CONECTATE 086: NAVIDAD

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QUÉ NOS PIDE JESÚS PARA NAVIDAD 6 regalos ideales para el hombre más rico del universo ¿TEMPORADA DE TRAJÍN O DE REFLEXIÓN? «¡Quiero mirar a Jesús!» ¿BUSCAS PAZ? Acude directamente a la fuente Con ctate CAMBIA TU MUNDO CAMBIANDO TU VIDA

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¡Los siguientes artículos te deleitarán y ayudarán a abrirle el corazón a Dios y sentir Su amor y Su alegría que en esta Navidad!

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QUÉ NOS PIDE JESÚS PARA NAVIDAD6 regalos ideales para el hombre más rico del universo

¿TEMPORADA DE TRAJÍN O DE REFLEXIÓN?«¡Quiero mirar a Jesús!»

¿BUSCAS PAZ?Acude directamente a la fuente

Con ctateCAMBIA TU MUNDO CAMBIANDO TU VIDA

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A NUEsTROs AMIgOs

Con ctate

Ya es tradición en mi familia cantar a todo pulmón en Navidad un villancico que descu-brí hace años en la empolvada colección de discos de una amiga. Reza la letra: «¡Resue-nen los instrumentos, alégrese el mundo, que Jesús nació!» Esas palabras de júbilo encarnan el espíritu de estas fechas.

Una noche, más de dos mil años atrás, en los montes cerca-nos a Belén de Judea, un ángel anunció a un grupo de pastores alarmados: «Os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo» (Lucas 2:10).

Esa bien podría ser la declaración más trascendental de la Historia desde que Dios dijo; «Haya luz» (Génesis 1:3, BJ). Me asisten dos razones poderosas para decir esto.

Primero, que las buenas nuevas son en realidad la noticia más alentadora de que se puede tener conocimiento. Al enviar a Jesús, Dios nos allanó el camino de regreso a Él.

Segundo, que se trata de una proclamación universal del único Ser realmente dotado de autoridad universal. Dios es Padre de todos nosotros; de ahí que cuando envió a un ángel con nuevas para «todo el pueblo», no se refería sólo a todos los cristianos, ni a toda la gente buena, ni a ningún otro grupo selecto. Eran para todas las personas, por muy malas, por muy jóvenes, por muy viejas o muy distintas que fueran, incluso por muy alejadas de Él que estuvieran. El mensajero celestial fue claro: la noticia era para «todo el pueblo».

Seas quien seas, estés donde estés, la noticia es también para ti. Dios viene a nuestro encuentro cada día y seguirá haciéndolo una vez pasada la Navidad. Sin embargo, no hay momento más oportuno para abrirle tu corazón y sentir Su amor y Su alegría que el presente.

¡Todo el personal de Conéctate te desea una maravillosa Navi-dad en compañía de tus seres queridos!

Gabriel, en nombre de ConéCtate

Disponemos de una amplia gama de libros, casetes, compactos y videos que alimentarán tu espíritu, te infundirán ánimo, ayudarán a tu familia y proporcionarán a tus hijos amenas experiencias educativas. Escribe a una de las direcciones que se indican a continuación o visítanos en: www.conectate.org

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Diciembre de 2007Gabriel SarmientoGiselle LeFavreDoug CalderFrancisco López

© Aurora Production AG, 2007. http://es.auroraproduction.com

Es propiedad. Impreso en Taiwán por Chanyi Printing Co., Ltd.

A menos que se indique otra cosa, todas las frases textuales de las

Escrituras que aparecen en Conéctate provienen de la versión Reina-Valera

de la Biblia, © Sociedades Bíblicas Unidas, 1995.

Año 8, número 12Director

Diseño ilustrAciones

ProDucción

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E L díA dEL CUmPLEA-ñoS de mi madre me puse a pensar en ella y

me di cuenta de que mi infan-cia estuvo marcada por algo muy particular: los momentos que pasábamos todos juntos. Más concretamente evoqué las Navidades de mi niñez. Lo principal de cada recuerdo no era la cantidad o el valor de los regalos que recibimos en aquella ocasión, ni las celebraciones mismas, sino más bien las cosas sencillas.

Hubo una Navidad en que pusimos empeño por hacer cosas juntos en familia. Pre-paramos un nacimiento con una vieja tabla que cubrimos de pinos en miniatura y figuritas hechas y vestidas por nosotros mismos.

Otro año, la fría casita en que vivíamos se llenó de calor gracias a un cassette de villancicos —el primero que tuvimos los niños— y la alegría de encontrarnos naranjas en las botas que habíamos dejado en la sala, además de nueces y pasas envueltas en papel de aluminio. Ese año decoramos un árbol con adornos caseros que hacían alusión a los dones del Espíritu: amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza (Gálatas 5:22,23).

Otra Navidad, cuando yo era aún más pequeña, ensar-

tamos palomitas de maíz en un hilo que colgamos del árbol. Para fines de diciem-bre ya casi no quedaban palomitas, pues un ratoncito, ingeniosamente disfrazado de niñita de tres años con cole-tas, se dedicaba a comérselas cuando nadie miraba.

