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Conflicto judaísmo-cristianismo Una nueva lectura del libro de los Hechos ROlViÁN LLAMAS (Toledo) Algo que llama la atención a quien lee el libro de los Hechos, desde sus primeras páginas, es el conflicto entre la religión funda- da por Jesucristo o su mensaje y el judaísmo o la religión judía. Conflicto que estalla en mil escaramuzas a lo largo de todo el libro. Se saca la impresión de que el mensaje de Jesús -la expan- sión universal del evangelio, el tema de los Hechos- le costó Dios y ayuda penetrar de lleno en los corazones y en la sociedad y sus estamentos, comenzando por los mismos que tenían el man- dato de anunciarlo. Esta primera impresión se convierte en constatación en una relectura del libro, leído sin prejuicios de escuelas y sin pretensio- nes de añadir algo nuevo a lo ya estudiado; leído desde el mismo texto e investigando la dimensión teológica o plan teológico que da unidad a las diversas perícopas o relatos. La expansión univer- sal del evangelio se lleva a cabo sin que los apóstoles tomen la iniciativa al instalarse en Jerusalén como la comunidad judeo- creyente; tiene que ser el Señor que permite la persecución desata- da contra la facción judeo-helenista creyente, residente en Jerosó- lima (Act 8,16), con ocasión de la denuncia profética y la muerte testimonial de Esteban. El Espíritu Santo contra viento y marea, contra el obstáculo que encuentra en los personajes más significa- tivos de la comunidad judeo-creyente, lleva a cabo la expansión REVISTA DE ESPIRITUALIDAD (52) (1993), 167-201

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  • Conflicto judaísmo-cristianismo

    Una nueva lectura del libro de los Hechos

    ROlViÁN LLAMAS

    (Toledo)

    Algo que llama la atención a quien lee el libro de los Hechos, desde sus primeras páginas, es el conflicto entre la religión funda-da por Jesucristo o su mensaje y el judaísmo o la religión judía. Conflicto que estalla en mil escaramuzas a lo largo de todo el libro. Se saca la impresión de que el mensaje de Jesús -la expan-sión universal del evangelio, el tema de los Hechos- le costó Dios y ayuda penetrar de lleno en los corazones y en la sociedad y sus estamentos, comenzando por los mismos que tenían el man-dato de anunciarlo.

    Esta primera impresión se convierte en constatación en una relectura del libro, leído sin prejuicios de escuelas y sin pretensio-nes de añadir algo nuevo a lo ya estudiado; leído desde el mismo texto e investigando la dimensión teológica o plan teológico que da unidad a las diversas perícopas o relatos. La expansión univer-sal del evangelio se lleva a cabo sin que los apóstoles tomen la iniciativa al instalarse en Jerusalén como la comunidad judeo-creyente; tiene que ser el Señor que permite la persecución desata-da contra la facción judeo-helenista creyente, residente en Jerosó-lima (Act 8,16), con ocasión de la denuncia profética y la muerte testimonial de Esteban. El Espíritu Santo contra viento y marea, contra el obstáculo que encuentra en los personajes más significa-tivos de la comunidad judeo-creyente, lleva a cabo la expansión

    REVISTA DE ESPIRITUALIDAD (52) (1993), 167-201

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    universal del evangelio. El Espíritu Santo juega un papel decisivo y de primer orden en la expansión universal del evangelio, como lo juega ya en la vida de Cristo (Lc 4,1), que, por eso, se ha llamado el evangelio del Espíritu Santo al libro de los Hechos.

    En este trabajo, que tiene más de exposición que de estudio investigativo 1, me limito a presentar el tema en los conflictos que surgen en la comunidad judea-creyente de Jerusalén y en el caso del convertido Pablo.

    La nueva lectura del libro de los Hechos, con la interpretación especial de los actos y episodios narrados en ellos, parte del hecho de unos postulados y de unas constataciones.

    Entre los postulados está el que el libro de los Hechos no es un libro histórico en el sentido técnico de la palabra, sino un evangelio, y conforme a las reglas de este género literario hay que leerlo y comprenderlo. Es el relato de la expansión universal del evangelio por medio de los apóstoles de Jesús, que no encuentra su realización plena, según la mente de Jesús y el convencimiento de Lucas, hasta que no es predicado abiertamente a los paganos sin el intermediario del pueblo judío, sin ser un apéndice del pueblo judío. Por eso, precisamente los personajes claves, como Pedro y Pablo, desaparecen de la escena en su labor evangelizadora cuando se han dado de lleno a predicar a los paganos. Como dando a entender que desde ese momento están en la línea que Jesús les trazó cuando les mandó que predicasen la buena nueva: seréis mis testigos en Jerusalén = institución judía, en toda Judea y Samaría y hasta los confines de la tierra (Act 1,8) o, como dice el evan-gelio, a todas las gentes (Lc 24,47). Los Hechos son la continua-,ción del evangelio. Evangelio y Hechos forman la doble obra lucana, significando con ello la unidad existente entre ambos. Unidad que el mismo Lucas ha establecido, repitiendo al comienzo

    1 Me inspiro para este trabajo en dos libros fundamentalmente, en el Nuevo Testamento, traducción de J. MATEas. L. ALONSO SCHÓKEL. Introduc-ciones, notas y vocabulario biblico de JUAN MATEaS ... Edic. Cristiandad, Ma-drid, 19872, 1358 pp.; JOSEPH Ríus-CAMP, De Jerusalén a Antioquía. Génesis de la Iglesia cristiana. Comentario lingüístico y exegético a Hech 1-12. Edic. El Almendro, Córdoba, 1989, 390 pp., Y El camino de Pablo a la misión de los paganos, Comentario ... a Hech 13-28, Edic. Cristiandad, Madrid, 1984, 326 pp.

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    de los Hechos los mismos temas que encontramos en el último capítulo del evangelio, aunque con nuevos detalles. Después de resumir el contenido del evangelio (Act 1,1-2), reasume (Act 1,3-8) los temas del último capítulo (Lc 24,13-53): las apariciones de Jesús resucitado, las últimas instrucciones a sus discípulos sobre la ejecución inminente de la Promesa, la donación del Espíritu Santo y la Ascensión de Jesús y el regreso de los discípulos a Jerusalén «para enganchar a ellos (a los temas) la continuidad del relato» 2.

    El libro de los Hechos más que un libro histórico es un libro con un plan teológico. Va dirigido a las comunidades cristianas para hacerlas ver cómo el mensaje de Jesús se ha ido implantando en ellas. El libro de los Hechos hay que «situarlo en el nivel estrictamente intercomunitario, a modo de catequesis de grado superior para la formación teológica de los futuros evangelistas y catequistas de la comunidad, representados por Teófilo ... Lo que está en juego en el libro de los Hechos no son los personajes en sí, sino la ejecución del encargo de Jesús sobre la misión universal, a pesar de las reticencias y obstáculos interpuestos por las grandes figuras de la Iglesia primitiva» 3.

    En los Hechos, como en el evangelio, abundan los simbolismos y hechos y personajes paradigmáticos que representan todo un grupo o institución, personajes representativos, anónimos o no, que desempeñan las funciones de un determinado grupo o estamento. Son significativos los nombres y el simbolismo de los números.

    Los discursos, que ocupan casi la tercera parte de los Hechos, son discursos elaborados por Lucas, puestos en la boca de distintos personajes, respondiendo a la mentalidad y a la situación concreta del que habla y al momento en que habla, pero él ni asume ni hace suyo todo lo que dicen. Y así se da el caso de que el mismo personaje hace afirmaciones contradictorias según que hable inspi-rado o no por el Espíritu Santo.

    En concreto, el significado de los nombres es notable en el uso de Jerusalén y Jerosólima. Jerusalén tiene un sentido sacral y se refiere a la iglesia judea-creyente, aferrada a su pasado judío y

    2 La Sainte Bible de Jérusalem, París, 1956, Introd. al libro de los Hechos de los apóstoles, p. 1433.

    3 El camillo de Pablo ... , a.c., p. 16.

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    anclada en las tradiciones judías. Jerosólima se refiere a la ciudad sin más connotaciones, en sentido neutro. Así, al surgir la iglesia de Antioquía, llegó la noticia a oídos de la comunidad de J erusa-lén (Act 11,22); en cambio, por aquellos mismos días unos profe-tas bajaron a Antioquía desde Jerosólima (Act 11,28). Es uno de tantos ejemplos.

    Otra constatación son las afirmaciones que Lucas establece sobre la llenez del Espíritu Santo a determinados personajes. De una manera constante Lucas usa el adjetivo pIe res para significar la permanencia de la llenez del Espíritu Santo en algún personaje, como Cristo en el evangelio (Lc 4,1) y Esteban en Hechos (Act 6,3.5.8); y el participio pleszels u otros modos del verbo pimplemi para significar un acto puntual y pasajero de la presencia del Espíritu Santo (Act 2,4; 4,8). Nunca encontramos el pleres aplica-do a los Doce.

    Finalmente, para San Lucas las apariciones de Cristo, experien-cias singulares del Señor Jesús, no acaban con la ascensión al cielo; después de ese momento aparecen esas visiones, como la de Pablo 4.

    LA COMUNIDAD DE JESÚS FRENTE AL JUDAÍSMO

    El Verbo de Dios se encarna en una naturaleza humana no contaminada ni condicionada por nada, y así pudo predicar el mensaje de la buena nueva de la salvación, encomendada por el Padre con entera libertad. «Maestro, sabemos que eres veraz y que enseñas el camino de Dios con franqueza y que no te importa nadie, porque no miras la condición de las personas» (Mt 22,16). Y aún cuando encarnado vitalmente en una sociedad y en una religión concreta, esto no le condiciona para nada. El viene para todos indistintamente. En cambio, la comunidad, creada por Jesús para continuar su obra evangelizadora en el mundo, está formada por hombres concretos y determinados, fuertemente enraizados en

    4 Cfr. sobre el particular, J. Ríus-CAMP, El seguimiento de Jesús, «el Se-ñon> y de su Espíritu en los prolegómenos de la misión, [Hech 1-12, Est. Bib. 51 (1993) 73-116).

