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Concurso de lectura pública.III Edición

IES Avelina Cerra

Ribadesella2015

TEXTOS PARA EL ALUMNADOTema: de cultura culinaria.

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Texto 1 Caperucita en Manhattan Carmen Martín Gaite.

Su padre, el señor Samuel Allen, era fontanero, y su madre, la señora Vivian Allen, se dedicaba por las mañanas a cuidar ancianos en un hospital de ladrillo rojo rodeado por una verja de hierro. Cuando volvía a casa, se lavaba cuidadosamente las manos, porque siempre le olían un poco a medicina, y se metía en la cocina a hacer tartas, que era la gran pasión de su vida.La que mejor le salía era la de fresas, una verdadera especialidad. Ella decía que la reservaba para las fiestas solemnes, pero no era verdad, porque el placer que le sentía al verla terminada era tan grande, que había terminado por convertirse en un vicio rutinario, y siempre encontraba en el calendario o en sus propios recuerdos alguna fecha que justificase aquella conmemoración. Tan orgullosa estaba la señora Allen de su tarta de fresa que nunca le quiso dar la receta a ninguna vecina. Cuando no tenía más remedio que hacerlo, porque le insistían mucho, cambiaba las cantidades de harina o de azúcar para que a ellas les saliera seca y quemada.- Cuando yo me muera- le decía a Sara con un guiño malicioso-, dejaré dicho en mi testamento dónde guardo la receta verdadera, para que tú le puedas hacer la tarta de fresa a tus hijos.“Yo no pienso hacerles nunca tarta de fresa a mis hijos”, pensaba Sara para sus adentros.

Texto 2 El nombre de la rosa Umberto Ecco

“La cocina era un atrio inmenso lleno de humo, donde ya muchos sirvientes se ajetreaban en la preparación de los platos para la cena. En una gran mesa dos de ellos estaban haciendo un pastel de verdura, con cebada, avena y centeno, y un picadillo de nabos, berros, rabanitos y zanahorias. Al lado, otro cocinero acababa de cocer unos pescados en una mezcla de vino con agua, y los estaba cubriendo con una salsa de salvia, perejil, tomillo, ajo, pimienta y sal. En la pared que correspondía al torreón occidental se abría un enorme horno de pan, del que rugían rojizos resplandores. Al lado del torreón meridional, una inmensa chimenea en la que hervían unos calderos y giraban varios asadores. Por la puerta que daba a la era situada detrás de la iglesia entraban en aquel momento los porquerizos trayendo la carne de los cerdos que habían matado.”

Texto 3 El desayuno Luis Alberto de Cuenca

Me gustas cuando dices tonterías,cuando metes la pata, cuando mientes,cuando te vas de compras con tu madrey llego tarde al cine por tu culpa.Me gustas más cuando es mi cumpleañosy me cubres de besos y de tartas,o cuando eres feliz y se te nota,o cuando eres genial con una fraseque lo resume todo, o cuando ríes(tu risa es una ducha en el infierno),o cuando me perdonas un olvido.Pero aún me gustas más, tanto que casino puedo resistir lo que me gustas,cuando, llena de vida, te despiertasy lo primero que haces es decirme:«Tengo un hambre feroz esta mañana.Voy a empezar contigo el desayuno».

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Texto 4 El castellano viejo. M. José de Larra

¿Hay nada más ridículo que estas gentes que quieren pasar por finas en medio de la más crasa ignorancia de los usos sociales; que para obsequiarle le obligan a usted a comer y beber por fuerza, y no le dejan medio de hacer su gusto? ¿Por qué habrá gentes que sólo quieren comer con alguna más limpieza los días de días?

A todo esto, el niño que a mi izquierda tenía, hacía saltar las aceitunas a un plato de magras con tomate, y una vino a parar a uno de mis ojos, que no volvió a ver claro en todo el día; y el señor gordo de mi derecha había tenido la precaución de ir dejando en el mantel, al lado de mi pan, los huesos de las suyas, y los de las aves que había roído; el convidado de enfrente, que se preciaba de trinchador, se había encargado de hacer la autopsia de un capón, o sea gallo, que esto nunca se supo: fuese por la edad avanzada de la víctima, fuese por los ningunos conocimientos anatómicos del victimario, jamás parecieron las coyunturas. «Este capón no tiene coyunturas», exclamaba el infeliz sudando y forcejeando, más como quien cava que como quien trincha. ¡Cosa más rara! En una de las embestidas resbaló el tenedor sobre el animal como si tuviera escama, y el capón, violentamente despedido, pareció querer tomar su vuelo como en sus tiempos más felices, y se posó en el mantel tranquilamente como pudiera en un palo de un gallinero.

