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Comportamiento expresivo que antecede a la sonrisa social: Comparación entre lactantes normales y afectados por el síndrome de Down FERNANDO CARVAJAL, ANGELA LOECHES, JAIME IGLESIAS Universidad Autónoma de Madrid Resumen El objetivo de este trabajo ha sido comprobar la sonrisa social de los lactantes normales con la de los afectados por el síndrome de Down (mongolismo), atendiendo principalmente a los movimientos expresivos de las cejas que la precedieron. Por medio de una técnica de base ana- tómica, se analizaron las respuestas faciales de alegría de ocho niños normales y otros ocho con síndrome de Down, con edades comprendidas entre los tres y cinco meses, que aparecieron du- rante la interacción cara a cara con sus madres. Con independencia de su retraso cognitivo, los niños con síndrome de Down mostraron básicamente los mismos movimientos expresivos que los normales antes y durante la sonrisa. No obstante, se encontraron algunas diferencias en la frecuencia y duración media de las sonrisas, así como en la frecuencia de los movimientos ex- presivos de las cejas previos a la misma. Estos resultados se discuten en términos de las altera- ciones psicofisiológicas que sufren los niños con síndrome de Down, derivadas de un estado de desequilibrio cromosómico. Abstract The aim of this work has been to compare social smiling in Down syndrome (mongolism) and normal infants, attending specially to the brow movements that appear before it. Facial responses of eight Down syndrome and eight normal infants from three to five months were analized by means of an anatomically based measurement technique during face-to-face inte- ractions with their mothers. Despite their mental retardation, Down syndrome infants showed identical muscle movements as normal infants before and during smiting. However, some dif- ferences were found in smile frequency and len gth, as well as in the brow movements fre- quency before smiling. Results are discussed in terrns of the psychophisiological dysfunction of Down syndrome infants that are originated by a chromosome imbalance. Dirección del autor: Universidad Autónoma de Madrid. Facultad de Psicología. 28049 Madrid. Agradecimientos: Este trabajo forma parte de un proyecto de investigación financiado por la Dirección General de Investigación Científica y Técnica (PB86-0116). Resultados prelimina- res del mismo fueron presentados en la 10th International Conference on Human Ethology, celebrada en Edimburgo en agosto de 1989. Queremos señalar nuestro agradecimiento al Ins- tituto Nacional de Servicios Sociales (INSERSO) por su colaboración en la obtención de los sujetos que han conformado la muestra de este estudio y a la Caja de Ahorros de Madrid por las ayudas económicas que ha concedido a cada uno de los autores. Revista de Psicología Social, 1989, 4 (3), 275-288

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Comportamiento expresivo que antecede a la sonrisa social:

Comparación entre lactantes normales y afectados por el

síndrome de Down FERNANDO CARVAJAL, ANGELA LOECHES, JAIME

IGLESIAS Universidad Autónoma de Madrid

Resumen El objetivo de este trabajo ha sido comprobar la sonrisa social de los lactantes normales con

la de los afectados por el síndrome de Down (mongolismo), atendiendo principalmente a losmovimientos expresivos de las cejas que la precedieron. Por medio de una técnica de base ana­tómica, se analizaron las respuestas faciales de alegría de ocho niños normales y otros ocho consíndrome de Down, con edades comprendidas entre los tres y cinco meses, que aparecieron du­rante la interacción cara a cara con sus madres. Con independencia de su retraso cognitivo, losniños con síndrome de Down mostraron básicamente los mismos movimientos expresivos quelos normales antes y durante la sonrisa. No obstante, se encontraron algunas diferencias en lafrecuencia y duración media de las sonrisas, así como en la frecuencia de los movimientos ex­presivos de las cejas previos a la misma. Estos resultados se discuten en términos de las altera­ciones psicofisiológicas que sufren los niños con síndrome de Down, derivadas de un estado dedesequilibrio cromosómico.

Abstract The aim of this work has been to compare social smiling in Down syndrome (mongolism)

and normal infants, attending specially to the brow movements that appear before it. Facialresponses of eight Down syndrome and eight normal infants from three to five months wereanalized by means of an anatomically based measurement technique during face-to-face inte­ractions with their mothers. Despite their mental retardation, Down syndrome infants showedidentical muscle movements as normal infants before and during smiting. However, some dif­ferences were found in smile frequency and len gth, as well as in the brow movements fre­quency before smiling. Results are discussed in terrns of the psychophisiological dysfunction ofDown syndrome infants that are originated by a chromosome imbalance.

Dirección del autor: Universidad Autónoma de Madrid. Facultad de Psicología. 28049 Madrid.

Agradecimientos: Este trabajo forma parte de un proyecto de investigación financiado por la Dirección General de Investigación Científica y Técnica (PB86-0116). Resultados prelimina­res del mismo fueron presentados en la 10th International Conference on Human Ethology, celebrada en Edimburgo en agosto de 1989. Queremos señalar nuestro agradecimiento al Ins­tituto Nacional de Servicios Sociales (INSERSO) por su colaboración en la obtención de los sujetos que han conformado la muestra de este estudio y a la Caja de Ahorros de Madrid por las ayudas económicas que ha concedido a cada uno de los autores.

