Con La Muerte en El Bolsillo

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Disefio de portada: Ana Paula Davila

Fotografia de portada: Ricardo GonzaJez, El debate (Mazatlan, Sin.). Fotografias del pliego que estAentre las paginas 192-193: Archivo de la Procuraduria general de la republica; Archivo de la Secretaria de seguridad publica (federal); Archivo del Diario Monitor; Archivo de La Cronica de Baja California; Archivo de El Debate (Mazatlan, Sin.); Archivo personal

de Federico Gama. Fotografia de los autores: Ana Paula Davila Infografias realizadas por Humberto Dijard.

© 2005, Maria Idalia G6mez Silva / Dario M. Fritz Cortesi

Derechos reservados © 2005, Editorial Planeta Mexicana, SA de C.Y. Avenid\i Insurgentes Sur nUm. 1898, piso II Colonia Florida, 01030 Mexico, D.F.

Primera edici6n: marzo de 2005 .ISBN: 970-37-0027-6

Ninguna parte de est! publicaci6n, inctuido el disefio de la cubierta, puede ser reproducida, almacenada 0 transmitida en manera alguna ni por ningtin medio, sin permiso previa del editor.

Irnpreso en los talleres de Litogrifica Ingramex, S.A. de C.Y. Centeno nUrn. 162, colonia Granjas Esmeralda, Mexico, D.F. Impreso y hecho en Mexico - Printed and made in Me:xico

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.. ••. Acostado sobre una camilla, el cabello corto hacia ver una frente amplia que anunciaba una futura calvicie. Hebras de cabello mustio daban cuenta de la accion del gel. Todo era dolor en el semblante de Cesar Re­yes Villarreal. EI gesto y el cuerpo desnudo Ie daban al momenta registra­do por una camara fotogrMica todo el patetismo de la muerte cercana. De nada vale una pistola al cinto, la peor de las arrogancias, la bilirrubina aceitando el sabor de la lengua en un traslado de droga, todo el dinero ga­nado en la venta de kilos de cocaina El narcotraficante que junto con Chava Gomez Ie disputaba a Antonio Avila, el Comandante, la herencia de Juan Garcia Abrego al frente del cartel del Golfo, tuvo al menos la suerte de so­brevivir 22 horas en aquel dia de septiembre de 1997. Murio en una mesa de operaciones con ocho orificios de bala en la espalda.

Esta es una de las escenas habituales en Mexico desde comienzos de los aiios 80, cuando cobro auge la produccion y el transporte de drogas ha­

, cia Estados Unidos con su cauda de corrupcion, violencia y muerte. ,

Desde entonces, el fenomeno comenzo a ser analizado y explicado tanto desde el punto de vista historico (Ia produccion de drogas durante la segunda guera mundial para crear la morfina, por ejemplo), como el poli­tico (hombres de gobiemo ligados al tnifico) y el sociologico (incluida la cultura del narco expresada esencialrnente en la vestimenta, los gustos mu­sicales y los corridos). Los resultados han sido muy dispares y la apuesta por el escandalo y el glamour de un mundo mitificado par el propio desconoci­miento ha florecido por encima del trabajo de investigacion. EI cine, incluso, 10 ha abordado desde historias segmentadas asentado en su baza elemental:.­pobreza mas corrupcion mas crimen mas encurnbramiento politico.

La prensa, especialrnente la escrita que esta en condiciones de darle mayor precision y rigor al tema como a cualquier otro, en comparacion con los medios electronicos, ha sido victima y expresion de 10 mejor y peor de las contradicciones hurnanas. Ha bordado el tema con acierto, arrojo, im­precisiones, miedos, temores, respeto, valor, rigor del mejor y contradic­

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ciones, pew en general con una repercusi6n menor y acotada pOl' el escan­dalo, Atenazados pOl' las versiones oficiales y la amenaza permanente, los periodistas han quedado a medio camino entre responder a los principios mas elementales como informal' sin mediI' consecuencias 0 repetir tantos esquemas policiacos de dejar que el agua corra y no adentrarse en la sor­didez de un mundo que responde con plomo cuando se Ie molesta 0 con dep6sitos bancarios cuando se Ie es fiel.

En el mundo de las redacciones se ha filtrado informaci6n fragmen­tada, muchas veces descontextualizada, que aborda unicamente 10 que establece la agenda gubemamental -enfrentamientos, campaiias de erra­dicaci6n de cultivos 0 capturas- y, en el peor de los casos dando entrada, a veces sin saberlo, a la informaci6n sembrada pOl' los propios traficantes -supuestos actos de corrupci6n de funcionarios, torturas y maltratos con­tra detenidos-,

r;ro como una enfermedad que se ha extendido a amplios campos del periodismo, poco se investiga y mucho menos se especializa al periodist~ Esta no es una responsabilidad que se Ie deba adjudicar s610 a los reporte­ros, generalmente imposibilitados de ampliar su formaci6n profesional pOl' falta de apoyo e interes de sus ,resas, mal dirigidos desde las re­dacciones y muy mal remunerados,~ra un pais formado culturalmente en la imposici6n del estado sobre los grandes medios, la prensa ha sido un ,!pendice (hay excepciones) de gobiemos e intereses empresariale!JApesar del cambio hacia una sociedad democratica, la prensa vive una crisis d! adaptaci2n con varios aiios de entumecimient~y que camina variosPil_~

~, Es una responsabilidad que Ie cabe a los propietarios, en primer lugar, y a sus directivos de alto nivel. Y en un tema como el narcotrafico, donde la vida siempre se pone en juego, soslayarlo ha sido la mejor forma de tapar miedos, intereses y hasta deformaciones profesionales. Lejos se esta de alcanzar la labor de los directivos y periodistas colombianos que han luchado para que la violencia y la intimidaci6n del narcotrafico no los ava­sallara ni arrasara con el principio fundamental de la profesi6n: informar.

[No es ut6pico deciI', mucho menos romantico, que periodismo es di­fundir aquello que alguien no quiere que se sepa, el resto es propaganda, tomando una definici6n de Horacio Verbitsky. Su funci6n es poneI' a: la vista 10 que esta oculto, dar testimonio y, par 10 tanto, molestar. El periodismo tiene fuentes, pera no amigos. Criticar todo y a todos, pero con fundamen­tos. Desconfiar. Echar sal en la herida. Para vender las cosas buenas, estan las oficinas de prensiJ

[NOTA DE LOS AUTORES]

~ funcion periodistica deberia estar centrada en la mayor indepen­dencia posible, cerca de los lectores y muy lejos del poder. Si para algo sir­ve esta profesi6n es para informal' a aquellos que no tienen acceso a historias que se cuecen muy cerca de sus casas y calles, que pueden pasar muy cerca de sus narices y aunque 10 sospechen no estan en condiciones de corroborarl~ero eso no quiere decir que el periodista tenga poder y se confunda y beneficie con esas cercanias con quienes si son poderosos.

Seria su pear error, ellos si los desecharan cuando ya no los necesiten. Pera que hacer cuando el traficante de drogas vive a unas cuadras de dis­tancia, se pavonea porIa ciudad como ganadero 0 empresario y muchos Ie veneran. 0 pear, cuando la reaccion de un narcotraficante depende de es­tados de humor 0 de sus muy particulares intereses: un dia'le puede mo­lestar la aparici6n de una fotografia que 10 involucra, en otra ocasion telefonea a las redacciones quejandose porque en una nota se menciona que 10 investigan las autoridades 0 se enfurece porque se insinua que es amigo de otros narcotraficantes. Han podido matar a periodistas, "Ievantar­los" para amenazarlos de muerte 0 dejar en sus oficinas camionetas cargadas con droga para mostrar 10 vulnerables que son. Eso ocurre cotidianamente en Tijuana, Mexicali, Culiacan, Mazatlan, Tapachula, Acapulco, Reynosa, Ma­tamoros, Ciudad Juarez, Piedras Negras y en muchas otras ciudades y pe­queiios poblados. En esos lugares, donde los capos viven y operan, donde los reporteros viven el miedo cotidiano que escurre' pOl' los poras, y el pe­riodismo ha llegado a una conclusion: no hay heroismo que valga.

