Cómo se escribían los sermones en el Siglo de Oro. Apuntamientos ...

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CRITICÓN, 84-85, 2002, pp. 101-122. Cómo se escribían los sermones en el Siglo de Oro. Apuntamientos en algunas homilías de la Circuncisión de Nuestro Señor Jean Croizat-Viallet LEMSO, Universidad de Toulouse-Le Mirail LA ANTECÁMARA DEL PULPITO En estas páginas nos proponemos estudiar la oratoria sagrada desde la perspectiva de su fabricación, a partir de una selección de sermones publicados entre 1577 y 1645 que tratan del mismo tema: la Circuncisión de Nuestro Señor. Este tema no es, ni mucho menos, el más difundido entre los asuntos tratados por los predicadores del Siglo de Oro. Quizás esta escasez relativa nos permita destacar unos cuantos hechos notables, que puedan servir de base para un estudio más amplio de la oratoria áurea. El objetivo final es entender mejor en qué consistía la labor del predicador, teniendo en cuenta su formación universitaria y pastoral, y las condiciones precisas en las que pronunciaba su sermón. Considerar los sermones como textos en los que se puede intuir el proceso mismo de su fabricación plantea, desde un principio, un problema de método y postula una manera de leer específica. Con un poco de perspicacia crítica, podemos descubrir, en los sermones seleccionados, y que conocemos hoy bajo su forma publicada (es decir, como textos definitivos o definitivamente cerrados), los elementos discursivos que evidencian el proceso de fabricación del sermón dentro del sermón, y manifiestan también la conciencia irónica a veces, del que lo ha elaborado. En otras palabras, podemos leer los sermones en cuanto son textos que dejan transparentar en su misma escritura la historia de su creación, las lecturas, las dudas de su autor, sus preferencias estilísticas y también su ideología. Todas estas circunstancias reunidas en el sermón tienen cabida en el studium del predicador, en la antecámara del pulpito, donde medita el tema y los medios pertinentes para su predicación.

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CRITICÓN, 84-85, 2002, pp. 101-122.

Cómo se escribían los sermonesen el Siglo de Oro.

Apuntamientos en algunas homilíasde la Circuncisión de Nuestro Señor

Jean Croizat-VialletLEMSO, Universidad de Toulouse-Le Mirail

L A A N T E C Á M A R A D E L P U L P I T O

En estas páginas nos proponemos estudiar la oratoria sagrada desde la perspectivade su fabricación, a partir de una selección de sermones publicados entre 1577 y 1645que tratan del mismo tema: la Circuncisión de Nuestro Señor. Este tema no es, nimucho menos, el más difundido entre los asuntos tratados por los predicadores delSiglo de Oro. Quizás esta escasez relativa nos permita destacar unos cuantos hechosnotables, que puedan servir de base para un estudio más amplio de la oratoria áurea. Elobjetivo final es entender mejor en qué consistía la labor del predicador, teniendo encuenta su formación universitaria y pastoral, y las condiciones precisas en las quepronunciaba su sermón.

Considerar los sermones como textos en los que se puede intuir el proceso mismo desu fabricación plantea, desde un principio, un problema de método y postula unamanera de leer específica.

Con un poco de perspicacia crítica, podemos descubrir, en los sermonesseleccionados, y que conocemos hoy bajo su forma publicada (es decir, como textosdefinitivos o definitivamente cerrados), los elementos discursivos que evidencian elproceso de fabricación del sermón dentro del sermón, y manifiestan también laconciencia irónica a veces, del que lo ha elaborado. En otras palabras, podemos leer lossermones en cuanto son textos que dejan transparentar en su misma escritura la historiade su creación, las lecturas, las dudas de su autor, sus preferencias estilísticas y tambiénsu ideología. Todas estas circunstancias reunidas en el sermón tienen cabida en elstudium del predicador, en la antecámara del pulpito, donde medita el tema y losmedios pertinentes para su predicación.

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Nuestro estudio será, pues, un ensayo de génesis textual: en un primer momento, serecordará el sistema general de las fuentes utilizadas por los oradores sacros, quecompartían todos la voracidad erudita áurea1; en un segundo momento, se centrará elanálisis sincrónico de los sermones elegidos a modo de ilustración particular. Vayamospues por partes, distinguiendo, en las varias fuentes utilizadas por el predicador, entrelas «clásicas» (comentarios y sermones) y las constituidas por herramientas como lasconcordancias y los excerpta.

Las fuentes clásicas: los comentarios y los sermones

El sermón es la explicación o exégesis de un texto bíblico, en la que han deprevalecer la preocupación doctrinal y la buena inteligencia de la palabra evangélica. Eltema de la homilía viene impuesto por el año litúrgico.2 Por eso, todos los sermones dela Circuncisión de Nuestro Señor manan de la misma fuente, una escueta perícopa delEvangelio de san Lucas.3 Esta primera «capa» textual fue comentada a lo largo de lossiglos, de tal forma que su sentido teológico, o por decirlo así, su verdad doctrinal,queda totalmente esclarecida y asentada. El predicador áureo no hace sino repetir unamisma y única interpretación del texto bíblico y, por lo tanto, su capacidad deinvención se ve limitada. A lo sumo tiene que combinar con esmero y primor los variossentidos autorizados que entraña la perícopa.4 Para ello, se puede valer de loscomentarios de los Padres de la Iglesia sobre el Evangelio de san Lucas, pero tambiénlos tratados y comentarios escolásticos.

También y quizás sobre todo, puede echar mano de la nutridísima biblioteca desermones publicados, desde las homilías de los Doctores de la Iglesia, hasta lossermones de san Bernardo, de san Vicente Ferrer o del beato Alonso de Orozco, por darejemplos bien conocidos y más cercanos a nuestros textos. La lista no se acaba conestos últimos nombres ya que la vuelta del tiempo litúrgico trae cada año más y mássermones. Es fácil imaginar, pero imposible desentrañar, la tupida red deintertextualidad que se adivina en el sermón, desde la conspicua práctica de la cita hastael plagio descarado. Si es escritor concienzudo, el predicador áureo editor de sussermones pone en el margen las referencias bibliográficas de la cita, la cual reproduceen letra itálica en el cuerpo del texto. A continuación, la traduce o la parafrasea enromance porque, en la mayoría de los casos, se trata de citas en latín.

Sería un error de interpretación considerar que lo importante para él es hacer gala desu erudición. En realidad, las referencias no son más que la denominación de origen delmaterial utilizado. Van dirigidas a los futuros predicadores que las aprovecharán a su

1 Remito el lector al sugestivo artículo de Géal, 1998.2 Entendemos sermón en el sentido estricto de homilía, a saber un texto que expone la letra del Evangelio

del día litúrgico y lo comenta. Incluso cuando le toca al predicador tratar de un tema distinto impuesto porlas circunstancias, como las exequias de una persona principal, debe respetar la lectura evangélica. En estecaso, todo su arte consiste en establecer una concordancia entre el acontecimiento y el texto bíblico.

3 Una perícopa es un extracto de las Escrituras que constituye una unidad de sentido.4 La afirmación de que existe una sola lectura autorizada del texto bíblico no excluye en absoluto que

sean varios los sentidos que se puedan hacer de dicho texto. Conocidas son las categorías clásicas de loscuatro sentidos, el sentido literal, el espiritual, el tropológlco y el anagógico. Véase, Cerdan, 2000, p. 91,nota 12.

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vez para elaborar otro sermón. Son como el andamiaje textual, el esqueleto de unsermón predicable. Lo demás, que no es lo de menos, depende del talento literario delartífice quien deberá componer su sermón partiendo de los mismos elementos peromodificando su disposición.

Las concordancias

A la serie inacabable de comentarios y sermones conviene añadir dos fuentes que,por ser herramientas vinculadas con la memoria, remiten directamente al modusscribendi del predicador áureo. Nos referimos a las concordancias bíblicas, y a losexcerpta. Las concordancias de la Biblia hacen dialogar la perícopa de san Lucas conotros lugares del texto sagrado. No son comentarios, sino índices léxicos y temáticosque recogen los lugares de la Biblia donde aparecen las mismas palabras o conceptos.5

En el caso que nos ocupa, la palabra circuncisio, por ejemplo, proporciona alpredicador todos los lugares donde dicha palabra aparece, con lo cual puede establecerparalelos, formar símiles y aducir comparaciones entre el texto a comentar y los lugaressegundarios en cuestión, sea el libro del Génesis, el Levítico, o la Epístola a los Gálatas.Es de subrayar que la intertextualidad primera, notificada por la concordancia, seramifica a su vez en otras posibles concordancias, ya que los lugares segundariosremiten a hechos, conceptos e imágenes que los entroncan con lugares terceros, y éstoscon lugares cuartos y quintos, de tal forma que la lectura intratextual de los libros de laBiblia es circular e inacabable.

