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Conflicto y gobernabilidad: Chile y Brasil en la primera mitad del siglo XIX * Estudiante del doctorado en Historia en El Colegio de México. IZTAPALAPA 43 enero-junio de 1998 pp. 11-26 Juan C. Cáceres Muñoz* uando en 1808 las tropas de Napoleón invadie- ron la península ibérica, el orbe español y por- tugués vio profundamente alterada su vida po- C lítica. Dispuestos a combatir a los intrusos, tanto los peninsulares como los americanos se organizaron para preservar y defender a la monarquía. En los dominios de España se formaron juntas gubernativas en cada uno de los “reinos”, las que desconociendo la autoridad de los franceses gobernarían sus jurisdicciones mien- tras el rey se mantuviese cautivo; en Portugal, en cambio, la monarquía de los Braganzas optaría por trasladarse a Río de Janeiro, con lo que evitó sufrir una humillación parecida a la vivida por Fernando VII en España. Sin embargo, insospechadamente estos hechos sig- nificarían el comienzo del fin de la dominación en Amé- rica de ambos imperios. Vuelta la soberanía al pueblo con la creación de las juntas y fijada en suelo brasile- ño la corte portuguesa, los americanos comenzaron a vislumbrar el camino hacia la autonomía, proceso que habría de producirse definitivamente casi dos décadas

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Conflicto y gobernabilidad:

Chile y Brasil en la primera

mitad del siglo XIX

* Estudiante del doctorado en Historia en El Colegio deMéxico.

IZTAPALAPA 43enero-junio de 1998

pp. 11-26

Juan C. Cáceres Muñoz*

uando en 1808 las tropas de Napoleón invadie-ron la península ibérica, el orbe español y por-tugués vio profundamente alterada su vida po-C

lítica. Dispuestos a combatir a los intrusos, tanto lospeninsulares como los americanos se organizaron parapreservar y defender a la monarquía. En los dominiosde España se formaron juntas gubernativas en cadauno de los “reinos”, las que desconociendo la autoridadde los franceses gobernarían sus jurisdicciones mien-tras el rey se mantuviese cautivo; en Portugal, encambio, la monarquía de los Braganzas optaría portrasladarse a Río de Janeiro, con lo que evitó sufriruna humillación parecida a la vivida por Fernando VII

en España.Sin embargo, insospechadamente estos hechos sig-

nificarían el comienzo del fin de la dominación en Amé-rica de ambos imperios. Vuelta la soberanía al pueblocon la creación de las juntas y fijada en suelo brasile-ño la corte portuguesa, los americanos comenzaron avislumbrar el camino hacia la autonomía, proceso quehabría de producirse definitivamente casi dos décadas

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después y en el cual se hizo evidenteel contraste entre la estabilidad políti-ca que otorgaba la presencia de la mo-narquía lusitana en tierra carioca y laviolencia originada por la lucha de loscaudillos militares en las excoloniasespañolas.

En este contexto, la década de losveinte del siglo pasado marcó para Brasily Chile el inicio del ciclo histórico-político relativo a la organización delEstado-nación. En procura de ese fin,la etapa se caracterizó por la presen-cia continua de conflictos que se gene-raron por la actividad política desa-rrollada por las diversas faccionespolíticas en pugna que aspiraban im-plantar cada cual un gobierno acor-de con sus principios ideológicos, yafuera éste una monarquía absolutis-ta, una monarquía constitucional o bienuna república. ¿Cómo crear bases só-lidas que posibilitaran la gobernabili-dad en ambos países? ¿Cómo conciliarintereses políticos tan opuestos entrequienes se inclinaban por la soberaníapopular y la división de poderes y losque pensaban en la monarquía comolo mejor para los nuevos estados?

Este ensayo tiene por objetivo res-ponder a tales preguntas y explicarcuáles fueron las especificidades po-líticas de los dos países en su caminohacia la construcción del Estado na-cional, aspecto en el cual, en el ámbitolatinoamericano, constituyeron lasprimeras experiencias logradas. Fun-damentalmente, se trata de una refle-xión de carácter histórico que parte de

la idea de que la práctica y el desarrollode las ideas políticas, así como la evo-lución de las instituciones, según laidiosincracia de cada país, fue definien-do el sistema político que imperó du-rante el siglo XIX.

Para el análisis se han utilizados lasconstituciones políticas de ambas na-ciones, la brasileña de 1824 y la chi-lena de 1833; en ellas se buscaron,en un enfoque comparativo, los puntosde contacto y las diferencias respec-to de la forma de gobierno adoptada,el carácter de la representación políticay el tipo de ciudadanía gozada por sushabitantes.

CONFLICTO Y PUGNA POLÍTICA

La independencia planteó a chilenosy brasileños la disyuntiva sobre el tipode organización que habrían de darse.Monarquistas absolutistas, liberalesmoderados que propugnaban por unamonarquía constitucional y republi-canos “democráticos”, luchaban porimponer su opinión, situación que creóconflictos en el interior de cada país.En este sentido, cabe hacerse dos pre-guntas: bajo qué circunstancias y hechospolíticos se originó el proceso forma-tivo del Estado en ambos países y quécaracterísticas presentó la pugna en-tre estas distintas tendencias políti-cas. De entrada, se puede asegurar quetanto en Chile como en Brasil el pasode una institucionalidad de antiguo ré-gimen de carácter monárquico a una

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sustentada en principios republicanosfue más bien difícil y turbulenta, situa-ción que desencadenó más de una dé-cada de convulsiones internas, antesde lograrse cierta estabilidad.

