Cómo educar en la fe

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Cómo educar la fe en tiempos posmodernos Luis Guerrero Ortiz Lima, junio de 2009

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En los tiempos postmodernos

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Cómo educar la fe en tiempos posmodernos

Luis Guerrero Ortiz Lima, junio de 2009

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Introducción

La modernidad no sólo libera la razón humana de la tutela de lo sagrado sino

que hace a un lado lo sagrado, reduciendo su visión de la vida a dos dimensio-

nes: la humana y la natural. No obstante, su preferencia por la ciencia y la

técnica dejaría a lo natural igualmente relegado, reduciendo aún más su visión

de la existencia a una sola dimensión: la humana. El afán por dominar y utilizar

la naturaleza hasta los límites de la depredación y por empujar lo sagrado a los

márgenes de la vida se haría muy pronto evidente.

La posmodernidad abre un espacio para recomponer y sanar estos vínculos,

revelando el mundo como una realidad diversa y valiosa en sus diferencias,

poniendo al descubierto los límites de la razón humana y abriendo posibilida-

des a otras dimensiones del ser, del conocer y del estar en el mundo. Pero co-

loca, a la vez, en el centro de la agenda principal, las deudas impagas de la

modernidad con el ofrecido progreso y el bienestar para todos.

Ahora bien, las víctimas principales de esas promesas incumplidas de la mo-

dernidad son amplios sectores de la sociedad mundial que continúan excluidos

y atrapados en la pobreza, particularmente en América Latina y en países co-

mo el nuestro. Lo que debiera resultar especialmente importante para nosotros,

sabiendo que Dios se hizo hombre eligiendo un pueblo pobre y sometido para

anunciar el Reino desde allí. Algo que en los tiempos actuales necesitamos

hacer en un lenguaje distinto y desde una visión renovada de nuestro propio rol

evangelizador.

Tal será la perspectiva en la que situaremos este breve estudio, en la confianza

de que pueda ayudar a ver más claro los caminos por los que deberá aprender

a transitar en adelante la educación en la fe.

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1. Fundamentos

La fe se vive siempre en un espacio y un tiempo, pero también se interpreta y

comprende desde un momento y un lugar particular de la historia humana. Esto

quiere decir, como la historia del cristianismo lo demuestra, que cada época

plantea retos distintos a la fe, tanto como marcos culturales renovados para en-

tender su significado y responder a ellos de manera contextualizada.

Así ocurrió con la ilustración en el siglo XVIII, movimiento intelectual que se

propuso rescatar al mundo de su edad oscura, una edad que lo tenía prisionero

de tradiciones, superstición, irracionalidad y opresión política, para conducirlo

hacia el progreso. El también llamado iluminismo, en contraposición al oscuran-

tismo de la Edad Media, combatió precisamente los dogmas religiosos y propu-

so explicar el mundo, más bien, a la luz de la razón.

La primacía de la razón y los sentidos como medio privilegiado para conocer el

mundo y acceder a verdades universales, fue el principio que caracterizó una

época a la que se denominó modernidad y ese es el principio que hoy cuestio-

na el movimiento posmoderno. La crítica al racionalismo y a su pretendida ca-

pacidad para proveernos de todas las respuestas a través de discursos totali-

zadores e interpretadores del hombre y del conjunto de la realidad, así como a

la visión optimista de la historia que se desprende de ella, como una línea de

progreso hacia el bienestar general que gracias a la razón puede volverse in-

evitable (el gran relato), cuestionan de paso a una Iglesia y una teología que se

habían esforzado por expresarse a través del lenguaje de la razón, entrando en

diálogo con las ciencias, o que compartían con el iluminismo la pretensión uni-

versalista de sus verdades y del cuerpo de ideas elaborado alrededor de ellas.

La posmodernidad se propone así como oposición, ruptura y superación del

viejo proyecto de la Ilustración. Planteada al principio como una categoría esté-

tica referida a la literatura y la arquitectura en Norteamérica, sus ideas e inter-

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rogantes se fueron trasladando también al ámbito político, filosófico, económico

y social. Aunque, como todo término, pueda acabar siendo objeto de múltiples

atribuciones, el posmodernismo no es un simple neologismo sino una propues-

ta analítica del mundo contemporáneo que pretende, como ya hemos mencio-

nado, revelar y superar las deficiencias del proyecto de la modernidad1.

El teólogo Paul Lakeland distingue tres tendencias en los pensadores posmo-

dernos: De un lado, los radicales, que representan una perspectiva historicista

radical, asociados comúnmente con Charles de Foucault y el pos-

estructuralismo, aunque también incluye allí a Jacques Derrida y Richard Rorty.

