Cómo Hacer Un Programa de Vida Resumen

26
¿Cómo hacer un programa de vida? El primer paso para hacer un programa de vida. No nos ha faltado ni buena voluntad, ni carácter. Lo que sucede es que hemos fallado en el método. Si queremos en verdad llegar a un verdadero cambio de vida , lo que necesitamos es descubrir nuestro defecto dominante, hacer un plan para atacarlo y poner manos a la obra. Esto se llama hacer un programa de vida, un verdadero programa para reformar nuestra vida y lograr ser un hombre o una mujer nueva. Mírate en un espejo. Sí, no tengas miedo. Hombre o mujer, joven o adolescente, ¿qué más da? Cuando tienes unos kilos de más, cuando quieres alcanzar una mejor figura, un mejor rostro, no te da pena y te miras al espejo. Ahí, frente a frente descubres lo que está bien, o eso que está mal. Y decides comenzar ¡cuánto antes! una dieta, un tratamiento de belleza o un régimen físico para estar y sentirte mejor. Y eso lo logras sólo si eres capaz de verte en el espejo y ver la realidad de las cosas. Con la vida del espíritu sucede lo mismo. Debes mirarte en el espejo y contemplar a un hijo o una hija de Dios. Y debes ver el contraste. Esa imagen que ves en el espejo quizás no es la imagen ideal de un hijo de Dios. Contemplas una persona que puedas estar alejada de Dios o que está en camino de acercarse a él, pero ¿qué le hace falta? Te das cuenta que estás lleno de defectos, de actitudes que no corresponden a las de un buen cristiano. Vicios que se han arraigado con el tiempo y que forman ya parte de una personalidad, pero una personalidad que se aleja del camino de Dios. ¿Qué puedes hacer? Descubre tu defecto dominante. Si no somos santos, no te disculpes ni busques pretextos: no soy santo porque no he sido llamado a la santidad, no soy santa porque no me dan los medios, no soy santo porque me da miedo, no soy santo porque otros no me dejan ser santo. Y así la lista podría seguir al infinito. No te compliques y saquemos una conclusión: no eres santo porque no has luchado con inteligencia para alcanzar la santidad. Querer es poder, alguien ha dicho por ahí. Pero... ¿has puesto los medios? No basta simplemente con querer. Hay que poner los medios. Y uno de los medios más importantes para ser santo es descubrir tu defecto dominante y trabajar por combatirlo. Todos tenemos defectos que debemos atacar para conseguir la santidad: Yo me enojo muy pronto y pierdo el control de mí mismo, hay quien no puede ser caritativo con los demás porque está más allá de sus propias 1

description

Articulo para hacer un programa de vida

Transcript of Cómo Hacer Un Programa de Vida Resumen

Page 1: Cómo Hacer Un Programa de Vida Resumen

¿Cómo hacer un programa de vida?El primer paso para hacer un programa de vida.

 No nos ha faltado ni buena voluntad, ni carácter. Lo que sucede es que hemos fallado en el método. Si queremos en verdad llegar a un verdadero cambio de vida , lo que necesitamos es descubrir nuestro defecto dominante, hacer un plan para atacarlo y poner manos a la obra. Esto se llama hacer un programa de vida, un verdadero programa para reformar nuestra vida y lograr ser un hombre o una mujer nueva.

Mírate en un espejo.Sí, no tengas miedo. Hombre o mujer, joven o adolescente, ¿qué más da? Cuando tienes unos kilos de más, cuando quieres alcanzar una mejor figura, un mejor rostro, no te da pena y te miras al espejo. Ahí, frente a frente descubres lo que está bien, o eso que está mal. Y decides comenzar ¡cuánto antes! una dieta, un tratamiento de belleza o un régimen físico para estar y sentirte mejor. Y eso lo logras sólo si eres capaz de verte en el espejo y ver la realidad de las cosas.

Con la vida del espíritu sucede lo mismo. Debes mirarte en el espejo y contemplar a un hijo o una hija de Dios. Y debes ver el contraste. Esa imagen que ves en el espejo quizás no es la imagen ideal de un hijo de Dios. Contemplas una persona que puedas estar alejada de Dios o que está en camino de acercarse a él, pero ¿qué le hace falta? Te das cuenta que estás lleno de defectos, de actitudes que no corresponden a las de un buen cristiano. Vicios que se han arraigado con el tiempo y que forman ya parte de una personalidad, pero una personalidad que se aleja del camino de Dios. ¿Qué puedes hacer?

Descubre tu defecto dominante.

Si no somos santos, no te disculpes ni busques pretextos: no soy santo porque no he sido llamado a la santidad, no soy santa porque no me dan los medios, no soy santo porque me da miedo, no soy santo porque otros no me dejan ser santo. Y así la lista podría seguir al infinito.

No te compliques y saquemos una conclusión: no eres santo porque no has luchado con inteligencia para alcanzar la santidad. Querer es poder, alguien ha dicho por ahí. Pero... ¿has puesto los medios? No basta simplemente con querer. Hay que poner los medios. Y uno de los medios más importantes para ser santo es descubrir tu defecto dominante y trabajar por combatirlo.

Todos tenemos defectos que debemos atacar para conseguir la santidad: Yo me enojo muy pronto y pierdo el control de mí mismo, hay quien no puede ser caritativo con los demás porque está más allá de sus propias fuerzas, los hay que se quedan a mitad del camino de la santidad porque la pereza les paraliza del todo. Eso es normal. Decir que tenemos defectos equivale a decir que somos humanos, equivale a describir nuestra naturaleza, por lo cual no tiene nada de especial que en el camino de la santidad hayas encontrado esos defectos. Ahora bien, hay muchos defectos que combatir, ¿por cuáles debemos comenzar? Son muchos y de muy variada especie...

En la vida espiritual todos los defectos los podemos agrupar en dos grandes grupos: los defectos cuya raíz están en la soberbia y los defectos que tienen su raíz en la sensualidad. La soberbia no es más que sentirme yo el centro del universo, pensar que yo siempre tengo la razón y que todos deben obedecerme, creer que mi punto

1

Page 2: Cómo Hacer Un Programa de Vida Resumen

de vista es infalible. Algunas manifestaciones de la soberbia son: deseo de estima, vanidad, dureza de juicio, dureza en el trato con los demás, terquedad, altanería, impaciencia, autosuficiencia, desesperación, rencor, juicios, temerarios, envidia, crítica, racionalismo, respeto humano, individualismo, insinceridad, ira, temeridad en las tentaciones, apego a los cargos, desprecio de los demás, etc.De otro lado, tenemos los defectos cuya raíz va a la sensualidad que es poner nuestra comodidad como el valor supremo de nuestra vida. Algunas manifestaciones de sensualidad son: flojera, pérdida de tiempo, huida de todo lo que suponga sacrificio, concupiscencia de la vista y de la mente, sexualidad desordenada, excesos en el comer y en el beber, deseos desordenados de tener y de consumir, despilfarro, lecturas, conversaciones y espectáculos que fomentan la sensualidad y la vulgaridad.

Cada uno de nosotros tiene manifestaciones de soberbia y de sensualidad. Un ejército no se gobierna lanzando batallones de infantería a diestra y siniestra. Se analiza el enemigo, tratamos de conocer sus armas, su potencial y se lanza el ataque enfocándolo a objetivos muy precisos. Lo primero que debemos hacer es conocer a nuestro enemigo: ¿con quién vamos a enfrentarnos? ¿Con la soberbia o con la sensualidad? No se trata de hacer un elenco exhaustivo de todas esas manifestaciones. Debemos combatir con inteligencia. Se necesita descubrir la raíz de esas manifestaciones y lograr llegar a decir: “yo estoy alejado de Dios porque soy un soberbio o mi defecto dominante es la sensualidad con tales manifestaciones” .

Todas las noches, antes de acostarte, haz un pequeño balance y en una hoja escribe las fallas que hayas tenido en ese día. Debes ser muy sincero y no aparentar nada a ante nadie. Sé humilde y escribe: me enojé con mi hermano, no fui lo suficientemente paciente con mi esposa, se me fueron los ojos al ver tal o cual revista, no escuché a mi compañero de trabajo, traté de imponer mi punto de vista sin escuchar a los demás.

