Cómo Nos Movilizamos... - Daniel Cefaï

40
¿Cómo nos movilizamos? El aporte de un enfoque pragmático a la sociología de la acción colectiva. Publicado en: Sociologie et sociétés, 2009, 41/ 2 Daniel Cefaï Institut Marcel Mauss, EHESS-Paris/ Université Paris Ouest Nanterre-La Défense [email protected] Texto traducido por Eduardo Gallegos Krause. [email protected] Resumen: Presentando un conjunto de investigaciones “pragmáticas” o “praxeológicas”, hechas en Francia desde 1980 y complementándolas con algunas ideas heredadas del pragmatismo norteamericano, el autor propone su posible pertinencia para el estudio de una “sociología de las movilizaciones colectivas”. El artículo se ordena en torno a cuatro puntos: 1.- El desarrollo de una sociología de regímenes de acción y de justificación, por una parte, y de elementos hermenéuticos o gramaticales, por la otra, complejizan los modelos estructuralistas y racionalistas de la acción. 2.- La reactivación de la noción de “público”, tomado de Dewey, y contraponiéndose a la “sociología de problemas públicos”, permite una problematización sobre “el político” que los enfoques centrados en términos de proceso, de mercado, o de campo político habían dejado de lado. 3.- El estudio de las redes sociales y de las organizaciones les concibe como espacios de experiencia y de acción, articulados por la disposición de objetos, donde los actores se comprometen según modalidades híbridas. Esto genera gramáticas plurales de la comunidad, del actor, y del colectivo.

description

mmss

Transcript of Cómo Nos Movilizamos... - Daniel Cefaï

Page 1: Cómo Nos Movilizamos... - Daniel Cefaï

¿Cómo nos movilizamos?

El aporte de un enfoque pragmático a la sociología de la acción colectiva.

Publicado en: Sociologie et sociétés, 2009, 41/ 2

Daniel Cefaï

Institut Marcel Mauss, EHESS-Paris/ Université Paris Ouest Nanterre-La Défense

[email protected]

Texto traducido por Eduardo Gallegos Krause. [email protected]

Resumen:

Presentando un conjunto de investigaciones “pragmáticas” o “praxeológicas”, hechas en Francia desde 1980 y complementándolas con algunas ideas heredadas del pragmatismo norteamericano, el autor propone su posible pertinencia para el estudio de una “sociología de las movilizaciones colectivas”. El artículo se ordena en torno a cuatro puntos:

1.- El desarrollo de una sociología de regímenes de acción y de justificación, por una parte, y de elementos hermenéuticos o gramaticales, por la otra, complejizan los modelos estructuralistas y racionalistas de la acción.

2.- La reactivación de la noción de “público”, tomado de Dewey, y contraponiéndose a la “sociología de problemas públicos”, permite una problematización sobre “el político” que los enfoques centrados en términos de proceso, de mercado, o de campo político habían dejado de lado.

3.- El estudio de las redes sociales y de las organizaciones les concibe como espacios de experiencia y de acción, articulados por la disposición de objetos, donde los actores se comprometen según modalidades híbridas. Esto genera gramáticas plurales de la comunidad, del actor, y del colectivo.

4.- El enfoque instrumental o estratégico de la cultura, entendido como repertorio de recursos, es enriquecido por una concepción de la “cultura pública”, centrada en la formación de experiencias individuales y colectivas, y que se apoya en torno a la reflexión de nociones como “afectividad” y “temporalidad”.

Page 2: Cómo Nos Movilizamos... - Daniel Cefaï

¿Cómo nos movilizamos? Nuestra hipótesis será en este texto mostrar que la génesis de nuevas perspectivas en ciencias sociales en Francia desde 1980 permite formular un cierto número de preguntas en el campo de la sociología de las movilizaciones colectivas. La hipótesis se apoya en la multiplicidad de experimentaciones que se han realizado: economía de convenciones, gramática de la justificación, y sociología de regímenes de vinculación, antropología de las ciencias, de las técnicas y de las redes-actores, ciencias cognitivas, investigación pragmática de los públicos, etnometodología, análisis conversacional, hermenéutica narrativa, etc. Tan divergentes como hayan sido estas experimentaciones –que han sido demasiado rápidamente reunidas bajo el rótulo de sociología “pragmática” o “praxeológica”-, todas han participado de una refundación –controversial- de las ciencias sociales en Francia. Curiosamente, la sociología de los movimientos sociales se ha mantenido demasiado poco receptiva. Nuestro objetivo no es el de ser exhaustivos en el inventario de cada una de estas opciones teóricas y empíricas: el recorrido que aquí se presenta, es entonces personal, y otros serían enteramente posibles. Sería imposible explorar todas las opciones teóricas citadas en el marco de un solo artículo, a lo sumo, se indicará un itinerario de lectura. El lector notará en todo caso, el lugar central que ocupa la herencia pragmática, en particular la de John Dewey, pero también aquella de William James o de George Herbert Mead, incluyendo de fondo elementos fenomenológicos. Este diálogo, que conduce a reelaborar los temas de la experiencia y de la situación, por una parte, y del colectivo y del público, por la otra, no es compartido por todos los autores que reivindican un enfoque “pragmático” o “praxeológico”. Nuestro objetivo será por tanto, plantear algunas preguntas a los modelos de la acción, de la organización y de la cultura de la acción colectiva, tal y como han sido elaborados de modo predominante en ciencias sociales y políticas, para visualizarlos desde este corpus literario, esencialmente francófono, que ha surgido en la década de 1980. De esta forma, en este recorrido del ahora y el antes, plantearemos nuevas perspectivas y cuestionamientos sobre la herencia pragmática.

Estudiar diferentes modalidades de vinculación situada

Masivamente, las teorías de la acción racional y de la movilización de recursos han colonizado el razonamiento de los sociólogos de la acción colectiva: una versión demasiado pobre, por cierto, que tiende a reducir todas las iniciativas de la movilización colectiva a cálculos de interés, material o simbólico. Recursos, dificultades y oportunidades han sido así transformados en parámetros que los actores manejan con el objeto de maximizar la utilidad, la eficacia y la rentabilidad de sus acciones. Sin embargo, debemos evitar ser simplistas: los modelos que analizan los dilemas de la acción colectiva, desde Coleman a Axelrod y de Libchbach a Heckathorn, tienen una fuerza explicativa para un cierto número de situaciones concretas. Pero en todos los casos, ha sido una retórica de la economía, de la empresa y el empresario, de la rentabilización de los intereses predeterminados y del capital disponible, lo que ha guiado y colonizado toda esta literatura.

Desde este punto de vista, ¿qué hemos aprendido a favor de las nuevas sociologías de la acción?

a) El repertorio de modelos de acción ha sido progresivamente enriquecido. Otros modos de implicación, formas de experiencia y regímenes de acción se han impuesto en la investigación. Luego de la ruptura con Touraine, para quien los aspectos de la cultura y de la identidad de los Nuevos Movimientos Sociales (NMS), era central, Quéré se proyectó en términos de la acción comunicacional

Page 3: Cómo Nos Movilizamos... - Daniel Cefaï

de Habermas (1987), quien había sido inspirado, entre otros, por Mead. Quéré trabajó entonces, sobre la semántica y la hermenéutica de la acción de Ricoeur (1977, 1981) y sobre los procedimientos de categorización de la etnometodología (Garfinkel, 2007). Tomando en cuenta las condiciones de una deliberación pública buscando soluciones racionales y las actividades de configuración narrativa de las acciones o de las actividades de los miembros para coproducir sentido, hay una tarea olvidada en término de los modos de relacionarse con la realidad y de las formas de racionalides y de legitimidades que los sociólogos de la acción colectiva no han tomado mucho en cuenta, -excepto recientemente con la consideración de los enfoques de la democracia deliberativa-. Numerosos debates sobre la acción, tomados tanto de Wittgenstein como de Davidson, de Von Wright y de Apel, tuvieron su punto culmine en Francia a fines de la década de 1980. Esta vuelta a aspectos de filosofía analítica y de filosofía pragmática impulsó a diferentes programas de filosofía moral, como por ejemplo, la del Centro de sociología de la ética, aquel de Pharo (1985), donde se interrogaba sobre la lógica deontológica de las acciones –su calificación en términos de prohibido, facultativo, autorizado y obligatorio- conducente a formas de desaprobación, denunciación, reivindicación y movilización, orientado a la creación de un sentido cívico. Quéré tomó sus distancias con la noción de movimiento social y propuso una praxeología de la opinión pública (1990), uniendo rápidamente la interrogación de Descombes sobre los colectivos y rearticulando la investigación sobre las movilizaciones en torno a la experiencia de problemas públicos.

b) Por su parte, Boltanski y Thévenot fundan en 1985 el Grupo de sociología pragmática y moral (GSPM). Sus esfuerzos se concentraron sobre un proyecto de investigación gramatical sobre las formas de justificación, de denunciación o de reivindicación en público (Boltanski, 1984). De la justificación (1991) propone una sociología de pruebas y provee elementos de descripción y de análisis de las acciones en público. Su tipología de las ciudades –doméstica, industrial, comercial, cívica, de inspiración, y de la opinión- ha podido ser criticada por la indeterminación de ciertos casos, y porque situaciones del marco estructural se prestaban para un uso dogmático. Pero más que a detenerse en una tipología de las ciudades, De la justificación propone la investigación de los momentos de prueba, donde se muestra la complejidad de los contextos de experiencia y de la acción. En esos momentos de tensión, de conflicto o de crisis en torno a situaciones problemáticas, quedan descubiertas operaciones de ajuste a una realidad y de coordinación de tareas. Desde esta perspectiva, los actores no obedecen a una lógica de acción: en sus operaciones de apreciación y de juicio sobre “la acción que conviene” (Thévenot, 1990), los actores se vinculan “en varios mundos” (Dodier, 1991), yendo de uno a otro, o perteneciendo a varios de una vez. Esto se hace con el fin de encontrar apoyos pragmáticos (Dodier, 1993) en el espacio de acción, con el fin de actuar de modo pertinente, coherente y consecuente. Corcuff (1991) aplicó este enfoque en una investigación sobre el sindicalismo ferroviario.