Los une el rechazo a la epistemología y la noción del sujeto como centro del

conocer, y la postulación de la razón como una realidad no absoluta ni trascen-

dental sino contextual y relativa. De otro lado, los posmodernos nostálgicos

agruparían a Martin Heidegger y Theodor Adorno. Finalmente, los que llama

últimos modernos, como Jürgen Habermas, que prefieren permanecer dentro

de la tradición de la razón y la subjetividad, aunque admiten las preguntas del

posmodernismo respecto de cuál es el sujeto y cómo sostener la noción de

razón universal. Habermas reconoce las falencias de la modernidad, pero con-

sidera irrenunciables los valores de igualdad y ciudadanía pues representan la

única contención posible ante la fragmentación social de los estados naciona-

les; proponiendo más bien acometer una nueva ilustración como proyecto fi-

losófico y político2.

En general, según Mardones, el posmodernismo representa «la reticencia fren-

te a la razón en cuanto poseedora de un saber fuerte» y a la que contrapone

«los conocimientos débiles, tentativos, plurales, que avanzan, vía negativa,

desconstruyendo, mostrando las debilidades de las pretendidas teorías fir-

1 Amos Nascimento, Una genealogía de la postmodernidad. Pontificia Universidad Javeriana, Colombia. Documento extraído de http://www.javeriana.edu.co/pensar/dissens15.html 2 Paul Lakeland, Posmodernity. Christian Identity in a Fragmented Age, Minneapolis: Fortress Press, 1997, p. 16.

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mes»3, algo que pone de relieve el valor de la diversidad y la diferencia en un

mundo que se caracterizó por su afán homogenizador.

El pluralismo, la fragmentación y la diferencia son pues temas relevantes de es-

ta corriente, desde los cuales se plantean cuestionamientos a la modernidad

que alcanzan de manera muy directas tanto a la teología como a la acción pas-

toral de la Iglesia. La posmodernidad demanda hoy al cristianismo respuestas

convincentes para un aud itorio cada vez más escéptico y exigente, pero no un

auditorio de intelectuales sino uno compuesto por las grandes mayorías de las

sociedades latinoamericanas, pobres y excluidas de la sociedad oficial, para

quienes la modernidad no representó en doscientos años de vida republicana

oportunidad alguna de progreso, bienestar ni justicia.

Es así como la pregunta que intentamos responder en este trabajo ¿Cómo

educar la fe en tiempos posmodernos? cobra total relevancia.

2. Antecedentes

La posmodernidad nace como crítica a las contradicciones del proyecto ilumi-

nista de la modernidad e inspira nuevos movimientos, llamados contracultura-

les, como el estudiantil, el ecologismo, el feminismo, el de lucha por los dere-

chos de las minorías, entre otros.

El sentido más común del concepto de posmodernidad surge a fines de los

años setenta a partir de La condición posmoderna, escrita por Jean-François

Lyotard, pero el término ya había sido utilizado antes por varios autores . Se

hablaba de posmodernidad alrededor de la década del 40 del siglo XX, entre la

intelectualidad inglesa y americana, refiriéndolo inicialmente a la literatura,

3 Alberto Fernando Roldán, «La Iglesia frente al desafío de la posmodernidad y el pluralismo», en: Revista Teología y cultura, año 1, vol. 1 (agosto 2004), p.2

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aunque también se mencionó en la literatura hispanoamericana para referirse a

autores anónimos que representaban mujeres, homosexuales y negros, cuyos

estilos marginales de vida buscaban mayor presencia en las sociedades lati-

noamericanas4. En el otro lado del mundo, Arnold Toynbee, filósofo inglés,

aplicaría el concepto al campo de la historia, sosteniendo que la posmoderni-

dad es la última fase de la cultura occidental.

Con todo, el concepto de posmodernidad ha ido ganando diversos significados.

Por citar unos ejemplos, Leslie Fiedler lo asoció a una suerte de revolución fu-

turista a mediados de los sesenta, John Pereault a un intento por superar el

modernismo en las artes plásticas en los setenta, Amitai Etzioni a un tipo de

sociedad empleándolo como categoría sociológica, Daniel Bell a la sociedad

postindustrial. Ihab Hassan, de la Wesleyan University, aportaría mucho a la

inclusión definitiva de este concepto en los debates sobre la cultura contem-

poránea, pues logró organizar en los años setenta un discurso coherente que lo

proponía como una nueva tendencia, despertando numerosas reacciones5.

