Como Empezo Mi Vida Prestada - Jenny Valentine

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es un libro sobre una vida prestada

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  • www.librosalfaguarajuvenil.com

    Ttulo original: The Double Life of CassielRoadnight

    Del texto: 2010, Jenny Valentine

    De la traduccin: 2012, Mercedes Nez

    De la imagen de cubierta: T revillionImages

    Diseo de cubierta: 2012, Olivia Rojo

  • De esta edicin: 2012, S antillanaEdiciones Generales, S. L.

    Avenida de los Artesanos, 6. 28760Tres Cantos (Madrid)

    Telfono: 91 744 90 60

    Primera edicin: septiembre de 2012

    ISBN: 978-84-204-1199-6

    Depsito legal: M-23.464-2012

    Printed in Spain - Impreso en Espaa

    Maquetacin: Begoa Redondo

  • Cmo empez mi vida prestada

    Jenny Valentine

    Traduccin de Mercedes Nez

  • 1No eleg ser l. No seal a CassielRoadnight en una rueda dereconocimiento de personas con el mismoaspecto que yo. S olo dej que sucediera.S olo quera que fuera verdad. Es todocuanto hice mal, al principio.

    Me encontraba en un albergue, un sitiode paso para adolescentes imposiblessituado en algn lugar al este de Londres.

  • Llevaba all un par de das, vena de vagarpor las calles, medio muerto de hambre,no pude hacer nada ms. An trataban delocalizarme. An trataban de averiguarquin era yo.

    No estaba dispuesto a decrselo.

    Era un establecimiento marchitodirigido por gente marchita. Ola acigarrillos y a cera para suelos y a sopa.Me entregaron ropa vieja, desgastada porlos lavados y remendada y ms o menosde mi talla. Me formularon un montn depreguntas a cambio de dos comidas y unlugar seco donde dormir.

    T rat de mostrarme agradecido, perono les dirig la palabra.

  • Me encerraron en un almacn porpelearme. Caliente y mal ventilado, cuatroparedes desvadas, un archivador cerradoy oxidado, una balda con montones depapeles, una pila de sillas.

    El chico con el que me pele estabaherido. En realidad, me encerraron poreso, por ganar. No te lo permiten. Norecuerdo su nombre. Ni siquiera recuerdola razn de la pelea.

    Me pas ms de dos horas en elalmacn. Tena ganas de destrozarlo. Enalgn lugar de mi mente, me observaba am mismo hacindolo.

    Escuch que uno de ellos vena,distingu la vacilante silueta verde musgo

  • de la mujer a travs del cristal jaspeado dela puerta. Golpe con fuerza. Ella sedetuvo y se gir e inhal con rapidez suaire de decepcin.

    Su voz era dbil y asustadiza.

    Qu quieres? pregunt.

    Quiero que me dejes salir.

    No puedo.

    Coloqu la cabeza contra la frasuperficie de la pared.

    Por favor, aydame supliqu.

    Ests herido? pregunt ella.Ests sangrando?

  • Tengo sed.

    Se qued callada.

    No podis privarme de agua.

    Ir a preguntar dijo, y a travs delcristal se distorsion y se recompuso y semarch.

    Cont hasta cuatrocientos treinta yocho.

    Cuando regres, traa a alguien conella. Abrieron la puerta con llave y seprecipitaron al interior con un vaso deplstico medio lleno de agua. Me lo beb deun trago. No fue suficiente.

    El hombre tena la nariz aguilea y el

  • pelo suelto y rizado. Lo haba visto antes,pero a ella no. l sonaba como unas llavesal tintinear.

    Has terminado la pelea? pregunt.

    Me encog de hombros.

    Probablemente no.

    No me gustaba la manera en la que lamujer me observaba. La mir jamentepara que dejase de hacerlo, pero no loconsegu. S olo mediaba entre nosotros lasangre en mis orejas, que martilleaba ybombeaba, y la expresin de su cara.

    Mantuvo sus ojos sobre m mientrashablaba con el hombre, y cuando

  • abandon la estancia.

    Esperad un momento, de acuerdo?Volver enseguida.

    El hombre tom asiento en una de lassillas, cambiaba de postura, haca grandesesfuerzos por parecer relajado. S e inclinhacia m y sus ojos negros parpadearon,rpidos y vigilantes, como los de unpjaro. Me pregunt si le importabaencontrarse a solas conmigo. Me preguntsi tena miedo.

    Por qu no quieres decirnos cmo tellamas? pregunt.

    Fing que l no estaba all. Fing que noestaba hablando.

  • Yo soy Gordon prosigui. Y laseora se llama Ginny.

    Bien hecho respond. Me alegropor vosotros.

    Y t eres...? insisti.

    Me mir los zapatos, los zapatos deotra persona, negros, abollados y llenos derozaduras. Me pregunt cuntos muertosde hambre los habran llevado. Notabasobre mi piel el tejido de la camisa de otrapersona, los pantalones de otra. Cmo sesupona que iba a saberlo?

    Sonre.

    No soy nadie dije.

  • Ah, venga ya repuso l. T odo elmundo es alguien.

    La verdad, resultaba increble cmopoda estar tan seguro de eso.

    Fue un 5 de noviembre cuandodescubr que yo no era quien crea ser.Recuerdo el momento exacto. Ya no meconoca. Le pregunt a un hombre la horapara poder memorizarla. Consult el relojy me contest que eran las 19.25. Luego,

    sin ms, devolvi su atencin alperidico.

  • Me conoce? S abe quin soy? pregunt.

    Estaba seguro de que no lo saba, peronecesitaba desesperadamente querespondiera: S.

    Me di cuenta de que ya no estabaconcentrado en la lectura. S olo clavaba losojos en las palabras mientras esperaba aque me marchara. Estaba asustado.

    La mujer llamada Ginny regres con

  • un papel en la mano.

    Podemos hablar? pregunt.

    Gordon se levant y me volvieron adejar solo en el almacn. Los oa al otrolado de la puerta. Hablaban en susurros;aun as, los oa.

    Lo acabo de ver esta maana. Puracoincidencia dijo ella.

    Joder!

    Lleva casi dos aos desaparecido.

    No... me lo puedo... creer.

    Crees que es l?

  • Mralo. Tiene que ser.

    El pomo de la puerta se movi. Cerrlos ojos y trat de prepararme. T rat dedetener el tiempo. Cuando volvieron aentrar, se mostraban inquietos,cautelosos, como si yo fuera una bombaque pudiera explotar, un tigre dormido, unjarrn de valor incalculable a punto decaerse.

    Pens que me haban encontrado. Mepregunt hasta dnde llegara si,sencillamente, echaba a correr.

    La mano de Ginny revoloteaba sobre lama, sin llegar a posarse. Gordonintentaba sonrer. Yo estaba aterrorizado.Qu estaba ocurriendo?

  • Cassiel? dijo ella.

    La mir directamente. Ignoraba questaba pasando.

    Qu?

    Cassiel Roadnight? pregunt.

    No me llamo Cassiel Roadnight. Nuncame he llamado as. Mi nombre es Chap.As sola llamarme el abuelo. S iempre mepareci un buen nombre. S iempre pensque me sentaba bien.

    Quin, yo? respond.

    Gordon me entreg el papel. Era unacopia impresa, la foto de un chico con lapalabra Desaparecido estampada en la

  • frente.

    El de la foto era yo.

    Madre ma dije. Respir hondo ycontuve el aliento.

    Era antigua. Yo deba de rondar loscatorce aos, o por ah. Pelo marrn, nilargo ni corto. Ojos azules, la mismaforma, las mismas luces y colores.Exactamente mi cara: mi nariz, mi boca,mi barbilla.

    Me pregunt si sera la ltima foto queme haban hecho y quin la habratomado.

    Me pregunt por qu sonrea. A loscatorce aos, yo no sonrea. Qu motivos

  • tena para sonrer?

    Madre ma volv a decir.

    Me entendieron mal. Ginny dej que sumano rozara la ma y me dio un apretn.Gordon solt aire por la boca con lasmejillas hinchadas, como un baln que sedesina. Mantuve los ojos clavados en lafotografa.

    Haba algo que no encajaba.

    Hay algunas cosas sobre mi cara de lasque estoy seguro. Las veo cada vez que memiro en el espejo. S que estn ah sintener que comprobarlo.

    Primera. Tengo dos cicatrices. Unadiscurre entre el lbulo de la oreja y el

  • pmulo, delgada, abultada y brillante,como el remiendo de una camisa. Cuandotena cinco aos, un perro me mordi. Medoli a rabiar.

    La otra est debajo de mi ojo izquierdo,una marca roja, una hinchazn alpalparla, un hueco con forma de romboque me provoc un chico con anillos entodos los dedos. Recuerdo su cara yrecuerdo el sonido ntido y pesado deaquellos anillos al aterrizar. S e llamabaRigg.

    S egunda. Tengo tres piercngs en laoreja izquierda y dos en la derecha. Me loshice yo mismo con una aguja, agua con saly un corcho. Respir hondo y ni siquierasangr. Ya no llevo adornos, ni tachuelas

  • ni aros ni nada. Me los quit, pero losagujeros siguen ah. Mis orejas parecenalfileteros.

    Tercera. Tengo la dentadura mal. Unade las paletas est partida y tres de lasmuelas se encuentran a punto de caerse,aunque se supone que me tienen quedurar toda la vida. Mi dentadura eshorrorosa.

    En la foto, no aparecan cicatrices enmi cara, ni piercings. Tena los dientesperfectos. S e me vea feliz, bienalimentado y rebosante de salud.

    En otras palabras, no era yo.

    Intent decrselo. Levant los ojos de la

  • fotografa y espet:

    No.

    Cassiel dijo Gordon. Cruz laspiernas. S us pantalones y su bocaemitieron una especie de shhh, comoquien manda callar.

    Sacud la cabeza.

    No soy yo.

    Vamos dijo Ginny de nuevo, consu mano an sobre la ma.

    Deseaba apartarla de un guantazo. Nole respond.

    S ea cual sea tu problema dijo,

  • sea cual sea la razn por la que te hasescapado, podemos ayudarte.

    No, no podis repliqu. S eencontraban demasiado cerca de m. Nome gustaba.

    Estamos aqu para ayudar insistiGinny.

    Para ayudar a otra persona dije yo. Para ayudar a quien lo quiera. Yo nosoy esa persona.

    Entonces, quin eres? preguntGordon.

    Buena pregunta.

    Lo mir jamente. Esboc mi sonrisa

  • ms indignada.

    Qu probabilidades existen pregunt Gordon a Ginny, como si yo noestuviera presente de que haya doschicos desaparecidos idnticos?

    Una contra bil lones repuso Ginnycomo si as diera el asunto por zanjado.

    No me importan las probabilidadesrepliqu. No soy yo.

    En ese caso, cmo te llamas?

    Puede que se trate de eso pens, quesolo sea un truco para conseguir que les digami nombre. No estaba dispuesto a dejarmeengaar. No iban a encontrarme. Me las

  • haba arreglado para mantenerme alejadode ellos todo ese tiempo.

    No me llamo Cassiel respond.De ninguna manera.

    Intercambiaron una mirada.

    chale otra ojeada me instGordon.

    Ginny aadi:

    Tmate tu tiempo.

    No me crean. Queran tener razn, medaba cuenta. Iban a seguir insistiendo. Daigual lo que le digas a esa clase depersonas. Una vez que se han decidido, yano prestan atencin.

  • Respir hondo y procur no pensar.Mir al chico de la fotografa. Pens en loincreble que resultaba tener un doblecomo l, en algn lugar del mundo, seridntico a un completo desconocido. Mirla cara feliz, perfecta, sin temor, de CassielRoadnight. Y entonces se me ocurri queyo poda ser l, si quera. La idea empez aavanzar sigilosamente. Vi cmo seacercaba e intent con todas mis fuerzasno fijarme en ella.

    S, poda ser l.

    Y si fuera Cassiel Roadnight, deca laidea, ya no tendra que ser yo, fuera quienfuese.

    No existiras deca. Te borraras

  • de la faz de la T ierra en un segundo.Desapareceras sin dejar rastro, delante delas narices de quienes te persiguen.