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    una sociedad y en una religión particular, la judía, que se ha como quintaesenciado en su ser.

    Al convertir Jesús a estos hombres en sus apóstoles, en los evangelizadores de su mensaje de salvación, les exige una asimi-lación personal del mismo con el consiguiente despojo radical de la vieja religión. Una asimilación vital y transformante. Vemos en el evangelio lo que le costó a Jesús meterles en la mollera la sustancia del mensaje nuevo de salvación. Después de tres años todavía no han comprendido nada de lo que se refiere a esa sus-tancia; se siguen moviendo en su mundo de mesianismo patriótico-religioso, de legalismo contra la plena gratuidad de parte del Padre del cielo y del misterio de salvación. Sólo la resurrección de Cristo con la venida del Espíátu Santo les cambió la mentalidad, les convirtió, aunque sin purificarles plenamente del aspecto político y de poder del mesianismo salvador de Jesús y de la primacía y singularidad del pueblo judío en orden a la salvación y como intermediario indispensable de la misma.

    Alguien podría pensar que con la muerte y resurrección de Jesucristo y con la venida del Espíritu Santo, todos los obstáculos para la vivencia y para la predicación e implantación del mensaje de salvación de Cristo habían desaparecido de la mente y del corazón de los apóstoles, que su mundo interior estaba totalmente transformado, pero no fue así. De ahí las dificultades que va a suponer la implantación de la nueva religión, el Camino nuevo, como le llama Lucas (Act 18,25.26; 19,9; 22,4) Y los conflictos que va a provocar.

    Ya es significativa la pregunta a Jesús, que Lucas pone en boca de los apóstoles, cuando les hace las últimas recomendaciones de aguardar al Espíritu Santo en la ciudad de Jerusalén, Jerosóli-ma. «Señor, ¿es ahora cuando vas a restaurar el reino para Is-rael?» (Act 1,6). Con esta pregunta los apóstoles dan a entender con claridad que el mensaje de Cristo no ha calado plenamente en su corazón. Es esta esperanza fallida de la restauración del reino de Israel el que está presente en todos los relatos de la primera parte de los Hechos en los personajes clave y en la vida de la comunidad de Jerusalén y la que crea el problema de la conversión de los paganos y la que está en el corazón de

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    Pablo hasta que llega a Roma y se aleja definitivamente de los judíos.

    Antes de llegar a los conflictos que surgen en la comunidad de Jerusalén como fruto de sus ataduras a las estructuras y tradiciones judías, quiero, aunque nada más sea, reseñar algunos aspectos de la misma que resultan negativos:

    a) La nueva comunidad lleva a cabo la elección de un nuevo apóstol para restablecer el número Doce como representante del pueblo de Israel. La elección se hace con la oposición del mismo Jesús (Act 1,6) y sin la intervención del Espíritu Santo, aunque de buena voluntad. Aspecto negativo.

    b) ¿El modelo de pobreza que adopta esta comunidad es el evangélico, conforme al consejo de Cristo de dejarlo todo? (Act 12,33; 11,41; 14,33; 18,22). Mas que de pobreza parece que se trata de capitalización de bienes (Act 2,45; 4,34s). Aspecto nega-tivo.

    e) La nueva comunidad continúa con sus plegarias y oracio-nes cada día en el templo (Act 2,46). Ya Lucas, con mucha finura, hace ver este apego a la institución judía, a lo judío, cuando, al volver del monte de los olivos, después de la ascensión, cita dos veces a Jerusalén en sentido religioso y sacral y alude al precepto sabático de lo que se puede caminar en un día (Act 1,13.14). Aspecto negativo.

    d) Todos siguen con el mismo propósito y el mismo pensa-miento: la resurrección del reino de Israel (Act 1,15; 2,1.44.47; 4,26). Aspecto negativo.

    e) La mejor prueba de que no han roto con las estructuras y mentalidad judías es que:

    1) El pueblo judío les tiene en gran estima (Act 4,33; 5,13). 2) Les defiende el maestro fariseo Gamaliel (Act 5,17s). 3) Muchos de la secta de los fariseos entran en la nueva

    comunidad (Act 15,5).

    Pero no todos son aspectos negativos. Es una comunidad que, con la segunda venida del Espíritu Santo ha clarificado la situación y ha cobrado un grande impulso. Los apóstoles hacen signos y

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    prodigios. La nueva comunidad aparece como contradistinta del laós de Israel, es una ecclesía. Algunos valores del judaísmo se han desmoronado. La figura de Pedro va adquiriendo mayor relie-ve no sólo en Jerusalén sino también en las ciudades vecinas (Act 5,15-16). Es una comunidad creyente, constituida, que hace propa-ganda del nombre del Señor Jesús en el templo y por las casas (Act 5,42). Es una comunidad dinámica que se da a conocer para crecer y desarrollarse, pero que lleva dentro de sí misma el germen de los problemas y conflictos y luchas, al no haber roto totalmente con la querencia judía, y que, a medida que crezca, se aumentarán y harán más enconados.

    CONFLICTOS y LUCHAS

    Los problemas que se plantean a la nueva comunidad derivan de una doble vertiente: unos se refieren a la vida misma de la comunidad, dada su incardinación real en el judaísmo. ¿Hay que romper con todas las estructuras e instituciones judías? ¿Hay que incorporarlas a la vida de la nueva comunidad? Viene aquí aquello de Cristo de no echar el vino nuevo en odres viejos.

    La otra concierne a la predicación del mensaje de salvación. ¿Hay que predicar la buena nueva también a los paganos con plena independencia del pueblo judío o mirándolos como un apéndice del laós de Israel, incorporándoles antes al pueblo escogido para que puedan recibir el Espíritu Santo, porque de otra manera no podrían recibirlo?

    San Lucas va relatando los hechos y los conflictos teniendo en cuenta y partiendo del hecho y enseñanza de Jesús y de la enco-mienda hecha a los apóstoles.

    Los conflictos que surgen en la nueva comunidad, que son conflictos y luchas de crecimiento, por no haberse sabido librar desde el principio de las ataduras del pasado judío, los podemos reducir a tres:

    1) Entre helenistas y hebreos. 2) Entre Pedro y los circuncisos. 3) Entre judea-creyentes fariseos y cristianos helenistas.

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    1) Conflicto entre helenistas y hebreos

    Se trata de un conflicto ad intra de la misma comunidad cre-yente. Aparece por primera vez aquí el grupo de los helenistas dentro de la comunidad de Jerusalén. Lucas insinúa que no había mucha concordia entre el grupo de los hebreos, judíos de origen de Jerusalén y alrededores y el de los helenistas, judíos de la diáspora que leían la Biblia en griego, y más abiertos, dado su contacto con otras culturas y religiones y dado, probablemente, el origen pagano de muchos de ellos. Esta falta de armonía luego se convertirá en lucha abierta.

    Para San Lucas esta falta de armonía se manifiesta en que las viudas de los helenistas son desatendidas o preteridas en la asis~ tencia cotidiana, llevada a cabo por los hebreos. Quizás el origen de las tensiones haya que buscarlo en motivos más poderosos y profundos: distinta postura acerca de la validez del templo, acerca de las costumbres mandadas por Moisés (efr. Act 6,14), es decir, en la validez y vigencia o no de la institución judía.

    No perdamos de vista que una vez reconocida oficialmente la nueva comunidad, después de la persecución de los saduceos y gracias a la intervención del fariseo Gamaliel, se da un movi-miento fuerte de conversiones, casi exclusivamente de judíos de lengua aramea, entre los que no falta una muchedumbre de sacerdotes (Act 6,7). Es significativo que mientras en 6,1 Lu-cas afirma que en aquellos días aumentaba el número de los discípulos, ahora en 6,7 dice que crecía considerablemente el número de los discípulos en Jerusalén, es decir, en la insti-tución judía, y añade que una grande muchedumbre de los sacer-dotes obedecía a la fe. ¿Tiene alguna intención particular Lucas en esta expresión para acentuar el crecimiento de la parte judeo-aramea de la comunidad con todas las consecuencias que ello conlleva? Y esa desatención de las viudas de los helenis-tas, ¿no será más bien fruto del alborozo del triunfo de la parte hebrea sobre la helenista, aunque nada más sea por el número y no por el número multitudinario de los convertidos, pues en ese caso la desatención hubiese sido también para las viudas de los he-breos?

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    Tendríamos aquí el triunfo de la parte fuerte sobre la más débil, personificada en las viudas, y además helenistas.

    En última instancia, el factor determinante de las tensiones y conflictos en la comunidad hay que buscarla, sin duda, en la ac-titud menos legalista, más abierta al mundo pagano y más acorde con la enseñanza de Jesús de los helenistas, como lo va a demos-trar Esteban en su discurso, que Lucas aprueba plenamente por la manera de presentarle lleno de sabiduría y de Espíritu Santo. Esteban personifica la parte helenista de la comunidad y representa la facción que ha aceptado totalmente la ruptura con el judaísmo, propuesta por Jesús y que le llevó a la muerte. Esteban, como Cristo, es el hombre libre, que obra con entera libertad ante las tradiciones e instituciones judías, ante el templo. La presentación que Lucas hace de Esteban está calcada sobre la figura de Cristo, sobre todo en el momento de su pasión y muerte, y parece que nos está diciendo: ahí está el modelo de la vida y actuación de la nueva comunidad de Jesús resucitado. Una actitud y comportamiento bien distinto del resto de los apóstoles y muchos discípulos. La presentación de la actitud de Esteban es una crítica a la vida en tantas cosas de componentes con las estructuras e instituciones judías. La actitud de Esteban es paradigmática.

