Con El Arbol en La Espalda
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7/24/2019 Con El Arbol en La Espalda
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Con el árbol en la espalda.
Necesitaba pensar y que no la presionaran. Todos necesitan pensar tranquilos,
incluso ella, aunque nadie pareciera darse cuenta de ello. Dejó entonces sus
cosas sobre la cama, sacó los cigarrillos del bolso, buscó infructuosamente en
sus bolsillos el encendedor, se puso una chaqueta ceñida, y metindose las
lla!es en el bolsillo trasero del short salió a la calle. "antiago le parec#a
tenebroso a cualquier hora del d#a, pero de noche, con las sombras de los
árboles bailando sobre el pa!imento y dibujando espectros en los muros
añosos, la sensación se multiplicaba.
Caminaba sin rumbo fijo, sin intenciones de ir a ning$n lado, en el primer %iosco
que !io compró un encendedor nue!o y, mientras le#a los titulares de las
re!istas de moda y farándula, encendió un cigarrillo mentolado. &espiró
profundo, aspirando el humo, 'mala compra( pensó, el cigarro era asqueroso.
"iguió derecho por )atucana, 'total( pensó 'en "an *ablo tomo una micro
para !ol!er(.
No ten#a modo de saber la hora, pues el reloj era una de las
con!encionalidades que jamás usó. "e guiaba perfectamente por la posición
del sol, o por la aparición de las luces en las casas y calles, incluso por el modo
de caminar de las personas. "i !an rápido+rápido es tarde, si sólo !an rápido es
buena hora, si traen cara de afligidos y la derrota marcada en el modo de
mo!erse y de mirar, es la hora de !ol!er a casa. os fines de semana esto
!ariaba para los adolescentes y los que creen que a$n lo son- si están sobrios
es hora de ir a alguna parte, si !an cantando o gritando, con la alegr#a de la
copita etra, está por amanecer. De cualquier forma ella no iba muy seguido a
ninguna parte, se quedaba en casa leyendo, se amanec#a con la programación
insulsa de la tele!isión o, simplemente, se quejaba de su suerte.
/oy no estaba en su casa, ten#a que cumplir con la formalidad de las malas
noticias y hab#a !iajado a "antiago para asistir a un funeral al d#a siguiente, no
quiso adelantar la incomodidad de no tener nada que decir a los deudos, y de
hablar tri!ialidades, alargando con!ersaciones que nadie quiere o#r y que, enesas circunstancias, suenan !ac#as y sin sentido.
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"e alojó en la pensión donde se quedó años atrás, en su poca uni!ersitaria y
as# se ahorró dar eplicaciones. 0l otro d#a se asomar#a a la misa, !ol!er#a a la
pensión a buscar sus cosas, y por la noche estar#a en su casa, sin nada que
hacer y sin saber como endere1ar su !ida.
Ten#a treinta años y estaba a un mes de cumplir los treinta y uno2 aun no ten#a
un trabajo estable y, aunque ella se disculpaba con las dificultades propias de
los tiempos que corren, la realidad era que le resultaba tan insulsa cualquier
tarea, tan sin sentido gastar el tiempo en algo que no apreciaba, para recibir a
fin de mes un sueldo que no le alcan1aba para nada y seguir marcando el paso
infinitamente, que jamás logró sentirse comprometida con lo que hac#a y los
jefes se buscaban a alguien 'con la camiseta de la empresa bien puesta(. 3ra
inteligente, pero no hac#a nada para demostrarlo, la consum#a una comodidad
rayana en la flojera, a tal punto que hasta e!itaba tener pareja estable para que
nadie pudiera alterarle la !ida. No quer#a hacer ning$n esfuer1o por nadie, ni
siquiera por ella misma. *or lo demás estaba con!encida que era la !ida la que
eleg#a al a1ar a los afortunados y les entregaba en bandeja y sin demora lo
necesario para hacer de la eperiencia algo interesante- dinero, fama, trabajos
ecitantes, buenas relaciones personales o, en su defecto, el sufrimiento y los
medios para superarlo y con!ertirlo en best seller. 3lla no ten#a nada de eso, su
!ida era plana, llegó a pensar que si desaparec#a esa noche o cualquier otra,
nadie se percatar#a, ni siquiera habr#a funeral, terminar#a por ah#, en una fosa
com$n 'un jue!es de otoño y llu!ia( como dec#a un poema que leyó en el liceo.
