«Aconsejar no es lo mismo que dar consejos. ¿y tú como lo haces madsemfyc2017
COMO ACONSEJAR A LOS NIÑOS Y ADOLESCENTES EN UN CLIMA DE CONFIANZA
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ACONSEJANDO A LOS NIÑOS Y ADOLESCENTES EN UN CLIMA
DE CONFIANZA
ACONSEJAR es ayudar a llevar a cabo elecciones ya tomadas, ayudar a instrumentar en
la vida real y eficazmente. Además apoya a clasificar las funciones cognitivas,
emocionales y de comportamiento asociados a la toma de decisiones en la solución de
problemas inmediatos y mediatos.
CUALIDADES NECESARIAS PARA
UN ACONSEJAMIENTO
S EFICAZ
Comprender que cada persona es una parte de su
medio ambiente.
Convertido a Cristo. Bien adoctrinado. Sabe utilizar los recursos espirituales: la Biblia, las promesas de Dios, la oración y el perdón.
Asumir su responsabilidad
como un privilegio y
desarrollarlo con gozo.
Debe saber guardar secretos. Sinceridad y discreción.
Debe ser tratable, social y accesible.
Límites Emocionales Claros
Debe entenderse a sí mismo y
darse cuenta de sus
imperfecciones y su condición de
ser humano
EMPATÍA
CONSIDERACIONES BÁSICAS
Dios mismo nos da la pauta al decir que él «como pastor apacentará su rebaño; en su
brazo llevará los corderos, y en su seno los llevará; pastoreará suavemente a las recién
paridas" (Isaías 40:1). «Yo buscaré la pérdida, y haré volver al redil la descarriada,
vendaré la perniquebrada, y fortaleceré la débil" (Ezequiel 34: 16).
El Señor Jesús nos enseña en la parábola del buen samaritano que nuestro prójimo es
aquel que necesita nuestra ayuda. Cuántas personas en nuestro derredor son heridas y
despojadas de la paz y del gozo que debieran tener como herencia en Cristo.
Pautas para el trabajo con adolescentes
¡Mucha flexibilidad!
Puesto que los adolescentes pasan por tantos cambios, nunca podemos saber de
antemano cómo reaccionarán. A veces no podrán hacer lo que esperamos de
ellos, y tendremos que cambiar el programa.
Dar oportunidad para escoger y decidir; entregar responsabilidades (pero
todavía con límites).
Debemos dar importancia a las opiniones de los adolescentes y hacerles participar
en las decisiones. Esto no significa que les hagamos caso en todo; pero es mejor
fijar las reglas en la conversación y en el respeto mutuo, en vez de
imponerlas. Podemos mostrarles que las reglas de comportamiento, por ejemplo,
no son para restringirles, sino para protegerles contra el daño que puede causar el
mal comportamiento de otros.
Estar siempre dispuesto para conversaciones personales, pero no insistir en
dar consejos.
Muchos adolescentes están buscando desesperadamente a una persona en quien
pueda confiar y quien pueda aconsejarles con sabiduría. Pero primero deben ver
en nosotros que realmente somos de confianza y que no vamos a traicionarles; no
se van a abrir fácilmente. Por eso no podemos imponerles nuestro consejo ni
hacer preguntas indiscretas acerca de su vida; pero sí mostrarles que estamos
dispuestos a escucharles y ayudarles en cualquier hora que sea necesario.
Debemos tener en cuenta que:
Cada persona es un ser único. En un sentido, todas las personas tienen rasgos
en común y por lo tanto pueden ser estudiadas. Pero cada persona es algo
diferente, y para entenderla cabalmente es necesario conocer sus capacidades
especiales, su fondo y sus experiencias.
Los sentimientos nos dan indicios en cuanto a los problemas humanos y a la
naturaleza e intensidad de las necesidades. No todas las personas sienten lo
mismo acerca de la misma experiencia. Algunas se conforman, otras reaccionan
negativamente, etc. Podemos entender a una persona en su unicidad solamente
cuando entendemos cómo se siente en una situación particular.
La vida y la personalidad de una persona constan de todos sus
componentes. No se puede separar ni aislar una experiencia o una parte de su
vida, de las otras áreas de su experiencia. Lo que experimenta sicológicamente, le
afecta físicamente. Por ejemplo, cuando se interiorizan los conflictos emocionales,
pueden expresarse en síntomas físicos tales como colitis, úlceras, asma, alta
presión sanguínea, fatiga y alergias. Lo que sucede en la casa puede afectar su
trabajo. El consejero tiene que considerar todos los aspectos de la persona, es
decir, a la persona como una unidad.
Cada persona es una parte de su medio ambiente. Su condición económica,
cultural y religioso; las costumbres y normas de su cultura así como sus
compañeros, todo esto afecta sus actitudes y su proceder.
El concepto que una persona tenga de sí misma es importantísimo en cuanto
a adaptarse a su situación y a otras personas, y para mantener la salud
mental. Si su concepto de sí misma es realista y sano, estará libre de mucha
tensión y frustración. Pero si tiene un concepto deficiente de sí misma, se sentirá
inadecuada e inútil.
