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PACO MONCAYO GALLEGOSAlcalde Metropolitano de Quito

CARLOS PALLARES SEVILLADirector Ejecutivo del Fondo de Salvamento del Patrimonio Cultural de Quito

COMPENDIODE LA REBELIÓNDE LA AMÉRICACARTAS DE PEDRO PÉREZ MUÑOZ SOBRELOS ACONTECIMIENTOS EN QUITODE 1809 A 1815

FONSALFondo de Salvamento del Patrimonio Cultural de QuitoVenezuela 914 y Chile/ Tlfs.: (593-2) 2 584-961 / 2 584-962

Estudio introductorio y compilación:Fernando Hidalgo Nistri

Revisión del texto y cuidado de la edición:Alfonso Ortiz CrespoIsabel Oleas

PortadaRue et habitants de QuitoGrabado de Fuchs según Ernest ChartonTomado de Charton, Ernest, Quito, republique de l’EquateurLe Tour du Monde, Vol. XV, París, Hachette, 1867

Segunda edición: corregida octubre de 2008

Diseño e Impresión: Imprenta Noción

Impreso en Ecuador

Noción ImprentaQuito – EcuadorTelfs.: + 593 2 334 2205

ISBN: 978-9978-366-07-3

Los derechos pertenecen al FONSAL, en la Segunda Edición.PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN TOTAL O PARCIAL SIN AUTORIZACIÓN

986.6P438c

Pérez Muñoz, Pedro Compendio de la rebelión de la América / cartas de Pedro Pérez Muñoz, compiladas por Fernando Hidalgo- Nistri. 2. ed.- Quito: FONSAL, 2008. 196 p. (Biblioteca del Bicentenario de la Independencia; 11)

ISBN: 978-9978-366-07-3

1. ECUADOR – HISTORIA – INDEPENDENCIA. I. Hidalgo-Nistri, Fernando, comp.

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TABLA DE CONTENIDOS

Introducción ............................ 7

Agradecimientos ..................... 9

Estudio Introductorio ............ 11

Compendio de la Rebelión

de la América ........................ 57

Carta 1 .................................. 59

Carta 2 .................................. 61

Carta 3 .................................. 63

Carta 4 .................................. 67

Carta 5 .................................. 69

Carta 6 .................................. 71

Carta 7 .................................. 73

Carta 8 .................................. 77

Carta 9 .................................. 81

Carta 10 ................................ 83

Carta 11 ................................ 85

Carta 12 ................................ 87

Carta 13 ................................ 91

Carta 14 ................................ 93

Carta 15 ................................ 95

Carta 16 ................................ 99

Carta 17 .............................. 103

Carta 18 .............................. 107

Carta 19 .............................. 111

Carta 20 .............................. 115

Carta 21 .............................. 119

Carta 22 .............................. 123

Carta 23 .............................. 125

Carta 24 .............................. 133

Carta 25 .............................. 135

Carta 26 .............................. 137

Carta 27 .............................. 141

Carta 28 .............................. 145

Carta 29 .............................. 147

Carta 30 .............................. 157

Carta 31 .............................. 161

Carta 32 .............................. 165

Carta 33 .............................. 167

Carta 34 .............................. 169

Carta 35 .............................. 173

Índice Onomástico .............. 177

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El Municipio del Distrito Metropolitano de Quito, a través del

FONSAL, en su afán de contribuir al mejor conocimiento del pasado, ha

considerado la reedición de las cartas de Pedro Pérez Muñoz como un

aporte necesario para ampliar el conocimiento de los complicados años

de la insurgencia independentista. Incrementar la posibilidad de acceder

a fuentes que proceden de distintas ópticas, sin duda enriquece el trabajo

investigativo.

Las cartas que Pedro Pérez Muñoz escribió entre 1809 y 1815

traducen no sólo los sentimientos de un español radicado en Quito durante

20 años, con una posición fuertemente comprometida con la causa realista,

sino además la visión de un observador sumamente crítico de la sociedad

en la que se arraigó.

Esta es una perspectiva distinta a la que se puede hallar en las fuentes

documentales a las que tradicionalmente se ha tenido acceso para investigar

esta compleja época. Al investigador, por su parte, le compete intervenir en

la selección de las fuentes, la crítica a las mismas y la confrontación de la

distintas versiones, bajo la correcta comprensión de dónde provienen y su

intencionalidad.

Este trabajo, publicado por primera vez en el año 1997 por la editorial

Abya-Yala, se agotó en el mercado, lo que da una idea de la resonancia que

tuvo el tema en el medio. La presente reedición, a cargo del FONSAL,

incluye un estudio introductorio actualizado por parte del autor.

INTRODUCCIÓN

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AGRADECIMIENTOS

Quiero agradecer ante todo al Arquitecto Alfonso Ortiz Crespo quien

sugirió la publicación de este documento. Sin su concurso y sin su

entusiasmo hubiera sido muy difícil concluir este proyecto editorial. Desde

luego este reconocimiento va también para el FONSAL y para el Municipio

Metropolitano de Quito quienes patrocinan esta publicación y sin cuyo

aporte económico no podría ver la luz pública. Gracias también a María

Antonieta Vázquez que se entusiasmó con la lectura del Compendio y ayudó

a su publicación. Asimismo quiero hacer extensivo mi agradecimiento a

Ingrid Bejarano quién transcribió el texto del documento original para la

primera edición. No estaría completa la lista de personas a las cuales debo

gratitud si no hiciera mención al personal del Archivo General de Indias de

Sevilla, que durante diecinueve años me ha prestado toda su inestimable

colaboración. A Teresa Ibars, jefa de servicios de archivo de la Diputació

de Lleida le debo sus valiosos comentarios y sus gran experiencia como

conocedora de los archivos españoles. Por último no quiero desperdiciar la

ocasión par expresar mi reconocimiento a Diego Pérez Ordóñez que fue uno

de los promotores de la primera edición de este epistolario.

Sevilla, 22 de octubre de 2008

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ESTUDIO INTRODUCTORIO

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E S T U D I O I N T R O D U C T O R I Opor

Fernando Hidalgo Nistri

Con justa razón se quejan los historiadores de lo lejos que está por concluir

la tarea de identificar, recopilar y publicar las fuentes documentales que se

produjeron en torno al acontecimiento de la revolución quiteña1. Esta verdad

sin paliativos se confirma muy a menudo cuando se tiene la oportunidad de

incursionar en la gran república de los archivos ecuatorianos, americanos y

europeos. En efecto, uno de los más graves inconvenientes que deben afrontar

los historiadores es la dispersión de los expedientes. Los diferentes avatares

por los que ha corrido la documen ta ción a la hora de ser gestionada explican

la ausencia de un corpus documental único sobre este capítulo de la historia

ecuatoriana. Una muestra de ello es que no menos de doce archivos públicos

de dentro y fuera del país contienen informa ción directamente relacionada

con el tema en cuestión. Incluso en el Museo Británico han sido localizados

papeles que tienen relación con agosto de 18092. Pero además hay muchos

documentos que se hallan en manos particulares, sin catalogar y por lo tanto

fuera del circuito académico. La dispersión de los expedientes, sin embargo,

no sólo se reduce a un problema de tipo geográfico, sino que la circunstancia

se repite con mucha frecuencia dentro de los mismos repositorios. Los

distintos criterios de organización archivística utilizados para clasificar

documentos no siempre han sido compatibles con la posibilidad de organizar

las fuentes en cuerpos únicos. Es por esto por lo que los investigadores suelen

toparse con sorpresas ahí donde menos se esperan. Buena prueba de ello es

este epistolario cuyo hallazgo se debe, precisamente, a una de estas felices

casualidades. El manuscrito yacía escondido y empolvado en la sección

1. Jorge Salvador Lara, “Estudio introductorio”, en: La Revolución de Quito, 1809-1822, Quito, 1982, pp. 18-19.

2. Carlos Manuel Larrea, “Catálogo documental sobre el 10 de agosto de 1809 del Museo Británico”, en: BANH, T-37, Nº 90, Quito, julio-diciembre de 1957, pp. 269-276.

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Diversos del Archivo General de Indias de Sevilla. Dicho esto, la publicación

del Compendio de la rebelión de América, además de una cuestión de justicia

quiere ser un aporte más a la gran tarea de recopilar y sistematizar las fuentes

que directa o indirectamente hacen referencia a los movimientos insurgentes

quiteños que preludian la Independencia.

Al menos una parte de la importancia de este documento viene dada

de la escasez de memorias o de versiones cuya redacción no ha estado

mediatizada por instancias propias del ámbito judicial u oficial. Entre las

excepciones notables está la famosa Relación histórica de William Bennett

Stevenson3. Fuera de ella hay poco que agregar y quizás lo más notable sean

los “papeles” de José M. Rodríguez de Quiroga que fueron publicados por Isaac

J. Barrera4 y los “borradores” de Tadeo Garibay5. Dado este condicionamiento

de las fuentes, los diversos estudios que se han tratado este capítulo de la

historia ecuatoriana han tenido que valerse, casi única y exclusiva mente, de

documentos producidos y gestionados a través de cauces oficiales. Los clásicos

que narran la revolución quiteña escritos por José G. Navarro, Carlos de la

Torre, Manuel María Borrero, Isaac J. Barrera, Alfredo Ponce, etc., extraen el

grueso de su información de los procesos instrui dos en contra de los implicados

en los acontecimientos o de los informes de los funciona rios encargados de

reprimir el movimiento. Ejemplos por antonomasia son los escritos de Ramón

Núñez del Arco o la acusación del fiscal Arrechaga. Evidentemente no se trata

de negar el valor que tienen estas fuentes para lograr una aproximación a la

revolución quiteña, pero no es menos cierto que la naturaleza y el alcance de

sus contenidos tienden a encorsetar la comprensión de los hechos. Hay que

tener presente que el movimiento insurgente arrastra una complejidad y unos

matices que no se agotan en los meros acontecimientos. Las formalidades

que caracterizan a los procesos judiciales y sobre todo el cálculo premeditado

que mediatizan los testimonios suelen omitir detalles y contextos que

constituyen el telón de fondo de la vida pública y privada. Por estas razones

3. William Bennett Stevenson, A Historical and Descriptive Narrative of Twenty Year’s Residence in South America, 3 Vols, London, 1829. Hay una edición moderna publicada por la Editorial Abya-Yala de Quito.4. Isaac J. Barrera, “Los papeles de un prócer. Documentos relacionados con el prócer José Ma. Rodríguez de Quiroga”, en: BANH, T-30, Nº 76, Quito, Julio-diciembre de 1950, pp. 233-281; T-31, Nº 77, Enero-junio de 1951, pp. 108-119.

5. AHBC, Vol. 27, f. 256 (Marzo de 1810).

el Compendio que ahora se pone a disposición de la comunidad académica

es una herramienta que sin duda va a ayudar a entender algo más lo que

fue la revolución quiteña. Evidentemente, toca a los historiadores hacer las

valoraciones correspondientes y sopesar la carga apasionada que afectó a

Pérez Muñoz a la hora de narrar los tiempos revueltos del Quito de la época. Es

un hecho que este epistolario está mediatizado por la carga de resentimiento

que albergaba el autor a causa de los sucesos narrados y de su condición

de chapetón enfrentado a la elite local. Si bien muchos de los contenidos

que aporta el autor requieren ser contrastados y puestos en “sal muera”, no

es menos cierto que son un estímulo para ampliar el interrogatorio a unos

hechos con enormes lagunas aún no suficientemente esclarecidas.

Pedro Pérez Muñoz nació en 1767 en Andalucía, en la villa malagueña

de Colmenar6. Estudió en el colegio seminario conciliar del Monte Sacro de

Granada donde completó su formación en filosofía, teología, derecho civil

y canónico. Llegó incluso a recibir la primera tonsura. Una vez concluida

su etapa estudiantil tomó camino para América en compañía del Obispo de

Cartagena, Miguel Agustín Álvarez Cortés, en calidad de secretario de cámara

y gobierno. Avecindado ya en Quito se casó en 1796 con María Teresa Calisto y

Borja, la hija de Pedro Calisto y Muñoz, el Regidor perpetuo de la ciudad y uno

de los más importantes terratenientes de la Sierra Norte. Nuestro personaje

no tardó mucho tiempo en entrar al servicio de la vida pública de la ciudad.

En 1797, y con catorce votos a favor, fue electo Alcalde de segundo voto.

Su posición francamente realista, sumada a su ambición por hacerse con el

cargo de Alcalde de primer voto generó fuertes disputas con la facción criolla

en el interior de la corporación municipal. En las elecciones correspondientes

al año 1800 protestó por no haberse respetado la costumbre que consistía en

que uno de los dos alcaldes a elegir fuera español. En ese año las elecciones

rompieron con la tradición dando lugar a que las dos dignidades recayeran

sobre criollos. Mientras vivió en el país se dedicó a trabajar sus haciendas

de la actual provincia de Imbabura y a explotar oro en el río Cachaví. Tengo

constancia de un documento en donde manifiesta sus intenciones de llevar

6. La mayor parte de la información biográfica de Pedro Pérez Muñoz la he extraído del artículo “Dos palabras” que el distinguido genealogista Diego Pérez Ordóñez escribió para la primera edición de estas Cartas.

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a cabo la explotación comercial de madera en los bosques de Esmeraldas.

Cuando supo de la invasión napoleónica a España donó 200 pesos fuertes

y propuso construir un barco para hacer frente al “francés”. A raíz de los

acontecimientos de agosto de 1809 y años subsiguientes, Pérez Muñoz se

manifestó inequívocamente como uno de los más ardientes partidarios de

la causa “realista”. De hecho, y junto a Martín Chiriboga y León, fue la figura

más sobresaliente de todo ese elenco de familias que se mantuvieron fieles

a la Corona. Su lealtad a la causa le costó la confiscación de sus bienes y

una estadía en la cárcel pública. Se libró in extremis de ir desterrado a los

presidios de Cartagena de Indias, puesto que cuando iba a su destino fue

liberado por el ejército realista. Pese a todo salió bien librado de los trances

en los que se vio envuelto, sobre todo entre 1809 y 1812. Su suegro y su

cuñado, igual de obstinados que él, no corrieron igual suerte. Ambos fueron

arrestados por los insurgentes y luego pasados por las armas. La sentencia

de muerte fue firmada por el cura de San Roque y por tres miembros del

Cabildo. Incluso su esposa Teresa sufrió los rigores de la cárcel fruto de lo cual

su salud se resintió al punto de que falleció en 1818. Pérez Muñoz reclamó

ante el Consejo que se le restituyeran los bienes que le habían confiscado los

revolucionarios quiteños. En un principio se le concedieron unas tierras en

Jerez de la Frontera, circunstancia ésta que le llevó a organizar en 1815 un viaje

a España. Una vez ahí se enteró de que el Consejo de Indias se había negado

a hacer efectiva la donación. A cambio le entregaron unas tierras de labranza

en Sierra Morena7. Todo parece indicar que el laboreo de la finca le arregló

su precaria situación económica al punto de manifestar que podía mantener el decoro correspondiente. Hacia 1830 ya solicitaba la rehabilitación del título de

Marqués de Fiel Pérez Calisto que inicialmente había sido concedido a su hijo

José María. En 1827 y ya viudo, casó por segunda vez con María del Carmen

Molina y Zuleta, sobrina del antiguo Presidente de la Audiencia de Quito,

Joaquín de Molina. Pese a que ya no regresó a América siguió manteniendo

contacto con el resto de su familia quiteña. Pedro Pérez falleció en Jerez de la

Frontera, en 1842.

7. AGI. Santa Fe, 552. Informe sobre que se le concedan a Pedro Pérez Muñoz tierras en Andalucía, Madrid, 4 de agosto de 1824.

El Compendio consiste en una colección de treinta y cinco cartas dirigidas a

un personaje ficticio y que tan solo sirve de pretexto al autor para exponer

sus ideas respecto de los acontecimientos que ocurrieron en Quito entre 1809

y 1812. Uno de los tantos centros de interés que presenta el documento es

que ofrece el punto de vista de los sectores más adictos a la causa realista,

esto es, el de los chapetones. Al menos que se sepa, y fuera del ámbito oficial,

no existen relatos de los acontecimientos cuya autoría pueda atribuirse a un

miembro de este colectivo y que además hubiera sido testigo directo. Esto ya

de por sí le confiere al Compendio un plus de valor. Acostumbrados muchas

veces a leer relatos en donde los autores han propendido a hacer hiperbólicas

apologías de la gesta insurgente, el epistolario más bien nos presenta la

contraimagen de tales versiones. Pedro Pérez no veía agosto de 1809 y las

demás secuencias de la revolución como un hecho fausto y sublime, digno

de registrarse en los anales de la historia. A su modo de ver las cosas, la

insurgencia constituía una catástrofe de proporciones gigantescas, el asalto

a las instituciones por un comando de amotinados. Los héroes, largamente

cantados por los poetas patrios, aparecen como hombres ruines y villanos

movidos por los más bajos instintos. Su intención de remarcar esta condición

le llevó, incluso, a hurgar en la privacidad y publicitar el nacimiento “espurio”

de uno de los personajes de referencia de la revolución. El autor entendió

las aspiraciones de independencia como fruto del ambiente corrompido de

la época. Para quienes sólo han tenido la oportunidad de leer los clásicos

laudatorios de la revolución de agosto, los contenidos vertidos en este texto

motivarán una dosis de desconcierto. El Compendio fue redactado desde la

óptica de un fiel y sincero devoto del absolutismo monárquico. Su lealtad a

la Corona fue tal que, incluso, en España lo llevó a enfrentarse al bando de

los constitucionalistas. Las cosas llegaron a un punto que fue objeto de una

implacable persecución. Su visión lealista, sin embargo, no debe llevarnos

a pensar que el epistolario refleja fielmente los sentimientos y opiniones

del colectivo chapetón. El hecho de que él y su familia política se hubieran

convertido en las cabezas más visibles de la oposición no necesariamente

hace de él un representante de este colectivo. Evidentemente, Pérez Muñoz

va por libre y sus opiniones son de su exclusiva responsabilidad. Hecha esta

aclaración, los contenidos del Compendio deben ser valorados en función de la

capacidad que poseen para introducirnos en el mundo del colectivo desafecto

a la revolución. Con todas las prevenciones del caso, el pensamiento que

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plasma el autor va en buena medida a expresar esa corriente ideológica que

marcó el reinado de Carlos IV y que, a criterio de los sectores más liberales, ya

había dejado de ser la propulsora de la modernidad española. Creo también

que en este documento se plasman unas cuantas evidencias relativas a las

ambigüedades y contradicciones que arrastraron las reformas borbónicas. De

ahí los temores que expresa el autor respecto de una “ilustración americana”,

que en la práctica y por curioso que pueda resultar, ilegitimaba y negaba el

poder que la había instituido.

Como ya se ha apuntado anteriormente, el interés que posee este

documento procede en buena medida de la condición del autor de testigo

presencial de los hechos que relata. Pérez Muñoz vio y padeció en carne

propia los tiempos revueltos que tuvieron como escenario la ciudad de Quito

desde agosto de 1809 hasta prácticamente su partida a España en 1815. Buena

parte del Compendio se dedica a describir y a criticar las prácticas políticas y

comportamientos que las elites criollas habían venido implementando, sobre

todo desde la segunda mitad del siglo XVIII. La trayectoria del autor hace de él

una persona singularmente calificada para hacer este tipo de observaciones.

A sus espaldas no solo llevaba el bagaje de más de veinte años de residencia

sino la participación directa en los tejes y manejes de la política de la ciudad.

No se trataba de un viajero advenedizo que hacía una visita fugaz y que solo

tenía la oportunidad de ver la marea más superficial de la vida pública en

uno de los rincones más remotos del imperio. Su calidad de Regidor perpetuo

y sobre todo su participación en los procesos electorales para tal cargo, le

familiarizaron con las reglas, intrigas y prácticas al uso de los juegos del poder.

Pérez Muñoz reúne, pues, la doble condición de actor y de observador. Él más

que nadie fue un testigo privilegiado de cómo se llevaban a cabo las alianzas

políticas entre los diferentes grupos de influencia y del comportamiento que

manifestaban en una época singularmente conflictiva. Hay que tener en

cuenta que su condición de Alcalde de Segundo Voto lo situaba en un lugar

en donde, precisamente, se ventilaban los conflictos de la sociedad de fines

del antiguo régimen. Pero más aún, su estancia coincidió con un momento

crucial en la historia de la Audiencia. Los años que permanece en el país son

probablemente los más críticos y en los que las relaciones de poder habían

empezado a sufrir inflexiones sin precedentes.

Fuera ya de estas consideraciones, el Compendio es también una

radiografía de la forma de ser de los habitantes del Quito de la época. El

interés que mostró por describirlos y por explicar sus comportamientos

casi lo convierten en un etnólogo. Desde luego, su visión fue despectiva al

máximo y estuvo condicionada por sus profundos resentimientos que había

venido almacenando. Enumera y describe los rasgos de todas y cada una de

las castas que poblaban el país. Como un meticuloso taxonomista hizo un

inventario de sus inclinaciones, de sus vicios, de sus virtudes y, por si fuera

poco ¡hasta de sus olores! Los indios olían a “leche agria” y los negros a

“almizcle”. Semejantes observaciones, sin embargo, no tienen que ser vistas

como una simple curiosidad o como una anécdota, sino como reflexiones

de más calado. Puestas en su contexto, adquieren un sentido muy claro.

Pérez Muñoz partía del presupuesto, muy generalizado en la época, de que

“lo físico” tenía una incidencia directa en la conducta de las personas. Su

particular enfoque estaba muy próximo a todas esas teorías deterministas

que conferían al clima el poder de fijar el carácter y las inclinaciones de los

pueblos. Provisto de esta herramienta, creyó sinceramente que era capaz de

descifrar el alma de las diferentes castas que conformaban el país. Llevadas a

sus más extremas consecuencias, la fuente última de los males que padecía

el desgraciado Quito y, por extensión, la América hispana, había que atribuir

a un hecho físico. En esta teoría el autor va a encontrar un argumento para

justificar un gobierno en manos de los peninsulares.

Curiosamente eludió abordar ciertos temas que evidentemente

formaban parte del malestar que albergaban los quiteños. No hay una sola

mención de la profunda crisis económica que padecía la región, ni de las

inquietudes que provocaba entre las elites la creciente pérdida de entidad que

estaba sufriendo el Quito. Esta manera simplificada de plantear el problema y

su retórica llevaron a Pérez Muñoz a pecar de reduccionista. Con una buena

dosis de ingenuidad encontró la causa última de los desórdenes quiteños

en el estado de corrupción moral en el que yacían sus habitantes. No deja

títere con cabeza. Gobernantes, magistrados, clero, munícipes, etc., estaban

contaminados de este mal. Si se leen bien determinados textos se puede

concluir que la causa última que había llevado a los españoles del Nuevo

Mundo a retroceder en la escala de la moral tenía que ver con el medio.

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América no constituía un lugar adecuado para el nacimiento de la virtud. Sin

explayarse en argumentaciones dedujo que más bien era el caldo de cultivo

del vicio y de la depravación. Esta forma de pensar sitúa a nuestro autor

en la órbita de los grandes denigradores de América que estudió Antonello

Gerbi8. No lo dice expresamente, pero todo lleva a pensar que el medio físico

americano no era apto para el crecimiento de la inteligencia y de la razón.

La muerte del padre europeo fue percibida como la ruptura de un

dique de contención, que permitía la acción nefasta del entorno social

sobre sus hijos9. De ahí la superioridad moral del peninsular sobre el blanco

criollo. En un momento dado de su narración no tiene empacho en hacer

el siguiente comentario: toda comparación es odiosa -dice Pérez Muñoz-

igualar al blanco europeo con el criollo sería agraviar a la razón10. Según esta

lógica, sus conclusiones no podían menos que derivar hacia el pesimismo. ¡El

trágico destino de los descendientes de las familias españolas no era otro que

corromperse! Pero este proceso de degeneración se acentuaba con el fenómeno

del mestizaje. Muy imbuido de metafísica tomista medieval, entendió que la

mezcla era un factor de distorsión de la naturaleza humana. Los híbridos, lejos

de suponer un enriquecimiento moral, provocaban su merma. El mestizo es un hombre ni blanco ni indio que tiene de las malas inclinaciones de uno y otro11.

Afirmaciones de esta índole no eran simples ejercicios retóricos. Su objetivo

era fundamentar y declarar la superioridad ética de los peninsulares sobre los

americanos. La afirmación manifestaba la incapacidad natural de los criollos

para ejercer funciones de gobierno. Situada en su debido contexto era una

forma de negar esa demanda criolla que exigía una participación directa en la

gestión de la cosa pública. Humboldt lo observó perfectamente conforme lo

demuestra esta dura crítica a la política española.

La idea de una colonia […] pronto se hizo estrecha, desconfiada, exclusiva. Preparó la desunión entre la metrópoli y las colonias: estableció entre los blancos una desigualdad que la primitiva legislación de Indias no había fijado. Poco

8.. Antonello Gerbi, La disputa del Nuevo Mundo. Historia de una polémica 1750-1900. México D.F., 1982. 9. Véase la carta Nº 6.10. Véase la carta Nº 6.11. Véase la carta Nº 5.

a poco la concentración de los poderes debilitó la influencia de las municipalidades; y estos mismos cabildos […] fueron mirados por la Corte de Madrid como trabas peligrosas para la autoridad Real. Desde entonces los pueblos más ricos, a pesar del aumento de su población, tuvieron dificultades para obtener el título de ciudad y el derecho de gobernarse por sí mismas12.

Sería muy deseable saber a ciencia cierta a quién pensaba remitir

este manuscrito. Resolver esta incógnita despejaría muchas dudas respecto

del objetivo final con el que fue redactado. Sea como fuere, el documento

fue una acusación y una denuncia de unos hechos que estaban ocurriendo

en un momento marcado por el derrumbe del imperio español en América.

Su deseo de hacer justicia le auto convirtieron en fiscal. El epistolario posee

algunos rasgos que lo asimilan a una acusación judicial. No en vano hizo un

prolijo listado de los individuos directa o indirectamente comprometidos con

el movimiento insurgente. Como el mismo autor se encarga de recalcar, su

obra pretende demostrar las causas próximas y remotas, las directas e indirectas así como denunciar a los agentes internos y externos que encendieron el fuego de la discordia y de la desolación13.

La información que aporta esta colección de epístolas no es un relato

lineal de los hechos. También es un análisis de los entresijos que envolvieron

a la revolución, chismes incluidos. Lo verdaderamente interesante es que,

queriendo ser una denuncia, en parte terminó siendo una disección de

la sociedad de la época. Los comportamientos de los hombres y familias

involucradas en la revolución o la compleja mecánica de los nexos sanguíneos

quedan muy bien evidenciados en su crónica. También aparecen con cierta

claridad los cambios intelectuales que había sufrido el sector más inquieto del

patriciado quiteño. Por otra parte, el epistolario contiene una interesantísima

colección de datos, algunos de los cuales han permanecido desconocidos

o bien no se les ha dado la trascendencia que les corresponde. Entre otros

12. Alejandro von Humboldt, Viaje a las regiones equinocciales del nuevo continente, Caracas, 1956, T-III, p. 62.13. Véase la carta Nº 2.

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podemos destacar las reveladoras descripciones en torno del comportamiento

del pueblo bajo; las expectativas de la vuelta del Inca;14 los detalles relativos

al establecimiento de las primeras logias masónicas; o la expedición militar

quiteña que Carondelet había dirigido a Panamá15.

Quito y sus contextos

Si hay que usar un calificativo para describir el escenario que contempló

Pérez Muñoz, éste podía ser el de un territorio devastado. Toda una serie de

circunstancias externas e internas se habían conjuntado desde comienzos

del siglo XVIII para que la región quiteña entrara en la crisis más severa de

su historia. No voy a entrar en detalles que ya son de sobra conocidos. La

quiebra de los obrajes había empobrecido a la región de manera notable. La

destrucción del tejido fabril resultaba especialmente problemática toda vez

que el comercio de paños y de bayetas había sido el gran motor de la economía

serrana. No menos graves fueron los movimientos telúricos y las erupciones

volcánicas que asolaron a la Sierra Centro Norte a todo lo largo del siglo XVIII.

Ello volvió aún más complicada la ya de por sí precaria situación económica

del país. El terremoto de Riobamba dejó muertos por todas partes y arruinó

el ya de por sí maltrecho complejo productivo. Los volcanes, por su parte,

devastaron el corazón mismo de las comarcas de las actuales provincias de

Cotopaxi, Tungurahua, Chimborazo y Pichincha. A esto hay que añadir las

sublevaciones indígenas. La mayor presión fiscal que impusieron los nuevos

funcionarios levantó los ánimos en las comunidades. El grado de violencia que

llegaron a tener puso en riesgo a poblaciones de mayoría blanca o mestiza.

La decadencia que sufría la Audiencia fue de tal calibre que, incluso,

llegó a poner en riesgo su propia existencia. De hecho, durante el lapso de

unos cuantos años fue literalmente fagocitada por el recientemente creado

14. Véanse las caratas Nº 5, 18 y 22.15. Véase la carta Nº 15. Con toda probabilidad esta expedición fue un contingente armado que en 1806

envió Carondelet a Panamá a fin de proteger el istmo de posibles incursiones inglesas. El ejército de aproximadamente cuatrocientos soldados de infantería se hallaba al mando del Capitán Salinas.

virreinato de Nueva Granada. Más tarde también sufrió cercenamientos

territoriales en la costa del Pacífico norte. El emblemático puerto de La

Tola, punto de llegada del célebre camino de Esmeraldas, fue transferido

a la jurisdicción del virreinato de Nueva Granada16. Asimismo vio cómo

salían de su órbita de control ciudades otrora muy “quiteñas” como Pasto y

Popayán. El affaire del envío de una expedición militar a Panamá puede tener

un significado más grande del que le confiere Pérez Muñoz. Dudo mucho

que la intención de Carondelet haya sido la de facilitar la entrada de tropas

francesas a Quito a fin de declarar la independencia. Más bien me inclino a

pensar que el envío de tropas tiene que ver con la necesidad de mantener

abierta la ruta de Panamá Hay que tener en cuenta lo vitales que eran las

comunicaciones trans-ístmicas para la economía de la Sierra Centro Norte. Los

intereses de los patricios panameños, coincidentes con los de sus homólogos

quiteños, también abogaron reiteradamente por la rehabilitación de esta ruta

comercial. De hecho, la viabilidad del camino a Esmeraldas era directamente

proporcional a la posibilidad de que se mantuviera fluido el tráfico por la

antigua vía que comunicaba la ciudad de Panamá con Portovelo. Tanto unos

como otros aspiraban a constituir un espacio económico independiente de las

jurisdicciones de los consulados de Cartagena de Indias y de Lima.

La región, por otro lado, padecía intensamente los rigores de las

reformas borbónicas. Estos cambios incrementaron la presencia del poder

central y rompieron ese antiguo modus vivendi que hasta ese momento

había mantenido relativamente estables las relaciones entre los diferentes

actores sociales. Los ejecutores de tales reformas estaban resueltos a derogar

esa constitución no escrita que reglamentaba extraoficialmente la política

en el interior del espacio quiteño. Las reformas introdujeron factores de

desequilibrio que durante mucho tiempo habían permitido que los cuerpos

intermedios manejaran cuotas de poder y participaran en la gestión pública.

Las novedades mermaron sustancialmente la capacidad de decisión de las

diferentes instancias locales y, por lo tanto, tendieron a volverlas marginales.

Ello afectó de lleno a las elites y a numerosas autoridades de menor rango

16. AGI, Quito 269, Doct. Nº 10, 2 de diciembre de 1811.

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que tradicionalmente habían cumplido la función de mediatizar el poder.

Pese a que su instinto de conservación les permitió encontrar mecanismos de

supervivencia, no es menos cierto que se sintieron amenazadas, ninguneadas

y hasta heridas en el amor propio.

Esta situación, como se sabe, se agudizó a raíz de la promulgación

de la Constitución española de 1812. Con la universalización del voto

entraron en acción otras dinámicas sociales que perturbaron al viejo sistema

que garantizaba la estabilidad de los poderes constituidos de facto17. La

introducción de estas novedades resultaba más problemática habida cuenta

la situación especialmente tensa y conflictiva entre los diferentes estamentos

sociales de la época. Las reformas tuvieron el efecto de mostrar cuán precarios

eran los equilibrios que mantenían estable al cuerpo político. La concepción

vicarial de la Monarquía suprimía todas esas instancias intermedias a través

de las cuales el poder se organizaba y se distribuía. No se diga los eventos

electorales modernos que se imponen a partir de 1812. La voluntad popular

hacía peligrar los viejos rangos y eso que les era consustancial: el honor y

el decorum. Quito, sin lugar a dudas, fue uno de los lugares en donde las

reformas fueron más contestadas.

El resquebrajamiento de la conciencia barroca

Pero Pérez Muñoz vio también en el Quito de fines del antiguo régimen

una sociedad que a partir de sus propias originalidades estaba evolucionando

hacia unos derroteros completamente inéditos. Fue un testigo de primer orden

de cómo nuevos intereses concitaban la atención de la república de las letras.

Si contrastamos sus opiniones con los modernos descubrimientos parecería

un poco injusta su visión peyorativa de los quiteños. Ekkehart Keeding muestra

a una comunidad intelectualmente inquieta, que fluctuaba entre el peso de la

tradición y el encandilamiento que le provocaban las novedades del siglo. En

su revelador libro destaca la existencia de un potente ejército de hombres de

letras ávidos de modernidad. La ciudad albergó durante la segunda mitad del

siglo XVIII un buen número de espíritus dispuestos a efectuar el cambio. Su

modo de ser les impulsaba a marcar distancias con un pasado que, a juzgar por

las evidencias, les resultaba rancio e incómodo. En ciertos casos, la búsqueda

de la novedad se volvió casi una obsesión. Rodríguez de Soto, por ejemplo,

fue un hombre completamente abierto al cambio y hacia todo lo que supusiera

dar un paso a la modernidad. En muchos aspectos, su actitud intelectual ya

hacía vislumbrar las tendencias liberales que surgirán con fuerza en la época

republicana.

Tal como se ha encargado de mostrarlo Keeding, el foco de este

movimiento cultural innovador fue el Colegio San Luis, inicialmente

regentado por los jesuitas. Su nuevo programa de estudios fue el que en

definitiva introdujo eso que, un tanto simplificadamente, podemos llamar

“modernidad”. El colegio, antiguo bastión de la teología contrarreformista fue,

por paradójico que parezca, el locus en donde la conciencia barroca empezó a

ser seriamente cuestionada. En sus aulas se desmontaron concienzudamente

las bases escolásticas de la filosofía y en donde se operó la secularización

de la cultura. La introducción del eclecticismo tuvo el efecto de flexibilizar

el rígido sistema aristotélico-tomista. En este centro académico se dieron

los primeros pasos en orden a romper con una visión del mundo que para

la época parecía inamovible. Las lecciones de los padres Aguirre y Hospital

difundían teorías que aceptaban la posibilidad del vaccum coacervatum, un

principio que contradecía la raíz misma de la metafísica barroca. Asimismo

es digno de notar cómo en el Colegio se expuso el sistema heliocéntrico

de Copérnico. Con la introducción de Newton, por su parte, se difundió

otra novedosa tesis, que daba de baja los principios que fundamentaban la

escolástica y el barroco: la existencia del infinito. No menos interesante es el

hecho que constata Keeding, relativo al fácil acceso que tenían los estudiantes

a obras en donde se defendía el sensualismo y el escepticismo materialista.

El éxito que en un momento dado alcanzaron estas ideas fue tal que, según

Pérez Muñoz, los curas quiteños predicaban desde los púlpitos y confesionarios a infinitos ignorantes doctrinas materialistas18.

18. Véase la carta Nº 26.17. Sobre este punto puede verse el sugerente estudio de Federica Morelli, Territorio o nación. Reforma y

disolución del espacio imperial en Ecuador, 1765-1830, Madrid, 2005, p. 127.

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En lo que se refiere a las ciencias políticas, aquí también se produjeron

importantes inflexiones. En la década de 1780 el patriciado culto estaba

perfectamente familiarizado con Rousseau y con sus numerosos divulgadores.

La conocida temática de los “derechos del hombre” ya fue esgrimida por el

prócer Juan de Dios Morales en el Manifiesto del 10 de agosto de 1809 y por

Quiroga en un documento oficial producido en el seno mismo de la Junta

revolucionaria de Quito. Desde luego es muy revelador de los alcances a los

que habían llegado las ciencias políticas el hecho de que Rodríguez de Soto

hiciera constar el concepto en el preámbulo de la Constitución quiteña de

1812. Con toda seguridad, liberalidades de este tipo fueron las que llevaron

al presidente Toribio Montes a decir que los profesores de la universidad

eran unos subversivos y, en consecuencia, a separarlos de sus actividades

docentes19. A los que quedaron les obligó a jurar que no traicionarían la

doctrina de Santo Tomás. Más aún, en 1813 tomó juramento al claustro de la

universidad haciéndoles prometer que no se apartarían de la de las doctrinas

de Santo Tomás de Aquino20.

Ahora bien, estas revoluciones que experimentaban las elites quiteñas

no solo fluían del interior de sus aulas. También grandes personalidades que

pasaron por la ciudad contribuyeron a ampliar y a diversificar los diferentes

debates intelectuales. La presencia de extranjeros contribuyó a romper el

monopolio cultural que ejercía la metrópoli. Primero fueron los Académicos

franceses, que vinieron a calcular el arco del meridiano. Los Caballeros del punto fijo, en calidad de representantes de la ilustración, introdujeron métodos

y teorías que resultaban manifiestamente incompatibles con la cultura

barroca.

Luego vino la deslumbrante figura de Alejandro von Humboldt, cuya

estancia de seis meses, constituyó un hito sin precedentes en la cultura quiteña.

Todos los indicios lo señalan como uno de los grandes puntales que ayudaron

a modelar los espíritus quiteños conforme los patrones de la modernidad.

Pero no solo esto, el explorador también dotó al patriciado de más elementos

de reflexión que contribuyeron a engrosar los fundamentos de la crítica al

19. Keeding, Surge la nación, p. 632.20. Ibid, p. 628.

“mal gobierno”. Humboldt fue el que descubrió a los futuros próceres la

capacidad revolucionaria de la geografía. A él se deberá buena parte del éxito

que tuvieron muchos mitos relativos al potencial de la naturaleza americana

y que durante mucho tiempo argumentarán los intelectuales para denunciar

la injusticia y el mal gobierno. Finalmente, el sabio prusiano habría sido el

fundador de la primera logia masónica con que contó el país y dentro de la

cual se fraguó la insurgencia quiteña. Todos estos antecedentes son los que

llevaron a Pérez Muñoz a ver en él a uno de los principales instigadores de las

ideas independentistas. La acusación es plausible habida cuenta sus severas

críticas a la monarquía española y el ascendiente que tuvo su pensamiento en

la república de las letras quiteña. Quizás no sea una mera casualidad que dos

de sus más aventajados discípulos, Francisco J. de Caldas y Carlos Montúfar

fueran referentes indiscutibles de la lucha por la emancipación.