Tal y como las estamos presentando, las concordancias parecen una herramientapuramente retórica y su consulta sirve para adornar el sermón con cultas referenciasbíblicas o para enhebrar dos pasajes bíblicos. En realidad, las concordancias se ciñen ala forma peculiar que tiene la Iglesia de leer las Escrituras. Su razón de ser no es de tiporetórico, sino interpretativo. La Iglesia afirma que el Viejo Testamento encierra bajo laforma de figuras, la verdad revelada en el Nuevo Testamento. Según esta lecturatipológica, los tres días que pasó Joñas en el vientre de la ballena (Jon 2, 1-11)prefiguran los tres días que pasó Jesucristo en el sepulcro antes de resucitar. La vara deArón que florece milagrosamente (Núm 17, 16-24) es figura de la concepción virginalde la Virgen. Del mismo modo, la circuncisión de Jesucristo se interpreta como laprefiguración del bautismo cristiano, o como una anticipación de la Pasión.

Con las concordancias, el predicador dispone, pues, de suficientes argumentos olugares teológicos para construir su sermón, entablando un diálogo entre varios textosbíblicos que se explican y comentan mutuamente. Puede asimismo cruzar los textos deleje horizontal (los comentarios y sermones que glosan, en nuestro caso, el texto de sanLucas), con el eje vertical de las concordancias, que arranca de los libros del AntiguoTestamento hasta los últimos libros del Nuevo Testamento.

En todo caso, es de recalcar que el modus scribendi del predicador vienedeterminado por un modus legendi cuyas reglas y prácticas aprendió en las facultadesde teología. Fuerte es la tentación de afirmar que el movimiento inverso que va de la

5 El Diccionario de Autoridades define la palabra «concordancias» como: «las tablas de lugaressemejantes en razones o dicciones, como son las concordancias de la Biblia».

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escritura a la lectura, también tiene su importancia en lo que respecta a los sermones.6

En efecto, el orador áureo lee para escribir, y escribe para un público avezado al códigode lectura tipológica imperante, el cual tiene poco que ver con nuestras modernasprácticas de lectura. A nuestro entender, gran parte del placer que producía lapredicación entre los oyentes cultos dependía de su familiaridad con estas prácticas deescritura y lectura.

Los «excerpta»

La cultura moderna ha arrinconado de forma quizás definitiva el continuado diálogoentre el lector y el escritor, transformando aquél en puro consumidor de un productodesechable. Casi nadie, exceptuando el intelectual de profesión, lee con la pluma en lamano y mantiene esta nutritiva relación que vincula la lectura con la escritura. Elintelectual del Siglo de Oro entablaba tres formas de diálogo íntimo y fructífero con ellibro: los marginalia, notas garabateadas en el margen de los ejemplares de su librería;las annotationes, numeradas y recopiladas en cuadernos, que siguen paso a paso eltexto; y por fin, los excerpta que son como los «morceaux choisis» de la lecturainteligente y fina.7 George Steiner explica la diferencia entre los dos primeros actos delectura activa: los marginalia son la respuesta inmediata y libre al texto leído. Son elresultado de un acto intelectual y afectivo que dialoga con el texto escrito, mientras quelas annotationes son notas aclaratorias.8 Ambos ejercicios forman parte del quehacernormal del intelectual del Seiscientos, sea cual sea su formación universitaria. El terceracto de lectura no es ni una respuesta ni un comentario al texto sino una apropriación,un honroso latrocinio hecho con el fin de reutilizar las citas en otro texto. Los excerptason florilegios de pasajes que el predicador ha ido coleccionando desde sus años deestudiante. Suelen ser sentencias morales espigadas en los libro- >acros, y destinadas aalimentar las consideraciones tropológicas del sermón.9

Una paradoja insoluble hace que estos florilegios sean fruto de las lecturaspersonales del predicador, y al mismo tiempo, el rasgo más estereotipado de su modusscribendi. En el capítulo XIII de la Retórica eclesiástica en el que trata de la manera deadornar el sermón, Fray Luis de Granada da estos consejos al predicador novel:

El primer trabajo consiste en hallar lo que digas. A cuyo hallazgo o invención contribuirán elcaudal y tesoro de sentencias recogido de antemano; [...] y a más de esto, [haz] una diligente yestudiosa lección, con lo cual se acrecientan los tesoros de la invención.10

6 Como lo subraya Pelletier, 1996, p. 108, la tipología no nace de la nada, sino que es un hecho patenteen la redacción misma de la Biblia hebraica: «[...] la tipología no es sólo un modo de lectura, sino realmenteun principio de escritura» («La typologie [...] est non seulement un mode de lecture, mais véritablement unprincipe d'écriture»). La traducción es nuestra.

7 La expresión francesa morceaux choisis indica que los extractos copiados son el resultado de unaelección exquisita hecha con fruición por el lector.

8 Steiner, 1997, pp. 18-19.9 La abundante producción de polianteas en el Siglo de Oro ha sido estudiada por Cerdan, 1987, por

Infantes, 1988, y por López Poza, 1990. Remito asimismo a la edición de Trece por docena de Valentín deCéspedes, 1998.

1 0 Retórica eclesiástica, Libro seis: De la acción o pronunciación y de otras ciertas ayudas para predicar,p. 639. La Retórica eclesiástica se publicó por primera vez en latín en 1576.

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El autor alude a la memoria fértil que acumula un tesoro de citas cogidas «in utraquelectione», es decir, en la Biblia y la Patrística. El estudiante las va apuntando en uncuaderno pequeño que puede llevar consigo. Cuando vuelve a su studium, copia yordena suo loco las citas del cuaderno en un fichero que consta de un índice alfabético ytemático. De esta forma, cada sentencia entra en una categoría y se le asigna un títulocomo: Avarüia, Mors o Peccatum. Fray Luis de Granada confiesa que fue éste elmétodo que utilizó para confeccionar su propio florilegio:

Todo lo que, en ambas lecturas, se presentaba digno de ser notado, yo lo copiaba al pie de laletra para ponerlo posteriormente en su lugar en el fichero de lugares comunes y para, de estaforma, encontrar la cita con más facilidad, cuando fuera necesario.11

El fichero manuscrito es un grueso in-folio rubricado de uso restringido, a no serque, como lo hizo Fray Luis de Granada, el autor decida publicarlo. Es así como lo queera fruto de un trabajo personal se convierte en patrimonio común de los predicadores.La dedicatoria de la Silva locorum de donde hemos sacado la cita anterior, insistemucho en la finalidad utilitaria de estos índices: sirven para escribir sermones ynutrirlos de citas selectas. Existe, de hecho, un amplio abanico de libros de citas ylugares comunes de que se puede valer el orador para la elaboración de su sermón.Estos manuales proporcionan la gran mayoría de las fuentes identificables de la oratoriay son el reflejo de una práctica de escritura que se extiende a los sermonarios editados,ya que éstos también constan de tablas copiosas de sentencias y otras cosas notables.

Nuestro recorrido por la antecámara de la homelística no sería completo sin otroinstrumento incomparable que es la misma memoria del predicador sacro: esta memoriaque no ocupa lugar y es ni más ni menos que la familiaridad renovada a diario con laliturgia y los oficios de la Iglesia Católica, sus oraciones, sus himnos, sus cánticos y sussecuencias.^ Ésta es quizás la fuente menos visible de todas las que hemos citado hastaahora, y a buen seguro, una de las más activas y presentes en los sermones.13 Alcompartir con el predicador la misma cultura religiosa, el público escuchaba el sermóncon renovado interés y podía apreciar las perfecciones de su composición. Reconocía lasalusiones, percibía ecos lejanos de liturgias, recordaba cánticos, identificaba por decirloasí, referencias omnipresentes que son como el tejido conjuntivo de todos lossermones.1''

11 Silva locorum..., Dedicatoria al inquisidor de Toledo, Antonio Zapata Mendoza: «Quicquid vero ¡nutraque lectione notatu dignum ocurrisse, litteris consignabam, quae postea in comunes locos suo ordinereponerem, quo facilius, cum esset opus, invenirem».

12 Las secuencias son oraciones en prosa o versificadas que se cantan después de la lectura de la Epístola.El Dies iríB atribuido a Tomás de Celano es una secuencia de la misa pro defunctís.

