Conciencia Moral Como Organo de Conocimiento e Instrumento de Consenso

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ENERO / MARZO 2008 85 INMA CASTILLA DE CORTÁZAR LA CONCIENCIA MORAL COMO ÓRGANO DE CONOCIMIENTO E INSTRUMENTO DE CONSENSO E n debates recientes hemos reflexionado sobre la necesidad de discer- nir la categoría (“moral” o “política”) de los principios o valores en los que puede sustentarse un discurso riguroso capaz de garantizar la de- fensa de la democracia. Un análisis somero de nuestras reflexiones puso de manifiesto la necesidad de dilucidar preguntas básicas como ¿qué es la “moral”?, ¿cuál debe ser la re- lación entre “moral” y “política” y consecuentemente entre “moral” y “de- mocracia”?, ¿es riguroso afirmar que en todo individuo existe una conciencia moral?, ¿podría entonces reivindicarse la conciencia moral como órgano de conocimiento universal y, en consecuencia, como instrumento de consenso? Otra pregunta obligada es la de cuestionarse si la validez de nuestros va- lores (cívicos, constitucionales, culturales…) radica sólo en el consenso, o si por el contrario el consenso que suscitan ¿no responde a la vinculación de esos valores con lo que es bueno o verdadero? Del mismo modo que el consenso en la condena del atropello de esos principios sería la expresión común de lo que se percibe como falso o deplorable. Inma Castilla de Cortázar Larrea es profesora agregada de Fisiología Médica, Facultad de Medicina de la Universidad San Pablo-CEU de Madrid, y vicepresidenta del Foro Ermua.

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    INMA CASTILLA DE CORTZAR

    LA CONCIENCIA MORAL COMO RGANODE CONOCIMIENTO E INSTRUMENTO DE CONSENSO

    En debates recientes hemos reflexionado sobre la necesidad de discer-nir la categora (moral o poltica) de los principios o valores en losque puede sustentarse un discurso riguroso capaz de garantizar la de-fensa de la democracia.

    Un anlisis somero de nuestras reflexiones puso de manifiesto la necesidadde dilucidar preguntas bsicas como qu es la moral?, cul debe ser la re-lacin entre moral y poltica y consecuentemente entre moral y de-mocracia?, es riguroso afirmar que en todo individuo existe una concienciamoral?, podra entonces reivindicarse la conciencia moral como rgano deconocimiento universal y, en consecuencia, como instrumento de consenso?

    Otra pregunta obligada es la de cuestionarse si la validez de nuestros va-lores (cvicos, constitucionales, culturales) radica slo en el consenso, osi por el contrario el consenso que suscitan no responde a la vinculacinde esos valores con lo que es bueno o verdadero? Del mismo modo que elconsenso en la condena del atropello de esos principios sera la expresincomn de lo que se percibe como falso o deplorable.

    Inma Castilla de Cortzar Larrea es profesora agregada de Fisiologa Mdica, Facultad de Medicina de la Universidad San Pablo-CEU de Madrid, y vicepresidenta del Foro Ermua.

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  • As mismo, aflora la cuestin de si la validez universal de los derechoshumanos puede concebirse al margen de la perspectiva tica. Tambin con-vendra plantearse si la existencia del otro un ser moral personal del queno se puede disponer supone o no un lmite del derecho a la propia li-bertad. En este sentido, un tema nuclear y particularmente clarificador po-dra ser el de dilucidar si la libertad humana tiene estructura moral o carecede referencia alguna al ser considerada como un valor intangible y abso-luto.

    Finalmente, cabra formularse otra cuestin: acaso la utilizacin per-versa del discurso moral descalifica la moral, o al contrario, la evidenciade hasta qu punto puede persuadir el discurso moral, incluso el pervertido,puede convencernos de la necesidad de proteger, fomentar y defender losprincipios morales?

    Algunas de estas cuestiones se abordan sintticamente en este texto,que pretende ser slo el inicio de un debate interdisciplinario, ms rigurosoy sistemtico, sobre moral y poltica.

    1. La estrategia totalitaria recurre a la perversin del discurso moralen las coordenadas de una incuestionable referencia a la paz, a la re-conciliacin y al perdn. La estrategia de la mentira es el recurso delos totalitarios para lograr la confusin: el chapapote moral e inte-lectual.

    ETA (y con ella el nacionalismo vasco en su conjunto) comenz a serdbil ideolgica y moralmente cuando fue delatada por el Movimiento C-vico no como enemiga de la patria espaola sino de la igualdad, la solida-ridad y la libertad. As delimitaba Iaki Ezkerra el punto de inflexin entreel Movimiento Cvico Vasco y el Movimiento Pacifista1, que le haba pre-cedido desde los 80, cuyo discurso poda amoldarse sin dificultad a la con-veniencia poltica y a los consiguientes zigzagueos morales del PNV-EA,capaz de condenar y reprender a ETA a la vez que fomentar su supervi-

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    1 Ezkerra, Iaki. El Movimiento Cvico del Pas Vasco. Cuadernos de Pensamiento Poltico FAES,n 15. Julio/Septiembre 2007 : 35-50.

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    vencia con generoso despliegue de medios educativos, polticos y finan-cieros. El movimiento cvico vasco dio en la diana al denunciar la podre-dumbre moral del nacionalismo vasco en su conjunto, delatando as suprofunda raz antidemocrtica.

    El objetivo meditico de la estrategia sistemticamente utilizada por elnacionalismo, que se asocia a una deliberada perversin del lenguaje, es laconfusin que imposibilita la distincin, el discernimiento: los conceptos sedesdibujan dificultando la catalogacin moral de los hechos. La confusines el eficaz narctico de las conciencias, que permite con un poco de ha-bilidad (demagogia) justificar lo injustificable.

    Tras el travestismo conceptual de trminos incuestionables (paz, di-logo, reconciliacin) unos pocos tomos de sentimentalismo, que nomoralidad, como la expresa condolencia pblica por toda muerte, sea devctimas o verdugos o la deletrea culpabilidad colectiva que diluye laresponsabilidad concreta de los terroristas, logran esa telaraa moral e in-telectual2 que imposibilita vislumbrar la verdadera naturaleza del problemay, por consiguiente, atajarlo.

    Efectivamente, otro elemento de enorme eficacia para lograr la perversindel discurso moral es el abuso de referencias sentimentales. El recurso abu-sivo a los sentimientos encuentra coartadas para la justificacin de actua-ciones objetivamente condenables. Se recurre a los sentimientos como sistos pudieran ahogar el discernimiento del bien y del mal hasta el punto deatropellar la libertad y eximir de responsabilidad. El intrusionismo de lossentimientos como elemento del discurso intelectual es capital en la mani-pulacin de una sociedad moldeada al albur de un contexto pseudocultu-ral proporcionado por Corazn, Corazn, Crnicas marcianas y GranHermano. De un modo similar a como para algunos el fin justific los me-dios, ahora las buenas intenciones, los buenos sentimientos, justificaran la arbitra-riedad, la irresponsabilidad o el recurso a cualquier medio. Podramos ilustrar estasituacin con dispares ejemplos de actualidad, desde el considerar a un te-

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    2 Ibdem.

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  • rrorista como hombre de paz porque quiere conseguir negociando lomismo que pretenda matando; o el apresurarse a proporcionarle un hijoprobeta a una mujer de 60 aos, por el nico motivo de que lo anhela, sinreparar en el alcance moral de los medios a los que hay que recurrir, ni con-siderar las consecuencias (para el nio, por supuesto).

