¿Conoces a alguien como Adolfín?

Daniel Cela

Ilustraciones:

David de la Iglesia Mellado.

¿Conoces a alguien como Adolfín?

Adolfín era un chulito despótico que solo sabía divertirse a costa de los demás.

Se dedicaba a resaltar lo que para él eran defectos, como si él fuera perfecto.

Humillaba constantemente a otros muchachos y muchachas usando todas las estrategias posibles.

Ponía motes, resaltaba algunos aspectos físicos... siempre conseguía su objetivo: que algunos rieran y que algunos sufrieran.

Los que sufrían se sentían solos y lloraban procurando que nadie los viera

Pero, como era un tipo inteligente, se aseguraba de seleccionar bien a las presas para poder acosarlas sin problemas.

Desde luego una característica común es que no tuvieran a nadie capaz de defenderlos.

Por si acaso no le salían bien las cosas tenía una banda de incondicionales que lo adoraban, lo trataban como a un jefe, lo consideraban su líder.

... y procuraban ser exactamente iguales a él, aunque Adolfo se reservaba la última palabra. Casi iguales, pero no iguales..

En el instituto, con el profesorado, era igualmente un déspota, pero listo, es decir, de esos que tiran la piedra y esconden la mano.

El resto lo admiraba y lo temía... y, por si lo cogían en un fallo...

estaba dispuesto a interpretar cualquier papel: llorar, suplicar, culpar a otro... para salir airoso de la situación.

Cuando se encontraba consigo mismo, cuando pensaba en si mismo, quería ser como los demás. Tenía envidia.

En esos momentos no se gustaba lo más mínimo y se sentía más un ser humano.

Era, en aquellos momentos, cuando evocaba su infancia infeliz, en una casa donde reinaba la violencia, donde faltaban los afectos, donde la razón se imponía siempre por la fuerza.

En aquel ambiente había aprendido a manipular a los demás, a usar la violencia... tal vez para poder sobrevivir se había convertido poco a poco en un pequeño matón.

Su forma de ser era, en definitiva, fruto de un entorno adverso, que le había enseñado a ser un ser violento, bastante refinado.

Nada indicaba que pudiera cambiar, por lo que se convertiría paso a paso en un gangster o en un corrupto.

Aunque lo más fácil es que terminara siendo un vulgar delincuente, visitante asiduo de los calabozos de las comisarías y de las cárceles.

Si conoces a alguien como Adolfín debes ayudarle a entender la gran importancia que tiene el respeto y el afecto entre los seres humanos.

Todos y todas necesitamos de los demás.

Mira a tu alrededor. Intenta colaborar para que no existan personas como Adolfín. Si no te sientes capaz, implica a los profes y demás adultos.

FIN