En Brasil, las tensiones surgierona raíz de los acontecimientos revolucio-narios acaecidos en Portugal en 1820.1

Asentada en suelo brasileño desde 1808por efecto de la invasión napoleónica,la monarquía portuguesa se vio for-zada a enfrentar la crisis que se le pre-sentaba en sus dominios. Los reclamosde los liberales peninsulares rápida-mente se trasladaron al medio bra-sileño,2 ejerciendo gran influjo en elánimo de la clase política carioca, queinició un fuerte movimiento de índoleconstitucionalista que no sólo permi-tía la instauración del parlamento sinoque también consideraba la presenciade la monarquía.3

Sin embargo, la diversidad geo-gráfica, racial y económica del Brasilimpulsaba más bien al federalismoque a la monarquía. Su población, decuatro a cinco millones al momentode la independencia, resultaba suma-mente pequeña en comparación conel territorio de por lo menos tres millo-nes de kilómetros cuadrados. Sólo lacosta atlántica estaba habitada, corres-pondiendo cada provincia a las antiguascapitanías generales. Por otra parte,la composición racial era bastante he-terogénea. La gran mayoría de la po-blación era mulata o negra, el 30 porciento era esclava y sólo la tercera parteera blanca. En términos económicos,

cada región contaba con su propia eco-nomía: Río de Janeiro poseía café yazúcar; Minas Gerais abastecía aRío de carne, frijoles y leche; Río Gran-de do Soul exportaba trigo y charqui,etcétera. De allí que la independencialograda en 1822 resultara incomple-ta (Murillo de Carvallo y Bethell, 1989:45-47).

Esta realidad, y los hechos que rodea-ron el proceso, produjeron en el mundoportugués (Portugal y su colonia ame-ricana), el surgimiento de cuatro acto-res políticos enfrentados entre sí desdeabril de 1821: en primer plano las Cor-tes de Lisboa (el régimen de Lisboa);en segundo término la figura del rey,don Juan; en tercer lugar el prínciperegente, don Pedro, que encarnaba el ré-gimen de Río y, por último, las asam-bleas provinciales que, con gobiernosautónomos, asumirían el control de susrespectivos territorios (Barman, 1988: 72).

Analizando la participación de estoscuatro actores, podemos entender mejorel problema que se le planteaba a la so-ciedad brasileña. Ganada la indepen-dencia, la situación política del Brasilse presentaba confusa e incierta pues,por una parte, las Cortes de Lisboa,que a los ojos de los brasileños apare-cía como una institución retrógrada,se empeñaban en retrotraer la realidadbrasileña a lo que era antes de 1808,situación que resultaba del todo ina-ceptable para la clase política criollaque consideraba que el status de colo-nia ostentado por el Brasil se habíaperdido con el traslado de la Corona a

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suelo americano, pasando a gozar,desde ese momento y sin desearlo, de lacondición de Imperio.4 Esto explicala actitud poco tolerante de las Corteshacia el Brasil y el rechazo hacia losdiputados brasileños en la península,aspecto que originó inevitable-mentela ruptura con la metrópoli y que obligóa los brasileños a buscar la forma degobierno y de organización políticamás conveniente para sus intereses.

En ese contexto el rey don Juan,tímido y carente de cualidades para lapolítica, observaría cómo los aconte-cimientos diarios de la vida políticarebasarían su autoridad. De hecho, lapetición de las Cortes de Lisboa de quevolviese a Portugal inmediatamente—orden que fue cumplida pese a la re-sistencia del monarca— auguraba quela única salida a la crisis era la renun-cia al trono y el consiguiente nombra-miento de su hijo como regente.

Si don Juan había resultado dema-siado débil ante los embates de lasCortes de Lisboa y de los liberales bra-sileños, el regente don Pedro se trans-formaría a la postre en el principal pro-tagonista político al impulsar, con elapoyo de los grupos terratenientes, laformación del país. Ante la inquietudde cariocas y portugueses respecto decuánto poder debía tener don Pedro(es decir, mayor o menor que el de lasCortes de Lisboa) y de si aceptaríansu autoridad las propias asambleasprovinciales y legislativas brasileñas,el regente, poco instruido, inexperto yde carácter difícil, se apoyaría en el

llamado “partido brasileño”. Este grupo,surgido de los vaivenes que imponíala situación de amenaza por parte deLisboa y conformado principalmentepor grandes terratenientes, anhelabala restauración de la monarquía peroen suelo carioca; con ese propósito,nombraron emperador a don Pedro yle dieron asimismo el título de “De-fensor Perpetuo del Brasil”, modelo quecorrespondía a los últimos vestigios delespíritu del antiguo régimen. En estesentido, tanto la independencia comola futura organización del Estado bra-sileño resultaban ser más bien el frutode una clase política y social que de lanación tomada en su conjunto.

Por último, un cuarto actor en la es-cena brasileña emergió con la autono-mía concedida a las provincias por donPedro en 1821. Éstas, al poder reorgani-zarse a su gusto, se convirtieron en otrofactor de tensión político que dividiría alpaís, pues mientras las del área centro-sur apoyaban al regente, las del nortereconocerían a las Cortes de Lisboa.

En Chile, el ciclo histórico por or-ganizar el Estado-nación comenzó conel término abrupto del gobierno deO’Higgins en 1821. Desde esa fecha lasituación política tendió a agravarse,empezando una etapa que la historio-grafía tradicional del país ha llamadode “anarquía”, la cual se extendió hasta1829, es decir, hasta el triunfo de lasfuerzas conservadoras en Lircay.

