Conocimiento Historia y Lugares Sagrados

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201 Luis Cayón & Thiago Chacon Anuário Antropológico/2013, Brasília, UnB, 2014, v. 39, n. 2: 201-233 Conocimiento, historia y lugares sagrados. La formación del sistema regional del alto río Negro desde una visón interdisciplinar Luis Cayón UnB Thiago Chacon UnB Introducción 1 Cuando, en compañía de indígenas, se navega por las aguas de los majestuo- sos ríos de la región nororiental del Noroeste Amazónico, una de las cosas que más llama la atención de investigadores, en especial antropólogos y lingüistas, es el interés de los indios por conversar sobre los lugares por donde se transi- ta. 2 Algunas veces, se pasa por un sitio y se cuenta una historia breve. En otras ocasiones, con un poco de antecedencia, apuntan hacia la orilla del río y comen- tan, como invitando a imitarlos, que está prohibido ver tal piedra porque puede generar ceguera y, a continuación, giran su cabeza en la dirección opuesta; una vez sobrepasado el lugar, se vuelve a la normalidad y se escucha algún tipo de ex- plicación sobre la prohibición. Las explicaciones sobre los lugares no se limitan a los forasteros pues hacen parte de los diálogos constantes entre los propios in- dígenas, no apenas para pasar el tiempo durante los viajes sino como una manera de hacer sentir el lugar en dimensiones más profundas. Estas actitudes hacia los lugares han sido constatadas en varios ríos de la región, en cuencas separadas, e independientemente de sus tamaños: en ríos grandes como el Apaporis, el Vaupés o el río Negro, en afluentes medianos como el Pirá-paraná, el Tiquié, el Isana, el Aiarí, el Paupurí, el Querarí, e inclusive en riachuelos como caño Toaka o el igarapé Marãkãriya. Una de las particularidades de estos sitios es la presencia de petroglifos, al- gunos de ellos apenas visibles durante los períodos secos cuando los ríos están bajos, y que llamaron mucho la atención de los primeros viajeros que visitaron la región con fines científicos (Stradelli, 2009; Koch-Grünberg, 2010), pero, qui- zás, lo más destacado es que todos esos lugares tienen nombres y hacen parte de un conjunto de narrativas asociadas a un conocimiento y a una manera particular de entender el mundo que explica, entre otras cosas, la historia de ocupación de la región y las conexiones entre los pueblos indígenas hablantes de lenguas

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    Conocimiento, historia y lugares sagrados. La formacin del sistema regional del alto ro Negro

    desde una visn interdisciplinar

    Luis CaynUnB

    Thiago ChaconUnB

    Introduccin1Cuando, en compaa de indgenas, se navega por las aguas de los majestuo-

    sos ros de la regin nororiental del Noroeste Amaznico, una de las cosas que ms llama la atencin de investigadores, en especial antroplogos y lingistas, es el inters de los indios por conversar sobre los lugares por donde se transi-ta.2 Algunas veces, se pasa por un sitio y se cuenta una historia breve. En otras ocasiones, con un poco de antecedencia, apuntan hacia la orilla del ro y comen-tan, como invitando a imitarlos, que est prohibido ver tal piedra porque puede generar ceguera y, a continuacin, giran su cabeza en la direccin opuesta; una vez sobrepasado el lugar, se vuelve a la normalidad y se escucha algn tipo de ex-plicacin sobre la prohibicin. Las explicaciones sobre los lugares no se limitan a los forasteros pues hacen parte de los dilogos constantes entre los propios in-dgenas, no apenas para pasar el tiempo durante los viajes sino como una manera de hacer sentir el lugar en dimensiones ms profundas. Estas actitudes hacia los lugares han sido constatadas en varios ros de la regin, en cuencas separadas, e independientemente de sus tamaos: en ros grandes como el Apaporis, el Vaups o el ro Negro, en afluentes medianos como el Pir-paran, el Tiqui, el Isana, el Aiar, el Paupur, el Querar, e inclusive en riachuelos como cao Toaka o el igarap Markriya.

    Una de las particularidades de estos sitios es la presencia de petroglifos, al-gunos de ellos apenas visibles durante los perodos secos cuando los ros estn bajos, y que llamaron mucho la atencin de los primeros viajeros que visitaron la regin con fines cientficos (Stradelli, 2009; Koch-Grnberg, 2010), pero, qui-zs, lo ms destacado es que todos esos lugares tienen nombres y hacen parte de un conjunto de narrativas asociadas a un conocimiento y a una manera particular de entender el mundo que explica, entre otras cosas, la historia de ocupacin de la regin y las conexiones entre los pueblos indgenas hablantes de lenguas

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    tukano oriental, arawak, nadahup y kkua-nukak (mak) que ocupan la zona fronteriza entre Colombia, Brasil y Venezuela. En ese sentido, las narrativas indgenas sobre los lugares son fundamentales para entender la historia regional.

    En los ltimos aos, la historia cultural de la Amazonia ha sufrido grandes transformaciones debido a nuevos descubrimientos de la arqueologa, la lings-tica, la etnologa y la historia. Las visiones que predominaron por dcadas sobre los pueblos indgenas de la Amazonia aseguraban que las sociedades de bosque tropical estaban limitados por las condiciones ecolgicas de la selva, por lo cual las tribus consistan en pequeos agrupamientos de aldeas autnomas, iguali-tarias, sin estratificacin social marcada ni centralizacin poltica, con tecnolo-ga rudimentaria y basados en un sistema agrcola de baja productividad. Basados en esas ideas, varios autores se empearon en demostrar que las diferentes for-mas de organizacin social amaznica eran una respuesta adaptativa a las carac-tersticas y limitaciones ambientales (Meggers, 1989; Neves, 1992). Estas ideas comenzaron a ser revaluadas, entre otros, por aportes de la arqueologa (Roose-velt, 1992) que indicaban la existencia de grandes cacicazgos amaznicos en el pasado as como de grandes redes comerciales, y de la etnobiologa (Anderson & Posey, 1988; Posey, 1987a, 1987b; Bale, 1992, 1993) que evidenciaron que la selva haba sido y contina siendo manipulada y transformada por las pobla-ciones indgenas mediante sus prcticas agrcolas, pues las modificaciones am-bientales resultantes de la actividad humana son responsables, en buena medida, de la gran diversidad amaznica. En los ltimos aos, las investigaciones han demostrado tanto la existencia, desde hace cerca de dos mil aos, de complejos sistemas regionales de integracin ligados por enormes redes de intercambio que conectaban la selva amaznica con el Caribe, los Andes y, posiblemente, el Pac-fico, como un enorme dinamismo que incluy el aumento de la poblacin, de la densidad de las redes sociales y de la complejidad poltica en el milenio anterior a la llegada de los europeos (Fausto & Heckenberger, 2007:1).

    En ese nuevo escenario, las ideas sobre la expansin de las lenguas y de los elementos culturales arawak a travs de las rutas comerciales ligadas por varios de los ros principales de la cuenca amaznica fue fundamental. Esa expansin, de acuerdo con Hornborg (2005), Hornborg y Hill (2011) y Hornborg y Eri-ksen (2011), no debe ser entendida como el crecimiento y dispersin de una determinada poblacin biolgica sino como el resultado de la etnognesis, un proceso sociocultural continuo de negociaciones, incorporaciones e imitaciones intertnicas que condujeron al establecimiento y reproduccin de una identidad regional comn (Hornborg & Eriksen, 2011:132). En la actualidad, se cons-tata que en regiones separadas de Suramrica los hablantes de lenguas arawak

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    conviven con pueblos hablantes de lenguas diferentes y forman sistemas regio-nales multilinges como en el alto Xing o en el Noroeste Amaznico, cada sistema con caractersticas propias, pero en ambos se enfatiza en el intercambio, la jerarqua y la vida ceremonial, en oposicin a otras regiones de la Amazonia donde estas caractersticas no parecen tan marcadas. Estas peculiaridades de los hablantes de lenguas arawak tambin han sido descritas histricamente en las Antillas y las Guyanas, o en el oriente peruano; por ello, Hill y Santos-Gra-nero (2002) y Santos-Granero (2002) afirman que hay una matriz arawak en la que persisten ciertos principios organizativos y un ethos distintivo en medio del continuo intercambio de ideas, valores, prcticas, conocimientos con pueblos vecinos y que favorece el surgimiento de identidades transtnicas en las que se puede conservar la lengua y asumir el ethos de algn vecino, o cambiar de len-gua y mantener el ethos arawak; en otras palabras, por ejemplo, ha habido y hay, al mismo tiempo, procesos de arawakizacin de los tukano y de tukanizacin de los arawak en el Noroeste Amaznico. Por todo esto, y dada la importancia histrica de pueblos hablantes de lenguas arawak, las interacciones entre stos con pueblos de diversas familias lingsticas ofrecen la posibilidad de elucidar aspectos desconocidos de la historia cultural amaznica y ponen en relieve la necesidad de integrar formas de anlisis de diferentes disciplinas para entender mejor dicha historia.