Texto 5 Ella,maldita sea Manuel Rivas

Así fue mi viaje hacia la barra de pan. Porque todo cuanto me dieron cuando mostré la cartilla fue una barra de pan.

Y volví abrazado a la barra. Para mí aquel pan tenía el color del oro. Ahora caminaba con mucho tiento, dando rodeos para encontrar el buen paso. Por nada del mundo podía resbalar y echarla a perder. Fue entonces cuando el hambre despertó. Yo la mantenía entretenida, adormecida, pero creo que despertó al sentir tan cerca el pan. Y, sin pensar, cogí un cuscurro. Y lo dejé ablandar en la boca, demorando, sin masticar. Me sabía a todos los sabores. A dulce, a caramelo, a maravilla. Y ya noté que el día estaba clareando, con la niebla que se alejaba, deshilándose en los árboles.

Y los dedos siguieron agujereándole las entrañas, haciendo bolitas de miga. Andaban a su aire, sin que yo tuviese cuenta de ellos, y llevaban las migas a la boca como si fuese otro quien me las diese. Sí que era un bonito día. Nunca había reparado en los colores que tiene el invierno en Galicia. Con las violetas al borde del camino, los tojos que doran los montes, las flores de los nabales como inmensas alfombras palaciegas.

Otro bocado y los pájaros se ponen a cantar. El mirlo, el pelirrojo, el gorrión, el reyezuelo, la collalba, el herrerillo, el pinzón, la alondra en lo alto. Alegres parientes que no emigran.

Otro pedazo de pan en el paladar y las campanas de Sigrás que se ponen a repicar. No era un sonido fúnebre, como acostumbraban en aquel tiempo. Era un repique festivo, que recorría los campos como una alborada.

El mugir de las vacas y el canto de los gallos parecían himnos de abundancia y de vida. Un viejo apilaba estiércol en el carro, llenando la mañana de un aroma cálido que olía a las cosechas futuras, a cachelos cocidos y a borona, e incluso a las sardinas del mar.

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¡Buenos días, chaval!, dijo Vulto, el viejo vecino que nunca decía palabra. ¡Feliz Navidad!

Aquel saludo cariñoso tuvo el efecto de una bofetada. Vulto era mudo y la Navidad había pasado hacía un mes.Miré hacia abajo. De la barra sólo quedaba un polvo de harina en el gabán. Ante mi casa, lo sacudí como quien sacude un pecado. Abrí la puerta y una docena de ojos, en aquella cueva ahumada, miró con brillo de ansia para mí.-¿Qué te han dado?, preguntó mi madre.-Un pan, dije, Una barra de pan.Para no retrasar más la penitencia, añadí a continuación: Me la he comido entera por el camino. Y dejé caer los brazos, acercándome a ella con desazón, deseando que me golpease muy fuerte.Mi madre me miró de frente, como quien se pregunta en qué momento se estropea la obra de Dios. Pero luego me acercó a su vientre y me secó la cara con aquel delantal que tenía, estampado en flores de manzanilla.Y mi madre dijo : ¡Has hecho bien, hijo, has hecho bien!

Texto 6 “Para hacer una tortilla” Gregorio Toribio

Compra en el mercado,unas patatas nuevas.Con esmero y cuidado,las lavas y las pelas.

Cortadas en daditos,las pasas a la sartény en aceite calentito,las fríes muy bien.

Si no eres muy delicado,y te gusta cualquier olla,será bastante acertado,añadirle una cebolla.

En un recipiente aparte,bates muchos huevos.Permíteme recordarte,que deben ser frescos.

Un chorreón de leche,le pone el que sabe.¡Vale! Lo añadimosa los huevos batidosy estará más suave.

De la sartén sacamos,la cebolla, las patatas,con huevos mezclamos

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y tendremos una masa.

¿Has olvidado el detalle?Añade una pizca de sal.¡Con cuidado, sin pasarseo la tendrás que tirar!

