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    Revista de Filosofa Sophia, Quito-Ecuador. N 2/ 2008.www.revistasophia.com

    CMO FILOSOFAR HOY EN AMRICA LATINA?(I PARTE)

    Dra. Nancy OchoaEscuela de Filosofa de Universidad Catlica del Ecuador

    1. Introduccin.

    La expresin Filosofa Latinoamericana presenta algunos problemas, puesella no agota el universo filosfico de Amrica Latina y el adjetivo utilizadomerece una reflexin histrico-cultural.

    En relacin al primer tema, se ha llamado Filosofa Latinoamericana a unmovimiento que se desarrolla entre los aos 50 y 70 del siglo XX, con doscorrientes distintas: Filosofa de la Liberacin e Historicismo. Al mismo tiempose dan en nuestro subcontinente otras posiciones filosficas, interpretaciones oadaptaciones de tendencias europeas, como el heideggerismo o el marxismo,mientras que la Filosofa Latinoamericana trata cuestiones de nuestra historia,sociedad y cultura. A partir de las dcadas del 80 y 90, otros pensadoresinteresados en estos asuntos, han producido crticas a dicho movimiento, demanera que tampoco se los puede llamar filsofos latinoamericanos.

    El presente ensayo acoge estas crticas, pero no las considera rupturas sino

    continuaciones de algunas tesis de la Filosofa Latinoamericana en su versincoherentemente historicista.

    Respecto al segundo tema, se puede realizar un anlisis histrico del nombreAmrica Latina, para llegar a la conclusin de que no se debe utilizaringenuamente, como si fuera el nico posible, ni siquiera el mejor. En su libroTeora y crtica del pensamiento latinoamericano Arturo Andrs Roig sealaque hacer hincapi en la latinidad es dar importancia a lo adjetivo ms que a losustantivo, al colonizador ms que al colonizado, como si en el momento de laconquista Amrica hubiera sido un continente sin contenido.

    Adems, el filsofo argentino muestra que el nfasis en lo latino es unfenmeno ideolgico de la segunda mitad del siglo XIX. Por un lado, laexpresin Amrica Latina manifiesta la rebelda de nuestro subcontinentehacia Estados Unidos, invasor de Mxico en esos aos y en consecuencia, unasubestimacin coyuntural de lo sajn, como la que se encuentra en formaparadigmtica en el Ariel de Rod del ao 1900. Por otro lado, coincide con elpanlatinismo promovido por la Francia de Napolen III, justificacin ideolgicade su voluntad expansionista, de la cual es buen ejemplo el gobierno delemperador Maximiliano en el pas azteca.

    En aquel momento se vuelve notoria la diferencia de intereses geopolticosentre Estados Unidos y nuestra Amrica, como la llama Jos Mart, porcubano muy consciente de este problema. Es, pues, una coyuntura histrica la

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    que hace olvidar a nuestros intelectuales las crticas realizadas por losindependentistas ilustrados a la Espaa conquistadora y colonizadora, vistaantes como anacrnica, oscurantista y brbara, por lo cual eran partidarios delpanamericanismo. A fines del siglo XIX y comienzos del XX, en cambio, serecuerda a una Espaa idealizada, la del Quijote, la que trajo el cristianismo yel idioma castellano, y se resaltan los valores de lo hispnico, ibrico o latino denuestra cultura. Las razones geopolticas siguen siendo hoy las mismas,notorias en la ambigedad de la clebre frase del presidente Monroe, Amricapara los americanos, por lo cual hay que preguntarse si el continente es paratodos o slo para ellos.

    Tampoco ha cambiado el hecho, ste no es coyuntural, de que existe la unidadde nuestra Amrica en cuanto fenmeno histrico, como dice Augusto SalazarBondy, cuya obra tratar a continuacin. Nuestra cultura es multitnica:amerindia, euroamericana y afroamericana, cada una con sus intrnsecaspluralidades. Los componentes no son mnadas aisladas y tampocodesaparecen en un supuesto y paradjico mestizaje homogneo. Ninguno delos aspectos es ms importante que el otro y todos constituyen a cada uno delos habitantes de este subcontinente, de manera que, por ejemplo, el nombrede Indoamrica expresa otra rebelda muy justificada, pero tambin esincorrecto.