c) El objeto principal no está puesto ya sobre los “determinantes estructurales” y los “cálculos racionales” de la acción: se sustituye entonces, la banalidad de la acción instrumental por las estructuras complejas de la situación, de la persona y del colectivo. El pluralismo de los órdenes normativos en el régimen de justicia es superado por un pluralismo de los regímenes de acción: el régimen de justicia (que fundamenta la política justificada) confluye con la acción plural de Thévenot (2006), un régimen de la acción familiar (que fundamenta una política de la proximidad) y un régimen de la acción planificada (que fundamenta una política racional). Los investigadores del GSPM han así explorado otros regímenes de experiencia y de acción –el de la compasión en la mediatización de los sentimientos humanitarios, y el de las situaciones límites, fuera de justificación, del ágape, el amor y

Page 4: Cómo Nos Movilizamos... - Daniel Cefaï

la paz entre personas singulares. En el otro lado de la balanza, las relaciones de fuerza y la ley del más fuerte, han sido analizadas por Boltanski (1900, 1993; Boltanski y Chiapello, 1999). Por otra parte, los estudiantes de Thévenot se comprometieron en un estudio sobre las “políticas de proximidad”, reposicionando formas de vinculación familiar en el mundo, que a menudo fueron desacreditadas en Francia, en nombre del interés general y por cuestionar la concepción republicana de la ciudadanía (Trom, 1999; Ion, 2001). ¿Cómo es que los vínculos que llamamos “familiares”, “personales” o “íntimos” contribuyen a “crear lo común” y a “constituir lo público”? Además del innovador trabajo de Stavo-Debauge sobre las categorizaciones étnicas, otros han escrito tesis aclaradoras desde este punto de vista; Auray (2001) sobre el hacktivismo1 y el movimiento de software libre, Doidy (2002) sobre el conflicto de habilitación del túnel de Somport y sobre el derecho a alojamiento. Lafaye (2006) ha propuesto una síntesis sobre las relaciones de proximidad y las contestaciones de la acción pública.

Heterogeneidad de los regímenes de acción que, por lo tanto, enriquecen los postulados de la determinación estructural y de la elección racional. Los actores no son ya solamente marionetas movidas por condiciones objetivas a las cuales obedecen, no son tampoco pequeños demiurgos que todo calculan en términos de rentabilidad o de productividad. Los actores están confrontados a diversos mundos, donde prueban la realidad y la justicia, en relación a sus maneras de vinculación; están sujetos entonces a circunstancias o coacciones del medio (tensiones ecológicas), disponiendo de un margen de maniobra que les dota de cierta libertad moderada. Y sobre todo, disponen de capacidad de juicio estético, ético (moral) y político (ver GSPM: Pattaroni, 2001 et 2005). Su investigación es, ante todo, receptiva a vinculaciones de deber, de responsabilidad, y de solidaridad, poniendo énfasis en el cuidado de sí, del otro y de los ideales de “vida comunitaria”2 que se ponen en juego en las acciones colectivas. Tanto como lo es, al mismo tiempo, a los “imperativos de justificación” de la acción pública (Pharo, 1985; Quéré, 1990; Boltanski et Thévenot, 1991).

Introducir el tema de “lo público” en contraparte del proceso político

La reincorporación de la perspectiva pragmática ha planteado esta interrogación al menos por cuatro razones. Se encuentran, en efecto, en James, Mead y Dewey concepciones fundadas de la experiencia y de la acción; éstos intentaron elaborar una reflexión que parte de la experiencia de situaciones, no de modelos intelectuales; Mead y Dewey no disociaron jamás la problematización de la acción en relación a sus vínculos cívicos y políticos; Finalmente, Dewey forjó un concepto de público, que se ha instalado recientemente en el centro del debate (Zask, 2003; Cefaï y Pasquier, 2003; Stavo y Trom, 2004; Latour, 2008). Si uno acepta este punto la cuestión de lo público hace aparecer problemas que están ausentes en las teorías de proceso político.

a) La perspectiva pragmática se sitúa en otro registro que aquella del proceso político. En lugar de tener una visión exterior y simplista en relación a aquello que se describe, el enfoque pragmático acompaña las “experiencias” y las “perspectivas” de los actores. Inspirándose de la herencia de Park, Mead y Dewey, parte de la idea de la dinámica de movilización colectiva es un

1 N. del T. Hacktivismo es una contracción de “hacker” y “activismo”. El "hacktivista" infiltra las redes, y no sólo las electrónicas, poniéndo sus habilidades al servicio de sus convicciones políticas.

2N. del T. El concepto reflejará a lo largo de estas páginas la idea de “comunidad ideal”, no en términos de comunidad homogénea, sino de ética frente al otro. Esto reflejaría el “saber vivir juntos” o bien vivre-ensemble del original.

Page 5: Cómo Nos Movilizamos... - Daniel Cefaï

proceso de co-definición y de co-dominio de situaciones problemáticas. El desafío es el de describir la mutación de las experiencias colectivas y de los ambientes institucionales, haciéndolos emerger luego de las actividades en proceso de realización. ¿Cómo la trayectoria de un problema público genera un horizonte de vinculación, comprometimiento, sensibilización y movilización de su entorno? ¿Qué procesos de asociación, cooperación y de comunicación se constituye en torno a este problema público? ¿Qué estructuras institucionales, jurídicas y políticas van eventualmente a aportar una solución al problema? ¿Cómo se articula la “arena pública” en relación a las dinámicas de constitución de los problemas públicos en los que participan las movilizaciones colectivas? La pregunta concierne más al “problema y sus públicos” que al “público y sus problemas”3. En este proceso de puesta en público los individuos son a menudo despojados de roles y de estatus, de opiniones y de convicciones que ordinariamente les son propias. Las lógicas de acción desbordan los espacios, campos, o sectores donde están contenidas ordinariamente, pasando bajo sus fronteras, en un fenómeno que las teorías de comportamiento colectivo califican de contagio o propagación. El público redefine el horizonte de lo posible, ya que no está sujeto ni constreñido por estructuras de oportunidad política. Esto es lo que en otra parte hemos llamado una “arena pública” (Cefaï, 2002).

b) Las preguntas que nos hemos planteado nos llevan así a una nueva interrogante: ¿qué es la política y qué es lo que no lo es? La perspectiva pragmática se parecería bastante a la definición que dan McAdam, Tarrow y Tilly (2001: 5) o Tilly (2003) de la “política conflicto” 4. El horizonte de la vida en común y de la vida comunitaria, no deja de reconfigurarse frente a actos de resistencia y de protesta, de desobediencia y de crítica, de denunciación y de reivindicación, o simplemente, sin hacerse cargo de esta valencia negativa, de investigación y de experimentación, de cooperación y de innovación. Los límites de lo que es “política” y de lo que no lo es se desplazan sin cesar, particularmente lo “personal” y lo “político”. Por otra parte, el reconocimiento de una multiplicidad de “esferas de justicia” por Walzer ha encontrado prolongación en la tipología de citas de Boltanski y de Thévenot (1991); se aprecia de esta forma que las reivindicaciones colecticas pueden estar compuestas de múltiples gramáticas de justificación, donde incluso algunas pueden ser a priori la antítesis de un régimen cívico-republicano. Así, cierto número de programas de investigación, que se han nutrido tanto de la fenomenología como del pragmatismo han mostrado como las acciones colectivas, articuladas por un compromiso ligado a la sensibilidad resaltan de una forma nueva las figuras de la res publica, -sobre las políticas de cercanía (Thévenot y Breviglieri, 2009), sobre la estética de los espacios públicos (Lolibe, 2006) o sobre la militancia de expertos naturalistas (Micoud, 2007)-. En otra línea, profundizada por los eco-políticos, quienes ponen al medioambiente en el centro de las políticas públicas, llegando al punto de la simetría entre humanos y no humanos, los cosmopolitas de Latour (1999) han reposicionado la naturaleza en el corazón de la polis. Encontramos ahí una multiplicidad de temáticas que hacen eco a formas emergentes de experiencia de lo político.

c) Dentro del propio movimiento, el poder no es entendido sólo como relación de dominación y de subordinación, ni de normalización y resistencia. El poder es concebido como la fuerza y capacidad de las instituciones y de los derechos (por parte del Estado), y como la fuerza de

3 Esta formulación es producto de una discusión con Louis Quéré y Cédric Terzi.4

? La política contestataria consiste en una actividad de reivindicación, colectiva y pública, en un proceso donde una de las partes es necesariamente el Estado, definido como una organización “que ejerce el control sobre la concentración de los medios de coerción en un territorio”.

Page 6: Cómo Nos Movilizamos... - Daniel Cefaï

acción concertada (por parte del público). Los dispositivos de acción pública (Trom y Laborier, 2003), por ejemplo, no hacen más que encerrar o “sujetar” a los “sujetos” en dispositivos de control, disciplina y normalización. Estos dispositivos instauran nuevos derechos y delegan nuevos poderes, corrigen y reparan injusticias de trato, obran en pos de entregar a cada uno oportunidades equitativas de éxito. Las protestas in opulo, que Arendt (1972) identificaba como parte de las movilizaciones de derechos cívicos, son muestra de ejercicio de un poder colectivo que transforma los ambientes técnicos, jurídicos, institucionales y políticos, dando como resultado una forma de empoderamiento, resultado de un proceso de capacitación y aprendizaje de la autonomía, de acceso a la dignidad y a la responsabilidad de retomar el control sobre la propia vida (De Munck y Zimmermann, 2009). Las investigaciones de Barbot (2002) sobre las asociaciones de lucha contra el sida o las de Callon y Rabeharisoa (1999) sobre la Asociación Francesa contra las miopatías, han mostrado como el estatus del paciente y de la experiencia de la enfermedad se transforman en el curso de las movilizaciones colectivas. Las experiencias de los foros híbridos, aun si éstos no generan siempre resultados en el plano de las decisiones concretas, se articulan a menudo con proyectos asociativos y restituyen a los ciudadanos una parte de deliberación que hasta ese momento estaba reservada a los electos y expertos (Callon, Lascoumes y Barthe, 2001). Ciertamente, no todo es tan romántico en un gran número de movilizaciones. Sin el ánimo de defensa de causas antidemocráticas, los movimientos pueden llevar a formas de bloqueo de las instituciones democráticas y socavar los mecanismos de regulación o de representación (Rosanvallon, 2006). Más allá de esto hemos visto un cierto número de elementos que conducen a transformar las ideas dominantes sobre el proceso político.

Considerar las redes y las organizaciones como contextos de experiencia y de acción en proceso de desarrollo.