Existe otra explicacion, los hombres de estado no han cumplido con su funcion, al contrario, muchas veces se han aliado a los narcotraficantes y no persiguen ni castigan ni protegen. La confianza se altera.

La investigacion para este libro, en la que se han tornado una serie de casos del narcotrafico,concentrados en la decada de los 90 y con ramifica­ciones hasta el 2005, pretende Ilenar los huecos de imprecisiones, infor­maciones muchas veces contradictorias, vagas y superficiales, relatando los casos con las voces de los protagonistas -algunos de ellos an6nimos por­que asi 10 solicitaron-, con el apoyo de documentos y expedientes.

Es un libro que habla de derrotas y derrotados. De perdedores, De mo­mentos efimeros de triunfos que se acaban con venganzas anunciadas. Policias, investigadores, espias, funcionarios, narcotraficantes, gatilleros, capos. Vidas que se dilapidan eri una mesa de tortura 0 con un balrio en la boca, tejiendo telaraiias en una carcel, agazapados en un bUnker sin poder asomarse a la calle 0 conviviendo con el temor de vivir eIdia a dia.

Cada una de las historias de este libro son relatos que se van entrelazan­do para darIe cuerpo a los carteles del narcotrafico en Mexico: los Arellano

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Felix en Tijuana, Amado Carrillo Fuentes en Ciudad Juarez; Juan Garcia Abrego y Osiel Cardenas Guillen en el Golfo; los hermanos Amezcua en Colima y la familia Valencia en Michoacan. De la misma manera en el caso de la constmcci6n de los vinculos entre funcionarios y agentes de Estados Unidos y Mexico para combatir al narcotrMico. Se pueden leer de principio a fin como de la ultima pagina a la primcra. Estan pensadas como esferas que cada una concentra su propia infonnaci6n pero que de alguna manera chocan y sc entrecruzan con las restantes.

Aqui no se pretende ensalzar 0 destruir la imagen de policias, mucho menos de mostrar virtudes de narcotraficantes, si es que las hay, sino de dar cuenta de unos y otros con sus miserias y atajos para hacer vivible la vida, de la imposici6n de lamediocridad, de los meritos apropiados 0 ganados, de las apariencias de la verdad, de la cmeldad y su fin.

Seres humanos, unos con una dignidad a prueba de la amplitud de sus bolsillos y el tamano de sus pistolas, y otros que pueden creer en su traba­jo y morir en eJ sin recibir nada a cambio, jugando en algunos casos a ser policia y ladr6n al mismo tiempo, 0 haber crecido en la delincuencia y con ella acabar en una carcel 0 en una zanja. ~ta investigaci6n periodistica es tambien la historia que se ha ido cons­

tmyendo en los servicios de inteligencia mexicanos a partir de los anos 90, cuando un grupo de hombres advirti6 que ante la desmesura del narcotra­fico que iba en el mismo camino colombiano (la posibilidad de apropiarse del estado), la imica manera de combatirlo, 0 al menos controlarlo aunque igual pudiera sobrevivir, era haciendo un trabajo de inteligencia, penetran­dolo, infiltrandolo, quebrando sus re~Enfrentar al narcotrafico con me­todos cientificos y profesionales, aprendidos en Estados Unidos, Israel 0

Francia; y subsistir a las contradicciones y recambios sexenales. Es cierto que mucho de ella tuvo que ver con las presiones estadunidenses y con la llegada de la administraci6n de Bill Clinton, que entendi6 que el problema era integral y que no todo comenzaba y terrninaba solamente en el combate a la producci6n de drogas en algunos paises, como es el caso mexicano. EI trabajo profesional de ese grupo de hombres permiti6 por primera vez, y con permanentes resquemores, convencer a las oficinas estadunidenses de lucha contra las drogas que si era posible abordar eLproblema conjuntamente.

Abundaron los errores, comenzaron a terciar las diferencias los celos militares, pero muchos resultados se vieron en la decada y algunos coleta­zos llegaron hasta los primeros anos del gobiemo foxista (la captura de Benjamin Arellano Felix es uno de ellos), pero finalmente la influencia mili­tar los releg6 y desarm6 en las tareas de inteligencia contra el narcotrafico.

[NOTA DE LOS AUTORES]

Muchos integrantes de ese equipo se volvieron heroes silenciosos y nunca reconocidos, tambien con miedos y dudas, con exitos y fracasos, con claroscuros,pero siempre pensandose como hombres de estado.

Sin embargo, en Mexico cada seis aiios se vuelve a empezar. La lucha contra el trMico de drogas no es la excepci6n. Las consecuencias ahora se estan viendo: un pais que esta en riesgo de perder esa guerra...

(En estas paginas se acumularon casi tres aiios de trabajo. Revisando el matenal una y otra vez, comprobando datos, preguntando y cmzando in­formaci6n, siempre desconfiando, porque la negaci6n de los hechos y la siembra de informaci6n son armas que se utilizan cotidianamente, de rna­nera casi imperceptible, colocandola como barrera que pretende ser infran­queable, para desorientar y amorda::il

* * *

Este libro es agradecido con quienes aceptaron conversar con los autores para revivir momentos de un pasado muchas veces sinuoso y tramposo para la memoria; con quienes corroboraron datos y no se ocultaron en el silencio; con quienes se atrevieron a hablar y simplemente confiaron. No se explica­ria este libro sin nuestra Garganta Profunda, aquella que con su paciencia nos atendia horas enteras y relataba sus experiencias e historias, que se constituyeron en los ejes centrales de 10 que aqui se lee; tambien habra que agradecer a su pareja, quien permiti6 que transcunieran mananas y hasta tardes de domingo sin disfrutar de su descanso.

Un agradecimiento especial a Malena, una mujer especial que nos apo­y6 en todo momenta con entusiasmo y profundo carino, con el trabajo te­dioso de transcribir cada grabaci6n, revisar errores y aportar ideas. Tambien apreciamos las lecturas y consejos de Marta Anaya, Roberto Bardini y Mario Mercuri; a los j6venes especialistas y litigantes y ex funcionarios que nos permitieron ver expedientes clave dellibro; a las palabras de aIiento y preo­cupaci6n de Fernando Garcia Cordero, a las sugerencias y solidaridad de Jesus Ramirez y Gloria Vazquez; ala paciencia de Luis Eduardo Le6n que con solidaria amistad y profesionalismo busc6datos y precisiones en biblio­tecas y archivos; a Georgina, Alfredo, Jesusa y Humberto, por su comparna y entusiasmo que animaron el camino; a la familia Silva por sus consejos y constantes preguntas; a los colegas que diariamente aportan informaci6n deSde su atalaYa en cada medio; a Jessica Miranda y los companeros de Diario Monitor por los permisos otorgados para avanzar en la redacci6n de los textos; a Carlos Loret de Mola por su interes en saber; a Juan Pablo que enderez6 la mta; al cobijo que nos dio la Sociedad interamericana de

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prensa (SIP); a quienes en el camino trataron de desanimarnos porque nos fortalecieron; a los colegas y funcionarios publicos que nos abrieron sus archivos fotogrificos; a los editores Margarita Sologuren y Jesus Anaya, por animar y creer en este proyecto. ANicolas y Ofelia. AIvan y Eugenio por

la alegria de estar. PRIMERA PARTE Tizapan, 21 de enero de 2005

Seis desaforadas historias del narcotnifico en Mexico

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Con.la muerte en el bolsillo

La regIa es la misma en Sicilia, en America y

en todas partes. El hombre mas poderoso del mundo si se enfrenta con alguien con el sufi­ciente coraje para tirar en su contra, muere como cualquier otro.

GIOVANNI FALCONE, juez italiano, 1990

La adrenalina de la persecucion les habia quitado aire y los mantenia pe­gados al parabrisas de la camioneta Suburban que avanzaba, a ciento veinte kilometros por hora, por las calles de Culiacan.