Revista de Psicología Social, 1989, 4 (3), 275-288

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276 INTRODUCCION

En los últimos arios, gran parte de los estudios sobre la conducta emo­cional se han desarrollado desde una perspectiva psicobiológica. Así, se asu­me que existen al menos seis emociones básicas (alegría, ira, tristeza, miedo sorpresa y desagrado) determinadas genéticamente, las cuales se manifies­tan en la ontogenia desde el momento en que puedan ser adaptativas para los individuos, bajo determinadas condiciones estimulares. Además, se su­pone que estos estados emocionales básicos están regulados principalmente por estructuras nerviosas subcorticales y se definen por patrones discretos de actividad fisiológica, destacando la presencia de expresiones faciales di­ferenciadas para cada emoción. De aquí se desprende que dichas expresio­nes faciales deben ser similares entre sujetos de diferentes culturas (Ekman, 1973), videntes e invidentes (Ortega y cols., 1983), adultos y lactantes nor­males (Iglesias, 1986), así como lactantes con retraso mental (Loeches, 1988), e incluso entre el hombre y otros primates no humanos (Redican, 1982).

Centrándonos en los estudios con lactantes, la expresión emocional que ha recibido mayor atención ha sido la correspondiente a la alegría, hecho que no es de extrañar si tenemos en cuenta que ésta es la emoción más fre­cuente durante la primera relación madre-hijo (Malatesta y Haviland, 1982). Se presupone que dicho estado emocional, que aparece reflejado en com­portamientos tales como la sonrisa y la risa, tiene la función de facilitar y mantener el contacto entre el lactante y su madre o cuidador/a, suscitando en el niño sentimientos de seguridad y satisfacción (véase, por ejemplo, Izard, 1977). Dado que se ha puesto de manifiesto que la base muscular que subyace a la sonrisa y la risa infantiles es la misma (Ekman y Friesen, 1975), en este trabajo consideramos que ambos comportamientos, aun apa­reciendo en distintos momentos durante el primer ario de vida, pueden re­ferirse a la misma categoría emocional, esto es, a la que acabamos de de­nominar alegría.

El primer autor que señaló la existencia de cambios evolutivos en el de­sarrollo de la sonrisa fue Wolff (1963). Este autor observó que las primeras sonrisas aparecen hacia la primera semana de vida durante períodos de som­nolencia. A estas primeras sonrisas las denominó espontáneas para diferen­ciarlas de las que tienen una naturaleza social, las cuales se observan fun­damentalmente en respuesta a la cara humana a partir del segundo mes de vida. Con posterioridad, Emde y cols. (1971, 1977) distinguieron nueva­mente entre ambos tipos de sonrisa: la sonrisa endógena, que aparece en los primeros momentos de la vida durante la fase REM del sueño, y la son­risa exógena, que aparece hacia el segundo mes en respuesta a estímulos so­ciales y que en ocasiones incluye, desde aproximadamente el séptimo mes, las vocalizaciones características de la risa infantil.

Limitándonos al estudio de los movimientos expresivos que subyacen a la emoción de alegría, Oster (1978) señaló que la sonrisa social aparece frecuentemente precedida por un período de tiempo en el que el lactante fija su mirada en la cara de la madre, a la vez que frunce intensamente las cejas; tras este período, que según la autora oscila entre 3 y 20 segundos, las cejas se relajan coincidiendo con el inicio de la sonrisa. En concreto, debe destacarse que la acción de fruncir las cejas aparecía entre el 30 y el 60 'Yo de las sonrisas analizadas, verificándose una desaparición paulatina

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277 de esta acción hasta la edad de cinco meses. Oster interpretó este frunci­miento de las cejas como la consecuencia de un elevado nivel de atención visual, durante el cual el lactante intentaría formarse un esquema de la cara de su madre, descartando la posibilidad de que tales movimientos se ase­mejasen a los que preceden a los estados emocionales negativos y, particu­larmente, al llanto.

Retomando esta idea, Iglesias (1982) señaló que en los lactantes, a di­ferencia de los adultos, pueden separarse los cambios faciales propios de los distintos músculos que se encuentran en la región de las cejas, pudien­do distinguirse al menos entre los movimientos característicos de aproxi­mación de las cejas, debidos a la acción del músculo superciliar, y los mo­vimientos de descenso de las mismas, debidos a la acción del músculo pi­ramidal. Partiendo de esta distinción, Iglesias observó que las acciones de aproximación aparecían en los momentos previos a la sonrisa entre un 43,5 y un 55,8 % de los casos, mientras que las de descenso lo hacían tan sólo en el 2,4 % de las ocasiones. ; por el contrario, en los momentos previos al llanto únicamente aparecían movimientos de descenso de las cejas. El autor concluyó que, tal y como había apuntado Oster, la acción de fruncir las cejas que precede a la sonrisa es distinta de la que precede al llanto, lo que constituye un indicativo claro del carácter diferencial de los movimientos faciales en relación con los distintos estados emocionales (véase también, Iglesias y cols., 1984). •