Después de hacer esa lista, cataloga cada una de las faltas, poniendo las letras “So” si han sido manifestaciones de soberbia o “Se” si han sido manifestaciones de sensualidad. Haz el propósito de revisarte todas las noches haciendo estas clasificaciones de faltas. Después de una semana habrás encontrado tu defecto dominante, pues tú mismo te darás cuenta si es la soberbia o la sensualidad la raíz de tus faltas más frecuentes. Seguirás siendo como todos los humanos teniendo defectos de soberbia o de sensualidad, pero habrás descubierto que uno de ellos es el que más te aleja de Dios.

Muchas veces nos sucede que comenzamos un camino nuevo, como en el Año Nuevo, nos damos cuenta que no podemos seguir siendo los mismos y surge en nuestro interior el deseo de alcanzar la tan anhelada santidad. Pero... más tardamos en hacer ese propósito que en comenzar a quebrantarlo. Analizaste tu defecto dominante, apuntaste sus manifestaciones, escribiste los medios, pasa el tiempo y te das cuentas que no avanzas. ¿Qué sucede? ¿No hay ilusión por cambiar? ¿No hay “campanas” en tu interior que te muevan a ser mejor, a alcanzar las metas que te propusiste? Puede ser que tengas esa ilusión, pero lo que ha faltado es fuerza de voluntad. Nos sucede lo que Ovidio expresaba en una frase latina que ha quedado esculpida para la eternidad: “Veo lo mejor y lo apruebo, pero sigo lo peor.”

Es dura esta frase, pero es muy cierta. Quieres alcanzar la santidad, pero no has podido. Quieres combatir tu defecto dominante que es el que te tiene atado y no te

2

Page 3: Cómo Hacer Un Programa de Vida Resumen

deja ser mejor. Ante todo calma, “Roma no se conquistó en un día”. Estás comenzando a combatir a un enemigo que ya se había convertido en un huésped permanente de tu corazón. ¿Y pretendes deshacerte de él de la noche a la mañana? No va a ser fácil, pero no será imposible. Lo que debes hacer es revisar que tal está tu fuerza de voluntad.

Si nos dejamos guiar por los sentimientos somos como una hoja en tiempo de vendaval. Si nuestra vida gira al vaivén de las circunstancias y de lo más o menos sensibles que estemos o de la forma en qué percibamos dichos factores externos, no llegaremos muy lejos.

La fuerza de voluntad no es más que la facultad capaz de impulsar la conducta y dirigirla hacia un objeto determinado, contando siempre con dos ingredientes básicos: la motivación y la ilusión.

“El hombre es su voluntad” Y es cierto. Tú eres lo que te propongas. No lo que sueñes, no lo que te imaginas, no lo que tengas ganas. Necesitas un poco de ilusión para querer alcanzar tu meta. Necesitas también la motivación suficiente para seguir siempre cuesta arriba.

Tener fuerza de voluntad no significa el no sentir las cosas, el no tener dificultades, ser un iluso que no se da cuenta de que las cosas a veces nos cuestan especialmente en el plano de la vida espiritual. La fuerza de voluntad es una facultad, es una capacidad que tiene el hombre y la debe cultivar. No es que unos hombres hayan nacido con más o menos fuerza de voluntad que otros. Como facultad que es se desarrolla con la repetición de actos. Como la fuerza física o la agilidad.

Tips para fortalecer tu voluntad.

1. Levántate a la primera, sin esperar a que suene dos veces el despertador.2. No tomes alimentos entre comidas.3. Deja de fumar durante ciertos días, o en ciertas horas.4. No prendas el radio del coche durante ciertos días.5. Puntualidad en todos tus compromisos (aunque sepas que otras personas van a llegar tarde).7. No tengas ni un minuto de ocio: habla por teléfono cuando sea necesario.8. Propósito hecho, siempre cumplido.9. Tener un horario en el día, no dejar nada a la improvisación.

Para fortalecer mi voluntad.........

El primer enemigo de nuestra voluntad somos nosotros mismos, es decir, la falta de confianza en nosotros mismos. Al proponernos un ideal tan alto como es el de la santidad nos puede parecer un ideal tan alto que lo convertimos en una quimera, es decir en un sueño, en una idea buena, pero inalcanzable.

Soberbia: “así soy yo”, “yo no he nacido para esto”, “me conformo con no hacer mal a nadie”. Otro obstáculo para lograr una voluntad grande y fuerte es el formado por nuestros sentimientos. Dejarme llevar por los sentimientos es soltar el timón de mi vida y dejarla al garete de las circunstancias, de los hechos, de las emociones. De esa

3

Page 4: Cómo Hacer Un Programa de Vida Resumen

forma el barco no puede llegar a ningún puerto.

Otro peligro que puede atacar mi voluntad, hasta el punto de paralizarla es el hedonismo. Tener el placer y la comodidad como el máximo valor en mi vida y por lo tanto, encauzar todo mi ser a la adquisición de aquellos bienes o circunstancias que me proporcionen mayor placer, mayor bienestar, mayor comodidad.

Estos son los peligros que pueden enredar y entorpecer mi voluntad hasta llegar a atrofiarla. Con la voluntad atrofiada no podré conseguir nunca mi meta de alcanzar la santidad.

Para fortalecer mi voluntad, además de hacer esos actos voluntarios en los que yo me niego a mí mismo con el fin de ejercitar el “músculo” de la voluntad y así siempre tener flexible en cualquier momento, debo contar con un mot-or. Mot-or viene de la unión de dos palabras claves en la formación de mi voluntad. Mot: de motivación. Or: de orden.

Motivación. No es fácil ponernos metas en nuestras vidas. Más difícil es luchar por conseguirlas. Y muchísimo más difícil es tener constancia para adquirirlas. Si yo no estoy motivado por alcanzar esas metas, como los boxeadores “voy a tirar la toalla” a la mitad de la pelea, o.. cuando comience lo difícil de la pelea. Estar motivado no es sólo “desear” hacer las cosas.

Estar motivado es quererlo alcanzar y tener siempre en mente el ideal al que queremos llegar. Estar motivado es tener siempre presente esa imagen, Debemos ver a Cristo, no como alguien lejano, perdido en el pasado histórico, sino como nuestra meta. Alguien al que debemos imitar, al que debemos seguir de cerca. Viendo su rostro podremos tener la motivación necesaria para alcanzar la santidad, para no desfallecer en el camino. Si no tenemos constantemente presente ese rostro, nos desalentaremos frente a los fracasos y dejaremos de luchar por alcanzar la santidad de vida a la que estamos llamados. Ver el rostro de Cristo es revisar cada noche nuestro programa de reforma de vida, aceptar humildemente nuestras derrotas, dar gracias por los éxitos y proponernos ser mejores el día siguiente para parecernos, para convertirnos más a Cristo. Ver el rostro de Cristo y motivarnos en nuestra vida, debe ser una misma cosa.

Orden Trabajar con orden, con método. Trabajar con nuestro programa de reforma de vida. En los negocios, en los proyectos, existe una ruta crítica que debemos seguir; un programa una guía un calendario. Los pilotos de vuelos, los capitanes de barco siguen una bitácora de viaje para llegar a tiempo y sanos y salvos a su destino. Los mejores platillos en la cocina se preparan siguiendo minuciosamente las recetas. Las tareas en la escuela se realizan siguiendo un orden. Si queremos conseguir algo estable y duradero debemos seguir un orden. Lo mismo en nuestra vida espiritual. Hay que fijarnos metas, hay que dar los pasos necesarios para adquirir esas metas. Es necesario un orden: “Si cada año quitáramos de nuestra vida un defecto, al final de nuestras vidas seríamos santos”. Pero para quitar un defecto cada año es necesario trabajar con orden, con constancia.

