Construyendo caminos hacia el trabajo colaborativo en una ...
Construyendo Historias: La Isla Misteriosa, proyecto colaborativo para Mazedonia de Proyectos
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La Isla Misteriosa Por Imanol Snatamaría, Aitor Errazkin y Egoi Agirre.
Aitor es un niño muy alegre y creativo que vive en un pueblo muy bonito de la
costa de Euskadi, pero últimamente paseando por el puerto al fijarse en las
caras de las personas observa que están tristes. Sus padres dicen que es
debido a la difícil situación por la que estamos atravesando, la cual dicen es
preocupante. No obstante Aitor se niega a ver todo oscuro y triste como lo ven
los demás y para ello a las noches al acostarse en su cama mira a las estrellas
y empieza a imaginar un mundo alegre donde no existieran las preocupaciones
ni las diferencias entre las personas en función de lo que se tiene o no. Un
mundo en el que aun siendo de diferentes lugares, razas y culturas haya
cabida para todos. Para ello que mejor forma que empezar desde su propio
pueblo costero.
Aitor empieza a imaginar su pueblo como un lugar en el que todo el mundo
tiene su propia casa. Algunos vivirían en pequeñas casas situadas en las
copas de los árboles donde las ardillas asomarían sus preciosas caritas por las
ventanas y los pájaros en libertad cantarían sin parar. Estas casas tendrían una
escalera que bajaría a un jardín lleno de todo tipo de flores preciosas. Otros,
en cambio, vivirían a pie de puerto en casitas de chocolate con el tejado de
fresa desde las cuales verían entrar a los barcos en el puerto con pescado
para todos. Nadie tendría que pagar los chicharros, sino se cambiarían por
otros productos.
En cuanto a la escuela, Aitor la imagina como un palacio lleno de cuevas
misteriosas donde él y todos sus amigos tendrían que descubrir los laberintos
de las matemáticas, la historia, la literatura y demás asignaturas mediante
juegos. Aprenderían cantidad de cosas pero sobre todo irían con muchas
ganas. Así, imaginando todo esto cada noche se quedaba dormido, pero el
sueño continuaba.
En él, Aitor junto con su gran amigo Eneko
y su fiel perro Loti se embarcaban en un
enorme galeón rumbo a una isla lejana y
misteriosa en la cual decían que se
encontraban unos árboles extraños en
cuyas ramas florecían los frutos de la
alegría. La intención de Aitor y sus
intrépidos acompañantes no era otra más que la de traer el mayor número de
frutos a su pueblo para poder repartirlos entre todos y así acabar con esa
sensación de tristeza que se apoderaba de él cada vez que paseaba por el
puerto.
Al embarcar en el enorme galeón, nuestros intrépidos amigos se dan cuenta de
que la mayoría de la tripulación estaba formada por valientes y temerosos
marinos, muchos de ellos curtidos en mil batallas que no hacían más que
preguntarles por qué motivo se habían embarcado, ya que como ellos bien
explicaban la ruta a realizar era muy peligrosa. Aitor, con la ayuda de Eneko y
Loti consiguen explicarle los motivos de su viaje a la tripulación y en especial al
capitán, ya que sin el permiso de éste no podrían llevar a cabo su misión. Una
vez explicado todo, el capitán junto con la tripulación deciden ante tan noble
intención prestarles la ayuda necesaria y deciden poner a su entera disposición
el galeón y todos los medios necesarios para cumplir con ese noble propósito.
Así pues zarpan rumbo a la isla misteriosa.
Imanol
Aitor, Eneko y Loti se dirigieron a la proa del barco, donde se encontraba el
capitán, observando a un grupo de delfines que les acompañaba en el viaje. –
Aún no me he presentado como es debido. Mi nombre es Elron. Capitán Elron.-
les dijo. – ¡Mucho gusto, capitán! ¿Sabe usted cuál es la dirección hacia la isla
misteriosa?- le preguntaron. –No.- Dijo el capitán –Pero tranquilos… La isla nos
encontrará a nosotros. – ¿De verdad? ¿Y cuándo?- insistieron – No lo sé… Por
eso es misteriosa… - respondió el capitán.