También hubo una Navidad, cuando tenía 9 años, en que, al levantarnos por la mañana, mis cinco hermanas y yo nos encontramos con una sorpresa: una fila de cajas blancas de zapatos, cada una con el nombre de una de nosotras y con algunos artículos que necesitábamos o con los que podíamos jugar. Había cuerdas para saltar, chirimbolos de todo tipo, un cepillo para el pelo, horquillas, pequeñas prendas de vestir… de todo un poco. Para nosotras, que éramos hijas de misioneros, ¡esos regalitos nos cayeron de perlas!

El recuerdo de tantas bellas ocasiones me motivó a esforzarme para que mis dos hijos también conozcan ese mismo cariño y emoción esta Navidad. Quiero que tengan recuerdos entrañables de estas fechas. Y entonces caí en la cuenta de que lo que confirió a aquellos momentos un valor particular fue, por una parte, el amor de mis padres y el tiempo que nos dedicaban; y

por otra, su fe en Jesús y en la Palabra de Dios, que nos lle-varon a descubrir la salvación y a adoptar como propósito en la vida la misión de llegar al corazón de los demás y conquistarlos con el amor del Señor.

Es cierto que no poseía-mos mucho, pero teníamos al Señor y nos apoyábamos unos a otros. Ese era el secreto de que nuestras Navidades fueran las más felices que yo pudiera imaginar. /

CARI HARRoP ES mISIonERA dE LA FAmILIA InTERnACIonAL En LA IndIA.

Sencillo, pero

memorable

CARI

HARRoP

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HACE VARIAS nAVIdAdES ESTABA yo en la puerta de un moderno centro comercial admirando un precioso

pesebre que exhibían en una vitrina cuando pasaron presurosas una madre y su hijita. Al ver el atractivo nacimiento, la niñita tomó de la mano a su madre y exclamó:

—¡Mamá, mamá! ¡Quiero mirar a Jesús! Pero la madre, agobiada, le respondió que

aún no habían hecho ni la mitad de las com-pras y que no tenían tiempo para detenerse. Se alejó, pues, llevando a rastras a su hijita, que quedó visiblemente decepcionada.

Las palabras de aquella niña me resonaron en los oídos durante mucho tiempo. «¡Quiero mirar a Jesús!» Pensé en todo el ajetreo que había vivido en aquella Navidad, época en que nuestro ya vertiginoso ritmo de vida se acelera aún más en medio de la vorágine de las compras. ¿Cuántos minutos había pasado comprando, preparando adornos y cocinando en los días previos a la Nochebuena? Y por otra parte, ¿cuántos había dedicado a Aquel cuyo nacimiento y vida constituyen el autén-tico significado de esta fecha?

Jesús está siempre cercano a nosotros. Él «está a mi diestra», y es «más unido que un hermano» (Salmo 16:8; Proverbios 18:24). En cualquier momento podemos hablar con Él.

Su nacimiento es la esencia de la Pascua. Los obsequios que nos hace —paz, amor y alegría de corazón— consti-tuyen la magia sustancial de la Navidad. Con los brazos extendidos nos ofrece esos presentes diciéndonos: «Venid a Mí. Yo os haré descansar. Aprended de Mí, y halla-réis descanso para vuestras almas» (Mateo 11:28-30). Sin embargo, nunca accede-remos a esos regalos si sólo pensamos en abrirnos paso a empellones, listas de compras y quehaceres en mano, dema-siado ocupados para detener-nos y advertir siquiera que Él se encuentra ahí mismo.

Reza un viejo refrán: «En noche tormentosa no cae rocío». Asimismo, difícil-mente experimentaremos el solaz y el gozo de la proximi-dad a Jesús si estamos embar-cados en una frenética carrera para lograr esto y lo otro. El rocío del Cielo y las bendi-

VIRGInIA BRAndT BERG

¿TEMPORADA DE TRAJÍNO DE REFLEXIÓN?

ciones de la Navidad recalan pacíficamente en nuestro corazón cuando nos detene-mos un momento y, guar-dando silencio, pensamos en Él. En efecto, prescindir de Él es desaprovechar la única alegría auténtica y duradera y el único amor perfecto que podemos hacer nuestro en esta vida y compartir para siempre.

¿Por qué no hacer un alto y disfrutar —realmente disfrutar— de la esencia de la Navidad? Reduzcamos nuestras listas de quehaceres. Disfrutemos de la belleza. La Navidad entraña muchas cosas maravillosas y muchos aspectos encantadores. Sería lamentable perdérnoslo todo por andar envolviendo esto y aquello, corriendo a conseguir un último detalle, cocinando tal y cual plato y enfrascán-donos en cantidad de prepa-rativos para el festín. Es decir, por abarrotar la Navidad

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¡Se vive la Navidaden las tiendas,en las calles y

en la aglomeración;¡pero la Navidadauténticaes la que llevamos

en el corazón!AnónImo

de tantas cosas innecesarias. Mejor es detenernos a saborear las cosas que importan en la vida en lugar de precipitarnos hacia la Navidad con tal furia que al llegar por fin el Año Nuevo suspiremos con alivio: «¡Sobreviví a las fiestas!»

Jesús vino para bendecir nuestra vida. Por eso celebramos la Navidad. Él dijo que había venido para que tuviéramos vida y para que la tuviéramos en abundancia (Juan 10:10). El apóstol Pablo añade: «Tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo» (Romanos 5:1). La paz y la vida en toda su

ron a la cama. El frenético trajín de las actividades navideñas la había puesto nerviosa. Cuando se arro-dilló junto a su lecho para rezar el Padrenuestro, se confundió y dijo: «Perdóna-nos nuestras navidades».

