Compendio 1 de Lecturas de Nucleo 1

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UNIVERSIDAD POLITECNICA DE SAN LUIS POTOSI DILEMAS ÉTICOS LECTURAS DINÁMICAS PROYECTO TRANSPARENCIA 09/08/2009 El presente trabajo pretende adentrar al joven estudiante al pensamiento crítico mediante lecturas y reflexiones de casos que nos plantean situaciones concretas de la vida, lo que nos ayudará a explicar las características distintivas de la acción moral, como la base fundamental para la construcción de la personalidad ética.

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UNIVERSIDAD POLITECNICA DE SAN LUIS POTOSI

DILEMAS ÉTICOSLECTURAS DINÁMICAS PROYECTO

TRANSPARENCIA

09/08/2009

El presente trabajo pretende adentrar al joven estudiante al pensamiento crítico mediante lecturas y reflexiones de casos que nos plantean situaciones concretas de la vida, lo que nos ayudará a explicar las características distintivas de la acción moral, como la base fundamental para la construcción de la personalidad ética.

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Tabla de contenido

COMPENDIO DE LECTURAS “PROYECTO DE TRANSPARENCIA”..............................4

CURSO DE NUCLEO GENERAL 1....................................................................................................4

DESARROLLO DE HABILIDADES DEL PENSAMIENTO CRÍTICO.......................................................4

MODULO 1...................................................................................................................................5

EL ABORTO...............................................................................................................................5

Las decisiones de Claudia.........................................................................................................7

LA CONTAMINACIÓN................................................................................................................9

DILEMA DE HEINZ.....................................................................................................................9

BAJAS CALIFICACIONES...........................................................................................................10

MODULO 2.................................................................................................................................11

Ética o eticidad.......................................................................................................................11

El molinero y su asno..............................................................................................................12

¿Hay que decir siempre la verdad?........................................................................................14

Lenguaje y cultura joven: ¿Derecho a la diferencia en la Universidad?..................................15

Tema: Pena de muerte...........................................................................................................16

El zorro y el cuervo.................................................................................................................18

ANÉCDOTA DE ANAXÁGORAS................................................................................................20

EL PROBLEMA DE LA ÉTICA.....................................................................................................21

Tengo derecho a decidir por mi mismo..................................................................................22

DOS COMPAÑEROS DE TRABAJO............................................................................................27

EL IMPUESTO PREDIAL...........................................................................................................30

EL JOVEN CANGREJO..............................................................................................................32

LA MORDIDA..........................................................................................................................33

El cuervo y su madre..............................................................................................................33

Un accidente automovilístico.................................................................................................35

El Samurai...............................................................................................................................36

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Anatomía de la ira..................................................................................................................37

DE QUÉ VA LA ÉTICA...............................................................................................................39

MODULO 3.................................................................................................................................46

Cuando el jefe manda…..........................................................................................................46

CAPÍTULO SEGUNDO ETICA PARA AMADOR..........................................................................47

CAPITULO TERCERO ETICA PARA AMADOR............................................................................54

El vuelo del halcón.................................................................................................................61

Ser felices no es estar divertidos............................................................................................62

Italia decide interrumpir la alimentación a una mujer en coma desde hace 16 años.............63

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COMPENDIO DE LECTURAS “PROYECTO DE TRANSPARENCIA”

CURSO DE NUCLEO GENERAL 1

DESARROLLO DE HABILIDADES DEL PENSAMIENTO CRÍTICO. Nuestro recorrido de aprendizaje lo iniciaremos con un acercamiento a dos conceptos fundamentales: la Moral y la Ética. La distinción de estos dos campos resulta imprescindible para comprender cómo se estructura la personalidad ética en cualquiera de sus ámbitos: la ética social, la ética pública y la ética cívica.

Se abordarán las características y rasgos constitutivos del sistema moral y sus diferencias con otros sistemas que intervienen en la acción humana, los niveles de desarrollo de la personalidad moral y lo que implica la estructura de la decisión ética. Una de las premisas de las que se parte es que para aspirar a desarrollar una ética pública, es necesario primero contar con personas con conciencia moral y con eticidad en sus acciones. Por ello iniciaremos con la

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El pensador crítico ideal es “una persona habitualmente inquisitiva; bien informada, que confía en la razón; de mente abierta; flexible; justa cuando se trata de evaluar; honesta cuando confronta sus sesgos personales; prudente al emitir juicios; dispuesta a reconsiderar y si es necesario a retractarse; clara respecto a los problemas o las situaciones que requieren la emisión de un juicio; ordenada cuando se enfrenta a situaciones complejas; diligente en la búsqueda de información relevante; razonable en la selección de criterios; enfocada en preguntar, indagar, investigar; persistente en la búsqueda de resultados tan precisos como las circunstancias y el problema o la situación lo permitan”.

Peter A. Facione

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dimensión individual del comportamiento ético. Los ejercicios de reflexión a los que invita el presente módulo pretenden aportar elementos para la formación ético-moral de los alumnos, en cuanto a futuros ciudadanos participes de una sociedad abierta, plural y transparente.

Objetivo generalQue los alumnos:

Distingan las características e importancia que tienen las estructuras del juicio moral y la decisión ética como factores fundamentales en el proceso de construcción de la personalidad ética.

Para efectos de lograr una mejor comprensión del tema, realizaremos lecturas y reflexiones de casos que nos plantean situaciones concretas de la vida, lo que nos ayudará a explicar las características distintivas de la acción moral, como la base fundamental para la construcción de la personalidad ética.

MODULO 1.

EL ABORTO

Téngase en consideración esta hipotética charla:Sentadas en el rincón de un tranquilo bar se encontraban Patricia, Rosalba y Montserrat, tres entrañables amigas. Patricia, en tono angustiado, les anunciaba que abandonaría sus estudios porque estaba embarazada.Tras unos momentos de pasmo, Montserrat exclamó: “Lo siento mucho, amiga. Lamento que estés pasando por esta situación y sé que no tienes opción, puesto que en nuestro país está prohibido el aborto”. Rosalba, que apenas salía de la sorpresa, exclamó en tono de reproche:“¿Y a quién se le ocurre pensar en si el aborto está prohibido o permitido por alguien o por algo, cuando es claro que se trata de un asunto de conciencia, pues lo que está de por medio es el respeto a la vida humana?”.

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Patricia que, en medio de su preocupación, había escuchado con atención el decir de sus amigas, replicó: “Amigas, creo que no hay razón para seguir está discusión.Por supuesto que tendré a mi hijo o hija, mas no porque sea delito practicar el aborto ni tampoco porque considere esa decisión asunto de conciencia propia. Sinceramente, amigas mías, no tengo contemplado abortar porque sé que de hacerlo padecería por siempre el rechazo de mi familia y de nuestros círculos cercanos, lo que me haría muy ingrata la existencia”.

25Preguntémonos ahora:

¿Estamos realmente frente a un diálogo moral?Si la respuesta es afirmativa, ¿cuáles son los juicios morales en discusión?Si la respuesta es negativa, ¿cuáles serían entonces los temasreconocibles en esa conversación?

Repasemos una a una las condiciones y dificultades de respuesta:

La apariencia de que el tema es simplemente el embarazo de Patricia.Que su charla deja claro que su trato es “entre iguales”, cosa que queda de manifiesto en el hecho de que cada una expresa libremente sus opiniones.Que existe aparentemente un acuerdo unánime entre ellas: el “no” al aborto.Se aprecian tres maneras de enfocar la situación problemática de Patricia, puede inferirse que durante la charla fluyen tres construcciones diferentes de la situación:

1. La de Montserrat, que observa la situación de Patricia desde la perspectiva de que existe un mandato jurídico específico y autoridades judiciales que lo prohíben y sancionan.

2. La de Rosalba, que presenta la alternativa de aborto o no aborto como asunto de conciencia y justifica su postura en el respeto a la vida.

3. Y la de Patricia, que plantea su situación como un asunto de aceptación o rechazo de parte de su familia y su círculo de amistades.

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El campo de la moral sedistingue porque en éllas máximas o mandatosa la acción provienen dela conciencia propia

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Precisemos entonces:

La postura de Montserrat no se apoya directamente en un criterio moral, sino en la pretensión de que su amiga no incurra en un acto delictivo que ameritaría una sanción penal; y Patricia, por su parte, funda su postura en el propósito de evitar incurrir en una acción reprobable a los ojos de su familia y de su círculo social.La única interlocutora que ofrece una postura y argumento de índole moral es Rosalba, porque resalta la autonomía de la conciencia propia como único juez y, particularmente, se respalda en el principio ético del respeto a la vida. Para aclarar esta confusa charla, veamos la tabla siguiente:

Hay medios de sanción no punitiva ni generalizada.

En esta tabla se observan verticalmente tres sistemas o campos de acción funcionalmente diferenciados: el campo de la moral, el campo de la política y el campo del comportamiento grupal. Y, horizontalmente, se observan cuatro atributos distintivos: la sede o espacio de ocurrencia de la acción, la autoridad a la que se refiere, su fin reconocible y el criterio de validez en que se asienta.

Sistemas o campos de acción

Sistema o campo

Sede o espacio donde ocurre la acción.Se orienta a:

Autoridad a la que se refiere Se obedece a:

Su fin reconocible

Criterio de validez en el que se asienta

Moral Conciencia individual

Sí mismo Autonomía individual

Congruencia ética o corrección normativa

Política Conducta El Estado: las leyes y las autoridades

Cualesquiera que requiera respaldo político y legal

Hay medios legítimos de coacción física

Grupal Conducta El “otro” Integración disciplina

Hay medios de sanción no punitiva ni generalizada

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Las decisiones de ClaudiaElaborado por: Filiberto González Hernández.

Claudia es una ingeniera egresada de una universidad privada muy prestigiosa en la Ciudad de México, se graduó hace ya casi 5 años y actualmente esta trabajando para la empresa Cambridge Consulting Group, (CCG), empresa consultora dedicada a preparar y analizar la factibilidad financiera de proyectos de inversión para una gama muy amplia de empresas en México. Claudia tiene 3 años trabajando para esta compañía y como parte de sus actividades, ella tiene acceso a gran cantidad de información restringida y confidencial de la situación financiera de empresas del ramo de las telecomunicaciones y telefonía móvil.Durante su estancia en la compañía, ella ha acumulado experiencia y conocimiento que le han llevado a determinar la viabilidad exitosa de diferentes proyectos que ella ha dirigido junto con su equipo de trabajo conformado por otros 10 ingenieros, de esta fructífera experiencia y conocimiento así como del acceso a información restringida, se ha dado cuenta la empresa Telefónica Star One (TSO), empresa para la cual Claudia y su equipo están asesorando actualmente en un proyecto que se refiere a determinar la viabilidad de un teléfono celular cuya tecnología de punta promete revolucionar el mercado de las comunicaciones celulares. Pero esta tecnología también la esta desarrollando la empresa Innovation and Technology in Communications (ITC) empresa para la cual también la empresa CCG está asesorando y es parte de la cuenta de clientes que atiende Claudia.El Ingeniero Carlos Pérez director de operaciones en TSO se ha entrevistado con Claudia en un restaurante y le ha propuesto que proporcione a TSO los planes y estrategias, así como datos confidenciales de la empresa ITC con la intención ganarle a dicha empresa en el lanzamiento del nuevo teléfono celular. A cambio de esta información, Carlos a nombre de TSO, le ha ofrecido a Claudia $5,000,000 de pesos más un bono adicional del 0.05% sobre las ventas del primer año, si la información que Claudia proporciona hace que el proyecto de TSO salga antes que el de ITC y además esto haga que TSO se posicione en el mercado para este nuevo teléfono celular.

Preguntas:

1. ¿Qué deberá hacer Claudia sobre esta propuesta?2. ¿Qué implicaciones éticas, tendrán las decisiones de Claudia?

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3. Si te hicieran una propuesta similar a esta, ¿qué harías?, ¿Por qué lo harías y cual sería tu justificación?

LA CONTAMINACIÓN

Una ingeniera trabaja en una fábrica de productos químicos. Se percata que se ha producido una fisura en un conducto por el que sale un líquido que contamina el ambiente.

Para solucionar la avería es necesario cambiar unos elementos fundamentales en la producción y sería necesario parar durante un mes la fábrica.

La ingeniera ha comunicado la avería al Director, pero este no quiere dejar de producir porque eso le haría perder mucho dinero y tendría que despedir algunos empleados, lo que supondría una importante crisis social en la zona.

Si no se arregla la avería la contaminación se incrementaría y repercutiría en la vida acuática y después en la de los habitantes del río que comen estos alimentos y se suministran el agua.

Si la ingeniera denuncia a las autoridades el peligro que supone la fisura, se enfrentaría al director y probablemente seria despedida. ¿Qué debe hacer la ingeniera?

DILEMA DE HEINZAnalicemos el siguiente caso, una adaptación del conocido “dilema deHeinz”.En algún lugar existe una mujer que padece un tipo especial de cáncer y va a morir pronto. Hay un medicamento que los médicos piensan que le puede salvar, pero es muy escaso y tiene un precio muy elevado, por lo que elfarmacéutico aprovecha la circunstancia para encarecerlo y cobrarlo diez veces más que su precio normal. El esposo de la mujer enferma sólo cuenta con la mitad de lo que cuesta el medicamento, pero va con el farmacéutico y le cuenta

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¿Podrás, Sócrates, decirme si la virtud puedeenseñarse , se adquiere sólo en la práctica, o en fin, sino dependiendo de la práctica, ni de la enseñanza, se encuentra en la persona naturalmente o de cualquier otra manera?

Platón. “Menón o de la virtud”

¿Podrás, Sócrates, decirme si la virtud puedeenseñarse , se adquiere sólo en la práctica, o en fin, sino dependiendo de la práctica, ni de la enseñanza, se encuentra en la persona naturalmente o de cualquier otra manera?

Platón. “Menón o de la virtud”

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que su esposa se está muriendo y le ruega que le venda en ese precio el medicamento. El farmacéutico se niega y, ante eso, el esposo, desesperado,lo ataca y le roba la medicina. Preguntémonos, por ejemplo:¿Es correcta la decisión de robar el medicamento? ¿Hizo bien elesposo de la mujer que tiene cáncer?¿Actuó correctamente el farmacéutico?¿Quién tiene la razón?¿Tenía otra opción el esposo?¿Usted qué haría si fuera el farmacéutico?¿Por qué cree que el esposo hizo lo correcto?¿Qué haría si fuese el esposo?Consulte a sus amigos, compañeros o familiares; pregúnteles quién tiene la razón y, sobre todo, por qué defienden una u otra opción.Resultará interesante constatar que cada una de las personas consultadas tiene una opinión distinta pero, sobre todo, un argumento diferente para defender su opinión en torno al asunto.

¿Recuerda usted el decir popular de que “cada cabeza es un mundo”?

BAJAS CALIFICACIONES

Usted tiene una hija o un hijo, estudiante del segundo año de secundaria. Su hija(o), notoriamente disciplinada(o) y aplicada(o) a sus estudios, obtuvo calificaciones muy superiores al promedio de sus compañeros de la escuela primaria. Más aún, ha obtenido buenas calificaciones durante el año y medio que lleva cursando la educación secundaria, excepto en la asignatura de matemáticas, en cuyo último examen obtuvo seis.Ante esta situación, más allá de que su hija(o) le mostró el examen en cuestión, usted decide solicitar información sobre los criterios con los cuales la maestra diseñó el examen y evalúo el aprovechamiento. La maestra, por su parte, se niega a proporcionarle la información solicitada bajo el argumento de que no existe ley ni reglamento escolar algunos que le obliguen a ello.

¿Cuál sería su reacción frente a la actitud de la maestra?

Pensemos ahora en un curso hipotético de acción:

Usted decide acudir ante el director de la escuela, le expone la situación y le solicita su intervención para obtener la información solicitada. La respuesta del

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director consiste en negarle la información y ratificar la decisión de la maestra utilizando el mismo argumento: no existe ley alguna que obligue a las autoridades de la escuela a proporcionar la información que usted requiere. Aún más, agrega el director, no hay ley que le impida conceder a usted dicha información, pero como tampoco existe castigo por no hacerlo, entonces nolo hará: ¡No le proporcionará la información!¿Cuál es su sentimiento?¿Cuál sería su reacción?Supongamos que es cierto lo que argumentan el director y lamaestra.¿Podemos decir que tienen razón para no proporcionarle a ustedla información? ¿Es válida su argumentación-justificación? ¿Es correcta su decisión?Sin embargo, usted necesita esa información para hacer una consulta con algún especialista para que le ayude a encontrar una solución a la problemática de su hija(o)…¿Usted les daría la razón?¿Si usted fuera el director actuaría de la misma manera?

MODULO 2

Ética o eticidad

He aquí el desafío crucial de la ética o de la eticidad: reflexionar sobre esos hechos tan cotidianos pero tan cruciales en la existencia humana, en los que confluyen encontradamente principios morales diferentes, de tal suerte que imponen a las personas el desafío de elegir uno de ellos rechazando el otro.