Varios factores deben ser consi-derados en el caso chileno. Primero, adiferencia de Brasil, que sin esperarlo,

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se topó con la independencia en 1822,los chilenos llevaban más de una dé-cada de vida independiente, tiempo queles permitió la promulgación de variasconstituciones y disposiciones tendien-tes a buscar la forma de gobierno másconveniente a la idiosincracia del país.Así, desde 1811 hasta la década deltreinta habían visto la luz públicael Primer Reglamento Constitucionalde 1811, el Segundo Reglamento Cons-titucional de 1812, el Tercer Regla-mento Constitucional de 1814, la Cons-titución de 1818, la Constitución de1822, la Constitución de 1823, la Cons-titución Federal de 1826 y la Constitu-ción de 1828.5 En definitiva, al momentode la implementación de la Constitu-ción de 1833 se había recorrido ya unlargo trecho, buscando aquella que seajustara a la realidad del país.6

Sin embargo, las tensiones entre lacapital y las provincias, situación pa-recida a la vivida en el Brasil entre Ríode Janeiro y las regiones, perturbarontambién la búsqueda de una nuevaforma de gobierno. Desde la indepen-dencia, Santiago y, principalmente, Con-cepción, habían venido disputándoseel poder y el control de la antigua Capi-tanía General. Figuras como O’Higginsy Freire, militares que luchaban porlos intereses de los notables de la loca-lidad sureña, y los Carrera y los Egaña,que defendían los privilegios del sectorsantiaguino, representaron y refleja-ron la tensión que se suscitaba entrela tendencia autonomista de las pro-vincias y el centralismo de la capital, res-

pectivamente. Ambos grupos, dentrodel pendular político, habían promul-gado constituciones afines a sus prin-cipios, pero ninguno de ellos había po-dido asegurar y menos garantizar laestabilidad del Estado chileno.7

En este contexto específico, y encontra de ese tipo de constitucionesque “no se apegaban a la realidad”, seinscribe la reacción de la aristocraciaque miraba el proceso anterior condesconfianza, pues en nada, segúnella, contribuía a la estabilidad y elorden, requisitos indispensables parael buen funcionamiento de las institu-ciones. De este modo, después de lossucesos de la llamada “Revolución de1829”, en que triunfa rotundamente elpartido pelucón (conservador), y conel apoyo de un nuevo sector que emer-gía con fuerza, el de los estanquerosque encabezaba Diego Portales, se em-pieza a vislumbrar la conformación dela nación, la cual fue generada por elEstado que la dotaría de aquellos sím-bolos “patrios” necesarios para fomen-tar y crear lo que se conoce como lachilenidad.8

La acción del grupo estanquero yla gravitante figura política de DiegoPortales, quien propiciaba un gobiernoimpersonal y abstracto, sujeto a la leyy ajeno a figuras caudillescas, aunqueél mismo lo fue para su época, se tra-dujo en el establecimiento de una nuevaconstitución, que reflejaría los deseosde un grupo social claramente definidoy que hasta entonces, después de laindependencia, se había automargina-

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do del proceso político: la aristocracia.Ésta, de origen castellano-vasca, sedistinguía, como bien señala Edwards,por una mezcla extraña de sentimien-tos burgueses y orgullo feudal. Mientras,por una parte, quería el orden y la es-tabilidad gubernativa, el progreso eco-nómico y la salvaguardia de sus intere-ses, por otra aspiraba a la dominaciónoligárquica. Cierto era que algunos ele-mentos de ella, como por ejemplo Fran-cisco Antonio Pinto, presidente de laRepública entre 1827-1829, albergabanel ideal democrático, mas la mayoríaera contraria a la implantación de unrégimen semejante porque, para ella,simbolizaba la anarquía y el terror. Deallí, por tanto, su apoyo a Portales y susimpatía por un gobierno fuerte (Ed-wards, 1936: 11-15 y 35-37 y Encina:1962, tomo 10, 458-459).

En definitiva, al considerar Porta-les que el “peso de la noche” —alusiónclara al antiguo régimen— era lo másapto para el país, se dio a la tarea desentar las bases de una nueva institu-cionalidad, la que tendría por fuentede inspiración el pasado monárquico,como veremos en el acápite siguiente.De allí, por tanto, que su obra sea ca-lificada por el constitucionalismo chi-leno como esencialmente reaccionariay restauradora.

HACIA UNA NUEVA INSTITUCIONALIDAD

La organización de un nuevo orden tie-ne, sin duda, en el establecimiento de

una nueva constitución política elpunto de apoyo sobre el cual se re-forman viejas instituciones y queasimismo también permite hipotéti-camente la estabilización política quegarantizaría la buena marcha de losnegocios públicos y privados.

Bajo esa concepción, las clases po-líticas chilena y carioca del siglo XIX seabocaron a la obra de forjar el Esta-do, cuyo punto inicial sería, sin duda,la implementación de una constituciónpolítica. Tanto la brasileña de 1824,como la chilena de 1833, serían la res-puesta que daría la aristocracia de losdos países para solucionar los proble-mas en torno a la forma de gobierno aadoptar, el tipo de ciudadanía quedeberían gozar los habitantes y el ca-rácter que asumiría la representati-vidad política.