    Hornborg y Eriksen (2011) afirman que el flujo constante de personas y genes a travs de las fronteras tnicas, as como las distinciones culturales, son reproducidos por dispositivos sociales totalmente separados de la reproduccin biolgica, y que estos mecanismos dejan rastros en la distribucin de cultura material y lenguas -ambos elementos, con gran frecuencia, son usados como marcadores de la identidad tnica -, y en los cambios ambientales derivados de las actividades econmicas de grupos particulares. Por eso, es posible relacio-nar fenmenos diferentes como la distribucin de estilos cermicos, la diver-sificacin lingstica y transformaciones ambientales (Hornborg & Eriksen, 2011:130). Ellos sugieren que la reconstruccin de contextos regionales requiere del acoplamiento de diferentes tipos de informacin que incluyen clasificaciones lingsticas, arqueologa, geografa fsica e historia, que una vez sobrepuestas y vistas simultneamente, usando Sistemas de Informacin Geogrfica (mapas que muestran una compleja estructura espacio-temporal multidimensional por la correlacin de datos de diversas disciplinas), permiten interpretaciones basadas en comprensiones antropolgicamente slidas de las relaciones entre ecologa, intercambio, identidad y lengua (Hornborg & Eriksen, 2011:132-133). A estas fuentes de informacin podemos sumar las propias versiones indgenas sobre

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    los procesos histricos, pues en el caso del Noroeste Amaznico la interaccin entre hablantes de lenguas arawak y tukano orientales encuentra un espacio pri-vilegiado para explorar las conexiones entre el pasado y el presente en las narra-tivas relacionadas a los lugares.

    Las interpretaciones de un contexto regional, derivadas del entrecruza-miento de las informaciones de diferentes disciplinas, pueden ser altamente es-peculativas, una vez que los datos son en general fragmentados e incompletos. No obstante, es importante entender que cada disciplina, como la arqueologa, la lingstica histrica o la etnografa, construye narrativas sobre el pasado (Ca-bral, en este volumen) y, en esa direccin, el dilogo interdisciplinar es proficuo y nos conduce a pensar procesos histricos ms complejos, siempre y cuando las narrativas producidas por alguna disciplina retroalimenten a las otras y estn abiertas a una actualizacin permanente. Por este motivo, las narrativas ind-genas son centrales en los dilogos interdisciplinares. Este texto busca apenas presentar un cruce de narrativas sobre la historia de larga duracin3 del Noroes-te Amaznico para localizarla en el contexto general de la historia amaznica y sugerir que el conocimiento indgena asociado a los lugares guarda ms que memorias del proceso de formacin histrica regional y evidencia un conoci-miento y una forma de manejo ambiental particular que fue y es transmitido me-diante narrativas y prcticas (Hill, 2011). La intencin es juntar algunas inter-pretaciones recientes de especialistas en arqueologa y lingstica en la regin, mostrando despus algunos elementos que la etnografa reciente ha elaborado sobre los lugares para iniciar as una interlocucin con las otras disciplinas que consideramos fructfera para continuar profundizando nuestros conocimientos y construyendo una historia posible para el alto ro Negro.

    El sistema regional del alto ro Negro: su formacin y lugar en la historia de la AmazoniaLa regin donde habitan en la actualidad los pueblos hablantes de lenguas

    tukano orientales, arawak, nadahup y kkua-nukak suele denominarse alto ro Negro, en Brasil, o el Vaups, en Colombia. Estos trminos son algo inexactos ya que con ellos estamos refirindonos a la vasta rea comprendida entre las cuencas del alto ro Negro y del bajo Caquet/Japur, y no exclusivamente a las cuencas hidrogrficas del ro Negro o del ro Vaups. Sin embargo, estos trmi-nos sirven para denominar genricamente una regin etnogrfica que tiene unas caractersticas socioculturales nicas en el contexto amaznico.

    La dispersin de dichas particularidades era mayor en el pasado, pues cuan-do los portugueses entraron por primera vez al ro Negro, un poco antes de la

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    primera mitad del siglo XVII, la parte baja del ro estaba ocupada por poderosos grupos arawak, como los Manao, que eran importantes intermediarios comer-ciales entre los Andes y las Guyanas (Wright, 1992, 2005); tambin sabemos que haba varios grupos arawak al norte del ro Guaviare y en la cuenca del Ori-noco, en el rea de los Llanos de Colombia y Venezuela. Desgraciadamente, el comercio de esclavos que se implant en la zona desde un poco antes de la mitad del siglo XVIII, impulsado por los portugueses y que condujo tanto a la intensi-ficacin de las guerras intertribales como a la dispersin de enfermedades, otros violentos ciclos extractivos, como el del caucho a comienzos del siglo XX, y las actividades coercitivas de los misioneros tuvieron como consecuencia la extin-cin de varios pueblos indgenas a lo largo y ancho de toda la regin del alto ro Negro (Hugh-Jones, 1981; Wright, 1992). El proceso histrico de los ltimos tres siglos configur la situacin actual de este territorio.

    Hoy, los pueblos indgenas que componen el sistema regional del alto ro Negro pertenecen principalmente a las familias lingsticas arawak (Tariana, Baniwa, Wakuenai, Curripaco, Warekena, Kabiyar, Yukuna y Matap ), tuka-no oriental (Tukano, Wanano, Pir-tapuyo, Arapaso, Bar, Tuyuka, Pisamira, Desana, Siriano, Tatuyo, Karapana, Barasana, Yiba mas, Makuna, Taiwano, Cubeo, Tanimuka, Letuama, Yuruti, Yauna, Mirit-tapuyo ), nadahup (Juhup, Hupdu, Dw, Nadb) y kkua-nukak (Kkua, Nukak), pueblos conocidos gen-ricamente como Mak.4 En la regin tambin hay la presencia de los Carijona, sobrevivientes de un pueblo hablante de una lengua karib, y de los Bar, un pue-blo originalmente de lengua arawak que en la actualidad habla nheengat o lngua geral, lengua de la familia Tup, como consecuencia del proceso histrico de la regin. En cuanto a la dispersin espacial, observamos que los pueblos hablantes de lenguas arawak forman una especie de cinturn que rodea a los tukano orien-tales, quienes estn localizados en el rea central de la regin, donde en algunas partes interactan con grupos mak (Mapa 1).

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    Mapa 1. Distribucin geogrfico de las familias lingsticas

    En la actualidad, todos estos pueblos estn articulados entre s, quizs con excepcin de los Nukak y Nadb, por diferentes circuitos y redes de intercambio matrimonial, de objetos rituales y de cultura material. Comparten algunas ca-ractersticas de organizacin social5 pues las unidades sociales estn compuestas por clanes patrilineales exgamos relacionados jerrquicamente como hermanos mayores y menores, segn el orden de nacimiento mtico, que reivindican la posesin de territorios particulares y bienes rituales de acuerdo con dicho or-den de nacimiento; la residencia es patri/virilocal y la norma que regula todos los intercambios matrimoniales es la exogamia que, en los modelos ideales para el caso tukano, adopta la forma de exogamia lingstica, motivo por el cual el multilingismo es una de las marcas principales de la regin. Estos pueblos tam-bin comparten un ciclo ritual basado en la utilizacin de flautas y trompetas sagradas durante la iniciacin masculina, conocidas regionalmente como yuru-par o flautas de Kuwai, as como segmentos de narrativas mticas y algunos fundamentos cosmolgicos que estructuran y definen el uso del espacio comn que comparten.

