concurso poesía

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La Tía Chofi Jaime Sabines Amanecí triste el día de tu muerte, tía Chofi, pero esa tarde me fui al cine e hice el amor. Yo no sabía que a cien leguas de aquí estabas muerta con tus setenta años de virgen definitiva, tendida sobre un catre, estúpidamente muerta. Hiciste bien en morirte, tía Chofi, porque no hacías nada, porque nadie te hacía caso, porque desde que murió abuelita, a quien te consagraste, ya no tenías qué hacer y a leguas se miraba que querías morirte y te aguantabas. ¡Hiciste bien! Yo no quiero elogiarte como acostumbran los arrepentidos, porque te quise a tu hora, en el lugar preciso, y harto sé lo que fuiste, tan corriente, tan simple, pero me he puesto a llorar como una niña porque te moriste. ¡Te siento tan desamparada, tan sola, sin nadie que te ayude a pasar la esquina, sin quien te dé un pan! Me aflige pensar que estás bajo la tierra tan fría de Berriozábal, sola, sola, terriblemente sola, como para morirse llorando. Ya sé que es tonto eso, que estás muerta, que más vale callar, ¿pero qué quieres que haga si me conmueves más que el presentimiento de tu muerte? Ah, jorobada, tía Chofi, me gustaría que cantaras o que contaras el cuento de tus enamorados. Los campesinos que te enterraron sólo tenían tragos y cigarros, y yo no tengo más. Ha de haberse hecho el cielo ahora con tu muerte, y un Dios justo y benigno ha de haberte escogido. Nunca ha sido tan real eso en lo que tu creíste. Tan miserable fuiste que te pasaste dando tu vida a todos. Pedías para dar, desvalida. Y no tenías el gesto agrio de las solteronas porque tu virginidad fue como una preñez de muchos hijos.

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ANTOLOGIA

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La Tía ChofiJaime Sabines

Amanecí triste el día de tu muerte, tía Chofi, pero esa tarde me fui al cine e hice el amor. Yo no sabía que a cien leguas de aquí estabas muerta con tus setenta años de virgen definitiva, tendida sobre un catre, estúpidamente muerta. Hiciste bien en morirte, tía Chofi, porque no hacías nada, porque nadie te hacía caso, porque desde que murió abuelita, a quien te consagraste, ya no tenías qué hacer y a leguas se miraba que querías morirte y te aguantabas. ¡Hiciste bien! Yo no quiero elogiarte como acostumbran los arrepentidos, porque te quise a tu hora, en el lugar preciso, y harto sé lo que fuiste, tan corriente, tan simple, pero me he puesto a llorar como una niña porque te moriste. ¡Te siento tan desamparada, tan sola, sin nadie que te ayude a pasar la esquina, sin quien te dé un pan! Me aflige pensar que estás bajo la tierra tan fría de Berriozábal, sola, sola, terriblemente sola, como para morirse llorando. Ya sé que es tonto eso, que estás muerta, que más vale callar, ¿pero qué quieres que haga si me conmueves más que el presentimiento de tu muerte?

Ah, jorobada, tía Chofi, me gustaría que cantaras o que contaras el cuento de tus enamorados. Los campesinos que te enterraron sólo tenían tragos y cigarros, y yo no tengo más. Ha de haberse hecho el cielo ahora con tu muerte, y un Dios justo y benigno ha de haberte escogido. Nunca ha sido tan real eso en lo que tu creíste. Tan miserable fuiste que te pasaste dando tu vida a todos. Pedías para dar, desvalida. Y no tenías el gesto agrio de las solteronas porque tu virginidad fue como una preñez de muchos hijos. En el medio justo de dos o tres ideas que llenaron tu vida te repetías incansablemente y eras la misma cosa siempre. Fácil, como las flores del campo con que las vecinas regaron tu ataúd,

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nunca has estado tan bien como en ese abandono de la muerte.

