Cómo hablar bien en público

206
COMO HABLAR BIEN EN PÚBLICO E INFLUIR EN LOS HOMBRES DE NEGOCIOS

Transcript of Cómo hablar bien en público

  • COMO HABLAR BIEN EN PBLICOE INFLUIR EN LOS HOMBRES DE NEGOCIOS

  • DALE CARNEGIE

    COMO HABLARBIEN EN PUBLICO

    E INFLUIR EN LOS HOMBRESDE NEGOCIOS

    Traduccin y adaptacin deJORGE CIANCAGLINI

    EDITORIAL SUDAMERICANA

  • PRIMERA EDICIONOctubre de 1947

    2a. Reimpresin en Mxico: marzo, 2003

    Queda hecho el depsito quepreviene la Ley 11.723

    C1947, Editorial Sudamericana, S.A.Humberto 1531, Buenos Aires.

    ISBN: 950-07-0155-3

    Ttulo del original en ingls:Public Speaking and Influencing

    Men in Business

    INTRODUCCION

    En toda la nacin se est produciendo un movimiento deeducacin adulta; y la fuerza ms sorprendente de este mo-vimiento es Dale Carnegie, un hombre que ha escuchado ycriticado ms discursos de gente adulta que ningn otro serhumano. De acuerdo con un reciente "Crase o no", deRipley, ha criticado 150.000 discursos. Si esa suma no nosimpresionare por s sola, recordemos que significa un dis-curso por cada da transcurrido desde el descubrimiento deAmrica. O en otras palabras, si todos los hombres que ha-blaron delante de l lo hubieran hecho durante slo tresminutos cada uno, y en rpida sucesin, habra debido escu-char un ao completo, con sus das y sus noches.

    La carrera de Dale Carnegie, llena de bruscos contrastes,es un ejemplo de lo que puede lograr un hombre que estasediado por una idea original y aguijoneado por el entu-siasmo.

    Nacido en una alquera de Misuri, a diez millas del ferro-carril, no vi un tranva hasta que tuvo doce aos: hoy alos cuarenta y seis, le resulta familiar cualquier rincn de latierra, desde Hong-Kong hasta Hammerfest; y en cierta opor-tunidad estuvo ms cerca del Polo Norte que el almiranteByrd del Polo Sur, en Little America.

    Este muchacho de Misuri que coga moras y cortaba cas-taas por cinco centavos la hora, gana hoy un dlar porminuto enseando a los jefes de grandes compaas comer-ciales el arte de la expresin.

    Este muchacho que fracas por completo en las seis pri-meras veces que habl en pblico, fu ms tarde mi empre-

    7

  • sario comercial. Gran parte de mi xito lo debo a las ense-anzas de Dale Carnegie.El joven Carnegie debi luchar duramente para educarse,porque la mala suerte sola ensaarse con la vieja alquerade Misuri.

    Desalentada ante una sucesin de fracasos, la fa-milia vendi la alquera y compr otra en el mismo Estado,cerca de la Escuela Normal de Warrensburgo. Por un dlardiario le daran estancia y comida en el pueblo. Pero Car-negie no lo tena. Se qued en su casa y fue

    diariamente a

    caballo a la escuela normal, que estaba a tres millas de

    distancia.Haba seiscientos estudiantes en la escuela, y Dale Carne-gie era uno de los cuatro o cinco que no podan quedarse acomer en la ciudad. Pronto vio

    que haba algunos gruposen la escuela que eran los que ejercan influencia y poseanprestigio:

    eran los buenos jugadores de futbol y beisbol, ylos que ganaban los concursos de debates y elocuencia.

    Puesto que los deportes no le atraan, decidi ganar unconcurso de oratoria. Pas meses preparando sus discursos.

    Los practicabamientras galopaba de ida y de vuelta a la

    escuela normal; practicabamientras ordeaba las vacas, y

    se suba a una parva de heno, y con gran placer y entusiasmoechaba un discurso a las asustadas palomas, exhortndolas ainterrumpir la inmigracin japonesa.

    Pero a pesar de toda su vehemencia y preparacin, sufriderrota tras derrota. Y de pronto comenz a ganar,

    no un

    concurso, sino todos los concursos de la escuela.Otros estudiantes le pidieron que los adiestrara. Y tambin

    ganaron.Una vez graduado, comenz a vender cursos por corres-pondencia a los "rancheros" de Nebraska y

    W yoming.

    A pesar de su inquebrantable energa y entusiasmo, notuvo xito. Se desalent tanto, que regres al cuarto de suhotel, en Nebraska, se ech sobre la cama y llor amarga-mente. Deseaba volver a la escuela, deseaba replegarse de la

    dura batalla de la vida; pero no era posible. Entonces decidi

    ira Omaha y conseguir otro trabajo. No tena dinero para el

    8

    Pasaje, y viaj en un tren de carga, alimentando y abrevandodos vagones de caballos como pago de su viaje. Se apeen Omaha del Sur y consigui san empleo de vendedor detocino, manteca de puerco y jabn, para Armour y Compa-a. Su territorio se extenda desde las Tierras Malas hastael Pas Indio de Dakota Occidental. Recorra su territorioen tren de carga, en diligencia y a caballo, durmiendo enmesones de pioneers donde la cnica divisin entre pieza ypieza era una sbana de muselina. Estudiaba libros sobre elarte de vender, montaba potros salvajes, jugaba al pkercon mestizos y aprenda a cobrar dinero. Cuando algn al-macenero del interior del pas no poda pagar al contado eltocino y el jabn que le haba pedido, Dale Carnegie le saca-ba de los anaqueles una docena de pares de zapatos, losvenda a los ferroviarios y giraba el producto a Armour yCompaa.

    A los dos aos, esta zona, que ocupaba el vigsimoquintolugar en importancia para la firma comercial, pas a ocuparel primero. La compaa le quiso ascender. "Ha realizadousted lo que pareca imposible." Pero Carnegie rechaz elascenso y renunci. Renunci, fu a Nueva York estudien la Academia Americana de Arte Dramtica, y recorriel pas representando el papel del doctor Hartley en Pollyl a del circo.

    Nunca hubiese llegado a ser un Booth o un Barrymore. Tuvoel tino de reconocerlo. Y se dedic a las ventas nuevamente,esta vez de automviles, para la Compaa Packard.

    Nada saba de mecnica, y nada le importaba ignorarla.Profundamente desdichado, tena que dedicarse todos los dasa sus tareas comerciales. Ansiaba tener tiempo para estudiar,/,ara escribir los libros que haba soado escribir cuando eraestudiante. Y renunci. Se dedicara a escribir cuentos y

    novelas, y se mantendra enseando en una escuela nocturna. Enseando qu? Contemplando su pasado, apreciando losbe neficios de sus estudios, comprendi que el bablar en p-blico le haba instilado ms confianza en s mismo, msprestancia, ms valor, y ese don para tratar con hombres de

    9

  • negocios, que todas las otras asignaturas de la escuela juntas.Entonces solicit de las escuelas de la Asociacin Cristianade jvenes, en Nueva York, permiso para dar cursos deoratoria para hombres de negocios.Qu? Convertir a hombres de negocios en oradores? Ab-surdo. Lo saban por experiencia. Haban probado ya, y ha-

    ban fracasado.Cuando se negaron a pagarle un sueldo de dos dlarespor noche, Carnegie accedi a percibir un tanto por cientode los beneficios -caso que los hubiere-. A los tres aosle pagaban treinta dlares por noche sobre esa base, en vezde los dos que l haba pedido.

    El curso se ampli. La fama lleg hasta otras AsociacionesCristianas de Nueva York, y luego de otras ciudades. ProntoCarnegie efectuaba triunfales giras por Filadelfia, Baltimorey,

    ms tarde, Londres y Pars. Los libros de texto erandemasiado acadmicos, poco prcticos para los que se agol -paban en las aulas del notable profesor. Lejos de acobardarleeste

    antecedente, escribi uno titulado Cmohablar bien

    en pblico e influir en los hombres de negocios.Este libro

    es hoy el texto oficial de todas las Asociaciones Cristianas dejvenes, como tambin de la Asociacin Bancaria y de laAsociacin Nacional de Crdito.

    Hoy concurren muchos ms adultos a las clases de Car-negie que a los cursos de oratoria de las universidades deColumbia y Nueva York juntas.

    Dale Carnegie afirma que cualquier hombre es capaz dehablar cuando se excita. Dice que si alguien da un trompisy tumba al ms ignorante individuo de la ciudad, ste seincorporar y hablar con tanto ardor, nfasis y elocuencia,que Guillermo Bryan le envidiara. Alega que casi cualquierpersona puede hablar en pblico pasaderamente si tiene con-fianza en s misma y una idea que le est abrasando el seso.

    La mejor manera de lograr confianza en s mismo, dice,es hacer lo que tenemos que hacer, y dejar una estela de expe-riencias felices. Por esto obliga a todos sus alumnos a hablartodos los das de clase. Los alumnos lo hacen de buena

    10

    gana. Todos estn en el mismo barco: y por la prcticaconstante, nutren su valor, confianza y entusiasmo, del queya no se desprendern ms.

    Dale Carnegie nos dir que se ha ganado la vida durantetodos estos aos, no con la enseanza de la oratoria

    -esofi accidental-, sino ayudando a los hombres a dominar sustemores y a desarrollar su valor.

    Comenz simplemente con un curso de oratoria, pero susalumnos eran hombres de negocios. Muchos de ellos no ha-bon visto un aula por treinta aos. Los ms de ellos paga-ban la enseanza a plazos. Queran eficacia, resultados, ypronto; resultados que pudiesen aplicar en sus negocios alda siguiente.

    Esto le oblig a ser rpido y prctico. Y as es como hacreado un mtodo de adiestramiento original, nico, sorpren-dente combinacin de Arte de hablar en pblico, Arte devender, Relaciones humanas, Desarrollo de la personalidady Psicologa aplicada.

    William James sola decir que el hombre medio slo des-arrolla un diez por ciento de sus posibilidades mentales la-tentes. Dale Carnegie, al incitar a hombres ya adultos a quedescubran sus vetas y exploten sus ocultos minerales, ha ini-ciado uno de los movimientos ms importantes en la educa-cin de adultos.

    LOWELL THOMAS.

  • CAPTULO I

    DESARROLLO DEL VALOR Y DE LA CONFIANZAEN SI MISMO

  • Aunque todos los hombres no tienenpreci-

    sin de ser oradores, ni escritores pblicos, o ca-recen de aptitud o disposicin para estos oficios;sin embargo tendrn muchos de ellos, en dife-re

    ntes situaciones de la fortuna y destinos de lavida civil, ocasiones de acreditar con el imperiode la palabra su mrito, su puesto, su estado, su

    poaer o su talentoANTONIO CAPMANY

    Hemos dicho que ese sujeto escribi muchoslibros. S, s, ndense ustedes con libros!

    Los li-

    bros no sirven para nada en tanto que no se pue-dan pronunciar discursos. El hombre de la esta-tua y que no haya sido orador.

    Se concibe un

    hombre que tenga estatua y que no haya sidoorador? Cmo un hombre que no haya sido ora-dor puede tener estatua? Horror nos causa elpensarlo.