La raíz de toda conversión: la humildadNos hemos dado cuenta que para ser santos, para convertirnos en otro Cristo, debemos aceptar nuestra condición de criaturas: salimos de Dios, somos de Dios y regresaremos a Dios. Esta verdad, tan sencilla y que se expresa de un modo tan concreto, nos cuesta mucho trabajo vivirla. No nos gusta que nadie nos diga lo que tenemos que hacer. Las pasiones, que se reflejan principalmente en nuestro defecto

4

Page 5: Cómo Hacer Un Programa de Vida Resumen

dominante, llegan a apoderarse de tal manera de nuestra vida, que hay ocasiones en las que no sabemos quien vive en nosotros: no distinguimos ya entre nuestros propios deseos y las órdenes que nos lanza nuestras pasiones y nuestro defecto dominante. Hacemos de nuestra vida un modo para satisfacer y dar gusto a nuestro defecto dominante.

¿Qué debemos hacer para ser humildes?

Toma tu evangelio y ábrelo en el capítulo 15 de San Lucas, de los versículos 11 al 31. Ahí Cristo nos relata la historia del hijo pródigo. ¿Cuántas veces hemos meditado estas parábolas? Ahora quiero que las leas con calma, saboreándolas y aplicándolas a tu vida, principalmente a tu programa de crecimiento interior. Detente un poco en esta frase: “Y entrando en sí mismo dijo: ¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia, mientras que yo aquí me muero de hambre! Me levantaré, iré a mi padre y le diré: Padre, pequé contra el cielo y ante ti. Ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros. Y, levantándose, partió hacia su padre.” (Lc. 15, 17-20)

Para ser humilde debemos seguir los pasos de este hijo pródigo en ese momento, que es el momento de su conversión. Este hijo pródigo, después de desperdiciar la herencia, se da cuenta que lo ha perdido todo:¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia, mientras que yo aquí me muero de hambre! Él, como nosotros, ha malgastado la hacienda que le ha dado su padre, que no es otra cosa que la capacidad de ser Hijo de Dios. Nosotros como criaturas nos hemos revelado frente a Dios, como los ángeles caídos (2Pe, 4) y le hemos dicho que preferimos seguir con nuestro defecto dominante que seguirlo a Él.

La humildad es reconocerse criatura de Dios. Y muchas veces criatura alejada de Dios por el pecado.

La humildad no es una lamentación de nuestra condición de pecadores que se han alejado de Dios, sino constatación de una verdad: soy hijo de Dios, soy criatura. Y como criatura que soy debo seguir las indicaciones de mi Creador. Lo que sucede es que muchas veces no sigo esas indicaciones, sino que sigo las indicaciones de mi pereza o de mi soberbia, es decir, de mi defecto dominante.

Humilde no es el que vive arrumbado en un rincón, lejos de la vista de todos, con la mirada siempre agachada, temeroso de que lo vean. Esa puede ser una caricatura de la humildad y esconder ahí una gran soberbia. Humilde es el que se reconoce como hijo de Dios y basándose en ese reconocimiento acepta las condiciones de esa filiación, acepta las condiciones de la amistad con Cristo. Que esas condiciones le piden aceptar una enfermedad, o un malestar físico pasajero... pues las acepta gozoso porque es humilde y se sabe que es lo que Dios quiere de Él en ese momento.

Que a su esposo le ha ido bien en el negocio y pueden disfrutar de un fin de semana extra o comprarse un vestido nuevo, pues lo acepta por que en esos momentos es la voluntad de Dios y no lo anda presumiendo entre sus amigas. Que uno de sus hijos está pasando por un mal momento y necesita quizás un poco más de comprensión y cercanía... como es humilde sabe renunciar quizás a una tarde de dominó con los amigos y decide invitar a ese hijo o hija a cenar, a tomar un café y platicar con él o con ella, a estar cerca de él. Que en la Universidad me han ofrecido el plan de irme de vacaciones de Semana Santa a una playa de ensueño, pero sé que también podría dedicar ese tiempo para catequizar a comunidades que pocas o raras veces tienen la oportunidad de escuchar la palabra de Dios... como es humilde

5

Page 6: Cómo Hacer Un Programa de Vida Resumen

sabe posponer los planes personales por los planes de Dios.

No podemos dar un recetario mágico ni una casuística pormenorizada de los casos en que se vive la humildad. Debemos partir de la base que cada uno debe reconocerse como hijo de Dios para aceptar las condiciones de esta filiación y de esta amistad. Esto requiere mucha reflexión. Mucho dominio de sí mismo y mucha valentía. La humildad es una virtud para almas fuertes, para almas que quieren ser santos y no para almas apoquinadas que se conforman con “ir tirando más o menos” en su vida de cristianos.

Tienes la meta que es tu conversión, tu santidad. Tienes los medios que son tu programa de reforma de vida, tu programa de crecimiento interior. Tienes el motor motivación-orden, que es tu fuerza de voluntad. Pero si no tienes la base que es la humildad para reconocer lo que eres, en donde te encuentras y hacia donde quieres llegar, no podrás avanzar mucho en tu camino hacia la santidad.

Para ser humilde debes reconocerte en todo momento como hijo o hija de Dios. Y cuando fallas, aceptar esas fallas como un alejamiento de lo que Dios quiere de ti.

6

Page 7: Cómo Hacer Un Programa de Vida Resumen

¿Cómo combatir tu defecto dominante?

El camino de la santidad

En este momento te preguntarás: ¿qué voy a hacer con mi defecto dominante? Lo primero que debes hacer es felicitarte. Sí, felicitarte porque te has conocido un poco más a ti mismo. Si haz elegido ser mejor católico, luchar por alcanzar la santidad de vida a la cual todos estamos llamados, entonces ¡felicidades! Ya sabes por donde enfocar todas tus baterías, ya sabes cuál es el enemigo que debes vencer: tu soberbia o tu sensualidad.

San Agustín, ese gran pensador y filósofo, hombre de su tiempo y de todos los tiempos, nos ha dejado una frase que viene muy al caso ahora que estamos por iniciar el camino de nuestra santidad. Él decía “Conócete, acéptate, supérate”. Y es lo que vamos a seguir en nuestras vidas. Conocernos en lo más íntimo de nuestro ser. Y esto lo hemos logrado revisándonos día tras día, sin afán de aparentar nada, siendo muy sinceros con nosotros mismos y llegando a la realidad de nuestra vida: yo soy un soberbio o soberbia del tamaño del mundo. O bien, aceptar que en lo que se refiere a la sensualidad no hay quien me gane. Debes aceptar esta realidad si quieres seguir adelante. Fíjate bien que San Agustín dice aceptar. Él no dice debes resignarte. Porque entre aceptar y resignarse hay una diferencia muy grande. Resignarse es reconocerse como soy y creer que ya no se puede cambiar. “He tratado tantas veces de ser paciente, especialmente con mi suegra... pero ya me conozco, no puedo cambiar. Es algo superior a mis fuerzas”. “No me digan que es posible que yo deje de ser un donjuán. Por favor, eso ni ustedes mismos se lo creen”. Estas personas que así hablan, en lo profundo de su ser se han resignado a ser como son. No se han aceptado. Porque aceptarse es reconocer lo que uno es y estar dispuesto a cambiar, a transformarse a ser otro, a convertirse en un mejor católico. “Yo acepto que me cuesta mucho guardar la castidad en mi noviazgo”. “Yo acepto que no es fácil vivir siempre con la sonrisa en la boca, tratando de comprende el carácter tan cambiante de mi esposa”. Es una postura muy diversa el aceptar que el resignarse.

Una vez que hemos aceptado lo que somos y que queremos cambiarlo para ser mejores, entonces viene la superación, el trabajo constante y continuo para alcanzar la santidad. Pero no corramos prisas y no nos adelantemos. Estamos aún dando los primeros pasos en nuestro camino de santidad, en nuestro camino de conversión. ¿Qué tenemos que hacer ahora?

No basta con reconocer mi defecto dominante. Reconocerlo es como describir las características de una persona: alto o bajo, gordo o flaco, pelo castaño o rubio, ojos verdes o azules. Es necesario ahora armarnos de valor para conocer las manifestaciones de mi defecto dominante y poner los medios para combatirlo.

