Conflicto en Ucrania: ¿está Rusia utilizando la guerra como instrumento de política internacional...

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UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA FACULTAD DE CIENCIAS POLÍTICAS Y SOCIOLOGÍA Trabajo Fin de Grado de Ciencia Política y de la Administración Línea de trabajo: Cultura de paz y conflictos internacionales Curso 2014/2415 Autor: Félix Ramón López Martínez Tutor: Prof. Carlos Echeverría Jesús Centro Asociado: Madrid – Jacinto Verdaguer PREGUNTA DE INVESTIGACIÓN: Conflicto en Ucrania: ¿está Rusia utilizando la guerra como instrumento de política internacional en pos de sus objetivos geoestratégicos?. 1 de julio del 2015

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El inicio del conflicto en Ucrania es algo demasiado reciente mientras que su final está aún por escribir. La visión sobre el conflicto es poliédrica. De una parte, la percepción generalizada en la UE y la OTAN apunta a que Rusia utiliza la guerra como instrumento de política internacional. De otra, Rusia presenta su implicación en el conflicto como la respuesta lógica al cerco de lo que percibe como una amenaza occidental que pone en peligro su propia existencia como Estado independiente.El primer objetivo de este trabajo es tratar de poner un cierto orden en los elementos que explican el conflicto a través de la estructuración y objetivación de los datos disponibles. El segundo objetivo, y al que se dirige la pregunta de investigación, es intentar clarificar cuál es la posición de Rusia en el conflicto. Más concretamente, confirmar o refutar si Rusia utiliza la guerra como instrumento de política internacional en pos de sus objetivos geoestratégicos.El trabajo adoptará tres enfoques consecutivos. En primer lugar, desde un plano jurídico se disertará sobre las principales cuestiones que suscita el conflicto en Ucrania dentro del marco del Derecho Internacional. En segundo lugar, desde un enfoque principalmente político, aunque enriquecido con aportaciones históricas y sociales, se pasará revista a la idiosincrasia propia de Ucrania como Estado independiente y a la posición que está adoptando Rusia en el conflicto. Finalmente, desde una perspectiva de análisis politológico, se tratará de dar respuesta a las preguntas primaria y secundarias formuladas.

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UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA FACULTAD DE CIENCIAS POLÍTICAS Y SOCIOLOGÍA

Trabajo Fin de Grado de Ciencia Política y de la Administración

Línea de trabajo: Cultura de paz y conflictos internacionales Curso 2014/2415 Autor: Félix Ramón López Martínez Tutor: Prof. Carlos Echeverría Jesús Centro Asociado: Madrid – Jacinto Verdaguer

PREGUNTA DE INVESTIGACIÓN: Conflicto en Ucrania: ¿está Rusia utilizando la guerra como instrumento de política internacional en pos de sus objetivos geoestratégicos?.

1 de julio del 2015

A Montse,

por ser mi compañera en este maravilloso viaje

ÍNDICE

Introducción  ............................................................................................................................  1  Pertinencia  de  la  investigación  .................................................................................................  1  Hipótesis  de  partida  y  preguntas  de  investigación  .............................................................  2  Metodología  ......................................................................................................................................  2  

Consideraciones  previas  sobre  Derecho  Internacional  a  propósito  del  conflicto  en  Ucrania  ..............................................................................................................  3  Instrumentos  de  Derecho  Internacional  en  juego  ..............................................................  3  Inobservancias  del  Derecho  Internacional  en  el  conflicto  en  Ucrania  ........................  4  

Ucrania:  ¿un  Estado  con  futuro?  .......................................................................................  6  Viabilidad  como  Estado  independiente  ..................................................................................  6  Condicionantes:  atrapado  entre  Rusia  (motherland)  y  la  “irresistible  atracción  occidental  ..........................................................................................................................................  8  La  población  pro  rusa  del  este  y  del  sur  del  país  .................................................................  9  

La  posición  de  Rusia  en  Ucrania  ....................................................................................  12  Valores  rusos  e  intereses  nacionales  ...................................................................................  12  Rusia  como  fortaleza  asediada  ...............................................................................................  13  La  reacción  rusa  ...........................................................................................................................  14  Instrumentos  de  acción  rusa  ...................................................................................................  14  

Conclusiones:  contestando  a  la  pregunta  de  investigación.  ................................  16  ¿Es  la  guerra  en  Ucrania  una  oportunidad  de  cambio  geoestratégico  para  Rusia?  ...........................................................................................................................................................  16  ¿Existen  elementos  que  permitan  afirmar  que  Rusia  ha  promovido  y  mantiene  el  conflicto  en  Ucrania?  ..................................................................................................................  18  ¿Está  Rusia  utilizando  en  Ucrania  la  guerra  como  instrumento  de  política  internacional  en  pos  de  sus  objetivos  geoestratégicos?  ................................................  20  

Bibliografía  ...........................................................................................................................  22  Índice  de  abreviaturas,  siglas  y  acrónimos  ...............................................................  25  Mapa  político  de  Ucrania  .................................................................................................  26  

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INTRODUCCIÓN Pertinencia de la investigación El inicio del conflicto en Ucrania es algo demasiado reciente mientras que su final está aún por escribir. La literatura al respecto se está formulando en estos momentos y se entrelaza en el tiempo, y en los medios, con la propaganda que acompaña a toda guerra. La imagen que nos presenta el canal de televisión RT poco tiene que ver con la que se puede leer en el semanario The Economist. Así las cosas, la visión sobre el conflicto es poliédrica. De una parte, la percepción generalizada en la UE y la OTAN apunta a que Rusia utiliza la guerra como instrumento de política internacional. De otra, Rusia presenta su implicación en el conflicto como la respuesta lógica al cerco de lo que percibe como una amenaza occidental que pone en peligro su propia existencia como Estado independiente.

Más claros se presentan los principales actores, que no tanto sus motivaciones últimas. La Rusia de Putin parece seguir buscando su encaje en una Europa y en un mundo que parece cambiar a mayor velocidad de lo que las estructuras del país pueden gestionar. Por su parte, en el lado occidental, la expansión hacia el este de la UE y la OTAN amenaza el espacio de seguridad que Rusia quiere preservar en lo económico, lo militar e incluso lo cultural. Y por supuesto está Ucrania, en cuyo territorio se desarrolla la parte más cruenta del conflicto y que pudiera estar jugándose su viabilidad como Estado independiente.

Sobre estas bases, el primer objetivo de este trabajo de fin de grado es tratar de poner un cierto orden en los elementos que explican el conflicto a través de la estructuración y objetivación de los datos disponibles. El segundo objetivo, y al que se dirige la pregunta de investigación, es intentar clarificar cuál es la posición de Rusia en el conflicto. Más concretamente, confirmar o refutar si Rusia utiliza la guerra como instrumento de política internacional en pos de sus objetivos geoestratégicos.

A tal efecto, el trabajo adoptará tres enfoques consecutivos. En primer lugar, desde un plano jurídico se disertará sobre las principales cuestiones que suscita el conflicto en Ucrania dentro del marco del Derecho Internacional. En segundo lugar, desde un enfoque principalmente político, aunque enriquecido con aportaciones históricas y sociales, se pasará revista a la idiosincrasia propia de Ucrania como Estado independiente y a la posición que está adoptando Rusia en el conflicto. Finalmente, desde una perspectiva de análisis politológico, se tratará de dar respuesta a las preguntas primaria y secundarias formuladas.

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Hipótesis de partida y preguntas de investigación Como hipótesis de partida se considera que Rusia, por el lugar en el que quiere situarse en las relaciones internacionales, se comporta en el plano internacional como un actor racional que sigue las directrices marcadas en un plan estratégico que orienta su acción en horizonte del medio y del largo plazo. Sobre la base de esa premisa, la pregunta primaria que se plantean para la realización del trabajo de investigación es la siguiente:

Conflicto en Ucrania: ¿está Rusia utilizando la guerra como instrumento de política internacional en pos de sus objetivos geoestratégicos?.

Además, se formulan las siguientes dos preguntas secundarias a fin de guiar el proceso deductivo de obtención de una respuesta a la pregunta de investigación primara:

¿Es la guerra en Ucrania una oportunidad de cambio geoestratégico para Rusia?. ¿Existen elementos que permitan afirmar que Rusia ha promovido y mantiene el conflicto en Ucrania?.