Para todos, la vida moral implica conflictos de valor que nunca encuentran soluciones definitivas, y que, por lo mismo, constituyen decisionesdifíciles. La diferencia, en principio, estriba en la actitud y en las aptitudes para reconocer dichos conflictos y resolverlos conscientemente, es decir, a

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La vida moral implica paratodos conflictos de valorque nunca encuentransoluciones definitivas, y que, por lo mismo,

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A diferencia de otrossaberes, en la ética no hay decisiones absolutas ni mucho menos irrefutables

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sabiendas de que cualquier decisión reclama buenas razones y de que, a diferencia de lo que sucede en otros saberes,en la Ética no hay decisiones absolutas ni mucho menos irrefutables.

Reflexionemos ahora sobre la situación expuesta en la fábula de Esopo que transcribimos en la siguiente página.

El molinero y su asno

El camino de polvo entraba y salía de los bosques,retorciéndose como una larga y enroscada serpiente, formando gibas sobre las colinas, estirándose en recta línea blanca sobre las llanuras y sumergiéndose en los valles, hasta llegar, finalmente, a la carretera que llevaba a la ciudad. Y por el camino, sorteando sus curvas y repentinos recodos, venían el molinero, su joven hijo ysu retozón asno.Detrás, a poca distancia, varios niños cantaban con alegría, mientras avanzaban dando cabriolas. Por fin, alcanzaron al molinero, y uno de ellos gritó en son de burla:—¡Miren a esos tontos! ¡Caminan con tanto esfuerzo junto al asno, cuando podrían viajar en su lomo!Y se alejaron corriendo, lanzándose como saltamontescamino abajo.—Tienen razón, hijo mío —dijo el molinero—. En realidad somos unos tontos.Y alzó a su hijo y lo sentó sobre el lomo del asno.Luego, ambos siguieron trabajosamente por la carretera, áspera y calcinada por el sol. Al poco rato, un grupo de labradores dobló el recodo y se topó con los tres.El molinero y su asno—¡Miren! —dijo uno de ellos, señalando al asno y al niño—. Los jóvenes de hoy no tienen la menor consideración por sus padres. Miren a ese robusto muchacho, cómodamente viajando sobre el asno, mientras su viejo padre va a pie. Cuando los labradores siguieron su camino, el molinerodetuvo el asno y dijo:—Apéate, hijo. Tal vez tengan razón. Seré yo quien monte.Subió al asno y así continuaron la marcha. Por el lado opuesto de la colina venía una vieja, que apretaba el chal contra los huesudos hombros.

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—¿Cómo puedes dejar que tu fatigado niño corra detrás de ti, mientras tú cabalgas cómodamente? —gritó con desdén al molinero, al pasar.Avergonzado, el molinero tomó a su hijo y lo sentó tras él, sobre las ancas del asno. Apenas habían recorrido unos pocos pasos, alcanzaron a un pequeñogrupo de hombres.—Se ve que el asno no les pertenece —dijo uno de éstos, en tono acusador—, de lo contrario no le quebrarían así el lomo. ¡Pobre animal!A esta altura, el molinero estaba un poco desconcertado, pero hizo bajar a su hijo, se apeó él mismo del asno y, atándole las patas, cargó al animal en hombros.El pobre asno se retorcía incómodo, golpeando la espalda del molinero a cada paso.Cuando cruzaban el puente, el asno se desprendió de su atadura y cayó al agua. Luego, nadó hasta la ribera y echó a correr por los campos.Tratando de complacer a todos, el molinero no había complacido ni siquiera a su asno.

Fábula de Esopo

Moraleja: No se puede complacer a todo el mundo, mucho menos al mismo tiempo.39¿Cuál es la lección que usted puede extraer de esta fábula parasu propia vida?¿Tiene sentido tomar en cuenta todas las opiniones o los juiciosde los demás? ¿Solamente algunos? ¿Cuáles? ¿Cómo y conqué criterio los elige?¿Es mejor valerse del juicio propio para tomar decisiones?¿Cómo saber que el juicio propio es el mejor juicio?

Este ejercicio, al igual que los anteriores, apunta al propósito de construir experiencias colectivas sobre situaciones que, vistas con detenimiento, guardan semejanza con las situaciones que nos plantea nuestra existencia cotidiana, sea en la dimensión familiar, política e incluso laboral. No obstante lo anterior, es pertinente remarcar la existenciade un ingrediente que, probable aunque no necesariamente, haga la diferencia: la exigencia de ofrecer razones sobre las posturas morales personales y de escuchar las exteriorizadas por los otros.Si lo anterior es correcto, existe una buena base que permite inferir y hacer explícitas dos de las premisas fundamentales en que se asienta este Manual:

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1. Es posible construir criterios racionales y razonables para guiarnuestros actos morales y actuar en consecuencia.2. Dicha posibilidad no se realiza “en automático”, sino que supone la generación de aprendizajes especiales para construir con precisión dichos criterios y habilidades especiales para aplicarlos correctamente en las situaciones específicas que se nos presentan.

¿Hay que decir siempre la verdad?

Desarrollar el juicio crítico respecto a la obligación de decir la verdad en una situación determinada

Se trata de una niña de 5 años de edad atendida en un centro médico debido a una deficiencia renal colateral de una glomerulonefritis. Estaba bajo diálisis renal crónica, por lo que se consideró la posibilidad de un trasplante de riñón. El éxito de este procedimiento en su caso particular era cuestionable. Se presumía, además, que el riñón trasplantado no sufriría la misma enfermedad. Luego de discutir el problema con los padres de la paciente, se decidió proseguir con los planes de trasplante. Se tipificó el tejido del riñón y se comprobó que no sería fácil encontrar donantes. Sus hermanos de 2 a 4 años de edad eran muy pequeños para ser donantes. Su madre resultó no ser histocompatible, pero sí su padre. Este fue sometido a un arteriograma y se descubrió que tenía una circulación anatómicamente favorable para el trasplante y así se le trasmitió, en una reunión a solas con él. También se le dijo que el pronóstico de su hija era bastante incierto. Después de pensarlo, el padre de la niña dijo que no deseaba donar su riñón a su hija. Admitió que no tenía el coraje suficiente y que, particularmente por el pronóstico incierto, la poca posibilidad de un riñón cadavérico, y el grado de sufrimiento ya soportado por la niña, decidía no donarlo. El padre pidió al médico que dijera a su familia que no era histocompatible. Temía que al saber la verdad, lo acusaran de haber dejado morir a la pequeña. Dijo que esto "destruiría su familia". Aunque no compartía la decisión del padre de la paciente, el médico finalmente accedió a decirle a la esposa que "por razones médicas" no era conveniente que el padre fuera el donante.

Pedir a los estudiantes que opinen acerca del caso. ¿Qué piensan de la decisión del padre de la niña? ¿Por qué? ¿Y que opinan de la decisión del médico? ¿Por qué?

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Analizar el conflicto, desde el punto de vista de ambos personajes. ¿Puede el padre decidir no donar el riñón a su hija? ¿Qué elementos de la situación apoyarían su elección? ¿debe el médico aceptar lo que le pide el padre? ¿Qué argumentos respaldan su postura? ¿Cuáles más bien respaldan la postura contraria (no apoyar al padre de la niña)?

Hacer un juego de roles. Establecer dos (o más, según el número de participantes) equipos, uno que apoye la decisión del padre y del médico, y otro que no la apoye. Encontrar en equipo la mayor cantidad de argumentos para ambas posturas, y hacer un listado con ellos. Llevar a cabo un debate entre dos grupos con posturas contrarias, defendiendo cada uno su punto de vista con los argumentos identificados previamente.

Analizar el tema de la verdad. ¿Debemos decir siempre la verdad? ¿Sí o no? ¿Existen excepciones? ¿Hay circunstancias en que no decir la verdad está justificado? ¿Por qué? ¿Qué circunstancias serían? En este caso concreto, ¿se justifica que el médico no diga la verdad? ¿Por qué? ¿Qué aspectos de una situación debemos tomar en cuenta para saber si es correcto o no decir la verdad? ¿Cómo o en base a qué debe tomarse esa decisión?

Comentar en grupo esta enseñanza Sufí:

“Antes de decir algo a alguien, tienes que hacerte 3 preguntas: Lo que voy a decir: ¿Es verdad o no?,

¿Es necesario decirlo o no? ¿Es amable o no?”

Lenguaje y cultura joven: ¿Derecho a la diferencia en la Universidad? Discutir el derecho que tienen o no las personas a elegir para sí mismas el uso del lenguaje que mejor les parezca

A la profesora Rodríguez le molesta mucho que sus alumnos digan palabras soeces cuando están conversando entre ellos, y que usen jerga durante las clases. Ella está siempre tentada a corregirlos, pero teme que

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hacerlo es una falta de respeto hacia ellos como individuos, y una ofensa a su cultura. ¿Es eso cierto? ¿Qué debe hacer la profesora Rodríguez?

Pida a los estudiantes que marquen la alternativa que consideren correcta:

• A) Corregirlos cada vez que los escucha, ya que en la universidad también debe aprenderse el uso correcto del lenguaje.

• B) Corregirlos en clase, porque deben aprender a usar un lenguaje académico, pero dejarlos que ejerzan su libertad y se expresen como desean fuera de las clases.

• C) Debería intentar aprender parte del lenguaje de sus alumnos para llevarse mejor con ellos

• D) No debe hacer nada, cada quien es libre de usar el lenguaje como desee.

Una vez que los estudiantes deciden la alternativa que les parece correcta, discuta con ellos las razones que avalan su elección. Incluya en el debate la argumentación, desde el punto de vista de una teoría ética, que justifica su postura.

En grupo, encontrar la mejor solución para este dilema. ¿Qué debe hacer un profesor universitario a quien molesta el abuso del lenguaje soez o excesivamente coloquial de sus alumnos y desea corregirlos, pero que a su vez es consciente y respetuoso de la autonomía, la libertad personal y el derecho de las personas jóvenes a tener una cultura diferente?

Tema: Pena de muerte

Objetivos: • Identificar las argumentaciones subyacentes a las opiniones en contra y a

favor de la pena de muerte

Desarrollo de la actividad:

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1) Leer las siguientes afirmaciones:

2) Revisar cuidadosamente los argumentos de ambas posturas. Resumir su argumentación. ¿Tienen consistencia lógica? Pida a los estudiantes que se dividan en grupo y analicen cada una de las posturas (una por grupo), tratando de encontrar sus puntos débiles y fuertes.

3) Establecer una mesa de debate. Dos grupos deberán debatir defendiendo cada una de las posturas. El otro grupo deberá atacarla. Utilizar el análisis de cada postura que ya se realizó como insumo para este debate.

4) A partir de las dos actividades anteriores, pedir a los estudiantes que identifiquen en un listado los argumentos a favor y en contra de la pena de muerte que esgrimen los partidarios de cada postura. Evaluar críticamente dichos argumentos, analizando su consistencia lógica, su relación con datos empíricos reales si fuera el caso, etc. Esta actividad puede requerir investigar durante varios días.

5) Puede pedir a los estudiantes que revisen las propuestas de aquellas personas que están a favor de la pena de muerte en el país, y de aquellas que están en contra (por ejemplo, políticos, representantes de

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La pena de muerte es el castigo más cruel, inhumano y degradante. La pena de muerte constituye una violación del derecho a la vida. La pena de muerte es irreversible y entraña el riesgo de que se ejecute a inocentes. No se ha podido demostrar nunca que la pena de muerte tenga mayor efecto disuasorio frente a la delincuencia que otros castigos. Además, cual sea la culpabilidad de una persona, nunca podemos decir que es totalmente culpable y darle una pena total.

Si ejecutamos asesinos y no hubiera ningún efecto de prevención de nuevos crímenes, habríamos eliminado una tira de asesinos. Si fallamos en ejecutar asesinos, y de haberlo hecho hubiéramos prevenido otros asesinatos, habríamos permitido el asesinato de muchas víctimas inocentes. Es mejor arriesgarse a lo primero que a lo segundo, la elección es muy sencilla. Además, todos pagamos la estadía en prisión de estos asesinos con nuestros impuestos. Es mejor matarlos, es más barato.

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la Iglesia, etc.). Del listado anterior, ¿qué argumentaciones utiliza cada grupo?

6) Pedir a los estudiantes que busquen información estadística sobre la pena de muerte en el mundo. ¿Qué países aún la mantienen? ¿Qué países la han abolido, y cuándo?

7) ¿Cuál es la relación de la pena de muerte con lo derechos humanos? Debatir el tema.

8) La Universidad, ¿tiene una postura institucional de dominio público acerca de la pena de muerte? Si no la tiene, ¿debería tenerla? Debatir.

Materiales de ayuda: http://hem.spray.se/harold.durand/pen1.html (informe Ethos sobre pena de muerte) http://web.amnesty.org/library/Index/ESLACT500012006 (Amnistía Internacional - Pena de muerte) http://www.prodeathpenalty.com/ (página a favor de la pena de muerte).

El zorro y el cuervo

Con sus negros ojos, el cuervo observaba al zorro que se hallaba en el suelo, allá abajo. Lo miró saltar una y otra vez al árbol en que él estaba posado, chillando desaforadamente. Los demás cuervos graznaban alarmados, desde las ramas altas, hasta que aquel clamoreo llenó los aires. Pero el cuervo negro callaba, porque sujetaba con fuerza en su pico un trozo de queso amarillo.Cuando el astuto zorro comprendió, por fin, que no podría alcanzar el queso del cuervo, trató de obtenerlo de algún modo.—¡Mi querido, mi queridísimo cuervo! —le dijosuavemente—. ¡Oh, beldad del bosque! ¡Tu fuerza es mayor que la del águila de anchas alas, tu vuelo tienemás gracia que el de la golondrina, tu reluciente plumaje negro brilla más que el del pavo real! ¡Lástima que, aunque tienes todos esos dones, la naturaleza se haya negado a darte una voz!Los negros ojos del cuervo habían centelleado de alegría ante la adulación del zorro, pero sus últimas palabras lo irritaron. ¿Qué quería decir al afirmar que notenía una voz?Tema 3. Conócete a ti mismo

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—Quizá esto último sea falso —dijo el zorro en tono amistoso—. Puede ser que el envidioso ruiseñor haya difundido esa mentira para desterrar del bosque la única voz que puede superar a la suya en belleza. Ojalá quisieras cantar, aunque sólo fueran unas pocas notas, hermosísimo cuervo, que me permitieran oír la música de tu canción. E hizo chasquear sus labios, como un anticipo del deleite que iba a sentir. La exhortación del taimado zorro resultó demasiadofuerte para la vanidad del cuervo. Graznó sonoramente, el trozo de queso se le cayó del pico, y el zorro lo atrapó y se fue con él.—Si tu sentido común hubiese sido la mitad de tu vanidad, tendrías aún tu queso —dijo el viejo cuervo negro que encabezaba la bandada.

Fábula de Esopo

Moraleja: Las alabanzas y adulaciones son peligrosas pues nos hacen perder la cabeza para razonar adecuadamente.45¿Cuántas veces, por exceso de valoración propia, hemos cometido errores de consecuencias irreparables, de las cuales no tiene sentido arrepentirse?Un paso necesario en la construcción de la personalidad ética es la autovaloración racionalmente fundada, ejercicio complejo que supone a cada conciencia individual la tarea de colocarse a sí misma como objeto de la propia valoración. Se trata, de este modo, de un genuino ejercicio de autoconocimiento, cuyos desafíos principales son superar las muy humanas distorsiones acarreadas por las emociones, los instintos y el ego personal. En efecto, salvo situaciones límite, no existe ser humano que no atribuya valor a sus acciones o decisiones. La justificación de nuestro actuar, más allá de su grado de elaboración, tiende a ser considerada la mejor y nos hace sentir bien. Y resulta valiosa pues deriva de los valores o principios que hemos atesorado durante mucho tiempo, los cuales, sin darnos cuenta, han pasado a formar parte de nuestra estructura mental. Esta es la razón por la que tomamos decisiones y emitimos “juicios” y “justificaciones” que consideramos válidas sin tener mucha conciencia de cómo lo hacemos y de dónde proviene la certeza o la creencia de que son las mejores.

ANÉCDOTA DE ANAXÁGORAS

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Dice Pablo de Ballester que un día en que Anaxágoras visitaba Atenas, Sócrates, que era muy pequeño, se acercó a platicar con él y le dijo:—Maestro, tengo un problema.— ¿Qué te pasa, hijo? (y pensaba Anaxágoras: “Ahora dirá… que está cojo, que está ciego, que no oye…”).—Fíjese que tengo una voz que no es ésta que usted está oyendo. Es una voz que no sé en qué parte de mí está. Como estoy mal hecho… pero que me habla desde dentro y yo he preguntado a algunos familiares y vecinos,y ellos no la tienen, y yo sí, oigo una voz que tengo dentro y que me habla —le dijo Sócrates.

—¿Y qué te dice esa voz? —le preguntó Anaxágoras.46—Pues maestro —respondió Sócrates—, es una voz, pues… bien curiosa, porque cuando estoy por hacer algo malo, entonces me grita dentro, y como que se resiste a que yo cometa aquella maldad o aquella torpeza; se rebela dentro de mí y me grita. Sin embargo, he notado que cuando voy a hacer algo bueno, se calla, no me dice nada, no me aplaude. Y a veces incluso hago cosas buenas por si esa vocecita dice: “¡Bravo Sócrates, ya vas bien Sócrates!”… y está callada, como si no se fijara que estoy haciendo bien; mientras que lo más mínimo que voy a hacer malo. ¡Oh!, se pone como loca esa voz y me grita.