1 3 Para un acercamiento a la influencia del ritual católico sobre una obra literaria, remito al estudiopionero de Philippe Sellier, quien estudia la tragedia de Jean Racine Phèdre a partir de las reminiscencias delDies irte que afloran en esta tragedia. Véase Sellier, 1979.

14 Al mismo tiempo, percibía sutiles consonancias entre la predicación y la celebración de la misa. Laconfiguración del templo, los objetos del culto, los cuadros y las imágenes tal vez ayudaran a hacer delsermón predicado lo que la lectura silenciosa es incapaz de restituir: un acto de comunicación completo quepostula la participación intelectual y afectiva del oyente y en el que éste percibe en cada momento su carácterritual o sagrado.

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Como acabamos de ver, la intertextualidad obsesiva de la oratoria áurea no es puroalarde de erudición sino herramienta y técnica para elaborar discursos. Como muchostextos producidos en gran escala en el Siglo de Oro, el sermón es el resultado de unaescritura codificada y estereotipada.15 No pretende ser original ni en la forma ni en elfondo, sino más bien en la dispositio, en la renovada combinación de elementosconocidos de antemano. Por esencia, y por exigencia litúrgica también, el sermón es untexto reciclable.16 Para confirmar esta afirmación, conviene ahora acudir ahora a lostextos que hemos seleccionado.

L A S H O M I L Í A S D E L A C I R C U N C I S I Ó N D E N U E S T R O S E Ñ O R

Y S U C O N T E X T O

Los ocho sermones que hemos utilizado para este estudio fueron publicados entre1577 y 1614. El primero es de Fray Luis de Granada.17 Vienen luego en el ordencronológico de su publicación: un sermón de Juan de Luna, publicado en 1608; dossermones de Alonso de de Cabrera, publicados en 1609; dos sermones del obispoastorgano Antonio de Cáceres y Sotomayor, publicados en 1611; dos sermones deldominico Baltasar Arias, publicados en 1614.

También echaremos mano de dos sermones del jesuita Manuel de Nájera, de 1645,que forman un grupo aparte, ya que el primero fue predicado ante el rey Felipe IV en elColegio Imperial de Madrid el mismo año de su publicación, y el otro en la casa profesade la Compañía, estando «patente el Santísimo».18 Las circunstancias exactas de estasdos últimas predicaciones nos servirán para matizar los resultados de nuestro análisissincrónico.

La coincidencia temporal de la mayoría de los sermones estudiados habría podidojustificar una contextualización que tuviera en cuenta la situación de España en losprimeros años del reinado de Felipe III. No lo hemos hecho porque creemos que, en estecaso, resulta arriesgado interrelacionar, con alguna posibilidad de acierto, laproducción de unos sermones de un solo tema con la época en que fueron escritos. Laprincipal razón es que dichos sermones repiten el mismo fondo doctrinal, sin que laspreocupaciones circunstanciales del público sean, en algún modo, perceptibles en ellos.Su enseñanza moral consiste en algunas recomendaciones y amonestaciones generalesque valen para cualquier época. Bien es verdad que este contenido podría versenotablemente modificado por acontecimientos importantes como una victoria militar, ola muerte del rey. En el caso que nos ocupa, una feliz coyuntura hizo que, entre 1608 y1614, no pasó nada digno de ser mencionado en los sermones de la Circuncisión. Quizáesta bonanza circunstancial permita entender mejor y sin peligro de interferencias,cómo trabajaba el predicador en el ejercicio normal de sus funciones.

15 Es el caso, por ejemplo, de las dedicatorias, censuras y aprobaciones que adornan los sermonarios quehemos consultado. Véase Cayuela, 1996.

16 Pese al carácter decididamente técnico del vocablo, mantenemos la metáfora: el sermón puededescomponerse en unidades de sentido, en lugares comunes aprovechables para confeccionar otros sermones.

17 Concionum de Tempore, quatuor volumina: I, de Adventu usque ad quadragesimam, publicado en1577 por la imprenta de Plantino. Desconocemos la fecha de la primera traducción al castellano, pero esprobable que sea de la última década del Quinientos.

18 Es decir, Jesucristo sacramentado o la hostia consagrada y presentada en la custodia.

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Aun así, no negamos que un sermón sea de un tiempo y un lugar. Fue pronunciadoen un templo preciso, ante un público determinado, con el fin de despertar la devocióny fortalecer la fe de los oyentes. La función pragmática del sermón incide, pues, deforma notable en su elaboración, ya que no es lo mismo escribir un sermón si se sabeque lo va a escuchar el rey, que para una parroquia de Madrid. Hasta tal punto que sepodría afirmar que la inscripción de cada sermón en su contexto particular de elocuciónllega a ser un elemento decisivo a la hora de acercarse a la oratoria sagrada como unade las formas de expresión, o como caja de resonancia de la sensibilidad religiosa de losespañoles del Siglo de Oro.

¿Por dónde empezar?

Como cualquier homilía, el sermón de la Circuncisión de Nuestro Señor tiene querespetar una serie de reglas impuestas. Lo que nos interesa aquí es ver cómo lospredicadores las aplican en sus textos, cada uno a su manera. Para entender esteproceso, no hemos encontrado mejor método que imaginar las pautas que unpredicador podía seguir para escribir su sermón. Ahora bien, tenemos que hacer laadvertencia siguiente: el orden que hemos seguido no se corresponde con ningunasituación real, ni pretende reconstituir el modus scribendi de todos y cada uno de losautores citados en este artículo.

La primera obligación del predicador es explicar el texto evangélico. La festividad dela Circuncisión de Nuestro Señor se celebra ocho días después de la Natividad y estávinculada con la festividad del Dulcísimo Nombre de Jesús. Esta unión procededirectamente de san Lucas, el único evangelista que refiere este acontecimiento. He aquíel versículo, fuente de todos nuestros sermones:

Cuando se hubieron cumplido los ocho días para circuncidar al Niño, le dieron el nombre deJesús, impuesto por el ángel antes de ser concebido en el seno.19

El sentido literal del versículo se puede descomponer en tres secuencias: el rito de lacircuncisión propiamente dicho, presentado como un precepto de la ley mosaica; luegoviene la imposición del nombre Jesús al recién nacido; por fin, un tercer elementorompe la secuencia cronológica y recuerda que la elección del nombre Jesús responde auna decisión divina tomada y manifestada a José y María por el ángel.

Tan escaso material narrativo no promete mucho, si lo comparamos con otrosepisodios de la infancia de Jesús. En primer lugar, María y José no desempeñan ningúnpapel relevante, y tampoco se cuenta mucho de la ceremonia, presentada de maneramuy elusiva. Esta imprecisión no había escapado al teólogo Francisco Suárez, quien, enfechas muy cercanas a las de la elaboración de los sermones que nos ocupan, restableceuna cohesión narrativa ausente del texto bíblico:

Aunque el Evangelista, hecha mención del día señalado para la circuncisión, parece pasar a laimposición del nombre y no afirma expresamente que Cristo fue circuncidado, sin embargo elverdadero sentido de aquel lugar es: después que hubieron pasado ocho días, esto es, después

19 Le 2, 21: «Et postquam consummati sunt dies octo, ut circumeideretur, vocatum est nomen eius Jesús,quod vocatum est ab angelo, priusquam in utero conciperetur»

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que llegó el octavo día señalado para la circuncisión de los niños, y después que el niño fuecircuncidado, le fue impuesto el nombre de Jesús.20

La glosa de Francisco Suárez es interesante no por su pertinencia exegética, sino porquepropone tres posibles consideraciones para el predicador. Primero, justifica el que serepresente la circuncisión del niño Jesús con los detalles y adhérentes que se puedenpintar. Luego, insiste en el carácter ritual de la ceremonia judía, lo que plantea nospocas dudas en cuanto a su significado en el caso del niño Dios. Por fin, reafirma elvínculo un tanto enigmático entre la circuncisión de Jesús y la imposición de sunombre.21 Estas tres consideraciones no constituyen ningún orden para el predicador.Tan sólo es un posible guión argumentativo y temático del que se puede valer.

Veamos cómo los predicadores tratan el primer punto sugerido por Francisco Suárezen sus sermones: la ceremonia de la circuncisión. Dadas las dimensiones de esteartículo, tan sólo haremos algunas referencias a los dos puntos siguientes.