    Entonces, se puede usar el nombre Amrica Latina y sus derivados porquetodas las palabras son relativas, pero hay que hacerlo conscientemente,sabiendo que esas expresiones deben incluir nuestras heterogeneidades

    tnicas, aunque no se refieran literalmente a ellas. Hay que decir, por ejemplo,que los quichuas o quechuas son latinoamericanos, como los vascos sonespaoles (ntense las incoherencias terminolgicas).

    Voy a comenzar analizando las ideas de algunos autores de FilosofaLatinoamericana, es decir, pertenecientes al movimiento conocido con esenombre, en su orientacin historicista, a quienes califico de clsicos porquesus obras principales han abierto caminos permanentes, a pesar de loscuestionamientos que se les puedan hacer ahora. Las caractersticas de esaforma de pensar podrn colegirse del conocimiento de sus obras principales,pero vale la pena adelantar que ser historicista es ligar el pensamiento a

    circunstancias histricas concretas, de manera que ninguna Filosofa puedeconsiderarse producto de una supuesta razn pura, por lo cual es posibledesarrollar una metodologa crtica y auto-crtica.

    Una de las respuestas de Arturo Roig a Ral Fornet-Betancourt en unaentrevista publicada en el libro Rostro y Filosofa de Amrica Latina, EDIUNC,Mendoza, 1993, puede ayudar a entender la divergencia entre la orientacinhistoricista y la Filosofa de la Liberacin. Dice el filsofo argentino que lseguir luchando por la liberacin, al margen de la Filosofa que lleva esecalificativo porque la considera ontologicista. Ontologizar o hipostasiar esconvertir realidades culturales, histricas, en sendas inmutables.

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    LOS AUTORES CLSICOS DE LA FILOSOFA LATINOAMERICANA

    Augusto Salazar Bondy (Existe una filosofa de nuestra Amrica?, siglo XXI editores, Mxico, 1968).

    Este libro constituye un esfuerzo pionero por sintetizar la historia del pensar eneste subcontinente. En l se encuentra la frase que mencion en laIntroduccin, acerca de la unidad de nuestra Amrica como fenmeno histrico,tesis que me parece insuperable y necesaria, por cierto, para la continuidad delargumento del presente ensayo. Hay que incluir, desde luego, a Brasil, a lasislas del Caribe, a las antiguas Guayanas. As, se puede ver la dificultad deexpresiones como Iberoamrica, que solamente abarca a las naciones deidioma Castellano y al gran pas de lengua portuguesa; o Latinoamrica, quepodra incluir, adems, a los sitios en los que se habla francs, pero no a losque hablan ingls u holands.

    Salazar Bondy se debe haber dado cuenta de ello y, queriendo ser preciso, serefiere ms bien a la unidad de Hispanoamrica, pero entonces elude laexistencia de las lenguas amerindias.

    Trata tambin la supuesta falta de pensamiento filosfico en nuestra Amrica ypone el dedo en la llaga, al indicar como causa un defecto de cultura, por elcual mentimos sobre nosotros mismos. A ello se debe el carcter imitativo de lareflexin acadmica, la ausencia de aportes originales, de ideas y propuestasnuevas.

    Sin embargo, el filsofo peruano reproduce el mismo problema. Parece estarde acuerdo con la idea de Leopoldo Zea de adaptar a nuestra circunstancia lasrealizaciones del pensamiento europeo, lo cual implica que se es el nicomodelo de Filosofa, y la angustia insuperada es imitarlo o no. Se gana pococon adaptarlo o con reflexionar sobre nuestra realidad. Lo fundamental es quedejemos de mentir sobre nosotros mismos y eso significa dar inicio a unanueva manera de entendernos culturalmente. Como consecuencia, entre otrascosas, nos daremos cuenta de que hay pluralidad cultural aqu y en todaspartes del mundo, incluida Europa y, por tanto, concluiremos que no somos tandiferentes.

    Leopoldo Zea (Amrica en la Historia, Ediciones de la Revista de Occidente, Madrid, 1957).

