Conde, Carmen - Recopilacion Poetica II eBook

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R R e e c c o o p p i i l l a a c c i i ó ó n n P P o o é é t t i i c c a a I I I I

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IIII

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Carmen Conde Abellán

(Cartagena, 1907- Madrid 1996)

INDICE Introducción..................................................3 Recopilación Poética II ................................4

Poesía Infantil-Juvenil ..........................48 El Arte en la Escuela ............................49

Índice General.............................................73

buxara LibrosLes, 2007

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INTRODUCCIÓN

Con motivo de su centenario, quería hacer una recopilación de la poesía de quien tanto ha aportado al acervo de la literatura feme-nina española.

Esta es la continuación de la compilación de la obra de esta autora disponible en la red iniciada con Carmen Conde, Recopilación Poética. En este segundo volumen se aglutinan los poemas cuya adscripción no figura en las fuentes, con un apartado específico para la poesía infantil-juvenil y la primera parte del ensayo Arte en la escuela, que forma parte de su estudio Por la escuela renovada (publicado originalmente en 1931 y posteriormente reedi-tado en 1978 por la Universidad de Murcia).

buxara, agosto 2007

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AUNQUE TE DIGA QUE NO, EMPÉÑATE EN SÍ…

Aunque te diga No, empéñate en Sí, y si te empujo, procura tú vencerme. Así que te rechace de mi vida azotará mi espíritu el perderte. ¡Intuyo que una hoguera tan perfecta nunca nadie podría ya encenderme...! Y es duro y es cruel que yo batalle quitándote de mí. Resueltamente cortándome de ti, para librarme de este sordo luchar en que me vences. Sólo pienso en ti. Repito tu presencia en un continuado nacer de tus palabras. Imágenes que son imágenes ya fijas de tanto recordarlas me turban y enloquecen. Te veo como un día que fuiste una brevísima criatura sorprendida por labios repentinos. Te veo en alta noche, temiendo que tus ojos

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mintieran por amor que era yo la que buscabas.

Oh, cómo te contemplo, oh, cómo te persigo; das vueltas en el aire en rueda que no para! Yo sólo pienso en ti. Te odio. Te deseo. Libértame de verte en todo lo que miro; auséntame de ti, martirizante imagen, ¡que te ven en mis ojos anhelantes, los ciegos! Tus ojos son las fuentes donde beben los

tigres, que cuando tienen sed no respetan las selvas; y arrancan, mientras rugen, esas flores

sencillas que entre el romero mueven su poderoso olor. A tus ojos se vuelcan las entrañas del monte, y por nacer en ellas, oh, líquido delgado, consienten que las lenguas vellosas de las

fieras, lamiéndolos con furia, sequen ríos de ojos.

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Tanto como el romero florido, cuyo aceite persistirá en la piel de los fieros sedientos, huelen cortas raíces y esbeltos anticipos de las flores oscuras del secreto deseo... La luna se deshoja como un ave en tu agua. A los tigres con celo esa luz los persigue como loco fantasma de una caza suprema que en el río, tus ojos, es posible alcanzar. Tengo frío ante ti. Porque fuentes tan frías no se encienden sin ángel que su calor

otorgue. Y ese ángel que a ti, a tus charcas bajara, no lo oigo cantar ni lo siento fluir. ¡Ah, tus tigres con sed! Déjalos que nos beban, y cuando ya mi boca reseca se deshaga, suéltalos sobre mí, no detengas su ataque: ¡para tus fieras tengo una cierva en mi cuerpo! Dejarte perder me duele, porque duele en la

tierra

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que una raíz se seque sin romperse en el tallo y alumbrar en la flor, para que el aire sepa lo que la tierra sabe, porque tuvo raíces. Resignarme a que fluyas por otros cauces, me

duele; porque yo soy un cauce del grueso de tu

fuente. Y para correr en otros tendrás que

derramarlos o que volcarte hondo, rompiéndolos por

dentro. Es que soy tu medida, es que ninguna tierra será capaz de darte lo que yo te daría, si en lugar de negarme a que germines, corras, yo te hiciera mi agua, calentara tu grano. ¡Qué delirio de fuerza que se opone a tu

empuje; qué frenética para que no quiere cedérsete!