Ahora viene la hora de la verdad. Toma tu defecto dominante, la soberbia o la sensualidad y escribe en forma clara y detallada las principales manifestaciones con las que ese defecto dominante se presenta en tu vida. El éxito, la clave, el punto central de tu camino a la santidad está aquí, así es que ¡mucha atención, por favor! Debes bajar a puntos específicos y muy concretos. No basta con decir: “Mi defecto dominante es la soberbia porque soy muy iracundo y me enojo muy seguido”. Si lo escribes de esa forma, no vas a ir muy lejos en tu camino a la santidad. Debes escribir con toda precisión esa manifestación de soberbia: “Mi defecto dominante es la soberbia porque cada vez que alguien me contradice me pongo furioso y arrojo

7

Page 8: Cómo Hacer Un Programa de Vida Resumen

por el suelo todas las figuras de porcelana que encuentro a mi alrededor”. Quizás exageramos un poco, pero tú no debes exagerar. Debes ser muy preciso para detectar esas manifestaciones de tu defecto dominante.

Debes ir a lo esencial y no perderte en generalidades. “Mi defecto dominante es la sensualidad porque todas las tardes pierdo el tiempo con mis amigas hablando por teléfono durante una hora y media”. “Mi defecto dominante es la sensualidad porque en el internet busco siempre sitios de cibersexo”. “Mi defecto dominante es la soberbia porque yo soy el que fijo el plan del fin de semana sin escuchar el parecer de mi esposa o de mis hijos”.

Date cuenta que mientras más preciso seas en bajar al detalle en las manifestaciones de tu defecto dominante, tendrás más armas para combatirlo. Porque ahora debes iniciar el trabajo positivo, es decir, lanzarte a la conquista de la santidad, combatiendo cada una de las manifestaciones que has escrito.

Te recomiendo ahora que estás iniciando este camino de santidad que te limites a escribir cuatro o cinco manifestaciones de tu defecto dominante, no más. Y por cada manifestación de tu defecto dominante deberás escribir un medio concreta para combatirlo. Aquí tienes que ser muy sincero y muy valiente. Debes ir a la raíz del problema, recordando las palabras de Jesucristo en el evangelio: “Si tu ojo te es causa de escándalo, arráncatelo...” Aquí vamos a ir al fondo, sin piedad. Proponte aquellos medios que más te convengan para erradicar el defecto.

Pueden ser medios sobrenaturales y medios prácticos. Medios sobrenaturales como la oración, para pedirle paciencia y pureza a Dios. Rezar un misterio del rosario todos los días para pedirle a la Virgen que te dé el don de la paciencia. Comulgar uno o dos días entre semana para vencer la pereza. Y luego están los medios prácticos. Pero por favor, que sean muy prácticos: “No voy a hablar con mis amigas por teléfono más de media hora”. “Sólo voy a usar el internet para contestar el correo electrónico y siempre lo voy a usar en presencia de algún familiar en mi casa”. “Los jueves voy a consultar a mi esposa qué haremos en familia ese fin de semana”.

Escribe los medios sobrenaturales y los medios prácticos en una lista y también y haz una lista de forma que puedas revisarlos todos los días y llevar el control de cada uno de ellos, colocando una señal positiva si has cumplido o una señal negativa si has fallado. Así al final del mes podrás darte cuenta cómo vas trabajando en tu camino por alcanzar la santidad.

Para ayudarte a vivir con mayor motivación este programa de vida espiritual puedes encontrar un lema que te ayude en cada momento a recordar los medios que te has propuesto. El lema es como un grito de guerra, corto, sencillo que para ti puede tener un gran significado y lo puedes usar en los momentos en que se te presenta la tentación de caer en el pecado. Si llegando a tu casa abres la puerta y te das cuenta que acaba de llegar tu suegra y que lo más fácil sería darle un beso y helado y decidir ignorarla durante tu visita, busca en tu interior de tu alma el lema y grítalo en tu corazón “Por Cristo y por las almas”. “Señor, todo por ti”. Si abres el internet y te das cuenta que en tu correo electrónico tienes una invitación para visitar un sitio no conveniente, interiormente puedes recordar tu lema: “Pureza ante todo”. Por ello, aunque parece algo sencillo, el lema es la piedra de toque que te recordará todo tu programa de vida, precisamente en los momentos de duda, de tentación, de máxima dificultad.

Piensa bien el lema pues él te traerá a la mente y al corazón todos los medios para

8

Page 9: Cómo Hacer Un Programa de Vida Resumen

alcanzar la santidad en el momento preciso.

Algo que también te puede ayudar es fijarte una virtud a conquistar que generalmente es lo opuesto a las manifestaciones de tu defecto dominante. Escríbela para tener siempre presente lo que quieres alcanzar.

Recapitulación.No bastan las ilusiones, es necesario una voluntad firme.

 Es bueno detenernos un poco y hacer un resumen de lo que hemos hablado hasta este momento. Detente por un momento para hacer un balance de lo ya adquirido. ¿He mejorado? ¿Reconozco en mí al hombre y la mujer que Dios quiere de mí? ¿Vislumbro ya algunas cosas buenas? ¿En qué he cambiado más? ¿Qué me falta por cambiar? ¿Qué me cuesta más del cambio que debo hacer?

Preguntas sencillas, pero que están en cierto modo desordenadas. Vamos a tratar de ir haciendo un resumen y así lograr un orden en nuestra recapitulación.

Comenzamos estos artículos buscando la imagen que Dios había puesto en nosotros mismos, sabiendo que al alcanzar esa imagen conseguiríamos nuestra felicidad. Nos dimos cuenta que si no tengo clara esa imagen de lo que Dios quiere de mi vida la rutina de la vida, las distracciones y tentaciones del mundo pueden ir borrando esa imagen y entonces ponemos todos nuestros afanes en cosas que no nos dan una verdadera felicidad. Por lo tanto, y este sería el primer momento de nuestra recapitulación, habría que revisar con cuánta frescura recuerdo el ideal al que debo llegar. Y más que frescura yo te propondría que revisaras con cuánta ilusión recuerdas y tienes presente el ideal al que quieres llegar. Los atletas cuando se preparan a una competencia muy importante, deben realizar un entrenamiento duro y pesado: largas horas de gimnasio, ejercicios que parecen no tener fin, jornadas agotadoras que comienzan en la mañana y terminan ya muy entrada la tarde, una alimentación en la que no hay nada de antojos. ¿Y todo por qué? Por que se tiene en mente el triunfo, la competencia, el siguiente torneo, la próxima Olimpíada. El atleta cada día mide su avance, compara sus músculos en el espejo con aquella imagen ideal que él se ha formado. Y no nos vayamos muy lejos. Cuántas mujeres y hombres que sin ser atletas al saberse que están un poco pasados de peso se ponen a régimen. ¿Y todo por qué? Porque se tiene en mente una figura con cinco, diez o quince kilos menos. Y esa imagen es la que les hace aguantarse las ganas de comer un pastel de chocolate con crema chantillí o una malteada de fresa.

La lucha del espíritu requiere también una gran fortaleza. Somos hombres y mujeres, con nuestras tendencias a lo fácil, lo menos pesado. Podemos disfrutar la felicidad pasajera y pensar que esa es la verdadera felicidad. Entonces hipotecamos nuestra felicidad eterna por un momento de esta felicidad terrena. Y así, pensamos que la felicidad plena y total está en la posesión de bienes, en el poder, en la capacidad de hacer que se haga lo que yo quiero en todo momento y frente a todas las personas. Es necesario por tanto, tener siempre presente el ideal que Dios ha pensado para nosotros y no el ideal que nosotros nos hemos forjado.