    En cambio, la parte hebrea de la comunidad no ha roto total-mente con el mundo y las instituciones judías, más bien contem-poriza con ellas. Es la Iglesia llamada de Santiago, y que en la asamblea de Jerusalén logrará todavía imponer el criterio de orde-nar y exigir a los convertidos del paganismo ciertas prescripciones puramente judías, y en la que algunos todavía creen en la necesi-dad de la circuncisión para salvarse (Act 15.1.5b).

    2) Entre Pedro y los circuncisos

    Pedro es judío por los cuatro costados. A lo largo del estable-cimiento de la comunidad de Jerusalén y de su manifestación abierta ante el pueblo judío, Pedro, manteniendo lo esencial del mensaje de Jesús: la salvación sólo viene por Cristo muerto y resucitado, contemporiza con los judíos en estructuras y prácticas piadosas y mentalidad judías.

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    Esto lo vemos claramente en el primer discurso después de la curación del lisiado desde el vientre de su madre, símbolo del pueblo judío. Mientras la primera parte del discurso, resulta per-fecta (Act 3,12-16), la segunda (17-26) se tiñe fuertemente de judaísmo. No parece el discurso de un discípulo de Jesús. Dejando la excusa al pueblo y a sus jefes -qué distinto el discurso de Esteban-, lo que dice en el v. 19 parece más bien la predicación de Juan Bautista. Jesús vino a mucho más. Esta comunidad no propone por boca de Pedro el auténtico mensaje de Jesús.

    Habla de una segunda venida salvadora de Jesús, de la que no consta que él hablara, y además, para salvar al pueblo judío. En el fondo son brotes del nacionalismo religioso. Con la muerte de Jesús han quedado anuladas todas las perspectivas de restauración del reino para Israel, las esperanzas del establecimiento del reino de Jesús han fracasado con su muerte. Es ahora, cuando está vivo, resucitado, cuando va a realizar el sueño de Israel, la gloria de la nación escogida. Pedro ilusiona al pueblo con esta esperanza.

    Pedro no atina, Jesús no les ha dicho nada de eso. Al revés, por Jesús y con Jesús se acabaron los privilegios judíos. A Pedro, cuan-do no habla desde el Espíritu, le inspira el nacionalismo religioso.

    El primer testimonio que dieron Pedro y Juan bajo la inspira-ción del Espíritu Santo en la primera comparecencia ante las au-toridades judías (Act 4,8-13), se ha ido desvirtuando, esfumando; en la segunda comparecencia se da una especie de pacto, promo-vido por el fariseo Gamaliel.

    La parte helenista de la comunidad no debía estar muy de acuerdo con esa especie de compromiso, como lo demuestra la fuerte denuncia de Esteban, que le costó la vida. Con la muerte de Esteban se desata una persecución hasta el exterminio contra la parte helenística de la comunidad creyente que residía en Jeru-salén.

    Ante esta persecución, todos los de esta comunidad se disper-saron por las comarcas de Judea y Samaría, excepto los apósto-les, que permanecieron en Jerusalén -añadido del texto occiden-tal-; expresión que significa que entre ellos y las autoridades judías hay lazos de unión, buenas relaciones. ¿Hicieron algo los apóstoles para impedirla?

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    Con esto da a entender que las autoridades de Jerusalén saben distinguir claramente entre el grupo de los helenistas, los para ellas inicuos, que ponen en entredicho la ley y las instituciones judías, y el grupo de los doce o Iglesia de Jerusalén, presidida por San-tiago, que las aceptan gustosamente, y en este grupo se encuentra Pedro.

    La persecución dispersó a los helenistas y esta fue la ocasión para la evangelización de Samaría, obra, especialmente del diáco-no Felipe. La región de Samaría acogió con mucho gozo la palabra de Dios y las noticias de la buena acogida del mensaje cristiano de salvación llegaron rápidamente a Jerusalén. La comunidad de Jerusalén decidió mandar a Pedro y a Juan a Samaría. Una vez que bajaron a la ciudad se reunieron con la comunidad, oran para que reciban el Espíritu Santo, les imponen las manos y lo reciben, y retornaron a Jerusalén. De regreso a Jerosólima, no a Jerusalén, iban anunciando y testimoniando la buena noticia por muchas aldeas de Samaría.

    El hecho de cambiar Lucas J erosólima por Jerusalén indica que en el corazón de Pedro se va realizando una conversión, se va purificando de sus ataduras a la ley e instituciones judías. La fuerza de los hechos le va haciendo entrar en razón cristiana, aunque todavía queda un camino que recorrer.

    Después de la conversión de Saulo pasó la tormenta de la persecución y vino una calma de total paz en toda la Iglesia en Judea, Galilea y Samaría (Act 9,31). Pedro aprovecha ese período de paz para visitar las comunidades dispersas por la región. Pasa por todas, aunque Lucas sólo hace mención de tres de ellas. El resultado de esta visita, por lo que se refiere al punto que nos ocupa, es que Pedro cura a una de una grave enfermedad y resucita a otra que estaba muerta, representadas en sendos personajes, Eneas y Tabita; dando a entender que la piedad y prácticas judías no han sido lo bastante eficaces para mantener vivas las comuni-dades judea-creyentes. Y esto hace recapacitar a Pedro y le hace caer en la cuenta, que se necesitan otras cosas: liberarse de las ataduras de todo lo judío.

    y por eso Pedro, en vez de quedarse en alguna de estas comu-nidades, se hace huésped y se detiene bastantes días en casa de

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    Simón, el curtidor, oficio considerado impuro por los judíos, por tener que tratar con pieles de animales muertos. Este Simón tiene su casa junto al mar; dos notas que denotan que la comunidad que representa Simón vive al margen de la institución judía (Act 10,6).

    De la narración de Lucas se comprende fácilmente que Pedro se va liberando de la sujeción a la ley y a las instituciones judías; el golpe de gracia se lo da el Señor en casa de Comelio, el pagano de Cesarea. Conocemos la visión en la que no tiene clara y refleja conciencia de lo que oye, debido, sin duda, a la resistencia interior a aceptar el mensaje que le trae la visión, ekstasis, en sentido más bien negativo. En esta visión Pedro oye una voz, la de Jesús, que le dice: «mata y come». Pedro en su respuesta se retrata: «No, por cierto, Señor, porque jamás he comido nada profano o impuro».

    Lo que Dios ha purificado -dice la voz- no puedes decir ya que es profano.

    Por tres veces la misma voz. ¿Señal de la fuerte resistencia de Pedro a aceptarlo? Por tres veces le preguntó el Señor si le amaba y por tres veces renegó de él.

    En el desarrollo de la escena encontramos: hombres que vienen a buscarlo desde Cesarea; el Espíritu que le habla; el recibimiento de Comelio; la mucha gente que se ha reunido en la casa de éste; el Espíritu Santo que desciende.

    Pedro ha comprendido el sentido de la visión: «Sabéis que está prohibido a un judío unirse o juntarse con un extranjero; y a mí el Señor me ha mostrado a no tener a ningún hombre por profano o impuro» (Act 10,28). Este era el problema que se ventilaba. Para llegar a Jesucristo, en la mente judía, había que convertirse al judaísmo si uno no lo era de nacimiento. Entonces, ¿cómo se podía predicar el evangelio a los paganos? Será el Espíritu Santo quien deshaga el engaño y clarifique el asunto.

    Con las palabras recordadas, Pedro les da a entender que no les tiene, a ellos paganos, por impuros o profanos, y habla a aquel grupo de gentiles como si hablase a los mismos judíos. No ha acabado todavía de hablar cuando el Espíritu Santo desciende (en aoristo) sobre todos los que les escuchaban. Milagro ... El Espíritu Santo desciende también sobre los paganos.

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    Los circuncisos, los judíos que acompañaban a Pedro, quedan maravillados, fuera de sí, al ver que el Espíritu Santo baja también sobre los paganos. No se creen lo que están viendo ...

    Ha sido algo insólito; y cuando Pedro vuelva a Jerusalén, a la comunidad creyente, afecta y adicta al judaísmo, estallará el con-flicto, cuando les relate todo lo que ha sucedido en casa de Cor-nelio, el pagano. Los de la circuncisión le recriminaron que había entrado en caso de hombres incircuncisos, gentiles y que ha comi-do con ellos (Act 11,3).

    Pedro explica y relata todo lo que ha sucedido y todos glori-fican a Dios porque ha concedido a los paganos que se conviertan y tengan la vida (Act 11,18).

    No alaban a Dios por el don del Espíritu Santo, que han reci-bido los paganos, sino por el arrepentimiento que lleva a la vida (Act 1,8), reservado hasta ese momento a Israel (Act 5,31).

    3) Conflicto entre judeo-creyentes, fariseos y cristianos-helenistas

    La persecución, que estalló a raíz de la muerte de Esteban, dispersó a algunos de los helenistas a tierras de Fenicia, Chipre y Antioquía. Entre estos los había más y menos abiertos y liberales. y así algunos, en su necesidad de evangelizar y testimoniar a Cristo, se dirigieron sólo a los judíos (Act 11,19).

    Otro grupo, ciudadanos de Chipre y de Cirene, llegados a Antioquía, se abren y comienzan a predicar la buena noticia del Señor Jesús a los griegos, a los paganos. Mientras que la predica-ción a los judíos está centrada en que Jesús es el Mesías anunciado por los profetas y esperado por el pueblo, la predicación a los paganos se centra en que Jesús es el Señor. Así lo invoca el helenista Esteban cuando muere: Señor Jesús ...

