Construccion Del Martirologio Anarquista Peruano

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    Gloria a los vencidos!

    La construccin del martirologio anarquista peruano (1904-1925)

    Jol DELHOMUniversit Europenne de Bretagne (HCTI EA 4249)

    Publicado en :

    Ftes et traditions dans le monde luso-hispanophone. Mlanges en lhonneur de Nicole Fourtan,

    Michle Guiraud (dir.), Nancy, Presses Universitaires de Nancy (col. Le monde luso-hispanophone),

    2010, p. 135-153.

    Resumen :

    En un contexto de sangrienta represin de los movimientos sociales, la prensaanarquista peruana elabora un martirologio proletario que desemboca en la apologa delsacrificio y de la violencia. Organiza un aparato simblico y ritual alternativo al del Estado yde la Iglesia, extrayendo de las tradiciones existentes, tanto republicana como catlica,elementos cuyo significado es transformado. As se construye un imaginario proletarioanarquista que configura una identidad de clase, con su memoria colectiva y sus celebracioneslocales articuladas a la historia obrera internacional.

    Palabras claves :Per anarquismo prensa martirologio violencia

    En el Per, el primer cuarto del siglo XX una poca tambin conocida comoRepblica Aristocrtica, estuvo marcado por el auge del sindicalismo y del indigenismo. Losaos diez, especialmente, fueron fecundos en luchas sociales y feroces represiones. Los

    primeros sindicatos modernos aparecieron a partir de 1904 y en 1911 tuvo lugar la primerahuelga general, cuyo resultado fue la supresin del trabajo nocturno. Gracias a un nuevo paro

    general, los cargadores del muelle conquistaron la jornada de ocho horas en 1913, ao en quefue constituida la Federacin Obrera Regional Peruana, de orientacin anarquista. La mayoraconservadora del Congreso se opona a los tmidos intentos de reforma social de los

    presidentes sucesivos Jos Pardo (1904-08), Augusto Legua (1908-12) y GuillermoBillinghurst (1912-14). Tras el golpe de Estado del coronel Oscar Benavides (1914-15), fuereelegido Pardo (1915-19), que volvi a una poltica represiva despus de promulgar algunasmedidas sociales. Se intensific la represin social, causando decenas de muertos

    particularmente en los valles agroindustriales de la costa norte, y la situacin se volviexplosiva para el rgimen oligrquico cuando ciertos sectores medios se unieron a las clases

    populares al final de la dcada. En 1919, otro paro general con el apoyo de jvenesuniversitarios obtuvo la generalizacin de la jornada de ocho horas. Legua (1919-30) adopt

    nuevas leyes sociales pero tambin traicion la confianza de las clases populares y medias apartir de 1922, reprimiendo duramente las movilizaciones obreras y campesinas. Finalmente,

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    de 1923 a 1927, el gobierno logr desestructurar las organizaciones de oposicin,encarcelando o desterrando a sus lderes1.

    La prensa anarquista limea, en la medida de sus posibilidades, daba cuenta de lasprincipales protestas laborales y de su represin, y asimismo iba construyendo una memoria yun imaginario proletarios. Este capital simblico constituye un poderoso instrumento de

    legitimacin de las reivindicaciones de un grupo social caracterizado por su dominacinpoltico-econmica y su subordinacin cultural. El tema de la muerte violenta del trabajadores uno de los ejes en torno de los cuales gira la invencin de un aparato simblico y ritual quecontribuye a consolidar la identidad del grupo y a proporcionarle una mayor cohesin. Lohemos rastreado en los mensuales anarquistasLos Parias (1904-10) y La Protesta (1911-26),casi exclusivamente en sus artculos puesto que el primero est desprovisto de iconografa y elsegundo slo incorpora en muy contadas ocasiones un grabado alegrico 2. Por consiguiente,el carcter excepcional de la ilustracin es por s mismo significativo de la importancia delasunto con el que se relaciona. Globalmente, la presencia del tema resulta escasa en Los

    Parias y ms frecuente en La Protesta, en conformidad con la actualidad social del periodocubierto. Antes de incidir en el proceso de elaboracin del martirologio anarquista, conviene

    dibujar las figuras de la muerte, los verdugos y las vctimas.

