena actividad y llena de ilusiones y de proyectos frente al futuro.

Para los que sabemos cómo se trabaja en las distintas secciones y departamentos de la Secretaría General, casi siempre de modo silencioso, recoleto y humilde, reuniones y asambleas como ésta sirven para acrecentar nuestra fe y nuestra confianza en el Movimiento y vienen a demostrar a cuantos ignoran o niegan ese trabajo cuan equivocados están en sus opiniones.

Hay mucha gente que no sabe ver el Movimiento Nacional sino a través del prisma insurreccional y heroico de 1936, como si el Movimiento no hubiera tenido otra finalidad que la de poner término al estado caótico y anárquico que entonces atravesaba España; pero esa gente ignora o desconoce la cantidad y calidad de Jos valores que el Movimiento integra, su hondura moral e intelectual, laj capacidad de un pueblo que, a punto de caer en el abismo, supo añadir a su instinto de conservación y a su espíritu de defensa una voluntad resuelta de modificar las causas que originaron tal situación mediante una renovación total de ideas, métodos y conductas. Por eso están dentro del Movimiento Nacional cuantos comparten ese propósito de renovación, y están fuera de él, en cambio, los que han llegado a sus filas atraídas sólo y exclusivamente por un espíritu de defensa, egoísta y cobarde.

El Movimiento Nacional no es una cosa abstracta e impalpable, sino una realidad concreta con una doctrina que son los 26 Juntos de la Falange, que aun cuando todavía no hayan adquirido rango constitucional, es indudable que informan toda la legislación de nuestro Estado, y que han sido recogidos, no solo en su espíritu, sino incluso a veces, literalmente, en leyes fundamentales, como son el Fuero de los Españoles y el Fuero del Trabajo. Cuenta también con unos órganos de mando, dirección y ejecución; con una Jefatura Nacional, una Secretaría General y una serie de Delegaciones, entre las que figura la de Educación Nacional, que integra los servicios de Enseñanza Primaria, Media y Superior, donde vosotros estáis encuadrados. Y precisamente hoy, fecha en que se cumple el aniversario de la constitución de la Sección Nacional de Profesores Ayudantes y Adjuntos de Universidad, nos reunimos aquí para celebrar su I Asamblea Nacional. Y ello ha sido posible merced al impulso del Movimiento, que ha hecho que, en íntima y estrecha colaboración con el Ministro de Educación Nacional, los Profesores Ayudantes y Adjuntos hayan podido integrarse en un organismo cuya misión es la de defender en los cuadros de ese profesorado el espíritu del Movimiento, la de estimular sus actividades y encauzar sus aspiraciones para hacerlas llegar al Estado en todo lo que tengan de justas y legítimas, desechando toda mira ambiciosa o egoísta. Dependéis, pues, de la Delegación Nacional de Educación del Movimiento, y esta adscripción es la que pone en vuestras manos un cúmulo de posibilidades y prerrogativas que no podéis desaprovechar. Pero, además, en el Congreso Nacional de la Falange, y en la ponencia sobre problemas de educación, se declaraba que corresponde a la Universidad la formación intelectual, profesional y científica, en su esfera superior; la de las minorías rectoras en los distintos sectores de la actividad nacional, así como la de los núcleos selectos que fuesen convocados a la función política. De la complejidad y de la trascendencia de vuestra misión se deduce, en primer lugar, la necesidad de seleccionar el profesorado universitario con el mayor rigor y la mayor escrupulosidad, la tremenda responsabilidad que pesa sobre cuantos realizan una función rectora en el ámbito universitario y, por último, la importancia de las tareas que vais a iniciar en esta Asamblea.

Por otra parte, me es sumamente grato ver reunidos en esta Asamblea y dispuestos a colaborar en ella a una serie de Profesores Adjuntos y de Ayudantes Universitarios que, sin estar vinculados directamente con el Movimiento, han querido incorporarse a estas tareas, demostrando con ello su patriotismo y su preocupación científica. En nombre de la Secretaría General del Movimiento les doy las gracias.

Me importa también mucho destacar el hecho de que en esta Asamblea, al lado de los Profesores Ayudantes y Adjuntos, Delegados de la Sección Nacional en cada Facultad, aparezcan los elegidos directamente por sus compañeros, los Catedráticos, Jefes del S. E. P. E. S., los estudiantes del S. E. U., Jefes de los Distritos Universitarios y, por último, como miembros de honor, los Rectores magníficos de las Universidades españolas.

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Es justo, pues, reconocer el acierto de los organizadores de esta Asamblea al haber hermanado las representaciones humanas de los distintos elementos componentes de la Universidad: Rectores, Catedráticos, Profesores y estudiantes. De su inteligencia, comprensión y claridad de juicio cabe esperar con certeza que sean óptimos los frutos que de ella se deriven para la vida universitaria del país.

Pero esta Asamblea, además de esa función típicamente universitaria, tiene un alcance político, en cuanto viene a demostrar cómo el Estado y el Movimiento se preocupan por conocer y resolver, en la medida de lo posible, cuantos problemas afectan a los distintos sectores de la vida española, entre los que os contáis los Profesores Adjuntos y Ayudantes de Universidad, cuya aspiración es la de que vuestras obligaciones y derechos sean regulados con justicia.

Importancia y necesidad de esta Asamblea se justifica por su temario y contenido. En ella vais a estudiar los problemas de la Enseñanza Universitaria, la labor del Profesorado Auxiliar Universitario en relación con la que se realiza en centros análogos de países extranjeros y la valoración y reglamentación de un profesorado que ha sabido servir su vocación universitaria posponiendo a la declaración de sus derechos la definición de sus obligaciones y proclamando en todo momento, antes que su preocupación por sus problemas administrativos y burocráticos, su total entrega a la Universidad.

Sobre estas bases que acabo de expresar yo os ofrezco la ayuda de la Secretaría General cerca del ministro de Educación Nacional, de quien me consta —ya vosotros también— su dedicación absoluta a los problemas docentes de España, entre los que figuran los que directamente os afectan a vosotros. Y conviene que tengáis siempre presente que esta Asamblea se ha celebrado con todas las aquiescencias y apoyos competentes, lo cual evidencia el afán de todos de estudiar las posibilidades de vuestros deseos y aspiraciones.

Corresponded vosotros a esa actitud dando fe de vuestra vocación docente, científica y universitaria y no regateando desvelo alguno por el engrandecimiento de la Universidad, porque ello significa, en definitiva, el engrandecimiento de España

Queda abierta la I Asamblea de Profesores Adjuntos y Ayudantes de la Universidad.

¡Arriba España! ¡Viva Franco!

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AL CONSEJO DE MANDOS SINDICALES

Palabras pronunciadas en la Secretaría General del Movimiento, de Madrid, el 26 de febrero de 1955.

UNA vez más, la Organización Sindical, a través de sus Mandos Nacionales, viene a esta Secretaría General del Movimiento a rendir debida cuenta de su última labor y a expresar su identificación entrañable con lo que esta Casa políticamente representa, dos motivos de vuestra presencia, dignos de mención y de ser puestos de relieve.

El Sindicalismo Nacional, formulado como ilusionado programa en los Puntos de la Falange, meollo de su doctrina, piedra angular de la misma, hito inconmovible que señala el comienzo de una nueva etapa en la vida económica y social de España, concepción armónica —y, por serlo, justa— del mundo del trabajo, ha recorrido desde el día de aquella formulación teórica hasta hoy un largo camino, que ha ido llenando de realidades jamás vistas en España, aunque haya sido a costa de tener que vencer dificultades innúmeras, nacidas del interés personal, de la ignorancia de lo que nuestro Sindicalismo representa, del temor hacia lo que el Sindicalismo representaba, e incluso de la pasión política, que, como toda pasión, nubla la razón y empuja a los mayores extremos e injusticias.

Esas realidades están ahí, vivas, patentes, insoslayables, en el orden económico, en el social, en el político, en el espiritual y en el humano. Y el campo y la ciudad, y la mina y el mar, conocen de las inquietudes sindicales, de sus anhelos de superación, que les hace siempre considerar insuficiente lo ya hecho, y de su actividad austera y eficaz.

Todo ello ha creado el clima de paz social tan necesario para la vida de un pueblo, paz social que, lejos de ser consecuencia de la coacción o de la resignación ante la mala fortuna, por el contrario, reclama para existir el planteamiento y la resolución adecuada de los problemas que una mejor- organización social impone, pero planteados no como pretexto para la lucha, para atizar los odios, pidiendo unos lo que saben no pueden obtener y negando otros por sordidez lo que hacía mucho tiempo espontáneamente debían haber dado, sino con la finalidad de resolver esos problemas con justicia y solidaridad humanas, valorando estos conceptos con arreglo a la medida del bien de la comunidad y de la conciencia cristiana.

Como consecuencia de ello, el trabajador y el empresario tienen confianza en el Sindicato, creen en él, saben que a través de él y apoyados en la razón y en el diálogo van obteniendo mejoras en sus condiciones de trabajo y de vida, infinitamente superiores a las que antes les costaban ríos de sangre y montañas de miseria. El empresario y el trabajador se sienten identificados con el Sindicato, lo quieren como cosa propia; sus dificultades son sus dificultades, sus triunfos son los suyos, y lo defenderán con uñas y dientes si alguna vez alguien quisiera suprimirlo o mistificarlo, porque lo consideran como una conquista que Franco y la Falange les ha proporcionado para el logro de su libertad de hombres, de trabajadores y de españoles.