Entonces Anáxagoras le dijo:

—Acabamos de abrir un nuevo capítulo en la historia de la Filosofía. Esta voz que tú tienes se llama CONCIENCIA. Unos la tenemos, otros la teníamos, otros no la hemos tenido nunca, pero tú has sido el primero en ponerlaen evidencia, en declararla, y se llamará SIN IDICIS que significa VISIÓN INTERNA. La conciencia es la visión interna.—Maestro, y ¿qué puedo hacer para… pues para que no grite tanto esa voz? ¿Qué puedo hacer para… hacerme amigo de esa voz? Porque yo creo que es un demonio que tengo dentro…Y Anáxagoras le contestó:—Mira, si en algo me quieres, si en algo me has admirado; por el cariño que me vas a tener cuando ya no esté en Atenas, te imploro que jamás trates de pactar con esa voz; nunca entres en negociaciones con ella y serás un hombre noble y libre, mientras puedas oír esa voz dentro de ti, esa disidencia… El día

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que ya no la oigas, pobre de ti… pobre de ti. Ojalá siempre grite dentro de ti ese demonio.

EL PROBLEMA DE LA ÉTICA

Los seres humanos nos reunimos por diferentes razones en grupos de diversas características, costumbres y formas de pensar y hacer, resulta que cuando actuamos o tomamos decisiones lo hacemos porque existen motivaciones para hacerlo: estímulos, intereses, pulsiones. Luego, claro está, si alguien nos lo requiere a posteriori, ofrecemos las respectivas justificaciones.Asimismo, emitimos juicios aprobatorios o reprobatorios sobre las acciones de los demás: “Juan Manuel se porta muy bien”; “Lucía es excelente compañera”, “su actitud es reprobable”, “mi actuación como funcionario y padre de familia es intachable”, “´ésos son unos tontos, porque en lugar de montarse en el burro prefieren ir a pie”, y así por el estilo. El punto es que dichos juicios presuponen criterios, que no son otros sino las creencias y valores propios.Sin embargo, dichas justificaciones, como expresiones de valor, casi nunca son explícitos, sino que se quedan, están, en nuestro pensamiento, en nuestra conciencia, y, en caso de vernos requeridos a dar explicación de nuestra conducta, se manifiestan posteriormente y, muchas veces, de manera diferente a como fueron concebidas originalmente, aunque no nos demos cuenta. Darnos cuenta conlleva dificultades, pues significaría que siempre estamos conscientes de la existencia y características de nuestra conciencia. Es tener, siempre, conciencia de nuestra “conciencia”. En otras palabras, la justificación que conduce nuestras acciones, decisiones y juicios, surge de manera aparentemente natural, lo cual no significa que no exista; lo que no existe, casi nunca, es la pregunta sobre cómo surgen y de dónde surgen esas justificaciones, simplemente las asumimos como válidas y, en la gran mayoría de los casos, como mejores (más valiosas) que las de los demás.48¿Acaso nos hemos preguntado en qué consiste que la justificación que orienta nuestras acciones sea mejor que la de los demás? ¿O por qué decimos que una acción es mejor que otra? Sencillo: porque construimos una justificación basada en valores que consideramos acordes a la acción, sin cuestionarnos de

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El problema de la ética: cómo elaboramos nuestros juicios, cómo justificamos una u otra actuación, y de dónde proviene dicha justificación.

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dónde proviene, cómo llegó a nosotros junto con esos valores o si es válida o no y en qué consiste su validez.

Tengo derecho a decidir por mi mismo

Reflexionemos sobre la siguiente situación, tomada de Un mexicanomás, de Juan Sánchez Andraka:Nací hace 16 años. Tengo siete hermanas, tres mayores y cuatro menores que yo. Soy el único hombre. Mi mamá es católica; pero no es de las que viven enla iglesia y le besan la mano al cura. No. Es católica, pero atiende muy bien su casa.A mi papá le tengo confianza. Él nunca me dice frases cursis. Me trata como un amigo, aunque a veces me prohíbe ir a algún lado o juntarme con muchachos que considera inconvenientes. Recuerdo que una vez le desobedecí y me pegó. Lloré mucho, no por los golpes, sino de un sentimiento, pues todavía creo que lo hizo para desahogar un coraje que había hecho en la oficina.Sabía que no era necesario pegarme, pues yo entiendo las cosas cuando me las dicen por la buena, como amigos. A la mala, no es lo mismo.Por ejemplo, mi mamá dice que vaya a misa.—¿Por qué, si no es domingo?—Es Corpus Christi…—Y qué que sea eso; yo no quiero ir.Entonces va por una reata que siempre tiene en la cocina para estos casos y, ¡claro!, yo salgo corriendo a la Iglesia; pero ni oigo la misa ni me interesa. Sólo estoy allí para evitar que me pegue.Esta costumbre de ir a misa no la comprendo.—Si no me gusta, ¿a qué voy?—Mira, esa es la religión de mis padres y yo debo respetarla y cumplir lo que me ordenan. Tú también porque eres hijo…— Eso me parece ridículo. Si mi abuelo creía que los ciruelos daban naranjas, ¿yo también debo creerlo porque soy su nieto?

Demos la palabra a Adolfo Sánchez Vázquez:

(El individuo) desde su infancia se encuentra sujeto a una influencia social que le llega por diversos conductos y a la que no puede escapar: de los

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Éste es el problema de laética, un problema complejo y de solución difícil; lo que no implica que carezca de ella. El problema de cómoelaboramos nuestros juicios, cómo justificamos una u otra actuación, y de dónde proviene dicha justificación

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padres, del medio escolar, de los amigos, de las costumbres y tradiciones arraigadas, del ámbito profesional, de los medios masivos de difusión (…). Bajo esta variada influencia se van forjando sus ideas morales y sus modelos de conducta moral.…una parte de la conducta moral —justamente la más estable— se manifiesta en forma de hábitos y costumbres. Esta forma de hábitos y costumbres predomina, sobre todo, en las fases inferiores del desarrollo histórico-social de la humanidad, es decir, en las sociedades primitivas (…). Las normas que rigen así en la sociedad tienen, a veces, larga vida; sobreviven a cambios sociales importantes y se hallan respaldadas por el peso de la tradición.…La costumbre opera como un medio eficaz para integrar al individuo en la comunidad, para fortalecer su socialidad, y para que sus actos contribuyan a mantener —y no a disgregar— el orden establecido.

Adolfo Sánchez Vázquez señala:

(El individuo) desde su infancia se encuentra sujeto a una influencia social que le llega por diversos conductos y a la que no puede escapar: de los padres, del medio escolar, de los amigos, de las costumbres y tradiciones arraigadas, del ámbito profesional, de los medios masivos de difusión (…). Bajo esta variada influencia se van forjando sus ideas morales y sus modelos de conducta moral.…una parte de la conducta moral —justamente la más estable— se manifiesta en forma de hábitos y costumbres. Esta forma de hábitos y costumbres predomina, sobre todo, en las fases inferiores del desarrollo histórico-social de la humanidad, es decir, en las sociedades primitivas (…). Las normas que rigen así en la sociedad tienen, a veces, larga vida; sobreviven a cambios sociales importantes y se hallan respaldadas por el peso de la tradición.…La costumbre opera como un medio eficaz para integrar al individuo en la comunidad, para fortalecer su socialidad, y para que sus actos contribuyan a mantener —y no a disgregar— el orden establecido.

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Pero este tipo de regulación moral, dista mucho de agotar el reino de la moral (…); el progreso moral se caracteriza, entre otras cosas, por una elevación del grado de conciencia y libertad; y, en consecuencia, de la responsabilidad personal en el comportamiento. Esto implica, por tanto, una participación más libre y consciente del individuo en la regulación moral de su conducta, una disminución del papel de la costumbre como la instancia reguladora de ella.1¿De dónde provienen estas ideas?, ¿de dónde las sacamos?, ¿cómo fue que yo empecé a creer en esas ideas y a aceptarlas como verdades absolutas?

Es el problema que se plantea en la referencia que hace Pablo de Ballester en el presunto diálogo de Sócrates con Anaxágoras.2 La conciencia sobre nuestra conciencia, el saber de lo que hay en nuestro pensamiento y de cómo y de dónde llegó para que tenga o no validez lo que hacemos o lo que decimos (enunciamos) a través de un juicio de valor. La colocación de la mirada crítica sobre nosotros mismos. Poner los ojos en nosotros mismos y no exclusivamente en lo que hacen, dicen o piensan los demás. Como dirían nuestras abuelitas, “dejar de ver la paja en el ojo ajeno y empezar a mirar la viga en el ojo propio”.

Pensemos en lo siguiente: ¿Por qué aceptar que una mujer sea golpeada por su esposo? O

viceversa, ¿por qué no aceptarlo? ¿Por qué tiene derecho un padre de golpear a sus hijos? La justificación

de que lo hace por su educación, ¿es válida? ¿Por qué tomo la decisión de denunciar a un amigo que ha cometido un

robo? O, viceversa, ¿por qué tomo la decisión de ocultarlo? ¿Cuál decisión se ajusta más a una conducta ética? ¿Podríamos decir cuál decisión es más moral, menos moral, inmoral o amoral? ¿En qué consiste la valoración?

¿Por qué prefiero simular que cumplo con mi trabajo en lugar de buscar una manera de ser más propositivo, o proactivo, como se dice hoy día? O, viceversa, ¿por qué tomo la decisión de,aunque me paguen poco, hacer mi mejor esfuerzo y presentar siempre los mejores resultados?

¿Por qué tengo la costumbre de tratar de conquistar a mis compañerasde trabajo? ¿Qué es lo que me hace sentir bien con esa actitud y considerar que es correcta?

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¿De dónde saco la idea de que debo “lanzarles” piropos o seudopiropos a las mujeres en general? ¿Quién me dijo que ésta es una buena manera de actuar?

De acuerdo con lo hasta aquí señalado, una primera aseveración que podemos hacer es que aquella “voz” o “demonio” que grita en el interior de Sócrates, “busca” aquellos “valores”, “principios” o “normas” que justifiquen válidamente la acción realizada o que orienten sus posibilidades de realización. Podemos decir que no es cualquier “voz”, sino la “voz” de la razón preguntándose si el acto realizado o por realizar tiene un carácter racional o no, si es válido o no, y por qué lo sería.

Pongamos un ejemplo:

Me encuentro con un menesteroso en la calle y tomo la decisión de otorgarle una limosna. ¿Por qué lo hago? ¿Qué valores orientaron mi decisión? ¿Cómo operó la “voz” en mí?Analicemos el proceso:Yo digo: “Doy limosna porque soy caritativo y generoso. Los valores de la generosidad y la caridad justifican y/o le dan sentido a mi acción de dar limosna”.

Pongámoslo a manera de silogismo (primer razonamiento):

a) Los valores de la caridad y generosidad implican la realizaciónde acciones que beneficien a las personas,b) el otorgamiento de limosna es una acción para beneficiar a laspersonas;c) entonces, los valores de la caridad y la generosidad justifican elotorgamiento de limosna.

Veámoslo de manera diferente (segundo razonamiento):54a) Doy limosna porque es una manera de cumplir con un imperativocristiano, porque así debe ser.b) Dar limosna es un mandato cristiano;c) yo soy cristiano;d) entonces, debo de dar limosna para cumplir con mi deber cristiano.

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Tercer razonamiento:

a) Doy limosna porque quiero aliviar un poco el sufrimiento de un menesteroso.b) El menesteroso sufre y la limosna mitiga un poco su sufrimiento;c) yo quiero mitigar un poco su sufrimiento;d) por lo tanto, le doy limosna.

¿Cuál de los tres razonamientos le gusta más?No importa mucho en este momento. Lo que sí importa para los objetivos del presente manual es la construcción de una definición adecuada de ética y observar que la realización de una acción descansa en motivos que se desarrollan en el interior de uno mismo bajo la forma de justificaciones.Así, con la debida aclaración de que no existe acción social que carezca de motivo para su propio actor, nos hacemos eco de Fernando Savater en su aseveración de que no hay éticas renunciativas. El punto es simple: si en su actuar social las personas siempre tienen sus razones, no se vale desconocer las consecuencias de una decisión libremente tomada. Al extremo, incluso el hecho de no decidir en una situación en que se podría haber tomado una decisión —por ejemplo, el impedir que una persona engañara a otra— implica una acción moral, con todas las consecuencias que ello implica.Efectivamente, Fernando Savater señala:

…en todos (los) casos se elige una forma de actuar frente a otras posibles, que son descartadas por el momento o definitivamente, y el sujeto de la acción (es decir, el individuo humano que piensa y actúa) legitima racionalmente su hazaña o su fechoría invocando valores evidentes (…). Digo que estos valores son “evidentes, es decir, que despiertan a cada cual en su plano un cierto tipo de obvio interés

Efectivamente, no existe ser humano alguno que se encuentre exento de actuar de esta manera, independientemente de su condición, posición o nivel social, cultural, económico, etc., a todos nos conduce un interés, una motivación, el deseo de obtener algo. Sin embargo, esto no es un delito, tenerdeseos o intereses no es un delito; para ponerle un adjetivo, no es malo, aceptemos decirlo así. La explicación de ello proviene “de aquello que somos sin querer”, como nuevamente nos dice Savater.¿Y qué somos?: seres naturales, sin duda, dotados de instintos, de necesidades; pero seres sociales también, dotados de un lenguaje simbólico, que desdobla nuestra existencia física individual en una existencia abstracta

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que compartimos con los demás hablantes, seres formados en la imitación y celebración de lo humano, en el rechazo de la muerte, en la invención técnica,en la prótesis artificial que cumple o agiganta deseos naturales.Esta condición dual, no deliberada —no hemos elegido tener sistema digestivo pero tampoco elegimos hablar— ha de darnos la clave de las dos grandes áreas que abarcarán la nómina completa de nuestras preferencias ideales. Las denominaremos “área de la vida” y “área de la libertad”.El área de la vida recoge las apetencias de la salud, progenie, satisfacciones sensuales, aborrecimiento del dolor, seguridad y resguardo ante la hostilidad de la intemperie, fuerza y belleza físicas, abundancia de provisiones, fidelidad familiar a los más próximos y semejantes, ternura paterno filial, concordia comunitaria, compasión por los que sufren, contagio simpático con los que disfrutan.El área de la libertad congrega valores de excelencia y riesgo, el atrevimiento de la novedad, el reto a lo desconocido, el afán de conocimiento, la afirmación de la diferencia propia y la victoria sobre lo diferente, el anhelo de inmortalidad, la conquista, la invención, la institución de lo perdurable, la transgresión de los límites y las rutinas, la protesta ante lo obligado, la rebelión, la exigencia de perfección y justicia, la autonomía individual.

DOS COMPAÑEROS DE TRABAJO.

Ana María y José Luis, dos compañeros de trabajo, se dan cuenta de que existen métodos y procedimientos más eficaces y creativos para cumplir con sus responsabilidades laborales, los cuales, sin duda, generarían un ahorro importante de recursos a la institución donde trabajan. A propósito de ello inician una animada charla en torno al valor e importancia que tendría poner en práctica los métodos y procedimientos hallados. El eje de la discusión, pues, consiste en encontrar respuestas a las interrogantes de si vale la pena hacerlo y por qué.“Yo creo que sí vale la pena —dice Ana María— porque es una manera de conservar mi trabajo. Además, probablemente me otorguen un ascenso, un mejor salario, con lo cual se verían beneficiados mis hijos: podría enviarlosa una mejor escuela, comprarles mejores vestimentas, alimentarlos mejor e incluso ofrecerles oportunidades de diversión.“No sabes —continúa— lo que me haría feliz si ellos disfrutaran mejores cosas. Yo misma podría mejorar mi vestuario, cambiar de automóvil e incluso tomar un curso de inglés”.

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José Luis, por su parte, dice que está de acuerdo en que vale la pena hacerlo, pero por otras razones. A él —dice— le gustaría que, aunque no le aumentaran el sueldo o le otorgaran un ascenso, lo reconocieran por ser diferente a sus compañeros de trabajo. Y lo haría además—agrega José Luis— porque le gusta ser perfeccionista, trascender y alcanzar la excelencia en las cosas que hace. Por eso, en su opinión, más que un ascenso o un mejor salario, preferiría destacar como alguien que siempre estáinnovando; es más, hasta le gustaría que sus propuestas fuesen identificadas con su nombre.

¿Qué opina usted de este diálogo? ¿Quién tiene razón? ¿Qué argumento le gusta más?

Como se puede observar en el diálogo precedente, cada uno de los personajes apela a un conjunto de valores o justificaciones para afirmar su acción. Resulta claro, además, que existe una relación adecuada entre la justificación y la acción, en ese sentido es que se dice que ambas posiciones, ambos argumentos o ambas justificaciones son formalmente válidas: es decir, son válidas por su forma, pero lo que las distingue es el contenido. En este caso, a usted, ¿qué contenido le gusta más o le parece “más válido”, de mayor calidad, o más deseable? ¿Podría decirse que un argumento es mejor que otro?, ¿que unos valores son mejores que otros? Lo veremos más adelante.