    Si al convincente ingrediente del sentimentalismo le aadimos uncomponente de pragmatismo-populismo, que banaliza lo relevante y en-cumbra lo banal para sentenciar por ejemplo que ms muertos que elterrorismo causan los accidentes de carretera (Alfredo Prez Rubalcaba);que todas las ideas son respetables y que las ideas no se pueden ilegalizar(Patxi Lpez, entre otros), o que sin armas todo es posible (Jos Luis Ro-drguez Zapatero); puede establecerse un autntico chapapote intelec-tual y moral que impide (o dificulta seriamente) el discernimiento de loque est bien y de lo que est mal; de lo que es relevante y de lo que esbanal; de lo que es apremiante competencia del Estado a lo que es puro in-tervencionismo.

    Esta estrategia del lenguaje biensonante, aparentemente moralista omoralizante, que encubre una distorsin del significado de los conceptos msincuestionables (paz, dilogo, perdn, reconciliacin, pluralidad, justicia)no es una novedad. Es propio de las estrategias totalitarias acceder a este re-curso. Lo hizo el nazismo, el marxismo, la teologa de la liberacin y es laprctica habitual en gobiernos corruptos u organizaciones mafiosas. De estemodo, se derrumba su capacidad para persuadir: de hecho, desisten en per-suadir, slo alcanzan a desinformar, a confundir. La mentira es el mtodo,por lo que bien puede denominarse las estrategias de la mentira. En las quecumplen un papel capital los que desde la supuesta independencia (perio-distas, representantes institucionales) rinden a los dientes del engranajeconstantes muestras de adhesin, repitiendo casi literalmente las consignasimpuestas para salir de apuros, aunque acto seguido haya que cambiar de ter-cio y decir exactamente lo contrario.

    Hannah Arendt, refirindose al nazismo, describe: Siempre fue unamarca de contraste de la propaganda fascista, demasiado poco advertida,el que no se contentara con mentir, sino que deliberadamente se propona

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    transformar sus mentiras en realidad (). Destruyeron Alemania para mos-trar que tenan razn cuando dijeron que el pueblo alemn estaba luchandopor su supervivencia, lo que en un comienzo era una pura mentira. Crea-ron el caos para mostrar que tenan razn cuando dijeron que Europa tenapor nica alternativa el rgimen nazi o el caos. Hicieron interminable laguerra hasta que los rusos se plantaron en el Elba y el Adritico, comopara dar a sus mentiras acerca del peligro del bolchevismo una base postfacto en la realidad. Y confiaron desde luego en que, en un tiempo breve,cuando los pueblos del mundo comprendieran realmente la magnitud dela catstrofe europea, sus polticas se probaran como completamente jus-tificadas3.

    En la estrategia de la mentira, que necesariamente conlleva la estrategiade la perversin moral, se acuan sin disimulo binomios incongruentes: pazsin libertad; paz sin democracia; paz como estabilidad para dar ms poder alos totalitarios; reconciliacin sin justicia; perdn sin arrepentimiento. Estaestrategia mendaz siempre orientada a la quiebra de la ley y a la impunidadha sido la constante en la joven democracia espaola, de la que slo ETA yel nacionalismo se han beneficiado. Mientras, este ltimo se ha aplicado contozudez a plantear la reconciliacin, como si sta fuese posible sin justicia,como una asignatura pendiente4. Estos binomios contradictorios entre dostrminos que esencialmente se necesitan (paz y libertad / reconciliacin yjusticia / perdn y arrepentimiento) son artefactos antropolgicos, socio-polticos, mediticos, inventados con sorprendente habilidad, como hemosvisto en nuestro caso, por el nacionalismo tnico y ahora asumidos por el so-cialismo doblegado al nacionalismo.

    Recuerdo un breve dilogo, que puede ser expresivo del deliberado con-texto pseudomoral en el que se camuflan las estrategias de la mentira,entre dos personajes de la pelcula El fuego de la Venganza de TonyScout. Basada en hechos reales, se desarrolla en el actual Mxico dondeuna extensa organizacin mafiosa, autodenominada Cofrada Libertad

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    3 Arendt, H. Las semillas de una internacional fascista. En Ensayos de Comprensin 1930-1954. Caparrs Ed. Coleccin Esprit, 2005.

    4 Ezkerra, Iaki. Ibdem.

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  • (creo recordar), que aglutina entre otros a un notable nmero de policascorruptos, perpetra secuestros de los que obtiene suculentas retribucioneseconmicas. Los protagonistas no escatiman los ms crueles recursos paradar eficacia a sus procedimientos coactivos. Tony Scout se prodiga en ex-poner grficamente el contexto social y familiar de la historia, mostrandoinnumerables crucifijos, imgenes de la Virgen Guadalupana, rosarios yvelas que muestran las supuestas convicciones cristianas de los compo-nentes de la banda y de la sociedad que los padece con resignada pasivi-dad. El breve dilogo al que quera aludir, porque quiebra con humorsticacrudeza la farsa, es el mantenido entre un anciano annimo, que viene a ex-presar el sentir popular, y el protagonista John W. Creasy (interpretadopor Denzel Washington). Creasy, escolta de una nia de nueve aos quees secuestrada y al parecer asesinada, se prepara para administrar la justi-cia por su mano contra el jefe de la polica, miembro de la Cofrada:

    - La Iglesia dice que hay que perdonar le espeta el anciano, al per-catarse de las intenciones de Creasy. A lo que ste responde:

    - El perdn es entre ellos (los mafiosos) y Dios. Yo slo les facilito laentrevista.

    Entiendo que una de las cuestiones de fondo de este debate podra ser:acaso la utilizacin perversa del discurso moral descalifica a la Moral, o alcontrario, la evidencia de hasta qu punto puede persuadir el discursomoral, incluso el pervertido, no debera convencernos de la necesidad deproteger y defender los principios morales y de intentar dilucidar cul essu fundamento?

    2. La conciencia como capacidad de discernimiento de lo que estbien y de lo que est mal. La conciencia como baluarte de la libertady como fundamento de la democracia. La conciencia moral precedea la democracia.

    La percepcin de la dignidad humana es, precisamente, la concienciamoral, magnitud peculiar en la que todos somos competentes, porque pe-netra en lo que atae al hombre en cuanto hombre. La conciencia moralpermite comprender el valor absoluto de la persona, que no puede ser con-

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    siderada como medio, sino siempre como fin. Este imperativo kantianopermiti a la tica occidental consolidar su andadura humanstica desde susorgenes greco-romanos, su configuracin cristiana y su autnoma afir-macin ilustrada. La persona no puede ser cosificada, instrumentalizada,porque se le privara del valor absoluto que intrnsecamente le pertenece.Toda persona es acreedora de un absoluto respeto. Si el hombre dudara dela dignidad de cualquier persona, hombre o mujer, si pretendiera situarlosms all de la dignidad o la indignidad, estara adoptando una actitud in-digna del hombre y, por tanto, inmoral e inhumana. La conviccin socr-tica de que es preferible sufrir una injusticia a cometerla pone de manifiestoque la injusticia hiere tambin, y sobre todo, al que la comete. Al agredirla dignidad de cualquier persona se est avasallando la propia dignidad,porque una persona es precisamente aquel ser a quien ninguna persona lees ajena, ms an, le es tan propia como ella misma. ste es el fundamentoprofundo de toda apelacin a la solidaridad.