En un trabajo posterior, Iglesias (1986) comprobó que la sonrisa de los lactantes normales, al igual que sucede en sujetos adultos, estaba definida por la acción del músculo cigomático mayor que produce la retracción y elevación de la comisura de los labios. Dicha acción aparecía acompañada frecuentemente de las acciones de los músculos responsables de la apertura de la boca y la elevación de los carrillos. En resumen, la conclusión prin­cipal que se extrae de este último trabajo y de los anteriores es que la son­risa social es una conducta altamente organizada desde los primeros mo­mentos de la vida, que presenta los mismos rasgos distintivos de la expre­sión facial de alegría de los adultos. Esta conclusión viene a reforzar la hi­pótesis de la universalidad de la expresión facial, de acuerdo con las consi­deraciones realizadas al comienzo en esta introducción (sobre este aspecto, consúltese Iglesias y cols., en prensa).

En relación con esta misma hipótesis, consideramos de gran interés el estudio de lactantes con síndrome de Down 1 , ya que estos sujetos, a pesar de presentar algunas alteraciones neuroanatómicas y neurofisiológicas, no muestran ninguna patología específica en las estructuras subcorticales res­ponsables de los procesos emocionales. Así, cabría entonces suponer que, dado el déficit de aprendizaje y memoria que padecen, podrían separarse más claramente en ellos que en los niños normales los prototipos supues­tamente innatos de expresión emocional de la expresión convencional de emociones características de los sujetos adultos. No obstante, a pesar de la importancia que tiene este aspecto, hasta el momento contamos con muy pocos trabajos que se ocupen directamente del estudio de la expresión emo­cional en este tipo de sujetos (Loeches, 1988).

Entre los escasos trabajos realizados, hay que destacar en primer lugar las investigaciones llevadas a cabo por Cicchetti y Sroufe (1976). En térmi­nos generales, estos investigadores encontraron que las sonrisas de los ni­

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278 ños con síndrome de Down aparecían más tarde y eran menos frecuentes y duraderas que las de los niños normales. No obstante; los autores obser­varon que en ambos grupos de sujetos, la sonrisa aparecía en primer lugar en respuesta a estímulos auditivos y táctiles y, después, ante estímulos vi­suales y sociales.

Con posterioridad, otros autores han coincidido en señalar la idea de que el desarrollo emocional de estos niños es equivalente, aunque más len­to, al de los niños normales (véase, por ejemplo, Emde y Brown, 1978; Sor­ce y Emde, 1982; Rothbart y Hanson, 1983; Berger y Cunnigham, 1986). En este mismo sentido, Loeches (1988) ha observado recientemente que, bajo condiciones estimulares equiparables, los lactantes con trisomía 21 muestran las mismas expresiones faciales que los niños normales. Por lo que se refiere en particular a la sonrisa social de los niños con síndrome de Down, la autora señala que los músculos faciales implicados son los mis­mos que intervienen en la sonrisa social de los niños normales, destacando en ambos casos la contracción del músculo cigomático mayor. .

Basándonos en el último trabajo citado, y a modo de síntesis, podemos concluir que la sonrisa social es equivalente en los lactantes normales y en los afectados por el síndrome de Down, teniendo en cuenta que su base muscular y la naturaleza de los estímulos que la provocan es idéntica en ambos casos. En esta misma línea, se entiende que las variaciones encon­tradas en algunos parámetros de la sonrisa de los lactantes con síndrome de Down no definen por sí mismas un tipo de sonrisa cualitativamente dis­tinto de la de los niños normales, sino que pueden ser consecuencia directa de la alteración cromosómica que padecen los primeros.

De acuerdo con estos presupuestos, podemos considerar que si los es­tados emocionales de los lactantes normales son realmente equivalentes a los de los afectados por el síndrome de Down, la secuencia temporal de los movimientos expresivos que caracterizan la sonrisa social infantil coincidi­rá en ambos grupos de sujetos; es decir, esperamos que en los niños con trisomía 21 se produzca, primero, la fijación visual en la cara de la madre a la vez que un fruncimiento intenso de las cejas para, después, producirse la relajación de las mismas coincidiendo con el inicio de la sonrisa.

METODO

Muestra

Se estudiaron ocho niños normales y ocho afectados por el síndrome de Down. La distribución por edades y sexos fue similar en ambos grupos, es decir, cinco niños y tres niñas normales y otros tantos con síndrome de Down, con edades comprendidas entre los tres y cinco meses.

Los niños con síndrome de Down estaban recibiendo estimulación pre­coz en distintos centros especializados del Instituto Nacional de Servicios Sociales (INSERSO), presentando todos ellos un cuadro de trisomía 21 re­gular.

Cada sujeto estudiado fue sometido a una sola sesión de grabación, cuya duración fue variable entre 8 y 15 minutos, exceptuando el caso de una niña con síndrome de Down que fue observada durante 20 minutos. Pese a esto, la duración total del material grabado fue similar en los dos grupos

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279 de sujetos que conformaron la muestra (100 minutos en . los niños normales y otros 100 en los niños con síndrome de Down).