    El mayor aporte de este libro es la identificacin que hace el autor entre lostrminos Occidente y modernidad, refirindose a la modernidad europeatarda, pues as contribuye a desenmascarar la ideologa del Occidenteabsoluto, de algunos pases de Europa, de cultura germana o sajona, lideradospor el imperio britnico a partir del siglo XVIII. Inglaterra contribuye con laRevolucin Industrial y el liberalismo econmico, a los cuales se suma EstadosUnidos de Amrica, pionero de las revoluciones republicanas en el siglo XVIII yprincipal protagonista del proceso a partir de la segunda mitad del siglo XX.

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    Uno de los rasgos de esta orientacin es el combate al catolicismo desde laReforma. As, algunos se mantendrn catlicos despus de guerras muysangrientas, pero reconocern la separacin entre Iglesia y Estado, uno de lospuntos bsicos del liberalismo. Ese es el caso de Francia, cuya misin en elproceso es la de colaborar con algunos aspectos polticos y, por eso, con suinfluyente Revolucin. Al pas le da nombre otro pueblo germano, los francos,aunque el idioma sea de origen latino.

    Espaa, entonces, no es occidental, aunque sea europea, ya que el tiempode su liderazgo es el de los siglos XV, XVI y XVII (modernidad europeatemprana), el de la Cristiandad antes del cisma y luego, la Contrarreforma. Esdefensora de la ortodoxia catlica, de la cual se invisten sus monarcas, y quedaal margen de la modernidad tarda, en forma similar a Rusia, la de la otraortodoxia.

    El filsofo mexicano critica la intolerancia tnica de los europeo-occidentales,fenmeno al que califica de Occidente contra s mismo porque los consideraimpulsores de la dignidad humana, con cuyo principio son incoherentes. Poreso, se deja convencer parcialmente del occidentalismo, al proponer que nosubiquemos a la altura de los pueblos que son el centro del mundo, adaptandosus logros a nuestra cultura.

    Tiene en mente los valores de la cultura occidental, como el humanismo, elnacionalismo y el confort, de manera que slo reclama que sean llevados a laprctica verdaderamente. As, interpreta el problema actual como el de unos

    pueblos que carecen de casi todo y aprendieron de los europeo-occidentales aexigir sus derechos: reclaman a sus maestros lo que estos les ensearon. Lasolucin es, por tanto, la vigencia universal de esos valores.

    Entonces, contribuye Zea a la ideologa del fin de la historia, como si la pocaen que los sajones han sido protagonistas tuviera que ser la ltima. No se dacuenta del contenido poltico del humanismo, ligado a la invencin de laHistoria Universal, contraparte terica del imperialismo, mediante el cual laEuropa germana y Estados Unidos han expandido su poder al mundo entero.

    Intuye que la cultura llamada occidental, es as gracias a la obligada

    colaboracin de otros pueblos. Pero no desarrolla la idea de que los valoresatribuidos a ella sean realmente aportes de toda la humanidad. Uno de loscaminos para desmitificar la supuesta exclusividad europeo-occidental es eldilogo intercultural, a travs del cual se encuentran las coincidencias.

    En realidad nuestro autor peca de esencialismo al atribuir a iberos (eiberoamericanos) y sajones caractersticas aparentemente inmutables, pues losrasgos culturales son histricos, es decir, variables. Este error es la otra caradel culturalismo, muy generalizado por cierto hoy en da: la idea de que cadacultura es totalmente diferente y aislada como una mnada. Lo cierto es que lahumanidad de todos los tiempos y lugares muestra un permanente mestizajecultural.

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    Arturo Andrs Roig(Teora y crtica del pensamiento latinoamericano, Fondo de Cultura

    Econmica, Mxico, 1981).

    Esta obra es la ms lcida reflexin sobre lo latinoamericano que he ledohasta ahora.El filsofo argentino aporta al debate con una postura crtica en sentidokantiano, es decir, analizando las condiciones de posibilidad de nuestropensamiento y discurso. A esta lnea se debe la fructfera investigacin de Roigen teora del texto y su aplicacin a la historia de las ideas en Amrica Latina.Como lo establece en la introduccin del libro, los a prioris no pertenecen a unyo trascendental o subjetividad, sino a un colectivo histrico-cultural osujetividad.