    A pesar de las semejanzas notables, hay diferencias relevantes entre los pue-blos arawak y tukano orientales. En trminos de organizacin social, los arawak

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    se organizan en fratras exgamas, hablantes de la misma lengua, que tienen nombres especficos y ocupan territorios contiguos (Wright, 2005), mientras que los tukano orientales forman fratras sin denominacin particular a partir de grupos que se conciben como hermanos mticos, mayores o menores, o hijos de madre pero que hablan lenguas distintas y no habitan territorios adyacen-tes;6 al mismo tiempo, hay excepciones que muestran situaciones intermedias, como por ejemplo los Kubeo que hablan una lengua tukano y se organizan en fratras al estilo de los hablantes arawak, o los Tariano que han perdido casi to-talmente la lengua arawak y hoy son hablantes de tukano, con quienes se casan frecuentemente. Con relacin a ciertos principios socio-cosmolgicos, la mayo-ra de los grupos tukano orientales relatan que tienen una Anaconda ancestral o Anaconda-canoa particular de la cual emergieron en la regin los antepasados de los clanes despus de un largo viaje iniciado en algn lugar en el oriente, muchas veces localizado en la desembocadura del Amazonas o en la confluencia del ro Negro y el Amazonas; por su parte, las mitologas arawak no hablan de ninguna Anaconda ancestral pero s de los viajes de los demiurgos, siempre con principio y fin en el alto ro Negro, y que llegaron a lugares tan distantes como las desembocaduras del Orinoco y del Amazonas (Hill, 2011): algunas de las huellas de aquellos viajes son los petroglifos que los demiurgos dejaron en varios lugares. Cuando comparamos los relatos mticos, vemos que los recorridos de los demiurgos arawak abarcan un espacio mucho ms amplio que el cubierto por los relatos sobre los trayectos de las Anacondas ancestrales, que seran apenas un fragmento de estos viajes. Esto ha hecho suponer a algunos autores que los arawak habitan la regin mucho tiempo antes que los tukano orientales.

    Pero, quizs, el mayor contraste en la regin se da entre los pueblos arawak y tukano orientales con los pueblos conocidos como Mak. A diferencia de los primeros que prefieren vivir a orillas de los ros, en grandes malocas o en al-deas, subsistiendo preferencialmente de la pesca y de la agricultura, en especial de los productos derivados de la mandioca brava, los Mak se caracterizan por preferir la caza y la recoleccin de frutas silvestres y vivir en las cabeceras de los ros, recorriendo permanentemente diversos interfluvios y construyendo cam-pamentos temporales. Diversos grupos mak mantienen estrechas relaciones de intercambio de servicios con algunos grupos tukano orientales, relacin que ha sido interpretada equivocadamente como una forma de servidumbre: a cambio de derivados de la mandioca brava y de otros productos agrcolas, los Mak ofre-cen eventualmente servicios chamnicos, de caza o de trabajo para los Tukano orientales, quines muchas veces los localizan dentro de su estructura social pero en una jerarqua inferior. Incluso, en ocasiones, se casan aunque es mucho

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    ms frecuente ver hombres tukano casados con mujeres mak que al contrario. Hoy en da, existe la tendencia a la sedentarizacin y tukanizacin de varios grupos mak, aunque se asegura que no son muy exitosos con las labores agr-colas porque stas no les gustan.

    Ese contraste de formas de vida entre indios de ro e indios del monte, o entre indios agricultores e indios cazadores-recolectores ha sido importan-te para entender la historia regional anterior a la llegada de los europeos, pues junto a la dispersin actual de los pueblos, derivada del proceso histrico ms reciente, ha permitido construir algunas teoras sobre el poblamiento del No-roeste Amaznico. Nimuendaj (1982) propuso que los primeros habitantes del rea eran unos pueblos de cultura rudimentaria de cazadores-recolectores que desconocan, entre otras cosas, la agricultura y la cermica, identificando esta forma de vida con los actuales mak; ms tarde, grupos arawak provenientes del Orinoco y el Guaina, que dominaban el cultivo de la yuca brava, la alfarera, la construccin de canoas, entre otras, llegaron a la regin poco despus del co-mienzo de la era cristiana, exterminando o asimilando a algunos grupos de ca-zadores-recolectores. Ms tarde, los pueblos de habla arawak fueron dispersados por la llegada de una invasin de pueblos hablantes de tukano, provenientes de algn lugar en el rea entre los ros Napo y Putumayo, en el occidente, quienes ocuparon el bajo Vaups y sus afluentes, empujando a los arawak hacia la peri-feria. Antes de la presencia de los blancos, una ltima invasin arawak habra ocurrido alrededor del siglo XVIII: los Tariano provenientes del ro Aiar enta-blaron guerras con los Tukano y ocuparon parte del bajo Vaups. Por su parte, Reichel-Dolmatoff (1997a, 1997b), quien conserva el contraste entre formas de vida, sugiere que los Mak y los Arawak eran los ocupantes originales de la regin, y eran denominados poy y behkra, respectivamente, por los primeros tukano que llegaron al Vaups desde el oriente. Los invasores tukano llegaron en diferentes oleadas y tenan una horticultura incipiente, aunque dominaban el cultivo de plantas como el tabaco y algunos alucingenos. Despus de algunas guerras y conflictos, establecieron relaciones de intercambio matrimonial con los Arawak, que condujeron al establecimiento de las reglas exogmicas y a la adopcin del complejo ritual del yurupar por parte de los Tukano orientales. En ambas teoras, los autores sugieren una llegada tarda de los pueblos hablantes de lenguas tukano orientales a la regin.

    Investigaciones ms recientes en arqueologa y lingstica, as como anlisis etnogrficos con herramientas tericas ms actualizadas, han revaluado algunas de estas ideas. A partir de un evento histrico bastante famoso en la regin, re-lacionado con la llegada de los Tariano al ro Vaups, y al conocimiento indgena

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    sobre el mismo, el arquelogo Eduardo Neves localiz el sitio la Fortaleza en un lugar llamado Sierra del Yurupar, en medio de la selva a unos cinco kilmetros del raudal de Yawaret (que queda en el ro Vaups), donde existi un asenta-miento fortificado de los Tariano mientras estaban en guerra contra los Wanano (Neves, 2012). Los relatos orales cuentan que despus de esa guerra, los Tariano hicieron la paz y comenzaron a casarse con varios grupos Tukano. La excavacin de Neves demostr que la Fortaleza fue una ocupacin nica de corta duracin y su datacin se remonta a un momento a finales del siglo XIV o inicios del si-glo XV. Los Tariano, considerados como el ltimo pueblo en llegar a la regin, arribaron casi tres siglos antes de lo que se haba supuesto inicialmente, lo cual es consistente con las evidencias lingsticas puesto que la separacin entre las lenguas tariano y baniwa habra ocurrido alrededor de 700 aos atrs, segn los lingistas (Wright, 2005:13). Todo esto implica que el sistema regional del alto ro Negro es pre-colonial y estructuralmente semejante al menos desde unos siglos antes de la llegada de los europeos (Neves, 2001, 2012). Neves tambin sugiere que el territorio ancestral de los Tukano orientales es el ro Papur, afluente del ro Vaups, donde estaran asentados desde centenas de aos antes del siglo XV, que la diferenciacin de las lenguas tukano orientales actuales fue un fenmeno reciente y endmico de la regin, y que el contacto colonial les permiti expandirse a zonas que quedaron deshabitadas por los cambios demo-grficos ocasionados por las epidemias y la caza de esclavos. Los Tukano vivan de la pesca y la agricultura basada en la mandioca brava, aunque frente a las dificultades de abrir cultivos grandes en terra firme, usaran un sistema agro-eco-lgico fundamentado en el cultivo de rboles frutales como el japur y palmeras como pupua, aa y bacaba (Neves, 2012:238).