    Una formulacin ms o menos elaborada de su fundamento no es im-prescindible para que la conciencia moral se manifieste como la capaci-dad, ms o menos espontnea, para discernir lo que est bien de lo queest mal. Advertimos que es algo propio, especfico, del ser humano conuso de razn. Dicho de forma elemental, todos sabemos que matar, robar,mentir es indigno del hombre. Es ms, ese discernimiento proporcionaal hombre la capacidad de escoger bien, es decir, de hacer un cabal uso desu libertad. Es por tanto esa capacidad de discernimiento, ese rgano deconocimiento moral, el que permite al hombre obrar con libertad y portanto con responsabilidad. Despus volveremos sobre esta cuestin.

    La dignidad de la persona humana es anterior a su reconocimiento porlas leyes, como sabiamente mantiene la Constitucin Alemana. Por tanto,sera invlida toda norma que no respete tal dignidad, aunque fuera apro-bada por unanimidad en el Parlamento de la nacin. El ser humano noest obligado a obedecer las leyes injustas y tiene el derecho inalienablede hacer valer la objecin de conciencia o incluso la desobediencia civil.

    Con frecuencia la referencia a una moral, que precede a las institucio-nes democrticas, puede parecer incompatible con la democracia misma.

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  • Sin embargo, una elemental reflexin acerca de la nocin de democraciapermite entender que la democracia es precisamente el resultado de esa ca-pacidad humana de discernir y de optar por una estricta razn de de-cencia por la defensa de unos principios mnimos, que llamamos derechoshumanos universales. No se ha construido la democracia en ltima ins-tancia para garantizar los derechos humanos, que son inviolables? Larazn ms profunda de la necesidad de la democracia no es precisamenteasegurar y garantizar los derechos de la persona humana, de toda persona,sin excepcin?

    En la actualidad, preferimos hablar de valores en vez de verdad para es-quivar toda apariencia de intolerancia5. La tolerancia parece exigir un ciertogrado de relativismo democrtico. Pero la pregunta no se puede eludir conesta pirueta terminolgica, precisamente porque los valores humanos resul-tan inviolables por el hecho de ser verdaderos y responder a exigencias dela naturaleza humana. Si no fuera as, cmo justificar los valores funda-mentales que no estn sujetos a la opinin de la mayora o de la minora? Elhecho constatable desde un uso cabal de la razn es que algo se sustrae alrelativismo.

    En efecto, los derechos humanos no estn sujetos a la exigencia de plu-ralismo ni a la opinin mayoritaria ni a la tolerancia, sino que son el con-tenido mismo de la tolerancia y de la libertad. Privar al otro de sus derechosno puede ser un contenido de la justicia ni de la tolerancia ni de la liber-tad. Es decir, esta realidad pone de manifiesto que existe un ncleo de ver-dad de verdad tica que aparece como irrenunciable para la democracia,que tiene su fundamento en la dignidad de todo hombre: esto es, tiene sufundamento en la realidad de la condicin humana.

    Frecuentemente se habla de la democracia como si las instituciones y losprocedimientos democrticos fueran la ltima referencia moral de los ciuda-danos, el principio rector de la conciencia moral personal, la fuente del bieny del mal. Estas conclusiones, derivadas de una visin estrictamente relati-

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    5 Walter, M. Tratado sobre la Tolerancia. Paids. Estado y Sociedad, 1998.

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    vista, encierran un germen de autoritarismo. Si las instituciones democrticas,formadas por personas que actan segn su criterio, llegaran a ser el referenteltimo de la conciencia personal de los ciudadanos, no cabra la crtica ni laresistencia moral a las decisiones de los gobiernos. Deliberadamente precisoresistencia moral porque esa oposicin responde no a un empeo personal,caprichoso, sino a un imperativo de la propia dignidad. Es decir, el bien y elmal, la conciencia moral personal y la colectiva quedaran determinadas porlas decisiones de unas pocas personas (decentes o no tanto), quedaran a mer-ced de los intereses de quienes en cada momento ejercieran el poder. Es evi-dente que nada es ms contrario a la verdadera democracia.

    Ciertamente, la democracia es el mejor sistema de organizacin socialfundamentado en la salvaguarda de unos valores elementales: igualdad, so-lidaridad y libertad. Tambin es verdad que la democracia es el mejor sis-tema de organizacin social apoyado en el consenso. Pero ni la democracia,ni el consenso son la raz, el fundamento de los valores que pretenden de-fender. Estos valores preceden al sistema democrtico (a sus institucionesy a sus normas) y al consenso. Estos valores se fundamentan en la digni-dad de la persona humana, de toda persona humana. Podemos no alcan-zar a fundamentarlo ms, pero todos alcanzamos a comprenderlo: la faltade respeto al otro hombre es indigno del hombre. Esa capacidad de com-prensin es la conciencia moral, que precede a toda norma, sistema o ins-titucin y les sirve de fundamento.

    Fundamentos prepolticos del Estado democrtico? se preguntabaJrgen Habermas, uno de los ms relevantes filsofos actuales, conocidoexponente del pensamiento laico de raz ilustrada. Lo que cohesiona elmundo: las bases morales y prepolticas del Estado le contestaba su co-lega, compatriota y buen amigo Joseph Ratzinger. Por aconsejar buenabibliografa, es interesante comprobar los slidos puntos de encuentro entreambos filsofos acerca del Estado democrtico de derecho como mejorforma poltica para defender la dignidad humana en aquel sorprendente eilustrativo debate del 19 de enero de 2004 en Baviera6.

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    6 Habermas, J. y Ratzinger, J. Dialctica de la Secularizacin. Sobre la razn y la religin. En-cuentro, Bolsillo, 2006.

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  • 3. La conciencia moral como rgano de conocimiento e instrumentode consenso.

    La experiencia ms inmediata permite constatar que existe la concienciamoral en cada persona: ese chispazo de humanidad por el que se percibelo que es digno o indigno del hombre. Es esa ntima percepcin que alertade que ser hombre supone un desafo: la responsabilidad de proteger lapropia dignidad personal y la de los dems. La conciencia moral atiende aesos principios antropolgicos y ticos derechos y deberes que emanande la realidad misma del ser humano y le confieren su singular dignidad.Por esto la conducta humana no puede escapar al referente tico. Parafra-seando a Spaemann, si cuestionara por qu debo comportarme moral-mente? estara planteando ya una pregunta inmoral7.

    El hecho de definir la conciencia moral como un rgano de conoci-miento permite referirla al mbito estrictamente intelectual, impidiendoadscribir la referencia tica al mbito de los sentimientos o de la emotivi-dad, mucho ms deletreo y subjetivo. La percepcin moral afecta estric-tamente al entendimiento, a la comprensin intelectual de la condicin ydignidad de la persona humana y permite que la voluntad, capaz de deci-dir algo o lo contrario, se adhiera o no a lo que previamente ha conocido.