Forma de gobierno

Antes de tratar este asunto, se debedejar en claro que las dos constitucionesno fueron más que el fruto de la reac-ción política de aquellos sectores queconsideraban a la monarquía como lomás adecuado para el tipo de sociedaden que vivían. Así sucedió en Brasil, condon Pedro y sus aliados terratenien-tes del “partido brasileño” y en Chile,donde el grupo estanquero, apoyado enla aristocracia, cambió radicalmen-te la fisonomía política del país al darleun cariz monárquico a los gobiernosbajo formas netamente republicanas.9

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En Chile, pese a señalarse formal-mente en la Carta del 33 que el gobiernoera popular y representativo, que suestructura política correspondía a lade una república unitaria e indivisibley que el sistema bicameral era el másapto en la realidad se amparaba unsistema cuya estructura era de carác-ter dual, puesto que mientras se reco-nocía la existencia del Poder Legislativoy se le entregaban escasas atribucionesa través de las llamadas Leyes Perió-dicas que lo autorizaban para cobrarlas contribuciones, fijar las fuerzas ar-madas y aprobar anualmente las leyesde presupuestos,10 se concedía al Eje-cutivo poderes casi absolutos, entre loscuales, aparte del de no ser respon-sable políticamente de sus actos, seenumeraban los siguientes: poder serreelegido (art. 61), remover a los mi-nistros a su antojo (art. 82, núm. 6),rechazar las leyes en virtud del vetoabsoluto (art. 45), convocar a sesio-nes extraordinarias del Congreso (art.82, núm. 4 y 5), comandar a las fuer-zas armadas como jefe supremo deellas (art. 82, núms. 16 y 17), nombrara los magistrados del Poder Judicial(art. 82, núms. 3 y 7) e intervenir enla designación de todos los funcio-narios públicos (art. 82, núms. 6 y9), así como en las elecciones segúnla ley electoral de 1833 y en los asun-tos de la Iglesia en virtud del patro-nato (art. 82, núm. 13) (Heise, 1963:37). En consecuencia, el Congresoresultaba la hechura del primer man-datario.

¿Era esto una clara contradicciónconstitucional? Indudablemente quela creación de un Ejecutivo fuerte ycentralizado fue la respuesta políticadel grupo conservador a los continuoslevantamientos militares, los cuales nopudieron ser erradicados en ese mo-mento, manteniéndose incluso hastadespués de la muerte de Portales. Dehecho, numerosas conspiraciones o-currieron entre los años 1831 y 1837como, por ejemplo la de Barnechea, lade Labbé, el conato de Ruiz y de Reyes,la sublevación de Tenorio en la islaJuan Fernández, la revuelta local dePetorca, la conspiración de Arteaga, larevolución de “los puñales”, la de Hi-dalgo y la tentativa de asesinato dePortales. A esto debe agregarse la guerracontra la Confederación Peruboliviana(Vicuña Mackenna, 1937: caps. VI, VII,XII y XV). No es de extrañar, por tanto,el que la Constitución tradujera el es-píritu de una época convulsiva y queimpulsara a los constituyentes de 1833a otorgar al Ejecutivo un carácter esen-cialmente pragmático y limitador delejercicio pleno de los principios libe-rales de democracia y soberanía, con-ceptos aún imposibles de practicar porla falta de tradición y cultura cívica.11

Bajo la premisa de que la soluciónde los conflictos dependía de la exis-tencia de un gobierno fuerte y centra-lizado, la forma de gobierno adoptadapor los conservadores tendió a reac-tualizar el autoritarismo de los man-datarios borbónicos del siglo XVIII, re-presentado en los capitanes generales,

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en la nueva figura del presidente de laRepública. Si el gobernador-capitángeneral de la época colonial estabarevestido de altas atribuciones, comodetentar la comandancia general de lasfuerzas militares, intervenir en todoslos ramos de la administración públicaen su calidad de superintendente, pre-sidir las sesiones de la Real Audien-cia y llevar estrechas relaciones conlas autoridades eclesiásticas, con launiversidad real y con otros estable-cimientos de enseñanza a raíz de sucondición de vicepatrono (Barros Ara-nas, 1911: t. VII, 345), la Constitucióndel 33 no sólo recuperó esas facultadesen el presidente sino que las aumen-tó, según hemos visto. De este modo,el Ejecutivo resultaba ser un estereo-tipo propio del antiguo régimen, perotrasladado ahora a la república.

En Brasil, la forma de gobierno es-tablecida en la Constitución de 1824era, en cierto modo, algo similar a lachilena. Nacida también de la reacciónaristocrática, ella trasuntó las ten-siones vividas y que seguiría vivien-do el país durante el gobierno de donPedro I y los posteriores mandatos dela década de los cuarenta, fecha en queasume el poder el hijo del emperadory se llega a un consenso entre libera-les y monarquistas.