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DESIERTO SÁJARA

Sí. Yo tuve un mar sobre mi arena. Un mar grande sin límites, compacto. La tierra de oro que abrasa soledades estuvo henchida augusta del mar que ya no

soy. Picaban gaviotas mi cuerpo remeciente, movíanse las naves arriba de mis olas. Pues yo era el mar que hervía sobre la arena

rubia, la arena saturada que hoy clama por su agua. ¡Oh el mar aquí fantasma, el mar que finge el

viento, desmelenando dunas, al aventar mi arena!

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¡Ay mar del agua espesa, la que corpórea y dura

ansían caminantes de mi desierto blando! ¿Qué arcángeles de fuego evaporar pudieron tanto mar que hube, llevándolo a un abismo? Es mi arena abrasada la más sedienta boca que clama por un agua que le bebieron dioses. Los hombres me caminan, soñándome

poblado de aquel mar que fue mío, el mar sobre el

desierto. Yo les mullo mi carne, les recibe mi arena y se quejan de sed junto a mi sede sin huelgo. ¡Ay mar de mi génesis, el mar que me

escurrieron a una zanja de llamas: cuánto pesa la arena!

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DIOS Y EL MAR

Como nadando, abandonada el agua gruesa del mar. O mejor que si nadara: flotante en ondas firmes, en ondas fuertes, en la inmensa ola azul que se juntara con otra inmensa ola azul. Hasta los cielos. Así, en tu mano. Igual que en el mar, en la mano tuya: abierta, infinita mano, ilimitada, que sostiene mi cuerpo sin tensión… Tu, el mar. El mar, tu. La ola, tu mano: la mano, tu ola. Abandonándome a los dos, ciega

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y sorda y vuestra. Con fe. ¡No hay peligro de ahogarse, ni de morir sin alegría de que la muerte no sea bellísima liberación hacia Tí! El misterio de la confianza reside en nadar, en flotar, en abandonarse plenamente a Tí, solamente y eternamente a Ti, al mar.

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DOMINIO

Necesito tener el alma mansa como una triste fiera dominada, complacerle con púas la tersura de su piel deslumbrada en mansedumbre. Es preciso domarla, que su fiebre no me tiemble en la sangre ni un minuto. Que la aneguen los fuegos del aceite más espeso de horror, y que resista. ¡Oh, mi alma suave y sometida, dulce fiera encerrándose en mi cuerpo! Rayos, gritos, helor, y hasta personas acuciándola a salir. Y ella, oscura.

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Yo te pido, amor, que me permitas acabar con mi tigre encarcelado. Para darte (y librarme de esta furia), una quieta fragancia inmarchitable.

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DISTANCIA

No te busco, mi amor, estás muy lejos. Te retengo en mi ser igual que a sangre. Camino y agoto estos pobres pasos Y te llevo conmigo: vas muy dentro. Me duele que parezca que te has ido O que finges ausencia por dolerme. Lo tanto que te quise cuenta y pesa Y yo me regocijo por estar sufriendo. Quisiera recobrarte sólo un día, Un día que durara como muerte. Qué puedo hacer sin ti, cómo te amo De otro amor que este mío que conservo? No te busco y estás como estuviste: Nuestros cuerpos en uno que no existe.

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FUGA EN LOS JARDINES

Las más jóvenes, deseándoos, avanzan por estas avenidas de árboles fragantes. Evaden primavera que a las flores oxida con un ardor oliendo a frutas, a corceles. .. ¡Qué salvaje presencia la de las hembras

púberes entre glicinias cálidas, entre celindas vívidas! Exigen que las amen, que las sigan corriendo para volcarles júbilos sobre la orilla ebria. ¡Muchachas, corred más: corred hasta la

aurora! Estos grandes varones de los pechos revueltos ansían desgranaros, ¡oh mazorcas crujientes!, con su hambre de bocas y su hambre de

frutos.

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Hasta el río, que es tajo delimitando sueños, huele a amor ya festines... Han temblado los álamos al estallar unánimes los oscuros latidos de dobles ruiseñores. Los regazos del musgo, el frior de los juncos, contemplando el encuentro aceleran su verde. Es un cántico trémulo, en gargantas sorbido por el amor abierto en mitad de la selva. ¡Corred siempre, muchachas, que el seguiros

excita el ardor de cogeros, suyas todas, a hombres que de fieros esgrimen el ademán tan sólo! Y envolveos en ropas de blanco lino puro para mojar con ellas esos cuerpos calientes, y amanecer ceñidas, ante el amor que vibra, por el celo del agua posesor de las vírgenes.