    As, se propone una defensa de la experiencia, no la terico-cientfica delempirismo, sino la vida concreta, la cotidianidad. No es que el ente emerja delser sino que ste es posible en y por aquel, a posteriori. Sostiene laaposterioridad de la conciencia frente al mundo, la oscuridad del objeto, unaconciencia de alteridad. Cuestiona a Hegel que sacrifique al objeto ante laomnipotencia del sujeto, mediante un concepto absolutamente integrador, traslo cual hay una voluntad de mismificacin.

    En este sentido hay que interpretar el captulo y la obra, que se refiere a Marx,Freud y Nietzsche, los filsofos de la sospecha. Tericamente estos autorescoinciden con los cuestionamientos al eurocentrismo desde experiencias

    coloniales, como la Filosofa Latinoamericana. Son autores norte ocentroeuropeos, pero como las invenciones del fuego o de la rueda, que no sesabe ni importa en qu lugar del planeta ocurrieron, lo que descubren es unaporte para toda la humanidad: inauguran un proceso de desconstruccin delas filosofas de la conciencia y del ser, del sujeto o del concepto. De esamanera producen un efecto demoledor en el pensamiento acadmico alemn,en el que haba predominado Hegel, vocero del Espritu absoluto y de lamodernidad europea tarda. Este filsofo inventa el mito del Occidenteabsoluto, para lo cual rapta a la Grecia clsica. Sirve as ideolgicamente alEstado prusiano, as como a los imperios napolenico y britnico.

    Adems, el siglo XX europeo es tiempo desmitificador, pues desde otrasperspectivas tambin se rechazan las absolutizaciones. En Inglaterra va aprevalecer el talante escptico, continuador de cierto pensamiento del sigloXVIII, como el de Hume, y en Francia la propuesta existencial primero, y luegola corriente desconstructora. La excepcin va a ser la ambigedad deHeidegger, quien, por un lado, pretende cuestionar la historia de la Metafsicacomo continuador de Nietzsche, pero, por otro, refuerza el mito del Occidenteabsoluto argumentando a favor de una Filosofa supuestamente universal, sinadjetivaciones culturales o geogrficas, aunque de origen griego.

    Por eso, Roig cuestiona la influencia heideggeriana en algunos de nuestrospensadores. Los tiene en mente cuando dice que no hay ni puede haber unanaturaleza humana latinoamericana, ni experiencias ontolgicas

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    diferenciadoras. No hay el ser de lo latinoamericano, ni una dialctica propia denuestro discurso que nos diferencie de un hipottico e idealizado hombreeuropeo. En vez de identidad, lo que hay es un proceso de identificacin, unaconstruccin en movimiento, un constructo.

    Esto es coherente con la visin que tiene el filsofo argentino de la historia delnosotros, es decir, de los nombres de nuestra Amrica: Nuevo Mundo, Amrica, Latinoamrica (Iberoamrica o Hispanoamrica), Indoamrica, queexpresan el protagonismo pasajero, as slo sea a nivel discursivo, de distintossujetos sociales. En el libro se dice que tenemos alguna historia que no hayque justificar frente a la gran historia. Sin embargo, nuestro autor propone quenos incorporemos al proceso de humanizacin, que entremos a la historiamundial en la que hemos dado los primeros pasos (captulo VIl), lo cual implicaun tcito acuerdo con la ideologa del Occidente absoluto.

    Por lo mismo, a pesar de que Espaa ha sido excluida de ese mito, Roig afirmen una charla en la Universidad Catlica de Quito en abril de 2002 que hay unafilosofa latinoamericana desde que comenz el encuentro con Europa.Entonces, segn esta tesis, nuestro pensamiento como cualquier otro, debeentrar en contacto con la cultura europea para convertirse en Filosofa. Habraque preguntarse porqu tampoco los espaoles, ni otros pueblos de Europa,han sido considerados filsofos en la modernidad tarda: porque no formabanparte de los nuevos imperios.

    LA CRTICA A LA FILOSOFA LATINOAMERICANASantiago Castro-Gmez(Crtica de la razn latinoamericana, Puvill Libros, Barcelona, 1996).