De tendencia autocrática, la Cons-titución de 1824 tradujo las ideas dedon Pedro y de sus consejeros. Con-cedida por gracia y voluntad del so-berano,12 la Carta disponía que el tipode gobierno que se daba el país, dentro

de un régimen unitario centralizadoque dividía al país en provincias, era deíndole monárquico, hereditario, consti-tucional y representativo.13 El centrodel nuevo gobierno era el emperador,quien asumía poderes casi absolutospor el simple hecho de ser el Ejecutivo—que compartía el manejo del gobier-no junto con los poderes Legislativo yJudicial— y por encarnar además uncuarto poder, el llamado Poder Mo-derador, al que se le definía como la“llave de toda la organización política”.Este último título significaba para donPedro, y ante los ojos de los liberales,ser dueño de un gran poder, ya queentre sus atribuciones estaban, entreotras, las de nombrar a los senadores,escogiéndolos de una lista triple quelas provincias le presentaban, convo-car a la Asamblea General Legislati-va (Cámara de Diputados y Senado),sancionar las leyes, disolver la Cámarade Diputados (el Senado era vitalicio)y convocar luego a elecciones, nom-brar y destituir libremente a los secre-tarios de Estado, suspender a juecesy magistrados, sancionar los decre-tos y resoluciones de la Asamblea Ge-neral para que tuviesen fuerza de leyy, por último, aprobar y suspender in-terinamente las resoluciones de los con-sejos provinciales.14

A esas facultades, completando lamagnanimidad del emperador, se agre-gaban otras prerrogativas que le com-petían por representar al Poder Eje-cutivo. Así, nombraba a los obispos ya los magistrados, proveía los empleos

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civiles y políticos, designaba a los co-mandantes de las fuerzas de tierra yde mar y los removía cuando lo desea-ba, seleccionaba a los embajadores,establecía tratados de alianzas ofensi-va y defensiva, declaraba la guerra y,por último, concedía títulos, honoresy órdenes militares.15

En definitiva, resulta evidente quela creación de este cuarto poder a ejer-cer por parte de don Pedro y de suConsejo no pretendía establecer unaautoridad neutra, sino que más bienbuscaba la ampliación de su poder;con ello se hizo casi imposible la exis-tencia del parlamentarismo y se o-riginó una fuerte oposición por partede los liberales, oposición que, sin em-bargo, pudo echar mano de las pocasatribuciones que la Carta concedía alPoder Legislativo en términos de lafijación anual de los gastos públicos,la repartición de la contribución directay la determinación de las fuerzas demar y tierra.16 Con esto, al igual que su-cedió con las Leyes Periódicas chile-nas, se abría el espacio para que el Le-gislativo fuera desplegando mayormentesu superioridad frente al emperador.

Ciudadanía

Al observar ambas constituciones, loprimero que llama la atención es el tinteoligárquico del cual se les revistió. Talcaracterística, ya observada en la formadada a los nuevos gobiernos, tambiénquedó institucionalizada en lo que se

refiere a la concepción que del ciudada-no predominaría hasta el último terciodel siglo XIX, noción bajo la cual se res-guardaban los intereses de una clasesocial determinada al organizarse sola-mente a un segmento de la sociedad.

En la Constitución brasileña, laciudadanía no tenía una connotaciónprecisa. Es más, no aparece definidaen ninguna parte. Partiéndose de la de-claración de que el imperio consisteen una asociación política de los ciu-dadanos brasileños, que conformanuna nación libre e independiente, lanación surgía definida más bien en re-lación con la idea de pueblo que entérminos de una identidad territorial.Esta situación redundó en el estable-cimiento de una ciudadanía medida nosólo por la cantidad de riqueza que po-seían las personas, sino también porgrados de participación, diferenciandonotoriamente al ciudadano elector delciudadano representante; es decir, aquienes gozaban plenamente de los de-rechos políticos de los que sólo con-taban con derechos civiles.17 Así, porejemplo, en las elecciones de diputados,a los electores se les exigía poseer unarenta anual en propiedades o empleosde 100 mil reis18. En el mismo casoestaban los propios parlamentarios(diputados y senadores), quienes debíandemostrar su idoneidad declarando laposesión de una renta mínima de 400mil reis los primeros y 800 mil reis lossegundos19. De esta forma, se garan-tizaba el ejercicio político sólo a un sec-tor de la sociedad.

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En Chile, a diferencia del Brasil, laciudadanía tenía un origen territorial;sin embargo, pese a ello, la nociónguardaba un fuerte rasgo censal. Losartículos constitucionales que expre-saban la característica del “ser ciuda-dano” y calificaban a los que eran ciu-dadanos activos y a los que eran ciuda-danos pasivos, reflejaban, sin duda,el punto de vista del grupo consti-tuyente, que pensó en una organiza-ción política que asegurase el orden yel predominio aristocrático. Así, mien-tras en el artículo 6 se declaraba queeran chilenos los hijos de padre y madrechilena nacidos en el territorio,20 enotro (art. 8), la ciudadanía aparecíarestringida al precisarse, bajo criteriosclaramente estamentales, que eran ciu-dadanos activos y con derecho de su-fragio todos los hombres solteros de25 años y 21 si eran casados, que su-pieran leer y escribir y que cumplie-ran con el requisito insoslayable de serdueño de una propiedad inmueble ode un capital invertido en alguna es-pecie de giro o industria; además, paraser nominado diputado, se exigía unarenta mínima de 500 pesos y, en el casode los senadores, de 2,000 pesos.21

Con esas condiciones de por medio, lasuma de individuos capaces de ejer-citar los derechos políticos quedaba re-ducida solamente a la gente pudiente,la cual, por consiguiente, controlaríatodos los aspectos de la vida política.