    En el bajo Vaups hay cermica datada en 2.500 aos A.P, asociada a los arawak (Neves, 2001:282), lo cual corrobora la larga presencia de estos pueblos en la regin. De hecho, de acuerdo con Zucchi (2002:218-219), entre 4.000 y 3.500 aos A.P, la regin del ro Isana ya muestra evidencias de ocupacin de grupos Proto-arawak que tenan una agricultura incipiente y que fueron expan-dindose gradualmente en direccin al alto ro Negro y al bajo Guaina (Zucchi, 2002:201). Entre 3.000 y 2.500 aos A.P. un nuevo contingente de hablantes arawak con tcnicas agrcolas ms sofisticadas y eficientes habra llegado al Isa-na, promoviendo el aumento de la poblacin y una ocupacin ms amplia de la regin. La expansin de los grupos arawak en direccin al bajo ro Negro, al Orinoco y a otras reas al norte y al este, siguieron por rutas especficas, hoy rememoradas en narraciones mticas, en cantos y en petroglifos como los viajes de los demiurgos. En los relatos, algunos lugares, en especial raudales, fueron

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    centrales porque en ellos se realizaron procesos rituales de re-creacin de las sociedades (Zucchi, 2002:219). La evidencia arqueolgica de estos procesos y de acuerdo con varios relatos orales que localizan el origen de varios grupos hablan-tes de lenguas arawak en un lugar llamado Hpana y hablan de las rutas seguidas por los hroes y demiurgos, demuestran que el modelo de expansin arawak en esta regin implic la construccin de un modelo cosmogrfico que se aplic a los lugares que iban siendo ocupados, mediante un proceso de escritura topo-grfica (Santos-Granero, 1998); en otras palabras, los arawak extendieron un reducido mapa del mundo, que tena en el ro Isana sus referencias principales, como un mecanismo para apropiarse de nuevos espacios a partir de un modelo particular de construccin del paisaje (Zucchi, 2002:208).

    Segn las evidencias, las caractersticas de los actuales pueblos del alto ro Negro son el resultado de un largo proceso de interaccin entre pueblos tuka-no orientales y arawak que condujo a una forma de vida riberea basada en la agricultura de la mandioca brava y la pesca, a una estructura social semejante y a un acervo cosmolgico muy parecido. En gran medida, esa larga interaccin y la predominancia de ciertas caractersticas arawak le dan su sabor particular al sistema regional pues, salvo las afinidades lingsticas, los pueblos tukano orientales son muy diferentes de los tukano occidentales. Las dos ramas de la familia lingstica Tukano comenzaron a divergir desde tiempos pre-coloniales, entre 2.000 y 2.500 aos A.P., segn Chacon (2013:237), y esa divergencia estuvo asociada a una separacin geogrfica, quizs producida por la llegada de un contingente de diferente familia lingstica. En efecto, las dos ramas de esta familia lingstica se encuentran separadas por varias centenas de kilmetros, siendo que, hoy, los pueblos hablantes de lenguas tukano occidentales habitan principalmente en las regiones de las partes altas de los ros Caquet/Japur y Putumayo, as como en el bajo ro Napo, en las fronteras Colombia-Ecuador y Colombia-Per. Esta distribucin espacial puede suponer que el lugar original de los Proto-tukano se encontraba en el occidente, como sostena Nimuendaj, o que llegaron desde el oriente y luego se separaron, o que su lugar original est en alguna rea del Noroeste Amaznico. Recientemente, Chacon (2013, 2014) propuso que los Proto-tukano tendran como lugar de dispersin el interfluvio de los ros Apaporis y Caquet (Chacon, 2013:236), una vez que la nica regin donde existan remanecientes, an a comienzos del siglo XX, de lenguas de las dos ramas era en el medio Caquet. Esta hiptesis es plausible y nos hace pen-sar en la importancia regional de un grupo que no ha sido considerado como fundamental en los procesos de poblamiento de esta regin: hasta finales del siglo XIX un pueblo de lengua karib, los Carijona, ocup un vasto territorio

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    que comprenda las partes altas de los ros Vaups y Apaporis, as como algunos afluentes importantes del medio Caquet. De esa manera, es posible pensar que una migracin de pueblos de habla karib proveniente o de los valles interandinos de Colombia o desde las Guyanas, una vez que las lenguas carijona y tiriy son muy cercanas (Derbyshire, 1999; Meira, 2006), lleg a la regin del medio Ca-quet y separ a los Tukano, ya que hasta el siglo XIX los Carijona se relaciona-ban con sus vecinos Kubeo, pueblo tukano oriental, en el este, y con los tukano occidentales en el oeste (Franco, 2002:45). Otra posibilidad de separacin de los Tukano puede derivarse de las migraciones desde el sur de pueblos hablantes de lenguas Witoto y Miraa que se localizaron entre los ros Caquet y Putu-mayo, aunque suponemos que por la gran enemistad entre estos ltimos con los Carijona, en oposicin a los intercambios que stos tenan con los Tukano en general, la presencia Karib es ms antigua.

    De acuerdo con la reconstruccin parcial de la lengua Proto-tukano realiza-da por Chacon (2013, 2014) pueden sacarse algunas conclusiones interesantes, una vez que, en uno de sus trabajos, este autor escogi 107 trminos de cultura material relacionados a diez campos semnticos (Chacon, 2013): tejido, agricul-tura, recursos selvticos y acuticos, utensilios, nombres de palmas y rboles frutales, insectos y otros alimentos, materiales rituales, instrumentos de proce-samiento de la mandioca brava y el espacio social. Chacon concluye que los gru-pos hablantes del Proto-tukano se caracterizaban por un estilo de vida asociado a la vida terrestre donde la caza era una fuente de comida ms importante que los peces, tenan conocimientos sobre diversas plantas cultivadas, incluyendo la mandioca dulce, pero su economa no estaba especializada en el procesamiento de la mandioca brava; conocan tambin varias fuentes diversas de alimento de la selva, en especial palmas, y tenan conocimientos cermicos y de tejido. Esto sugiere, primero, que en el Noroeste Amaznico coexistieron durante siglos di-ferentes grupos de cazadores-recolectores cuyas relaciones con la domesticacin de plantas eran diversas,7 y que, segundo, la forma de vida de los Proto-tukano orientales inicialmente sera similar a la de los cazadores-recolectores con agri-cultura incipiente u oportunista (Neves, 2011) y que al iniciar los intercambios matrimoniales con los Arawak adquirieron el complejo ritual del yurupar, la vida riberea y el cultivo intensivo de la mandioca brava. Algunos de los pro-ductos cultivados y frutas silvestres de gran importancia actual que se pueden reconstruir hasta el Proto-tukano son: aj, car, guama, ame, calabaza para maraca, tabaco, uva o cucura, mandioca brava, moriche o burit, palma de pui y siringa; a los que debemos aadir: caimo o abi, umar, pia o abacaxi, aa, cubi y bacaba que se pueden recontruir hasta el Proto-tukano oriental, lo cual

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    indicara que despus de la separacin del Proto-tukano, los grupos Proto-tuka-no orientales usaron o tuvieron contacto con pueblos que explotaban ms tipos de palmeras y frutas.

    En gran medida, esta interaccin est reflejada en las narrativas indgenas tukano orientales sobre el origen de la agricultura, e incluso reafirma la idea de que los actuales hablantes de lenguas tukano orientales son el producto de un largo proceso de etnognesis que involucra la tukanizacin de los arawak y la arawakizacin de los tukano, y que, desde su visin, implica la manera como se constituy la humanidad. Este no fue un proceso fcil y hasta hoy existen disputas entre aquellos grupos que se consideran los dueos de la comida y aquellos que la recibieron, aunque no hay ninguna duda de que la adopcin de la agricultura gracias al intercambio matrimonial sent las bases de la humanidad actual. A pesar de que en la regin hay varias versiones diferentes sobre el origen de la agricultura y se insina que hubo diferentes ciclos y secuencias, es frecuen-te encontrar dos ideas centrales:8 la generacin de la comida cultivada a partir del cuerpo de un ser primordial o de un rbol que ya contena todas las plantas cultivadas, y la adquisicin de la agricultura por medio del establecimiento de un matrimonio que incluye una serie de intercambios sucesivos caracterizados por varios equvocos o malentendidos. Esta segunda idea es explcita en las na-rrativas sobre el origen de la agricultura de los Makuna y de sus vecinos, todos hablantes de lenguas tukano orientales, que habitan en los ros Pir-paran y Apaporis. De acuerdo con los Makuna, su ancestro Anaconda de Agua tena una hija llamada Yawira que fue raptada por Yib, el lder de un grupo compuesto por varios animales distintos (venados, micos, ardillas, aves) y que subsista de frutas silvestres.9 Cuando Yib lleva a Yawira a su casa, ella pide comida derivada de la mandioca brava y otros alimentos agrcolas, y Yib y su gente le van ofre-ciendo una serie de productos de sus cultivos que consideran como mandioca brava o banana, pero ninguno corresponde a mandioca verdadera o a otras frutas verdaderas; de hecho, eran frutas que para ella eran venenosas. Hambrienta, ella apenas acepta comer la fruta de siringa, comida de peces, la cual quiere llevar hasta la casa de sus padres y hermanos para que la prueben. Entonces, Yawira visita a su padre en su maloca subacutica y le solicita productos cultivados. La secuencia que va a conducir a la llegada de la mandioca brava, el tabaco, la coca, la ayahuasca y las frutas cultivadas, como la pupua y el umar, va generando una serie de visitas y de rituales de intercambio, a los cuales Yib lleva animales de caza ahumados, hormigas ahumadas, siringa y otras frutas, pero esas visitas y rituales van creando malentendidos y errores de etiqueta en el trato de Yib con su suegro y cuados, como equivocarse en los trminos de parentesco o sentir

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    celos, y que terminan con el rapto de Yawira por otras gentes y un viaje de Yib para rescatarla (rhem et al., 2004:495-509).

