Congreso 25 años pontificado Juan Pablo II

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  • 7/27/2019 Congreso 25 aos pontificado Juan Pablo II

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    Congreso "Juan Pablo II: 25 aos de Pontificado.

    "La Iglesia al servicio del Hombre"

    Pontifica Universidad Lateranense

    (Roma, 8-10 de mayo)

    Conferencia del Cardenal Joseph Ratzinger

    Las catorce encclicas del Santo Padre Juan Pablo II

    Sera absurdo pensar que se puede hablar en media hora de las catorce encclicas denuestro Santo Padre. Sera preciso examinar cada una detalladamente, para poder comprender la estructura del conjunto y para captar sus temas centrales y la lnea de suenseanza. En media hora slo se puede brindar una panormica aproximada ysuperficial. La eleccin de los puntos que subrayamos es necesariamente unilateral y podra hacerse tambin de modo diverso. Adems, una valoracin conjunta deberaincluir tambin los dems textos magisteriales del Papa, que a menudo son de grantrascendencia y pertenecen sin duda al conjunto de las afirmaciones doctrinales delSanto Padre.

    Dicho esto, las encclicas se deben dividir por grupos de temas afines. Convienerecordar ante todo el trptico trinitario de los aos 1979-1986, que abarca las encclicasRedemptor hominis, Dives in misericordia y Dominum et vivificantem. A la dcada1981-1991 pertenecen las tres encclicas sociales: Laborem exercens, Sollicitudo reisocialis y Centesimus annus. Luego estn las encclicas que tratan temas deeclesiologa: Slavorum apostoli (1985), Redemptoris missio (1990) y Ut unum sint(1995). En el mbito eclesiolgico se puede situar tambin la ltima encclica, hastaahora, del Papa: Ecclesia de Eucharistia (2003), as como en cierto sentido, la encclicamariana Redemptoris Mater (1987).

    Ya en su primera encclica el Papa haba unido ntimamente los temas de la madreIglesia y de la Madre de la Iglesia, ensanchndolos al mbito histrico-teolgico y

    pneumatolgico: "Suplico sobre todo a Mara, la celestial Madre de la Iglesia, que sedigne, en esta oracin del nuevo Adviento de la humanidad, perseverar con nosotros queformamos la Iglesia, es decir, el Cuerpo mstico de su Hijo unignito. Espero que,gracias a esta oracin, podamos recibir al Espritu Santo que desciende sobre nosotros(cf. Hch 1, 8) y convertirnos de este modo en testigos de Cristo "hasta los ltimosconfines de la tierra"" (Redemptor hominis, 22). En la mariologa, para el Papa, seencuentran todos los grandes temas de la fe: no hay encclica que no concluya con unareferencia a la Madre del Seor.

    Y, por ltimo, tenemos tres grandes textos doctrinales, que pueden situarse en el mbitoantropolgico: Veritatis splendor (1993), Evangelium vitae (1995) y Fides et ratio(1998).La primera encclica, Redemptor hominis, es la ms personal, el punto de partida de

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    todas las dems. Sera fcil demostrar que todos los temas sucesivos ya se hallabananticipados en ella: el tema de la verdad y el vnculo entre verdad y libertad se afrontasegn toda la importancia que tiene en un mundo que quiere libertad pero considera laverdad una pretensin y lo contrario de la libertad. El celo ecumnico del Papa seaprecia ya en este primer gran texto magisterial. Los principales rasgos de la encclica

    eucarstica -Eucarista y sacrificio, sacrificio y redencin, Eucarista y penitencia- ya sehallan presentes en sus grandes lneas. El imperativo "no matars", que es el gran temade la Evangelium vitae, es anunciado con gran fuerza al mundo. Como hemos visto, laorientacin del cristianismo hacia el futuro, tpica del Papa, est relacionada con el temamariano. Para el Papa, el vnculo entre la Iglesia y Cristo no es un vnculo con el pasado, una orientacin hacia atrs, sino ms bien el vnculo de quien es y da futuro, yque invita a la Iglesia a abrirse a un nuevo perodo de la fe. Su compromiso personal, suesperanza, pero tambin su profundo deseo de que el Seor nos conceda un nuevo presente de fe y de plenitud de vida, un nuevo Pentecosts, resulta evidente cuando, casicomo una explosin, prorrumpe en una invocacin: "La Iglesia de nuestro tiempo parece repetir cada vez con mayor fervor y con santa insistencia: Ven, Espritu Santo!Ven! Ven!" (Redemptor hominis, 18).