Metodología La investigación que aquí se plantea tiene un carácter empírico por cuanto el objetivo que persigue es la de explicar cómo es y por qué está ocurriendo el conflicto en Ucrania, a través de la presentación y descripción de los elementos significativos que definen al mismo. Estos elementos se obtendrán de la observación y recogida de datos accesibles a través de fuentes públicas de información. Desde un punto de vista estrictamente metodológico, la investigación tendrá un naturaleza eminentemente cualitativa en la medida en que se pretende construir un relato argumental con una estructura lógica que ofrezca una visión del conflicto en toda su complejidad, interesándose no tanto por las variables concretas del mismo sino por sus raíces profundas debidamente contextualizadas. A tal efecto, y tras haber presentado un conjunto de elementos principales que permitan encuadrar el conflicto y sus actores centrales, se seguirá un método deductivo mediante el cual, a través de las respuestas obtenidas a un conjunto de preguntas secundarias, se llegue a una contestación lógica de la pregunta de investigación principal.

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CONSIDERACIONES PREVIAS SOBRE DERECHO INTERNACIONAL A PROPÓSITO DEL CONFLICTO EN UCRANIA Instrumentos de Derecho Internacional en juego Desde un punto de vista jurídico son varias las cuestiones que suscita el conflicto en Ucrania. Entre ellas, se identifican como más relevantes las relativas al concepto de soberanía territorial de los Estados, al principio pacta sunt servanda, a la responsabilidad de proteger, al derecho de autodeterminación de los pueblos y al compromiso de resolución pacífica de controversias internacionales. Antes de pasar a revisar como queda la aplicación o interpretación de las anteriores instituciones en el conflicto en Ucrania, se realiza una breve caracterización de ellas.

La soberanía territorial (DÍEZ DE VELASCO, 2005: 264-266) es un principio constitucional del Derecho Internacional (D.I.) cuya esencia consiste en el derecho a ejercer las funciones de Estado en un plano de igualdad e independencia respecto de otros Estados. Expresión concreta de tal principio es la igualdad soberana de los Estados recogida en la Carta de la O.N.U. (art. 2.1), el cual se ha constituido principio rector de la organización de la sociedad internacional que opera sobre la base de la coordinación de los Estados y no sobre su subordinación. Igualmente, la soberanía territorial de los Estados los dota de independencia al no hacerles depender de ningún orden jurídico que no sea el propio D.I. A efectos prácticos, la independencia implica que en un territorio determinado solo se ejerce competencia estatal el gobierno del Estado al que pertenece dicho territorio. Finalmente, como derivada del principio de soberanía se encuentra el principio de no intervención en los asuntos internos de otros Estados, recogido en la Resolución 2625 (XXV) de la A.G. de la O.N.U., que refiere que “ningún Estado o grupo de Estados tiene derecho a intervenir directa o indirectamente, y sea cual fuer el motivo, en los asuntos internos o externos de cualquier otro”. El principio pacta sunt servanda (DÍEZ DE VELASCO, 2005: 188-189), consagrado en el actual D.I. por la Carta de la O.N.U. (art. 2.2), es un principio general del Derecho que responde a la necesidad de establecer seguridad jurídica en relación a los efectos de un Tratado en vigor, esto es, al cumplimiento por las Partes de los derechos y obligaciones en él contenidos. Como norma general quedó positivado por el Convenio de Viena de 23 de mayo de 1969, sobre el Derecho de los Tratados. En relación al derecho de autodeterminación (DÍEZ DE VELASCO, 2005: 279-282), éste quedó por vez primera consagrado como D.I. positivo por la Resolución 1514 (XV) de 14 de diciembre de 1960, conocida como “Carta Magna de la Descolonización”. A su vez, la Resolución 2625 (XXV) de 24 de octubre de 1970 incluyó el derecho en cuestión en su declaración de principios y subrayó el deber de todos los Estados de respetarlo y de “abstenerse de recurrir a cualquier medida de fuerza que prive a los pueblos” del ejercicio de ese derecho. En la Resolución 1541 (XV) se precisó el concepto de pueblo colonial, como aquel que no habiendo alcanzado la plenitud de gobierno propio, se encuentra en progreso hacia este objetivo y habita en un territorio que está separado geográficamente del país que lo administra y es distinto de éste en sus aspectos étnicos o culturales. Sin embargo, en la práctica la identificación de una situación colonial viene dada por la inclusión en la lista confeccionada por el Comité de Descolonización de la O.N.U. Lo decisivo del derecho enunciado es que el resultado alcanzado sea fruto de la libre y voluntaria elección del pueblo a través de unos procedimientos democráticos que la propia O.N.U. puede supervisar cuando lo juzgue

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necesario sin perjuicio de la participación de otras organizaciones internacionales con competencia para ello. La responsabilidad de proteger (ZABALETA CATÓN, 2014) fue aprobada en la Cumbre Mundial de 2005 de la O.N.U. Supone el establecimiento de un doble compromiso. Por una lado obliga a cada Estado soberano a un deber de protección primaria para garantizar la seguridad de los individuos bajo su jurisdicción. Y de otro, habilita a la sociedad internacional a proteger de manera subsidiaria y mediante la acción colectiva cuando esa protección no sea asumida por los Estados. La responsabilidad de proteger se configuró como una herramienta de prevención más que de reacción, distinguiéndolo así de la intervención humanitaria, en el que el ejercicio de la fuerza debe emplearse como último recurso. Queda limitada a la protección de las poblaciones del genocidio, de los crímenes de guerra, de la depuración étnica y de los crímenes de lesa humanidad. Su ejercicio cae dentro de los mecanismos previstos en el marco del capítulo VII de la Carta de la O.N.U., de tal forma que es competencia del Consejo de Seguridad la calificación de un conflicto interno como internacional y la autorización de la intervención de la sociedad internacional bajo el paraguas de la responsabilidad de proteger.

Finalmente (CARRILLO SALCEDO, 1990: 82-83), la aprobación y entrada en vigor de la Carta de la O.N.U. instauró una concepción del orden internacional distinta de la de Westfalia al introducir dos principios jurídicos nuevos hasta la fecha: la prohibición del recurso a la fuerza o a la amenaza de la fuerza en las relaciones internacionales (art. 2.4) y la obligación de arreglo pacífico de controversias internacionales (art. 2.3). En consecuencia, el recurso a la guerra deja de ser una competencia de los Estados soberanos, como sí lo era en el anterior orden, y éstos quedan obligados a reconducir toda controversia a través de medios pacíficos.

Inobservancias del Derecho Internacional en el conflicto en Ucrania El Derecho Internacional positivo como realidad objetiva no es un corpus cerrado y aceptado sin fisuras por todos los miembros de la sociedad internacional sino que, más al contrario, tiene la capacidad de generar intensos debates cuando entran en colisión los derechos y obligaciones derivados de dos o más de sus instrumentos normativos. Con frecuencia, esta colisión propicia la formación de interpretaciones opuestas en aquellos Estados que estén envueltos en un contencioso. Precisamente, en el conflicto en Ucrania se observa dos ejemplos de colisión normativa.

La primera se refiere a la oposición que mantienen el derecho de autodeterminación de los pueblos y la soberanía territorial de los Estados y que se manifiesta a propósito de la secesión de Crimea y la posterior incorporación a Rusia. A los ojos del Kremlin, lo acontecido en Crimea no deja de ser el ejercicio del derecho de autodeterminación articulado a través de una decisión soberana del legítimo parlamento de Crimea ratificada posteriormente en referéndum por los habitantes de la península. Por su pare, Ucrania considera que se ha producido, entre otras cosas, una violación de su soberanía territorial. La revisión de los hechos constata que en Crimea no se daban las condiciones que amparasen el ejercicio del derecho de autodeterminación: su población no se ajusta al concepto de pueblo colonial, ni el territorio se incluía en la lista del Comité de Descolonización; ni el referéndum gozó de las garantías necesarias para que su resultado se considerara fruto de una libre y voluntaria elección; y además la península

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sí disfrutaba ya de un aceptable grado de autonomía política expresamente reconocido por la propia constitución de Ucrania, que le otorga el estatuto de República Autónoma. Una segunda colisión normativa es la que aparece entre la responsabilidad de proteger y la no injerencia y que podemos observar en relación al apoyo que Rusia brinda a los combatientes separatistas en las regiones del este de Ucrania. Si bien la primacía de la seguridad humana sobre los intereses estatales está ampliamente compartida por la sociedad internacional y es una de las recomendaciones del Informe Brahimi, lo cierto es que sus críticos señalan que es un intento encubierto de volver a instaurar el concepto de guerra justa. Sin entrar aquí en el fondo de ese debate y aun existiendo indicios de que la población de nacionalidad rusa ha sufrido episodios de persecución, lo cierto es que la implicación de Rusia a favor de los separatistas apelando a la responsabilidad de proteger a estos no se ajusta a las previsiones del ejercicio de tal responsabilidad por cuanto ésta ha de quedar autorizada por el Consejo de Seguridad de la O.N.U., circunstancia que no se ha producido. A la controvertida interpretación a favor de parte que realiza Rusia a propósito de las dos colisiones normativas señaladas se ha de añadir, al menos, la existencia de tres violaciones del Derecho Internacional en las que Rusia ha incurrido en el conflicto en Ucrania: la violación de la soberanía territorial y el principio de no injerencia en Ucrania; la violación de los compromisos adquiridos en el marco del Memorándum de Budapest de 1994 sobre garantías de seguridad en Ucrania; y la obligación de resolver controversias internacionales por medios pacíficos (art. 2.3 de la Carta de la O.N.U.).