En el portal de Belén: un apunte iconográfico

El exegeta Juan Gutiérrez de Estremara pinta la escena con un boato poco acordecon la humildad y soledad del portal navideño que es, según venerable tradición, ellugar donde se hizo la circuncisión:

A esta solemnidad se hallaron presentes Jesús [sic], María y José, los judíos y los parientes dela Madre Virgen, los cuales circuncidaron al niño, como era mandado en la Ley y usado entreellos desde el tiempo de Abram, y llamáronle Jesús.22

En todos los sermones, la imaginación suple el silencio textual de la perícopa o sigueel ejemplo de los pintores que representaron la escena. Frente a escasos artistas queambientan la ceremonia en el portal de Belén23, son muchos los que sitúan la ceremoniaen un templo. Hacia 1530, Joan de Joanes pintó el Retablo de la Trinidad, encargo delgremio de los pelaires, para la parroquia valenciana de san Pedro mártir y san Nicolásobispo. En este retablo representó en su tabla central al mohel del templo de Jerusalén,sentado en una mesa cubierta de un mantel blanco. Está circuncidando al niño Jesúscon la presencia de María y José y siete personas más. Las tres tablas de la predelarepresentan la Anunciación, el Nacimiento y la Adoración de los reyes magos. A amboslados de la tabla central, el pintor representó también, en tablas simétricas, a los santos

2 0 Francisco Suárez, Obras, Disputatio XV, Del misterio de la Circuncisión, p. 419.2 1 Desde fechas muy remotas, la liturgia asocia los dos acontecimientos, lo que explica que los sermones

constan generalmente de dos partes: la explicación del rito de la circuncisión y la consideración del nombrede Jesús. Esta imposición litúrgica exige de parte del predicador cierta habilidad que no todos dominan.Otros, sencillamente, renuncian a enhebrar en el mismo sermón las dos consideraciones y proponen dossermones distintos.

2 2 Juan Gutiérrez de Estremara, Libro de las grandezas del nombre de jesús, p. 241. Sobre la iconografíade la Circuncisión, remitimos a la útilísima guía de Suchet-Duchaux y Pastoureau, 1994, pp. 92-93.

2 3 Es el caso de Francisco Rizi, en un lienzo fechado en 1673. Rizi sitúa la ceremonia en el portal deBelén, con gran concurso de pastores, mujeres y acólitos. Un rabino lleva al niño Jesús en sus rodillas,mientras que un acólito arrodillado se dispone a cortar el prepucio (Catálogo de la exposición: Colección depintura antigua española y flamenca de los siglos xvi y xvn, 1999).

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apóstoles, a santos mártires, santos varones y santas vírgenes, todos con inscripcionesque aluden a la imposición del nombre Jesús.24 En las mismas fechas, el pintor flamencoAdriaen Isenbrant representó la escena en el cuadro La Virgen de los Siete Dolores.25 Ellienzo del pintor flamenco se ambienta también en un templo, pero la tabla pertenece ala iconografía de la Dolorosa, mientras que los sermones de la Circuncisión hacenhincapié en el niño Jesús. Aun así, varios motivos adyacentes, y fácilmente deduciblesdel contexto permiten imaginar paralelos entre los dos. En efecto, la circuncisiónaparece siempre como un acto doloroso. Todos los sermones dramatizan el sufrimientodel niño e invitan a compadecerse de él, en compañía de la Virgen y de san José.26 Sirvael sermón de la Circuncisión de Luis de Granada como primer eslabón de una serietemática con incontables reescrituras:

¡Qué sintió la Virgen cuando vio correr el cuchillo o navaja por la carne del niño tan querido!¡Con cuánto dolor de sus entrañas, con cuántas lágrimas de sus ojos se esforzaría por acallar asu hijo, juntándole a su rostro y poniéndole en la boca el pecho! ¿Qué sentiría el santo José,que fue por ventura el ministro de esta circuncisión? ¡Con cuánta compasión ejercitaría esteoficio, viendo por una parte correr la sangre del niño, y por otra las lágrimas de la madre, loscuales él tanto amaba!27

Treinta años después, Alonso de de Cabrera, con escasas modificaciones, injerta elexcerptum de Granada en su propio sermón:

¡Qué dolor padecería la Virgen cuando viese aquel cuchillo correr por las carnes de su hijo tanquerido y tan delicado, y con cuántas lágrimas de sus ojos se esforzaría a halagar y a acallar elniño, tomándolo en sus brazos y arrullándolo en sus virginales pechos y dándole a mamar! ¿Yque sentiría otrosí el santo José, si por ventura fue el ministro de esta circuncisión? ¿Con quécompasión ejercitaría este oficio y con qué entrañas sentiría este dolor y vería correr por uncabo la sangre del niño, y por otro las lágrimas de la madre, a los cuales él amaba con tangrande amor?28

No es posible leer estas líneas sin que venga a la memoria el tierno patetismo del StabatMater en el que el poeta medieval invita a compadecerse del dolor de la virgen ante elsuplicio de su hijo.29 También es notable el aprovechamiento de una tradicióndocumentada en los Padres de la Iglesia: la posibilidad de que, «por ventura», fuese elmismo san José el ministro de la circuncisión. El paso al modo condicional: «¡con qué

2 4 Catálogo de la exposición Joan de Joartes, un maestro del Renacimiento, 2000, p. 112-115.25 Brujas, O.L. Vrouwekerk (iglesia de Santa María).2 6 La Circuncisión de Orazio Gentileschi, fechada entre 1605 y 1607, representa con mucha ternura la

escena: el niño Jesús mira entre atemorizado y confiado a su madre mientras el mohel le está circuncidando.(Ancona, Chiesa del Gesú, in deposito alia Pinacoteca Comunale).

2 7 Sermón de la Circuncisión, p. 1.28 Alonso Cabrera, Consideraciones en los Evangelios..., p. 37. La negrita es nuestra.2 9 Nos referimos en especial a las estrofas 5 y 13 de este himno: «¿Qué hombre no lloraría al ver a la

madre de Cristo sufrir este suplicio?» y: «permíteme [madre de Dios] que llore contigo al lado de la cruzmientras yo viva». El Stabat Mater condensa para el Occidente cristiano buena parte de la percepción deldolor materno. No es el único. Otro modelo es la figura de Raquel (Jr. 31, 15), que llora la muerte de sushijos. A partir de san Mateo (2,18), la tradición cristiana relaciona la figura de Raquel con la matanza de losniños inocentes.

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compasión ejercitaría,... con qué entrañas sentiría ...!» no debe interpretarse como unasimple apódosis retórica. Tal y como lo sugiere el adverbio «otrosí», el predicadorapunta aquí un derrotero temático para el sermón, pero no se atreve a continuar,seguramente por razones de decoro.3"

En cambio, la sustitución de san José por un sacerdote judío como ministro del ritoimplica otra inflexión temática que puede interesar al predicador. En efecto, lapresencia del mohel da a la circuncisión su carácter de rito claramente judío, cuyosignificado puede parecer enigmático e incluso escandaloso para los oyentes. En estecaso, el sermón se recompone en torno a la oposición entre la circuncisión como signode pertenencia al pueblo elegido, signo ya caduco, y la circuncisión espiritual que es sulectura neotestamentaria.31 Volveremos a encontrar este tema predicable. De momento,no hemos agotado toda la riqueza de la primera escena que presenta, entre suscircunstancias, un elemento de gran importancia: la efusión de sangre.

La efusión de sangre

Sirva el sermón de Juan de Luna de botón de muestra. Primero, el predicadordramatiza la circuncisión, presentándola desde la perspectiva de un testigo de vista conel que se identifica el oyente:

Consideremos a la Virgen con el niño en los brazos que lo trae a circuncidar, cómo elsacerdote saca su cuchillo deputado para ello y comienza a cortar las carnes delicadísimas delSalvador y el niño a sentir grandísimo dolor, encogerse y llorar.32

Acto seguido y sin transición, Juan de Luna se dirige a la víctima con estas palabras:

¡Oh, Nazareno de mi alma, que ya en vos, como en la cabeza de toda la Iglesia, veo [que]entra [la] navaja y comienza el niño a llorar y hacer pucheritos, y derramar unas góticas desangre, precio de nuestra redención, y el Padre eterno, mirándole!33

La invocación al nazareno no pertenece a la liturgia del tiempo de Adviento sino a laPasión. A partir de esta referencia ausente de la perícopa, el sermón de Juan de Lunacambia de rumbo. La Circuncisión es la prefiguración del verdadero y definitivosacrificio de Cristo. Las «góticas de sangre» vertidas por el niño Jesús anuncian lascinco llagas del crucificado.

Sabemos que esta lectura tipológica no es original. Lo es en cambio la manera deinsertarla en el sermón. Original es, por ejemplo, la ruptura creada por el adverbio detiempo «ya» que se enuncia desde la perspectiva de la Pasión venidera de Cristo34, y

30 No hemos encontrado ningún lienzo que represente a san José circuncidando al niño Jesús. Debía deser chocante para la sensibilidad de los devotos.