Instrumentos

El comportamiento facial de cada niño fue registrado en cintas de vídeo mediante una cámara Wega color (modelo VCC-4290), un magnetoscopio portátil Sony Betamax (modelo SL-3000E) y una antorcha Hedler de 1.000 watios de potencia. La cámara se dispuso sobre un trípode a una distancia aproximada de tres metros del niño, a fin de conseguir primeros planos de sus respuestas faciales durante la situación estimular.

Las cintas de vídeo originales fueron copiadas para introducir una señal temporal en cada grabación, utilizando un contador . de tiempos (modelo For-A-VTG-33), de forma que cada cuadro de vídeo quedó diferenciado por una indicación numérica. Posteriormente, dichas cintas fueron repro­ducidas en un magnetoscopio estacionario Sony Betamax (modelo SL-C9E) y un televisor Saba de 26 pulgadas.

Procedimiento

Situación estimular

Las pruebas se realizaron en los domicilios familiares de los niños. An­tes de comenzar la grabación, se comentaba a la madre el objetivo general de la investigación, pidiéndole que se comportase durante la prueba como lo hacía habitualmente al jugar con su hijo, interactuando cara a cara e in­cluyendo sonrisas y todo tipo de vocalizaciones y gestos, esto es, el mismo procedimiento utilizado por otros autores para provocar la emoción de ale­gría en el lactante (véase, por ejemplo, Cicchetti y Sroufe, 1978; Iglesias, 1986; Loeches, 1988). Además, se le indicaba que sólo se grababa el com­portamiento del niño y no el suyo, así que podía sentar, tumbar o coger en brazos a su hijo con toda libertad de movimientos, limitándose a hacer las pequeñas correcciones sugeridas por uno de los investigadores para re­gistrar en todo momento un primer plano de la cara del niño.

Codificación de la conducta facial que caracteriza y precede a la sonrisa

A partir de la visión a velocidad normal de las grabaciones tomadas du­rante la interacción entre el niño y su madre, dos observadores no entre­nados en técnicas de codificación objetiva del comportamiento facial iden­tificaron por consenso todos los episodios de alegría existentes en las mis­mas. A continuación, mediante la técnica objetiva de codificación facial FACS, de Ekman y Friesen (1978), uno de los investigadores seleccionó, entre las respuestas de alegría que habían reconocido los jueces, aquéllas en las que aparecía la retracción oblicua de las comisuras de los labios, pro­ducida por la contracción del músculo cigomático mayor. Las respuestas finalmente seleccionadas para su análisis posterior fueron aquellas en las que coincidió el criterio de los jueces con la medida objetiva de la base mus­cular de la expresión de alegría. Se tuvo en cuenta además que la acción del cigomático se mantuviera durante al menos un segundo.

Con posterioridad, otro de los investigadores codificó las acciones pro­ducidas en la región de las cejas durante los 20 segundos previos al mo­

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280 mento en que aparecía en fase creciente la acción del músculo cigomático mayor; este criterio temporal obedece a que otros autores han concluido que es justo entre los 20 y los 3 segundos anteriores a la sonrisa infantil cuando aparecen con mayor probabilidad movimientos expresivos en la re­gión de las cejas (Iglesias, 1982; Oster, 1978). Las acciones de las cejas que se analizaron fueron las tres siguientes:

— Aproximación de las cejas debida a la contracción del músculo su­perciliar, que se aprecia por la presencia de pequeños abultamientos de la piel a la altura de la cabeza de las cejas.

— Descenso de las cejas ocasionado por la contracción del músculo pi­ramidal, que se caracteriza por la aparición de pliegues transversales en la raíz de la nariz, y

— Elevación de las cejas producida por la acción del músculo frontal, que da lugar a arrugas transversales a lo largo de la frente.

Para llevar a cabo la codificación de las tres categorías de acción facial descritas, se vieron los episodios de alegría seleccionados a distintas velo­cidades, anotándose cada una de ellas de modo independiente y reflejando su evolución en el tiempo hasta que desaparecían, de forma que se dispuso finalmente de un registro cada 0,2 segundos, es decir, cada cinco cuadros de vídeo.

Codificación de otros cambios expresivos que acompañan y preceden a la sonrisa

Además de las categorías moleculares de actividad facial que acaban de describirse, un tercer investigador registró otras tres categorías globales de conducta: la movilidad corporal, el contacto ocular y las vocalizaciones de lactantes antes y durante las sonrisas analizadas. Mientras que la movilidad corporal y las vocalizaciones constituyen medidas independientes del nivel de activación del sujeto, el contacto ocular puede tomarse como criterio de validez ecológica apropiado para determinar si en ambos grúpos de sujetos se analizaron realmente el mismo tipo de comportamientos por lo que se refiere a su contexto social.

Los criterios de observación de estas variables de conducta fueron los siguientes. En el caso de la movilidad corporal, se anotó si en los momen­tos previos al inicio de la acción del músculo cigomático mayor, y también durante el período que duraba dicha acción, se presentaban o no todo tipo de movimientos corporales incluyendo el balanceo de brazos y piernas. En cuanto al contacto ocular, se registró de un modo dicotómico si el niño te­nía la mirada fija en la cara de la madre (presencia o ausencia) y en dos mo­mentos, esto es, en el período previo a la sonrisa y durante la misma. Por último, en el caso de las vocalizaciones, se juzgó también si éstas se pre­sentaban o no tanto en los momentos previos a la sonrisa como durante la misma.

