Conferencia JP Pensiones 16-11-2013 Barcelona

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CAMBIEMOS EL SISTEMA DE PENSIONES Conferencia a cargo de Juan Pina, Presidente del Partido de la Libertad Individual (P-LIB) Barcelona, 16 de noviembre de 2013

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  • CAMBIEMOS EL SISTEMA DE PENSIONES

    Conferencia a cargo de Juan Pina, Presidente del Partido de la Libertad Individual (P-LIB)

    Barcelona, 16 de noviembre de 2013

  • CONFERENCIA DE JUAN PINA | BARCELONA, 16 DE NOVIEMBRE DE 2013 | 2

    Buenas tardes a todos, bona tarda a tothom. Quiero ante todo expresar mi agradecimiento a la Ejecutiva catalana del P-LIB por brindarme esta oportunidad de explicar el sistema alternativo de pensiones de jubilacin que propone nuestro partido. Ser un explicacin sencilla, nada tcnica, orientada a desenmascarar los mitos del sistema actual y a presentar de una manera asequible nuestra visin alternativa de la previsin de la vejez.

    Es una visin que apenas encuentra eco meditico porque nuestras tesis y propuestas chocan

    frontalmente con todo el establishment poltico, sindical y empresarial. Ese establishment, compuesto por el Partido Socialista, el Partido Popular, Izquierda Unida, los

    partidos nacionalistas, UGT, Comisiones Obreras, la CEOE y CEPYME, escenifica constantemente desacuerdos y enfrentamientos respecto a las cuestiones ms diversas, pero cuando se trata del sistema de pensiones presenta y representa ante nosotros, ante los ciudadanos, un consenso tan compacto, un cierre de filas tan incuestionable en torno al modelo actual, que lejos de resultar tranquilizador comienza a provocar en muchas personas una sana desconfianza ante sus supuestas bondades.

    Incluso cuando se producen encontronazos respecto a las pensiones entre los agentes sociales, o

    entre los partidos polticos del establishment, siempre se deben a matices menores dentro del sistema actual, dentro del llamado sistema de reparto, que todos insisten en defender frente a cualquier reforma profunda y estructural que plantee, siquiera tericamente, su sustitucin. Y, al mismo tiempo, se aplica una ley no escrita de silencio que pretende ocultar la existencia de sistemas alternativos y ningunear o desacreditar a quienes tenemos la osada de proponer a debate cualquier alternativa.

    Los sistemas de previsin social, tal como los conocemos en el Occidente desarrollado, surgieron a finales del siglo XIX a partir de un primer conjunto de seguros de salud implementado en la Alemania de Bismarck. A lo largo del siglo XX se convirtieron en una red bsica que buscaba transmitir a los ciudadanos seguridad frente a contingencias como el desempleo, la enfermedad y desde luego la vejez. Existe un consenso prcticamente total en nuestras sociedades respecto a la necesidad de garantizar la universalidad de esas prestaciones, percibidas hoy como derechos.

    Como todos sabemos, el colectivismo que ocupa todo el arco parlamentario espaol y europeo y

    que gobierna este continente desde la Segunda Guerra Mundial, ha distorsionado la democracia en estas ltimas siete dcadas, cuatro en la Pennsula Ibrica, para convertirla en realidad en social-democracia. Lo ha hecho incluyendo en ella todo un conjunto de servicios y hacindolos pasar por derechos. Son los derechos que ellos llaman de segunda o tercera generacin, y que nosotros llamamos derechos positivos. Son supuestos derechos que no se basan en el Derecho, sino en la mera voluntad poltica de sus proponentes, voluntad que siempre, invariablemente, se lleva a cabo a costa de los dems ciudadanos. Entre esos servicios convertidos en derechos se encuentra el descanso en la vejez y la previsin financiera de los costes de manutencin de las personas durante la ltima etapa de sus vidas.

    La inmensa mayora de las personas creen creemos que nadie debera verse privado de una

    pensin de jubilacin suficiente para, como mnimo, no tener dependencia econmica de otras personas. En primer lugar, es injusto y cruel que una persona, despus de trabajar durante toda su vida, se vea relegada a la indigencia durante su etapa de mayor debilidad. En segundo lugar, adems, dejar a esas personas de lado tendra sin duda efectos negativos para el resto de los ciudadanos. En esta etapa de la evolucin cultural de nuestra especie, por tanto, lo ms sensato es procurar la universalidad de la previsin para la vejez. Los liberales ms libertarios deseamos adems que una sociedad futura mucho ms avanzada pueda retirar algn da los andamios que hoy deban sujetar todava el edificio de la universalidad. Pero lo que desde ya puede y debe hacerse es que ese edificio sea privado, y que cada persona lo construya para s misma a lo largo de su vida laboral.