3 1 Aunque la metáfora aparece en Jeremías (Jr 4,4), la referencia más utilizada por los predicadores essan Pablo (Rm 2, 28-29): «Porque no es judío el que lo es en lo exterior, ni es circuncisión la circuncisiónexterior de la carne; sino que es judío el que lo es en lo interior, y es circuncisión la del corazón, según elespíritu, no según la letra».

3 2 Adviento, Nacimiento, Circuncisión y Epifanía de Nuestro Redentor, p. 95.3 3 Juan de Luna, Adviento, p. 95. La negrita es nuestra.3 4 Este futuro se entiende en función del tiempo litúrgico, no del tiempo escatológico, ya que en éste, la

Pasión ya tuvo lugar y no puede repetirse.

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vacía de contenido el rito judío, un rito en el que ahora predomina el significante y seborra el significado, donde vibra la emoción y enmudece el sentido. La sangre y eldolor, eso es todo lo que queda de la ceremonia instituida por Dios como signo desantificación para el pueblo elegido. El pronombre personal «vos» se dirige alcrucificado, no al niño de ocho días.35 En consonancia con el cambio de persona, esnotable también la dramatización que Juan de Luna da a su discurso: mediante elapostrofe, el predicador invita a Jesús a contemplar la escena de su propia circuncisión,y recrimina a Dios Padre por consentir semejante crueldad: «¿Para sólo vuestro hijofaltan las entrañas?»36

No nos dejemos engañar: estos efectos teatrales sirven para ocultar la ausencia detransición lógica entre el tema del sermón y la Pasión de Cristo. Sospechamos inclusoque el predicador quiere omitir una pregunta que sigue en pie: ¿por qué Jesús aceptó sercircuncidado?

Juan de Luna opta por dejar la respuesta en el tintero. Le interesa más la rúbrica dela sangre vertida por el niño Jesús que la letra del comentario escolástico.37 Lavisualización de esta sangre inocente le da motivo para escenificar el sacrificio de laPasión en su homilía, antes de celebrar la Eucaristía unos minutos después. De estaforma, la lectura del día, la predicación y la liturgia forman una unidad de sentido y elpredicador puede concluir su sermón con la seguridad de haber conmovido yadoctrinado a su público con una correcta exposición de la fe católica. El sermón deJuan de Luna nos permite entender también las relaciones no tan conflictivas quemantienen la doctrina con la retórica. La Biblia es la palabra de Dios, lo cual no escontradictorio con la idea que su escritura se valga de un lenguaje poético y sugestivo.San Agustín insistía mucho en la belleza intrínseca de las Escrituras, afirmando que notenían nada que envidiar a la literatura profana latina. Si existe cierta tensión entre lapredicación como acto de adoctrinamiento y la finalidad de la retórica que es adornar elpensamiento, esta tensión debe entenderse en un sentido positivo, como la explotaciónlegítima de todos los instrumentos de persuasión del lenguaje sacro y profano, para quela verdad se haga sensible. La retórica adorna la teología, no la disfraza. Un últimoapuntamiento en este dilatado capítulo permitirá confirmar nuestro aserto.

Del hilo se saca el ovillo

Este conocido refrán aparece en un sermón de Alonso de Cabrera en el que explicacómo el hilo de sangre vertido por el niño Jesús el día de la Circuncisión se convierte enfuente de preciosísima sangre el Viernes Santo. Escribe el predicador:

3 5 No nos parece descabellado afirmar que, al llegar a este punto de su sermón, Juan de Luna señaló conel dedo algún crucifijo colgado en la iglesia. Muchos predicadores interrumpen su sermón para llamar laatención de los oyentes sobre un objeto de culto situado en el templo, una estatua, un lienzo o incluso aCristo sacramentado. El gesto acompaña a la palabra.

3 6 Adviento, p. 95. No tiene desperdicio esta recriminación. Bien es verdad que Juan de Luna reconvieneal Dios del Antiguo Testamento, no al del Nuevo Testamento.

3 7 El Diccionario de Autoridades define así la palabra «rúbrica»: «entre los canonistas y legistas, elepígrafe o inscripción de los títulos de derecho, comúnmente estampados en los libros con letras encarnadas».La metáfora de la rúbrica como sangre derramada, y en especial, como sangre de los mártires, es común en laliteratura sacra desde la Edad Media. Véase Curtius, 1991, pp. 490-491.

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Por este hilo, se sacó el ovillo, y estas góticas de sangre fueron indicio y señal manifiesta deque la fuente se había de descubrir.38

¿Hay mejor fórmula que ésta para declarar cómo se organiza la materia predicable? Lasangre del niño trae a la memoria la sangre de Cristo. El hilo conduce al ovillo. Unareferencia bíblica, una palabra sugestiva entrañan otras asociaciones posiblesportadoras de otras sugerencias. La verdad doctrinal ha de desprenderse de lacapacidad asociativa del escritor.

Como convence más el ejemplo que la teoría, invitamos al curioso lector a participaren un juego retórico en el que pueda hacer gala de su ingenio e inventiva. Se trata deescribir una consideración predicable para el sermón de la Circuncisión, cuyo asunto esel siguiente: «Considerad, hermanos, lo que va de la circuncisión a la sangría». Veamoscómo salir airosos de este empeño.

En primer lugar, hemos de buscar la conveniencia o similitud entre la sangría y lacircuncisión. Los adhérentes y demás circunstancias no plantean ningún problema. Lalanceta es el cuchillo de piedra ritual, el barbero es el sacerdote. A lo mejor elpredicador piensa que la palabra «barbero» podría ser cambiada por la de «médico»,aunque un médico de verdad no se digna sangrar a los pacientes y deja tan vil oficio aotros menos sabios. Pero también se pone a pensar que las palabras «médico» y«medicina» que ha apuntado en su fichero de excerpta o ha visto en algún sermonarioofrecen abundantes referencias de hondo calado dogmático y moral, que consultará, sihace falta.

Entre las circunstancias, la tradición admite que la circuncisión se hizo en el portalde Belén, que es como una casa privada a la que acude el barbero. También pareceverosímil que la madre y el padre asistan a la sangría de su hijo y lo consuelen despuésde la operación. Ahora bien, la razón de la sangría ofrece cierta dificultad. Por ser quienes, el niño Jesús goza de excelente salud. Si la sangría es remedio para la repleción dehumores o para las calenturas, ¿qué enfermedad tendrá la criatura para que se leaplique la cura? Y si no hay tal enfermedad, ¿para qué efectuar tan arriesgadaoperación? Enfrentado a este reparo gravísimo39, no le queda al predicador mássolución que echar mano de su biblioteca y leer, por ejemplo en Baltasar Arias, cómolos teólogos resolvieron esta cuestión.

El yugo y pesadumbre de la Ley mosaica

Baltasar Arias no gusta de adornar demasiado sus sermones con agudezas y símilescomo la lancetada que hemos propuesto.40 Más atiende al provecho espiritual de susoyentes que a su gusto. En su literalidad, comenta el predicador, el texto evangélicopresenta la circuncisión de Jesús como un rito impuesto por la Ley mosaica que tieneque celebrarse ocho días después del alumbramiento. Ahora bien, el versículoevangélico no insiste tanto en el significado del rito como en su carácter puramente

3" Alonso Cabrera, Consideraciones en los Evangelios, p. 11.3 9 El Diccionario de Autoridades define el reparo como «[una] duda, dificultad o inconveniente que

ocurre sobre la materia que se trata».4 0 Discursos predicables, pp. 110-120.

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preceptivo. Por eso, siguiendo los comentaristas cristianos más autorizados, esoportuno separar en el rito de la circuncisión la forma y el fondo. El niño Jesús fuecircuncidado por pura forma, a sabiendas de que, con él, caducaba el rito y desaparecíasu significado.

Por otra parte, la doctrina de santo Tomás de Aquino establece que Jesucristo noestaba obligado a circuncidarse, porque la circuncisión fue instituida para remedio delpecado original y el niño Jesús nació sin tacha de pecado. Además, la circuncisión seaplica taxativamente a todos los niños judíos nacidos por obra de varón. No estampoco el caso de Jesucristo que fue engendrado por obra del Espíritu Santo.