Así, el posmodernismo fue traspasando las fronteras de la literatura para llegar

incluso a la teología. Nathan Scott lo aborda a fines de los sesenta y el Consejo

Mundial de Iglesias a fines de los setenta. Por esa misma época, e l filósofo ar-

gentino Enrique Dussel define su propuesta teórica como posmoderna y el teó-

logo peruano Gustavo Gutiérrez formula cuestionamientos a la modernidad,

aunque sin asumir su teología como posmoderna, pues propone como referen-

te mayor de sus reflexiones a “los pobres de la tierra”, principales víctimas del

fracaso del proyecto moderno.

Nascimento piensa que «los intelectuales de la teología y la filosofía de la libe-

ración dieron una interpretación decididamente histórica y social a la posmo-

dernidad, presentándola como una reversión del proyecto moderno realizada

4 Amos Nascimento, ob.cit. p.6 5 Ibídem. pp.7-8

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desde la experiencia de los sectores marginados del continente»6. En el mundo

anglosajón, en cambio, la exclusión y la marginalidad son mencionadas en alu-

sión a los materiales que se utilizan en la danza, el teatro, la música, la pintura

y la escultura, antes que a los grupos de la sociedad excluidos de los procesos

impulsados por la modernidad.

Gianni Vattimo sostiene que el posmodernismo «indica una despedida de la

modernidad que, en la medida en que quiere sustraerse a sus lógicas de desa-

rrollo y, sobre todo, a la idea de la “superación” crítica en la dirección de un

nuevo fundamento, torna a buscar precisamente lo que Nietzsche y Heidegger

buscaron en su peculiar relación “crítica respecto del pensamiento occiden-

tal”»7. Para Richard Rorty, filósofo norteamericano, el posmodernismo «designa

el estado de la cultura después de las transformaciones que han afectado a las

reglas de juego de la ciencia, de la literatura y de las artes a partir del siglo

XIX… Simplificando al máximo, se tiene por ‘posmoderna’, a la incredulidad

con respecto a los metarrelatos»8.

En la actualidad, la posmodernidad es para muchos la afirmación ingenua de

una novedad o una moda; para algunos es sólo un movimiento contestatario de

hechos políticos, sociales y económicos propios de la época y la rechazan sin

discutirla; para otros es una causa, asumiéndose sus voceros y defensores.

Pero en cualquier caso, América Latina ha estado en buena medida al margen

del debate político, social y filosófico sobre la posmodernidad, siendo un conti-

nente que puede aportar no sólo ideas sino un punto de referencia distinto para

razonar los grandes temas de esta discusión. Más aún si tenemos en cuenta

que ha sido aquí, en medio de profundas injusticias y desigualdades, de gran-

des abismos sociales, donde se ha sentido con más fuerza el impacto de las

contradicciones de la modernidad.

6 Ibídem. 7 Gianni Vattimo, El fin de la modernidad, Barcelona: Planeta-Agostini, 1994, p. 10. 8 Jean-François Lyotard, La condición posmoderna, Buenos Aires: Planeta-Agostini, 1993, p. 9.

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3. Contenidos

Vamos a revisar los tres fundamentos más importantes de la modernidad:

razón, libertad e individuo, cuestiones centrales que la posmodernidad discute

y reinterpreta de una manera particularmente crítica .

3.1. La razón

El primer punto de apoyo de la modernidad es la razón. Podría decirse que la

llamada modernidad fue asumida por el iluminismo como un proyecto dirigido a

lograr un desarrollo científico orientado por ideales humanistas. Max Weber,

por ejemplo, define la modernidad como un proceso de racionalización que

conduce a la humanidad a la liberación de toda tutela autoritaria, lo que implica

la autonomía de la ciencia, la moral y el arte9. Esto significa en consecuencia la

autonomía del ámbito político y económico –que se apoyan en la ciencia- res-

pecto de la religión pero también de la ética, y por lo tanto de la libertad

económica respecto de otras libertades humanas.

No obstante, la historia no confirmó ese pronóstico, pues la revolución científica

trajo la revolución industrial y el capitalismo emergente, a contrapelo de la v i-

sión de Adam Smith, generó realidades contradictorias de riqueza y pobreza,

de progreso y explotación. A su vez, la ciencia polít ica tampoco logró convertir-

se en base de las instituciones sociales ni de la democracia, como aspiraba

David Hume, pues el ejercicio del poder nunca pudo desprenderse de los abu-

sos, las persecuciones ni del autoritarismo. Es así como la razón emergió como

instrumento para justificar distintas formas de dominación y hasta de opresión ,

propició guerras, tiranías, segregaciones y persecuciones, generando decep-

ción y desconfianza en el proyecto moderno, en el poder de la razón para

9 Weber, M., Economía y sociedad, ,México, Fondo de Cultura Económica, 2002.

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transformar el mundo. Tal desencanto terminó devaluando la acción política y

generando gran escepticismo en la posibilidad de cualquier cambio social.