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    El P-LIB comparte, por tanto, la necesidad de garantizar la universalidad de las pensiones de jubilacin. Lo que no podemos compartir es el sistema empleado en Espaa, y en general en Europa Occidental, para gestionar esa universalidad: el sistema llamado de reparto porque, de hecho, el Estado reparte arbitrariamente entre los jubilados las cantidades que consigue hacer pagar a los trabajadores que haya en activo, sin que exista una relacin directa ni transparente entre lo que cada trabajador cotiza y lo que cobrar cuando se jubile. Este injusto y opaco sistema de pensiones, vigente en Europa Occidental, adolece de una profunda obsolescencia. Sencillamente es arcaico, es tcnicamente malo, es engaoso y carece de racionalidad a los ojos del cotizante. Tuvo su momento y surgi, seguro, con las mejores intenciones, pero es incapaz de hacer frente a las necesidades de las sociedades actuales.

    La lgica del reparto forma parte de todo un conjunto meta-ideolgico que ha inspirado en toda

    Europa a los partidos tanto de izquierda como de derecha, as como a las centrales sindicales y a las organizaciones empresariales, durante muchas dcadas, y particularmente despus de la Segunda Guerra Mundial. Se trata de esa socialdemocracia transpartita de la que antes hablaba. Hayek nos alert de ella en los cuarenta con su libro Camino de servidumbre, y Ralf Dahrendorf certific en los ltimos setenta y primeros ochenta que toda Europa se hallaba inmersa en lo que acertadamente bautiz como el consenso socialdemcrata.

    Sus caractersticas son una economa slo parcialmente capitalista, en realidad altamente

    intervenida por el Estado; una accin permanente de los poderes pblicos para modelar y cincelar la sociedad (es decir, una considerable ingeniera social desde el Estado) y un sistema de altsimos impuestos, tasas, cotizaciones y contribuciones que permiten al Estado gestionar de forma directa los principales servicios. Se trata del llamado Estado del bienestar, convertido ya justamente en lo contrario: en el bienestar del Estado y de quienes lo administran. Por algo se produce una competencia tan feroz por hacerse con una parcela de ese Estado.

    Pues bien, ese consenso socialdemcrata aplicado por gobiernos de todos los colores y en toda la

    Europa occidental, situ la redistribucin de rentas como uno de sus pilares bsicos. La lgica inicial de la redistribucin era simple: el Estado se eriga en una especie de Robin Hood para quitarle a quienes ms posean y darle a quienes menos tenan. Pero, con independencia del debate sobre los fundamentos ticos de esa lgica, debate que dara para mucho, lo cierto es que el crecimiento exponencial del Estado colectivista ha generado un entramado complejo en el que, hoy en da, ya no se quita al rico para darle al pobre, sino que se quita a todos y se da a todos, y generalmente nadie comprende cmo, excepto quiz los expertos en aprovecharse del sistema y de sus numerosas lagunas.

    Pues bien, la expresin de esa lgica de la redistribucin en lo relativo a los sistemas de pensiones

    de jubilacin es precisamente el reparto. Es una lgica simple. Simplista, dira yo. Y esa es su principal debilidad. Se basa sencillamente en lo siguiente: los trabajadores en activo, solidariamente, pagan un fondo que se reparte entre los mayores, costeando as entre todos un pequeo salario a los jubilados para que tengan una vejez ms o menos digna. Por supuesto, esa solidaridad no es tal solidaridad, porque una caracterstica esencial e intrnseca de la solidaridad es ser voluntaria. La solidaridad obligada no es solidaridad sino imposicin, y de ah viene el nombre de los impuestos. Por eso normalmente los trabajadores percibimos nuestra cotizacin al fondo estatalizado de pensiones no como un aporte, no como una inversin, no como un ahorro para nuestra vejez sino, acertadamente, como un impuesto ms. Adems, esa solidaridad no sera necesaria, en la gran mayora de los casos, si no fuera porque a sus beneficiarios se les ha esquilmado durante toda su vida laboral y el Estado se ha gastado ya todo lo que han ido pagando.

    He llamado simplista a esta lgica del reparto, pero debo aadir que es perversa, malvada. Lo es porque rompe el vnculo tico y justo entre el esfuerzo previsor de cada trabajador y su futura compensacin a la hora de la vejez. El sistema de reparto descansa en el cimiento extraordinariamente dbil de esa solidaridad que nuestros polticos, sindicalistas y dirigentes empresariales apellidan como intergeneracional. La llaman as porque consiste en que uno vaya pagando y pagando a lo largo de

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    toda una vida laboral, y al final de sus das dependa de que los trabajadores de entonces, muchos de los cuales ni siquiera han nacido, quieran y puedan ser tan solidarios como hara falta para que el pensionista tenga la pensin que merece.