Pero en este contingente de extranjeros también había “agentes”

encubiertos enviados por las potencias enemigas. La psicosis que albergaba

nuestro autor era innegable. Pérez Muñoz pensaba seriamente que el imperio

estaba siendo objeto de una conspiración a nivel internacional. Por un lado

señalaba a Francia. A su juicio Napoleón quería incorporar a la América hispana

a la órbita de una Monarquía universal gala21. Para esto habría enviado a este

continente a un nutrido número de conspiradores con el encargo de prender

la chispa revolucionaria. La cabeza más visible de este complot habría sido

Humboldt. A primera vista las aseveraciones de Pérez Muñoz pueden parecer

fantásticas, pero lo cierto es que las autoridades de la época mantuvieron

serías sospechas sobre este colectivo, lo que les llevó a mantenerlos bajo

estrecha vigilancia. Los numerosos médicos de esta nacionalidad que se

avecindaron en América fueron portadores y propagandistas de “novedades”

revolucionarias. Hacia 1790, por ejemplo, el Presidente Antonio de Mon y

Velarde acusaba a algunos individuos de la Asamblea Nacional, establecidos

en la Nueva Granada, como propagadores de especies sediciosas22. Otro buen

indicio de ello fue la imputación a sujetos de nacionalidad francesa de una

publicación clandestina de Los Derechos del Hombre efectuada en Bogotá en

179423. También en 1810 varios testigos acusaron a los Montúfar y sus satélites

21. Véase la carta Nº 15.22. AGI, Quito 233. Carta de Antonio de Mon y Velarde al Consejo. Quito, 18 de septiembre de 1790.23. Sergio Elías Ortiz, Franceses en la independencia de la Gran Colombia, Bogotá, 1971, p. 14.

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de admirar a Napoleón y de poseer un retrato suyo ¡en una casa vacía de santos!24. El siguiente testimonio vertido en el juicio que se encausó a Joaquín

Calderón coincide plenamente con las palabras de Pérez Muñoz. “Que también oyó decir que el expresado don Carlos [Montúfar] traía el proyecto de levantar tropas en esta ciudad y provincia con el objeto de seguir hasta la capital de Lima para conquistarla porque estaba alzada a causa de que los Excelentísimos Virreyes del Perú y Santa Fe habían tratado y convenido entregar estos reinos a la dominación francesa…”25 En este listado también habría que agregar el

affaire ya citado de Carondelet que habría consistido en abrir las puertas de

Esmeraldas a un ejército francés.

Finalmente hay que hacer mención de otro grupo de extranjeros que,

a su manera, también contribuyó a acelerar los procesos de cambio que ya

experimentaba el país. Aunque en un principio sus oficios solo tendían a

influir en la vida cotidiana, en realidad también se manifestaron como activos

transmisores de nuevas ideas políticas. Ellos contribuyeron con su grano de

arena a romper esa fortaleza barroca casi inexpugnable dentro la que vivían

ajenos a toda influencia exterior. La apertura de las fronteras americanas

facilitó el ingreso de foráneos quienes familiarizaron a los quiteños con hábitos,

modas y gustos procedentes de los extramuros de la cultura hispana. Pero

claro, todo esto no vino solo sino que llegó aparejado de especies “sediciosas”

y de llamadas a subvertir el orden constituido. Los forasteros volvieron, pues,

a la ciudad una pizca más cosmopolita. Pérez Muñoz expresa muy bien el

impacto que ejercieron en la tranquila urbe andina: Los extranjeros que han venido de cocineros, reposteros, ayudas de cámara y otras ocupaciones semejantes [a la vez que difundieron] opiniones bien perjudiciales a la religión [también

popularizaron] costumbres italianas y francesas26. El influjo que se ejerció en

la vida cotidiana no conviene infravalorarlo. Todo lo contrario, las evidencias

muestran cómo la adopción de nuevos hábitos abrió las puertas a una primera

ruptura con lo hispánico y con las autenticidades mestizas propias del país.

Las nuevas modas, costumbres y formas de estar, no cabe duda, ayudaron a

24. AGI, Diversos 1, Carta anónima dirigida al Obispo Quintián y Ponte. Quito, 6 de diciembre de 1810.25. AGI, Quito 219, Proceso contra Don Joaquín Calderón. 26. Véase la carta Nº 7.

provocar el colapso de un modus vivendi que había estado vigente a lo largo

de aproximadamente 250 años. Muchas prácticas y conductas, otrora muy

arraigadas, dejaron de estarlo a nombre de la “civilización” y de un recién

estrenado “buen gusto”.

Esta ruptura, muy tímida entonces, se profundizará en la década de

1820 gracias sobre todo al contacto con los oficiales ingleses que intervinieron

en las guerras de la Independencia. Los relatos de los viajeros que visitaron

la América Hispana en la década de 1820 prácticamente son unánimes en

destacar los cambios de costumbres y las modas recién adquiridas por las elites

criollas27. La revolución que operaba por entonces la América hispana tenía

repercusiones que iban más allá de lo meramente político. Los americanos,

sobre todo las elites, estaban experimentando una revolución en las maneras

y en sus formas de ser cotidianas.

Los movimientos conservadores que van a aparecer hacia mediados

de la década de 1850 serán los primeros en reaccionar contra estos cambios.

En su lugar promoverán una recuperación de las raíces hispánicas y de las

autenticidades del país. Criticaron los snobismos y todo lo que en definitiva

era capaz de restar la identidad y las esencias americanas. Precisamente de

aquí surgirá la iniciativa de operar una segunda independencia: la mental.

Cuando Crespo Toral hacía esta propuesta en una monografía que instaba

a la nacionalización de la literatura ecuatoriana, no solo estaba animando

a pensar por cuenta propia, sino a ser originales en todos los aspectos de la

vida.

Una vez llegados a este punto es el turno de abordar un tema que es

objeto de mucho debate: la modernidad de las elites quiteñas. Hasta ahora

he venido sosteniendo que el patriciado estuvo muy abierto a las novedades

del siglo. Pero esta afirmación tiene que ser modulada y matizada a fin de no

dar lugar a malentendidos. Hay opiniones como las de I. Saint-Geours y M.

27. Véase por ejemplo: Gaspard Mollien, Viaje por la República de Colombia, Bogotá, 1944. Julián Mellet, Viajes por el interior de América meridional (1808-1820), Santiago de Chile, 1959. Jean Baptiste Boussingault, Memorias de Boussingault, 4 vols., Bogotá, 1985.

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D. Demélas que la ponen en entredicho. Sus incursiones por los entresijos de

la microfísica de las relaciones político sociales de fines del antiguo régimen

así lo confirman o al menos ponen de manifiesto sus contradicciones y

paradojas. Las pruebas que arrojan muestran cómo efectivamente la sociedad

de la época todavía vivía muy inmersa en un mundo tradicional. En primer

lugar es necesario decir que las transformaciones afectaron a una minoría

culta. Pero ni siquiera dentro de ella había unanimidad. El cuerpo docente

de los dominicos seguía perseverando tozudamente en el neotomismo y en

las fórmulas del barroco. Los cambios que desde el punto de vista mental

estaba sufriendo la sociedad quiteña de la época no autorizan a hablar de

una modernidad ampliada y perfectamente enraizada. Sería inexacto decir

que el autor contempló a los pies del Pichincha una comunidad que había

interiorizado plenamente sus postulados. De hecho, en muchos casos

reaccionaron contra ciertas modernidades que venían impuestas desde la

Metrópoli.

Tanto el texto elaborado por Pérez Muñoz como otros documentos

dejan apreciar cómo detrás del discurso ilustrado yacía escondido un

poderoso tejido tradicional y un mar de ambigüedades que todavía se está

lejos de explicar. A partir de documentos recientemente descubiertos o de

reinterpretaciones de otros se ve muy bien cómo las elites estaban sujetas

a las inercias del pasado. Si como hemos dicho, en muchos sentidos el

patriciado se había mostrado muy precoz para asimilar la novedad, no es

menos cierto que el fardo de la tradición siguió siendo una fuerza muy activa.

El descubrimiento de la noción de individuo, por ejemplo, funcionó dentro de

un círculo de unos pocos elegidos. Incluso aquellos intelectuales que la habían

interiorizado, como los Montúfar, en los momentos de emergencia recurrieron

a las viejas estructuras clientelares. La movilización de la plebe en 1809 y

1812 solo fue posible gracias a que funcionaban los vínculos tradicionales.

Efectivamente, la ruptura no podía ser total. Había muchas dificultades a la

hora de llevar la teoría a la práctica, puesto que las viejas estructuras sobre

las que se sustentaba la sociedad obligaban a ser condescendientes con ellas.

En aquellos años, la búsqueda del individuo todavía tropezaba contra el muro

de una sociedad estamental y corporativa que todavía siguió teniendo sus

momentos de gloria. El paternalismo frustraba toda posibilidad de que el

populus interiorizara los significados de la condición de ciudadano. Desde

luego, todo este modo de ser contradictorio ha sido y sigue siendo la tónica

de la cultura política hispanoamericana. En el Ecuador se constata muy bien

cómo lo moderno siempre ha cabalgado a hombros de la tradición.

Las reacciones anti absolutistas

En otro orden de cosas, una de las grandes preocupaciones que

embargaban a los intelectuales y a los patricios criollos era cómo hacer

frente a la ideología del absolutismo que daba soporte al régimen de los

borbones. Como vimos, los nuevos criterios de gobierno puestos en vigencia

amenazaban con dar de baja los privilegios y las parcelas de poder sobre las

cuales las elites locales ejercían control. Para los quiteños, ¡qué duda cabe! la

mejor cualidad del Rey era su capacidad para mantenerse distante. Mientras

más dejara hacer y deshacer, tanto mejor.

La Universidad se implicó directamente en esta empresa y en la

práctica se convirtió en un importante foco de resistencia. La fórmula que

encontraron para hacer frente al absolutismo fue relanzar el iusnaturalismo,

que consagraba un modelo de estado pactista en donde el pueblo se reservaba

el uso y disfrute de una serie de fueros y derechos. En el plan de estudios de

la universidad de Quito del año 1787 la asignatura de derecho natural fue

una de las figuras estrella del pensum académico. Los intelectuales quiteños

intentaron poner en vigencia esa vieja teoría que entendía a las monarquías

como fruto de un pacto entre el rey y el pueblo.

El derecho natural no solo que reafirmaba la soberanía popular,

sino que, incluso, mantenía que su voluntad debía estar por encima de la

del monarca. No es casual que los más prestigiosos intelectuales de la época

fueran acérrimos partidarios de sus propuestas. Sus bibliotecas particulares

poseían numerosos ejemplares de los clásicos del iusnaturalismo. Pese a que

siguieron estando activas, la versión tomista y la suarista de esta doctrina

incorporaron como novedad textos que contenían las versiones alemana,

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inglesa y francesa28. Pedro Quiñónez y Cienfuegos, por ejemplo, impartió la

cátedra de derecho natural apoyándose en la vertiente alemana de Heinecke29.

El carácter reivindicativo que llegó a tener esta teoría limitadora de los poderes

del monarca fue tal que en 1794, las autoridades prohibieron expresamente a

las universidades que impartieran las cátedras de Derecho Natural y Derecho

Público. Algo que revela su grado de importancia política es que se hallan

recogidas en los manifiestos de la Junta de 1809 y en la constitución quiteña

de 1812.

Paralelamente a todo esto, la intelligentia quiteña estuvo muy

familiarizada con la filosofía de la Ilustración. Rousseau, Hobbes, Bayle,

Montesquieu, Diderot y otras figuras de referencia de la modernidad fueron

atentamente leídas y releídas. Espejo, Montúfar, Jijón, Rodríguez de Soto, o

Quiroga conocían perfectamente sus teorías. Del mismo modo, el sensualismo

y el racionalismo en todas sus vertientes habían penetrado en los ambientes

universitarios quiteños. La lectura del Contrato social y de obras afines

fueron claves en la ofensiva contra el absolutismo español. Sus contenidos

se convirtieron en una nueva colección de argumentos para defender la

soberanía popular y la libre determinación. En el Contrato hallarán sustento

todas esas proclamas que instituyeron la conocida consigna anti-española:

“América para los americanos”.

Ahora bien, con su popularización no había sino un paso para que

irrumpiera la temática de los derechos del hombre. Como se sabe, esta

declaración consagraba la potestad soberana del pueblo de dotarse de su

propia legislación y de sus propios jefes. Una prueba convincente del peso

específico que tuvo el asunto fue que Miguel Antonio Rodríguez la incluyó en

el preámbulo de la constitución del Libre Estado de Quito del año de 181230. Pero

también la sustantividad de estas conquistas radicó en que inauguraron una

corriente de pensamiento que, al abolir la metafísica aristotélico-medieval,

sentó las bases de lo que en el futuro ira a ser el liberalismo. Lo ocurrido en

estos años fue algo más que una transformación meramente jurídica, tal como

28. Keeding, Surge la nación, p. 632.29. Ibidem, p. 632.30. “El fin de toda asociación política es la conservación de los sagrados Derechos del hombre”.

lo expresó Julio Tobar Donoso, sino un cambio de mucha más envergadura31.

La introducción de conceptos modernos ha sido sistemáticamente soslayada

por intelectuales de orientación conservadora. El tufillo rousseauniano les

aguaba la fiesta de un acontecimiento al que, desde comienzos del siglo XX,

se le ha venido dando un acento religioso y convirtiendo en la partida de

nacimiento del estado ecuatoriano.

En esta carrera para hacer frente a la ofensiva absolutista también

merece destacarse la difusión que tuvo la obra del pensador y escritor francés

Fenelón. Desde mediados del siglo XVIII hasta por lo menos la década de

1820, fue muy leído a todo lo largo y ancho de la geografía quiteña. Prueba de

su popularidad es que una parte de su obra trascendió los medios académicos,

al punto de convertirse en moneda corriente entre un público muy amplio.

De hecho, su obra más emblemática, Las aventuras de Telémaco, llegó a ser

una especie de best seller que era vendido por los mercaderes que hacían el

itinerario entre Cartagena de Indias y Guayaquil. A mi modo de ver, la novela

ayudó a intensificar la crítica al soberano absoluto. La obra fue en sí misma

una crítica a los reyes, concretamente a Luis XIV, que se extralimitaban en

el ejercicio de sus poderes a costa de las libertades de sus súbditos. Fenelón

definió la virtus del monarca en términos de autolimitación de sus facultades

de gobierno. Los monarcas ejemplares y dignos de ser imitados descritos

en su utopía, eran prudentes y perfectos conocedores de esa línea roja que

marcaba la linde con las libertades populares y que no era posible traspasar.

Las naciones felices y opulentas que descubrió Telémaco en Chipre, en

Egipto o en la Bética, lo eran porque a la cabeza estaban reyes sabios que

gobernaban prudentemente y sin inmiscuirse en los negocios de sus súbditos.

Muy grosso modo los lectores de Las aventuras podían asociar al Rey con el

Pigmalión, cruel, avaricioso, persecutor y sediento de poder que Fenelón

describe en el capítulo tercero. El monarca español bien podía ser una réplica

de esos príncipes ávidos y sin previsión que no piensan más que en cargar de tributos a sus súbditos. No hay que olvidar que en ciertos pasajes de la novela

se hace un llamamiento a la rebelión. En un momento dado, incluso, había

31. Julio Tobar Donoso, “La transformación de 1809 fue eminentemente jurídica, en: Boletín de la Academia Nacional de Historia, Nº 95, Quito, Enero-Junio de 1960.

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como prescindir del príncipe. Después de todo, la “naturaleza sola” tenía el

poder de hacer felices a los hombres. En realidad el hombre verdaderamente

libre era aquel que solo estaba sometido a Dios y a sus razones. Por último,

en este libro también encontraron una severa crítica a los monarcas que se

empeñaban en mantener sometidos a pueblos enteros. Su voluntad de poder

no podía menos que derivar en actos de tiranía y en el empobrecimiento de

las naciones sojuzgadas.

El nacimiento de una conciencia quiteña

Situémonos en otro escenario. Una de las novedades de las que Pérez

Muñoz tuvo oportunidad de ser testigo fue la conformación de los primeros

sentimientos de una conciencia “nacional” quiteña. Para las fechas en que

se escribe el Compendio, ya tenían su trayectoria corrientes intelectuales

empeñadas en fijar los rasgos de una identidad nacional. Es evidente que en

Hispanoamérica y particularmente en Quito ya había un sentimiento de “lo

nuestro” muy consolidado. De esta manera, pues, ya tenían los suficientes

elementos para establecer diferencias respecto de ese “otro” que era lo

“español”. De hecho la conciencia de pertenecer a una realidad política más

basta como era el imperio, ya no era operativa. Humboldt ya había observado

esta inflexión y la hacía extensible a todas las colonias americanas. Los criollos prefieren que se les llame americanos y desde la paz de Versalles y, especialmente, después de 1789 se les oye decir muchas veces con orgullo: “yo no soy español, soy americano”, palabras que descubren los síntomas de un antiguo resentimiento32.

Pero este redescubrimiento de la identidad fue un asunto más

complejo. En la época en que se escribe el Compendio, el concepto de patria

estaba sufriendo un intenso proceso de redefinición. Dos imágenes totalmente

diferentes y hasta contradictorias habían entrado en competencia. Por un lado

estaba la versión antigua o tradicional que reducía la idea de “patria” a una

32. Alexander von Humboldt, Ensayo político sobre el Reino de Nueva España, México D.F., 1966, p. 76.

expresión minimalista y restringida a lo regional y, por otro, la de El Quito, cuyo

alcance estaba referido a la totalidad de la Audiencia y aún más. En la carta

undécima se aprecian muy bien los términos de la primera de las nociones: La Patria entienden precisamente el suelo y el lugar donde han nacido y el que más extiende su conocimiento a la capital o ciudad más grande de su provincia. Esta

forma de pensar no era ciertamente un capricho, sino más bien el reflejo de

un hecho cuya realidad era evidente: la fuerza de lo regional. Para la época,

la reafirmación de lo local era una consecuencia de la crisis que padecía la

Audiencia. En los tiempos difíciles, la región demostró ser la estructura más

sólida a la que aferrarse33. La segunda versión apareció reivindicada, tanto en

Juan de Velasco como en la documentación que producen los constructores

del camino a Esmeraldas. Especialmente esto últimos proyectaron reivindicar

un espacio económico que les “independizara” de los Consulados de Lima

y de Cartagena de Indias. Ahora bien, la construcción de este ámbito, en la

medida que supuso el reconocimiento de la quiteñidad de unos territorios

determinados, tuvo el efecto de crear una nueva imagen de lo que debía ser

Quito. La apertura de este camino no solo tiene una vertiente puramente

económica, sino también nacionalista.

Ante los riesgos de disolución del cuerpo político quiteño resultaba

urgente crear una conciencia de patria en torno a esa realidad intermedia

que era la Audiencia. La Historia del Reino de Quito de Juan de Velasco fue el

primer manifiesto que puso en evidencia tales inquietudes. Aunque no fue

publicada sino en tiempos republicanos, la obra patentiza el deseo de los

quiteños de dotarse de un pasado propio y autónomo así como de establecer

el hecho diferencial. Esto es lo que llevó a ciertos espíritus a embarcarse

en la tarea de inventariar la “verdad local” a efectos de dotar al país de una

identidad concreta. De hecho, el jesuita riobambeño confirió a El Quito una

personalidad histórica, no solo independiente del viejo mundo, sino también

de lo Inca-peruano. Su historia desplazó esa versión oficial que reconocía al

incario como el único pasado aborigen. En su lugar reivindicó a las naciones

indígenas del Ecuador precolombino y, sobre todo, a esa entidad mayor que

era el supuesto reino de los Shiris.

33. Ives Saint-Geours, “La Sierra centro norte (1830-1925)” en: Historia y región en el Ecuador, Quito, 1994, p. 143.

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34. Véase la carta Nº 21.35. A nuestro primer historiador podrían agregarse los nombres de otros jesuitas que desempeñaron una

función parecida. Entre otros podemos citar a Francisco Javier Clavijero, el autor de la célebre Historia antica del México, a Juan Ignacio Molina, Francisco Xavier Alegre, etc.

36. Sobre esta cuestión pueden encontrarse estudios más extensos en: Anthony Paguen, Spanish imperialism and the political imagination, Yale, 1990. Georges Lomnê, “La Revolución francesa y lo simbólico en la liturgia política bolivariana”, en: Miscelánea histórica ecuatoriana, Nº 2, Quito, 1989.

Esta operación intelectual tuvo un calado extraordinario toda vez

que hizo de esta imaginaria nación uno de los sujetos configuradores de la

futura nacionalidad ecuatoriana. En el sustrato étnico precolombino se vio

una fuente de identidad y un recurso para fijar tanto las originalidades como

el hecho diferencial de la futura patria. La urgencia de sentirse como una

realidad aparte respecto de los “chapetones” y de dotarse de una identidad

propia, les indujo a apoderarse del pasado étnico34. Más tarde, la necesidad de

implementar una nueva legitimidad y de poner los fundamentos de un futuro

proyecto político, les llevó a dar un paso más que consistió en introducir en la

imaginación política la vuelta triunfal de las antiguas estirpes aborígenes.35 La

insurgencia y más tarde la independencia eran los vehículos que permitirían

que la historia americana recobrara su continuidad y llevara a cabo su

destino36. Dicho de manera más explícita, la posibilidad de trazar una linde

entre criollos y la autoridad peninsular debe ser vista como una maniobra

con miras a cuestionar el ejercicio del poder metropolitano en las Américas.

Esta dialéctica tenía la propiedad de poner en evidencia quienes eran los que

poseían la legitimidad y quienes los que la usurpaban. La genealogía que

vinculaba a los antiguos señores étnicos con los criollos contenía elementos

altamente explosivos que, llevados a sus más extremas consecuencias,

terminaron por declarar al monarca como tirano y usurpador.

Esta búsqueda de nuestras autenticidades resultó a la larga

enormemente subversiva. La mirada introspectiva a “lo nuestro” generó en la

imaginación política una nueva versión de la “patria” totalmente ajena a esa

realidad política más extensa que era el imperio español. Todo esto, desde

luego, supuso el nacimiento de una nueva legitimidad y de un nuevo régimen

de lealtades. La nación-patria, al haber descubierto un pasado y una verdad

propia, también creyó descubrir un futuro propio. La historia y el hecho

diferencial se convirtieron de esta manera en una fuente de argumentos que

ponía en entredicho la figura del Rey.

37. Véase sobre todo su “Estado de la geografía del Virreinato de Santa Fe de Bogotá con relación a la economía y al comercio”, en: Obras completas de Francisco José de Caldas, Bogotá, 1966.

Pero la configuración de una conciencia nacional fue un asunto que

rebasó estos campos. Las ciencias naturales también cumplieron un papel

relevante. En el medio físico se descubrió otra veta de esos tan preciados

rasgos de originalidad que se buscaban. No es una casualidad el auge que

en un momento dado tuvieron las iniciativas dedicadas al estudio del medio

físico. En este campo Juan de Velasco también fue un precursor. Su Historia natural del Reino de Quito es una descripción y un inventario de todo aquello

que era capaz de dotar a Quito de una personalidad propia. La presencia del

explorador payanés Francisco José de Caldas fue, asimismo, todo un hito en

este proceso de búsqueda de las originalidades propias del país. Este científico

criollo concibió una gran nación a partir de consideraciones puramente

geográficas37. También está el caso de Eugenio Espejo y de José Mejía. Ambos

personajes no solo fueron lectores de tratados de filosofía sino que también

se dedicaron a herborizar. El archivo del Jardín Botánico de Madrid contiene

algunos documentos relativos a las inquietudes botánicas del segundo.

Sus intenciones iban más allá de lo puramente científico, sino que también

suponían un redescubrimiento de la patria. Vale la pena advertir como este

reencuentro con la naturaleza tendrá su continuidad con los intelectuales

románticos conservadores del siglo XIX. La imagen de la “patria” que forjaron

estuvo íntimamente relacionada con figuras evocadoras de la flora y de los

paisajes más típicos del Ecuador. Finalmente a esta lista hay que agregar,

como no, el nombre del barón Humboldt. El sabio prusiano fue el descubridor

de una serie de conceptos y categorías geográficas que fueron durante

mucho tiempo empleadas para configurar la personalidad de las naciones

recién independizadas. Su Geografía de las plantas, escrita en Guayaquil, fue

todo un manifiesto que sirvió para proclamar la originalidad del los Andes

ecuatoriales. La disposición geográfica de esta cordillera hacía del país un

hecho único en el planeta.

Pero este redescubrimiento de la naturaleza americana fue algo

más que un elemento conformador de identidades. Si se revisan bien los

textos, aquí también se descubre un componente subversivo contra el poder

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- 38 - - 39 -

constituido. Caldas, que era un convencido de la modernidad y que había

superado la física del barroco, también fue un sutil crítico del “mal gobierno”.

Su obra fue la primera en divulgar una idea trasmitida por Humboldt y que

durante mucho tiempo estuvo activa en la imaginación política: la relación

entre destino manifiesto y medio físico. Debido sobre todo a su aptitud

para establecer el deber ser de las naciones, a la geografía se le confirió

una capacidad normativa y, por otro lado, el rango de autoridad. A modo

de resumen, la reflexión humboldtiana explicaba la decadencia del país

en términos de un desencuentro entre los administradores políticos y los

mandatos de la naturaleza. Para la época en que la idea se divulgó era un

más que severo reproche a la administración española. ¿Cómo era posible

que el país estuviera viviendo en la miseria si todo estaba predispuesto para

la opulencia? Algún mecanismo debía de estar fallando. La apoteosis de la

selva tropical, sus ricas vetas de metales preciosos y los grandes macizos

andinos prescribían la felicidad de los pueblos. Las miradas, evidentemente,

iban dirigidas al “mal gobierno”. El despotismo que practicaba la Metrópoli

se estaba convirtiendo en un generador nato de malestar y de desorden. Este

desencuentro es el que conferirá al hecho de la Independencia el significado

de un reencuentro de la nación consigo misma. Dar de baja a las autoridades

españolas equivalía a dar voz a la naturaleza, a permitir que ésta llevara a

cabo todas sus fantasías.

La búsqueda de identidad y de una nueva legitimidad fue en paralelo

a una reflexión sobre el futuro. La patria imaginada, después de todo, estaba

allí y no en el pasado. De esta nueva inquietud intelectual se derivaron

consecuencias importantísimas. Probablemente la más significativa fue que

el país empezó a ser imaginado en términos de un “deber ser” quiteño, de una

“patria deseada”. El futuro, que ya no es percibido en términos religiosos, se

convirtió en el lugar en donde el pliego de demandas y agravios finalmente

quedaba resuelto. De ahí que una de las principales incorporaciones del

pensamiento criollo de la época hubiese sido la noción de utopía. A diferencia de

lo que sostiene la profesora M. D. Demélas,38 mi impresión es que los quiteños,

o por lo menos los que mejor habían asimilado la modernidad, sí tenían

asumida la noción de progreso. Algunas reflexiones de Espejo en Las primicias de la cultura de Quito, así lo confirman39. La idea también aparece claramente

en los documentos relativos a la construcción del camino a Esmeraldas.

Dicho proyecto, lejos que querer restaurar el statu quo propio de un modelo

que se hallaba en el pasado, planteaba uno nuevo. Es verdad que se quería

rehabilitar la “edad de oro” de los obrajes, pero también intentaron construir

una arcadia agrícola conforme el estatuto de los fisiócratas. A diferencia de

las anteriores iniciativas, centradas únicamente en la posibilidad de acceder

al oro de Barbacoas, ahora buscaban crear una red de explotaciones agrarias

que hicieran posible la “felicidad civil” en la región quiteña. Ya no se trataba,

pues, de repetir el modelo todavía vigente de una propiedad símbolo, sino que

más bien plantearon el concepto de una propiedad volcada a la producción

de riqueza. Es interesante comprobar lo ausentes que están las referencias

a los rangos y cómo en su lugar se hizo una apología del trabajo. El nuevo

carácter que se dio al proyecto, lo situaba en el ámbito de la utopía. La retórica

que utilizaron sus promotores ofrece muchos ejemplos en donde relucen la

“añoranza por el futuro” e imágenes de una sociedad ideal inédita situada en el

porvenir. Solo una observación más. Con el tiempo, “Las Esmeraldas” fueron

adquiriendo nuevos significados. Ya no solo la epopeya relativa a una mera

obra pública. Hacia el último cuarto del siglo XVIII, ya se había convertido

en un pliego de reclamos, en una reivindicación de una serie de demandas

quiteñas. Entre líneas es posible distinguir una sutil protesta contra el orden

imperante. No en vano sus principales promotores van a tener mucho que ver

en la insurgencia de agosto de 1809 y en los sucesos posteriores.

La insurgencia: recursos y estrategias

En otro orden de cosas, el epistolario de Pedro Pérez Muñoz

es enormemente revelador de las estrategias y procedimientos que los

complotados utilizaron para activar la protesta y la revuelta. Como ya han

demostrado los modernos historiadores, las elites criollas controlaban

39. Eugenio Espejo, “Instrucción previa”, en: Primicias de la cultura de Quito, Nº 1, Quito, 1791, p. 1.38. Demélas, La invención, p. 127.

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muchos de los mecanismos a través de los cuales funcionaba la sociedad de la

época. Nuestro autor revela como se valieron del bulo, tanto para generalizar

la protesta como para ejercer presión sobre el gobierno. Un simple rumor,

aunque sea falso, acerca del posible cambio del régimen tributario bastaba

para encender un foco de turbulencia entre los indígenas o los mestizos.

También está el caso de los pasquines que asimismo fueron un recurso para

reprobar el “mal gobierno”. El célebre asunto de las “banderitas”, cuya autoría

atribuyó a los “dos hermanos Espejo”, a Montúfar, a Salinas y a Morales, es

un buen ejemplo de las fórmulas utilizadas por los insurgentes para generar

climas de opinión contrarios al régimen. La Iglesia, a su manera, también

participó activamente en esta campaña y para ello desarrolló sus propias

estrategias. Los púlpitos se utilizaron para arengar a la población y convencerla

de la justicia de la causa insurgente. Tal como lo demuestran los estudios de

Demélas, Saint-Geours y otros, los curas fueron los grandes movilizadores

de los sectores populares. Las revueltas de San Roque fueron muchas veces

instigadas por los franciscanos. No menos interés tiene la observación de

Pérez Muñoz relativa a la función que se daba a los confesionarios para

extraer información privilegiada y para ejercer una supervisión de la opinión

pública.

Algo que pone muy en claro el autor es el papel que desempeñaron

las diferentes estirpes familiares en estas jornadas pre independentistas.

Las familias de los principales, organizadas como cuerpos, fueron actores

de primer orden en los acontecimientos que se relatan. Pese a que, como

hemos visto, entre los quiteños ya despuntaban algunos valores modernos,

las revueltas que se produjeron entre 1809 y 1812 se valieron de recursos

tradicionales de comportamiento. La participación de los insurgentes quiteños

supuso también la movilización de toda una nutrida red de allegados y de

clientelas. El caso de los Caicedo de Cali o el de los Larrea de Quito, estirpes

que son expresamente mencionadas por el autor, muestran la importancia y

el peso que tuvo la institución de la familia en los acontecimientos. Veamos

algunos testimonios que recabaron funcionarios de la época y que se

refieren al comportamiento político de estos verdaderos clanes. El primero

corresponde a la familia Caicedo de Cali. El Cabildo de la ciudad en cuestión

se refería de la siguiente manera:

así mismo de las inquietudes que padece esta ciudad de tres años a esta parte, causados por una familia vecinos de ella, apellidados Caicedos, quienes revestidos de soberanía, en sus ánimos acaudalados, tienen sorprendidos a todo este vecindario, con tan despótico dominio y sin conocer superioridad, que arrastraron a la más execrable maldad, como fue el levantarse esta familia, sus familiares y amigos y comensales, la noche del día veinte de febrero de setecientos cuarenta y tres con la Real Justicia, de mano armada y de hecho pensado...40

El reclutamiento de la milicia que se organizó para hacer frente a la

agresión externa se hizo a través de estas redes familiares que funcionaban a

lo largo y ancho de la Sierra Centro Norte. Pero sus ramificaciones y lazos de

amistad, incluso, dieron lugar a que la insurgencia contara con apologistas

en sitios que habían declarado su lealtad a la Corona. En Cuenca, en Loja o

en Guayaquil hubo voces que manifestaron su aquiescencia con los sucesos

de Quito.

Tales circunstancias en grado heroico no han podido impedir que deje de haber entre tantos o casi todos buenos, algunos malos. Diferentes familias y, aun las más principales de Guayaquil emparentadas con otras de Quito o sus lugares, otra crecida porción con íntimas relaciones por sus negocios y comercios con aquellas, un cuerpo de curas, muchos quiteños, y otros que pueden considerarse tales [...] y los

40. AGI. Quito, 139. El Cabildo de Cali informa a S.M., Cali, 11 de octubre de 1749. El segundo testimonio describe muy bien la trama del poder familiar hacia 1814. El último, a través de la familia lojana de los Valdivieso, hace referencia a la situación que se vivía en la ciudad de Loja hacia el año de 1813. “Todos estos accidentes y otros difíciles de numerar y con que sólo fatigaría la atención de V.A.S acabaron de subyugar este vecindario de manera que aunque se contasen algunos pocos ciudadanos buenos y otros que por su condición y poca inteligencia prescindían de todo, era imposible proceder en juicio sobre sus atentados y escandalosas producciones por absoluta falta de testigos que comprueben; pues los habitantes o unidos y cómplices, o dependientes en muchos ramos, hasta en el de subsistencia, tiemblan de poner contra un pudiente y atraerse su odio y persecución que han reconocido implacable y feraz”. AGI. Quito, 274. “Informa Tomás Ruiz Gómez de Quevedo de lo ocurrido el día de la implantación de la Constitución”. Quito, 1 de noviembre de 1813.

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revoltosos que como en todas partes no faltan aquí, ha ofrecido todo bastante que hacer a mi cuidado en diferentes épocas...41

Estas potentes estructuras también operaban en el interior del los

conventos. Muchas dignidades eclesiásticas y curas rasos no eran sino

apéndices de las grandes estirpes quiteñas. Durante este tiempo la Iglesia

local hacía más caso a los intereses de los clanes que a la propia Roma.

Así como Pérez Muñoz fue testigo de todas estas prácticas

tradicionales, también lo fue del proceso de adopción de una nueva cultura

política en Quito. Pese a que el autor no toca el tema, hacia fines del S.

XVIII muchas innovaciones estaban produciéndose en este sentido. En esos

años apareció ya un principio de escena pública que a la larga terminó por

configurar una nueva legitimidad: la del pueblo soberano o de la nación. La

disputa por el poder, que tradicionalmente se efectuaba dentro del campo de

lo privado, empezó poco a poco a emerger de ese reducto. La cosa pública fue

un asunto que por primera vez se comenzó a discutir en unos círculos mucho

más amplios. El periódico Primicias de la Cultura de Quito, las Sociedades

Económicas de Amigos del País o las logias masónicas van a conformar este

espacio.

Muy directamente relacionado con este fenómeno aparecerán dos

grandes innovaciones: las nociones de individuo y de igualdad que, como

se sabe, fueron el sine qua non de las prácticas políticas de nuevo cuño.

Organizaciones como las citadas fueron las responsables de esta mutación

puesto que fomentaron la creación de círculos en donde se reunían, sin

distinción de rango, hombres pertenecientes a diferentes estamentos42. De

esta manera, pues, a través de las llamadas “sociabilidades democráticas”, el

individuo logró sustituir al gran actor del viejo régimen, el cuerpo. Pero aquí

también salió a escena una nueva noción de legitimidad, la misma que fijó

los límites y tornó paradójico un proceso de cambio que inicialmente habían

41. AGI, Quito, 262. Juan Vasco al Secretario de Estado y Guerra, Guayaquil, 6 de julio de 1814.42. Véase en Guerra, Modernidad e independencias, pp. 85 y ss.

venido fomentando los borbones. Las prácticas democráticas que se ejercían

dentro de las logias masónicas o dentro de organizaciones como la Escuela de la Concordia consagraban la voluntad general expresada por individuos

como la nueva fuente de legitimidad. El derecho natural, sobre todo en su

vertiente anglosajona, fue determinante a la hora de crear las condiciones

que permitieron el triunfo de estos nuevos valores. La vieja idea de un

príncipe absoluto que no daba cuentas a nadie había empezado a declinar

aun en el lejano Quito. Inevitablemente también se había empezado a hablar

de libertad, esto es, de la necesidad de que los actores locales tuvieran voz

propia. El término entró en boga y ganó mucho prestigio. No en vano el

anónimo de 1820 comentaba al Obispo de Cuenca como en Quito la libertad es la divinidad que más se adora43. Este cambio producido es el que va a ser

objeto de cuestionamiento por Pérez Muñoz y el que a su vez le va a permitir

el uso de expresiones tales como: rebelión, insurrección e independencia. En

este sentido, nuestro autor va a reproducir en Quito unas ideas semejantes

a las que en España pusieron en circulación los más afectos a la monarquía

absolutista.

El retorno del Inca y las revueltas populares

Probablemente uno de los aportes más sustantivos que ofrece este

documento es todo lo relativo al comportamiento que durante la revuelta

desempeñó el pueblo bajo de la ciudad de Quito. Pese a que Pérez Muñoz no

se explaya tanto como hubiéramos deseado, su testimonio revela cómo la

plebe, lejos de permanecer quieta o ajena a los acontecimientos, tomó parte

activa. Incluso ofrece indicios que, puede decirse, definieron una estrategia

para aprovecharse de la crisis en curso. En el fondo, el epistolario no hace

sino translucir cómo las reformas y la posterior crisis del viejo régimen

hicieron que afloraran las tensiones que soportaba el Quito de la época. Si en

las zonas rurales la disconformidad se manifestaba a través de “alzamientos”

43. AGI, Diversos, legajo 1, Ramo 3, Nº 238. Oficio dirigido al Ilmo. Dr. Dn. Andrés Quintián y Ponte por un anónimo. Quito, 2 de diciembre de 1810.

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de indígenas, las poblaciones de las ciudades también generaron sus propias

respuestas y mecanismos de resistencia44.

Quito fue escenario de varias “revoluciones” a lo largo de todo el siglo

XVIII. Hacia fines del viejo régimen las ciudades serranas albergaban mestizos

y una numerosa población indígena, mejor conocida como los “forasteros”.

San Roque fue el prototipo de barrio mosaico en donde se concentró todo

este contingente humano. Su presencia provocaba fuertes temores entre

el patriciado y entre las autoridades. En un oficio dirigido al Obispo Andrés

Quintián y Ponte un observador anónimo calificaba a los integrantes de este

tipo de movimientos como una plebe acéfala y enardecida a quien había que

disimular sus atentados para tenerla grata45.

Las novedades que impusieron las reformas borbónicas distorsionaron

el frágil ecosistema político que organizaba las relaciones entre los diferentes

actores sociales de la época. Más concretamente, la política de racionalización

del sistema fiscal incorporó a ciertos mestizos al régimen de pago del tributo.

Incluso se dio el caso de que blancos pobres fueron incluidos en las listas de

quienes debían cumplir con esta imposición. En otros casos se obligó al pago

de alcabalas a los indígenas que legalmente estaban exentos46. Decisiones de

este tipo fueron los detonantes de las revueltas urbanas y de las situaciones de

tensión que se suscitaron sobre todo en la segunda mitad del siglo XVIII. Según

el propio autor, los resentimientos que albergaba la plebe no solo se dirigía a

los funcionarios que imponían estas medidas lesivas a sus intereses, sino que

también iban contra el propio patriciado. Si efectivamente son correctas estas

apreciaciones, en el Quito de la época había una lucha de castas y de clases.