Puesto que la mayor parte de la conducta y de las actitudes se aprenden,
también se pueden «desaprender», es decir, es posible el reaprendizaje de las
actitudes y del proceder en una persona.
El verdadero amor tiene poder transformador. La necesidad más básica de la
humanidad es amar y ser amado. "En el amor no hay temor, sino que el
perfecto amor echa fuera el temor; porque el temor lleva en sí castigo. De
donde el que teme, no ha sido perfeccionado en el amor." (1 Juan 4.18)
LA INFLUENCIA DE DIOS EN NUESTRA VALORACIÓN
PERSONAL (“AUTOESTIMA”)
"Cuando veo tus cielos, obra de tus dedos, La luna y las estrellas que tú formaste, Digo: ¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria, Y el hijo del hombre, para que lo visites? Le has hecho poco menor que los ángeles, Y lo coronaste de gloria y de honra." (Salmos 8.3-5)
Cristo nos ha revelado el amor incondicional de Dios por cada ser humano. Quien, a
pesar de ser miserable, se sepa amorosamente mirado de continuo por un Padre que le
ama tal como es, gozará de una paz interior inamovible. Sus errores personales no le
quitarán esa paz porque sabe que a su Padre le encanta perdonarle cada vez que le pida
perdón. Sabiéndose así amado, se amará a sí mismo y, libre de problemas personales, se
podrá dedicar de lleno a amar a los demás.
En efecto, la paz interior no es el único fruto de la humilde autoestima de quien se
sabe hijo de Dios. Una buena relación con uno mismo tiene también una importancia
decisiva de cara a la calidad del amor a los demás.
Es lógico que una actitud conflictiva hacia uno mismo dificulte el buen entendimiento
con los demás, en primer lugar, porque es difícil que quien esté absorbido por sus propias
preocupaciones preste atención a las de los demás. En segundo lugar, porque quien teme
ser rechazado por otros se vuelve susceptible.
¿El cristianismo puede aportar soluciones a problemas de autoestima?
Quien se sabe hijo de Dios, se olvida fácilmente de sí mismo y aumenta la calidad de su
amor a los demás. En cambio, quien desconoce esa dignidad, se ve impelido a cosechar
éxitos que aumenten su autoestima y le hagan merecedor de la estima ajena. Pero de ese
modo nunca alcanza una buena relación consigo mismo y con los demás, porque el yo
está envenenado por el amor propio y jamás se satisface del todo.
Quien desconozca el amor de Dios, ante sus propias miserias, tendrá dos opciones:
o bien reconocerlas y deprimirse, o bien autoengañarse, eventualmente con ayuda de
psicoterapia (hay quienes acuden a un psicoterapeuta para que les convenza de que son
personas fabulosas).
Pero así nunca se obtiene una paz duradera, porque la inteligencia engañada siempre
protesta. Es aquí donde el cristianismo ofrece la mejor alternativa. El conocimiento de
estas realidades sería la mejor propaganda para la vida cristiana.
¿Qué es la empatía?
Un diccionario define empatía como “sentimiento de participación afectiva de una persona
en una realidad ajena a ella, especialmente en los sentimientos de otra persona”.
También se ha dicho que es la capacidad de ponerse uno mismo en el lugar del otro. De
modo que para tener empatía, en primer lugar hay que comprender las circunstancias
de los demás y, en segundo lugar, participar afectivamente en los sentimientos que
esas circunstancias provocan en ellos. En efecto, la empatía implica sentir en nuestro
corazón el dolor de otra persona.
La Biblia no contiene el vocablo empatía, si bien alude a ella de manera indirecta. El
apóstol Pedro aconsejó a los cristianos, "Finalmente, sed todos de un mismo sentir,
compasivos, amándoos fraternalmente, misericordiosos, amigables" (1 Pedro 3.8). La
palabra griega que se traduce “compartiendo sentimientos como compañeros” significa
literalmente “que sufren con otro”, “que se conduelen”. El apóstol Pablo recomendó
manifestar sentimientos similares cuando exhortó a sus hermanos cristianos a "Gozaos con
los que se gozan; llorad con los que lloran. Unánimes entre vosotros; no altivos, sino asociándoos con los
humildes. No seáis sabios en vuestra propia opinión." (Romanos 12.15, 16). ¿Y no concordamos
con el hecho de que nos resultaría casi imposible amar al prójimo como a nosotros
mismos si no nos pusiéramos en su lugar?
Ejemplos bíblicos de empatía
Nuestro principal modelo de empatía es nuestro Señor. Aunque es PERFECTO, no espera que nosotros también lo seamos, “porque Él conoce nuestra condición; se acuerda
de que somos polvo” (Salmo 103:14). Además, como está al tanto de nuestras limitaciones, "No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es
Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también
juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar." (1 Corintios 10.13).