Sofía, virgen, antigua, consagrada, debieron enterrarte de blanco en tus nupcias definitivas. Tú que no conociste caricia de hombre y que desjaste que llegaran a tu rostro arrugas antes que besos, tú, casta, limpia, sellada, debiste llevar azahares tu último día. Exijo que los ángeles te tomen y te conduzcan a la morada de los limpios. Sofía virgen, vaso transparente, cáliz, que la muerte recoja tu cabeza blandamente y que cierre tus ojos con cuidados de madre mientras entona cantos interminables. Vas a ser olvidada de todos como los lirios del campo, como las estrellas solitarias; pero en las mañanas, en la respiración del buey, en el temblor de las plantas, en la mansedumbre de los arroyos, en la nostalgia de las ciudades, serás como la niebla intocable, hálito de Dios que despierta.

Sofía virgen, desposada en un cementerio de provincia, con una cruz pequeña sobre tu tierra, estás bien allí, bajo los pájaros del monte, y bajo la yerba, que te hace una cortina para mirar al mundo.

Tía Chofi - Poemas de Jaime Sabines http://www.poemas-del-alma.com/tia-chofi.htm#ixzz3mxfLgWyn

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MADRE INDIAIGNACIO RUEDA LATASAMe lo escupió como ofensa,y a mi, me supo a alabanza…Tu madre… ¿mi madre qué?Se me tensaron las venascomo cuerdas de guitarra,como cuando alguien mete la manoasí nomás, sin saber tocar.Y tiemblan, vibran, suenan a muerte,-luego se calman-pero en su impulso íntimolate un eco de venganza.Así se me templaron las venasal eco de sus palabras.Tu madre… ¿mi madre qué ?tu madre era india…India sí, pero de pura raza,todo el mundo puede verlolo lleva escrito a clarassobre la tersa vitela del óvalo de su cara,con caracteres incaicossobre un fondo de oro y plata.Un collar de baratijas,le cuelga en su pecho y canta,como un nido de gorrionesque al respirar se le espantanDos arracadas le cuelgande sus orejas con gracia;como si fuesen marcandopoquito a poco las ansiasde que un día mejor que nuncallegue a despuntar el alba.Para rematar,dos trenzas le cubren pecho y espalda;como si los Dioses Indios,hubiesen firmado el acta.India mi madre, ¡Muy india!y larguísimas son sus faldas;que sólo el vientoo la mano de mi padrelas levantan.Tu madre… ¿mi madre qué?sirvió de india en mi casay era para todoscomo una bestia de carga.Para todos sí, lo admito;pero no para el canalla de tu padre

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que mil veces quiso de niña estrujarlay poseerla cuando ya era ¡mujer casada!Para el no, lo juro,lo juro por tata Diosy Santa María del Iquiquemi virgen de la montaña.que si ella fue copo de nieve,mi madre; no le pidió nada.Sobre la piel su cuerpo,no hay más huellaque las de los golpes,que mi padre borrachole propinaba.Mi tata, hay! mi tata..Borracho y todo lo quise,con pasión emocionada.Porque la borrachera de mi padremás grande y más amarga,no era de alcohol,del que llora en el trapiche la caña.Sino del zumo ensangrentadode un refino de mil lágrimas.Borracho, para olvidar.Borracho de ira y de rabia.Borracho y así … borrachosin saberlo la ultrajaba.Mamá, Mamá,como un relicario beso las huellasque hay en tu cara,porque son como cien añosque compasión te hizo mi tata.con la viril iracundiade su hombría pisoteada,sobre el trapiche cruentode una injusticia nefasta.Y no llores Mamá,que ya nadie de Dios ha de matarte el almate defenderé,aunque sea con esta guádua,que aspira a ser andamioy casa de un mundo mejor.Si no, que las cañas nuestra milpa se vuelvan lanzas .Así que asíMe has brindado la ocasiónde estas palabras,anda, sigue tu camino,con tu soberbia de raza,y el mundo de tus prejuicios

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como joroba en la espalda.la vida te ha sido fácily por serlo; inapreciada,ojala que cuando haya problemas(y están cercanos)sepas superar la vidacon valor y elegancia;y temo que sean tus hijosparásitos del mañana,y que si llevan las trenzas ;se ahorquen con ellas por no aguantarlas,La vida para vivirla,hay que sufrirla y amarla,Anda, sigue tu camino,¡pero mide tus palabras!quisiste hacerme una ofensay a mi, a mi me supo a alabanza.Mi madre es india, IndiaIndiaIGNACIO RUEDA LATASA

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Preámbulo de la lobaDebe quedar grabado en la conciencia.que la justicia no es madera que crece en la montaña.y mientras no sea semilla que se deposite en la tierra para que el campesino la cultive,seguirá siendo adorno en la elocuencia.privilegio en las mentes cultivadas.punto de apoyo en la ambición desmedida;porque es la justicia como masa amorfa.que cada quien ajusta a su medida.