Al observar en estas fechas a los tensos e inquietos compradores, a uno casi le entran ganas de decir como aquella chiqui-lla: «Perdónanos nuestras navidades».AnónImo

Jesús, cada jornada me propongopasar tranquilos ratos a Tu lado,saborear esa paz que me has dado,oír Tu dulce voz con desahogo.

En un lugar ameno y apartadodesechar los afanes de esta vida,dar fuerzas a mi alma alicaída,desterrar la borrasca y el enfado...

Un lugar de serenidad y confianzaen el que sólo Tú puedes surtirmede aquello que preciso sin tardanza,

de esa bendición básica y sublime...un lugar de reposo y alabanzadonde mi ser descanse y se ilumine. /

SEÑOR, PERDÓNANOSLa víspera de navidad estuvo llena de

incidentes, algunos de ellos desagradables. Papá parecía sobrecargado de preocupacio-nes, no sólo de paquetes. La ansiedad de mamá llegó al límite varias veces a lo largo del día. En cualquier lugar donde se pusiese la niñita, estorbaba. Finalmente la manda-

plenitud no tienen por qué sernos esquivas. Están a nuestra entera disposición estas Navidades: basta con que demos un espacio a Jesús en nuestra alma y en nuestra realidad cotidiana.

Permíteme pasar unos minutos con Jesús. Él es el alma misma de la Navidad. Quiero que la celebración de Su nacimiento me conmueva de formas nuevas este año. Quiero descubrir los regalos que Él me concedió hace tanto tiempo. Quiero parti-cipar más íntimamente de la Navidad, asemejándome más a Él. Quiero parar un ratito para mirar a Jesús.

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luz

Nunca olvidaré aquel poema y la feli-cidad que sentimos al recitarlo delante de nuestros papás y amigos. Como era pequeña, me figuraba que los tres chiqui-llos tendrían más o menos la misma edad que yo, y me parecía fantástico que se hubieran curado aquella magnífica noche. A veces me pongo a pensar en cuántas vidas han sido transformadas por el naci-miento de Cristo… seguramente muchas más de las que nos imaginamos.

Siglos atrás, un hombre recorrió el camino que conducía a Belén tirando de un burro que cargaba a su esposa embarazada. Nueve meses antes, su vida había dado un vuelco, para peor, o al menos así le pareció en aquel momento. Sin embargo, vio un rayito de esperanza: se le había prometido, en un sueño, que todo saldría bien. Se aferró a aquella promesa, no perdió la fe, rezó y esperó pacientemente. Aquella noche, todos sus temores se desvanecieron. Al ver al Niño recostado en el pesebre, José sintió que su alma atribulada se inundaba de paz.

En los montes que circundaban la aldea de Belén, un humilde pastor cuidaba sus ovejas por la noche. Para él la vida era dura. Tenía que pagar sus tributos y mantener a su numerosa familia. Su país se hallaba ocupado por un ejército extran-jero, y él ansiaba el día en que sería libre. Aquella noche, sentado bajo un esplén-dido cielo estrellado, le pidió a Dios una solución para sus dificultades, tal como lo había hecho a diario desde que tenía memoria. Pero aquella vez sus oraciones hallaron respuesta. Al contemplar al Niño dormido en el pesebre, supo que por dis-posición del Cielo a la larga todo saldría bien. Aquella noche su vida se llenó de luz.

Hubo también un sabio en Oriente cuya ansia de la verdad y del significado de la vida lo había llevado a escudriñar los cielos nocturnos en busca de una señal. Pese a todos los conocimientos que poseía y a la vasta fortuna que había acumulado,

CUAndo TEníA SEIS AñoS, para Navidad la maestra enseñó a nues-tra clase un poema que se titulaba

Una leyenda olvidada. Narra la historia de tres niñitos que fueron a ver a Jesús. Uno era ciego, otro mudo, y el tercero cojo. Pese a sus limitaciones físicas, los tres se ayudaron mutuamente para llegar hasta el pesebre donde estaba Jesús. Viendo el amor que había entre ellos y su ferviente deseo de adorar al recién nacido Rey, Dios les concedió un inusitado regalo: los sanó.

LA

ETERNA

ARIAnA KEATInG

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deseaba algo más. Así, recurriendo a toda su habilidad y destreza, los escudriñó una vez más, para ver si descubría la paz interior y el cumplimiento de su anhelo. El misterio comenzó a desentrañarse cuando divisó una espléndida estrella nueva que anunciaba el nacimiento de nuestro Salvador, la misma que a la postre lo conduciría hasta el lugar donde se hallaba el Niño prometido.

El corazón de los seres humanos es igual en todas partes del mundo. Para que la vida sea realmente plena, siempre habrá necesidad de amar y ser amado. Después de dos mil años sigue habiendo muchas personas que esperan el cumpli-miento de su mayor deseo: la ajetreada madre pide siquiera unos instantes de serenidad tras un largo día de malabares para dar abasto con el trabajo y la fami-lia; el ejecutivo tiene plazos que cumplir, cuentas que pagar y encima ha de compla-cer al jefe, pero sabe que en el fondo debe de haber una salida, algún medio de ali-viar la tensión y el estrés que lo asedian; el estudiante, inseguro de su porvenir, busca su lugar en la vida y anhela encon-trar a alguien que lo ayude a abrirse paso en este mundo plagado de incertidumbres.

