Comunicado Jornadas PO Zaragoza

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DELEGACIÓN DIOCESANA DE PASTORAL OBRERA DE ZARAGOZA 15 de febrero de 2012 COMUNICADO DE LAS JORNADAS DE PASTORAL OBRERA DE ZARAGOZA Organizadas por la Delegación Diocesana de Pastoral Obrera de Zaragoza han tenido lugar, los días 13 y 15 de febrero de 2012, las Jornadas de Pastoral Obrera bajo el lema La Nueva Cuestión Social. De la civilización del capital a la civilización del trabajo. Su objetivo, teniendo presente el treinta aniversario de Laborem Exercens, ha sido reflexionar acerca de la situación sangrante del mundo obrero y el modo en que la Iglesia se debe de hacer presente y dar testimonio de Jesucristo en esa realidad. Nos han ayudado Antonio Algora, Obispo de Ciudad Real y Responsable del Departamento de Pastoral Obrera de la CEAS y Enrique Tordesillas, ex Secretario General de Comisiones Obreras de Aragón que nos han recordado esa realidad del mundo obrero con más de cinco millones de parados y alarmantes niveles de precariedad, que lo convierte en principal víctima de la crisis, especialmente a los jóvenes y emigrantes, y la crisis globalizada, producto de una economía que olvida su función de servicio a las personas, dando lugar a una nueva cuestión social que somete a la política a los dictados de los mercados, y que propicia medidas que no favorecen a los más necesitados, sino a los que más tienen. Ese predominio neoliberal está logrando imponer su cultura, su moral y su fe, dando lugar a una civilización del capital y la riqueza, legitimada en un desarrollo basado en la acumulación privada del capital, y en una felicidad que consiste en acumular la mayor riqueza posible como base de una seguridad individual y de un consumismo creciente. Una civilización profundamente inhumana, como ponen de manifiesto los actuales niveles de paro y precariedad, resultado de la explotación creciente de los trabajadores, reducidos a mercancía, y que constituyen un ataque sin precedentes a la dignidad de las personas. Ahí encontramos las raíces del drama social que padecemos, y que se agrava con unas políticas que tratan de salvaguardar el dinero y sus intereses, devaluando el papel del trabajo (excepto para pagar impuestos) y laminando los servicios esenciales y los sistemas de protección social, y que no tienen en cuenta el sentido profundo de la crisis, su ataque a la dignidad humana, y sin plantearse sus causas y sus responsables. Medidas que encuentran apoyo en amplios sectores sociales, volcados en la defensa de sus intereses y su seguridad, lo que nos recuerda que se trata de un civilización basada en el egoísmo y el individualismo, que produce ceguera ante el sufrimiento de los pobres, que abandona a las víctimas de la crisis a su suerte y que cambia nuestras prioridades y formas de actuar, volviéndonos más pasivos y resignados. Ante esta nueva cuestión social nuestro quehacer, como trabajadores y como cristianos, requiere un cambio de paradigma: rechazar la explotación del trabajo y la acumulación del capital como motores de la historia, y situar la satisfacción universal de las necesidades básicas y la prioridad del trabajo sobre el capital como principios orientadores. Esto es, una civilización del trabajo y de la pobreza, expresión de la “civilización de amor” frente a la actual cultura de muerte. Nueva cultura de la que ya encontramos importantes signos de esperanza y solidaridad: en las familias, verdadero colchón contra la exclusión y la marginación; en medidas solidarias de reparto del trabajo, en los jóvenes que han demostrado no resignarse; en plataformas que unen a trabajadores y ciudadanos en la defensa del trabajo y los derechos sociales, en muchas personas que comparten su tiempo y su dinero, desinteresadamente, a favor de los otros… En ese sentido, hacemos un llamamiento para dialogar y caminar juntos, haciendo nuestras estas palabras de Benedicto XVI: La falta de trabajo y la precariedad del mismo atentan contra la dignidad del hombre, creando no sólo situaciones de injusticia y de pobreza, que frecuentemente degeneran en desesperación, criminalidad y violencia, sino también crisis de identidad en las personas. Es urgente, pues, que surjan por doquier medidas eficaces, planteamientos serios y atinados, así como una voluntad inquebrantable y franca que lleve a encontrar caminos para que todos tengan acceso a un trabajo digno, estable y bien remunerado”. Benedicto XVI (Mensaje al II Congreso Nacional de la Familia en el Ecuador 912 noviembre 2011).