Por todo ello, se descarta que el Derecho Internacional sea capaz de prestar a Rusia fundamentos sólidos que sustenten la posición que ha adoptado en el conflicto en Ucrania. Habrá pues que intentar buscarlos en consideraciones de carácter político.

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UCRANIA: ¿UN ESTADO CON FUTURO? Viabilidad como Estado independiente Ucrania es el segundo estado más grande de Europa sólo por detrás de la parte europea de la Federación Rusa. Su situación estratégica entre Europa, Rusia y Asia Central, su plana geografía, el potencial agrícola de sus fértiles campos y sus abundantes reservas minerales han favorecido que Ucrania haya sido y siga siendo un territorio disputado.

La historia de Ucrania está firmemente unida a la de sus vecinos del este de Europa. Más concretamente, la identidad nacional de Ucrania engarza con la de la Rusia europea al compartir ambos un origen común, el llamado Rus de Kiev, primer estado medieval eslavo en el que se agruparon bajo un mismo principado las distintas tribus eslavas que poblaban los territorios de buena parte de las actuales Ucrania, Rusia y Bielorrusia. De la mano de Vladimiro I, el Grande, y de su hijo Yaroslav I, el Sabio, el Rus de Kiev se convirtió en el principado más grande y poderoso de Europa del este. A su vez, Vladimiro I apuntaló el cristianismo ortodoxo en el principado mediante su propio bautismo en 988 en Quersonesos, Crimea, determinando desde entonces el curso religioso de toda la región. Estos hechos hacen que tanto Ucrania como Rusia, reivindiquen a la Rus de Kiev como el origen de su legado cultural presente. El poderío del Rus de Kiev llegó a su término con la invasión Mongol del siglo XIII, culminada en el saqueo de Kiev (1240), que precipitó una fragmentación del principado que ya había comenzado antes. Desde entonces la historia de Ucrania ha estado marcada por la dominación de su territorio por parte de poderes externos y por breves periodos en los que ha gozado de cierto grado de autogobierno. Así, lituanos, polacos, austro-húngaros y finalmente rusos se han alternado en el control de Ucrania. A mediados del siglo XVII, la constitución del Hetmanato cosaco dotó de autonomía relativa a parte de los territorios centrales y del este de Ucrania. Sin embargo, quedó abolido e integrado en el Imperio ruso de Catalina la Grande a finales del siglo XVIII, tras lo cual comenzó un proceso de rusificación administrativa y cultural que buscó diluir los elementos nacionales ucranianos y que tuvo continuidad durante la etapa soviética.

La caída de la Rusia zarista y la revolución rusa brindaron un nueva oportunidad a Ucrania de constituirse como estado independiente durante un breve lapso de tiempo (1917-1921), si bien contó con la oposición del nuevo gobierno bolchevique de Moscú que formó un gobierno alternativo bajo su tutela e inició una ofensiva militar que a la postre y contando con la complicidad de Polonia (Tratado de Riga, marzo 1921) puso fin al gobierno independiente de Kiev y llevó a Ucrania a ser una de las partes constituyentes de la Unión Soviética. Paralelamente, el resultado del la Primera Guerra Mundial fue especialmente gravoso para Ucrania pues su territorio quedó repartido entre Rumania, Checoslovaquia, Polonia y la antes señalada Ucrania soviética. En la zona bajo control soviético, el régimen de Stalin, en su afán por controlar y eliminar toda forma de disidencia o nacionalismo, creó las condiciones para provocar una hambruna que acabó con la vida de al menos cuatro millones de ucranianos entre 1932 y 1933; hecho histórico conocido como Holodomor cuyo recuerdo marca el nacionalismo ucraniano actual. Al inicio de la Segunda Guerra Mundial, Stalin incorporó a la Ucrania soviética parte de los territorios históricos de Ucrania bajo control polaco (Volhynia occidental y Galizia) como consecuencia del Pacto Molotov-Ribbentrop rubricado con la Alemania nazi. Ya durante la guerra, el suelo de Ucrania albergó buena parte de los duros enfrentamientos del frente oriental y sufrió las

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limpiezas étnicas y deportaciones perpetradas por los alemanes de tal manera que a su término el balance fue de entre cinco y siete millones de muertos, diez millones de personas sin hogar y profundos daños materiales en las infraestructuras del país. La victoria soviética en el frente oriental y los acuerdos alcanzados con los aliados occidentales provocaron una nueva reordenación de las fronteras occidentales de Ucrania que es con la que se ha llegado a nuestros días. No fue hasta mediados de los años 80 del siglo XX cuando, tras las tras la llegada de Mijaíl Gorbachov a la presidencia de la Unión Soviética y la puesta en marcha de sus políticas de glasnost y perestroika, se abre una nueva ventana de oportunidad a Ucrania para relajar la tutela de Moscú y preparar el camino para su constitución como estado soberano independiente. El 24 de agosto de 1991, el primer parlamento ucraniano salido de unas elecciones democráticas declaró la independencia del país como medida preventiva ante la potencial involución resultante del golpe de Estado que sufría Gorbachov. Una decisión que fue ampliamente ratificada por el pueblo ucraniano en referéndum el 1 de diciembre y que obtuvo un rápido reconocimiento internacional. El 26 de diciembre de ese mismo año la Unión Soviética dejó de existir y Rusia fue reconocida internacionalmente como su sucesor en la escena internacional.

Ya como Estado independiente y en un marco internacional en el que Samuel Huntington proclamaba el fin de la Historia y el triunfo de la democracia occidental y la prosperidad capitalista, Ucrania afrontaba un nueva etapa con importantes desafíos en el ámbito económico, institucional e internacional y con el lastre que suponía la profundidad del legado soviético y la persistencia de una corrupción endémica asentada en las instituciones del país. Para cada uno de esos ámbitos, la evolución ha sido dispar y existe cierto consenso en afirmar que Ucrania no ha sabido estar a la altura de las altas expectativas que generó cuando su independencia.

En el plano económico, la economía de Ucrania se contrajo durante la década de los años 1990 y sólo fue con el cambio de siglo cuando entró en la senda del crecimiento alcanzando cotas máximas en el año 2007, justo antes del inicio de la crisis económica mundial. Esta crisis golpeó especialmente a las regiones industriales del país, entre las que se encuentran las separatistas Donetsk y Luhansk, en las que la generación de producto cayó más rápidamente que la media nacional. En 2013, justo antes del inicio del conflicto, la economía ucraniana intentaba recuperarse si bien asentada sobre bases débiles debido a la presencia de importantes déficit estructurales (OCDE, 2014). A este respecto The Heritage Foundation señala que Ucrania ocupa el puesto 162 de 186 países en el ranking de Libertades Económicas de 2015.

Es en el plano institucional donde se ubica un de los principales problemas estructurales que padece Ucrania, la corrupción del sector público, la cual daña gravemente tanto a la economía como al proceso de implantación de la democracia en el país. Una corrupción originada por la estrecha relación existente entre la clase política y la oligarquía económica y en virtud de la cual permite a estos últimos erigir y conservar imperios económicos a través de su acceso directo al poder político en detrimento del interés general de la ciudadanía. De acuerdo a la organización Transparency International, Ucrania ocupa el 142 de 175 países en el índice de percepción de la corrupción del año 2014. Así las cosas, la lucha contra la corrupción es uno de los frentes más importantes en la lucha por el futuro de Ucrania y como tal articulaba las reivindicaciones de cambio de los impulsores del Euromaidan (THE ECONOMIST, 2015a).

Finalmente, en el plano internacional, Ucrania alcanzó la independencia con importantes asuntos pendientes con Rusia: entre ellos, la cuestión del armamento

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nuclear y la ubicación de flota rusa del Mar Negro en la ciudad de Sebastopol. Las primera cuestión quedó resuelta con Rusia a través del Memorándum de Budapest de 1994, en función del cual Ucrania transfería todas sus armas nucleares a Rusia y recibía de ésta garantías de seguridad y de respeto de su integridad territorial. Las segunda cuestión ha sido causa de un conflicto latente entre Kiev y Moscú que se ha ido agrandando con cada acercamiento que Kiev ha realizado a las instituciones occidentales.