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ENTREGA

Guardaré mi voz en un pozo de lumbre y será crepúsculo toda la vida. Ya girarán más leves los cuchillos porque no encontrarán dónde herirme. Erguida de rocíos negros, para ti cantaré. ¡Que no me busquen los sin vista, que no me llamen los ahogados, que no me sientan los que huyo! A mi soledad de reflejos, amor, sólo tú.

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HAY DOLORES FLUIDOS

Hay dolores fluidos, del color de la sangre, que transcurren del pecho dulcemente,

ligeros. Y hay dolores oscuros, sinuosos, tan lentos que poco a poco empapan hasta un

henchirnos ebrio Dolores de locura, como vinos malditos que nos arrojan, ciegos, a la plétora turbia de una angustia sin ley, sin un fin, sin un eco! ¿Y ese dolor viscoso, como un líquido negro, y espeso y resbalante, sangre densa, ya

muerta, que avanza por el suelo de nuestro ser..., que avanza y deja frío el marmóreo piso

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que somos, rezumándolo, los que estamos dolientes;

Dolores que acribillan esta piel vulnerable del alma en desamparo, cuando Él no la

escuda; dolores que nos hacen poco a poco

insensibles, dolores sin un pliegue, dolores de coraza. ¿Y ese dolor compacto, cuajarón de betunes que el fuego derritió y ahora va despacio, dejándonos teñidos de una noche sin alba? ¡Ese dolor del preso, del que espera su muerte cogido por grilletes, por cadenas sin quiebro! Ese dolor del cuello que se espera tajado por un hacha que corta aunque una madre

rece. Ese dolor tan ancho, tan creciente, es el mío: el que mi nuca sufre quedándose sujeta por la masa de sangre negra, muerta,

incesante...

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¡Parad el mundo ciego, paradlo en la mañana de una mañana abierta como una rosa entera! ¡Pararos, por piedad, que mi dolor se vuelca y toda soy un charco de gritos de agonía!

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INDESCRIPTIBLE

Esperar es peor que nacer, porque solamente espera el que se muere de esperar sin hacerse con la vida otra cosa que esperar. El esperarte. Y atada a esa tu espera que me gasta y que gasta tu vida sin traerte, aquí me estoy muriendo de ansiedades porque cabe, tremenda, esta esperanza. Cada día, ¡oh tú que te retrasas! sin saber que nos vamos alejando, es menor la distancia irreparable de pensar, de esperar, que nos aleje.

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Y aquí sigo esperando, nada intento por huir al tormento de tu espera. Ya no sé si allá fuera de mi vida quedan otros o no, queda quien ande! solamente por ti, por cuando llegues, a solas esperándote te espero.

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INQUIETUD

¿Dónde se guarda la estrella mía, mi cristal de amor? La noche me niega su torso de aurora y vamos extrañas, desprendidas, sin coincidir jamás. ¿Para qué, si a nada le soy amor soy yo amor en lo desconocido mío? Y esta ternura que ciñe mis hombros, que entolda el oro de mi corazón, ¿Para qué, si estoy buscando el agua y sólo conozco el eco de la fuente?

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JARDÍN DE EL ESCORIAL

Aquí siempre hay silencio, quizá porque la piedra

el mas hondo reposo rezuma para el alma. Los siglos a oleadas vinieron a romperse bajo la indiferencia erguida de las tapias. Es un jardín sin flores. El boj lo puebla todo, se ciñe silencioso con una entrega noble al ángulo de ojos que es proa para el

Monasterio, enfrente de la verde muchedumbre del

bosque. Los montes lo rodean, en un costado abriendo la intensa claridad del límite ambicioso.