Y sin embargo, Jesús tuvo a bien ser circuncidado. La explicación de este gestogratuito, Baltasar Arias la encuentra en la Epístola a los Gálatas donde el apóstolafirma: «Envió Dios a su Hijo [...] nacido bajo la Ley, para redimir a los que estabanbajo la Ley».41

En resumidas cuentas, la teología afirma que Jesucristo cumplió con la ley mosaicapara librar a los cristianos de la obligación de circuncidarse. Traducido en el lenguajefigurado de nuestra consideración predicable, Jesús tomó una medicina que no le estabareservada, para que nadie más volviera a tomarla.42 Obviamente, la doctrina constantede la Iglesia no allana la dificultad de nuestro predicador. La Circuncisión es salvaciónpara los pecadores pero no puede ser al mismo tiempo salvación de quien es, porantonomasia, el Salvador.

Lo que va de la sangría al amor

El razonamiento que hemos resumido es el trabajo preparatorio del predicador,calcado sobre el modelo de la controversia escolástica. Lo curioso es que, en no pocoscasos, esta clase de reflexión se plasma a la letra en los sermones, como si fuera unadorno retórico. En vez de quitar el andamiaje conceptual que le permite construir susermón, el predicador lo pone en evidencia.43 De todos modos, nuestro símil médicoparece tener un futuro limitado, a no ser que la palabra «repleción» apuntadaanteriormente, nos traiga a la memoria el sinónimo «exceso», con lo cual, tras unasecreta asociación de ideas, damos con una solución que viene de perlas: si Dios excedeen algo, es en el amor; un amor ardiente y gratuito, que pide por necesidad la sangríapara desahogarse. El predicador coge la pluma y apunta algo parecido a lo que escribióAlonso de de Cabrera: «La enfermedad [del niño Jesús] es de amor, y amor es el que

41 Gal. 4,4-5: «Misit Deus Filium suum [...] factum sub Lege, ut eos qui sub Lege erant redimeret»(... envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la Ley, para redimir a los estaban bajo la Ley). Estareferencia aparece en muchos sermones.

4 2 En la Ley de Gracia, el bautismo sustituye a la circuncisión como único y verdadero sacramento pararemedio del pecado original.

4 3 Buen ejemplo de esta práctica es el siguiente silogismo de Juan de Luna en el que opone el sacrificio deJesús prefigurado en la Circuncisión con los sacrificios rituales de animales: «Pues ahora, atención: si Jesúsquiere decir el que quita pecados, y los pecados no se perdonan sino derramando sangre, y la sangre deanimales no puede prestar para quitarlos, necesario es [que] la derrame Jesús, que él solo y su sangre lospuede quitar, y así no hay cosa más propia de Jesús y que más cerca esté que derramar sangre y derramarsangre. ¡O! Niño de mi alma, derrame Vuestra Majestad sangre...»,Adviento, p. 93. La negrita es nuestra.

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pide la sangría».44 Luego, como médico aventajado de una junta, despeja las últimasdudas en un diálogo fingido:

Pues, veamos: ¿daba [la sangre del niño Jesús] muestra de algún mal humor o de algunacorrupción o enfermedad oculta que haya de ser causa de su muerte? Ninguna muestra de malhumor, sino de excesivo amor; no está corrompida, sino enamorada, no es enfermedad decuerpo, sino afición del alma.45

Después de este infalible diagnóstico, no le cuesta al predicador prolongar el símil contodos los adhérentes imaginables, entre los cuales no faltan las solícitas alegorías quesirven de acólitos a san José:

La humildad da la venda con que le han de sajar como a herido; la obediencia le extiende elbrazo para sufrir el golpe, la ley rigurosa sirve de lanceta, y el barbero debió de ser el santoJosé. Hácese pues la sangría y ejecútase la circuncisión y sale la sangre deseosa de regar latierra.46

El símil ganará mucha coherencia si se elige cuidadosamente las palabras: el participio«herido», por ejemplo, admite un complemento como «herido de amor», de hondocalado espiritual, mientras que «enfermo» hubiera quedado más anodino.47 Por fin, lametáfora médica de Alonso de Cabrera culmina con este certero pronóstico:

Quien en la sangre de Cristo niño ve señales certísimas del inmenso amor que le sujeta a lacircuncisión, téngalas por evidentes que no acabará hasta ponerlo en la cruz.48

Con lo cual, la consideración predicable de la sangría entronca otra vez con el tema dela Pasión.

E L « W O R K I N P R O G R E S S » C O M O A D O R N O R E T Ó R I C O

Ya es tiempo de retomar el hilo inicial de nuestro ovillo. La consideración predicablede la que hemos reconstituido a nuestra manera el proceso de elaboración temática, esbuen ejemplo de cómo un símil sencillo como lo es el de la sangría puede ser núcleoactivo de un proceso de escritura abierto a muchas posibilidades. En otros sermones,por ejemplo, el mismo símil sirve de motivo para consideraciones tropológicas. Es asícomo Antonio de Cáceres y Sotomayor invita a los oyentes a aplicarse «la lancetada dehoy», para evacuar

4 4 Consideraciones en los Evangelios, p. 36.4 5 Ibid., p . 36.4<S Ibid., p. 36.4 7 Del mismo modo, el verbo «sajar» es la palabra exacta. Viene documentada en el Tesoro de la Lengua

española de Covarrubias con esta nota: «Antiguamente a los niños que no se atrevían a sangrarlos, lossajaban en las pantorrillas».

48 Consideraciones en los Evangelios, p. 37. La negrita es nuestra. Según el Diccionario de Autoridadesun «pronóstico» es «la predicción u adivinación de las cosas futuras, hecha por la observación de algunasseñales que se han visto».

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todas las superfluidades y aun parte de las cosas muy necesarias para consagrarle] todos aDios con nuevo espíritu y un particular despego y menosprecio de las cosas temporales.49

Es evidente que la inventiva del predicador se lleva la palma en este tipo de ejercicio.Sospechamos incluso que esta pericia alentada por la cultura escolástica, tiene a vecesun origen humilde, quizás inconfesable: pensamos en las disputationes de bachilleres,los retos en forma de ridículos debates con los que se entretenían los estudiantes y sepreparaban para el pulpito o la cátedra. El juego inocente que hemos propuesto allector da cierta idea del carácter lúdico (e intelectualmente limitado) de estos ejercicios.

Empero, no hay burlas sin veras, y los malabarismos retóricos de algunospredicadores son, a la postre, parodia de una realidad mucho más seria. No se puedenegar en efecto que los sermones respondan a un auténtico esfuerzo de escritura, a unalabor casi literaria. Por eso los predicadores se muestran tan preocupados por lainvención y la composición de sus homilías y no paran de afirmarlo en sus textos. Poreso también plasman en sus sermones su reflexión acerca de la escritura y de lascondiciones específicas del género homilístico.

Aun así, y quizás a causa de este empeño en notificar el trabajo de la escritura, lasalusiones al modus scribendi acaban por convertirse en lugares comunes de la oratoriasagrada. Veamos dos ejemplos.

En el primero, el predicador se convierte en dramatis persona y, delante de unpúblico de condiscípulos predicadores, razona en voz alta:

He hallado siempre, padres, muy gran dificultad en declarar este misterio de la Circuncisióndel Señor porque, para no dejarme llevar del pensamiento ordinario de los que tratan aquí dela circuncisión espiritual, o de otros que viendo sangre de Cristo, hablan de la Pasión delSeñor, ni solamente de los nombres de Dios en que gastan algunos todo el tiempo del sermón,o de otros diferentes argumentos más generales y que no tocan de cerca el misterio de este día,veo muy dificultosa la entrada y salida en querer entender en sentido propio, legítimo y literal,lo mucho que la Iglesia santa nos representa en estas pocas palabras del Evangelio de hoy.50

El predicador descarta (y al mismo tiempo enumera) los socorridos temas delpredicador al uso. Trillada le parece la asociación que algunos «ven» entre la sangre dela Circuncisión y las llagas de la Pasión. Estos pretenden transformar un sermónnavideño en homilía anticipada de Semana Santa. Tampoco le convencen la solucióntipológica que hace hincapié en la glosa paulina del corazón circuncidado, o lameditación sobre los nombres de Cristo. No es que busque una interpretación nueva dela perícopa; ni siquiera aboga por una vuelta a la exposición literal del texto, ya quereconoce también que las «pocas palabras» del Evangelio no dan para mucho. En estepórtico de sermón, el lector habrá reconocido la figura retórica llamada precauciónoratoria. Pero a pesar de lo que pretende evitar, el predicador se ciñe estrictamente a loque exige la hermenéutica tradicional del texto bíblico.

4 9 Segunda parte de los sermones p. 69. La negrita es nuestra. La palabra «superfluidad» designa loshumores crasos del cuerpo humano que se evacúan mediante la sangría.

•S" lbid., p. 69. La negrita es nuestra.