    Todos estos temas que, como ya hemos dicho, anticipan toda la obra magisterial delPapa, estn conectados por una visin cuya direccin fundamental debemos tratar dedescribir. Con ocasin de los ejercicios que, como cardenal arzobispo de Cracovia, predic en 1976 a Pablo VI y a la Curia romana, explicaba que los intelectualescatlicos polacos, en los primeros aos de la posguerra, al inicio haban tratado deconfutar, contra el materialismo marxista convertido ya en doctrina oficial, el valor absoluto de la materia. Pero pronto se desplaz el centro del debate: ya no versaba sobrelas bases filosficas de las ciencias naturales (aunque este tema mantiene siempre suimportancia), sino sobre la antropologa. El ncleo de la discusin pas a ser: qu es elhombre? La cuestin antropolgica no es una teora filosfica sobre el hombre; tiene uncarcter existencial. Bajo esa cuestin subyace la cuestin de la redencin. Cmo puede vivir el hombre? Quin tiene la respuesta a la cuestin sobre el hombre?, unacuestin muy concreta. Quin puede ensearnos a vivir: el materialismo, el marxismoo el cristianismo?

    As pues, la cuestin antropolgica es una cuestin cientfica y racional, pero, al mismotiempo, es tambin una cuestin pastoral: cmo podemos mostrar a los hombres elcamino que lleva a la vida y ayudarles a comprender tambin a los no creyentes que susinterrogantes son tambin los nuestros y que, frente al dilema del hombre de hoy y de

    entonces, Pedro tena razn cuando dijo al Seor: "Seor, a quin iremos? Slo ttienes palabras de vida eterna" (Jn 6, 68). Filosofa, pastoral y fe de la Iglesia se fundenen esta tensin antropolgica.

    En su primera encclica, Redemptor hominis, Juan Pablo II resumi, por decirlo as, losfrutos del camino recorrido hasta entonces en su calidad de pastor de la Iglesia y como pensador de nuestro tiempo. Esa primera encclica gira en torno a la cuestin delhombre. La expresin: "el hombre es el camino primero y fundamental de la Iglesia"(ib., 14) se ha convertido casi en un lema. Pero, al citarla, a menudo nos olvidamos deque poco antes el Papa haba dicho: "Jesucristo es el camino principal de la Iglesia. lmismo es nuestro camino "hacia la casa del Padre" (cf. Jn 14, 1 ss) y es tambin el

    camino hacia cada hombre" (ib., 13). Por consiguiente, tambin la frmula del hombrecomo primer camino de la Iglesia prosigue as: "camino trazado por Cristo mismo,

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    camino que inmutablemente conduce a travs del misterio de la Encarnacin y de laRedencin" (ib., 14).

    Para el Papa, antropologa y cristologa son inseparables. Precisamente Cristo nos harevelado qu es el hombre y a dnde debe ir para encontrar la vida. Este Cristo no es

    slo un modelo de existencia humana, un ejemplo de cmo se debe vivir, sino que "estunido, en cierto modo, a todo hombre" (ib.). Cristo nos toca en nuestro interior, en laraz de nuestra existencia, transformndose as, desde el interior, en el camino para elhombre. Rompe el aislamiento del yo; es garanta de la dignidad indestructible de cada persona y, al mismo tiempo, es quien supera el individualismo en una comunicacin a laque aspira toda la naturaleza del hombre.