Condicionantes: atrapado entre Rusia (motherland) y la “irresistible atracción occidental Pasado el optimismo de los años 1990s y ante la constatación de que las expectativas creadas en el momento de la independencia están aún lejos de alcanzarse, Ucrania vive desde hace años una tensión creciente entre aquellos que persiguen el acercamiento a la UE como vía para reducir la dependencia e influencia de Rusia e iniciar un proceso de modernización del país y aquellos que desean mantenerse dentro de la órbita rusa, principalmente en las regiones del este y sur del país. Dos momentos claves de su historia reciente dan testimonio de esta tensión.

El primero de ellos es la llamada Revolución Naranja iniciada en noviembre del año 2004, tras la victoria en las elecciones presidenciales de Viktor Yanukovich, candidato cercano a Moscú, frente a Viktor Yushchenko, candidato que encabezaba una coalición reformadora. Las denuncias de fraude en los comicios desencadenaron un movimiento pacífico de protesta ciudadana que inundó las calles en favor del candidato Yushchenko y que duró hasta que el Tribunal Supremo del país anuló el resultado electoral. En la repetición de los comicios que siguieron, Yushchenko se alzó con la presidencia del país con un apretado 52% que evidenciaba la división del país. Su programa reformista se vio dificultado por la inestabilidad de la coalición que le sostenía y esto, a la postre, permitió la recuperación de su rival Yanukovich quien primero consiguió ser nombrado primer ministro por un corto periodo de tiempo y luego alcanzó la presidencia del país en las elecciones presidenciales de inicio del año 2010, al imponerse por un estrecho margen a la candidata Yuliya Tymoshenko, una de las líderes de la Revolución Naranja y que llegó a ser primera ministra en uno de los cortos gobiernos de Yushchenko.

Inmediatamente de la llegada de Yanukovich a la presidencia del país, se producen un conjunto de hechos relevantes que por una parte fortalecen los poderes presidenciales, en contra de los impulsos reformistas previos, y por otra estrechan los lazos con Rusia. Así, el Tribunal Constitucional anuló en 2010 la reforma de la constitución de 2006 que había incrementado los poderes del primer ministro en detrimento de los del presidente. En ese mismo año Ucrania accedió a extender el contrato de alquiler a Rusia del puerto de Sebastopol, que expiraba en 2017, hasta el año 2042 a cambio de una reducción en del precio del gas ruso. También en 2010 Ucrania renunció al objetivo de integrarse en la OTAN que había impulsado su predecesor Yushchenko. Yanukovich sí mantuvo, sin embargo, una ambigua relación con la Unión Europea que le llevó primero a negociar durante años un Acuerdo de Asociación, no del todo compatible con los compromisos adquiridos por Ucrania en el marco del tratado de libre comercio con la Comunidad de Estados Independientes y que impulsa Rusia como parte de su política comercial, para luego suspender su firma a los pocos días de la fecha prevista y bajo una intensa presión de Moscú.

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Está decisión catalizó de nuevo el descontento social y generó importantes movilizaciones impulsadas por los sectores reformistas y pro-europeos, el llamado Euromaidán, que derivaron en violentos enfrentamientos con las fuerzas del orden público que arrojaron la cifra de más de 100 muertos y cientos de heridos. Como resulta de todo ello, el presidente Yanukovich abandonó de manera precipitada el país, obteniendo un rápido refugio en Rusia, y se formó un gobierno pro-occidental de carácter interino que convocó elecciones presidenciales en mayo del 2014 y en las que resultó vencedor el magnate Petro Poroshenko con el 54,1 % de los votos, en un clima de alta tensión en los territorios separatistas del este y sur del país.

La gran confusión que existe sobre las circunstancias en las que se produjo la caída de Yanukovich y la falta de cooperación que han mostrado las autoridades de Kiev con la investigación internacional que pretende esclarecer las muertes acaecidas en las protestas de la plaza de la Independencia (Maidan), tal y como ha denunciado el Consejo de Europa (AFP, 2015), son las bases sobre las que se apoya el Kremlin para calificar la secuencia de acontecimientos descrita como de golpe de estado.

La población pro rusa del este y del sur del país Tanto en las presidenciales de 2004 como en las de 2010, la distribución del voto por regiones evidenció la división política del país, con las regiones del este y sur apoyando mayoritariamente a Yanukovich, mientras que las regiones más occidentales se decantaron por los candidatos reformistas: Yushchenko primero y Tymoshenko después. A su vez, sobre el terreno, el conflicto en Ucrania se desarrolla en dos escenarios principales: por una parte en la península de Crimea y la ciudad de Sebastopol; y por otra en las provincias ucranianas (oblast) de Donestk y Luhansk. Un elemento común de estas provincias es la presencia en su suelo de una mayor proporción de población de nacionalidad rusa en relación a otras partes del país.

Así pues la nacionalidad, como una de las fracturas sociales (cleavage) que marca la política en Ucrania, es un elemento a considerar como factor explicativo. A tal efecto, antes de revisar los datos que configuran esa fractura es necesario delimitar los elementos que definen las nacionalidades ucraniana y rusa. Desde un punto de vista étnico, no acaba de haber consenso entre especialistas sobre cuáles son las diferencias en el origen entre la etnia ucraniana y la etnia rusa, más allá de considerarlas a ambas como subdivisiones de la etnia eslava. Más clarificador, aunque no plenamente determinante, puede resultar fijarse en los aspectos históricos, lingüísticos o religiosos. Desde esta perspectiva, la nacionalidad rusa se asocia a la historia de aquella parte del pueblo eslavo que se separó del Rus de Kiev y pasó a quedar bajo la influencia directa del Gran Ducado de Moscú. Junto a ello, la lengua es un elemento diferenciador importante, aunque no definitivo, en función de que se hable ruso o ucraniano como lengua materna y lo mismo cabe decir de la rama de la religión ortodoxa que se profese, ya sea la dependiente del patriarcado de Moscú o la dependiente del de Kiev. De acuerdo al censo de Ucrania de 2001, último disponible, la población del país ascendía a algo más de 48 millones de personas con una composición de carácter marcadamente plurinacional. De entre todas las nacionalidades que habitan en Ucrania, destacan dos: la ucraniana, que representa el 77.8% de la población total y la rusa con el 17.3%, constituyéndose en la principal minoría del país con más de 8 millones de habitantes. Su distribución, sin embargo, no es homogénea de tal manera que la proporción de origen ruso aumenta progresivamente al desplazarse hacia regiones más

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al este y más al sur del país. Así, en la provincia de Luhansk, el 58% es ucraniano y el 39% ruso, mientras que en la provincia de Donetsk, el 56.9% es ucraniano frente al 38.2% ruso. Por su parte, en Crimea el 58.3% de la población es rusa frente al 24.3% ucraniano, destacando también el 12% de población tártara. Y en la ciudad de Sebastopol, en Crimea, la población rusa se eleva al 71.6% frente al 22.4% de la ucraniana. Al respecto de la península de Crimea, hay un elemento adicional a tomar en consideración y es que la proporción mayoritariamente rusa de la actualidad es el resultado de un proceso histórico que arranca con la anexión de Crimea por Catalina la Grande en 1783 y su integración en el territorio ruso. Hasta ese momento, el grupo étnico dominante en la península habían sido los tártaros desde que la invasión mongola del siglo XIII pusiera fin al Rus de Kiev. Los tártaros abrazaron la religión musulmana en el siglo XIV y pasaron a formar parte del Imperio Otomano en el XV. El término de la guerra de Crimea, que enfrentó a rusos y otomanos por el control del Mar Negro a mediados del siglo XIX, dio pie a la primera diáspora de población tártara. Ya bajo dominación soviética, la población tártara fue blanco primero de la política de Stalin de supresión de minorías étnicas y luego de deportaciones masivas a Siberia y Asia central por su consideración como colaboracionista con el régimen nazi durante la Segunda Guerra Mundial. El regreso de tártaros a Crimea tras la implosión de la Unión Soviética hizo que su presencia se multiplicara por más de 6 entre 1989 y 2001 (según el censo ucraniano de 2001), hasta convertirse en la segunda minoría en la península tras los ucranianos. Como se adelantaba anteriormente, en la medida en que la política en Ucrania no se entiende sin tener presente la nacionalidad como una de sus principales fracturas sociales (cleavage), es plausible tender a considerar ésta como uno de los principales elementos explicativos del actual conflicto, máxime cuando Rusia la utiliza como argumento a la hora de apoyar a la partes separatistas del conflicto. No obstante, también existen otros rasgos característicos de las provincias separatistas que hay que tener presente para poder enmarcar el conflicto en toda su complejidad.