Con todo, aunque la característicacensal predominó en ambos países, lagran diferencia estuvo en la elección

del Ejecutivo. Mientras el emperadorcreaba mecanismos de tipo dinásticopara buscar a su sucesor, el presidentechileno se hacía elegir por el grupoaristocrático a través de elecciones in-directas, en las cuales las autoridadesintermedias cumplían un destacadopapel (véase al respecto más adelante).22

Representación política

Un elemento necesario que se debetener en cuenta para comprender el ca-rácter aristocrático y excluyente de lasconstituciones chilena y brasileña fuela forma que asumió la representaciónpolítica y el modo cómo se generabanlas autoridades. En cierta manera, es-tamos hablando de qué tan legítimosfueron los representantes de estas na-ciones y de si realmente cumplieroncon las instrucciones de sus represen-tados. La respuesta tiene mucho quever con la forma usada para elegir tantoa los miembros del Legislativo como alEjecutivo, elecciones que, como hemosseñalado, estaban mediadas por la con-dición censal del sufragante. En todocaso, aunque en ambas constitucionesse remarcase el carácter representativo,ello en la práctica no era tal, puesto quela elección de los gobernantes y el con-trol sobre su obra a través de eleccio-nes competitivas, aspectos esencialesde un régimen representativo, eran prác-ticamente nulas.

En Brasil, el problema tiene su ori-gen en los hechos políticos que rodearon

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el proceso organizativo del país; enefecto, después de consumada la in-dependencia el conflicto entre el empe-rador y las provincias se agudizó a raízde la controversia relativa a la pose-sión de la soberanía de la nación.Mientras, por una parte, don Pedro de-claraba que él la encarnaba, las enti-dades considerarían que la soberaníasólo se depositaba en los representan-tes libremente elegidos por el pueblo.

Decidida la pugna a favor de donPedro, el país ingresaría a una etapade fuerte centralismo político que mi-naría la legítima representatividad delas provincias, centralismo que, con-fundido con autoritarismo, impediríala evolución hacia un verdadero régimenrepresentativo y democrático. Ejemplode esta centralización en el terreno po-lítico fue el privilegio del emperador depoder elegir libremente a los presi-dentes provinciales y a los senadores(estos últimos eran nombrados pordon Pedro de una lista triple que lasprovincias le remitían), aspecto que de-jaba con poderes muy limitados a losConsejos Generales de las provinciasy a las Cámaras Municipales. De he-cho, el artículo 90 de la Constitución,que describía el carácter indirecto delmecanismo electoral empleado, refren-daba tal prerrogativa del emperador alseñalar que los representantes para elCongreso y los miembros del Conse-jo General de las provincias debían serratificados en última instancia por donPedro, después de ser elegidos por losciudadanos activos en asambleas pa-

rroquiales y asambleas “secundarias”.De este modo, la participación políticaemergía restringida ante el poder om-nímodo del emperador, quien haciendouso de las prerrogativas que le confe-ría el título de Poder Moderador, con-trolaba y nominaba a su antojo a todaslas autoridades del imperio.

Esta monopolización del poder, quecon el paso del tiempo se hizo insos-tenible, produjo en las provincias unfuerte movimiento de índole reformistaque, mediante la llamada Acta Adicio-nal de 1834, demandó limitar el poderdel Ejecutivo pidiendo el fin del Con-sejo de Estado, del Poder Moderador ydel carácter vitalicio de los senadores.Aunque la promulgación del Acta nologró completamente sus propósitos,los liberales pudieron, sin embargo,conseguir dos cosas esenciales para lavida futura de la nación: la extincióndel Consejo de Estado y la creación delPoder Legislativo provincial. Con ellose daba un gran paso hacia el fede-ralismo.

En definitiva, el deseo de los libe-rales de contar con una representaciónlegítima casi no se logró, lo que pola-rizaría aún más el espacio brasileñodurante el gobierno imperial.

En cuanto a Chile, a pesar que laConstitución de 1833 señalaba queel gobierno era popular y represen-tativo y que la soberanía residía enla nación, delegando su ejercicio en lasautoridades establecidas,23 la repre-sentación política se hallaba obstacu-lizada tanto por la totalidad de atribu-

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ciones y poderes del presidente de laRepública como por la intervención di-recta de éste en el proceso electoral através de intendentes, gobernadores einspectores,24 esta intromisión se vio re-forzada por la función que cumplieronlos municipios en la organización de loseventos electorales. Según la ley deelecciones de 1833, las municipalida-des debían preocuparse de la consti-tución de las juntas calificadoras encada parroquia. Cada miembro de lacorporación, incluso su presidente,podía proponer a tres vecinos que pa-sarían a formar parte de dicha junta,la que se encargaría de registrar atodos aquellos ciudadanos que tuvie-sen las cualidades requeridas para elejercicio del derecho electoral, otor-gándoles el correspondiente certifica-do o boleta de calificación. Al finalizaresta operación, los ediles publicabanlas listas a fin de que, si los había, sepudieran entablar reclamos ante lajunta revisora constituida por los mis-mos miembros de la municipalidad.Por último, una copia del acta quedabaarchivada en la municipalidad y otrasdos se remitían al gobernador del de-partamento y al intendente de la pro-vincia.25

De este modo, la red de vigilanciaelectoral se ampliaba hasta las basesmismas del sistema político-admi-nistrativo del país, anulando la repre-sentatividad política y marginando delas votaciones a las minorías a travésdel sistema de lista completa, segúnéste, la lista que obtuviese la mitad

más uno de los votos elegía la totalidadde los diputados de la circunscripción,quedando sin representación la listacontraria, aunque hubiese logrado lamitad menos uno de los sufragios. So-lamente después de 1874, el sistemasería reemplazado por el del llamadovoto acumulativo, que se aplicaría, porel momento, exclusivamente a las elec-ciones de diputados. En esta nueva mo-dalidad, cada elector disponía de tantosvotos como diputados se nombrasenen su demarcación, sufragios que podíaacumular en favor del candidato o loscandidatos preferidos.