    Para el Papa, el antropocentrismo es al mismo tiempo cristocentrismo, y viceversa.Contra la opinin segn la cual slo a travs de las formas primitivas del ser humano(partiendo de abajo, por decirlo as) se puede explicar qu es el hombre, el Papa sostieneque solamente partiendo del hombre perfecto se puede comprender lo que es el hombre,y que desde este punto de vista se puede vislumbrar el camino del ser humano. A esterespecto, habra podido referirse a Teilhard de Chardin, que deca: "La solucincientfica del problema humano no deriva exclusivamente del estudio de los fsiles, sinode una atenta observacin de las caractersticas y de las posibilidades del hombre dehoy, que determinarn al hombre de maana".

    Naturalmente, Juan Pablo II va mucho ms all de ese diagnstico: en definitiva, slo podemos comprender qu es el hombre mirando a Aquel que realiza plenamente lanaturaleza del hombre, que es imagen de Dios, el Hijo de Dios, Dios de Dios y Luz deLuz. As corresponde perfectamente a la orientacin intrnseca de la primera encclica,la cual, en la prosecucin del Magisterio papal, se desarroll formando, juntamente conotras dos encclicas, el trptico trinitario. La cuestin del hombre no se puede separar dela cuestin de Dios. La tesis de Guardini, segn el cual slo conoce al hombre quienconoce a Dios, encuentra una clara confirmacin en esta fusin de la antropologa con lacuestin de Dios.

    Echemos ahora una mirada a las otras dos tablas del trptico trinitario. El tema de DiosPadre aparece velado, por decirlo as, en primer lugar, bajo el ttulo Dives inmisericordia. Se puede creer que la idea de tratar esta temtica le vino al Papa de ladevocin de la religiosa de Cracovia Faustina Kowalska, a la que posteriormente eleval honor de los altares. Poner en el centro de la fe y de la vida cristiana la misericordia

    de Dios fue el gran deseo de esta santa mujer. Con la fuerza de su vida espiritual, ella puso de relieve la novedad del cristianismo, precisamente en nuestro tiempo, marcado por la irreligiosidad de sus ideologas. Basta recordar que Sneca, un pensador delmundo romano en muchos aspectos bastante cercano al cristianismo, dijo una vez: "Lacompasin es una debilidad, una enfermedad". Mil aos despus, san Bernardo deClaraval, con el espritu de los santos Padres, encontr la admirable frmula: "Dios no puede padecer, pero puede compadecer".

    Considero muy acertado que el Papa haya centrado su encclica sobre Dios Padre en eltema de la misericordia divina. El primer subttulo de la encclica es: "Quien me ve am, ve al Padre" (Jn 14, 9). Ver a Cristo significa ver al Dios misericordioso. Conviene

    subrayar que en esta encclica la digresin sobre la terminologa bblica de lamisericordia divina en el Antiguo Testamento ocupa nada menos que tres pginas. En

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    ella se explica tambin la palabra rahamim, que proviene de la palabra rehem (vientrematerno), y confiere a la misericordia de Dios los rasgos del amor materno.El otro punto central de la encclica es su profunda interpretacin de la parbola del hijo prdigo, en la que la imagen del Padre resplandece en toda su grandeza y belleza.

    Quiero dedicar tambin unas pocas palabras a la encclica sobre el Espritu Santo, en lacual se trata el tema de la verdad y de la conciencia. Segn el Papa, el autntico don delEspritu Santo es "el don de la verdad de la conciencia y el don de la certeza de laredencin" (Dominum et vivificantem, 31). As pues, en la raz del pecado est lamentira, el rechazo de la verdad. "La "desobediencia", como dimensin originaria del pecado, significa rechazo de esta fuente por la pretensin del hombre de llegar a ser fuente autnoma y exclusiva en decidir sobre el bien y el mal" (ib., 36). La perspectivafundamental de la encclica Veritatis splendor ya aparece aqu muy claramente. Esevidente que el Papa, precisamente en la encclica sobre el Espritu Santo, no se detieneen el diagnstico de nuestra situacin de peligro, sino que hace ese diagnstico para preparar el camino a la curacin. En la conversin, el afn de la conciencia setransforma en amor que sana, que sabe sufrir: "El dispensador oculto de esa fuerzasalvadora es el Espritu Santo" (ib., 5).