A este respecto, en lo que se refiere a Donetsk y Luhansk, además de albergar una proporción de población rusa cercana al 40%, ambas tienen en común el ser provincias fronterizas con Rusia y el formar parte de la cuenca del Donets, importante zona minera de carbón y territorio fuertemente industrializado. Más concretamente, el suelo de Luhansk es rico en carbón de alta calidad, contiene depósitos de gas natural y alberga una destacable industria metalúrgica. Por su parte, la provincia de Donetsk tiene una importante capacidad industrial, metalúrgica y agrícola que se complementa con unas infraestructuras de transporte notables tanto de ferrocarril como de carretera además del aeropuerto internacional de Donetsk y el puerto de Mariupol de salida al Mar Negro. De acuerdo al Institute for Economic Research and Policy Consulting, think-tank ucraniano, antes del inicio del conflicto el 15% de la población de Ucrania habitaba en las provincias de Donestk y Luhansk las cuales generaban un 16% del Producto Interior Bruto del país, el 25% de la producción industrial y el 27% de las exportaciones totales (KIRCHNER, 2014). Dado su carácter industrial y exportador, es relevante señalar que ambas provincias han sufrido con una dureza mayor que otras zonas de Ucrania las consecuencias económicas y sociales derivadas de la crisis mundial acaecida a partir del año 2007.

Por su parte, el interés de Moscú por Crimea no se circunscribe exclusivamente a la afinidad étnica con la población mayoritaria rusa que hoy habita la península, ni tampoco al hecho de que Crimea albergue las ruinas de Quersonesos, lugar donde

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Vladimir I el Grande fue bautizado, un hecho histórico que, por otra parte, comparte con la Iglesia ortodoxa ucraniana. Además de todo eso, Crimea es de interés para Rusia en tanto en cuanto viene utilizando el puerto de Sebastopol como base principal de su flota del Mar Negro desde 1783. La anexión rusa de la península tiene, por tanto, un importante valor para Moscú.

La historia del país nos recuerda que la independencia de Ucrania es la excepción y no la regla. Los condicionantes económicos, políticos y sociales que se han señalado hasta el momento muestran cuanto de frágil es la viabilidad de Ucrania como estado independiente. El conflicto actual con Rusia, una vez que ha abandonado su estado latente, no hace sino recordar que Ucrania sigue siendo un territorio en disputa en donde su futuro dependerá mucho de cual sean las motivaciones que impulsan la acción del Kremlin en el país.

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LA POSICIÓN DE RUSIA EN UCRANIA Valores rusos e intereses nacionales De cara a contextualizar la posición y la acción de Rusia en el conflicto de Ucrania, es muy relevante poner atención al discurso que el presidente Putin dirigió a la Asamblea Federal el 4 de diciembre del 2014. En aquel foro, Putin dedicó toda su primera parte a realizar un repaso de los acontecimientos acaecidos en Ucrania durante ese año, a enunciar cuál era la posición del Kremlin en el conflicto y ya en términos más generales, a desgranar las líneas maestras que orientarían la política exterior rusa en el periodo siguiente. Se trata de un discurso anual de carácter solemne que si se le despoja de la carga retórica que contiene, hasta cierto punto habitual en este tipo de alocuciones de grandes Jefes de Estado en los que su audiencia trasciende las fronteras del país, permite identificar entre los mensajes transmitidos cuáles son los intereses nacionales y los valores nacionales subyacentes. En lo referente a los intereses nacionales, éstos se pueden sintetizar en tres. En primer lugar se sitúa la protección de la integridad e indivisibilidad de Rusia a través de lo Putin denomina el ejercicio de una “verdadera soberanía” en el marco de un Estado fuerte y centralizado como vía para asegurar la supervivencia de Rusia frente a los desafíos a los que percibe estar sometido.

En segundo lugar está la cuestión de la salvaguarda y defensa de lo que Rusia considera intereses legítimos y que se pueden concretar como aquellos salidos de los acuerdos y compromisos internacionales que mantiene con otros Estados o los que se derivan del Derecho Internacional general.

En tercer lugar se encuentra la garantía de la seguridad de Rusia a través de un concepto seguridad internacional basado en el equilibrio de fuerzas y en relaciones de igualdad con otros Estados, carente de subordinaciones, que no excluye hacer uso de un poder militar adaptado a los condicionantes de nuestro tiempo y a las capacidades de los otros actores. Por su parte, la preservación de la identidad nacional y de los valores tradicionales como el patriotismo o el respecto por la historia, las tradiciones y la cultura rusa se configuran como los valores centrales que impulsa el presidente ruso. Además, Putin los sitúa en plano de igualdad con los valores los occidentales de corte liberal relativos a la ética del trabajo, la propiedad privada y la libertad de empresa. En ello subyace tanto el fomento de un nacionalismo ruso como la defensa de una diversidad que vaya más allá de un pensamiento único occidental.

Sobre la base de estos intereses nacionales y valores, cabe preguntarse si alguno de ellos se está poniendo en juego en Ucrania. En lo que se refiere a Crimea, las palabras del propio Putin son bastante clarificadoras a este respecto: “allí es donde vive nuestra gente y la península es de importancia estratégica para Rusia”. Adicionalmente, Rusia considera Crimea como parte de su territorio histórico y la cuna de su iglesia ortodoxa, elemento central en la conformación del nacionalismo ruso. Por todo ello, Moscú celebra la incorporación de Crimea a la Federación Rusa al tiempo que la considera como una decisión soberana del legítimo parlamento de Crimea ratificada posteriormente en referéndum por los habitantes de la península. En relación al conflicto abierto en las provincias secesionistas del este de Ucrania, la posición declarada de Rusia se conforma respecto a una hipótesis de partida que considera incuestionable: el gobierno del presidente Yanukovich cae en febrero del

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2014 como consecuencia de un golpe de estado violento al que siguió la persecución por parte del gobierno interino de todos aquellos que opusieron resistencia al mismo. Sobre la base de esta hipótesis, el gobierno de Putin condena por ilegítimo el nuevo gobierno constituido y reacciona asumiendo como deber propio la protección proteger a las comunidades "que no aceptaron el golpe de Estado de Poroshenko" (ELDIARIO.ES, 2015). En un plano paralelo, hay que tener también presente en qué medida el acuerdo de Asociación con la UE lesiona los intereses comerciales de Rusia constituidos en torno a la zona de libre comercio en el seno de la Comunidad de Estados Independientes y la denuncia que formula Putin, en su discurso ante la Asamblea Federal en 2014, en relación a que Bruselas excluyó a Moscú de las negociaciones y le impuso el acuerdo como un hecho consumado.

Rusia como fortaleza asediada Existe una percepción asentada en las élites gobernantes rusas en virtud de la cual Occidente, liderado por EEUU, amenaza la existencia del Estado ruso. En palabras del presidente Putin, EE UU y Occidente quisieron “llenar rápidamente el vacío que había surgido” tras el fin del sistema bipolar y “la desaparición de la URSS del mapa”, de tal forma que “en lugar de construir relaciones de buena vecindad en la nueva situación (…) comenzaron a conquistar los nuevos espacios geopolíticos” (Ibíd.). Tal y como señala Zubelzú, para entender esta percepción de “fortaleza asediada” nada mejor que citar al periodista norteamericano William Pfaff (ZUBLEZÚ, 2007: 106-108). Éste señala que “los rusos están siendo sujetos de un muy alto nivel de provocación. Rusia está ahora rodeada por el poder americano. Hay fuerzas estadounidenses en Asia Central y en el Cáucaso. Con los estados Bálticos como miembros de la OTAN, la aviación de la alianza está desplegada en la frontera rusa. Los polacos y otros están ansiosos de que Ucrania se una a la OTAN y a la UE. El gobierno ruso se ha mantenido sorprendentemente calmo ante todo esto, pero uno de estos días puede perder la calma. Rusia hoy no es la Unión Soviética, pero puede encontrar aún modos de ser muy desagradable para quienes eligen hacer de ella un enemigo”. La doctrina militar aprobada por Putin a finales del 2014 corrobora esta visión en la medida en que identifica el incremento de las capacidades de la OTAN en los países limítrofes de Rusia y el despliegue del sistema de defensa antimisiles en los países de Europa central como una de las principales amenazas a la seguridad de Rusia. Una percepción que hay que poner en relación con otras dos de las fuerzas profundas que Zubelzú identificó como presentes en el pueblo ruso (Ibíd.): el “externalismo”, o tendencia a ubicar la causa de los problemas del país en actores foráneos, en el “otro”; y el “excepcionalismo”, o sentimiento de pueblo elegido con el monopolio de la verdad, la fe religiosa o de la superioridad moral. El discurso de Putin ante la Asamblea Federal de 2014 nos deja trazas de todo ello cuando denuncia la injerencia de EEUU en las relaciones bilaterales con sus vecinos; cuando sostiene que se practica contra Rusia una política de contención en donde las sanciones están destinadas a mermar las capacidades económicas del país; y, finalmente, cuando proclama que Rusia asumirá la tarea de proteger la diversidad del mundo y de hacer ver a éste la imagen falsa y distorsionada con la que se la presenta.