    Este libro es importante porque realiza un cuestionamiento a la FilosofaLatinoamericana que deba hacerse. Sin embargo, se queda, a mi juicio, en unafn a veces panfletario, en el que prioriza el impacto en el lector antes que elanlisis serio y profundo. El mismo ttulo es un ejemplo de lo que quiero decir,pues no hace una crtica en sentido kantiano, como Roig. Ms bien pretende aveces una desconstruccin a lo Derrida y otras, una genealoga a lo Foucault.

    La obra abarca demasiado, trata muchos temas de manera un poco superficial.Entonces, parafrasear ese ttulo clsico de la Filosofa Moderna adquiere unafinalidad publicitaria. Por la misma razn, no reconoce que sus tesis son msbien continuaciones de la Filosofa Latinoamericana y no rupturas, como elautor lo deseara sin mucho fundamento.

    Para sintetizar y llevar hasta sus ltimas consecuencias los planteamientos deuno de los captulos, titulado Amrica Latina ms all de la filosofa de lahistoria, quisiera sealar que el Historicismo, corriente crtica y auto-crtica quevincula el pensamiento a la realidad concreta, es tericamente incoherente conla Filosofa de la Historia (con maysculas), que expresa la perspectivaideolgica europea en la modernidad tarda. Por tanto, no es posibledesenmascarar el mito del Occidente absoluto, proponiendo a los

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    latinoamericanos que nos sumemos a tal proyecto, como lo hacen Zea y Roig.Dicha orientacin es adems contradictoria con cualquier esquema de ese tipo,que necesariamente implica una absolutizacin ingenua de la propia realidadsocial y cultural, desde la cual se pretende dar un sentido global a la evolucinde toda la humanidad.

    Yo aadira que en el caso de Roig, la fundamentacin crtica de supensamiento hace ms incomprensible la propuesta. Por ejemplo, el filsofoargentino afirma, en la entrevista concedida a Ral Fomet-Betancourtmencionada ms arriba que, aunque respeta la obra de Zea, siempre ha tenidoprofundas sospechas acerca de las filosofas de la historia, como relatosideolgicos que surgen de la insercin vital de los pensadores, afirmacin queel entrevistador vincula con el posmodernismo.

    Realmente, en un sentido amplio, como cuestionadores de la filosofa de laconciencia o del sujeto (tesis retomada en el captulo V del libro Teora y crticadel pensamiento latinoamericano), Marx, Freud y Nietzsche tendran que serconsiderados posmodernos. No obstante, es conocida la posicin de Roigcontraria a este movimiento, que en mi opinin se debe ms a un sincerocompromiso poltico que a una defensa a ultranza de tesis sostenidasanteriormente, pues en la misma entrevista nos dice que la teora es unquehacer que se va negando a s mismo en un proceso interno de construcciny desconstruccin. El tema poltico es, en cambio, que el capitalismo y elmodelo neoliberal promueven una cultura de masas light, vinculada

    comnmente a la palabra posmodernidad, que pretende convertir enanacrnicos los ideales revolucionarios ilustrados.

    Castro-Gmez por su parte considera que hay varios clichs sobre loposmoderno que l quisiera cuestionar. No se trata de abandonar lospropsitos emancipatorios de la modernidad europea, sino de rechazar sulenguaje esencialista y totalizador. Entonces, no es el nihilismo de una voluntaddbil y autosatisfecha, que renuncia a la poltica y cae en la trampa del podermundial. Todo lo contrario, es una denuncia del relato opresor,homogeneizante, propio de ese poder.

    El muy difundido y celebrado fin de la historia tampoco es posmoderno, sirecordamos que este planteamiento se encuentra en Hegel, idelogo delOccidente absoluto, admirador de la Revolucin Francesa y de Napolen I. Laideologa europea de la modernidad tarda, de la cual es continuador EstadosUnidos, ve la historia como un progreso hacia s misma, de manera que lasotras culturas constituyen el pasado. El Occidente absoluto es el presente detoda la humanidad y no hay futuro para que no haya cambio de poder.