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Las sendas cogen pueblos, y hay un monte dorado

cerrándose el amplio paisaje silencioso. El tiempo cambia pájaros: cigüeñas,

golondrinas, y hasta los negros cuervos acuden al jardín. Lo vuelan, lo rodean, y emprenden dilatadas distancias sobre el mar, hasta volver aquí. Las bolas que rematan las formas de la piedra en boj se reproducen con redondo verdor. Hay fuentes que no manan, muy cerca ya del

polvo, y en la huerta de abajo los magnolios en flor. No sé cuantas ventanas se nutren de paisaje. Hay muchas que no abren jamás sus puertas

verdes. Hay otras que responden a estancias de

sosiego, mas otras que señalan las tumbas de los reyes.

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Todo se nos olvida cuando aquí nos anclamos. Las nubes y los montes se mueven y hasta

nadan, El mundo está muy lejos, apenas se le siente. La realidad se inviste de tersas campanadas. De oro con el sol y gris cuando atardece. Un pasado que cuenta con la vejez de piedra, Aquel que nada tiene en sí, se desmorona. Pero al que aspira al cielo le sostiene la tierra. Aquí la tierra es dura, hostil y siempre seca. El frío abrasa el mundo, el sol se lo incorpora. Pero el que tiene espíritu, lo vence: así señala su paso noble y firme en el suelo, en la aurora. ¡Sólo el que va de paso el jardín no se entrega, ni lo envuelven los bosques con su silencio

claro! La adusta majestad del pueblo no le imprime el señorío intangible de su carácter raro. Yo aquí pude sacar lo mejor de mi vida.

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Aprendí a conocerme, a saber lo que quiero. Y no puedo alejarme, para nunca perder esta seguridad de la Tierra y del Cielo.

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LÍMITE

Esfera ceñida de esferas que no pueden escaparse de la esfera única. Manos esféricas ciñéndose a unas piernas que se abrazan redondas, perfectísimas. Si esta esfera que soy ya, que fui yo

siempre, desgajara de sí un anillo y lo arrojara, se caería cogido por su extremo, prolongándose hasta pisar el polvo. Ondularía siglos, y su música subiría por temblores a la esfera que le retiene siempre jamás, tan suyo.

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Sería vertical, hasta que un siglo la curva reclamara ser redonda desde un albor sin ritmo. subiría otra vez a ser anillo, anegándose por amor de querencia inmarchitable, en la esfera total. Yo he sido anillo tembloroso al caer, y erguida me dejaba correr desde los tiempos... Mas la esfera sintió que al fin mi esencia debía descansar en lo redondo.

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LO INFINITO

Tú vives en el alba. Los pájaros te aclaman. De túnicas de aves te viste la alegría. ¡Qué aurora la que exaltas! ¡Qué noble luz la tuya! Te escuchan las mañanas y las noches porque eres como un cirio, porque eres como un corzo. Sentirte a ti que pasas rozándome las rosas y los ayes... Doler en tus rodillas, estrujada por riscos y malezas. Y que un céfiro de alondras venga dulce, que tú llegues aventando mis heridas... Ser mujer y tuya, ¡qué inefable fundirse la conciencia entre tus brazos!

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MADRE

1. RECUPERADA

Sí. Eres el hueso de mi madre, pero tu voz ya no es su voz tampoco. La memoria de ella te rodea... ¡Su joven estatura, su alegría, aquel ímpetu que me dio la vida! su palabra fue marcando mi camino. Y aquella voz tan alta y vibradora llega muerta dentro de tu voz. ¿Y tus cabellos...; dónde tus ojos? ¿Dónde el brillo de la luz que me

alumbrara?

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Están secos como frutos sin estío. No los veo ni me guían ya tus ojos. ¿Estos son los pechos que yo tuve en mis labios sin la voz con que los

nombro? ¿Es el cuerpo que me hizo, esta traza de carne ya dormida...? ¡Pesas poco, madre! En mis duras piernas yo te mezo, en mis brazos te recuesto como a hija. Te responden maternales las entrañas que me diste. ¡Cuánto dueles! Cual un parto me desgarra tu vejez inesperada. A tu lado hay una sombra de mi sangre... El amor con que me hicisteis aún resuena en mis arterias.

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Fue tu tronco el más caliente a mi contacto.

Siempre anduve yo cubierta con tu apoyo. La conciencia, la lealtad, la fortaleza ante la vida son las tuyas. ¡Y ahora vienes como un niño ante mis

ojos: no sonríes ni esperas nada!

2. APAGADA

Los senos flotan cual hojas secas en el agua.

Senos arrugados, vergonzantes, casi huidizos...