    Esto, sencillamente, es jugar con fuego. O, mejor dicho, es obligar a los trabajadores durante

    dcadas a jugar con fuego, a confiar en que la coyuntura poltica, social, econmica y demogrfica de dentro de veinte, treinta o cuarenta aos ser la oportuna. Si eso no ocurre, si esa futura solidaridad no se da, o se da en una medida menor a consecuencia de la inversin de la pirmide demogrfica o de un cambio de ciclo econmico, o de un cambio cultural, el resultado terrible ser que el trabajador habr pagado en vano, porque las cantidades cotizadas, en realidad, no han generado (no estn generando hoy) derechos directos para ese trabajador, a quien nadie le ha llevado la cuenta de lo aportado ni de la capitalizacin normal de su aporte mediante el inters compuesto a lo largo de dcadas.

    Es que si le hiciramos esa cuenta a las personas que hoy estn a punto de jubilarse,

    comprenderan instantneamente que el sistema de reparto les ha quitado su dinero. El Estado no les ha guardado su dinero, no se lo ha invertido, lo ha empleado en atender y mal, muy mal los compromisos con los mayores anteriores, y reserva a los que se jubilan ahora una pensin escasa con la que no recuperarn lo cotizado. Es un crculo vicioso. Y es una estafa social a largo plazo. No en vano, con frecuencia se compara el sistema de reparto con la estafa piramidal o con los polmicos esquemas multinivel, porque el retorno de lo que uno aporta depende de que en el futuro haya nuevos miembros que ingresen en la rueda. Por eso siempre que se debate la reforma de las pensiones dentro del sistema de reparto, es habitual escuchar el concepto de tasa de dependencia. En el sistema de capitalizacin personalizada que propone el P-LIB, como veremos luego, no hay tasa de dependencia. Bajo ese nombre tan tecnocrtico, lo que se esconde es un clculo muy sencillo: entre cuntos trabajadores en activo se soporta el coste de cada pensionista. Pues ya estamos en cuatro a uno, en una dcada llegaremos a tres a uno, y las proyecciones a veinte o veinticinco aos vista sitan la tasa de dependencia en menos de dos trabajadores por cada pensionista. Casi nos va a salir a cuenta invitarle a vivir en casa, por ejemplo medio ao con cada uno de los dos trabajadores que habrn de mantenerle.

    Estamos viviendo una autntica revolucin de la longevidad. Espaa tiene las mujeres ms longevas

    de Europa, y los varones somos los terceros ms longevos del continente, y la esperanza de vida de quienes llegan a jubilarse supera ya los 86 aos. El resultado es que la tasa de dependencia se dispara y sita al sistema al borde de la quiebra. La intensa inmigracin recibida durante ms de una dcada puede haber enmascarado la insostenibilidad del sistema a largo plazo, puede haber ayudado a los polticos a maquillar las cifras y seguir haciendo pia en torno a la gran mentira del Pacto de Toledo, pero la realidad es tozuda.

    El problema es que el sistema de pensiones actual genera dependencia. Estamos creando una deuda

    futura de proporciones monstruosas y se la estamos pasando a nuestros hijos y nietos con una irresponsabilidad extrema. Estamos haciendo deudores a ciudadanos que hoy todava van a la guardera o que ni siquiera han nacido. Son ellos quienes dentro de unas dcadas descubrirn que el Estado ha contrado en su nombre, sin preguntarles, una deuda inmensa que les obligar a entregar tal vez la mitad o ms de la mitad de su sueldo para que los ancianos de entonces puedan sobrevivir, adems de todos los dems impuestos que tengan que pagar. Hace unos quince aos, una fundacin alemana hizo una campaa muy grfica sobre el sistema de pensiones. Se vea un recin nacido y tres datos: peso al nacer, tanto; longitud al nacer, tanto; deuda al nacer creo que eran treinta mil marcos, unos quince mil euros actuales, pero de esto hace quince aos. El P-LIB madrileo sac hace un par de aos unas pegatinas similares, y ya entonces el clculo que se realiz era de cerca de cien mil euros por cada nuevo ciudadano nacido en Espaa, aunque en aquel caso se refera a la deuda total, no slo a la Seguridad Social.