    Dediqu toda mi atencin a aquellaidea. Qu tena que perder?

    Haba gente que buscaba a CassielRoadnight, pero era gente que sepreocupaba. Cassiel tena familia yamigos. Tena seres queridos. Tena unavida a la que yo poda accederdirectamente.

    Y qu tena yo?

    A nadie. Nada, excepto el miedo a serencontrado. La gente que me buscaba soloquera despedazarme.

  • S iempre haba deseado ser otrapersona. No le ocurre a todo el mundo?

    Vale le dije a la idea en voz tanbaja que casi no pronunci la palabra.

    Qu? salt Gordon.

    S e miraron el uno al otro; luego,volvieron sus ojos hacia m. Era como si sehubieran estado conteniendo. De repentese escuchaba un ruido en la habitacin:respiraban.

    Vale dije.

    Muy bien repuso Ginny, y Gordonaadi a continuacin:

    Te llamas Cassiel Roadnight?

  • S le respond. Me llamo CassielRoadnight y observ cmo una sonrisase extenda por su cara y se quedabapegada.

    Ment. Es lo que hice mal.

    No me pareca tan grave. T odo elmundo miente de vez en cuando. Y, por sise puede alegar en mi defensa, deseabacon todas mis fuerzas que fuera verdad,de verdad lo deseaba.

  • 2Ginny me autoriz a buscarme en elordenador. S e supona que no debapermitrmelo. Utilizar el equipo de laocina iba en contra de las normas. Perotambin iba en contra de las normascorrer o tener cuchillos que cortasen deverdad o comerse un cacahuete.

    S olo un minuto advirti Ginny, yobserv por encima de mi hombro. Ol sualiento. La o tragar.

    Me gir para mirarla.

    Quieres dejarme solo?

    Bajo ningn concepto le estabaautorizado. Vi que parpadeaba tres veces.

  • Claro que s, Cassiel respondi,como si trabajara a mis rdenes o algoparecido, como si aquello fuera un hotel yyo pagara por la estancia. Estar en elpasillo.

    Dios, era increble tener un nombre.Intentar ser nadie y reclamar tu espacio.

    Cassiel Roadnight tena su propioperl de persona desaparecida. Procedade un pueblo donde todos lo conocan.Desapareci en la noche de los fuegosarticiales, cuando la poblacin estabarepleta de desconocidos, abarrotada degente que acuda a contemplar el desle,el baile, los disfraces, los fuegosarticiales y al Hombre de Mimbre.S uceda todos los aos. Era una

  • celebracin local llamada Hay on Fire, esdecir, heno en llamas. Un momentoingenioso para desaparecer.

    Fue un 5 de noviembre. Me qued unbuen rato mirando la fecha en la pantalla.No haban visto a Cassiel Roadnightdesde entonces. A m tampoco.

    El perl deca que vesta vaqueros ysudadera azul oscuro. Llevaba la carapintada de plata y oro para el desle, ysobre su ropa corriente llevaba una capanegra y una mscara que le cubra los ojosy la nariz. Haba fotos. Resultaba extraover una foto de l tomada horas, inclusominutos, antes de su desaparicin.Resultaba an ms extrao ver mispropios ojos, que miraban bajo la

  • mscara.

    S u desaparicin estabacompletamente fuera de lugar, lo cualsignicaba que no se lo esperaban. Nodej ninguna nota, ni le cont a nadieadnde iba.

    S us familiares dijeron que nuncaperderan la esperanza de volver a verlo.

    Dijeron: Cassiel, te echamos de menosy pensamos en ti todos los das. No existeningn problema que no podamosresolver juntos. S olo dinos que ests bien.Y, por favor, vuelve a casa.

    Me habra gustado un mensaje as.Habra signicado mucho para m, eso de

  • que la gente nunca perdiera la esperanza.

    Haba otras fotos de l, no solo las delos fuegos articiales. S entado en laocina vaca, las fui mirando una por una:Cassiel con un helado, Cassiel con elequipo de ftbol, Cassiel con un perrojadeante, Cassiel en una playa azotada porel viento. Era como mirarme a m mismocon una vida con la que ni siquiera podasoar. La vida que me habra gustadotener. Saba que no haba estado all, sabaque no era verdad; pero a fuerza devoluntad empec a escuchar los tamboresdel desle, empec a oler el barro y elsudor de la cancha de ftbol, a probar lafresa de color rosa del helado, la sal y laarena sobre mi piel. A fuerza de voluntad,

  • consegu empezar a creer que era yo el deaquellas fotos.

    S i llevas varios das sin comer, debestener cuidado y dar mordiscos pequeos,o la comida que tanto has deseado, con laque has soado da y noche, puede hacertevomitar, o peor an. Hazme caso, lo s.Por eso haba aprendido a no desear unafamilia. Saba que era una idea terrible.

    Pero los deseos crean adiccin.

    La vida de Cassiel Roadnight se metien mi cabeza en ese instante y allpermaneci. No consegua que semarchara. Pens en su padre y su madre,qu aspecto tendran, en cmo sus carascambiaran al verme. Pens en sus

  • hermanos y hermanas, en cuntos seran,qu edades tendran. Pens en su pequeoy acogedor pueblo y en el hueco que habadejado al marcharse. Pens en sus amigos.Me imagin lo contentos que se pondrancuando Cassiel volviera a casa.

    Me enga dicindome que menecesitaban tanto como yo a ellos. Meenga dicindome que podra acabar contodo su sufrimiento con tan solo aparecer.

    Pens en el tipo de casa en la que vivaCassiel, en su habitacin y en qusensacin me dara cuando fuera ma.Pens en el desayuno en la mesa de lacocina, tortitas y chistes malos y zumo denaranja y el amarillo sol en nuestrascaras. Pens en ir al instituto y en tener

  • amigos y en ser normal.

    Dese lo que Cassiel Roadnight tena.Lo dese con toda mi alma.

    No pens que el hecho de ser l meobligara a vivir al borde del precipicio. Nofui capaz de verlo. Me negu a mirar haciaabajo.

    Me qued mirando su cara en lapantalla del ordenador y me ret aintentarlo. O consegua que mi sueo sehiciera realidad, o tena que irinmediatamente a confesarles la verdad aGordon y Ginny. Poda convertirme en l otena que convertirme en m. All estabami eleccin.

  • A menudo me lo imagino, me imaginoque avanzo por el pasillo hacia ellos dos,ngiendo haber elegido. Reproduzco laescena en mi cabeza porque era justo elmomento anterior a que no hubieramarcha atrs, los ltimos segundos en losque yo no era nadie: ni yo ni CassielRoadnight todava, no del todo.

    Mis zapatos chirran sobre el suelopulido, noto las manos calientes,hinchadas y pegajosas, y pienso que estoyindeciso. Creo que no s qu voy a hacer.

    Indeciso me parece ahora un lugarmgico, un lugar previo a la accin, a lasconsecuencias.

    Indeciso es lo que ahora deseo.

  • Llam a la puerta. Gordon y Ginnyestaban ocupados al telfono. Habanestado hablando con la polica, con elregistro de personas desaparecidas y losservicios sociales. T odo era caf, xito yactividad. Mi mentira, como una bola denieve, haba ido aumentando hastaconvertirse en realidad mientras yo estabade espaldas.

    C as s iel, much a ch o dijo Gordonapartando la silla con ruedas de su

  • escritorio. Cmo te va?

    Resultaba embarazoso que me hablasede aquella manera. Yo lo saba y l losaba. Lo mir y apart la vista.

    Cass dije. As me llaman.

    No pretenda decir aquello, pero alsalir son bien. Me agradaba la sensacinde la presencia de Cassiel en mi voz. Yoera alto y baj la vista hacia Gordon,sentado en la silla. Ahora tena familia yamigos y un lugar donde vivir. Eraalguien. Por n, el fugitivo que haba sidose haba esfumado.

    Nadie podra atraparme ahora.

    Perdona dijo Gordon aclarndose

  • la garganta. Cass. Qu podemos hacerpor ti?

    Dije que haba terminado con elordenador.

    Buen chico respondienderezndose. Encontraste lo quebuscabas?

    Me encog de hombros. (S , s, s. Habaencontrado todo lo que siempre habaquerido.)

    Qu es lo siguiente? pregunt.

    Ginny explic que estaban haciendolas disposiciones necesarias para que mifamilia fuera informada.

  • Alguien se lo har saber lo antesposible dijo. Luego, organizaremos tuviaje a casa.

    A casa.

    No saba adnde mirar. Una especie deanhelo me estall en las entraas, unespacio fresco, vaco.

    Me lam los labios y not una na ysbita pelcula de sudor que me brotabadel pelo y de debajo de los brazos.

    Gordon coment:

    Ya queda poco.

    O lo que deca pero, al mismo tiempo,no escuchaba. Creo que asent con un

  • gesto.

    A casa. Tan fcil era?

    Ginny dijo:

    S que quieres ir a casa, verdad,Cassiel? Es lo que quieres hacer?

    S respond. Es lo que quieroms que nada en el mundo.

    Pens que quiz se echase a rer. Elmundo entero podra haber estallado encarcajadas en ese momento y no mehabra sorprendido. Quin era yo paradesear lo que fuera?

    Bien, perfecto zanj Ginny. Puesclaro que quieres.

  • Gordon se recost en la silla con lasmanos detrs de la cabeza y, dado que laconversacin pareca haber concluido,abandon la estancia.

    Fui colocando un pie delante del otro ycuando hube salido me apoy contra lapared, cerr los ojos y consegu que micorazn redujera la velocidad con solopedrselo.

    Yo era l.

    Y con cada paso que daba comoCassiel Roadnight, con cada nuevo y lentolatido de corazn, reemplazaba algo quedeseaba olvidar acerca de haber sido yo.

  • 3La vivienda de mi abuelo era una casagrande cuya parte de atrs daba alparque. No recuerdo nada anterior a eso.Lo he intentado. A travs de la ventanavea la zona de juegos, los nios que semovan de un lado a otro como hormigassobre un chupa-chups tirado en el suelo.

    Estar en aquella casa era como unavuelta atrs en el tiempo. Era silenciosa yoscura, estaba forrada de libros y era ensu mayor parte de color marrn, llena derelojes que hacan tictac, relojes de verdadque contaban los das en cada una de lashabitaciones. Las cortinas siempreestaban echadas, como si el exteriorcareciese de importancia. El abuelo

  • pensaba que la mejor manera en la queuna persona poda pasar el da eraleyendo en la oscuridad. Creo que nunca lecruz por la mente la idea de que no a todoel mundo le gustaba hacer eso.

    Despus del accidente, la gente noparaba de decir que aquel no era sitio paraun nio, auxiliares sanitarios a domicilio,asistentes sociales, vecinos y losmetomentodos de mierda, como el abuelolos habra llamado.

    A m no me consultaban. Lo que yopudiera pensar no importaba.

    Haba trece habitaciones en aquellacasa. Las cont. El abuelo solo habitabauna.

  • Yo pensaba que, en el pasado, deba dehaberlas utilizado, deba de haberlasnecesitado para algo, as como una mujere hijos o perros o inquilinos o lo quequiera que fuese antes de tenerme a m.Nunca hablaba del tema, aunque yo lepreguntase. Actuaba como si no hubieranada que recordar antes de queestuviramos l y yo. Lo llamaba elT iempo Pasado, y eso era todo cuantollegaba a decir al respecto.

    Lo que ms feliz haca al abuelo erasentarse, leer, dormir y beber en el saln,el de la enorme ventana salediza por laque nunca se vea el exterior. A veces, selevantaba y caminaba arrastrando los pieshasta el vter, la cocina o a recoger el

  • correo del felpudo, aunque no con muchafrecuencia. A veces, se aventuraba hastala tienda de la esquina y regresabaarrastrando los pies mientras las botellastintineaban, el bigote le brillaba y el pelose le revolva.