De acuerdo con lo dicho por Savater, cada una de nuestras acciones o decisiones está vinculada a nuestras preferencias, motivaciones, deseos e intereses. Ello nos permite también explicarnos la causa de que existan diversas, múltiples e, inclusive, infinitas justificaciones y manerasde actuar en una misma situación; en términos socráticos, distintas “voces” que nos “detienen” a pensar en el acto realizado o nos “impulsan” a su realización. Y cuando tenemos conciencia de ello significa que nos preguntamos racionalmente si es válido o no, y cuál es el criterio que lo valida o invalida o que nos hace pensar que tomamos la mejor decisión.Ésta es la característica fundamental de la conciencia, el hecho de que (independientemente de que la justificación de nuestras acciones se refiera a cualquiera de las dos áreas mencionadas por Savater) podamos determinar si la justificación que damos tiene un carácter no solamente formal sino con características de validez universal. Es decir, de aceptabilidad para cualquier ser humano con un mínimo de razón.

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Sólo así es que podríamos saber, en el análisis de nuestras justificaciones interiores y la calidad de su construcción, si existen o no mejores acciones que otras.

Veamos el mismo diálogo, con algunas variantes:

“Yo creo que no vale la pena —dice Ana María— porque a mi lo que me interesa es conservar mi trabajo. Si lo logro, un ascenso y un mejor salario ya llegarán, con lo cual se verían beneficiados mis hijos: podría enviarlos a una mejor escuela, comprarles mejores vestimentas, alimentarlos mejor e incluso ofrecerles oportunidades de diversión.“No sabes —continúa— lo que me haría feliz si ellos disfrutaran mejores cosas. Yo misma podría mejorar mi vestuario, cambiar de automóvil e incluso tomar un curso de inglés.”.José Luis, por su parte, dice que sí vale la pena hacerlo, pero por otras razones. A él —dice— le gustaría que, aunque no le aumentaran el sueldo o le otorgaran un ascenso, lo reconocieran por ser diferente a sus compañeros de trabajo. Y lo haría además —agrega José Luis— porque le gusta ser perfeccionista, trascender y alcanzar la excelencia en las cosas que hace. Por eso, en su opinión, más que un ascenso o un mejor salario, preferiría destacar como alguien que siempre está innovando, es más, hasta le gustaría que sus propuestas fuesen identificadascon su nombre.Como puede observarse, es la misma fundamentación, con la varianteen la decisión.59¿Sigue siendo válida la decisión de “Ana María”?Y en ese sentido, ¿“vale” lo mismo que la decisión de José Luis?

Veamos otra variante:

“Yo creo que no vale la pena —dice Ana María— porque a mi lo único que me interesa es conservar mi trabajo, lograr un ascenso y obtener un mejor salario, con lo cual se verían beneficiados mis hijos: podría enviarlos a una mejor escuela, comprarles mejores vestimentas, alimentarlos mejor e incluso ofrecerles oportunidades de diversión.No sabes —continúa— lo que me haría feliz si ellos disfrutaran mejores cosas. Yo misma podría mejorar mi vestuario, cambiar de automóvil e incluso tomar un curso de inglés.

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José Luis, por su parte, dice que sí vale la pena hacerlo, pero por otras razones. A él —dice— le gustaría que, aunque no le aumentaran el sueldo o le otorgaran un ascenso, lo reconocieran por ser diferente a sus compañeros de trabajo. Y lo haría además —agrega José Luis— porque le gusta ser perfeccionista, trascender y alcanzar la excelencia en las cosas que hace. Por eso, en su opinión, más que un ascenso o un mejor salario, preferiría destacar como alguien que siempre está innovando, es más, hasta le gustaría que sus propuestas fuesen identificadas con su nombre.Además —añade— es importante considerar que si la organización obtiene ahorros, esto podría traer beneficios para los demás compañeros del trabajo (económicos, de desarrollo personal, etc.) y, posiblemente, crear nuevas fuentes de empleo para otras personas.

Para usted, las opiniones vertidas, ¿siguen valiendo lo mismo?

¿En qué personaje, podría decirse, que hay más razón, o mejoresrazones?¿Cuál personaje expone una razón insuficiente?Cuando Cicerón dice que prefiere mil veces la opinión de su conciencia a la de todos los demás, tiene la certeza de la calidad de sus justificaciones; no se trata de cualquier tipo de conciencia, sino de una conciencia capaz de elaborar justificaciones basadas en la razón, o dicho de otra manera, en justificaciones que tengan validez universal, que sean tan contundentes racionalmente que no puedan ser objetadas por la razón humana.

EL IMPUESTO PREDIAL

Primer escenario:Usted ha decidido pagar su impuesto predial, aprovechando los descuentos que ofrece la autoridad, pero requiere información acerca de cómo se encuentra calculado y la solicita a un empleado de la Tesorería.La respuesta del empleado es que no le proporcionará dicha información, simplemente porque no quiere hacerlo.

Segundo escenario:La respuesta del empleado es que no le proporcionará la información, porque se encuentra muy ocupado.

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Tercer escenario:La respuesta del empleado es que no le proporcionará la información porque es información confidencial.

Cuarto escenario:La respuesta del empleado es que no le proporcionará la información porque no tiene atribuciones o competencia para hacerlo, y que una de las consecuencias de hacerlo, puede ser que lo sancionen o le atribuyan unaresponsabilidad penal.

¿Cuál de las cuatro respuestas le parece mejor?

El empleado basó su respuesta en cuatro diferentes justificaciones:

¿Cuál respuesta le parece que es más racional?Cada uno de nosotros, inevitablemente, tenemos nuestra propia “voz”, constituida de deseos, intereses, información, concepciones de la vida y preferencias ideales que orientan la acción propia y la justifican; por ello se entiende que la acción ética, o la ética misma, sea considerada una decisión personal, íntima, que corresponde a cada quieny cuyo escenario de debate es fundamentalmente íntimo: la conciencia de cada cual. Así, la ética, señala Savater, se ocupa de la administración que cada cual hace de su vida, por su propio bien.Sin embargo, la decisión ética no es cualquier tipo de decisión, ni mucho menos una decisión basada en el capricho o la ocurrencia, sino que se trata de una decisión que toma en cuenta lo más valioso del ser humano y que se fundamenta en razones. Sin duda alguna, decisionesy juicios que por sí mismos son inobjetables para la razón humana, y que han resultado inobjetables para dicha razón en su proceso civilizatorio.Decir que la vida es valiosa y, por tanto, debemos preservarla, es una expresión que resulta contundentemente inobjetable para la razón humana, es decir, para cualquier individuo que tenga un mínimo de sentido común. En términos lógico-formales, nadie podría objetar que si la premisa“la vida es valiosa” es verdadera, entonces la conclusión “debemos preservarla” también es verdadera.

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La característica fundamental de la conciencia es el hechode que, independientementede la justificación de nuestras acciones, podamos determinar si la justificación que damos tiene un carácterno solamente formal sino con características de validez universal, es decir, de aceptabilidad para cualquier ser humano con un mínimo de razón61

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EL JOVEN CANGREJO

Érase una vez un joven cangrejo que empezó a pensar: “¿Por qué en mi familia todos caminan hacia atrás? Yo quiero empezar a caminar hacia delante como lo hacen los otros animales”.Empezó a entrenarse y los primeros días acababa agotado de tanto esfuerzo. Poquito a poco fue aprendiendo, porque todo se aprende si uno quiere.Cuando estuvo ya muy seguro de sí mismo, se presentó ante su familia y dijo:—Fijaos bien.—¡Hijo mío! Camina como te han enseñado tu padre y tu madre, camina como tus hermanos que tanto te quieren.Sus hermanos se rieron de él.Su padre lo miró y le dijo:—¡Ya basta! Si quieres vivir con nosotros, camina como todos. Si quieres ir a lo tuyo, el río es muy grande, vete y no vuelvas más.El cangrejo quería mucho a los suyos, pero estaba tan seguro de ir por el buen camino que no tenía dudas; abrazó a su madre, saludó a su padre y a sus hermanos y se fue a conocer el mundo.Los animalitos a su paso creen que el mundo va al revés. Pero el cangrejo continúa hacia delante.Poco después oye una voz que lo llama. Era un viejo cangrejo de expresión melancólica que estaba al lado de una roca.—Buenos días —dijo el joven cangrejo.El anciano lo observó largamente y le preguntó:—¿Qué crees que haces? También yo cuando era joven pensaba que enseñaría a los cangrejos a caminar hacia delante. Y mira lo que he ganado: vivo solo y la gente no me dirige la palabra. Mientras estés a tiempo, hazme caso, conténtate con hacer como los demás y un día me agradecerás el buen consejo.El joven no dijo nada, pero pensaba: “Tengo razón yo”. Y saludando gentilmente al viejo, reemprendió orgullosamente su camino.¿Irá muy lejos? ¿Hará fortuna? ¿Organizará todas las cosas desordenadas de este mundo?Nosotros no lo sabemos, porque él continúa caminando con el mismo coraje y decisión del primer día; sólo podemos desearle de todo corazón...¡Buen viaje!

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LA MORDIDA

Un ciudadano se acerca a usted para comentarle que un compañero que lo atendió en la ocasión anterior le solicitó dinero a cambio de proporcionarle información de carácter reservado.Usted tiene las siguientes opciones:a) Usted toma la decisión de denunciar a su compañero porque a cambio obtendrá una recompensa económica.b) Usted decide denunciar a su compañero porque espera mejorar su imagen personal.c) Usted decide denunciar a su compañero porque considera vital para el mejoramiento de las instituciones públicas y en bien del Estado y los ciudadanos ponerle un alto a cualesquier forma de corrupción. No le importa si a usted nadie se lo reconoce o, inclusive, se lo recriminen.d) Usted decide no denunciar a su compañero porque, de todos modos, no sucederá nada y las cosas, a su juicio, así han sido siempre y seguirán siendo así.e) Usted decide mejor no atender al ciudadano por haber denunciado a su compañero.f) Usted decide no denunciar a su compañero porque es su amigo y ha sido solidario en varias ocasiones con usted, y para usted es más importante el valor de la amistad.

¿Cuál es la opción que usted elegiría? ¿Qué otras opciones son posibles?

Conforme a lo que hemos venido planteando: ¿Cuál o cuáles opciones se acercan más a la eticidad? ¿Cuál o cuáles opciones tendrían un carácter no ético?

El cuervo y su madreLa libertad es un manjar fácil de comer, pero difícil de digerir.

Jean Jacques Rousseau

Una vez, un joven cuervo robó un trozo de pan en una granja y lo llevó al nido de la familia. En vez de regañarlo como debió hacerlo, mamá cuervo batió las

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alas con placer y lo elogió por ser un hijo tan desinteresado, que traía alimento a su pobre madre, que tanto trabajaba.—¡Qué joven talentoso eres! —exclamó.¡Mamá se enorgullece de ti! La vez próxima debes traer a casa un poco de carne, o quizá algo realmente valioso, como una cuchara o un anillo.Encantado con las palabras de su madre, el joven cuervo empezó a coleccionar cosas en serio. Al poco tiempo, había traído a casa tantos cuchillos, tenedores, anillos, broches de oro y otras bonitas bagatelas, que su familia podía haber abierto un comercio para su venta.Y la madre graznaba de alegría, diciendo a todos sus amigos que era una lástima que ellos no tuviesen hijos tan inteligentes como el suyo.A los pocos meses, el atareado cuervo se cansó de robar cosas ante las propias narices de la gente. Le resultaba tan fácil que ya no le divertía. Por eso, mientras su madre seguía diciendo que era el hijo más maravilloso que hubiese incubado cuervo alguno, comenzó a robar en los nidos de otros pájaros. Esto era arriesgado y exigía más astucia, pero… ¿cómo podrían sorprenderlo cuando lo hacía —se preguntaba— un torpe petirrojo, un grajo o un águila?Por desgracia, esto fue lo que sucedió al final.Lo sorprendieron con las manos en la masa y dos feroces águilas lo custodiaron hasta el momento en que debía ser castigado.Porque, desde luego, mientras que los seres humanos eran considerados víctimas más o menos adecuadas, robar a los demás pájaros constituía un delito grave.La mitad de los pájaros del bosque se reunieron esa mañana para decidir su destino. Aunque los cuervos alegaron largamente y con vehemencia en su favor, no lograron salvarle la vida. Por último, el joven cuervo pidió un favor. Que le dejaran hablar con su madre. Nadie podía negarle aquel conmovedor deseo, y toda la selva guardó silencio mientras ambos pájaros estaban paradosel uno junto al otro…. Para darse el último adiós.Entonces, sin advertencia previa, el joven cuervo le clavó las garras y picoteó a su madre con tanta crueldad, que los demás pájaros, horrorizados, los separaron.Por fin, más muerto que vivo, el cuervo logró que lo escucharan.—Ustedes creerán que soy un malvado y un salvaje—comenzó—. Y, desde luego, quizá lo soy. Pero la culpa no es mía.“Yo no estaría aquí si mi madre hubiese hecho que me comportara bien. En cambio, me mareó y me indujo a creer que todo lo que yo hacía era maravilloso. Si fueran justos la castigarían también. Por lo menos hedicho lo que tenía que decir. ¡Ahora hagan conmigo lo que quieran!”.

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Aunque todos reconocieron que cuanto el cuervo había dicho era cierto, esto de nada le sirvió. Lo colgaron de la rama de un olmo… como escarmiento paratodos los pájaros que pensaran robar a otros de su especie.

Fábula de Esopo67

¿Quién es responsable? ¿Cuál es la acción que se está juzgando? ¿Cuántas acciones pueden ser juzgadas?

Dice Adolfo Sánchez Vázquez que la ética nos implica conciencia y libertad. Pero sólo puede ser libre y consciente la acción que realizamos los seres humanos. Por ello, en sentido propio, sólo tienen un carácter moral los actos de los individuos como seres conscientes, libres y responsables.

En la situación descrita:

¿El cuervo era consciente de sus actos y de las consecuencias de éstos? ¿Podía serlo? ¿Podía elegir? ¿Tenía opciones?

Adela Cortina nos dice:

…el hecho mismo de que exista el saber ético, indicándonos cómo debemos actuar, es buena muestra de que los seres humanos somos libres para actuar en un sentido u otro, por muy condicionada que esté nuestra libertad;…

Un accidente automovilístico

Imagine que usted va conduciendo su auto a una velocidad poco mayor de la permitida; de pronto, una anciana cruza la avenida imprudentemente y no se da

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cuenta que está a punto de ser atropellada. Usted, para evitarlo, maniobra bruscamente y logra evitarlo, pero, en la maniobra, se estrella contra un poste y atropella a un niño.

¿Es usted responsable? ¿De qué es responsable? ¿Qué tipo de responsabilidad le puede ser atribuida?

En consecuencia con lo que se ha venido planteando, la responsabilidad está determinada por la libertad de opción y la conciencia o conocimiento de las consecuencias, fines y medios empleados.En esta situación hipotética no existe la posibilidad de atribuir responsabilidad al conductor, puesto que su acción no estuvo orientada al fin de atropellar al niño, sino al de no atropellar a la anciana, ya que no conocía las circunstancias ni tampoco se encuentran en un mismo nivel.

El Samurai

Según cuenta un antiguo relato japonés, un belicoso samurai desafió en una ocasión a un maestro zen a que explicara el concepto de cielo e infierno. Pero el monje respondió con desdén:—No eres más que un patán. ¡No puedo perder el tiempo con individuos como tú!Herido en lo más profundo de su ser, el samurai se dejó llevar por la ira, desenvainó su espada y gritó:—Podría matarte por tu impertinencia.—Eso —repuso el monje con calma— es el infierno.Desconcertado al percibir la verdad en lo que el maestro señalaba con respecto a la furia que lo dominaba, elsamurai se serenó, envainó la espada y se inclinó, agradeciendo al monje la lección.—Y eso —añadió el monje— es el cielo.

¿Qué opinión tiene usted del samurai? ¿Podría decirse que tiene un carácter fuerte? Pero, ¿qué significa tener carácter? ¿Qué queremos decir cuándo decimos “es mi modo de ser? ¿Que ya no podemos cambiar?