Para cada uno de ellos, la respuesta es la misma que descubrieron los personajes de aquella noche, siglos atrás, en Belén. El amor que llenó el corazón de quienes necesitaban esperanza, fe y consuelo hace dos mil años aún puede satisfacer a los buscadores de hoy. Permite que el amor de la Navidad brille en tu vida. En aque-lla noche, el amor descendió del Cielo para habitar entre nosotros. Ese amor comunica felicidad a todos los que buscan algo más en la vida, e irradia luz sobre el mundo. Se trata de un amor que nunca se desvanecerá y una luz que jamás perderá su resplandor. /

ARIAnA KEATInG ES mISIonERA dE LA FAmILIA InTERnACIonAL En TAILAndIA.

UNA LEYENDA OLviDADACHARLES BAnCRoFT

Llegó a mis oídos la leyenda olvidadaque quizá conocían los sabios de Orientesobre tres chiquillos que fueron al albaa ver a Jesús con rostros dolientes.

El uno era ciego; el otro, tullido;y el tercero, mudo; no obstante, una estrella los condujo al lugar donde había nacidopocas horas antes la Criatura aquella.

¿Cómo iba el Niño a mostrarse desatentoy no responder con sonrisa sinceraal oír la plegaria de fe en su nacimientoy de alabanza por traer paz a la Tierra?

Suavemente una luz iluminó el establo.El chiquillo impedido se puso de pie;el mudo cantó, despegando los labios;¡y el ciego contempló dichoso a su Rey!

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QUÉ NOS PIDE JESÚSPARA NAVIDAD

SIEndo EL CUmPLEA-ñoS de Jesús, es lógico que pensemos

en algo lindo que rega-larle, de la misma manera que hacemos obsequios a nuestros seres queridos o preparamos algo espe-cial para ellos el día de su cumpleaños. Lo que pasa es que a veces resulta difícil saber qué darle al Rey del universo, que ya lo tiene todo. Justamente me encontraba dándole vueltas a ese pensamiento cuando se me ocurrió que la forma más fácil de dar con la solución era preguntarle directamente a Él qué sería lo que más le gustaría que le regalásemos. A continua-ción reproduzco seis de Sus respuestas:

mARíA FonTAInE

ESTA nAVIdAd, mIEnTRAS dISFRUTAS dE TodAS SUS ALEGRíAS, dETEnTE A PEnSAR En LAS CIRCUnSTAnCIAS TAn PRECARIAS En qUE nACIó JESúS. TEníA TAnTo, y SIn EmBARGo SE HIzo TAn HUmILdE, TAn PoCA CoSA, PARA qUE PUdIéRAmoS PoSEERLo Todo. Todo Lo qUE TEnEmoS SE Lo dEBEmoS A éL.

Regálame amorya sabes cómo es eso

de los cumpleaños: a todo el mundo le gusta sentirse querido en su día. yo soy igual: la navidad es mi cumpleaños.

Lo que más me inte-resa eres tú. Tenerte a ti y disfrutar de tu amor repre-senta más para mí que ninguna otra cosa. y claro, en estas fechas tan entra-ñables, cuando a todos les gusta reunirse con sus seres queridos, familiares y amigos, yo quiero reunirme contigo. Pasar un rato juntos hará que mi cum-pleaños sea una ocasión verdaderamente significa-tiva.

no tiene que ser nada complicado. Es fácil complacerme. Lo único

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que pido es estar contigo. Podemos hacer lo que te apetezca, siempre y cuando estemos los dos juntos. Podemos sentarnos a conversar. o leer algo juntos y hacer una pausa cada tanto para reflexio-nar sobre ello. Podemos decirnos las cosas que nos gustan y que valoramos el uno del otro. Con detalles así puedes manifestarme que me amas y que no te has olvidado de quién es el homenajeado.

Regálame tu generosidad

La navidad es época de dar. Fue cuando mi Padre me entregó a mí, Su Hijo unigénito, por amor al mundo. Fue cuando vine a la Tierra y ofrendé mi vida para dar vida eterna a todos los que la aceptaran. Es asimismo la época en que las personas intercam-bian regalos para conme-morar las dádivas que mi Padre y yo les brindamos. En esta navidad te pido que me ofrezcas gene-rosidad, haciendo por tu prójimo tanto como harías por mí.

Si bien en navidad se celebra la buena voluntad de dios para con los hombres, también deseo que sea una temporada de buena voluntad entre los hombres. Haz una pausa para preguntarme qué puedes hacer por algún ser humano. Corresponde

a la buena voluntad de mi Padre demostrando tú también tu buena voluntad.

Regálame tu corazón agradecido

Agradéceme todo lo que te sucedió este año que termina. dame gracias por las bendiciones que te envié y también por las pruebas y exigencias que fortalecieron tu carácter. Agradéceme el amor que recibiste y alábame por las oportunidades que tuviste de brindar amor a quienes te rodean. Es decir, dame las gracias por todo.

me hace feliz escuchar tus alabanzas y expresiones de gratitud. Unen tu corazón al mío, nos acercan y pueden hacer que esta navidad sea la mejor que hayas celebrado hasta ahora. Ahora bien, todo eso no tiene por qué terminar después de la navidad. Cuando pase algo que te haga feliz o te demuestre que otras personas te aprecian y te aman, alábame por ese regalo. Así los dos intercambiaremos regalos. Soy yo quien te concede esos favores que te brindan felicidad; y al agradecérmelos, tú también me brindas a mí felicidad. Sigue dándome las gracias por todo lo que te obsequie, y yo seré cada vez más generoso contigo, tanto que cada día será como navidad.