    El sistema de reparto genera una bola de nieve imparable de endeudamiento para todos. El sistema

    alternativo, el de capitalizacin personalizada, genera justamente lo contrario, como veremos

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    despus: una espiral de ahorro y de inversin generalizada a muy largo plazo, con efectos positivos sobre la macroeconoma y con la capacidad de transmitir al trabajador de hoy y al pensionista de maana la tranquilidad y la confianza que merece.

    Hoy los trabajadores casi siempre pagan por triplicado al sistema. En primer lugar, entre el trabajador y su empresa realizan una aportacin constante y muy fuerte al sistema colectivizado de pensiones. En segundo lugar, como saben que ese sistema va camino de la ruina, hacen caso a los polticos que lo administran y si pueden se pagan adems un plan de pensiones privado, aunque generalmente aportan poco a ese plan porque despus de la sangra de cotizaciones e impuestos que padecen, ya no les queda mucho que poder aportar. Y en tercer lugar, como resulta que el sistema actual no ha sido capaz de gestionar bien sus fondos y no est devolviendo a los mayores lo que aportaron, pues muchas veces al trabajador no le queda ms remedio que ayudar econmicamente a sus padres y abuelos.

    Si no fuera por la red social que constituye el apoyo econmico de los jvenes a sus mayores,

    veramos miles de ancianos mendigando por las calles. Esa es la autntica solidaridad intergeneracional, la que se da espontneamente entre los hermanos que se turnan para tener en casa a los padres ancianos o comparten el gasto de un cuidador o de una residencia.

    Esa triple carga sobre el sufrido trabajador actual ya supone en muchos casos un altsimo

    porcentaje de la riqueza que genera ese trabajador. Los sindicatos, que tericamente se preocupan tanto por el poder adquisitivo de los trabajadores, y montan huelgas por un 2 un 3 por ciento de subida salarial bruta dnde estn, qu hacen, ante este autntico expolio? Pues incomprensiblemente, son los defensores ms frreos del sistema de reparto. Excepto, claro est, en los pases donde hay sistema de capitalizacin. All, lgicamente, los sindicatos, con independencia del escndalo inicial que hayan montado, terminan por ser los mayores abogados de la capitalizacin personalizada. Y los trabajadores, cuando se les da la oportunidad de elegir, lo tienen clarsimo: la inmensa mayora prefiere el sistema de capitalizacin.

    Hemos visto cmo el actual sistema es financieramente insostenible, cmo constituye un autntico generador de deuda a largo plazo y no de ahorro e inversin, cmo obliga a los trabajadores a soportar una carga excesiva, a veces pagando triplemente, y cmo empobrece a los mayores al darles cantidades arbitrarias que no dependen proporcionalmente de lo cotizado sino de cunto dinero se pueda extraer a los trabajadores del momento para repartir entre los pensionistas del momento. Pero hay otro problema derivado del sistema de reparto, y es un problema grave. Se trata de la politizacin extrema a la que estn sometidas las pensiones.

    Cuando la edad de jubilacin, el periodo de clculo, los intervalos de cuanta de las pensiones y su

    monto, y el monto de las cotizaciones, dependen del gobierno de turno, el resultado inevitable es esa extrema politizacin. Cuando, adems, los mayores son un contingente significativo del censo electoral, la politizacin ya alcanza proporciones inasumibles. En el sistema de capitalizacin personalizada propuesto por el P-LIB, ninguno de esos factores, ninguno, depende de las decisiones de los polticos, sino de las decisiones que a lo largo de toda una vida laboral vaya adoptando cada trabajador.

    Veamos los efectos del sistema actual sobre los trabajadores y sobre los pensionistas. A los

    trabajadores, el sistema les obliga a entregar al Estado unas cantidades arbitrarias, unos porcentajes preestablecidos para cada intervalo de cotizacin. No existe la menor flexibilidad para que, por ejemplo, el trabajador pueda aportar de ms cuando le van bien las cosas y as poder cotizar de menos cuando atraviese una mala racha. El trabajador pierde todo derecho sobre las cantidades aportadas, que van a parar a un pozo sin fondo gestionado por el Estado. Su futura pensin apenas guardar una remota relacin con lo que est cotizando. Y nadie le lleva la cuenta de cunto va aportando, ni de qu valor actual tiene en cada momento. Nadie le muestra tampoco la proyeccin de cunto habr acumulado cuando llegue su fecha de jubilacin.

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    El P-LIB demanda un cambio social y cultural que favorezca la transparencia, el conocimiento y la

    cabal comprensin por parte de los trabajadores respecto a su aportacin acumulada al sistema. Estamos seguros de que sern ellos mismos quienes se escandalicen y demanden un cambio de sistema cuando realmente comprendan la estafa social a la que estn sometidos por parte del establishment poltico, sindical y empresarial.