    Por otra parte, concluir que la naturaleza humana, la propia condicinhumana, tiene sus exigencias no parece un dislate. Un coche tiene sus ins-trucciones de funcionamiento, como una lavadora o un ordenador queatienden estrictamente a que se trata de un coche, una lavadora o un or-denador. A stos, si les fuera dado ser libres, su libertad no consistira enprescindir de las instrucciones que, en ltimo trmino, les proporcionanser lo que son y su correcto funcionamiento. Ciertamente no es ajustadala comparacin, ni probablemente afortunada, pero resulta clarificadora.Es obvio que hay cosas que se avienen a la naturaleza humana y otras queno concuerdan con ella en modo alguno, es decir, que atentan contra lapropia naturaleza de las cosas. El terrorismo, la esclavitud, la pena de

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    7 Spaemann, R. Le Perle prcieuse et le nihilisme banal. Catholica 1992, n 33 : 43-50.

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    muerte son, entre otros, ejemplos claros: porque un hombre no tienederecho a usar, abusar o quitar la vida violenta o sutilmente a otro hom-bre. Es importante advertir que la comprensin del concepto de natura-leza permite recuperar una visin respetuosa de la realidad que elrelativismo no logra mantener, y termina distorsionndola como se con-siderar ms adelante. Se trata de la visin teleolgica de la realidad (tlos,del griego, finalidad). La comprensin teleolgica de lo real supone ad-mitir una inteligibilidad interna de las cosas, sin el recurso inmediato a lacasualidad o el azar sino al ordenamiento y plenitud del conjunto en el quese integran. El que se empea en buscar la verdad () puede llegar auna experiencia deslumbrante, fascinante son palabras de Julin Maras,el premio mayor del esfuerzo intelectual: la evidencia (). Llega a verque algo es as. Lo comprende, y al mismo tiempo descubre su justifica-cin, ve por qu es tal y como lo est viendo (), acompaada de su ne-cesidad: tiene que ser as. Esta es la culminacin de un proceso intelectualdigno de este nombre8.

    El hombre, como ser libre que es, puede obrar segn su naturaleza ocontra a ella, ejercicio este ltimo en el que el hombre se daa a s mismoy a los dems. Recordar la naturaleza es ir al encuentro del propio ser, porlo que podra describirse como una opcin ecolgica y sin duda respetuosacon la realidad.

    Es decir, hay una realidad moral, que puede ser conocida y enunciada,que precede a la democracia y la sustenta. Es precisamente la concienciamoral el rgano de conocimiento que nos hace accesible, casi de formaespontnea, esa realidad moral que salvaguarda la dignidad humana. Ape-lar a la conciencia moral es apelar a ese profundo ncleo de discernimientohumano del bien y del mal. Slo el fanatismo desvirta ese rgano de co-nocimiento ofuscndolo, incluso hasta la enajenacin de la persona.

    La comprensin de cul es la conducta digna del hombre, desde un usohonrado de la razn y ms an si est rubricada por el patrimonio moral

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    8 Maras, J. Tratado sobre la convivencia. Martnez Roca MR, 2000.

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  • histricamente acumulado por la propia cultura, no debera ser una fuentede prejuicios, sino un slido referente para nuestras convicciones.

    Andrei Dimitrievich Sajarov es un buen ejemplo de alguien que reivindiccabalmente la conciencia moral como rgano de conocimiento necesariopara defender la dignidad y la libertad del hombre9. Sajarov comprendi quela ciencia slo sirve al hombre cuando se ejerce con responsabilidad moral.Comprendi, por tanto, que la ciencia sin tica no es progreso. Es decir, laciencia contraviene su propia naturaleza si se aplica contra el criterio moral.Esto es tanto como comprender que el comportamiento humano nuncapuede escapar de la moral porque dejara de ser humano, precisamente poreso es libre y por consiguiente responsable. El sentido tico no es un aadido,es algo que atae al hombre como hombre: le hace capaz de defender su dig-nidad y la de todo ser humano.

    En 1955 un ensayo con armas termonucleares provoc la muerte de unsoldado y de una nia de dos aos. En una posterior recepcin con altos ofi-ciales del rgimen sovitico, Sajarov aprovech para expresar su deseo deque las armas rusas nunca fueran dirigidas sobre poblaciones. En su respuesta,el alto mando militar presente descalific al fsico argumentando que el cien-tfico slo es competente para perfeccionar las armas, no para opinar acercade cmo y para qu han de ser empleadas. Andrei Sajarov contest con unafirmeza que mantuvo hasta el final de su vida: Ningn hombre puede re-chazar su parte de responsabilidad en aquellas cuestiones que afectan a lahumanidad10. El oficial haba negado la moral como magnitud en la quetodo hombre es competente. La negacin de esta capacidad humana comnpara penetrar en lo que concierne al hombre en cuanto hombre crea unnuevo sistema de clases porque somete unas personas a otras. La negacinde esa competencia moral, de hecho, hace desaparecer al hombre como tal.

    Andrei Sajarov no se dobleg11. Fue apartado desde 1968 de los traba-jos relacionados con secretos de Estado. Su discurso y su empeo se cen-

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    9 Sajarov, A.D. Mein Land und die Welt. Viena, 1976, pag. 82, 44 ss.10 Ibdem.11 Ibdem.

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    traron en la defensa de los derechos humanos y en la renovacin moral desu pas. Al obedecer a su conciencia, se convirti en riguroso acusador deun rgimen que hunda a las personas en la indiferencia, en el cansancio,en la indolencia y en la miseria material y antropolgica.

    La reivindicacin de la propia conciencia moral aflora invariablemente,aunque con matices, en los resistentes al rgimen sovitico y al nazismo.De hecho, la conciencia aflora como baluarte de la libertad frente a todaslas constricciones del autoritarismo, proceda de donde proceda. Lo queserva a los fines del partido o del movimiento era bueno, por inhumanoque fuese. De esta forma se aniquil el sentido moral, que cede al paso alnihilismo en cuanto pierden vigencia los fines anteriores y la libertad sevace al reducirse a la posibilidad de hacer lo que me plazca12.

    Han cambiado las circunstancias, pero la reivindicacin de Sajarov noha perdido actualidad. Tras el hundimiento de la utopa, reflexiona RobertSpaemann, se propaga por occidente un nihilismo banal, cuyos resultadospueden ser ms peligrosos todava13. La instauracin de un pan-relativismoque apela a una moral prctica se utiliza como coartada para impugnarese rgano de conocimiento que es la conciencia y recurrir sin cortapisasal utilitarismo desde la amplia plataforma demaggica que el propio rela-tivismo proporciona.

    Ahora es particularmente necesario recuperar la claridad moral reivin-dica Natan Sharansky14, superviviente del Gulag sovitico, y atender al papelcivilizador de la democracia. La claridad moral, que nos ayud a ganar latercera (guerra mundial) sin disparar un solo tiro, nos permite comprenderel vnculo profundo entre paz y democracia (). El final de la guerra fra(tercera guerra mundial) fue producto de la democracia y de su misin civi-lizadora, porque el terror es el precio de la estabilidad en las sociedades to-

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    12 Ratzinger, J. Rauschning. Die Revolution des Nihilismus, Zurich, 1938. En Kirche, kumene und Politik. Einsiedeln, 1987: 153 y ss.

    13 Spaemann, R. Op. cit.14 Sharansky, N. A Case for Democracy (2004). La edicin en espaol es de 2006, Alegato por la

    democracia. Editorial Gota a Gota - FAES.

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  • talitarias, mientras que en el mundo libre la bsqueda de la paz pasa por lademocracia. La misin civilizadora de la democracia es el resultado de con-cretar en leyes el respeto a los derechos humanos: en esto radica el podereducativo de la ley. El conocimiento moral precede a la democracia y la de-mocracia instaura un sistema de libertades que defienden y garantizan los de-rechos humanos, que no son otra cosa que principios morales.