En la sartén sin aceite,bueno, con sólo un poco,esta vez bien caliente,lo volcamos todo.

Esperamos a que cuaje,sin que esté muy hecha.Demuestra ahora tu arte,dándole bien la vuelta.

¡Vamos, abuela!¡Vamos chiquilla!¡Venga, a la mesa!¡Ya está la tortilla!

Texto 7 . PABLO NERUDA, ODA A LA CEBOLLA

Cebollaluminosa redoma,pétalo a pétalose formó tu hermosura,escamas de cristal te acrecentarony en el secreto de la tierra oscurase redondeó tu vientre de rocío.

Bajo la tierrafue el milagroy cuando apareciótu torpe tallo verde,y nacierontus hojas como espadas en el huerto,la tierra acumuló su poderíomostrando tu desnuda transparencia,y como en Afrodita el mar remotoduplicó la magnolialevantando sus senos,la tierraasí te hizo,cebolla,clara como un planeta,y destinada

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a relucir,constelación constante,redonda rosa de agua,sobrela mesade las pobres gentes.

[…] al alcancede las manos del pueblo,regada con aceite,espolvoreadacon un poco de sal,matas el hambredel jornalero en el duro camino.Estrella de los pobres,hada madrinaenvuelta en delicadopapel, sales del suelo,eterna, intacta, puracomo semilla de astro,y al cortarteel cuchillo en la cocinasube la única lágrimasin pena.Nos hiciste llorar sin afligirnos.

Yo cuanto existe celebré, cebolla,pero para mí eresmás hermosa que un avede plumas cegadoras,eres para mis ojosglobo celeste, copa de platino,baile inmóvilde anémona nevaday vive la fragancia de la tierraen tu naturaleza cristalina.

Texto 8. CAMILO JOSÉ CELA, LA FAMILIA DE PASCUAL DUARTE

“Cuando acabó la función de iglesia -cosa que nunca creí que llegara a suceder- nos llegamos todos, y como en comisión, hasta mi casa, donde, sin grandes comodidades, pero con la mejor voluntad del mundo, habíamos preparado de comer y de beber hasta hartarse para todos los que fueron y para el doble que hubieran ido. Para las mujeres había chocolate con tejeringos, y tortas de almendra, y bizcochada, y pan de higo, y para los hombres había manzanilla y tapitas de chorizo, de morcón, de aceitunas, de sardinas en lata... Sé que hubo en el pueblo quien me criticó por no haber dado de comer; allá ellos. Lo que sí le puedo asegurar es que no más duros me hubiera costado el darles gusto, lo que, sin embargo, preferí no hacer, porque me resultaba demasiado atado para las ganas que tenía de irme con mi mujer. La conciencia

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tranquila la tengo de haber cumplido -y bien- y eso me basta; en cuanto a las murmuraciones... ¡más vale ni hacerles caso!”

Texto 9.-MIGUEL HERNÁNDEZ, NANAS A LA CEBOLLA

La cebolla es escarcha cerrada y pobre. Escarcha de tus días y de mis noches. Hambre y cebolla, hielo negro y escarcha grande y redonda. . En la cuna del hambre mi niño estaba. Con sangre de cebolla se amamantaba. Pero tu sangre, escarchada de azúcar, cebolla y hambre. . Una mujer morena resuelta en luna se derrama hilo a hilo sobre la cuna. Ríete, niño, que te traigo la luna cuando es preciso. . Alondra de mi casa, ríete mucho. Es tu risa en tus ojos la luz del mundo. Ríete tanto que mi alma al oírte bata el espacio. . Tu risa me hace libre, me pone alas. Soledades me quita, cárcel me arranca. Boca que vuela, corazón que en tus labios relampaguea. . Es tu risa la espada más victoriosa,

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vencedor de las flores y las alondras Rival del sol. Porvenir de mis huesos y de mi amor. . La carne aleteante, súbito el párpado, el vivir como nunca coloreado. ¡Cuánto jilguero se remonta, aletea, desde tu cuerpo! . Desperté de ser niño: nunca despiertes. Triste llevo la boca: ríete siempre. Siempre en la cuna, defendiendo la risa pluma por pluma. . Ser de vuelo tan lato, tan extendido, que tu carne es el cielo recién nacido. ¡Si yo pudiera remontarme al origen de tu carrera! . Al octavo mes ríes con cinco azahares. Con cinco diminutas ferocidades. Con cinco dientes como cinco jazmines adolescentes. . Frontera de los besos serán mañana, cuando en la dentadura sientas un arma. Sientas un fuego correr dientes abajo buscando el centro. . Vuela niño en la doble luna del pecho: él, triste de cebolla, tú, satisfecho.