En reacción, para el pensamiento posmoderno, dice Gianni Vattimo, lo que im-

porta no son los hechos sino sus interpretaciones, lo que convierte las certezas

en verdades interpretadas que dependen de la posición relativa del observador.

Queda cuestionado así el modelo causal determinista planteado por Hegel,

Kant y Marx, así como la noción lineal del tiempo lineal planteada por Leibniz10.

3.2. La libertad.

El segundo punto de apoyo de la modernidad es la libertad. El gran relato de la

modernidad dice que la historia progresa inevitablemente hacia la emancipa-

ción de la razón y la reafirmación de la libertad, lo que implica liberarse incluso

de los sacrificios del trabajo y hacer posible la riqueza de todas las sociedades.

Esta visión, dicen los posmodernos, lo que ha alimentado en realidad son di-

versos totalitarismos y conducido –además de justificado- violencias de todo

signo. Su rechazo ha llevado incluso a la crítica del llamado pensamiento utópi-

co, cuestionando toda clase de mesianismos; pero, de paso, restando la legiti-

midad a aspiraciones sociales muy sentidas como la aspiración a la justicia de

los sectores más pobres y excluidos del planeta.

Lyotard señala que este gran relato, macro relato o meta narrativa, representa

una historia más allá de la historia, que incluye diversos pequeños relatos a su

interior, integrándolos a esquemas totalizadores o universalistas, y que asume

la comprensión de hechos científicos, históricos y sociales de una forma que

pretende ser definitiva. Así, por ejemplo, la ciencia occidental ha declarado la

soberanía de su razón, supuestamente neutra, rigurosa y universal, ofreciendo

soluciones a todos los problemas.

10 Gianni Vattimo, ob.cit. p. 10.

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Aldous Huxley, escritor inglés considerado un líder del pensamiento moderno,

en su famosa novela «Un mundo feliz» predice el asombroso desarrollo de la

ingeniería genética en la sociedad del futuro, describiendo un mundo utópico,

tecnológicamen te muy avanzado, que ha erradicado la enfermedad, la guerra y

la pobreza, pero a cambio de la libertad de la gente y sacrificando la diversidad

cultural, entre otras cosas11. Humberto Maturana, destacado biólogo chileno,

afirmaba que la pretensión de objetividad de la ciencia empírica ha sido un me-

dio para obligar a la aceptación de sus afirmaciones12.

3.3. El individuo.

El tercer punto de apoyo de la modernidad tiene que ver con el rol del individuo.

En la perspectiva moderna, el individuo es un principio absoluto, que toma de-

cisiones con total autonomía en distintas esferas de su vida . En la noción de

contrato social, cada individuo decide libremente vivir en sociedad y hasta tiene

en teoría la posibilidad de retirarse de ella. Es, además, eje del conocimiento

humano, sea desde la perspectiva del racionalismo o del empirismo, pues será

su razón o sus sentidos el obligado punto de partida .

Los posmodernos en este tema pasan de un individualismo limitado a un indivi-

dualismo radical (¿una segunda “revolución individualista”? se preguntan algu-

nos), postulando un sujeto sin obligación de aferrarse a nada y que carece de

certezas absolutas. Dice Gustavo Gutiérrez que «posmodernidad y neolibera-

lismo son dos poderosas tendencias de nuestro tiempo», que en varios aspec-

tos «van por cuerdas separadas, pero en la cuestión del individualismo se re-

fuerzan mutuamente»13. En la perspectiva posmoderna, los individuos prefieren

vivir el presente, perdiendo importancia el futuro y el pasado. Hay una búsque-

da de lo inmediato, una instalación en el relativismo y la subjetividad, una

11 Aldous Huxley: Un mundo feliz. Barcelona: Plaza & Janés, 1980. 12 Maturana, H. La objetividad. Un argumento para obligar. Dolmen: Santiago, Chile, 1997. 13 Gutiérrez Merino, Gustavo: "Desafíos de la Posmodernidad". En: El Perú en los albores del siglo XXI -3. Fondo Edito-rial del Congreso del Perú, Lima, 2000.