    Un hombre que no es capaz de hablaren pblico una hora seguida, qu derecho puedetener a que se le inmortalice en una efigie debronce? AZORN

    Ms de dieciocho mil hombres de negocios, desde 1912hasta la fecha, han concurrido a las clases sobre el arte dehablar en pblico que el autor ha dictado. Los ms de ellos,a pedido de ste, han narrado por escrito las causas que losmovieron a inscribirse para tal adiestramiento y el resultadoque esperaban obtener. El deseo primordial, la necesidad apre-miante que todas estas cartas expresaban, era

    -desde luegoque con fraseologa muy diversa- uno solo: "Cuando lascircunstancias me obligan a hablar -escriba uno tras otrome pongo tan nervioso, me arredro tanto, que no puedo yarazonar con fluidez, concentrar la atencin, ni recordar qutena pensado decir. Quiero adquirir confianza en m mismo,serenidad, y suficiente presencia de nimo para poder pensarcuando estoy en pie delante de un auditorio. Quiero llegara dominar mis pensamientos, desarrollarlos segn ilacin l-gica, y expresarlos con claridad y vigor, as delante del direc-torio de un banco como en una sala de conferencias". Eranmiles las confesiones a este tenor. Citemos un caso concreto.Hace algunos aos, un seor llamado D. W. Ghent se inscri-bi en mi curso de oratoria, en Filadelfia. Poco despus dela clase inaugural me invit a comer con l en el Crculoele Fabricantes. Era un hombre de mediana edad, y haballevado siempre una vida activa; diriga su propia fbrica yera figura destacada en actividades cvicas y religiosas. Mien-tras estbamos almorzando, se inclin hacia m sobre lamesa y me confes:

    -Muchas veces me han pedido que hable en una u otrareunin, pero nunca he podido hacerlo. Me turbo tanto,que pierdo la nocin de mis ideas, por lo cual he tenidoque escabullirme toda la vida. Pero es el caso que ahora soy

    15

  • presidente de la junta de sndicos de una universidad y, lgi-camente, debo echarles un discurso de vez en cuando. Creeusted que me ser posible aprender a esta altura de mi vida?

    -Que si lo creo, seor Ghent? -respondi-. No escuestin de que lo crea o no. Lo s. S que puede hacerlo,y que lo har, si se empea y sigue mis instrucciones.

    Crey que pintaba el cuadro de color de rosa, que memostraba con exceso optimista.

    -Usted dice eso por amabilidad -respondime-.Usted

    no quiere desilusionarme .Cuando termin su adiestramiento dejamos de vernos poralgn tiempo. En 1921 nos encontramos y almorzamos nue-vamente en el Crculo de Fabricantes. Nos sentamos en elmismo rincn y a la misma mesa que aquella primera

    vez.Luego de recordarle nuestra anterior conversacin, le

    pregunt si haba derrochado mucho optimismo en aquel en-tonces.

    Sin decir palabra, Ghent extrajo del bolsillo unalibretilla de lomo rojo y me indic una lista de compromisoscontrados para hablar en pblico.

    -La facultad de hacer esto -me confes-, el placer queobtengo hacindolo, y el mejor servicio que merced a ellopresto a la comunidad, estn entre las satisfacciones ms n-

    timas de mi vida.Poco antes de esta conversacin se haba celebrado enWashington

    la conferencia internacional para la limitacinde armamentos. Cuando se supo que Lloyd George pensabaconcurrir a ella, los baptistas de Filadelfia le cablegrafiaroninvitndole a hablar en una gran reunin religiosa que secelebrara en esa ciudad. Lloyd George respondi que, si fuesea

    Washington, aceptara la invitacin. Pues bien, el seorGhent me inform que le haban designado, entre todos los

    baptistasde la ciudad, para presentar al primer ministro

    britnico.iY este era el hombre que, sentado a esa misma mesa,

    aun no haca tres aos, me haba preguntado gravemente

    sime pareca posible que llegase alguna vez a hablar en

    pblico!1 6

    La rapidez con que este hombre super todas las dificul-tades y triunf, est acaso fuera de lo comn? De ningnmodo. Hay cientos de casos similares. Hace algunos aos, paracitar otro caso concreto, un mdico de Nueva York, a quienllamaremos Curtis, pas el invierno en la Florida, cerca delcampo de adiestramiento de un famoso centro futbolstico.Como senta verdadera pasin por el futbol, sola ir a vera los jugadores ejercitndose. A poco, trab amistad con ellos,cada vez ms estrecha, y un buen da le invitaron a un ban-quete que se daba en honor del equipo. Al finalizar lospostres, se pidi a varios convidados de nota que dijesen"algunas palabras". De sbito, con la precipitacin e intem-pestividad de un estallido, oy decir:

    -Seores, tenemos entre nosotros un mdico, el doctorCurtis, quien nos dir algunas palabras sobre la salud delj ugador de futbol.

    Estaba preparado el doctor Curtis? Desde luego. Estabamejor preparado que otro cualquiera: haba estudiado higieney ejercido la medicina durante casi treinta aos. Habra po-dido exponer sus conocimientos durante horas al compaerode l a derecha o de la izquierda. Pero levantarse y decir estasmismas razones delante de un concurso, aun pequeo, esto

    era otro cantar. Esto erizaba los pelos.'1 1 corazn del buen mdico comenz a latir con mayor

    y hasta se detena en seco a veces. Nunca en su vidahaba hablado en pblico, y todas las ideas que tena se hicieron

    humo. Quhacer? Los comensales aplaudan. Todas las miradas

    fijas en l. Intent negarse con la cabeza, pero esto~ ' : a ument los aplausos y la ovacin. Las voces de "Que

    ! Que hable!", se tornaban a cada momento ms-.flis(-nclosas e insistentes.Triste situacin de impotencia y ridiculez! Saba que, dela, levantarse, no podra pronunciar ms de diez o doce frases...por fin se l evant y, sin decir palabra a sus amigos,

    di! s s vuelta y sali del saln, aturdido y humillado.

    nos extrae, pues, que una de las primeras cosas que

    17

  • haya hecho al volver a Nueva York fuera ir al edificiocentral de la Asociacin Cristiana de jvenes y alistarse enla clase oratoria. No tena intencin de hacer el ridculo

    y

    quedarse con la lengua comida por segunda vez.Como estudiante, era de los que realmente agradan al

    profesor: su celo por aprender tena algo do aseaba aprender a hablar en pblico, ylograr su propsito. Preparaba sus discursos con minuciosidady los estudiaba con entusiasmo. No falt a ninguna clase entodo el perodo.Le suceda precisamente lo que le hubiera sucedido a otrocualquiera en condiciones similares: la rapidez de sus pro-gresos no cesaba de asombrarle y de sobrepasar sus mshalageos clculos.

    Despus de las primeras clases su ner-viosidad remiti y la confianza en s mismo gan terreno deda en da. Al cabo de dos meses ya llevaba la palma entresus compaeros de clase. Pronto comenz a aceptar invita-ciones para hablar en otros lugares. Le apasionaba la emo-cin y el regocijo de este pasatiempo, el respeto y los amigosque le deparaba.Un membro del Centro Republicano de Campaa Elec-toral, luego de or uno de sus discursos, le invit a recorrerla ciudad de Nueva York y arengar a la multitud en favord su partido. Gentil sorpresa se hubiera llevado este polticosi

    hubiese sabido que, un ao antes, el doctor Curtis habatenido que retirarse de un banquete, avergonzado y confundi-do, porque el temor de un auditorio le haba atarugado!

    La adquisicin del valor y de la confianza en s mismo, yla facultad de discurrir con calma y claridad mientras sehabla a un concurso de oyentes, no presenta un dcimo de ladificultad que la mayor parte de la gente supone. No es un

    conceda a un nmero limitado dedon que la naturaleza escogidos. Es como la facultad de jugar al golf. Cualquierapuede desarrollar sus dotes latentes, con tal que tenga genuinodeseo de hacerlo.Se puede aducir el menor asomo de razn para que un

    exionar con igual fluidez cuando;individuo no pueda refl

    18

    est en pie que cuando est sentado? Desde luego, todossabemos que no. Ms aun: debiramos discurrir mejor de-lante de un concurso. La presencia de varias personas que nosescuchan debiera azuzarnos y alentarnos. Muchsimos confe-renciantes nos dicen que la presencia de un auditorio esun estmulo, una inspiracin que obliga al cerebro a trabajarcon mayor despejo y agudeza. En tales circunstancias, comodeca Henry Beecher, hechos e ideas que no creamos domi-nar pasan como flotando por delante nuestro, y slo hayque estirar la mano e irlos cogiendo con oportunidad. Sr-vanos esto de experiencia propia. Probablemente llegue aserlo, si nos ejercitamos y perseveramos.

    De una cosa a lo menos podemos estar seguros: de queel adiestramiento y la ejercitacin harn desvanecer el temordel auditorio, instilndonos por siempre confianza en nos-otros mismos y valor. No debemos creer que nuestra situa-cin sea nica. Aun aquellos que luego llegaron a ser losoradores ms elocuentes de su poca, se vieron al principioentorpecidos por este miedo y esta timidez ofuscadores.

    Mark Twain, la primera vez que debi hablar, sinti comoque su boca estuviese llena de algodn y que su pulso co-rriese para obtener un premio.

    Jean Jaurs, el orador poltico ms poderoso que produjoFrancia en su poca, asisti durante un ao a la Cmara deDiputados sin atreverse a decir palabra, y slo entonces con-

    i hacerse de suficiente valor para pronunciar su discurso inicial.

    Alejandro Lerroux, el famoso poltico espaol, hizo lomismo que el doctor Curtis las dos primeras veces que lepidieron un discurso: se llam Andana, sin excusarse anteel concursoOssorio y Gallardo ha confesado que temblaba como unahoja l a primera vez que debi hablar en -pblico.Rios os Rosas, que lleg a ser uno de los oradores ms temi-bles de las Cortes espaolas del siglo pasado, llevaba varice`nos de diputado cuando se anim a pronunciar su primerdiscurso

    19

  • "La primera vez que habl en pblico -confesaba LloydGeorge-, era el hombre ms desdichado del mundo. Noes metfora, sino la pura verdad, que la lengua se me pegal paladar; y, al principio, apenas poda articular palabra."

    Jimnez de Asa nos ha descrito la primera clase que debidar, como profesor auxiliar de Derecho Penal en la Uni-versidad de Madrid: "Se entraba al estrado por una pequeapuerta y se ascenda a l por una breve escalera, oculta a losalumnos por la propia mampara. Al subir aquellos escasospeldaos era tal mi terror, que no pude tenerme en pie: lossalv caminando como un cuadrpedo."

    Disraeli deca que hubiera preferido conducir una cargade caballera a enfrentarse con la Cmara de los Comunespor primera vez. Su primer discurso fu un rotundo fracaso.Tambin lo fu el de Sheridan.

    Y es lo cierto que, tantos son los oradores famosos deInglaterra cuyos estrenos han sido deslucidos, que hoy secree en el Parlamento sea mal sntoma para un hombrejoven el iniciarse all con xito. Conque, nimo!

    Despus de observar la carrera de tantos oradores, y dehaberlos ayudado algo, al autor no le disgusta que un estu-diante tenga, al principio, cierta nerviosidad y turbacin.

    Hablar en pblico importa cierta responsabilidad -auncuando slo se hable a veinte o veinticinco personas en unaconferencia de negocios-, cierta turbacin, cierto esfuerzo,cierta excitacin. Es menester multiplicarse a s mismo, comoesos buenos caballos de carrera cuando estn en la pista.El inmortal Cicern dijo, hace dos mil aos, que todo discursopblico de verdadero mrito se caracteriza por la nervosidad.Los oradores experimentan esta sensacin a menudo, auncuando hablan por radio. "El miedo del micrfono", se llamaa esto. Cuando Carlitos Chaplin se estren en la radiotele-fona, ley su discurso desde el principio hasta el final. Desdeluego que estaba acostumbrado a los auditorios. Haba reco-rrido los Estados Unidos en 1912 y representado una piece-zuela titulada "Una noche en el Music Hall". Y antes deesto haba sido actor en Inglaterra. Sin embargo, cuando

    20

    entr en el cuarto entapizado y se vi frente a frente conel micrfono, sinti cierta sensacin no del todo diferente ala que se obtiene cruzando el Atlntico Norte durante uninvierno tormentoso.