De pronto, el perito sintio que una verdad se Ie revelaba: -oy~, i,vendra de veras el"cadaver en el atalid? Porque nada mas sali­

mos corriendo y no checamos -dijo atemorizado Eduardo Gonzalez. El conductor de la camioneta, el fiscal Benjamin Cuauhtemoc Sanchez

Magallan, volteo a mirar a su compafiero;aturdido: -Checalo -dijo con una seca autoridtl'd que no aceptaba discusion-. Si

no estos cabrones nos van a chingar por nada. Como si fuera tic nervioso volvio a llevar su mana derecha hasta la

pistola que coloco entre sus piernas. En las ocho balas de la Beretta estaba su linico salvoconducto para escapar si los alcanzaban.

Tras semejante advertencia, el fiscal retorno su faena. Intentaba llegar al aeropuerto, evadiendo a la caravana de autos que los perseguian sin saber si era para protegerlos 0 quitarles la carga que traian encima. Siempre habia disfrutado manejando, aunque mas en este tipo de ocasiones en que la adre­nalina se Ie anudaba en la garganta. Esta vez no era diferente. Conducia esa vieja camioneta roja que ni siquiera conocia, por las calles de Culiacan, una ciudad que tampoco conocia y que ademas con la oscuridad Ie resul­taba absolutamente extrafia. Solo que no habia tiempo para saberse y sen­

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tirse forastero: los perseguian, les cerraban el paso y parecia que en cual­quier momenta los emboscarian.

Benjamin Cuauhtemoc ya era un agente reconocido y respetado por . sus compaiieros. Un ano antes 10 habian designado coordinador de minis­

terios publicos de la Unidad contra el crimen organizado de la PGR. Sabia hacer su trabajo y por eso tambien sabia que en esto no hay certezas ni per­misos para equivocarse.

Con la destreza que puede regalar la impaciencia, a pesar de los ochen­ta kilos y un cuerpo hecho con la ayuda de una alimentaci6n rica en tortas y tacos, el perito Eduardo Gonzalez se zambu1l6 en la parte trasera de la Suburban. Se acomod6 en cuclillas sin problemas, no habia asientos de pa­sajeros y por eso podia moverse con cierta holgura. Minutos antes ese rnis­mo espacio habia sido esencial para poder meter apresuradamente el ataud metalico del cuerpo que "secuestraban".

Eduardo Gonzalez atisb6 la mugre en el piso y los rayones del uso ru­do de los policias federales sinaloenses.

-Pinches cabrones -mascu1l6. El perito trastabillaba en la parte trasera de la carnioneta por los mo­

vimientos atropellados de la Suburban y por fa desaz6n que Ie provocaba pensar en que no encontraria dada de 10 que buscaba dentro de ese ataud plateado. Siempre se habia considerado un perito habil y hasta temerario, temeridad forjada a partir de situaciones limite, aunque en esos momentos esta Ie parecia que sobrepasaba toda vivencia.

Primero dud6 en abrir el feretro; Ie sudaban el rostro y las manos. El intenso calor sinaloense saturaba el ambiente. Sin querer pensarlo mas, con algo de dificultad, comenz6 a abrir la primera tapa del feretro. La impe­tuosidad de Benjamin Cuauhtemoc Ie quit6 un segundo la concentraci6n:

-(,Que pas6? -se apresur6 a preguntar.

-(,Y? (,Esta, giiey? -Ya 10 tengo ... jAqui esta! -dijo el perito, quien se encontr6 prirnero

con el rostro desdibujado del cadaver. Eso 10 relaj6. Apoy6 su cuerpo sobre el ataud y comenz6 a jalar el rigido brazo Izquierdo. En su mana hallaria la certeza absoluta de la identidad. Horas antes habia entintado las yemas de los dedos para tomarle sushuellas. Con muchas dificultades, por 10 ri­gido del cadaver, Ie ja16 el brazo Izquierdo para poder ver su mllIlo, en ella buscaba las yemas de los dedos con los rastros de la tinta negra qu~ horas antes el rnismo Ie habia puesto para tomarle sus huellas.

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-iSi es! jYa la libramos! --casi grit6 el perito. Cerr6 el ataud y regres6 al asiento del copiloto.

-(,Traes arrna? -inquiri6 Benjamin Cuauhtemoc. -No -respondi6 apresuradamente Gonzalez Mata. -(,Sabes disparar? -pregunt6. Con la cabeza el perito asinti6-. Enton­

ces toma esta y ponte. buzo. Eduardo Gonzalez recibi6 del fiscalia pistola Beretta y se la coloc6 en

la entrepierna. Estaba listo. -jBien! -alcanz6 a decir Benjamin Cuauhtemoc, antes de enfrascarse

nuevamente en deshacerse de sus supuestos perseguidores, a los que man­tenia a raya mientras buscaba la forma de llegar al aeropuerto para poder llevar a la ciudad de Mexico el cadaver del Senor.

ELENGANO

Baj6 de la camioneta Cherokee blanca con cierta arrogancia y se acomod6 el traje Brioni disenado exclusivamente para el en color gris OXford, que combinaba con una camisa gris de cuello mao, calcetines y zapatos negros. Camin6 apresurado, con ese aplomo que desde hacia tiempo Ie concedi6 el poder.

Camin6 hasta cruzar la puerta del hospital, se cerr6 el saco cruzado y repiti6 una vieja mania: coloc6 su mana derecha en el bolsillo del panta­l6n. Sin saberlo ni imaginarlo, habia depositado en ese mismo bolsillo a su propia muerte: la dosis de Dormicurn que usaba para aliviar sus dolores. Aquella mania tendria fin.

EI reloj marcaba las ocho de la manana del 3 de julio de 1997. El hom­bre alto y robusto de traje Italiano lleg6 puntual a su cita en el hospital, como acostumbraba en cada compromiso. Ese dia decidi6 llamarse b:!1to­nio Flores Montes.

No se rasuro la barba, pero el bigote 10 llevaba escrupulosamente arre­glado, al igual que su cabello lacio corto y pintado de castano oscuro para la ocasi6n. Sutraza denotaba que era un hombre importante, al menos de negocios 0 algo por el estilo; 10 confmnaba el sequito que 10 acompanaba, incluidos sus tres medicos de confianza.

Sin pronunciar palabra, Antonio Flores Montes lleg6 al area de infor­mes del CentrO ginecoobstetrico Santa M6nica, en donde se reuni6 con uno de sus aYudantes. Era unjoven delgado de unos veintid6s anos, alto, de tez blanca y facciones fmas. Vestia un traje oscuro sin corbata y cargaba con mucho celo un portafolio negro de pie!. Taciturno y rigidQ, habia llegado una hora antes al sanatoria para pagar el deposito de cinco mil quinientos

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pesos y elegir la habitacion mas amplia, comoda y segura para su jefe. El re­gistro de ingreso fue autorizado a las 07:26 horas, en el recibo numero 199.

NOffi1a Hernandez, mujer amable y juiciosa, curnplia elegantemente desde hacia seis anos el ritual de recibir a los pacientes para llevarlos al quir6fano y resolverles cualquier duda 0 problema. Pero en este caso, la jefa de personal y de relaciones publicas del hospital no pudo cubrir todo

el protocolo. -(,Quien es el paciente? -pregunto al grupo de hombres que la rodea­

ban mientras caminaban rumbo al elevador.

... -Disculpen, (,quien es el paciente? Necesito conducirlo al area de ciru­

gia que esta en el primer piso. -Yo soy el paciente -respondi6 el Senor, cortes y rotundo, para que no

quedaran dudas-. Necesito hacer una llamada urgente, permitame subir

primero a mi habitacion. -No hay problema -intervino otro de los hombres que acompanaban a

Antonio Flores Montes-. Somos medicos y nos encargaremos de todo.

Muchas gracias. El elevador abri6 la puerta en el primer piso. Norma Hernandez nO tuvo

mas remedio que bajarse; entendi6 que por alguna raz6n querian total pri­vacidad. En silencio, los cinco hombres continuaron su ascenso por el eleva­dor hasta el cuarto piso. Recorrieron el pasillo sin detener el paso hasta el fondo, doblaron a la izquierda y llegaron a la suite 407. Apresurados, los escoltas revisaron las dos habitaciones que componen ellugar.