    La evangelización de los paganos fue viento en popa, porque la fuerza del Señor estaba con ellos (Act 7,9.10), y gran número de paganos se convirtió al Señor Jesús y creyó en él. Realmente se trata de algo insólito; es una noticia sensacional que llegó rápidamente a Jerusalén, aferrada al pasado judío y atada al centro

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    religioso del judaísmo, no de Jerosólima. Llegó, dice Lucas, a las orejas de la Iglesia de Jerusalén para significar que la Iglesia de Jerusalén se había arrogado el papel de vigilante sobre las demás iglesias, con las orejas levantadas como antenas para recoger no-ticias (Act 8,14; 11,1).

    Como mandaron con anterioridad a Pedro y Juan a SamaJÍa, al enterarse que Samaría había acogido la palabra de Dios, ahora mandan a Antioquía a Bernabé. Le mandan solo, y el hecho de mandarle sin acompañante da a entender que la Iglesia de Jerusa-lén no está decidida sin más a entrar en comunión con la nueva iglesia, formada de sólo paganos que no han pasado por el judaís-mo; de otra manera hubieran mandado dos. Debieron mandarle en plan de espía o informador: que fuese, se enterase de lo que pasaba allí y volviese a Jerusalén a notificarles lo sucedido.

    Bernabé se alegró mucho al ver la gracia de Dios derrama-da tan abundantemente, y se puso a exhortarles, pues estaba lleno de Espíritu Santo y de fe, y se agregó un gran número de conver-tidos. y en vez de volver a Jerusalén se fue a buscar a Pablo (Lucas usa el verbo anadseteo que significa buscar en caso de dificultad) a Tarso, y permanecieron allí, en Antioquía, por espa-cio de un año entero, instruyendo a aquella comunidad numerosa que allí comienza a llamarse cristiana. Por primera vez la Iglesia de Jesús se denomina cristiana. Hasta ahora no lo había sido en plenitud.

    Todo marchaba muy bien. Hasta enviaron una colecta a los hermanos de Judea (Act 11,29-30). El mensaje de Dios se propa-gaba (Act 12,24). Todo iba viento en popa hasta que llegaron algunos, tines, venidos de Judea, ¿por propia iniciativa o manda-dos por las autoridades religiosas de Jerusalén? y comenzaron a enseñar -vienen en plan de maestros- que los convertidos del paganismo, si no se circuncidan conforme a la ley de Moisés no pueden salvarse (Act 15,1). Tienen que hacerse judíos.

    Se refiere San Pablo a estos algunos en su carta a los Gála-tas, cuando escribe que, antes que llegaran ciertos individuos del grupo de Santiago, Pedro comía con los paganos. Al mismo tiempo nos notifica de una visita de San Pedro a la comunidad pagano-cristiana de Antioquía, indicándonos cómo Pedro se dejó

  • CONFLICTO JUDAISMO-CRISTIANISMO 181

    llevar de la vergüenza y el qué dirán ante la presencia de estos individuos circuncisos, retrayéndose de comer con los paganos (Gál 2,12).

    Ya tenemos creado el problema y suscitado el conflicto. Mien-tras los primeros evangelizadores y Bernabé y Pablo les predican que basta la fe en el Señor Jesús y adherirse por ella a él sin más observaciones judías, estos advenedizos no solamente les quieren imponer ciertas observancias judías, sino que afirman que es ne-cesaria la circuncisión, hacerse judío para salvarse. La cosa es grave de verdad. Lucas da la noticia escueta, en tanto que antes se le ve gozoso describiendo los orígenes de la iglesia cristiana de Antioquía. El es un convertido del paganismo y probablemente de Antioquía.

    Sin duda, estos tines son de los fariseos, convertidos a la nueva religión, que comenzaron a afirmar que los nuevos convertidos tienen que circuncidarse y observar la ley de Moisés para salvarse (Act 15,5).

    Estalla la lucha en todos los frentes. Lucas afirma que se dio una discusión y controversia no pequeña entre estos creyentes venidos de Jerusalén, y Bernabé y Pablo (Act 15,2), y la comuni-dad de Antioquía decidió enviarlos con algunos otros a Jerusalén a consultar con los apóstoles y ancianos sobre el problema surgido. La cosa es grave y hay que afrontarla. Ya en Jerusalén sigue la lucha, pues algunos de la secta farisea que se habían convertido no cesaban de decir que había que circuncidar a los venidos del pa-ganismo e imponerles la ley de Moisés.

    La lucha está abierta y es fuerte. Podemos decir que las cosas empeoraron con la conversión de los de la secta de los fariseos. Pues, si hasta ahora se ha vivido la nueva religión de Jesús, en-vuelta en ciertas observancias y prácticas religiosa-judías, ahora se pone en tela de juicio la esencia misma del nuevo Camino: no basta creer en Jesucristo, es necesario circuncidarse. Este es el grave problema que se dilucidará en la asamblea de Jerusalén: ¿judaísmo y cristianismo como partes de una única religión, o basta creer en el Señor Jesús y esto por pura gracia de Dios? Estamos ante lo más radical y esencial de la enseñanza y mensaje de Jesús.

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    La asamblea de Jerusalén

    Ante esta grave situación se convoca una asamblea para tratar de resolver el serio y delicado problema, planteado en la comuni-dad, que había aflorado ya, de una manera tímida, con ocasión de la conversión de Comelio.

    Aunque en la asamblea están presentes la comunidad, los an-cianos y los apóstoles, quienes llevan la voz cantante y decisoria son los apóstoles y los ancianos. Se establece una discusión calien-te y prolongada sobre el asunto examinado que Lucas resume en las palabras de Pedro y de Santiago como representantes de las dos posturas enfrentadas. Pedro, en fuerza de su elección por el Señor y de su experiencia -el caso de Comelio-, hace una defensa firme de que basta creer en Jesucristo, que en orden a ser cristiano no hay ni distinción ni preferencias entre judíos y paganos, todos son iguales, como lo ha dado a entender el mismo Espíritu Santo. Según la exposición de Pedro, los mismos judíos dejan de serlo al hacerse cristianos. Ellos paganos y nosotros judíos hemos sido salvados igualmente, y únicamente por la gracia y por pura gracia y por la fe en el Señor Jesús.

    En cambio, Santiago, el hermano del Señor, manteniendo lo esencial del discurso de Pedro, a quien llama curiosamente Simeón, con su nombre judío, añade que no basta, que hay que imponerles ciertas prescripciones judías. Tergiversa las palabras de Pedro y le hace decir lo que no dijo: que Dios ha elegido un pueblo, sin artí-culo, el pueblo pagano para asimilarlo al o laós, el pueblo escogido. y que esto es lo anunciado por los profetas (Am 9,11s). Retiene la obligatoriedad de la ley, pues Moisés desde antiguo se viene leyen-do en las sinagogas, y establece que se obligue a los paganos con-vertidos a la observancia de ciertas prescripciones judías legales. Para Santiago la ley con sus prescripciones legales sigue vigente.

    Con un compromiso pactado se resuelve el problema y la controversia que se comunicará a los interesados por medio de una carta, donde se recoge la solución, y que se enviará por medio de dos emisarios. Una victoria de verdad pírrica de la facción farisea, que el actuar del Espíritu Santo en corazones evangelizadores que se dejan llenar de él, acabará por superar.

  • CONFLICTO JUDAISMO-CRISTIANISMO 183

    La asamblea de Jerusalén nos enseña, entre otras cosas, que la Iglesia de Jesús en su marcha de peregrina está marcada por la presencia de conflictos y luchas desde sus orígenes, conflictos y luchas que tiene que integrar en su crecimiento; no en vano es la Iglesia de Jesús a quien se ha calificado de «hombre en conflicto» .

    Su misma constitución interna le hace ser iglesia en tensión consigo misma: misterio-pueblo de Dios, institución-carisma, je-rarquía-laicado ... El Vaticano II echó por tierra la imagen idílica de una Iglesia sin tensiones y conflictos internos. Tiene que mirar-se en sus orígenes, donde a base de un diálogo abierto, respetuoso y libre, aunque tenso, se resuelven los conflictos que surgen, y no de poca monta, sino conflictos en los que se juega la esencia misma del mensaje de Cristo; diálogo del que nace un compromiso aceptado por todos, aunque me supongo que con reticencias inte-riores por una parte, y dejando siempre que el Espíritu Santo vaya haciendo la historia, clarificando los asuntos y resolviendo los problemas, eso sí, a través de las mediaciones humanas y sin perder la esperanza, porque la historia del pueblo de Dios es mucho más larga que nuestra historia personal 5.

    En la asamblea de Jerusalén hubo un verdadero diálogo que acabó en un compromiso de ciertas componendas, porque, sin duda, la parte más fuerte era la facción de espíritu farisaico. Con esta solución de compromiso, la asamblea de Jerusalén más que solucionar el conflicto lo consagró. No importa que se diga: He-mos decidido el Espíritu Santo y nosotros, pues en estas palabras se reflejan las posturas encontradas de las dos partes dialogantes: el Espíritu Santo, la de Pedro, Bernabé y Pablo: nada de circun-cisión y otras prácticas judías. Nosotros, hay que imponer a los paganos convertidos algunas prácticas judías indispensables. Deci-sión tomada bajo el querer y la permisión del Espíritu.

    5 Cfr. Fr. JAVIER VITORIA, Los conflictos en la Iglesia, Sal Terrae, 80 (1992) 775-784, que se inspira en HERMANN, I., Conflictos en la Iglesia y su solución, Concilium, 73 (1972) 402-414.