Las organizaciones de los movimientos sociales fueron durante largo tiempo tratadas como “infraestructuras materiales de movilización”, máquinas de guerra más o menos eficaces contra el adversario, o fuentes de capital social destinadas a invertir y rentabilizar. Esta visión se ha complejizado con el tiempo. Las organizaciones son también formas de sociabilidad, donde emergen ocasiones de encuentro que generan formas de coexistencia. Son también disposiciones de objetos, de normas y de personas que ordenan lo que los miembros pueden hacer, ver o decir. Constituyen ambientes práctico-sensibles, que fijan y modelan hábitos de cooperación, entregando elementos comunes de experiencia cognitiva y normativa5. Las organizaciones son entonces, y de manera indisociable, vectores de concentración de capitales materiales y humanos, incubadoras de redes de activistas y de proyectos militantes, generadoras de energía simbólica, instancias de representación colectiva. Un cierto número de trabajos en esta área de estudio pueden ser puestos en diálogo con un enfoque más pragmático.

Podemos pensar las organizaciones como agrupaciones, más o menos fluidas, en torno a situaciones problemáticas a resolver, que ponen en juego una “experiencia creativa”, idea ya anticipada por pragmatistas como Follet en The New State (1998). En el proceso de búsqueda de soluciones, y con el correr del tiempo, las organizaciones se transforman internamente y transforman

5 Ver por ejemplo el concepto de “estilos de grupo” de Eliasoph y Lichterman (2003) y Lichterman (2005), quien ha puesto énfasis sobre las “actividades otorgadoras de sentido” (meaning-making activities). Lichterman da cuenta de una “cultura” en acción y en interacción, donde las normas discursivas, los vínculos internos y las fronteras externas son siempre procesos de desarrollo y que permiten reconocer maneras típicas de comprender, interactuar o comunicar.

Page 7: Cómo Nos Movilizamos... - Daniel Cefaï

su ambiente. Para esto, puede que se apoyen en “repertorios de formas organizacionales disponibles” o que se inspiren para crear un nuevo tipo, como Clemens (1997) lo mostró a propósito de las organizaciones de votantes que han dudado entre las opciones de “club de reunión”, “sociedad caritativa” o “partido político”. Las organizaciones van experimentando de esta forma con los esquemas de circulación de la información, la repartición de poderes y la división de tareas, cooperación entre operadores, distribución de derechos y concentración de decisiones. Pero a medida que realizan estas elecciones organizacionales, determinan también el tipo de experiencia y de reivindicación, de alianzas y de conflictos, de tipos de acciones y de márgenes de maniobra que van a tener. Así ocurrió con la puesta en marcha de los principios de democracia participativa por las organizaciones de la Nueva Izquierda en los años 1960, estudiados por Polleta (2002). Por otra parte, las organizaciones tienen cada vez más el estatus de nudos, “redes de interacción informal entre una pluralidad de individuos, de grupos o de asociaciones, comprometidas en un conflicto cultural o político, y compartiendo una identidad colectiva” (Diani, 1992:13). Friedberg (1992) ha propuesto hablar más bien de “acciones organizadas”, resultados inestables de interacciones consideradas sobre un “orden local”, cuyos miembros persiguen finalidades no necesariamente compatibles, que son tomadas como tensiones entre objetivos intermedios y últimos, entre elementos de gran escala (territorial o temporal) y entre segmentos locales, étnicos o profesionales. En estas “acciones organizadas” se entrelazan diversos procesos de coordinación y de competición, en torno de la definición y de la solución a los problemas encontrados. Los compromisos inestables se encuentran en torno a fórmulas estratégicas y de convenciones colectivas (Orléan, 1994) y de regímenes de vinculación, se componen de racionalidades y de legitimidades múltiples (Thévenot, 1993, 2001, 2006).

Otra idea, defendida en primer lugar por Gusfield (1981), en la tradición de Park y Blumer, es que estas organizaciones deben ser resituadas en ambientes “fluidos” y “difusos”, constituidos por encadenamientos y estructuras de interacción entre contextos de experiencia, engendrando así cambios imperceptibles de costumbres y creencias, más que en torno a ejes “lineares” de estrategias organizacionales, orientadas hacia sus objetivos y considerando (midiendo) el éxito y el fracaso con la misma vara de la eficacidad de sus acciones. La modelización de las organizaciones de movimientos sociales como empresas, a la obra sobre la marcha de la protesta social, había renegado las investigaciones sobre el comportamiento colectivo –corrientes de opinión, modas o rumores- a los cuales Gusfield se refiere. Aún en ese momento, estas ideas terminaron abriéndose camino, contra la resistencia de los enfoques estructurales y racionales. El análisis de la red transformó la visión que se tenía de las “estructuras de movilización” y abre pistas para explorar este proceso de difusión. Luego de los años de 1970, este modelo diagnosticaba que algunos movimientos sociales no estaban ya sujetos dentro de organizaciones centralizadas y jerárquicas, sino reticulares, acéfalas o policéntricas. Melucci (1996) prosiguió esta línea en la década siguiente, la de 1980: las mutaciones de las “áreas de movimiento” mostraban la interferencia de las identidades colectivas y la desafección de las organizaciones militantes en un mundo postmoderno. Melucci descifró los “retos simbólicos” a los “códigos culturales” que según él fundaron otra política, más centrada en los desafíos de la vida cotidiana que sobre los “juegos del yo”. Podríamos citar los trabajos más recientes de Ion (2001) sobre la vinculación “distanciada” o “libre” o los de Boltanski y Chiapello (1999) sobre la “crítica artística” en un mundo conexionista que se mueve en un eco lejano a estas perspectivas y en una ruptura con ellas.

Page 8: Cómo Nos Movilizamos... - Daniel Cefaï

Una voz interesante para un enfoque pragmatista es la que nos ofrece Mische (2008), que parece responder a la crítica relacional y cultural en el análisis estructural de redes de Emirbayer y Goodwin (1994). Mische da forma a una visión dewiniana de los públicos. Las redes sobre las cuales ha investigado se reconfiguran a través de rupturas dentro de los equilibrios situacionales; pueden ser empujadas por eventos que vienen a deshacer y rehacer los vínculos que las componen, y se reforman en torno a dinámicas de definición y resolución de situaciones problemáticas. En su investigación sobre las redes de organizaciones, Mische ha mostrado, a través de las impugnaciones al presidente de Brasil Collor de Mello en 1992, que los frentes de alianza y oposición no cesan de descomponerse y recomponerse. Estos actores en coalición de “partidarios públicos” deben replicar los desafíos de sus adversarios, sus estrategias de desestabilización y de división, contrarrestar las operaciones de contra-información, de crítica o de descrédito que les enrostren. Deben hacer frente también, a la insatisfacción de las bases, rectificar las acciones luego del derrocamiento de alianzas y anticipar las consecuencias de sus elecciones estratégicas. Se debe tomar nota de aquellos informes de investigación que cambian la definición de la situación, romper o reforzar los vínculos en función de la capacidad de sus voceros a estar en la misma longitud de onda; lograr maniobrar sobre una ola de simpatía inesperada que anime su acción. Deben producir plataformas programáticas que permitan formar parte a actores tan diferentes como grupos de patrones, asociaciones de estudiantes, sindicatos marxistas, o coordinaciones católicas. Las concepciones de toma de posición pública pasan por operaciones de “desacoplo” de actores de sus redes de “posición” y por el remodelado de sus paisajes organizacionales, los cuales se temporalizan correlativamente a los debates que fijan líneas reivindicativas y a los eventos que no dejan de hacer tambalear sus redes anti-Collor.

Tenemos así un interesante conjunto de preguntas, producto de estas áreas innovadoras como lo son la sociología de organizaciones y el análisis de redes, -no insistiremos aquí sobre sus posibles afinidades con una teoría del “público”-. ¿Cuál es el aporte novedoso que hacen las “nuevas sociologías de la acción” sobre las preguntas que nos hemos planteado? Podemos enumerar tres puntos.

a) Las organizaciones y las redes son preexistentes, y determinan a la acción colectiva, son arreglos de componentes que la caracterizan. El concepto de “arreglo6” es aquí importante. La acción colectiva está vertebrada por arreglos que conllevan la manipulación de personas y objetos, de herramientas y discursos, de rituales y símbolos. El establecimiento de rutinas y de hábitos, ordenadas por divisiones de trabajo, reparticiones de poder y distribución de saber, son fijados en los ambientes de los objetos, de dispositivos socio-técnicos y de circuitos operacionales. No es posible entonces, para dar cuenta de la constitución de los colectivos, mantener el análisis en términos de consenso de representación (armonía de las convicciones ideológicas), o de congruencia de motivaciones (compatibilidad entre móviles psicológicos), o de agregación de vínculos (sincronía de las intenciones estratégicas). Desde este punto de vista, el aporte de las ciencias cognitivas sobre el lugar de los objetos ha dado pie para la reconsideración por parte de la filosofía del lugar desproporcionado otorgado a los sujetos, individuales y colectivos (Dodier, 1995; Conein y Thévenot, 1997). La acción colectiva es también movida por estos arreglos o disposiciones. La noción de arreglo es particularmente operativa en las movilizaciones socio-técnicas. Las redes de vigilancia y alerta descritas por Chateauraynaud y Torny (1999) son actantes principales, que emergen y se estabilizan a

6 N. del T. Arreglo o disposición, del original agencement. Hace referencia a la capacidad consciente de disponer y manipular elementos.