    Es un proceso ascendente ya realizado, de lo tradicional a lo moderno, del mitoal logos, de la barbarie a la civilizacin, por lo cual los otros pueblos debensumarse al desarrollo europeo-occidental llamado modernizacin. Las litesde los pases que no son lderes de la modernidad europea tarda, en parte sehan dejado convencer ingenuamente de la ideologa opresora, en parte la han

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    adaptado sin conciencia a sus propios intereses de clase. Me parece normalque esto ocurra, pues as ha sido la capacidad de convencimiento de losgrupos dominantes en todo tiempo y lugar, ahora inmensamente mayor con elavance tecnolgico de los medios masivos de comunicacin.

    Tal argumento s es anti-utpico y no el posmodernismo como lo entiendeCastro-Gmez, que es, en sus palabras, la utopa de un mundo policntrico ypluralista. La idea es rescatar otras historias, negadas o encubiertas por lamodernidad, las de otras culturas o pueblos y las de grupos excluidos del afnhomogeneizador, fuera y dentro de Europa y Estados Unidos. Tampoco lassociedades latinoamericanas ni ninguna, dice el filsofo colombiano,constituyen un tejido homogneo sino un collage de mltiples e irreductibleshistorias. Por tanto, tampoco se trata de eliminar toda nocin de sujeto, quepuede ser individual o colectivo, y como ejemplos de este ltimo puedenmencionarse las culturas o pueblos y los diversos grupos en una sociedad. Lossujetos se multiplican, de manera que no hay uno solo, central,trascendentalizado, absolutizado, el europeo de la modernidad tarda, que nisiquiera incluye a todos los nacionales de Occidente.

    El humanismo est involucrado en los cuestionamientos anteriores. Si sepudiera hablar de un humanismo-en-s, ste no podra rechazarse, pero elproblema es que la doctrina que se conoce con ese nombre en la modernidadeuropea es paradjicamente deshumanizante porque establece un modelo dehumanidad que es la de los dominadores y que excluye, discrimina o irrespetaotras realidades humanas por ser diversas. As, el autor reconoce a Enrique

    Dussel, a la Filosofa de la Liberacin, haber relacionado el sujeto ilustrado y elpoder colonialista europeo, cuando sostiene que el yo pienso es realmente unyo quiero y yo conquisto. Este tipo de argumento es el que desarrollan lospensadores poscoloniales, de manera que ciertos aspectos del pensamiento deDussel parecen coherentes con ellos. No as las tesis ontologizantes de laFilosofa de la Liberacin, de las que Roig se aleja en su obra clsica.

    Castro-Gmez cuestiona el uso que hace Dussel del concepto levinasiano dealteridad. En la interpretacin de este ltimo el otro de la totalidad es el pobre,una especie de sujeto trascendental. Un esquema as no descentraliza alsujeto ilustrado sino que lo sustituye por uno que tambin es absoluto. La

    Filosofa de la Liberacin es un populismo cristiano, que vuelve una miradanostlgica a la cultura popular, cuando los signos del capital los internalizantodos, principalmente los ms pobres. Como populismo al fin, ste tambinsupone una exaltacin de los caudillos, hombres telricos, que desarrollan junto al pueblo un ethos liberador.

    Ms a fondo, el problema de la alteridad ontologizada es que suponediferencias necesarias, y stas son siempre contingentes. Por ejemplo, elconquistador quiere imponer su cultura, pretende homogeneizar, pero en esemismo movimiento inventa un otro ontolgico que no existe realmente.Entonces, si los conquistados nos convencemos de nuestra supuesta alteridadnecesaria, estamos reproduciendo inconscientemente la ideologa del

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    conquistador. Por ejemplo, el mito de Amrica Latina como la tierra del misterioy la magia, retrica utilizada para justificar regmenes populistas.

    Castro-Gmez rechaza las categoras binarias excluyentes, as como laidealizacin de nuestro mestizaje, ya que todos los humanos somos mestizos.Por ejemplo: Europa-el resto del mundo, civilizacin-barbarie, moderno-tradicional, ellos-nosotros. Tanto los pases colonizadores como loscolonizados son heterogneos, de manera que no hay eticidadessustancialistas, como lo ibero y lo sajn de Leopoldo Zea.