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    Siguen los conflictos

    Como complemento a este apartado de los conflictos entre cristianismo y judaísmo quiero añadir que los conflictos siguieron en las distintas comunidades. Aunque Lucas no relata expresamen-te más conflictos entre las dos tendencias, es lo cierto que la lucha sorda sigue en la iglesia de Dios. Lo deja entrever cuando habla de los distintos comportamientos en las diversas comunidades:

    A) La comunidad judeo-cristiana de Jerusalén no sólo no se ha abierto sino que se ha radicalizado aún más. Por eso sigue siendo bien vista por el judaísmo oficial. Así lo da a entender Lucas, especialmente en el relato de la apología que Pablo hace de sí mismo en Jerusalén, a donde se ha empeñado en subir contra la continua advertencia del Espíritu Santo a que no suba.

    Al llegar a la ciudad santa, después del tercer viaje misionero, va a visitar a Santiago con todos los responsables de la comunidad (Act 21,19). Les cuenta de pe a pa todo lo que ha hecho entre los paganos. Al oírle alaban a Dios, pero lo que le dicen es que, «ya ves, hermano, cuantos millares y millares de creyentes hay entre los judíos, y todos siguen siendo fervientes observantes de la ley» (Act 21,20; cfr. en contra 15,10).

    Continúan diciéndole que han llegado informaciones sobre él de que obra contra la ley, porque enseña a los judíos a renegar de Moisés y a que no circunciden a sus hijos, y le tienden una trampa: ¿Por qué no costeas el voto de nazareato a cuatro jóvenes que hay entre ellos para que así vean todos que eres observante de la ley? (Act 21,21-24). Pablo cayó en la trampa. No ha valorado quizás el alcance de su claudicación ante la proposición engañosa de los notables de la iglesia de Jerusalén con su jefe a la cabeza. O quiso hacerse judío con los judíos ... (ICor 9,19-23). El resultado sabe-mos que fue en todo negativo. Pablo ha invertido gran parte de la colecta, recogida entre los paganos para costear los votos, vacíos de contenido de los judíos creyentes.

    Lo que aparece claro en todo este relato es el fanatismo judío de la iglesia de Jerusalén, que no sólo no ha desaparecido, ni siquiera disminuido, sino que se ha acentuado. No quieren oír de predicación entre los paganos. Y así cuando en la defensa que

  • CONFLICTO JUDAISMO-CRISTIANISMO 185

    Pablo hace de sí mismo, llega a estas palabras, oídas del Señor Jesús: «Anda, que yo te voy a enviar lejos, a naciones paganas ... » (Act 22,21) se armó la marimorena. No le lincharon por la inter-vención rápida de las autoridades romanas.

    B) Este fanatismo contrasta con la apertura de la iglesia de Cesarea, formada por creyentes venidos del paganismo en su mayor parte. Lucas establece un claro contraste entre ambas igle-sias de esta manera. En la Iglesia de Jerusalén dicen que tienen cuatro jóvenes que se han comprometido a observar el voto de nazareato. El número cuatro es un número simbólico que equivale a toda la comunidad (cfI. Act 4,6), Y voto es igual a fidelidad a la ley mosaica.

    En la iglesia de Cesarea, en cambio, dice Lucas que hay cuatro vírgenes, las hijas de Felipe, la cabeza de aquella comunidad, que tienen el don de profecía, es decir, se trata de una comunidad bajo la dirección del Espíritu Santo.

    Lucas contrapone la profecía a la ley que, en verdad, son incompatibles: 1) la totalidad (cuatro) de los miembros de la co-munidad de Jerusalén es intransigente respecto al cumplimiento de la ley de Moisés y las tradiciones judías. 2) la totalidad (cuatro) de los miembros de la comunidad de Cesarea se mueve bajo la dirección del Espíritu Santo.

    EL CASO DEL CONVERTIDO PABLO

    Los conflictos se dan en la comunidad nueva frente al judaís-mo, porque se dan antes en las personas, particularmente en aqué-llas más cualificadas, a quienes se encomendó llevar a cabo la evangelización de la nueva doctrina o religión. Es el caso de San Pablo en el que observamos un proceso de conversión largo y duro del judaísmo a la total asimilación del mensaje de Cristo en todas sus vertientes, especialmente por lo que se refiere a la predicación directa e inmediata del mismo mensaje a los paganos sin más.

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    Proceso de la conversión de San Pablo

    Según la narración de Lucas (Act 9,1-30), Pablo personifica a los perseguidores de la nueva religión en aquellas comunidades que no aceptan plenamente las estructuras judías, como las acepta la comunidad judeo-convertida de Jerusalén; es el perseguidor fanático y encarnizado que intenta llevar su obra hasta el exter-minio.

    La conversión, significada en la caída de las escamas, de las tinieblas de sus ojos, que a su vez indican resistencia a un mensaje divino, lo mismo que la mudez, como vemos en el caso de Zaca-rías (Lc 1,11), presenta un proceso evolutivo largo y difícil. Aun·· que ha visto a Jesucristo, se resiste a ver en él al Señor que ha inaugurado el reino universal de Dios en todo el mundo, sin ex-cepción.

    Esta resistencia es vencida gracias a la intervención de Ananías y a la actitud suplicante de Pablo (Act 9,11). Lo que no se afirma explícitamente en el relato es que Pablo fue lleno del Espíritu santo, como lo había anunciado Ananías (Act 9,17). El texto dice: «inmediatamente se le cayeron de los ojos una especie de escamas y recobró la vista. Se levantó, fue bautizado y, tomando alimentos, recobró fuerzas» (Act 9,18-19).

    Lucas reserva para más adelante esa llenez del Espíritu Santo, cuando cambie su nombre judío Saulo por el del pagano procónsul Sergio Pablo (Act 9,13). Pero, aun entonces, el evangelista usa el participio de aoristo, que significa un acto puntual.

    Ni con dejar ciego al judío Barjesús, el falso profeta, represen-tación del judaísmo, al que no cegó definitivamente (Act 13,11), Pablo ha superado los obstáculos que se oponen a que vea con diafanidad que su misión y su ministerio evangelizador es con los paganos. No acaba de ver. El Espíritu Santo le llenó por un tiem-po. Esta ceguera se irá disipando poco a poco a lo largo de su misión y desaparecerá definitivamente en Roma.

    En este proceso de iluminación se inscribe la ruptura con Ber-nabé después de la celebración de la asamblea de Jerusalén. El motivo parece ser éste: Pablo sigue con el propósito y el empeño de predicar primeramente al pueblo judío y desde él a los paganos,

  • CONFLICTO JUDAISMO-CRISTIANISMO .187

    y después de él, además de exigirles el cumplimiento de las ob-servancias impuestas por la asamblea a las comunidades hasta entonces convertidas (Act 16,4).

    Bernabé, por el contrario, quiere dirigirse de lleno a los paga-nos; para ello quiere tomar a Marcos como garante del mensaje, el depositario del mensaje en su aspecto de universalidad y libe-ración de las ataduras judías, como aparece ya en la comunidad de su casa de Jerusalén, donde se dirige Pedro, cuando es liberado de la cárcel (Act 12,12), en vez de ir a la comunidad, presidida por Santiago; y así se desprende con bastante claridad de estas pala-bras de Lucas en 13,5a: cuando llegaron a Salamina se pusieron a predicar el mensaje en la sinagoga de los judíos, aunque tenían a Juan como garante del mensaje.

    Se produjo entre Pablo y Bernabé tal tirantez, una discusión tan acalorada que se separaron y marchó cada uno por su cami-no. Se disuelve de esta manera la comunidad misionera, forma-da por Pablo y Bernabé bajo la inspiración y mandato del Espíri-tu Santo (Act 13,2-3). Se trata, sin duda, de una cosa grave. Han tenido que darse motivos muy serios y razones muy poderosas para llegar hasta tal extremo. Se rompe una pareja misionera, formada por el mismo Espíritu Santo, y una amistad muy profun-da. Estas no pueden ser el carácter inmaduro de Marcos, quien para Lucas, por otra parte, es el garante del mensaje en su univer-salidad.

    Si nos atenemos al contexto, el motivo de la ruptura parece ser que fue el que Pablo quiere volver a visitar las comunidades por ellos fundadas, para comunicarles los preceptos y observancias sancionados en la asamblea de Jerusalén (Act 16,4). El texto oc-cidental lo había anticipado en 15,41: «fue atravesando Siria y Cilicia, comunicándoles las prescripciones de los responsables».

    Más aún: Pablo había ampliado el alcance del mandato de los responsables, circunscrito a Antioquía, Siria y Cilicia, a otras comunidades. Desde la perspectiva de Pablo, el compromiso de la asamblea obligaba a todas las iglesas, fuera aramea o griega, judía o pagana. Por otra parte, no eran ellos los encargados de esta misión sino Silas y Judas. Y de hecho lo que les echan en cara los amos paganos de la esclava con espíritu adivino es que son judíos

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    y predican unas costumbres que nosotros, por ser romanos, no podemos aceptar ni predicar (Act 16,20).

    Bernabé no era de ese parecer. Debían dirigirse directamente a los gentiles y no imponerles más cargas que las exigidas por la fe en Jesucristo, el Señor; y por eso le propone tomar a Marcos, garante del mensaje, tal como debía haberse hecho ya desde el principio (Act 13,15b): haber dejado a los judíos y haberse dirigido directa y abiertamente a los gentiles. Así pensaba Bernabé. Pablo, en cambio, no cae en la cuenta de que el principal obstáculo para que el mensaje de salvación de Jesús, personificado en Marcos, enraice y se predique íntegramente a los paganos, es su actitud favorable de predicar en primer término a los judíos.

    No sólo se ha roto una relación y, sin duda, una amistad que venía de lejos (Act 9,26s; 11,25s), desde la primera evangelización de los paganos de Antioquía (Act 11,30; 12,25), sino que, lo que es más grave, se ha roto la función evangelizadora, querida por el Espíritu Santo, integrada por una doble dimensión o dirección: una, profética, encarnada en Bernabé, lleno de Espíritu Santo y de fe, el consolador y exhortador de las comunidades (Act 4,36; 11,23s), y otra, didáctica o magistral, representada por Pablo, el Maestro y portavoz del mensaje (Act 14,12).