Pérez Muñoz da a entender lo fuertes que eran tensiones interétnicas en la

ciudad. Así describía la situación de la sociedad de la época:

El negro enemigo del blanco, el indio del negro y del blanco y las demás clases de mulatos, zambos, mestizos, etc. guardan

regla de proporción con el partido que les acomoda a sus inclinaciones y a sus deseos. El blanco criollo exterminaría de una vez a sus padres europeos, valiéndose de las castas […] Quedando solo el criollo, sería exterminado por los indios y mestizos…47

Muy interesante resulta la conducta de dos curiosos personajes

urbanos citados por Pérez Muñoz, el zapatero Caparredonda y el carnicero

Tabango. Uno y otro, según explica el Compendio habían llegado a formar

“dos partidos” con el objeto de erigirse, uno de los dos, en “rey” y luego

proceder a un total exterminio de los blancos. Martin Minchom señaló ya uno

de estos conflictos interétnicos. Uno de los alborotos protagonizados por

los vecinos de San Roque fue organizado por mestizos contra la población

indígena avecindada en el barrio. Aquí conviene poner de relieve la conducta

ambivalente de los sectores populares. Si por un lado querían tomar las

cuentas al blanco, por otro fueron colaboradores de las elites. Y es que el

populus también se hallaba estrechamente vinculado a las grandes casas

quiteñas a través de las complejas relaciones clientelares que ya hemos

mencionado. De hecho Caparredonda fue uno de los principales nexos de

enlace que, en su momento, permitió que el patriciado insurgente contara

con el apoyo del pueblo bajo. Este singular personaje llegó a ostentar el grado

de “comandante” en la segunda rebelión del año 1810.48

Un asunto que Pérez Muñoz pone de manifiesto en el epistolario son

las fantasías que en la época circulaban por el interior del mundo indígena.

El autor proporciona una evidencia más de ese mito que estuvo largamente

fijado en la memoria: el retorno del Inca. Esperan la resurrección de su Inca, aludiendo a esto a sus trajes, cantos fúnebres y danzas con representaciones, especialmente la de la Palla49. Lo más sorprendente de todo es la capacidad

de pervivencia en los Andes ecuatorianos de los “milenarismos andinos” del

47. Véase la carta Nº 22. 48. Véase la carta Nº 29.49. Véase la carta Nº 5. Un notable estudio sobre el tema del retorno del Inca puede verse en: Carlos Espinosa,

“El retorno del Inca: los movimientos neoincas en el contexto de la intercultura barroca”, en: Procesos, Nº 18, Quito, 2002, pp. 3-29.

44. Sobre este punto puede consultarse el magnífico estudio de Martin Minchom, El pueblo de Quito, 1690-1810. Quito, 2007.

45. AGI, Diversos 1, Ramo 3, Nº 238. Oficio dirigido al Obispo Andrés Quintián y Ponte. Quito, 6 de diciembre de 1810.

46. Minchom, El pueblo, p. 241 y ss.

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tipo conocido como Inkarri. Según el epistolario, la resurrección y próxima

venida del Inca era una creencia muy difundida en Quito50. Al parecer, no se

trataba de un movimiento meramente marginal. De hecho la representación

y las alegorías alusivas a su retorno ocupaban un lugar central en las fiestas.

Sus danzas y sus cantos tenía como móvil principal la representación del

día en que se haría efectiva la vuelta de su Señor natural y el consiguiente

reordenamiento del mundo. Los indios - dice nuestro autor - conservan sus usos e inclinaciones y aún esperan la venida de su Inca quién los ha de volver a su primitivo estado.

Debidamente contextualizada esta información resulta mucho

más interesante. Si se tienen en cuenta los recientes descubrimientos, es

sorprendente el eco que en un momento dado tuvieron en el mundo andino las

revueltas de Tupac Amaru e, incluso, las de ese otro gran rebelde andino, Mateo

Pumacagua. Marie-Danielle Demélas, sacó a la luz pública un documento en

donde se destaca un bulo aparecido en el Perú, pero originado en Quito, que

pronosticaba la próxima coronación del Inca51. Todo esto demuestra que la

idea de formar un nuevo imperio en los Andes era un sueño que casi podría

calificarse de pan andino.

Un último punto relativo a esto que estamos viendo. Investigaciones

recientes arrojan evidencias que hacen sospechar que muchos de estos

movimientos pudieron haber contado con el beneplácito y aún con la

colaboración de sectores ajenos a los indígenas. La destacada historiadora

Teresa Gisbert da buenos argumentos que permiten sostener que la

Compañía de Jesús patrocinó una política de lazos estrechos con la aristocracia indígena, la misma que apuntaba a una alternativa política a la tutela criolla o metropolitana52. Incluso los propios criollos pudieron haber visto con buenos

ojos determinadas conductas insurgentes. Un foco de agitación indígena les

parecía que era otro frente abierto en orden a desestabilizar a las autoridades

españolas. E. Keeding presenta un documento en donde se expone cómo los

50. Véanse las cartas Nº 5-18 y 1951. Marie-Danielle Demélas, La invención política, Lima, 2003, p. 44.52. Demélas, La invención, p. 47.

quiteños quisieron hacer llegar a Túpac Amaru un panfleto acerca de las Cortes

de Quito, el cual ridiculizaba al Ministro del Consejo de Indias, José de Gálvez.

Pero resulta que este texto era una invitación al líder indígena a extender su sublevación hasta Quito53. Finalmente hay una denuncia que acusaba al prócer

Nicolás de la Peña de mantener correspondencia “sediciosa” con un pariente

de un cacique residente en Lima54. Desde luego, la búsqueda de un principio

legitimador de la independencia les indujo al patriciado a apropiarse de la

idea del retorno del Inca. Aunque, evidentemente, reformulado dentro de

un esquema hecho de pura retórica y vaciado de su carga subversiva, en la

imaginación política de los padres de la patria, la emancipación adquirió el

significado de una vuelta a la edad clásica indígena. Véase sino esa curiosa

pintura anónima que se expone en el Banco Central de Cuenca, en la cual

Atahualpa aparece resucitando de su tumba55.

Autocrítica: soluciones y remedios

Si bien esta relación histórica fue elaborada desde una perspectiva

muy sesgada y con el evidente interés de ser detractora de la conducta de

los criollos involucrados en estos hechos, no por ello se privó de criticar a

la Corona y a sus representantes. Aquí Pérez Muñoz intentó un ejercicio de

objetividad y señalar los fallos y “errores” de las autoridades peninsulares.

Cuando hablaba de una monarquía lejana, en realidad estaba llamando

la atención respecto de una política errática por parte de los responsables

máximos del gobierno de las colonias. El desmoronamiento del imperio en

América y los males que lo asolaban fueron relacionados con la incapacidad

de densificar las estructuras del Estado en ultramar. Los cálidos y fulgurantes

rayos del Rey llegaban con dificultad a este apartado y oscuro rincón del

imperio. La distancia al trono […] es causa de que los rayos de la Majestad lleguen con poca fuerza, porque en el camino tocan con cuerpos opacos que absorben

53. Keeding, Surge la nación, pp.583-584.54. Demélas-Saint-Geours, Jerusalén y Babilonia, p. 90.55. Helga von Kügelgen, “Humboldt y el retorno a la vida de Atahualpa”, en: El regreso de Humboldt, Quito,

2001, p. 186-187.

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su luz56. De ahí las horas bajas por las que pasaba la salud del cuerpo político.

Pérez Muñoz denuncia como en Quito la ley no se cumplía y como en su lugar

la fuerza de la costumbre y las prácticas corruptas eran las normas actuantes.

Por si fuera poco, hasta los propios ministros enviados a América acusaban

un mal comportamiento. Pecaban de dejación y, lejos de favorecer el bien

común, se dedicaban al enriquecimiento personal y a potenciar aún más el

mal gobierno. Muchos también eran viejos, rancios y faltos de iniciativas. En

una carta del 21 de mayo de 1808, el Obispo se quejaba a la Junta Central de

España. Si VM. supiera quienes son los magistrados que gobiernan Quito! […]

El Presidente no hace otra cosa que cultivar el jardín y cocinar su comida por las mañanas. Las tardes las ocupa en juegos de suerte y azar que mantiene en su palacio”57. Su manifiesta decrepitud los inhabilitaba para poner al derecho

un país revuelto y al borde de irse a pique. Si la lejanía de la Corona había

traído como consecuencia la aparición de un gobierno paralelo y de prácticas

políticas irregulares, ahora tocaba reformar los criterios de administración de

América.

Aquí Pérez Muñoz mostró una vena absolutista hecha a toda prueba.

Ante todo debía procurase que los criollos fueran excluidos de todo cargo

público. Este era un asunto que solo podía estar en manos de peninsulares

de reconocida solvencia moral. Todo esto debía hacerse dentro del marco de

un incremento del peso del gobierno en las colonias. También aconsejaba

simplificar las leyes de Indias a efectos de que las “soluciones locales” no

se convirtieran de facto en las “leyes verdaderas”. La reforma que sugirió

implicaba desmontar todo ese complejo sistema de funcionamiento de la

sociedad criolla. Proponía la ruptura de un modus vivendi que en la práctica

había venido obstaculizando y mediatizando el poder absoluto del Monarca. Tal

medida era un torpedo que apuntaba a la línea de flotación de los mecanismos

de supervivencia y de resistencia que habían desarrollado los criollos. Y no

solo esto, semejantes medidas suponían archivar esa gran demanda criolla

que consistía en instituir la igualdad entre peninsulares y americanos. Pero

nuestro autor aún se permitió dar un giro de tuerca más. Para volver efectiva

su reforma, se hacía imprescindible intensificar la capacidad de coacción. Sin

el concurso de la fuerza ninguna reforma podía ser implementada. De ahí su

iniciativa de organizar un ejército regular al servicio del Rey.

Ahora bien, semejante empresa también suponía disolver la vieja

muralla que separaba la república blanco-mestiza de la república de los

indios. Un detalle que no hay que perder de vista es su consejo en torno a la

necesidad de reducir el peso del quichua en la vida pública. La propuesta, que

no era nueva y que formaba parte del programa de las reformas borbónicas,

escondía cuestiones de más calado. Empeñado como estaba en incrementar

la presencia del Estado, el control lingüístico era imprescindible. La

multiplicidad de idiomas era un factor que entorpecía las labores de gobierno

y que contribuía a fortalecer eso que tanto querían disolver: la concepción

pluralista de la monarquía. Una vez puesta fuera de circulación la lengua

indígena, entonces sería más fácil suprimir ese gran foco de excepciones y de

pluralidades que era la república de los indios.

Según los apologistas de estas teorías, la anarquía lingüística se

asociaba con la anarquía social. Tal como ya habían manifestado intelectuales

de la época, la variedad de idiomas provocaba que sus usuarios permanecieran

extraños entre sí e, incluso, rebeldes respecto al orden imperial. Como los

antiguos griegos, los que no hablaban la lengua de la oikuméne eran unos

bárbaros auténticos y, por lo tanto, un peligro potencial. Otro indicio de

esta voluntad niveladora fue la sugerencia que formuló en orden a que los

indígenas abandonaran sus trajes típicos y sus costumbres. Esto facilitaría la

mezcla de todas las castas y la consiguiente unificación del populus. Pérez

Muñoz, como los liberales del siglo XIX, quería suprimir toda esa sociedad

variada y multicolor que poblaba la Audiencia.

Debe hablarse solo el idioma castellano y ningún otro –dice

Pérez– poniendo las escuelas en todas partes como está mandado. Los indios deben irse confundiendo poco a poco y a que dejen el traje, ya sus usos anticuados, ya casándolos con mestizas, etc., debiendo agregar al catecismo de doctrina una corta instrucción política58.

56. Véase la carta Nº 13.57. Citado por Demélas y Saint-Geours, Jerusalén y Babilonia, p. 28. 58. Véase la carta Nº 27.

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Por último, un factor que interesa destacar es el consejo que dio sobre

la necesidad de crear entre los americanos un sentimiento de pertenencia

a la nación española59. Para estos efectos creyó necesario implementar una

pedagogía política que fijara con letras indelebles la noción de pertenencia

al imperio y la figura del rey, en su calidad de señor máximo y depositario

absoluto de toda legitimidad. Un proyecto de esta naturaleza suponía refrescar

la memoria de los americanos a efectos de que la imaginación política operara

el retorno de los antiguos referentes.

Como se aprecia, en la época convivían por lo menos tres conceptos

de patria: la centrada en lo estrictamente local; la centrada en el Quito en

construcción; y la del imperio propiamente dicho. Estos conceptos aparecen

descritos en el boceto de catecismo que preparó para estos efectos60. La

discusión en torno a la definición de la patria y de la identidad nacional tuvo

una trayectoria todavía más larga. Muchos de los conceptos que se discutían

a fines del viejo régimen, también fueron objeto de reflexión en tiempos

republicanos. De hecho una de las grandes piedras de toque entre liberales y

conservadores fue la confrontación de dos conceptos de nación.

Todas las consideraciones que hemos expuesto, creo yo, justifican

plenamente la reedición de este singular documento. Tal como hemos venido

reiterando, la revolución quiteña es un acontecimiento complejo y que como

tal son muchas las dificultades que ofrece al investigador. Los últimos aportes

historiográficos, a la vez que han revelado dimensiones desconocidas de la

insurgencia, han abierto nuevas incógnitas y nuevos problemas. Esperamos

que la publicación del Compendio sirva para arrojar un poco más de luz sobre

un tema que todavía tiene grandes zonas oscuras.

ABREVIATURAS

AGI-S Archivo General de Indias de Sevilla.

AHBC Archivo Histórico del Banco Central (Quito).

ANH-Q Archivo Nacional de Historia (Quito).

BANH Boletín de la Academia Nacional de Historia.

59. Véase la carta Nº 28.60. Véase la carta Nº 28.

Page 27: Compendio de la Revelion de America- Fernando Hidalgo Nistri.pdf

- 53 -

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Page 29: Compendio de la Revelion de America- Fernando Hidalgo Nistri.pdf

COMPENDIO DE LA REBELION DE LA AMÉRICA.

CAUSAS FISICAS, POLITICAS Y MORALES QUE LA HAN

ORIGINADO. AGENTES INTERNOS Y EXTERNOS QUE

HAN ACTUADO EL FUEGO DE LA REVOLUCION;

EFECTOS SEGUIDOS A ELLA Y ARBITRIOS PARA

CONTENER Y REMEDIAR LOS MALES; Y REGLAS PARA

PRECABER EN ADELANTE LA TOTAL INDEPENDENCIA

DE LA MADRE PATRIA.

NOMINA DE LOS TRIBUNALES QUE ERIGIERON LOS

TRAIDORES DE LA CIUDAD DE SAN FRANCISCO DE

QUITO, CUNA DE LA INSURGENCIA Y NUMERACION

DE LOS EMPLEADOS MAS PRINCIPALES EN ELLA.

POR UN AMANTE DE LA VERDAD

REMITIDA AL QUE MAS LA DESEA Y MAS OBLIGACION

Y NECESIDAD TIENE DE SABERLA

HASTA EL AÑO DE 1815

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- 58 - - 59 -

Amigo mío. La de VM fecha 18 de junio de 1814, en que me pide le

comunique las noticias más circunstanciadas que pida de la Rebelión

de las Américas, de los agentes que han encendido el fuego de la sedición,

medios de que hayan valido para esto y efectos que se han seguido para poder

hablar con un sujeto que desea ilustrarse en esta materia y a quien U. desea

complacer, al paso que me ha llenado de júbilo por saber de su existencia, me

obliga a darle gusto y servirlo en obsequio de nuestra amistad.

Sin duda que U. ha formado concepto de que yo puedo llenar este

encargo, ciertamente por la opinión en que me tiene de ingenuo y verídico,

mas hablándole a U. con la misma verdad e ingenuidad que me caracteriza,

no me contemplo capaz de cumplir con un encargo semejante en todas sus

partes, porque siendo estas regiones tan extensas, las gentes que las habitan

tan complicadas y distintas, las causas que han concurrido para el transtorno

muy diversas, y finalmente los agentes ocultos y manifiestos inmensos como

también los funestos resultados, no es posible a mi limitada comprensión

poder individualizar y especificarlo como corresponde, sobre todo referir

los exabruptos, atrocidades, incendios, devastación, asesinatos, crueldades,

impiedades y destrucción general que ha resultado.

Con fecha 6 de Mayo del presente año de 1815, (2r) se ha insertado

en la Gaceta del Gobierno de Lima, la Real Orden de 31 de junio del próximo

pasado, en la que el Rey manda al Señor Virrey Marqués de la Concordia,

nombre sujeto o sujetos que escriban imparcialmente y con criterio la obra

de esta espantosa revolución, franqueándoles para el intento los documentos

que sean necesarios para poder demostrar la verdad de los hechos con el

(2v) CARTA 1

El manuscrito fue encontrado por el Dr. Fernando Hidalgo Nistri en el Archivo General de Indias en la Sección Diversos Nº 1. Los folios con su correspondiente numeración constan entre paréntesis, señalando verso y reverso, conforme las normas.

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- 60 - - 61 -

fin de contrarrestar, desvanecer las imposturas y calumnias que han escrito

y aún escriben los insurgentes; al mismo tiempo que con estas noticias y

conocimientos precaver en lo sucesivo los males tan terribles que se han

experimentado y todavía se experimentan.

Con la indicada obra tendrá U. cuantas noticias quiera para tomar

conocimiento de este negocio, pero entre tanto con el fin de que forme alguna

idea regular y no coja de nuevo a su amigo su lectura, voy a referir cuanto he

podido saber, viendo, absorbiendo y criticando con la mayor imparcialidad.

Esto lo haré en cartas separadas para no confundir las especies.

Dividiré en asuntos políticos y morales, sin omitir una corta noticia

de lo físico. No espere U. sentencia de filósofos, ni dichos de Santos Padres,

sino noticias verdaderas, reflexiones sencillas y observaciones detenidas. Si

esto ya lo han hecho o dicho otros, tenga U. presente aquel texto Nihil sub sole nobun. No hablaré más en latín, griego, sino en castellano.

Dios guarde a V.Ms.As. como pide su amigo Q.S.M.B.

Amigo mío. Es verdad muy conocida de los (3v) médicos y de todo

hombre que reflexiona sobre la constitución de nuestros cuerpos el que

ningún accidente o enfermedad grave se engendra repentinamente; sino que

disponiéndose los humores paulatinamente, ya con las malas digestiones,

bien con otros desórdenes, se manifiestan algunas leves señales y pequeños

síntomas a que dan el nombre de predisposiciones antes de experimentarse

la explosión de la Naturaleza.

De la misma manera y casi con los mismos pasos sigue el hombre

en lo moral sus períodos para llegar a la gravedad del pecado mortal. Suele

empezar por actos indiferentes, por saciar curiosidades, por gustar de leves

pasiones y continuando con estos hábitos y costumbres llega por último a

cometer pecado grave. Con mucha razón mandan y aconsejan los directores

de espíritu que se eviten los pecados veniales, que resfriando insensiblemente

el alma, llega ésta al fin a caer en el último mal, como los médicos también

aconsejan y mandan la dieta y otros preservativos cuando descubren las

predisposiciones de algún grave mal para evitarlo.

Igualmente en lo político se conocen varias señales que anuncian el

cáncer y la ruina de un Estado. La inobservancia de las Leyes, críticas sobre

ellas y sobre los que mandan, desafecto a éstos y a las antiguas costumbres

originan al fin el desprecio y odio a los superiores, a las leyes mismas y a todo

cuanto más sagradamente une a los hombres en sociedad.

CARTA 2

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- 62 - - 63 -

Nadie ignora que lo físico contribuye en lo moral y lo moral (3r) en lo

físico, y que la política bien manejada da un buen resorte a uno y otro, como

siniestramente dispuesta o torcida, causa la ruina general de un Reino entero

y puede alcanzar al Mundo todo.

Para contraerme al caso presente de la revolución de la América, es

indispensable manifestar a U. el estado físico, político y moral de este Nuevo

Mundo, para que recaiga el concepto que debe formar el general trastorno y

anarquía en que vino a terminar.

Esta noticia voy a dar a U. en varias cartas, separando en cada una los

asuntos para no confundir lo común y general, con lo particular y casos raros;

y para demostrar las causas próximas y las remotas, las directas e indirectas,

sin omitir las concomitantes; al mismo tiempo que manifestar los agentes

internos y externos que han actuado el fuego de la discordia y desolación.

Finalmente el término de los acontecimientos y de las ideas que aún se

conservan: los arbitrios que han usado para ejecutarlas y de los remedios que

contemplo útiles para calmar, disipar y precaber en lo sucesivo iguales males

que los que se están experimentando.

Dios guarde a V. ms. as.

Amigo mío. La extensión de la América es tan grande que con razón se

le nombra Nuevo Mundo; (4v) dividida en dos partes: septentrional y

meridional, incluyen dos mil y novecientas leguas, sin contar varias islas

que aún están desiertas y muchas desconocidas. En tan inmenso espacio

se encuentran todos los temperamentos de cálido, calidísimo, frío, helado,

templado regular e irregular, seco, húmedo y cuantos se conocen en las

otras tres partes del mundo antiguo. Hay además otro natural y artificial a un

tiempo, esto es que debiéndo ser calidísimo e inhabitable, según principios

de física y de razón, es, no obstante, frío, habitado y muy poblado; éste

es el de la Provincia de Quito, que colocada en la zona tórrida y casi en la

misma línea equinoccial, se halla sembrada de volcanes y cerros nevados,

los que despidiendo contínuamente partículas nitrosas, mantienen siempre la

atmósfera fría y aun helada y expuesta contínuamente a ser envuelta en las

ruinas de los Vesubios que frecuentemente echan sus bostezos y mueven la

tierra con mucho impulso, guardando un período extraordinario de veinticinco

o treinta años en trastornar espacios muy considerables de terrenos, como

los de los Corregimientos de Guaranda, Riobamba, Ambato y Latacunga,

que nunca podrán por esta razón fomentarse, ni aun contar con su natural

existencia.

Descubierta esta nueva parte del Globo por Cristobal Colón en

tiempos de los Reyes Católicos, Dn. Fernando y Da. Isabel, empezaron a

verse en España y en toda Europa frutos y producciones que excitaron la

admiración de todos por la novedad. (4r) La abundancia de plata y oro fueron

los vehículos que arrastraron los corazones e hicieron vencer dificultades,

al parecer insuperables, a los muchísimos que transpasaron a este nuevo

CARTA 3

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- 64 - - 65 -

hemisferio. El deseo de permanecer en un país descubierto y conquistado con

trabajos, peligros y valor de ellos mismos. Por otra parte no hallando en él

aquellos frutos y mantenimientos a que estaban acostumbrados, fueron poco

a poco haciendo conducir de la Europa, plantas y semillas que han llegado a

conseguir casi todas la producciones de España.

Los caballos, asnos, mulas, toros, cabras, carneros, pavos, palomas,

perdices, gallinas, puercos, conejos, gatos, perros y otros varios animales

desconocidos en estas regiones enteramente abundan en el día de un modo

prodigioso.

Las legumbres, frutas, flores y hortalizas, en la misma forma se han

multiplicado, pero no todo en todas partes, sino con proporción y regularidad

a los diversos temperamentos.

Hay tierras fértiles y feraces; las hay muy estériles y malas; se

encuentran arenales muertos muy dilatados, cangaguales muy extensos,

bosques y montes infinitos y casi lo más inculto y despoblado.

Los frutos que antiguamente servían de mantenimiento a los naturales

eran en países fríos las papas, las ocas y algunas raíces, usando el maíz

tostado como de pan y del mismo grano, que llaman sara, sacan la chicha,

que es la bebida común, la cual fuerte y bien fermentada embriaga. Las carnes

que comían eran la del cuy o conejo de indias que parece a una rata; la del

runayama u oveja de la (5v) tierra, que es como un camello pequeño; y la de

vicuña y alpaca, especie de cabras con pelo muy fino; pero esto era cuando los

emperadores ingas las cazaban y repartían a sus vasallos, hablo en cuanto al

Perú. En el Reino de México, variaban en cuanto a la bebida el pulque, que es

un licor fermentado sacado de una especie de pita; y en las carnes humanas

de que gustaban mucho.

El pescado, plátano, con las raíces de yucas, casabe y otras eran y son

las comidas de las tierras calientes con las carnes de saíno, que es un especie

de puerco que tiene el ombligo sobre el lomo y la de la tatabra que es más

pequeña que el saíno y los monos negros y machines. Ya se han introducido

la comida de pan de trigo y las bebidas de vino y aguardiente con exceso.

Se encuentra una infinidad de animales raros y de aves de exquisitas

plumas. Las minas de todos metales son muchas y las hay abundantes. Todo

el cual conjunto, al paso que hacen muy ricas estas regiones, constituyen a

sus habitantes engreídos y soberbios.

Los indios, que eran los hombres que poblaban estas tierras, son

robustos, fuertes, muy sufridos, demasiado constantes y aún tenaces en

conservar sus usos y costumbres, color cetrino y despiden un olor de sus

cuerpos bien desagradable como de leche agria. En otra hablaré a U. de los

blancos, negros y demás clases que habitan y pueblan estas (5r) regiones.

Entre tanto quedo rogando a Dios guarde a U. ms. as.

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- 67 -

Amigo mío. Continuando la noticia que ofrecí a U. en mi anterior le digo

que los hombres blancos que viven en esta tierra son los unos europeos

y los nacidos en ella se llaman criollos, estos son hijos de los europeos

mismos o de los descendientes de éstos. Son dichos criollos ágiles y muy

vivos, generalmente inconstantes y cuando no tienen mezcla de otras castas

se asemejan mucho a los mismos que vienen de la Europa. El mestizo es hijo

de blanco y de india: nacen con una mancha verde en la rabadilla, la cual

desaparece del todo a la cuarta generación, si antes no vuelve a haber otra

unión con blanco y entonces pierden la nominación de mestizos, que en otras

partes llaman montañeses. Dicho mestizo es fornido, membrudo, fuerte, de

cara ancha, despide un olor de su cuerpo como de levadura, el color es más

o menos blanco, según el respectivo al de su padre y al clima en que nace, es

holgazán y ocioso. Los negros traídos del Africa han procreado muchos de su

mismo color que se nominan negros criollos y de unos y otros han resultado

muchas castas. El negro es duro, pesado y taciturno, (6v) despide un olor de

almizcle desagradable como el del grajo. Mulato se llama el hijo de blanco y

negro, su color es bazo ceniciento, es fuerte, más ágil que el negro, atrevido y

despide un olor de almizcle no tan activo como el de su padre.

Zambo es otra clase formada de negro y mulato, su color obscuro

se inclina más al negro; es muy robusto, fuerte, atrevido, duro y porfiado.

Despide un olor mixto de cabrío y ovejuno. Los hijos de los zambos y mulatos

siguen con nombre de cuarterones, quinterones, sexterones, donde suelen

confundirse regularmente con mezcla de blanco o si no con salto atrás, que

es decir que en esta generación vuelve a salir negro enteramente.

CARTA 4

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- 68 - - 69 -

Hay también zambo de indio y negro, saca un color aceitunado que

nunca pierde a no mezclarse con blanco. Son tan celosos de su color los

zambos de Esmeraldas y del pueblo de la Canoa, en la costa del sur, que no

permiten que algún blanco viva con ellos, más que el cura a quién ponen para

que lo sirva una zamba vieja. Estos zambos son aún más altos, son flojos y

despiden un olor semejante al del zorro.

De las clases referidas, salen algunos albinos, bien por la fuerza de

la fantasía de la madre, que apetece blanco, (6r) bien por alguna otras causa

física que se ignora. Lo cierto es que estos albinos ven muy poco y su color es

un blanco muy raro, que sólo con la expresión de un sujeto que dijo era color

metafísico, podrá explicarse; despiden un olor ácido carbonoso.

A esto se reduce amigo mío, la noticia física de la casta de gentes

que pueblan este hemisferio: paso a dar a Vm. en las cartas siguientes la

perteneciente a lo moral.

Entre tanto ruego a Dios guarde su vida por ms. as.

Amigo mío. La religión de los indios, fue el politeísmo, pero el Sol era la

principal deidad, a quien rendían todas sus adoraciones, no obstante que

hubo entre ellos algunos que traslucieron una suprema causa. Tan arraigados

estaban en su creencia y eran tan observantes de los ritos y ceremonias

que, a pesar de toda la luz evangélica y excelencia del cristianismo, no se

han desprendido enteramente de la superstición. Es verdad como diré a U.

después, que la mala política ha contribuido mucho a mantenerlos ignorantes

e incrédulos.

Conservan los indios fuera de la religión casi todas sus costumbres

en la celebración de matrimonios, en los entierros y fiestas, también todas

sus moralidades (7v) buenas y malas. La poligamia es general, mantienen a

lo menos una concubina que llaman Amasia. Es común el incesto entre ellos

y hasta en el grado más inmediato. La embriaguez los caracteriza y, como ni

el hurto, la tienen por pecado. El engaño y la mentira les es connatural.

Conocen la hospitalidad entre ellos y mutuamente se ayudan en sus

necesidades y en las que llaman obligaciones.

No aspiran a cosas grandes, ni desean mucho. No agradecen el bien,

ni tampoco sienten mucho el mismo mal.

Esperan la resurrección y vuelta de su Inca, aludiendo a esto sus

trajes, cantos fúnebres y sus danzas con representaciones, especialmente la

de la palla. Son pacíficos, humildes en la apariencia y abatidos, pero luego

que se contemplan superiores, descubren la fiereza de un tigre y todas las

CARTA 5

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propiedades y crueldad de los cobardes. Tanto al blanco como al negro,

tienen odio mortal, porque sólo para ellos están destinadas estas tierras a la

vuelta de su emperador. Son tan inclinados a la idolatría que, con razón, un

concilio limense dispuso que en la colecta de la misa se pida a Dios que no

permita vuelvan a su antigua idolatría. No puedo omitir un suceso que hubo

en el Cuzco con un indio de buena vida que después de haber sido cura llegó

a entrar en el coro, de Canónigo, de (7r) aquella Catedral; estando en la última

enfermedad, después de recibir los Santos Sacramentos, hizo llamar al Señor

Obispo y le dijo estas terminantes palabras: Señor Illmo., en descargo de mi

conciencia hago presente a S.I., que los indios somos muy propensos a la

idolatría y que yo he estado varias veces dispuesto a idolatrar, mas Dios ha

querido libertarme al fin por su misericordia.

Mueren por último sin el mayor sobresalto.

El mestizo es un hombre ni blanco ni indio que tiene de las malas

inclinaciones de uno y otro, hijo regularmente de ilícito ayuntamiento: cuando

le acomodan las circunstancias es indio y cuando no, es tan blanco y más

caballero que el primero. No tienen educación y son más ignorantes que los

mismos indios. Están entregados a la ociosidad y a todos los vicios que a ella

son anexos.

Los mulatos, zambos, cuarterones y demás castas conservan a

proporción algunas moralidades de sus padres del Africa y en la Religión

Cristiana han mezclado parte de aquellos fetiches que veneraban en sus tierras;

esto es, en la misma devoción que manifiestan, mezclan varias supersticiones

por un efecto de la poca instrucción que tienen en los principios ciertos de

nuestra Religión Santa, como sucede a los Indios. A la gente de color son

inherentes la lujuria y la embriaguez y no escasean el robo y la mentira.

La caridad no les es desconocida y son más fieles (8v) que los indios.

La generalidad de mi aserción no es tan extensa que no se exceptúen muchas

gentes de color que son muy buenas y también algún otro indio.

Hablaré a U. en carta separada de los blancos y entre tanto a Dios que

guarde a U. Ms. As.

Amigo mío. Toda comparación es odiosa más que ver igualar al blanco

europeo con el criollo sería agraviar a la razón. No obstante se encuentran

algunos europeos en estos países que deshonran hasta la humanidad

misma.

Los que han poblado estas inmensas regiones han sido soldados,

marineros, desertados, empleados que ha mandado el Rey, criados que han

traído, aventureros, polizones, frailes, extranjeros y muchos comerciantes.

La moral conducta de éstos ha sido y es acomodada a los principios

de educación respectivos a cada uno. Y mejorando muchos de fortuna, se

acuerdan no sólo de lo que veían hacer a sus padres, abuelos, parientes o

vecinos, sino que procuran imitarlos, manifestando sentimientos honrados

y obras benéficas al pueblo. Casi todas las obras públicas y fundaciones de

caridad de las Américas son hechas por españoles europeos y con los bienes

que han adquirido ellos mismos.

Procuran educar a sus hijos con la regularidad (8r) que ellos fueron

o vieron en otros ricos de su país y al mismo tiempo tratan a sus mujeres

con estimación y a veces con bastante contemplación, de la cual conducta se

originan el afecto general del bello sexo a los europeos y la envidia y odio general

del criollo. Los hijos, extrañando la sujeción y recogimiento que no ven en sus

paisanos y condiscípulos de la escuela y que se les reprende y castiga aquellas

libertades que los otros usan impunemente, viven resentidos e incómodos,

hasta que falleciendo sus padres, desplegan todas sus inclinaciones y deseos;

y estrellándose en los escollos y bajos de la lujuria, destruyen su naturaleza

CARTA 6

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- 72 - - 73 -

y consumen muy en breve el caudal y bienes de sus padres en el juego y en

las oficinas de Baco. A esta causa y no a otra es preciso atribuir la oposición,

el odio y mala voluntad de los hijos criollos, que estremece la naturaleza,

oprovia la razón y que una constante experiencia enseña.

Los nietos, bisnietos y demás descendientes de los mismos europeos

continúan con desafecto a sus mayores y a la misma España, pero no con el

ardor y entusiasmo que los mismos hijos de aquéllos; y solamente se acuerdan

de sus antepasados cuando se trata de hidalguía y de nobleza, que entonces

dicen con mucha satisfacción: mi padre o mi abuelo fueron de España.

Dios guarde a U. Ms. As.Amigo mío. Dejé para esta carta hablar (9v) de la moralidad de los frailes y

demás eclesiásticos como también de los muchos extranjeros que se han

domiciliado a pesar de las leyes y cédulas que lo prohíben, para no mezclar

muchas cosas juntas y no confundir las especies. Los frailes, tan útiles por su

instituta, no teniendo lo necesario para mantenerse en sus conventos, les ha

servido de pretexto para tratar y contratar como seglares, vivir y beber con

ellos, pasear, jugar y mezclarse en todos los asuntos temporales. Suelen no

usar de hábitos fuera del convento y tienen muchas haciendas donde viven

con sus concubinas e hijos.

Los párrocos imitan estas costumbres y vicios, y las curanas, (así

nombradas en los pueblos) son las damas de más mérito, de más lujo y

conveniencias a costa de los feligreses.

No tendría razón Voltaire, ni algún otro impío en decir que los

eclesiásticos eran infructuosos al estado y a la población, pues hay lugares

enteros descendientes de clérigos y frailes.

En comprobación de esta verdad, que está demostrada por la misma

publicidad, referiré a U. algunos pocos casos. En Panamá, habiendo hecho la

visita del Obispado el Sor. Dn. Remigio de la Santa (ahora Obispo de la Paz) se

vino trayendo a un cura que encontró amancebado cuarenta años había con

una negra de la que aún le vivían siete hijos mulatos. Dicha negra mandaba al

cura y le hacía trabajar en el monte y traer cargas de leña a cuestas. Lo puso

en un convento dicho Illmo. (9r) Obispo para corregirlo y a un tiempo que lo

enseñaran a leer que ya ignoraba.

CARTA 7

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- 74 - - 75 -

Pocos años hace murió un cura del Obispado de Quito, el Dr. Salvador,

quien en el artículo de la muerte declaró su casamiento legítimo y heredaron

sus muchos hijos el caudal que dejó.

También hace poco tiempo que murió el Dr. Lara, Clérigo Sacerdote

de Ambato, Diócesis de Quito y dejó cincuenta y dos hijos habidos en indias,

mestizas y blancas.

En el mismo Obispado vive el Dr. Sánchez, cura de Papallacta, casado

antes de ordenarse y descubierto después, ha sido sentenciado por el Obispo

Diocesano, el Sor. Cuero y Caicedo, a que viva seis meses con la mujer y otros

seis meses del año separado de ella. Esto huele algo a la Iglesia Griega.

En la provincia de Guayaquil murió años pasados un fraile apóstata

del Cuzco y dejó entre hijos, nietos y bisnietos, ciento quince personas.

Lo extraviado de muchos curatos, la falta de trato y comunicación que

hay en ellos, la rusticidad e ignorancia da margen y sirve de pretexto a que los

curas para huir a ellos previenen lo primero una mujer que los cuide, que con

nombre de cocinera, es después la curana y señora del pueblo.

No piense usted que exagero, ni menos que yo (10v) sea contrario

al Estado Eclesiástico, antes lo venero y respeto, pero siento su relajación.

Tampoco incluyo en esta noticia a muchos frailes y clérigos, aun curas, que

son de conducta irreprensible y al paso que los más obscurecen con las

sombras de su mala vida el Estado más perfecto, estos resplandecen como

antorchas luminosas y transparentes.

Los Reverendos Obispos, regularmente ancianos, con caminos

fragosos que andar en lo dilatadísimo de sus obispados, no hacen visitas.

Suelen mandar visitadores, que más bien dañan que no remedian los

desórdenes.

Los Provinciales de las Religiones, van a salir de su trienio con aumento

de su caudal. Y si vienen reformadores y misioneros, se hacen muchos de

ellos a las costumbres del país a los pocos años.

Los extranjeros que han venido de cocineros, reposteros, ayudas

de cámara y otras ocupaciones semejantes con los Virreyes, Presidentes,

Oidores y otros empleados han aumentado bastante población y también han

introducido algunas costumbres italianas y francesas y hasta opiniones bien

perjudiciales a la religión que profesamos. En la parte política hablaré a U.

más de estos extranjeros, entre tanto Dios guarde a U. muchos años.

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Amigo mío. He dejado para hablar de la simonía en carta separada por

ser el origen de los más (10r) de los males y desórdenes de la moral

cristiana. Si señor, la simonía, que desde el tiempo de los apóstoles se

empezó a introducir en la Iglesia de Jesucristo, este pecado contra el Espíritu

Santo, tan desagradable a Dios, que según la expresión del Evangelio, no se

perdona en este Mundo. La simonía, vuelvo a decir, está tan extendida en las

Américas que puede decirse que tiene en ella su habitación. Ordinariamente

abrazan el estado eclesiástico, hombres que no tienen otra vocación que

asegurar la subsistencia y recibir a un tiempo carácter para ser respetados y

temidos, obrando impunemente y cebando sus pasiones con más ostentación

y desembarazo. Los padres, no sólo aconsejan a sus hijos tomen esta carrera

sino también los amenazan con perder su gracia y amor, si no se sacrifican a

sus miras e ideas temporales. Con este principio estudian a veces ni lo preciso

para poder ordenarse y la necesidad que tienen los Obispos de proveer los

curatos hace no reparar en visiones, como suele decirse, y en tres días de

fiesta seguidos, se encuentra ordenado de Sacerdote y Cura, el que en otra

parte no sería capaz de ser monacillo de una parroquia. Formado el plan de

enriquecer y ascender a mayores dignidades, van al curato, no a cumplir con

sus obligaciones, sino a exigir de los feligreses cuanto les parece, juntando

muchos pesos para tener cómo gratificar o comprar otro más pingue beneficio

sin reparar en los medios más (11v) despreciables y ridículos. Remiten por

último a sus agentes en Madrid cantidades considerables y suelen conseguir

canongías y algunos otros también Obispado, especialmente en tiempo del

anterior Gobierno, en cuyas experiencias se fundan para afirmar públicamente

que sólo con plata se consigue algun empleo, llegando a tanto el abandono

CARTA 8

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sobre esto que no se avergüenzan de decir en público, que han mandado

unos ocho mil pesos, otros seis y otros más para obispar o mitrar.