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La reacción rusa Frente a la realidad de unos hechos que muestran que el área de influencia rusa viene menguando desde el final de la guerra fría, consecuencia tanto del avance de los valores e instituciones occidentales como de las ampliaciones de la OTAN y de la UE hacia la Europa del este, es razonable pensar que el pueblo ruso, heredero de un Estado que ha desempeñado un rol central en la historia contemporánea y en el “excepcionalismo” moldea su identidad nacional, intente reaccionar ante un devenir de los tiempos que observa como desfavorable.

Del listado de intereses rusos señalado anteriormente se desprende que entre las dos opciones básicas en las que Rusia podría haber optado para adaptarse al signo de los tiempos, Putin ha apostado por la diferenciación y resistencia frente a la alternativa de la confluencia y la adaptación. A este respecto, mucho se ha escrito sobre cómo el fracaso en la implantación de una economía de mercado a través de las reformas promovidas por Boris Yeltsin frustraron el arraigo de un modelo de democracia occidental en Rusia y de cómo la llegada de Putin a la presidencia del país ha supuesto una suerte de contrarreforma hacia posiciones nacionalistas rusas.

Así, las decisiones de Putin en el ámbito de la política exterior señalan un intento de reconstrucción del orden salido de la guerra fría con el fin de proteger la soberanía rusa, que considera amenazada, a través de la configuración de un espacio de seguridad físico, económico y de influencia con el que frenar el avance geográfico de las instituciones occidentales y en el que Rusia seguiría siendo una potencia, cuanto menos, regional. Además, en la medida en que desde el Kremlin se argumenta que las instituciones y valores occidentales están alejando a Rusia de sus raíces, la amenaza deja de ser exclusivamente física y pasa a ser ideológica. Por ello, para proteger los valores, el modelo de gobernanza y la democracia que practica el gobierno ruso parece no ser suficiente el poner una distancia física que frene el avance de las instituciones occidentales sino que además, el magnetismo que provoca Occidente tiene que ser neutralizado.

Instrumentos de acción rusa Volviendo a las palabras antes citadas de William Pfaff, los acontecimientos en Ucrania parecen haber colmado la paciencia de Rusia quién cuenta con “modos de ser muy desagradable para quienes eligen hacer de ella un enemigo”. Se hace a continuación una enumeración de algunos de esos modos. En primer lugar, Rusia posee una capacidad militar enorme cuya mera existencia la convierte en un importante elemento de disuasión y coerción en el ámbito internacional y ante la cual los países vecinos poco pueden oponer en solitario. Heredero de los arsenales soviéticos, Rusia lleva varios años destinando cantidades crecientes del presupuesto nacional a modernizar sus capacidades defensivas. En concreto, según el Stockholm International Peace Research Institute, en el año 2014 el presupuesto en defensa aumentó en un 8,1 % con respecto al año anterior hasta alcanzar los 84.500 millones de dólares, el 4,5 % del PIB del país, lo que supone colocarse en el tercer puesto mundial en volumen de gasto sólo por detrás de EEUU y China. Capítulo aparte merece su capacidad nuclear y el hecho de que la vigente doctrina militar rusa afirme que Rusia se reserva su uso como respuesta a un ataque con armas nucleares, armas de destrucción masiva e incluso armas convencionales que supongan una amenaza para la propia existencia del Estado.

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En segundo lugar, Rusia utiliza sus bastas reservas de hidrocarburos y sus amplias capacidades productivas como uno de los pilares sobre los que construye su política exterior. Así, el Kremlin emplea de diferentes maneras la llamada “diplomacia energética”: como facilitador de relaciones bilaterales con sus vecinos; como medio para alcanzar influencia política y económica sobre ellos; como medio para construir relaciones de dependencia; o, incluso, como medio de coerción (LOUGH, 2011). En la medida en que Ucrania necesita importar aproximadamente tres cuartas partes de la energía que consume (CENTRAL INTELLIGENCE AGENCY, 2015) y que buena parte de esa energía proviene de Rusia, se entiende la vulnerabilidad de la economía ucraniana frente a decisiones del Kremlin en éste ámbito. Una vulnerabilidad que Moscú sabe y no duda en explotar.

La dependencia energética no es la única que Ucrania mantiene con Rusia. Moscú es el primer cliente comercial y el principal proveedor de la economía ucraniana y forma parte de la lista de acreedores de Kiev, siendo uno de los que, tras la irrupción del conflicto, menos dispuesto se muestra a conceder una reestructuración en su parte de la deuda ucraniana. Fuera del ámbito energético y económico, otro de los principales instrumentos de acción exterior con los que cuenta Rusia es una maquinaria diplomática altamente profesionalizada, dotada e informada y que se coordina desde arriba por un titular de exteriores, Serguéi Lavrov, en el cargo desde el año 2004. En la medida en que Rusia está representada en las principales organizaciones y foros internacionales, incluido el Consejo de Seguridad en donde como miembro permanente ostenta derecho de veto, su diplomacia tiene una alta capacidad para influir tanto en la configuración de la agenda internacional como en el contenido de las decisiones y textos que se adopten en foros internacionales. Además, el enfoque global y estratégico que adopta su diplomacia le sirve tanto para explotar las debilidades argumentales de aquellos posicionamientos que le sean contrarios como para abrir brechas en las coaliciones de países que se le oponen. A este respecto, es reiterado en los últimos tiempos el uso que la diplomacia rusa hace del llamado “doble rasero occidental” en virtud del cual occidente se permite el lujo de señalar como contrario al Derecho Internacional cuestiones como la intervención rusa en Georgia, el reconocimiento ruso de Abjasia y Osetia del Sur o la anexión de Crimea pero, en cambio, no condena la intervención militar ni en Irak ni en la antigua Yugoslavia y sí que reconoce la declaración unilateral de independencia de Kosovo.

Finalmente, hay que hacer una mención a otros dos elementos que, junto con la diplomacia, sirven para configurar y asentar en la opinión pública la posición oficial de Kremlin en relación al conflicto de Ucrania. Por una parte está la cuestión de la notable pérdida de pluralidad que experimentan los medios de comunicación rusos a la hora de presentar informaciones relativas a Ucrania, tal y como denuncia Amnistía Internacional (AMNISTÍA INTERNACIONAL, 2015). Así, ante la presión creciente del gobierno ruso, los medios están elevando el nivel de autocensura a la hora de presentar informaciones que pudieran no ser bienvenidas por las autoridades rusas. Por otra, el control que ejerce el Kremlin sobre los medios gubernamentales le permite usarlos como plataformas desde las que difundir la posición oficial. Ese parece ser el caso del canal de televisión Russia Today, cuya señal se dirige tanto a la población ruso parlante de los países vecinos a Rusia como, a través de canales en los principales idiomas, a la ciudadanía internacional.

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CONCLUSIONES: CONTESTANDO A LA PREGUNTA DE INVESTIGACIÓN. Qué el conflicto en Ucrania es una guerra es algo que ya pocos ponen en duda, aun cuando los especialistas de la OTAN se refieran a ella como “guerra hibrida”. Al igual que cada vez hay menos dudas sobre la implicación directa de Rusia en el conflicto a favor de la parte separatista. Más interés tiene, en cambio, intentar dilucidad si una situación de guerra en Ucrania sirve a los intereses rusos, si existen bases para afirmar que la guerra en Ucrania se trata de un conflicto promovido y mantenido por Rusia y si, como resulta de todo ello, se puede sostener que Rusia utiliza la guerra como instrumento de política internacional.