Regálame tus oracionesorar por otros es un acto de abnega-

ción: requiere tiempo y esfuerzo. Es, sin embargo, un sacrificio que me agrada.

Si no tienes la costumbre de rezar por otros a diario, no te preocupes: yo miro tu corazón. Si no te consideras elocuente, no te preocupes: yo miro tu corazón. Si sientes que no tienes mucha fe, no te preocupes: yo miro tu corazón. Lo que me impulsa a satisfacer las necesidades de las personas por las que oras son tu amor y tu interés genuino.

Traduce, pues, tu amor en hechos. Lleva a la práctica tu fe y pon a prueba mis promesas, orando por otras perso-nas. Te lo retribuiré con creces.

Regálame perdón La navidad es una buena fecha

para reconciliarse. y a menudo hay que empezar haciendo el esfuerzo de perdonar a alguien, aunque te parezca que esa persona debería pedirte perdón a ti. ¿Alguien dijo o hizo algo que te hirió? Perdona. ¿Albergas resentimiento hacia alguien? Perdona.

Comparte Mi amor con los demás

no habría dudado en venir a vivir a la Tierra y morir exclusivamente por ti; pero amo en la misma medida a los demás pobladores del mundo. mi mayor anhelo es que todos tengan la oportunidad de conocer ese amor, que mucha gente ni siquiera sabe que existe. necesita que alguien se lo diga y se lo enseñe.

Se ha dicho con razón que no tengo otras manos, ni otros pies, ni otros ojos que los de mis seguidores. Si quieres hacerme un regalo verdaderamente estu-pendo esta navidad, déjame servirme de ti. Permite que te llene de mi amor y deja que ese amor fluya a través de ti hacia los demás. /

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NavidadDESCUBRIR LA NAVIDAD

PRISCILA LIPCIUCm E CRIé En LA RUmAnIA ComUnISTA,

donde la religión estaba prohibida. Por eso, descubrir la Navidad no fue fácil para mí.

Cuando llegué a la edad escolar, mis familiares me advirtieron que nunca empleara la palabra Navi-dad en el colegio ni ante desconocidos. Solo la pronunciábamos en casa, porque algunos de mis parientes eran personas de edad que se habían criado antes que entrara en vigor la prohibición y todavía celebraban la festividad en secreto. Con todos los demás, el pino era sim-plemente el árbol de Año Nuevo, y se aludía a las fechas como las fiestas de invierno. Por lo general, a los niños no nos hacían rega-los en la época navideña, y cuando nos los hacían, no se mencionaba la Navidad.

Tenía pocos años cuando conseguimos nuestro primer árbol de Pascua. Traía velitas de verdad sujetas a las ramas, y si me portaba bien mi premio era ver las velas encendidas por unos minutos.

Recuerdo mirar pocos años después el solitario icono ortodoxo de nues-tra casa a través de las ramas del árbol navideño y

preguntarme qué relación había entre lo uno y lo otro. «¿A quién representa esa imagen? ¿Por qué tenemos un cuadro de una persona que no conocemos?»

También recuerdo la pri-mera Navidad que celebré fuera de la ciudad en com-pañía de otros familiares. Allí la gente era un poco más libre, y escuchábamos las rondallas que entonaban villancicos. Era hermoso y fascinante, pero no tenía mucho sentido para mí.

Siendo ya casi adulta, se vino abajo el régimen comunista. Fue entonces cuando acepté a Jesús como mi Salvador y tuve ocasión de aprender más sobre la Navidad y otras verdades de la Biblia.

Varios años después decidí consagrarme a labores voluntarias de evangelización y celebré por primera vez la Navidad con un profundo sentido cristiano: dando gracias a Dios por enviarnos a Jesús y transmitiendo el men-saje de Su amor. ¡Fue una dicha!

Luego me casé y fui madre. En cuanto llegaba el invierno, el apartamento reso-naba con música navideña, y no quedaba rincón sin adornar; así y todo, en mi rostro siempre llevaba rastros de lágrimas. Era feliz —no lo niego—, pero también se me partía el alma pensando que Dios tuvo que sacrificar a Su único hijo, Jesús. Lo que pasaba era que, desde que era madre, se me hacía impensable que alguna vez me viera obligada a entregar a mi que-rido Emanuel a otra persona. Me decía: «No me importaría dar la vida un día por alguien; pero ¡jamás sacrificaría la vida de mi hijo!»

Me angustiaba al pensar que Dios Padre tuvo que despedirse de Su único Hijo con pleno conocimiento de la suerte que iba a correr. Me alegraba que Él hubiera tomado esa decisión, y se la agra-decía; pero al mismo tiempo me entris-tecía. Aunque nunca faltaba la alegría perenne de la Navidad, no ignoraba la magnitud del sacrificio que había hecho Dios por nosotros.