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No te derrumbes. No sepas lo que pasa ni lo que ocurre.

Texto 10 EL GRAN MANTEL (PABLO NERUDA)

Cuando llamaron a comerse abalanzaron los tiranosy sus cocotas pasajeras,y era hermoso verlas pasarcomo avispas de busto gruesoseguidas por aquellos pálidosy desdichados tigres públicos.

Su oscura ración de pancomió el campesino en el campo,estaba solo y era tarde,estaba rodeado de trigo,pero no tenía más pan,se lo comió con dientes duros,mirándolo con ojos duros.

En la hora azul del almuerzo,la hora infinita del asado,el poeta deja su lira,toma el cuchillo, el tenedory pone su vaso en la mesa,y los pescadores acudenal breve mar de la sopera.Las papas ardiendo protestanentre las lenguas del aceite.Es de oro el cordero en las brasasy se desviste la cebolla.Es triste comer de frac,es comer en un ataúd,pero comer en los conventoses comer ya bajo la tierra.Comer solos es muy amargopero no comer es profundo,es hueco, es verde, tiene espinascomo una cadena de anzuelosque cae desde el corazóny que te clava por adentro.

Tener hambre es como tenazas,es como muerden los cangrejos,quema, quema y no tiene fuego:el hambre es un incendio frío.

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Sentémonos pronto a comercon todos los que no han comido,pongamos los largos maneles,la sal en los lagos del mundo,panaderías planetarias,mesas con fresas en la nieve,y un plato como la lunaen donde todos almorcemos.

Por ahora no pido másque la justicia del almuerzo.

Texto 11.-ODA AL CALDILLO DE CONGRIO (Pablo Neruda)

En el martormentosode Chilevive el rosado congrio,gigante anguilade nevada carne.Y en las ollaschilenas,en la costa,nació el caldillográvido y suculento,provechoso.Lleven a la cocinael congrio desollado,su piel manchada cedecomo un guantey al descubierto quedaentoncesel racimo del mar,el congrio tiernoreluceya desnudo,preparadopara nuestro apetito.Ahorarecogesajos,acaricia primeroese marfilprecioso,huelesu fragancia iracunda,entoncesdeja el ajo picadocaer con la cebollay el tomatehasta que la cebollatenga color de oro.Mientras tantose cuecencon el vapor

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los regioscamarones marinosy cuando ya llegarona su punto,cuando cuajó el saboren una salsaformada por el jugodel océanoy por el agua claraque desprendió la luz de la cebolla,entoncesque entre el congrioy se sumerja en gloria,que en la ollase aceite,se contraiga y se impregne.Ya sólo es necesariodejar en el manjarcaer la cremacomo una rosa espesa,y al fuegolentamenteentregar el tesorohasta que en el caldillose calientenlas esencias de Chile,y a la mesalleguen recién casadoslos saboresdel mar y de la tierrapara que en ese platotú conozcas el cielo.

TEXTO 12.- ODA A LA ALCACHOFA (PABLO NERUDA) La alcachofa de tierno corazón se vistió de guerrero, erecta, construyó una pequeña cúpula, se mantuvo impermeable bajo sus escamas, a su lado los vegetales locosse encresparon, se hicieron zarcillos, espadañas, bulbos conmovedores, en el subsuelo durmió la zanahoria de bigotes rojos, la viña resecó los sarmientos

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por donde sube el vino, la col se dedicó a probarse faldas, el orégano a perfumar el mundo, y la dulce alcachofa allí en el huerto, vestida de guerrero, bruñida como una granada, orgullosa, y un día una con otra en grandes cestos de mimbre, caminó por el mercado a realizar su sueño: la milicia.