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Anatomía de la ira

Pongamos por caso que alguien de otro coche se acerca peligrosamente a usted, que viaja por una autopista. Si lo que usted piensa es “¡Qué cretino!”, para la trayectoria de la ira es sumamente importante si ese pensamiento es seguido por otros de ira y revancha: “¡Podría haberme chocado! ¡El muy cretino! ¡No puedo permitir que se salga con la suya!”.Se le pondrán blancos los nudillos de tanto apretar el volante, que se convertirá en un sustituto del cuello del conductor. Su cuerpo se moviliza para luchar, no para acelerar, y lo deja tembloroso, mientras las gotas de sudor corren por su frente, el corazón se le acelera y los músculos de la cara le quedan rígidos en una expresión ceñuda. Siente deseos de asesinar a ese individuo. En ese momento, un coche que viene por detrás le toca la bocina porque usted ha aminorado la marcha para evitar el choque, y está a punto de estallar de ira también con ese conductor. Así son la hipertensión, la conducción temeraria e incluso los tiroteos en una autopista.75Comparemos esa secuencia de ira creciente con una forma de pensar más caritativa con respecto al conductor que le intercepta el paso: “Es posible que no me haya visto, o tal vez tenía alguna buena razón para conducir de una manera tan negligente, por ejemplo una emergencia médica”. Esa variable templa la ira con compasión, o al menos con una mente abierta, evitando su aumento.El problema —como nos recuerda el desafío de Aristóteles— para que tengamos sólo una ira adecuada, es que por lo general nuestra furia queda fuera de control. Benjamín Franklin lo expresó claramente:La ira nunca carece de motivo, pero pocas veces se trata de un buen motivo.De todos los estados de ánimo de los que la gente desea librarse, la furia parece ser el más intransigente; Tice descubrió que la ira es el estado de ánimo que la gente peor domina. En efecto, la ira es la más seductora de las emociones negativas; el farisaico monólogo interior que la impulsa llena la mente con los argumentos más convincentes para dar rienda suelta a la furia.A diferencia de la tristeza, la ira proporciona energías e incluso resulta tonificante. El poder seductor y persuasivo de la ira puede explicar por sí mismo por qué algunos puntos de vista acerca de la misma son tan comunes (a saber): que la ira es incontrolable o que, en cualquier caso, no debería controlarse.La sucesión de pensamientos airados que agudiza la ira también es potencialmente la clave de una de las más poderosas formas de distenderla:

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separar las convicciones que alimentan la ira en primer lugar. Cuanto más tiempo reflexionamos sobre lo que nos ha enfurecido, más “buenas razones” y autojustificaciones podemos inventar para estar furiosos. Rumiar una y otra vez un mismo problema alimenta la llama de la ira. Pero al ver las cosas de una manera diferente, Tice descubrió que haber elaborado una situación de una manera más positiva era una de las formas más poderosas de dejar de lado la ira.El buen humor, mientras dura, favorece la capacidad de pensar con flexibilidad y con mayor complejidad, haciendo que resulte más fácil encontrar soluciones a los problemas, ya sean intelectuales o interpersonales. Esto sugiere que una forma de ayudar a alguien a analizar un problema es contarle un chiste. La risa, en tanto euforia, parece ayudar a las personas a pensar con mayor amplitud y a asociar más libremente, notando las relaciones que de otro modo podrían habérseles escapado: una habilidad mental importante no sólo para la creatividad, sino para reconocer relaciones complejas y para prever las consecuencias de una decisión determinada.Incluso los cambios leves de humor pueden influir en el pensamiento. Al hacer planes o tomar decisiones las personas que están de buen humor tienen una inclinación perceptiva que laslleva a ser más comunicativas y positivas en su manera de pensar. Esto se debe en parte a que la memoria depende de nuestro estado particular, de modo que cuando estamos de buen humor recordamos acontecimientos más positivos; cuando pensamos en los pros y los contras de un rumbo a tomar mientras nos sentimos bien, la memoria influye en nuestra evaluación de las evidencias en una dirección positiva…Por la misma razón, estar de mal humor influye a la memoria a tomar una dirección negativa, haciendo que resulte más probable que adoptemos una decisión temerosa y excesivamente cautelosa.Las emociones descontroladas obstaculizan el intelecto.Cualquiera puede ponerse furioso… eso es fácil. Pero estar furioso con la persona correcta, en la intensidad correcta, en el momento correcto, y de la formacorrecta… eso no es fácil.

A continuación presentamos el capítulo Uno del libro ética para Amador de Fernando Savater.

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DE QUÉ VA LA ÉTICA

Hay ciencias que se estudian por simple interés de saber cosas nuevas; otras, para aprender una destreza que permita hacer o utilizar algo; la mayoría, para obtener un puesto de trabajo y ganarse con él la vida. Si no sentimos curiosidad ni necesidad de realizar tales estudios, podemos prescindir tranquilamente de ellos. Abundan los conocimientos muy interesantes pero sin los cuales uno se las arregla bastante bien para vivir: yo, por ejemplo, lamento no tener ni idea de astrofísica ni de ebanistería, que a otros les darán tantas satisfacciones, aunque tal ignorancia no me ha impedido ir tirando hasta la fecha. Y tú, si no me equivoco, conoces las reglas del fútbol pero estás bastante pez en béisbol. No tiene mayor importancia, disfrutas con los mundiales, pasas olímpicamente de la liga americana y todos tan contentos.

Lo que quiero decir es que ciertas cosas uno puede aprenderlas o no, a voluntad. Como nadie es capaz de saberlo todo, no hay más remedio que elegir y aceptar con humildad lo mucho que ignoramos. Se puede vivir sin saber astrofísica, ni ebanistería, ni fútbol, incluso sin saber leer ni escribir: se vive peor, si quieres, pero se vive. Ahora bien, otras cosas hay que saberlas porque en ello, como suele decirse, nos va la vida. Es preciso estar enterado, por ejemplo, de que saltar desde el balcón de un sexto piso no es cosa buena para la salud; o de que una dieta de clavos (¡con perdón de los fakires!) y ácido prúsico no permite llegar a viejo. Tampoco es aconsejable ignorar que si uno cada vez que se cruza con el vecino le atiza un mamporro las consecuencias serán antes o después muy desagradables. Pequeñeces así son importantes. Se puede vivir de muchos modos pero hay modos que no dejan vivir.

En una palabra, entre todos los saberes posibles existe al menos uno imprescindible: el de que ciertas cosas nos convienen y otras no. No nos convienen ciertos alimentos ni nos convienen ciertos comportamientos ni ciertas actitudes. Me refiero, claro está, a que no nos convienen si queremos seguir viviendo. Si lo que uno quiere es reventar cuanto antes, beber lejía puede ser muy adecuado o también procurar rodearse del mayor número de enemigos posibles. Pero de momento vamos a suponer que lo que preferimos es vivir: los respetables gustos del suicida los dejaremos por ahora de lado. De modo que ciertas cosas nos convienen y a lo que nos conviene solemos llamarlo «bueno» porque nos sienta bien; otras, en cambio, nos sientan pero que muy mal y a todo eso lo llamamos «malo». Saber lo que nos conviene, es decir: distinguir entre lo bueno y lo malo, es un conocimiento que todos intentamos adquirir -todos sin excepción- por la cuenta que nos trae.

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Como he señalado antes, hay cosas buenas y malas para la salud: es necesario saber lo que debemos comer, o que el fuego a veces calienta y otras quema, así como el agua puede quitar la sed pero también ahogarnos. Sin embargo, a veces las cosas no son tan sencillas: ciertas drogas, por ejemplo, aumentan nuestro brío o producen sensaciones agradables, pero su abuso continuado puede ser nocivo. En unos aspectos son buenas, pero en otros malas: nos convienen y a la vez no nos convienen. En el terreno de las relaciones humanas, estas ambigüedades se dan con aún mayor frecuencia. La mentira es algo en general malo, porque destruye la confianza en la palabra -y todos necesitamos hablar para vivir en sociedad- y enemista a las personas; pero a veces parece que puede ser útil o beneficioso mentir para obtener alguna ventajilla. O incluso para hacerle un favor a alguien. Por ejemplo: ¿es mejor decirle al enfermo de cáncer incurable la verdad sobre su estado o se le debe engañar para que pase sin angustia sus últimas horas? La mentira no nos conviene, es mala, pero a veces parece resultar buena. Buscar gresca con los demás ya hemos dicho que es por lo común inconveniente, pero ¿debemos consentir que violen delante de nosotros a una chica sin intervenir, por aquello de no meternos en líos? Por otra parte, al. que siempre dice la verdad -caiga quien caiga- suele cogerle manía todo el mundo; y quien interviene en plan Indiana Jones para salvar a la chica agredida -es más probable que se vea con la crisma rota que quien se va silbando a su casa. Lo malo parece a veces resultar más o menos bueno y lo bueno tiene en ocasiones apariencias de malo. Vaya jaleo.

Lo de saber vivir no resulta tan fácil porque hay diversos criterios opuestos respecto a qué debemos hacer. En matemáticas o geografía hay sabios e ignorantes, pero los sabios están casi siempre de acuerdo en lo fundamental. En lo de vivir, en cambio, las opiniones distan de ser unánimes. Si uno quiere llevar una vida emocionante, puede dedicarse a los coches de fórmula uno o al alpinismo; pero si se prefiere una vida segura y tranquila, será mejor buscar las aventuras en el videoclub de la esquina. Algunos aseguran que lo más noble es vivir para los demás y otros señalan que lo más útil es lograr que los demás vivan para uno. Según ciertas opiniones lo que cuenta es ganar dinero y nada más, mientras que otros arguyen que el dinero sin salud, tiempo libre, afecto sincero o serenidad de ánimo no vale nada. Médicos respetables indican que renunciar al tabaco y al alcohol es un medio seguro de alargar la vida, a lo que responden fumadores y borrachos que con tales privaciones a ellos desde luego la vida se les haría mucho más larga. Etc.

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En lo único que a primera vista todos estamos de acuerdo es en que no estamos de acuerdo con todos. Pero fíjate que también estas opiniones distintas coinciden en otro punto: a saber, que lo que vaya a ser nuestra vida es, al menos en parte, resultado de lo que quiera cada cual. Si nuestra vida fuera algo completamente determinado y fatal, irremediable, todas estas disquisiciones carecerían del más mínimo sentido. Nadie discute si las piedras deben caer hacia arriba o hacia abajo: caen hacia abajo y punto. Los castores hacen presas en los arroyos y las abejas panales de celdillas exagonales: no hay castores a los que tiente hacer celdillas de panal, ni abejas que se dediquen a la ingeniería hidráulica. En su medio natural cada animal parece saber perfectamente lo que es bueno y lo que es malo para él si discusiones ni dudas. No hay animales malos ni buenos en la naturaleza, aunque quizá la mosca considere mala a la araña que tiende su trampa y se la come. Pero es que 1a araña no lo puede remediar...

Voy a contarte un caso dramático. Ya conoces a las termitas, esas hormigas blancas que en África levantan impresionantes hormigueros de varios metros de alto y duros como la piedra. Dado que el cuerpo de las termitas es blando, por carecer de la coraza quitinosa que protege a otros insectos, el hormiguero les sirve de caparazón colectivo contra ciertas hormigas enemigas, mejor armadas que ellas. Pero a veces uno de esos hormigueros se derrumba, por culpa de una riada o de un elefante (a los elefantes les gusta rascarse los flancos contra los termiteros, qué le vamos a hacer). En seguida, las termitas-obrero se ponen a trabajar para reconstruir su dañada fortaleza, a toda prisa. Y las grandes hormigas enemigas se lanzan al asalto. Las termitas-soldado salen a defender a su tribu e intentan detener a las enemigas. Cómo ni por tamaño ni por armamento pueden competir con ellas, se cuelgan de las asaltantes intentando frenar todo lo posible su marcha, mientras las feroces mandíbulas de sus asaltantes las van despedazando. Las obreras trabajan con toda celeridad y se ocupan de cerrar otra vez el termitero derruido... pero lo cierran dejando fuera a las pobres y heroicas termitas- soldado, que sacrifican sus vidas por la seguridad de las demás. ¿No merecen acaso una medalla, por lo menos? ¿No es justo decir que son valientes?

Cambio de escenario, pero no de tema. En la Ilíada, Homero cuenta la historia de Héctor, el mejor guerrero de Troya, que espera a pie firme fuera de las murallas de su ciudad a Aquiles, el enfurecido campeón de los aqueos, aun sabiendo que éste es más fuerte que él y que probablemente va a matarle. Lo hace por cumplir su deber, que consiste en defender a su familia y a sus conciudadanos del terrible asaltante. Nadie duda de que Héctor es un héroe,

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un auténtico valiente. Pero ¿es Héctor heroico y valiente del mismo modo que las termitas-soldado, cuya gesta millones de veces repetida ningún Homero se ha molestado en contar? ¿No hace Héctor, a fin de cuentas, lo mismo que cualquiera de las termitas anónimas? ¿Por qué nos parece su valor más auténtico y más difícil que el de los insectos? ¿Cuál es la diferencia entre un caso y otro?

Sencillamente, la diferencia estriba en que las termitas-soldado luchan y mueren porque tienen que hacerlo, sin poderlo remediar (como la araña que se come a la mosca). Héctor, en cambio, sale a enfrentarse con Aquiles porque quiere. Las termitas-soldado no pueden desertar, ni rebelarse, ni remolonear para que otras vayan en su lugar: están programadas necesariamente por la naturaleza para cumplir su heroica misión. El caso de Héctor es distinto. Podría decir que está enfermo o que no le da la gana enfrentarse a alguien más fuerte que él. Quizá sus conciudadanos le llamasen cobarde y le tuviesen por un caradura o quizá le preguntasen qué otro plan se le ocurre para frenar a Aquiles, pero es indudable que tiene la posibilidad de negarse a ser héroe. Por mucha presión que los demás ejerzan sobre él, siempre podría escaparse de lo que se supone que debe hacer: no está programado para ser héroe, ningún hombre lo está. De ahí que tenga mérito su gesto y que Homero cuente su historia con épica emoción. A diferencia de las termitas, decimos que Héctor es libre y por eso admiramos su valor.

Y así llegamos a la palabra fundamental de todo este embrollo: libertad. Los animales (y no digamos ya los minerales o las plantas) no tienen más remedio que ser tal como son y hacer lo que están programados naturalmente para hacer. No se les puede reprochar que lo hagan ni aplaudirles por ello porque no saben comportarse de otro modo. Tal disposición obligatoria les ahorra sin duda muchos quebraderos de cabeza. En cierta medida, desde luego, los hombres también estamos programados por la naturaleza. Estamos hechos para beber agua, no lejía, y a pesar de todas nuestras precauciones debemos morir antes o después. Y de modo menos imperioso pero parecido, nuestro programa cultural es determinante: nuestro pensamiento viene condicionado por el lenguaje que le da forma (un lenguaje que se nos impone desde fuera y que no hemos inventado para nuestro uso personal) y somos educados en ciertas tradiciones, hábitos, formas de comportamiento, leyendas ... ; en una palabra, que se nos inculcan desde la cunita unas fidelidades y no otras. Todo ello pesa mucho y hace que seamos bastante previsibles. Por ejemplo, Héctor, ese del que acabamos de hablar. Su programación natural hacia que Héctor sintiese necesidad de protección, cobijo y colaboración, beneficios que mejor o

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peor encontraba en su ciudad de Troya. También era muy natural que considerara con afecto a su mujer Andrómaca -que le proporcionaba compañía placentera- y a su hijito, por el que sentía lazos de apego biológico-Culturalmente, se sentía parte de Troya Y compartía con los troyanos la lengua, las costumbres y las tradiciones. Además, desde pequeño le habían educado para que fuese un buen guerrero al servicio de su ciudad y se le dijo que la cobardía era algo aborrecible, indigno de un hombre. Si traicionaba a los suyos, Héctor sabía que se vería despreciado y que le castigarían de uno u otro modo. De modo que también estaba bastante programado para actuar como lo hizo, ¿no? Y sin embargo...

Sin embargo, Héctor hubiese podido decir: ¡a la porra con todo! Podría haberse disfrazado de mujer para escapar por la noche de Troya, o haberse fingido enfermo o loco para no combatir, o haberse arrodillado ante Aquiles ofreciéndole sus servicios como guía para invadir Troya por su lado más débil; también podría haberse dedicado a la bebida o haber inventado una nueva religión que dijese que no hay que luchar contra los enemigos sino poner la otra mejilla cuando nos abofetean. Me dirás que todos estos comportamientos hubiesen sido bastante raros, dado quien era Héctor y la educación que había recibido. Pero tienes que reconocer que no son hipótesis imposibles, mientras que un castor que fabrique panales o una termita desertora no son algo raro sino estrictamente imposible. Con los hombres nunca puede uno estar seguro del todo, mientras que con los animales o con otros seres naturales sí por mucha programación biológica o cultural que tengamos, los hombres siempre podernos optar finalmente por algo que no esté en el programa (al menos, que no esté del todo). Podemos decir «sí» o «no», quiero o no quiero. Por muy achuchados que nos veamos por las circunstancias, nunca tenemos un solo camino a seguir sino varios.

Cuando te hablo de libertad es a esto a lo que me refiero. A lo que nos diferencia de las termitas y de las mareas, de todo lo que se mueve de modo necesario e irremediable. Cierto que no podemos hacer cualquier cosa que queramos, pero también cierto que no estamos obligados a querer hacer una sola cosa. Y aquí conviene señalar dos aclaraciones respecto a la libertad:

Primera: No somos libres de elegir lo que nos pasa (haber nacido tal día, de tales padres y en tal país, padecer un cáncer o ser atropellados por un coche, ser guapos o feos, que los aqueos se empeñen en conquistar nuestra ciudad, etc.), sino libres para responder a lo que nos pasa de tal o cual modo (obedecer o rebelarnos, ser prudentes o temerarios, vengativos o resignados,

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vestirnos a la moda o disfrazarnos de oso de las cavernas, defender Troya o huir, etc.).

Segunda: Ser libres para intentar algo no tiene nada que ver con lograrlo indefectiblemente. No es lo mismo la libertad (que consiste en elegir dentro de lo posible) que la omnipotencia (que sería conseguir siempre lo que uno quiere, aunque pareciese imposible). Por ello, cuanta más capacidad de accción tengamos, mejores resultados podremos obtener de nuestra libertad. Soy libre de querer subir al monte Everest, pero dado mi lamentable estado físico y mi nula preparación en alpinismo es prácticamente imposible que consiguiera mi objetivo. En cambio soy libre de leer o no leer, pero como aprendí a leer de pequeñito la cosa no me resulta demasiado difícil si decido hacerlo. Hay cosas que dependen de mi voluntad (y eso es ser libre) pero no todo depende de mi voluntad (entonces sería omnipotente), porque en el mundo hay otras muchas voluntades y otras muchas necesidades que no controlo a mi gusto. Si no me conozco ni a mí mismo ni al mundo en que vivo, mi libertad se estrellará una y otra vez contra lo necesario. Pero, cosa importante, no por ello dejaré de ser libre... aunque me escueza.