Quisiera omitir del todo casos particulares sobre la conducta y manejo

de los curas, pero me parece indispensable referir a VM. algún otro para que

forme cabal concepto.

Vi en un pueblo grande del Obispado de Quito la costumbre y

superstición que había el día de difuntos, y lo mismo sucede en todos los

pueblos donde los curas venden la acción de responsear a los Frailes Sacerdotes

o Legos y a los clérigos o monacillos, que por diez, doce o veinticinco pesos

toman salvoconducto del párroco para trabajar todo el dicho día en los

términos siguientes. Se ponen un boquete o sobrepelliz, previenen un tinajo

de agua con un hisopo muy grande y comienzan a responsear en términos

que ni se sabe, ni casi se oye lo que dicen, solo si se advierte el charco de

agua que van haciendo, con la que rocían con el hisopo a lo cual acuden los

indios con las ofrendas que tienen (11r) puestas en el suelo en el cementerio

y echados ellos también sobre la tierra aplican de cuando en cuando el oído a

ella con mucho tiento y dicen que sienten al difunto que chupa de la ofrenda.

Se ríen de estos los curas y responsandores, pero los dejan en su ignorancia

porque siga el tráfico hasta la noche, siendo un continuado comprar de los

indios el mismo pan, fruta, chichas, huevos, pollos, cuyes y otras materias de

sus ofrendas, a los mismos echadores de agua, que van reduciendo a plata

toda su mercancía.

En los casamientos, y sobre todo en los entierros, es donde tienen sus

granjerías principales. Piden los derechos que quieren y han inventado varias

cosas para aparentar pompa, ya que cruz alta, ya cruz baja y de palo, ya posas

y acompañamiento, donde no hay más que el cura ordinariamente, ya en fin

otras cosas impropias con el fin de llevarse lo poco que deja el difunto.

No dejaré de referir a U. un caso raro que sucedió en un lugar de la

misma Diócesis, donde el cura inventó un entierro de Dean y Cabildo. Dispuso

doce opas de bayeta con roquetes de tucuyo o lienzo de algodón de la tierra,

los hacía poner a doce cholos o indios, los que iban con el cura por el cadáver

y entrándolo en la Iglesia le cantaban algunos versículos de los salmos que

les había enseñado el Párroco y por este Dean y Cabildo llevaba (12v) cien

pesos fuertes, fuera del veintiuno de a nueve y otros derechos comunes a

los blancos. Por esto y otros muchos motivos y porque ponía de penitencia

en el confesionario le dieran tantos y cuantos pesos, hicieron que permutara

el curato con otro que era lo mismo, los cuales aún viven, habiendo sacado

doce o catorce mil pesos fuertes en muy pocos años de unos pueblos que en

realidad de verdad no valen otro tanto.

Dios guarde a Usted muchos Años.

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- 81 -

Amigo mío. Colocados en los empleos hombres de poco mérito y en las

Audiencias sujetos de poca literatura, se han manejado con mucho

abandono y desarreglo, prostituyendo sus empleos, vendiendo la justicia

y causando muy graves males y escándalos con su descarada conducta.

Los criados favoritos, a veces extranjeros, han sido los conductos de la

prostitución, logrando al fin algún empleillo lucrativo en recompensa de sus

servicios y alcahueterismo. Estos, formados ya hombres de República, se

acuerdan de Génova, Milán, etc., y celebran sus costumbres, leyes y demás

con menosprecio de las de España. Los naturales del País, o criollos, no tienen

a menos darles sus hijas para mujeres y esposas, pero con todo los critican

y los desprecian, echándoles en cara (12r) cuando se les antoja, que fueron

cocineros, etc. Ellos, comparándose con los indios, mestizos y demás castas,

se encuentran muy superiores y a lo menos iguales a los padres de los que

murmuran y zahieren.

Lo mismo sucede con los pulperos y mercachifles que, enriqueciendo

con su industria y trabajo, les echan en cara sus principios de marinero,

soldado desertor, polizón, etc. resultando varias riñas, alteraciones, etiquetas

y envidia, que transmitiéndose de unos a otros ha venido en terminar en un

aborrecimiento mutuo y odio mortal.

En la infausta época del gobierno anterior se han vendido Presidencias,

Togas, Obispados y demás empleos, lo que ha contribuido a generalizar los

males, el desafecto a las leyes y al Gobierno y el mirar como tiranos a los

jefes que venían, no tan solamente de los hijos del País, más también por los

CARTA 9

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mismos europeos, pues todos igualmente han sido sabedores de los excesos

y participantes de los efectos de la mala administración de justicia.

Verse, amigo mío, con un Virrey, Presidente, ahijado de un Señor

Ministro que volvía o hacía volver originales las quejas que se dirigían al

Rey contra alguno de los ahijados; o algún cobachuelista remitir copia de las

representaciones. ¡Ah! es cosa bien pesada. Por esta causa y por la distancia

que hay al Trono, sobre todo por (13v) evitar un golpe de arbitrariedad de

estos jefes, los principales y más ricos de estos países rendían una adoración

tan extraña a estos falsos simulacros que, con lo espeso de los humos de la

adulación, les embotaban también todos los sentidos. Por manera que los

obsequios grandes por una parte prestados con el mayor abatimiento y por

otra admitidos por hombres de ningún mérito, engreídos con lo mismo que

ni esperaban, ni merecían, se han hecho insoportables y han arrastrado el

nombre de su odiosidad hasta el de la autoridad del Gobierno que los había

colocado. En otra carta, amigo mío, hablaré a U. de otros motivos políticos

que igualmente han concurrido. Dios guarde a usted muchos años.

Amigo mío. Los criollos están persuadidos a que son conquistados. Este

error es común y de él se origina aquella natural aversión que hay entre

el conquistador y el conquistado. Podían reflexionar que sólo hubo indios en

estas tierras, que fueron los subyugados y que ellos descienden de los españoles

y por eso son blancos. También podían ver las leyes que los mandan, que son

iguales y las mismas que rigen en España. De la misma suerte podían saber

que los españoles y ellos mismos gozan y viven (13r) con más desahogo y

libertad que los que habitan en la Península. Sí, amigo mío, tanto en lo moral,

como en lo político y civil, hay mucha más franquicia. Lo que se paga de

contribuciones, fuera de aduanas, es muy poco y cuando se intenta imponer

o aumentar algo sobre el cabezón de las haciendas o estancar algún ramo,

para que alcance a subvenir a los gastos del Estado, les causa mucha novedad

y luego empieza el fermento de la rebelión.

Igualmente están persuadidos los criollos, que los Gachupines, en el

Reino de México, o chapetones en el resto de la América, que significa ladrón

una y otra palabra, son efectivamente los españoles europeos, afirmando que

éstos han robado a los indios hasta las tierras. No quieren estudiar lo que es

derecho de conquista y absolutamente no desean reflexionar sobre lo mismo

que afirman, pues si los europeos han tomado tierras y las han cultivado, ha

sido para formar haciendas que aunque les hayan producido utilidad, al fin las

han dejado para los criollos mismos. Según el sistema y modo de raciocinar

de éstos, deben ellos mismos restituir a los indios estas mismas haciendas

porque están en sus tierras y no haciéndolo, son poseedores de mala fé o

ladrones según como nombran a sus padres que les formaron con su industria

y trabajo establecimientos que les dan de comer y les hacen subsistir. Tampoco

CARTA 10

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quieren saber que Dios crió el Mundo para el hombre y (14v) que lo maldijo

a que con el sudor de su frente comería el pan, que en la agricultura, está

más bien manifestado el trabajo corporal; y que legítimamente, puestas estas

tierras en dominio de los Reyes de España, las mandan dar graciosamente

al que las denuncie, para su cultivo y labranza, sin exceptuar indio, blanco,

ni clase alguna. Con estas disposiciones se han ido beneficiando terrenos,

aumentando poblaciones y extendiendo el comercio.

El indio tiene tierras propias, aún más de las que puede cultivar; hay

en todos los pueblos tierras que llaman de comunidad, donde mantienen sus

cabezas de ganado y pueden sembrar lo que les de la gana, mas como ellos

se contentan con poco, suelen no sembrar más que sus guasipungos. Nadie

les ha quitado el derecho de denunciar y cultivar cuantos terrenos gusten,

pues en ellos harían gran beneficio al Estado. Caben en las Américas más de

treinta partes de habitantes de los que hay en solas las campiñas, montes y

selvas incultas; luego a las Américas, se seguiría el mayor beneficio y aumento

de valor en que se beneficiasen los campos y desiertos. Por tanto, está muy

preocupado el ignorante que diga que a los indios les han quitado hasta sus

tierras. Ni se puede decir tampoco de los pedacitos que ellos se contentan

laborear, pues éstos los saben defender y aún introducirse en los del vecino y

formar pleitos que (14r) suelen ganar aun con la justicia obscura, porque las

leyes favorecen mucho a los indios y sus agentes y protectores abusan de la

confianza que de ellos hacen las mismas leyes.

Se extiende a mucho más la ignorancia del criollo. Dice y piensa

que la plata que va a España es robada, sea de los comerciantes, sea la

perteneciente al Real Erario; ni pretenden, ni quieren saber la inversión de

ella, ni lo que cuesta mantener estos dominios en paz y de las acechanzas de

los extranjeros. Otros varios errores manifestaré a U. en otra carta entre tanto

ruego a Dios guarde su vida muchos años.

Amigo mío. Parecerá increíble que después de tres siglos se ignore en la

América qué cosa es Rey; qué cosa es Patria y qué cosa es España.

La Patria entienden precisamente el suelo y el lugar donde han nacido

y el que más extiende su conocimiento a la capital o ciudad más grande de su

provincia.

Por España entienden estos naturales una ciudad grande y así es que

preguntan como mucha frecuencia: ¿Vm. conocerá en España a Dn. Fulano

de Tal? A mí me preguntó un abogado de Quito, ¿Conocerá en España a D.

Andrés Sánchez? En otras partes me han preguntado igualmente por otros y

no es decir indios, ni mestizos, sino gentes blancas.

De la misma forma han solicitado otros (15v) muchos que les dijera

si el Rey era algún hombre. No hablaré a U. de otras infinitas extravagancias

que preguntan sobre lo que come el Rey, sobre su vestuario, sobre su servicio,

porque sin duda pudiera U. pensar que yo me burlaba o que quería referir

aquellas novelas de encantamientos con castillos y damas. No, amigo mío,

es indubitable tal ignorancia a excepción de los que han viajado a Europa y

algunos otros que hay de bastante instrucción. El pueblo bajo y rudo, ¡ah! es

una lástima. Han solicitado varios negros de los trapiches y de minas de oro

donde he estado, que decidan en las apuestas que tenían hechas sobre que

el negro que entraba en España lo capaban. Ganó un negro que disputaba

CARTA 11

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contra todos. En vista de ésto, ¿sabrá esta gente las obligaciones que deben al

Rey y cómo deben respetarlo, amarlo y servirlo? No es mucho que los corifeos

de la rebelión hayan logrado tantos prosélitos y secuaces.

Dios guarde a Usted muchos años.

Amigo mío. No hay cosa más celebrada que el Código Indiano y el

Solórzano por hombre de angélico entendimiento. Nada importa que el

moderno autor del papeleo de las mitas del Perú diga lo contrario, porque el

verdadero mérito siempre es admirado de los verdaderos sabios.

No ha habido en el Mundo legislación (15r) alguna que no se haya

mudado y que de cuando en cuando se renueven sus instituciones, porque las

costumbres y los usos insensiblemente van corroyendo hasta los cimientos

del político edificio.

El Rey y el Supremo Consejo de sus Indias han procurado reformar,

aumentar y cercenar cuanto les ha parecido conveniente para conservar en

vigor las leyes y establecimientos de indias con el fin de mantener en paz y

sosiego a los habitantes de este hemisferio: mas, por desgracia, los tribunales

y los que han gobernado, han abusado de la autoridad y no han dado el

debido cumplimiento y de esta falta de obediencia han provenido los abusos

y males que ha habido, hay y aún continuarán si no se toman los remedios

correspondientes.

Los indios todavía hablan su propio idioma después de tres siglos de

conquistados. Conservan sus usos e inclinaciones y aún esperan la venida de

su Inca, quien los ha de volver a su primitivo estado, según tengo manifestado,

en la parte moral.

CARTA 12

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La lengua Inga es dulce y expresiva para cosas de amores, pero carece

de afluencia y principalmente de todos los términos y palabras de artes,

ciencias y otros indispensables para manifestar la utilidad y la necesidad de la

sociedad. Tiene dicho idioma alguna semejanza y varias palabras vascuences

y tanto por esto como porque los indios se gobiernan en sus comunidades al

modo de los vizcaínos, (16v) aprenden estos con bastante facilidad el lenguaje

de los indios.

Muchas y repetidas cédulas Reales han venido para que no se hable

más idioma que el español, que en él sólo se enseñe y explique la Doctrina

Cristiana. Que los curas no sean examinados en lengua de Inga para obligarlos

así a comunicarse en castellano con sus feligreses. Que se pongan escuelas

de primeras letras en todos los pueblos con el fin de civilizarlos e ilustrarlos, lo

que conseguido, ellos mismos se confundirían con otras clases, avergonzados

de sus preocupaciones y de lo mismo que hasta ahora tan tenazmente

conservan.

No puedo omitir un suceso por el que conocerá VM. la ignorancia a

que los tienen sujetos los que por sus ideas e intereses particulares no han

querido dar cumplimiento a las leyes y Reales Ordenes para que se cuide de su

instrucción. Cuando los blancos quieren formar algún alzamiento empiezan

por imbuir en los Indios cosas y asuntos de aduana, cuya palabra para ellos

es un ente de todas las figuras y formas que se le imagine dar, pero siempre

lo más malo que se puede concebir, por lo cual en Quito y en otras muchas

partes no se da nombre de aduana sino de Alcabala a la Administración de

aquel ramo.

Da. Gertrudis Trigo, esposa del Regente de la Audiencia de Quito, fue

acompañada de varios (16r) caballeros de esta ciudad a pasearse a la villa de

Ibarra. Al llegar al asiento de Otavalo, un chusco pícaro de la comitiva dijo a

un indio: aquella que va a caballo montada como un hombre con su cigarro

en la boca tan prieta y tan fea es la Aduana disfrazada. Esto solo bastó para

que aquella misma noche hubiera una alarma de los indios pidiendo a gritos y

alaridos desconcertados que les entregasen a la Aduana para matarla y si no

que morirían todos los que la llevaban.

Se vieron tan apurados todos que hubieron de huir a caballo por el

páramo de Mojanda y llegaron al día siguiente a Quito, cansados y estropeados,

sin haber llegado al término de su paseo.

Lo mismo sucedió con otros que conducían una tambora, primera

que llevaron a la villa de Ibarra y habiéndola visto por el camino unos indios

de Agualongo preguntaron lo que era y uno de los conductores dijo: es la

Aduana. Separóse el indio y a poco, salen al camino cuadrillas de indios con

piedras y palos que acabaron muy en breve con la tambora y con los que la

llevaban, pues aquella la hicieron pedazos y a éstos los maltrataron y si no

hubieran huido, los hubieran muerto. Dios guarde a U. muchos años.

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Amigo mío. La distancia del trono (17v) como en otra anterior tengo dicho

a U. es causa de que los rayos de la Majestad lleguen con poca fuerza,

porque en el camino tocan en cuerpos opacos que absorben su luz.

La Ley justa y sabia que manda que cuando se gana o saca alguna

providencia con obrección y subrección se obedezca y no se cumpla; al paso

que es la mas arreglada produce muy graves inconvenientes. El Presidente,

Gobernador o Audiencia que quieren perder alguno, dicen que ganó con

obrección o subrección y representan a su R.M., si es necesario, fraguando

alguna información a su antojo; y tiene U. que el pobre que ganó, se queda

perdido y tal vez sin esperanza de poder recuperar su opinión. En estas y otras

diligencias o le coge la muerte o se va su enemigo y él queda arruinado. Las

residencias se hacen de perspectiva, sólo que haya algún pudiente sentido

y agraviado por el residenciado, que entonces, hasta sacan de quicio las

pruebas y diligencias y hasta calumnian al juez residenciado, hallándose

testigos siempre que el Poderoso quiere para probar cuanto se le antoja.

La falta de correos de la Península y mala disposición en que se

halla su dirección a estos países y los dependientes que suele haber de

poco mérito y ningunas circunstancias han causado y causan muy graves

daños y perjuicios. Se pasan cuatro, cinco meses y aún más, en (17r) venir

una correspondencia, que llegan aglomeradas; en estos meses maquinan

los enemigos del Estado mil noticias y patrañas que extienden con mucha

facilidad en Gacetas y papeletas impresas en Jamaica, arraigando en los

entendimientos y corazones bien dispuestos, todas sus ideas de subversión e

independencia que no pueden desvanecerse con la llegada de un solo correo

CARTA 13

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marítimo de la Península, las que pasado éste vuelven a desenvolver los

agentes de la desobediencia con otras nuevas que ya tienen preparadas. Los

dependientes de los correos, sacrifican la confianza pública y, adulando a

los jefes que mandan, les entregan las cartas que tratan de su conducta y las

quejas que se dirigen contra ellos a la superioridad; no atreviéndose con esto

mucho a dar parte, como harían en tiempo oportuno para remediar los males.

Aconteció la rebelión en Quito el año pasado de 1809 y habiendo dado cuenta

al Virrey de Santa Fé, mediante un Propio que hice con un pliego a la villa de

Ibarra, con encargo a Dn. Antonio Melo, Administrador de Correos, para que lo

dirigiera con un expreso ganando horas al señor Virrey tuvo por conveniente

dicho Administrador abrirlo y, enterándose en su contenido, lo dirigió a la

Junta Revolucionaria de Quito, quien decretó mi total exterminio. No es del

intento hablar a U. de las circunstancias que esto (18v) me ha acarreado, sólo

sí que habiéndose restablecido la legítima autoridad lo hice presente y nada

se adelantó, ni se castigó, ni menos se remedió.

Siguen en el mismo pie en Quito las correspondencias y por ellas

se está persiguiendo a los fieles y leales Realistas. Dios guarde a U. muchos

años.

Amigo mío. El abuso que se ha hecho del estudio de las leyes ha creado un

cuerpo de jóvenes habladores y sueltos que no respetan lo más sagrado:

se gradúan con la mayor facilidad, y aunque sea de bachilleres, todos toman

y se les dan el título de doctores, llegando a tal abuso esta nominación que se

da a todo el que gasta hábitos clericales o están vestidos de negro. El comercio

con las islas extranjeras ha producido un manantial de papeles con títulos

pomposos de libertad del hombre, del ciudadano, derechos éstos que han

inficionado primero el corazón de aquellos jóvenes corrompidos y éstos con

los aplausos que han logrado, han hecho trascendental el contagio a muchas

gentes incautas e ignorantes.

Los Anglo-americanos, desde el principio de su independencia, han

procurado inspirar el mismo modo de pensar en toda la América para que

siga su (18r) contagio. Se habla con la mayor liberalidad y entusiasmo de la

felicidad de aquellos republicanos y sobre todo de la libertad de conciencia que

tanto halaga las pasiones; y en realidad de verdad digo a U. que en ninguna

parte se vive con más desahogo que en estas Américas Españolas, donde ni

se castiga el amancebamiento, ni el juego prohibido, ni la embriaguez, ni casi

el robo, ni homicidio y donde ni se sabe el que cumple con la Iglesia, pues ni

se recogen cédulas. Con todo desean y ansían la novedad.

La piedad falsa ¡Oh! amigo mío, disfrazada la injusticia con el velo

de la piedad, ha ocasionado los mayores males. Acostumbrados los indios y

demás habitantes de este mundo a ver que los mayores delitos y las rebeliones

más completas se quedan sin castigo, no recelan, ni han temido el hacerlas

cuando se les ha puesto en la imaginación. En la ciudad de Quito solamente,

CARTA 14

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se cuentan ya veinticuatro alzamientos y es axioma entre sus moradores que

habiendo plata, todo se compone; sí amigo mío, con la plata que han dado a

los jefes y Tribunales, han moderado las diligencias y las mismas sentencias

se han venido a reducir siempre al destierro de algunos Indios o mestizos;

y alguna vez, uno o dos ahorcados de las mismas clases; excusándolos

con que son ignorantes, que estaban ebrios y otras cosas semejantes; pero

los europeos muertos, muertos se quedaron; (19v) sus bienes saqueados y

robados, lo mismo; y los autores de todos los males que fueron los blancos

criollos, riendo y festejando su maldad. A esta piedad falsa, interesada e injusta

se ha agregado el miedo de algunos de los que han mandado, pues a título de

seguridad pública, han ido aumentando soldados y armas cuyo resultado ha

sido darles luz y conocimiento de lo que ignoraban y hacer como desenrollar

aquella inclinación guerrera y militar que les era tan contraria. Aumentos de

milicias y tropas disciplinadas, al mismo tiempo que han llenado los bolsillos

de los instituidores, han extendido el germen de la sedición y desobediencia.

Concluyo esta carta con referir a U. que en el año 93 se descubrió en Quito,

se probó y justificó plenamente que el Marqués de Selva Alegre, con Morales,

Salinas y los dos hermanos Espejos fueron autores de los pasquines y

banderillas de libertad republicana que amanecieron puestas en las esquinas.

El médico Espejo murió durante su prisión, el clérigo salió de ella y los otros

ni entraron. Estos mismos han sido los causantes de las rebeliones de 1809 y

1810 y hasta ahora el Marqués de Selva Alegre Montúfar, con todos los de su

familia, se están paseando. ¡Oh Piedad,! ¡Oh justicia!

Dios guarde a U. muchos años. (19r)

Amigo mío. He manifestado a U. en mis cartas anteriores las causas

remotas que han concurrido parcialmente a cuantas revoluciones hubo

en las Américas y ahora voy a dar a U. noticia de otras próximas que han

aglomerado los agentes modernos de la impiedad para conseguir cómo han

logrado el trastorno, irreligión, desolación, anarquía y ruina general de este

Nuevo Mundo.

Con la revolución de la Francia, desplegaron los impíos sus banderas

y trataron de llenar la tierra de la iniquidad de sus pensamientos y deseos.

Los jacobinos mandan a todas partes agentes contra el Altar y el Trono. No

es mi intento hablar a U. de aquella época espantosa, ni de las consecuencias

tan funestas que hemos experimentado. Solamente sí decirle que entre los

emisarios que vinieron a la América fue uno un tal Munsiur los Ríos, francés

de nación y de profesión médico. Llegó éste a Cartagena de Indias el año 91

y desde luego fue preso por el Tribunal de la Inquisición, por las opiniones

erróneas y seductoras que vino sembrando. Puesto en libertad siguió viaje

a Santa Fé donde formó Escuela y sus discípulos principales fueron Nariño,

Cea, Cabal y otros que pasaron a España en partida de registro el año 93;

llegaron a la Península y fueron puestos en libertad y aún premiados porque

ya encontraron en la corte Jacobinos protectores y más (20v) en la piedad

falsa y carácter blando y compasivo del Gobierno. El Marqués de Selva Alegre,

Dn. Juan Pío Montúfar hizo viaje desde Quito a Santa Fé en unión de los

Espejos para alistarse en la cofradía Francmasónica y regresados a su Patria

fraguaron el año 93 los pasquines y plan de rebelión de que he hablado

anteriormente a U.

CARTA 15

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Nariño se huyó de España y peregrinando en los países extranjeros,

llegó al fin a su patria Santa Fé donde es tolerado por el Virrey y cuando fue

tiempo se mostró corifeo de la Rebelión como Selva Alegre en Quito.

Triunfa Bonaparte y favorecido de las circunstancias empuña el cetro

de la Francia y forma el plan ambicioso de ser Monarca Universal.

Trata de subyugar la España y de ser dueño de las Américas,

manda anticipadamente al Barón de Humboldt que, con pretexto de sabias

especulaciones, indaga y desentraña el modo general de pensar de sus

habitantes. Trae órdenes del Príncipe de la Paz para que le den cuanto necesite

y pida de las Reales Cajas y recomendación muy poderosa. Llega a Quito

y estúvose seis meses el que no paraba ocho días en ninguna parte. Trata

íntimamente con Selva Alegre, con Salinas, Quiroga, Larrea, Morales, Mejía

y en fin con cuantos han sido ahora actores principales de la Revolución.

Conferencia frecuentemente a puerta cerrada con el Obispo Cuero y Caicedo

y (20r) con el Presidente Carondelet; déjale a éste los planos hechos y formada

logia de Jacobinos y parte para Lima, dejándose en Quito en casa de Salinas

los cajones de dibujos de plantas que cautelosamente había acopiado con su

compañero Bonpland. Trata Carondelet abrir camino de comunicación por

Esmeraldas para socorrer como decía a Panamá, se le hace tarde su conclusión

y manda por Guayaquil doscientos hombres escogidos al cargo del capitán

Salinas, llegó ésta a Panamá y su gobernador Mata se sorprende al ver aquella

gente que ni había pedido ni necesitaba. Da parte al Virrey Amar y éste se

incomoda y le escribe agriamente al Presidente Barón de Carondelet por su

insubordinación y falta de respeto en mandar sin que el lo diga aquella tropa a

Panamá. En pocos días entregó la carta de su locura Salinas y se vio obligado

Mata a mandarle salir precipitadamente. Regresa a Quito y Carondelet muere

a pocos días de repente por ver malogrado su plan de sorprender a Panamá

y llamar franceses de las islas de Barlovento, que entonces poseían y por el

camino de Malbucho, introducirlos en el Reino de Tierra Firme apoderándose

de él sin tirar un tiro y sucesívamente del Perú. Salinas se hizo el agraviado

contra la (21v) Audiencia de Quito porque sentenció un pleito en su contra.

Vocifera que va a España a seguir el litigio, pone en almoneda los bienes y

muebles de su mujer y junta al fin cuatro mil pesos que remite a Panamá al

comerciante Iturralde que, de orden y recomendación de Carondelet, le había

prestado y gastó en gratificar sus soldados para tenerlos, como él decía, en el

bolsillo.

En un corto intervalo que tuvo en la apología, llama a Morales su

Secretario y le entrega una llave apretándole la mano y con voz balbuciente

le encarga que sólo el entienda en los papeles que se guardan con ella.

Consulta Morales con el Marqués de Selva Alegre, albacea del Presidente

difunto, registran planos, conferencian y tratan de realizarlos; no se atreven,

porque Dn. Diego Nieto Presidente interino los acechaba y esperan la llegada

del anciano Conde Ruiz de Castilla, sucesor nombrado por Godoy, para que

dejara obrar y Caron, destinado ya según él dijo antes de morir a cosas de la

mayor entidad por el mismo Príncipe de la Paz.

Llega el Conde Ruiz de Castilla, vuela la mina en España, cautivan al

Rey y fórmase la Junta de Sevilla, ésta manda comisionados para hacer (21r)

jurar al Soberano y antes que llegara éste a Quito, se hace la ceremonia aun

sin gusto del viejo Presidente. Llegó el Comisionado Bourman y nada tuvo

que hacer, pues ya estuvo jurado el Rey y hecho el donativo a instancias de

un verdadero patriota. Con todo, se renueva uno y otro y regresa Bourman a

Santa Fé.

Se aprovecha Selva Alegre y los suyos de la ancianidad, dejamiento

y disposición del Conde Ruiz y tratan de realizar en las Carnestolendas el

plan de la Rebelión. Descúbrese por la imprudencia de Salinas y puesto éste

en prisión, el Marqués de Selva Alegre, Quiroga, Peña y Morales y siguiendo

la causa con empeño y con orden, resultó justificado plenamente el delito

de rebelión. Un joven, Thomás Arechaga, criado del Presidente, natural del

Cuzco, fue recibido en tres días de Doctor en Leyes en la Universidad de Quito,

de Abogado en la Real Audiencia y de Fiscal Interino de ella. Celoso éste de

que su amo no le había descubierto en los primeros días el secreto de la causa

que se seguía, intrigó en términos que con un sólo escrito de recusa contra el

Asesor de Gobierno Manzanos, se admitió la recusa y pasó al conocimiento

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del Oidor Fuertes la causa, con el de Arrechaga, éste compuso que los presos

fuesen saliendo libremente a la (22v) calle a costa de diez o doce mil pesos

con que le contribuyeron y a los ocho días de salir Salinas, que fue el último

del arresto en que estaba, sucedió la Rebelión el día de San Lorenzo, diez de

agosto de 1809, por lo que mudaron el nombre de la ciudad de San Francisco

de Quito en el de San Lorenzo del Quitu y además trataron de crear una orden

con la advocación del mismo San Lorenzo.

Puestos en la posesión del mando, Selva Alegre como Rey en un trono,

vestido con el manto de Carlos Tercero, de que es Caballero pensionista, se

adornó además con una banda igualmente celeste y habiendo asistido al Te

Deum y respondido a las arengas de los cuerpos y Comunidades salió a visitar

a sus amigas y conocidas, andando de casa en casa con las mismas vestiduras

y recibiendo enhorabuenas de las damas.

Crearon un Senado, Ministros y demás que se contenían en el plan

Republicano que intentaron extender en toda la América, siendo la cuna

Quito y el Marqués encargado de extenderlo. En otra, amigo mío, continuaré

esta materia, entre tanto Dios guarde a usted muchos años.

Amigo mío: tengo dicho a VM en mis anteriores (22r) que el plan de la

Rebelión de Quito se extendía a toda la América, quedando como cuna y

centro Quito, fundado según los mismos quiteños decían, en que estando su

ciudad en medio del Globo, debían las provincias juntarse en ella por medio

de sus representantes para deliberar sobre la suerte de todos.

Por el pronto pensaron en subyugar a Cuenca y Guayaquil por el sur

y a Pasto por el norte, valiéndose de la fuerza y de la intriga, mas la firmeza

que encontraron en los gobernadores Aymerich y Cucalón, acalorados con la

entereza y patriotismo del Reverendo Obispo de ambas ciudades de Andrés

Quintián y Ponte, detuvo sus soñadas ideas, al paso que la fidelidad y valor de

los pastuxos, deshizo sus huestes desordenadas y cobardes, dispersándolas en

Guáitara y derrotando enteramente a los fanáticos quiteños, quienes perdieron

todas las armas que llevaban, cañones y pertrechos con algunos hombres

muertos, otros heridos y muchísimos prisioneros, entre estos el Comandante

General Dn. Xavier Ascázubi. Desconsolados con tan mal principio y con

el discurso que el Regidor Dn. Pedro Calixto y Muñoz en el primer Cabildo

que en Quito celebraron, hizo sobre la novedad causada, en que después de

hacerles (23v) ver su falta de política y de conocimientos, concluyó con sacar

la espada y decir que le cortaran la cabeza con ella misma, antes que faltar él

al juramento de fidelidad al Rey.

No atreviéndose a quitarle la vida por temor de sus parientes y lo

bien visto que estaba en el pueblo, resolvieron los insurgentes descartarse

de él remitiéndolo a Cuenca con título de Embajador y con la mira de

hacerlo asesinar en el camino. Logran la ocasión en el pueblo de Alausí,

CARTA 16

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donde interceptaron la correspondencia que había entablado dicho Regidor

con el Obispo y Gobernador de Cuenca; dispáranle por dos veces veintidos

soldados guiados y mandados por dos oficiales, en cuarto angosto y sálvalo

la providencia de la muerte, saliendo herido solamente de siete golpes de

bayoneta y sable que los dos oficiales le dieron. Corre la noticia: en Quito

reciben enhorabuenas los insurgentes que lo dieron por muerto; pero en los

pueblos inmediatos, donde a su tránsito había dejado sus partidos por la justa

causa, se alarmaron contra los alzados y fórmase contra-revolución. Llega

Aimerich con las tropas de Cuenca y hallándose ya en Ambato, dispuso el

Conde Ruíz de Castilla, (23r) repuesto ya en la Presidencia por los mismos

rebeldes, celoso de que el gobernador de Cuenca por consejo del Regidor

Calixto, iba a desposeerlo del empleo por su ancianidad e ineptitud, según

Arrechaga procuró influir en el ánimo y juicio del expresado Conde por lograr

sus particulares ideas éste favorito.

Reciben solamente cuatrocientos hombres que remitió el Virrey de

Lima al comando de Arredondo, entran en Quito sin oposición y se encuentran

libres de las prisiones a los Europeos que habían podido haber a las manos y

a los Oidores repuestos en sus empleos y al parecer queda todo sosegado.

Con setecientos mil pesos que hubo en efectivo en la Reales Cajas;

con el producto de todos los bienes de los europeos y el de los diezmos

eclesiásticos habían formado el cálculo de los gastos para verificar el plan

de costear las expediciones que debían ir seduciendo y conquistando toda la

América Meridional, dispuesta generalmente a recibirlos como héroes de su

libertad y felicidad.

La Señora Da. Carlota Joaquina, Regente del Portugal, había dirigido

un oficio desde el Brasil, circulando (24v) la noticia del cautiverio de su augusto

hermano el Sr. Dn. Fernando Séptimo, haciendo ver al mismo tiempo que a

ella correspondía la sucesión a la Corona de España en el caso de fallecer sus

hermanos en la prisión y que en el entretanto le correspondía la Regencia

del Reino. El patriarca del Portugal escribe también la noticia de la prisión

y trabajos en que se hallaba el Sumo Pontífice Pío Séptimo y que teniendo

muchas facultades en lo espiritual debían acudir a su eminencia, colocado

por la divina Providencia en la América, no distante Quito de su habitación

por Maynas. Figúranse los alzados quiteños la mejor ocasión de engañar a

estos personajes y tratan de ofrecerles su obediencia respectiva y de pedir el

único auxilio de que dejen introducir veinte mil fusiles para armar soldados

y someter con la fuerza los pueblos que se resistan hacerlo con gusto a la

obediencia de su Alteza.

Comisionan a un sargento los rebeldes para que vaya por Maynas a

traer algunos de los veinte mil fusiles que los anglo americanos y los ingleses

habían de tener en el Brasil; más el dicho (24r) sargento noticioso de la contra-

revolución de Quito, no vuelve y se queda con los miles de pesos que le habían

entregado.

Restablecida la legítima autoridad en Quito, llegan tropas de Santa Fé

en número de ciento ochenta hombres a las órdenes de Duprat, otros soldados

de Popayán y Pasto, comandados por Angulo, trescientos panameños a la

dirección de Alderete, de suerte que se juntaron más de mil hombres bien

armados.

Manda el Conde Ruiz de Castilla echar un bando ofreciendo indultos

y que las cosas vuelvan a su antiguo estado. Después de esto puso preso

a varios de los rebeldes y Arrechaga empezó a maniobrar en términos que

se volvió a renovar la causa iniciada contra los insurgentes, continuando el

Oidor Fuertes, juez de ella.

Ya sueltan a unos, ya pretenden a otros, de manera que en poco

tiempo fueron complicando a casi todos los vecinos de la ciudad, los que por

salir del cuartel donde estaban detenidos, los unos daban mil pesos, otros

quinientos y otros ciento o doscientos, de suerte que Arechaga principalmente

se enrriqueció a costa de la justicia. Informa su amo a la Regencia del Reino

y consigue una toga en la (25v) Audiencia de Quito, al mismo tiempo que

los Oidores de ella son separados del tribunal atribuyendo delitos a los que

habían sido presos por los insurgentes que estuvieron muy cercanos a ser

víctimas de su rabia y encono a solicitud y con informes de Mejía y del Conde

de Puñoenrostro.

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No quieren recibir los mismos alzados a Arechaga de Oidor y éste se

va a España, donde consigue otra igual plaza en la Audiencia de Santa Fé,

provisionalmente establecida en Panamá.

En aquel estado de confusión, escribe Dn. Carlos Montúfar desde

Caracas, avisando su comisión de Regio enviado y anuncia a sus paisanos las

grandes facultades que trae. Comienzan de nuevo éstos a maquinar en Quito y

resuelven asesinar la tropa, europeos y realistas ya conocidos. Dispuesto todo

para el día dos de Agosto de 1810, erraron el golpe principal por su cobardía.

No obstante, algunos borrachos acometieron al cuartel desprevenido, dan

muerte al capitán Galup dentro del mismo a tiempo de acudir al servicio de la

artillería de su mando. En la calle asesinan al capitán Villaespesa, que al toque

de la generala acudía al punto de obligación, como también a otros veintitrés

soldados a quienes desde las (25r) ventanas de las casas hicieron fuego y de

las tiendas de las calles salían con cuchillos y los destripaban los rebeldes. Si

los que estaban escondidos en la misma iglesia parroquial del Sagrario por

su cura Dr. Caicedo Provisor Vicario General, sobrino del Obispo, hubieran

salido, logran enteramente el golpe de su intención de sacar los presos del

cuartel y lo demás ya expresado.

Reúnese la tropa del Rey del modo posible y viendo muertos a Galup,

dan muerte a los presos del cuartel que fueron diecisiete, entre ellos, Salinas,

Quiroga, Morales, Ascázubi y los demás, todos de graves causas.

Perecen en las calles ciento cuatro de los rebeldes, quienes asustados

y llenos de miedo, se huyen precipitadamente y se esconden; tuvieron la

felicidad de que el Presidente, Oidores y los Comandantes fueron igualmente

poseídos del mismo terror; y sin oír la propuesta del Regidor Calixto de que

con doscientos hombres entregaría en pocos días a todos los caudillos y

motores principales; se volvió a echar bando de indulto general y hasta el que

dió muerte a Galup, cogido aquella noche misma, fue puesto en libertad.

Dios guarde a Usted muchos años.

Amigo mío. Dn. Carlos Montúfar sabe (26v) en Popayán lo acaecido el

día 2 de agosto y pone a sus paisanos una proclama diciéndoles que

suspendan sus operaciones, que viene para hacerlos felices sin necesidad de

derramar su preciosa sangre que lleva facultades muy amplias del Supremo

Gobierno Nacional.

Establecida junta en Popayán y alucinando a su Gobernador Tacón

pasa Montúfar a Pasto donde no quieren sus habitantes asentir a formación

de Junta, ni a otra cosa que seguir el antiguo modo de gobernarse arreglado

a las leyes del Reino y a las órdenes de la Regencia que en nombre del Rey

mandase.