En hileras nunca fue tan marcial como en la feria, los hombres entre las legumbres con sus camisas blancas eran mariscales de las alcachofas, las filas apretadas, las voces de comando, y la detonación de una caja que cae, pero entonces viene María con su cesto, escoge una alcachofa, no le teme, la examina, la observa contra la luz como si fuera un huevo, la compra, la confunde en su bolsa con un par de zapatos, con un repollo y una botella

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de vinagre hasta que entrando a la cocina la sumerge en la olla.

Así termina en paz esta carrera del vegetal armado que se llama alcachofa, luego escama por escama desvestimos la delicia y comemos la pacífica pasta de su corazón verde.

TEXTO 13 LAZARILLO DE TORMES

"Escapé del trueno y di en el relámpago, porque era el ciego para con éste un Alejandro Magno, con ser la mesma avaricia, como he contado. No digo más sino que toda la laceria del mundo estaba encerrada en éste. No sé si de su cosecha era, o lo había anexado con el hábito de clerecía.

Él tenía un arcaz viejo y cerrado con su llave, la cual traía atada con un agujeta del paletoque. Y en viniendo el bodigo de la iglesia, por su mano era luego allí lanzado, y tornada a cerrar el arca. Y en toda la casa no había ninguna cosa de comer, como suele estar en otras: algún tocino colgado al humero, algún queso puesto en alguna tabla o en el armario, algún canastillo con algunos pedazos de pan que de la mesa sobran. Que me parece a mí que aunque dello no me aprovechara, con la vista dello me consolara.

Solamente había una horca de cebollas, y tras la llave en una cámara en lo alto de la casa. De éstas tenía yo de ración una para cada cuatro días; y cuando le pedía la llave para ir por ella, si alguno estaba presente, echaba mano al falso pecto y con gran continencia la desataba y me la daba diciendo:

Toma, y vuélvela luego, y no hagáis sino golosinar.

Finalmente, yo me finaba de hambre.

Pues, ya que conmigo tenia poca caridad, consigo usaba más. Cinco blancas de carne era su ordinario para comer y cenar. Verdad es que partía comigo del caldo. Que de la carne, ¡tan blanco el ojo!, sino un poco de pan, y pluguiera a Dios que me demediara.

Los sábados cómense en esta tierra cabezas de carnero, y enviábame por una que costaba tres maravedís. Aquélla le cocía y comía los ojos y la lengua y el cogote y sesos y la carne que en las quijadas tenía, y dábame todos los huesos roídos, y dábamelos en el plato, diciendo: Toma, come, triunfa, que para ti es el mundo. Mejor vida tienes que el Papa.”

TEXTO 14.-GUZMÁN DE ALFARACHE

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"Hacíaseme trabajoso si me quisiere sujetar a la limitada y sutil ración de un señor maestro de pupilos...sentarse a la cabecera de la mesa, repartir la vianda...sacando la carne a hebras, extendiendo la menestra de hojas de lechuga, rebanando el pan por evitar desperdicios, dándonoslo duro porque comiésemos menos, haciendo la olla con tanto gordo de tocino, que sólo tenía el nombre y así daban un brodio más claro que la luz o tanto, que fácilmente se pudiera conocer un pequeño piojo en el suelo de la escudilla... y de esta manera se habían de continuar cincuenta y cuatro ollas al mes, porque teníamos el sábado mondongo.Si es tiempo de fruta, cuatro cerezas o guindas, dos o tres ciruelas o albarcoques, media libra o una de higos, conforme a los que había de mesa; empero tan limitado, que no había hombre tan diestro que pudiese hacer segundo envite. Las uvas partidas a gajos como las merienditas de los niños, y todas en un plato pequeño, donde quien mejor libraba, sacaba seis. Y esto que digo no entendáis que lo dan todo cada día, sino que sólo un género; que cuando daban higos no daban uvas, y cuando guindas, no albarcoques. Decía el pupilero que daba la fruta tercianas, y que por nuestra salud lo hacía. En tiempo de invierno sacaban en un plato algunas pocas pasas, como si las pusieran a enjugar, extendidas por todo él. Daba para postre una tajadita de queso, que más parecía viruta o cepilladura de carpintero, según salía de delgada, porque no entorpeciere los ingenios; tan lleno de ojos, y transparente, que juzgara quien la viera ser pedazo de tela de entresijo flaco...".