Page 9: Cómo Nos Movilizamos... - Daniel Cefaï

través de procesos de definición y de resolución de situaciones problemáticas, como los riesgos de sismo o de inundación. Los recolectores de ostras, pescadores y científicos estudiados por Callon (1985) cooperan en las estrategias de movilización en vista de un desarrollo económico en la bahía de San Brieuc. Los hacktivistas de Auray (2002) fomentan subversiones técnicas, éticas y políticas, colaborando dentro de comunidades virtuales con sus equipamientos y software. La “inteligencia organizada”, como decía Dewey (2003), es lo que sostiene, distribuye y configura la experiencia de los actores, lo que dirige y guía las modalidades de vinculación en la acción colectiva y que perpetúa las invenciones y la exposición de las vidas de los públicos.

b) En segundo lugar, tal como hemos hablado de entramados de regímenes de acción y de justificación, podemos también explorar el entramado de elementos reticulares o de los montajes organizacionales, en tal o cual situación. Los “colectivos” son “interferidos”, “heterogéneos”, “híbridos” o “mixtos” (Thévenot, 1993 y 2006; Dodier, 1991 y 1993; Lafaye, 1996; Dupuy y Livet, 1997). Sin duda estos funcionan sobre modalidades que pueden ser familiares, empresariales, burocráticas, etno-religiosas o cívicas, y relacionarse así con otros principios, éticos y políticos de organización. Variadas dinámicas de acción se entrelazan de acuerdo a que un “colectivo” se comporte como empresa lucrativa (sobre un mercado de bienes y servicios, comprometida en una competencia que busca el beneficio) o como una agencia pública (obedeciendo a reglas institucionales y legales, y obrando hacia el bien estar de sus usuarios). Este “colectivo” puede incluso oficiar como medio de socialización, facilitando encuentros, catalizando simpatías y garantizando solidaridades, forjando así experiencias comunes que pueden ir incluso hasta la “comunidad de destino”. Se puede influenciar la vida cotidiana a través de rituales, guiar la elección de afinidades, la puesta en escena del “yo”, las relaciones con los otros y los lugares de vida, dictar lo que es bueno y malo creer, decir y hacer. Este “colectivo” puede así transformarse en un seudo-partido, asegurando la lealtad de los electos, infiltrando un partido existente o fundando su propio grupo político; o incluso, puede pretender encarnar una inspiración divina, defender la verdadera religión, perseguir el cumplimiento de una profecía, incluir fieles entusiasmados por la promesa de salud, en nombre de una teología de protesta o de la prosperidad, fundando así una iglesia nueva. Pero más que fijar ciertas tipologías de organizaciones, el enfoque pragmático o praxeológico centrará su trabajo descriptivo y analítico sobre las modalidades de vinculación y compromiso en determinadas situaciones. Esta perspectiva nos mostrará, por ejemplo, como ciertas facciones del movimiento evangelista de Brasil o islámico en Francia forman diferentes regímenes de acción, segregando sus públicos, sosteniendo dobles o triples lenguajes, generando tensiones entre su personal y asegurando el equilibrio entre medios y fines. La pragmática de los regímenes de acción es una iniciativa que se esfuerza en describir y analizar, en la situación misma, la interferencia y el desorden de las lógicas de racionalidad y de legitimidad que se implican en los cursos de acción, busca así mismo descifrar los modos de organización de la experiencia que tienen los actores y sus espectadores.

c) Finalmente, existe una pluralidad de gramáticas del Yo, del Tú y de Nosotros, diversidad de formas de hacer colectivas y de representar los colectivos, que cambian de una sociedad civil y política a la otra. Cuando hablamos de arenas públicas, se tiene el derecho de imaginar un espacio accesible a todos, sin restricción, propiedad no de una sola persona, en oposición a un espacio comunitario, donde los actores se aparecen los unos a los otros, revelándose, descubriéndose y transformándose con el riesgo de su exposición pública. Podemos incluso concebir un “lugar de la acción colectiva” (Quéré, 1992, 1995 y 1996; ver también Joseph, 2007), donde las condiciones

Page 10: Cómo Nos Movilizamos... - Daniel Cefaï

trascendentales de igualdad y pluralidad son más o menos respetadas, y donde los protagonistas combaten en vista de bienes públicos, a nombre del interés general. Pero las cosas son bastante más complicadas en los hechos. Si es que no queremos estigmatizar el particularismo, el corporativismo o el comunitarismo de las acciones colectivas, en el mundo ruso, chino o brasileño, o simplemente en los mundos profesionales, étnicos o religiosos, es necesario seguir minuciosamente, sin concepciones aprioris normativas, las cadenas de actividades que conducen a la formación de los colectivos, los problemas y las causas. Las dinámicas de “movilización”, correlativas a las dinámicas de “problematización” y de “publicitación”, poniendo en obra regímenes de acción y de justificación donde la conmensurabilidad no es un elemento. Las categorías de privado, común y público, del personal y del político no son exportables como tales, y cuando parecen serlo pueden enmascarar falsos amigos7. Un ejemplo entre muchos otros que viene a imponer la prudencia metodológica: el uso de la expresión “organizaciones comunitarias”, común en Estados Unidos, Québec y Brasil, nos reenvía a las modalidades de “estar en conjunto”, es decir, identificar los individuos y asociar en colectivos, de hacer en común, de ceder con los poderes, de referirse a los derechos, de pedir y rendir cuentas, que han podido ver los unos con los otros. Todas las investigaciones sobre la constitución de una “sociedad civil mundial”, que someten las organizaciones asociativas de toda índole con el fin de medir y comparar entre los “terceros sectores” de diferentes países, pasan por alto otra de estas distinciones gramaticales. La investigación debe entonces cultivar una sensibilidad interpretativa y pragmática a los idiomas de vinculación y a los dispositivos políticos, jurídicos, institucionales, teológicos, administrativos, etc. todos de una gran heterogeneidad a los cuales se refieren. En contra parte, se investiga como Licheterman (1996), sobre las formas terapéuticas o religiosas de la “política personal” en los Estados Unidos, o como Gozalez (2009), sobre los procesos de individuación y de comunitarización en las movilizaciones evangélicas en Suiza, haciendo aparecer figuras variadas de la persona y de sus derechos, de lo que se comparte y se entrega de lo público y de lo privado, y de las formas de concebir la comunidad -ciudadanos, habitantes o creyentes-. Este enfoque gramatical nos hace sensibles a la multiplicidad de eso que constituye el “interés” dentro de una acción colectiva: lo que la gente tiene en común, aquello que mantienen, y aquello que los hace mantener.

Acabar con una visión instrumental y estratégica de la cultura pública y de la experiencia colectiva.

Pasemos rápidamente, para comenzar, a la reformulación de los años de 1970 sobre la cuestión del sentido, central en el estudio del comportamiento colectivo (collective behavior) y herederos de la tradición de Chicago, atentos a los símbolos, imaginarios, identidades y emociones (Cefaï, 2007). El fetichismo de un homo economicus ha eliminado toda dimensión cultural –que parece ser un privilegio sólo de los europeos-, Touraine, Offe o Melucci. Esto fue reparado en los años 80 en los Estados Unidos. Un área de la sociología cultural (cultural sociology) se ha desarrollado; para algunos se trata de descubrir las “estructuras culturales”, siguiendo la vía de Durkheim o Parsons (Alexander) o de Bourdieu (DiMaggio o Lamont). Para otros, a veces los mismos, se trata de una concepción estratégica de la cultura como “caja de herramientas” (Swidler) que ha permitido oponerse a las visiones demasiado deterministas del culturalismo. Pero es el “estudio de

7 Thévenot ha vinculado este tipo de programas de comparación con Rusia y los Estados Unidos: ver los resultados de una cooperación de investigadores franceses y estadounidenses, en Lamont y Thévenot (2000). Pero todos los trabajos de antropología, sociología o de política comparada tropiezan con problemas de traducción.

Page 11: Cómo Nos Movilizamos... - Daniel Cefaï

marcos” (frames analysis) de Snow y de sus estudiantes lo que ha conquistado un lugar importante en el estudio de los movimientos sociales –con el costo de una transformación de la noción goffmaniana de “cuadro” (o marco) en el repertorio de los recursos cognitivos-, donde los líderes de organizaciones van a desarrollar estrategias de comunicación en el juego de sus alianzas y de sus oposiciones (Cefaï 2001, 2001 y 2007). Esta visión de las cosas ha suscitado una polémica en el área del estudio de los movimientos sociales, donde uno de los puntos culmines fue el artículo de Jasper y Goodwin (1999), quienes atacaban abiertamente los resúmenes estructurales y estratégicos de la teoría de la movilización de recursos y del proceso político. Desde ahí, numerosas perspectivas de investigación han emergido, y que recurren a nociones de la narratología, de la dialógica o a la retórica. Más recientemente, Eliasoph y Lichterman (2003) han desarrollado una concepción más situada de la cultura como fábrica de sentido en acción y en interacción, y han establecido así un diálogo con los trabajos franceses de sociología pragmática.

Más allá de estos análisis, se puede igualmente intentar desde una perspectiva pragmatista, forjar un concepto de experiencia, que incluya las dimensiones de la afectividad y de la sensibilidad, de la memoria, de la imaginación y del proyecto. La experiencia es a menudo indebidamente rebatida en el ámbito “subjetivo” de la acción. Pero según James (2007), precede la bifurcación entre sujeto y objeto, y es según Dewey (1993) una transacción entre los organismos y su ambiente que tiene el valor de una prueba: la experiencia transforma simultáneamente la situación que está sujeta a la prueba y a los sujetos que sufren la prueba. La experiencia es tenida en una mezcla de sufrir y actuar (Quéré, 2002). Nuestra hipótesis es que el desafío principal de numerosas movilizaciones colectivas es comprometer el devenir colectivo y público de un flujo de experiencia. Cuando Dewey (2003) describe la emergencia del colectivo de exploradores, de investigadores y de experimentadores que forma un público, hace referencia a esta dimensión experiencial, indisociablemente afectiva, cognitiva y normativa, anclada en el presente, pero al mismo tiempo obrando en los horizontes del pasado y el porvenir, donde las convicciones “personales” van a formarse, reforzarse, y expresarse en un proceso de “colectivización” y de “publicitación” de una situación, de un problema o de una causa. La experiencia colectiva y pública que deriva, no es la suma ni la integración de una serie de experiencias individuales y privadas. Lo propio de una movilización, es que esta sacude el consenso presuntivo de la experiencia del sentido común y que pone a prueba la actitud natural de los individuos que la componen. La movilización debe producir entonces los términos de su inteligibilidad y de su legitimidad para con los auditorios a los cuales se dirige, para con los miembros que la componen y para con los adversarios contra los que se bate. La constitución de un desafío de de movilización, de protesta y de conflicto va a la par con la articulación de una arena pública, donde se levantan actores colectivos y de donde emergen nuevos universos de sentido –sentido común, aunque sea controversial-.