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pérdida notoria de los idealismos. Como recordaba Erick Hobsbawn, a propósi-

to de lo comúnmente escuchado en la Inglaterra de los 80, se ha reforzado la

idea de que «La sociedad no existe, sólo los individuos»14.

Según Alvin Toffler, el desarrollo de los medios de comunicación masivos y la

apertura de sus posibilidades interactivas, que ha modificado el rol simplemen-

te receptor que se tenía antes, ha contribuido también a la acentuación de la

individualidad. Esto se habría hecho aún más evidente en un «contexto pos-

moderno», de una enorme proliferación de opiniones, pensamientos y perspec-

tivas, que induce a las personas a buscar elementos de diferenciación15.

4. Aportes

4.1. ¿La teología como metarrelato?

Prisionera de sus tradiciones escolásticas, la teología prolongó durante la mo-

dernidad su afán por seguir dominando el mundo de los conocimientos, como si

siguiéramos en la Edad Media, enfrentándose directamente con las ciencias en

general y con las ciencias sociales en particular. La sociología, dice Lakeland

con ironía, vino a ocupar más bien el lugar que antes tenía la teología. Las dis-

ciplinas científicas ganaron carta de ciudadanía con la modernidad y evolucio-

naron de manera autónoma, resultando su mediación muy necesaria para en-

tender las nuevas y complejas realidades sociales en las que se anunciaba el

Evangelio, así como para explicar el valor de sus mensajes, pese a las diferen-

cias de contexto histórico16.

No obstante, como señala Alberto Roldán, la teología, de fuerte ascendencia

europea y tributaria de ideas y paradigmas provenientes de distintas corrientes

14 E. Hobsbawn, Historia del siglo XX. 15 Toffler, Alvin. La Tercera Ola. Editorial: Plaza & Janés, Madrid, 1980 16 Paul Lakeland, ob.cit. p.92

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filosóficas, recibió también la influencia del pensamiento moderno y no tuvo d i-

ficultades para suscribir la pretensión racionalista de convertir su propio saber

en un pensamiento incuestionable, en sus premisas y en sus conclusiones. Lo

que sucede ahora, en la posmodernidad, es que la teología resulta amenazada

por un mundo de ideas cambiantes, que cuestiona los antiguos paradigmas y

se propone superarlos. En ese contexto cabe preguntarse ¿Es acaso que el

discurso teológico propone el Evangelio como otro metarrelato? ¿Es el evange-

lio un metarrelato? ¿Es la promesa del Reino de Dios una más en la lista de las

utopías irrealizables enterradas por el escepticismo posmoderno? ¿Está real-

mente cerrado el capítulo de las utopías?

Los posmodernos oponen los pequeños relatos a los metarrelatos y a esto de-

nominan la «fragmentación del pensamiento». Así pretenden quebrar una vi-

sión cerrada y compacta de la historia, generalmente unilateral y excluyente,

para poner atención a los relatos cortos. Vattimo, como hemos mencionado an-

tes, les llama una expresión del «pensamiento débil», en oposición al «pensa-

miento fuerte» que representan los grandes relatos. Curiosamente, parte de

una reflexión sobre la kenosis de Dios en Jesucristo, noción que aparece en Fi-

lipenses 2.7: «se rebajó voluntariamente, tomando la naturaleza de siervo y

haciéndose semejante a los seres humanos». Si nada menos que el Hijo de

Dios se anonadó a sí mismo , «la disolución de las estructuras sagradas de la

sociedad cristiana, el paso a una ética de la autonomía, al carácter laico del Es-

tado, a una literalidad menos rígida en la interpretación de los dogmas y de los

preceptos, no debe ser entendida como una disminución o una despedida del

cristianismo, sino como una realización más plena de su verdad, que es, re-

cordémoslo, la kenosis, el abajamiento de Dios, el desmentir los rasgos “natu-

rales” de la divinidad»17.

Vattimo propone, en consecuencia, «partir de la experiencia de la fragmenta-

ción», algo que Gustavo Gutiérrez considera valioso porque en el fondo «nos

17 Gianni Vattimo, Creer que se cree, Buenos Aires: Paidós, 1996, p. 50.

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ayuda a estar más atentos y sensibles a lo local y a lo diferente y, por cons i-

guiente, nos convoca a un mayor respeto por la diversidad cultural y por el pa-

pel de las minorías»18.