    Como efecto adicional del sistema de reparto, y es un efecto particularmente trgico, se da la

    certidumbre de que, si el trabajador fallece, su familia no recuperar de forma directa ni siquiera una parte de lo que aport. El Estado se quedar con el dinero cotizado por esa persona a lo largo de dcadas. Tampoco podr rescatar l mismo parte de los fondos en caso de una necesidad grave. Por ltimo, otro efecto pernicioso del sistema actual es que no hay flexibilidad en la edad de jubilacin, otro elemento politizado que, en realidad, debera depender de cada persona dentro de una amplia horquilla.

    El efecto sobre los pensionistas es an peor. El sistema, simplemente, les da la cantidad que estima

    conveniente en funcin de estudios socioeconmicos subjetivos (o en realidad, simplemente les da la cantidad posible en funcin del estado de las arcas pblicas). Un clculo de todo lo cotizado durante una vida laboral entera, en moneda constante e incluso con una capitalizacin pesimista, arrojar generalmente un monto acumulado muy superior al dinero que va a percibir el pensionista durante lo que le quede de vida. Juan Ramn Rallo calcul que el monto aportado por un trabajador medio est por encima de los doscientos mil euros, sin contar con la capitalizacin mediante el inters compuesto. Albert Esplugas estim que el ciudadano medio debera cobrar ms de tres mil euros mensuales de pensin, si se le hubiera guardado e invertido su dinero.

    Pero ese dinero ha desaparecido y los pensionistas cobran lo que cobran. La cuanta de la pensin

    viene determinada por un cmputo de los ltimos equis aos de cotizacin (ya caminamos hacia el cmputo de la vida laboral total), y casi siempre ser inferior al sueldo que alcanz el trabajador en sus ltimos aos de trabajo. El escaln de empobrecimiento al jubilarse es cada da ms dramtico.

    El peor efecto sobre los pensionistas es la sensacin de dependencia, de vivir prcticamente de la

    caridad social de los trabajadores en activo, cuando en realidad han aportado, y mucho. En una sociedad libre y tica, los jubilados no deberan ser una especie de discapacitados

    econmicos, que parece que es el papel que hoy se les reserva. El Estado les procura vacaciones gratuitas, tarjetas de transporte especiales, descuentos diversos. Pero vamos a ver, no deberan ser nuestros mayores las personas ms solventes dentro de cada segmento socioeconmico? A fin de cuentas llevan toda una vida produciendo riqueza. Qu ha pasado con esa riqueza? Dnde est su dinero? Lo normal que sera esas personas recibieran como pensin un ingreso similar o incluso algo superior al salario alcanzado durante su vida profesional. Y en algunos casos, los ms previsores habran aumentado con mucho los mnimos obligatorios y dispondran de una renta muy holgada en la vejez, o bien podran retirarse antes, dentro de una horquilla de edades flexible.

    Deberan ser ellos quienes normalmente ayudaran a sus hijos y nietos, no al revs. El sistema actual

    de pensiones es tan antinatural que ha logrado invertir el orden lgico de la transmisin intergeneracional de ayuda en la sociedad. Ha convertido a nuestros mayores en unos parias, en un problema para sus descendientes. Es realmente inhumano. Es injusto que las personas mayores deban ser objeto de apoyo econmico, y si esto ocurre es porque ao a ao, dcada a dcada, se les ha expropiado, se les ha robado. Se les ha impedido llevar un autntico plan de previsin econmica para su vejez, y se les ha malinformado deliberadamente.

    Es particularmente grave es el caso de quienes reciben una de las llamadas pensiones no

    contributivas. Son unas pensiones realmente miserables e indignas, y se deben a que el actual sistema de reparto, pretendidamente solidario, no establece un fondo de solidaridad intrageneracional sino

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    que exige la tan publicitada solidaridad intergeneracional. Es decir, en lugar de cotizar hoy por aquellos que no pueden hacerlo, para que el da de maana tengan una pensin normal como cualquier otro ciudadano, lo que se hace es dejarles sin cotizacin, quedando a merced de que en el futuro se les d una pensin no contributiva con la que resultar imposible subsistir. El Estado es mal gestor hasta cuando gestiona la limosna.