¿Qué quiere decir esto más precisamente? Cuando los “individuos” se hacen “consumidores”, “citadinos” o “ciudadanos”, “mujeres”, “desempleados” o “indocumentados”, a través de sus denuncias y reivindicaciones, deben rendir cuenta (account) de aquellos que ellos hacen, porqué lo hacen, y en miras de qué lo hacen. Cierto número de activistas han tratado de establecer un lenguaje común, a la enunciación de repertorios de identidad colectiva y a la confección de formas de vinculación y compromiso público. De este modo la tarea de las primeras feministas ha sido descubrir puntos comunes a la situación de las mujeres, de otorgar a los problemas privados una puesta en público y de convertir los males personales en causa colectiva. Los activistas que vienen luego no comienzan desde cero a establecer los roles que juegan, sino que

Page 12: Cómo Nos Movilizamos... - Daniel Cefaï

habitan universos de sentido que les son legados y los reorientan en torno a nuevos desafíos que se presenten. De la misma forma, los conflictos son identificables como relevante para el movimiento de los indocumentados porque reactivan una experiencia colectiva y pública que se ha sedimentado en las acciones precedentes. Se apela a la experiencia anterior cuando se experimentan peripecias en las acciones en curso, se aumentan a través de investigaciones, experimentaciones y discusiones, el enriquecimiento a través de esfuerzos analíticos o estéticos, inventando nuevos formatos de acción si se hace necesario. Aquello que llamamos la “cultura pública”8 es el fondo común que da su forma y su material a las movilizaciones colectivas. Esta cultura pública puede ser puesta en pausa o “desbordar” desde un movimiento a otro (Taylor, 2005) más precisamente, ser transmitido y apropiado, retomado y retorcido, aplicado y recreado, desviado o santificado, reapropiado y re investido de un nuevo sentido. La cultura pública se desarrolla en un trabajo de cooperación y de competición, donde correlativamente a la defensa de sus intereses y a la reivindicación de sus derechos, los actores deliberan racional y razonablemente, configurando explicaciones e interpretaciones, pero también, expresando y simbolizando emociones, proyectando imaginarios y utopías.

La acción colectiva se organiza por tanto estructurando sus ambientes, y produce simultáneamente los criterios de experiencia que van a permitir a sus actores orientarse, comprender lo que hacen y lo que las circunstancias hacen de ellos. Haciendo esto, controlan –bien o mal- las situaciones a las cuales hacen frente, mediando procesos de investigación, de experimentación y de deliberación; guiando así las operaciones de coordinación con sus colaboradores y adversarios, dentro de un espectro que va desde el uso de la fuerza a la persuasión. Una acción colectiva es una arquitectura en movimiento de contextos de sentido, más o menos cercas o lejanas, privadas o públicas, personales o típicas, que articulan diferentes medidas de escala espacial y temporal y que son percibidas por los actores como accesibles a sus interacciones o impositivas como “sistemas” o “destinos”. Esta perspectiva de sociología comprensiva no se opone a los análisis estructurales, ni descuida las investigaciones macro-históricos sobre los procesos de larga duración. Se trata de un esfuerzo de re-encauzar el análisis del punto de vista de los actores, asegurando que tienen una pertinencia en sus contextos de experiencia. A veces, este enfoque hace aparecer los dilemas de la acción racional, de los efectos de agregación estratégica y de oportunidades políticas, de frentes entre bloques de redes o de tensiones entre lógicas de organización, donde todos los actores, lejos de equivocarse, no son conscientes. Pero el sentido que los actores le otorgan a sus propias acciones, para hablar como Weber o la definición que lo actores dan a sus propias situaciones, para hablar como Thomas, es el último terreno del sociólogo. Es la salvaguarda más segura contra las proyecciones teóricas o ideológicas. Las perspectivas del investigador deben ser deudoras frente a aquellas de los actores.

Las actividades dadoras de sentido no son entonces reinventadas cada vez. Estas tienen un carácter típico, fijadas en parte por la institución, el derecho y el decoro, y reglamentadas en parte por un juego de prescripciones y de sanciones más difusas. Podemos mencionar aquí tres tentativas, desarrolladas en Francia, para la reconsideración de esta dimensión típica. ivaciones

8 Esta noción de “cultura pública” es distinta a la de Gusfield (2009 [1981]), quien aporta un análisis ritual y mitológico. Nuestro hilo conductor es la cuestión de las condiciones de posibilidad de la experiencia democrática y republicana.

Page 13: Cómo Nos Movilizamos... - Daniel Cefaï

a) Se ha comprometido un esfuerzo por desmarcarse de la comprensión de las razones de actuar a través de una psicología de las motivaciones personales. Comenzando por las investigaciones de Burke (1945) y de Mills (1940) sobre el carácter situado y público de las razones y motivos, y uniéndolas a las reflexiones etnometodológicas sobre las explicaciones (accounts) y al enfoque heredado de Wittgenstein sobre las descripciones, el estatus de los materiales discursivos a los cuales tiene acceso el investigador ha sido repensado (Trom, 2001; Ogien, 2007). Los motivos no son móviles íntimos, sino formas típicas de decir en contextos con diversos grados de publicidad, aquello que queremos hacer o aquello que ya hemos hecho. La comprensión no se ejerce sobre las actitudes y las opiniones que los actores mantienen en su foro interno, sino sobre las justificaciones, sobre las relecturas o sobre los anuncios que organizan la experiencia que los actores tienen de la situación y de sus “intenciones” respectivas. Los motivos son actos de enunciación en público que reordenan el orden de la interacción.

b) En la misma línea, otros han explorado las gramáticas del habla en público y del actuar en público. Las acciones (performances) de los actores deben respetar prácticamente un cierto número de “condiciones de felicidad” para que sean recibidas –inteligibles y aceptables- cerca de sus auditorios, aliados y adversarios (Boltanski, 1984; Trom, 1999; Cardon y Heurtin, 1999; Lemieux, 2009). Seguir estas reglas del juego no elimina el carácter abierto y temporal de las actividades dadoras de sentido; el “hacer colectivo” puede valerse de cualquier medio, abriéndose oportunidades y empujando las circunstancias, a veces con gran capacidad inventiva. Pero estas restricciones gramaticales –los regímenes de la crítica, de la opinión y de lo compartido (Cardon, Heurtin y Lemieux, 1995)- si es que no son tomadas en cuenta, conducen a la descalificación de una denunciación o al descrédito de una reivindicación por el público. Las restricciones gramaticales se relacionan tanto con la pertinencia de los tópicos de vinculación como con la precisión de los roles de participación y con la corrección de las formulas de expresión (Berger, 2009).

c) Otros han finalmente buscado elementos de reflexión del lado de la dramaturgia, la retórica, y de una narratología de la acción colectiva, donde Danto y Ricoeur, Goffman, Turner y Gusfield, Burke, White y Perelman han sido los referentes mayores (Gusfield, 2009; Ricoeur, 1983). Los actores extraen de estos repertorios dramáticos de actuación, retóricos de topos y narrativos de recitos (Cefaï, 2009), para dar forma a sus actividades de crítica, de denunciación y de reivindicación. Estas modalidades de puesta en escena, en argumentos y en relatos dirigidos a formas típicas de actuar, de persuadir y de graficar delante de los públicos. Aún ahí, se tienen elementos de estos actos de publicitación que, tal como modelan los medios de pertinencia, los paisajes de experiencia y las perspectivas de acción de los protagonistas, se ofrecen al consentimiento o a la crítica de los públicos.

Pero la identificación de estas tres formas típicas de “poner las formas” –vocabularios de motivos, gramáticas de hablar en público, repertorios gramáticos, retóricas y narrativas- no pone el acento de la reflexión en el proceso de publicitación de la acción colectiva. Dos temáticas están hoy en día en el centro de la reflexión en esta área, y no por azar: la afectividad y la temporalidad son, sin duda, los elementos más exigentes, tanto desde el punto de vista de su conceptualización (verdaderos rompecabezas filosóficos), como desde la aplicación de las metodologías de investigación, que permiten dar cuenta de estos conceptos. ¿De qué puede sernos útil, de nuevo, el enfoque pragmatista?

Page 14: Cómo Nos Movilizamos... - Daniel Cefaï

La afectividad, para comenzar. Por largo tiempo nos hemos dedicado a la defensa de las temáticas de la “cultura” y de la “identidad” la crítica del análisis racional y del análisis estructural. Pero las emociones de la acción colectiva han sido aún más olvidadas. Estas han sido recientemente retomadas con fuerza en el terreno de la investigación (Goodwin et. al, 2001). A menudo, desgraciadamente, han sido estudiadas a través del esquema de la manipulación de las apariencias (impression management) en las estrategias de comunicación pública, de organización de similitudes o de comunicación a los auditorios. El tema ya había sido superado en Francia, desde un punto de vista teórico, por autores como Livet (2002) y Thévenot (1994, 1997) o Paperman y Ogien (1995), quienes fueron un paso más allá de la oposición entre razón y pasión, cognición y emoción. Ya lo había sido antes, cuando Park invitaba a establecer una meteorología de las atmósferas públicas, con sus variaciones climáticas y sus movimientos barométricos, ligando este problema a través de la Stimmung9, accesible por la investigación sobre la opinión pública y sobre el comportamiento colectivo. En lugar de técnicas de gestión de los sentimientos de los otros, las pasiones y los efectos reencuentran su dimensión de “pasividad frente a los eventos” (Quéré, 2003) o de afecto por las situaciones (Cefaï y Lafaye, 2001); de la conmoción, el malestar o el pánico, del alboroto, el disgusto o el entusiasmo, que afectan la moral, a las afectividades y las sensibilidades colectivas, en determinada situación. El sentido del bien, de derecho y de la justicia, el sentido del honor, la pasión de la igualdad o el odio de clase son, antes que todo, sentimientos morales. Toda movilización colectiva se manifiesta por pruebas de indignación y revuelta, de solidaridad o de desapruebo, de alegría y de decepción –la misma apatía no existe sin un pathos-. Las emociones, ya sea que permanezcan encerradas en un círculo privado o que busquen una demarca colectiva y una resonancia pública, son lo más difícil de describir: el orgullo burlesco, la sed de revancha, el ánimo de verdad, el deseo de libertad, el orgullo nacional, el odio racial… y más sencillamente las manifestaciones expresivas en situaciones dadas, con toda la dificultad que significa captarlas. La etnografía debe entonces obtener una cualidad literaria, sin que esto signifique renunciar a la disciplina de la observación y de la descripción. Breviglieri es quizás el más sensible a algunas de estas pruebas afectivas (2009).