    La democracia permite, adems, discrepar en concordia, con acuerdoo sin l, en feliz expresin de Julin Maras15, que no deja de ser otra ma-nifestacin civilizada de respeto a la diversidad, de respeto a la libertad delos dems.

    4. Las limitaciones del consenso: la unanimidad suele ser un buensntoma pero no es un valor per se.

    En condiciones normales, la unanimidad, la unidad de criterio, suele serun buen sntoma porque expresa que algo es reconocido por todos comoverdadero y bueno. En condiciones menos normales, puede seguir siendoun buen sntoma porque no es fcil atropellar la conciencia moral de todoslos individuos simultneamente y alguno o algunos levantarn la voz rom-piendo el consenso. Pero en condiciones de anormalidad (de manipula-cin de la verdad y de falta de libertad) no puede confirsele demasiado alconsenso, a la opinin mayoritaria, en el sentido de adjudicarle una capa-cidad infalible o incuestionable de orientar el rumbo de los acontecimien-tos. Rorty mantena que la razn orientada por la mayora incluye siempreideas morales intuitivas16, sin embargo la evolucin del siglo XX desmientesu optimismo, al demostrar cmo la decisin de la mayora puede utili-zarse para atropellar derechos elementales y derogar la libertad.

    La verdad no se convierte en falsedad, ni viceversa, aunque se empee laopinin pblica. Ni 2 ms 2 son 3,25 porque el 97% de los encuestados estnconvencidos de ello. Lo nico que este sondeo pondra de manifiesto sera,

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    15 Maras, J. Op. cit.16 Rorty, R. The Priority of democracy to Philosophy, en Peterson M y Vaughan R (ed). The Vir-

    ginia Statute of Religious Freedom, Cambrige, 1987.

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    en todo caso, la generalizada ignorancia en materia de aritmtica elemental.Tampoco la ciencia est sometida a votaciones mayoritarias. Sera estpidosometer a votacin el Teorema de Pitgoras o el Principio de Fick sobre la difu-sin de gases. Una sociedad en la que se relativiza la realidad es una socie-dad a expensas de los sentimientos, manipulable, vulnerable, es decir, unasociedad de individuos cuya libertad puede ser violentada con facilidad, conun discurso falaz y consiguientemente endeble. Es importante advertir estaestrecha relacin (causa-efecto) entre la ausencia de verdad y la falta de rigor,de fundamento, que slo lo proporciona el respeto a la realidad.

    La verdad no admite sustitutivo til. Como afirmaba Ortega y Gasseten 1934: La verdad es una necesidad constitutiva del hombre (). stepuede definirse como el ser que necesita absolutamente la verdad. Estaverdad necesaria no encadena al hombre, le libera de la irrespirable at-msfera de subjetivismo y de dependencia esclavizante a las opiniones do-minantes, que puede llegar a obstaculizar seriamente el dilogoestrictamente humano. En expresin de Zubiri, es preciso fomentar la vo-luntad de verdad, ese empeo de ponerse en claro con lo que las cosas sonen realidad. Atenerse a la realidad de las cosas nunca coarta, ni somete, alcontrario. Ese empeo por analizar la realidad, respetndola, es lo que sus-cita prestigio moral, credibilidad. A quien se equivoque se le comprende,al que se equivoque con obstinacin se le puede respetar, pero no se estarhaciendo ms respetable.

    Por todo esto, es capital discernir entre lo que es la sana tolerancia del re-lativismo a ultranza que esconde la indiferencia hacia la verdad. El relativismoes cmodo, pero engaoso y estril, porque llega a encubrir la indiferenciahacia la verdad, bajo el disfraz del rechazo del fanatismo. El relativismo mspragmtico apela a la idea del consenso como juez ltimo. Sin embargo, esfcil deducir que el consenso tiene sus lmites y que la unanimidad no es unvalor per se. Por ejemplo, si tratamos de dilucidar si la esclavitud es cierta-mente mala, y no slo lo que piensan los hombres acerca de ella. Si la inmo-ralidad de la esclavitud dependiera de la opinin mayoritaria sera mala ahora,pero no lo habra sido en el pasado puesto que se consider normal. O se-guira siendo buena en Sudn, donde sigue vigente. Sin embargo, la esclavi-tud se super porque hubo hombres entonces que lucharon contra ella, a

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  • pesar del consenso reinante. Sin esa actitud poco tolerante, probablemente,nunca se habra superado la esclavitud. Es decir, el relativismo es cmodoporque a la indiferencia hacia la verdad le adjudica un nombre bonito, po-lticamente correcto: tolerancia.

    En resumen, otra cuestin esencial de este debate podra ser: radicaslo en el consenso la validez de los valores (sean cvicos, constituciona-les, culturales) o ms bien el consenso que suscitan es el reflejo de la vin-culacin de ese valor con lo que es verdadero y bueno, o de su alejamientode lo que se percibe como falso o malo?

    5. La estructura moral de la libertad: su radical vinculacin con laverdad y con el bien. Mientras la persona sea un valor absoluto, noes posible absolutizar la libertad; de lo contrario, todo sera defendi-ble en nombre de la libertad.

    Retomando el discurso de Andrei Sajarov17, la gran cuestin es: cmopuede el mundo libre afrontar su responsabilidad moral? Joseph Ratzingerresponde que la libertad conserva su dignidad cuando permanece vincu-lada a su fundamento y contenido morales () y que la libertad del in-dividuo nicamente puede subsistir en un orden de libertades (), necesitauna trama comn, en la que se fortalecen los derechos humanos18.

    Considerbamos antes el imperativo kantiano que enuncia inequvoca-mente el valor absoluto de la persona. La persona no puede ser cosificada,instrumentalizada, porque sera privada del valor absoluto que intrnseca-mente le pertenece. Toda persona es acreedora de un absoluto respeto, quees precisamente el fundamento de la moralidad. Sin embargo, tras la Ilus-tracin y el racionalismo, amplios sectores de la cultura moderna, preten-diendo engrandecer al hombre y situndolo en el centro como raznltima de s mismo y del mundo, erraron al considerar la libertad humana

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    17 Sajarov, A.D. Ibdem.18 Ratzinger, J. Verdad, Valores, Poder. Piedras de toque de la sociedad pluralista. Rialp (versin cas-

    tellana) 2005. Versin original. Wahreit, Werte, Marht. Prufsteine der pluralistischen Gesells-fachft. 1993 Verlag Herder. Friburgo.

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    como un valor absoluto. Este intento termina paradjicamente despojandoa la persona humana de su intrnseca dignidad y reducindola a un meroresultado del azar, impersonal, efmero y, en definitiva, incomprensible eirracional, una ltima expresin del nihilismo19 20.

    En efecto, el laicismo al uso lleva a considerar la libertad individual comoun valor absoluto, al que todo lo dems tendra que someterse. La exaltacinde la propia libertad como norma suprema del bien y del mal nos deja des-provistos de una referencia respetuosa con la realidad, de la referencia res-petuosa a la naturaleza de las cosas y de las personas. En nombre de lalibertad se cuestiona la verdad sobre las cosas, los acontecimientos y las per-sonas. La distorsin de la realidad puede llegar a ser algo ms que un sntomade desorientacin y de locura. En una sociedad modelada por el relativismo,la realidad se tambalea. Si el relativismo se impone como mtodo que atro-pella la realidad, se coarta la libertad para decidir porque no se puede cono-cer con verdad lo que se ha de escoger. La imposicin del relativismo,incapacitando a la libertad, termina instaurando un nuevo totalitarismo quepuede rigurosamente denominarse la dictadura del relativismo21.