Cada Navidad sigo derramando algunas lágrimas al evocar el dolor con que se pagó nuestra felicidad. En todo caso, la dicha supera con mucho la tristeza. Y así es como debe ser. ¡Fue un pago que Dios hizo gustoso por amor a nosotros! /

PRISCILA LIPCIUC ES VoLUnTARIA dE LA FAmILIA InTERnACIonAL En RUmAnIA.

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NavidadUN GESTO DE AMOR

EN NOCHEBUENA

LECTURAS ENRiQUECEDORAS

Jesús vino al mundo para…

RETRATAR EL ESPíRITU

dE dIoS:

2 Corintios 4:4 Colosenses 1:13b,15Hebreos 1:3

EnTREGAR LA VIdA PoR

noSoTRoS:

mateo 20:28Juan 6:51Juan 10:11Juan 15:13Romanos 5:6

REConCILIARnoS Con

dIoS y BRIndARnoS

VIdA ETERnA:

Lucas 19:10Juan 1:29 Juan 3:161 Timoteo 1:151 Juan 3:51 Juan 4:14

dESTRUIR LAS oBRAS

dEL dIABLo:

Hechos 10:38Hebreos 2:141 Juan 3:8

mEJoRAR nUESTRA

CALIdAd dE VIdA:

Lucas 4:18,19 Juan 10:10b

En Belén de Judánace el Mesías,en nueva humanidadsiembra alegrías.Entre pañaleslate la libertadde los mortales. Emma-margarita r. a.-Valdés

SoLAnGE FUE UnA dE TAnTAS doCEnAS de pacientes que conocí la

Nochebuena en que fuimos a cantar villancicos a un hospital. Todos sufrían y tenían necesidad de amor y consuelo; pero el caso de la joven Solange —cubierta de yeso y vendas de pies a cabeza— era excepcional. Cuando le dedicamos una canción, se puso a llorar. Al poco rato sollozaba de modo incontrolable.

—Jesús te ama y vela por ti —le aseguré.

Me explicó que había sufrido un accidente de tránsito en el que murieron sus padres y su hermana. Había perdido a toda su familia. A pesar de haber estado tres días en coma, sobrevivió contra todo pronóstico.

Rezó conmigo para recibir a Jesús como su Salvador, y le entregué dos afiches que había llevado. Uno de ellos tenía impreso

al dorso un mensaje sobre el Cielo; el otro hablaba del gran amor que abriga Jesús por cada uno de nosotros. También rogué por su curación y prometí volver a verla.

—Joanna —me dijo—, me llega al alma que te preocupes por mí y que hayas venido a hacerme compañía en Nochebuena sin conocerme siquiera.

Solange permaneció hospita-lizada tres meses más. La visité tanto como pude. Siempre le llevaba algún cassette inspirativo de La Familia, como No temas o Para salir vencedor, o le leía la Biblia para animarla e infundirle fe. Cuando la dieron de alta, el milagro que había empezado a producirse en ella durante la Nochebuena se consumó: estaba contenta, sana y restableciéndose de su trauma emocional. /

JoAnnA AdIno ES mIEmBRo dE LA FAmILIA InTERnACIonAL En BRASIL.

JoAnnA AdIno

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LA PELíCULA Joyeux Noël (Feliz Navidad, 2005), del direc-tor y guionista francés Christian Carion, cuenta una historia real ocurrida en un campo de batalla francés la Nochebuena de 1914.

El episodio tuvo lugar durante la Gran Guerra (la Primera Guerra Mundial), en un punto del frente en que había unos tres mil soldados escoceses, franceses y alemanes. Al llegar la Nochebuena, se oyen del lado alemán ecos del famoso villancico Noche de paz. Los escoceses responden enseguida con un acompañamiento de gaitas. Al rato, los tres ejércitos entonan al unísono la misma canción desde sus respectivas trincheras, a cien metros de distancia. Imagínate a los combatientes cantando en tres idiomas desde las mismísimas trincheras que apenas unas horas

Joyeux

NoëlCURTIS PETER VAn GoRdER

«Sin enemigo, no hay guerra».

antes habían sido escenario de una brutal matanza. ¡Qué contraste!

Persuadidos a darse tregua por la letra de aquel añorado villancico, los bandos enemigos se atreven a salir de sus trincheras y acuerdan un cese del fuego extraoficial. En ciertos tre-chos de la línea del frente, la tregua navideña llega a durar diez días. Los enemigos intercambian fotografías, direcciones, chocolates, champaña y otros pequeños obsequios. Descu-bren que tienen más en común de lo que imaginaban, incluido un gato que merodea de una trinchera a otra y entabla amistad con cualquiera, si bien ambos bandos insisten en que la mascota les pertenece.

Los otrora enemigos se esfuerzan por comunicarse como mejor pueden en el idioma del otro. El teniente alemán, Horstmayer, dice al francés, Audebert:

—Cuando tomemos París, todo habrá terminado. ¡Luego espero que me invites a un trago en tu casa de la Rue Vavin!

—No te sientas obli-gado a invadir París para que te invite a un trago en mi casa —replica Audebert.

La amistad que se forja aquella noche entre los bandos opuestos no

tiene nada de superficial. La mañana en que acaba la tregua de Navidad, ambos bandos se advierten mutua-mente cuando se enteran de que la artillería está a punto de lanzar un ataque. La camaradería que surge entre ellos cala tan hondo que se sabe que ambos lados incluso llegaron a cobijar soldados enemigos en sus trin-cheras a fin de protegerlos del peligro.