-Senor, pase -Ie susurr6 impasible el ayudante a Antonio Flores Montes. La suite era mediana y sencilla. Un pasillo comunicaba a los dos cuar­

tos alfombrados de doce metros cuadrados; el de la derecha tenia una ven­tana con vista a la calle de Temistocles, una cama Y una televisi6n, y el de la izquierda dos sofa-camas y un televisor; desde ahi 10 cuidaria su escolta,

se acord6. El viejo barrio de Polanco envolvia al hospital entre majestuosos edi­

ficios y aristocraticas casas neocalifornianas. Las calles de la zona seguian su trajinar habitual de los jueves. Gente de oficina que se mezclaba con las tiendas de moda y los restaurantes mas lujosos. En ese trajin, el hospital tambien continuaba su rutina: algunos pacientes que atender y varias citas ~rogramadas a 10 largo del dia. Una sola cirugia que alguien anot6 en la hbreta de control de operaciones en las primeras horas del dia. El medico responsable, Ramon Lopez Saucedo; pidi6 un anestesi6logo, dos enferme­

ras y nada mas; los cirujanos serian externos.

CON LA MUERTE EN EL BOLSILLO

A Antonio Flores Montes le asignaron el qUir6fano nlimero I, el de la izquierda, al final del pasillo del primer piso. La mesa de operaciones y el instrumental quirUrgico era 10 mas destacado de la habitaci6n de cuatro por seis y a un lado estaba la sala de recuperaci6n.

El traje Italiano que vestia a su llegada 10 cambi6 por una bata blanca. En ese momento nadie Ie teme ni desconfia de d. Nadie 10 conoce, a excep­cion de sus medicos y ayudantes. A el no le asusta la operaci6n, no sera la primera vez. No es cobarde, se ve a si mismo como un hombre tenaz. Ha cuidado los detalles: seleccion6 a sus medicos de cabecera, ya probados desde hace mas de seis aDos; su escolta ha demostrado su lealtad, y dej 6 instrucciones a sus subordinados para atender el negocio. Tambien le rez6 a la virgen de Guadalupe.

En el quir6fano todos se dirigian a Antonio Flores Montes como El Se­nor, con maylisculas. Los medicos Ram6n L6pez Saucedo, Jaime Godoy Singht, Ricardo Reyes Rinc6n, Carlos Humberto Avila Me/jem y Carlos Colin Padilla se pusieron las batas de quir6fano y se acercaron a la mesa de operaciones para comenzar. A L6pez Saucedo 10 conocian en el hospi­tal Santa M6nica porque alquilaba a menudo la sala para cirugias esteticas, su especialidad. Ricardo Reyes Rinc6n era un colombian; de treinta y cinco arros especializado en cirugia plastica, que en los liltimos allOS atendia a ese paciente la mayor parte del tiempo. Avila Meljem provenia de Culiacan y le toc6 la mayor parte del trabajo en la intervencion, por eso invit6 a Godoy Singht, otorrinolaring610go, para que 10 auxiliara en la cirugia de la nariz. Todos conocian bien a Antonio Flores Montes, pero de todos ellos Colin Padilla era el mas cercano, su amigo franco, su compaiiero entraiiable y hom­bre de confianza plena, el que incluso fungia como tutor y maestro de sus hijos. Estaba alli para supervisar la cirugia.

-(,Quien es el paciente? -pregunt6 con desenfado la joven doctora Araceli Reyes, a quien Ie toc6 la guardia del dia.

-Se esta cambiando, (,para que quiere saberlo? -repuso con aspere­za uno de los medicos.

-Debo hacer su historia clinica para que pase a cirugia -explic6 vaci­lante ante la brusquedad de las palabras. . -Yo soy su medico -moder6 el doctor al reparar en su descortesia-. Yo

le doy todos los datos que usted quiera. -oiga, no tenemos los estudios preoperatorios, se los podemos hacer

ahora -aprovech6 la oportunidad para hablar el doctor L6pez Saucedo. -Si -respondi6 extranada la doctora Reyes, ante semejante peticion.

Llama a la enfermera de turno que Ie saco dos muestras de sangre a Antonio

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Flores Montes para que en ellaboratorio definieran su tipo de sangre Y qui­

mica, ademas del tiempo de coagulacion. -Entonces, (,cuales son sus datos? -insisti6 la doctora de guardia. El

medico fue notablemente escueto en la informaci6n, conocia los riesgos de

hablar mas de la cuenta: -Cuarenta y dos anos de edad, hace ano y medio padecio hepatitis tipo

"A", padece de obesidad, se sometio a una liposuccion inferior hace seis

anos, presenta buena hidrataci6n, corazon sin alteraciones. Araceli Reyes llen6 el historial con esos datos, extranada por la acti­

tud de los medicos. Sin ganas de indagar mas, se escabu1l6 de la sala. Los estudios de laboratorio concluyeron y entonces Ie pidieron al Se­

nor que se recostara en la mesa de operaciones. El anestesiologo, con des­

treza, clav6 la aguja del cateter en el brazo Izquierdo. -No Ie de al paciente anestesicos halogenados, porque ingiere frecilen­

temente bebidas alcoh6licas Ypuede tener alg{Jn dano hepatico -orden6 el doctor Reyes Rinc6n al anestesista Ricardo Gonzalez, quien opt6 entonces

por fentanyl, profopol y 6x.ido nitroso. Antonio se fue durrniendo poco a poco, perdiendo la conciencia del

presente que se Ie figuraba suspendidoy, entonces, se reencontro con los "­restos de su pasado, recuerdos selectivos que repas6 con orgullo, pero tam­

bien con nostalgia ...

* * *

Nunca sintio placer en mirar atris, al contrario, olvidar algunas etapas de su vida 10 despojaba de equipaje, le otorgaba libertad: en surna., 10 eximia de culpas. Esta vez no pudo elegir, estaba atrapado en los efectos alucinantes de la anestesia, que 10 llevaron a transitar por 10 mas sinuoso de su memoria.

(,Quien era Antonio Flores Montes? (,Quien pretendia ser? (,Quien se-

ria manana? Esta vez era Antonio Flores Montes, si, pero no era el, de nuevo, como

siempre. En los Ultimos diez anos habia sido tantas personas Y en cada una habia dejado algo de si, que ya estaba cansado. Ni siquiera recordaba a todos.

Alguna vez fue Juan Carlos Ban-on, Juan Antonio Arriaga Rangel, Fer­nando Flores, Pablo Carrillo Fontes, Amado Lerma, Juan Carlos Barra­gan, Jorge Martinez Almonte, Armando Carrillo 0 Juan Carlos Barrera. Un desfile de nombres y combinaciones, todos respaldados con documentos de identificacion que certificaban su presencia aunque no su existencia. Pero

el era solo uno: Amado Carrillo Fuentes.

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Si, Amado Carrillo Fuentes, el hombre poderoso que parecia omnipo­tente, imbatible. Que no se doblegaba. Era para todos el Senor.

Las limitaciones que experiment6 en su infancia tuvieron la virtud sin­gular de no dejarle otra salida que la tenacidad para alc~nzar su propia qui­mera. En la juventud exudaba ambicion por todo el cuerpo, muy superior a la de su padre Vicente Carrillo Vega, un comerciante de Guamuchilito a quien admiraba profundamente. El camino 10 sabia dificil a pesar de las ventajas de tener un tio como Ernesto Fonseca Carrillo, a quien con res­petb le decian Don Neto. En el destino que eligio no importaba su estirpe, sino la audacia y los resultados en el negocio.