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La letra con la sangre entra

En otro sermón, Antonio Cáceres de Sotomayor propone una metáfora que a todasluces utiliza el modus scribendi como motivo retórico. El predicador aborda laconsideración de los nombres de Cristo, y no encuentra mejor forma de exponer estetema que la de valerse del ejemplo del lector que entra en el studium y recorre los títulosde los libros:

Para entender un libro, lo primero que hacemos es mirar el título que en pocas palabrascontiene toda la sustancia que encierra en sí el cuerpo del libro. Y así veréis por la mayorparte los títulos escritos con diferentes letras y diferente tinta, con unas letras góticas grandesy coloradas, que todo ello arguye no será acaso, sino que hubo cuidado en medir y señalaresas palabras.51

El título declara el tema, y el libro da el comentario. La aplicación teológica de esteejemplo viene a continuación: los nombres que la Biblia da a Cristo son como los títulosde libros en los que se declaran los sentidos y las propiedades de cada nombre,conforme a la lectura tipológica.52 Hoy, como lo indica el calendario litúrgico, tocaabrir el libro Jesús y leer el capítulo de la Circuncisión:

Los nombres que el Señor pone, ¿qué pensáis qué son, sino un breve título del libro que se hade escribir en toda la vida, contadas y señaladas las letras, y puestas con acuerdo del Cielo? Yasí, no es maravilla que tengan misterios divinos. Poner Dios a su hijo nombre de Jesús en laCircuncisión cuando está derramada sangre, fue para que todas las letras del nombre saliesencoloradas, como título de un insigne libro.Y aquí es necesario aprovecharnos de un dichocomún de los legistas: Si vis intelligere nigrunt, lege rubrum [si quieres entender lo que estáimpreso en negro, lee lo que viene en rojo]. Es menester la rúbrica para entender el texto. Larúbrica y el color colorado del nombre de Jesús, es la circuncisión.53

El sentido de la agudeza final puede expresarse de esta manera: como para entender unlibro es necesario leer primero la rúbrica o el título, así, para entender los misterios delnombre de Jesús, será necesario contemplar la sangre que vertió en la circuncisión. Lametáfora se justifica al nivel teológico porque, en la perícopa, el rito de la circuncisiónes anterior a la imposición del nombre.

Para rizar el rizo, prolonguemos la metáfora libresca hasta su última consecuencia.Si, como buenos lectores que somos, abrimos el «insigne libro» al final, daremos con latabla copiosa de las sentencias y cosas notables que contiene. Encontraremos en elorden alfabético los títulos que nos interesan para escribir el sermón de hoy:«Circuncisión», «Jesús» , «Pasión» y también «Rúbrica». Así es como las metáforas dellibro y del título, que pertenecen a una rancia tradición retórica, se ven reactivada deforma quizás involuntaria por el predicador : la retórica revela el proceso de fabricaciónde la homilía.

5 1 Ibid., p. 86. La negrita es nuestra.5 2 Es de recordar que Fray Luis de León publicó por primera vez su obra Los nombres de Cristo en

1583. En la segunda edición de 1585, el autor añadió su comentario acerca del nombre «Jesús».53 Segunda parte, pp. 86-87. La negrita y la traducción son nuestras. Se percibe en esta cita un remoto

eco de la «teología del nombre» que debe mucho a la tradición rabínica.

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E L S E N T I D O P O L Í T I C O Y T R O P O L Ó G I C O

D E L O S S E R M O N E S D E L A C I R C U N C I S I Ó N

Nuestro estudio sería incompleto sin el análisis de la intencionalidad ideológica ymoral de los sermones seleccionados. En efecto, las páginas anteriores pueden dejar laimpresión de que el sermón responde a un puro ejercicio formal, cuando en realidad espieza imprescindible de un acto de comunicación ritualizado en la liturgia de la misa.La razón de ser de dicho acto no es literario ni gratuito. El sermón es enseñanza.

El ideario político y moral aceptado por la sociedad deja su impronta en lossermones. Es el trasfondo mismo de la predicación. Tres son los elementos que merecennuestro interés: el pensamiento político, la enseñanza tropológica y la sensibilidadreligiosa. Empezaremos por el ideario político. Con mucha razón, el profesor FrancisCerdan subraya que el sermón es un medio de adoctrinamiento político y social, uninstrumentum regni:

De manera general el clero se mantuvo fiel a una actitud ideológica que defendía el régimenpolítico y social imperante. Los oradores sacros participaron en la elaboración de una teoríapolítica y fueron eficaces agentes de la propagación de una cultura dirigida y conservadora.54

Ahora bien, hemos de confesar que la presencia de una ideología militante claramentedefinida es escasa en los sermones estudiados. La razón es que la perícopa evangélica nose presta a este tipo de discurso, a no ser que lo pidan las circunstancias. Es el caso delSermón de la Circuncisión predicado a Su Majestad en Nuestro Colegio Imperial deManuel de Nájera.5-5 La asistencia del rey y de muchos miembros de la Corte obligabaal predicador a adaptar su sermón al público congregado. De hecho, las sieteconsideraciones que articulan el sermón del confesor regio giran en torno a un temapolítico que tiene muy poco que ver con el misterio de la Circuncisión. Obviamente, elpredicador se inspira de la advertencia bíblica: Et nunc intellegite reges, que abarcatoda clase de advertencias sobre el modo de reinar.

Si damos un repaso ahora a la interpretación tropológica de la perícopa, laconclusión es la misma. No hay enseñanza moral específica de la fiesta de laCircuncisión, por lo que las advertencias pueden pasar de un sermón a otro con algúnque otro retoque. Un ejemplo bastará.

En su segunda homilía, Manuel de Nájera invita a los fieles a «circuncidarsuperfluidades» es decir destinar más limosnas para darlas a los necesitados. De pasoarremete, contra el lujo y la falta de piedad de sus contemporáneos, reactivando elsocorrido tema de que cualquier tiempo pasado fue mejor:

En viviendo al antojo, a la vanidad, a la ostentación, a la pompa, no hay renta que no seaescasa, pero en circuncidando superfluidades, sobran para repartir a los pobres bienes. Si enuna valona de aquestos tiempos dicen se emplean cien escudos; si en un vestido se consume unpatrimonio; si una joya da que hacer a una familia por muchos días, ¿cómo ha de haber para

Véase Cerdan, 1998, p. 37.Sermones panegíricos, 1645.

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cárceles, para hospitales, para huérfanos, para mendigos? Quiera Dios se cumplanobligaciones, ya que no se ejercitan piedades.56

Semejantes comentarios son hermanos gemelos de los incontables sermones quedenuncian los abusos de los poderosos y proponen como alivio de los problemassociales, la práctica de las obras de misericordia. Ante tanta escasez de originalidad,entendemos que las consideraciones tropológicas constituyen la parte más reciclable delos sermones.

Un antijudaísmo convencional

Más sorprendente quizás es la ausencia de referencias antijudaicas en los sermonesestudiados. ¿Podemos considerar como antijudaica la distinción que establece JuanGutiérrez de Estremara entre la Sagrada Familia y los judíos presentes en la ceremoniade la circuncisión?57 En realidad, la «cristianización» de María y de José, y sucorrelativa pérdida de identidad judía es un hecho que se remonta a la redacción de losEvangelios y a la constitución de las primeras comunidades cristianas.58 Nada nospermite afirmar que esta diferenciación hubiese cobrado relevante importancia en laEspaña del Seiscientos, ni siquiera por especial inquina hacia los judeoconversos.Tampoco nos parece significativo un símil encontrado en un sermón de Baltasar Arias,que contrapone la puerta estrecha de la circuncisión mosaica con la puerta ancha yespaciosa del bautismo cristiano:

Entre otros fueros y leyes de Castilla, uno de ellos dicen que es que, si acaso, entrando elpríncipe por alguna puerta de la ciudad, por ser estrecha o baja, se descabalase y se hiciesesangre, hiriéndose en alguna piedra, luego se cerrase a piedra lodo y no se usase más de ella.Así pues, la circuncisión era puerta de la sinagoga, por donde entraban los que habían de ir alCielo; pero puerta estrecha y angosta, por donde no cabía más que el judío, porque fue dadapara sólo aquel pueblo. Entró por ella el príncipe Cristo y descabalóse y vertió sangre alpasar. Y así manda el Cielo que se cierre esta puerta y que no se use más esa ley: Sicircuncidamini, dice el glorioso apóstol san Pablo, Christus nihil vobis prodest.S9

Como lo indica la cita paulina que da su sentido al símil, el predicador insiste en laprescripción del rito judío por la ley de Gracia. De la circuncisión se conservaúnicamente el estigma sangriento. La puerta estrecha de la sinagoga causa una heridainnecesaria al príncipe Jesús, por lo que merece ser sellada a cal y canto. El rito judíoque celebra el ingreso del varón en la comunidad se interpreta aquí como un ritoexcluyeme. Pero el predicador no considera que el rito judaico carecía de sentido, antesbien, recuerda que era la única puerta para los judíos fieles a los mandamientos deDios, hasta la instauración de la Ley de Gracia. Además, una razón de peso impide a

5 6 Ibid., p. 82. La negrita es nuestra.5 7 Véase Suchet-Duchaux y Pastoureau, 1994, pp. 92-93.5 ° Un claro hito en la creación de una identidad cristiana fue la polémica entre san Pablo y san Pedro

acerca de la obligatoriedad de la circuncisión para los neófitos gentiles.5 9 Discursos predicables, pp. 112-113. La cita es de la Vulgata (Gal. 5, 2): «Si os circuncidáis, Cristo no

os aprovechará de nada». La negrita es nuestra.