    A James Kirkwood, famoso actor y director de pelculas,le sucedi algo parecido. En el tablado era un orador deprimera clase; pero cuando sali de la sala de transmisin,despus de haber hablado al invisible auditorio, sudaba amares. "Una noche de estreno en Broadway -confes- noes nada comparado con esto".

    Algunas personas, no importa cun a menudo hablen enpblico, sienten cierta turbacin un momento antes de co-menzar, pero pocos segundos despus la turbacin desaparece.

    Hasta Abraham Lincoln se senta turbado en los primerosminutos. "Al principio era muy torpe -cuenta su socio Hern-don-, y pareca costarle mucho trabajo el hacerse a su audi-torio. Luchaba durante cierto tiempo con aparente falta deconfianza y timidez, lo cual slo haca ms notoria su tor-peza. He visto muchas veces a Lincoln en trances como ste,y me ha causado profunda lstima. Cuando comenzaba susdiscursos, la voz se le tornaba chillona, aguda y desagrada-ble. Sus gestos, su porte, su rostro moreno, plido, arrugadoy enjuto, su postura estrafalaria, sus movimientos poco segu-ros - todo pareca estar en su contra, pero slo por muybreve tiempo." En seguida adquira serenidad, entusiasmo, celo,y entonces comenzaba su verdadero discurso.

    Lo mismo puede suceder con nosotros.A fin de obtener el mayor provecho de este adiestramiento,

    y ello con prontitud y seguridad, son necesarias cuatro cosas:

    PRIMERO: COMENZAR CON DESEO VIVO Y TENAZ

    Esto es mucho ms importante de lo que creemos. Sinuestro instructor pudiera sondar nuestro espiritu y corazn,y calcular el vigor de nuestros deseos, podra predecir, casicon exactitud, la celeridad con que adelantaremos. Si nues-tros deseos son plidos y fofos, nuestro progreso correspon-

    21

  • der a ese tinte y a esa consistencia. Pero si ponemos empeopersistente en lograr nuestro fin, y lo hacemos con la mismaenerga con que el perro de presa se lanza en persecucindel gato, entonces nada en el mundo podr derrotarnos.

    Alimentemos entonces nuestro entusiasmo para este estu-dio. Enumeremos sus beneficios. Pensemos cunto significarla confianza en nosotros mismos y la capacidad de hablar yconvencer. Pensemos en lo que puede significar, y lo quesignificar, en pesetas y cntimos. Pensemos en lo que signi-ficar socialmente; los amigos que nos brindar.; el acrecen-tamiento de nuestra influencia personal; la mayor capacidadde mando. Ninguna otra ocupacin desarrollar en nosotrosmayor capacidad de mando -ni con mayor rapidez- queesta de la oratoria.

    "No hay otra conquista -ha dicho Depew-, tan asequi-ble para todos, que como el arte de hablar medianamentebien depare al hombre tanto porvenir y respeto."

    Philip D. Armour, despus de haber ganado varios mi-llones d dlares, dijo: "Habra preferido ser un gran ora-dor a un gran capitalista".

    Es un logro por el que casi todas las personas cultas sus-piran. Cuando muri Andrew Carnegie, se hall entre suspapeles un plan que haba hecho para su vida a la edadde treinta y tres aos. l crea a la sazn que en dos aosms podra disponer de sus negocios en tal manera quetuviese una renta de cincuenta mil dlares por ao; y se pro-pona, entonces, dejar los negocios a los treinta y cinco aos,ir a Oxford y darse una educacin completa, "con especialdedicacin al arte de hablar en pblico".

    Pensemos en la sensacin de satisfaccin y placer queresultar del ejercicio de este nuevo poder. El autor ha reco-rrido no poco de la corteza de esta bola terrestre, y ha tenidomuchas y muy variadas experiencias; pero para satisfaccincompleta e ntimamente duradera, pocas cosas hay que sepuedan comparar a la de pararse delante de un auditorio yhacer que todos piensen como uno. Esto proporciona senti-miento de fuerza, sensacin de poder. Halaga nuestro orgullo

    2 2

    de consecucin personal. Nos aparta de los otros hombres,elevndonos por sobre ellos. Hay encanto mgico en este artey una emocin de esas que jams se olvidan. "Dos minutosantes de ponerme en pie -deca un orador- prefiero queme den de azotes a empezar; pero dos minutos antes de sen-tarme prefiero que me den un tiro a terminar."

    En todas las clases hay alumnos que desmayan y quedanrezagados a la vera del camino; de modo que debemos con-centrar nuestro pensamiento en torno a lo que este cursosignifica para nosotros, hasta que nuestro deseo est can-dente. Debemos comenzar este programa con tal entusiasmoque nos obligue a no perder clase, hasta terminar el cursotriunfalmente. Digamos a nuestros amigos que nos hemos

    i nscrito en este curso. Fijemos una noche a la semana paraleer estas lecciones y preparar los discursos. En fin, hagamosel avance lo ms fcil posible. Hagamos lo ms difcil posi-ble el retroceso.

    Cuando julio Csar cruz el canal de la Mancha y desem-barc con sus legiones en lo que hoy es Inglaterra, quhizo para asegurar el xito de las armas? Una cosa muyinteligente: hizo detener a sus soldados sobre los peascosyesosos de Dver y ordenles mirar hacia abajo: sobre lasolas, a setenta metros de profundidad, rojas lenguas de fuegoconsuman los barcos en que haban venido. En territorioenemigo, roto el nico vnculo con el continente, quemadoel nico medio de retroceder, slo podan hacer una cosa:avanzar, conquistar. Eso, precisamente, es lo que hicieron.

    As era el espritu del inmortal julio Csar. Por qu nonos apropiamos de este espritu, en nuestra guerra para exter-minar el ridculo temor de los auditorios?

    SEGUNDO: SABER CABALMENTE EL TEMA QUE VAMOSA TRATAR

    A no ser que se haya meditado sobre el discurso, que selo haya planeado, y que se sepa qu se va a decir, no puedeel orador sentirse muy tranquilo cuando afronta su auditorio.

    23

  • Es como el ciego que quera guiar a otro ciego. En talescircunstancias, el orador se sentir cohibido, arrepentido, aver-gonzado de su negligencia.

    "Sal electo legislador durante el otoo de 1881 -escri-ba Theodore Roosevelt en su Autobiografa-, y comprobque era el hombre ms joven de la cmara. Como a todoslos miembros jvenes e inexpertos, me result sumamentedifcil aprender a hablar. Aprend mucho con el consejo deun viejo y perspicaz labrador (que sin saberlo estaba ci-tando al duque de Wellington, quien a su vez estaba, sinduda, citando a algn otro). El consejo era el siguiente:No hables hasta que ests seguro de que tienes algo quedecir, y que sepas qu es; entonces dlo, y luego sintate."

    Este "viejo y perspicaz labrador" debi haber hablado aRoosevelt de otro recurso para sobreponerse a la nerviosidad.Debi haber agregado: "Te ser provechoso para librarte detu turbacin, que encuentres algo que hacer delante del au-ditorio; si puedes mostrar algo, escribir una palabra en elpizarrn, o sealar un punto sobre el mapa, o mover unamesa, o abrir una ventana, o correr algunos libros y papeles,cualquier movimiento fsico, en fin, con intencin velada,puede contribuir a que te sientas cmodo".

    Ciertamente, no siempre es fcil hallar excusa para hacerestos movimientos, pero la sugestin ah queda. Usmosla sipodemos; pero usmosla las primeras veces solamente. Losnios no se asen de las sillas una vez que han aprendidoa caminar.

    TERCERO: PROCEDER CON CONFIANZA

    El ms famoso psiclogo que haya producido Amrica,William James, ha escrito lo siguiente:

    "La accin parece venir despus del sentimiento, pero en reali-dad ambos estn estrechamente ligados; y regulando la accin,que est bajo el dominio directo de la voluntad, podemos indi-rectamente regular el sentimiento, que no lo est.

    "As, el camino ms eficaz de la voluntariedad para llegar a

    24

    la alegra-cuando nuestra alegra espontnea est perdida-

    es el de estarnos alegres y hablar y proceder como si dicho sen-timiento se hubiere apoderado ya de nosotros. Si con esto no re-cobramos la alegra, entonces, por el momento, no habr ya nadaque nos la haga recobrar.

    "Por tanto, para sentir valor, procedamos como si furamosvalientes, empeemos toda nuestra voluntad para ese fin, y loms probable ser que un rebato de entusiasmo reemplace elestado de temor."

    Apliquemos el consejo del profesor James. Para des-arrollar el valor cuando estemos frente a un auditorio, pro-cedamos como si lo tuviramos. Desde luego, si no estarnospreparados, por mucho valor que despleguemos no consegui-remos grandes efectos. Pero cuando sabemos de qu vamosa hablar, adelantmonos a la tribuna con energa y respire-mos profundamente. Respiremos profundamente durantetreinta segundos antes de afrontar un auditorio.

    Esta provisin aumentada de oxgeno nos sostendr y nosdar valor. El famoso tenor Jean de Reszke sola decir que,cuando se retiene el aliento de suerte que podamos "sentarnosen l", la nerviosidad desaparece.

    Cuando un joven de la tribu de Peuls, en frica Central,llega a la virilidad y quiere casarse, se le obliga a arrostrarl a ceremonia de la flagelacin. Las mujeres de la tribu serefinen all, cantando y palmoteando al ritmo de los tam-bores. El candidato se adelanta, desnudo de medio cuerpopara arriba. De pronto, un hombre que empua un ltigoenorme comienza a castigar al muchacho, golpea su pieldesnuda, le tunde, le vapulea como un demonio. La espaldase va llenando de cardenales; la sangre comienza a fluir;aparecen cicatrices que durarn toda la vida. Durante estaazotaina, un juez venerable de la tribu se arrastra a los piesde la vctima para ver si se mueve o si da la menor mues-tra de dolor. Para pasar la prueba con xito, el torturadoj oven no slo debe aguantar todo esto, sino que, mientrasse le azota, debe cantar un himno de alabanza.

    En todos los tiempos, en todos los climas, los hombres

    25

  • han admirado el valor; de modo que, por mucho que el cora-zn golpee dentro de nuestro pecho, debemos avanzar conpaso firme, detenernos, comportarnos como el joven de fricaCentral y, como l, proceder como si estuviramos content-simos.

    Irgmonos plenamente, miremos el auditorio con firmeza,y comencemos a hablar con tanta confianza como si todosellos fueran deudores nuestros. Imaginmonos que lo son,realmente. Imaginmonos que se han reunido all para pe-dirnos una prrroga. El efecto psicolgico ser beneficioso.

    No nos abrochemos y desabrochemos nerviosamente la cha-queta, ni movamos torpemente las manos. Si no podemos evi-tar movimientos nerviosos, pongamos las manos detrs de laespalda y entrelacemos los dedos all donde nadie puedevernos. O movamos los dedos gordos del pie.

    Como regla general, no es prudente que el orador se ocultedetrs de un mueble; sin embargo, las primeras veces, alientaun poco el estar detrs de una mesa o de una silla y aferrarsea ella. Tambin es bueno apretar una moneda en la palmade la mano. Cnovas del Castillo, en los momentos mssupremos de sus discursos, meta una mano en el bolsillodel chaleco, al mismo tiempo que con la otra se afianzabalos quevedos.

    Y cmo desarroll Roosevelt su caracterstico valor yconfianza en s mismo? Le haba dotado la naturaleza deespritu atrevido y emprendedor? De ningn modo. "Ha-biendo sido un muchacho ms bien enfermizo y torpe -con-fiesa en su Autobiografa-, me sent, cuando llegu a lajuventud, inquieto y desconfiado de mi propio valor. Tuveque ejercitarme severamente y con tesn, no slo en lo querespectaba a mi cuerpo, sino tambin en lo que respectaba ami espritu y alma."