En la realidad existen muchas fuerzas que limitan nuestra libertad, desde terremotos o enfermedades hasta tiranos. Pero también nuestra libertad es una fuerza en el mundo, nuestra fuerza. Si hablas con la gente, sin embargo, verás que la mayoría tiene mucha más conciencia de lo que limita su libertad que de la libertad misma. Te dirán: «¿Libertad? ¿Pero de qué libertad me hablas? ¿cómo vamos a ser libres, si nos comen el coco desde la televisión, si los gobernantes nos engañan y nos manipulan, si los terroristas nos amenazan, si las drogas nos esclavizan, y si además me falta dinero para comprarme una moto, que es lo que yo quisiera?» En cuanto te fijes un poco, verás que los que así hablan parece que se están quejando pero en realidad se encuentran muy satisfechos de saber que no son libres. En el fondo piensan: «¡Uf! ¡Menudo peso nos hemos quitado de encima! Como no somos libres, no podemos tener la culpa de nada de lo que nos ocurra ... »Pero yo estoy seguro de que nadie -nadie- cree de veras que no es libre, nadie acepta sin más que funciona como un mecanismo inexorable de relojería o como una termita. Uno puede considerar que optar libremente por ciertas cosas en ciertas circunstancias es muy difícil (entrar en una casa en llamas para salvar a un niño, por ejemplo, o enfrentarse con firmeza a un tirano) y que es mejor decir que no hay libertad para no reconocer que libremente se prefiere lo más fácil, es decir, esperar a los bomberos o lamer la bota que le pisa a uno el

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cuello. Pero dentro de las tripas algo insiste en decirnos: «Si tú hubieras querido ... »

Cuando cualquiera se empeñe en negarte que los hombres somos libres, te aconsejo que le apliques la prueba del filósofo romano. En la antigüedad, un filósofo romano discutía con un amigo que le negaba la libertad humana y aseguraba que todos los hombres no tienen más remedio que hacer lo que hacen. El filósofo cogió su bastón y comenzó a darle estacazos con toda su fuerza. « ¡Para, ya está bien, no me pegues más! », le decía el otro. Y el filósofo, sin dejar de zurrarle, continuó argumentando: «¿No dices que no soy libre y que lo que hago no tengo más remedio que hacerlo? Pues entonces no gastes saliva pidiéndome que pare: soy automático. »Hasta que el amigo no reconoció que el filósofo podía libremente dejar de pegarle, el filósofo no suspendió su paliza. La prueba es buena, pero no debes utilizarla más que en último extremo y siempre con amigos que no sepan artes marciales...

En resumen: a diferencia de otros seres, vivos o inanimados, los hombres podemos inventar y elegir en parte nuestra forma de vida. Podemos optar por lo que nos parece bueno, es decir, conveniente para nosotros, frente a lo que nos parece malo e inconveniente. Y como podemos inventar y elegir, podemos equivocarnos, que es algo que a los castores, las abejas y las termitas no suele pasarles. De modo que parece prudente fijarnos bien en lo que hacemos y procurar adquirir un cierto saber vivir que nos permita acertar. A ese saber vivir, o arte de vivir si prefieres, es a lo que llaman ética. De ello, si tienes paciencia, seguiremos hablando en las siguientes páginas de este libro.

vete leyendo...

«¿Y si ahora, dejando en el suelo el abollonado escudo y el fuerte casco y apoyado la pica contra el muro, saliera al encuentro del inexorable Aquiles, le dijera que permitía a los Atridas llevarse a Helena y las riquezas que Alejandro trajo a llión en las cóncavas naves, que esto fue lo que originó la guerra, y le ofreciera repartir a los aqueos la mitad de lo que la ciudad contiene y más tarde tomara juramento a los troyanos de que, sin ocultar nada, formasen dos lotes con cuantos bienes existen dentro de esta hermosa ciudad?... Mas ¿por qué en tales cosas me hace pensar el corazón?» (Homero, Ilíada).

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«La libertad no es una filosofía y ni siquiera es una idea: es un movimiento de la conciencia que nos lleva, en ciertos momentos, a pronunciar dos monosílabos: Sí o No. En su brevedad instantánea, como a la luz del relámpago, se dibuja el signo contradictorio de la naturaleza humana» (Octavio Paz, La otra voz).

«La vida del hombre no puede "ser vivida" repitiendo los patrones de su especie; es él mismo -cada uno- quien debe vivir. El hombre es el único animal que puede estar fastidiado, que puede estar disgustado, que puede sentirse expulsado del paraíso» (Erich Fromm, Ética y psicoanálisis).

MODULO 3

Cuando el jefe manda….

Un ciudadano acude a una oficina de información pública de la cual usted es el responsable. Su jefe, inmediato superior le ordena que otorgue información a un ciudadano con los datos personales de un funcionario público relativosa su origen étnico, su domicilio privado, su número telefónico, ideología y preferencias sexuales, así como lo relacionado con su vida afectiva, emocional y familiar.A pesar de que la ley impide otorgar este tipo de información, usted decide proporcionarla porque su jefe le prometió prerrogativas, y si no colaborara lo amenazó con aplicarle represalias.

Segundo escenario:

Usted decide otorgar la información, a pesar de que la ley lo impide, porque es una práctica acostumbrada, aprobada por los demás compañeros de trabajo y bien vista por sus jefes. Además, sabe que este tipo de prácticas provienen de mucho tiempo atrás y que han contribuido a mantener cierto equilibrio en la institución en la cual labora y considera que es más valioso mantener “las cosas como están” que satisfacer su propio interés personal de cumplir con su obligación laboral.

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Tercer escenario:

A pesar de las advertencias de su jefe, usted decide no proporcionar la información pues considera que es más importante dar cumplimiento a lo que la ley establece; pero aún más, independientemente de la ley, usted basa su decisión en la idea de que el derecho a la privacidad y a la vida íntima, al honor y a la dignidad humana son principios y valores universales que deben cuidarse, tutelarse y protegerse.

¿Con cuál de las tres posturas simpatiza más? ¿Cuál le parece la mejor? ¿Encuentra usted diferencias cualitativas entre las tres situaciones y decisiones tomadas?

Presentaremos a continuación los capítulos 2 y 3 del libro Ética para Amador de Fernando Savater

CAPÍTULO SEGUNDO (ETICA PARA AMADOR)

ÓRDENES, COSTUMBRES Y CAPRICHOS

Te recuerdo brevemente donde estamos. Queda claro que hay cosas que nos convienen para vivir y otras no, pero no siempre está claro qué cosas son las que nos convienen. Aunque no podamos elegir lo que nos pasa, podemos en cambio elegir lo que hacer frente a lo que nos pasa. Modestia aparte, nuestro caso se parece más al de Héctor que al de las beneméritas termitas... Cuando vamos a hacer algo, lo hacemos porque preferimos hacer eso a hacer otra cosa, o porque preferimos hacerlo a no hacerlo. ¿Resulta entonces que hacemos siempre lo que queremos? Hombre, no tanto. A veces las circunstancias nos imponen elegir entre dos opciones que no hemos elegido: vamos, que hay ocasiones en que elegimos aunque preferiría no tener que elegir.

Uno de los primeros filósofos que se ocupó de estas cuestiones, Aristóteles, imaginó el siguiente ejemplo. Un barco lleva una importante carga de un puerto a otro. A medio trayecto, le sorprende una tremenda tempestad. Parece que la única forma de salvar el barco y la tripulación es arrojar por la

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borda el cargamento, que además de importante es pesado. El capitán del navío se plantea el problema siguiente: «¿Debo tirar la mercancía o arriesgarme a capear el temporal con ella en la bodega, esperando que el tiempo mejore o que la nave resista?» Desde luego, si arroja el cargamento lo hará porque prefiere hacer eso a afrontar el riesgo, pero sería injusto decir sin más que quiere tirarlo. Lo que de veras quiere es llegar a puerto con su barco, su tripulación y su mercancía: eso es lo que más le conviene. Sin embargo, dadas las borrascosas circunstancias, prefiere salvar su vida y la de su tripulación a salvar la carga, por preciosa que sea. ¡Ojalá no se hubiera levantado la maldita tormenta! Pero la tormenta no puede elegirla, es cosa que se le impone, cosa que le pasa, quiera o no; lo que en cambio puede elegir es el comportamiento a seguir en el peligro que le amenaza. Si tira el cargamento por la borda lo hace porque quiere... y a la vez sin querer. Quiere vivir, salvarse y salvar a los hombres que dependen de él, salvar su barco; pero no quisiera quedarse sin la carga ni el provecho que representa, por lo que no se desprenderá de ella sino muy a regañadientes. Preferiría sin duda no verse en el trance de tener que escoger en re la pérdida de sus bienes y la pérdida de su vida. Sin embargo, no queda más remedio y debe decidirse: elegirá lo que quiera más, lo que crea más conveniente. Podríamos decir que es libre porque no le queda otro remedio que serlo, libre de optar en circunstancias que él no ha elegido padecer.

Casi siempre que reflexionamos en situaciones difíciles o importantes sobre lo que vamos a hacer nos encontramos en una situación parecida a la de ese capitán de barco del que habla Aristóteles. Pero claro, no siempre las cosas se ponen tan feas. A veces las circunstancias son menos tormentosas y si me empeño en no ponerte más que ejemplos con ciclón incorporado puedes rebelarte contra ellos, como hizo aquel aprendiz de aviador. Su profesor de vuelo le preguntó: «Va usted en un avión, se declara una tormenta y le inutiliza a usted el motor. ¿Qué debe hacer?» Y el estudiante contesta: «Seguiré con el otro motor.» «Bueno -dijo el profesor-, pero llega otra tormenta y le deja sin ese motor. ¿Cómo se las arregla entonces?» «Pues seguiré con el otro motor.» «También se lo destruye una tormenta. ¿Y entonces?» «Pues continúo con otro motor.» Vamos a ver -se mosquea el profesor-, ¿se puede saber de dónde saca usted tantos motores?» Y el alumno, imperturbable: «Del mismo sitio del que saca usted tantas tormentas.» No, dejemos de lado el tormento de las tormentas. Veamos qué ocurre cuando hace buen tiempo.

Por lo general, uno no se pasa la vida dando vueltas a lo que nos conviene o no nos conviene hacer. Afortunadamente no solemos estar tan achuchados

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por la vida como el capitán del dichoso barquito del que hemos hablado. Si vamos a ser sinceros, tendremos que reconocer que la mayoría de nuestros actos los hacemos casi automáticamente, sin darle demasiadas vueltas al asunto. Recuerda conmigo, por favor, lo que has hecho esta mañana. A una hora indecentemente temprana ha sonado el despertador y tú, en vez de estrellarlo contra la pared como te apetecía, has apagado la alarma. Te has quedado un ratito entre las sábanas, intentando aprovechar los últimos y preciosos minutos de comodidad horizontal. Después has pensado que se te estaba haciendo demasiado tarde y el autobús para el cole no espera, de modo que te has levantado con santa resignación. Ya sé que no te gusta demasiado lavarte los dientes pero como te insisto tanto para que lo hagas has acudido entre bostezos a la cita con el cepillo y la pasta. Te has duchado casi sin darte cuenta de lo que hacías, porque es algo que ya pertenece a la rutina de todas las mañanas. Luego te has bebido el café con leche y te has tomado la habitual tostada con mantequilla. Después, a la dura calle. Mientras ibas hacia la parada del autobús repasando mentalmente los problemas de matemáticas -¿no tenías hoy control?- has ido dando patadas distraídas a una lata vacía de coca-cola. Más tarde el autobús, el colegio, etc.

Francamente, no creo que cada uno de esos actos los hayas realizado tras angustiosas meditaciones: «¿Me levanto o no me levanto? ¿Me ducho o no me ducho? ¡Desayunar o no desayunar, ésa es la cuestión! » La zozobra del pobre capitán de barco a punto de zozobrar, tratando de decidir a toda prisa si tiraba por la borda la carga o no, se parece poco a tus soñolientas decisiones de esta mañana. Has actuado de manera casi instintiva, sin plantearte muchos problemas. En el fondo resulta lo más cómodo y lo más eficaz, ¿no? A veces darle demasiadas vueltas a lo que uno va a hacer nos paraliza. Es como cuando echas a andar: si te pones a mirarte los pies y a decir «ahora, el derecho; luego, el izquierdo, etc.», lo más seguro es que Pegues un tropezón o que acabes parándote. Pero yo quisiera que ahora, retrospectívamente, te preguntaras lo que no te preguntaste esta mañana. Es decir: ¿por qué he hecho lo que hice?, ¿por qué ese gesto y no mejor el contrario o quizá otro cualquiera?

Supongo que esta encuesta te indignará un poco. ¡Vaya! ¿Que por qué tienes que levantarte a las siete y media, lavarte los dientes e ir al colegio? ¿Y yo te lo pregunto? ¡Pues precisamente porque yo me empeño en que lo hagas y te doy la lata de mil maneras, con amenazas y promesas, para obligarte! ¡Si te quedases en la cama menudo jaleo te montaría! Claro que algunos de los gestos reseñados, como ducharte o desayunar, los realizas ya sin acordarte

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de mi, porque son cosas que siempre se hacen al levantarse, ¿no?, y que todo el mundo repite. Lo mismo que ponerse pantalones en lugar de ir en calzoncillos, por mucho que apriete el calor... En cuanto a lo de tomar el autobús, bueno, no tienes más remedio que hacerlo para llegar a tiempo, porque el colegio está demasiado lejos como para ir andando y no soy tan espléndido para pagarte un taxi de ¡da y vuelta todos los días. ¿Y lo de pegarle patadas a la lata? Pues eso lo haces porque sí, porque te da la gana.

Vamos a detallar entonces la serie de diferentes motivos que tienes para tus comportamientos matutinos. Ya sabes lo que es u', «motivo» en el sentido que recibe la palabra en este contexto: es la razón que tienes o al menos crees tener para hacer algo, la explicación más aceptable de tu conducta cuando reflexionas un poco sobre ella. En una palabra: la mejor respuesta que se te ocurre a la pregunta «¿por qué hago eso?». Pues bien, uno de los tipos de motivación que reconoces es el de que yo te mando que hagas tal o cual cosa. A estos motivos les llamaremos órdenes. En otras ocasiones el motivo es que sueles hacer siempre ese mismo gesto y ya lo repites casi sin pensar, o también el ver que a tu alrededor todo el mundo se comporta así habitualmente: llamaremos costumbres a este juego de motivos. En otros casos -los puntapiés a la lata, por ejemplo- el motivo parece ser la ausencia de motivo, el que te apetece sin más, la pura gana. ¿Estás de acuerdo en que llamemos caprichos al por qué de estos comportamientos? Dejo de lado los motivos más crudamente funcionales, es decir los que te inducen a aquellos gestos que haces como puro y directo instrumento para conseguir algo: bajar la escalera para llegar a la calle en lugar de saltar por la ventana, coger el autobús para ir al cole, utilizar una taza para tomar tu café con leche, etc.

Nos limitaremos a examinar los tres primeros tipos de motivos, es decir las órdenes, las costumbres y los caprichos. Cada uno de esos motivos inclina tu conducta en una dirección u otra, explica más o menos tu preferencia por hacer lo que haces frente a las otras muchas cosas que podrías hacer. La primera pregunta que se me ocurre plantear sobre ellos es: fuerza te obliga a actuar cada uno Porque no todos tienen el mismo peso en cada ocasión. Levantarte para ir al colegio es más obligatorio que lavarte los dientes o duchar. te y creo que bastante más que dar patadas a la lata de coca-cola; en cambio, ponerte pantalones o al menos calzoncillos por mucho calor que haga es tan obligatorio como ir al cole, ¿no? Lo que quiero decirte es que cada tipo de motivos tiene su propio peso y te condiciona a su modo. Las órdenes, por ejemplo, sacan su fuerza, en parte, del miedo que puedes tener a las terribles represalias que tomaré contra ti si no me obedeces; pero también, supongo, al afecto y la

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confianza que me tienes y que te- lleva a pensar que lo que te mando es para protegerte y mejorarte o, como suele decirse con expresión que te hace torcer el gesto, por tu bien. También desde luego porque esperas algún tipo de recompensa si cumples como es debido: paga, regalos, etc. Las costumbres, en cambio, vienen más bien de la comodidad de seguir la rutina en ciertas ocasiones y también de tu interés de no contrariar a los otros, es decir de la presión de los demás. También en las costumbres hay algo así como una obediencia a ciertos tipos de órdenes: piensa, por poner otro ejemplo, en las modas. ¡La cantidad de cazadoras, zapatillas, chapas, etc., que tienes que ponerte porque entre tus amigos es costumbre llevarlas y tú no quieres desentonar!