Garantía de esa permanencia y, sobre todo, de su auténtica finalidad y significado originario, es su identificación, cada vez más íntima, con el Movimiento, como, a su vez, éste tiene en ellos una de las más fuertes garantías de su verdadero contenido social. Esta doble corriente es absolutamente necesaria, y no olvidar que muchos de los cantos de sirena que pueden llegar a vuestros oídos, que muchos de los ataques y críticas que os dirijan, no tienen más objeto que romper o desviar esa doble corriente a que aludo. Los cantos de sirena os arrastrarían con ellos al mar de la división partidista, de la confusión ideológica, de la traición a todos los que han luchado por nuestro Nacionalsindicalismo y, en definitiva, os llevarían y nos llevarían a la situación anterior al 18 de julio. Y los ataques y las críticas se superan, se desvanecen y terminan por ser vencidos por la verdad y la realidad de los hechos. Ya sé que todos los Mandos Nacionales, en las reuniones que habéis tenido durante esta semana, habéis trabajado bajo la dirección de vuestro delegado nacional mucho y bien, como es habitual en vosotros, sobre los temas importantes del cuestionario sometido a vuestra consideración. Os felicito por ello y me despido de vosotros diciendoos que siguiendo unidos bajo la bandera de la Falange, fieles a su doctrina y a su Jefe Nacional, el porvenir será tan nuestro como lo es el presente, y el Movimiento continuará su marcha ascendente, alcanzando para España nuevas metas, a cuyo logro vuestra aportación habrá sido decisiva.

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EN EL HOMENAJE AL CAMARADA MANUEL TORRES GARRIDO

Palabras pronunciadas en el banquete homenaje ofrecido por él Sindicato Provincial del Papel, Prensa y Artes Gráficas, de Madrid, el 12 de marzo de 1955.

EL Sindicato del Papel, Prensa y Artes Gráficas, sus Secciones Social y Económica, han convocado este homenaje a Torres Garrido, al que me asocio como un camarada más que, conociendo la inteligencia, la laboriosidad, el ímpetu de Manuel Torres Garrido, considera muy merecido y muy justo que se haga proclamación pública de las cualidades magníficas de nuestro compañero Manuel Torres Garrido, un hombre que se lo debe todo a sí mismo, a su propio esfuerzo, en una labor de todos los días y de todos los puestos, y cuyo paso por los primitivos Sindicatos falangistas, por la Alcaldía de Chamartín de la Rosa, por la Tenencia de Alcaldía de Carabanchel, de Madrid, en la Delegación de ex Cautivos y en este Sindicato, y en todas partes, ha ido dejando huella indeleble de su personalidad destacada como trabajador infatigable y como falangista ejemplar. Por eso, cuando hay gentes que tienen el morboso placer de resaltar y aumentar los defectos verdaderos o supuestos de los falangistas, nosotros, que lo somos y seguiremos siendo, digan lo que digan y pase lo que pase, tenemos y sentimos verdadera alegría al ver cómo se hace justicia a los méritos de un camarada. Porque es necesario —y es una consigna que debemos observar de manera constante— que cada falangista se considere partícipe de las alegrías y tristezas de los demás, de sus angustias y satisfacciones, de las preocupaciones presentes y futuras. Lo cual es tanto como proclamar la consigna de nuestra unidad, la consigna de que no podemos desviarnos de la línea recta de la Falange, porque si nos desviamos de esa línea, si nos inclinamos hacia la derecha o hacia la izquierda, caeremos en la herejía, seremos absorbidos por los grupos situados a un lado o a otro, perderemos nuestra autoridad, nuestra fuerza y nuestra razón política de ser. Porque la Falange es el Movimiento político español capaz de resolver el problema de la unidad de todos los españoles.

Y tened, pues, en cuenta, camaradas falangistas y sindicalistas que me escucháis, que fomentar esa desviación, fomentar la desunión entre nosotros, es el objetivo de nuestros enemigos más inteligentes, empleando para conseguirlo unas veces el halago y otras la acusación como rebeldes o indisciplinados. No caigamos en la trampa ni piquemos en ese anzuelo; no demos motivo con nuestras actitudes a que aparentemente, al menos, tengan razón los que nos acusan o critican. Además de esta consigna de unidad, es preciso también tener fe en el que ocupa los puestos de responsabilidad, siempre, claro es, que ésta se halle avalada por la actuación en el pasado y por la actuación en el presente, en el que la conciencia, lejos de acusarnos de tibiezas o pasividades, nos dice que podemos estar tranquilos porque cumplimos con nuestro deber.

Esta unidad y esta fe no es un tópico, sino exigencia necesaria y vital para que la Falange y el Sindicalismo español puedan seguir cumpliendo la misión que les corresponde: la de ser estímulo, acicate, instrumento permanente, para que se continúe y lleve a término esa Revolución Nacional que España exige y que debe ser nuestro objetivo fundamental, nuestra preocupación en el presente y en el futuro, y a través del cual y de las posibilidades que ofrezcan para el logro de tan fundamental objetivo hemos de valorar las formas de Estado y de gobierno.

Y nada más, camaradas. Manuel Torres Garrido es uno de los nuestros. Un auténtico camarada de la línea de la Falange y del Sindicalismo español. Por eso para mí ha sido motivo de verdadera satisfacción, motivo de gran alegría, asistir a este homenaje, al que de todo corazón me uno y me asocio. ¡Arriba España!

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EN LA PROCLAMACIÓN DE CANDIDATOS SINDICALES A PROCURADORES

Discurso pronunciado en el acto celebrado con tal motivo en el local del Monumental Cinema, de Madrid, el 29 de marzo de 1955.

ESTÁIS aquí reunidas las Juntas Sociales y Económicas de los Sindicatos, Hermandades de Labradores, Cofradías y Gremios de Pescadores, Cooperativas de todas clases; es decir, estáis aquí reunidos los hombres del mar, de la ciudad y del campo, de la agricultura, de la industria y del comercio, y quiero aprovechar esta circunstancia para dirigiros un cordial saludo como representantes genuinos que sois de la vida sindical, que venís a ejercer uno de los derechos y a cumplir uno de los deberes que en esa vida os corresponde: el de designar los compañeros de la fábrica, del taller o de la oficina que consideréis mejores, no para hacer carrera política en los escaños de las Cortes, sino para que contribuyan con sus conocimientos, experiencia y espíritu a la formación de las leyes por las que se ha de regir la Nación, llenándolas del contenido que impone la doctrina de nuestro Movimiento, la finalidad del mismo y el compromiso que ante los españoles han contraído los que ese Movimiento dirigen o en el que ocupan cargos de no defraudar esta ocasión única que a España ha deparado el sacrificio de tantos de sus hijos.

No vienen, pues, a votar la intriga, el compadrazgo, el negocio ni el tráfico sucio, sino el trabajo en todas sus manifestaciones, la España real y verdadera, constituida por los que trabajan con la máquina o el tractor, la pluma o el cerebro, y forman las filas apretadas que levantan sobre sus hombros la vida entera de la Nación, contribuyendo con su esfuerzo personal a la grandeza y prosperidad de la misma.

Pensad el avance ideológico y social que representa la directa, activa y numerosa participación que la España trabajadora tiene en las tareas legislativas de nuestro Estado, y pensad también en la importancia y valor que tal participación supone.

La actividad sindical tiene en el Sindicato su principal campo de acción, pero en un Régimen de las características doctrinales del nuestro esa actividad trasciende a la esfera de la sociedad y del Estado, y la representación en Cortes que vais a conferir es buena prueba de ello.

Debéis, pues, elegir hombres conscientes de que van a ostentar una representación que no está conferida para servir aisladamente los intereses particulares de las Juntas Económicas ni de las Sociales, sino el interés de la total comunidad nacional y, por consiguiente, hombres capaces de seguir en el Sindicalismo una línea recta. Los Sindicatos no son instrumentos patronales ni obreros, sino órganos de estímulo, orientación y corrección de la política económica y social, con sentido unitario, a fin de evitar toda desviación y abuso de cualquiera de los elementos que en la producción intervienen.

Debéis dar vuestro voto a hombres impregnados de un auténtico espíritu nacionalsindicalista que, lejos de dejarse llevar por el pesimismo y la crítica negativa, reconozcan y proclamen la labor realizada por el Régimen en esos quince años a través de los Sindicatos, de los Montepíos y del Ministerio de Trabajo, obra social que lleva el signo de la Falange y que está realizada bajo la inspiración, impulso y exigencia de nuestro Jefe Nacional, Francisco Franco, pero hombres también que tengan la fe y el entusiasmo necesarios para aumentar esa labor en los años venideros. Ni el «aquí ya está todo hecho», ni el «aquí no hay nada que hacer». Ni el optimismo ingenuo de los sueños rosados, ni el negro pesimismo de los vencidos, resignados o amargados.

¿Os dais cuenta de la tremenda injusticia o de la ceguera que representa el negar las realizaciones que el Movimiento Nacional cuenta en su haber? ¿Y os dais cuenta también del dolor y de la amargura que produce en el ánimo de aquellos qué han consagrado su vida entera, sin pausa ni reposo, al servicio de España y del Movimiento Nacional, el que se niegue eficacia falangista a ese ser vicio o el que se afirme que la doctrina sigue totalmente inédita, y en gran parte por su culpa? Dolor y amargura que abren en e] espíritu heridas que tan sólo son capaces de cicatrizar la conciencia del deber cumplido y la valoración exacta de la realidad. Porque si comparáis la España actual, no ya con la que recogimos deshecha y empobrecida al término de nuestra guerra, sino con la anterior, nadie que no esté cegado por la pasión, dominado por la ignorancia de lo que entonces sucedía o por el noble afán de una inmediata perfección, podrá desconocer la superioridad material y moral de la nuestra.