¡Oh senos de las madres viejas, ayer henchidos de vida, rezumándonos la vida blanca, espesa y dulce, de la leche!

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Con besos los cerraban nuestros padres. Con suspiros velaron cuando novios los pequeños volcanes de los senos. Grandes flores tersas, bienolientes, emergían en las nupcias, con su cándido iniciarse en el amor. Son palomas, les dijeron. Estos senos son

palomas. Las manos se ahuecaban por su espuma, desnudándolos... Y debajo del amor estaba el hijo: otra boca que prendía su contacto

vacilante a los picos, a las alas de los senos.

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3. MI LLAMA

¿Es que sabe mi madre de dónde trajo mi vida?

Se encontró conmigo un día como con una tormenta.

No sabría tampoco qué hay que hacer con el rayo.

Ni si a la lluvia frenética es posible oponerle

una orilla inflamada de llamas. He buscado en torno mío hasta saberme

sola. Antes de mí, en mi raza, no conozco a

otros seres. ¿Quiénes fueron los míos, dentro ya de mi

sangre?

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¿A qué otros mi cuerpo, a qué otros mi alma

continúa en la tierra? Si se lo dijera a ella no sabría contestarme. Tan ajena es mi lengua como le son mis

ojos. Madre, ¿sabes tú por ventura por qué soy así yo, de quién es la nostalgia de tantos paraísos? La poblaría el silencio buscándole en su

entraña la raíz de las mías, y el hontanar violento que manó mi corriente como un corcel de

espuma. Entonces se podría escuchar la distancia que entre nosotras hay, siendo ella mi

origen.

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Una madre es la cueva de donde arranca el río.

Una madre es la tierra por donde corre el agua.

Pero el río..., ¡va tan lejos a buscarse océanos!

Y la tierra: en lo hondo, silenciosa, ignorante,

encima de otra tierra que también desconoce.

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NOSTALGIA DE MUJER

Mil años ante Ti son como sueño. Como de aguas el grosor de una avenida. Hierba que en la mañana crece, florece y crece en la mañana aunque a la tarde es cortada y se seca. ¿Qué es el tiempo ante Ti, qué son los

truenos que blandes contra mí cuando me

nombras? Pavor siento a tu idea, te veo hosco mirándome en la lumbre de tu Arcángel. La espada Tú también, eres el filo y el pomo que se aprieta con el puño.

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Para verte a Ti mismo me has nacido. Por no estar solo con tu omnipotencia. Soy la nada, soy de tiempo, soy un

sueño... Agua que te fluye, hierba ácida que cortas sin amor... Tú no me quieres.

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POSESIÓN

Caías en mí. Eco de tu pesantez mi vida era una canción precipitándose en la eternidad. Inmerso en mi silencio eres el cielo que sostiene un arroyo, que levanta un árbol. En que un lucero corta su voz de eternidad.

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REVELACIÓN

Mi sangre me golpetea resucitándome erguida. Temía vivir sin sueños y es mi sangre la que grita: no vas a retroceder, mantén tu antorcha encendida. Por si creyera que no, su voz airada me grita: que sí, que sí, que ya vas desbordadamente viva. A fuera dolores viejos; se han secado las heridas del tanto penar a solas para dejarte vencida.

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No sé si es la primavera que se siente ya venida o es que me ofrece Dios en vez de espinas, celindas. Canto porque soy dichosa, en milagro conseguida junto a la luz de una tarde que me ha devuelto la vida.

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SUMA TRANSIDA

Encerrarte en palabras... ¡Que tú, tú, quepas en verbos, nombres, y adjetivos intactos! Que yo lo pueda decir todo: lo nuestro, esto que hacemos y estaremos haciendo siempre, eternísimamente: hablar, callar, ser tú y yo siéndonos nuestros. Darte una dimensión humana, representación de ti en la tierra: estatua, color, arrebatado paso, y sereno mirar con esos ojos tuyos y míos: nuestra mirada del mundo.

