Como suprimir las preocupacione dale carnegie

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Si su más grande preocupación notiene solución, ¿por quépreocuparse? Si esta granpreocupación tiene solución ¿porqué perder el tiempopreocupándose? La respuesta aestas dos preguntas no son sinembargo tan sencillas. Lapreocupación y el estrés paralizan amás seres humanos que cualquierotra enfermedad conocida, y loslaboratorios científicos sólo nosofrecen antídotos de consecuenciasimprevisibles. Pero usted puedehacer algo distinto a medicarse.

Este libro le proporcionará unastecnicas probadas por más denueve millones de personas de unsistema mundialmente reconocido yde muy fácil aplicación. Le ayudaráa canalizar sus energías de formaque usted pueda controlar su vida,en lugar de que su vida le controlea usted.

Dale Carnegie

Cómo suprimirlas

preocupacionesy disfrutar de la

vidaePUB v1.0

13.8.13

Título original: How to Stop Worryingand Start LivingDale Carnegie, 1999.Traducción: Miguel de Hernani

ePub base v2.1

Prefacio

COMO Y POR QUÉFUE ESCRITO ESTE

LIBRO

En 1909, yo era uno de los jóvenesmás desgraciados de Nueva York. Meganaba la vida vendiendo camiones. Nosabía qué era lo que hacía andar a uncamión. Y esto no era todo: tampocoquería saberlo. Despreciaba mi oficio.Despreciaba mi barata habitaciónamueblada de la Calle 58 Oeste, unahabitación llena de cucarachas.

Recuerdo todavía que tenía una serie decorbatas colgando de la pared y que,cuando tomaba una de ellas por lasmañanas, las cucarachas huían en todasdirecciones. Me deprimía tener quecomer en restaurantes baratos y suciosque probablemente también estabaninfestados de cucarachas.

Volvía todas las noches a misolitaria habitación con un terrible dolorde cabeza, un dolor de cabeza que eraproducto de la decepción, lapreocupación, la amargura y la rebeldía.Me rebelaba porque los sueños quehabía alimentado en mis tiempos deestudiante se habían convertido en

pesadillas. ¿Era esto la vida? ¿Era estola aventura que había esperado con tantoafán? ¿Era esto lo que la vidasignificaría siempre para mí: trabajar enun oficio que desdeñaba, vivir con lascucarachas, alimentarme con pésimascomidas, sin esperanzas para el futuro?Ansiaba tener ocios para leer y paraescribir los libros que había soñadoescribir en mis tiempos de estudiante.

Sabía que tenía mucho que ganar ynada que perder si abandonaba el oficioque despreciaba. No me interesabahacer mucho dinero sino vivirintensamente. En pocas palabras: habíallegado al Rubicón, al momento de la

decisión que enfrentan la mayoría de losjóvenes cuando se inician en la vida. Enconsecuencia, tomé una decisión, unadecisión que cambió completamente mifuturo. Hizo mis últimos treinta y cincoaños más felices y compensadores queen mis aspiraciones más utópicas.

Mi decisión fue ésta: abandonaría eltrabajo que odiaba y, como habíapasado cuatro años en el ColegioNormal del Estado de Warrensburg,Missouri, preparándome para laenseñanza, me ganaría la vidaenseñando en las clases de adultos delas escuelas nocturnas. De este modotendría mis días libres para leer libros,

preparar conferencias y escribir novelasy cuentos. Quería "vivir para escribir yescribir para vivir".

¿Qué tema enseñaría a los adultospor las noches? Al recordar y evaluarmi preparación universitaria, vi que eladiestramiento y la experiencia que teníacomo orador me habían servido en losnegocios —y en la vida— más que elconjunto de todas las demás cosas quehabía estudiado. ¿Por qué? Porquehabían eliminado mi timidez y mi faltade confianza en mí mismo y me habíanprocurado valor y aplomo para tratarcon la gente. También me habían hechover que el mando corresponde por lo

general a la gente que puede ponerse depie y decir lo que piensa.

Solicité un cargo de profesor deoratoria en los cursos nocturnos deampliación de las Universidades deColumbia y Nueva York, pero las dosdecidieron que podían arreglarse sin miayuda.

Quedé entonces decepcionado, peroahora doy gracias a Dios de que merechazaran, porque comencé a enseñaren las escuelas nocturnas de laAsociación Cristiana de Jóvenes, dondetenía que obtener resultados concretos yobtenerlos rápidamente. ¡Cómo me vipuesto a prueba! Estos adultos no venían

a mis clases en busca de títulosuniversitarios o de prestigio social.Venían por una sola razón: queríanresolver sus problemas. Querían sercapaces de ponerse de pie y decir unascuantas palabras en una reunión denegocios sin desmayarse de miedo. Losvendedores querían poder visitar a uncliente difícil sin tener que dar tresvueltas a la cuadra concentrando valor.Querían desarrollar el aplomo y laconfianza en sí mismos. Queríanprogresar en sus negocios. Queríandisponer de mas dinero para susfamilias. Y como pagaban su instruccióna plazos — dejaban de pagar si no

obtenían resultados—, y a mí se mepagaba sólo un porcentaje de losbeneficios, tenía que ser práctico siquería comer.

En aquel tiempo me dije que estabaenseñando en condicionesdesfavorables, pero ahora comprendoque obtenía un adiestramiento magnífico.Tenía que motivar a mis alumnos. Teníaque ayudarles a resolver sus problemas.Tenia que hacer cada sesión taninteresante que provocara en ellos eldeseo de continuar.

Era un trabajo que me entusiasmabay que me gustaba. Quedé atónito al vercuán rápidamente estos profesionales

del comercio adquirían confianza en símismos y se aseguraban en muchoscasos ascensos y aumentos deremuneración. Las clases ibanconstituyendo un triunfo que excedía demis esperanzas más optimistas. Al cabode tres sesiones, la Asociación Cristianade Jóvenes, que me había negado unsalario de cinco dólares por noche, meestaba pagando treinta dólares por nochede acuerdo con el porcentaje. En unprincipio enseñé sólo oratoria, pero conel correr de los años vi que estosadultos también necesitaban la habilidadde ganar amigos e influir en laspersonas. Como no podía encontrar un

texto adecuado sobre las relacioneshumanas, lo escribí yo mismo. Fueescrito... Pero no, no fue escrito al modohabitual: surgió de las experiencias delos adultos en estas clases. Lo llaméCómo ganar amigos e influir sobre laspersonas.

Como fue escrito únicamente comoun libro de texto para mis propias clasesde adultos, y como ya había escrito otroscuatro libros de los que nadie ha oídohablar jamás, nunca soñé que éstetendría una venta considerable; soyquizás uno de los autores másasombrados que actualmente existen.

A medida que corrían los años, fui

comprendiendo que otro de los grandesproblemas de estos adultos era lapreocupación. Una gran mayoría de misalumnos estaban dedicados a losnegocios, como gerentes, vendedores,ingenieros, contadores; constituían unasección transversal de todos los oficiosy profesiones. ¡Y casi todos tenían susproblemas! Había mujeres en las clases:profesionales y amas de casa. ¡Ytambién tenían sus problemas! Eramanifiesto que necesitaba un libro detexto sobre el modo de imponerse a lapreocupación;por lo tanto, traté deencontrar uno. Fui a la gran Bibliotecapública neoyorquina de la Quinta

Avenida y la Calle 42 y descubrí conasombro que este centro sólo teníaveintidós libros bajo el rubroPREOCUPACIÓN. También advertí,muy divertido, que tenía ciento ochenta ynueve libros bajo el rubro deGUSANOS. ¡Había casi nueve vecesmás libros sobre gusanos que sobrepreocupaciones! Asombroso, ¿no es así?Como la preocupación es uno de losmayores problemas que encara lahumanidad, cabría suponer que todos loscentros de enseñanza secundaria yuniversitaria del país darían un cursosobre "Cómo librarse de lapreocupación". Sin embargo, si es que

hay un curso así en una universidadcualquiera del país, nunca he oídohablar de él. No es extraño que DavidSeabury dijera en su libro Cómopreocuparse eficazmente (How to WorrySuccessfully): "Llegamos a la madurezcon tan poca preparación para laspresiones de la experiencia como ungusano de libro al que se le pidiera unballet".

¿El resultado? Más de la mitad delas camas de hospítales están ocupadaspor personas con enfermedadesnerviosas o emocionales. Hojeé esosveintidós libros sobre preocupacionesque descansaban en los estantes de la

Biblioteca Pública de Nueva York.Además, adquirí todos los libros sobreel tema que pude encontrar. Sinembargo, no pude descubrir ningunoutilizable como texto en mi curso paraadultos. Fue así como decidí escribiruno yo mismo. Comencé a prepararmepara escribir este libro hace siete años.¿Cómo? Leyendo lo que filósofos detodas las épocas habían escrito acercade la preocupación. También leí cientosde biografías, desde Confucio aChurchill. También tuve entrevistas condocenas de personas destacadas entodos los campos de la vida, como JackDempsey, el general Omar Bradley, el

general Mark Clark, Henry Ford,Eleanor Roosevelt y Dorothy Dix. Estofue sólo el comienzo. Pero también hicealgo que era más importante que lasentrevistas y las lecturas. Trabajédurante cinco años en un laboratoriopara librarse de las preocupaciones, unlaboratorio que funcionaba en nuestraspropias clases de adultos. Que yo sepa,es el primero y único laboratorio de suclase en el mundo. Lo que hicimos esesto: dimos a los alumnos una serie denormas sobre cómo dejar depreocuparse y les pedimos que aplicaranestas normas a sus propias vidas ydijeran después a la clase los resultados

obtenidos. Otros dieron cuenta de lastécnicas que habían utilizado en elpasado. Como resultado de estaexperiencia, creo haber escuchado másconversaciones acerca de "Cómo melibré de la preocupación" que cualquierotro individuo que haya pasado jamáspor este mundo. Además, leí cientos deotras declaraciones sobre "Cómo melibré de la preocupación"; erandeclaraciones que se me enviaban porcorreo, declaraciones que ganaronpremios en nuestras clases, organizadasen todo el mundo. Por tanto, este librono ha salido de una torre de marfil.Tampoco es una prédica académica

sobre el modo en que la preocupaciónpodría ser vencida. Por el contrario, hetratado de escribir un informe ágil,conciso y documentado sobre el modoen que la preocupación ha sido vencidapor miles de adultos. Una cosa es cierta:este libro es práctico. Todos puedenhincarle los dientes. "La ciencia es unacolección de recetas afortunadas", diceel filósofo francés Valéry. Tal cosa eseste libro: una colección de recetasafortunadas y sancionadas por el tiempopara librar nuestras vidas de lapreocupación. Sin embargo,permítaseme una advertencia: no ha deencontrarse en él nada nuevo, sino

muchas cosas que generalmente no seaplican. Y, si vamos a esto, ni usted niyo necesitamos que nos digan nadanuevo. Sabemos lo bastante para llevarunas vidas perfectas. Todos hemos leídola regla áurea y el Sermón de laMontaña. Nuestro punto flaco no es laignorancia, sino la inacción. Lafinalidad de este libro es refirmar,ilustrar, estilizar, acondicionar yglorificar una serie de antiguas y básicasverdades. Y, al mismo tiempo, darle austed un golpe en la espinilla e inducirloa hacer algo para aplicarlas. Usted no hatomado este libro para enterarte decómo fue escrito. Usted quiere acción.

Muy bien, vamos a ello. Lea la Parte I yla Parte II de este libro, y si no sientepara entonces que ha adquirido un podernuevo y una nueva inspiración paravencer a la preocupación y disfrutar dela vida, tire el libro al cajón de labasura. Este no es para usted.

DALE CARNEGIE

Nueve sugerenciassobre la manera deobtener el máximo

provecho de este libro

1. Si usted desea obtener elmáximo provecho de estelibro, hay una condiciónindispensable, algo esencialque es infinitamente másimportante que cualquiernorma o técnica. Como nocuente usted con esterequisito funda mental, un

millar de normas acerca delmodo de estudiar leservirán de muy poco. Y sidispone de esta facul tadcardinal, conseguirá ustedmaravillas sin necesidad deleer indicaciones sobre lamanera de conseguir el provecho máximo de un libro.

¿En qué consiste estamágica condición? Sólo enesto: un fervoroso deseo deaprender, la vigorosadeterminación de librarsede la preocupación y decomenzar a vivir.

¿Cómo puede crearseeste afán? Recordandoconstantemente cuánimportantes son estosprincipios para usted.Imagínese lo que eldominarlos ha de ayudarlepara llevar una vida másrica y feliz. Dígase usteduna y otra vez: "Mi paz deespíritu, mi felicidad, misalud y tal vez hasta misingresos dependerán engran parte, a la larga, de laaplicación de las viejas,evidentes y eternas

verdades que se enseñan eneste libro".

2. Lea cada capítulorápidamente en unprincipio, a fin de obtenerde él un cuadro a vista depájaro. Tal vez sienta latentación de pasar enseguida al capítulo siguiente. Pero no lo haga. Ano ser que esté ustedleyendo únicamente comopasatiempo. Pero si estáusted leyendo porque quieredejar de preocuparse ycomenzar a vivir, retroceda

y lea de nuevo a fondo cadacapítulo. A la larga, estosignificará ahorrar tiempo yobtener resultados.

3. Deténgasefrecuentemente en su lecturapara pensar acerca de loque está leyendo.Pregúntese cómo y cuándopuede aplicar cadasugerencia. Este modo deleer le ayudará mucho másque correr como un lebreltras un conejo.

4. Lea con un bolígraforesaltador en la mano y,

cuando llegue a unaindicación que le parezcautilizable, trace una líneajunto a ella. Si es unaindicación muy importante,subraye todas sus frases omárquelas con "XXXX".Marcar y subrayar un libroes hacerlo más interesante yde mucha más fácilrevisión.

5. Conozco a una mujer que hasido gerente de una oficinade una importante empresade seguros durante cincoaños. Lee todos los meses

todos los contratos deseguros que emite lacompañía. Sí, lee losmismos con tratos mes trasmes, año tras año. ¿Porqué? Porque la experienciale ha enseñado que es ésteel único modo de tenerclaramente en la cabeza lasdiversas cláusulas.

En una ocasión pasécasi dos años escribiendoun libro sobre oratoria y,sin embargo, tenía quevolver de cuando en cuandosobre mis pasos para

recordar lo que habíaescrito en mi propio libro.Es asombrosa la rapidezcon que olvidamos.

Por tanto, si ustedquiere obtener un beneficioreal y duradero de estelibro, no se imagine que unalectura superficial serásuficiente. Después deleerlo detenidamente, debededicar todos los mesesvarias horas a repasarlo.Téngalo todos los díassobre su mesa de trabajo,frente a usted. Hojéelo con

frecuencia. Fomenteconstantemente la impresiónde que son muy ricas lasposibilidades que existentodavía para usted marafuera. Recuerde que el usode estos principios sólopuede convertirse en unhábito inconscientemediante una vigorosacampaña de revisión yaplicación. No hay otromodo.

6. Bernard Shaw observó unavez: "Si se enseña algo a unhombre, nunca lo

aprenderá". Shaw tienerazón. Aprender es unproceso activo.Aprendemos actuando. Así,si usted desea dominar losprincipios que está estudiando en este libro, hagaalgo en relación con ellos.Aplique estas normas entodas las oportunidades quese le presenten. Si no lohace, las olvidarárápidamente. Sólo elconocimiento que se utilizaqueda grabado en elespíritu. Probablemente le

parecerá difícil aplicarestas recomendaciones todoel tiempo. Lo sé, porque yosoy quien ha escrito estelibro y, sin embargo, me haresultado difícil muchasveces aplicar cuanto aquípropongo. Por tanto,mientras lee este libro,recuerde que no está ustedlimitándose a adquiririnformación. Está ustedtratando de formarse nuevoshábitos. Sí, está ustedintentando un nuevo modode vida. Esto reclamará

tiempo, perseverancia y unaaplicación cotidiana.Refiérase, pues, confrecuencia a estas páginas.Considere este libro comoun manual en activo sobreel modo de vencer a lapreocupación y, cuando sevea ante un grave problema,no se ponga todo exaltado.No haga la cosa natural, lacosa impulsiva. Esto es porlo general unaequivocación. En lugar deello, vuelva a estas páginasy revise los párrafos que

haya usted subrayado.Después, pruebe estosnuevos modos y observecómo obran maravillas parausted.

7. Ofrezca a los miembrosde su familia o amigos unasuma de dinero por cadavez que sea sorprendido violando uno de los principiospropugnados en este libro.¡Lo mantendrá en vilo!

8. Vaya a las páginas 252y 253 de este libro y leacómo el banquero de WallStreet H. P. Howell y el

bueno de Ben Franklincorrigieron susequivocaciones. ¿Por quéno utiliza las técnicas deHowell y Franklin paraverificar el modo en queaplicaron los principios deeste libro? Si lo hace,resultarán dos cosas.

Primeramente, se veráusted dedicado a unproceso educativo que esinteresantísimo y de unvalor incalculable.

En segundo lugar, veráusted que su capacidad para

el trato de gentes crece y seextiende como un verdelaurel.

9. Lleve un diario, un diarioen el que consigne todos sustriunfos en la aplicación deestos principios. Seaconcreto. Incluya nombres,fechas, resultados. Llevarun registro así lo inducirá agrandes esfuerzos. ¡Y quéinteresantes serán estasanotaciones cuando lasrecorra durante algunavelada, transcurridos ya losaños!

En síntesis

NUEVE SUGERENCIASSOBRE LA MANERA DEOBTENER EL MÁXIMOPROVECHO DE ESTE

LIBRO

1. Desarrolle un fervorosodeseo de dominar losprincipios de vencer lapreocupación.

2. Lea cada capítulo dos vecesantes de pasar al siguiente.

3. Mientras lea, deténgase confrecuencia para preguntarse

cómo aplica cadasugerencia.

4. Subraye toda ideaimportante.

5. Repase el libro todos losmeses.

6. Aplique estos principios entodas las oportunidades.Use este volumen como unmanual en activo que leayuda a resolver susproblemas cotidianos.

7. Haga un juego de suaprendizaje ofreciendo aalguna persona amiga unamoneda por cada vez que

sea sorprendido por ellaviolando uno de estosprincipios.

8. Verifique todas las semanasel progreso que estáhaciendo. Pre gúntese quéequivocaciones hacometido, cómo hamejorado, qué lecciones haaprendido para el futuro.

9. Lleve un diario junto a estelibro que muestre cómo ycuándo ha aplicado estosprincipios.

PRIMERA PARTE

Datos fundamentalesque debe saber acerca

de la preocupación

1 VIVA EN"COMPARTIMIENTOS

ESTANCOS"

En la primavera de 1871 un joventomó un libro y leyó veintidós palabrasque tuvieron un profundo efecto en sufuturo. Estudiante de Medicina en elHospital General de Montreal, estabapreocupado por sus exámenes finales, loque debía hacer, adónde iría, cómo secrearía una clientela, cómo se ganaría lavida.

Las veintidós palabras que este

joven estudiante de Medicina leyó en1871 le ayudaron a convertirse en elmédico más famoso de su generación.Organizó la mundialmente famosaEscuela de Medicina Johns Hopkins. Seconvirtió en Regius Professor deMedicina en Oxford, lo que constituye elmayor honor que se puede conceder a unmédico en el Imperio Británico. Fuehecho caballero por el Rey deInglaterra. Cuando murió, hicieron faltados volúmenes con 1466 páginas paracontar la historia de su vida.

Su nombre es Sir William Osler.Aquí están las veintidós palabras queleyó en la primavera de 1871, las

veintidós palabras de Thomas Carlyleque le ayudaron a vivir libre depreocupaciones: "Lo principal paranosotros es no ver lo que se hallavagamente a lo lejos, sino lo que estáclaramente a mano ".

Cuarenta y dos años después, en unasuave noche de primavera, cuando lostulipanes florecían en los jardines, SirWilliam Osler habló a los estudiantes dela Universidad de Yale. Dijo a estosestudiantes que solía suponerse que unhombre como él, que había sidocatedrático en cuatro universidades yhabía escrito un libro muy leído, tenia"un cerebro de calidad especial".

Declaró que esto era inexacto. Dijo quesus más íntimos amigos sabían que sucerebro era "de la naturaleza másmediocre".

¿Cuál era, entonces, el secreto de sutriunfo? Manifestó que éste era debido alo que llamó vivir en "compartimientosestancos". ¿Qué quería decir con esto?Pocos meses antes de hablar en Yale,Sir William Osler había cruzado elAtlántico en un gran paquebote donde elcapitán, de pie en el puente, podíaapretar un botón y, ¡zas!, se producía unestrépito de maquinaria y varias partesdel barco quedaban aisladas entre ellas,aisladas en compartimientos estancos. Y

el Dr. Osler dijo a los estudiantes:"Ahora bien, cada uno de vosotros esuna organización mucho másmaravillosa que el gran paquebote, yefectúa un viaje más largo. Lo que ospido es que aprendáis a manejar lamaquinaria que os permita vivir encompartimientos estancos al día, comoel mejor modo de garantizar laseguridad del viaje. Subid al puente ycomprobad si por lo menos los grandesmamparos funcionan bien. Apretad elbotón y escuchad, en todos los nivelesde vuestra vida, las puertas de hierroque cierran el Pasado, los ayeresmuertos. Apretad otro botón y cerrad,

con una cortina metálica, el Futuro, losmañanas que no han nacido. Asíquedaréis seguros, seguros por hoy...¡Cerrad el pasado! Dejad que el pasadoentierre a sus muertos. Cerrad los ayeresque han apresurado la marcha de losnecios hacia un triste fin... Llevar hoy lacarga de mañana unida a la de ayer hacevacilar al más vigoroso. Cerremos elfuturo tan apretadamente como elpasado... El futuro es hoy... No haymañana. El día de la salvación delhombre es aquí, ahora. El despilfarro deenergías, la angustia mental y losdesarreglos nerviosos estorban lospasos del hombre que siente ansiedad

por el futuro... Cerrad, pues,apretadamente, los mamparos a proa y apopa y disponeos a cultivar el hábito deuna vida en compartimientos estancos aldía".

¿Quiso decir acaso el Dr. Osler queno debemos hacer esfuerzo alguno parapreparar el futuro? No. En absoluto.Pero continuó diciendo en ese discursoque el mejor modo de prepararse para elmañana es concentrarse, con toda lainteligencia, todo el entusiasmo, eshacer soberbiamente hoy el trabajo dehoy. Es éste el único modo en que unopuede prepararse para el futuro.

Sir William Osler invitó a los

estudiantes de Yale a comenzar el díacon la oración de Cristo: "Danos hoy elpan nuestro de cada día".

Recordemos que esta oración pide elpan solamente para hoy. No se queja delpan rancio que comimos ayer y no dicetampoco: " ¡Oh, Dios mío! Ha llovidomuy poco últimamente en la zonatriguera y podemos tener otra sequía. Sies así, ¿cómo podré obtener mi pan elpróximo otoño? O supongamos quepierdo mi empleo... ¡Oh, Dios mío!¿Cómo podré conseguir entonces mi pancotidiano?"

No, esta oración nos enseña a pedirsolamente el pan de hoy. El pan de hoy

es el único pan que se puede comer.Hace años un filósofo sin un centavo

deambulaba por un país pedregosodonde las gentes se ganaban la vida demodo muy duro. Un día se congregó unamultitud a su alrededor en una altura. Yel filósofo pronunció lo que constituyeprobablemente el discurso más citado detodos los tiempos: "No os cuidéis, pues,del mañana, porque el mañana cuidaráde sus propias cosas. Cada día trae suafán".

Muchos han rechazado estaspalabras de Jesús: "No os cuidéis delmañana". Han rechazado estas palabrascomo un consejo de perfección, como

cosa de misticismo oriental. Y dicen:"Tengo que cuidarme del mañana. Tengoque asegurarme para proteger a mifamilia. Tengo que ahorrar dinero parami vejez. Tengo que establecer planes yprepararme para salir adelante".

¡Claro que sí! Ello es indudable. Loque pasa es que esas palabras de Jesús,traducidas hace más de trescientos años,no significan hoy lo que significabandurante el reinado del Rey Jacobo. Hacetrescientos años la palabra cuidadosignificaba frecuentemente ansiedad. Lasversiones modernas de la Biblia citan aJesús con más exactitud al decir: "Notengáis ansiedad por el mañana".

Hay que cuidar del mañana portodos los medios, meditando,proyectando y preparándose. Pero sinansiedades.

Durante la guerra, nuestros jefesmilitares proyectaban para el mañana,pero no podían permitirse el dejarseganar por la ansiedad. El almiranteEmest J. King, que mandó la Marina delos Estados Unidos, dijo: "Heproporcionado los mejores hombres conlos mejores equipos y les he señalado lamisión que parece más acertada. Es todo,1o que puedo hacer". Y continuó: "Sihunden a uno de nuestros barcos, nopuedo ponerlo a flote. Si está destinado

a hundirse, no puedo evitarlo. Valemucho más que dedique mi tiempo a losproblemas de mañana que a enojarmecon los de ayer. Además, si dejo queestas cosas se apoderen de mí, no durarémucho tiempo".

En paz o en guerra, la principaldiferencia entre el modo de pensarbueno y el malo radica en esto: el buenpensar examina las causas y los efectosy lleva a proyectos lógicos yconstructivos; el mal pensar conducefrecuentemente a la tensión y a ladepresión nerviosa.

Tuve el privilegio de visitar aArthur Hays Sulzber-ger (1935-1961),

editor de uno de los más famososdiarios del mundo, The New YorkTimes. Sulzberger me dijo que, cuandola segunda guerra mundial envolvió atoda Europa, quedó tan aturdido, tanpreocupado por el futuro, que apenaspodía dormir. Se levantaba muchasveces a media noche, tomaba unas telasy unas pinturas, se miraba a un espejo eintentaba retratarse. No sabía nada depintura, pero pintaba de todos modos, afin de borrar de su espíritu laspreocupaciones. Sulzberger también medijo que nunca fue capaz de conseguiresto y encontrar la paz hasta que adoptóun lema de cinco palabras de un himno

religioso: Un paso me es bastante.

Conduce, amable Luz...Mi guía tú serás, que lo distante

no quiero ver; un paso me esbastante.

Hacia aquella misma época, unjoven de uniforme —en algún punto deEuropa— estaba aprendiendo la mismalección. Se llamaba Ted Bengermino yera de Balti-more, Maryland. Estabamuy preocupado y cayendo en un casoagudo de agotamiento de combatiente.

Ted Bengermino escribe: "En abrilde 1945 mis preocupaciones habían

provocado lo que los médicos llaman un'colon transverso espasmódico'. Es unestado que causa un intenso sufrimiento.Si la guerra no hubiese acabado cuandoacabó, tengo la seguridad de que miderrumbamiento físico hubiera sidocompleto.

"Mi agotamiento era total. Erasuboficial a cargo del registro desepulturas de la 94a. División deInfantería. Mi función consistía enayudar a organizar y conservar losregistros de los muertos, losdesaparecidos y los hospitalizados.También tenía que ayudar a desenterrarlos cadáveres de los soldados aliados o

enemigos que habían caído y sidoenterrados apresuradamente en hoyossuperficiales en plena batalla. Tenía quereunir los efectos personales de estoshombres y procurar que los mismosfueran entregados a los padres oparientes cercanos que pudieran tenerlosen mucho. Siempre estaba con lapreocupación de que pudiéramoscometer embarazosos y costososerrores. Me preguntaba si podría salirde todo aquello con bien. Me preguntabasi podría alguna vez tener en mis brazosa mi hijo único, un hijo de dieciséismeses, al que nunca había visto. Estabatan preocupado y agotado que perdí más

de quince kilos. Era un verdaderofrenesí y me sentía fuera de quicio. Memiraba a las manos, que apenas eranmás que pellejo y huesos. Estabaaterrado ante la idea de volver a casaconvertido físicamente en una ruina. Mesentía deprimido y lloraba como unchiquillo. Estaba tan trastornado que laslágrimas me brotaban en cuanto me veíaa solas. Hubo un período poco despuésde iniciada la Batalla de la Saliente enque lloraba con tanta frecuencia que casiabandoné la esperanza de volver aconsiderarme un ser humano normal.

'Terminé en un dispensario delEjército. Un médico militar me dio

consejos que cambiaron mi vida porcompleto. Después de hacerme unexamen físico detenido me dijo que mienfermedad era mental. Me dijo esto:Ted, quiero que se diga usted que suvida es como un reloj de arena. Ustedsabe que hay miles de granos de arenaen lo alto de tales artefactos y que estosgranos pasan lentamente por el estrechocuello del medio. Ni usted ni yopodríamos hacer que los granos pasaranmás de prisa sin estropear el reloj.Usted, yo y cualquier otro somos comorelojes de arena. Cuando empezamos lajomada, hay ante nosotros cientos decosas que sabemos que tenemos que

hacer durante el día, pero, si no lastomamos una a una y hacemos que pasenpor el día lentamente y a su debidoritmo, como pasan los granos por elestrecho cuello del reloj de arena,estamos destinados a destruir nuestraestructura física o mental, sinescapatoria posible'.

"He practicado esta filosofía en todoinstante desde que un médico militar mela proporcionó. ' Un grano de arena cadavez... Una tarea cada vez.' Este consejome salvó física y mentalmente durante laguerra y también me ha ayudado en misituación presente en la profesión. Soyempleado verificador de existencias de

la Compañía de Crédito Comercial deBaltimore. Vi que había en mi profesiónlos mismos problemas que habíansurgido durante la guerra: docenas decosas que había que hacer en seguida,con muy poco tiempo para hacerlas. Lasexistencias eran insuficientes. Teníamosque manejar nuevos formularios, quehacer una nueva distribución de lasexistencias, que cambiar direcciones,que abrir y cerrar oficinas y que abordarotros muchos asuntos. En lugar deponerme tenso y nervioso, recordé loque el médico me había dicho: ' Ungrano de arena cada vez, una tarea cadavez' . Repitiéndome estas palabras a

cada instante, realicé mi trabajo de unmodo muy eficiente y sin aquellasensación de confusión y aturdimientoque estuvo apunto de acabar conmigo enel campo de batalla."

Uno de los comentarios másaterradores sobre nuestro actual modode vida es recordar que la mitad de lascamas de nuestros hospitales estánocupadas por pacientes conenfermedades nerviosas y mentales, porpacientes que se han derrumbado bajo laabrumadora carga de los acumuladosayeres y los temidos mañanas. Sinembargo, una gran mayoría de estaspersonas estarían paseándose hoy por

las calles, llevando vidas felices yútiles, con sólo haber escuchado laspalabras de Jesús: "No tengáis ansiedadpor el mañana "; o las palabras deSirWilliamOsler: "Vivid encompartimientos estancos".

Usted y yo estamos en este instanteen el lugar en que se encuentran doseternidades: el vasto pasado que ya novolverá y el futuro que avanza hacia laúltima sílaba del tiempo. No nos esposible vivir en ninguna de estas doseternidades, ni siquiera durante unafracción de segundo. Pero, por intentarhacerlo, podemos quebrantar nuestroscuerpos y nuestros espíritus. Por tanto,

contentémonos con vivir el único tiempoque nos está permitido vivir: desdeahora hasta la hora de acostarnos. "Todoel mundo puede soportar su carga, porpesada que sea, hasta la noche. Todo elmundo puede realizar su trabajo, porduro que sea, durante un día. Todospueden vivir suavemente, pacientemente,de modo amable y puro, hasta que el solse ponga. Y esto es todo lo que la vidarealmente significa." Así escribióRobert Louis Stevenson.

Sí, esto es todo lo que la vida exigede nosotros, pero la señora E. K. Shield,de Saginaw, Michigan, fue llevada a ladesesperación —y hasta el borde del

suicidio—antes de que aprendiera avivir sólo hasta la hora de acostarse. Laseñora Shield me contó su historia yhabló de este modo: "En 1937 perdí ami marido. Estaba muy deprimida y casisin un centavo. Escribí a mi anteriorpatrón, el señor Leon Roach, de laRoach-Fowler Company de Kansas City,y conseguí que me devolvieran miantiguo empleo. Anteriormente me habíaganado la vida vendiendo librosescolares a las juntas de enseñanzaurbanas y rurales. Había vendido micoche dos años antes, cuando mi maridocayó enfermo, pero me las arreglé yarañé el suficiente dinero para pagar la

cuota de un coche de segunda mano, loque me permitió vender libros de nuevo.

"Pensé que volver a las carreterasme ayudaría a vencer mi depresión, peroconducir y comer a solas resultó,superior a mis fuerzas. Parte de miterritorio no producía mucho y teníadificultades para pagar las cuotas delcoche, aunque eran muy pequeñas.

"En la primavera de 1938 estabatrabajando por el contorno deVersailles, Missouri. Las escuelas eranpobres y los caminos malos; estaba tansolitaria y desalentada que llegué apensar en el suicidio. Me parecía que eltriunfo era imposible. Mi vida no tenía

finalidad. Me asustaba el despertarmecada mañana para enfrentar laexistencia. Tenía miedo de todo: de nopoder pagar las cuotas del coche, deretrasarme en los alquileres de mihabitación, de no tener lo suficiente paracomer. Temía que mi salud sequebrantara y que careciera de dineropara llamar al médico. Lo que meimpedía suicidarme era pensar en lapena que causaría a mi hermana y en queno habría dinero para pagar mi entierro.

"Pero un día leí un artículo que mesacó de mi desaliento y me dio el valorde vivir. Nunca dejaré de agradecer auna inspirada frase de este artículo.

Decía: ' Cada día es una nueva vida parael hombre sabio' . Copié esta frase y lacoloqué en el parabrisas de miautomóvil; allí podía verla mientrasconducía. Encontré que no resultaba tanduro vivir un solo día cada vez. Aprendía olvidar los ayeres y a no pensar en losmañanas. Cada mañana, me decía: Hoyes una nueva vida.

"Había conseguido vencer mi miedoa la soledad, mi miedo a la pobreza.Ahora soy feliz y prospero bastante;poseo entusiasmo y tengo amor a lavida. Ahora sé que no debo nunca tenermiedo, con independencia de lo que lavida me pueda reservar. Ahora sé que

no debo temer al futuro. Ahora sé quedebo vivir un día cada vez y que cadadía es una nueva vida para el hombresabio."

¿De quién se creerá que son losversos que siguen?

Feliz es sólo el hombre bientemplado

que de hoy se hace dueñoindiscutido,

que al mañana increparle puedeosado:

"extrema tu rigor, que hoy hevivido ".

Estas palabras parecen modernas,¿no es así? Sin embargo, fueron escritastreinta años antes de que naciera Cristopor el poeta romano Horacio.

Una de las cosas más trágicas acercade la naturaleza humana que yo conozcaes la tendencia de todos nosotros aescapar de la vida. Todos soñamos conun mágico jardín de rosas que vemos enel horizonte, en lugar de disfrutar de lasrosas que florecen al pie de nuestrasventanas.

Cabe preguntarse: ¿Por qué somostan necios, tan trágicamente necios?Stephen Leacock escribió: " ¡Quéextraña es nuestra breve procesión por

la vida! El niño dice: Cuando sea unchico grande. Pero ¿qué es eso? El chicogrande dice: Cuando sea mayor. Y elmayor dice: Cuando me case. Pero ¿quées ser casado, en fin de cuentas? Elpensamiento cambia a: Cuando puedaretirarme. Y después, cuando llega elretiro, se vuelve la vista hacia el paisajeatravesado; parece correr por él unviento frío. Hay algo que no se halogrado y que desaparece. La vida,según lo aprendamos demasiado tarde,está en vivir, en el tejido de cada día ycada hora". El extinto Edward S. Evans,de Detroit, casi se mató con suspreocupaciones antes de comprender

que la vida está "en vivir, en el tejido decada día y cada hora". Criado en lapobreza, Edward Evans ganó su primerdinero vendiendo periódicos y despuéstrabajó como empleado de un tendero.Más adelante, con siete bocas quealimentar, consiguió un empleo deayudante de bibliotecario. La paga eraínfima, pero tenía miedo de abandonarla colocación. Pasaron ocho años antesde que se decidiera a proceder por sucuenta. Pero, una vez decidido, organizócon una inversión original de cincuenta ycinco dólares tomados a préstamo unnegocio que le procuraba veinte mildólares anuales. Después vino una

helada, una helada terrible. Avaló unfuerte pagaré de un amigo y el negociode éste quebró. Tras este desastre vinootro: el Banco donde tenía todo sudinero se hundió. No solamente perdióEvans cuanto tenía, sino que quedó conuna deuda de dieciséis mil dólares. Susnervios no podían resistir. Y me contó:"No podía ni dormir ni comer. Era unaenfermedad extraña. Las preocupacionesy nada más que las preocupaciones

provocaron esta enfermedad. Un día,cuando iba calle abajo, me desmayé ycaí en la acera. Ya no podía caminar.Me metieron en la cama y mi cuerpo sellenó de diviesos. Estos diviesos

avanzaban hacia dentro, y permanecer enla cama se convirtió en una agonía. Cadadía estaba mas débil. Finalmente elmédico me dijo que sólo tenía dossemanas más de vida. Quedé aterrado.Concentré toda mi voluntad y, tendido enel lecho, esperé mi fin. No había yamotivo para luchar o preocuparse. Meabandoné con profundo alivio y medormí. No había dormido dos horasseguidas desde hacía semanas, pero,ahora, con mis problemas terrenalestocando a su término, dormí como unacriatura. Mi agotamiento comenzó adesaparecer. Volvió mi apetito.Recuperé peso.

"Unas cuantas semanas después pudecaminar con muletas. Y mes y mediodespués pude volver a trabajar. Habíaestado ganando veinte mil dólares poraño; ahora me tenía que contentar con unempleo de treinta dólares semanales. Minuevo empleo consistía en vendertarugos que se colocan detrás de lasruedas de los automóviles cuando éstosson cargados. Tenía ya aprendida lalección. Se habían acabado laspreocupaciones para mí; ya no melamentaba de lo sucedido en el pasado;ya no tenía miedo del futuro. Concentrémi tiempo, mi energía y mi entusiasmoen la venta de esos tarugos."

Edward S. Evans subió ahora muyde prisa. En pocos años llegó apresidente de la compañía. Su compañía—la Evans Product Company— lleva yamucho tiempo incluida en lascotizaciones de la Bolsa de Nueva York.Si alguna vez van ustedes por aire aGroenlandia, cabe que aterricen en elaeropuerto de Evans, un aeropuertonombrado en su honor. Pero Edward S.Evans no hubiera conseguido estostriunfos si no hubiese aprendido a viviren "compartimientos estancos".

Recordarán lo que dijo la ReinaBlanca: "La regla es: mermeladamañana y mermelada ayer, pero nunca

mermelada hoy". Casi todos nosotrosnos lo pasamos preocupándonos por lamermelada de ayer y por la de mañana,en vez de untar ahora mismo lamermelada en nuestro pan.

Hasta el gran filósofo francés,Montaigne, cometió ese error. "Mi vida—dijo— ha estado llena de terriblesdesdichas, la mayoría de las cualesnunca ocurrieron." Lo mismo me hapasado a mí... y a ustedes. "Pensad —dijo Dante—que este día nunca volveráa amanecer." La vida se desliza conincreíble rapidez. Nos precipitamos através del espacio a más de treintakilómetros por segundo. Hoy es nuestra

posesión más valiosa. Es lo único deque somos realmente dueños. Tal es lafilosofía de Lowell Thomas.Recientemente pasé un fin de semana ensu granja; observé que tenía en un marcoque colgaba de la pared en su puesto deradiotransmisión, en forma que pudierasiempre verlas, las siguientes palabrasdel Salmo CXVIII:

Este es el día hecho por elSeñor;

regocijémonos y alegrémonosen él.

John Ruskin tenía sobre su mesa una

simple piedra en la que estaba grabadauna palabra: HOY. Y si yo no tengo unapiedra sobre mi mesa, tengo pegado enmi espejo un poema que leo todas lasmañanas al afeitarme, un poema que SirWilliam Osler siempre tenía a la vista,un poema escrito por el famosodramaturgo indio Kalidasa:

SALUTACIÓN AL ALBA

¡Mira a este día!Porque es la vida, la mismísima

vida de la vida.En su 'breve curso están todas

las verdades y realidades de tuexistencia:

La bendición del desarrollo, lagloria de la acción, el

esplendor de las realizaciones...Porque el ayer es sólo un sueño

y el mañana sólo una visión,pero el hoy bien vivido hace detodo ayer un sueño de felicidady de cada mañana una visión de

esperanza.¡Mira bien, pues, a este día! Tal

es la salutación del alba.

Por tanto, la primera cosa que sedebe saber acerca de la preocupación es

ésta: si quiere usted que no entre en suvida, haga lo que Sir William Oslerhizo:

Cierre las puertas de hierro alpasado y al futuro. Viva encompartimientos estancos al día.

¿Por qué no se formula usted estaspreguntas y escribe sus respuestas?

1. ¿Tiendo a huir de la vidapresente con el fin depreocuparme por el futuro oañoro algún "mágico jardínde rosas que veo en elhorizonte"?

2. ¿Amargo a veces mi

presente lamentándome deco sas que sucedieron en elpasado, de cosas que terminaron y no tienenremedio?

3. ¿Me levanto por la mañanadispuesto a "tomar el día",a sacar el máximo provechode estas veinti cuatrohoras?

4. ¿Puedo conseguir más cosasde la vida "viviendo encompartimientos estancos aldía"?

5. ¿Cuándo comenzaré a haceresto? ¿La semana pró xima?

¿Mañana? ¿Hoy?

2 UNA FORMULAMÁGICA PARA

RESOLVERSITUACIONES DEPREOCUPACIÓN

¿Quieren ustedes una receta rápida yprobada para enfrentar situaciones depreocupación, una técnica que se puedautilizar desde ahora, antes de continuar

esta lectura?En tal caso, déjenme que les hable

del método elaborado por Willis H.Carrier, el brillante ingeniero que creóla industria del aire acondicionado y queestá ahora al frente de la mundialmentefamosa Carrier Corporation enSyracuse, Nueva York. Es una de lasmejores técnicas que conozca acerca delmodo de resolver los problemas de lapreocupación y la obtuve del propioseñor Carrier cuando almorzamos juntosun día en el Club de Ingenieros deNueva York.

El señor Carrier me dijo: "Cuandoera joven, trabajé en la Buffalo Forge

Company en Buffalo, Nueva York. Seme asignó la tarea de instalar unmecanismo para limpiar el gas en unafábrica de la Pittsburgh Plate GlassCompany en Crystal City, Missouri; erauna fábrica que costaba millones dedólares. La finalidad de esta instalaciónera eliminar las impurezas del gas, enforma que éste pudiera arder sin dañopara las máquinas. Este método depurificación del gas era nuevo. Habíasido probado sólo una vez conanterioridad y en condiciones diferentes.En mi trabajo de Crystal City surgierondificultades imprevistas. La instalaciónfuncionó a su modo, pero no lo bastante

bien para hacer frente a la garantía quese había dado. "Quedé abrumado por mifracaso. Era casi como si alguien mehubiera dado un mazazo en la cabeza.Mi estómago y mi intestino comenzarona causarme serias molestias. Durantealgún tiempo estuve tan preocupado queno pude dormir.

"Finalmente el sentido común merecordó que la preocupación no mellevaba a ninguna parte; por lo tanto,elaboré un modo de tratar mi problemasin preocuparme. Este modo funcionó alas mil maravillas. He estado utilizandoesta técnica desde hace más de treintaaños. Es sencilla y cualquiera puede

utilizarla. Consiste en tres pasos:"Paso I. Analicé la situación

valientemente y con honradez y meimaginé lo peor que pudiera sucedermecomo consecuencia de este fracaso. Noiban a meterme en la cárcel ni afusilarme. Esto era indudable. Existía,es cierto, la posibilidad de que perdierami trabajo y también la de que mispatrones tuvieran que retirar lamaquinaria y perder los veinte mildólares que habían invertido en lainstalación.

"Paso II. Después de imaginarme lopeor que pudiera sucederme, me hice aello y lo acepté, si resultara necesario.

Me dije: este fracaso será un golpe parami hoja de servicios y puede significarla pérdida de mi empleo, pero, si asífuera, siempre podré encontrar otrotrabajo. Las condiciones pueden ser aúnpeores, y en lo que se refiere a mispatrones... Bien, tienen que comprenderque estamos haciendo experimentos conun método nuevo de purificar el gas y, sieste ensayo les cuesta.veinte mildólares, pueden soportarloperfectamente. Pueden cargarlo ainvestigaciones, porque se trata de unexperimento.

"Después de descubrir lo peor quepudiera sucederme, de hacerme a ello y

de aceptarlo, si resultara necesario,ocurrió algo en extremo importante:inmediatamente, sentí un alivio y una pazque no había experimentado desde hacíadías.

"Paso III. Desde entonces, dediquécon calma mi tiempo y mi energía atratar de mejorar lo peor que ya teníamentalmente aceptado.'Traté ahora dedar con el modo y los medios de reducirla pérdida de veinte mil dólares queencarábamos. Hice varias pruebas yfinalmente llegué a la conclusión' deque, si invertíamos otros cinco mildólares de equipo, nuestro problemaquedaría resuelto. Hicimos esto y, en

lugar de que la firma perdiera veinte mildólares, ganamos quince mil.

"Probablemente nunca hubieraconseguido esto si hubiese continuadopreocupándome, porque una de laspeores características de lapreocupación es que destruye nuestracapacidad de concentración. Cuando nospreocupamos, nuestros espíritus andande aquí para allí, sin pararse en ningunaparte, en forma que perdemos todafacultad de decidimos. En cambio,cuando nos obligamos a encarar lo peory a aceptarlo mentalmente, eliminamostodas esas imaginaciones y noscolocamos en. condiciones de

concentrarnos en nuestro problema."Este incidente que he relatado

ocurrió hace muchos años. Lo expuestofuncionó tan bien que lo he estadoutilizando desde entonces. Y, comoresultado, mi vida ha estado casicompletamente libre depreocupaciones."

Ahora bien, ¿por qué la fórmulamágica de Willis H. Carrier es tanvaliosa y tan práctica desde el punto devista psicológico? Porque nos saca delas negras nubes en que andamos atientas cuando la preocupación nosciega. Hace que pisemos tierra firme.Sabemos donde estamos. Y si no

pisamos tierra firme, ¿cómo es posibleque podamos pensar con fundamento ennada?

El profesor William James, el padrede la psicología aplicada, falleció en1910, pero si viviera y oyera estafórmula de encarar lo peor, la aprobaríacon entusiasmo. ¿Que cómo lo sé?Porque dijo a sus propios alumnos:"Aceptad que haya sido así... Aceptadque haya sido así, porque la aceptaciónde lo que ha sucedido es el primer pasopara superar las consecuencias decualquier calamidad".

La misma idea fue expresada por LinYutang en su muy leído libro La

importancia de vivir. Este filósofochino declaró: "La verdadera paz deespíritu viene de la aceptación de lopeor. Psicológicamente, creo que estosignifica una liberación de energía".

¡Así es, exactamente!Psicológicamente significa una nuevaliberación de energía. Cuandoaceptamos lo peor, ya no tenemos nadaque perder. Y esto significaautomáticamente que tenemos todo queganar. Willis H. Carrier manifestó:"Inmediatamente, sentí un alivio y unapaz que no había experimentado desdehacía días. Desde entonces, pudepensar".

Es lógico, ¿no es así? Sin embargo,millones de personas han destrozado susvidas en furiosos torbellinos, porque senegaban a aceptar lo peor; se negaban amejorar a partir de aquí; se negaban asalvar lo que se pudiera del naufragio.En lugar de intentar reconstruir sufortuna, se enzarzaban en una áspera y"violenta lucha con la experiencia". Yterminaban víctimas de ese rumiar ideasfijas que se llama melancolía.

¿Quieren ustedes ver cómo otrapersona adoptó la fórmula mágica deWillis H. Carrier y la aplicó a suspropios problemas? Bien, aquí hay unejemplo, el de un comerciante de

combustible de Nueva York que eraalumno de una de mis clases.

Este alumno se expresó así: " ¡Eravíctima de un chantaje! No lo creíaposible, no creía que fuera posible salvoen las películas, pero ¡era un chantaje!Lo que sucedió fue esto: La compañíapetrolera a cuyo frente estaba poseía unaserie de camiones de reparto y contabacon cierto número de choferes. En aqueltiempo las regulaciones de la guerraestaban rigurosamente en vigor y se nosracionaba en cuanto al combustible quepodíamos entregar a cada uno denuestros clientes. Yo no lo sabía, pero,al parecer, algunos de nuestros choferes

habían estado entregando menoscombustible del debido a nuestrosclientes regulares y revendiendodespués el excedente a sus clientespropios.

"La primera indicación que tuve deestas transacciones ilegítimas se produjocuando un hombre que declaró serinspector del gobierno vino a verme undía y me pidió dinero por su silencio.Había obtenido pruebas documentalesde lo que nuestros choferes habíanestado haciendo y amenazaba conentregar estas pruebas en la oficina delfiscal del distrito si yo no aceptaba susexigencias.

"Sabía, desde luego, que no teníamotivos de preocuparme,personalmente, por lo menos. Pero sabíatambién que la ley dice que una firma esresponsable por los actos de susempleados. Además, sabía que si elasunto iba a los tribunales y se aireabaen los diarios, esta mala publicidadarruinaría mi negocio. Y yo estabaorgulloso de mi negocio; había sidofundado por mi padre veinticuatro añosantes.

"Estaba tan preocupado que caíenfermo. No comí ni dormí en tres días.Me paseaba de aquí para allí como unloco. ¿Pagaría el dinero —cinco mil

dólares—, o diría a aquel hombre quesiguiera su camino e hiciese lo que lediera la gana? En cualquiera de los doscasos el asunto terminaba en unapesadilla.

"En estas circunstancias sucedió quetomé el folleto sobre Cómo librarse delas preocupaciones que me habían dadoen mi clase Carnegie de oratoria.Comencé a leerlo y llegué al relato deWillis H. Carrier. ' Encara la peor' ,decía. Ante esto, me pregunté: ' ¿Qué eslo peor que puede sucederme si meniego a pagar y estos chantajistasentregan sus constancias al fiscal deldistrito?'

"La respuesta era: la ruina de minegocio. Tal era lo peor que podíasucederme. No podía ir a la cárcel.Todo lo que podía ocurrir era que lapublicidad que se diera al asunto mearruinara.

"Y yo entonces me dije: ' Muy bien,mi negocio se ha ido al traste. Lo aceptomentalmente. Y ¿qué más?' .

"Bien, una vez arruinado, tendríaprobablemente que buscarme otrotrabajo. No era la cosa tan mala. Sabíamucho sobre combustible; había variasfirmas que me emplearían muy a gusto...Comencé a sentirme mejor. Las sombrasen que había vivido durante tres días y

tres noches se disiparon un poco. Misemociones remitieron... Y con asombropor mi parte, fui capaz de pensar.

"Tenía la cabeza suficientementedespejada para abordar el Paso III:mejorar lo peor. Al pensar en lassoluciones, se me presentó un punto devista' completamente nuevo. Si yocontara todo lo sucedido al fiscal, éstepodría encontrar alguna fórmula en laque yo no había caído. Sé que pareceestúpido decir que esto no se me habíaocurrido antes, pero, desde luego, yo nohabía meditado. ¡Había estadosolamente preocupándome!Inmediatamente decidí que lo primero

que haría por la mañana sería hablar conel fiscal. Después me metí en la cama ydormí como un lirón.

"¿Cómo terminó la cosa? Bien, a lamañana siguiente, mi abogado me dijoque fuera a ver al fiscal del distrito y lecontara toda la verdad. Es lo que hice.Acabado mi relato, quedé atónito al oírdel fiscal que aquella banda dechantajistas estaba operando desdehacía meses y que el hombre queactuaba como ' agente de gobierno' eraun granuja buscado por la policía. ¡Quéalivio fue oír esto después de habermeatormentado durante tres días y tresnoches preguntándome si debía entregar

los cinco mil dólares a un pilloprofesional!

"Esta experiencia me enseñó unalección para siempre. Ahora, siempreque me veo ante un serio problema queamenaza con preocuparme, le aplico loque denomino la vieja fórmula de WillisH. Carrier."

Si ustedes creen que Willis H.Carrier tuvo problemas, aún no han oídonada. Les contaré la historia de Earl P.Haney, de Winchester, Massachusetts,tal como él mismo me la contó el 17 denoviembre de 1948 en el Hotel Statler,de Boston.

"Allá por los años veinte —me dijo

—, estaba tan preocupado que lasúlceras empezaron a devorarme elestómago. Una noche tuve unahemorragia terrible. Me llevaron a unhospital vinculado a la Facultad deMedicina de la Northwestern Universityde Chicago. Perdí la mi-tad de mi peso.Estaba tan mal que me ordenaron que nisiquiera levantara la mano. Tresmédicos, entre ellos un célebreespecialista en úlceras, dijo que mi casoera ' incurable' . Vivía a base de polvosantiácidos y una cucharada de leche concrema cada hora. Una enfermera meintroducía un tubo de goma en elestómago todas las mañanas y todas las

noches, y me extraía el contenido."Así pasaron meses... Al fin me dije

a mí mismo: ' Oye, Earl Haney, si loúnico que te espera es la muerte, serámejor que aproveches el poco de tiempoque te queda. Siempre has queridoviajar alrededor del mundo antes demorir; si deseas hacerlo, tendrá que serahora' .

"Cuando les dije a mis médicos quepensaba viajar alrededor del mundo ybombearme el estómago dos veces pordía, quedaron estupefactos. ¡Imposible!Jamás habían oído semejante cosa. Meadvirtieron que si emprendía ese viaje,me sepultarían en el mar. ' No, no' ,

repliqué. ' He prometido a mis parientesque me enterrarán en la sepulturafamiliar de Broken Bow, Nebraska. Portanto, llevaré el féretro conmigo.'

"Compré un féretro, lo llevé abordo, y llegué a un arreglo con lacompañía de navegación para que, encaso de mi muerte, pusieran mi cadáveren un compartimiento frigorífico y lomantuvieran allí hasta que el barcoregresara. Y partí de viaje, con elespíritu del viejo Ornar:

Disfrutemos, así, cuanto antespodamos

que el Polvo nos devore ruin;

antes que Polvo en Polvo nosvolvamos,

sin Vino ni Amor... y tambiénsin Fin.

"No bien me embarqué en elPresident Adams en Los Angeles y zarpéhacia Oriente me sentí mejor. Poco apoco dejé los polvos antiácidos y elbombeo de estómago. Pronto empecé acomer toda clase de alimentos, inclusivemezclas extrañas que hubiesen podidomatarme. A medida que avanzaban lassemanas, hasta fumé largos cigarros ybebí licores. ¡Me divertí más que nuncaen años! Nos vimos en medio de

monzones y tifones capaces de llevarmeal féretro, aunque sólo fuera de miedo,pero fue magnífica esa aventura.

"En el barco jugué, canté y me hicede nuevos amigos. No me acostaba hastala madrugada. Cuando llegamos a Chinay la India, comprendí que las zozobrasque había padecido en casa a causa delos negocios eran un paraísocomparadas con la pobreza y la miseriadel Oriente. Acabé con mis insensataspreocupaciones y me sentí muy bien.Cuando volví a Norteamérica habíaganado cuarenta kilos de peso. Me habíaolvidado casi de que había tenidoúlceras. Nunca en mi vida me sentí

mejor. Me apresuré a revender el féretroal dueño de las pompas fúnebres y volvía ocuparme de mis negocios. Desdeentonces no he estado enfermo ni un solodía."

Earl P. Haney me dijo que ahoracomprende que estaba aplicando losmismos principios que Willis H. Carrierpara controlar la preocupación.

"Primero, me pregunté, ' ¿Qué es lopeor que podría ocurrir?' La respuestafue la muerte. "Segundo, me preparépara enfrentar la muerte. Debía hacerlo.No había elección. Los médicos decíanque mi caso era fatal.

'Tercero, procuré mejorar la

situación obteniendo de la vida losmayores goces posibles en el pocotiempo que me quedaba...". "Si —continuó—, si seguía preocupándomedespués de embarcarme, sin dudaregresaría en el féretro. Pero metranquilicé... y olvidé mispreocupaciones. Y esa serenidad meinyectó nuevas energías que me salvaronla vida."

Por tanto, la Regla 2 es: Si ustedtiene un problema de preocupación,aplique la fórmula mágica de Willis H.Carrier haciendo estas tres cosas:

1. Pregúntese: "¿Qué es lo

peor que puedesucedermé?"

2. Prepárese a aceptarlo, siello es necesario.

3. Después, tranquilamente,proceda a mejorar lo peor.

3 EL DAÑO QUE LAPREOCUPACION

PUEDE HACERNOS

Aquellos que no saben cómocombatir la preocupación

mueren jóvenes.Dr. Alexis Carrel.

Hace muchos años un vecino llamó ami puerta y me instó a que me vacunaray vacunara a toda mi familia contra laviruela. Era uno de los miles devoluntarios que estaban llamando atodas las puertas de la Ciudad de NuevaYork. Asustadas, las gentes esperabanhoras enteras para ser vacunadas. Lospuestos de vacunación se abrían, no sóloen los hospitales, sino también enestaciones de bomberos, puestos depolicía y grandes fábricas. Más de dosmil médicos y enfermeras trabajaron

febrilmente noche y día, vacunando a lasmultitudes. ¿Cuál era la causa de todaesta excitación? Ocho personas de laCiudad de Nueva York tenían viruela yotras dos habían fallecido. Eran dosmuertes en una población de casi ochomillones.

Ahora bien, yo había vivido enNueva York durante más de treinta ysiete años y, sin embargo, nadie habíallamado a mi puerta para prevenirmecontra la enfermedad emocional de lapreocupación, una enfermedad que,durante los últimos treinta y siete años,ha causado diez mil veces más daño quela viruela.

Ningún visitante me ha advertidoque una persona de cada diez entre lasque viven ahora en los Estados Unidospadecerá un desfallecimiento nervioso,causado en la mayoría de los casos porla preocupación y las emociones.

Por esta razón escribo este artículopara llamar a las puertas de ustedes yprevenirles.

El gran ganador del premio Nobelde Medicina, Alexis Carrel, dijo:"Aquellos que no saben cómo combatirla preocupación mueren jóvenes". Yotro tanto sucede con las amas de casa,veterinarios y albañiles.

Hace unos cuantos años pasé mis

vacaciones paseando en automóvil porTexas y Nuevo México en compañía deldoctor O. F. Gober, médico jefe de laGulf Colorado and Santa Fe HospitalAssociation. Hablamos acerca de losefectos de la preocupación y micompañero me dijo: "El setenta porciento de todos los pacientes que acudena los médicos podrían curarse por símismos con sólo liberarse de sustemores y preocupaciones. Y no piensepor un momento que quiero decir quesus enfermedades son imaginarias. Susenfermedades son tan reales como unterrible dolor de muelas y en ocasionescien veces más graves. Me reñero a

enfermedades como la indigestiónnerviosa, algunas úlceras del estómago,perturbaciones cardíacas, el insomnio,algunas jaquecas y algunos tipos deparálisis.

"Estas enfermedades son reales. Séde qué estoy hablando, porque yo mismohe padecido una úlcera de estómagodurante doce años.

"El miedo causa preocupación. Lapreocupación pone a uno tenso ynervioso, afecta a los nervios delestómago, cambia los jugos gástricos denormales a anormales y frecuentementeprovoca úlceras estomacales."

El Dr. Joseph F. Montague, autor del

libro Nervios y problemas del estómago(Nervous Stomach Trouble), dice algomuy parecido. Dice esto: "Las úlcerasdel estómago no vienen de lo que secome. Vienen de lo que está comiendo auno".

El Dr. W. C. Alvarez, de la ClínicaMayo, asegura: "Con frecuencia lasúlceras empeoran o mejoran de acuerdocon las subidas y bajadas de lasperturbaciones emocionales".

Esta declaración se ve confirmadapor un estudio de 15.000 pacientestratados de desórdenes digestivos en laClínica Mayo. Cuatro de cada cinco deellos no tenían una base física para sus

enfermedades del estómago. El miedo,la preocupación, el odio, un egoísmosupremo y la incapacidad para ajustarseal mundo de las realidades eran enbuena parte las causas de susenfermedades y sus úlceras deestómago...

De acuerdo con la revista Life, hoyestá en la lista de las diez enfermedadesmás fatales.

Recientemente estuve encorrespondencia con el doctor HaroldC. Habein, de la Clínica Mayo. Estemédico leyó un informe en la reuniónanual de la Asociación Norteamericanade Médicos y Cirujanos Industriales y

declaró que había efectuado un estudiode 176 ejecutivos que tenían unpromedio de edad de 44,3 años. Einformó que algo más de una terceraparte de estos ejecutivas padecían unode los tres achaques peculiares de unavida de tensión: enfermedad del corazónúlceras del aparato digestivo y presiónsanguínea alta. ¡Piensen ustedes! Unatercera parte de nuestros ejecutivosestán echando a perder sus organismoscon enfermedades cardíacas, úlceras ypresiones altas antes de llegar a loscuarenta y cinco años. ¡Qué precio parael éxito! ¡Y ni siquiera lo compran!¿Cabe considerar pagar el éxito, la

prosperidad en los negocios con úlcerasde estómago y perturbaciones delcorazón? ¿Qué consigue una persona sigana el mundo entero y pierde la salud?Aunque fuera dueño del mundo, sólopodría dormir en una cama a la vez ycomer tres veces por día. Cualquiermozo de cuerda puede hacer esto yprobablemente dormir másprofundamente y disfrutar más de suscomidas que un poderoso hombre denegocios. Francamente, prefiero ser unasimple persona sin responsabilidad queen la ruina a los cuarenta y cinco añospor el afán de estar dirigiendo unaempresa de ferrocarriles o una fábrica

de cigarrillos.Uno de los fabricantes de cigarrillos

más conocido en el mundo cayó muertohace poco como consecuencia de unsíncope cardíaco mientras trataba dedisfrutar de unas vacaciones en losbosques del Canadá. Había amasadomillones... y murió a los sesenta y unaños. Probablemente cambió años devida por lo que se llama "éxito en losnegocios".

A mi juicio, este magnate de loscigarrillos con todos sus millones no fuela mitad de realizador siquiera que mipadre —un labrador de Missouri—, quemurió a los ochenta y nueve años sin un

centavo.Los famosos hermanos Mayo

declararon que más de la mitad denuestros lechos de hospital estabanocupados por personas conpadecimientos nerviosos. Sin embargo,cuando los nervios de estas personasson estudiados con un poderosomicroscopio en un examen postmortem,parecen en la mayoría de los casos tansanos como los de Jack Dempsey. Sus"padecimientos nerviosos" soncausados, no por un deterioro físico delos nervios, sino por emociones deinutilidad, frustración, ansiedad,zozobra, miedo, derrota, desesperación.

Platón dijo que "el mayor error que losmédicos cometen es intentar la curacióndel cuerpo sin intentar la curación delalma; sin embargo, alma y cuerpo sonuno y no deberían ser tratadosseparadamente".

La ciencia médica necesitó dos miltrescientos años para reconocer estagran verdad. Estamos empezando ahoraprecisamente a desarrollar una nuevaespecie de medicina llamadapsicosomática, una medicina que trata ala vez el alma y el cuerpo. Es hora ya deque realicemos esto, porque la cienciamédica ha eliminado en gran parte elterrible mal causado por los gérmenes

físicos, las enfermedades como laviruela, el cólera, la fiebre amarilla ydocenas de otras plagas que han llevadoa innumerables millones a la tumbaprematura. Pero la ciencia médica hasido incapaz de hacer frente a las ruinasmentales y físicas causadas, no por losgérmenes, si-no por las emociones de lapreocupación, el miedo, el odio, lafrustración y la desesperación. Las bajasocasionadas por estas enfermedades detipo emotivo están aumentando yextendiéndose con rapidez catastrófica.Uno de cada seis de nuestros jóvenesllamados al servicio militar durante lasegunda guerra mundial fueron

rechazados a causa de enfermedadespsicosomáticas.

¿Cuáles son las causas de laenfermedad mental? Nadie conoce todaslas respuestas. Pero es muy probableque el miedo y la preocupación fueranen muchos casos factores contribuyentes.El individuo angustiado y acosado quees incapaz de hacer frente al ásperomundo de la realidad rompe suscontactos con el ambiente y se retira aun mundo privado de sueños que élmismo se fabrica, y esto resuelve susproblemas de preocupación.

Mientras escribo, tengo sobre mimesa un libro del doctor Edward

Podolsky titulado Stop Worrying andGet Well (Deje de preocuparse ypóngase bien). He aquí los títulos dealgunos de los capítulos de este libro:

Cómo afectan laspreocupaciones al corazón. Laalta presión sanguínea estáalimentada por lapreocupación.El reumatismo puede tener porcausa la preocupación.Preocúpese menos, por el biende su estómago.Como la preocupación puedecausar un resfrío. La

preocupación y la tiroides. Lapreocupación y la diabetes.

Otro libro que enseña mucho acercade la preocupación es Man AgainstHimself (El hombre contra si mismo),del Dr. Karl Menninger, uno de los"hermanos Mayo de la psiquiatría". Ellibro del Dr. Menninger no da recetaspara suprimir las preocupaciones, peroofrece una asombrosa revelación acercade cómo dejamos que la ansiedad, lafrustración, el odio, el resentimiento, larebelión destruyan nuestro cuerpo ynuestra mente.

La preocupación puede hacer un

enfermo de la persona más vigorosa. Elgeneral Grant lo descubrió durante losúltimos días de la guerra civil. Lahistoria dice así: Grant había estadositiando a Richmond durante nuevemeses. Las tropas del general Lee,harapientas y hambrientas, fueronvencidas. Desertaban regimientosenteros. Otros se dedicaban a rezar ensus carpas; gritaban, lloraban y veíanvisiones. El fin estaba muy próximo. Loshombres de Lee prendieron fuego a losalmacenes de algodón y tabaco deRichmond, destruyeron el arsenal yhuyeron de la ciudad durante la noche,mientras enormes llamas rasgaban la

oscuridad. Grant los persiguió de cerca;acosó a los confederados por los flancosy la retaguardia, mientras la caballeríade Sheridan los atacaba de frente,cortaba las líneas de comunicación y seapoderaba de trenes de abastecimiento.

Grant, medio ciego y con unaviolenta jaqueca, se sintió muy enfermodetrás de su ejército y se detuvo en unagranja. Y consigna en sus Memorias:"Pasé la noche con mis pies en un bañode agua caliente y mostaza yponiéndome emplastos de mostaza en lasmuñecas y la espalda, con la esperanzade estar curado por la mañana".

A la mañana siguiente se curó

instantáneamente., Y lo que lo curó nofue la mostaza, sino un jinete que llegógalopando por el camino con una cartade Lee en la que éste decía que queríarendirse.

Grant escribió: "Cuando el oficial(el que llevaba el mensaje) llegó hastamí, seguía todavía con mi violentajaqueca, pero, en cuanto vi el contenidode la nota, me curé".

Evidentemente, eran laspreocupaciones, tensiones y emocionesde Grant las causas de su enfermedad.Se curó instantáneamente en cuanto susemociones fueron las de la confianza, larealización y la victoria.

Setenta años después, HenryMorgenthau, Secretario de la Tesoreríaen el gabinete de Franklin D. Roosevelt,descubrió que las preocupaciones loenfermaban hasta aturdirlo. Consigna ensu diario que se sintió terriblementepreocupado cuando el Presidente, con elfin de elevar el precio del trigo, compróen un solo día 4.400.000 bushels de esteproducto. Dice: "Me sentí literalmenteaturdido al ver en marcha la cosa. Mefui a casa y tuve que permanecer en lacama dos horas después de almorzar".

Si se quiere ver lo que lapreocupación significa para laspersonas, no hace falta ir a una

biblioteca o a un médico. A mí me bastamirar por la ventana de mi casa; puedover así, a menos de una cuadra, una casadonde la preocupación causó underrumbamiento nervioso y otra casadonde un hombre se preocupó hasta ladiabetes. Cuando la Bolsa bajó, elazúcar de su sangre y su orina subió.

Cuando Montaigne, el ilustrefilósofo francés, fue elegido alcalde desu ciudad —Burdeos—, dijo a susconciu dadanos: "Quiero tomar vuestrosasuntos en mis manos, pero no en mihígado o mis pulmones".

Este vecino mío tomó los asuntos dela Bolsa en su sangre y casi se mató.

La preocupación puede colocamosen un sillón de ruedas con reumatismo yartritis. El Dr. Russell L. Ce-cil, de laEscuela de Medicina de la UniversidadCornell, es una autoridad mundial enartritis y, como he indicado ya, haenumerado cuatro de las situaciones quecon más frecuencia provocan estaenfermedad:

1. Fracaso en la vidamatrimonial.

2. Desastre financiero.3. Soledad y preocupación.4. Resentimientos largo

tiempo alimentados.

Como es natural, estas cuatrosituaciones emotivas no son ni muchomenos las únicas causas de la artritis.Hay muchas clases de artritis queobedecen a distintas causas. Pero repitoque las situaciones que másfrecuentemente provocan la artritis sonlas cuatro enumeradas por el Dr. RussellL. Cecil. Por ejemplo, un amigo míosufrió golpes tan rudos durante ladepresión, que la compañía de gas lecortó el suministro y el Banco dio porvencida la hipoteca sobre su casa. Sumujer tuvo repentinamente un dolorosoataque de artritis y, a pesar de lasmedicinas y los regímenes, la artritis

continuó hasta que mejoró la situaciónfinanciera.

La preocupación puede causar hastalas caries dentales. El Dr. William I. L.McGonigle dijo en un informe ante laAsociación Dental Norteamericana que"las emociones desagradables, como lascausadas por la preocupación, el miedo,el enfado... pueden trastornar elequilibrio del calcio en el organismo yoriginar las caries". El Dr. McGoniglese refirió a un paciente que. tuvo unadentadura perfecta hasta que comenzó apreocuparse ante la repentinaenfermedad de su mujer. Durante las tressemanas que duró la permanencia de la

esposa en el hospital, este hombre tuvonueve caries. Eran caries causadas porla preocupación.

¿Han visto ustedes alguna vez a unapersona con una tiroides muyhiperactiva? Yo sí, y puedo decirles quepersonas así tiemblan y parecen alguiena quien se ha dado un susto mortal. Enrealidad, a esto equivale tal estado. Laglándula tiroides, la glándula que regulael organismo, ha sido sacada de quicio.Acelera el hígado y todo el cuerpo rugefuriosamente, como un horno con todossus tiros abiertos. Y si esto no seremedia con una operación o untratamiento, la víctima puede morir,

puede "quemarse a sí misma".Hace poco tiempo fui a Filadelfia

con un amigo mío que padecía estaenfermedad. Fuimos a ver a un famosoespecialista, un médico que había estadotratando esta clase de enfermedadesdesde hacía treinta y ocho años. Y ¿quéconsejo creen ustedes que colgaba deuna pared de la sala de espera, escritoen un gran cuadro de madera para quetodos los pacientes pudieran verlo?Helo aquí. Lo copié en el reverso de unsobre mientras esperábamos:

DESCANSO Y RECREO

Las fuerzas que más descansan yrecrean son

una religión saludable, sueño,música y risas.

Tened fe en Dios, aprended adormir bien,

amad la buena música y ved ellado divertido de la vida.

Y la salud y la felicidad seránvuestras.

La primera pregunta que el médicohizo a este amigo mío fue: "¿Quéperturbación emocional le ha traído aeste estado?" Advirtió a mi amigo que,si no dejaba de preocuparse, podía tener

complicaciones: irregularidadescardíacas, úlceras de estómago odiabetes. El eminente médico dijo:"Todas estas enfermedades son primas,primas carnales". Y es claro que sonprimas, pues todas ellas sonenfermedades de la preocupación.

Cuando entrevisté a Merle Oberon,me dijo que se negaba a preocuparseporque sabía que la preocupacióndestruiría su principal atractivo en lapantalla: su buena presencia.

Me habló así: "Cuando intenté porprimera vez entrar en el cine, estabapreocupada y asustada. Acababa dellegar de la India y no conocía a nadie

en Londres, donde trataba de encontraruna ocupación. Vi a varios productores,pero ninguno me contrató y se me acabóel poco dinero que tenía. Durante dossemanas viví únicamente de galletas yagua. No solamente estaba preocupada,si-no que tenía hambre. Me dije: ' Talvez seas una tonta. Tal vez no consigasentrar nunca en el cine. Al fin y al cabo,no tienes experiencia, nunca hasrepresentado y ¿qué puedes ofrecerfuera de una cara bonita?'

"Me fui al espejo y, cuando me vi enél, vi lo que la preocupación habíahecho de mi buena presencia. Vi que seme estaban formando arrugas. Vi una

expresión de angustia. Y me dije: 'Tienes que acabar con estoinmediatamente. No puedes preocuparte.La única cosa que puedes ofrecer es tubuena presencia y la preocupación laechará a perder' ."

Pocas cosas pueden envejecer a unamujer y destruir su buena presencia másrápidamente que la preocupación. Lapreocupación aja el rostro. Nos haceapretar las mandíbulas y surca nuestrosrostros con arrugas. Nos crea un ceñopermanente. Hace que nuestros cabellosse vuelvan grises, y, en ocasiones, hastaque caigan. Puede echar a perder el cutisy hasta provocar toda clase de manchas,

erupciones y granos.Las enfermedades del corazón

constituyen actual-mente el criminalnúmero uno de Norteamérica. Durante lasegunda guerra mundial, casi un terciode millón murieron en combate, pero,durante el mismo período, el mal delcorazón mató a dos millones de civiles yun millón de estas bajas tuvieron porcausa ese mal de corazón que provocanlas preocupaciones y la vida tensa. Sí, laenfermedad del corazón es una de lasprincipales razones que hicieron decir alDr. Alexis Carrel: "Aquellos que nosaben combatir la preocupación muerenjóvenes".

William James dijo: "El Señorpuede perdonar nuestros pecados, peroel sistema nervioso nunca lo hace".

He aquí un hecho impresionante ycasi increíble: son más losnorteamericanos que se suicidan que losque , mueren de las cinco enfermedadesmás corrientes.

¿Por qué? La respuesta es en granparte: "Preocupación". Cuando loscrueles señores de la guerra chinosquerían torturar a sus prisioneros, losataban de pies y manos y los colocabanbajo una bolsa de agua queconstantemente goteaba... goteaba...goteaba... día y noche. Estas gotas de

agua que caían sin cesar sobre la cabezaacababan siendo martillazos yenloquecían a las víctimas. Este mismométodo de tortura fue empleado por laInquisición española y en los campos deconcentración alemanes. Lapreocupación es como la gota, gota, gotaconstante; y la gota, gota, gota constantede la preocupación lleva frecuentementea los hombres a la locura y el suicidio.Cuando era yo un muchacho campesinodel Missouri me aterraba escuchar aBilly Sunday la descripción de losfuegos infernales en el otro mundo. Peronunca le oí mencionar los fuegosinfernales de la agonía física que los que

se preocupan tienen que soportar aquí yahora. Por ejemplo, si usted padece unapreocupación crónica, puede usted verseasaltado por uno de los dolores másespantosos que jamás haya soportado elhombre: la angina de pecho. ¿Ama ustedla vida? ¿Quiere usted vivir mucho ydisfrutar de buena salud? He aquí lo queusted puede hacer. Estoy citando otraVez al Dr. Alexis Carrel. Dijo así:"Quienes conservan la paz interior enmedio del tu-multo de la ciudadmoderna son inmunes para lasenfermedades nerviosas y orgánicas ".