    Tenamos la cama en el saln, junto ala estufa, la butaca, los libros y lasbotellas. All haca calor, no como en elresto de la casa, donde el fro era tanintenso que era lo primero que notaba lacara en cuanto salas de all; luego, losdedos y la punta de la nariz se te moranun poco. Aquellos eran mis territorios: eljardn plagado de malas hierbas, las otrasdoce habitaciones y la glida planta dearriba, carente de vida como un museo o

  • un plato de cine; una mquina para medirel tiempo perfecta, convertida en unaruina silenciosa y fascinante.

    En el sofocante calor del saln solapasar las manos por el papel de la pared,que tena el tacto de la cuerda aplastada.El estampado de las cortinas semejababombones radiactivos en una caja. Era loque siempre pensaba al mirarlas.Bombones del futuro, bombones quenunca deberas comer. No me imaginabaal abuelo eligiendo esas cortinas. Amenudo me preguntaba quin las habraelegido.

    Dorma all con el abuelo todas lasnoches. Construa un nido dealmohadones a los pies de la cama. l se

  • sentaba en su desfondada butaca de piel yme lea; colocaba la botella en la mesa quetena a un lado, as no tena que pararpara ir a buscarla. Me lea a H.G. Wells y aJohn Wyndham. Me lea a C.S . Lewis y aCharles Dickens y a Tolkien y HuckleberryFinn.

    T odas las noches lea hasta que yo medorma sobre los almohadones o l sedorma en su butaca. Nos dbamos lasbuenas noches de esa manera,desapareciendo en mitad de una frase.

    Y de esa manera aprend todo lo que s,con el suave tictac del reloj, el clic-clic dela estufa de gas al calentarse, el relieve delterciopelo en la mejilla, el olor a whisky yel sonido de la voz del abuelo al leer.

  • Cmo poda no ser sitio para un nio?

    Cmo podan decir eso?

    Qu saban ellos?

  • 4AI da siguiente me llamaron portelfono.

    Ginny vino corriendo por el pasillopara buscarme. Yo estaba hurgando en unagujero de mis vaqueros. Estabaesperando. T rataba de descomponer eltiempo, minuto a minuto, segundo asegundo. No funcionaba.

    A Ginny le sudaba el labio superior. Lebrillaba.

    Cassiel dijo. Es para ti. Es tuhermana.

    Camin detrs de ella, volvimos sobresus pasos. Cuando llegamos a la ocina

  • me qued mirando un momento elauricular antes de cogerlo. Ginny agitabalas manos y, moviendo los labios, meinstaba a que hablara.

    Diga? contest.

    Cass?

    l tena una hermana.

    Por su voz, notaba lo mucho quetemblaba. Quera hacer que parase.

    Mir a Ginny. S egua aleteando. Le dila espalda.

    Cass. Soy Edie.

    Hola, Edie.

  • Emiti un pequeo sonido, no era unapalabra completa, en realidad; luego dijo:

    Eres t?

    Srespond. Soy yo.

    Entonces, me sent en la ocina con losojos cerrados y escuch cmo aquellachica llamada Edie, a la que nunca habavisto, lloraba porque yo estaba vivo. Mehaba imaginado a la gente pegando botes,fuera de s por la alegra y el alivio, y nosollozando a kilmetros de distancia, alotro extremo de la lnea telefnica. No seme haba ocurrido que iba a ser as.

    Cuando dej de llorar, cuando habl,ng que era a m a quien hablaba, a m a

  • quien haba echado de menos todo esetiempo, a quien se alegraba tanto de haberencontrado. Fing que era mi hermana. Deesa manera, no tena que sentirme tanmal.

    V oy a ir a buscarte, Cass dijo.Por favor, qudate donde ests. Por favor,no vuelvas a desaparecer antes de quellegue.

    De acuerdo.

    Lo prometes?

    Lo prometo.

    Ay, Dios. Mam no est en casa. Nopuedo localizarla. V oy a ir a buscarte. Allestar. No te muevas!

  • No me mover repuse yo.Esperar aqu.

    Tard mucho tiempo en despedirse.Colgu el telfono y me forc a sonrer aGinny.

    Y bien? dijo ella. Cmo haido?

    No saba por qu lo preguntaba. Habaescuchado todo cuanto quiso mientrasrondaba por la fotocopiadora, simulabaestar ocupada, se mantena en silenciopara poder escuchar.

    Bien respond.

    No has hablado mucho observ.

  • Nunca lo hago.

    Me fui a mi habitacin y me sent en lacama. S on el timbre para la comida yempez el ftbol en la televisin y laducha era gratis; pero me qued all.

    Debera haber huido. Debera haberescapado de aquello mientras pude. Perono fui a ninguna parte. Ni siquiera mebaj de la cama. No sal de la habitacin.No me mov. Porque, de pronto, tena unahermana, y ella me haba pedido que no lohiciera.

  • Cuatro horas ms tarde, o a Edie antesde verla. La o caminar hacia mihabitacin y el estmago se me abricomo un desladero. S us zapatostaconeaban con delicadeza junto a lospasos sibilantes, estridentes, de Gordon yGinny.

    Cuando entraron, Edie se detuvo y sellev las manos a la boca. S e qued allparada, mientras Ginny sonrea satisfechaa sus espaldas.

    No saba qu hacer con mi cara.

  • Notaba sobre mi cabeza una sealluminosa intermitente que deca: NO ESL. Esper a que se diera cuenta. Esper aque dijera: No eres mi hermano, yespecul sobre lo que sucedera acontinuacin. Empezaran a sonar lassirenas? Me derretira como cera de unavela hasta convertirme en un charco en elsuelo? Cuntas personas me golpearan?Dnde me encerraran, una vez que losupieran?

    Y si ella pensaba que yo era Cassiel?S i me encajaba en el lugar de su hermano,como la pieza equivocada en un puzle,qu ocurrira entonces? Eso era lo quems me asustaba de todo. Y tambin era loque realmente deseaba.

  • Me qued quieto y aguard a que sedecidiera.

    Mantuvo las manos sobre la boca. Elmaquillaje se le corri de los ojos al cutis.Me la imagin aplicndose rmel aquellamaana, antes de saber que iba a ver a suhermano desaparecido.

    Di algo, Cassiel susurr Ginny.

    Lo expres como si yo fuera idiota,como si tuviera cuatro aos. Tuve ganasde golpearla.

    Hola, Edie dije. La voz no parecala ma.

    Edie respir hondo y consigui queGordon y Ginny nos dejaran a solas. No

  • habl, solo se lo pidi con los ojos y lasmanos, y ellos dijeron que s.

    Entonces, me qued solo con ella. Y, derepente, supe que cualquier cosa quehiciera, por pequea que fuera, unapalabra, una mirada, un gesto, podradejar todo al descubierto, podra gritarhasta que las paredes se desplomaran queyo no era l. Me senta como una clulabajo el microscopio. Y Edie era el ojo quetodo lo ve. No poda respirar. No podamoverme. Me qued petricado y laobserv.

    No era como me haba imaginado. Eramucho ms menuda que yo y tena el pelolargo y oscuro. Pelo largo y oscuro y unosojos azules que rebosaban agua y luz, una

  • sonrisa tan llena de tristeza que meprovocaba agradecimiento por haberlavisto, como cuando se ve una or pococomn.

    Hblame dijo.

    Tuve que aclararme la garganta. Mivoz estaba encogida, oculta.

    De qu?

    Encogi los hombros y llor; se quedcallada durante un rato. S olo me miraba.La interrogacin y el alivio en susemblante me hicieron estremecer. Eracomo mirar al sol fijamente.

    Pasado un tiempo, baj la vista al sueloy dijo:

  • No me lo creo. No puedo asimilarlo.

    Espir. S olo la miraba. No saba quotra cosa hacer.

    De verdad eres t? pregunt.

    Hice un gesto de asentimiento. Menotaba la lengua hinchada y seca en elinterior de la boca. Necesitaba beber agua.

    Di algo me inst. Por qu nodices nada?

    Porque me da miedo. Porque no meconoces. Porque me confundir al hablar.

    Me alegro de verte dije.

    Te alegras? pregunt ella. Te

  • alegras? Dos aos, Cass. T ienes que haceralgo ms que alegrarte.

    Lo siento.

    Vine conduciendo a toda velocidadexplic. No dejaba de pensar que meiba a estrellar. Cre que iba a dar unavuelta de campana con el coche, pero nopoda aminorar la marcha. D nde hasestado? prosigui. Por qu nollamaste? Qu narices te pas?

    Mis labios estaban pegados. Alguienme haba cosido la boca y no podaabrirla.

    Has cambiado mucho observ.

  • Not la barba de varios das en mimentn. Me frot las mejillas con losdedos, me los pas por el pelo, demasiadocrecido. Deslic la lengua por mideteriorada dentadura.

    T tambin respond. Poda decireso? Estaba mal?

    Qu alto ests.

    Ah, s?

    Por qu te marchaste? preguntde repente, y la piel de su voz se quebr, laangustia que yaca por debajo empez abrotar. Por qu lo hiciste?

    Lo siento repuse yo.

  • Pens que estabas m u e r t o prosigui. La gente deca que estabasmuerto.

    No estoy muerto.

    V olvi a asentir con un gesto y surostro se desplom, y rompi en llanto, unllanto en toda regla, lgrimas y mocos sinparar. Le faltaba la respiracin. S e quedparada al otro lado del cuarto y me mircomo si desease que la consolara. Nosaba qu hacer. Esperaba a que dejase dellorar, pero ella atraves la habitacin yfue directa hacia m. Llor sobre micamisa.

    Mientras tanto, cerr los ojos confuerza y respir lentamente.

  • Tena una hermana y era perfecta y leimportaba que yo estuviera all.

    Creo que eso era lo ms parecido a lafelicidad que haba conocido nunca. Ysupe que por aquello ira al infierno.

    T odava lo s. S i existe el inerno, esall adonde ir.

  • 5De vez en cuando convenca al abuelode que necesitbamos salir; a la granjaurbana, tal vez, o al mercado, o a pasearjunto al canal. l nunca le encontrabasentido. Creo que despus de haberpasado aos escondido entre laspolvorientas y amarillentas entraas desus libros, la vida real era como atarsepesas de plomo a los pies y saltar al aguahelada; no era precisamente lo que leapeteca.

    No le importaba que yo saliera solo.Me deca que era una buena idea.

    Los nios melindrosos de hoy en dano conocen el peligro ni el sentido de la

  • orientacin, deca.

    Cuando tena tu edad, me pasaba dasenteros fuera de casa, con nada ms queuna brjula y un pedazo de cuerda, deca.

    Deca que dudaba mucho de que mefuera a perder o me secuestraran, o queme fuera a caer por la boca de unaalcantarilla.

    Tena razn. Nunca me pas.

    Aun as, a veces lo convenca para quese vistiera y me acompaara, solo porqueme gustaba que estuviera conmigo, soloporque l necesitaba el aire fresco. Tenala piel apagada y na como el papel. S upelo recordaba a una nube quemada. Le

  • advert que si no sala de vez en cuando alsol, se convertira en una pgina de suslibros mohosos, y la ms ligera rfaga deviento lo desintegrara. Hasta ciertopunto, me lo llegu a creer.

    Cuando me iba de casa solo, era rpidoy gil. S aba caminar sobre los muros yabrirme paso entre las multitudes yagacharme bajo los puentes y metermepor huecos diminutos y saltar por encimade las verjas. Al abuelo no se le daba muybien andar. T ropezaba a menudo y, aveces, se tambaleaba, y se le olvidabaadnde iba. En una ocasin se cay alcanal. No es que se cayera en el sentidoestricto: estaba demasiado cerca de laorilla y entr caminando directamente,

  • como si desde el primer momento fuera loque pretenda. Llevaba un abultado abrigode piel de cordero que, al empaparse deagua, se volvi tan pesado que el abuelono fue capaz de volver a levantarse. No eraun canal profundo, no era peligroso. Fuedivertido. All estaba el abuelo, con elagua sucia hasta el pecho, empapndosecon su abrigo, cuyo color iba cambiandode arena a negro.

    Vamos, entra me anim. El aguaest estupenda.

    No, gracias, abuelo respond.

    Me gui el ojo.