    He comentado ampliamente -tal vez demasiado ampliamente- el trptico trinitario, porque contiene todo el programa de las encclicas sucesivas y lo relaciona con la fe enDios. Ahora no tendr ms remedio que limitarme a algunos rasgos esquemticos de lasdems encclicas.

    Las tres grandes encclicas sociales aplican la antropologa del Papa a la problemticasocial de nuestro tiempo. Juan Pablo II subraya la primaca del hombre sobre los mediosde produccin, la primaca del trabajo sobre el capital y la primaca de la tica sobre latcnica. En el centro est la dignidad del hombre, que es siempre un fin y jams unmedio. A partir de aqu se esclarecen las grandes cuestiones actuales de la problemticasocial en contraposicin crtica tanto con el marxismo como con el liberalismo.

    Las encclicas eclesiolgicas mereceran una reflexin profunda, que no puedo hacer aqu. Ecclesia de Eucharistia considera a la Iglesia desde el interior y desde lo alto, y ascapta su capacidad de crear comunin; Redemptoris Mater trata de la prefiguracin dela Iglesia en Mara y del misterio de su maternidad; las otras tres encclicas de estegrupo presentan los dos grandes mbitos relacionales en los que vive la Iglesia: eldilogo ecumnico -como bsqueda de la unidad de los bautizados en obediencia al

    mandato del Seor, segn la lgica intrnseca de la fe, que ha sido enviada al mundo por Dios como fuerza de unidad- es el primer mbito relacional que el Papa, con toda lafuerza de su celo ecumnico, introduce en la conciencia de la Iglesia con la Ut unumsint.

    Tambin Slavorum apostoli es un texto ecumnico de particular belleza. Por una parte,se sita en la relacin entre Oriente y Occidente; y, por otra, muestra la vinculacinentre la fe y la cultura, y la capacidad que tiene la fe para crear cultura, pues llega alfondo y experimenta una nueva dimensin de la unidad.

    El otro mbito relacional atae a los hombres que profesan religiones no cristianas o

    viven sin religin, para anunciarles a Jess, del que Pedro dijo a los fariseos: "En ningnotro hay salvacin, pues ningn otro nombre nos ha sido dado bajo el cielo, entre los

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    hombres, por el cual podamos ser salvos" (Hch 4, 12). En la Redemptoris missio el Papaexplica la relacin entre dilogo y anuncio. Muestra que la misin, el anuncio de Cristoa todos los que no lo conocen, sigue siendo siempre una obligacin, pues todo hombreespera en su interior a aquel que es a la vez Dios y hombre, al "Redentor del hombre".

    Veamos, por ltimo, las tres grandes encclicas en las que la temtica antropolgica sedesarrolla bajo diversos aspectos. Veritatis splendor no slo afronta la crisis interna dela teologa moral en la Iglesia, sino que pertenece al debate tico de dimensionesmundiales, que hoy se ha transformado en una cuestin de vida o muerte para lahumanidad. Contra una teologa moral que en el siglo XIX se haba reducido de modocada vez ms preocupante a casustica, ya en los decenios anteriores al Concilio sehaba puesto en marcha un decidido movimiento de oposicin. La doctrina moralcristiana se deba formular nuevamente desde su gran perspectiva positiva a partir delncleo de la fe, sin considerarla como una lista de prohibiciones.

    La idea de la imitacin de Cristo y el principio del amor se desarrollaron como lasdirectrices fundamentales, a partir de las cuales podan organizarse los diversoselementos de la doctrina. La voluntad de dejarse inspirar por la fe como luz nueva quehace transparente la doctrina moral haba llevado a alejarse de la versin iusnaturalistade la moral en favor de una construccin de perfil bblico e histrico-salvfico.