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¿Qué produjo tan inverosímil transformación? Todo comenzó con la atracción ejercida en unos y otros por la música navideña.

Ese incidente nos recuerda que la guerra es un mal que tiene remedio. Se trata de dejar de satanizar a nues-tros enemigos y aprender a amarlos, tal como Jesús nos conminó a hacer (Mateo 5:44). Claro que del dicho al hecho hay largo trecho, pensarán algunos; pero eso no quiere decir que sea imposible. Dejemos de lado las distinciones de raza, color y credo y tomemos conciencia de que todos los seres humanos tenemos necesidad de amar y ser amados. Si nos esme-ráramos para conocer más a fondo a personas con las que aparentemente no tenemos ninguna afinidad, quizá nos daríamos con la sorpresa de que en realidad tenemos bastante más en común de lo que pensamos.

Jesús enseñó a Sus seguidores: «Bienaventurados los pacificadores, porque serán llamados hijos de Dios» (Mateo 5:9). Contextualizando esta frase, en aquel entonces la tierra de Judea se encontraba sumida en el caos político. Las fuerzas de ocupa-ción romanas aplastaban despiadada-mente toda resistencia. Empeñado en deshacerse del recién nacido Príncipe de Paz por considerarlo una ame-naza personal, el rey Herodes, que gobernaba la región con la anuencia del régimen romano, había decretado la matanza de todos los pequeñitos nacidos en el pueblo de Belén. Jesús, durante Su ministerio público, corrió peligro en numerosas ocasiones. Los dirigentes religiosos de Su propio pueblo, movidos por la envidia, pro-curaban librarse de Él.

No obstante, pese a todo el odio que el Diablo descargó contra Jesús,

el amor triunfó. Al término de Su vida terrenal, cuando Sus enemigos por fin consiguieron echarle mano y crucificarlo, dio la sensación de que lo habían vencido. Sin embargo, tres días después se llenaron de consternacion: Jesús salió victorioso del sepulcro y nos hizo la promesa de que por medio de Él nosotros también seríamos resucitados para vida eterna.

Si se tiene en cuenta que la Primera Guerra Mundial duró más de tres años luego de aquel episodio y se cobró casi veinte millones de vidas, y que desde entonces se han librado otras 150 guerras, que sega-ron la vida de incontables millones más, uno podría concluir que aquel gesto de amistad y buena voluntad en la Pascua de 1914 fue en vano. A los soldados que participaron en la tregua se los castigó con severidad. A fin de garantizar que el incidente no se repitiera, en la siguiente Navidad sus superiores ordenaron bombardeos mucho más intensos. Aun así, hubo informes sobre incidentes simila-res. En todo caso, más allá del éxito o fracaso de esos casos aislados de confraternización, esta historia de paz en medio de la guerra sigue viva y continúa derribando las barreras que enconan a quienes podrían ser buenos amigos. En definitiva, es un testimo-nio del poder del amor de Dios, que es la esencia de la Navidad. /

CURTIS PETER VAn GoRdER ES VoLUnTARIo dE LA FAmILIA InTERnACIonAL En EL mEdIo oRIEnTE.

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¿BUSCAS PAZ?

EN BRAZOS DE JESÚS

En brazos de Jesús,

bajo Su tierna faz,

encontrarás la dicha

y tu alma tendrá paz.

FRAnCES CRoSBy (1820-1915)

«¡GLoRIA A dIoS en las alturas

—proclamaron los ángeles la noche en que nació Jesús— y en la Tierra paz, buena voluntad para con los hombres!» (Lucas 2:14).

Aunque la humanidad lleva miles de años aspi-rando a la paz, y esta nunca se anhela tanto como en Navidad, todavía se nos escapa de las manos.

Actualmente en casi todos los continentes siguen produciéndose cruentas contiendas. Como decía una conocida canción de Pete Seeger de los años sesenta: «¿Qué pasó con las flores? [...] ¿Cuándo aprenderán? ¿Cuándo aprenderán?»

La paz auténtica en todas las esferas —tanto en el terreno internacional como en el personal— es hoy más difícil de alcanzar que nunca.

En la Biblia la palabra paz es mucho más que un antónimo de hostilidad. Lleva aparejado el sentido de salud y bienestar. Dos términos hebreos expre-san el concepto de paz en el Antiguo Testamento: shalom (paz) y shalem

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¡PARA ESO FUE!dAVId BRAndT BERG

nInGUno dE noSoTRoS puede llegar a comprender lo maravilloso que es Dios Padre. Hasta tal punto escapa de nuestra comprensión que tuvo que crear un Ser capaz de enseñarnos Su amor, alguien que estuviera en nuestro mismo terreno, a quien pudiéramos ver, a quien alcanzáramos a percibir con los sentidos, que bajara a Dios y lo pusiera a la altura de nuestro entendimiento, un Hombre que fuera como Él, a quien llamó Su Hijo.

Dios entregó Su amor al mundo entero. No obstante, te ama tanto que te concedió Su más valiosa posesión, lo que más amaba, a «Su Hijo unigénito», para que tú llegaras a tener vida eterna (Juan 3:16). Te ama con mayor intensidad y profundidad de lo que se puede expresar con palabras. No hay forma de comprender el amor de Dios; es demasiado grande, sobrepasa todo entendimiento (Efesios 3:19). No puedes hacer otra cosa que acogerlo y sentirlo en tu corazón.