    Esto me recuerda dijo mientras

  • trataba de incorporarse con gran esfuerzodesde el fondo a mis vacaciones depequeo en la Riviera francesa.

    Creo que el abrigo pesaba ms que l.Al nal, se lo quit y sali del agua con sutraje ligero, como un perro mojado. Elabrigo se qued sobre el agua, como unhombre boca abajo que, con los brazosextendidos a ambos lados, buscara algo enel lecho del canal y, poco a poco, se fuerahundiendo. Tuvimos que rescatarlo conun palo.

    Nunca me gust este abrigo coment el abuelo mientras recorramosde vuelta el camino por el que habamosllegado, acarreando la prenda entre losdos como si de un cadver se tratara,

  • directos de vuelta a casa. Los dientes lecastaeteaban al hablar, como si fuera unesqueleto anciano. Iba desprendiendoagua como una tienda de campaaempapada. S us zapatos se veandestrozados. Tena hojas en el pelo, hojasy excrementos de rata.

    Nos remos sin parar.

    En aquel momento, yo ignoraba que elabuelo estaba borracho. Jams se meocurri. Creo que no saba lo que era estarborracho. Cuando eres nio, te caes y techocas contra las cosas todo el rato. Noca en la cuenta de que, supuestamente,aquello se acababa a medida que te hacasmayor.

  • De todas formas, no me habraimportado. A mi entender, el abueloborracho no era peor que el abuelo sobrio.No cuando quieres tanto a una persona.No cuando una persona es lo nico quetienes.

    S olo vi llorar al abuelo una vez y nohaba estado bebiendo. No se lo permitan.Fue despus del accidente, cuando fui averlo, solo esa vez.

    Estaba tan plido, tan carente de vida,que tuve la impresin de que iba adesaparecer.

    Intent hablarme. Intent contarme laverdad, pero las lgrimas no dejaban deinterponerse en sus palabras.

  • Desgarradores sollozos le quebraban lavoz.

    No lo abrac como abrac a Edie. Mesenta demasiado conmocionado.

    Debera haberlo abrazado como laabrac a ella. Debera haberlo hecho, perono lo hice.

  • 6De pronto, era libre para marcharme.Edie rm unos papeles en los quedeclaraba que era responsable de m. Leense a Gordon su carnet de conducirpara demostrar que pasaba de losdieciocho aos y que era quien deca ser,la hermana mayor de Cassiel y todo lodems.

    Me acompa a recoger mis cosas. Yolas haba guardado en la mochila, queesperaba sobre mi cama.

    No haba nada del otro mundo. Unalinterna sin pilas, un tenedor y un cuchilloque haba robado en el comedor, unapelota de tenis, un lpiz, una pluma de

  • martn pescador, una billetera vaca, uncuaderno viejo, varias postales, un par devaqueros, dos camisetas antiqusimas yuna sudadera que haba encontrado sobreuna verja.

    Haba encontrado la mochila en uncontenedor de basura aos atrs. Tena uncorte en un lateral y una de las correasestaba rota, de modo que la tiraron. Nohice ms que ponerle cinta adhesiva y atarun nudo, y qued muy bien. Es increble loque encuentras si te pones a buscar.Objetos perfectamente vlidos que sondesechados sin parar, objetosperfectamente vlidos y personasperfectamente vlidas.

    Es tuya? pregunt Edie.

  • Asent con un gesto.

    Qu tienes?

    No mucho.

    Alarg la mano y cogi la mochilaantes de que pudiera impedrselo. Observcmo abra la cremallera. S olo era capazde pensar en que ah dentro poda haberalgo que llevara mi nombre, o algo quesimplemente aguardaba a delatarme; perono era as. Daba la impresin de que miscosas acabaran de llegar arrastradas porla marea hasta all, al rasgado interior decolor negro. Parecan cosas que el marhubiera escupido.

    No reconozco nada de esto

  • coment Edie.

    Me encog de hombros.

    Supongo que no.

    Cogi la pequea pluma con vetasazules.

    Me la regalas? pregunt.

    Vale.

    Es curioso dijo al tiempo querozaba con los dedos la na punta de lapluma.

    El qu?

    Que hayas estado desaparecido y

  • que todo este tiempo hayas llevadocontigo una cosa as.

    S alimos al exterior y nos dirigimos a sucoche, un viejo Peugeot plateado con unaabolladura en un costado y una rueda casivaca. Del espejo retrovisor colgaban unasores de plstico y en la bandeja traserahaba una pila de peridicos atrasados. S ehincharon como velas de barco y secerraron de golpe cuando abrimos ycerramos las puertas.

  • Me pregunt cmo se subira a loscoches Cassiel Roadnight. Me pregunt sila manera en la que yo me suba podradelatarme.

    Gordon, Ginny y algunos de los chicosse encontraban de pie en el patio,esperando a que nos furamos para poderproseguir con lo que quiera que viniese acontinuacin. Nadie supo qu decir.

    Buena suerte Gordon tena mediacabeza metida por la ventanilla bajada delcoche. Pens en subirla mientras an tenala cabeza dentro. Pens en salirconduciendo, sin ms.

    Muchsimas gracias dijo Edie.No s cmo agradecroslo.

  • Ginny me dijo:

    Cuntanos cmo te va pero no lodeca sinceramente y saba que yo no lohara.

    De acuerdo dijo Edie, que se mira los pies y luego a m; arranc el coche,dio la marcha atrs. Nos vamos.

    Giramos hacia la carretera y, depronto, la casa y todo el mundo que lahabitaba haban desaparecido, como si nohubieran existido jams. Durante unsegundo, pens que tal vez habra estadoms seguro all, que tal vez me habra idomejor. Durante un segundo, dese queEdie me llevara de vuelta y meabandonara. Cuanto antes, mejor. Ahora,

  • antes de que todos nos hiciramosdemasiado dao.

    El coche era pequeo y estabadesordenado y abarrotado de cosas. Unacesta volcada haba vertido su contenidosobre el suelo, y una enorme bolsa azulacaparaba la mayor parte del espacio amis pies. El asiento trasero estabaatestado de ropa. El salpicadero se veacubierto de folletos y papeles y tiques deaparcamiento. Apestaba a incienso. Notque me haba sentado encima de algo.Met la mano por debajo y tir hacia fuera:un trozo de una manta de punto vieja, soloun retal, gris por la suciedad y plagado deagujeros. Habra supuesto que Edie loutilizaba para limpiar el parabrisas si

  • hubiera limpiado el parabrisas alguna vez.Estaba a punto de soltarlo. Fue laexpresin en la cara de Edie lo que me hizodetenerme. En vez de eso, lo sujet unosinstantes e introduje los dedos por losbucles y remolinos.

    Edie me observaba.

    Tan difcil resultaba ser otra persona?Haba que estar vigilante hasta esepunto? Cunto iba a durar, si un simpleretal mugriento poda ser algo especial?

    Edie se enderez en su asiento, respirhondo, sonri a la carretera.

    Pens que igual la habas echado demenos coment. S que ya eres

  • demasiado mayor y todo eso. S olo pensque te hara sonrer.

    Gracias dije yo. S onre, tal como seesperaba de m. Fue como si la cara se medividiera en dos. Met el trapo en lamochila.

    Dejamos a un lado de la carretera unpub llamado T he Homecoming, el regreso

    al

    Resultaba agradable encontrarse en unespacio sin taquillas ni archivadores nilquidos de limpieza industrial ni un lugarpara cada objeto. Observ las manos deEdie, al volante. Llevaba un anillo de oro

  • en el meique de la mano derecha, y otrode plata en el dedo corazn de laizquierda. Las venas sobresalan bajo supiel, ligeramente azuladas; huesosdelgados y perfectos oscilaban a cadapequeo movimiento. En el coche hacacalor, un calor seco. Por los conductos dela calefaccin entraba aire y, como unasanguijuela, me chupaba la humedad delos ojos y la boca. Mientras conduca, Ediemiraba al frente, a los espejos, a suhombro y, luego, a m.

    V oy a ir despacio hasta casa dijo. No voy a chocarme ni a dar una vueltade campana con el coche.

    De acuerdo respond. Y, en miinterior, o que una parte de m deseaba

  • que lo hiciera.

    No dijimos nada durante un buen rato.El silencio del coche lo llenaba el hecho deque no sabamos qu decir.

    Pens en el lugar adonde nosdirigamos: cmo sera y quin estaraesperando all. Pens en cmo narices ibaa conseguir salir impune. Cada vez quepensaba en ello, mi cuerpo se abra comosi estuviera hueco, como cuando se teolvida algo fundamental, como cuandosabes que ests metido en un lo, comocuando te despiertas y lo nico queencuentras es remordimiento.

    Estamos muy callados observEdie para tener dos aos de historias

  • por contar.

    Lo de estar callado me gustaba. Nopoda equivocarme si estaba callado.

    No hay prisa, verdad? dije yo.

    S upongo que no respondi.S upongo que antes tampoco hablbamosmucho.

    Cambi de marcha, pero no entr bieny el coche chirri y rechin hasta que Edieconsigui introducirla.

    Cass, te he echado de menos dijo.

    Qu se supona que tena queresponder? Me mir los pies. Mir por laventana. Ella an lo echaba de menos. No

  • haba dejado de hacerlo, la pobre. Solo queno lo saba.

    Soaba contigo prosigui.

    Qu habra respondido l? Gracias?Lo siento?

    En mi imaginacin, eras el mismoque cuando te marchaste dijo. Dabapor hecho que tendras el mismo aspectoestuvo a punto de sonrer. Hanpasado dos aos. Es absurdo.

    hogar. El interior se notaba clido,ruidoso. Me imagin saliendo del coche yentrando en el p u b , quitndoles lasbebidas a los clientes mientras se volvande espaldas. Me vi a m mismo a travs de

  • las ventanas.

    Me pregunto si mam y Frankhabrn recibido mis mensajes dijo ella. No he podido localizarlos.

    No saba quines eran esas personas.No tena ni la menor idea de qu decir.

    Puede que an no lo sepan continu Edie. Es raro, verdad?

    Vi que examinaba mi mirada en buscade algo que no estaba all. Parpade, y ellatambin.

    Dios mo, Cassiel dijo. No mepuedo creer que seas t.

    Yo saba exactamente lo que quera

  • decir, aunque ella misma no lo supiera.

  • 7Imagina la vivienda campestreperfecta, justo al nal de un camino quesube y baja a travs del bosque y discurredesde lo alto junto a los campos de cultivo.Una cerca de madera pintada de blanco,un porche cubierto, rodeado deexuberantes membrillos y rosas de olor,un jardn al que dan vida el canto de lospjaros y el arrullo amortiguado,constante, de un riachuelo.

    No me lo estoy inventando. No lo soni le acerca de l. Este lugar existe. Esdonde Edie me llev.

    A casa.

  • Fing quedarme dormido en el asiento,junto a ella, para no tener quepreocuparme por qu decir. Permit quemis ojos se dieran por vencidos y secerraran y me qued en el pequeo ncleode m mismo, escuchando. Escuch elmotor, el tictac del intermitente y larespiracin de Edie. Escuch el aire al otrolado de las ventanillas, el ajetreo de otroscoches y la msica que Edie puso y baj devolumen para que no me despertara.

    Escuch cuando contest el telfono.Son una vez.

    Una voz de mujer, aguda, na ymetlica, dijo:

    Es l?

  • Es l conrm Edie, y supe que aldecirlo me estaba mirando. Es Cass.

    Ay, Dios mo! exclam la mujer.No me lo puedo creer!

    Aqu lo tengo, a mi lado.

    Cmo est?Qu aspecto tiene?Seencuentra bien?

    Dormido respondi Edie. Alto.Perfectamente.

    Y si hablo con l?

    Edie me propin un codazo. Cambi depostura en el asiento y me estir. Mepropin otro codazo, ms fuerte. Abr los

  • ojos y contempl la sucesin de edicios,farolas y rboles. Ninguno de ellosconoca la terrible mentira que yo habainiciado, a ninguno le importaba.