Ejemplo de esta situación era la de-signación de los miembros del Sena-do, como en Brasil, donde era vitalicioy elegido por el propio emperador; elSenado chileno, integrado por 20 per-sonas que duraban nueve años en susfunciones, resultaba de las eleccionesde segundo grado que se llevaban acabo en todo el territorio de la Repú-blica. Sin embargo, como señalamosantes, no constituyó más que un cuerpode exclusiva designación del Ejecutivo,situación que cambiaría con la reformadel año de 1874.26

REFLEXIONES FINALES

No se repetirán ideas ya señaladas enel texto. Sin embargo, resulta necesa-rio realizar una reflexión final sobre laexperiencia política de ambos países.

Hacia la última década del siglo XIX,los regímenes que habían organizado

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el Estado en sus respectivos países(régimen portaliano y monarquía bra-sileña) ingresaron a una fase de decli-nación producto de los vaivenes po-líticos y de la demanda reformista delos grupos liberales que solicitaban laapertura del espacio político.

En Brasil, la polémica sobre la mejorforma de gobierno (monarquía o repú-blica) se mantuvo durante casi todo elsiglo, hasta después de la salida dedon Pedro I. Los gobiernos posteriores,como el del hijo del emperador, donPedro II, tuvieron que enfrentar el in-cesante descontento de las provinciasque reclamaban la creación de la re-pública. Este anhelo se hizo realidada partir de 1871, cuando un fuerte mo-vimiento liberal-republicano empezó asocavar el régimen monárquico, el cualterminó por derrumbarse con la pro-clamación definitiva de la repúblicaen 1889, la cual, a través de una nuevaconstitución, instauraba el sistemafederal.

En cuanto a Chile, la revolución de1891 marcaría el fin del llamado Esta-do Portaliano, aunque el espíritu de laConstitución de 1833 persistió hastalos comienzos del siglo siguiente. Lacontroversia sobre la existencia de unEjecutivo poderoso o de un Legislativofuerte, que se había venido planteandodesde la promulgación misma de laConstitución, se mantuvo siempre vi-gente. Pese a las reformas de 1874, quehicieron más flexible la Constituciónal darle un mayor alcance participativo(extensión del sufragio), la lucha por

ampliar el poder del Parlamento seacrecentó hasta terminar con el auto-ritarismo presidencial, dando así pasoa un régimen parlamentario burguésque acabaría con la supremacía de laaristocracia. Sin embargo, la continua-ción de viejas prácticas como la ine-xistencia de la clausura del debate, lafacultad presidencial de disolver la cá-mara baja y la reglamentación de lasinterpelaciones, llevaron a la imperfec-ción del régimen, el cual desaparece-ría finalmente con la Constitución de1925, la que, en el fondo, recuperabala idea de un gobierno fuerte y cen-tralizado.

NOTAS

1 La revolución liberal comenzó en la lo-calidad de Oporto y luego se propagóa Lisboa, teniendo como trasfondo eldeseo de establecer un régimen monár-quico constitucional y terminar con elestado de aislamiento en que se en-contraba el reino después de la parti-da de los Braganzas en 1808.

2 Básicamente, los reclamos se resumende la siguiente manera: no más poderabsoluto sino Parlamento y soberaníanacional por encima de todo y, some-tido a ella, el rey como dependiente yfuncionario suyo (Cortesao y Calmon,1956).

3 La clase política brasileña que formóparte de la Asamblea Constituyente de1823, pese creer en las ideas liberales,se mostraba partidaria del régimenmonárquico parlamentario y mode-rado. Había, sin duda, elementos másradicales que preconizaban una de-mocracia avanzada y soñaban con laRepública, pero esos elementos eran te-nidos por extravagantes y no ejercían

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efectiva influencia en los aconteci-mientos (ver Arinos de Melo, 1957).

4 La verdad es que tanto la condición deimperio como el hecho de haberse de-clarado la independencia pueden consi-derarse como actos fortuitos. En ambasocasiones, los acontecimientos exter-nos al Brasil, ocurridos precisamenteen la península, influyeron decisiva-mente en el nuevo cambio que se generóen el espacio brasileño.

5 Para mayores detalles, consúlteseCampos Harriet, 1963.

6 Después de la promulgación de laConstitución de 1826 que instaura-ba un régimen federal y la de 1828 quemantenía la existencia de asambleasprovinciales, los constituyentes de1833 tendrían cuidado de precisar queen la nueva Constitución se tomaría encuenta la realidad del país y que noadoptarían ninguna otra fórmula fo-ránea, haciendo clara alusión al fede-ralismo norteamericano. Incluso laspalabras del entonces presidente dela República, el general Prieto, son evi-dentes, al proclamar que: “Despre-ciando teorías tan alucinadoras, comoimprácticables, sólo han fijado su a-tención (los constituyentes) en los me-dios de asegurar para siempre el ordeny tranquilidad pública contra los ries-gos de los vaivenes de partidos a quehan estado expuestos. La reforma noes más que el modo de poner fin a lasrevoluciones y disturbios a que dabaorigen el desarreglo del sistema polí-tico en que nos colocó el triunfo de laindependencia” (Sotomayor Valdés,1965: 243).