    Bernabé, el profeta, marchó con Marcos, el Maestro, a Chipre, y ya no reaparecerá más en escena. Señal inequívoca de que Bernabé actúa desde ahora plenamente de acuerdo con el espíritu del mensaje de Jesús.

    Pablo, por su parte, adopta la postura de dirigirse al pueblo judío y, para que estos no le obstaculicen su labor evangelizadora, condesciende con ellos en determinadas circunstancias. Y así ve-mos que circuncida a Timoteo, hijo de madre judía y de padre pagano, en una comunidad de doble ascendencia que ha roto abier-tamente con la ley y que goza de buena reputación entre los hermanos paganos.

    Con esta determinación quiere dar a entender y persuadir a los judíos que al hacerse cristianos, al adoptar el camino nuevo, no tienen que renunciar a su pasado glorioso, a sus privilegios de pueblo elegido de Dios. Pablo comulga claramente con el compro-miso alcanzado en la asamblea de Jerusalén.

  • CONFLICTO JUDAISMO-CRISTIANISMO 189

    Además, la predicación de Pablo está basada en la convicción profunda, y no cuestionada todavía seriamente, de que Jesús es el Mesías de Israel y por Israel y a través de él, el salvador del mundo. Por eso, sólo cuando los judíos no acepten su predicación, se volverá a los paganos. Por tres veces, ante la obstinación de los judíos, les amenaza que, en vista de su oposición y la no acepta-ción de su predicación, se volverá a los gentiles.

    a) Ante los judíos de Pisidiá. «Era menester ... » (Act 13,46s; Is 49,6).

    b) Cuando llegan a Corinto, Timoteo y Silas, creyentes judai-zantes. Pablo cobra nuevos bríos y se dedica de lleno a la evan-gelización de los judíos. Se entrega a ella en cuerpo y alma.

    Antes discutía con ellos y establecía y defendia que Jesús es el Señor (ésta es la predicación a los paganos). Ahora, con muchos discursos e interpretaciones, según la recensión occidental, cada sábado da testimonio en la sinagoga que Jesús es el Mesías. La oposición de los judíos es patente; se cierran en banda y le insultan y Pablo sacude las vestiduras y les dice: «vuestra sangre caiga sobre vuestra cabeza. Estoy limpio, desde ahora me voy con los paganos» (Act 18,6).

    De todo el contexto se trata de una determinación determinada, de una solemne afirmación. Pero tampoco esta vez cumplirá su palabra.

    Se va a casa de Ticio, un pagano piadoso del Señor. En esta situación, Lucas da a entender que Pablo sufre una crisis, pues, aunque decide no predicar a los judíos, la sangre le tira, su que-rencia judía es más fuerte que él mismo y se entabla una lucha interior. El Señor le da a entender, a través del rechazo de los judíos, que se decida de una vez a la labor evangelizadora de los paganos, como él mismo se lo ha mandado. Y estando en esta noche oscura (cfr. Act 16,9; 12,6), en nyktí (Act 23,11) tiene una visión que hace claridad en la noche: le dice el Señor, es decir, Jesús: «No temas, porque yo estoy contigo y nada ni nadie podrá hacerte mal, porque tengo un pueblo numeroso en esta ciudad» (Act 18,9-10). Es de notar el uso de laós, término técnico en Lucas para designar al pueblo de Israel, aplicado aquí al pueblo conver-tido del paganismo, sin hacer de intermediario el pueblo judío y

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    sin adherirse a él. Y permaneció allí un año y seis meses, enseñan-do en ellos la Palabra de Dios (Act 18,11).

    e) Cuando la evangelización de Efeso (Act 19,1s). En un breve resumen aparecen las palabras de Pablo, diciendo que se irá a los paganos, pero expresamente se afirma que el motivo es que algunos judíos se endurecieron y persuadieron a la multitud a maldecir el Camino; entonces Pablo, apartándose de ellos, los dejó y cada día hablaba a los discípulos en casa de un tal Tirano. Y esto duró dos años (Act 19,9-10).

    Al introducir la evangelización de Efeso, el texto occidental presenta una variante a este propósito, digna de tenerse en cuenta. Dice: «Queriendo Pablo por propia iniciativa ir a la ciudad de Jemsalén, le dijo el Espíritu Santo que volviera a la provincia de Asia; después de atravesar la meseta interior ... »

    Viaje a Jerusalén

    A pesar de todas las llamadas del Espíritu, Pablo no puede dejar de mano a su pueblo judío. No ha llegado todavía el día en que pueda decir con toda verdad que tiene por basura a la Ley en toda la línea, también en lo que se refiere a la predicación a su pueblo. Pablo no ha alcanzado todavía el hacer suya la práctica de algunas comunidades creyentes, desvinculadas de Israel y sus cos-tumbres y tradiciones, como la de Listra (Act 16,1-3).

    Ni a la tercera fue la vencida. No bastaron los insultos, las persecuciones, los apedreamientos ni los encarcelamientos del primer viaje; no bastó la conversión del pueblo numeroso que el Señor tenía en Corinto, al que convirtió y atendió por espacio de año y medio; no fue suficiente que todos los habitantes de Asia oyesen la Palabra de Dios a lo largo de dos años por medio de su predicación. No obstante, toda esta realidad palpable del progreso de la implantación de la palabra de Dios entre los paganos, Pablo decide, atravesando Macedonia y Acaya, ir a Jerusalén, afirmando que, después de estar allí, me conviene, dei -este impersonal lo usa Lucas para referirse a acontecimientos llevados a cabo por designio divino- ver también Roma. Como contraponiendo la

  • CONFLICTO JUDAISMO-CRISTIANISMO 191

    decisión, tomada personalmente por él: subir a Jerusalén, a la voluntad divina o mandato del Espíritu Santo: visitar Roma para convertir a los paganos.

    La decisión personal de Pablo en contra del mandato divino está tomada de una manera irrevocable. A lo largo del camino de vuelta a Jerusalén se levanta contra ella una y otra vez la voz del Espíritu, la llamada del Espíritu del Señor, por medio de las co-munidades por dondy pasa y del grupo Nosotros, que le acompaña. Toda la labor del Espíritu fue inútil. Pablo no daba su brazo a torcer, poniendo en peligro con su decisión, mantenida con tozu-dez, digna de mejor causa, el llevar a cabo en el corazón mismo del paganismo la evangelización de mundo pagano, él él encomen-dad, como vemos por el largo relato de su estancia en Jerusalén, donde realmente peligró, y mucho, su vida.

    ¿No habrá que inscribir esta actitud de Pablo en esa categoría de las cosas con que Dios condesciende, aunque esté disgustado de ellas y, en ocasiones, se ofende y enoja mucho, de que habla San Juan de la Cruz? 6.

    Después del sonado fracaso que Pablo experimentó en Jerusa-lén ante el judaísmo oficial, ni siquiera el largo y accidentado viaje de Cesara a Roma clarificó su mente ni doblegó su voluntad. Es curioso, a pesar de las animadversión que ha experimentado por parte de los judíos de Asia (Act 21,327; 24,19); a pesar del rechazo total de la ciudad de Jerusalén y de las asechanzas que le han tendido para matarle (Act 21,30), Pablo no ha llegado a conven-cerse que son precisamente los grupos judíos los que le impiden y estorban dedicarse a predicar con toda valentía la buena nueva a los paganos. Por eso, precisamente, ya en Roma, prisionero del César, lo primero que hace es convocar a la colonia de los judíos; se reúne con gran número de ellos en la casa donde está hospedado y trata reiteradamente y por última vez de convencerles para que se conviertan. Y no están mal dispuestos hacia Pablo.

    Pablo expone con gran énfasis el reino de Dios, realizado en Jesús, el Mesías esperado, y procura persuadir a los judíos y con-vencerles con las Escrituras, desde Moisés y los profetas hasta el

    6 Cf. 2S, 21,1-2.

  • 192 ROMAN LLAMAS

    día de hoy, de que Jesús es el Salvador esperado. Unos creen, otros no (Act 28,23-24). Cuando se despiden, sin estar de acuerdo entre ellos, Pablo, convencido que no hay nada que hacer con el judaís-mo, pronuncia las palabras del profeta Isaías: el judaísmo tiene los ojos ciegos y la mente embotada, es incapaz de escuchar, ver y comprender. Y pone el oráculo en boca del Espíritu Santo: «Bien rectamente dice de vosotros el Espíritu Santo». Y decide dirigirse sin más a los paganos, que éstos sí que escucharán.

    Desde este momento Pablo permaneció en la misma casa alqui-lada por espacio de dos años completos. Recibía a todos los que acudían a él, predicando el reino de Dios y enseñando lo que se refiere al Señor Jesús con toda valentía, sin impedimentos ni es-torbos (Act 28,30).

    Pablo se ha librado, por así decirlo, de los judíos, el enorme impedimento para predicar con toda parresía el reino de Dios y el señorío de Jesucristo. Se ha acabado su noche oscura, ha amane-cido el pleno día. Y ahora que está liberado y clarificado desapa-rece de la escena. Algunos dicen que de una manera brusca. Di-ríamos que de una manera normal, si lo que intenta Lucas en su libro, dentro de esa lucha judaísmo-cristianismo hasta la imposi-ción de éste, era con relación al apóstol Pablo detallar el proceso purificatorio de evangelización que se dio en el alma del apóstol de las gentes, tal como ha hecho, con anterioridad, con el diácono Felipe (Act 8,39; 21,8s), con Pedro (Act 10,47; 11,16s; 12,17; 15,10s) y con Bernabé (Act 15,39), de quien no habla de su evo-lución de conversión evangelizadora, porque Lucas afirma de él que estaba pleres, lleno del Espíritu Santo. Desde un principio estaba en línea.