4.2. Cómo hablar de Dios en tiempos de posmodernidad.

Hans Küng dice que, en general, los nuevos enfoques teológicos emergen a

consecuencia del fracaso del modelo de interpretación tradicional para respon-

der de manera satisfactoria a los desafíos que plantea cada contexto histór i-

co19. En estos tiempos necesitarán responder al desafío de hablar de Dios, de

Cristo y de la Iglesia de una manera convincente a sociedades en buena medi-

da ganadas por las ideas del posmodernismo, así como de encontrar una nue-

va manera de ser comunidad, capaz de hacerse cargo de la tarea evangeliza-

dora de una manera más eficaz en contextos como los actuales20.

Ciertamente, no estamos hablando de la fe sino del lenguaje, la narrativa, los

argumentos con los que se da cuenta de ella. Es decir, estamos hablando del

discurso teológico con el que comunicamos el Evangelio y los mensajes de la

fe cristiana, siempre en el entendido de que la teología interpreta y expresa el

significado de la Palabra, pero no lo agota. Mardones cree que «el pensamien-

to postmoderno con su énfasis en la DECONSTRUCCIÓN, en la superación de la

metafísica de la presencia, le recuerda a la teología que esta lucha no está

acabada. En nuestra cultura moderna occidental tecnificada anida la tendencia

a asegurar una teoría objetiva de la realidad, incluido Dios mismo. Estar des-

piertos a este peligro supone una predisposición para realizar bien la tarea de

hablar de “Dios” y para liberarse a sí misma de sus propios ídolos»21.

18 Gutiérrez Merino, Gustavo: ob.cit. 19 Hans Küng, Teología para la posmodernidad. Fundamentación ecuménica, Madrid: Alianza Editorial, 1989, p. 122. 20 Paul Lakeland, Posmodernity: ob.cit., p. 92. 21 José María Mardones, Postmodernidad y cristianismo. El desafío del fragmento, 2ª Edición, Santander: Sal Terrae, 1988, pp. 24-25.

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Roldán piensa que la teología necesita admitir su carácter humano y adoptar la

kenosis del discurso sobre Dios, pues aún cuando se refiera a El como Eterno

y Todopoderoso, su discurso no dejará de constituir un discurso humano, en

todo lo que implica el uso del lenguaje humano, con sus límites y ambigüeda-

des. Si algo aporta el posmodernismo en ese sentido debiera ser la opción por

la humildad, la que nos llevaría a admitir que no tenemos respuestas para to-

dos los problemas de la humanidad ni tampoco el monopolio de la verdad que

representa Jesucristo. Hablar sobre Dios y el Evangelio en tiempos posmoder-

nos nos exigiría un discurso más abierto a los cambios sociales, culturales,

económicos y políticos, así como a unas ciencias sociales igualmente más dis-

puestas a la pluralidad de perspectivas.

4.3. La primacía de la experiencia.

La crítica de la posmodernidad al racionalismo cuestiona de paso los énfasis

doctrinales de la teología y la pastoral. Más aún, si el pensamiento posmoderno

discute la posibilidad de la verdad y de lograr una comprensión cabal de la rea-

lidad dentro de un discurso totalizador, el énfasis se colocará más bien en la

experiencia religiosa antes que en su explicación. Es muy cierto que el Evange-

lio pone definitivamente el acento en la acción –por sus obras los conocerán-

pero ¿A qué llamamos experiencia? ¿Puede acaso ser portadora de sentido

teológico en sí misma?

Gadamer sostiene: «Por paradójico que suene, el concepto de la experiencia

me parece uno de los menos ilustrados y aclarados»22. En ese sentido, Roldán

advierte la paradoja: «Hay quienes sólo están interesados en experiencias, so-

bre todo extáticas. Otros, están totalmente opuestos a toda forma de experien-

cia, como si la vida cristiana se redujera solamente a explicaciones doctrinales

22 Hans-Georg Gadamer, Verdad y método, Salamanca: Sígueme, 1984, p. 421

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teóricas aceptadas como “oficiales” y, por lo tanto, inmodificables. La posmo-

dernidad nos coloca ante este tipo de situaciones»23.

No cabe duda que vivimos experiencias que nos van formando a lo largo de la

vida en muchas dimensiones, incluyendo la religiosa, pero sólo dejan huella en

la conciencia aquellas que provocan reflexión. Según Moltmann «Experiencia,

en el sentido más amplio, designa la totalidad de aquello que ocurre al hombre

en la vida de su conciencia… abarca la totalidad de aquello que la razón ad-

quiere en el ejercicio de su actividad»24. En ese sentido, Gustavo Gutiérrez tie-

ne razón cuando señala que la experiencia de la fe es el «acto primero» y la

teología es «acto segundo»25. Se hace necesario entonces hacer visible la co-

rrespondencia entre palabra y experiencia, teología y vivencia de la fe.