    Afortunadamente, nos ha narrado cmo logr la transfor-macin: "Cuando era muchacho

    -aade-, le un pasajeen un libro de Marryat, que luego ha infludo siempre sobrem. En este pasaje, el capitn de un buque de guerra explicaal protagonista cmo adquirir intrepidez. Y le dice que al

    26

    principio casi todos los hombres se asustan cuando entranen accin, pero que lo que debe hacerse entonces es dominarsede tal modo que se pueda proceder como si no se estuvieseasustado. Cuando esto se ha continuado por cierto tiempo, elfingimiento se trueca en realidad, y el individuo se vuelverealmente intrpido a fuerza, nicamente, de practicar laintrepidez cuando no la siente. (Estoy usando mis propiaspalabras.)

    "Esta fu la teora que llev a la prctica. Haba muchasclases de cosas que me causaban pavor al principio, desdelos osos grises hasta los caballos ariscos y los bandoleros;pero comportndome como si no tuviese miedo, llegu gra-dualmente a perderlo. A casi todas las personas les ocurrir lomismo, si as se lo proponen."

    A todos nos puede ocurrir lo mismo en este curso, si aslo deseamos. "En la guerra -deca el mariscal Foch-, lamejor defensa es el ataque." Lancmonos, pues, al ataque denuestra pusilanimidad. Salgamos a su encuentro, batallemoscontra ella, conquistmosla a fuerza de denuedo, en cada opor-tunidad que nos salga al paso.

    Pensemos un ttulo largo de primer plano, y luego figur-monos que somos vendedores de diarios. Nadie repara en elvendedor. Es la noticia lo que queremos. El mensaje, ahest el quid. Recordmoslo siempre. Interesmonos. Apren-dmoslo hasta conocerlo como a la palma de la mano. Creamosen l de todo corazn. Y entonces, hablemos como si estu-visemos decididos a decir el mensaje. Hagmoslo as, ytendremos diez probabilidades contra una de que seremosdueos de las circunstancias y seores de nosotros mismos.

    CUARTO: PRACTICAR! PRACTICAR! PRACTICAR!

    El ltimo tema de que trataremos en este captulo es,sin duda alguna, el ms importante. Aunque olvidemos todocuanto hemos ledo hasta aqu, recordemos esto: el primermtodo, el nico mtodo, el mtodo que nunca falla paradesarrollar la confianza en nosotros mismos cuando hablamos

    27

  • en pblico, consiste en... hablar. Todo el problema, en efec-to, se reduce finalmente a un solo punto, que es esencial:practicar; practicar; practicar. Tal el sine qua non del pro-blema.

    "Cualquier principiante -previene Roosevelt- puede caerpreso de la fiebre de gamo. La fiebre de gamo consiste enuna intensa excitacin nerviosa que muchas veces nada tieneque ver con la timidez. Se puede coger esta fiebre la primeravez que se habla a un auditorio numeroso, como se la puedecoger al ver por primera vez un gamo o cuando se entraen combate. Lo que se requiere para contrarrestar esta fiebre,no es valor, sino dominio del sistema nervioso, serenidad.Esto slo se puede obtener mediante la prctica. Se debe,mediante el hbito y repetidos ejercicios de dominio, llegara doblegar completamente los nervios. Esto es en gran partecuestin de costumbre. Costumbre, en el sentido de esfuerzorepetido y de repetido ejercicio de fuerza de voluntad. Elhombre de vala se fortalecer a cada ejercicio."

    Conque. hay que perseverar! No debemos faltar a unaclase porque los negocios de la semana nos hayan impedidoprepararnos. Preparados o no, vayamos. Dejemos que el ins-tructor, que los otros alumnos, nos sugieran un tema cuandoya estemos en clase.

    Queremos deshacernos de nuestro temor de los auditorios,verdad? Veamos cules son sus causas.

    "El miedo nace de la ignorancia y de la falta de certeza",dice el profesor Robinson. En otras palabras: es el resultadode la falta de confianza.

    Y cul es la causa de esto? El no saber de lo que cadauno es capaz. Y el no saber esto es originado por la faltade experiencia. Cuando se trae desde lo pasado una retahilade experiencias triunfales, los temores desaparecen: se disipancomo la niebla de la noche cuando amanece el sol de junio.

    Slo una cosa es cierta: el modo ms seguro para aprendera nadar es lanzarse al agua. Ya hemos ledo este libro sufi-cientemente. Cerrmoslo ahora y manos a la obra!

    Escojamos un tema, preferiblemente uno del que tenga-28

    mos conocimientos, y preparemos un discurso de tres minu-tos de duracin. Practiquemos el discurso a solas un nmerode veces. Y luego, pronuncimoslo, si es posible, delante delconcurso para quien lo hicimos, o a nuestros compaeros declase. Cuidemos de poner en el esfuerzo todo nuestro empeoy poder.

    SUMARIO1. Varios miles de estudiantes de este curso escribieron al

    autor manifestndole por qu se haban inscrito y quespe=raban del adiestramiento. La principal razn que dieron casitodos fu sta: queran sobreponerse a su nerviosidad, apren-der a pensar estando de pie y hablar con confianza y facili-dad delante de cualquier concurso de oyentes.

    2. La potestad de hacer esto no es difcil de adquirir. Noes un don que conceda la Providencia a unos pocos escogidos.Es como la facultad de jugar al golf: cualquier persona,todas las personas, pueden desarrollar su latente capacidad,si lo desean con suficiente vehemencia.

    3. Muchos oradores experimentados pueden pensar y ha-blar mejor cuando estn frente a un grupo que cuando slotienen un interlocutor. La presencia de un concurso sirvede estmulo, de inspiracin. Si seguimos el curso con reso-l ucin, llegar un da en que a nosotros nos ocurrir lo mismo;y entonces consideraremos un exquisito placer el poder pro-nunciar un discurso.

    4. No creamos que nuestro caso sea anormal. Muchoshombres que ms tarde llegaron a ser famosos oradores, seencontraron, al principio de su carrera, entorpecidos por lal a lta de confianza en s mismos, y casi paralizados por eltemor del auditorio. As le ocurri a Disraeli, a Jean Jaurs,a Jimnez de Asa, a Ros Rosas, a Lloyd George, a Ossorioy Gallardo, y a muchos otros.

    5. Por muy a menudo que hablemos, siempre estaremosp ropensos a que se nos turbe el nimo por esta falta deconfianza, momentos antes de comenzar; pero, a los pocos

    29

  • segundos de habernos puesto en pie, ese sentimiento des-aparecer.

    6. A fin de obtener el mayor provecho de este curso, yello con prontitud y celeridad, son necesarias cuatro cosas:

    a) Comenzar con deseo vivo y tenaz. Enumeraremoslos beneficios que este adiestramiento nos proporcionar.Alimentemos nuestro entusiasmo. Pensemos en lo quesignificar para nosotros econmicamente, socialmente, yen lo que atae a nuestra influencia y dominio sobre otraspersonas. Recordemos que de la viveza de nuestro deseodepender la celeridad de nuestro adelanto.

    b) Preparmonos de antemano. Mal podemos estartranquilos si no sabemos qu vamos a decir.

    c) Procedamos con confianza. "Para sentir valor-aconseja William James-, procedamos como si fu-ramos valientes, empeemos toda nuestra voluntad paraese fin, y lo ms probable ser que un rebato de entu-siasmo reemplace al estado de temor." Roosevelt hadicho que consigui sobreponerse a su temor de los ososgrises, los caballos ariscos y los bandoleros mediante esemtodo.

    d) Practiquemos. Este es el punto ms importante detodos. El temor nace de la falta de confianza; y la faltade confianza es resultado de no conocer nuestra propiacapacidad; y esto a su vez es causado por la falta de ex-periencia. Hagmonos de una retahila de experienciasfelices, y toda pusilanimidad desaparecer.

    Estura,

    VICIOS DE LENGUAJEVOCABULARIO

    error muy comn, aun entre personas de mucha cul-pronunciar erradamente los siguientes infinitivos:

    INCORRECTO CORRECTO

    Vertir

    VerterJalonear

    jalonar30

    DisparatearAmarillarManipulearDivergerApualearDescua jeringarseDesvastarArrellenarse

    GRAMTICADeber y deber de

    DisparatarAmarillearManipularDivergirApualarDescuajaringarseDevastarArrellanarse

    El significado de deber como verbo auxiliar no es unomismo cuando le sigue la preposicin de que cuando va sineste puentecillo. Deber a secas implica obligacin. Deber de,presuncin, conjetura. Aqul se puede reemplazar por "esmenester que"; ste, por "yo creo que". Lo entenderemosmejor con ejemplos:

    "Los soldados deben resistir hasta la muerte cuando el enemi-go avance."

    "Los soldados deben de estar cansados con tanto marchar.""Debe de ser esta monja una elevada autoridad en su Orden."

    "A todo historiador debe serle permitido colmar las lagunasde la tradicin histrica con suposiciones legtimas, fundadas enlas leyes de la verosimilitud."

    Miguel de Unamuno

    Usar ajustadamente estos giros es signo casi inconfundiblede gran cultura idiomtica, porque, as en Espaa como enAmrica, las ms de las personas confunden los respectivossignificados y optan por emplear uno solo, con exclusividaddel otro.

    31

  • EJERCICIO VOCAL. LA CORRECTA RESPIRACIN

    "En la perfeccin de una hermosa voz -deca Melba-,la correcta respiracin es el ms importante requisito tcnico."Por tanto, el dominio de la respiracin correcta debiera ser,debe ser nuestro primer paso hacia el mejoramiento de la voz.La respiracin es el fundamento de la voz; es la materia pri-ma con que construimos las palabras.

    El uso adecuado de la respiracin nos da tonos completos,profundos, redondeados; tonos atractivos, no sonidos chillo-nes ni speros; tonos que agradan; tonos que se dejan escu-char fcilmente.

    Si la respiracin correcta tiene tanta importancia, debemosbuscar en seguida qu es y cmo se practica.

    Los famosos maestros italianos de la cancin han dichosiempre que esta respiracin correcta es la respiracin dia-fragmtica. Y qu es eso? Algo extrao, nuevo, difcil? Deningn modo. Lo hacamos perfectamente cuando ramosnios, en la cuna. Lo hacemos ahora en parte de las veinti-cuatro horas diarias: cuando estamos acostados; entoncesrespiramos libremente, naturalmente, correctamente: emplea-mos la respiracin diafragmtica. Por quin sabe qu rararazn, es difcil respirar como se debe sino cuando estamosen posicin horizontal.

    Nuestro problema, entonces, se reduce a esto: emplear elmismo mtodo de respiracin cuando estamos en pie quecuando yacemos en el lecho. Parece difcil?

    Nuestro primer ejercicio, pues, ser el siguiente: pong-monos en decbito supino y respiremos profundamente. Ob-servaremos que la actividad principal del proceso se con-centra en medio del cuerpo. Cuando respiramos profunda-mente en esta posicin, no alzamos los hombros.

    Sucede lo siguiente: los esponjosos y porosos pulmones sellenan de aire y necesitan extenderse, como un globo. Son dosglobos que quieren inflarse, pero, cmo?, hacia dnde?Estn encajonados hacia arriba y los costados por una cajacuyas paredes son las costillas, la espina dorsal y el esternn.

    32

    Desde luego, un poco ceden las costillas, pero el lugar msfcil de expansin es el piso de la caja, formado por undelgado msculo que sirve. a la vez de techo del abdomen.Este msculo, llamado diafragma, divide el tronco en dosdepartamentos diferentes. El departamento superior contieneel corazn y los pulmones; el inferior, abdomen, contiene elestmago, los intestinos, el hgado y otros rganos vitales.Este enorme msculo est arqueado como un techo, comouna bveda.