El registro de las tres categorías de conducta que acaban de mencionar­se se realizó del mismo modo que el descrito para las acciones de los mús­culos de la cara, es decir, se vieron los episodios a distintas velocidades, dis­tinguiéndose en las hojas de toma de datos entre el período previo a la son­risa y el período en el que ésta se presentaba.

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281 RESULTADOS

Conducta facial característica de la sonrisa

En primer lugar, se comprobó que, tanto en los niños normales como en los afectados por el síndrome de Down, todas las expresiones de alegría identificadas por los observadores estuvieron definidas por la contracción del músculo cigomático mayor. En consecuencia, la base muscular de las expresiones correspondientes a los dos grupos de sujetos estudiados fue idéntica. A continuación se analizó la posible existencia de diferencias en la frecuencia, duración media e intensidad con la que apareció dicha ac­ción. Los resultados correspondientes a estos análisis están recogidos en la tabla 1 y se comentan seguidamente.

Las comparaciones intergrupo (niños normales frente a niños con sín­drome de Down) se realizaron, en el caso de la frecuencia y de la duración media de la sonrisa, por medio del estadístico U de Mann-Withney en su aproximación a la distribución muestral Z. Por otra parte, las distribucio­nes de intensidad de dicha respuesta se compararon mediante el estadístico X2. Se observó que la acción del músculo cigomático mayor, correspon­diente a la sonrisa reconocida por los jueces, se presentó con mayor fre­cuencia (z = 2,47; p> .01) 57 duración media (z = 1,94; p> .05) en los ni­ños normales que en los niños con síndrome de Down. Por el contrario, no se encontraron diferencias significativas entre ambos grupos de sujetos con respecto a la intensidad de la sonrisa (X 2 = .06; g.l. = 1; p < .3), es de­cir, el porcentaje de sonrisas intensas y no intensas fue similar en los lac­tantes normales y en los afectados por la trisomía 21.

Movimientos de las cejas que preceden a la sonrisa

El siguiente paso consistió en analizar la secuencia de acciones de aproxi­mación, descenso y elevación de las cejas ocurridas antes de la sonrisa. En la figura 1 se presentan los porcentajes de aparición de estas distintas ac­ciones, tanto en los niños normales como en los afectados por el síndrome de Down. Para hacer más clara la exposición, presentamos en primer lugar las comparaciones intragrupos y en segundo lugar los datos correspondien­tes a las comparaciones intergrupo.

Por lo que respecta a los niños normales, todos los movimientos expre­sivos de las cejas que se registraron aparecieron antes de la sonrisa y nunca durante la misma. Utilizando como estadístico de contraste la prueba de Wilcoxon, se encontró que la acción que apareció con mayor frecuencia fue la aproximación de las cejas (w = 0; p> .05), mientras que la que ocurrió un número menor de veces fue el descenso de las mismas (w = 1,5; p > .05). Finalmente, la probabilidad de que la sonrisa apareciese precedi­da por la acción de aproximación de las cejas fue similar a la de que no apa­reciese precedida por dicha acción (z = .4; p < .3).

En cuanto a los niños afectados por el síndrome de Down, al igual que en los lactantes normales, el inicio de los movimientos expresivos de las ce­jas tuvo lugar antes de la sonrisa, exceptuando dos respuestas correspon­dientes a un mismo niño, las cuales no fueron estadísticamente significati­vas de acuerdo con la prueba de McNemar (X2 = 7,14; g.l. = 1; p < .01); es decir, la acción de aproximación de las cejas apareció en un número sig­

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TABLA

Comportamientos observados en niños normales y afectados por el síndrome de Down, antes y durante las sonrisas aparecidas en el curso de la interacción cara a cara con sus madres

Condición genéticaComportamientos observados Parámetro

Normales (%) S. de Down (%)

Conducta facial Sonrisa Frecuencia (items/min) Porcentaje de sonrisas poco intensas Porcentaje de sonrisas muy intensas

0,51 54,9 45,1

0,24 53,2 46,8

Duración media en segundos 3,63 2,41

Aproximación de las cejas 2 Porcentaje de aparición 58,8 77,8 Duración media en segundos 4,66 4,99

Otras conductas Contacto ocular Porcentaje de aparición antes de la sonrisa 80,4 66,6 Porcentaje de aparición durante la sonrisa 90,2 96,3 Porcentaje total de aparición 85,3 81,4

Movilidad corporal Porcentaje de aparición antes de la so.nrisa 41,2 7,4 Porcentaje de aparición durante la sonrisa 74,5 14,8 Porcentaje total de aparición 57,8 11,1

Vocalizaciones Porcentaje de aparición antes de la sonrisa 13,7 0 Porcentaje de aparición durante la sonrisa 11,7 14,8 Porcentaje total de aparición 12,7 7,4

Definida por la retracción oblicua de las comisuras bucales. 2 Sólo se han comparado los movimientos de aproximación de las cejas y no los de elevación y descenso de las mismas debido a su bajos porcentajes de

aparición (véase la Figura 1).