    El concilio Vaticano II haba confirmado y reafirmado estos enfoques. Pero el intento deconstruir una moral puramente bblica result imposible ante las demandas concretas dela poca. El puro biblicismo, precisamente en la teologa moral, no es un camino posible. As, de modo sorprendentemente rpido, despus de una breve fase en la que setrat de dar a la teologa moral una inspiracin bblica, se intent una explicacin puramente racional del ethos, pero la vuelta al pensamiento iusnaturalista resultimposible: la corriente antimetafsica, que tal vez ya haba contribuido al intento biblicista, haca que el derecho natural pareciera un modelo anticuado y ya inadecuado.

    Se qued a merced de una racionalidad positivista que ya no reconoca el bien como tal."El bien es siempre -as deca entonces un telogo moral- slo mejor que...". Quedabacomo criterio el clculo de las consecuencias. Moral es lo que parece ms positivo,teniendo en cuenta las consecuencias previsibles. No siempre el consecuencialismo seaplic de modo tan radical. Pero al final se lleg a una construccin tal, que se disuelvelo que es moral, pues el bien como tal no existe. Para ese tipo de racionalidad ni siquierala Biblia tiene algo que decir. La sagrada Escritura puede proporcionar motivaciones,

    pero no contenidos.Pero si las cosas fueran as, el cristianismo como "camino" -as debera y quisiera ser-resultara un fracaso. Y si antes desde la ortodoxia se haba llegado a la ortopraxis,ahora la ortopraxis se convierte en una trgica irona: porque en el fondo no existe.

    El Papa, por el contrario, con gran decisin volvi a dar legitimidad a la perspectivametafsica, que es slo una consecuencia de la fe en la creacin. Una vez ms, partiendode la fe en la creacin, logra vincular y fundir antropocentrismo y teocentrismo: "larazn encuentra su verdad y su autoridad en la ley eterna, que no es otra cosa que lamisma sabidura divina. (...) En efecto, la ley natural (...) no es otra cosa que la luz de la

    inteligencia infundida en nosotros por Dios" (Veritatis splendor, 40). Precisamente porque el Papa es partidario de la metafsica en virtud de la fe en la creacin, puede

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    comprender tambin la Biblia como Palabra presente, unir la construccin metafsica y bblica del ethos. Una perla de la encclica, significativa tanto filosfica comoteolgicamente, es el gran pasaje sobre el martirio. Si ya no hay nada por lo que valga la pena morir, entonces tambin la vida resulta vaca. Slo si existe el bien absoluto, por elque vale la pena morir, y el mal eterno que nunca se transforma en bien, el hombre es

    confirmado en su dignidad y nosotros nos vemos protegidos de la dictadura de lasideologas.

    Este punto es fundamental tambin para la encclica Evangelium vitae, que el Papaescribi a peticin apremiante del Episcopado mundial, pero que es igualmenteexpresin de su apasionada lucha por el respeto absoluto de la dignidad de la vidahumana. La vida humana, donde se la trata como mera realidad biolgica, se convierteen objeto del clculo de las consecuencias. Pero el Papa, con la fe de la Iglesia, ve laimagen de Dios en el hombre, en todo hombre, sea pequeo o grande, sea dbil o fuerte,sea til o parezca intil. Cristo, el Hijo mismo de Dios hecho hombre, muri por todohombre. Esto confiere a cada hombre un valor infinito, una dignidad absolutamenteintocable.

    Precisamente porque en el hombre hay algo ms que mera bios, tambin su vida biolgica resulta infinitamente valiosa. No queda a disposicin de cualquiera, pues estrevestida de la dignidad de Dios. No hay consecuencias, por ms nobles que sean, que puedan justificar experimentos sobre el hombre.

    Despus de todas las experiencias crueles de abuso del hombre, aunque lasmotivaciones pudieran parecer muy elevadas moralmente, esas palabras eran y sonnecesarias. Resulta evidente que la fe es la defensa de la humanidad. En la situacin deignorancia metafsica en la que nos encontramos, y que resulta a la vez atrofia moral, lafe se muestra como lo humano que salva. El Papa, como portavoz de la fe, defiende alhombre contra una moral aparente que amenaza con aplastarlo.