De repente, el mar comenzó a burbujear como si de un gran jakuzzi se tratara,
y una gran isla apareció en medio del océano. Los piratas, que no resultaron
ser tan bravos como aparentaban, decidieron quedarse a la espera de Aitor,
Eneko y Loti que desembarcaron en la isla y se adentraron en la selva en
busca de los frutos de la alegría. Mientras buscaban los extraños árboles,
encontraron a una niña que estaba sola y triste. A la niña se le dibujó una
sonrisa al verlos.
-Hola. ¿Quiénes sois? Yo me llamo Dalia, vivo en la isla, y me encargo de
cuidar la isla y los frutos de la alegría que crecen es estos árboles.
- ¿De verdad? Nosotros somos Eneko y Aitor, y el perro se llama Loti. Venimos
desde Euskal Herria, en busca de tus frutos, porque allí hay mucha gente que
lo está pasando realmente mal, y no vive contenta. Y tú, Dalia, ¿vives aquí
sola?
- Sí… Sola y triste, ya que todos los que llegan a la isla se van nada más coger
los frutos…
- ¡Pues ven con nosotros! – Le propuso Aitor.
-Pero no puedo dejar la isla sola, porque nadie cuidaría de los árboles, y los
frutos de la alegría se acabarían…
Aitor y Eneko se quedaron pensativos. Su intención era buena, pero Dalia tenía
razón. No podían dejar la isla abandonada a su suerte. Sería un gesto
demasiado egoísta.
Mientras ellos hablaban, Loti apareció ladrando con una gran liana entre los
dientes. Eneko le sonrió, pero no era momento para juegos. –Déjalo, Loti,
estamos pensando- Le dijo al perro. Pero Loti seguía ladrando, cada vez más
enérgicamente, como si quisiera decirles algo. Aitor lo comprendió enseguida.
Loti no sólo quería que Dalia fuera con ellos, ¡Quería llevarse también la isla!
Parecía una locura, pero si en la isla hubiera más lianas y los piratas estuvieran
por la labor de echar una mano, intentarlo merecía la pena.
Los cuatro corrieron a la playa y le comunicaron la idea al capitán Elron, que
enseguida envió a toda la tripulación a la selva en busca de más lianas. Había
que hacerlo pronto, ya que el mar podía empezar a burbujear de nuevo en
cualquier momento, y la isla desaparecer del mismo modo que se les había
aparecido. Aitor estaba nervioso, pero Dalia no lo estaba menos. Su soledad
estaba a punto de pasar a la historia, gracias a sus nuevos amigos.
Aitor
Pero Dalia era consciente de que para poder ir junto a sus nuevos amigos tenía
que llevar la isla con ellos. No era una misión nada fácil, ya que al igual que
había aparecido la isla desde el fondo del mar, se podía esconder de nuevo
entre las olas de un momento a otro. Para ello sólo había una solución:
contactar con el Dios de la isla; el Dios Bakar. Pero contactar con él no era fácil
y Dalia se temía que con tanta gente alrededor Bakar optara por no hacer acto
de presencia. Es más, era muy probable que con tanta gente en la isla Bakar
se sintiera incómodo y optara por esconder la isla de nuevo entre las mareas.
Tenía que contactar lo antes posible con él. Ahí estaba la llave para poder
transportar la isla hacia el pueblo costero de Euskal Herria, el misterioso país
costero de donde decían que eran los nuevos amigos de Dalia, Aitor y Eneko.
Mientras todos los presentes hacían todo lo posible por recolectar la mayor
cantidad de lianas para poder trasladar la isla, Dalia llamó a Aitor y Eneko.
- Amigos, os tengo que decir una cosa. Sólo hay una opción para poder
trasladar la isla: tener el beneplácito del dueño de la isla, del Dios
Bakar, ya que de lo contrario nos resultara imposible trasladarla por
muchas lianas que recolectemos y mucha fuerza que tengamos. Para
ello debo acudir al escondite secreto a pedirle permiso. No digáis nada a
los marineros y tampoco al Capitán Elron hasta que vuelva.