    La crtica a la nocin moderna de sujeto, que es adems la sospecha acercade las identidades homogneas, se expresa tambin a travs del tema de lanacin o el pueblo. Sabemos que el proceso de modernizacin europeo es,desde la modernidad europea temprana, el del establecimiento de los Estadosnacionales, de lo cual ya es una muestra el proyecto de unificacin ibricaemprendido por los Reyes Catlicos en el siglo XV, mientras expulsaban a losmoros del sur de la pennsula. Los Estados centrales tienen desde entonces elmonopolio de la violencia legtima y justifican su poder a travs de la ideologanacional. La meta es producir un paradigma homogneo de pertenencia deindividuos y grupos, que es la nacin o el pueblo, supuestos depositarios deuna cultura, de las mismas costumbres y tradiciones, el volksgeist hegeliano.No hay unidad cultural ya configurada antes de las prcticas populistas, sinoque stas la fabrican a travs de los discursos de identidad, mediantemecanismos de inclusin y exclusin: algunos elementos culturales sonescogidos y convertidos en estereotipos proyectados a toda la nacin.

    El modelo suele ser la imposicin de un pueblo o grupos sobre otros. Paramencionar de nuevo a Espaa, se trat entonces de la supremaca castellanafrente a otras etnias, radicalizada en tiempos ms recientes por la dictadurafundamentalista de Francisco Franco, quien aun siendo gallego, reprimi lasexpresiones culturales de vascos y catalanes. As se fue enraizando el mito dela unidad espaola, simbolizada en el afn turstico del siglo XX por el folklorede la etnia gitana, simultneamente despreciada y discriminada. El sin sentidoideolgico se hizo notar durante el proceso de transicin a la democracia, demanera que la nueva Constitucin tuvo que incluir las autonomas, unidad en ladiversidad, que no ha sido aceptada por una parte del pueblo vasco. El ejemplo

    espaol de dominacin tnica se puede generalizar a toda Europa, convariantes histricas especficas. Otro caso muy conocido es la supremaca delos ingleses sobre escoceses e irlandeses.

    Algo similar ocurre en el establecimiento y consolidacin de las repblicaslatinoamericanas, cuya unidad nacional es promovida por los gruposdominantes, caracterizados por su conciencia de espaoles americanosheredada de los criollos independentistas, de manera que cuando promuevenel mestizaje lo hacen tambin con un afn ideolgico homogeneizador alservicio del colonialismo interno contra amerindios y afroamericanos.

    Me parece que explicaciones como sta han realizado los filsofoslatinoamericanos, principalmente Arturo Roig. Es coherente con su

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    metodologa crtica descubrir ms all de los discursos, relaciones de fuerza,intereses de clase y luchas de poder. Cmo no reconocer en las historiografasnacionales la justificacin de los proyectos polticos de los gobernantes. Esevidente que las fronteras y los diferendos limtrofes entre los paseslatinoamericanos han sido manipulados por los grupos de poder.

    Entonces, no se aleja de la sospecha anterior, la denuncia de ngel Rama a laque se refiere Castro-Gmez, de que en ese proceso homogeneizadornacional, los letrados cumplen una misin fundamental: la de reglamentar lavida pblica, absorbiendo el mundo pluriforme de las identidades empricas enlos esquemas monolticos de la escritura ilustrada

    Ahora bien, en su polmica contra la Filosofa Latinoamericana, estos autoresconsideran que ella tambin, ya en el siglo XX, contribuye a la justificacinideolgica de un orden populista; que los pensadores que integran esemovimiento sancionan discursivamente la verdad de aquellos intereseseconmicos y polticos de los cuales son partcipes.

    Mi opinin es que la metodologa crtica debe ser empleada coherentemente yno detenerse cuando se trata de aplicarla a nosotros mismos, pero no se debeexagerar el radicalismo porque se abandona el campo acadmico y se entra enla politiquera. Lo que quiero decir es que Castro-Gmez y ngel Rama nopodran excluirse de su propia sospecha, ellos tambin letrados o intelectuales.En conclusin, se deben evitar las alusiones personales despectivas, ya que elcompromiso poltico de los pensadores es comprensible y no se puede esperar

    que sea perfecto. As, se puede llegar a comprender la funcin que cumpli la FilosofaLatinoamericana en los aos de su desarrollo, no quitarle los mritos que tuvoen aquel momento histrico y aprovechar los aspectos de ella que son todavatiles en la actualidad.