    Cuando, despus de escuchar esta historia, se le pregunta a los narradores makuna si Yib era un mak, ellos siempre afirman que no: que Yib y su gente vivan parecido a los Mak pero no eran ese tipo de gente, y que, de hecho, Yib es el ancestro de los Barasana, sus cuados; tambin sostienen con ve-hemencia que si no fuera por su ancestro Anaconda de Agua la agricultura no habra llegado a la tierra, hecho contestado por los descendientes de Yib, los cuales afirman que no habra agricultura sin el ingenio de su ancestro. El relato evidencia que el intercambio entre dos tipos de gente, unos del agua, otros de la tierra, conducen a la agricultura y a las relaciones de intercambio matrimo-nial como hoy las conocemos. Dado que en otras lenguas tukano orientales las palabras cognatas yib, yeb, yepa o yehp significan tierra y hacen parte de los etnnimos que interrelacionan a varios grupos que genricamente pueden en-tenderse como Gente de Tierra (Yib mas, Yehp mas, etc.), que Yib no era mak y que tena un tipo de agricultura no verdadera, es posible identificar a Yib como un ancestro Proto-tukano oriental, y a Anaconda de Agua, Anaconda Pez y otros ancestros acuticos, considerados dueos de la agricultura, como pueblos originariamente hablantes de arawak, quizs del segundo contingente que describe Zucchi, y que comenzaron a establecerse en el rea unos 2.500 aos A.P. Al cruzar todos estos datos, y asumiendo la idea de Neves (2011:44) de que el presente etnogrfico amaznico empez a construirse hace dos mil aos, podemos pensar que este sistema regional comenz a formarse durante el primer milenio D.C.

    Este proceso local de etnognesis puede enmarcarse dentro de un contexto ms amplio en la historia amaznica que est asociado a la aparicin de redes comerciales de larga distancia que comenzaron a integrar la Amazonia en el pri-mer milenio D.C. y donde el papel de pueblos hablantes de lenguas arawak fue central (Heckenberger, 2005, 2011; Hornborg & Hill, 2011; Neves, 2011). Las evidencias arqueolgicas en varios lugares de la Amazonia demuestran que tradi-ciones cermicas asociadas principalmente a los estilos Barrancoide y Modelado Inciso (Incised-Modeled), relacionados a hablantes arawak se encuentran en cuatro reas separadas (Amazonia central, medio y bajo Orinoco, Caribe y alto Xing, adems del Noroeste Amaznico) junto a otras caractersticas como jerarqua social, aldeas circulares permanentes y densamente pobladas, intensificacin de la horticultura, integracin sociopoltica fundamentada en el intercambio y una socialidad regional enraizada en el parentesco, la geografa (territorio) y una

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    ideologa no guerrera que privilegia las relaciones pacficas y de intercambio (Heckenberger, 2002).

    Adems de los efectos en la organizacin sociopoltica, el crecimiento de-mogrfico y la larga duracin de los asentamientos produjeron cambios impor-tantes en la composicin del suelo y la vegetacin, como en el caso de los suelos antropognicos denominados terras pretas (Petersen et al., 2001), derivados de las actividades humanas en un mismo lugar durante varios siglos, o con la cons-truccin de montculos y otras estructuras artificiales, y caminos, entre otros. Neves (2011) afirma que esos cambios visibles no estn asociados a una nica tradicin cermica, pues el registro arqueolgico muestra una gran diversidad cultural que se reflej en el desarrollo simultneo de distintas fases o tradiciones cermicas en diferentes lugares, como las tradiciones Puntuado Inciso, asociada a los hablantes de lenguas Karib de las Guyanas, o la Cermica Policroma, aso-ciada a los hablantes de lenguas Tup en el alto Madeira. La expansin de esta ltima tradicin cermica dej fuertes huellas e implic cambios: alrededor del siglo XI y XII D.C., se percibe en la Amazonia central una substitucin de los lu-gares con Tradicin Modelado Inciso y otras tradiciones locales por la Policroma que cubri rpidamente la vasta regin comprendida entre el bajo Amazonas y el piedemonte andino y que mostr un cambio en la forma de los asentamientos, los cuales evidenciaron la construccin de estructuras defensivas, y por ello, una intensificacin de la guerra (Neves, 2011:41).

    El contraste producido por este cambio sugiere que hasta el comienzo del segundo milenio D.C, existieron diversos sistemas regionales multitnicos, donde los arawak interactuaban en forma pacfica con varios pueblos de lenguas diferentes, e intercambiaban productos dentro de una larga red de comercio de larga distancia, donde adems haba especialidades en la produccin de acuerdo con la ocupacin por varios pueblos distintos de nichos ecolgicos diferentes (Hornborg, 2005), lo cual tambin sugiere la existencia de diversos sistemas agroforestales y hortcolas en los que la mandioca no era el cultivo predominante (Neves, 2011).10 Hornborg (2005) sugiere que la intensificacin de la agricultura fue incentivada por la elaboracin de bebidas fermentadas de maz y mandioca, cuyo consumo ceremonial estaba orientado hacia el mantenimiento de rela-ciones sociales, dentro de las que se incluyen los lazos entre socios comercia-les, idea apoyada por los hallazgos, en el registro arqueolgico, de vasijas de cermica para guardar caxiri y otras bebidas fermentadas, y en las ideas que la etnologa amaznica contempornea tiene sobre la construccin de relaciones sociales y de parentesco. Si bien es cierto que la llegada de los pueblos de lengua tup asociados a la Cermica Policroma implic la intensificacin de la guerra y

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    la expansin de la mandioca y la pupua, la red comercial no fue muy afectada, como qued evidente en las descripciones de los primeros europeos que llegaron a la Amazonia en el siglo XVI, y, de hecho, su existencia sirvi para que prospe-rara la caza de esclavos y se iniciaran los innumerables efectos nocivos que caus el contacto, con sus sucesivos y desastrosos ciclos extractivos. Entre los efectos de los ltimos cinco siglos tenemos el actual estilo de vida basado en la agri-cultura de la mandioca brava, as como una visin equivocada, a primera vista, de una Amazonia fragmentada, vaca y prstina donde parece inimaginable que alguna vez hubieran existido sociedades complejas y grandes redes comerciales.

    Manejo del mundo y geografas chamnicasAdems de las terras pretas o de los montculos, la larga presencia humana en

    la selva amaznica dej otras marcas ms sutiles en la composicin de la vegeta-cin. As, por ejemplo, lugares con grandes concentraciones de palmeras de mo-riche (buriti) o aa, entre otras especies, indican orgenes antropognicos. Hay evidencias paleobotnicas que sugieren la formacin de bosques de palmeras desde hace ms de ocho mil aos (Oliver, 2001), ya que las actividades econmi-cas de grupos de cazadores-colectores fueron muy importantes para la seleccin y dispersin de estas especies. Los vnculos entre plantas y humanos son muy es-trechos y demuestran relaciones muy antiguas, llegando en algunos casos, como en el de la pupua (Bactris gasipaes), a una dependencia reproductiva absoluta. Como ya fue demostrado (Bale, 1992, 1993), los efectos de las prcticas pro-ductivas humanas son fundamentales, desde hace siglos, para la composicin del paisaje amaznico; en ese sentido, las prcticas agrcolas contemporneas efectuadas por los indgenas continan realizando transformaciones ecolgicas que inciden en los procesos reproductivos de plantas y animales (Cayn, 2011). Es evidente que la preferencia por seleccionar o no ciertas especies trasciende a cualquier explicacin determinista y responde a motivaciones exclusivamente culturales (gusto, tabs, etc.), lo cual indica tanto la existencia de diferentes tipos de conocimientos y de formas de manejo conscientes y planificados en la Amazonia durante milenios, como que la dispersin de plantas cultivadas, y su conocimiento asociado, hizo parte importante de los intercambios y procesos de etnognesis a travs de los siglos.11 El paisaje amaznico fue y es, literalmente, construido por los humanos tanto por las acciones y prcticas que inciden en la composicin de la vegetacin y en la variabilidad de muchas especies, como por los significados que son atribuidos al espacio y a los seres.