¿Puede usted conservar la pazinterior en medio del tumulto de la

ciudad moderna? Si es usted unapersona normal, la respuesta es "sí"."Decididamente, sí." La mayoría denosotros somos más fuertes de lo quecreemos. Poseemos recursos internos alos que probablemente nunca hemosrecurrido. Como Thoreau dijo en sulibro inmortal, Walden: "No conozcohecho más alentador que laincuestionable capacidad del hombrepara elevar su vida mediante un empeñoconsciente... Si uno avanzaconfiadamente en la dirección de sussueños y se afana por vivir la vida quese ha imaginado, triunfará en una formaque no cabe esperar en las horas

corrientes".Es indudable que muchos de los

lectores de este libro tendrán tantafuerza de voluntad y tantos recursosinteriores como los que tiene Olga K.Jarvey, de Coeur d' Alene, Idaho.Descubrió que podía eliminar lapreocupación en las circunstancias mástrágicas. Creo firmemente que usted y yotambién podemos hacerlo, siempre queapliquemos las muy viejas verdades quese estudian en este volumen. He aquí lahistoria de Olga K. Jarvey tal como mela escribió: "Hace ocho años y mediofui condenada a morir —una muertelenta, tortuosa y aterradora—de cáncer.

Las mejores inteligencias médicas delpaís, los hermanos Mayo, confirmaron lasentencia. Estaba en un callejón sinsalida, perdida toda esperanza. Erajoven y no quería morir. En midesesperación telefoneé a mi médico enKellog y le expuse toda la amargura demi corazón. Con impaciencia, mereconvino: ' ¿Qué le pasa, Olga? ¿Es queno le quedan fuerzas? Claro que semorirá usted si no deja de llorar. Sí, leha sucedido lo peor que le podíasuceder. Muy bien, pero haga frente a lasituación. ¡Deje de preocuparse! Y hagadespués lo que se le ocurra' . En aquelmismo momento hice un juramento, un

juramento tan solemne que las uñas sehundieron profundamente en mi carne ylos escalofríos recorrieron toda miespina dorsal: 'No me preocuparé. Nolloraré. Y si cabe hacer algo, triunfaré.¡Viviré!'

"La cantidad corriente de rayos X encasos tan avanzados, en los que no cabeaplicar el radio, es diez minutos y mediodiarios durante treinta días. Me dieroncatorce minutos y medio diarios durante49 días y, aunque los huesos seseñalaban en mi escuálido cuerpo molas rocas de una árida ladera y aunquemis pies parecían de plomo, no mepreocupé. ¡No lloré ni una vez! ¡Sonreí!

Sí, me obligué a sonreír."No soy tan estúpida que crea que la

mera sonrisa pueda curar el cáncer. Perocreo que una animosa actitud mentalayuda al organismo a combatir laenfermedad. En todo caso, experimentéuna de las milagrosas curas del cáncer.Nunca he tenido tan buena salud comoen los últimos años y esto lo debo a laspalabras combativas y retadoras del Dr.McCaffery: ' Haga frente a la situación.¡Deje de preocuparse! Y haga despuéslo que se le ocurra.' "

Voy a terminar este capítulorepitiendo las palabras del Dr. AlexisCarrel: "Aquellos que no saben cómo

combatir la preocupación muerenjóvenes."

Los fanáticos seguidores del profetaMahoma tenían frecuentemente tatuadosen sus pechos versos del Corán. Megustaría tatuar el título de este capítuloen el pecho de todo lector de este libro:"Aquellos que no saben cómo combatirla preocupación mueren jóvenes".

¿Estaba el Dr. Carrel hablando deusted?

Tal vez.

En síntesis

REGLASFUNDAMENTALES PARA

CONTROLAR LAPREOCUPACIÓN

Regla 1: Viva solamente el día dehoy. No viva en el ayer ni el mañana."Compartimientos estancos al día."

Regla 2: Haga frente a losproblemas.

a. Pregúntese a sí mismo:"¿Qué es lo peor que puedesuceder?"b. Prepárese para aceptar lo

peor.c. Trate de mejorar lasituación partiendo de lopeor.

Regla 3: Recuerde el precioexorbitante que puede pagar con su viday salud, por las preocupaciones.

SEGUNDA PARTE

Técnicas básicas para elanálisis de lapreocupación

4 COMO ANALIZARY RESOLVER LOSPROBLEMAS DEPREOCUPACIÓN

Seis honrados servidoresme enseñaron cuanto sé;

Sus nombres son Cómo, Cuándo,Dónde, Qué, Quién y Por qué.

Rudyard Kipling

¿Es que la fórmula mágica de WillisH. Carrier, descrita en la Parte Primera,

Capítulo II, resuelve todos losproblemas de preocupación? No, claroestá que no.

Entonces ¿cuál es la respuesta? Larespuesta es que debemos equiparnospara tratar las diferentes clases depreocupaciones aprendiendo los trespasos básicos del análisis del problema.Los tres pasos son:

1. Obtenga todos los hechos.2. Considere todos los hechos,

entonces llegue a unadecisión.

3. Después de tomar unadecisión, ¡actúe!

¿Pura evidencia? Sí, Aristóteles laenseñó... y la utilizó. Y usted y yodebemos también utilizarla, si es quequeremos resolver los problemas quenos acosan y transforman nuestros días ynoches en verdaderos infiernos.

Tomemos la primera regla: Obtengatodos los hechos. ¿Por qué es tanimportante obtener los hechos? Porquesin tener los hechos no podemos niintentar siquiera resolver nuestrosproblemas de un modo inteligente. Sinlos hechos, todo lo que podemos haceres acalorarnos en plena confusión. ¿Ideamía? No, es la idea del extinto HerbertE. Hawkes, que fuera Decano de la

Universidad de Columbia duranteveintidós años. H. E. Hawkes habíaayudado a doscientos mil estudiantes aresolver sus problemas de preocupacióny me dijo que "la confusión era la causaprincipal de las preocupaciones". Me lodijo de este modo: "La mitad de lapreocupación que existe en el mundoobedece a que las personas intentantomar decisiones sin un conocimientosuficiente sobre el que basar unadecisión. Por ejemplo, si yo tengo unproblema que debe ser encarado a lastres del próximo martes, me niego aintentar siquiera una decisión hasta queel próximo martes llegue. Entretanto,

procuro obtener to-dos los hechos quese refieren al problema. No mepreocupo ni mi problema me angustia.No pierdo el sueño. Simplemente, mededico a conseguir los hechos. Y paracuando llega el martes, si he conseguidotodos los hechos, el problema seresuelve por sí mismo..."

Pregunté al decano Hawkes si estosignificaba que había eliminado laspreocupaciones por completo. Y mecontestó así: "Sí, creo que puedo decirhonradamente que mi vida está casitotalmente libre de preocupaciones.Entiendo que, si una persona dedica sutiempo a obtener los hechos de un modo

imparcial y objetivo, suspreocupaciones se disiparán por logeneral a la luz del conocimiento".

Permítaseme que repita que, "si unapersona dedica su tiempo a obtener loshechos de un modo imparcial y objetivo,sus preocupaciones se disiparán por logeneral a la luz del conocimiento".

Pero ¿qué hacemos la mayoría denosotros? Si es que nos dedicamos algoa los hechos —Thomas Edison dijo contoda seriedad que "no hay expediente alque la gente no recurra para evitarse eltrabajo de pensar"—, nos lanzamoscomo perros perdigueros tras los hechosque refuerzan lo que ya pensamos y

pasamos por alto todos los demás. Sóloqueremos los hechos que justificannuestros actos, los hechos que encajanen nuestro modo de pensar y nuestrosdeseos y sirven de apoyo a nuestrosjuicios preconcebidos.

Como dijo André Maurois: "Todoaquello que está de acuerdo con nuestrosdeseos personales parece verdad. Todolo que no está de acuerdo nos enfurece".

¿Puede extrañar así que nos parezcatan difícil llegar a la solución denuestros problemas? ¿No nos resultaríatan difícil resolver un problema dearitmética elemental, si partiéramos dela presunción de que dos y dos son

cinco? Sin embargo, hay muchaspersonas en este mundo que se amarganla vida y amargan la de los demás porinsistir en que dos y dos son cinco... otal vez quinientos..

¿Qué cabe hacer con esto? Tenemosque mantener nuestras emociones almargen de nuestros pensamientos y,como dijo Hawkes, debemos obtener loshechos de un "modo imparcial yobjetivo".

Esto no es una tarea fácil cuandoestamos preocupados. Cuando estamospreocupados, nuestras emociones sonmuy vivas. Pero he aquí dos ideas queme ayudan mucho cuando trato de

apartar mis problemas, con objeto dever los hechos de una manera clara yobjetiva.

1. Cuando trato de obtener loshechos, simulo que estoyrecogiendo la información,no para mí, sino paratercera persona. Esto meayuda a ver la evidencia deuna manera fría e imparcial.Esto me ayuda a eliminarmis emociones.

2. Cuando trato de recoger loshechos acerca de unproblema que me preocupa,

simulo a veces que soy unabogado que se prepara adefender a la partecontraria en el asunto. Enotros términos, trato deconseguir to dos los hechosque me perjudican, todoslos hechos que dañan a misdeseos, todos los hechosque me disgusta encarar.

Después consigno tanto el punto devista mío como el punto de vistacontrario y, por lo general, me doycuenta de que la verdad se encuentra enalgún punto intermedio de estos dos

extremos.Aquí está lo que quiero señalar. Ni

usted, ni yo, ni Einstein, ni la SupremaCorte de Justicia poseemos lainteligencia suficiente para alcanzar unadecisión acertada acerca de un problemacualquiera sin obtener primeramente loshechos. Thomas Edison lo sabía. En elmomento de su muerte tenía dos milquinientos cuadernos de notas llenos dehechos referentes a los problemas queestudiaba.

Por tanto, la Regla 1 para resolvernuestros problemas es: Obtener todoslos hechos. El decano Hawkes lo hizo:no intentemos siquiera resolver nuestros

problemas sin recoger primeramentetodos los hechos de un modo imparcial.

Sin embargo, recoger todos loshechos del mundo no nos serviría denada hasta analizarlos e interpretarlos.

Después de costosa experiencia, hellegado a la conclusión de que es muchomás fácil analizar los hechos si éstoshan sido consignados por escrito. Enrealidad, la mera circunstancia de tenerescritos los hechos en un trozo de papely de plantear nuestro problema conclaridad ayuda mucho a llegar a unasolución razonable. Como dice CharlesKettering, "un problema bien planteadoes un problema medio solucionado".

Permítaseme que muestre cómo estofunciona en la práctica. Ya que loschinos dicen que un cuadro vale diez milpalabras, supongamos que yo lesmuestro un cuadro de cómo un hombrepone en acción concreta lo que estamoshablando.

Tomemos el caso de GalenLitchfield, un hombre a quien conozcodesde hace varios años; es uno de loshombres de negocios norteamericanosdel Lejano Oriente que más fortuna hatenido. El señor Litchfield estaba enChina en 1942, cuando los japonesesocuparon Shan-gai.

Y he aquí el relato que me hizo

durante su permanencia como invitadoen mi casa.

Galen Litchfield se expresó en estostérminos: "Poco después de que losjaponeses dieran el golpe de PearlHarbor, cayeron como un enjambresobre Shangai. Yo era gerente de la AsiaLife Insurance Company, una empresa deseguros de vida, en la metrópoli china.Nos enviaron un ' liquidador militar' —se trataba de un almirante, en realidad—, y me dieron órdenes para queayudara a este hombre en la liquidaciónde nuestros bienes. Yo no tenía opciónen el asunto. Tenía que cooperar o deotro modo... Y el ' otro modo'

significaba una muerte segura."Inicié la labor que se me pedía,

porque no tenía alternativa. Pero habíaun paquete de valores que, suponiendo750.000 dólares, dejé fuera de la listaque presenté al almirante. Hice estoporque los valores pertenecían a nuestraorganización de Hong Kong y nadatenían que ver con nuestros bienes deShangai. De todos modos, te-. míaverme en apuros muy serios si losjaponeses descubrían lo que habíahecho. Y lo descubrieron muy pronto.

"Yo no estaba en la oficina cuandose hizo el descubrimiento, pero mi jefede contabilidad presenció lo sucedido.

Me dijo que el almirante japonés seenfureció, pateó el suelo, lanzójuramentos y me llamó ladrón y traidor.¡Había desafiado al ejército japonés!Sabía lo que aquello significaba. Seríaarrojado a la Bridgehouse, la "Casa delPuente".

"La Bridgehouse... ¡La sala deltormento de la Gestapo japonesa! Habíatenido amigos personales que se habíanmatado antes de dejarse llevar a aquellaprisión. Ahora se me daba a mí mismoese destino...

"¿Qué hice? Las noticias me llegaronun domingo por la tarde. Supongo que lonatural es quedarse aterrado. Y yo me

hubiera quedado aterrado, si no hubiesecontado con una técnica muy concretapara solucionar mis problemas. Desdehacia años, siempre que había estadopreocupado, había ido a mi máquina deescribir y escrito dos preguntas y lasrespuestas a las mismas:

1. ¿Qué es lo que mepreocupa?

2. ¿Qué puedo hacer acercadel asunto?

"Había intentado contestar a estaspreguntas sin escribirlas. Pero abandonéel sistema hacía tiempo. Entendía ' que

escribir las preguntas y las respuestasaclaraba mis pensamientos. Por lo tanto,aquella tarde de domingo fuiderechamente a mi habitación en laAsociación Cristiana de Jóvenes deShangai, saqué la máquina de escribir yescribí:

1. ¿Qué es lo que mepreocupa?

"Temo ser arrojado a la Bridgehousemañana por la mañana.

"En seguida escribí la segundapregunta: "2. ¿Qué puedo hacer acercadel asunto? "Pasé horas pensándolo y

consigné los cuatro caminos que podíatomar y las probables consecuencias decada caso:

1. Puedo intentar unaexplicación ante elalmirante japonés. Pero "nohabla inglés". Si trato deexplicarle por medio de unintérprete, puedoenfurecerlo de nuevo. Estosignificaría la muerte,porque es cruel y preferiráarrojarme a la Bridgehouseque molestarse enconversar.

2. Puedo intentar la fuga.Imposible; me seguirían lapista en todo momento.Tengo que dejar constanciade mis entradas y salidas enla Asociación. Si intentofugarme, lo probable es queme atrapen y me fusilen.

3. Puedo quedarme aquí, en mihabitación, y no acercarmemás a la oficina. Si hagoesto, el almirante japonéstendrá sospechas yprobablemente enviarásoldados en mi busca y mearrojará a la Bridgehouse

sin darme la oportunidad dedecir una sola palabra.

4. Puedo ir a la oficina comode costumbre el luna por lamañana. Si lo hago, cabeque el almirante japonésesté tan ocupado que nopiense en lo que hice. Sipiensa en ello, cabe que sehaya tranquilizado y no memoleste. Si sucede esto,todo irá bien. Si memolesta, todavía tengo laposibilidad de intentar unaexplicación. Por tanto, sivoy a la oficina como de

costumbre el lunes por lamañana y procedo como sinada hubiese sucedido,tengo dos oportunidades deescapar a la Bridgehouse.

"En cuanto lo pensé todo y decidíaceptar el cuarto plan —ir a la oficinacomo de costumbre el lunes por lamañana—, sentí un inmenso alivio.

' ' Cuando entré en la oficina a lamañana siguiente, el almirante japonésestaba sentado a su mesa con uncigarrillo que colgaba de sus labios. Memiró con su expresión habitual y no dijonada. Seis semanas después —gracias a

Dios—se fue a Tokio y mis zozobrasterminaron.

"Como he dicho, me salvéprobablemente gracias a habermesentado a una mesa aquella tarde dedomingo, a haber escrito las diversasmedidas que podía tomar y lasprobables consecuencias de cada una y ahaber llegado tranquilamente a unadecisión. Si no hubiese hecho esto, cabeque hubiera tropezado, vacilado y caídoa causa de las angustias del momento. Sino hubiese meditado sobre el problemay llegado a una decisión, hubiera estadopreocupadísimo toda la tarde deldomingo. No hubiese dormido en toda la

noche. Hubiese ido a la oficina en lamañana del lunes con una expresión deagobio y zozobra y esto era bastantepara provocar los recelos del almirantejaponés e inducirlo a la acción.

"La experiencia me ha demostradouna y otra vez el enorme valor que tienellegar a una decisión. Lo que lleva a lagente a los derrumbamientos nerviosos ya situaciones insoportables es el nollegar a una meta señalada, el dar una ymil vueltas enloquecedoras. Encuentroque el cincuenta por ciento de mispreocupaciones se desvanecen en cuantollego a una decisión clara y definida;hay otro cuarenta por ciento que se

desvanece por lo general cuandocomienzo a poner esta decisión enpráctica.

"Por tanto, yo consigo eliminar elnoventa por ciento de mispreocupaciones dando los cuatro pasosque siguen:

1. Consignar precisamente porescrito qué es lo que mepreocupa.

2. Consignar por escrito loque puedo hacer acerca delasunto.

3. Decidir lo que voy a hacer.4. Comenzar inmediatamente a

llevar a cabo mi decisión."

Galen Litchfield fue despuésdirector para el Lejano Oriente de laStarr, Park and Freeman, Inc., de NuevaYork, importante empresa financiera yde seguros. Esto lo convirtió en uno delos más importantes hombres denegocios norteamericanos en Asia y meha confesado que debe buena parte de suafortunada carrera a este método deanalizar la preocupación y de encararladecididamente.

¿Por qué el método es tan soberbio?Porque es eficiente y concreto, porqueva directamente al cogollo del

problema. Ademas, es un método quelleva en lo alto la tercera eindispensable regla: Hacer algo acercadel asunto. Si no lo traducimos todo enacción, la averiguación y el análisis delos hechos no servirán de nada, no seránmás que un despilfarro de energías.

William James dijo esto: "Una vezque haya llegado a la decisión y que laejecución sea la orden del día, rechaceabsolutamente cualquier responsabilidado cuidado acerca de las consecuencias".Quería decir que, una vez que se hayatomado una meditada decisión basada enlos hechos, hay que actuar. No sedetenga usted con nuevas reflexiones.

No comience a vacilar y a volver sobresus pasos. No se pierda en dudas queengendran otras dudas. No mire haciaatrás por encima de su hombro.

En una ocasión pregunté a WaitePhillips, uno de los más destacadosindustriales del petróleo de Oklahoma,cómo llevaba a cabo sus decisiones. Yme contestó: "Encuentro que pensaracerca de nuestros problemas más alláde cierto punto tiende a crear confusióny preocupaciones. Llega un momento enel que cualquier investigación omeditación ulterior resulta dañosa.Llega un momento en que debemosdecidir, actuar y no mirar ya hacia

atrás".¿Por qué no emplea usted la técnica

de Galen Litchfield ahora mismo parauna de sus preocupaciones?

Tome papel y lápiz, transcriba laspreguntas que damos a continuación yconsigne en el mismo su respuesta acada una de ellas.

He aquí la pregunta Nº 1. — ¿Quées lo que me preocupa?

Pregunta Nº 2. — ¿Qué puedo haceracerca del asunto?

Pregunta Nº 3. — ¿Qué voy a haceren relación con el asunto?

Pregunta N° 4. — ¿Cuándo voy acomenzar a hacerlo?

(No deje de escribir las respuestas acada pregunta.)

5 COMO ELIMINAREL CINCUENTAPOR CIENTO DE

NUESTRASPREOCUPACIONES

DE NEGOCIOS

Si es usted una persona de negocios,

probablemente está diciéndose en estemismo momento: "El título de estecapítulo es ridículo. He estadogobernando mis negocios durantediecinueve años y, en verdad, si alguienconoce las respuestas, ése soy yo. Laidea de que alguien venga a decirmecómo puedo eliminar el cincuenta porciento de mis preocupaciones denegocios es sencillamente absurda".

Muy bien. Yo me hubiera expresadoexactamente igual hace unos años, sihubiese visto un título así sobre uncapítulo. Promete mucho y las promesasson fáciles.

Seamos francos acerca de esto: cabe

que no sea capaz de ayudarle a eliminarel cincuenta por ciento de suspreocupaciones de negocios. En últimainstancia, nadie puede hacer eso, salvousted mismo. Pero lo que puedo hacer esmostrarle cómo otras personas lo hanhecho y dejar lo demás a su cargo.

Usted recordará que en la página 46de este libro he incluido la siguiente citadel mundialmente famoso Dr. AlexisCarrel: "Las personas de negocios queno saben cómo combatir lapreocupación mueren jóvenes".

Si la preocupación es cosa tan seria,¿no le agradaría que yo pudiera ayudarlea eliminar aunque sólo fuera el diez por

ciento de sus preocupaciones? ¿Sí?Bien. En tal caso, voy a mostrarle cómoun director eliminó, no el cincuenta porciento de sus preocupaciones, sino elsetenta y cinco por ciento de todo eltiempo que anterior-mente dedicaba aconferencias tratando de resolver susproblemas de negocios.

Además, no le voy a contar unahistoria acerca de un "señor Pérez", un"Sr. X" o "un hombre que conocí enOhio", una vaga historia que usted nopueda verificar. Es una historia que serefiere a una persona muy real, a LeonShimkin, socio y gerente general de unade las más importantes editoriales de los

Estados Unidos: Simon and Schuster,Rockefeller Center, Nueva York.

He aquí la experiencia de LeonShimkin en sus propias palabras:

Durante dieciocho años pasé casi lamitad de cada día de trabajo celebrandoconferencias y discutiendo problemas.¿Haremos esto o lo otro o no haremosnada? Nos poníamos nerviosos, nosagitábamos en nuestras butacas,paseábamos por la habitación,discutíamos y dábamos mil vueltas alasunto. Cuando llegaba la noche, estabatotalmente agotado. Suponía que estoseguiría siendo así hasta el final de misdías. Lo había estado haciendo durante

años y años y nunca se me habíaocurrido que pudiera haber un modomejor de hacerlo. Si alguien me hubiesedicho que podía eliminar tres cuartaspartes del tiempo que gastaba en esasfastidiosas conferencias y tres cuartaspartes de mi tensión nerviosa, mehubiera parecido un irresponsableoptimista de poltrona. Sin embargo, ideéun plan que consiguió precisamente eso.Lo estoy utilizando desde hace ochoaños. Ha obrado maravillas en lo querespecta a mi eficiencia, mi salud y mifelicidad.

Parece cosa de magia, pero comotodos los trucos de la magia, resulta en

extremo sencilla cuando se ve cómo sehace.

Aquí está el secreto. En primer lugarsuspendí inmediatamente elprocedimiento que había estadoutilizando en mis conferencias duranteaños y años, un procedimiento quecomenzaba con la exposición por partede mis cariacontecidos socios de todoslos detalles de lo que había andado maly terminaba con la pregunta: ' ¿Quéharemos?' En segundo término, establecíuna nueva norma, la de que todo aquelque deseara plantearme un problemadebía antes prepararse y presentar unmemorándum contestando a estas cuatro

preguntas:Pregunta 1: ¿Cuál es el problema?(Antes pasábamos una o dos horas

en una fastidiosa conversación sin quenadie supiera específica yconcretamente cuál era el verdaderoproblema. Nos devanábamos los sesosdiscutiendo nuestras zozobras sinmolestarnos nunca en consignar porescrito en qué consistía el asunto.)

Pregunta 2: ¿Cuáles son las causasdel problema?

(Cuando paso revista a toda micarrera, quedo aturdido ante las horasdesperdiciadas en fastidiosasconversaciones en las que nunca se

intentaba determinar con claridad qué eslo que había en la raíz del asunto.)

Pregunta 3: ¿Cuáles son lassoluciones posibles del problema?

(Antes, uno de los asistentes a laconferencia proponía una solución. Otrodiscutía con el anterior. Los ánimos seexcitaban. Con frecuencia,abandonábamos el tema sin que nadiehubiese consignado por escrito losdiversos modos de resolver la cuestión.)

Pregunta 4: ¿Cuál es la mejorsolución?

(Yo solía conversar con gente quehabía pasado horas preocupándose anteuna situación y dando vueltas a un asunto

sin concretar todas las solucionesposibles y escribir después: Esta es lasolución que yo recomiendo.)

Mis socios rara vez acuden ahora amí con sus problemas. ¿Por qué? Porquehan descubierto que, con el fin decontestar a estas cuatro preguntas, tienenque averiguar todos los hechos yestudiar los problemas a fondo. Y trashaber hecho esto, ven, en las tres cuartaspartes de los casos, que no tienen queconsultarme para nada, porque lasolución adecuada ha brotado como latostada que salta del tostador eléctrico.Incluso en aquellos casos en que laconsulta es necesaria, la discusión sólo

toma un tercio del tiempo que antesreclamaba, porque se desenvuelve de unmodo ordenado y lógico y marchasiempre hacia una conclusión razonada.

En Simon y Schuster se consumeahora mucho me-nos tiempo enpreocuparse y hablar en relación con loque anda mal, y hay, en cambio, muchamás acción para que las cosas andenbien.

Mi amigo Frank Bettger, una de lasprincipales figuras de Norteamérica enmateria de seguros, casi duplicó susingresos con un método análogo.

Dice así Frank Bettger: "Hace años,cuando comencé a producir seguros,

tenía un entusiasmo ilimitado y megustaba mi trabajo. En esto, sucedióalgo. Sentí tal desaliento quedespreciaba mi trabajo y pensaba enabandonarlo. Creo que así lo hubierahecho si no hubiese tenido la idea, unsábado por la mañana, de sentarme ytratar de llegar a la raíz de mispreocupaciones.

1. Primeramente, me pregunté: '¿Enqué consiste el problema?' El problemaera que no obtenía suficientes ingresospara la agobiada cantidad de visitasque estaba haciendo. Parecía que yoactuaba perfectamente ante el presuntoasegurado hasta el momento de cerrar el

trato. Entonces el cliente decía: ' Bien,lo pensaré, señor Bettger. Venga averme otro día' . Era el tiempo queperdía con estas nuevas visitas lo quecausaba mi depresión.

"2. Me pregunté: '¿Cuáles son lasposibles soluciones?' Pero lacontestación reclamaba un examen delos hechos. Saqué mi registro de losúltimos doce meses y estudié las cifras.

Hice un descubrimientoimpresionante. Allí, en blanco y negro,descubrí que el setenta por ciento de misventas lo había conseguido en la primeraentrevista. El veintitrés por ciento lohabía sido en la segunda visita y sólo el

siete por ciento correspondía a terceras,cuartas

o sucesivas visitas, las que mesacaban de quicio y me hacían perder eltiempo. En otros términos, estabamalgastando la mitad de mi jornada detrabajo en una parte de mi negocio quesólo me producía el siete por ciento.

3 . '¿Cuál es la respuesta?' Larespuesta fue evidente. Inmediatamentesuprimí todas las visitas que excedierande la segunda y dediqué el tiemposobrante a la busca de nuevos clientes.Los resultados fueron increíbles. En muypoco tiempo dupliqué el provechoobtenido en cada visita que hacía."

Como he dicho, Frank Bettger llegóa ser uno de los vendedores de segurosmás conocidos en el país. Pero estuvo apunto de abandonar su profesión. Estuvoa punto de admitir su fracaso. Hasta queel análisis del problema lo impulsó porel camino del triunfo.

¿Puede usted aplicar estas preguntasa sus problemas de negocios? Repito miafirmación: pueden reducir suspreocupaciones en un cincuenta porciento. Helas aquí de nuevo:

1. ¿Cuál es el problema ?2. ¿Cuáles son las causas del

problema?

3. ¿Cuáles son las posiblessoluciones?

4. ¿Cuál es la mejorsolución?

En síntesis

TÉCNICAS BÁSICAS PARAEL ANÁLISIS DE LA

PREOCUPACIÓN

Regla 1: Obtenga todos los hechos.Recuerde que el decano Haw-kes de laUniversidad de Columbia dijo que "la

mitad de la preocupación que existe enel mundo obedece a que las personasintentan tomar decisiones sin unconocimiento suficiente sobre el quebasar una decisión".

Regla 2: Considere todos loshechos, entonces llegue a una decisión.

Regla 3: Después de tomar unadecisión, ¡actúe!

Regla 4: Cuando usted, o cualquierade sus socios, se sienta inclinado apreocuparse por un problema, consignepor escrito las siguientes preguntas ycontéstelas:

a. ¿Cuál es el problema?

b. ¿Cuáles son las causasdel problema?c. ¿Cuáles son las posiblessoluciones?d. ¿Cuál es la mejorsolución?

TERCERA PARTE

Cómo acabar con elhábito de la

preocupación antes deque él acabe con

nosotros

6 COMO EXPULSARLA PREOCUPACIÓN

DE SU MENTE

Nunca olvidaré la noche cuandoMarion J. Douglas era estudiante de unade mis clases. (No he empleado suverdadero nombre. Me pidió, porrazones personales, que no revelara suidentidad.) Pero aquí está su verdaderahistoria tal como la contó ante una denuestras clases de adultos. Nos dijo quela tragedia había llamado a su hogar, nouna vez, sino dos. La primera vez había

perdido a su hijita de cinco años, a laque adoraba. El y su esposa creyeronque no podrían soportar esta pérdida,pero como manifestó, "diez mesesdespués, Dios nos dio otra niñita... y laperdimos en cinco días".

Esta doble desgracia parecióimposible de soportar. Este padre nosdijo: "No podía aguantarlo. No comía,no dormía y no descansaba. Mis nerviosestaban terriblemente sacudidos y miconfianza había desaparecido".Finalmente, acudió a los médicos. Unole recomendó pildoras contra elinsomnio y otro un viaje. Probó ambascosas, pero ninguno de los remedios

sirvió de nada. Y nos declaró: "Parecíaque mi cuerpo estaba en un tornillo decarpintero y que las quijadas del tornillome apretaban más y más". Era la tensióndel sufrimiento; si usted ha quedadoalguna vez paralizado por la pena, sabelo que esto significa.

"Pero, gracias a Dios, me quedabaun hijo, un niño de cuatro años. Es quienme dio la solución de mi problema. Unatarde, mientras me compadecía sentadoen una butaca, el niño me pidió: ' Papá:¿quieres construirme una barca?' Notenia gana alguna de construir una barca;en realidad, no tenia ganas de nada. Peromi hijo es muy tenaz... Y finalmente

cedí."Construir aquel juguete me llevó

tres horas. Pero cuando terminé eltrabajo comprendí que aquellas treshoras empleadas en construir la barcahabían sido las primeras de descanso ypaz mentales que había tenido durantemeses.

"Este descubrimiento me sacó de miletargo y me hizo pensar un poco; enrealidad, era mi primera meditaciónseria desde hacía meses. Comprendí quees difícil preocuparse mientras se estáhaciendo algo que exige planes ymeditación. En mi caso, construir labarca había eliminado la preocupación.

Por eso decidí mantenerme ocupado."A la noche siguiente fui de

habitación en habitación por mi casa,formando una lista de cosas que habíaque hacer. Había infinidad de objetosque necesitaban reparación, estantes delibros, escalones, persianas, manijas,cerraduras, canillas. Aunque parezcaasombroso, hice en dos semanas unalista de 242 objetos que necesitabanatención.

"Durante los dos últimos años herealizado la mayoría de estas tareas.Además, he llenado mi vida deactividades estimulantes. Cada semanadedico dos noches a las clases de

adultos en Nueva York. Me dedico aactividades cívicas en mi localidad ysoy presidente de la junta escolar.Asisto a docenas de reuniones. Ayudo arecoger dinero para la Cruz Roja y otrasactividades. Estoy ahora tan ocupadoque no tengo tiempo de preocuparme".

¡Sin tiempo de preocuparse! Eso esexactamente lo que Winston Churchilldijo cuando trabajaba dieciocho horas aldía en plena guerra. Cuando se lepreguntó si no le preocupaban sustremendas responsabilidades, dijo:"Estoy demasiado ocupado. No tengotiempo para preocuparme ".

Charles Kettering se hallaba en el

mismo estado de ánimo cuando sededicó a inventar un arranqueautomático para automóviles. Hasta suretiro, el señor Kettering eravicepresidente de la General Motors, acargo de la mundialmente famosaSociedad de Investigación de laempresa. Pero, en aquellos días, supobreza era tanta que tenía que utilizarel depósito de heno de una granja comolaboratorio. Para comprar sus alimentostuvo que utilizar mil quinientos dólaresque su mujer había ganado dandolecciones de piano; después tuvo quetomar a préstamo quinientos dólares conla garantía de su seguro de vida.

Pregunté a su esposa si no estabapreocupada en aquella época. Y ella mecontestó: "Sí, yo estaba preocupada y nopodía dormir, pero el señor Kettering nolo estaba. Estaba demasiado absorbidopor su trabajo para preocuparse".

El gran hombre de ciencia Pasteurhabló de la "paz que se encuentra en lasbibliotecas y los laboratorios" ¿Por quése encuentra paz en esos lugares?Porque los hombres de las bibliotecas ylos laboratorios están por lo generaldemasiado absorbidos por sus tareaspara preocuparse. Los investigadoresrara vez padecen desequilibriosnerviosos. No pueden permitirse esos

lujos.¿Por qué una cosa tan sencilla como

ocuparse elimina la ansiedad? A causade una ley, de una de las leyes

más fundamentales que ha reveladola psicología. Y esta ley dice que escompletamente imposible para cualquierespíritu humano, por muy brillante quesea, pensar en más de una cosa al mismotiempo. ¿Usted no lo cree? Muy bien,entonces hagamos un experimento.

Supongamos que usted se echa haciaatrás, cierra los ojos e intenta, en unmismo instante, pensar en la Estatua dela Libertad y en lo que ha de hacermañana por la mañana. (Vamos,

inténtelo.)Habrá comprobado —¿verdad?—

que puede concentrar sus pensamientossucesivamente, pero nuncasimultáneamente. Bien, lo mismo sucedeen el campo de las emociones. No esposible que nos mostremos a la vezentusiasmados con algo interesante queestamos haciendo y abrumados por lapreocupación. Una de las emocionesexpulsa a la otra. Y fue este simpledescubrimiento lo que permitió a lospsiquiatras del ejército realizar milagrosdurante la guerra.

Cuando los hombres salían de labatalla tan sacudidos por la prueba que

merecían el nombre de"psiconeuróticos", los médicos militaresprescribían como remedio:"Manténganlos ocupados".

Cada minuto de estos hombres conlos nervios quebrantados era un minutolleno de actividad. Era una actividadgeneralmente al aire libre, como lapesca, la caza, jugar a la pelota, sacarfotografías, trabajar en el jardín y bailar.No se les daba tiempo para querumiaran acerca de sus terriblesexperiencias.

"Terapéutica del trabajo" es laexpresión que emplea ahora lapsiquiatría cuando el trabajo es

prescrito como una medicina. No escosa nueva. Los médicos griegos lapropugnaban quinientos años antes delnacimiento de Cristo.

Los cuáqueros la utilizaban enFiladelfia en los tiempos de BenjamínFranklin. Un visitante de un sanatoriocuáquero quedó escandalizado en 1774al ver que los enfermos mentales estabandedicados a hilar el lino. Se dijo queaquellos desdichados estaban siendoexplotados, pero los cuáqueros leexplicaron que habían comprobado quelos pacientes mejoraban cuando se leshacía trabajar un poco. El trabajo era unsedativo para los nervios.

Cualquier psiquiatra nos dirá que eltrabajo, el mantenerse ocupado, es unode los mejores anestésicos para losnervios enfermos. Henry W. Longfellowlo averiguó por su propia cuenta cuandoperdió a su joven esposa. Su esposaestaba fundiendo lacre con una vela y sele incendiaron las ropas. Longfellowoyó los gritos y acudió al rescate, perola desgraciada murió a causa de lasquemaduras. Durante algún tiempo,Longfellow estuvo tan torturado por losrecuerdos de lo ocurrido que casienloqueció. Por fortuna para él, sus treshijos necesitaban atención. A pesar desu pena, Longfellow tuvo que ser para

sus hijos un padre y una madre. Losllevaba de paseo, les contaba historias,jugaba con ellos, e inmortalizó estacamaradería en su poema La hora de losniños. También tradujo al Dante, y todasestas obligaciones lo mantuvieron tanocupado que se olvidó de sí mismo porcompleto y reconquistó la paz delespíritu. Como declaró Tennyson cuandoperdió a su más íntimo amigo, ArthurHallam, "debo perderme en la acción, sino quiero marchitarme en ladesesperación".

La mayoría de nosotros nos"perdemos fácilmente en la acción"cuando estamos al pie del cañón y

realizamos el trabajo cotidiano. Peroson las horas de descanso lasverdaderamente peligrosas.Precisamente, cuando podemos disfrutarlibremente de nuestros ocios y ser másfelices, llega también el momento en quenos atacan los diablos de lapreocupación. Es el momento en que nospreguntamos si estamos haciendo algode fundamento en la vida, si no estamosdando vueltas a la noria, si el jefe"quiso decir algo" con la observaciónque nos hizo, si estamos perdiendo elatractivo sexual...

Cuando no estamos ocupados,nuestros espíritus tienden a convertirse

en un vacío. Todo estudiante de físicasabe que "la naturaleza aborrece elvacío". Lo más próximo a un vacío queusted y yo no veremos probablementejamás, es el interior de una lámparaeléctrica dé filamento. Rompa esabombilla; la naturaleza obligará al aire allenar el espacio teóricamente vacío.

La naturaleza también se apresura allenar el vacío del espíritu. ¿Con qué?Por lo general, con emociones. ¿Porqué? Porque las emociones de lapreocupación, el miedo, el odio y laenvidia son traídos por el vigorprimigenio y la energía dinámica de laselva. Estas emociones son tan violentas

que tienden a expulsar de nuestrosespíritus todos los pensamientos yemociones pacíficos y felices.

James L. Mursell, profesor delTeachers College de Columbia, loexpresa muy bien cuando dice: "Lapreocupación es particularmente aptapara apoderarse de uno, no cuando seestá en acción, sino cuando ha terminadoel trabajo del día. La imaginación corredesbocada en estos momentos, presentatoda clase de posibilidades ridiculas yagranda nuestros pequeños errores. Enmomentos así, el espíritu es como unautomóvil que opera sin carga alguna.Corre velozmente y se expone a

quemarse y hasta a romperse enpedazos. El remedio contra lapreocupación es tener ocupado todo eltiempo en la realización de algoconstructivo".

Pero no hace falta ser profesor de uncolegio para comprender esta verdad yponerla en práctica. Durante la guerraencontré a una ama de casa que habíadescubierto por sí misma que "elremedio contra la preocupación es tenerocupado todo el tiempo en la realizaciónde algo constructivo". Conocí a estamujer y a su esposo en el coche comedormientras efectuaba el viaje de NuevaYork a mi granja de Missouri.

Esta pareja me dijo que su hijo sehabía incorporado a las fuerzas armadasal día siguiente de Pearl Harbor. Lamujer me declaró que casi había perdidola salud a causa de la preocupación quesentía por aquel hijo único. ¿Dóndeestaba? ¿Estaba bien? ¿Luchando talvez? ¿Resultaría herido? ¿Muerto?

Cuando le pregunté cómo habíasuperado sus preocupaciones, mecontestó: "Ocupando mi tiempo". Medijo que, en un principio, despidió a sudoméstica y trató de ocuparse haciendosola todo el trabajo de la casa. Pero estono le sirvió de mucho. Y comentó: "Elfastidio era que podía hacer mis

quehaceres domésticos de modo casiautomático, sin emplear la cabeza. Yseguí preocupándome. Mientras hacíalas camas y fregaba la vajilla,comprendí que necesitaba algún trabajonuevo que me ayudara a ocuparmemental y físicamente todas las horas deldía. Entonces acepté un puesto devendedora en unos grandes almacenes.

"Eso hice. E inmediatamente me vien un torbellino de actividad: clientesque me asediaban y me hacían preguntassobre precios, tamaños y colores. Nuncatenía un segundo para pensar en algo queno fueran mis obligaciones inmediatas;cuando llegaba la noche, no podía

pensar nada más que en mis doloridospies. Y, en cuanto cenaba, me iba a lacama y caía en la inconsciencia de modoinstantáneo. No tenía ni tiempo nienergías para preocuparme."

Descubrió por sí misma lo que JohnCowper Powys explica en The Art ofForgetting the Unpleasant (El arte deolvidar lo desagradable): "Ciertacómoda seguridad, cierta profunda pazinterior y una especie de felizaturdimiento calman los nervios delanimal humano absorbido por la tareaque se le adjudica"!

¡Y qué gran cosa es que sea así! OsaJohnson, la más famosa exploradora del

mundo, me dijo cómo encontró aliviopara sus preocupaciones y penas. Cabeque hayan leído ustedes la historia de suvida. Se titula Married Adventure (Mecasé con la aventura). Si ha habidoalguna vez una mujer que se casó con laaventura, esa mujer es ella. MartinJohnson se casó con ella cuando era unamuchachita de dieciséis años, la sacó delas aceras de Chanute, Kansas, y la llevóa las sendas de la selva de Borneo.Durante un cuarto de siglo esta pareja deKansas viajó por todo el mundohaciendo películas de la vida, salvaje endeclinación de Asia y Africa. Pocosaños después efectuaron una gira de

conferencias exhibiendo sus famosaspelículas. Tomaron un avión en Denvery levantaron el vuelo en dirección a lacosta. El avión cayó en las montañas.Martin Johnson murió instantáneamente.Los médicos dijeron que Osa novolvería a caminar. Pero no conocían aOsa Johnson. Tres meses después estabaen una silla de ruedas, dandoconferencias ante grandes auditorios.Dio cien conferencias aquellatemporada, todas desde su silla deruedas. Cuando le pregunté por qué hizoeso, me contestó: "Haciendo eso notenía tiempo para la pena y lapreocupación".

Osa Johnson había descubierto lamisma verdad que Tennyson habíaproclamado un siglo antes: "Deboperderme en la acción, si no quieromarchitarme en la desesperación".

El almirante Byrd descubrió lamisma verdad cuando vivió solitariodurante cinco meses en una chozaliteral-mente sepultada en los hielos quecubren el Polo Sur. Son unos hielos queguardan uno de los más viejos secretosde la naturaleza, unos hielos que cubrenun desconocido continente que es mayorque los Estados Unidos y Europa juntos.El almirante Byrd pasó allí cinco mesesen completa soledad. Ningún otro ser

vivo había en un radio de cientocincuenta kilómetros. El frío era tanintenso que podía oír cómo su aliento sehelaba cuando el viento soplaba junto asu oído. En su libro Alone (Solo), elalmirante Byrd nos habla.de esos cincomeses que pasó en desconcertante yabrumadora oscuridad. Tenía queocupar su tiempo para no perder eljuicio.

Y dice: "Por la noche, antes deapagar la linterna, tomé la costumbre deseñalarme el trabajo del día siguiente.Por ejemplo, asignaba una hora al túnelde escape, media hora a la nivelación,una hora a ordenar los tam-bores de

combustible, una hora a labrar estantesen el túnel de los alimentos y dos horasa reponer algún des-perfecto en el trineopersonal...

Era maravilloso engañar al tiempode este modo. Me proporcionó unaextraordinaria sensación de dominiosobre mí mismo... Sin esto o unequivalente, los días no hubieran tenidofinalidad y, sin finalidad, hubieranterminado, como tales día siempreterminan, en la desintegración."

Subrayemos esto último: "Sinfinalidad, los días hubieran terminado,como tales días siempre terminan, en ladesintegración".

Si usted y yo estamos preocupados,recordemos que podemos utilizar elbuen trabajo a la antigua como unamedicina. Esto fue dicho por nadamenos que una autoridad como el extintoDr. Richard C. Cabot, que fue profesorde Medicina clínica en Harvard. En sulibro What men Live By (Para quéviven los hombres), el Dr. Cabot dice:"Como médico' , he tenido la felicidadde ver cómo el trabajo curaba a muchaspersonas que padecían de parálisistemblona del alma como consecuenciade dudas, vacilaciones y miedosavasalladores... El valor que nosproporciona el trabajo es como la

confianza en sí mismo que Emerson hizoeternamente gloriosa".

Si usted y yo no nos ocupamos —sinos limitamos a sentarnos y rumiar—,engendraremos una multitud de los queCharles Darwin denominaba los"diablillos". Y los "diablillos" no sonmás que la vieja polilla que nos dejaráhuecos y destruirá nuestro poder deacción y nuestra fuerza de voluntad.

Conozco a un hombre de negocios deNueva York que combatió los"diablillos" ocupándose de tal modo queno tenía tiempo para lamentarse yangustiarse. Se llama Tremper Longman.Era alumno de mis clases para adultos y

su conversación acerca del modo decombatir la preocupación era taninteresante, tan impresionante, que lepedí que cenara conmigo después de laclase. Estuvimos en el restaurante hastapasada la medianoche. He aquí lahistoria que me contó: "Hace dieciochoaños estaba tan preocupado que padecíainsomnio. Estaba tenso, irritado ytembloroso. Comprendía que misnervios se venían abajo.

"Tenía motivos para preocuparme.Era tesorero de la Crown Fruit andExtract Company. Teníamos mediomillón de dólares invertidos en fresasenlatadas en envases de un galón de

capacidad. Durante veinte añoshabíamos estado vendiendo esas latas defresas a los fabricantes de helados. Depronto nuestras ventas se detuvieron,porque los grandes fabricantes dehelados, como la National Dairy yBorden' s, estaban aumentandorápidamente su producción y ahorrabantiempo y dinero comprando fresas enbarriles.

"No solamente nos quedamos conmedio millón de dólares de fresas queno podíamos vender, sino que tambiénestábamos obligados por contrato acomprar un millón de dólares de fresasmás en los próximos doce meses. Los

bancos nos habían prestado ya U$S350.000. No nos era posible ni devolverni renovar estos préstamos. No esextraño que me preocupara.

"Corrí a Watsonville, en California,donde estaba nuestra fábrica, y traté depersuadir a nuestro presidente de que lascondiciones habían cambiado y de queestábamos ante la ruina. Se negó acreerme. Echó la culpa de todo anuestras oficinas de Nueva York; nosabíamos vender.

"Después de días de argumentación,lo persuadí a que ordenara que no seenlataran más fresas y se vendieranuestra próxima cosecha en el mercado

de fresas frescas de San Francisco. Estosolucionaba nuestros problemas casi porcompleto. Por tanto, debí cesar depreocuparme. Pero no pude. Lapreocupación es un hábito y yo tenía estehábito.

"Cuando volví a Nueva Yorkcomencé a preocuparme por todo: porlas cerezas que estábamos comprando enItalia, por los ananás (piñas) queestábamos comprando en Hawai, y asísucesivamente. Me encontraba tenso ytembloroso y no podía dormir. Como hedicho, comprendía que mis nervios sevenían abajo.

"Desesperado, adopté un modo de

vida que me curó del insomnio y detuvomis preocupaciones. Ocupé mi tiempo.Lo ocupé de tal modo con problemasque reclamaban todas mis facultades,que no tenía tiempo de preocuparme.Había estado trabajando siete horas aldía. Ahora trabajaba quince y dieciséis.Iba a las oficinas a las ocho de lamañana y permanecía allí casi hasta lamedianoche. Me eché encima nuevosdeberes y nuevas responsabilidades.Cuando llegaba a casa a medianoche,estaba tan agotado que caía en la cama yme dormía en unos cuantos segundos.

"Me atuve a este programa durantetres meses. Transcurrido este tiempo,

había roto mi hábito de preocuparme,por lo que volví al trabajo normal desiete u ocho horas diarias. Esto ocurrióhace dieciocho años. Desde entonces nohe vuelto a padecer insomnios opreocupaciones."

George Bernard Shaw tenía razón.Lo resumió todo cuando dijo: "Elsecreto de ser desdichado estriba entener ocios para pensar si se es feliz ono". ¡No pensemos, pues, en ello!Escupa en sus manos y póngase a laobra. Su sangre comenzará a circular ysu mente a batir; muy pronto, estepositivo levantamiento general de lavida de su organismo expulsará la

preocupación de su espíritu. Ocúpese.Manténgase ocupado. Es elmedicamento más barato que existe en latierra y también uno de los mejores.

Para romper el hábito de lapreocupación, he aquí la Regla 1:

Ocúpese. La persona preocupadadebe perderse en la acción si no quieremarchitarse en la desesperación.

7 NO NOS DEJEMOSVENCER POR LAS

SABANDIJAS

He aquí una historia dramática querecordaré probablemente mientras viva.Me fue contada de este modo por RobertMoore, de Maplewood, Nueva Jersey:"Aprendí la mayor lección de mi vida enmarzo de 1945. La aprendí a cien metrosbajo el agua frente a la costa deIndochina. Yo era uno de los ochenta yocho tripulantes del submarino Baya SS318. Habíamos descubierto por mediodel radar que se acercaba un pequeñoconvoy japonés. Próximo ya elamanecer, nos sumergimos para elataque. Vi por el periscopio undestructor de escolta, un buque cisternay un posaminas. Disparamos tres

torpedos contra el destructor de escolta,pero fallamos. Algo se torció en elmecanismo de cada torpedo. Eldestructor, sin darse cuenta de que habíasido atacado, continuó su camino. Nosdisponíamos a atacar al último barco, alposaminas, cuando éste cambióbruscamente de rumbo y avanzó hacianosotros. (Un avión japonés nos habíaubicado a unos veinte metros bajo elagua y había dado nuestra posición porradio al posaminas.) Bajamos a unoscincuenta metros, con el objeto de evitarla detección, y nos preparamos para unacarga de profundidad. Pusimospasadores complementarios en las

escotillas y cortamos la corriente de losventiladores, el sistema de refrigeracióny todos los aparatos eléctricos.

"Tres minutos después se desatarontodas las furias del averno. Seis cargasde profundidad hicieron explosión anuestro alrededor y nos enviaron alfondo del océano, a unos cien metros deprofundidad. Estábamos aterrados. Seratacados a menos de trescientos metrosbajo el agua es peligroso y a menos deciento cincuenta resultaba casi fatal. Yestábamos siendo atacados a apenascien metros, a la altura de las rodillas,como quien dice, en lo que respecta aseguridad. Durante quince horas aquel

posaminas japonés estuvo arrojandocargas de profundidad. Si una carga deprofundidad hace explosión a pocosmetros de un submarino, la concusiónabre en éste un agujero. Fueron docenaslas cargas de profundidad que hicieronexplosión a nuestro alrededor a menosde veinte metros. Se nos había ordenadopermanecer "al seguro" tendidos ennuestras literas y sin movemos. Yoestaba tan aterrado que apenas podíarespirar. Me decía una y otra vez: ' Estoes la muerte... Esto es la muerte... Estoes la muerte...' Cuando los ventiladoresy el sistema de refrigeración sedetuvieron, el aire del interior del

submarino alcanzó una temperaturapróxima a los cuarenta gradoscentígrados, pero yo estaba tandescompuesto por el miedo que me puseuna chaqueta de punto y una zamarra. Ytodavía temblaba de frío. Mis dientescastañeteaban y me invadió un sudor fríoy viscoso. El ataque duró quince horas.De pronto, cesó bruscamente. Alparecer, el posaminas japonés se quedósin cargas de profundidad y se marchó.Aquellas quince horas de ataqueparecieron quince millones de años.Desfiló ante mí toda mi vida. Recordétodas las malas cosas que había hecho,todas las cosas absurdas que me habían

preocupado. Había sido empleado debanco antes de incorporarme a laMarina. Me había preocupado por laslargas horas de trabajo, la escasa paga,las escasas perspectivas de ascenso. Mehabía preocupado por no tener casapropia, por no poder comprarme unnuevo coche, por no poder comprar a mimujer nuevas ropas. ¡Cómo habíaodiado a mi viejo jefe, un hombre quesiempre estaba regañando y fastidiando!Recordé cómo volvía a casa por lasnoches amargado y gruñón, cómo medisputaba con mi esposa por la másinsignificante minucia. Me habíapreocupado por una cicatriz que tenía en

la frente, un corte profundo que me habíacausado en un accidente de automóvil.

" ¡Qué grandes me parecieronentonces todas esas preocupaciones!Pero ¡qué absurdas me parecían cuandolas cargas de profundidad meamenazaban con enviarme al otromundo! Me prometí en aquel momentoque, si volvía a ver el sol y las estrellas,no me preocuparía ya por nada. ¡Nunca!¡Nunca! ¡Nunca! Aprendí más del artede la vida en aquellas quince terribleshoras en el submarino que lo queaprendí en los libros en mis cuatro añosde estudios en la Universidad deSyracuse."

Es frecuente que encaremos losgrandes desastres de la vida con valor yque, en cambio, las minucias, los"dolores de cabeza", nos venzan. Porejemplo, Samuel Pepys habla en sudiario de cómo decapitaron en Londresa Sir Harry Vane. Y dice que, cuandoSir Harry subió a la plataforma, no pidióque le perdonaran la vida, sino quepidió al verdugo que ¡no le diera el tajoen el doloroso forúnculo que tenía en elcuello!

El almirante Byrd descubrió que, enel frío y la oscuridad de las nochespolares, sus hombres se encrespabanmás por las minucias que por las cosas

importantes. Soportaban sin quejarse lospeligros y las penalidades en un lugardonde el frío llegaba frecuentemente alos veintiocho grados centígrados bajocero. Y el almirante Byrd comenta:"Pero sé de compañeros de litera quedejaban de hablarse por sospechar queel uno colocaba sus cosas en el espacioreservado al otro y sé también de quiense negaba a comer si no encontraba en elcomedor un sitio fuera de la vista delflechero, quien masticaba solemnementeel alimento veintiocho veces antes detragarlo.

"En un campamento polar, laspequeñeces como éstas tienen la fuerza

de llevar a hombres disciplinados a loslindes de la locura."

También hubiera podido decir elalmirante Byrd que las "minucias" en elmatrimonio llevan a las personas a loslindes de la locura y causan "la mitad delos pesares que hay en el mundo".

Por lo menos, esto es lo que lasautoridades dicen. Por ejemplo, elmagistrado Joseph Sabath, de Chicago,después de actuar como árbitro en másde cuarenta mil matrimoniosdesgraciados, declaró: "En el fondo dela mayor parte de la infelicidadmatrimonial, hay trivialidades". Y FrankS. Hogan, ex fiscal del distrito del

Condado de Nueva York, dice: "Lamitad de los casos en nuestros tribunalespara lo criminal se originan en minucias.Una jactancia de taberna, una disputadoméstica, una observación injuriosa,una palabra inconveniente o una groseríason minucias que llevan a la agresión yal homicidio. Son pocos los que sufrenun maltrato cruel y considerable. Lascosas que causan la mitad de los pesaresdel mundo son los pequeños golpes quese asestan a nuestra propia estimación,las faltas de consideración, las heridassin importancia a nuestra vanidad".

Cuando Eleanor Roosevelt se casó,estuvo "preocupada durante varios días"

a causa de que su nuevo cocinero habíaservido una comida muy pobre. Y laseñora Roosevelt dice: "Si estosucediera ahora, me encogería dehombros y lo olvidaría". Muy bien, esoes actuar emocionalmente como unapersona mayor. Hasta Catalina laGrande, una autócrata absoluta, tomabala cosa a risa cuando el cocinero echabaa perder un plato.

Mi esposa y yo cenamos en casa deun amigo de Chicago. Mientras trinchabala carne este amigo hizo algo que noestaba bien. Yo no lo advertí, y aunquelo hubiese advertido, no me hubieraimportado. Pero su mujer lo vio y, en

seguida, le saltó al cuello: " ¡John!¡Mira lo que haces! ¿Pero es que nuncavas a aprender a servir?"

Después se volvió hacia nosotros ynos dijo: "Siempre está cometiendoequivocaciones. Es que no quiereaprender". Tal vez este amigo noquisiera aprender a trinchar, pero yo,desde luego, lo admiro por haber vividoveinte años con una mujer así.Francamente, yo preferiría comer dosbuñuelos con mostaza en un ambiente depaz que cenar con pato de Pekín y aletasde tiburón regañado a cada instante.

Poco después de esta experiencia,mi esposa y yo teníamos invitados a

cenar en nuestra casa. Poco antes de quelos invitados llegasen, mi esposa vioque tres de las servilletas nocorrespondían al juego del mantel. Ydespués, me contó: "Corrí a la cocina yvi que las tres servilletas que faltabanhabían ido al lavadero. Los invitadosestaban por llegar. No había tiempo paraun cambio. Estuve a punto de echarme allorar. Mi única idea era: ' ¿Por qué estaestúpida equivocación tiene queamargarme toda la fiesta?' Pero despuésme dije que no había motivo para quepermitiera que las cosas fueran así. Fuia la cena decidida a pasarlo bien. Y lopasé. Preferí que mis amigos pensaran

que yo era una ama de casa descuidada yno una señora nerviosa y malhumorada.Y, de todos modos, en la medida en quepude observarlo, nadie se fijó en lasservilletas".

Un aforismo legal muy conocidodice: De minimis non curat lex ("la leyno se ocupa de minucias"). Y tampoconadie que quiera paz interior debepreocuparse por ellas.

Muchas veces no necesitamos másque un desplazamiento del énfasis, laadopción de un punto de vista nuevo yagradable, para dejar atrás los fastidiosde la trivialidad. Mi amigo Homer Croy,que ha escrito una docena de libros,

proporciona un excelente ejemplo decómo puede hacerse esto. Cuandoescribía un libro, el ruido de losradiadores de su departamento de NuevaYork lo enloquecía. El vapor silbaba yretumbaba y

Homer Croy, sentado a su mesa,resoplaba de irritación.

Homer Croy dice: "Un día fui convarios amigos de expedición al campo.Mientras escuchaba el crepitar de lahoguera, me dije que era un ruido muyparecido al de los radiadores. ¿Por quéme gustaba el uno y odiaba el otro?Cuando volví a casa, pensé: ' El crepitarde la hoguera era un ruido agradable y el

sonido de los radiadores esaproximadamente lo mismo. Me iré adormir sin preocuparme por el ruido' .Ylo hice. Durante unos cuantos días tuveconciencia de que los radiadoresestaban allí, pero pronto me olvidé de suexistencia.

"Y lo mismo ocurre con laspreocupaciones sin importancia. Nosdesagradan y nos angustian, sólo porquelas exageramos..."

Disraeli dijo: "La vida es demasiadobreve para ser pequeña". Y AndréMaurois comentó así estas palabras enla revista Semana (This Week): "Sonpalabras que me han ayudado a través de

muchas penosas experiencias;frecuentemente, dejamos que nosatribulen cosas ínfimas que deberíamosdespreciar y olvidar... Henos aquí enesta tierra, con pocas décadas más paravivir, y perdiendo muchas horasirreemplazables en rumiar agravios que,al cabo de un año, habrán sidoolvidados por nosotros y todo el mundo.No, dediquemos nuestra vida a accionesy sentimientos que valgan la pena, a lasgrandes ideas, a los afectos verdaderosy a las empresas perdurables. Porque lavida es demasiado breve para serpequeña".

Hasta una figura tan ilustre como

Rudyard Kipling se olvidó a veces deque "la vida es demasiado breve paraser pequeña". ¿El resultado? El y sucuñado libraron la más famosa batallajudicial en la historia de Vermont, unabatalla tan celebrada que se ha llegado aescribir un libro sobre ella: RudyardKipling Vermont' s Feud (El disgusto enVermont de Rudyard Kipling).

Las cosas pasaron de este modo:Kipling se casó coa una joven deVermont, Caroline Balestier, y construyóuna hermosa casa en Brattleboro,Vermont, donde se estableció y pensabapasar el resto de su vida. Su cuñado,Beatty Balestier, se convirtió en su

mejor amigo. Los dos trabajaban y sedivertían juntos.

Después Kipling compró algunastierras a Balestier con la condición deque dejaría que éste se aprovisionara dehierba en ellas cada temporada. Un díaBalestier encontró a Kiplingorganizando unos macizos de flores enel herbal. Se indignó e increpó aKipling. Este replicó y el aire de losMontes Verdes de Vermont se puso alrojo.

Pocos días después, cuando Kiplingdaba un paseo en bicicleta, su cuñadocolocó bruscamente un carro y su tiro decaballos a través de la carretera y

obligó a Kipling a echarse a un lado. YKipling —el hombre que escribió: "Sipuedes conservar la serenidad cuandotodos los demás la pierdan y te echen deello la culpa"—perdió su serenidad ypidió con juramento un mandato judicialde detención contra Balestier. Siguió aesto un juicio sensacional. Losperiodistas de las grandes ciudadesacudieron a la localidad. Las noticiassobre el caso se difundieron por todo elmundo. No hubo arreglo. Esta disputafue causa de que Kipling y su esposaabandonaran para siempre su hogar. Ytoda esta zozobra y amargura fue por unatrivialidad: un montón de hierba.

Hace veinticuatro siglos, Periclesdijo: "Vamos, señores, nos detenemosdemasiado en insignificancias". Así es,en efecto.

He aquí una de las más interesanteshistorias que haya contado jamás el Dr.Harry Emerson, una historia sobre lasbatallas ganadas y perdidas por ungigante de la selva:

"En la ladera de Long' s Park, enColorado, se hallan los restos de unárbol gigantesco. Los naturalistas nosdicen que este árbol se mantuvo en piedurante unos cuatrocientos años. Era unvástago cuando Colón desembarcó en laisla San Salvador y se hallaba a mitad

de su desarrollo cuando los Peregrinosse establecieron en Plymouth. En elcurso de su larga vida, fue alcanzadopor el rayo catorce veces; pasaron sobreél los aludes y las tormentas decuatrocientos años. Sobrevivió a todoesto. Finalmente, sin embargo, unejército de escarabajos lo atacó y acabóarrasándolo. Los insectos se abrieronpaso a través de la corteza y destruyerongradualmente la fuerza interior del árbolpor medio de sus ataques, diminutos,pero incesantes. Un gigante de la selva,que no se había marchitado con la edad,que no había cedido al rayo, que no sehabía doblegado ante la tempestad, cayó

al fin ante bestezuelas tan pequeñas queun hombre hubiera podido aplastarlasentre su índice y su pulgar."

¿No somos nosotros como estebatallador gigante de la selva? ¿No nosarreglamos de un modo u otro parasobrevivir a los raros aludes, tormentasy rayos de la vida, aunque sólo paradejar que nuestros corazones seandevorados por las sabandijas de lapreocupación, por unas sabandijas quepueden ser aplastadas entre el índice yel pulgar?

Hace unos cuantos años viajé por elParque Nacional de Teton, en Wyoming,con Charles Seiferd, inspector de

carreteras del Estado de Wyoming, yvarios amigos suyos. íbamos a ver lafinca de John D. Rockefeller en elparque. Pero el coche en que yo ibatomó un mal camino, nos perdimos yllegamos a la entrada de la finca unahora después de los demás. El señorSeiferd tenía la llave que abría la puertaprivada y tuvo que esperar así una horaen aquel bosque cálido e infestado porlos mosquitos. Estos eran suficientespara volver loco a un santo. Pero nopudieron vencer a Charles Seiferd.Mientras nos esperaba, cortó una ramade tiemblo y se hizo un silbato. Cuandollegamos, ¿estaba maldiciendo a los

mosquitos? No, estaba tocando susilbato. Conservo este silbato como unrecuerdo del hombre que sabía cómoponer las pequeñeces en su lugar.

Para acabar con el hábito de lapreocupación antes que éste acabe connosotros, he aquí la Regla 2:

No nos dejemos atribular porinsignificancias que debemosdespreciar y olvidar. Recordemos que"la vida es demasiado breve para serpequeña ".

8 UNA LEY QUE

PONE FUERA DE LALEY A MUCHAS DE

NUESTRASPREOCUPACIONES

Yo pasé mis años de niño en unagranja de Missouri. Un día, mientrasayudaba a mi madre a recoger cerezas,comencé a llorar. Mi madre mepreguntó: "Dale, ¿qué es, hijo mío, loque puede hacerte llorar?". Y yobalbuceé: "Tengo miedo de que meentierren vivo".

Tenía muchas preocupaciones en

aquellos días. Cuando llegaba unatormenta eléctrica, tenía miedo de queun rayo me matara. Cuando llegaban lostiempos duros, tenía miedo de que notuviéramos lo suficiente para comer.Tenía miedo de ir al infierno cuandomuriera. Tenía un miedo espantoso deque un chico mayor, Sam White, mecortara mis grandes orejas, según meamenazaba. Tenía miedo de que laschicas se rieran de mí si las saludaballevándome la mano al sombrero. Teníamiedo de que ninguna chica quisieracasarse conmigo. Tenía miedo de lo quediría a mi mujer inmediatamente despuésde casarme. Me imaginaba que nos

casaríamos en una iglesia campesina yque después subiríamos a un birlochocon el ñeco en lo alto y volveríamos a lagranja... pero ¿qué conversaciónmantendría durante ese viaje? ¿Cómo melas arreglaría? Meditaba acerca de estegravísimo problema hora tras horamientras caminaba tras el arado.

Con el correr de los años, vigradualmente que el noventa y nueve porciento de las cosas que me preocupabanno sucedieron jamás. Por ejemplo, comohe dicho, me aterraba entonces el rayo,pero ahora sé que las probabilidades deque el rayo me mate en un añocualquiera no pasan, de acuerdo con el

Consejo de Seguridad Nacional, de unaentre trescientas cincuenta mil.

Mi miedo de ser enterrado vivo eratodavía más absurdo; no creo que,incluso en los días anteriores a la normadel embalsamamiento, se haya enterradoviva a una persona de cada diezmillones. Sin embargo, yo lloraba acausa de ese miedo.

Una persona de cada ocho muere decáncer. Si había algo por lo que debierapreocuparme este algo era el cáncer. Enlugar de ello, me preocupaba por el rayoy por ser enterrado vivo.

Es claro que he estado hablando depreocupaciones de infancia y

adolescencia. Pero muchas de nuestraspreocupaciones de adultos son casi tanabsurdas. Probablemente usted y yoeliminaríamos los nueve décimos denuestras preocupaciones ahora mismo siabandonáramos nuestro rumiar el tiemposuficiente para descubrir si, de acuerdocon la ley de los promedios, existe unaverdadera justificación para nuestraspreocupaciones.

La más famosa compañía de segurosdel mundo —el Lloyd' s de Londres—haganado innumerables millones con latendencia de todos a preocuparnos porcosas que raramente suceden. El Lloyd's de Londres apuesta a las personas a

que los desastres por los que sepreocupan no ocurrirán nunca. Sinembargo, no llaman apuestas a esto. Lollaman seguro. Pero se trata realmentede una apuesta basada en la ley de lospromedios. Esta gran firma de segurosha prosperado durante doscientos añosy, si no cambia la naturaleza humana,prosperará durante cincuenta siglos másasegurando zapatos, barcos y lacrecontra desastres que, de acuerdo con laley de los promedios, no se producencon tanta frecuencia como el público seimagina.

Si examinamos la ley de lospromedios, quedaremos frecuentemente

atónitos ante nuestros descubrimientos.Por ejemplo, si supiera que dentro decinco años tendría que participar en unabatalla tan sangrienta como la batalla deGettysburg, quedaría aterrado.Contrataría todos los seguros de vidaque pudiera conseguir. Dictaría mitestamento y pondría en regla todos misasuntos terrenales. Diría:"Probablemente no sobreviviré a labatalla; vale mas, pues, que disfrute delos pocos años que me quedan". Sinembargo, los hechos nos dicen que, deacuerdo con la ley de los promedios, estan peligroso, tan fatal tratar de vivir delos cincuenta a los cincuenta y cinco

años en tiempos de paz como combatiren la batalla de Gettysburg. Lo que estoyqueriendo decir es esto: en tiempos depaz mueren tantas personas por cada milentre las edades de cincuenta y cincuentay cinco años como muertos por cada milhubo entre los 163.000 soldados quelucharon en Gettysburg.

Escribí varios capítulos de estelibro en el Pabellón Num-Ti-Gah deJames Simpson, a orillas del lago Bow,en las Montañas Rocosas canadienses.De temporada allí un verano, conocí almatrimonio Herbert H. Salinger, de SanFrancisco. La señora Salinger, unamujer equilibrada y serena, me dio la

impresión de que nunca se habíapreocupado. Una noche, al amor de lalumbre, le pregunté si había sido algunavez víctima de la preocupación. Y mecontestó: "¿Víctima de la preocupación?Mi vida quedó casi deshecha a causa deella. Antes de que aprendiera a nopreocuparme, viví once años en uninfierno que yo misma me habíafabricado. Estaba siempre irritada ymalhumorada. Vivía en una tensiónterrible. Tomaba todas las semanas elautobús en mi pueblo de San Mateo parair de tiendas a San Francisco. Pero, auncuando andaba de tiendas, solíapreocuparme por naderías. Tal vez

había dejado conectada la planchaeléctrica. Tal vez la casa se habíaincendiado. Tal vez la muchacha sehabía escapado dejando a los niños encompleto abandono. Tal vez los niñoshabían salido con sus bicicletas y sidovíctimas de un automóvil. En medio demis compras, me preocupaba hastasentir un sudor frío. Interrumpía miscosas, tomaba el autobús y volvía a versi todo estaba en orden. No es extrañoque mi primer matrimonio terminara enun desastre.

"Mi segundo marido es un abogado,un hombre tranquilo y analítico quenunca se preocupa por nada. Cuando me

ponía tensa y nerviosa, solía decirme: 'Descansa. Reflexionemos. ¿Por qué tepreocupas? Examinemos la ley de lospromedios y veamos si es o no probableque tal cosa ocurra' .

"Por ejemplo, recuerdo la vez queíbamos en automóvil de Albuquerque,Nuevo México, a las Cuevas deCarlsbad. Era un camino muy malo yfuimos sorprendidos por un temporal delluvias.

"El coche patinaba. No había modode dominarlo. Parecía inevitable quefuéramos a parar a una de las zanjasparalelas al camino. Pero mi marido merepetía: ' Estoy conduciendo muy

despacio. No puede ocurrirnos nadaserio. Aunque el coche se vaya a lazanja, de acuerdo con la ley de lospromedios, no nos haremos daño' . Sucalma y su confianza me tranquilizaron.

"Un verano estábamos pasando unosdías de campo en el valle de Touquin,en las Montañas Rocosas canadienses.Tras haber acampado una noche a másde dos mil metros sobre el nivel delmar, una tempestad amenazó condestrozar nuestras carpas. Las carpasestaban atadas con cuerdas, a unaplataforma de madera. La más exteriorse agitaba, redoblaba y chirriaba alviento. Estaba segura de que, en

cualquier momento, rompería susamarras y se iría por los aires. Estabaaterrada. Pero mi marido me repetía: 'Mira, querida, estamos viajando conguías de Brewsters. Saben muy bien loque hacen. Han estado instalando carpasen estos montes durante sesenta años.Esta carpa ha permanecido aquí muchastemporadas. No ha sido barrida por elviento todavía y, de acuerdo con la leyde los promedios, no lo será tampocoesta noche. Y aunque lo sea, podemosrefugiamos en otra carpa. Descansa,pues' . Así lo hice y dormí de un tirón elresto de la noche.

"Hace unos cuantos años hubo una

epidemia de parálisis infantil en nuestrazona de California. Antes, me hubierapuesto histérica. Pero mi marido mepersuadió de que actuara con calma.Tomamos todas las precaucionesposibles: mantuvimos a nuestros niñosalejados de las aglomeraciones, de laescuela y de los cines. Mediante unaconsulta a la Junta de Sanidad,averiguamos que, incluso durante lapeor epidemia de parálisis infantil queCalifornia había conocido hastaentonces, sólo 1.835 niños habían sidoatacados por la enfermedad en todo elEstado. Y el número corriente era entredoscientos y trescientos. Aunque

trágicas, estas cifras revelaban que, deacuerdo con la ley de los promedios, lasprobabilidades de que un niñodeterminado fuera atacado, eranremotas.

"' De acuerdo con la ley de lospromedios, no sucederá.' Esta frase hadestruido el noventa por ciento de mispreocupaciones y ha hecho mis veinteúltimos años más bellos y felices quemis más rosadas esperanzas."

Se ha dicho que casi todas nuestraspreocupaciones provienen de nuestraimaginación y no de la realidad. Cuandopaso revista a las últimas décadastambién puedo ver yo de dónde vinieron

la mayoría de mis preocupaciones.Jim Grant me dijo que había tenido

la misma experiencia. Era dueño de laJames A. Grant Distributing Company,de Nueva York. Pedía a la vez de diez aquince vagones de naranjas y toronjas deFlorida. Me dijo que solía torturarse conpensamientos como éstos: ¿Qué pasarási hay un descarrilamiento? ¿Qué pasarási mi fruta queda esparcida por todo elcampo? ¿Qué pasará si un puente seviene abajo en el momento en que pasanpor él mis vagones? Desde luego, lafruta estaba asegurada, pero temía que,si no la entregaba a tiempo, perdería sumercado. Se preocupó tanto que temió

tener úlceras de estómago y fue a ver aun médico. El médico le dijo que notenía otra cosa que unos nervios enpunta. Y Jim Grant declaró: "Entoncesse hizo la luz y comencé a hacermepreguntas. ' Vamos a ver, Jim Grant,¿cuántos vagones has entregado al cabode dos años?' La respuesta era: ' Unosveinticinco mil' . Después, me pregunté:' ¿Cuántos de esos vagones se hanperdido?' . La respuesta era: ' Unoscinco' . Y me dije en seguida: ' ¿Sólocinco de veinticinco mil? ¿Sabes lo queeso significa? ¡La razón de uno a cincomil! En otros términos, de acuerdo conla ley de los promedios, basada en la

experiencia, las probabilidades de quetus vagones se pierdan son para cadauno de una entre cinco mil. Entonces,¿qué motivos tienes para preocuparte?'

"Después me dije: ' Bien, un puentepuede venirse abajo' . Y me pregunté: '¿Cuántos vagones has perdido a causadel hundimiento de un puente?' . Larespuesta era: ' Ninguno' . Y comenté enmi fuero interno: ' ¿No eres un estúpidoal preocuparte hasta tener úlceras por unpuente que nunca se ha hundido y por undescarrilamiento cuyas probabilidadesde que no ocurra son cinco mil contrauna?' ."

Y Jim Grant me dijo: "Cuando

contemplé las cosas desde este punto devista, decidí que la ley de los promediosse preocupara por mí. Desde entonces,no me han fastidiado más las úlceras deestómago".

Cuando Al Smith era gobernador deNueva York, le oí contestar a losataques de sus enemigos políticosdiciendo una y otra vez: "Examinemoslas constancias... Examinemos lasconstancias..." En seguida exponía loshechos. La próxima vez que usted y yonos preocupemos por lo que puedasuceder, sigamos el ejemplo del juiciosoAl Smith: examinemos las constancias yveamos qué bases hay, si es que hay

alguna, para nuestra atormentadoraangustia. Esto es precisamente lo quehizo Frederick J. Mahlstedt cuandotemió estar en la sepultura. He aquí lahistoria que contó en una de nuestrasclases de adultos de Nueva York:

"A comienzos de junio de 1944estaba tendido en una trinchera próximaa la playa de Omaha. Pertenecía a la999a compañía del Cuerpo de Señales yacabábamos de atrincheramos enNormandía. Miré alrededor en aquellatrinchera —no era más que una cavidadrectangular—, y me dije: ' Esto pareceuna sepultura' . Cuando me tendía ytrataba de dormir, era como estar en la

tumba. Constantemente, me repetía: ' Talvez sea esto mi sepultura' . Cuando losbombarderos alemanes iniciaron sutarea a las once de la noche y cayeronlas primeras bombas, mi miedo fueterrible. Durante las dos o tres primerasnoches no pude dormir. Cuando llegó lacuarta o quinta, era una verdadera ruina.Comprendí que, si no hacía algo, mevolvería loco. Por lo tanto, me acordéde las cinco noches que había pasado yque todavía estaba vivo; otro tantopasaba con todos los hombres de migrupo. Sólo dos habían sido heridos, yhabían sido heridos no por las bombasalemanas, sino por los trozos de

metralla de nuestros cañones antiaéreos.Decidí dejar de preocuparme y haceralgo constructivo. Construí sobre mitrinchera un tejado de maderos, a fin deprotegerme contra los trozos demetralla. Pensé en la vasta zona en quese hallaba distribuida mi unidad. Medije que el único modo de que memataran en aquella trinchera profunda yestrecha era mediante un impactodirecto, y que la probabilidad de unimpacto directo suponía la razón de unoa diez mil. Después de un par de nochesde ver las cosas así, me calmé y dormí,incluso durante las incursiones de losbombarderos."