TEXTO 15 EL INGENIOSO HIDALGO DON QUIJOTE DE LA MANCHA

“Hízolo así Sancho, y, hablando Ricote a los demás peregrinos, se apartaron a la alameda que se parecía, bien desviados del camino real. Arrojaron los bordones, quitáronse las mucetas o esclavinas y quedaron en pelota, y todos ellos eran mozos y muy gentileshombres, excepto Ricote, que ya era hombre entrado en años. Todos traían alforjas, y todas, según pareció, venían bien proveídas, a lo menos, de cosas incitativas y que llaman a la sed de dos leguas.

Tendiéronse en el suelo, y, haciendo manteles de las yerbas, pusieron sobre ellas pan, sal, cuchillos, nueces, rajas de queso, huesos mondos de jamón, que si no se dejaban mascar, no defendían el ser chupados. Pusieron asimismo un manjar negro que dicen que se llama cavial, y es hecho de huevos de pescados, gran despertador de la colambre. No faltaron aceitunas, aunque secas y sin adobo alguno, pero sabrosas y entretenidas. Pero lo que más campeó en el campo de aquel banquete fueron seis botas de vino, que cada uno sacó la suya de su alforja; hasta el buen Ricote, que se había transformado de morisco en alemán o en tudesco, sacó la suya, que en grandeza podía competir con las cinco.

Comenzaron a comer con grandísimo gusto y muy de espacio, saboreándose con cada bocado, que le tomaban con la punta del cuchillo, y muy poquito de cada cosa, y luego, al punto, todos a una, levantaron los brazos y las botas en el aire; puestas las bocas en su boca, clavados los ojos en el cielo, no parecía sino que ponían en él la puntería; y desta manera, meneando las cabezas a un lado y a otro, señales que acreditaban el gusto que recebían, se estuvieron un buen espacio, trasegando en sus estómagos las entrañas de las vasijas.

Todo lo miraba Sancho, y de ninguna cosa se dolía; antes, por cumplir con el refrán, que él muy bien sabía, de "cuando a Roma fueres, haz como vieres", pidió a Ricote la bota, y tomó su puntería como los demás, y no con menos gusto que ellos.

Cuatro veces dieron lugar las botas para ser empinadas; pero la quinta no fue posible, porque ya estaban más enjutas y secas que un esparto, cosa que puso mustia la alegría que hasta allí habían mostrado.”

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TEXTO 16 RINCONETE Y CORTADILLO

"Ida la vieja, se sentaron todos alrededor de la estera, y la Gananciosa tendió la sábana por manteles; y lo primero que sacó de la cesta fue un grande haz de rábanos y hasta dos docenas de naranjas y limones, y luego una cazuela grande llena de tajadas de bacallao frito. Manifestó luego medio queso de Flandes, y una olla de famosas aceitunas, y un plato de camarones, y gran cantidad de cangrejos, con su llamativo de alcaparrones ahogados en pimientos, y tres hogazas blanquísimas de Gandul. Serían los del almuerzo hasta catorce, y ninguno dellos dejó de sacar su cuchillo de cachas amarillas, si no fue Rinconete, que sacó su media espada. A los dos viejos de bayeta y a la guía tocó el escanciar con el corcho de colmena. Mas, apenas habían comenzado a dar asalto a las naranjas, cuando les dio a todos gran sobresalto los golpes que dieron a la puerta. Mandóles Monipodio que se sosegasen, y, entrando en la sala baja y descolgando un broquel, puesto mano a la espada, llegó a la puerta y con voz hueca y espantosa preguntó:

-¿Quién llama?

Respondieron de fuera:

-Yo soy, que no es nadie, señor Monipodio: Tagarete soy, centinela desta mañana, y vengo a decir que viene aquí Juliana la Cariharta, toda desgreñada y llorosa, que parece haberle sucedido algún desastre.

En esto llegó la que decía, sollozando, y, sintiéndola Monipodio, abrió la puerta, y mandó a Tagarete que se volviese a su posta y que de allí adelante avisase lo que viese con menos estruendo y ruido. Él dijo que así lo haría. Entró la Cariharta, que era una moza del jaez de las otras y del mismo oficio. Venía descabellada y la cara llena de tolondrones, y, así como entró en el patio, se cayó en el suelo desmayada. Acudieron a socorrerla la Gananciosa y la Escalanta”

FIN