    En esa direccin, es posible pensar que en la regin del alto ro Negro el complejo tejido toponmico compuesto de lugares sagrados, adems de remitir a

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    las memorias sobre los procesos de formacin histrica tambin est relacionado con los conocimientos asociados a una forma de manejo ecolgico cuyos princi-pios generales han sido muy exitosos durante por lo menos los ltimos dos mil aos. Esa forma de manejo, para los hablantes de lenguas arawak y tukano orien-tales, se caracteriza por ser hidrocntrico (Hill, 2011) pues, adems de estar orientado principalmente al uso de los ros, emplea las conexiones hidrogrficas como una matriz de conocimiento de una vastsima regin. Como vimos arriba, existe un modelo cosmogrfico de inspiracin arawak, a partir de los relatos de los viajes de sus demiurgos -para los tukano orientales los trayectos de las Anacondas ancestrales son una versin resumida-, que permite ocupar nuevos territorios, apropiarse de ellos y construirlos a partir de sus conceptos centrales. De acuerdo con varios autores (Hill, 1993, 2011; Vidal, 2003; Wright, 2013), los viajes mticos de los demiurgos arawak incluyen enseanzas y conocimientos geogrficos, ecolgicos, botnicos y zoolgicos que son enunciados por medio de rituales y narrativas mticas donde se nombran los lugares siguiendo una secuen-cia ordenada en el caso de los Tukano orientales, la secuencia va en direccin este-oeste, de la desembocadura hacia las cabeceras de los ros- que configura una enorme red de rutas que conecta diferentes regiones de Suramrica. Estas rutas que muestran conexiones por agua y por tierra, segn Vidal (2003:44), localizan y conectan lugares sagrados relacionados con la creacin del mundo -relacin que, en los trminos de Wright (2013), configura un mythscape-, as como lugares de origen de la gente y del orden social, recursos estratgicos de diferentes tipos, y personas y lugares importantes para propsitos sociopolti-cos, migratorios y comerciales.

    De acuerdo con Stephen Hugh-Jones (2012:138-152), los indgenas del alto ro Negro entienden los lugares sagrados como locales de memoria que funcio-nan como un dispositivo mnemnico, en el cual muchos de los lugares estn marcados por petroglifos. Dentro de este sistema, los elementos iconogrficos espacialmente ordenados (que incluyen petroglifos y elementos repetidos en di-bujos de fachadas de malocas, cestera y en los mismos petroglifos) operan en conjunto con otros elementos no iconogrficos que son visibles en el paisaje, como por ejemplo piedras con formas impresionantes que no tienen dibujos, raudales, montaas, lagos, etc. Adems, los lugares no estn apenas conectados con las narrativas mticas sino con otros elementos como las curaciones cham-nicas, los cantos, la msica y los objetos, donde todos sirven como vehculos o manifestaciones de conocimiento. Existe una tradicin narrativa compartida en el alto ro Negro que incluye todos estos elementos, la cual est distribuida entre grupos diferentes, donde cada uno da un toque propio y produce una versin

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    e interpretacin particular de acuerdo con su identidad especfica; por eso, en algunas ocasiones hay superposiciones narrativas y discrepancias en las significa-ciones de un mismo lugar dependiendo de cul grupo est hablando (Cabalzar, 2010).

    Ese conjunto de narrativas, cantos y curaciones son denominados mlikai por los pueblos hablantes de lenguas arawak, mientras que los hablantes de len-guas tukano orientales los nombran de diferentes formas, como ketioka en el Pir-paran. Stephen Hugh-Jones (2012) explica que una de las caractersticas principales de este conjunto es que las narrativas, los cantos y las curaciones son transformaciones de unos en los otros, pues, adems de enfatizar en los mis-mos relatos especificando algunos fragmentos y desdoblamientos, usan formas discursivas diferentes que alternan un lenguaje ms cotidiano, como en el caso de las narrativas, y otro ms cercano a la poesa, la msica y la metfora, como en los cantos y curaciones, donde se hacen listas de nombres de lugares, seres y objetos, y que se considera que tienen la capacidad de operar transformaciones sobre el mundo. Los cantos, curaciones y narrativas pueden pensarse como via-jes que siguen un camino particular (Hugh-Jones, 2012; Cayn, 2012), donde se recorre un eje lineal compuesto por una secuencia de lugares sagrados que son listados en determinado orden, siguiendo un ro o una serrana, pero que tambin implican secuencias perpendiculares a la lineal, motivo por el cual cada lugar nombrado se desdobla en listas de espritus, especies animales y vegetales y objetos rituales, a veces representados en los petroglifos, asociados al sitio (Hugh-Jones, 2012:145).12 Los petroglifos transmiten ideas y conceptos (Xavier, 2012) y sintetizan modos diferentes de pensar el tiempo, ya que son las huellas de los antepasados y aspectos o dimensiones del pasado inmutable que se entro-meten en el presente mutable y, por lo tanto, proporcionan un puente entre los dos tiempos (Hugh-Jones, 2012:152).

    Los indgenas del Pir-paran entienden que cada secuencia de nombres aso-ciados a un lugar hace referencia a los saberes y poderes que all se encuentran depositados (rhem, 1998), ya sea en malocas invisibles, piedras, espritus, es-pecies o artefactos, por lo que ketioka tambin es un tipo de lenguaje erudito, do-minado por chamanes y especialistas rituales, en el que estn codificados todos los conocimientos sobre el mundo y sus seres (Cayn, 2013). La aplicacin ritual de estos conocimientos, principalmente cuando se usan las flautas de yurupar, tienen por objetivo dar vitalidad a todos los seres y reconstruir el cosmos reco-rriendo todos los lugares del viaje ancestral (Cayn 2002, 2013), procedimiento que los indgenas del Pir-paran denominan curacin del mundo y que sus-tenta una idea amplia de manejo del mundo que est presente en toda la regin y

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    que, en la actualidad, sustenta las reivindicaciones polticas de las organizaciones indgenas.

    Esa forma de conocimiento tambin se manifiesta cotidianamente de varias maneras distintas, pues no opera apenas por medio de narrativas, cantos y cura-ciones, ya que las prcticas productivas implican tambin formas de interaccin con los lugares sagrados, constituyendo una forma eficaz de manejo del mundo, como afirman los indios. Las permisiones y prohibiciones asociadas a los lugares determinan donde se puede llevar a cabo o no cualquier tarea productiva, como la pesca, la caza, la recoleccin o la extraccin de materiales, porque se piensa que los sitios sagrados adems de tener espritus dueos tambin son, en algunos casos, malocas donde viven diferentes seres o lugares donde existen poderes, objetos y substancias que de ser consumidas producen enfermedades y muertes, pero que usadas de manera adecuada transmiten conocimientos. De esta mane-ra, las personas se relacionan permanentemente con los lugares, as sea evitn-dolos, para mantener una buena salud y tener conocimiento.

    En algunas ocasiones se requiere algo de un sitio sagrado y la nica forma de accederlo es realizando un intercambio recproco con el espritu dueo del lugar por medio de algn chamn. En esa direccin, los especialistas chamnicos son los que ms se relacionan con los lugares sagrados y saben exactamente los co-nocimientos, seres y poderes que hay en ellos, y por eso mismo usan diferentes caminos que conectan lugares para hacer curaciones asociadas al ciclo vital de las personas, a las enfermedades, a los bailes rituales, a la guerra, entre otras cosas. En el caso de las curaciones del ciclo vital, en especial cuando nace un beb, los chamanes especialistas realizan una curacin para construir el alma-cuerpo del recin nacido y para ello recorren todos los lugares sagrados, nombrndolos y dando atributos humanos al beb. Varios grupos tukano orientales afirman que esos lugares son malocas de transformacin, donde, durante los viajes de creacin, gradualmente los ancestros humanos fueron adquiriendo los cultivos, alimentos, bienes, objetos, conocimientos y rituales que hoy constituyen a la hu-manidad. De esa forma, los lugares sagrados se inscriben dentro de las personas (Cayn, 2008, 2013), al tiempo que las conectan con sus ancestros y con otras dimensiones del mundo.