Las órdenes y las costumbres -tienen una cosa en común: parece que vienen de fuera, que se te imponen sin pedirte permiso. En cambio, los caprichos te salen de dentro, brotan espontáneamente sin que nadie te los mande ni a nadie en principio creas imitarlos. Yo supongo que si te pregunto que cuándo te sientes más libre, al cumplir órdenes, al seguir la costumbre o al hacer tu capricho, me dirás que eres más libre al hacer tu capricho, porque es una cosa más tuya y que no depende de nadie más que de ti. Cla-ro que vete a saber: a lo mejor también el llamado capricho te apetece porque se lo imitas a alguien o quizá brota de una orden pero al revés, por ganas de llevar la contraria, unas ganas que no se te hubieran despertado a ti solo sin el mandato previo que desobedeces... En fin, por el momento vamos a dejar las cosas aquí, que por hoy ya es lío suficiente.

Pero antes de acabar recordemos como despedida otra vez aquel barco griego en la tormenta al que se refirió Aristóteles. Ya que empezarnos entre olas y truenos bien podemos acabar lo mismo, para que el capítulo resulte capicúa. El capitán del barco estaba, cuando lo dejamos, en el trance de arrojar o no la carga por la borda para evitar el naufragio. Desde luego tiene orden de llevar las mercancías a puerto, la costumbre no es precisamente tirarlas al mar y poco le ayudaría seguir sus caprichos dado el berenjenal en que se encuentra. ¿Seguirá sus órdenes aun a riesgo de perder la vida y la de toda su tripulación? ¿Tendrá más miedo a la cólera' de sus patronos que al mismo mar furioso!,;', En circunstancias normales puede bastar' con hacer lo que le mandan a uno, pero a veces lo más prudente es plantearse hasta qué punto resulta aconsejable obedecer... Después de todo, el capitán no es como las termitas, que tienen que salir en plan kamikaze quieran o no porque no les queda otro remedio que «obedecer» los impulsos de su naturaleza.

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Y si en la situación en que está las órdenes no le bastan, la costumbre todavía menos. La costumbre sirve para lo corriente, para la rutina de todos los días. ¡Francamente, una tempestad en alta mar no es momento para andarse con rutinas! Tú mismo le pones religiosamente pantalones y calzoncillos todas las mañanas, pero si en caso de incendio no te diera tiempo tampoco te sentirías demasiado culpable. Durante el gran terremoto de México de hace pocos años un amigo mío vio derrumbarse ante sus propios ojos un elevado edificio; acudió a prestar ayuda e intentó sacar de entre los escombros a una de las víctimas, que se resistía inexplicablemente a salir de la trampa de cascotes hasta que confesó: «Es que no llevo nada encima... » ¡Premio especial del jurado a la defensa intempestiva del taparrabos! Tanto conformismo ante la costumbre vigente es un poco morboso, ¿no? Podemos suponer que nuestro capitán griego era un hombre práctico y que la rutina de conservar la carga no era suficiente para determinar su comportamiento en caso de peligro. Ni tampoco para arrojarla, claro está, por mucho que en la mayoría de los casos fuese habitual desprenderse de ella. Cuando las cosas están de veras serias hay que inventar y no sencillamente limitarse a seguir la moda o el hábito...

Tampoco parece que sea ocasión propicia para entregarse a los caprichos. Si te dijeran que el capitán de ese barco tiró la carga no Porque lo considerase prudente, sino por capricho (o que la conservó en la bodega por el mismo motivo), ¿qué pensarías? Respondo Por ti: que estaba un poco loco. Arriesgar la fortuna o la vida sin otro móvil que el capricho tiene mucho de chaladura, y si la extravagancia compromete la fortuna o la vida del prójimo merece ser calificada aún más duramente. ¿Cómo podría haber llegado a mandar un barco semejante antojadizo irresponsable? En momentos tempestuosos a la persona sana se le pasan casi todos los caprichitos y no le queda sino el deseo intenso de acertar con la línea de conducta más conveniente, o sea: más racional.

¿Se trata entonces de un simple problema funcional, de encontrar el mejor medio para llegar sanos y salvos a puerto? Vamos a suponer que el capitán llega a la conclusión de que para salvarse basta con arrojar cierto peso al mar, sea peso en mercancías o sea peso en tripulación. Podría entonces intentar convencer a los marineros de que tirasen por la borda a los cuatro o cinco más inútiles de entre ellos y así de este modo tendrían una buena oportunidad de conservar las ganancias del flete. Desde un punto de vista funcional, a lo mejor era ésta la mejor solución para salvar el pellejo y también para asegurar las ganancias... Sin embargo, algo me resulta repugnante en tal decisión y su-pongo que a ti también. ¿Será porque me han dado la orden de que tales

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cosas no deben hacerse, o porque no tengo costumbre de hacerlas o simplemente porque no me apetece -tan caprichoso soy- comportarme de esa manera?

Perdona que te deje en un suspense digno de Hitchcok, pero no voy a decirte para acabar qué es lo que a la postre decidió nuestro zarandeado capitán. ¡Ojalá acertase y tuviera ya buen viento hasta volver a casa! La verdad es que cuando pienso en él me doy cuenta de que todos vamos en el mismo barco... Por el momento, nos quedaremos con las preguntas que hemos planteado y esperemos que vientos favorables nos lleven hasta el próximo capítulo, donde volveremos a encontrarlas e intentaremos empezar a responderlas.

Vete leyendo...

«Tanto la virtud como el vicio están en nuestro poder. En efecto, siempre que está en nuestro poder el hacer, lo está también el no hacer, y siempre que está en nuestro poder el no, lo está el sí, de modo que si está en nuestro poder el obrar cuando es bello, lo estará también cuando es vergonzoso, y si está en nuestro poder el no obrar cuando es bello, lo estará, asimismo, para no obrar cuando es vergonzoso» (Aristóteles, Ética para Nicómaco).

«En el arte de vivir, el hombre es al mismo tiempo el artista y el objeto de su arte, es el escultor y el mármol, el médico y el paciente» (Erich Fromm, Ética Y Psicoanálisis).

Sólo disponemos de cuatro principios de la moral:

1. El filosófico: haz el bien por el bien mismo, Por respeto a la ley.2. El religioso: hazlo porque es la voluntad de Dios, por amor a Dios.3. El humano: hazlo porque tu bienestar lo re. quiere, por amor propio.4. El político: hazlo porque lo requiere la pros. peridad de la sociedad de la

que formas parte, por amor a la sociedad y por consideración a ti (Lichtenberg, Aforismos).

«No hemos de preocupamos de vivir largos años, sino de vivirlos satisfactoriamente; porque vivir largo tiempo depende del destino, vivir satisfactoriamente de tu alma. La vida es larga si es plena; y se hace plena

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cuando el alma ha recuperado la posesión de su bien propio y ha transferido a sí el dominio de sí misma» (Séneca, Cartas a Lucilio).

CAPITULO TERCERO ( ÉTICA PARA AMADOR)

HAZ LO QUE QUIERAS

Decíamos antes que la mayoría de las cosas las hacemos porque nos las mandan (los padres cuando se es joven, los superiores o las leyes cuando se es adulto), porque se acostumbra a hacerlas así (a veces la rutina nos la imponen los demás con su ejemplo y su presión -miedo al ridículo, censura, chismorreo, deseo de aceptación en el grupo...y otras veces nos la creamos nosotros mismos), porque son un medio para conseguir lo que queremos (como tomar el autobús para ir al colegio) o sencillamente porque nos da la ventolera o el capricho de hacerlas así, sin más ni más. Pero resulta que en ocasiones importantes o cuando nos tomamos lo que vamos a hacer verdaderamente en esto, todas estas motivaciones corrientes resultan insatisfactorias: vamos, que saben a poco, como suele decirse.

Cuando tiene uno que salir a exponer el pellejo junto a las murallas de Troya desafiando el ataque de Aquiles, como hizo Héctor; o cuando hay que decidir entre tirar al mar la carga para salvar a la tripulación o tirar a unos cuantos de la tripulación para salvar la carga; o... en casos semejantes, aun. que no sean tan dramáticos (por ejemplo sencillito: ¿debo votar al político que considero mejor para la mayoría del país, aunque perjudique con su subida de impuestos mis intereses personales, o apoyar al que me permite forrarme más a gusto y los demás que espabilen?), ni órdenes ni costumbres bastan y no son cuestiones de capricho. El comandante nazi del campo de concentración al que acusan de una matanza de judíos intenta excusarse diciendo que «cumplió órdenes », pero a mí, sin embargo, no me convence esa justificación; en ciertos países es costumbre no alquilar un piso a negros por su color de piel o a homosexuales por su preferencia amorosa, pero por mucho que sea habitual tal discriminación sigue sin parecerme aceptable; el capricho de irse a pasar unos días en la playa es muy comprensible, pero si uno tiene a un bebé a su cargo y lo deja sin cuidado durante un fin de semana, semejante capricho ya no resulta simpático sino criminal. ¿No opinas lo mismo que yo en estos casos?

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Todo esto tiene que ver con la cuestión de la libertad, que es el asunto del que se ocupa propiamente la ética, según creo haberte dicho ya. Libertad es poder decir «sí» o «no»; lo hago o no lo hago, digan lo que digan mis jefes o los demás; esto me conviene y lo quiero, aquello no me conviene y por tanto no lo quiero. Libertad es decidir, pero también, no lo olvides, darte cuenta de que estás decidiendo. Lo más opuesto a dejarse llevar, como podrás comprender. Y para no dejarte llevar no tienes más remedio que intentar pensar al menos dos veces lo que vas a hacer; sí, dos veces, lo siento, aunque te duela la cabeza... La primera vez que piensas el motivo de tu acción la respuesta a la pregunta «¿por qué hago esto?» es del tipo de las que hemos estudiado últimamente: lo hago porque me lo mandan, porque es costumbre hacerlo, porque me da la gana. Pero si lo piensas por segunda vez, la cosa ya varía. Esto lo hago porque me lo mandan, pero... ¿por qué obedezco lo que me mandan?, ¿por miedo al castigo?, ¿por esperanza de un premio?, ¿no estoy entonces como esclavizado por quien me manda? Si obedezco porque quien da las órdenes sabe más que yo, ¿no sería aconsejable que procurara Informarme lo suficiente para decidir por mi mismo? ¿Y si me mandan cosas que no me parecen convenientes, como cuando le ordenaron al comandante nazi eliminar a los judíos del campo de concentración? ¿Acaso no puede ser algo «malo» -es decir, no conveniente para mí- por mucho que me lo manden, o «bueno» y conveniente aunque nadie me lo ordene?

Lo mismo sucede respecto a las costumbres. Si no pienso lo que hago más que una vez, quizá me baste la respuesta de que actúo así «porque es costumbre». Pero ¿por qué diablos tengo que hacer siempre lo que suele hacerse (o lo que suelo hacer)? ¡Ni que fuera esclavo de quienes me rodean, por muy amigos míos que sean, o de lo que hice ayer, antes de ayer y el mes pasado! Si vivo rodeado de gente que tiene la costumbre de discriminar a los negros y a mí eso no me parece ni medio bien, ¿por qué tengo que imitarles? Si he cogido la costumbre de pedir dinero prestado y no devolverlo nunca, pero cada vez me da más vergüenza hacerlo, ¿por qué no voy a poder cambiar de conducta y empezar desde ahora mismo a ser más legal? ¿Es que acaso una costumbre no puede ser poco conveniente para mí, por muy acostumbrada que sea? Y cuando me interrogo por segunda vez sobre mis caprichos, el resultado es parecido. Muchas veces tengo ganas de hacer cosas que en seguida se vuelven contra mí, de las que me arrepiento luego. En asuntos sin importancia el capricho puede ser aceptable, pero cuando se trata de cosas más serias dejarme llevar por él, sin reflexionar si se trata de un capricho conveniente o inconveniente, puede resultar muy poco aconsejable, hasta peligroso: el

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capricho de cruzar siempre los semáforos en rojo a lo mejor resulta una o dos veces divertido pero ¿llegaré a viejo si me empeño en hacerlo día tras día?

En resumidas cuentas: puede haber órdenes, costumbres y caprichos que sean motivos adecuados para obrar, pero en otros casos no tiene por qué ser así. Seria un poco idiota querer llevar la contraria a todas las órdenes y a todas las costumbres, como también a todos los caprichos, porque a veces resultarán convenientes o agradables. Pero nunca una acción es buena sólo por ser una orden, una costumbre o un capricho. Para saber si algo me resulta de veras conveniente o no tendré que examinar lo que hago más a fondo, razonando por mí mismo. Nadie puede ser libre en mi lugar, es decir: nadie Puede dispensarme de elegir y de buscar por mí mismo. Cuando se es un niño pequeño, inmaduro, con poco conocimiento de la vida y de la realidad, basta con la obediencia, la rutina o el caprichito. Pero es Porque todavía se está dependiendo de alguien, en manos de otro que vela por nosotros. Luego hay que hacerse adulto, es decir, capaz de inventar en cierto modo la propia vida y no simplemente de vivir la que otros han inventado para uno. Naturalmente, no podemos inventarnos del todo porque no vivimos solos y muchas cosas se nos imponen queramos o no (acuérdate de que el pobre capitán no eligió padecer una tormenta en alta mar ni Aquiles le pidió a Héctor permiso para atacar Troya ... ). Pero entre las órdenes que se nos dan, entre las costumbres que nos rodean o nos creamos, entre los caprichos que nos asaltan, tendremos que aprender a elegir por nosotros mismos. No habrá más remedio, para ser hombres y no borregos (con perdón de los borregos), que pensar dos veces lo que hacemos. Y si me apuras, hasta tres y cuatro veces en ocasiones señaladas.

La palabra «moral» etimológicamente tiene que ver con las costumbres, pues eso precisamente es lo que significa la voz latina mores, y también con las órdenes, pues la mayoría de los preceptos morales suenan así como «debes hacer tal cosa» o «ni se te ocurra hacer tal otra». Sin embargo, hay costumbres y órdenes -como ya hemos visto que pueden ser malas, o sea «inmorales», por muy ordenadas y acostumbradas que se nos presenten. Si queremos profundizar el' la moral de verdad, si queremos aprender en serio cómo emplear bien la libertad que tenemos (y en este aprendizaje consiste precisamente la «moral» o «ética» de la que estarnos hablando aquí), más vale dejarse de órdenes, costumbres y caprichos. Lo primero que hay que dejar claro es que la ética de un hombre libre nada tiene que ver con los castigos ni los premios repartidos por la autoridad que sea, autoridad humana o divina, para el caso es igual. El que no hace más que huir del castigo y

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buscar la recompensa que dispensan otros, según normas establecidas por ellos, no es mejor que un pobre esclavo. A un niño quizá le basten el palo y la zanahoria como guías de su conducta, pero para alguien crecidito es más bien triste seguir con esa mentalidad. Hay que orientarse de otro modo. Por cierto, una aclaración terminológica. Aunque yo voy a utilizar las palabras «moral» y «ética» como equivalentes, desde un punto de vista técnico (perdona que me ponga más profesoral que de costumbre) no tienen idéntico significado. «Moral» es el conjunto de comportamientos Y normas que tú, yo y algunos de quienes nos rodean solemos aceptar como válidos; «ética» es la reflexión sobre por qué los consideramos válidos y la comparación con otras «morales» que tienen personas diferentes. Pero en fin, aquí seguiré usando una u otra palabra indistintamente, siempre como arte de vivir. Que me perdone la academia...

Te recuerdo que las palabras «bueno» y «malo» no sólo se aplican a comportamientos morales, ni siquiera sólo a personas. Se dice, por ejemplo, que Maradona o Butragueño son futbolistas muy buenos, sin que ese calificativo tenga nada que ver con su tendencia a ayudar al prójimo fuera del estadio o su propensión a decir siempre la verdad. Son buenos en cuanto futbolistas y como futbolistas, sin que entremos en averiguaciones sobre su vida privada. Y también puede decirse que una moto es muy buena sin que ello implique que la tomamos por la Santa Teresa de las motos: nos referimos a que funciona estupendamente y que tiene todas las ventajas que a una moto pueden pedirse. En cuestión de futbolistas o de motos, lo «bueno» -es decir, lo que conviene- está bastante claro. Seguro que si te pregunto me explicas muy bien cuáles son los requisitos necesarios para que algo merezca calificación de sobresaliente en el terreno de juego o en la carretera. Y digo yo: ¿por qué no intentamos definir del mismo modo lo que se necesita para ser un hombre bueno? ¿No nos resolvería eso todos los problemas que nos estamos planteando desde hace ya bastantes páginas?

No es cosa tan fácil, sin embargo. Respecto a los buenos futbolistas, las buenas motos, los buenos caballos de carreras, etc., la mayoría de la gente suele estar de acuerdo, pero cuando se trata de determinar si alguien es bueno o malo en general, como ser humano, las opiniones varían mucho. Ahí tienes, por ejemplo, el caso de Purita: su mamá en casa la tiene por el no va más de la bondad, porque es obediente y modosita, pero en clase todo el mundo la detesta porque es chismosa y cizañera. Seguro que para sus superiores el oficial nazi que gaseaba judíos en Auschwitz era bueno y como es debido, pero los judíos debían tener sobre él una opinión diferente. A veces

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llamarle a alguien «bueno» no indica nada bueno: hasta el punto de que suelen decirse cosas como «Fulanito es muy bueno, ¡el pobre! » El poeta español Antonio Machado era consciente de esta ambigüedad y en su autobiografía poética escribió: «Soy en el buen sentido de la palabra bueno ... » Se refería a que, en muchos casos, llamarle a uno «bueno» no indica más que docilidad, tendencia a no llevar la contraria y a no causar problemas, prestarse a cambiar los discos mientras los demás bailan, cosas así.