    Edie me ofreci el telfono con gesto deinterrogacin. Retroced al mirarlo. Negucon la cabeza. Me lo volvi a ofrecer, conms empeo. Me lo coloc en la mano.

    Es mam.

    Diga? respond.

    Por el telfono de Edie se escuch unarespiracin ruidosa, jadeante e irregular.Me record a un corredor de fondo, a unperro enfermo.

    Se qued callada.

  • Diga?

    Quin es? pregunt. Eres t?

    Haba detectado la mentira en mi voz.Es lo que una madre hara. Se dara cuentaal instante. Al hablar, me alej delauricular para que resultara ms difcilorme.

    S, soy yo.

    Entonces, el llanto, justo como Edie. Elruido leve y extrao, el sentimiento devaco al escucharlo. Mir a Edie. Le devolvel telfono.

    Mam dijo. S e ha terminado.Vuelve a casa.

  • Nada. Ms sollozos. Me pareci or quedeca:

    Ests segura?

    Tengo que dejarte. Llegaremos en unpar de horas.

    Edie solt el telfono en su regazo.

    Ests bien? pregunt.

    T rat de mantener los ojos sobre el grisen movimiento de la carretera quetenamos delante. Me agradaba la maneraen la que tena que desplazarlos paraseguir mirando al mismo lugar.

    Estoy perfectamente respond.

  • Deseaba averiguar adnde bamos.Deseaba preguntar cunto tardaramos,pero no poda. Se supona que ya lo saba.

    En qu ests pensando? pregunt.

    Odio esa pregunta. S i ests pensandoen algo, es personal. S i quisieras que otrapersona lo supiera, hablaras.

    En casa respond.

    S e enderez en su asiento y se colocun mechn de pelo detrs de la oreja.

    Tengo que decirte una cosa dijo.

    Qu?

  • No te va a gustar.

    De acuerdo.

    V olvi la vista hacia m. Habl conexcesiva rapidez.

    Por favor, no te enfades. Por favor,no lo tengas en cuenta. Frank nos compruna casa. Nos hemos mudado.

    Tard un minuto en entender unascuantas cosas.

    No me importaba. Para m, eranbuenas noticias. Para m, era un regalo.

    Edie se mantuvo a distancia,esperando una reaccin. Ignoraba si era yoquien la pona nerviosa, o ese tal Frank; la

  • persona que ella no conoca, o la que s.

    Cassiel estaba desaparecido. No sesupona que su familia lo iba a esperar?No se supona que sus seres queridosiban a estar all mismo, cuando llegara acasa? Me lo imagin efectuando el viaje,llamando a la puerta de una casa llena dedesconocidos, abandonado por partidadoble. A Cassiel s le importara.

    Qu fuerte dije. Negu con lacabeza.

    No fue cosa ma aleg ella sinmirarme, manteniendo los ojos en losespejos, manteniendo la cara hacia lacarretera.

  • De quin fue la idea?

    Escuch una nota de molestia en mivoz. Me asombr de mi propia hipocresa.

    Edie respondi demasiado deprisa.

    Frank la encontr dijo. Pensque era lo mejor para mam, ya sabes.Para darle algo en que pensar.

    Ya.

    Era la casa de los sueos de mam.Recuerdas esa por la que siemprepasbamos camino al prado comunal?Estaba a la venta y a Frank le ha estadoyendo muy bien y...

    Fue un buen gesto por su parte

  • dije yo.

    Quin narices era Frank? Un to rico?El padre de la familia? El novio de sumadre?

    S respondi Edie. Es verdad.

    Coloc su mano sobre la ma y condujoas durante un rato; yo miraba nuestrasmanos y ella miraba la carretera.

    Pens que te ibas a enfadar admiti.

    Quieres que me enfade?

    No respondi. Dios, no. S olopens que te enfadaras, nada ms. T ienestodo el derecho.

  • La idea de tener derecho a lo que fuerame provoc una sonrisa.

    Ya est hecho conclu. No le veoel sentido.

    V olv a cerrar los ojos y, durante unrato, me qued dormido de verdad. Meestaba mirando la cara en el espejo. Mepreguntaba cmo narices haba acabadoteniendo aquel aspecto.

    Fue el apagado del motor lo que medespert, la ausencia de ruido, y acontinuacin el golpe de la puerta de Edieal cerrarse. Abr los ojos, a solas en uncamino de tierra rodeado nicamente deverde. Estaba oscureciendo. Era irreal,como cuando te despiertas de un sueo y

  • te encuentras en otro. Nunca haba estadoen un espacio tan amplio. El vientosoplaba a travs del terreno y venadirecto hacia m como si ahora que meencontraba all, tuviera un objetivo.Escuch cmo su canto atravesaba elcoche, cmo pasaba por encima y pordebajo. Durante una fraccin de segundome pregunt si Edie me habra dejadopara siempre en ese lugar, si lo tenacalculado y me haba abandonado. Yentonces o el chirrido de una verja y ellaregres, cruzando a grandes pasos elabsoluto vaco, y al abrir y cerrar la puertadel coche trajo consigo una pequeaporcin del temporal y el olor a hierba fra.

    Cass, bienvenido a casa dijo.

  • El coche franque con dicultad laverja abierta, seccionando el barro mojadoy las huellas de tractor. Edie se baj paracerrarla a nuestras espaldas. La llanuraverde se fue estrechando hasta convertirseen un sendero jalonado de rboles yentonces all estaba. La casa de los sueosde la madre de Cassiel. En el piso inferiorse vea una luz encendida; se dispersabaen el aire, clida, amarillenta. Edie toc elclaxon dos veces y la puerta principal seabri de golpe. Hasta que la luz del porchese encendi no pude verla bien, delgada yoscura y despeinada por el viento, unaversin de Edie con ms edad, con elmismo aspecto frgil, igual de menuda. S ellev las manos a la boca como habahecho Edie al verme. Entonces se puso a

  • saltar y a agitar los brazos, sus gritos seesfumaban bajo el viento. Corri endireccin al coche. Observ que seacercaba a nosotros como un tornado,como el agua. No haba forma de escapar.

    Edie clav su mirada en m.

    Qu te pasa? pregunt. Da laimpresin de que vas a vomitar.

    Nada.

    Ests asustado. Qu te asusta?

    No tuve tiempo de responder. Lamadre de C a ssi e l se abalanz sobrenosotros, sobre m. Con ambas manos,abri la puerta del coche de un tirn. El

  • viento me agarraba del pelo y se me metaen los odos, y ella trataba de sacarme porlos brazos y de lanzarse sobre m almismo tiempo.

    O cmo Edie se bajaba del coche por elotro lado, libre y desapercibida, como sifuera invisible, como si no estuviera all.De pronto, me vi a m mismo desde fuera,en aquel lugar azotado por el viento yplagado de barro, ngiendo ser el hijo deaquella mujer. Me costaba respirar.

    No se dara cuenta? No lo sabra encuanto me tocase?

    La madre de Cassiel llevaba pulserasque entrechocaban y producan un sonidometlico, y sus uas estaban mordidas en

  • tal medida, hasta tan abajo, que me sentincapaz de mirarlas. Intent salir del cochecon ella an aferrada a m. Intentponerme de pie.

    Mi nio dijo, y luego tir de m yme coloc en la curva de su cuello, mifrente sobre su hombro, mi espaldadoblada como una guadaa. S u ropadesprenda un olor al calor del interior, aperro y a fuego de lea y a cocina, a humode cigarrillo. S ent su aliento, no y dbil,como si despus de aos de hacer lomismo estuviera agotada. S e rio en mipelo y ci sus delgados brazos alrededorde mi espalda. El aliento le ola a ores y aceniza.

    Almacen todo eso en un espacio vaco

  • y silencioso de mi mente. De modo queaquella era la impresin que daba unamadre.

    La madre de Cassiel se retir haciaatrs para mirarme. S us ojos se veansalvajes y triunfantes, y en sus oscuraspupilas se perciba algo parecido al miedo.Intent no dejarle ver lo asustado queestaba. En mi imaginacin escuch lacuenta atrs, que terminaba con su gritode desilusin.

    No se produjo. Llegu hasta cero y ellano haba gritado.

    Nunca pens que volvera a verte dijo mientras negaba con la cabeza; laamenaza de las lgrimas le ahogaba la voz

  • . Nunca pens que te encontrara.

    Agarr mi camisa, mi remendadacamisa de tienda de benecencia, como sicreyera que su mano podra atravesarladirectamente.

    Eres real dijo con un susurro.

    S.

    Has vuelto.

    S.

    No s cunto tiempo nos quedamos allparados, bajo aquel aire hmedo, glido.S e meci como si sujetara a un beb, peroera yo quien la sujetaba a ella, o eso creo.Edie haba entrado en la casa. Un perro

  • sali al porche, olisque el aire, estir laspatas traseras y volvi adentro. La puertadel coche segua abierta y la luz interiorestaba encendida. Me preocupfugazmente por la batera. Los rbolesgolpeaban la casa con violencia, como sisupieran que exista un motivo paraenfadarse, como si conocieran la maldadque se estaba cometiendo. Les lanc unamirada feroz y me golpearon con violenciaa m tambin.

    Cuando el telfono son en el interiorde la casa, la madre de Cassiel dio unbrinco, como si estuviera dormida, comosi estuviera a kilmetros de distancia.

    Debe de ser Frank dijo, y se seclos ojos y se alis el pelo hacia atrs, como

  • si quienquiera que fuese Frank pudieraverla. Entremos indic. Vamos ahablar con Frank.

    Me cogi de la mano para caminarconmigo, pero cuando tir hacia atrspara coger mi bolsa y cerrar la puerta delcoche, no esper. Me solt y se dirigi a lacasa, abandonndome unos instantes, medej solo bajo el viento y la oscuridad.

    El perro estaba en su cesta de laesquina. No se levant. Elev los ojos,agit la cola perezosamente al vernos,haca bum-bum-bum al chocar contra elsuelo. Era un mestizo enjuto, fuerte, viejo,tosco y canoso. Le rasqu el cuello, le en

  • su collar el nombre:

    Dentro de la casa haca calor y ola acanela, a cebolla y a humo de lea. Pordebajo del humo de lea haba algoempalagoso y podrido, como cubos debasura, como putrefaccin.

    Estaba espantosamente iluminada.Not que la luz se cerna sobre cadaarruga y cada hueco de mi cara, diferentea la de Cassiel. Not que la cara mecambiaba, amenazante y espantosa en surareza. Me vi reejado en el espejo. Era yo,en vez de l. No resultaba obvio?

    En realidad, Edie y su madre no me

  • miraban. No podan haberme mirado.Pero quiz lo hicieran de un momento aotro. Me qued all de pie, sin moverme, yesper a que el instante llegara.

    Pase la vista alrededor de la cocina,oscura y de techo bajo, con suelo depizarra negra y armarios rojo sangre, unfogn antiguo que bombeaba calor; en elcentro, una mesa larga de madera lavada.Haba un sof pegado a la pared, rasgadoy destartalado, con viejos almohadones deterciopelo que, durante un ntido segundo,me hicieron pensar en el abuelo.

    Sergeant. Se coloc boca arriba y dej aldescubierto la calva rosada de suestmago, la extensin invertida de susonrisa.

  • La madre de Cassiel estaba sonrojadapor el aire fro y sus nudillos, al agarrar eltelfono, se vean transparentes.

    Es Frank? pregunt.

    Edie asinti.

    Acaba de recibir nuestros mensajes.

    La madre de Cassiel me tendi eltelfono.

    Cass dijo, ven a hablar conFrank. Deja que te oiga tu hermano mayor.

    Le quit el telfono de la mano y meacarici la mejilla. La mir a los ojos.Esper a que se diese cuenta.

  • Hola, Frank dije, y me quedquieto, obediente, mientras ella meacariciaba.

    Frank estaba fumando. Escuch lahmeda succin al aspirar el cigarrillo, ladensa inhalacin de aire. S e ech a rer, eimagin su boca, y el humo que sala deella.

    Cass dijo. Has vuelto su vozsonaba grave y clida.

    S respond.

    S onaba tranquilo, seguro de s mismo.Me gustaba cmo sonaba.