Este ideal ya debería haber quedado plasmado en tu programa de reforma de vida, en tu programa de crecimiento interior. NO basta simple y sencillamente con querer

9

Page 10: Cómo Hacer Un Programa de Vida Resumen

las cosas, con imaginarnos las cosas, con tener buenos deseos. Si no te fijas un programa, una guía y un calendario, ya te podrás imaginar que al cabo de un mes, a lo más dos meses y medio, volverás otra vez a ser el mismo o la misma que antes. ¿Qué habrá pasado? Simple y sencillamente que no te fijaste pautas certeras y claras para tu trabajo espiritual. Lo dejaste todo a la ilusión, a las buenas intenciones al “yo hubiera querido” o “cuánto me gustaría ser un hombre o una mujer nueva”. Programa, guía y calendario. Qué voy a hacer, cómo lo voy a hacer y cuándo lo voy a hacer. Todo esto plasmado, ya lo hemos repetido varias veces. En tu programa de reforma de vida.

Y ese programa de reforma de vida debe tener dos cualidades primordiales: ser capaz de enfrentarte a tu defecto dominante y darte una gran fuerza, ilusión y motivación espiritual. Si faltan algunos de estos dos ingredientes, el programa estará cojo y tarde o temprano caerá por tierra. Si no te ayuda a ver de frente a tu defecto dominante corre el peligro de convertirse en un programa “muy bonito”, “muy piadoso”. Te ayudará a pasar mejor esta vida, a acercarte más a Dios, no hay duda de esa, pero dudo mucho que seas eficaz en tu labor de irte transformando poco a poco en ese hombre y mujer que Dios siempre ha pensado de ti. No estará luchando por nada concreto, solamente por sentirte bien espiritualmente, pero ¿te estarás transformando en un nuevo Cristo que el mundo necesita? Permíteme decirte que lo dudo mucho.

Si a tu programa de reforma de vida le falta la ilusión, la energía espiritual que todos los días debe hacerte brincar y lanzarte hacia nuevas conquistas, pequeñas pero duraderas, podrá convertirse en un martirio. No con esto quiero decir que no haya lucha y que no haya sacrificio. ¿Qué se puede conseguir en la vida que sea bueno y duradero que no cueste trabajo? Lo que intento decir es que si no hay en tu programa una ilusión por avanzar, por ser mejor cada día, sin ese elemento de ilusión muy pronto podrás caer en un defecto que hace de las almas llamadas a alcanzar grandes metas, unas almas que se debaten en la mediocridad. Me refiero al defecto de la rutina. Hacemos las cosas, porque debemos hacerlas. Hacemos las cosas porque es bueno mantenernos en gracia de Dios y así alcanzar la vida eterna. Hacemos las cosas porque tenemos miedo a Dios que nos puede castigar y lanzar a los infiernos. Hacemos las cosas, porque no sabemos hacer otras cosas diferentes. ¡Qué pena es cuando un alma ha perdido esa lozanía, esa frescura de la que hablábamos al principio de este capítulo! Se parecen a aquellas personas que van por la vida, como zombis, como autómatas, actuando como robots, sin ver más allá de un horizonte gris e igual para todos los días. Con un poco de ilusión, teniendo la meta cercana a su corazón la vida espiritual puede ser no solamente interesante, sino apasionante: buscar siempre nuevas metas, nuevos horizontes.

Hemos visto también que junto con la ilusión y las metas claras y bien definidas, debe darse una voluntad bien formada. No bastan las ilusiones, es necesario una voluntad firme que te ayude a alcanzar tus metas espirituales. ¿Recuerdas los ejercicios que te aconseje para alcanzar esa fuerza de tu voluntad? De vez en cuando es bueno recordarlos, ¿no crees? Además, conforme se avanza en la vida espiritual las metas pueden hacerse más difíciles y es entonces cuando requerimos de una mayor fuerza de voluntad.

Por último hemos aprendido a quitar esos abrojos y espinos de nuestro corazón a través de la purificación interior. Con nuestra confesión bien llevada podemos estar seguros de hacer ese “servicio de mantenimiento” cada vez que sea necesario y así tener nuestro corazón siempre en regla, siempre en orden.

Si te has dado cuenta, la recapitulación hecha hasta ahora nos ha servido para

10

Page 11: Cómo Hacer Un Programa de Vida Resumen

darnos una idea del lugar en donde nos encontramos. Aún nos falta un poco de camino.

El secreto de la felicidadEn el verdadero amor se encuentra el concepto de la felicidad

 Corazón inquieto

Una vez que hemos hecho esta recapitulación vale la pena que te pregunte qué estas haciendo con tu vida, hacia dónde la estas dirigiendo. Si has cumplido con honestidad cada una de las actividades de los artículos precedentes seguramente habrás experimentado ya un cambio en tu vida. Los procesos de introspección, de evaluación diaria, de purificación y el haber comenzado a fortalecer tu voluntad deberán desembocar en una vida cada vez más cercana a Dios y a sus intereses, a su voluntad.

Sin embargo debemos considerar ahora un aspecto fundamental en la adquisición de nuestra santidad. Se trata de una actividad que unifica todo nuestro ser. Una actividad que nace desde lo más íntimo de nuestro corazón y que informa todo lo que hacemos o lo que debemos hacer. Una actividad, si es que así la podemos llamar que resume la vida de todos los hombres. Por esta actividad bien o mal entendida se cometen actos heroicos o atrocidades, se lleva una vida de acuerdo a lo que Dios quiere o de acuerdo al propio egoísmo. Me refiero al amor. Una actividad que parte de lo más íntimo del corazón de todos los hombres y que les lanza a realizar diversos tipos de actos.

Piensan por un momento en los corazones jóvenes. Sin corazones con ganas de hacer las cosas, son corazones en busca de hacer tanto. Corazones que comienzan a latir y a buscar amar. Pero aquí esta la cuestión importante. ¿Qué es lo que aman? Aman lo que se les presenta a su corazón. En el momento en que su corazón ve un objeto digno de amar, un ideal por el cual vale la pena dar la vida, el joven o la joven se exponen a cualquier cosa con tal de lograr alcanzar ese ideal. Es necesario la fuerza de voluntad para alcanzar ese ideal, pero en el momento en que el corazón ama el ideal, en ese preciso instante el corazón comienza a amar y la voluntad persigue su objeto hasta alcanzarlo. Una actividad peligrosa esta de amar, porque cómo bien dice un refrán tradicional “el amor es ciego”. Y con la ceguedad se pueden cometer muchos errores. Hay jóvenes cuyo corazón está guiado por un ideal positivo, un ideal bueno. Recuerdo el caso del terremoto de 1995 en la ciudad de México. Jóvenes universitarios que día y noche se lanzaron a las calles de la gran metrópolis. Jóvenes que dirigían el tráfico, organizaban albergues, se lanzaban al rescate de víctimas atrapadas en los escombros, distribuían víveres que llegaban de países extranjeros. Pero al mismo tiempo pienso que en esos mismos momentos otros jóvenes, del otro lado del Atlántico, con un corazón que les hervía en el pecho organizaban actos de terrorismo, o en el mismo continente americano en la guerrilla de algún país centroamericano. ¿Dos tipos de jóvenes? Yo no diría eso. Un mismo tipo de joven, un solo corazón pero que han seguido un distinto ideal. “El amor es ciego”, busca alcanzar su objeto. Se les ha presentado el objeto en forma interesante, en forma de reto y el joven ha ido tras ese reto, tras ese ideal.

Esto que hemos explicado para el corazón de un joven, también lo podemos explicar para cualquier tipo de corazón. Hay otro refrán que dice así “para el amor no hay tiempo que valga”. Se ama a cualquier edad. ¿Quién te diría cuando tenías diez o doce años que serías capaz de dar tu vida por un hombre o una mujer? ¿Habrías sospechado pasarte noches en vela al lado de la cama de un niño porque su vida

11

Page 12: Cómo Hacer Un Programa de Vida Resumen

dependía de tus cuidados? ¿Preveías en tus años mozos lo mucho que te alegrarías al oír a tu primer hijo llamarte “papá” o “mamá”? Así es el amor: capaz de los más grandes sacrificios, pero capaz también de los actos más míseros y ruines. ¿Y por qué esta diferencia?

Vamos a tratar de explicar un poco este proceso del amor, porque en el verdadero amor se encuentra el concepto de la felicidad. ¿Cuál es el sentido auténtico del amor?