    Tomemos, por ejemplo, uno de esos platos de cartn quesolernos comprar en los baratillos cuando preparamos unajira campestre. Dmoslo vuelta y apretmoslo contra elsuelo. Qu sucede? Que se achata y se estira y se escapapor los cuatro costados a medida que hacemos fuerza. Estoes, precisamente, lo que sucede con el diafragma cuando lospulmones, llenos de aire, comprimen la parte superior del a

    bveda.Acostmonos. Respiremos profundamente. Apoyemos los

    l odos de la mano justo por debajo del esternn. No senti-mos el movimiento del diafragma, achatndose y estirndose?Apoyemos ahora las manos sobre los costados de la caja,sobre las extremidades inferiores de las costillas. Respiremosprofundamente. No sentimos los pulmones empujando lascostillas flotantes?

    Practiquemos esta respiracin diafragmtica durante cincominutos al acostarnos y durante cinco minutos antes de le-vantarnos Por la noche, esta respiracin nos calmar losnervios con lo cual nos adormecer. Por la maana, nosmimar y despejar. Si hacemos esto sin desmayar, no slome j oraremos la voz, sino que viviremos algunos aos ms.

    I , ti cantantes de pera y los maestros de canto llaman lame acin por su longevidad. El famoso Manuel Garca

    -viviI aos. Y atribua su larga vida a los ejercicios diarios

    de respiracin profunda.

    33

  • CAPITULO II

    LA CONFIANZA EN S MISMO DURANTELA PREPARACIN

  • Confiar en la inspiracin del momento, tal lafrase fatal por la que se han arruinado muchsi-mas carreras promisorias. El camino ms seguropara llegar a !a inspiracin es la preparacin. Mu-chos hombres de capacidad y valor conozco yoque han fracasado por falta de industria. El do-minio de !a elocuencia no se logra sino por eldominio de! tema que se desea tratar.

    LLOYD GEORGE

    Aade luego el orador que "hablar de repentey sin pensar siempre lleva consigo al desacierto";mxima sta -porque lo son tales palabras-que debiera estar grabada para eterna memoriaen el Saln de Sesiones.

    AZORN

    Ha sido obligacin profesional del autor, y al mismo tiem-po un placer, escuchar y criticar unos seis mil discursos Dortemporada anual, desde 1912 hasta la fecha. Estos discursosfueron pronunciados, no por estudiantes universitarios, sinopor profesionales y comerciantes adultos. Si de esta expe-riencia hubiese quedado en el espritu del autor alguna cosamejor grabada que otra, esa cosa sera: la necesidad impe-riosa de preparar el discurso antes de pronunciarlo, y teneralgo preciso y perentorio que decir, algo que haya dejadoimpresin en el nimo, algo, en fin, que no pueda quedar sinser dicho. No nos sentimos acaso atrados por el orador enquien percibimos que tiene en su cerebro y en su coraznr r n mensaje real, un mensaje que trata ardorosamente decomunicar a nuestro cerebro y a nuestro corazn? He alluna buena porcin del secreto de hablar.

    Cuando un orador cae en estado mental y emotivo de esaespecie, advierte un hecho muy significativo, a saber: quesu discurso se hace casi solo. El yugo resultar llevadero; lac ;rrga resultar leve. Un discurso bien preparado est casipronunciado.

    La razn principal que ha movido a la mayor parte del os alumnos a inscribirse en el curso del autor es, como hemosficho en el captulo primero, la de adquirir confianza, valor,

    seguridad Y el error fatal en que incurren muchos consiste endescuidar la preparacin de sus discursos. Qu esperanzatienen de vencer esa cohorte que es el miedo, y esa caballeraque es la nerviosidad, entrando ellos en la batalla, comoentran, con plvora mojada y lanzas romas, o, en fin, sinsiquiera plvora ni lanzas?

    En circunstancias tales, no nos extrae pues que los ora-

    37

  • dores no se sientan precisamente cmodos frente al auditorio."Creo -deca Lincoln en la Casa Blanca- que nunca ten-dr suficiente experiencia para hablar sin turbarme cuandono tengo nada que decir."

    Si queremos tener confianza, qu mejor que recurrir aaquello que lo produzca? "El amor perfecto -escriba SanJuan el Apstol- destruye el miedo." Y lo mismo hace laperfecta preparacin. Webster deca que lo mismo le dabaaparecer semidesnudo delante de un auditorio, que aparecersemipreparado.

    Por qu no preparan sus conferencias con mayor cuidadolos alumnos de este curso? Por qu? Algunos no alcanzanclaramente en qu consiste la preparacin, ni cmo resol-verla prudentemente; otros alegan falta de tiempo. De modoque discutiremos estos problemas con cierta extensin -y,esperamos, con cierta claridad y provecho- en este captulo.

    LA FORMA CORRECTA DE PREPARARSE

    Qu es la preparacin? Leer un libro? Esa es una forma,pero no la mejor. La lectura puede servirnos de ayuda, perosi nos hacemos de cierta cantidad de pensamientos envasadosy los espetamos inmediatamente como si fueran nuestros pro-pios, faltar algo en la exposicin. El auditorio no acertarquizs a definir en qu consiste esto que falta, pero no sen-tir entusiasmo por el orador.

    Veamos un ejemplo: Hace algnun curso de oratoria para banquerosmente, los alumnos de este curso, siendo personas muy ocu-padas, hallaban dificultad en prepararse adecuadamente, o enhacer lo que ellos crean era prepararse. Toda la vida habanestado rumiando sus propios pensamientos, alimentando suspropias convicciones, viendo las cosas desde sus propios y par-ticulares puntos de vista, viviendo sus propias experienciaspersonales. De suerte que, haciendo todo eso, haban estadocuarenta aos acumulando material para discursos. Pero aalgunos de ellos se les haca difcil comprenderlo. "No alcan-

    3 8

    tiempo, el autor inicineoyorquinos. Natural-

    zaban a ver el boscaje, por los pinos susurrantes y las pceas."La clase se reuna los viernes por la tarde de cinco a siete.

    Uno de esos viernes, un caballero que formaba parte de unbanco importante

    -llammosle nosotros Emilio Cortez- seencontr con que haban dado las cuatro y media, y, qutema iba a tratar? Sali de la oficina, compr un ejemplarde la "Gaceta Comercial" en un quiosco y, mientras iba enel subterrneo, ley un artculo titulado "Slo tenemos diezaos para triunfar". Lo ley, no porque tuviera ningn intersespecial en el artculo, sino porque deba hablar sobre algntema, sobre cualquier tema, a fin de llenar el espacio detiempo que tena asignado.

    Una hora ms tarde se levant e intent hablar amenay contundentemente sobre el artculo. Cul fu el resultadode esto, el resultado inevitable?

    El seor Cortez no haba digerido, no haba asimilado loque trataba de decir. Trataba de decir, sa es la frase. Estabatratando. No haba en su espritu un mensaje que pugnasepor salir; y no haba gesto ni tono de su voz que no le dela-tara inconfundiblemente. Cmo poda esperar que el audito-rio se impresionase ms que lo que se haba impresionado lmismo? Se refera insistentemente al artculo, diciendo quesu autor haba dicho tal y tal cosa. La conferencia ola enor-rnemente a "Gaceta Mercantil". Pero, desgraciadamente, muypoco a Emilio Cortez.

    Entonces el autor habl al orador ms o menos de estasuerte:

    -Seor Cortez, no tenemos inters en el oscuro autorzueloque escribi ese artculo. No podemos verle. En lo que sestamos interesados es en usted y en sus ideas. Hblenossobre lo que usted piensa, personalmente, no sobre lo que otroshayan dicho. Ponga un poco ms de s. Por qu no noshabla sobre este mismo asunto la semana que viene? Porqu no lee nuevamente el artculo, y luego se plantea el pro-blema: estoy de acuerdo con este articulista o no? Y si loest, piense en las sugestiones que ofrece y expngalas conobservaciones de su propia experiencia. Si no est de acuerdo

    39

  • con l, explquenos por qu. Haga de este artculo el puntode partida para un nuevo discurso.

    El seor Cortez acept la sugestin, reley el artculoy lleg a la conclusin de que disenta del articulista. Estavez no se sent en el subterrneo para preparar su prximodiscurso en tan breve tiempo. Lo dej crecer. Este era comoun hijo de su propio cerebro, y se desarrollaba y crecacomo lo haban hecho sus hijos verdaderos. Y, como sushijos, ste tambin creca de da y de noche, cuando menosl lo supona. La lectura de algn peridico le sugera unnuevo pensamiento; de la conversacin con algn amigosurga inesperadamente el ejemplo que necesitaba. El asuntose tornaba cada vez ms vigoroso y extenso, mientras reflexio-naba sobre l en los momentos libre de la semana.

    Cuando Emilio Cortez habl nuevamente sobre ese tema,tena ya algo que era suyo propio, mineral que haba ex-trado de su propia mina, dinero acuado con su propia estam-pila. Y, como remate, el hecho de estar en desacuerdo conel articulista contribuy a hacer ms brillante su exposicin.Nada espolea tanto como la disensin.

    Qu contraste increble entre estos dos discursos pronun-ciados por un mismo hombre, en la misma quincena, sobreel mismo tema! Qu diferencia extraordinaria trae consigo lapreparacin bien efectuada!

    Citemos otro caso de proceder correcto y proceder inco-rrecto. Un caballero a quien llamaremos Hurtado estaba ins-crito en el curso de oratoria. Una tarde dedic su turno aelogiar a la ciudad de Santa Fe de Bogot. Haba recogidolos datos, precipitada y superficialmente, de un folleto de pro-paganda publicado por el gobierno colombiano, que traauna porcin de fotografas y sendos artculos de Miguel Can,Cordovez Moure, Isaacs y otros. El discurso no fu mejor queel folleto: seco, inconexo, indigesto. No haba meditado so-bre el asunto suficientemente. No se haba provocado en lel entusiasmo. No senta lo que deca con intensidad nece-saria para hablar con genuino inters. Era un discurso ins-pido, soso, intil.

    40

    UN DISCURSO QUE NO PODIA FRACASAR

    Quince das ms tarde sucedi algo que hiri en lo vivoal seor Hurtado. Un ladrn le rob el automvil, que estabaen un garaje pblico. Corri al departamento de policay ofreci recompensas, pero todo fu en vano. La policareconoci que no estaba capacitada para recobrar el auto-mvil; sin embargo, una semana antes, no le haba faltado asta capacidad ni tiempo para andar callejeando por la ciudad,tiza en mano, y aplicarle una multa por haberse excedidoquince minutos en el estacionamiento. Estos "polizontes dela tiza", que por estar tan ocupados en molestar a los vecinosrespetables no podan perseguir a los criminales, le hizo subirla mostaza a las narices. Estaba indignadsimo. Ahora s tenaalgo que decir, no algo sacado de un folleto impreso porel gobierno de Colombia, sino algo que surga en caliente desu propia vida y experiencia. Esto era carne y hueso de larealidad, era. algo que haba encendido su nimo y susconvicciones. Cuando escogi a la ciudad de Bogot, habatenido que construir trabajosamente, a repelones, frase porfrase; pero ahora no tuvo sino que ponerse en pie y abrirl a boca, y su invectiva contra la polica sali a la superficie,Hirviente y vigorosa, como una erupcin del Vesuvio. Un dis-curso as es de xito casi seguro. Rarsima vez fracasar.Era la suma de la experiencia ms la reflexin.