Mientras los demás trataban de conseguir el mayor número de lianas, Dalia
acudió al escondite secreto donde solía tener conversaciones muy aisladas con
el Dios Bakar. Nada más llegar al escondite secreto, Bakar ya le estaba dando
la bienvenida como si estuviera esperándola.
- Hola Dalia, creo que me
quieres decir algo ¿verdad?
- Hola Dios Bakar. Pues la
verdad es que sí.
Exactamente vengo a pedirte
un favor.
- Dime Dalia. Aquí me tienes. Sabes que siempre estoy dispuesto a
escucharte y si te puedo echar una mano en algo, muchísimo mejor.
Dalia no sabía cómo le sentaría al Dios Bakar el querer trasladar la isla a otro
lugar del planeta y el nerviosismo se apoderó de ella. Fue el propio Dios Bakar
quién percatado de que la niña se encontraba muy nerviosa, volvió a repetirla
que él siempre estaría dispuesto a ayudarla y que no se sintiera incomoda por
pedirle un favor. Al fin y al cabo, el Dios era consciente del cariño que había
demostrado Dalia al entorno de aquella isla mágica, y en especial en el cuidado
de los frutos de la alegría. En ese instante, Dalia sintió dentro de ella un alivió
que le impulso a solicitar el permiso para el traslado de la isla al país de Aitor y
Eneko, a Euskal Herria. Dalia reiteró al Dios Bakar la ilusión que le haría poder
seguir junto a los nuevos amigos ya que en su vida diaria se sentía muy sola y
quería tener la opción de jugar asiduamente con los amigos, lo cual no pudo
hacer hasta ese momento. El Dios Bakar no acogió de muy buen agrado la
petición de Dalia al principio. Pero al mismo tiempo, era consciente de que al
igual que todos los niños y niñas de su edad, Dalia debía jugar y ser feliz junto
a sus amigos y que mejor que otorgarle dicha petición. Después de pensárselo
durante un buen rato, El Dios Bakar accedió a la petición de Dalia pero con una
condición: que el cuidado de los árboles que abastecían los frutos de alegría
siguiera en manos de ella. De esa forma, Bakar seguiría siendo el dueño de la
isla y Dalia seguiría cuidando los árboles de la isla.
A Aitor y Eneko se les estaba haciendo eterna la espera. Incluso el perro loti
parecía percatarse de la situación, a tenor de los ladridos que parecían no
tener fin. Habían conseguido reunir cantidad de lianas pero sabían que no
servirían de nada a no ser que el Dios Bakar diera el beneplácito al traslado. En
el momento en que el capitán Elron se dirigía a Aitor y Eneko para
preguntarles a que esperaban para zarpar con la isla a cuestas, apareció Dalia
con los brazos en alto y gritando de alegría.
- ¡Sí sí sí! ¡Tenemos el permiso del Dios Bakar!
Nada más escuchar a Dalia terminaron los ladridos de loti y tanto los marineros
como los niños se pusieron manos a la obra para poder remolcar la isla
misteriosa a Euskal Herria.
Egoi
Una vez sujetada la isla al galeón, el capitán Elron ordenó levar anclas y
comenzar el tan ansiado y largo viaje a casa. Ya en camino, Aitor y Eneko
aprovecharon para preguntarle a Dalia cómo había sido la vida en la isla y ella
les respondió: -tranquila pero a la vez entretenida, ya que el cuidado de los
árboles de la fruta de la felicidad es un trabajo laborioso y constante del que
hay que estar muy pendiente. Pero,- ¿Cómo te las apañabas para poder
sobrevivir? - pregunto Aitor, - el Dios Bakar me ayudaba en todo lo que podía.
Él me decía que siempre y cuando los árboles de la fruta de la felicidad
estuvieran bien cuidados a mí nunca me faltaría de nada– respondió con tono
triste, - pero se olvidó de lo importante que es estar acompañado, pero claro,
como él es un Dios, me imagino que no sabrá lo que es estar sólo- respondió.