    En otro contexto, si un chamn va a curar un nuevo campo de cultivo, el camino de curacin que sigue va a pasar y detenerse en todos los lugares relacio-nados con los orgenes de la agricultura, de la mandioca, de las frutas y de los dems cultivos. Por eso, para cada curacin hay un camino especfico, motivo por el cual la gran red de lugares de la regin puede pensarse como una geogra-fa chamnica en la que los chamanes recorren diferentes caminos de curacin

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    para alcanzar determinado fin. El trmino geografa chamnica fue propuesto por Reichel-Dolmatoff (1981) para describir un sistema de adaptaciones ecol-gicas que usan conceptos y metforas que hacen referencia a las fronteras entre diferentes grupos sociales y a algunos aspectos de la ecologa local, como el comportamiento de los peces o a los mecanismos de dispersin de polen de ciertas palmeras, idea que explicara las prohibiciones asociadas a los lugares sagrados, pues estos enmascararan el hecho de ser una especie de santuarios ecolgicos que los indgenas no usaran por ser sitios clave en la reproduccin de los animales. Sin embargo, Cayn (2012, 2013) sostiene que esta visin reduce el conocimiento indgena a una metfora o a una elaboracin simblica, pues la construccin del espacio funciona como una gran matriz epistemolgica a partir de la cual estos grupos indgenos codifican sus conocimientos sobre el mundo. Por eso, el sistema regional del alto ro Negro est conformado por un sistema multitnico de geografas chamnicas que vincula a todos los pueblos que all ha-bitan, una vez que la geografa chamnica debe entenderse como un aspecto fun-damental que estructura la realidad al vincular metonmicamente a las personas con el espacio en el que viven, reafirmando sus conexiones histricas y con sus ancestros, y relacionndolos con los otros seres que pueblan el mundo. As, la geografa chamnica es indisociable del manejo del mundo y del conocimiento que se tiene de los lugares y de las interacciones entre distintos seres y procesos que nosotros denominamos ecolgicos.

    La onomstica de los lugares sagrados es de especial inters para la compren-sin de los procesos formativos en la regin y pueden estar relacionados con el significado de los petroglifos.13 Algunos lugares son nombrados por trminos derivados de una lengua arawak, lo cual fue interpretado por Koch-Grnberg (1995) como una evidencia de que los hablantes de lenguas arawak antecedieron a los Tukanos en la regin. Los raudales de Hipana (Uapu, en el rio Ayari), Ipa-rari (Santa Cruz de Warakapuri, en el Vaups) e Ipanor (tambin en el Vaups), por ejemplo, son lugares centrales para la narrativas de surgimiento de la hu-manidad para diferentes grupos tukano y arawak. Estos trminos en las lenguas arawak son segmentables en diferentes morfemas mientras que en las lenguas tukano son mono-morfmicos, lo cual indica que son claramente prstamos de las lenguas arawak a las lenguas tukano orientales.

    No obstante, gran parte de los trminos tienen traducciones para diversas lenguas, lo que los configura como calcos lingsticos generalizados. Entre ellos se destacan los que estn asociados a las malocas de transformacin, a ob-jetos y sustancias rituales y a algunas especies de animales, en especial peces, aves, y plantas. Por ejemplo, el ro Pira-Paran que en lengua geral significa ro

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    pez, tiene el mismo significado en makuna waiya [wai pez y ya ro] o en ku-beo moaa [moa pez y a ro]. De esta manera, el significante que expresa los topnimos es particular en cada lengua pero su significado es igual y compartido por los diferentes grupos. Este fenmeno es parte fundamental de las dinmicas de etnognesis que estructuran el alto ro Negro como un gran sistema regional caracterizado por una gran diversidad etnolingstica (Floyd, 2013).

    En su gran mayora, los topnimos son palabras con dos morfemas: el prime-ro es un sustantivo que indica la identificacin semntico-cultural ms general de un lugar, como el nombre de una fruta silvestre o cultivada, un animal, un pez, un rbol, un personaje mtico, un objeto ritual o de la vida domstica, entre otras cosas, que hacen referencia a los eventos ocurridos durante la creacin del mundo. El segundo morfema puede ser u otro sustantivo, o un morfema clasifi-cador o un adjetivo, que restringe el significado del primer morfema por espe-cificarle una propiedad geogrfica (por ejemplo, si es un ro, un lago, un cerro, una piedra, etc.) o conceptual (por ejemplo, la maloca y partes de su estructura, objetos de poder ritual, partes del cuerpo de animales y vegetales, o cantidades).

    No obstante, aunque existan patrones generales en la onomstica de los lu-gares, tambin se perciben diferencias importantes entre los grupos con rela-cin a la seleccin de los nombres asociados, por ejemplo, a frutas silvestres y cultivadas en las narrativas usadas por los especialistas rituales en cada geografa chamnica. Teniendo como base el material etnogrfico makuna (Cayn, 2013) se ve que en las toponimias de este grupo se destacan frutas silvestres como si-ringa, castaa, aa, burit, simio, wah, toa, tom y frutas cultivadas como ing, umar, pupua, caimo o abi, uva o cucura, aj, achiote (urucum) y pintura negra, muchas de ellas dando nombres a varios lugares en diferentes ros. Los Tuyuka en su libro sobre las malocas de transformacin (AIET, 2005:125-127) men-cionan siringa, ing, umar, t y aa, igual que los Makuna pero a diferencia de ellos enfatizan en el caju o maran. A su vez, los Desana (Galvo & Galvo, 2004:375-384, 684-687) tienen en comn ing, umar y aa con los Makuna y los Tuyuka, pero listan el caju, al igual que los Tuyuka, cucura, pintura negra, aj y abi, igual que los Makuna, y exclusivamente la bacaba, pero a diferencia de los otros dos no tienen la siringa, as como los Tuyuka y los Desana no men-cionan la pupua. Si incluimos a los Kubeo podemos ver que ellos tienen en particular cacao, maz y pia, mientras que comparten con otros grupos achio-te, cucura y abi. Ya que los nombres de los lugares son centrales dentro de las geografas chamnicas, las especies citadas en las narrativas, cantos y curaciones chamnicas tienen un valor fundamental en cada sistema de manejo del mun-do y demuestran preferencias culturales o nfasis en conocimientos, algunos

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    generales y compartidos, otros exclusivos, que son centrales para la identidad de los grupos.

    Consideraciones finalesEl anterior anlisis sugiere que los caminos de curacin y las toponimias

    pueden apuntar caminos an no explorados por la etnologa, la arqueologa, la lingstica histrica e, inclusive, la historia ambiental, cuyos aportes futuros sobre estos temas podran refinar nuestro conocimiento sobre la constitucin del sistema regional del alto ro Negro mediante un dilogo interdisciplinario. Este campo parece muy fecundo ya que las organizaciones indgenas locales, tanto de Brasil como de Colombia, se encuentran realizando trabajos relacio-nados con el mapeamento de los lugares sagrados y con las narrativas que les estn asociadas para apoyar sus reivindicaciones polticas y reestablecer algunos conocimientos perdidos sobre el manejo del mundo. Ya hay resultados visibles: la UNESCO reconoci en 2011 el sistema de conocimiento de los chamanes jaguares de yurupar (hee yaia keti oka) del Pir-paran como patrimonio inmate-rial de la humanidad, y, de manera semejante, el IPHAN (Instituto do Patrimnio Histrico e Artstico Nacional) reconoci el raudal de Iauaret, lugar sagrado, como patrimonio inmaterial brasilero en 2006 (Andrello et al, 2012). A pesar de todas las dificultades pasadas por estos pueblos durante los ltimos siglos, podemos percibir que ellos movilizan polticamente sus sistemas de conocimiento para enfrentar las dificultades del contacto con los Estados nacionales. Las races de estos sistemas se remontan al menos a hace dos mil aos, encuentran su ancla en los lugares sagrados y demuestran su versatilidad al actualizarse y ocupar un lugar destacado en las situaciones polticas contemporneas. En esa direccin, los trabajos de la arqueologa, la lingstica y la etnologa tambin contribuyen al fortalecimiento poltico de las organizaciones indgenas, adems de evidenciar la complejidad de los procesos de larga duracin,14 ya sea de los intercambios sociales que en el pasado llevaron a la constitucin de este sistema regional o de la sofisticacin de sus prcticas de manejo ambiental que durante siglos constru-yeron este paisaje contemporneo.