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283 FIGURA 1

Distribución de los porcentajes de aparición de las acciones de las cejas queprecedieron a la sonrisa social en niños normales y afectados por el síndrome de

Down.

77,8% NORMALES1 1

DOWN

58,8%

31,3%

19,8% 18,5%

5,9%

APROXIMACION DESCENSO ELEVACION

nificativamente mayor de casos antes de la sonrisa que durante la misma. Por otra parte, utilizando la prueba estadística de Wilcoxon, se encontró que la acción de aproximación de las cejas apareció con mayor frecuencia que la de elevación (w = 0; p > .01) y que esta última acción ocurrió con mayor frecuencia que la de descenso (w = 6; p > .05). Por último, a dife­rencia de los lactantes normales, la probabilidad de que la sonrisa apare­ciese precedida por la aproximación de las cejas fue mayor que la proba­bilidad de que no apareciera precedida por dicha acción (z = 2,7; p > .01).

Por otra parte, se comparó el porcentaje de aparición, la duración me­dia y la distribución temporal de los movimientos de las cejas en las dos muestras de sujetos estudiados. Como puede comprobarse en la figura 1, dada la escasa presencia de movimientos de elevación y descenso de las ce­jas antes de la sonrisa en ambos grupos de sujetos, las comparaciones se es­tablecieron tan sólo en relación con los movimientos de aproximación. Los resultados de dichas comparaciones, que se recogen en la tabla 1, se comen­tan a continuación.

Haciendo uso del estadístico X2 de Pearson, no se encontraron diferen­cias intergrupo con respecto al momento en que se inicia esta acción de aproximación de las cejas (X2 = 8,63; g.l. = 6; p < .3), ni tampoco con res­pecto al momento en que finaliza (X 2 = 3,32; g.l. = 6; p < .3). Sin embar­go, aplicando el estadístico U de Mann-Withney en su aproximación a la distribución muestral Z, sí se encontraron diferencias en el porcentaje de aparición de esta acción de las cejas, el cual fue mayor en la muestra de ni­ños con síndrome de Down que en la de niños normales (z = 1,52; p> .1). Por último, utilizando el estadístico U de Mann-Withney, tampoco se en­contraron diferencias significativas entre los dos grupos en cuanto a la du­ración media de la acción de aproximación de las cejas (U = 21; n 1 = 6; n2 = 8; p < .3).

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284 Otros cambios expresivos que acompañan y preceden a la sonrisa

El porcentaje de aparición de la variable contacto ocular fue muy alto, no encontrándose diferencias entre los dos grupos de sujetos estudiados, ni antes ni durante la aparición de la sonrisa (z = 0,63; p < .3). Además, en ambos grupos se pudo determinar la existencia de un incremento en la fre­cuencia de contactos oculares durante la sonrisa (en lactantes normales, X2 = 3,57; g.l. = 1; p> .1; en lactantes con síndrome de Down, X 2 = 5; g.l. = 1; p> .05).

También se observó un incremento de la movilidad corporal durante la sonrisa; no obstante, mientras que en el grupo de niños normales este in­cremento fue significativo (X 2 = 17; g.l. = 1; p < .01), en el caso de los ni­ños con síndrome de Down tan sólo se detectó una leve tendencia en esta dirección (X 2 7 2; g.l. = 1; p > .2). Pese a la semejanza que acabamos de señalar, se encontró que había un número significativamente mayor de res­puestas en las que se estimó que existía movilidad corporal en los lactantes normales, tanto antes como durante la sonrisa (z = 1,84; p > .05).

Por último, el número de vocalizaciones fue escaso en ambos grupos de sujetos y, si bien los niños normales mostraron una mayor frecuencia de vocalizaciones que los niños con trisomía 21 antes de la sonrisa (z = 1,63; p> .05), no se encontraron diferencias entre ambos grupos du­rante la misma (z = .01; p < .3).

DISCUSION

De acuerdo con la hipótesis planteada en la introducción, en el aparta­do anterior se ha puesto de relieve que la conducta facial y otros cambios expresivos que muestran los lactantes normales y los afectados por el sín­drome de Down antes y durante la sonrisa son esencialmente los mismos. Así, por una parte, hay que destacar que los músculos faciales que definie­ron y precedieron a la sonrisa social fueron los mismos en ambos grupos de sujetos. Coincidiendo con los resultados encontrados por Oster (1978) e Iglesias (1986) en niños normales y por Loeches (1988) en niños con sín­drome de Down, la sonrisa estuvo definida por la contracción del músculo cigomático mayor, responsable de la retracción oblicua de las comisuras de los labios. Por lo que se refiere a los movimientos de las cejas, coincidien­do nuevamente con Oster (1978) e Iglesias (1982), se encontró que la ac­ción que más apareció en cada caso fue la de aproximación de las cejas, de­bida a la contracción del músculo superciliar, y la que menos la acción de descenso, causada por la contracción del músculo piramidal.