    1/ La muerte brbara

    Y la Libertad?... En el cementerio. [17]

    La representacin de la muerte en la prensa revisada, salvo un caso de accidente detrabajo [3], remite siempre a la violencia represiva: se impone la imagen de un acontecimientoantinatural especfico de una clase social. El registro semntico del salvajismo asociado a laidea recurrente de matanza inspira horror e indignacin, vuelve injustificable la accin de lasautoridades, especialmente cuando mujeres con nios son baleados [10, 11, 18, 20, 28, 42, 43].

    Sin embargo, las descripciones macabras son excepcionales [23, 31], quizs por falta detestimonios directos o por respeto a las normas culturales de la poca. El carcter injusto y brbaro de la represin es subrayado por el maniquesmo axiolgico que oponesistemticamente una muchedumbre pacfica a unas tropas sanguinarias [18, 21, 32]:

    Eran 150 mujeres pacficas sin ms armas que sus brazos, sin ms defensa quesus pechos. Sin embargo los mil y tantos soldados a rdenes del prefecto Arenas,quien personalmente orden la matanza, sablearon, masacraron con furor de fierasa esas inocentes y pobres mujeres [31].

    Para motivar la solidaridad, tambin se intenta conmover al lector describiendo el escenariosacrificial, especialmente el sufrimiento fsico y moral de los heridos y parientes de las

    vctimas [7, 12]. El nico testimonio personal, cuyo autor afirma que se volvi anarquistadespus de visitar el lugar de la matanza, ofrece la visin dinmica de la agona y del dolor:

    1 Vase, entre otros, Manuel Burga y Alberto Flores Galindo, Apogeo y crisis de la Repblica Aristocrtica[1980], Lima, Rikchay Per, 4 ed 1987; Denis Sulmont Samain, Historia del movimiento obrero en el Per,Lima, Tarea, 1977; Piedad Pareja [Pflcker],Anarquismo y sindicalismo en el Per (1904-1929), Lima, RikchayPer, 1978; Jos Barba Caballero,Historia del movimiento obrero peruano, Lima, Signo, 1981; Rolando PeredaTorres, Historia de las luchas sociales del movimiento obrero en el Per republicano: 1858-1917, Lima,Edimssa, 1982;.2 Cabe sealar que no hemos tenido acceso a colecciones completas. Para privilegiar la representacin del mundoobrero organizado, excluimos el tratamiento de la muerte en el mbito privado (accidentes, homicidios,

    suicidios, etc.). Tambin se ha tenido en cuenta cuatro afiches del movimiento obrero, conservados en lacoleccin Max Nettlau (carpeta n 379) del Instituto Internacional de Historia Social (IISG) de Amsterdam. Elcorpus completo, al que remiten los nmeros entre corchetes en el texto, figura al final del trabajo.

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    [...] amargamente recuerdo el espectculo desconsolador que contempl en loshospitales de las distintas haciendas, que das despus de la horrenda masacrerecorr; ayes profundos, gritos de angustia, agonas en medio de acerbos dolores, yheridas vertiendo el rojo lquido de los cuerpos traspasados por las balas de lossalvajes, criminales y cobardes militantes [sic por militares3]!!... Penetr en los

    tugurios de los deudos, habl con ellos, dibujndose en sus rostros esculidos ydespavoridos la tristeza y el desconsuelo que los agobiaba contemplando elporvenir [...] [14].

    El enfoque de la muerte como proceso cuyos efectos perduran, y no slo como suceso sbito,permite completar la percepcin del fenmeno. Adems, el acercamiento a la persona de lavctima desactiva el carcter abstracto y lejano de la matanza colectiva que no fue

    presenciada. Si no lo impide la ausencia de datos, se observa una individualizacin de lasvctimas a travs de su nombre [2, 28, 31, 37, 42].

    Aunque domina el grito masculino de indignacin, en una ocasin una mujer expresalos sentimientos que le inspira la masacre concluyendo mediante una alegora que la

    confianza y la esperanza deben superar el abatimiento y el horror:Intensa conmocin de dolor agita nuestro espritu por las infelices vctimas, y elespanto que causa la iniquidad, nos anonada en petrificacin pavorosa; pero elfuego de una santa indignacin retempla en seguida nuestras energas, y nosalienta a protestar muy alto en nombre de nuestra institucin [el grupo EvolucinFemenina] y de la mujer en general, de la matanza nefanda de las huelguistas deHuacho. Y en medio de nuestro dolor, de nuestro espanto, de nuestra indignacin,sentimos robusta fe en el valor e inteligencia de nuestro sexo, y vemos emergir[sic] del lago de sangre femenina derramada por la conquista del mejoramiento, laDiosa del Derecho y de la Libertad, llevando cogidos de la mano al proletariado ya la mujer [27].