La Marina de los Estados Unidosutilizó las estadísticas de la ley de lospromedios para levantar el ánimo de sushombres. Un ex marinero me dijo que,cuando él y sus compañeros fuerondestinados a buques cisternas degasolina de muchos octanos, lapreocupación los dejó abrumados.Todos creían que cuando uno de estosbuques cisternas era alcanzado por untorpedo, hacia explosión y enviaba atodos sus tripulantes al otro mundo.

Pero la Marina de los EstadosUnidos lo entendía de otro modo; enconsecuencia, publicó las cifras exactasy mostró que de cien buques cisternas

alcanzados por torpedos, sesentacontinúan a flote y que, de los cuarentahundidos, sólo cinco se hunden en menosde diez minutos. Esto significaba quehabía tiempo para abandonar el barco ytambién un número de bajas muypequeño. ¿Ayudó esto a levantar elánimo? Clyde W. Maas, de St. Paul,Minnesota, declaró después de contarmeesta historia: "Este conocimiento de laley de los promedios hizo desaparecermi cosquilleo de vientre. Toda latripulación se sintió mejor. Sabíamosque teníamos unas probabilidades y que,de acuerdo con la ley de los promedios,no era probable que resultáramos

muertos.".Para acabar con el hábito de la

preocupación antes de que éste acabecon nosotros, he aquí la Regla 3:

"Examinemos las constancias."Preguntémonos: "¿Cuáles son lasprobabilidades, según la ley de lospromedios, de que este acontecimientopor el que me estoy preocupandoocurra alguna vez?"

9 COOPEREMOSCON LO

INEVITABLE

Cuando era un chiquillo, estabajugando con algunos de mis amigos en eldesván de una vieja casa de troncosabandonada de la zona noroeste deMissouri. Al bajar del desván apoyé mispies en el alféizar de una ventana porunos instantes. Después salté. Tenía unanillo en mi índice izquierdo; el anillose enganchó en la cabeza de un clavo yme arrancó el dedo.

Grité. Estaba aterrado. Estabaconvencido de que iba a morirme. Pero,cuando sanó la herida, no me preocupé

por el dedo ni una milésima de segundo.¿Qué utilidad hubiera tenidopreocuparme? Había aceptado loinevitable.

Ahora pasa frecuentemente más deun mes antes de que me acuerde de quesólo tengo cuatro dedos en mi manoizquierda.

Hace unos cuantos años conocí a unhombre que estaba a cargo de unmontacargas en uno de los edificios deoficinas de la zona baja de Nueva York.Observé que había perdido la manoizquierda desde la muñeca. Le preguntési la pérdida de la mano le molestaba. Yme contestó: " ¡Oh, no! Ni me acuerdo

de eso. Soy soltero y la única vez queme acuerdo del asunto es cuando intentoenhebrar una aguja".

Es asombroso lo rápidamente queaceptamos casi cualquier situación —siestamos obligados a ello—, nosajustamos a ella y olvidamos en seguidatodo el asunto.

Pienso muchas veces en lainscripción que hay en las ruinas de unacatedral del siglo XV en Amsterdam,Holanda. Esta inscripción dice enflamenco: "Es así. No puede ser de otromodo".

Al marchar usted y yo a través de lasdécadas del tiempo, nos encontramos

con muchas situaciones desagradablesque son así. No pueden ser de otromodo. Po-demos optar. Podemosaceptarlas como inevitables o podemosdestrozar nuestras vidas en la rebelión yterminar tal vez con los nerviosdeshechos.

He aquí un sabio consejo de uno demis filósofos favoritos, William James.Dice: "Acepta que sea así. Laaceptación de lo que ha sucedido es elprimer paso para superar lasconsecuencias de cualquier desgracia".Elizabeth Connley, de Portland, Oregon,comprobó cuánta verdad hay en esto deun modo muy duro. He aquí la carta que

me escribió recientemente: "El mismodía en que Norteamérica estabacelebrando la victoria de nuestrasfuerzas armadas en el Norte de África,recibí un telegrama del Departamento deGuerra: mi sobrino —la persona quemas quería—había desaparecido enacción. Poco tiempo después llegó otrotelegrama anunciándome que habíamuerto.

"Quedé abrumada por la pena. Hastaentonces había tenido la impresión deque la vida me había tratado muy bien.Tenía una ocupación que me agradaba.Había contribuido a la educación de misobrino. Representaba para mí todo lo

que hay de bueno y noble en la juventud.Sentía que cuanto había sembrado meremuneraba con esplendidez... Despuésvino ese telegrama. Mi mundo sederrumbó por completo. Me dije que mivida ya no tenía finalidad. Descuidé mitrabajo; me aparté de mis amigos. Dejéque las cosas fueran como quisieran. Mesentía amargada y resentida. ¿Por qué.fue mi pobre sobrino el elegido? ¿Porqué este buen muchacho, con toda lavida por delante, tenía que morir en laguerra?

No podía aceptarlo. Mi pena era tangrande que decidí abandonar mi trabajo,marcharme y esconderme con mis

lágrimas y mi amargura."Estaba despejando mi mesa,

dispuesta a marcharme, cuando tropecécon una carta que había dejadoolvidada, una carta de ese mismosobrino que había, muerto, una carta queme había sido escrita a raíz de la muertede mi madre, hacía unos cuantos años.Esta carta decía: ' Desde luego, todos laecharemos muy de menos yespecialmente usted, tía. Pero sé quesabrá imponerse a la pena. Su propiafilosofía personal le ayudará a ello.Nunca olvidaré las bellas verdades queme ha enseñado. Dondequiera que esté,por muy lejos que sea, siempre

recordaré que usted me enseñó a sonreíry a tomar cuanto venga como un hombre'.

"Leí y releí esta carta. Me parecíaque mi sobrino estaba a mi lado,hablándome. Parecía decirme: ' ¿Por quéno haces lo que me enseñaste a hacer?Aguanta, suceda lo que suceda. Ocultatus penas, sonríe y sigue adelante' .

"Entonces volví a mi trabajo. Dejéde mostrarme amargada y rebelde.Constantemente me repetía: ' Está hecho.No puedo cambiarlo. Pero puedosoportarlo y lo soportaré, como éldesearía que hiciera' . Me dediqué altrabajo con toda el alma. Escribí cartas

a los soldados, a los hijos de otros.Asistí a una clase nocturna de adultos, ala busca de nuevos intereses y nuevosamigos. Apenas puedo creer el cambioque en mí se produjo. Cesé delamentarme de un pasado que ya novolvería. Ahora vivo alegremente cadadía, como mi sobrino hubiera deseadoque viviera. He hecho las paces con lavida. He aceptado el destino. Y vivoahora una vida más plena y completaque en cualquier otro tiempo anterior."

Elizabeth Connley aprendió lo quetodos nosotros aprenderemos tarde otemprano, es decir, que debemos aceptarlo inevitable y cooperar con ello. "Es

así. No puede ser de otro modo." No esuna lección que se aprenda fácilmente.Hasta los reyes tienen que recordarlo ensus tronos. El extinto Jorge V tenia estaspalabras en un marco que colgaba deuna pared de su biblioteca delBuckingham Palace: "No me enseñéis allorar para pedir la luna o a llorar por laleche que se derramó".

Evidentemente, no sólo lascircunstancias nos hacen felices oinfelices. Lo que determina nuestromodo de sentir es nuestra reacción antelas circunstancias. Jesús dijo que elreino de los cielos estaba dentro denosotros. Y también se halla dentro de

nosotros el reino de los infiernos.Todos nosotros podemos soportar el

desastre y la tragedia e imponernos, siestamos obligados a ello. Cabe que nosconsideremos incapaces de hacerlo,pero son sorprendentes nuestrosrecursos interiores; sólo se precisa quequeramos utilizarlos. Somos más fuertesde lo que pensamos.

El extinto Booth Tarkington pudocomprobarlo. Siempre decía: "Puedosoportar todas las cosas que la vidapueda reservarme menos una: laceguera. Nunca podría soportarla".

Y un día, cuando ya había dejadoatrás los sesenta, Tarkington miró a la

alfombra del piso. Los colores es tabanconfusos. No podía ver el dibujo. Fue aun espe cialista. Se enteró de la trágicaverdad: estaba perdiendo la vista. Unojo estaba ya casi perdido; el otro leseguiría. Lo que más temía se habíaproducido.

Y ¿cómo reaccionó Tarkington anteel "peor de todos los desastres"? ¿Sedijo acaso: " i Ya está! He aquí el fin demi vida"? No, para asombro suyo, sesintió muy contento. Hasta recurrió a suhumorismo. Las "nu bes" flotantes lemolestaban; se le ponían ante los ojos yle quitaban toda la visión. Sin embargo,cuando pasaba la mayor de estas nubes,

decía: " ¡Vaya! ¡He ahí de nue vo elabuelo! ¿Adonde irá con esta mañana tanlinda?"

¿Cómo podía el destino vencer a unánimo así? La respuesta es que eraimposible. Cuando llegó la cegueratotal, Tarkington dijo: "Comprendo quepuedo soportar mi ceguera como puedesoportar un hombre cualquier otra cosa.Aunque perdiera mis cinco sentidos, séque tendría una vida interior. Porque esel alma lo que ve y lo que vive, losepamos o no lo sepamos".

Con la esperanza de recobrar lavista, Tarkington se sometió a más dedoce operaciones en un año. ¡Con

anestesia local! ¿Se rebeló contra esto?Sabía que tenía que ser así, por lo que elúnico modo de disminuir el sufrimientoera tomar las cosas de buen grado. Senegó a que lo instalaran en unahabitación privada del hospital y fue auna sala donde podía estar con otraspersonas afectadas por dolencias. Tratóde animar a todos. Y cuando tuvo quesometerse a las diversas operaciones —con plena conciencia de lo que se estabahaciendo a sus ojos—, trató de recordarsu buena fortuna. Decía: "¡Esmaravilloso! ¡Es maravilloso que laciencia tenga ahora la habilidad deoperar en una cosa tan delicada como el

ojo humano!"Un hombre medio sufriría un

derrumbe nervioso si tuviera quesoportar más de doce operaciones y laceguera. Sin embargo, Tarkington dijo:"No cambiaría esta experiencia por otramás feliz". Era una experiencia que lehabía enseñado la aceptación. Le habíaenseñado que la vida no podíareservarle nada que no pudiera soportar.Le había enseñado que, como JohnMilton lo había descubierto, "no es unadesdicha ser ciego, sino no ser capaz desoportar la ceguera".

Margaret Fuller, la famosa feministade Nueva Inglaterra, presentó en una

ocasión su credo: " ¡Acepto elUniverso!"

Cuando el gruñón de ThomasCarlyle se enteró de esto en Inglaterra,dijo con sorna: " ¡Vaya, más le vale!"Sí, vaya, vale más que usted y yoaceptemos lo inevitable.

Si nos rebelamos y damos cabezazoscontra la pared, no cambiaremos loinevitable, pero cambiaremos nosotros.Lo sé por propia experiencia.

En una ocasión me negué a aceptaruna situación inevitable que mesobrevino. Hice el tonto y me rebelé.Convertí mis noches en infiernos deinsomnio. Traje sobre mí todo lo que no

quería. Finalmente, después detorturarme durante un año, tuve queaceptar lo que desde un principio sabíaque no podía ser remediado.

Debí haber gritado como años antesel bueno de Walt Whitman:

...Hacer frente a la noche y lastormentas, los repudios, las

hambres, los dolores, como lohace una planta, un animal...

Pasé veinte años trabajando con elganado; sin embargo, nunca vi una vacaJersey enfurecerse porque el pasto seestaba quemando a causa de la sequía o

porque hacía frío. Los animales encaranla noche, las tormentas y el hambrecalmosamente. Tal es la razón de quenunca tengan derrumbes nerviosos oúlceras del estómago. Y nunca sevuelven locos.

¿Estoy propugnando acaso la simplesumisión a todas las adversidades? No,esto sería excesivo. Sería un merofatalismo. Mientras haya una posibilidadde superar una situación, luchemos.Pero, cuando el sentido común nos digaque estamos ante algo que es así —queno puede ser de otro modo—, no nosempeñemos, en nombre de la cordura, enmirar hacia todos lados en busca de lo

que no existe.El extinto decano Hawkes de la

Universidad de Columbia me dijo quehabía adoptado unos versos infantilescomo uno de sus lemas:

Para los males del mundo puedehaber o no remedios; si los hay,ponte a buscarlos, y, si no, no

seas necio.

Mientras escribía este libro visité auna serie de grandes ejecutivos deNorteamérica. Quedé impresionado porel modo en que estos personajescooperaban con lo inevitable y vivían

libres de preocupaciones. Si no hicieranesto, se derrumbarían bajo la tensión.He aquí unos cuantos ejemplos de lo quequiero decir:

J. C. Penney, fundador de la cadenade amplitud nacional de almacenesPenney, me dijo: "No me preocuparía nipor perder hasta el último dólar, porqueno veo qué se gana preocupándose.Hago las cosas lo mejor que puedo ydejo los resultados en el regazo de losdioses".

Henry Ford me dijo algo muyparecido: "Cuando no puedo arreglar lascosas, dejo que se arreglen solas".

Cuando pregunté a K. T. Keller,

entonces presidente de la ChryslerCorporation, cómo se libraba de laspreocupaciones, me contestó: "Cuandome veo ante una situación dura, si puedohacer algo en relación con ella, lo hago.Si no puedo, me limito a olvidar la cosa.Nunca me preocupo por el futuro,porque sé que ningún ser humano puedesaber lo que el futuro guarda. ¡Haydemasiadas fuerzas que afectan a esefuturo! Nadie puede decirme quéimpulsa a esas fuerzas ni nadie lascomprende. ¿Para qué entoncespreocuparse?" K. T. Keller quedaríaperplejo si usted le dijera que es unfilósofo. No es más que un buen hombre

de negocios y, sin embargo, sostiene lamisma filosofía que Epicteto enseñó enRoma hace diecinueve siglos. Epictetoenseñó a los romanos: "No hay más queun camino que conduce a la felicidad, yconsiste en dejar de preocuparse por lascosas que se encuentran más allá denuestra voluntad".

Sarah Bernhardt, la "divinaSarah",era un ilustre ejemplo de mujerque sabía cooperar con lo inevitable.Durante medio siglo fue la reina delteatro en cuatro continentes, la artistamás admirada del mundo. Después,cuando a los setenta y un años, estabahundida —había perdido todo su dinero

—, su médico, el Profesor Pozzi, deParís, le dijo que sería precisoamputarle la pierna. Al cruzar elAtlántico se había caído en la cubiertadel barco y se había causado en lapierna una grave herida. Se desarrollóuna flebitis. La pierna se encogió. Eldolor se hizo tan intenso que el médicoentendió que la pierna debía seramputada. Estaba aterrado de tener quedecir a la tempestuosa y "divina Sarah"lo que había que hacer. Suponía que lanoticia provocaría una explosión dehisterismo. Pero se equivocaba. Sarah lomiró unos segundos y dijo despuéstranquilamente: "Si ha de ser así, que

sea". Era el destino.Cuando se la llevaba en una camilla

a la sala de operaciones, su hijo iba a sulado llorando. Ella lo saludó con unalegre ademán y le dijo animosamente:"No te vayas. Volveré muy bien".

En el camino recitó una escena deuno de sus dramas.

Alguien le preguntó si hacía eso paradarse ánimos. Y ella contestó: "No, paraanimar a los médicos y enfermeras. Seráduro para ellos".

Recobrada de la operación, SarahBernhardt continuó recorriendo elmundo y encantando a los auditoriosdurante siete años más.

En un artículo del Selecciones delReader's Digest, dijo ElsieMacCormick: "Cuando dejamos deluchar con lo inevitable, dejamos enlibertad una energía que nos permitecreamos una vida más rica".

Ningún ser vivo tiene la pasión y elvigor suficientes para luchar contra loinevitable, pero, al mismo tiempo, tienelo bastante de estas cosas para crearseuna nueva vida. Hay que elegir entre unacosa u otra, entre aceptar las inevitablestormentas de la vida o resistirlas y salirdescalabrado.

Vi suceder esto en una granja deMissouri de mi propiedad. Planté una

veintena de olmos chinos en la granja.En un principio crecieron con rapidezasombrosa. Después, una cellisca cubriótodas las ramas con espesa capa dehielo. En lugar de inclinarsegraciosamente bajo su carga, estosolmos chinos resistieron orgullosamentey se quebraron por el peso. Tuvieronque ser destruidos. No habían aprendidola sabiduría de los bosques del Norte.He viajado cientos de kilómetros através de los bosques de hoja perennedel Canadá y, sin embargo, no he vistoun solo pino o abeto quebrado por lacellisca o el hielo. Estos bosques sabeninclinarse y cómo cooperar con lo

inevitable.Los maestros de jiujitsu enseñan a

sus alumnos a "doblarse como un sauce"y a "no resistir como un roble".

¿Por qué creen ustedes que losneumáticos de sus automóviles resistentanto castigo en las carreteras? En unprincipio, los fabricantes de neumáticostrataron de hacer gomas que resistieranlos golpes del camino. Después hicierongomas que absorbían estos golpes. Erangomas que podían "soportarlo". Usted yyo duraremos más y caminaremos mejorsi aprendemos a absorber los golpes ysacudidas a lo largo del pedregosocamino de la vida.

¿Qué sucederá si usted y yoresistimos los golpes de la vida en lugarde absorberlos? ¿Qué sucederá si nosnegamos a "doblarnos como un sauce" einsistimos en "resistir como un roble"?La respuesta es fácil. Nosorganizaremos una serie de conflictosinternos. Estaremos preocupados, tensosy nerviosos.

Si vamos más lejos y rechazamos elduro mundo de la realidad pararetirarnos a un mundo de sueños denuestra propia fabricación, llegaremos ala demencia.

Durante la guerra, millones desoldados atemorizados tuvieron que

aceptar lo inevitable o romperse bajo latensión. Para ilustrar esto tomemos elcaso de William H. Casselius, deGlendale, Nueva York. Aquí está lacharla que ganó un premio en una de misclases neoyorquinas de adultos:

"Poco después de que meincorporara a la Guardia de Costas, fuidestinado a uno de los puestos máspeligrosos de este lado del Atlántico. Seme hizo inspector de explosivos.¡Imagínense! ¡Yo, vendedor de petardos,convertido en inspector de explosivos!La sola idea de verse entre toneladas deTNT es bastante para dar escalofríos aun vendedor de petardos. Tuve

solamente dos días de instrucción y loque aprendí aumentó mi miedo. Nuncaolvidaré mi primera misión. Un día gris,de niebla, frío, se me dieron las órdenesen el muelle de Caven Point, Bayonne,Nueva Jersey.

"Fui destinado a la Bodega Nº 5 demi nave. Tenía que trabajar en esabodega con cinco estibadores. Y estabancargando cargas de demolición, cadauna de las cuales contenía una toneladade TNT, suficiente para hacer volar porlos aires a todo el barco. Esas cargaseran bajadas mediante dos cables. Yome decía: supongamos que un cable deéstos se desliza o se rompe. ¡Oh, qué

miedo tenía! Estaba temblando, con laboca seca. Mis piernas se doblaban ysentía fortísimos latidos. Pero no podíaescaparme. Hubiera sido una deserción.Yo y mis padres nos hundiríamos en laignominia y era posible que mefusilaran. No podía huir. Tenía quequedarme. Quedé en contemplación dela despreocupación con que losestibadores manejaban aquellas cargasmortales. El barco podía volar encualquier momento. Después de una horao más de este terror sin límites, comencéa utilizar un poco de sentido común.Hablé conmigo mismo. Me dije: ' ¡Mira!Vas a volar. Muy bien, pero ¿quéte

importa? No vas a notar la diferencia.Va a ser un modo de morir muy dulce.Mucho mejor que la muerte por cáncer.No seas estúpido. ¿Es que piensas vivireternamente? Tienes que elegir entrecumplir esta misión o morir fusilado.Vale más que hagas las cosas de buenhumor'. "Me hablé así durante variashoras. Comencé a sentirme bien. Vencímis preocupaciones y mis miedosobligándome a aceptar una situacióninevitable.

"Nunca olvidaré esta lección. Cadavez que me sentía tentado depreocuparme por algo que me eraimposible cambiar, me encogía de

hombros y me decía: ' Olvídalo' . Es unprocedimiento que funciona muy bien,incluso para un vendedor de petardosdel Pinafore."

Exceptuada la crucifixión de Jesús,la más famosa escena de muerte de todala historia es la de la muerte deSócrates. Transcurridos diez mil siglosa partir de ahora, se seguirá leyendo yadmirando la inmortal descripción quePlatón hace de ella; es uno de lospasajes más emocionantes y bellos detoda la literatura. Los mediocresgobernantes de Atenas —celosos yenvidiosos del viejo y descalzo Sócrates—forjaron acusaciones contra éste, lo

enjuiciaron y lo condenaron a muerte.Cuando dio a beber a Sócrates la copadel veneno, el cordial carcelero dijo:"Trata de soportar con ánimo leve loque ha de ser". Así lo hizo Sócrates.Enfrentó la muerte con calma yresignación que llegaron a los lindes dela divinidad.

"Trata de soportar con ánimo levelo que ha de ser. " Estas palabras fuerondichas 399 años antes de que nacieraCristo, pero este viejo mundo nuestrotan lleno de preocupaciones necesita hoymás que nunca que le hablen así. "Tratade soportar con ánimo leve lo que ha deser."

Durante los ocho últimos años heestado leyendo prácticamente todos loslibros y revistas que se referían al modode combatir la preocupación que me fueposible encontrar. Presumo que he leídomillones de palabras sobre el tema...¿Quieren ustedes saber cuál es el mejorconsejo aislado que he descubierto entoda esta lectura? Bien, aquí está,resumido en pocas palabras. Sonpalabras que usted y yo deberíamoscolocar en los espejos de nuestroscuartos de baño, a fin de que, cuandonos laváramos la cara, pudiéramostambién lavar las preocupaciones denuestros espíritus. Esta magnifica

oración fue escrita por el Dr. ReinholdNiebuhr:

Concédeme, Dios mío,serenidad para aceptar lo quecambiar no puedo, valor para

cambiar lo que cambiarsepueda, y sabiduría paradiscernir la diferencia.

Para acabar con el hábito de lapreocupación antes de que él acabe connosotros, la Regla 4 es:

Cooperemos con lo inevitable.

10 DEMOS UNAORDEN DE "TOPE

DE PERDIDA" PARANUESTRAS

PREOCUPACIONES

¿Les gustaría saber cómo se hacedinero en Wall Street? Bien, lo mismosucedería a millones de personas, y siyo conociera la respuesta este libro sevendería a diez mil dólares el ejemplar.Sin embargo, hay una buena idea queutilizan algunos afortunados bolsistas.

Esta historia me fue contada por CharlesRoberts, un asesor de inversiones:

"Yo vine a Nueva York desde Texascon veinte mil dólares que mis amigosme habían dado para inversiones en laBolsa. Yo creía conocer los trucos de laBolsa, pero perdí hasta el últimocentavo. Cierto que gané mucho enalgunas operaciones, pero terminé porperderlo todo.

"No me importaba gran cosa haberperdido mi propio dinero, pero estabamuy fastidiado por haber perdido el demis amigos, aunque eran personas quepodían soportar el quebranto. Teníamiedo de presentarme ante ellos después

del fracaso de nuestra aventura, pero,con asombro por mi parte, no solamentefueron buenos conmigo, sino quedemostraron ser optimistas incurables.

"Yo sabía que había estadonegociando a ganar o perder ydependiendo en gran parte de la suerte yde las opiniones de los demás. Habíaestado jugando a la Bolsa ' de oído' .

"Comencé a meditar sobre miserrores y decidí que, antes de volver ala Bolsa, trataría de averiguar el secretode todo el asunto. Me puse enmovimiento y entré en contacto con unode los más afortunados especuladoresque hayan vivido jamás: Burton S.

Castles. Creía que podría aprendermucho de él, porque disfrutaba desdehacía mucho de la reputación de serafortunado año tras año y comprendíaque una carrera así no era, por cierto, elresultado de la casualidad o la suerte.

"Me hizo unas cuantas preguntasacerca de cómo había negociado antes yme explicó después lo que yo consideroel más importante de los principios delas operaciones de Bolsa. Me dijo: 'Doy una orden de "tope de pérdida" entodos los compromisos que adquiero. Sicompro, por ejemplo, un valor acincuenta dólares la acción, doyinmediatamente para él una orden de

tope de pérdida a cuarenta y cinco' .Esto significa que, si el valor baja cincopuntos en relación con lo que hacostado, será vendido automáticamente,con lo que esos cinco puntos señalaránel límite de la pérdida.

"El viejo maestro continuó: ' Si, enprimer lugar, sus compromisos estáninteligentemente adquiridos, susbeneficios llegarán a un promedio dediez, veinticinco y hasta cincuentapuntos. Por tanto, si limita sus pérdidasa cinco puntos, puede usted equivocarsela mitad de las veces y, sin embargo,hacer mucho dinero' .

"Adopté este principio

inmediatamente;lo he utilizado siempredesde entonces. Nos ha ahorradomuchos miles de dólares a mis clientes ya mí.

"Al cabo de cierto tiempocomprendí que este principio del topede pérdida podía ser utilizado tambiénfuera de la Bolsa. Comencé a colocarórdenes de tope de pérdida parapreocupaciones distintas de lasfinancieras. Comencé a colocar unaorden de tope de pérdida para cualquierfastidio o resentimiento que se meocasionara. Y los resultados parecenobra de magia.

"Por ejemplo, yo tenía un amigo con

el que almorzaba frecuentemente y queera muy impuntual. Antiguamente solíaimpacientarme durante la mitad deltiempo dedicado al almuerzo antes deque mi amigo se mostrara. Por último,conté a éste cómo había adoptado elprincipio de tope de pérdida para mispreocupaciones. Y agregué: ' Juan, mitope de pérdida respecto a tu persona esexactamente diez minutos. Si llegas conun retraso de más de diez minutos,nuestro compromiso de almorzar juntoshabrá caducado... y yo me habré ido' ."

¡Santo Dios! Cómo lamento no habertenido desde hace años la costumbre dedar una orden de tope de pérdida para

mi impaciencia, para mi genio, para mideseo de justificarme, para mis penas,para todas mis tensiones mentales yemocionales. ¿Por qué no tuve sentidocomún para tomar en las manos cada unade las situaciones que amenazabandestruir mi paz interior y para decirme:"Vamos, Dale Carnegie, esta situaciónmerece esta medida de atención... y nadamás"? ¿Por qué no?

Sin embargo, debo anotar en elhaber de mi cuenta un poco de sentidocomún que tuve en una ocasión. Y erauna ocasión muy seria, una crisis de lavida, una crisis en la que veíadesvanecerse en el aire mis sueños y

mis planes para el futuro y el trabajo deaños. Cumplidos ya los treinta, decidídedicarme a escribir novelas. Iba a serun segundo Frank Norris, Jack London oTilomas Hardy. Tenía tal afán que pasédos años en Europa, donde podía vivir apoco costo con dólares durante elperíodo de impresión desbocada depapel moneda que siguió a la primeraguerra mundial. Pasé allí dos añosescribiendo mi obra magna. La titulé Laventisca. El título era natural, porque laobra fue recibida por los editores con elmismo frío de cualquier ventisca quesopla por las llanuras de Dakota.Cuando mi agente literario me dijo que

era inútil, que no tenía dotes ni talentopara la novela, mi corazón estuvo apunto de dejar de latir. Dejé la oficinatambaleante. No me hubiera sentido másaturdido si me hubiesen dado un mazazoen la cabeza. Estaba abrumado.Comprendía que me hallaba en un crucede caminos y que tenía que tomar unadecisión dramática. ¿Qué debía hacer?¿Qué dirección debía tomar? Pasaronsemanas antes de que saliera de miaturdimiento. En aquel tiempo, nunca oíla frase "dé una orden de tope depérdida para sus preocupaciones". Pero,al recordar el pasado, veo que fue eso loque hice. Liquidé mis dos años de

trabajo en la novela por lo que valían —un noble experimento—, y seguí haciaadelante. Volví a mis tareas de organizarclases de adultos y escribí biografías enmis horas libres, biografías y libros que,como éste, no son novelas.

¿Estoy contento de haber tomado esadecisión? ¿Contento? Cada vez quepienso en el asunto estoy a punto debailar en la calle de pura alegría. Puedodecir con completa honradez que, desdeentonces, no he dedicado ni una hora alamentarme de no ser un segundoThomas Hardy.

Una noche, hace un siglo, cuando unbuho ululaba en el bosque que bordea la

playa de Walden Ponde, Henry Thoreaumetió su pluma de ganso en el tintero defabricación casera y escribió: "El costode una cosa es la cantidad de lo quellamamos vida que hace falta cambiarpor esa cosa de modo inmediato o a lalarga".

Para decirlo de otro modo: somosunos necios si pagamos demasiado poruna cosa en relación con lo que sacamosde nuestra propia existencia.

Sí, eso es lo que hicieronprecisamente Gilbert y Sullivan. Sabíancómo crear palabras alegres y músicaalegre, pero apenas sabían nada de crearalegría en sus propias vidas. Crearon

algunas de las más lindas operetas quehaya conocido el mundo: Patience,Pinafore, The Mikado. Pero no podíandominar sus genios. Se amargaban añosenteros discutiendo por nimiedades talescomo el precio de una alfombra.Sullivan encargó una alfombra nuevapara el teatro que habían comprado.Cuando Gilbert vio la cuenta, se pusofrenético. Pleitearon y ya no sevolvieron a hablar mientras vivieron.

Cuando Sullivan escribía la músicapara una nueva obra, remitía su trabajo aGilbert por correo. Otro tanto hacíaGilbert respecto a Sullivan y la letra. Enuna ocasión tuvieron que salir al

escenario juntos, pero lo hicieron cadauno por su lado y se inclinaron endirecciones opuestas, para no verse. Notuvieron el buen sentido de poner untope

de pérdida a sus resentimientos,como lo hizo Lincoln.

Durante la guerra civil, cuandoalgunos amigos de Lincoln denunciabanfuriosamente a algunos enemigos,Lincoln dijo: "Vuestro resentimientopersonal es mayor que el mío. Tal vezyo también lo tenga, pero nunca hecreído que merezca mi atención. Unhombre no tiene tiempo de dedicar lamitad de su vida a rencillas: Si un

hombre cesa de atacarme, jamásrecordaré su pasado para hacerle daño".

¡Cuánto lamento que una tía mía, latía Edith, no tuviera la misma virtud deperdonar que Lincoln! Ella y el tío Frankvivían en una granja hipotecadainfestada por la cizaña y condenada porlos suelos pobres y los desniveles. Lavida para ellos era dura; cada níquel queganaban representaba un penoso trabajo.Pero tía Edith quería comprar unascortinas y otras cuantas cositas paraadornar el desnudo hogar. Compró estosmodestos lujos a crédito en losalmacenes de Dan Eversole enMaryville, Missouri. Tío Frank se sintió

preocupado por estas deudas. Tenía elsanto horror del campesino a las cuentasy pidió a Dan Eversole que no vendieranada a crédito a mi tía. Cuando ésta seenteró, se puso frenética. Y seguíafrenética casi cincuenta años después deque el hecho ocurriera. Yo le oí contarla historia, no una, sino muchas veces.La última vez que la vi, rondaba ya losochenta. Y le dije: "Tía Edith, tío Frankhizo mal en humillarte, pero ¿no creeshonradamente que el quejarte durantemedio siglo es infinitamente peor que loque él hizo?". (Desde luego, fue como sise lo dijera a la luna.)

Tía Edith pagó muy caros los

rencores y amargos recuerdos quealimentó. Los pagó con su propia pazinterior.

Cuando Benjamin Franklin era unniño de siete años, cometió un error querecordó durante siete décadas. Seenamoró de un silbato. Su excitación eratanta que fue a la juguetería, puso todassus monedas en el mostrador y pidió elsilbato sin preguntar siquiera el precio.Y setenta años después escribió a unamigo: "Volví a casa y silbé por todaslas habitaciones, encantado con misilbato". Pero cuando sus hermanos yhermanas mayores vieron que habíapagado por el silbato mucho más de lo

que valía, se echaron a reír acarcajadas. Y Franklin, como él mismodijo, "lloró de humillación".

Años después, cuando Franklin erauna figura mundialmente famosa yembajador en Francia, recordabatodavía el hecho de que haber pagadodemasiado por el silbato le habíacausado "más pena que el silbatoplacer".

Pero la lección que esto enseñó aFranklin resultó barata a la postre.Franklin dijo: "Cuando crecí, entré en elmundo y observé las acciones de loshombres, me dije que había muchos quepagaban demasiado por un silbato. En

otros términos, pensé que gran parte delas miserias de la humanidad sonprovocadas por los falsos cálculos quese hacen sobre el valor de las cosas ypor dar demasiado por los silbatos ".

Gilbert y Sullivan pagarondemasiado por su silbato. Otro tantohizo tía Edith. Otro tanto hizo DaleCarnegie en muchas ocasiones. Y otrotanto hizo el inmortal León Tostoi, autorde dos de las mejores novelas de laliteratura universal, La Guerra y la Paz yAna Karenina. Según la EnciclopediaBritánica, León Tolstoi fue durante losúltimos veinte años de su vida"probablemente el hombre más venerado

de todo el mundo". En ese tiempo, de1890 a 1910, una corrienteininterrumpida de admiradores hizoperegrinaciones a la casa del escritorsin otra aspiración que verle el rostro,oír su voz

o tocar el borde de su vestido. Cadapalabra que pronunciaba Tolstoi erarecogida en cuadernos de notas, como sise tratara de una "divina revelación".Pero, en lo que respecta a vivir, a lavida ordinaria... Bien, Tolstoi tenía a lossetenta años menos juicio que Franklin alos siete. No tenía el menor juicio.

He aquí lo que quiero decir. Tolstoise casó con una muchacha a la que

quería mucho. En realidad, eran tanfelices que se arrodillaban y pedían aDios que les prolongara aquellaexistencia de puro éxtasis. Pero la jovenque se casó con Tolstoi era celosa pornaturaleza. Solía disfrazarse decampesina para espiar los movimientosde su marido, incluso en el bosque.Tuvieron peleas espantosas. Ella se hizotan celosa, incluso de sus propios hijos,que agarró un fusil y agujereó de undisparo la fotografía de su hija. Llegó atirarse al suelo con una botella deveneno en los labios y a amenazar consuicidarse, mientras los niños,acurrucados en un rincón de la

habitación, gritaban de terror.Y ¿qué es lo que hizo Tolstoi? No le

culpo de que hiciera trizas los muebles;la provocación era más que suficiente.Pero hizo peor que esto. ¡Llevaba undiario privado! Sí, un diario en el queechaba todas las culpas a su mujer. ¡Talera su "silbato"! Quería asegurarse deque las generaciones venideras loabsolvieran a él y culparan a su mujer.Y ¿qué hizo la mujer como réplica aesto? Desde luego, arrancó páginas deldiario de su marido y las rompió. Pero,además, inició por su cuenta otro diario,en el que Tolstoi aparecía como elvillano del drama. Hasta escribió una

novela titulada ¿De quién es la culpa?,en la que describía a su marido como aun demonio doméstico y a ella como auna mártir.

Y ¿para qué todo esto? ¿Por quéestas dos personas convirtieron su hogaren lo que el propio Tolstoi denominó"un manicomio"? Evidentemente, habíavarias razones. Una de ellas era quetenían el ardiente deseo deimpresionarnos. ¡Sí, somos laposteridad cuya opinión les preocupabatanto! Y ¿es que nosotros tenemos unserio interés en saber de quién era laculpa? No, estamos demasiadoocupados en nuestros propios problemas

para perder un minuto pensando en losTolstoi. ¡Qué precio pagaron estos dosdesgraciados por su "silbato"! Cincuentaaños de vivir en un verdadero infierno,sólo porque ninguno de ellos tuvo elbuen juicio de decir: " ¡Basta!" Porqueninguno de ellos supo apreciar losvalores en la medida necesaria paradecir: "Demos una orden de tope depérdida para esto ahora mismo.Digamos ' ¡Basta!'en este mismoinstante".

Sí, creo honradamente que tal es unode los mayores secretos para conseguirla verdadera paz interior: una juiciosaapreciación de los valores. Y creo que

podemos aniquilar el cincuenta porciento de todas nuestras preocupacionescon sólo establecer una especie depatrón oro privado, un patrón oro de loque las cosas valen para nosotros enfunción de nuestras vidas.

Por tanto, para acabar con el hábitode la preocupación antes de que élacabe con nosotros, he aquí la Regla 5:

Siempre que tengamos la tentaciónde dar buen dinero por malo en funciónde vida humana, hagamos alto yhagámonos estas tres preguntas:

1. ¿En qué medidaverdaderamente me importa

esta cosa por la que meestoy preocupando ?

2. ¿En qué punto fijaré laorden de "tope de pérdida"para esta preocupación... yolvidaré el asunto?

3. ¿Cuánto exactamente pagarépor este silbato? ¿No hepagado ya por él más de loque vale ?

11 NO TRATEMOSDE ASERRAR EL

ASERRÍN

Mientras escribo esta frase puedomirar por la ventana y ver unas huellasde dinosaurio en mi jardín; son unashuellas incrustadas en la pizarra y lapiedra. Las compré al Museo Peabodyde la Universidad de Yale y tengo unacarta del Dr. Joseph T. Gregory,administrador del museo, en la que sedice que estas huellas fueron hechashace 180 millones de años. Hasta elidiota más completo rechazaría la ideade remontarnos 180 millones de añospara cambiar las huellas. Sin embargo,

no es menos estúpido preocuparse porun poder remontarse y cambiar losucedido hace 180 segundos... y muchoshacemos precisamente esto.Evidentemente, podemos hacer algopara modificar los efectos de losucedido hace 180 segundos, pero nonos es posible cambiar elacontecimiento ocurrido entonces.

Sólo hay un modo de que el pasadopueda ser constructivo; consiste enanalizar con calma nuestros errores,sacar de ellos provechosasconsecuencias... y olvidarlos.

Sé que esto es verdad, pero ¿tengosiempre el valor y el buen juicio de

hacerlo? Para contestar a esta pregunta,voy a contar una experiencia fantásticaque tuve hace años. Dejé que se meescurrieran trescientos mil dólares entrelos dedos sin obtener un centavo debeneficio. Sucedió así: Inicié una granempresa para la educación de adultos,abrí sucursales en varias ciudades ygasté pródigamente el dinero en gastosgenerales y propaganda. Estaba tanocupado en la enseñanza, que no teníatiempo aßni deseo de cuidar de losaspectos financieros. Era demasiadoingenuo para darme cuenta de quenecesitaba un sagaz gerente que vigilaralos gastos.

Finalmente, al cabo de un añoaproximadamente, descubría una verdadque me serenó y me impresionó.Descubrí que, a pesar de nuestrosenormes ingresos, no habíamos obtenidoel menor beneficio. Después dedescubrir esto debí de haber hecho doscosas. En primer lugar debí haber tenidoel buen juicio de hacer lo que hizoGeorge Washington Carver, el hombrede ciencia negro, cuando perdiócuarenta mil dólares, los ahorros de suvida, en una quiebra bancaria. Cuandoalguien le preguntó si sabía que estabaarruinado, contestó: "Sí, eso he oído". Ysiguió explicando la lección. Había

borrado la pérdida de su espíritu demodo tan completo que ya nunca volvióa mencionarla.

He aquí, ahora, una segunda cosaque debí haber hecho: debí haberanalizado mis faltas y aprendido unalección de modo duradero.

Pero, francamente, no hice ningunade estas cosas. En lugar de ello, mesometí a un suplicio de preocupaciones.Durante meses enteros estuve en uncompleto aturdimiento. Perdí el sueño yperdí kilos de peso. En lugar deaprender una lección de equivocacióntan grande, continué por el mismocamino y repetí lo hecho en menor

escala...Me resulta muy fastidioso tener que

admitir tanta estupidez, pero descubríhace mucho que "es más fácil enseñar aveinte lo que se debe hacer que ser unode los veinte que sigan mis propiasenseñanzas".

¡Cuánto lamento no haber tenido elprivilegio de asistir al Centro deSegunda Enseñanza George Washington,aquí, en Nueva York, y de estudiar conel señor Brand-wine, el mismo maestroque enseñó a Alien Saunders, de NuevaYork!

El señor Saunders me dijo que elmaestro de su clase de higiene, el señor

Brandwine, le enseñó una de laslecciones más valiosas que habíaaprendido. He aquí la historia que mecontó: "Yo no había cumplido los veinteaños, pero ya tenía preocupaciones.Solía irritarme por los errores que habíacometido. Si pasaba un examen, solíapermanecer despierto y comiéndome lasuñas, temeroso de no haber sidoaprobado. Andaba viviendo siempre enlas cosas que había hecho y deseandohaberlas hecho de modo distinto.Pensaba en las cosas que había dicho yme lamentaba de no haberlas dichomejor.

"En esto, una mañana, nuestra clase

pasó al laboratorio de ciencias. Allíestaba el maestro, el señor Brand-wine,con una botella de leche colocada demodo muy destacado en el borde de lamesa. Todos nos sentamos y miramos ala botella, preguntándonos qué tenía quever el objeto con el curso de higiene acargo del señor Brand-wine. De prontoéste se levantó y, con un ampliomovimiento de su brazo, envió la botellaa la artesa. La botella se estrelló ynuestro maestro gritó: ' ¡No lloremosnunca sobre la leche derramada!'

"En seguida nos pidió que nosacercáramos a la artesa ycontempláramos aquellos restos. Y nos

dijo: ' Miren ustedes bien, porque quieroque recuerden esta lección toda la vida.Esa leche ha desaparecido; como ven, seha ido por el desagüe. Todo lo que sehiciera en el mundo no sería suficientepara reconquistar una sola de sus gotas.Con un poco de atención y cuidado, laleche hubiera podido ser salvada. Pero,ahora, es demasiado tarde. Lo único quepodemos hacer es borrarla, olvidarla ypasar a la cosa siguiente' ."

Y Allen Saunders me dijo: "Estademostración seguía trabada en mímucho después de haber olvidado migeometría y mi latín. En realidad, meenseñó acerca de la vida práctica más

que mis cuatro años de segundaenseñanza. Me enseñó a no derramarleche siempre que pudiera evitarlo, peroa olvidarla por completo si sederramaba y desaparecía por eldesagüe".

Algunos lectores se reirán de que sehaga tanto ruido a cuenta de unmanoseado refrán como "No lloremosnunca sobre la leche derramada". Sé quees algo muy trillado y corriente, un lugarcomún. Sé que lo habrán oído ustedesmil veces. Pero sé también que estosmanoseados proverbios contienen laquintaesencia de la destilada sabiduríade las edades. Han surgido de la dura

experiencia de la raza humana y han sidotransmitidos por innumerablesgeneraciones. Aunque usted leyera todolo escrito acerca de la preocupación porlos sabios de to-dos los tiempos, noencontraría nada más profundó que losmanoseados proverbios como "Nocruces tus puentes antes de llegar aellos" y "No llores nunca sobre la lechederramada". Si aplicáramos estos dosproverbios, en lugar de burlarnos deellos, este libro no haría ninguna falta.En realidad, si aplicáramos la mayoríade los viejos proverbios, nuestras vidasserían casi perfectas. Sin embargo, elconocimiento no es poder hasta que es

aplicado y el propósito de este libro noes decir nada nuevo. El propósito deeste libro es recordar a usted lo que yasabe, darle un golpe en la espinilla yproporcionarle el impulso necesariopara que aplique sus conocimientos.

Siempre he admirado a un hombrecomo el extinto Fred Fuller Shedd, quientenía el don de exponer una vieja verdaden forma nueva y pintoresca. Eradirector del diario Philadelphia Bulletiny, al dirigirse a unos estudiantes que segraduaban, preguntó: "¿Cuántos deustedes han aserrado alguna vezmadera? Enseñen sus manos". Lamayoría lo habían hecho. Después

indagó: "Cuántos de ustedes hanaserrado aserrín?" Nadie levantó susmanos.

El señor Shedd exclamó: " ¡Desdeluego, ustedes no pueden aserrar aserrín!Ha sido aserrado ya. Y otro tanto ocurrecon el pasado. Cuando uno comienza apreocuparse por cosas que han pasado yacabado, no hace otra cosa queempeñarse en aserrar aserrín".

Cuando Connie Mack, la gran figuradel béisbol, cumplió los ochenta y unaños, le pregunté si se había preocupadopor los partidos que había perdido.

Connie Mack me dijo: "¡Oh, sí, solíapreocuparme! Pero acabé con esa

estúpida costumbre hace muchos años.Vi que no conducía a ninguna parte. Noes posible moler grano alguno con aguaque ha pasado ya por el molino".

No, no se puede moler grano algunoni aserrar troncos con un agua así. Perose pueden aserrar arrugas en el rostro yúlceras en el estómago.

Yo cené con Jack Dempsey el últimoDía de Acción de Gracias. Con el pavoy la salsa de arándano delante, Dempseyme habló del combate en que perdió elcampeonato de los pesos pesados anteTunney. Naturalmente, fue un duro golpepara él. Me dijo esto: "En medio delcombate, comprendí que había

envejecido... Al final de la décimavuelta estaba todavía de pie, pero esoera todo... Mi rostro estaba hinchado ycortado y mis ojos casi cerrados... Vique el árbitro levantaba el brazo deTunney en señal de victoria... Ya no eracampeón del mundo. Emprendí elregreso al vestuario bajo la lluvia, através de la multitud. Alguien trató detomarme la mano. Otros tenían lágrimasen los ojos.

"Un año después combatí de nuevocon Tunney. Pero era inútil. Estabaacabado para siempre. Era difícil nopreocuparse, pero me dije: ' No voy avivir en el pasado ni llorar sobre la

leche derramada. ¡Voy a aguantar estegolpe en la barbilla y a no dejarmetumbar!' "

Y esto es lo que hizo precisamenteJack Dempsey. ¿Cómo? ¿Diciéndose unay otra vez: "No voy a preocuparme porel pasado"? No, porque esto le hubierainducido a pensar en sus pasadaspreocupaciones. Lo hizo aceptando ydando por buena su derrota yconcentrándose en planes para el futuro.Lo hizo regenteando el Restaurante JackDempsey del Broadway y el Gran Hoteldel Norte de la Calle 57. Lo hizoorganizando combates de boxeo y dandoexhibiciones. Lo hizo ocupándose de tal

modo en algo constructivo que no tuvoya tiempo ni ganas para preocuparse porel pasado. "Mi vida ha sido más feliz enestos últimos diez años que en mistiempos de campeón", dijo. Dempsey medijo que no había leído muchos libros;pero sin saberlo, seguía el consejo deShakespeare: "Los hombres sensatos nose sientan para lamentar sus pérdidas,sino que procuran animosamente repararsus daños". Cuando leo historia ygeografía y observo a las personassometidas a duras circunstancias, sueloasombrarme y entusiasmarmeconstantemente ante la capacidad dealgunos -seres para eliminar sus

preocupaciones y tragedias y continuarsiendo felices. En una ocasión hice unavisita a Sing Sing y lo que más measombró fue que los presos parecían sertan felices como la persona media delexterior. Comenté esto con Lewis E.Lawes —el alcaide de Sing Sing—, yme dijo que, cuando los criminalesllegan a Sing Sing, se muestran por logeneral resentidos y amargados. Pero, alcabo de unos cuantos meses, la mayoríade los más inteligentes borran de suespíritu sus desdichas, se adaptan,aceptan la prisión con calma y tratan desacar el mayor provecho de su situación.El alcaide Lawes me habló de un preso

de Sing Sing —un jardinero— quecantaba mientras cultivaba verduras yflores tras los muros de la prisión. Estepreso de Sing Sing que cantaba mientrascultivaba las flores tenía mejor juicioque la mayoría de nosotros. Sabía que

El Dedo al escribir se mueve yNada, ni Ingenio ni Piedad, hará quevuelva para borrar ¡a Huella asi dejada;no hay Llanto en que lo Escrito sedisuelva.

Si es así, ¿para qué derrocharlágrimas? Desde luego, todos hemosincurrido en equivocaciones y absurdos.Y ¿qué? ¿Quién está libre de ello? HastaNapoleón perdió una tercera parte de las

batallas importantes que libró. Tal veznuestro promedio no sea peor que el deNapoleón. ¿Quién sabe?

Y, en todo caso, todos los poderesdel mundo no son capaces de arreglar loque pertenece ya al pasado. Por tanto,recordemos la Regla 6: No tratemos deaserrar el aserrín.

En síntesis

COMO ACABAR CON ELHABITO DE LA

PREOCUPACIÓN ANTES

DE QUE EL ACABE CONNOSOTROS

Regla 1: Expulse la preocupación desu espíritu manteniéndose ocupado. Laactividad es uno de los mejoresremedios que se hayan ideado jamáspara combatir los "diablillos" delespíritu.

Regla 2: No se agite porpequeñeces. No permita que lasinsignificancias —meros comejenes dela vida—destruyan su felicidad.

Regla 3: Utilice la ley de lospromedios para eliminar laspreocupaciones. Pregúntese: "¿Cuáles

son las probabilidades de que esta cosapueda ocurrir?"

Regla 4: Coopere con lo inevitable.Si sabe usted que hay algunacircunstancia cuyo cambio o revisiónestá fuera de su alcance, dígase: "Es así;no puede ser de otro modo".

Regla 5: Dé una orden de "tope depérdida" para sus preocupaciones.Decida qué medida exacta de atenciónmerece una cosa y niéguese a dedicar alasunto una atención mayor.

Regla 6: Deje que el pasado entierrea sus muertos. No trate de aserrar elaserrín.

CUARTA PARTE

Siete maneras de cultivaruna actitud mental que

nos procurará paz yfelicidad

12 OCHOPALABRAS QUE

PUEDENTRANSFORMAR SU

VIDA

Hace unos cuantos años, se me pidióque contestara a esta pregunta en unprograma de radio: "¿Cuál es la lecciónmas importante que haya usted jamásaprendido?"

Era cosa fácil: con gran diferencia,la lección más vital que yo haya

aprendido jamás es la importancia de loque uno piensa. Si yo supiera lo queusted piensa, yo sabría lo que es usted.Son nuestros pensamientos lo que noshacen lo que somos. Nuestra actitudmental es el factor X que determinanuestro destino. Emerson dijo: "Unhombre es lo que él piensa durante todoel día". ¿Cómo él podría ser otra cosa?

Yo sé ahora, con una convicción queno admite duda, que el mayor problemaque usted y yo encaramos —en realidad,casi el único problema— es la elecciónde los pensamientos acertados. Si somoscapaces de esta elección, estamos en elcamino que conduce a la solución de

todos nuestros problemas. MarcoAurelio, el gran filósofo que gobernó elImperio Romano, resumió esto en ochopalabras; son ocho palabras que puedendeterminar nuestro destino: "Nuestravida es la obra de nuestrospensamientos".

Sí, si tenemos pensamientos felices,seremos felices. Si tenemospensamientos desdichados, seremosdesdichados. Si tenemos pensamientostemerosos, tendremos miedo. Si tenemospensamientos enfermizos, caeremosprobablemente enfermos. Si pensamosen el fracaso, seguramente fracasaremos.Si nos dedicamos a compadecernos,

todo el mundo huirá de nosotros. "Segúnun hombre piensa en su corazón, así esél."

Norman Vincent Peale dijo: "Nosomos lo que pensamos ser, pero somoslo que pensamos"' .

¿Acaso recomiendo un fáciloptimismo o "Pollyanna" ante nuestrosproblemas? No, por desgracia la vida noes tan simple. Pero se recomienda queasumamos una actitud positiva, y nonegativa. En otras palabras, debemosocuparnos de nuestros problemas, perono preocuparnos. ¿Qué diferencia hayentre la inquietud y la preocupación?Permítaseme que ponga un ejemplo.

Cada vez que cruzo las calles de NuevaYork atestadas por el tránsito, sientoinquietud, pero no preocupación. Estosignifica comprender los problemas ytomar con calma las medidas parasolucionarlos. La preocupación significadar vueltas enloquecedoras e inútiles aun asunto.

Un hombre puede ocuparse de susproblemas graves y, sin embargo, ir conla cabeza en alto y una flor en el ojal.He visto hacer precisamente esto aLowell Thomas. Yo estuve asociado aLowell Thomas en la presentación desus famosas películas sobre lascampañas Allenby-Lawrence en la

primera guerra mundial. Lowell Thomasy sus ayudantes habían fotografiado laguerra en media docena de frentes y, loque era todavía mejor, habían traído unaconstancia gráfica de T. E. Lawrence yde su pintoresco ejército árabe y unapelícula de la conquista de Tierra Santapor Allenby. Sus conferencias ilustradasbajo el título "Con Allenby en Palestinay con Lawrence en Arabia" causaronsensación en Londres y todo el mundo.La temporada de ópera en Londres fuepostergada seis semanas para queLowell Thomas pudiera continuarnarrando aquellas grandes aventuras ymostrando sus películas en el Covent

Garden. Después de este sensacionaltriunfo en Londres, vino una afortunadagira por muchos países. A continuaciónLowell Thomas pasó dos añospreparando una película sobre la vida enla India y en Afganistán. Después de unaracha de mala suerte increíble, sucediólo imposible: se vio en Londrescompletamente arruinado. Yo estaba conél en esa época. Recuerdo que teníamosque alimentarnos con platos baratos enlos restaurantes del Lyon' s CornerHouse. En realidad, no hubiéramospodido comer si el señor Thomas nohubiese obtenido un préstamo de unescocés, James McBey, el conocido

artista. He aquí lo que importa en elrelato: incluso cuando estaba congrandes deudas y profundasdecepciones, Lowell Thomas semostraba inquieto, pero no preocupado.Sabía que, si se dejaba vencer por susreveses, ya no valdría para nadie,incluidos sus acreedores. Por lo tanto,cada mañana, antes de salir, secompraba una flor, se la ponía en el ojaly se marchaba calle abajo por OxfordStreet, con la cabeza alta y el pasodecidido. Pensaba cosas positivas yvalientes y no consentía que la derrotalo derrotara. Para él, aquellas bofetadaseran parte del juego, el adiestramiento

útil que es necesario si se quiere llegara lo alto.

Nuestra actitud mental tiene unprofundo efecto sobre nuestros poderesfísicos. Por ejemplo J. A. Had-field, unode los más destacados psiquiatrasingleses, nos ofrece un ejemplo muyinteresante en su estupendo librito decincuenta y cuatro páginas, ThePsychology of Power (La psicología delpoder). "Pedí a tres hombres — dice—que se sometieran a una prueba paramedir el efecto de su actitud mental ensu fuerza física, calculada cuando ellosasían un dinamómetro." Les dijo queasieran el dinamómetro con todas sus

fuerzas. Hizo que lo asieran bajo tresdiferentes condiciones.

Cuando Hadfield los probó enestado normal, despiertos, revelaron unafuerza media de 101 libras.

Cuando los probó después dehipnotizarlos y tras decirles que eranmuy débiles, sólo demostraron unafuerza de 29 libras, menos de un terciode su fuerza normal. (Uno de esoshombres era boxeador y cuando se ledijo bajo el estado de hipnosis que eradébil, manifestó que su brazo "parecíadiminuto, como el de un bebé".)

Cuando Hadfield probó a esoshombres por tercera vez, diciéndoles

cuando aún estaban en estado hipnóticoque eran muy fuertes, revelaron unafuerza promedio de 142 libras. Cuandotenían la mente colmada depensamientos positivos en cuanto a sufuerza, aumentaron su capacidad físicacasi en un cincuenta por ciento.

Tal es el increíble poder de nuestraactitud mental.

Para ilustrar el mágico poder delpensamiento, permítaseme que cuenteuna de las más asombrosas historias enlos anales de Norteamérica. Podríaescribir un libro sobre ella, pero serébreve. En una fría noche de octubre,poco después de terminada la guerra

civil, una mujer sin hogar ni amparo,apenas algo más que un vagabundo en lafaz de la tierra, llamó a la puerta de laseñora Webster, la esposa de un capitánretirado de la marina mercante, conresidencia en Amesbury, Massachusetts.

Al abrir la puerta, la señora Webstervio a un frágil ser, "apenas más decincuenta kilos de piel y hueso»ateridos". La desconocida, una señoraGlover, explicó que estaba buscando unhogar donde pudiera estudiar y resolverun problema que le absorbía los días ylas noches.

—¿Por qué no se queda usted aquí?— replicó la señora Webster—. Yo

vivo sola en esta casona.La señora Glover pudo haberse

quedado indefinidamente con la señoraWebster sin la llegada del yerno de ésta,Bill Ellis, quien había abandonadoNueva York para pasar unas vacaciones.Cuando Bill Ellis descubrió la presenciade la señora Glover, gritó: " ¡No quierovagabundos en esta casa!" Y puso a lapobre mujer en la puerta. Estaballoviendo. La señora Glover quedóinmóvil y temblorosa durante unosminutos bajo la lluvia; después marchócarretera abajo, en busca de algúnrefugio.

Y aquí está la parte asombrosa del

relato. Aquella "Vagabunda" expulsadapor Bill Ellis de la casa estabadestinada a influir en las ideas delmundo más que cualquier otra mujer quehaya andado por esta tierra. Ahora esconocida por millones de fervorososseguidores como Mary Baker Eddy, lafundadora de la Ciencia Cristiana.

Sin embargo, hasta entonces, habíaconocido poco de la vida, salvo susenfermedades, penas y tragedias. Suprimer marido murió poco después decelebrado el matrimonio. Su segundomarido la había abandonado y se habíaescapado con una mujer casada.Falleció después en un asilo de pobres.

Ella sólo había tenido un hijo y se vioobligada, a causa de la pobreza, laenfermedad y los celos, a entregarlo —un niño de cuatro años—a otra persona.Perdió toda traza de él y no volvió averlo hasta treinta y un años después.

A causa de su pobrísima salud, laseñora Eddy se había interesado duranteaños en lo que llamaba "la ciencia decurar por el espíritu". Pero la dramáticacrisis de su vida se produjo en Lynn,Massachusetts. Caminaba un día demucho frío por la zona baja de la ciudadcuando se resbaló y cayó sobre elhelado pavimento. Quedó sinconocimiento. Su espina dorsal resultó

afectada y tenía terribles convulsiones.Hasta el médico supuso que iba amorirse. Declaró que, si sobrevivía porun milagro, aquella mujer ya no podríacaminar.

Tendida en lo que creía que era sulecho de muerte, Mary Baker Eddy abrióla Biblia y, según declaró, una guíadivina le indujo a leer estas palabras deSan Mateo: "Y, mirad, le llevaron a unhombre enfermo de parálisis, tendido enun lecho, y Jesús... dijo al enfermo deparálisis: Hijo, ten buen ánimo, porquetus pecados te han sido perdonados...Levántate, toma tu lecho y vete a tu casa.Y el hombre se levantó y se fue a su

casa".La señora Eddy manifestó que estas

palabras de Jesús le procuraron tantafuerza, tal fe, tal poder de curación, que"inmediatamente saltó de la cama ycaminó". Y añadió: "Esta experienciafue la manzana caída que me llevó aldescubrimiento de cómo podía sentirmebien y hacer que los demás se sintieranlo mismo... Conseguí la certidumbrecientífica de que toda causa es Espíritu ytodo efecto un fenómeno mental".

Tal es el modo en que Mary BakerEddy se convirtió en la fundadora y lasuprema sacerdotisa de una nuevareligión: la Ciencia Cristiana —la única

gran fe religiosa que haya jamás sidoestablecida por una mujer—, unareligión que se ha extendido por todo elglobo.

Es probable que ustedes esténdiciéndose ahora: "Este Carnegie estáhaciendo proselitismo para la CienciaCristiana". No. Están ustedesequivocados. No pertenezco a laCiencia Cristiana. Pero, cuanto másvivo, más me convenzo del tremendopoder del pensamiento. Comoconsecuencia de treinta y cinco añosdedicados a enseñar a adultos, sé quehombres y mujeres pueden eliminar lapreocupación, el miedo y diversas

enfermedades y transformar sus vidasmediante un cambio en suspensamientos. ¡Me consta! ¡Me consta!¡¡Me consta!! He presenciado cientos deveces transformaciones increíbles. Lashe visto tan a menudo que ya no mellaman la atención.

Por ejemplo, una de esastransformaciones fue experimentada poruno de mis alumnos. ¿Qué se la habíaprovocado? "La preocupación —medijo mi alumno—. Me preocupaba pormi delgadez, porque estaba perdiendo elcabello, porque temía no ganar nunca eldinero necesario para casarme, porquetenía la impresión de que nunca sería un

buen padre, porque creía que iba aperder a la muchacha con la que queríacasarme, porque entendía que mi vida noera feliz. Me preocupaba acerca de laimpresión que causaba en los demás. Mepreocupaba porque temía tener úlcerasen el estómago. Ya no podía trabajar yabandoné mi puesto. Mi tensión aumentóhasta que parecí una caldera sin ningunaválvula de seguridad. La presión era taninsoportable que algo tenía que ceder. Ycedió. Si no ha tenido usted nunca underrumbe nervioso, niegue a Dios notenerlo, porque ningún dolor físico escomparable a la angustia sin límites deun espíritu atormentado.

"Mi derrumbe fue tan grave que nopodía hablar ni siquiera con mi familia.No tenía dominio alguno sobre mispensamientos. Tenía un miedoespantoso. El menor ruido me hacíasaltar. Huía de todo el mundo. Llorabasin el menor motivo aparente. Cada díaera una agonía. Me sentía abandonadode todos, hasta de Dios. Durante cuatromeses estuve visitando a especialistasde los nervios y a psiquiatras. Losprimeros me recetaron píldoras y lossegundos siguieron las huellas de missueños y sondearon en mi infancia, a labusca de complejos ocultos. Laspíldoras sólo fueron un alivio

momentáneo y los sondeos sólo meprocuraron preocupaciones nuevas.Estuve tentado de tirarme al río y acabarcon todo.

"Decidí finalmente hacer un viaje aFlorida, con la esperanza de que elcambio de ambiente me hiciera bien. Alsubir al tren, mi padre me entregó unacarta y me dijo que no la abriera hastallegar a Florida. Llegué a Florida en elapogeo de la temporada turística. Comono pude conseguir habitación en unhotel, me alojé en el dormitorio de ungaraje. Intenté que me incluyeran en latripulación de un carguero que zarpabade Miami, pero no tuve suerte. Pasaba

mi tiempo en la playa. Me sentía enFlorida más desdichado que en mi casa;por lo tanto, abrí el sobre que mi padreme había entregado. La nota decía: 'Hijo mío, estás a 1.500 millas de casa yno te sientes mejor, ¿no es así? Sabíaque sería así, porque te llevaste contigola única causa de tus zozobras, que erestú mismo. No hay nada que ande mal entu cuerpo o tu espíritu. No son lassituaciones por las que has pasado loque te ha puesto así, sino lo que túpiensas de esas situaciones. Según unhombre piensa en su corazón, así es él.Cuando comprendas esto, hijo mío,vuelve a casa, porque estarás curado'.

"La carta de mi padre me enfureció.Quería simpatía, no instrucción. Estabatan chiflado que en aquel momentodecidí no volver nunca más a casa.Aquella noche me paseaba por una delas calles apartadas de Miami y llegué auna iglesia donde se estaban celebrandounos servicios. No teniendo otro lugaradonde ir, entré y escuché un sermónsobre el tema: ' Quien conquista suespíritu es más fuerte que quienconquista una ciudad' . La permanenciaen el sedante ambiente de la casa deDios y la repetición por el predicadorde las ideas expuestas por mi padre ensu carta barrieron toda la basura que se

había acumulado en mi cerebro. Podíapensar con claridad y de modorazonable por primera vez en mi vida.Comprendí lo estúpido que había sido.Estaba escandalizado de verme a laverdadera luz: allí estaba, queriendocambiar el mundo entero y todo lo quecontenía, cuando la única cosa quenecesitaba cambiar era el foco de laslentes de la cámara fotográfica que erami espíritu.

"A la mañana siguiente hice miequipaje y emprendí el regreso a casa.Una semana después había vuelto aocupar mi puesto. Cuatro meses despuésme casé con la muchacha que temía

perder. Ahora somos una familia felizcon cinco hijos. Dios ha sido buenoconmigo tanto material comomentalmente. En la época de miquebranto nervioso, era capataz denoche de un pequeño establecimientoque ocupaba a dieciocho personas.Ahora soy superintendente de lafabricación de cartón y estoy al frente decuatrocientos cincuenta trabajadores.Creo que ahora aprecio bien los valoresde la vida. Mi vida es más completa yamiga. Cuando los momentos deansiedad tratan de infiltrarse —comosucede en las vidas de todos—, me digoque debo enfocar de nuevo mi cámara y

todo se resuelve perfectamente."Puedo decir honradamente que me

alegro de haber padecido aquelladepresión, porque descubrí por mediode la dura experiencia el poder que lospensamientos pueden tener sobre nuestroespíritu y nuestro cuerpo. Ahora mispensamientos trabajan para mí y no encontra de mí. Comprendo ahora que mipadre tenía razón cuando decía que noeran las situaciones exteriores la causade mi sufrimiento, sino lo que yopensaba de esas situaciones. Tan prontocomo me di cuenta de esto, me curé y...seguí curado." Tal fue la experiencia deaquel alumno mío.

Estoy totalmente convencido de quenuestra paz interior y nuestra alegríadependen, no de dónde estamos, quétenemos o qué somos, sino únicamentede nuestra actitud mental. Lascondiciones exteriores tienen que vercon esto muy poco. Por ejemplo,tomemos el caso del viejo John Brown,quien fue colgado por apoderarse delarsenal del Estado en Harpers Ferry eincitar a los esclavos a la rebelión. Fuetrasladado al patíbulo sentado en suataúd. El carcelero que iba junto a élestaba nervioso y preocupado. PeroJohn Brown se mostraba sereno y frío.Levantó la vista hacia los montes de la

Sierra Azul de Virginia y exclamó: "¡Qué hermoso paisaje! Nunca tuve antesla oportunidad de contemplarlo".

O tomemos el caso de Robert FalconScott y sus compañeros, los primerosingleses que alcanzaron el Polo Sur. Suviaje de regreso fue probablemente elviaje más cruel que haya emprendidojamás el hombre. Se habían quedado sinalimentos y sin combustible. Nopudieron avanzar más porque unaimponente ventisca rugió en aquellaslindes del mundo durante once días y susnoches; el viento era tan fuerte y vivoque tajaba el hielo polar. Scott y suscompañeros sabían que iban a morir;

habían llevado consigo una cantidad deopio para esta contingencia. Una fuertedosis de opio les haría entrar en laregión de los sueños agradables para nodespertarse más. Pero desdeñaron ladroga y murieron "cantando vibrantes yalegres canciones". Sabemos quesucedió esto por la carta de adiós quehalló junto a los helados cuerpos unapartida de salvamento ocho mesesdespués.

Sí, si cultivamos pensamientoscreadores dé valor y serenidad,podemos disfrutar de un paisajesentados en nuestro ataúd y camino delpatíbulo o podemos entonar "vibrantes y

alegres canciones" en los momentos enque morimos de hambre y de frío.

En su ceguera, Milton descubrió lamisma verdad hace trescientos años:

Es el alma su propio hogar ypuede del cielo hacer Averno y

del Averno cielo.

Napoleón y Helen Keller sonejemplos perfectos de la declaración deMilton: Napoleón tenía todo lo que loshombres por lo general ambicionan —gloria, poder, riquezas—, pero declaróen Santa Elena: "Jamás he conocido seisdías felices en mi vida". En cambio

Helen Keller —ciega y sordomuda—manifestó: "He encontrado que la vidaes tan bella...".

Si medio siglo de vida me haenseñado algo, este algo es que "nadaque no seas tú mismo puede traerte lapaz".

En realidad, no hago otra cosa queintentar la repetición de lo que Emersondijo tan bien en las palabras finales desu ensayo sobre la "Confianza en símismo": "Una victoria política, unaumento de rentas, el restablecimientode un ser querido, el retorno de unamigo ausente o cualquier otroacontecimiento totalmente externo

entonan el ánimo y hacen pensar que seacercan días felices. No lo creamos.Nunca puede ser así. Sólo nosotrosmismos podemos traemos la paz".

Epicteto, el gran filósofo estoico,nos previno que debemos tener máscuidado en eliminar los malospensamientos de nuestro espíritu que eneliminar "los tumores y abscesos delcuerpo".

Epicteto dijo esto hace diecinuevesiglos, pero la medicina moderna loapoya. El Dr. G. Canby Robinsondeclaró que cuatro de cada cincopacientes internados en el HospitalJohns Hopkins tenían afecciones

provocadas por tensiones de tipoemocional. Esto era frecuentementeverdad incluso en casos de trastornosorgánicos. "En última instancia, la causade estos trastornos puede encontrarse endesajuste con la vida y sus problemas",manifestó el referido médico.

Montaigne, el gran filósofo francés,adoptó estas dieciocho palabras comolema de su vida: "Un hombre no esherido tanto por lo que sucede, cuantopor su opinión de lo que sucede". Ynuestra opinión de lo que sucede es cosaenteramente nuestra.

¿Qué quiero decir? ¿Tengo lacolosal desfachatez de decirle a la cara

—a usted, abrumado por sus problemasy con los nervios de punta—, que, enestas condiciones, puede cambiar suactitud mental mediante un esfuerzo dela voluntad? ¡Sí, quiero decirprecisamente eso! Y esto no es todo.Voy a mostrarle a usted cómo se hace.Tal vez exija cierto esfuerzo, pero elsecreto es sencillo.

William James, nunca superado ensu conocimiento de la psicologíapráctica, hizo una vez esta observación:"La acción parece seguir alsentimiento, pero en realidad, acción ysentimiento van juntos y, regulando laacción, que se halla bajo el dominio

directo de la voluntad, podemosregular indirectamente el sentimiento,que no lo está".

En otros términos, William Jamesnos dice que no podemos cambiarinstantáneamente nuestras emocionescon sólo "la decisión de hacerlo", peroque podemos cambiar nuestras acciones.Y que, al cambiar nuestras acciones,cambiaremos automáticamente nuestrossentimientos.

"Por tanto —explica—, el caminovoluntario de valor soberano parallegar a la alegría, si es que la hasperdido, es sentarte alegremente yactuar y hablar como si la alegría

estuviera ya a tu lado."¿Da resultados este truco tan

sencillo? ¡Es como la cirugía estética!Ensáyelo. Ponga en su cara una sonrisaamplia y honrada; saque el pecho;respire pausada y profundamente; yentone algo. Si no puede usted cantar,silbe. Si no puede usted silbar, tararee.Pronto descubrirá usted a qué se referíaWilliam James: que es físicamenteimposible permanecer deprimido oagobiado mientras se manifiestan lossíntomas de una felicidad radiante.

Es esta una de las pequeñasverdades básicas de la naturaleza quepuede fácilmente obrar milagros en

nuestras vidas. Conozco a una mujer deCalifornia —no mencionaré su nombre—que eliminaría todas sus desdichas enveinticuatro horas si conociera estesecreto. Es mujer de edad y viuda —escosa triste, lo admito—, pero ¿es queintenta ser feliz? No: si se le preguntacómo se encuentra contesta: " ¡Oh, muybien!" Pero, con la expresión de surostro y el temblor de su voz, estádiciendo: " ¡Oh, Dios mío, si supierausted todo lo que yo he pasado!" Pareceque está reprochando a los demás que semuestren contentos ante ella. Haycientos de mujeres en peor situación queella: su marido le dejó un seguro

suficiente para las necesidades del restode su vida y tiene hijas casadas quepueden procurarle un hogar. Peroraramente sonríe. Se queja de que sustres hijos políticos son ásperos yegoístas, aunque pasa temporadas demeses en sus casas. Se lamenta de quesus hijas nunca le regalan nada, aunqueatesora cuidadosamente sus propiosbienes "para la vejez". ¡Es una plagapara ella misma y su desdichada familia!Pero ¿es necesario que sea así? Es unalástima, porque podría transformarse delo que es, una mujer amargada e infeliz,en un miembro de la familia respetado yquerido, siempre que quisiera el

cambio. Y todo lo que necesitaría paraesta transformación es comenzar a actuarde modo animoso y alegre, a actuarcomo si tuviera que dar expresión a unamor de juventud en lugar de dar vueltasa su amargado carácter.

H. J. Englert, de Tell City, Indiana,aún vive porque descubrió este secreto.Hace diez años, el señor Englert tuvofiebre escarlatina; cuando serestableció, vio que había contraídonefritis, una enfermedad de los riñones.Consultó a toda clase de médicos,"incluso curanderos", según me dijo, sinresultado alguno.

Después, pasado cierto tiempo, tuvo

otras complicaciones. Su presiónsanguínea subió. Consultó a un médico yéste le dijo que la presión habíaalcanzado el altísimo punto de 214.Agregó que el caso era fatal, que teníaun carácter progresivo y que valía másque el paciente ordenara sus asuntoscuanto antes.

Y Englert dice: "Fui a casa,verifiqué que mi póliza de seguro estabaal día, pedí perdón al Hacedor por misfaltas y me dediqué a sombríasmeditaciones.

"Hice desdichados a cuantos estabana mi alrededor. Mi mujer y mis hijosestaban aterrados y yo mismo me sentía

muy deprimido. Sin embargo, al cabo deuna semana de compadecerme, me dije: '¡Eres un estúpido! Quizá aún tardes unaño en morir. ¿Por qué, pues, no intentasmostrarte alegre mientras estés en estemundo?'

"Saqué el pecho, sonreí y traté deactuar como si todo fuera normal.Admito que fue costoso en un principio,pero me forcé a ser agradable yanimoso. Y esto fue un bien, nosolamente para mi familia, sino tambiénpara mí.

"El primer resultado fue quecomencé a sentirme mejor, casi tan biencomo pretendía sentirme. La mejoría

continuó. Y hoy —meses después de lasupuesta fecha de mi fallecimiento—, nosolamente estoy vivo, bien y contento,sino también con mi presión sanguíneaen la normalidad. Tengo una cosa porcierta: que la predicción del médico sehubiera cumplido si hubiese continuadoalimentando los pensamientos dederrota. Pero di a mi cuerpo unaoportunidad para curarse sin otroesfuerzo que el que supone un cambio enla actitud mental."

Quiero hacer esta pregunta: si unaactuación animosa y los pensamientospositivos de salud y valor bastan parasalvar la vida de un hombre, ¿por qué

usted y yo vamos a soportar ni un minutomás nuestros malos humores ydepresiones de orden secundario? ¿Porqué hacer de nosotros y de cuantos nosrodean seres infelices y melancólicoscuando es posible crear la felicidad pormedio de una simple actuación animosa?

Hace años leí un librito que tuvo unduradero y profundo efecto en mi vida.Se titulaba As a Man Thinketh (Piensacomo un hombre), y es de James LaneAlien. He aquí lo que decía:

"Uno verá que, si cambia suspensamientos sobre las cosas y losdemás, las cosas y los demáscambiarán... Si un hombre cambia

radicalmente sus pensamientos, quedaráasombrado de la rápida transformaciónque se producirá en las condicionesmateriales de su vida. Los hombres noatraen por lo que quieren, sino por loque son... La divinidad que da forma anuestros propósitos somos nosotrosmismos... Todo lo que un hombreconsigue es el resultado directo denuestros propios pensamientos ... Unhombre sólo puede prosperar,conquistar y alcanzar sus metaselevando sus pensamientos. Sola-mentepuede permanecer débil e ínfimo pornegarse a esta elevación."

De acuerdo con el libro del Génesis,

el Creador dio al hombre el dominiosobre toda la tierra. Fue un granpresente. Pero no me interesanprerrogativas tan regias. Todo lo quequiero es el dominio sobre mí mismo, eldominio sobre mis pensamientos, eldominio sobre mis miedos, el dominiosobre mi inteligencia y mi espíritu. Y lomás maravilloso es que yo sé que puedoconseguir este dominio en medidaasombrosa, en cuanto lo desee, con sóloregular mis actos, los cuales regulan a suvez mis reacciones.