¿Quiere esto decir que ya hemos alcanzado la meta soñada? Nada de eso. El creerlo así sería prueba de miopía, de cobardía o de traición. Y así, hay que continuar por el camino iniciado, marchando por él lo más rápida e intensamente que sea posible y que permitan los recursos nacionales y la obligada distribución de los mismos en las diversas atenciones del Estado: hay, pues, que continuar en la colonización de nuevos regadíos —60.000 hectáreas están previstas para este año, lo que permitiría

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asentar 7.500 familias, cifra que se aproxima a las 10.000 anuales que como ideal señaló el Congreso Nacional de la Falange, y a la que se puede llegar en el plazo próximo en el mejoramiento de fincas, siendo cada vez más apretado el cerco que la ley de fincas mejorables está haciendo a las que no están explotadas en las debidas condiciones; hay que ir a una distribución de propiedades hecha inteligentemente, buscando una efectividad económica y social y no una demagógica y efectista, pues la mayoría de los grandes latifundios son tierras de una productividad mínima, cuya colonización está condicionada a una gran capacidad empresarial y a posibilidades económicas extraordinarias. Por consiguiente, de no disponerse de medios económicos ilimitados, es mucho más útil para España y los campesinos la política de regadíos que tan inteligentemente realiza el Ministerio de Agricultura, intensificándola al máximo, que no la de reparto de tierras inútiles, que podrá representar una justicia distributiva, pero que no aumenta la riqueza de la Nación ni la situación personal de los campesinos; hay que continuar la intensificación de la política de viviendas con el máximo entusiasmo y la máxima decisión para dar cumplida realidad a la consigna de Franco, política que ha tenido magnífica expresión en las cincuenta mil viviendas construidas durante un año por la Obra Sindical del Hogar, con la ayuda del Instituto de la Vivienda y de los Montepíos Laborales, satisfaciendo así la necesidad mínima de todo ser humano y que a menudo se presenta con caracteres de angustia y de tragedia; hay que lograr una más justa distribución, no sólo de la renta, sino de la riqueza, mediante una participación en los beneficios que, al par que mejore las condiciones económicas de las masas trabajadoras busque un índice más elevado de producción, un acercamiento más personal entre los sujetos a la relación del trabajo, un progresivo cambio de estructura de las empresas y un nuevo contenido social y humano de las mismas, congruente con los postulados de nuestro Movimiento; hay que aspirar, en fin, no a la supresión o al insulto del capital o de la iniciativa privada —que no somos comunistas—, pero sí cada vez más a la regulación, dentro de justos términos de empleo, función y provecho, con arreglo a inversiones que beneficien a tocios y no sólo a sus propietarios.

Por eso los que hemos conocido las dos Españas, la actual y la anterior, contraeríamos grave responsabilidad si no propagásemos y explicásemos a los que, para su fortuna, sólo la actual han conocido, las diferencias entre ambas existentes, así como también si no hacemos ver a las actuales generaciones que la que salió a la vida pública en nuestra guerra no luchó por tópicos, mitos o vaguedades, sino por causas tan concretas, importantes y decisivas como la existencia de una Patria para todos los españoles sobre la base de una justicia social más perfecta y el recobro de su prestigio y autoridad internacionales. Esa generación siente el orgullo de que la actual no sólo acepta la doctrina del Movimiento Nacional, sino que se muestra más exigente en su cumplimiento, se inquieta ante el temor de que se malogre, considera que las realizaciones no se llevan con el ritmo y la intensidad que quisiera, recela y teme desviaciones o veleidades y nos encuentra acomodaticios o tolerantes con tales riesgos. Todo ello, repito, lejos de extrañarnos o de molestarnos, nos debe llenar de alegría, porque demuestra la fuerza de una doctrina que ha provocado adhesiones tan apasionadas y rigurosas de quienes por su edad no pudieron conocer los tiempos fundacionales ni los de nuestra guerra civil. Ello nos da tranquilidad porque constituye la mejor garantía de la imposibilidad de actitudes regresivas y de vuelta al pasado, así como también es la prueba de que la Revolución Nacional ha empezado por donde debía empezar: en el interior de nosotros mismos, en la inteligencia y en los sentimientos de los españoles, sobre todo de aquellos en cuyas manos, por razón de su edad, está el futuro de España.

El Sindicalismo Nacional, medula de la doctrina falangista y, por tanto, del Movimiento, no quiere en sus filas demagogos profesionales, utilizadores de tópicos saltimbanquis que actúan sobre la plataforma que levantan con su audacia y charlatanería, sino hombres enterados de los problemas de la Nación, dotados de la preparación y del entusiasmo necesario para resolverlos, conscientes de su responsabilidad y de la misión que al Sindicato corresponde, que no es exclusivamente profesional, como algunos pretenden, sino también político, como sucede en todos los países del mundo, donde los Sindicatos siempre tienen un rótulo o un significado determinado. Si nosotros los vaciáramos del nuestro y los dejáramos convertidos en pura asepsia profesional, más tarde o más temprano, otros los llenarían del suyo, y habríamos puesto en manos de nuestros enemigos toda la fuerza que representan.

Pensad igualmente al elegir a los nuevos procuradores, como una razón más en favor de ese politicismo, que ellos también tendrán que estudiar y resolver aquellas leyes de contenido exclusivamente político que a las Cortes se puedan llevar, incluso algunas de rango constitucional o institucional en el Estado y el Movimiento, y que reclaman no sólo una preparación técnica, sino ideas claras sobre el verdadero sentido y finalidad del Movimiento y una fidelidad al mismo moral y materialmente insobornable.

Este acto tiene también un valor político, toda vez que es demostración de la efectiva y democrática participación en la cosa pública que a la España trabajadora, compuesta por empresarios, técnicos y obreros, concede el Movimiento Nacional.

Los trabajadores buscan mejorar su posición económica, pero igualmente quieren mejorar su valoración política. Tanto más que la desigualdad material, lo que crea en ellos un complejo de

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resentimiento es la desigualdad política y social. Más que al mando, a lo que aspiran es a que se les reconozca el derecho a poder mandar como los demás y de influir en la vida de su Patria, como a los demás españoles; que no se les condene a estar adscritos, como en la gleba de una manera irrevocable y definitiva, a un determinado medio o ambiente que el azar de un nacimiento ha señalado, sino que cada uno de ellos tenga igualdad de oportunidades que el resto de los españoles para salir de ese medio o para mejorar en él sus condiciones de vida.

Tiene, pues, el Movimiento en el Sindicalismo uno de sus más fuertes pilares de doctrina y de poder, que en las horas decisivas o difíciles que se puedan presentar le servirá de punto de apoyo para resistir temporales y socavones, y como ese Sindicalismo, en definitiva, sois vosotros, y de vosotros ha de salir su expresión legislativa, es obvia la escrupulosidad y pulcritud con que debéis llevar a cabo la función electoral que os está encomendada.

Cada vez más el Sindicalismo tiene que probar su capacidad para actuar eficazmente en la vida nacional, porque sin el Sindicalismo, el Movimiento quedaría desvalorizado y con un alcance social de menos vuelos. A este Sindicalismo hay que hacerle atractivo y eficaz para todos los productores, atribuyéndole funciones que hoy le disputan indebidamente otros organismos, medios y autoridad para cumplirlas. En esta atribución no debe influir ningún recelo ni ningún temor, porque pruebas ha dado a lo largo de estos años de corrección y honestidad administrativas, de eficacia y fidelidad política que justifican una confianza en él.

Por eso cuanto más fuerte y sólido sea el Sindicalismo, más sólido será el Movimiento Nacional, y cuanto más agradable sea para los trabajadores, mayor será el número de adhesiones de éstos que el Movimiento consiga.

El Movimiento Nacional ha nacido con doble vertiente: una negativa, para derribar un Estado sectario, tiránico y antiespañol que sometía a España a los poderes del internacionalismo marxista y masónico, y otra positiva, para rehacer la unidad española rota por el odio y el rencor de unos y el egoísmo y la apatía de otros. Este objetivo unificador, que se manifiesta en su doctrina, en su propaganda y en la actividad de todas las etapas de su existencia —Falange y J. O. N. S., Falange y Tradicionalismo— debe continuar por varias razones: por ortodoxia doctrinal, por eficacia política, por garantía de permanencia. Nuestra razón de ser en ella reside. Sin esa unidad habríamos fracasado en nuestro objetivo, habrían sido estériles nuestros esfuerzos y habríamos dejado de existir como falangistas, perdiéndose una oportunidad única para haber soldado los trozos dispersos del alma; española. En cambio, si sabemos mantenernos inconmovibles, todos los problemas que en el futuro se presenten serán resueltos felizmente. La inquietud ante el futuro revela la sospecha de que no se podrá conservar esa unidad, la desvalorización de ésta, la cobardía o la falta de fe en nosotros mismos. Pues bien, esa unidad en cuanto es incompatible con desviaciones laterales, es también fundamental a vosotros, sindicalistas. Por eso debéis huir de rupturas unitarias que originarían la desviación izquierdista hacia una concepción del Sindicato como fuerza capaz de llevar a cabo por sí sola la producción y distribución al margen y en oposición del capital o del Estado, o la desviación derechista, cuya principal expresión se encuentra en la resistencia de ciertos grupos económicos exclusivamente patronales a la integración e inclusión en la unidad sindical.