La lobaEstá cincelada en mi conciencia, una efigie de barro humedecido,y no en la sola conciencia de mi cuerpo por la inútil protesta enmohecido,sino en la recia conciencia de la idea,en la fuerza de la razón,y en la tibia dignidad que nos rodea.En la efigie de una mujer,de barro dije,porque es la tierra la que nutre sus pesares;es la tierra donde finca sus altares,donde crece el débil y el más fuerte,donde siembran la vida y cosechan la muerte.Mientras canta el cenzontle se trabaja la tierra;mientras toda la flora se cubre de rocío,la tierra se trabaja.La yunta corta el surco cual filo de navaja con la ilusión más santa,que el jornal se termina, cuando el sol ya declinay el cenzontle no canta.Ahí entre la huizachera y entre los matorrales,muy cerca del encino donde la fronda oculta la historia del nagual, ahí vivió Nemecia, su casita de palma tenía como chinámil un cerco de acahual.Fue ahí donde sus cantos arrullaron al hijo, lo vio crecer sumiso y madurar violento, siempre con la mirada perdida bajo el sol.Crisanto era rebelde,creía que era indigna la vida de su pueblo,que era vano el esfuerzo y que era inútil su queja,

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porque en la resolana siempre se confundía su pena con la tierra y su cuerpo con las bestias.y era peor que la bestia, más que todas las bestias, porque dentro de su alma sangraba la protesta.Nemecia era tan mansa como una corderita, era enjuta y pequeña, olía siempre a campo y a la fragancia tenue de las flores marchitas.Era como una espiga entre flores de cactus, y prodigaba su aroma en el sonido de su voz,cual canto de la paloma.Anudaba a sus trenzas la cinta de colotes cobijando sus sueños bajo del toronjil,cuando escuchó muy cerca el angustioso grito,un niño la llamaba corriendo entre el calmil.-¡Nemecia! -le decía- Se llevan a Crisanto porque robó una vaca, que's que’l es abigeo y te lo van a colgar.Lo llevaron pal'cerro, -el niño repetía-, se fueron por la joya y en el amate prieto te lo van a colgar.Mientras lloraba el niño. Nemecia se encrespaba como animal salvaje a punto de atacar.surgiendo el cambio brusco,el cardo por el nardo. pantera por cordera.de la ovejita mansa a la loba matrera.Con la fuerza salvaje y transformada en fiera.se levantó la madre, ya no miró aquel niño que triste suplicaba: ¡Reza Nemecia, reza!¡Reza pa'que la Virgen te oiga, la Virgen es muy buena y a ti te quiere mucho, porque le llevas flores pa'que adorne su altar!-¡No Chamol, ya no hay tiempo pal'rezo!Nemecia ya no pensó en la Virgen, no suplicó a los santos ni dobló las rodillas. Buscó entre los troncones el machete de cinta y bien puesta la razón, .y bien medida la calma, se fajó el corazóny se fajó bien el alma.Ni marañas ni piedras detuvieron sus pasos,conocía bien las brechas porque sus pies enjutos hicieron los caminos.Y cortó esos caminos por los desfiladeros como bestia acosada, la loba azuzada,la garra afilada de una pantera.Rastreando aquel monte no pensaba en nada,olfateaba al hijo.No pensaba en Dios que a las ciervas mansas

