Con la música por dentro y una inquina sin tregua · 2016. 9. 5. · año de 1920, siendo yo...

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SIGLO NUEVO 57 Antonio Álvarez / / / / Correo-e: [email protected] NUESTRO MUNDO Puede incluso afirmarse que algunos mantuvieron una inquina sin tregua hasta el final de sus días. Quizá la más intensa animadversión fue la que se dio entre Julián Carrillo y Carlos Chávez E n la rotonda de las personas ilustres, ubicada en el Pan- teón Civil de Dolores de la ciudad de México, se encuen- tran los restos de nueve notables creadores de música: Ju- ventino Rosas, Felipe Villanueva, Jaime Nunó, Manuel M. Ponce, Carlos Chávez, Silvestre Revueltas, Julián Carrillo, José Pablo Moncayo y Agustín Lara. Hay que decir que de esos famosos compositores, los que fueron contemporáneos no siempre tuvieron entre sí relaciones armoniosas. Puede incluso afirmarse que algunos mantuvieron una inquina sin tregua hasta el final de sus días. Quizá la más intensa animad- versión fue la que se dio entre Julián Carrillo y Carlos Chávez. Ni duda cabe que Carlos Chávez, como músico y promo- tor de la música de calidad, dio mucho a México. Fue un dili- gente funcionario que ocupó puestos de gran impacto en la vida cultural del país. Encabezó la primera orquesta sinfónica netamente profesional que hubo en México, estuvo al frente del Conservatorio Nacional de Música y fue el primer direc- tor del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA). Como ca- beza del conservatorio, además de asegurarse de una óptima preparación musical de los alumnos, procuró elevar su nivel cultural con cursos de literatura impartidos por Carlos Pelli- cer y Salvador Novo, de Historia a cargo de Jesús C. Romero y con seminarios de cultura mexicana de los que se hizo cargo el propio Chávez. Tuvo discípulos que alcanzaron proyección internacional como José Pablo Moncayo, Blas Galindo, Mario Lavista, Héctor Quintanar y Eduardo Mata. Merced a ges- tiones de Chávez se escuchó en las salas de concierto mexica- nas música de creadores de la talla de Igor Stravinski, Edgar Varèse, Arnold Schönberg, Claude Debussy, Paul Hindemith y Aaron Copland. Por invitación suya algunos de esos genios visitaron nuestro país. Es de reconocerse asimismo que va- rias orquestas de prestigio mundial estuvieron en México durante su gestión como jefe del INBA. La trayectoria de Julián Carrillo también es impresionan- te. Conocido como el descubridor del sonido 13, atrevido siste- ma microtonalista que requiere un distinto sistema de nota- ción y que exige instrumentos musicales muy diferentes a los convencionales, fue antes de Chávez director del Conservato- rio y de la orquesta más importante que antecedió a la Sinfóni- ca de México. En sus mocedades fue becado por el gobierno de Porfirio Díaz para estudiar música en Europa y como violinis- ta ganó un concurso internacional interpretando el concierto de Chaikovski. Tuvo el honor de presidir en 1911 el Congreso Internacional de Música en Roma, organizado por Debussy, Richard Strauss, Paderewski y Puccini. Después, Bela Bar- tok, Paul Hindemith, Arthur Honneger, Ottorino Respighi, Manuel de Falla y Leopold Stokowski lo convocaron para que explicara su sistema microtonalista. De hecho, Stokowski, quiso dirigir música de Carrillo en la Academia de Música de Filadelfia y en el Carnegie Hall de Nueva York. El promotor del sonido 13, como director de orquesta, tuvo bajo su batuta a ejecutantes magistrales como los violinistas Yehudi Menuhin y Bronislaw Huberman y el pianista Claudio Arrau. Según Carrillo, el rechazo de Chávez al sonido 13 obedeció a una ven- ganza mezquina. Esta es su versión: «Recuerdo que hacia el año de 1920, siendo yo director del Conservatorio Nacional de Música, dispuso el rector José Vasconcelos que permitiera yo al entonces joven Carlos Chávez que ensayara con la Sinfóni- ca Nacional una composición suya cuyo título no recuerdo si era entonces Pobre patria mía o Sinfonía de la patria, obra que después se tocó en un concierto en la Secretaría de Educación Pública, el 16 de diciembre de 1923, en el cual dirigimos Juan León Mariscal su Allegro Sinfónico, Carlos Chávez su obra y yo, la Novena Sinfonía de Beethoven. Hizo Chávez en aquella ocasión más de veinte ensayos sin lograr poder dirigirla. Su torpeza era manifiesta; un muchacho con medianos conoci- mientos lo hubiera logrado en dos ensayos. Molesto ante la pérdida de tiempo que ello representaba para la orquesta le dije: ‘Mire jovencito, creo que sería más práctico que prime- ro estudiara un poco la dirección y luego siguiera con su obra’. Informé al licenciado Vasconcelos en este sentido y Chávez nunca me lo perdonó.” Lo dicho: ambos traían la música por dentro, pero tam- bién una inquina sin tregua. Con la música por dentro y una inquina sin tregua