Más radicalmente, no se trata simplemente de rehabilitar un “objeto” que hasta ese momento se encontraba olvidado por la investigación o el análisis, sino de transformar la definición de la acción colectiva. La afectividad no es un tema entre otros, es lo que hace que haya experiencia, tanto perceptiva, cognitiva o moral. No es una “coloración” de los hechos, o de los estados de consciencia. Es lo que garantiza nuestro contacto con los otros y con las cosas, lo que permite tener unidas las situaciones en nosotros y situarnos en ellas. La acción colectiva no se encuentra solamente en el actuar, sino también en el sufrir y el compartir; contiene una dimensión de afecto y de pasión colectiva. Antes de ser impulsada por una orientación estratégica, los miembros que se vinculan son afectados por las situaciones que ellos mismos contribuyen a definir y a dominar; son “pasivos”, expuestos a eventos que los transforman y desvían, modificando sus criterios de comprensión y extendiendo sus horizontes de inteligibilidad. En un lado estrategias racionales o determinaciones estructurales, la acción colectiva se deja sacudir por los sucesos que, a veces, no afectan sino algunas particularidades, y que en otras, pueden tomar otra amplitud, concerniendo a personas que se encuentran más allá de quienes están directamente involucrados, empujándolos a formar una experiencia común, a indignarse, concertarse y movilizarse en público (Dewey, 1927). Estas

9 N. del T. Del alemán. Hace referencia a la atmósfera o humor de las masas. Se relaciona con el “espíritu de las masas” de Park.

Page 15: Cómo Nos Movilizamos... - Daniel Cefaï

dinámicas de rearticulación de los campos de experiencia y de los horizontes de espera alteran el sentido de lo que es “capital”, “recurso” u “oportunidad”. Una buena explicación comprensiva no puede manipular estas categorías como si fuesen portadoras de un sentido estable, sujeto a una validez trans-situacional. Estas revelan una gramática de la acción, establecen disposiciones de los actores y dispositivos de acción; requieren regímenes de experiencia. El término de experiencia puede ser entendido de tres formas, donde cada vez nos encontramos afectados de manera diferente. La experiencia como prueba estética: los sentidos afectivos (pathos) y estéticos (aisthesis) son aquello que, más allá de razonamientos y de juicios, nos dan acceso al mundo, eslabones de experiencia que constituyen lo que somos, nos guían en las situaciones porque tienen influencia sobre nosotros. La experiencia como experimentación práctica: el reconocimiento de lo real es probado por los test, que nos pueden hacer sufrir situaciones y resultados a los cuales debemos someternos, aumentando nuestra capacidad de acción doblegándonos ante una realidad trascendente. La experiencia como cambio interactivo: nuestro acceso a la verdad, al bein y al derecho nunca es solitario, sino que pasa por interacciones con los otros y con las cosas, a través de proceso de cooperación y de comunicación, que toman a veces la forma de verdaderas deliberaciones, donde nos exponemos al punto de vista de los otros. Nuestra experiencia de la vinculación, tiene una dimensión sensual, experimental e interaccional. Y las categorías de la acción colectiva (capital, recurso, oportunidad…) son cada vez reconquistadas después de su anclaje en los contextos de sentido de los actores.

La temporalidad, finalmente. La investigación debe hacerse sensible a la emergencia temporal de las acciones colectivas, y debe por tanto elegir los terrenos que le aseguren el acceso a tales corpus y materiales. Varios avances de investigaciones ya han ido en ese sentido. Se puede tratar de trayectorias biográficas, de personas u organizaciones: Fillieule (2001, 2005) ha comprometido un programa de investigaciones que intenta unir el análisis de cohortes etarios dentro de las organizaciones y el análisis de trayectorias de vinculación y de desvinculación. Auyero (2003), sobre una piquetera en Patagonia y una agitadora en Santiago, han igualmente remplazado los accidentes de la experiencia moral, encarnada en las corrientes existenciales, en el corazón de la movilización. En un libro crucial, poco leído por los sociólogos, sobre las trayectorias de los obreros de un barrio de Turín, Gribaudi (1987) siguió grupos de amigos y parientes a través de varias generaciones, reinscribiéndolos en relación a proyectos familiares y personales de migración urbana y de ascensión social y reconstituyendo sus redes egocentradas: su pasaje del socialismo al fascismo es explicado a partir de elecciones biográficas en los ambientes políticos en mutación. Este modelo de flujo y de estratos de experiencia que se entrecruzan, correlativamente a las pruebas, sucesivas o simultáneas, de socialización, podrían enriquecer el análisis biográfico de las movilizaciones.

Aún ahí, los enfoques pragmáticos y pragmatistas han abierto un cierto número de nichos. La atención ha sido desplazada de estas carreras personales u organizacionales hacia carreras de problemas públicos, alrededor de los cuales se articulan diferentes configuraciones de arenas públicas. Chateauraynaud y Torny (1999) lo hacen a su modo, al examinar las carpetas de oraciones, del amianto o de la cuestión nuclear. Constituyen de esta forma series longitudinales de archivos que analizan luego a través de programas computacionales como Prospero o Marlowe. Terzi (2003) ha trabajado por su parte –sin tratamiento informático- sobre un enorme corpus de prensa relacionado con el despojo del dinero de judíos en Suiza durante la Segunda Guerra Mundial. Terzi se propuso, poniendo entre paréntesis toda empresa de historia social- rendir cuenta de dinámica interna de la controversia, de la organización de secuencias de reformulación y disputa, de la emergencia de

Page 16: Cómo Nos Movilizamos... - Daniel Cefaï

nuevas categorías e intrigas, mostrando la constitución de este caso público sobre varios decenios (Terzi y Bover, 2005). Otros trabajos, fundados sobre la encuesta etnográfica, tanto sobre la encuesta como documentos o por entrevistas, han igualmente restituido la génesis de arenas públicas en toda su complejidad: el de Lolive (1997 y 1999) sobre las contestaciones contra el TGV (Tren de Gran Velocidad) o el de Dodier (2003) sobre la historia de las movilizaciones en torno a la epidemia del sida. Pero la temporalidad puede aún estar desconectada del soporte biográfico de personas y de la mediana duración de los asuntos públicos. En el corto plazo, la investigación puede seguir la temporalidad de momentos de prueba que provocan movilizaciones repentinas –cuando se trata de eventos como el de la profanación del cementerio de Carpentras (Barthélémy, 1991) o de disputas, como el conflicto de Calas y del Caballero de la Barre (Claverie, 1994 y 1998). La investigación puede también tomar la forma de las controversias que los estudiantes de la Escuela de Mines y de Ciencias Políticas estudian hoy en día, pisándole los talones a la idea de Latour luego de su estudio sobre la “pasteurización de Francia” (Latour, 1984) –con y dentro del estudio de los dispositivos de acción pública, un cruce entre las concepciones de sociología de organizaciones, de citas de justificación, de las ciencias y de las técnicas.

El reconocimiento de la pasividad de los actores y la reestructuración de sus capacidades morales y políticas han permitido volver a poner en discusión en medio de las ciencias sociales la cuestión de la razón práctica, al encontrarse con una concepción estrecha de la estrategia. El tema de la temporalidad de las acciones colectivas ha sido transformado. La acción colectiva no se “construye” únicamente siguiendo planes o cartografías ya diseñadas (Quéré y Pharo, 1990; Ladrière et.al 1993); se hace piloteando en medio de la maraña de circunstancias, se esfuerza en unir las contingencias que sufre, intenta volver a trazar y de relanzar las líneas de acción haciendo frente a situaciones que escapan a su control. No se trata solamente de una demarcación cognitiva en el mundo: está atravesado por pruebas de derecho y de deber, de obligación y responsabilidad, frente a los humanos y no humanos –dioses o bestias, lugares o cosas-. La acción colectiva se despliega temporalmente, esto significa que la disección de la acción colectiva en elementos estructurales o coyunturales, no nos entrega su secreto; es vivida a veces como una rutina que sigue su ritmo de crucero, y a veces bajo la figura del suceso que hace irrupción y que es necesario afrontar. El curso de la acción no es uniforme. Está sembrado de baches, interrumpido por peripecias y resurgimientos, se expone a maquinaciones y trampas, y es sustentado por maniobras y proyectos. A menudo, toma direcciones imprevistas, desvía las expectativas de sus agentes, bifurca en variadas posibilidades, impone el sopesar los pros y contras. Recorriendo las virtudes antiguas del coraje (virtú), de la inteligencia aplicada (metis), y de la prudencia práctica (phronesis), aquellos que realizan y soportan la acción colectiva pueden elegir su suerte, modificar el destino con buena o mala fortuna, descubrir en la existencia de un horizonte posible, sabiendo que nunca anticiparan del todo los efectos que esto conllevará. El precio de la libertad de actuar está dentro de la imprevisibilidad de sus resultados y consecuencias –es lo que logran constatar cada vez más las investigaciones sobre los movimientos sociales (Giugni et.al. 1999). Y el saber-hacer de los líderes de organización puede que resida tanto en un arte del análisis práctico como en una capacidad directiva (management).

Estos diferentes elementos transforman la comprensión que podemos tener de lo que está en juego en una acción colectiva, más allá de los juegos de fuerza y de intereses: un sentido de la realidad, del derecho y de la justicia (Cottereau, 1992 y 1999). La entrada principal hacia el terreno es entonces la de la experiencia, particular, colectiva y pública. La existencia de una “cultura pública”, que emerge a través del trabajo de movilización y que, más allá, se establece en un cierto número de

Page 17: Cómo Nos Movilizamos... - Daniel Cefaï

mediaciones convencionales e institucionales, autoriza la constitución de una experiencia colectiva y el ejercicio de un juicio de sentido común. La “cultura pública” no es más sólo una “caja de herramientas”, sino que pre-articula las estructuras en el horizonte de la vida colectiva y le dota materiales de experiencia, haciendo posible la articulación de una arena pública donde estén disponibles los criterios de lo verdadero y lo falso, lo real y lo imaginario, de lo existente y lo posible, de lo justo y lo injusto, del derecho y del error, de lo legítimo y lo ilegítimo. La acción colectiva encuentra necesariamente su sustento en esta “cultura pública” que, estando compartida por sus miembros, le provee opciones de toma de partido, lugares en las arenas de batalla e indica las buenas formas de expresivas. La cultura pública puede vincularse en la lógica del grupo de presión que juega la carta del lobby o, o dentro de la lógica de la confrontación guerrera donde el dominio más fuerte –“fuerza” e “interés”- retoma las gramáticas de la confrontación y de la negociación, que tienen también sus reglas del juego10. La cultura pública puede acercarse a una concepción de la deliberación pública, cuando la argumentación, la investigación o la experimentación proveen hechos o argumentos tendientes a convencer racional y razonablemente: nuevas modalidades de participación de ciudadanos y de cooperación con los electos y los expertos son de este modo reivindicadas.