Sigue a Quito con presteza y a pesar de las advertencias que al

Presidente Conde Ruiz de Castilla se hicieron para que no lo dejase llegar y

de alguna otra diligencia que sobre esto hizo. Verificose su entrada pública

con el mayor aparato y triunfo. Salió a luz el Marqués de Selva Alegre, Padre

de Montúfar, su hermano Javier y otros que estuvieron escondidos, huyendo

de la pesquisa que se hacía de ellos, reciben mil enhorabuenas y el Conde

Ruiz de Castilla los visita aún antes de presentarse el Comisionado Regio Dn.

Carlos Montúfar. Conferencian, tratan y los resultados fueron darle el mando

de las armas al (26r) citado Montúfar y ponerse en sus manos absolutamente:

efecto de las cartas y órdenes reservadas que traía de varios de las Cortes

y del Presidente de la Regencia Lardizábal y Uribe, que fue el que mandó a

dicho Montúfar1, quien afirmaba que era su pariente y sería tal vez, tan cierto

CARTA 17

1. Nota del Autor: “Discurriendo cumpliría con la fidelidad que Goyeneche y demás enviados de la Junta de Sevilla”.

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como la silla de montar que trajo y aseguraba era la misma de la yegua en

que montaba el General Dupon y cogida por el mismo en la Batalla de Bailén,

igualmente que las varias medallas y señales de valor que pendían y llenaban

sus trajes charros que variaba diariamente, como sus conversaciones, tan

parecidas a las de Vicente de la Rosa, representadas por Miguel de Cervantes

en la Historia de su Quijote, cuando habló éste con el cabrero estudiado y

aprendido de intento.

Llegan en este tiempo los autos voluminosos de la causa de Quito a

Santa Fé, pedidos por el Virrey Amar, conducido por el Dr. San Miguel son

quemados en dicha ciudad, donde ya el Virrey estaba preso con la Virreina, su

mujer, quienes pagaron con mil afrentas y baldones esta su codicia, pues los

(27v) autos iban para tener motivo de ir llamando de uno en uno a los presos

de Quito y, complicados en la causa y sacándoles hasta el último medio real,

dejarlos libres. Y el marido que se dejaba mandar de ella tuvo el condigno

castigo de haber dejado entrar a Montúfar en su capital y habiendo mandado

su coche para solemnizar la entrada, se leyó o dio a leer en su palacio,

paseándose en su sala, una carta que un fiel patriota escribió a dicho Virrey,

avisándole lo que era Dn. Carlos Montufar, como emisario de Bonaparte y

también de los Jacobinos, que por el Barón Humbolt fue presentado en París

al Emperador cuando se coronó y le dijo: ¿Conque de Quito se puede venir a

París? y que siendo Jacobino era preciso viniera encargado de ellos. Que así

no permitiera S. Exa. de ningun modo seguir viaje para Quito, pues el fuego

mal apagado de la rebelión se inflamaría de nuevo y consumiría el Reino

entero. Hágase U. cargo de este nuevo motivo de mi observación. También

tuvo cartas el Virrey Amar y órdenes para dejar obrar al Comisionado Regio y

así no quiso que Dn. Juan Sámano Coronel del auxiliar de Santa Fé, se opusiera

como quiso con la fuerza.

Se establece en Quito (27r) seguidamente una nueva Junta Suprema

y nombran para ella aquellos mismos insurgentes acérrimos y contumaces.

De plataforma eligen Presidente de ella al Conde Ruiz de Castilla y empieza

Montúfar a disponer a su antojo. Mandan salir las tropas de Lima, Popayán,

Pasto y de Panamá, obedecen inmediatamente sus comandantes y últimamente

las pocas de Santa Fé se dejan quitar las armas al salir de la ciudad. Con éstas

y las demás que quedaron en el cuartel, arman soldados y caminan contra

las tropas del Rey que se habían quedado en Guaranda, engañan a éstas

diciendo que vienen ocho mil hombres contra ellos, que eran ochocientos;

y el comandante Arredondo, manda retirarse precipitadamente a Guayaquil

dejando a los insurgentes desvanecidos y dueños de un punto tan interesante

que prontamente reforzaron con un fuerte y cañones para estorbar la subida

del camino de Guayaquil. El comandante Arredondo es llamado a Lima y

estuvo en Consejo de Guerra, del cual salió bien y premiado con el gobierno

de Guarochirí que aún obtiene.

Nombra la Regencia de España Presidente de Quito a D. Joaquín de

Molina; viene éste a Guayaquil (28v) y Cuenca, empieza a tomar disposiciones,

recluta gente, la disciplina y trata de atacar a Quito y sus provincias. Temen

los alzados y recurren a la intriga y a la maldicencia; lo infaman atribuyéndole

vicios que no tiene de corio, ladrón y otros, poniendo papeles en las esquinas

de las calles. Escriben a Mejía y Puñonrostro y éstos ofrecen sus cabezas, si

el pueblo de Quito no se somete luego al punto que nombren otro presidente;

eligen a D. Toribio Montes efectivamente y logran de un jefe acomodado a sus

ideas. Acometen entre tanto los quiteños a Cuenca. Se apoderan del pueblo

de Cañar y antes del sitio de Paredones saquean hasta la iglesia y hacen

adornos de montar los destinados al culto, y cuando quieren vencer a Verde

Lomas son dispersados por un puño de gente mandados por el coronel Valle,

en la segunda tentativa que hicieron animados con cincuenta mil pesos que

Valdiviezo prestó solo para dicha expedición.

Sale Aymerich, gobernador de Cuenca, nombrado comandante de las

tropas morlacas por el Virrey de Lima, únese en Riobamba con las tropas de

Montes, que ganando la batalla del pueblo de San Miguel se apodera del fuerte

de Guaranda que (28r) abandonan los insurgentes. Murió el comandante

irlandés que mandaba las tropas del Rey en esta expedición y otros fieles

soldados igualmente y D. Jn. Fromista teniente coronel herido de una bala de

cañón.

Pasto por el norte fue subyugado por la astucia y maniobra de cuatro

o cinco de sus vecinos, entran los quiteños y saquearon los bienes de los más

realistas y se llevaron veinte y una arrobas de oro en barras que Tacón dejó en

aquella ciudad; entran en ella por el otro lado los caleños y popayanejos, les

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dejan cuatrocientos hombres de guarnición y una casualidad les proporciona

poder deshacerse de ella. Vienen cinco o seis quiteños con ochenta mil pesos

para traer de Cartagena de Indias algunos efectos de comercio y también

algunas armas y, al pasar por Patía, salen unos patianos, dan muerte a los

comerciantes y se apoderan de la plata, con ella juntan gente, avisan a los

pastuzos y se unen para sorprender la guarnición de caleños; logran su intento

y hacen prisioneros los cuatrocientos hombres con su comandante Caicedo,

sobrino del Obispo de Quito, que se nombraba Presidente de Popayán. Lo

sueltan al fin bajo palabra de honor y en el camino se encuentra y se une con

Macaulay anglo americano, (29v) que venía mandando mil y cien hombres

con fusiles todos y diestros en dispararlos y con algunos cañones. Llegan a

las cercanías de la ciudad de San Juan a Pasto, les intiman la rendición y de

no hacerlo en dos horas, serían pasados a cuchillo todos sus moradores, éstos

menos en número que los contrarios, con pocas armas y menos municiones,

salen doscientos y les toman la espalda al enemigo, el resto acontece por el

frente, y en poco tiempo los rinden a discreción, siendo las heroínas mujeres

partícipes de esta gloria militar. Asegúranlos en prisión y mueren muchos

de una epidemia espantosa. En otra, amigo, mío continuaré. Dios guíe a U.

muchos años.

Amigo mío. Forman en Quito nuevo gobierno con nombre de Congreso

Supremo Nacional y nombran de Presidente al Rdo. Obispo Dr. Dn. José

Cuero y Caicedo; de Vice Presidente a Dn. Juan Pío Montúfar Marqués de

Selva Alegre, a quien con la caída de su partido y la preponderancia del de los

Sánchez, entró a suceder Valdivieso.

La Regencia de los cinco en España aprueba la instalación de la

Junta Suprema Gubernamental (29r) nativa de Quito. Conocen la debilidad

del gobierno español y lo insultan inmediatamente, declarando y jurando la

independencia de España, como ya lo había ejecutado Caracas, Cartagena,

Santa Fé y todo el Reino. Excúsanse tres o cuatro vocales a firmar el acta de

independencia, y el Cabildo Eclesiástico, compuesto de seis o siete, se resiste

abiertamente. Representa al Obispo el exceso de su diputado en el Congreso

el canónigo magistral Rodríguez de Soto, quien, no satisfecho con firmar y

asentir voluntariamente por su parte, compromete al Cabildo en semejante

atentado.

Es desatendida por primera y segunda vez esta manifestación y

quedan todos envueltos en el mismo plan general de la insurgencia.

Todo se desprecia y sólo tratan de buscar arbitrios de invadir y de

defensa. Quitan la vida inicuamente al Oidor Fuertes y a Vergara Administrador

de correos, quienes refugiados en las montañas de Papallacta, sólo pensaban

en libertar sus vidas internándose en Mainas. Tráenlos con engaño a Quito

y son al punto asesinados y arrastrados los cadáveres por las calles con la

mayor barbarie por la multitud que de antemano habían dispuesto para esto.

CARTA 18

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(29r) Asaltan otro día los facciosos el convento de la Recolección de

la Merced y los mismos frailes facilitan la entrega del Presidente Conde Ruiz

de Castilla quien recibió el pago merecido a su condescendencia, dándole los

rebeldes por las calles hasta la Plaza Mayor tantos palos y heridas que falleció

en el cuartel en un calabozo donde lo encerraron a los tres días.

En el mismo tiempo sacan del convento de Santa Clara a Da. Teresa

Calisto y Borja, donde estaba presa y entregada por las mismas monjas al

populacho es arrastrada por las calles hasta la Plaza Mayor, donde intentan

hacerla menudos pedazos, pero al fin algunos menos inhumanos pudieron

libertarle la vida encerrándola en el calabozo del cuartel, donde sufrió cinco

meses todos cuantos males caben en la imaginación y hasta ser espectadora

del aparato que formaron los rebeldes para pasar por las armas en el patio

de aquel edificio a su padre el Regidor Dn. Pedro Calisto y Muñoz, a su hijo

Dn. Nicolás Calisto y Borja y a Dn. Pedro Pérez Muñoz, marido de dicha Da.

Teresa. Verificose a las diez y cuarto de la noche 29 de octubre de 1812.

En los dos primeros, libertándose el tercero milagrosamente. Pasándola

provisionalmente presa al convento de la Concepción para mandarla después

a que muriera con su esposo en un castillo de Bocachica de Cartagena de

Indias.

(30r) Las tropas del Rey, venciendo y dispersando a la de los traidores

en el pueblo de Mocha, avanzaron a Latacunga, donde permanecieron tres

meses en una total inacción, pretextando el jefe de ellas, Montes, que no

había bizcocho y que era preciso, lo trajeran de Guayaquil a causa del recelo

que tuvo de ser envenenado, porque en la hacienda de Sn. José encontraron

comestibles y bebidas dispuestas con disimulo para que las tropas del Rey

tragaran el tóxico.

Lo cierto es que la detención de tres meses a solas dos jornadas de

Quito y en un país bien frío y destemplado, causó una deserción muy grande

en el ejército y sirvió para alentar los ánimos abatidos de los insurgentes,

quienes no pensando más que en huir y esconderse, tuvieron tiempo de

volver en sí, reanimando sus amortiguadas esperanzas y trataron de hacer la

más vigorosa y tenaz defensa, atribuyendo a debilidad y a miedo la falta de

haberlos acometido.

Echaron el resto de todo su poder. Juntaron como quince mil hombres

de todas clases y colores, hicieron zanjas y cortaduras muy profundas en los

caminos, formaron trincheras en las calles, agujeros en las casas para disparar

desde ellas, coronaron de cañones el cerro del Panecillo que dominaba la

ciudad, que si lo hubieran sabido defender, era (31v) inconquistable. Fundieron

cañones con las campanas de las iglesias, hicieron pólvora y balas hasta con

las pesas del reloj de la torre, que eran de plomo, idearon y dispararon cohetes

llenos de púas y alfileres envenenados y, en fin, no perdonaron medios ni

arbitrios para hacerse temibles y respetables.

A los Calistos pasan por las armas ocho días antes de entrar las

tropas del Rey y el día antes a un soldado Cadena, realista que desertó de los

insurgentes por no oponerse a las tropas de S.M. Y si tardan ocho días más en

verificar el ataque, iban a degollar ciento sesenta personas, entre hombres y

mujeres, reputados realistas, que estuvieron sus nombres apuntados en una

lista.

Pero esto no hubiera sido tanto como si la detención es algo más

larga, como de nueve días, en el cual tiempo los dos partidos del indio Capa

Redonda y el del indio Tabango, este de oficio carnicero y aquél zapatero,

se hubieran convenido en cual de los dos había de ser Rey. Uno y otro indio

tenían decretado el total exterminio de todos los blancos. Acometen al fin

intrepidamente las tropas del Rey el cerro del Panecillo, huyen cobardemente

los insurgentes, aunque no dejaron de hacer bastante fuego que hicieron

y mataron varios oficiales y soldados. Entran en Quito gloriosamente y se

encuentran la ciudad escueta y vacias las tiendas (31r) por haberse llevado

la noche antes cuanto pudieron hasta las monjas de los dos conventos de

Carmelitas y de Santa Clara huyeron persuadidas por el Obispo y sus Capellanes

de que la tropa del Rey las ajaría y quitaría su virginidad. No se fueron las de

la Concepción y de Santa Catalina, porque había monjas realistas entre ellas.

Huyen a la villa de Ibarra los rebeldes y no se les persigue prontamente.

Vuélvense a juntar y fortificar, y cuando el Comandante Dn. Juan Saamano va

con trescientos ochenta hombres a perseguirlos los encuentra dispuestos a

resistir. Deja en Otavalo nueve enfermos y los matan a palos despiadadamente.

Llega al pueblo de San Antonio a esperar la rendición de las armas que ofrecen

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hacer los insurgentes con los juramentos más solemnes, pero en vez de

cumplir su palabra acometen repentinamente al dicho Saamano reforzando

con ciento ochenta hombres que mandó Montes de Quito con mil soldados

de caballería bien montados y mil fusileros diestros al mismo tiempo que con

doce cañones, rodeándolos por los dos costados y por detrás más de seis mil

entre indios y mestizos, para si alguno escapaba darle al punto la muerte, al

mismo tiempo que aturdirlos con los desaforados gritos que les daban.

Resueltos los insurgentes (32v) a vencer o morir, hicieron sus últimos

esfuerzos. La ventaja que les proporcionaba el sitio, las superiores armas

que tenían y los refuerzos que continuamente les llegaban de la villa de

Ibarra, distante sólo media legua los tenía en tal disposición que alegremente

cantaban la victoria y para celebrar este triunfo tenían destinado a Don Pedro

Pérez Muñoz, a la sazón preso en aquella villa, para cortarle la cabeza en la

plaza.

Duró casi todo el día el combate, apuradas ya las municiones a las

tropas del Rey con muchos muertos y más número de heridos, se hallaban en

el último extremo. En este estado coge un soldado limeño un cajón de pólvora

a los enemigos y con la abundancia de balas que recogieron del suelo en la

plaza del pueblo de San Antonio, donde estaba Saamano con los suyos, sin

dar muestras de cobardía, hicieron bastantes cartuchos, echando mano de un

misal de la iglesia para papel de ellos. Deshechos enteramente los insurgentes

dejaron en el campo con la noche más de doscientos heridos y cien muertos,

con los cañones y muchos fusiles. Desértanse todos los oficiales insurgentes y

aquella noche misma hace el comandante de ellos, Calderón, una promoción

de sargentos primeros a capitanes y así respectivamente. Lucieron éstos las

charreteras un (32r) día y al siguiente entró en dicha villa Dn. Juan Saamano

con su tropa, que cogiendo al comandante Calderón, lo pasaron por las armas,

según ordenanza militar por la espalda; y lo mismo con otro comandante, que

también cogieron después, Aguilera; y por último el comandante de caballería,

que era un francés panadero de oficio en Guayaquil, fue ahorcado. Estos solos

castigos hubo, pues aunque ya en la capilla puestos algunos, llegaba el perdón

del Presidente Montes de Quito por alguna cantidad de dinero que daban.

Dios guíe a U. muchos años.

Amigo mío. Antes de seguir la compendiosa narración de estas guerras

y estos encuentros me parece conveniente imponer a U. también con

el mismo método de las causas concomitantes que han ayudado mucho a la

rebelión.

Ya habló de las remotas y próximas de las generales y particulares de

las físicas, políticas y morales, ahora de las concomitantes.

Primero: los hijos sacrílegos, espúreos y naturales, son en tan gran

número, que si no es la tercera parte, no bajan de la cuarta de la (33v) población

de las Américas. Estos habitantes deseosos de confundir la nota que tienen de

infamia, están siempre prontos a seguir cualesquiera gobierno donde no se

les excluya de honores y empleos y se ha visto que han obtenido capitanías y

todos cargos entre los insurgentes, siendo también los principales caudillos de

la rebelión, hombres de la misma clase. Por ejemplo en Quito, el Marqués de

Selva Alegre y su hermano D. Pedro Montúfar, hijos espúreos de un Presidente

Montúfar que hubo casado en Arequipa y viviendo aún aquella legítima mujer,

tuvo en ilícito comercio estos dos hijos en Quito en una señora Larrea. Se

ventiló en contradictorio juicio y la Real Audiencia lo declaró suficientemente

probado. D. Carlos Montúfar hijo de dicho Marqués, también es tenido por

espúreo, pues estando ausente en Lima el citado Selva Alegre, dio a luz su

mujer a su regreso tardío al niño Carlos, asi llamado hasta el día en aquella

ciudad y hubo una grande desavenencia en el matrimonio. Es público y notorio

que el padre del niño Carlos fue Carrasco, último Corregidor que hubo (33r)

CARTA 19

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en Quito, quien entregó cuatro mil pesos al Dr. Aguilar para que diera a este

niño luego que llegase a ser de edad suficiente, lo que cumplió dicho Aguilar

cuando el Carlitos fue llevado a Europa por el Barón Humboldt.

Segunda haber puesto a mandar hombres ancianos que por su edad

ya no tenían aquella energía y aptitud física que era indispensable en tan

críticas circunstancias y especialmente buscados y puestos por el anterior

gobierno adictos a todo su sistema como por ejemplo el Conde de Ruiz de

Castilla que decía que mucho debía a Fernando Séptimo pero más a su padre.

Aplique Vm. el caso.

Tercera: las mismas cortes nombradas extraordinarias, abrigaban

en su seno muchos insurgentes que, al paso que entorpecían las verdaderas

comunicaciones, negaban auxilios y todo género de socorro. Servían de

agentes de la misma insurrección. Cartas, anónimos impresos contra el Rey y

la nación española, eran los arbitrios que únicamente remitían con abundancia

y frecuencia.

Un Mejía, por ejemplo, (34v) hombre espúreo de nacimiento, quiteño

engreído y soberbio por la mucha memoria que le prestó la naturaleza, al

mismo tiempo que desvanecía con sus sofismas y falsedades las ciertas

noticias que iban de su país, procuraba que se mandase a gobernar como lo

consiguió a quien dejase indemnes a los que él había alentado en la traición

con papeles y falsas noticias. Contribuyendo mucho a la igualdad de los

indios porque estaba casado con la india Manuela Espejo, hermana de los

dos Espejos tan insurgentes, el médico que murió y el clérigo que aún vive.

Cuarta: hallarse empleados americanos que aunque parecen buenos,

cuando llega a tratarse de independencia dejan de serlo. V.gr. el Obispo de

Panamá, el de Quito y Narváez teniente general en Cartagena de Indias y

otros varios que han llenado su antojo y sus deseos.

Con estos motivos que han acompañado a la rebelión, no extrañará a

V.M se hiciera general en poco tiempo.

No hablaré a V.M del (34r) Reino de México, tan rico y floreciente que

era, donde reducido todo al saqueo, al incendio y devastación, no se halla más

que horror y confusión. Una infinidad de cabecillas, muchos de ellos curas de

los pueblos, como Morelos, Hidalgo, etc., se han disputado la primacía en el

mando y entre ellos mismos se han destruido, siguiendo el plan único de su

ambición. Los héroes Calleja, Venegas, Cruz, y otros muchos patriotas han

cumplido su deber con los realistas que les han acompañado y servido. Ya se

han visto obligados a no dar cuartel ni perdonar la vida a sus enemigos que,

reducidos a partidas de ladrones y bandidos, no se contentan con robar sino

matar absolutamente a todos cuantos cogen, haciéndoles experimentar los

más crueles y dolorosos tormentos, colgados de los pies, les van arrancando

a pedazos todos sus miembros. A unos entregan a las llamas, a otros dejan a

las aves, completando su inaudita barbarie con dar parte al Virrey de lo que

han hecho.

(35v) Puede que llegando Venegas con las tropas que se anuncian de

la Península, ponga fin a tanto escándalo de la naturaleza.

En el Perú, La Paz, la ciudad de la Paz, se adelantó a Quito ocho días,

por equivocación en la ejecución del plan de rebelión en 1809. Manda el

Virrey de Lima Abascal tropas contra ella al comando de Goyeneche, aunque

le resisten, entra triunfante. Hace algún castigo y créese ya apaciguado el

alzamiento. Despliega las banderas rebeldes Buenos Aires y suenan los ecos

de la sedición hasta Lima y da un aliento muy poderoso a toda la América en

general.

Dobla Abascal sus cuidados y fatigas. Crea el regimiento de la

Concordia. Desaloja Goyeneche las huestes enemigas, las hace internar en

sus antiguos territorios y cuando parecía que la victoria decidía a favor de

la justicia, entrega Tristán, primo de Goyeneche, la vanguardia del ejército

a los insurgentes con una infame capitulación. (35r) Retrocede Goyeneche y

adelantándose las tropas enemigas, cuentan con apoderarse de Lima, fiados,

no tanto en sus fuerzas, como en los muchos partidarios que en todas las

poblaciones tienen. Abascal entrega el mando del ejército a Pezuela y dale un

corto socorro que pudo; triunfa gloriosamente de los contrarios; ocupa el Alto

Perú y trata de decidir la suerte de Buenos Aires.

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- 114 - - 115 -

Chile ardiendo en partidos vence el de los Carreras, pretenden

subyugar toda la provincia. Pónese en contrarevolución Valdivia y sigue esta

a Concepción. Triunfa Pareja de los de Santiago y falleciendo naturalmente,

toma el mando de las tropas Reales Sánchez; defiéndese valerosamente de los

traidores y los vence en distintas ocasiones. Pide socorros a Lima y el Virrey

manda a Gainza con algunas tropas y dinero. Este capitula afrentosamente

con los traidores que con este acaecimiento se ensoberbecen (36v) y se

hacen insufribles. Llega oportunamente el regimiento de Talavera, de España

a Lima. Dirige Abascal sus desvelos contra Chile; dispuso la ida de Osorio

con seiscientos soldados de Talavera. Llega, vence y destruye en Rancagua

al porfiado enemigo. Entra en Santiago, arregla las cosas, destierra a islas de

Juan Fernández a muchos caudillos, sosiega la provincia y manda tropas en

auxilio de Pezuela.

Descubre el Cuzco su veneno. El traidor Pomacagua se rebela, toma,

saquea y acaba con la ciudad de la Paz. Publica el bárbaro y cruel decreto

de quitar la vida a todo el que tenga la cara blanca; y pasa a la de Arequipa

llamado de varios de sus vecinos. Prende al intendente Moscoso, Picoaga y

a Valle y amenazan a Lima las bandadas de indios e insurgentes armados.

Destaca Pezuela mil quinientos hombres de su ejército. Recorre con ellos

Ramírez, la Paz, llega a Arequipa, manifiestan fidelidad sus moradores y

proclaman a Fernando Séptimo recientemente repuesto en (36r) su trono.

Al mismo tiempo manda Abascal a González Teniente Coronel de Talavera

con doscientos hombres de este regimiento y algunos milicianos y llega a

Guamanga, destruye a los indios, marcha Ramírez al Cuzco. Derrota a

Pomacagua, mándalo a ajusticiar en el mismo sitio donde había ahorcado este

rebelde al inmortal Picoaga y a Moscoso, librándose Valle maravillosamente.

Tranquilizado el Cuzco con la muerte de los cabecillas, sigue Ramírez a unirse

otra vez con Pezuela que acometido por los costados y por el frente, tuvo que

retroceder y esperar esta reunión y las tropas de Chile que le llegan para poder

rechazar de nuevo a los de Buenos Aires. Sigue González de Guamanga al

Cuzco y el Virrey no descansa ni un momento.

Dios guíe a U. muchos años.

Amigo mío. Destrozados en el pueblo de San Antonio, junto a la villa de

Ibarra, los quiteños por los soldados de Lima, Cuenca y (37v) Guayaquil al

mando de Dn. Juan Sámano, se dispersaron las reliquias de sus tropas y fueron

a inficionar las cuadrillas de negros de las minas de la costa de Esmeraldas

talando y destrozando cuanto encontraron en el camino, principalmente

los bienes que eran de Realistas como v.gr., los míos pues pasando por la

hacienda de Cachiaco, montaña de Malbucho, me la quemaron, abalean las

vacas y dieron la libertad a los negros esclavos y lo mismo verificaron en la

mina de San Antonio de Cachaví, donde se hicieron fuertes y se mantuvieron

perjudicando toda aquella tierra, hasta que la tropa de Panamá al mando de

Fábrega, subió el río Santiago y los venció en el sitio llamado la Porquera,

haciendo prisionero al caudillo Peña, quien con su mujer la Canobas, tan

insurgente como él, fueron pasados por las armas en Tumaco. Varios fueron

presos en la montaña y se hallaron otros muertos de necesidad, entre ellos

dos frailes.

Determínase por el presidente (37r) Montes continuar la conquista de

Popayán. Marcha Saamano con sus tropas, llega a Pasto y aquellos fidelísimos

habitantes se unen con ellas, pasan por las armas al Presidente Caicedo

insurgente y a Macaulay, Comandante de los rebeldes y a otros oficiales

caleños, siendo perdonados muchos más por empeño de la gobernadora mujer

de Tacón, que por orden del Presidente Montes, fueron conducidos a Quito

y puestos en libertad, volvieron a sus tierras de Cali y Buga y empezaron a

reclamar gente de nuevo con el mayor acaloramiento contra las armas del Rey.

Continúa Saamano su marcha y rinde a Popayán, pasan sus tropas victoriosas

a Cali y Buga y a todo el valle de Cauca, forma emboscadas a los enemigos en

CARTA 20

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- 116 - - 117 -

las montañuelas que hay al tránsito para Neiva y Santa Fé, tiene que retirarse

Saamano, después de haberlos escarmentado. Mandan los santafereños

refuerzo contra Saamano y este pide auxilio a Montes Presidente de Quito, no

sólo envía y hay un choque en el que muere Asín, (38v) segundo de Saamano.

Tiene éste que retirarse precipitadamente a Pasto, asegurando varios puntos

importantes como los de Patía y Juanambú. Engruésanse los de Cali, Buga,

Santa Fé con los de Popayán y toman los puntos que Saamano fortificó.

Manda el Presidente Montes retirar a Saamano y a su regreso le interceptan

en la provincia de los Pastos aquellos insurgentes que se volvieron a rebelar.

Róbanle su equipaje y lo meten en un monte, puede escapar rodando a un

río y llega a la villa de Ibarra Aymerich, Gobernador de Cuenca, va a Pasto de

orden de Montes con las tropas de Cuenca. Llegan los santafereños y demás

aliados a las inmediaciones de Pasto a las órdenes de Nariño, Presidente de

Santa Fé, retírase Aymerich con su gente, no contemplando ser capaz de

defenderse en dicha ciudad. Van a entrar en ella los enemigos y ochenta

soldados que únicamente aparecieron al toque de la generala, alentados por

Cucalón, empiezan a hacer fuego. Las mujeres gritan y animan a los hombres,

toman varoniles los fusiles, hacen fuego, invocan a (38r) María Santísima de

la Merced. La ponen en la plaza y héla aquí que el ejército de cuatro mil

hombres del general Nariño es derrotado completamente. Muchos fueron los

muertos, muchos más los heridos y quedó prisionero el mismo Nariño con

otros muchos oficiales y soldados. Fueron pasados algunos por las armas y

los demás conducidos a Quito, donde los han destinado a varios parajes sin

seguridad de los que se han ido y vuelto a sus tierras a renovar sus anteriores

diligencias.

Nariño permanece en Pasto y los pastusos no lo han querido entregar

al Presidente Montes, contestándole que lo ha de poner en libertad como ha

hecho con todos los demás porque le han dado alguna plata y ha de volver

otra vez contra ellos, como la experiencia ha manifestado de los demás. Que

han dado cuenta al Rey.

En este estado indispónese Montes con Aymerich, le manda retirarse

a Cuenca su gobierno con orden de que no entre en Quito figurando que

habría novedad en el pueblo con su vista y por dar gusto a los alzados hizo

esto Montes y nombró en su lugar a Vidarrasaga para que vaya de gobernador

a Popayán, solicitando este arbitrio por Mosquera Alcalde ordinario de aquella

ciudad, quien manifestando arrepentimiento de su insurgencia quiere dar

prueba de fidelidad. Destierra Montes a varios rebeldes de Quito, algún otro

a Puerto Rico, a Chagre y dos a Manila; a otros más los remite sin escolta a

los pueblos contiguos al mismo Quito. No advierte que esto causa mayor mal,

pues siendo estos mismos pueblos infestados de los propios sentimientos de

alzamientos, los han mirado en ellos como héroes y caudillos de su libertad y

son como misioneros de la rebelión e insurgencia. Remite a Carlos Montúfar

a Guayaquil con buena recomendación y de allí es llevado a Panamá, de

donde lo dejan ir y resulta nuevamente en el Reino de Santa Fé, haciendo

gente contra Popayán y con sus reglas de perfidia y arte seductor, mantiene

los ánimos generalmente de todos (39r) en el mismo modo de pensar que

han manifestado y sostenido. Toma el Presidente Montes el sistema de

contemporizar con los rebeldes y deja libres a los mayores delincuentes. Su

temor y cobardía le hacen tratarlos con las más grandes demostraciones de

confianza y riéndose ellos de su falsedad, sólo esperan, manifestándole la

más extraña sumisión, el que se les acerque algún socorro para degollarlo y

quemarlo como a los pocos realistas que han quedado en Quito y su provincia,

bien notados por los insurgentes y despreciados abiertamente por el mismo

Presidente Montes, habiéndose ausentado los más, huyendo de la injusticia y

abominación.

Llegan noticias de que manda el Rey tropas de España y que vienen

grandes expediciones a Veracruz, Montevideo y alguna parte a Lima. Sujétase

intermitentemente a este virreinato las Presidencias de Chile, Quito y otras.

Temen y tiemblan los alzados y los realistas se regocijan.

Se pasan cuatro (40v) meses sin volver a tener correo de la Península

y tienen tiempo los rebeldes de maquinar y forjar noticias que favorecen y

alimentan sus ideas y figurándose a España envuelta de nuevo en una guerra

civil e incapaz de mandar tales expediciones. Redoblan sus diligencias,

imprimen gacetas en Jamaica que inquietan y perturban el sosiego general y

el reposo que los realistas comenzaban a disfrutar. En este estado de cosas

nos hallamos en el día amigo mío, esperando como el Santo advenimiento un

correo marítimo. Entretanto quedo rogando a Dios guarde a Usted muchos

años.

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- 119 -

Amigo mío. Hablar a usted singularmente de los acaecimientos que han

sucedido en todas las ciudades y provincias sería asunto interminable y

un buen historiador se verá muy apurado para hacerla por la multitud de ellos,

lo complicado que han sido y casi a un mismo tiempo ejecutados.

Santa Fé de Bogotá, (40r) capital del Virreinato de Tierra Firme

o Nuevo Reino de granada abrigaba hasta el día la Junta o Congreso del

Cundinamarca, recordando el tiempo de su gentilidad, los habitantes con este

nombre, como los de Cartagena de Indias con el de Calamari. Las inquietudes,

intrigas, trastornos y crueldades son con poca diferencia las mismas en

especie. Desavenidos entre sí los pueblos, queriéndose dominar unos a otros,

que en cada uno de ellos se estableciera el centro de unidad de gobierno

según llaman.

Ha habido entre ellos disputas y encuentros sangrientos como las de

Nariño y Baraya y por último convenidos únicamente en ser independientes

de España y de la Iglesia, han figurado otro nuevo gobierno en la provincia

de Socorro, Tunja, paraje de la reunión. Acuñando moneda en Santa Fe, han

puesto la figura de un indio a un lado y al otro una granada, manifestando con

ésto querer ser mas bien indios gentiles que españoles católicos. Trataron de

seducir al principio a los ignorantes con los pomposos nombres de fidelidad al

Rey, a la Patria y a la Religión de sus mayores. Conseguido su fin de mezclar

a todos, comenzó la (41v) persecución a la religión, desalojando los templos,

cercenando el culto y predicando abiertamente contra lo más sagrado,

CARTA 21

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- 120 - - 121 -

hasta contra la misma deidad. La tolerancia reina y los ministros del Señor

se han convertido en fieles satélites. Satanás desterrando, persiguiendo y

aún quitando la vida a los más piadosos y justos. Quito, Popayán, Santa Fé,

Cartagena, Caracas, Buenos Aires, Chile y casi todas ambas Américas son

monumentos irrefragables de esta verdad tan lastimosa. Los fieles europeos

han sido destruidos, confiscados sus bienes y muertos los que no han podido

emigrar, y los pérfidos cobardes han hecho causa común con los malvados

asegurando precariamente su existencia.

No han perdonado al fiel patriota y al criollo ilustrado, pues víctimas

del furor de sus paisanos, han perecido igualmente en los cadalsos y en las

hogueras. En todas partes se han visto los mayores horrores, pero en Caracas

¡ah! Señor: Caracas, la provincia de Venezuela, ha sido cubierta de luto

enteramente, sin perdonar al laborioso isleño, a los padres europeos (41r)

y hasta los moribundos enfermos fueron amarrados con sogas contra unas

tablas y arrojados furiosamente a las violentas llamas. !Oh humanidad tan

celebrada y tan ponderada de estos novatones e impíos!

Reconquistada Caracas dos veces por Monteverde y Bobes,

desaparecieron los Mirandas y Bolívares y otros tan crueles como los tigres

del centro de África.

La falta de socorro de la Península no ha dado lugar a tener ya

sujeto todo el Reino y la falsa piedad y la confianza española mantienen

aún lo conquistado pendiente del todo al aire de una mínima ocasión. Ya

estuvo Quito dispuesto al acercarse Nariño a Pasto para levantarse de nuevo,

asesinar la guarnición, a los fieles realistas y al mismo Presidente Montes que

los protege. Tenían armas ocultas y las tienen, pólvora y balas. Varios pueblos

de su distrito se empezaron a conmover y en Ambato hasta hicieron fuego a

un piquete de tropas del Rey, que allí se mantiene.

Buenos Aires (42v) resuelta parecer según sus proclamas, ha alarmado

enteramente todo su distrito, renovando sus órdenes sanguinarias contra

cualesquiera que no tome las armas de quince hasta cincuenta años.

Montevideo, defendido tan vigorosamente por Bigodet, fue al fin

presa del porfiado porteño y ahora conquista de Artigas que, disidiendo de sus

máximas, se les ha opuesto para vengar el agravio de haberlo sentenciado a

muerte sus partidarios de Buenos Aires, en premio de los muchos servicios

que les hizo.

Cartagena bloqueada por Bolívar está experimentando el

agradecimiento de aquel insurgente que halló auxilio, cuando derrotado por

Bobes, entró en aquella plaza.

La llegada de las expediciones que se han anunciado de España,

terminarán esta tan espantosa contienda y si no voy a manifestar a V.M el

juicio que he formado acerca de su éxito y terminación.

Dios guarde a usted muchos años. (42r)

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- 123 -

Amigo mío. Ya he manifestado a usted en una anterior, las castas de gentes

que pueblan este Nuevo Mundo, sus inclinaciones, sus fisonomías,

sus colores y últimamente la aversión y odio que está como radicalmente

cimentado entre ellas.

El negro, enemigo del blanco, el indio del negro y del blanco y las

demás clases de mulatos, zambos, mestizos, etc. guardan regla de proporción

del partido que les acomoda a sus inclinaciones y a sus deseos. El blanco criollo

exterminaría de una vez a sus padres europeos, valiéndose de las castas para

esto como hemos visto. Quedando sólo el criollo, sería exterminado por los

indios y mestizos en países internos y fríos. Téngase presente lo de Quito y el

decreto de Pomacagua de quitar la vida a todo el de cara blanca, sin distinción

de clase y sexo y en los calientes y costas, por los negros y mulatos que son

los que abundan. Verificado esto los indios consumirían a los mestizos y los

negros a los zambos y mulatos como está experimentándose en la isla de

Santo Domingo, pasando después estas tierras a ser colonias extranjeras.

Paréceme muy al caso recordar a U. aquella ley de los romanos que

mandaba a castigar al parricida, metiéndolo en una cuba, vivo con un perro,

un gato, un mono, un gallo y una culebra y que arrojándola al Tíber, fuese

despedazado por aquellos tan diferentes, inmundos y contrarios animales.

En España, hasta en nuestros días se hace la ceremonia de echar en una

cuba al parricida después de muerto y pintando en ella los anteriores referidos

animales.

Dios guarde a Usted muchos años.

CARTA 22

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- 125 -

Amigo mío. He referido a usted en las cartas anteriores, las causas

próximas y remotas, físicas, políticas y morales que han concurrido

parcialmente a la sublevación de las Américas. He (43r) hablado también de

las causas concomitantes que se han encontrado al comenzar los alborotos

y han servido a soplar el fuego de la rebelión. También he significado los

agentes externos e internos que han activado y causado el desorden. Réstame

el hablar de los ingleses, que llevados de su ambición e insaciable codicia, han

animado, han mantenido y alimentado a los rebeldes vendiéndoles armas

y municiones y mostrándoles un semblante de protectores para el caso de

no poder conseguir cabalmente sus ideas. Se han llevado cuantos intereses

hubo en ambas Américas y han arrastrado cuantas riquezas de plata y oro se

habían podido reservar y guardar en mucho tiempo.

En las octavas que pongo a continuación de esta carta discernirá

usted dos géneros de agentes y a veces uno mismo con dos comisiones como

v. gr. Montúfar por una parte enviado regio con comisión de Bonaparte por

un lado y por el otro de los Jacobinos quienes han logrado crezca en Quito y

en el Reino el número de sus secuaces y de ver establecida la bella unión en

el mismo Quito a poco (44v) de instalar dicho Carlos Montúfar su gobierno.

También servirán dichos versos para que tenga usted una recopilación algo

particular de lo acaecido en este Reino de Tierra Firme que con más prontitud

y en un golpe de vista saber los principales acaecimientos que son los que

más he palpado y por tanto refiere con más individualidad y también por

haber emanado de ellos la rebelión general de las Américas.

CARTA 23

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1ª Sale la aurora, anuncio feliz

de que el mundo tiene cómo subsistir;

es noticia cierta, el mortal dichoso

de que el criador, quiere tu reposo;

por tanto preven dignas albanzas,

para con amor puedas publicarlas;

las negras tinieblas, ya se disiparon

y en sus calabozos, las han encerrado.