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Baltasar Arias vilipendiar este rito: el mismo niño Jesús se prestó de forma gratuita a sercircuncidado.

En resumidas cuentas, la imagen que del judío se desprende de los sermones de laCircuncisión se corresponde al tópico del judío «cansado», que respeta escrupulo-samente los preceptos de su religión, ignorando que, para los cristianos, el Mesías yallegó. El antijudaísmo tan difundido en la sociedad, con la infamia de los estatutos delimpieza de sangre, no parece haberse difundido con especial encono desde el pulpito.En todo caso, ninguno de los sermones que hemos leído muestra especial recelo hacialos judíos o los judeoconversos.60

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D E R E S O N A N C I A D E L A S E N S I B I L I D A D R E L I G I O S A

A falta de testimonios escritos, no sabemos casi nada sobre la recepción de nuestrossermones, pero sospechamos que el sermón áureo es la caja de resonancia desensibilidades détectables también en otras producciones escritas del periodo.

Varios indicios textuales nos llevan a pensar que los predicadores privilegian antetodo la emoción. Para ellos, el camino más directo para fortalecer la fe del oyente sonlos afectos. La preceptiva afirma muy a menudo que la adhesión fervorosa de los fielesa un contenido dogmático depende en buena medida de la manera como el predicadorlo dramatiza en su homilía. El tono de voz, los gestos, la expresión de la cara no sóloayudan a entender el sermón sino que permiten hacer sensibles lo que, expresado sinconvicción y con la frialdad de un silogismo, no llega al corazón ni conmueve.

En el caso de los sermones de la Circuncisión, el crisol en el que se funden la fecristiana y la sensibilidad es el dogma de la Encarnación. La predicación de Alonso deCabrera es un buen ejemplo. Primero explica que la Encarnación es la manifestación dela profunda humildad de la divinidad. Acto seguido pregunta a los feligreses presentes:

Si hacerse semejante en la humanidad a los hombres, y vestirse a su manera y traje es tantabaja de aquella suprema alteza, ¿qué será tomar vestido, traje y apariencia de pecador, siendocircuncidado, como si lo fuera? Esto es lo ínfimo donde Dios pudo bajar y lo sumo adonde elhombre pudo subir.61

La humildad de Dios que se rebaja hasta encarnarse reaparece con tanta frecuencia enlos sermones de la Circuncisión que debía de ser un elemento esencial de la pastoral dela octava de la Natividad. El hecho que la Encarnación sea un misterio másrepresentable y, por lo tanto más representado que los demás, como lo muestran loscuadros, las imágenes, los belenes y los villancicos, ayuda a anclar este motivo en lasensibilidad colectiva. Un misterio «de carne y hueso», en figura de niño indefenso,llena más la imaginación y conmueve.

6° Tampoco aparecen rasgos antijudaicos en los autos sacramentales de Calderón que aluden a laCircuncisión. Véase Reyre, 1998, p. 223. En estas alusiones, el rito judío está presentado como unaprefiguración del bautismo cristiano.

6 1 Consideraciones en los Evangelios, p. 7.

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Por otra parte, la humildad de Dios realza la dignidad del hombre. Alonso deCabrera afirma que el niño Jesús, al compartir las mismas vivencias que los reciénnacidos, considera un honor revestir nuestra humanidad:

[Dios] no quiso sino honrar nuestra infancia y niñez, e ir creciendo como niño. [...] no quisosino autorizar nuestras penas y fragilidades tomándolas sobre sí. En naciendo, derramalágrimas y siente el rigor del frío y le da pena la helada y tiene gana de mamar y necesidad deque le envuelvan y arrullen y le traigan en brazos.62

Llegado a este punto de la homilía, el predicador invita al oyente a descubrir en lasmiserias del vivir humano un motivo para enorgullecerse de ser hombre, precisamenteporque Cristo dignificó nuestras miserias desde los primeros días de su vida terrestre.La exhortación moral que concluye el sermón resume este pensamiento heredado delhumanismo cristiano y que converge hacia la figura esencial del crucificado:

[Que el hombre] aprenda no sólo a sufrir con paciencia los trabajos, sino a gloriarse con sanPablo en las tribulaciones, y hacer casos de honra las adversidades, los dolores, disciplinas,cilicios, mortificaciones, enfermedades; recibirlos con los brazos abiertos, como negociohonrosísimo, ennoblecido y autorizado en la carne lastimada del Hijo de Dios.63

Más allá de la fascinación por el dolor, hay una evidente exaltación del sufrimiento,cuyas irrisaciones en la cultura religiosa y profana del Siglo de Oro merecerían uncopioso estudio. También es posible que, transportada en la esfera de la vida pública, lallamada a la paciencia ante la adversidad sirva como de bálsamo para aliviar lastensiones sociales y mantener la paz y concordia dentro de la república. Pero unalectura global de los sermones de la Circuncisión manifiesta la presencia de un estratoanterior, capaz de unificar todas estas lecturas: la imitación de Jesucristo.

En efecto, la humildad, el dolor y el sufrimiento del niño Jesús el día de laCircuncisión son imagen de la humana condición. Suavizan, o mejor dicho humanizan,el gran reto que se ofrece al cristiano del Siglo de Oro: imitar a Jesucristo. Los sermonesque hemos estudiado no valoran tanto el exigente ideal de la imitación como ladisposición de espíritu con la que el cristiano debe enfocar este reto. Al hacer hincapiéen la humanidad de Jesucristo, los predicadores áureos enmarcaban este ideal deperfección en el horizonte humilde, limitado pero esperanzador del cristiano para quien,según la pertinente y optimista fórmula de Alonso de Cabrera que nos servirá deepílogo: «Ni la bajeza de la humanidad apoca, ni menoscaba la grandeza de ladivinidad.»64

62 Ibid., pp. 5 y 7.6 3 Ibid., p. 8.6 4 Ibid., p. 30. El texto sigue así: «ni por el contrario la alteza de la divinidad consume y oprime con su

gloria la pequenez de nuestra humanidad».

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Resumen. En este trabajo, tratamos de someter un conjunto de sermones áureos cuyo tema es la Circuncisiónde Jesucristo, a una lectura que permite ver cómo el modus scribendi del predicador es un elementoconstitutivo de la invención y de la retórica de la homilía. Pero no deja de ser al mismo tiempo reflejo de laformación universitaria y de las preocupaciones pastorales de los predicadores.

Résumé. L'objet de cet article est de soumettre un corpus de sermons du Siècle d'Or ayant pour thème laCirconcision du Christ à une lecture permettant de voir comment le modus scribendi du prédicateur est unélément constitutif de l'invention et de l'ornement rhétorique de l'homélie. Par ailleurs, ce processus d'écritureest aussi le reflet de la formation universitaire et des préoccupations pastorales des prédicateurs.

Summary. In this article, we aim at subjecting a corpus of spanish Golden Age sermons, which hâve for theirsubject Christ's Circumcision to a reading which enable us to ascertain how the modus scribendi of thepreacher is a constituent élément of both the inventio and the rhetorical ornamentation of the homily. Also,this process of writing reflects a training acquired in the University and a pastoral interest in preaching.

Palabras clave. Circuncisión. Concordancias. Excerpta. Sermonarios. Sermones. Tipología. ARIAS, Baltasar.CABRERA, Alonso de. CÁCERES Y SOTOMAYOR, Antonio de. GRANADA, Luis de. GUTIÉRREZ DE ESTREMARA,Juan. LUNA, Juan de. NÁJERA, Juan de. SUÁREZ, Francisco.