3sa noche salió a caminar, necesitaba pensar sin presiones, porque a$n en su
soledad eist#an seres inhumanos e insulsos que la presionaban y no la
dejaban pensar, 'qu !as a necesitar pensar t$(, 'quin te presiona(, 'cómo !as
a estar estresada si !i!es sola y haces lo que te da la gana(, esas y otras
frases por el estilo, pero más ofensi!as y groseras, le ten#an los o#dos al borde
del colapso, las manos al borde del puñete en la nari1 enemiga, y los ojos al
borde de un llanto sin lágrimas para no delatarse. 3l pololo de turno quer#a
casarse, el seo as# sin compromiso ya no le resultaba ecitante, además
quer#a un hijo porque l ya iba a tener treinta y nue!e, y ella era la $nica mujer con quien l iba a tener un hijo, las demás no lograban pasar su control de
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calidad2 el jefe, el nue!o jefe que la conoc#a desde hace dos meses, quer#a
darle un ascenso y trasladarla como encargada de local a la punta del cerro, 'el
ascenso( le sonaba sospechosamente a 'anda fregar a los pescados(, puesto
que el famoso local quedaba en un balneario perdido entre la soledad y el
!iento y ella ser#a la flamante superiora de un empleado en in!ierno y dos
empleados en !erano. "u !ecina quer#a que le hiciera un prstamo porque a
ella no le alcan1aba para mantener a los seis chiquillos de nadie sabe quin y
'como tu eres sola no necesitas tanto(. 4 su propia naturale1a la presionaba
para que hiciera algo bien, sin especificar para nada qu diablos era hacer algo
bien, 5un ascenso, más plata, hijos, matrimonio, tranquilidad6 7e t$ a saber.
3n fin, caminaba por afuera de la quinta normal pensando en las respuestas
que tenia que dar el lunes siguiente y en la cara de circunstancias que deb#a
ofrecer en el sepelio. "e detu!o en un paradero de micro sin resol!er nada y
dispuesta a !ol!er con la mente !ac#a, darse una ducha y obligarse a dormir.
3staba ah# pajareando mientras pasaba la dichosa micro, encendió un cigarrillo
y se apoyó en el muro de una de las casas. 8n indi!iduo de dudosa apariencia
le pidió un cigarrillo. ')ejor le doy uno, capa1 que me mate si no( y no sólo le
dio uno, le pasó tres cigarros y le regaló el encendedor, el aparecido no lo
pod#a creer, tamaña generosidad a horas tan inusuales, y se alejó dando las
gracias y encomendándola a cuantos santos recordaba. "e distrajo con lo del
cigarro, se distrajo lo suficiente como para que una pareja, que llegó al
paradero minutos, antes se acercara a ella y le apuntara con un re!ol!er.
- 97enga amiga, !amos a caminar:
- 5.... a dón....a dónde6 ; tartamudeó.
-*a<llacito. Donde está el arbolito.
Desorientada, no se mo!ió y el tipo, pues era una pareja de tipos, no !ayan a
confundirse con el trmino pareja, injustamente asociado en forma casi
eclusi!a a un par de heteroseuales de seo distinto, medio acostumbrados a
quererse o a decir que se quieren, aqu# hablamos de pareja, un par, cualquier
par, como en este caso un relajado par de delincuentes pro!istos de un
re!ól!er y oscuras intenciones. =ueno, dec#a que el tipo la tomó con la gracia ysua!idad propia de un delincuente y la arrastró hasta el arbolito que parec#a
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tener por lo menos cinco dcadas, la apoyó en el tronco inclinado y rugoso, y
empe1aron las negociaciones.
- "i gritai, te mato ; dijo el de la pistola y !ol!indose al compañero ; ya
hueon, yo la cuido y tu...
- No ando con plata...
- Callaita no ma y no te preocupi, no es plata lo que querimo...
a situación le pareció rid#cula, el dialogo le pareció rid#culo, el entorno, la
forma en que cortaron la ropa y le abrieron las piernas, la forma en que la
penetraron por turnos, en que la mordieron y en que la golpearon, todo le
pareció rid#culo, tan rid#culo que estaba sonriendo, lo $nico que le daba
realidad a la situación y que la molestaba era el rugoso, áspero, y duro tronco
del árbol en la espalda. No gritó, no se quejó y, tan lejos de la realidad estaba,
pensando que todo era rid#culo, sintiendo que todo era rid#culo, que siguió
sonriendo. 3l tipo del re!ol!er interpretó la sonrisa como una burla y, herido en
su amor propio, disparó.
Cuando ella abrió los ojos, !ol!ió a sonre#r, que rid#culo todo. 8n hombre la
miraba de frente, barba blanca, traje blanco, libro enorme, '5cómo moriste,
hija6( '9con el árbol en la espalda:( contesto riendo.