¿Es la guerra en Ucrania una oportunidad de cambio geoestratégico para Rusia? Efectivamente, el conflicto en Ucrania no encaja en la habitual definición de guerra convencional, entre Estados, o guerra asimétrica, entre un ejército y una guerrilla. Según Félix Arteaga, investigador del Real Instituto Elcano, en la guerra de Ucrania se observa “una combinación de medios e instrumentos, de lo previsible y lo imprevisible. No hay fronteras entre lo legal y lo ilegal, entre la violencia y la no violencia” (EL PAÍS, 2014). Se está pues ante el despliegue de un conjunto de técnicas que si bien hacen la guerra más compleja y amplían los escenarios en los que se desarrolla, en última instancia no pretenden sino sacar partido de las debilidades del oponente, algo que, por lo demás, es tan antiguo como la propia historia de la guerra. Por ello, a la hora de tratar de zanjar el debate sobre si se está o no ante una guerra en Ucrania quizá la cuestión no sea tanto fijarse en los medios empleados como en las consecuencias que éstos provocan y en este sentido el conflicto de Ucrania sí se ajusta a los estándares tradicionales de guerra. Según datos de la ONU, la guerra ya ha dejado más de 6.500 muertos y 1 millón de desplazados en Ucrania. Se está pues ante una guerra que enfrenta al gobierno de Ucrania, que lucha por mantener el control de su territorio y por el mantenimiento de unas fronteras tal y como estaban trazadas y reconocidas internacionalmente antes del inicio del conflicto, con un conjunto de grupos armados que pretenden la independencia de determinadas regiones del país y que cuentan con el soporte de Moscú. Un soporte que, según las evidencias que se señalarán más adelante, va más allá de las meras declaraciones de apoyo y que pone encima de la mesa las cuestiones de si la existencia de la guerra en Ucrania sirve a los intereses de Rusia y en qué manera lo hace. Para tratar de darles respuesta, y en la medida en que una situación de guerra se asemeja bastante a un juego de suma cero, quizá lo más sencillo sea repasar quienes son los que ganan y quienes los que pierden hasta la fecha.

Indudablemente, el primer gran perdedor es Ucrania. Su gobierno ha perdido el control soberano en Crimea, anexionada a Rusia, y en las regiones separatistas del este. Su débil economía tiene que hacer frente tanto a los costes de la guerra como a la pérdida del producto de las importantes áreas industriales del este. La fractura nacionalista y territorial que divide al país se agudiza, dificultando toda solución del conflicto que pase por el mantenimiento de la unidad territorial del país. La población ucraniana observa como se esfuman sus expectativas de modernización y prosperidad económica. Y finalmente están las víctimas del conflicto: muertos, heridos y desplazados que sufren

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directamente las consecuencias de los enfrentamientos y que han visto para siempre alteradas sus condiciones de vida. La UE también se la puede considerar dentro del bando de los perdedores. En primer lugar se han puesto de manifiesto los límites de Partenariado Oriental en la que la seductora propuesta de paz, bienestar y democracia que permita ampliar el mercado europeo dentro del espacio post-soviético se ha encontrado de bruces con la fuerte determinación de Rusia de proteger su política comercial en el marco de la Comunidad de Estados Independientes. Sale dañada la relación comercial con Rusia, por cuanto las sanciones recíprocas que Bruselas y Moscú se han impuesto dificultan a los productores europeos el acceso al mercado ruso. También lo hace en el ámbito energético, lo que en el medio plazo podría condicionar la seguridad energética de los países europeos más dependientes del gas ruso. Igualmente, ha vuelto a quedar en evidencia los límites de la acción exterior europea, a la que le cuesta definir posiciones comunes de calado cuando encara temas espinosos. Y finalmente, la guerra en Ucrania ha enfriado las relaciones políticas con Rusia y parece que se está pasando página a la fase de cooperación y entendimiento vivida en el pasado. Más dudas surgen en relación a si la Alianza Atlántica se ha de considerar como ganadora o perdedora de la situación de guerra en Ucrania. Por una parte, y al igual que le pasa a la UE, se han puesto de manifiesto los límites de la expansión de la OTAN hacia el este de Europa. Esto, sin embargo, no deja de ser un alivio para aquellos miembros de la Alianza que nunca han compartido el mismo entusiasmo que los países bálticos o que Polonia por situar la Alianza a las mismas fronteras de Rusia. Por otra parte, el hecho de que la guerra en Ucrania y la elevación del nivel de confrontación de Rusia con Occidente esté alterando la percepción de seguridad en Europa, especialmente en los países del centro y del este, revitaliza el mandado con el que se creó la Alianza al tiempo que la devuelve a su escenario natural, Europa, tras dos décadas en las que ha estado a la búsqueda de su razón de ser. Sin embargo la OTAN se está jugando al mismo tiempo su capacidad de disuasión ante Rusia, quien parece estar calibrando cual es la determinación de los socios de la Alianza para entrar en conflicto directo con ella en aquellos asuntos en los que Rusia declara jugarse mucho y actúa con determinación.

Y finalmente se llega a Rusia. En lo que se refiere al teatro de operaciones en Crimea, la anexión de la península resuelve a Rusia la incertidumbre sobre el régimen de la base naval de Sebastopol, asegurando con ello el acceso estratégico a un mar caliente. Desde un punto de vista demográfico, Rusia incorpora dos millones de habitantes a su población, hecho relevante que Putin no dejó de destacar durante su discurso ante la Asamblea Federal de diciembre del 2014. Igualmente, Moscú robustece su discurso nacionalista con la reunificación de un territorio que considera como propio, que está habitado mayoritariamente por pueblo ruso y que considera cuna de su identidad religiosa. La situación de guerra en las provincias de Donestk y Luhansk puede reportar diferentes ganancias al Kremlin en función del objetivo final que ésta pretenda sobre el terreno. Así, si el objetivo fuera la anexión de estos territorios, Moscú se dotaría de un espacio de seguridad físico adicional con el que dificultar un potencial avance hacia Moscú en caso de conflicto armado (en la memoria rusa siguen presentes los precedentes de las campañas de Napoleón y Hitler). Igualmente la anexión territorial tendría otras virtualidades como son la ganancia de capacidad industrial, el acceso a recursos energéticos y minerales y un aumento de la demografía de Rusia. Si el objetivo fuera, en cambio, mantener ambas provincias dentro de Ucrania pero dotarlas de unas

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instituciones que les dieran un mayor grado de autonomía con respecto a Kiev, esto podría facilitar a Moscú una herramienta más con la que influir en la política de Ucrania y con ello, seguir dificultando el avance de las instituciones y valores occidentales en el país. En ambas situaciones, se estaría enviando un mensaje claro a los países de la orbita ex-soviética acerca de los costes en los que se puede llegar a incurrir en el caso de que alguno quisiera profundizar su acercamiento a las instituciones occidentales, máxime si además cuentan con minorías rusas en su territorio. Igualmente, las dos situaciones producirían una alteración del tablero de seguridad en Europa y se avanzaría hacia una reconfiguración del orden internacional salido del final de la guerra fría en el que predominaría un concepto seguridad basado en el equilibrio de fuerzas, con Rusia siendo una de ellas y siendo percibida como tal por el resto de actores. Otros réditos que Rusia está obteniendo de la situación de guerra en Ucrania se derivan de las pérdidas antes señaladas de los otros actores, como son: la defensa de su política comercial en el marco de la Comunidad de Estados Independientes; la puesta en evidencia de los límites de la acción exterior europea; o la calibración de la voluntad política de la OTAN para actuar contra Rusia.

Por el lado de las perdidas, y comenzando por el ámbito económico, el coste de las sanciones sobre Rusia por su implicación en la guerra de Ucrania parece ser limitado si bien la coincidencia en el tiempo con un descenso en el precio del barril de petróleo, a la que la economía rusa sí es muy sensible, no permite evaluarlo con precisión. En todo caso, la acción conjunta de ambas han generado una crisis en la economía rusa que se manifiestan en fuga de capitales, restricciones de acceso a la financiación internacional y debilidad del rublo, pero que por el momento el Kremlin ha sido capaz de sortear haciendo uso de las importantes reservas de divisas que acumulaba el país. Si bien, sus efectos en el largo plazo podrían ser distintos. En relación al coste humano y social de la situación de guerra en Ucrania no parece que hasta la fecha éste esté pasando factura política al Kremlin. A este respecto, anteriormente se han señalado los mecanismos de los que hace uso el gobierno ruso para controlar las informaciones y los mensajes que llegan a la opinión pública del país sobre Ucrania.

Por todo lo dicho, se puede concluir que la situación de guerra en Ucrania sí que está aportando a Rusia unos beneficios en el ámbito territorial, geoestratégico y de su política comercial que superan a los perdidas asociadas a los costes económicos, humanos y sociales del mismo.