7 Como señalamos anteriormente (véasela nota 5), muchas fueron las disposi-ciones y constituciones que se estable-cieron. En los primeros años, Santia-go mantuvo siempre su preeminencia,pero después de la salida de O’Higgins,surgió un claro intento de ir hacia elfederalismo, cuyo punto cúlmine fuela Constitución de 1826. Para mayoresdetalles sobre el ensayo federal, véaseMartínez Baeza, 1970.

8 Aunque las conmemoraciones y lossímbolos destinados a desarrollar elsentimiento del patriotismo surgierondurante el gobierno de BernardoO’Higgins, fue Portales quien resuci-tó “... una institución que había caídoen el olvido”. Así, en las fiestas de ce-lebración de la independencia (18 deseptiembre) y del triunfo obtenido enYungay en 1816 frente a la Confede-ración Peruboliviana, se cantaba elhimno nacional escrito por BernardoVera y Pintado y se izaba la banderaen todos los frentes (filas casas, cuyoscolores simbolizaban la sangre de loscaídos en la lucha independentista (rojo),el color del cielo (azul) y el de la cordi-llera de los Andes (blanco). A estos sím-bolos, se agregaba el escudo nacionalque representaba la libertad. Véase En-cina, 1962: tomo 10, 365-367.

9 Mario Góngora (1986: 40-41), refirién-dose a Chile, señala que la idea de Por-tales fue “...restaurar una idea nuevade puro vieja, a saber la de la obedien-cia incondicional de los súbditos al reyde España durante la época colonial...Ahora se implementaba una nuevaobediencia, dirigida hacia quien ejer-ciera la autoridad legítima, en cuantolegal”.

10 Véase la Constitución de 1833, art. 36núm. 1 y art. 37 núms. 1, 2, 3.

11 En el fondo, la obra de los constituyen-tes del 33 reflejó el espíritu pragmáti-co de Portales, para quien la realidaddecía mucho más que la teoría.

12 La comisión encargada de redactar eltexto de la Constitución rehusó unáni-memente darle ese título, ya que im-plicaba el voto de los representantesdel pueblo. Por ello, se decidió al finalpor el nombre de Carta, que era la de-signación tradicional de las concesio-nes hechas por el rey a sus súbditos.

13 Véase la Constitución de 1824, ar-tículos 2 y 3.

14 Véase la Constitución de 1824, título5o., Capítulo I.

15 Véase la Constitución de 1824, título4o., Capítulo II.

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16 Véase la Constitución de 1824, título4o., Capítulo I, art. 15 núms. 10 y 11.

17 Se debe señalar que la presencia deesclavos en el Brasil causó en la Asam-blea Constituyente de 1823 una fuertediscusión sobre si éstos serían con-siderados ciudadanos. La conclusióna que se llegó fue que sólo los librespodían serlo, pero gozando exclusiva-mente de sus derechos civiles, ya queno cumplían con los requisitos que dis-ponía la Constitución. Esta conside-ración fue hecha por el diputado detendencia monarquista Maciel DaCosta, para quien el problema se sin-tetizaba con la siguiente frase: “Bra-sileños son los que nacen en Brasil yciudadano brasileño aquel que tienederechos políticos”. Véanse mayores de-talles en Rodríguez, 1974: 122 y ss.

18 Véase la Constitución de 1824, art. 91núm. 5.

19 Véase la Constitución de 1824, art. 95núm. 1 y art. 45 núm. 4.

20 El artículo decía: “Son chilenos: 1. Losnacidos en el territorio de Chile. 2.Los hijos de padre y madre chilenos,nacidos en territorio extranjero, por elsólo hecho de avecindarse en Chile.3. Los extranjeros que, profesan al-guna ciencia, arte o industria o pose-yendo alguna propiedad raíz o capitalen giro declaren ante la municipali-dad del departamento en que residan,su intención de avecindarse en Chile,y hayan cumplido diez años de resi-dencia en el territorio de la República.Bastarán seis años de residencia si soncasados y tienen familia en Chile; ytres años si son casados con chilena.4. Los que obtengan especial gracia denaturalización por el congreso.”

21 Véase la Constitución de 1833, arts.21 y 32, respectivamente.

22 Véase la Constitución de 1833, arts.63, 76 y 72.

23 Estos artículos (cap. II núms. 2, 3 y 4),sin duda, reproducían textualmente elartículo 3o. de la Constitución de Cádiz.

24 En el caso del Brasil, los presidentesde las asambleas nombrados por el

emperador se constituían en los re-presentantes directos del Ejecutivo enlas provincias. En razón de ello, tam-bién intervenían y controlaban el pro-ceso electoral.

25 Esta ley completó lo dispuesto por laConstitución Política sobre los requi-sitos patrimoniales que debían tenerlos ciudadanos activos. Así, en lo to-cante a la propiedad o renta, se deter-minó para Santiago que los sufragan-tes debían demostrar la posesiónde una propiedad inmueble con va-lor de 1,000 pesos, o un capital de girode 2,000. En el caso de los electores deprovincia, se exigía una propiedad raízde 500 pesos, un capital de giro de 1,000y una renta industrial de 100.

26 Según la Constitución, el Senado seelegía de una sola lista en todo el país,lo cual implicaba que prácticamentetodos sus miembros eran designadospor el presidente de la República. Lareforma de 1874 establecería, por elcontrario, que los senadores se eligie-sen en votación directa por provincia,correspondiendo a cada una elegir unsenador por cada tres diputados, losque permanecerían en el ejercicio desus funciones por seis años en vezde nueve y pudiendo ser reelegidosindefinidamente.

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