    EN QUE CONSISTE LA PREPARACINConsiste la preparacin de un discurso en pensar algunas

    frases intachables y anotarlas o aprenderlas de coro? No.;Significa entonces la reunin de algunos pensamientos espo-rdicos, que poco o nada tengan que ver con nuestra perso-nalidad? Menos aun. Preparar un discurso significa reunirl os pensamientos propios, las ideas propias, las conviccionespropias, las necesidades propias. Y tenemos tales pensamientos.Te vemos tales necesidades. Las tenemos en cada santo da denuestra existencia. No nos abandonan ni cuando dormimos.

    41

  • Toda nuestra vida est llena de sensaciones y de experiencias.Yacen en lo ms profundo del subconsciente, tan reales comolos guijarros que yacen a la orilla del mar. La preparacin sig-nifica pensar, considerar, recordar y escoger de estas sensacio-nes y experiencias las que nos parecen mejores; pulirlas, for-jarlas, tejerlas unas con otras. No parece tan difcil, verdad?Pues, si no lo es! Slo se necesita concentrarse un poco, pen-sar, con una meta definida.

    Cmo preparaba Dwight Moody aquellos discursos quehicieron poca en el siglo pasado? "No es ningn secreto"deca en respuesta a esa pregunta.

    "Cuando elijo un tema, escribo el ttulo de este tema en laparte externa de un sobre. Tengo muchos sobres de esta clase. Simientras estoy leyendo hallo algo que conviene a alguno de estostemas, lo anoto en el sobre correspondiente y lo dejo estar unao o ms. Cuando necesito un nuevo sermn, reviso todos lossobres que se han ido acumulando. Entre los que encuentro all,y los resultados de mis propios estudios, tengo material suficien-te. De este modo, continuamente repaso mis sermones, quitoalgo aqu, agrego algo all. As, nunca enveiecen."

    EL SABIO CONSEJO DEL DECANO BROWN

    Hace algunos aos, la Escuela de Divinidad de Yale ce-lebr el primer centenario de su fundacin. En esa ocasin,el decano, doctor Charles R. Brown, pronunci una seriede conferencias sobre el arte de predicar. Estas conferenciashan sido publicadas recientemente por una editorial neoyor-quina. El doctor Brown ha preparado discursos semanal-mente durante un tercio de siglo, y ha adiestrado a otros enel arte de la oratoria; de modo que estaba en condiciones dedar buen consejo sobre este asunto, consejo que lo mismoaprovechar a un sacerdote que est preparando una diserta-cin sobre el salmo noventa y uno, que a un zapatero que estpreparando un discurso sobre sindicatos obreros. Me tomo,pues, la libertad de citar al doctor Brown:

    "Meditemos el texto y el tema. Meditmoslos hasta que se

    42

    pongan tiernos y manejables. Empollaremos de este modo unabandada completa de ideas promisorias al permitir que los mi-nsculos grmenes de vida all contenidos se dilaten y des-arrollen.

    ... Ser mejor que este proceso se realice por tanto tiempocuanto sea posible, que dejarlo hasta el sbado por la noche, cuan-do ya estamos haciendo la preparacin final para el domingosiguiente. Si un sacerdote puede recordar una verdad cualquieradurante un mes, o seis meses quiz, o aun durante un ao, antes deque predique sobre ese tema encontrar que surgen nuevas ideascontinuamente, hasta que el crecimiento es a toda luz abundante.Puede meditarlo mientras camina por la calle, o mientras viajaen tren, cuando los ojos estn demasiado cansados para leer.

    "Puede tambin meditarlo por la noche. Es mejor, para unsacerdote, no llevarse el sermn a la cama todas las noches; elplpito es algo magnfico para predicar desde l, pero no es unbuen compaero de cama. A pesar de esto, yo me he levantadomuchas veces a medianoche para escribir los pensamientos quese me ocurran, por miedo de olvidarlos antes del da siguiente.

    "Cuando estemos ya dedicados enteramente a reunir materialpara un sermn determinado, escribamos todo lo que se nos ocu-rra respecto de dicho texto y tema. Escribamos qu vimos en eltexto cuando lo elegimos. Escribamos todas las ideas asociadasque se nos ocurran entonces.

    . .. Anotemos todas estas ideas, en pocas palabras, las nece-sarias solamente para fijar la idea, y mantengamos la mente a lacaza de otras, como si nunca furamos a ver otro libro en la vida.Esta es la manera de hacer productivo el cerebro. Merced a esteproceso mantendremos los procesos mentales frescos, originalesy creadores.

    ... Escribamos todas estas ideas a que hemos dado nacimien-to, sin ayuda. Son ms preciosas para el desarrollo mental querubes, diamantes u oro en polvo. Escribmoslas, preferentemen-te, en pedazos de papel en las partes de atrs de cartas viejas, enretazos de sobres, en papel inservible, en cualquier cosa quetengamos a mano. Esto es mucho ms eficaz, en todo sentido, queusar hojas de papel de oficio, limpias y grandes. No es slo poreconoma, sino que nos ser mas fcil disponer y organizar estospapeles sueltos cuando queramos poner el material en orden.

    "Sigamos escribiendo cuantas ideas se nos ocurran, y para esto

    43

  • pensemos duro continuamente. No es necesario apresurar esteproceso. Es una de las operaciones mentales de mayor importan-cia en que tendremos el privilegio de intervenir. Es el mtodoque hace que se desarrolle el poder productivo de la mente.

    . . . Hallaremos que los sermones que ms nos agradan, y losque mas eficaces resultan para los feligreses, son los sermonesque han estado ms largo tiempo en nuestro interior. Porque en-tonces son hueso de nuestro hueso, carne de nuestra carne, hijosde nuestra propia labor mental, resultado de nuestra propia ener-ga creadora. Los sermones escritos a tirones y compilados siem-pre tendrn cierto sabor a cosa de segunda mano, a cosa recalen-tada. Los sermones que tienen vida, que se agitan y entran en eltemplo con paso vivo, brincos y alabanzas de Dios, los sermonesque entran en el corazn de los hombres, movindolos a remon-tarse con alas de guila y a que caminen por la senda del deber.sin desmayos-estos sermones reales son los que nacen de lasenergas vitales del hombre que los pronuncia."

    CMO PREPARABA LINCOLN SUS DISCURSOS

    Cmo los preparaba Lincoln? Afortunadamente, sabemosla respuesta; y leyendo aqu el mtodo que l segua veremosque el decano Brown, en su conferencia, recomienda variosde los procedimientos que Lincoln aplic ochenta aos antes.Uno de los ms famosos discursos de Lincoln es aquel en quedeclaraba, con visin proftica: "Una casa dividida contras no puede sino caer. Tengo para m que este gobierno nopuede subsistir permanentemente, una mitad esclavo y unamitad libre." Este discurso fu ideado mientras efectuabasu trabajo cotidiano; mientras estaba a la mesa comiendo;mientras caminaba por la calle; mientras ordeaba la vacaen el establo; mientras haca su viaje diario a la carniceray al almacn, vistiendo su vieja esclavina negra a los hom-bros, ocupado un brazo con la cesta, mientras al otro ladosu hijito no cesaba de charlar y hacer preguntas, impacien-tndose y tirndole de los dedos en vano esfuerzo de hacerhablar a su padre. Lincoln segua caminando, abstrado ensus reflexiones, pensando en su discurso, olvidado aparente-mente de la existencia del nio.

    44

    De vez en cuando, durante este proceso de consideracinv "procreacin", anotaba algunas cosas, fragmentos, frasessueltas, en sobres viejos, pedazos de papel, retazos quitadosde algn saco de cartn, cualquier cosa que estuviese a lamano. Estas anotaciones las guardaba luego en el techo desu sombrero de copa y no las volva a ver hasta que tuvieratiempo para sentarse y ordenarlas; luego escriba y revisaba1 s 1 discurso, y le daba el pulimento final para pronunciarlo

    publicarlo.Durante los debates de la junta General, en 1858, el se-

    nador Douglas pronunciaba el mismo discurso en todas partesadonde iba. Lincoln, en cambio, segua estudiando, medi-tando, reflexionando, hasta el punto que, deca l mismo, leresultaba ms fcil hacer un discurso nuevo todos los dasque repetir uno ya pronunciado. El asunto se ensanchaba yaumentaba sin cesar en su mente.

    Pocos das antes de trasladarse a la Casa Blanca cogimi ejemplar de la Constitucin, ms los originales de tres dis-

    r asos, y se encerr con ellos en un cuartucho sucio y polvotiento de un almacn. Y all, lejos de toda intromisin, escri bisu famoso mensaje inaugural.

    Cmo prepar Lincoln su clebre discurso de Gettysburg?1 Desgraciadamente, se han soltado falsas versiones al respecto.I s 1 versin verdadera es fascinante:

    Cuando la junta que estaba encargada del cementerio deGettysburg decidi rendir un homenaje de consagracin a lossoldados que all reposaban, invitaron a Edward Everett paraque pronunciara el discurso principal. Everett haba sidoministro de Boston, presidente de la universidad de Harvard,g obernador de Massachusetts, senador de la nacin, emba-jador ante el gobierno britnico y secretario de Estado; se leconsideraba uno de los oradores ms capaces del pas. Se fij,

    oralmente, el da 25 de octubre de 1863 para la ceremonia.I v e rett declar, con mucho tino, que le sera imposible pre-pararse a tan breve plazo. De modo que se posterg la cere-m o m la

    hasta

    el

    19

    de

    noviembre,

    casi un

    mes,

    para

    darletiempo m( de prepararse.Los tres ltimos das de este perodo

    45

  • los pas en Gettysburg, recorriendo el campo de batalla, fami-liarizndose con cuanto haba ocurrido all. Estos das demeditacin y consideracin fueron una preparacin exce-lente. Torn real, en su mente, la batalla.

    Se enviaron invitaciones para concurrir al acto a todos losmiembros del congreso, al presidente de la repblica, y a sugabinete. La mayor parte rechaz la invitacin, pero Lincoln,con gran sorpresa de la junta, inform que concurrira. Lepediran que hablase? Muchos se opusieron. No tendra tiem-po para prepararse. Adems, aunque tuviese tiempo, eracapaz de hacer un discurso? Desde luego, era un buen orador,cuando se trataba de un debate sobre la esclavitud; pero nuncahaba pronunciado un discurso de consagracin. Este era unhomenaje grave y solemne. No podan correr riesgos. Lepediran que hablase? Discurran, discurran, desconcerta-dos... Pero mil veces ms desconcertados habran quedado sihubiesen podido obtener una vislumbre, escrutar en lo futuro,y ver que este hombre, de cuya capacidad oratoria estabandudando, iba a pronunciar lo que hoy se considera uno de losdiscursos ms importantes que jams se hayan pronunciado.

    Por fin, quince das antes del acto, enviaron a Lincoln unainvitacin tarda a que dijese "algunas palabras apropiadas".Vaya invitacin para un presidente de la repblica!

    Lincoln comenz a prepararse inmediatamente. Escribia Edward Everett, consigui una copia del discurso que pro-nunciara este clsico humanista y, cuando dos o tres das mstarde fu a una galera fotogrfica a que le hiciesen un re-trato, llev el manuscrito de Everett y lo ley mientras espe-raba que el fotgrafo se aprestase. Pens en el discurso du-rante varios das, pens mientras iba a la Casa Blanca, alMinisterio ce la Guerra; mientras volva; pens mientrasdescansaba en su catre de cuero, en el Ministerio de la Guerra,a la espera de partes telegrficos. Redact un bosquejo apro-ximado en un papel de oficio, que luego guard en su som-brero de copa. Meditaba sin cesar sobre el discurso, y, sincesar, el discurso iba cobrando forma. El domingo anterioral acto dijo a un amigo:

    46

    -No est, precisamente, escrito. Ni siquiera est termi-nado. Lo he escrito dos o tres veces, y no estar satisfechoFasta que le d otro retoque.