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siempre las bendijo.Maldijo las piedras que estorbaban sus pasos,el charco lodoso que torció su camino;maldijo a la mujer que parió la maldad en los hombres,y que amamantó la mente que engendró la codicia.Maldijo mil veces, todas las injusticias.Olfateando cual perro de caza no sintió fatiga ni sintió cansancio,olvidó su sed y olvidó su hambre,escalando el monte y pensando en su hijo.Caminaba y dejaban sus pasos una sombra triste,huella de martirio, huella de dolor.huella de calvario.Caminaba a grandes zancadas con todo el impulso de su amor materno.La guiaba su instinto, su rabia, su fuerza, y el poder que lleva la madre en el alma,como escapulario, clavado en el pecho.Trasudando llegó hasta la loma .frente a aquella turba que arrastraba a su hijo.Levantó el machete y les gritó con rabia:-¡Suéltenlo!-Y retumbó su voz entre las montañas-¡Suéltenlo! ¡Suéltenlo! –Y golpeó en el instinto de las alimañas.Y fue ese grito un impulso, un rugidoque fue rebotando por todas las rocas,por todas las piedras del monte;y se hicieron mil voces,mil voces rugiendo.-¡Suelten a mi hijo, perros del infierno!¡La voz retumbaba por toda la punta del cerro,Por todas las grietas, por todas las cuevas!-¡Suelten a mi hijo, perros del infiemol t b ba Por toda la punta del cerro.· La voz re um a , por todas las grietas, por todas las cuevas.¡Por esos parajes guaridas de zorras, y por las guaridas que reptan las víboras!¡Suéltenlo perros del demonio! Con saltos violentos llegó a donde estaba la reata colgada,y con el machete la partió en pedazos.¡Malditos, mil veces malditos! ¡Malditos de cielo, de tierra y de infierno.Poco vale pa'ustedes un hombre, vale menos aun que los perros, vale menos aun que las vacas.y lo iban a'horcar por justicia, y la justicia no está en las tinajas, y no es nada que puedan guardar en sus arcas.Mijo no robó la vaca, le sangró las patas,

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y fue por venganza.Ustedes humillan y estafan al peón que trabaja por unas migajas.Ustedes han robado muchísimo más que una vaca, y nadie se atreve a colgados, y nadie les sangra las patas.Ustedes han matado toda la esperanza... Sólo han dejado el hambre en la casa, esa hambre que enferma y que cansa.¡Yo soy el pueblo Elías, soy pueblo...no me busques pleito, no me des motivo pa'que arda la mecha que ya está queriendo!Guarda bien tu casa... Guarda bien tus vacas...Y guárdate las ganas de matar a mi'jo.porque muy adentro me punza el coraje,y puede que me anime a encender la mecha.¡Algo había en Nemecia...!¡Ese amor de madre que es amor y fuerza!Toda aquella turba se quedó muy tensa, se quedó en silencio, sintiendo vergiienza, frente a la mujer que estrujó sus torcidas conciencias.Fue así que aquellos maleantes soltaron su presa y se dispersaron...Sólo se quedaron Crisanto y Nemecia, la madre y el hijo.¡Y es que Dios bendijo a las siervas mansas, y a las lobas que llevan la garra en el alma, también las bendijo!YOHUALITA¡Yohuala, hermosa estampa juncal!¡Tienes un corazón legendario y tu alma de chontal!¡Por tus calles empedradas caminó Modesta Ayala presumiendo con donaire sus trenzas y sus enaguas con adornos de percal!¡Mira que te estoy mirando placeando por los domingos, exponiendo tus vendimias con la sonrisa habitual. veo los puestos saturados de marchantes, comprando y vendiendo en náhuatl sus canastas y petates! ¡Cómo lucían tus fandangos y las vueltas por el zócalo,

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en esas soleadas tardes con olor a tamarindos! ¡Te contemplo apresurada con tu falda almidonada; en esas tibias mañanas caminando muy de prisa pues las místicas campanaste estaban llamando a misa! ¡Y te miro Yohualita con tu enagua y tu rebozo,contemplando a la Purísima entre rezos y sollozos! ¡Pero si te estoy mirando en vuelo de mariposas. y pienso que las veo volar, jugueteando con el frío de las aguas cristalinas,del viejo río de San Juan!

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NACÍ LIBRE

CATALINA PASTRANA

Nací libre, y al respirar la libertad

comprendí que era bello vivir.

Vivir aferrada a la verdad que comprende mi existencia

en la infinita medida de todo el universo.