    La libertad humana se desnaturaliza cuando se desvincula de su funda-mento y contenido morales. Quien en nombre de la libertad mata, extor-siona, miente no es en rigor ms libre. Su libertad se esclaviza, semalogra, porque no procura el bien, porque atropella la libertad del otro,porque se desvincula del contenido moral intrnseco a la libertad. De otromodo, todo sera defendible en nombre de la libertad. Si se niega la es-tructura moral de la libertad, es decir, su intrnseca vinculacin con la ver-dad y el bien (con lo verdadero y lo bueno), qu diferencia puedeestablecerse entre lo que Otegui o ETA reclaman en nombre de la libertady lo que reclamamos los que defendemos los derechos humanos?

    El dilema radical del hombre es moral. Un perro o una flor al no tenerlibertad no tienen capacidad de autodeterminarse en su condicin de

    19 Spaemann, R. Ibdem.20 Ratzinger, J. Op. cit: Rauschning. Die Revolution des Nihilismus. 21 Ratzinger, J. Verdad, Valores, Poder. Piedras de toque de la sociedad pluralista. Op. cit.

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  • perro o de flor. La persona en cambio se autodetermina como ser humanocada vez que decide: la eleccin de lo verdadero y lo bueno o de lo malo ylo falso nos va determinando como seres humanos logrados o malogrados.Por otra parte, no basta con saber que la honradez, la veracidad, la genero-sidad o la valenta son buenas actitudes. Slo lo sern en la medida que seincorporen a la conducta del interesado. No basta con conocer el bien, hacefalta hacerlo, vivirlo. En este sentido la voluntad, con ella la libertad, im-plica ms que el entendimiento. El hombre va siendo aquello que va eli-giendo. Mientras que no todo conocer es conocerme, todo decidir esdecidirme. El hombre al acatar su modo de ser propio e inalienable puede irlogrando su propia humanidad en plenitud porque aunque le ha sidodada no le es propia hasta que no la asume tras la consecucin de sus pro-pias decisiones, una tras otra.

    Es la sucesin de decisiones libres las que van haciendo al hombre a laaltura de su dignidad. El ideal de libertad es inseparable del anhelo de au-tenticidad (ser yo mismo), que Pico della Mirandola en el Renacimiento en-tenda como la libertad es inseparable de la dignidad. De esa autnomaautenticidad, dira Kant, en plena Ilustracin, pende la entera moralidadhumana y la recta actuacin de la persona en la historia. Del mismo modo,la persona haciendo igualmente uso de su libertad puede malograr su hu-manidad, por elegir el mal: el mal moral, no nos referimos a desacertaren una inversin financiera, sino a elegir el no respetar la dignidad propiao ajena.

    Por todo esto, se hace imprescindible una aproximacin acertada a lalibertad, que defina su verdadera dimensin, que quiz podra resumirseen tres reflexiones:

    1) Tenemos libertad pero no somos la Libertad: nuestra libertad se rea-liza en un proyecto que tenga en cuenta qu somos. La libertad hu-mana no puede ser considerada un valor absoluto, porque tiene unaorientacin intrnseca: la propia condicin humana. De hecho, no seescoge nacer, no se escoge ser lo que se es (flor o molusco o crustceoo clculo biliar o persona), no se escoge el morir, slo se escoge elcmo vivir y el para qu vivir.

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    2) La libertad tiene una estructura moral, que se establece en su radicalvinculacin con lo verdadero y lo bueno, precisamente porque a la li-bertad le corresponde velar por la dignidad propia y del otro, evitandoincurrir en lo que no es digno del hombre.

    Por eso, el no-conocimiento (por ser falso) que precede a la eleccin, ala decisin, puede avasallar eficazmente a la libertad. La conocida senten-cia evanglica la verdad os har libres tiene un gran calado antropolgicoy se complementa bien con la coletilla que aade nuestro buen amigo Fer-nando Garca de Cortzar: La verdad os har libres, ciertamente, y la li-bertad, verdaderos.

    En el intento comn de los autoritarismos y totalitarismos de sustituiral hombre en su radical dilema moral (lo que es lo mismo que destruir alhombre), stos pueden atropellar ostensible y burdamente la libertad, pue-den hacerlo indirectamente mediante el terror y la coaccin, o de formamucho ms sutil mediante la deformacin de la realidad, la desinforma-cin y la mentira.

    3) Los condicionamientos propios de la naturaleza no nos coartan la li-bertad, nos ayudan a ser lo que somos. En el supuesto de que el h-mero fuera libre recurro a otro ejemplo desacertado, pero quizgrfico no considerara un atropello a su libertad el tener que arti-cularse con el cbito y el radio en el extremo distal y con la escpula yla clavcula en el proximal. Esos condicionamientos le permiten ser loque es, un hmero, y funcionar correctamente consiguiendo la movili-dad de las articulaciones del codo y del hombro. Es decir, en nombrede la libertad no tenemos derecho a ser lo que no somos, lo que noconcuerda con nuestra condicin humana.

    En general, reclamar derechos que no existen es una fuente intermina-ble de frustracin, de inestabilidad (personal y tambin social), de victi-mismo y de desaciertos graves. Por ejemplo, con frecuencia se reivindicael derecho a ser idnticos, confundindolo con el derecho a la igualdad: laigualdad como sinnimo de igualitarismo. O el derecho a la autodetermi-nacin, como sinnimo de otro derecho que no existe: el derecho a poder

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  • prescindir unilateralmente de los vnculos establecidos previamente. O elderecho a un hijo, como si una persona tuviera derecho a otra persona. Ennombre de la libertad se atropella la equidad en pro del igualitarismo. Ennombre de la libertad se justifica el recurso a cualquier medio, a la irres-ponsabilidad, a la deslealtad o a la insolidaridad.

    6. La reivindicacin de la laicidad y el realismo en lugar del laicismoy el relativismo. Del atrincheramiento en los prejuicios a la defensade los principios.

    La cultura de la transicin con el consiguiente ordenamiento democrticode nuestra convivencia, regido por la Constitucin de 1978, y apoyado enla reconciliacin nacional y el consenso entre los espaoles, ha permitidodurante estas pasadas dcadas superar los tradicionales enfrentamientosque tanto han debilitado a Espaa. Uno de los recurrentes enfrentamien-tos entre espaoles ha sido el de considerar el catolicismo y el laicismo,como dos formas de vida excluyentes. La cultura de la transicin, desde elrespeto mutuo y el sentido de la reciprocidad, propici comprender el con-cepto de laicidad, aplicable tanto a catlicos como a agnsticos y ateos,como actitud cvica que exige al Estado y a las instituciones la aconfesio-nalidad como garanta de idoneidad para gobernar para todos. Este con-cepto desde una perspectiva cristiana era comprendido con profundidad,como manifestacin irrenunciable a la libertad de las conciencias.