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S I G L O N U E V O • 57

Antonio Álvarez ///// / / Correo-e: [email protected]

NUESTRO MUNDO

Puede incluso afi rmarse que algunos mantuvieron una inquina sin tregua hasta el fi nal de sus días. Quizá la más intensa animadversión fue la que se dio entre Julián Carrillo y Carlos Chávez

En la rotonda de las personas ilustres, ubicada en el Pan-teón Civil de Dolores de la ciudad de México, se encuen-

tran los restos de nueve notables creadores de música: Ju-ventino Rosas, Felipe Villanueva, Jaime Nunó, Manuel M. Ponce, Carlos Chávez, Silvestre Revueltas, Julián Carrillo, José Pablo Moncayo y Agustín Lara. Hay que decir que de esos famosos compositores, los que fueron contemporáneos no siempre tuvieron entre sí relaciones armoniosas. Puede incluso afi rmarse que algunos mantuvieron una inquina sin tregua hasta el fi nal de sus días. Quizá la más intensa animad-versión fue la que se dio entre Julián Carrillo y Carlos Chávez.

Ni duda cabe que Carlos Chávez, como músico y promo-tor de la música de calidad, dio mucho a México. Fue un dili-gente funcionario que ocupó puestos de gran impacto en la vida cultural del país. Encabezó la primera orquesta sinfónica netamente profesional que hubo en México, estuvo al frente del Conservatorio Nacional de Música y fue el primer direc-tor del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA). Como ca-beza del conservatorio, además de asegurarse de una óptima preparación musical de los alumnos, procuró elevar su nivel cultural con cursos de literatura impartidos por Carlos Pelli-cer y Salvador Novo, de Historia a cargo de Jesús C. Romero y con seminarios de cultura mexicana de los que se hizo cargo el propio Chávez. Tuvo discípulos que alcanzaron proyección internacional como José Pablo Moncayo, Blas Galindo, Mario Lavista, Héctor Quintanar y Eduardo Mata. Merced a ges-tiones de Chávez se escuchó en las salas de concierto mexica-nas música de creadores de la talla de Igor Stravinski, Edgar Varèse, Arnold Schönberg, Claude Debussy, Paul Hindemith y Aaron Copland. Por invitación suya algunos de esos genios visitaron nuestro país. Es de reconocerse asimismo que va-rias orquestas de prestigio mundial estuvieron en México durante su gestión como jefe del INBA.

La trayectoria de Julián Carrillo también es impresionan-te. Conocido como el descubridor del sonido 13, atrevido siste-ma microtonalista que requiere un distinto sistema de nota-ción y que exige instrumentos musicales muy diferentes a los

convencionales, fue antes de Chávez director del Conservato-rio y de la orquesta más importante que antecedió a la Sinfóni-ca de México. En sus mocedades fue becado por el gobierno de Porfi rio Díaz para estudiar música en Europa y como violinis-ta ganó un concurso internacional interpretando el concierto de Chaikovski. Tuvo el honor de presidir en 1911 el Congreso Internacional de Música en Roma, organizado por Debussy, Richard Strauss, Paderewski y Puccini. Después, Bela Bar-tok, Paul Hindemith, Arthur Honneger, Ottorino Respighi, Manuel de Falla y Leopold Stokowski lo convocaron para que explicara su sistema microtonalista. De hecho, Stokowski, quiso dirigir música de Carrillo en la Academia de Música de Filadelfi a y en el Carnegie Hall de Nueva York. El promotor del sonido 13, como director de orquesta, tuvo bajo su batuta a ejecutantes magistrales como los violinistas Yehudi Menuhin y Bronislaw Huberman y el pianista Claudio Arrau. Según Carrillo, el rechazo de Chávez al sonido 13 obedeció a una ven-ganza mezquina. Esta es su versión: «Recuerdo que hacia el año de 1920, siendo yo director del Conservatorio Nacional de Música, dispuso el rector José Vasconcelos que permitiera yo al entonces joven Carlos Chávez que ensayara con la Sinfóni-ca Nacional una composición suya cuyo título no recuerdo si era entonces Pobre patria mía o Sinfonía de la patria, obra que después se tocó en un concierto en la Secretaría de Educación Pública, el 16 de diciembre de 1923, en el cual dirigimos Juan León Mariscal su Allegro Sinfónico, Carlos Chávez su obra y yo, la Novena Sinfonía de Beethoven. Hizo Chávez en aquella ocasión más de veinte ensayos sin lograr poder dirigirla. Su torpeza era manifi esta; un muchacho con medianos conoci-mientos lo hubiera logrado en dos ensayos. Molesto ante la pérdida de tiempo que ello representaba para la orquesta le dije: ‘Mire jovencito, creo que sería más práctico que prime-ro estudiara un poco la dirección y luego siguiera con su obra’. Informé al licenciado Vasconcelos en este sentido y Chávez nunca me lo perdonó.”

Lo dicho: ambos traían la música por dentro, pero tam-bién una inquina sin tregua.

Con la música por dentroy una inquina sin tregua