    Con estas palabras Lucas declara el cambio que se ha operado en el corazón de Pablo, un cambio definitivo. Sin decirlo expre-samente, indica que Pablo ahora está lleno del Espíritu Santo, porque sólo bajo la moción y guía del Espíritu Santo se puede conseguir que el evangelizador o la comunidad prediquen el evan-gelio, la buena nueva, con parresía (Act 4,29-31). Cuando el evan-gelista está lleno del Espíritu Santo no opone resistencia al mismo Espíritu (Act 8,36; 10,47; 11,17).

  • CONFLICTO JUDAISMO-CRISTIANISMO 193

    La inle/prelación del NOSOTROS

    En la marcha de la predicación y evangelización llevada a cabo por el apóstol Pablo, al pasar éste a Europa, Lucas introduce en la narración el NOSOTROS -«intentamos pasar a Macedonia»-. El NOSOTROS normalmente se interpreta como el hecho y afirma-ción de que el mismo Lucas acompaña en sus correrías apostólicas a Pablo. Lucas hablaría en primera persona. De hecho es en estos pasajes donde se descubren en el más alto grado las particularida-des de la lengua y el estilo lucanos. Se trata, más bien, de un procedimiento literario de Lucas, con el que da a entender al lector en qué momentos o circunstancias Pablo sigue las indicaciones del Espíritu o se desvía de ellas.

    Dentro de la línea de interpretación que venimos exponiendo, el NOSOTROS significa el grupo que quiere e intenta persuadir a Pablo a que se dirija en su predicación directa e inmediatamente a los paganos. Es como una conciencia crítica de Pablo en esta direc-ción. Lo que no quita que en ese grupo esté el mismo Lucas, y sería uno de los que forman esa como conciencia crítica de Pablo.

    En el texto ordinario aparece este grupo por primera vez en Troade (Act 16,10). Pasa a Europa y se detiene en Filipos 7, colo-nia romana donde no hay sinagoga ni judíos; a lo más, algún prosélito. Y desaparece, como por arte de encantamiento, sin dejar rastro (Act 16,16s). Desde que bajan a Troade podemos decir que los caminos de Pablo y de nosotros -el grupo del Espíritu- van corriendo paralelos. Lucas introduce un nuevo interlocutor en es-cena, con su papel correspondiente, para dar a entender a Pablo el camino que tiene que seguir.

    Estamos en Filipos. «Sucedió que al ir nosotros al lugar de oración nos seguía, a Pablo y a nosotros -mete una separación neta entre Pablo y el grupo nosotros- una esclava que tenía es-píritu de adivinación y se puso a gritar: Estos hombres son siervos del Dios altísimo que os anuncian un camino de salvación» (Act 16,17). Esto lo repite durante muchos días.

    7 Según el texto occidental, el Nosotros aparece por primera vez en He-chos 11,28, identificando el grupo con la comunidad cristiana de Antioquía, constituida de puros paganos convertidos.

  • 194 ROMAN LLAMAS

    Pablo, sólo él, no el grupo nosotros, muy molesto de oír siem-pre lo mismo, echa de la esclava el espíritu de adivinación, invo-cando el nombre de Jesús como Mesías no como Señor. ¿Qué es lo que molestaba a Pablo en ese grito?, ¿la función liberadora del grupo nosotros?

    La esclava, por los rasgos con que la describe Lucas, es una personificación de los esclavos, oprimidos por los amos de la sociedad pagana, que se aprovechan de ellos. Estos esclavos paga-nos ven en la comunidad cristiana, en el grupo nosotros, el único camino de liberación y de salvación.

    Vemos en este relato que Lucas establece una clara distinción entre Pablo y el grupo nosotros, que constituye la nota dominante del presente contexto.

    1) Es Pablo quien tiene la VlSlOn del macedonio, pero es nosotros quienes intentamos pasar a Macedonia. Pasamos y nos detuvimos algunos días en Filipos.

    2) Nosotros predicamos a las mujeres paganas sin distinción (Act 16,13); mientras Pablo se dirige a Lidia, prosélita judía, que se convierte con toda su familia.

    3) Es, sobre todo, en el camino hacia el lugar de oración donde aparece más destacada esta distinción. ¿A quiénes van di-rigidos los gritos de la esclava? Los únicos que los oyen son Pablo y nosotros, y parece que el destinatario de esta revelación es Pablo. Es como una llamada de los esclavos a dirigirse a los paganos para convertirlos. El espíritu adivino de la esclava da a entender a Pablo que en nosotros está el camino de la salvación de Dios. Pablo, que a su vez ha mostrado sus preferencias por los judíos, evangelizan- ' do a la prosélita judía, fastidiado por tanta insistencia, expulsa al espíritu adivino, privando así a los esclavos de su única esperanza de liberación, que es que Pablo se dedique de una vez a la evan-gelización de los paganos y deje de predicar costumbres judías.

    Esta crítica de Lucas a Pablo la completa con el relato inme-diatamente siguiente, poniendo en boca de los paganos del lugar estas palabras: «Estos hombres (Pablo y Silas) son judíos y predi-can unas costumbres que nosotros, por ser romanos, no podemos aceptar ni predicar» (Act 16,20-21).

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    El grupo nosotros reaparece de nuevo en Filipos (Act 20,6), donde se queda, mientras Pablo y Silas van predicando por una parte y por otra, comenzando siempre por los judíos. ¿Por eso no va con ellos? El grupo se reúne con Pablo en Troade, después de celebrar la Pascua, y después que Pablo ha tomado la decisión de subir a Jerusalén (Act 19,21).

    Este grupo nosotros ya no abandonará a Pablo hasta Roma, aunque con ausencias notables y significativas, como la que aca-bamos de notar, cuando quedaron en Filipos. La presencia del grupo nosotros es para recordar a Pablo que la meta, que el Espí-ritu le ha encomendado en su evangelización, no es Jerusalén, el judaísmo, sino Roma, es decir, el paganismo. Y así vemos que el grupo desaparece, sobre todo, durante la larga cautividad de Pablo en Jerusalén y en Cesarea.

    Sería interesante analizar con detalle las relaciones de Pablo y nosotros, relaciones más bien de oposición. De este modo el grupo nosotros se opone a que Pablo suba a Jerusalén, su meta y campo de trabajo es Roma. Y esto de una manera insistente. Y cuando ya han llegado a Cesarea, última parada antes de llegar a Jerusalén -Jerusalén, término técnico para significar la institución judía ofi-cial- al oír la profecía de Agabo, disuadiendo también a Pablo «nos pusimos a exhortar a Pablo para que no subiera a Jerusalén» (Act 21,12). «y como no se dejaba convencer, dejamos de insistir y dijimos: Hágase la voluntad del Señor» (Act 21,14).

    El grupo nosotros aparece y desaparece como de una manera misteriosa, siempre con ese carácter de conciencia crítica de Pa-blo. Así, por ejemplo, en Troade está presente en la celebración eucarística: el primer día de la semana, «estando nosotros reunidos para la partición del pan» (Act 20,7). Inmediatamente aparece sólo Pablo, que platica largamente con los de la comunid~d, argumen-taba y argumentaba, tanto que ocasiona el sueño de Eutiquio y su muerte, al caer desde el tercer piso. Eutiquio es la representación de cómo la interminable argumentación de Pablo sobre la calidad mesiánica de Jesús, el Salvador prometido por los profetas, puede adormecer a las comunidades y aun matarlas.

    ¿Por qué no está el grupo nosotros? La explicación sería que se abstiene de participar en la forma cómo Pablo instruye a la

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    comunidad, que a la larga produce la muerte, aunque luego la resucite. Cuando traen al muchacho vivo, ya partido Pablo, y se consuelan no poco, aparece de nuevo el grupo: «nosotros nos ade-lantamos a tomar la nave» (Act 20,13).

    Durante el discurso de despedida de la comunidad de Mileto, el grupo nosotros está ausente (Act 20,17-36), ya que al fin del mismo encontramos esta afirmación: «luego le acompañaron hasta la nave (Act 20,38). Y es precisamente entonces cuando reaparece de nuevo el grupo nosotros: «separándonos de ellos nos hicimos a la mar» (Act 21,1).

    ¿Por qué el grupo nosotros no está presente en el discurso de despedida de Mileto? Teniendo en cuenta lo que representa el grupo desde que aparece, a lo largo de todas las narraciones, el motivo debe ser que los fieles de Efeso y Mileto no instaron a Pablo a que no subiese a Jerusalén, cuando éste les hablaba de su decisión de ir a la ciudad santa; dejándose llevar de los sentimien-tos naturales de tristeza y de pena no secundan los planes del Espíritu.

    En cambio en las comunidades de Tiro y de Cesarea aparece el grupo nosotros porque estas comunidades, movidas por el Espí-ritu Santo, se oponen clara y fuertemente a que Pablo suba a Jerusalén y se lo dicen abiertamente.

    Es de notar que cuando habla de la comunidad de notables de Mileto, Lucas escribe: «Separándonos de ellos (nosotros), apos-pao». En cambio, cuando se refiere a la comunidad de Tiro dice: «Nos despedimos mutuamente, apaspadsomai». ¡Qué diferencia en el relato entre el adiós de una comunidad y de otra con relación al grupo nosotros! Con la comunidad de Mileto no hay contacto sino más bien alejamiento y distaJlcia; con la de Tiro, por el contrario, hay compenetración, fraternidad, calor; hasta siete días se quedaron con ellos (Act 21,4).

    El grupo nosotros acompaña a Pablo a Tolemaida y a Cesarea. Aquí se hospedan en casa de Felipe, el diácono, que tiene cua-tro hijas vírgenes con el don de profecía, señal de que el Espíritu está activo. Por última vez el grupo, al escuchar la profecía de Agabo de lo que le aguarda en Jerusalén, se pone a exhortar a Pablo, junto con la comunidad del lugar, a que nos suba a Jeru-

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    salén. Ante la persistencia de Pablo lo dejan todo en manos del Señor (Act 21,14).