Dios siente el dolor que experimenta su pueblo. A los judíos que habían regresado de Babilonia, "Porque así ha dicho Jehová de los ejércitos: Tras la gloria me enviará él a las naciones que os despojaron; porque el que os toca, toca a la niña de su ojo." (Zacarías 2.8).
Cuando el Señor Jesús recorría las ciudades y aldeas nos dice San Mateo, “…y al ver a
las multitudes, tuvo compasión de ellas, porque estaban desamparadas y dispersas como
ovejas que no tienen pastor” (Mateo 9: 35-38). En otra ocasión, se fijó en una viuda que
estaba a punto de enterrar a su único hijo. Enseguida sintió en su corazón el dolor que la
embargaba, se acercó al cortejo fúnebre y devolvió la vida al joven (Lucas 7:11-16).
Cuando Dios liberó milagrosamente de sus cadenas a Pablo y a Silas en una cárcel de
Filipos, lo primero en lo que Pablo pensó fue en avisar al guardia de que nadie había
escapado. Se puso en su lugar y llegó a la conclusión de que era probable que se
suicidara, pues sabía que la costumbre romana era castigar con severidad al carcelero si
se fugaba un prisionero, sobre todo si se le había mandado que lo vigilara bien. Al
carcelero le impresionó esta muestra de bondad, que le salvó la vida, y tanto él como su
casa tomaron medidas para hacerse cristianos (Hechos 16:25-34).
Cómo cultivar empatía
Orar. "Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles. Mas el que escudriña los corazones sabe cuál es la intención del Espíritu, porque conforme a la voluntad de Dios intercede por los santos”. (Romanos 8:26, 27)
Escuchar. Al escuchar con atención, nos enteramos de las dificultades de los demás. Y
cuanto mejores oyentes seamos, mayores serán las probabilidades de que abran su
corazón y nos revelen sus sentimientos.
Observar. No todos nos dirán abiertamente cómo se sienten o qué están
experimentando. No obstante, un observador perspicaz se dará cuenta de que su
hermano cristiano está deprimido, de que un adolescente se ha vuelto reservado. Esta
capacidad de percibir los problemas en sus inicios es fundamental para los padres.
Usar la imaginación. La manera más efectiva de cultivar más empatía consiste en
plantearse algunas preguntas: “Si yo me encontrara en esa situación, ¿cómo me sentiría?
¿Cuál sería mi reacción? ¿Qué necesitaría?”. Los tres falsos consoladores de Job fueron
incapaces de ponerse en su lugar y, por ello, lo condenaron por los pecados que
suponían debía haber cometido.
Normalmente, a los seres humanos imperfectos nos resulta más fácil juzgar errores que
comprender sentimientos. No obstante, hacer lo posible por imaginarnos la angustia que
está experimentando una determinada persona nos ayudará a comprenderla en lugar de
condenarla.
MANEJO DE SITUACIONES DE CONFLICTOS CON NIÑOS.
Muchas conductas que pueden ser consideradas “malacrianzas o faltas de disciplina”
como salirse del salón, empujar, golpear a los compañeros, gritar, desobedecer, podrían
ser más bien intentos de manejarse, formas de manifestar que algo les está pasando, que
se están sintiendo mal. Los niños pueden estar inquietos por muchos motivos, situaciones
personales o familiares, nacimiento de un hermanito, conflictos entre sus padres,
separaciones, enfermedades, etc. Por ello, para manejar situaciones difíciles se hace
necesario enfocar tanto el aspecto personal como su
situación familiar y entorno social. Aquí algunas
sugerencias para el manejo de situaciones difíciles:
Antes de actuar o de juzgar es útil averiguar qué
sucedió, qué están expresando a través de
determinadas conductas.
También es bueno mirarse a sí mismos, analizar
qué actitudes o exigencias, como maestros, están
influyendo en la situación.
Conducirlos a tomar conciencia de los
sentimientos que los llevaron a actuar de esa
manera. Ayudarlo a reconocer, nombrar, aceptar
y comunicar sus sentimientos.
Es bueno para los niños hacerles saber que
cuando se sientan mal (tristes, enojados,
atemorizados, etc.) puedan acudir a sus
maestros, que siempre los ayudarán.
ORACIÓN POR SABIDURÍA
Amado Señor, al comienzo del día
Te pido que me des sabiduría.
Muéstrame maneras de comprender
A los niños que has puesto en mi poder.
Señor, necesito que me ayudes a saber
Cómo enseñar y cumplir mi deber.
Necesito tu ayuda para discernir lo bueno,
Y enseñar a los niños lo justo y verdadero.
Cada niño representa una necesidad.
Señor, auxíliame para que enseñe con bondad.
Para tocar una mente y alcanzar un corazón,
Te pido que tu amor sea siempre mi pendón.
Amén.
“La filosofía del aula en una generación es la filosofía del gobierno en la próxima”. Abraham Lincoln.
(Tomado de “Una Manzana para mi Maestro”, página 42)