Pero la focalización de la investigación sobre estos modos de existencia de la “cultura pública” no debe hacer perder de vista la multiplicidad de pruebas de la vida cotidiana y su resonancia en la experiencia colectiva, sobre diferentes escenas públicas que contribuyen igualmente a articular la acción colectiva. Los “movimientos sociales”, a favor o en contra del aborto, eutanasia, biogenética, paridad de género, derechos de los animales o la protección del ambiente formulan sus denunciaciones y sus reivindicaciones apoyándose sobre este fondo. Haciendo esto se identifican, se coordinan y co-actúan, dirigiéndose hacia las afectividades, sensibilidades y entendimientos de sus públicos, articulando los criterios de la experiencia de particulares, en la esfera de la relación íntima o del coloquio personal. Los actores redefinen asó las situaciones re-elaboran visiones de mundo y reorganizan convicciones e identidades. Los movimientos sociales son analizadores, catalizadores y aceleradores de la formación de esta “cultura pública”, y en contraparte, de aquello que se llamó en otro momento la transformación de los modos, de los usos y de las costumbres.

A modo de conclusión

Esperamos, a través de este breve recorrido de horizonte, haber dado una idea de la fecundidad, dentro de la pluralidad, que algunos enfoques pragmáticos y praxeológicos, re-encuadrados en una perspectiva pragmatista, para el estudio de la acción colectiva. Podemos preguntarnos legítimamente por qué su recepción a sido tan débil, y son varias las respuestas que surgen. Para comenzar, una representación estrecha de las movilizaciones colectivas ha conducido a focalizarse sobre los dilemas de la racionalidad o sobre los movimientos sociales, prohibiendo considerar otros objetos –hasta que proliferaron, por ejemplo, en el terreno de la sociología de las ciencias y las técnicas-. Seguido a esto, la agenda de investigación se divide en torno a grandes modelos. En Francia, la herencia tourainiana, bourdieusiana, monopolizaron gran parte de la discusión sociológica, mientras que a partir de los ’90 el Grupo de estudio e investigación sobre las

10 Las relaciones de fuerza, centrales en Callon y Latour, habían desaparecido prácticamente del programa de investigación sobre las formas de justificación en público de la GSPM, que tomaban su contraparte. Estas fueron reintroducidas por Boltanski y Chiapello (1999), pero se les encuentra también bajo otras formas en las investigaciones sobre la “violencia polític” o en las “asimetrías de toma” (Chateauraynaud, 2006 y 2008).

Page 18: Cómo Nos Movilizamos... - Daniel Cefaï

mutaciones del militantismo ha hecho en Francia un trabajo importante de trasplantación y de aclimatación de investigaciones “norte-americanas”. Los modelos legitimados se han desarrollado entonces con gran plenitud, mientras que los autores aquí presentes se han preocupado demasiado poco de la recepción y de la reconsideración de sus investigaciones en el terreno de la sociología de las movilizaciones colectivas: sus objetos teóricos y empíricos, sus aliados y adversarios de competencia estaban fuera. En suma, no es sino recientemente que sus ideas han comenzado a circular más y a ser aplicadas por otros investigadores, y ya no solamente sus estudiantes directos. En Francia, esta difusión es facilitada por el hecho de que las enemistades de escuela, los ostracismos y las aversiones se aplacan con el tiempo. El cambio de generaciones debería permitir a los desafíos de investigación y de análisis primar sobre las lealtades personales y los vínculos dogmáticos.

Bibliografía

Arendt, H. (1972), Du mensonge à la violence, Paris, Calmann-Lévy

Auray, N. (2002), « De l’éthique à la politique : l’institution d’une cité libre »,

Multitudes, nº8

Auyero, J. (2003), Contentious Lives : Two Argentine Women, Two Protests, and the

Quest for Recognition, Durham et Londres

Barbot, J. (2002), Les malades en mouvements. La médecine et la science à l’épreuve

du sida, Paris, Balland

Barthélémy, M (1992), « Événement et espace public : l’affaire Carpentras »,

Quaderni, 18, p. 125-140

Berger, M. (2009). Répondre en citoyen ordinaire. Enquête sur les « engagements

profanes » dans un dispositif d’urbanisme participatif à Bruxelles, Bruxelles, Thèse de

doctorat de l’ULB

Boltanski, L. (1990 [1984]), « La dénonciation », in L’Amour et la justice comme

compétences, Paris, Métailié

Boltanski, L. et L. Thévenot (1991), De la justification. Les économies de la grandeur,

Paris, Gallimard

Boltanski, L. et E. Chiapello (1999), Le nouvel esprit du capitalisme, Paris, Gallimard

Breviglieri, M. (2009), « L’insupportable. L’excès de proximité, l’atteinte à

Page 19: Cómo Nos Movilizamos... - Daniel Cefaï

l’autonomie et le sentiment de violation du privé », in Breviglieri, M., Lafaye C., et

D. Trom (dir.), Compétences critiques et sens de la justice, Paris, Économica

Burke, K. (1945), « Introduction : The Five Key Terms of Dramatism », in A

Grammar of Motives, Berkeley, University of California Press, p. xv-xxiii.

Callon, M. et V. Rabeharisoa (1999), Le pouvoir des malades. L’Association française

contre les myopathies et la recherche, Paris, Presses de l’École des Mines

Callon, M., P. Lascoumes, et Y. Barthe (2001), Agir dans un monde incertain. Essais

sur la démocratie technique, Paris, Seuil

Cardon, D. et J.-P. Heurtin (1999), « La critique en régime d’impuissance. Une lecture

des indignations des auditeurs de France-Inter », in François, B., et É., Neveu (dir.),

Espaces publics mosaïques. Transformations de l’espace public, Rennes, PUR

Cardon, D., J.-P. Heurtin et C. Lemieux (1995), « Parler en public », Politix, 31, p. 5-

19

Cefaï, D. (2001), « Les cadres de l’action collective. Définitions et problèmes », in

Cefaï, D., et D. Trom., p. 51-97.

Cefaï, D. (2002), « Qu’est-ce qu’une arène publique? Quelques pistes pour une

approche pragmatiste », in Cefaï, D. et I. Joseph, p. 51-82

Cefaï, D. (2007), Pourquoi se mobilise-t-on ? Les théories de l’action collective, Paris,

La Découverte

Cefaï, D. (2009), « Boire ou conduire, il faut choisir ! La fabrique des problèmes

publics », postface à J. Gusfield, La culture des problèmes publics, Paris, Économica,

p. 219-318

Cefaï, D. et I. Joseph (dir.) (2002), L’Héritage du pragmatisme, La Tour d’Aigues,

Éditions de l’Aube

Cefaï, D., et D. Trom (dir.) (2001), Les formes de l’action collective. Mobilisations

dans des arènes publiques, Paris, Éditions de l’EHESS (« Raisons pratiques », vol. 12)

Cefaï, D. et C. Lafaye (2001), « Lieux et moments d’une mobilisation collective. Le

Page 20: Cómo Nos Movilizamos... - Daniel Cefaï

cas d’une association de quartier », in Cefaï, D, et D. Trom, p. 195-228.

Chateauraynaud F. (2006), « Les asymétries de prise. Des formes de pouvoir dans un

monde en réseaux », GSPR-EHESS, 2006

Chateauraynaud F. (2008), « Des disputes ordinaires à la violence politique. L’analyse

des controverses et la sociologie des conflits », GSPR-EHESS, 2008

Chateauraynaud, F. et D. Torny (1999), Les sombres précurseurs. Une sociologie

pragmatique de l’alerte et du risque, Paris, Éditions de l’EHESS

Claverie, E. (1994), « Procès, affaire, cause : Voltaire et l’innovation critique »,

Politix, 26, p. 76-86

Claverie, E. (1998), « La naissance d’une forme politique : l’affaire du Chevalier De

la Barre », in Roussin, P. (dir.), Critique et affaires de blasphème à l’époque des

Lumières, Paris, Honoré Champion

Clemens, E. (1997), The People’s Lobby : Organizational Innovation and the Rise of

Interest Group Politics in the United States 1890-1925, Chicago, University of Chicago

Press

Conein, B et L. Thévenot (dir.) (1997), Cognition et information en société, Paris,

Éditions de l’EHESS, « Raisons Pratiques », n° 8

Corcuff, P. (1991). Constructions du mouvement ouvrier. Activités cognitives,

pratiques unificatrices et conflits dans un syndicat de cheminots, Paris, Thèse de doctorat

EHESS

Cottereau, A. (1992), « Esprit public et capacité de juger. La stabilisation d’un espace

public en France aux lendemains de la Révolution », in Cottereau, A. et P. Ladrière (dir.),

Pouvoir et légitimité, Paris, Éditions de l’EHESS, « Raisons pratiques », n° 3, p. 239-273.

Cottereau, A. (1999), « Dénis de justice, dénis de réalité : remarques sur la réalité

sociale et sa dénégation », in Dulong, R., et P., Gruson (dir.), L’Expérience du déni, Paris,

Éditions de la MSH, p. 159-178

De Munck, J. et B. Zimmermann (2009), La liberté au prisme des capacités, Paris,

Page 21: Cómo Nos Movilizamos... - Daniel Cefaï

Éditions de l’EHESS (« Raisons pratiques », n° 18)

Dewey, J. (1993 [1938]), Logique. La théorie de l’enquête, Paris, PUF

Dewey, J. (2003 [1927]), Le public et ses problèmes, Pau, Publications de l’Université

de Pau, Tours, Farrago/ Leo Scheer (trad. fr. et présentation J. Zask)

Diani, M. (1992), « The Concept of Social Movement », Sociological Review, 40,

p. 1-25

Diani, M. et D. McAdam (dir.) (2003), Social Movements and Networks, Oxford,

Oxford University Press

Dodier, N. (1991), « Agir dans plusieurs mondes », Critique, 529-530, p. 428-458

Dodier, N. (1993), « Les appuis conventionnels de l’action. Éléments de pragmatique

sociologique », Réseaux, 62, p. 65-85.