    Y una reflexin ms sobre el efecto del sistema actual para los pensionistas. Por supuesto, el

    pensionista no puede optar por recibir de golpe una parte del dinero para, por poner unos ejemplos, cancelar su hipoteca, montar un negocio, comprar un inmueble o ayudar a sus hijos, porque la pensin siempre se percibe obligatoriamente en forma de renta mensual. Y como hemos visto, si el pensionista tiene la mala suerte de morirse al poco tiempo de haberse jubilado, pues el Estado se queda con el resto de su dinero y seguramente algn burcrata de ministerio respirar con alivio: un compromiso menos que atender, un pequeo respiro en la deriva econmica de un sistema insostenible. A casi nadie se le ocurre pensar que eso es un robo, que ese dinero pertenece a los herederos del pensionista fallecido.

    Hemos visto cmo afecta a los trabajadores y a los pensionistas el sistema de reparto, pero tambin produce efectos sociales y econmicos. Por un lado, el sistema de reparto encarece mucho el trabajo, lo que incide negativamente en el empleo y fomenta la contratacin precaria o incluso irregular. Por otro lado, los trabajadores perciben acertadamente la cotizacin como una especie de impuesto, y no como una forma de ahorro e inversin. Adems, al no estar individualizados los fondos, se impide aportar de ms para mejorar la propia pensin. Son especialmente los jvenes quienes se sienten robados mediante unas cotizaciones que, como intuyen acertadamente, nunca recuperarn. Esto hace que muchos traten de evitar el pago, lo que incrementa la economa sumergida. La injusticia del sistema de reparto se hace an ms palpable en el caso de los trabajadores autnomos.

    La misin ltima del P-LIB en materia de pensiones es conseguir la sustitucin del insostenible e injusto sistema de reparto, abocado a la bancarrota, por un sistema que proporcione seguridad y libertad a los trabajadores y a los pensionistas.

    Consideramos que todo ser humano merece una pensin digna en la vejez, y que esa dignidad,

    palabra tan manoseada por los colectivistas, no es la que determina el Estado sino la que cada uno construye generando durante toda su vida laboral los fondos con los cuales, prioritariamente, se costear su propia jubilacin. Al mismo tiempo, somos conscientes de que, por diversas circunstancias, muchas personas se ven temporal o definitivamente imposibilitadas para efectuar tales cotizaciones. Creemos que esta minora de personas, en esta etapa histrica, ha de recibir la solidaridad social, cotizando por ellas el Estado la cantidad mnima legal al fondo privado que cada una decida, bien sea con cargo a los impuestos o con cargo a un porcentaje de las cotizaciones de los dems trabajadores.

    El sistema de reparto es una maquinaria arcaica y oxidada que asfixia como un frreo cors a

    trabajadores y pensionistas. Frente a ella, proponemos un sistema completamente alternativo: el sistema de capitalizacin personalizada.

    Es de justicia que la aportacin de cada trabajador a lo largo de su vida laboral, incrementada con

    la capitalizacin obtenida, sea preservada para devolvrsela en forma de pensin a ese mismo trabajador, en lugar de perderse en un opaco fondo comn que no genera derechos proporcionales al monto aportado. Bastara un pequeo recargo a las aportaciones para nutrir el fondo de solidaridad.

    Es de justicia, igualmente, que el trabajador pueda conocer en todo momento el saldo de su fondo

    de aportaciones para la jubilacin, y estimar la proyeccin del mismo a la fecha prevista de retiro. Esta transparencia da seguridad al trabajador, que percibir la cotizacin como una slida inversin, incluso si es obligatoria.

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    Es razonable que las personas puedan cotizar de ms cuando les va bien y cotizar un poco menos o dejar de hacerlo si durante una etapa les van mal las cosas, siempre que en momentos anteriores de su vida laboral hayan cotizado por encima del mnimo obligatorio. Nos parece justo que, ante determinados casos de extrema gravedad, los trabajadores puedan rescatar de forma anticipada una parte del capital excedente acumulado. Y creemos de justicia elemental que, si el trabajador fallece antes de disfrutar la jubilacin, su familia pueda cobrar el dinero que con tanto esfuerzo aport, destinndose quiz una pequea parte al fondo de solidaridad que proponemos.

    Es de sentido comn que el fondo de cada trabajador se incremente con el paso de los aos, ya que

    incluso las inversiones ms seguras y prudentes, con los perfiles de inversin ms conservadores, producen rendimientos de importancia sobre un periodo de treinta o cuarenta aos. En el sistema de capitalizacin, los jubilados normalmente mantienen o incrementan su ingreso, mientras que, en el sistema de reparto, jubilarse equivale a reducir drsticamente el nivel de vida.

    El sistema de capitalizacin permite a los trabajadores, dentro de unos lmites y en funcin del

    capital acumulado en cada caso, escoger la fecha de su jubilacin en funcin de sus preferencias personales, en vez de verse obligados a jubilarse cuando quiera el gobierno de turno.