    2/ Los monstruosos sacrificadores

    Los devoradores haban triunfado. [38]

    De las mltiples mscaras de la muerte, la imagen del verdugo es tal vez la msindigna. En las metforas de La Protesta domina la referencia a la fiera insaciable (hienas,lobos, perros, zorras, chacales [14, 20, 23, 26]), pero la voluntad de deshumanizar a losresponsables de atrocidades no impide la argumentacin. Los autores muestran que losvictimarios los reclutas, son proletarios carentes de conciencia de clase: [...] el hombre del

    pueblo transformado en chacal por el uniforme del gendarme, puesto al servicio del

    capitalista, victimando a sus hermanos [11]. Por consiguiente, denuncian el militarismo y elpatriotismo, que sojuzgan a la juventud y la convierten en brazo criminal del Estado: He ah,al monstruo, la Patria, devorando a sus propios hijos [...] [10]. Se convoca la figuramitolgica de Cronos como smbolo de traicin a la nacin, o la de un nuevo dios Moloch [32,37]. La responsabilidad moral del crimen es alternativamente atribuida a un individuo nico,al que se nombra [7, 14, 23, 32, 37, 42], y a una fraccin de la sociedad designada porabstracciones tales como la Autoridad o el Capital [10, 26, 37].

    El Estado, al que se asocia la idea de muerte, aparece como el instrumento de unamonstruosa burguesa caracterizada por su degradacin y miseria moral [17] y cuyaevocacin remite a sangrientas bacanales: [los gobernantes] Estn borrachos, de infamia,estn ebrios de sangre y no terminarn hasta hartarse [17]. A partir de 1917, LaProtesta3 Este lapsus calami de imprenta podra indicar que los anarquistas lamentan la falta de una vigorosa solidaridadproletaria.

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    considera que la masacre se ha convertido en un instrumento poltico ordinario de gestinsocial en un Estado que lleva a cabo una guerra de clase [23, 25, 26, 32]. Se ponen enevidencia el menosprecio que inspira a capitalistas y gobernantes la vida del obrero [11] ascomo la complicidad del periodismo burgus, que silencia los crmenes y niega la realidadsocial [3, 4]. Se compara la muerte glorificada del militar improductivo, asesino del pueblo,

    con la muerte inadvertida del proletario, creador de riqueza [5]: en nombre de valores moralespervertidos, una clase inmola a otra. En este mundo carnavalesco, donde se asesina con todaimpunidad en nombre del orden pblico, donde la barbarie se disfraza de civilizacin [1, 10,14, 23, 26], la lucha por la emancipacin obrera se vuelve una lucha prometeica contra lamuerte, que implica el trastorno de un orden sociopoltico antinatural:

    La masacre de Huacho es el resultado lgico de este sistema social, en el cual lasleyes del equilibrio humano se han alterado [...] aqu donde la amistad es unamentira y un honor la hipocresa, aqu donde el latrocinio de los malvados esvirtud digna y honrada; aqu donde el mandn azucarero flajela [sic] indios ymasacra criaturas; [...] aqu que la traicin y el asesinato a los enemigos del poder

    es sistema; [...] en esta democracia degenerada y corrompida, constituida porfrailes sodomistas [sic] y jovencitos invertidos, de celestinas trotaconventos ycapituleros electorales; [...] aqu, donde se cuenta con el aplauso de un elementoobrero formado con el detritus de los cloacas [...] con una autocracia de albaal yun pueblo de castrados [22].

    Frente a la depravada y mortfera sociedad burguesa, los anarquistas se erigen enconquistadores de la vida [23; vase tambin 38]. As se dibujan paradjicamente dos camposantagnicos: el de la vida, conformado por las vctimas del holocausto social, y el de lamuerte, integrado por los que gozan del sacrificio [37].