Nuestro corazón, ya lo hemos dicho, tiene una fuerza enorme, capaz de mover montañas, capaz de grandes sacrificios. Busca realizar aquello que la inteligencia le presenta como bueno, como apetecible, como portador de felicidad. Puede dirigirse a derecha o izquierda, arriba o abajo. No importa si es fácil o difícil. Mientras la inteligencia le marque el norte como una brújula marca obstinadamente el polo norte, nuestro corazón irá en busca de ese objeto.

Por lo tanto, es muy conveniente presentarle a nuestro corazón un objeto. Pero sucede que en la vida diaria, esto no es fácil. En la vida de todos los días se nos presentan diversos objetos. Se nos presentan objetos desde el nivel más sencillo, podríamos decir biológico, hasta los niveles espirituales. Y cada uno de esos objetos nos reportan un a cierta felicidad.

¿Podemos decir entonces que existen diversos grados de felicidad? Efectivamente. Hay tipos de felicidad que se nos presentan en forma inmediata. Hay tipos de felicidad que se nos presentan a más largo plazo. Los hay que bombardean y llaman a nuestros sentidos mientras que hay otros niveles de felicidad que miran más hacia el espíritu.

No somos espíritu puro ni somos materia pura. Participamos de la materia y del espíritu que juntas forman la persona humana. ¿Habrá que buscar pues metas u objetos en el espíritu y metas u objetos en la materia? Esto sería como dividir un poco nuestra persona. Imagínate: ahora soy más materia que espíritu, por lo tanto me dejo llevar por mis instintos: como hasta llegar a la gula, me doy todo tipo de concesiones en los placeres de la carne. Y al día siguiente soy más espíritu y me olvido que soy materia: grandes momentos de meditación y contemplación hasta olvidarme casi de comer y de ver por mis necesidades más elementales. ¿Cómo resolvemos este aparente dilema?

Volvamos al ejemplo con el que iniciamos este artículo. El joven o la joven que ayudaban durante el terremoto de la ciudad de México o aquellos jóvenes que estaban en ese mismo momento urdiendo un golpe de terrorismo en España o en la Irlanda del Norte. Por un ideal, eran capaces, ambos tipos de jóvenes de no comer, no dormir, sacrificarse lo necesario para ver cumplido su ideal: unos, al ver unas cuántas víctimas del terremoto salir de los escombros, otros, al ver cómo morían muchas personas después del estallido de un coche bomba.

El ideal polarizaba sus corazones, sus mentes, sus espíritus. Por el ideal eran capaces de darlo todo. Se olvidaban por un momento de sus necesidades más humanas, con tal de alcanzar el ideal que se habían propuesto. Tal era el grado de felicidad que una u otra actividad les reportaba que los otros grados de felicidad como podrían ser el comer, el descansar, el pasarla muy bien con los amigos durante una tarde, pasaban a segundo plano. Sin embargo el mismo ideal les obligaba, a no sobrepasarse y a mirar por sus necesidades más básicas en la medida en que podían luego volver con mayor entusiasmo y mayor fuerza a conquistar su ideal. No se olvidaban de socializar, de comer, de frecuentar a sus

12

Page 13: Cómo Hacer Un Programa de Vida Resumen

amigos. Pero cada una de esas actividades las realizaban “tanto en cuanto” les ayudaba a alcanzar la meta que su corazón quería alcanzar.

Hemos tocado una palabra clave, una palabra casi mágica que nos da el sentido de todo este embrollo espiritual. “Tanto en cuanto”. Es una regla muy sencilla y muy simple. Hago la aclaración que yo no he inventado esta regla. Es una regla casi tan antigua como la humanidad misma, pero quien en verdad la ha descubierto y la ha explicado maravillosamente desde hace un poco más de 550 años ha sido San Ignacio de Loyola.

El gran soldado de las vascongadas, Iñigo de la ciudad de Loyola, con todo ese genio humano con que Dios le dotó, además de su gran espíritu contemplativo, al idear por inspiración divina los Ejercicios espirituales, escribió esta pequeña pero sabia regla del tanto en cuanto. Tres palabras que encierran tanta sabiduría. Tres palabras que nos enseñan a educar nuestro corazón y a decirle la forma en qué debe amar. ¿Qué es lo que debe amar? ¿Cómo lo debe amar? ¿Con cuánta fuerza debe amarlo? ¿Cuándo lo debe amar? Todo se resuelve con la regla del “tanto en cuanto”.

El centro de tu vidaPoner a Dios, su voluntad, en el centro de mi vida. Que sea Dios el peso que atraiga mi corazón. Así de sencillo y así de difícil. Porque, si somos sinceros con nosotros mismos, tenemos mil y una cosas con las cuales nos distraemos y de las cuales hacemos el centro de nuestra vida.

Realismo para afrontar la verdad de nuestra vida: necesitamos darnos cuenta que siempre debemos estar en pie de lucha para combatir nuestro defecto dominante

Paciencia. Se necesitan años de dedicación, de trabajo minucioso, escondido muchas veces, para que salga a flote el resultado final

Así debe sucederte con tu vida. Realismo y paciencia. Poner la voluntad de Dios como centro de tu vida, no es tarea fácil. Muchas veces podemos caer en el error de pensar que como Cristo era Dios, no le costaba nada hacer todo lo que tenía que hacer. Pero la realidad nos demuestra claramente lo contrario. Tomemos tan sólo el pasaje de la oración de Jesucristo en el huerto de Getsemaní. Ahí Cristo sufrió lo indecible al tener que cumplir con la voluntad de Dios. Y la voluntad de Dios era clara: debía sacrificarse y morir en la cruz para salvar a todos los hombres.

Y Jesucristo exclama, grita con quejidos suplicantes: “Padre, si quieres, aparta de mí esta copa...” (Cfr. Lc. 22, 42). Es todo su ser que se revela a cumplir con la voluntad de Dios. En ese caso esa voluntad se le presentaba realmente como algo horrendo, algo difícil de cumplir, lo cual le hace pedir a su Padre que aparte esa forma concreta de cumplir con su voluntad. Pero enseguida, viene la parte de la motivación. “Pero no se haga mi voluntad, sino la tuya”. (Cfr. Lc. 22, 42). El drama de todos los hombres se puede resumir en estas palabras. ¿Qué es necesario tener para que en medio del sufrimiento se pueda pedir a Dios cumplir sobre todas las cosas con su voluntad? Una sola cosa: amor.

Es necesario un amor muy grande a Dios para querer cumplir su voluntad, a pesar de todo. A pesar de las dificultades que tengo por vivir mi castidad antes del matrimonio con todas las tentaciones y facilidades que me ofrece el mundo de hoy. A pesar de las comodidades que me ofrece un futuro brillante, cuando sé que Dios quizás me está pidiendo toda mi vida en una consagración total a Él. A pesar de

13

Page 14: Cómo Hacer Un Programa de Vida Resumen

aquella aventura amorosa que bien podría tener al final de tal o cual viaje de negocios. A pesar de los achaques de mi vejez. A pesar de todos los pesares... la voluntad de Dios sobre mi vida.

Cristo era consciente de que su misión en esta tierra consistía primordialmente en cumplir con la voluntad de Dios. Aquí radicaba toda su vida y la hacía centro de todo su existir. “Yo tengo para comer un alimento que vosotros no sabéis... Mi alimento es hacer la voluntad del que me ha enviado y llevar a cabo su obra.” (Cfr. Jn. 4, 31, 34).

Tener la voluntad de Dios como alimento de la propia vida no implica olvidarse de todo lo que hay en este mundo sino hacer de todo lo que hay en este mundo, medios para cumplir con la voluntad de Dios.

¿De dónde sacaba fuerzas Cristo para cumplir con esta voluntad de su Padre, a veces tan costosa? Del amor. Amaba a su Padre sobre todas las cosas. Tal y como San Pablo le hace decir a Cristo: “Sacrificio y oblación no quisiste; pero me has formado un cuerpo. Holocaustos y sacrificios por el pecado no te agradaron. Entonces dije: <¡He aquí que vengo –pues de mí está escrito en el rollo del libro. A hacer, oh Dios, tu voluntad!>” (Cfr. Heb. 10, 5-7).