Nacer el 17 de diciembre de 1954, cuando el estado de Sinaloa no so­brepasaba los setecientos mil habitantes y Navolato era apenas' una ranche­ria, al poco tiempo la familia se traslado a Guamuchilito, en donde Amado Carrillo aprendio el valor del campo y de la libertad, entre personas senci­llas, de escasos recursos y pocos estudios; tambien conocio la utilidad de la mariguana, de sus tiempos de siembra y cosecha, y los costos que se po­dian pagar, porque algunos de sus familiares la producian y vendian. Ser el mayor de doce herrnanos (siete hombres y cinco mujeres) determin6 su personalidad protectora y de liderazgo. La infancia le corri6 nipido y sin contratiempos. Lajuventud le cay6 encima y supo entonces que debia tra­zar su futuro. Ser el jefe era cosa de anos y hubo que empezar.

Se engancho en la oficina de investigaciones politicas de entonces, la Direcci6n federal de seguridad, en donde conoci6 a los agentes mas bra­gados, los que torturaban y comercializaban la ley. Aquellos que tenian su propio codigo de honor y sabian cuando y a quien debian disparar. Su je­fe inmediato era Juan Manuel Alatorre Delgado y el comandante regional Rafael Aguilar Guajardo, quien se convirti6 en su tutor. Amado Carrillo aprendi6 de su maestro a contactar a proveedores y distribuidores, a mo­ver el producto, a controlar a comandantes y empleados. Pero sobre todo le mostr6 como era ser el jefe.

Usaba entonces la barba espesa y tenia elcuerpo grueso.Era el aven­tado, el cabr6n del grupo. Amado Carrillo supo pronto que habia que tener coraje para crecer.

Primero robO autos para el cartel de Guadalajara, en los que despues escondian la droga que llevman a Estados Unidos. Luego los negocios 10 llevaron por temporadas a Ojinaga, en Chihuahua. Ya entonces le habian pasado treinta aiios de corrido. Sus jefes de Jalisco 10 enviaron para super­visar el almacenaje y trasiego de cocaina y mariguana a Texas. Con Pablo Acosta -eonsiderado el mayor traficante de drogas de entonces---:, Amado Carrillo aquilato la amistad, conoci6 de las manas para cruzar la droga a

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traves del rio y par la aduana. Supo 10 que era ser gatillero, oficio que de­

mandaba inteligencia, paciencia y astucia para matar. Ya se comportaba como jefe. Traia una escolta de veinte hombres bien

armados, vestia ropa cara Y se mostraba con firmeza. En Ojinaga, en una colina cercana al centro del pueblo, construy6 una majestuosa casa de tres pisos, que ofendia las sencillas casonas de los campesinos. Orden6 a los ar­quitectos que los ventanales y balcones estuvieran dirigidos hacia Texas, asi podia mirar a Estados Unidos con arrogancia y desprecio, sentimientos

que emergian de su pragmatico nacionalismo. Cuantas veces se burl6 de los gringos ... Siempre que pudo. Para estos

arros cruzaba al estado de Texas sin problemas, con drogas 0 sin elias, con armas 0 desarmado. De alguna forma pag6 esa osadia. En 1985 el personal de la aduana estadunidense de Presidio 10 detuvo cuando iba cruzar hacia Ojinaga; traia un rifle AR-15 y por tarugo se 10 llevaron a la carcel porque se confi6 y no 10 escondi6 bieu. En ese momento no levantaron cargos en su contra, 10 cata10garon como un asunto menor, s610 colocaron su foto y buellas en los archivos. Sali6 libre. £1 arma se la apropiaron en 1a aduana.

Los federales cazaron a Pablo Acosta en abri1 de 1987. Amado Carrillo tom6 su lugar. En poco tiempo control6 la siembra y trafico de mariguana de la sierra de Sonora y Chihuahua, droga que cruzaba a Estados Unidos por Coahuila y Chihuahua. A1macenaba la mercancia en ranchos pegados a1

rio Bravo y poco a poco la sacaba para cruzarla. Despues se diversific6. Se hizo empresario. En julio de 1988 cre6 su

primera empresa, despues Ie seguirian muchas mas. Fue en Torre6n y se llamaba Taxi aereo del centro norte, S. A. de C. V. (Taxceno). Los socios eran su segunda esposa Sonia Barragan, con quien se habia casado poco antes en Huitzila, Zacatecas; y los Leyva, familiares de la que habia sido su primera mujer, Candelaria Leyva. La empresa cumpli6 tres fines: simul6 ser una compania legal de vue10s privados del norte del pais, transportaba media tonelada de cocaina en cada aeronave y Ie permitia disfrutar su pasi6n por la aviaci6n. La flota era variada: Sabre Liner 80 y 75A, Lear Jet

25, Cessna 421 y 206, Y Azteca Piper. Habia creado su propio leyenda. La suma de su arraigado catolicismo,

mas la devoci6n por su familia y una dosis de superstici6n, Ie daban como resu1tado el exito. Eso crey6 siempre y 10 aplic6. Esa amalgama de elemen­tos se Ie hizo habito, algo adquirido desde su empresa Taxceno cuando a las matriculas de sus aviones les coloc6sus iniciales XA-ACF Y las de sus hijos -e1 de Claudia Carrillo Barragan era XA-CCB-, Yun sacerdote las ben­dijo. De ese habito sabian los agentes de la DEA y se acostumbraron a bus­car entre los aviones esos signos, varias veces creyeron encontrarlos y una

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de esas veces llegaron al punto de ordenar que el satelite mas pr6ximo Ie tomara fotografias a una aeronave con las letras XA-ACF, estacionada en un a~ropuerto del norte del pais; convencidos de su descubrimiento, la foto­grafia fue entregada por el equipo de Michael Vigil, jefe de la agencia en Mexico, a los funcionarios de la PGR; ante 10 que podria ser una situaci6n bo­chornosa por el aparente descaro de Amado Carrillo de tener un avi6n en pleno aeropuerto, se moviliz6 a un equipo de investigadores que despues de unas horas comprob6 qu.e el avi6n pertenecia a una linea comercial sin ninglin vinculo con el capo.

A finales de los aDos ochentas, Amado Carrillo ya tenia varias casas en Coahuila, Guadalajara, Sinaloa y Chihuahua, traia escolta, vestia bien y dis­frutaba ser educado. Era su forma de distinguirse del resto de los narcotrafi­cantes. Por esos estados transitaba, siempre rapido, sin avisar y por negocios; ahi 10 alcanzaba su esposa y algunos de sus hijos, para entonces tres.

Sabia que en la mafia s6lo se asciende si se es leal, comprometido, as­tuto e inteligente. Amado Carrillo era todo eso y ademas osado. A finales

"­ de los ochentas, revolucion6 el trasiego de cocaina de Colombia a Mexico; . sus avionetas viajaban desde ese pais hasta la fTontera norte mexicana. Su cercania con Aguilar Guajardo se afianz6.

De 1987 a1989 corrieron esos arros de ascenso y de trabajo duro. Pew la casualidad que se traduce en destino fren6 de golpe, en seco, ese impulso. EI Unico episodio fisicamente doloroso 10 experiment6 en 1989 y deline6 su desprecio por soldados y policias, de quienes siempre decia que tortu­raban, sembraban delitos, matabaiJ. y robaban droga, si no se les compraba, y por eso prefiri6 siempre ponerlos a su servicio. Les pagaba antes que

. padecerlos, desde cincuenta d61ares hasta doscientos mil mensuales, de­pendiendo el rango y funci6n. Pew esa vez pag6 caro su descuido. Con su familia Ueg6 a una fiesta organizada en su honor en el poblado de Huixopa, Sinalo_a. La simbiosis de intereses y beneficios habian Hev'ado al convite 10 mismo traficantes, sembradores, capos y gatiHeros, que a agentes de la PGR, del ejercito y de las policias locales. Pidieron permiso a un capitan de la base militar para semejante escandalera, que amenazaba con durar tres dias. Musica norterra, cervezas y comidas sin rienda. Los militares no cum­plieron y deshicieron el festejo, detuvieron a Amado Carrillo y a doce de sus acompafiantes, a quienes llevaron a la guaroici6n rnilitar.