    Lleg a Gettysburg la noche anterior al homenaje. El pue-blo estaba lleno de bote en bote. Los mil trescientos habi-tantes que eran su poblacin normal se haban aumentadosbitamente hasta quince mil. Las aceras estaban abarrotadas;i ntransitables, y hombres y mujeres se vean obligados a ca-i ninar por las fangosas calles. Seis bandas tocaban msica.La multitud cantaba. La gente se apeuscaba delante de laresidencia del seor Wills, anfitrin del presidente. Le can-taban serenatas. Le pedan que hablase. Lincoln respondicon pocas palabras, que dejaban entrever, con ms claridadque tacto quiz, su deseo de no hablar hasta el da siguiente.Lo cierto es que pas parte de la noche dando a su discurso"otro toque". Hasta fu a una casa vecina, donde se hospe-daba su ministro Seward, y le ley el discurso para que locriticara. Despus del desayuno, a la maana siguiente, pro-cedi "'a darle otro toque", trabajando sin descanso, hasta quegolpearon a la puerta para informarle que ya era hora deocupar su puesto en la procesin. "El coronel Carr, que ibadetrs del presidente, cuenta que, cuando se inici la proce-sin, el presidente montaba erguido su caballo, como si des-empease su papel de general en jefe del ejrcito. Pero, amedida que la procesin adelantaba, su cuerpo se fu encor-vando para adelante, los brazos perdieron la rigidez, y lacabeza se inclin. Pareca perdido en sus pensamientos."

    Slo podemos inferir que, aun en ese momento, estaba repa-sando su corto discurso de diez inmortales oraciones, dndole"otro toqu'.

    Algunos de los discursos de Lincoln, aquellos en 'que slotena inters superficial, fueron fracasos rotundos; pero eraun orador -consumado cuando hablaba de la esclavitud y dela unin del Norte y el Sur. Por qu? Porque continuamentemeditaba sobre estos problemas, y los senta profundamente.Un compaero que comparti una pieza con l una noche enuna posada, se despert a la maana siguiente cuando sala

    47

  • el sol, y vi a Lincoln que, incorporado en su lecho, y mi-rando fijamente la pared, deca:

    -Este gobierno no puede subsistirmitad esclavo y una mitad libre.

    Cmo preparaba Cristo sus discursos? Se apartaba de lagente. Pensaba. Meditaba. Consideraba. S e fue solo aldesierto, y medit y ayun durante cuarenta das y cuarentanoches. "Desde entonces en adelante -dice San Mateo-jess comenz a predicar."

    Poco tiempo despus, pronunci uno de los discursos msclebres de la historia: el Sermn de la Montaa.

    -Todo esto es muy interesante -dirn algunos-, peroyo no quiero ser un orador famoso. Yo slo quiero echaralgunos discursos de vez en cuando, si se presenta la opor-tunidad.

    Muy cierto, y comprendemos perfectamente tal deseo. Estecurso tiene el fin especfico de ensearnos eso, precisamente.Pero, por poca pretensin que tengan nuestros discursos, nospueden resultar tiles, y hasta podemos emplear en ciertomodo los mtodos de famosos oradores del pasado.

    CMO PREPARAR UN DISCURSO

    Sobre qu tema debemos hablar en las sesiones de estecurso? Sobre cualquiera que nos interese. Si es posible, ele-giremos nosotros mismos el tema; y si el tema nos "elige"a nosotros, miel sobre hojuelas. De todos modos, el instructornos proporcionar temas si as lo deseamos.

    No incurramos en el error tan comn de querer abarcarmuchos aspectos en una conferencia corta, que quien muchoabarca poco aprieta y todo se le suelta. Tomemos uno o dospuntos de vista y tratemos de desarrollarlos adecuadamente.Nos podemos considerar dichosos si lo conseguimos, en loscortos discursos a que la falta de tiempo nos obliga.

    Fijmonos el tema con una semana de anticipacin, paraque podamos pensar en l durante siete das y siete noches.Que el tema sea lo ltimo en que pensemos cuando nos vamos

    48

    permanentemente, una

    a dormir. Pensemos en l mientras nos afeitamos, mientrasnos baamos, mientras vamos a nuestras ocupaciones, mien-tras esperamos el ascensor, mientras aguardamos la comida,mientras llega la persona que nos di cita. Comentmoslocon los amigos. Hagamos que nuestras conversaciones girenen torno al tema.

    Hagmonos todas las preguntas posibles con respecto alasunto. Si, por ejemplo, tenemos que hablar sobre el divorcio,preguntmonos qu causa el divorcio, econmicamente, social-mente. Cmo se puede remediar el mal? Ser mejor tenerleyes uniformes en todos los Estados? Por qu? O ser me-jor no tener leyes al respecto? No convendr prohibir eldivorcio? O hacerlo ms difcil? O ms fcil?

    Supongamos que tenemos que hablar sobre las causas quenos movieron a inscribirnos en este curso. En tal caso, nospreguntaremos: Qu dificultades tengo yo? Qu esperoobtener de este adiestramiento? He hablado alguna vez enpblico? Cundo? Qu sucedi? Por qu creo yo que esteadiestramiento tiene valor para m? Conozco a alguien queest progresando ms en la vida gracias a la confianza en smismo, a su porte, a su capacidad de hablar convincente-mente? Conozco a alguien que no tenga posibilidades dealcanzar grandes xitos por falta de estas cualidades? Seamosexplcitos. Narremos la vida de estos hombres, sin mencionarsus nombres.

    Si conseguimos ponernos en pie, pensar con lucidez, ymantenernos hablando durante dos o tres minutos, habremoshecho cuanto se espera de nosotros en los primeros discursos..Un tema como el de Por qu me inscrib en este curro esmuy fcil. No puede haber duda de ello. Si dedicamos unpoco de tiempo a la eleccin y ordenamiento del material,podemos estar seguros de que no lo olvidaremos, porqueestaremos hablando de nuestras propias observaciones, nues-tros propios deseos, nuestra propia experiencia.

    Por otra parte, supongamos que hemos elegido el tema denuestro empleo o de nuestra profesin. Qu haremos parapreparar ese discurso? Ya tenemos reunida una buena can-

    49

  • tidad de material sobre este asunto. El problema, entonces,consistir en elegir y escoger ese material. No tratemos dedecirlo todo en tres minutos. Sera imposible. El discursoresultara excesivamente escueto, excesivamente fragmentario.Tomemos una fase del tema, y solamente una: adornmosla,extendmosla. Por ejemplo: por qu no hablamos de lascausas que nos movieron a seguir la carrera que hayamosseguido? Fu resultado de nuestra decisin o de la casuali-dad? Narremos nuestras primeras luchas, los reveses sufridos,las esperanzas abrigadas, los triunfos logrados. Hagamos unanarracin interesante, una pintura vvida, basada sobre ex-periencias propias. La historia real, ntima de un hombre-cuando se la cuenta con modestia y sin asomo de petu-lancia, que tanto irrita- es sumamente interesante. Es unmaterial que rara vez fracasa.

    O contemplemos nuestra profesin desde otro punto dedesventajas ofrece? por ejemplo; qu consejoun joven que quisiera abrazar la misma pro-

    vista: qudaramos afesin?

    O hablemos de la gente con quien solemos estarcontacto - los buenos, y los otros. Contemos los problemasque se nos presentan con aquellos con quienes debemos tratardiariamente. Qu nos ha enseado nuestra profesin respectodel tema ms interesante de cuantos haya: la naturalezahumana? Hablando sobre el aspecto tcnico de nuestra pro-fesin, sobre los pormenores, nuestra charla puede resultarmuy poco interesante a los dems. Pero la gente, las perso-nalidades de los individuos: es muy difcil desbarrar con se-mejante material.

    Sobre todo, no hagamos de nuestro discurso una exposicinabstracta. Eso suele aburrir. Entremezclemos en el una su-cesin de ejemplos y de juicios generales. Pensemos en loscasos concretos que hayamos observado, y en las verdadesfundamentales que esos ejemplos especficos ilustran. Vere-mos tambin que estos casos concretos son mucho ms fcilesde recordar que los abstractos; que son ms fciles de ex-poner. Hacen ms brillante y ms flida nuestra exposicin.

    30

    en

    Argelles, protestando contra las notas enviadas por po-tencias extranjeras que trataban de inmiscuirse en los asuntosde Espaa, concluy del modo siguiente un brillante discurso.Reparemos en las pruebas histricas que aduce para abonarsus asertos.

    "El rey de Espaa ha sido siempre vctima de las perfidias delos extranjeros; pero yo confo en que se aprovechar de las lec-ciones de la historia y de su propia experiencia. Pedro I, rey deCastilla, muri rodeado de extranjeros, asesinado por su hermanoEnrique en la tienda de Beltrn Dugesclin. El prncipe Negro,heredero de Inglaterra, fu vctima de los extranjeros, los quedespus de su desgracia le abandonaron, y no hall refugio entrelos dspotas, sino en la generosidad de la Repblica holandesa.La corte de San Petersburgo debe acordarse de que Pedro III,marido de la clebre Catalina 11, fu destronado, y todas las se-ales evidentes que aparecieron en su muerte demostraron quehaba sido envenenado. Es todava mas memorable lo ocurridocon el emperador Pablo I, pero lo es aun mucho ms el escan-daloso destronamiento de Gustavo Adolfo IV, que todava andapor Europa hecho un peregrino."

    Algunos alumnos, al pronunciar un discurso, cometen el errori mperdonable de situarse, en el plano que slo a ellos interesa.No es su obligacin, acaso, hacer la "charla" amena, no

    para s propios, sino para sus oyentes? No deben hacer loposible por satisfacer los intereses egostas del auditorio?Si, por ejemplo, el orador es mdico, qu mejor que explicara sus oyentes el modo de cuidar el hgado con mtodos ca-seros? Si es banquero, qu mejor que aconsejarles culesson las inversiones ms seguras?

    Mientras nos preparamos, analicemos nuestro auditorio. Me-ditemos sobre sus necesidades, sus deseos. Esto, a veces, nosgana la mitad del xito.

    Al preparar un discurso, es muy beneficioso, si el tiempol o permite, leer un poco, averiguar qu han pensado otros,qu han dicho sobre el mismo asunto. Pero no leamos tantoque nuestras propias ideas queden desplazadas. Esto es muyi mportante. Vayamos, pues, a la biblioteca y consultemos al

    S1

  • bibliotecario. Digmosle que estamos preparando un discursosobre tal y tal asunto. Pidmosle ayuda sin ambages. Si noestamos acostumbrados a hacer trabajos de investigacin ybsqueda, nos causar probablemente sorpresa la ayuda queel bibliotecario nos preste. Quiz nos traiga un volumen quetrata especialmente de nuestro tema; bosquejos y resmenespara polmicas, en el que aduzcan las principales razonespara cada bando sobre los asuntos pblicos del da. Casi todaslas revistas especializadas publican, cada tantos nmeros, losndices que los comprenden. Existen a cientos las revistas que,as en Espaa como en Amrica, se publican sobre literatura,pintura, ciencias, comercio, etc. La Enciclopedia Espaa-Calpe,una de las ms importantes del mundo, es tambin un im-portante auxiliar. Todas las bibliotecas tienen ficheros, dondehallaremos docenas de libros que nos sern de utilidad. Casitodos los libros de estudio y de referencia traen bibliografasde libros afines. Todo esto son las herramientas de nuestrotaller. Utilicmoslas.