    3/ De vctima a mrtirTrabajadores! nuestra carne es carne de camal [3]

    Para entender perfectamente por qu los anarquistas se proclaman conquistadores de lavida, es preciso explicar que describen la sufrida existencia del proletario como una muertelenta y continua [5]. Atacan el dogma cristiano de la obediencia, sostenido por el inters delas minoras [23] y estigmatizan la pasividad del pueblo, denunciando su masoquismo, puestoque el dolor cotidiano es la negacin de la vida. Pero aseguran que los campesinosmasacrados en Huacho superaron esta alienacin: Al grito de hermano, preprate a morirha sucedido el otro formidable, estupenda esperanza de los que sufren, pensamiento fecundo:Hermano []preprate a vivir! [23]. La rebelda es promesa de vida, aunque tenga como

    consecuencia inmediata la inmolacin del rebelde, porque es afirmacin de un derecho naturala la dignidad, del supremo derecho a la vida [10, 17, 18, 23]. La muerte prematura de unoscuantos es el precio por la vida de las numerosas generaciones futuras. As pues, el morir

    pierde su carcter trgico y es preferible a la humillacin y el dolor permanentes4. Estaargumentacin busca neutralizar el pavor que infunde la violencia estatal. Se observa, incluso,un exagerado optimismo, que denota por contraste la impotencia sociopoltica del

    proletariado. ste no tiene ms remedio que esperar del futuro la deseada transformacinradical y, entretanto, hacer de la victoria de la muerte la de la vida [24, 28]:

    4 Ricardo Melgar ha destacado la resemantizacin y resimbolizacin de la muerte realizada por R. FloresMagn y el Partido Liberal Mexicano, dando de ella una imagen hedonista, entre seductora y promiscua,

    congruente con la construccin cultural del martirologio revolucionario. Ricardo Melgar Bao, El martirologioen el imaginario anarquista mexicano: el PLM y la revista Regeneracin, en: Pensar Iberoamrica, AntonioHermosa Andjar y Samuel Schmidt (ed.), Buenos Aires, Prometeo Libros, 2009, p. 214

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    La huelga que en Huacho ha terminado con la masacre de ciento cincuentamujeres, ser [...] el estallido ms grandioso de la libertad. [...] cuando en mediodel desconcierto en que se vive surge un acontecimiento de tal magnitud, hay en elespritu un alivio intenso: se prevee [sic] das mejores, mejores pocas [...] [Dulcey bella campesina] tambin de la boca de la metralla y de la punta de las

    bayonetas, arranca girones de libertad y pedazos de vida! [23].La portada de La Protesta de septiembre de 1917, totalmente dedicada a un grabado, estambin una buena muestra del triunfalismo literal y alegrico que desentona con lanaturaleza trgica y descomunal de la matanza de Huacho (fig. 1).

    Los anarquistas vieron en el cristianismo un modelo cultural popular particularmenteadaptable a la situacin del movimiento obrero de la poca. Los siglos de persecucin, lejosde impedir el auge de la Iglesia, la han ido construyendo. No asombra, pues, que el discursoanarquista utilice la tradicin religiosa para sus propios fines ideolgicos y recurra a menudo,a pesar de su materialismo ateo, al lxico, a metforas y a smbolos bblicos 5, desde la sencilla

    palabra hermanos hasta la identificacin sacrlega desde el punto de vista catlico

    dominante con el mismo Cristo:bautismo de sangre de los trabajadores [1];cruenta lucha entre el bien y el mal [...] S, Cristos modernos nimbados por elmartirio rindieron sus vidas en holocausto de la Verdad y de la Humanidad,doliente e irredimida [15];Gloria, gloria excelsa a los mrtires [30];todos sern columna de luz que gue a los campesinos hacia la tierra de promisinde justicia y amor [31];apstoles rojos [...] Cristos rojos [36]los predicadores del Evangelio Anarquismo [38].