23 Alberto Fernando Roldán, ob.cit. p.9 24 Jürgen Moltmann, El Espíritu de Vida. Una neumatología integral. Petrópolis: Vozes, 1999, p. 31. 25 Gutiérrez, Gustavo. Teología de la liberación-perspectivas. Lima: Centro de Estudios y Publicaciones, 1971.

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5. Conclusiones

5.1. Razón, posmodernismo y educación en la fe

José Ignacio López Soria, invocando a Habermas, formula una pregunta: «¿Es

la modernidad un proyecto inacabado que cuenta todavía con potencialidades

no suficientemente exploradas ni explotadas para la realización de la posibili-

dad humana o, más bien, se trata de un horizonte ya cerrado que obstruye el

cercioramiento con respecto a lo que somos y a lo que podemos y debemos

ser?»26. Esa es una de las cuestiones centrales en este debate.

La razón humana ha sido absolutizada en el discurso y usada como un instru-

mento de dominación en los hechos, pero no invalidada en todas sus posibili-

dades. Es posible recuperar el valor de la razón al lado de otros saberes igual-

mente válidos27 para replantear el proyecto de la modernidad en una perspecti-

va más inclusiva y más amplia. Es así como la posmodernidad puede más bien

ayudar a restablecer los vínculos que la modernidad quebró entre lo natural, lo

humano y lo sagrado, una relación ancestral en la historia de la humanidad, en

toda época y sociedad.

Es verdad que Nietzsche habla de la muerte de Dios y el crepúsculo de los ído-

los, pero Vattimo lo interpreta como la muerte de los valores considerados su-

premos que se imponen a los demás en nombre de la verdad y de las institu-

ciones que se sienten portadoras oficiales de ellos. No es que los postulados

de la modernidad sean antagónicos a la religión y al desarrollo de una expe-

riencia religiosa plural, lo que cuestionan es el anhelo de uniformidad, universa-

lidad, unidad y centralismo de las iglesias. Esto, piensa López Soria, facilita en

26 López Soria, José Ignacio. Pensar la actualidad en perspectiva postmoderna. Conferencia ofrecida en la reunión de

los centros latinoamericanos de Fe y Cultura. Universidad Antonio Ruiz de Montoya. Lima, 16 de julio de 2007. p.5 27 Lyotard afirma que el saber científico no es todo el saber y que siempre ha estado en competencia o conflicto con

otro tipo de saber, denominado narrativo: “El saber no se reduce a la ciencia, ni siquiera al conocimiento. El conoc i-miento se entiende como el conjunto de enunciados que denotan o describen objetos, con exclusión de todos los de-más enunciados factibles de ser declarados verdaderos o falsos”, Lyotard, Jean-François, Ob.cit. p.9

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realidad el diálogo entre lo diverso, tanto como la presencia de una sacralidad

secularizada28, al modo de la kenosis de Dios en Jesucristo.

5.2. Ética, razón y fe cristiana

La fe cristiana podría jugar un rol relevante en la reconciliación de la razón y la

ética, aunque la situación actual es muy distinta a la de otras épocas y no facili-

tará las cosas. Durante e l Antiguo Régimen, quien predominaba sobre el Esta-

do y la sociedad imponiendo su racionalidad ética era la Iglesia. En la moderni-

dad, la iglesia siguió ejerciendo su autoridad moral sobre amplios sectores so-

ciales, en los marcos legales del nuevo Estado. En los tiempos posmodernos,

sin embargo, las iglesias, en tanto parte de los grandes relatos, han perdido

credibilidad, quedándoles sólo la posibilidad de asumir, desde lo especifico de

cada experiencia religiosa, un sitio al lado de otros agentes sociales.

Es desde una nueva problemática mundial –una convivencia social atravesada

de exclusiones, divisiones, abismos e injusticias, al interior de un planeta en

riesgo, severamente amenazado- y una nueva ubicación en la sociedad, que el

cristianismo debiera plantearse la pregunta sobre la posibilidad de aportar a la

construcción de una ética mundial, capaz de promover una nueva forma de

convivencia humana. Hoy se ha vuelto menos importante ganar adeptos para

una iglesia en particular y más trascendente hacerlo a favor de la causa del

planeta y la solidaridad social.