Si en el aspecto social fué tremendo el ataque a la unidad entre los españoles que la política sectaria del Frente Popular significaba y la dictadura del proletariado que el comunismo quiso implantar durante la dominación roja, ataque no menos tremendo sería el pretender paralizar o neutralizar toda la obra social del Movimiento, como también sería equivocación garrafal sustituir la participación política de los productores en la vida de la Nación a través del Sindicato por la que confieren votos inorgánicos adquiridos fraudulentamente por el cacicato, el dinero o el encasillado oficial.

Claro es que el pensarlo es pura fantasía, y estoy cierto que si alguien intentara convertirlo en realidad, vuestra reacción sería fulminante y adecuada a tal insensatez, y si ahora hablamos de ello lo hacemos para poner de relieve el cambio de mentalidad operado en España y contrastar nuestra política de unidad con la antes seguida, que algunos añoran, y como llamada de atención a las mentes extraviadas o envejecidas.

La sociedad española, mejor dicho, la economía española, tiene con los Sindicatos una deuda que satisfacer, ya que gracias a ellos las fuerzas económicas y sociales no derivaron hacia derroteros muy diferentes a los actuales y, desde luego, mucho más peligrosas; pero a su vez, los productores integrados en los Sindicatos, también gracias a éstos han alcanzado una serie cíe mejoras que antes les hubiese costado obtener ríos de sangre o montañas de miseria. Pues bien, que sociedad y trabajadores paguen esas deudas con el reconocimiento y la gratitud, en lugar de negarlas, añadiendo a la negativa la acusación injusta o el desagradecimiento.

Por muchos que sean los defectos y los males que a los Sindicatos se íes puedan atribuir, han sido infinitamente superiores los beneficios que han proporcionado, y sólo con pensar en los conflictos sociales

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que antes los Sindicatos provocaban y que ahora, por el contrario, evitan, con las repercusiones que para todos, empresarios y obreros, ello supone, tienen plenamente justificada su existencia.

Vosotros, empresarios de espíritu social y ánimo decidido, técnicos preparados y laboriosos obreros conscientes de vuestros derechos y obligaciones, no estáis encuadrados en un partido político más ni en una organización artificiosa, sino que sois la expresión viva y hecha carne del pueblo español, tan digno de admiración y respeto, porque, en definitiva, es, ha sido y será, el protagonista de las grandes hazañas de nuestra Historia. De ese pueblo que vosotros representáis dependerá, una vez más, el porvenir de la Patria, del que debe preocuparnos más que el continente el contenido; que éste sea socialmente justo para todos los españoles y apto para traer la grandeza y la prosperidad de España.

Hagamos sea éste el objetivo de nuestros afanes; empleemos en conseguirlo todas nuestras energías y no nos fijemos tanto en el color de la cáscara que no nos demos cuenta de si el sabor de la almendra es dulce o amargo.

Camaradas: Unidos y con fe, a seguir trabajando por la España que soñamos en la Cruzada, que precisamente en estos días hace años terminó.

¡Arriba España! ¡Viva Franco!

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EN EL HOMENAJE AL CAMARADA CARLOS RUIZ

Palabras pronunciadas en el acto celebrado con tal motivo en el Instituto Nacional de Previsión, de Madrid, el 30 de marzo de 1955.

CARLOS Ruiz, uno de nuestros más queridos camaradas, acaba de ser objeto de diversas distinciones: por los pueblos de la provincia, por la Diputación Provincial, por el Ayuntamiento de la capital y, últimamente, por la Vieja Guardia madrileña. Todo ello no es sino el resultado y el producto de muchos años de trabajo, de muchos años de lucha por un ideal, de muchos años de servicios a España y a la Falange; de muchos años, en fin, en que ha sabido hermanar un mando exigente, pero siempre recto y justo, con una consideración personal y humana a los que con él colaboraban en entrañable hermandad falangista. De los pasos durante trece años de Carlos Ruiz por la Jefatura Provincial del Movimiento y por el Gobierno Civil de la provincia ha quedado un balance que está representado no sólo por los hilos invisibles, aunque efectivos, de la vinculación que con él tenemos, no sólo de la resolución a una serie de problemas dificilísimos e importantes que se le fueron presentando durante su mandato, sino también de una serie de obras de todas clases, especialmente de tipo escolar y pedagógico, que ahí han quedado, como la demostración de una efectividad, de una vitalidad y de un acierto durante la etapa de su servicio.

Carlos Ruiz es ejemplo vivo, es la encarnación ejemplar de las características falangistas en el desempeño del cargo público: entrega total a ese servicio, entrega total a la tarea, austeridad y eficacia con la misma, sentido de la responsabilidad, lealtad ante el superior, justicia y rectitud con el inferior, y todo ello acompañado siempre con la resuelta decisión de convertir en realidad, dentro del área que le está señalada a ese servicio, de convertir en realidad —repito— todas las esencias y toda la doctrina de nuestro Movimiento.

El tiempo va pasando implacable por nosotros, o nosotros vamos pasando por el tiempo. El tiempo va dejando en nuestro cuerpo huellas físicas imborrables y va abriendo en nuestro espíritu unas anchas y profundas heridas motivadas o por los ataques, por la crítica o por la ingratitud. Estas heridas y estas huellas en aquellos que, como Carlos Ruiz, tienen bien arraigado el ideal y el cumplimiento del deber, podrán doler, podrán molestar, pero no pueden abatir ni menoscabar los entusiasmos. Por eso, a los que por años y experiencia hemos conocido de sus estragos, nos tiene que causar una profunda alegría y satisfacción el ver que se hace justicia a hombres como Carlos Ruiz. Nos tiene que provocar una alegría y satisfacción cuando vemos que, lejos de desconocerse o de ignorarse esa labor y ese servicio, es pagada con la moneda que más agradece el falangista, con la única que acepta: con la del cariño de sus camaradas y con el agradecimiento de sus colaboradores y gobernados.

Carlos Ruiz durante nuestra guerra cumplió heroicamente su deber doblemente castrense, por militar y por falangista. Y después, durante la batalla de la paz, cumplió también con heroísmo civil el deber de impedir que fuese estéril el sacrificio de tantos otros, que como él, habían luchado por una España mejor. Ese debe ser el propósito de todos nosotros, sin distinción de viejos ni de jóvenes ni de antiguas ni de nuevas generaciones, dejando siempre al margen todas esas preocupaciones meramente formales, la mayor parte de las veces injustificadas y montadas solamente sobre apariencias, para preocuparnos del fondo, de la realidad, del contenido de la existencia española, para que esta existencia sea y se convierta en una Patria para todos y no en un patrimonio de unos cuantos.

Por eso la mejor manera de conseguirlo no es más que rechazar todo intento de escisión o dispersión, y que nosotros, repito, viejos o jóvenes, tengamos una recíproca confianza en que los falangistas todos no tenemos otro objetivo ni otra finalidad que lograr una España más justa y más fuerte, y un solo medio para lograrlo, que es nuestra Falange Española de las J. O. N. S.

Y como Carlos Ruiz está en esa línea, y como Carlos Ruiz es de los nuestros, y como Carlos Ruiz ha trabajado y seguirá trabajando en provecho de España y de la Falange, los madrileños, por madrileños y por falangistas, le quieren y respetan, y yo, en mi doble condición de tal, expreso ahora ese cariño y lo plasmo en el apretado abrazo que le doy con el más entusiasta ¡Arriba España!

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LA VICTORIA INMUTABLE

Artículo publicado en "Arriba" el 1 de abril de 1955.

CREO que no existe precedente alguno, desde que acaeció el hecho robusto y fundamental de la moderna unidad de destino de España, de la exigencia formulada a la Falange. Al Movimiento se le ha pedido cuanto podía y debía hacer, y mucho más de cuanto le incumbe, Se ha querido que los dieciséis años pasados desde el 1 de abril de 1939 sean equivalentes, por la densidad de las obras y su influjo en la vida del país, al período de un siglo. Ciertamente, aquella limitada parte de nuestros compatriotas que se considera ajena a la disciplina y a la norma doctrinal de la Falange nos ha conferido la platónica entidad de los demiurgos, y tan desmedida y arbitraria categoría proviene de una refinada, pero vieja, habilidad política. Nuestra tarea fué, y lo es, grave, difícil y arriesgada, y, a juzgar por la situación de España en 1936 y 1939, frisaba, aproximadamente, en la antesala del milagro. Pero no hemos dicho nunca que nuestra obra llegaría a ese ápice inasequible que consistiría en deparar una amnistía a la decadencia nacional que veníamos a remediar. Hemos logrado, bajo el mando de Franco, que apiñó al país para obtener la Victoria, que se cancelaran los efectos de la decadencia española; ninguna fuerza humana es capaz de borrar la humillante existencia histórica de aquel larguísimo período y su trascender en la vida del mundo.