Así, conversando, pasaban los días con sus respectivas noches hasta que en
la noche del decimoquinto día, Loti empezó a ladrar, entonces, repentinamente
el capitán Elron con cara desencajada entró en el camarote de los muchachos
avisando que se encerraran allí con llave y que no salieran a la cubierta del
barco porque les estaban siguiendo unos piratas.
-¿Qué quieren esos piratas?- pregunto Dalia,
- dinero y joyas
- y ¿qué vamos a hacer?- Preguntó Eneko
- La única opción que tenemos de salir con vida de esta situación es
desprendiéndonos de la isla- dijo el capitán Elron preocupado
-¡no!- dijo Aitor, -¡lucharemos!-
- somos muchísimos menos y además ellos están armados hasta los dientes
por lo que no tenemos otra solución que soltar la isla y aprovechar el viento a
favor para escapar.
Dicho eso, el capitán se marcha del camarote para dar la orden de cortar las
lianas que unían el galeón a la isla.
-¿ y ahora, qué vamos a hacer?- preguntó Aitor muy tristemente mientras se
abrazaba con Eneko y Loti llorando, viendo como la única oportunidad que
tenían de devolver la felicidad a su pueblo y su gente se desvanecía poco a
poco.
De repente, el ruido de una escotilla les asusta y ven como Dalia salta al mar. -
¿qué haces Dalia?- pregunta Aitor, pero éste no recibe contestación alguna,
por lo que decide saltar e ir en busca de su nueva amiga, pero aparece la mano
del capitán Elron impidiendo que saltara al mar.
- ¡no!- grita Aitor, - déjame saltar quiero ayudarla.
- pero no te das cuenta que no van por la isla, sino que vienen por nosotros, no
le va a pasar nada estará bien, tranquilo- pero en ese justo momento mientras
Aitor y el capitán Elron discutían, salta Loti por la escotilla y cae al mar. Aitor
desesperado empieza a gritar a su fiel amigo Loti, pero este va nadando rumbo
a la isla. El capitán, consigue tranquilizar a Aitor explicándole que una vez que
consigan dejar atrás a los piratas se esconderán para luego volver a por ellos.
Y así fue, aprovechando la fuerza del viento consiguieron perder a los piratas
que iban en busca de su dinero y joyas. Pero ese viento que anteriormente les
había ayudado se convirtió en un fortísimo temporal al que por desgracia no
podían hacer frente perdiéndose en el mar y acabando con toda esperanza de
poder volver a rescatar a sus amigos perdidos.
Tras varios días navegando a la deriva en el horizonte ven tierra. La mayoría
estaban muy contentos porque inexplicablemente habían sobrevivido a los
piratas y al temporal, pero nuestros amigos Aitor y Eneko echaban de menos a
Dalia y Loti, por lo que su regreso a casa era agridulce.
Al llegar al puerto todo el pueblo estaba esperándoles. Aitor y Eneko aunque
asombrados con tal recibimiento porque se habían escapado sin decir nada a
nadie corrieron a los brazos de sus respectivas familias. Iñaki el padre de Aitor le
cogió en brazos y le dijo que estaba muy orgulloso de lo que había hecho y que
gracias a él, la gente del pueblo volvía a ser feliz. Entonces Aitor le dijo,
- pero Aita si no ha servido para nada, y encima hasta he perdido a Loti,
-no hijo no, lo que has hecho es maravilloso…-
De repente se oyen unos ladridos, -¡Loti!, grito Aitor -¿qué haces tú aquí?,
pensaba que te había perdido para siempre, ¿y Dalia?
Aquí está hijo mío- dijo Edurne, madre de Aitor.
Los tres se fundieron en un enorme abrazo.
Dalia empezó a explicarle como habían llegado hasta allí. De cómo el dios Bakar
les había ayudado y de cómo hizo prometer a todos los habitantes del pueblo
que tenían que cuidar de esa isla y de esos árboles como si fueran de ellos.
Poco después un
sonido metálico
despierta a Aitor de su
maravilloso sueño.
Tumbado encima de la
cama reflexiona sobre
lo vivido en el sueño y
se da cuenta de que lo
que verdaderamente da
la felicidad es tener
ilusión por algo, desear
algo y saber que se puede conseguir todo aquello que se desea.
Imanol
Fin