    Dejando de lado el aspecto potencialmente provocador de esta retrica, se puede decir que losanarquistas proponen una lectura secularizada, irreligiosa de unos textos generalmenteconsiderados como sagrados en la cultura occidental. Mezclan deliberadamente lo sagradocon lo profano en un sincretismo revolucionario que laiciza la tradicin bblica y sacraliza lalucha social6. Tanto la referencia a las prestigiosas Escrituras como la atribucin demaysculas a ciertos vocablos permiten sublimar el significado de los acontecimientosnarrados y manifestar que sin ser hijo de Dios, cualquier hombre abnegado dispuesto a perderla vida por su ideal puede contribuir a la emancipacin de la humanidad oprimida. Se elaboraincluso la idea del sacrificio redentor de un Cristo colectivo, conformado por todos lostrabajadores mrtires, siendo tal vez la milenaria sumisin del pueblo el pecado original quese ha de redimir en la lucha. Pero queda la duda de si este tipo de discurso, que abusa de la

    clave bblica con fines subversivos, no genera finalmente una nueva forma de religiosidad:5 Igor Goicovic Donoso lo ha comprobado tambin en el caso del anarquismo chileno: Una de las formas msrecurrentes utilizadas por los anarquistas para socializar las ideas libertarias fue la utilizacin de citas bblicas ola recreacin de parbolas que se asemejan a las contenidas en el Libro Sagrado, las cuales, por la simpleza de sulenguaje y, a la vez, por la proximidad que tienen los contenidos catlicos con el mundo del bajo pueblo, eransusceptibles de ser comprendidas de mejor manera que los documentos tericos y doctrinarios, Anarquismo ydiscurso de la violencia. El movimiento obrero de Chile en su etapa formativa (1890-1910), en: Delanarchisme aux courants alternatifs (XIX-XXIe sicles), Marie-Claude Chaput (d.),Regards, n 9, 2006, ParisX-Nanterre-Publidix, p. 116.6 Lo mismo sucede en la Argentina. Escribe Juan Suriano que a pesar de la fuerte prdica antirreligiosa y delindiscutible racionalismo de la visin libertaria del mundo, asentada en los principios cientficos, se percibe unaapropiacin de elementos sociales del cristianismo. El discurso anarquista inverta y resignificaba el sentido de

    ciertos trminos religiosos. As, por un lado, habra operado un proceso de laicizacin y racionalizacin deconceptos propios de la iglesia, por otro, una apropiacin de los rituales oratorios. Juan Suriano, Anarquistas.Cultura y poltica libertaria en Buenos Aires, 1890-1910, Buenos Aires, Ed. Manantial, 2004, p. 319.

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    movimiento obrero local, basada en la lucha por la emancipacin [31], que le proporciona unamayor cohesin y ms conciencia de clase, mientras la memoria del dolor mantiene vivo eldeseo de revancha: Hay fechas imborrables para los hijos del trabajo. Fechas que son

    pesadilla atroz y una cuenta pendiente de los parsitos sociales; y que para los obreros tienen,despus de la tragedia de sangre y orfandad, apoteosis de gloria y triunfo [33]. El gobierno,

    consciente del peligro que supona esta forma de estimular la combatividad proletaria,prohibi la velada organizada en 1917 para las vctimas de la masacre de Huacho8[22, 26].LaProtesta respondi a la prohibicin con un nmero especial de ocho pginas, el doble de lonormal, que reproduca los discursos preparados para la ocasin9.

    Adems de ser un proceso de apropiacin y de comunicacin del dolor, las romerasrepresentan el espritu combativo del fallecido y reproducen de forma ritual la marcha de

    protesta, reconquistando la calle. No slo se organizaban para el entierro de los muertos, sinotambin en las fechas de aniversario y en ocasin del Primero de Mayo10. El da internacionaldel trabajador aparece enLa Protesta como un verdadero culto religioso que se rinde a todoslos mrtires proletarios, como una comunin anunciadora de prximos sacrificios11[15, 41]:

    Las huestes proletarias de todas las naciones, recordando el martirologio de todoslos cados por defender las causas libertarias del pueblo, confundirn en esta fecha,sus gritos de protesta12[41].