Golpes, agua y toques electricos, de nuevo golpes, agua y toques. Sin Comer y dormir. Paso tres 0 cuatro dias as!. Ya no sentia la mitad del cuer­po, el dolor sobre dolor le impedia saber d6nde estaba mas lastimado. Para rescatarlo, la familia recurri6 al general Jose Mariano Maldonado Vega.

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CON LA MUERTE EN EL BOLsrLLO. 21 CON LA MUERTE EN EL BOLSILLO

-Sargento, (,tiene usted asegurado 0 como prisionero al senor Amado Carrillo Fuentes? -la voz seca de mando de Maldonado Vega era incon­

fundible. -Si, mi gen~ral -respondi6 sorprendido el sargento. El general Maldonado Vega habia llegado de sorpresa minutos antes al

poblado en una avioneta a petici6n de la familia Carrillo. . -(,Lo han agredido? Parque se esta corriendo el rwnor de que 10 van a

ejecutar -dijo el general. -Mi jefe, es el procedimiento ... Golpearlos, mas no ejecutarlos -ex­

clam6 el sargento buscando cierta complicidad. -Quiero ver al comandante de la base -exigi6 sin tregua Maldonado

Vega. Lo llevaron en una camioneta con el capitan segundo de infanteria,

Heriberto Baltazar Pantale6n. -(,Para que quiere verme? -dijo el capitan con desenfado. -Soy general brigadier retirado y quiero saber si tienen como prisio­

nero a Amado Carrillo. -Asi es -respondi6 seco el encargado de la base.

. -Lo han golpeado severamente y la familia teme que 10 ejecuten -se

justific6 el general. -Lo que pasa es que el senor acudi6 a una fiesta en el poblado con va­

rios agentes del Ministerio publico federal y agentes de la Policia judicial federal. Se nos hizo sospechoso ese senor, portaba una pistola calibre .45 con empunadura de aro y enjoyado, pOl' 10 que debe ser un capo grande

-sentenci6 el capitan Baltazar Pantale6n. -En el Colegio militar no aprenden eso, no deben golpearlo tan seve­

ramente y retenerlo tanto tiempo. Eso es un error porque hay autoridades como la PGR. Consignenlo -sentenci6 el militar con cierto malestar.

-Muy bien, general, 10 vamos a poner a disposici6n del Ministerio pu­

blico par la portaci6n del arma -coneluy6 el capitan. El general Maldonado Vega se retir6 de la misma forma en que lleg6

allugar, en la avioneta y luego en un vuelo comercial, todo pagado porIa familia Carrillo Fuentes. El militar nunca 01vid6 ese episodio, que despues

catalog6 como desliz, porque casi una decada despues Ie cost6 cinco afios

de prisi6n aunque al final fue absuelto. La mediaci6n tuvo resultados. Desalinado, con la barba y el cabello

crecido, la ropa sucia y los ojos cansados, lleg6 Amado Carrillo a la PGR y se convirtio, el 7 de julio de 1989, en el detenido numero 2915. Al princi­pio, los rastros de la tortura eran visibles pOl' sus costras, con el transcurso del tiempo s610 Ie qued6 la cicatriz de una quemadura en el codoizquierdo.

Nueve meses en el reclusorio sur del Distrito Federal Ie dieron tran­quilidad. Pag6 pOl' diez celdas ubicadas en el segundo piso del penal y transformo sus barrotes y paredes color crema desgastado en un gimnasio, cocina, comedoI'; cuarto para television, recamaras y banos. El jardin reco­br6 su verde natural y el beisbol fue el entretenimiento permanente, que se complementaba con el poker y el billaI', dos pasatiempos que decidio ineluir y practical' en las casas que fue adquiriendo en todo el pais, colocando las mesas de juego junto a la cantina y la televisi6n. En el penal se divirti6, negocio y se acerco a Miguel Angel Felix Gallardo, capo de capos, quien era su vecino en la prision.

Amado Carrillo dejo la carcel un poco mas llenito y reposado, con una fuerte predilecci6n par el cofiac fino y el whisky. Salio porIa puerta princi­pal en abril de 1990. Atras quedo su etapa de novicio y comenz6 el ascenso del jefe y del mito. En silencio, con paciencia y talento edifico su propio imperiQ desde Quintana Roo hasta Nueva York, reino que fue vulgannente conocido como el llamado cartel de Juarez.

Compro nuevas avionetas en Estados Unidos y retorno las riendas del aire. Asi comenzo la nueva etapa de su empresa. Toda la droga la llev6 pOl' aire y la deposito en Estados Unidos. Garantizado. Su irrupcion en el po­der fue irreversible, los contactos con los personajes colombianos surti­dores de cocaina se hicieron cotidianos, vio de cerca los acuerdos para el trasiego de droga con los comandantes de todas las corporaciones y enten­di6 10 cambiante del mercado de distribucion, su potencialidad, sus capri­chos y oscilaciones casi siempre controlables y sus generosas ganancias.

El principiaI' de los noventas Ie presagiaron buenos tiempos. Los vue­los se intensificaron a tres 0 cinco pOl' meso Viajaban desde Colombia con media tonelada de cocaina, 10 que Ie generaba ganancias pOl' encima de los treinta millones de dolares pOl' cada vuelo. La confianza con los colombia­nos se apuntalo.

. LIeg6 el momento, el principe se arrog6 el solio. Aguilar Guajardo fue asesinado el 12 de abril de 1993 en CancUn y A~ Carrillo alcanzo, par fm, su quimera. Heredo el cartel de Juarez, que fue su patri~nio absoluto, y empez6 a reinar en el.

Siete meses despues, el 24 de noviembre, vivi6 su primera prueba de supervivencia en el poder. En el restaurante Ochoa Bali-Hai, en el Distri­to Federal, tres hombres armados llegaron allugar y dispararon contra ties escoltas de Amado Carrillo. El y su familia se tiraron al piso y aprovecha­ron la confusion para moverse a gatas y salir porIa puerta trasera del local. Huyeron con seis guardaespaldas. Los hermanos ArellaUQ.Eelix1e habian enviado a sus gatilleros para eliminarlo, pues no' querian que tomara el

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control total del cartel de Juarez. S610 consiguieron su enemistad; la ven­ganza es un plato que se come frio, les garantiz6 Carrillo Fuentes. Obtuvo algo mas, la primera orden de aprehensi6n en su contra, por almacena­miento de cartuchos, explosivos y municiones; requerimiento que sus abo­gados anularon arios despues.

El poder Ie quit6 la confianza y la tranquilidad. Esas fueron sus prime­ras perdidas. Aunque pag6 por cursos de entrenamiento para sus escoltas, sigui6 los manuales de seguridad del Estado mayor presidencial y hasta los estadunidenses. Amado Carrillo ya no deposit6 en ellos su seguridad ni la de su familia, sino s610 en si mismo. Desde entonces nadie conoci6 con an­telaci6n los lugares que visitaba y no durmi6 en el mismo lugar dos dias seguidos. Era capaz de abandonar inesperadamente un lugar, en medio de la noche, si no se sentia seguro. El recelo Ie acrecent6 ei insomnio, cuyos efectos mitig6 con Valium 0 Dormicum y para permanecer alerta en el dia tomaba pequefias dosis de cocaina que en cinco afios Ie destrozarian el tabi­que nasal. Int~gr6 su escolta con cuarenta efectivos permanentes (la ma­yoria ex soldados y ex policias) y su familia tenia a su servicio entre cinco'y diez personas cada uno de ellos, todos con el mejor armamento comprado en Estados Unidos. Y sum6 a su equipo de confianza un par de cocineros, medicos y chofl::res, todos previamente vigilados y probados en lealtad; pasada la prueba se incorporaron de manera permanente a su circulo mas cerrado y los tenia cerca la mayor parte del tiempo, para evitar un envene­namiento, una falta de atenci6n medica 0 cualquier garlito.