5.3. Individualidad y educación en la fe

Quizás el hecho social y cultural más relevante de la época posmoderna es la

aspiración a vivir libremente, a escoger el propio modo de vivir sin que nad ie

nos lo imponga. En ese contexto, sin embargo, los individuos son hoy impelidos

a diferenciarse para quebrar la uniformidad cultural, sobre todo al interior de los

28 López Soria, José Ignacio. Ob.cit. p.6

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sectores sociales que disponen de recursos para el consumo y donde la igual-

dad social no permite asociar esta conducta con una clase social. Es cada vez

mayor el número de individuos que aspiran ser identificados no por su ocupa-

ción o su formación, sino por sus gustos culturales y sus estilos de vida. No

obstante, el riesgo inevitable de individualismo que se desprende de esta aspi-

ración plantea serias interrogantes a la posibilidad de la solidaridad humana, en

un contexto de profundas desigualdades e injusticias sociales.

Ciertamente, no se trataría de una solidaridad contrapuesta a la responsabili-

dad y autonomía de cada quien respecto de su propia vida, pues lo que está en

cuestión no es la libertad individual sino la ausencia de fraternidad e igualdad.

El individualismo empobrece la condición humana, no invita a colocarse en el

camino del prójimo como en la parábola del samaritano.

Gutiérrez retoma de Manuel Castells su distinción entre una “identidad de resis-

tencia” y otra “identidad proyecto”, donde la primera expresa la posición deva-

luada de ciertos actores que sufren la exclusión o la dominación, tanto como su

voluntad de resistencia y supervivencia, a contrapelo de los principios cultural-

mente hegemónicos. La “identidad proyecto”, en cambio, expresa el afán de es-

tos actores por construir una nueva identidad que redefina su posición en la so-

ciedad, transformando para eso la estructura social en base a los recursos cul-

turales que tienen disponibles. Gutiérrez concluye destacando la relación entre

globalidad e identidad y la necesidad de tener en cuenta ambas dimensiones

para entender el pa ís al que buscamos anunciarle el Evangelio: la globalidad y

a la vez nuestra identidad propia. Parte sustantiva de esta identidad es la po-

breza y la exclusión histórica de miles de peruanos.

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6. Anexos

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«Lyotard diferencia el saber científico y el saber narrativo. El objeto de reflexión en el autor es la condición del saber en las sociedades desarrolladas. El análisis lo centra en la POSMODERNIDAD como la condición de la cultura que se registra a partir del siglo XIX con transformaciones que im-pactan las reglas del juego de la ciencia, la literatura y las artes y, con la crisis de los relatos pro-pios de la ciencia la cual, a través de la filosofía, legitima su estatuto. El filósofo francés diferencia dos momentos históricos en el análisis de la conformación de la ciencia. Uno, que denomina ciencia “moderna” se entiende como metadiscurso que se apoya en uno u otro gran relato, como “la dialéctica del espíritu, la hermenéutica del sentido, la emancipación del sujeto razonante o traba-jador”. Y se legitima por medio de un metarrelato que implica una filosofía de la historia. El otro momento, identifica la ciencia bajo la condición posmoderna (crisis de los metarrelatos), como pragmática de las partículas lingüísticas, ello se constituye según Lyotard en un efecto del progre-so de las ciencias a través de combinaciones lingüísticas que no son ni estables ni comunic ables».

Fuente: Miguel Ángel Beltrán Villegas y Marleny Cardona Acevedo. La sociología frente a los espejos del tiempo:

modernidad, posmodernidad y globalización. Universidad EAFIT. Medellín, Abril de 2005

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7. Fuentes

1. Beltrán Villegas, Miguel Ángel y Cardona Acevedo, Marleny. La sociología

frente a los espejos del tiempo: modernidad, posmodernidad y globaliza-

ción. Universidad EAFIT. Medellín, Abril de 2005

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5. Gutiérrez Merino, Gustavo: "Desafíos de la Posmodernidad". En: El Perú

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6. Gutiérrez, Gustavo. Teología de la liberación -perspectivas. Lima: Centro

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7. Küng, Hans. Teología para la posmodernidad. Fundamentación ecumé-

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8. López Soria, José Ignacio. Pensar la actualidad en perspectiva postmo-

derna. Conferencia ofrecida en la reunión de los centros latinoamericanos

de Fe y Cultura. Universidad Antonio Ruiz de Montoya. Lima, 16 de julio

de 2007. p.5

9. Lakeland, Paul. Posmodernity. Christian Identity in a Fragmented Age,

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11. Mardones, José María. Postmodernidad y cristianismo. El desafío del

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14. Nascimento, Amos. Una genealogía de la postmodernidad. Pontificia Uni-

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15. Roldán, Alberto Fernando. «La Iglesia frente al desafío de la posmo-

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