    5/ El sacrificio fecundo

    La semilla fecunda del futuro es sangre y luz de todos los martirios [29]

    Manifestar la indignacin y la solidaridad mediante rituales fnebres es slo un primerpaso hacia el objetivo de revancha social [2, 26], frecuentemente llamado venganza a partirde 1912 [7, 18, 26, 31]. Pero superar el abatimiento y pasar a la accin supone la negacin delos efectos funestos de la muerte o su total aceptacin. Entonces, se afirma que el homicidiono puede detener el avance proletario [9, 25, 27] y se apela a la historia europea (Espartaco, laRevolucin francesa, la Comuna de Pars, la Revolucin rusa de 1905, la Semana Trgica deBarcelona...) para demostrar que es imposible exterminar las ideas [13, 27], acabar con laepopeya redentora [23]: Centenares de vidas ruedan por el arroyo; pero los sobrevivientestriunfan. La razn vence sobre la injusticia [9]. Por aadidura, se invierte la relacin defuerzas al presentar la violencia proletaria como la nica verdaderamente eficaz a largo plazo:nosotros seguimos siendo los destructores, los dueos del pual y la dinamita. l [el Estado]no! l abalea, ametraya [sic], y asesina, pero qu irona! no destruye [17]. La revolucin esentonces presentada como ineluctable.

    8 Velada organizada el 15 de julio de 1917 en el Teatro Mazzi de Lima por el Comit Obrero deReivindicaciones Sociales y el Comit Pro-Presos [21, 25].9La Protesta, n 60,Setiembre de 1917.10 En la revista limea Variedades (n 411, 15 de enero de 1916, p. 86) se public una fotografa de unaprocesin de aniversario de las vctimas de la huelga de Vitarte de 1915. En 1912 (n 218, 4 de mayo de 1912,pp. 541-542 ), 1915 (n 375, 8 de mayo de 1915, p. 2079), 1918 (n 531, 4 de mayo de 1918, p. 425), 1920 (n636, 8 de mayo de 1920, p. 454) y 1921 (n 688, 7 de mayo de 1921, p. 784) otras fotografas dan cuenta de losdesfiles del Primero de mayo y de su culminacin en el cementerio. Demuestran el uso de pendones, estandartes,banderas y coronas de flores que otorgan a la marcha un importante carcter ceremonial. Una fotografa tomadaen 1915 en Huacho, atestigua la extensin del fenmeno a la provincia. Agradezco a Celia Rodrguez Olaya poresta informacin.11 Juan Suriano, utilizando una expresin que aparece en la prensa anarquista argentina, denomina el Primero de

    Mayo la Pascua de los Trabajadores (Anarquistas, op. cit., p. 318sq.).12 Sursum Corda (elevad los corazones), presente en el ttulo del artculo, son palabras que pronuncia elsacerdote en la misa.

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    Por ello mismo, la prensa anarquista impugna la pasividad proletaria [4, 26] ypreconiza una tctica ms ofensiva [7, 36], o sea la huelga general revolucionaria [32]:

    Frente a la represin brutal de los gobernantes, no cabe sino la accin, la revueltaenrgica del pueblo. La huelga de resistencia, la huelga respetuosa y pacifista, ha

    pasado a la historia. [...] Los derechos se conquistan con el filo del machete enplena lucha. [...] a la fuerza debe responderse con la fuerza [32].

    Ya desde 1904 se encuentra la idea de que en adelante las luchas sern mayores, sern msencarnizadas [2]. Se vaticina una guerra social y la repeticin de las masacres, especialmenteen el sector agrcola:

    El da que el indgena sea capaz de ejercer con su brazo la justicia que jams se leha dado ni se le dar [...] entonces comenzar, su redencin. La sangre y el fuegoenrojecer el ocaso de la tirana, pero tras l vendr la aurora de la libertad.Desgraciadamente ese da tarda y mientras viene sayones y gamonales puedenensaarse impunemente con su vctima indefensa y satisfacer en ella sus instintossanguinarios [18].

    Pudiendo la accin individual favorecer o sustituir a una movilizacin colectiva que tarda enmanifestarse, se llama explcitamente al tiranicidio a partir de 1914, como legtima defensa,como acto de venganza y tambin como medida disuasiva contra los excesos de la autoridad[16, 17, 21, 28, 33]. En este contexto de escalada de la violencia, un artculo de 1921desvaloriza la vida del burgus, que nada til produce pero de cuya influencia fatdicasufre sus consecuencias la humanidad, transformada en dolor, miseria y llanto, comparadacon la vida del trabajador que hace fecundar los campos [...] y es el nervio y motor de toda laactividad social [37]. En suma, responder a la muerte con la muerte es doloroso; peronecesario y justo [30], porque no es ms que la santa justicia del pueblo [33].