Nací libre, y amé la libertad.Amé la libertad como el cóndoren las nevadas alturas de los Andes,como el ave que cruza en el espacioy que desciende en pazpara posarse entre las copas de los árboles.

Nací libre, en esa dimensión del ancho cieloy en esa inmensidad del mar abierto.Libre tiene que ser mi pensamientopara tocar los nublos, y para cortar el viento.

Quiero sentirme pluma, quiero sentirme ave,desprenderme del suelo y cruzar por el espacio,quisiera ser gaviota para extender los brazosy sentirme en libertad en pleno vuelo.

Vivir en paz, y en esa libertad que el hacedor me ha dado.Vivirla y repetirla a cada paso,pero mi voz se calla…

¿Puedo hablar de libertad frente al hombregolpeado por la estafa, y frente al engaño de palabra falsa?

¡Hablar de libertad cuando la justicia se pone enlas manos que le pagan, es algo que me cansa!

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¡Hablar de libertad frente al ladrón que roba un mendrugo de pan,es algo que me sangra!

¡Cristo Dios, no puedo sentirme librefrente al cansancio de un hombre,y en su inútil esfuerzo sobrehumano!

¡No puedo Señor, hablar de libertadcuando el hambre se está convirtiendo en lágrimas!

¿Cómo hablar de libertad cuando el hermanose transforma en fiera y ataca por la espalda,por la mano parricida que la ataca?

¡Hablar de libertad cuando se pierden los valoresy las cárceles estallan, es algo que me amarga!

¿Alguien se siente libre cuando la razón se calla?

¿Cuándo se confabulan la fuerza y el poder para formar murallas?

¿Puedo sentirme libre cuando está dividida la sangre de mi raza,y cuando el poderoso anula al miserable?

¡Qué triste es la libertad a ese precio,y que desprecio a la libertad sin esperanzas!

¡Cómo hablar de libertad cuando el odiocomprende la dignidad del alma!

¡La pobreza humilla, y humilla la injusticia!¡Pero nos sentimos libres!Libres cuando la codicia ha puesto barreras que nos atan.

Nací libre, pero me siento atada…quizá en la realidad sólo soy un mundo,pero el instinto de libertad me lleva a las alturas,a la brisa del mar, y a la húmeda espesura…

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¡Me lleva a esa tibia oquedad donde el amor anida,y donde el ave canta!

¡Quiero sentirme libre!¡Libre como el cóndor para alcanzar las nevadas alturas de los Andes!¡Quiero sentirme pluma, quiero sentirme ave!¡Quiero ser gaviota en el silencio de todas mis palabras!

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LA HORA DE LA SIEMBRA

Manuel José Leonardo Arce Leal, Guatemalteco.

Y no nos han dejado otro camino.

Y está bien que así sea.

Recibimos el golpe en la mejilla,

la patada en la cara.

Y pusimos la otra mejilla,

silenciosos y mansos,

resignados.

Entonces comenzaron los azotes,

comenzó la tortura.

Llegó la muerte.

Llegó noventa mil veces la muerte.

La labraban despacio,

riéndose,

con alegría de nuestro sufrimiento.

Ya no se trata sólo de nosotros los hombres.

El saqueo constante de nuestras energías,

el robo permanente del sudor

-en cuadrilla, a mano armada, con la ley de su parte-.

Ya no se trata sólo de la muerte por hambre.

Ya no se trata sólo de nosotros los hombres.

También a las mujeres,

a los hijos,

a nuestros padres y a nuestras madres.

Los violan los torturan los matan.

También a nuestras casas

las queman.

Y destruyen las siembras.

Y matan las gallinas, los marranos, los perros.

Y envenenan los ríos.

Y no nos han dejado otro camino.

Y está bien que así sea.

Trabajábamos.

Trabajábamos mas allá de las fuerzas.

Empezábamos a trabajar cuando aprendíamos a caminar

y no nos deteníamos sino al momento

de morirnos.

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Nos moríamos de viejos a los treinta años.

Trabajábamos.

El sudor era un río que se bifurcaba:

de un lado se volvía miseria, fatiga y muerte para nosotros:

de otro lado, riqueza, vicio y poder para ellos.

Sin embargo,

seguimos trabajando y muriendo siglo tras siglo.