Nuestra tarea habría sido cómoda, y catastrófica para le Nación, en la hipótesis de que una vez terminadas las desmovilizaciones nos hubiésemos apresurado a instituir derechos y deberes de los que no se cumplen, ni se cumplieron tampoco en el pasado. A todos los regímenes y sistemas políticos españoles les fué reclamado por los vencedores y más tarde por los vencidos —que siempre nuestra política interior tuvo siempre un viso patente de guerra civil—, una simple normalidad doctrinaria, irrevocablemente frustradora de las victorias. Para acrecer la diafanidad de los dieciséis años transcurridos, basta extraer de la vida española períodos semejantes y establecer las ponderativas comparaciones que nuestro Movimiento y el Régimen pueden afrontar con gallardía y seguridad. Deseamos que sean aducidos, científicamente, todos los índices que sirven para calificar la vida enteriza de una nación. Aplíquense los que incumben a la moral, a la economía, a la independencia, a la autoridad, a la religión, a la cultura, al trabajo, a la demografía. En ésa área, tan vasta, es donde ha de emplazarse cualquier análisis y comparación y donde nosotros podemos admitir el diálogo. Quiere la Falange, y lo ha querido antes de que sus principios ideológicos y tácticos impregnaran la vida del Estado y del Poder público, penetrar en las raíces españolas y mantener un permanente coloquio con la ciudadanía incorporada a los Sindicatos, a los Municipios y al Movimiento. Hoy puede decirse que la ciudadanía nacional, en su proporción mayoritaria y fecunda, no está ajenada a esos módulos expresivos de la voluntad española. Cualquier otro planteamiento de diálogo que no se atenga al derecho institucional del Estado tendremos que rechazarlo por estéril y perturbador de la, por fin, enderezada existencia de la comunidad patria.

La iniciativa y la dirección del coloquio con las auténticas y precisas aspiraciones nacionales corresponden, formal y positivamente, a la Falange, que los ha vinculado y ganado er. un largo y heroico servicio a la Patria y al Caudillo. En ningún trance ni dilucidación podremos aceptar las desviaciones o falseamientos de la obra cumplida y de la ancha empresa que aún ha de realizarse. España nos reclamó que llegáramos a las lindes de la proeza sobrehumana, y en esa demanda explícitamente nos prohibía incidir en los modos y tratos que sirvieron para acumular los desastres nacionales y engendraron la decadencia. Los individuos pueden merecer y ganar la amnistía; los sistemas y los estilos deben ser condenados a perpetuidad.

Así, con tal entendimiento objetivo, y a veces apenado, de los problemas de nuestro pueblo, hemos llegado con las obras a que la Victoria consiga tener un carácter inmutable, y a infundirlo a las nuevas generaciones. Carece la Falange de un instante de ocio o de una pausa sedentaria. Sería erróneo opinar que el trabajo y la responsabilidad han maltratado nuestros nervios. En este país, donde han gobernado invariablemente los viejos, y los estafermos partidistas lograron galvanizarse con el solo apoyo concurrente de la fuerza pública, la Falange guarda su firme juventud, acrecida por multitudinarias y recientes promociones. El testimonio de esa resuelta y leal juventud quizá no sea ocioso para quienes pretendan iniciar un cerco insidioso que tomara sus lecciones de la flagrante «guerra fría» internacional, o de las variantes contemporáneas del clásico caballo de Troya. La Falange venció a los más reputados y crueles maestros de la represión, que pretendieron esterilizarla y domeñarla en la zona roja, y sus nervios, como su heroísmo, no tenían entonces el tónico de la obra realizada, ni tampoco la enorme y gravísima responsabilidad histórica que el tiempo la atribuye.

Ante el futuro, nosotros no opinamos, como alguien hizo en España hace bastantes años, que «ha de quererse lo que se debe y hacer lo que se puede».

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El pensamiento y la acción, para los falangistas, están moral-mente vinculados. Quizá el accidentalismo o empirismo de otros tiempos se acomodaban al sistema general de la política secular que fué derrotada por Franco el 1 de abril de 1939. Pero hoy consideramos que es un nefando error cualquier concesión que se haga a quienes declinan, una y otra vez, el llamamiento, henchido de cordialidad y de espíritu de colaboración, que la Falange lanza sin cesar a través de sus obras.

Sería triste, para el alto concepto moral del ejercicio de la política y de la empresa renacentista que tiene la Falange, apelar a los derechos conferidos por la jerarquía en el acertado servicio a la Patria, ante aquellos tercos y minoritarios españoles que en el 1 de abril no ven la gloria unánime de España. Mas si fuere preciso la lealtad a la trayectoria diáfana y magistral de Franco, a la que está unida radicalmente la fidelidad a España, nos encontraría en la misma disposición del 18 de julio y de este día radiante de la Victoria en que empezaba una nueva batalla que intuíamos larga, costosa, ímproba. Mas de su resultado final, también victorioso, no tuvimos, ni tenemos, duda alguna.

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AL CONMEMORAR LA LLEGADA DEL EJÉRCITO DE LIBERACIÓN A VINAROZ

Discurso pronunciado, con motivo del XVII aniversario de la llegada de las tropas nacionales al Mediterráneo levantino, en el acto celebrado en Vinaroz (Castellón) el 17 de abril de 1955.

LA Falange de Castellón, en un gesto que le honra, ha organizado, con la colaboración de todas las Locales de la provincia, este homenaje al Ejército de la Patria, con ocasión del aniversario de la llegada al Mediterráneo de las tropas nacionales en abril de 1938, hazaña que determinó la separación en dos porciones de la España roja —una, la catalana, y otra, la madrileña y valenciana—, con el aislamiento y la incomunicación entre las mismas.

El recuerdo de tal gesta ha quedado plasmado en este monumento que ahora inauguramos en el que aparece España victoriosa, acompañada de un falangista, un requeté, un soldado de Infantería y uno de Regulares, símbolo y expresión de las cuatro fuerzas integrantes del Ejército que, a las órdenes de Franco, la salvó de la disolución y el caos; monumento situado al borde mismo del mar Mediterráneo, el mar de la cultura grecolatina y la civilización cristiana, el mar nuestro que estuvo en riesgo de ser de ellos y sobre las arenas por donde el general Alonso Vega penetró en las aguas marineras, y mojando en ellas los dedos de la mano, hizo sobre su frente el signo de la cruz, en prueba de recobro para Dios y para España de una tierra y unas aguas que liberaba del dominio ateo y materialista.

Bien merece, pues, la hazaña militar el recuerdo y el homenaje que ahora se le rinde y que saquemos de ella las enseñanzas adecuadas. La primera de esas enseñanzas es la admiración hacia el genio militar de Franco y hacia las cualidades guerreras de los jefes que mandaban las fuerzas que en la operación intervinieron. Unos y otras rivalizaron en habilidad maniobrera, derroche de heroísmo, ímpetu y decisión.

Ante la dureza del terreno, formado por líneas de montañas que se entrecruzan en laberinto inexpugnable, y la escasez de comunicaciones, el Mando Nacional decidió no atacar frontal-mente, sino realizar una gran maniobra envolvente cuyo objetivo fuera llegar al mar, rebasando e inutilizando como reducto de resistencia del Ejército enemigo la abrupta región del Maestrazgo. La maniobra tuvo éxito completo, pese a la resistencia opuesta por las fuerzas enemigas que el Mando rojo, en número de cuarenta brigadas, consiguió acumular, valorando exactamente la gravedad e importancia de la operación, que técnicos del arte militar han clasificado como una de las más bellas, vastas y bien ejecutadas de nuestra guerra y como digna de ser enseñada en las Academias castrenses.

La operación empezó el día 9 de marzo y terminó el 15 de abril, y en un mes y seis días Franco y su Ejército, esto es, el Ejército de España, habían liberado por completo las provincias de Zaragoza, Huesca y Teruel, una parte de las de Castellón y Tarragona, se habían apoderado de la línea estratégica del Cinca y el Segre, de las zonas industriales del río Noguera y de un inmenso botín de guerra. El Ejército rojo había sido batido en toda la línea; sus mejores unidades, destruidas; la derrota tenía caracteres de catástrofe, y para seguir la lucha el enemigo habría de batirse sobre dos frentes incomunicados entre sí.

La segunda consecuencia que de la batalla sacamos es el desprecio absoluto que los marxistas sentían por la vida de sus tropas, pues partida la España roja en dos, sin comunicación por tierra y muy difícil por mar —que eficazmente vigilaba la Escuadra Nacional—, imposibilitadas de aprovisionamiento de hombres y material en forma regular y fácil ambas zonas, el Frente Popular no podía tener la más ligera esperanza, no ya de victoria, sino ni siquera de atenuar la catástrofe. Con la llegada a Vinaroz, la guerra había terminado. Así era la realidad y así lo vio el mundo entero, y, sin embargo, el Gobierno rojo de Negrín continuó sacrificando en forma absurda millares de españoles en una luchai estéril y, por estéril, bárbaramente criminal.

Ahora tenemos ante nosotros, como símbolo de aquel Ejército victorioso, con la representación del ministro del Ejército, y en razón también de su participación personal y directa en la batalla, al general Alonso Vega, y en él, y en estas unidades aquí presentes, personificamos el homenaje que la Falange rinde a ese Ejército y a su Generalísimo; al Ejército de España, que no es defensor de lo accidental, transitorio u opinable, sino expresión de lo permanente, de los valores materiales o espirituales que forman la esencia misma de la personalidad de la Patria, y por eso siempre que estos valores permanentes corran el riesgo de perderse, como sucedió en 1936, lo correrá también el Ejército y estará obligado a reaccionar en su defensa, y por eso también la Falange, que tiene una doctrina eminentemente nacional, y no partidista, y sus hombres, que han hecho norte de conducta y vida las virtudes militares, estarán siempre al lado de ese Ejército en cuantas ocasiones precise de su intervención el interés nacional y la salud de la Patria. La Falange no es un fin en sí misma, sino el medio, el camino que los falangistas han considerado y

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consideran el mejor para contribuir al logro de lai grandeza española; por ello, si alguna vez creyeran ser un obstáculo a tan alto objetivo, serían los primeros en sacrificar posiciones políticas o personales en aras del fin que les hizo entrar en la vida pública española.