    Vector de la fe en el ideal emancipador, el mrtir ms an el que se sacrifica

    voluntariamente, simboliza tanto como cataliza una protesta social [32] que ha de tomarcaminos ms violentos, justificados por la crueldad del Estado y del patrono [28, 37]. Muylgicamente, La Protesta hace la apologa del martirio13, recomendando que se aprend[a] amorir [27]. Primero, a partir de 1914, al destacar el ejemplo de aceptacin de la muerte quedieron los mrtires de Chicago [15, 39], y despus en 1920, de forma explcita [40], ennombre del progreso de la autntica civilizacin:

    [...] el hombre es grande realmente cuando es capaz de sacrificarse por un idealgeneroso de amor y esperanza; cuando va contra todo los instintos, contra esafuerza ciega y conservadora que se llama la muerte, desafindola en seco ysucumbiendo para dar vidas nuevas a la humanidad. [...] No perdamos de vista que

    los que sellan las ideas con la muerte, son los sillares, los pilastres [sic]formidables de la civilizacin social y no caen ni bajo la accin voraz de las leyesni bajo el hacha filosa del verdugo [...] [36].

    Este proceso conduce a la sacralizacin del cadver del mrtir y explica cmo puedeconvertirse en la puesta simblica de una verdadera batalla campal. Es lo que relata el final de

    13 Igor Goicovic Donoso escribe que la dimensin sacrificial [] es probablemente uno de los legadossimblico-culturales ms potentes que el anarquismo hered a la cosmovisin popular y revolucionaria de lalucha social en Chile ( Anarquismo y discurso de la violencia , art. cit., p. 112). Igualmente, RicardoMelgar considera que el martirologio anarquista precedi al que fueron cribando a lo largo del siglo XX y delpresente las izquierdas de inspiracin marxista. Y a pesar de sus fracturas y distancias ideolgicas explcitas,

    queda por analizar y discutir si no es perceptible en todas ellas, una lnea de continuidad, una veta que ha nutridola tradicin de nombrar, evocar y rendir ceremonia a los mrtires o hroes de las izquierdas y de las clases yminoras subalternas (El martirologio en el imaginario anarquista mexicano..., art. cit., p. 234).

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    un artculo de 1923, con el subttulo En la Morgue El rescate de nuestros muertos, dondelos cadveres son descritos como luchadores an vivos que desfil[an] en hombros de la

    juventud; son torrentes de clera y de luz triunfal, venciendo a la fuerza bruta y parec[en]sonrer [42]. Como un texto anterior lo profetizaba, el muerto ideolgico resucitachispeante, promisor y palpitante para convertirse en pesadilla del tirano y en abono de la

    historia [36]14

    . Los anarquistas manifiestan de esta forma que el organismo social no esafectado por la muerte como el organismo biolgico.

    Conclusin

    El monopolio del que goza la burguesa, primero de la administracin de la muertecomo pena y luego de su exhibicin o de su ocultacin, constituye un instrumento de controldisciplinario de la sociedad, tal como lo analiza Michel Foucault en Vigilar y castigar15. La

    prensa anarquista peruana intenta quebrantar este monopolio mediante la elaboracin de unmartirologio proletario que desemboca en la apologa del sacrificio edificante y de laviolencia en un contexto de represin desenfrenada del Estado. Se organiza un aparato

    simblico y ritual alternativo al del Estado y de la Iglesia, extrayendo de las tradicionesexistentes, tanto republicana como catlica y bblica, elementos cuyo significado estransformado. As se construye un imaginario proletario anarquista que configura unaidentidad de clase, con su memoria colectiva y sus celebraciones locales articuladas a lahistoria obrera internacional. Este aparato tiene una finalidad dinmica, es decir movilizadora,reivindicativa y esperanzadora en un contexto de clara inferioridad desde el punto de vista delos medios materiales y culturales a su alcance. La identificacin de las vctimas y de losverdugos, su valoracin moral, la espacializacin del martirio (lugar de la matanza y

    posteriormente cementerio) y su completa temporalidad (momento del crimen, duelo,conmemoraciones) completan el martirologio en su funcin de construccin de una memoriasocial revolucionaria, cuya herencia compartieron los diversos movimientos de la izquierda

    despus del ocaso del anarquismo, especialmente en su dimensin sacrificial. La fabricacinde un mito universal a partir de la figura de Ernesto Guevara, por ejemplo, puede ser pensadaen el marco de esta genealoga de la celebracin de los mrtires y hroes militantes, queincluye a los anarquistas espaoles Francisco Ferrer y Buenaventura Durruti, a los italianos

    Nicola Sacco y Bartolomeo Vanzetti o a los mexicanos Emiliano Zapata y Ricardo FloresMagn.