Por otra parte, además de dicha semejanza morfológica, hay que subra­yar que se encontró también una similaridad en la secuencia temporal en que se desarrollaron estos movimientos expresivos, puesto que el orden y la duración de las acciones que acabamos de mencionar fue idéntico en am­bos grupos; así, en un primer momento aparecieron los movimientos de aproximación de las cejas y, posteriormente, éstas se relajaban coincidien­do con el inicio de la sonrisa, iniciándose siempre la secuencia con la fija­ción visual en la cara de la madre (véase Berger y Cunningham, 1986). En resumen, estos resultados ponen de manifiesto que la sonrisa constituye un patrón organizado de conducta facial similar en los niños normales y en los afectados por el síndrome de Down, debiendo señalarse que tales res­

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285 puestas tuvieron lugar en ambos grupos de sujetos en las mismas condiciones estimulares, esto es, durante la interacción cara a cara con su madre mien­tras se mantenía un contacto ocular permanente.

A pesar de las semejanzas encontradas entre los dos grupos de sujetos estudiados, no debemos olvidar la existencia de ciertas diferencias en algu­nos parámetros analizados. Una de dichas diferencias se encontró en la se­cuencia y duración media de las sonrisas, parámetros que, coincidiendo con otros autores (Berger y Cunningham, 1986; Emde y cols., 1978; Rothbart y Hanson, 1983), resultaron con valores más bajos en los niños con sín­drome de Down que en los niños normales. Estos resultados pueden reci­bir al menos dos interpretaciones distintas, que se señalan a continuación.

Si partimos de una concepción clásica del desarrollo emocional, según la cual las emociones vienen determinadas por procesos cognitivos, las di­ferencias encontradas en la frecuencia y duración media de la sonrisa serían un mero reflejo del retraso mental que presentan los niños con síndrome de Down, denotando la posible existencia de un retraso emocional en di­chos sujetos en relación con los niños normales. Sin embargo, si tenemos en cuenta que la base muscular de la sonrisa fue la misma en ambos grupos de sujetos, y si consideramos además que la expresión emocional depende en último término de estructuras subcorticales y corticales que no se ven alteradas por la trisomía del par 21, puede suceder tan sólo que los lactan­tes con síndrome de Down, a causa de su tono muscular bajo y de las anor­malidades que presentan en la función respiratoria, tengan «más dificulta­des» que los normales para articular y mantener de forma coordinada los distintos componentes faciales y vocales que definen la sonrisa. Estudios futuros sobre la sonrisa social, que incluyan el análisis de sus correlatos fi­siológicos y conductuales, contribuirán a determinar la validez de esta úl­tima interpretación que proponemos. Volviendo a las diferencias encontra­das, también hay que destacar que el número de vocalizaciones antes de la sonrisa y la movilidad corporal antes y durante la misma fueron significa­tivamente mayores en el grupo de niños normales que en el de los afecta­dos por el síndrome de Down. En cuanto a la menor movilidad corporal que presentaron los sujetos con síndrome de Down, tal efecto podría ser también una consecuencia de la hipotonía muscular generalizada que pa­decen dichos sujetos, determinando que sus movimientos expresivos ten­gan lugar con una mayor latencia y menor duración de lo normal. Por lo que se refiere a las vocalizaciones podría pensarse asimismo que son la hi­potonía muscular y las disfunciones que como consecuencia de la triso­mía 21 existen en los centros que intervienen en la función respiratoria, los factores que dificultan en los niños con síndrome de Down el manteni­miento y prolongación de la espiración, no siendo de extrañar, por tanto, que el número de vocalizaciones emitidas por estos sujetos sea menor de lo normal (véase Benda, 1960).

La última diferencia observada fue que los niños con síndrome de Down mostraron una mayor frecuencia relativa que los normales en los movi­mientos de aproximación de las cejas previos a la sonrisa. Nuestros resul­tados pusieron de manifiesto que el porcentaje relativo de aparición de la acción de aproximación de las cejas en los niños normales fue del 58,8 'Yo, mientras que en los niños con trisomía 21 fue del 77,8 'Yo. El mayor por­centaje encontrado en los lactantes con síndrome de Down no es contra­

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286 dictorio con la menor expresividad señalada para estos sujetos, ya que de­bemos tener en cuenta que dichos porcentajes son datos relativos, es decir, no reflejan más que el número de casos en que se presenta la acción de las cejas en relación con el total de casos en que aparece la sonrisa; así, la fre­cuencia absoluta fue en realidad menor en los lactantes con síndrome de Down que en los normales.