    Por ltimo, debemos considerar la gran encclica Fides et ratio, sobre la fe y la filosofa.El tema de la verdad, que marca toda la obra magisterial del Santo Padre, se desarrollaaqu en todo su dramatismo. Afirmar la cognoscibilidad de la verdad, o sea, anunciar elmensaje cristiano como verdad reconocida, se ve hoy en gran medida como un ataque ala tolerancia y al pluralismo. La verdad se convierte incluso en una palabra prohibida.

    Pero precisamente aqu entra en juego, una vez ms, la dignidad del hombre. Si el

    hombre no es capaz de llegar a la verdad, entonces todo lo que piensa y hace es puroconvencionalismo, mera tradicin. Como hemos visto, no le queda sino el clculo de lasconsecuencias. Pero, quin puede abarcar realmente con la mirada las consecuenciasde las acciones humanas? Si es as, todas las religiones son slo tradiciones, ynaturalmente tambin el anuncio de la fe cristiana es una pretensin colonialista oimperialista.

    El cristianismo no est en contradiccin con la dignidad del hombre nicamente si la fees verdad, pues no daa a nadie; ms an, es el bien lo que nos debemosrecprocamente. Como resultado de los grandes xitos en el mbito de las cienciasnaturales y de la tcnica, la razn ha perdido la valenta ante los grandes interrogantes

    del hombre: sobre Dios, sobre la muerte, sobre la eternidad, sobre la vida moral. El positivismo se extiende sobre el ojo interior del hombre como una catarata. Pero si estos

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    interrogantes, decisivos al final para nuestra vida, quedan relegados al mbito de la purasubjetividad y, por tanto, en definitiva, de la arbitrariedad, nos hemos quedado ciegos por lo que atae a nuestra realidad de hombres.

    Partiendo de la fe, el Papa pide a la razn que tenga la valenta de reconocer las

    realidades fundamentales. Si la fe no tiene la luz de la razn, se reduce a pura tradicin,y con ello declara su profunda arbitrariedad. La fe no necesita la valenta de la razn por s misma. No est contra ella, sino que la impulsa a pretender de s las grandes cosas para las cuales ha sido creada. Sapere aude: con este imperativo Kant describi lanaturaleza del iluminismo.

    Se podra decir que el Papa, de un modo nuevo, apela a una razn que se ha hechometafsicamente pusilnime: Sapere aude! Pretende de ti misma poder hacer grandescosas. A esto ests destinada. La fe -as nos dice el Papa- no quiere hacer que calle larazn, sino que la quiere liberar del velo de la catarata que, frente a los grandesinterrogantes de la humanidad, est ampliamente extendido sobre ella.

    Una vez ms, se ve que la fe defiende al hombre en su realidad de ser humano. Josef Pieper expres una vez este pensamiento: "En la poca final de la historia, bajo elseoro de la sofstica y de una pseudofilosofa corrupta, la verdadera filosofa se podrunir en la unidad primordial con la teologa" y afirm que as, al final de la historia, "laraz de todas las cosas y el sentido ltimo de la existencia -que quiere decir: el objetoespecfico de la filosofa- ser visto y considerado slo por los que creen".

    Ahora bien, nosotros no estamos, en la medida en que se puede saber, al final de lahistoria. Pero corremos el peligro de negar a la razn su autntica grandeza. Y el Papaconsidera, con razn, que la fe est llamada a impulsar a la razn a tener nuevamente lavalenta de la verdad. Sin la razn, la fe fracasa; sin la fe, la razn corre el riesgo deatrofiarse. Est en juego el hombre. Pero, para que el hombre sea redimido, hace falta elRedentor. Necesitamos a Cristo, hombre, que es hombre y Dios, "sin confusin nidivisin" en una nica persona, Redemptor hominis.