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Que un día, los mortales sin remedio

sepan cómo tuviste sangre, y abierta pasión por todo; y te diste cantando, sufriendo, a mis brazos locos, y lentos, y débiles, y fuertes, y fríos, y pobres de luz, pero enamorados tuyos. Para saber que has sido verdad, que has sido, ¡pero no eres entonces! Buscar las palabras de cuando no vivas, para que vivas mientras se hable. Dios de dolor, nunca decir podré cómo eres tú, mi amor, amor mío, criatura de glorificación que hallo derramada en océanos, cielos, campos, ríos y árboles; y hasta en palomas tristes que en la aurora ¡te despiertan a mi amor por ti!

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TUS OJOS SON LAS FUENTES

Tus ojos son las fuentes donde beben los tigres,

que cuando tienen sed no respetan las selvas; y arrancan, mientras rugen, esas flores

sencillas que entre el romero mueven su poderoso olor. A tus ojos se vuelcan las entrañas del monte, y por nacer en ellas, ¡oh líquido delgado!, consienten que las lenguas vellosas de las

fieras, lamiéndolos con furia, sequen ríos de ojos. Tanto como el romero florido, cuyo aceite persistirá en la piel de los fieros sedientos, huelen cortas raíces y esbeltos anticipos

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de las flores oscuras del secreto deseo... La luna se deshoja como un ave en tu agua. A los tigres con celo esa luz los persigue como loco fantasma de una caza suprema que en el río, tus ojos, es posible alcanzar. Tengo frío ante ti. Porque fuentes tan frías no se encienden sin ángel que su calor

otorgue. Y ese ángel que a ti, a tus charcas bajara, no lo oigo cantar ni lo siento fluir. ¡Ah tus tigres con sed! Déjalos que nos beban, y cuando ya mi boca reseca se deshaga, suéltalos sobre mí, no detengas el ataque: para tus fieras tengo una cierva en mi cuerpo.

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Poesía

Infantil-Juvenil

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EL ARTE EN LA ESCUELA1

I

Será bueno y será bello investigar la razón de una enseñanza poética. Se enseñaría la Poesía porque ésta influye para perfeccionar y afinar al niño. ¿Existe una teoría pedagógica sobre Poesía? Porque hay teorías exclusivas sobre cosas áridas, aunque precisas y nobles, bien fundamentadas y aquilatadas, de las cua-les el maestro se sirve apoyando su propia ex-periencia.

Digamos ante todo que de la Poesía no pueden existir tratados. El tratado es cosa anti-pática que en los Institutos se llama “Precepti-

1 en Por la escuela renovada, Cuadernos de Cultura. Va-lencia, 1931.

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va Literaria” o “Retórica y Poesía”. Nos refe-rimos al tratado íntimo del alma poética, que tan hermoso bien puede reportar a la infancia. Hay antologías de Poetas, antologías rígida-mente ajustadas al tiempo, que ponen dema-siado cerca a Bécquer de Campoamor. Estas antologías están hechas con un sentido militar de la Belleza: se agrupa por siglos, por escue-las, y no por sensibilidades. He aquí el méto-do para alumnos mayores, de Universidad. Para el niño y la niña que aún orientan su universo entre las vigilantes altezas de los mapas, hay que hacer selecciones de gusto irrefutablemente lírico, si se quiere enseñar la Poesía. Porque la Poesía tiene una importancia enorme en la escuela, donde se enseñan tantas cosas para después, para cuando ya no se está en la escuela.

Se nos ha dicho razonablemente que nada le importa al niño saber quién fue Santa Teresa de Jesús. Y ¿qué le importa conocer a don Sancho el Bravo, a doña Urraca, a don Álvaro de Luna como político o como guillotinado? En esto de la importancia todo depende de

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todo, pues en un tono de humanidad solemne sólo hay tres funciones importantes: nacer, re-producirse y morir. Queda, por tanto, una co-sa en pie: si al niño hay que enseñarle Histo-ria, ¿por qué no enseñarle Poesía? Y no es que nos parezcan ligadas ni un punto siquiera es-tas asignaturas: es que si existe don Sancho el Bravo, existe San Juan de la Cruz. Esto es in-dudable.

En verdad, donde hay que poner la aten-ción es en el maestro antes de acercarnos con miras poéticas al niño. Si el maestro sabe y siente la Poesía, vayamos con él al niño. No son las cosas hechas ya las que interesan, no. Ante todo hay que preparar la sensibilidad. Del mismo modo que en el laboratorio quími-co entramos a preparar los elementos que hemos de combinar, así en el alma sin deno-minador del niño hemos de introducirnos pa-ra elaborar el continente de la Poesía.