2ª Ya Fernando vino a España su Reino!

donde se encontró; que caos, que infierno!

las aves nocturnas fueron trabajando

los planes malignos para destronarlo;

pero todo ha sido un trabajo vano,

como le acontece a el escarabajo, (44r)

o al ratón goloso que incauto se mete,

royendo los dulces, con amargo muere;

3ª Un sistema oculto, a todos preparan

para que en saliendo nos diera en cara,

también el cuerpo. Potencias del alma

porque contra todo, flechas se disparan:

este club secreto, agentes mandaba

para sostener con arte y maña

los impíos dogmas que quieren meter

y que todos se formen de su parecer.

4ª Esto es más antiguo; la Francia enseñó

cuando a su Rey Luis, lo guillotinó,

entonces formaron su constitución,

que en España ha dado, segunda lección:

mas como en ella no han sino teorías

es preciso tratarla como las manías

de unos locos que quieren todo reformar

destrozándolo todo, menos el hablar.

5ª Hechos los Licurgos, quieren reformar

tratos, culto, comercio y modo de andar;

pero todo ha sido mucho trastear

proyectos al aire, todo vanidad:

lucir sus talentos es el fuerte de ellos,

(45v) y han logrado al fin lo que los cangrejos,

porque todos han visto son imitados

los discursos leídos o recitados.

6ª Hacen su partido de gente ignorante

de inculta, malvada y de tunante

estos los celebran, gritan al instante

que viva, que viva mi Representante:

con estos alientos vanos presumían

que la España toda pronta prestaría

su ascenso corriente al sistema tal

que si se establece a Dios Majestad.

7ª La divina y humana quieren desterrar

con pretexto que el hombre goce libertad

este nombre pomposo (...)

con el otro alagüeña de la igualdad;

los indios lampiños, luego al punto son

caballeros ilustres, pero sin honor,

porque éste se adquiere, también se hereda.

8ª Con estas prerrogativas, bultos aumentando

el partido y sus fuerzas va gruesando

al parecer lograrían industriosos

oponer baterías diversas con embozos

(45r) al Rey, al Estado, Religión Santa,

pero a esta, el abismo no le espanta:

pues Jesu-Cristo divino y generoso,

le ofreció, el sacarla con reposo.

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9ª Al tirano común, casi de la Europa

le parece que es, parte muy corta,

para saciar su ambición desmesurada,

a la América extiende una mirada;

el le ofrece su amparo y su patrocinio,

a fin de prepararla bien a su designio;

por segundas manos da a los comisarios,

instrucciones muy propias para lograrlo.

10ª Vinieron muchos de éstos, embozados

con pretexto de ser regios enviados;

una cosa, que sonaba comisión

les puso en las manos, la ocasión,

de ejercitar su arte de intrigantes

de traidores, impíos y farsantes

a este Reino, por desgracia, Oh le mandaron

a Montúfar; Villavicencio, primo hermano.

11ª En Cádiz se embarcaron con presteza,

a Caracas arriban con ligereza,

tratan con Madariaga Canónigo Chileno,

(46v) y le manifiestan todo su veneno;

dáles onzas de oro, de gratificación,

y queda observando, sólo la ocasión

para dar el golpe que lograron

día Jueves Santo, que esperaron.

12ª Siguen pues los dos por mar a Cartagena

dónde se representó igual escena

el anciano Narváez aturdido,

puso un buen papel, llamando hijos

a los del Reino de Santa Fé,

porque a los dos creyó de buena o mala fé

diciendo, no solo la España está abatida,

sino que afirmaba estar perdida.

13ª Siguen los Primos a la capital,

donde los recibe, el Virrey Amar,

mandóles el coche, para que entraran

y gran comitiva, toda de gala:

leyó los papeles y pronto impuesto,

dejólos obrar, a todo su contento:

a Montúfar dio para que leyera

un aviso secreto que contra él era.

14ª Dn. Carlos Montúfar siguió a Popayán,

en donde instaló la Junta Central;

pasa luego a Quito, su Patria querida,

donde completó su misión divina,

(46r) así la llamaron aquellos impíos

para verse ahora con catarro y fríos;

aquí ya explanó todo su sistema;

porque en el camino todo fue emblema.

15ª El Presidente Castilla luego al punto,

le entregó su poder y cual difunto,

se quedó esperando en su maldad

lo que sucedió al sordo Amar,

tan traidor el uno como el otro,

sin honor, ni conciencia y bien pronto

perdieron de una vez, todo este Reino,

y el Virrey su descanso, el otro el Cuero.

16ª Hablar de Quito nunca acabaría,

pues en ella existe la grande Compañía

de Francmasones, que creó el Barón Umbol

que fue el enviado para esta misión,

de tanto tiempo, tan anticipada,

y de tantos años, también maquinada

por los jacobinos, seductores generales,

que han logrado en esta buenos oficiales.

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17ª La ciudad de Pasto, fiel deveras

siempre se opuso, cual barrera,

a los iniquos y viles procederes, (47v)

contrarrestando sola todos los poderes

de Santa Fé, Cali, Popayán y Quito,

sin dársele de ellas, sólo un pito;

valiente, los derrota veces diversas,

con sólo su valor y sus proezas.

18ª Guayaquil y Cuenca han sostenido

e impedido que logren su designio

los insurgentes quiteños presuntuosos

ladrones de la paz y del reposo;

sus miras dirigían a la gran Lima,

más el Virrey Abascal, les cayó encima,

gracias a éste Virrey, Gobernador sin igual,

Aymerich, Cucalón, Vasco y Pascual.

19ª El referir las cosas memorables,

y también los lances particulares,

sería no acabar en mucho tiempo,

e imposible decir con orden ésto;

pues como todo ha sido confusión,

no es factible contarlos con distinción;

por tanto, te refiero dislocados

los sucesos notables, que han pasado.

20ª En otra ocasión, amigo, escribiré

lo que resultó con tanto revolver; (47r)

no quedó cosa con cosa que no fuera

tratada con desprecio y con sordera,

costumbres, tratos, religión y sociedad,

todo se deshizo, con gran facilidad;

mal restablecido el orden, por Montes Presidente

el político edificio, en el aire está pendiente.

Aunque no pretendo parecer, ni soy poeta, he puesto a usted estos

versos para que con alguna variedad forme el concepto debido de los agentes

de la revolución. Después en otra carta daré a usted noticia de los actores y

empleados en la ciudad de Quito de donde se diseminó la discordia y rebelión:

entre tanto voy a manifestar a usted el concepto que tengo formado del

paradero de las Américas.

Dios guarde a usted muchos años.

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Amigo mío. De poeta, médico y loco, todos tenemos un poco, dice un

refrán castellano. No se si será locura mía la ocurrencia que he tenido en

calcular el término y fin en que han de parar las Américas. En la fábula que

sigue lo verá usted bien simbolizado, advirtiéndole que la Hisperia es la (48v)

España y las dos telas que se mencionan son la ignorancia y la gentilidad: lo

demás es referir lo que ha acontecido durante la revolución de España y el

pago que le han dado las Américas.

FABULACRIA CUERVOS Y TE SACARAN LOS OJOS

ESPAÑA Y LAS AMERICAS

1ª Hallóse Hisperia dos cachorros

en una selva inculta sin abrir los ojos,

envueltos en la tela secundina

que naturaleza les dió, con otra encima:

toma empeño en criarlos como a sus hijos,

logro al fin verlos robustecidos:

su leche y sangre prodigando

admiróles lúcidos, ¡Oh que engaño!

2ª Luego que de la infancia los sacó

mostraron los cachorros, su inclinación

tigres crueles los dos hijos fueron,

que pagaron a Hisperia su amor y esmero;

CARTA 24

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a ésta estando enferma y condolencias, (48r)

los cachorros negaron la obediencia,

el pan y alimento necesario,

quitándole al punto, con mezquina mano.

3ª Vuelve en sí la Hisperia de sus accidentes,

los dichos cachorros le muestran los dientes,

ella los alaga fina y amorosa,

más ellos ingratos dicen: ¡que flaqueza!

con todo queridos volved a juntaros

en mi seno puro, no tengais cuidado:

nada consiguió la madre indulgente

sólo que los dos le muerdan valientes.

Dios quiera amigo mío que esta mordedura no sea tal que la España

quede imposibilitada de poder sacarlos de por fuerza de las selvas y montes a

que su inclinación los conduce, pues estando en su centro robustos y bastante

instruidos por la misma Hisperia, no es ya tan fácil el que los vuelva ésta a

reducir a su antigua obediencia, si no toma las mayores precauciones.

Dios guíe a usted muchos años.

Amigo mío. Las enfermedades de todo (49v) cuerpo, unas son agudas y

otras son crónicas, según dicen los médicos: las primeras se curan con

remedios fuertes y violentos y las segundas con otros más suaves y lentos.

Bajo este concepto voy a proponer a usted los medicamentos físicos, políticos

y morales respectivos a las dolencias del Estado en esta parte de la Monarquía

Española, para con ellos poder remediar y reparar los gravísimos daños que

se están experimentando y poder precaver el total exterminio y la absoluta

separación que le tengo anunciada del cuerpo de la Nación.

En esta carta sólo hablaré a usted de lo físico y ejecutivo dejando para

después el tratar de los demás remedios.

Primeramente es indispensable una fuerza armada muy poderosa

que sujetando imperiosamente los exaltados humores de la rebelión puedan

separarse los miembros acancerados que inficionan el cuerpo en general. En

una palabra, debe cumplirse la Ley que manda desterrar, no sólo a los rebeldes

y traidores sino a sus hijos y familias, todas como que probablemente deben

estar imbuidas en el mismo modo de pensar que los que hacen cabeza en

ellas. Demasiadas islas hay (49r) desiertas en las Américas mismas, donde

podían poblar y cultivar los destinados a ellas. Así como hay islas de Fuego, de

Ladrones, etc., que haya otras de Insurgentes, de Traidores, etc. O si no, hay

Californias y otra inmensidad de terrenos que poder beneficiar.

No debe absolutamente dejarse uno de cuantos insurgentes han

hecho algún uso en la rebelión, sea con cargo militar o político, o bien haya

sido de los tribunos alborotadores del pueblo.

CARTA 25

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Es indispensable que los sujetos destinados a estas comisiones sean

muy rectos y no sean de aquellos que la piedad falsa los arrastra.

Con los bienes de estos mismos insurgentes, hay sobradamente para

reponer a los fieles vasallos, los que han perdido y al mismo tiempo costearles

el viaje y darles algunos utensillos en sus destinos.

Deberán premiarse con toda prontitud los méritos de los que han

padecido por la justa causa y los de los que han muerto por ella en sus

hijos o descendientes que no sean (50v) culpados. Es tanto más ejecutiva

esta disposición, cuanto porque no se ha tomado con tiempo muchos en las

segundas y terceras rebeliones, se han hecho a este partido por no perecer de

una vez o porque los rebeldes perdonados han salido mucho mejor que los

leales y fieles vasallos del Rey. Como v.gr. en Quito, el conde Ruiz de Castilla

no hizo caso de los Realistas, que cuando se repuso en su legítimo gobierno

y antes bien los despreció; y al segundo levantamiento ya no hubo la mitad

de los Realistas; y ahora que entró a gobernar el Presidente Montes, que ha

aburrido a los pocos que quedaron, ya no asomará ni hablará. Uno siquiera,

porque el hombre así como siente el castigo, se esfuerza y cumple por el

premio.

Dios guarde a Usted muchos años.

Amigo mío. Voy a tratar a Vuestra Merced en esta de los remedios morales

que me parecen necesarios no sólo para precaver levantamientos (50r)

sino para mantener en quietud y subordina ción esta parte de los dominios del

Rey. Pero antes quiero recopilar los arbitrios y medios que han empleado en la

rebelión, para que por ellos conozca VM. si los remedios son proporcionados

a desbaratar y desvanecer sus tenaces ideas y preconcepciones.

En primer lugar han abusado del púlpito y confesionario, predicando en

aquél y seduciendo en éste a los infinitos ignorantes atrayéndolos a su partido;

al principio con pretextos de defender estas tierras del poder de Bonaparte y

mantenerlas en obediencia al del Rey Fernando Séptimo: indagando en el

confesionario cuáles eran los verdaderos realistas y los acusaban los mismos

confesores. La inclinación de varios obispos Americanos a su partido y la

debilidad de otros que no contrarrestaron con la energía que debieron a los

principios. La multitud de curas, frailes y clérigos de mala y relajada vida,

a quienes halagaron con ofrecerles libertad (51v) de conciencia con los

papeles impresos en el Norte América, en Jamaica y en España mismo. De

estos eclesiásticos llegaron muchos a predicar el materialismo hasta en los

púlpitos.

Papeles sediciosos de todas clases contra el Rey, familia Real y contra

todos cuantos han tenido el mando. Al Virrey de Lima, Abascal, hasta le

fingieron que se había coronado emperador por Bonaparte en el mismo Lima;

y en Quito grabaron unas monedas de plata alusivas y representativas de este

suceso, que procuraron esparcir en el público, como en otro tiempo los herejes

hicieron contra los jesuitas. Forzaron las gentes a tomar las armas, a unos

CARTA 26

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- 138 - - 139 -

con engaños, a otros por estímulos y a otros con palos y azotes. Fundieron

cañones, hasta con las campanas de las iglesias, han acuñado moneda,

fabricado lanzas, cuchillos y aún escopetas. Usaron e inventaron cohetes

envenenados. Se han valido de todo género de impostura, calumnia y mentira

y de cuantos artificios maquiabélicos les sugerían (51r) los emisarios de

Buonaparte y de los Jacobinos, al mismo tiempo que los que les suministraba

su infatigable y dañada intención, sin olvidar cuanto los herejes discurrieron

para el logro de sus pretensiones.

El primer remedio que en la parte moral me ocurre es la división de los

obispados que, siendo tan dilatados y extensos, no pueden ser atendidos por

los Reverendos Obispos. V.gr: cercenando a Popayán desde el río de Patía por

el norte y a Quito desde el río de Mira por el Sur, quedando un Obispado para

la ciudad de Pasto, que está en el centro de estos dos ríos y por el oeste tiene

a Barbacoas y por el oriente las misiones del Putumayo, que habitualmente

están abandonadas, como lo demás del terreno dicho y contenido, porque no

se visita nunca. Serviría al mismo tiempo de premiar a la fidelísima ciudad de

San Juan de Pasto poniéndole intendente que gobierne su distrito.

En segundo lugar los (52v) Obispos deben ser hombres no sólo

instruidos y virtuosos sino también de edad proporcionada para que puedan

trabajar y de ningún modo criollos, pues acostumbrados desde niños a ver

viciados a los eclesiásticos, no les causa después novedad ni eco alguno sus

delitos. Fuera de que por alzamientos, ya sólo se acuerdan que son del mismo

país. Y así los que haya beneméritos para obtener mitras, hay muchas en

España a que poderlos destinar. Cada tres años deberán dar cuenta de la

visita, sin excusa alguna. Remitiendo copia de los padrones exactos de su

feligresía, etc, etc. Igualmente como está mandado, noticia de la conducta de

sus cleros en singular.

Debe tener una imprenta donde se impriman no sólo las cartillas

del rezo o añalejos, sino también cartas pastorales y se reimpriman algunos

libros y papeles devotos, curiosos e instructivos, siendo los mismos Obispos

los revisores además (52r) de la Inquisición.

Deberán poner un archivero general perpetuo para que cuide y se

conserve siempre el archivo intacto y completo y no lo que sucede ahora

en muchos obispados, que en una sede vacante sacan cuantos papeles

quieren y así no se encuentra despues Cédula Real alguna, ni fundaciones de

capellanías, de obras pías y demás que deben conservarse en aquella oficina,

como el libro maestro o becerro de las capellanías que es donde consta la

subsistencia del clero. Debe practicarse en cuanto a este archivo todo lo que

se hace en la Península en semejantes establecimientos.

Deben igualmente crearse los colegios seminarios según la intención

del Concilio de Trento y ponerlos al cuidado de los jesuitas (ya que está

repuesta esta religión). No tendrán entonces los Reverendos Obispos excusa

para ordenar (53v) hombres ignorantes e ineptos, dispensándoles intersticios,

ejercicios y aún las proclamas: porque entonces habrá sujetos instruidos que

poder ordenar.

Debe obligarse a los Obispos a que tengan Provisor confirmando su

nombramiento por el consejo como está prevenido para evitar en las sedes

vacantes alborotos, simonías y todo género de desorden.

Cada diez o doce años debe haber sínodo diocesano y tratar en él sólo

de los medios de arreglar las costumbres e instruir al pueblo y del arreglo del

arancel de derechos parroquiales. Esto es caso que no se señalara a cada cura

renta fija de los diezmos divididos estos entre Obispos, Canónigos y curas,

podría con ésto dotarse decentemente a los párrocos y quitarles la ocasión de

tratar y contratar con cosas espirituales y los pueblos quedarían más expeditos

para contribuir al Estado. Los curas deben hacer respectivamente los (53r)

padrones del cumplimiento de iglesia: deben predicar y enseñar la doctrina

cristiana en lengua castellana y visitar la escuela donde se enseña a leer y

escribir respondiendo a este cargo en la visita del obispo, quien especificará

en su informe general anualmente al Rey la conducta de cada Cura.

No debe haber más fiestas de iglesia que las mandadas por el gobierno

del Corpus Cristi, Purísima Concepción de María, del patrono de cada pueblo y

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la de difuntos, procurando quitar y desterrar toda superstición. Fuera de estas

funciones podrá haber alguna otra rara de verdadera devoción o de verdadera

necesidad en invocar algun protector para el Altísimo.

Las órdenes religiosas deben ser nuevamente establecidas y ordenadas.

Se les debe obligar a mantener vida común (54v) y todo el instituto de sus

respectivas reglas, tanto a los frailes como a las monjas. Si los reformadores

no pueden conseguirlo, es indispensable buscar arbitrio para sujetarlos al

ordinario. Las monjas pueden servir de educandas del sexo femenino.

Dios guarde a Usted muchos años. Amigo mío. Ya que he propuesto los remedios físicos y morales que me

han parecido para sanar el cuerpo político de la América, es conveniente

expresar a Usted lo que juzgo conveniente para curarla radicalmente y

precaver los síntomas funestos de las recaídas.

En primer lugar el código indiano debe purificarse de aquellas leyes

que por falta de uso no sirven más que de abultar el tomo y volumen de ellas,

sustituyendo en su lugar las pragmáticas y Reales Cédulas, (54r) las modernas

y algunas otras que completen en un cuerpo la legislación de estos países,

uniformándolos del modo posible en un todo.

Verificado esto, se deben elegir magistrados que las hagan cumplir y

observar pues de lo contrario se cansan vanamente en mandar lo que no se

ha de verificar y el edificio político se va minando y corroyendo hasta que se

viene a tierra como hemos visto con tanto dolor y sentimiento.

Todo género de empleados debe buscarse de entre aquellos hombres

moderados que huyen de pretensiones y de cargos y no les falta aptitud e

inteligencia para desempeñarlos. En atención a la miseria del hombre es

indispensable buscar arbitrios para contener a los que mandan y precaver

los efectos de la soberbia y de la codicia de muchos, pues abusando de la

distancia del trono, desprecian hasta las órdenes de la Majestad misma y sólo

tratan de enriquecerse oprimiendo (55v) a los vasallos del Rey. Debe exigirse

indispensablemente el cumplimiento de todas las ordenes y cédulas al tiempo y

término perentorio que corresponda a las distancias. Y sería muy conveniente

mandar disfrazados de comerciantes varios sujetos hábiles y de conducta que

CARTA 27

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fueran recorriendo todas las provincias con el mayor disimulo y anotando la

vida de todos los empleados en un libro secreto, tanto la pública como privada,

sin excluir de ésta pesquisa a los eclesiásticos. Con este arbitrio tendría el Rey

una noticia exacta de todos los funcionarios públicos y sabría una junta de

tres o cuatro que nombrara a los que debía quitar, premiar, ascender, etc., que

podrían ser de los mismos camaristas de honor y religión que S.M. mantiene.

Quienes podrían pedir ésta, aquella diligencia o las causas seguidas y demás

que les pareciera, que había éstos empleados secretos, aunque ignorando los

que sean serviría (55r) de contención a muchos y procurarían cumplir con

sus obligaciones antes de verse en un gran trabajo. Esto no debe impedir las

públicas residencias y se debería agregar la de los oidores de las Audiencias.

No deben ser ancianos los presidentes y gobernadores sino jóvenes expeditos

y ágiles.

Debe hablarse sólo el idioma castellano y ningún otro, poniendo

las escuelas en todas partes como está mandado. Los indios deben irse

confundiendo poco a poco y a que dejen el traje, ya sus usos anticuados, ya

casándolos con mestizas, etc., debiendo agregar al catecismo de doctrina una

corta instrucción política.

Deben recogerse todas las armas blancas y de fuego dejando

solamente en los puntos bien guarnecidos las convenientes para usar de ellas

cuando se necesite, y no permitir que usen los naturales algunas, sólo por

privilegio particular, los que en esta rebelión las han usado en (56v) defensa

de la legítima causa y no se han mezclado después en la injusta

Deben ponerse las contribuciones en un pié que dejen a la Real

Corona bastante sobrante para tener repuestos y con él atender a la defensa

y seguridad interior y exterior de todas las provincias. Cada una de ellas debe

contribuir con todos sus respectivos gastos, aunque sea la más pobre, que esto

servirá al mismo tiempo de alentar su industria sacándolos de la ociosidad e

inacción en que están.

Pacificado todo no debe haber muchas tropas, sino en los puestos

precisos y éstas todas servidas de españoles europeos, a lo menos oficialidad,

cabos y sargentos remudándolos a lo menos cada tres años.

El europeo que se case o tenga hijos debe contribuir al Estado y a

favor de España para su recompensa de la falta de población y del enemigo

que le engendra, veinticinco pesos. Dieciséis pesos por cada hijo legítimo y

veinticinco por el natural e ilegítimo.

Debía obligarse a los europeos (56r) a mandar algún hijo a España a

educarse desde la infancia.

No es posible tolerar algún extranjero, sea de la clase ni condición

que se fuere, no con motivo alguno. Los empleos de gobierno y mandos han

de ser a Europeos y si los criollos son algunos beneméritos, sean empleados

en la península o a lo menos en México los del Perú y los de México en las

Filipinas y demás respectivamente.

Los correos deben igualmente servirse por europeos.

Debe obligarse a todos los pueblos que tengan Gaceta de Gobierno

de España, suscribiéndose a ella y que se lea precisamente por el maestro de

escuela en público.

Los intendentes y gobernadores deben visitar sus distritos y mandar

cada tres años la visita como los Obispos, pero no deben ir juntos. Deben cuidar

de las poblaciones que no sean de más de dos mil vecinos y con los sobrantes

que vayan encontrando, formarán pueblos pero no con iglesia y casa del cura,

cubiertas de paja (57v) porque así no duran, ni permanecen las poblaciones,

aunque pretexten que la paja dura muchos años en las cubiertas, han de ser

de teja precisamente. Finalmente debe tirarse a confundir los términos de

gachupín, criollo, chapetón y cualesquiera otro que indique distinción odiosa

de europeos y americanos. No hablaré del arreglo de tribunales, porque esto

no necesita de otra cosa que hacer cumplir exactamente lo ya dispuesto,

ni del número de abogados, que debe ser muy limitado, pero hombres de

nacimiento claro, de buenas moralidades y aptitud correspondiente y no

como ha sido y son los más hombres indecentes que dañan la sociedad y el

Estado con su modo y corrompidas doctrinas. Según a proporción también

hacen los procuradores, escribanos y algunos médicos, que son de la escoria

del pueblo, por cuyo abuso y facilidad de meter a esta clase de hombres

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en semejantes profesiones, lo físico, político y moral se halla en el mayor

abandono resultando una facilidad en mentir y trastornar (57r) las más sabias

disposiciones, fingiendo con frecuencia noticias, documentos que perturban

y dañan toda la parte política de la Monarquía.

Dios guarde a Usted muchos años.

Amigo mío. Apunté a usted en una de mis anteriores cartas una instrucción

política muy breve y corta que debía agregarse al catecismo de doctrina

cristiana a fin de que los habitantes de las Américas sepan algo y formen

juicio de lo que es Rey, Patria y España, cuya ignorancia ha contribuido en

gran manera a generalizar la rebelión y los males que se han seguido. Voy

a hacerlo con preguntas y respuestas para facilitar hasta en los párvulos la

retención en la memoria.

P. ¿Quién es el Rey? R. Rey es un hombre privilegiado por la naturaleza

y por Dios, puesto por éste para mandar y gobernar su Reino. P. ¿Qué respeto

se debe al Rey? R. El mismo y más a nuestros padres, porque es padre general

(58v) de sus vasallos. P. ¿Y el que no obedece y ama al Rey qué pecado

comete? R. pecado mortal contra el cuarto mandamiento de la Ley de Dios.

P. ¿Qué tratamiento se da al Rey? R. El de Católica Real Majestad. P. ¿Y a la

Reina qué tratamiento se le da? R. El mismo que a su marido aunque éste

haya muerto. P. ¿Los hermanos y tíos del Rey que tratamiento tienen? R.

El de alteza, como también los hijos, aunque el mayor se distingue con el

título de Príncipe de Asturias, los demás son nombrados infantes de España,

como sus mismos tíos. P. ¿Qué cosa es la Patria? R. Es el Reino y los Estados

juntos que están bajo el dominio del Rey. P. ¿Y la tierra donde uno nace se

llama Patria? R. Sí, también se nombra así para denotar el lugar de nuestro

nacimiento. P. ¿Qué cosa es España? R. Es una porción de tierra grande

rodeada por tres partes del mar y por esto se llama Península. P. ¿Y nuestro

Rey dónde vive? R. En la dicha península que está poblada de muchas

provincias, en ellas muy grandes ciudades, otras muchas más pequeñas (58r)

y una multitud e infinidad de villas y lugares pequeños, que juntan entre todos

CARTA 28

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muchos millones de hombres valientes. P. Y qué frutos hay en las provincias y

tierras de España? R. Hay de todo cuanto se puede imaginar para el alimento

y regalo de aquellos hombres. Hay montes, hay ríos, maderas de todas clases

y minas muy ricas de todo género de metales, pero las de oro y de plata, no

se trabajan ahora porque esto se hace en las Américas. P. ¿Qué cosa son las

Américas? R. Son una infinidad de tierras unidas al gobierno del Reino de

España que los Reyes Católicos Dn. Fernando y Da. Isabel hicieron descubrir

por medio de Cristobal Colón y desde entonces se han poblado con Españoles

que han ido viviendo y son descendientes de aquellos todos los de color

blanco que ahora se encuentran en estas provincias. P. ¿Antes de esto qué

era lo que había en estas tierras? R. No había más que indios gentiles que no

tenían noticia de las ciencias. P. ¿Qué utilidades se han seguido a estos (59v)

infelices indios? R. La primera y principal hacerlos cristianos convirtiéndolos

a la Fé los misioneros que los Reyes de España han mandado y el que cuida

hasta ahora de que tengan curas que los doctrinen. P. ¿Qué otras ventajas

se han seguido a los indios con haberse incorporado a la Corona de España?

R. Haberse civilizado, tener ya noticia de las ciencias e instrumentos para las

artes, aún de aquellas que ellos no ignoraban. P. ¿Qué otras utilidades se han

seguido a estas tierras y a los indios? Haberse extendido el comercio y saber

ya de agricultura, con que se ha dado un valor incalculable a estas tierras,

produciéndose ya en estos países los mismos frutos que en España de donde

han venido las semillas de casi todo lo que ahora hay y se come hasta de lo

que se bebe de vinos y licores exquisitos, pues antes no conocían los indios

más que la chicha y pulque. P. ¿Qué más han logrado los indios? R. Tener

unas leyes sabias y piadosas que los gobiernan en lugar que en tiempos de

su gentilidad no sabían más que obedecer a sus emperadores, quienes a su

antojo los (59r) mandaban y no les permitían propiedad alguna de sustancia

ni entidad; y ahora tienen y pueden tener cada uno cuanto adquiriere con su

industria y trabajo. P. ¿Cómo deben tratarse los que nacen en España y en las

Américas? R. Como hermanos, pues además de la Religión Cristiana Católica

que los une, son todos Vasallos del mismo Rey y componen en todos una

misma Sociedad que se llama patria.

Dios guarde a Usted muchos años.

Amigo mío. Voy a poner en lista los nombres de los empleados principales

en las distintas épocas y revoluciones de Quito para que vea usted, segun

le ofrecí, los actores más recomendables que han causado tanto escándalo,

tanto ruido y lo peor, tantos males casi irremediables en toda la América.

Los he conocido y tratado a todos singularmente y podía dar A.U una noticia

muy cabal de sus nacimientos, vida y costumbres, mas contemplo (60v) que

para el fin que usted quiere la noticia, no hay necesidad de tanto, porque

no pretende casar a ninguna de sus hijas con alguno de esos hombres. Con

todo es conveniente advertir a usted que hay entre ellos muchos naturales,

espúreos y sacrílegos. Casi todos son o han sido amancebados públicamente.

Otros casados clandestinamente, jugadores los más, bebedores muchos de

ellos, tramposos muchísimos, de poca o ninguna religión, maestros y traidores

todos juntos al Rey y hasta con ellos mismos. Se exceptúan algunos tres o

cuatro, que notados de sectarios de Miguel de Molinos, aparentan una virtud

hipócrita.

Lista de los empleados principales en el día diez de agosto de 1809 en

que se levantó la ciudad de Quito.

Primeramente el Marqués de Selva Alegre Dn. Juan Pío Montúfar,

Presidente con tratamiento de Alteza Serenísima, puesto en su trono recibió

las arengas de los cuerpos y comunidades.

Exmo Sr. Dr. Dn. Juan de Dios Morales, Secretario y Ministro de

Estado.

CARTA 29

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Exmo Sr. Dr. Dn. Manuel Quiroga, Secretario y (60r) Ministro de Gracia

y Justicia.

Exmo Sr. Dr. Dn. Juan Salinas, nieto de Diego de Salinas que entregó a

los ingleses la plaza de Gibraltar, comandante general de las armas del Reino

del Quitu.

Exmo Sr. Dn. Xavier Ascázubi, General de la expedición del Norte con

una infinidad de oficiales y soldados que fueron contra la ciudad de San Juan

de Pasto.

El Sr. Dn. Joaquín Sánchez de Orellana, Coronel comandante.

El Sr. Marqués de Solanda, Coronel de Caballería.

Senado compuesto de Legislativo y Ejecutivo, divididos en dos salas,

los individuos siguientes.

El Ilmo. Sr. Dr. Dn. José Ascázubi, Presidente y Regente. El Sr. Dr. Dn.

Francisco Xavier Salazar. El Sr. Dr. Dn José Salvador. El Sr. Dr. Dn. Salvador

Murgueitio. El Sr. Dr. Dn. Pedro Quiñones. El Sr. Dr. Dn. Pedro Escobar. El Sr.

Dr. Dn. Bernardo León. El Sr. Dr. Dn. Luis Quijano. El Sr. Dr. Dn. Antonio Ante.

El Sr. Dr. Dn. Antonio Tejada. El Sr. Dn. Jacinto Sánchez, Marqués de Villa

Orellana. El Sr. Dr. Dn. José del Corral Fiscal. El Sr. Dr. Dn. Vicente (61v) Lucio

Cabal, Fiscal. El Sr. Dr. Dn. Tomás Arechaga, Agente General y Protector de

Indios.

Todos los mencionados hasta aquí son abogados.

Lista de los individuos que compusieron la Junta Suprema Gubernativa

establecida en Quito por Dn. Carlos Montúfar en septiembre de 1810.

Primeramente el Conde Ruiz de Castilla, Presidente. Marqués de

Selva Alegre, Dn. Juan Pío Montúfar, Vicepresidente. Dn. Carlos Montúfar,

Comisionado Regio. Dn. Guillermo Valdiviezo. Dn. Jacinto Sánchez, Marqués

de Villa Orellana. Dn. Domingo Gangotena. Dn. Francisco Rodríguez Soto,

Canónigo Magistral. Dn. Manuel Mateu. Dn. Juan de Larrea. Dn. Manuel

Zambrano Regidor. Dn. Manuel de Larrea. Dn. Manuel José Caicedo, Provisor

y cura de la parroquia del Sagrario. Dn. Prudencio Vásconez, Capellán del

Convento de Carmelitas de la nueva fundación. Dn. José Ascázubi. Dn. Juan

Donoso, Alférez Real. Dn. Mariano Merizalde, Fiscal. Dn. Salvador Murgueitio.

Dn. Luis Quijano, Secretario Vocal.

Lista de los que compusieron (61r) el Congreso Supremo Nacional de

Quito en el año de 1811 y se declaró independiente de España con juramento

público y solemne y se pusieron las vandas tricolores que en la primera

ocasión estableció Selva Alegre. Primeramente el Sr. Obispo Diocesano Dn.

José Cuero y Caicedo, Presidente con tratamiento de Exelencia. Dn. Juan Pío

Montúfar, Marqués de Selva Alegre, Vice Presidente. Dn. Carlos Montúfar,

su hijo, Comisionado Regio. Dn. Manuel Guisado, Canónigo Penitenciario.

Dn. Francisco Rodríguez Soto, Canónigo Magistral. Dn. Prudencio Váscones,

Capellán del Convento de la antigua fundación de Carmelitas. Dn. Calixto

Miranda, Canónigo tesorero, legislador. Dn. Miguel Rodríguez, Capellán de

las Carmelitas de la nueva fundación y legislador. Dn. Manuel Quiñonez, fraile

sucularizado. Dn. Joaquín Veloz, clérigo y cura. Dn. Jacinto Sánchez, Marqués

de Villa Orellana. Dn. Guillermo Valdiviezo. Dn. Manuel Arias, clérigo y cura.

Dn. José Flores, clérigo rector del Colegio de Sn. Luis. Melchor Benavides,

(62v) Regidor. Dn. Vicente Alvarez. Dn. Manuel Mateu, hijo de la Marquesa

viuda de Maenza. Dn. Joaquín Zaldumbide, Capitán de Caballería por el

Rey. Dn. Antonio Ante. Dn. José María Pontón. Dn. Manuel de Larrea. Dn.

Francisco de Aguilar, Clérigo y cura de Yaruquí. Dn. Juan Donoso, Alférez Real

y Regidor. Dn. Mariano Merizalde, Fiscal del Congreso con voto. Dn. Salvador

Murgueitio, Secretario y Vocal del Congreso. Dn. Luis Quijano, Secretario y

Vocal del mismo.

Lista de los que compusieron el Consejo de Vigilancia puesto por el

Congreso Nacional.

Primeramente, D. Manuel José Caicedo Presidente Previsor. Dn.

Manuel Güisado, Canónigo. Dn. Nicolás de la Peña. Dn. Pedro Escobar. Dn.

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Baltasar Pontón. José Corral. Dn. Vicente Lucio Cabal, Fiscal. Dn. Ignacio

Rendón, suplente. Dn. Maximiliano Coronel, Canónigo Arcediano. Dn. Nicolás

(62r) Ximénez, Secretario.

Nota. Casi todos los empleados ya mencionados en las listas anteriores

son abogados y graduados de Doctores, licenciados o bachilleres, pero todos

se nombran de doctores, habiendo llegado el abandono en la Universidad

de Quito hasta dar grados de doctor por poderes. En Guayaquil aún vive el

protomédico Hurtado que tomó así su grado de doctor en medicina y salió por

las calles de Guayaquil con música, adornado con su museta amarilla, luego

que recibió el título que le mandó de Quito Dn. Pedro Arteta, su apoderado.

Lista de los comandantes de las tropas insurgentes de Quito en la

segunda rebelión del año de 1810. Primeramente Dn. Carlos Montúfar

Comandante General. Dn. Francisco Calderón, oficial Real de Cuenca,

Comandante del Ejército del Sur, que iba contra Cuenca y Lima. Dn Pedro

Montúfar, Comerciante, hermano de Selva Alegre y Comandante del Ejército

del Norte contra Pasto. Dn. Joaquín Sánchez de (63v) Orellana, id. Dn. Jacinto

Sánchez, su hermano Marqués de Villa Orellana, Comandante. Dn. José

Sánchez su hijo, id. Dn. Joaquín Mancheno, id. Dn. Feliciano Checa, id. Dn.

Ramón Chiriboga, id. Dn. Vicente Lucio Cabal, Comandante de los indios, y Dn.

Manuel José Caicedo, id. Dn. Miguel Ponce, comerciante y hacendado director

de la fábrica de fundición de cañones, id. José Pérez, cura de Chillogallo, id.

Dn. Tadeo Romo, cura de Machache, id. Fr. Francisco Hurtado, franciscano,

id. Fr. Francisco Saa de la Merced, id. Dn. Pedro González Verdugo, cura de

Mulaló, id. Manuel Aguilar, Tnte. Capitán de las Compañías del Rey en Quito

cuando la Revolución, id. El indio zapatero Capa-redonda, id. Dn. F. Polit,

id. Dn. Francisco Bosano, de la Orden de Sn. Francisco. El francés panadero

que era en Guayaquil y vino a Quito, id. Fr. F. Bonilla de Sn. Francisco, id. Fr.

Francisco Sáenz Viteri, de Sn. Francisco, en la costa y en las minas con los

negros, id.

Todos los dichos Comandantes, (63r) mandaban lo que se les antojaba

en dondequiera que estaban y principalmente en el cuartel; donde también

daba sus órdenes la Antuca Salinas, mestiza, hija de Salinas en una india; en

términos que el que más gritaba, maldecía y botaba era el obedecido.

Lista de los que se dedicaron más particularmente a seducir al

pueblo.

Dn. José Correa, Cura de San Roque. El Provisor Caicedo, predicador

público contra el Rey y la familia Real en la Plaza de la Villa de Ibarra muchas

veces y en otras partes. Dn. Próspero Vásconez, cura de Guanujo constructor

de cañones. Fr. Mariano Murgeitio. Fr. Manuel Valencia. Fr. José Calderón y

Fr. Mariano Alarcón de la Orden de San Francisco, con otros muchos más.

Fr. Alejandro Rodríguez de San Agustín. Dn. Mariano Enríquez. Dn. Mariano

Castillo. Dn José Bosmediano y su hermano Dn Antonio Pineda. Dn. Juan

Ante, llamado el Puca. El Pepillo. Dn. José Jeréz, que trajo de (64v) España

Montúfar. Dn. Juan Cosio. Dn. Nicolás Vélez. Dn. Ramón Egas. Dn. Carlos

Larrea. Dn. Miguel Iturralde. Dn. Manuel Benítez y su hijo, José Vallejo. Dn.

Mauricio Quiñones. Mancheno y su hijo el cadete. Todos estos han sido

oficiales, ayudantes, seductores y sostenedores de la insurgencia. Los hijos de

Fabara italiano. El sargento viejo Moisén francés. Aycardo, Italiano, cocinero

que fue del Barón de Carondelet, como Fabara de otro Presidente. El anglo

americano Mayordomo del Hospicio. Dn. Juan Manuel Rodríguez y su hijo,

del pueblo de Tabacundo y el Cura del mismo pueblo el sordo Jijón como

el Cipo Antonio Bustamante. Dn. Carlos Araujo y el inglés Dn. Benito Benet

que trajo de criado el Conde Ruiz de Castilla; y estos tres últimos han sido

Gobernadores sucesivamente de la provincia de Esmeraldas, puestos por los

insurgentes con orden de sublevar las cuadrillas de negros de aquellas minas

como lo hicieron.