    La despolitizacin de las pensiones es completa en el sistema de capitalizacin, ya que ni su monto

    ni la cuanta de las aportaciones ni la edad de retiro dependen de decisiones gubernamentales, sino que pertenecen exclusivamente a cada trabajador.

    Otro debate es la gestin de este sistema. A veces se da por sentado que al sistema de

    capitalizacin le corresponde una gestin ejercida por entidades financieras especializadas, pero lo cierto es que tambin puede ser administrado por el Estado. El P-LIB propone, desde luego, la gestin privada mediante entidades gestoras que slo puedan administrar los fondos y que no respondan con ellos en caso de quiebra, sino slo con su patrimonio privativo, todo ello en un marco de competencia. Pero incluso si fuera el Estado quien gestionara un nuevo sistema de pensiones basado en la capitalizacin personalizada de los aportes de cada trabajador, por los menos se recuperara el vnculo entre cotizacin y pensin. Es importante quin gestione el sistema ya sabemos cmo gestionan los Estado, pero lo realmente fundamental es individualizar para cada trabajador la largusima operacin financiera de previsin, complementada con el fondo de solidaridad propuesto. Por ltimo, siempre habr que tener en cuenta una contingencia gestionable desde la industria aseguradora: los casos muy minoritarios en que las personas vivan muchos ms aos de los previstos. Una pequea pliza complementaria puede ser la mejor manera de resolver este margen residual.

    La industria financiera y la industria aseguradora han demostrado sobradamente su capacidad de

    resolver con sofisticacin y con adaptacin a cada caso las necesidades de previsin a muy largo plazo. Sin embargo, un parlamentario de la Comisin del Pacto de Toledo, perteneciente a CDC, me dijo un da algo as como es que no podemos dejarle la gestin de algo tan crucial al BBVA. Era slo un ejemplo que puso, pudo haber dicho cualquier otro banco. En su lgica arcaica, el BBVA debe de ser malo porque persigue crear y repartir riqueza, y el Estado, este macroestado glorificado y deificado por el parlamentario, debe de ser bueno porque no se contamina con eso tan feo que es el nimo de lucro, y se dedica en cambio nada menos que a tomar la riqueza que otros producen y repartirla segn su sabio criterio.

    Como es sabido, la revolucin del sistema de pensiones se produjo hace ms de tres dcadas en un pequeo pas bastante atrasado por entonces: Chile. Recordemos qu era Chile entonces y miremos qu es Chile hoy. Los efectos del sistema han ido mucho ms all de liberar y dar seguridad y confianza a millones de trabajadores y pensionistas chilenos. Han impulsado la economa del pas hasta convertirla en la ms pujante de Amrica Latina y en uno de los pases emergentes ms estables y seguros del planeta. Desde que Jos Piera realiz como ministro de Trabajo y Previsin Social la reforma chilena, el inters por implantar sistemas similares se ha extendido por los cinco continentes. Ya son una treintena de pases los que han adoptado sistemas como el que proponemos, incluyendo

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    bastantes en Europa. Generalmente han sido pases del Este que han salido de la traumtica experiencia del hipercolectivismo y han comprendido cabalmente la necesidad de implantar sistemas basados en la libre accin de cada ciudadano. Esos pases de Europa Central y Oriental se confrontaron a mediados y finales de los noventa con la decisin de implantar el sistema fallido que tantos problemas ocasionaba a los europeos occidentales o bien importar el de Chile, que ya por entonces se haba extendido por toda Latinoamrica, Hong Kong y otros muchos pases. La decisin fue acertada: pases como Polonia, Hungra, Estonia y otros muchos adoptaron sistemas de capitalizacin personalizada, y el debate se ha extendido a Europa Occidental porque la insostenibilidad del sistema de reparto es tan evidente que no resiste un debate sereno y abierto. As, en Suecia y Suiza se ha establecido un sistema multi-pilar en el que un tramo ya corresponde a la capitalizacin personalizada. Es sorprendente que en Espaa sigamos debatiendo sobre la superficie del problema y no seamos capaces de coger el toro por los cuernos. Entre los principales pases emergentes que ya han adoptado la capitalizacin se encuentran India, Rusia o Mxico, porque saben que un sistema de pensiones basado en la capitalizacin personalizada genera bienestar, confianza, inversin y ahorro, y aporta recursos al mercado de valores domstico.