Recordemos estas palabras deWilliam James: "Gran parte de lo quedenominamos Mal... puede ser

convertido muchas veces en un bienamplio y tónico con sólo el cambiointerior del paciente de una actitud demiedo a otra de lucha".

¡Luchemos por nuestra Felicidad!Luchemos por nuestra felicidad

siguiendo un programa diario depensamientos animosos y constructivos.He aquí un programa así. Se titula Sólopor hoy. Juzgué este programa tanalentador que distribuí cientos deejemplares. Fue escrito hace treinta yseis años por el extinto Sibyl F.Partridge. Si usted y yo lo seguimos,eliminaremos la mayoría de nuestraspreocupaciones y aumentaremos de

modo inconmensurable nuestra porciónde lo que los franceses llaman la jote devivre.

SOLO POR HOY

1. Sólo por hoy, seré feliz.Esto supone que es verdadlo que dijo AbrahamLincoln, que "la mayoría delas personas son tan felicescomo deciden serlo". Lafelicidad es algo interior;no es asunto de fuera.

2. Sólo por hoy, trataré de

ajustarme a lo que es y notrataré de ajustar todas lascosas a mis propios deseos.Aceptaré mi familia, misnegocios y mi suerte comoson y procuraré encajar entodo ello.

3. Sólo por hoy, cuidaré de miorganismo. Lo ejercitaré, loatenderé, lo alimentaré, noabusaré de él ni loabandonaré, en forma queserá una perfecta máquinapara mis cosas.

4. Sólo por hoy, trataré devigorizar mi espíritu.

Aprenderé algo útil. Noseré un haragán mental.Leeré algo que requiera esfuerzo, meditación yconcentración.

5. Sólo por hoy, ejercitaré mialma de tres modos. Haré aalguien algún bien sin queél lo descubra. Y haré doscosas que no me agradehacer, sólo, como diceWilliam James, porejercitarme.

6. Sólo por hoy, seréagradable. Tendré el mejoraspecto que pueda, me

vestiré con la mayorcorrección a mi alcance,hablaré en voz baja, memostraré cortés, serégeneroso en la alabanza, nocriticaré a nadie, noencontraré defectos en naday no intentaré dirigir oenmendar la plana alprójimo.

7. Sólo por hoy, trataré devivir únicamente este día,sin abordar a la vez todo elproblema de la vida. Puedohacer en doce horas cosasque me espantarían si

tuviera que mantenerlasduran te una vida entera.

8. Sólo por hoy, tendré unprograma. Consignaré porescrito lo que espero hacercada hora. Cabe que no sigaexactamente el pro grama,pero lo tendré. Eliminarédos plagas, la prisa y laindecisión.

9. Sólo por hoy, tendré mediahora tranquila de soledad ydes canso. En esta mediahora pensaré a veces enDios, a fin de conseguir unamayor perspectiva para mi

vida.10. Sólo por hoy, no tendré

temor y especialmente notendré temor de ser feliz, dedisfrutar de lo bello, deamar y de creer que los queamo me aman.

Si queremos cultivar una actitudmental que nos proporcionará paz yfelicidad, he aquí la Regla 1:

Pensemos y actuemos conalegría y nos sentiremos

alegres.

13 EL ELEVADOCOSTO DE PAGAR

CON LA MISMAMONEDA

Una noche, hace años, recorriendo elParque de Yellowstone, me senté conotros turistas en unas gradas quemiraban a un espeso bosque de pinos yabetos. En esto, el animal queesperábamos ver, el terror de la selva,el oso pardo, entró en la zona iluminaday comenzó a devorar los residuos quehabían sido llevados allí desde la

cocina de uno de los hoteles del parque.Uno de los guardabosques, el mayorMartindale, explicaba, montado acaballo, las costumbres de estosanimales a los excitados turistas. Nosdijo que el oso pardo es capaz deaniquilar a cualquier otro animal delmundo occidental, con las posiblesexcepciones del búfalo y del osoKadiak; sin embargo, yo advertí aquellanoche que había un animal, sólo uno, alque el oso pardo permitía salir delbosque y comer con él a la luz: unamofeta (zorrillo). El oso pardo sabíaque podía liquidar a la mofeta de unsolo zarpazo. ¿Por qué no lo hacía?

Porque había comprendido que una cosaasí no resultaba beneficiosa.

Yo también lo comprendí. Comomuchacho del campo, había atrapadomofetas de cuatro patas en los setos delas orillas del Missouri; ya de hombre,había encontrado unas cuantas mofetasde dos patas en las aceras de NuevaYork. Y sabía por triste experiencia queservía de muy poco tratar con cualquierade estas dos variedades.

Cuando odiamos a nuestrosenemigos, les damos poder sobrenosotros, poder sobre nuestro sueño,nuestros deseos, nuestra presiónsanguínea, nuestra salud y nuestra

felicidad. Nuestros enemigos bailaríande alegría si supieran cómo nospreocupan, cómo nos torturan y cómo senos imponen. Nuestro odio no les daña,pero convierte nuestros días y noches enun infernal torbellino.

¿Quién creen ustedes que dijo lo quesigue: "Si una persona egoísta trata deaprovecharse de ti, bórralo de tu lista,pero no trates de pagarle con la mismamoneda. Cuando tratas de pagar con lamisma moneda, te haces más daño delque puedas hacer a esa otra persona"?Son palabras que parecen pronunciadaspor un idealista habituado a mirar a lasestrellas. Pero no es así. Estas palabras

aparecieron en un boletín publicado porel Departamento de Policía deMilwaukee.

¿Cómo puede dañar el intento depagar con la misma moneda? De muchosmodos. Según la revista Life, puedeincluso quebrantar la salud. Life dijo:"La característica principal de laspersonas con hipertensión —alta presión sanguínea—es el resentimiento.Cuando el resentimiento es crónico, lasconsecuencias son una hipertensióncrónica y las enfermedades delcorazón".

Por tanto, cabe ver que cuando Jesúsdijo "Amad a vuestros enemigos", no se

limitaba a predicar ética. Tambiénpredicaba medicina del siglo XX.Cuando dijo: "Perdonad setenta vecessiete", Jesús nos estaba diciendo a ustedy a mí el modo de no padecer altapresión sanguínea, perturbaciones delcorazón, úlceras del estómago y muchasotras enfermedades.

Una amiga mía tuvo recientemente ungrave ataque al corazón. Su médico leordenó que guardara cama y no seenfadara por nada, sucediese lo quesucediera. Los médicos saben que,cuando se tiene el corazón débil, unacceso de ira puede matar. ¿Dije quepuede matar? Un acceso de ira mató al

dueño de un restaurante en Spokane,Washington, hace unos cuantos años.Tengo ante mí la carta del jefe depolicía de la ciudad donde ocurrió elhecho. Dice: "Hace unos cuantos años,un hombre de sesenta y ocho años deedad que era dueño de un café enSpokane, Washington, se mató alenfurecerse con su cocinero, quienpersistía en la costumbre de beber caféen la propia taza de su patrón. Este seindignó de tal modo que tomó unrevólver y se lanzó a la caza delcocinero. Cayó muerto de un ataque alcorazón, con el revólver todavía en lamano. El instructor del sumario declaró

que la causa del ataque al corazón habíasido la ira".

Cuando Jesús dijo: "Amad avuestros enemigos", también nos estabadiciendo el modo de mejorar nuestrapresencia. Conozco a muchos —comoconocerán ustedes—cuyos rostros se hanarrugado y endurecido por el odio ydesfigurado por el resentimiento. Todala cirugía estética de la Cristiandad nomejorarán su aspecto ni la mitad de loque lo mejorarían el perdón, la ternura yel amor.

El odio destruye hasta nuestracapacidad para disfrutar de losalimentos. La Biblia dice así: "Vale más

una comida de hierbas donde hay amorque buey bien cebado con odio".

¿Es que nuestros enemigos no sefrotarían las manos de gusto y bailaríande alegría si supieran que el odio quesentimos hacia ellos nos está agotando yponiendo nerviosos, desfigurando,creando perturbaciones cardíacas yprobablemente acortando la existencia?¿Es que nuestros enemigos no quedaríanencantados de ver cómo el odio nos estáconsumiendo?

Si no podemos amar a nuestrosenemigos, amémonos por lo menos anosotros mismos. Amémonos losuficiente para no permitir que nuestros

enemigos dominen nuestra felicidad,salud y aspecto. Shakespeare escribió:

No calientes de odio tanto el hornoque te quemes tú mismo.

Cuando Jesús dijo que deberíamosperdonar a nuestros enemigos "setentaveces siete", predicaba también unabuena norma de negocios. Por ejemplo,tengo ante mí una carta de George Rona,Uppsala, Suecia. Durante años GeorgeRona fue procurador en Viena, perohuyó a Suecia durante la segunda guerramundial. No tenía dinero y necesitabatrabajar con urgencia. Como podíahablar y escribir en varios idiomas,confiaba obtener un puesto de

corresponsal en alguna firma dedicada ala importación y la exportación. Lamayoría de las firmas le contestaron queno necesitaban sus servicios a causa dela guerra, pero que incluirían su nombreen lista, etcétera. Sin embargo, un señorescribió a George Rona una carta en laque se decía: "Lo que usted se imaginaacerca de mi negocio es falso. Todo loque dice es una insensatez. No necesitoningún corresponsal. Y si necesitarauno, no lo tomaría a usted, porque nisiquiera es capaz de escribircorrectamente en sueco. Su carta estállena de faltas".

Cuando George Rona leyó aquella

carta, se puso tan fuera de sí como elPato Donald. ¿Qué pretendía ese suecoal decirle que no podía escribir ensueco? La misma carta del agresivoseñor estaba llena de faltas. Entonces,George Rona escribió una tercera cartadestinada a sacar de quicio al sueco.Pero se calmó y se dijo; "Espera unmomento. ¿Cómo sé que este hombre notiene razón? He estudiado sueco, perono es mi lengua materna y tal vez hayacometido faltas sin darme cuenta de ello.Si es así, no tengo más remedio quecontinuar mis estudios si quieroconseguir un puesto. Es muy posible queeste hombre me haya hecho un favor, aun

contra su voluntad. El mero hecho deque se haya expresado en términosdesagradables no altera mi deuda haciaél. Voy a escribirle dándole lasgracias".

George Rona rompió la furibundacarta que había escrito y escribió otradiciendo: "Fue usted muy amable almolestarse en escribirme, especialmenteno necesitando un corresponsal.Lamento haberme equivocado enrelación con su firma. La razón de que leescribiera es que solicité información yme dijeron que era usted figura principalen ese campo de actividades. No sabíaque he cometido faltas gramaticales en

mi carta. Lo lamento y quedoavergonzado de mí mismo. Dedicaré enadelante más diligencia al estudio delsueco y trataré de corregirme de esedefecto. Quiero agradecerle el que mehaya iniciado de ese modo en el caminodel mejoramiento".

Al cabo de unos días, George Ronarecibió una carta del mismo señor, quienle pedía que fuera a verlo. Rona fue... yconsiguió un puesto. George Ronadescubrió de este modo que "unarespuesta amable disipa la ira".

Cabe que no seamos tan santos queamemos a nuestros enemigos, pero, enbien de nuestra salud y nuestra

felicidad, perdonémoslos yolvidémoslos por lo menos. Es lo quehacía el general Eisenhower. En unaocasión pregunté a John, el hijo delgeneral Eisenhower, si su padrealimentaba resentimientos. Y John medijo: "No, mi padre no pierde ni unminuto pensando en las personas que ledesagradan".

Hay un viejo proverbio que afirmaque es un necio quien no puedeenfadarse, pero es un sabio quien no seenfada.

Esta era la norma del ex alcalde deNueva York William J. Gaynor.Acusado violentamente por la prensa

escandalosa, un maniático disparócontra él y casi lo mata. Cuando luchabapor su vida en el lecho del hospital,dijo: "Todas las noches perdono todo atodos". ¿Es demasiado idealismo?¿Demasiada blandura? Si es así,busquemos consejo en el gran filósofoalemán Schopenhauer, autor de Estudiossobre el pesimismo. Consideraba estefilósofo la vida como una aventura inútily penosa. Era un hombre que goteabalobreguez y, sin embargo, hundido en lasprofundidades de su desesperación,exclamó: "A ser posible, no se debesentir animosidad hacia nadie".

En una ocasión pregunté a Bemard

Baruch —el hombre que ha sidoconsejero muy estimado de seispresidentes: Wilson, Harding, Coolidge,Hoover, Roosevelt y Truman— si sehabía sentido turbado alguna vez por losataques de sus enemigos. Y lacontestación fue: "Nadie puedehumillarme o turbarme. No se lopermitiría".

Tampoco nadie puede humillarnos oturbarnos a usted y a mí,a menos que selo consintamos.

Palos y piedras romperán mishuesos, pero las palabras no han dedañarme.

A través de los siglos, los hombres

han encendido sus velas ante esosindividuos que, al modo de Cristo, noalimentaban resentimientos contra susenemigos. He estado muchas veces en elParque Nacional Jasper del Canadá, encontemplación de una de las más bellasmontañas del mundo occidental, unamontaña que lleva el nombre de EdithCavell, la enfermera británica que muriócomo una santa ante un piquete alemánel 12 de octubre de 1915. ¿Cuál era sucrimen? Había escondido, alimentado yatendido en su hogar belga a soldadosheridos franceses e ingleses y los habíaayudado a escaparse a Holanda. Cuandoel capellán inglés entró en su celda de la

prisión militar de Bruselas paraprepararla a morir, Edith Cavellpronunció dos frases que han sidopreservadas en el bronce y el granito:"Comprendo que el patriotismo no esbastante. No debo guardar odio niresentimiento para nadie". Cuatro añosdespués sus restos fueron trasladados aInglaterra y se celebraron unos solemnesservicios fúnebres en su honor en laAbadía de Westminster. Hoy existe unaestatua de granito frente a la GaleríaNacional de pintura de Londres; es laestatua de una de las figuras inmortalesde Inglaterra. "Comprendo que elpatriotismo no es bastante. No debo

guardar odio ni resentimiento paranadie."

Un modo seguro de perdonar yolvidar a nuestros enemigos es dejarseabsorber por una causa infinitamentesuperior a nosotros mismos. Entonceslos insultos y las inquinas no nosimportarán, porque nos olvidaremos detodo lo que no sea nuestra causa. Comoejemplo tomemos un acontecimientointensamente dramático que ocurrió enlos bosques de pinos de Mississippi elaño 1918. Un linchamiento. LaurenceJones, un maestro y predicador negro,iba a ser linchado. Hace unos cuantosaños visité la escuela fundada por

Laurence Jones, la Piney Woods CountrySchool, y hablé ante los alumnos. Estaescuela es conocida hoy en toda lanación, pero el incidente que voy arelatar ocurrió en época muy anterior.Ocurrió en los días intensamenteemocionales de la primera guerramundial. Se extendió por la zona centralde Mississippi el rumor de que losalemanes estaban.agitando a los negros eincitándolos a la rebelión. LaurenceJones, el hombre que iba a ser linchado,era, como he dicho, un negro, y fueacusado de incitar a su raza a rebelarse.Un grupo de blancos que se detuvo a lapuerta de la iglesia había oído a

Laurence Jones gritar a los fieles: "Lavida es una batalla en la que cada negrodebe tomar las armas y luchar parasobrevivir y triunfar".

"¡Luchar!" "¡Armas!" Era bastante.Corriendo en medio de la noche, losexcitados jóvenes reclutaron una turba,volvieron a la iglesia, pusieron una sogaalrededor del cuello del predicador,arrastraron a éste kilómetro y medio porla carretera, formaron un montón deleña, encendieron fósforos y sedispusieron a ahorcar y quemar vivo a lavez al desgraciado. En esto alguiengritó: " ¡Dejemos que pronuncie suoración fúnebre antes de que arda! ¡Que

hable, que hable!" Laurence Jones, depie sobre la pira, con la soga al cuello,habló en defensa de su vida y de sucausa. Había sido graduado en laUniversidad de Iowa en 1907. Sucarácter entero, su erudición y su aptitudpara la música le habían granjeado laestima de alumnos y profesores.Después de graduado rechazó la ofertade un hotelero que le propuso entrar enlos negocios y se negó también a losrequerimientos de un hombre muy ricoque se prestaba a costearle la educaciónmusical. ¿Por qué? Porque estabailuminado por una visión. Leyendo elrelato de la vida de Booker T.

Washington llegó a la decisión deconsagrar su propia vida a la educaciónde los miembros pobres y analfabetos desu raza. En consecuencia, se instaló enla zona más atrasada del Sur, en un lugara unos cuarenta kilómetros al sur deJackson, Mississippi. Empeñó su relojpor U$S 1,65 e inauguró su escuela enpleno bosque, con un tocón comocátedra. Laurence Jones habló aaquellos hombres enfurecidos que iban alincharlo de la lucha que había tenidoque librar para instruir a aquellosmuchachos negros, para hacer de ellosbuenos labradores, mecánicos,cocineros y domésticos. Les habló de

los blancos que le habían ayudado aestablecer su Piney Woods CountryClub, de los blancos que le habíanproporcionado tierra, madera, cerdos,vacas y dinero, con el fin de facilitarlesu misión educadora.

Cuando se preguntó a LaurenceJones después si no odiaba a loshombres que lo habían arrastrado por elcamino para colgarlo y quemarlo,replicó que estaba demasiado ocupadoen su causa para odiar, demasiadoabsorbido por algo que era muysuperior a su propia persona. Yañadió: "No tengo tiempo para disputarni para lamentarme y no hay hombre

que me pueda obligar a agacharme losuficiente para que lo odie".

Como Laurence Jones hablaba conelocuencia sincera, conmovedora ydefendía su causa más que su persona, laturba comenzó a ablandarse. Finalmente,un veterano confederado gritó: "Creoque este muchacho dice la verdad.Conozco a los blancos cuyos nombres hamencionado. Está haciendo un buentrabajo. Nos hemos equivoca do.Deberíamos ayudarlo en lugar deahorcarlo". El viejo confederado pasó elsombrero por la multitud y recogió undonativo de cincuenta y dos dólares concuarenta centavos de aquellos mismos

hombres que se habían congregado paraahorcar al fundador del Piney WoodsCountry Club, al hombre que dijo: "Notengo tiempo para disputar ni paralamentarme y no hay hombre que mepueda obligar a agacharme lo suficientepara que lo odie".

Epicteto advirtió hace diecinuevesiglos que recogemos lo que sembramosy que existe cierto sino que nos hacesiempre pagar el mal que hemos hecho.Epicteto dijo: "A la larga, todo hombresufre el castigo de sus malas acciones.El hombre que recuerde esto no seenfadará con nadie, no se indignará connadie, no humillará a nadie, no culpará a

nadie, no ofenderá a nadie, no odiará anadie".

Probablemente no habrá en lahistoria de Norteamérica un hombre quehaya sido más increpado, odiado ytraicionado que Lincoln. Sin embargo,Lincoln, de acuerdo con la clásicabiografía de Herndon, "jamás juzgó a loshombres por el agrado o el desagradoque le causaban. Si era preciso realizarun acto, podía comprender que suenemigo era capaz de realizarlo tan biencomo otro cualquiera. Si alguien lehabía hecho una jugada fea o lo habíamaltratado personalmente, pero era elmás capaz para determinado puesto,

Lincoln le adjudicaba este puesto comosi se hubiera tratado de un amigo... Creoque nunca destituyó a un hombre porqueera su enemigo o porque ledesagradaba".

Lincoln fue atacado e insultado poralgunos de los mismos hombres aquienes había encumbrado, por hombrescomo McClellan, Seward, Stanton yChase. Sin embargo, Lincoln creía,según Herndon, su socio en lasactividades jurídicas, que "ningúnhombre debía ser alabado por lo quehacía o censurado por lo que hacía odejaba de hacer", porque "todosnosotros somos hijos de las condiciones,

de las circunstancias, del ambiente, dela educación, de los hábitos adquiridosy de la herencia, todo lo cual moldea alos hombres como son y siempre serán".

Tal vez Lincoln tenía razón. Si ustedy yo hubiésemos heredado las mismascaracterísticas físicas, mentales yemocionales que nuestros enemigos y sila vida hubiese sido para nosotros lomismo que para ellos, actuaríamosexactamente como ellos actúan. Seríaimposible que hiciéramos otra cosa.Seamos lo bastante caritativos pararepetir la plegaria de los indios sioux:"Oh Gran Espíritu, no me dejes juzgar nicriticar a un hombre hasta que haya

caminado en sus mocasines durante dossemanas". Por tanto, en lugar de odiar anuestros enemigos, compadezcámoslos ydemos gracias a Dios por habernoshecho distintos de lo que son. En lugarde amontonar condenaciones yvenganzas sobre nuestros enemigos,procurémosles nuestra comprensión,nuestra simpatía, nuestra ayuda, nuestroperdón y nuestras oraciones.

Yo he sido educado en una familiaque leía las Escrituras o repetía unversículo de la Biblia todas las noches,para arrodillarse después y decir las"oraciones familia-res". Todavía puedooír a mi padre repetir, en la solitaria

granja de Missouri, esas palabras deJesús que continuarán repitiéndosemientras el hombre tenga ideales:"Amad a vuestros enemigos, bendecid alos que os maldicen, haced bien a losque os odian y rezad por los quemalignamente os utilizan y ospersiguen".

Mi padre trató de vivir de acuerdocon estas palabras de Jesús, las cualesle procuraron una paz interior que loscapitanes y los reyes de la historia hanbuscado muchas veces en vano.

Para cultivar la actitud mental que hade procurarnos paz y felicidad,recordemos que la Regla 2 es:

No tratemos nunca de pagar con lamisma moneda a nuestros enemigos,porque, si lo hacemos, nos haremosmás daño que el que les hagamos.Hagamos lo que hacía el generalEisenhower: no perdamos jamás unminuto pensando en las personas quenos desagradan.

14 SI USTED HACEESTO, NUNCA LEPREOCUPARA LA

INGRATITUD

Recientemente conocí en Texas a unhombre de negocios que ardía deindignación. Se me previno que élmismo me diría lo que le sucedía a losquince minutos de conocerlo. Asísucedió. El incidente que lo habíaexasperado así había ocurrido oncemeses antes, pero el hombre seguíaardiendo. No podía hablar de otra cosa.Había dado a sus treinta y cuatroempleados diez mil dólares en bonos deNavidad —unos trescientos dólares acada uno—, y ni uno solo le había dadolas gracias. Y se lamentabaamargamente: "¡Cuánto siento haberlesdado siquiera un centavo!"

Confucio dijo que "un hombreenfadado está siempre lleno de veneno".Este hombre estaba tan lleno de venenoque yo sinceramente lo compadecí.Tenía unos sesenta años de edad. Ahorabien, las compañías de seguros calculanque, como promedio, viviremos pocomás de los dos tercios de la diferenciaentre nuestra edad actual y los ochenta.Por tanto, este hombre —si tenía suerte—viviría todavía unos catorce o quinceaños. Sin embargo, había malgastado yacasi uno de estos años que le quedabande vida con sus amarguras yresentimientos debidos a un suceso quepertenecía al pasado. Yo lo compadecí.

En lugar de revolcarse en elresentimiento y la piedad de sí mismo,este hombre hubiera podido preguntarsepor qué no había obtenido el menoragradecimiento. Tal vez había pagadopoco o exigido mucho a sus empleados.Tal vez estimaran éstos que un bono deNavidad no era un obsequio, sino algoque les era debido. Tal vez era unhombre tan severo e inaccesible que susgentes no se atrevían a darle las graciaso no tenían interés en hacerlo. Tal vez sedijeran estas gentes que recibieron losbonos porque de otro modo el dinero sehubiera ido en impuestos.

Por otra parte, cabe que los

empleados fueran egoístas, mezquinos ymal educados. Cabe que fuera esto o quefuera lo otro. No sé acerca del asuntomás de lo que saben ustedes. Pero séque el Dr. Samuel Johnson dijo: "Lagratitud es un fruto que exige muchocultivo. No cabe encontrarla entre gentetosca".

Tal es el extremo que trato derecalcar : este hombre cometió lahumana y lamentable equivocación deesperar la gratitud. No conocía lanaturaleza humana.

Si usted salvara a un hombre la vida,¿esperaría su agradecimiento? Puedeusted esperarlo, pero he aquí el caso de

Samuel Liebowitz, que fue un famosoabogado criminalista antes de hacerse unmagistrado. Salvó a setenta y ochohombres de ir a la silla eléctrica. Y¿cuántos creen ustedes que se detuvieronpara agradecer a Samuel Liebowitz osiquiera se tomaron la molestia deenviarle una felicitación de Navidad?¿Cuántos? Adivinen... Eso es. Ninguno.

Cristo sanó a diez leprosos en unatarde, pero ¿cuántos de estos leprosos sedetuvieron para darle las gracias? Sólouno. Véanlo en San Lucas. CuandoCristo se volvió hacia sus discípulos ypreguntó: "¿Dónde están los otrosnueve?", todos ellos habían

desaparecido. ¡Se habían ido sin dar lasgracias! Y permítaseme ahora unapregunta: ¿por qué usted y yo —y elhombre de negocios de Texas—podemos esperar más agradecimientopor nuestros menudos favores que el queobtuvo Jesucristo?

Y si pasamos a asuntos de dinero...Bien, es un caso todavía másdesesperado. Charles Schwab me dijoque, en una ocasión, había salvado a uncajero bancario que había jugado en laBolsa con el dinero del Banco. Schwabpuso el dinero necesario para que estecajero no fuera a la cárcel. ¿Se mostróel hombre agradecido? ¡Oh, sí, por

breve tiempo! Después se volvió contraSchwab y denigró y acusó al mismohombre que lo había salvado de laprisión.

Si usted diera a uno de sus parientesun millón de dólares ¿esperaríaagradecimiento? Andrew Carnegie hizoprecisamente esto. Pero, si AndrewCarnegie hubiese salido de su tumbaalgún tiempo después, se hubieraescandalizado al ver que su pariente loestaba maldiciendo. ¿Por qué? Porque elViejo Andy había dejado 365 millonesde dólares para caridades públicas y sehabía "desembarazado de él con unmísero millón".

Así son las cosas. La naturalezahumana ha sido siempre naturalezahumana y no es probable que cambiemientras usted viva. Entonces ¿por quéno aceptarla? Por qué no ser realista enrelación con ella como el bueno deMarco Aurelio, uno de los hombres másjuiciosos que haya gobernado jamás elImperio Romano. Marco Aurelioescribió en su diario: "Voy a verme hoycon personas que hablan demasiado, queson egoístas y desagradecidas. Pero nome sorprenderé ni molestaré, porque nome imagino un mundo sin personas así".

Esto es lógico, ¿no es así? Si usted yyo vamos por ahí gruñendo contra la

ingratitud, ¿a quién cabe culpar? ¿Esesto naturaleza humana o ignorancia dela naturaleza humana? No esperemosgratitud. Después, si en un momentodado la conseguimos, será una sorpresadeliciosa. Si no la conseguimos, nosentiremos molestia alguna.

He aquí el primer extremo que tratode recalcar en este capítulo: es naturalque las personas se olviden delagradecimiento; por tanto, siesperamos gratitud, vamosderechamente hacia muchos pesares.

Conozco en Nueva York a una mujerque siempre se está quejando de susoledad. Ninguno de sus parientes

quiere estar cerca de ella. No es deextrañar. Si usted la visita, hablarádurante horas de lo que hizo por sussobrinas. Las cuidó durante elsarampión y la tos ferina, las tuvo en sucasa durante años, envió a una de ellas auna escuela mercantil y alojó a la otrahasta que se casó.

¿Venían estas sobrinas a visitarla?Oh, sí, de cuando en cuando, porcumplir un deber. Pero tenían santotemor a estas visitas. Sabían quetendrían que aguantar varias horas dereproches apenas velados. Oirían unaletanía interminable de amargas quejas yde suspiros de auto compasión. Y

cuando esta mujer no puede yamortificar, maltratar o fulminar a sussobrinas, tiene uno de sus "arrebatos":un ataque al corazón.

¿Es un verdadero ataque al corazón?Oh, sí. Los médicos dicen que tiene "uncorazón nervioso", que tienepalpitaciones. Pero dicen también queno pueden hacer nada, que el mal tienecarácter emocional.

Lo que esta mujer quiere realmentees cariño y atención. Pero llama a esto"gratitud". Y no tendrá nunca gratitud nicariño, porque los reclama. Cree que esalgo que se le debe.

Hay miles de personas como ella,

personas que están enfermas de"ingratitud", soledad y abandono.Desean ser amadas, pero el único modoque tienen en este mundo de que sellegue a amarlas es cesar de pedirlo ycomenzar a querer sin esperanza de sercorrespondidas.

¿Es que esto es idealismo puro, pocopráctico, de visionario? No lo es. Essentido común, nada más. Es un modomuy conveniente para que usted y yoencontremos la felicidad que buscamos.Mis propios padres daban por el placerde ayudar a los demás. Eramos pobres ysiempre estábamos abrumados dedeudas. Sí, pero con toda nuestra

pobreza, mis padres siempre searreglaban para enviar todos los añosalgún dinero a un asilo de huérfanos, alHogar Cristiano de Council Bluffs,Iowa. Mis padres nunca visitaron esteasilo. Probablemente, nadie lesagradeció este donativo —salvo porcarta—, pero quedaron muy bienrecompensados, porque tuvieron laalegría de ayudar a los niños, sin desearni esperar gratitud alguna a cambio.

Después de haber dejado mi casa,siempre enviaba a mis padres un chequede Navidad; al mismo tiempo, les pedíaque se permitieran ciertos lujos ygollerías. Pero nunca.lo hicieron.

Cuando llegaba a casa unos días antesde Navidad, mi padre solía hablarmedel carbón y los víveres que habíancomprado para alguna "pobre mujer" dela ciudad que tenía muchos hijos ycarecía de dinero para lo indispensable.Obtenía una gran satisfacción con estosdonativos, la de dar sin esperarcompensación alguna.

Creo que mi padre encajaba casiperfectamente en la descripción que hizoAristóteles del hombre ideal, delhombre más digno de ser feliz.Aristóteles dijo: "El hombre idealdisfruta haciendo favores a los demás,pero le avergüenza que los demás le

hagan favores. Porque es señal desuperioridad conceder una gracia, peroes señal de inferioridad el recibirla".

He aquí el segundo extremo que tratode recalcar en este capítulo: siqueremos encontrar la felicidad,cesemos de pensar en la gratitud o laingratitud y demos por el placerinterior de dar.

Los padres se han arrancado loscabellos por la ingratitud de los hijosdurante diez mil años.

Hasta el rey Lear de Shakespeareexclamó: " ¡Cuánto más duro que eldiente de una serpiente es tener un hijodesagradecido!"

Pero ¿por qué tienen que ser loshijos agradecidos, si no los educamospara serlo? La ingratitud es tan naturalcomo la cizaña. La gratitud es como unarosa. Tiene que ser cultivada, regada,amada y protegida.

Si nuestros hijos sondesagradecidos, ¿de quién es la culpa?Tal vez nuestra. Si no les hemosenseñado nunca a expresar su gratitud alos demás, ¿cómo podemos esperar quenos la expresen a nosotros?

Conozco en Chicago a un hombreque tenía motivos para quejarse de laingratitud de sus hijastros. Trabajabaduramente en una fábrica de cajas y

pocas veces ganaba más de cuarentadólares a la semana. Se casó con unaviuda y ésta lo indujo a que enviara alos dos hijos que tenía de su anteriormarido a la Universidad tomando dineroa préstamo. De su salario de cuarentadólares semanales este hombre tenía quepagar el alimento, la renta, elcombustible, la ropa y los plazos de suspagarés. Hizo esto durante cuatro años,trabajando como un negro y sin quejarsenunca.

¿Le dieron alguna vez las gracias?No; su mujer daba la cosa por supuesta yotro tanto pasaba con los hijastros.Nunca se imaginaron éstos que debían

algo a su padrastro, ni siquieraagradecimiento.

¿De quién era la culpa? ¿De loschicos? Sí, pero la madre era todavíamás culpable. Entendía que no debíacargar aquellas jóvenes existencias con"una sensación de obligación". Noquería que sus hijos se iniciaran en lavida "con una deuda". En consecuencia,nunca pensó en decir: " ¡Quémagníficamente se porta el padrastrocon ustedes al enviarlos a laUniversidad!". En lugar de ello, adoptóla actitud de: " ¡Oh, es lo menos quepuede hacer!"

Esta mujer quería hacer bien a sus

hijos, pero, en realidad, estabalanzándolos a la vida con la peligrosaidea de que el mundo les debía lonecesario para vivir. Y era, en verdad,una idea muy peligrosa, porque uno deesos muchachos trató de "tomar apréstamo" dinero de su patrón y acabóen la cárcel.

Debemos recordar que nuestroshijos son en gran parte lo que leshacemos ser. Por ejemplo, la hermanade mi madre —Viola Alexander, deMinneapolis—es un excelente ejemplode mujer que nunca ha tenido motivopara quejarse de la "ingratitud" de sushijos. Cuando yo era chico, tía Viola

recogió en su casa a su madre paraatenderla mejor e hizo lo mismo con lamadre de su marido. Todavía puedocerrar los ojos y ver a las dos ancianasinstaladas junto al fuego en la granja demi tía. ¿Eran un "problema" para ésta?Supongo que lo fueron muchas veces.Pero no había modo de adivinarlo en laactitud. Mi tía quería a las dos ancianas;las mimaba y hacía que se sintieran ensu propia casa. Además, tía Viola teníaseis hijos, pero esto no fue razón paraque pensara que estaba haciendo algonoble o que merecía un halo de santidadal comportarse así con las dos ancianas.Para ella era lo natural, lo justo, lo que

quería hacer.¿Dónde está ahora tía Viola? Bien,

ahora es viuda desde hace unos veinteaños y tiene seis hijos ya mayores —seis hogares independientes—, que sedisputan por tenerla en sus respectivascasas. Sus hijos la adoran y nunca secansan de ella. ¿Es "gratitud"? ¡Quéinsensatez! Es cariño, puro cariño. Esoshijos fueron educados' durante suinfancia en un afecto humano cálido yradiante. No es extraño que, ahora, conla situación invertida, devuelvan eseafecto.

Recordemos que, para tener hijosagradecidos, debemos ser agradecidos

nosotros. Recordemos que "lospequeños tienen, muy buen oído" y estánatentos a lo que decimos. Comoilustración, tomemos el propósito deque, la próxima vez que tengamos latentación de empequeñecer laamabilidad de alguien en presencia denuestros hijos, contendremos nuestrosimpulsos. No digamos nunca: " ¡Quémantelería nos ha enviado la prima Suepara Navidad! Está hecha por ella. Nole ha costado ni un centavo". Laobservación puede parecemos trivial,pero los niños están a la escucha. Portanto, vale más que digamos: "¡Cuántashoras habrá dedicado la prima Sue a

esta mantelería de Navidad! ¡Qué buenaes! Tenemos que escribirle dándole lasgracias ahora mismo". Y nuestros hijos,de modo inconsciente, absorberán elhábito de alabar y de apreciar.

Para evitar el resentimiento y lapreocupación que tengan por causa laingratitud, he aquí la Regla 3:

A. En lugar de preocuparnospor la ingratitud, no laesperemos. Recordemos queJesús sanó a diez leprosos en unsolo día y sólo uno de ellos selo agradeció. ¿Por qué vamos aobtener más gratitud de la que

Jesús obtuvo?B. Recordemos que el único

modo de ser feliz es no esperargratitud, sino dar por el placerde dar.

C. Recordemos que lagratitud es un rasgo que debeser "cultivado "; por tanto, siqueremos que nuestros hi jossean agradecidos, debemosenseñarles a serlo.

15 ¿ACEPTARÍAUSTED UN MILLÓN

DE DOLARES PORLO QUE TIENE?

Conocí a Harold Abbot duranteaños. Vivía en Webb City, Missouri. Eraquien organizaba mis conferencias. Undía nos vimos en Kansas City y me llevóen su automóvil a mi granja de Belton,Missouri. Durante el viaje le preguntécómo se defendía de las preocupacionesy me contó una historia tan alentadoraque nunca la olvidaré.

"Yo solía preocuparme mucho —medijo—, pero un día de primavera de1934, cuando iba por la calle West

Dougherty, en Webb City, vi unespectáculo que desvaneció todas mispreocupaciones. Todo sucedió en diezsegundos, pero, en este tiempo, aprendíacerca de cómo se debe vivir más de loque había aprendido en los diez añosanteriores. Durante dos años, habíatenido un almacén de comestibles enWebb City. No solamente había perdidotodos mis ahorros, sino que habíacontraído deudas cuya liquidación meexigió siete años. Mi almacén se habíacerrado el sábado anterior y ahora ibaen busca de un préstamo al BancoMercantil y Minero, a fin de ir a KansasCity para tratar de obtener una

colocación. Era un hombre vencido.Había perdido mi espíritu de lucha y mife. En esto vi que venía por la calle unhombre sin piernas. Estaba sentado enuna plataforma de madera equipada conruedas de patín. Se empujaba con losbloques de madera que llevaba en cadamano. Lo vi en el momento en que habíacruzado la calle y trataba de subir elescalón de unos cuantos centímetros dela acera. Cuando inclinaba su plataformade madera para formar el ánguloapropiado, sus ojos se encontraron conlos míos. Me saludó con una ampliasonrisa. ' Buenos días, señor. Lindamañana, ¿no es así?' Al contemplarlo

comprendí qué rico era yo. Tenía dospiernas. Podía caminar. Me avergoncéde la compasión que yo mismo me habíainspirado. Me dije que, si aquel hombrepodía ser feliz y animoso sin piernas, yolo podía ser con ellas. Sentí cómo mipecho se ensanchaba. Había proyectadopedir al Banco Mercantil y Minero ciendólares. Pero, ahora, tuve el valor depedir doscientos. Había proyectadodecir que quería ir a Kansas City paratratar de conseguir un cargo. Pero,ahora, anuncié confiadamente que queríair a Kansas City para conseguir empleo.Obtuve el préstamo y también el empleo.

"Ahora, tengo colocadas en el

espejo de mi cuarto de baño lassiguientes palabras que leo todas lasmañanas al afeitarme:

Tuve aflicción por no tener zapatoshasta que vi a quien no tenia pies.

En una ocasión pregunté a EddieRickenbacker cuál era la más importantede las lecciones que había aprendido alpermanecer a la deriva con suscompañeros en balsas salvavidas,durante veintiún días, perdidos sinesperanza alguna en el Pacífico. Y lacontestación fue: "Lo más importanteque aprendí entonces fue que, si se tieneagua para beber y algo para comer en lamedida suficiente, no hay motivo alguno

para quejarse".La revista Times publicó un artículo

sobre un sargento que había sido heridoen Guadalcanal. Herido en la gargantapor un trozo de proyectil, este sargentohabía sido sometido a variastransfusiones de sangre. Escribió unanota al médico preguntando: "¿Voy avivir?" El médico contestó: "Sí".Escribió otra nota indagando: "¿Podréhablar?" También fue ahora afirmativala respuesta. Y el sargento escribió unatercera nota: "¿Por qué demonios meestoy entonces preocupando?"

Por qué usted no se detiene en surumiar ahora mismo y se pregunta: "¿Por

qué demonios me estoy preocupando?"Verá probablemente que ese porqué esrelativamente insignificante.

Aproximadamente un noventa porciento de las cosas de nuestras vidasestán bien y un diez por ciento mal. Siqueremos ser felices, todo lo quedebemos hacer es concentrarnos en elnoventa por ciento que está bien y pasarpor alto el diez por ciento restante. Siqueremos estar preocupados yamargados y acabar con úlceras deestómago, todo lo que debemos hacer esconcentrarnos en el diez por ciento queestá mal y pasar por alto lo demás.

Las palabras "Think and Thank "

("Piensa y Agradece") se hallaninscritas en muchas iglesiascromwellianas de Inglaterra. Sonpalabras que también deberían serinscritas en nuestros corazones.Deberíamos pensar en todo lo quemerece nuestro agradecimiento y dargracias a Dios por todas nuestrasabundancias y prosperidades.

Jonathan Swift, autor de los Viajesde Gulliver, era el más devastador delos pesimistas de la literatura inglesa.Lamentaba tanto haber nacido queayunaba y llevaba luto cuando cumplíaaños; sin embargo, en medio de sudesesperación, el supremo pesimista de

la literatura inglesa, Jonathan Swift,alababa el gran poder curativo de laalegría y la felicidad. Declaró: "Losmejores médicos del mundo son elDoctor Dieta, el Doctor Quietud y elDoctor Alegría".

Usted y yo podemos obtener loscuidados del "Doctor Alegría", de modogratuito y a todas las horas del día,fijando nuestra atención en todas lasincreíbles riquezas que poseemos, enriquezas que exceden con grandiferencia de los fabulosos tesoros deAlí Babá.

¿Vendería usted sus dos ojos por milmillones de dólares? ¿Qué pediría usted

por sus dos piernas? ¿O por sus dosmanos? ¿Por su oído? ¿Por sus hijos?¿Por su familia? Sume todas las partidasy verá que no vendería lo que posee portodo el oro que hayan acumulado losRockefeller, los Ford y los Morganjuntos.

¿Es que sabemos apreciar todo esto?¡Ah, no! Como dijo Schopenhauer:"Raramente pensamos en lo quetenemos, sino siempre en lo que nosfalta". Sí, la tendencia a "pensarraramente en lo que tenemos y siempreen lo que nos falta" es la mayor tragediadel mundo. Probablemente ha causadomás miserias que todas las guerras y

enfermedades de la historia.Fue la causa de que John Palmer se

convirtiera de "un muchacho normal enun viejo gruñón" y destrozara su hogar.Lo sé porque él mismo me lo contó.

El señor Palmer, de Paterson, NuevaJersey, se expresó así: "Poco después dedejar el ejército me dediqué a losnegocios. Trabajaba día y noche. Lascosas iban muy bien. En esto lascomplicaciones comenzaron. Me eraimposible conseguir repuestos y ciertomaterial. Temía tener que abandonar laempresa. Me preocupé tanto que meconvertí de un muchacho normal que eraen un viejo gruñón. Mi carácter se hizo

tan agrio y áspero que, bien, aunque nome di cuenta de ello entonces, estuve apunto de perder mi feliz hogar. Un día,un joven veterano inválido que trabajabaconmigo me dijo: ' John, debería dartevergüenza... Parece que eres la únicapersona en el mundo con dificultades.Supongamos que tengas que cerrar eltaller durante algún tiempo. Y ¿qué?Empezarás de nuevo en cuanto lasituación se normalice. Tienes muchascosas que agradecer y te pasas el díagruñendo. ¡Cómo me gustaría estar en tulugar! Mírame, con sólo un brazo ymedio rostro desaparecido... Sinembargo, no me quejo. ¡Si no cesas de

gruñir y protestar, perderás, nosolamente tu negocio, sino también tusalud, y, por supuesto, tu hogar y tusamigos!'

"Estas observaciones me hicierondetener en el camino que seguía. Mehicieron comprender qué lejos había idoya. En aquel mismo momento decidícambiar y ser el de antes. Y lo hice."

Una amiga mía, Lucile Blake, tuvoque temblar en los lindes mismos de latragedia antes de aprender a ser felizcon lo que tenía en lugar de preocuparsepor lo que le faltaba.

Conocí a Lucile hace años, cuandolos dos estudiábamos redacción de

cuentos en la Escuela de Periodismo dela Universidad de Columbia. Hace unoscuantos años recibió la mayor sacudidade su vida. Vivía entonces en Tucson,Arizona. Había... Bien, aquí está lahistoria que me contó:

"Había estado viviendo en untorbellino: estudiando órgano en laUniversidad de Arizona, dirigiendo unaescuela de declamación en la ciudad ydando clases sobre crítica musical en elrancho Desert Willow Ranch-, don-deresidía. Iba a fiestas, bailes y paseos acaballo a la luz de las estrellas. Unamañana me desvanecí. ¡Mi corazón! Elmédico me dijo: ' Tendrá usted que

permanecer en cama durante un año enreposo absoluto' . No me alentó a creerque recuperaría nunca mi perdidafortaleza.

" ¡En cama durante un año! Ser unainválida... y tal vez morir. ¿Por quétenían que sucederme a mí todas estascosas? ¿Qué había hecho paramerecerlas? Lloré amargamente. Peroguardé cama como el médico me habíaordenado. Un vecino mío, el señorRudolf, un artista, me dijo: ' Usted creeahora que un año de cama será unatragedia. Pero no lo será. Tendrá ustedtiempo para pensar y conocerse.Obtendrá en los próximos meses un

desarrollo espiritual muy superior alconseguido en toda su vida anterior' .Quedé más tranquila y traté dedesarrollar un nuevo sentido de losvalores. Leí libros inspirados. Un día oíque un comentarista de radio decía:'Sólo se puede expresar lo que se tieneen la conciencia'.

Había oído palabras semejantesmuchas veces, pero éstas penetraron enmí muy hondamente y echaron raíces. Y

decidí tener únicamente lospensamientos que me atraían;pensamientos de alegría, felicidad,salud. Me forcé cada mañana, en cuantome despertaba, a recordar las cosas por

las que debía estar agradecida. Nosufría. Tenía una hijita muy linda.

"Veía muy bien. Tenía un buen oído.Oía música deliciosa por la radio. Teníatiempo para leer. Buena casa. Buenacomida. Buenos amigos. Estaba tananimada y tenía tantas visitas, que elmédico puso un cartel diciendo que sólose admitía un visitante a la vez y adeterminadas horas.

"Han pasado nueve años desdeentonces y, ahora, mi vida es una vidaplena y activa. Estoy profundamenteagradecida al año que pasé en la cama.Fue el año más valioso y feliz que paséen Arizona. La costumbre que adquirí

entonces de enumerar mis bienes cadamañana sigue conmigo. Es una de mismás preciadas posesiones. Meavergüenza comprender que nuncaaprendí realmente a vivir hasta que temímorir."

Aunque cabe que no se haya dadocuenta de ello, usted, querida LucileBlake, aprendió la misma lección quehabía aprendido doscientos años antesel Dr. Samuel Johnson, quien dijo: "Lacostumbre de ver el buen lado de cadacosa vale más que mil libras al año".

Estas palabras fueron pronunciadas,tengámoslo en cuenta, por un optimistaprofesional, pero también por un hombre

que había conocido la ansiedad, lapobreza y el hambre durante veinte años,para convertirse final-mente en uno delos más eminentes escritores de sugeneración y en el conversador másbrillante de todos los tiempos.

Logan Pearsall Smith concentrómucha sabiduría en unas cuantaspalabras cuando dijo: "Hay dos cosasque deben perseguirse en la vida: laprimera es conseguir lo que se quiere;tras esto, disfrutar de ello. Sólo los mássabios logran lo segundo".

¿Les agradaría saber cómo hacerpara que hasta fregar platos en la artesade la cocina resulte una cosa

interesante? Si es así, el método estáexpuesto en un alentador libro, de valorincreíble, de Borghild Dahl. Se titula /Wanted to See (Quería ver).

Este libro fue escrito por una mujerque estuvo prácticamente ciega durantemedio siglo. Y esta mujer escribe: "Sólotenía un ojo y mi ojo único estabacubierto de tan densas cicatrices que miúnico modo de ver era a través de unapequeña abertura a la izquierda. Paraleer tenía que colocar el libro muy cercadel rostro y forzar mi único ojo hacia laizquierda cuanto pudiera".

Pero esta mujer no quiso sercompadecida; se negó a ser "diferente".

Cuando niña, quiso jugar a la rayuelacon sus compañeras, pero no podía verlas marcas. En vista de ello, cuando lasotras niñas se fueron a casa, se arrastrópor el suelo con los ojos cerca de lasmarcas. Se aprendió de memoria cadatrozo del suelo en que sus amigasjugaban y pronto se convirtió en unaexperta en diversos juegos. Aprendió aleer en su casa, con un libro de tiposmuy grandes que mantenía tan cerca delos ojos que sus pestañas rozaban laspáginas. Obtuvo dos títulosuniversitarios, el de bachelor en artes dela Universidad de Minnesota y el demaster en artes de la Universidad de

Columbia.Comenzó a enseñar en la aldea de

Twin Valley, Minnesota, y ascendióhasta convertirse en profesora deperiodismo y literatura en el AugustanaCollege de Sioux Falls, Dakota del Sur.Enseñó aquí durante trece años y, almismo tiempo, dio conferencias ensociedades femeninas y ante elmicrófono sobre libros y autores. Yescribe: "En el fondo de mi espírituhabía albergado siempre el temor a laceguera total. Con el fin de superar esto,adopté hacia la vida una actitudanimosa, casi bulliciosa y jaranera".

Después, en 1943, cuando tenía

cincuenta y dos años, sucedió unmilagro: una operación en la famosaClínica Mayo. Ahora ve cuarenta vecesmejor de lo que había visto en cualquiermomento anterior.

Se abrió así ante ella un nuevo einteresante mundo de belleza. Encontróinteresante hasta lavar platos en laartesa de la cocina. Escribe: "Comencéa jugar con la blanca espuma en lapileta. Hundí mis manos en ella y toméuna bola de diminutas pompas de jabón.Las puse a la luz y pude ver en cada unade ellas los brillantes colores de un arcoiris en miniatura".

Cuando miró por la ventana que

había encima de la artesa, vio las"batientes alas de un gris negruzco delos gorriones que volaban a través de ladensa nieve que caía".

Encontró tal placer en contemplarlas pompas de jabón y los gorriones quecerró el libro con estas palabras: "MiSeñor, Padre Nuestro que estás en losCielos, gracias, gracias".

¡Imagínese agradeciendo a Dios porpoder lavar platos y ver arcos iris en laspompas de jabón y gorriones volando através de la nieve!

Usted y yo deberíamosavergonzarnos de nosotros mismos.Todos los días de nuestra vida hemos

vivido en un país de magia y de belleza,pero hemos sido demasiado ciegos paraver y estábamos demasiado ahitos paradisfrutar.

La Regla 4 es:

¡Contemos nuestros bienes, nonuestros problemas!

16 ENCUÉNTRATEY SE TU MISMO;RECUERDA QUE

NO HAY NADIE ENEL MUNDO COMO

TU

Tengo una carta de la señora EdithAllred, de Mount Airy, Carolina delNorte. Esta carta dice: "Cuando eraniña, era sensible y tímida en extremo.Siempre pesaba demasiado y mismejillas me hacían parecer todavía másgruesa de lo que era. Tenía una madrechapada a la antigua que creía que erauna locura procurar que las ropasembellecieran. Decía siempre: ' La

casquivana cosecha lágrimas' . Y mevestía en consecuencia. Yo nunca iba afiestas, nunca me divertía y, cuando fuial colegio, nunca me reunía con otrosniños en actividades exteriores, nisiquiera deportivas. Era tremendamentetímida. Sentía que era "distinta" de todoslos demás y que no gozaba de ningunasimpatía.

"Cuando llegué a mayor, me casécon un hombre que me llevaba variosaños. Pero no cambié. Mi familiapolítica era muy equilibrada y dueña desí misma. Era todo lo que yo debíahaber sido y no era. Hice lo posiblepara parecerme a ellos, pero no pude.

Cualquier intento de salir de micascarón no hacía más que meterme másen él. Me convertí en un ser nervioso eirritable. Huía de los amigos. Llegué aestar tan mal que temblaba en cuantosonaba el timbre de la puerta. Era unfracaso. Lo sabía y tenía miedo de quemi esposo lo comprendiera. Siempreque estábamos en público procurabamostrarme alegre y exageraba mi papel.Me daba cuenta de ello y pasabadespués unos días muy tristes.Finalmente, me sentí tan desdichada queno veía motivo para prolongar miexistencia. Comencé a pensar en elsuicidio."

¿Qué sucedió para que cambiara lavida de esta desgraciada mujer? ¡Unasimple observación casual!

La señora Allred prosigue: "Unaobservación casual transformó toda mivida. Mi suegra hablaba un día de cómohabía educado a sus hijos y dijo: 'Sucediera lo que sucediera, yo siempreinsistía en que fueran ellos mismos' .¡Que fueran ellos mismos! Estaobservación realizó la obra. En unrelámpago, comprendí que me habíahecho una desgraciada por tratar deadaptarme a un patrón que no me servía.

"¡Cambié de la noche a la mañana!Comencé a ser yo misma. Traté de

estudiar mi propia personalidad. Tratéde averiguar qué era. Estudié mis puntosfuertes. Aprendí cuanto pude acerca decolores y estilos y me vestí de un modoque comprendía que me sentaba bien.Salí en busca de amigos. Ingresé en unasociedad —en una pequeña al principio—, y quedé aterrada cuando meincluyeron en un programa. Pero cadavez que hablaba mi valor aumentaba unpoco. Hizo falta bastante tiempo, peromi felicidad es hoy mayor de la quejuzgué posible jamás. Al educar a mispropios hijos, siempre les he enseñadola lección que aprendí a tanta costa:suceda lo que suceda, tenemos que ser

siempre nosotros mismos."El Dr. James Gordon Gilkey dice

que este problema de querer ser unomismo es "viejo como la historia y tanuniversal como la vida humana". Y esteproblema de no estar dispuesto a ser unomismo es la fuente oculta de infinidad deneurosis, psicosis y complejos. AngeloPatri ha escrito trece libros y miles deartículos para periódicos sindicadossobre el tema de la educación infantil yescribe: "Nadie es tan desgraciadocomo el que aspira a ser alguien y algodistinto de la persona que es en cuerpo yen alma".

El ansia de ser algo que no se es se

manifiesta de modo muy acentuado enHollywood. Sam Wood, uno de losdirectores de Hollywood másconocidos, dice que el mayorquebradero de cabeza que tiene con losjóvenes actores aspirantes esexactamente este problema: hacerles serellos mismos. Todos quieren ser unaLana Turner de segunda o un ClarkGable de tercera. Y Sam Wood les diceuna y otra vez: "El público ya conoceeso; ahora quiere otra cosa".

Antes de que comenzara a dirigirpelículas como Adiós, Sr. Chips y Porquién doblan las campanas, Sam Woodpasó varios años en el negocio de

inmuebles, desarrollandopersonalidades de vendedores. Declaraque ha de aplicarse en el mundo del cineel mismo principio que en el mundo delos negocios. No se va a ninguna partecon el espíritu de imitación. No sepuede ser un papagayo. Sam Wood dice:"La experiencia me ha enseñado que lomás seguro es abandonar cuanto antes alas personas que tratan de ser lo que noson".

Pregunté a Paul Boynton, jefe depersonal de la Socony VacuumCompany, cuál es el error más grave quecometen los que solicitan trabajo. Es unhombre que debe saberlo; ha atendido a

más de sesenta mil solicitantes y haescrito un libro titulado Six Ways to Geta Job (Seis modos de obtener unempleo). Y este hombre me contestó:"El error más grave que cometen laspersonas que solicitan trabajo es no serellas mismas. En lugar de dejar lascosas al natural y ser completamentefrancas, frecuentemente dan lascontestaciones que ellas creen que unoquiere". Pero esto no da resultados,porque nadie quiere un farsantón. Nadiequiere nunca moneda falsa.

La hija de un tranviario tuvo queaprender esta lección de un modo muyduro. Quería ser cantante. Pero su rostro

era su desdicha. Tenía una boca grandey dientes salientes. Cuando cantó porprimera vez en público —en un clubnocturno de Nueva Jersey—, trató debajar el labio superior para ocultar susdientes. Trató de estar "encantadora".¿Cuál fue el resultado? Que hizo elridículo. Iba directamente al fracaso.

Sin embargo, había en aquel clubnocturno un hombre que oyó cantar a lajoven y que dijo que allí había talento.De modo liso y llano encaró a la joven yle dijo: "Mire, he estado observando suactuación y me doy cuenta de lo quetrata de ocultar. ¡Usted tiene vergüenzade sus dientes!". La joven quedó muy

turbada, pero el hombre aquel continuó:"¿Qué le importa? ¿Es un crimen acasotener dientes salientes? ¡No trate deocultarlos! Abra la boca y el público letendrá simpatía cuando vea que usted nose avergüenza". Y añadió sagazmente:"Además, esos dientes que trata usted deocultar pueden ser su fortuna".

Cass Daley aceptó el consejo y seolvidó de sus dientes. Desde entonces,sólo pensó en los auditorios. Abrió laboca sin miedo y cantó con tanto gusto yplacer que llegó a ser una de las grandesestrellas del cine y de la radio. ¡Ymuchos artistas trataron de imitarla!

El famoso William James hablaba

de hombres que nunca se habíanencontrado a sí mismos cuando declaróque el hombre medio desarrollaúnicamente el diez por ciento de sucapacidad mental latente. Escribió esto:"Comparados con lo que deberíamosser, estamos sólo despiertos a medias.Hacemos uso sólo de una pequeña partede nuestros recursos físicos y mentales.Para hablar en un sentido amplio,diremos que el individuo humano vivemuy lejos de sus límites. Poseefacultades dé diversa índole quegeneral-mente no utiliza".

Usted y yo tenemos esas facultades,por lo que no debemos preocuparnos a

causa de no ser como otros. Usted esalgo nuevo en el mundo. Nunca antes,desde los comienzos del tiempo, hahabido nadie exactamente como usted ynunca después, a través de todas lasépocas por venir, habrá nadie en el queusted se repita. La nueva ciencia de lagenética nos dice que usted es quien escomo resultado en gran parte deveinticuatro cromosomas que haaportado su padre y otros veinticuatrocromosomas que ha aportado su madre.Estos cuarenta y ocho cromosomascomprenden todo lo que determina suherencia de usted. Amram Scheinfelddice que en cada cromosoma hay "de

docenas a cientos de genes, de los queuno solo es capaz, en algunos casos, decambiar toda la vida de un individuo".Verdaderamente, estamos hechos de unmodo que "asusta y maravilla".

Incluso después de la unión de suspadres, sólo había una oportunidadcontra 300 billones de que naciera unapersona que fuera específicamente usted.En otros términos, si usted tuviera 300billones de hermanos y hermanas, todospodrían ser distintos de lo que usted es.¿Es esto una adivinanza? No, es unhecho científico. Si quiere usted leeralgo más acerca del asunto, vaya a unabiblioteca pública y pida un libro

titulado Usted y la herencia, de AmramScheinfeld.

Puedo hablar de este tema conconvicción porque lo sientoprofundamente. Sé de qué estoyhablando. Lo sé por amarga y costosaexperiencia. Cuando vine por primeravez a Nueva York desde los maizales deMissouri, me inscribí en la AcademiaNorteamericana de Artes Dramáticas.Aspiraba a ser actor. Había tenido loque creía que era una idea brillante, unatajo hacia el triunfo; era una idea tansencilla y tan clara que no comprendíacómo no la habían descubierto tantosmiles de personas ambiciosas que

pululan por el mundo. Consistía en esto:estudiaría cómo los actores famosos dela época —John Drew, Walter Hampdeny Otis Skinner—conseguían sus efectos.Después imitaría lo mejor de cada uno yme convertiría en una brillante y triunfalcombinación de todos ellos. ¡Qué tonto!¡Qué absurdo! Tuve que malgastaraños;después me puse a escribir lo queyo suponía que iba a ser yo mismo y queno podía ser otro cualquiera.

Esta lamentable experiencia debióenseñarme una lección duradera. Perono fue así. No me la enseñó. Yo erademasiado torpe. Tuve que pasar poruna segunda prueba. Varios años

después, me puse a escribir lo que yosuponía que iba a ser el mejor librosobre oratoria para la gente de negociosque jamás se hubiera escrito. Tuve paraescribir este libro la misma estúpidaidea que había tenido acerca de laprofesión teatral; iba a sacar ideas detoda una serie de escritores e incluirlasen un libro, en un libro que lo contendríatodo. Para esto, obtuve docenas ydocenas de libros sobre oratoria y paséun año incorporando sus ideas a mimanuscrito. Pero llegó el momento enque comprendí que estaba haciendo unavez más el tonto. Aquella mescolanza delas ideas de los demás que había escrito

era tan sintética y tan aburrida que nohabría persona de negocios que lasoportara. Eché, pues, al cesto el trabajode todo un año y comencé de nuevo.Esta vez me dije: "Vas a ser DaleCarnegie, con todos sus defectos ylimitaciones. No puedes ser otrapersona". Así abandoné la idea de seruna combinación de otra gente, mearremangué e hice lo que debí hacerdesde el principio: escribir un libro detexto sobre oratoria, sacado de mispropias experiencias, observaciones yconvicciones como orador y maestro dedeclamación. Aprendí —para siempre,espero—la lección que aprendió Sir

Walter Raleigh. (No estoy hablando delSir Walter que arrojó su capa al barropara que pasara la Reina. Estoyhablando del Sir Walter Raleigh que fueprofesor de literatura inglesa en Oxforden 1904.) Este profesor dijo: "No puedoescribir un libro con la medida deShakespeare, pero puedo escribir unlibro por mi cuenta".

Sea usted mismo. Siga el sabioconsejo que Irving Berlin dio al extintoGeorge Gershwin. Cuando Berlín yGershwin se conocieron, Berlín erafamoso, pero Gershwin era un jovencompositor que luchaba por abrirsecamino y ganaba treinta y cinco dólares

semanales en Tin Pan Alley. Berlin,impresionado por la capacidad deGershwin, ofreció a éste un puesto comosu secretario musical, con un salariocasi triple del anterior. Pero Berlinaconsejó: "Sin embargo, no acepte elpuesto. Si lo hace, puede llegar a ser unBerlin de segunda. En cambio, si insisteen ser usted mismo, llegará un día a serun Gershwin de primera".

Gershwin siguió el consejo y setransformó lentamente en uno de los másfamosos compositores de su época.

Charlie Chaplin, Will Rogers, MaryMargaret McBride, Gene Autry ymillones más tuvieron que aprender la

lección que trato de enseñar en estecapítulo. Tuvieron que aprenderla amucho costo, como me pasó a mí.

Cuando Charlie Chaplin comenzó ahacer películas, el director insistió enque imitara a un popular comediantealemán de la época. Charlie Chaplin nollegó a ninguna parte hasta que actuó consu propia personalidad. Bob Hope tuvouna experiencia análoga; pasó variosaños actuando en espectáculos de cantoy baile y no hizo nada de fundamentohasta que fue él mismo. Will Rogershizo girar una cuerda en un vaudevilledurante años, sin pronunciar unapalabra. Así continuó hasta que

descubrió su don humorístico decarácter único y comenzó a hablarmientras hacía girar su cuerda.

Cuando Mary Margaret McBrideactuó por primera vez en la radio, tratóde ser una comediante irlandesa yfracasó. Cuando se limitó a ser lo queera —una sencilla campesina deMissouri—se transformó en una de lasmás populares estrellas de la radio deNueva York.

Cuando Gene Autry quisodesprenderse de su acento de Texas, sevistió como los jóvenes de la ciudad yafirmó ser de Nueva York, las gentes sereían de él a sus espaldas. Pero, cuando

comenzó a tocar su banjo y a cantartonadas de vaquero, Gene Autry inicióuna carrera que hizo de él el cowboymás popular del cine y de la radio.

Usted es algo nuevo en este mundo.Alégrese de ello. Saque el máximoprovecho de lo que la naturaleza le haprocurado. En última instancia, todo artees autobiográfico. Usted sólo puedecantar lo que es. Usted sólo puede pintarlo que es. Usted debe ser lo que susexperiencias, su ambiente y su herenciale han hecho. Para bien o para mal, usteddebe cultivar su propio jardín. Para bieno para mal, usted debe tocar su propioinstrumento en la orquesta de la vida.

Como dijo Emerson en su ensayosobre la "Confianza en sí mismo":"Llega un momento en la educación detodo hombre en que se llega a laconvicción de que la envidia esignorancia; de que la imitación es unsuicidio; de que el hombre debe tomarsea sí mismo, para bien o para mal, comoa su parte; de que, aunque el vastouniverso está lleno de riquezas, ningúngrano nutritivo puede llegar hasta uno sino es a través del trabajo en la parcelade tierra que le ha sido asignada. Elpoder que reside en cada hombre es denaturaleza nueva y sólo él sabe lo quepuede hacer y, por otra parte, sólo puede

saberlo cuando lo haya intentado".Este es el modo que Emerson tuvo

de decirlo. Pero he aquí el modo en quelo dijo un poeta, el extinto DouglasMalloch:

Si no puedes ser pinode la cumbre, sé la matadel valle, la más lindade las matas que vanjunto al arroyo; sé elarbusto, si el árbol estáarriba.Si no llegas a arbusto,sé la hierba que alcamino feliz y humilde

vista; de no seralmizcleña, sé la atochaque entre todas el lagomás estima.Tripulantes, si no loscapitanes, que un lugarsiempre guárdanos lavida; hay que hacercosas grandes ypequeñas, pero siempreha de hacerse la máschica.De no ser el camino, séel sendero; si no sol, séla estrella que titila; nobusquemos tamaño en la

pelea, sino ser lo mejoren nuestras filas.Para cultivar la actitudmental que nosprocurará paz y nosliberará de lapreocupación, he aquí laRegla 5:No imitemos a losdemás. Encontrémonos yseamos nosotrosmismos.

17 SI TIENE USTED

UN LIMÓN, HAGAUNA LIMONADA

Mientras escribía este libro estuveun día en la Universidad de Chicago ypregunté al rector, Robert MaynardHutchins, cómo se libraba de laspreocupaciones. Y me contestó: "Hetratado siempre de seguir el consejo queme dio el extinto Julius Rosenwald,presidente de la Sears, Roebuck andCompany: ' Cuando tengas un limón,hazte una limonada' ".

Tal es lo que hace un gran docente.Pero el simple hace algo completamente

opuesto. Si la vida le entrega un limón,una cosa amarga y agria, se desespera ydice: "Estoy vencido. Es el destino. Notengo la menor oportunidad". Despuéslanza imprecaciones contra el mundo yse compadece hasta lo más hondo de suser. En cambio, el juicioso a quienentregan un limón dice: "¿Qué leccióncabe aprender de esta desgracia? ¿Cómopuedo mejorar esta situación? ¿Cómopuedo convertir este limón en unalimonada?"

Después de pasar toda su vidadedicado al estudio de las personas y desus ocultos recursos de poder, elpsicólogo Alfred Adler declaró que una

de las características maravillosas delos seres humanos es "su poder deconvertir un menos en un más".

He aquí la interesante y alentadorahistoria de una mujer que conozco y quehizo precisamente eso. Se llama ThelmaThompson. He aquí lo que me contó:"Durante la guerra mi marido estabaadscrito a un campo de instrucciónpróximo al desierto de Mojave, enCalifornia. Fui a vivir allí con objeto deestar cerca de él. Odiaba el lugar. Nuncame había sentido tan desdichada. Mimarido fue enviado de maniobras aldesierto y yo me quedé sola en unacabaña. El calor era insoportable;

pasaba de los cuarenta gradoscentígrados a la sombra de un cacto. Nohabía nadie con quien hablar. El vientosoplaba de modo incesante y todos losalimentos que comía y hasta el aire querespiraba estaban llenos de arena, arena,arena...

"Me sentía tan hundida, mecompadecía tanto, que escribí a mispadres. Les dije que abandonaba miempresa y que volvía a casa. Les dijeque no podía resistir ni un minuto más.¡Prefería estar en la cárcel! Mi padre mecontestó con una carta de sólo doslíneas. Eran dos versos que siemprecantarán en mi recuerdo, dos versos que

cambiaron mi vida por completo:

Dos hombres que miraron traslas rejas de su prisión, uno el

barro miró, el otro las estrellascontempló.

"Leí estos versos muchas veces.Estaba avergonzada. Decidí ver quéhabía de bueno en aquella situación mía;trataría de ver las estrellas.

"Me hice amigos entre los indígenasy la reacción de esta gente me asombró.En cuanto mostré interés por sus tejidosy cacharros, me regalaron sus piezasfavoritas, las que no habían querido

vender a los turistas. Estudié lasbellísimas formas de los cactos, lasyucas y los árboles Joshua. Aprendícosas de los perros de pradera, observélas puestas de sol del desierto y busquéconchas marinas, dejadas allí hacemillones de años, cuando las arenas deldesierto eran el fondo de un océano.

"¿Qué es lo que produjo en mícambio tan asombroso? El desierto deMojave no había cambiado. Los indiosno habían cambiado. Pero habíacambiado yo. Había cambia-do miactitud mental. Y al pasar esto, midesdichada existencia quedótransformada en la más emocionante

aventura de mi vida. Fui estimulada yexcitada por este nuevo mundo quehabía descubierto. Estaba tan exaltadaque escribí un libro sobre el asunto, unanovela que fue publicada bajo el títuloBrillantes murallas (Bright Ramparts)...Había mirado desde la prisión que mehabía creado yo misma y había vistojamás estrellas."

Thelma Thompson, usted descubrióuna vieja verdad que los griegosenseñaron quinientos años antes delnacimiento de Cristo: "Las cosasmejores son las más difíciles".

Harry Emerson Fosdick la repitió enel siglo XX: "La felicidad no es

principalmente placer; es principalmentevictoria". Sí, la victoria que llega con lasensación de realización, de triunfo, dehaber convertido nuestros limones enlimonadas.

En una ocasión visité en Florida a unlabrador feliz que convertía enlimonadas hasta los limones venenosos.Después de adquirir su granja, quedódesalentado. La tierra era tan pobre queno había modo de cultivarla ni de quesirviera siquiera para la cría de cerdos.Allí no salía nada, salvo roblesesmirriados y culebras de cascabel.Pero nuestro hombre tuvo una idea.Transformaría el pasivo en activo;

sacaría todo el provecho posible deaquellas serpientes. Con asombro detodos, se dedicó a las conservas decarne de culebras de cascabel. Cuandolo visité hace unos cuantos años, vi quelos turistas acudían a su criadero deserpientes a razón de veinte mil por año.El negocio era espléndido. Vi cómo seenviaba veneno de los colmillos a loslaboratorios para la producción detoxinas antitóxicas; vi que las pieles deserpiente se vendían a precioslucidísimos para la fabricación dezapatos y bolsos de mujer. Vi que lacarne en conserva se enviaba a clientesde todo el mundo. Compré una tarjeta

postal con una vista del lugar y la echéen la oficina de Correos local, la cualhabía sido rebautizada "Rattlesnake,Florida" -rattlesnake significa serpientede cascabel—, en honor del hombre quehabía transformado un limón venenosoen dulcísima limonada.

En mis experiencias, luego de haberrecorrido el país de punta a punta entodas direcciones, he tenido elprivilegio de conocer a docenas dehombres y mujeres que han demostrado"su poder de convertir un menos en unmás".

El difunto William Bolitho, autor deTwelve Against the Gods (Doce contra

los dioses), lo expresó así: "La cosamás importante de la vida no escapitalizar las ventajas. Cualquier tontopuede hacer esto. Lo queverdaderamente importa es beneficiarsecon las pérdidas. Esto exige inteligenciay señala la diferencia entre una personade juicio y un necio".

Bolitho consignó estas palabrasdespués de haber perdido una pierna enun accidente de ferrocarril. Pero yoconozco a un hombre que perdió sus dospiernas y convirtió su menos en más. Sellama Ben Fortson. Lo conocí en unascensor de hotel de Atlanta, Georgia.Cuando entré en el ascensor, vi a un

hombre de expresión alegre, con suspiernas inmóviles, sentado en una sillade ruedas en un rincón. Cuando elascensor se detuvo en su piso, me pidióamablemente que me hiciera a un lado, afin de que pudiera maniobrar mejor consu silla. "Lamento estorbarlo", murmuró.Y su rostro se iluminó con una sonrisacordial.

Cuando dejé el ascensor y entré enmi habitación, no hacía más que pensaren este animoso inválido. Indagué hastadar con él y le pedí que me contara suhistoria.

Siempre sonriéndose, me dijo:"Sucedió en 1929. Salí a cortar unas

estacas de nogal para las alubias de mihuerta. Cargué las estacas en mi Ford yemprendí el retorno. En esto una de lasestacas se deslizó bajo el vehículo yenredó la dirección en el momento enque iba por un recodo. El vehículo saltópor encima de un muro bajo y me lanzócontra un árbol. Quedó afectada micolumna vertebral. Mis piernasquedaron paralizadas.

' Tenía veinticuatro años cuandosucedió esto y desde entonces no hedado un solo paso." ¡Condenado a losveinticuatro años a permanecer en unasilla de ruedas por el resto de su vida!Le pregunté cómo se las arregló para

soportar la cosa tan bien y me contestó:"No la soporté nada bien". Dijo que seenfureció y se rebeló. Maldecía susuerte. Pero, a medida que pasaban losaños, vio que su rebelión sólo leproporcionaba amarguras. Y declaró:"Finalmente, comprendí que las genteseran amables y corteses conmigo. Portanto, lo me-nos que podía hacer eramostrarme amable y cortés con ellas".

Le pregunté si entendía todavía,después de todos los años transcurridos,que su accidente había sido una terribledesgracia y en seguida me contestó:"No. Casi me alegro de lo que sucedió".Me dijo que, después de reponerse de la

sacudida y el resentimiento, comenzó avivir en un mundo diferente. Comenzó aleer y a aficionarse a la literatura. Encatorce años leyó por lo menos milcuatrocientos libros; estos libros lehabían abierto nuevos horizontes yprocurado una vida más rica de todo loque creyó posible. Comenzó a escucharbuena música y sigue ahoraemocionándose con las grandessinfonías que antes le hubieran aburrido.Pero la oportunidad mayor es que teníatiempo para pensar. Me habló así: "Porprimera vez en mi vida pude contemplarel mundo y adquirir un verdaderosentido de los valores. Comencé a

comprender que la mayoría de las cosaspor las que antes había luchado novalían la pena en absoluto".

Como resultado de sus lecturas seinteresó en la política, estudió losasuntos públicos y pronunció discursosdesde su silla de ruedas. Comenzó aconocer gente y a ser conocido. ¡Y BenFortson, todavía en su silla de ruedas,llegó a ser Secretario de Estado delestado de Georgia!

Al dirigir clases de adultos en laCiudad de Nueva York descubrí que unade las cosas que más lamentan muchosadultos es no haber hecho estudiosuniversitarios. Parecen pensar que el no

tener una educación universitaria es unagran desventaja. Sé que esto no esnecesariamente verdad, porque heconocido a miles de hombres que hantriunfado sin haber pasado de laenseñanza secundaria. Por tanto, suelocontar con frecuencia a estos alumnos lahistoria de un hombre que conocí y queni siquiera acabó la instrucciónprimaria. Fue criado en una absolutapobreza. Cuando murió su padre, losamigos del difunto tuvieron que haceruna suscripción para comprarle el ataúd.Después de la muerte de su padre, sumadre trabajó en una fábrica deparaguas diez horas diarias y, más tarde,

a destajo en casa hasta las once de lanoche.

El muchacho así criado ingresó enuna sociedad teatral de aficionadosorganizada por un club de la parroquia.Le gustó tanto aquello que decidiódedicarse a la declamación y la oratoria.Esto lo llevó a la política. A los treintaaños de edad fue elegido para el cuerpolegislativo del Estado de Nueva York.Pero estaba muy mal preparado paratanta responsabilidad. En realidad, élmismo me dijo con franqueza que nosabía el significado de aquello. Estudiólos largos y complicados proyectos deley que debía votar, pero, en lo que a él

se refería, esos proyectos de ley podíanmuy bien haber sido escritos en elidioma de los indios choctaw. Quedópreocupado y aturdido cuando lonombraron miembro de la comisión debosques, porque no había pisado unbosque en su vida. Quedó preocupado yaturdido cuando lo hicieron miembro dela comisión de Banca, porque jamashabía tenido una cuenta bancaria. Medijo que estaba tan desalentado quehubiera dimitido si no le hubieseavergonzado admitir la derrota ante sumadre. Desesperado, decidió estudiardieciséis horas diarias y convertir sulimón de ignorancia en una limonada de

conocimiento. Al hacer esto setransformó de político local en unafigura nacional y en lo que mereció deldiario The New York Times lacalificación de "ciudadano más queridode Nueva York".