Lista de los Corregidores que (64r) pusieron los alzados. Primeramente

en Guaranda ad. Vicente Aguirre. En Ambato ad. Juan de Larrea. En Alausí

a Dn. Feliciano Checa. En Ambato después de Larrea a Manuel Vásconez.

En la Tacunga a Dn. Miguel Bello y después a Dn. José Barba. En Ibarra a

Dn. Domingo Gangotena y después a su yerno Gómez de la Torre. Y cuando

crearon ciudad a la villa de Ibarra, pusieron como gobernador a Dn. Joaquín

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Zaldumbide y después a Dn. Antonio Lanchazo. En Otavalo Corregidor Dn.

Manuel Zambrano y en Riobamba cuando fue creada ciudad pusieron de

gobernador a Dn. Bernardo León.

Nota. La creación de estas dos ciudades de Riobamba e Ibarra fue

con el fin de poner dos obispados y colocar en el de Riobamba al P. Fr. Alvaro

Guerrero, Provincial de la Merced, natural de aquella villa y cuñado de Pedro

Montúfar y en la de Ibarra colocar al Canónigo Dn. Calixto Miranda, legislador

natural de la misma y al Obispo de Quito, Cuero y Caicedo, hacerlo (65v) Gran

Patriarca de las Indias, y estaba ya dispuesto a consagrarlos.

Lista de tribunos y otros alborotadores del Pueblo.

Primeramente Dn. Vicente Peñaherrera, Administrador de Correos,

que, siendo contador en tiempo del Rey, vendió la confianza pública a los

alzados. Su hijo el Dr. Abogado, sus primos Peñaherrera, cura de Cotacache,

Dn. Manuel Dn. José, Cura de Píllaro. Dn. Luis, Clérigo. Los clérigos y curas

Alzamoras. Sus sobrinos y toda esta larga familia. Xavier Gutiérrez, Relator del

senado, conocido por Mariquita. Dn. Juan Mena, tribuno. Lizardo Soasnavas,

escribano de hipotecas, id. Dn. Joaquín Paredes, id. Dn. José Correa, Cura de

San Roque, id. Los padres Correa y Zeballos de San Francisco, id. José Pinto,

id. Dn. José Larrea, teniente coronel, seductor y toda la familia de Larreas a

excepción del viejo Dn. Pedro Lucas. Nota, sobre esta familia recayó una Real

Cédula para que ninguno de ella pudiera obtener oficio, ni beneficio (65r), ni

empleo alguno en la República y se ha confundido quitándola de enmedio y

substrayéndola. Como en Cali hubo otra igual contra la familia de los Caicedos,

que tampoco ya aparece y en realidad de verdad que estas dos familias han

sido y son las que han causado la general revolución, como antes causaron

particulares alzamientos. El Marqués de Selva Alegre, su hermano, sus hijos

Larreas que están en las listas, confirman esta verdad. Como el Obispo Cuero

y Caicedo y sus sobrinos demuestran la otra.

Antonio Ribadeneira. El Felipechín tribuno. Justo Ribadeneira, id.

José Ribadeneria, id. Nota. También esta familia de Ribadeneiras, en Quito

y Otavalo, han sido buenos traidores. Fr. Calvache, tribuno. El médico

Luna, seductor. Dn. José Miguel Batancur, Factor de Tabacos en la costa de

Esmeraldas, seductor y perseguidor de los Realistas. Xavier Pinto, seductor

en Otavalo. (66v) Almeida, id. Dn. Pedro Tobar, id. Cayetano Coloma en

Guaranda, id. Fr. Próspero Jurado, id. Dr. Dn. José Zambrano cura, id. Dn.

Manuel Cruz secretario de Guerra, id. Dn. José Chiriboga, id. Dn. Ignacio

Miranda, hermano del legislador, id. Juan Pablo Berrasueta, tribuno y seductor.

El mercader Paredes, id. Dn. Ramón Donoso, id.

Lista de algunas mujeres tribunos y seductoras. Primeramente la

Marica Larraín, pública concubina del comandante Mancheno. La Antuca

Salinas. Da. Nicolasa Guerrero, mujer del Comandante Dn. Pedro Montúfar.

La Costalona. La Terrona. La Marquesa viuda de Maenza, Da. Josefa Herrera,

quién además rezaba en público en la iglesia de monjas de Santa Catalina

casi todos los días un Padre Nuestro y Avemaría, por el alma de Fernandito

para confirmar al pueblo en que el Rey era ya difunto. La Cánovas, mujer de

Peña, id. Da. Josefa (66r) Lozano mujer del Dr. Salazar. Da. Rosa Montúfar,

hija del Marqués de Selva Alegre y otras varias, pero éstas son las más

entusiasmadas.

Siguen otros seductores y empleados. Dn. José Vallejo, Comisario.

Dn. Mauricio Echanique, comisario, id. Dn. Pantaleón Zeballos, seductor.

Dn. Joaquín Tinajero id. y Comisario. Fr. F. Cruz, id. Fr. Mariano Alarcón de

San Francisco, id. Fr. F. Ortiz de Santo Domingo. El Canónigo Anda, id. y

representante suplente, Dn. Ignacio Cárdenas, id. Dn. Miguel Mora, id. Dr.

Dn. Antonio Vizcaíno, clérigo, id. El Pe. Torresano de la Merced, id. Dr. Dn.

Florencio Espinosa, Cura de Puembo, id. El cura de Sigchos, id. y reclutador de

gente. Dr. Dn. Mariano Tinajero, cura, id. El Prior de San Agustín de Riobamba

Fr. Manuel Solano. Dn. Fernando Terán, Cura, id. Dn. Juan de Chiriboga fue

Corregidor de Otavalo dos días y donador de los primeros cañones que se

fundieron en su hacienda de la Concepción a su costa. Dn. Antonio Román,

cura de Santa Prisca, id. Dn. Carlos Ponce, cura de San Marcos, id. Vicente

Morán, espia, (67v) interceptador de cartas y satélite de Peña. Dn. José Alvarez,

seductor. Dn. Francisco Jijón, seductor, reclutador de gentes y recogedor de

derramas. Dn. Mariano Bustos, seductor. Dn. José Landaburo, Tribuno. José

Zambrano, tribuno. Dn. Antonio Saá, cura de Cotocollao, seductor. Dn Juan

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Ponce, id. Fr. José Baraona, cura, id. Miguel Munibe id. y compañero de Peña

en los saqueos. Luis Vargas seductor. Dr. Dn. Vicente Mosquera, cura, id.

Dn. Juan Pablo Espejo, cura id. Dn. Juan Antonio Angulo, su hermano, id. El

Peñaherrera del convento de Santo Domingo, id. Dn. Luis Espinosa reclutador

de gentes. Dn Francisco Carcelén, hermano del Marqués de Solanda, id. Dn.

Tomás León, su primo, id. Dn. Nicolás Barba, id. Dn. Juan Guerra del pueblo

de Perucho, id. y seductor. Da. Micaela Alvarez, id. El Pe. Mora de la Merced,

id. El Médico Arévalo, id. Fr. Antonio Bahamonde, id. Dn. Manuel Benítez,

oficial y seductor. Francisco Villaque [Falta un texto en el original] (67r)

hubieran ejecutado? El canónigo Miranda, Legislador de la Nueva Nación

Quiteña. El Canónigo Anda, notado de tan insurgente. Dn. Tomás Velasco,

Regidor y vocal del Congreso y otros como asimismo los dos suplentes para

las cortes, el Dr. Dn. Gabriel Alvarez; y el Dr. Arrieta, cura, vocales ambos

del Congreso Nacional. ¿Quién no conocerá el término y las ideas de éstos

hombres y del que los favorece y contribuye al logro de sus operaciones?

Tiene S.R.M. muchos y buenos conductos por donde saber la verdad, la ama

tiernamente y desea abrazarsse con ella para que lo guíe al término acertado

de sus benéficas ideas, justas y equitativas para sus leales hijos y vasallos.

El Virrey del Perú Marqués de la Concordia, Abascal y Souza. Este

héroe, criado por Dios para sostener en Lima el peso de los infortunios

de todo este hemisferio ha sabido diestramente manejar las riendas de su

gobierno, con tal arte y modo que ha merecido con justicia el nombre de

maestro de políticos y militares. No dejará la Providencia Santa de mandarle

los socorros que espera de la Península, para acabar de [Falta un trozo de

texto) (68v) y Benítez de la misma Villa, id. El Médico de la tropa López, el

panameño tribuno y seductor. Cayetano Guerra, Antonio Guerra y Mariano

Guerra, del asiento de Otavalo, seductores y tribunos. Vicente Villasís del

pueblo de Cayambe, id. Dn. Ignacio Román, capitán regidor de Quito, id. Dn.

José Andrade de Cotacachi, sus hijos y toda la familia de los Andrades y la de

los Albujares, seductores. Dn. Domingo Quintana oficial Real, id. El teniente

del pueblo del Puntal, y su hijo, tribunos y seductores. Ramón Maya, escribano

de Quito y el Procurador Escudero, id. El Dr. Abogado Dn. Ignacio Ochóa y su

hermano, alborotadores de los pueblos de la provincia de los Pastos. Dn. José

Sáenz, Director de rentas en Quito, id.

Concluyo esta numeración con el Dr. Dn. Mariano Jácome de Estrada

y el Montanero, cura del pueblo de Saquisilí, a quien en premio de haber dado

mucha plata para la guerra, exhortado y predicado a sus feligreses, lo hizo el

Congreso Nacional de Quito vocal nato y le regaló la Banda tricolor que ellos

usaban.

Dios guarde a Usted muchos años.

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- 157 -

Amigo mío. En la (68r) larga numeración que he puesto a Um. en mi

anterior, sólo están los más principales agentes o a lo menos aquellos

que se han manifestado más. Ha otros muchos que omito por no contemplar

más necesario para que forme U. el concepto debido sobre la materia presente.

Allí encontrará de toda clase de gentes: blancos, negros, mulatos, mestizos,

indios, pobres, ricos, mercaderes, doctores, curas, escribanos, canónigos,

hacendados, pulperos, carniceros, frailes, abogados, zapateros, sastres y de

cuantos oficios y ejercicios se usan en la sociedad sin exceptuarse las mujeres

prostitutas y escandalosas; y el ladrón, borracho y el asesino.

Llaman en Quito, Juanesca a un plato que comen y les gusta mucho

en que entra el garbanzo, el frijol, la lenteja, la haba, el chogllo, o maíz tierno,

y otros granos; y la misma Juanesca o ensalada han armado para su gobierno

republicano; al principio Real, y últimamente imaginario.

Ya que he comunicado a UM. la (69v) noticia de los más principales

agentes y motores, me parece debido no omitirle la de los fieles vasallos del

Rey que más han sufrido por defender los derechos de la Majestad y el Trono,

y también por haber predicado la doctrina Evangélica que se opone a la de los

novatores e impíos que en estos tiempos han agitado tanto la navecilla de Sn.

Pedro.

Primeramente el venerable Pe. Fr. Vicente Lugo, natural de Guayaquil,

del convento de San Diego de Quito, fue desterrado por los insurgentes a

Pomasqui; después a Popayán, y últimamente no se sabe su paradero. El

Pe. González, Comendador de la Recoleta de la Merced de Quito, natural de

CARTA 30

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Guayaquil, fue desterrado a Cali. El Pe. Querejazu y otros dos o tres frailes

de San Francisco, por ser europeos, fueron también desterrados. Dl Dr. Dn.

Mariano Batallas, Racionero de la Catedral de Quito: el Sacristán mayor Dr.

Dn. Tiburcio Peñafiel. El Dr. Dr. Andrés Villamagán, Vicerrector del Colegio

de San Luis de Quito. El Dr. Dn. Joaquín Araujo, Presbítero; y el Pe. Fr. José

Losada, de la Recolección de la Merced, fueron (69r) desterrados y sacados

una noche a las once del cuartel donde estaban presos y con lo que tenían

en su cuerpo unicamente, los montaron en unas cabalgaduras con avíos

despreciables y los condujeron hacia el desierto y montañas de Canelos. Estos

cinco eclesiáticos son buenos y ejemplares en ciencia y virtud. Fue desterrado

también Dn. José Galarraga, Contador de Aduana, al fuerte de Guaranda

que los insurgentes fabricaron. Otros muchos buenos y leales vasallos se

ausentaron voluntariamente en los montes y lugares excusados, huyendo de

la persecución como en la primitiva iglesia acontecía a los fieles.

También contemplo indispensable hacer presente a U. la conducta

que ha observado D. Toribio Montes, Presidente que entró en Quito con las

armas victoriosas del Rey el día siete de noviembre de 1812. Llamó, alagó y

consoló a los Realistas prófugos y desterrados y comenzó a manifestar algún

rigor contra (70v) los rebeldes, mas luego que estos conocieron sus flaquezas,

lo asaltaron con las baterías de Venus y vindicaron muy pronto la plaza de

la justicia, sobornando los sirvientes y allegados de S.E., facilitaron modas y

horas proporcionadas para que oyera las encantadoras lágrimas de las sirenas

que untándole las manos y el corazón con el bálsamo mejicano lo derritieron

y pusieron tal que se trasmutó en el ente más indolente. Hizo se jurara la

Constitución a que los fieles se oponían y salieron electos para mandar los

caudillos de la rebelión reciente que hasta ahora gobiernan a su antojo bajo

el auspicio del canónigo Soto, director en jefe de los negocios públicos y aún

privados del Presidente. Han variado, han quitado y desfigurado enteramente

las actas capitulares y cuantos documentos demostraban su infidelidad y han

sustituido otros que manifiestan su inocencia y amor al Rey, descargando

solamente contra el pueblo la maledicencia de sus intrigas y fanatismo. Los

fieles realistas, despreciados de nuebo, perseguidos, ajados y maltratados

últimamente (70r) con el cuchillo asesino, han tomado el partido de retirarse

de aquella miserable ciudad y buscar un asilo menos incómodo y expuesto.

Han conseguido nuevo triunfo los rebeldes y riéndose descaradamente cantan

la victoria. El anciano y débil Montes piensa alucinar al Supremo Gobierno

con decir que siendo todos los de Quito y sus provincias insurgentes, es

indispensable usar de toda condescendencia, pero este engaño y falsedad no

será creída de los hombres de talento, ni de los ojos linces del Rey. ¿No será

una prueba irrefragable, ver de alcaldes ordinarios de Quito, de Regidores y

empleados más principales, a los mismos que fueron vocales del Congreso

Nacional y a los mismos que solemnemente juraron la independencia?

Dn. Manuel Mateu, Dn. Manuel de Larrea, Alcaldes actuales, Dn. Domingo

Quintana, Oficial Rl. Dn. Mauricio Echanique contador mayor, Dn. José Sáenz,

Director de Rentas y casi los principales traidores que depuestos al principio,

prófugos y escondidos cuando entraron las tropas del Rey, se ven a poco gozar

de la más entera y descarada licencia y libertad. El Obispo Diocesano (71v) Dn.

Jose Cuero y Caicedo, después de abandonar su iglesia y de haberle tocado

la sede vacante tan debidamente, no fue llamado por el mismo Presidente

Montes, quien lo colocó de nuevo en su silla episcopal y lo dejó hacer órdenes,

consagrar óleos, confirmar y conferir beneficios curados y después de estar

llamado y enteramente suspenso, dejarlo obrar del mismo modo? Otra prueba

hay que demuestra completamente las ideas torcidas y desgreñado modo de

obrar.

La elección de representantes para las Cortes de España, hizo que

recayera en los más declarados y acérrimos traidores. Lo mismo casi en la de

los Diputados de Provincia. Nombraron para ir a España de representantes

por Quito a Dn. Guillermo Valdiviezo, Vice Presidente que fue del Congreso

Supremo Nacional. Al Dr. Dn. Francisco Rodríguez de Soto, Canónigo

Magistral, Vocal que fue de aquel Congreso. A Don José Salvador, Senador

que fue y gacetero de los insurgentes y a Dn. José Larrea, que está en España,

hermano de Dn. Manuel de Larrea, del Congreso de Quito, Alcalde actual y

primo de los Montúfares. ¿Qué miras llevarían éstos? ah! ¿Y los diputados

Provinciales (71r) que hubieran ejecutado? El canónigo Miranda, legislador

de la nueva nación quiteña. El Canónigo Anda, actuando de tan insurgente.

Dn. Tomás Velasco, Regidor y vocal del Congreso y otros? Como asimismo

los suplentes para las Cortes, el Dr. Dn. Gabriel Alvarez y el Dr. Arrieta cura,

vocales ambos del Congreso Nacional. ¿Quién no conocerá el término y las

ideas de estos hombres y del que les favorece y contribuye al logro de sus

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operaciones? Tiene S.R.M muchos y buenos conductos por donde saber la

verdad, la ama tiernamente y desea abrazarse con ella para que lo guíe al

término acertado de sus benéficas ideas, justas y equitativas para sus leales

hijos y vasallos.

El Virrey del Perú Marqués de la Concordia, Abascal y Souza. Este

héroe, criado por Dios para sostener en Lima el peso de los infortunios de todo

este hemisferio, ha sabido diestramente manejar las riendas de su gobierno

con tal arte y modo que ha merecido con justicia el nombre de Maestro de

Política y Militares. No dejará la Providencia Santa de mandarle los socorros

que espera de la Península para acabar de (72v) tranquilizar todo el Perú y

Tierra Firme. Si los censores severos le han criticado la mala elección que

hizo de algunos sujetos para mandar, verán con el tiempo los justos motivos

con que lo hizo, fuera de que en unos tiempos tan obscuros y nebulosos ha

sido más que habilidad haber salvado de tantos bajos y escollos la nave de su

cargo.

Creo haber cumplido del mismo modo posible a su limitada capacidad,

con el encargo que Um. me tiene hecho y persuadido de una verdadera amistad,

no dudo me ocupará en cuanto juzgue útil y provechoso a su obsequio y

servicio.

Dios Guarde a usted muchos años. Guayaquil, 26 de junio de 1815.

Amigo mío. Casi al punto de remitir a VM. las treinta cartas anteriores, ha

sido indispensable agregar otras noticiándole que el General Dn. Pablo

Morillo llegó a la isla de Margarita con su hermosa expedición y habiendo

saltado en tierra se apoderó a discreción de los capitanes y caudillos (72r) de

los rebeldes perdonándoles la vida siguiendo los sentimientos del paternal

corazón de nuestro soberano. Dicha isla era el punto de apoyo y reunión de

los insurgentes y así ya se les acabó esta guarida a los de Tierra Firme. Siguió

inmediatamente Morillo a Cartagena de Indias e intimó la rendición a sus

habitantes ya bien consternados por el asedio del soberbio e infame Bolívar

y más particularmente porque las tropas Reales de Santa Marta se habían

apoderado de la villa de Mompox y de Barranca, quedando con esto dueños

los nuestros del río Magdalena y cortados por tierra los traidores Calamares

con los Cundinamarcas y con todo el Reino de la Nueva Granada, según ellos

mismos ya se nominaban. Es regular que en breve se rinda Cartagena, porque

bloqueada por tierra y por mar no puede resistir absolutamente, pues los

víveres se corrompen allí prontamente y no tienen otra esperanza que agua

de aljibe.

Llegan a Panamá mil seiscientos (73v) hombres de tropas de España

y son transportados en barcos prevenidos a la disposición del Virrey de Lima,

quien manda nuevamente más embarcaciones para conducir otra segunda

expedición que se espera de un día a otro de la Península, además de dos mil

hombres de los Realistas de Caracas, este refuerzo al paso que ha vivificado a

CARTA 31

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los leales, ha puesto balbucientes a los alzados, no creen; quisieran no creer,

pero los muchos testigos de vista que afirman la realidad de las tropas, los

confunden.

Sábese en Quito esta noticia el veintisiete de junio en el cual tenían

dispuesto los rebeldes alzarse otra vez y pasar a cuchillo la guarnición, a los

realistas, sus hijos y criados y hasta al mismo Presidente Montes, que tanto los

había protegido e insolentado. Descúbrese oportunamente la nueva y cuarta

conspiración y se ponen presos a Valdiviezos, Manuel de Larrea, Manuel

Mateu, Salazar, Escobar, Barba y Sánchez León, pero huyen los Montúfares,

Ascázubi y otros (73r) igualmente principales, como desaparecieron también

al mismo tiempo de los pueblos inmediatos muchísimos que estaban metidos

en la nueva revolución.

Mandan conducir a Lima al Obispo Cuero y Caicedo y en pocos días

llega a Guayaquil el que en tres meses de haber salido de Quito no había

caminado tres jornadas, esperando con esta lentitud que sus paisanos los

caleños, con sus aliados, vinieran a rescatarlo convocados nuevamente con

los de Popayán y con todos los de la provincia de Quito, cuya señal era la

traída de Nariño desde Pasto por orden del Presidente Montes quien al fin

tuvo que mandar no entrara en dicha ciudad y siguiera para Guayaquil con

Escobar. Verificóse su embarque en la fragata Preciosa con el Obispo Cuero y

se hicieron a la vela el mes de julio. El canónigo Soto también ha sido remitido

a Guayaquil, donde se está paseando libremente. Vuelven a entrar en Popayán

las tropas insurgentes de Cali y del Valle del Cauca. (74v) Capitaneados por

Cabal, un francés, Gebiers y Carlos Montúfar, dispersando a las tropas del Rey

en Cali vio y sus inmediaciones el siete de julio. Vuelve la confusión a Quito

y toda su provincia. Los fieles pastusos desenvuelven las armas que tenían

guardadas y se ponen en defensa de su país para estorbar a los insurgentes

el paso a Quito, donde probado de nuevo el motín e informado el asesor

lo que correspondía al Presidente Montes, vuelve ésta a poner un decreto

mandando salir a los rebeldes presos y que elijan paraje donde quieran irse,

para darles pasaportes. Este nuevo acaecimiento al paso que demuestra la

innata inclinación de los rebeldes y la ninguna esperanza de su enmienda

confirma la tortuosa política del Presidente Montes.

Cunde de nuevo la intriga y las esperanzas de los traidores reverdecen

en (74r) todas partes. Sólo los detiene el haber sabido la llegada de las

primeras tropas de España la proximidad de las segundas, que de no ser así,

se inflama el material dispuesto para volar nuevamente hasta Lima la mina de

la insurrección.

Repito a VM. que la indulgencia española y la nimia confianza es

causa de infinitos males, como la inobservancia de las leyes y la conducta

de los jueces ineptos, o por relajación de costumbres o por impregnados de

máximas antirreligiosas, o por secuaces del antiguo Godoy, por consiguiente

de su amigo Bonaparte. En este estado, amigo mío, se encuentra actualmente

este Reino y se espera que el Virrey tome las providencias más eficaces, pero

no mandando en lugar de Montes otro jefe nada adelantará en cuanto a Quito.

Dios guarde a VM. muchos años. Guayaquil, julio 22 de 1815. (75v).

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Amigo mío. Cuando las naciones han procurado buscar motivos de enlaces

con la España, cuando muchas provincias europeas se glorian de ser

pobladas por españoles y descender de ellos, flamencos, irlandeses y otros,

los americanos se apesadumbran y tienen en menos la sangre que corre por

sus venas. No, amigo mío, la exageración está muy lejos de mi modo de habla

y de pensar. Es indispensable creer lo que se ve y se oye contínuamente.

La frase de decir a cada instante, dónde estará la sangre de español que

tengo para sacar la última gota de mis venas es tan frecuente en los labios

de los criollos americanos que ya se ha hecho muy ordinaria. Los hijos de los

mismos españoles son los más comunes en usar de este lenguaje, a lo menos

luego que sus padres fallecen. Cada motivo de alegría para ellos les hace (75r)

prorrumpir en semejantes expresiones.

La ventaja que han logrado nuevamente en Popayán contra las armas

del Rey ha suscitado el desfallecido entusiasmo de los rebeldes de Quito y

todo el Reino. La enervada y falaz política del Presidente Montes ha dado

lugar a esta novedad, habiendo puesto en manos de Vidarrasaga el gobierno

de Popayán y el mando de las tropas reales. Este hombre, conocido solamente

por sus excesos y extravíos, fue el director del ataque en el sitio del Palo,

en la llanada que media entre el río Cauca y el Palo, para que aislada y

cansada, nuestra gente fuese víctima de los insurgentes del valle del Cauca.

Si la negra intriga no ha tenido parte en esta acción, la más crasa ignorancia

militar acarreó la derrota y dispersión. Queda preso y siguiéndole la causa

Vidarrasaga, pero sus mecenas, lo sacarán con lauro. (76v) Los cabecillas

de Quito, destinados a salir de la capital y provincia por el dictamen del

CARTA 32

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asesor Sarabia, se escondieron luego que el Presidente los mandó sacar de la

prisión, con los fiadores que eran casi otros tales y ahora van asomando en

sus haciendas, pidiendo desde ellas pasaportes para irse a los destinos que

a ellos acomoda. ¡Oh tiempo! ¡Oh justicia! ¡Oh piedad española! ¡Oh jueces!

¡Oh política!

Dios guarde a usted muchos años. Agosto 7 de 1815.

Amigo mío. Quémase el navío San Pedro de Alcántara por un descuido

al tiempo de abrir un barril de aguardiente en la isla de Margarita. Sirve

este acaso de retardar el sitio de Cartagena de Indias y alégranse los rebeldes.

Llegan las primeras tropas a Lima de las que mandó (76r) el General Morillo y

el Virrey Abascal respira, mas al mismo tiempo sabe la derrota de las tropas

reales en Popayán y le acibara el gusto, extiéndese la noticia de la entrada de

Bonaparte en Francia y los francmasones se regocijan y aumentan su contento

con ver llegar varios americanos empleados a sus mismas tierras, atribuyendo

a debilidades del gobierno español lo que es propio de su justicia. Dicen que

con estas datas de empleos, quiere el Rey alucinar, manifestando generosidad

e imparcialidad para engañarlos y que desistan de su independencia. A la

mansedumbre de Morillo en la Margarita, y a la de otros jefes militares en

otras partes, dan el término y significado de miedo y de propia conveniencia.

No hay medio ni arbitrio para los insurgentes, todo es malo para ellos, todo es

cavilación, todo intriga, y sólo piensan en su temeraria y loca independencia.

Ha llegado al termino su locura de querer depender de cualesquiera otra (77v)

nación que no sea la española. Así lo publican y así lo desean con la mayor

ansia.

Nariño y el Obispo Cuero y Caicedo arriban al Callao y es depositado

el primero en las casas matas y el segundo conducido en coche a la capital

Lima y tratado con la mayor consideración por el Arzobispo de aquella ciudad

y por el Virrey en atención al carácter y avanzada edad. No se sabe qué

término tendrá la causa del Rdo. Obispo cuyos delitos son enormes y capaces

CARTA 33

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de hacernos ver hasta dónde llega la miseria del hombre fascinado, que se

aparta de la senda de sus deberes y que suelta los diques a sus violentas

pasiones. Este es asunto que merece otra carta por separado, que verificaré

extractándole a VM. de los autos, aquellos excesos más graves y que constan

demostrados.

Entre tanto quedo rogando a Dios guarde a VM. muchos años.

Amigo mío. Los delitos que el Rdo. (77r) Obispo de Quito, ha cometido

en la época presente se reducen a que juró la independencia de España

y del Rey que fue nombrado Presidente de la Junta insurreccional de Quito,

nominado Congreso Supremo Nacional con tratamiento de Excelencia que

admitió el expresado Presidente, el Vice Patronato Rl., y se nombraba tal

Vice Patrono Rl. ¡Oh, qué implicancia! Que aprobó el nuevo Código Civil

que formaron el Canónigo Miranda y el Dr. Rodríguez que firmó órdenes

de ataque contra las provin cias leales y limítrofes de Cuenca y Pasto, que

concedió indulgencias a los que pelearon y murieron en la guerra contra el

Rey, que excomulgó al caudillo y tropas reales, que mandó extender la bula de

la cruzada a pesar del orden del comisario general que prohibió se publicara

en los países que estaban en insurrección, que puso oficios a los curas

mandándoles que (78v) predicaran e exhortaran a sus feligreses sobre estos

particulares y finalmente que estuvo dispuesto a ser nombrado por el Congreso

Nacional, Patriarca de las Indias y a consagrar dos Obispos que iban a crearse

en la villa de Riobamba y en la de Ibarra; en esta al canónigo legislador Dn.

Calixto Miranda y en aquella a Fr. Alvaro Guerrero, exprovincial de la Merced,

que con este fin dieron el nombre de ciudades a las dos villas referidas. Que

permitió sacar cuanta plata hubo en cajas reales, tanto la perteneciente a S.M

cuanto a la de bienes de difuntos, de las Bulas, de la de los Santos Lugares

de Jerusalén, de la destinada a los gastos de la canonización de Mariana de

Jesús, la de la redención de cautivos cristianos. Y por último no escaseando

la de los diezmos y suya propia para continuar la guerra con otros dichos y

hechos particulares, relativos a la consecución del sistema (78r) que abrazó.

CARTA 34

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Amigo mío, nada me asombra en unos tiempos tan noveleros y en

que las costumbres han llegado al estado más deplorable, haciendo sus tiros

principales los impíos a la Santa Religión, para que no haya quien pueda

refrenar y contener sus desórdenes y atrevimientos hasta contra la misma

deidad.

Lo que sí es de extrañar es que un Obispo concurra a semejantes

excesos, pero al fin es hombre, et hominum est errare.

Comunico a usted también que el referido Rdo. Obispo, ha cometido

estos delitos en odio del Supremo Gobierno, que expidió en años pasados dos

Cédulas contra él por haber anulado un concurso de curatos canónicamente

instituido; y la otra por haber distribuido las rentas del Obispado de Cuenca,

tomando y percibiendo al mismo tiempo las del de Quito y que hasta la

presente no ha restituido los cuarenta mil pesos que se le mandó (79v) a la

primera iglesia. Nada extraño repito a U., por que sabiendo lo que puede la

pasión del odio, más violenta y tenaz que la del amor, no hay que admirarse

de la miseria del corazón humano.

Hago a usted una breve recopilación de algunos de los muchos

Concilios y cánones de la Iglesia que hablan de la presente materia, omitiendo

otros muchos por la cortedad del tiempo y estrechos límites de una carta, más

para ella podrá VM. conjeturar el término de esta causa.

Los Concilios Toledanos, cuarto, quinto, sexto, séptimo, octavo

y décimo, decretaron que el clérigo o monje, obispo y en fin cualesquiera

eclesiástico desde el iniciado hasta el de mayores o superiores órdenes

quedasen sujetos a las censuras y excomunión, siempre que faltasen el

juramento de fidelidad al Rey. Las palabras del Concilio cuarto son tres

anatemas que horroriza el pronunciarlas y concluye con decir no sea absuelto

en esta vida sino que sea reservada su absolución al (79r) Juicio de Dios. Es

verdad que el Concilio de Trento permitió que en el artículo de la muerte,

cualesquiera sacerdote pueda absolver de cualquier pecado y censura, para

que la piedad de Jesucristo y de su feligresía resplandezca, más, no obstante,

dejo en todo su vigor lo dispuesto en el citado toledano cuanto acerca de

los eclesiásticos que falsean a la fidelidad al Príncipe, que no pueden ejercer

sus órdenes, ni sus oficios. Véase el cánon 75 del expresado cuarto concilio:

en virtud y en fuerza de él fue condenado el traidor Pablo con todos sus

compañeros, y entre ellos varios Obispos en el Concilio 6 referido de Toledo.

Según principios inconcusos del derecho, la infidelidad al Rey acarrea

infamia, ésta produce irregularidad y el irregular, según el mismo derecho

canónico, no puede ejercer las funciones de sus órdenes y ministerios, luego el

Obispo de Quito, por los principios demostrados, no puede ni debe ejercitarse

en su Ministerio. (80v) Las censuras, unas son a jure, y otras ab homine, está,

luego que fallece el que las impone, cesan y no obligan, pero las que son a jure,

permanecen siempre en su fuerza y vigor, a nos ser revocadas o reformadas

por quien tiene la suprema y legítima autoridad. Para incurrir en la censura

impuesta por el hombre se necesita de que precedan tres amonestaciones,

más para incurrir en la impuesta por el derecho, no se requiere otra cosa que

tener o haber tenido noticias de ella, cuya ignorancia agravaría el nombre del

citado Obispo de Quito, reputado y tenido por teólogo y canonista.

Igualmente la censura es lata o ferenda. Lata se llama aquella que

en el mismo acto se contrae. Ferenda es aquella que recae después de la

sentencia del juez. En el caso presente la censura es a jure, el cual derecho

(80r) prescribe que en el mismo acto la contrae el reo, ipso actu, son palabras

del Concilio antedicho, luego es lata y no ferenda.

Cuando por la obscuridad de la causa falta de prueba u otros motivos

legales debiera ser la censura ferenda, en el presente caso, donde la publicidad

de los hechos, ruidosos atentados y los acontecimientos son tan auténticos

quitan toda razón de dudar y dejan sin uso las reglas de la epiqueya.

El Supremo Consejo de Indias ha tenido ya noticia de esta causa y en

su consecuencia manda el Rey que el Rdo Obispo de Quito vaya a Lima ante

el Excmo. Arzobispo Metropolitano quien, según los cánones de la Iglesia

debe sentenciarlo en conjunta de dos Obispos. De esta sentencia resultará

suspensión degradación con las demás penas que están también señaladas

por los sagrados (81v) cánones. Si la degradación se verifica, será entregado al

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- 172 - - 173 -

brazo secular para la ejecución y castigo anexo, pero todo debe ser con noticia

del Príncipe temporal. Estos son, amigo mío, los trámites que el derecho civil

y el canónico prescriben.

Pero hablar más sobre la irregularidad de derecho que ya contrajo es

superfluo, por lo tanto ni puede administrar el sacramento de la confirmación

( como ha hecho ), ni ordenar, ni dar canónicas instituciones lícitamente

beneficios, como ha verificado, mediante lo cual el ignorante que ha solicitado

y recibido órdenes y beneficios en esta época presente está también irregular

y debe sacar habilitación del superior a quien corresponde para poder, valide et litite, ejercer y disfrutar lo que haya recibido. Esto se entiende, si ha sido

con ignorancia crasa, que no siendo así (81r), es un simoníaco y no vale la

dispensa, aunque la saque siempre que hubiera admitido con esta mira e

intención.

Este, amigo mío, es un parecer fundado en la doctrina ortodoxa que

seguimos y profesamos. Quisiera haber satisfecho a su curiosidad, pero si

así no ha sido, recurra a quien sepa más que yo y que tenga más tiempo de

referir cuantos cánones y doctrinas de la iglesia hay sobre el punto presente,

aunque quedo entendido de que en sustancia nada hay que añadir a V., sólo sí

que cuente con el verdadero afecto de su más amante amigo seguro servidor.

Q.S.M.B.

Amigo querido. Atacan los insurgentes en el sitio de Venta y Media en

el Alto Perú (82v) la vanguardia del ejército del General Pezuela y su

segundo Ramírez con 500 hombres, los derrota completamente, de suerte que

cuando Pezuela vino a su socorro ya no tuvo que hacer y sólo determinó con

sus fuerzas unidas perseguirlos hasta más allá del Potosí. Ataca efectivamente

con mucho valor al General insurgente Rondó en el sitio de Wilma junto a

Cochabamba el día 27, 28 y 29 de noviembre, derrótalos completamente,

haciendo setecientos prisioneros, dando muerte a milquinientos. Mayor

número de heridos y apoderándose de vagajes, artillería y todo el campo con

las banderas que los soldados de Talavera tomaron en el fuerte que asaltaron

con la mayor intrepidez, escapándose herido Rondó con las reliquias de sus

siete mil hombres.

En Chile se preparaba Osorio a entregar el mando y la Presidencia al

sucesor Marcó, para seguir con dos mil hombres a (92r) pasar la cordillera de

los Andes con el fin de apoderarse de la villa de Mendoza y llamar con esto

la atención de los porteños por aquel punto, al que librar a los vecinos de la

dicha villa de la opresión de los insurgentes, que ya han ostigado su paciencia

y credulidad.

Manda el Virrey Abascal al Gobernador de Cuenca Aymerich que vaya

a Quito con gente de su provincia y de Guayaquil para que a lo menos sirva

de sombra para contener los excesos de Montes, llega con muy poca gente,

pues ya repugnan el alistarse de soldados, pero el Presidente continúa con su

misma conducta, insolentando a los traidores y tratando mal a los Realistas

CARTA 35

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- 174 - - 175 -

por que éstos se niegan a darle un informe que él mismo solicitó sobre su

conducta.

En Lima, el nueve del presente diciembre, (83v) falleció el Obispo de

Quito, Cuero y Caicedo, a impulso de ochenta y un años y de la melancolía

que sin duda tendría y remordimiento de su conciencia. Al tiempo de abrir

su cuerpo para embalsamarlo, se le encontró el corazón seco, muy pequeño

y tanto que no excedía al tamaño de una avellana grande, siendo así que su

cuerpo era de talla muy alta. Dejó mandas muy considerables a varios de sus

familiares, no tanto del capital que hizo cuando entró al Obispado, como de

plata que ha tenido bien guardada en poder de unas monjas Carmelitas de

Quito.

Rinden al fin la plaza de Cartagena a los cientocuatro días de un sitio

estrecho, huyense los cabecillas principales en cuatro goletas y el General

Morillo los hace seguir con la mayor prontitud. (83r) Encuéntranse en la plaza

y castillos grandes repuestos de municiones y pertrechos de guerra, mas tan

escasos alimentos que habían sido víctimas de la cruel hambre más de dos

mil personas, justo premio de su negra perfidia y con digno castigo de su

maliciosa ignorancia.

Tremólase de nuevo la bandera del Rey en la infiel Calamari el día

seis de diciembre y quedan libres algunos infelices prisioneros españoles

que pudieron sobrevivir a los más crueles tratamientos tomada la llave del

Reino de Tierra Firme, tiemblan los alzados y tratan de rendirse, aunque sólo

en la apariencia, pues sus ánimos traidores están muy conocidos y siempre

dispuestos a la rebelión. Los de la provincia del Socorro son los primeros

a someterse y los Cundinamarcas o Santafereños están próximamente

amenazados y no dudo se rendirán a discreción, como los de Antioquía, Neiba,

Cali, Buga, Popayán y todo el valle de Cauca quedarán, no hay duda, sometidos

por la fuerza, pero maquinando siempre sobre su soñada independencia.

Me parece indispensable que el Rey habrá tomado ya sus sabias

disposiciones para precaber muchos alborotos y maquinaciones de los

rebeldes y para contenerlos en los límites de sus obligaciones a estos naturales

y en la obediencia que deben a su Soberano.

La llegada de la expedición de veinte mil hombres al río de la Plata que

se anuncia con la venida del nuevo Virrey Venegas a Lima con una comisión

militar ciertamente que sofocarán el fuego insurreccional y se logrará la

tranquilidad (84r) general de toda esta América Meridional. Con todo, amigo

mío, quisiera yo además otras disposiciones para evitar en tiempo los desastres

y trastornos que se han experimentado en toda la América y estorbar la

despoblación de España que necesariamente se ha de seguir con la remisión

de tantos miles de soldados anualmente para remudar y completar las bajas

en los regimientos, pues de éstos sólo vuelven regularmente las banderas y la

plana mayor.