Para unos, ser bueno significará ser resignado y paciente, pero otros llamarán bueno a la persona emprendedora, original, que no se acobarda a la hora de decir lo que piensa aunque pueda molestar a alguien. En países como Sudáfrica, por ejemplo, unos tendrán Por bueno al negro que no da la lata y se conforma con el apartheid, mientras que otros no llamarán así más que al que sigue a Nelson Mandela. ¿Y sabes por qué no resulta sencillo decir cuándo un ser humano es «bueno» y cuándo no lo es? Porque no sabemos para que sirven los seres humanos. Un futbolista sirve para jugar al fútbol de tal modo que ayude a ganar a su equipo y meta goles al contrario; una moto sirve para trasladarnos de modo veloz, estable, resistente... Sabemos cuándo un especialista en algo o cuándo un instrumento funcionan como es debido porque tenemos idea del servicio que deben prestar, de lo que se espera de ellos. Pero si tomamos al ser humano en general la cosa se complica: a los humanos se nos reclama a veces resignación y a veces rebeldía, a veces iniciativa y a veces obediencia, a veces generosidad y otras previsión del futuro, etc. No es fácil ni siquiera determinar una virtud cualquiera: que un futbolista meta un gol en la portería contraria sin cometer falta siempre es bueno, pero decir la verdad puede no serlo. ¿Llamarías «bueno» a quien le dice por crueldad al moribundo que va a morir o a quien delata dónde se esconde la víctima al asesino que quiere matarla? Los oficios y los instrumentos responden a unas normas de utilidad bastante claras, establecidas desde fuera: si se las cumple, bien; si no, mal y se acabó. No se pide otra cosa. Nadie exige a un futbolista -para ser buen futbolista, no buen ser humano- que sea caritativo o veraz; nadie le pide a una moto, para ser buena moto, que sirva para clavar clavos. Pero cuando se considera a los humanos en general la cosa no está tan clara, porque no hay un único reglamento para ser buen humano ni el hombre es instrumento para conseguir nada.

Se puede ser buen hombre (y buena mujer, claro) de muchas maneras y las opiniones que juzgan los comportamientos suelen variar según las circunstancias. Por eso decimos a veces que Fulano o Menganita son buenos «a su modo». Admitimos así que hay muchas formas de serlo y que la cuestión

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depende del ámbito en que se mueve cada cual. De modo que ya ves que desde fuera no es fácil determinar quién es bueno y quién malo, quién hace lo conveniente y quién no. Habría que estudiar no sólo todas las circunstancias de cada caso, sino hasta las intenciones que mueven a cada uno. Porque Podría pasar que alguien hubiese pretendido hacer algo malo y le saliera un resultado aparentemente bueno por carambola. Y al que hace lo bueno y conveniente por chiripa lo le llamaríamos «bueno», ¿verdad? También al revés: con la mejor voluntad del mundo alguien podría provocar un desastre y ser tenido por monstruo sin culpa suya. Me parece que por este camino sacaremos poco en limpio, lo siento.

Pero si ya hemos dicho que ni órdenes, ni costumbres ni caprichos bastan para guiar. nos en esto de la ética y ahora resulta que no hay un claro reglamento que enseñe a ser hombre bueno y a funcionar siempre como tal, ¿cómo nos las arreglaremos? Voy a contestarte algo que de seguro te sorprende y quizá hasta te escandalice. Un divertidísimo escritor francés del siglo XVI, François Rabelais, contó en una de las primeras novelas europeas las aventuras del gigante Gargantúa y su hijo Pantagruel. Muchas cosas podría contarte de ese libro, pero prefiero que antes o después te decidas a leerlo por ti mismo. Sólo te diré que en una ocasión Gargantúa decide fundar una orden más o menos religiosa e instalarla en una abadía, la abadía de Theleme, sobre cuya puerta está escrito este único precepto: « Haz lo que quieras. » Y todos los habitantes de esa santa casa no hacen precisamente más que eso, lo que quieren. ¿Qué te parecería si ahora te digo que a la puerta de la ética bien entendida no está escrita más que esa misma consigna: haz lo que quieras? A lo mejor te indignas conmigo: ¡vaya, pues sí que es moral la conclusión a la que hemos llegado!, ¡la que se armaría si todo el mundo hiciese sin más ni más lo que quisiera!, ¿para eso hemos perdido tanto tiempo y nos hemos comido tanto el coco? Espera, espera, no te enfades. Dame otra oportunidad: hazme el favor de pasar al capítulo siguiente...

vete leyendo...

«Los congregados en Theleme empleaban su vida, no en atenerse a leyes, reglas o estatutos, sino en ejecutar su voluntad y libre albedrío. Levantábanse del lecho cuando les parecía bien, y bebían, comían, trabajaban y dormían cuando sentían deseo de hacerlo. Nadie les despertaba, ni le forzaba a beber,

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o comer, ni a nada.» Así lo había dispuesto Gargantúa. La única regla de la Orden era ésta:

HAZ LO QUE QUIERAS

»Y era razonable, porque las gentes libres, bien nacidas y bien educadas, cuando tratan con personas honradas, sienten por naturaleza el instinto y estímulo de huir del vicio y acogerse a la virtud. Y es a esto a lo que llaman honor.

»Pero cuando las mismas gentes se ven refrenadas Y constreñidas, tienden a rebelarse y romper el yugo que las abruma. Pues todos nos inclinamos siempre a buscar lo prohibido y a codiciar lo que se nos niega» François Rebelais, Gargantúa y Pantagruel.

» La ética humanista, en contraste con la ética autoritaria, puede distinguirse de ella por un criterio formal Y otro material. Formalmente se basa en el Principio de que sólo el hombre por sí mismo puede determinar el criterio sobre virtud y pecado, y no Una autoridad que lo trascienda. Materialmente se basa en el principio de que lo "bueno" es aquello que es bueno para el hombre y "malo" lo que le es nocivo, siendo el único criterio de valor ético el bienestar del hombre» (Erich Fromm, Ética y psicoanálisis).

«Pero, aunque la razón basta, cuando está plenamente desarrollada y perfeccionada, para instruimos de las tendencias dañosas o útiles de las cualidades y de las acciones, no basta, por sí misma, para producir la censura o la aprobación moral. La utilidad no es más que una tendencia hacia un cierto fin; si el fin nos fuese totalmente indiferente, sentiríamos la misma indiferencia por los medios. Es preciso necesariamente que un sentimiento se manifieste aquí, para hacernos preferir las tendencias útiles a las tendencias dañinas. Ese sentimiento no puede ser más que una simpatía por la felicidad de los hombres o un eco de su desdicha, puesto que éstos son los diferentes fines que la virtud y el vicio tienen tendencia a promover. Así pues, la razón nos instruye acerca de las diversas tendencias de las acciones y la humanidad hace una distinción a favor de las tendencias útiles y beneficiosas» (David Hume, Investigación sobre los principios de la moral).

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El vuelo del halcón

Un rey recibió como obsequio, dos pequeños halcones, y los entregó al maestro de cetrería, para que los entrenara. Pasado unos meses, el maestro le informó al rey que uno de los halcones estaba perfectamente, pero que al otro no sabía que le sucedía; no se había movido de la rama donde lo dejó desde el día que llegó.

El rey mandó llamar a curanderos y sanadores para que vieran al halcón, pero nadie pudo hacer volar el ave. Encargó, entonces, la misión a miembros de la corte, pero nada sucedió.

Al día siguiente, por la ventana, el monarca pudo observar, que el ave aún continuaba inmóvil. Entonces, decidió comunicar a su pueblo que ofrecería una recompensa a la persona que hiciera volar al halcón.

A la mañana siguiente, vio al halcón volando ágilmente por los jardines. El rey le dijo a su corte, Traedme al autor de ese milagro. Su corte rápidamente le presentó a un campesino. El rey le preguntó

- ¿Tú hiciste volar al halcón ¿Cómo lo hiciste ¿Eres mago?

Intimidado el campesino le dijo al rey

- Fue fácil, mi rey, sólo corte la rama, y el halcón voló. Se dio cuenta que tenía alas y se echó a volar.

¿A qué estás agarrado? ¿Qué te impide volar? ¿De qué no te puedes soltar?

Vivimos dentro de una zona de comodidad donde nos movemos, y creemos que eso es lo único que existe. Dentro de esa zona está todo lo que sabemos, y todo lo que creemos. Convivimos con nuestros valores, nuestros miedos y nuestras limitaciones. En esa zona reina nuestro pasado y nuestra historia, todo lo conocido, cotidiano y fácil... Tenemos sueños, queremos resultados, buscamos oportunidades, pero no siempre estamos dispuestos a correr riesgos, no siempre estamos dispuestos a transitar caminos difíciles. ¡No nos conformemos y dejemos de vivir desde la resignación!

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Ser felices no es estar divertidos

El gran anhelo de la mayoría de los padres es que los hijos sean felices. Y no hay nada de malo en ello. Lo grave es que la cultura consumista, en su esfuerzo por vendernos cuanta cosa se produce masivamente asegurándonos que nos hará felices, también nos vendió la idea de que la felicidad consiste en vivir constantemente gratificados y divertidos, libres de cualquier contrariedad, tristeza o incomodidad. Y tal parece que ésta es la clase de felicidad que los padres ahora nos esforzamos por darle a los hijos.

Con tal propósito, la vida de los niños está cada vez más llena de actividades entretenidas para mantenerlos contentos. Ya no es suficiente mandarlos a un campo de verano o al club a que hagan deportes durante las vacaciones. Ahora, hay que tenerles otros planes para las pocas horas que les quedan libres. Tampoco basta un viaje de veraneo, hay que programar nuevos paseos para cuando regresen. Y a lo largo del año hay que permitirles que vivan de plan en plan y complacerlos en cuanto capricho tengan para seguirlos viendo sonrientes, todo lo cual implica que los padres corran y gasten sin misericordia.

El resultado de este esfuerzo es todo lo contrario a lo que nos proponemos: niños inconformes, insaciables, que no saben entretenerse porque no lo han hecho, que no ambicionan nada pero lo exigen todo. Y padres exhaustos, estresados y que viven la crianza como una agotadora maratón. Lo contradictorio es que todo esto lo hacemos para garantizar su felicidad y por ende la nuestra. Pero me pregunto ¿de qué felicidad estamos hablando si tanto agite nos tiene exhaustos y agobiados, y a los niños incapacitados para gozar lo mucho que tienen?

Este estilo de vida ha dado lugar a la llamada enfermedad de la afluenza, una especie de gripe existencial producto de la abundancia material y la pobreza espiritual con que terminamos el siglo pasado. Y pasa con ésta lo que pasa con la gripe: nada importa mucho porque la única meta es sentirse lo mejorcito posible. Dentro de la filosofía de vivir para gozar como medida de felicidad, hartamos a los niños hasta el hastío y acabamos con su motivación, su entusiasmo y su capacidad de asombro, sentimientos indispensables para ser felices.

Tenemos que dejar de ser directores de recreación de los hijos. Lo que les está dejando esta vida es un estado de indiferencia por saturación, en el que no hay desafíos, ni ideales heroicos, ni grandes metas, porque lo único que

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cuenta es pasarla bien. Es decir, no hay una buena razón para vivir, lo que significa que el precio de una felicidad tan trivial es una vida sin sentido. No sin razón se ha dicho que la tragedia de los pobres es que no tienen con qué vivir y la de los ricos es que no tienen para qué vivir.

Italia decide interrumpir la alimentación a una mujer en coma desde hace 16 años

La paciente, con 36 años, lleva en estado vegetativo desde un accidente

ocurrido en 1992

Soria recuerda que en España está permitida la 'limitación del esfuerzo

terapéutico'

Una imagen de Eluana. (Foto: La Provincia | Iberpress)

EL MUNDO.ES | AGENCIAS

MADRID | ROMA.- La justicia italiana ha dictado la sentencia definitiva para

dejar de alimentar artificialmente a una mujer italiana que lleva 16 años en

coma. Se trata de Eluana Englaro, que sufre daños irreversibles desde 1992,

cuando tenía 19 años y tuvo un accidente de coche. Su padre llevaba años

luchando para que se diera este paso.

Según ha anunciado la agencia Ansa, el Tribunal de Apelación de Milán ha

autorizado a que el padre de Eluana Englaro interrumpa las medidas de

"nutrición e hidratación" que se mantienen desde hace 16 años.

El pasado año, la Corte di Cassazione italiana se pronunció a favor de esta

medida, siempre y cuando se cumplieran dos condiciones. Por un lado, que la

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paciente estuviera en coma irreversible, algo que se cumplía en el caso de

Eluana. La segunda circunstancia era más difícil de demostrar y se trataba de

'probar' que la enferma, en caso de poder elegir, hubiera optado por no

continuar con las medidas artificiales para prolongar su vida y, por tanto, su

estado vegetativo.

Por este motivo, y a pesar de su sentencia favorable, la Corte Suprema dejaba

en manos del Tribunal de Apelación la decisión final que, según se ha dado a

conocer hoy, coincide con la que se tomó el pasado año.

El padre de Eluana, Beppino Englaro, lleva 15 años reclamando esta

opción. A los 12 meses del coma de su hija, tiempo tras el que se considera

que la situación es 'irreversible', Beppino empezó a reclamar a los especialistas

que se encargaban del tratamiento de su hija que la desconectaran. Ahí

empezó una larga batalla legal con diferentes sentencias, unas a favor y otras

en contra de frenar la alimentación de la paciente.

"Ha ganado el Estado de derecho", ha declarado el padre de Eluana

Englaro al conocer la decisión del tribunal

Sin embargo, los múltiples recursos interpuestos por el abogado de la familia,

además de reabrir en Italia el debate de la eutanasia, le han llevado a esta

última decisión que permite cumplir el deseo de Beppino: cesar la agonía por la

que está pasando su hija, que tiene en la actualidad 34 años.

Los jueces mantienen que la decisión de interrumpir el tratamiento era

"inevitable", comprobada "la extraordinaria duración de su estado vegetativo

permanente".

El juez Filippo Lamanna ha señalado en su decisión que la visión de la vida

de Englaro es "irreconciliable" con la pérdida total e irreversible de las

facultades psíquicas y con la supervivencia "sólo biológica de su cuerpo".

El Tribunal excluye además que la elección del tutor y padre Englaro de pedir la

suspensión de la alimentación "haya sido expresión de su opinión personal

sobre la calidad de la vida" de la hija o por intereses que no sean "los de

respetar la voluntad" de la mujer.

El padre de Englaro ha declarado a medios locales desde Milán, al conocer la

decisión, que "ha ganado el Estado de derecho" y que seguirá "el camino que

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me han indicado hoy los jueces, pero este asunto debe ser una decisión

privada de la familia".

Fuentes judiciales indican que la decisión del Tribunal es de aplicación

inmediata, aunque depende del tutor esperar los 60 días que marca la ley para

un eventual recurso ante el Supremo.

Ésta no es la primera vez en la que se opta por dejar de aplicar medidas o

terapias médicas para seguir alargando la vida. En diciembre de 2006,

Piergiorgio Welby, un paciente con distrofia muscular, fue desconectado de su

respirador artificial. Este caso provocó una inmensa conmoción en Italia y puso

en evidencia la laguna jurídica existente en este país para rehusar un

tratamiento médico. El Vaticano se ha manifestado en repetidas ocasiones

contra toda forma de eutanasia.

En febrero de 2007, un juez se mostró contrario a desconectar el respirador a

otro enfermo con distrofia muscular. "Es imposible ordenarle a un médico,

hasta indirectamente, cumplir un acto que su conciencia le prohíbe", dictaba

aquella sentencia.

Una polémica que cruza fronteras

El debate sobre la eutanasia también está estos días en primera plana de la

actualidad alemana. Desde que Bettina Schardt, una anciana de 79 años sin

ninguna enfermedad grave, se suicidara ante una cámara de vídeo el pasado

mes de junio, ciudadanos, políticos y medios de comunicación han disparado

este debate.

El caso de esta mujer es particularmente llamativo ya que su único deseo, el

que le llevó a la muerte, era no pasar sus últimos días de vida en una

residencia. Un conocido activista pro-eutanasia, Roger Kusch, asesoró a

Schardt para que ésta preparara el cóctel mortal, una mezcla de cloroquina

(una antimalárico) y diazepam (un calmante), que después ingirió por voluntad

propia ante una cámara.

Esta jubilada alemana siguió con consejos de Kusch, que abandonó la

habitación justo después de que Schardt bebiera la mezcla y volvió tres horas

después para hallarla muerta en su cama. La grabación se realizó para probar

que él no había sido parte activa del suicidio, según han recogido varios

diarios.

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La ley germana no permite la eutanasia aunque, según las últimas encuestas,

el 55% de los ciudadanos se declara a favor de respetar la voluntad de cada

persona y su deseo a buscar ayuda si lo necesita. La Fiscalía de Hamburgo ya

ha puesto en marcha una investigación sobre el caso.

En España la legislación contempla la 'limitación del esfuerzo terapéutico' por el

que se puede dejar de administrar un tratamiento si el paciente así lo

manifiesta y se encuentra en plenas facultades. El caso más conocido es el de

Inmaculada Echevarría, enferma de distrofia muscular, que fue desconectada

del respirador en marzo del año pasado

BIBLIOGRAFÍA.

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