    Un dato negativo, sin embargo, es la persistente capacidad de los Estados para robar incluso los

    fondos de pensiones privados, como ocurri en Rumana hace unos aos y como acaba de suceder en Polonia, donde el gobierno de Donald Tusk acaba de confiscar la mitad del dinero depositado por los polacos en esos fondos. En ambos pases, esto ha sucedido con gobiernos conservadores, demostrando una vez ms que el centroderecha democristiano y conservador no es ms que socialdemocracia en lo econmico y despus moralinas tradicionalistas en lo dems. A la hora de quitarle a la gente su riqueza, da igual el polaco Donald Tusk que el jienense Cristbal Montoro, da igual el rumano Basescu que el leons Zapatero: todos son expertos en robar al ciudadano. Pero por lo menos el sistema de capitalizacin dificulta el robo y lo hace mucho ms visible.

    La transicin desde el sistema de reparto al de capitalizacin personalizada debe realizarse a largo plazo. Durante ese extenso periodo transitorio de convivencia de ambos sistemas, debe quedar garantizado el cumplimiento de las obligaciones asumidas por el Estado respecto a los pensionistas actuales.

    Unos pocos aos de funcionamiento del nuevo sistema bastarn para que incluso las voces ms

    crticas comprendan y defiendan la capitalizacin personalizada y el fondo de solidaridad como alternativas superiores al obsoleto modelo de reparto. Ese nuevo consenso social propiciar incluso el acortamiento del periodo de convivencia entre sistemas mediante la aceleracin del proceso de transicin.

    Hay que recordar que si Aznar hubiera iniciado la Transicin en 1996, o al alcanzar la mayora

    absoluta en 2000, hoy tendramos un sistema de capitalizacin. Tiene gracia que ahora Aznar y FAES se dediquen a pontificar sobre el liberalismo econmico. A buenas horas.

    Hoy nuestros polticos, como mnimo, deberan tener el sentido comn de habilitar al menos un

    sistema multi-pilar como el suizo o como el sueco, en el que un tramo del mismo correspondiera ya a la capitalizacin personalizada. Sera un primer paso importante para que los ciudadanos visualizaran la estabilidad, la seguridad y la libertad personal que les podra dar una futura eliminacin total del sistema de reparto. Sin embargo, todos los partidos del Pacto de Silencio de Toledo rechazan cualquier incorporacin de elementos de individualizacin en el sistema. Y las ltimas reformas del sistema de pensiones slo han estirado el chicle con parches relativos a los aos cotizados, a la prdida de poder adquisitivo de las futuras pensiones, etctera. Son maniobras que apenas prolongan la agona de un sistema quebrado, de un sistema tcnicamente fracasado, hundido.

    Porque todo esto no es solamente una cuestin ideolgica. Es sobre todo una cuestin tcnica. El

    sistema actual est muerto, y los partidos colectivistas mantienen la ficcin de que vive, pero el olor a descomposicin ya no es soportable.

  • CONFERENCIA DE JUAN PINA | BARCELONA, 16 DE NOVIEMBRE DE 2013 | 10

    Este sistema fallido nos cuesta mucho a los trabajadores, deja sin futuro a los ms jvenes, y

    empobrece cruelmente a nuestros mayores. No es sostenible ni tico. No funciona y no se puede seguir parcheando, pero del seno del propio establishment no parece que vaya a emerger una propuesta de cambio. Los intereses creados son muchos, casi tantos como los mitos supersticiosos en torno al sistema de capitalizacin, o como las bondades que se supone al de reparto.

    El P-LIB es el nico partido poltico en Espaa que defiende el sistema de capitalizacin y el inicio

    inmediato de la transicin para alcanzarlo. Para nosotros es una prioridad mxima, porque el sistema actual de pensiones es responsable por s solo de la mayor parte del expolio tributario a los ciudadanos. Y porque crea incertidumbre y miseria. Pero es sobre todo la sociedad civil la que debe forzar el cambio, y particularmente las vctimas principales del sistema: los actuales jvenes. Y la buena noticia es que es posible. La sociedad civil, y la juventud en particular, ya consiguieron hace aos reformar de arriba abajo algo que pareca inamovible: el servicio militar, que dej de ser obligatorio. Desde el ncleo fundacional del P-LIB se puso en marcha, casi al mismo tiempo, la Asociacin para la Reforma de las Pensiones (ARP), nica organizacin de la sociedad civil dedicada en exclusiva a esta causa.

    Sea cual sea el cauce de accin, ha llegado el momento de movilizarnos para acabar con el sistema

    de reparto. Ha llegado el momento de decirle al establishment que ya est bien, que exigimos un cambio, que queremos ser libres ahora y cuando seamos viejos, que no estamos dispuestos a seguir sometidos a la pobreza obligatoria, que es lo nico que en realidad reparte este sistema.

    Nos va en ello mucho, muchsimo. A todos.

    Muchas gracias