Que sigue? Perseverar, seguir adelante, no desfallecer una vez que se ha iniciado el camino.

PerseveranciaLo importante es que poner los medios para perseverar en el camino iniciado.

 Con este último artículo llegamos al principio. ¿Al principio? ¿Me habré equivocado o se habrá equivocado el editor de catholic.net al escribir estas palabras? No. No ha habido ninguna equivocación en ninguno de nosotros. Lo confirmo: con este último artículo llegamos al principio. Al principio de la historia de tu vida que de ahora en adelante deberás escribir de cara a Dios.

Son muchas cosas las que hemos aprendido juntos en esta serie. No he pretendido ni con mucho abarcar todo lo referente a un programa de vida. Podríamos continuar incesantemente nuestra charla ahondando en diversos puntos, ejemplificando quizás un poco más algunos pasajes que podrían parecer oscuros. Pero este no es nuestro cometido. Tan sólo he querido dejarte un par de alas para que volaras hacia la santidad. ¿He logrado mi objetivo? No lo sé. La respuesta me la darás tú con tu vida de santidad. Y es más. No me la darás a mí, sino a Dios y a la humanidad que tanto necesitan de santos en nuestros días.

Quién eres en realidad

Ahora te conoces un poco más. Al bajar a tu interior, al hacer la experiencia de ti mismo buscando el hombre o la mujer perfecta que Dios espera de ti, te habrás dado cuenta quién eres en realidad. Después de una labor de purificación te has quitado el maquillaje de todo aquello que no es Dios para buscarlo cada día más “con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas”. Te habrás dado cuenta en cuantos aljibes rotos estabas buscando la felicidad. Depósitos de agua en donde encontrabas placer, que no es lo mismo que felicidad. Pozos aparentemente llenos de agua, pero que eran engañosos, pues en su profundidad no existían veneros de agua viva sino fango y lodo que sólo enturbiaban cada día más tu vida.

14

Page 15: Cómo Hacer Un Programa de Vida Resumen

De alguna manera conocer la diferencia entre el bien y el mal, entre lo pasajero y lo permanente, entre el tiempo y la eternidad, entre la vida y la muerte, es sin duda fruto de una conciencia cada vez más clara, más delicada que te acompaña en tu vida como herramienta indispensable para adquirir la santidad.

Vencerse a sí mismo

Habrás comenzado a experimentar una mayor fuerza de voluntad. Un aprender a vencerte a ti mismo a pesar de las circunstancias personales o ambientales adversas a tu programa de vida. No está mal el sentirse con ganas de tirar todo por la borda cuando las dificultades arrecian. Lo malo es dejarnos llevar de esas circunstancias y acabar en un día con meses y quizás años de trabajo. Para “fabricar” la santidad se necesitan años, para destruirla, tan sólo unos segundos. Por ello, la fuerza de voluntad que has adquirido será siempre de gran ayuda, siempre y cuando la pongas en práctica cada vez que sea necesario. Y me parece que todos los días es necesario aplicarnos una buena dosis de férrea voluntad, máxime en el mundo en el que vivimos.

Te has acercado más a Dos a través de la oración, de la confesión y de la Eucaristía como alimento indispensable de tu alma. Comienzas a moverte en la dimensión de lo espiritual sin perder los pies en la tierra: “Tener el alma en el cielo y los pies en la tierra”.

En pocas palabras, ahora conoces la ruta de tu vida y cuentas con los aparejos necesarios para llegar a puerto seguro.

Los medios

Busca los mejores medios para perseverar. Aquellas formas en las que puedas renovar tu espíritu para no dejarlo marchitar por el sol y el bregar de la lucha cotidiana. Date un tiempo para retirarte de todo y buscar la frescura de tu entrega. ¿Qué te parece una jornada de oración al mes, un día de completo retiro y aislamiento, donde tu alma pueda encontrar nuevamente el espacio vital para crecer, fortalecerse, recobrar fuerzas? Los atletas tienen también sus tiempos de descanso para dejar que los músculos se recuperen después de un arduo esfuerzo. ¿Crees que tu alma puede ir en la vida sin reposo, sin serenidad, sin un tiempo de encuentro entre ella y su creador?

¿Cómo te vendría el buscar un grupo de oración en donde cada semana pudieras refrescar tus ideales y ponerlos en común? Alguien ha dicho que el sentirse acompañado en la lucha por el bien da más ánimos que la soledad en la lucha.

¿Qué me dices de tu participación en un apostolado organizado, de grandes miras, que te ayude a poner por obra todo aquello que estás adquiriendo con tu programa de reforma de vida? Un apostolado renueva tu alma, te hace crecer al buscar siempre dar lo mejor de ti mismo a los demás.

La lista podría ser infinita. Lo importante es que pongas los medios para perseverar en este camino que has iniciado.

15

Page 16: Cómo Hacer Un Programa de Vida Resumen

ANEXO

De ayuda para las manifestaciones de la soberbia y la sensualidad

Manifestaciones de la soberbia

Autosuficiencia: creer que me basto a mi mismo, que no necesito de Dios ni de los demás.

Autocomplacencia: estar muy satisfecho de uno mismo y por eso gloriarse de sí mismo, auto alabarse, complacerse de todo.

Altanería: Actitud despreciativa hacia los demás en palabras, gestos, miradas, ponerse al tu por tu con los demás.

Vanidad: querer aparentar lo que no se es, actuar o hablar para quedar bien, aún a costa de la verdad.

Apropiarse de los méritos ajenos: ante los éxitos ajenos, manejar las cosas de tal que modo, que parezca que el mérito es mío y así sacar yo el provecho.

Afán de singularidad: buscar ser original, especial, para presumir o llamar la atención. Querer tener privilegios o derechos que los demás no tienen.

Desaliento: desanimarse ante los propios errores o fracasos y tomar una actitud de pesimismo y de reproche.

Falta de aceptación personal: no estar conforme consigo mismo y por eso auto reprocharse, reprocharle a Dios por como se es y por ello ser inseguro (en el fondo porque se sueña con una imagen ideal que no es real o porque se compara con los demás)

Envidia: mirar con malos ojos cualidades éxitos de otros, que lleven a desanimarse o a desear un mal a otro.

Orgullo: rebeldía, querer que todo se haga como una quiere, enojo cuando se le contradice, apego al propio juicio.

Dureza de juicio: terquedad, ser necio, juzgar despreciativamente a los demás, mal interpretar sus actos.

Egoísmo: querer ser el centro y criterio de todo, interesarse solo por si mismo y por sus cosas.

Imponer el propio juicio y gustos: querer que todos aprueben, acepten y apoyen las propias opiniones, gustos, iniciativas, sin aceptar la de los demás.

Timidez: temor a fallar, a no tener éxito o a caer mal a los demás, no por eso es callado, uno no se abre a los demás.

Cavilaciones: darle muchas vueltas y vueltas a las cosa, complicándolas más de lo que son.

Suspicacia: complicar mucho las cosas, buscando siempre en las acciones, palabras o gestos de los demás, una intención secreta hacia uno de lastimar, ridiculizar,

16

Page 17: Cómo Hacer Un Programa de Vida Resumen

engañar, etc.

Racionalismo: querer entender todo con la razón y la lógica personal, incluso los misterios de fe, y no aceptar lo que no “entre” por ahí.

Ambición: afán de triunfar, de tener éxito, para sentirse bien con uno mismo, sentirse poderoso, mejor que los demás.

Juicios temerarios: emitir juicios negativos sobre otros, sin fundamento en la verdad.

Crítica: manifestar abiertamente fallos, errores, defectos de los demás, con intención de dejar mal a la otra persona, ante otros.

Hipocresía y fariseísmo: expresar hacia fuera sentimientos, actitudes, propósitos, etc., consciente de que no corresponde a los hechos reales.

Espíritu calculador: calcular siempre en todo los beneficios y perjuicios que se van a obtener y actuar según la convivencia. Por desconfianza en los demás, estarse siempre cuidando de que los otros no lo vayan a herir o engañar.