    En efecto, es posible un ordenamiento justo, aconfesional, laico en sen-tido propio, en el que todos puedan vivir de acuerdo con sus conviccionese incertidumbres, sin que nadie imponga a nadie sus puntos de vista. Elpleno respeto a la libertad (tambin la libertad religiosa) de todos es ga-ranta de la verdadera democracia. Entiendo que es posible este ordena-miento siempre que se apele a la conciencia moral, que concierne a todohombre por ser hombre. Es decir, es imprescindible fortalecer el sustratofundamental de humanidad, el sustrato comn de percepcin de la propiadignidad. Esto es apelar a la moral natural, moral laica si se prefiere, acon-fesional y comn a todos. Sera un lamentable error confundir la condi-cin de aconfesionalidad del Estado con la desvinculacin moral y laexencin de obligaciones morales para los lderes polticos.

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    Sin embargo, una hbil ofensiva desde el laicismo, con el adjetivo deilustrado aunque no suele serlo, introduce el prejuicio de que lo nico co-rrecto, lo nico realmente acorde con la democracia, es manifestarse desdeel agnosticismo y mostrarse partidario de un laicismo y un relativismomoral a ultranza, al que se arroga la categora de neutralidad. Desde estasposiciones se concluye a menudo que la implantacin del laicismo y del re-lativismo moral es una condicin imprescindible para alcanzar una men-talidad realmente democrtica.

    Sin embargo, este discurso es falaz, en primer lugar, porque no es posibleesa supuesta y deseada neutralidad. Cuando se observa al hombre y almundo se le observa desde alguna perspectiva. En sntesis, son dos las al-ternativas posibles para abordar la explicacin de la realidad del hombre ydel mundo: o bien se acomete desde una opcin trascendente (el hombre yel mundo no se explican solos), en un intento racional de encontrar una res-puesta cabal; o bien se abordar desde una posicin puramente inmanente (ala postre, materialista), en un intento de aceptar slo lo que nos consta desdela realidad material-mensurable, tratando de encontrar una explicacin desdeun hombre que no intenta trascender y negando la categora de realidad atodo acontecer que no sea mensurable. Ambas opciones son aceptables, in-cluso ambas son respetables, pero ninguna de las dos es neutral.

    En segundo lugar, el discurso laicista al uso es mendaz porque defiendeprejuicios, algunos derivados de experiencias pasadas ciertamente no edifi-cantes, pero este punto de partida descontextualiza los hechos pasados, de-forma la historia, resta al actual discurso ecuanimidad y apertura, lo tornaexcluyente y, en consecuencia, sectario, y precisamente por eso se incapacitapara defender la democracia que pretenda encarnar. Los derechos humanos,comprendidos por la razn y ms an si sta est respaldada por el patri-monio moral histricamente acumulado por las sociedades avanzadas, nodebieran ser una fuente de prejuicios, sino un slido referente para nuestrosprincipios.

    Con el marchamo de la supuesta neutralidad, se ha abierto paso el positi-vismo jurdico que, al no reconocer la existencia de principios ticos que nin-gn poder poltico pueda jams transgredir, se convierte en la antesala del

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  • totalitarismo. Al utilizar la ley, prescindiendo de todo fundamento moral quela preceda y sustente, el laicismo va configurando una sociedad que, en sus ele-mentos sociales y pblicos, se enfrenta con los valores ms elementales y di-luye los fundamentos de la vida moral, de la justicia y de la solidaridad. Alutilizar la ley, negando otra referencia moral anterior, no es infrecuente ser-virse de la ley para delinquir, que eso es prevaricar, utilizndola en su propiobeneficio. La apariencia de legalidad es slo eso, apariencia: la ley se burlacon tanta frecuencia como se apela a ella para justificar actuaciones que re-pugnan a un elemental sentido comn y sentido de la justicia que clama desdela conciencia moral individual. Lamentablemente, ejemplos recientes no nosfaltan: la excarcelacin de Iaki de Juana Chaos, el indulto encubierto a Ar-naldo Otegui, la burla a la supuestamente vigente ley de Partidos para ad-mitir a ETA/Batasuna bajo las siglas de ANV/EAE, etc.

    Con un elogiable grado de autocrtica, la Conferencia Episcopal Espaolahaca pblicas algunas reflexiones en una Carta Pastoral sobre la actual situa-cin de Espaa22 que inciden con profundidad en el tema de este artculo: Lacrtica de los procedimientos no democrticos de otras pocas ha podido lle-var a algunos a la conviccin de que, en la vida en democracia, la libertad exigeque las decisiones polticas no reconozcan ningn criterio moral, ni se some-tan a ningn cdigo moral objetivo. El problema radica en que las decisionespolticas son decisiones humanas responsables, por lo que necesariamente sondecisiones morales, regidas en ltimo trmino por aquellos valores o criteriosmorales que los polticos reconocen en el fondo de su conciencia, fundados enla recta razn y dirigidas al bien comn. Negar la condicin moral de las de-cisiones polticas es aceptar que esas decisiones probablemente sean ademslas que incidan en un mayor nmero de personas estn condicionadas por laarbitrariedad, el oportunismo o a merced de la opinin o el antojo de los go-bernantes. Sin el respeto al conjunto de valores morales resultado de la rectarazn y de la experiencia histrica de cada pueblo, la actividad poltica nece-sariamente deriva en autoritarismo, manipulacin, discriminacin, injusticia,corrupcin y desorden, e incluso en abierta dictadura23.

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    22 Instruccin Pastoral, 23 de noviembre de 2006. Orientaciones morales ante la situacin ac-tual de Espaa. LXXXVIII Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Espaola.

    23 Op. Cit.

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    La reivindicacin de la laicidad y el realismo en sustitucin del laicismoy el relativismo permite pertrecharse en los principios y liberarse de prejui-cios. Son expresivas al respecto las palabras del presidente Sarkozy el mismoda que gan las elecciones: Hemos derrotado la frivolidad y la hipocresade los intelectuales progresistas. El pensamiento nico es el del que lo sabetodo, y que condena la poltica mientras la practica. No vamos a permitirmercantilizar el mundo en el que no quede lugar para la cultura. Desde 1968no se poda hablar de moral. Nos haban impuesto el relativismo. La idea deque todo es igual, lo verdadero y lo falso, lo bello y lo feo, que el alumno valetanto como el maestro, que no hay que poner notas para no traumatizar alos malos estudiantes. Nos hicieron creer que la vctima cuenta menos queel delincuente; que la autoridad estaba muerta; que las buenas maneras ha-ban terminado; que no haba nada sagrado, nada admirable. Era el eslogande mayo del 68 en las paredes de la Sorbona: Vivir sin obligaciones y gozarsin trabas. () Quisieron terminar con la escuela de excelencia y del civismo.Asesinaron los escrpulos y la tica. Una izquierda hipcrita que permita in-demnizaciones millonarias a los grandes directivos y el triunfo del depreda-dor sobre el emprendedor. Esa izquierda est en la poltica, en los medios decomunicacin, en la economa. Le ha tomado el gusto al poder. La crisis dela cultura del trabajo es una crisis moral. Voy a rehabilitar el trabajo. Dejaronsin poder a las fuerzas del orden y crearon una frase: se ha abierto una fosaentre la polica y la juventud, los vndalos son buenos y la Polica es mala.Como si la sociedad fuera siempre culpable y el delincuente, inocente. ()Esa izquierda que desde mayo del 68 ha renunciado al mrito y al esfuerzo,que atiza el odio a la familia, a la sociedad y a la Repblica. Esto no puedeser perpetuado en un pas como Francia y por eso estoy aqu. No podemosinventar impuestos para estimular al que cobra del Estado sin trabajar. Quierocrear una ciudadana de deberes.