La batalla de Aragón, con su etapa del Maestrazgo, al igual que nuestra guerra toda, no fué sólo un conjunto de operaciones militares, admirables desde el punto de vista de la técnica y del heroísmo de sus combatientes; no fué sólo el ejemplo del temple humano de un pueblo, sino que tenemos que valorarla también como uno de los acontecimientos decisivos de nuestra Historia y de la máxima repercusión internacional.

Pensad que sin nuestra victoria España sería otra y diferente, pues en ello tuvo lugar el primer acto del drama que el mundo ha vivido y cuyas consecuencias seguimos padeciendo. Pensad, igualmente, que, gracias al sacrificio de la generación española que hizo la guerra, las nuevas son lo que son y viven como viven.

Por eso, el recordar, el mantener perenne en nuestra memoria la grandeza y el significado de nuestra Cruzada, sus hechos gloriosos, no es incurrir en tópico ni hacer arqueología histórica. Todos esos hechos gloriosos, los lugares que los identifican, los nombres de las personas que en ellos intervinieron tienen plena vigencia y actualidad; mas aun sin mencionarlos ni hablar de ellos, gravitan por su propio contenido sobre la vida española, que de su substancia se nutre y adquiere su significado.

Nuestra mentalidad política social y humana, las aspiraciones de nuestra juventud, nuestros proyectos de vida, las empresas con que soñamos, todo ello, en fin, en la Cruzada tiene su origen. Sin ella, esos proyectos, esas empresas, esas inquietudes serían totalmente diferentes o no existirían. No estamos haciendo, pues, ni gorgorismos patrióticos ni reiteraciones aburridas y manoseadas. Hablamos de las fuentes mismas de nuestro ser actual y futuro. No fué la nuestra una lucha por vaguedades y abstracciones, sino por cosas tan decisivas y concretas como la existencia misma de España. Nuestra Cruzada marca un viraje completo en nuestra Historia; marchábamos por un camino y hemos emprendido otro. Con la Cruzada se cierra un ciclo de la vida española y comienza otro diferente. No es un hecho que ha agotado ya sus posibilidades, sino que, por el contrario, está Heno de vitalidad, y aún no se han extraído todas las consecuencias que encierra.

Cierto que hay españoles que a causa de su juventud, por no haber vivido la guerra ni saber lo que ésta fué, sino por meras referencias, podrán valorarla como una página más del libro de nuestras glorias históricas; pero los que tienen a su cargo la orientación y enseñanza de esa juventud, los que ocupan un cargo directivo en la vida española y, en general, todo español que sufrió en ella o simplemente la conoció, tiene el deber de cumplir esta misión de pedagogía pública, aprovechando cuantas ocasiones como la actual se le presenten de hacerlo.

Cierto que la juventud necesita de nuevas ilusiones que enciendan sus entusiasmos y muevan su actividad; pero esas ilusiones, aunque parezcan nuevas, son, en definitiva, derivadas de aquellas que movieron a la juventud de nuestra Cruzada y están engendradas por ella. Hoy por hoy lo que realmente le interesa a la juventud española es la realización de toda la doctrina social del Movimiento Nacional, que sus conquistas sociales, ya iniciadas, continúen y se acrecienten, que ante la gran corriente de la renovación nacional no se levanten muros que paralicen su ímpetu o impongan el desbordamiento que los derribe.

Al gobernante consciente de su responsabilidad y de sus posibilidades le corresponde señalar el ritmo o la intensidad de esos avances; pero la juventud, sin tales ataduras y afanosa de alcanzar rápidamente las metas para las que se siente con nervio y con decisión bastantes, hace bien en pedir, estimular y demostrar que es digna heredera de la que luchó aquí y en tantos otros lugares de la geografía española.

Por eso ofende a la actual juventud quien quiera presentarla desligada de ese pasado de fe que nuestra Cruzada significó o separada de él por una nube de insinceridad o por un divorcio entre la palabra y la acción. La juventud española, aunque otra cosa digan y deseen los que quieran sembrar la confusión o el escepticismo en ella, se encuentra identificada con lo que representa para la inmensa mayoría de los españoles el 18 de Julio. Con lo que no está identificada es con la mezquindad, con los personalismos, con las inmoralidades y con los escepticismos que tienden a convertir en uno de tantos episodios de nuestra Historia, cuyo recuerdo el tiempo va esfumando, a una de las más dolorosamente fecundas etapas de la vida de España.

Por los que en esa etapa lucharon, por los que en ella sufrieron, por los que en ella murieron, por los que ahora trabajan y sirven por que este monumento, como tantos otros conmemorativos de los grandes acontecimientos de nuestra guerra, estimule a los españoles para hacerse merecedores del sacrificio que tales monumentos perpetúan; por todo ello, en fin, como síntesis de todo un programa de vida nacional, como ambición sincera y noblemente sentida, gritemos ¡Arriba España!

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EN EL ANIVERSARIO DE LA UNIFICACIÓN POLÍTICA DEL MOVIMIENTO

Alocución pronunciada en Radio Nacional de España el 19 de abril de 1955.

SE celebra hoy el aniversario de una de las decisiones de más importancia política en la historia de nuestro Alzamiento: la de llevar a cabo la Unificación del Tradicionalismo con Falange Española; Unificación en la que los valores espirituales que a lo largo de la Historia de España habían formado la esencia misma de su personalidad inconfundible se armonizaban con las exigencias de la realidad, especialmente las de tipo social, y todo ello dentro de un cauce político también nuevo que se llama el Movimiento Nacional.

Por primera vez en España se buscaba poner de acuerdo lo que se consideraba hasta entonces herético armonizar: la Tradición con la Revolución, pero interpretando la Tradición no como la vuelta a un pasado anacrónico, no como el estancamiento de un pueblo en el tiempo, sino como la actuación de ese pasado en lo que era consubstancial con el ser de España, e interpretando la Revolución no como la acción de echarlo todo a rodar por el placer de escuchar el estrépito de la caída, sino como la de sustituir unas normas de vida colectiva ya ineficaces y estériles por otras nuevas y adecuadas a la realidad social de nuestro tiempo.

Tuvo, pues, la Unificación la finalidad de dar a la acción de las armas un significado doctrinal y crear el instrumento apto para llevar a cabo la empresa de modelar el nuevo Estado engendrado el 18 de Julio de 1936, fecha del acta de su legitimidad.

Sin la Unificación, el Movimiento no hubiera nacido, y el Alzamiento hubiera tenido una expresión jurídica y política de partidos o de personal dictadura, ambas diferentes al ideal de las dos principales fuerzas políticas que luchaban en la España Nacional; esto es, el de rehacer la unidad de los españoles que los separatismos, los partidos y las luchas de clases habían roto. La Unificación no representa varios, unos colocados en hilera, mirándose de reojo y dispuestos a correr por calles diferentes para ver cuál llega antes a la meta.

La Unificación no es la fusión de todas las fuerzas que se unieron el 18 de Julio en el patriótico propósito de salvar a España de la anarquía y el comunismo, sin que esta unión estuviese caracterizada por un significado doctrinal específico y total fuera de este signo meramente anticomunista. Con arreglo a tal idea, el Movimiento quedaría reducido a ser la clásica concentración de derechas en la que cada partido conserva su personalidad, sus jefes, su autoridad, y en la que cada uno de ellos se cree con derecho a influir y ser consultado en las decisiones políticas, en la provisión de los cargos y en la designación de candidatos para los puestos de elección. En esta concepción del Movimiento, la unidad y el equilibrio del mismo se mantendrían únicamente por la autoridad del Jefe, pero se romperían tan pronto él faltase, reapareciendo entonces automáticamente los partidos y los grupos políticos, ya perfectamente delimitados y prontos a actuar.

La Unificación, como se deduce de la simple lectura del decreto que la establece, la entendemos nosotros como el conjunto de esas fuerzas anteriormente citadas, sometidas a la doctrina del Movimiento, a su organización y a la disciplina de su Jefe Nacional. Claro es que así concebido el Movimiento, debe ser lo suficientemente ancho y profundo para que en él quepan todos los que de buena fe quieran venir a él, a fin de que no quede fuera ningún sector valioso de la Nación, pero tiene que ser también lo suficientemente fuerte y aséptico para resistir contagios, desviaciones y actuaciones aisladas y por cuenta propia.

La Unificación, como esencia del Movimiento y, en su consecuencia del Movimiento mismo, por la misión que le está atribuida de garantizar que el Estado no se convertirá en otro diferente al que tantos sacrificios ha costado alumbrar, posee un rango de primerísima jerarquía que, sin embargo, no concuerda con la categoría jurídica de la disposición que la ampara, siendo conveniente para el cumplimiento de los fines que al Movimiento incumben, que aquel rango adquiera la institucionalidad que debe corresponderle dentro de la mecánica del Estado.

La unidad cuya fiesta hoy celebramos —y nunca mejor aplicado el calificativo de fiesta a una fecha que a esta de la Unificación— debemos mantenerla a todo trance, porque no podemos olvidar que nuestro afán de que España alcance el vigor y grandeza a que tiene derecho está en pugna con algunos intereses foráneos que aspiran a veces a encontrar ecos interiores.

La unidad es, pues, garantía de nuestro presente y de nuestro futuro. Celebrémosla anualmente con el mismo entusiasmo y con la misma fe que ahora lo estamos haciendo.

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ÍNDICES

ÍNDICE DE TEMAS

ECONOMÍA.

En la Conferencia Nacional Pesquera.

Palabras pronunciadas en la sesión de clausura celebrada en el salón de actos del Instituto Nacional de Previsión, de Madrid, el 10 de abril de 1954

En la Asamblea Económica Nacional de la Industria Textil.