Precisamente para eso vino Jesús al mundo: para que llegases a conocer el amor de Su Padre. ¡Para eso fue! /

Si todavía no has aceptado a Jesús como tu Salvador, pídele ahora mismo que entre en tu corazón y te dé amor, vida, libertad, verdad, paz, abundancia y felicidad, en este momento y para siempre. Simplemente haz la siguiente oración:

Jesús, gracias por morir por mí. Te ruego que me perdones los errores que he cometido. Entra en mi corazón, concédeme la vida eterna y llévame a entender mejor Tu amor. Amén.

(salud o plenitud). La palabra paz incluía los conceptos de paz interior (espiritual y emocional), salud, abundancia y armo-nía con la vida en todo aspecto, incluso en situa-ciones borrascosas en que los sobresaltos y contrarie-dades atentan contra todo género de paz.

En el Nuevo Testamento se emplea más de cien veces la palabra griega eirene para describir la paz, tanto en sentido figurado como literal. Por ejemplo, la expresión «ve en paz» significa «abrígate y come bien» (Santiago 2:16). La noche antes de Su cruci-fixión, Jesús dijo a Sus dis-cípulos: «La paz os dejo, Mi paz os doy. [...] No se turbe vuestro corazón ni tenga miedo» (Juan 14:27).

Al igual que en el Anti-guo Testamento, la paz es mucho más que una simple ausencia de conflicto en la sociedad. Es una sensación muy viva de bienestar inte-rior que procede de Dios y que, como un bien pre-ciado, se nos concede a los que aceptamos a Jesús, el Príncipe de Paz, sin el cual no es posible la paz verda-dera. Tú también puedes disfrutar de esa paz, tanto en lo personal como en tus relaciones con los demás.

La paz de Dios, que sobre-pasa todo entendimiento, es algo sumamente con-creto y práctico. ¡Puedes acceder a ella hoy mismo! No hace falta que esperes a que se establezca la frágil y efímera paz humana.

Por más que en el mundo reinen el desorden y la confusión, puedes gozar de paz interior gracias al Príncipe de Paz. Aunque a tu alrededor haya guerra, agitación y caos, puedes permanecer inmune a todo eso interiormente.

¡Jesús nunca duerme! Está siempre en vela, junto con Sus ángeles. Conoce cada cabello tuyo. Todo está en Sus manos. Dice un himno clásico: «Me esconde Jesús en el firme peñón que sombra a la tierra le da y me hace vivir amparado en Su amor, seguro y a salvo del mal».

Él es tu paz. Tu ayuda proviene de Él. En Él está tu confianza. Debes deposi-tar tu confianza en Jesús, la base más sólida que puede haber.

Esta Navidad Jesús ofrece a cada persona de la Tierra auténtica paz y consuelo, vida y amor eternos. Todo ello viene incluido en el regalo de salvación que nos hace, cuyo valor es incalculable. /

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¿Qué puedes regalarme, a Mí, Rey de reyes y Señor de señores, que establecí Mi trono en el Cielo y tengo la Tierra por estrado?1 ¿Qué regalo puedes hacerme a Mí que lo tengo todo? ¿Qué podría hacerme falta? Pues obsequios que broten de tu corazón. Cualquier cosa que me obsequies de todo corazón es un regalo que Yo aprecio enormemente.

He dotado a cada persona de una combinación única de dones, talentos y habilidades. Algunas son a simple vista habilidades naturales; por ejemplo, una mente aguda o inquisitiva, o la aptitud para realizar determinado tipo de trabajo. Otros son dones del espíritu que se manifiestan claramente en lo físico, como el magnetismo personal, unos ojos cautivadores o una hermosa sonrisa. También están los dones del espíritu que a menudo pasan inadvertidos, pero que en muchos casos tienen mayor alcance, como el don de la humildad, el del optimismo, el de la compasión y el de la abnegación. Luego está uno de los dones más importantes que hay: la capacidad de dar y recibir amor. De ese don, todos reciben al menos cierta medida. Está

DE JESÚS, CON CARiÑO

¿Qué me darásde regalo?

1 1 Timoteo 6:15; Isaías 66:1

directamente ligado a la similitud que todo ser humano tiene con Dios. Deriva del hecho de que todos fueron creados a semejanza Suya. Sean cuales sean los dones que has recibido, todos se complementan a fin de hacer de ti una persona de mucho valor a Mis ojos.

Te doté de todos esos magníficos dones con el objeto de enriquecer tu vida y la de los demás. Mas de ti depende lo que hagas con ellos y hasta qué punto decidas aprovecharlos. Nada me pone más contento que ver que los usas en beneficio de los demás y en aras de su felicidad. Cuando lo haces, me devuelves los favores que te he concedido. Sucede entonces algo maravilloso: tus dones y talentos aumentan, se multiplican, y ese amor que te estimuló se extiende de corazón en corazón hasta retornar a ti.

¿Qué puedes darme, pues, esta Navidad y a lo largo del próximo año? Emplea al máximo lo que tengas, las cualidades de las que te he dotado. Ese será el regalo perfecto para Mí.