Estoy hablando de Al Smith. Diezaños después de que estableciera suprograma de autoeducación, Al Smithfue la mayor autoridad en el gobiernodel Estado de Nueva York. Fue elegidoGobernador del Estado de Nueva Yorkpara cuatro períodos; en aquellostiempos esa marca no había sidoalcanzada por ningún otro ser humano.En 1928 fue el candidato demócrata

para la Presidencia. Seis grandesuniversidades, con inclusión deColumbia y Harvard, confirieron gradoshonoríficos a este hombre que no habíapasado de la instrucción más elemental.

El mismo Al Smith me dijo queninguna de estas cosas hubieransucedido si no hubiese trabajoduramente dieciséis horas al día paraconvertir su menos en más.

La fórmula de Nietzsche para elhombre superior era "No sólo cobraránimos en la carencia, sino tambiénapreciarla".

Cuanto más he estudiado las carrerasde los grandes personajes, más me he

convencido de que un númerosorprendentemente considerable de elloshan triunfado porque comenzaron condesventajas que les acicatearon ha-cialos grandes comportamientos y lasgrandes recompensas. Como dijoWilliam James: "Nuestras dolencias nosayudan de modo inesperado".

Sí, es muy posible que Miltonescribiera mejor poesía por ser ciego yque Beethoven compusiera mejormúsica por ser sordo.

La brillante carrera de Helen Kellerfue inspirada y hecha posible por suceguera y su sordera.

Si Tchaikovsky no se hubiese visto

ante la frustración y casi ante el suicidiopor su trágico matrimonio, es probableque no hubiera podido componer nuncasu inmortal Sinfonía Patética.

Si Dostoievsky y Tolstoi nohubiesen tenido vidas torturadas, es muyposible que no hubieran podido escribirnunca sus novelas inmortales.

El hombre que cambió el conceptocientífico de la vida sobre la tierraescribió así: "Si no hubiese sido tangran inválido, no hubiera realizado tantotrabajo como realicé". Tal fue el modoen que Charles Darwin confesó que susdolencias le habían ayudado de modoinesperado.

El mismo día en que nació Darwinen Inglaterra, nacía otra criatura en unachoza de troncos en los bosques deKentucky. También, este ser fue ayudadopor sus dolencias. Se llamaba Lincoln,Abraham Lincoln. Si se hubiese criadoen una familia aristocrática y disfrutadode un título en derecho de Harvard y unavida matrimonial feliz, es probable quenunca hubiera encontrado en lasprofundidades de su corazón lasobsesionantes palabras que pronunció enGettysburg ni el sagrado poema quedeclamó en su segunda inauguración, lasmás bellas y nobles frases que hayansido pronunciadas jamás por un rector

de hombres: "Con malicia hacia nadie;con caridad para todos..."

Harry Emerson Fosdick dice en sulibro The Power to See It Through (ElPoder de llevarlo a cabo): "Hay unproverbio escandinavo que algunos denosotros deberíamos adoptar como gritode combate para nuestras vidas: ' Elviento norte hace a los vikingos' . ¿Dedónde sacamos la idea de que la vidasegura y agradable, la ausencia dedificultades y la comodidad de laholgura hicieron a las personas buenas ofelices? Por el contrario, las personasque se compadecen continúancompadeciéndose incluso cuando están

entre blandos almohadones, y, encambio, la fuerza de carácter y lafelicidad han ido siempre en la historiaa personas en toda clase decircunstancias, buenas, malas oindiferentes, que han tomado sobre loshombros su responsabilidad personal.Así, repetidamente, el viento norte hahecho a los vikingos".

Supongamos que estamos tandesalentados que juzgamos que no hay lamenor esperanza de que podamos algunavez convertir nuestros limones enlimonada. He aquí dos razones de quedeberíamos intentarlo, de todos modos;de que tenemos todo que ganar y nada

que perder.Primera razón: Podemos triunfar.Segunda razón: Aunque no

triunfemos, el mero intento de convertirnuestro menos en más hará que miremoshacia adelante y no hacia atrás; estoreemplazará nuestros pensamientosnegativos por pensamientos positivos;esto pondrá en libertad energía creadoray nos impulsará a ocuparnos de tal modoque no tendremos tiempo ni inclinaciónpara llorar sobre lo pasado y que se fuepara siempre.

En una ocasión, cuando Ole Bull, elviolinista mundialmente famoso, estabadando un concierto en París, la cuerda

de la nota la de su violín se rompióbruscamente. Pero Ole Bull se limitó aterminar su melodía con tres cuerdas. YHarry Emerson Fosdick dice: "Así es lavida: cuando se rompe la cuerda de la,se termina con tres cuerdas".

Esto no es sólo la vida. Es más quela vida. ¡Es la vida triunfal!

Si de mí dependiera, haría esculpiren bronce y expondría en todas lasescuelas del país estas palabras deWilliam Bolitho:

"La cosa más importante de la vidano es capitalizar las ventajas. Cualquiertonto puede hacer esto. Lo queverdaderamente importa es beneficiarse

con las pérdidas. Esto exige inteligenciay señala la diferencia entre una personade juicio y un necio."

Por lo tanto, para cultivar unaactividad mental que nos procure la pazy la felicidad, hagamos algo en relacióncon la Regla 6:

Cuando el destino nos entregueun limón, tratemos de

convertirlo en limonada.

18 COMO CURARSE

DE LAMELANCOLÍA EN

CATORCE DÍAS

Cuando comencé a escribir estelibro ofrecí un premio de doscientosdólares para el relato más provechoso yalentador sobre "Cómo suprimí lapreocupación".

Los tres arbitros de este concursofueron: Eddie Rickenbacker, presidentede la Eastern Air Lines; el Dr. Stewart

W. McClelland, presidente de laLincoln Memorial University; y H. W.

Kaltenborn, analista de noticias porradio. Sin embargo, recibimos dosrelatos tan soberbios que los árbitrosfueron incapaces de elegir entre ellos.Ante esto, dividimos el premio. He aquíuno de los relatos que empataron para elprimer premio; es el relato de C. R.Burton, que trabajaba para la WhizzerMotor Sales de Springfield, Missouri.

El señor Burton escribió: "Perdí ami madre cuando tenía nueve años y ami padre cuando tenía doce. Mi padresufrió una muerte violenta, pero mimadre se marchó simplemente de casahace diecinueve años y no la he vuelto aver. Tampoco he vuelto a ver a mis dos

hermanitas que mi madre se llevó.Transcurrieron siete años antes de quemi madre me escribiera una carta. Mipadre resultó muerto en un accidente tresaños después de la partida de mi madre.Había comprado con un socio un café enuna localidad de Missouri y, durante unaausencia por motivos de negocios, elsocio vendió el café al contado y seescapó con el dinero. Un amigotelegrafió a mi padre para que volvieracuanto antes y, con la prisa, mi padre semató en un accidente de automóvil enSalinas, Kansas. Dos de las hermanas demi padre, pobres, de edad y enfermas, sellevaron a sus casas a tres de los

huérfanos. Nadie nos quiso a mí y a mihermanito. Quedamos a merced de lasautoridades de la localidad. Estábamosobsesionados por el temor de que nosllamaran huérfanos y nos trataran como atales. Estos temores no tardaron enmaterializarse. Durante algún tiempoviví con una familia pobre de lalocalidad. Pero los tiempos eran duros yel cabeza de familia perdió sucolocación, por lo que les fue imposiblecontinuar alimentándome. Después losseñores Loftin me llevaron a vivir conellos en su granja, a unos dieciochokilómetros de la localidad. El señorLoftin tenía setenta años y estaba en

cama, enfermo de zoster. Me dijo quepodía quedarme allí mientras "nomintiera, no robara e hiciera lo que seme ordenara". Estas tres órdenes seconvirtieron en mi Biblia. Me atuve aellas estrictamente. Comencé a ir a laescuela, pero la primera semana fue muyamarga y lloré como una criatura. Losotros chicos la emprendieron conmigo,se burlaron de mi gruesa nariz, dijeronque era tonto y me llamaron el ' mocosohuérfano' . Me sentí tan herido que quisepelearme con ellos, pero el señor Loftin,el granjero que me había recogido, medijo: ' Recuerda siempre que cuesta másal que es un hombre rehuir una pelea que

plantarse y aceptarla' . No me peleéhasta que uno de los chicos tomóexcremento de gallina del patio de laescuela y me lo arrojó a la cara. Le diuna paliza y me hice de un par deamigos. Dijeron que el otro se lo habíabuscado.

"Estaba orgulloso del gorro que laseñora Loftin me había comprado. Undía una de las chicas mayores me loquitó de la cabeza, me lo llenó de agua yme lo puso a la miseria. Dijo que lohabía llenado de agua para que sehumedeciera mi cabeza dura y nosaltaran así mis sesos de chorlito.

"Nunca lloraba en la escuela, pero

solía hacerlo en casa. Un día la señoraLoftin me dio un consejo que eliminómis zozobras y preocupaciones yconvirtió en amigos a mis enemigos. Medijo: ' Ralph, no se meterán contigo ni tellamarán mocoso huérfano si muestrasinterés por ellos y tratas de ayudarles' .Seguí el consejo. Estudié mucho y,aunque pronto me puse al frente de laclase, no suscité envidias porqueprestaba toda la ayuda posible.

"Ayudé a varios chicos a redactarsus temas y composiciones. A algunosde ellos les escribí ejercicios enteros.Un chico tenía vergüenza de que suspadres se enteraran de que contaba con

mi ayuda. Solía decir a su madre que ibaa cazar zarigüeyas. Después venía a lagranja del señor Loftin, ataba a susperros en la cuadra y hacía conmigo susdeberes. Escribí resúmenes para unchico y pasé varias veladas ayudando auna chica en matemáticas.

"La muerte llamó a la vecindad.Fallecieron dos viejos labradores y unamujer fue abandonada por su marido. Yoera el único varón de cuatro familias.Ayudé a las viudas durante dos años. Ala ida y al regreso de la escuela medetenía en sus granjas, les cortaba laleña, les ordeñaba las vacas y lesatendía los animales. Ahora me

bendecían en lugar de maldecirme. Eraun amigo para todos. Me revelaron loque me estimaban cuando regresé delservicio en la Marina. Recibí el primerdía la visita de más de doscientosgranjeros. Algunos de ellos viajaronciento veinticinco kilómetros y suinterés por mi era verdaderamentesincero. Como estuve siempre ayudandoa los demás, tuve pocas preocupaciones;desde hace trece años, nadie me hallamado ' mocoso huérfano' ."

¡Bravo, C. R. Burton! He aquí unhombre que sabe cómo ganar amigos. Yque también sabe cómo se vence a lapreocupación y se disfruta de la vida.

Otro tanto hizo el Dr. Frank Loope,de Seattle, Washington. Fue un inválido.durante veintitrés años. Artritis. Sinembargo, Stuart Whithouse, del SeattleStar, me escribió: "He entrevistado alDr. Loope muchas veces y nunca heconocido a un hombre menos egoísta yque saque más fruto de la vida".

¿Cómo este inválido condenado apermanecer en el lecho sacaba tanto dela vida? Les formularé dos adivinanzas.¿Lo hacía lamentándose y criticando?No... ¿Lo hacía compadeciéndose ypidiendo a los demás que se fijaran' enél y lo atendieran? No... Seguimos sinacertar. Lo hizo adoptando como suyo el

lema del príncipe de Gales: "Ich dien"("Sirvo"). Reunió los nombres y lasdirecciones de otros inválidos y losalentó, alentándose,con cartas alegres yanimosas. En realidad, organizó un clubde correspondencia entre inválidos yconsiguió que todos se escribieran.Finalmente estableció una organizaciónnacional llamada Sociedad de losEnclaustrados.

Guardando siempre cama, escribióun promedio de mil cuatrocientas cartasanuales y llevó la alegría a miles deinválidos consiguiendo radios y librospara sus consocios.

¿Cuál era la principal diferencia

entre el Dr. Loope y muchas personas?Esta: el Dr. Loope tenía la luz interiorde un hombre con un propósito, con unamisión. Tenía la alegría de saber que eraun medio para una idea mucho másnoble e importante que su propiapersona, en lugar de ser, como Shawdice, "un egocentrista, un paquetillo dedolencias y agravios que se lamenta deque el mundo no se dedique a hacerlofeliz".

He aquí la más asombrosadeclaración que jamás ha-ya visto salirde la pluma de un gran psiquiatra. Estadeclaración fue formulada por AlfredAdler. Solía decir a sus pacientes

afectados por la melancolía: "Ustedpuede curarse en catorce días si sigueesta prescripción: Procure pensar cadadía de qué manera usted puedecomplacer a alguien".

Esta declaración parece tanincreíble que me creo obligado aexplicarla citando un par de páginas delespléndido libro del Dr. Adler, WhatLife Should Mean to You (Lo que lavida debería significar para usted): Lamelancolía es como un furor y unreproche prolongados contra los demás,aunque, con objeto de obtener atención,simpatía y apoyo, el paciente pareceúnicamente abatido por su propia culpa.

Un primer recuerdo melancólico esgeneralmente algo como esto: "Recuerdoque quería tenderme en el canapé, peromi hermano se había tendido allí. Llorétanto que mi hermano tuvo quelevantarse".

Los melancólicos tiendenfrecuentemente a vengarse de sí mismossuicidándose y el primer cuidado delmédico debe consistir en noproporcionarles una excusa para elsuicidio. Yo mismo he procurado aliviarla tensión general proponiéndoles comoprimera regla del tratamiento: "Nuncahaga nada que no le agrade". Estoparece algo muy modesto, pero llega a

las mismas raíces del problema. Si unmelancólico puede hacer todo lo quequiere, ¿a quién ha de acusar? ¿De quéha de vengarse? Yo le digo: "Si quiereusted ir al teatro o salir de vacaciones,hágalo. Y si cambia de parecer en elcamino, desista". Es la mejor situaciónen que uno puede estar. Proporciona unasatisfacción en la lucha por lasuperioridad. La persona se siente Diosy puede hacer lo que le place. Encambio, no encaja fácilmente en el modode vida del melancólico. Este quieredominar a los demás y, si los demásestán de acuerdo con él, no hay modo dedominarlos. Esta regla es un gran alivio

y yo nunca he tenido un suicidio entremis pacientes.

Generalmente el paciente replica:"Pero no hay nada que me agrade hacer".Yo suelo estar preparado para estarespuesta, porque la he oído muchasveces: "Entonces, absténgase de hacertodo lo que le desagrade", digo. Sinembargo, en ocasiones, manifestará:"Me gustaría estar todo el día en lacama". Sé que, si se lo permito, ya no legustará. Sé que, si le pongo trabas,iniciará las hostilidades. Y siempreaccedo.

Esto es una regla. Otra ataca sumodo de vida de manera más directa.

Digo a mis pacientes: "Usted puedecurarse en catorce días si sigue estaprescripción: Procure pensar cada díade qué manera usted puede complacer aalguien ". Obsérvese lo que estosignifica para ellos. Están dedicados apensar: "¿Cómo puedo fastidiar aalguien?" Las respuestas son muyinteresantes. Algunos dicen: "Eso serámuy fácil para mí. Lo he hecho toda mivida". No lo han hecho nunca. Les pidoque piensen en ello. No lo hacen. Lesdigo: "Usted puede emplear todo eltiempo que pierde cuando le esimposible conciliar el sueño en pensarcómo puede complacer a alguien y esto

será un gran paso hacia su salud".Cuando los veo al día siguiente, lespregunto: "¿Pensó usted en lo que ledije?" Y contestan: "Anoche me dormíen cuanto me acosté". Todo esto, desdeluego, debe hacerse de un modo sencilloy cordial, sin el menor asomo desuperioridad.

Otros contestarán: "No podríahacerlo nunca. Estoy demasiadopreocupado". Yo les digo: "No deje depreocuparse, pero, al mismo tiempo,usted puede pensar de cuando en cuandoen los demás". Siempre trato de dirigirsu atención hacia el prójimo. Muchosdicen: "¿Por qué he de complacer a los

demás? Los demás no tratan decomplacerme". Yo contesto: "Debeusted pensar en su salud. Los demássufrirán después". Es muy raro elpaciente que me haya dicho: "Hepensado en lo que usted me dijo". Todosmis esfuerzos tienden a aumentar elinterés social del paciente. Sé que laverdadera causa de su enfermedad es lafalta de cooperación y quiero hacérselover. En cuanto puede relacionarse consus semejantes sobre una base deigualdad y cooperación, está curado... Eldeber más importante que ha impuestosiempre la religión es "Ama a tuprójimo"... El individuo que más

dificultades tiene en la vida y más dañocausa a los demás es el que no seinteresa en su semejante. De estosindividuos surgen todos los fracasoshumanos... Todo lo que pedimos a un serhumano y el fundamento de nuestrasmayores alabanzas hacia él essimplemente que sea un buen compañerode trabajo, un amigo para los demás y unverdadero socio en el amor y elmatrimonio.

El Dr. Adler nos invita a querealicemos una buena acción cada día. Y¿qué es una buena acción? El profetaMahoma dijo: "Una buena acción es laque provoca una sonrisa de alegría en el

rostro de otro".¿Por qué una buena acción cada día

tiene tan asombrosos efectos en el que lahace? Porque, cuando tratamos decomplacer a los demás, cesamos depensar en nosotros y esto esprecisamente lo que produce lapreocupación, el miedo y la melancolía.

La señora de William T. Moon, quedirigía la Escuela de Secretariado Moonen Nueva York, no tuvo que esperarcatorce días dedicados a pensar cómopodía complacer a alguien para verselibre de su melancolía. Sacó un paso deventaja a Alfred Adler o, mejor dicho,trece pasos.

Acabó con su melancolía, no encatorce días, sino en un día, pensando enuna manera de complacer a un par dehuérfanos.

Sucedió así, según lo revela laseñora Moon: "En diciembre, hace cincoaños, estaba hundida en una sensaciónde pena y autocompasión. Después devarios años de una feliz vidamatrimonial, había perdido a mi esposo.Al acercarse la Navidad, mi tristezaaumentó. Nunca en mi vida había pasadouna Navidad en la soledad; temía quellegaran las fiestas. Unos amigos mehabían invitado a pasar la Navidad conellos, pero no me sentía en condiciones

de divertirme. Comprendía que sería unaaguafiestas. Rechacé las amablesinvitaciones. Cuando llegó laNochebuena, me compadecí mas quenunca. Verdad era que, como sucede atodos, tenía más de un motivo para estarsatisfecha. Ese día dejé la oficina a lastres de la tarde y caminé sin propósitopor la Quinta Avenida, con la esperanzade desvanecer mi melancolía. Laavenida estaba atestada de gruposalegres y bulliciosos; las escenasevocaban recuerdos de los años felices.Se me hizo insoportable la idea devolver a casa, de ir a un departamentovacío y sin vida. Estaba perpleja. No

sabía qué hacer. No podía contener laslágrimas. Después de caminar una horao cosa así, me encontré frente a laterminal de una línea de autobuses.Recordé que mi marido y yo habíamossubido más de una vez a un autobúsdesconocido por simple gusto de laaventura y, por lo tanto, subí al primerautobús que encontré en la estación.Después de cruzar el río Hudson yviajar durante cierto tiempo, oí que elguarda me decía: ' Ultima parada,señora' . Bajé. No conocía ni el nombrede aquel pueblo. Era un pueblecitotranquilo. A la espera de que otroautobús me llevara a casa, paseé por una

calle de viviendas. Pasé junto a unaiglesia y oí la bella melodía de ' Nochesilenciosa' . Entré. La iglesia estabavacía, si se exceptúa al organista. Mesenté sin ser advertida en un banco. Lasluces del muy adornado árbol deNavidad hacían que las decoracionesparecieran miríadas de estrellasbailando en rayos de luna. Lasprolongadas cadencias de la música —yel hecho de que no había probadobocado desde la mañana— me causaronmodorra. Estaba cansada y amargada yme dejé vencer por el sueño.

"Cuando me desperté, no comprendídónde estaba. Estaba asustadísima. Vi

frente a mí a dos niñitos que, al parecer,habían venido a contemplar el árbol deNavidad. Uno de ellos, una chiquilla, meseñalaba y decía: ' Tal vez la hayatraído Santa Claus' . Los niños tambiénse asustaron cuando me desperté. Lesdije que no tuvieran miedo. Estabanpobremente vestidos. Les preguntédónde estaban sus padres. ' No tenemosni mamá ni papá' , me contestaron. Teníadelante dos huérfanos en una situaciónpeor que cualquiera mía anterior. Mehicieron avergonzar de mi tristeza. Lesenseñé el árbol de Navidad y los llevédespués a una confitería, donde tomamosun refrigerio, y les compré unas

golosinas y unos regalos. Mi soledad sedesvaneció como por arte de magia.Aquellos huérfanos me procuraron laúnica felicidad y el único olvido de mímisma que había experimentado desdehacía meses. Charlé con ellos ycomprendí la mucha suerte que habíatenido. Di gracias a Dios por todas lasNavidades que había pasado como unaniña rodeada del afecto de sus padres.Aquellos huérfanos hicieron por mímucho más de lo que yo hice por ellos.Esta experiencia me reveló de nuevo lanecesidad de hacer felices a los demáspara ser uno mismo feliz. Vi que lafelicidad es contagiosa. Al dar,

recibimos. Al ayudar a alguien, alofrecerle mi afecto, me libré de lapreocupación, la tristeza y la compasiónde mí misma, y me sentí una personanueva. Y lo fui, no sólo entonces, sinoen los años que siguieron."

Podría llenar un libro con relatos depersonas que hallaron en el olvido de símismas la salud y la felicidad. Porejemplo, tomemos el caso de MargaretTayler Yates, una de las mujeres máspopulares en la Marina norteamericana.

La señora Yates es una novelista,pero ninguna de sus novelas de misterioes ni la mitad de interesante que elrelato verídico de lo que le sucedió

aquella fatídica mañana en que losjaponeses atacaron a Pearl Harbor. Laseñora Yates había sido una inválidadesde hacía más de un año: un corazóndébil. Había pasado en la camaveintidós de cada veinticuatro horas. Elmayor viaje que emprendía era un paseopor el jardín para tomar un poco de sol.Incluso entonces tenía que apoyarse enel brazo de una doncella. Ella misma medijo que, en aquellos días, suponía quesería una inválida por el resto de suvida. Me manifestó: "En realidad, nuncahubiera vuelto a la verdadera vida si losjaponeses no hubiesen atacado PearlHarbor y no me hubiesen sacado de mi

flojedad".Y, narrando lo que le sucedió, la

señora Yates manifestó: "Cuandoocurrió la cosa, todo era caos yconfusión. Una bomba cayó tan cerca demi casa que la conmoción me tiró de lacama. Los camiones del ejército corríanhacia el campamento de Hickam, loscuarteles de Scofield y el aeródromo deKaneohe Bay para llevar a las mujeres ylos niños de los militares y marinos alas escuelas públicas. La Cruz Rojaestaba telefoneando a quienes teníanhabitaciones sobrantes para que lascedieran. Sus gentes sabían que yo teníaun teléfono junto a mi cama y me

pidieron que actuara como un centro deinformaciones. En consecuencia, yo fuienterándome de dónde estaban siendoalojados las mujeres y los niños demilitares y marinos, y éstos, siguiendolas instrucciones de la Cruz Roja, metelefoneaban para averiguar dóndeparaban sus familiares.

"Pronto supe que mi marido, elteniente de navío Robert Raleigh Yates,estaba ileso. Traté de animar a lasesposas que no sabían la suerte corridapor sus maridos y de consolar a lasviudas, que eran muchas. Habíanperecido dos mil ciento diecisieteoficiales y hombres de la Marina y del

Cuerpo de Infantería de Marina y otrosnovecientos sesenta habíandesaparecido.

"En un principio contesté a lasllamadas sin abandonar la cama.Después me senté en ella. Finalmenteestuve tan atareada y exaltada que meolvidé por completo de mi debilidad,dejé la cama y me senté a una mesa.Ayudando a los que estaban peor que yo,me olvidé de mí misma. Y ya no hevuelto a la cama, salvo para las ochohoras de sueño regular de cada noche.Comprendo ahora que si los japonesesno hubiesen atacado Pearl Harbor, yohubiera continuado siendo una

seminválida toda la vida. Estaba muycómoda en la cama. Me atendían muybien y ahora me doy cuenta de queestaba perdiendo inconscientemente lafuerza de voluntad necesaria pararehabilitarme.

"El ataque de Pearl Harbor fue unade las mayores tragedias de la historianorteamericana, pero, en lo que a mí serefiere, fue una de las mejores cosas queme hayan sucedido. Esta terrible crisisme procuró una fuerza que yo jamáshabía creído poseer. Hizo que miatención abandonara a mi persona y sefijara en los demás. Me dio una razón deser grande, poderosa, importante. Ya no

tenía tiempo que dedicarme o paracuidarme."

La tercera parte de las personas quevan a ver a los psiquiatras podríanprobablemente curarse haciendo lo quehizo Margaret Yates: interesarse en laayuda a los demás. ¿Es idea mía? No, espoco más o menos lo que dijo Carl Jung.Y si hay alguien que pueda saberlo, esél. Dijo así: "Una tercera parte de mispacientes sufren, no de neurosisclínicamente definibles, sino de lacarencia de sentido y del vacío de susvidas". Para decirlo de otro modo, estasgentes tratan de subirse a una carroza,pero el desfile los deja atrás. Después

corren a un psiquiatra con sus vidasmezquinas, sin sentido e inútiles. Comohan perdido el tren, se quedan en laplataforma, echando la culpa a todo elmundo menos a ellas mismas y pidiendoque todos se dediquen a satisfacer susegocéntricos deseos.

Cabe que usted se esté diciendoahora: "Bien, estas historias no meimpresionan. Yo también puedointeresarme en un par de huérfanos unaNochebuena y, si hubiese estado enPearl Harbor, hubiera hechogustosamente lo que hizo MargaretTayler Yates. Pero mis circunstanciasson distintas: mi vida es una vida vulgar.

Trabajo ocho horas diarias en un puestoaburrido. Nunca me sucede nadadramático. ¿Cómo puedo interesarme enla ayuda a los demás? Y ¿por qué debohacerlo? ¿Qué puedo yo sacar de eso?"

Es una pregunta lógica. Trataré decontestarla. Por muy vulgar que sea suvida, es indudable que se verá cada díacon algunas personas. ¿Qué hace usteden relación con ellas? ¿Se limita usted amirarlas o trata de averiguar lo que lespuede agradar? ¿Qué me dice usted, porejemplo, de su cartero? Camina todoslos años cientos de kilómetros y entregala correspondencia en la puerta de usted.Pero ¿se ha tomado usted alguna vez la

molestia de averiguar dónde vive o depedirle que le enseñe alguna fotografíade su esposa y de sus niños? ¿Le hapreguntado alguna vez si se cansa o si seaburre?

¿Qué me dice del chico del almacén,del vendedor de diarios, del hombre dela esquina que le lustra los zapatos?Todas estas gentes son seres humanos,con sus problemas, sus sueños y susambiciones. Arden en deseos decompartir todo ello con alguien. Pero¿les ofrece usted la menor oportunidad?¿Muestra usted un vehemente y honradointerés en ellos o en sus vidas? Esto eslo que quiero decir. No tiene usted

necesidad de convertirse en unaFlorence Nightingale o un reformadorsocial para mejorar el mundo, su propiomundo privado. ¡Puede empezar mañanamismo con las personas que encuentre!

¿Qué puede usted sacar de eso? ¡Unafelicidad mucho mayor! Una mayorsatisfacción y el sentirse orgulloso de símismo. Aristóteles llamó a esta clase deactitud "egoísmo ilustrado". Zoroastrodijo: "Hacer bien a los demás no es undeber. Es una alegría, porque aumenta tupropia salud y tu propia felicidad". YBenjamín Franklin lo resumió en formamuy sencilla: "Cuando eres bueno paralos demás, eres mejor para ti mismo".

Henry C. Link, director delPsychological Service Center de NuevaYork, escribe: "Ningún descubrimientode la psicología moderna tiene, a mijuicio, tanta importancia como la pruebacientífica de la necesidad desacrificarse o disciplinarse pararealizarse y ser feliz".

Pensar en los demás, no solamenteimpide que uno se preocupe por símismo, sino que ayuda a tener muchosamigos y a pasarlo muy bien. ¿Cómo?Bien, una vez pregunté al ProfesorWilliam Lyon Phelps, de Yale, cómo lohacía. Y he aquí lo que me dijo:

"Nunca voy a un hotel, una barbería

o un almacén sin decir algo agradable alas personas que encuentro. Trato dedecir algo que suponga considerarlascomo individuos, no como ruedas de unamáquina. En ocasiones digo a lamuchacha que me atiende en el almacénun cumplido acerca de sus ojos o sucabello. Al barbero le pregunto si no secansa de permanecer de pie todo el día.Indago cómo se le ocurrió adoptar eloficio de barbero, cuánto tiempo llevaen el oficio y el número de cabezas quelleva rapadas. Le ayudo a hacer elcálculo. He observado que cuando unotoma interés en los asuntos de los demásles causa un gran placer. Frecuentemente

estrecho la mano del botones que metrae mis cosas. Esto le da ánimos y lomantiene feliz para todo el día. Un díade verano caluroso en extremo fui alcoche comedor de la línea de NewHaven para almorzar. El coche estabaatestado y parecía un horno; el servicioera lento. Cuando finalmente llegó elmozo para entregarme la minuta, dije: 'La gente de la cocina tiene que estar hoypasando muy mal día' . El mozo lanzóuna exclamación con tono amargado. Enun principio creí que estaba furioso.Habló así: ' ¡Dios! Las gentes vienenaquí y se quejan de la comida. Protestande la lentitud del servicio y gruñen

acerca del calor y los precios. Llevoescuchando sus críticas diecinueve añosy es usted la primera y única personaque haya expresado jamás una simpatíahacia los cocineros que se están asandovivos en esa cocina. ¡Que' no daríamospara que hubiera más pasajeros comousted!'

"El mozo estaba aturdido porque yome había referido a los cocineros comoa seres humanos y no como a ruedas dela vasta organización de un granferrocarril. Lo que las personas quierenes que se les preste un poco de atencióncomo a seres humanos. Cuandoencuentro en la calle a un hombre con un

perro, siempre dedico unas palabras a labelleza del animal. Cuando sigo micamino y miro por encima del hombro,frecuentemente veo que el hombre estáacariciando y admirando al perro. Miestimación por el perro ha renovado lasuya.

"En una ocasión, en Inglaterra, meencontré con un pastor y expresé misincera admiración por el vigoroso einteligente perro que tenía. Le preguntécómo había adiestrado al animal. Alalejarme miré por encima del hombro yvi que el perro, en dos patas, con lasdelanteras sobre los hombros del pastor,estaba siendo acariciado por éste. Al

interesarme un poco por el pastor y superro, había hecho feliz al pastor, habíahecho feliz al perro y me había hechofeliz a mí mismo."

¿Puede nadie imaginarse que unhombre así, un hombre que estrecha lamano a los botones, expresa su simpatíaa los cocineros de una cocina calurosa ydice a los dueños cuánto le gustan susperros, ha de estar alguna vez amargado,preocupado y necesitado de losservicios de un psiquiatra? Esimposible, ¿verdad? No cabe duda,desde luego. Un proverbio chino lo diceasí: "Siempre queda un poco defragancia en la mano que te da rosas".

No hace falta que digamos nada deesto a Billy Phelps, de Yale. Lo sabe.Lo ha vivido.

Si es usted varón, sáltese estepárrafo. No le interesará. Se refiere auna muchacha preocupada e infeliz queconsiguió tener varios pretendientes. Lajoven que logró esto es ahora unaabuela. Hace unos cuantos años pasé unanoche en la casa del matrimonio. Habíadado una conferencia en la ciudad enque éste vive; a la mañana siguiente, ellame condujo en su automóvil a un puntosituado a unos ochenta kilómetros deallí, a fin de que tomara el tren en lalínea principal del Central de Nueva

York. Estuvimos hablando acerca decómo se ganan amigos y esta mujer medijo: "Señor Carnegie: voy a contarlealgo que no he confesado a nadie, nisiquiera a mi marido". (Por cierto, esterelato no va a ser ni la mitad deinteresante de lo que ustedes seimaginan.) Tras declararme quepertenecía a una familia muy distinguidade Filadelfia, continuó: "La tragedia demi adolescencia y mi juventud fuenuestra pobreza. No podíamos estar enmuchas cosas a la misma altura de otrasjóvenes de mi condición social. Misropas no eran nunca de la mejor calidad.Tenía que hacerlas durar demasiado, no

me sentaban bien y frecuentementedistaban de hallarse a la última moda.Me sentía tan humillada y avergonzadaque muchas veces lloraba en la cama.Finalmente, por pura desesperación,adopté la costumbre de hacer preguntasal caballero que me tocaba al lado enlas cenas acerca de sus experiencias, susideas y sus planes para el futuro. Nohacía estas preguntas porque meinteresaran mucho las respuestas. Lashacía únicamente para que miacompañante no se fijara en mis pobresropas. Pero sucedió una cosa extraña. Amedida que escuchaba a estos jóvenes ysabía más de ellos, me iba interesando

de verdad en lo que decían. Llegué ainteresarme tanto que me olvidaba aveces de las ropas dichosas. Pero lomás asombroso era esto: como, al saberescuchar y alentar a los jóvenes a quehablaran de sí mismos, los hacía felices,a poco me convertí en la muchacha másbuscada de mi grupo social y tres deesos jóvenes quisieron casarseconmigo".

Algunas de las personas que leaneste capítulo se dirán: "Toda esta charlaacerca de interesarse en los demás espura insensatez. ¡Pura habladuríareligiosa! ¡No es para mí esta músicacelestial! Lo que yo quiero es obtener lo

mejor que pueda; y obtenerlo ya, y aldiablo los demás..."

Bien, si tal es su opinión, puedehacerlo, pero si tiene usted razón, se hanequivocado todos los grandes filósofosy maestros —Jesús, Confucio, Buda,Platón, Aristóteles, Sócrates, SanFrancisco—que ha habido desde elprincipio de la historia. Sin embargo,como cabe que usted se burle de lasenseñanzas de los jefes religiosos,busquemos el consejo de un par deateos. En primer lugar, tomemos alextinto A. E. Housman, profesor de laUniversidad de Cambridge y uno de losmás distinguidos eruditos de su

generación. En 1936 dio una conferenciaen la Universidad de Cambridge sobreEl nombre y la naturaleza de la poesía.En esta conferencia declaró que "laverdad más grande que jamás se hayadicho y el más profundo descubrimientomoral de todos los tiempos fueron estaspalabras de Jesús: ' Quien encuentre suvida la perderá y quien pierda su vidapor mi causa la hallara' ".

Hemos oído decir esto a lospredicadores toda la vida. PeroHousman era un ateo, un pesimista, unhombre que pensaba en el suicidio. Sinembargo, entendía que la persona quesólo piensa en sí misma muy poco puede

sacar de la vida. Será desdichada. Perola persona que se olvida de sí misma enel servicio de los demás encontrará laalegría de vivir.

Si a usted no le impresiona lo quedijo A. E. Housman, busquemos elconsejo del más distinguido ateonorteamericano del siglo XX, TheodoreDreiser. Dreiser calificó a todas lasreligiones de cuentos de hadas yconsideró la vida como "un cuentonarrado por un idiota, lleno de ruido yfuror, sin significado alguno". Sinembargo, Dreiser propugnó el granprincipio que Jesús había enseñado:servir a los demás. Dijo esto: "Si (el

hombre) ha de extraer algo de alegría desu paso, debe pensar en hacer las cosasmejores, no solamente para sí, sinotambién para los demás, ya que supropia alegría depende de su alegría enlos demás y de la de los demás en él".

Si hemos de "hacer las cosasmejores para los demás", como Dreiserpropugnaba, hagámoslo pronto. Eltiempo pasa. "Pasaré por este caminosólo una vez. Por tanto, cualquier bienque pueda hacer o cualquier afecto quepueda mostrar debe ser para hoy. Nodebo posponerlo o descuidarlo, porqueno pasaré de nuevo por este camino."

Por tanto, si quiere usted eliminar la

preocupación y cultivar la paz y lafelicidad, he aquí la Regla 7:

Olvídese de sí mismointeresándose en los demás.Haga cada día una buenaacción que provoque una

sonrisa de alegría en el rostrode alguien.

En síntesis

SIETE MANERAS DECULTIVAR UNA ACTITUD

MENTAL QUE NOSPROCURARA PAZ Y

FELICIDAD

Regla 1: Tengamospensamientos de paz, valor,salud y esperanza, porque"nuestras vidas son la obra denuestros pensamientos".

Regla 2: No tratemos nuncade pagar a nuestros enemigoscon la misma moneda, porque, silo hacemos, nos haremos másdaño del que les hagamos.Hagamos lo que hacia el general

Eisenhower: no perder un minutopensando en las personas quenos desagradan.

Regla 3: A. En lugar depreocuparnos por la ingratitud,esperémosla. Recordemos queJesús sanó a diez leprosos en undía y sólo uno se lo agradeció.¿Por qué hemos de esperar másgratitud de la que Jesús obtuvo?B. Recordemos que el únicomodo de ser feliz no es esperargratitud, sino dar por el placerde dar.C. Recordemos que la gratitud esun rasgo "cultivado"; por tanto,

si queremos que nuestros hijossean agra decidos, hay queeducarlos para ello.

Regla 4: Cuente sus bienes,no sus males.

Regla 5: No imitemos a losdemás. Encontrémonos y seamosnosotros mismos, porque "laenvidia es ignorancia" y "laimitación es suicidio".

Regla 6: Cuando el destinonos entregue un limón, tratemosde hacer una limonada.

Regla 7: Olvidemos nuestrapropia felicidad tratando decrear un poco de felicidad para

los demás. "Cuando eres buenopara los demás, eres mejor parati mismo."

QUINTA PARTE

El modo perfecto desuprimir las

preocupaciones

19 COMO MISPADRES

SUPRIMIERON LASPREOCUPACIONES

Como he dicho, nací y me crié enuna granja de Missouri. Como lamayoría de los agricultores de aquellosdías, mis padres tuvieron que trabajarmuy duramente. Mi madre había sidomaestra rural y mi padre peón de granjacon el sueldo de doce dólares al mes.Mi madre hacía no solamente mis ropas,sino también el jabón con que nos

lavábamos todos.Rara vez teníamos algún dinero,

salvo una vez al año, cuando vendíamosnuestros cerdos. Cambiábamos nuestramanteca y nuestros huevos en el almacénpor harina, azúcar y café. A los doceaños, no gastaba en mi persona más decincuenta centavos anuales. Todavíarecuerdo el día en que fuimos a lacelebración del Cuatro de Julio y mipadre me dio diez centavos para que losgastara en lo que quisiera. Tuve laimpresión de que era mía toda la riquezade las Indias.

Tenía que recorrer más de kilómetroy medio para asistir a una escuela rural

de una sola clase. Hacía a veces esterecorrido con una espesa capa de nievey el termómetro señalando quincegrados bajo cero. Hasta que alcancé loscatorce años, nunca tuve botas de gomani chanclos. Durante los largos y crudosinviernos mis pies siempre estabanmojados y fríos. Durante mi infancianunca me imaginé que hubiera alguiencon los pies se-cos y calientes eninvierno.

Mis padres trabajaban dieciséishoras al día y, sin embargo, siempreestaban agobiados por las deudas yacosados por la mala suerte. Uno de misrecuerdos más tempranos es el de las

aguas del Río 102 inundando nuestroscampos de maíz y heno y destruyéndolotodo. Las inundaciones destruíannuestras cosechas seis años de cadasiete. Año tras año nuestros cerdosmorían de cólera y teníamos quequemarlos. Puedo cerrar mis ojos ypercibir todavía el olor de aquella carnequemada.

Un año no hubo inundaciones.Obtuvimos una espléndida cosecha demaíz, compramos ganado y loengordamos. Pero las inundacioneshubieran podido venir también aquelaño, porque el precio del ganado sehundió en el mercado de Chicago;

después de engordar a nuestrosanimales, obtuvimos por ellos sólotreinta dólares más de lo que nos habíancostado. ¡Treinta dólares por el trabajode un año!

Hiciéramos lo que hiciéramos,perdíamos dinero. Todavía recuerdo losjóvenes mulos que compró mi padre.Los alimentamos durante tres años,contratamos peones para domarlos y losenviamos después a Memphis,Tennessee. Aquí los vendimos pormenos de lo que nos habían costado tresaños antes.

Después de diez años de un trabajoduro y agotador, no solamente no

teníamos un centavo, sino que habíamoscontraído importantes deudas. Nuestragranja estaba hipotecada. Por grandeque fuera nuestro esfuerzo, no podíamospagar ni los intereses de la hipoteca. Elbanco que tenía la hipoteca acosó einsultó a mi padre y lo amenazó conquitarle la granja. Mi padre teníacuarenta y siete años. Después de másde treinta años de duro trabajo, sólotenía deudas y humillaciones. Era másde lo que podía soportar. Se preocupabay enfermó. No comía; a pesar del trabajofísico que efectuaba en el campo durantetodo el día, tenía que tomar medicinaspara abrirse el apetito. Enflaqueció. El

médico dijo a mi madre que su esposono duraría más de seis meses. Mi padreestaba tan preocupado que ya nodeseaba vivir. He oído frecuentemente ami madre decir que, cuando mi padreiba a los establos a alimentar a loscaballos y ordeñar a las vacas y tardabaen regresar, ella acudía allí con el temorde encontrar un cuerpo balanceándoseen el extremo de una cuerda. Un día,cuando volvía de Maryville, donde elbanquero lo había amenazado conliquidar la hipoteca, mi padre detuvo loscaballos sobre el puente que cruza elRío 102, bajó del carro y estuvo largotiempo mirando las aguas,

preguntándose si debía dar un salto yacabar con todo.

Años después mi padre me dijo quela única razón de que no saltara fue laprofunda, animosa y optimista fe de mimadre en que, si amábamos a Dios yguardábamos sus mandamientos, todoiría bien. Mi madre tenía razón. Todoacabó bien. Mi padre vivió felizmentecuarenta y dos años más; falleció en1941, a los ochenta y nueve años deedad.

Durante todos esos años de lucha yangustias, mi madre nunca se preocupó.En sus oraciones ponía todas suszozobras en las manos de Dios. Todas

las noches, antes de irnos a la cama, mimadre leía un capítulo de la Biblia;frecuentemente mis padres repetían estasconfortadoras palabras de Jesús: "En lacasa de mi Padre, hay muchas moradas...Voy a preparar lugar para ti... para quedonde Yo esté puedas tú estar también".Después nos arrodillábamos antenuestras sillas en aquella granja deMissouri y pedíamos a Dios amor yprotección.

Cuando William James era profesorde filosofía en Harvard, dijo: "Desdeluego, la cura soberana para lapreocupación es la fe religiosa".

No hace falta ir a Harvard para

descubrir esto. Mi madre lo descubrióen una granja de Missouri. Ni lasinundaciones, ni las deudas, ni eldesastre consiguieron vencer a aquelespíritu feliz, radiante y triunfador.Todavía puedo oír cómo cantabamientras trabajaba:

Paz, paz, paz maravillosa que elBuen Padre nos envía, ven aquien en Dios confía, ven a

nosotros, piadosa.

Mi madre quería dedicarme altrabajo religioso. Pensé seriamente enhacerme misionero. Después hice

estudios universitarios y, con el correrdel tiempo, experimenté un cambio.Estudié biología, ciencias, filosofía yreligiones comparadas. Leí librosacerca de cómo había sido escrita laBiblia. Comencé a poner en tela dejuicio muchas de las afirmaciones deésta. Comencé a dudar de muchas de lasestrechas doctrinas que exponían lospredicadores de aquellos días. Estabadesorientado. Como Walt Whitman,"sentía dentro de mí el curioso y ásperointerrogatorio". No sabía en qué debíacreer. No veía propósito en la vida.Dejé de rezar. Me convertí en unagnóstico. Creía que la vida carecía de

plan y de finalidad. Creía que los sereshumanos no tenían más divino propósitoque los dinosaurios que merodeaban porla tierra hace doscientos millones deaños. Entendía que llegaría el momentoen que la raza humana desaparecería,como había desaparecido la de losdinosaurios. Sabía que la ciencia decíaque el sol se estaba enfriando lentamentey que, cuando su temperatura bajara ensólo un diez por ciento, no habría formade vida posible en la tierra. Me reía dela idea de que un Dios benevolentehabía creado al hombre a su imagen ysemejanza. Creía que los miles y milesde millones de astros que giran a través

del espacio negro, frío y sin vida habíansido creados por la fuerza ciega. Tal vezno habían sido creados nunca. Tal vezhabían existido siempre, como hanexistido siempre el tiempo y el espacio.

¿Es que pretendo saber ahora lascontestaciones a todas estas preguntas?No. No hay persona que haya sido capazde explicar el misterio del universo, elmisterio de la vida. Estamos rodeadosde misterios. El funcionamiento denuestro organismo es un misterioprofundo. Otro tanto es el de laelectricidad en nuestro hogar. Otro tantoes el de la verde hierba al pie de nuestraventana. Charles F. Kettering, el genial

director de los Laboratorios deInvestigación de la General Motors, dioal Colegio de Antioch treinta mildólares anuales de su propio bobillo enun intento de descubrir por qué la hierbaes verde. Dijo que si pudiéramos sabercómo la hierba es capaz de transformarla luz del sol, el agua y el dióxido decarbono en su alimentación de azúcar,podríamos transformar la civilización.

Hasta el funcionamiento del motorde nuestro coche es un profundomisterio. Los Laboratorios deInvestigación de la General Motors hanempleado años de tiempo y millones dedólares en el empeño de descubrir cómo

y por qué una chispa en el cilindroprovoca una explosión que hace andar anuestro coche. E ignoran todavía larespuesta.

El hecho de que no comprendamoslos misterios de nuestros cuerpos, de laelectricidad o del motor de explosión nonos impide que disfrutemos de todasestas cosas. El hecho de que yo nocomprenda los misterios de la oración yde la religión ya no me impide disfrutarde la vida más rica y feliz que lareligión proporciona. A la larga,comprendo la sabiduría de las palabrasde Santayana: "El hombre no está hechopara comprender la vida, sino para

vivirla".He vuelto... Bien, iba a decir que

había vuelto a la religión, pero esto nosería exacto. He avanzado hasta unnuevo concepto de la religión. Ya notengo el menor interés en las diferenciasde credos que dividen a las iglesias.Pero estoy enormemente interesado en loque la religión hace por mí, como estoyinteresado en lo que hacen por mí laelectricidad, el agua y los alimentos. Meayudan a llevar una vida más rica, plenay feliz. Pero la religión hace más queesto. Me proporciona valoresespirituales. Me da, como dice WilliamJames, "más celo para la vida... más

vida, una vida más grande, rica ysatisfactoria". Me procura fe, esperanzay valor. Desvanece mis tensiones,ansiedades, miedos y preocupaciones.Señala propósito y dirección a mi vida.Aumenta mi felicidad. Me facilita unasalud abundosa. Me ayuda a crearme "unoasis de paz en medio de los torbellinosde arena de la existencia".

Francis Bacon tenia razón cuandodijo, hace trescientos cincuenta años:"Un paco de filosofía inclina al espírituhumano al ateísmo, pero lasprofundidades filosóficas llevan a losespíritus humanos a la religión".

Puedo recordar los días en que las

gentes hablaban del conflicto entre laciencia y la religión. Pero esto se acabó.La más nueva de las ciencias —lapsiquiatría—está enseñando lo queJesús enseñó. ¿Por qué? Porque lospsiquiatras comprenden que la oración yuna vigorosa fe religiosa desvanecen laspreocupaciones, las ansiedades, lastensiones y los miedos que causan másde la mi-tad de todos nuestros males.Saben, como una de sus principalesfiguras, el Dr. A. A. Brill, que "todoaquel que es verdaderamente religiosono desarrolla una neurosis".

Si la religión no es verdadera, lavida no tiene sentido. Es una farsa

trágica.Visité a Henry Ford unos cuantos

años antes de su muerte. Antes de lavisita suponía que mostraría en suaspecto las huellas de los largos años detensión empleados en construir y dirigiruno de los mayores negocios del mundo.Quedé sorprendido de ver qué tranquilo,sano y apacible parecía a los setenta yocho años de edad. Cuando le preguntési había tenido preocupaciones, mecontestó: "No. Creo que Dios dirige lascosas y no necesita ningún consejo mío.Con Dios a cargo de las cosas, creo quetodo ha de acabar bien. Y si es así,¿para qué preocuparse?"

Hoy, hasta los psiquiatras se estánconvirtiendo en evangelistas modernos.No nos invitan a que llevemos vidasreligiosas para que nos libremos de losfuegos del infierno en el otro mundo,pero nos invitan a que llevemos vidasreligiosas para que nos libremos de losfuegos del infierno de este mundo, losfuegos del infierno de las úlceras deestómago, la angina de pecho, losdesarreglos nerviosos y la locura. Comoejemplo de lo que nuestros psicólogos ypsiquiatras enseñan, recomiendo leerThe Retum to Religión (La vuelta a lareligión), del Dr. Henry C. Iink.

Sí, la religión cristiana es una

actividad alentadora y saludable. Jesúsdijo: "He venido para que tengáis vida yla tengáis más abundante". Jesúsdenunció y atacó las secas formas y losfríos rituales que pasaban por religiónen su tiempo. Era un rebelde. Predicóuna nueva especie de religión, unareligión que amenazaba conrevolucionar al mundo. Tal es la razónde que fuera crucificado. Predicó que lareligión debe existir para el hombre, noel hombre para la.religión; que elSábado estaba hecho para el hombre, noel hombre para el Sábado. Habló másdel miedo que del pecado. El miedoindebido es un pecado, un pecado contra

la salud, un pecado contra la vida másrica, plena, feliz y valiente que Jesúspropugnaba. Emerson se llamaba a símismo "Profesor de la Ciencia de laAlegría". Jesús también era un maestrode "la Ciencia de la Alegría". Ordenó asus discípulos que "se alegraran ysaltaran de contento".

Jesús declaró que sólo había doscosas importantes respecto a la religión:amar a Dios sobre todas las cosas y alprójimo como a uno mismo. Quien hagaesto es religioso, aunque no lo sepa. Heaquí como ejemplo a mi suegro, HenryPrice, de Tulsa, Oklahoma. Trata deajustarse a la regla áurea y es incapaz de

hacer nada mezquino, egoísta odeshonesto. Sin embargo, no va a laiglesia y se considera un agnóstico. ¡Quéinsensatez! ¿Qué es lo que hace a unhombre cristiano? Dejaré que con-testeJohn Baillie. Fue probablemente el másdistinguido de los profesores que hayanenseñado teología en la Universidad deEdimburgo. Dijo esto: "Lo que hacecristiano a un hombre no es ni suaceptación intelectual de ciertas ideas nisu adaptación a ciertas normas, sino suposesión de cierto Espíritu y suparticipación en cierta Vida".

Si esto es lo que hace cristiano a unhombre, Henry Price lo es y muy noble.

William James, el padre de lapsicología moderna, escribió a su amigoel profesor Thomas Davidson diciendoque, a medida que pasaba el tiempo, seconsideraba "más incapaz de seguir elcamino sin Dios".

Anteriormente he mencionado quelos árbitros que trataron de elegir elmejor relato sobre la preocupación entrelos remitidos por mis alumnos se vieronante tan serias dificultades para optarentre dos destacados envíos que hubonecesidad de dividir el premio en dos.He aquí el segundo de los relatos queempataron para el primer premio, lainolvidable experiencia de una mujer

que comprobó a su costa que "no podíaseguir el camino sin Dios".

Voy a llamar a esta mujer MaryCushman, aunque no sea su verdaderonombre. Tiene hijos y nietos que podríanmolestarse de ver el relato en letra deimprenta, por lo que he accedido aocultar la identidad. Sin embargo, estamujer es real, muy real. Hace unoscuantos meses se sentó en la butaca juntoa mi mesa de trabajo y me contó suhistoria. Hela aquí:

"Durante la depresión, los ingresosmedios de mi marido eran de dieciochodólares semanales. Muchas veces noteníamos ni eso, porque no le pagaban

cuando estaba enfermo, lo que sucedíacon frecuencia. Tuvo una serie deaccidentes menores; tuvo tambiénpaperas, fiebre escarlatina y repetidosataques de gripe. Perdimos la casita quehabíamos construido con nuestraspropias manos. Debíamos cincuentadólares en el almacén y teníamos cincohijos que alimentar. Me dediqué a lavary planchar para los vecinos, compréropas de segunda mano en el almacéndel Ejército de Salvación y las arreglépara mis hijos. Mis preocupaciones meenfermaron. Un día el almacenero aquien debía cincuenta dólares acusó ami chico de once años de haberle

robado un par de lápices. Mi hijo lloróal contármelo. Sabía que era honrado ysensible y comprendía que lo habíanafrentado y humillado ante otraspersonas. Esto fue la gota que hizorebasar el agua del vaso. Pensé en todoslos sinsabores que habíamos soportado;no veía esperanza para el futuro. Creoque enloquecí momentáneamente con lapreocupación, porque cerré mi máquinade lavar, llevé a mi nena de cinco añosal dormitorio y tapé todas las rendijasde la ventana con papeles y trapos. Minena me preguntó: ' Mamá, ¿qué estáshaciendo?' . Yo le contesté: ' Haycorriente de aire' . Después abrí el

calentador de gas que teníamos en lahabitación... y no lo encendí. Tendida enla cama con mi hija al lado, ésta mepreguntó: ' Mamá, si nos hemoslevantado hace poco, ¿por qué nosvolvemos a acostar?' . Pero yo le dije: 'No importa; vamos a dormir un poquitomás' . Después cerré los ojos y escuchéel ruido del gas que se escapaba. Nuncaolvidaré el olor de aquel gas...

"De pronto creí oír una música.Escuché. Me había olvidado de cerrar laradio instalada en la cocina. Noimportaba ya. Pero la música seguía y,en esto, oí que alguien cantaba un viejohimno religioso:

Es Jesús el buen amigo que lospecados perdona, que nuestras

causas abona con su santaRedención. La paz ha de ser

contigo, si, con el almacontrita, le cedes cuando te

agita por medio de la oración.

"Mientras escuchaba el himno,comprendí que había cometido unatrágica equivocación. Había tratado delibrar sola mis terribles batallas. Nohabía cedido mis cuitas a Dios pormedio de la oración... Salté de la cama,cerré la llave del gas y abrí la puerta ylas ventanas.

"Lloré y recé durante el resto deldía. Pero no recé pidiendo ayuda, sinoque agradecía a Dios todas susbendiciones: cinco espléndidos hijos,todos ellos sanos y guapos, fuertes decuerpo y espíritu. Prometí a Dios que novolvería a ser una desagradecida. Y hecumplido mi promesa.

"Aun después de perder nuestrohogar y trasladamos a una escuelita ruralque alquilamos por cinco dólares almes, agradecí a Dios. Le agradecí quetuviéramos por lo menos un techo bajoel que cobijarnos. Le agradecí que lascosas no fueran todavía peores y creoque El me escuchó. Porque las cosas

comenzaron a mejorar. No de la noche ala mañana, desde luego, pero, como ladepresión comenzó a ceder, ganábamosmás dinero. Yo conseguí un puesto en elguardarropa de un gran club de campo yvendía ademas medias. Para costearsesus estudios universitarios, uno de mischicos se colocó en una granja, dondeordeñaba trece vacas a la mañana y a lanoche. Hoy mis hijos están casados ytengo tres hermosos nietos. Y, cuandorecuerdo aquel terrible día en que abríla llave del gas, doy gracias a Dios unay mil veces de que me ' despertara' atiempo. ¡Cuántas alegrías me hubieraperdido si hubiese realizado aquel acto!

¡Cuántos maravillosos años hubieradejado de vivir! Siempre que oigo aalguien que desea abandonar la vida,siento el afán de gritar: ¡No, no! Losmomentos negros de nuestra existenciano pueden durar mucho... Y siempre estáel futuro.

Como promedio, en los EstadosUnidos se suicida una persona cadatreinta y cinco minutos. Como promedio,una persona enloquece cada cientoveinte segundos. La mayoría de estossuicidios y probablemente la mayoría deestos casos de locura podrían evitarse sitales personas tuvieran el alivio y la pazque la religión y la oración

proporcionan.Uno de los más distinguidos

psiquiatras, el doctor Carl Jung, dice enla página 264 de su libro Modern Manin Search of a Soul (El Hombremoderno en busca de un alma):"Durante los últimos treinta años me hanconsultado personas de todos los paísescivilizados. He tratado a muchos cientosde pacientes. Entre todos mis pacientesen la segunda mitad de la vida —esdecir, de más de treinta y cinco años—no ha habido uno solo cuyo problema nofuera en última instancia el de hallar unaperspectiva religiosa de la vida. Puedodecir que todos ellos se sentían

enfermos porque habían perdido lo quelas religiones vivas de todos los tiemposhan dado a sus fieles y que ninguno deellos se curó realmente sin reconquistaresa perspectiva religiosa".

Esta declaración es tan importanteque voy a repetirla en cursiva. El Dr.Carl Jung dijo:

"Durante los últimos treinta añosme han consultado personas de todoslos países civilizados. He tratado amuchos cientos de pacientes. Entretodos mis pacientes en la segundamitad de la vida —es decir, de más detreinta y cinco años— no ha habidouno solo cuyo problema no fuera en

última instancia el de hallar unaperspectiva religiosa de la vida. Puedodecir que todos ellos se sentíanenfermos porque habían perdido lo quelas religiones vivas de todos lostiempos han dado a sus fieles y queninguno de ellos se curó realmente sinreconquistar esa perspectivareligiosa."

William James dijoaproximadamente lo mismo: "La fe esuna de las fuerzas que hacen vivir a loshombres y la total carencia de ellasignifica el desplome ".

Mahatma Gandhi, el más grande delos conductores indios después de Buda,

se habría desplomado si no lo hubierainspirado la fuerza sustentadora de laoración. ¿Cómo lo sé? Porque el propioGandhi lo dijo. "Sin la oración —escribió—hace mucho tiempo que seríaun de-mente."

Millares de personas puedenatestiguar lo mismo. Mi propio padre...y bien, como ya lo he dicho, mi propiopadre se habría arrojado al río de nohaber sido por las oraciones y la fe demi madre. Quizá miles de las almastorturadas que hoy padecen en nuestrosmanicomios se habrían salvado sihubieran acudido a una fuerza superioren busca de ayuda, en vez de afrontar

por sí solas las batallas de la vida.Cuando nos vemos acosados y en el

límite de nuestras fuerzas, recurrimos aDios en nuestra desesperación. "No hayateos en las trincheras." Pero ¿por quéesperar hasta la desesperación? ¿Porqué no renovar nuestras fuerzas todoslos días? ¿Por qué esperar hasta eldomingo? Desde hace años tengo lacostumbre de entrar en iglesias vacíaslas tardes de días de labor. Cuando veoque estoy demasiado atosigado parapoder dedicar unos minutos a las cosasespirituales, me digo: "Espera unmomento, Dale Carnegie, espera unmomento. ¿Para qué tanta prisa,

muchacho? Necesitas hacer una pausa yadquirir un poco de perspectiva". Entales ocasiones entro en la primeraiglesia que encuentro abierta. Aunquesoy protestante, entro frecuentemente lastar-des de los días de labor en lacatedral de San Patricio, en la QuintaAvenida, para recordarme que yo habrémuerto dentro de otros treinta años, peroque las grandes verdades espiritualesque todas las iglesias enseñan soneternas. Cierro mis ojos y rezo.Encuentro que hacer esto calma misnervios, descansa mi cuerpo, aclara misperspectivas y me ayuda a revalidar misvalores. ¿Me permite usted que le

recomiende esta práctica?Durante los seis últimos años he

estado dedicado a escribir este libro yhe recogido cientos de ejemplos y decasos concretos acerca de cómohombres y mujeres han vencido miedosy preocupaciones por medio de laoración. Tengo en mi archivo cajas querebosan de relatos. Tomemos comoejemplo típico la historia de unamargado y descorazonado vendedor delibros, John R. Anthony, de Houston,Texas. He aquí la historia que me narró:

"Hace veintidós años cerré midespacho de abogado para convertirmeen representante en el Estado de una

compañía norteamericana de libros dederecho. Mi especialidad era la venta decolecciones de libros de derecho a losabogados. Eran colecciones puntomenos que indispensables.

"Estaba muy preparado para la tarea.Conocía el arte de la conversación parala venta directa y todas las respuestasconvincentes a las posibles objeciones.Antes de visitar a un presunto cliente meponía al tanto de su rango comoabogado, de su especialidad, de susideas políticas y de sus aficiones.Durante la entrevista utilizaba estainformación con mucha habilidad. Sinembargo, algo andaba mal.

¡Simplemente, no obtenía pedidos!"Me descorazoné. Pasaban los días y

las semanas y yo redoblaba misesfuerzos, pero sin conseguir las ventasnecesarias para cubrir mis gastos. Sedesarrolló en mí una sensación demiedo. Antes de que pudiera entrar en eldespacho de un presunto cliente, estasensación me asaltaba con tanta fuerzaque tenía que pasear delante de la puertao salir del edificio y dar la vuelta a la

manzana. Después de perder muchotiempo valioso, simulaba por purafuerza de voluntad tener el corajesuficiente para hacer trizas la puerta y...hacia girar débilmente la manija con

mano temblorosa, esperando a mediasque el presunto cliente no estuviera.

"Mi gerente de ventas me amenazócon suprimirme los adelantos si no leenviaba más pedidos. Mi esposa mepedía dinero para pagar la cuenta delalmacén que alimentaba a la familia. Lapreocupación me agobiaba. Día a día mesentía más desesperado. No sabía quéhacer. Como he dicho, había cerrado mipropio despacho de abogado ydespedido a mis clientes. Ahora estabahundido. No tenía dinero ni para pagarla cuenta del hotel. Tampoco teníadinero para tomar el billete de regreso.Y también carecía del valor de regresar

como un hombre vencido, aunquehubiera tenido el billete. Finalmente,con el miserable término de otro maldía, volvía mi habitación de hotel porúltima vez, según pensaba. En cuanto ami persona, estaba totalmente derrotado.Angustiado, deprimido, no sabía quédecisión tomar. Me era lo mismo vivir omorir. Lamentaba haber nacido. Aquellanoche mi cena consistió en un vaso deleche caliente. Hasta esto era más de loque podía soportar. Comprendí aquellanoche por qué el hombre desesperadoabre la ventana y se tira a la calle. Yotambién lo hubiera hecho si hubiesetenido valor. Comencé a preguntarme

cuál era la finalidad de la vida. No losabía. No podía imaginármela.

"Como no tenía a nadie a quienacudir, acudí a Dios. Comencé a rezar.Pedí al Todopoderoso que me iluminaray guiara a través de las sombras, através de aquella densa desesperaciónque me rodeaba. Le pedí que me ayudaraa obtener pedidos para mis libros ydinero con que alimentar a mi esposa ymis tres hijos. Después de esta oraciónabrí los ojos y vi una Biblia sobre eltocador de aquella habitación de hotelsolitario. La abrí y leí

bellas e inmortales promesas deJesús que habrán inspirado a

innumerables generaciones de hombresabrumados y vencidos a través de lasedades, esa conferencia que jesús dio asus discípulos acerca del modo delibrarse de la preocupación:

No os cuidéis de la vida, de lo quecoméis o de lo que bebéis; ni de vuestrocuerpo y de lo que lleváis encima. ¿Noes la vida más que el alimento y elcuerpo más que la vestidura? Ved a lasaves del cielo, que no siembran, nicosechan, ni guardan en graneros y, a lasque, sin embargo, el Padre celestialalimenta. ¿No sois mucho mejores queellas?... Pero buscad primeramente elreino de Dios y su justicia y todo lo

demás se os dará por añadidura."Mientras rezaba y leía estas

palabras, sucedió un milagro: mi tensiónnerviosa cedió. Mis ansiedades, miedosy preocupaciones se transformaron encoraje, esperanza y fe.

"A la mañana siguiente apenas pudedominar mi impaciencia hasta la hora enque se abrían los despachos de mispresuntos clientes. Me acerqué a lapuerta del primero en aquella bellamañana fría y lluviosa con paso firme ydecidido. Hice girar la manija conenergía. Entré con desenvoltura, a labusca de mi hombre, con la cabeza alta yamable dignidad, muy sonriente y

diciendo: ' ¡Buenos días, señor Smith!Soy John R. Anthony, de la All-American Lawbook Company".

"Y él, también sonriente, se levantóy me alargó la mano: ' ¡Oh, sí!Encantado de saludarlo. ¡Tome asiento!'

"Hice aquel día más ventas de lasque había hecho en varias semanas.Aquella noche regresé a mi hotel comoun héroe conquistador. Era un hombrenuevo, porque tenía una actitud mentalnueva y victoriosa. No cené aquellanoche leche caliente. ¡Cierto que no!Pedí un hermoso bife con todos susaccesorios. Desde aquel día mis ventasse multiplicaron. "Nací de nuevo aquella

desesperada noche de hace veintiúnaños en el hotelito de Amarillo, Texas.Mi situación exterior al día siguiente erala misma que durante mis semanas defracaso, pero había sucedido en miinterior algo tremendo. Bruscamente, mehabía dado cuenta de mi relación conDios. Un mero hombre solitario puedeser derrotado fácilmente, pero unhombre enérgico con el poder de Diosen su interior es invencible. Lo sé. Vicómo funcionó esto en mi propia vida.

"Pide y se te dará; busca yencontrarás; llama y se te abrirá."Cuando la señora L. G. Beaird, deHighland, Illinois, se vio ante la

tragedia, descubrió que podía encontrarla paz y la tranquilidad arrodillándose ydiciendo: " ¡Oh, Dios mío! Hágase tuvoluntad y no la mía". En una carta quetengo ahora ante mí, escribe: "Unanoche, sonó nuestro teléfono. Sonócatorce veces antes de que tuviera elvalor de tomar el aparato. Sabía que eradel hospital y estaba aterrada. Temíaque nuestro hijito se estuviera muriendo.Tenía meningitis. Le habían dado yapenicilina, pero su temperatura habíafluctuado y el médico temía que laenfermedad hubiera llegado al cerebro yproducido un tumor, lo que significabala muerte. La llamada telefónica era

precisamente lo que temía: el médicoquería que fuéramos inmediatamente."Tal vez se imagine usted la angustia demi marido y mía, sentados en la sala deespera. Todos los demás tenían sushijos, pero allí estábamos nosotros, conlos brazos vacíos, preguntándonos sivolveríamos a tener en ellos a nuestronene. Cuando finalmente se nos hizopasar al despacho particular del médico,la expresión de su rostro nos llenó deterror. Y sus palabras nos aterrorizaronmás. Nos dijo que sólo había unaprobabilidad contra tres de que nuestrohijo viviera. Y nos dijo también que, siconocíamos a otro médico, lo

llamáramos para que interviniera en elcaso.

"De vuelta a casa mi marido sederrumbó; apretó el puño, golpeó elvolante del automóvil y dijo: ' Betts, nome resigno a perderlo...' ¿Ha visto ustedllorar a un hombre alguna vez? No esnada agradable. Detuvimos el coche trashablar del asunto y decidimos entrar enuna iglesia y decir a Dios quesometíamos nuestra voluntad a la suya sihabía dispuesto llevarse a nuestro nene.Me dejé caer en un banco y mientras laslágrimas rodaban por mis mejillas,murmuré: ' Hágase Tu voluntad y no lamía' .

"En cuanto pronuncié estas palabrasme sentí mejor. Me invadió unasensación de paz que hacía tiempo nohabía sentido. Por todo el camino deregreso a casa estuve repitiendo: ' ¡Oh,Dios mío! Tu voluntad y no la mía...'

"Aquella noche dormíprofundamente por primera vez en unasemana. El médico llamó unos cuantosdías después y me dijo que Bobby habíapasado la crisis. Doy gracias a Dios porel niño de cuatro años fuerte y sano quehoy tenemos."

Conozco hombres que consideran lareligión como algo de mujeres, niños ypredicadores. Se jactan de ser "hombres

cabales" que pueden librar las batallassin ayuda.

¡Cuánto les sorprenderá saber quealgunos de los "hombres más cabales"del mundo rezan todos los días! Porejemplo, el "hombre cabal" JackDempsey me dijo que nunca se acostabasin hacer sus oraciones. Me dijo tambiénque nunca hacía una comida sin darantes gracias a Dios por el alimento. Medijo también que rezaba todos los díascuando se preparaba para un combate yque, durante la lucha, siempre, rezabaantes de que el gong anunciara una nuevavuelta. "La oración me ayudaba a lucharcon valor y confianza", me manifestó.

El "hombre cabal" Connie Mack medijo que no podía irse a la cama si nohacía previamente sus oraciones.

El "hombre cabal" EddieRickenbacker me dijo que creía queconsiguió salvar su vida gracias a laoración. Reza todos los días.

El "hombre cabal" Edward R.Stettinius, que ocupó un alto cargo enGeneral Motors y fue secretario deEstado, me dijo que todas las mañanas ytodas las noches rezaba para pedir unaguía y buen juicio.

El "hombre cabal" J. PierpontMorgan, el financista más importante desu época, con frecuencia iba solo a la

iglesia Trinity Church, en el extremo deWall Street, los sábados por la tardepara arrodillarse y rezar.

Cuando el "hombre cabal"Eisenhower voló a Inglatérra parahacerse cargo del mando supremo de lasfuerzas británicas y norteamericanas, nollevó más que un libro consigo: laBiblia.

El "hombre cabal" general MackClark me dijo que leía su Biblia todoslos días durante la guerra y que searrodillaba para rezar. Otro tanto hacíanChiang Kai-Shek y el generalMontgomery, "Monty, el de ElAlamein". Otro tanto hicieron Lord

Nelson en Trafalgar, el generalWashington, Robert E. Lee, StonewallJackson y docenas de otros grandes jefesmilitares.

Estos "hombres cabales"descubrieron la verdad de ladeclaración de William James:"Nosotros y Dios mantenemos unarelación y, al abrimos a su influencia,queda cumplido nuestro último destino".

Son muchos los "hombres cabales"que están descubriendo esto. El númerode norteamericanos miembros de lasdistintas iglesias es de setenta y dosmillones, cifras nunca alcanzadaanteriormente. Como he dicho antes,

hasta los hombres de ciencia se estánvolviendo hacia la religión. Tomemos,por ejemplo, al Dr. Alexis Carrel, quienescribió El Hombre, ese desconocido, yconquistó el mayor premio que se puedeconceder a un hombre de ciencia, elpremio Nobel. El doctor Carrel dijo enun artículo de Selecciones del Reader' sDigest: "La oración es la más poderosaforma de energía que cabe generar. Esuna fuerza tan real como la gravedadterrestre. Como médico, he visto ahombres que, después del fracaso detodos los procedimientos curativos, hanvencido la enfermedad y la melancolíapor el sereno esfuerzo de 1a oración...

La oración, como una iluminación, esuna fuente de energía autogeneradora yluminosa... En la oración, los sereshumanos tratan de aumentar su energíafinita dirigiéndose a la fuente Infinita detoda energía. Cuando rezamos, nosligamos con el inagotable podermotivador que hace girar el universo.Pedimos que una parte de ese poderquede adscrito a nuestras necesidades.Incluso al pedir, nuestras deficienciashumanas quedan suplidas y noslevantamos con nuevas fuerzas yrecompuestos... Siempre que nosdirigimos a Dios con una oraciónfervorosa, mejoramos de cuerpo y alma.

Es imposible que un hombre o una mujerrecen un instante sin que haya algún buenresultado".

El almirante Byrd sabe lo quesignifica ligamos "con el inagotablepoder motivador que hace girar eluniverso". Su capacidad para hacer estole permitió salir con bien de la más duraprueba de su vida. Cuenta la historia ensu libro Soledad (Alone). En 1934 pasócinco meses en una choza, sepultadobajo la capa de hielo de la Barrera deRoss, muy adentro del Antártico. Era elúnico ser vivo al sur de la latitud setentay ocho. Rugía un viento helado y el fríoalcanzó los treinta grados bajo cero;

estaba rodeado por la nocheinterminable. Y, en estas condiciones,descubrió con horror que estaba siendolentamente envenenado por el monóxidode carbono que se escapaba de su estufa.¿Qué podía hacer? La más próximaayuda estaba a doscientos kilómetros yno llegaría allí hasta transcurridosvarios meses. Trató de arreglar su estufay su sistema de ventilación, pero elhumo seguía escapándose.Frecuentemente perdía el sentido yquedaba tendido en el piso,completamente inconsciente. No podíacomer ni dormir; se debilitó tanto queapenas podía abandonar su litera. A

veces temía no llegar al día siguiente.Estaba convencido de que moriría enaquella choza y que su cadáver quedaríasepultado bajo las nieves eternas.

¿Cómo salvó su vida? Un día, enplena desesperación, tomó su diario ytrató de concretar su filosofía de la vida.Escribió: "La raza humana no está solaen el universo". Pensó en las estrellas delo alto, en el ordenado movimiento deconstelaciones y planetas, en cómo elperdurable sol volvería a su tiempo ailuminar incluso aquellas soledades delas regiones del Polo Sur. Y despuésescribió en su diario: "No estoy solo ".

Esta comprensión de que no estaba

solo —ni siquiera en un agujero en elhielo del confín del mundo—fue lo quesalvó a Richard Byrd. Dice: "Sé que fueesto lo que me sacó adelante". Y añade:"Pocos hombres llegan alguna vez en suvida a los límites de los recursos quehay en ellos. Hay pozos profundos deenergía que nunca son utilizados".Richard Byrd aprendió a sondear estospozos de fuerza y a utilizar estosrecursos volviéndose hacia Dios.

Glenn A. Arnold aprendió en mediode los maizales de Illinois la mismalección que el almirante Byrd aprendióen los hielos polares. El señor Arnold,un comisionista de seguros del Edificio

Bacon, Chillicothe, Illinois, inició sudiscurso sobre el modo de librarse de lapreocupación de este modo: "Hace ochoaños hice girar la llave en la cerradurade la puerta de mi casa por lo que creíaque era la última vez de mi vida.Después subí a mi coche y marché ríoabajo. Había fracasado. Un mes antestodo mi

reducido mundo se había hundidosobre mi cabeza. Mi negocio deaparatos eléctricos había naufragado. Enmi casa, mi madre estaba agonizando.Mi esposa iba a darme el segundo hijo.Las cuentas de los médicos seamontonaban. Habíamos dado en prenda

cuanto teníamos: nuestro coche ynuestros muebles. Hasta había tomadoun préstamo sobre mis pólizas deseguros. Todo se había liquidado. Ya nopodía resistir más. Ante esto, subí alcoche y tomé la dirección del río,decidido a poner término a aquel caoslamentable.

"Recorrí varios kilómetros,abandoné la carretera, bajé del coche,me senté en la hierba y lloré como unniño. Después comencé a pensarrealmente. En lugar de marearme enaterradores círculos de preocupación,traté de pensar constructivamente.¿Hasta qué punto era mala mi situación?

¿No podía ser peor? ¿No habíaverdaderamente esperanza? ¿Qué podíahacer para mejorarla?

"Decidí en aquel momento presentarel problema al Señor y pedirle que lotomara en sus manos. Recé. Recéfervorosamente. Recé como si mi vidadependiera de ello, como así era enefecto. Después pasó una cosa extraña.Tan pronto como traspasé misproblemas a un poder mayor que el mío,sentí una paz interior que no habíaconocido desde hacía meses. Estuvesentado allí durante media hora,llorando y rezando. Después volví acasa y dormí como un niño.