    PODER DEJADO EN RESERVA

    Luther Burbank dijo, poco antes de morir: "A menudo hecriado hasta un milln de plantas de una misma especie, parano encontrar ms que uno o dos ejemplares realmente bue-nos. Y entonces he destrudo todos los otros." Los discursosdeben prepararse con nimo similar de profusin y entresa-cadura. Reunamos cien pensamientos y descartemos noventa.Hagmoslo en obsequio de la mayor confianza que merced aellos obtendremos, la mayor seguridad. Hagmoslo por elefecto que producir sobre nuestro espritu, sobre nuestrocorazn, sobre nuestra manera toda de hablar. Es este unfactor principalsimo, fundamental; sin embargo, los oradoressuelen no prestarle atencin, tanto en sus conferencias p-blicas como en las privadas.

    "Yo he adiestrado a cientos de vendedores y propagan-distas -dice Arthur Dunn-, y el defecto principal que seadvierte en los ms de ellos es su imposibilidad de compren-

    52

    der la importancia que tiene el saber todo cuanto se puedecon respecto a los productos, y en aprenderlo antes de ini-ciarse como vendedores.

    "Muchos han venido a mi oficina que, despus de haberobtenido una descripcin del artculo y algunas normas paraintentar su venta, se han sentido ansiosos por ganar la calley comenzar a vender. Muchos de estos vendedores no handurado una semana en la casa, y no pocos han sido retiradosdentro de las cuarenta y ocho horas. Al educar y adiestrara estos vendedores para la venta de productos alimenticios,he tratado de convertirlos en expertos del producto. Los heobligado a estudiar informes del Ministerio de Agricultura,en los que se indican la cantidad de agua, de protenas, dehidratos de carbono, de grasa, de ceniza. Les he hecho estudiarlos elementos de que se componen los productos que debenvender. Los he aleccionado durante das y les he hecho pasarexmenes. Los he obligado a ofrecerse los productos mutua-mente. He ofrecido premios de estmulo a los que hablasenms convincentemente.

    "He topado a menudo vendedores que durante el tiempopreliminar requerido para estudiar los artculos, se ponen im-pacientes. Y dicen: 'Nunca tendr tiempo de decir todo estoa mis clientes. Estn muy ocupados. Si comienzo a hablarlesde protenas y de hidratos de carbono, no querrn escucharme,y si me escucharen, no entendern lo que les diga.' Yo he res-pondido: nosotros no le enseamos esto para beneficio desu cliente, sino para beneficio suyo propio. Si usted consiguefamiliarizarse de pe a pa con el producto, adquirir usteduna seguridad difcil de calcular. Se hallar usted tan slido,tan fuerte, tan resuelto en su actitud mental, que ser almismo tiempo irresistible e inconquistable."

    Cierta vez se le pidi a una conocida escritora, que a lasazn estaba en Pars, escribiese un artculo sobre el cabletelefnico submarino, para publicarlo en una importante re-vista. Nuestra escritora se traslad a Londres, se entrevist conel gerente para Europa del cable principal, y obtuvo de stetodos los datos necesarios para su propsito. Pero no se confor-

    33

  • m con esto. Quera tener datos guardados en reserva; estu-di todos los modelos de cables que se exhiban en el Museode Londres; ley libros sobre la historia del cable, y hastavisit fbricas de las afueras de Londres para enterarse delproceso de elaboracin.

    Por qu reuni diez veces ms informacin de la quehumanamente poda utilizat? Lo hizo porque saba que estole iba a proporcionar poder de reserva; porque comprendique las cosas que supiese, aunque no las expresara, prearande fuerza y color a las pocas que s expresara.

    Edwin James Cattell ha hablado a unos treinta millonesde personas durante su vida; y hace poco me confes que sino se daba de puntapis despus de un discurso por todaslas cosas interesantes que no haba dicho, no lo haca porquesaba que de haberlas dicho todas poda haber fracasado.Por qu? Porque su larga experiencia le enseaba que losdiscursos de verdadero mrito son aquellos en los que hayun desbordamiento de material de reserva, una pltora, unaprofusin, mucho ms de cuanto el orador tenga tiempo demencionar.

    '-Pero, qu diablos!-pensar el lector-. Cree este

    autor que yo tengo tiempo para todo esto? Quisiera que vieselos negocios que debo atender, la esposa, los hijos y los dosperros "terrier" a quienes tengo que mantener... Ha! Parair a museos estoy yo, o para examinar cables, espigar libroso amanecer incorporado sobre la cama, mascullando mis dis-cursos.

    Queridsimo lector, ya conocemos bien su problema de us-ted, y hemos dictado, comprensivamente, todas las providen-cias necesarias. No siempre se le pedir a usted que prepareun discurso con anticipacin; se le dar simplemente unasunto fcil para que usted improvise, despus de haber en-carado el auditorio. Esto le proporcionar una prctica preciosapara pensar de pie

    - que es como generalmente se debehablar en las asambleas de cualquier suerte.

    Algunas de las personas que se inscriben en este cursotienen escaso inters en aprender a preparar sus discursos

    de antemano. Slo quieren adquirir el hbito de pensar depie y de intervenir en los debates a que concurren. Talesestudiantes generalmente prefieren concurrir a clase, escuchary luego comentar o impugnar lo que algn orador precedenteha dicho. En cierta medida, esto puede resultar provechoso,pero no nos extralimitemos. Practiquemos las sugestiones quese dan en este captulo. Ellas nos facilitarn la deseada fa-s cilidad y holgura, as como la capacidad de preparar discursoseficazmente.

    Si nos demoramos hasta tener un poco de tiempo libre paraplanear y preparar nuestro discurso, quiz nunca 'lleguemosa tener ese poco de tiempo libre. Sin embargo, aquello quees habitual, aquello que uno se acostumbra a hacer, resultafcil, no es verdad? Por qu, entonces, no dedicamos unda de la semana, de ocho a diez de la noche, por ejemplo,especialmente para esta labor? Tal es el mtodo seguro, sis-temtico. Qu cuesta probarlo?

    SUMARIO

    1. Cuando el orador tiene un mensaje verdadero en sumente y en su corazn, una necesidad perentoria de hablar,tiene pocas probabilidades de fracasar. Un discurso semiprepa-rado est semipronunciado.

    2. En qu consiste la preparacin? En anotar algunasfrases faltas de vida sobre el papel? O en aprenderlas decoro? De ningn modo. La verdadera preparacin consisteen extraer algo de nosotros mismos, en reunir y ordenarnuestros propios pensamientos, en fomentar y nutrir nuestraspropias convicciones. (Ejemplo: el seor Cortez fracas cuan-do quiso repetir los pensamientos recogidos de un artculode la "Gaceta Mercantil". Pero cuando este artculo le sirvisimplemente como punto de partida para su propio discurso,cuando discurri sus propias ideas y hall sus propios ejem-plos, tuvo xito.)

    3.

    No nos sentemos a un escritorio y tratemos de fabricarun discurso en treinta minutos. No se puede hacer un discurso

    53

  • a pedido como si se tratase de asar una chuleta. Los discursostienen que crecer. Escojamos el tema con una semana de anti-cipacin, pensemos en l durante los ratos perdidos, medi-tmosle, durmmonos pensando en l, soemos, en fin, conl. Hablemos de nuestro tema con los amigos. Convirtmosloen motivo de conversacin. Hagmonos todas las preguntasposibles con respecto a l. Escribamos en pedazos de papeltodas las ideas y ejemplos que se nos ocurran, y sigamos dis-curriendo otros. Los pensamientos, las sugestiones, los ejem-plos, irn apareciendo en los ms diversos momentos, mien-tras nos baamos, mientras vamos en automvil, mientrasesperamos que nos sirvan la cena. Tal era el mtodo deLincoln. Y tal ha sido el mtodo de todos los buenos ora-dores.

    4. Despus de haber pensado espontneamente durantealgunos das, vayamos a la biblioteca y leamos libros o artcu-los que se refieran a nuestro tema - siempre que tengamostiempo para ello. Consultemos con el bibliotecario. 1 puedeprestarnos gran ayuda.

    5. Reunamos mucho ms material del que pensamos em-plear. Hagamos lo que Luther Burbank, que no pocas vecescriaba hasta millares de plantas en busca de una o dosrealmente excelentes. Hallemos cien ideas, y luego descarte-mos noventa.

    6. La manera de desarrollar el poder de reserva consisteen saber mucho ms de cuanto podamos emplear; en tenerun depsito repleto de informacin. Al preparar un discurso,pongamos en prctica el mtodo que Arthur Dunn enseabaa sus vendedores, o el que empleaba aquella escritora quedebi escribir sobre el cable submarino del Atlntico.

    VICIOS DE LENGUAJE

    VOCABULARIO

    Las palabras de la columna izquierda son dialectales. Aun-que algunas de ellas han sido aceptadas por la Academia

    56

    Espaola de la Lengua, es preferible evitarlas y reemplazarlaspor las de la derecha:

    ChangadorFulgirLapiceraAguateroCurtiembrePeritajeCortafierroYapaFiruletesBaaderaAltoparlanteAtorrante

    Esta palabrita, que no tiene equivalencia en ningn otroi dioma, y que todos los idiomas nos envidian por lo til yelegante, carece de singular. Por tanto, no puede ser sinnimade enormes, extraordinarios, exorbitantes ni monstruosos, pues-to que estos cuatro vocablos gozan de ambos nmeros.Significa: "uno para cada cual de dos o ms personas o cosas"."Pasaron dos hombres con sendos garrotes" significa que lle-vaban uno cada cual. As lo emplea Cervantes:

    "Entraron dos viejos de bayeta con anteojos que los hacan gra-ves y dignos de ser respetados, con sendos rosarios de sonadorascuentas en las manos."

    Y Unamuno:

    INCORRECTO CORRECTO

    GRAMTICASendos

    57

    Ganapn, mozo de cordelFulgurarPortaplumas, mangoAguadorCurtidura, teneraPeritacinCortafroAdehala, aadiduraArrequivesBaeraAltavozVago, harapiento; pillo

    "De los escritores no digamos nada, porque es cosa sabida que,si hay doscientos que gesticulen y vociferen en el tablado de las

  • letras, cada uno de ellos publica doscientos ejemplares de cadauna de sus obras. 7 con sendas dedicatorias. s e las reparten entre s."

    EJERCICIO VOCAL. LA CORRECTA RESPIRACINEl famoso cantante Jean de Reszke aconsejaba "llevar alta

    la corbata". Pongmonos en pie y llevemos a la prctica suconsejo, no subiendo los hombros, sino elevando el pechohasta su posicin natural. Hagamos reposar todo nuestro pesosobre los tacones. Apoyemos una mano sobre la cabeza.Tratemos ahora de apartar la mano del pelo, sin levantarlos talones. Hagmoslo, no con los msculos del brazo, sinotratando de conservar la mxima altura que nos sea posible.Eso es. Muy bien. Ahora estamos erguidos, el abdomen paraadentro, la corbata y el pecho altos, la nuca pegada al cuellode la camisa. Hemos levantados los hombros? En ese caso,relajmoslos, bajmoslos. Es el pecho el que debe estar alto,no los hombros. Sin bajar el pecho, exhalemos. Manteng-moslo alto hasta que salga la ltima pizca de aire.

    Y henos ya listos para respirar correctamente. Inhalemosprofunda, lenta, tranquilamente por la nariz. Tratemos desentir la misma sensacin que sentamos al practicar en lacama la respiracin diafragmtica que sugerimos en el ca-ptulo I. Sintamos los pulmones extendindose, extendindose,extendindose, empujando hacia el costado las costillas infe-riores: sintamos la sensacin debajo de los brazos. Sintamosel diafragma comprimindose y achatndose como un platode papel dado vuelta y aplastado desde arriba: sintamos eldiafragma extendindose al poner los dedos sobre el "gritode la mueca", como llaman los nios a la parte que quedainmediatamente por debajo del esternn. Exhalemos lenta-mente.

    Ahora, una vez ms. Inspiremos por la nariz. Advertirnuevamente que no se deben levantar los hombros ni quererensanc