Pero ni aun así se ablandaban sus caras frente a nosotros.

Vinieron con sus armas

y sus armas vinieron a matarnos.

Y no nos han dejado otro camino.

Y hemos tenido que empuñar las armas

también nosotros.

Al principio eran las piedras,

las ramas de los árboles.

Luego, los instrumentos de labranza,

los azadones, los machetes, las piochas,

nuestras armas.

Nuestro conocimiento de la tierra,

el paso infatigable,

nuestra capacidad de sufrimiento,

el ojo que conoce y reconoce cada hoja,

el animal que avisa,

el silencio que aprieta las quijadas.

Esas fueron primero nuestras armas.

No teníamos armas.

Ellos sí que tenían:

las compraban con nuestro trabajo

y luego las usaban contra nosotros.

Ahora tenemos armas:

las de ellos.

Cuando vinieron nocturnos a matarnos

les salimos al paso,

caemos como rayos

y tomamos las armas,

agarramos las armas.

Cada fusil cuesta muchas vidas.

Pero son más las muertes que nos cuesta

si sigue en manos de ellos.

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Y no nos han dejado otro camino.

Y está bien que así sea.

Porque esta vez

las cosas

van a cambiar definitivamente.

Están cambiando.

Ya cambiaron.

Cada bala que disparamos lleva

la verdad del amor por nuestros hijos,

por nuestras mujeres y nuestros mayores

y por la tierra misma y por sus árboles.

Y por eso hay mujeres y niños combatiendo junto a nosotros.

Cuando sembramos el maíz,

sabemos que deberán pasar lunas y soles

hasta que la mazorca sonría con sus granos y se vuelva alimento.

Y cuando disparamos nuestras armas

es como si sembráramos

y sabemos

que deberá venir una cosecha.

Tal vez no la veamos.

Tal vez no comeremos nuestra siembra.

Pero quedan sembradas las semillas.

Las balas que ellos tiran solo llevan muerte.

Nuestras balas germinan,

se vuelven vida y libertad,

son metal de esperanza.

Las cosas han cambiado.

Y está bien que así sea.

Hemos limpiado y aceitado el arma.

Echamos las semillas en la alforja y emprendemos la marcha

serios y silenciosos por entre la montaña.

Es la hora de la siembra

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Las manos feasAutor: Rabindranath Tagore

..........................................................................

 Mamá, le dijo el niño, eres hermosa;tu rostro es el trasunto de una diosa.

Sonrójese la madre enternecida,mas el niño, tornando a otras ideas,

añadió con palabra conmovida:pero en cambio tus manos ¡son tan feas!

Calló el niño al mostrar estos decires,pues, replicó la madre: no las mires,si tanto te disgusta contemplarlas…No lo puedo evitar, le dijo el niño,si al palparlas con ávido cariño,

tengo, ¡oh madre!, al instante que apartarlas.

El padre que escuchaba al niño dijo:te contaré una historia, mi buen hijo.

Hace tiempo, dormía un niño rozagante;encendióse el mosquitero,

y las llamas del fuego traicioneroamenazaban la vida del infante.

La nodriza corrió despavorida;más la madre, heroica y decidida,

el fuego dominó a manotadas,salvando de las llamas a su niño,

pero sus manos de blancor de armiño,quedaron sin piedad carbonizadas.

Cuando al final las vendas le quitaron,sus manos deformadas le quedaron…

El niño comprendió, y en un segundo,voló hacia su madre, le besó las manos,diciendo entre sollozos sobrehumanos:

¡no hay manos cual las tuyas en el mundo!

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Fusiles y Muñecas

Juan de Dios PesaCUADRO REALISTA

Juan y Margot, dos ángeles hermanosQue embellecen mi hogar con sus cariñosSe entretienen con juegos tan humanosQue parecen personas desde niños.

Mientras Juan, de tres años, es soldadoY monta en una caña endeble y hueca,Besa Margot con labios de granadoLos labios de cartón de su muñeca.

Lucen los dos sus inocentes galas,Y alegres sueñan en tan dulces lazos;El, que cruza sereno entre las balas;Ella, que arrulla un niño entre sus brazos.