"A la mañana siguiente me levantécon confianza en mí mismo. Ya no teníanada que temer, porque contaba a Dioscomo guía. Aquella mañana entré en ungran comercio local con la cabeza alta yhablé con decisión solicitando un puestode vendedor en el departamento deaparatos eléctricos. Sabía que obtendríael puesto. Y lo obtuve. Trabajé allí muybien hasta que todo el negocio deaparatos eléctricos se vino abajo acausa de la guerra. Después comencé avender seguros de vida, siempredirigido por mi Gran Guía. Esto fue hacesólo cinco años. Ahora tengo pagadastodas mis cuentas, una linda familia de

tres hijos, mi casa propia, un cochenuevo y un seguro de vida por el valorde veinticinco mil dólares.

"Cuando vuelvo la vista hacia atrás,me alegro de que perdiera todo y medeprimiera hasta el punto de habertomado la dirección del río, porque estatragedia me enseñó a confiar en Dios.Ahora disfruto de una paz y unaconfianza que nunca soñé que fueranposibles."

¿Por qué la fe religiosa nos procurapaz, serenidad y fortaleza? Dejaré quesea William James quien conteste a esto.Di c e : "El turbulento oleaje de lairritada superficie deja las

profundidades del océano en calma,y aquien posee realidades más vastas ypermanentes parecen cosasrelativamente insignificantes lasvicisitudes cotidianas de su destinopersonal. La persona verdaderamentereligiosa se muestra, en consecuencia,inconmovible y llena de ecuanimidad,dispuesta serenamente a cualquierdeber que pueda reclamarle la jornada".

Si estamos preocupados yangustiados, ¿por qué no probar a Dios?¿Por qué no —como dijo Immanuel Kant— "aceptamos la fe en Dios porque noses una fe necesaria"? ¿Por qué no nos

ligamos con "el inagotable podermotivador que hace girar el universo"?

Aunque usted no sea una personareligiosa por naturaleza o educación,aunque sea incluso un escépticocompleto, la oración puede ayudarlemás de lo que cree, porque se trata deuna cosa práctica. ¿Qué quiero decir conesto? Quiero decir que la oraciónsatisface estas tres necesidadespsicológicas básicas que todos tenemos,ya sea que creamos en Dios o no:

1. La oración nos ayuda aexpresar en palabras lo quenos turba. Vimos en el

Capítulo IV que es casiimposi ble abordar unproblema que continúa en lavaguedad. En cierto modo,la oración es comoconsignar por escritonuestro problema. Sipedimos ayuda para resolver un problema, aunquesea a Dios, tenemos queexpre sarlo con palabras.

2. La oración nos procura lasensación de que secomparte la carga, de noestar solos. Pocos entrenosotros pueden soportar

las más pesadas cargas ylas más angustiadaszozobras sin ayuda denadie. En ocasiones,nuestras preocupacionesson tan íntimas que nopodemos exponerlas ni aparientes o amigos deabsoluta confianza. En estoscasos, la salida es laoración. Cualquierpsiquiatra nos dirá que,cuando estamos en unestado de tensión, con elespíritu atormentado, tieneun gran valor terapéutico

contar a alguien nuestrascuitas. Cuando no laspodamos contar a nadie,siempre podremoscontárselas a Dios.

3. La oración pone en vigor unactivo principio derealizaciones. Es el primerpaso hacia la acción. Dudode que se pueda rezar parauna realización, día trasdía, sin obtener algúnbeneficio, es decir, sintomar algunas medidas paraque suceda lo que se desea.El Dr. Alexis Carrel,

hombre de cienciamundialmente famoso, dijo:"La oración es la máspoderosa forma de energíaque se pueda generar". Ental caso ¿por qué no usarla?Llamémoslo Dios, Alá oEspíritu, ¿para quédisputarnos pordefiniciones mientras elmisterioso poder de lanaturaleza nos lleve de lamano?

¿Por qué no cierra usted este libroahora, se va a su dormitorio, cierra la

puerta, se arrodilla y alivia su corazón?Si ha perdido usted sus sentimientosreligiosos, pida al Todopoderoso querenueve su fe; y repita esta hermosaoración que San Francisco de Asísescribió hace setecientos años: "Señor,haz de mí un instrumento de Tu paz.Donde haya odio, haz que yo siembreamor. Donde haya daño, el perdón.Donde haya tristeza, la alegría. OhDivino Señor, asegúrame que no he debuscar tanto el consuelo, cuanto elconsolar a los otros; no tanto lacomprensión, cuanto el comprender alos otros, no tanto el ser amado, cuantoel amar a los otros. Porque sólo al dar

recibimos, sólo al perdonar somosperdonados, sólo al morir nacemos a laVida Eterna.

SEXTA PARTE

Cómo se evita que lascríticas nos preocupen

20 RECORDEMOSQUE NADIE PATEA

A UN PERROMUERTO

En 1929 se produjo unacontecimiento que causó sensación entodos los círculos docentes del país.Acudieron a observar el caso deChicago sabios de toda Norteamérica.Unos cuantos años antes, un jovenllamado Robert Hutchins habíaconseguido graduarse en la Universidadde Yale trabajando de mozo, leñador,

preceptor y vendedor de ropas hechas.Ahora, ocho años después, iba a ser elpresidente de la cuarta universidad deNorteamérica en orden de ingresos: laUniversidad de Chicago. ¿Su edad?¡Treinta años! ¡Era increíble! Los viejosprofesores movían la cabeza. Semultiplicaron las críticas acerca de este"chico prodigio". Era esto y era lo otro:demasiado joven, demasiadoinexperimentado, con ideas pedagógicasmuy ' raras... Hasta los periódicosintervinieron en el ataque.

El día en que fue proclamadopresidente Robert Maynard Hutchins, unamigo dijo a su padre: "Me he

escandalizado esta mañana al leer elartículo editorial en que se atacaba a suhijo".

Y el viejo Hutchins contestó: "Sí, esun ataque duro, pero recuerde que nadiepatea a un perro muerto".

Sí, y cuanto más importante es elperro, con más satisfacción se lo patea.El príncipe de Gales, queposteriormente se convirtió en EduardoVIII, comprobó esto por experienciapropia, en sus posaderas. Asistíaentonces al Colegio de Darmouth, en elcondado de Devon; es un colegio quecorresponde a la Academia Naval deAnnapolis. El príncipe tenía catorce

años. Un día, uno de los oficiales loencontró llorando y le preguntó qué lepasaba. Se negó a decirlo al principio,pero final-mente admitió la verdad: loscadetes lo habían pateado. El comodorodel colegio congregó a los muchachos yles explicó que el príncipe no se habíaquejado, pero que deseaba saber porqué el príncipe había sido castigado.

Después de muchas toses yrascaduras de cabeza, los cadetesconfesaron que querían estar encondiciones de decir, cuando fueranoficiales de la Marina Real, que habíandado un puntapié al propio Rey.

Por tanto, cuando uno es golpeado y

criticado, recordemos que se debemuchas veces a que ello procura alatacante una sensación de importancia.Significa frecuentemente que uno estáhaciendo algo que merece la atención.Muchas personas obtienen una especiede satisfacción feroz al denunciar aquienes están por encima de ellas o hansido más afortunadas. Por ejemplo,mientras escribía este capítulo, recibí lacarta de una mujer que atacaba algeneral William Booth, fundador delEjército de Salvación (Salvation Army).Yo había dedicado muchas alabanzas algeneral Booth en un programa de radio;entonces la mujer me escribió diciendo

que el general Booth había robado ochomillones de dólares del dinero que sehabía recaudado para los pobres. Laacusación era, desde luego, absurda.Pero esta mujer no buscaba la verdad.Buscaba la mezquina satisfacción dehacer daño a quien estaba por encima deella. Eché la fea carta al cesto de lospapeles y di gracias a Dios de que unamujer así no fuera mi esposa. La cartano me decía nada acerca del generalBooth, pero me decía mucho acerca desu autora. Schopenhauer había dichohacía años: "El vulgo disfrutamuchísimo con los defectos y las locurasde los grandes hombres". Es difícil

pensar que un presidente de Yale puedeser un hombre vulgar; sin embargo, un expresidente de Yale, Timothy Dwight,disfrutó al parecer muchísimo atacandoa un candidato a la Presidencia de losEstados Unidos. El presidente de Yaleadvirtió que, si este hombre era elegidopresidente, "podríamos ver a nuestrasesposas e hijas víctimas de laprostitución legal, fríamentedeshonradas, alevosamente degradadas,convertidas en las proscritas de ladelicadeza y la virtud y en laabominación de Dios y de los hombres".

Parece una increpación de Hitler,¿no es así? Pero no lo era. Era un ataque

contra Thomas Jefferson. ¿Qué ThomasJefferson? Seguramente no el inmortalThomas Jefferson, el autor de laDeclaración de Independencia, el santopatrón de la democracia, ¿verdad? Puessí, ése era el acusado, el mismo.

¿Qué norteamericano creen ustedesque fue acusado de "hipócrita","impostor" y "poco mejor que unasesino"? Una caricatura de diario lopresentaba en la guillotina, con lacuchilla a punto de caer sobre su cabeza.La multitud lo increpaba y silbaba en lascalles. ¿Quién era él? GeorgeWashington.

Pero esto ocurrió hace mucho

tiempo. Tal vez haya mejorado desdeentonces la naturaleza humana. Veamos.Tomemos el caso del almirante Peary, elexplorador que emocionó al mundo alalcanzar el Polo Norte en trineos tiradospor perros el 6 de abril de 1909; era unameta por la que habían luchado y muertolos valientes durante siglos. El mismoPeary estuvo a punto de morir de hambrey de frío; ocho dedos de los pies se lehelaron de tal modo que debieronamputárselos. Lo abrumaron tambiéntanto los contratiempos que temióvolverse loco. Sus superiores deWashington ardían de celos; Pearyestaba acumulando renombre y

aclamaciones. Entonces lo acusaron dehaber recaudado dinero paraexpediciones científicas y de habersededicado después "a pasearse yharaganear en el Ártico". Y tal vez locreían, porque es casi imposible nocreer lo que se quiere creer. Su decisiónde humillar y cerrar el paso a Peary eratan violenta que sólo una orden directadel Presidente McKinley permitió aPeary continuar su carrera en el Ártico.

¿Hubiera sido atacado Peary sihubiese tenido un puesto de oficina en elDepartamento de Marina deWashington? No. Claro que no. Nohubiera tenido la importancia necesaria

para provocar celos.El general Grant tuvo una

experiencia todavía peor que la delalmirante Peary. En 1862 el generalGrant obtuvo la primera gran victoriadecisiva para las fuerzas del Norte, unavictoria que fue lograda en una tarde,una victoria que hizo de Grant un ídolonacional de la noche a la mañana, unavictoria que tuvo enormes repercusioneshasta en la lejana Europa, una victoriaque lanzó las campanas al vuelo yprovocó fuegos artificiales y chupinazosen todo el ámbito entre Maine y lasorillas del Mississippi. Sin embargo,seis semanas después de obtenida esta

victoria, Grant, el héroe del Norte, fuearrestado y separado de su ejército.Tuvo que dejar el mando humillado yabrumado.

¿Por qué el general U. S. Grant fuedetenido en plena carrera triunfal? Engran parte, porque había provocado loscelos y las envidias de sus arrogantessuperiores.

Si nos sentimos inclinados apreocuparnos por las críticas, he aquí laRegla 1:

Recordemos que las críticasinjustas son frecuentemente

elogios disfrazados.

Recordemos que nadie patea aun perro muerto.

21 HAGAMOS ESTOY LA CRITICA NO

PODRAAFECTARNOS

En una ocasión entrevisté al mayorgeneral Smedley Butler, el viejo "Ojoque Barrena". ¡El "Diablo Infernal" delviejo Butler! ¿Lo recuerdan? El más

pintoresco y matasiete de los generalesque hayan mandado la Infantería deMarina de los Estados Unidos.

Me dijo que, en su juventud, tratabadesesperadamente de hacerse popular,de causar buena impresión en todo elmundo. En aquellos días, la más ligeracrítica le escocía. Pero confesó quetreinta años en la Infantería de Marina lehabían endurecido el pellejo. Me dijo:"He sido zaherido e insultado. He sidoacusado de chacal, de serpiente y demofeta. He sido maldecido por lostécnicos. Me han adjudicado todas lascombinaciones posibles de los epítetosmás brutales que tiene la lengua inglesa.

¿Molestarme? ¡Bah! Cuando alguien memaltrata ahora de palabra, no memolesto ni en volver la cabeza para verquién está hablando".

Tal vez era demasiado indiferente ala crítica el viejo "Ojo que Barrena",pero hay una cosa cierta: la mayoría denosotros damos demasiada importanciaa los pinchazos y picaduras. Recuerdoaquella vez, hace años, en que unperiodista del neoyorquino diario Sunasistió a una demostración de mis clasespara adultos y puso después en berlina ami persona y mi trabajo. ¿Me enfurecí?Lo tomé como un insulto personal.Telefoneé a Gil Hodges, presidente del

Consejo de Administración del Sun, yexigí prácticamente que publicara unartículo estableciendo los hechos y noponiéndome en ridículo. Estabadecidido a que el castigo se hallara a laaltura del crimen.

Me avergüenza mi proceder deentonces. Comprendo ahora que la mitadde las personas que compraron elperiódico ni siquiera leyeron el artículo.Una mitad de las que lo leyeron loconsideraron como un motivo deinocente diversión. Y la mitad de losque se refocilaron con él lo olvidarontodo al cabo de unas cuantas semanas.

Comprendo ahora que las personas

no están pensando en usted o en mí y secuidan muy poco de lo que digan denosotros. Piensan en ellas antes deldesayuno, después del desayuno y asísucesivamente hasta la medianoche. Seinteresarán mil veces más en cualquierjaqueca suya que en la noticia de lamuerte de usted o de la mía.

Aunque seamos calumniados,ridiculizados, engañados, apuñaladospor la espalda y traicionados por uno decada seis de nuestros más íntimosamigos, no incurramos en una orgía delamentaciones. En lugar de ello,recordemos que eso fue precisamente loque le pasó a Jesús. Uno de sus doce

más íntimos amigos se convirtió entraidor por un gaje que equivaldría ennuestro moderno dinero a diecinuevedólares. Otro de sus doce más íntimosamigos renegó de él abiertamente en losmomentos de peligro y declaró tresveces que ni siquiera conocía a Jesús.Lo hizo con juramento. ¡Uno de cadaseis! Esto es lo que sucedió a Jesús.¿Por qué debemos esperar unaproporción mejor?

Descubrí hace años que, aunque nopodía impedir que se me criticarainjustamente, podía hacer algoinfinitamente más importante: podíadecidir que las críticas injustas me

molestaran o no.Seamos claros acerca de esto: no

estoy propugnando que se pase por altotoda crítica. Lejos de eso. Estoyhablando únicamente de pasar por altolas críticas injustas. En una ocasiónpregunté a Eleanor Roosevelt cómo secomportaba ante esta clase de críticas;Alá sabe cuántas sufría. Probablemente,ha tenido más fervorosos amigos y másviolentos enemigos que cualquier otramujer que haya pasado por la CasaBlanca.

Me dijo que en su juventud era casitremendamente tímida y se asustaba delo que la gente decía. Tenía tanto miedo

a la crítica que pidió un día a su tía, lahermana de Theodore Roosevelt, algúnconsejo. Habló así: "Tía Bye, quierohacer esto y esto. Pero temo que mecritiquen".

La hermana de Teddy Roosevelt lamiró cara a cara y le dijo: "Nunca debeimportarte lo que la gente diga, siempreque sepas en el fondo de tu alma quetienes razón". Eleanor me dijo que esteconsejo fue su Peñón de Gibraltar añosdespués, cuando estuvo en la CasaBlanca. Me dijo que el único modo deescapar a toda crítica es ser como unafigura de porcelana de Dresde ypermanecer en un anaquel. "Haga lo que

entienda que es justo, porque locriticarán, de todos modos. Será 'condenado si lo hace y condenado si nolo hace' ." Tal es su consejo.

Cuando el extinto Matthew C. Brushera presidente de la AmericanInternational Corporation le pregunté siera sensible a las críticas. Me contestóasí: "Sí, era muy sensible en otrostiempos. Tenía afán de que todos losempleados de la organización pensaranque era perfecto. Si no lo pensaban, mepreocupaba. Trataba en primer lugar deagradar a la persona que me habíaatacado, pero el mismo hecho deentenderme con ella ponía a otros fuera

de sí. Después, cuando trataba dearreglar cuentas con esa misma persona,me creaba otro par de moscardones.Finalmente, llegué a la conclusión deque cuanto más trataba de pacificar losespíritus más enemigos me creaba.Entonces me dije: ' Si consigues ser másque los demás, serás criticado.Acostúmbrate, pues, a la idea' . Esto meayudó enormemente. Desde entonces mefijé la norma de obrar como mejor sabiay podía y, a continuación, abrir el viejoparaguas y dejar que la lluvia de criticascayera sobre él y no sobre mí".

Deems Taylor hizo algo más: dejóque la lluvia de críticas cayera sobre él

y se rió de la mojadura, en público.Cuando exponía sus comentarios duranteel intermedio de los conciertos porradio de las tardes dominicales de laOrquesta Filarmónica-Sinfónica deNueva York, una mujer le escribió unacarta llamándole "mentiroso, traidor,víbora y tonto". El señor Taylor dice ensu libro Of Men and Music (De hombresy música): "Tengo la sospecha de queesa mujer no encontró interesante micharla". En sus comentarios de lasemana siguiente, el señor Taylor leyóla carta a los millones de oyentes. Yrecibió pocos días después otra de lamisma señora, en la que ésta "expresaba

su no cambiada opinión de que yo era unmentiroso, un traidor, una víbora y untonto". Es imposible dejar de admirar aquien soporta así las críticas. Sonadmirables su serenidad, su calmainconmovible y su sentido del humor.

Cuando Charles Schwab hablaba alos estudiantes de Princeton, confesóque una de las más importanteslecciones que había aprendido se lahabía enseñado un viejo alemán quetrabajaba en sus talleres siderúrgicos.Este viejo alemán se vio envuelto en unadiscusión sobre la guerra con otrosoperarios y acabó siendo arrojado alrío. El señor Schwab dijo: "Cuando

llegó el hombre a mi despacho todomojado y manchado de barro, lepregunté qué había dicho a loscompañeros que lo habían arrojado alrío y él me contestó: ' Me reí no más' ".

El señor Schwab declaró que habíaadoptado como lema las palabras delviejo alemán: "Reír no más". Este lemaes especialmente bueno cuando se esvíctima de críticas injustas. Uno puedereplicar al hombre que contesta, pero¿qué cabe decir al que "ríe no más"?Lincoln pudo haberse derrumbado bajola tensión de la guerra civil si nohubiese comprendido la locura que eratratar de responder a los anatemas

vitriólicos que lanzaban en contra de él.Su descripción de cómo trataba a suscríticos ha llegado a ser una joyaliteraria, un texto clásico. El generalMacArthur tenía una copia de ese textocolgada sobre su escritorio durante laguerra, y Winston Churchill lo habíaenmarcado para colgarlo en una paredde su despacho en Chartwell. El textodice: "Si hubiese tratado de leer, parano hablar de contestar, todas las críticasque me hicieron, esta tienda hubieratenido que cerrarse para otro negociocualquiera. Hago las cosas lo mejor quepuedo según mi leal saber y entender, ypienso seguir con esta norma hasta el

final. Si al final todo acaba bien, lo quese haya dicho contra mí no importa. Y sitodo acaba mal, diez ángeles que juraranque yo tenía razón no servirían de nada".

Cuando seamos injustamentecriticados, recordemos la Regla 2:

Hagamos las cosas lo mejor quepodamos y, a continuación,abramos el viejo paraguas yprocuremos que la lluvia de

críticas no nos moje.

22 TONTERÍAS QUE

HE COMETIDO

Tengo en mi archivo privado unacarpeta con el título "TC", abreviaturade "Tonterías que he cometido". Hepuesto en esta carpeta constanciasescritas de las tonterías de que soyculpable. En ocasiones suelo dictarestas constancias a mi secretaria, perose trata a veces de cosas tan personaleso tan estúpidas que me avergüenzo dedictarlas y las escribo a mano.

Todavía recuerdo algunas de lascríticas de Dale Carnegie que puse enmi carpeta "TC" hace quince años. Si

hubiera sido completamente honradoconmigo mismo, tendría ahora unarchivo rebosante de estas constancias"TC". En verdad puedo repetir lo que elRey Saúl dijo hace treinta siglos: "Hesido un necio y mis errores soninnumerables".

Cuando saco mis "TC" y releo lascríticas que escribí de mí mismo,obtengo una gran ayuda para resolver elmás difícil de mis problemas: laadministración de Dale Carnegie.

Antes creía que mis problemas sedebían a los demás; pero a medida quefui acumulando años —y sensatez,espero—descubrí que yo mismo era el

único culpable de mis contratiempos.Son muchos los que han descubierto estoen el curso de los años. "Sólo yo -dijoNapoleón en Santa Elena—, sólo yo soyel culpable de mi caída. He sido mi peorenemigo, la causa de mi aciago destino."

Permítanme que hable de un hombreque conocí y que era un artista en cuantoa autoevaluación y administración. Sellamaba H. P. Howell. Cuando la noticiade su muerte repentina en el bar delHotel Ambassador de Nueva York fuedifundida a todo el país el 31 de julio de1944, Wall Street quedó impresionada,porque se trataba de una de las grandesfiguras del mundo financiero

norteamericano; Howell era presidentedel Commercial National Bank andTrust Company y directivo de variasgrandes empresas. Obtuvo escasainstrucción en su juventud, se inició enla vida como mozo de un almacén ruraly posteriormente se convirtió en gerentede créditos de la empresa de acero U. S.Steel. Estaba ya en el camino queconduce a la altura y al poder.

Cuando le pedí que me explicara lasrazones de sus triunfos, el señor Howellme dijo: "Durante años he llevado uncuaderno de notas en el que apuntabatodos mis compromisos para el día. Mifamilia no cuenta conmigo para nada las

noches de los sábados, porque sabe quededico parte de estas horas aexaminarme y a revisar y juzgar mitrabajo de la semana. Después de cenarme retiro, abro mi cuaderno y meditoacerca de todas las entrevistas, losdebates y las reuniones que he tenidodesde el lunes por la mañana. Y mepregunto: ' ¿Qué equivocaciones hecometido?' ' ¿Qué cosas hice bien yhasta qué punto pude mejorar miactuación?' ' ¿Qué lecciones puedoaprender de esta experiencia?' Enocasiones esta revisión semanal me hacemuy desdichado. En otras quedoaturdido ante mis garrafadas. Desde

luego, a medida que los años pasaban,estas garrafadas se hacían menosfrecuentes. Este sistema de analizarme,continuado año tras año, ha hecho pormí más que cualquier otra cosa que hayaintentado".

Cabe que H. P. Howell recogieraesta idea de Benjamín Franklin. PeroFranklin no esperaba a la noche delsábado. Se sometía a revisión todas lasnoches. Descubrió que tenía trece gravesdefectos. He aquí tres de ellos: perdíatiempo, se ocupaba de pequeñeces ydiscutía y contradecía a otras personas.El juicioso Benjamín Franklincomprendió que, si no eliminaba estas

desventajas, no llegaría muy lejos.Entonces, batalló con una de susdeficiencias todos los días de unasemana y mantuvo un registro de losprogresos realizados en esta lucha. A lasemana siguiente tomó otro de sus maloshábitos, se puso los guantes y, en cuantosonó el gong, se colocó en su rincón decombate. Franklin mantuvo esta batallacon sus defectos sin un respiro durantedos largos años.

¡No es extraño que se convirtiera enuno de los hombres más amados einfluyentes que esta nación hayaproducido!

Elbert Hubbard dijo: "Todo hombre

es un perfecto estúpido cinco minutospor día cuando menos. La sabiduríaconsiste en no pasarse de este límite".

El hombre chiquitín se enfurece antela menor crítica, pero el juiciosoprocura aprender de los que lo censuran,reprochan y "disputan la acera". WaltWhit-man lo dijo de este modo:"¿Habéis aprendido únicamente de losque os han admirado, han sido cariñososcon vosotros y han estado a vuestrolado? ¿No habéis aprendido mucho delos que os han rechazado, de los que hanluchado con vosotros y de los que os handisputado la acera?"

En lugar de esperar a que nuestros

enemigos nos critiquen o critiquennuestro trabajo, adelantémonos a ellos.Seamos nosotros nuestros más severoscríticos. Tratemos de poner remedio atodas nuestras debilidades antes de quenuestros enemigos tengan ocasión dedecir una palabra. Esto es lo que hizoCharles Darwin. En realidad, pasóquince años criticándose... Bien, losucedido es esto: cuando Darwincompletó el manuscrito de su libroinmortal, El origen de las especies,comprendió que la publicación de surevolucionario concepto de la creaciónchocaría con los mundos intelectual yreligioso. En consecuencia, se convirtió

en su propio crítico y pasó otros quinceaños verificando sus datos, poniendo entela de juicio sus razonamientos yconsiderando críticamente susconclusiones.

Supongamos que alguien dijera deusted que es un "estúpido". ¿Qué haríausted? ¿Se enfadaría? ¿Se indignaría?He aquí lo que hizo Lincoln: Edward M.Stanton, Secretario de Guerra deLincoln, llamó a Lincoln "estúpido" enuna ocasión. Stanton estaba furiosoporque Lincoln se había metido en susasuntos. Con el fin de dar satisfacción aun político egoísta, Lincoln había dadouna orden transfiriendo determinados

regimientos. Stanton no solamente senegó a cumplir la orden, sino que juró yperjuró que Lincoln era un estúpido porhaber firmado una orden así. ¿Quésucedió? Cuando dijeron a Lincoln loque Stanton había dicho, el primeromanifestó calmosamente: "Si Stanton hadicho que soy un estúpido, debo serlo,porque casi siempre tiene razón. Voy aestudiar el asunto y verlo por micuenta".

Lincoln fue a ver a Stanton. Este loconvenció de que la orden no erapertinente y Lincoln la anuló. Lincolnaceptaba las críticas cuando comprendíaque eran sinceras, fundadas en el saber y

hechas con espíritu de colaboración.Usted y yo debemos también acoger

bien esa clase de críticas, porque nopodemos tener la pretensión de acertarmás de tres veces de cada cuatro. Por lomenos, esto es todo lo que pretendíaTheodore Roosevelt cuando estaba en laCasa Blanca. Einstein, el más profundopensador de nuestros tiempos, confiesaque sus conclusiones son falsas elnoventa y nueve por ciento de las veces.

La Rochefoucauld dijo: "Lasopiniones de nuestros enemigos seacercan más a la verdad en lo querespecta a nosotros que nuestrasopiniones propias".

Sé que esta declaración puede serexacta muchas veces; sin embargo,cuando alguien comienza a criticarme, sino me vigilo me pongo inmediata yautomáticamente a la defensiva, inclusoantes de tener la menor idea de lo quemi crítico va a decir. Me enfadoconmigo mismo cada vez que procedoasí. Todos nosotros tendemos a dolernosde la crítica y a aceptar las alabanzas,con independencia de que una y otrasestén o no justificadas. No somos seresde lógica. Somos seres de emociones.Nuestra lógica es como un barquichueloque navega en un sombrío y tempestuosomar de emoción.

Si oímos que alguien ha hablado malde nosotros, no tratemos de defendernos.Todos los tontos hacen eso. ¡Seamosoriginales, humildes, y... brillantes!Desconcertemos a nuestro crítico ycosechemos aplausos diciendo: "Si micensurador supiera todas mis otrasfaltas, me hubiera criticado mucho másseveramente".

En anteriores capítulos he habladoacerca de lo que se , debe hacer cuandose nos critica injustamente. Pero he aquíotra idea: cuando siente usted que seenfurece porque cree que se le condenainjustamente, ¿por qué no hace una pausay se dice: "Espera un momento... Disto

mucho de ser perfecto. Si Einsteinadmite que se equivoca el noventa ynueve por ciento de las veces, tal vez yome equivoque el ochenta por ciento porlo menos. Tal vez merezca esta crítica.Si es así, debería agradecerla y sacar deella algún provecho"?

Charles Luckman, ex presidente dela Pepsodent Company, gastaba unmillón de dólares por año para poner aBob Hope en la radio. No se fijaba enlas cartas que elogiaban el programa,pero insistía en ver las que conteníancríticas. Sabía que podía aprender algoen ellas.

La Ford Company tenía tanto afán en

averiguar qué andaba mal en suadministración y su funcionamiento queefectuó una encuesta entre susempleados, a los que invitó a quecriticaran a su propia empresa.

Conozco a un vendedor de jabón quellegaba a solicitar críticas. Cuandocomenzó a trabajar para Colgate, lospedidos venían lentamente. Temióperder el puesto. Como sabía que nohabía nada malo ni en el jabón ni en elprecio, se dijo que la falla estaba en élmismo. Cuando fracasaba en una venta,daba frecuentemente la vuelta a lamanzana preguntándose dónde estaba lacausa de lo sucedido. ¿Había sido

demasiado vago? ¿Le había faltadoentusiasmo? En ocasiones, volvía juntoal comerciante y decía: "No he vueltocon el propósito de tratar de venderlejabón. He vuelto en busca de su consejoy su crítica. ¿Quiere decirme qué hice demal cuando intenté venderle jabón haceunos minutos? Usted tiene másexperiencia y ha prosperado más que yo.Le ruego que analice críticamente elcaso. Sea franco. No disimule susjuicios".

Esta actitud le conquistó muchosamigos y valiosísimos consejos.

¿Qué suponen ustedes que lesucedió? Llegó a ser presidente de la

Colgate-Palmolive-Peet Soap Company,los mayores fabricantes de jabón delmundo. Se llama E. H. Little.

Se necesitan grandes hombres parahacer lo que hicieron H. P. Howell, BenFranklin y E. H. Little. Y ahora, comonadie está mirando, ¿por qué no se mirausted en el espejo y se pregunta sipertenece a esta clase de personas?

Para que las críticas no nospreocupen, he aquí la Regla 3:

Llevemos un registro de lastonterías que hemos hecho y

critiquémonos nosotros mismos.Como no es posible que

pretendamos ser perfectos,hagamos lo que hacía E. H.Little: pidamos una crítica

imparcial, útil y constructiva.

En síntesis

COMO SE EVITA QUE LASCRITICAS NOSPREOCUPEN

Regla 1: La crítica injusta esfrecuentemente un cumplidodisfrazado. Significa muchas

veces que hemos provocadocelos y envidias. Recordemosque nadie patea a un perromuerto.

Regla 2: Hagamos las cosaslo mejor que podamos; despuésabramos el viejo paraguas yprocuremos que la lluvia decríticas no nos moje.

Regla 3: Llevemos unregistro de las tonterías quehemos hecho y critiquémonosnosotros mismos. Ya que nopodemos ser perfectos, hagamoslo que hace E. H. Little: pediruna crítica imparcial, útil y

constructiva.

SÉPTIMA PARTE

Seis maneras de impedirla fatiga y la

preocupación y deconservar la energía y el

ánimo

23 COMO AÑADIRUNA HORA DIARIAA NUESTRA VIDA

ACTIVA

¿Por qué escribo un capítulo sobrela manera de impedir la fatiga en unlibro sobre la manera de impedir lapreocupación? Es sencillo. La fatigaproduce frecuentemente preocupación o,por lo menos, hace a uno accesible a lapreocupación. Cualquier estudiante demedicina nos dirá que la fatigadisminuye la resistencia física al resfrío

común y a cientos de otrasenfermedades, y cualquier psiquiatra nosdirá que la fatiga también disminuyenuestra resistencia a las emociones de lapreocupación y del miedo. Por tanto,impedir la fatiga tiende a impedir lapreocupación.

¿Dije "tiende a impedir lapreocupación"? Es decirlo muyblandamente. El Dr. Edmund Jacobsonva más allá. El doctor Jacobson haescrito dos libros sobre el descanso:Progressive Relaxation y You MustRelax (Descanso progresivo y Usteddebe descansar). Como director delLaboratorio de Fisiología Clínica de la

Universidad de Chicago, ha dedicadovarios años al estudio de la utilizacióndel descanso como método de prácticamédica. Declara que cualquier estadonervioso o emocional "desaparece enpresencia de un completo descanso".Es otro modo de decir que "uno nopuede continuar preocupándose sidescansa ".

Para impedir la fatiga y lapreocupación, pues, la primera regla esdescansar a menudo. Descansar antes decansarse. ¿Por qué esto tiene tantaimportancia? Porque la fatiga seacumula con asombrosa rapidez. ElEjército de los Estados Unidos ha

descubierto por medio de pruebasrepetidas que hasta los jóvenes —hombres endurecidos por años deadiestramiento militar— puedenmarchar mejor y resistir más tiempo sise desprenden de su equipo y descansandiez minutos cada hora. Tal es la razónde que las fuerzas del Ejército haganprecisamente esto. El corazón suyo estan galano como el Ejército de losEstados Unidos. Envía cada día a travésde su cuerpo la sangre suficiente parallenar un vagón cisterna del ferrocarril.Desarrolla al cabo de veinticuatro horasla energía suficiente para llevar veintetoneladas de carbón a una plataforma

situada a un metro de altura. Realiza estaincreíble cantidad de trabajo durantecincuenta, setenta o tal vez noventa años.¿Cómo puede soportarlo? El Dr. WalterB. Cannon, de la Escuela de Medicinade Harvard, explica. Dice así: "Lamayoría de las gentes creen que elcorazón trabaja todo el tiempo. Enrealidad, hay un definido período dedescanso después de cada contracción.Cuando late al moderado ritmo desetenta pulsaciones por minuto, elcorazón trabaja en realidadúnicamente nueve horas de cadaveinticuatro. En conjunto, sus períodosde descanso representan quince horas

diarias ".Durante la segunda guerra mundial,

Winston Churchill, muy cerca de lossetenta años de edad, pudo trabajardieciséis horas diarias, año tras año,dirigiendo los esfuerzos de guerra delImperio Británico. Es una marcafenomenal. ¿Su secreto? Trabajaba en lacama cada mañana hasta las once,leyendo informes, dictando órdenes,llamando por teléfono y celebrandoimportantes conferencias. Después dealmorzar volvía a la cama y echaba unasiesta de una hora. Al anochecer volvíaa la cama una vez más y dormía doshoras antes de cenar a las ocho. No se

curaba de la fatiga. No tenía motivospara curarse. La prevenía. Comodescansaba frecuentemente, podíatrabajar diariamente muy fresco y encondiciones, hasta muy pasada lamedianoche.

El primer John D. Rockefellerconsiguió dos marcas extraordinarias.Acumuló la mayor fortuna que el mundohabía conocido hasta entonces y vivióhasta los noventa y ocho años. ¿Cómohizo esto? Desde luego, la principalrazón estriba en que había recibido unaherencia de longevidad. Otra razónconsiste en que había adquirido lacostumbre de echar una siesta de media

hora en su despacho a mediodía. Setendía en un canapé y ni el Presidente delos Estados Unidos conseguía que JohnD. Rockefeller se pusiera al teléfonodurante esa media hora.

En su excelente libro Why Be Tired(¿Para qué cansarnos?), Daniel W.Josselyn observa: "Descansar noconsiste en no hacer absolutamente nada.Descansar es reparar". Hay tanto poderde reparación en un breve período dedescanso que hasta un sueñecito decinco minutos ayuda a impedir la fatiga.Connie Mack, el gran veterano delbéisbol, me dijo que si no echaba unasiesta de tarde antes de un partido, se

sentía completamente fatigado para elquinto tiempo. Pero si dormía un poco,siquiera cinco minutos, resistía lospartidos más duros sin cansancio alguno.

Cuando pregunté a EleanorRoosevelt cómo pudo resistir tanrecargado programa durante los doceaños en que estuvo en la Casa Blanca,me dijo que antes de acudir a unareunión o pronunciar un discurso, seacomodaba frecuentemente en unabutaca o un sofá, cerraba los ojos ydescansaba durante veinte minutos.

Una vez entrevisté a Gene Autry ensu camarín del Madison Square Garden,donde era la principal atracción del

campeonato mundial de rodeo. Advertíque tenía allí un catre militar. Y GeneAutry me dijo: "Me tiendo ahí todas lastardes y echo una siesta de una horaentre dos representaciones. Cuando hagopelículas en Hollywood, descansofrecuentemente en una butaca y echo doso tres sueñecitos de diez minutos cadadía. Me ani-man extraordinariamente".

Edison atribuía su enorme energía yresistencia a su costumbre de dormircada vez que sentía la necesidad dehacerlo.

Entrevisté a Henry Ford poco antesde que cumpliera los ochenta años deedad. Quedé sorprendido de verlo de tan

buen aspecto. Le pregunté cuál era susecreto. Y me dijo: "Nunca estoy de piecuando puedo estar sentado y nuncaestoy sentado cuando puedo estaracostado".

Horace Mann, "el padre de laeducación moderna", hacía lo mismocuando llegó a cierta edad. Cuando erapresidente del Antioch College, solíaconversar con sus alumnos tendido en uncanapé.

Persuadí a un director de películasde Hollywood para que probara unatécnica análoga. Me confesó que obrabamilagros. Me refiero a Jack Chertock,quien fue uno de los principales

directores de la Metro-Goldwin-Mayer.Cuando me vino a ver hace unos cuantosaños, era jefe del departamento depelículas cortas de la MG-M. Agotado,lo había probado todo: tónicos,medicinas, vitaminas. Nada le sirvió degran cosa. Le propuse que tomara unavacación cada día. ¿Cómo? Acostándoseen su despacho y descansando mientrasconversaba con sus escritores.

Cuando lo vi dos años después, medijo: "Ha sucedido un milagro. Tal es loque dicen mis propios médicos. Solíaestar sentado en mi silla, tenso y tieso,mientras discutía ideas acerca denuestras películas cortas. Ahora me

tiendo en mi despacho durante esasconferencias. Me siento mejor de lo queme he sentido en estos últimos veinteaños. Trabajo dos horas más al día y esrara la vez que me canso".

¿Cómo puede aplicarse a usted todoesto? Si es usted un taquígrafo, no puedeechar siestas en la oficina como lohacían Edison y Sam Goldwin, y, siusted es un con-table, no puede tenderseen un canapé mientras discute un informefinanciero con su jefe. Pero, si ustedvive en una pequeña localidad y vuelvea su casa para almorzar, puede muy bienechar un sueñecito de diez minutosdespués del almuerzo. Esto es lo que el

general George C. Marshall solía hacer.Se sentía tan atareado dirigiendo alEjército de los Estados Unidos durantela guerra, que tenía que descansar amediodía. Si ha pasado de los cincuentaaños y se cree demasiado atareado parahacer esto, compre inmediatamentetodos los seguros de vida que puedacomprar. Los entierros cuestan mucho ysobrevienen bruscamente en estostiempos y cabe que la mujercita quieracobrar el dinero del seguro y casarsecon un hombre más joven...

Si no puede usted echar una siesta amediodía, trate por lo menos deacostarse durante una hora antes de la

cena. Es más barato que un whisky y, ala larga, 5.467 veces más eficaz. Sipuede dormir una hora a las cinco, lasseis o las siete de la tarde, podrá añadiruna hora a su vida activa. ¿Por qué?¿Cómo? Porque una hora de siesta antesde la cena más seis horas de sueñodurante la noche —un total de sietehoras—le hará mejor que ocho horas desueño ininterrumpido.

Un trabajador manual puede realizarmás trabajo si dedica más tiempo aldescanso. Frederick Taylor lo demostrómientras trabajaba como técnico deadministración científica en la empresaBethlehem Steel Corporation. Observó

que los obreros estaban cargandoaproximadamente unas doce toneladas ymedia de hierro en lingotes por cabezaen los vagones y que llegaban agotadosal mediodía. Hizo un estudio científicode todos los factores de cansancioinvolucrados y declaró que esoshombres podían cargar, no docetoneladas y media por día, sino cuarentay siete toneladas. Calculó que podíanrealizar cuatro veces más trabajo que elque realizaban y no quedar agotados.¡Pero tenia que probarlo!

Taylor eligió a un señor Schmidt y lepidió que trabajara conforme a lasindicaciones de un reloj. El hombre que

estaba con un reloj junto a Schmidt dabalas instrucciones : "Tome ese lingote ycamine... Ahora siéntese y descanse...Ahora camine... Ahora descanse..."

¿Qué sucedió? Schmidt cargócuarenta y siete toneladas de lingotes dehierro por día mientras sus compañeroscargaron solamente doce toneladas ymedia. Y Schmidt no abandonóprácticamente nunca ese ritmo durantelos tres años en que Frederick Taylorestuvo en la Bethlehem. Pudo hacer estoporque descansaba antes de cansarse.Cada hora trabajaba aproximadamente24 minutos y descansaba 36.Descansaba más de lo que trabajaba y,

sin embargo, realizaba cuatro veces mástrabajo que los demás... ¿Es eso un merorumor? No, usted mismo puede leer laconstancia del hecho en las páginas 41-62 de Principies of ScientificManagement (Principios deadministración científica) de FrederickWinslow Taylor.

Permítame que lo repita: haga lo quehace el Ejército y tómese frecuentesdescansos. Haga lo que hace el corazóny descanse antes de cansarse. Añadiráasí una hora diaria a su vida activa.

24 QUE ES LO QUENOS CANSA Y QUEPODEMOS HACER

AL RESPECTO

He aquí un hecho asombroso eimportante: el trabajo mental no puedecansar por sí solo. Parece absurdo.Pero, hace unos cuantos años, loscientíficos trataron de averiguar hastacuándo el cerebro humano puedetrabajar sin llegar a "una disminución dela capacidad de trabajo", la definicióncientífica de la fatiga. Para asombro de

esos científicos, se vio que la sangre quepasa a través del cerebro no muestrafatiga alguna cuando está en actividad.Si se toma la sangre de las venas de untrabajador manual que está trabajando,se la encuentra llena de "toxinas defatiga" y de otros productos delcansancio. Pero, si se toma una gota desangre del cerebro de Albert Einstein,no se observará toxina de fatiga algunaal término de la jornada.

En lo que se refiere al cerebro,puede trabajar tan bien y tan ágilmenteal cabo de ocho o diez horas de esfuerzocomo al comienzo. El cerebro esincansable... Entonces ¿qué es lo que

nos cansa?Los psiquiatras declaran que la

mayor parte de nuestra fatiga provienede nuestras actitudes mentales yemocionales. Uno de los másdistinguidos psiquiatras de Inglaterra. J.A. Hadfield, en su libro The Psychologyof Power (La psicología del poder) diceque "la mayor parte de la fatiga quepadecemos es de origen mental; enrealidad, el agotamiento de origenpuramente físico es raro"

Uno de los más distinguidospsiquiatras norteamericanos, el Dr. A.A. Brill, va más allá. Declara: "El cienpor ciento de la fatiga del trabajador

sedentario en buena salud es debido afactores psicológicos, entendiendo portales los factores emocionales".

¿Qué clase de factores emocionalescansan al trabajador sedentario, a quientrabaja sentado? ¿La alegría? ¿Lasatisfacción? ¡No, nunca! Elaburrimiento, el resentimiento, lasensación de que no se aprecia eltrabajo de uno, la sensación deinutilidad, la prisa, la ansiedad, lapreocupación... Tales son los factoresemocionales que agotan al trabajadorsedentario, que lo exponen a resfríos,que reducen su producción y que lodevuelven a casa con jaqueca. Sí, nos

cansamos porque nuestras emocionesproducen tensiones nerviosas en elcuerpo.

La Metropolitan Life InsuranceCompany señala esto en un folleto sobrela fatiga. Esta gran compañía de segurosde vida declara: "El trabajo duro raravez causa por sí mismo una fatiga que nopueda ser curada con un buen sueño odescanso... La preocupación, lastensiones y las perturbacionesemocionales son tres de las principalescausas de la fatiga. Es frecuente quesean las culpables en los casos en que lacausa aparente es el trabajo físico omental... Recordemos que un músculo

tenso es un músculo que trabaja. ¡Espreciso serenarse! Ahorremos energíapara los deberes de importancia".

Deténgase usted ahora, en estemismo instante, y hágase un examen.Mientras lee estas líneas, ¿tiene usteduna expresión ceñuda? ¿Siente tensiónentre los ojos? ¿Está usted cómodamentesentado en su asiento? ¿O tiene loshombros levantados? ¿Están tensos losmúsculos de su rostro? Si todo sucuerpo no se encuentra en el mismoabandono que una vieja muñeca detrapo, usted está produciendo en esteinstante tensiones nerviosas y tensionesmusculares. Fíjese bien en esto: ¡Está

usted produciendo tensiones nerviosas yfatiga nerviosa!

¿Por qué producimos estas tensionesinnecesarias al realizar un trabajomental? Daniel W. Josselyn dice:"Encuentro que el principal obstáculo...es la casi universal creencia de que eltrabajo duro requiere una sensación deesfuerzo para que sea bien hecho". Tales la razón de que nos pongamosceñudos cuando nos concentramos. Deque levantemos los hombros. Pedimos anuestros músculos que realicen losmovimientos del esfuerzo, lo que ennada ayuda al trabajo del cerebro.

He aquí una asombrosa y trágica

verdad: millones de personas que nopensarían jamás en malgastar un centavoandan malgastando y despilfarrando suenergía con la inconsciencia de sietemarineros borrachos en Singapur.

¿Cuál es la solución para esta fatiganerviosa? ¡Descanso! ¡Descanso!¡Descanso! ¡Aprendamos a descansarmientras realizamos nuestro trabajo!

¿Fácil? No. Usted tendráprobablemente que cambiar lascostumbres de toda una vida. Pero elesfuerzo vale la pena, porque puederevolucionar su existencia. En su ensayosobre "El Evangelio del descanso",William James dice: "La hipertensión,

las sacudidas, el jaleo y la intensidad yla angustia de la expresión de losnorteamericanos... son malos hábitos, nimás ni menos". La tensión es un hábito.Descansar es un hábito. Y cabereformar los malos hábitos y formarlos buenos.

¿Cómo se descansa? ¿Se comienzacon el espíritu o se comienza con losnervios? Ni con uno ni con otros. Secomienza a descansar siempre con losmúsculos.

Hagamos una prueba. Para que sevea cómo se hace, supongamos quecomenzamos con los ojos. Lea estepárrafo y, cuando haya llegado al final,

eche la cabeza hacia atrás, cierre losojos y dígales silenciosamente: "Basta.Basta ya. Basta de tensión, basta deceño. Basta. Basta ya, aflójense". Repitaesto una y otra vez, lentamente, duranteun minuto... ¿No ha observado usted que,al cabo de unos segundos, los músculosde los ojos comenzaron a obedecer?¿No sintió usted como si una manohubiera barrido la tensión? Bien, porincreíble que parezca, usted ha reveladoen un solo minuto toda la clave del artede descansar. Usted puede hacer lomismo con la mandíbula, los músculosdel rostro, el cuello, los hombros y todoel cuerpo. Pero el órgano más

importante es el ojo. El Dr. EdmundJacobson, de la Universidad de Chicago,ha llegado a decir que, si usted es capazde procurar descanso completo a losmúsculos de los ojos, podrá tambiénolvidarse de todas sus zozobras. Larazón de que los ojos sean tanimportantes para aliviar la tensiónnerviosa es que queman una cuarta partede todas las energías nerviosasconsumidas por el cuerpo. Tal estambién, por otra parte, el motivo de quemuchas personas con una visión perfectasufran de "cansancio en los ojos". Esque tienen sus ojos en tensión.

Vicki Baum, la famosa novelista,

dice que, cuando era niña, conoció a unanciano que le enseñó una de las másimportantes lecciones que aprendió en lavida. Vicki Baum se cayó; se hizoheridas en las rodillas y se lastimó unamuñeca. El viejo la recogió; había sidoun payaso de circo y, mientras limpiabaa la niña, dijo: "La razón de que te hayashecho daño es que no sabes descansar.Tienes que parecerte a un calcetín; sertan blanda y flexible como un calcetínviejo. Ven, te enseñaré cómo se hace".

Y aquel anciano enseñó a VickiBaum y los otros niños cómo Se caía ycómo se daban saltos mortales. Ysiempre insistía: "Pensad que sois un

calcetín viejo. Y, para esto, hay quedescansar".

Cabe descansar a ratos perdidos,cualquiera que sea el lugar donde uno seencuentre. Pero no hay que haceresfuerzos para descansar. El descansoes la ausencia de toda tensión y de todoesfuerzo. Hay que pensar en descansar.Comencemos pensando en el descansode los músculos de nuestros ojos ynuestra cara, diciendo una y otra vez:"Dejad esto... Dejadlo... Dejadlo ydescansad". Hay que sentir cómo laenergía huye de nuestros músculosfaciales para refugiarse en el centro delcuerpo. Piense que está tan libre de

tensiones como una criatura.Esto es lo que solía hacer la Galli-

Curci, la gran soprano Helen Jepson medijo que solía ver a la Galli-Curci antesde una representación sentada en unabutaca, con todos los músculosrelajados y con su mandíbula inferior tancaída que, en realidad, se hundía. Es unapráctica excelente: esto impedía a lacantante ponerse nerviosa antes deentrar en escena; esto impedía elcansancio.

He aquí cinco indicaciones que leayudarán a usted a aprender cómo sedescansa:

1. Descanse a ratos perdidos.Deje su cuerpo tan blandocomo un viejo calcetín. Yotengo en mi mesa mientrastrabajo un viejo calcetín decolor castaño, comorecuerdo de lo blando quedebería estar. Si no tiene uncalcetín, puede utilizar algato. ¿Ha tomado usted ensus manos a un gatito queestuviera toman do el sol?Los dos extremos de sucuerpo se comban como unpe riódico mojado. Hastalos yoguis ' de la India

dicen que, sise quie re sermaestro en el arte deldescanso, hay que observaral gato. Yo nunca he vistoun gato cansado, un gatocon desarreglos ner viososo un gato que sufra deinsomnio, preocupación oúlceras de estómago.

2. Trabaje, en la medida de loposible, en posicionescómodas. Recuerde que lastensiones del cuerpoproducen dolores en hombros y espalda y fatiganerviosa.

3. Obsérvese cuatro o cincoveces por día y dígase:"¿Estoy haciendo mi trabajomás duro de lo querealmente es? ¿Estoy utilizando músculos que nadatienen que ver con eltrabajo que estoyhaciendo?" Esto le ayudaráa formarse el hábito deldescan so y, como dice elDr. David Harold Fink,"entre los que mejorconocen la psicología, loshábitos están en laproporción de dos a uno".

4. Examínese usted de nuevoal final de la jornada,preguntán dose: "¿Hasta quépunto estoy cansado? Siestoy cansado no es a causadel trabajo mental que herealizado, sino a causa delmodo en que lo herealizado". Daniel W.Josselyn dice: "Mido misrealizaciones, no por locansado que estoy al finalde la jomada, sino por lamedida en que no estoycansado.

5. Cuando me siento

particularmente cansado alfinal de la jornada o conuna irritabilidad quedemuestra que mis nerviosestán cansados, sé de modoindubitable que ha sido undía ineficiente tanto encantidad como en calidad".Si todos los ejecutivosaprendieran esta mismalección, nuestro promediode fallecimientos porenfermedades de"hipertensión" descenderíade la noche a la mañana. Ydejaríamos de llenar

nuestros sanatorios ymanicomios con personasdeshechas por la fatiga y lapreocupación.

25 COMO EVITARLA FATIGA... YMANTENERSE

JOVEN

Un día del otoño último mi ayudantevoló a Boston para asistir a una sesión

de una de las clases médicas másextraordinarias del mundo. ¿Médicas?Bien, sí. Esta clase se celebra una vez ala semana en el Dispensario de Boston ylos pacientes que asisten a ella sonsometidos a exámenes regulares ycompletas antes de ser admitidos. Pero,en realidad, esta clase es una clínicapsicológica. Aunque su denominaciónoficial es Clase de Psicología Aplicada—anteriormente era Clase deRegulación del Pensamiento, nombrepropuesto por el primer miembro—, laverdadera finalidad de la institución estratar a las personas enfermas depreocupación. Y muchos de estos

pacientes son amas de casaemocionalmente perturbadas.

¿Cómo se inició esta clase paraenfermos de preocupación? Bien, en1930, el Dr. Joseph H. Pratt —quien,por cierto, había sido discípulo de SirWilliam Osler— observó que muchosde los pacientes externos que acudían alDispensario de Boston no teníanaparentemente ninguna afección física y,sin embargo, presentaban prácticamentetodos los síntomas que la carne hereda.Las manos de una mujer estaban tanagarrotadas por la "artritis" que ya noservían para el menor trabajo. Otramujer ofrecía todos los espantosos

síntomas de un "cáncer de estómago".Otras más tenían dolores de espalda,jaquecas, cansancio crónico o vagasmolestias y afecciones. Sentíanrealmente todas estas cosas. Pero losexámenes médicos más completosrevelaban que estas mujeres estabanperfectamente en sentido físico. Muchosmédicos a la antigua hubieran dicho quetodo era imaginación, "fantasía".

Pero el Dr. Pratt comprendió que erainútil decir a las pacientes que "sefueran a casa y olvidaran todo aquello".Sabía que la mayoría de aquellasmujeres no querían estar enfermas; si leshubiera sido fácil olvidarse de sus

afecciones, lo habrían hecho sinnecesidad de nadie. Entonces ¿qué cabíahacer?

Abrió esta clase en medio de lasdudas de los médicos que lo rodeaban.¡Y la clase ha obrado maravillas! En losdieciocho años transcurridos desde suinauguración son miles los pacientes quehan sido "curados" asistiendo a ella.Algunos de los pacientes han acudidodurante años, con la misma religiosidadcon que se va a la iglesia. Mi ayudantehabló con una mujer que apenas habíafaltado a una sesión en nueve años. Estamujer dijo que la primera vez que fue ala clínica estaba completamente

convencida de que tenía un riñónflotante y alguna afección al corazón.Estaba tan preocupada y tensa queperdía a veces la vista y tenía accesosde ceguera. Sin embargo, hoy se muestraconfiada, animosa y en excelente salud.Parecía no tener más de cuarenta años ytenía dormido en sus brazos a uno de susnietos. Habló así: "Solía preocuparmemucho por las cuestiones familiares. Enocasiones deseaba morirme. Peroaprendí en esta clínica lo inútil que espreocuparse. Aprendí a acabar con eso.Y puedo decir honradamente que ahorami vida es serena".

La Dra. Rose Hilferding, asesora

médica de la clase, dijo que creía que elmodo mejor de aliviar la preocupaciónera "hablar de nuestros problemas conalguien en quien tengamos confianza".Seguidamente manifestó: "Llamamos aesto catarsis. Cuando los pacientesllegan aquí, pueden exponer susproblemas con todo detalle, hasta queconsiguen expulsarlos de sus espíritus.Rumiar las preocupaciones y guardarlaspara sí, es algo que causa una grantensión nerviosa. Tenemos quecompartir nuestras preocupaciones.Tenemos que dar participación ennuestros problemas. Es preciso tener lasensación de que hay alguien en el

mundo que desea escuchar capaz decomprender".

Mi ayudante presenció el gran alivioque obtuvo una mujer exponiendo suspreocupaciones. Tenía preocupacionesdomésticas y, cuando comenzó a hablar,parecía que iba a estallar. Después,gradualmente, a medida que hablaba, sefue calmando. Al final de la entrevistaestaba sonriente. ¿Había sido resuelto suproblema? No, no era tan fácil. Lo quecausó el cambio fue hablar a alguien,obtener un consejo y un poco desimpatía humana. Lo que produjo elcambio es el tremendo valor curativoque existe en las palabras.

El psicoanálisis está basado, encierta medida, en el poder curativo delas palabras. Desde los días de Freudlos psicoanalistas han sabido que unpaciente puede encontrar alivio de susansiedades internas si se lo pone encondiciones de hablar, simplementehablar. ¿Por qué es así? Tal vez porque,al hablar, obtenemos una mejorpercepción de nuestros problemas, unamejor perspectiva. Nadie conoce larespuesta completa. Pero todos sabemosque "desembuchándolo", "sacándolo denuestro pecho", se obtiene un alivio casiinmediato.

Si es así, ¿por qué la próxima vez

que tengamos un problema emocional nobuscamos a alguien con quien hablar delasunto? No quiero decir, desde luego,que debemos convertirnos en una plagaacudiendo con lamentos y quejas alprimero que tengamos a nuestro alcance.Decidamos qué persona merece nuestraconfianza absoluta y pidámosle unaentrevista. Puede ser un pariente, unmédico, un abogado, un funcionario o unsacerdote. Después digamos a estapersona: "Quiero su consejo. Tengo unproblema y quisiera que usted loescuchara mientras lo expongo enpalabras. Quizá usted puedaaconsejarme. Quizá posea usted puntos

de vista que yo no pueda alcanzar. Peroaunque no sea así, usted me ayudarámucho con sólo sentarse y escucharme".Exponer las cosas es, pues, una de lasprincipales terapias utilizadas en laclase del Dispensario de Boston. Perohe aquí algunas otras ideas que recogí enla misma clase; son cosas que ustedpuede hacer en su hogar.

1. Lleve un cuaderno de notaso recortes con lecturas que"inspiren". En estecuaderno usted puedeincluir todos los poe mas,oraciones breves o citas

que le atraiganpersonalmente y le denánimo. Después, cuando unatarde lluviosa le cause unade presión profunda, tal vezencuentre en el cuaderno lareceta para disipar latristeza. Son muchos lospacientes del dispensarioque han llevado cuadernosasí durante años. Dicen queha sido acicate espiritualpara ellos.

2. No se fije excesivamente enlas deficiencias de otros.Una mujer de la clase que

se estaba convirtiendo enuna esposa ceñuda,regañona y de rostrodemacrado, debióresponder a la pregunta:"¿Qué haría usted si sumarido muriese?" Quedótan escandalizada ante laidea, que inmediatamente sesentó y comen zó a exponerlas buenas cualidades de sumarido. La lista fue muylarga. ¿Por qué no haceusted lo mismo la próximavez que sienta que se hacasado con un feroz tirano?

Tal vez acabe convencida,después de enumerar tantasvirtudes, de que su maridoes hombre de mérito.

3. Tome interés en los demás.Desarrolle un interéscordial y sano por laspersonas que comparten suvida. A una pacien te que sesentía tan "especial" que notenía ningún amigo se ledijo que escribiera unrelato acerca de la primerapersona que encontrara. Labuena señora comenzó, enel ómnibus, a pregun tarse a

qué clase de ambientespertenecerían las personasque veía. Trató deimaginarse cómo era lavida de todas aquellaspersonas. Lo cierto es quese vio en seguida hablandocon toda clase de gentes yque ahora es una mujerfeliz, activa y abierta,curada de todos sus"dolores".

4. Haga un plan para eltrabajo de mañana antes deacostarse esta noche. Laclase encontró que muchas

personas están ago biadas yaturdidas por losinnumerables quehaceres ycosas que han de realizar.Nunca consiguen ponertérmino a sus tareas. Se venacosadas por el reloj. Paracurar esta sensación deprisa y preocupación sepropuso que se trazara cadanoche un plan para el díasiguiente. ¿Qué sucedió?Más trabajo realizado,menos fa tiga, una sensaciónde orgullo y realización ytiempo sobrante para

descansar y divertirse.5. Finalmente, evite la tensión

y la fatiga. ¡Descanse!¡Descan se! Nadaaumentará tanto sus añoscomo la tensión y la fatiga.Nada causará estragos en lafrescura de su tez y en suaspecto. Mi ayudantepermaneció una hora en laClase de Regulación delPen samiento, en Boston,mientras el director, elprofesor Paul E. Johnson,exponía muchos de losprincipios que hemos

estudiado en el anteriorcapítulo sobre las normasdel descanso. Al cabo dediez minutos de ejerciciosde reposo, mi ayudante, delmismo modo que los demás,estaba casi dormida, muyderecha en su silla. ¿Porqué se insiste tanto en eldescanso físico? Porque laclínica sabe, como losdemás médicos, que, paralibrar a una per sona de suspreocupaciones, es precisohacerle descansar.

¡Sí, usted debe descansar! Aunqueparezca extraño, el duro piso es mejorpara relajarse que un muelle colchón.Proporciona más resistencia. Es buenopara la columna vertebral.

Y bien: he aquí algunos ejerciciosque puede hacer en su casa. Pruébelosdurante una semana y vea el efecto delos mismos en su aspecto y su estado deánimo.

a. Tiéndase en el pisosiempre que se sienta cansado.Estírese todo lo que pueda.Ruede sobre sí mismo si lodesea. Haga esto dos veces al

día.b. Cierre los ojos. Trate de

decir, como el profesor Johnsonrecomienda, algo parecido aesto: " El sol brilla allí arriba.El cielo está azul yesplendoroso. La naturaleza estáen calma e impera en el mundo, yyo, como hijo de la naturaleza,estoy a tono con el Universo". Otodavía mejor, rece...

c. Si usted no puedetenderse, porque el asado está enel horno y no tiene tiempo, puedeobtener casi los mismos efectossentándose en una silla. Una silla

dura y derecha es lo mejor paradescansar. Siéntese muy tieso,como una estatua egipcia, y dejeque las manos descansen, palmasabajo, en lo alto de sus muslos.

d. Ahora, lentamente, pongatensos los dedos de los pies yseguidamente aflójelos. Pongatensos los músculos de laspiernas y seguidamente aflójelos.Haga esto lentamente haciaarriba con todos los músculosdel cuerpo, hasta llegar alcuello. Después haga que lacabeza gire pesadamente, comosi fuera una pelota de fútbol. Y

diga en todo momento a susmúsculos, como en el capítuloanterior: "Vamos, aflójense...aflójense..."

e. Calme sus nervios con unarespiración lenta y profunda.Respire desde lo más hondo. Losyoguis de la India tenían razón:la respiración rítmica es uno delos mejores métodos que sehayan ideado para calmar losnervios.

f. Piense en las arrugas ypliegues de su cara y elimínelos.Afloje ese ceño de preocupaciónque siente entre las cejas y los

pliegues de las comisuras de loslabios. Haga esto dos veces aldía y tal vez no necesite ir a unconsultorio de belleza para quele den un masaje. Tal vezdesaparezca todo eso de dentroafuera.

26 CUATROBUENOS HÁBITOSDE TRABAJO QUELE AYUDARAN A

EVITAR LA FATIGAY LA

PREOCUPACIÓN

Buen Hábito de Trabajo Nº 1:Despeje su mesa de todo papelque no se refiera al problema

inmediato que tiene entremanos

Roland L. Williams, presidente delChicago and Northwestern Railway,dice: "Una persona con su mesa llena depapeles sobre diversos asuntos verá que

su trabajo es mucho más fácil y precisosi despeja esa mesa de cuanto no serefiera al problema inmediato que tieneentre manos. Llamo a esto buenaadministración y es el primer paso haciala eficacia".

Si usted visita la Biblioteca delCongreso en Washington, D. C., verácinco palabras dibujadas en el techo;son cinco palabras escritas por el poetaPope: Order is Heaven's first law("Elorden es la primera ley del Cielo").

El orden debería ser también laprimera ley de los negocios. Pero ¿loes? No. La mesa de trabajo del ejecutivoestá atestada de papeles que no se han

mirado desde hace semanas. El editor deun diario de Nueva Orleans me dijo enuna ocasión que su secretaria despejóuna de sus mesas y encontró unamáquina de escribir que faltaba desdehacía dos años.

El mero espectáculo de una mesaatestada de correspondencia nocontestada, informes y escritos diversoses suficiente para provocar la confusión,la tensión y las preocupaciones. Y esalgo mucho peor que esto. El constanterecuerdo de "un millón de cosas que hayque hacer y de la falta de tiempo parahacerlas" puede provocar, no solamentetensión y fatiga, sino también alta

presión sanguínea, desarregloscardíacos y úlceras de estómago.

El Dr. John H. Stokes, profesor de laEscuela de Medicina para Graduados dela Universidad de Pennsylvania, leyó uninforme ante la Convención Nacional dela Asociación Médica Norteamericanaque se titulaba Neurosis funcionalescomo complicaciones de unaenfermedad orgánica. En este informe,el Dr. Stokes enumeró once condicionesbajo el título: Qué hay que buscar en elestado de ánimo del paciente. He aquí laprimera partida de la vista:

"La sensación de deber uobligación; la interminable sucesión de

cosas que tienen necesariamente quehacerse."

Pero, ¿cómo algo tan elementalcomo despejar la mesa y tomardecisiones puede ayudar a evitar estaalta presión, esta sensación de debohacerlo, esta sensación de una"interminable sucesión de cosas quetienen necesariamente que hacerse"? ElDr. William L. Sadler, el famosopsiquiatra, habla de un paciente que,utilizando este sencillo procedimiento,evitó un derrumbe nervioso.

El hombre era directivo de unaimportante firma de Chicago. Cuandollegó a la consulta del Dr. Sadler, estaba

tenso, nervioso, preocupado. Sabía queiba derechamente a la pérdida de lasalud, pero no podía abandonar eltrabajo. Necesitaba ayuda.

El Dr. Sadler dice: "Mientras estehombre me contaba su historia, sonó elteléfono. Era una llamada del hospital.Y, en lugar de posponer el asunto, metomé el tiempo necesario para llegar auna decisión. Yo siempre arreglo lascuestiones, en la medida de lo posible,en el acto.

Apenas lo colgué, el teléfono volvióa sonar. Era otra vez un asunto urgente yme tomé de nuevo el tiempo necesariopara estudiarlo. La tercera interrupción

se produjo cuando un colega mío vino ala consulta para pedirme consejo enrelación con un paciente que estaba muyenfermo. Cuando acabé con mi colega,me volví hacia el visitante y comencé aexcusarme por hacerle esperar así. Peromi visitante se había animado mucho.Tenía en su rostro una expresióncompletamente distinta".

—¡No necesita excusarse, doctor! —dijo este hombre a Sadler—. En estosdiez minutos últimos creo que headivinado lo que anda mal en mipersona. Voy a volver a mi oficina y arevisar mis hábitos de trabajo... Pero,antes de que me marche, ¿me permite

usted que eche un vistazo a su mesa?El Dr. Sadler abrió los cajones de su

mesa. Estaban todos vacíos, si seexceptúan algunos útiles. —Dígame —dijo el paciente—, ¿dónde guarda susasuntos no terminados?

—Están terminados —dijo Sadler.—Y ¿dónde guarda su

correspondencia pendiente decontestación?

-Está contestada -le manifestóSadler-. Mi norma es no dejar una cartaque tenga que ser contestada sincontestar. Dicto la respuesta a misecretaria inmediatamente.

Seis semanas después el mismo

hombre de negocios invitó al Dr. Sadlera ir a su oficina. El hombre habíacambiado y otro tanto sucedía con sumesa. Abrió los cajones para que seviera que allí no había ningún asuntopendiente.

—Hace seis semanas —dijo aSadler—tenía tres mesas diferentes endos oficinas distintas y estaba abrumadode trabajo. Nunca acababa. Después dehablar con usted volví aquí y despejéuna carretada de informes y viejospapeles. Ahora trabajo en una solamesa, arreglo los asuntos en cuanto seme presentan y no tengo una montaña detrabajo pendiente agobiándome,

poniéndome en tensión ypreocupándome. Pero lo más asombrosoes que me he restablecido por completo.¡Ya no observo la menor falla en misalud!

Charles Evans Hughes, antiguopresidente de la Suprema Corte de losEstados Unidos, dijo: "Los hombres nomueren de exceso de trabajo. Mueren dedisipación y de preocupación". Sí, dederrochar sus energías y de preocuparseporque nunca consiguen ponerse al díacon su trabajo.

Buen Hábito de Trabajo Nº 2:Hacer las cosas según el orden

de su importancia.

Henry L. Doherty, fundador de laCities Service Company, una empresade amplitud nacional, dijo que, conindependencia de los salarios quepagaba, había dos capacidades que leresultaban casi imposibles de encontrar.

Estas dos capacidades sin precioson: primeramente la capacidad depensar. En segundo lugar, la capacidadde hacer las cosas por el orden de suimportancia.

Charles Luckman, el muchacho que,comenzando desde abajo, subió en doceaños hasta la presidencia de la empresa

dentífrica Pepsodent Company, obtuvoun salario de cien mil dólares anuales yganó un millón de dólares además,declaró que debe buena parte de sustriunfos a haber desarrollado las doscapacidades que Henry L. Dohertyentiende que son tan difíciles deencontrar. Charles Luckman manifestó:"Que yo recuerde, nunca me helevantado después de las cinco de lamadrugada, porque creo que a esa horapuedo pensar mejor que a cualquier otra.Puedo pensar mejor y establecer mi planpara el día, el plan de hacer las cosassegún el orden de su importancia".

Frank Bettger, uno de los

vendedores de seguros más afortunadosde Norteamérica, no esperaba a lascinco de la madrugada para establecersu plan. Lo establecía la noche anterior;se fijaba una meta, la de venderdeterminada cantidad de seguros duranteel día. Si fracasaba, agregaba lacantidad que correspondía a la tarea deldía siguiente, y así sucesivamente.

Sé por larga experiencia que nosiempre cabe pensar en las cosas por elorden de su importancia, pero sétambién que un plan de una u otra clasepara hacer en primer lugar las cosasprincipales vale infinitamente más queimprovisar en el camino.

Si George Bernard Shaw no sehubiese establecido como rígida normahacer en primer lugar las cosasprincipales, es probable que hubierafracasado como escritor y continuadotoda su vida como cajero de banco. Suplan consistía en escribir cinco páginasdiarias. Este plan y su firmedeterminación de cumplirlo lo salvaron.Este plan le inspiró para escribir esascinco páginas diarias durante nueveangustiosos años en que sólo obtuvotreinta dólares, es decir, apenas uncentavo por día.

Buen Hábito de Trabajo Nº 3:

Cuando tenga un problema,resuélvalo inmediatamente. Sitiene los datos necesarios para

tomar una decisión, no vayaposponiendo las decisiones.

Uno de mis antiguos alumnos, elextinto H. P. Howell, me dijo que,cuando era miembro de la juntadirectiva de la empresa de acero U. S.Steel, las reuniones de este organismotrataban frecuentemente de asuntos muydemorados; se discutían muchosproblemas, pero se tomaban pocasdecisiones. El resultado era qué cadadirectivo tenía que llevarse a su casa un

montón de informes para estudiar.Al fin, el señor Howell persuadió a

la junta directiva de que abordara losproblemas uno a uno y tomara unadecisión. Nada de dejar los asuntossobre la mesa, nada de demoras. Ladecisión podía consistir en pedir másinformación; podía consistir en haceralgo o no hacer nada. Pero siempre setomaba una decisión sobre el problemaantes de pasar al siguiente. El señorHowell me manifestó que los resultadosfueron muy notables; el orden del díaquedó muy despejado. Ya no eranecesario que cada miembro delorganismo se llevara a casa un montón

de informes. Ya no existía esa sensaciónfastidiosa que causan los problemaspendientes.

Es una buena norma, no solamentepara los miembros de la junta directivade la U. S. Steel, sino también parausted y para mí.

Buen Hábito de Trabajo Nº 4:Aprender a organizar, delegar y

supervisar.

Muchas personas de negocios van auna muerte prematura porque nunca hanaprendido a delegar la responsabilidaden otros e insisten hacerlo todo por sí

mismos. Resultado: los detalles y laconfusión les avasallan. Se sientenimpulsados por una sensación de prisa,preocupación, ansiedad y tensión. Esduro aprender a delegarresponsabilidades. Lo sé. Fue duro paramí, terriblemente duro. También sé porexperiencia los desastres que puedenocurrir por delegar la autoridad en quienno reúne condiciones.

Pero, por difícil que sea delegar laautoridad, el jefe debe hacerlo paraevitar la preocupación, la tensión y lafatiga.

La persona que crea una granempresa y no aprende a organizar,

delegar y supervisar acaba generalmentecon desarreglos cardíacos a loscincuenta años de edad o no bien cumplelos sesenta. Son desarreglos causadospor la tensión y las preocupaciones.¿Quieren un ejemplo concreto? Fíjenseen las noticias necrológicas del diariolocal.

27 COMOELIMINAR EL

ABURRIMIENTOQUE CAUSA

FATIGA,PREOCUPACIÓN YRESENTIMIENTO

Una de las principales causas de lafatiga es el aburrimiento. Como ejemplo,pongamos el caso de Alicia, unamecanógrafa que vive en la calle deusted. Alicia llegó a casa una nochecompletamente agotada. Parecíacansada. Estaba cansada. Tenía jaqueca.Le dolía la espalda. Estaba tan agotadaque quería irse a la cama sin cenar. Sumadre le suplicó... Se sentó a la mesa.

En esto sonó el teléfono. ¡El amigopreferido! ¡Una invitación para un baile!Los ojos brillaron y el ánimo se levantó.La muchacha corrió arriba, se puso elvestido azul y bailó hasta las tres de lamadrugada. Y, cuando llegó a casa, nosentía el menor cansancio. En realidad,estaba tan excitada que no podíadormirse.

¿Estaba Alicia verdaderamentecansada ocho horas antes, cuandoparecía tan agotada? Cierto que sí.Estaba agotada porque estaba aburridade su trabajo, tal vez aburrida de lavida. Hay millones de Alicias. Y ustedpuede ser una de ellas.

Es un hecho bien sabido que laactitud emocional tiene por lo generalmás que ver con la fatiga que elejercicio físico. Hace unos cuantosaños, Joseph E. Barmack, doctor enFilosofía, publicó en los Archivos dePsicología (Archives of Psychology) uninforme sobre algunos de susexperimentos tendientes a demostrarcómo el aburrimiento producecansancio. El Dr. Barmack sometió a ungrupo de alumnos a una serie de pruebasen las que, según se había calculado,revelarían escaso interés. ¿Resultado?Los alumnos se sintieron cansados yamodorrados, se quejaron de jaqueca y

tensión en los ojos y mostraron suirritación. ¿Era todo "imaginación"? No.Estos alumnos fueron sometidos despuésa pruebas de metabolismo. Estaspruebas mostraron que la presiónsanguínea y el consumo de oxígenodisminuyen cuando una persona estáaburrida y que todo el metabolismo seacelera en cuanto la misma personarevela interés y placer por su trabajo.

Raramente nos cansamos cuandoestamos haciendo algo interesante yexcitante. Por ejemplo, recientementetomé unas vacaciones en los montescanadienses que rodean al lago Louise.Pasé varios días pescando truchas en el

arroyo Corral, abriéndome paso entrematas más altas que mi cabeza,tropezando con troncos caídos... Sinembargo, ocho horas diarias de estatarea no me cansaban. ¿Por qué? Porqueestaba exaltado, encantado. Tenía lasensación de haber realizado una granhazaña: había pescado seis magníficastruchas. Pero supongamos que la pescame hubiera aburrido: ¿cómo me hubierasentido entonces? Aquel durísimotrabajo a más de dos mil metros dealtitud me hubiera agotado porcompleto.

Aun en actividades tan intensascomo el montañismo, el tedio puede

cansarnos mucho más que el durotrabajo que hay que realizar. Porejemplo, el señor S. H. Kingman,presidente de una institución bancaria deMinneapolis, me contó un incidente quees una perfecta ilustración de esteaserto. En julio de 1943 el gobiernocanadiense pidió al Club Alpino delCanadá que proporcionara guías paraadiestrar a los Cazadores del Príncipede Gales en el escalamiento demontañas. El señor Kingman fue uno delos guías elegidos para adiestrar a estossoldados. Me contó cómo él y otrosguías —hombres entre los cuarenta ydos y cincuenta y nueve años de edad—

condujeron a los jóvenes combatientespor los glaciares y campos de nieve y alo alto de un farallón de quince metrosde altura, donde había que trepar concuerdas y sin otros apoyos queinsignificantes resaltos y agarraderos.Subieron al Pico Michael, al PicoVicepresidente y a otras innominadascumbres del Valle de Little Yoho, en lasMontañas Rocosas canadienses.Después de quince horas demontañismo, estos jóvenes, que estabanen excelentes condiciones —acababande terminar un curso de seis semanas enun duro adiestramiento de "comando"—,revelaban el más completo agotamiento.