Primera vacilación: hoy que se enseña la Historia (por lo menos así debería enseñarse) partiendo de lo actual a lo remoto, ¿hemos de hacer lo mismo con el arte? El niño nacido en

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la edad del cubismo, ¿podrá apreciar el senti-do puramente pictórico, solemnemente geo-métrico del cuadro cubista? ¿Podrá percibir las minuciosas infantilizaciones del poema presente? En realidad, el arte moderno tiende a una aspiración eterna: volver a la infancia. Si comparamos el Arte con el Día, por lo lumi-noso y perenne, recordemos dos versos que no morirán nunca: “Es un día parado en su mediodía”, dice Jorge Guillén meditando en la luz; “Es un día que vuelve a la aurora”, dice Juan Ramón Jiménez, el poeta de todos los meridianos. Cabe en esta afirmación suya un calor romántico que encuadra perfectamente nuestra indagación de la teoría poética esco-lar: el Arte vuelve a su aurora. Para los con-templativos, para los que temen desnivelar el curso de un amanecer o de un atardecido, si cantan, deberá estar parado en su mediodía. Pero el Arte vuelve a la aurora. Así, pues, el niño debe empezar a leer la poesía primera, la poesía infantil, la que, como él, contiene los balbuceos retóricos, los temblores líricos de una estrella recién creada.

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LLAMANDO AL HIJO

Cuando tu me llamas todos los pájaros cantan; la mar y sus caracolas al corazón lo levantan.

Cuando tú me llamas el cuerpo se sobresalta: que es un romero sin sed y no necesita el agua.

Cuando tú no me llamas la vida se me desgana. Se convierte en un erial que ya no produce nada.

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PERO, MI NIÑO ES TAN DÉBIL...

Le dije a la luz: no quiero que la noche me persiga. Y la luz me contestó: lo imposible, no lo pidas.

Quiero que todos me vean porque estoy desconsolada; el amor que era mi vida, la noche siempre lo apaga.

Ya no vendrá por la noche, sólo brillará en el día. Es un amor tan pequeño que necesita alegría.

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Yo puedo quererle siempre, si hace sol o no lo hace. Pero, es un amor tan débil que necesita alumbrarse.

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EL PÁJARO RUISEÑOR

A mi me canta en el pecho un pájaro ruiseñor.

A ti te canta en la boca el beso que te doy yo.

Cuántas aves se reúnen para hacerse una canción!

Abro la mano y espero que se pose el ruiseñor.

Cierras la boca y en ella se mete mi corazón. Cuídalo como yo cuido en mi pecho al ruiseñor.

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ADOLESCENCIA

I

En el Alba de su vida el deseo le surgió en su boca la sonrisa por hallarse ante el amor.

Era niña que vivía hasta en sueños su ardor, y la sangre palpitaba al hallarse con su amor.

Sin el Alba ni en la Tarde ella un día preguntó:

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Si posible era guardar aquel su primer amor.

II

En la Fuente de la vida una niña se bebió mas agua que se podía y en su boca se perdió.

Lloraba triste la niña cantando su dolor, que no hay agua que se quede cerca del corazón.

Junto al río que corría la niña comprendió, que los ríos van al mar para llevarse el amor.

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III

Luego ya más tarde a la niña se ofreció otro río que pasaba y otra vez ella bebió.

El agua que se bebía ahora dentro se quedó en río remansado y de él ella gozo.

Cada río con su agua va diciendo su canción. Como ella la escuchaba el agua se la entregó.

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IV

CUANDO cantas me parece cual que canta el ruiseñor que es el ave que se duele si no encuentra su amor.

Entre las ramas el viento no se canta el ruiseñor: Si la lluvia se derrama es que a ti ya no te oyó.

Cuando cantas entre aves eres tú más que canción; y ya no sé si ave eres o eres tú el mismo amor.

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GALOPARON, GALOPARON…

Galoparon, galoparon sobre arenas de los mares ágiles caballos blancos.

Unos caballos blancos que nunca tuvieron amos. Sobre arenas de los mares los caballos galoparon.

Llevaban las crines sueltas: cabelleras de muchachas que unas túnicas vestían como los caballos, blancas.