Discurso prenunciado en la sesión de clausura celebrada en el Instituto Nacional de Previsión, de Madrid, el 20 de junio de 1954

En el I Congreso Nacional de Ganadería.

Discurso pronunciado en el acto de inauguración celebrado en el Circo Price, de Madrid, el 7 de noviembre de 1954.

EDUCACIÓN.

En el Colegio Mayor "César Carlos".

Palabras pronunciadas en el citado Colegio Mayor, de Madrid, al celebrar el aniversario de su fundación el 21 de noviembre de 1953

En la inauguración del Colegio Menor "José Antonio".

Palabras pronunciadas en el acto de su inauguración en la Casa Prisión de José Antonio, en Alicante, el 30 de noviembre de 1953

En la I Asamblea Nacional de Profesores Adjuntos y Ayudantes de Universidad

Discurso pronunciado en la sesión de apertura celebrada en el Instituto Nacional de Previsión, de Madrid, el 30 de enero de 1955

EX COMBATIENTES.

En la toma de posesión del delegado nacional de Ex Combatientes.

Palabras pronunciadas al dar posesión de su cargo al cantara da Tomás García Rebull, en la Secretaría General del Movimiento, en Madrid, el 30 de enero de 1954

ENTREVISTAS PERIODÍSTICAS.

Declaraciones periodísticas a la Agencia Reuter.

Declaraciones hechas al director de la citada Agencia en Madrid, señor Henry Buckey, antes del Primer Congreso Nacional de la Falange, publicadas en Arriba el 25 de octubre de 1953

Declaraciones políticas al semanario "El Español".

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Entrevista celebrada con el camarada Juan Carlos Villacorta y publicada en El Español, núm. 279, correspondiente a la semana del 4 al 10 de abril de 1954

Declaraciones al diario "A B C".—Evocación del mitin fundacional da la Falange.

Conversación con un redactor de A B C publicada en dicho periódico el 29 de octubre de 1954

HOMENAJES.

En los homenajes a los Premios Literarios del Movimiento.

Del año 1953

Del año 1954

En el homenaje de las Hermandades Zaragozanas al Gobierno y al Cuerpo Diplomático hispanoamericano.

Palabras pronunciadas en el acto celebrado en el Casino de Zaragoza el 12 de octubre de 1954

Al imponer la medalla de honor de la Vieja Guardia vallisoletana al camarada José Antonio Girón de Velasco.

Discurso pronunciado en la Secretaría General del Movimiento, de Madrid, el 29 de enero de 1955

En el homenaje al camarada Manuel Torres Garrido.

Palabras pronunciadas en el banquete homenaje ofrecido por el Sindicato Provincial del Papel, Prensa y Artes Gráficas, de Madrid, el 12 de marzo de 1955

En el homenaje al camarada Carlos Ruiz.

Palabras pronunciadas en el acto celebrado con tal motivo en el Instituto Nacional de Previsión, de Madrid, el 30 de marzo de 1955

MOVIMIENTO NACIONAL.

Línea general del Movimiento y significación de fechas históricas.

En la clausura del I Congreso Nacional de la Falange.

Discurso pronunciado en el Paraninfo de la Universidad Central de Madrid el 28 de octubre de 1953

En el XX aniversario de la fundación de la Falange.

Discurso pronunciado en la concentración falangista celebrada en el Campo de Deportes de Chamartín, de Madrid, el 29 de octubre de 1953

En memoria de José Antonio, con motivo del XVII aniversario de su muerte.

Alocución pronunciada en Radio Nacional de España, en Madrid, el 20 de noviembre de 1953

En el XX aniversario de la proclamación de Falange Española de las J. O. N. S.

Discurso pronunciado en el teatro Calderón, de Valladolid, el 4 de marzo de 1954

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En la concentración falangista de Puebla de Almoradiel (Toledo).

Discurso pronunciado en Puebla de Almoradiel (Toledo) el 16 de mayo de 1954

El Código Permanente del 18 de julio.

Artículo publicado en Arriba el 18 de julio de 1954

En la conmemoración del XVIII aniversario del Alzamiento Nacional y Fiesta de la Exaltación del Trabajo.

Discurso pronunciado en el acto celebrado, bajo la presidencia del Caudillo, en el Palacio Nacional, de Madrid, el 18 de julio de 1954

Al conmemorar el día del Caudillo.

Alocución pronunciada en Radio Nacional de España, en Madrid, el 1 de octubre de 1954

29 de octubre. XXI Aniversario de la Falange.

Artículo publicado en el semanario Juventud, de Madrid, el 28 de octubre de 1954

Lealtad y continuidad histórica.

Artículo publicado en Arriba el 29 de octubre de 1954

La victoria inmutable.

Artículo publicado en Arriba el 1 de abril de 1955

Al conmemorar la llegada del Ejército de Liberación a Vinaroz.

Discurso pronunciado con motivo del XVII aniversario de la llegada de las tropas nacionales al Mediterráneo levantino en el acto celebrado en Vinaroz (Castellón) el 17 de abril de 1955

En el aniversario de la Unificación política del Movimiento.

Alocución pronunciada en Radio Nacional de España el 19 de abril de 1955

PREMIOS LITERARIOS DEL MOVIMIENTO.

En el homenaje a los escritores galardonados con los Premios Literarios del Movimiento, del año 1953.

Palabras pronunciadas con motivo de los Premios 18 de Julio, 1 de Octubre, 29 de Octubre y XX Aniversario de la Falange, en el acto de homenaje celebrado en el hotel Fénix, de Madrid, el 20 de diciembre de 1953

En el homenaje a los Premios Literarios del Movimiento, del año 1954.

Discurso pronunciado en el acto celebrado para la entrega de los premios 18 de Julio, 1 de Octubre y 29 de Octubre a los escritores galardonados, en el hotel Fénix, de Madrid, el 19 de diciembre de 1954

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CONTINUIDAD FALANGISTA AL SERVICIO DE ESPAÑA

SANIDAD.

En las lI Jornadas Médicas de Valencia.

Discurso pronunciado en la sesión de clausura celebrada en el Paraninfo de la Universidad de Valencia el 24 de octubre de 1954

SECCIÓN FEMENINA.

En el XVII Consejo Nacional de la Sección Femenina.

Discurso pronunciado en la sesión de clausura celebrada en el Castillo de Javier, en Pamplona, el 21 de enero de 1954.

SINDICATOS.

Al dar posesión do sus cargos a las nuevas jerarquías sindicales. Discurso pronunciado en la Delegación Nacional de Sindicatos, de Madrid, el 8 de febrero de 1954

Al Consejo de Mandos Sindicales.

Palabras pronunciadas en la Secretaría General del Movimiento, de Madrid, el 26 de febrero de 1955

En la proclamación de candidatos sindicales a procuradores.

Discurso pronunciado en el acto celebrado con tal motivo en el local del Monumental Cinema, de Madrid, el 29 de marzo de 1955

VIDA LOCAL.

En la inauguración de un grupo de viviendas protegidas.

Palabras pronunciadas en Carballo (La Coruña) al inaugurar el grupo de viviendas protegidas «Bergantines», construido por la Obra Sindical del Hogar, y un Hogar del Frente de Juventudes, el 13 de septiembre de 1953

En la concentración falangista de Puebla de Almoradiel (Toledo). Discurso pronunciado en Puebla de Almoradiel (Toledo) el 16 de mayo de 1954

VIEJA GUARDIA.

Al imponer la Medalla de Honor de la Vieja Guardia vallisoletana al camarada José Antonio Girón de Velasco.

Discurso pronunciado en la Secretaría General del Movimiento, de Madrid, el 29 de enero de 1955

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CONTINUIDAD FALANGISTA AL SERVICIO DE ESPAÑA

ÍNDICE DE LUGARES ALICANTE.

En la inauguración del Colegio Menor "José Antonio".

Palabras pronunciadas en el acto de su inauguración en la Casa Prisión José Antonio el 30 de noviembre de 1953.

CARBALLO (Provincia de La Coruña).

En la inauguración de un grupo de viviendas protegidas.

Palabras pronunciadas al inaugurar el grupo de viviendas protegidas «Bergantiños», construido por la Obra Sindical del Hogar, y un Hogar del Frente de Juventudes, el 13 de septiembre de 1953

CASTELLÓN (Provincia).

Ver Vinaroz

CORUÑA, LA (Provincia).

Ver Carballo

MADRID.

Actos diversos

En la clausura del I Congreso Nacional de la Falange.

Discurso pronunciado en el Paraninfo de la Universidad Central el 23 de octubre de

En el XX aniversario de la fundación de la Falange.

Discurso pronunciado en la concentración falangista celebrada en el campo de deportes de Chamartín el 29 de octubre de 1953

En el Colegio Mayor "César Carlos".

Palabras pronunciadas en el citado Colegio Mayor al celebrar el aniversario de su fundación el 21 de noviembre de 1953

En el homenaje a los escritores galardonados con los premios literarios del Movimiento; del año 1953.

Palabras pronunciadas con motivo de los Premios 18 de Julio, 1 de Octubre y 29 de Octubre y XX aniversario de la Falange en el acto de homenaje celebrado en el hotel Fénix, de Madrid, el 20 de diciembre de 1953

En la tona de posesión del delegado nacional de Ex Combatientes.

Palabras pronunciadas al dar posesión de su cargo al camarada Tomás García Rebuli en la Secretaría General del Movimiento el 30 de enero de 1954

Al dar posesión de sus cargos a las nuevas jerarquías sindicales.