    Por otra parte, la laicidad no as el laicismo fomenta la actitud abiertay respetuosa (aunque personalmente no la comparta) hacia el fundamentode la propia cultura y a las evidencias y costumbres religioso-morales cus-todiadas por ella. Desprenderse de las grandes fuerzas morales y religiosasde la propia historia puede ser suicida para la propia cultura e incluso parala propia nacin. Para Tocqueville, la conciencia moral fundamental, ali-mentada por el cristianismo protestante, ha posibilitado el sistema de li-

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  • bertades americano y lo ha hecho subsistir24. En este sentido, insiste Rat-zinger, cultivar las evidencias morales esenciales, defenderlas y proteger-las, como un bien comn, sin imponerlas por la fuerza, constituye a miparecer una condicin para mantener la libertad frente a todos los nihilis-mos y sus consecuencias totalitarias25. Este aspecto, que excede el prop-sito de este texto, requerira un desarrollo especfico y extenso por sucomplejidad y mltiples implicaciones, que podra ser incluido en otrotexto acerca de moral y poltica bajo el rubro, por ejemplo, de Razn,democracia y religin.

    7. Los principios morales universales, fundamento del consenso democrtico y de la transversalidad del movimiento cvico vasco.

    Para m, la disputa nunca ha sido entre la izquierda y la derecha, sino entrelo que est bien y lo que est mal26. Es sta una reflexin del judo NatanSharansky, superviviente del Gulag sovitico, que contina as, como yahemos mencionado antes: La claridad moral, que nos ayud a ganar la ter-cera (guerra mundial) sin disparar un solo tiro, nos permite comprender elvnculo profundo entre paz y democracia. Exactamente en estas coorde-nadas se sita el discurso del Foro Ermua: en hacer entender que nuestrapelea, contra el terrorismo de ETA y las implicaciones antidemocrticas delnacionalismo tnico, no es una cuestin de siglas partidistas, no es unacuestin de legtimas estrategias polticas, no es una cuestin de posicioneso de esttica de derechas o de izquierdas, sino una cuestin de elementa-les principios morales, una cuestin de decencia. Entiendo que es sta larazn profunda que explica que un discurso fuerte, como el de Foro Ermua,sea capaz de aglutinar a personas tan dispares, con formaciones, sensibili-dades y trayectorias tan distintas.

    Desde el nacimiento del movimiento cvico vasco, en 1998, que no hasido nunca una Asociacin de Vctimas del Terrorismo, se perfilaron unos

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    24 Jardin, A. Alexis de Tocqueville 1805-1859, Paris 1984 : 210.25 Ratzinger, J. Op. Cit.: Verdad, Valores, Poder. Piedras de toque de la sociedad pluralista.26 Sharasnsky, N. Op. Cit.

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    cuantos objetivos ms morales que polticos, aunque con evidentes impli-caciones pblicas: 1) se formul la exigencia de Justicia que resarce a lavctima que, renunciando a la venganza, ha delegado en el Estado de De-recho la aplicacin de la ley; 2) se denunci el fraude del nacionalismo queapelaba al perdn y a la reconciliacin para sacar ventajas polticas, pena-les o penitenciarias; 3) se desenmascar la profunda raz antidemocrticadel nacionalismo en su conjunto, que con ETA como punta de lanza avan-zaba implacablemente en la consecucin de sus objetivos polticos, se-cuestrando la democracia y atentando contra los derechos y libertades mselementales; y 4) se interpel a los ciudadanos a una movilizacin cvicadecidida para alcanzar la paz sin sacrificarle nuestra libertad.

    Es el discurso de siempre, que el Foro Ermua mantiene gobierne quiengobierne. Ahora, tambin, ahora me atrevera a decir que ms. Ahora,que el Gobierno socialista de Rodrguez Zapatero se empea, obstinada-mente y contra toda evidencia, en procesos pacificadores en detrimentodel imperio de la ley, es decir, en detrimento del propio sistema demo-crtico.

    La nefasta poltica ante el terrorismo del presidente Rodriguez Zapateroha abocado a una perturbadora prdida de la credibilidad, de la confianza delos ciudadanos en los principales responsables polticos. Esta falta de credi-bilidad no responde slo a que la ineficacia haya frustrado las expectativas oal resultado de un juicio de intenciones. Entiendo que la ausencia de credi-bilidad es secundaria a una prdida del ms elemental prestigio moral.

    La actual situacin sociopoltica que vivimos nos obliga a volver sobrenuestras reflexiones iniciales. Uno de los trminos ms pervertidos es eltrmino poltico, precisamente por haber sido despojado de todo crite-rio moral, en aras de una neutralidad imposible. Las razones polticas pa-recen apelar necesariamente a motivos partidistas, sectarios, cuando noinconfesables, pero al parecer siempre justificables. El trmino poltico hasido despojado de su genuino sentido, clsico, aristotlico, que lo concebacomo el ms noble de los trabajos humanos, puesto que al orientarse esen-cialmente al bien comn era capaz de proporcionar un servicio eficaz aun mayor nmero de personas.

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  • Si el quehacer poltico parte de una negacin de todo criterio moralque preceda a la ley, termina utilizando la ley en su propio beneficio. Se es-conde en un engaoso lenguaje biensonante y vaco para camuflar sus ob-jetivos polticos cuando han abandonado el horizonte del bien comn: elbien de todas y cada una de las personas (incluidos los terroristas y delin-cuentes), a las que hay que respetar, cuya dignidad es preciso defender,personas concretas a las que no se les puede daar o consentir que sean da-adas.

    As, mientras se suceden los fraudes de ley y se accede a satisfacer laspretensiones de impunidad de los terroristas creando un irritante estado deinjusticia, se apela al perdn como si la reinsercin dependiera de la vctimay no del terrorista. Con el ejercicio de la impunidad, me atrevo a decir, quese aborta toda posible reinsercin, que es el bien que el Gobierno deberabuscar para todo el que delinque. Se puede pensar que los terroristas queganan en su pulso al Estado de Derecho, tras ese duelo estarn en lo su-cesivo ms dispuestos a acatar la ley? Evidentemente, no. Al contrario,comprendern que finalmente se les ha dado la razn y que su actividadterrorista ha sido rentable para la consecucin de sus antidemocrticosfines polticos.

    Por otra parte, la apelacin al perdn por quien est obligado de oficioa aplicar la ley, no deja de ser un recurso indecente. Ms an cuando el re-ceptor del demandado perdn no se arrepiente. Ni siquiera Dios segntengo entendido perdona si el interesado no muestra su arrepentimiento.Quien no se arrepiente se incapacita para ser perdonado: se hace inacce-sible al perdn. Por eso con ETA la nica solucin pasa por la aplicacinimplacable de la ley. Y as, slo as, se les har un favor a los terroristaspara que comprendan su atrocidad y recuperen su conciencia moral, mag-nitud peculiar en la que todos somos competentes, y nico rgano de co-nocimiento que nos permite acceder a una conducta digna del hombre. ElEstado dbil, proclive a la cesin y al chantaje, renuncia a la misin civili-zadora de la democracia, renuncia al papel educativo de la ley, defrauda aunos y a otros, a los que les niega el bien comn posible.

    LA CONCIENCIA MORAL COMO RGANO DE CONOCIMIENTO... / INMA CASTILLA DE CORTZAR

    110 ENERO / MARZO 2008

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