En ese momenta no se percat6, pero 10 mas preciado que habia per­dido era la libertad que Ie regalaba el anonimato. Antes del atentado, Amado Carrillo era una sombra que operaba y un nombre que muy pocos pronun­ciaban; era un poder que nadie adivinaba. Despues del Bali-Hai, su histo­ria y reinado comenzaron a exhibirse. ,

Siempre esper6 una traici6n, por eso a sus casas de seguridad les mcor­o por6 tUneles ocultos, pasadizos y b6vedas disimuladas que se accionaban con algun bot6n; artificios que Ie perrnitirian huir a otros predios cercanos o salir en otra calle para impedir que 10 atraparan. Tambien cre6 su equipo de contraespionaje con la mejor tecnologia, para poder adelantarse a cual­quier ataque y vigilar a sus escoltas y a sus enemigos extemos: los Arellano Felix y las autoridades. Se arrn6 de celulares encriptados y piratas, escaner de radiotelefonia celular para interceptar llamadas, agentes infiltrados en las corporaciones policiacas y una oficina de distribuci6n de informaci6n para proporcionar datos, veraces y falsos, a las autoridades 0 medios de co­municaci6n, sobre las operaciones del cartel de'Tijuana.

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Poco a poco fue modificando la estructura del cartel de Juarez, hasta que logr6 dividirla en celulas que trabajaban de forma independiente, nin­guna persona conocia a todos sus integrantes y ni siquiera la existencia de otra celula. Eran varios los equipos: seguridad, trasiego de droga, almace­naje, cobro de dinero, pago de funcionarios e informantes, lavado de dinero, contraespionaje y difusi6n de infonnaci6n. Pero s610 eJ controlaba los con-

Jactos Con sus proveedores colombianos ... Las autoridades nunca pudie­ron penetrar y mucho menos romper este arrnaz6n.

Amado Carrillo tambien era vehemente, 10 que tenia la virtud de lle­varlo a arriesgarse. Ofreci6 un nuevo contrato a los colombianos y arreci6 su potestad: personal de su confianza recogeria en Colombia la cocaina y llevaria la carga a. almacenes en la frontera norte de Mexico. Las variacio­nes del precio en el mercado determinarian su distribuci6n. Se daba ellujo de controlar ( : precio de la droga en el sur y centro de Estados Unidos. Una vez entregada a los distribuidores, en un plazo razonable, Ie pagaba 3.1 provee­dor colombiano. La mercancia, ofreci6 Amado, quedaria plenamente ga­rantizada y si la incautaban las autoridades, ella pagaria de su bolsillo. Los colombianos aceptaron sin dudar y Amado Carrillo cumpli6 cada vez. Sus ganancias eran del 50 por ci-:nto por cada remesa. Su imagen creci6. Era, sin duda, audaz y hombre de palabra, de ello se jactaba y por eso tenia el respe­to de los colombianos, del cartel de Cali en particular, su principal proveedor. Anualmente, calcul6 la DEA, podia introducir a Estados Unidos setenta to­neladas de polvo blanco, diez mas de 10 que se estimaba para el cartel del Golfo, de Juan Garcia Abrego_

Volvi6 a sentir la misma ambici6n que exudaba en la adolescencia. Ale canzaba los cuarenta alios y ya tenia otro cariz. EI bigote y cabello bien re­cortado, las ufias de las manos manicuradas, las carnisas a la medida con

o sus iniciales las combinaba con trajes Versace y Brioni. El cuerpo se Ie ha-o bia rejuvenecido gracias a una liposucci6n que Ie rest6 varios litros de grasa del abdomen.

Estaba avido de mas poder y obtenerlo era sin6nimo de mas dinero. Se Ie ocuni6 operar a gran escala y compr6 en trescientos mil d61ares un avi6n

- Boeing 727 dedesecho en San Diego, California. Alli rnismo 10 prepararon. Mand6 a reparar el motor que serviria para realizar un vuelo redondo hasta Colombia por vez. Hizo quitar los asientos para que en el espacio liberado co­locaran bidones para llevar mas combustible que utilizaria en todo el trayec­to, que seria inyeetado al tanque en pleno vuelo y asi realizar el viaje sin escalas. Desde San Diego emprendi6 su viaje hasta Colombia, recarg6 com­bustible y Ie acomodaron cinco toneladas de cocaina. Parti6 con destino al norte de Mexico. Logr6 burlar los sistemas de radares haciendo todo tipo

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de malabares, pero el avi6n sufri6 algunas fallas y debi6 aterrizar de emer­gencia en Ciudad Jimenez, Chihuahua. Logr6 bajar la droga, aunque los cos­tos se increrpentaron por eI incidente. EI avi6n 10 dejaron abandonado y las autoridades 10 descubrieron muchas sernanas despues, s610 por casualidad.

La misma operaci6n la llev6 a cabo en otros dos Boeing 727 que com­pr6 en Estados Unidos; despues sum6 a su flota los Groman y Caravelle. Comprob6 con los Boeing de desecho que el costo-beneficia nO era tan redituable y desisti6. Retom6 su estrategia de las avionetas con media to­nelada de cocaina, pero las maniobras de vigilancia de la PGR y del ejercito se reforzaron, hasta el punto de pisarle los talones en eI aire a sus aeronaves. Con la destreza de sus pilotos y el cambio de rotas, continu6 las operacio­nes. Arroj6 la carga al mar en canastos, con una boya metalica de auxilio que al flotar mandaba una senal y asi la localizaban sus hombres unas dos horas despues. La aeronave senalaba las coordenadas y con la discreci6n de la noche las lanchas rapidas recogian la cocaina para llevarla a las pla­yas de Tamaulipas.l Almacenaba la mercancia para trasladarla despues por tierra 0 la depositaba en otra aeronave que salia en una rota transversal desde Matamoros con rumbo a Tijuana. En el trayecto se desviaba para no ser detectado por los globos zepelin que Estados Unidos mantiene fijos a tierra en cinco puntos distintos de la frontera con Mexico y que permiten vigilar tierra y aire en un radio de acci6n de varios kil6metros. Las aero­naves aterrizaban en algun rancho cercano a la frontera, pero dentro de Estados Unidos, un equipo bajaba la carga y la aeronave despegaba. Asi Amado Carrillo invadi6 Estados Unidos con sus aviones en miles de oca­siones. Y de eso se ufanaba, producto de su pragmatico nacionalismo. Le hacia sentirse un nuevo Pancho Villa.

. Domin6 el cielo y por eso Ie llamaron el Senor de los Cielos. Sus me­canicos y pilotos, temerarios todos, usaban cualquier tecnica, algunos eran verdaderos malabaristas suicidas. Pintaban la panza de las avionetas de azul claro para que al mirar al firrnamento no se vieran 0 de negro para que la oscuridad los perdiera, se familiarizaban con las rotas comerciales para in­terceptar sus aviones y colocar los suyos debajo de ellos y asi no ser detec­tados por los radares, y hasta apagaban las luces en la noche 0 caian en picada en medio de una persecuci6n desde catorce mil pies de altura hasta llegar a mil seiscientos y asi perder a su cazador. Desimes de muchos errores y aciertos, las autoridades mexicanas lograron frenar las operaciones aereas del Senor de los Cielos, aunque no exterrninarlas. Tenian recursos limita­dos y no en todo se recibia el apoyo estadunidense.

, Infmidad de veces los procuradores Antonio Lozano Gracia y Jor e ~adrazo reclamaron con indignaci6n a Esta os Unidos que no controlaran

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la venta de aviones chatarra y avionetas, sabiendo que Amado Carrillo uti­lizaba esas aeronaves para sus operaciones. No lograron modificarlo.

Ante la lejania del estado de California, el mejor y mas grande mercado para la venta de drogas en territorio estadunidense y eI dominio que ahi te­nian los Arellano Felix, defini6 una estrategia diferente y dividi6 a Estados Unidos en cuatro. L1ev6 la cocaina y mariguana hasta Colorado y desde alli las distribuia a los vendedores al menudeo. Su droga lIegaba al norte, sur y este. Lo mismo estaba en Miami, Atlanta, Chicago, Nueva York 0 Texas, que en los estados de Washington, California, Ohio, Connecticut, Neva­da, Arizona, Nuevo Mexico, Oklahoma 0 Louisiana. Su terri torio pocas veces fue invadido y cuando los Arellano Felix 10 hicieron ell 1997, sim­plemente "depur6" a su equipo de traidores: orden6 su muerte y nuevos hombres se hicieron cargo del mercado en Estados Unidos.