    Recebido em: 20 de agosto 2014Aceito em: 10 de outubro de 2014

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    Luis Cayn doutor em Antropologia Social (Universidade de Braslia, 2010) e Professor Adjunto do Departamento de Antropologia da mesma uni-versidade. Desde 1995 realiza pesquisas entre os Makuna, um grupo Tukno oriental, da Amaznia colombiana, trabalhando principalmente os temas: xa-manismo, cosmologia, relaes sociedade-natureza e formao da pessoa. Alm de vrios artigos publicados em livros e peridicos cientficos, autor dos livros En las aguas de yurupar. Cosmologa y chamanismo Makuna (Ediciones Uniandes, Bogot, 2002), Etnografa Makuna. Tradiciones, relatos y saberes de la Gente de Agua (em co-autoria com Kaj rhem, Gladys Angulo e Maximiliano Garca, Gotte-borg University/Instituto Colombiano de Antropologa e Historia (ICANH), Bogot, 2004) e Pienso, luego creo. La teora makuna del mundo (Instituto Colombia-no de Antropologa e Historia (ICANH), Bogot, 2013). Contato: [email protected]

    Thiago Chacon doutor em Lingustica pela Universidade do Hava (2012) e Professor Adjunto do Departamento de Lingustica, Portugus e Lnguas Cls-sicas da Universidade de Braslia. Desde 2006 realiza pesquisa entre falantes de lnguas da famlia Tukno, sobretudo a lngua Kubeo, sobre a qual produziu uma tese de doutorado intitulada The Phonology and Morphology of kubeo: the documen-tation, theory and description of an Amazonian language. Atua, principalmente, nas reas de descrio e documentao de lnguas indgenas, lingustica histrica, fontica e fonologia e sociolingustica. Foi consultor do Inventrio Nacional da Diversidade Lingustica (INDL) de 2012 a 2014 e realizou ps-doutorado na Universidade da Califrnia em Santa Brbara entre 2012 e 2013. Contato: [email protected]

    Notas

    1. Este trabajo hace parte de los resultados preliminares del proyecto Mudanas e continuidades na histria de longa durao da famlia lingustica Tukno, que es financia-do por el Conselho Nacional de Desenvolvimento Cientfico e Tecnolgico (CNPq).

    2. De acuerdo con Goldman (1968), el Noroeste Amaznico est delimitado al sur por el ro Amazonas, desde la confluencia de los ros Napo y Ucayali hasta la desembocadura del ro Negro, al oriente por el ro Negro, al norte por el ro Guaviare y al occidente por el piedemonte andino.

    3. No est de ms recordar que, de acuerdo con Braudel (1968:102), la larga dura-cin (long-dure) es la lnea ms til para una observacin y una reflexin comunes a las ciencias sociales, el lugar donde pueden convergir intereses e investigaciones colectivas

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    interdisciplinarias que podran enriquecerse, ya deca, con aportes de la geografa y la ecologa, por ejemplo.

    4. Las familias lingsticas nadahup y kkua-nukak se clasificaban hasta hace muy poco tiempo dentro de una nica familia: mak-puinave. Los trabajos de Bolaos y Epps (2009), Bolaos (2010) y Epps (no prelo) sostienen que las primeras clasificaciones fueron construidas a partir de pocos trminos y de comparaciones muy superficiales. Por ello sugieren esta nueva clasificacin.

    5. Ver Koch-Grnberg (1995), Steward (1948), Goldman (1968), Jackson (1983), Correa (1996), Wright (2005).

    6. El trmino hijos de madre es una forma de denominar a los primos paralelos matrilaterales con quienes est prohibido el matrimonio. Como la filiacin es patrilinear y el matrimonio es exogmico y prescriptivo con grupos considerados afines, esos primos pueden ser hijos de padres de diferentes grupos que, en caso de no tener en comn un parentesco mtico, al menos comparten un mismo grupo de esposas reales o potenciales.

    7. Visto desde la composicin actual, podemos pensar que por lo menos coexistieron poblaciones de cazadores-recolectores Proto-tukano orientales, Proto-arawak, Proto-na-dahup y Proto-kkua/nukak.

    8. Podemos encontrar estas versiones tanto en libros producidos por antroplogos (en especial, Goldman 1968, 2004; Reichel-Dolmatoff, 1986; Torres, 1969; Langdon, 1975; Hugh-Jones, C., 1979; Hugh-Jones, S., 1979; Hildebrand, 1980; Jackson, 1983; Palma, 1984; Hammen, 1992; Correa, 1996; Cayn, 2002) como por autores indgenas (Panln Kumu & Kenhri, 1980; Fernandes & Fernandes, 1996, 2006; Matap & Matap, 1997; Cornelio et al., 1999; Barbosa & Garcia, 2000; Tariano, 2002; Azevedo & Azeve-do, 2003; Galvo & Galvo, 2004; Maia & Maia, 2004; Gentil, 2005; Tenrio, Ramos & Cabalzar, 2005).

    9. Otros grupos como los Barasana y los Taiwano tienen una historia casi idntica (Hugh-Jones, S., 1979; Correa, 1996), pero denominan a esa Anaconda ancestral como Anaconda Pez.

    10. Hornborg (2005) muestra que el acceso a ciertos bienes ceremoniales de gran importancia estaba limitado a las fuentes de materias primas. Por ejemplo, los muiraquits, amuletos en forma de rana elaborados de piedras verdes, provenan de tres reas de manu-factura: la costa de Surinam, el bajo Amazonas y las Islas Vrgenes.

    11. De acuerdo con Oliver (2001:66), las evidencias ms antiguas de la prctica de tumba y quema (slash and burn) en la Amazonia se remontan a entre 6.000 y 5.000 aos A.P., lo cual lleva a suponer la existencia sistemtica de ese mtodo agrcola desde aquel tiempo.

    12. Jonathan D. Hill (1993:20-25) afirma que los Wakuenai, pueblo de lengua arawak, denomina estos dos ejes como amontonar nombres y perseguir nombres.

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    13. Tanto los petroglifos como los nombres sugieren significados para los lugares, in-clusive cuando son usados como eufemismos para que las personas que no estn preparadas para tener conocimientos sobre las flautas de yurupar, como las mujeres y los nios, los accesen.

    14. La investigadora Margaret M. Bruchac (2005), del pueblo Abenaki, seala que las tradiciones intelectuales indgenas guardan valiosos conocimientos sobre el pasado, inclusive sobre cambios ambientales desde el pleistoceno y sobre efectos de la mega-fauna en la construccin del paisaje. Estos conocimientos estn construidos en un lenguaje par-ticular, difcil de traducir para una audiencia no indgena, que, como evidencia arqueol-gica, ayuda a establecer puntos de referencia para los vestigios materiales dejados por los ancestros y, como discurso poltico, atestigua las conexiones de las personas con lugares antiguos que deben contribuir para asegurar el reconocimiento poltico de las comunida-des contemporneas.

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    Resumo

    A partir de um olhar interdisciplinar que cruza, principalmente, conhecimentos da arqueologia, da etnologia e da lingus-tica histrica, este texto d os primeiros passos para construir uma histria plau-svel da formao do sistema regional do Alto Rio Negro e, assim, localiz-lo na histria geral da Amaznia. Para a reconstruo da histria deste sistema regional, composto principalmente por povos falantes de lnguas tukno orien-tais e aruaques, se d destaque ao conhe-cimento indgena associado aos lugares mencionados nas narrativas de origem que no apenas evidencia as memrias do processo de formao histrica e cul-tural da regio, mas formas especficas de manejo ambiental que tm sido muito bem sucedidas durante sculos.

    Palavras chave: Sistema regional do Alto Rio Negro. Noroeste Amazni-co. Lugares sagrados. Tukno oriental. Aruaque.

    Abstract

    From an interdisciplinar outlook, which brings together especially archaeology, ethnology and historical linguistics, this paper takes the first step toward the construction of a plausible history of the formation an Upper Rio Negro regional system and, hence, inserts it in the wid-er history of Amazonia. For the recon-struction of the history of this regional system, comprising mainly Western Tu-kanoan and Arawakan speaking peoples, the paper emphasizes indigenous knowl-edge associated to the places mentioned in origin narratives. This knowledge shows not only the memory of the pro-cess of the region s historical and cul-tural formation, but also specific forms of environmental management that for centuries have been very successful.

    Keywords: Upper Rio Negro regional system. Northwest Amazon. Sacred pla-ces. Western Tukano. Arawak.