Ya habrá pensado sin duda el superior gobierno, sobre estos

inconvenientes y meditado sus remedios. Yo tengo dicho a VM. varios que

me parecieron útiles y ahora me ocurre otro que tal vez podría adaptarse en

estas regiones a lo menos hasta cimentar la fidelidad de estos habitantes.

Unos tribunales de inquisición (85v) de estado, como hubo en Génova,

que castigaron con el mayor rigor la más mínima falta y hasta el lenguaje de

insubordinación y desprecio con que tratan y hablan del Rey y del gobierno

de España, sería un freno bridón, que contendría la natural propensión de

alzarse. Ahora que vienen tantas fuerzas militares es la ocasión de poder

entablar no sólo esto, más también los impuestos correspondientes para

que quede un superávit proporcionado a lo extenso de estos mundos y a la

vanidad de sus moradores, domando de esta suerte la soberbia y el orgullo

que los electriza. No pudiendo lograr esto convendría cambiar con Portugal o

con algunas potencias católicas, con tiempo para no perderlo todo.

Conténtese VM. con mis buenos deseos e intención y no repare en

los defectos (85r) que tengan mis cartas. Dios guarde a VM. muchos años.

Guayaquil y diciembre 31 de 1815.

Pedro Pérez Muñoz. (86v).

Page 89: Compendio de la Revelion de America- Fernando Hidalgo Nistri.pdf

- 177 -

Abascal y Souza, José de, 59, 113,

114, 130, 137, 148, 154, 160,

167, 173

África, 67, 70, 120

Agualongo, N.N., 89

Aguilar, (doctor), 112

Aguilar, Francisco de, 149

Aguilar, Manuel, 150

Aguilera, (comandante), 110

Aguirre, Juan Bautista, 25

Aguirre, Vicente, 151

Aimerich (véase Aymerich,

Melchor)

Alarcón, Mariano, 151, 153

Alausí, 99, 151

Albuja, (familia), 154

Alderete, 101

Almeida, 152

Álvarez, Gabriel, 154, 159

Álvarez, José, 153

Álvarez, Micaela, 154

Álvarez, Vicente, 149

Alzamora, (familia), 152

Amar y Borbón, Antonio José, 96,

104, 129

Ambato, 74, 100, 120, 151

América, 15, 20, 21, 27, 29, 36, 47,

48, 59, 62, 63, 71, 77, 83, 93, 95,

96, 98, 99, 100, 101, 111, 113,

120, 125, 128, 131, 133, 135,

141, 145, 146, 147, 175

Anda, (canónigo), 153, 154, 159

Andalucía, 15

Andes, 45, 46, 173

Andrade de Cotacachi, José, 154

Andrade, N.N., 154

Anglo americano mayordomo del

Hospicio, 151

Angulo, Juan Antonio, 101, 154

Ante, Antonio, 148, 149

Ante, Juan (el Puca), 151

Antioquia, 174

Araujo, Carlos, 151

Araujo, Joaquín, 158

Arechaga, Tomás, 14, 97, 98, 100,

101, 102, 148

Arequipa, 111, 114

Arévalo, (médico), 154

Arias, Manuel, 149

Arrechaga (véase Arechaga,

Tomás)

Arredondo, Manuel de, 100, 105

ÍNDICE ONOMÁSTICO

Page 90: Compendio de la Revelion de America- Fernando Hidalgo Nistri.pdf

- 178 - - 179 -

Arrieta, (doctor), 154

Arrieta, (presbítero), 154, 159

Arteta, Pedro, 150

Artigas, José Jervasio, 121

Ascázubi, (familia), 162

Ascázubi, Francisco Xavier, 99,

102, 148

Ascázubi, José, 149

Asín, (militar), 116

Asturias, 145

Atahualpa, 47

Aycardo, (cocinero italiano), 151

Aymerich, Melchor, 99, 100, 105,

116, 130, 173

Baco, 72

Bahamonde, Antonio, 154

Bailén, 104

Baraona, José, 154

Baraya, Antonio, 119

Barba, José, 151

Barba, N.N., 162

Barba, Nicolás, 154

Barbacoas, 39, 138

Barlovento, (islas de), 96

Barranca, 161

Barrera, Isaac J., 14

Batallas, Mariano, 158

Batancur, José Miguel, 153

Bayle, Pierre, 32

Bello, Miguel, 151

Benavides, Melchor, 149

Benet, Benito, 151

Benítez, N.N., 154

Benítez, Manuel, 151

Berrasueta, Juan Pablo, 153

Bética, 33

Bocachica, 108

Bogotá, 27

Bolívar, Simón, 120, 121

Bompland, Aimé, 96

Bonaparte, Napoleón, 27, 28, 96,

104, 125, 137, 138, 163, 167

Bonilla, F., 150

Bonpland (véase Bompland, Aimé)

Borbón, Carlota Joaquina de, 100

Borrero, Manuel María, 14

Bosano, Francisco, 150

Bosmediano, José, 151

Bourman, (comisionado), 97

Boves, José Tomás, 120, 121

Brasil, 101

Buenos Aires, 113, 114, 120, 121

Buga, 115, 116, 174

Buonaparte (véase Bonaparte,

Napoleón)

Bustamante, Antonio (el Cipo), 151

Bustos, Mariano, 153

Cabal, José María, 95, 162

Cabal, Vicente Lucio, 148, 150

Cachaví, 15, 115

Cachiaco, 115

Cadena, N.N. 109

Cádiz, 128

Caicedo, (comandante), 106

Caicedo, (familia), 40, 41, 152

Caicedo, (presidente), 115

Caicedo, Manuel José, 102, 149,

150, 151

Calamari, 119, 174

Caldas, Francisco José, 27, 35, 38

Calderón, Francisco, 110, 150

Calderón, José, 151

Cali, 115, 116, 130, 152, 158, 162,

174

California, 135

Calisto, (familia), 109

Calisto y Borja, María Teresa, 15,

16, 108

Calisto y Borja, Nicolás, 108

Calisto y Muñoz, Pedro, 15, 99, 100,

102, 108

Calixto y Muñoz, Pedro (véase

Calisto y Muñoz, Pedro)

Calleja, Félix María, 113

Calvache, (sacerdote), 152

Canelos, 158

Canoa, 68

Cánovas, La (véase Zárate, Rosa)

Cañar, 105

Capa Redonda (indio zapatero), 45,

109, 150

Caparedonda (véase Capa

Redonda)

Caracas, 102, 107, 120, 128, 161

Carcelén, Francisco, 154

Cárdenas, Ignacio, 153

Carlos III, 98

Carlos IV, 18

Carmen, (conventos del), 109

Caron, 97

Carondelet, Luis Héctor Barón de,

22, 23, 28, 96, 97, 151

Carrasco, (corregidor), 111

Carrera, José Miguel, 114

Carrera, Juan José, 114

Carrera, Luis, 114

Cartagena de Indias, 15, 16, 23, 33,

35, 95, 106, 107, 112, 119, 120,

121, 128, 161, 167, 174

Castillo, Mariano, 151

Catedral, 70, 158

Cauca, (río), 165

Cauca, (valle del), 115, 162, 165,

174

Cayambe, 154

Cervantes, Miguel de, 104

Cochabamba, 173

Colmenar, 15

Coloma, Cayetano, 153

Colón, Cristóbal, 63, 146

Concepción, (convento de la), 108,

109

Concepción, 114

Concordia, (regimiento), 113

Concordia, Marqués de la (véase

Abascal y Souza, José de)

Copérnico, Nicolás, 25

Coronel, Maximiliano, 150

Corral, José del, 148, 150

Correa, (padre), 152

Correa, José, 151, 152

Cortés, Miguel Agustín, 15

Cosío, Juan, 151

Costalona, La, 153

Cotacache, 152

Cotocollao, (parroquia de), 153

Cotopaxi, (provincia del), 22

Crespo Toral, Remigio, 29

Cruz, N.N., 113

Cruz, F., 153

Cruz, Manuel, 153

Cucalón, Bartolomé, 99, 116, 130

Page 91: Compendio de la Revelion de America- Fernando Hidalgo Nistri.pdf

- 180 - - 181 -

Cuenca, 41, 43, 47, 99, 100, 105,

115, 116, 130, 150, 169, 170,

173

Cuero y Caicedo, José, 74, 96, 107,

129, 149, 152, 159, 162, 167,

174

Cundinamarca, 119

Cuzco, 70, 74, 97, 114

Chagre, 117

Checa, Feliciano, 150, 151

Chile, 114, 117, 120, 173

Chillogallo, 150

Chimborazo, (provincia), 22

Chipre, 33

Chiriboga y León, Martín, 16

Chiriboga, José, 153

Chiriboga, Juan de, 153

Chiriboga, Ramón, 150

De la Peña, Nicolás, 47, 149, 153

De la Torre, Carlos, 14

Demélas, Marie-Danielle, 30, 38,

40, 46

Diderot, Denis, 32

Donoso, Juan, 149

Donoso, Ramón, 153

Dupon, (general), 104

Duprat, 101

Echanique, Mauricio, 153, 159

Ecuador, 31, 35, 37

Egas, Ramón, 151

Egipto, 33

Enríquez, Mariano, 151

Escobar, Pedro, 148, 149, 162

Escudero, (procurador), 154

Esmeraldas, 16, 23, 39, 68, 96, 115,

151, 152

España, 16, 17, 18, 48, 63, 64, 72,

81, 84, 85, 91, 92, 96, 97, 100,

102, 107, 113, 114, 117, 119,

120, 121, 126, 127, 128, 133,

134, 137, 139, 143, 145, 146,

151, 154, 160, 161, 163, 165,

169, 175

Espejo, Eugenio, 32, 37, 39, 40, 94,

95, 112

Espejo, Juan Pablo, 40, 94, 95, 112,

154

Espejo, Manuela, 112

Espinosa, Florencio, 153

Espinosa, Luis, 154

Europa, 63, 64, 85, 128

Fabara, (italiano), 151

Fábrega, 115

Fenelón, François, 33

Fernando II de Aragón, 63, 146

Fernando VII de Borbón, 100, 112,

114, 126, 137, 153

Fernández, (islas), 114

Filipinas, 143

Flores, José, 149

Francia, 27, 95, 96, 126, 167

Fromista, Juan, 105

Fuego, (isla de), 135

Fuertes Amar, Felipe, 98, 101, 107

Gainza, Gabino, 114

Galárraga, José, 158

Galup, (capitán), 102

Galves, José de, 47

Gangotena, Domingo, 148, 151

Garibay, Tadeo, 14

Gebiers, N.N., 162

Génova, 81, 175

Gibraltar, 148

Gisbert, Teresa, 46

Godoy, Manuel, 96, 97, 163

Gómez de la Torre, N.N., 151

González Verdugo, Pedro, 150

González, (padre), 157

González, Vicente, 114

Goyeneche, José Manuel de, 113

Granada, 15

Guáitara, 99

Guamanga, 114

Guanujo, 151

Guaranda, 6, 105, 151, 153, 158

Guarochirí, 105

Guayaquil, 33, 37, 41, 74, 96, 99,

105, 108, 115, 117, 130, 150,

157, 158, 160, 162, 163, 173,

175

Guerra, Antonio, 154

Guerra, Cayetano, 154

Guerra, Juan, 154

Guerra, Mariano, 154

Guerrero, Álvaro, 152, 169

Guerrero, Nicolasa, 153

Güisado, Manuel (véase Guisado,

Manuel)

Guisado, Manuel, 149

Gutiérrez, Xavier, 152

Heineke, Johann Gottlieb, 32

Herrera, Josefa, 149, 153

Hidalgo, Miguel, 113

Hispanoamérica, 34

Hisperia, 133, 134

Hobbes, Thomas, 32

Hospital, Juan, 25

Humboldt, Barón de, 26, 27, 34, 37,

38, 96, 104, 112, 129

Humbolt, Barón (véase Humboldt,

Barón de)

Hurtado, Francisco, 150

Hurtado, (el protomédico), 150

Ibarra, 88, 89, 92, 109, 115, 116,

151, 152, 169

Imbabura, 15

Indias, 48

Inkarri, 46

Isabel I de Castilla, 63, 146

Iturralde, (comerciante), 97

Iturralde, Miguel, 151

Jácome de Estrada, Mariano, 155

Jamaica, 137

Jerez de la Frontera, 16

Jerez, José, 151

Jerusalén, 169

Jesucristo, 127, 170

Jijón, (el sordo), 151

Jijón, Francisco, 153

Jijón, Miguel, 32

Juanambú, 116

Jurado, Próspero, 153

Page 92: Compendio de la Revelion de America- Fernando Hidalgo Nistri.pdf

- 182 - - 183 -

Keeding, Ekkehart, 24, 25, 46

La Concepción, (hacienda de), 153

La Merced, (recolección), 108, 157,

158

La Paz, 73, 113, 114

La Tola, 23

Ladrones, (isla de), 135

Lanchazo, Antonio, 152

Landaburo, José, 153

Lara, (presbítero), 74

Lardizábal y Uribe, Miguel de, 103

Larraín, Marica, 153

Larrea, (familia), 40, 152

Larrea, Carlos, 151

Larrea, José, 152, 159

Larrea, Pedro Lucas, 152

Larrea, Juan de, 96, 149, 151

Larrea, Manuel de, 148, 149, 159,

162

Larrea, Rosa de, 111

Latacunga, 63, 108, 151

León, Bernardo, 148, 152

León, Tomás, 154

Lima, 23, 35, 47, 59, 96, 100, 104,

105, 113, 114, 115, 117, 130,

137, 150, 154, 160, 162, 163,

167, 171, 174

Loja, 41

López, (médico), 154

Losada, José, 158

Lozano, Josefa, 153

Lugo, Vicente, 157

Luis XIV, 33

Luis XVI, 126

Luna, (médico), 153

Macaulay, N.N., 106, 115

Machache, 150

Madariaga, (canónigo chileno), 128

Maenza, Marquesa de (véase

Herrera, Josefa)

Magdalena, (río), 161

Malbucho, (camino de), 96, 115

Mancheno, (cadete), 151

Mancheno, (comandante), 153

Mancheno, 151

Mancheno, Joaquín, 150

Manila, 117

Manzanos, 97

Marcó, Casimiro, 173

Margarita, (isla de), 160, 167

Mariana de Jesús, 169

Mariquita (véase Gutiérrez, Xavier)

Martin, Minchom, 45

Mata, Juan Antonio de la, 96

Mateu, Manuel, 149, 159, 162

Maya, Ramón, 154

Maynas, 101, 107

Mejía, José, 37, 96, 101, 105, 112

Melo, Antonio, 92

Mena, Juan, 152

Mendoza, (villa de), 173

Merizalde, Mariano, 149

México, 64, 83, 113, 143

Milán, 81

Mira, (río de), 138

Miranda, (canónigo), 154, 159

Miranda, Calixto, 149, 169

Miranda, Francisco de, 120

Miranda, Ignacio, 153

Mocha, 108

Moisén, (francés), 151

Mojanda, 89

Molina y Zuleta, María del Carmen,

16

Molina, Joaquín de, 16, 105

Molinos, Miguel de, 147

Mompox, 161

Mon y Velarde, Antonio de, 27

Montanero, (presbítero), 155

Montes, Toribio, 26, 105, 108, 110,

115, 116, 117, 120, 130, 136,

158, 159, 162, 163, 164, 173

Montesquieu, Charles-Louis, 32

Monteverde, Domingo, 120

Montevideo, 117, 121

Montúfar, (familia), 30, 159, 162

Montúfar, Carlos, 27, 28, 32, 102,

103, 104, 111, 112, 117, 125,

128, 129, 148, 149, 150, 151,

162

Montúfar, Javier, 103

Montúfar, Juan Pío, 40, 94, 95, 96,

97, 98, 103, 107, 111, 147, 148,

149, 152, 153

Montúfar, Pedro, 111, 150, 152, 153

Montúfar, Rosa, 153

Mora de la Merced, (padre), 154

Mora, Miguel, 153

Morales, Juan de Dios, 26, 40, 94,

96, 97, 102, 147

Morán, Vicente, 153

Morelos, José María, 113

Morillo, Pablo, 160, 167, 174

Moscoso, José Gabriel, 114

Mosquera, 117

Mosquera, Vicente, 154

Mulaló, 150

Munibe, Miguel, 154

Murgeitio, Mariano, 151

Murgueitio, Salvador, 148, 149

Nariño, Antonio, 95, 96, 116, 119,

121, 161, 167

Narváez, (teniente general), 112,

128

Navarro, José G., 14

Neiba, 116, 174

Newton, Isaac, 25

Nieto, Diego, 97

Norte América, 137

Nuevo Mundo, 19, 63, 95

Nuevo Reino de Granada, 22, 27,

119, 123, 161

Núñez de Larco, Ramón, 14

Ochóa, Ignacio, 154

Ortiz, F., 153

Osorio, Mariano, 114, 173

Otavalo, 88, 109, 152, 153, 154

Pacífico, 23

Palo, 165

Palo, (río), 165

Panamá, 22, 23, 73, 96, 97, 102,

104, 112, 115, 117, 161

Panecillo, (cerro del), 109

Papallacta, 74, 107

Paredes, (mercader), 153

Paredes, Joaquín, 152

Paredones, 105

Pareja, Antonio, 114

París, 104

Pascual, 130

Page 93: Compendio de la Revelion de America- Fernando Hidalgo Nistri.pdf

- 184 - - 185 -

Pasto, 23, 99, 101, 103, 104, 106,

115, 116, 120, 130, 138, 148,

150, 162, 169

Pastos, (provincia), 154

Patía, (río de), 106, 116, 138

Península (véase España)

Peña, Nicolás de la, 97, 115, 153,

154

Peñafiel, Tiburcio, 158

Peñaherrera, abogado, 152

Peñaherrera, José, 152

Peñaherrera, Luis, 152

Peñaherrera, Manuel, 152

Peñaherrera, N.N., 154

Peñaherrera, Vicente, 152

Pepillo, (el), 151

Pérez Calisto, José María, 16

Pérez Muñoz, Pedro, 15, 16, 17, 19,

20, 22, 23, 24, 25, 27, 28, 30, 34,

39, 40, 42, 43, 44, 45, 47, 48, 49,

108, 110

Pérez, José, 150

Perú, 28, 46, 64, 87, 96, 113, 143,

154, 160, 173

Perucho, 154

Pezuela, Joaquín de la, 113, 114,

173

Pichincha, (provincia), 22, 29

Picoaga, Francisco, 114

Pigmalión, 33

Píllaro, 152

Pineda, Antonio, 151

Pinto, José, 152

Pinto, Xavier, 153

Pío VII, 100

Plata, (río de la), 175

Plaza Mayor, 108

Polit, F., 150

Pomacagua, 114, 123

Pomasqui, 157

Ponce, Alfredo, 14

Ponce, Carlos, 153

Ponce, Juan, 154

Ponce, Miguel, 150

Pontón, Baltasar, 150

Pontón, José María, 149

Popayán, 23, 101, 103, 104, 106,

115, 116, 117, 129, 130, 138,

157, 162, 165, 167, 174

Porquera, 115

Portovelo, 23

Portugal, 100, 175

Potosí, 173

Príncipe de la Paz (véase Godoy,

Manuel)

Puembo, 153

Puerto Rico, 117

Pumacagua, Mateo, 46

Puntal, 154

Puñoenrostro, (conde de), 101, 105

Putumayo, 138

Querejazu, (padre), 158

Quijano, Luis, 148, 149

Quintana, Domingo, 154, 159

Quintián y Ponte, Andrés, 44, 99

Quijote, 104

Quiñones, Mauricio, 151

Quiñónez, Pedro, 32

Quiñones y Cienfuegos, Pedro, 148

Quiñónez, Manuel, 149

Quiroga, Manuel, 26, 32, 96, 97,

102, 148

Quito, 15, 18, 19, 23, 24, 26, 31, 34,

35, 41, 43, 44, 46, 48, 50, 63, 74,

78, 85, 88, 89, 92, 94, 95, 96, 97,

99, 100, 101, 102, 104, 105, 107,

108, 109, 110, 111, 112, 113,

114, 115, 116, 117, 120, 123,

125, 129, 130, 131, 136, 137,

147, 150, 152, 154, 155, 157,

158, 159, 162, 163, 165, 169,

170, 171, 173

Ramírez, Juan, 114, 173

Rancagua, 114

Reino del Quitu, 148

Rendón, Ignacio, 150

Ribadeneira, Antonio, 152

Ribadeneira, Felipechín, 152

Ribadeneira, José, 152

Ribadeneira, Justo, 152

Riobamba, 22, 63, 105, 152, 169

Ríos, (Munsiur los), 95

Rodríguez de Quiroga, José M., 14

Rodríguez Soto, Francisco, 25, 26,

32, 107, 149, 159

Rodríguez, (doctor), 169

Rodríguez, Alejandro, 151

Rodríguez, Juan Manuel, 151

Rodríguez, Miguel Antonio, 32, 149

Roma, 42

Román, Antonio, 153

Román, Ignacio, 154

Romo, Tadeo, 150

Rondó, (general), 173

Rousseau, Jean-Jacques, 32

Ruiz de Castilla, (conde), 97, 100,

101, 103, 104, 108, 112, 129,

136, 148, 151

Saá, Antonio, 153

Saa, Francisco, 150

Saamano, Juan, 104, 109, 110, 115,

116

Sáenz Viteri, Francisco, 150

Sáenz, José, 154, 159

Saint Geours, Yves, 29, 40

Salazar, (doctor), 153

Salazar, Francisco Xavier, 148, 163

Salinas, (la) Antuca, 151, 153

Salinas, Diego de, 148

Salinas, Juan, 40, 94, 96, 97, 98,

102, 148, 151

Salvador, (presbítero), 74

Salvador, José, 148, 159

San Agustín (convento de

Riobamba), 153

San Agustín, (prior), 153

San Antonio, (pueblo de), 109, 110,

115

San Diego, (convento), 157

San José (hacienda), 108

San Lorenzo del Quitu, 98

San Marcos, (parroquia), 153

San Miguel, 105

San Miguel, (doctor), 104

San Roque, (barrio de), 16, 40, 44,

45, 151, 152

Sánchez, (familia), 107

Page 94: Compendio de la Revelion de America- Fernando Hidalgo Nistri.pdf

- 186 - - 187 -

Sánchez, N.N., 114

Sánchez de Orellana, Jacinto, 148

Sánchez de Orellana, Joaquín, 148,

150

Sánchez de Orellana, José, 150

Sánchez León, N.N., 162

Sánchez, (presbítero), 74

Sánchez, Andrés, 85

Santa Catalina, (convento de), 109,

153

Santa Clara, 108, 109

Santa Fe de Bogotá, 28, 92, 95, 96,

97, 101, 102, 104, 107, 116, 119,

120, 128, 130

Santa Marta, 161

Santa Prisca, (parroquia), 153

Santa, Remigio de la, 73

Santiago, (ciudad de), 114

Santiago, (río), 115

Saquisilí, 155

Sarabia, 166

Selva Alegre, Marqués de (véase

Montúfar, Juan Pío)

Sierra Morena, 16

Sigchos, 153

Sigchos, (cura de), 153

Soasnavas, Lizardo, 152

Socorro, (provincia de), 119, 174

Solanda, Marqués de, 148, 154

Solano, Manuel, 153

Solórzano Pereira, Juan de, 87

Soto, (canónigo), 162

Stevenson, William Bennett, 14

Tabacundo, 151

Tabango (indio carnicero), 45, 109

Tacón, (esposa de), 115

Tacón, Miguel, 103, 105

Tacunga, la (véase Latacunga)

Talavera, 114

Tejada, Antonio, 148

Telémaco, 33

Terán, Fernando, 153

Terrona, La, 153

Tíber, 123

Tierra Firme, 96, 119, 125, 160, 161,

174

Tinajero, Joaquín, 153

Tinajero, Mariano, 153

Tobar Donoso, Julio, 33

Tobar, Pedro, 153

Toledo, 171

Torresano, 153

Trento, 139, 170

Trigo, Gertrudis, 88

Tristán, Pío, 113

Tumaco, 115

Tungurahua, (provincia de), 22

Tunja, (provincia de), 119

Túpac Amaru, 46, 47

Umbol, Barón (véase Humboldt,

Barón de)

Valdivia, 114

Valdivieso, 107

Valdivieso, (familia), 162

Valdiviezo, 105

Valdiviezo, Guillermo, 148, 149,

159

Valencia, Manuel, 151

Valle, (coronel), 105, 114

Vallejo, José, 151, 153

Vargas, Luis, 154

Vasco, 130

Vásconez, Manuel, 151

Vásconez, Próspero, 151

Vásconez, Prudencio, 149

Velasco, Juan de, 35, 37

Velasco, Tomás, 154, 159

Vélez, Nicolás, 151

Veloz, Joaquín, 149

Venegas, Francisco Xavier, 113,

175

Venezuela, 120

Venta y Media, 173

Venus, 158

Veracruz, 117

Verde Lomas, 105

Vergara, (administrador de

correos), 107

Versalles, 34

Vidarrasaga, 116, 165

[V]igodet, Gaspar de, 121

Villaespesa, (capitán), 102

Villamagán, Andrés, 158

Villaque, Francisco, 154

Villasís, Vicente, 154

Villavicencio, Antonio, 128

Vizcaíno, Antonio, 153

Wilma, 173

Ximénez, Nicolás, 150

Yaruquí, 149

Zaldumbide, Joaquín, 149, 152

Zambrano, José, 153

Zambrano, Manuel, 149, 152

Zárate, Rosa, 115, 153

[Zea], Francisco Antonio, 95

Zeballos, (padre), 152

Zeballos, Pantaleón, 153

Page 95: Compendio de la Revelion de America- Fernando Hidalgo Nistri.pdf

- 189 -

COLECCIÓN BIBLIOTECA BÁSICA DE QUITO BBQ

1. Al margen de la historia. Leyendas de pícaros, frailes y caballe-

ros, 2003, Cristóbal de Gangotena y Jijón.

2. La lagartija que abrió la calle Mejía. Historietas de Quito, 2003,

Luciano Andrade Marín.

3. Púlpitos quiteños. La magnificencia de un arte anónimo, 2004,

Ximena Escudero Albornoz.

4. Calles, casas y gente del Centro Histórico de Quito. Tomo I.

Protagonistas y calles en sentido oriente-occidente. De 1534 a

1950, de la calle Egas a la calle Chile, 2004, Fernando Jurado No-

boa.

5. El derecho y el revés de la memoria. Quito tradicional y legen-

dario, 2005, Edgar Freire Rubio.

6. Imágenes de Identidad. Acuarelas quiteñas del siglo XIX, 2005,

Alfonso Ortiz Crespo et. al.

7. La crónica prohibida. Cristóbal de Acuña en el Amazonas, 2006,

Hugo Burgos Guevara.

8. Luz a través de los muros. Biografía de un edificio quiteño, 2006,

María Antonieta Vásquez Hahn.

9. Calles, casas y gente del Centro Histórico de Quito. Tomo II.

Protagonistas y calles en sentido oriente-occidente. De 1534 a

1950, de la calle Espejo a la calle Bolívar, 2006, Fernando Jurado

Noboa.

PUBLICACIONES DEL FONDO DE SALVAMENTO DEL PATRIMONIO CULTURAL DE QUITO, FONSAL

Page 96: Compendio de la Revelion de America- Fernando Hidalgo Nistri.pdf

- 190 - - 191 -

10. Calles, casas y gente del Centro Histórico de Quito. Tomo III.

Protagonistas y calles en sentido oriente-occidente. De 1534

a 1950, de la calle Rocafuerte a la calle Portilla, 2006, Fernando

Jurado Noboa.

11. Tulipe y la cultura yumbo. Arqueología comprensiva del subtró-

pico quiteño, 2006/2007, Hólguer Jara Chávez.

12. Familia, honor y poder. La nobleza de la ciudad de Quito en la

época colonial tardía 1765-1822, 2007, Christian Büschges.

13. El pueblo de Quito, 1690-1810. Demografía, dinámica sociorra-

cial y protesta popular, 2007, Martin Minchom.

14. Arte colonial quiteño. Renovado enfoque y nuevos actores, 2007,

Carmen Fernández-Salvador y Alfredo Costales Samaniego.

15. Carondelet. Una autoridad colonial al servicio de Quito, 2007,

Carlos Manuel Larrea, José Gabriel Navarro, Jorge Núñez Sánchez y Ma-

ría Antonieta Vázquez Hahn.

16. Mejía. Portavoz de América 1775-1813, 2008, Jorge Núñez, María

Antonieta Vásquez Hahn, Eduardo Estrella, Erick Beerman, María José

Collantes, Hernán Rodríguez Castelo.

17. Radiografía de la piedra. Los jesuitas y su templo en Quito, 2008,

Jorge Moreno Egas, Jorge Villalba, Peter Downes, Christiana Borchart

de Moreno, Valeria Coronel Valencia, Alfonso Ortiz Crespo, Adriana

Pacheco Bustillos, Diego Santander Gallardo, José Luis Micó Buchón,

Patricio Placencia, Manuel Jiménez Carrera.

18. Calles, casas y gente del Centro Histórico de Quito. Tomo IV.

Protagonistas de la Plaza Mayor y la Calle de las Siete Cruces,

1534-1950, 2008, Fernando Jurado Noboa.

19. El Sabor de la Memoria. Historia de la cocina quiteña, 2008, Julio

Pazos Barrera.

20. El Camino de Hierro. Cien años de la llegada del ferrocarril a

Quito, 2008, Elisa y Ana María Sevilla, Hernán Ibarra, Kim Clark, José

Segovia Nájera, José Antonio Figueroa, Eduardo Kingman, María Au-

gusta Espín, Erika Bedón, Liset Coba, Inés del Pino Martínez.

VERSIONES RESUMIDAS DE LA BIBLIOTECA BÁSICA DE QUITO

- Imágenes de identidad. Acuarelas quiteñas del siglo XIX, 2005, a

cargo de Evelia Peralta.

- Tulipe y la cultura yumbo. Arqueología comprensiva del subtró-

pico quiteño, 2007, a cargo de Olga Fernández y Sofía Luzuriaga.

- Las ideas políticas de un quiteño en España. José Mejía Lequeri-

ca 1775-1813, 2007, Jorge Núñez Sánchez.

COLECCIÓN QUITO Y SU MÚSICA:

- Rincones que cantan. Una geografía musical de Quito, 2006, Fer-

nando Jurado Noboa.

- Gonzalo Benítez. Tras una cortina de años, 2007, Adrián de la To-

rre y Pablo Guerrero Gutiérrez.

OTRAS OBRAS EDITADAS:

- El Fondo de Salvamento, 1988-1992, 1992.

- El Fondo de Salvamento, 1992-1996, 1996.

- Centro Histórico de Quito: Testimonios, 1996.

- El Fondo de Salvamento, 1996-2000, 2000.

- Recuperando la Historia, 2002.

- Teatro Nacional Sucre, 1886-2003, 2003.

- Origen, traza y acomodo de la ciudad de Quito, 2004, Alfonso Ortiz

Crespo.

- Reforzamiento estructural en las edificaciones patrimoniales,

2004, memorias del seminario taller.

- Las técnicas vernáculas en la restauración del patrimonio, 2005,

memorias del seminario taller.

- Vida, pasión y muerte de Eugenio Santa Cruz y Espejo, 2006, Mar-

co Chiriboga Villaquirán.

- Quito. Historia y destino, 2006, Gonzalo Ortiz Crespo.

- Damero, 2007, Alfonso Ortiz Crespo, Matthias Abram, José Segovia Ná-

jera.

Page 97: Compendio de la Revelion de America- Fernando Hidalgo Nistri.pdf

- 192 - - 193 -

- Quito. Escudo de armas y títulos [1914], 2007, Pedro Pablo Traver-

sari.

- Catálogo de publicaciones del FONSAL, 2007.

- Los años viejos, 2007, X. Andrade, María Belén Calvache, Liset Coba,

Martha Flores, Ángel Emilio Hidalgo, Carlos Tutivén Román, María Pía

Vera.

- Guía descriptiva, bibliográfica y documental sobre la Indepen-

dencia en el Ecuador, 2007, Guadalupe Soasti.

- Insurgentes y realistas. La revolución y la contrarrevolución qui-

teñas. 1809-1822, 2008, Alfredo Costales Samaniego y Dolores Cos-

tales Peñaherrera.

- Miguel de Santiago en San Agustín de Quito, 2008, Ángel Justo Es-

tebaranz. Con la colaboración del Gobierno del reino de España.

- El Valle de Tumbaco. Acercamiento a su historia, memoria y

cultura, 2008, Lucía Moscoso Cordero.

- Compendio de la rebelión de América. Cartas de Pedro Pérez

Muñoz. Compilación de Fernando Hidalgo-Nistri.

REVISTAS:

Revista Patrimonio de Quito

N.° 1: Tema principal: Quito, espacio para lo sagrado, junio de 2005.

N.° 2: Tema principal: La Compañía de Quito: joya barroca de Améri-

ca, diciembre 2005, contiene CD.

N.° 3: Tema principal: El San Juan de Dios: el hospital de Espejo, agos-

to de 2006.

N.° 4: Tema principal: Quito: vientos de revolución, abril de 2007.

Revista ¡Viva la Ronda!

Siete publicaciones de circulación gratuita, 2007.

Revista infantil La revolución quiteña, agosto de 2008.

FOLLETOS:

- Tesoros de Quito. Cinco publicaciones.

- Luz de quito siempre viva.

- Quito: 10 razones para escogerla.

- Nuestro día sol. Una mirada al monumento de la Independencia

en sus cien años.

- Itchimbía, de loma tutelar a centro cultural.

- Paseando por la Alameda.

PUBLICACIONES INSERTAS EN EL DIARIO EL COMERCIO:

- Quito: Semana Santa, abril 2007.

- 1809: Vientos de revolución, agosto 2007.

- Quito es patrimonio vivo, septiembre 2007.

- ¡El ferrocarril llegó a Quito! 100 años de una jornada histórica,

junio 2008.

OBRAS DE OTRAS EDITORIALES AUSPICIADAS POR EL FONSAL

- En la tierra, Quito… la ciudad, la pintura, 2004, prólogo y selección

de imágenes Lenin Oña, selección de textos Jorge Enrique Adoum, en

coedición con Ediciones Archipiélago.

- … Y en el cielo un huequito para mirar a Quito. La ciudad, la

poesía, 2004, selección de textos Jorge Enrique Adoum, en coedición

con Ediciones Archipiélago.

- Un siglo de imágenes 1860-1960. El Quito que se fue, 2004, en

coedición con la Academia Nacional de Historia.

- El retrato iluminado. Fotografía y república en el siglo XIX, 2005,

Lucía Chiriboga y Silvana Caparrini, en coedición con Museo de la Ciu-

dad y Taller Visual.

- Los quiteños [1981], 2005, Francisco Tobar García, en coedición con

La Palabra Editores.

- Quito. Sueño y laberinto en la narrativa ecuatoriana, 2005, Peter

Thomas, en coedición con La Palabra Editores.

Page 98: Compendio de la Revelion de America- Fernando Hidalgo Nistri.pdf

- 194 - - 195 -

- La Linares, 2005 [bilingüe], Iván Egüez, en coedición con Editorial Tra-

ma.

- José Enrique Guerrero. El pintor de Quito, 2006, Patricio Herrera

Crespo, en coedición con La Palabra Editores.

- 200 años de escultura quiteña, 2007, Xavier Michelena, en coedición

con Citymarket.

- 200 años de humor, 2007, Esteban Michelena en coedición con City-

market.

- De memorias. Imágenes públicas de las mujeres ecuatorianas

de comienzos y fines del siglo veinte, 2007, Ana María Goetschel,

Andrea Pequeño, Mercedes Prieto y Gioconda Herrrera, en coedición

con FLACSO.

- Contribuciones a la Historia del Arte en El Ecuador, 2007, José

Gabriel Navarro, [1921-1952], en coedición con Fundación José Gabriel

Navarro y Editorial Trama.

- Testimonio del radioteatro en Quito, 2008, Margarita Guerra Gán-

dara, en coedición con editorial El Conejo.

- La ciudad y los otros, Quito 1860-1840. Higienismo, ornato y

policía, 2008, Eduardo Kingman, en coedición con FLACSO.

ADQUISICIÓN DE EJEMPLARES DE OTRAS EDITORIALES

- Territorio o nación. Reforma y disolución del espacio imperial

en Ecuador, 1765-1830. Federica Morelli, Madrid, Centro de Estudios

Políticos y Constitucionales, Madrid, 2005.

PROYECTOS EDITORIALES EN MARCHA

- Eugenio Espejo, precursor, Carlos Freile. Segunda edición.

- Carlos Montúfar y Larrea, héroe del movimiento emancipador

1780–1816, Guadalupe Soasti.

- Las mujeres en la Independencia 1809-1812, Sonia Salazar y

Alexandra Sevilla.

- Descartes reformado, Juan Magnin. Estudio introductorio de Carlos

Paladines.

- Historia de la recoleta del Tejar, María Antonieta Vásquez Hahn.

- El canto del ruiseñor (José María Trueba), Alfonso Campos.

- Jacinto Jijón y Caamaño, peruanista, Luis Lumbreras.

- El teatro insurgente en Quito, Ekkehart Keeding y María Antonieta

Vásuqez Hahn.

- Prensa y espacio público en Quito (1790-1840), María Elena Be-

doya.

- La configuración militar en la gesta quiteña de Independencia

(1809-1812), Kléver Bravo.

- Historia del Antiguo Hospital San Juan de Dios, Jorge Moreno, Nan-

cy Morán, Sylvia Benítez y Cecilia Ortiz. (En colaboración con el Museo

de la Ciudad).

- Cultura política y movilización popular en la Audiencia de Quito

durante la era de la Revolución (1765-1822), Valeria Coronel.

OTROS PRODUCTOS CULTURALES:

- Juegos, rompecabezas, camisetas, calcomanías, figuras de cerámica,

postales, discos compactos Tadashi Maeda, Carlota Jaramillo, Luis Al-

berto Valencia, Gerardo Guevara, Banda Municipal, Alex Alvear, calen-

darios 2006, 2007, 2008, afiches.

- CD-ROM: Catálogos. Fondos bibliográficos antiguos de Biblioteca Gene-

ral de la Universidad Central del Ecuador BUCE / Biblioteca del Ministe-

rio de Relaciones Exteriores DMIM y Cancillería del Estado / Biblioteca

Ecuatoriana Aurelio Espinosa Pólit BAEP. Coedición con La Unión Lati-

na y el Instituto ítalo Americano de Roma.

COMERCIALIZACIÓN Y VENTA DE LAS PUBLICACIONES Y OTROS PRODUCTOS CULTURALES

Para la adquisición de ejemplares y otros productos comuníquese con:

Verónica Ortiz Montúfar N4-67. Quito Oficina: (593 2) 2 28 07 22

Celular: 084 055 656 Correo electrónico: [email protected]

Puntos de venta:

Tienda de la Calle La Ronda Libri Mundi Librería Española Librería

Rayuela Museo de la Ciudad Quinde Arte

Page 99: Compendio de la Revelion de America- Fernando Hidalgo Nistri.pdf