Dodier, N. (1995), Les hommes et les machines. La conscience collective dans les

sociétés technicisées, Paris, Éditions Métailié

Dodier, N. (2003), Leçons politiques de l’épidémie de sida, Paris, Éditions de l’EHESS

Doidy É., La vulnérabilité du sujet politique. Régimes de proximité dans les arènes

d’engagement public, Thèse de doctorat, Paris, EHESS, 2002

Dupuy, J.-P. et P. Livet (dir.)(1997), Les limites de la rationalité. Rationalité, éthique

et cognition, Paris, La Découverte

Eliasoph, N. et P. Lichterman (2003), « Culture in Interaction », American Journal of

Sociology, 108, 4, p. 735-794

Emirbayer, M. et J. Goodwin (1994), « Network Analysis, Culture, and the Problem of

Agency », American Journal of Sociology, 99, 6, p. 1411-1454

Fillieule, O. (2001), « Post-scriptum : Propositions pour une analyse processuelle de

l’engagement individuel », Revue politique de science politique, 51, 1-2, p. 199-217

Fillieule, O. (2005), « Temps biographique, temps social et variabilité des

rétributions », in Fillieule, O. (dir.), Le désengagement militant, Paris, Belin, p. 17-47

Follett, M. P. (1998 [1918]), The New State : Group Organisation, the Solution of

Page 22: Cómo Nos Movilizamos... - Daniel Cefaï

Popular Government, Philadelphie, Pennsylvania University Press

Friedberg, E. (1992), « Les quatre dimensions de l’action organisée », Revue française

de sociologie, 33, 4, p. 531-557.

Giugni, M., D. McAdam et C. Tilly (dir.) (1999), How Social Movements Matter,

Minneapolis, University of Minnesota Press

Goffman, E. (1991 [1974], Les cadres de l’expérience, Paris, Minuit

Gonzalez, P. (2009), Voix des textes, voies des corps. Une sociologie du

protestantisme évangélique, Fribourg et Paris, Thèse de sociologie de l’Université de

Fribourg et de l’EHESS

Goodwin, J. et J. Jasper (2004 [1999]), « Caught in a Winding, Snarling Vine : The

Structural Bias of Political Process Theory », in Id. (dir.), Rethinking Social Movements :

Structure, Meaning, and Emotion, Lanham, Rowman and Littlefield, p. 3-30.

Goodwin, J., J. Jasper et F. Polletta (dir.) (2001), Passionate Politics : Emotions and

Social Movements, Chicago, University of Chicago Press

Gribaudi, M. (1987), Itinéraires ouvriers. Espaces et groupes sociaux à Turin au

début du XXe siècle, Paris, Éditions de l’EHESS

Gusfield, J. (1981), « Social Movements and Social Change : Perspectives on

Linearity and Fluidity », in Kriesberg, L. (dir.), Social Movements, Conflict, and Change,

4, p. 317-339.

Gusfield, J. (2009 [1981]), La culture des problèmes publics, Paris, Économica

Ion J. (2001), L’Engagement au pluriel, Saint-Étienne, Presses de l’Université de

Saint-Étienne

James W. (2007 [1912]). Essais d’empirisme radical, Paris, Flammarion

Jasper, J. (1997), The Art of Moral Protest : Culture, Biography, and Creativity in

Social Movements, Chicago, University of Chicago Press, 1997

Jasper, J. (2006), Getting Your Way, Chicago, University of Chicago Press

Joseph, I. (2007), L’Athlète moral et l’enquêteur modeste, Paris, Économica

Page 23: Cómo Nos Movilizamos... - Daniel Cefaï

Koselleck, R. (1997), L’Expérience de l’histoire, Paris, Gallimard et Seuil, 1997.

Ladrière, P., P. Pharo et L. Quéré (dir.), La théorie de l’action, Paris, Éditions du

CNRS, 1993

Lafaye, C. (1996), Sociologie des organisations, Paris, Armand Colin

Lafaye, C. (2001), « L’ancrage de proximité en politique(s) : mobilisations locales et

contestations de l’action publique », Revue de l’Institut de Sociologie, Université Libre de

Bruxelles, 1-4, p. 109-112

Lamont, M., et L. Thévenot (dir.) (2000), Rethinking Comparative Cultural Sociology,

Cambridge University Press/ Éditions de la MSH

Latour, B. (1984), Les microbes, guerre et paix, suivi de Irréductions, Paris, Métailié

Latour, B. (1999), Politiques de la nature. Comment faire entrer les sciences en

démocratie, Paris, La Découverte

Latour, B. (2008), « Le fantôme de l’esprit public », in Lippmann, W., Le public

fantôme, Paris, Demopolis, p. 3-44

Lemieux, C. (2009). Le devoir et la grâce, Paris, Economica

Lichterman, P. (1996), The Search for Political Community : American Activists

Reinventing Commitment, New York, Cambridge University Press

Lichterman, P. (2005), Elusive Togetherness : Church Groups Trying to Bridge

America’s Divisions, Princeton, Princeton University Press

Livet, P. (2002), Émotions et rationalité morale, Paris, PUF

Lolive, J. (1997), « La montée en généralité pour sortir du Nimby. La mobilisation

associative contre le TGV Méditerranée », Politix, 39, p. 109-130.

Lolive, J. (1999), Les contestations du TGV Méditerranée, Paris, L’Harmattan

Lolive, J. (2006), « Des forums hybrides à l’esthétisation des espaces publics »,

Cahiers de géographie du Québec, 50, 140, p. 151-171

McAdam, D., S. Tarrow et C. Tilly (2001) Dynamics of Contention, Cambridge,

Cambridge University Press

Page 24: Cómo Nos Movilizamos... - Daniel Cefaï

Mead, G.-H. (2006 [1934]) L’Esprit, le soi et la société, Paris, PUF

Melucci, A. (1996), Challenging Codes, Cambridge, Cambridge University Press

Micoud, A. (2007), « De l’expert-militant à l’être vivant sensible », in « Esthétique et

espace public », Cosmopolitiques, 15, p. 121-134

Mische, A. (2008), Partisan Publics : Communication and Contention Across

Brazilian Youth Activist Networks, Princeton, Princeton University Press

Ogien, A. (2007), Les formes sociales de la pensée. La sociologie après Wittgenstein,

Paris, Armand Colin

Orléan, A. (dir.) (1994), Analyse économique des conventions, Paris, PUF, 1994

Paperman, P. et R. Ogien (dir.)(1995), La couleur des pensées, Paris, Éditions de

l’EHESS, « Raisons pratiques », n° 6

Pattaroni L., « Le geste moral. Perspective sociologique sur les modalités du vivre

ensemble », Carnets de bord, 2001, 2, p. 67-77.

Pattaroni L., Politique de la responsabilité. Promesses et limites d’un monde fondé sur

l’autonomie, Paris-Genève, Thèse de doctorat EHESS et Université de Genève, 2005

Pharo, P. (1985) Le civisme ordinaire. Paris : Méridiens-Klincksieck

Polletta, F. (2002), Freedom is an Endless Meeting : Democracy in American Social

Movements, Chicago, University of Chicago Press

Quéré L. (1990). « L’opinion : l’économie du vraisemblable. Introduction à une

approche praxéologique de l’opinion publique », Réseaux, 43, p. 33-58

Quéré, L. (1992), « L’espace public : de la théorie politique à la métathéorie

sociologique », Quaderni, 18

Quéré, L. (1995), « L’espace public comme forme et événement », in Joseph, I. (dir.),

Prendre place. Espace public et culture dramatique, Paris, Plan Urbain, 1995, p. 93-110

Quéré, L. (1996), « L’espace public comme lieu de l’action collective », Mana, 2

Quéré, L. (2003), « La structure de l’expérience publique d’un point de vue

pragmatiste », in L’Héritage du pragmatisme, in Cefaï, D., et I. Joseph.

Page 25: Cómo Nos Movilizamos... - Daniel Cefaï

Quéré, L. et P. Pharo (dir.) (1990), Les formes de l’action, Paris, Éditions de l’EHESS,

1990, « Raisons pratiques », n° 1

Quéré, L. (1997), « La situation négligée », Réseaux, 85, p. 163-192

Rosanvallon, P. (2006), La contre-démocratie. La politique à l’âge de la défiance,

Paris, Seuil

Stavo-Debauge, J. et D. Trom (2004), « Le pragmatisme et son public à l’épreuve du

terrain. Penser avec Dewey contre Dewey », in Karsenti, B. et L. Quéré (dir.), La

croyance et l’enquête. Aux sources du pragmatisme, Paris, Éditions de l’EHESS

(« Raisons pratiques », n° 15)

Taylor, V. (2005 [1989], « La continuité des mouvements sociaux. La mise en veille

du mouvement des femmes », in Fillieule, O. (dir.), Le désengagement militant, p. 229-

250

Terzi, C. (2003), Qu’avez-vous fait de l’argent des juifs ?, Paris, Thèse de doctorat

EHESS, Fribourg, Université de Fribourg

Terzi, C. et A. Bovet (2005), « La composante narrative des controverses politiques et

médiatiques. Pour une analyse praxéologique des actions et des mobilisations

collectives », Réseaux, 132, 4, p. 111-132

Thévenot L. et M. Breviglieri (dir.) (2010), Politiques au regard du proche, à paraître

à Paris, Economica

Thévenot, L. (1993), « La trame des organisations », in T. Globokar (dir.), Entreprise,

société, communauté, Paris, Autrement

Thévenot, L. (1999), « Faire entendre une voix. Régimes d’engagement dans les

mouvements sociaux », Mouvements, 3, p. 73-82

Thévenot, L. (2006), L’Action au pluriel. Sociologie des régimes d’engagement, Paris,

La Découverte

Tilly, C. (1995), « To Explain Political Process », American Journal of Sociology,

100, 6, p. 1594-1610.

Page 26: Cómo Nos Movilizamos... - Daniel Cefaï

Tilly, C. (2003), The Politics of Collective Violence, Cambridge, Cambridge

University Press

Trom D. et P. Laborier (dir.) (2003). Historicités de l’action publique, Paris, PUF

Trom, D. (1999), « De la réfutation de l’effet Nimby considérée comme une pratique

militante. Notes pour une approche pragmatique de l’activité revendicative », Revue

Française de science politique, 1, p. 31-50

Trom, D. (2001), « Grammaire de la mobilisation et vocabulaires de motifs : origines

et actualité d’une perspective », in Cefaï, D., et D. Trom, p. 99-134.