Discurso pronunciado en la Delegación Nacional de Sindicatos el 8 de febrero de 1954

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CONTINUIDAD FALANGISTA AL SERVICIO DE ESPAÑA

En la, Conferencia Nacional Pesquera.

Palabras pronunciadas en la sesión de clausura celebrada en el salón de actos del Instituto Nacional de Previsión el 10 de abril de 1954

En la I Asamblea Económica Nacional de la Industria Textil.

Discurso pronunciado en la sesión de clausura celebrada en el Instituto Nacional de Previsión el 20 de junio de 1954.

En la conmemoración del XVIII aniversario del Alzamiento Nacional y Fiesta de la Exaltación del Trabajo.

Discurso pronunciado en el acto celebrado, bajo la presidencia del Caudillo, en el Palacio Nacional el 18 de julio de 1954

En el I Congreso Nacional de Ganadería.

Discurso pronunciado en el acto de inauguración celebrado en el Circo Price el 7 de noviembre de 1954

En el homenaje a los premios literarios del Movimiento, del año 1954.

Discurso pronunciado en el acto celebrado para la entrega de los premios 18 de Julio, 1 de Octubre y 29 de Octubre a los escritores galardonados en el hotel Fénix, el 19 de diciembre de 1954

Al imponer la Medalla de Honor de la Vieja Guardia vallisoletana al camarada José Antonio Girón de Velasco.

Discurso pronunciado en la Secretaría General del Movimiento el 29 de enero de 1955

En la I Asamblea Nacional de Profesores Adjuntos y Ayudantes de Universidad

Discurso pronunciado en la sesión de apertura celebrada en el Instituto Nacional de Previsión el 30 de enero de 1955.

Al Consejo de Mandos Sindicales.

Palabras pronunciadas en la Secretaría General del Movimiento el 26 de febrero de 1955

En el homenaje al camarada Manuel Torres Garrido.

Palabras pronunciadas en el banquete homenaje ofrecido por el Sindicato Provincial del Papel, Prensa y Artes Gráficas, el 12 de marzo de 1955

En la proclamación de candidatos sindicales a procuradores.

Discurso pronunciado en el acto celebrado con tal motivo en el local del Monumental Cinema el 29 de marzo de 1955.

En el homenaje al camarada Carlos Ruiz.

Palabras pronunciadas en el acto celebrado con tal motivo en el Instituto Nacional de Previsión el 30 de marzo de 1955

En prensa y radio

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CONTINUIDAD FALANGISTA AL SERVICIO DE ESPAÑA

Diario «ARRIBA» .

Declaraciones periodísticas a la Agencia Reuter.

Declaraciones hechas al director de la citada Agencia, señor Henry Buckey, antes del I Congreso Nacional de la Falange, el 25 de octubre de 1953

El Código Permanente del 18 de julio.

Artículo publicado el 18 de julio de 1954

Lealtad y continuidad histórica.

Artículo publicado el 29 de octubre de 1954

La victoria inmutable.

Artículo publicado el 1 de abril de 1955

DIARIO «ABC».

Evocación del mitin fundacional de la Falange.

Conversación con un redactor publicada en dicho periódico el 29 de octubre de 1954

SEMANARIO «EL ESPAÑOL».

Declaraciones políticas.

Entrevista celebrada con el camarada Juan Carlos Villacorta y publicada en el número 279, correspondiente a la semana del 1 al 10 de abril de 1954

SEMANARIO «JUVENTUD».

29 de octubre, XXI aniversario de la Falange.

Artículo publicado en la semana del 21 al 28 de octubre de 1954

RADIO NACIONAL.

En memoria de José Antonio con motivo del XVII aniversario de su muerte.

Alocución pronunciada el 20 de noviembre de 1953

Al conmemorar el Día del Caudillo.

Alocución pronunciada el 1 de octubre de 1954

En el aniversario de la Unificación política del Movimiento.

Alocución pronunciada el 19 de abril de 1955

PAMPLONA.

En el XVII Consejo Nacional de la Sección Femenina.

Discurso pronunciado en la sesión de clausura celebrada en el Castillo de Javier el 21 de enero de 1954

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CONTINUIDAD FALANGISTA AL SERVICIO DE ESPAÑA

PUEBLA DE ALMORADIEL (Provincia de Toledo).

En la concentración falangista.

Discurso pronunciado el 16 de mayo de 1954

TOLEDO (Provincia).

Ver Puebla de Aimoradiel

VALENCIA.

En las II Jornadas Médicas de Valencia.

Discurso pronunciado en la sesión de clausura celebrada en el Paraninfo de la Universidad el 24 de octubre de 1954.

VALLADOLID

En el XX aniversario de la proclamación de Falange Española de los J. O. N. S.

Discurso pronunciado en el teatro Calderón el 4 de marzo de 1954

VINAROZ (Provincia de Castellón).

Al conmemorar la llegada del Ejército de Liberación.

Discurso pronunciado con motivo del XVII aniversario de la llegada de las tropas nacionales al Mediterráneo levantino, el 17 de abril de 1955

ZARAGOZA.

En el homenaje de las Hermandades Zaragozanas al Gobierno y al Cuerpo Diplomático hispanoamericano.

Palabras pronunciadas en el acto celebrado en el Casino el 12 de octubre de 1954

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CONTINUIDAD FALANGISTA AL SERVICIO DE ESPAÑA

SE ACABÓ DE IMPRIMIR ESTA OBRA EN MADRID, EN LOS TALLERES DE PRENSA GRÁFICA, S. A., BAJO LA DIRECCIÓN DE DON AGUSTÍN DEL RÍO CISNEROS, EL DÍA 6 DE MAYO DE 1955, FESTIVIDAD DE SAN JUAN ANTE PORTAM LATINAM

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CONTINUIDAD FALANGISTA AL SERVICIO DE ESPAÑA

EDICIONES DEL MOVIMIENTO

Serie Doctrinal

LIBROS PUBLICADOS:

INTEMPERIE, VICTORIA Y SERVICIO Tres etapas del Movimiento: Fundación, Liberación y Reconstrucción Nacional Discursos y Escritos (1935-1950) de RAIMUNDO FERNÁNDEZ-CUESTA El MOVIMIENTO POLÍTICO ESPAÑOL Conferencias, Discursos y Escritos (1951-1952) de RAIMUNDO FERNÁNDEZ-CUESTA AFIRMACIÓN FALANGISTA Viejas y Nuevas Consignas Discursos y Escritos (1952-1953) de RAIMUNDO FERNÁNDEZ-CUESTA CONTINUIDAD FALANGISTA AL SERVICIO DE ESPAÑA Discursos y Escritos (1958-1955) de RAIMUNDO FERNÁNDEZ-CUESTA REVOLUCIÓN NACIONAL (PUNTOS DE LA FALANGE) Textos de JOSÉ ANTONIO, seleccionados y anotados por AGUSTÍN DEL RÍO CISNEROS Prólogo de RAIMUNDO FERNÁNDEZ-CUESTA JOSÉ ANTONIO PRIMO DE RIVERA ANTOLOGÍA Traducción francesa Selección de G. Torrente Ballester JOSÉ ANTONIO Y ESPAÑA Libro de lectura escolar Introducción de DIONISIO PORRES Selección de textos de JOSÉ ANTONIO EL MADRID DE JOSÉ ANTONIO por TOMÁS BORRAS MOMENTOS POLÍTICOS (España, el comunismo, Norteamérica y el mundo occidental) de AGUSTÍN DEL Río CISNEROS GIBRALTAR Derechos y misión de España en la hora actual (Folleto) de JOSÉ MARÍA SANZ BRIONES

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CONTINUIDAD FALANGISTA AL SERVICIO DE ESPAÑA

EDICIONES DEL MOVIMIENTO Cultura, Política, Historia LIBROS PUBLICADOS: ANTONIO MAURA.-1907-1909 por MAXIMIANO GARCÍA VENERO LA ESTRELLA Y LA ESTELA por EUGENIO MONTES CONTRA LA ANTIESPAÑA por TOMÁS BORRAS RELACIONES EXTERIORES DE ESPAÑA (Problemas de la presencia española en el mundo) por JOSÉ MARÍA CORDERO TORRES ESPAÑA EN SUS EPISODIOS NACIONALES por GASPAR GÓMEZ DE LA SERNA EL GENERAL PRIMO DE RIVERA por CESAR GONZÁLEZ RUANO YO, MUERTO EN RUSIA (Memorias del alférez Ocañas) por MOISÉS PUENTE LA RUSIA QUE CONOCÍ por ÁNGEL RUIZ AYUCAR PERSONA HUMANA Y SOCIEDAD por ADOLFO MUÑOZ ALONSO ESPAÑA Y EL MUNDO ÁRABE por RODOLFO GIL BENUMEYA EN PREPARACIÓN: EL PEÑÓN DE GIBRALTAR (Fábula, Historia y Vida) por RAMÓN LEDESMA MIRANDA HISTORIA FUNCIONAL DE ESPAÑA por MANUEL BALLESTEROS JUSTICIA, PREVISIÓN Y SEGURIDAD SOCIAL por CARLOS PINILLA SINDICALISMO NACIONAL por MARIANO NAVARRO POLÍTICA SOCIAL DEL MOVIMIENTO por FRANCISCO AGUILAR Colaboraciones ofrecidas de RAFAEL SÁNCHEZ MAZAS. PEDRO LAÍN. ANTONIO TOVAR. JAVIER CONDE. SABINO ALONSO FUEYO. ERNESTO GIMÉNEZ CABALLERO. BARTOLOMÉ MOSTAZA. SALVADOR LISARRAGUE. 40 pesetas

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