¿Es que esta fatiga era causada porla utilización de músculos que no habíansido endurecidos en el adiestramiento de"comando"? Quien haya presenciadoalguna vez este adiestramientoconsiderará ridicula la pregunta. No,estaban tan agotados porque les aburríaaquel montañismo. El cansancio era tangrande que algunos se echaban a dormirsin esperar a comer. Pero los guías —hombres que duplicaban y triplicaban alos soldados en edad—¿estabancansados? Sí, pero no agotados. Losguías comían y continuaban levantadosdurante horas, en amena charla acercade las experiencias del día. No estaban

agotados porque estaban interesados.Cuando el doctor Edward

Thorndike, de Columbia, realizabaexperimentos sobre la fatiga, hacía quevarios jóvenes se mantuvierandespiertos durante casi una semana,manteniéndolos siempre interesados. Sedice que al cabo de una intensainvestigación, Thorndike afirmó: "Elaburrimiento es la única causa real de ladisminución del trabajo".

Si es usted un trabajador mental,rara vez le cansará la cantidad detrabajo que realice. Puede cansarse porla cantidad de trabajo que no realice.Por ejemplo, recuerde el día de la

última semana en que fue ustedconstantemente interrumpido. Las cartasquedaron sin contestar. Hubo que anulartales o cuales entrevistas. Surgierondificultades en varios sitios Todoanduvo mal. Usted no realizó nada yllegó a casa agotado y con la cabeza queparecía estallar.

Al día siguiente, todo marchó sobreruedas en la oficina. Usted realizócuarenta veces más cosas que el díaanterior. Usted volvió a su casa tanfresco como una blanca gardenia. Ustedha tenido esta experiencia. Y yotambién.

¿Qué lección se puede aprender

aquí? Esta: nuestra fatiga tienefrecuentemente por causa, no nuestrotrabajo, sino la preocupación, lafrustración y el resentimiento.

Mientras escribía este capítulo fui aver una reposición de Show Boat, ladeliciosa comedia musical de JeromeKern. El capitán Andy, el comandantedel Cotton Blossom, dice en uno de susincisos filosóficos: "Personas con suerteson las que tienen que hacer las cosasque les gusta hacer". Estas personastienen suerte porque tienen más energía,más alegría, menos preocupación ymenos fatiga. Donde esté tu interés, allíestará también tu energía. Caminar diez

cuadras con una esposa regañosa puedeser más cansador que caminar veintekilómetros con una novia adorable.

Y ¿qué? ¿Qué cabe hacer con esto?Bien, he aquí lo que hizo con esto unamecanógrafa que trabajaba en unacompañía petrolífera de Tulsa,Oklahoma. Tenía que realizar variosdías por mes una de las tareas másaburridas que es posible imaginar:llenar formularios de arriendo, coninclusión de cifras y estadísticas. Erauna tarea tan aburrida que la jovendecidió, en propia defensa, hacerlainteresante. ¿Cómo? Estableció unacompetencia diaria consigo misma.

Contaba el número de formularios quehabía llenado por la mañana y trataba desuperar la marca por la tarde. Contabael total de cada día y trataba desuperarlo al día siguiente. ¿Resultado?Pronto estuvo en condiciones de llenarmás formularios que todas las demásmecanógrafas de la sección. Y ¿adóndela llevó esto? ¿A las alabanzas? No...¿Al agradecimiento? No... ¿Al ascenso?No... ¿Al aumento de sueldo? No... Perola ayudó a impedir la fatiga que provocael aburrimiento. Le procuró unestimulante mental. Como había hechotodo lo posible para convertir eninteresante una tarea aburrida, tenía más

energía, más celo, y disfrutaba muchomás de sus horas de ocio. Sé que esterelato es verídico, porque resulta queme casé con esta joven.

He aquí la historia de otramecanógrafa que encontró que valía lapena actuar como si su trabajo fuerainteresante. Solía luchar con su trabajo.Pero ya no lo hace. Se llama Vallie G.Golden y es de Elmhurst, Illinois. Heaquí su relato, según me lo escribió:

"Hay cuatro mecanógrafas en mioficina y cada una de nosotras tiene quetomar las cartas de varios hombres. Decuando en cuando nos armamos un lío enesta tarea y, en una ocasión, cuando un

subjefe de sección insistió en que debíarehacer una carta, me sublevé. Traté deconvencerlo de que la carta podía sercorregida sin ser rehecha, pero él mereplicó que, si no rehacía la carta, yaencontraría quien lo hiciera. Yo estabafuera de mí. Pero, al comenzar a rehacerla carta, me dije que serían muchas laspersonas que disfrutarían con laoportunidad de hacer el trabajo que yoestaba haciendo. Me dije también queme pagaban un sueldo para hacerprecisamente lo que estaba haciendo.Empecé a sentirme mejor. De prontodecidí hacer el trabajo como siverdaderamente disfrutara con él, a

pesar de que lo despreciara. E hice asíeste importante descubrimiento: hacer eltrabajo como si verdaderamente sedisfrutara con él, per-mite ciertodisfrute. También he averiguado quepuedo trabajar más de prisa si disfrutocon mi trabajo. Tal es la razón de quemuy rara vez tenga ahora que trabajarfuera de las horas ordinarias. Esta nuevaactitud mía me conquistó la reputaciónde buena trabajadora. Y, cuando uno delos jefes de sección necesitó unasecretaria particular, me eligió a mí parael puesto, porque, según dijo, yosiempre estaba dispuesta a hacer singruñir cualquier trabajo extraordinario.

Este asunto del poder de una nuevaactitud mental ha sido para mí un grandescubrimiento. ¡ Ha obradomaravillas!"

Vallie Golden utilizó la milagrosafilosofía "como si" del profesor HansVaihinger.

Actúe "como si" su trabajo leinteresara y esta actuación tenderá acrearle un interés real. También tenderáa disminuir su fatiga, sus tensiones y suspreocupaciones.

Hace unos cuantos años Harlan A.Howard tomó una decisión que cambiósu vida por completo. Decidió hacerinteresante una tarea tediosa. Y su tarea

era verdaderamente tediosa: lavarplatos, fregar mostradores y eliminartodo rastro de los helados en la cantinade la escuela de segunda enseñanza,mientras los demás chi-cos jugaban alfútbol o bromeaban con las chicas.Harlan Howard desdeñaba su trabajo,pero, como tenía que hacerlo, decidióestudiar el helado: cómo se hacía, quéingredientes se utilizaban, por qué unoshelados eran mejores que otros. Estudióla química del helado y se convirtió enla lumbrera de la clase de química de laes.cuela. Se interesó tanto en la químicade la alimentación que ingresó en elColegio del Estado de Massachusetts y

se destacó en el campo de la "tecnologíaalimentaria". Cuando la Bolsa de Cacaode Nueva York ofreció un premio decien dólares para el mejor estudio sobrelos usos del cacao y el chocolate —unpremio al que podían aspirar todos losestudiantes universitarios—, ¿sabenustedes quien lo ganó? Han acertado.Fue Harlan Howard.

Cuando se vio en dificultades paraencontrar trabajo, Harlan Howard abrióun laboratorio privado, en el sótano desu casa, en Amherst, Massachusetts.Poco después se aprobó una ley. Eraobligatorio contar el número debacterias de la leche. Harlan A. Howard

estaba muy pronto contando lasbacterias para catorce compañíaslecheras de Amherst y tuvo que contratara dos ayudantes.

¿Dónde estará dentro de veinticincoaños Harlan A. Howard? Bien, loshombres que ahora dirigen el negocio dela química de la alimentación se habránretirado o habrán fallecido paraentonces y sus puestos serán ocupadospor los jóvenes que ahora irradianiniciativa y entusiasmo. Dentro deveinticinco años Harlan A. Howard seráprobablemente una de las principalesfiguras de su profesión, mientras quealgunos de sus compañeros de clase, a

los que solía servir helados, estaránamargados, sin empleo, echando laculpa al gobierno y lamentándose de nohaber tenido nunca una oportunidad.Cabe que Harlan A. Howard no hubieratenido tampoco nunca una oportunidad,si no hubiese tomado la de hacerinteresante una tarea aburrida.

Hace años hubo otro joven que seaburría con su trabajo de permanecerjunto a un torno, produciendo per-nos enuna fábrica. Se llamaba Sam. Queríadejar su colocación, pero temía noencontrar otra. Como tenía que hacereste tedioso trabajo, Sam decidióhacerlo interesante. Disputó una carrera

con el mecánico que operaba unamáquina a su lado. Uno de ellos teníaque alisar superficies en su máquina y elotro tenía que dar a los per-nos sudiámetro exacto. Cambiaban demáquinas de cuando en cuando yverificaban quién conseguía fabricarmás pernos. El capataz, impresionadopor la rapidez y la precisión de Sam,pronto dio a éste un puesto mejor. Fue elcomienzo de toda una serie de ascensos.Treinta años después, Sam —SamuelVaudain—era presidente de la fábricade locomotoras Baldwin. Pero pudo nohaber pasado de mecánico en toda suvida, si no hubiese decidido hacer

interesante su aburrido trabajo.H. V. Kaltenbom —el famoso

analista de noticias de radio—meexplicó en una ocasión cómo hizointeresan te una tarea tediosa. Cuandotenía veintidós años cruzó el Atlánticoen un barco para ganado, como mozo alcuidado de los animales. Después derecorrer Inglaterra en bicicleta, llegó aParís, hambriento y sin un centavo.Empeñó su máquina fotográfica porcinco dólares y, mediante un aviso quepuso en la edición de París del diarioThe New York Herald , obtuvo un puestode vendedor de aparatosestereoscópicos. Si usted ha cumplido

ya los cuarenta años, recordará aquellosantiguos estereoscopios que poníamosante nuestros ojos para contemplar dosimágenes exactamente iguales. Al mirar,sucedía un milagro. Las dos lentes delestereoscopio transformaban las dosimágenes en una sola con el efecto deuna tercera dimensión. Veíamos ladistancia. Obteníamos una asombrosasensación de perspectiva.

Bien, como iba diciendo, Kaltenborncomenzó a vender estos aparatos depuerta en puerta en París. Y no sabíafrancés. Pero ganó quinientos dólares decomisiones aquel año y se convirtió enuno de los vendedores de Francia mejor

pagados. H. V. Kaltenborn me dijo queesta experiencia desarrolló en él lascualidades que conducen al triunfo másque cualquier año de estudios enHarvard. ¿Confianza? Me afirmó que,después de aquella experiencia, seconsideró capaz de vender las Actas delCongreso Norteamericano a las amasde casa francesas.

Esta experiencia le procuró tambiénun íntimo conocimiento de la vidafrancesa, lo que sirvió después demucho para interpretar ante el micrófonolos acontecimientos europeos.

¿Cómo se las arregló paraconvertirse en un buen vendedor

ignorando el francés? Bien, pidió a supatrón que le escribiera lo que tenía quedecir en perfecto francés y se loaprendió de memoria. Llamaba a unapuerta y salía el ama de casa.Kaltenborn comenzaba a recitar dememoria con un acento tan espantosoque resultaba cómico. Mostraba al amade casa las imágenes y, cuando se lehacía alguna pregunta, se limitaba aencogerse de hombros y a decir: "Unyanqui... Un yanqui..." Se quitaba elsombrero y enseñaba la copia enperfecto francés de lo que tenía quedecir pegada en el forro. El ama de casase echaba a reír, él también, y había así

ocasión para enseñar más imágenes.Cuando H. V. Kaltenborn me contó todoesto, confesó que su trabajo había sidocualquier cosa menos fácil. Me dijo quesólo una cualidad le permitió seguiradelante: su determinación de hacerinteresante el trabajo. Todas lasmañanas, antes de salir de casa, semiraba al espejo y se decía unas cuantaspalabras de ánimo: "Kaltenborn, tienesque hacer esto si quieres comer. Ycomo tienes que hacerlo, ¿por qué nolo pasas bien mientras lo haces? ¿Porqué no te imaginas que cada vez quellamas a una puerta eres un actor antelas candilejas y hay un público que te

está mirando? Al fin y al cabo, lo queestás haciendo es tan divertido comocualquier cosa de la escena. ¿Por quéno pones celo y entusiasmo en elasunto?"

El señor Kaltenborn me dijo queestas charlas diarias ante el espejo leayudaron a transformar una tarea quehabía odiado y temido en una aventuraque le agradaba y le resultaba muyprovechosa.

Cuando pregunté al señorKaltenborn si tenía algún consejo quedar a los jóvenes norteamericanos condeseos de triunfar, dijo: "Sí, luchacontigo mismo cada mañana. Hablamos

mucho acerca de la importancia delejercicio físico para despertarnos delmedio sueño en que tantos nosdesenvolvemos. Pero necesitamostodavía más algún ejercicio mental yespiritual que nos impulse cada mañanaa la acción. Háblate a ti mismo conpalabras de ánimo todos los días".

¿Es que hablarnos así es tonto,superficial, infantil? No; es, por elcontrario, la misma esencia de unasólida psicología. "Nuestra vida es laobra de nuestros pensamientos." Estaspalabras son tan ciertas hoy como hacedieciocho siglos, cuando fueron escritaspor primera vez por Marco Aurelio en

sus Meditaciones: "nuestra vida es laobra de nuestros pensamientos".

Hablándose a sí mismo a todashoras, usted puede orientarse a tenerpensamientos de coraje y felicidad,pensamientos de vigor y paz.Hablándose a sí mismo de las cosas quedebe agradecer, puede usted llenar suespíritu de pensamientos que encumbrany cantan.

Al tener los pensamientos acertados,usted puede hacer cualquier tarea menosdesagradable. Su patrón quiere queusted se interese en un trabajo porquequiere hacer más dinero. Peroolvidémonos de lo que el patrón quiere.

Pensemos únicamente en lo que puedebeneficiarnos el interés en nuestrotrabajo. Recordemos que podemosduplicar la felicidad de nuestra vida,pues empleamos en el trabajo la mitadde nuestras horas de vigilia y, si nohallamos la felicidad en el trabajo, esposible que no la encontremos nunca enninguna parte. Recordemos que,interesándonos en nuestra tarea,eliminaremos nuestras preocupacionesy, a la larga, obtendremos probablesascensos y aumentos de sueldo. Y,aunque esto no suceda, reduciremosnuestro cansancio a un mínimo ydisfrutaremos más de nuestras horas de

ocio.

28 COMO NOPREOCUPARSE

POR EL INSOMNIO

¿Se preocupa usted cuando no puededormir? Entonces tal vez le interesesaber que Samuel Untermyer —elfamoso abogado internacional—nodisfrutó de una buena noche de sueño entoda su vida.

Cuando Sam Untermyer fue a la

Universidad estaba preocupado por dosafecciones: el asma y el insomnio. Nopodía al parecer curarse de ninguna deellas, por lo que decidió hacer lo másacertado en su situación: sacar ventajasde su permanente vigilia. En lugar deagitarse, dar vueltas y preocuparse hastaenloquecer, se levantaba y estudiaba.¿Resultado? Comenzó a obtener honoresen todas las clases y se convirtió en unode los prodigios de la Universidad de laCiudad de Nueva York.

Después de iniciar su práctica delderecho, los insomnios continuaron.Pero Untermyer no se preocupaba.Decía: "La naturaleza se hará cargo de

mi persona". Y la naturaleza lo hizo. Apesar de lo poco que dormía, su salud semantuvo en buen estado y pudo trabajartanto como cualquiera de los jóvenesabogados neoyorquinos. Es decir:consiguió trabajar más, en realidad,pues trabajaba mientras los demásdormían.

A los veintiún años Sam Untermyerganaba setenta y cinco mil dólaresanuales. Había muchos jóvenesabogados que acudían a las salas de lostribunales para estudiar los métodos deeste jurista insomne. En 1931 SamUntermyer se hallaba en la mitad de sujornada de mayores honorarios que

probablemente se hayan pagado jamás aabogado alguno: un millón de dólares endinero contante y sonante.

Sin embargo, este hombre seguía consus insomnios; leía hasta la medianochey se levantaba a las cinco de lamadrugada, hora en que empezaba adictar cartas. Para cuando la mayoría delas gentes iniciaba sus tareas, SamUntermyer se hallaba en la mitad de sujornada de trabajo. Este hombre queapenas tuvo una noche de sueño vivióhasta los ochenta y un años. Peroprobablemente hubiera destrozado suvida si se hubiese preocupado por susinsomnios.

Pasamos durmiendo la tercera partede nuestra vida y, sin embargo, nadiesabe en qué consiste verdaderamente elsueño. Sabemos que es un hábito y unestado de reposo durante el cual lanaturaleza repara la deshilacliada mangade nuestros cuidados, pero no sabemoscuántas horas de sueño reclama cadaindividuo. No sabemos siquiera sinecesitamos verdaderamente dormir.

¿Fantástico? Bien, durante laprimera guerra mundial, Paul Kern, unsoldado húngaro, recibió un tiro a travésdel lóbulo frontal de su cerebro. Sanó dela herida, pero ya no pudo dormir. Fueinútil cuanto hicieron los médicos —

probaron toda clase de calmantes ynarcóticos e incluso el hipnotismo—;Paul Kern no podía dormir ni siquieraamodorrarse.

Los médicos dijeron que no viviríamucho. Pero les dio un mentís.Consiguió una ocupación y vivió duranteaños con una salud excelente. Seacostaba, cerraba los ojos y descansaba,pero no dormía ni un minuto. Su caso fueun misterio médico que echó por tierramuchas de nuestras creencias sobre elsueño.

Algunas personas necesitan mássueño que otras. Toscanini sólonecesitaba cinco horas diarias, pero

Calvin Coolidge necesitaba más deldoble. Coolidge dormía once horas aldía. En otros términos, Toscanini durmióaproximadamente la quinta parte de suvida, mientras que Calvin Coolidgedurmió casi la mitad de la suya.

Preocuparse por el insomnio le harámucho más daño que el insomnio mismo.Por ejemplo, uno de mis alumnos, IraSandner, de Ridgefield Park, NuevaJersey, llegó al limite del suicidio acausa del insomnio crónico.

Ira Sandner me dijo: "Llegué a creerque me volvía loco. En un principio, elfastidio era que resultaba demasiadodormilón. El despertador no me

despertaba y llegaba tarde a mi trabajo.Me empecé a preocupar y, en realidad,mi patrón me previno que tendría quellegar a la hora. Sabía que, si continuaballegando tarde, perdería mi puesto.

"Hablé del asunto con mis amigos yuno de ellos me dijo que concentrara miatención en el despertador en elmomento de acostarme. Fue esto lo queprovocó el insomnio. El tictac de esemaldito despertador se convirtió en unaobsesión. Me tenía despierto y agitadotoda la noche. Cuando llegaba lamañana, casi estaba enfermo. Enfermode cansancio y preocupación. Estocontinuó durante ocho semanas. No

puedo describir las torturas que sufrí.Estaba convencido de que me volvíaloco. A veces paseaba por la habitaciónhoras enteras y llegué a pensar entirarme por la ventana y acabar contodo.

"Finalmente, visité a un médico aquien conocía de toda la vida. Y estemédico me dijo: ' Ira, no puedoayudarlo. Nadie puede ayudarlo, porquees usted quien ha creado eso en suinterior. Váyase a la cama esta noche y,si no puede dormir, olvídese de todoeso. Dígase: Me importa un comino queno pueda dormir. Nada me ha de pasarsi permanezco despierto hasta mañana.

Cierre los ojos y añada: ' Mientras estéasí tendido, sin mover-me, sinpreocuparme, descansaré, de todosmodos' .

"Hice esto y, en unas dos semanas,comencé a dormir. En menos de un mesllegué a dormir ocho horas y mis nerviosvolvieron a un estado normal." No era elinsomnio lo que estaba matando a IraSandner; era su preocupación por elinsomnio.

El Dr. Nathaniel Kleitman, profesorde la Universidad de Chicago, haefectuado más trabajos de investigaciónsobre el sueño que cualquier otrohombre viviente. Es el experto del

mundo en materia de sueño. Declara quenunca ha visto a nadie morir deinsomnio. Cierto que una persona puedepreocuparse por su insomnio hasta elpunto de disminuir su vitalidad y serbarrido por los gérmenes. Pero será lapreocupación lo que haga daño, no elinsomnio mismo.

El Dr. Kleitman dice también que laspersonas que se preocupan por elinsomnio duermen por lo general muchomas de lo que creen. El hombre que juraque "no pudo cerrar los ojos en toda lanoche" puede haber dormido horas sindarse cuenta. Por ejemplo, uno de losmás grandes pensadores del siglo XIX,

Herbert Spencer, era un solterón quevivía en una casa de huéspedes y aburríaa todo el mundo hablando de suinsomnio. Hasta se puso "tapones" ensus oídos para escapar al ruido y calmarsus nervios. En ocasiones pedía consejopara dormir. Una noche, él y el profesorSayce, de Oxford, compartieron lamisma habitación de hotel. A la mañanasiguiente Spencer dijo que no habíapegado los ojos en toda la noche. Pero,en realidad, era el profesor Sayce quienno había podido hacerlo. Había sidomantenido despierto durante toda lanoche por ¡los retumbantes ronquidos deSpencer!

El primer requisito para pasar unabuena noche de sueño es la sensación deseguridad. Necesitamos tener laimpresión de que un poder superiorcuidará de nosotros hasta la mañana. ElDr. Thomas Hyslop, del Great WestRiding Asylum, recalcó este extremo enun discurso pronunciado ante laAsociación Médica Británica. Dijo:"Uno de los mejores agentes del sueñoque mis años de práctica me hanrevelado es la oración. Digo estopuramente como médico. El ejercicio dela oración, en los que habitualmente lopractican, debe ser considerado como elmás adecuado y normal de todos los

pacificadores del espíritu y calmantesde los nervios.

"Dejadlo... Dejadlo en manos deDios."

Jeannette MacDonald me dijo que,cuando estaba deprimida y preocupada yno podía dormir, obtenía siempre unasensación de seguridad repitiendo elSalmo XXIII: "El Señor es mi pastor; nome veré en la privación. Me llevará alos verdes prados; me conducirá junto alas tranquilas aguas..."

Pero, si usted no es religioso y tieneque hacer las cosas por el caminoáspero, aprenda a descansar por mediode medidas físicas. El Dr. David Harold

Fink en su Liberación de una tensiónnerviosa (Release from NervousTension), dice que el mejor modo dehacer esto es hablar a nuestro cuerpo.Según el Dr. Fink, las palabras son laclave de toda clase de hipnotismo, ycuando no se puede dormir es que uno seha creado su insomnio hablándose a símismo. El modo de deshacer esto esdeshipnotizarse y cabe lograrlo diciendoa los músculos del cuerpo: "Vamos,vamos... Aflojaos y descansad".Sabemos ya que el espíritu y los nerviosno pueden descansar mientras losmúsculos estén tensos; por tanto, siqueremos dormir, tenemos que comenzar

con los músculos. El Dr. Finkrecomienda —y es algo que tieneresultado en la práctica—colocar unaalmoha da bajo las rodillas, a fin deaflojar los músculos de las piernas, yotras dos pequeñas almohadas bajo losbrazos por razón análoga. Después,diciendo a la mandíbula, los ojos, losbrazos y las piernas que descansen, nosquedamos finalmente dormidos antes dedarnos cuenta de nada. Lo he probado;es cosa que sé.

Una de las mejores curas deinsomnio es la de cansarse físicamentetrabajando en el jardín, nadando,jugando al tenis o fútbol o desarrollando

simplemente un trabajo físico agotador.Esto es lo que hacía Theodore Dreiser.Cuando era un joven autor que trataba deabrirse camino, se preocupaba por elinsomnio y buscó una ocupación deobrero manual en el Ferrocarril Centralde Nueva York. Después de un día detrabajo de pico y pala, estaba tanagotado que apenas podía despertarsepara comer.

Si nos cansamos lo suficiente, lanaturaleza nos obligará a dormir aunqueestemos caminando. Como ejemplo diréque, cuando yo tenía trece años de edad,mi padre envió una carretada de cerdoscebados a Saint Joe, Missouri. Como

obtuvo dos pases para el tren, me llevóconsigo. Hasta entonces nunca habíaestado en una localidad de más decuatro mil almas. Cuando bajamos enSaint Joe —una ciudad de sesenta milhabitantes—, estaba excitadísimo. Virascacielos de seis pisos y — maravillade maravillas— un tranvía. Puedotodavía cerrar los ojos y ver y oír a estevehículo. Después del día másemocionante de mi vida, mi padre y yotomamos el tren de retorno aRavenwood, Missouri. Llegamos alpueblo a las dos de la madrugada ytuvimos que andar seis kilómetros parallegar a nuestra granja. Y aquí está lo

importante del relato: estaba tan agotadoque dormía y soñaba mientrasandábamos. He dormido frecuentementemontado a caballo. Y vivo paracontarlo...

Cuando los hombres estáncompletamente agotados duermenprofundamente en medio del fragor, elhorror y el peligro de la guerra. El Dr.Foster Kennedy, el famoso neurólogo,me dijo que, durante la retirada delQuinto Ejército británico en 1918, vio asoldados tan agotados que caían al sueloy se quedaban dormidos como siestuvieran en coma. No se despertabanni cuando se les levantaban los párpados

con los dedos. Y advirtió el Dr. FosterKennedy que, invariablemente, laspupilas de los dormidos habían giradohacia arriba. Este neurólogo declara:"Después de esto, cuando duermo mal,practico este levantamiento de laspupilas y veo que, al cabo de unoscuantos segundos, comienzo a bostezar ya sentir sueño. Se trata de un reflejoautomático sobre el que no tengodominio".

Nadie se ha suicidado negándose adormir y nadie lo hará nunca. Lanaturaleza obligará a la gente a dormir apesar de todos los esfuerzos de lavoluntad. La naturaleza nos dejará

continuar sin alimento o sin agua muchomás tiempo que sin sueño.

El hablar de suicidios me recuerdael caso que describe el Dr. Henry C.Link en su libro El reencuentro delhombre (The Rediscovery of Man). ElDr. Link es vicepresidente de ThePsychological Corporation y trata conmuchas personas preocupadas ydeprimidas. En su estudio Sobre elmodo de vencer los miedos ypreocupaciones se refiere a un pacienteque quería suicidarse. El Dr. Link,sabiendo que discutir empeoraría lascosas, dijo a este hombre: "Si va usted asuicidarse de cualquier manera, hágalo

por lo menos al modo heroico. Corraalrededor de una manzana hasta caermuerto".

El hombre lo intentó, no una, sinovarias veces. Y cada vez se sintió algomejor, si no de espíritu, por lo me-nosde músculos. A la tercera noche habíalogrado lo que el doctor Link buscaba enprimer lugar: que estuviera tanfísicamente cansado —y tan físicamentealiviado—, que durmiera como un leño.Posteriormente se incorporó a un clubatlético y comenzó a participar enconcursos deportivos. Pronto se sintiótan bien que quería vivir eternamente.

Por tanto, para no preocuparnos por

el insomnio, he aquí cinco reglas:

1. Sí no puede usted dormir,haga lo que hizo SamuelUntermyer. Levántese ytrabaje o lea hasta quesienta sueño.

2. Recuerde que nadie se hamuerto por falta de sue ño.Preocuparse por elinsomnio causageneralmente mucho másdaño que el insomniomismo.

3. Intente rezar o repita elSalmo XXIII, como hacia

Jeannette MacDonald.4. Haga descansar a su

cuerpo.5. Ejercicio. Cánsese

físicamente hasta el puntode no poder permanecerdespierto.

En síntesis

SEIS MANERAS DEIMPEDIR LA FATIGA Y LA

PREOCUPACIÓN Y DECONSERVAR LA ENERGÍA

Y EL ANIMO

Regla 1: Descanse antes decansarse.

Regla 2: Aprenda a descansar en sutrabajo.

Regla 3: Aprenda a descansar en elhogar.

Regla 4: Aplique estos cuatrobuenos hábitos de trabajo:

a. Despeje su mesa detrabajo de todo papel que no serefiera al problema inmediatoque tenga entre ma nos.

b. Haga las cosas por el

orden de su importancia.c. Cuando tenga un problema,

resuélvalo en el acto, si poseelos hechos necesarios para tomaruna decisión.

d. Aprenda a organizar,delegar y supervisar.

Regla 5: Para impedir la fatiga y lapreocupación, ponga entusiasmo en sutrabajo.

Regla 6: Recuerde que nadie semurió por falta de sueño. Es lapreocupación por el insomnio lo quehace el daño, no el insomnio.

OCTAVA PARTE

Cómo vencí a lapreocupación.

31 relatos verdaderos

TUVE A LA VEZSEIS GRANDES

PREOCUPACIONES

por C. I. BLACKWOOD

Durante el verano de 1943 tuve lasensación de que la mitad de laspreocupaciones del mundo descansabansobre mis hombros. Mi vida había

estado libre de cuidados durante más decuarenta años, sin más preocupacionesque las normales de un marido, un padrey un hombre de negocios. Podía hacerfrente a estas preocupaciones confacilidad, pero, en esto... ¡Bam! ¡Bam!¡Bam! ¡BAM! ¡BAM! ¡BAM! Eran seislos grandes problemas que se meplantearon a la vez. Me agitaba yrevolvía en la cama durante toda lanoche, con temor de que llegara la luzdel día, porque enfrentaba estas seisgrandes preocupaciones:

1. Mi escuela comercialestaba al borde del desastre

fi nanciero porque todos losmuchachos se iban a la guerra y casi todas las jóvenes—sin ningúnadiestramientoganaban enlas fábricas militares másdinero que el que hubieranpodido obtener misgraduados con buen adiestramiento en oficinas decomercio.

2. Mi hijo había sido llamadoa filas y me atormenta ba lapreocupación característicade todos los padres cu yoshijos estaban librando la

guerra.3. En la ciudad de Oklahoma

habían empezado los trámites para expropiar unagran zona para construir unaero puerto, y mi casa —que antes había sido de mipadre—es taba en el centrode esa zona. Sabía que sólome paga rían un décimo desu valor y, lo cual era aúnpeor, que perdería mihogar. A causa de laescasez de viviendas, mepreocupaba la dificultad deencontrar otra casa para

albergar a los seismiembros de mi familia.Temía que acabáramosviviendo en una carpa. Yhasta me preocupabapensando si podríamoscomprar una carpa.

4. El pozo de agua de mipropiedad se había secadoporque habían abierto uncanal de drenaje cerca demi casa. Cavar un nuevopozo habría significadoarrojar por la ventanaquinientos dólares, ya quela tierra estaba condenada.

Durante dos meses tuve queacarrear agua en baldespara mi ganado y temía quedebía hacer lo mis modurante el resto de laguerra.

5. Vivía a más de cincokilómetros de mi escuela comercial y tenía una tarjetade racionamiento decombusti ble "clase B": esosignificaba que no podríacomprar nue vosneumáticos. Por eso mepreocupaba pensando cómoir a trabajar cuando los

neumáticos extenuados demi viejo Ford exhalaran elúltimo suspiro.

6. Mi hija mayor habíaterminado sus estudios en laescuela secundaria un añoantes de lo previsto.Soñaba con ingresar en launiversidad y yo no tenía eldinero necesario paracostear sus estudios. Sabíaque eso le des trozaría elcorazón.

Una tarde, sentado en mi despacho,entregado a mis preocupaciones, decidí

escribir mis problemas, porque meparecía que nadie tenía máspreocupaciones que yo. No meimportaba luchar con los problemas queme daban la oportunidad de luchar, peromis seis preocupaciones parecían estarmás allá de mis fuerzas. No podía hacernada para solucionarlas. De manera quearchivé esa lista de mis problemasescrita a máquina y a medida quepasaron los meses me fui olvidando deque había escrito todo aquello. Un año ymedio después, mientras revisaba miarchivo, encontré por casualidad la listade los seis grandes problemas quehabían amenazado mi salud. La leí con

muchísimo interés y gran provecho.Comprobé que no se había producidonada de lo que había temido.

He aquí lo que sucedió con todos losproblemas:

1. Vi que todas mispreocupaciones acerca delposible cierre de miescuela comercial habíansido inútiles, por que elGobierno habíasubvencionado esasescuelas para queadiestraran a los veteranos.Y mi escuela pronto es tuvo

totalmente llena.2. Vi que todas mis

preocupaciones acerca dela si tuación de mi hijollamado a filas habían sidoinútiles, porque volvió dela guerra sin un rasguño.

3. Vi que todas mispreocupaciones acerca deuna po sible expropiaciónde mi finca para sutransformación enaeropuerto habían sidoinútiles, porque se habíadescu bierto petróleo en lascercanías y el costo de

establecer allí unaeropuerto resultabaprohibitivo.

4. Vi que todas mispreocupaciones acerca dela insu ficiencia de aguapara mi ganado, comoresultado de de terminadasobras de avenamiento,habían sido inútiles,porque, tan pronto comosupe que mis tierras noserían expropiadas, gasté eldinero necesario para abrirun pro fundo pozo yencontré agua en

abundancia.5. Vi que todas mis

preocupaciones acerca dela im posibilidad deobtener neumáticos para miindispensable automóvilhabían sido inútiles,porque, mediante par ches yuna conducción prudente,conseguí que los viejosneumáticos sobrevivieran.

6. Vi que todas mispreocupaciones acerca dela insu ficiencia de misingresos para costear losestudios uni versitarios de

mi hija habían sido inútiles,porque, se senta días antesde inaugurarse el curso, seme ofreció, casi pormilagro, un puesto deinterventor de cuentas quepodía desempeñar fuera delas horas de clase y esto mepermitió enviar a mi hija ala Universidad en tiempooportuno.

Frecuentemente había oído decir queel noventa y nueve por ciento de lascosas que nos preocupan y amargan laexistencia no suceden nunca, pero esa

verdad tan categóricamente expresadano ofreció ninguna significación para míhasta que descubrí la relación que habíaescrito en aquella sombría tarde dehacia año y medio.

Me alegra mucho ahora haber tenidoque luchar en vano con aquellas seisterribles preocupaciones. Estaexperiencia me ha enseñado una lecciónque jamás olvidaré. Me ha enseñado quéestúpido e insensato es preocuparse poracontecimientos que no han sucedido,por acontecimientos que están fuera denuestro dominio y que tal vez no sucedannunca.

Recuerde que hoy es el mañanaque le preocupó ayer.

Pregúntese: ¿Cómo puedo saberque esto que me preocupa ha de

suceder necesariamente?

PUEDOCONVERTIRME EN

UN MAGNIFICOOPTIMISTA ENMENOS DE UNA

HORA

por ROGER W. BABSONFamoso economista

Cuando me veo deprimido a causade mi situación actual, me es posible, enmenos de una hora, librarme de lapreocupación y convertirme en unmagnífico optimista.

He aquí cómo lo consigo. Entro enmi biblioteca, cierro los ojos y me dirijoa ciertos estantes que sólo contienenlibros de historia. Con mis ojos todavíacerrados tomo un libro, sin saber si setrata de la Conquista de México dePrescott o las Vidas de los DoceCésares de Suetonio. Sin abrir todavía

los ojos abro el libro al azar. Despuésabro los ojos y leo durante una hora;cuanto más leo mejor comprendo que elmundo ha estado en una agoníapermanente y que la civilización no hadeja-do nunca de tambalearse. Laspáginas de la historia están llenas detrágicos relatos de guerras, hambres,miserias, pestes y crueldades delhombre con el hombre. Después de leerhistoria durante una hora, me doy cuentade que, si las condiciones son hoymalas, son, de todos modos,infinitamente mejores de lo que solíanser. Esto me per-mite contemplar yencarar mis problemas actuales en su

justa perspectiva y comprender que elmundo, como conjunto, se hace cada vezmejor.

He aquí un método que merece todoun capítulo. ¡Lea historia! Trate deobtener un punto de vista de diez milaños y vea qué insignificantes son susproblemas en función de la eternidad.

COMO ME LIBREDE UN COMPLEJODE INFERIORIDAD

por ELMER THOMASEx senador norteamericano por

Oklahoma

Cuando tenía quince años de edadme atormentaban constantemente laspreocupaciones, los miedos y la falta denaturalidad. Era demasiado alto paramis años y delgado como un fideo.Medía un metro y ochenta y sietecentímetros y pesaba únicamentecincuenta y cuatro kilos. A pesar de miestatura era débil y no podía nuncacompetir con los otros chicos en elbéisbol y las carreras. Se burlaban demí y me llamaban el "carilargo". Estaba

tan preocupado y. tenía tal conciencia demi persona que temía encontrarme con lagente y rara vez lo hacía, porque migranja estaba lejos del camino público vrodeada de árboles. Vivíamos a unkilómetro de la carretera y muchas vecestranscurría una semana sin ver a nadiemás que a mi padre, mi madre y mishermanos.

Hubiera sido un fracaso en la vida,si me hubiese dejado vencer por mispreocupaciones y miedos. A todas horasrumiaba acerca de mi cuerpodesgarbado y débil. Apenas podíapensar en otra cosa. Resultaba casiimposible describir mi turbación y mi

miedo. Mi madre se daba cuenta de miestado de ánimo. Había sido maestra y,en una ocasión, me dijo: "Hijo mío, esnecesario que te instruyas, porquetendrás que ganarte la vida con tuinteligencia y no con ese cuerpo queserá para ti siempre una desventaja".

Como mis padres no podíanenviarme a la Universidad, comprendíque tendría que abrirme camino por micuenta. Me dediqué un invierno a la cazade zarigüeyas, mofetas, visones ycoatíes; vendí las pieles por cuatrodólares al llegar la primavera y compréseguidamente dos lechones. Cebé a losdos animales con desperdicios y maíz y

los vendí al llegar el otoño por cuarentadólares. Con el producto de la venta delos dos cerdos me fui al Colegio NormalCentral, situado en Danville, Indiana.Pagaba un dólar y cuarenta centavossemanales por la comida y otroscincuenta centavos por la habitación.Llevaba una camisa de color castañooscuro que me había hecho mi madre.(Evidentemente, mi madre optó por estecolor por ser muy sufrido.) Mi trajehabía pertenecido antes a mi padre. Lasprendas de mi padre no me venían bien yotro tanto sucedía con los viejos botinesque llevaba; eran esos botines conbandas elásticas a los lados que se

estiraban cuando se tiraba de ellos. Perola elasticidad se había agotado hacíatiempo y las botas me sobraban de talmodo que casi se me escapaban alcaminar. Me turbaba relacionarme conlos demás estudiantes, por lo que mequedaba en mi habitación y trabajaba. Elmayor deseo de mi vida era comprarmeropas de confección que me sentaranbien, unas ropas de las que no tuvieraque avergonzarme.

Poco después de esto ocurrieroncuatro cosas que me ayudaron a librarmede mis preocupaciones y de misensación de inferioridad. Uno de estosacontecimientos me dio valor, esperanza

y confianza y cambió completamente elresto de mi vida. Describiré estosacontecimientos brevemente.

Primero: después de asistir alcolegio normal sólo ocho semanas pasélos exámenes y recibí un certificado detercer grado para enseñar en lasescuelas rurales. Este certificado sólotenía validez por seis meses, pero era laprueba manifiesta de que se teníaconfianza en mí; era la primera pruebade esta clase que me daba alguien, si seexceptúa a mi madre.

Segundo: una junta escolar rural deuna localidad llamada Feliz Vacío(Happy Hollow) me contrató para la

enseñanza con el salario de dos dólarespor día o cuarenta mensuales. Era unanueva prueba de que se tenía confianzaen mí.

Tercero: tan pronto como recibí miprimer cheque me compré unas ropas deconfección, unas ropas que no meavergonzarían. Si alguien me diera ahoraun millón de dólares, no me emocionaríatanto como este primer traje deconfección que me costó una cantidad dedólares insignificante.

Cuarto: la verdadera crisis de mivida, la primera gran victoria en milucha contra la turbación y lainferioridad, se produjo en la Feria del

Condado de Putnam, que se celebrabaanualmente en Bainbridge, Indiana. Mimadre me instó a que participara en unconcurso de oratoria que iba adesarrollarse en la feria. Para mí, lasola idea resultaba fantástica. No teníavalor para hablar ante una sola personay menos ante una multitud. Pero mimadre revelaba una fe casi patética.Tenía grandes sueños en relación con mifuturo. Estaba viviendo su propia vidaen la de su hijo. Su fe me alentó yparticipé en el concurso. Elegí un temaque era el menos apropiado para mí:"Las Bellas Artes en Norteamérica".Francamente, cuando comencé a

preparar mi discurso, no sabía en quéconsistían las bellas artes, pero noimportaba, porque mi auditorio tampocolo sabía. Aprendí de memoria mi floridodiscurso y lo ensayé ante los árboles ylas vacas un centenar de veces. Teníatanto afán de quedar bien parasatisfacción de mi madre que debíhablar con emoción. En todo caso, meconcedieron el primer premio. Estabaasombrado de lo sucedido. La multitudme aplaudió. Los mismos muchachosque antes me habían ridiculizado yllamado carilargo me daban palmadasen la espalda y me decían: "Ya sabíaque eres capaz de esto, Elmer". Mi

madre me abrazó y lloró. Cuando vuelvomi mirada hacia el pasado, comprendoque este triunfo cambió mi vida porcompleto. Los diarios localespublicaron artículos sobre mí en lasprimeras páginas y me anunciarongrandes triunfos. Ganar ese concurso meproyectó a la fama local, me dioprestigio y, lo que es mucho másimportante, centuplicó la confianza enmí mismo. Ahora sé que si no hubieraganado ese concurso, quizá nunca habríallegado a ser miembro del Senado de losEstados Unidos porque me hizo levantarla puntería, amplió mi horizonte y mehizo comprender que tenía una

capacidad latente que nunca habíadiscernido en mí mismo. Pero lo másimportante de todo es que el primerpremio de ese concurso de oratoria erauna beca de un año para asistir alCentral Normal College.

Ahora ansiaba instruirme más.Durante los años que siguieron, desde1896 hasta 1900, distribuí mi tiempoentre la enseñanza y el estudio. Parapagar mis gastos en la Universidad DePauw, fui mozo de restaurante, trabajéen hornos, corté el césped de jardines,llevé libros, trabajé en campos de trigoy maíz durante el verano, transportégrava para la construcción de una

carretera pública.En 1896, cuando tenía apenas

diecinueve años, pronuncié veintiochodiscursos instando a los ciudadanos aque votaran a William Jennings Bryanpara la presidencia. El entusiasmo dehablar en favor de Bryan despertó en míel deseo de intervenir yo mismo enpolítica. Por eso, cuando ingresé a laUniversidad De Pauw estudié derecho yoratoria. En 1899 representé a launiversidad en un debate con el ColegioButler que se realizó en Indianápolissobre el tema: "Decisión en cuanto a quelos senadores norteamericanos seanelegidos por voto popular". Gané otros

concursos y llegué a ser jefe deredacción de la promoción 1900 delAnuario de la universidad, Elespejismo, y del periódico universitarioEl Palladium.

Después de graduarme en De Pauw,seguí el consejo de Horace Greeley...pero no fui al oeste. Fui al sudeste. Fui auna nueva tierra: Oklahoma. Cuando seabrió una reservación para los indioskiowas, comanches y apaches, elevé unpedido de radicación y abrí un despachode abogado en Lawton, Oklahoma.Presté servicios en el Senado deOklahoma durante trece años, en laCámara de Diputados durante cuatro

años y a los cincuenta años de edadlogré la ambición de toda mi vida: fuielegido para el Senado de Oklahoma. Enese carácter me he desempeñado desdeel 4 de marzo de 1927. Y desde queOklahoma y los Territorios Indios seconvirtieron en el Estado de Oklahoma,el 16 de. noviembre de 1907, he sidohonrado continuamente por losdemócratas de mi estado de adopcióncon varios nombramientos: en primertérmino, para el Senado del Estado,después para el Congreso, y por últimopara el Senado de los Estados Unidos.

No he contado esta historia parajactarme de mis realizaciones, que no

pueden interesar a nadie. La he contadocon la esperanza de renovar el valor y laconfianza de algún pobre muchacho queesté sufriendo ahora las preocupaciones,¡a timidez y la sensación de inferioridadque amargaron mi vida cuando llevabalas ropas desechadas por mi padre y losbotines que casi se me escapaban de lospies cuando caminaba.

(Nota del editor: Es interesantesaber que Elmer Thomas, que así seavergonzaba en su juventud de susropas, fue declarado después el hombremejor vestido del Senado de los EstadosUnidos.)

VIVÍ EN EL JARDÍNDE ALA

por R. V. C. BODLEY

Descendiente de Sir ThomasBodley, fundador de la

Biblioteca Bodley de Oxford.Autor de Wind in the Sahara,The Messenger (Vientos en elSahara, El Mensajero) y otros

catorce volúmenes.

En 1918 volví la espalda al mundoque había conocido, me fui al noroeste

de África y viví con los árabes en elSahara, el Jardín de Alá. Viví allí sieteaños. Aprendí el idioma de losnómadas. Usaba sus ropas, comía susalimentos y adopté su modo de vida, queha cambiado muy poco en estos últimosveinte siglos. Me convertí en un dueñode ovejas y dormí en el suelo de lastiendas árabes. También hice undetenido estudio de la religión del país.En realidad, escribí después un librosobre Mahoma titulado The Messenger(El Mensajero).

Los siete años que pasé con lospastores nómadas fueron los máspacíficos y felices de mi vida.

Había tenido ya una experiencia ricay variada; había nacido de padresingleses en París y había vivido enFrancia durante nueve años. Después fuieducado en Eton y el Real ColegioMilitar de Sandhurst. Más tarde paséseis años en la India como oficial delejército británico; jugué al polo, cacé yexploré el Himalaya e hice también unpoco de guerra. Combatí en la primeraguerra mundial y, cuando cesó la lucha,fui enviado a la Conferencia de la Pazde París como agregado militar ad-junto.Quedé escandalizado y decepcionadoante lo que vi allí. Durante los cuatroaños de matanzas del frente occidental

habíamos creído que estábamosluchando para salvar la civilización.Pero vi en la Conferencia de la Paz deParís cómo los políticos egoístasestablecían los cimientos de la segundaconflagración; cada país se apoderabade lo que podía, se creabanantagonismos nacionales y se hacíanrevivir las intrigas de la diplomaciasecreta.

Estaba asqueado de la guerra,asqueado del ejército y asqueado de lasociedad. Por primera vez en mi carrerapasaba las noches sin dormir,preocupándome por lo que iba a ser demi vida. Lloyd George me invitó a entrar

en la política. Estaba meditando si debíaseguir el consejo cuando sucedió algoextraño, algo que decidió mi vida paralos siete años siguientes. Todo vino deuna conversación que duró menos dedoscientos segundos, una conversacióncon "Ted" Lawrence, "Lawrence deArabia", la figura más pintoresca yromántica que haya producido laprimera guerra mundial. Había vivido enel desierto con los árabes y me aconsejóque hiciera lo mismo. En un principiotodo parecía fantástico.

Sin embargo, estaba decidido adejar el ejército y tenía que hacer algo.Los elementos civiles no querían

contratar a hombres como yo —exoficiales de un ejército regular—,especialmente cuando el mercado detrabajo estaba atestado por millones dedesocupados. Entonces , hice lo queLawrence me indicó: me fui a vivir conlos árabes. Me alegro de haberlo hecho.Me enseñaron cómo cabe librarse de lapreocupación. Como todos los fielesmahometanos, son fatalistas. Creen quecada palabra escrita por Mahoma en elCorán es la divina revelación de Alá.Así, cuando el Corán dice: "Dios te creóy creó todos tus actos", lo aceptanliteralmente. Tal es la razón de quetomen la vida con tanta calma y nunca se

apresuren ni se malhumoreninnecesariamente cuando las cosas setuercen. Saben que lo ordenadoordenado está y que sólo Dios puedecambiar las cosas. Sin embargo, esto nosignifica que, ante una calamidad, sesienten y no hagan nada. Para ilustrarlo,les hablaré de una rugiente y ardorosatempestad de siroco que soporté durantemi permanencia en el Sahara. Aquelgemir desesperado del viento duró tresdías y tres noches. Era un viento tanfuerte que llevó arena del Sahara acientos de kilómetros de distancia, através de todo el Mediterráneo, hasta elvalle del Ródano, en Francia. Era un

viento tan cálido que me hacía el efectode que me estuvieran abrasando elcabello. Tenía la boca y los pulmonesresecos. Mis ojos ardían. Mis dientesestaban llenos de arena. Tenía laimpresión de estar frente a un horno enuna fábrica de vidrio. Estuve tan cercade la locura como puede estarlo unhombre que consigue conservar eljuicio. Pero los árabes no se quejaban.Se encogían de hombros y decían:Mektoub! ("Está escrito").

Pero, en cuanto pasó la tempestad,se lanzaron a la acción. Dieron muerte atodas las crías, porque sabían que, detodos modos, los animales no

sobrevivirían. Sacrificando a loscorderos sin pérdida de tiempo,esperaban salvar a las ovejas madres.Una vez hecho esto condujeron susrebaños hacia el sur, en busca de agua.Todo se hizo con calma, sinpreocupaciones, quejas o lamentos porlas pérdidas sufridas. El jefe de la tribudijo: "No está tan mal. Pudimos haberloperdido todo. Pero alabado sea Diosporque nos ha dejado el cuarenta porciento de nuestras ovejas, con lo quepodemos empezar de nuevo".

Recuerdo otra ocasión en queandábamos por el desierto y estalló unneumático de nuestro vehículo. El

conductor se había olvidado de repararla cubierta en la rueda de auxilio. Perdíla calma, pregunté enfurecido a losárabes qué podíamos hacer. Los árabesme recordaron que agitarme noresolvería nada: sólo empeoraría lascosas. El neumático, reventado, dijeron,era la voluntad de Alá y no había nadaque hacer. Reanudamos la marcha, a lostumbos, con una rueda sin cubierta. Depronto el vehículo jadeó y se detuvo.¡Nos habíamos quedado sincombustible! El jefe se limitó aobservar: Mektoub! Y una vez más, enlugar de increpar al conductor porque nohabía cargado bastante combustible,

todos permanecieron calmos y seguimosa pie hacia nuestro destino, cantando.

Los siete años que pasé con losárabes me convencieron de que losneuróticos, los dementes y los borrachosde América y Europa son el producto devidas apresuradas y acosadas en nuestrallamada civilización.

Mientras viví en el Sahara no tuvepreocupaciones. Pude ver allí, en elJardín de Alá, la serena alegría y elbienestar físico que tantos de nosotrosbuscamos angustiados y condesesperación.

Muchas personas se burlan delfatalismo. Tal vez tengan razón. ¿Quién

sabe? Pero todos nosotros debemosestar en condiciones de ver cómonuestros destinos quedan determinadosmuchas veces por cosas ajenas anosotros. Por ejemplo, si no hubiesehablado con Lawrence de Arabia tresminutos después del mediodía de uncaluroso día de agosto de 1919, todoslos años transcurridos desde entonceshubieran sido para mí completamentedistintos. Cuando miro hacia el pasado,puedo ver cómo ha sido moldeado una yotra vez por hechos que escapaban a midominio. Los árabes llaman a estomektoub, kismet, la voluntad de Alá.Llámenlo ustedes como quieran. Sólo sé

que hoy —diecisiete años después dehaber dejado el Sahara—todavíamantengo esa feliz resignación ante loinevitable que aprendí de los árabes.Esta filosofía ha hecho para calmar misnervios más de lo que hubieran podidohacer mil medicinas.

Cuando los vientos rugidores soplensobre nuestras vidas —cosa que nopodemos impedir—, sepamos tambiénaceptar lo inevitable (véase TerceraParte, capitulo 9). Y, en seguida,hinquémonos a la acción y recojamoslos pedazos.

LOS CINCOMÉTODOS QUE YO

EMPLEO PARAOBRARSE DE LAPREOCUPACIÓN

por el Profesor WILLIAMLYON PHELPS

(Tuve el privilegio de pasar unatarde con Billy Phelps, de Yale,poco antes de su muerte. Aquíestán los cinco métodos que

empleaba para librarse de lapreocupación, según las notasque tomé durante la entrevista.

Dale Carnegie.)

I. A los veinticuatro años, de prontoempecé a tener problemas con los ojos.Después de leer durante tres o cuatrominutos, sentía los ojos como llenos deagujas. Y aun cuando no leía, tenía losojos tan sensibles que no podía mirarhacia una ventana. Consulté a losmejores oculistas de New Haven yNueva York. Nada parecía ayudarme.Después de las cuatro de la tarde, mequedaba sentado en el rincón más oscuro

del cuarto, esperando la hora de irme ala cama. Estaba aterrorizado. Temía quedebía renunciar a mi carrera deprofesor, irme al Oeste y conseguirtrabajo como leñador. Entonces ocurrióalgo extraño que revela los efectosmilagrosos de la mente sobre los malesfísicos. En ese desdichado invierno,cuando tenía los ojos peor que nunca,acepté una invitación para hablar frentea un grupo de jóvenes recién ingresadosen la universidad. La sala estabailuminada por enormes lámparas de gascolgadas del techo. Las luces me hacíansufrir tanto que debía mantener los ojosinclinados hacia el suelo del estrado en

que estaba instalado. Pero a lo largo delos treinta minutos de mi disertación, fuidejando de sentir el dolor y al fin pudemirar directamente hacia las luces sinsiquiera pestañear. Después, cuando lareunión se disolvió, empecé de nuevo asentir el dolor en los ojos.

Entonces pensé que si podíamantener la mente intensamenteconcentrada en algo, no ya durantetreinta minutos, sino durante una semana,quizá me curaría. Pues sin duda era uncaso de poder mental triunfante de unaenfermedad corporal.

Después, cruzando el océano, tuveuna experiencia similar. Padecía un

ataque de lumbago tan fuerte que nopodía caminar. No bien intentabaponerme de pie el dolor erainsoportable. En esa condición estabacuando me invitaron a dar unaconferencia a bordo. En cuanto empecéa hablar, desapareció de mi cuerpo elmenor rastro de dolor y rigidez.Permanecí erguido, me moví conperfecta soltura y hablé durante unahora. Terminada la conferencia, caminésin dificultad hacia mi camarote.Durante un momento pensé que estabacurado. Pero sólo era una curatemporaria. El lumbago reanudó suataque.

Esas experiencias me demostraron lavital importancia de la actitud mental.Me enseñaron lo importante que esdisfrutar de la vida mientras podamos.Por eso, ahora vivo cada día como sifuera el primero que he visto y el últimoque he de ver. Me entusiasma la diariaaventura de vivir, y nadie que estéentusiasmado se dejará asaltar porpreocupaciones. Disfruto de mi tareacotidiana como profesor. He escrito unlibro titulado The Excitement ofTeaching (El estímulo de la enseñanza).Enseñar ha sido siempre para mí algomás que un arte o una ocupación. Es unapasión. Me encanta enseñar así como a

un pintor le encanta pintar y a uncantante le encanta cantar. Antes delevantarme por la mañana, pienso conintenso placer en mi primer grupo deestudiantes. Siempre he pensado que elentusiasmo es uno de los principalesmotivos del triunfo en la vida.

II. He descubierto que puedoexpulsar la preocupa ción de mi menteleyendo un libro absorbente. A loscincuenta y nueve años tuve unaprolongada depresión nerviosa. Porentonces empecé a leer la monumentalVi da de Carlyle, de David AlecWilson. Influyó mucho so bre miconvalecencia porque la lectura me

absorbió a tal punto que olvidé miabatimiento.

III. En otra ocasión en que me sentíaterriblemente deprimido, me obligué aestar físicamente activo casi en cadamomento del día. Todas las mañanasjugaba seis

o siete violentas partidas de tenis,después me daba un baño, almorzaba yjugaba dieciocho hoyos de golf todas lastardes. Los viernes por la noche bailabahasta la una de la mañana. Tengo una feabsoluta en la actividad fí sica. Hedescubierto que el sudor elimina ladepresión y las preocupaciones delorganismo.

IV. Hace mucho aprendí a evitar lainsensatez de la prisa, el ajetreo, latensión durante el trabajo. Siempre heprocurado aplicar la filosofía de WilburCross. Cuan do era gobernador deConnecticut, Cross me dijo: "A veces,cuando tengo demasiadas cosas quehacer a la vez, me siento, me distiendo yfumo mi pipa durante una hora sin hacerotra cosa".

V. También he aprendido que lapaciencia y el tiempo acabanresolviendo nuestros problemas. Cuandoalgo me preocupa, procuro ver en laperspectiva adecuada. Me di go:"Dentro de dos meses no me preocuparé

por esto; ¿por qué preocuparme ahora?¿Por qué no asumir ahora la mismaactitud que dentro de dos meses?"

Para sintetizar, he aquí los cincométodos empleados por el profesorPhelps para librarse de la preocupación:

I. Vivir con afán y entusiasmo: "Hevivido cada día como si fuera elprimero que veía y el último que iba aver".

II. Leer un libro interesante:"Cuando tenía una prolongadadepresión nerviosa... comenzaba a leerun libro interesante... la Vida deCarlyle... y me absorbía tanto en lalectura que olvidaba mi mal humor".

III. Practicar juegos: "Cuandoestaba muy deprimido, me for zaba amantenerme físicamente activo todo eldía".

IV. Descansar durante el trabajo:"Hace tiempo que aprendía evitar lalocura de las prisas y del trabajo bajotensión".

V. Tratar de ver los problemas ensu verdadera perspectiva: "Trato deanalizar mis problemas a su propia luz.Me digo: Pasa dos dos meses, no meestaré preocupando por este feo asuntoy, si es así, ¿por qué preocuparmeahora? ¿Por qué no adoptar ahora lamisma actitud que tendré transcurridos

dos meses?"

RESISTÍ AYER YPUEDO RESISTIR

HOY

por DOROTHY DIX

He estado en los abismos de lapobreza y la enfermedad. Cuando se mepregunta cómo soporto las pruebas quetodos tenemos que pasar, contestosiempre: "Resistí ayer y puedo resistir

hoy. Y no me consiento pensar en lo quepuede suceder mañana".

He conocido la penuria, la lucha, laansiedad, la desesperación. Siempre hetenido que trabajar más allá del límitede mis fuerzas. Cuando paso revista a mivida, compruebo que es un campo debatalla cubierto por los despojos de missueños no realizados, de mis esperanzasfrustradas, de mis ilusiones perdidas:una batalla que siempre he librado condesigualdad tremenda y que me hadejado herida y prematuramenteenvejecida. Pero no me tengo lástima:no derramo lágrimas por las penaspasadas ni siento envidia por las

mujeres que no han conocido nada de loque debí sobrellevar. Porque yo hevivido. Y ellas apenas existieron. Hebebido la copa de la vida hasta lasheces. Y las otras mujeres sólo hanbebido las burbujas de la superficie. Sécosas que ellas nunca sabrán. Veo cosaspara las cuales ellas están ciegas.Unicamente las mujeres con ojoslavados por las lágrimas adquieren unaamplia visión que las convierte en lashermanitas del mundo entero.

He aprendido en la gran Universidaddel Sufrimiento una filosofía queninguna mujer que haya tenido una vidafácil puede adquirir. He aprendido a

vivir cada día según venga y a no añadirconflictos con el temor del mañana. Esla sombría amenaza de esa imagen loque nos hace cobardes. Expulso esetemor de mí, porque la experiencia meha enseñado que cuando llegue elmomento que tanto temo se me darán lafuerza y el buen juicio necesarios parahacerle frente. Los contratiempos ya nopueden afectarme. Cuando hemos vistoque todo el edificio de la felicidad sedesploma en ruinas en torno a nosotros,ya no nos importa que una sirvienta seolvide de poner las servilletas en lamesa o que el cocinero derrame la sopa.

He aprendido a no esperar

demasiado de los demás y así puedodisfrutar con el amigo que no me es deltodo fiel o con el simple conocido quemurmura a mis espaldas. Y sobre todohe adquirido el sentido del humor,porque eran demasiadas las cosas antelas cuales no podía sino reír o llorar. Ycuando una mujer puede tomar a bromasus problemas en lugar de ponersehistérica, ya no hay nada que puedahacerle mucho daño. No lamento laspenurias que he sufrido, porque a travésde ellas he vivido plenamente cadamomento de mi vida. Y valía la pena elprecio que he pagado.

Dorothy Dix superó las

preocupaciones viviendo en"compartimientos estancos ".

NO ESPERABAVIVIR HASTA EL

AMANECER

por J.C. PENNEY

(El 14 de abril de 1902, un jovencon quinientos dólares en el bolsillo yun millón de dólares en determinaciónabrió un almacén en Kemmerer,

Wyoming, una aldea minera de milhabitantes en la senda de carromatostrazada por la Expedición Lewis yClark. Este joven y su esposa vivían enel desván del almacén, utilizando unagran caja vacía como mesa y cajasmenores como asientos. La esposaenvolvía a su criatura en una manta y lahacía dormir bajo el mostrador; podíaasí ayudar a su marido en la atención delos clientes. Hoy, una de las mayorescadenas de almacenes generales de todoel mundo lleva el nombre de estehombre: los almacenes J. C. Penney.Hay más de mil seiscientos de ellosdistribuidos por todos los Estados de la

Unión. Recientemente cené con el señorPenney, quien me habló del momentomás dramático de su vida.)

Hace años pasé por mi más duraexperiencia. Estaba preocupado ydesesperado. Mis preocupaciones notenían relación alguna con la J. C.Penney Company. Este negocio erasólido y activísimo, pero yo, personal-mente, había contraído algunasobligaciones poco juiciosas conanterioridad a la depresión de 1929.Como otros muchos, fui acusado decondiciones en las que no teníaresponsabilidad. Estaba tan acosado porlas preocupaciones que me era

imposible dormir y contraje unaenfermedad muy dolorosa llamadazoster, que es una erupción cutánea.Consulté a un médico, un hombre quehabía sido mi condiscípulo en la escuelasecundaria de Hamilton, Missouri: eldoctor Elmer Eggleston, miembro delKellog Sanitarium de Battle Creek,Michigan. El doctor Eggleston meordenó guardar cama y me advirtió queestaba muy enfermo. Me prescribió untratamiento muy severo. Pero no mesirvió de nada. Cada día me sentía másdébil. Tenía los nervios y el cuerpoentero destruidos. Lleno dedesesperación, no podía ver siquiera un

rayo de esperanza. Ya no tenía nada porqué vivir. Me decía a mí mismo que nome quedaba un solo amigo en el mundo yque hasta mi familia se había puesto encontra de mí. Una noche el doctorEggleston me dio un sedante pero elefecto duró muy poco y me desperté conla abrumadora sensación de que ésa erala última noche de mi vida. Me levanté yescribí cartas de despedida a mi esposay a mi hijo diciéndoles que no esperabavivir hasta el amanecer.

Cuando desperté a la mañanasiguiente me sorprendí de encontrarmevivo. Al bajar por las escaleras oí quecantaban en una capillita donde todas las

mañanas hacían ejercicios de devoción.Todavía recuerdo el himno que secantaba: Dios cuidará de ti. Fui a lacapilla y escuché con ánimo sombrío elcanto, un comentario sobre lasEscrituras y las oraciones. De prontosucedió algo. No puedo explicarlo. Sólopuedo llamarlo un milagro. Sentí comosi me sacaran bruscamente de lastinieblas de una prisión a la cálida ybrillante luz del sol. Sentí como si metransportaran del infierno al paraíso.Sentí el poder de Dios como nunca lohabía sentido antes. Comprendí entoncesque sólo yo era responsable de miszozobras. Comprendí que Dios estaba

allí para ayudarme. Desde aquel día mivida ha estado libre de preocupaciones.Tengo setenta y un años, y los veinteminutos más dramáticos y gloriosos demi existencia fueron los que paséaquella mañana en la capilla: "Dioscuidará de ti".

J. C. Penney aprendió a librarse dela preocupación de modo casiinstantáneo, porque descubrió elremedio perfecto.

VOY AL GIMNASIOO DOY UN PASEO

AL AIRE LIBRE

por el coronel EDDIEEAGAN

Magistrado de Nueva York,Rhodes Scholar, ex presidentede la Comisión de Atletas delestado de Nueva York, excampeón mundial olímpico depesos semipesados.

Cuando me encuentro preocupado ydando vueltas interminables a un asunto,como el camello que mueve la noria en

Egipto, un buen ejercicio físico meayuda a eliminar la depresión. Puedeconsistir este ejercicio en un largo paseopor el campo o media hora de boxeo conla bolsa en el gimnasio. En todo caso, elejercicio físico me despeja el espíritu.Durante un fin de semana desarrollomucha actividad física: corro en tornode la cancha de golf, o juego una partidade "pelota paleta", o hago ski en losAdirondacks. Cansarme físicamente mealivia de los problemas legales, demodo que cuando vuelvo a ellos sientofuerzas e ímpetus renovados.

Con mucha frecuencia encuentrooportunidad de pasar una hora en el

gimnasio del Club Yale de Nueva York,donde trabajo. Nadie puede preocuparsemientras esté jugando al squash oesquiando. Son cosas que absorbendemasiado como para preocuparse. Lasinmensas cumbres mentales seconvierten en montículos insignificantesque la acción y los nuevos pensamientosallanan rápidamente.

Creo que el mejor antídoto para lapreocupación es el ejercicio. Use mássus músculos y menos su cerebro cuandoesté preocupado y se asombrará de losresultados. En mí, el sistema funciona alas mil maravillas: la preocupación seva cuando el ejercicio comienza.

ERA "LA TRISTEFIGURA DEL

COLEGIO TÉCNICODE VIRGINIA"

por JIM BIRDSALL

Hace diecisiete años, cuando estabaen el colegio militar de Blacksburg,Virginia, se me Llamaba "la triste figurade Virginia Tech". Estaba siempre tanpreocupado que frecuentemente caíaenfermo. Tenía siempre una camareservada para mí en la enfermería del

colegio. Cuando la enfermera me veíallegar, corría a ponerme una inyección.Me preocupaba por todo. A veces hastame olvidaba de qué era lo que mepreocupaba. Temía que me despidierandel colegio por mi insuficiencia. Habíafracasado en mis exámenes de física yotras materias. Me preocupaba por misalud, por mis ataques de indigestiónaguda, por mis insomnios. Mepreocupaba por cuestiones financieras.Me preocupaba por la imposibilidad decomprar a mi novia bombones o dellevarla al cine tantas veces como yodeseaba hacerlo. Temía que ella acabaracasándose con otro de los cadetes.

Estaba día y noche hundido en un mar deintangibles problemas.

Desesperado expuse mis angustias alprofesor Duke Baird. Los quinceminutos que pasé con el profesor Bairdhicieron más por mi salud y mi felicidadque el resto de los cuatro años que paséen el colegio. El profesor Baird me dijo:"Jim, serénese y encare los hechos. Sidedicara a resolver sus problemas lamitad del tiempo y la energía que dedicaa preocuparse por ellos, no tendríapreocupaciones. La preocupación no esmás que un mal hábito que usted haadquirido".

Me dio tres reglas para acabar con

este mal hábito:

Regla 1. Determinar conprecisión el problema quepreocupa.

Regla 2. Averiguar la causadel problema.

Regla 3. Hacerinmediatamente algoconstructivo para resolver elproblema.

Después de esta entrevista hicealgunos proyectos constructivos. Enlugar de preocuparme por haberfracasado en física, me pregunté por qué

había fracasado. Sabía que no era portorpeza, porque era redactor jefe deldiario universitario The Virginia TechEngineer.

Supuse que había fracasado en físicaporque el tema no me interesaba. No mehabía aplicado porque no veía en quépodía ayudarme aquello en relación conmi trabajo de ingeniero industrial. Pero,ahora, cambié de actitud. Me dije a mímismo: "Si las autoridades del colegioexigen que apruebe el examen de físicaantes de darme un título, ¿quién soy yopara discutir lo que saben?"

Volví a matricularme en física. Yesta vez aprobé, porque, en lugar de

perder mi tiempo en lamentarme ypreocuparme por la dureza de lamateria, estudié con diligencia.

Resolví mis problemas financieroshaciéndome cargo de nuevas tareas,como la de vender refrescos en losbailes del colegio, y obteniendo unpréstamo de mi padre, al que devolví eldinero poco después de graduarme.

Resolví mis preocupacionesamorosas pidiendo a la joven, que temíaque se casara con otro cadete, que secasara conmigo. Esta joven es ahora laseñora de Jim Birdsall.

Al recordar ahora todo aquello,comprendo que mi problema era la

confusión, una tendencia a rehuir laaveriguación de las causas de mipreocupación y de enfrentarlas despuéscon un sentido realista.

Jim Birdsall aprendió a librarse dela preocupación porque ANALIZO susproblemas. En realidad, utilizó losmismos principios que se describen enel capítulo "Cómo analizar y resolverlos problemas de preocupación ".

HE VIVIDO DEACUERDO CON UN

VERSÍCULO

por el Dr. JOSEPH R. SIZOO

Presidente del SeminarioTeológico de Nueva Brunswick,New Jersey, el más antiguo delos Estados Unidos, fundado en1784.

Hace años, en un día deincertidumbre y desilusión, cuando todami vida parecía arrasada por fuerzasmás allá de mi dominio, abrícasualmente por la mañana mi Nuevo

Testamento y di con este versículo":"Quien me ha enviado está conmigo; elPadre no me abandonará". Mi vida ya nofue la misma desde entonces. Todocambió definitivamente. Creo que no haydía en que no haya repetido esaspalabras. A todos los que han acudido amí en busca de consejo durante estosaños, los he despedido con esta frasereconfortadora. Desde entonces hevivido de acuerdo con este versículo.He caminado con él y en él heencontrado paz y vigor. Para mí, es laesencia de la religión. Se encuentra en elfondo de roca de todas las cosas quehacen de la vida algo que vale la pena.

Es el Texto Aureo de mi existencia.

TOQUE FONDO YSOBREVIVÍ

por TED ERICKSEN

Hubo una época en que medevoraban las preocupaciones. Eso seacabó. Durante el verano de 1942 tuveuna experiencia que borró laspreocupaciones de mi vida... y esperoque para siempre. Esa experiencia me

hizo ver que, en comparación, cualquierotro problema era insignificante.

Hacía años que deseaba pasar unverano en un barco pesquero comercialen Alaska. Así fue como en 1942 mealisté en un pequeño barco destinado ala pesca de salmones que zarpaba deKodiak, Alaska. En barcos de esetamaño hay una tripulación de treshombres: el capitán que hace las vecesde supervisor, su asistente y untrabajador general que por lo común esescandinavo. Yo soy escandinavo.

Puesto que la pesca con salmonerasse hace de acuerdo con las mareas, yosolía trabajar durante veinte horas

corridas. Llevé ese ritmo durantesemanas. Hacía lo que ningún otroquería hacer. Lavaba el barco. Meocupaba del aparejo. Cocinaba en unbrasero a leña y en una cabina muypequeña donde el calor y los gases delmotor me enfermaban. Lavaba losplatos. Reparaba el barco. Transportabalos salmones a una lancha que losllevaba a una fábrica de conservas.Tenía siempre los pies mojados en lasbotas de goma, llenas de agua: no teníatiempo de vaciarlas. Pero todo eso eraun juego comparado con el trabajoprincipal, que consistía en tirar de loque se llama la ' línea de corcho". Esta

operación significa afirmar los pies enla popa del barco y tirar de las líneaspara subir la red. Al menos eso es loque se supone que debe hacer uno. Perola red era tan pesada que por más quetirara de ella no se movía. Lo que enverdad ocurría era que al tratar de subirla red, empujaba el barco hacia ella. Loempujaba con mis propias fuerzas,puesto que la red no se movía. Lo hicedurante semanas inacabables. Y a decirverdad, eso casi acabó conmigo. Medolía el cuerpo entero. Siguiódoliéndome durante meses.

Cuando por fin tenía un momentopara descansar, dormía echado en un

jergón húmedo sobre el cajón de lasprovisiones. Ponía una de lasprotuberancias del jergón bajo la partede mi espalda que más me dolía... ydormía como si me hubieran drogado.Estaba drogado por el agotamiento total.

Ahora me alegro de haber soportadotanto dolor y tanto agotamiento porqueme ayudó a suprimir las preocupaciones.Cada vez que debo enfrentar unproblema, en vez de preocuparme medigo a mí mismo: "Ericksen, ¿acaso estoes tan malo como tirar de la red?" YEricksen responde invariablemente:"¡No, nada podría ser tan malo!"Entonces me animo y encaro el

problema con coraje. Creo que decuando en cuando es útil sobrellevar unaexperiencia muy penosa. Es bueno saberque hemos tocado fondo y hemossobrevivido. En comparación, vuelvemuy simples nuestros problemascotidianos.

EN UNA ÉPOCA HESIDO EL MAS

TONTO DE LOSTONTOS

por PERCY H. WHITING

Autor de The Five Great Rulesof Selling (Las cinco grandes

reglas para la venta)

He muerto más veces y de lasenfermedades más diversas quecualquier hombre vivo, muerto o mediomuerto.

No era un hipocondríaco común. Mipadre era dueño de una farmacia y yoprácticamente me crié en ella. Todos losdías hablaba con médicos y enfermeras,de manera que llegué a conocer losnombres y síntomas de las peores

enfermedades, desconocidas por lageneralidad de los hombres. No era unhipocondríaco común... ¡Tenía síntomas!Durante una o dos horas pensaba en unaenfermedad y al fin tenía casi todos lossíntomas característicos. Recuerdo queuna vez, en Great Barrington,Massachusetts (la ciudad donde vivía)se inició una epidemia de difteriabastante grave. En la farmacia de mipadre me lo pasaba vendiendo remediosa personas que acudían de casas conenfermos. De pronto el mal que tantotemía cayó sobre mí: contraje la difteria.Estaba seguro. Me metí en la cama yrepasé todos los síntomas. Hice que

llamaran a un médico. Me revisó y medijo: "Sí, Percy, tienes difteria". Eso mealivió. Nunca me asustaba unaenfermedad cuando la tenía, de maneraque me volví de lado en la cama y medormí. A la mañana siguiente estabaperfectamente sano.

Durante años me distinguí y atrajemucha atención —y no pocaconmiseración—porque era unespecialista en enfermedades insólitas yfantásticas: morí varias veces de tétanoy de hidrofobia. Después empecé apadecer las enfermedades másfrecuentes, haciendo hincapié en elcáncer y la tuberculosis.

Ahora me río de todo eso, pero eratrágico en aquella época. Durante añoscreí con absoluta certeza que caminabaal borde de la tumba. Si me compraba untraje en la primavera, me preguntaba:"¿Vale la pena que gaste el dinero, si séque lo más probable es que no llegue ausarlo?"

Pero me alegra registrar unprogreso: durante los últimos diez añosno he muerto una sola vez. ¿Cómo dejéde morir? Burlándome de mis absurdosfantaseos. Cada vez que aparecían losterribles síntomas, me reía de mí mismoy decía: "Vamos, Whiting, te has muertode una enfermedad fatal tras otra durante

veinte años, y sin embargo hoy gozas deperfecta salud. La compañía de seguroste ha renovado la póliza. ¿No ha llegadoel momento, Whiting, de que te rías alpensar en lo tonto que eres?"

Y pronto descubrí que no podíapreocuparme por mí mismo y reírme almismo tiempo. De modo que a partir deentonces me he reído de mí mismo.

Lo importante es esto: no setome demasiado en serio. Trate

de reírse de alguna de suspreocupaciones más absurdas, y

compruebe si reírse no acabacon ellas.

SIEMPRE HEPROCURADOMANTENER

ABIERTA LA VIA DEABASTECIMIENTO

por GENE AUTRYEl cowboy cantante más famoso

y querido en todo el mundo

Supongo que la mayor parte de laspreocupaciones se relacionan con lafamilia y el dinero. Yo tuve la fortuna de

casarme con una muchacha de un pueblode Oklahoma; nos unían muchasafinidades. Ambos procurábamos seguirla regla áurea, de modo que redujimos almínimo los problemas familiares.

He logrado casi suprimir laspreocupaciones financieras siguiendouna doble estrategia. En primer término,siempre he seguido una norma deintegridad absoluta. Cuando pedía unpréstamo, devolvía hasta el últimocentavo. Pocas cosas causan máspreocupaciones que la deshonestidad.