¿Existen elementos que permitan afirmar que Rusia ha promovido y mantiene el conflicto en Ucrania? Son innumerables los testimonios gráficos divulgados por las agencias de noticias internacionales que ilustraron el despliegue de los llamados “hombres de verde” en la península de Crimea en los prolegómenos a la celebración del referéndum de independencia de Ucrania. Se trataba de tropas con acento ruso, pertrechadas con armamento de origen ruso, que viajaban en vehículos con placas rusas, que controlaron todos los accesos a Crimea por tierra, mar y aire y que aislaron a los destacamentos ucranianos en la península. Pese a haberlo negado inicialmente, el presidente Putin

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confirmó las evidencias y terminó afirmando que el ejército ruso adoptó un papel activo en Crimea de cara a facilitar la celebración del referéndum (REUTERS, 2014). Igualmente, existen un conjunto variado de informaciones que indican que el ejército ruso no sólo ha estacionado numerosas tropas y material bélico en la proximidad de la frontera con Ucrania (hasta 40.000 hombres ha llegado a contabilizar la OTAN) sino que sus tropas cruzan ésta con frecuencia. Observadores de la OSCE, organización de la que es miembro Rusia, han constatado en diversas ocasiones la presencia de convoyes militares desplazándose por las provincias separatistas hacia el oeste, lugar donde se ubican los combates. Se trata de camiones que transportan tropas de combate, piezas de artillería e incluso sistemas de lanzamiento múltiple de misiles así como columnas de tanques. Pese a que los convoyes circulan carentes de insignias y de señales identificadoras, dada la existencia de fronteras abiertas con Rusia, que se trata de material militar de fabricación rusa y el precedente de lo ocurrido en Crimea, el sentido común parece apuntar a dos posibilidades: o bien que se trata de material y tropas rusas o bien que se trata de material entregado por Rusia a las tropas separatistas. Muy probablemente, las dos posibilidades sean ciertas. Y es que, a pesar de que el Kremlin ha negado de manera reiterada el haber desplazado equipo y personal militar a Ucrania, lo cierto es que se acumulan las evidencias en sentido contrario. Por poner un ejemplo, el 18 de agosto del 2014 el Kremlin concedió la Orden de Sujurov, una de las máximas distinciones militares rusas que galardona a las tropas que muestran un valor excepcional en combate, a la 76 División de Asalto Aerotransportada coincidiendo con las denuncia por parte del gobierno ucraniano por la presencia de batallones blindados en su territorio, con la difusión de fotografías aéreas de la OTAN que parecen confirmar esa presencia, con el apresamiento de soldados rusos en territorio de Ucrania o con las informaciones sobre la existencia de tumbas en cementerios rusos de soldados de esa división fallecidos durante ese mes de agosto y entregados a sus familias sin indicaciones sobre las causas y lugar de la muerte (TORREBLANCA, 2014).

Igualmente, se están empezando a acumular indicios que apuntan a que, con posterioridad a los acuerdos de Minsk del 12 de febrero del 2015, Rusia ha continuado apoyando a los separatistas del este con material militar y con tropas sobre el terreno, lo cual no es sólo una violación de esos acuerdos sino que además minan las opciones de encontrar la salida negociada al conflicto. En este sentido se han expresado tanto el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg (EL PAÍS, 2015), como el subsecretario general de Derechos Humanos de la ONU, Ivan Simonovic (EUROPA PRESS, 2015). Existen pues un conjunto discreto pero ilustrativo de evidencias de cómo Rusia aseguró la celebración del referéndum en Crimea, de como apoya militarmente a los separatistas del este y de cómo parece que no da muestras de estar comprometido con los acuerdos de Minsk. Además, aunque es algo de difícil confirmación a través de fuentes de información públicas, parecen existir indicios que señalan a miembros del servicio secreto y a asesores militares rusos apoyando y asesorando a los grupos separatistas durante los primeros momentos del conflicto.

Junto a estas evidencias de un ejercicio de poder duro por parte de Rusia, se han de sumar las acciones emprendidas por Moscú en otros ámbitos que, cuanto menos, no facilitan a Kiev mantener la estabilidad del país. Entre ellas, los contenciosos que mantiene con Kiev con Moscú a propósito del precio del gas ruso, las cuestiones relativas a la reestructuración de la deuda o el uso intensivo de la propaganda lanzada a través de los medios de comunicación gubernamentales rusos sobre las zonas separatistas.

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Por todo ello, existe una base sólida para afirmar que Rusia está implicada de manera directa en la guerra de Ucrania en tanto en cuanto promovió el inició del conflicto y mantiene la guerra en el este en Ucrania con la ayuda que presta a los separatistas. Además no está mostrando una voluntad verdadera ni de contener la guerra ni de reconducirla a medios pacíficos de solución de controversias en el marco de los acuerdos de Minsk.

¿Está Rusia utilizando en Ucrania la guerra como instrumento de política internacional en pos de sus objetivos geoestratégicos? El discurso que el Kremlin ha construido atribuye un origen claro a la guerra en el este de Ucrania y la secesión de Crimea: las actitudes de la UE y de la OTAN. Bajo este prisma, Rusia no comenzó ningún conflicto en Ucrania, sino que no ha tenido más remedio que posicionarse ante lo que ve como una maquinación occidental. La revuelta del Maidan y la caída de Yanukovich se considera un golpe de estado orquestado por Bruselas y Washington con el objeto de acercar aun más la presencia de las fuerzas militares de la OTAN a las fronteras Rusas, apuntalar el orden internacional salido del fin de la guerra fría y recortar el mercado comercial natural de Rusia. La amenaza no es sólo física, sino también ideológica ya que junto a las instituciones occidentales viajan sus valores, los cuales están alejando a Rusia de sus raíces. Así, los rebeldes que luchan en el este de Ucrania no sólo luchan contra el ejercito de un gobierno golpista sino que contienen el avance de occidente. Por su parte, la anexión de Crimea es una reunificación histórica fundada en una decisión legítima, soberana y libre de los residentes de la península.

Que existan evidencias de que tanto la UE como los EEUU alentaran las protestas del Maidan así como el hecho de que la salida de Yanukovich allanara el camino para la firma del acuerdo comercial con la UE o que inmediatamente después EEUU ofertara al gobierno interino colocar misiles defensivos sobre la frontera rusa, son sin duda alguna elementos que refuerzan el discurso ruso. Ahora bien, aun en el caso de que tal narrativa fuera ajustada a la realidad, eso no implicaría que Rusia no contara y hubiera podido elegir entre otras alternativas a la hora de hacer frente a las actitudes de la OTAN y la UE que denuncia. O dicho de otra manera, que Rusia ha preferido apostar por la guerra y la política de hechos consumados en Ucrania en detrimento del uso de instrumentos de resolución pacífica de controversias. Y ello, porque encuentra que la guerra y los hechos consumados son los medios más eficaces para alcanzar los objetivos geoestratégicos que persigue y que pasan por reconfigurar el orden internacional para fundarlo en un concepto seguridad que se base en el equilibrio de fuerzas, con Rusia siendo una de ellas y siendo percibida como tal por el resto de actores. Unos medios que, por otro lado, Rusia ya puso en práctica a propósito de la guerra de Georgia de 2008 y de la secesión de Abjasia y Osetia del Sur. Por todo ello, a la pregunta de si Rusia está utilizando en Ucrania la guerra como instrumento de política internacional en pos de sus objetivos geoestratégicos, este trabajo de investigación cree haber aportado evidencias y argumentos que apuntan a que la respuesta es sí. A modo de reflexión final, merece la pena recordar las conclusiones de Ferrajoli en relación al proceso de normalización de la guerra como instrumento de resolución de controversias internacionales (FERRAJOLI, 2004). Así, este autor, tras pasar revista a

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cada una de las justificaciones dadas a las guerras que lideró Estados Unidos desde el final de la guerra fría, concluye que éstas estuvieron más al servicio de los intereses geoestratégicos de parte que a los fines que en su momento se invocaron para justificarlas. Con ello, en última estancia, lo que se está haciendo es bascular la relación entre “fuerza y derecho en el orden internacional” abriendo con ello una nueva fase incierta para la Sociedad y el Derecho Internacional en la que las relaciones entre Estados avanzan hacia el escenario que dibuja Hobbes en el Leviatán, de todos contra todos.

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ÍNDICE DE ABREVIATURAS, SIGLAS Y ACRÓNIMOS A.G. Asamblea General de las Naciones Unidas

CEI Comunidad de Estados Independientes D.I. Derecho Internacional

ONU Organización de las Naciones Unidas OSCE Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa

OTAN Organización del Tratado del Atlántico Norte UE Unión Europea

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MAPA POLÍTICO DE UCRANIA