    De Cesarea le acompañan a la ciudad de Jerusalén, pero ya sin ninguna intención profético-religiosa. Es un acompañamiento material. Una vez llegados a la ciudad, los hermanos les reciben con alegría, actitud festiva que choca con la recepción fría que les hacen al día siguiente Santiago y los responsables de la comuni-dad; momento preciso en que desaparece el grupo nosotros. Pablo con nosotros entró en casa de Santiago, pero quien saluda es sólo Pablo. El grupo nosotros ya no existe. Desaparece de la escena y no volverá a reaparecer hasta Cesarea, camino de Roma, preso ya Pablo de los romanos (Act 27,1).

    Hay que subrayar el momento preciso en que desaparece el grupo nosotros; justo cuando Pablo se va a enfrentar con el judaís-mo oficial, con buena voluntad, pero por propia iniciativa y por una decisión tomada y mantenida tenazmente contra las llamadas repetidas del Espíritu Santo. El grupo nosotros, que representa las directrices del Espíritu Santo y se las descubre a Pablo y se las revela y notifica insistentemente, desaparece en las largas jornadas de pedida de cuentas, de acusaciones, juicios y apologías de Pablo. Una vez más los propósitos de Pablo no coinciden con los deseos y designios del Espíritu Santo, interpretados por el grupo nosotros.

    El grupo nosotros aparece de nuevo en la última etapa del viaje de San Pablo a Roma, y precisamente en Cesarea, ciudad avanza-dilla del paganismo en Judea, en la que curiosamente ha tenido lugar la conversión definitiva de Felipe y de Pedro y desde la que Pablo va a emprender su último y definitivo éxodo hacia el mundo pagano y su evangelización. Y ya no le abandonará hasta Roma, cuando se cumplan efectivamente los designios del Espíritu Santo sobre él como evangelizador de los gentiles que él mismo había expresado en Antioquía de Pisidia.

    El grupo nosotros, desde que aparece por primera vez, es una conciencia crítica y viva que no cesa de acusar a Pablo de que no cumple con el deber que el Señor Jesús le ha encomendado de dirigirse de una vez, y sin más, al pueblo pagano en su labor evangelizadora; que se olvide del pueblo judío, que no recibirá su mensaje. Y se lo advierte de mil maneras.

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    Según San Lucas, cristiano convertido del paganismo, San Pablo fue elegido por Dios para llevar el mensaje salvador del Señor Jesús a los paganos. Ya en el primer relato de la conversión del apóstol le dice el Señor a Ananías: «Tengo en él un instrumen-to de elección para llevar mi nombre ante los gentiles, los reyes y los hijos de Israel» (Act 9,15).

    En el primer relato se silencia la visión que tuvo de regreso a Jerusalén desde Damasco, como Pedro en Jafa (Act 1O,9s; 11,15), que recuerda en el segundo y tercer relato, puesta la confesión en boca de Pablo: «Date prisa y sal enseguida de Jerusalén porque no van a aceptar tu testimonio sobre mí» (Act 22,17; cfI. 26,17).

    Es una constante la llamada del Espíritu Santo a dirigirse en su evangelización a los paganos, que salta ya fuertemente en la pIi-mera predicación a los judíos de Anioquía de Pisidia. El mismo Pablo sabe que son los paganos quienes recibirán su mensaje, pero se empecina en dirigirse en primera instancia al pueblo judío. Dondequiera que llega su primer contacto es con los judíos, a los primeros a quienes dirige la palabra de Dios es a los de su raza. Y, aunque el Señor no cesa de urgirle desde distintos ángulos que su misión evangelizadora es con los paganos, él se resiste y, a veces, se pone terco, como es el caso de su empeño de subir a Jerusalén, después del tercer viaje apostólico; sabe que su vida peligra, que no tiene nada que hacer, y él empeñado en subir: En el camino, el Espíritu le advierte constantemente del peligro que le aguarda, sirviéndose de algunas comunidades cristianas, del profeta Agabo, del grupo nosotros, y él porfiando en su decisión; hasta está dispuesto a dar la vida en Jerusalén por la causa del Señor Jesús.

    ¿Por qué esta obstinación, sabiendo que su sitio es Roma? (Act 19,21). San Lucas, de una forma sutil, expresa la actitud presun-tuosa de Pablo: «estoy dispuesto no sólo a dejarme atar sino, incluso, a morir en Jerusalén por la causa del Señor Jesús» (Act 21,13), justamente como la de Pedro en el evangelio y en la visión que precedió a la conversión de Cornelio (cfr. Lc 22,33).

    La obstinación y presunción de Pablo se refiere más bien al sentido de su llamada y al campo de su acción misionera e implí-citamente al contenido del mensaje. Y lo mismo que declaró so-

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    lemnemente en la despedida de Mileto, que nada le impidió pre-dicar a judíos y griegos para que se arrepintieran de sus pecados y se adhirieran al Señor Jesús, y que la vida para él no cuenta cuando se trata de dar testimonio de la buena noticia de la gracia de Dios (Act 20,21.24), así está dispuesto a dar la vida por llevar a término su declaración solemne y su defensa en Jerusalén. Pero la misión que le ha encomendado el Espíritu no es que dé testimo-nio de la palabra a judíos y paganos sino a los paganos, porque los judíos no se la aceptarán nunca, como se vio ya desde el principio. Para los judíos es un renegado (dI. Act 22,18-21; ya insinuado en 13,47 y reconocido abiertamente por el mismo mismo Pablo en 26,17s y 28,26-28).

    A pesar de que declara COil énfasis, con gran fuerza, lo que se refiere a Jesús, en Jerusalén, es decir, ante el judaísmo oficial y más representativo, éste no aceptará su testimonio sobre Jesús.

    Pablo está obstinado, se ha puesto terco en favor de su pueblo. No comprende que no puede acoger su testimonio sobre Jesús y, contra las indicaciones del Espíritu Santo, sube a Jerusalén. En el adiós a los dirigentes de la iglesia de Efeso ya les dice que no juzga de valor su vida sin ese paso por la ciudad santa (Act 19,21). Vemos que, luego, cuando llega el momento de la verdad de dar la vida para escapar de ser azotado por los judíos, apela al César, como ciudadano romano que es (Act 22,23-24). Como hiciera con anterioridad en Filipos (Act 16,37s), Pablo se desdice de su dispo-nibilidad a llevar cadenas y morir en Jerusalén (Act 21,13). Nos encontramos con un caso parecido al de Pedro, que presume con juramento de estar dispuesto a morir por el Maestro, y cuando llega la hora de la verdad le niega tres veces.

    En la mente de Lucas, ya la defensa que hace de sí mismo ante el judaísmo oficial es ir contra el mandato del Señor Jesús, tal como lo refiere el mismo evangelista: «Pero cuando os hagan comparecer en las sinagogas ante los magistrados y las autorida-des, no os preocupéis de cómo ni de qué os vais a defender, apologeseszai» (Lc 12,11). Y de lo que le acusan en concreto es de que «ataca a nuestro pueblo, a la ley y a este lugar, enseñando a todo el mundo en todas partes. Es más: ha introducido a unos griegos en el templo, profanando este lugar sagrado». Lucas deno-

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    mina expresamente con el término de apología la defensa que Pablo hace de sí mismo (Act 22,1).

    ¡Qué diferente es la defensa que hace Esteban, lleno de Espí-ritu Santo, no de sí mismo, sino del Camino nuevo; su discurso es una invectiva contra el judaísmo desviado, que no acepta renunciar a su vigencia por la fe plena en el Señor Jesús. Pablo, en cambio, contemporiza con el judaísmo y lo que hace es defensa de sí mismo. Y la proclamación profética y la defensa personal son incompatibles. A la primera -Esteban- nadie ni nada la puede vencer (Act 4,8-12.14; 5,29-32.33; 6,10; 7,2-53.54s); la segunda -Pablo- no tiene resultado ninguno o tiene un resultado nega-tivo.

    Lo que se libra en el corazón de Pablo es una lucha entre judaísmo-cristianismo en una vertiente concreta: la de su misión de evangelizar a los paganos, que tan claramente le había confiado el Señor Jesús el día de su conversión, de la que le había desviado su espíritu nacionalista que tantas energías le hizo gastar en favor de la conversión de su pueblo, con tan escasos resultados. Sólo cuando en Roma experimentó su último y enésimo fracaso al di-rigirse a los judíos de la ciudad eterna para convertirlos, esta lucha larga y con tantas peripecias habrá llegado a su fin. Ya Pablo estará en la línea del Espíritu. Por eso desaparece de la escena de los Hechos.

    CONCLUSIÓN

    La nueva lectura o relectura de los Hechos, desde unos prin-cipios y postulados claros, nos da una visión nueva de los mismos en algunos aspectos. Nos da una comprensión más humana del evangelio del Espíritu Santo. Esta lectura y comprensión despoja a los actores de los Hechos de una excesiva hagiografía, en que se les había envuelto, tanto personajes como comunidades. Se ve mejor el desarrollo y proceso de la cristianización interior de los mismos al impulso del Espíritu Santo. Y aparece en toda su gran-deza y realismo el protagonismo y actuación del mismo Espíritu que tiene que luchar contra resistencias y reticencias de los cora-

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    zones en los personajes encargados y enviados por el Señor Jesús para llevar a cabo en su totalidad el mensaje universal de la sal-vación. La conversión de Pablo en este sentido fue la más larga y laboriosa. La noche no se ilumina plenamente sino en Roma. Y en su proceso juega un papel de primer orden el grupo nosotros.