En segundo término, cuando iniciabaun nuevo proyecto, siempre measeguraba de contar con reservas. Los

expertos militares dicen que el primerprincipio al librar una batalla esmantener abierta la vía deabastecimiento. Pienso que ese principiose aplica tanto a las batallas personalescomo a las militares. Por ejemplo,durante mi juventud en Texas yOklahoma vi mucha pobreza cuando lazona estaba devastada por la sequía.Había períodos en que era muy duroganarse la vida. Eramos tan pobres quemi padre solía atravesar el Oeste en uncarromato con una recua de caballos yhacer intercambio de caballos paraobtener algún dinero. Yo queríaencontrar un trabajo menos azaroso.

Encontré empleo en una estación deferrocarril y aprendí telegrafía en misratos libres. Después trabajé comotelegrafista suplente para FriscoRailway. Me enviaban aquí y allá parasuplir a jefes de estación enfermos o devacaciones, o que tenían exceso detrabajo. Así ganaba 150 dólares pormes. Después, cuando decidí ampliarmis perspectivas, siempre tuve presenteque ese trabajo significaba la seguridadeconómica. Por eso siempre mantuveabierta la posibilidad de volver a esaocupación. Era mi vía de abastecimientoy nunca la descarté hasta establecermeen una nueva y mejor posición.

Por ejemplo, en 1928, cuandotrabajaba como telegrafista suplentepara Frisco Railway en Chelsea,Oklahoma, llegó un desconocido quedeseaba enviar un telegrama. Me oyócantar y tocar la guitarra, y me dijo queera bueno... Me dijo que debía irme aNueva York y probar fortuna en la radioo el teatro. Desde luego, me sentíhalagado y cuando vi su firma en eltelegrama quedé sin aliento: WillRogers.

En vez de largarme de inmediato aNueva York, pensé cuidadosamente enel asunto durante nueve meses. Por finllegué a la conclusión de que si me iba a

Nueva York y probaba fortuna en lavieja ciudad no tenía nada que perder ysí mucho que ganar. Tenía un pase deferrocarril: podía viajar gratis. Podíadormir instalado en mi asiento, yllevarme frutas y sandwiches para lascomidas.

Me fui, pues. Una vez llegado aNueva York, dormí en un cuartoamueblado por cinco dólares semanales,fui al Automat para mis comidas yanduve por las calles durante diezsemanas... sin llegar a ninguna parte. Mehabría desesperado si no hubiese tenidoun empleo al que podía volver. Ya hacíacinco años que trabajaba para el

ferrocarril. Eso significaba que teníaciertos derechos, pero para protegerlosno podía permanecer ausente más denoventa días. Hacía sesenta días queestaba en Nueva York, de manera quevolví a Oklahoma utilizando mi pase yretomé mi trabajo para mantener abiertala vía de abastecimiento. Trabajé unoscuantos meses, ahorré dinero y volví aNueva York para hacer otro intento. Esavez se me dio una coyuntura feliz. Undía, mientras esperaba el momento deuna entrevista en la oficina de un estudiode grabaciones, toqué la guitarra y cantéuna canción, Jeannine, I Dream of LilacTime, para la recepcionista. Mientras

cantaba entró en la oficina NatSchildkraut, el autor de la canción.Desde luego, le agradó oír a alguiencantar su canción. Me escribió unaslíneas de presentación y me envió a laVíctor Recording Company. Grabé undisco. No era bueno: demasiadoafectado, sin soltura. Entonces seguí elconsejo del hombre de VictorRecording: volví a Tulsa. Trabajabapara el ferrocarril durante el día y porlas noches cantaba canciones decowboys para una emisora radial. Esearreglo me venía bien. Me permitíamantener abierta la vía deabastecimiento, de modo que no tenía

por qué preocuparme.Canté durante nueve meses en la

emisora radial KVOO, de Tulsa.Durante ese tiempo Jimmy Long y yoescribimos una canción titulada ThatSilver-Haired Daddy of Mine. Fue unacierto. Arthur Sattherly, que estaba alfrente de la American RecordingCompany, me pidió que grabara undisco. Grabé otra serie de discos porcincuenta dólares cada uno y al finobtuve un puesto como cantante demelodías de cowboys en la emisoraWLS de Chicago. Sueldo: cuarentadólares semanales. Al cabo de cuatroaños me aumentaron el salario a noventa

dólares semanales y ganaba otrostrescientos dólares haciendo aparicionesen vivo todas las noches en teatros.

Entonces, en 1934, se me dio unaoportunidad que me abrió enormesposibilidades. Se formó una Liga de laDecencia para sanear las películas. Losproductores de Hollywood resolvieronrelanzar películas de cowboys. Peroquerían una nueva imagen del cowboy:un cowboy que supiera cantar. Elhombre que estaba al frente de laAmerican Recording Company tambiénera dueño de una parte de RepublicPictures. "Si quieren un cowboy cantante—dijo a sus socios—, sé de uno que

graba discos para nosotros." Así fuecomo me inicié en el cinematógrafo.Empecé filmando películas comocowboy cantante por cien dólaressemanales. Tenía serias dudas en cuantoa mi éxito en el cinematógrafo, pero nome preocupaba. Sabía que podía volvera mi antiguo empleo.

Mi éxito en el cine superó todas misexpectativas. Ahora gano cien mildólares por año, más la mitad delproducto de mis películas. Sin embargo,sé que esto no durará para siempre. Perono me preocupo. Sé que en cualquiereventualidad, aun si pierdo hasta elúltimo dólar que poseo, puedo volver a

Oklahoma y encontrar empleo en FriscoRailway. He protegido mi vía deabastecimiento.

OI UNA VOZ EN LAINDIA

por E. STANLEY JONES

Uno de los oradores másdinámicos de Norteamérica y el

misionero más famoso de sugeneración.

He consagrado cuarenta años de mivida a mi labor de misionero en la India.Al principio me resultó difícil soportarel terrible calor y la tensión nerviosa deesa gran tarea que se extendía frente amí. Al cabo de ocho años, era víctimade tal agotamiento nervioso que tuvevarios colapsos. Me dieron una licenciade un año para pasarla en Norteamérica.En el barco de regreso tuve otro colapsomientras hablaba durante un serviciodominical a bordo. El médico me obligóa guardar cama durante el resto delviaje.

Tras un año de descanso enNorteamérica, inicié el regreso a la

India, pero me detuve en el camino paraorganizar reuniones evangelistas entrelos estudiantes universitarios de Manila.El esfuerzo de esas reuniones meocasionó nuevos colapsos. Los médicosme advirtieron que si regresaba a laIndia moriría. A pesar de esasadvertencias, continué el viaje, pero conuna nube amenazadora sobre mi cabeza.Cuando llegué a Bombay, estaba tanagotado que me fui a las colinas ydescansé durante varios meses. Despuésvolví al llano para seguir mi labor. Otrocolapso me obligó a volver a las colinaspara otro largo descanso. Bajénuevamente, sólo para sufrir una recaída

que me indicó que era incapaz de seguircon el esfuerzo. Estaba mentalmenteagotado, y mis nervios y mi físico enteroestaban deshechos. Ya no me quedabanfuerzas. Temía que sería una ruina físicapor el resto de mis días.

Si no lograba alguna ayuda, debíarenunciar a mi empresa de misionero,volver a Norteamérica y trabajar en unagranja para recuperar la salud. Aquellosfueron mis momentos más tristes. Porentonces organizaba una serie dereuniones en Lucknow. Una noche,mientras rezaba, ocurrió algo quetransformó por completo mi vida.Cuando rezaba —en momentos en que

no pensaba en mí mismo— una vozpareció decirme: "¿Estás dispuesto aemprender la tarea para la que te hellamado?"

"No, Señor —contesté—. Estoyagotado. Ya no me quedan fuerzas." LaVoz me dijo: "Si acudes a Mí y dejas depreocuparte, solucionaré tu problema"."Señor —respondí de inmediato—,cierro trato ahora mismo."

Una gran paz inundó mi corazón y miser íntegro. ¡Sabía que había ocurrido elmilagro! La vida, una vida exuberante,había tomado posesión de mí. Me sentíatan aligerado que apenas pisaba elcamino esa noche mientras caminaba de

regreso, serenamente, hacia mi casa.Cada partícula del suelo era terrenosagrado. Después, durante días, apenastuve conciencia de estar encarnado en uncuerpo. Trabajaba hasta muy avanzadala noche y me acostaba preguntándomepor qué debía meterme en la cama,porque no sentía el menor rastro decansancio. Me sentía poseído por lavida, la paz, el descanso... y el PropioCristo.

Entonces me pregunté si debía contartodo eso. No deseaba hacerlo, pero medije que debía, y lo hice. Despuésenfrenté la alternativa de hundirme onadar ante los demás. Desde entonces

han pasado más de los veinte años máslaboriosos de mi vida, sin que nuncareaparecieran mis viejos problemas.Jamás he gozado de mejor salud. Peroaquello fue algo más que unatransformación física. Fue iniciar unanueva vida de mi cuerpo, mi mente, miespíritu. Después de aquellaexperiencia, la vida transcurrió para míen un nivel mucho más elevado. Y no hehecho otra cosa que disfrutar de ello.

Durante los muchos años que hanpasado desde entonces, he viajado porel mundo entero, muchas veces dandotres conferencias por día, y heencontrado el tiempo y la fuerza para

escribir The Christ of the Indian Road(El Cristo del camino indio) y otrosonce libros. Y en medio de ese tráfagonunca falté a una sola cita. Laspreocupaciones que alguna vez meabrumaron se han esfumado y ahora, alos sesenta y tres años, desbordo devitalidad y me inunda la alegría deservir a los demás y vivir para ellos.

Supongo que la transformaciónmental y física que he experimentadopuede analizarse y explicarsepsicológicamente. Poco importa. Lavida es mayor que los procesos y lossupera.

Sólo una cosa sé: mi vida se

transformó por completo aquella nocheen Lucknow, hace treinta y un años,cuando en lo más hondo de mi debilidady mi depresión, una voz me dijo: "Siacudes a Mí y dejas de preocuparte,solucionaré tu problema". Y contesté:"Señor, cierro trato ahora mismo"..

CUANDO ELEJECUTOR LLAMO

A MI PUERTA

por HOMER CROY

El momento más amargo de mi vidaocurrió un día de 1933, cuando elejecutor entró en mi casa por la puertaprincipal y yo salí por la puerta trasera.Había perdido mi hogar en 10 StandishRoad, Forest Hills, Long Island, dondehabían nacido mis hijos y yo habíavivido con mi familia durante dieciochoaños. Jamás había pensado que podíasucederme una cosa así. Doce añosantes, me creía en la cumbre del mundo.Había vendido los derechos deadaptación cinematográfica de minovela West of the Water Tower por unode los precios más altos de Hollywood.Había vivido dos años en el extranjero

con mi familia. Veraneábamos en Suizay pasábamos el invierno en la Rivierafrancesa, como los ricos.

Durante seis meses que permanecíen París escribí una novela titulada TheyHad to See Paris. Will Rogers aparecióen la versión cinematográfica. Era suprimera película hablada. Me hicierontentadoras ofertas para que me quedaraen Hollywood y escribiera guiones paraWill Rogers. Pero las rechacé. Volví aNueva York. ¡Entonces empezaron misproblemas!

Poco a poco me fui convenciendo amí mismo de que tenía capacidadeslatentes que nunca había desarrollado.

Empecé a fantasear que era un sagazhombre de negocios. Alguien me dijoque John Jacob Astor había ganadomillones invirtiendo en bienes raíces enNueva York. ¿Quién era Astor? Apenasun inmigrante que hablaba inglés conacento. Si él lo había logrado, ¿por quéno yo?... ¡Me haría rico! Empecé a leerrevistas deportivas sobre yates.

Me impulsaba el coraje de laignorancia. No sabía más sobre compray venta de inmuebles que un esquimalsobre hornos de petróleo. ¿De dónde ibaa sacar el dinero necesario paralanzarme a mi espectacular carrerafinanciera? Muy simple: hipotequé mi

casa y compré algunos de los mejoresterrenos en Forest Hills. Retendría esosterrenos hasta que alcanzaran un valorfabuloso, después los vendería parallevar una vida lujosa... yo, que nuncahabía vendido siquiera un terreno deltamaño de un pañuelo. Sentía lástima delos desdichados que trabajaban comoesclavos en oficinas por un magrosueldo. Me decía que Dios habíaresuelto no conceder a todos el fuegodivino del genio financiero.

De pronto la gran crisis se precipitósobre mí como un ciclón de Kansas yarrasó conmigo como un tornado quedesmantela un gallinero.

Debía destinar 220 dólaresmensuales en esos terrenos de faucesdevoradoras. ¡Oh, con qué rapidez sesucedían los meses! Para colmo, teníaque cumplir con los pagos de la hipotecade mi casa. Estaba preocupado.Procuraba escribir textos humorísticospara las revistas. ¡Mis conatoshumorísticos sonaban como laslamentaciones de Jeremías! Las novelasque escribía eran un fracaso. Ya no teniadinero. No me quedaba nada queempeñar, salvo mi máquina de escribir ylas empastaduras de oro de mis muelas.La lechería dejó de enviarme leche. Lacompañía de gas me cortó el suministro.

Tuvimos que comprar una cocinilla paracampamento de esas que se ven en losanuncios... tienen un cilindro dequerosén, hay que bombearlo y sale unallama que sisea como un ganso furioso.

Nos quedamos sin carbón. Lacompañía nos hizo pleito. Nuestra únicafuente de calor era el hogar. Por lanoche salíamos y recogíamos tablones ydesechos de las nuevas casas que losricos estaban construyéndose... Yo, quehabía resuelto ser uno de esos ricos.

Estaba tan preocupado que no podíadormir. A veces me levantaba en mitadde la noche y caminaba durante horaspara quedar agotado y dormirme.

No sólo perdí los terrenos que habíacomprado, sino también la sangre y lasilusiones que había vertido en ellos.

El banco ejecutó la hipoteca de micasa y nos puso a mí y a mi familia en lacalle.

De algún modo nos las arreglamospara reunir unos pocos dólares yalquilar un exiguo departamento. Nosmudamos el último día de 1933. Mesenté en un cajón de embalaje y miré ami alrededor. Acudió a mi mente unviejo refrán que repetía mi madre: "Nohay que llorar por la leche derramada".

Pero no era leche... ¡era la sangre demi corazón!

Después de permanecer allí sentadoun rato, me dije:

"Y bien. He tocado fondo y hesobrevivido. Ahora no me queda otroremedio que ir hacia arriba".

Me puse a pensar en las cosas devalor que la hipoteca no me habíaarrebatado. Conservaba la salud y a misamigos. Empezaría de nuevo. No melamentaría por el pasado. Me repetiríatodos los días las palabras que mi madresolía decir sobre la leche derramada.

Puse en mi tarea la energía que habíapuesto en mis preocupaciones. Poco apoco mi situación empezó a mejorar.Ahora casi agradezco el hecho de haber

pasado por todas esas penurias: me diofuerza, ánimo, fe en mí mismo. Ahora séqué es tocar fondo. Sé que se puedesobrevivir. Sé que podemos soportarmuchas más dificultades de las quecreemos. Cuando preocupaciones sinimportancia y temores y ansiedadesprocuran alterarme, los desechorecordando la ocasión en que permanecísentado sobre el cajón de embalaje. Yme digo: "He tocado fondo y hesobrevivido. Ahora no me queda másremedio que ir hacia arriba".

¿Qué enseñanza se desprendede esto? ¡No aserremos aserrín!

¡Aceptemos lo inevitable! Si nopodemos caer más abajo,

tratemos de subir.

EL MAS DUROADVERSARIO QUE

TUVE FUE LAPREOCUPACIÓN

por JACK DEMPSEY

Durante mi carrera de boxeador

encontré que la Preocupación era unadversario casi más duro que los pesospesados que me enfrentaban. Comprendíque tenía que aprender a nopreocuparme, porque, de otro modo, lapreocupación minaría mi vitalidad ycomprometería mis triunfos. Y, poco apoco, me elaboré un sistema. He aquíalgunas de las cosas que hice:

1. Para conservar mi coraje enla liza, me dedicaba palabras de ánimo en plenalucha. Por ejemplo,mientras luchaba con Firpo,me decía una y otra vez:

"Nada me detendrá. Nosentiré sus golpes. Nopuede dañarme. Continuaréatacando, suceda lo quesuceda". Estos aser tos,estos pensamientospositivos, me ayudaronmucho. Ocupaban de talmodo mi espíritu que lleguéa no sentir los golpes.Durante mi carrera me hanpartido los labios, me hancortado los ojos y me hanroto las costillas. Y Firpome arrojó por encima de lascuerdas, en forma que caí

sobre la máquina deescribir de un periodista yla destrocé. Pero nuncasentí ni uno siquiera de losgolpes de Firpo. Sólo hahabido un golpe queverdaderamente hayasentido. Fue aquella nocheen que Lester Johnson merompió tres costillas. Elgolpe afectó mi respiración.Puedo decir honradamenteque nunca he sentido otrogolpe en ninguno de miscombates.

2. Otra cosa que hacía era

recordarme constantemen tela inutilidad de lapreocupación. La mayoríade mis preocupacionessurgían antes de los grandescombates, mientras mepreparaba, pasaba horas sinpoder conciliar el sueño,agitándome ypreocupándome. Mepreocupaba por el temor deque me rompiera una mano,me dislocara el tobillo osufriera un grave corte en elojo du rante la primeravuelta, en forma que ya no

pudiera coordinar misgolpes. Cuando me veía conlos nervios en tal estado,dejaba la cama, me mirabaen el espejo y me hablaba amí mismo. Me decía: "Quéestúpido eres alpreocuparte por algo que noha sucedido y que tal vez nosuceda nunca. La vida esbreve. Sólo tengo para vivirunos cuantos años y, portanto, debo disfrutar de lavi da". Y me repetía una yotra vez: "Lo único queimpor ta es mi salud. Lo

único que importa es misalud". Me recordaba queperder el sueño ypreocuparme destruiría misalud. Y vi que,repitiéndome estas cosasconstantemente, noche trasnoche, año tras año,acababan entrando en miser, de modo que podíaeliminar mispreocupaciones como sifueran aire.

3. La tercera cosa —y lamejor—era la oración.Mientras me preparaba para

un combate, siempre rezabavarias veces al día. Cuandoestaba en la liza, siemprerezaba inmediatamenteantes de que sonara el gonganunciando cada una de lasvueltas. Esto me ayudaba aluchar con valor yconfianza. Nunca en mi vidame he ido a la cama sinrezar las oraciones y nuncatampoco me he sentado a lamesa sin agradecer a Diosel alimento... ¿Han sidocontestadas mis oraciones?¡Miles de veces!

PEDÍ A DIOS QUEME LIBRARA DEL

ASILO DEHUÉRFANOS

por KATHLEEN HALTER

Cuando era niña mi vida estaba llenade terrores. Mi madre tenía una afecciónal corazón. Había presenciado muchasveces cómo se desmayaba y caía alsuelo. Todos temíamos que se muriera yyo creía que todas las niñas cuyasmadres morían eran enviadas al orfanato

situado en la pequeña localidad deWarrenton, Missouri, donde vivíamos.Temía ir allí y, cuando tenía seis años,rezaba constantemente: "Dios mío,conserva a mi madre hasta que tenga laedad necesaria para no ir al orfanato".

Veinte años después mi hermanoMeiner sufrió un accidente terrible ysoportó dolores intensísimos hasta moriral cabo de dos años. No podíaalimentarse ni volverse en la cama. Paraamortiguar su sufrimiento tenía que darleinyecciones hipodérmicas de morfinacada tres horas, día y noche. Hice estodurante los dos años. En aquel tiempoenseñaba música en el Colegio Central

Wesleyano de Warrenton, Missouri.Cuando los vecinos oían los lamentos demi hermano me telefoneaban al colegio yyo dejaba mi clase y corría a casa paradar al desgraciado la inyección demorfina. Todas las noches, cuando meacostaba, preparaba el despertador, conobjeto de poder levantarme a las treshoras y atender a mi hermano. Recuerdoque, durante las noches de invierno,ponía una botella de leche fuera de laventana; allí la leche se helaba y seconvertía en una especie de helado queme agradaba tomar. Cuando sonaba eldespertador, este helado era unincentivo adicional para levantarme.

En medio de todas estas angustiashacía dos cosas que impedían que mecompadeciera, me preocupara yamargara mi vida con resentimientos. Enprimer lugar, enseñaba música durantedoce o catorce horas diarias, con lo queme quedaba muy poco tiempo parapensar en mis desdichas. Después,cuando me sentía inclinada alamentarme, me decía una y otra vez:"Escucha: mientras puedas caminar,alimentarte y verte libre de todo dolorintenso, debes sentirte la persona másfeliz del mundo. Suceda lo que suceda,no olvides esto mientras vivas. ¡Nunca!¡Nunca!"

Estaba decidida a hacer todo loposible para crearme una actitudinconsciente y continua deagradecimiento por mis muchas cosasbuenas. Todas las mañanas, aldespertarme, daba las gracias a Dios demi decisión de ser, a pesar de todas miscalamidades, la persona más feliz deWarrenton, Missouri. Tal vez no alcancéesta meta, pero conseguí hacer de mímisma la joven más cordial de mipueblo. Probablemente pocos de miscolegas y amigos se preocupaban menosque yo.

Esta maestra de música deMissouri aplicaba dos de los principios

descritos en este libro: se ocupabademasiado para preocuparse y contabasus bienandanzas. La misma técnicapuede ser útil para usted.

EL ESTOMAGO MEDABA VUELTAS

COMO UNTORNADO DE

KANSAS

por CAMERON SHIPP

Había estado trabajando muy a gustodurante varios años en la sección depublicidad del estudio Warner Brothers,en California. Escribía relatos paradiarios y revistas acerca de las estrellasde Warner Brothers.

De pronto fui ascendido. Se me hizosubdirector de publicidad. En realidad,hubo un cambio en el cuadroadministrativo y se me dio un títuloimpresionante: Administrador Adjunto.

Esto me proporcionó un imponentedespacho con refrigeración privada ydos secretarias y la jefatura sobresetenta y cinco escritores,propagandistas y locutores de radio.

Estaba muy impresionado. Traté dehablar con dignidad. Establecí sistemasde administración, tomaba decisionescon mucha autoridad y almorzaba a todaprisa. Estaba convencido de que todaslas relaciones con el público de WarnerBrothers recaían sobre mi persona. Medije que las vidas, privadas y públicas,de personajes tan nombrados como BetteDavis, Olivia de Havilland, JamesCagney, Edward G. Robinson, ErrolFlynn, Humphrey Bogart, Ann Sheridan,Alexis Smith y Alan Hale estabancompletamente en mis manos.

En menos de un mes me di cuenta deque tenía úlceras de estómago.

Probablemente, cáncer. Mi principalactividad durante la guerra era en aqueltiempo la de presidente del Comité deActividades de Guerra del Gremio dePublicistas de la Pantalla. Me gustabaeste trabajo y me gustaba verme con losamigos en las reuniones del gremio.Pero estas reuniones acabaron poraterrarme. Después de cada una de ellasme sentía enfermo. Frecuentemente teníaque detener el coche cuando regresaba acasa y tratar de recobrarme para poderseguir al volante. Tenía siempre laimpresión de que había mil cosas quehacer y muy poco tiempo para hacerlas.Todo era vital. Y yo me sentía

totalmente impotente.Soy perfectamente sincero: era la

enfermedad más dolorosa de mi vida.Siempre sentía una terrible opresión enel pecho y el vientre. Perdí peso. Nopodía dormir. El dolor era constante.Entonces, fui a ver a un famosoespecialista en enfermedades internas.Me lo había recomendado un agente depublicidad. Me dijo que este médicotenía muchos clientes pertenecientes algremio.

Era un médico que hablaba poco, lonecesario únicamente para que yo ledijera qué me dolía y cómo me ganabala vida. Pareció mas interesado en mi

trabajo que en mis achaques, peropronto me tranquilizó: durante dossemanas me sometió a todas las pruebasconocidas. Fui analizado, explorado yradiografiado. Finalmente se me dijoque fuera de nuevo a ver al médico yescuchara su veredicto.

—Señor Shipp —me dijo el doctor,echándose hacia atrás—, lo hemossometido a todas las pruebasimaginables. Era absolutamentenecesario, aunque yo sabía, desde luego,desde el primer examen, que usted notenía úlceras de estómago. Pero sabíatambién, porque es usted como es ytrabaja como trabaja, que no me creería

si no se lo demostrara. Déjeme, pues,que se lo enseñe.

Me mostró las radiografías y loscuadros y me los explicó. Así el médicome demostró que no tenía úlceras.

—Ahora bien —continuó el doctor—, esto va a costarle mucho dinero,pero vale la pena. He aquí miprescripción: no se preocupe... Bien —me hizo callar con un ademán cuandotraté de interrumpirle—, comprendo queusted no puede seguir esta prescripcióninmediatamente y voy a procurarle unaayuda. Aquí tiene unas píldoras.Contienen belladona. Tome las quequiera. Cuando se le acaben, vuelva y le

daré más. No le harán daño. Y siemprele aliviarán... Pero recuerde: no lasnecesita. Todo lo que tiene que hacer esdejar de preocuparse. Si comienza denuevo a preocuparse, usted tendrá quevolver aquí y yo le cobraré otra vez muysubidos honorarios. ¿Qué le parece?

Me agradaría poder decir que lalección surtió efecto aquel mismo día yque dejé en seguida de preocuparme.Pero no fue así. Tomé píldoras durantevarias semanas, siempre que sentíallegar la depresión. Daban resultado.Me sentía mejor en seguida.

Pero tenía la impresión de que hacíael tonto tomando aquellas píldoras. Soy

físicamente vigoroso. Soy casi tan altocomo Abe Lincoln y peso más denoventa kilos. Sin embargo, andabatomando pildoritas blancas paradescansar. Estaba actuando como unamujer histérica. Cuando mis amigos mepreguntaban por qué tomaba píldoras,me avergonzaba decir la verdad.Gradualmente comencé a reírme de mímismo. Me decía: "Vamos a ver,Cameron Shipp, estás procediendo comoun perfecto estúpido. Estás dandodemasiada importancia a tu persona ytus actividades. Bette Davis, JamesCagney y Edward G. Robinson eranmundialmente famosos antes de que tú

comenzaras a administrar su publicidad.Si murieras repentinamente esta noche,Warner Brothers y sus estrellas searreglarían para continuar su trabajo sinti. Mira a Eisenhower, Marshall,MacArthur, Jimmy Dóolittle y elalmirante King; están dirigiendo laguerra sin tomar pildoras. Y, sinembargo, tú no puedes actuar depresidente del Comité de Actividades deGuerra del Gremio de Publicistas de laPantalla sin tomar unas pildoras quelibren a tu estómago de retorcerse comoun torbellino de Kansas".

Comencé a tomar a pecho elprescindir de las pildoras. Poco después

tiré las píldoras a la basura y tomé lacostumbre de llegar a casa poco antes decenar, a fin de echar un sueñecito.Gradualmente mi vida volvió a lanormalidad. Desde entonces no hevuelto a ver a ese médico.

Pero le debo mucho, mucho más delo que me parecieron a la sazón unossubidos honorarios. Me enseñó a reírmede mí mismo. Pero creo que su mayorhabilidad consistió en no reírse de mí ydecirme que yo no tenía ningún motivode preocupación. Me tomó en serio. Noquiso que yo hiciera el ridículo. Me diouna salida con aquella cajita depildoras. Pero sabía entonces, tan bien

como yo lo sé ahora, que mi cura noestaba en aquellas pildoritas, sino en elcambio de mi actitud mental.

La moraleja de este relato es quemuchos hombres que ahora estántomando pildoras harían mejor en leerla Séptima Parte y ¡tranquilizarse!

APRENDÍ ALIBRARME DE LAPREOCUPACIÓN

VIENDO A MI

MUJER FREGARLOS PLATOS

por el Reverendo WILLIAMWOOD

Hace unos cuantos años sufríaintensos dolores de estómago. Medespertaba dos o tres veces todas lasnoches, en la imposibilidad de dormir acausa de tales dolores.

Había visto morir a mi padre de uncáncer en el estómago y temía tener lomismo o, por lo menos, úlceras. Fui auna clínica para que me examinaran. Un

célebre especialista en estómago meexaminó con el fluoroscopio y me sacóuna radiografía. Me dio un sedante paraque pudiera dormir y me aseguró que notenía ni úlceras ni cáncer. Me dijo quemis dolores se debían a las tensionesemocionales. Como soy ministro, mepreguntó: "¿Acaso tiene problemas en suiglesia?"

Me dijo lo que yo me decía a mímismo: trataba de abarcar demasiado.Además de mis sermones dominicales,me ocupaba de muchas otras cosas, y erapresidente de la Cruz Roja, presidentede los Kiwanis... Además estabapresente en dos o tres funerales por

semana y desarrollaba otra serie deactividades.

Trabajaba constantemente bajopresión. No descansaba nunca. Siempreestaba tenso, con prisa. Llegué al puntoen que me preocupaba por todo. Vivíaen perpetua agitación. Sufría tanto queacepté con gusto el consejo del médico.Me señalé el lunes como día de asueto yempecé a eliminar variasresponsabilidades y actividades.

Un día, mientras ponía orden en miescritorio, se me ocurrió una idea queresultó muy eficaz. Revisaba un montónde viejas notas para sermones y otrosapuntes sobre cuestiones que ya no

tenían importancia. Hice un bollo concada uno de ellos y los fui arrojando alcesto. De pronto me detuve y me dije:"Bill, ¿por qué no haces con tuspreocupaciones lo mismo que haces conestos papeles? ¿Por qué no haces unbollo con tus preocupaciones de ayer ylas arrojas al cesto?" Esta sola idea medio una inspiración súbita y la sensaciónde que me libraba de un peso sobre mishombros. A partir de ese día y hasta hoy,me he impuesto la norma de arrojar alcesto todos los problemas que ya nopuedo resolver.

En esto, un día, mientras secaba losplatos que mi esposa fregaba, tuve una

idea. Mi mujer estaba cantando mientrasfregaba y yo me dije: "Mira, Bill, quéfeliz es tu mujer. Llevamos dieciochoaños de casados y siempre ha fregado lavajilla. Supongamos que en el momentode casarse hubiera calculado todos losplatos que tendría que fregar en estosdieciocho años. El montón de platossucios sería mayor que un granero. Estasola idea hubiera abrumado a cualquiermujer". Seguidamente, razoné: "Elmotivo de que a mi mujer no le importelavar los platos es que lava cada vez losplatos de un día". En seguida comprendíla causa de mis trastornos. Estabatratando de fregar a la vez los platos de

hoy, los de ayer y los que no se habíanensuciado todavía.

Vi lo estúpidamente que estabaprocediendo. Sin embargo, yo, que vivíatensa, apresurada y angustiosamente,subía todos los domingos al pulpito paradecir a los demás cómo se debía vivir.Me avergoncé de mí mismo.

Las preocupaciones ya no meabruman. No me duele el estómago. Nopadezco de insomnio. Hago un bollo conmis ansiedades de ayer y las arrojo alcesto, y jamás trato de lavar hoy losplatos que se ensuciarán mañana.

¿Recuerda una declaraciónformulada anteriormente en este libro?

"Llevar hoy la carga de mañana unida ala de ayer, hace vacilar al másvigoroso..." ¿Para qué intentarlosiquiera?

ENCONTRÉ LARESPUESTA

por DEL HUGHES

En 1943 fui a parar a un hospital deveteranos de Albuquerque, NuevoMéxico, con tres costillas rotas y un

pulmón afectado. Esto me habíasucedido durante un ensayo dedesembarco de fuerzas anfibias frente alas islas Hawai. Iba a saltar de labarcaza a la playa. En esto vino una olapoderosa, levantó la embarcación, perdíel equilibrio y caí a la arena. Caí contanta fuerza que una de mis costillasrotas se clavó en el pulmón.

Después de pasar tres meses en elhospital experimenté la más violentaconmoción de mi vida. Los médicosdijeron que no observaban en mí ningunamejoría. Tras mucho meditar me dijeque era la preocupación lo que meimpedía curarme. Estaba acostumbrado

a una vida muy activa y, duranteaquellos tres meses, había permanecidotumbado boca arriba las veinticuatrohoras del día sin otro quehacer quepensar. Y cuanto más pensaba, mas mepreocupaba: me preocupaba el problemade saber si volvería a ocupar mi puestoen la sociedad. Me preocupabapreguntándome si quedaría tullido por elresto de mi vida y si podría casarme yllevar una vida normal.

Pedí al médico que me trasladara ala sala inmediata, llamada el "CountryClub", porque se permitía a lospacientes instalados en ella hacer casitodo lo que les daba la gana.

En ese "Country Club" me intereséen el bridge. Pasé seis semanasaprendiendo el juego, jugando al bridgecon los otros internados y leyendo loslibros de Culbertson sobre bridge. Alcabo de seis semanas jugué todas lasnoches durante el resto de mi internaciónen el hospital. También me interesé en lapintura al óleo y estudié pintura con unprofesor todas las tardes, de tres acinco. ¡Algunos de mis cuadros eran tanbuenos que el que los veía casi podíadecir qué representaban! También hiceintentos en la talla de madera y de jabóny leí varios libros sobre el tema, que meparecieron fascinantes. Me mantuve tan

ocupado que no tuve tiempo parapreocuparme por mi condición física.Hasta encontré tiempo para leer librosde psicología que me prestó la CruzRoja. Al cabo de tres meses, todo elcuerpo médico fue a verme y me felicitópor "mi sorprendente mejoría". Fueronlas palabras más hermosas que oí desdeel día de mi nacimiento. Estuve a puntode gritar de alegría.

Lo que quiero señalar es esto:cuando no tenía nada que. hacer meechaba de espaldas y me preocupabapor mi futuro, sin registrar la menormejoría. Me envenenaba el cuerpo conpreocupaciones. Hasta las costillas rotas

se negaban a sanar. Pero en cuanto medistraje jugando al bridge, pintandocuadros al óleo y tallando madera, losdoctores se asombraron ante "misorprendente mejoría".

Ahora llevo una vida normal y sanay mis pulmones son tan buenos como losde ustedes.

¿Recuerdan lo que dijo BernardShaw? "El secreto de ser desdichadoradica en tener tiempo libre para pensarsi se es feliz o no." Mantengámonosactivos, mantengámonos ocupados.

EL TIEMPORESUELVE

MUCHAS COSAS

por LOUIST.MONTANT, Jr.

La preocupación me hizo perder diezaños de mi vida. Esos diez añosdebieron ser los más plenos y fructíferosen la vida de un joven: los transcurridosentre los dieciocho y los veintiochoaños de edad.

Ahora comprendo que yo fui elúnico culpable de haber perdido esos

años.Me preocupaba por todo: por mi

trabajo, por mi salud, por mi familia,por mi sensación de inferioridad. Estabatan asustado que muchas veces cruzabala calle para evitar un encuentro conalguien a quien conocía. Cuandodivisaba a un amigo en la calle, solíafingir que no había reparado en élporque temía que me tratara con desdén.

Me atemorizaba a tal punto hablarcon extraños o siquiera estar ante ellosque en el lapso de dos semanas perdí laoportunidad de encontrar tres empleos,simple-mente porque no tenía el valorde explicar a esos posibles empleadores

todo lo que yo era capaz de hacer.De pronto un día, hace ocho años,

dominé la preocupación en una tarde... ydesde entonces muy pocas veces me hepreocupado. Esa tarde estaba en laoficina de un hombre cuyos problemaseran mucho mayores que los míos y sinembargo era una de las personas másanimosas que he conocido. En 1929había reunido una fortuna y habíaperdido hasta el último centavo. En1933 había rehecho su fortuna, paravolver a perderla; en 1939 perdió unavez más una tercera fortuna. En plenabancarrota, lo acosaban enemigos yacreedores. Preocupaciones que habrían

abrumado a algunos hombres y loshabrían llevado al suicidio resbalabansobre él como el agua sobre las plumasde un pato.

Sentado en su oficina aquella tarde,hace ocho años,

lo envidiaba y hubiera dado loimposible por ser como él.

Mientras conversábamos, me tendióuna carta que había recibido esa mañanay me dijo: —Lea esto. Era una cartaenfurecida que hacía las preguntas más

desagradables. De haber recibido yomismo esa carta, me habría hundido enun pozo.

—Bill —dije—, ¿cómo responderá

a esa carta?—Le diré un secreto —respondió

Bill—. La próxima vez que algo lopreocupe, tome un lápiz y una hoja depapel, siéntese y escriba con detallecuál es la causa de la preocupación.Después ponga ese papel en el últimocajón a la derecha de su escritorio.Espere un par de semanas antes devolver a tomarlo. Si al releerlo siguepreocupándole el motivo que escribió,ponga de nuevo el papel en el últimocajón a la derecha de su escritorio.Déjelo allí otras dos semanas. Allíestará seguro. Nada podrá pasarle. Peroen el ínterin muchas cosas podrán

pasarle al problema que le preocupa austed. He descubierto que si soy capazde tener paciencia, la preocupación queme desespera se desinflará como unglobo pinchado.

El consejo me causó hondaimpresión. Lo he seguido durante añoscon el resultado de que ahora casi nadame preocupa.

El tiempo resuelve muchas cosas. Eltiempo también puede resolver lo quehoy le preocupa.

SE ME DIJO QUE

NO INTENTARAHABLAR NI

SIQUIERA MOVERUN DEDO

por JOSEPHL. RYAN

Hace varios años fui testigo en unasunto judicial y esto me causó muchatensión y graves preocupaciones.Terminado el juicio volvía a casa portren y tuve un brusco y violento colapso.Un ataque al corazón. Apenas podíarespirar.

Cuando llegué a casa el médico medio una inyección. No estaba en la cama;no había podido ir más allá del banco dela sala. Cuando recobré el sentido vique el cura de la parroquia me estaba yadando la absolución...

Vi el aturdimiento y la pena en losrostros de los míos. Comprendí que seconsideraba llegada mi última hora.Después me enteré de que el médicohabía preparado a mi esposa para elcaso, estimado probable, de que yo nodurara más de treinta minutos. Micorazón estaba tan débil que se meadvirtió que no debía hablar ni siquieramover un dedo.

Nunca he sido un santo, pero heaprendido una cosa: no discutir conDios. Cerré mis ojos y dije: "Hágase Tuvoluntad... Si ha de ser ahora, hágase Tuvoluntad".

Tan pronto como acepté esta idea,sentí un gran alivio. Mi terrordesapareció y me pregunté qué era lopeor que podía sucederme. Bien, lo peorparecía ser el posible retorno de lasconvulsiones, con los terribles doloresque las acompañaban... Después todohabría acabado. Iría a reunirme con miHacedor y pronto descansaría en paz.

Yacía tendido en aquel banco yesperé una hora, pero los dolores no

volvieron. Finalmente comencé apreguntarme qué haría con mi vida si nome muriera. Decidí que no regatearíaesfuerzo para recobrar mi salud. Dejaríade agobiarme con tensiones ypreocupaciones y recuperaría misfuerzas.

Esto sucedió hace cuatro años. Herecuperado mis fuerzas hasta el punto deque el mismo médico está asombrado dela mejoría que revelan miscardiogramas. Ya no me preocupo pornada. Tengo un nuevo interés en la vida.Pero puedo decir honradamente que, sino hubiese encarado lo peor —mimuerte inminente—, y tratado después

de mejorar las cosas, no estaría hoy aquíprobablemente. Si no hubiese aceptadolo peor, creo que hubiera muerto víctimade mi propio pánico.

El señor Ryan vive hoy porqueutilizó el principio descrito en laFórmula Mágica: encarar lo peor quepuede suceder.

SOY UN GRANDESPREOCUPADO

por ORDWAY TEAD

La preocupación es un hábito, unhábito del que me deshice hace tiempo.Creo que mi hábito de no preocuparmees debido en gran parte a tres cosas.

Primera: estoy demasiado ocupadopara incurrir en ansiedadesautodestructoras. Tengo tres actividadesprincipales, cada una de las cuales bastapara ocupar todo mi tiempo. Doyconferencias a grandes grupos en laUniversidad de Columbia. Soypresidente de la Junta de EducaciónSuperior de la Ciudad de Nueva York.Tengo también a mi cargo la SecciónEconómica y Social de la casa editoraHarper and Brothers. Las insistentes

demandas de estas tres ocupaciones nome dejan tiempo para preocuparme.

Segunda: soy un grandespreocupado. Cuando paso de unatarea a otra, expulso todas las ideasreferentes a los problemas queanteriormente me han ocupado.Encuentro que pasar de una actividad aotra estimula y descansa. Despeja lacabeza.

Tercera: he tenido que disciplinarmepara expulsar de mi espíritu todos losproblemas cuando cierro mi mesa detrabajo. Siempre son problemascontinuos. Cada uno supone una serie decuestiones no resueltas que reclaman mi

atención. Si me llevara todas estascuestiones a casa cada noche y mepreocupara por ellas, destruiría mi saludy destruiría mi capacidad parasolventarlas.

Ordway Tead es un maestro de losCuatro Buenos Hábitos de Trabajo.¿Recuerdan ustedes cuáles son? (VéaseSéptima Parte.)

SI NO HUBIESEDEJADO DE

PREOCUPARME

ESTARÍA HACETIEMPO BAJO

TIERRA

por CONNIE MACK el granhombre del béisbol

He actuado en el béisbol profesionaldurante más de sesenta y tres años.Cuando comencé no percibíaremuneración alguna. Jugábamos enbaldíos, tropezando con latas y collerasdesechadas. Cuando terminaba elpartido, pasábamos el sombrero. Lo que

recogíamos era muy poca cosa para mí,especialmente porque era el principalsostén de mi madre viuda y de mishermanos menores. A veces el equipotenía que improvisarse la comida para irtirando.

Tenía muchos motivos parapreocuparme. Soy el único preparadorde béisbol que haya terminado en últimolugar durante siete años consecutivos.Soy el único preparador que hayaperdido ochocientos partidos en ochoaños. Después de una serie de derrotassolía preocuparme hasta el punto de nopoder comer ni dormir apenas. Perodejé de preocuparme hace veinticinco

años y creo honradamente que, si nohubiese dejado de preocuparmeentonces, estaría bajo tierra hace muchotiempo.

Cuando vuelvo la vista hacia milarga vida —nací cuando Lincoln eraPresidente—, deduzco que me libré dela preocupación haciendo estas cosas:

1. Vi lo inútil que erapreocuparse. Vi que esto nome llevaba a parte alguna yamenazaba con destruir mica rrera.

2. Vi que iba a perder misalud.

3. Me dediqué con tanto afán aproyectar y preparar eltriunfo en los partidosfuturos que no tenía tiempopara preocuparme por lospartidos que ya se habíanper dido.

4. Finalmente adopté la normade no llamar nunca laatención a un jugador porsus faltas hastatranscurridas veinticuatrohoras de la terminación delpartido. Como no tenía laseguridad de dominarme yde dominar mi lengua

inmediatamente después deuna derrota, nunca me veíacon los jugadores sin dejarpasar el tiempo ne cesariopara serenarme. No discutíacon los jugadores hasta eldía siguiente deldesgraciado encuentro. Paraen tonces me habíaserenado, los errores noparecían tan grandes ypodía hablar con calma, loque impedía que mismuchachos se enfadaran ytrataran de defenderse.

5. Traté de alentar a los

jugadores con alabanzas enlugar de desanimarlos conreprimendas. Procurésiempre tener una palabraamable para todos.

6. Vi que me preocupaba máscuando estaba cansado. Porlo tanto, estaba diez horasen la cama todas las nochesy echaba una siestecitatodas las tardes. Hasta unasiestecita de cinco minutosayuda mucho.

7. Creo que me he librado delas preocupaciones yprolongado mi vida

manteniéndome enactividad. Tengo ochenta ycinco años, pero no meretiraré hasta que comiencea repetir las mismas cosasuna y otra vez. Cuando paseesto, comprenderé que meestoy haciendo viejo.

Connie Mack nunca ha leído un librosobre "Cómo suprimir la preocupación", pero se ha fabricado sus propiasnormas. ¿Por qué no relaciona usted lasreglas que le han sido útiles en elpasado, consignándolas aquí por escrito?

Procedimientos que me han sidoútiles en la lucha contra la preocupación

1........................................................................................

2........................................................................................

3........................................................................................

4.......................................................................................

ME LIBRE DEULCERAS

ESTOMACALES YDE

PREOCUPACIONESCAMBIANDO DETRABAJO Y DE

ACTITUD MENTAL

por ARDEN W. SHARPE GreenBay, Wisconsin

Hace cinco años estaba preocupado,deprimido y enfermo. Los médicosdecían que tenía úlceras estomacales.

Me ordenaron un régimen. Bebí leche ycomí huevos hasta que el sólo verlos merepugnó. Pero no mejoré. Un día leí unartículo sobre el cáncer. Imaginé quetenía todos los síntomas. Entonces noestaba preocupado. Estaba aterrorizado.Desde luego, esto hizo que mis úlcerasse convirtieran en una hoguera. El golpede gracia llegó cuando el ejército merechazó por considerarme físicamenteincapaz, ¡a los veinticuatro años! Todoindicaba que era una ruina física cuandodebía estar en plena posesión de misfacultades físicas.

Ya no tenía salida. No veía un solorayo de esperanza. Desesperado, traté

de analizar cómo había llegado a tanterrible condición. Poco a poco, laverdad empezó a surgir en mí. Dos añosantes, había trabajado, feliz y lleno deenergía, como viajante de comercio;pero la escasez durante la guerra mehabía obligado a renunciar a ese trabajoy me había empleado en una fábrica.Despreciaba ese nuevo trabajo y, paraempeorarlas cosas, esta ba relacionadocon un grupo de hombres que eran lospensadores más negativos que hayatenido la desdicha <le conocer nunca.Absolutamente amargados. Nada les parecia bien. Se lo pasaban maldiciendo eltrabajo, el salario, las horas y al patrón.

Comprendí que de manera inconscienteyo había absorbido su resentimiento.

Lentamente empecé a advertir quemis úlceras quizá provinieran de mispropios pensamientos negativos y de miamargura. Entonces resolví volver almundo que me gustaba, el de la venta, ya reunirme con personas capaces depensamientos y actitudes constructivas.Esta decisión probablemente me salvóla vida. Con todo entusiasmo busquéamigos y compañeros de tareas quefueran pensadores progresistas, hombresfelices, optimistas, libres depreocupaciones... y de úlceras. No biencambié de actitud, cambié de

estómago... No tardé en descubrir quepodemos recibir buena salud, felicidad yéxito de los demás, así como podemosrecibir preocupaciones, amargura yfracaso. Esta es la lección másimportante que he aprendido. Debíaprenderla hace años. Había oído hablarde ella y había leído muchas vecesconsejos en esta línea. Pero tenía queaprender por cuenta propia. Ahoracomprendo qué quiso decir Jesúscuando afirmó: "El hombre es tal comopiensa en su corazón".

AHORA BUSCO LALUZ VERDE por

JOSEPH M.COTTER

Desde mi niñez, y a lo largo de mijuventud y mi vida de. adulto, he sido unprofesional de la preocupación. Mispreocupaciones eran muchas y variadas.Algunas eran reales; la mayoría eranimaginarias. En raras ocasiones meencontraba sin nada de quepreocuparme... entonces me preocupabael temor de haber olvidado algo

importante.Al fin, hace dos años, inicié un

nuevo modo de vida. Implicaba unautoanálisis de mis defectos —y mispocas virtudes—, un inventario moralexhaustivo y valiente de mí mismo. Elresultado fue que puse en claro lo quemotivaba mi preocupación.

El hecho era que no podía vivir elpresente. Me angustiaban los errores deayer y me atemorizaba el futuro.

Me repetían una y otra vez que "hoyes el mañana por el cual me preocupéayer". Pero eso no surtía efecto en mí.Me aconsejaban que viviera de acuerdocon un programa de veinticuatro horas.

Me decían que hoy era el único díasobre el cual podía ejercer algún controly que debía aprovechar al máximo misoportunidades día a día. Me decían quesi lo hacía, estaría tan ocupado que nome quedaría tiempo para preocuparmepor cualquier otro día... pasado o futuro.Ese consejo era lógico, pero me era muydifícil poner en práctica esas ideas.

De pronto una luz surgió de laoscuridad, encontré la respuesta y...¿dónde creen ustedes que la encontré?En el andén de una estación de tren, alas siete de la tarde del 31 de marzo de1945. Fue una hora muy importante paramí. Por eso la recuerdo con tanta

claridad.Despedíamos a unos amigos que

viajarían en The City of Los Angeles, untren expreso, de regreso de susvacaciones. La guerra aún continuaba.Ese año había multitudes por doquier.En vez de subir al tren con mi esposa,fui caminando hacia la locomotora. Mequedé mirando un minuto esa granmáquina brillante. Después miré hacialas vías y vi un inmenso semáforo.Brillaba una luz amarilla. De pronto laluz cambió a un verde brillante. En eseinstante el maquinista empezó a hacersonar una campana; oí el habitual "¡Pasajeros al tren!" y en pocos segundos

la inmensa locomotora empezó a salir dela estación iniciando su viaje de 2.300millas.

Mi mente empezó a trabajar. Algoprocuraba adquirir sentido en mí. Estabaexperimentando un milagro. Y al fin lovi todo claro. El maquinista me habíadado la respuesta que buscaba. Iniciabael largo viaje sin más guía que esa luzverde. De haber estado en su lugar, yohabría querido ver todas las lucesverdes del viaje entero. Imposible,desde luego; pero eso era exactamentelo que trataba de hacer con mi propiavida... permanecer inmóvil en laestación, sin ir a ninguna parte, porque

me angustiaba por saber lo que meaguardaba en el camino.

Mis pensamientos seguían fluyendo.Ese maquinista no tenía por quépreocuparse por los problemas quepudieran surgir millas adelante. Quizáhubiera algunas paradas, algunasdemoras, pero ¿no estaban para eso lossistemas de señales? Luces amarillas:reducir la velocidad y no impacientarse.Luces rojas: serio peligro, detenerse.Eso es lo que daba seguridad a losviajes en tren. Un buen sistema deseñales.

Me pregunté por qué no disponía deun buen sistema de señales para mi vida.

¿Dónde encontrarlo? Y bien, si Dioshabía creado la luz verde, ¿por qué nopedírselo a El mismo?

Así fue como, rezando todas lasmañanas, obtuve mi luz verde para cadadía. De cuando en cuando me llegaronluces amarillas que disminuyeron mimarcha. Y a veces, luces rojas que medetuvieron antes del desastre.

No más preocupaciones para mídesde aquel día, hace dos años, cuandohice el descubrimiento. Durante estosdos años, más de setecientas lucesverdes han brillado para mí. Y el viajepor la vida es tanto más fácil cuando noexiste la preocupación en cuanto a la luz

que brillará después de la verde... Seacual fuere el color, yo sabré qué hacer.

COMOROCKEFELLER

VIVIÓ CON TIEMPOPRESTADODURANTE

CUARENTA YCINCO ANOS

El viejo John D. Rockefelleracumuló su primer millón a la edad detreinta y tres años. A la edad de cuarentay tres años había edificado el mayormonopolio que el mundo ha conocido: lagran Standard Oil Company. Pero¿dónde estaba a los cincuenta y tresaños? La preocupación lo habíavencido. La preocupación y la vidatensa habían quebrantado ya su salud. Alos cincuenta y tres años "parecía unamomia", según dice John K. Winkler,uno de sus biógrafos.

A los cincuenta y tres añosRockefeller fue atacado pordesconcertantes enfermedades del

aparato digestivo que lo dejaron sincabello, sin pestañas y sin más pelosque un leve indicio de cejas. "Tan graveera su estado que hubo un tiempo en quesu único alimento era leche humana",dice Winkler. Según los médicospadecía alopecia, una forma de calvicieque tiene frecuentemente un origenpuramente nervioso. El aspecto deRockefeller era tan impresionante conaquel desnudo cráneo, que el hombretenía que utilizar permanentemente ungorro. Posteriormente se hizo fabricarunas pelucas —a $ 500 la pieza—y lasutilizó durante el resto de su vida.

Rockefeller tuvo en un principio una

constitución de hierro. Criado en elcampo, era de anchos hombros, de porteerecto y de andar brioso y ágil.

Sin embargo, a los cincuenta y tresaños —cuando la mayoría de loshombres están en lo mejor de la vida—,sus hombros se habían hundido yarrastraba los pies al caminar. Era ahorael hombre más rico del mundo, perotenía que someterse a un régimenalimentario que un mendigo hubieradesdeñado. Sus ingresos eran de unmillón de dólares semanales, perobastaban probablemente dos dólaressemanales para pagar todo lo que podíacomer. Leche acidulada y unas cuantas

galletas eran todo lo que los médicos lepermitían. Su piel perdió el color;parecía viejo pergamino estirado sobresus huesos. Y sólo el cuidado médico, elmejor que el dinero podía comprar,impedía que se muriera a los cincuenta ytres años.

¿Qué había sucedido? Lapreocupación. Las emociones. Lapresión alta y la vida tensa. El hombrese "llevó" literalmente al borde de lasepultura. Incluso a los veintitrés añosde edad, Rockefeller iba ya hacia sumeta con tan sombría determinación que,según los que lo conocían, "nada loponía alegre, salvo la noticia de que

había hecho un buen negocio". Cuandoobtenía grandes beneficios, efectuabauna especie de danza guerrera: tiraba elsombrero al suelo e iniciaba una seriede contorsiones. Pero, si perdía dinero,¡se ponía enfermo! En una ocasión envió40.000 dólares de grano por vía de losGrandes Lagos. Sin seguro. Costabademasiado: 150 dólares. Aquella nochehubo una violenta tempestad en el lagoErie. Rockefeller se preocupó tanto porla posible pérdida del cargamento que,cuando su socio, George Gardner, llegóa la oficina por la mañana, lo encontróallí, paseándose.

-¡Corre! —gritó Rockefeller-. Trata

de contratar el seguro ahora, antes deque sea demasiado tarde... —Gardnercorrió a la compañía y obtuvo el seguro,pero, cuando volvió a la oficina,encontró a John D. en un estado denervios todavía peor que el de antes.Había llegado entretanto un telegrama:el cargamento había sido desembarcadosin que la tempestad lo afectara. YRockefeller estaba más enfermo queantes, porque había "perdido" 150dólares... Estaba tan enfermo que tuvoque irse a casa y meterse en la cama.¡Piensen ustedes! En aquella época, sufirma hacía medio millón de dólares poraño... ¡pero perder 150 dólares lo

afectaba a tal punto que debía meterseen cama!

No tenía tiempo para distraerse,para divertirse, para nada que no fuerahacer dinero y enseñar en la escueladominical. Cuando su socio, GeorgeGardner, compró por 2000 dólares unyate de segunda mano con tres amigossuyos, John D. se horrorizó y se negó asubir a él. Un sábado por la tardeGardner lo encontró trabajando en laoficina y le dijo:

—¡Vamos, John, vente a dar unpaseo en el yate! Te hará bien. Olvídatede los negocios. Diviértete un poco.

John D. lo miró enfurecido.

-George Gardner -le dijo-, eres elhombre más dispendioso que heconocido. Estás dañando tu imagen y tucrédito ante los bancos... y también miimagen. En un abrir y cerrar de ojos nosarruinarás a los dos. No, no subiré a tuyate. ¡Ni siquiera quiero verlo! Y sequedó trabajando en la oficina toda latarde del sábado.

La misma falta de sentido del humor,la misma ausencia de sentido de laperspectiva caracterizaron toda lacarrera de John D. como hombre denegocios. Años después dijo: "Nuncame he acostado sin recordarme a mímismo que mi éxito podía ser sólo

transitorio".Con millones a su disposición jamás

se acostaba sin el miedo de perder sufortuna. No es extraño que lapreocupación quebrantara su salud. Notenía tiempo para el recreo; nunca iba alteatro, ni jugaba a las cartas, ni iba a unafiesta. Hacía sus cuentas todas lasnoches y no podía dormir hasta sabercuánto dinero había amasado durante eldía. Como dijo Mark Hanna, era unhombre loco por el dinero. "Cuerdo enlos otros aspectos, era loco por eldinero."

Rockefeller confesó una vez a unvecino de Cleveland, Ohio, que

"deseaba ser estimado"; sin embargo,era tan frío y receloso que pocaspersonas lo querían. En una ocasiónMorgan se negó a entrar en relacionesde negocios con él. "No me gusta esehombre; no quiero tener con él tratoalguno", dijo. El propio hermano odiabatanto a Rockefeller que hizo retirar loscuerpos de sus hijos de la sepulturafamiliar. "No quiero que nadie de misangre descanse jamás en tierra que seade John D.", declaró. Los empleados ysocios de Rockefeller vivían en santotemor de él. Y aquí está la parte irónica:Rockefeller les tenía miedo; temía quehablaran fuera de la oficina y

"descubrieran los secretos". Tenía tanpoca fe en la naturaleza humana que, enuna ocasión, cuando firmó un contrato dediez años con un refinadorindependiente, hizo prometer a estehombre que no diría nada del asunto anadie, ni a la propia esposa. "Cállese yadministre su negocio". Tal era su lema.

Después, en el pináculo de laprosperidad, con el oro entrando en suscofres como dorada lava del Vesubio, sumundo privado se derrumbó. Libros yperiódicos denunciaban la guerra debarones ladrones de la Standard OilCompany. Denunciaban las maniobrassecretas con los ferrocarriles, el

implacable aplastamiento de todos losrivales.

En los campos petrolíferos dePennsylvania, John D. Rockefeller era elhombre más odiado de la tierra. Fueahorcado en efigie por los hombres quehabía aplastado. Muchos de ellossoñaban con ponerle una soga alrededordel marchito cuello y colgarlo de unarama. Llegaban a su oficina cartas quevomitaban fuego y lo amenazaban demuerte. Tuvo que contratar a una guardiapersonal que lo protegiera de susenemigos. Trató de pasar por alto esteciclón de odio. "Pueden golpearme einjuriarme, siempre que me dejen

despejado el camino", declarócínicamente. Pero descubrió que erahumano, a fin de cuentas. No pudosoportar el odio y la preocupación. Susalud comenzó a ceder. Estaba aturdidoy desconcertado ante este nuevoenemigo —la enfermedad—, que lo atacaba desde adentro. En un principio"ocultó sus indisposiciones" e intentórechazar la idea de que estaba enfermo.Pero el insomnio, la indigestión y lapérdida del cabello —síntomas físicosde la preocupación y el derrumbe— nopodían ser negados. Finalmente losmédicos le dijeron la terrible verdad.Tenía que optar: su dinero y sus

preocupaciones o su vida. Leprevinieron que tenía que retirarse omorir. Se retiró. Pero, antes de que seretirara, la preocupación, la codicia y elmiedo habían causado estragos en susalud. Cuando Ida Tarbell, la másfamosa escritora norteamericana debiografías, lo vio, quedó aterrada. Yescribió: "Hay en su rostro una edadespantosa. Es el hombre más viejo quehaya visto jamás". ¿Viejo? Rockefellerera entonces varios años más joven queel general MacArthur cuandoreconquistó las Filipinas. Pero era talruina física que Ida Tarbell locompadecía. La escritora trabajaba

entonces en un poderoso libro quecondenaba a la Standard Oil y a cuantola Standard Oil representaba y, desdeluego, no tenía motivo alguno paraestimar al hombre que había creadoaquel "pulpo". Sin embargo, declaróque, cuando vio a John D. Rockefellerenseñar en la catcquesis del domingo,buscando ansiosamente una expresióncordial en los rostros que lo rodeaban,"tuve una sensación inesperada y que seintensificó con el tiempo. Me dio pena.Sé que no hay compañía tan terriblecomo la del miedo".

Cuando los médicos se lanzaron a latarea de salvar la vida de Rockefeller,

le fijaron tres normas. Son tres nor-masque él observó al pie de la letra duranteel resto de su vida. Son las siguientes:

1. Evite las preocupaciones.Nunca se preocupe pornada, cualesquiera que seanlas circunstancias.

2. Descanse y haga muchosejercicios moderados alaire libre.

3. Vigile su régimen dealimentación. Deje siemprede comer cuando todavíasienta cierto apetito.

John D. Rockefeller se atuvo a estasnormas y es probable que salvara así suvida. Se retiró. Aprendió a jugar al golf.Trabajaba en el jardín. Hablaba con losvecinos. Jugaba a diversos juegos.Cantaba.

Pero hizo algo más también. DiceWinkler: "Durante los días de tortura ylas noches de insomnio, tuvo tiempopara reflexionar". Comenzó a pensar enlos demás. Dejó finalmente de pensar encuánto dinero podía conseguir ycomenzó a preguntarse cuánta felicidadhumana podría comprarse con esedinero.

En pocas palabras, Rockefeller

comenzó ahora a regalar sus millones.En un principio, la cosa no fue fácil.Cuando ofreció dinero para una iglesia,los pulpitos de todo el país clamaronque era aquel un "dinero manchado".Pero continuó dando. Se entero de queun modesto colegio de las orillas dellago Michigan iba a cerrarse a causa deuna hipoteca. Acudió al rescate, vertiómillones en el colegio y edificó así laahora mundialmente famosa Universidadde Chicago. Trató de ayudar a losnegros.

Dio dinero a universidades negrascomo el Tuskegee College, donde hacíanfalta fondos para continuar los trabajos

de George Washington Carver. Ayudó acombatir la lombriz intestinal. Cuando elDr. Charles W. Stiles, la autoridad enesta materia, dijo: "Cincuenta centavosde medicinas curarían a un hombre deesta enfermedad que causa estragos en elSur, pero ¿quién dará los cincuentacentavos?", fue Rockefeller quien losdio. Gastó millones en combatir lalombriz intestinal y libró al Sur de estaterrible plaga. Y fue todavía más allá.Estableció una gran fundacióninternacional —la FundaciónRockefeller—, destinada a combatir laenfermedad y la ignorancia en todo elmundo.

Hablo con emoción de esto porquequizá deba mi vida a la FundaciónRockefeller. Recuerdo muy bien quecuando estaba en China, en 1932, elcólera hacía estragos en Pekín. Loscampesinos chinos morían comomoscas. Y en medio de. todo ese horrorpudimos acudir al Centro MédicoRockefeller para que nos vacunarancontra la epidemia. Tanto los chinoscomo los "extranjeros" podían acudirallí. Entonces comprendí por primeravez qué hacían por el mundo losmillones de Rockefeller.

En la historia entera no existe nadaque se parezca siquiera remotamente a

la Fundación Rockefeller. Es algo único.Rockefeller sabía que en el mundoentero hay hombres con grandes mirasque inician nobles movimientos. Seemprenden investigaciones, se fundancolegios, los médicos luchan paracombatir una enfermedad ... pero conharta frecuencia toda esa tarea seinterrumpe por falta de fondos. John D.resolvió ayudar a esos pioneros de lahumanidad... no "apoderarse de ellos",pero sí darles dinero y ayudarlos a quese ayudaran a sí mismas. Hoy ustedes yyo podemos agradecer a John D.Rockefeller por los milagros de lapenicilina y por muchos otros

descubrimientos que su dinero ayudó afinanciar. Pueden ustedes dar graciaspor el hecho de que sus hijos ya nocorren el riesgo de morir de meningitis,enfermedad que solía matar a cuatro decada cinco. Y pueden darle gracias porlos avances que hemos hecho en lamalaria y la tuberculosis, la gripeasiática y la difteria, y muchas otrasenfermedades que aún hoy azotan almundo.

Y ¿qué decir del mismoRockefeller? Cuando regaló su dinero,¿conquistó la paz interior? Sí, quedósatisfecho al fin. Alian Nevins declaró:"Si las gentes creen que después de

1900 continuaba preocupándose por losataques contra la Standard Oil, estáncompletamente equivocadas".

Rockefeller era feliz. Habíacambiado tan completamente que no sepreocupaba en absoluto. En realidad, senegó a perder una noche de sueñocuando fue obligado a aceptar la mayorderrota de su carrera.

Esta derrota se produjo cuando laempresa que había edificado, la enormeStandard Oil, fue condenada a pa-gar "lamás cuantiosa multa de la historia".Según el Gobierno de los EstadosUnidos, la Standard Oil era unmonopolio que violaba directamente las

leyes antimonopolistas. La batalla durócinco años. Los mejores cerebrosjurídicos del país libraron una luchainterminable en lo que fue entonces eljuicio contencioso más prolongado detodos los tiempos. Pero la Standard Oilperdió.

Cuando el magistrado KenesawMountain Landis dictó su sentencia, losabogados de la defensa temieron queJohn D. Rockefeller soportara el golpemuy mal. Pero ignoraban por completolo mucho que John D. Rockefeller habíacambiado.

Aquella noche uno de los abogadosllamó por teléfono a su patrocinado. Le

explicó la sentencia con todos losmiramientos posibles y, seguidamente,dijo con prevención:

—Espero que esta sentencia no loafecte, señor Rockefeller. Confío en quedormirá usted bien esta noche... ¿Y elviejo John D.? Con su voz cascadacontestó desde el otro extremo de lalínea:

—No se preocupe, señor Johnson.Pienso dormir muy bien esta noche. Y nose sienta usted tampoco afectado. ¡Buenas noches!

Este era el hombre que una vez tuvoque meterse en la cama porque habíaperdido 150 dólares. Sí, hizo falta

mucho tiempo para que John D. selibrara de las preocupaciones. Era un"moribundo" a los cincuenta y tres añosy ¡vivió hasta los noventa y ocho!

ME ESTABASUICIDANDO

LENTAMENTEPORQUE NO SABIA

COMOTRANQUILIZARME

por PAUL SAMPSON

Hace seis meses me precipitaba porla vida a toda velocidad. Siempre estabatenso, nunca en calma. Cada nochellegaba de mi trabajo a mi casapreocupado y exhausto por la fatiganerviosa. ¿Por qué? Porque nadie mehabía dicho nunca: "Paul, te estásmatando. ¿Por qué no paras un poco?¿Por qué no te tranquilizas?"

Me levantaba de prisa por lasmañanas, desayunaba de prisa, meafeitaba de prisa, iba en mi automóvil ami trabajo como temiendo que el volantese me escapara de entre las manos y

saliera volando por la ventanilla.Trabajaba de prisa, volvía de prisa acasa y por la noche trataba de dormir deprisa.

Acabé en tal estado que fui aconsultar a un famoso especialista enenfermedades nerviosas, de Detroit. Medijo que debía tranquilizarme. Quedebía pensar todo el tiempo entranquilizarme, inclusive cuando estabatrabajando, manejando mi automóvil,comiendo, tratando de dormirme. Medijo que me estaba suicidandolentamente porque no sabía cómotranquilizarme.

Desde entonces he practicado las

maneras de tranquilizarme. Cuando meacuesto por las noches, no trato dedormirme hasta haber relajado micuerpo y mi respiración. Y ahoradespierto por las mañanas descansado...una gran mejoría, porque solía despertarcansado y tenso. Me tranquilizo cuandocomo y cuando manejo mi automóvil.Sin duda, pongo atención frente alvolante, pero manejo con la mente, y yano con mis nervios. El lugar másimportante para tranquilizarme es el demi trabajo. Varias veces por día parotodo lo que es-toy haciendo y hago uninventario de mí mismo para comprobarsi no estoy tenso. Ahora, cuando suena

el teléfono ya no agarro el tubo como sialguien quisiera arrancármelo; y cuandoalguien está hablando conmigo, mesiento muy tranquilo.

¿El resultado? La vida es mucho másplacentera y me siento totalmente librede la fatiga nerviosa y de laspreocupaciones obsesivas.

ME OCURRIÓ UNVERDADERO

MILAGRO

por la señora de JOHNBURGER

La preocupación me había vencidopor completo. Tenía la mente tanconfusa que no veía el menor rayo dealegría en la vida. Tenía los nervios tantensos que no podía dormir por lasnoches ni tranquilizarme durante el día.Mis tres hijos, muy pequeños, estabandispersos, viviendo con parientes. Mimarido, recién salido del serviciomilitar, estaba en otra ciudad tratando deestablecer se como abogado. Y yo sentíatodas las inseguridades y temores delperíodo de la posguerra.

Estaba amenazando la carrera de mimarido, las posibilidades de que mishijos iniciaran una vida normal y feliz.También estaba amenazando mi propiavida. Mi marido no podía encontrar unacasa y la única solución era construiruna. Todo dependía de que yo mejorara.Cuando más me esforzaba por lograrlo,tanto mayor era mi miedo al fracaso.Entonces nació en mí el terror deenfrentar cualquier responsabilidad. Yano confiaba en mí misma. Me sentíacomo un fracaso total.

En el peor momento, cuando ya noparecía haber ayuda para mí, mi madrehizo algo que nunca olvidaré ni dejaré

de agradecer. Me impulsó a luchar. Meechó en cara que hubiera renunciado,que hubiera perdido el dominio de misnervios y de mi mente. Me dijo que merendía en vez de enfrentar mi situación,que huía de la vida en vez de vivirla.

A partir de ese día empecé a luchar.Ese mismo fin de semana dije a mispadres que podían volverse a su casa,porque estaba dispuesta a actuar. Hicelo que hasta entonces me parecíaimposible: me quedé a solas parahacerme cargo de mis dos hijosmenores. Empecé a dormir bien, acomer mejor. Mi ánimo mejoró. Unasemana después, cuando mis padres

volvieron para visitarme, meencontraron planchando ropa y cantando.Tenía una sensación de bienestar porquehabía empezado a librar una batalla yestaba ganando. ¡Nunca olvidaré esalección! Si una situación pareceinsuperable, hay que hacerle frente.¡Empezar a luchar! ¡Sin rendirse!

A partir de entonces me esforcé portrabajar, por perderme en mi trabajo.Por fin reuní a todos mis hijos y meinstalé con mi marido en nuestro nuevohogar. Resolví que mejoraría lo bastantepara ofrecer a mi encantadora familiauna madre fuerte y feliz. Me puse aplanear cosas para nuestro hogar, para

nuestros hijos, para mi mando, paratodo... salvo para mí misma. Estabademasiado ocupada para pensar en mí.Fue entonces cuando ocurrió elverdadero milagro.

Me sentí cada día más fuerte.Despertaba con la dicha del bienestar, ladicha de planear el nuevo día que teníapor delante, la dicha de vivir. Y aunquela depresión se insinuaba en algunosmomentos, sobre todo cuando mecansaba, me decía que no debía pensar orazonar conmigo misma en esosmomentos... y poco a poco fueron menoshasta desaparecer por completo.

Ahora, un año después, tengo un

marido feliz y exitoso, una casa hermosay puedo trabajar dieciséis horas por día,y tengo tres hijos hermosos, saludables.¡Y yo misma tengo paz mental!

COMO BENJAMÍNFRANKLIN

DOMINO LAPREOCUPACIÓN

Carta de Benjamín Franklin a JosephPriestley que, invitado a actuar como

bibliotecario para el conde deShelburne, pidió consejo a Franklin. Ensu carta, Franklin explica su métodopara resolver problemas sinpreocuparse.

Londres, 19 de setiembre de 1772Estimado señor:Ante un asunto de tan grande

importancia acerca del cual mesolicitáis consejo, no puedo, por falta desuficientes elementos de juicio,aconsejaros qué resolver, pero si osplace os diré cómo. Cuando se presentancasos tan difíciles como el vuestro, sondifíciles sobre todo porque mientras losanalizamos no están presentes en nuestra

mente todas las razones en pro y encontra. Pero en ocasiones varias de ellasse nos presentan, para dejar lugar a otrascuando desaparecen. Ello explica lassucesivas resoluciones o actitudes que,alternativamente, nos dominan, y laincertidumbre que nos mantieneperplejos.

Para solucionar esto, acudo alrecurso de trazar una línea en una hojade papel para dividirla en dos columnas.Sobre una de ellas escribo A favor,sobre la otra, En contra. Después,durante tres o cuatro días de reflexión,escribo bajo los diferentes títulossugerencias de los motivos que en

momentos diferentes se me ocurren afavor o en contra de mi resolución.Cuando los he reunido todos, emprendola tarea de sopesar su respectivaimportancia, y cuando encuentro dos(uno a cada lado) que parecen iguales,los suprimo. Si encuentro un motivo afavor igual a dos en contra, suprimo lostres. Si juzgo que dos motivos a favorson iguales a unos tres en contra,suprimo los cinco. Y procediendo asípuedo descubrir dónde reside elequilibrio. Y si tras un día o dos denuevas reflexiones nada ocurre deimportancia a uno u otro lado, llego auna resolución de acuerdo con eso. Y

aunque el peso de los motivos no puedecalcularse con la precisión de lascantidades algebraicas, cuando cada unode ellos puede ser analizado por símismo y el conjunto se muestra ante mí,creo que soy capaz de juzgar mejor y esmenos probable que tome una resoluciónapresurada. Y en verdad me ha sido degran utilidad esta suerte de ecuación enlo que podría llamarse un álgebra moralo prudencial.

Deseando sinceramente que podáisresolver lo mejor, os saludo, miestimado amigo, con todo mi afecto...

Ben Franklin

ESTABA TANPREOCUPADA QUE

NO PROBÉBOCADO DURANTEDIECIOCHO DÍAS

por KATHRYNE HOLCOMBEFARMER

Hace tres meses estaba tanpreocupada que no dormí durante cuatrodías y cuatro noches; y no probé bocadodurante dieciocho días. Hasta el olor de

la comida me provocaba náuseasviolentas. No encuentro palabras paradescribir la angustia mental que soporté.Me pregunto si el infierno tiene torturaspeores que las que sobrellevé. Me sentíaa punto de enloquecer o de morir. Sabíaque era imposible seguir viviendo deese modo.

El cambio decisivo ocurrió en mivida el día en que me dieron un ejemplarde este libro. Durante los últimos tresmeses he vivido prácticamente con estelibro, estudiando cada página, tratandocon desesperación de encontrar unnuevo modo de vida. El cambio que seprodujo en mi perspectiva mental y en

mi estabilidad emocional es casiincreíble. Ahora soy capaz de librar lasbatallas de cada día que transcurre.Ahora comprendo que antes, lo que mellevaba al borde de la locura no eran losproblemas de hoy, sino la amargura y laansiedad por algo que había ocurridoayer o que el temor me hacía preverpara mañana.

Pero ahora, cuando me descubropreocupándome por algo, me detengo deinmediato y comienzo a aplicar algunode los principios que he aprendidoestudiando este libro. Si siento latentación de angustiarme por algo quedebe ser hecho hoy, lo hago de

inmediato para expulsarlo de mi mente.Cuando me veo ante la clase de

problemas que solían llevarme al bordede la locura, con toda calma procuroaplicar la técnica de tres pasos descritaen el Capítulo 2 de la Primera Parte.Primero: me pregunto qué es lo peor quepuede ocurrir. Segundo: trato deaceptarlo mentalmente. Tercero: meconcentro en el problema y analizocómo puedo mejorar lo peor que yaestoy dispuesta a aceptar... si es quedebo hacerlo.

Cuando me descubro preocupadapor algo que no puedo modificar —yque no deseo aceptar— me detengo y

repito esta plegaria:Dios, dame la serenidad para

aceptar las cosas que no puedo cambiar,el coraje para cambiar las cosas quepuedo alterar, y la sabiduría paradiscernir la diferencia.

Desde que leí este libro, tengo lagenuina experiencia de un nuevo yglorioso modo de vida. Ya no permitoque la ansiedad destruya mi salud y mifelicidad. Duermo nueve horas pornoche. Disfruto de la comida. Se halevantado el velo que me cubría losojos. Ahora puedo ver la belleza delmundo que me rodea y gozar de ella.Doy gracias a Dios por la vida y por el

privilegio de vivir en un mundo tanmaravilloso.

Le sugiero que también usted leaeste libro; que se lo lleve a la cama; quesubraye las partes relacionadas con susproblemas. Estúdielo; úselo. Pues esteno es un "libro de lectura" en el sentidocorriente; está escrito como un "libro deguía"... ¡hacia un nuevo modo de vida!