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Y qué galopar tan certero, qué crines sueltas al viento en un correr tan ligero

(Si por algo yo lo siento es porque no te vi a ti sobre uno de ellos, corriendo.)

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LA NIÑA EN SU BALCÓN

Estaba la niña sentada sentadita en su balcón. En la mano tenía una rosa y en el pelo llevaba otra flor. Ay, ay, llevaba una flor.

Pasó un gentil caballero Dios sabe por qué pasó. En el cinto llevaba una espada y en la gorra llevaba una flor. Ay, ay, llevaba una flor.

Le cantaron las mozas del pueblo

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Y qué galán es el señor, que del cinto le pende una espada y en la gorra le luce una flor Ay, ay, llevaba una flor.

Él le dice a la niña sentada sentadita en su balcón: "Si tú quisieras, mi vida yo sería tu servidor." Ay, ay, llevaba una flor.

Se levanta la niña contenta y abandona su balcón. A la plaza se baja la niña y al caballero miró. Ay, ay, llevaba una flor.

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"Si contigo me llevas voy para encontrar el amor." El caballero le contesta: "El amor, niña, soy yo." Ay, ay, llevaba una flor.

El caballero a la niña en su caballo montó y los dos se fueron juntos uniditos en amor. Ay, ay, llevando una flor.

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ROMANCILLO DEL RÍO

Junto al río arrodillarse, hundir la mano en su agua; ver resbalar el paisaje en el río, mientras canta.

Corre o va despacio el río, empujan su caminata... qué hermosura la de ir, la de dirigirse hasta

su rumbo final. El agua no es muda, dice palabras. Van sobre su cuerpo, leves: las nubes las soliviantan.

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Qué dulce es arrodillarse, quieto el ademán, extática de la mano en inmersión la cadencia de las aguas.

Acaricia el hondo son de voz que se eleva, canta y entrega con su canción un relieve de manzana.

Véngannos días de amor, véngannos que el río se escapa si no lo detengo yo desde la orilla del alba.

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LA NIÑA OCULTADA

"Cuando yo era como tú..., cuando yo era mas pequeña..." me daba risa escucharte desde mi infancia tan llena de su frágil estatura, con tanto invento allá dentro, que en vano tu te empeñabas en que creyera tu cuento. Que tú, mí madre, decías que fuiste chica también? Daba risa el escucharlo, pero no podía ser.

Niña, tú, que eras tan alta; niña tú, que eras tan recia?

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Oyéndolos me reía de tus dichos, peripecia que no alcanzaba a entender por mucho que te empeñaras. Yo era una niña, muy bien. Tú una giganta. Ya estaba.

Y, de pronto, una aventura: un retrato de tu infancia. Allí estabas tú, pequeña, rodeada de distancia. Te miré, luego el retrato; después te volví a mirar..... Tenías los mismos ojos.... ¿Es que sería verdad? Era verdad, sí, lo era; fuiste niña tú también! Me puse loca de risa, mirándote tan mujer. Luego me miré al espejo, empezando a comprender...

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Lo que tú tenías en mí era tu viejo presente. Y me puse ya muy triste, dejé mi infancia en un marco: éramos las dos iguales. Tomé tu mano en mi mano.

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Fin de la Recopilación

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ÍNDICE GENERAL

Introducción..................................................3 Recopilación Poética II ................................4

Aunque te diga que no, …… ................5 Desierto Sájara ........................................9 Dios y el mar .........................................11 Dominio .................................................13 Distancia ................................................15 Fuga en los jardines .............................16 Entrega...................................................18 Hay dolores fluidos..............................19 Indescriptible ........................................22 Inquietud ...............................................24 Jardín de el escorial..............................25 Límite .....................................................29 Lo infinito ..............................................31 Madre.....................................................32

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Nostalgia de mujer...............................39 Posesión .................................................41 Revelación .............................................42 Suma transida .......................................44 Tus ojos son las fuentes .......................46

Poesía Infantil-Juvenil .............................48 El Arte en la Escuela ............................49 Llamando al hijo...................................53 Pero, mi niño es tan débil....................54 El pájaro ruiseñor .................................56 Adolescencia .........................................57 Galoparon, galoparon…......................61 La niña en su balcón ............................63 Romancillo del río ................................66 La niña ocultada ...................................68