Para explicar este último aspecto es necesario aclarar previamente el sig­nificado diferencial que puede atribuirse a las distintas acciones faciales que intervienen en la sonrisa. Dado que la acción que define la sonrisa social es la retracción oblicua de los labios, comenzaremos señalando el signifi­cado funcional que tradicionalmente se atribuye a dicha acción facial. Al igual que sucede con el resto de los cambios faciales que definen las expre­siones emocionales supuestamente universales, dicha retracción de los la­bios puede ser considerada como una acción con un valor comunicativo de­terminado filogenéticamente, que refleja un estado interno placentero en su emisor así como un deseo de continuar la interacción social (Redican, 1982). Así, mientras que una cara neutra o con expresión de ira por parte de la madre puede desencadenar llanto en el niño de corta edad, la sonrisa constituye la serial más idónea para que el niño también sonría, mantenién­dose así el mensaje afiliativo (Malatesta y Haviland, 1982). La cuestión que cabe plantearse entonces es si la aproximación de las cejas que antecede a la sonrisa social puede considerarse también una señal comunicativa innata. 'Si consideramos que dicha acción no antecedió en todos los casos a la son­risa, sino tan sólo en un 58,8 % de las respuestas en los niños normales y en un 77,8 % en el caso de los niños con trisomía 21, esta hipótesis resulta muy poco probable.

En consonancia con lo anterior, el fruncimiento de las cejas que prece­de a la sonrisa puede interpretarse como una mera acción refleja, la cual, de acuerdo con Oster (1978), tiene lugar como consecuencia de un intenso nivel de atención en el lactante, que pone de relieve su esfuerzo por asimi­lar el estímulo que observa. Dicha acción podría ser indicativa de la exis­tencia de un estadio temprano en el desarrollo perceptivo del niño durante el cual tiene lugar la formación del esquema de la cara de su madre o cui­dador/a y la identificación de las personas familiares frente a las extrañas. Si el esfuerzo por asimilar la cara de la madre o el cuidador/a se resuelve exitosamente, la tensión muscular que motiva el fruncimiento de las cejas desaparece y deja paso a la sonrisa.

Basándonos en las consideraciones anteriores, podríamos explicar el ma­yor porcentaje relativo de aparición de la acción de aproximación de las ce­jas en los niños con síndrome de Down, suponiendo en primer lugar que en estos niños pudiera existir una relación neuromuscular más estrecha que en los niños normales entre los músculos cigomático mayor y superciliar, responsables de la retracción oblicua de los labios y de la aproximación de las cejas, respectivamente. Si ello fuera así, la acción de aproximación de las cejas debería ser causa suficiente para que tuviese lugar la sonrisa (o vi­ceversa) en los lactantes con trisomía 21; sin embargo, además de que esto no ocurrió, tal explicación nos llevaría a considerar un posible valor comu­nicativo de la acción de aproximación de las cejas que antecede a la sonrisa social, con las dificultades que este planteamiento conlleva, como se ha se­ñalado antes.

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287 Si se descarta entonces esta última explicación y se tiene en cuenta la

posible función que hemos atribuido a la aproximación de las cejas durante la sonrisa social, podría considerarse la posibilidad de que los niños con sín­drome de Down frunzan las cejas con una frecuencia mayor que los nor­males para compensar algún déficit en los mecanismos anatomofisiológicos involucrados en el procesamiento visual de un estímulo. En este último caso, sería muy difícil determinar si tal déficit puede reducirse a ciertas al­teraciones de los músculos que intervienen en la regulación de la conver­gencia y divergencia de los ojos, o si puede implicar además algún déficit adicional en las estructuras nerviosas centrales, como el hipocampo, que in­tervienen en la elaboración del modelo neural del estímulo.

Para entender mejor esta última diferencia, así como los restantes as­pectos que parecen ser específicos de la sonrisa de los lactantes con síndro­me de Down, consideramos oportuno llevar a cabo estudios longitudinales para determinar en qué momento cronológico aparece por primera vez la acción de aproximación de las cejas antes de la sonrisa y también en qué momento deja de presentarse; además, teniendo en cuenta que la sonrisa social no siempre estuvo precedida por dicha acción de aproximación de las cejas, nos parece necesario analizar cuántos tipos de sonrisa aparecen en situaciones naturales de interacción social y en qué casos aparece dicha ac­ción. Por último, y concluyendo con esta discusión, queremos insistir en la importancia de este tipo de estudios para establecer de forma precisa las semejanzas y diferencias reales que puedan existir entre las capacidades con­ductuales de los lactantes con trisomía 21 y las de los niños normales, por las implicaciones que ello tiene para la elaboración y desarrollo de progra­mas de intervención precoz destinados a optimizar el desarrollo emocional de los niños con síndrome de Down.

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' Los términos síndrome de Down, trisomía 21 o mongolismo hacen referencia a una anomalía cromosómica consistente en la presencia de un cromosoma de más en todas o parte de las células de los sujetos que la padecen. Este cromosoma extra aparece ligado al par de autosomas 21, de manera que el individuo afectado tiene una dotación genética fi­nal de 47 cromosomas en lugar de los 46 correspondientes a la dotación genética normal, al poseer tres cromosomas 21 en vez de dos. Esta alteración genética conlleva un conjunto de manifestaciones fenotípicas que hacen que los sujetos que la presentan se diferencien de los normales desde momentos muy tempranos de la vida, mostrando como rasgos más distintos una morfología facial peculiar, una hipotonía muscular generalizada y un cuadro severo de retraso mental (véase Loeches y cols., en prensa). Debe destacarse, por último, su elevada incidencia en la población (uno de cada 600 ó 700 recién nacidos), dando lugar a un grupo relativamente numeroso de retrasados mentales (véase también, Loeches, 1988).