Arrebatar la palabra

Centralizar en sí el juego o la conversación.

Virtudes a cultivar

Apertura y búsqueda de Dios: apertura y valoración de los demás , reconociendo y aceptando sus cualidades opiniones, etc.

Cultivar una sana autocrítica para reconocer con realismo las propias cualidades y defectos y atribuir lo bueno a dones recibido de Dios y a mérito personal.

Apertura y llaneza, bondad en el trato con los demás, sencillez y flexibilidad. Pureza de intención y transparencia en el obrar y actuar, ser sencillamente lo

que soy. Reconocer, aceptar y a alabar los éxitos de los demás, con objetividad y

libertad interior. Humildad para reconocerse como uno más y buscar vivir con sencillez. Aceptar con humildad y realismo las propias limitaciones (sin agrandarlas) y

tomar una actitud de lucha y superación con confianza en Dios y sano optimismo.

Cimentar la seguridad personal en el amor personal de Dios, aprender a ver con objetividad todas las cualidades personales, verse desde Dios y no desde la opinión de otros o de una imagen soñada.

Valorar con sinceridad las cualidades de los demás, sin compararse, con la libertad de espíritu.

Desprendimiento personal y flexibilidad para abrirse a lo que es diferente, a los cambios, a los demás, etc.

Apertura de mente y de espíritu para aceptar diversidad de opiniones y criterios. Bondad de corazón para comprender a los demás. Juzgar siempre por el lado positivo.

Caridad y generosidad, apertura e interés sincero por los demás, sus gestos, necesidades, estar en actitud de entrega y servicio.

17

Page 18: Cómo Hacer Un Programa de Vida Resumen

Desprendimiento personal y actitud de escucha para acoger iniciativas, opiniones, con disposiciones de adaptarse a los demás.

Apertura sencilla y seguridad personal. Ser lo que se es, sin cuestionar la opinión de los demás.

Visión objetiva de las cosas, sencillez y llaneza para no complicarlas. Confianza en los demás, sencillez y seguridad personal. Fe y espíritu sobrenatural. Humildad para aceptar la limitación humana de la

razón. Pureza de intención. Humildad para enriquecer a los demás. Buscar beneficios

para otros y no solo para uno mismo. Hablar sólo de los hechos de los que se conozca con certeza la verdad

objetiva e informarse siempre bien antes de emitir un juicio. Aprender a silenciar los errores ajenos y saber descubrir y alabar las

cualidades o virtudes y saber defender a los demás cuando se presencia una crítica.

Autenticidad y transparencia en el hablar y en el obrar. Sencillez y generosidad. Confianza en los demás, apertura sencilla y llana.

Manifestaciones de la sensualidad:

Comodidad: buscar siempre lo más fácil, lo que implique menos esfuerzo y por ello hacer las cosa a medias.

Pereza: dejarse llevar por la apatía, perder mucho el tiempo sin hacer nada, hacer el mínimo esfuerzo posible en todo.

Irresponsabilidad: no cumplir con el deber, los encargos o compromisos, con la puntualidad y totalidad que se debe, por apatía o despiste despiste.

Falta de disciplina: vivir según el sentimiento o impulso del momento, sin someterse nunca a un horario o a una orden.

Inconstancia: ser incapaz de mantener fiel a unos propósitos, o a unos compromisos contraídos.

Divagación de la mente: vivir con la mente dispersa, pensando en mil cosas sin concentrarse en lo que se está haciendo.

Huída del sacrificio: huir y sacarle la vuelta a todo lo que cueste o exija desprendimiento personal.

Sentimentalismo: vivir al vaivén de los sentimientos dejándose manejar por ellos. Ver siempre las cosas a través del sentimiento del momento, sin objetividad.

Sensiblería: valorar las cosas sólo en la medida en que producen sentimientos bonitos, sin buscar los sólidos, lo consciente.

Castillos en el aire: vivir siempre como evasión, en posibles sueños y deseos irreales, buscando en ello compensación o satisfacción.

Curiosidad: querer saber siempre todo, estar enterada de todo leer escritos o escuchar conversaciones que no me competen.

Superficialidad: vivir sin profundizar en el verdadero sentido de la vida y de las cosas,

18

Page 19: Cómo Hacer Un Programa de Vida Resumen

buscando solo el disfrute y la diversión fácil. Estar muy pendiente del chisme, de las novedades, etc.

Vida de sentidos: buscar satisfacción en verlo todo, experimentarlo todo, no poder vivir sin ruido, sin el “disfrute de la vida”.

Gula: comer o beber en exceso, por puro placer, o como manifestación de insatisfacción o desfogue.

Búsqueda del placer físico: buscar todo aquello que produzca placer corporal, en posturas, en relación con los hombres o mujeres, masturbación, etc. (como compensación de algunas carencias).

Afectividad excesiva: ser exagerado en las manifestaciones y en la búsqueda de afecto de manera descontrolada y sin estabilidad.

Virtudes a cultivar

o Cultivar el espíritu de trabajo, formar una voluntad firme, escoger siempre lo mejor no lo más fácil, ni lo más cómodo.

o Cultivar un espíritu de militancia en todo, poner medios concretos para formar la voluntad mediante pequeños retos o mortificaciones. Aprovechamiento del tiempo.

o Madurez para tomar con seriedad los compromisos que se tienen y sus exigencias. Formarse en el orden, poner medios concretos para acordarse de las cosas.

o Imponerse un “orden de vida” tener un horario, un sistema de orden, de trabajo y de organización, evitando las improvisaciones o las apatías y desganes.

o Empezar por ponerse pequeños propósitos y exigirse fidelidad a ellos, e ir incrementando la exigencia. Cumplir puntualmente las exigencias de los propios deberes y compromisos, desterrando todos los sistemas.

o Disciplina mental, exigencia consciente, estar donde debo estar con los pensamientos. Formar el hábito de la concentración.

o Formarme en la reciedumbre y firmeza de carácter, afrontar lo costoso, como muestra madurez y coherencia.

o Ser persona de principios y actuar siempre conforme a ellos. Dominio y voluntad, para manifestarse firme y coherente a pesar de un sentimiento negativo. Aprender a juzgar los hechos con objetividad, “desde fuera”.

o Madurez; juzgar las cosas, los acontecimientos, las personas, según su valor objetivo, independientemente del atractivo sensible que tenga.

o Formarse en el realismo; vivir con madurez y coherencia el momento presente. Aceptar y proyectar la propia persona en el marco del realismo.

o Preocuparse e interesarse únicamente de lo que realmente competa o sea de importancia personal. Mortificar los sentidos, dominio personal. Convencerse de la inutilidad y pérdida de tiempo que implica la curiosidad.

o Fomentar el hábito de la reflexión profunda. Ahondar en los valores e ideales auténticos de la vida. Dar tiempo a reflexionar sobre la propia vida, el sentido que se le quiere dar. Dar respuesta a estos interrogantes y vivir coherentemente.

19

Page 20: Cómo Hacer Un Programa de Vida Resumen

o Descubrir el valor de la auténtica vida interior y de la solidez interior. Buscar momentos de silencio, de oración, de reflexión personal, para alimentar los ideales profundos y no dejar que se “sofoquen”.

o Fomentar la voluntad y el dominio personal para ser dueños de sí, ponerse pequeños propósitos. No darle más importancia a la comida de la que tiene. Cimentar una profunda y auténtica seguridad personal y afrontar con decisión los problemas, sin buscar escapes que no solucionan nada.

o Espíritu de mortificación y dominio personal, empezando con pequeñas privaciones con el fin de incrementar los valores espirituales más profundos y centrar en ellos la propia vida. Si hay carencia afectivas, profundizar en el valor del verdadero amor, en el amor de Jesús...para buscar el verdadero amor y no una mera compensación que llene momentáneamente un hueco.

Aprender a encauzar y dominar los impulsos de la afectividad. Valorar y buscar nuestras más ecuánimes e incluso “espirituales”. Poner el peso del amor en las actitudes interiores, y en la donación afectiva, en la entrega al otro y no tanto en lo externo.

20