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Comunicado de las jornadas celebradas en febrero de 2012

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DELEGACIÓN DIOCESANA DE PASTORAL OBRERA DE ZARAGOZA  

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COMUNICADO DE LAS JORNADAS DE PASTORAL OBRERA DE ZARAGOZA Organizadas por la Delegación Diocesana de Pastoral Obrera de Zaragoza han tenido lugar, los días 13 y 15 de febrero de 2012, las Jornadas de Pastoral Obrera bajo el lema La Nueva Cuestión Social. De la civilización del capital a la civilización del trabajo. Su  objetivo, teniendo presente el treinta aniversario de Laborem Exercens, ha sido reflexionar acerca de la situación  sangrante  del mundo  obrero  y  el modo  en  que  la  Iglesia  se  debe  de  hacer  presente  y  dar  testimonio  de Jesucristo en esa realidad.  

Nos han ayudado Antonio Algora, Obispo de Ciudad Real y Responsable del Departamento de Pastoral Obrera de la CEAS y Enrique Tordesillas, ex Secretario General de Comisiones Obreras de Aragón que nos han recordado esa realidad del mundo obrero con más de cinco millones de parados y alarmantes niveles de  precariedad,  que  lo  convierte  en  principal  víctima  de  la  crisis,  especialmente    a  los  jóvenes  y emigrantes,  y  la  crisis  globalizada,  producto  de  una  economía  que  olvida  su  función  de  servicio  a  las personas, dando lugar a una nueva cuestión social que somete a la política a los dictados de los mercados, y que propicia medidas que no favorecen a los más necesitados, sino a los que más tienen.  Ese  predominio  neoliberal  está  logrando  imponer  su  cultura,  su  moral  y  su  fe,  dando  lugar  a  una civilización  del  capital  y  la  riqueza,  legitimada  en  un  desarrollo  basado  en  la  acumulación  privada  del capital, y en una felicidad que consiste en acumular la mayor riqueza posible como base de una seguridad individual  y  de  un  consumismo  creciente. Una  civilización  profundamente  inhumana,  como  ponen  de manifiesto  los  actuales  niveles  de  paro  y  precariedad,  resultado  de  la  explotación  creciente  de  los trabajadores,  reducidos a mercancía, y que constituyen un ataque sin precedentes a  la dignidad de  las personas.  Ahí encontramos las raíces del drama social que padecemos, y que se agrava con unas políticas que tratan de salvaguardar el dinero y sus intereses, devaluando el papel del trabajo (excepto para pagar impuestos) y  laminando  los  servicios esenciales  y  los  sistemas de protección  social,  y que no  tienen en  cuenta el sentido  profundo  de  la  crisis,  su  ataque  a  la  dignidad  humana,  y  sin  plantearse  sus  causas  y  sus responsables. Medidas que encuentran apoyo en amplios sectores sociales, volcados en la defensa de sus intereses y su seguridad,  lo que nos recuerda que se  trata de un civilización basada en el egoísmo y el individualismo, que produce ceguera ante el sufrimiento de los pobres, que abandona a las víctimas de la crisis  a  su  suerte  y  que  cambia  nuestras  prioridades  y  formas  de  actuar,  volviéndonos más  pasivos  y resignados.  Ante  esta  nueva  cuestión  social  nuestro  quehacer,  como  trabajadores  y  como  cristianos,  requiere  un cambio de paradigma: rechazar  la explotación del trabajo y la acumulación del capital como motores de la historia,  y situar la satisfacción universal de las necesidades básicas y la prioridad del trabajo sobre el capital como principios orientadores. Esto es, una civilización del trabajo y de la pobreza, expresión de la “civilización  de  amor”  frente  a  la  actual  cultura  de muerte. Nueva  cultura  de  la  que  ya  encontramos importantes signos de esperanza y solidaridad: en las familias, verdadero colchón contra la exclusión y la marginación;  en  medidas  solidarias  de  reparto  del  trabajo,  en  los  jóvenes  que  han  demostrado  no resignarse; en plataformas que unen a trabajadores y ciudadanos en la defensa del trabajo y los derechos sociales, en muchas personas que  comparten su tiempo y su dinero, desinteresadamente, a favor de los otros…  En ese sentido, hacemos un llamamiento para dialogar y caminar juntos, haciendo nuestras estas palabras de Benedicto XVI:   La  falta de  trabajo y  la precariedad del mismo atentan contra  la dignidad del hombre, creando no sólo situaciones de  injusticia y de pobreza, que  frecuentemente degeneran en desesperación, criminalidad y violencia,  sino  también  crisis  de  identidad  en  las  personas.  Es  urgente,  pues,  que  surjan  por  doquier medidas eficaces, planteamientos serios y atinados, así como una voluntad  inquebrantable y franca que lleve a encontrar caminos para que todos tengan acceso a un trabajo digno, estable y bien remunerado”. Benedicto XVI (Mensaje al II Congreso Nacional de la Familia en el Ecuador 9‐12 noviembre 2011).