Puesto al hombro el fusil de hoja de lata,El kepis de papel sobre la frente,Alienta el niño en su inocencia grataEl orgullo viril de ser valiente.

Quizá piensa, en sus juegos infantiles,Que en este mundo que su afán recrea,Son como el suyo todos los fusilesCon que la torpe humanidad pelea.

Que pesan poco, que sin odios lucen,Que es igual el más débil el más fuerte,Y que, si se disparan, no producenHumo, fragor, consternación y muerte.

¡Oh, misteriosa condición humana!Siempre lo opuesto buscas en la tierra;Ya delira Margot por ser anciana,

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Y Juan, que vive en paz, ama la guerra.

Mirándoles jugar me aflijo y callo:¿Cuál será sobre el mundo su fortuna?Sueña el niño con armas y caballo,La niña con velar junto a la cuna.

El uno corre de entusiasmo ciego,La niña arrulla a su muñeca inerme,Y mientas grita el uno: Fuego! fuego,La otra murmura triste: Duerme, duerme.

A mi lado ante juegos tan extrañosConcha, la primogénita, me mira:¡Es toda una persona de ses añosQue charla, que comenta y que suspira!

¿Por qué inclina su lánguida cabezaMientras deshoja inquieta algunas flores?¿Será la que ha heredado mi tristeza?¿Será la que comprende mis dolores?

Cuando me rindo del dolor al peso,Cuando la negra duda me avasalla,Se me cuelga del cuello, me da un beso,Se le saltan las lágrimas y calla.

Sueltas sus trenzas claras y sedosas,Y oprimiendo mi mano entre sus manos,Parece que medita en muchas cosasAl mirar cómo juegan sus hermanos.

Margot, que canta en madre transformada,Y arrulla a un hijo que jamás se queja,Ni tiene que llorar desengañada,Ni el hijo crece, ni se vuelve vieja.

Y este guerrero audaz de tres abrilesQue ya se finge apuesto caballero,

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No logra en sus campañas infantilesManchar con sangre y lágrimas su acero.

¡Inocencia! ¡Niñez! ¡Dichosos nombres!Amo tus goces, busco tus cariños;Cómo han de ser los sueños de los hombres,Más dulces que los sueños de los niños!

¡Oh, mis hijos! No quiera la fortunaTurbar jamás vuestra inocente calma,No dejéis esa espada ni esa cuna:¡Cuando son de verdad, matan el alma!

LOS PARIAS

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Salvador Díaz Mirón

Allá en el claro, cerca del montebajo una higuera como un dosel,hubo una choza donde habitabauna familia que ya no es.El padre, muerto; la madre, muerta;los cuatro niños muertos también:él, de fatiga; ella de angustia;¡ellos de frío, de hambre y de sed!

Ha mucho tiempo que fui al bohíoy me parece que ha sido ayer.¡Desventurados! Allí sufríanansia sin tregua, tortura cruel.Y en vano alzando los turbios ojos,te preguntaban, Señor, ¿por qué?¡Y recurrían a tu alta graciadispensadora de todo bien!

¡Oh Dios! Las gentes sencillas rindenculto a tu nombre y a tu poder:a ti demandan favores lo pobres,a ti los tristes piden merced;mas como el ruego resulta inútilpienso que un día pronto tal vezno habrá miserias que se arrodillen,¡no habrá dolores que tengan fe!

Rota la brida, tenaz la fusta,libre el espacio ¿qué hará el corcel?La inopia vive sin un halago,sin un consuelo, sin un placer.¡Sobre los fangos y los abrojosen que revuelca su desnudez,cría querubes para el presidioy serafines para el burdel!

El proletario levanta el muro,practica el túnel, mueve el taller;cultiva el campo, calienta el horno,paga el tributo, carga el broquel;y en la batalla sangrienta y grande,blandiendo el hierro por patria o rey,enseña al prócer con noble orgullo¡cómo se cumple con el deber!

Mas, ¡ay! ¿Qué logra con su heroísmo?¿Cuál es el premio, cuál su laurel?El desdichado recoge ortigas

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y apura el cáliz hasta la hez.Leproso, mustio, deforme, airadosoporta apenas la dura ley,y cuando pasa sin ver al cielo¡la tierra tiembla bajo sus pies!