-Mantengan fria la plaza -insistia Carrillo Fuentes a su gente-. No quiero enfrentamientos ni ostentaciones -ordenaba. i

Otros de sus principios eran no exhibirse y ser leales adversarios. Ser despiadado, pero s610 con los enemigos y con quienes los traicionaban, y nunca enfrentar a la autoridad directamente. Principios "eticos" y empre­sariales basicos que 10 regian.

A sus cuarenta y un arios, Amado Carrillo era un empresario en plena expansi6n. No Ie gustaba experimentar esa sensaci6n de estar a la deriva y por eso sabia 10 que ocuma en su territorio y en su organizaci6n, controla­ba las mayores operaciones y tomaba la ultima decisi6n en todo. No s610 estaba en su naturaleza, sino que era su garantia de subsistencia. Siempre ideaba nuevas estrategias y tecnicas en las que generalmente se arriesgaba. Un dia, hacia principios de 1996, se Ie ocurri6 que debia independizarse .de sus proveedores sudamericanos; para. eso contrat6 un equipo de quimi­cos para que examinaran la cocaina colombiana y trataran de iguaiaria en el laboratorio. Intentaro"n hacerlo durante un par de meses, pero no consiguie­ron engendrar un polvo blanco mexicano. La policia antidrogas se enter6, gracias a que localizaron algunos de estos centros en estados del norte del pais, que contaban con el equipo mas moderno para esa investigaci6n, y hallaron algunas de las anotaciones sobre los avances y fracasos de la mi­si6p. quimica emprendida.

Con su particular visi6n de empresario, conquist6 otros mercados de producci6n en Peru y Bolivia, en donde lleg6 a financiar parte de la produc­ci6n de la hoja de coca. En Guatemala, Panama y Belice abri6 almacenes para guardar la cocaina. Contact6 a la mafia rosa, considerada la mejor autoridad en lavado de dinero, y busc6 socios en Chile y Argentina para in­vertir en diferentes negocios. A pesar de esta pujanza, legalmente en Mexico

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no era narcotraficante, apenas se Ie identificaba como portador de armas y cartuchos en una asociaci6n delictuosa; era por 10 unico que se Ie perse­guia -de acuerdo con la orden de aprehensi6n girada en su contra en junio de 1994, s610 fue hasta 1996 que se Ie senal6 como narcotraficante, pero a petici6n de Estados Unidos, pais que pidi6 su extradici6n por 22 cargos crimina1es. En Mexico no habia mas ~n su contra. Sin duda, vivia el cenit

de su imperio.

* * *

En la mesa de operaciones del hospital Santa Monica, en medio de esos re­cuerdos partidos en retazos por la anestesia, tambien se topo con los dolo­res del alma, los anhelos y hasta los miedos del hombre, no del capo.

Una imagen que no se apaciguaba, que era un dolor tan punzante que Ie desgarraba, era el de su hija Amadhete. Ni el poder ni el dinero ni nada la protegieron de la muerte, que se Ie cruzo en la alberca y la abraz6 hasta ahogarla en julio de 1994 en la hacienda La Luz, en Tetecala, Morelos. Nunca mas se llenaria de agua esa piscina que en el piso tenia diamantes, rubies y otras piedras preciosas que formaban las iniciales del capo: ACF.

Para no olvidar a la nena de apenas dos aiios, Amado Carrillo orden6 cons­truir su tumba muy cerca, con marmol rosa y letras de bronce. Pero en marzo "de 1997 la PGR incaut6 esa mansion de catorce mil metros cuadrados -que incluye una-docena de recamaras, cinco comedo;es, un billar, tres cocinas, cancha de tenis, caballerizas y una huerta-, Amado Carrillo enfureci6 y tuvo miedo de que profanaran el nicho. Exigio a su abogado Sergio Hernandez, contra recibo de muerte, que liberara la casa para recuperar a su hija. EI abogado obtuvo un amparo y con Amado Carrillo planeo el asalto, pues sabian que tenian unas cuantas horas antes de que el Ministerio publico fe­deral, pretextando otro expediente, incautara de nuevo la propiedad. Elli­tigante y tres personas mas de confianza acudieron a la residencia; el prirnero distrajo a los federales con una acalorada discusion sobre el amparo y sus tres acompaiiantes se escabulleron pretextando que revisarian si todo es­taba en orden, pero s610 fueron a la zona de la alberca, abrieron la cripta y tomaron los pequenos restos. Se marcharon aprisa y horas mas tarde la casa

volvio a ser asegurada. EI parpadeo de imagenes inquietaba al Senor de los Cielos. Se confun­

dia entre su paso fugaz por la Universidad autonoma de Sinaloa, en don­de hubiera querido estudiar, y se mezclaba con 1a tristeza por 1a muerte de su hermano Cipriano en 1988.

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EI hostigamiento como estrategia de guerra, iniciado en 1996 por la PGR, para inquietarlo y abatirIo, por momentos les estaba dando resultados. Por eso se hallaba ahi, en la mesa de operaciones sometido a una multici­rugia de alto impacto, escuchando palidos y lejanos sonidos, sin sentir nada, pero con e1 rniedo que da la fragilidad.

Tan poderoso y mitico, y ahora tan igual a cualquiera. De cerca la piel se Ie veia grasosa, gruesa y oscura; la cara era redonda y de ella brotaba una nariz ancha y gruesa que soportaba sus redondos ojos cafes. De la parte baja asomaban los dientes que reflejaban el amarillo de los ai'ios sin cui­dado. Las manos grandes y gruesas permanecian inmoviles. Asi acostado y desnudo, habia perdido el sefiorio que manaba horas antes a su Ilegada, envuelto entonces con ese traje italiano. Mientras mas poderoso se es, mas obligado se esta a ser elegante, pero desnudo se es igual a cualquiera.

Amado Carrillo muy pocas veces se habia colocado en una situacion de tanta vulnerabilidad como 10 estaba en esa cirugia. Pero conocia el afo­rismo del que un capo no se puede escapar: cuanto mas poder se adquiere, mayor precio se debe pagar para conservarlo.

Decidio arriesgarse porque estaba segura que conseguiria burlar a las autoridades con uno de los mejores actos de ilusionismo que hubiera eje­cutado y asi detendria, 0 al menos postergaria, el naufragio que 10 amena­zaba ante la obstinada persecuci6n de las autoridades. Era un desafio al acoso sufrido por el y su familia, que se desbordo a partir defebrero de ese 1997 cuando fue detenido el general Jose de Jesus Gutierrez ReboJIQ., se­fialado como su aliado y protector. Habia que frenar10 y 10 planeo con su

,f.-. medico de confianza, el que 10 acompafiaba en sus viajes y estaba siempre disponible, Ricardo Reyes Rincon.

La gran treta consistiria en su transformacion: las arrugas desaparece­dan y tambien las imperfecciones en los bjos y parpados; podria corregir el tamano de la nariz; Ie implantarian una pr6tesis en el ment6n para e1e­varlo, proyectarlo hacia delante para a1argar el rostro y tener ademas 1a barba partida; tambien Ie restarian grasa al torax y abdomen para reducir­Ie dos tall as. Con ese plan bajo e1 brazo lleg6 a 1a mesa de operaciones e1 Senor de los Cie10s, el narcotraficante mas importante y poderoso de La­tinoamerica, seglin la DEA, e1 FBI y la PGR.

. La cirugia comenz6 a las nueve y media de la manana. Le inyectaron primero cloruro de sodio con adrenalina, para evitar que se desangrara du­rante la Iiposucci6n. Con destreza, el doctor Ricardo Reyes Rincon deslizo en dos lineas el bisturi, desde esos cortes comenzaron a aspirar con j eringa la grasa del t6rax y del abdomen. Siguieron con algunas incisiones en la regi6n'temporal de ambos lados y posteriores a los parpados, desde donde

Jason
Resaltado
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