    La figura del mrtir es preferida a la del hroe, probablemente por la proximidad entrelos ideales de fraternidad igualitaria cristiano y anarquista, mientras el hroe romntico-republicano denota demasiado el patriotismo militarista. El culto a los mrtires libertarios

    permite legitimar el ideal revolucionario, concretarlo y enraizarlo en el Per gracias a suencarnacin en personas identificables. Gracias al martirologio y a sus ritos fnebresconmemorativos, los anarquistas desplazan la lucha al terreno simblico, transformando enconquistas de la vida sus derrotas sindicales frente a las fuerzas armadas y dando visibilidad asu accin a pesar de la censura de los medios de informacin burgueses. Con sus cortejos y

    pendones, compiten reiteradamente con el Estado por el control del espacio pblico,manifestando su cohesin y despertando la combatividad popular; con sus artculos ydiscursos subvierten la mstica catlico-patritica del sacrificio, refirindose al substrato delas creencias prehispnicas y promoviendo una violencia de clase. sta se justifica desde unamoral laica por el derecho a vivir dignamente y a defenderse contra los que convierten la vidade los trabajadores en una muerte lenta o prematura. La sangre vertida por los mrtires toma

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    Vase tambin el anlisis que propone Juan Suriano de la lucha por el control del fretro en la Argentina(Anarquistas, op. cit., p. 309-310).15 Madrid, Siglo XXI, 1978.

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    medallones de los ocho mrtires y contiene el texto Remember Chicago November1887.

    [35] La Protesta, n 86, 2 quincena de Febrero de 1920, art. De algo que muere, algonace!, firmado AR. [se refiere a la primera guerra mundial]

    [36]La Protesta, n 89, 2 quincena de Mayo de 1920, art. Muertos que no mueren aunque

    los maten, firmado Dr. Victor M. Delfino.[37]La Protesta, n 99, Noviembre de 1921, pp. 1 y 4, art. Un asesinato ms, firmado Hijodel Pueblo [se refiere a la represin de un mitin de desocupados en Lima el 30 de octubrede 1921].

    [38] La Protesta, n 110, Noviembre de 1922, p. 1, art. Recordando una fecha trgica!,firmado Acracio y fechado en Lima, Noviembre de 1922, con grabado alegrico de Lasvctimas de Chicago entre dos columnas.

    [39]La Protesta, n 110, Noviembre de 1922, p. 1, art. La voz de los mrtires.[40]La Protesta, n 110, Noviembre de 1922, p. 1, art. La Liga de defensa social, fechado

    en Lima, Noviembre de 1922.[41] La Protesta, n 114, Mayo de 1923, p. 1, art. Ante el 1 de Mayo. Confirmacin de

    ideales. Sursum Corda! Proletarios!, fechado en Lima, Noviembre de 1922, congrabado alegrico de tres mujeres cabalgando y enarbolando tres banderas Tierra!Libertad!, Paso a la revolucin e Ideal; el grabado est encabezado por el texto:Oprimidos, explotados del mundo: Romped de una vez con el pasado, hroes del

    porvenir! Corred a uniros con los combatientes; corred, apresuraos que el tiempo vuela,que los sucesos se precipitan y que quizs lleguis tarde! Romped para siempre con latradicin de esclavos y proclamaos hombres libres!

    [42]La Protesta, n 114 [sic, 115], Junio de 1923, pp. 1 y 4, art. Contra la lepra clerical [serefiere a las manifestaciones de mayo contra la consagracin del Per al sagrado coraznde Jess]

    [43]La Protesta, n 142, Diciembre de 1925, p. 1, art. Los sucesos sangrientos de Arequipa.La conscripcin vial es rechazada por el pueblo. Protesta iracunda de la clase obrera.

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    Fig. 1

    La Protesta, n 60, Setiembre de 1917, p. 1.

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    Fig. 2

    La Protesta, n 3[8], 14 de Noviembre de 1914, p. 1.

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