    Estoy deseando verte dijo.

  • Yo tambin.

    Voy directo a casa.

    Cundo. Esta noche?

    Por la maana.

    Vale, muy bien. Gracias.

    S era l quien se diera cuenta?Mirara a su hermano y descubrira almentiroso que haba debajo?

    Es un milagro, Cass dijo Frank conla boca cerca del telfono, los labiosrozaban el auricular mientras hablaba, demanera que el sonido que producan meraspaba en el oscuro vestbulo los odos.

  • En realidad, no repliqu.

    No, creme dijo Frank. T eresun milagro.

    La madre de Cassiel alargaba la manoen direccin al telfono.

    Mam quiere hablar contigo dije.

    No. Dile a Helen que tengo quecolgar respondi. Dile que la vermaana.

    Vale.

    Oye, Cass dijo.

    S?

  • Bienvenido a casa.

    Colg el telfono. Me qued pegado altelfono an unos instantes.

    Ahora tambin tena un hermanomayor.

    Helen. La madre de Cassiel se llamabaHelen. Era as como Cassiel la llamaba?O la llamaba mam? Estaba de pie, muycerca de m. Podra haber contado mispestaas desde donde se encontraba. Nopareca darse cuenta de mis cicatrices, delos piercings antiguos en mis orejas, de losotros miles de diferencias que deban deexistir. Acaso no me vea?

    Ha colgado indiqu.

  • S u mirada se desenfoc ligeramente,aunque sigui ja sobre m. Observ cmose iba. Observ que se aojaban, perdanintensidad y regresaban; sus pupilas,perdidas en un azul nublado, turbio; sumirada, oja. La madre de Cassiel estabacolocada. No me estaba viendo.

    Edie me observaba. Me pregunt sinotara la conmocin en mi cara. Mepregunt si se supona que yo ya lo saba.

    Helen se sent a la mesa, sonri al airey empez a liar un cigarrillo.

    Edie recogi mi mochila y abri lapuerta, que daba a un vestbulo oscuro.

    Vienes? me pregunt.

  • Adnde? dijo Helen.

    Iba a ensearle esto. No sabe dndeestn las cosas.

    Hablaban de l, de Cassiel, aunque yoestaba parado justo delante de ellas.S upuse que era a lo que estabanacostumbradas, a hablar de Cassiel, a queCassiel no estuviera presente. S upuse que,de alguna manera, resultaba apropiado.

    Edie me mir.

    Quieres?

    S respond. S, quiero.

    En el oscuro vestbulo, abri unapuerta que daba a las escaleras. Agarraba

  • mi mochila, la llevaba a baja altura, por lacorrea, y la dej caer en el primer escaln.La barandilla era de madera, pintada deun gris plido azulado. Los escalonesestaban polvorientos, y sobre ellosdanzaban pelusas y migajas, pedacitos depapel y restos de tabaco.

    Te ha gustado la cocina? pregunt.

    Es agradable respond. Bonita.

    S onri. S us dientes y el blanco de susojos parecan piedras en la oscuridad.

    No estoy acostumbrada a orteutilizar esas palabras.

    Tena que ser cuidadoso hasta tal

  • punto? Acaso las palabras bonita yagradable me haban traicionado?T rataba de ser un buen chico. T rataba deser como l, nada ms.

    Qu hay aqu? pregunt al tiempoque atravesaba un espacio a mi derecha.Era una habitacin pequea con botas yabrigos y un montn de cajas.

    Nada del otro mundo repuso Ediemientras se alejaba y abra la puerta deenfrente. Este es el cuarto de estar.

    Vi una enorme chimenea baja y unaaraa de cristal, tres butacasdesvencijadas y una gruesa alfombra en elsuelo. Haca fro.

  • Apenas entramos aqu comentEdie. Se est mejor en la cocina.

    Me llev al piso de arriba. Cerr anuestras espaldas la puerta que daba a lasescaleras. S u voz resonaba entre lasestrechas paredes.

    Por qu te has sorprendido tanto?pregunt.

    Cundo?

    Cuando has visto a mam.

    Trat de pensar.

    Crees que est peor? preguntEdie.

  • Me encog de hombros.

    Es difcil decirlo.

  • Ahora las consigue en Internet dijoEdie.

    El qu?

    Valium. Diazepam. Dios sabe qu. Elmdico ya no le daba las sucientes. Ledijo que las dejase.

    Tal vez debera.

    Edie clav la mirada en m unossegundos.

    Antes no pensabas igual observ.

    Maldita sea.

    Ah, no?

  • Gir en el ltimo recodo de lasescaleras.

    Cmo las llamabas? Lascuidadoras de mam?

    Intent sonrer.

    Ah, s.

    La mantienen atontada, de modo queno le importa lo que ests tramando. Tesuena?

    All arriba haca an ms fro ynuestros pies armaban ruido sobre elsuelo de madera.

    T y Frank, los dos prosigui.Sois muy malos tanto el uno como el otro.

  • La habitacin de Cassiel era la tercerapuerta a la derecha, despus deldormitorio de Frank y el cuarto de bao.Al otro lado del pasillo estaban los cuartosde Helen y Edie.

    Edie entr en la habitacin de Cassielantes que yo. Lo hizo directamente y contoda tranquilidad, como si no pasaranada. El polvo se arremolin bajo la luzque proceda del techo. Pens en inhalarlo.Me lo imagin arremolinndose de aquellamanera en el interior de mi nariz, mi boca,mi garganta y mis pulmones.

    Me detuve en el umbral como si elpropio aire me apartara de un empujn.No era mi dormitorio. No eran mis cosas,no tena derecho a tocarlas.

  • Qu pasa? pregunt Edie.

    Mir ms all de ella.

    Nada.

    Es diferente? pregunt. Intentque estuviera exactamente igual.

    Respond:

    Solo estoy mirando.

    Cuando entr, el polvo pulul con msfuerza y rapidez a mi alrededor, como siestuviera indignado. Ah estaba su madreabrazndome estrechamente, ah estabasu hermana pidindome que entrara. Peroincluso el polvo de la habitacin deCassiel saba que yo no era l.

  • Est ms ordenada coment Edie, Seguro que te das cuenta.

    Mir las cosas de Cassiel. Me desplacpor la habitacin, recogiendo objetos,tocndolos, abriendo cajones. Un espejocon una manzana impresa en la superficie,un tambor de piel, una foto de dosintrpretes de banjo en un pequeo marcode metal. Un libro sobre la confeccin demscaras, una carpeta con dibujos, unmonopatn. Una pila de postales, unordenador porttil, un pster de unapelcula de la que yo nunca haba odohablar. Ropa, lavada, planchada, dobladay esperando desde haca dos aos enterosa que alguien se la pusiera. Era demasiadopequea para m. A l ya no le quedara

  • bien.

    Me imagin a Cassiel observndomedesde algn sitio, mientras soabadespierto, o desde el banco de un parque,la caja de un supermercado, desde el cieloo el inerno o desde una simple tumbafra, dondequiera que estuviese.

    Me pregunt hasta qu punto meodiara por lo que estaba haciendo.

    Me pregunt cundo vendra areemplazarme.

    Te hace sentir raro? preguntEdie.

    Un poco respond.

  • S dijo ella. Hay una frase queme pasa por la cabeza sin parar: Mihermano pequeo est en casa.

    Las palabras de Edie me recordaban aun anuncio en una estacin de tren. Mihermano pequeo est en casa y en sudormitorio.

    No, no es verdad deca elcomentario en mi cabeza. No, no esverdad.

    Te gusta? pregunt. Te gustatu habitacin?

    No respond. No se dio cuenta.

    Es ms grande que la antigua,verdad? Te gusta el color? S e llama gris

  • barco de guerra o algo parecido. Mamdice que es soso. A m me parece elegante.

    Sonre.

    Te horroriza dijo.

    No.

    Helen subi al piso de arriba y llamcon los nudillos a la puerta abierta. Edieapart los ojos de m unos segundos y lamir.

    Qu alto ests coment Helen.

    Ah, s?

    S e me olvid que tendras dos aosms se apoy en el marco de la puerta.

  • Cruz los brazos en torno a su cuerpo yme observ.

    Yo le dije lo mismo coment Edie. Es como si hubieras crecido en cincominutos.

    Helen hizo un gesto de asentimiento.

    Es mucho para asimilarlo de golpe.

    Parpadeaba con lentitud, como si a susojos les hubiera apetecido seguir cerrados.

    Dnde has estado, Cassiel?

    Qu pas? Cuntanos qu pas.

    Hablaron al mismo tiempo, casi. Nohacan ms que formular preguntas. Yo no

  • poda responderlas. Mi disfraz era nocomo el papel. Ignoraba quin era CassielRoadnight o qu habra dicho. S i hablaba,sera como desgastarlo con los dientes, memostrara a m mismo acechando pordebajo, el meollo podrido.

    Ahora no dije.

    Cundo? pregunt Edie.

    Djalo, cario terci Helen.

    S e produjo un silencio tenso, unaespecie de punto muerto. O cmorespirbamos los tres. Pens en cmosera la respiracin de Cassiel, cuntasveces por minuto latira su corazn.

    Tienes hambre? pregunt Helen.

  • Debera haber sido as. No pens queno haba probado bocado desde que Ediellam. Pero no tena ganas de comer. Elestmago se me haba cerrado como unpuo. Tena demasiado en que pensar.Demasiadas cosas podan salir mal.

    Cassiel s habra tenido hambre.Habra estado relajado, hambriento ycansado. Cassiel estaba en casa.

    Creo que s respond.

    Muy bien. Vayamos a comer.

    S alieron de la habitacin delante de my escuch cmo continuaban por el rellanoy bajaban las escaleras. Me detuve en elumbral y volv la vista atrs, a su

  • dormitorio. El polvo an girabaenloquecido bajo la luz de la bombilla. Laapagu.

    Desapareci, sin ms.

  • 8Antes de convertirme en CassielRoadnight, nunca haba comido carne. Niuna sola vez.

    S egn el abuelo, ser vegetariano no erasolo una cuestin de salud, crueldad,dinero o sabor; tambin era una cuestinde buenos modales. Deca que robar leche,huevos y miel ya era tomarse bastanteslibertades, para encima cortarle unapierna a una criatura y, luego, ahogarla ensalsa. No le faltaba razn.

    Me ense a cocinar. Me conabatodos los cuchillos alados y toda el aguahirviendo a los que yo pudiera echarmano. Comamos arroz, alubias y

  • verduras. Comamos montones de curry.Comamos como reyes.

    Es lo que el abuelo sola decir.

    Despus del accidente, cuando ya nome permitieron volver a ver al abuelo,trataron de obligarme a comer carne. Meponan en el plato cosas mustias,arrugadas, apestosas, y me decan que sino me las coma, se armara un buen lo.Decan que eran buenas para m.

    No tenan ni la menor idea de lo queera bueno para m.

    Eso les dije. S e lo grit a la cara. Dijeque no coma carne. Dije que quera estarcon mi abuelo. Les lanc la comida. La

  • lanc a las paredes, a las ventanas ydirectamente a las caras. La lanc acualquier parte donde quisiera aterrizar.No me com su carne. Ni hablar.

    Antes me habra muerto de hambre.

    El plato favorito de Cassiel eran lasalbndigas. Helen me puso delante unplato lleno y, por la expresin de su cara,saltaba a la vista que las albndigas eranalgo que, supuestamente, deberaprovocarme emocin y nostalgia.

    Albndigas dije. Gracias.

  • Cuntas veces hemos hablado deesto, mam? pregunt Edie. Cass aqusentado, cenando, justo como ahora.

    Helen neg con la cabeza.

    No lo s respondi. Cientos deveces.

    Cort un trozo de albndiga quechorreaba salsa. T rat de poner unaexpresin adecuada. T rat de sonrer y deno hacer muecas, trat de cerrar los ojosde placer y no de pnico, trat de tragarsin tener arcadas. Me observaban comohalcones.

    Deliciosas coment, anmasticando. S aban a sal, a mierda y a

  • cartlago.

    Tan buenas como recordabas?

    Mejores.

    Consegu comerme dos. Beb unmontn de agua. Las divid en fracciones,me quedaban diecisis, catorce, ocho, una.Mentalmente, ped perdn al abuelo, y alcordero o al cerdo o a la mezcla decriaturas que me estaba comiendo. Juntel cuchillo y el tenedor mientras cuatropedazos seguan nadando en mi plato.

    Qu pasa? pregunt Helen.

    No es propio de ti coment Edie.

    No coma tanto desde hace tiempo

  • respond. Mi estmago no estpreparado.

    Permit que Cassiel, dondequiera queestuviese, anotase un punto en mi contra.Me dije a m mismo que no importaba. Merecord que no tena eleccin.

    De modo que haba dejado de servegetariano. Tambin haba dejado de seryo.

    Cuando huyes, cuando te mueves deun sitio a otro, da tras da, es difcilalimentarse. Robas. Hurgas en los cubosde basura e intentas no darte cuenta deque eres t. Intentas no pensar en lo queests haciendo. Aprendes dnde tiran labasura las tiendas, qu noche es la mejor.

  • Cuentas con lo que desperdician otraspersonas.

    Acabarte la comida? Ni se te ocurra,porque alguien que te observe desde fuerapodra quererla.

    Despus de las albndigas habahelado. Dej que se derritiera en mi boca yse desliz, sabroso y excesivamente dulce,por mi garganta. Lo hice sin pensar.

    Por qu siempre te lo comes as? pregunt Edie. Da asco.

    Curioso tener en comn con Cassielalgo as: la manera de comer helado.

    Has estado en Londres? O enBristol? O en Manchester? Dnde?

  • pregunt Edie.

    Est cansado intervino Helenmientras colocaba su fra mano sobre mifrente.

    Has estado viviendo a laintemperie? pregunt Edie. En lacalle?

    Cul sera la respuesta a eso? Erabastante probable. S i te escapas de casa alos catorce aos, no sueles acabar en unasuite de lujo en el tico de un hotel.

    De vez en cuando respond.

    Helen neg con la cabeza.

    Y preferas estar en la calle a estar

  • en casa? mir a Edie y luego a m. Nolo entiendo.

    Yo tampoco convino Edie. Talcomo lo cuentas...

    S ent un vrtigo en el estmago porculpa de la sustanciosa y extraa comida.Escuch el sonido de sus cucharas alraspar, los delicados sorbos, los tragos.

    Por qu te marchaste? preguntEdie.

    Me qued mirando su comida,solamente su comida. Respond:

    No saba qu otra cosa hacer.

    No te creo dijo Edie.

  • Mantuve la voz suave. La mantuveserena.

    No tienes por qu.

    Tan horrible era? pregunt Helen. Qu era tan malo como para que tetuvieras que marchar?

    Me qued callado.

    Edie dijo:

    No nos deberas haber castigado deesa manera.

    Frank dijo que tenas problemas dijo Helen. Estaba preocupado por ti.

    No entiendo por qu no llamaste

  • insisti Edie. Nunca entender por qunos hiciste creer que estabas muerto.

    Estaba bien pedir perdn? Cassielhabra pedido perdn por eso? Quisepedirlo.

    Edie no poda parar.

    No te pusiste en nuestro lugar acus. Ni se te pas por la cabezahacerlo.

    Eso t no lo sabes replic Helen.

    S , mam, lo s. Lo conozco mejorque t. Tengo razn, verdad, Cassiel?

    No lo s respond.

  • La tengo reiter ella. Y t losabes muy bien. Nunca te perdonar.

    En ese papel de personasdesaparecidas decas que nunca te daraspor vencida le record. No decas quenunca me perdonaras.

    Al instante me asalt la preocupacinde que no debera haber hablado. En elsilencio que sigui despus, pens quehaba hecho algo mal.

    No lo pusiste fcil me recriminEdie.

    Helen empez a retirar los platos. Melevant para ayudarla.

  • S intate le dije, poniendo mi manosobre su hombro. Yo me encargar.

    Buen intento dijo Edie. Temarchas un par de aos y luego vuelves depuntillas, tierno, dulce y servicial, como sicon eso fueras a engaar a alguien.

    Apil los cuencos tan silenciosamentecomo pude.

    Quin narices ests ngiendo ser,Cassiel Roadnight? pregunt.

    Djalo espet Helen. Ya basta.

    Lo siento, Edie dije. Lo siento,mam.

    Edie solt un gruido.

  • Helen me mir y sonre.

    Los ojos te han cambiado de color observ. S e sorprendi al orse decir esaspalabras.

    No me mov. Edie apart el helado y seinclin hacia m.

    No es verdad dijo.

    S es verdad replic Helen. S ondiferentes. Cmo es posible?

    Porque no soy l. Porque soy una copiagrotesca. Porque soy un usurpador.

    No es posible insisti Edie. Deeso se trata. Mrame me inst Helen.

  • No quera mirarla. No quera que meviera.

    Te estoy mirando.

    Tenas los ojos azules dijo.

    Y siguen siendo azules.

    Han cambiado volvi a decirHelen. No es el mismo azul. S on msoscuros.

    Aguard a que ambas se dieran cuenta.Aguard a que el horror se reejara en susrostros. S aba que la madre de Cassiel lonotara.

    S , vale mascull Edie entredientes. Y ahora cuenta los dedos que

  • tengo en alto.

    Qu? dijo Helen.

    No los recuerdas bien dijo Edie.Solo se trata de eso.

    S los recuerdo replic Helen.Son los ojos de mi hijo.

    De pronto, los suyos se cuajaron delgrimas. Odiaba ver a la madre deCassiel tan destrozada, disgustada ycompletamente en lo cierto. Dola. Y yotena la culpa.

    Crees que no conozco a mi propiohijo? pregunt, sin dirigirse a ningunode nosotros.

  • La rode con el brazo.

    Est bien, mam dije, aunque no loestaba, si ella se enteraba de la verdadderribara la casa a gritos si yo intentabatocarla.

    Tengo que irme a la cama anunci. De pronto, estoy agotada.

    Los tranquilizantes se encargarn deeso respondi Edie.

    Edie, no dije sin pensar.

    S e qued pasmada. S e detuvo en seco.S upe lo que signicaba la expresin de sucara. S upe que estaba pensando queCassiel jams habra dicho eso.

  • Helen me cogi la mano y se quedmirndola como si nunca la hubiera visto.La sigui sujetando hasta que yo meapart, hasta que no tuvo ms remedioque soltarla.

    Me dio un beso en la mejilla, fresco ysuave.

    Buenas noches, Cassiel. Buenasnoches, Edie dijo cuando estaba a mediocamino de las escaleras. Que durmisbien.

    T rat de mirar a cualquier parte menosa Edie. Lav los platos y pas un trapo a lamesa, dando demasiada importancia alhecho de averiguar dnde se colocaban lascosas y a guardarlas.

  • Me estuvo observando todo el rato.Notaba cmo me observaba. Yo meobservaba a m mismo a travs de ella. Mehice consciente de cada leve movimiento,cada leve sonido, como si el siguiente pasoque fuera a dar me fuese a delatar.

    Cuando hube terminado no supe quhacer. Me volv a sentar.

    No me engaas dijo.

    Lo sabepens. Ya se ha terminado.Puse una expresin tan ausente como mefue posible. T rat de no mostrarle todo loque haba en ella. Continu fingiendo.

    No es mi intencin respond.

  • No se me ha olvidado cmo eres enrealidad dijo. Tardara ms de dosaos en olvidarme.

    Pues dime cmo soy repliqu.Puede que sea yo quien se haya olvidado.

    Edie empez a enumerar con los dedos,de manera tajante, como un hacha al caer.No lo esperaba. No esperaba su repentinoenfado.

    Egosta dijo. Grosero.Arrogante. Poco dispuesto a ayudar.Malhumorado. Agresivo. Reservado.Codicioso se detuvo. Cuntos van?

    Es suciente le dije. Ya veo queme has echado mucho de menos.

  • Edie dijo:

    S olo me estoy preguntando cuntova a durar.

    Yo tambin. Eso era lo que me estabapreguntando.

    Tanto como pueda seguir hacindolorepliqu.

    S onri. El gesto rgido de su cara y lapostura de sus hombros se relaj un poco.

    Me gusta bastante dijo. Para sersincera.

    Qu te gusta bastante?

    El nuevo y mejorado Cassiel

  • Superagradable respondi. Amable consu madre, servicial en la cocina.

    Ya dije yo.

    De un momento a otro te vas aofrecer a sacar al perro.

    Mir a Sergeant. Chasque los dedos yabr la puerta. S e levant lentamente, seesforz por mantenerse en pie.

    Dios, lo vas a sacar, maldita sea dijo Edie.

    Le sonre, mantuve la respiracinconstante, mantuve la voz tranquila.

    No lo he sacado en dos aos dije. He pensado que seguramente me toque

  • a m.

    Fuera, el viento haba cesado y el cieloestaba negro, plagado de estrellas. Llenmis pulmones del aire hmedo y fro.Respir como si hubiera estado debajo delagua demasiado tiempo.

    Sergeant olfate la hierba, capt el olorde algo, lo rastre.

    Mi primera noche como CassielRoadnight. Mi primer da. Casi habasobrevivido a l.

    El perro sigui el olor justo hasta elinterior de la casa. Probablemente era elolor de su cesta. Edie acudi a la puerta.Parte de su enfado haba desaparecido.

  • Sonri.

    Entra, hermanito dijo. Ah fuerahace un fro horrible.

    Obedec. Decid que era lo mejor.

    Apagamos las luces de la cocina ycerramos todas las puertas. Procuramosno hacer ruido al subir las escaleras.

    Buenas noches, Edie dije al llegar ala puerta de Cassiel.

    Buenas noches respondi ella.

    Casi la haba cerrado. Casi me habaquedado solo. Casi lo haba conseguido.Tuve esa sensacin de contener el alientodurante mucho tiempo, de estar a punto

  • de espirar.

    Cass? dijo Edie.

    Qu?

    No le vea la cara. Estaba demasiadooscuro.

    Me alegro de que hayas vuelto a casaaadi.

    Gracias.

    Aunque ests tan raro.

  • 9No poda dormir. Nunca en la vidahaba estado tan despierto. Me sent en lacama de Cassiel Roadnight, en mi cama,como me haba sentado en la cama delalbergue la noche anterior, esperando aque Edie llegara. Estuve sentadocompletamente inmvil, pero mi mente noparaba de moverse.

    Era lo que haba querido. Un lugar alque considerar mo de nuevo, unahabitacin propia. Una familia, una madrey una hermana que me conocan y mequeran, y estaban ah mismo, en la puertacontigua, al otro lado del pasillo. Unhermano, que vena de camino para darmela bienvenida a casa.

  • O cmo Edie pasaba las pginas de unlibro, o el clic de su luz al apagarse. O elsuspiro de las sbanas de Helen cuandodaba vueltas en la cama.

    Pobre Helen, tan quebrada, tan dbil.Tena yo la culpa? La tena Cassiel? YEdie, que pareca tan delicada como sumadre, pero estaba hecha de algodiferente, algo que yo haba empezado avislumbrar en su interior, algo parecido alacero.

    Me asustaba destruirlas. Y measustaba en igual medida que medestruyeran a m.

    Fuera reinaba el silencio. El vientohaba desaparecido y la ausencia de

  • sonido resultaba intensa y real, un silencioque posiblemente nunca antes habaescuchado. De noche, la gran ciudadsiempre es ruidosa. Raras veces est ensilencio y siempre est iluminada. Teacostumbras a eso, a dormir en la perenneausencia de oscuridad, a dormir mientrasuna bolsa de plstico chasquea como unabandera en las ramas del rbol que tienesencima de ti, mientras los camionesvibran y suspiran, mientras las vocessuben y bajan, los cristales se hacenpedazos y las sirenas acuden rpidamentea la tragedia de otra persona, en algnotro lugar. El ruido y la luz son comomantas que te protegen del silencio y lastinieblas.

  • Aqu no haba mantas. Apagu la luzde Cassiel durante un minuto y mesumerg en la ms absoluta oscuridad.Intent or algo en aquel silencio. Perd elrumbo. Fue como desaparecer. S e tratabade la nada ms absoluta, el borde de unpozo sin fondo. Por n, desde algn lugarde la colina, o el balido de una oveja. Enese momento me sent agradecido, porrecordarme que segua all.

    Encend la luz, a la menor intensidadposible, y mir a mi alrededor. Tena quehaber pistas. Tena que haber secretos.Empec a desmontar la habitacin deCassiel, cajn a cajn, pgina a pgina,centmetro a centmetro, silenciosamente,en busca del Cassiel verdadero, en busca

  • de las pequeas cosas que necesitabaconocer, hacer y decir, en busca de quinser a la maana siguiente cuando losdems se despertaran, cuando Frankllegara a casa. Me deslic como un ladrnen mi flamante dormitorio.

    No encontr gran cosa. No encontrcasi nada.

    El ordenador porttil de Cassiel estabavaco. Alguien lo haba limpiado. S uscajones estaban llenos de calcetines,calzoncillos y camisetas, todo demasiadodoblado, todo demasiado pequeo. En suslibros no haba nada escrito, nada ocultoen su armario.

    Una cazadora colgada de una percha

  • guardaba una hoja DIN A4 doblada tresveces. No haba nada escrito en ella.

    No era precisamente un tesoro, ni lacosecha madura e indefensa con la que miplaga de langostas haba contado. Lahabitacin de Cassiel era como undecorado. Resultaba poco natural. Ediehaba tratado de reproducirla cuando semudaron. Haba conseguido algo que, porfuera, pareca la habitacin de suhermano; pero no contena nada de l, noquedaba en ella nada de l. Edie habaelaborado una falsicacin. Habaelaborado algo igual que yo.

    Es eso lo que ocurrira? Meexaminaran en busca de rastros deCassiel y no encontraran nada? Me

  • desmontaran y se daran cuenta de queestaba vaco?

    Qu haban hecho con las cosas deCassiel? Los chicos de catorce aos notienen habitaciones tan vacas. T ienenporqueras, trastos y cachivaches. T ienenmiles de papeles arrugados en los que handibujado cosas, en los que han escritocosas. T ienen llaveros, cuadernos,armnicas, chicles, desodorante,prismticos y msica. T ienen secretos, portodos los santos. Dnde estaban lossecretos de Cassiel?

    Me di por vencido a las dos de lamadrugada. Apagu la luz y me sent enla cama bajo la oscuridad, aguardando aque cambiaran los nmeros del reloj,

  • observando cmo los segundos pasaban atoda velocidad.

    Qu hara al da siguiente?Mantenerlo todo bajo llave. Guardarsilencio. Caminar cuidadosamente por elfilo de la navaja, un pie detrs del otro.

    Cunto tiempo tardaran endescubrirme?

    T res golpes en la puerta fragmentaronel silencio en tres sonoros pedazos.

    Quin es? pregunt.

    No hubo respuesta, pero el pomo gir.La puerta se abri. Estaba ms oscurofuera de la habitacin que dentro. No mehabra imaginado que fuera posible.

  • Hola?

    Era Helen. Entr como un fantasmasilencioso, con un pijama de color claro yuna bata blanca arrugada. Bajo laoscuridad de tono gris, la cara se le veademacrada, plagada de huecos y sombras.

    No consigo dormir dijo.

    Yo tampoco.

    Nunca puedo dormir.

    S us ojos centelleaban. La escasa luz sele pegaba al blanco de los ojos y a su ropablanca. Me mir de forma extraa, comocuando miras a una persona que ignoraque la ests observando. S e quedembelesada conmigo.

  • Te apetece algo? pregunt.Una bebida caliente?

    No respond. Estoy bien.

    Estar solo, eso es lo que me apeteca.Bajar la guardia. Debera haberme metidoen la cama. Debera haber ngido queestaba durmiendo.

    Helen llevaba algo en los brazos.

    He estado mirndolos dijo, y mepas una pila de tomos, gruesos ypesados, que se deslizaban entre smientras yo trataba de sujetarlos.

    Qu son?

    Encend la luz. Ambos subimos las

  • manos para protegernos los ojos.

    lbumes de fotos.

    Dios mo dije. Gracias.

    S e qued de pie junto a la cama,tmida, cambiando de postura.

    Puedo sentarme? pregunt.

    Claro.

    A lo mejor no quieres mirarlas dijo.

    Nada de eso repuse yo. S quequiero.

    Nos sentamos a los pies de la cama sin

  • pronunciar palabra, sin mirarnos.Coloqu los lbumes en mis rodillas.Haba ocho. Con los dedos, palp loslomos y los cantos.

    Helen puso su mano sobre la ma.

    Gracias dijo.

    Por qu?

    Saba que volveras.

    Ah dije. Simplemente ah.

    No la mir. V olv la vista al oscurorellano. Me pregunt si Edie estaradormida o si estara tumbada en la cama,despierta, escuchando, observando cmola luz de mi habitacin se colaba por su

  • puerta. No quera que estuviera despierta.No quera que entrara tambin en micuarto y empezara a hablar.

    Helen se dio cuenta de adonde miraba.

    Est enfadada contigo explic.Le quedan fuerzas para estarlo.

    Lo s.

    Se le pasar.

    Tal vez.

    S iempre y cuando no averige laverdad.

    S e mir las manos. Las extendi alfrente, con los dedos estirados. Frunci el

  • ceo.

    Creo que quiero olvidarlo dijo.Creo que no quiero volver a hablar delasunto.

    Bien repuse yo. En ese caso, nohablaremos.

    S , lo haremos rebati. S abesque s.

    Cuando Helen sali de la habitacinme quit los vaqueros y me recost en lacama, con los lbumes. Cada uno de ellosestaba cuidadosamente etiquetado connombres, fechas y lugares. Los organicpor orden cronolgico.

    No haba fotos de beb. El primer

  • lbum empezaba cuando Cassiel rondabalos tres aos.

    Un nio con rodillas rechonchas yzapatos resistentes. Un nio con el pulgaren la boca y ojos grandes, inquisitivos. Unnio aferrado a una manta.

    Era el retal sobre el que me habasentado en el coche de Edie. Ms grande,ms limpio; blanco, y no gris, todava no.En la foto, tena la manta encajada debajodel brazo, enrollada en la mano. Reconoclos bucles y los remolinos. S aqu el retalde mi mochila y lo coloqu a mi lado,sobre la almohada. La manta de Cassiel.

    Examin todos los lbumes, los ocho.Los mir y estudi, me aferr a cada una

  • de las imgenes, convert cada uno de lospies de foto en un recuerdo, en unaarmadura. Y cuando hube acabado,empec de nuevo con el primer lbum.

    Me dorm alrededor de las cuatro. Notque los lbumes resbalaban de la cama,pero no me pude despertar hasta el puntode que me importara or cmo caan alsuelo.

  • 10

    Por la maana, cuando abr los ojos ensu habitacin, cuando escuch lasdisputas de los pjaros y los sonidosmetlicos de la casa, que se desperezaba,supe dnde me encontraba. Lo supe alinstante, como si se diera por hecho quetena que estar all.

    Fui directo a la ventana, hacia aquellavista increble, cambiante; las sombras delas nubes que rodaban sobre la hierba, lostornadizos colores de las montaas, elcuenco gris azulado del cielo. Podrahaberme quedado all el da entero, solomirando. No quera hacer nada ms.

    Escuch cmo Edie y Helen se

  • despertaban, tenues refriegas yestiramientos, como ratas tras un muro,como ratones en sus jaulas.

    Deseaba mantenerme alejado de ellas.Deseaba quedarme en la cama para quesupieran que Cassiel estaba dormido en elpiso de arriba, para que pudieran estarcontentas y no me viera obligado a salir yestropearlo todo por culpa de ser yo.

    Alrededor de las once, Edie abri mipuerta. Yo segua en la cama.

    Buenos das dijo.

    S.

    Estaba plida y delgada como unpalillo. Dio un soplo para apartarse el pelo

  • de los ojos y los mechones se desplazaronpor encima de su cabeza como si tuvieranvida propia.

    Lo siento dijo Edie.

    El qu?

    Tena pensado no ponerme furiosa,ni rara.

    No pasa nada repuse yo.

    Has dormido bien?

    S respond.

    Mentiroso replic al tiempo queobservaba el sutil desorden de lahabitacin, los lbumes de fotos

  • desparramados.

    Entr y dej que la puerta se cerrasecon un golpe. No quera que estuviera ally tampoco quera que se marchara. Meaterrorizaba cometer un error. T ir de lasbana para taparme el pecho. Me apoysobre un codo. Edie recogi uno de loslbumes, abierto por las pginas de unaNavidad de mucho tiempo atrs.

    Estuve despierto hasta las tantas admit.

    Te los dio mam?

    Asent, bostec, me frot los ojos. Notena cepillo de dientes. Quera darme unbao.

  • S e pasa horas mirando estoslbumes coment Edie.

    Los estuve viendo anoche dije yo. Estn bien. Son preciosos.

    Me mir con el ceo fruncido.

    Te das cuenta? Has cambiado.Dices cosas de lo ms extraas. S onpreciosos?

    Perdn.

    Otra vez dijo ella, aunque con unasonrisa. Pas las pginas lentamente, seacomod en el suelo, junto a la cama. Veasu perl, hasta la parte superior de suboca. Era todo cuanto poda ver.

  • Ay, Dios dijo. Te acuerdas deeste chico?

    Hans respond. Haba ledo el piede foto, nada ms.

    El husped holands que le dabapena a mam.

    S. Bonita camisa.

    Edie se ech a rer.

    Te acuerdas de aquel molino deviento horrendo que nos regal? El de lamsica y las luces intermitentes?

    Qu msica tocaba? pregunt.

    Waltzing Matilda, el himno nacional

  • de Australia? No, imposible. No meacuerdo.

    El ratn que viva en un molino apunt yo.

    Solo era una suposicin.

    Claro! As se llamaba, verdad?

    Pas unas cuantas pginas ms. Oa elsonido viscoso cuando se despegabanunas de otras. Cerr los ojos.

    Vas a tardar en levantarte? pregunt.

    No lo s.

    De qu tienes miedo? pregunt.

  • De la luz del da?

    No. Tengo miedo de ti. Tengo miedo dem, de lo que quiera que vaya a hacer odecir para que todo salga mal. Intentodesesperadamente evitar ese momento y,al mismo tiempo, lanzarme directo a l.

    Estoy cansado, nada ms expliqu.

    S e levant. Me dio un empelln en elcostado. Me acarici la mejilla con losdedos y trat de no apartarme. Tambintrat de no inclinarme hacia ella, de noponer todo el peso de mi cabeza en sumano.

    Recorri con un dedo la lnea de micicatriz. T raz la mordedura de perro que

  • me cruzaba el pmulo hasta la oreja.

    Cmo te la hiciste? pregunt.

    No lo s.

    No recuerdo cundo te la hiciste dijo. No recuerdo que la tuvieras.

    Quise sacar la mano y apartar la suyade un empujn.

    Bueno, pues la tengo repliqu.

    Puede que haya alguna pruebafotogrca aventur mientras ibarecogiendo los lbumes uno por uno yexaminaba las fechas. Puede que loaverigemos si encontramos el lbumoportuno.

  • Me levant, apart los lbumes de ella,los apil ordenadamente sobre elescritorio. Me senta cohibido, all de pie,en calzoncillos. No quera que me viera,que viera hasta qu punto podadiferenciarme de su hermano.

    Edie me observ la cara.

    Y quin te dio un puetazo? pregunt. Quin te golpe justo ah,debajo del ojo?

    Eso respond me lo hizo unmatn.

    Por qu te peg? levant la manoy me acarici la marca que me habadejado el anillo del agresor. Me apart de

  • su mano.

    Porque a veces puedo sacar dequicio.

    Edie frot su fra mano contra mibrazo.

    Mmm dijo. Estoy de su lado.

    Aprtate dije. Deja de limpiartelas manos en m.

    S e estremeci cuando dije aquello. Diou